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Yo fui torturado por "Billy El Niño"
diumenge 6 d’octubre de 2013
JUEVES, SEPTIEMBRE 19
Yo fui torturado por José Antonio González Pacheco, alías Billy El Niño en
1969, fue en mi época de lucha anti franquista, en la que militaba en el
PCE en sus dos vertientes, la sindical a través de CC.OO. de Artes
Gráficas, y estudiantil, en la Escuela de Telecomunicaciones de la
Complutense. En aquel tiempo se estaba discutiendo el Estatuto para la
Politécnica, y la izquierda lideró esa lucha, yo era representante de Teleco,
y después de una reunión clandestina en Caminos, al salir camino del
autobús, paró bruscamente un Seat 124 negro a mi lado, supe enseguida
qué suponía aquello, bajaron dos policías de la Brigada Político Social,
uno de ellos era “Billy el niño”. Creo que nunca se borrará de mi mente
aquella cara. Ahora la he vuelto a ver de nuevo al saber que una jueza
argentina pide su detención y enjuiciamiento, vuelven a mí los recuerdos
de aquellos interminables días en la DGS, en la Dirección General de
Seguridad de la Puerta del Sol. Aquel tétrico edificio que aún me da
escalofríos al pasar delante, por más que ahora sea la sede del Gobierno
de
la
Comunidad
de
Madrid.
En el camino unas cuantas, muchas, hostias, casi todas venidas de Billy,
especialmente cuando me quejé de que las esposas me hacían daño, y el
aviso de lo que sería después. Reconozco que no fue miedo lo que sentí,
quizás porque mis convicciones ideológicas eran tan profundas que estaba
preparado para ello, era una mezcla de rabia, impotencia, e
incertidumbre. Luego recuerdo que ya en la tenebrosa celda mi única
inquietud era que mi madre estaría preocupada porque no llegaba a casa,
y así era porque en aquel tiempo cuando te detenían desparecías. Menos
mal que mi novia de entonces, que también militaba en el PCE en
Standar, imaginaba dónde podía estar y se lo advirtió ya de madrugada,
por eso acabaron las dos en la DGS descubriendo que me encontraba allí
después de recorrer todos los hospitales de Madrid.
En ese lugar, en mí soledad, me preparé para lo que venía, había leído las
instrucciones que nos daba mi partido, y por nada del mundo podía dejar
de dar la talla, ni podía, ni debía “cantar” nada, porque de eso dependían
otros camaradas, y aguanté, aguanté duro, y quizás el aguantar entonces
me haya hecho la persona que soy. Quizás en aquellos días, y en los que
vinieron posteriormente en nuevas detenciones se forjó mi acero, me curtí
definitivamente, quizás me prepararon para aguantar los envites de la
vida. Por eso ahora al ver su cara, al recordar sus interrogatorios, sus
“métodos”, la piscina, la bolsa, los siento aún en mis carnes, en mi
memoria y me repugna aún más la tortura. Desde aquí alzo mi voz contra
ella, más aún si se llegara a practicar desde instituciones del estado.
Cuando Billy “actuaba” dando fuertes golpes en mi nuca situado justo
detrás mía y uno de sus compañeros le decía “ten cuidado que se te va a ir
la mano otra vez y lo vas a matar”, resuenan esas palabras en mi mente,
las heridas se reabren, y las recuerdo como si fueran ahora, y cuando él
respondía cínicamente “no importa, hacemos como con Ruano, lo tiramos
por la ventana y decimos que se quería escapar”, rememorando así la
muerte de otro compañero de lucha Enrique Ruano supuestamente
asesinado unos días antes en los interrogatorios y luego lanzado por una
ventana para disimularlo .
Pienso en Enrique (en la foto), en todos los Enriques que dejamos por el
camino, en los abogados de Atocha, donde las casualidades de la vida
también hicieron cambiar una reunión del PCE de Artes Gráficas que
teníamos allí ese día, quizás el destino me quería llevar hasta hoy, para
escribir estas líneas, que son, que quieren ser un homenaje a quienes
lucharon codo con codo conmigo.
Hoy estamos en otro tiempo, pero esta tarde otoñal recuerdo aquellos
momentos, aquellos días, aquellos interrogatorios crueles, aquellas
gentes, con sensaciones profundas, muy profundas, y alguna lágrima
asomando por mis ojos, ahora que he recuperado mi capacidad para llorar
de emoción. Veo a quien fue mi abogada de entonces: Cristina Almeida
con la que luego me unió una gran amistad.
Quizás lo que me está ocurriendo ahora, escribir estas líneas, sea
consecuencia de ese despertar al sentir, que es como despertar al vivir y
solo espero que a esa persona, que ahora conozco vive en Madrid porque
pensaba que estaba desaparecido en un país latinoamericano, tenga al fin
lo que se merece.
Animo al hilo de la solicitud de la jueza argentina a que todas aquellas
personas torturadas por él alcen su voz alta y clara, que perdamos el
miedo y el silencio.
PUBLICADO POR JOSE LUIS ÚRIZ IGLESIAS EN 14:02
Publicat per Jordi Grau a 21.14
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