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APUNTES SOBRE LA INAPELABILIDAD DE LA SENTENCIA DE TRANCE Y REMATE EN
EL JUICIO DE APREMIO POR PARTE DEL CONTRIBUYENTE.
I – INTRODUCCIÓN:
Este trabajo se motiva en la experiencia vivida como patrocinante de un contribuyente
que fue demandado por la DGR, e intentó defenderse no sólo del Fisco sino también de un
sistema procesal que es, a mi juicio, sumamente injusto1.
No faltará quien vea en estas líneas la queja de quien sangra por la herida, ni tampoco el
que me recomiende haberme ajustado mejor al noveno mandamiento del abogado expuesto
por Couture. Por eso reconozco desde ahora que, efectivamente, la respuesta judicial no me
dejó conforme2; y este escrito no es más que, lo confieso, un manojo de ideas expresadas por
si le sirven a otro letrado que se encuentre en situación parecida.
Los tribunales tienen el poder, obviamente, para haber decidido la cuestión como lo
hicieron, pero afortunadamente yo también tengo la facultad, aunque más no sea, de expresar
mi disconformidad por este medio.
II – RESEÑA DEL PROCESO:
Se caratuló “DGR c/ Piccini, Juan Carlos y Otros S/ Apremio y Medida Cautelar” (Nº Y57776) y se trataba de un reclamo por impuesto a los ingresos brutos a una SRL, que se inició
no sólo contra ésta sino también contra sus socios gerentes.
Se les reclamaba ingresos brutos por los períodos 01 de 1992 a 05 de 1995, por los
cuales se había otorgado un plan de facilidades de pago en Agosto de 1999, habiéndose
iniciado la demanda el 02/08/2006. Se opuso excepción de prescripción liberatoria por los
períodos anteriores a los cinco años desde la interposición de la demanda. La DGR contestó
las excepciones adjuntando “copias certificadas” del expediente administrativo Nº 10354, del
cual surgiría, según la actora, que el 04/05/2002 se habría intimado de pago a los deudores por
las cuotas de dicho plan, y que el 07/07/2004 se declaró la caducidad del mismo, notificándose
tal resolución el 24/08/2005. Según la accionante, lo primero habría importado la suspensión
del plazo de prescripción, mientras que lo segundo configuraría una causal de interrupción, en
virtud del efecto novatorio previsto por el art. 73 del Código Fiscal (en adelante CF).
Corrido el traslado de la documental, los ejecutados negaron haber recibido las
notificaciones de la intimación de pago y de la resolución que decidió la caducidad del plan de
1
O al menos que en el caso en cuestión permitió lo que en mi humilde opinión configura una flagrante injusticia.
Incluso más me afectó a mí que al cliente, que en definitiva decidió no proseguir las quejas e intentar de alguna manera
pagarle al fisco.
2
facilidades de pago. Y específicamente respecto de la primera se aclaró que estaba dirigida a
un domicilio completamente extraño al de la sociedad y los gerentes ejecutados. En efecto, se
remitió a calle 9 Nº 1234 (O) de General Pico cuando la sociedad tuvo siempre su domicilio
fiscal en calle 9 Nº 44 y los gerentes en calle 106 Nº 2753. Además, en esa misma oportunidad
plantearon la inconstitucionalidad del efecto novatorio previsto en el art. 73 CF.
Luego de contestar el traslado sobre la inconstitucionalidad la DGR y el Agente Fiscal, se
dictó sentencia interlocutoria de primera instancia, que en lo que a este artículo interesa,
sostuvo:
a) Con respecto al expediente administrativo, que “…no puede pretender la ejecutada
poner en duda la autenticidad de la misma con un simple desconocimiento, atento que la
totalidad de las copias que integran el Expte. Administrativo. Nº 10354 fueron certificadas por la
Dra. Laura Torres en su carácter de funcionaria pública (Secretaria de la Fiscalía de Estado y
Procuración de Rentas), conforme surge de la carátula del mismo, por lo que dicha documental
ha de tenerse en cuenta para resolver las cuestiones planteadas en autos…”;
b) En base a las constancias de dicho expediente administrativo, decide que la
prescripción de los créditos reclamados se había suspendido en Mayo de 2002 por un año, e
interrumpido en Julio de 2004 (al dictarse la resolución que dispuso la caducidad del plan de
facilidades de pago). Por lo tanto, si la deuda reconocida en Agosto de 1999 iba a prescribir en
Agosto de 2004, y se le suma un año de suspensión se llega a Agosto de 2005. Allí se
interrumpió y entonces al interponer la demanda no había operado la prescripción.
c) Rechazó el planteo de inconstitucionalidad del art. 73 CF argumentando que fue
extemporáneo. Entiende que debió alegarse al oponer excepciones.
Al interponerse recurso de apelación contra dicha sentencia interlocutoria, los ejecutados
alegaron la inconstitucionalidad del art. 124 del CF, en cuanto vedaría tal posibilidad. El Juez,
sin sustanciación, sostuvo que el planteo era también extemporáneo, pero no obstante ello, y
sin explicaciones, concedió el recurso de apelación con ambos efectos.
En el memorial reiteramos el planteo de la inconstitucionalidad del art. 124 CF y
expresamos los agravios sobre el fondo de la cuestión. La Sala 1ª de la Cámara de
Apelaciones de Santa Rosa4 resolvió lo siguiente:
3
Estos domicilios no sólo surgían de las otras constancias del expediente administrativo sino que allí precisamente fueron
dirigidos los mandamientos de intimación de pago en el proceso de apremio en cuestión.
4
El fallo fue registrado bajo el Nº 14469/07 r.C.A.
p) En torno a la inapelabilidad de la sentencia de trance y remate por parte del ejecutado,
que no obstante el art. 124 CF, dicho principio cede en supuestos en los cuales se decide
“…puntos ajenos al estricto trámite del juicio…”5.
q) Sobre el valor probatorio del expediente administrativo, que “…aun cuando gocen de la
presunción de legitimidad de los actos administrativos…, ello no impide que el acto notificatorio
efectivamente cumplido se vea privado de sus efectos, al no haberse cumplimentado en el
domicilio correcto”. La notificación a un domicilio incorrecto es nula de acuerdo al art. 138 CF, y
por lo tanto no puede suspender la prescripción liberatoria.
r) En consecuencia, al notificarse la resolución que dispuso la caducidad del plan de
facilidades de pago, la prescripción ya se había operado, no siendo susceptible de
interrumpirse una prescripción ya cumplida.
La actora interpuso recurso extraordinario provincial, argumentando que se había violado
el art. 124 CF, en cuanto no permite la apelación de parte del ejecutado, sin realizar
distinciones ajenas a la regulación de honorarios. También sostuvo que era arbitraria la
consideración de la Cámara respecto a que existen “puntos ajenos al trámite del apremio” que
habilitarían la apelación.
El STJ, Sala A6, hizo lugar al recurso, con los siguientes fundamentos:
v) El juicio de apremio debe ser rápido, pues tiende a la rápida percepción de las rentas
públicas. Ese objetivo, sumado a la presunción de legitimidad que acompaña a las boletas de
deuda, justifica cierta restricción del derecho de defensa en juicio que, como cualquier otro
derecho, es susceptible de limitaciones reglamentarias.
w) Esa limitación se ve compensada por el efecto de cosa juzgada formal de la sentencia
dictada en el apremio, que permite la revisión en el juicio ordinario posterior. Se logra entonces
el equilibrio, permitiendo la rápida percepción de la renta pública y el derecho de defensa del
ejecutado en el juicio ordinario posterior.
x) La CSJN tiene resuelto que la inapelabilidad de la sentencia de ejecución en un
apremio no afecta el debido proceso ni el derecho de defensa, tratándose de una cuestión de
política legislativa ajena al control del poder judicial, y que la ausencia de multiplicidad de
instancias no vulnera el derecho de defensa cuando existen otras vías revisoras para obtener
el reconocimiento del derecho invocado. La inapelabilidad, no obstante, no impide que en
ciertos casos en que el particular vea irremisiblemente vulnerado sus derechos, pueda
5
6
Cita los precedentes Nº 12402/04 y 12315/04 r.C.A.
Expte. Nº 978/08 r.S.T.J., Sala A, del 04/11/08.
interponer un recurso extraordinario federal directamente contra la sentencia de primera
instancia7.
y) El único punto ajeno al trámite del proceso de apremio que habilita una apelación es la
regulación de honorarios, tal como surge de la lectura del art. 124 CF, pero no entra en dicha
consideración lo atinente a la prescripción liberatoria, que es precisamente una de las
excepciones que deben resolverse en el juicio de apremio.
z) No corresponde interpretar extensivamente la excepción dispuesta en el art. 124 CF
respecto de los honorarios.
III – EL ARTÍCULO 124 CF:
III.a) La decisión de la Cámara:
Es honesto comenzar expresando que yo tampoco coincido con el argumento expuesto
por la Cámara para tratar el recurso de apelación. A mí tampoco me cabe ninguna duda que el
art. 124 CF veda todo tipo de apelación al ejecutado más allá del tema de la regulación de
honorarios. La ley es clara en ese aspecto.
No obstante, en la sentencia también se hace remisión a lo resuelto en otros precedentes
anteriores, que no fueron materia de agravio alguno por parte del actor al momento de
interponer el recurso extraordinario provincial8.
En los Exptes. Nº 12315/04 y 12402/04 r.C.A., la Sala 2ª resolvió que “…el principio de la
inapelabilidad por el ejecutado de las resoluciones que se dictaren durante el trámite del
cumplimiento de la sentencia de remate, rige sólo cuando se cuestiona el procedimiento
mismo, pero dicho principio cede en los supuestos de decisiones que resuelven puntos ajenos
al estricto trámite del juicio o que producen un agravio insusceptible de ser reparado en el juicio
de repetición”.
III.b) Lo visible y lo oculto en el fallo del Superior Tribunal:
En el fallo referido, y por los argumentos expuestos sucintamente aquí, el STJ resolvió
como 3ª cuestión que “…se debe hacer lugar al recurso… y, atento a las particularidades del
caso y por razones de economía procesal, resolver sin reenvío; correspondiendo revocar lo
resuelto por la Alzada y disponer la continuación del trámite de la ejecución de conformidad con
el decisorio de primera instancia”.
7
“DGI c/ Astinave S.A.”, publicado en LL 2004-A-282 y DJ 2003-3-1030, y sus citas.
Sin perjuicio que al STJ no le pareciera necesario que se cumpliese con ello como requisito de admisibilidad formal del
Recurso Extraordinario Provincial.
8
A simple vista, pareciera que la decisión tiene que ver con permitir la más rápida
percepción posible de la renta pública. Pero lo que no se dice9 es que al así decidir, impidió que
se analizara el planteo sobre la inconstitucionalidad del art. 124 CF que esta parte había
planteado desde la primer instancia judicial.
En efecto, el STJ decidió que la letra del art. 124 no permite distinciones como las que
hizo la Cámara. Y yo en eso debo coincidir. Precisamente porque lo creímos así, planteamos la
inconstitucionalidad de la norma10, y esto no fue tratado adecuadamente por el STJ11.
III.c) Invocación de precedentes de la CSJN:
El STJ invoca un precedente de la CSJN en el cual, con su actual composición, se
decidió que la inapelabilidad prevista en el art. 92 ley 11.683 no impide apelar temas ajenos al
trámite del apremio como la regulación de honorarios12. Agrega el STJ que en nuestro derecho
local dicha excepción está expresamente contemplada.
A mi humilde forma de ver, la interpretación que se hace del precedente no es correcta.
En el fallo en cuestión, la CSJN estaba interpretando el art. 92 ley 11.683. Esta norma veda en
forma absoluta que cualquiera de las dos partes apele la sentencia de primera instancia, sin
establecer ninguna excepción. Ni por honorarios ni por nada. Y aún así, la CSJN entendió que
la inapelabilidad debía ceder en ese caso. La doctrina que emana del mismo, a mi ver, no
implica que el art. 124 CF no tiene problemas porque ya contempla la excepción, sino en que la
inapelabilidad absoluta en realidad no lo es tanto13.
Por otra parte, los fallos que se citan de la CSJN en la sentencia del STJ aquí analizada
se expiden todos sobre que la doble instancia en materia civil14 no es una garantía
constitucional. Ello puede ser cierto, pero en este caso el ejecutado había invocado la violación
a la garantía constitucional de la igualdad entre el Estado y el particular, en lo atinente al
9
No digo que concientemente, pero lo cierto es que no se lo menciona.
Curiosamente, el STJ le achaca a la Cámara haber hecho una supuesta interpretación extensiva de la excepción apelable
establecida en el art. 124 respecto de los honorarios, sin declarar la inconstitucionalidad de la norma en cuestión.
11
El planteo se hizo ante el Juez de 1ª Instancia, y se mantuvo en el memorial de agravios ante la Cámara y también al
contestar el REP.
12
Fallos 329:94, “DNRP c/ Vidal de Docampo”, publicada en LL 2006-C-898 y ED 216-498.
13
Dice concretamente la Corte que “…la inapelabilidad de la sentencia de ejecución resulta una medida adecuada en el
contexto de la norma analizada porque al mismo tiempo que se garantiza la celeridad procesal, atento la naturaleza del tipo
de proceso, se dispone que quedan a salvo los derechos de la Administración Federal de Ingresos Públicos, quien puede librar
inmediatamente nuevo título de deuda…, y los del ejecutado a través de la vía de la repetición. La excepcionalidad que
supone el principio de inapelabilidad (Fallos 314:737) debe ser interpretada restrictivamente por imperio constitucional y,
por aplicación de tal regla, el legislador cuidó expresamente dejar a salvo tanto los derechos del ejecutado como los del
ejecutante…” (énfasis agregado).
14
En el sentido amplísimo de que no se trate de materia penal.
10
derecho de apelar, cosa que no fue resuelta en ninguno de los casos que se invocan por parte
de la CSJN.
III.d) La injusticia del fallo de primera instancia y el exceso ritual manifiesto:
Desde un primer momento planteamos que la sentencia interlocutoria del juez de primera
instancia resultaba sumamente injusta, además de desajustada al derecho vigente.
Recordemos que en dicho decisorio se le dio “valor probatorio” al expediente
administrativo acompañado por la DGR, por entenderse que había sido certificada su
autenticidad por una funcionaria pública de la Fiscalía de Estado. Dijo concretamente el
sentenciante que como dichas copias eran auténticas, había que tenerlas en cuenta para
resolver el caso.
Esto, a mi humilde forma de ver, era y sigue siendo una equivocación rotunda desde el
punto de vista jurídico. Para explicarlo brevemente, repetiré lo que sostuvimos en el memorial
de agravios ante la Cámara: los funcionarios públicos sólo dan fe de los actos pasados ante su
presencia o que fueron realizados por ellos (art. 993 del Código Civil).
Por eso, cuando la funcionaria de la Fiscalía de Estado certificó la autenticidad de las
fotocopias del expediente administrativo para aportarlo a la causa judicial, lo único que pudo
certificar era que las fotocopias eran iguales que el expediente original. Pero nada más. Si en
el expediente administrativo hubiera habido una foja en la cual alguien hubiera sostenido que la
Tierra es cuadrada, es evidente que la certificación de la fotocopia no convertiría esa
afirmación en verdadera.
Véase también qué curioso que resulta que por efecto de la certificación aludida, las
fotocopias habrían pasado a tener mayor valor probatorio que el expediente administrativo
original. En efecto, en el original está agregada la misiva dirigida a un domicilio incorrecto, con
la constancia que aportó el correo que la diligenció. ¿Qué demuestra ese original? Pues que el
empleado del correo se constituyó en el domicilio consignado en la misiva y la entregó a la
persona que le abrió la puerta15. Nada más. De ninguna manera demuestra que la carta fue
recibida efectivamente por los demandados.
Pero como por arte de magia, la certificación de la fotocopia de dichos originales
efectuada por un funcionario de la propia Fiscalía de Estado16, serviría para demostrar que la
misiva fue recibida por los ejecutados. La verdad: ¡sin palabras!
15
16
Que mis clientes afirman no tener idea de quién se trata.
Es decir, una certificación emanada de la propia parte actora.
Cuando apelamos hicimos ver semejante situación, y advertimos que si no se concedía la
apelación se iba a confirmar una injusticia inconcebible17. Y dijimos también que como la
cuestión se relaciona con la prescripción liberatoria de los créditos reclamados, el único lugar
en el cual puede discutirse la cuestión es en el juicio de apremio, por estar expresamente
autorizada la oposición de dicha excepción.
Si bien el STJ argumenta diciendo que no hay violación a derechos constitucionales
porque existen otras vías revisoras, reconoce en un párrafo que la sentencia del apremio
produce también los efectos de la cosa juzgada material (es decir, resulta irrevisable) “…en la
medida del conocimiento autorizado por el legislador…”. En esto tiene absoluta razón el STJ.
Lo mismo ocurre en un juicio ejecutivo entre personas privadas, ya que en el juicio ordinario
posterior no se puede plantear lo que ya se discutió o debió discutirse en el juicio ejecutivo18.
Como consecuencia de ello, el gravamen que estábamos pidiendo que se corrigiera, era
y es insusceptible de reparación ulterior por cualquier vía19. De allí que, siempre a mi nunca
suficientemente humilde parecer, se equivoca el STJ cuando argumenta que la inapelabilidad
no genera inconvenientes constitucionales porque existe una vía revisora posterior. Esto último
claramente no es así en el caso en comentario, que era el que tocaba resolver20.
Como corolario de todo esto, y sin temor a equivocarme, sostengo que la sentencia del
STJ implica la confirmación de una situación completamente injusta a través de la aplicación a
17
Tener por recibida una misiva que fue remitida a un domicilio ubicado a 13 cuadras del correcto.
Art. 522 CPCC, párrafos 3º, 4º y 5º.
19
Estoy abierto a escuchar sugerencias respecto de la vía procesal para discutir que el juez de primera instancia se equivocó en
esa cuestión que tiene que ver con la prescripción liberatoria. La única que se me ocurre ahora es una acción de
responsabilidad civil contra el Estado, pero el análisis sobre su procedencia excede con creces este escrito. Además, y en todo
caso, no se trataría de que se haga lugar a la prescripción liberatoria en el nuevo juicio, sino de que se la habría rechazado
erróneamente.
20
Nosotros citamos al contestar el recurso extraordinario provincial un fallo de la Corte en el cual se resolvió que “…si bien en
principio los juicios ejecutivos no reúnen el requisito de existencia de una sentencia definitiva a los fines del recurso previsto
en el art. 14 de la ley 48, debido a la posibilidad que cabe a las partes de plantear nuevamente la cuestión, sea por parte del
Fisco librando una nueva boleta de deuda, o por el lado del ejecutado mediante la vía de repetición (Fallos: 308:1230;
311:1724, entre otros), cabe hacer excepción a ello cuando el tema articulado fue decidido de manera tal que frustra todo
replanteo ulterior, a su respecto, en un juicio ordinario (Fallos: 308:489; 310:1597; 312:2140; 313:899; 317:1400; F.86,
L.XXXIV, del 31 de marzo de 1999 in re "Fisco Nacional (D.G.I.) c/ Maulini, José Justo")”.
“A mi entender, en el sub lite se halla configurada dicha excepción y, por ende, debe reputarse como definitiva la
sentencia de fs. 119/121. Efectivamente, toda vez que el a quo ha hecho lugar a la defensa de prescripción, todo intento
ulterior del Fisco Nacional para obtener el cobro del mismo concepto, podrá ser repelido por el ejecutado en virtud de lo
resuelto en autos” (CSJN, “Fisco Nacional –DGI- c/ Indurba S.A.C.I.F.I.”, Fallos 323:3401 e IMP 2001-A-614, del punto V
del dictamen del Procurador General que la Corte hizo suyo, negrita añadida).
No estoy diciendo que este último precedente sea directamente aplicable al caso concreto, ya que se trató de hacer
excepción a la necesidad de tener una sentencia definitiva para interponer un recurso extraordinario federal. Lo que sí interesa
del fallo es que la Corte claramente afirma que al haberse hecho lugar a la excepción de prescripción liberatoria, el actor no
podrá plantear nada al respecto en el juicio ordinario posterior. Siendo así, y volviendo ahora sí al caso “DGR c/ Piccini”, es
falso el argumento de que la ausencia de doble instancia no viola garantías constitucionales pues existen posibilidades de
revisión posteriores. Sencillamente, no existen posibilidades de revisión.
18
ultranza de una norma procesal que debiera ser de interpretación restrictiva21. Configura, a mi
ver, una renuncia al deber de administrar justicia en el caso concreto.
El recurso de apelación existe en el sistema procesal porque errare humanum est. Los
jueces no son más que hombres, falibles por naturaleza como cualquier otro. Y dicha falibilidad
natural se ve incrementada por las circunstancias, cuando sumamos al panorama la gran
cantidad de causas existentes por Juzgado; que el Juzgado Nº 3 en cuestión, al momento de
resolver las excepciones, no sólo tenía a su cargo las dos secretarías de ejecución sino
también una civil, comercial, laboral y de minería; la tardanza en la selección de los jueces que
provoca el desempeño del cargo en forma temporal por parte de subrogantes y sustitutos,
según el caso; etcétera22.
Lo que no me parece propio del ser humano es renunciar a la razón23, en el sentido de
dejar de lado o despreciar la posibilidad de que el Juez de 1ª Instancia se equivoque –privando
al contribuyente de la posibilidad de apelar- o, en todo caso, desentenderse de las
consecuencias de los posibles errores como si fuese algo que el contribuyente debiese
soportar.
Traigo esto a colación para poner de manifiesto las posibles consecuencias que puede
tener la inapelabilidad solamente respecto del ejecutado-contribuyente. Al parecer, el legislador
ha valorado en mayor medida la recaudación tributaria por sobre el derecho de defensa y de
propiedad de los contribuyentes. Y el STJ ha ratificado la validez de dicha decisión24. No se me
escapa que la intención ha sido lograr la más rápida recaudación de la renta pública. El tema
es a qué precio25.
Voy a plantear, a continuación, las razones jurídicas por las cuales la norma en cuestión
podría merecer un reproche desde el punto de vista constitucional. Pero dejo expresado lo
anterior por si no se comparte mi punto de vista. En ese caso, creo que hay sobradas razones
de política legislativa para evaluar el mérito y la conveniencia de la normativa (desde el plano
legislativo, obviamente).
III.e) Inconstitucionalidad de la norma:
21
Pues se trata de la limitación de un derecho –el de apelar-, y las limitaciones de los derechos siempre deben entenderse
restrictivamente de conformidad con el art. 19 CN. Ver nota 13.
22
Por eso cuando me expreso decididamente en contra de la solución adoptada por el Juez de 1ª Instancia, ello no implica que
no se deban tener en cuenta las circunstancias para entender por qué falló de esa manera.
23
Esta crítica la hago respecto al legislador, que es quien consagró la desigualdad de la norma en cuestión.
24
De manera implícita, pues no trató la cuestión de la constitucionalidad de la norma.
25
Siendo el caso comentado ilustrativo en este aspecto.
1) El art. 124 CF dispone: “Contra la sentencia de remate, el ejecutado no podrá
interponer recurso alguno, salvo en lo que respecta al monto de los honorarios profesionales
regulados. La sentencia será apelable para el ejecutante y el recurso se concederá en
relación”.
Como se aprecia fácilmente, dicho artículo estipula que la sentencia de remate puede
ser apelada por el ejecutante, pero no así por el ejecutado.
¿No viola dicha disposición la igualdad ante la ley? La respuesta, me parece, es
afirmativa.
2) Según conocida doctrina de la CSJN, no se violenta la garantía de la igualdad ante la
ley cuando la ley distingue situaciones que son distintas, para darles un diferente tratamiento.
En palabras del propio Tribunal cimero: “En tesis general… el principio de igualdad ante
la ley… no es otra cosa que el derecho a que no se establezcan excepciones o privilegios que
excluyan a unos de lo que se concede a otros en iguales circunstancias, de donde se sigue
forzosamente que la verdadera igualdad consiste en aplicar la ley en los casos ocurrentes
según las diferencias constitutivas de los mismos” (Fallos 154-283, 195-270, etc.).
Y que: “La garantía del art. 16 de la Constitución nacional no impide que el legislador
contemple en forma distinta situaciones que considere diferentes, con tal que la
discriminación no sea arbitraria ni importe ilegítima persecución o indebido privilegio de
personas o grupos de personas, aunque su fundamento sea opinable” (Fallos 182:355,
188:464, 190:231, 191:460, 192:139, 204:391, 209:28, 210:500, 210:855, 222:352, 224:810,
225:124, 229:428, entre muchos otros; énfasis agregado).
Lo
anteriormente
expresado
puede
resumirse
diciendo
que
en igualdad
de
circunstancias, la ley debe tratar en forma igual a aquéllos a quienes se aplica.
3) Ahora bien, ¿qué diferencia supuestamente admisible en un Estado de Derecho
existe entre la DGR y el contribuyente ejecutado para que el art. 124 CF otorgue a la primera el
derecho a apelar y se lo niegue al segundo?
4) Antes de contestar, creo útil realizar un parangón con otras situaciones potencialmente
análogas. Así, partiendo de la base de las ciertas similitudes que posee el juicio de apremio
con el juicio ejecutivo, puede analizarse qué sucede en este último con el instituto de la
apelación, aplicado a la sentencia de remate.
Así llegamos al art. 523 del CPCC, que dispone que la sentencia en la que se decide la
oposición a la sentencia monitoria será apelable cuando:
a) El juez desestime sin sustanciación las excepciones no autorizadas por la ley o que se
hubieren opuesto sin claridad (art. 516);
b) Cuando las excepciones hubiesen tramitado como de puro derecho;
c) Cuando se hubiese producido prueba respecto de las opuestas;
d) Las regulaciones de honorarios.
La doctrina especializada que ha analizado el artículo análogo del CPCCN ha dicho que
de ese modo, la ley sólo admite la apelación por parte del ejecutado cuando su defensa fuese
seria, y no una mera maniobra dilatoria del proceso ejecutivo. Por eso, por ejemplo en el
caso del inc. 3º no sólo requiere que la prueba se hubiese propuesto, sino que se hubiese
producido.
5) El art. 124 CF consagra dos desigualdades. En primer lugar, hay una desigualdad
respecto del ejecutado según quién sea el actor. Así, cuando el ejecutante es un particular, el
ejecutado puede apelar la sentencia de remate y, en cambio, no puede hacerlo cuando el
ejecutante es el Estado Provincial.
En segundo término, existe una desigualdad respecto del ejecutado, pero según cuál sea
el resultado de la sentencia de remate. Si es favorable al actor, es inapelable, pero si es
favorable al demandado, el ejecutante podrá apelar normalmente.
Como vimos, según doctrina de la CSJN, no todas las desigualdades legales son
inconstitucionales, sino solamente aquellas que se basan en una distinción arbitraria.
En el caso en cuestión, no me cabe duda que el motivo que se invocará para justificar la
distinción es la ya mencionada necesidad de que el Estado pueda recaudar con mayor rapidez
la renta pública. Se agregará, quizás, que de ese modo se termina beneficiando al conjunto de
la sociedad, ya que el Estado podrá cumplir con sus fines públicos en beneficio de todos.
Como fácilmente se advierte, detrás de dicho argumento yace la prevalencia de la
potestad estatal de recaudar la renta por sobre los derechos de propiedad y defensa del
contribuyente. Se dirá que el contribuyente puede defenderse oponiendo las defensas
admitidas (y las no admitidas en el juicio ordinario posterior), no siendo la doble instancia un
requerimiento indispensable del derecho de defensa consagrado constitucionalmente. Por lo
tanto, la posibilidad de defensa que otorga el CF sería adecuada y suficiente.
Todo ello puede ser cierto, pero entonces respóndase por qué el Estado puede apelar
cuando la sentencia le es desfavorable mientras que el contribuyente no puede hacerlo. Es
decir, ¿por qué el contribuyente tiene que soportar la falibilidad del sistema judicial mientras
que el Estado cuenta con una posibilidad revisora?
No se puede negar que en la balanza del legislador ha pesado más la potestad
recaudatoria del Estado que el derecho de propiedad del contribuyente, pues le dio más
posibilidades al primero para defender dicha facultad, que al segundo para defender su
derecho.
6) Y aquí se ingresa al análisis respecto a si esa distinción que ha hecho el legislador es
válida o no lo es. La pregunta entonces, a mi ver, se transforma en esta otra: ¿es más
importante en un Estado de Derecho el conjunto de la sociedad que el individuo? ¿Está el
Estado por encima del individuo? Eso es lo que está decidiendo el legislador cuando le permite
apelar al Estado y se lo niega al contribuyente.
Si bien la cuestión supera holgadamente los límites que me he impuesto para este
escrito, creo que hay coincidencia en que el constitucionalismo moderno nació a partir del
Iluminismo y las revoluciones Estadounidense y Francesa, proclamando los principios rectores
de libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres, y como límites al poder estatal26.
No podemos olvidar tampoco que entre las causas más importantes de las revoluciones
norteamericana y francesa, se ubican motivaciones de índole económico. Y más precisamente
26
Si bien se suele citar como primer constitución la que fue “arrancada” al rey inglés Juan sin Tierra alrededor del año 1215,
marcando el inicio del sistema parlamentario de ese país, todavía se estaba ciertamente lejos de ubicar al individuo como punto
central de importancia, consagrando un gobierno elegido por todas las personas mayores de edad (democracia representativa),
y proclamando los principios de “libertad, igualdad y fraternidad” entre todas las personas. La “Carta Magna” de 1215
constituyó un conjunto de concesiones que hizo el Rey a determinados ciudadanos, lo que presupone el reconocimiento de su
poder primigenio sobre ellos (fundado en razones tradicionales, pragmáticas, entre otras). Por eso se ha entendido como las
primeras constituciones (en el sentido actual del término) a las Cartas de Connecticut de 1652 y de Rhode Island de 1663 (cfr.
LINARES QUINTANA, Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional, edición de 1953, T. I, p. 58).
Como dato ciertamente importante, téngase en cuenta que la Constitución de Estados Unidos, aprobada en 1788, no
contiene, como la nuestra, una parte dedicada a reconocer o declarar cuáles son las libertades civiles y políticas. Por el
contrario, está únicamente dedicada a explicitar cómo se componen, integran y funcionan los tres poderes estatales y cuáles
son sus atribuciones. El motivo filosófico radica en entender que el hombre es anterior y más importante que el Estado, su
creador y razón de ser. Entonces, todo lo que no se le atribuye poder hacer al Estado, constituyen libertades individuales.
Así lo entendió Hamilton para el caso de la constitución estadounidense en El Federalista (escrito Nº 84):
“Estrictamente hablando, el pueblo no abandona nada en este caso, y como lo retiene todo, no necesita reservarse ningún
derecho en particular”. No obstante, y para complacer a los más temerosos, se incluyeron las primeras diez enmiendas,
conocidas como Bill of Rights (Carta de Derechos), reconociendo varios de los derechos civiles del individuo, en 1789,
entrando en vigor en 1791.
Tal como se aprecia, dicho movimiento constitucional se funda filosóficamente en el iusnaturalismo. En este sentido se
ha escrito que: “Las revoluciones norteamericana y francesa y el profundo y vasto movimiento ideológico que las inspira,
dentro del cual influye decisivamente la escuela jusnaturalista, son los generadores inmediatos del constitucionalismo
moderno…” (LINARES QUINTANA, ob. cit., p. 46). Este autor explica que la idea democrática y de respeto hacia el
individuo surgió primero en el ámbito religioso de origen Protestante que profesaban los colonos que poblaron Norteamérica
(p. 56). Más adelante expresa que “la concepción de que el hombre tiene derechos naturales, inherentes a su condición de tal,
que son anteriores y superiores al Estado, y los cuales son reconocidos y asegurados pero no otorgados por la Constitución,
surge así en las colonias norteamericanas” (p. 59). Finalmente, transcribe parte del Bill of Rights de Virginia, diciendo que
“…los derechos que declaraba ‘pertenecen a ellos y a sus posteridad, como base y fundamento del gobierno’. Sentaba que
‘todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e independientes, y tienen ciertos derechos inherentes, de los cuales,
cuando entran en estado de sociedad, no pueden por ningún contrato privar o despojar a su posteridad; especialmente el goce
de la vida y de la libertad, con los medios de adquirir y de poseer la propiedad y perseguir y obtener la felicidad y seguridad
(secc. I)” (p. 61, negrita añadida).
la resistencia contra la opresión tributaria de los monarcas27. La mencionada ideología y estas
motivaciones, que luego fueron transmitidas al resto de las constituciones del mundo28,
plasmaron en ellas la idea de un individuo con derechos inderogables frente al Estado. Esta es
la corriente que siguió nuestra constitución, respetando y protegiendo las libertades del
hombre, la libertad económica y la propiedad privada, entre otras. Y así se ha dicho con
elegancia que “Al legislador, al hombre de estado, al publicista, al escritor, sólo toca estudiar
los principios económicos adoptados por la Constitución, para tomarlos por guía obligatoria en
todos los trabajos de legislación orgánica y reglamentaria. Ellos no pueden seguir otros
principios, ni otra doctrina económica que los adoptados ya en la Constitución, si han de poner
en planta esa Constitución, y no otra que no existe”29.
Lo importante es destacar que desde entonces el Estado (o la comunidad de personas e
intereses comunes que representa) no es más importante que cada uno de los individuos
que lo componen. El individuo es la célula fundacional y justificadora del Estado, y no al revés.
La recaudación de la renta pública, por más importancia que tenga30, no constituye un
argumento suficiente para otorgar menor derecho de defensa al contribuyente que al Estado.
Todos los derechos se gozan de acuerdo con las leyes que reglamentan su ejercicio (art.
14 CN), es cierto, pero dichas reglamentaciones deben ser siempre razonables (art. 28 CN). No
es razonable, desde mi punto de vista basado, entre otras cosas, en los motivos históricos y
filosóficos brevemente expresados, privilegiar la recaudación de la renta pública por sobre el
derecho de defensa de los contribuyentes.
Así como resulta trascendente que se intente evitar que la recaudación de la renta pública
se vea menguada por la inevitable falibilidad de los jueces, también tiene la misma importancia
que la propiedad privada de los contribuyentes escape de esa falla natural del sistema.
En estos casos, la forma de alejar el riesgo de errores humanos es otorgar a ambas
partes el derecho de apelar la sentencia de trance y remate. O, cuanto menos, no consagrar
legislativamente que es más importante la renta pública que la propiedad privada. Que ambas
27
Los impuestos establecidos por Inglaterra después de la Guerra de los 7 Años con Francia, así como las restricciones al
desarrollo de la industria de la por entonces colonia norteamericana basada en la escuela económica mercantilista.
La misma Guerra de los 7 Años y la propia Guerra de la Independencia Norteamericana –en la que Francia tuvo una
participación activa en el bando de los colonos-, motivaron incrementos desmedidos de impuestos en Francia. Entre las ironías
de la historia, está la de la realeza francesa ayudando la causa independentista norteamericana, sin percatarse que estaban
cavando su propia tumba –en la cual varios de sus miembros yacieron luego sin cabeza-.
28
Es innegable que, por ejemplo, la Constitución Nacional argentina tiene su fuente directa en la de Estados Unidos.
29
ALBERDI, Sistema Económico y Rentístico de la Confederación Argentina, p. 2.
30
Que obviamente reconozco que la tiene, ya que “…Sin rentas no hay gobierno; sin gobierno, sin población, sin capitales, no
hay Estado” (ALBERDI, ob. cit., p. 1).
partes corran el mismo riesgo, como mínimo. Parece suficiente privilegio para la Administración
la facultad de crear por sí y ante sí un título ejecutivo (boleta de deuda).
7) En torno a la igualdad que debe primar entre el contribuyente y el Estado como sujetos
de la obligación tributaria ha entendido CASÁS que esta concepción “…importa una ruptura
con la formulación tradicional para la que la relación jurídico-tributaria se concibe como un
vínculo de poder que posterga al contribuyente a la condición de súbdito”31.
A renglón seguido este autor explica que el poder tributario se agota en el momento
mismo de la aprobación de la ley que instituye la obligación tributaria, debiendo regir en lo
subsiguiente la mayor igualdad posible entre contribuyente y fisco, y especifica que dicho
principio se proyecta, entre otros campos, al derecho procesal tributario32.
8) Por otro lado, no está demás recalcar que en el caso de las ejecuciones fiscales
llevadas a cabo por la AFIP-DGI, el art. 92 de la ley 11.683 dispone que la resolución sobre la
sentencia de remate es inapelable, pero… pero… por ambas partes. Dicha norma no otorga
a la AFIP el derecho que niega al contribuyente. Antes el sistema de la ley federal era como
el nuestro (podía apelar sólo el fisco), desigualdad que fue corregida por la ley 17.59533.
31
En Tratado de Tributación, AA.VV., Dir. García Belsunce, T. I, Vol. 1, p. 305.
Sobre el que aquí estamos tratando (p. 306).
33
Cnfr. GIULIANI FOUNROUGE-NAVARRINE, Procedimiento Tributario y de la Seguridad Social, 9ª edición, p. 553/4;
CFedCba., en pleno, “AFIP c/ Las Huiguerillas SRL”, LLC 2008-647, voto del Dr. Sánchez Torres, en mayoría.
La norma en cuestión, dictada durante un gobierno de facto, instaló la posibilidad de apelar por parte de ambas partes
procesales, sujetando dicho derecho solamente a que el monto del asunto superara los m$n10.000. Intentando investigar las
razones tenidas en cuenta por el “legislador”, solamente he podido encontrar el mensaje de elevación de la norma dirigido al
Presidente de facto de Diciembre de 1967, en el cual no se explica nada sobre las razones del cambio legislativo en este punto.
Con posterioridad, la ley 23.658 hizo inapelable la sentencia de trance y remate para ambas partes (art. 34, ap. 11). Del
debate dado por los Diputados nacionales –ya que los Senadores aprobaron el proyecto sobre tablas-, se desprende que se
trataba, en palabras del por entonces Diputado por La Pampa Matzkin, de un “proyecto ómnibus” (Diario de Sesiones de fecha
21 y 22 de Diciembre de 1988, p. 6480; también los Diputados Zaffore y Clérici, p. 6489), en el cual los legisladores se
ocuparon de debatir exclusivamente lo concerniente a las modificaciones al régimen de promoción industrial y al
financiamiento de los déficit que mantenían las provincias argentinas. En lo que hace a la reforma que aquí interesa, solamente
se encuentran expresiones aisladas y sumamente generales respecto de todas las modificaciones de la ley de procedimiento
tributario. Así, el Diputado Blangini –miembro informante del proyecto-, dice que tales reformas tienden “…a mejorar el
accionar del organismo fiscal” (p. 6480).
El Diputado Natale afirmó que “…Se trata de una reforma que ha sido elaborada seguramente por los contadores de la
Dirección General Impositiva, que adolece de profundos vicios jurídicos y que la Cámara sancionará esta noche al amparo de
la presión ejercida por quienes pretenden disponer de facultades autoritarias para compensar su incapacidad para cumplir en
forma eficiente la función que deben desempeñar. Se avasallan elementales derechos individuales en un sistema que cada vez
se cierra más; se limitan las posibilidades de ejercer esos derechos, particularmente aquellos que atañen a la tutela y
defensa de los intereses propios” (p. 6487, negrita añadida).
En todos los momentos de crisis que ha atravesado nuestro país –que lamentablemente han sido demasiado frecuentes y
graves-, gobiernos de los más variados signos políticos han tenido la necesidad de producir reformas tributarias. Las
finalidades perseguidas, aunque no siempre logradas, también han sido en todos los casos las mismas: fomentar la inversión y
mejorar la recaudación. Absolutamente siempre surge la idea de que tiempos de crisis justifican medidas legislativas drásticas.
En el momento de crisis en que se dictó la ley 23.658, el afán de acelerar la recaudación fiscal motivó que se pasara de
un régimen de apelabilidad por ambas partes, a otro de inapelabilidad. Como se advierte, la necesidad seguramente imperiosa
de recaudar que existía en aquel momento, no alcanzó para que se volviera al régimen de desigualdad que existía antes de la
32
III.f) Disquisiciones Procesales que Desdibujan la Finalidad Perseguida:
El recurso extraordinario federal solamente procede contra las sentencias definitivas
dictadas por el superior tribunal de la causa. En el orden federal, y no obstante el texto del art.
92 ley 11.683, la Corte ha admitido la procedencia formal del recurso extraordinario federal
interpuesto directamente contra las sentencias dictadas por los jueces de primera instancia,
entendiendo que en este tipo de juicios, la norma mencionada los convierte en el superior
tribunal de la causa34.
En cambio, la Corte tiene decidido que un caso que inicia en la justicia provincial debe
fenecer en ella, a través de un pronunciamiento del superior tribunal provincial, para recién allí
poder acudir ante la Corte Federal a través de recurso extraordinario federal35.
Esto quiere decir que si en un caso hay materia que habilite el recurso extraordinario
federal, de algún modo debe poder llegarse al superior tribunal de provincia.
En el caso, si se coincide conmigo en que la sentencia de primera instancia era arbitraria,
porque no sólo otorgaba efectos probatorios a una certificación de fotocopias sino que le
reconocía el efecto de tener mayor valor que el original certificado36, y se ratifica la
inapelabilidad
ante
la
Cámara,
pues
debería
proceder
formalmente
el
recurso
extraordinario provincial, ya que de otro modo no se puede después llegar a la CSJN
mediante recurso extraordinario federal.
Aún cuando en el caso bajo análisis existió, según mi parecer, una clara violación de lo
dispuesto por el art. 993 del Código Civil y art. 138 del Código Fiscal37, no se podría interponer
recurso extraordinario provincial fundado en esa causal38, puesto que el art. 261 CPCC,
aplicable subsidiariamente al juicio de apremio, requiere que la sentencia definitiva haya sido
ley 17.595. En cambio, nuestro Código Fiscal consagra abiertamente esa diferencia de derechos entre el Estado y el
contribuyente.
34
Fallos CSJN 321:3199, 323:3919, entre otros.
35
Siempre, claro está, que exista materia federal involucrada. CSJN, in re “Strada” (LL 1986-B-476) y “Di Mascio” (LL 1989B-415).
36
Más aún, entiende ocurrida una notificación que no existió. Sería arbitraria (en el sentido de la doctrina de la CSJN), porque
se efectuó una interpretación notoriamente irrazonable de la prueba producida –expediente administrativo- (GUASTAVINO,
Recurso Extraordinario de Inconstitucionalidad, ed. 1992, T. 2, ps. 648/50 y PALACIO, El Recurso Extraordinario
Federal, 3ª ed., ps. 238/42), además de no resultar aplicación razonada del derecho vigente -art. 993 del Código Civil- (Fallos
257:95, 262:41, 269:225, 272:213, 277:313, 279:128, 295:445, 300:558, 308:721, y ED 142-775, citadas por GUASTAVINO,
ob. cit., T. 1, p. 541; PALACIO, ob. cit., ps. 232/5).
37
El art. 993 porque, ya lo dijimos, el funcionario público da fe de que la fotocopia es igual al original, pero no puede con ese
acto convertir en real o verdadero el contenido de la fotocopia ni del original. De su parte, el art. 138 CF establece que la
notificación que no se remite al domicilio fiscal o constituido es nula.
38
Violación de la ley.
dictada por la Cámara de Apelaciones. O sea que la inapelabilidad que dispone el art. 124 CF
implica también la inviabilidad del recurso extraordinario provincial.
Voy a dar un ejemplo real en que debería proceder el recurso extraordinario provincial. Si
en un juicio de apremio el contribuyente, en torno al planteo de una excepción de prescripción
liberatoria, arguye la inconstitucionalidad del art. 73 in fine y/o de los arts. 137, 138 y 139 del
Código Fiscal39, y el juez de primera instancia falla en contra de su pretensión, podrá interponer
el recurso extraordinario provincial contra dicha sentencia40, y el STJ estará obligado a no
rechazar el recurso fundándose en esa circunstancia41, para no cerrar el camino del recurso
extraordinario federal.
Hago este análisis porque si debe proceder el recurso extraordinario provincial, al menos
en ciertos casos, la causa no finalizará con la sentencia de primera instancia como parece que
pretende el legislador. La percepción de la renta pública que se intenta acelerar, entonces, será
cada vez más lenta42.
III.g) Momento para plantear la cuestión:
En el caso que analizamos, uno de los argumentos expuestos por el fisco en contra de
nuestro deseo de apelar la sentencia de primera instancia fue que no planteamos la
inconstitucionalidad del art. 124 CF en nuestra primera presentación en juicio (al momento de
oponer excepciones)43. Ello se relaciona también con que no se puede someter a la Cámara
cuestiones no invocadas en primera instancia.
39
Fundándose en jurisprudencia contundente y numerosa a nivel nacional y de otras provincias, y también en fallos de la
propia Cámara de Apelaciones de Santa Rosa. Este tema merece un análisis más extenso que actualmente estoy preparando.
40
Plantando la inconstitucionalidad y/o inaplicabilidad del art. 261 CPCC en cuanto establece que la sentencia recurrida debe
emanar de la Cámara de Apelaciones.
41
Pues así se lo marcan los fallos “Strada” y “Di Mascio” de la CSJN ya citados. Si bien no parece que quepa duda, doy por
sentado que la inconstitucionalidad de los artículos citados del CF, basada –según veremos en otro momento- en la violación
de los arts. 31 y 75 inc. 12 CN, implica una cuestión federal por excelencia, que habilita formalmente el recurso extraordinario
federal.
42
No sabemos a ciencia cierta si tarda más la Cámara Civil de Santa Rosa en dictar una sentencia en un juicio de apremio, que
el Superior Tribunal de Justicia en resolver la admisibilidad –y eventualmente expedirse sobre el fondo- de un recurso
extraordinario provincial. Amén de los plazos procesales previstos legalmente, que son más extensos en el caso del STJ, no nos
animamos a afirmar cuánto se logran respetar los plazos más breves en la Cámara mencionada. Pero no importa demasiado, ya
que si se tiene que admitir el recurso extraordinario provincial, no tardaría en sobrecargarse de trabajo el STJ. O sea que si este
actualmente se expide en plazos más o menos rápidos, pasará a tardar cada vez un poco más.
En torno a que sea la justicia de la Primera Circunscripción Judicial la única que entiende cuando la DGR es actora, no
puede dejar de decir que se trata, a mi criterio, de otra notoriamente injusta desigualdad legislativa que consagra, en los hechos,
la mayor comodidad del fisco y una potencial concentración de trabajo a favor de los colegas de dicha circunscripción.
Paradójicamente, la ley permite que la parte con mayores recursos (el Estado), obligue a la contraparte comparativamente débil
a litigar en extraña jurisdicción, con los trastornos y mayores costos que ello conlleva. Pero esto es materia para otra extensa
exposición que dejo en mejores manos de otros colegas.
43
Según reseñamos, lo mismo sostuvo el juez de primera instancia en el caso analizado, aunque aún así, y sin explicaciones,
concedió el recurso de apelación (¿?).
Entiendo que se trata de un argumento equivocado, puesto que uno no puede estar
obligado a plantear la inconstitucionalidad de la norma que le impide apelar cuando ni siquiera
sabe cuál será el contenido de la sentencia que resuelva las excepciones. La declaración de
inconstitucionalidad, al igual que el resto de las pretensiones procesales, se puede plantear
ante un conflicto concreto y actual de derechos, no ante un conflicto eventual, puesto que en
este último supuesto no existe un caso que pueda ser resuelto por el poder judicial44.
Existe un caso actual en el cual se puede plantear la inconstitucionalidad de la norma
cuando se está ante una sentencia desfavorable. Antes no. Por eso, entiendo que el momento
procesal oportuno para hacerlo es dentro del plazo para interponer el recurso de apelación
contra la sentencia de primera instancia, pues así se somete ese tema a decisión del juez de
grado, que es el que debe conceder o denegar el recurso de apelación.
Me da la razón el fallo de la Corte que hemos citado, in re “Di Mascio”, donde el
recurrente planteó la inconstitucionalidad del art. 350 del Código Procesal Penal de la Provincia
de Buenos Aires recién al momento de interponer el recurso de inaplicabilidad de ley. Y nada
menos que el más alto tribunal nacional, entendió implícitamente que se la había alegado en
forma temporánea.
No obstante lo anterior, es claro que correrá menos riesgos quien incluya los argumentos
en un acápite separado al momento de oponer excepciones. A lo sumo, el Juez no dará
traslado de ello a la contraparte y no lo decidirá cuando resuelva las excepciones, debiendo
repetirlo el contribuyente al momento de apelar45.
IV – CONCLUSIÓN:
Me parece que sería mucho más fácil y respetuoso de la igualdad entre las partes,
acortar otros plazos antes que la posibilidad de apelar en cabeza del contribuyente. Por
ejemplo, el Estado ahorraría bastante tiempo emitiendo mucho tiempo antes las boletas de
deuda y luego iniciando mucho tiempo antes los juicios de apremio46. Se trata de un plazo a
favor del acreedor, estamos de acuerdo; pero si pretende gozar de todo ese término, después
44
Como se sabe, el Poder Judicial Nacional, al igual que el de la mayoría de las Provincias solamente entiende en casos
concretos, no pudiendo resolver meras consultas jurídicas. Existen, no obstante, algunos ejemplos excepcionales en que los
tribunales pueden resolver consultas jurídicas, inclusive en lo tocante a la constitucionalidad de ciertas normas, como el
supuesto previsto en el art. 113 inc. 2º de la Constitución de la C.A.B.A.. Pero no existen hipótesis similares vigentes en La
Pampa. En nuestro medio, sin caso no se puede obtener un pronunciamiento judicial respecto de un tema.
45
Con un sencillo “copy and paste”.
46
Digo esto porque he visto varios casos de procesos iniciados al borde de la prescripción liberatoria, e incluso una vez
cumplida la misma.
no puede quejarse de que los juicios de apremio duran “demasiado”, haciendo sancionar leyes
que consagran desigualdades como las que motivan estas líneas.
Si se es más eficiente en la etapa previa al apremio47, seguramente se hará un favor
mucho más grande a la rápida recaudación de la renta pública.
Y si lo que se quiere evitar es el “chicaneo” o las actitudes procesales meramente
dilatorias, definitivamente éste no es el camino, sino el de las multas procesales48.
47
Y en la era de la informática existen innumerables herramientas para ser rápido y eficiente; sobretodo al alcance de quien
posee los recursos necesarios para adquirirlos.
48
Que ya están legisladas y se encuentran al alcance de los jueces.
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