EL MULADAR DEL “HOYO DE SAN ROQUE” Eran ya las diez de la noche de un día de invierno y el abuelo Casimiro acudió a la habitación de su nieta para arroparla. - Cuéntame el último cuentito, abuelito. - Yaiza, cariño, ya te he contado muchos. Es hora de dormirse. - “Porfa”, abuelito, el último. - Está bien, pero prométeme que después te dormirás. - Si abuelito, lo prometo. - Pues prepárate, porque hoy te voy a contar la historia del “Hoyo de San Roque”. - ¿El Hoyo de San Roque?, pero si ese es el parque más bonito del pueblo. - Si hija, hoy es un parque, pero hace muchos años, cuando yo era pequeño, eso era un muladar. - ¿Un muladar, abuelo? - Si hija, el muladar era el lugar donde tirábamos toda la basura del pueblo. Cuando yo tenía tu edad, no existían los contenedores, por eso todos los días me mandaba tu bisabuela llevar la basura al “Hoyo de San Roque”. - ¿En serio abuelito, no había contenedores de basura? ¡No me lo puedo creer! - El tío Juan, Modesto y yo, quedábamos todas las tardes para ir al Hoyo de San Roque a tirar la basura que nos daban nuestras madres y así aprovechábamos para jugar un ratito por allí. - Entonces abuelo, ¡ese sitio tenía que oler muy mal! - Lo cierto es que el lugar daba mucha pena, había muchas latas, muchos envases y sobre todo cristales y bolsas de plástico. Estaba tan descuidado que daba un poco de miedo ir. Sabes Yaiza, mi madre todas las tardes me advertía: “Casimiro tira la basura, pero no te pongas a jugar, que te puede pasar cualquier cosa, ya sabes que hay muchos cristales, muchas latas y que es muy peligroso andar metido en ese hoyo”. Pero hija, ya sabes cómo somos los niños, basta que nos dijeran una cosa, para hacer justamente lo contrario. Allí pasábamos horas y horas jugando entre basura. No se me olvidará nunca lo que sucedió el 20 de noviembre… - ¿Qué pasó abuelito? - Como todas las tardes, mi madre me mandó ir a tirar la basura, fui corriendo al Hoyo de San Roque donde me encontré con todos mis amigos. Nos pusimos a jugar pero, de repente, se puso a llover. Todos echamos a correr pero Modesto se tropezó y cayó, con tan mala suerte que se cortó con una lata que estaba muy oxidada. Su mano empezó a sangrar muchísimo. Como pudimos le tapamos la mano con una camiseta y le llevamos hasta su casa. Pronto la mano se le empezó a inflamar y a poner morada, así que tuvimos que llamar al médico. Cuando éste llegó, Modesto estaba muy pálido, tenía convulsiones y se le veía muy mal. El médico lo tenía claro ¡Modesto había cogido el tétanos y había que llevarle al hospital! A los pocos días se recuperó, pero… perdió tres dedos de la mano. Con todo esto ya nadie quería volver al Hoyo de San Roque. - Vaya abuelito, no sabía que existieran enfermedades así. - Si hija, por eso ahora desde pequeños, os ponen una vacuna para protegeros del tétanos. Bueno, como te iba contando… a los pocos días el alcalde nos reunió a todos los vecinos para contarnos que se iba a cerrar el Hoyo de San Roque. La situación le había hecho reflexionar y la mejor solución era traer unos contenedores desde la capital. Ninguno de nosotros habíamos oído hablar de contenedores, ni de bolsas de basura, ni de camiones de recogida,… pero nos parecía una idea estupenda. Pusieron unos contenedores grises por todas las calles del pueblo. Además el alcalde convirtió el Hoyo de San Roque en un hermoso parque en el que los niños podíamos jugar sin ningún tipo de peligro. - Abuelo ¿contenedores grises? Y ¿los contenedores azules, los amarillos y los verdes? - Yo sólo conozco los grises. ¿Es que existen más? - Si abuelo, hay tres diferentes: el amarillo en el que se tiran los envases y las latas, el azul donde se depositan el papel y el cartón y el verde donde se dejan las botellas de cristal. En el otro solo se tira lo orgánico. De esta forma se puede reciclar todo. - ¡Ay Dios mío!, yo pensaba que se tiraba todo junto como entonces. Pues creo que mis amigos Juan, Modesto y Tasín no saben tampoco nada de esto… Yaiza cariño, ahora duérmete que mañana cuando te despiertes tenemos una misión que cumplir. Y así a la mañana siguiente, abuelo y nieta acudieron al Hogar del jubilado a contar a todos la manera correcta de depositar la basura en cada uno de los contenedores. Desde entonces Villamágica se convirtió en uno de los pueblos con mayor nivel de reciclaje de España.