Viaje al sur de un mochilero de 64 años

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Viaje al sur de un mochilero de 64 años
Viaje al sur de un mochilero de 64 años
Por Ireneo Oscar Taylor
Diario de viaje, anécdotas y pensamientos de este peculiar mochilero que en 22 días
(entre el 2 y el 24 de enero de 2001) recorrió “a dedo” casi 10.000 kilómetros de tierra
patagónica. Largos trayectos en camiones, intensos paseos turísticos y frías noches
durmiendo en los más insólitos lugares son algunas de las anécdotas de este
apasionante relato.
Todo empezó en enero de 1970, cuando con mi primo iniciamos el viaje a Ushuaia por
la ruta 3. Íbamos en un Citröen 2 CV. Al llegar a Bahía Blanca se rompió la “junta del
motor” y la aventura quedó trunca. Ambos nos casamos y todo se postergó
indefinidamente.
Al llegar el año 2000 sentí que la vida se me estaba escapando y no había realizado el
sueño juvenil. Entonces me dije: “algo hay que hacer para concretarlo”. Empecé
haciendo visitas y lobbies a las más importantes empresas de transporte terrestre que
van al sur. Concurría a los depósitos desde donde salen los camiones diariamente y
conversaba con los “choferes” para convencerlos y ver su predisposición para llevarme
con ellos gratuitamente.
No fue tarea fácil. El 50 % de los choferes prefiere ir solo, es su estilo, especialmente
los mayores de 50 años. El 30 % te lleva si les caes bien y sabés convencerlos. Y hay
otro 20 % que están esperando al mochilero porque no les gusta viajar solos: necesitan
charlar, que le ceben mate, etc.
Primera etapa: Buenos Aires – Comodoro Rivadavia
Finalmente, luego de un mes de trabajo previo me embarqué en un camión Scania
modelo 99 espectacular, con todos los adelantos tecnológicos y una “cucheta” en que
podría dormir mejor que en mi casa. Pero a decir verdad, desde Buenos Aires a Ushuaia,
aunque hice tramos de 20 horas sin parar, dormí muy poco en los camiones (10 horas en
total y en tramos de hora y media a dos horas) por respeto a los camioneros, ya que si
ellos eran casi esclavos del reloj y tenían que “darle” para cumplir con la “hoja de ruta”
y las directivas empresarias, yo no podía darme el lujo de acostarme plácidamente. Por
lo cual preferí soportar el calor en algunos tramos, haciéndoles compañía charlando o
cebando algún mate, que es el compañero obligado del camionero.
Entre Buenos Aires y Trelew fueron en total 1.600 kilómetros y 19 horas de marcha. En
este trayecto sólo paramos una hora y media en total. En tren de amistad y confesiones,
algunos camioneros me dijeron luego que no les gustaba que el acompañante durmiera.
A 25 kilómetros de Comodoro, justo en la cima de los cerros que la
rodean, antes de bajar a la ciudad, al camión se le rompió la bomba de
presión de aire.
El trayecto entre Trelew y Comodoro Rivadavia lo realicé en un camión de otra
empresa. El chofer pertenecía al grupo del 20 % de los charlatanes y familieros: ¡la pasé
bárbaro!, Pero a las 2.00 horas del día siguiente y a 25 kilómetros de Comodoro, justo
en la cima de los cerros que la rodean, antes de bajar a la ciudad, al camión se le rompió
la bomba de presión de aire. Este es un elemento vital para un camión con 40 mil
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kilogramos de carga, que le impide frenar, sobre todo teniendo 25 kilómetros de bajada
permanente, como es la entrada a Comodoro Rivadavia por la ruta 3.
Descansamos hasta las 8.30 horas y luego, a paso de hombre, tratamos de ir bajando
encomendándonos a la virgencita de Luján. La presión normal es 12 y estábamos
viajando con 3, 4, 5, 6 y así. En dos largas horas hicimos los 25 kilómetros. Reconozco
el temple del camionero para sobrellevar esta dura contingencia, de la cual fui
accidental protagonista. ¡Hacía un frío a la madrugada y en la punta de los cerros! Y con
un viento que perforaba todo: ropa, frazada, etc. Al fin y al cabo se había trabado una
chaveta insignificante del paso del aire del sistema.
Por estas cosas y muchas otras descubrí al gremio de los camioneros, aprendía
respetarlos y quererlos. El gran sacrificio del camionero son sus afectos: esposa, hijos,
nietos. Algunos de ellos ven a su familia cada 30, 45 o 60 días. Llegan a un destino,
descargan y ya le están diciendo: “tenés que cargar en tal lugar y salís mañana a las 7.00
horas”. Y no se pueden negar, ya que las empresas “lo toman entre ojos” y ya sabe el
camionero que si se va o lo despiden “hay cien haciendo cola” para reemplazarlo. Pero
estoy hablando de los dueños de los camiones. A los peones por supuesto que les va
peor. Y, aparte, todo representa plata, que hoy por hoy no se puede dejar pasar.
Segunda etapa: Comodoro Rivadavia – Río Gallegos
En los 80 kilómetros, aproximadamente, que hay entre Comodoro Rivadavia y Caleta
Olivia, me llevó un señor en su coche particular, que volvía a su casa luego de la
jornada laboral. Es un contratista de Telefónica y se dedica a la instalación de redes. No
le va mal. Tanto en Comodoro como en Caleta Olivia la montaña arranca del mar azul y
las casas están pegadas a los cerros y sobre la ladera. Son ciudades para vivirlas por su
belleza. Lo único que me costaría acostumbrarme es a los vientos (por lo menos seis
meses), que habitualmente son de 40 a 80 kilómetros por hora. Pero uno se acostumbra.
Mi centro operativo era habitualmente la estación de servicio más importante del lugar
(generalmente YPF o EG3), donde el camionero o mochilero encuentra servicio de
duchas y calefacción todo el año, aparte de los “servi-compras” a precios razonables. A
la salida de Caleta Olivia está la estación EG3 de “los gallegos”, que tiene muy buen
servicio las 24 horas y es paso obligado de los camiones que van al sur. Allí pasé la
noche, durmiendo de 1.00 a 5.30 horas, dentro del coche particular del policía que cuida
a la estación.
Allí pasé la noche, durmiendo de 1.00 a 5.30 horas, dentro del coche
particular del policía que cuida a la estación.
Al día siguiente, a las 9.30 horas salí en otro camión hacia... me costó convencerlo.
Pertenecía al 30 % de los que hay que convencer, con “semblanteo” previo incluido de
parte del mismo.
Antes continuar quiero señalar lo típico y curioso de los “pájaros gigantes de hierro”
que se ven en la zona de Comodoro. Y no son otra cosa que los equipos de bombeo del
petróleo que extraen los concesionarios. También las empresas de electricidad que
manejan Edenor y Edesur, como Endesa, tienen instaladas en Comodoro y sus
alrededores los molinos experimentales gigantes (30 metros de alto, aproximadamente)
para producir la energía eólica que en 30 años puede ser la reemplazante del petróleo,
que se va acabando en el mundo. Por momentos te sentís trasladado al quijote o a la
antigua Holanda con sus molinos.
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Por otro lado, siento como una instintiva desconfianza hacia las campañas que se están
instalando en Argentina para protección del medio ambiente: protección de los bosques,
planicies desérticas de la Patagonia, de la fauna marina del sur, etc. Y que son
promovidas por los países centrales del norte o por instituciones subsidiadas por ellos.
Descuento la humillación hacia los países involucrados como Argentina y pregunto ¡qué
se traerán debajo del poncho! ¿Verán a la Patagonia como “futuro refugio” ante
catástrofes mundiales naturales o inducidas por el hombre?
El camionero que abordé en Caleta Olivia iba hacia Río Gallegos (840 kilómetros
aproximadamente). Me dijo que me dejaba en San Julián, a mitad de camino. “Está
bien”, le dije. Los motivos los fui descubriendo poco a poco. Me estuvo estudiando todo
el tiempo para saber quién era yo. Antes de San Julián ya habíamos entrado en
confianza y “se rompió el hielo”. Esta actitud me pareció de lo más natural, ya que no
me conocía. Unos 20 kilómetros antes de San Julián empecé a preparar el bolso. Ya
pasados 50 kilómetros le dije: “Luis, disponé de tus tiempos, yo simplemente soy una
visita”. “Te llevo hasta Gallegos”, fue su respuesta.
En el kilómetro 2.202 de la ruta 3 había una pequeña laguna con
alrededor de 50 flamencos rosados. Una gratificación y una rareza para
esos páramos desérticos.
La belleza de las planicies desérticas peladas de las lomas y bajadas del tramo Caleta –
Río Gallegos son de otra galaxia. Me impactaron por lo majestuoso e imponente. ¡Te
sentís como un “bichito” que flota en el universo!
En este trayecto de la ruta 3 hay solamente tres lugares con muestras de actividad
humana: Tres Cerros, una estación de servicio y restaurante a 200 kilómetros, San
Julián a 500 km., Luis Piedra Buena a 600 km. y Río Gallegos a 800 km. ¡Toda una
aventura este tramo!
En el kilómetro 2.202 de la ruta 3 había una pequeña laguna con alrededor de 50
flamencos rosados. Una gratificación y una rareza para esos páramos desérticos.
Tercera etapa: Río Gallegos – Ushuaia
Ya en Gallegos me sentí como lejos de Buenos Aires y cerca de Ushuaia, mi primera
meta. Como de costumbre, concurrí a la principal estación de servicio, que aquí es de
YPF. Tiene más de una hectárea con playa para estacionar los camiones y todas las
comodidades de infraestructura (baños, duchas, cocina) para pasarla bien. La noche
anterior había sido en un albergue que me cobró 10 pesos (hacía prácticamente tres días
que no dormía). A las 10.00 horas estaba en la estación abordando a quien podía:
particulares y camiones. A las 12.00 horas una pareja joven de novios (él odontólogo de
26 años) me permitieron acompañarlos. Venían desde El Calafate y Glaciar Perito
Moreno, y de haber recorrido parte de Chile. El vehículo era una Pick Up doble cabina,
muy cómoda y segura.
El tramo Río Gallegos – Monte Aymond es de intenso tráfico nacional e internacional.
Creo que merece mejor suerte, ya que sus 100 kilómetros son de ripio, muy mal cuidado
en algunos pasajes, y que contrasta notoriamente con los tramos de ripio chilenos,
donde íbamos a 100 kilómetros por hora. Solicito respetuosamente al gobernador Néstor
Kirchner que deje de lado las conocidas mezquindades jurisdiccionales que nos
caracterizan y haga gala de patriotismo y vergüenza nacional, ya que ese tramo es la
vidriera de los que somos los argentinos. ¡Sentí vergüenza propia y ajena! Y, además, es
paso obligado para ir a Tierra del Fuego, nuestra provincia. ¡Asfalto ya!
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Al llegar al “Magallanes y la balsa”, vimos que ese tramo estaba siendo “cementado”,
ya que los chilenos hacen las rutas con hormigón armado de 30 centímetros de espesor,
un verdadero cachetazo para la mezquindad de los caminos argentinos.
Los jóvenes que me llevaban vivían en Río Grande. Allí llegamos a las 19.00 horas. Al
rato ya estaba embarcado en una “Combi” que hace el viaje regular hacia Ushuaia por
10 pesos. Este viaje es hermoso, de unos 220 kilómetros aproximadamente, pasando por
Tolhuin, una típica aldea que bordea el lago Fagnano y que produce dulces y artesanías
varias. Más adelante están las cornisas del “Paso Garibaldi” que bordea en las alturas al
lago Escondido. Mi opinión es que este viaje es el mejor circuito turístico de Tierra del
Fuego.
Lo más impactante son los bosques de lenga, planta típica, que se destaca por tener el
tronco fino y pelado de seis a diez o más metros de altura y que remata con una
frondosidad cautivante e imponente. Es un árbol elegante y distinguido. Crece en
bosques abigarrados. En buena parte de este recorrido se ven los “cementerios de
lenga”: cantidad de hectáreas bordeando la ruta con árboles caídos, secos, superpuestos.
Algunos lo atribuyen a antiguos incendios y otros al proceso de degradación ecológica.
Los 90 kilómetros entre Tolhuin y Ushuaia son prácticamente de ripio, lo cual parece un
despropósito turístico y estratégico para estos tiempos, ya que representa el 33 % de la
ruta 3 de Tierra del Fuego.
Por fin a las 22.30 llegué a Ushuaia. Era de día. Oscurece, en esta época,
cerca de las 23.30. Luego de 96 horas había cubierto “a dedo” el tramo
desde Buenos Aires.
Por fin a las 22.30 llegué a Ushuaia. Era de día. Oscurece, en esta época, cerca de las
23.30. Luego de 96 horas había cubierto “a dedo” el tramo Buenos Aires – Ushuaia.
Ruego a las empresas turísticas, Automóvil Club Argentino, oficinas nacionales de
información turística, editores de agendas y mapas carreteros que “instruyan al
ciudadano viajero y le digan la verdad: para ir a Ushuaia hay que pasar por 230
kilómetros de territorio chileno”. Como digo habitualmente: “para ir a tu casa tenés que
pasar por el terreno del vecino”. Según un camionero, en el “tacómetro” le marcó
Buenos Aires – Ushuaia 3.480 km. En agendas hablan de 3.194 y otros guarismos por el
estilo. Auto-Mapa pone 3.580 km.
Cuarta etapa: Ushuaia y alrededores
Ushuaia es una ciudad fascinante. Tiene alrededor de 120.000 habitantes. Está recostada
sobre la ladera de la montaña que nace en el mar (Canal del Beagle), con un largo de
aproximadamente 10 kilómetros. Para graficarlo, diría que es como un gran estadio de
fútbol circular, con tribunas naturales que son los cerros con penados nevados a
espaldas del campo de juego local (Argentina) y que es la ciudad de Ushuaia. Como
campo de juego “contrario” tenemos el Canal del Beagle con la gigante Isla Navarino
(chilena) con todos sus cerros con los penachos nevados. Así que atrás y a los costados
tenemos los cerros argentinos nevados y al frente los cerros nevados chilenos que los
gozamos los argentinos. Nada más que eso.
Es lejos la ciudad argentina más hermosa y cautivante (para mi gusto) y el que no
conoce Ushuaia no conoce mi país (como dicen los correntinos de...). Es una ciudad
para vivir como se merece un ser humano y donde se integra hábitat, naturaleza y vida
personal.
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Las casas están escalonadas en la montaña (aproximadamente subiendo un kilómetro)
con una policromía cautivante, en las fachadas y los techos a dos aguas.
La flor que inunda los jardines y espacios verdes es el lupino, de 50 o 60 centímetros de
alto. Por ejemplo, en un jardín hay seis u ocho graduaciones del color lila, como si
fueran hechos por computadora: maravilloso. El lupino es como si de un tronco de 60
centímetros de alto salieran de abajo hacia arriba, cada dos centímetros un “conejito” de
cada lado, haciendo un “choclo” de 8 centímetros de ancho y 60 centímetros de alto.
Los tulipanes también están llenando muchos jardines.
Pasé cinco noches en el “Refugio del Mochilero”, en pleno centro, a 10 pesos por día el
hospedaje. Lugar recomendable, con toda la infraestructura para cocinar e higienizarse a
gusto. Las habitaciones son compartidas. Creo que el 80 % de los mochileros
extranjeros, que son muchos, se alojan allí. Tiene 40 plazas y hay un par de lugares más.
Para conocer la ciudad viajaba en los colectivos de una punta a la otra, aparte de
recorrerla caminando. Fui en excursión al Parque Nacional, a Lapataia, que termina en
el Lago Roca, en el límite oeste con Chile. Sobresalen los bosques de lenga, ñires y
cohihue, de una belleza singular. Un capítulo aparte en el Parque son las castoreras,
verdaderas obras de ingeniería que hacen estos roedores mamíferos acuáticos en los
arroyos del Parque. Realmente admirable.
El viaje a bordo del “Barracuda” hacia el faro del Canal del Beagle es
imperdible, ya que ver y disfrutar Ushuaia desde el mar es fascinante.
Me cuesta entender cómo “el trencito del fin del mundo” que está en el Parque, con una
extensión de uno pocos kilómetros, cobre 25 pesos per cápita. Una familia tipo debe
oblar 100 pesos. Me parece un despropósito. Como es una empresa privada, el gobierno
provincial se hace el distraído. ¡De esta forma es difícil promocionar el turismo masivo
al sur!
El viaje a bordo del “Barracuda” hacia el faro del Canal del Beagle (tres horas ida y
vuelta) es imperdible, ya que ver y disfrutar Ushuaia desde el mar es fascinante. Se pasa
por la Isla de los Pájaros y por la “de los Lobos”.
Quinta etapa: Ushuaia – El Calafate
Luego de seis días inolvidables me fui a la “caminera” a la salida de la ciudad hacia Río
Grande, previa conversación con el oficial a cargo. A los 20 minutos estaba viajando en
una camioneta de un cuentapropista que hacía viajes regulares a Río Grande, llegando al
anochecer. De las 24.00 a las 05.00 horas dormí en la camioneta del gentil playero de la
YPF principal.
A las 06.00 horas, previo café con leche con medialunas, ya estaba abordando camiones
y particulares, hasta que una “4 x 4” con un matrimonio me llevó hasta Río Gallegos.
Nuevamente estaba en el continente. De la Isla de Tierra del Fuego, a los lugareños les
comentaba: “ustedes nacieron como ciudad con la cárcel del fin del mundo (que es otro
lugar que hay que visitar) y ahora es como si los habitantes fueran prisioneros de la Isla,
ya que ¡qué difícil es salir de la isla por tierra!”. Está el territorio chileno y el Estrecho
de Magallanes. Personalmente me gustaría vivir a perpetuidad en esa maravilla de la
naturaleza.
Llegué a las 12.00 horas a mi centro operativo de Río Gallegos: la YPF. Luego de dos
horas de abordar a cuanto turista pasara, decidí salir a la “caminera” norte, que está a
unos 28 kilómetros. Un joven Ingeniero en Petróleo (40 años), de Comodoro Rivadavia
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y que trabajaba hace 15 para una petrolera multinacional de EE.UU. me alcanzó hasta
allí.
El puesto policial está en el valle flanqueado por mesetas áridas y el lugar era el “paso
obligado” del viento, con ráfagas habituales de 80 kilómetros por hora. Previa
conversación, el cabo a cargo del puesto, en el que paran a todos, a los 20 minutos
derivó a la banquina, con mi sorpresa, a un Polo blanco cero kilómetro. El conductor
bajó la ventanilla y me dijo: “soy remisero, tenés que ayudarme con algo, por ejemplo
10 pesos”. Y yo le contesté: “ya estoy subiendo”. Se llama Luis y acababa de hacer un
viaje de El Calafate a Río Gallegos y volvía vacío.
El viaje es de unos 320 kilómetros aproximadamente, típico de las estepas peladas de la
Patagonia. A mitad de camino está “Esperanza”, con YPF, ACA, restaurante y albergue.
Es como un “caserío” y por los lugareños supe que es la Estancia Chali Aike de Pérez
Companc. Guardo fotos con varios de los peones.
Esta ruta, en Santa Cruz, es la número 5 que va hasta El Calafate. Desde “La Colorada”
(estación San Cristóbal) hasta Escuela 26 (Las Vegas), son unos 50 kilómetros. Está
todo poceado y en su totalidad faltan las líneas demarcatorias: ¡un verdadero peligro
nocturno! Pero irónicamente hay un cartel de Vialidad Provincial que desde septiembre
de 2000 dice “tramo a pavimentar”. Respetuosamente le reitero al gobernador Néstor
Kirchner que haga más agradable el turismo de los del norte, ya que si hacemos 3.000
kilómetros para conocer la provincia, al menos sobrevivamos al intento. Pero así...
También más adelante hay ausencias de líneas demarcatorias hasta El Calafate.
El asombro y las caras de los que me habían dicho que no me llevaban,
aunque hubieran podido con poco esfuerzo. Habrán dicho: “¿cómo hizo
este tipo para llegar antes de nosotros?”
Al llegar al pueblo, apenas se cruza el puente de entrada, a la derecha está la estación
YPF, parada obligada de los automovilistas. Después del café con leche y medialunas
me paré a “encarar” y ver cómo llegaban los coches de los que venían de Gallegos. El
asombro y las caras de los que había abordado y me habían dicho que no me llevaban,
aunque hubieran podido con poco esfuerzo, ya que eran “4 x 4” doble cabina y sólo dos
personas, en la YPF de Gallegos. Habrán dicho “¿cómo hizo este tipo para llegar antes
de nosotros?”. Les saqué más de 40 minutos, ya que viajamos con Luis a 120 kilómetros
por hora en este tramo.
Respeto y respetaré profundamente las decisiones personales de cada ser humano de
llevar, o no, a alguien en la ruta. Traté en todo el recorrido de tener una imagen
convincente: pelo corto, afeitado, camisa y corbata, aunque vistiera conjunto “jean”.
Esto último me valió que al salir de casa mi esposa e hija me espetaran de consuno: “¡no
ves que sos un payaso, vas con jean y corbata!”. Y yo les contesté: “a la vuelta te
cuento”. Así fue. En 5 minutos tenía que lograr que mi interlocutor me contestara:
“suba”. ¡En estos casos la primera imagen es todo! No me lo contaron. Lo viví.
Después de pasar la noche en la bolsa de dormir en el porche del Jardín de Infantes de la
parroquia del pueblo. Me acosté a las 01.00 horas y me puse el despertador a 20
centímetros para las 07.00 aunque era domingo, porque el porche daba a la calle
principal.
A las 09.00 horas ya estaba a la salida de El Calafate en la ruta 11 hacia el Glaciar
Perito Moreno. Un camino sinuoso de permanente subida. Con asombro, luego de 20
minutos veo que se detiene un Jeep Toyota cero kilómetro. Y al bajar el vidrio
polarizado, una mujer de acento portugués me dice “suba”. Según relató, era una
profesional odontóloga de Fortaleza, ciudad del norte de Brasil, cerca del Amazonas.
Viaje al sur de un mochilero de 64 años
Nos hicimos entender. El Jeep estaba lleno de calcomanías en el exterior, que luego me
enteré eran sus “sponsor”, ya que venía en una gira antropológica – cultural, con el
patrocinio de varias empresas de su ciudad. Pertenecía a una institución de gente mayor
o segunda edad. Me confesó 55 años. Hacía dos meses que estaba viajando y que el
objetivo era experimentar la capacidad de la gente mayor (segunda y tercera edad) para
realizar emprendimientos. Creo que yo fui un ejemplo de lo que ella pretendía
demostrar. Diariamente reportaba por e-mail a su institución básica las experiencias que
iba viviendo. Interesantísimo.
¡Llegar a estar en el “balcón” que mira al glaciar es ser transportado a otra dimensión!
Una mole imponente de 6 kilómetros de frente, 10 kilómetros de fondo y
aproximadamente 60 metros de altura. ¡No se puede creer! Con lluvia tiene un color,
con nubes otro, con sol a medias otro, con sol pleno otro. Predominan todas las gamas
de celeste, azul y violeta, siempre de acuerdo a la intensidad de la luz.
Hacía cuatro días que no comía “como la gente”. Me compré un pollo
rotizado y un vinito. Me senté en un banco de plaza y ¡buen provecho!
Cada 30 minutos, aunque a veces menos, se siente una implosión que te sacude, como la
voladura de Fuerte Apache. Son los distintos desprendimientos de “moles de hielo” que
se producen. Estos desprendimientos son peligrosos para los que están cerca, al pie del
agua del canal de los Témpanos, ya que los trozos de hielo salen en miles de “astillas”
que son como puñales asesinos. En los últimos 30 años murieron más de 30 personas en
el glaciar. ¡Lamentable!
Este es un espectáculo en el que estar en primera fila es suicida. Me pasé 6 horas
disfrutando esto con los distintos matices y las implosiones. Hay caminos de madera y
balcones miradores en todos los niveles. Muchas fotos. Volví a la nochecita. Como
hacía cuatro días que no comía “como la gente”, me compré un pollo rotizado y un
vinito. Me senté en un banco de plaza y ¡buen provecho!
Sexta etapa: El Calafate - Esquel
A la noche, después de pasar por los bomberos y la policía que no me dieron bolilla, me
fui a dormir a la terminal de ómnibus que tiene abierto las 24 horas con calefacción
incluida. No me encontré solo, ya que varios mochileros extranjeros ya estaban
durmiendo. Para levantarme antes de que abrieran las ventanillas de atención al público,
puse el relojito a 20 centímetros para las 6.30 horas. Me lavé la cara, doblé la bolsa y la
colchoneta y listo para “rajar” hacia Gallegos.
Previo baño reparador, comimos algo y a dormir. Para no molestar al
chofer, me tocó dormir en la casilla rodante del gomero de turno.
Un matrimonio me acercó. Javier y Roxana, son oriundos de allí y les agradezco el
favor. Volví a Gallegos para subir por la ruta 3, porque la ruta 40 es poco transitada. A
las 14.00 horas ya estaba en un camión Scania modelo 99. Ver el paisaje y el sur a 3,50
metros de altura, con asiento neumático es un verdadero privilegio. Esto es la clave. Si
me dan a elegir siempre preferiré uno de estos “bichos indestructibles”. Volví a las
fascinantes mesetas desérticas del tramo Río Gallegos – Comodoro Rivadavia. Una
naturaleza agreste, dura, imperturbable, que te está diciendo “aquí los seres humanos no
son nada”. Llegamos a las 01.00, parando en la YPF de los camioneros. Previo baño
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reparador, comimos algo y a dormir. Para no molestar al chofer, me tocó dormir en la
casilla rodante del gomero de turno.
A las 08.00 horas salí para el cruce de las rutas 3 y 26, que va hasta Esquel. Éramos
ocho personas intentando. Luego de ocho fatigosas horas de espera, soportando un
viento impiadoso, una camioneta me acercó a Sarmiento, a unos 130 kilómetros de
Comodoro y terminando allí. Eran las 20.00 horas. En la YPF traté de abordar pero con
poca suerte, ya que hay poco tránsito en esa ruta. A las 01.00 tomé un micro de línea
que me acercó a Esquel.
En estas decisiones ya entraban a jugar las reservas pecuniarias, lo cual no es poco.
Cuando gastaba en hospedaje, trataba de ahorrar en comida y viceversa. Cada cuatro o
cinco días comía bien o dormía en cama. Comer bien significaba comprar un pollo
rotizado y un vinito, sentarme en una plaza y “darle”...
Llegué a Esquel a la mañana. Un próspero pueblo de los Andes patagónicos. Un
hermoso valle fértil que está rodeado de cerros plagados de coníferas, que de a poco
fueron talados sin mucho control, lo cual produjo en 40 o 50 años casi su extinción. En
los últimos 20 años se produjo la reforestación, que sigue. Y se ven con satisfacción los
cerros poblados de coníferas.
En los años ’40 se inició Esquel como puesto de Gendarmería, con los consiguientes
beneficios para los pobladores de la zona. Toda la región es hermosa. Un pueblo para
vivir.
Séptima etapa: Esquel – Villa La Angostura
A los dos días viajé rumbo a El Bolsón, un verdadero regalo para el viajante de este
tramo. Vas de sorpresa en sorpresa, como si toda la belleza de los Andes se hubiera
juntado en un solo lugar. Daniel y señora, que iban de Ushuaia a Mendoza en una Pick
Up doble cabina, tuvieron la amabilidad de acercarme, con un valor agregado, ya que en
sintonía turística entraron al fantástico Lago Puelo y a una granja “shanti” en el paraje
El Hoyo, a unos 30 kilómetros antes de El Bolsón.
La chacra, de unas ocho hectáreas, es una verdadera revelación. Era un matrimonio de
50 años, aproximadamente, con una hija de 15. Vi chanchos jabalíes gigantes
domesticados, atados del cuello con una cadena. En un corral había más de 50 lechones
(entre ellos, varios de cruza jabalí – chancho). Luego, patos, pavos, gallinas y
plantaciones varias. También tenían dulces regionales: frambuesa, sauco, etc.
En un jaulón grande tenían un hermoso gato montés gris, que convivía con
un gato doméstico para amansarlo. Hacía seis meses que lo tenían. A los
tres meses se les escapó a los cerros. El gato doméstico lo trajo a las 72
horas.
En un jaulón vi un águila gigante cazado por ellos. En otro jaulón grande tenían un
hermoso gato montés gris con pintas negras y grises, que lo hacían más llamativo. La
rareza era que convivía con un gato doméstico para amansarlo. Hacía seis meses que lo
tenían. A los tres meses se les escapó a los cerros. El gato doméstico lo trajo a las 72
horas. Por motivos “de pesos”, algunos maravillosos rincones no los pude conocer. Las
excursiones están entre 15 y 50 pesos.
Desde El Bolsón hasta Villa La Angostura, pasando por Bariloche, hice el viaje con el
señor Pablo (55 años) y su hijo (30). Un criador de salmónidos de Puerto Varas, en
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Chile. Gente macanuda, cordial y amable. Exporta anualmente a EE.UU. y Japón unas
25.000 toneladas. Viajé en una Pick Up importada, doble cabina, ya un clásico para mí.
Chile, como nación, tiene instalado un debate, ya que también ellos tienen un
“mecenas” de la ecología que se ha comprado, bajo el manto protector de una
Fundación, nada más que un millón de hectáreas de los mejores bosques chilenos.
Como son un poco más “nacionalistas” que nosotros, al menos lo debaten. Lo raro del
caso es que este “mecenas” goza de un tácito apoyo de los medios y de los legisladores
y funcionarios que deciden el tema ecológico y es como el referente obligado sobre esta
materia.
Villa La Angostura es impactante por los abigarrados bosques de coníferas que inundan
los cuatro puntos cardinales. Es una avenida principal con un hermoso boulevard de
unas seis cuadras. Luego, unas dos cuadras pobladas a cada lado de esta avenida. Casas
típicas, cabañas y un febril movimiento turístico durante el día. Generalmente, estas
ciudades cordilleranas, después de las 23.00 horas es como si se vaciaran, al menos a la
vista común. No sé si la actividad nocturna seguirá en otros lugares después de dicha
hora. Doña Haydeé, de 80 años, jubilada, da hospedaje en verano a hasta seis personas.
Cobra 10 pesos la noche, con servicio de ducha.
Puerto Manzano es una maravilla. Aparte de los pintorescos barquitos y un hotel sobre
sus orillas, las cabañas son mansiones de 200 o 500 metros cuadrados, con parques y
todo el confort. Algunas tienen una hectárea o más, secundadas por montes de coníferas
que tienen 50 metros o más, bordeando el lago Nahuel Huapi y algunas como
“colgadas” de los cerros arbolados, a veces tan tupidos que parecen impenetrables. La
frescura, el silencio y la paz de esos caminitos del bosque te subyugan. Tiene una
playita “picnic” con gente bañándose que no se puede creer.
Desde Villa La Angostura tomé el camino de los Siete Lagos hacia San
Martín de los Andes. Habrá 100 kilómetros y solo los últimos 20 son
asfaltados. El camino no se puede describir por la belleza.
El lago Correntoso también tiene su extensa playa y sus encantos. El lago Espejo tiene
esa paz propia de los lugares poco frecuentados, con un camping y una playa para
disfrutar en familia. Muchos chicos y jóvenes bañándose.
Villa La Angostura es un pueblo como para decir “me quedo aquí sin límite de tiempo a
gozar de tantas bellezas que la inundan”. Lo más destacado es que en 5, 10 o 15 minutos
tenés los parajes más encantadores. Lo cual no es poco, ya que se accede con colectivos
locales de línea pagando solamente un peso. Por eso vi tanta juventud “gasolera”.
Octava etapa: Villa La Angostura – San Martín de los Andes
Desde Villa La Angostura tomé el camino de los Siete Lagos hacia San Martín de los
Andes. Habrá 100 kilómetros aproximadamente y solamente los últimos 20 son
asfaltados. El camino no se puede describir por la belleza. Los bosques gigantes de
cohihues, lengas, cipreces, pinos y otras coníferas hacen un marco inigualable, con el
permanente aparecer de un nuevo lago entre subidas y bajadas. Si no recuerdo mal son
los lagos Correntoso, Escondido, Villarino, Falkner, Hermoso, Machónico y Lacar.
¡Vaya rosario de bellezas!.
Le pido respetuosamente al señor gobernador de Neuquén que se apiade de los turistas
que llegamos tapados de tierra debido al permanente tráfico vehicular hacia Angostura.
Nos pasaron de 100 a 200 vehículos. Por lo cual solicito asfaltar ya. Es uno de los
lugares más hermosos del sur andino. No volvamos sobre el “enanismo político
Viaje al sur de un mochilero de 64 años
jurisdiccional” que nos caracteriza. Tengamos proyectos de geopolítica nacional e
internacional. Si esta zona es visitada por miles y miles de turistas, hagamos que su paso
sea placentero, descansado y confortable. Siento como vergüenza ajena que en este
tramo de 100 kilómetros el único lugar de descanso para refrescarse o hacer sus
necesidades sea una hostería, en el paraje Siete Lagos, bastante reducida y limitada
perteneciente a la familia mapuche Quintupuray. Felicito y admiro a esta familia, ya que
son los dueños de la tierra. La infraestructura turística de este tramo tan concurrido es
pobrísima.
San Martín de los Andes también es una postal robada a la naturaleza. De los posibles
lugares para recorrer y gozar, elegí la excursión a los lagos Huechulaufquen y Paimún,
con el volcán Lanín incluido y pasando por Junín de los Andes, ciudad importante desde
hace años. La nueva iglesia de los salesianos es una belleza. Los dos colegios, uno de
sacerdotes y el otro de las hermanas, son y fueron los baluartes de su desarrollo cultural
en el siglo que pasó.
El lago Huechulafquen es imponente y grandioso. Tiene 29 kilómetros de largo.
Siempre surcado por fuertes vientos que producen oleadas permanentes como si fuera el
mar. Desde la desembocadura de este lago (se forma el río Chimehuín) la visión del
volcán Lanín es imponente. Sobrecoge por lo majestuoso, ya que se yergue como un
gigante rodeado por enanos.
En este paraje, cruzando la angostura del lago Paimún, de unos 150
metros, vive una familia mapuche. Cruzamos con la balsa de madera,
tirada manualmente por su dueño, también mapuche.
Al final del recorrido está el lago Paimún, en su desembocadura en el lago
Huechulafquen. Un puesto de Gendarmería de techo verde, a dos aguas, junto a una
capilla de igual característica, parecen los centinelas de esta comarca, que en el fondo
tienen los cerros que nos separan de Chile. En este paraje, cruzando la angostura del
Paimún, de aproximadamente 150 metros, vive una familia mapuche. Cruzamos con la
balsa de madera, tirada manualmente por su dueño, también mapuche. Ir y volver en
balsa cuesta un peso. Del otro lado saludé y saqué fotos con Doña Juana, la dueña de la
casa mapuche. En el Parque Nacional Lanín varias familias tienen asignadas parcelas,
pueden criar animales y talar los bosques con racionalidad.
Cerca de las 18.00 horas, ya de vuelta, paramos en la casa modesta de la familia
mapuche Cañicul, uno de cuyos miembros es el actual cacique. La comunidad se llama
“Raquitué”. Y el paraje es “Ragitué”. Doña Argentina, la madre de esta familia nos
sirvió té y mate, acompañados por unas exquisitas tortas fritas amasadas y cocidas con
grasa. La colaboración fue de 2 pesos. Lo notable es que esta comunidad mapuche tiene
personería jurídica número 1.302. Me saqué fotos y charlé con los hijos de Doña
Argentina: Gilberto, Ramón y Fabián. Este último, de 45 años, presta servicios en el
Ejército Argentino, Regimiento de Junín de los Andes. Los felicité por hacer “Patria” en
estas desoladas regiones y hacer flamear la bandera de la soberanía.
Volvimos a San Martín de los Andes a las 21.00 horas. La noche la pasé por 8 pesos en
un albergue para estudiantes, contiguo a la Universidad del Comahue. Tiene capacidad
para 38 personas, buena infraestructura de vajilla, cocina y buen servicio de duchas las
24 horas. Solamente está abierto al público, en general, durante enero. Según me
informaron, el paraguas protector de este pensionado es una Fundación de origen
germánico y que se dedica al estudio y conservación de la riqueza forestal de la zona.
Viaje al sur de un mochilero de 64 años
Novena etapa: San Martín de los Andes – Buenos Aires
Luego de haber disfrutado, dentro de mis posibilidades, los encantos de San Martín de
los Andes, el 23 de enero de 2001 concurrí a las 08.00 horas a la estación YPF a la
salida del pueblo. Abordé a un montón. También a Damián, el mecánico que estaba
arreglando los surtidores de petróleo. Me contestó que terminaría después de las 12.00
horas. Así fue. Salimos a las 12.45 hacia Neuquén, pasando por Junín de los Andes y la
ruta de los embalses Collón Curá, Piedra del Águila y El Chocón, admirando los lagos y
los mudos centinelas de las planicies peladas que son las torres y cableados que llevan
el fluido eléctrico a las grandes ciudades argentinas.
Los gobiernos de turno han hecho poco para el desarrollo patagónico. Con
el agravante de que esta región es productora y exportadora de riquezas
ocultas que son motores del desarrollo mundial.
A las 19.00 horas me dejó en la terminal de Neuquén. Aquí es un poco complicado
comunicarse con las empresas transportistas, ya que están afuera de la ciudad, cerca de
la autopista. La ciudad tiene más de 200.000 habitantes, sin contar el flujo y reflujo
permanente de sus vecinos, divididos por un río, que son los habitantes de la ciudad de
Cipolletti. Así que opté por lo práctico. A las 20.45 horas salí para Buenos Aires por la
ruta 5, que corta La Pampa, en la empresa Vía Bariloche, con coches muy confortables.
Son aproximadamente 1.200 kilómetros. Aboné 50 pesos.
Me gustaría que como país tuviéramos el proyecto de la Patria Grande. En la Patagonia
noté que cada provincia es como una tribu donde el gobernador es como el cacique, casi
como amo y señor de esos territorios, importándole relativamente poco de sus vecinos.
Por otro lado, el gobierno federal central estimula un poco todo eso, por una política
errática hacia el sur. Es como si dijera “hagan lo que quieran, no me jo... ni me pidan
plata”.
Como resumen, sacando los asentamientos poblacionales y urbanos, algunos
progresistas y avanzados, y las cintas asfálticas, algunas en muy mal estado, lo demás
está igual que en 1.800, ya que los gobiernos de turno han hecho poco para el desarrollo
patagónico. Con el agravante de que esta región es productora y exportadora de riquezas
ocultas que son motores del desarrollo mundial: petróleo, gas, minería, pesca, energía y
otras.
A las 09.00 horas del 24 de enero de 2001 estaba en la cocina de mi casa, tomando mate
con mi esposa. Vaya como aproximación a una experiencia fascinante y para mí
comprometedora. Tengo aparte un proyecto de desarrollo patagónico, a disposición de
los argentinos.
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