131010 El Salvador Análisis de la seguridad interna y externa

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Oscar Fernández
Edición: José Alberto Ramos
Análisis de la seguridad interna y externa en El Salvador
- su posición con respecto a la seguridad regional –
-situación de la seguridad pública-
Insumo al grupo de trabajo en seguridad regional de la FES en América Central
(versión borrador 131010 para el Anuario 2013)
2
Agradecimientos:
Al Instituto Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la Universidad Centroamericana
“José Simeón Cañas” (UCA), en especial a su Directora Maestra Janette Aguilar, por su
valiosa colobaración para la elaboración de este informe.
Al Comisionado José Manuel Olivares, Subdirector de la Academia Nacional de Seguridad
Pública (ANSP), por su colaboración al habernos brindado las estadísticas policiales sobre
la seguridad pública del año 2012.
3
Contenido
Presentación ................................................................................................................................. 4
Introducción ................................................................................................................................. 5
Situación de la seguridad pública ................................................................................................ 7
1. Factores estructurales de la violencia en El Salvador.......................................................... 8
2. La incidencia delincuencial. (ST) ........................................................................................ 9
3. Las “Maras” y la Tregua. (ST) .......................................................................................... 14
El sistema de internamiento penitenciario y la rehabilitación. .................................................. 17
La sobrepoblación carcelaria: un problema sin resolver ........................................................... 19
Situación del narcotráfico .......................................................................................................... 23
Nuevas amenazas y otros delitos conexos ................................................................................. 26
Menores de edad víctimas y victimarios en una sociedad violenta ........................................... 27
La violencia de género y violencia intrafamiliar ....................................................................... 27
La investigación del delito sigue siendo deficiente ................................................................... 29
Control de armas de fuego ......................................................................................................... 30
Las políticas gubernamentales de seguridad ............................................................................. 30
La institucionalidad de la seguridad pública ............................................................................. 31
A manera de conclusión. ........................................................................................................... 34
4
Presentación
Desde tiempos inmemoriales, la sociedad ha venido construyendo los prototipos de la
categoría seguridad ligándolos en forma ineludible, con formas tradicionales de control social
como represión policial y castigo penal.
En función de ello, y a partir del crecimiento de la sensación de inseguridad de la comunidad,
producto de la inadecuada mediatización de los fenómenos de violencia, se desarrolló la idea
de que la solución radicaba en el aumento del número de policías y en el “endurecimiento” de
las penas que impone el sistema.
Dicha creencia parte como decíamos, de una errónea conceptualización y en función de lo cual
consideramos que el punto de partida de estas políticas, debe ser la re-significación del
concepto de Seguridad en función de la construcción de nuevos modelos y sistemas.
La izquierda y los políticos progresistas, deben reivindicar que la sociedad segura no es la que
más castiga y denunciar cómo se manipulan los indicadores sobre seguridad y eficacia
policial. Una política de seguridad no es más eficaz sólo por sumar más policías en la calle,
detenciones, procesos y reclusos en las cárceles, como se nos vende tan a menudo. Tampoco
por rebajar el número de denuncias (hay formas de desanimar a las víctimas). La eficacia se
debe medir en el descenso continuado de los delitos cometidos, de las víctimas y de los daños,
y sobre todo de la sensación de inseguridad.
En este contexto, el aparato policial debe convertirse definitivamente en un servicio público.
Es insuficiente la regulación legal centrada en el estatuto de los policías y las potestades
administrativas. Falta toda una legislación que defina el servicio público de la seguridad, su
contenido y el nivel de prestación que pueden exigir los ciudadanos. Y a la vista del apogeo de
la seguridad privada, sus límites respecto del servicio público.
Una de las principales conclusiones que de este informe podemos establecer, es que los
gobiernos centroamericanos deben encarar un giro trascendente en la forma de abordar la
problemática de la violencia social, propiciando una Política de Estado que atienda
integralmente las causas que la originan. La gran diferencia con aquella conceptualización
tradicional radica en que ese sistema represivo que la integra, opera sobre las personas
aumentando su victimización y con ello la posibilidad de ruptura social, cuando en realidad
debe construirse un nuevo modelo de gestión que actúe sobre las raíces históricas de la
violencia, donde la comunidad en su conjunto participe en el diseño de los proyectos y
actividades que impulsen el mejoramiento de la calidad de vida y convivencia, nutridos por
una acción coordinada de las distintas áreas gubernamentales.
El autor.
5
Introducción
La violencia social surge de la ruptura o desajuste del orden social, es decir, de cambios
sociales acelerados que derivan de la expansión de modernas formas de explotación del
capitalismo y la urbanización, dónde paulatinamente se disuelven los mecanismos
tradicionales de convivencia social y generan una brecha entre las aspiraciones y los medios,
social y culturalmente aceptados para hacer realidad esas aspiraciones. La exclusión,
fenómeno resultante de la ruptura de los lazos sociales, lleva al sufrimiento, a borrar el mismo
sentido de la existencia, al descreimiento, a la apatía, a la indiferencia. Así, la exclusión
destroza las posibilidades de singularización, de ser cada sujeto gestado desde su propio deseo.
Todos estos condimentos que harán insustentable cualquier marco de convivencia democrática
y sin duda desatarán ofuscación y violencia. (Martínez, 1990)
Emile Durkheim (1893) considera que el principal rasgo de la sociedad moderna (capitalista
industrial) es la agudización de un proceso de diferenciación social, que, al multiplicar los
roles y funciones social, aumenta la complejidad social, dando lugar a una época que siente y
describe como ‘de crisis y anomia’1.
La actual cultura posmoderna que revuelve nuestros valores habituales, exacerba esta
tendencia al arrebato, a la ansiedad, a la agresividad y a la violencia, de la mano de las
tecnologías y los medios de comunicación, que a su vez instaurarán el arquetipo de la
aceleración: realidades virtuales, juegos de guerra, comunicaciones instantáneas, vehículos
vertiginosos. Corresponde a la era de la evasión, de lo instantáneo como sinónimo de eficaz,
de las primicias, de la histeria y el nerviosismo absoluto por abarcar el todo, por consumir y
producir hechos, tecnologías y signos.
La posmodernidad ha generado diversos efectos en nuestras sociedades actuales. Uno de ellos,
y quizás el más preocupante sociológicamente hablando, es la ruptura del lazo social y el
resurgimiento de la anomia en los sujetos. El capitalismo y los neoliberalismos implementados
en América Latina han arrojado cifras para nada alentadoras, mientras son cada vez menos los
éxitos de este sistema económico-político, crecen los menos favorecidos, aquellos que no
encuentran lugares donde insertarse y que terminan convirtiéndose en “los otros”, en los que
generan temor y a quienes hay que “combatir” (Bonavitta, 2010)
En Centroamérica, temas de violencia e inseguridad juegan un papel importantísimo tanto en
el debate político como en las ciencias sociales. En el contexto de ese debate se puede
constatar que en toda la subregión se está llevando a cabo una lucha de definición,
interpretación y clasificación en torno al campo temático de la violencia, la delincuencia y la
inseguridad. Aunque esta lucha tenga consecuencias políticas y sociales sumamente
1
Durkheim se plantea acá un problema que podría decirse de filosofía moral: ¿cuál es el ideal moral
de la sociedad moderna? Y produce, en su respuesta a esta pregunta, algunas de sus más importantes
reflexiones sobre los cambios acarreados por el proceso de modernización de los países europeos,
sobre los tipos de "solidaridad" que son el cemento y el alma de los distintos grupos humanos y sobre
el fenómeno que tanto lo inquietaba de la "anomia" propia de las sociedades modernas.
6
relevantes, no ha sido objeto de un análisis sistemático que la relacione con las políticas de
seguridad que se están implementando. Se ha argumentado con anterioridad que no son los
fenómenos de violencia en sí, los que desatan histerias de inseguridad y que provocan la
implementación de determinadas políticas criminales (mayoritariamente represivas). Más bien,
la percepción de y las reacciones a la violencia se basan en discursos sociales acerca de estos
fenómenos. (Huhn: 2006)
En general, como mejor respuesta a los graves problemas de convivencia social que
afrontamos, la tendencia de un sistema político de orígenes autoritarios, es la de continuar
aplicando los “remedios” del derecho penal tradicional, fundado en el carácter de la razón de
Estado por encima de la razón humana. A mediados del siglo XVIII, los reformadores del
sistema penal antiguo iniciaban una polémica que aquí está lejos de resolverse. Cesare
Beccaria,2 en su célebre tratado “De los delitos y de las penas” [1764], ya sostenía que “es
mejor evitar los delitos que castigarlos”. No obstante esta filosofía reformista no es tomada en
cuenta por sus detractores ultraconservadores. ¿Qué es preferible entonces? ¿Un sistema penal
más severo, restrictivo y punitivo o una prevención organizada y más extensiva en la
sociedad?
Reprimir, según la concepción medieval que priva en la mayoría de los políticos tradicionales,
es la solución adecuada; sin embargo, la realidad actual tiene una lectura de conflictividad e
impunidad muy alejada de esa pretensión. En ese sentido, la represión, entendida como el
conjunto de mecanismos dirigidos al control y la sanción de conductas “desviadas” en el orden
ideológico, político, social o moral, aparece como un concepto muy cercano a la noción de
violencia política. (González Calleja, 2006). La violencia social y la criminalidad en nuestro
país, han escalado límites nunca antes pensados que ya adoptan formas de desestabilización
tanto o más complejas que la guerra misma. Así, crimen y condiciones sociales están
interconectados, pero no son automáticamente causa-efecto, es decir mejorando las
condiciones sociales no se termina automáticamente el problema de la criminalidad.
En una perspectiva más amplia, a la base de la estructura del agravamiento del conflicto social
y el crimen, se encuentran como lo hemos demostrado en varias ocasiones, la imposición de
un modelo político-económico que reduce las obligaciones del Estado ante la sociedad,
incrementa la desigualdad entre los seres humanos y eleva el nivel de vida frente a la pérdida
de la capacidad adquisitiva mínima del ciudadano. Se ha comprobado que las tasas de
criminalidad son más elevadas en las sociedades donde la riqueza se acumula en pocas manos
y donde existen sentimientos de privación y frustración en el pueblo (I. Waller, 1997) 3
2
La única y verdadera medida de los delitos es el daño hecho a la nación y han errado los que
creyeron que lo era la intención del que los comete. Alguna vez los hombres con la mejor intención
causan el mayor mal a la sociedad y algunas otras con la mas mala hacen el mayor bien. Otros miden
los delitos más por la dignidad de la persona ofendida que por su importancia respecto del bien
público. Algunos pensaron que la gravedad del pecado se considerase en la graduación de los delitos.
(Beccaria, C. De los delitos y las penas, pág.: 287)
3
La primera hipótesis, sobre que la principal causa de la delincuencia en A. Latina es la exclusión
social, que resulta al observar factores desencadenantes de conductas delictivas, en personas de bajos
recursos económicos, producto de las malas políticas en materia social, educativa, salud, y otras
relacionadas con la economía y el desempleo. Mientras tanto el Estado siga debilitado e insuficiente,
7
Hay pues sin duda, una elevada necesidad de seguridad y demanda de justicia, pero las
políticas conservadoras siguen siendo, a pesar de reiterados fracasos, más policías, más
severidad en la pena y más cárcel, lo cual vuelve la justicia lenta y pesada, indulgente con el
poder y severa con el despojado. Si tenemos en cuenta que las políticas penales y de seguridad
se elaboran para el aseguramiento del statu quo y no de las personas, el sistema penal adopta
poses de una verdadera arma de clase. Así, la consolidación del aparato policial responde a la
necesidad de reprimir el crimen y los conflictos sociales, derivada de un sistema penal
castigador que convierte al Estado en el verdugo social y a la Policía en un aparato diseñado
para aplicar predominante la fuerza.
Situación de la seguridad pública
Durante la última década los homicidios crecieron de manera sostenida en América Latina.
Mientras que el 2000 la tasa era de 20 homicidios por 100 mil habitantes, el 2008 esa tasa
llegó a 26, con un promedio de 22 para el período 2000-2008. Esta tasa oculta diferencias
entre subregiones. En México y Centroamérica, y en el área andina, la tasa promedio fue de
27, en tanto que en el Cono Sur fue sólo de 9 (Costa 2011, 7-ss). Mientras que las dos
primeras cuadruplican el promedio mundial de 6.9, la tercera es sólo ligeramente superior. La
mayoría de países latinoamericanos exceden largamente el límite de 10 homicidios por 100
mil habitantes, a partir del cual un país enfrenta una epidemia de violencia, de acuerdo a la
Organización Mundial de la Salud (OMS). Durante el periodo, la tasa en el Cono Sur se
mantuvo estable, mientras que creció en México y Centroamérica de 21 a 32 y bajó en el área
andina de 29 a 26 (Costa, 2011, 7-ss).
Estas tasas agregadas ocultan diferencias importantes entre países de una misma subregión.
México y Centroamérica cuentan con tres grupos de países claramente diferenciados. Por un
lado, los del triángulo norte de América Central Guatemala, Honduras y El Salvador , con
tasas promedio para la última década que oscilan entre 40 y 50 homicidios por 100 mil
habitantes, las más altas de la región, junto con Colombia y Venezuela. En el otro extremo, un
segundo grupo con tasas bajas no mayores de 12, integrado por Costa Rica (7), Nicaragua (12)
y Panamá (12). Los homicidios en estos países se incrementaron lenta y sostenidamente entre
el 2000 y el 2008, llegando a duplicarse en Costa Rica y Panamá. Entre ambos grupos se ubica
México, que, paradójicamente, mostró una tendencia a la baja, pasando de 32 en el año 2000 a
24 en el año 2007, para volver a subir de manera sostenida a partir del año 2008, en el marco
de la ofensiva gubernamental contra el narcotráfico (Costa, 10/2011).
Un estudio reciente del Banco Mundial (23/11/2011) sobre la violencia en siete países de
América Central, identifica tres de sus causas, a saber, el tráfico de drogas, la violencia juvenil
y la disponibilidad de armas de fuego. Para determinar su peso relativo remite a los resultados
del modelo econométrico desarrollado por Cuevas y Demombynes en 2009. Según éstos, el
tráfico de drogas es un importante promotor de los homicidios, pues los puntos calientes del
este es quizá uno de los factores desencadenantes del aumento de la delincuencia durante toda esta,
luego de una depredación del empleo, baja inversión educativa, de salud y la incapacidad de observar
a futuro los problemas que esto acarrearía. (Bentaberry, 2010)
8
narcotráfico tienen tasas que duplican las de baja intensidad de tráfico. Las áreas de mayor
violencia juvenil experimentan mayores niveles de homicidios, al igual que aquellas con un
mayor porcentaje de hombres jóvenes de 15 a 34 años; lo mismo ocurre con las áreas que
tienen un elevado número de hogares dirigidos sólo por mujeres, probablemente porque los
hombres jóvenes son menos vigilados. El estudio también indica que no existe un vínculo
significativo entre los conflictos armados del pasado y los homicidios actuales. Entre los
factores señalados, el narcotráfico es cuantitativamente el más importante.
En efecto, un aumento en el tráfico de drogas que convierta un área en punto caliente
ocasionaría un incremento del 111% en la tasa de homicidios, mientras que un aumento del
10% en la población de jóvenes de 15 a 34 años llevaría a un aumento de sólo el 9% de los
homicidios y un aumento del 10% en los hogares dirigidos sólo por mujeres los elevaría en
apenas 1%. En este informe, el BM reconoce que la violencia organizada del siglo XXI es
impulsada por una serie de presiones internas e internacionales, como el desempleo entre los
jóvenes; las crisis de ingresos; las tensiones entre grupos étnicos, religiosos o sociales; la
desigualdad, y la infiltración de redes de tráfico y delincuencia organizada. En encuestas
ciudadanas realizadas para el informe, el desempleo fue citado abrumadoramente como el
factor más importante para el reclutamiento en pandillas y movimientos violentos. (BM,
23/11/2011)
De los factores de riesgo que analiza el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD 2010) en los siete países centroamericanos, las armas de fuego en manos de la
ciudadanía es el que tiene mayor correspondencia con los homicidios. Los países del triángulo
norte El Salvador, Honduras y Guatemala - tienen muchas más armas por habitantes que los
del triángulo sur Nicaragua, Costa Rica y Panamá -. Asimismo, los primeros tienen peores
indicadores sociales básicos (Índice de Desarrollo Humano, Producto Interno Bruto per cápita
y pobreza) que los segundos, a excepción de Nicaragua. No se encuentra correlación directa
con los otros indicadores: Porcentaje de población joven, Desempleo juvenil, Población
urbana, Consumo de alcohol y Coeficiente Gini.
1. Factores estructurales de la violencia en El Salvador.4 (ST)
4
•
Altos niveles de exclusión, marginación social;
•
Cultura de la violencia, asociada al legado de autoritarismo;
•
Violencia estatal/corrupción/impunidad;
•
Debilidad institucional y baja credibilidad en los sistemas de seguridad y justicia;
•
Masculinidad hegemónica y violencia en el hogar;
•
Procesos de urbanización rápidos y desordenados.
Es preciso enfatizar que la historia de El Salvador del siglo XX está caracterizada por una enorme
estrechez en la distribución del ingreso, lo cual condiciona a una sociedad con enormes procesos de
desigualdad y exclusión social; por canales de negociación, diálogo y debate público cerrados; por el
fantasma del comunismo como identidad de cualquier expresión de oposición a los establecimientos
políticos dominantes y por la institucionalización de la violencia como mecanismo de resolución de
conflictos. (Salgado: 2012)
9
Gráfico 1. Índice de Gini en El Salvador.
El “coeficiente de Gini” se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, dentro de un
país, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual. El coeficiente
de Gini es un número entre 0 y 1, en donde 0 se corresponde con la perfecta igualdad (todos
tienen los mismos ingresos) y donde el valor 1 se corresponde con la perfecta desigualdad
(una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno). El “índice de Gini” es el
coeficiente de Gini expresado en porcentaje y es igual al coeficiente de Gini multiplicado por
100. Como puede observarse en el Gráfico 1, En el caso de El Salvador, este índice indica,
según el gráfico, que la desigualdad distributiva en la década anterior, tiende a mantenerse
más o menos en la mitad (50) alejada del 0, lo cual nos permite observar una relación directa
con el incremento de la actividad delincuencial.
Otros factores asociados (IUDOP- UCA: 2011)
• Preeminencia de respuesta estatal represiva: Política penal populistas, persecución
selectiva;
• Fácil acceso a armas y regulaciones laxas;
• Crecimiento y profesionalización de las pandillas;
• Militarización de la Seguridad Pública (Fuerza Armada en Seguridad Pública);
• Creciente incursión del narcotráfico y crimen organizado transnacional;
• Corrupción y penetración del crimen organizado en instituciones del Estado;
• Sobrepoblación carcelaria y ausencia de procesos de reinserción;
• Tratamiento mediático amarillista de la violencia.
2. La incidencia delincuencial. (ST)
En el gráfico 2, se puede observar que el número de homicidios en El Salvador, disminuyó en
el año 2012, a raíz de la tregua entre las pandillas, dando como resultado la disminución de
la tasa de homicidios por 100.000 habitantes (gráfico 3). Se muestra el comportamiento
lógico en los homicidios, como lo hemos comprobado en algunos análisis comparados con
otros países, pero cabe hacer notar que el 2003 y el 2012 nos muestran los dos índices más
10
bajos de homicidios, en casi una década, por lo que el comportamiento en general de este
fenómeno apunta a una situación endémica y que la media ronda los 3000 homicidios
anuales.
Gráfico 2. Número de homicidios 2003-2012.
Tregua
Fuente: (IUDOP-UCA)
Gráfico 3. Tasa de homicidios x 100 mil habitantes. (2003-2012)
Tregua
Fuente: (IUDOP-UCA)
En el cuadro 1, se puede observar una pérdida de la capacidad de investigación policial y de
la Fiscalía, puesto que en el período 2005-2011 disminuyó el número de homicidios
atribuidos a la delincuencia común y a las maras, aumentando el porcentaje de homicidios
por causas desconocidas. Se muestran las variaciones en homicidios, expresada en tasas x
cien mil habitantes. Como puede observarse las tasas más bajas se ubican en los extremos del
gráfico y la media se sitúa cerca de los 50 homicidios por cien mil habitantes, durante casi
una década.
11
Cuadro 1. Móviles asociados a los homicidios
2005
2006
2007
2008
2010
2011
Delincuencia
Común
23.3
18.2
16.4
16.3
14.3
17.9
Maras
13.4
11.8
11.0
12.3
10.2
10.6
Desconocido
59.0
67.0
68.2
67.6
73.1
67.8
Otros
4.3
3.0
4.4
3.8
2.4
3.7
Fuente: Medicina Legal
Con respecto a los homicidios por departamento (gráfico 4), San Salvador tiene el mayor
porcentaje con un 28.9%, seguido de La Libertad, Santa Ana y Sonsonate, juntos suman un
porcentaje similar al de San Salvador. (29.4%). El comportamiento de las cifras porcentuales
de los homicidios, indica que la incidencia de éste delito aumenta con los niveles de
concentración poblacional de las grandes ciudades, además de otros factores asociados como
la marginación, el analfabetismo, entre otros, así la capital (1.567.156 habitantes, y una
densidad poblacional de 1768, según la DIGESTYC) establece el máximo y Morazán, en su
mayoría rural, con una población de 174.406 y una densidad poblacional de 120, establece el
mínimo.
Gráfico 4. Porcentaje de homicidios según departamento, 2012 (n= 2,578)
San Salvador
La Libertad
San Ana
Sonsonate
San Miguel
La Paz
Usulutan
La Unión
Ahuachapán
Cuscatlán
San Vicente
Cabañas
Chalatenango
Morazán
Fuente: PNC/ (IUDOP-UCA)
28.9
10.5
9.9
9.0
7.4
6.0
5.7
5.0
3.8
3.5
3.3
2.4
2.1
2.0
12
Cuadro 2. Homicidios diarios (2012-2013)
HOMICIDIOS COMPARATIVO POR DIAS DE LA
SEMANA
DIA DE LA
SEMANA
2012 2013
DIF
%DIF 2013%
LUNES
259
219
-40
-15.4
15%
MARTES
234
173
-61
-26.1
12%
MIERCOLES
JUEVES
VIERNES
243
268
255
210
171
214
-33
-97
-41
-13.6
-36.2
-16.1
15%
12%
15%
SABADO
253
191
-62
-24.5
13%
DOMINGO
300
238
-62
-20.7
17%
TOTAL
1812 1416 -396 -21.9
100%
Fuente: PNC.
Cuando se observa el número de homicidios por día de la semana, comparando los años 2012
y 2013, resulta claro que aumentan los domingos, presentando una tendencia de incremento
hacia los fines de semana. Se supone que este es un efecto del aumento en el consumo de
bebidas alcohólicas y droga en días no laborales, es decir durante el fin de semana.
Cuadro 2. Homicidios comparativos por grupo etario (2012-2013)
HOMICIDIOS COMPARATIVO POR LA
FRANJA DE EDAD MAS VULNERABLE
%DIF 2013%
EDAD
2012 2013 DIF
00-17
192
148
-44
-22.9
10%
18-30
817
641
-176
-21.5
45%
31-40
418
309 -109
-26.1
22%
41-50
180
105
-75
-41.7
7%
51-60
64
66
2
3.1
5%
61+
70
61
-9
-12.9
4%
ND
71
86
15
21.1
6%
TOTAL 1812 1416 -396 -21.9
100%
Al observar el cuadro 2, se deduce que en el año 2012, la franja etaria más vulnerable a los
asesinatos es la de 18-30 años, que comparada con la que sigue (30-40) con 418, la primera
se duplica, lo cual corrobora que la juventud salvadoreña está más expuesta a morir por la
violencia que cualquier otra. En los meses transcurridos del 2013 esta línea continua en
ascenso y establece una proyección que corrobora lo investigado.
13
Gráfico 5. Homicidios por armas de fuego.
Año de la Tregua
Fuente: Instituto de Medicina Legal
El gráfico 5, muestra la disminución de los homicidios por armas de fuego, presentando
claramente una disminución de los porcentajes de homicidios por esta causa en el año 2012.
Hay que señalar que ésta, se mantiene como la primera causa de los homicidios. Además, es
clara la tendencia a la disminución de los homicidios por esta causa desde el año 2007. Se
pude interpretar que los controles de armas de fuego por parte de la policía han sido más
efectivos y que se necesitan leyes que aseguren la disminución progresiva y total de las armas
en las calles, en conjunto con intervenciones policiales de control
Gráfico 6. Número de desaparecidos 2009-2012
2000
1800
1600
1400
1200
1000
1682
800
600
970
400
200
436
558
0
2009
2010
2011
2012
Fuente: Policía Nacional Civil/ IUDOP-UCA
El número de desaparecidos va en aumento desde el año 2009, con su punto más alto en 2012,
el año de la tregua. Pese a las constantes denuncias por parte de los medios de comunicación
sobre el aumento de las desapariciones, las autoridades policiales que respaldaban la tregua
14
se negaron a reconocer este aumento en un primer momento, hasta que no pudieron
sostenerlo a final del año. Esta situación nos indica que muy probablemente las pandillas,
pese a la tregua, continuaron cometiendo homicidios, y que han optado por esconder los
cadáveres de sus víctimas.
Cuadro 3. Otros delitos a nivel nacional
Delitos
2009
2010
2011
2012
Hurto
9,869
9,629
10,880
10,254
Robo
6,301
5,366
5,769
5,521
Lesiones
3,801
3,964
3,690
4,228
Extorsión
4,053
3,992
3,296
2,937
Violación
660
681
914
1,901
Fuente: PNC
En el análisis del cuadro 3, podemos concluir que en primer lugar, el hurto, no obstante la
baja entre 2011 y 2012, al establecer la línea de tendencia ésta indica aumento. Mientras el
robo (con violencia) tiende a bajar; las lesiones también aumentan, las extorsiones marcan
una tendencia a la baja y la violación obviamente se ha triplicado.
3. Las “Maras” y la Tregua. (ST)
La historia de la violencia contemporánea en el país tiene orígenes complejos pero está
cercanamente vinculada al auge del crimen organizado y el fortalecimiento de distintas
pandillas como la Mara Salvatrucha (MS-13) y Calle 18 (M18). En el 2004 frente al
incremento de la ola de violencia desatada por el inicio de una guerra entre la MS-13 y la
M18, el gobierno implementó la Ley Súper Mano Dura, un enfoque de seguridad que no
incluía componentes de rehabilitación ni reinserción. La estrategia no tuvo buen resultado ya
que las detenciones masivas de jóvenes desataron una fuerte represalia por parte de las maras
y exacerbaron la violencia. Sin un adecuado sistema judicial y policial las cárceles se fueron
poblando y gradualmente también se transformaron en centros de capacitación y captación de
más pandilleros. La violencia y los homicidios siguieron incrementando indiscriminadamente.
(F. Varda, 2012)
Desde que asumió funciones el Presidente Funes, ha adoptado una estrategia de control del
pandillaje y seguridad pública que ha implicado que las Fuerzas Armadas continúen apoyando
a la Policía Nacional en sus funciones y ha requerido una fuerte inversión. Se estima, por
ejemplo, que el porcentaje del PIB salvadoreño destinado a temas de seguridad equivale a casi
11%, una cifra evidentemente elevada. Asimismo, Funes ha señalado las fallas en la política
antimaras de sus predecesores y ha sido claro en afirmar que el pandillaje es uno de los
15
problemas más serios que enfrenta El Salvador. Su estrategia, sin embargo, no ha estado libre
de críticas y detractores. (Ídem)
El descenso de homicidios es la principal defensa de la tregua; sin embargo, la lógica del
comportamiento de los homicidios, es irregular, una veces se mantiene estable, otras veces
tiende a disminuir y luego a incrementarse. Los homicidios de las maras responden a dos
razones: a la guerra entre pandillas para controlar territorios y a la necesidad que tienen las
maras de mantener atemorizados a quienes viven en esos territorios. Luchan por territorios
para aumentar la capacidad de extorsionar y matan gente en esos territorios para asegurarse el
pago de las extorsiones. Por tanto, el homicidio está subordinado a la extorsión, y este último
es el delito principal. La esencia de la extorsión es el miedo al criminal y la desconfianza hacia
la capacidad del Estado de proteger.
La tregua entre las maras logró bajar los homicidios, porque las pandillas se dividieron los
territorios bajo intermediación de terceros con anuencia del Estado, con ello ya no necesitaron
matarse. En segundo orden, porque cuando el Gobierno les reconoce públicamente y sin
ambages su poder, los ciudadanos quedan sometidos a ese poder criminal. Es decir, la tregua
ha institucionalizado el miedo en los ciudadanos, profundizado la desconfianza en el Estado y
legitimado la extorsión como un impuesto criminal. Las pandillas han preservado
organización, comando y control; reclutamiento, control territorial, capacidad de financiarse, y
se están transformando en crimen organizado. Toda tregua, cuando no está resolviendo un
conflicto lo está acrecentando, porque permite acumular fuerzas. En este caso, dado que el
Estado inició la tregua sin un plan para fortalecerse, serían las pandillas las están acumulando
fuerzas.
A poco más de un año de realizada la tregua entre las dos principales “maras” (La 18 y la
Salvatrucha MS-13) los resultados han sido poco alentadores, ya que aparte de la disminución
de los homicidios, según informaron el Ministerio de Justicia y Seguridad Pública y la Policía
Nacional Civil de El Salvador, los homicidios se redujeron en un 41% en todo el año; sin
embargo desde el mes de marzo, cuando entraron en vigencia los planes operativos policiales,
el porcentaje de disminución llegó a un 60%. Al cierre de 2012, el promedio diario de
homicidios fue de 5.3 en todo el territorio. El país bajó de 68 asesinatos por cada 100 mil
habitantes a una cifra entre 24 y 26 (Boletín informativo del MJSP, Nº 6. 2013)
Por su parte, la Conferencia Episcopal Salvadoreña, que reúne a los obispos del país, a un año
de la tregua entre pandillas, emitió un comunicado en el que cuestiona los resultados que
facilitan las autoridades de Seguridad Pública. En su numeral 7, el documento de la Iglesia
católica señala: “La tregua entre pandillas no ha producido los beneficios que la población
honrada y trabajadora esperaba por sí misma”. Consideran que la tregua ha permitido la
disminución de homicidios, pero hicieron un llamado a tratar el fenómeno en toda su
dimensión y mencionaron que según estadísticas de la Policía Nacional Civil se está
experimentando un alza en violaciones y abusos de menores de edad, por ejemplo, y que las
extorsiones, sobre todo a los micro y pequeños comerciantes, no han disminuido
sustancialmente. (La Prensa Gráfica. 12/08/2013)
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El juicio que hacen los obispos sobre los resultados de la tregua, simplemente refleja una
opinión compartida por toda la sociedad y también por los que han promovido y mantenido
vigente la tregua entre las pandillas. Ha disminuido sensiblemente el número de homicidios,
aunque persisten los asesinatos y otras acciones delictivas que hacen mucho daño a la
sociedad. Pero una cosa son las expectativas y otra muy diferente las posibilidades reales de
revertir comportamientos tan arraigados, no sólo entre los pandilleros, sino también en los
círculos sociales que se benefician de sus acciones delictivas.
Aunque la tregua entre pandillas en El Salvador ha reducido significativamente la tasa de
homicidios en el país, la distribución de la violencia se ha mantenido casi igual, planteando las
preguntas del verdadero alcance de la tregua. Sin lugar a dudas, la tregua declarada en marzo
de 2012 entre las dos pandillas más grandes de El Salvador (la MS-13 y Barrio 18) produjo
una caída drástica de los homicidios a nivel nacional, pasando de una tasa de 72 homicidios
por cada cien mil habitantes en 2011, a una tasa de 32 homicidios por cada cien mil habitantes
en 2012. No obstante, un análisis más detallado de la violencia letal, a partir de los registros
oficiales de la Policía Nacional Civil, muestra que la baja en los homicidios no se dio en todos
los municipios, –en 20% de los 262 municipios no tuvo efecto a medida que ha pasado el
tiempo y de manera paulatina los municipios que presentan alzas en los homicidios han ido
incrementándose; así como los homicidios descendieron vertiginosamente, una nueva espiral
de violencia podría darse abruptamente. Las alertas se han prendido sobre un proceso de
escalada que, de no contenerse, podría llevar al país a niveles de violencia similares a los que
había antes de la tregua.
Esta última previsión, desgraciadamente parece estarse articulando, pues en los últimos días el
alza de los homicidios, ha sido alarmante. Recientemente, en el momento que tomaba posesión
el nuevo Ministro de Justicia y Seguridad Pública, él mismo, como funcionario del Gobierno,
afirmó que se daba por terminado el compromiso tácito adquirido con los cabecillas de las
maras en los reclusorios, por lo que quedaban suspendidos todos los beneficios recientemente
concedidos en los penales. Los nuevos funcionarios de este ramo, manifestaron que la
posición de las autoridades sería contraria a la mostrada por sus antecesores, entre ellos el
Ministro de Defensa, General de División Munguía Payés y demás colaboradores. Casi al
instante, comienzan a sucederse más homicidios; sin embargo, hay que tomar en cuenta que
durante el año anterior, aumentó el número de desaparecidos y ahora se comienzan a encontrar
fosas clandestinas por parte de las autoridades, identificándose los cuerpos de personas que
habían sido reportadas como desaparecidas en medio de la tregua, presumiéndose que sus
asesinos pertenecen a las maras.
Al comparar los 14 meses anteriores a la tregua en El Salvador (enero de 2011 a febrero de
2012) con los 14 meses de la tregua (marzo de 2012 a abril de 2013) se encuentra que en el
58% de los 262 municipios homicidios no hubo cambio alguno (52 municipios) y en el 22%
restante la violencia letal subió (57 municipios). La clave de la tregua se encuentra en que ha
logrado una baja notable en 24 de los 25 municipios que concentran más del 50% del total de
los homicidios del país; de este grupo solamente en San Pedro Masahuat, departamento de la
Paz, se registró un alza en el número de homicidios. Este es un primer factor clave a destacar,
el impacto de la tregua en un país en donde la violencia se manifiesta de manera más intensa
en un número limitado de municipios. Al ubicar en un mapa el comportamiento de los
17
homicidios después de la tregua, se encuentran patrones de continuidad en los 57 municipios
en donde la violencia letal ascendió. Como se puede observar en el siguiente mapa, los
municipios sin tregua dibujan una serie de corredores que se extienden desde Honduras hacia
la Costa Pacífica de El Salvador. (Garzón, 2013).
Mapa 1. Homicidios por municipio en El Salvador.
(Comparación de los 14 meses antes de la tregua vs. 14 meses después de la tregua)
Fuente: Garzón, 2013
El sistema de internamiento penitenciario y la rehabilitación.
El concepto de rehabilitación entró en el mundo penitenciario procedente del ámbito
eclesiástico, que como le es propio, siempre creyó en el arrepentimiento y en la vuelta de la
oveja descarriada al redil., rehabilitar era, pues, autorizar de nuevo a ejercer su ministerio
sacerdotal (y a percibir los beneficios inherentes) a aquel que había sido suspendido a divinis
por haberse apartado de la iglesia incurriendo en herejía o en graves crímenes. El sacerdote
suspendido de sus funciones e incluso excomulgado, era rehabilitado cuando daba muestras
inequívocas de arrepentimiento, si se trataba del delito de herejía; y una vez cumplida la pena,
si la suspensión se había producido como consecuencia de haber sido juzgado y condenado
por algún crimen (Castro y Pineda, 2009).
Este es el concepto, y esta es la filosofía que asumió el sistema penitenciario moderno cuando
optó por la redención de penas en lugar del castigo. Ahora bien, si se busca resocializar se
deben generar condiciones optimas dentro de los diferentes centros penales del país, otorgando
recursos no sólo económicos sino también humanos, en el sentido de contar con el personal
capacitado para atender al interno, el cual posee una serie de anomalías propias del ambiente
18
social en el cual se ha desenvuelto, como las estructuras familiares o del entorno, las cuales
han generado tendencias criminales o delictivas (Molina V., 2008)
Muchos países parecen hoy día sentirse avergonzados de sus cárceles. Muchos ciudadanos
parecen preferir ignorar lo que ahí sucede. Las cárceles, señaló Michel Foucault, fueron en un
inicio apenas “un equipo para volver a los cuerpos dóciles y útiles, por un trabajo preciso
sobre su cuerpo” (Foucault, 1998) y que en el siglo XIX se transformó, a partir de las leyes
penales, en el castigo por excelencia. La situación de las cárceles en un país, suele reflejar las
virtudes y, demasiado a menudo, los defectos del Estado que las gestiona y de su sistema de
justicia. Son muchas las variables que se pueden utilizar para describir la salud de un sistema
penitenciario. En los siguientes cuadros nos centramos, principalmente, en dos de ellas: la
población total de reclusos en El Salvador y la tasa de recluso por cada cien mil habitantes. El
total de reclusos se casi se duplicó entre 2004 y 2009, y lo mismo sucedió con la tasa de
reclusos por cada 100.000 habitantes. Los problemas de un sistema penitenciario son, en la
mayoría de los casos, el reflejo de los problemas que tiene esa sociedad: desigualdad social,
falta de libertades y, sobre todo, un sistema de justicia penal con muchos aspectos cuando
menos, cuestionables.
Cuadro 4. Población total de reclusos en El Salvador (2004-2009)
Fuente: Dirección General de Centros Penales
El cuadro 4, nos proporciona una proyección en el que se marca una tendencia de
crecimiento inversamente proporcional con la capacidad de alojamiento del sistema. En
promedio, la población penitenciaria se ha incrementado en dos mil personas por año desde
entonces, lo que no ha coincidido con el volumen de capacidad instalada del sistema
penitenciario que apenas pasó de 7,372 a 8,110 cupos, los cuales se mantienen en la
actualidad (aunque hay dos procesos de ampliación de infraestructura en curso que ampliaría
la capacidad instalada)
19
Gráfico 7. Tasa de reclusos x 100,000 hab. (2004-2009)
Fuente: Dirección General de Centros Penales
Para las tasas de adultos privados de libertad respecto de la población se ha utilizado la tabla
de conciliaciones y proyecciones demográficas de los censos 1992 y 2007. Quiere decir pues,
que los datos utilizados son los ajustes a las proyecciones poblacionales 1992-2006 a partir
de la información obtenida en el censo 2007, del cual se extraen las proyecciones para los
años 2008 y 2009 (E. Amaya: 2010) La población carcelaria tabulada hasta 2009, es de
360.79 x 100,000 habitantes, lo que refleja claramente el aumento de la población en los
penales.
La sobrepoblación carcelaria: un problema sin resolver
El Salvador es el país centroamericano con la mayor sobrepoblación carcelaria. A raíz del
incendio que se produjo en una prisión hondureña en febrero de 2012, y que causó la muerte
de unos 350 reclusos, la ONU criticó con dureza la situación que se vive en las cárceles de
todos los países de América Central (sólo en Belice no se registra masificación carcelaria) y el
aumento de la violencia en las prisiones latinoamericanas en general. La situación en los
centros penitenciarios salvadoreños está de actualidad desde hace algunos meses, debido al
acuerdo entre las maras y el Gobierno para reducir las tasas de violencia en El Salvador. En
dicho acuerdo, se habría negociado la reubicación a cárceles menos severas de algunos líderes
de las dos principales bandas, la Mara Salvatrucha y Barrio 18. La tasa de homicidios en el
país se ha reducido significativamente desde entonces, aunque algunos analistas señalan que la
tasa de desaparecidos podría estar aumentando.
Casi cinco años tienen las actuales autoridades de la Dirección General de Centros Penales
(DGCP) de estar administrando, pero la situación del sistema penitenciario sigue sin tener
mayores resultados. Las cárceles salvadoreñas continúan hacinadas a más no poder con un
300% de su capacidad real; además, datos oficiales señalan que desde el interior de los
recintos penitenciarios se ordenan alrededor del 80% de las extorsiones y otros crímenes.
20
Incluso, una auditoría realizada por la Organización de Estados Americano (OEA), en octubre
de este año, determinó que las 19 cárceles del país no sirven para rehabilitar y reinsertar a los
reclusos porque están en condiciones “mediocres”. Eso determina que todavía las autoridades
penitenciarias siguen sin encontrar la fórmula para solucionar la problemática de las cárceles.
El relator de la OEA, Rodrigo Escobar Gil, reconoció durante su visita por El Salvador, en
octubre pasado, que existe voluntad de las autoridades gubernamentales para atacar el
principal problema de las cárceles salvadoreñas, el hacinamiento, y otros problemas, pero que
todavía hace falta mucho por hacer. Para Gil “el hacinamiento provoca violencia, desorden,
delincuencia en las cárceles, enfermedades, amotinamientos y mil problemas más”. Los
amotinamientos, los intentos de fugas y la ejecución de delitos desde las cárceles
salvadoreñas, son materias comunes. Su arma principal para organizar crímenes y extorsiones
desde las cárceles son los teléfonos celulares.
Incluso, el ex-Director de la DGCP, Douglas Moreno y ex-Viceministro de Justicia, ha
reconocido en reiteradas veces que el problema de las cárceles se origina en el hacinamiento.
Las 19 cárceles salvadoreñas sobrepasan su capacidad en un 300%, ya que han sido creadas
para albergar 8.000 reclusos, pero en la actualidad hay casi 25 mil presos. Las políticas de
mano dura y mano súper-dura fueron declaradas inconstitucionales y fracasaron en la
confrontación de este difícil problema. Aunque estas políticas fueron legalmente abolidas,
continúan practicándose con el resultado de un alto número de arrestos y detenciones
practicados durante los últimos años, muchas de ellas sin seguir los procedimientos que la ley
contempla. El gráfico 8 permite observar que un tercio de los reclusos, guardan prisión sin
recibir condena. (Parducci: 2012)
Gráfico 8: Estatus jurídico de la población privada de libertad (2004- 2009)
Fuente: Dirección General de Centros Penales
Del año 2004 al 2009, el 66.11% de los adultos privados de libertad cumplía una condena,
mientras el 33% se encontraban procesados, sin condena, lo cual indica que la mitad de los
internos en cinco años, está purgando un castigo sin condena judicial y a su vez nos señala la
elevada mora judicial existente.
21
Cuadro 5. Población recluida por rango etario.
Población total
2007
2008
2009
2010
2011
2012
Adultos (DGCP)
17,577
19,800
21,545
23,960
25,471
27,032
Menores (ISNA)
858
844
930
971
1451
___
51
75
91
66
387
___
5,412
6,694
7,555
8,699
9,583
___
Menores (Centros
Intermedios)
Pandilleros
adultos
Fuente: Dirección General de Centros Penales
Según este gráfico, en los últimos seis años, de manera vertiginosa, la población carcelaria se
ha duplicado en la población adulta y en la población de menores, mientras en la de
pandilleros adultos se ha triplicado, lo cual nos índica que el sistema penal y la policía,
insisten en considerar que la eficacia está en el número de capturas.
Gráfico 9. Población interna adulta 2006-2012.
Fuente: Dirección General de Centros Penales
En este gráfico, la población interna adulta extiende su crecimiento frecuente en el período
2009-2012 (Administración Funes), en la que se continúa con la estrategia de enfoque
penalista y poca prevención.
22
Gráfico 10. Población Penitenciaria por rango de edades.
50
40
30
20
10
0
18-25
26-35
36-45
46-55
56-65
66-75
79-95
Fuente: Dirección General de Centros Penales
La población penitenciaria, de acuerdo a esta medición (gráfico 10) por rango etario, entre
los adultos privados de libertad, nos muestra que el 70% aproximadamente, son personas
jóvenes localizados entre los 18 y 35 años. Esto nos establece una alarma social, pues nuestra
juventud puebla en su mayoría las cárceles.
Para las tasas de adultos privados de libertad respecto de la población se ha utilizado la tabla
de conciliaciones y proyecciones demográficas de los censos 1992 y 2007. Quiere decir, que
los datos utilizados son los ajustes a las proyecciones poblacionales 1992-2006 a partir de la
información obtenida en el censo 2007, del cual se extraen las proyecciones para los años
2008 y 2009 (E. Amaya, 2010) La lamentable situación de la población penitenciaria se ha
debido a la adopción de medidas político criminales que enfatizaron el endurecimiento en la
ejecución de la pena y en el procesamiento de personas sospechosas como: el cierre de
alternativas a la prisión para varios delitos, el aumento desproporcionado de las penas, el
recorte de beneficios penitenciarios, la creación de nuevos delitos, la creación de disposiciones
procesales orientadas promover el encarcelamiento preventivo (Art. 294 CPP y Ley contra el
crimen organizado y delitos de realización compleja)
En la actualidad, los Centros Penales se han convertido en una prioridad de las políticas
gubernamentales de seguridad, en tanto, una importante cantidad de hechos delictivos de
trascendencia son fraguados y ejecutados desde centros de privación de libertad,
particularmente las extorsiones que afectan a amplios grupos poblacionales. El crecimiento de
la población penitenciaria ha generado una importante pérdida del control sobre la misma y ha
facilitado el debilitamiento de las estructuras de seguridad penitenciaria, que se han visto
afectadas por la corrupción. (E. Amaya, 2010).
Cambiar a un sentido positivo el escenario actual parece una tarea muy difícil pero no
imposible, las buenas prácticas penitenciarias, implica no sólo dar solución al cumplimiento de
las penas de prisión sino que el cumplimiento de las mismas sea un tratamiento integral
23
encaminado a la reinserción del individuo a la sociedad. La reforma del sistema penitenciario
no puede ser una frase vacía, sino que debe mostrar evidencias de un cambio positivo, basado
en el respeto a los derechos y dignidad de los privados de libertad. Sin duda el gobierno ha
comenzado a trabajar en esta perspectiva y los resultados se comienzan a ver a mediano plazo.
La labor de las estructuras del Control Social, tal y como el Sistema Penitenciario carece de
efectividad si no poseen un programa de acción que las vincule o aúne funcionalmente. La
coordinación de acciones entre los elementos estructurales, en función de la regulación social
es conocida como Estrategia del Control, constituyendo en sí misma un componente funcional
vital de la gestión del sistema de Control Social, entre dichas estrategias se destaca la
resocialización, la cual constituyó objeto del presente trabajo. La estrategia resocializadora
persigue evidentemente un mejoramiento humano y ante todo se constituye en una alternativa
a la represión retributivo “pura y dura”. En torno a la resocialización gravita una enconada
disputa doctrinal que, entre otros muchos aspectos, se refiere a la ambigüedad del concepto, a
la factibilidad de resultados reales de esta estrategia y al carácter de tratamiento correccional
obligado que supone. Al margen de tal disputa doctrinal y práctica, consideramos que el ideal
y la praxis de la estrategia resocializadora no debe ser abandonado y si repensado y
reestructurado cuidadosamente en aras de una regulación más humanista del orden social.
(González R., 2013)
Situación del narcotráfico
El llamado Triángulo Norte del istmo centroamericano, formado por Honduras, El Salvador y
Guatemala, es una de las zonas más violentas del planeta debido tanto al aumento del
narcotráfico y la presencia de aliados de los carteles mexicanos, como a la debilidad de las
instituciones estatales. Esta es una conclusión del informe “Delincuencia Organizada
Transnacional en Centroamérica y el Caribe”, publicado este mes de agosto, por la Oficina de
las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y que sitúa a Honduras, con 92
homicidios por cada 100.000 habitantes en 2011 como el país en tiempos de paz más peligroso
del planeta.
En ese mismo año, en El Salvador, según el informe mencionado, se contabilizaron 69
homicidios por la misma tasa de población, el segundo país del mundo en ese registro, y en
Guatemala ascendieron a 39, también en el pelotón de cabeza de los lugares con más
homicidios. Centroamérica se ha convertido en un puente entre los productores de cocaína en
Suramérica y EEUU, el mayor consumidor, después de que México endureciese su política
contra el narcotráfico y los carteles decidiesen buscar más al sur un espacio donde poder
desarrollar sus negocios con mayor impunidad, sostiene la ONUDD. Lo que no analiza el
informe, es que la situación mexicana en su llamada “guerra contra el narcotráfico” ha
alcanzado niveles de homicidios sin precedente, al mismo tiempo que las Fuerzas Armadas
han tomado la conducción de una estrategia a todas luces militarista, supeditando a las
instituciones de seguridad pública a unidades de apoyo.5
5
Los documentos de Wiki Leaks muestran que Estados Unidos tiene injerencia en la estrategia militar
en la guerra contra el narco y que busca aumentar su influencia en los mandos militares y modernizar
24
Facilitó las cosas la proliferación de armas de fuego ilegales, la existencia de una gran
población joven desempleada y la propia debilidad de los Estados del Triángulo Norte, entre
los más pobres de América con una renta per cápita de 2.700 dólares y donde impera “una
corrupción generalizada”, según la ONUDD.6 Entre 2000 y 2005, la cantidad de cocaína
incautada en Centroamérica fue aproximadamente la misma que la cantidad incautada en
México. En 2011, la cocaína incautada por Centroamérica fue 13 veces superior a la incautada
por México”, recalca el informe.
La cocaína que transita por la región mueve grandes cantidades de dinero y según la ONUDD
supone el 14 % del PIB de Nicaragua, el 13 % del de Honduras y el 10 % del de Guatemala.
En el caso de Honduras, la inestabilidad política tras el golpe de Estado contra el presidente
Manuel Zelaya en 2009 también favoreció la penetración del crimen organizado y “disparó la
llegada de los cargamentos de cocaína, según la ONUDD (Informe 2011). Aunque el
documento establece un vínculo entre el flujo de cocaína por Honduras y Guatemala y la
violencia, ya que los territorios con más homicidios son aquellos en disputa por el crimen
organizado, matiza que en El Salvador existen otros poderosos factores internos, como las
disputas entre las “maras”.
Se puede observar que mientras el tráfico de cocaína ha catalizado innegablemente la
violencia en algunas áreas, el problema de seguridad en la región es mucho más profundo,
enraizado en un innegable debilitamiento de los Estados y el crecimiento a débil gobernanza y
fuertes poderes de facto. De acuerdo con datos del Índice de Competitividad Global 2012-13,
retomados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), en su
informe sobre la seguridad en el sector logístico de la región, Guatemala cuenta con un puntaje
de 1.86 en una escala del 1 al 7 sobre la influencia del crimen y la violencia en los costos de
operación de las empresas, donde 1 es “en gran medida” y 7 significa “en nada”. Por su parte
El Salvador mostró un puntaje de 1.87, Honduras 1.98, Nicaragua 4.09 y Costa Rica 3.85.
“Costa Rica, Chile, Uruguay, Panamá y Argentina son los cinco países más seguros de la
el ejército. Estos cables muestran también que Estados Unidos duda seriamente de la capacidad de las
fuerzas de seguridad mexicanas y del mismo carácter del presidente Felipe Calderón (demostrando en
este caso cierta sensatez ante lo evidente). Pero a la vez van acompañados de las declaraciones de
Hillary Clinton -la espía en jefe como revela el WikiGate del pasado septiembre en las que señala que
lo que sucede en México es “narco insurgencia” comparable con Colombia, un país en el que Estados
Unidos tiene bases militares. Existen numerosas voces de militares y políticos estadounidenses que
han manifestado las dudas que tienen de que el estado mexicano pueda resolver por sí sólo el
problema del narcotráfico, incluyendo al ex director de inteligencia nacional Dennis Blair.
(Factor Noticia. ¿Está la CIA detrás de la guerra contra el narcotráfico en México? En:
www.factornoticia.com
6
Un acontecimiento decisivo que habrá que vigilar es el reciente desplazamiento del consumo de los países
desarrollados a los países en desarrollo, lo que supondría una mayor carga para países relativamente menos
preparados para soportarla. Las tendencias demográficas indican un probable aumento sustancial del número total
de consumidores de drogas en los países en desarrollo, no sólo debido al mayor crecimiento demográfico
proyectado en esas zonas, sino también a su población más joven y a su rápida tasa de urbanización. Además, es
posible que la brecha de consumo entre hombres y mujeres comience a cerrarse a medida que aumente el
consumo de drogas por mujeres en los países en desarrollo como consecuencia de la desaparición de las barreras
socioculturales y de una mayor igualdad de género. (ONUDD: 2012)
25
región. El estudio indicó que en Latinoamérica el costo del crimen representa el 1,01% de las
ventas de las empresas, pero en El Salvador ese costo se eleva hasta el 2,58%, siendo superado
solamente por Egipto y ocho países más de África (CEPAL, 2012-2013)
Mapa 2, Rutas centroamericanas en el tráfico de drogas.
Fuente: U.S. Naval Institute
Centroamérica se convirtió en puente de tránsito por excelencia, cuando Estados Unidos
cerró el corredor Caribe en los 90; y en parte por el alto nivel de penetración que han
logrado los grupos de crimen organizado de la región -subcontratistas la mayoría de las
organizaciones colombianas y mexicanas- en los estados nacionales, sobre todo en las
policías y sistemas judiciales, pero cada vez más en los sistemas políticos. (Silva Avalos:
2012)
26
Gráfico. 11. Precio en US Dólares de la Cocaína en la ruta Atlántica.
Fuente: Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
Un kilo de cocaína producido en las selvas colombianas cuesta hasta 500 veces más al llegar
a Estados Unidos. Su precio inicial se estima entre US$585 y US$780. Luego que sale de
Colombia, llega a Centroamérica, atraviesa México y cruza la frontera con Estados Unidos,
ese mismo kilo, ya adulterado, se convierte en dos, llegando a costar US$165,000 cada uno.
(El problema de las drogas en Las Américas, Informe de la OEA) Al pasar la frontera de
Estados Unidos, el kilo es vendido al mayoreo entre US$25,000 y US $30,000.oo o más, pero
en algún momento de todo este trayecto esos 1,000 gramos sufrieron alguna alteración
química que posibilitó su duplicación.
Nuevas amenazas y otros delitos conexos
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•
Ya no puede abordarse desde el esquema: países productores, tránsito y consumidores.
Hemos pasado de ser corredores de paso a ser consumidores.
Surgimiento de mercados locales y de redes narcomenudeo (guerras entre
expendedores).
Redes de economía criminal tradicional se reconvierten al tráfico de mercancías más
lucrativas (contrabando, tráfico de personas, encomenderos, economías informales y
formales).
El surgimiento de narco-economías locales.
Trata de seres humanos y de órganos
Tráfico de armas y municiones
Piratería
Lavado de dinero y activos
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Menores de edad víctimas y victimarios en una sociedad violenta
De acuerdo con el PNUD, las principales expresiones de preocupación por los menores
centroamericanos, son:
•
•
•
•
•
•
Los homicidios de menores y su participación en actividades delictivas;
El abuso por parte de las autoridades;
El maltrato en el hogar;
Los abusos sexuales a los que están expuestos;
La explotación laboral; y
La explotación sexual de carácter comercial.
Registros del Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Niñez y la Adolescencia (ISNA)
revela que los casos de maltrato, abuso sexual con fines comerciales, en niños y niñas, se ha
incrementado en el país. El aumento se refleja en la comparación de estas mismas causas de
ingresos con las de años pasados, para el caso: Por maltrato y abuso sexual ingresó el 19% de
menores al ISNA en 2007, el 20% en 2008, y en 2009 ingresó un 18 %, en lo que va del año
ya se superó el 20% de ingresos por estas causas.
De acuerdo con datos del ISNA las pandillas reclutan a menores que habitan en las calles para
que cometan delitos. El diagnóstico que presenta la situación de los niños es de alta
vulnerabilidad y riesgo. La desintegración familiar, la drogodependencia, la violencia
doméstica y la falta de recursos económicos de los hogares salvadoreños, son algunos
detonantes de esta patología, que pareciera que no ha sido prioridad para la clase política y ni
para los gobernantes, pues supone una respuesta basada en inversión adecuada para enfrentar
el problema, y no sufrir en el futuro las consecuencias de esta irresponsabilidad estatal.
La violencia de género y violencia intrafamiliar
Las estadísticas mundiales indican que pese a los esfuerzos por disminuir la violencia contra
las mujeres, esta continua en crecimiento y de formas cada vez más violenta, de acuerdo a
informes de las Naciones Unidas. Esta violencia vulnera los principios universales de los
derechos humanos consagrados en instrumentos internacionales sobre el tema, tales como la
Convención para la Eliminación de todo tipo de Discriminación contra la Mujer (CEDAW), y
la Declaración de la Asamblea General de la ONU, basada en los Artículos 1 y 2, entre otras.
ACNUR, y otras agencias asociadas de la ONU y la Convención CEDAW, definen la
violencia por motivos de género como aquella que está dirigida en contra de una persona con
base en su género o sexo; concepto que incluye actos que causan daño o sufrimiento físico,
mental o sexual, la amenaza de tales actos, la coacción y otras formas de privación de la
libertad.
La violencia contra las mujeres y niñas incluye el maltrato físico y el abuso sexual,
psicológico y económico, generalmente se conoce como “violencia basada en el género” por
desarrollarse, en parte, a raíz de las condiciones de subordinación de la mujer en la sociedad.
El patriarcado tiene creencias, normas e instituciones sociales que legitiman y perpetúan la
28
violencia contra las mujeres; los mismos actos que se castigarían si estuvieran dirigidos contra
un hombre, cuando la afectada es una mujer suelen quedar impunes, especialmente si se
realizan al interior de la familia.
En materia de violencia de género, existe diversidad de conceptos, que en ocasiones se utilizan
como si se tratara de lo mismo: violencia de género, violencia doméstica, violencia
intrafamiliar, violencia conyugal, violencia familiar y violencia contra las mujeres. Estos
conceptos deben de diferenciarse porque cada uno debe implicar un abordaje de atención,
prevención y sanción distinto, con el fin de proteger a las víctimas de violencia, como parte de
la obligación del Estado para garantizar la seguridad y el ejercicio pleno de los derechos
humanos. Según el registro de la Policía, en 2012 son enero con 75 casos y febrero con 62 los
meses que más asesinatos se cometieron. En cuanto a las edades, son las mujeres jóvenes de
18 a 30 el grupo que más casos se contó, equivalente al 37.4%.
Grafico 12. Feminicidios 2012 por rangos de edad
Fuente: ISDEMU
Este gráfico evidencia de nuevo que también el asesinato de mujeres se ubica en su gran
mayoría en el sector más joven (18 a 30 años) duplicando el rango etario que le sigue (31-40)
Grafico 13. Total de Feminicidios en El Salvador (2003-2012)
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Fuente: PNC
Según datos proporcionados por la PNC, del 2005 al 2011, se ha mantenido en general, un
aumento en los asesinatos de mujeres, teniendo especial relevancia los años comprendidos
entre 2009 y 2011, en el que casi se duplicaron, habiendo tenido una sensible disminución en
2012, sin embargo la tendencia aún marca aumento.
Grafico 14. Feminicidios 2012 por municipios
Fuente: ORMUSA
Por municipios, San Salvador ocupa el primer lugar en cantidad de feminicidios cometidos
24, seguido por Ilopango, con 17, San Miguel con 15 y Santa Ana con 14. El resto de
municipios reportaron menos de cinco casos.
La investigación del delito sigue siendo deficiente
La obligación constitucional de dirigir la investigación del delito, corresponde a la Fiscalía
General de la República, para lo cual recibe la colaboración de la Policía Nacional Civil
(PNC). Concomitante a esta obligación, también corresponde a la Fiscalía promover la acción
penal de oficio o a petición de parte, así lo establece el Art. 193 de la Constitución de la
República. Sin duda alguna, la PNC ha hecho esfuerzos por mejorar su capacidad de
investigación, pero hay decisiones que parecen tardías y debieron tomarse desde el inicio del
mandato presidencial. Muestra de ello es que hasta el segundo semestre del año pasado la PNC
estableció como prioridad la creación de la División Central de Investigaciones, como parte de
una reestructuración de la Subdirección de Investigaciones. Aún se observa, además en este
rubro, una situación de poca coordinación y muchas veces falta de entendimiento. Finalmente
cabe señalar, que otra de las causales de la poca eficiencia, es que no existe el desarrollo
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necesario de la investigación científica de las pruebas recabadas, además de la alta
vulnerabilidad que sufre la escena del crimen, por falta de celo en el cuido de las evidencias.
Control de armas de fuego
El informe de Desarrollo Humano 2009-2010 del PNUD, expresa que en Centroamérica
circulan cerca de tres millones de armas de fuego y que dos de cada tres de ellas son ilegales.
Guatemala, Honduras y El Salvador son los países con mayor número de armas de ilegales. En
tal sentido, no es coincidencia que estos países también tengan el mayor número de
homicidios cometidos con armas de fuego. Expresa el PNUD que en El Salvador más de la
mitad de la población estaría dispuesta a armarse para defenderse, aunque en su mayoría se
oponen a las armas de fuego.
Ante esta problemática proponemos: Acordar un pacto nacional en el que participen todos los
partidos políticos, gremiales empresariales, representantes de sindicatos, agrupaciones del
movimiento social, iglesias, universidades y Gobierno, a fin de establecer una agenda de
aquellos problemas sociales en los que el consenso determine medidas mínimas de tratamiento
y solución. Por consiguiente, no se trata de elaborar un documento y someterlo a la opinión
pública, sino potenciar la coparticipación activa de todos los sectores.
Las políticas gubernamentales de seguridad
El plan quincenal 2010-2014 presentado por el Gobierno del presidente Mauricio Funes,
sostiene que desde el inicio de la postguerra, nuestro país ha registrado elevados niveles de
violencia e inseguridad, y por esta razón ha sido considerado uno de los países más violentos
de la región; sus tasas de homicidios superan los 50 homicidios por cada cien mil habitantes.
Estas cifras generan inseguridad en la ciudadanía y se convierten en uno de los problemas que
enfrenta el país. El citado Plan quincenal señala como principales líneas de acción, en materia
de control y reprensión del delito, las que a continuación se describen: a) Combatir
frontalmente la criminalidad en todas sus expresiones, y en especial, los delitos que más
afectan a la ciudadanía; b) Reducir la impunidad mediante el fortalecimiento de las
instituciones del sector justicia encargadas de la investigación de los hechos delictivos y a
través de la mejora coordinación interinstitucional; c) Modernizar y profesionalizar la Policía
Nacional Civil (PNC) en sus funciones de control y represión (gestión, disuasión,
investigación criminal e inteligencia); d) Elevar la calidad de la información de la Academia
Nacional de Seguridad Pública; y e) Fortalecer la seguridad migratoria.
No obstante definir una serie de planes de seguridad, acciones y estrategias para enfrentar los
índices de criminalidad, El Salvador continua siendo uno de los países más inseguros del
mundo. Los esfuerzos del Gobierno parecen no tener éxito. A continuación expondremos una
serie de áreas en las que el gabinete de seguridad debería priorizar su trabajo. El Salvador, al
igual que otros países de la región centroamericana, se caracteriza por no tener estadísticas
centralizadas, creíbles y actualizadas de los hechos delictivos que se cometen. La PNC y la
FGR no conocen con certeza el porcentaje preciso de incidencia que tienen las pandillas en los
homicidios que se registran en el país.
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La PNC ha señalado “que la falta de un estudio pormenorizado que determine la vinculación
exacta de grupos de pandillas en los homicidios, hacen que estos se calculen a través de la
práctica, que oscila entre el 40% y 50% de los crímenes”. En cambio, el Departamento de
Estadísticas Forenses del Instituto de Medicina Legal (IML) sostiene que en 2009 sólo el
11.8% de los homicidios estuvo vinculado a los miembros de pandillas. La falta de un estudio
técnico, metodológicamente elaborado y actualizado sobre los índices de la criminalidad, es
una deuda en El Salvador, lo cual es evidente, ya que esta información nace producto de la
investigación del delito, — y como lo diremos más adelante— esta es una falencia medular en
el problema del combate a la delincuencia.
La institucionalidad de la seguridad pública
La necesidad social actual se perfila en dirección de solucionar los conflictos por la vía del
entendimiento y la justicia, en función de prevenir la comisión de delitos. Para ello es
necesario rediseñar la PNC en función de estos objetivos, dándole el carácter de “servicio
público”, lo que la obliga a proteger los derechos humanos y civiles de los ciudadanos. Al
mismo tiempo, se le reafirma a la policía el deber de descubrir la mayor cantidad posible de
los delitos cometidos, a fin de que un sistema de justicia penal civilizada, equitativa y eficaz
cumpla con su obligación de mantener la criminalidad en los límites socialmente tolerables.
La no comprensión de la dialéctica prevención-coerción, no es sólo resultado del fracaso de un
sistema penal que ha confiado exclusivamente en la represión, sino que es la contradicción
inherente al proceso social, desde su misma aparición. Por tanto, debemos reconocer
explícitamente el fracaso del actual sistema represivo (J. Curbet 1983). En este contexto, se
hacen cada vez más urgentes los esfuerzos por desentrañar la complejidad de los problemas de
inseguridad, reducidos en muchos casos a problemas policiales, debido a la presión social por
soluciones prácticas e inmediatas. Antes que la comprensión del problema, lo que prima
frecuentemente es su administración, es decir, su regulación y encausamiento a través de
medidas como la producción (muchas veces ingenua) de datos estadísticos y, sobre todo, de
indicadores como acción prioritaria para “controlar la violencia”.
Es en el terreno de las desigualdades sociales, la pobreza extrema y la marginación, es dónde
se establece un escenario en el que se juegan la mayoría de los dramas familiares, de la escuela
y la vecindad. Un joven que ha sido descuidado y maltratado en su familia, que tiene
problemas de conflictividad en la escuela o que en su barrio es acercado a las pandillas, pronto
será un delincuente, ya que las ocasiones son fáciles y numerosas y las mafias “de alto nivel”
están al acecho. La prevención del delito debe reunir a los funcionarios públicos encargados
de los servicios fundamentales (trabajo, vivienda y urbanismo, salud, educación, agua,
energía, etc.), a la policía y a la justicia para poder enfrentar situaciones que conducen a la
delincuencia. Los municipios y las comunidades también ocupan una posición estratégica para
influir sobre las causas de la criminalidad, con el apoyo financiero y técnico de otras
instancias gubernamentales y de las organizaciones internacionales. Los funcionarios en todos
los niveles (estatales y locales) deben utilizar su autoridad política y asumir la responsabilidad
en la lucha contra la violencia desatada.
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Debemos realizar una discusión sincera, alejándola de los oportunismos políticos para no caer
en falsas opciones. Debemos recordar siempre que este es un tronco donde todos estamos
apoyados siendo responsabilidad del conjunto social, pero sobre todo de los decisores
políticos, la racionalidad de las respuestas, ubicándolas en la línea del desescalamiento de la
violencia, desde sus causas hasta sus efectos. Sin este compromiso real, nuestra confianza en
la comunidad, la calidad de vida de nuestros ciudadanos sobre todo en las ciudades y los
derechos de la gente, seguirán siendo vulnerados cada vez con mayor frecuencia y
profundidad. Así mismo, mientras no se diferencien los niveles y categorías del crimen y se
determinen estrategias y operaciones diferenciadas para hacerles frente, la violencia
generalizada y el crimen organizado enquistado en el poder, seguirá pervirtiendo nuestras
repúblicas.
La problemática de la criminalidad es un asunto complejo, que debe ser abordado de manera
sistemática y multifactorial. Aun así, es una utopía pretender erradicar la delincuencia, porque
es consustancial al conglomerado social. Sin embargo, es factible aspirar a una reducción de
sus cifras. El cumplimiento de este objetivo está condicionado a la sensatez de las soluciones
propuestas desde la política criminal estatal. Si se opta por soluciones inadecuadas, el
problema, lejos de disminuir, tenderá a aumentar. En el marco de las campañas políticas y la
política de cajón, se escuchan y leen propuestas conservadoras y propias del modelo de Estado
policial (s. XVII), sustentado en una doctrina de seguridad nacional de tipo antisubversivo. La
lógica de este modelo, tiene como objetivo la destrucción del "enemigo interno", concepto éste
que en el desarrollo de un conflicto suele abarcar a todo actor de "desorden social” y tiende a
criminalizar la pobreza.
Por eso, debe valorarse si dichas propuestas son las más convenientes para atender el
problema, aunque los políticos siguen ocultando que ninguna sociedad ha encontrado la
solución en el endurecimiento de las penas, las manos duras y la “cero tolerancia”. En muchas
ocasiones el Derecho Penal es presentado como un instrumento de “control social”. De alguna
manera se espera de la ley penal y de su aplicación un efecto preventivo y/o disuasivo de las
conductas punibles, como dijo algún diputado derechista despistado. Esta es una contradictio
in terminis, porque el derecho penal actúa después de cometido el delito, por lo tanto, no
puede prevenir. Tampoco es útil disuadiendo, porque el delincuente le apuesta a salir impune y
en este sistema legal, la impunidad parece ser la norma.
Siempre son los pobres “los malos”. Siempre son los pobres, los que pierden. Para los
delincuentes, suele ser más fácil atacar a un pobre. Basta con visitar las cárceles y ver quiénes
están ahí. Los ricos tienen mayores recursos para protegerse. Sin embargo, son los que más se
quejan. La muestra social que se ve ahí en las cárceles no se corresponde con lo que se ve en
la calle. En una sociedad en la que hay desigualdad, los que tienen más siempre encontraran
más posibilidades de resolver sus problemas, cualesquiera que sean.
Una de las causas del agravamiento del problema de la violencia social, es la pérdida de
importancia que tiempo atrás, tuvieron algunos valores en la sociedad. Eran considerados
como esenciales para la convivencia social y el desarrollo de la personalidad, pero se han
relativizado en las últimas dos décadas. Por eso se han incrementando algunos delitos donde la
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probidad y la confianza desempeñan un papel esencial, como sucede en el caso de la
generalizada corrupción y el fraude en la administración pública y los negocios privados.
Asimismo, las cabezas envenenadas desde la propaganda nihilista del mercado, desatan la
envidia y la codicia, que conllevan a un incremento de otros ilícitos penales (estafa, robo, etc.)
es decir, dinero fácil; mientras que el irrespeto por la integridad física de los demás y la
pérdida de la noción de dignidad humana (secularmente violentada por las oligarquías
económicas y sus estados de corte policial), dan lugar a un aumento de delitos como el
homicidio, las lesiones, las extorsiones y las violaciones sexuales.
La llamada “viveza salvatrucha”, es hoy una institución nacional, dónde se pretende conseguir
lo que sea a costa de lo que sea. Es una cuestión que como ya hemos dicho, desmontarla
costará mucho. Debemos empezar ya y lo primero es rediseñar el sistema educativo y de los
valores de la convivencia ciudadana, la relativización de la desigualdad, la tolerancia y
fundamentalmente el respeto al derecho y la justicia, con un Estado efectivo. Transitan malos
tiempos para los derechos humanos. La realidad de la llamada sociedad del riesgo, el manejo
mediático y político de la macro-criminalidad como el llamado terrorismo, (término que
generalmente se usa a conveniencia política) son los pretextos para desarrollar una política
criminal de guerra, que poco se diferencia en realidad con la propia guerra.
Por su parte, las deplorables condiciones socio-económicas en que viven cada vez más
personas, conducen al resurgimiento de ciertos delitos (contra la vida y la propiedad) Esto no
justifica, pero sí explica, que cierta criminalidad ocurra como consecuencia de la necesidad de
adquirir bienes, algunos esenciales para la supervivencia, otros superfluos, inducidos por la
llamada “publicidad comercial” de una sociedad consumista y nihilista. Los políticos
arraigados no reconocen esta realidad para no evidenciar los fracasos de sus políticas
económicas, aún cuando hay pruebas fehacientes de que se han incrementando la pobreza y el
desempleo en los sectores más vulnerables de la sociedad, propiciándose mayor
marginalización y exclusión. A esto se suma el aumento de la problemática de las drogas, que
conduce a muchas personas a robar –y hasta matar– para financiar su adicción, así como a los
expendedores, a pelear a muerte por sus mercados.
Si estos políticos tradicionalistas abordaran el problema de la criminalidad tomando “al toro
por los cuernos”, estamos seguros de que “otro gallo cantaría”. No se trata de proponer –con
simpleza– la promulgación de más leyes, más penas y más cárceles, ya que esto sólo extiende
los ámbitos de aplicación del derecho penal y aumenta la represión, sin solucionar nada. Por el
contrario, deberían reformularse los programas de Educación ciudadana para la democracia,
para que los niños y las niñas siembren, y como adultos cosechen, afinidad por las
instituciones estatales y respeto por los caudales públicos. Igualmente, el contenido de las
guías sexuales con que se instruye a los adolescentes debería apartarse de dogmas religiosos y
ajustarse a la realidad social.
“El efecto de la mano dura, plantea Bernardo Kliksberg (2008) es generar ‘carne de cañón’
para el crimen organizado, que ofrece incentivos materiales y simbólicos, y ampliar su
posibilidad de reclutar a jóvenes en situación de riesgo. El Estado, con la ayuda de la sociedad,
debería ‘competir’ con las bandas organizadas para reclutar a los jóvenes vulnerables hacia el
sistema educativo y el mercado laboral. Si en lugar de eso se limita a reprimirlos, sólo
conseguirá empujar a muchos al delito.” La delincuencia en El Salvador y en muchas partes
del mundo, es uno de los problemas más grandes en la actualidad. Pero para poder hablar de
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ella es necesario saber todo lo que su concepto encierra, el fenómeno de la delincuencia y el de
su otra cara, la inseguridad, son sumamente complejos y no pueden separarse de lo social. Los
problemas complejos exigen soluciones complejas. Y para ello sin duda lo más importante, es
la participación de la ciudadanía. Entendamos al afirmar esto, que la llamada unidad nacional
va más allá de las reuniones privadas con los partidos políticos y los grandes empresarios.
Para iniciar una discusión nacional seria y menos reactiva al respecto, debemos de rayar la
cancha y para ello hemos de insistir en que este siglo enterró al Estado de Bienestar. A partir
de allí, los Estados tienden a reducirse en todo aspecto, por lo que los nuevos entramados de
poder ya no político sino económico, han dado lugar a la aparición de una nueva categoría: los
excluidos, más allá de la marginación, y sabemos que son ellos los que pueblan las cárceles.
Los que han quedado fuera de las brutales políticas neoliberales aplicadas a destajo en
Latinoamérica sobre todo, a partir de la década del 90', sabemos que los inmigrantes
constituyen la población carcelaria en Europa, y los latinos en EE.UU. mientras tanto, las
nuevas formas de criminalidad, con total impunidad, continúan moviendo cifras
monetarias inimaginables y en muchos casos, con ayuda de los Estados.
Las plutocracias gobernantes, producen y reproducen constantemente el delito: por una parte
generan las condiciones al privar de medios de subsistencia a un número creciente de
individuos, convierte la propiedad colectiva en propiedad privada de una persona o
corporación, privatiza el producto generado por toda la sociedad, concentra la riqueza en
pocas manos; por la otra, el delito se desarrolla como negocio capitalista, la supervivencia está
signada por las mismas leyes de oferta y demanda del mercado mundial e introducir a
personas asalariadas para el cumplimiento de las tareas delictivas. De ello se deduce que el
delito no es una anomalía, sino un producto necesario y complementario de la dinámica del
capital, al cual le incorpora, en un momento determinado de su desarrollo, relaciones de
mercado y de propiedad convirtiéndolo así en un negocio rentable y sustentador del orden
económico.
Hay un distanciamiento evidente entre el mundo del ser y del mundo del deber ser que se
refleja como decíamos en el derecho penal. Es insuficiente una respuesta desde la
normatividad, lo sabemos, porque el Derecho Penal y las manos duras pocas veces han
resuelto algo. En las últimas décadas se han incrementado los niveles de inseguridad
ciudadana y violencia. Sin entrar en detalle, mencionaremos el hecho del deterioro de dos
mecanismos de control social muy importantes: la familia y la escuela. Con el actual ritmo de
vida, sobre todo en las ciudades, la supervisión y el control de nuestros hijos ha descendido
cuantitativa, pero también cualitativamente. Reflexionemos serenamente sobre ello.
A manera de conclusión.
La violencia creciente y la disposición a ésta, son fenómenos que escapan a los intentos de
contención del Estado que a su vez emplea recursos violentos para ello, al mismo tiempo que
en muchos casos fomenta la violación a las leyes y la corrupción. El crimen tradicional si le
podemos llamar así, se puede considerar un acto todavía racional en comparación a los
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sentimientos violentos y el odio en que han sumido los señores del poder a la sociedad
salvadoreña.
La escalada a la violencia y la tendencia de ésta a estabilizarse preocupa en primer orden por
que hace evidente la descomposición interna de la cohesión social, contra la cual las
instituciones se muestran impotentes. Así la sociedad se descompone en asociaciones de
violencia y en pandillas de todas las escalas sociales que nos hacen vivir un permanente estado
de crimen e impunidad.
El Índice de Seguridad Pública en la ciudadanía encara directamente esta problemática
institucional y las claves de fondo de las capacidades estatales para proveer seguridad en la
región. Desde la premisa que debe incorporarse al tradicional análisis seguridad-desarrollo que
ha dominado el ambiente regional: el campo de la formulación de políticas, de las capacidades
para manejar el sector de la seguridad, y los indicadores de cómo se construye un aparato
estatal que en colaboración con la sociedad civil encare los problemas de la seguridad local y
nacionalmente. Esto aún en El Salvador, es una materia pendiente.
Todo esto apunta a la necesidad de que los ciudadanos se incorporen activamente a trabajar en
la construcción de instituciones democráticas, combinando las capacidades de quienes se
desempeñan en el Estado y de quienes trabajan desde la academia y la sociedad civil. Y del
objetivo de proveer instrumentos útiles para la discusión, para el análisis, y para la toma de
decisiones.
El filósofo alemán Horst Kurnitzky reúne 15 ensayos de reconocidos especialistas, pensadores
y críticos sociales que analizan el fenómeno de la violencia desde ópticas muy variadas: la
vulneración de la Justicia y el Derecho, la incrustación de la narco política, el quebranto
general de la justicia y los derechos humanos, la corrupción sistémica, la anomia de algunos
Estados, los medios masivos como facilitadores de violencia en todos los estratos sociales, el
resurgimiento de la guerra étnica.
En esa perspectiva, muchos estudiosos del fenómeno, coinciden en señalar que vivimos un
proceso de involución civilizadora: a pesar de todos nuestros adelantos tecnológicos, no
hemos podido desterrar la violencia. Al contrario: bajo mil disfraces, se ha convertido en el
arma de la dominación moderna al servicio de poderes cuyos verdaderos rostros apenas ahora
empezamos a vislumbrar claramente.
La política criminal ha variado a lo largo de la historia, el modelo autoritario se caracteriza por
subordinar la libertad al principio de autoridad, por lo que el alcance de la política criminal no
tiene límites; el ejemplo claro es en las dictaduras, pero también puede serlo en una
democracia. El concepto de seguridad nacional, que caracterizó a las dictaduras
latinoamericanas durante el pasado siglo, correspondiente a la división del mundo en dos
bloques, y que caracterizaba al enemigo interno”, entonces correspondiente al disidente
político, pasó a ser, luego del fin de la “guerra fría”, la seguridad ciudadana y los nuevos
enemigos son caracterizados como el narcotráfico, el terrorismo y, en general, la
delincuencia. Se asiste entonces al reemplazo del concepto de seguridad nacional, que permite
todo y todo lo subordina a ella, predominando la idea de que el fin justifica los medios, con el
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que se manejaron los gobiernos de facto, por el concepto de seguridad pública para los
ciudadanos.
A la pregunta de por qué el crimen organizado y la violencia social han adquirido una
dimensión extraordinaria en América Latina en general, y en algunas subregiones en
particular, no cabe duda de que la respuesta ha de basarse en una explicación multi causal,
pero sin duda la debilidad estatal, promovida y alentada por las políticas del “libre mercado”
es determinante. Hay que tener presente que el Estado y con ello la misma ley, se encuentra
ausente en grandes extensiones de territorio.
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