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UNIVERSIDAD ANDRÉS BELLO
FACULTAD DE DERECHO
ESCUELA DE DERECHO
ACCION CONSTITUCIONAL DE INDEMNIZACIÓN POR ERROR JUDICIAL
Análisis crítico y reformas pendientes en Chile
Autor: Rodrigo Isaac Medina Figueroa
Profesor Guía: Jorge Gómez Piazza
Santiago, Noviembre de 2013.-
ÍNDICE.-
I.- DEDICATORIA
II.- INTRODUCCIÓN………………….……………………………………………... 1
III.- CAPÍTULO PRIMERO: Generalidades
1.- Aproximación Histórica a la Responsabilidad y al Error Judicial………… 3
1.1 La Responsabilidad………………………………………………...... 3
1.1.1 Evolución Histórica del Concepto………………………… 3
1.2 El Error Judicial……………………………………………………... 7
1.2.1 El famoso Caso Dreyfus……………………………….… 8
2.- El Error Judicial en Chile…………………………...……………….. 9
2.1. Historia Constitucional de la Norma…………………………...…... 9
3.- Requisitos del Error Judicial conforme a la CPR de 1980…………...…….. 10
3.1 Ámbito de Aplicación…………………………………...…………. 11
3.2 Existencia de proceso penal…………………………...…………… 12
3.3 Existencia de una resolución injustificadamente errónea.…………. 14
3.4 Existencia de Perjuicios………………………………….……...…. 18
4.- Procedimiento para obtener una indemnización por Error Judicial…...…… 21
4.1 Tramitación ante la Corte Suprema………………………………... 22
4.2 Tramitación ante el Juez Civil………………………………...…… 23
IV.- CAPÍTULO SEGUNDO: El Error Judicial en el Derecho Comparado
1.- Francia y el Error Judicial………………………………………………….. 27
2.- El Derecho Italiano………………………………………………………..... 28
3.- España y el Error Judicial…………………………………………………... 28
V.- CAPÍTULO TERCERO: Tratados Internacionales y el Error Judicial
1.- Tratados Internacionales y la Constitución de la República…...………...… 31
2.- El error judicial en los tratados internacionales……………………………. 32
VI.- CONCLUSIONES……………………..………………………………………... 34
VIII.- BIBLIOGRAFÍA
DEDICATORIA
Dedico este trabajo a mis padres, que son un regalo de Dios y el compromiso
más grande de mi vida; compañeros inseparables e incondicionales en mi camino,
quiénes me lo han dado todo. Con cariño y dedicación me han mostrado el camino
correcto y me han enseñado a dar a cada uno lo que se merece. A mi hermano Eliezer,
que me otorga su amistad y apoyo incansable. A mis hermanas Elizabeth, Merari y
Débora que me motivan día a día a seguir luchando por ganar esta carrera tan importante
llamada “vida”. A mi familia que me brinda su apoyo incondicional, y a mis amigos que
nunca me abandonaron cuando los necesité.
"El juez es la boca que pronuncia las palabras de la ley"
Montesquieu.
INTRODUCCIÓN.-
La investigación propuesta es de vital importancia en materia constitucional y
criminal pues el derecho que asiste a las personas que han sido procesadas o condenadas
injustamente, es la acción de indemnización por error judicial, establecida en nuestra
Constitución Política desde 1925. Es por eso que a través de la presente investigación
intentaremos dar una solución a los problemas planteados, haciendo hincapié en la
urgente y profunda reforma de la acción en comento, principalmente a la legislación que
regula el procedimiento mediante el cual se entabla dicha acción y que como garantía
constitucional básica y fundamental constituye un factor de equilibrio frente al poder del
ente juzgador y un pilar de vital relevancia en un estado social y democrático de
derecho.
1
CAPÍTULO PRIMERO:
“GENERALIDADES”.-
2
1.- Aproximación Histórica a la Responsabilidad y al Error Judicial.
1.1 La Responsabilidad.Podemos definir la responsabilidad como la obligación que nace para una
persona con causa en un daño o perjuicio producido a otra, que pueda serle imputado y
que debe indemnizar para restituir el equilibrio perdido. El Diccionario de la Real
Academia de la Lengua Española (RAE) define la responsabilidad como “la obligación
de reparar y satisfacer, por sí o por otro, a consecuencia de delito, de una culpa o de otra
causa legal”1. Muchos autores han tratado el tema y han elaborado sus propias
definiciones, como por ejemplo, Arturo Alessandri Rodríguez, quien señala que la
responsabilidad “es la obligación que pesa sobre una persona de indemnizar el daño
sufrido por otra”.2 Sin embargo, para lograr un análisis jurídico eficiente es menester
estudiar el aspecto histórico del tema objeto de reflexión pues la idea de la colectividad
frente a este concepto ha sufrido variaciones con el transcurso del tiempo, ya que esta
continua evolución del concepto es obvia dentro del marco de dinamismo y adaptación
al que se encuentra intrínsecamente ligado el derecho.
1.1.1 Evolución Histórica del Concepto.Desde hace miles de años atrás el hombre conocía y comprendía el significado
del concepto daño y el concepto de responsabilidad que de él emanaba. En una primera
etapa, la indemnización del daño operaba mediante la venganza privada, en donde el
agresor pasaba a ser víctima del agredido o su familia, quienes obtenían su
“indemnización” a través de su propia mano. Esto traía como resultado un perjuicio aun
mayor que el originalmente ocasionado pues el responsable del daño tenía que asumir
todas las consecuencias, por desfavorables que ellas fueran. Este concepto de daño1
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. 19ª Edición, Año 1970, página 1140.
Arturo Alessandri Rodríguez. “De la Responsabilidad Extracontractual en el Derecho Civil”.
Editorial Imprenta Nacional, Santiago de Chile, 1987, página 134.
2
3
responsabilidad es típico de las sociedades primitivas que se agrupaban en torno a la
relación de consanguinidad y cuyas construcciones sociales estaban fuertemente
influenciadas por las relaciones de parentesco.
En una segunda etapa, con el florecimiento y la consolidación de la cultura
mesopotámica surge uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado:
el denominado Código de Hammurabi. En él se describen ciertos tipos delictivos y su
correspondiente sanción. Muchos autores han coincidido en señalar que este código
representa el primer ejemplo escrito de un conjunto normativo que contenga una
relación jurídica de los conceptos de daño y de responsabilidad pues incluye, entre otras
normas, la famosa “Ley del Talión” y su conocida regla del “ojo por ojo, diente por
diente”. En este mismo periodo, se desarrolla el concepto de daño-responsabilidad
hebreo contenido en el “Pentateuco”, que incluía los mandamientos de Dios entregados
por medio del profeta Moisés a su pueblo Israel. Cabe destacar que en estas primeras
etapas no existía una diferenciación entre la responsabilidad penal y la civil.
En una tercera etapa, nos encontramos con un concepto más elaborado. El
llamado “Sistema de la Compositio”, en donde se compensaba patrimonialmente al
agredido de manera voluntaria, en un principio, y de forma obligatoria, con
posterioridad. Este concepto nace como una forma de evitar el ataque directo al ofensor
o a su familia y consistía en la reparación del daño mediante un pago que podía hacerse
en dinero o en especies, siendo decisión del agresor elegir entre la indemnización en
dinero o en especies. Con la posterior evolución que experimentó la compositio, esta
compensación logra su consagración legal y se estipuló que la decisión correspondería al
rey o al pater familias. “El dinero entregado por el agresor iba en un porcentaje a la
autoridad pública con fines de colaborar al poder oficial, por lo cual se le denominó
„dineros de paz‟. El otro porcentaje se le entregaba al agredido. Esta institución se
4
plasmó en el derecho germano, en las antiguas „Leyes de Manu‟ de la India y en la Ley
de las XII Tablas.” 3
En el año 408, se dicta la Ley Aquilia, primera ley formulada para reprimir daños
cometidos al patrimonio de una persona. En su origen se restringía sólo a casos
particulares y, posteriormente, se pretendió su generalización para interpretarla de
manera general y lograr con ello que la responsabilidad se sustentara en el principio de
que “quien hace un daño, debe responder por el”, lo que no pudo llevarse a cabo por la
concepción que se tenía de la institución como tal. Esta ley sigue teniendo aplicación en
el derecho Justinianeo pero con modificaciones sustanciales ya que también se establece
la responsabilidad por omisión.
Posteriormente, con la caída del imperio romano y el florecimiento del derecho
común se produce una desintegración normativa y se producen grandes cambios en la
consideración del derecho. El derecho canónico comienza a diferenciar entre la
responsabilidad civil, cuya sanción es reparatoria y susceptible de transmisión y la
responsabilidad penal, en donde la sanción es punitiva. Sin embargo, la separación entre
responsabilidad civil y penal no es absoluta, muestra de ello es el daño moral.
Con el surgimiento del proceso de codificación y la dictación del Código de
Napoleón en 1804 se consagra como norma jurídica el principio de la responsabilidad
civil al señalarse en dicho cuerpo legal que “todo hecho cualquiera del hombre que
cause daño a otro obliga a repararlo a aquél por culpa de la cual se ha ocasionado”4.
Sin embargo, hasta el siglo XIX el Estado no asumía ningún tipo de
responsabilidad pues nos encontrábamos frente a regímenes absolutistas que predicaban
que el rey nunca erraba, amparados en la teoría del poder “per gratia Dei”, que
postulaba que el poder provenía directamente de Dios y que el gobernante sólo
respondía ante Dios y nunca ante los súbditos u otro ente humano; el rey era incapaz de
cometer falta alguna y, por ende, no era susceptible de reproche. Además, estos sistemas
3
Jesús Orlando Gómez López. “Tratado de Derecho Penal. Tomo I”. Ediciones Doctrina y Ley.
Bogotá, año 2001, página 241.
4
Código de Napoleón, Artículo 1832.
5
absolutistas consideraban que la soberanía era incompatible con la responsabilidad, idea
absurda e impensada en los actuales estados democráticos pues tal como señala
Marienhoff “la soberanía no puede ser sinónimo de irresponsabilidad”5.
Con la aparición de las democracias se enfatiza la función social del Estado y,
consecuentemente, con la aparición de los Estados de derecho se logra un desarrollo de
la responsabilidad estatal hasta llegar al punto en el que hoy día prácticamente todos los
Estados del mundo indemnizan a sus ciudadanos por los daños que les ocasiona la
administración en el ejercicio de sus funciones públicas. Sin embargo, no es hasta la
dictación del “Fallo Blanco”, dictado en Francia en 1873, que se reconoce por primera
vez el hecho de que la Administración es responsable tanto de sus actos como de los
hechos a ella atribuibles pues reconoce una jurisdicción especial para dirimir los
posibles conflictos que pudieren surgir entre el Estado y particulares, fijando sanciones a
los funcionarios que cometieren faltas en el ejercicio de sus funciones. En dicho fallo el
Tribunal de Conflictos señala que “la responsabilidad del Estado por los daños causados
a particulares por el hecho de las personas que emplea en el servicio público, no puede
regirse por los principios establecidos en el código civil para las relaciones de
particulares a particulares;... [La responsabilidad] no es ni general ni absoluta;... tiene
sus reglas especiales que varían según las necesidades de conciliar los derechos del
Estado con los derechos privados”6, es decir, se reconoce la responsabilidad del Estado,
pero solo con base en la culpa y de manera indirecta.
Con el paso del tiempo, la mayoría de los Estados han reconocido e incluido en
su legislación la responsabilidad patrimonial del Estado frente a conflictos con
particulares, y se han fijado procedimientos que permiten resarcir los daños que se
puedan cometer contra los ciudadanos en el ejercicio de las funciones administrativas.
5
Miguel Marienhoff. “Tratado de Derecho Administrativo”, Tomo IV, Editorial Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, año 1975, página 694.
6
FALLO BLANCO, Tribunal de Conflictos, 1 de Febrero de 1873. “Les Grands Arrets de la
Jurisprudence Administrative”. 8va. edición, París, 1984, página 5.
6
Sin embargo, siempre se propone a Francia como la cuna de la reglamentación en esta
materia.
1.2 El Error Judicial.Austria fue el pionero de la responsabilidad estatal por el error judicial. En un
primer momento estableció la responsabilidad estatal por sus actos mediante los órganos
de poder siempre que los daños se causaran de manera culposa con un perjuicio latente a
los particulares; al reglamentar esta ley –en 1872–, esta responsabilidad se hizo
extensiva a los funcionarios judiciales. También en Francia después del Fallo Blanco se
desarrolló la idea de la responsabilidad estatal por los hechos de sus funcionarios en el
servicio público y determinó la sujeción de esta responsabilidad a las normas de derecho
público y a un proceso especial llevado ante la jurisdicción administrativa.
Sin embargo, ya en la Edad Media encontramos referencias a errores judiciales
aislados como por ejemplo, en la obra del autor Giurati “Los Errores Judiciales.
Diagnosis y Remedios”, donde se encuentran datos bibliográficos de casos muy sonados
como el de Martirium Sebastiani Novelli escrito por Triviso en 1480 y que narra la
historia de la anulación de un juicio irregular en donde los reos fueron condenados a
penas de muerte complejas cuando debieron haber sido condenados únicamente a la
hoguera, aunque representan casos totalmente aislados y no conciben un concepto
generalizado de error judicial.
Pero tras el fin de la Primera Guerra Mundial, la Francia vencedora toma
conciencia del escándalo y el error del Caso Dreyfus en la época de la Paz Armada –
episodio histórico por el cual un oficial de estado mayor acusado de alta traición fue
condenado a prisión perpetua en la Isla del Diablo, despojado de su honra y con su vida
arruinada, para ser restituido en su honor e inocencia años después, tras descubrirse y
acreditarse una conspiración para encarcelarlo–, y reconoce legalmente el derecho que le
asiste a un particular para reclamar contra los fallos errados de los jueces.
7
1.2.1 El Famoso “Caso Dreyfus”.El caso Dreyfus fue un asunto polémico que provocó un conflicto nacional que
llevó al sector republicano progresista a una posición dominante en la vida política
francesa y que culminó con la separación de la Iglesia y el Estado en Francia y con el
nacimiento de la acción de indemnización por error judicial.
En 1894, el Capitán Alfred Dreyfus del ejército francés es acusado de espionaje
por un tribunal militar francés, sentenciado a prisión perpetua y enviado a la île du
Diable en la Guyana Francesa. La única evidencia en su contra es un trozo de papel
manuscrito dirigido al mayor Max Von Schwartzkoppen –agregado militar alemán en
París– encontrado en un tacho de basura y cuya caligrafía apenas se asemeja a la de
Dreyfus. El Caso Dreyfus dividió a la sociedad francesa pues por un lado el gobierno
derechista, el ejército nacionalista, la Iglesia Católica y los partidos conservadores, que
unieron fuerzas en el bando anti-Dreyfus (con grandes características anti-semitas), por
el otro las fuerzas progresistas –republicanos, socialista y anticlericales– liderados por
Émile Zola y Jean Jaurès entre otros, que hicieron suyas la lucha por los derechos
humanos en la República.
En 1896 se descubre evidencia que implica a Ferdinand Walsin Esterhazy como
el autor del espionaje. A pesar de un intento militar por suprimir la evidencia, Esterhazy
es juzgado en 1898, aunque el tribunal militar lo absuelve en un juicio que dura apenas
unos minutos. Émile Zola escribe entonces una carta abierta, “J'accuse” –“Yo Acuso”–,
acusando a los jueces de complicidad. Zola es sentenciado a la cárcel por injurias, pero
logra escapar a Inglaterra. Ese mismo año se hace público que gran parte de la evidencia
en contra de Dreyfus fue falsificada por el Coronel Henry. Luego del suicidio de éste
último, y la fuga de Esterhazy a Inglaterra, la condena a Dreyfus se hace insostenible. El
caso se reabre en 1899, pero la soberbia de la corte militar le impide aceptar la realidad,
y vuelve a encontrar a Dreyfus culpable, sentenciándolo esta vez a diez años de prisión.
Sin embargo la situación política francesa ha cambiado, y el Presidente Émile Loubet se
ve obligado a otorgarle el perdón. En 1906 la Corte de Apelaciones exhonera a Dreyfus,
8
y en 1930 su inocencia queda definitivamente afirmada con la publicación de los
documentos de Schwartzkoppen, sin embargo, el mundo no podrá olvidar el caso
Dreyfus y a partir de entonces en las distintas legislaciones comienza a consagrarse la
acción de indemnización por error judicial.
2.- El Error Judicial en Chile.-
2.1. Historia Constitucional de la Norma.-
En nuestro país, los ensayos de cartas fundamentales, previos a 1925, no
contemplaron escrito alguno que tratara o regulara la responsabilidad estatal por errores
judiciales –sin perjuicio de lo señalado en la Constitución Política de 1833 que se limita
meramente a señalar la responsabilidad personal de los jueces por los delitos de
“cohecho, falta de observancia de las leyes que regulan el procedimiento y, en general,
por toda prevaricación o administración torcida de justicia”7 – y es a partir de la
Constitución de 1925 que el legislador comienza a reconocer dicha responsabilidad
estatal y la incluye dentro de su contenido señalando que “todo individuo en favor de
quien se dictare sentencia absolutoria o se sobreseyere definitivamente, tendrá derecho a
indemnización, en la forma que determine la lei, por los perjuicios efectivos o
meramente morales que hubiere sufrido injustamente”8.
Sin embargo, a pesar de que la inclusión de dicha norma dentro de la
Constitución de 1925 fue un avance sustancial en la materia –atendida las ideas políticas
imperantes en la época–, en su redacción quedó supeditada a una regulación externa que
debía ser efectuada por una ley que la regulara, convirtiendo a la norma en una mera
disposición programática, pues jamás se dictó la norma destinada a llevarla a efecto. En
tal sentido, la disposición contenida en el artículo 19 número 7º letra i) de la
7
8
Constitución Política de 1833, Artículo 111.
Constitución Política de 1925, Artículo 20.
9
Constitución de 1980, representa un real avance pues se trata de una norma
autosuficiente que no precisa de ley complementaria para su aplicación y vigencia.
Por otra parte, en la nueva norma de 1980 aparecen claramente determinados el
titular del derecho a ser indemnizado, el sujeto pasivo que debe indemnizar –esto es, el
Fisco–, y el procedimiento a seguir para obtener la determinación de la indemnización,
que se encuentra reglado en el Auto Acordado de la Corte Suprema del 10 de abril de
1996.
3.- Requisitos del Error Judicial conforme a la Constitución Política de la
República de 1980.La actual redacción del artículo 19 numero 7 letra i) señala que:
“i) Una vez dictado sobreseimiento definitivo o sentencia absolutoria, el que
hubiere sido sometido a proceso o condenado en cualquier instancia por resolución que
la Corte Suprema declare injustificadamente errónea o arbitraria, tendrá derecho a ser
indemnizado por el Estado de los perjuicios patrimoniales y morales que haya sufrido.
La indemnización será determinada judicialmente en procedimiento breve y sumario y
en él la prueba se apreciará en conciencia”.
Los elementos de dicha acción son los siguientes:
a) El sujeto activo de la acción de acuerdo a la misma norma del artículo 19, N°
7, letra i) de nuestra Constitución, es quien haya sido sometido a proceso o condenado
erróneamente.
b) El demandado o sujeto pasivo en la acción es el Estado-Fisco, representado
por el presidente del Consejo de Defensa del Estado.
c) El objeto de la acción es el pago de los perjuicios causados al patrimonio del
titular y la indemnización por el daño moral también causado, todo a cargo del Estado.
10
c) La causa de pedir, es la responsabilidad del Estado-Juez en protección de la
dignidad humana, de la que emanan los derechos fundamentales que nuestra
constitución asegura a todas las personas. En efecto, pueden verse afectados por errores
judiciales derechos tales como la propiedad, la honra, la libertad personal y el derecho a
un juicio racional y justo.
3.1 Ámbito de Aplicación.Esta nueva redacción del artículo 19 requirió de diez sesiones de la Comisión de
Estudios que elaboró el Anteproyecto de la Carta de 1980 y, entre los antecedentes de
mayor relevancia del debate habido en el ente asesor del Poder Constituyente destacan
que ni la detención ni la citación configurarán hipótesis indemnizables, aun cuando ellas
pudiesen ser calificadas de arbitrarias. El individuo “condenado en cualquier instancia”
en forma injusta, tiene derecho a ser indemnizado.
Es la Corte Suprema quien interpreta y aplica –con un criterio restrictivo– la
expresión “injustificadamente errónea o arbitraria”, estableciendo que para que una
resolución tenga el carácter de errónea o de arbitraria en grado injustificable, es
necesario que, además de ser contradictoria con la razón, se haya decretado de manera
irregular o caprichosa. Debe carecer rotundamente de motivación y racionalidad, porque
si tal resolución, que después resulta errónea, se hubiera fundamentado en antecedentes
que llevaron al juez a apreciar como hecho punible o como grado de responsabilidad un
comportamiento que con posterioridad se determinó que no era tal, el error producido
sería razonable, no susceptible de indemnización alguna. En general, tal como señaló
Silva Bascuñán, se estimó que “la palabra injustificadamente, no tiene otro fundamento
que el de falta de fundamento racional y grave y no relación de justicia” y que “habría
injustificado error judicial cuando no hay elementos que intelectualmente puedan haber
llevado al juez a la conclusión a que llegó”.9 En cuanto a la palabra arbitrariedad, es un
9
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, página 21.
11
acto de proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado solo por la voluntad
o el capricho.
Nos encontramos frente a una acción de naturaleza declarativa pues a la Corte
Suprema sólo cabe precisar si el error judicial que se pretende resarcir alcanza o no la
extensión o magnitud requerida para estimar que la resolución que se dictó como
consecuencia de la equivocación es injustificadamente errónea o arbitraria y que una vez
obtenida esa declaración el interesado deberá recurrir al juez civil competente según las
reglas generales para que, en juicio sumario, determine el monto de la indemnización
respectiva. Una vez efectuada dicha declaración quien indemniza es el Estado-Fisco, sin
perjuicio de que éste puede repetir contra el juez responsable de la lesión o daño y lo que
se indemniza son los perjuicios patrimoniales y morales ocasionados.
3.2 Existencia de Proceso Penal.La acción de indemnización por error judicial no es de amplia aplicación ni
abarca la totalidad de los errores que puedan cometer nuestros jueces sino que solo se
circunscribe a aquellos cometidos en materia penal pues es en virtud de las discusiones y
debates que se producen en estos procedimientos que la libertad personal –principal
derecho protegido por esta acción– resulta especialmente afectada; la historia
constitucional fidedigna y un análisis de la jurisprudencia así lo ratifican. Lo anterior,
“sin embargo, no obsta a que los Tribunales, Ordinarios o Especiales, sujetos o no a la
Superintendencia de la Corte Suprema, puedan causar daño a las personas en cualquier
otra especie de causa, aunque no sea el ámbito criminal. Lo que ocurre, es que en estos
casos, es decir, la regla general, habrá de acudirse al régimen regular de responsabilidad
del Estado y no podrá impetrarse la acción especial contemplada en el artículo 19 N° 7
letra i) de la Constitución”.10
10
Miguel Ángel Fernández González. “Indemnización por Error Judicial en la perspectiva del Nuevo
Procedimiento Penal”, páginas 281 y 282.
12
Para que concurra la acción en comento debe el inculpado, o el imputado, haber
sido sometido a proceso o condenado, en cualquier instancia. Sin embargo, respecto a
este primer requisito nos encontramos con un problema de vital importancia: El Nuevo
Proceso Penal y la aplicación de la acción indemnizatoria bajo este nuevo régimen pues
en él no se contempla la resolución del auto de procesamiento, que de forma general se
asimila a la expresión “sometido a proceso”. Al respecto, la doctrina y la jurisprudencia
han dicho que la interpretación de “sometido a proceso”, debe realizarse de forma
amplia, no limitada al auto de procesamiento y se han mostrado favorables a que la
acción de indemnización pueda ejercerse por la condena en cualquier instancia, dada la
desaparición de la mencionada institución. Es decir, el derecho a obtener la
compensación procede tanto respecto de las sentencias condenatorias dictadas por los
tribunales de primera instancia como las pronunciadas por las Cortes de Apelaciones, e
incluso, por aquellas dictadas por la Corte Suprema en conocimiento de algún recurso
deducido en su sede.
De lo anterior se infiere que “el titular de este derecho es la persona que ha sido
sometida a procesamiento penal o aquella que ha sido condenada en cualquier instancia,
siempre que con posterioridad haya sido sobreseída definitivamente o se haya dictado en
su favor sentencia absolutoria”.11 Es decir, dentro de las actuaciones en un proceso penal
dos son las situaciones que podrían dar derecho a pedir indemnización, a saber, el
procesamiento y la condena, excluyéndose la detención pues a juicio de la mayoría de la
doctrina y en virtud del análisis del texto constitucional, representa un caso de medida de
seguridad y no una pena, por ende, la acción se concede sólo a favor del procesado y del
condenado.
Como requisito formal para la concurrencia de la indemnización, el proceso
penal debe terminar a través de un sobreseimiento definitivo o de una sentencia
absolutoria. El sobreseimiento definitivo consiste en una resolución cuyo objeto es poner
término al proceso penal. El antiguo Código de Procedimiento Penal establecía las
11
Mario Garrido Montt. “La indemnización por Error Judicial en Chile”. Revista de Derecho
Universidad de Talca, “Ius Et Praxis”, Año 5 N° 1, 1999, página 476.
13
causales de sobreseimiento definitivo en el artículo 408 –hoy insertas en el artículo 250
del Código Procesal Penal–, de las cuales sólo las tres primeras habilitaban para impetrar
la indemnización, debido a que eran las que se fundaban en la inocencia del imputado –
fundándose las demás causales en la imposibilidad de hacer responsable al inculpado en
los actos en los que incurre, lo que no implica que el sujeto no haya cometido la
conducta–. La Sentencia Absolutoria, por su parte, es aquella que no impone pena al
acusado, rechazando en todas sus partes una acusación y se dicta, por regla general, en
aquellos casos que representan insuficiencia probatoria pues, tal como señala el artículo
340 del Código Procesal Penal “nadie podrá ser condenado por delito sino cuando el
tribunal que lo juzgare adquiriere, más allá de toda duda razonable, la convicción de que
realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de la acusación y que en él
hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley”. La
norma no exige que se determine la inocencia del afectado, sin embargo, tratándose del
sobreseimiento definitivo sólo procedería el derecho a indemnización por las causales
que se fundan en la inocencia del sujeto y, en el caso de la sentencia absolutoria, “todos
están contestes [en señalar] que la absolución no justifica por si sola la indemnización, y
que de ahí derivan las demás exigencias de la disposición, estructurada para evitar que
los sujetos que no son completamente inocentes puedan conseguirla”.12 Por último, la
resolución posterior que declara el sobreseimiento definitivo o la absolución del inculpado o
imputado debe encontrarse firme o ejecutoriada pues de esta forma se asegura el hecho de
que el juicio del cual emana la resolución errónea o arbitraria, se encuentra terminado
respecto de quien deduce la acción.
3.3 Existencia de una resolución injustificadamente errónea o arbitraria.-
Otro de los requisitos que se infieren del texto constitucional consiste en la
necesidad de que por solicitud del afectado, la Corte Suprema declare que la resolución
12
Alex Carocca Pérez. “Reparación de los errores y arbitrariedades judiciales. Revista de Derecho
Universidad Católica de Valparaíso. Tomo XI, Año 1987, pág. 215.
14
que sometió a proceso o condenó en cualquier instancia al solicitante sea
injustificadamente errónea o arbitraria, en su lugar. “No cualquier error judicial [puede]
dar lugar a esta indemnización, sino que debe tratarse de un error judicial calificado;
vale decir, un error judicial manifiestamente injustificado o arbitrario, lo cual sitúa el
problema en una órbita bastante más realista que aquella en que lo situó el constituyente
de 1925.”13
Este aspecto es nuevo en la Constitución de 1980 pues la Carta Fundamental de
1925 no contemplaba el trámite de declaración de la Corte Suprema, bastando
simplemente la existencia de una sentencia absolutoria o un sobreseimiento definitivo.
Es en la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución en donde se incluye este tópico
incluyéndose en la actual redacción del artículo 19 Nº7 letra i).
A pesar de que el nuevo artículo regulatorio de la institución inserto en la
Constitución de 1980 incluye novedosos avances en materia de autonomía
procedimental el lenguaje que utiliza es por decirlo menos, vago y, a veces, el tenor
literal se vuelve oscuro, dificultando el trabajo tanto jurisprudencial como doctrinario a
fin de entender el alcance de la norma. Es por ello que existe tanta controversia para
poder determinar qué es lo injustificadamente erróneo o la arbitrariedad de la resolución
que da lugar a la indemnización.
Es el señor Evans quien, en virtud de la Comisión de Estudio de la Nueva
Constitución disipa en parte las dudas al respecto al señalar que el error que da pie a la
indemnización debe ser injustificado pues “pueden haber sido de tal naturaleza las
pruebas que los testigos allegaron para configurar la culpabilidad del sometido a
proceso, que realmente el juez no haya tenido otra cosa que proceder de esa manera. Su
error es justificado. ¡Como va a haber error judicial si al juez se le brindaron este cúmulo
13
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, Pág. 11. El texto en paréntesis es nuestro para darle coherencia a la frase. En el
texto originalmente la frase señalaba lo siguiente: “en el sentido de que no cualquier error judicial deba
dar lugar a esta indemnización, sino que debe tratarse de un error judicial calificado; vale decir, un error
judicial manifiestamente injustificado o arbitrario, lo cual sitúa el problema en una órbita bastante más
realista que aquella en que lo situó el constituyente de 1925.”
15
de pruebas circunstanciales o de antecedentes que lo llevaron a la convicción de
culpabilidad o de elementos que configuraron presunciones de tal naturaleza que no
aparecía otra solución que la encargatoria de reo y, en definitiva, la sentencia
condenatoria de primera instancia! El error aparece como justificado. Pero ¿cuándo es
injustificado el error? Cuando no hay elementos que intelectualmente a una mente
normal puedan haberla llevado a la conclusión a que llegó el juez. Esa es la
arbitrariedad.”14
Sin embargo, en esta definición del error injustificado estamos frente a una
evidente confusión por parte del comisionado Evans pues en su definición une los dos
conceptos –arbitrariedad y error injustificado– en un solo concepto, haciéndolos
equivalentes, lo que le resta validez a uno de los dos. Sin embargo, esta no es la postura
de la mayoría de los comisionados pues al respecto el Sr. Jaime Guzmán Errázuriz
señala que “no se trata de dolo o culpa: se trata de que no haya justificación intelectual
razonable para haber cometido ese error. Que sea un error de la persona que procede en
forma razonable, acertada. Eso es lo que entiende con el término „injustificado‟.”15 Es
decir, error injustificado y arbitrariedad son dos conceptos distintos pues error es una
equivocación, una falsa representación y apreciación de los hechos y del derecho y que
puede ser justificada o injustificada. “Tal equivocación puede ser de tal entidad que no
tenga justificación alguna. Debe tratarse, lógicamente de un error vencible, puesto que el
error invencible no implica responsabilidad, pero ese error vencible no tiene
justificación alguna”.16 Por su parte, el Presidente de la Comisión, Sr. Ortúzar, señala
que de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española “la palabra
„arbitrariedad‟ es un acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado
14
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, página. 24.
15
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, página. 24.
16
Jorge Pretch Pizarro. “Resolución injustificadamente errónea o arbitraria en la indemnización por
error judicial”. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Volumen II, N° 1, Año 2004, Santiago
de Chile, página. 178
16
sólo por la voluntad o el capricho”17, en consecuencia, “no puede haber arbitrariedades
justificadas o parcialmente justificadas en un Estado de Derecho...” y, por ende, “…no
cabe duda que „injustificadamente‟ sólo puede predicarse del error.” 18 La resolución que
da pie a la indemnización se produce por una equivocación del juez en la cual no existe
mala fe o por una actuación arbitraria en la que media dolo o culpa por parte del
magistrado.
La Corte Suprema sigue el criterio del comisionado Evans tendiente a unificar las
dos hipótesis en una sola lo cual deja muy poco margen para acoger las acciones
deducidas, pues la exigencia para dar por cubierto este requisito es tan grande que
impide que la norma cumpla los fines para los cuales fue constituida. También, para
rechazar casi la totalidad de solicitudes que se han presentado desde el año 1980 la Corte
Suprema se ampara en lo señalado por Garrido Montt que considera que “las
resoluciones que causaron el perjuicio han de ser erróneas o arbitrarias, y en uno y en
otro caso han de carecer de toda justificación”19, lo cual implicaría, entonces, que el juez
actuara casi irracionalmente.
A juicio del profesor Alex Carocca la gran excusa que la Corte Suprema ha
utilizado para rechazar la acción de indemnización por error judicial ha sido una
interpretación y aplicación restringida del artículo 19 Nº7 letra i) y al respecto señala que
“debido a la tenaz y lógica defensa del Fisco, representado por el Consejo de Defensa
del Estado, especialmente en los primeros casos en que se demandó la declaración de
que el procesamiento o la condena eran injustificadamente erróneas o arbitrarias, hacia
1984, se impuso un interpretación del precepto constitucional, que se mantiene hasta el
día de hoy y que ha limitado la posibilidad de obtener esa declaración…”. La estrategia
consiste, básicamente, “en considerar que las exigencias constitucionales de que se debe
17
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, página. 24.
18
Jorge Pretch Pizarro. “Resolución injustificadamente errónea o arbitraria en la indemnización por
error judicial”. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, Volumen II, N° 1, Año 2004, Santiago
de Chile, página. 177.
19
Mario Garrido Montt. “La indemnización por Error Judicial en Chile”. Revista de Derecho
Universidad de Talca, “Ius Et Praxis”, Año 5 N° 1, 1999, página. 477.
17
tratar de una sentencia o resolución „injustificadamente erróneas o arbitrarias‟ son una
sola y que, por lo tanto, se requiere que reúna ambas calidades.”20
3.4 Existencia de Perjuicios.“¿Qué significa, en el fondo, este precepto? Una confesión de debilidad de uno
de los tres Poderes del Estado. Implica que, a pesar de la buena intención de toda la
magistratura judicial para juzgar determinado caso, se ha producido un error que ha
causado daño a personas declaradas, en definitiva, completamente inocentes.”21
Es decir, para que se configure la indemnización no basta con haber sido
procesado o condenado o que la resolución haya sido injustificadamente errónea o
arbitraria sino que además, debe haber causado perjuicios a quien solicita la declaración
pues este es el objetivo principal de dicha acción: obtener la indemnización por los
daños sufridos por una persona inocente como consecuencia de una actuación judicial
indebida.
Tal como señala la norma, los perjuicios que se indemnizan son los perjuicios
patrimoniales y los morales.
Los perjuicios patrimoniales son, en palabras de Cousiño Mac-Iver, “aquellos
que lesionan pecuniariamente el patrimonio de la persona, ya sea disminuyéndolo o
impidiéndole que aumente”22, es decir, puede manifestarse de distintas formas y no sólo
como el daño que sufre la persona sobre sus bienes en forma directa sino que también
dicen relación con lo que aquella persona deja de percibir por causa del error judicial. En
20
Alex Carocca Pérez. “Reparación de los errores y arbitrariedades judiciales. Tesis para optar al
Grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Católica de Valparaíso, Año 1985,
página 215.
21
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119ª
del 8 de mayo de 1975, página 4.
22
Luis Cousiño Mac-Iver. “Derecho de las Personas detenidas, procesadas o condenadas injustamente
a ser indemnizadas de todos los daños ocasionados”. Revista de Derecho Y Jurisprudencia. Tomo LV,
Año 1958, página 63.
18
este sentido los perjuicios patrimoniales comprenden, a su vez, tanto el daño emergente
como el lucro cesante. Este es otro aspecto novedoso de la Carta Fundamental de 1980,
pues “la Constitución de 1925 hacía reparables los perjuicios efectivos, ello es, aquellos
que el artículo 1556 del Código Civil denomina daño emergente. En cambio, la actual
Constitución al hacer indemnizables los perjuicios patrimoniales, comprende, tanto el
daño emergente como el lucro cesante, evitando las posibles discusiones que se hubieren
originado acerca de la extensión de las reparaciones. No está demás expresar a este
respecto que la disposición constitucional coordina perfectamente con el artículo 2314
del Código Civil, disposición en la cual, tanto la doctrina como la jurisprudencia, se han
fundado para estimar que en nuestro derecho positivo es indemnizable todo tipo de
daños”.23
A su vez, Ramos Pazos define el daño o perjuicio moral como “el sufrimiento,
dolor o molestia que el hecho ilícito (o simplemente hecho) ocasiona en la sensibilidad
física o en los sentimientos o afectos de una persona”.24 Este fue un tema ampliamente
discutido en la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, pues si bien la Carta de
1925 incluía los daños morales al considerar que “todo individuo[…] tendrá derecho a
indemnización, en la forma que determine la lei, por los perjuicios efectivos o
meramente morales”25, el comisionado Guzmán, estaba por no considerarlos en el
precepto pues creía que el “abrir la posibilidad, sin límites, de indemnizar los perjuicios
meramente morales, significará, tal como hasta ahora ha sucedido, que la disposición sea
inaplicable, porque toda persona va a alegar perjuicios morales y éstos pueden provenir
de las más variadas situaciones o responsabilidades que nada tienen que ver con la
conducta del juez.”26 A su juicio, sólo deben indemnizarse los perjuicios patrimoniales y
23
Carlos Ogalde Cárcamo. “Indemnización de perjuicios por injustificado error o arbitrio judicial en
materia penal”. Revista de Derecho Universidad de Concepción. N° 169 año XLVIII, Enero-Junio, página
111.
24
René Ramos Pazos. “De la Responsabilidad Extracontractual”. Fondo de Publicaciones Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Concepción, Año 2003, página 75.
25
Constitución Política de 1925, Artículo 20.
26
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 118,
6 de mayo de 1975, página 31.
19
“no cabe indemnizar en dinero los perjuicios morales que se puedan derivar, que desde
luego son muy difíciles de avaluar y que, en este caso, corresponden a un error. Por
manifiestamente injustificado qué sea un error, si él trae consigo sólo daños morales,
éstos no pueden ser indemnizados en dinero. En el fondo, el daño moral no se indemniza
en dinero. El daño que sufre una persona de verse expuesta al escarnio o a la deshonra
pública que significa ser sometida a proceso y todos los daños consiguientes, es una cosa
que no se indemniza en dinero. Además, es muy difícil de evaluar un daño moral en
estas circunstancias.”27
Sin embargo, la Comisión no compartió esta idea de Guzmán en atención a no
indemnizar los daños morales. El comisionado Evans, por ejemplo, “se declara
abiertamente partidario de que haya lugar a la indemnización del daño moral” y para
contrarrestar los abusos que la inclusión de los perjuicios morales dentro del precepto
puedan originar, “es partidario de que el Tribunal pueda apreciar la prueba en conciencia
y fallar, también en conciencia acerca de la especie y monto de los perjuicios.”28
Además del comisionado Evans, también comparten esta postura de mantener los
perjuicios patrimoniales y morales en el nuevo precepto, los señores Ortúzar, Ovalle y
Silva Bascuñán. Este último “se inclina por poner el daño moral, porque cree que en este
tipo de juicios es más grande el daño moral que el patrimonial. Una persona afectada
injustamente por un proceso sufre más moralmente que patrimonialmente.”29
Sin embargo, a pesar de que actualmente existe claridad respecto de que se
indemnizan tanto los perjuicios patrimoniales como los morales aún no se ha logrado dar
con una fórmula que sirva de estándar para determinar la cuantía y el monto de los
perjuicios que se puede demandar.
27
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 12.
28
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 16.
29
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 21.
20
4.- Procedimiento para obtener una indemnización por Error Judicial.En las discusiones de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución relativas
a este precepto se señalaron dos cosas respecto a la tramitación. En primer lugar, tal
como lo indica Enrique Evans De la Cuadra en su manual de Derecho Constitucional, la
tramitación de la acción debe ser en proceso breve y sumario y la prueba debe ser
apreciada en conciencia por el Tribunal ordinario, distinto del que dictó el auto de
procesamiento o la sentencia condenatoria. En segundo lugar se estableció que sería
necesario un auto acordado de la Corte Suprema para regular con más detalle la tramitación
del recurso, llenando el vacío que la Carta Fundamental está impedida de suplir por sí
misma. Al respecto el comisionado Guzmán
“estima que sobre este particular será
necesario un auto acordado de la Corte Suprema si es que no hay una disposición legal
que lo precise”30 y en el mismo sentido el comisionado Ortúzar, presidente de la
comisión, señala que la tramitación “sería materia de un auto acordado, y así lo había
entendido, porque evidentemente va a tener que llenar este vacío que la Constitución no
puede hacer.”31 El comisionado Silva Bascuñán también hablaba de la “necesidad de
que, frente al texto y a la discusión que se habrá producido antes de la promulgación de
la Constitución, la Corte Suprema dicte un auto acordado que procure concretar y
cristalizar estas ideas, dentro de las facultades que le van a corresponder.”32
Dicho
auto acordado fue dictado por la Corte Suprema el 3 de agosto de 1983 y publicado el 11
del mismo mes, siendo reemplazado por uno posterior dictado el 10 de abril de 1996 y
publicado en el Diario Oficial el 24 de mayo del mismo año.
30
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 23.
31
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 23.
32
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 120,
13 de mayo de 1975, página 17.
21
4.1 Tramitación ante la Corte Suprema.El auto acordado establece un plazo de seis meses para presentar la solicitud ante
la Corte Suprema, los que serán contados desde que quedó ejecutoriada la sentencia
absolutoria o el auto de sobreseimiento, por ende, la solicitud sólo se puede plantear una
vez que esté finalizado el proceso, aun cuando se trata de impugnar una resolución que
someta a proceso al afectado.
El número 1° del auto acordado señala que con la solicitud se debe acompañar
una serie de antecedentes, entre los cuales destacan: la copia autorizada de la sentencia
absolutoria expedida a favor del solicitante, con sus notificaciones y certificado de
encontrarse ejecutoriada; la copia autorizada de la sentencia condenatoria de cualquier
instancia expedida contra quien presenta la solicitud, con sus notificaciones y constancia
autorizada de haber sido apelada o remitida en consulta; la copia autorizada del auto de
sobreseimiento definitivo dictado en la causa, ya sea total o parcial, y en el último caso,
con copia de las notificaciones del procesado a quien se refiera y certificado de
encontrarse ejecutoriado; y la copia autorizada de la sentencia absolutoria dictada en
virtud de la apelación o consulta a que se refiere el número anterior o de algún recurso
deducido para ante la Corte Suprema, con sus notificaciones y certificado de encontrarse
ejecutoriado. Junto con estos antecedentes, que serán objeto de un examen de carácter
formal, el solicitante podrá acompañar otros instrumentos que podrán ser públicos o
privados, los cuales por tener el carácter de voluntarios, no serán objeto de dicho análisis
formal.
Además, la solicitud debe cumplir con las exigencias establecidas por la Ley N°
18.120, es decir, debe contar con el patrocinio de abogado habilitado para el ejercicio de
la profesión.
Una vez presentada la solicitud ante la Corte Suprema, ésta efectuará el examen
señalado precedentemente, con el objeto de determinar si se cumple con las exigencias
establecidas en la norma, por ende, “la solicitud que no cumpla con las exigencias
señaladas en el numeral precedente, será declarada inadmisible, de plano, por el
Presidente del Tribunal”, tal como lo señala el N° 2 del auto acordado.
22
Una vez sorteado el proceso de admisibilidad de la solicitud se confiere traslado
al Fisco de la misma, debiendo emitir una respuesta dentro de un plazo de veinte días. Si
no lo hace, igualmente se envían los autos al Fiscal de la Corte Suprema para que emita
su dictamen, no fijando el auto acordado plazo alguno para que el fiscal emita dicho
dictamen.
Una vez evacuada la vista del Fiscal, se ordena dar cuenta de la solicitud en la
Sala Penal, estableciéndose un plazo de 15 días para ello que corre desde la fecha del
decreto que establece el “dese cuenta”. Sin embargo, existen dos formas en que la Sala
Penal conoce las solicitudes: en cuenta o previa vista de la causa, (cuando la Sala
disponga, ya sea a través de una solicitud con fundamento plausible, ya sea de oficio,
traer los autos “en relación” para oír a los abogados de las partes, agregándose los autos
con preferencia a la tabla ordinaria de la misma Sala).
Con el objeto de evitar posibles abusos de la norma, el auto acordado establece
facultades en beneficio de la Corte Suprema, pudiendo disponer las medidas o
diligencias que estime necesarias para entrar al conocimiento del asunto, o bien, para
obtener un mejor acierto en el fallo, las que puede utilizar cuando lo estime conveniente.
También el Tribunal Supremo tiene la facultad de condenar en costas a la parte vencida,
cuando así lo estime necesario.
4.2 Tramitación ante el Juez Civil.Una vez obtenido el “pase” de la Corte Suprema que decreta la existencia de una
resolución injustificadamente errónea o arbitraria se deben determinar los perjuicios que
deben ser indemnizados y la cuantía de dichos perjuicios.
De acuerdo a lo establecido en el artículo 748 del Código de Procedimiento Civil
nos encontramos frente a un Juicio de Hacienda pues el demandante, quien cuenta con
una resolución que la Corte Suprema ha declarado injustificadamente errónea, acciona
contra el Fisco, representado por el Consejo de Defensa del Estado y el artículo 48 del
Código Orgánico de Tribunales establece que “los jueces de letra de comunas asiento de
23
Corte conocerán en primera instancia de las causas de hacienda, cualquiera que sea su
cuantía.”
Sin embargo, para este efecto la Constitución establece en el artículo 19 n°7,
letra i) que “la indemnización será determinada judicialmente en procedimiento breve y
sumario y en él la pruebas se apreciará en conciencia”, por ende, el procedimiento para
determinar el monto de los perjuicios debe ser el sumario, contemplado en los artículos
680 y siguientes del Código de Procedimiento Civil. Es decir, aunque se trate de un
asunto que reviste los caracteres propios de un Juicio de Hacienda, la Constitución
señala expresamente que la indemnización y los perjuicios deben determinarse de
acuerdo al juicio sumario.
Además de determinarse en procedimiento breve y sumario, la prueba debe
apreciarse en conciencia. El comisionado Evans lo recalca en la discusión de la
Comisión al señalar que “en la apreciación del daño moral, el juez no se va a guiar, para
ponderar la validez de la prueba rendida, por las reglas reguladoras de la prueba, que son
excesivamente restrictivas en el Código de Procedimiento Civil, sino que se va a guiar
por su conciencia.”33 En este mismo sentido, el comisionado Ortúzar señala que “parece
de toda conveniencia disponer que la apreciación de la prueba se hará en conciencia,
pues dada la naturaleza del hecho que va a dar lugar a los perjuicios, la verdad de las
cosas es que va a ser difícil muchas veces hacer valer los medios probatorios que
permitan, en forma fehaciente, clara y precisa, determinar el monto de los perjuicios. En
consecuencia, cree que debe dejarse un campo más amplio al juez, porque, al fin y al
cabo, se trata de una persona que ha sido privada de su libertad; puede haberlo sido por
un tiempo más o menos largo, en que la implicancia y la proyección de la privación de la
libertad pueden ser enormes. Le parece que es uno de los casos en que se justifica que el
juez, con cierta amplitud, aprecie la prueba en conciencia tanto del daño material como
33
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 22.
24
del daño moral que se ha causado a una persona.”34 Es decir, la intención del precepto
constitucional consistía en liberar al juez de las reglas estrictas del sistema de prueba
legal, sobre todo en lo relativo a la estimación de la cuantía del daño moral.
Una vez determinado los montos de los perjuicios y de la indemnización se
verificará el pago, aplicándose lo señalado en el artículo 752 del Código de
Procedimiento Civil: el tribunal debe enviar copia de la sentencia ejecutoriada que
concede la indemnización al Ministerio de
Justicia para que tramite el decreto
respectivo, el que deberá ser expedido por el Presidente de la República.
34
Actas Constitucionales de la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución, Tomo VI, Sesión 119,
8 de mayo de 1975, página 22.
25
CAPÍTULO SEGUNDO:
“EL ERROR JUDICIAL EN EL DERECHO COMPARADO”.-
26
1.- Francia y el Error Judicial.En Francia, existe una firme tradición de esfuerzos tendiente a reparar las
injusticias. Ya incluso en el 1788 con el Edicto de Luis XVI del 8 de mayo el derecho
francés comenzó a regular el error judicial. Es así que una vez producida
la Revolución Francesa, la Convención decretó reparaciones especiales en casos
particulares, como la que otorgó en 1793 a un ciudadano llamado Busset, detenido y
procesado injustamente.
En el derecho francés encontramos variadas referencias al error judicial, es así
como el “Crimen de Correo de Lyon”, por el cual fue ejecutado un inocente, determinó
la modificación del artículo 447 del Código de Instrucción Criminal, el cual se oponía a
la revisión de la causa. Las leyes sancionadas en 1876 y 1895 tuvieron su origen en
sendos errores judiciales y la Ley de 1895 introdujo en aquel Código un Capítulo
titulado “De las demandas de revisión y de las indemnizaciones a las víctimas de errores
judiciales” y estableció por vez primera, la reparación a las víctimas de un error judicial
declarado en sentencia de revisión de la que resulte la inocencia de un condenado.
Todo este proceso de reconocimiento y regulación del error judicial culminó con
el establecimiento de la Ley de 1972, modificatoria del Código de Procedimiento Civil
Francés y que, en su artículo 11 señala que “el Estado está obligado a reparar el daño
causado por el funcionamiento defectuoso del servicio de la justicia. Esta
responsabilidad sólo podrá hacerse derivar por la existencia de una falta grave o una
denegación de justicia.”
Sin embargo, a pesar de que este precepto posee rango legal y no constitucional,
como en nuestro país, tiene mayor cobertura y aplicación, abarcando incluso los
perjuicios ocasionados por la administración de justicia en sede laboral, civil,
contencioso-administrativa y no meramente penal, como sucede en nuestro país.
27
2.- El Derecho Italiano.La Constitución italiana de 1947 estipula la obligación de que una ley secundaria
debe determinar las condiciones y las formas para la reparación de los errores judiciales,
de ahí que la legislación señale el derecho de quien haya sido absuelto en un proceso
judicial, a una reparación equitativa en relación al eventual encarcelamiento o
internamiento y a las consecuencias personales y familiares derivadas de la condena.35
Existe un gran debate sobre las especies de culpa por las cuales debe responder el
Juez puesto que antes del año 1988 el afectado con el error judicial tenía una posibilidad
de elegir, es decir, tenía la opción de demandar al Juez o al Estado o ambos
conjuntamente porque su responsabilidad era directa y concurrente, a partir del obrar
culposo del Juez. Sin embargo, a partir de la dictación de una nueva ley se limita la
acción del afectado y éste solo tiene acción para exigir el resarcimiento de los daños
sufridos al Estado, eliminándose la acción que tenía contra el Juez y es el Estado quien
tiene la posibilidad de repetir contra el Juez.
3.- España y el Error Judicial.La legislación española incluye el derecho a una indemnización por parte del
Estado para quienes se hayan visto afectados por el funcionamiento anormal de la
administración de justicia. Ese principio se desarrolla por conducto de las disposiciones
contenidas en la legislación secundaria ibérica que contempla las modalidades de error
judicial y del funcionamiento anormal de la administración de justicia. El art. 121 de la
Constitución Política Española establece que “los daños causados por error judicial, así
35
Código de Procedimiento Penal de la República Italiana. Artículo 571.
28
como los que sean consecuencia del funcionamiento anormal de la Administración de
Justicia, darán derecho a una indemnización a cargo del Estado, conforme a la Ley.” 36
El artículo 411 de la vigente Ley Orgánica del Poder Judicial establece que “los
jueces y magistrados responderán civilmente por los daños y perjuicios que causaren
cuando, en el desempeño de sus funciones, incurrieren en dolo o culpa”.
La normativa hispana establece diversas innovaciones sobre el particular, una de
ellas es que la posibilidad de recurrir contra el Estado con motivo del perjuicio causado
por un error judicial, no se limita a personas en lo individual, sino que puede promoverse
de forma colectiva. Otra originalidad visible en la normatividad peninsular, está
vinculada a que también el ámbito militar puede ser objeto de eventuales
indemnizaciones por errores judiciales o por deficiencias en el funcionamiento del
sistema de la propia justicia castrense.
Junto a la posibilidad de que los ciudadanos españoles obtengan una
indemnización derivada de un error judicial, se suma la posibilidad de que también el
Estado asuma una responsabilidad patrimonial en los casos de detenciones arbitrarias en
la etapa de prisión preventiva. Asimismo, la normatividad de esa nación, prevé la
responsabilidad del Estado frente a los daños producidos por dolo o culpa grave de
jueces y magistrados del sistema judicial hispano.
36
Constitución Española, Artículo 121. Aprobada por las Cortes el 31 de octubre de 1978 y artículos 292
al 297 de la Ley Orgánica 6/1985 del 1 de julio de 1985 del Poder Judicial de España.
29
CAPÍTULO TERCERO:
“TRATADOS INTERNACIONLES Y EL ERROR JUDICIAL”.-
30
1.- Tratados Internacionales y la Constitución de la República.Es bien sabido que en nuestro ordenamiento jurídico la Constitución dota de
pertenencia a los tratados internacionales ratificados por nuestro país y los ubica en lo
alto de la pirámide jerárquica normativa. Tanto la doctrina como la jurisprudencia han
señalado que los tratados internacionales tienen fuerza de ley pues su incorporación a
nuestro ordenamiento se hace del mismo modo en que se tramita una ley.
Sin embargo, tratándose de tratados cuya materia verse sobre derechos humanos
la doctrina ha señalado que poseen un rango superior a los pactos comunes y que dichos
tratados se elevan a nivel constitucional. Todo esto amparado en lo dispuesto por el art.
5° inciso segundo de la misma Constitución Política de la República que señala que “el
ejercicio de la soberanía reconoce como limitación el respeto a los derechos esenciales
que emanan de la naturaleza humana. Es deber de los órganos del Estado respetar y
promover tales derechos, garantizados por esta Constitución, así como por los tratados
internacionales ratificados por Chile y que se encuentren vigentes.
Son muchos los autores que comparten esta visión igualitaria de los tratados
internacionales en materia de derechos humanos frente a la Constitución. Así, el autor
José Luis Cea Egaña señala que las disposiciones contenidas en los tratados
internacionales de derechos humanos “fueron concebidas y redactadas con la intención
que -a mi juicio, el artículo 5° inciso 2° trasunta con entera claridad- tuvieran jerarquía
formal y sustantiva material de Constitución.”37
En el mismo sentido, Humberto Nogueira Alcalá señala que “a través de la
incorporación al ordenamiento jurídico nacional de un tratado internacional, el Estado
compromete su soberanía, al obligarse a aplicar y dar eficacia jurídica interna a la norma
internacional incorporada, con lo que el Estado unilateralmente no podría quitarle
aplicabilidad y eficacia al tratado, salvo que recurra a su denuncia o a la pérdida de
37
José Luis Cea Egaña. “Los Tratados de Derechos Humanos y la Constitución Política de la
República”. En Revista lus et Praxis. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Talca.
Talca, año 2 n°2, 1997, página 83.
31
vigencia de él, todo ello conforme a las reglas del Derecho Internacional. Ello implica en
la práctica que, un tratado incorporado válidamente al ordenamiento, siguiendo el
procedimiento indicado por la Constitución a través de los órganos competentes
constitucionalmente para ello, establecen un ámbito de contenido normativo de rango
constitucional (constitución material, no formal), estableciendo una equivalencia de
rango normativo, especialmente en los tratados sobre derechos humanos, tal como lo
establece la Constitución en su artículo 5° inciso 2°.”38 Incluso, más adelante señala que
“la reforma constitucional de 1989, agregó a este inciso 2° del artículo 5° una oración
final que introduce en el Derecho Interno a nivel constitucional una cláusula clara de
incorporación de los tratados de derechos humanos a nivel constitucional incorporando
el Derecho Internacional de Derechos Humanos a la Constitución.”39
2.- El error judicial en los tratados internacionales.Dada la magnitud de derechos que son amenazados al concurrir un error judicial,
los distintos tratados internacionales que se han suscrito establecen la responsabilidad
del estado juzgador y establecen una indemnización para aquellas personas que han sido
menoscabadas por la existencia de tal error. Es decir, la ratificación y vigencia del
tratado por parte de un estado implica la aceptación en el ámbito nacional de la
responsabilidad del Estado por error judicial en materia penal.
En este sentido, la Convención Americana de Derechos Humanos o Pacto de
San José de Costa Rica establece en su artículo 10 que “toda persona tiene derecho a ser
indemnizada conforme a la ley en caso de haber sido condenada en sentencia firme por
error judicial.”
38
Humberto Nogueira Alcalá. “Los Tratados Internacionales en el Ordenamiento Jurídico Chileno”. En
Revista lus et Praxis. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Talca. Talca. año 2 n° 2,
1997, página 13
39
Humberto Nogueira Alcalá. “Los Tratados Internacionales en el Ordenamiento Jurídico Chileno”. En
Revista lus et Praxis. Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Talca. Talca. año 2 n° 2,
1997, página 22.
32
En el mismo sentido, el pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de
las Naciones Unidas en su artículo 14 numeral 6º dispone que “cuando una sentencia
condenatoria firme haya sido indultado por haberse producido o descubierto un hecho
plenamente probatorio de la comisión de un error judicial, la persona que haya sufrido
una pena como resultado de tal sentencia deberá ser indemnizada, conforme a menos
que se demuestre que le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado
oportunamente el hecho desconocido.”
Sin embargo, pesar de que el texto de la norma internacional es claro y específico
respecto de indemnizar todo el error judicial en nuestro país ha tenido una aplicación
excesivamente restringida. Ante lo cual, y dado la desigualdad que existe entre las partes
–el particular frente al Estado- es que los chilenos que no han encontrado solución a sus
demandas han tomado la vía internacional, presentando demandas contra el Estado de
Chile frente a los órganos que integran el sistema de protección, a nivel interamericano,
de los derechos humanos, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por
ejemplo.
Gran debate y mucha conmoción social generó en nuestro país el famoso caso
conocido como “La Calchona”, el único caso en materia de indemnización por error
judicial cuyo término aconteció en sede voluntaria ante la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos. En dicha solución amistosa el Estado chileno se comprometió a
realizar los estudios necesarios para una reformulación de las normas existentes en el
ámbito interno, sin embargo, pese al compromiso del Estado de adecuar la normativa
nacional a lo establecido en el texto internacional, el proyecto de reforma presentado el
año 1992 por un grupo diputados de Renovación Nacional, así como muchas otras
iniciativas parlamentarias, se encuentran estancadas en el Congreso.
33
CONCLUSIONES:
“ERROR JUDICIAL. REFORMAS PENDIENTES EN CHILE”.-
La acción de indemnización por error judicial –reconocida en nuestra
Constitución desde 1925– ha sido presentada una innumerable cantidad de veces pero
sólo ha sido acogida en contadas ocasiones. Esta situación obedece, principalmente, a la
restrictiva interpretación que la Corte Suprema le ha dado a lo establecido en el artículo
19 N° 7 letra i) de la Constitución Política de la República, ello debido al gran costo que
implica indemnizar a los afectados, a la precaria regulación del procedimiento para
entablar dicha acción –el cual ha sido recogido en un Auto Acordado de la Corte
Suprema, inconstitucional per se –, y a la resistencia del Poder Judicial de hacer efectiva
la responsabilidad del Estado, eludiendo de paso, la que eventualmente podría
corresponderle al juez. El resultado es la existencia meramente teórica de la norma y el
desamparo jurídico en que permanecen los derechos que se pretenden tutelar mediante
dicha acción lo cual no es posible concebir en un estado de derecho.
Dado que el Poder Judicial es una institución conformada por hombres y que, por
ende, no está exenta de cometer errores, es que la Constitución ha establecido una
garantía del más alto rango jerárquico normativo para hacer frente a los errores
injustificados y arbitrariedades que puedan llegar a producirse en la substanciación de un
proceso penal. Sin embargo “¿Es la acción constitucional de indemnización por error
judicial una acción de aplicación práctica en Chile?” En el presente trabajo hemos
dejado en claro por qué nuestros jueces se han negado sistemáticamente a darle
operatividad a esta norma, dejándola en la mera existencia teórica y programática y
negándoles la justa reparación a sus víctimas, haciéndose valer de una interpretación
restringida del texto constitucional y de la ineficiente redacción de las normas que la
regulan. Esto porque el Poder Judicial no está dispuesto a reconocer sus errores y
arriesgar su credibilidad y prestigio, ni tampoco está dispuesto a ser el responsable del
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alto costo que le implica al Estado indemnizar a las víctimas y enfrentar, por otro lado,
la eventual repetición que el Estado pudiera llevar a cabo en su contra.
Esta situación es impensable para un gobierno democrático, en el cual, el Estado
ha de ser el ejemplo en orden a responder por sus errores y combatir la impunidad. Si los
derechos de la ciudadanía no cuentan con una protección mínima frente al Estado ¿cómo
podemos confiar en el resto de la normativa que compone nuestro ordenamiento
jurídico? No es posible que para hacer efectiva la responsabilidad patrimonial del Estado
sea necesario recurrir a instancias del derecho internacional y a los múltiples órganos e
instituciones que la componen, poniendo en jaque la seguridad jurídica del Estado y
degradando la imagen y status que nuestro país posee y produciendo, además,
desconfianza e impotencia en las víctimas objeto de error judicial, las que no encuentran
en nuestra legislación nada que los pueda redimir del daño que el Estado les ha causado.
En este contexto surge la necesidad de Constitutione ferenda de reformar el
artículo 19 Nº 7, letra i), para ampliar el campo de aplicación de la norma a otras áreas
del derecho, eliminando los términos “sobreseimiento definitivo”, “sentencia
absolutoria”, “sometido a proceso” y “condenado”; permitiendo el efectivo ejercicio del
derecho a la indemnización, eliminando los términos “injustificadamente” y “arbitrario”,
ya que son estos elementos, los principales obstáculos para una efectiva aplicación de la
acción en comento ya que de esta manera la declaración de la Corte Suprema sólo se
limitaría a constatar la existencia del error, que bastaría por sí mismo para demandar la
indemnización correspondiente. Además, una reforma de la norma permitiría adecuar al
texto de los tratados suscritos por nuestro país, así como adaptar nuestro sistema de
protección de los derechos humanos con los estándares que rigen actualmente la
comunidad internacional y que se encuentran establecidos en normas tales como el
artículo 10 del Pacto de San José de Costa Rica, el artículo 5.5 de la Convención
Europea de Salvaguardia de los Derechos del Hombre y de las Libertades
Fundamentales y el artículo 9.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
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También, para que el cumplimiento de la norma que permite solicitar la
indemnización por error judicial sea efectivo es menester dictar una ley que derogue el
autoacordado que regula el procedimiento mediante el cual se tramita la acción y se
aceleren los juicios. Dicha ley deberá establecer un nuevo tribunal imparcial que
determine si procede o no la indemnización de acuerdo a parámetros objetivos, tribunal
que deberá ser autónomo e independiente al Poder Judicial pues ¿cómo va a ser posible
entregar al propio Poder Judicial la competencia para dar paso y reconocer las
consecuencias de su propia actividad deficiente? Puesto que reconocer la procedencia de
la indemnización implica aceptar la insuficiencia e inoperancia del Poder Judicial, lo
cual coarta e inclina ostensiblemente la balanza al momento de que los jueces decidan
respecto de la procedencia o no de la indemnización pues implica la evaluación de sus
propias resoluciones. Si será el Tribunal Constitucional u otro tribunal el encargado de
dar curso o no a la indemnización es un asunto que debe ser determinado en la nueva
ley.
Todos estos temas que han pasado desapercibidos a los ojos del legislador
nacional merecen ser atendidos con mayor interés, pues un Derecho Fundamental como
el que tiene una persona a ser indemnizado por error judicial, amerita un desarrollo
profundo, considerando su naturaleza de garantía individual. En otras palabras, se trata
de un derecho que al estudiarlo, interpretarlo y al aplicarlo, debe tomarse mucho más en
serio de lo que ha sido hasta la fecha tanto por la jurisprudencia de la Corte Suprema
como por la propia doctrina.
Es evidente que la ruta más eficaz es la reforma del literal i) del numeral 7 del
artículo 19, sin embargo, hasta que dicha reforma no se lleve a cabo las vías o soluciones
que se presentan son claras: frente a futuras peticiones que declaren errónea una
sentencia condenatoria, el solicitante debería fundamentar su acción en el artículo 10 del
Pacto de San José de Costa Rica –que es más favorable a los intereses de los
particulares- en conjunto con el artículo 19 n° 7 letra i), pues es esta norma la que indica
el procedimiento que debe seguir el tribunal para resolver la petición. Más utópico e
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ilusorio es esperar que se produzca un cambio de criterio por parte de los jueces de la
Corte Suprema al fallar las solicitudes presentadas.
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