Instituciones al servicio del orden establecido

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Instituciones al servicio del orden establecido
Marta Friera Álvarez. Universidad de Oviedo
1. La administración real: la Real Audiencia y el regente
La política centralista y uniformista que inauguraron con el siglo XVIII los borbones llegó a Asturias de la mano de la creación de una nueva institución delegada del poder real en la provincia, encargada de velar por el cumplimiento de la
legalidad, en un marco de limitación de los poderes señoriales y nobiliarios en
beneficio del patrimonio real. La Real Audiencia de Asturias, creada en 1717 e instalada sólo un año después, era un tribunal de justicia, pero también tenía
amplias atribuciones político-administrativas, normativas y gubernativas. Su presidente, el regente, ostentaba los títulos de gobernador, capitán general, superintendente de rentas reales, propios y arbitrios, y montes y plantíos. Es decir, era jefe
político, militar y hacendístico de la provincia.
La creación de la Audiencia supuso una modificación sustancial en el sistema
de gobierno provincial, sustentado desde la Baja Edad Media por las dos partes del
pacto constitucional: el delegado real —el corregidor— y el órgano de representación provincial —la Junta General—. El regente sustituyó así al corregidor, oficial
real nombrado para Asturias desde los Reyes Católicos, con el antecedente de los
adelantados mayores —de León y Asturias— y merinos —de Asturias— medievales. Desde el siglo XVII (1616), Asturias tenía el derecho de disfrutar de corregidores togados, si bien el conflictivo comienzo del siglo XVIII (1708) había obligado a
recuperar a los militares, llamados de capa y espada. El regente volvía a ser un
jurista, que, tras su paso por la Audiencia asturiana, ascendía a Audiencias superiores e incluso a los Consejos reales. Como era costumbre en el Antiguo Régimen,
ningún delegado real debía ser natural de la provincia a cuyo frente se instalaba.
La manifiesta limitación del poder provincial fue advertida de inmediato en
Asturias. El regente dejaría de ser recibido por la Junta General y la Audiencia, y
revisaría los acuerdos de la misma, que precisarían su aprobación. Las críticas no
se hicieron esperar y, por lo menos, se logró derogar la segunda previsión, que, en
la práctica, nunca fue respetada. Superada la primera época de adaptación, sobre
todo tras el cese del primer regente de Asturias, José Cepeda, muy implicado en
las denuncias contra los abusos atribuidos a la oligarquía local, lo cierto es que en
la segunda mitad del siglo XVIII el equilibrio se restableció y el nuevo gobierno
provincial en manos de la Audiencia y la Junta pasó a considerarse el legítimo.
[pág. 202]
Fotografía de la Sala Capitular
de la catedral de Oviedo, sede
de la Junta General
La Junta General del
Principado, presidida por el
regente de la Audiencia, el
Alférez Mayor del Principado, y
compuesta por representantes
de los concejos asturianos, se
reunía en la Sala Capitular de
la Catedral de Oviedo.
203
[pág. 205]
Grabado de sala de oidores
de la Audiencia de Valladolid
M. Fernández de Ayala Aulesta.
Práctica y formulario de la Real
Cancillería y Audiencia de
Valladolid, 1667
En 1767 Jovellanos fue
nombrado juez de la Real
Audiencia de Sevilla. En la
imagen se reproduce una sala
de una Audiencia de Valladolid,
con los magistrados, abogados
de las partes, procuradores,
litigantes, relatores, escribanos
y porteros.
204
Ambas instituciones compartían, cada una en la medida de sus competencias,
el gobierno provincial, en manos también de los concejos: obras públicas y comunicaciones, agricultura, ganadería, pesca, riqueza forestal, abastecimiento y bienestar, industria y comercio, sanidad y beneficencia, y educación.
La hacienda central —rentas reales o provinciales (básicamente alcabalas,
cientos y millones) y demás contribuciones ordinarias y extraordinarias— era
dirigida por el regente, lo mismo que las haciendas locales —básicamente, propios, arbitrios y repartimientos concejiles—. La provincia, por su parte, logró
mantener sus escasos fondos —también compuestos fundamentalmente por
propios y arbitrios— al margen del control real, en manos de la Junta General,
que los administraba a través de su tesorero. Pero en esta materia, también los
borbones alteraron el tradicional gobierno financiero, para su simplificación y
control, a través del establecimiento de los intendentes como jefes hacendísticos
provinciales. Asturias se incluyó en la intendencia de León (1749), para disgusto
de una provincia que reclamaba su independencia en todos los ramos. Entonces
se defendió que el gobierno constitucional del Principado estaba en manos de la
Real Audiencia y la Junta General. Y se logró la configuración de Asturias como
provincia fiscal (1799) hasta que la guerra de la Independencia y el régimen liberal acabasen imponiendo una definitiva centralización y uniformidad, que en
materia hacendística se manifestó en la creación de una intendencia en Asturias
(1811). La oposición a la misma, que se unió a la defensa del tradicional sistema
de encabezamiento de cupos para el pago de las rentas reales, muy bajo en Asturias, y a la independencia de la hacienda provincial, en este caso, no obtuvo respuesta favorable y, finalmente, como había pronosticado el propio Jovellanos, esto
acabó con el tradicional gobierno provincial, legítimo y constitucional (Informe a
la Junta Central de 28 de noviembre de 1809).
Respecto a la administración militar, ya hemos adelantado que el regente,
como antes el corregidor, ostentaba el título de capitán general de la provincia. En
1800, cuando volvió a precisarse la ocupación de las regencias por militares, se
excluyó expresamente a Asturias de tal previsión. El Regimiento de Milicias de
Oviedo se creó en 1734, a cuyos sorteos se añadían los reemplazos ordinarios y
extraordinarios del ejército. La resistencia de la provincia a las prestaciones militares obligatorias se mantuvo durante todo el Antiguo Régimen, apoyada en el
insuficiente número de pecheros y el respeto a la exención de los nobles. En 1805
se creó una comandancia militar que englobaba Asturias y Santander.
Por fin, como tribunal de justicia, la Real Audiencia se convirtió en la instancia superior provincial, encargada de mantener la legalidad real frente a la justicia
libre que sin duda impartían los jueces locales, divididos para nobles y pecheros.
La Audiencia se componía de cuatro oidores o alcaldes mayores, un fiscal y los
demás oficios necesarios para la administración de justicia —relatores, escribanos,
tasador, repartidor, receptores, alguaciles, abogado, procurador de pobres y porteros—. Su jurisdicción era la propia del corregimiento: el Principado de Asturias,
incluidas las Cuatro Sacadas —Llanes, Ribadesella, Tineo y Cangas de Tineo, recuperadas por los Reyes Católicos de manos de los Quiñones— y hasta 1719 varios
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pueblos de Valdeburón. No obstante, sus sentencias podían apelarse a la Real
Chancillería y Audiencia de Valladolid, que además conocía de los casos de Corte
y los asuntos de hidalguía.
2. La administración provincial: la Junta General del Principado de Asturias
El núcleo de la constitución histórica asturiana era, sin duda, la Junta General, la
institución de representación provincial, nuestras cortecillas, como decía Jovellanos
a Lord Holland, vinculándola a la ausencia de representación asturiana en las Cortes de Castilla, que asumía León. Su existencia era considerada en pleno siglo XVIII
un «derecho, facultad, privilegio, prerrogativa, libertad constitucional y de Derecho
natural y positivo recogido en ordenanzas fundamentales».
Su origen debe buscarse en plena Baja Edad Media, consecuencia natural del
florecimiento ciudadano, villano o concejil, cuya unión se hizo necesaria, a través de
paces, amistades, hermandades y juntas, para la defensa de los intereses comunes
propios de estos territorios realengos, fundamentalmente frente a los poderes señoriales. El orden público, la ayuda mutua y la protección real eran sus fines. Con estos
antecedentes, la institucionalización de la Junta General provincial se debió a la configuración del Principado de Asturias como título (1388) y, sobre todo, mayorazgo
(1444) del heredero al trono de Castilla. Sólo un año después, ya existe constancia
de su reunión en la que será su sede: la sala capitular de la catedral de Oviedo.
La Junta General manifiesta claramente el pacto constitucional entre el rey, a través de su delegado real, y la provincia como unión de concejos. Al rey se le debía obediencia y servicios monetarios y militares, a cambio de su respeto a los ordenamientos
jurídicos locales y provincial, a sus fueros, franquicias, privilegios y libertades.
En consecuencia con su origen y fin, la Junta General representaba al realengo
de Asturias —en teoría toda la provincia, como territorio mayorazgo del príncipe—. Como excepciones, en la Junta tenían voto las dos familias más importantes: los Quirós y los Miranda, hasta principios del siglo XVII (1619), tras un costoso
pleito que, al fin, logró su expulsión de la institución representativa. Poco después
(1636) entraron a formar parte de la misma, con su correspondiente voto, los
Queipo de Llano, luego condes de Toreno, pero por ostentar el título de alféreces
mayores de la provincia. La representación realenga pretendió, en todo caso, justificar un desigual sistema de votación, mantenido durante toda la vida de la Junta,
que desfavorecía a un grupo de concejos llamados obispalías, cada uno de los cuales contaba con sólo un tercio de voto, mientras que los llamados concejos realengos gozaban de voto entero. Se denominaban obispalías porque en su mayor parte
habían sido jurisdicciones del obispo de Oviedo, pero lo cierto es que casi todos
estos concejos habían logrado redimirse y, por tanto, pasado a realengos, sobre todo
durante el reinado de Felipe II. A pesar de ello nunca lograron voto entero, y for-
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maban un solo partido que elegía a un solo diputado y que, además, carecía de
turno en la elección del procurador general, ambos órganos delegados de la Junta.
La Junta General dependía muy claramente de los concejos a los que representaba, de modo que no siempre pudo elevarse a cuerpo de provincia. Así, los poderes
de los procuradores eran limitados, lo que, por otra parte, es propio del mandato
imperativo característico del Antiguo Régimen. Los concejos podían dar instrucciones a sus apoderados; si se trataban asuntos no previstos en la convocatoria debía
convocarse Junta extraordinaria; y Oviedo, la ciudad más importante, en realidad la
única, se reservaba la posibilidad de otorgar voto decisivo o consultivo, en cuyo caso,
cada vez que se votaba, el Ayuntamiento debía pronunciarse. Además, eran habituales las prácticas de acumular y sustituir poderes, muy criticadas a lo largo de la
segunda mitad del siglo XVIII por hombres de pensamiento ilustrado. Los concejos,
por su parte, se unían en partidos y eran estos los que elegían a los diputados y al
procurador general que integraban la Diputación, institución delegada de la Junta.
La Junta General estaba presidida por el regente, que era el delegado del poder
real, lo que manifiesta su sometimiento al mismo. Pero tenía un poder limitado,
pues convocaba la Junta de forma periódica a petición de la propia provincia, no
podía disolverla y sólo contaba con un voto de calidad en caso de empate. La forma
de elección de los apoderados o procuradores de los concejos era libre. Los requisitos que se les exigían, en teoría de forma alternativa, eran la vecindad, el ejercicio de
una regiduría y, entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, se añadió la posibilidad de que fuesen sólo hacendados y los requisitos de nobleza y edad de veinticinco
años, en un momento en el que penetraban elementos ajenos a la tradicional oligarquía hidalga.
La Junta tenía a su cargo los oficios necesarios para el gobierno de la provincia:
escribano, tesorero, representantes en la Corte —comisario, diputado, agente y
diputado honorario—, abogado y procurador, entre otros.
En el siglo XVIII, tras el establecimiento de la Audiencia, la Junta pasó a reunirse
cada tres años y cesó la costumbre de recibir al delegado real, que también dejó de
ser un cargo preferentemente anual, como era el corregidor. En los períodos entre
sesiones, la Junta dejaba la ejecución de sus acuerdos a la Diputación, integrada por
los diputados y el procurador general, cargos elegidos por los concejos asturianos
unidos en partidos, siete en el siglo XVIII: Oviedo, Llanes, Villaviciosa, Avilés, Grado,
Tineo y Cangas de Tineo, y Obispalías.
Además del gobierno provincial que, como hemos dicho, compartía con el delegado real y los concejos, la Junta General, en manifestación de su naturaleza jurídica,
prestaba el debido servicio al rey —cumplimiento de la normativa real y servicios
monetarios y militares— y, a la vez, a la provincia, como defensora de sus particularidades, existentes sobre todo en los ámbitos político-administrativo, fiscal y agrícola.
Real Provisión sobre
arrendamientos perpetuos
22 de octubre de 1785. Oviedo:
Imprenta de Francisco Díaz
Pedregal
Archivo Histórico de Asturias
La costumbre de perpetuar los
arrendamientos fue elevada a ley
en 1785 por iniciativa de
Campomanes. Al prohibir
aumentar las rentas y
desahuciar a los arrendatarios,
suponía una protección para los
colonos. En Asturias, esta norma
fue abrazada por los campesinos
y rechazada por los propietarios
y la Junta General. Y también
por Jovellanos, que en esta
materia asciende del reformismo
ilustrado al liberalismo y se aleja
así de su maestro Campomanes,
ya que junto a sus críticas a la
vinculación y amortización de la
propiedad de la tierra y al
régimen señorial, defendió un
derecho absoluto y natural de
propiedad incompatible con la
perpetuidad de los
arrendamientos.
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Sólo el fin definitivo del Antiguo Régimen acabó con la tradicional institución.
En realidad, el declive de ambos fue simultáneo desde la guerra de la Independencia.
La seria defensa de los fueros asturianos mantenida entonces desde la provincia y por
hombres como Flórez Estrada o el propio Jovellanos fue decayendo, entre otras cosas,
por la adopción de nuevos criterios de representación liberal —población y propiedad—, pero también tuvo que ver la falta de una continuada tradición doctrinal y
normativa —sólo contaban con aprobación real las ordenanzas generales de 1594—
necesaria para adaptar los fueros a las nuevas circunstancias históricas.
3. La administración local: los regimientos
El desarrollo concejil —ciudades, villas y polas— de la Baja Edad Media vino pronto
acompañado del general paso del sistema de concejo abierto, en el que las asambleas
vecinales decidían los asuntos de interés común, al concejo cerrado, en manos de los
regimientos (siglo XIV), que asumieron el gobierno y justicia municipales. En Asturias y, en general, el norte de Castilla, se elegían anualmente jueces o justicias, que
también formaban parte de los ayuntamientos, divididos en nobles y pecheros. No
obstante, es conocido que en el caso de Oviedo, la única ciudad de la provincia, dos
jueces eran nombrados por el regimiento y un tercero, por turnos, por el obispo y el
deán y cabildo de la Catedral. Además, en Avilés, Gijón y Pravia sólo se nombraban
jueces nobles. El resto de oficios se completaban según las necesidades del concejo
en cuestión: jurados, fieles, asistentes, escribanos, merinos, procuradores, contadores, pregoneros, alféreces, mayordomos, personeros, alguaciles, veedores, etcétera.
El control al que habían sido sometidos los municipios con el nombramiento
real de los regidores fue perdiéndose con la progresiva enajenación de los oficios de
gobierno, de forma vitalicia y hereditaria, es decir, perpetua, de modo que en la Edad
Moderna los regimientos y otros cargos quedaron en manos de la oligarquía local.
La supervisión del poder municipal por el real se dejó en manos de los corregidores, encargados de corregir la labor de los regidores. Los de Asturias presidían el
Ayuntamiento de Oviedo y también la Junta General del Principado de Asturias. Su
labor fue asumida en el siglo XVIII por los regentes de la Real Audiencia. La Ilustración intentó y comenzó una política de recuperación del patrimonio real, que
incluía los oficios públicos enajenados. Por su parte, la incorporación, desde 1766, a
los ayuntamientos de los diputados y síndicos personeros del común, de elección
popular y encargados, en general, de los abastos, tuvo en Asturias los escasos resultados comunes a la medida.
Los regimientos se ocupaban, como hemos adelantado, de todos los ramos pertenecientes al gobierno municipal: abastecimiento, mercados, hacienda, orden público,
defensa, asistencia social, sanidad, educación, obras públicas, urbanismo, fiestas, etcétera. En materia de justicia, los jueces locales conocían los asuntos civiles en primera
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instancia y las causas penales menos graves. Por su parte, los regimientos, de forma
colegiada, conocían la apelación de las sentencias de los jueces en causas civiles hasta
determinada cuantía. También tenían potestad normativa, que ejercían a través de las
ordenanzas municipales, no sólo para su funcionamiento interno, sino para regular el
gobierno municipal. En el Antiguo Régimen no era necesario que las ordenanzas provinciales o municipales contasen con aprobación real, aunque sí era muy recomendable para su supervivencia y en caso de oposición a alguna de sus normas.
4. El régimen señorial
La mayor parte de Asturias era realenga. No se olvide que desde 1444 era mayorazgo
del heredero al trono de Castilla, título alegado durante todo el Antiguo Régimen
por los concejos asturianos que recurrían contra los abusos señoriales.
No obstante su escasez, en la provincia subsistieron durante la Edad Moderna
importantes señoríos laicos —por ejemplo, Navia, Allande, Ibias y Olloniego— y
eclesiásticos —es el caso de Noreña, hasta el siglo XIX—. Estos últimos, en concreto,
los pertenecientes al obispo de Oviedo, ocuparon en la Edad Media buena parte de
la provincia. Pero, como hemos adelantado, en el reinado de Felipe II, en su gran
mayoría, los vecinos compraron su jurisdicción, con lo que pasaron a realengos,
fenómeno desarrollado sobre todo en el occidente asturiano. También deben mencionarse los señoríos que poseyeron en algún momento los grandes monasterios de
la provincia —San Vicente, San Pelayo, Corias, Celorio, Belmonte, Obona, Cornellana y Valdediós, entre otros—. Y, en cuanto a las órdenes militares, sólo la de Santiago tuvo señoríos en Asturias —Sobrescobio—. Por su parte, cabe destacar que
Oviedo poseía la jurisdicción de algunos territorios vecinos —Llanera, Naranco,
Cagigal, Cerdeño, Bendones y Paderni—.
En sentido estricto y jurídico, el señorío es el jurisdiccional, la inmunidad, que
concede al señor poder público sobre un territorio, para dar normas, administrar
justicia, nombrar cargos de gobierno, y exigir prestaciones monetarias y militares. A
ello se unen una serie de prestaciones señoriales debidas por los vecinos, más o
menos gravosas según el señorío del que se trate. Aparte queda la posibilidad de que
el señor sea, además, en su caso, propietario de las tierras, con la consiguiente exigencia de rentas por la cesión de su cultivo.
Como hemos dicho, en la Asturias Moderna, la nobleza y el clero tenían más
poder territorial que señorial. Y, en general, los vecinos de los señoríos no estaban
sometidos a mayores rigores en sus prestaciones que los habitantes de los concejos
realengos. No obstante, como también hemos señalado, nunca cesaron las quejas
contra los abusos señoriales, en las prestaciones y, sobre todo, en asuntos especialmente sensibles como era la apropiación particular de bienes comunes, de lo que es
buen ejemplo el concejo de Allande.
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Debe recordarse que ya a fines de la Baja Edad Media (siglo XIV) se declaró en
Castilla el principio de mayoría de la justicia real, de modo que los sometidos al régimen señorial podían acudir a los tribunales del rey. En parecido sentido, en 1578, una
conocida Real Cédula, llamada de nuevo adelantamiento, posibilitó la entrada de la
justicia real en los señoríos asturianos para la persecución y castigo de los criminales.
Como es sabido, la Ilustración, como antecedente del Liberalismo en esta materia, defendió la primacía e incluso el monopolio del poder estatal, identificados plenamente el rey y el reino, con la consiguiente limitación o directamente exclusión de
los señoríos jurisdiccionales, que abolirán los liberales.
5. El derecho consuetudinario asturiano
Asturias, provincia periférica de la Corona de Castilla, mantuvo durante todo el
Antiguo Régimen su particularidad jurídica, tanto en el ámbito público como en el
privado. En el primero, destacan la existencia de la Junta General y las peculiaridades fiscales y militares de la provincia. En cuanto al Derecho privado cabe resaltar
las particularidades referidas a la propiedad de la tierra y al trabajo comunal, derivadas de costumbres desarrolladas desde antiguo por una sociedad basada en lazos
solidarios, lo que es común a los pueblos norteños de la península ibérica.
Que las reconocidas peculiaridades jurídicas asturianas no eran suficientes para
componer un cuerpo de Derecho ordenado y completo se manifiesta claramente en
las dificultades que encontraron todas las iniciativas llevadas a cabo a lo largo de la
Edad Moderna para elaborar unas ordenanzas generales provinciales, que fijasen
por escrito el régimen jurídico común a Asturias, y que contasen con aprobación
real, que si no era necesaria para su vigencia, sí para su declaración oficial y su subsistencia a lo largo del tiempo. Es paradigmático el proyecto de ordenanzas de 1781,
considerado un verdadero cuerpo legal provincial, que, sin embargo, ni siquiera
logró la aprobación de la mayoría de los concejos asturianos. En ellas, junto a disposiciones sobre la composición y el funcionamiento de la Junta General y su Diputación, sus autores —Martín Ramón de Cañedo, Felipe Ignacio Canga Argüelles y
Nicolás de Ribera Argüelles— incluyeron normas «generales, judiciales y políticas
para la administración de justicia en todos los concejos, cotos y jurisdicciones», con
detalladas disposiciones sobre el gobierno provincial: administración de justicia
local, gobierno municipal de los ayuntamientos, policía, vecindad, ventas ambulantes, mesones y posadas, diversiones públicas, vestimenta, urbanismo, obras públicas,
sanidad y beneficencia, agricultura, ganadería y riqueza forestal. Incluso contienen
previsiones específicas sobre las donaciones matrimoniales y los mayorazgos, en el
sentido ilustrado de limitarlos.
Las aspiraciones del reconocimiento de la peculiaridad jurídica del Principado
volvieron a ponerse de manifiesto en las mismas fechas cuando en el seno de la Junta
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Tomás López
Mapa del Principado de
Asturias: comprende todos sus
concejos, cotos y jurisdicciones.
Incluye en la parte inferior
izquierda el Plano de la ciudad
de Oviedo / dibujado por
Francisco Reiter bajo la
dirección de Francisco de la
Concha Miera.
1777, Madrid
Biblioteca de Asturias
General se propuso la creación de una «plaza nacional» en la Real Audiencia, es
decir, el nombramiento de uno o varios jueces naturales del Principado conocedores de las costumbres y particularidades jurídicas provinciales, para aplicarlas en la
administración de justicia. De hecho, fue uno de los autores de las ordenanzas de
1781, Nicolás de Ribera Argüelles, el que planteó la propuesta. No obstante, la mayoría de los representantes concejiles consideraron que las peculiaridades asturianas o
no existían —«se gobierna por las leyes de Castilla»— o no eran suficientes para justificar la creación de una plaza nacional, como «en reinos o provincias que tienen
leyes, fueros o privilegios particulares». La envidia de Asturias, en este sentido, fue
siempre Vizcaya que, como ejemplo, contaba con una sala específica en la Real
Chancillería y Audiencia de Valladolid, tribunal superior de justicia para los territorios castellanos al norte del Tajo.
Como adelantábamos, entre las costumbres jurídico-privadas particulares de
Asturias cabe destacar los arrendamientos perpetuos y las sextaferias.
Como es sabido, las sextaferias organizaban el trabajo comunal de los vecinos en
sus parroquias, durante unas horas un día a la semana, cuando era necesario para la
construcción, reparación y mantenimiento de los caminos concejiles —los que
211
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a la Junta General sobre
la carretera de Castilla
31 de agosto de 1796, Oviedo
Archivo Histórico de Asturias
La Junta General tenía
competencia sobre las obras
públicas provinciales. Por
encargo suyo, Jovellanos
redactó diversos informes sobre
la urgencia de una carretera
que acabase con el aislamiento
de la región.
212
unían lugares dentro de los concejos—, institución fundamental en una provincia
con escasos recursos para su financiación a través de los sobrantes de los propios y
arbitrios locales. De los caminos de interés provincial —los que unían concejos, esos
concejos con la capital y los interprovinciales— se ocupaba la Junta General y el
correspondiente delegado real, que normalmente, ante la escasez de la fábrica o
fondo de caminos nutrido de réditos de censos, recurrían a arbitrios, es decir,
impuestos indirectos sobre el consumo de determinados bienes, autorizados por el
rey, y, en último caso, a repartimientos. Pero para estos caminos, de hecho, también
se exigía la prestación de trabajo particular a través de las sextaferias. Debe resaltarse
que Asturias gozaba del privilegio de no costear obras ajenas a la provincia, a cambio de pagar las propias.
Fueron varios los esfuerzos por uniformar las sextaferias para toda la provincia.
Es el caso del proyecto de ordenanzas de 1781 (ordenanzas 49 a 56 del título 10) y
del proyecto de «ordenanzas que si obtuviesen aprobación del rey nuestro señor
deben gobernar para la composición de caminos del Principado de Asturias», elaboradas por Antonio Carreño y Cañedo en 1788. Por su parte, en 1799, una Real Orden
(8 de mayo) reconoció «la costumbre y práctica que se observa en el Principado de
Asturias de reparar los caminos por sextaferia semanal, concurriendo todos los vecinos sin distinción de clase», como concreción particular de la obligación legal de
contribuir a la composición de caminos. La Junta General reunida ese mismo año
había emitido una circular (20 de marzo) a los Ayuntamientos con unas reglas generales para la prestación de las sextaferias.
Por su parte, fueron frecuentes las críticas a la desnaturalización de la costumbre de las sextaferias por alguna de las siguientes causas: exigencia para obras de
caminos que unían concejos e incluso provincias, como pasó con la carretera de
Castilla, e incluso, lo que era más grave, para caminos privados; exclusiones personales en una prestación a la que estaban obligados todos los vecinos, incluidos los
propietarios no residentes en las parroquias y los clérigos, a quienes, por ejemplo,
eximían las ordenanzas de 1781; exclusiones a cambio de dinero en una obligación
general en la que sólo cabían sustituciones personales, por criados o jornaleros; desproporcionalidad de la carga, que debía ajustarse a los haberes de los obligados,
como era el caso de la desigualdad entre los carreteros y braceros, tanto por el valor
de su jornal como por el camino a recorrer hasta el punto de las obras; e incompatibilidad entre la prestación y el trabajo agrícola, cuando la costumbre debía ajustarse a los tiempos de labores como la siembra y la recolección. En este sentido se
pronunciaron, entre otros, Ignacio Flórez Arango, Francisco de Paula Jovellanos en
la Junta General y el propio Jovellano en el Informe sobre la Ley Agraria.
También prestó atención Jovellanos a la otra figura de Derecho consuetudinario asturiano a la que queremos referirnos: los arrendamientos perpetuos. Es sabido
que la gran mayoría de los campesinos asturianos eran cultivadores de tierras ajenas, independientemente de que fuesen, además, propietarios de pequeños terrenos,
que, en cualquier caso, no resultaban suficientes. En el Antiguo Régimen, la propiedad de la tierra se dividía en dominio directo, a cargo del propiamente propietario,
que trabajaba generalmente a través de jornaleros, y el dominio útil, que cedía a cultivadores ajenos a través de distintos contratos agrarios, en buena parte perpetuos,
como los foros o los censos enfitéuticos. De este modo, los cultivadores participaban
del derecho de propiedad al poder disponer en herencia de las tierras. Por naturaleza, el contrato de arrendamiento es temporal. Sin embargo, por costumbre, en
Asturias los arrendamientos también se perpetuaban. Dicha costumbre fue elevada
a ley, primero, para el concejo de Valdés, en 1772 —resolución del Consejo de Castilla de 26 de noviembre de 1772—; luego, para toda Asturias, por Real Provisión de
22 de octubre de 1785; y, finalmente, de forma general por Real Cédula de 6 de
diciembre de 1785, debida a Campomanes, llamada significativamente de protección de los colonos, que prohibió aumentar las rentas y el desahucio de los arrendatarios salvo casos excepcionales de incumplimiento del contrato, como sería el
impago, mal uso o por necesidad, para cultivo propio, del propietario labrador con
ganado y residente. En Asturias, esta norma fue abrazada por los campesinos y
rechazada por los propietarios y la Junta General. Y también por Jovellanos, que en
esta materia asciende del reformismo ilustrado al liberalismo y se aleja así de su
maestro Campomanes, ya que junto a sus críticas a la vinculación y amortización de
la propiedad de la tierra y al régimen señorial, defendió un derecho absoluto y natural de propiedad incompatible con la perpetuidad de los arrendamientos.
bibliografía
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Historia del Derecho Español, núm. 59, Madrid, 1989, págs. 161-204.
FAYA DÍAZ, María Ángeles y ANES FERNÁNDEZ, Lidia, Nobleza y poder en la Asturias del Antiguo
Régimen, Oviedo, KRK ediciones, 2007.
FERNÁNDEZ PÉREZ, Adolfo y FRIERA SUÁREZ, Florencio (coords.), Historia de Asturias, Oviedo, KRK
ediciones, 2005.
FRIERA ÁLVAREZ, Marta, La Junta General del Principado de Asturias a fines del Antiguo Régimen
(1760-1835), Oviedo, Consejería de Educación y Cultura del Principado de Asturias, Junta
General del Principado de Asturias/KRK ediciones, 2003.
SANGRADOR Y VITORES, Matías, Historia de la administración de justicia y del antiguo gobierno del
Principado (Oviedo, 1866), Gijón, Silverio Cañada, 1989.
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La cultura asturiana: presencia y diáspora
Álvaro Ruiz de la Peña e Inmaculada Urzainqui
Universidad de Oviedo
En una sociedad ajustada a la estructura estamental de poderes, el concepto de
cultura no puede ser, en modo alguno, transversal, y los distintos estamentos o
clases marcan su propio territorio, creando ámbitos culturales de perfiles propios
y, a la vez, complementarios. En la Asturias de Jovellanos podemos reconocer cuatro focos principales de actividad cultural: el institucional, el aristocrático, el eclesiástico y el popular, aunque las fronteras que limitan su singularidad no siempre
resultan reconocibles.
La cultura institucional recae esencialmente en el ámbito educativo y tiene el
aire embrionario de los proyectos no desarrollados de forma sistemática. La escasez de organismos dependientes de la Corona y la falta de competencias legislativas deja la formación básica de los niños y adolescentes en manos de la Iglesia y
otras instituciones de beneficencia, que orientan la educación en conformidad
con los valores religiosos y preparan a los escolares para su ingreso en los seminarios diocesanos o, en el caso de las niñas, para el matrimonio o el noviciado de los
conventos.
Dejando a un lado las llamadas escuelas de latinidad —cuya hegemonía
corresponde a los jesuitas del colegio de San Matías de Oviedo— y ciñéndonos a
los centros de instrucción primaria, en Oviedo encontramos dos que resumen
perfectamente los perfiles de este tipo de instituciones: el Colegio de Niñas
Huérfanas Recoletas y el Colegio Seminario de San José. El primero, ligado por
cláusula testamentaria del arzobispo Valdés Salas a la Universidad de Oviedo,
dicta que «se establezca en la ciudad una casa en que se recojan doncellas virtuosas, que estén bajo la custodia de dos o tres matronas, cuales convengan para que
sean doctrinadas en las cosas de la fe, y las enseñen a labrar, coser e hilar»; con el
paso del tiempo, tras abrirse el colegio en 1676, las nuevas constituciones del siglo
XVIII —las promulgadas en 1758— amplían el nivel de conocimientos de las
educandas, que podrán aprender a «escribir, leer y contar». Fue la única escuela
de mujeres que existió en la capital del Principado hasta mediados del siglo XIX
y, con todas sus deficiencias, cumplió con una necesidad pedagógica y social,
siempre presente en el espíritu de los ilustrados ovetenses. El segundo, fundado
por disposición testamentaria del arcediano Pedro Díaz de Oseja, abrió sus puer-
[pág. 214]
Fotografía del edificio actual de
la antigua Sociedad Económica
de Asturias, en la calle Rosal
de Oviedo
Edificio fundacional de la Real
Sociedad Económica de Amigos
del País de Asturias
215
Fotografía del palacio de los
Merás en Tineo —actual hotel
Palacio de Merás—, tomada de
Aurelio Menéndez Losada, La
villa de Tineo, Asociación
Cultural Conde de Campomanes
2010
Biblioteca Nacional de España
Los Merás, pertenecientes a la
aristocracia rural del occidente
de Asturias, destacaron en el
ámbito de las letras asturianas.
Jovellanos describe la casa
como «grande, antigua, con dos
torres, al final de una calle
sucia y pendiente...»
tas a los estudiantes en 1694, orientándolos hacia la carrera eclesiástica. Sus constituciones, aprobadas en ese año, reflejan una mayor ambición pedagógica y ofrecen un nivel de conocimientos muy superior al de las Huérfanas Recoletas, ya que
al básico aprendizaje de la lectura y escritura pueden unir el conocimiento de «la
gramática y retórica», así como el acceso a obras de «teología y sagrados cánones». Los preceptores del colegio deben insistir en la mejora de la imagen social
de los niños, ejercitarlos en «las reglas de urbanidad y cortesía», persiguiendo un
modelo educativo que descanse sobre tres pilares sólidos: «virtud, buena crianza
y enseñanza», lo que en términos actuales corresponderían a la formación religiosa, la educación cívica y la alfabetización primaria. Las constituciones contemplan, además, otros aspectos que no están en el colegio de niñas, tales como el vestido con el que se han de uniformar, los instrumentos musicales de su aprendizaje, la dieta alimenticia, más rica y variada que la de las Huérfanas, la asistencia
sanitaria y las horas dedicadas al ocio o al juego, advirtiendo a los educadores que
deberán reprender a los defectos de los niños «con suavidad», quedando prohibidos los castigos físicos. A lo largo del siglo XVIII, los educandos se convierten en
una especie de cantera al servicio de las necesidades del cabildo ovetense, en el que
acaban integrándose como coristas, músicos, criados de dignidades o desempeñando capellanías después de tonsurarse.
Al margen de la Universidad, la máxima institución educativa es el Instituto
de Náutica y Mineralogía, proyecto en el que Jovellanos volcó muchas ilusiones y
216
esfuerzos y tuvo una presencia muy activa. Abrirá sus puertas en 1794 y formará,
en ausencia de estudios orientados a tal actividad, a pilotos de naves de transporte
y técnicos en la explotación de los yacimientos minerales. Por su moderna concepción pedagógica y la novedad que introducía en la adquisición de conocimientos técnicos, uniendo la enseñanza de las ciencias prácticas con las humanidades, fue un referente educativo en toda España y permitió el acceso de muchos
jóvenes a saberes que iban a resultar fundamentales en la sociedad preindustrial
del siglo XIX. Aunque en su estructura, orientación y funcionamiento pueden
advertirse rasgos afines a los que caracterizaban los Seminarios de Nobles, el principio de igualdad de oportunidades que estableció, exigiendo como único requisito la capacidad intelectual, le dio un carácter muy distinto. En él desarrolló
nuestro ilustrado sus ideas sobre la moderna pedagogía, estimulando a los discípulos con la posibilidad de realizar viajes por el extranjero y armonizando
esfuerzo y entretenimiento desde una única perspectiva educadora: conseguir los
mejores frutos de una generación ansiosa por integrarse en la modernidad. El
Instituto acabó así convirtiéndose en un granero de ciudadanos libres, críticos y
comprometidos con las ideas de progreso material y responsabilidad moral que
iban a marcar el perfil del liberalismo avanzado a lo largo del XIX. Que ello fue
así se constata repasando la lista de los estudiantes matriculados en el primer año
de funcionamiento, entre los que encontramos nombres tan ilustres como los del
matemático y arabista Juan de Arce y Morís, el publicista y secretario de Godoy
Julián Fernández San Miguel, hermano del general Evaristo San Miguel, el arquitecto Juan Miguel de Inclán Costales, director de la Academia de San Fernando,
el general de brigada y escritor Juan Francisco Hevia Antaño, los hermanos
Sánchez Cifuentes —que lo eran del futuro director del Instituto, Victoriano
Sánchez Cifuentes—, el naviero Mateo Alvargonzález, el general realista Tomás
Bobes, muerto prematuramente en la batalla de Urica (Venezuela, 1814) defendiendo la corona española —conocido en la historia de la emancipación americana como «el León de los Llanos»—, y otros más que simbolizan la presencia en
Asturias de una juventud ilustrada cuya obra, aunque pertenezca por entero al
siglo XIX, es deudora de las ideas del reformismo de las luces. La historia posterior del Instituto corrió pareja suerte a la de Jovellanos. Encarcelado en Mallorca,
la gran empresa educativa irá declinando progresivamente hasta su conversión en
centro de enseñanza media oficial en 1868. El 27 de marzo de 1804, en carta dirigida a su fiel amigo González Posada, levanta amargamente acta de una muerte
anunciada: «Dieron por fin al huérfano el golpe que le amenazaba desde que perdió a su padre».
Al lado de estas instituciones educativas, resultado de la beneficencia de la
Iglesia o de la iniciativa privada con ayudas de la Hacienda real, debe destacarse,
El Corresponsal del Censor
1786-1788. Madrid
Biblioteca Nacional de España
Periódico quincenal del llanisco
Manuel Rubín de Celis,
publicado en Madrid desde
mayo de 1786 hasta junio de
1788, en la línea de la prensa
de ideas.
217
[pág. 219]
Vicente Arbiol Rodríguez
Francisco Martínez Marina
1844
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo
El historiador y jurisconsulto
ovetense Martínez Marina
(1754-1833) fue muy admirado
por Jovellanos, quien se refería
a él como «el sabio Marina». En
su Ensayo histórico crítico sobre
la legislación y principales
cuerpos legales de León y
Castilla (1808) Jovellanos veía
plasmado el Derecho Público
interior de España. Propuso que
le designase asesor de la Junta
Central. Se comprometió a
colaborar con él en el
Diccionario geográfico histórico,
para el que redactó los
Apuntamientos sobre Gijón.
218
como símbolo de las ideas reformistas en Asturias —al igual que en toda
España—, la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País (1780), alentada por Campomanes, tal como hiciera desde el Consejo de Castilla con el resto
de las Sociedades del reino, y en la que Jovellanos colaboró muy activamente
desde 1781. No tuvo ni la larga vida que tuvieron otras diseminadas por la geografía nacional ni el impulso reformador con la que había sido activada, dada la
composición social de los primeros miembros, entre los que no hallamos ese elemento burgués que se convertiría en el primer beneficiario de las proyectadas iniciativas societarias. Pero a pesar de ello, en sus informes y memorias dejaron
constancia muchos insignes asturianos de la preocupación modernizadora que
caracterizó los afanes ilustrados que, sin embargo, no se tradujeron en mejoras
efectivas para el Principado, dado el progresivo decaimiento de las Sociedades en
toda España, abandonadas a su suerte tras los acontecimientos revolucionarios en
Francia. Compuesta básicamente por eclesiásticos y nobles con una cierta mentalidad burguesa, logró dar cuerpo a algunos proyectos interesantes, antes de iniciar su progresiva decadencia, como la creación de una Escuela de Dibujo, dirigida por el pintor Juan Nepomuceno Cónsul desde 1785, o la fundación de un
Gabinete de Historia Natural, alentado y promovido por el obispo Agustín
González Pisador. En otros casos, lamentablemente más numerosos, esas iniciativas ni siquiera llegan a ponerse en práctica, como la creación de cátedras de matemáticas, física, química y mineralogía, propuestas por Jovellanos en un discurso
que lee ante la Sociedad el 6 de mayo de 1782.
Respecto a la cultura producida en el espacio aristocrático, debe señalarse la
precedencia cronológica del ilustre militar, diplomático y escritor Álvaro Navia
Osorio (Puerto de Vega 1684-1732), tercer marqués de Santa Cruz de Marcenado.
Alcanzó gran celebridad por sus Reflexiones militares (Turín-París, 1724-1727),
magna obra que sirvió de base teórica a los principales ejércitos europeos hasta la
época de Napoleón. Fue también autor de una importante contribución a la
Economía Política, la Rapsodia económica-política-monárquica (1732), que
Jovellanos saludó como uno de los tratados fundamentales de teoría económica
de la Edad Moderna, así como de un monumental proyecto de Diccionario histórico-geográfico universal, para el que reunió muchos materiales, que no llegó a editarse. Todo ello le sitúa en la órbita de la temprana Ilustración, al lado de figuras
tan relevantes como Feijoo, Sarmiento o Mayans.
Contemporáneos de Jovellanos y herederos de esa tradición culta de la aristocracia asturiana, son varios miembros de la nobleza urbana y rural, empezando
por la propia hija del marqués, Irene de Navia y Bellet (1726-1786), primera escritora asturiana de nombre conocido y una de las mujeres más cultas de su tiempo.
Nacida en Turín, donde su padre se hallaba en misión diplomática, y casada con
219
La Gaceta de los niños
1798-1800
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo
Primer periódico infantil
español, redactado por los
hermanos Bartolomé y José
Canga Argüelles y publicado en
Madrid entre 1798 y 1800.
220
el marqués de Grimaldo, pasó la mayor parte de su vida en Madrid, donde es
muy probable que tratara a Jovellanos. Aunque consta que escribió diversas obras
—poesías, comedias, tragedias, traducciones...—, no han llegado hasta nosotros
porque las quemó antes de morir. Sólo se han conservado unos versos latinos de
juventud que fueron publicados en las Mémoires de Trévoux y en el Memorial
Literario. Casi de la misma edad es José Joaquín Queipo de Llano, V conde de
Toreno (Cangas de Tineo, 1728-1792), Alférez Mayor del Principado, hombre de
amplísima cultura y vasta curiosidad intelectual, activo promotor de la Sociedad
Económica asturiana, amante de las ciencias naturales e impulsor de las primeras
prospecciones mineralógicas que tuvieron lugar en Asturias, de lo que dio cuenta
en varios discursos pronunciados en dicha Sociedad y publicados en Madrid en
1785. Fruto de sus aficiones poéticas son varias composiciones de tono neoclásico, publicadas en la imprenta ovetense de Francisco Díaz Pedregal por los años
1786-1789, entre las que se cuenta un curioso canto En elogio de la brillante invención del globo aerostático y de los primeros franceses que utilizaron ese medio que
tantas expectativas abrió al viaje moderno. Francisco de Paula Caveda y Solares
(Villaviciosa, hacia 1760-1811), desarrolló una notable labor como historiador,
dialectólogo, traductor y poeta, aunque su obra quedó inédita. Amigo del círculo
más íntimo de Jovellanos, colaboró con él en lo que pudo haber constituido el
primer diccionario de la lengua asturiana, proyecto que desgraciadamente quedó
interrumpido. También su hermana Rita (nacida en 1760), que después de casada
pasó a vivir a Madrid, se distinguió por su cultura y aficiones literarias. Además
de varias obras inéditas, hoy desaparecidas, publicó un notable tratado epistolar
dirigido a la educación de las mujeres que, aunque se presenta como traducción
—Cartas selectas de una señorita a una sobrina suya, entresacada de una obra
inglesa impresa en Filadelfia y traducidas por doña Rita Caveda y Solares (1800)—,
parece obra original. Amigo también de Jovellanos fue Ignacio de Merás y Queipo
de Llano (Tineo, 1738-1799?), mayorazgo del palacio de Paredes y Merás en el
concejo de Valdés, miembro de la Academia de la Historia, caballero de la Orden
de Carlos III y Ayuda de Cámara de Carlos IV. Muy aficionado a la poesía y al teatro, escribió un crecido número de versos amorosos, elegíacos y satíricos, una
comedia de figurón (La pupila madrileña) y una tragedia (Teonea) que recogió en
dos volúmenes de Obras poéticas (Madrid, 1797-1798). Fue también traductor de
Ducreux y de Riccoboni. Manuel Rubín de Celis (Llanes, 1743-1809), militar y
diplomático primero, y funcionario de Hacienda después, perteneció también a
una familia muy vinculada a Jovellanos. En su juventud colaboró estrechamente
con Campomanes, fruto de lo cual fueron varias traducciones de tema económico y el Discurso sobre el modo de fomentar la industria popular, publicado el
Rita Caveda y Solares
Cartas selectas de una señora
a su sobrina suya, traducida
de una obra inglesa, impresa
en Filadelfia y traducidas
al español
1800, Madrid: oficina de
García y Compañía
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
Tratado educativo en forma
epistolar para formación de las
mujeres, escrito por la ilustrada
asturiana, hermana del amigo
de Jovellanos, Francisco de
Paula Caveda. Aunque figura
como traducción,
verosímilmente fue obra
original.
221
[1]
Fotografía de la antigua Casa
de Comedias del Fontán
(Oviedo), anterior a su
conversión en Biblioteca
Pública —ubicada en la plaza
Daoiz y Velarde de Oviedo
La actividad teatral desarrollada
en Oviedo en el siglo XVIII tenía
su centro de actividad en esta
Casa de Comedias.
[2]
Fotografía de la capilla de la
Balesquida, sede religiosa de la
cofradía de los Sastres
ovetenses ubicada en la plaza
de la Catedral de Oviedo
El gremio de los sastres tuvo
una gran actividad lúdica en las
últimas décadas del siglo XVIII,
montando espectáculos
callejeros muy bien acogidos
por los ovetenses.
222
mismo año que el conocido como de Campomanes (1774), lo que ha supuesto
un inquietante enigma bibliográfico. Aparte de varios textos crítico-satíricos, se le
recuerda especialmente como redactor de El Corresponsal del Censor (1786-1788)
periódico quincenal que se distinguió, en la estela de El Censor —el gran periódico ilustrado que tuvo entre sus colaboradores a Jovellanos— por su crítica
social y renovadoras propuestas.
Respecto del tercer espacio cultural, el que se produce en el ámbito de la Iglesia
asturiana, sabemos hoy que los conventos de algunas órdenes religiosas fueron a lo
largo de la centuria focos de investigación y reflexión humanísticas. A la cabeza de
todos está el de San Vicente de Oviedo, residencia del gran benedictino Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764), inspirador decisivo de la Ilustración española.
Oriundo de Galicia, se trasladó a Oviedo en 1709, donde permanecerá, salvo algunos viajes esporádicos, el resto de sus días y escribirá las obras que le dieron
renombre internacional, fundamentalmente el Teatro crítico universal, (17261739) y las Cartas eruditas y curiosas (1742-1760). Querido y respetado por todos,
contó con el apoyo y colaboración de sus compañeros de Orden, el aprecio de sus
colegas de la Universidad, de la que fue catedrático de Teología, y mantuvo estrecha amistad con muchos notables asturianos o residentes en Asturias, como el
doctor Gaspar Casal, con el que durante años compartió su pasión por la medicina, el anatómico francés Juan D’Elgart o el Regente de la nueva Audiencia,
Isidoro Gil de Jaz. Su huella se dejó notar en la actividad posterior de muchos
benedictinos, como Fr. Iñigo Buenaga, Fr. Dionisio Otaño o Fr. Millán Gutiérrez,
activos colaboradores de la Sociedad Económica asturiana. Aunque no hay constancia documental de que Jovellanos lo conociera personalmente —lo que es muy
verosímil, habiendo hecho sus primeros estudios en Oviedo—, sí la hay de la profunda admiración que le profesó.
Junto a la actividad intelectual de los monjes de San Vicente, cabe destacar la
de los jesuitas del colegio de San Matías, que abren escuelas de latinidad y gramática y orientan su labor pastoral a través de las representaciones dramáticas que
organizan junto a sus escolares.
La abundante nómina de religiosos y clérigos que participan en la vida cultural asturiana cuenta con algunos nombres particularmente significativos. En la
literatura, poetas en lengua asturiana como Juan González Villar (1746-1820),
Bruno Fernández Cepeda (h.1750-1803), Antón Balvidares (1751-1752), la benedictina Teresa Cónsul (h.1750/60-1834), autora de un entremés, en asturiano y
castellano, que se representó en el monasterio de Santa María de la Vega en 1789
en honor de la abadesa, y Josefa Jovellanos (1745-1807), un año menor que su
hermano Gaspar, con el que estuvo muy unida. Viuda de Domingo González de
Argandona, Procurador General del Principado en la Corte, regresó a Asturias,
[1]
[2]
donde después de una intensa labor de promoción y ayuda a mujeres desvalidas,
profesó en el convento de Agustinas Recoletas de Gijón, del que fue priora. Dos
de los poemas que se conservan están dedicados a su hermano.
En los estudios históricos destacan dos íntimos de Jovellanos, los canónigos
Carlos González Posada (Candás, 1745-1831) y Francisco Martínez Marina
(1754-1833). El primero, tal vez la persona de más estrecha confianza de don
Gaspar, con el que estuvo en contacto personal o epistolar desde 1773 hasta su
muerte, canónigo de Ibiza primero y después de Tarragona, fue un verdadero
ilustrado en el sentido estricto del término. Fue autor de dos obras fundamentales en la bibliografía del Principado, la Biblioteca asturiana, primer censo de escritores asturianos —hasta el momento en que escribe— y para el que empezó a
reunir materiales en 1776, y las Memorias históricas del Principado de Asturias,
publicadas en Tarragona en 1794. Poco después de fallecido Jovino, a partir de sus
recuerdos redactó en Ibiza —adonde se había dirigido un mes antes de la toma
de Tarragona por el general Suchet— unas valiosas Memorias para la biografía del
señor Jovellanos (1812). El segundo, canónigo de San Isidro, académico de la
Lengua y de la Historia —de la que fue director en dos periodos: 1801-1804 y
1816-1818—y diputado por Asturias en las Cortes, llevó adelante un magno proyecto en el que logró involucrar al arzobispo ovetense Juan Llano Ponte y a
muchos párrocos asturianos, así como a otros ilustrados como Caveda o el propio Jovellanos, en el magno proyecto de un Diccionario Geográfico Histórico del
Principado de Asturias, que lamentablemente permanece todavía inédito. Es también autor, entre otras obras, de una Teoría de las Cortes (1813) que tuvo gran
influencia en la literatura constitucional del XIX.
223
[Pág. 225]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Apuntamientos sobre Gijón
(destinados al Diccionario
geográfico-histórico de
Asturias).
1804
Colección particular.
Depósito Museo Casa Natal de
Jovellanos, Gijón
Borrador de la historia de la
villa natal de Jovellanos. Fue
redactado para el Diccionario
Geográfico de Asturias,
patrocinado por la Academia de
la Historia.
224
Otros nombres que también cabría recordar son los de Pedro Díaz de Valdés
(Gijón, 1740-1807), canónigo de Urgel, inquisidor y luego obispo de Barcelona,
gran aficionado a la botánica y entrañable amigo también de Jovellanos, que en el
Memorial literario publicó una serie de artículos de tema científico y vio premiado
por la Sociedad Bascongada de Amigos del País un proyecto de reactivación económica de los pueblos a través de sus párrocos, recogidos luego en dos volúmenes, El
padre de su pueblo y Tratados sobre la física del clero —añadiendo en éste un discurso
sobre la historia natural de Cataluña— publicados en Barcelona en 1806; el praviano Luis Folgueras y Sión (1769-1849), obispo de Orense y autor de un libro de
Fábulas (1811) de filiación antiliberal; el abate José Miguel Alea, que desarrolló en
Madrid una extensa labor como traductor y crítico literario en las páginas de la
prensa, acabando sus días en el exilio por su condición de afrancesado; Alonso
Bernardo Rivero Larrea, cura de Ontalvilla (Segovia), cuyos escasos datos biográficos no ensombrecen el interés socio-literario de su novela El Quijote de la
Cantabria, publicada en Madrid (1792), a la que singulariza la composición bilingüe de los diálogos (asturiano y castellano) que mantienen sus dos protagonistas.
Por su significación jerárquica, merece una mención especial el ilustrado
obispo Agustín González Pisador, que crea y dota dos cátedras de Medicina en la
Universidad de Oviedo para paliar una necesidad agudamente sentida en el
Principado y tiene una participación muy activa en la fundación y desarrollo de la
Sociedad Económica, junto a Campomanes, el conde de Toreno, el regente de la
Audiencia Juan Matías de Azcárate, el coronel del regimiento provincial de Asturias
Joaquín de Velarde o el mismo Jovellanos.
Al lado de todos estos autores de condición nobiliaria o clerical, hay otros
—funcionarios, militares, abogados y otros profesionales de mentalidad burguesa—
dignos de ser reseñados. En el ámbito de la literatura, Alonso Carrió de Lavandera,
autor de un curioso libro de viajes, El Lazarillo de ciegos caminantes, publicado en
Lima, donde residía como funcionario de la Corona española, en 1775, salpicado de
elementos novelescos que lo aproximan al ciclo picaresco; Eugenio Antonio del
Riego Núñez (1748-1816), prolífico autor de églogas, odas, romances, fábulas, etc.
que publica asiduamente en la prensa madrileña; el militar Alonso Arango Sierra
(1753?-1827), autor de un drama, El triunfo del mérito, que se representa en la
Universidad ovetense en 1790 para celebrar la elevación de Campomanes al
Supremo Consejo de Castilla, y de un Elogio de Felipe V premiado por la Real
Academia; los jóvenes hermanos Bartolomé y José Canga-Argüelles, autores conjuntamente de varias traducciones del griego y del primer periódico infantil español, la
Gaceta de los niños, publicada en Madrid entre 1798 y 1800; y en los estudios históricos y jurídicos, el abogado Juan Pérez-Villamil (Puerto de Vega, 1754-1824), que
después de colaborar con Jovellanos en varios proyectos de la Sociedad Económica
Matritense —como la puesta en marcha de una Gaceta económica (1786), finalmente frustrada— y escribir sus primeros trabajos de jurisprudencia e historia, marchó a Mallorca como fiscal de la Audiencia, regresando luego a Madrid, donde desarrollará una intensa actividad como socio de las Academias de la Historia, de la que
fue director (1807), de la Lengua y de San Fernando. Dos de sus más notables trabajos son la Disertación sobre la multitud de abogados (1783) y la Historia civil de la
isla de Mallorca, que dejó inédita.
Dentro de este panorama cultural es obligado aludir también a una serie artistas asturianos que, a partir de la Real Orden de 14 de septiembre de 1783 liberando
el ejercicio de las Nobles Artes, desarrollan sus trabajos en el Principado. Entre los
arquitectos están Manuel Reguera (1731-1798), el primero de Asturias que tuvo
vinculación con la Academia de San Fernando y con el que Jovellanos mantuvo una
estrecha relación; Pedro Antonio Menéndez (hacia 1716 - después de 1777), protegido del regente Gil de Jaz, director de las obras del Real Hospicio de Oviedo y
225
Instrucción para la formación
de un Diccionario geográfico
de Asturias
1791
Real Academia de la Historia.
Madrid
El diccionario tenía por objeto
«la descripción general y
particular del Principado y de
todos los términos y lugares
comprendidos en sus divisiones
natural o física, civil y
eclesiástica». Jovellanos detalla
prolijamente el método a seguir
por los colectores del
Principado en la relación de
cada cédula, o entrada, cuyo
estilo y contenidos habían de
homogeneizar los académicos
residentes en Madrid.
226
supervisor de trabajos realizados en la catedral ovetense; Francisco Pruneda y Cañal
(1739-1812), autor de la reforma y ampliación del popular mercado del Fontán
ovetense, y otros de menor importancia como el anticlasicista José Bernardo de la
Meana (1715-1790) o Benito Álvarez Perera (1743-1804), que trabajó en las obras
de la nueva carretera de Castilla y en las de renovación del convento de Santa Clara
de Oviedo. Y entre los pintores cabría destacar a Francisco Reiter (1736-1813),
autor de cuadros religiosos de gran popularidad, los retratos de Carlos González de
Posada (1800) y del V conde de Toreno (1790) y del conocido plano de Oviedo
(1777); Joaquín Inza (1736-1811), retratista de Campomanes (1771) y de Josefa
Jovellanos (hacia 1770-1774) y el avilesino Ángel Pérez, protegido de Jovellanos,
quien le encargó las enseñanzas de dibujo artístico en el Real Instituto y fue retratista oficial de su familia y círculo de amistades. Uno de sus retratos más conocidos
es el del hermano de don Gaspar, Francisco de Paula (hacia 1794-1798), primer
director del Instituto.
La música culta, ligada a las necesidades litúrgicas de la Iglesia, tiene su ámbito
particular en la catedral de Oviedo, donde encontramos los mejores músicos de la
centuria —los maestros de capilla Enrique Villaverde, Pedro Furió, Joaquín Lázaro
o Juan Páez— y los instrumentistas que componen su orquesta —cuerda, viento y
tecla—, que también viajaba por Asturias en las festividades señaladas de las villas
y pueblos. En el rico archivo catedralicio se conserva un gran número de composiciones —misas, motetes, cantatas...— que expresan tanto la evolución del barroco
al neoclasicismo como la madurez técnica de sus autores y el desarrollo de la expresión musical en el siglo.
Por último, debemos referirnos al espacio ocupado por las manifestaciones culturales que proceden de las organizaciones gremiales y de las cofradías, en ocasiones vinculadas a la tradición dramática de la liturgia medieval, y en otras a iniciativas de carácter marcadamente civil. Existen testimonios escritos de gran expresividad sobre espectáculos parateatrales a lo largo del siglo XVIII que certifican el vigor
alcanzado por estas manifestaciones de arte popular, que se enriquece con elementos variados —música coral e instrumentística, escenografía alegórica, máscaras,
desfiles, pantomimas, simulacros bélicos, fuegos artificiales— y cuyo interés fundamental reside en su carácter de espectáculo con un alto grado de participación
popular. Las representaciones remiten con frecuencia a una finalidad celebrativa y,
de acuerdo con las instituciones que las promueven, pueden ser de dos clases:
didáctico-religiosas —con la puesta en escena de pasajes bíblicos o pequeñas obras
dramáticas de asunto hagiográfico y moralizador— y profanas —alusivas a la efemérides que se celebra o a situaciones políticas o sociales del contexto concreto—.
Con el paso del tiempo, el teatro escolar de naturaleza didáctico-religiosa irá siendo
sustituido por un tipo de representaciones en las que el elemento religioso no es tan
Gaspar Melchor de Jovellanos
Cédulas para el Diccionario:
apostal, banzado, chousa
Hacia 1800-1801
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón
Documentos de etimología
lingüística reunidos por
Jovellanos para formar un
Diccionario de la lengua
asturiana, finalmente
inconcluso.
explícito; dramatizaciones que tienen como objeto la celebración de acontecimientos de carácter civil —exequias regias, tratados de paz, nombramientos políticos,
nacimiento de príncipes, matrimonios de la realeza—, promovidas y llevadas a
227
[1]
[2]
cabo por instituciones civiles —Universidad, Sociedad Económica, corporaciones locales...— y con la colaboración y participación de entidades de carácter civil
—gremios, artes liberales, cofradías o escuelas públicas—. Ilustran este fenómeno
las fiestas que tienen lugar en Oviedo en los primeros días de 1784, con motivo
del armisticio hispano-británico firmado el año anterior, en las que tiene lugar
una representación, realizada por «cuatro niños de escribir de las escuelas públicas», según relata la Descripción breve... (Oviedo, Francisco Pedregal, 1784). Se
trata de una pieza alegórica en la que los niños interpretan La Lealtad, La
Concordia, El Sosiego y La Esperanza a través de un sencillo texto que exalta las
ideas ilustradas de laboriosidad, virtud, paz y fraternidad humanas, el progreso
técnico, el orden justo: valores que se personifican en la figura de Carlos III. A
continuación, actúan los gremios, representando, entre otras piezas, las obras calderonianas La vida es sueño o Las armas de la hermosura; acaban las fiestas con el
simulacro de la batalla entre las tropas españolas e inglesas, que llegan a alcanzar
tal grado de verismo que conmovió profundamente al público; como brillante
colofón, el arquitecto Manuel Reguera «dio un abundante y exquisito refresco en
su casa», demostrándose que «puede haber amistad muy fina entre los individuos
de un mismo oficio».
228
De la detallada y morosa relación de fiestas, de marcado carácter popular, podemos extraer una conclusión de interés. Estas fiestas reflejan los cambios de orientación cultural que se han ido produciendo a lo largo del siglo, derivados de los cánones estéticos de la Ilustración. En las décadas finales del siglo XVIII, la Iglesia ha
cedido protagonismo e influencia en el ocio organizado de la sociedad civil. Las
fiestas no son ya tan solo de naturaleza religiosa —Corpus, Navidad y otras—, sino
de signo político-cívico y están animadas por grupos e instituciones también civiles. La Iglesia pasa a ser un grupo participante más, a diferencia de lo que ocurría
en los siglos XVI y XVII y hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. El
teatro escolar didáctico-religioso, inscrito en la pastoral católica del barroco, ha sido
sustituido por otro tipo de representaciones —loas, sainetes, entremeses, zarzuelas— de alumnos de las escuelas públicas; las cofradías religiosas han perdido su
papel hegemónico a favor de los gremios preburgueses, y las procesiones o demostraciones litúrgicas se han transformado en exhibiciones escénicas más profanas y
coloristas.
Otra variante de esta cultura popular se encarna en las actividades misceláneas
que tienen su espacio en la Casa de Comedias del Fontán, que abre sus puertas
hacia 1670. Frente a la mirada vigilante de las autoridades eclesiásticas, la vida teatral y los espectáculos de variedades que allí tenían lugar, mantuvieron la atención
de un público variopinto —estudiantes de la Universidad ovetense, artesanos,
comerciantes, criados, menestrales—. Por ella pasaron compañías de cómicos,
volatineros, bailarines, cantantes, músicos nacionales y extranjeros, espectáculos de
circo con animales, magos, enanos y toda suerte de artistas de la farándula. Las noticias recogidas por Ciriaco Miguel Vigil en su Colección Histórico-Diplomática del
Ayuntamiento de Oviedo (1884), que siguen siendo la principal fuente documental
para conocer la vida artística del Fontán, tienen un valor indicativo de la situación
del teatro en Oviedo y resultan más o menos coincidentes con las palabras de
Jovellanos a Ponz en carta de 1782:
[...] no le voy a hablar de teatros o espectáculos magníficos, pues por la
misericordia de Dios no se conocen en este país. Las comedias, los toros y
otras diversiones tumultuosas y caras, que tanto divierten y tanto corrompen a otros pueblos reputados por felices, son desconocidas aun en las
mayores poblaciones de esta provincia.
[1]
Alonso Bernardo Rivero Larrea
Historia fabulosa del
distinguido caballero Don
Pelayo Infanzón de la Vega,
Quixote de la Cantabria, I
1792-1793, Madrid: Imprenta
de la Viuda de Ibarra
Biblioteca de la Universidad de
Oviedo
La novela del eclesiástico de
Villaviciosa tiene la
particularidad de utilizar la
lengua asturiana combinada
con la castellana. Jovellanos la
censuró negativamente.
[2]
Alonso Carrió de La Vandera
El Lazarillo de ciegos
caminantes desde BuenosAyres, hasta Lima; con sus
itinerarios según la más puntual
observación, con algunas
noticias útiles a los nuevos
comerciantes que tratan en
mulas y otras historias, sacado
de las memorias que…
1773, Gijón [i. e. Lima]:
Imprenta de la Rovada
Biblioteca Nacional de España
Ameno libro de viajes en que el
inspector de correos gijonés
describe el trayecto entre
Montevideo y Lima,
proporcionando un importante
testimonio de la vida americana
colonial.
Aunque sabemos que hubo también actividades similares en otras localidades
asturianas, como Gijón o Avilés, no cabe duda de que Asturias estuvo lejos de alcanzar el dinamismo teatral de otras zonas de la geografía nacional. Ignoramos —porque en las actas municipales rara vez se consignan— los títulos de las obras repre-
229
Antonio Ponz
Autorretrato
1701-1800
Museo de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando.
Madrid
Para el Viaje de España de
Antonio Ponz (1725-1792),
comenzó Jovellanos a redactar
sus Cartas del viaje de Asturias,
o Cartas a Ponz.
sentadas o los autores puestos en escena, pero no es difícil deducir que se trataría
de las más populares comedias barrocas, como las mencionadas de Calderón. En el
caso de Gijón, se puede seguir, en parte, su actividad teatral a través de las actas de
acuerdos municipales desde 1756 en adelante. Las noticias remiten en general a
compañías de cómicos de escasa cualificación y no especificado repertorio.
Como alternativa a este teatro popular, que sin duda rechazaba, Jovellanos promueve diversas iniciativas teatrales, como la representación del Pelayo por un grupo
230
de aficionados en 1782, que documenta Ceán Bermúdez, o la de la loa El Agradecimiento que formó parte de la fiesta para celebrar la colocación de un retrato de Carlos IV en el Instituto (Diario, 12-XI-1795).
Una consideración final. Esta rápida relación de nombres, hechos o instituciones nos sitúa en una perspectiva ideal para contrastar las luces y las sombras que
proyectaron los años ilustrados en Asturias. Ni yermo ni vergel, podríamos decir
desde una actitud crítica. Con todo, la escena había quedado preparada para iniciar
un siglo XIX que, lamentablemente, no supo recoger todo lo iluminado por las luces.
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1983 (col. Textos y Estudios del Siglo XVIII, núm. 11).
Jovellanos hace una dura crítica
de la credulidad y el poco juicio
de una «sesera tan
destornillada», por la ausencia
de rigor histórico de la obra.
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de Estudios del Siglo XVIII, 1996, págs. 205-256.
231
[1]
232
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta al Marqués de
Camposagrado, sobre el blasón
del Principado
Gijón, 1794
Junta General del Principado de
Asturias, por comodato de D.
Juan Antonio Pérez Simón
Disertación en forma epistolar
en que Jovellanos establece
cuál ha de ser el escudo del
Principado de Asturias: la cruz
de la Victoria.
[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Tercera carta de Jovellanos a
don Antonio Ponz (Camino de
León a Asturias)
Fundación Alvargonzález. Gijón
La finalidad de estas Cartas del
viaje de Asturias o Cartas a
Ponz es dar a conocer Asturias
en España, porque «los
españoles nacidos de la otra
banda tienen de ella poco más
o menos la misma idea que de
la Laponia o Siberia».
[2]
233
[1]
[2]
José Caveda y Nava (ed.)
Eugenio Antonio del Riego Núñez
Colección de poesías en dialecto
asturiano: comprende las más selectas
de Don Antonio González Reguera, Don
Francisco Bernaldo de Quirós y
Benavides, Don Antonio Balvidares...,
con otras varias de autores
desconocidos
Los pastores de Narcea en Asturias:
églogas que en elogio de una justa
medianía en la vida del campo y
retirada, en varios metros… escribía don
Eugenio del Riego Núñez; égloga
primera, Fabio y Fileno.
1839, Oviedo. Imprenta de D. Benito
González y Compañía
1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio
de Sancha
Biblioteca Nacional de España
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Primera colección de poesía en lengua
asturiana. De la Generación de medio
siglo se recogen poemas de Antonio
Balvidares, Josefa Jovellanos y Bruno
Fernández Cepeda, entre otros.
234
Poema pastoril, ambientado en las
márgenes del río Narcea, del notable
fabulista asturiano y miembro fundador
de la Económica Asturiana.
[3]
[4]
[5]
Ignacio Merás Queipo de Llano
Gaspar Melchor de Jovellanos
Gaspar Melchor de Jovellanos
Obras Poéticas
Colección de Asturias, D. Gaspar
Melchor de Jovellanos
Munuza: tragedia en cinco actos
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
1947, Madrid: Gráficas Reunidas
1793-1794. Barcelona: en la Oficina de
Juan Francisco Piferrer, s.a.
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Biblioteca Nacional de España
Colección de las obras poéticas y
dramáticas del noble tinetense y
amigo de Jovellanos.
En sus visitas a archivos es una
constante el acopio de materiales que
pudieran ayudar a formar una historia
de España y de Asturias. La edición fue
preparada por Manuel Ballesteros
Gaibrois y patrocinada por el Marqués
de Aledo.
En el contexto del auge de la tragedia
histórica de tema nacional, Jovellanos
compuso este Pelayo o La muerte de
Munuza, centrada en los orígenes del
reino de Asturias.
1797, Madrid: Benito Cano
235
El largo camino hacia las ciencias útiles
Jorge Ordaz Gargallo. Universidad de Oviedo
A lo largo del siglo XVIII, los esfuerzos de la Ilustración en España estuvieron
orientados a romper con las ataduras sociales, ideológicas, culturales y económicas
pretéritas, a fin de superar los denominados «males endémicos de nuestro país» y
tratar así de incorporarlo al ritmo modernizador de la mayoría de naciones europeas. Para este fin, era fundamental potenciar la ciencia, ya que sin ésta era imposible el conocimiento y explotación de los recursos naturales, la invención de
instrumentos, la generalización y mejora de las máquinas y el desarrollo de nuevos
descubrimientos. De este modo, la ciencia es vista como la principal vía de acceso
a mayores cotas de progreso y bienestar, extendiéndose la enseñanza de las diferentes materias científicas a diversos ámbitos de la sociedad, desde el civil al militar.
La promoción de la ciencia en sus diversas ramas o especialidades alcanzó su
cenit bajo el reinado de Carlos III (1759-1788) y se sostuvo, con altibajos, hasta el
reinado de Carlos IV (1788-1808). En esta época, se sientan las bases del desarrollo de la ciencia a partir de la incorporación de las enseñanzas científicas en universidades y academias militares, y la creación de nuevos centros e instituciones,
tales como academias de ciencias, gabinetes de historia natural, laboratorios de
física y química, jardines botánicos y observatorios astronómicos y meteorológicos. Hay que señalar también la participación activa de las sociedades económicas en la enseñanza, aplicación y difusión de la ciencia.
En Asturias, dado el aislamiento a que se veía sometida la región en razón de
sus limitaciones de comunicación, la actividad científica se hallaba reducida al
mínimo. En la mortecina universidad de Oviedo del siglo XVIII, no se impartían
asignaturas científicas y se carecía de infraestructuras adecuadas para su docencia y práctica. En este sentido, la labor divulgadora del P. Benito Jerónimo Feijoo,
a través de su Teatro crítico universal y de las Cartas eruditas y curiosas, constituye
una notable excepción dentro del panorama de general atonía. Esta situación, sin
embargo, conocerá un giro positivo en la segunda mitad del siglo, con la aparición de una serie de personalidades que, desde diferentes instancias, darían un
significativo impulso al fomento de la ciencia en Asturias.
[pág. 236]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Discurso pronunciado en la
Sociedad de Amigos del País
de Asturias sobre la necesidad
de cultivar en el Principado el
estudio de las ciencias naturales
6 de mayo de 1782
Archivo Histórico Diocesano de
Oviedo
Para Jovellanos, junto a la
libertad y los auxilios, las luces
constituían un prerrequisito
indispensable para el
crecimiento económico.
En este discurso proponía becar
a estudiantes para que se
formasen como técnicos en los
mejores centros científicos
europeos.
Gaspar Casal
A mediados de la centuria, ante el interés por la extracción o abastecimiento de
materias primas minerales, comienza en el Principado un apreciable interés por
237
[pág. 239]
Vicente Arbiol y Rodríguez
Joaquín José Queipo de Llano
y Valdés (1727-1805),
V Conde de Toreno y alférez
mayor perpetuo del Principado
de Asturias
1848
Real Instituto de Estudios
Asturianos. Oviedo
El V Conde de Toreno, junto a
otros socios de la Sociedad
Económica de Amigos del País
de Oviedo, fue pionero e
impulsor del estudio de la
mineralogía asturiana.
la geología, cuyo estudio se hallaba entonces englobado dentro de lo que se denominaba «Historia Natural». El trabajo pionero del médico Gaspar Casal y Julián
(1680-1759), compendiado en su Historia natural y médica del Principado de
Asturias —editada póstumamente en Madrid, en 1762—, marca un hito en el
conocimiento de los productos naturales de la región. Gerundense de nacimiento, Casal se había trasladado en 1717 a Asturias, donde fue nombrado
médico del municipio ovetense y facultativo del cabildo catedralicio. Además de
sus notables contribuciones médicas, Casal enumera en esta obra piedras, minerales, metales, plantas y animales, junto a reflexiones acerca de la climatología y el
«temperamento» propio del país. Estudia las aguas minerales de diversos manantiales, experimentando con las de Priorio y de la Fuente Santa (Nava); y dedica
especial atención al descubrimiento del «sucino» o ámbar en Valdesoto y Piloña,
al «visco corylino» (arfueyo o muérdago) y al hallazgo de la «culebra blanca». En
cuanto a minerales, cita, sin entrar en detalles, la existencia del antimonio en Cangas, el azabache en Villaviciosa, el almagre en Covadonga y el carbón de piedra
«en muchos parajes»; así como la piedra imán y «muchos minerales de hierro,
plomo y cobre y aún de otros géneros estimables».
De 1772 es un estudio, a modo de complemento de la obra de Casal, de Fray
Íñigo de Buenaga, monje del monasterio benedictino de Corias, sobre la mina de
amianto —la piedra «queimona», de la que hablara el P. Sarmiento— en Figueras (concejo de Allande) y de otras de jaspe, mármol, pirita, marcasita y carbón
de piedra —éstas en Rengos y Caboalles—. También cita este autor algunas «piedras figuradas» —fósiles—. Habría que mencionar también el informe de 1784
sobre las canteras de mármol de la región, debido al italiano Juan Bautista Galeotti, que había venido a Asturias en busca de materiales pétreos para la decoración del Palacio Real. Otro aficionado a la geología, Bernabé Canga Argüelles,
seguidor de Christiano Herrgen, publicó en los Anales de Historia Natural (1802)
un artículo sobre la «blenda carbonosa» del Puerto de Pajares.
Sin embargo, la mayor aportación de carácter geológico de estos años se debe
a un extranjero, el naturalista y clérigo inglés Joseph Townsend. El reverendo
Townsend recorrió Asturias en 1786 y sus observaciones, incluidas en A journey
through Spain in the years 1786 and 1787 (Londres, 1791), abarcan descripciones
litológicas y mineralógicas, yacimientos fosilíferos y singularidades geomorfológicas, estructurales y estratigráficas de los terrenos asturianos.
El conde de Toreno
Seis años antes del viaje de Townsend, y gracias al apoyo de Pedro Rodríguez Pérez,
conde de Campomanes, la diputación del Principado había constituido la Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, con sede en Oviedo, aunque
238
sus estatutos no se aprobaron, por real cédula, hasta el año siguiente. Entre sus principales objetivos, figuraba el estudio y divulgación de las «ciencias útiles», en apoyo
al incipiente desarrollo industrial asturiano. Promotor y socio de mérito de esta
sociedad económica fue Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V conde de Toreno
(1727-1805), personaje relevante de la Ilustración asturiana y uno de los iniciadores
de los estudios de ciencias naturales en Asturias. El noble asturiano mantuvo relaciones epistolares con especialistas de la época y escribió Discursos pronunciados en
la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783 (Madrid, 1785), en los que centra su inclinación científica en los recursos de la zona occidental asturiana. En su primer discurso, titulado «Descripción de varios minerales, mármoles y otras
producciones descubiertas en el Principado de Asturias, y sus inmediaciones desde
el año de 1777 hasta el presente, con expresión de los parajes a donde se hallan, sus
circunstancias, y calidades», hace referencia a un buen número de yacimientos de
rocas y minerales de diferentes clases: amianto, cuarzo, mármol, marga, caolín, hierro, plomo, magnesia, antimonio, cobre, oro..., facilitando no sólo su localización
geográfica precisa, sino indicando si estuvieron explotados o no en la antigüedad y
si merecen serlo en el futuro. El discurso concluye alentando a sus consocios a la
búsqueda y explotación de estos recursos y proponiendo los siguientes objetivos
concretos: la explotación de las canteras de mármol de la zona occidental asturiana,
la instalación en Cangas de Tineo (actual Cangas del Narcea) de un taller de fabricación de objetos de dicha piedra ornamental y la creación de un gabinete de historia natural al amparo de la Sociedad Económica. Muchas de las informaciones del
conde de Toreno fueron aprovechadas por investigadores posteriores y sirvieron de
base para la prospección de metales hasta bien entrado el siglo XIX. Es desde esta
visión precursora que el conde de Toreno puede ser considerado el primer investigador de criaderos minerales de la región.
En cuanto al segundo discurso, de menor contenido científico, se limita
Toreno a ensalzar las posibilidades mineras del Principado. En un momento dado
se pregunta:
¿Los minerales de Asturias y sus inmediaciones, que tengo demostrado en
este sitio, con sus correspondientes ensayos, pueden ser más preciosos?
¿No tenemos el rico oro, sacado de las tierras fluviales? ¿Buenos cobres,
especiales alcoholes, calamina, cobalto, vitriolo, arsénico, alumbre de
pluma, y cristales de roca?
A continuación, pasa a enumerar una serie de proyectos que se deberían llevar a cabo para la correcta explotación de sus riquezas: fábrica de lienzos, de loza,
de papel, tenerías, el fomento de la pesca y la agricultura, etc.
240
Francisco Cónsul Jove y Tineo
(1754-1810)
Memoria sobre el conocimiento
de las tierras: verdadero y
económico metodo de
cultivarlas, adaptado al clima y
circunstancias de Galicia y
Asturias; presentada a la Real
Sociedad Económica de Amigos
del País de la Ciudad de
Santiago en Junta pública que
celebró el 4 de noviembre de
1784
1786. Santiago: Imp. Ignacio
Aguayo
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo
Francisco Cónsul Jove
Precisamente, el uso racional y productivo de los terrenos de cultivo con el fin de
mejorar la producción agrícola fue uno de los temas de estudio de otro ilustre
asturiano, el médico, físico y agrónomo Francisco Cónsul Jove y Tineo (17541810). Tras obtener el grado de bachiller en Artes en Oviedo, Cónsul Jove se trasladó a Santiago de Compostela donde estudió Medicina y fue profesor de Física
Experimental. En 1784, presentó a la Sociedad Económica de Amigos del País de
Santiago una Memoria sobre el conocimiento de las tierras, verdadero y económico
medio de cultivarlas, adaptado al clima y circunstancias de Galicia y Asturias, que
sería publicada dos años más tarde. Esta obra constituye el único estudio de calidad dado a conocer en la época sobre las características de los terrenos del noroeste de la península y el modo de mejorar su fertilidad física, para lo cual Cónsul
Jove hace suyo el sistema de cultivo propuesto por el inglés Jethro Tull.
En la introducción de dicha obra, Cónsul Jove afirma que:
La renovación de los estdudios
científicos y la promoción de
las «ciencias útiles», será una
de las señas de identidad de la
Ilustración. El ilustrado
asturiano Cónsul Jove
contribuyó decisivamente a la
modernización de los estudios
agronómicos.
La verdadera felicidad de los pueblos depende más o menos de la fertilidad de la tierra, y como objeto de tanta importancia para nuestra existencia, y conservación, debemos darle la preferencia entre todos los demás
ramos, como menos esenciales para nuestra vida.
241
Acorde con esta premisa, Cónsul Jove empieza por estudiar la naturaleza de
los suelos cultivables, dividiéndolos en tres grandes grupos según sus propiedades físicas: margas, gredas y arcillas. Pasa luego a hablar de la cantidad, sazón y
modo de aplicar a dichos tipos de tierras los estiércoles y otros abonos; el modo
de agotar y utilizar los pantanos; así como la preparación de la tierra y de las semillas. Cónsul Jove era de la opinión de que el suelo no proporcionaba por sí mismo
todos los nutrientes que provenían del mismo y de la atmósfera, y explicaba este
hecho en base a la fisiología vegetal. En 1788, Cónsul Jove publicó un Ensayo sobre
la hidráulica rústica, en el que se enseña a descubrir, conocer, mejorar, conducir y
elevar las aguas a los terrenos más altos por medio de artificios movidos por el
viento, el agua o los molinos. Imbuido de gran optimismo proclama: «Los conocimientos de la buena física contribuyen infinitamente a la ilustración y felicidad
de los hombres».
Benito Pérez de Valdés
El candasín Benito Pérez Valdés y Cruz (1759-1842), «el Botánico», fue boticario
en Oviedo y cultivó, como su sobrenombre indica, el estudio de la flora. Se formó
en Madrid con los naturalistas Casimiro Gómez Ortega y Antonio José Cavanilles,
colaboró con este último en la catalogación del Jardín Botánico de Madrid y
obtuvo un nombramiento honorífico como profesor de física y botánica.
Durante estos años, publicó en el Memorial Literario varios artículos de tema
científico, entre ellos: «Epítome histórico de la literatura botánica española»,
escrito como réplica a «la preocupación y ligereza con que algunos extranjeros
conciben nuestra instrucción botánica» (diciembre de 1788); «Noticias botánicas
de la calaguala» (marzo, 1789); y «Explicación de la voz batatas para incluir en un
diccionario de la lengua» (noviembre de 1790). A su vuelta a Oviedo se dedicó a
herborizar y a analizar la flora asturiana.
Gaspar Melchor de Jovellanos
Sin duda, esta perseverante fe en los beneficios de la ciencia era compartida por
el más ilustre de los ilustrados asturianos, Gaspar Melchor de Jovellanos. La afición del prócer gijonés por las ciencias, en especial las aplicadas o útiles, es una
constante expresada a lo largo de su vida en sus escritos, informes y diarios. Para
Jovellanos, el conocimiento de la naturaleza a través de la razón es la base para la
mejora del aprovechamiento de los recursos naturales y, por tanto, puede contribuir a la prosperidad económica general o felicidad pública. En 1782, leyó, en la
Sociedad Económica de Oviedo, un discurso sobre la necesidad de cultivar en el
Principado el estudio de las ciencias naturales, expresando el deseo de que esta
entidad enviase estudiantes al Real Seminario de Vergara, a continuación que via-
242
jaran por Europa y, de regreso a Asturias, generalizasen los conocimientos relacionados con la mineralogía y la industria. Al margen de su afición por la botánica —durante su estancia en Mallorca escribió un Tratado sobre botánica
mallorquina o Flora medicinal de Valldemosa (1801)—, otra de sus preocupaciones fue el aprovechamiento del carbón de piedra.
Conocida su existencia en Asturias desde el siglo XVI, no es hasta la segunda
mitad del XVIII cuando el carbón mineral despierta un acusado interés. Al
amparo de la Ley de Minas de 1780, se elaboran diversos informes sobre yacimientos carboníferos de la región entre los que destaca el realizado por Antonio
Carreño y Cañedo, alférez mayor perpetuo de la ciudad de Oviedo, titulado
Informe sobre las minas de carbón de piedra, y otras especies (1787). Pero es Jovellanos quien con mayor énfasis apuesta por la explotación de dicho combustible
fósil en el Informe sobre el beneficio del carbón de piedra y utilidad de su comercio
(1789). Al parecer, con el fin de conocer la composición de los diferentes tipos de
hulla de la región y su calidad o riqueza energética, Jovellanos llegó a realizar
algunos análisis químicos básicos. En dicho informe, propone, asimismo, la construcción de un «camino carretil» de la cuenca de Langreo al puerto de Gijón y
aboga, una vez más, por la puesta en marcha de una escuela donde se pudiera
estudiar mineralogía. Lo primero, no llegará a verlo; sí verá lo segundo, aunque
con retraso y no pocas dificultades.
Agustín de Pedrayes
El interés de Jovellanos por la instrucción científica se pone de nuevo de
manifiesto con la propuesta de creación de una escuela o instituto cuya finalidad fuera, entre otras, dotar al país de diestros pilotos y hábiles mineros,
canalizando así la formación técnica y científica de dos pilares fundamentales
de la economía asturiana: el mar y la mina. En efecto, la creación de un Real
Instituto de Náutica y Mineralogía fue solicitada formalmente por Jovellanos
al rey Carlos IV en 1789. Tras vencer numerosos obstáculos, en 1792 se aprueban varias de las medidas propuestas por Jovellanos, si bien las clases no
comenzarían hasta enero de 1794. En principio, la Mineralogía incorporaba
elementos de Química y Física, y también se contemplaba la creación de un
Gabinete mineralógico. Lamentablemente, la cátedra de Mineralogía, varias
veces pedida, nunca fue concedida.
Para la enseñanza de las matemáticas, Jovellanos contó con la colaboración
del también asturiano Agustín de Pedrayes y Foyo (1744-1815), uno de los más
eminentes matemáticos españoles de la época, experto en matemáticas sublimes
o análisis infinitesimal. Natural de Lastres, Pedrayes estudió en Santiago de Compostela y fue profesor de matemáticas en la Real Casa de Caballeros Pajes de S.M.
Gaspar Casal y Julián
(1680-1759)
Historia natural y médica de el
Principado de Asturias
1762, Madrid: Oficina de
Manuel Martín
Biblioteca de la Universidad de
Oviedo
La Historia natural y médica del
Principado de Asturias del
médico Gaspar Casal es pionera
en el estudio de la geología
asturiana.
243
[1]
[2]
y en el Seminario de Nobles de Madrid. Es autor de un Nuevo y universal método
de cuadraturas determinadas (1777) y de Solución del problema propuesto el año
1797 (1805), en el que expone el método a seguir para la solución a un problema
planteado por el propio Pedrayes, consistente en la integración de una complicada ecuación diferencial de 16 términos.
Amigo de Jovellanos, desde el principio participó activamente en la planificación de la enseñanza de las matemáticas en el establecimiento gijonés. De dicha
asignatura se encargaron el piloto de la Armada Diego Cayón durante los dos primeros años y, a continuación, hasta 1804, Cayetano Fernández Villamil. Tanto
Pedrayes como Jovellanos vieron la necesidad de formar a alumnos del centro
como futuros profesores del mismo en el ámbito de las ciencias. Siguiendo esta
directriz, el alumno Timoteo Álvarez Veriña fue pensionado para estudiar en
París la mineralogía teórica y práctica, mientras que José Alvargonzález Zarracina, auxiliar de matemáticas, se trasladó a Segovia para ampliar estudios de química en el Real Colegio de Artillería, bajo el magisterio de Louis Proust. El
primero permaneció en París hasta 1803 y el segundo regresó a Gijón en 1799,
pasando a formar parte del claustro de profesores del Instituto como profesor de
Física y Química hasta 1804.
244
Pedrayes regresó a Madrid en 1798, siendo nombrado, junto con el marino y
matemático Gabriel Císcar, representante de España en las reuniones internacionales celebradas en París para fijar los patrones del nuevo sistema métrico decimal de pesas y medidas. Lamentablemente, el Instituto, tal y como lo concibió
Jovellanos, tuvo una vida efímera —en 1803 se decretó su transformación en simple escuela de Naútica—, frustrándose así una gran oportunidad de contribuir de
forma significativa al avance científico de la región.
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[1]
Agustín de Pedrayes y Foyo
(1744-1815)
Solución del problema
propuesto el año de 1797
1805, Madrid: Imprenta de la
Administración del Real Arbitrio
de Beneficencia
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo
[2]
Retrato de Agustín de Pedrayes
Real Instituto de Estudios
Asturianos
Pedrayes fue uno de los más
eminentes matemáticos
españoles de la época, experto
en matemáticas sublimes o
análisis infinitesimal. También
es autor de un Nuevo y
universal método de
cuadraturas determinadas
(1777). Amigo de Jovellanos,
participó activamente en su
tertulia y en la planificación de
la enseñanza de las
matemáticas en el Real
Instituto Asturiano.
245
José Joaquín Queipo de Llano
Discursos pronunciados en la Real Sociedad de Oviedo en los años de 1781 y 1783
por su promotor y socio de mérito…
1785, Madrid: Joachin Ibarra
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Campomanes, desde el Consejo de Castilla, animaba a las Sociedades de Amigos del País al estudio
de los minerales susceptibles de aprovechamiento industrial. El ilustrado conde Toreno publicará en
1785 su Descripción de varios mármoles, minerales y otras diversas producciones de Asturias y sus
inmediaciones.
Selección de minerales de Asturias citados por Jovellanos o por sus contemporáneos
Museo de Geología. Universidad de Oviedo
[1] Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo
[2] Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad: Ronzón, Lena
[3] Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande
[4] Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas de Porcía. Tapia de Casariego
[5] Carbón. Localidad: Lena
[6] Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa
246
[1]
[2]
[3]
[4]
[5]
[6]
247
De la Universidad
al Real Instituto de Náutica y Mineralogía
Dolores Mateos Dorado. Universidad de Oviedo
Una de las utopías más fecundas de la Ilustración fue su empeño por perfeccionar la
naturaleza humana por medio de la educación a partir del uso de la razón crítica. Las
Luces llevarían a los hombres al progreso y a la felicidad pública mediante una enseñanza racional y utilitaria que debería alcanzar a todos los sectores sociales.
Aquel proyecto ilustrado configura un aspecto esencial del pensamiento de
Jovellanos. En su Memoria sobre educación pública, escribía:
Son muchos los que no miran la instrucción como perteneciente a la educación; que llaman bien educado, no al joven que ha adquirido conocimientos
útiles, sino al que se ha instruido en las fórmulas del trato social...; pero la
educación tiene un sentido más ambicioso, no es otra cosa que ilustrar la
razón con los conocimientos que pueden perfeccionar su ser...
Estos ideales estaban aún muy lejos de la formación y los métodos al uso de la
enseñanza de los jóvenes cuando Jovellanos hizo sus estudios. Podemos afirmar que
su aprendizaje no se hizo en las aulas oficiales, sino después: en las tertulias, en el contacto con sus amigos, en sus relaciones con protectores y hombres ilustres de su época,
en sus lecturas para desempeñar mejor sus tareas como magistrado, en su prolífica
correspondencia, en su profunda curiosidad intelectual, fue donde se forjó su mentalidad ilustrada.
Los comienzos no fueron demasiado prometedores. Inició los estudios en su Gijón
natal, donde aprendió las primeras letras y rudimentos de latinidad para después pasar
a Oviedo a estudiar Filosofía en el colegio del convento de San Francisco, siguiendo «el
oscuro e intricado método de la escuela escotista», según Ceán Bermúdez. Jovellanos
abominará de aquella etapa cuando la recuerde en su Introducción a un discurso sobre
el estudio de la Economía civil: «En mi niñez y primera juventud hube de seguir los
métodos establecidos en las escuelas públicas, y forzosamente los que conocen estos
métodos, saben que habré malogrado en ellos mucho tiempo».
Esta preparación básica será la que le acompañe a Ávila para proseguir sus estudios. Allí fue, por la influencia de un pariente, a formar parte de la familia del obispo
asturiano Romualdo Velarde Cienfuego que le concedió el préstamo canónico de
[pág. 248]
Plan de estudios de la
Universidad de Oviedo
1777, Oviedo: Imprenta
de Francisco Díaz Pedregal
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
La Universidad de Oviedo,
con las del resto de España,
participaría en una reforma de
los planes de estudios que
pretendía modernizar tanto los
métodos como los contenidos
docentes.
249
Gaspar Melchor de Jovellanos
Copia de la carta a Antonio
Carreño y Cañedo, del 27 de
diciembre de 1792, unida a la
carta que Jovellanos envía a
Antonio Valdés y Bazán el 19
de enero de 1793
1792-1793
Ministerio de Defensa. Archivo
General de la Marina Álvaro de
Bazán. Viso del Marqués
(Ciudad Real)
Junto a la «carretera de
Castilla», la «carretera
carbonera», el Musel y la
minería del carbón, el Real
Instituto Asturiano de Náutica y
Mineralogía constituirá uno de
los pilares que Jovellanos
estimaba indispensables para
asegurar la industrialización
asturiana.
250
Navalperal y el beneficio simple de Horcajada, por lo que su formación iba necesariamente encaminada a la carrera eclesiástica. Allí, en el palacio episcopal junto a otros
adolescentes, estudió Derecho Canónico, completando los cursos de bachiller en la
Universidad de Burgo de Osma, muy poco apreciada en su época. Si la primera enseñanza había resultado insatisfactoria, esta breve experiencia le dejó un triste recuerdo
sobre la corrupción de las aulas, y cuando en su Sátira sobre los curiales, ridiculiza a los
abogados, cita a Osma como un mercado de títulos.
Aunque parece que allí no había un ambiente propicio para adelantar el intelecto,
obtuvo su título de Bachiller que después convalidó en Ávila, para pasar a estudiar en
el Colegio Mayor de San Ildefonso, de la Universidad de Alcalá de Henares, merced a
una beca obtenida con el apoyo del obispo abulense. Tampoco estos estudios los consideró positivos posteriormente, pues según sus palabras había entrado en la jurisprudencia «sin más bagaje que una lógica bárbara y confusa».
Sin embargo, su experiencia como colegial fue muy valiosa. Conviene recordar
que todavía en aquellos momentos ser colegial de uno de los «Mayores» suponía una
posición muy privilegiada dentro del entramado político y social de la época en relación con los llamados «manteistas», pues aún, cuando estudió Jovellanos, eran la cantera de donde salían los cargos importantes de la Administración y la Magistratura.
Además, allí inició otro aprendizaje más fructífero: conoció a Cadalso, cosmopolita,
ilustrado y ya un escritor reconocido con el que mantuvo una gran amistad que, según
su confesión, le influyó cuando escribió sus primeros poemas; le puso en contacto con
el teatro y la música; le habló de un mundo desconocido para él fuera de las tristes
fronteras de España... También en Alcalá coincidió con Juan Arias de Saavedra y Juan
Agustín Ceán Bermúdez, gijonés, al que empezó a tratar como subordinado y acabó
siendo imprescindible amigo.
En estos años hizo algún viaje a la Corte que, añadido al ambiente mundano y
jovial de la Complutense, debió de darle que pensar, pues cuando ya licenciado fue a
Madrid para presentar su candidatura a una canonjía doctoral, que le fue concedida,
tomó la decisión de cambiar la sotana por la toga para dedicare a la jurisprudencia.
En Madrid había entablado relación con su pariente el duque de Losada y con el
asturiano Campomanes, a cuya tertulia asistía, y donde empezó a tratar a hombres de
más conocimientos que él, pero sobre todo con diferentes inquietudes. Ambos fueron
sus valedores a la hora de obtener su primer empleo público como Alcalde del crimen
en la Real Audiencia de Sevilla en 1767.
Estuvo en Sevilla hasta 1778 —cuatro años antes había sido ascendido al cargo de
oidor de la misma Audiencia— y en estos años es cuando se va forjando su auténtica
formación intelectual y profesional. En Sevilla residía Pablo Olavide, quien reunía en su
casa una tertulia ilustrada a la que muy pronto se incorporaría Jovellanos junto con
otros, como Antonio y Martín de Ulloa o Cándido M. Trigueros, y en la que se trataban
y discutían muy diversos temas, entre otros sobre Economía Política. Sobre esta materia el joven gijonés no tenía la más remota noción, pero la absorbería con fervor y, sobre
todo, chocaría con la práctica jurídica a la que le obligaba su cargo, abriendo sus ojos
hacia nuevas perspectivas: llegará a decir que la Economía Política es la ciencia que
enseña a gobernar y esta idea fundamentará sus proyectos para la reforma de los estudios de Derecho. Pero en aquellas tertulias también habrían de tratarse otras cuestiones.
Son años cruciales en los que Carlos III y sus gobernantes emprendieron los más
importantes proyectos de reforma: los años en que Campomanes, Aranda, Floridablanca, Roda, Olavide y otros abordaron con empeño la tarea de sacar al país de su
retraso, cuando se emprendieron medidas para modernizarlo y colocarlo a nivel europeo. Son los años en que, entre otras cosas, se enfrentaron a la difícil tarea de cambiar
la Universidad tradicional, lastrada por múltiples inconvenientes que, como veremos,
complicaban el endiablado entramado académico.
La idea de reforma universitaria aleteaba desde hacía mucho tiempo y, a lo largo del
siglo, voces como la del Padre Feijoo y otros muchos habían ido denunciando los males
que aquejaban a la Universidad española. Un lugar común era el predominio eclesiástico en las aulas, sobre todo de las órdenes religiosas que estaban en permanente pugna
por imponer los criterios de su «escuela» y que seguían un sistema escolástico, considerado arcaico y puramente especulativo. Una Universidad volcada en los estudios de
Filosofía, Teología y Leyes, pues eran los que disponían y habilitaban a los hombres para
confesores y magistrados, es decir, para la formación de las elites cercanas al poder. Si
esas materias fallaban en sus métodos, peor era la ausencia de otras de carácter científico y práctico, como la Matemática moderna o la nueva Física experimental...
A estos males se añadían otros: la falta de disciplina académica, el absentismo, la
mala o nula preparación de los profesores, las trifulcas y corrupción en el sistema de
cátedras. También el exceso de centros universitarios y las diferencias entre unos y
otros: desigualdades en su consideración política y social; desigualdad en las rentas;
desigualdad en los planes de estudio. En general, la maquinaria académica se consideraba desastrosa. Había que repararla, y repararla desde arriba, aunque para evitar susceptibilidades se decidió no alterar con exceso las estructuras universitarias —entre
otras razones para no chocar frontalmente con la Iglesia— y actuar sobre cada universidad adecuándose a sus peculiaridades y problemas específicos, pretendiendo a la
vez cierta uniformidad. El reto no era fácil porque antes había que abordar otros problemas ligados a ello de una forma u otra: la expulsión de la Compañía de Jesús en
1767 y la ofensiva contra los colegios mayores en 1771.
Estas cuestiones decisivas las conocía Jovellanos. Los jesuitas enseñaban en las cátedras «suaristas» y prácticamente tenían copada la enseñanza de la gramática latina; con
la expulsión se suprimieron las cátedras y la gramática pasó a los claustros universitarios bajo distintos patronazgos. En Oviedo, el patronato lo llevó el Ayuntamiento de la
251
[pág. 253]
Carta de Jovellanos a Antonio
Carreño y Cañedo, Gijón
27 de diciembre de 1792
Ayuntamiento de Oviedo
Jovellanos compartirá con
Carreño y otros ilustrados
asturianos su interés por una
renovación económica de
Asturias que pasaba por
potenciar la minería del carbón
y establecer el Real Instituto
Asturiano de Náutica y
Mineralogía, piezas clave, junto
a la «carretera de Castilla»,
la «carretera carbonera» y el
Musel, del futuro industrial
asturiano.
252
ciudad. También corrieron distinta suerte los bienes y edificios jesuitas y Jovellanos,
que formaba parte de la Junta de Temporalidades de los jesuitas de Sevilla, defendió el
interés público de una escuela jesuítica frente a las pretensiones de patronos privados.
Por lo demás, desconocemos su pensamiento preciso sobre esta cuestión. Tampoco
conocemos con exactitud su postura ante la reforma de los colegios, aunque, en 1780,
en su oración necrológica del marqués de los Llanos, leída en la Sociedad Económica
Matritense, se puede percibir una cierta simpatía hacia los colegios.
Campomanes, como fiscal del todopoderoso Consejo de Castilla, se erigirá en el
principal promotor de la reforma universitaria, que se inicia a partir de 1767 con la
aprobación de unas instrucciones y la solicitud a cada Universidad de un informe
sobre su situación real: cátedras, rentas, etc. y la elaboración de un plan de estudios
específico, puesto que parecía de todo punto imposible trazar un proyecto uniforme
para todas.
El primer plan en llegar al Consejo fue el de Olavide para la Universidad de
Sevilla. Aprobado en 1769, resultó ser realmente innovador, sobre todo por la introducción de materias experimentales y la ampliación de los estudios de Derecho con el
Derecho Natural y de Gentes, ausente hasta entonces de los claustros españoles, y que
era una creación del pensamiento jurídico moderno y fundamento de la renovación
ilustrada de los estudios jurídicos en Europa. También proponía la creación de unos
estudios de Matemáticas independientes de las facultades tradicionales. Éste se puede
considerar el más avanzado de cuantos se elaboraron y, aunque sirvió de inspiración
a otros, no lo fue para el de la Universidad de Oviedo, aprobado en 1774, siguiendo el
modelo del de Alcalá de Henares.
Uno de los más graves problemas que lastraron los buenos propósitos de los
gobernantes fue que no hubo un aumento del patrimonio universitario. El Estudio
ovetense no era precisamente rico —sobre todo comparado con otros— y las novedades cuestan dinero, por lo que habría que hacer auténticos equilibrios para crear
nuevas cátedras o aumentar las ya dotadas. En Oviedo, había Facultades de Teología,
Leyes y Cánones, más los estudios de Artes, preceptivos para alcanzar el grado de
bachiller, y una cátedra de Matemáticas y otra de Canto.
Una innovación importante en la Facultad de Derecho fue la regulación de los
cursos, exigiéndose la asistencia y reglamentándose los exámenes y la introducción de
la práctica en la Universidad «para instruirse y deliberar y práctica judicial para recibirse en los Consejos, Chancillerías y Audiencias y ejercer la Abogacía» y «aprender en
ella [en la Universidad] las materias de uso cotidiano». Los planes ilustrados ensayaron otra vía que, en el futuro, adoptaron los liberales: la unión de las Facultades de
Leyes y Cánones —en Oviedo se llegó a una solución mixta, pues estaban unidos los
estudios de bachiller y separados los de licenciatura—. En el Estudio ovetense no se
introdujo el Derecho Natural y de Gentes, que sí formaba parte de los planes de
Sevilla, Valencia y Granada, donde se explicó hasta el año 1794, cuando se suprimieron esas cátedras por el pánico provocado por las ideas radicales de la Revolución
francesa, ya que se consideraban peligrosas.
Ciertamente, los planes de estudio no fueron tan homogéneos como deseaban los
gobernantes, pues tropezaron con situaciones muy diferentes en cada Universidad:
diferentes tradiciones, distintas actitudes y, sobre todo, no tenían los mismos niveles
de renta. Aun así, la acción del Estado fue patente en la regulación de aspectos generales de la enseñanza: matrícula, calendario, disminución de los días de fiesta, obligatoriedad de los exámenes, adopción de libros de texto para enseñar las materias más
racionalmente, mayor rigor en la obtención de los grados académicos..., es decir, en
253
las disposiciones que afectaron a todas la Universidades por igual. También se logró
un mayor grado de secularización y, en general, encaminarlas hacia la modernidad.
Por otra parte, los gobernantes confiaron excesivamente en la legislación, sin tener en
cuenta la realidad: la oposición de los reaccionarios, la inaplicabilidad de los planes de
estudios por la insuficiencia de rentas para establecer las enseñanzas y la falta de preparación de muchos profesores.
La ansiada reforma, aunque arreglaba muchas cosas, de hecho no modificaba los
estudios ovetenses, en el sentido de que seguían existiendo carencias tan notables
como la falta de cátedras de Humanidades y Ciencias. La primera murió en proyecto
y las de Medicina tuvieron una vida muy breve y poco fructífera.
Que sepamos, en aquellos momentos, Jovellanos no mostró discrepancias sobre la
reforma. La Universidad de Oviedo le quedaba muy lejos, aunque mantuvo correspondencia con algunos profesores ovetenses, como Felipe Ignacio Canga Argüelles, redactor del Plan de estudios. No hay que olvidar que entonces era un joven magistrado ocupado con los múltiples problemas inherentes a su cargo; sus preocupaciones iban fundamentalmente dirigidas a la reforma del sistema penal —escribe su drama El delincuente honrado— en temas tan espinosos como la tortura y otros en los que comienza
a aparecer su talante humanitario e ilustrado. Además, se convierte en un voraz lector.
Cuando, en 1778, fue nombrado alcalde de casa y corte en Madrid, redactó un inventario de su importante biblioteca, donde nos muestra su formación de canonista y sus
conocimientos de la jurisprudencia civil, su entusiasmo por el derecho de natural y de
gentes, que aspiraba a desterrar el derecho romano y, también, su iniciación y creciente
interés por la economía, leyendo a autores españoles y extranjeros. Esta pasión lectora
no le abandonará nunca y de ello nos deja abundantes testimonios en su Diario y
correspondencia. A lo largo de su vida, no dejó de tratar, tanto en escritos oficiales como
en su correspondencia, los problemas de la educación en general; pero no fue hasta los
últimos años de su vida, como veremos, cuando se planteó formalmente planes de
reforma universitaria, dirigidos específicamente a la carrera de Derecho.
En Madrid, Jovellanos volverá a frecuentar la tertulia de Campomanes —donde
conocerá a Cabarrús, tan importante en su vida— e ingresará en varias academias,
entre ellas las de Historia y Jurisprudencia. El título de su discurso de ingreso en la primera, Sobre la necesidad de unir al estudio de la legislación el de nuestra Historia y
Antigüedades, es toda una proposición programática y su escrito más volteriano. En el
mismo, critica su propia formación universitaria y condena una historia preocupada
únicamente de los grandes personajes, de las guerras, de los desastres, de portentos y
supersticiones, «de cuanto hay de inútil, de absurdo y de nocivo en el país de la verdad y de la mentira» y aboga por «una historia civil que explique el origen, progresos
y alteraciones de nuestra constitución, nuestra jerarquía política y civil, nuestra legislación, nuestras costumbres, nuestras glorias y nuestras miserias». Estas nociones eran
254
absolutamente innovadoras y de una manera u otra insistirá en ellas a lo largo de los
años y entre sus corresponsales y amigos —entre los que se encontraban historiadores del arte o amantes de la historia como Campomanes, Campmany, Vargas Ponce y
Llaguno, entre otros muchos.
Comisionado para inspeccionar las minas de carbón de Asturias entre 1790 y
1797, Jovellanos se dedicó a viajar, a escribir y a trabajar. Muchas de estas actividades
tenían motivaciones oficiales, pero en muchos casos sigue sus particulares apetencias:
observa, se informa, critica, piensa, proyecta. También y sobre todo, se pone en contacto directo con los problemas de su tierra, lo que le impulsa, entre otras cosas, a llevar a cabo su viejo y querido sueño de establecer en Gijón una Escuela de Náutica y
Mineralogía.
El Instituto siempre estuvo lastrado por los problemas económicos y ése fue uno
de los motivos, no el único, que le inclinó a establecerlo en su villa natal. Esta decisión
le dice Jovellanos a Ceán por carta,
ha dado celos a la capital, y particularmente los doctores de su Universidad
han creído que esto como todo lo bueno, toca exclusivamente a la capital, o
por mejor decir, que no toca aquí; porque hablando en puridad, estoy seguro
de que si esta escuela se fijase en Langreo, no tendría la menor contradicción.
A las protestas del claustro ovetense se sumó el Ayuntamiento de Oviedo, lo que
ocasionó un acre intercambio de correspondencia con ambas instituciones. Son interesantes —al margen de polémicas de aldea— las argumentaciones de Jovellanos en
las que no nos podemos detener. En otro momento aclara que estaría «mejor en los
Tazones que en Oviedo», pues no cree «combinables el espíritu geométrico y el escolástico». Don Gaspar piensa que las reformas no han servido para mejorar la enseñanza universitaria: «que [la Universidad], aunque necesita la enseñanza de la física
experimental, la podrá tener cuando quiera, si en lugar de la física especulativa, que es
tan inútil, enseñare la experimental que es tan provechosa».
Otras razones son su intención de no inmiscuirse en los planes de mejora del plan
de estudios universitario, no «embarazar» la búsqueda de dotaciones y, por último, un
argumento tan querido por todos los ilustrados: «no podrá estar mal al país tener un
establecimiento en que su juventud estudie las ciencias útiles», pues con ello se lograría que «una noble emulación perfeccione lo que la ruin envidia atrasa y destruye».
Estas rencillas tan domésticas, tan provincianas, terminaron de forma gloriosa. El
8 de octubre de 1797, Jovellanos fue nombrado embajador en Rusia y sus paisanos
asturianos comenzaron a desvivirse para agasajarlo. El claustro universitario le comunicó que con motivo de dicha promoción habían acordado honrar al que fuera su
antiguo alumno —si bien por poco tiempo— y a su favorecedor —olvidando los
255
supuestos agravios— con el doctorado en «ambos derechos». En su carta de aceptación y «para acreditar más bien este aprecio», pedía recibir tal honor en el Real
Instituto Asturiano para perpetuar así la memoria del beneficio y «para sellar con este
solemne acto la unión de los dos Cuerpos que, erigidos en beneficio público y consagrados a la instrucción de la juventud asturiana, se deben aquel amor que corresponde
a la voluntad de sus objetos». La paz estaba sellada con una sutil reprimenda.
El acto debió de ser sencillo: en el descansillo de la escalera del viejo edificio del
Instituto le hicieron entrega de las borlas de doctor en utroque iure y el testimonio de
la Universidad. Como esa ceremonia parecía insuficiente, comenzaron a prepararse
más solemnes festejos pero, en el ínterin, el 13 de noviembre, el prócer gijonés fue
nombrado ministro de Gracia y Justicia y «los públicos regocijos» tuvieron una
mudanza en su motivación.
Los agasajos duraron una semana: luminarias, fuegos artificiales, bandas y conciertos de música, tedeum, misas cantadas, recitales poéticos, representación de comedias, comida abundante para pobres y presos... Con destino a la sala claustral se
encargó al pintor ovetense Francisco Javier Hevia un retrato del homenajeado —destruido en 1934— y no faltó una representación simbólica de sus virtudes: Justicia, Paz,
Providencia y Buena Fe, que hacían huir a Envidia, Error, Soberbia y Pereza. El último
día, paseo claustral por la ciudad con escolta de tropas, que hacían salvas y en la comitiva niños que representaban la Ciencia, Agricultura, Artes y Comercio. La procesión
terminaba a los pies de una estatua de Jovino coronado.
Las reformas emprendidas durante el reinado de Carlos III debían tener su desarrollo en el reinado siguiente, pero Carlos IV no sólo desasistió a las universidades,
sino que no supo sostener lo que había creado su predecesor. La inestabilidad política
y los ecos de la Revolución francesa produjeron una reacción inmediata: censura de
libros y reactivación de la Inquisición. Se persigue a los hombres, se persiguen los
libros y toda peligrosa novedad. En 1797, Godoy había pedido informes sobre la situación universitaria, entre otros a Jovellanos, como ministro de Gracia y Justicia.
Conocemos su pensamiento, sintetizado en una carta a Antonio Fernández de Prado,
profesor de la Universidad de Oviedo, pero sus planes quedaron sin efecto al cesar en
el Ministerio y sucederle José Antonio Caballero, un auténtico reaccionario que se
encargó de la política docente.
El plan de Jovellanos era utópico y el mismo Prado se encarga de decirle que es
absolutamente inaplicable al Estudio ovetense. Era un proyecto exigente que preveía
toda la enseñanza, desde el bachillerato, donde debían estudiarse progresivamente
materias que le parecían indispensables para la formación de «ciudadanos», sea cual
fuere la profesión a la que se dedicasen, pero necesarias para el jurisconsulto. En primer lugar las Humanidades: castellano —hace una maravillosa reflexión sobre la lengua—, lógica —«después de aprender a hablar deberíamos pasar a discurrir»—; des-
256
pués la física experimental, la ética y el derecho público universal. Ya en la Universidad,
traza un programa aconsejando las mejores lecturas para cada asignatura: Historia del
Derecho, Derecho Público «interior» —sobre la «constitución española», la soberanía...—, Derecho privado «patrio», por supuesto el Derecho Natural, etc. Ciertamente,
en su proyecto subyacen ideas políticas muy alejadas de los vientos que corrían en la
España oficial.
Podríamos considerar que su plan de 1809 es un testamento donde vuelca todas
las ideas y la experiencia acumulada. Ese año, durante la guerra de Independencia, la
Junta Central, de la que era miembro, le encarga que asesore a la Comisión de
Instrucción Pública sobre las bases de una nueva reforma. Es un Jovellanos viejo y
cansado el que expresa su pensamiento proponiendo soluciones que después adoptarían los liberales. Algunas ideas, como la de un «bachillerato unificado», ya estaban en
el programa anterior, aunque ahora, quizás influido por las enseñanzas de su Instituto,
propone también un curso de educación física «para mejorar la fuerza y destreza de
los ciudadanos». Sigue pensando en la necesidad de los estudios humanísticos y añade
el aprendizaje de lenguas extranjeras —el latín y el griego sólo para aquéllos que lo
necesiten en sus especialidades.
Creía que la Teología debería relegarse a los seminarios, que sobraban universidades; quería uniformidad y centralización, enseñanza para todos los ciudadanos. No
podemos sintetizar aquí todos los detalles que propone para las distintas carreras,
pues una fría enumeración no reflejaría sus propósitos. Unos propósitos que argumenta con el bagaje de la razón crítica de un ilustrado, sembrando la semilla de los
futuros programas liberales.
Gaspar Melchor de Jovellanos
Discurso pronunciado en su
recepción a la Real Academia
de la Historia, sobre la
necesidad de unir al estudio
de la legislación el de nuestra
Historia y Antigüedades
4 de febrero de 1780, Madrid
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El título de su discurso de
ingreso es toda una proposición
programática y su escrito más
volteriano. En el mismo,
criticaba una historia
preocupada únicamente de los
grandes personajes, de las
guerras, de los desastres, de
portentos y abogaba por «una
historia civil que explique el
origen, progresos y alteraciones
de nuestra constitución, nuestra
jerarquía política y civil, nuestra
legislación, nuestras
costumbres, nuestras glorias y
nuestras miserias».
257
Los vaqueiros de alzada:
el mensaje antropológico de Jovellanos
Adolfo García Martínez. UNED
Introducción
En la novena de sus Cartas del viaje de Asturias (Cartas a Ponz) —«Sobre el origen
y costumbres de los vaqueiros de alzada de Asturias»—, así como en otros textos,
Jovellanos esbozó las líneas fundamentales para un planteamiento de carácter
antropológico sobre lo que podríamos designar como «fenómeno vaqueiro de
alzada». Jovellanos sabía que su tema de estudio era un producto ideológico presente tanto en la tradición oral, como se manifiesta, por ejemplo, en el material de
campo recogido por Francisco Martínez Marina, como en la documental como se
puede constatar en el manuscrito atribuido a José Fuertes de Sierra, y en las múltiples referencias dispersas en archivos nacionales, provinciales, municipales y
parroquiales. El problema que entonces se plantea consistía en cómo convertir la
percepción vulgar en científica. A tal fin, Jovellanos no consultará ninguna de estas
fuentes documentales, afrontando así el intento de revisar una tradición oral fortalecida por «el silencio de las plumas», a partir, exclusivamente, de los contactos
directos que él tuvo con los vaqueiros de alzada: «Mi método se ha reducido hasta
aquí a observar cuanto puedo, según la rapidez de mis correrías, y a exponer a
usted mi modo de pensar sin sujeción ni disimulo». Este hecho nos ayuda a comprender algunos planteamientos y ciertas incógnitas que aparecen en sus escritos
sobre el tema.
A pesar de tales limitaciones metodológicas, Jovellanos, más de medio siglo
antes de que naciera la Antropología Cultural como ciencia, esboza, sin mencionarlos explícitamente, una serie de conceptos y hasta de estrategias de naturaleza
antropológica: la observación directa de campo, la perspectiva holística, el concepto de «modo de vivir» o de cultura, el de grupo étnico o social, la marginación
social, la función de los ritos de paso... Tal forma de proceder le permitirá invertir el planteamiento sobre la identidad del vaqueiro de alzada: es la forma de vida
económica y social del vaqueiro la que determina su identidad y su marginación,
y no el supuesto origen racial como la tradición venía sosteniendo. Más aún, Jovellanos califica de ridículas las teorías que pretenden explicar dicha identidad
basándose en el factor racial. Y por esta vía, se observa el esfuerzo de nuestro autor
por convertir un producto ideológico en objeto científico.
[pág. 258]
Fotografía de vaqueiros, tomada
de Juan Uría Ríu, Los vaqueiros
de alzada y otros estudios,
Oviedo, Biblioteca Popular
Asturiana
1976
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII
«Vaqueiros de alzada llaman
aquí a los moradores de ciertos
pueblos fundados sobre las
montañas […]. Los vaqueiros
no tiene más mujeres que
aspirar que las de sus brañas, y
la virtud, la belleza y las gracias
de la mejor de sus doncellas,
no serán jamás merecedoras de
la mano de un rústico
labriego», Jovellanos: Cartas
sobre el origen y costumbres de
los vaqueiros de alzada.
259
¿Qué es ser vaqueiro de alzada?
En términos generales, la definición inicial que Jovellanos ofrece del término
«vaqueiro de alzada», así como sus posteriores aclaraciones, son esencialmente
correctas, si bien, posteriormente, parece ir olvidando algunos matices esenciales.
«Llámanse vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y
de alzada, porque su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y residencia, y
emigran anualmente con sus familias y ganados a las montañas altas». Respecto
al hecho de «alzar su morada», Jovellanos matiza que en unos casos cierran totalmente sus casas y, en otros, familia y ganados se dividen durante el verano: mitad
arriba y mitad abajo. En efecto, la mayoría de los vaqueiros de la franja occidental —Navia, Valdés, Cudillero, Tineo, Allande, Cangas del Narcea— no cerraban
la casa «de abajo», mientras que los de la franja oriental —Gijón, Llanera, Las
Regueras, Pravia, Salas, Belmonte de Miranda, Somiedo y algunos lugares de
260
Babia y de la zona del Sil— sí alzaban totalmente su morada. Pero, en este caso,
no se sabe a qué zona o brañas se refiere Jovellanos.
Esta breve descripción del vaqueiro de alzada subraya algunos aspectos esenciales de su modo de vida: viven de la cría de ganado y son trashumantes. Sin
embargo, estos dos aspectos requieren matizaciones, según las zonas. La mayoría
de los vaqueiros de la zona occidental, como acabamos de decir, no cerraban «la
casa de abajo» durante el verano y los lugares «de arriba», en los que permanecían alrededor de cuatro meses al año, eran asentamientos subsidiarios: en ellos
ni recogían heno ni sembraban y sus casas eran simples chozos. «Abajo» sí sembraban algunos productos y recogían heno para el invierno. Pero, además, la
mayoría de los vaqueiros practicaban una actividad que les reportaba importantes beneficios: la arriería con Castilla, durante la estancia «arriba» y la trajinería
dentro de la región, durante la estancia «abajo». Así se expresa Jovellanos en su
diario al respecto refiriéndose a los vaqueiros de Torrestío —braña de verano, en
Babia, Provincia de León—: «Torrestío: lugar grande de más de cien vecinos,
todos ganaderos; por el invierno transmigran con sus ganados a los concejos de
la costa, y por el verano cuidan lasmujeres el ganado, mientras ellos se ocupan en
la arriería».
Mientras los hombres trafican, las mujeres y los ancianos se ocupan de la
hacienda. El vaqueiro debía comprar maíz, pues era la base de su dieta y no lo producía en sus brañas, lo que le obliga a obtener «sobrantes». Ésta parece ser una de
las razones, según Jovellanos, por las que el vaqueiro se dedica a traficar. Al mismo
tiempo, estas actividades, basadas en el lucro y hasta en el engaño, podrían alimentar los supuestos orígenes judíos y moros que la tradición atribuye al vaqueiro.
En la zona oriental, el vaqueiro cierra periódicamente sus casas y se mueve
con toda la familia, animales y enseres. En esta zona, ocurre lo contrario que en
la occidental. Es decir, «arriba» permanece alrededor de ocho meses, siembra
todos los productos posibles y recoge heno, sus construcciones son multifuncionales, etc. La braña «de abajo» es un refugio invernal y en ella cultiva algún huerto
y recoge heno.
[pág. 260]
Modesto Montoto
Fotografía de romería
Museo del Pueblo de Asturias
«Se puede decir que el pueblo
no tiene en Asturias más
diversiones que sus romerías
[…]. Sobre todo, la gente moza,
echa en estos días el resto, y se
adereza y engalana, porque ha
de saber usted que suelen ser
estas las únicas ocasiones en
que se ven y se hablan los
amantes…», Jovellanos: Carta
sobre las romerías de Asturias.
La noción implícita de cultura
Jovellanos no utiliza el término cultura sino el de «modo de vivir», al referirse al
vaqueiro de alzada. Sin embargo, este «modo de vivir» lo conceptúa, estructura y
analiza —descriptiva y funcionalmente— de forma parecida a como la Antropología Cultural formalizará posteriormente aquella categoría.
En primer lugar, Jovellanos define el «modo de vivir» como la esencia y el
soporte de la identidad de un grupo, y que resulta de la adaptación al medio ecológico y social. Más tarde, cuando analiza más detalladamente ese «modo de vivir»
261
[pág. 263]
Fritz Krüger
Fotografía de Camiel.la
Hacia 1927
del vaqueiro de alzada, entendido como un todo complejo y estructurado, lo hace
clasificando los rasgos o variables del mismo en torno a tres niveles de adaptación:
el nivel de adaptación material, que comprende las diversas formas de obtención
de recursos; el de adaptación social, que abarca la familia, el parentesco, las relaciones entre los grupos domésticos, entre las diferentes brañas y las relaciones
entre el vaqueiro y el aldeano; y, finalmente, el nivel de adaptación ideológico, que
comprende la marginación, los ritos, la actitud ante la religión oficial, las supersticiones, la magia y la brujería, los valores, la visión del mundo...
Todos estos rasgos podrían articularse en torno a tres ejes de relaciones —relaciones hombre/medio, relaciones hombre/hombre y relaciones hombre/misterio— que
constituyen propiamente la cultura o «modo de vivir» del vaqueiro, al tiempo que
conforman y alimentan su identidad. Ésta última, como es sabido, dará origen a especulaciones raciales que Jovellanos ridiculiza y trata, a la vez, de invertir, fundando
dicha identidad en lo étnico y no en lo racial.
Fundamentos de la identidad del vaqueiro de alzada
La formación del vaqueiro de alzada y su peculiar «modo de vivir» son fenómenos que se constituyen a la par que sus técnicas de apropiación y explotación de
unos determinados recursos. Volvamos de nuevo sobre lo que encierra la expresión «modo de vivir» del vaqueiro, según Jovellanos. Se trata de una forma de
vida distinta a la de los demás campesinos asturianos, sin que ello pueda servir de
base para atribuirle «remoto ni diferente origen». Nuestro autor, aunque sin bases
sólidas, frente al posible orden causal en el binomio «origen racial genera modo
de vida distinto»/ «modo de vida distinto genera o da pie a atribuir un origen
racial diferente», opta por la segunda opción. Este planteamiento es el punto de
partida para un posible análisis científico de la identidad del vaqueiro de alzada.
Es decir, esta perspectiva nos propone plantear el análisis de la identidad del
vaqueiro desde la etnicidad, descartando así lo ideológico-racial.
El término «grupo étnico» es utilizado en antropología para designar una
comunidad que comparte valores culturales fundamentales, integra un campo de
comunicación e integración, cuenta con unos miembros que se identifican a sí
mismos y son identificados por otros, y que, en gran medida, se autoperpetúa
biológicamente. En efecto, al margen de muchos aspectos que sería necesario
especificar y matizar, como ya expusimos en otros escritos, Jovellanos plantea el
problema en esta línea.
Pero aún hay más. Para el ilustrado gijonés el «modo de vivir» o cultura
vaqueira parece girar en torno a las variables económicas; es decir, éstas serían las
variables determinantes. Por otra parte, trata de analizar el «modo de vivir» desde
una perspectiva holística. En el análisis de Jovellanos del nivel económico del
262
vaqueiro de alzada se observan, no obstante, varias imprecisiones, comprensibles
en la medida en que nuestro autor no pretende hacer un estudio exhaustivo del
tema, no hace un trabajo de campo sistemático ni consulta archivos. En cualquier
caso, no se pueden analizar aquí tampoco estas imprecisiones, relativas, sobre
todo, al concepto de trashumancia, braña, vaqueiro y pastor o brañeiro, o las referidas a la vivienda, entre otras.
Respecto al nivel organizacional, sin duda el más peculiar del «modo de vivir»
del vaqueiro, Jovellanos subraya algunos aspectos relevantes y, una vez más, formula algunas afirmaciones que, en ocasiones, no se comprenden o que, en otras,
no responden a la realidad. Así, los matrimonios, los bautizos y los entierros, más
263
que un acontecimiento de la familia, parecen fenómenos en los que todos los
vecinos de la braña se casan, se regeneran o mueren. Asimismo, dada la marginación y el aislamiento en que vive cada una de las brañas, la endogamia es un hecho
obligado para el vaqueiro y el matrimonio entre parientes algo inevitable. Sin
embargo, Jovellanos en su carta restringe la sociabilidad suprafamiliar «que se
advierte entre los individuos de cada braña» a los límites de cada una de ellas,
pues:
[...] cada pueblo (se refiere a los de los vaqueiros), reducido a sus términos
y contento con su sola soledad, vive separado de los demás, sin que entre
ellos se advierta relación, inteligencia, trato ni comunicación alguna». Tal
vez por esto, continúa, «no han podido hasta ahora vencer la aversión y desprecio con que generalmente son mirados. Nunca se congregan, jamás se
confabulan, no conocen la acción ni el interés común...
Todas estas afirmaciones, aun respondiendo a un planteamiento de base
correcto al considerar al vaqueiro como un grupo étnico, requieren precisiones,
pues Jovellanos se contradice cuando habla de grupo vaqueiro y, al mismo
tiempo, defiende ese atomismo según el cual cada braña es totalmente independiente. Para superar tal contradicción habría sido preciso recurrir a un trabajo de
campo más sistemático, así como a la documentación manuscrita —libros de
matrimonio de los archivos parroquiales, por ejemplo.
Uno de los aspectos fundamentales para comprender la identidad y la etnicidad de los vaqueiros de alzada es la endogamia, que nosotros calificamos como
intergrupal. Pues bien, este hecho fue mal comprendido por muchos estudiosos y
también por Jovellanos, tanto en lo relativo a su funcionamiento como a su funcionalidad. Para muchos, la endogamia vaqueira o «casarse entre ellos» es un hecho
curioso y atípico; y a continuación añaden que ello se debe a la marginación a la
que el vaqueiro está sometido por el resto de la sociedad. Por una parte, cabe señalar que el trabajo de campo y los libros de matrimonio consultados en algunas
parroquias corroboran la afirmación de Jovellanos de que los vaqueiros se casan
entre ellos, pero al mismo tiempo desmienten que la endogamia se circunscriba a
los límites de cada braña.
La interpretación que da Jovellanos de la endogamia vaqueira como un hecho
obligado e inevitable requiere un análisis holístico o transversal, pues nuestro autor
parece contradecirse de nuevo y derivar hacia lo racial. Es decir, debe ser interpretada desde el marco general que ofrece el «modo de vivir». Desde una perspectiva
antropológica, cabrían tres interpretaciones de la endogamia vaqueira, complementarias y estructuradas jerárquicamente entre sí.
264
Casa asturiana
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
La casería, además de núcleo
de la explotación rural
tradicional, era el centro de
reproducción social y cultural
de la familia campesina.
La primera y más extendida sostiene que la endogamia vaqueira se debe al
hecho de que «al ser de otra raza», el vaqueiro es rechazado por el resto de la sociedad para todo contrato matrimonial o de cualquier otra índole. Esta interpretación,
fundada en supuestos ideológicos, carece de todo valor y obstaculiza cualquier planteamiento científico. La segunda, de carácter social, tiene más sentido y fundamento,
pero es insuficiente. Se basa en el hecho de que los vaqueiros de alzada al ser un
grupo minoritario deben crear y alimentar sólidas redes de relaciones internas, y
nada tan eficaz como el matrimonio a través del cual las familias y las brañas intercambian mujeres y hombres, mensajes, dones, ayudas... Este planteamiento podría
interpretarse en términos lévi-straussianos desde la perspectiva de la alianza. Al
mismo tiempo, nos ayuda a comprender también y hasta implica una exogamia
intra-grupal que parece observarse en el grupo, lo que contradice muchas afirmaciones vertidas sobre el vaqueiro de alzada, incluso por el propio Jovellanos. Es decir,
este grupo no sólo practica la endogamia intergrupal, sino que se observa una cierta
exogamia intra-grupal, tratando de evitar así la formación de grupos de parientes y,
al mismo tiempo, extender las redes de parentesco a través de las brañas. Nuestro
autor se movería en esta perspectiva sociológica. La tercera interpretación sería de
naturaleza económica. Esto es, la endogamia vaqueira sería un medio eficaz para
defender y preservar unos recursos colectivos, no muy abundantes, competidos e
imprescindibles para la supervivencia del grupo: los pastos pro indiviso y algunos
oficios como la arriería y la trajinería.
Esta perspectiva antropológica ha puesto de manifiesto las distintas dimensiones que tiene la endogamia vaqueira y, además, desvela otros aspectos más del
sistema de parentesco, como sería la exogamia intra-grupal. Todo esto permite
265
Pisón de rabil
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
Empleado para la labor de
«desergar» (descascarillar) la
escanda previa a su
molturación y panificación
replantear el tema de la marginación, de tal manera que la endogamia no es una
causa más de la misma, sino un mecanismo de defensa de la identidad del
vaqueiro de alzada. Dicho de otro modo, se trata de una estrategia.
Revisión de algunos conceptos básicos de Jovellanos sobre los vaqueiros de alzada
Después de todo lo dicho, es necesario, antes de concluir, precisar algunos conceptos nucleares utilizados por Jovellanos, para comprender mejor el fenómeno
vaqueiro y para valorar más si cabe el planteamiento o diseño que sobre el tema
hace nuestro autor. Todo ello es posible desde la perspectiva de la Antropología
Cultural. Tres serían, principalmente, los conceptos a que nos vamos a referir: las
brañas, la trashumancia y la identidad y marginación.
Jovellanos utiliza en sus escritos el término «braña» de manera unívoca, lo
que explica las ambigüedades y hasta los errores que se observan en algunas de
sus afirmaciones. Bástenos recordar, por ejemplo, lo que dice de las brañas de
verano: que son simples lugares de pasto subsidiario, en las que el vaqueiro no
cultiva nada, no recoge heno y ni siquiera tiene vivienda. Ya se ha dicho que dentro del propio grupo vaqueiro, y Jovellanos parece saberlo también, hay diferencias respecto a las brañas de verano. Las afirmaciones anteriores tienen sentido,
266
Hórreo
Centro de Recepción e
Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
«Otra de las singularidades de
este edifico es la muchedumbre
de sus usos, pues no solo sirve
al labrador de granero para
conservar sus frutos y semillas,
sino también de despensa para
sus comestibles, de
guardarropa para sus vestidos
de fiesta, y aún de
dormitorio…» Jovellanos, Carta
sobre los horrios
en todo caso, referidas a los vaqueiros de la franja occidental, pero no a los de la
oriental. Por otra parte, en Asturias existen, al menos desde el siglo XVI, tres tipos
diferentes de brañas: estivales, equinocciales y las de los vaqueiros de alzada. Las
afirmaciones de Jovellanos sobre las brañas de verano responderían también a las
brañas estivales, ocupadas durante el verano, sin cerramientos y sin viviendas.
Pero las brañas equinocciales —ocupadas en primavera y en otoño, y con cerramientos— y las estivales no son de vaqueiros de alzada, sino de los campesinos
asturianos, y hay centenares por toda la montaña asturiana desde el oriente al
occidente. Estos dos tipos de braña son complementarios, como también lo son
las de verano y las de invierno en el caso de los vaqueiros. Estas reflexiones ponen
de manifiesto que el término braña en Asturias es polisémico, lo que requiere, en
cada caso, matizar bien su uso.
La trashumancia es otro de los ejes fundamentales del «modo de vivir» del
vaqueiro de alzada. Jovellanos define correctamente el concepto de trashumancia
aplicada a los vaqueiros de alzada y aún hoy se utiliza de este modo; pero posteriormente el término parece ir contaminándose o perdiendo nitidez. Cabría hacer
dos aclaraciones al respecto. En primer lugar, la trashumancia del vaqueiro de
alzada conjuga elementos del nomadismo —se desplaza toda la familia con sus
267
Sechorio
Hacia 1900-1925
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
Los aperos para la labores
agrarias, construidos por los
propios colonos, eran toscos, lo
que redundaba en la baja
productividad del trabajo
campesino. En 1786, el viajero
inglés Joseph Townsend,
escribía: «Los arados de los
alrededores de Oviedo son, sin
duda, los peores que he visto, y
quizá también los más
rudimentarios que la
imaginación pueda concebir
[…]. Las gradas carecen de
piezas de hierro…»
J. Townsend, Viaje por España,
1786-1787.
animales y enseres— y de la trashumancia propiamente dicha —estos desplazamientos se realizan entre dos lugares determinados, originando un sedentarismo
biestacional y periódico, y hasta una doble morfología social—. En segundo lugar,
en Asturias existen dos tipos diferentes de trashumancia: la vaqueira o de radio
largo entre las brañas de verano y las de invierno, y la de radio corto, propia de
los campesinos asturianos. Una vez más, es necesario tener presentes estas diferencias para utilizar correctamente el término en cada caso.
Hablaremos, por último, de la identidad y marginación del vaqueiro de alzada.
Jovellanos constata, a partir de la observación directa, que el vaqueiro de alzada está
sometido a una ignominiosa marginación por parte de toda la sociedad asturiana
y se opone en su diario rotundamente a esta situación, en particular a la que sufre
dentro de las mismas iglesias. Nuestro autor esboza diferentes razones para explicar este hecho y, en definitiva, todas nos conducen al mismo punto: el vaqueiro de
alzada tiene «un modo de vivir» diferente y, por tanto, una identidad cultural propia, lo que no es razón suficiente, insiste Jovellanos, para atribuirle diferente ni
remoto origen. Es decir, sostiene que los supuestos orígenes raciales que le atribuyen al vaqueiro de alzada son la causa principal de su marginación, y él trata de desmontar este planteamiento —raza/modo de vivir/marginación—, invirtiendo el
268
Grada o rastro de madera
con 11 dientes
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
orden causal de los términos: modo de vivir/raza/marginación. Esto significa, concretamente, convertir un producto ideológico en científico. Para ello, Jovellanos
analiza algunos aspectos del «modo de vivir» desde una perspectiva holística o tridimensional. Así, el vaqueiro cambia periódicamente de residencia, cerrando una
casa y abriendo otra; aprovecha recursos competidos y necesarios también para
otros ganaderos —pastos— y, finalmente, se dedica a ciertas actividades que provocan malquerencia y aborrecimiento, tales como la arriería y la trajinería. Asimismo, el vaqueiro practica la endogamia intergrupal, es profundamente solidario
hacia dentro y muy insolidario respecto al resto de la sociedad. Para concluir, tiene
unos valores propios, practica determinados ritos y creencias, tiene una actitud distante y frívola hacia la religión oficial, sobre todo en las brañas de abajo, y una cosmovisión claramente dualista en todos los niveles de su cultura: el ecológico y
económico, el social y el mental. Tal es el grado de marginación que Jovellanos
observó que le llevó a decir que la gente aldeana, «acaso para cohonestar su desprecio, ha atribuido a estos vaqueiros un origen infecto, y los malos críticos, menos disculpables en su ignorancia, han pretendido autorizar este rumor fijándole».
Respecto a la marginación, cabe formular una reflexión que, a simple vista,
pudiera considerarse contradictoria: el vaqueiro de alzada no parece hacer nada
269
Fesoría o zarcillo
Hacia 1900-1925
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
270
para liberarse de aquélla; más bien todo parece indicar que la aceptó y hasta la cultivó por su actitud resignada a veces y altiva otras, posiblemente como un medio
más de defensa y de realimentación de su propia identidad grupal, garantía y salvaguarda de sus propios recursos y de su «forma de vivir». Dicho de otro modo, el
vaqueiro mantuvo una postura solidaria y firme frente a la Iglesia y a los demás estamentos nobiliarios, a las autoridades municipales y regionales y frente a los demás
aldeanos. Ésta es la esencia y la dinámica de la etnicidad, como ha mostrado la
Antropología Cultural: relaciones de oposición entre el «nosotros» y los «otros», un
fenómeno muy común en la literatura antropológica. Más aún, la «humanidad», la
«gente», en este caso, termina en las fronteras del grupo. Pero la frontera define y da
identidad al mismo tiempo que separa, de ahí relaciones de oposición: los individuos no se perciben como miembros de un grupo más que por oposición a otros
grupos. En una palabra, la identidad cultural no es tanto un contenido, una sustancia, como una relación dinámica entre grupos. Dicho de otro modo, entre dos grupos étnicos, vaqueiro y aldeano en este caso, se dan relaciones en ciertos campos
—intercambio de productos, de servicios, etc.— y oposición en otros —trashumancia/sedentarismo, endogamia/exogamia, solidaridad intra-grupal/insolidaridad
intergrupal, etc.—. Si, por las razones que sea, cambian las circunstancias que generaron y alimentaron esta situación, como sucedió en este caso, también cambian las
relaciones de oposición: en la actualidad, el vaqueiro abandonó prácticamente la
trashumancia, ya no practica la endogamia intergrupal y sus relaciones con el resto
de la sociedad campesina son normales. Puede decirse que el «otro» del vaqueiro ya
no es el campesino estante, y viceversa.
Jovellanos, en definitiva, ofrece un proyecto de estudio de los vaqueiros de alzada
de gran valor y fácilmente asumible por la Antropología Cultural. A la vez, se trata, por
la naturaleza del tema, de un proyecto para desarrollar desde una perspectiva etnohistórica, de lo contrario se caería de nuevo en los errores habituales —teorías raciales,
difusionismo o determinismo ecológico—. El mismo Jovellanos parece inclinarse
hacia el difusionismo al sugerir que los vaqueiros son «ramas de las que ocupan hoy
la maragatería». La perspectiva etnohistórica, articulando la etnografía —perspectiva
sistémica— y la historia —perspectiva procesual o generativa—, del mismo modo
que la partitura musical articula armonía y melodía, puede llevarnos a comprender
que los vaqueiros son asturianos como los demás y se constituyen a la par que su
«modo de vivir», resultado de una lucha enconada con el resto de la sociedad asturiana por la conquista y defensa de unos espacios y de unos recursos. Sin duda alguna,
el concepto de relación, tal como lo analiza la Antropología Cultural, es una de las claves principales para comprender la identidad y la etnicidad de un grupo, y Jovellanos
está operando con él constantemente en el caso de los vaqueiros de alzada.
bibliografía
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271
[1]
Hoz de mano
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[1]
272
[2]
Mesoria
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[3]
Mesoria
Hacia 1940
[2]
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[4]
Mayal o manal
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[3]
Los cereales constituían la base
de la alimentación y ocupaban
un lugar estratégico en las erías
o terrazgo cultivable de las
aldeas. Mesorias y mallos se
utilizaban para recoger la
espiga de escanda y para
desgranar el trigo y centeno,
previa a su criba y molienda o
molturación y posterior
panificación.
[4]
273
[1]
[2]
[1]
Macona o goxa para las espigas de escanda
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
[2]
Cesta vendimiega
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Cestas empleadas para el transporte de espigas, hierba, hoja seca o
uvas desde las tierras de labor o viñedo a la casería para su posterior
procesamiento.
274
[3]
[4]
[3]
Canada
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
[4]
Canada
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
El horizonte de subsistencia en que se desenvolvía la
familia campesina obligaba a maximizar el uso de los
recursos locales con vistas a reducir costes y evitar gastos.
Tanto la loza como el hierro eran productos caros, de ahí
su sustitución por la madera para el menaje y
equipamiento doméstico.
275
[1]
[2]
[1]
Cacho para beber vino
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
[2]
Pala de forno
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
[3]
Alfar de Miranda de Avilés
[3]
Cántara
Hacia 1890-1900
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Frente a la loza blanca o de perdernal, utilizada por las
familias con mayor nivel de renta, en el mundo rural se
empleaba lo que Jovellanos llamó «vajilla ordinaria del
país»: salida de los alfares locales, se elaboraba en hornos
de leña y utilizando barro, árgoma y agua.
276
[4]
Arado de madera
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[5]
Carro del país
Museo del Pueblo de Asturias.
Gijón
[4]
Cuando el viajero ilustrado
inglés Joseph Townsend recorrió
Asturias en 1786, describió los
aperos de labranza asturianos
como rudimentarios y
escasamente eficientes en
comparación con los utilizados
en otras regiones españolas. La
responsabilidad del atraso
técnico no recaía en los
campesinos, que carecían de
medios para innovar, sino en
los hacendados,
despreocupados de la gestión
de sus tierras y únicamente
interesados en la percepción de
las rentas.
[5]
277
Historia del jovellanismo, 1811-2011
Silverio Sánchez Corredera. IES Emilio Alarcos
1. Hace doscientos años
Una enfermedad pulmonar sorprende a Jovellanos cuando huye del acoso
napoleónico y pone término a su vida prematuramente a los 67 años, en
noviembre de 1811. Su imagen había alcanzado un importante relieve en
España desde los años ochenta y noventa del siglo XVIII. Bajo seudónimo de
Jovino, un grupo de poetas, artistas e intelectuales le habían adoptado como
maestro: Meléndez, Goya, Moratín, Vargas Ponce, Quintana, Ceán, González
de Posada, Antillón...
Sus grandes líneas de pensamiento eran bien conocidas por algunos: el Informe
sobre la Ley Agraria, algunos artículos con pseudónimo de El Censor, su línea reformista como juez, consejero de Órdenes y efímero ministro de Gracia y Justicia, sus
desvelos por el Real Instituto Asturiano, sus discursos e ideas en el seno de las instituciones de que formaba parte... Y, como legado indiscutible, sus ideas económicas y de reforma de la enseñanza influirán notablemente en el reformismo liberal
de las décadas inmediatas.
Pero su obra permanecía dispersa en el diario, miles de cartas, cientos de
informes archivados en las academias de la historia, de la lengua, de bellas artes...
en la Sociedad Económica Matritense y en el Consejo de Castilla; múltiples discursos y extensas redacciones como la Memoria sobre la educación pública o las
Memorias histórico-artísticas de arquitectura: nada de todo ello publicado.
Tras su muerte, las tres biografías que pronto aparecen —Antillón, Posada,
Ceán— dan una idea de la imagen que dejaba. Pero en la historia de España de
los siglos XIX y XX no observamos destellar una figura unánime de Jovellanos,
sino múltiples, dispares y hasta enfrentadas. ¿Qué ha sucedido en estos doscientos años de jovellanismo, en medio del forcejeo de las distintas ideologías políticas que tratan de hacerlo suyo y sin una obra bien publicada donde testar
fielmente su pensamiento?
[pág. 278]
Juan Agustín Ceán Bermúdez
Memorias para la vida del
Excmo. Señor D. Gaspar Melchor
de Jovellanos y noticias
analíticas de sus obras
1814. Imprenta de Fuentenebro,
Madrid
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
2. Seis jovellanismos: seis Jovellanos distintos
En la historia contemporánea de España han ido apareciendo seis «Jovellanos»
distintos, más algunas variantes o subtipos. El nuevo no desplaza al antiguo sino
que viene a sumarse a la figura poliédrica en formación.
279
2.1. El jovellanismo ilustrado (1767-1811)
Jovellanos forma parte integral de las luces españolas; y fue sin duda uno de sus
núcleos generadores. Hay, pues, evidentemente un primer jovellanismo ilustrado; el
que coincide con su biografía y que podría fecharse entre 1767 y 1811: entre su primer escrito conocido y su muerte.
Después de que el joven Parín o Gasparín se forma en Oviedo, Ávila y Alcalá, al
calor de la inveterada tradición escolástica, inicia sus primeros pasos ilustrados al
lado de Olavide en Sevilla en los años setenta. En la década de los ochenta, en el
Madrid de Carlos III, entra en todas las academias y se convierte en el perfecto reformador ilustrado. Con Carlos IV y la reina María Luisa, sus ideas empiezan a ser perseguidas en la última década del siglo. En su «destierro» asturiano destaca la
fundación de uno de sus grandes objetivos ilustrados: el Instituto Asturiano. Observando el famoso retrato de Goya, en su ministerio de Gracia y Justicia (1797-1798),
vemos que su afán frustrado de ilustración se convierte, impotente, en beligerancia
melancólica: probablemente la actitud de quien ha aprendido a mirar ya desde el
romanticismo. Después, durante los siete largos años de reclusión en Mallorca, sus
enemigos no consiguen anonadar sus ideas reformistas; al contrario, continúa forjando sus sueños pedagógicos y sus afanes estéticos. Al final de su vida, lo vemos en
la Junta Central tratando de establecer un nuevo modelo de Estado frente al Antiguo
Régimen. En estos últimos años, destaca su esfuerzo por unir el proyecto ilustrado al
naciente proyecto liberal.
Su modo de entender las luces tendió un puente con el siglo XIX de características fundamentalmente liberales.
2.2. El jovellanismo liberal (1811-1857)
El segundo jovellanismo es el liberal. En el Decreto de 24 de enero de 1812 de las Cortes de Cádiz, la voz unánime de esa nueva legitimidad declara a Jovellanos «benemérito de la patria».
El jovellanismo liberal queda patente en el respetuoso reconocimiento que los
primeros liberales manifiestan sobre Jovellanos. Quintana, Gallego, Toreno, Blanco
White, J. A. Llorente, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Argüelles, Flórez Estrada...
todos reconocen una gran deuda hacia sus ideas. Tras su muerte, dos biografías procedentes del ambiente más ilustrado vienen a ensalzar su figura: las de González de
Posada y de Ceán; y a éstas viene a unirse la del radical liberal Antillón, anunciando
con esto que la confluencia de esos dos movimientos históricos era posible en personalidades como la de Jovellanos.
La reacción del «Deseado» Fernando VII frena aquel proyecto histórico jovellanista y liberal, que irá rebrotando muy tímidamente durante el periodo isabelino, en
el Estatuto Real (1834), en la Constitución de 1837 y en la de 1845.
280
[1]
Isidoro de Antillón de Marzo
Noticias históricas de D. Gaspar
Melchor de Jovellanos
1812. Imprenta de Miguel
Domingo, Palma de Mallorca
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos/
Somoza
Diario de Jovellanos con
anotaciones de Somoza
1915
Colección Particular
[1]
[2]
En este periodo se publican los primeros intentos de obras «completas» de Jovellanos, con notables deficiencias: las ediciones de Cañedo (1830-1832), Linares (18391840, y 2ª ed. en 1857), Mellado (1845-1846) y la edición de Logroño-Zaragoza
(1846-1847). Los liberales españoles recomiendan el Informe sobre la ley agraria de
Jovellanos como lectura obligatoria y en el extranjero vemos triunfar este escrito con
traducciones al francés (1809), inglés, italiano (1815) y alemán (1816); en contrapartida, entra en el índice eclesiástico de libros prohibidos en 1824-1825. El liberalismo
sólo podrá prosperar en el terreno de las ideas porque la política efectiva viene marcada por el triunfo del absolutismo fernandino y por quienes, como Inguanzo, desarrollan una esplendorosa carrera y alcanzan las mayores prebendas: obispado,
arzobispado y cardenalato. La pugna por el poder enfrenta a liberales y «serviles»: los
primeros herederos de las ideas jovellanistas, los últimos extraños a ellas.
Karl Marx dirá en Escritos sobre España (1854) que Jovellanos fue la «cabeza
generalizadora» que España tuvo durante la guerra de la Independencia y que manifiesta ser un «amigo del pueblo» que intentó liberar de sus cadenas a la sociedad civil.
2.3. El jovellanismo neocatólico (1858-1888)
El tercer jovellanismo es el neocatólico. A mediados del siglo XIX, la derecha española
se ha consolidado políticamente —lo estaba ya décadas atrás moralmente, es decir,
281
como moral hegemónica— y se presenta constituida en partido político enfrentado
a los liberales y a los demócratas. Transcurrido ya medio siglo, Jovellanos se presenta
como una figura muy atractiva que desde el centro-derecha empieza a ser reivindicada para prestigiar esta pujante ideología política. El primero en esgrimir claramente esta reivindicación es el político neocatólico Cándido Nocedal, para quien «en
realidad, Jovellanos era uno de los nuestros» y, no sólo eso, porque en puridad habría
sido el «fundador mismo del partido conservador». El argumento que se esgrime, en
su modo más simplificado, rezaría así: Jovellanos fue realmente un buen católico; lo
que estaba entonces en pugna era si la política favorecía o no a la religión, a la verdadera religión: el catolicismo; así pues, según los neocatólicos, Jovellanos habría
actuado a favor de las tesis conservadoras.
En la nueva edición de las Obras de Jovellanos (1858-1859), a cargo de Cándido
Nocedal, en la Biblioteca de Autores Españoles, se sitúa a Jovellanos en el centro, disculpándole ciertos coqueteos con la izquierda liberal. En consecuencia, una nueva
rama ha germinado entre los jovellanistas, en competencia con los liberales y a la vez
también con quienes, afines al Antiguo Régimen, continúan repudiando frontalmente las ideas de don Gaspar.
En la estela de Nocedal, Gumersindo Laverde y el joven Menéndez Pelayo elevarán la cuestión del conservadurismo jovellanista a credo generalizado, aunque haya
que reconocer algunos «lunares» jansenistas propios del tiempo. En contrapartida, la
derecha más purista, al estilo de Franquet —Menéndez de Luarca— y del presbítero
Miguel Sánchez —Examen teológico-crítico de la obra del Excmo. Señor D. Cándido
Nocedal titulada «Vida de Jovellanos», 1881— protestarán ardientemente contra esta
tesis, porque no se puede ganar para la causa conservadora, que es la de la Iglesia, a
quien mantuvo una postura tan crítica, si no ante la religión en sí misma, sí ante el
poder del papa; pero donde ir contra el papa, en definitiva, es ir contra la religión.
La lucha ideológica para ganarse a Jovellanos está servida. Los neocatólicos dicen
descubrir en Jovellanos al fundador de su ideario conservador y, por su parte, las posturas más papistas repudian este nuevo enlace, mientras que los herederos del liberalismo han de entrar en confrontación con esta nueva situación y defender la
evidencia del Jovellanos afín al primer liberalismo. Asistiremos a encendidas polémicas en la prensa periódica entre los liberales y los neocatólicos; éstos, en medio de dos
fuegos, deberán ocuparse también de ajustar sus razones con los ultramontanos. El
núcleo Nocedal-Laverde-Pelayo no sólo se enfrentará a las tesis de Gumersindo de
Azcárate, Fermín Canella y Fuertes Acevedo, entre otros muchos, próximos a la Institución Libre de Enseñanza, sino que deberán atemperar las aceradas denuncias provenientes de Menéndez de Luarca y de Miguel Sánchez. En la Revista de Asturias
Científico-Literaria, en 1881, podemos comprobar uno de los momentos más álgidos
de esta polémica, entre Laverde y Fuertes Acevedo.
282
En las cortes del final de la legislatura de 1865, Nocedal y otras voces afines intentarán fallidamente que se eleve un monumento a Jovellanos. Se deja de este modo
constancia de la atracción que la figura de Jovellanos tendrá a partir de ahora para la
derecha política, aunque ya sabemos que durante la segunda mitad del siglo XIX no
toda la derecha estará de acuerdo.
Después de las seis ediciones conocidas de sus obras «completas», en estos años
veremos ediciones de obras escogidas en 1880, 1884, 1884-1891 y 1886, en donde
puede apreciarse un esfuerzo por divulgar sus escritos.
2.4. El jovellanismo de Somoza: jovellanismo ético (1888-1934)
El cuarto jovellanismo es el que defenderá Julio Somoza, que tendrá múltiples seguidores y que, sobre todo, se impondrá sobre los anteriores; se conseguirá al desplazar
la problemática de su filiación político-religiosa hacia lo verdaderamente esencial de
Jovellanos, según la interpretación somozista: su dimensión personal y su valía
como persona, esto es, su personalidad ética; entramos, pues, en el jovellanismo
ético. Y no es que previamente no se hubiera resaltado esta dimensión, sino que
ahora esto se constituye en el eje interpretativo más potente. Por otra parte, desde el
somozismo, se puede escorar bien hacia el neocatolicismo bien hacia el liberalismo,
según las inclinaciones ideológicas de cada intérprete. Personalmente, Somoza es
claramente afín al liberalismo, con alguna concesión hacia el neocatolicismo: la
dimensión político-religiosa que los neocatólicos reclaman consigue colorear la personalidad de Jovellanos de un equilibrio ético que va a traducirse en términos de
centrismo político.
En suma, tras tres acaloradas décadas de enfrentamiento ideológico en la
segunda mitad del siglo XIX, entre irreconciliables jovellanistas y antijovellanistas,
Somoza inicia hacia 1888 una tarea de limpieza y recuperación de la memoria del
ilustrado español, cuyo argumento más importante se apoyará en el valor de Jovellanos como persona, en su integridad ética, elevándolo a la categoría de santo laico.
La línea de flotación argumental se construirá recobrando el peso del Jovellanos
crítico con las instituciones de su tiempo, incluyendo la Iglesia, pero, por encima de
todo, subrayando que el valor trascendental de Jovellanos procede de su hermosa
personalidad. Aquí se inscribe la pasión de Somoza por recuperar y editar su biografía y sus cartas.
El antijovellanismo anterior llegará a extinguirse durante esta interpretación eticista, por la fuerza de la admiración unánime de todos los credos ideológicos hacia la
evidencia de esa bella personalidad. Se interesan por Jovellanos desde Joaquín Costa
(1898) hasta Vázquez de Mella (1916). Prueba de este ambiente de «unidad jovellanista» es el grupo la Quintana, promotor de temas culturales asturianos, en donde
encontramos tanto a Luarca y Laverde como a Fuertes, Canella y Somoza. El pacto
Jesús Evaristo Casariego
Jovellanos o el equilibrio.
(Ideas, desventuras y virtudes
del inmortal hidalgo de Gijón)
1943. Madrid, Talleres
Penitenciarios
283
[1]
[2]
de las fuerzas enfrentadas puede quedar simbolizado, en el principio de esta etapa,
con la estatua que, después de décadas fallidas de intento, se levanta en 1891 a Jovellanos en la Plaza del Seis de Agosto —cuyo nombre conmemora el día de la triunfal
entrada en Gijón, después de su etapa en la Junta Central, ochenta años después—.
La Universidad y la prensa del momento lo celebra: El Comercio, El Carbayón, La
Libertad y el Boletín de la Sociedad Arqueológica Luliana.
Hacia finales de siglo, Clarín conferenciaba sobre Jovellanos en la Extensión Universitaria de Oviedo. En 1901, se publica la investigación de mayor calado de Somoza:
Inventario de un jovellanista y en 1907, a la sombra de don Julio asistimos a la primera tesis doctoral: Ideas pedagógicas de Jovellanos, de Felipe Bareño. Los artículos
sobre Jovellanos del afamado periodista Pachín de Melás, entre 1928 y 1936, pueden
considerarse también fruto del ambiente projovellanista creado en Gijón en paralelo
a los esfuerzos de Somoza.
En 1911, se producen las celebraciones del centenario del fallecimiento, en las
que se involucran el Real Instituto Asturiano de Gijón, El Ateneo de Gijón, la Real
Academia de la Historia y la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Los posicionamientos visibles siguen estando emparentados unos con la línea liberal y otros
con la neocatólica: en unos destaca el énfasis por poner de relieve la ortodoxia de la
moral católica de Jovellanos y en los otros la reivindicación de una moral civil más
independiente. Ejemplos de los primeros son Adellac —director del Real Instituto—
284
y Oliver —desde Mallorca— y de los segundos Azcárate y el asturiano E. GonzálezBlanco. En las celebraciones del centenario, los Infantes visitan Gijón; invitados a
participar, intervienen personalidades como Unamuno, Azorín, Antonio Maura,
Palacio Valdés, Rodríguez San Pedro o Alejandro Pidal y Mon. Dentro de la disparidad, hay sobre todo unidad de «culto jovellanista». Después de un siglo, Jovellanos ha
adquirido la dimensión objetiva de un clásico: orilladas las divergencias y las inclinaciones, prevalece el reconocimiento general. El olimpo de los clásicos, al que llega
Jovellanos merced sobre todo a sus valores éticos —de ahí dimana su reformismo
moral y sobre ese eje giran sus ideas económicas y políticas— sitúa los conflictos
interpretativos en una escala de otra índole.
El concurso del centenario de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas
dará lugar a los primeros estudios en profundidad sobre el pensamiento de Jovellanos, a cargo de Camacho, Juderías, Artiñano, el canónigo Yabén y el jesuita García
Rendueles. El común denominador de estas investigaciones tiene que ver con encontrar esa difícil síntesis entre el Jovellanos político y el religioso. Las posturas se disponen concordando con alguno de los modelos de jovellanismo pretéritos, pero ya se
advierte también que todas las tesis quedan coloreadas por una admiración unánime
hacia el personaje histórico que es Jovellanos.
La edición de obras de y sobre Jovellanos sigue un crecimiento exponencial sin
descanso: diarios (1915) y obras escogidas (1928, 1930 y 1931); y autores como Azorín (desde 1902), Gerardo Diego (empieza en 1928 y continuará hasta 1984) o Américo Castro (1933) se interesan a fondo por Jovellanos. También, en torno al tema de
la reforma agraria, Juan Morán Bayo (1931) y Antonio Escribano Iglesias (tesis doctoral, 1931). La tenaz y devota dedicación de toda una vida a la rehabilitación de la
memoria de Jovellanos, hay que atribuírsela a Julio Somoza, quien en su larga vida
(1848-1940) pone orden bio-bibliográfico en la dispersión de escritos de Jovellanos
y publica desde 1878 hasta 1931 decenas de estudios y de obras recuperadas del ilustrado-liberal, entre los cuales las importantísimas Cartas de Jovellanos y lord Holland
sobre la guerra de la Independencia (1911) y la publicación que prepara de los diarios
(será póstuma, en 1953-1955), que complete y adecente la irregular edición de 1915.
[1]
Portada de la edición de
Cándido Nocedal, Gaspar
Melchor de Jovellanos, Obras
publicadas e inéditas
1858-1859
[2]
Portada de la edición de Miguel
Artola, Gaspar Melchor de
Jovellanos, Obras publicadas e
inéditas
1956
De un lado, la visión
neocatólica que Nocedal
imprime a la figura de
Jovellanos, y seguirían Laverde
y el joven Menéndez Pelayo. De
otro, la edición de Miguel
Artola, quien con motivo de la
reaparición de la Biblioteca de
Autores Españoles, completó
aquellos volúmenes editando la
correspondencia, los diarios y
otros escritos inéditos.
2.5. El jovellanismo de Caso: jovellanismo histórico-filológico (1935-1980)
El quinto jovellanismo es el histórico-filológico, el que construye y llega a cuajar José
Miguel Caso al lado de un amplísimo despliegue de investigadores, fundamentalmente provenientes de la Universidad, historiadores y filólogos.
Si el primer y segundo jovellanismo pueden ser sumados —jovellanismo ilustrado-liberal— y constituirse en primera tesis, el jovellanismo neocatólico resultó ser
la antítesis, la negación de la perspectiva anterior. Vino el cuarto jovellanismo a poner
orden y estableció una síntesis superadora, pero ordenó los problemas haciendo pre-
285
valecer la personalidad de Jovellanos sobre su obra. Así pues, si su pensamiento y su
obra tenían algún peso debían ser estudiados en profundidad. Es ésta la tarea del
quinto jovellanismo que empieza a aparecer a partir de la tercera década del siglo XX
y que se prolonga hasta los años ochenta. Coincide prácticamente con el franquismo,
pero las aportaciones novedosas y trascendentes no proceden de la ideología autocrática —porque éstas son rehenes del modelo neocatólico del siglo XIX—, sino desde
la labor de la investigación crítico histórica, la única que podía resolverse en una
nueva síntesis superadora. El quinto jovellanismo es una continuación del cuarto,
pero elevado ahora a una categoría crítica superior. La obra de Jovellanos, fundamentalmente la del economista, político, literato y pedagogo va cobrando trascendencia
histórica, más allá de la indudable importancia del «personaje Jovellanos».
La masa de publicaciones de obras de Jovellanos y de reseñas, artículos, estudios,
investigaciones en profundidad e interés por su obra y figura ha ido creciendo sin
duda desde 1811, pero a partir de esta etapa histórico-filológica los datos se vuelven ya
innumerables y muy difíciles de sintetizar. Ángel del Río inicia esta nueva andadura
con el estudio introductorio a las Obras escogidas de Jovellanos (Espasa-Calpe, 19351946): es la etapa en la que los filólogos e historiadores, en su calidad de especialistas,
estudian y valoran la obra del ilustrado, del neoclásico o del prerromántico, distanciados en principio del ruido ideológico de las etapas anteriores, aunque la problemática político-religiosa sigue siendo un hecho histórico que habrá de seguir
afrontándose y que rebrotará continuamente y, si cabe, recrudecida a través de la distancia entre los receptores franquistas —Bonet, Casariego y Cigoña— y los críticos o
distanciados del régimen, mucho más numerosos.
En el bicentenario del nacimiento de Jovellanos, desde el exilio, en 1944, el Centro Asturiano de Buenos Aires, junto a los de La Habana y México, producen estudios de máximo interés sobre el conjunto de facetas que encierra su obra: política
(Barcia), jurídica (Ossorio), economista (Prados), sociológica (Ayala), de magistrado
(Gómez), literato (Blasco Garzón), agrarista (Serra), historiador (Albornoz), asturianista (Cimorra) y sobre independencia americana (González e Infiesta).
Entre las publicaciones y estudios, que hay que contar por centenas, destacan:
Obras (tomos III, IV y V de la BAE a cargo de Miguel Artola, 1956) y escritos de J. M.
Cachero, Caso, Galino, Sánchez Agesta, Peñalver, Villota, Gómez de la Serna... y entre
el fecundo hispanismo jovellanista extranjero: Sarrailh, Polt, Sebold, Ricard, Glendinning, Domergue, Helman, Rick, Clément, Defourneaux, Saugnieux... En la prensa
crecen exponencialmente los artículos sobre Jovellanos: sobre todo en los periódicos
regionales —El Comercio, La Nueva España y la Voz de Asturias— y vemos proliferar
firmas como la de Francisco Carantoña. Las instituciones se involucran cada vez más
y realizan aportaciones importantes —el Ayuntamiento de Gijón, el Gobierno del
Principado, la Junta General, Cajastur, el Ayuntamiento de Mallorca— y, a través de
286
sus publicaciones periódicas, el Instituto de Estudios Asturianos y el Instituto Feijoo
del Siglo XVIII y, a escala nacional, el Centro Superior de Investigaciones Científicas.
La importantísima obra jovellanista de Caso se impone como el eje estructurador y ordenador de toda esta amplia variedad. Los estudios de Caso se convierten
en muy difíciles de superar, por la dedicación, como en Somoza, de toda una vida
y por la inmensa cantidad de datos que maneja. Conoce la biografía de Jovellanos
como nadie y sus tesis sobre el pensamiento de Jovellanos han de ser, cuando
menos, las hipótesis de partida de cualquier estudioso que se precie. La inmensa
aportación de José Miguel Caso se constituye en un elemento principal y en el germen de la etapa actual.
2.6. El jovellanismo actual (desde 1980)
El sexto jovellanismo es el actual. Los cinco pretéritos jovellanismos siguen aún presentes, vivos, continuando su propia estela ideológica. Basta leer los distintos artículos de prensa actuales para percatarse de las diferentes genealogías.
Es la propia madurez del jovellanismo histórico-filológico la que se introduce ella
misma en esta última etapa. El estudio de la obra de Jovellanos desborda ya las clásicas facetas de literato, economista y político y se desarrollan y cuajan con similar
fuerza las de pedagogo, jurista, historiador, esteta... hasta arrojar una imagen poliédrica que o bien corresponde a un polívoco publicista versado en múltiples y dispares campos no conexos o bien pertenece a un filósofo; es decir, a alguien en situación
de integrar en un sistema coherente el conjunto de su pensamiento. Esto es lo que se
debate, creo, en la época presente: si Jovellanos es un polígrafo o un filósofo. Si resultara ser un filósofo, es decir, si el conjunto de su pensamiento adquiriera un sentido,
un orden y un sistema, entonces el sexto jovellanismo añadiría algo al anterior; si
resultaran tener razón los que creen que es un polígrafo genial, tendríamos un jovellanismo más henchido que el anterior, pero fundamentalmente similar. Este jovellanismo quedaría mejorado o no en función de la visión divulgativa que acabara
imponiéndose.
La visión divulgativa ha tenido mucho que ver por ahora con las celebraciones
de 1994 y de 1998, con ocasión respectivamente de los bicentenarios de la fundación
del Real Instituto y del ascenso al ministerio de Gracia y Justicia. Y ha tenido mucho
que ver con todas las inercias que provienen de la etapa anterior, entre las mejores la
publicación de las obras completas por un equipo de investigadores del IFES. XVIII,
iniciada por Caso. Uno de los nuevos frutos más visibles lo vemos en la aparición del
Foro Jovellanos del Principado de Asturias, por la mediación de personalidades como
Caso y Carantoña.
Los estudios de expertos o de intelectuales de prestigio han ido propiciando un
conocimiento y una divulgación cada vez más alejada del maniqueísmo decimonó-
Obras completas de Gaspar
Melchor de Jovellanos, edición
de José Miguel Caso González
Cubierta del primer volumen de
las Obras Completas de
Jovellanos, primera edición
crítica y sistemáticamente
anotada, impulsada y dirigida
por José Miguel Caso González
(† 1995) desde el Instituto
Feijoo de Estudios del Siglo
XVIII. Llegó a publicar los seis
primeros volúmenes,
correspondientes a obra literaria,
correspondencia y diario.
287
nico aunque afectada necesariamente por alguna de las etapas anteriores —los Anes,
Abellán, Julián Marías, Velarde Fuertes, Coronas, Manuel Fernández, Pedro de Silva,
Álvarez-Valdés...—. Las tesis doctorales son síntoma claro de la progresión geométrica en la que se ha entrado desde hace unas décadas: desde las primeras de Bareño
y Escribano, seis más en la étapa histórico-filológica —Villota, Dowdle, Ritter,
Domínguez, Domergue y Galindo— contamos con otras nueve en la etapa presente
—Díaz, Baras, Javier Varela, Flecha, Caso Machicado, Martín Nicolás, Souto, Lara y
la mía propia.
Jovellanos ha ido conociéndose en el siglo XIX y XX cada vez más y mejor. Ahora
el peligro es que los tópicos que nacen con la proliferación de contenidos acaben
imponiéndose a los matices que son precisos para delimitar bien su pensamiento. El
ilustrado liberal español puede ahora ser conocido con mayores medios y mejores
criterios, pero ¿se han extinguido los errores jovellanistas del pasado? ¡No, siguen
vivos! y, paradójicamente, parece que se vuelven inevitables. Don Gaspar dejó dicho
que la buena imitación de los clásicos no está en remedar su obra sino en saber adoptar su actitud creativa. Será bueno tener en cuenta, entonces, que entre la recuperación de las fuerzas del pasado y el mantenimiento de lo que es ya rancio hay una línea
difícil de ver y que entre involucrarse en proyectos que son colectivos y sumarse a ruidos movidos de afanes parciales hay una frontera que nadie particularmente controla, como no sea la opinión pública, no la maledicente opinión, sino la sana
opinión pública. «Cuando esta opinión es ilustrada, justa, moderada, ¡qué bienes!;
cuando siniestra, preocupada, violenta... ¿qué males no puede producir?» (Gaspar
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Jovellanos: la construcción de un clásico
Elena de Lorenzo Álvarez. Universidad de Oviedo
La imagen pública de los protagonistas de la historia es una construcción cultural
y política fruto de la amalgama de las forjadas en sucesivos momentos históricos,
que según sus intereses focalizan determinadas facetas de su vida y su pensamiento,
pretiriendo otras. La imagen pública de Jovellanos comienza a fraguarse con
motivo de los numerosos reconocimientos institucionales que recibe por sus sucesivos nombramientos como embajador en Rusia y ministro de Gracia y Justicia.
Fuegos artificiales, iluminación de edificios, aclamaciones, recitales poéticos, estatuaria, representaciones teatrales, bailes... todo esto fue organizado según las posibilidades e impulso de instituciones como los ayuntamientos de Gijón y Tineo, el
Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá, la Sociedad Económica de los Amigos
del País de Asturias o la propia Universidad de Oviedo, donde no había estudiado,
pero que se apresuró a concederle un doctorado en ambos derechos. También le
celebraron a su modo poetas amigos, como Meléndez Valdés y Quintana; y tampoco perdieron la ocasión de perpetrar algunos poemas conmemorativos ciertos
poetas locales ocasionales.
Todas estas manifestaciones conforman un primer corpus iconográfico y literario de su imagen pública. En mayo de 1798 la Universidad erigió una significativa arquitectura efímera, de notable enjundia simbólica. En el centro del patio se
elevó una estatua de dos metros, que representaba a Jovellanos coronado de olivo,
rodeado de las Ciencias, la Agricultura, las Artes y el Comercio; en los lienzos del
patio se elevó un arco triunfal, en cuyo pórtico se veía a la Patria observando a
Minerva coronar con olivo a Jovellanos, bajo la aprobadora mirada de la Gloria y
la Fama; en la parte inferior, la Envidia, el Error, la Soberbia y la Pereza se veían precipitados entre humo negro y denso; enfrente custodiaban una inscripción laudatoria la Justicia, la Paz, la Providencia y la Buena Fe.
En esta arquitectura, fugaz e inútil y por tanto puro vehículo simbólico, iconografía e inscripciones de estética plenamente neoclásica funcionan como portadoras de una lectura oficial del ministro como un héroe ilustrado: lo vieron entonces
sus paisanos coronado de olivo por la diosa de la sabiduría, desterrando los males
de la patria, bendecido por la fama y legitimado por las alegorías de las virtudes y
las artes ilustradas. Una arquitectura menos efímera encargaría el Principado a Juan
de Villanueva. En el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo, sólo sus armas
[pág. 290]
Hipólito Ruiz López
y José A. Pavón Jiménez
Jovellana punctata y Jovellana
scapiflora. Lámina XVIII
del tomo I de la Flora peruviana
et chilensis
1798, Madrid: Imprenta de
Sancha
Real Jardín Botánico. Consejo
Superior de Investigaciones
Científicas (CSIC). Madrid
Ruiz y Pavón nominan distintos
géneros de plantas con los
nombres de diversos hombres
de estado, y la flora recoge hoy
esta Jovellana junto a la
Campomanesia, la Godoya, la
Gardoquia, la Llagunoa, la
Monnina y la Valdesia...
291
Noticia de los públicos
regocijos con que la
Universidad Literaria de Oviedo
celebró la feliz elevación de su
hijo D. Gaspar Melchor de
Jovellanos a la Secretaría de
Estado y del Despacho
Universal de Gracia y Justicia
1798, Oviedo: Impresor de la
Universidad de Oviedo
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón
Con motivo de su
nombramiento como ministro,
la Universidad erigió en su
patio una arquitectura efímera
de corte neoclásico y notable
enjundia simbólica: la alegoría
de la Patria observa cómo
Minerva corona con olivo a
Jovellanos, rodeado de las
Ciencias, la Agricultura, las
Artes y el Comercio, bajo la
aprobadora mirada de la Gloria
y la Fama.
292
estaban presentes, pero, como se decía en la Delación anónima, tal se hizo con él «no
habiéndose dedicado otro igual con tal publicidad a ningún héroe, conquistador o
soberano españoles».
También la literatura supo ponerse al servicio de la esfera política promoviendo
el ensalzamiento del ministro. Poetas de distinta valía recurren a la retórica deificadora con que el Neoclasicismo, al verter las viejas formas míticas sobre la contemporaneidad, va generando un nuevo Olimpo de lares patrios, portadores de los
nuevos valores ilustrados y númenes benefactores de su comunidad. Para Manuel
Santurio García Sala es «el Padre de la luz» y «el numen / tutelar» del Instituto, cuya
«mano divinal do quiera imprime / la vida y movimiento». En la silva de Eugenio
Antonio de Riego es el «héroe», el «ingenio divino», «la nueva estrella», «un otro
Campomanes / otro honor de los manes / de la gloria asturiana», cuyos dones se
concretan en la reciente «ley agraria / el parto de Minerva», el Instituto, el impulso
de las prospecciones mineralógicas y la carretera carbonera. Para José María García
del Busto es «la deidad tutelar», la «clara / y benéfica luz de aquel que a Jove el nombre debe». En la oda de Juan García Jovellanos, es la «voz divina», el «benéfico
astro», el «amante padre», capaz de dar «nuevo ser y vida» a la «manada tierna / a
tus pechos nutrida», aquellos alumnos del Instituto sobre los que se derrama «el
resplandor de su luciente llama», «este Sol que os anima». De la misma retórica se
sirven los poemas de Meléndez Valdés y Quintana. En la epístola de Batilo, un
himno de gozo universal anima al yo poético a proclamar su júbilo y a defender la
reforma agraria y la creación del Instituto como los grandes dones de Jovino, por
lo que insta: «a vuestro numen / corred, colonos, y aclamad su nombre». La caída
en desgracia del ministro fue más célere que el impresor de Quintana y su oda a
Jovellanos hubo de esperar hasta 1813 para ver la luz; se imprimió entonces en una
serie dedicada a los nuevos héroes ilustrados, una alternativa al paradigma medieval y barroco de santos y caballeros, a los que sistemáticamente diviniza: si Gutenberg logra multiplicar los tipos de Natura, los navegantes vencer al dios Océano y
unir una humanidad antes dividida, Jenner y Balmis erradicar la viruela, el «gran
Jovino» puede exterminar a las furias, representación mitológica de los males de la
patria que impiden la felicidad pública; tal triunfo da lugar ya a una abierta deificación, en que cuando «abatido llore / el inocente en su opresión, tú entonces, / tú
serás su Deidad»; la mítica Hesperia pregunta: «¿Quién fue el Dios que bastó de
tantos males / el torrente a atajar?»
El héroe coronado por los dioses de la efímera arquitectura universitaria es por
obra de los versos también el numen tutelar, el padre nutricio de la manada, el lar
que derrama sus dones, el astro solar, el padre de la luz y, al fin, el dios de la apoteosis de Quintana, que vence a las diosas órficas y doblega a la naturaleza. Tal es la retórica rehabilitadora de los años noventa, en que los atributos divinos enaltecen al
Juan García Jovellanos
Oda que con motivo de haber
SMC nombrado embajador a la
corte de Rusia al Excmo. Señor
don Gaspar Melchor de
Jovellanos, y luego, su Ministro
de Estado del Despacho
universal de Gracia y Justicia
publica en su obsequio…
1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal
Archivo Jesuitas. Alcalá de
Henares. Madrid
hombre, pero también representan la posibilidad, o las expectativas, de que efectivamente aquel nuevo gobierno pudiera ejecutar un proyecto ilustrado que parecía
estancado tras la muerte de Carlos III y el arranque de la Revolución Francesa.
Incluso la botánica serviría para encumbrar a este nuevo gobierno. Como la
Oficina de la Flora Americana dependía de su ministerio, se le reconoce como promotor de la Flora peruviana et chilensis, que edita los resultados de la expedición
botánica de Hipólito Ruiz y José Antonio Pavón; éstos nominan distintos géneros
de plantas con los nombres de diversos hombres de estado y la flora recoge hoy esta
Jovellana junto a la Campomanesia, la Godoya, la Gardoquia, la Llagunoa, la Monnina y la Valdesia...
Pero hubo quien interpretó la retórica deificadora literalmente, y en la Delación
anónima, que analiza detalladamente el monumento del Principado en Oviedo y
que le señala como uno de los «uno de los corifeos o cabezas del partido de esos que
llaman novatores, de los que por desgracia, y tal vez castigo común nuestro, abunda
en estos tiempos nuestra España, que antes era un emporio del catolicismo», se le
acusa de que sus sectarios «le llamaban públicamente el Jovino, esto es, el Dios, el
apoyo, la felicidad, el único bien de las Asturias».
Paradójicamente, mientras todos estos homenajes se organizaban y se gestaban
estos poemas, Jovellanos escribía en el diario sobre la embajada en Rusia: «Cuanto
más lo pienso, más crece mi desolación. [...] Todo alegría por de fuera; todo en mí,
aflicción por lo que me aguarda, por lo que pierdo en abandonar un pueblo que me
quiere bien, y una dulce residencia que me encanta». Cuando llega el nombra-
En la oda del juez Juan García
Jovellanos, que tanto se ocupó
de implementar el plan de
mejoras que Jovellanos había
diseñado para Gijón, Jovellanos
es la «voz divina», el «benéfico
astro», el «amante padre»,
capaz de dar «nuevo ser y vida»
a la «manada tierna / a tus
pechos nutrida», aquellos
alumnos del Instituto sobre los
que se derrama «el resplandor
de su luciente llama», «este Sol
que os anima».
293
Manuel José Quintana
Al Excmo. Sr. D. Gaspar de
Jovellanos, en ocasión de
habérsele encargado el
Ministerio de Gracia y Justicia
1797
Biblioteca Nacional de España
A las felicitaciones
institucionales se sumaron
homenajes literarios de diversos
amigos poetas. En esta oda de
Quintana, Jovellanos aparece
divinizado: cuando «abatido
llore / el inocente en su
opresión, tú entonces, / tú serás
su Deidad»; y la mítica
Hesperia pregunta: «¿Quién fue
el Dios que bastó de tantos
males / el torrente a atajar?
¿Quién la carrera / mudó a esta
agua, allanó los montes, / los
pantanos cegó?».
294
miento en el ministerio: «¡Adiós, felicidad; adiós quietud para siempre! Empieza la
bulla, la venida de amigos y la de los que quieren parecerlo; gritos, abrazos, mientras yo, abatido, voy a entrar a una carrera difícil, turbulenta, peligrosa. Mi consuelo, la esperanza de comprar con ella la restauración del dulce retiro en que
escribo esto». Ni siquiera Josefa, que sabría de sus reticencias, como Paula, y que
lamenta su primer nombramiento —«Fexérunly baxador / de un rei de lloñe
escondíu / (cuatro llegües más abaxo / del Pulgatorio y del Llimbu)»—, deja de festejar en un poema el ministerio que tan funestas consecuencias tendría para su hermano. Llamativamente, es la única que no le diviniza.
Tras el fugaz ministerio, vendrán los años de encarcelamiento en Bellver y su
incorporación como diputado por Asturias a la Junta Central (1801-1808-1811),
institución a cuyo apoyo dedica su último escrito, una Memoria en defensa de la
Junta Central, en que ha de rebatir las calumnias de usurpación de autoridad, malversación de fondos e infidelidad a la patria y en que para limpiar su nombre
incluye una memoria justificativa de sus últimos años, la Exposición de la conducta
del autor desde que recobró su libertad hasta el día. Diría: «Y como yo no aspire a
pasar entre mis compatriotas por un héroe, sino por un honrado y fiel magistrado,
deseo y espero que los hechos de mi vida privada, lejos de desmentir, confirmen
este concepto, que he procurado asegurar con mi conducta pública».
Pocos meses después llegaría la muerte y con ella la plena canonización oficial,
pero no sería la imagen del magistrado sino la del patriota encarcelado la que se
reiteraría en múltiples manifestaciones concentradas en la descripción de los
injustos avatares de los últimos años y en su decidido posicionamiento a favor de
la causa española. Blanco White formularía una de las primeras reflexiones reivindicativas enunciada por la nueva generación de liberales: «Ya yo había pensado en
cuál sería la suerte del venerable anciano cuando supe la entrada de los franceses
en Gijón [...]. El amargo fin de tan sabio y tan excelente hombre debe causar una
impresión profunda en el corazón de todos los españoles; de desconsuelo en los
que lo amaban, y de cruel remordimiento en los que causaron la infelicidad de sus
últimos días».
Pero Blanco escribe desde Londres y, en el contexto bélico de la España del año
1812, las acusaciones a los de las cortes desaparecen inmediatamente de escena; los
sufrimientos del «venerable anciano» casi santificado serán ya sólo los infligidos por
el despotismo en Bellver y se acentuaría su perfil patriótico, en el sentido que el
Romanticismo —que no la Ilustración— otorga al término. A propuesta del conde
de Toreno, representante de Asturias en las Cortes, el Decreto CXXVII de 24 de
enero de 1812 le declara «benemérito de la patria» y reconoce su «adhesión a la
causa nacional» y «la firmeza con que sufrió la persecución que le hizo padecer la
mano cruel del despotismo».
295
[1]
José María Blanco White
Carta a M. Flórez de Méndez
ante la noticia de la muerte
de Jovellanos
25 de diciembre de 1811,
Londres
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo
Dice en ella: «Ya yo había
pensado en cuál sería la suerte
del venerable anciano cuando
supe la entrada de los franceses
en Gijón; […]. El amargo fin de
tan sabio y tan excelente hombre
debe causar una impresión
profunda en el corazón de todos
los españoles; de desconsuelo en
los que lo amaban, y de cruel
remordimiento en los que
causaron la infelicidad de sus
últimos días».
[2]
José María Blanco White
«Fallecimiento del Sr.
Jovellanos», El español, nº. 21,
tomo IV
30 de diciembre de 1811,
Londres
Biblioteca Nacional de España
No tardaron en publicarse
distintas necrológicas
reivindicativas de Jovellanos.
Entre las primeras, ésta del
propio Blanco White, publicada
en su periódico londinense:
«Honra de la nación en estos
últimos tiempos, y una de las
joyas con que se adornaba en su
decadencia, como memoria de
la que tuvo en días más felices,
y como prenda que le prometía
en verlos alguna vez renovados».
296
Es entonces cuando con premura, una España dividida por la guerra comienza
a alzar el mausoleo literario. Sólo tres meses después de su muerte firma Antillón
un breve folleto biográfico ampliamente reeditado hasta ser incluido en el Index
(1817), donde se le presenta como modelo de magistrados, poetas, hombres de bien
y, sobre todo, patriotas: «un nombre precioso que añadir al martirologio de la libertad española». Antes de cumplirse un año, se publica por vez primera el Informe
sobre las diversiones públicas por partida doble: en Madrid, en la Imprenta de Sancha, y en el Cádiz liberal, en la Imprenta Patriótica. La biografía de Ceán, aunque
no se publicaría hasta 1814 —y lo expurgado, hasta 1885—, tiene precisamente su
germen en el encargo de la Academia de la Historia de un elogio fúnebre que no
llegaría a realizarse. Apuntala el edificio la colección de Cañedo (1830-1832), que
supone el primer intento de ordenación y difusión de su pensamiento.
En el plano internacional juegan un papel fundamental las traducciones del
Informe en el expediente de Ley Agraria al francés, inglés, italiano y alemán (18091816) y el reconocimiento de Karl Marx. Desde el exilio londinense, ya publicado
el Manifiesto comunista (1848) y mientras redacta El capital, Marx publica en el
New York Daily Tribune una serie de nueve artículos sobre la España revolucionaria,
en que juzga la Guerra de Independencia como el primero de una serie de ciclos
revolucionarios y analiza sus peculiaridades, y las razones de su fracaso, hasta 1843.
En el tercero (20 de octubre de 1854) presenta un análisis de la figura de Jovellanos,
cuyo Informe en el expediente de Ley agraria cita en diversas ocasiones: su visión es
matizadamente positiva y Jovellanos crece al ser atinadamente contrastado con Floridablanca. Le juzga un «amigo del pueblo: esperaba elevar a éste a la libertad con
una serie, penosamente prudente, de leyes económicas y con la propaganda literaria de doctrinas generosas», si bien subraya su espíritu reformista, mal avenido con
el del alemán: «ni siquiera en sus mejores tiempos había sido un hombre de acción
revolucionaria, sino más bien un reformador bienintencionado, que, por exceso de
escrupulosidad con los medios, jamás se habría atrevido a cumplir un objetivo».
Mientras tanto, en España se gesta la polémica. Si liberales como White, Quintana, Gallego, Cienfuegos, Antillón, Toreno y Flórez Estrada o comunistas como el
propio Marx citaban escritos como el Informe en el Expediente de Ley Agraria,
incluido en el Índice de libros prohibidos desde 1825, Nocedal, Laverde y Menéndez
Pelayo recuperan su vertiente ortodoxa, focalizando los aspectos más conservadores y católicos —aunque insuficientemente, según W. Franquet—. La figura de
Nocedal marca un hito, no tanto por la labor en su edición en la Biblioteca de Autores Españoles (1858-1859) como por el giro ideológico que imprime a la interpretación del pensamiento jovellanista.
Comienza entonces también la historia de los monumentos funerarios y el desbaratamiento de sus últimas voluntades: finalizada la guerra, su cuerpo, enterrado
[1]
[2]
en la parroquia de Santa Marina de Puerto de Vega el 29 de noviembre de 1811,
había sido trasladado al cementerio de Gijón en 1815. Pero aquel que había abogado por las sepulturas en los cementerios, fuera de las iglesias, y reclamado un
entierro «sin pompa ni publicidad» es trasladado en 1842 al interior de la iglesia de
San Pedro: diseña su lápida el director de la Academia de Bellas Artes, redactan su
epitafio Quintana y Cienfuegos y llega a publicarse la Noticia de la función fúnebre.
A punto estuvo de torcerse aún más su voluntad por designios estatales, pues
pronto serían reclamados sus restos para más gloriosos fines. Tomando como referencia el Panteón francés, José I y después Mesonero Romanos concibieron la idea
de hacer de la iglesia de San Francisco un panteón de hombres ilustres que sirviera
como base de una identidad histórica nacional. Los liberales favorecieron su realización presupuestándolo en el marco de la Ley de Recompensas Nacionales, concebida para resarcir a las víctimas del despotismo fernandino. Triunfante la
297
Revolución de 1868, «rota ya la tradición absolutista», el decreto de 31 de mayo de
1869 reivindica «las conquistas de la revolución y las reformas del porvenir» y hace
coincidir la inauguración del Panteón con la ratificación de la nueva Constitución,
subrayando el carácter regenerador, patriótico y moderado de la Gloriosa. En aquel
decreto se propone la incorporación a dicho panteón de los restos de 25 «grandes
figuras nacionales, cuya memoria produce en todo español respeto y admiración»,
como el Cid, Guzmán el Bueno, Garcilaso o Calderón, y «Mariana, Cisneros, Quevedo, Arias Montano, Nebrija, Jovellanos, el conde de Aranda y Campomanes, los
hombres de ciencia y paz». Unos restos no se encontraron; en otros casos, la exhumación no llegó a producirse. Finalmente, el 20 de junio de 1869, cien cañonazos
saludaban a una comitiva de cinco kilómetros, en que no iban los restos de Jovellanos gracias a la resistencia del Ayuntamiento. Según el acta de 1 de junio, el consistorio manifestó al gobernador civil que se opondría al traslado «por los medios que
las leyes le permitan». En todo caso, la resistencia local manifiesta una clara vinculación de la ciudad con su figura, cuyo retrato oficial había encargado a Suárez-Llanos cinco años antes para su iconoteca; y la solicitud estatal testimonia la
incorporación de Jovellanos a una memoria común nacional que la gloriosa quería
construir como modelo de regeneración.
Pero el auge del monumento conmemorativo en España prendió en Gijón, que
se dotó en 1891 de dos estatuas, la de Pelayo —que había sido propuesta por el propio Jovellanos ya en 1782— y la de Jovellanos, que fue larga e ineficazmente proyectada por sucesivas comisiones y gobiernos de distinto signo a lo largo de treinta
años. Si «una estatua semicolosal de bronce» fue aprobada a propuesta de Nocedal
ya por Narváez en 1865, varios concejales proponen en 1873 «perpetuar la memoria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un monumento
digno de aprecio y veneración»: una estatua de mármol de Jovellanos para la plaza
mayor. La República le era propicia: aquel año Galdós le reivindicaría en Los episodios nacionales al contraponer su figura a la de Godoy, Caballero y otros intrigantes cortesanos en La corte de Carlos IV. La condesa Amaranta dirá al joven Gabriel:
«No te dejes nunca deslumbrar por la grandeza de esos figurones a quienes el vulgo
admira y envidia; su poderío está sostenido por hebras de seda, que las tijeras de
una mujer pueden cortar. Cuando hombres como Jovellanos han querido entrar
aquí, sus pies se han enredado en los mil hilos que tenemos colgados de una parte
a otra, y han venido al suelo».
Finalmente, el Jovellanos togado cuyo diseño asesoró Menéndez Pelayo fue
inaugurado en 1891 en los cíclicos fastos de agosto. La elección fue contestada nada
menos que por Somoza, quien lo hubiera querido representado como un civil ilustrado; aquel año levantaría su monumento particular, los Escritos inéditos, una de
sus imprescindibles aportaciones de esos nuevos datos, documentos inéditos, inven-
[1]
298
[1]
Decreto CXXVII
de 24 de enero de 1812
1812
Archivo del Congreso de los
Diputados
[2]
Proposición del conde
de Toreno para que se declare
a Jovellanos benemérito
de la patria
1812
Archivo del Congreso de los
Diputados
A propuesta del conde de
Toreno, representante de
Asturias en las Cortes, tres
meses después de su muerte se
le declara «benemérito de la
patria»: se reivindica el Informe
en el expediente de Ley
Agraria, y se honra su memoria
con un testimonio público
centrado en su «adhesión a la
causa nacional», su proyecto
educativo, su esfuerzo por
difundir las luces y «la firmeza
con que sufrió la persecución
que le hizo padecer la mano
cruel del despotismo».
[2]
tario y manuscritos raros, dispersos, que abundan en sus títulos. No renuncia
Somoza a imprimir en sus trabajos una clara reivindicación de la faceta ética como
elemento unitario del personaje, pero sus investigaciones aportan por vez primera
material de primera mano. Esta nueva visión, compartida con hombres próximos
al pensamiento krausista y la Institución Libre de Enseñanza, como Azcárate, Cane-
299
[1]
[1]
Españoles ilustres cuyos restos
han de ser trasladados al
Panteón Nacional en el
solemne día de su inauguración
de 2 de septiembre)
13 de junio de 1869. Madrid:
D. Carlos Frontaura
Biblioteca Nacional de España
[2]
Imagen de la iglesia
de San Francisco, convertida
en Panteón Nacional
La Gloriosa instituye un
panteón de hombres ilustres,
emblemas ejemplarizantes de
moral y patriotismo, como base
de una identidad histórica
nacional. Se propone la
incorporación de los restos de
25 «grandes figuras nacionales,
cuya memoria produce en todo
español respeto y admiración»;
entre ellos «Mariana, Cisneros,
Quevedo, Arias Montano,
Nebrija, Jovellanos, el conde de
Aranda y Campomanes, los
hombres de ciencia y paz».
300
[2]
lla y Fuertes Acevedo, lleva a lógicas y sonadas polémicas con Nocedal, Laverde y
Menéndez Pelayo.
Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación
de la figura de Jovellanos —ese mismo año de 1891, se constituye la Logia Jovellanos de Luarca y en 1912 la logia Jovellanos de Gijón—, no puede decirse que la
erección de aquella estatua ni la celebración del centenario del Instituto que se avecinaba fueran síntoma de consenso alguno sobre la interpretación de su figura.
Como Somoza, Clarín, que se definió en 1882 como «un krausista aseado, limpio e
independiente», arremetió en un palique contra la apropiación que ciertos grupos
hacen de aquel acontecimiento: «Reciente está el ejemplo de lo sucedido con el
pobre Jovellanos. Nadie más simpático que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove
y Hevia le hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido. ¡Jove y Hevia! Es
decir, mane, thecel, phares! ¡Jove y Hevia! ¡Última ratio centenariorum! Jovellanos
fue patriota, sabio, algo poeta, pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejores... mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una estatua, se le va a tributar un homenaje, etc., y llega Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y
ladeado... y ¡adiós Jovellanos!... Nocte pluit tota».
Con motivo del centenario del Instituto dos años después volvía Clarín en el
Madrid cómico a aludir a estas rencillas para justificar su ausencia en las «fiestas ofi-
ciales», pero no dejaba de rendir su propio homenaje, que era a un tiempo para su
abuelo, que había sido alumno y profesor de aquel Instituto, para Jovellanos y para
la propia ciudad de Gijón: «Nunca he escrito nada acerca de Jovellanos, ni siquiera
le he dedicado el estudio asiduo, profundo y diligente que se necesita para escribir
de semejante hombre; pero le tengo cariño casi instintivo, apenas razonado, que es
una especie de culto. Quiero mucho a Gijón y quiero mucho a Jovellanos, y estos
dos cariños se mezclan en mí, pues algo me dice en la conciencia que son una
misma cosa». En cuanto a su carácter, reivindica su «espíritu equilibrado», idealista
como poeta, «soñador, cuando se metió en política con la abnegación de un santo
(único medio legítimo de meterse en política)», pero al tiempo práctico —considera el Informe en el Expediente de Ley Agraria «un monumento de economía aplicada, según entonces esta ciencia podía entenderse»— y siempre preocupado por
España, Asturias y Gijón: «Jovellanos no sólo es el primer asturiano... sino, en cierto
sentido, el único». Por eso quiere imaginar que un día, «además de escribir un sistema de filosofía optimista, que ya habré inventado, me permitiré [...] el lujo de
estudiar a lo erudito (lo que no soy todavía, bien lo sabe Dios y Sánchez Moguel)
la vida y obras de Jovellanos; y con toda el alma puesta en mi trabajo, dejaría satisfecha un ansia de mi espíritu», que no es otra que «poder escribir a mis anchas un
libro que se llame Jovellanos».
Ya en 1898 vuelve Clarín a él para identificarse con su visión de España, citando
las Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca la profunda coincidencia entre
la España que habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba el krausista independiente y la que intentaban forjar los noventayochistas: no es la España imperial
del Cid ni de los tercios de Flandes, sino la de «futuros días de trabajo honrado, asiduo y eficaz que diese a las áridas llanuras el riego y los caminos que pudieran traer
consigo la riqueza, [...] lo que Jovellanos tenía por conquistas reales del porvenir».
Aunque estos artículos se publiquen en los años noventa, hacía tiempo que Clarín
había vuelto los ojos al ilustrado: con 23 años ya había redactado una «Oda a Jovellanos» imitando sus idilios; y ni en La Regenta se había resistido a citarle: «La poesía será siempre el lenguaje del entusiasmo, como dice el ilustre Jovellanos».
En aquellas décadas jugaron un notable papel en la difusión y reivindicación
de su figura los papeles periódicos, en que tanta fe tenía el ilustrado como herramienta de formación de ese concepto dieciochesco de opinión pública. Con mayor
relevancia, con motivo de las consabidas citas de agosto, noviembre y enero, se
publicaban sucesivos homenajes en El productor asturiano, fundado por Eladio
Carreño —donde un poeta cívico y antirretórico como Núñez de Arce publicaría
su encomiástico soneto «A Jovellanos»—, y en El comercio, cuyo primer ejemplar
(2 de septiembre de 1878) incorporaba en la cabecera sendos lemas del Informe de
ley agraria alusivos al puerto y la navegación, abría con un regenerador editorial de
Francisco Martínez (grabador) /
Manuel Bobes (estampación)
Medalla conmemorativa
del centenario de la fundación
del Real Instituto Asturiano
1897
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón
301
José Rodríguez Carracido
Jovellanos. Ensayo históricodramático
1893. Madrid: Imprenta de
Fortanet
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
Con esta obra de teatro del
catedrático de química de la
Facultad de Farmacia de
Madrid, Jovellanos se convierte
por vez primera en personaje
literario con voz propia.
302
Azcárate, donde se subrayaba el carácter industrial y mercantil de la ciudad pero
se quería también un desarrollo cultural: «fuera mengua olvidarlo en la patria del
ilustre Jovellanos». Además, contribuyeron notablemente a la difusión de su imagen a través de grabados del Jovellanos de Goya de 1798, entonces propiedad del
anticuario Mariano Santamera.
En este período de la Restauración se produce uno de los frutos menos conocidos y más ambiciosos de la construcción de su imagen pública: con Jovellanos,
ensayo dramático-histórico (1893), del catedrático de química de la Facultad de Farmacia de Madrid, José Rodríguez Carracido, Jovellanos se convierte por vez primera en protagonista literario con voz propia. Aunque como dramaturgo
Carracido reflexiona sobre las carencias de la figura como personaje teatral, pues
adolece de la «anormalidad» y «violencia» que conviene a la tragedia y entonces se
aplaudía en las tablas, Carracido le elige como encarnación de las cualidades del
perfecto hombre de estado: honrado y desinteresado, y por ello fracasado, es al
tiempo contestación y modelo para unos políticos «menesterosos de ideas y limpios de escrúpulos en materias de procedimiento», porque «jamás transigió por la
máxima acatada por los políticos al uso que el fin justifica los medios». Jovellanos
encarna la reacción que Carracido exige frente al sistema bipartidista de la España
de la Restauración.
Además, en 1902, una de las principales novelas de la renovación narrativa
española del siglo, La voluntad, recupera su faceta literaria, hasta entonces escasamente reconocida, constituyéndole en referente estético. Antonio Azorín, al dar
cuenta de su desengaño literario, afirma que ha dejado de ser, afortunadamente, un
escritor brillante, y subraya su desprecio por «la prevención contra las palabras
humildes, bajas, prosaicas»; valora entonces el estilo de aquel a quien llama «la más
alta autoridad literaria de España» en los tiempos en que Goya le pintaba y estima
que Jovellanos estaba acertado al incluir en sus poemas palabras plebeyas, como
campanillas, mula, mayoral, pese a que ello le valiera la condena de Gómez de Hermosilla en su librejo. No es la primera vez que Martínez Ruiz reivindica al literato.
En «Un poeta» el anciano se halla frente al Cantábrico y atalaya la inmensidad: los
escritos del magistrado y el político han ahogado «la luminosidad de estos versos
plásticos, pintorescos y enérgicos, tan bellos y trascendentales —trascendentales en
la evolución de nuestra estética—, como toda la prosa del poeta». En «Rasgos de
Jovellanos», ya en 1943, la misma estética es reconocida en los diarios, donde «la
prosa castellana alcanza limpidez y exactitud que sólo en los grandes maestros antiguos encontramos». Allí recupera Azorín además la imagen del joven y optimista
ilustrado, que construye a partir de la tan citada anécdota de la peluca: «en ese rasgo
de Jovellanos vemos ufanía de mozo, confianza en sí mismo y desdén por el vulgo».
A este perfil literario apunta también Juan Valera, quien en su Florilegio señala que,
[2]
[1]
Juan Echevarría
Retrato de Azorín
1922
Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía
[1]
[2]
al margen de Cervantes, «fue Jovellanos quien hasta entonces tuvo más brillante y
firme estilo y escribió mejor la prosa castellana»; y le reivindica como «poeta verdadero y legítimo».
En este siglo se seguirán homenajes de distinta enjundia y signo. En el primer
centenario de la muerte, los hubo de estricto carácter científico, como el riguroso
volumen impulsado por la Real Academia de la Historia, en que se estudia su papel
en esta institución; otros buscan el impulso de las investigaciones, como la Academia de Ciencias Morales y Políticas, que promueve el premio a que se presentarán
estudios tan dispares como el neocatólico de García Rendueles y el del premiado,
Julián Juderías, mucho más cercano a Somoza; en otros, como el de El Comercio,
Somoza, Azcárate, Canella y Unamuno comparten espacio con Augusto González
Besada, ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura o el ultramontano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín llamaba el zar de las Asturias; el Ateneo
de Gijón consigue congregar distintos enfoques, desde el conservador de Miguel S.
Oliver y Adellac al liberal de Azcárate y González-Blanco.
José Martínez Ruiz, Azorín
La voluntad
1902. Barcelona, Henrich y Cía
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón
Tanto en La voluntad, una de
las principales novelas de la
renovación narrativa española
del siglo, como en distintos
artículos publicados a lo largo
de treinta años, Azorín
reivindica a Jovellanos como
referente estético: en los diarios
«la prosa castellana alcanza
limpidez y exactitud que sólo
en los grandes maestros
antiguos encontramos».
303
La Ilustración Española y
Americana, nº. 29, año XXXV
8 de agosto de 1891
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII
La erección de la estatua de
Jovellanos fue ampliamente
reseñada en la prensa local
y nacional.
304
El 125º aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de
la iglesia de San Pedro, los restos son trasladados a la Escuela de Estudios Mercantiles por iniciativa de Pachín de Melás, quien propone como enterramiento definitivo la estatua de la plaza del 6 de agosto o bien su propia casa natal, en cuyo patio
«convertido en un templo» propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no prosperaron y, tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y las oportunas reformas en
la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940.
Con motivo del segundo centenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón
promueve la constitución del Museo Casa Natal de Jovellanos, que no se lograría hasta
1971, e insta a que se saque a Jovellanos del Index, para que participen en los actos «sin
escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y puedan reeditar y leer sus obras.
Otros proyectos de alcance quedan convertidos, de la mano de Jesús Evaristo Casariego y Joaquín A. Bonet, en meras hagiografías ejemplarizantes. El primero, autor de
la biografía Jovellanos o el equilibrio, de quijotesco subtítulo —Ideas, desventuras y virtudes del inmortal hidalgo de Gijón—, firma también el guión del documental conmemorativo de Justo de la Cueva, cuyo fin y referentes explica él mismo en la sinopsis
recogida en el expediente de censura: «exaltar tal figura como valor católico y españolísimo y defensor de la unidad y de la tradición de España, como ya han hecho en el
orden literario Menéndez Pelayo, Nocedal y otros». Bonet, autor de Grandeza y desventura de don Gaspar Melchor de Jovellanos, compone también Jovellanos, poema dramático. Esta obra, estrenada en el Teatro Jovellanos en 1952, se encuadra claramente
en un exitoso teatro histórico en verso cuyo máximo exponente sería José María
Pemán; hábil en su oficio, esta vieja escuela satisface los gustos del público y se acerca
a la historia con ademán retórico y notable carga sentimental para hacer propaganda
de unos valores nacionales que supone de validez universal y atemporal. Del convencional carácter literario de estos cuadros en verso dan buena cuenta los octosílabos
que pueden oírse en boca de Jovellanos aludiendo al envenenamiento: «Y ahora / si es
que queréis escucharme / a vuestra doña Beatriz / decidla que soy feliz / ¡que pueden
asesinarme!». Testimonio de la visión patriótica que Bonet imprime al drama y de
posibles lecturas contemporáneas que entonces a nadie se escaparían son estos versos:
«Ni propiedad colectiva, / ni democracias: empeños / en que su locura estriba, / y que
no son sino sueños. / En fin, noble amigo mío, / si algún día esa quimera / levantase
la bandera / tricolor en desafío, / como es brutal y es impío / el signo que la acompaña,
/ que nadie dude que vos, / cuando defendéis a España / lo hacéis en nombre de Dios».
El epílogo se firma el 16 de septiembre de 1939 y la obra está dedicada: «A todos los
españoles que glorificaron el nombre de la España eterna».
Como contraposición, quedan los ensayos de los intelectuales exiliados convocados por los Centros Asturianos de Buenos Aires, La Habana y México, para los
que es ejemplo de «ciudadanía» y hombre al servicio de los «ideales de fraternidad».
Leopoldo Alas Clarín
Oda a Jovellanos
20 de mayo de 1875
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo
Con 23 años Clarín ya había
redactado una Oda a Jovellanos
imitando los idilios
dieciochescos. Ofreció el texto
a La Ilustración gallega y
asturiana en 1878, aunque no
llegó a publicarse.
Desde la otra orilla, Ayala, Cimorra y Sánchez Albornoz recuperarán al sociólogo,
al asturianista, al historiador; el último identificará el fracaso de la Ilustración y el
de la II República: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de
frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España». Ayala, al reeditar el
estudio en 1992, lo considerará el «diálogo mudo que un dolorido español del exilio entablaba con el prócer admirable» y señala las «lecciones de templanza» que de
su lectura obtuvo.
En las décadas siguientes, mientras los trabajos de Ángel del Río, Miguel Artola
y José Miguel Caso González afianzan un jovellanismo de fuerte impronta histórico-filológica, concentrado en la búsqueda de fuentes y el retorno a los textos, su
imagen comienza a ser especialmente fructífera en términos literarios.
El Nuevo Teatro Español vuelve la mirada hacia Jovellanos cuando Manuel Pérez
Casaux gana el VII Festival de Teatro de Sitges en 1973 con la irónica y sarcástica La
familia de Carlos IV. Pesadilla historiera y discursibunda en diez momentos, un prolongamiento y una epilogación. La distorsión verbal de las fragmentarias estampas
subraya la degradación de una España que, como la contemporánea, necesita de hombres como Jovellanos —plenamente ilustrado—, Meléndez Valdés —más radical— o
Iriarte —más conformista—, ubicados escenográfica y significativamente en el rincón
maldito. La primera versión de la pieza cierra con una lapidación de Jovellanos, a
305
Leopoldo Alas Clarín
«La Epifanía», Madrid cómico:
periódico festivo ilustrado,
nº. 570
20 de enero de 1894, Madrid
Biblioteca Nacional de España
En 1894 Clarín le rindió su
propio homenaje, que era a un
tiempo para su abuelo, que
había sido alumno y profesor de
aquel Instituto, para Jovellanos
y para la propia ciudad de
Gijón: «Nunca he escrito nada
acerca de Jovellanos, ni
siquiera le he dedicado el
estudio asiduo, profundo y
diligente que se necesita para
escribir de semejante hombre;
pero le tengo cariño casi
instintivo, apenas razonado,
que es una especie de culto.
Quiero mucho a Gijón y quiero
mucho a Jovellanos, y estos dos
cariños se mezclan en mí, pues
algo me dice en la conciencia
que son una misma cosa».
306
quien la caterva arroja libros y sobre el que salta jugando a la gallina ciega, mientras
aquel que encarnara la luz exclama: «¡Ciegos, mudos y sordos! ¡Ciegos como piedras!
Como topos, como salamandras, como fósiles, ciegos y mudos y mancos y sordos y
chatos y miopes por los siglos de todos los siglos...». En el campo de la narrativa, se
acercan a su figura Carmen Gómez Ojea, Óscar Muñiz e Ismael González Arias. En el
provocador Pentecostés de Gómez Ojea (1989), la actitud de la narradora ante su ilustre convidado es novedosa y heterodoxa, pues cuestiona la imagen canónica de Jovellanos, encarnada eficazmente en la codificada por los manuales de bachillerato: «Me
dije que si cerraba los ojos para jugar a la vieja diversión de las sugerencias y decía
Jovellanos, Jovellanos, veía sin remedio el capítulo dedicado al siglo XVIII en mi viejo
manual bachilleril de literatura. Plomo. Se me presentaba como una figura negra, vestida de ropajes talares: un ser andrógino y fastidioso, hablando con crudeza. [...]
Alguien con quien no habría tenido el mínimo interés en cruzar un mísero monosílabo». La suya se trama con el cruce de distintas narraciones fragmentarias, enunciadas por una galería de excepcionales voces femeninas que opinan sobre él, en una
inteligente intermediación que al tiempo invoca y cuestiona los rumores. Paterna
alude a su posible homosexualidad: «decías que era un clérigo marica y malas pulgas,
que se acostaba con su criado negro»; Catuja cuenta la historia del supuesto hijo de
Alcmena la bella, ante el que la narradora se muestra escéptica —«seguro que la bella
de falso nombre sabía cómo evitar los embarazos»— y critica a los afrancesados bonapartistas denostando a Meléndez Valdés: «más que un afrancesado era un botarate, lo
mismo que la mayoría de los que esperaban algo de Napoleón. Poetas y picapleitos,
que se conformaban con la concesión de cuatro libertades, pero que sentían sofocos
al pensar en la independencia de las colonias. Le dije que era muy injusta». Por último,
la imaginación de la narradora juega con episodios que hubieran podido verosímilmente ser, pero no fueron, como el imaginario encuentro del Jovellanos niño y Feijoo,
o el encuentro con una mujer «resuelta, soñadora y risueña —decido pensarla riente
en medio de la desdicha— que se le ofreciera en la alegría turbia de un sarao navideño»; pero «él temblaría, metido en la cama, asustado de haberse dado de narices con
una mujer tan singular. [...] Huyó de ella». Aún sorprende recordar la polémica que
desencadenaron en Asturias las opiniones vertidas por unos entes de ficción.
En Bobes, el león de los llanos (1990), Muñiz construye un relato alternativo a la
sanguinaria visión codificada del coronel Bobes y para ello retorna a un pasado
nunca contado, en que el Gijón del siglo XVIII es un flash back del caudillo astur,
quien escribe a su madre desde los llanos venezolanos la víspera de la batalla de
Ulrico, en que caerá muerto, y recuerda su infancia. El José Tomás Bobes niño se convierte en piloto en el Instituto de Náutica y Mineralogía, cuya actividad se reconstruye a partir de los diarios y la correspondencia de Jovellanos, que permiten repasar
la nómina de profesores, recrear los paseos por el arenal de San Lorenzo, recordar la
triste anécdota del cura de Somió, que «rondaba por la biblioteca como un sabueso
a la busca, entre los libros que la formaban, de alguno que estuviese prohibido» o
condenar, en los recuerdos del niño que escuchaba a Jovellanos, el furor de los republicanos franceses. Finalmente, las palabras de Jovellanos —«no nos defraudarás»—
son las que Bobes recupera cuando va a morir. Con ellas remarca Muñiz cómo las
expectativas de Jovellanos han llevado a Bobes a ser quien es, cómo los ilustrados han
marcado a las generaciones siguientes, lo que permite establecer un paralelismo entre
el patriotismo del Bobes realista que se enfrenta a los independentistas y el del Jovellanos que se resiste a la invasión francesa, ofreciendo una lectura alternativa a la
secular visión de un Bobes sanguinario generada desde la república independizada.
La peripecia de En busca de Xovellanos de González Arias (2005) se sitúa en la
España de las guerras napoleónicas y parte de la historia del «bello niño de Alcmena
la bella» por el que Meléndez Valdés felicitara a Jovino en 1782. La figura de Jovellanos se recupera a través del recuerdo de una supuesta amante que decía a su
supuesto hijo: «Siempre quixi pensar que Xovino fuera’l to padre. Pero tampoco
tendría por qué ser cierto. Por más que yo lo soñara tantes veces que llegara un
momento nel que confundí la lluz del día con la lluz de los suaños». Y guiado por
esta suposición, el lector acompaña en su búsqueda de Jovellanos al joven que gracias a capitanes de barco, gacetas, comerciantes... va siguiendo los avatares de Jovino
en esos años. Finalmente, no se fuerza a la historia; lo encuentra moribundo: «pola
manera de piesllar los güeyos quixe creer que m’entendiera. Enantes de dise».
Benito Pérez Galdós
La corte de Carlos IV
1929 [1873]
Colección particular
Galdós le reivindicaría en los
Episodios nacionales al
contraponer su figura a la de
Godoy, Caballero y otros
intrigantes cortesanos en La
corte de Carlos IV. «Cuando
hombres como Jovellanos han
querido entrar aquí, sus pies
se han enredado en los mil
hilos que tenemos colgados
de una parte a otra, y han
venido al suelo».
307
[pág. 309]
Javier del Río
La luz de Jovellanos
2002
Colección particular
En este nocturno al tiempo
intimista y alegórico, Javier del
Río acierta a identificar a
Jovellanos con el emblema de
la Ilustración: si Jovellanos es
la Ilustración y la Ilustración es
luz, metafóricamente Jovellanos
es la luz que ilumina su casa,
que ilustra su país.
308
Cuestión aparte es la poesía. Al margen de la tan jovellanista «Sátira I» de Jon
Juaristi a Rufo, en 1994, uno de los libros más aplaudidos de la poesía española
del fin de siglo, Habitaciones separadas, incorpora El insomnio de Jovellanos, un
monólogo firmado en Bellver en 1808: «Lo sé, / meditaciones tristes de cautivo...
/ no sabría negarlo. / Prisionero y enfermo, derrotado, / lloro la ausencia de mi
patria, / de mis pocos amigos, / de todo lo que amaba el corazón». Luis García
Montero hace suya la «voluntad moral» del ilustrado, que se le aparece como un
preciso referente de su trayectoria vital, y rubrica el predicamento que habían
alcanzado en él la tradición literaria ilustrada y los valores de felicidad pública y
progreso de la Ilustración; por ello al final: «El mar nos cubrirá, / pero han de
ser las huellas de un hombre más feliz / en un país más libre». No es una referencia aislada este poema en la producción poética y teórica de Luis García
Montero, quien también en «Life vest under yor seat» se nutre de la epístola a los
de Sevilla para contrastar en una despedida la implacable realidad exterior con
la soledad nostálgica del yo que se aleja. Tal recuperación literaria es posible
merced a que una serie de rasgos de la estética ilustrada, como la aparente naturalidad, la claridad y la verosimilitud, se alojan también en la base de la poética
de la experiencia.
Tal reivindicación del mundo ilustrado que Jovellanos encarna es la misma lectura que se encuentra en La luz de Jovellanos de Javier del Río (2002). Si Jovellanos
es la Ilustración y la Ilustración es luz —Lumières, Enlightenment, Aufklärung, Illuminismo—, Jovellanos es la luz que ilumina su casa e ilustra su país. Pero tales luces
no pudieron durar, como bien nos recuerdan los fuertes trazos de la litografía de
Jaime Herrero (2010), en cuya oscuridad brilla una luz, pero también acechan las
fauces y la sangre.
Azorín decía en Los clásicos que la única regla para juzgar si el pasado sigue
vivo es examinar si está de acuerdo con nuestra forma de ver y sentir la realidad.
Como bien muestra este recorrido de dos siglos, en el caso de Jovellanos no se trata
sólo de que existan tales coincidencias, y por tanto sea un clásico, sino de que éstas
han sido constantemente buscadas e incluso forzadas desde intereses radicalmente
diversos. Ha sido el dieciochesco padre de la luz, la deidad tutelar y la luz misma;
el benemérito padre de la patria, el venerable anciano, el prudente amigo del pueblo, el cuerpo capaz de encarnar los valores de la gloriosa revolución moderada, el
corifeo de los novatores que acabaron con el emporio del catolicismo, y también
el católico y españolísimo defensor de la unidad de España; el togado autor de
informes académicos y al tiempo el de la diaria prosa tersa y el poeta de las palabras cotidianas... Tal convivencia y pervivencia de todas estas disímiles interpretaciones de su figura son sólo hechuras de cada tiempo, pero expresan la potencia
del clásico de nuestra Ilustración.
309
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Los orígenes de la España contemporánea, I, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1975, págs.
171, 250 y 701.
MELÉNDEZ VALDÉS, Juan, «Epístola VIII. Al Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos en su feliz
elevación al Ministerio Universal de Gracia y Justicia», Impreso suelto, portada y XIII páginas; ed.
J. H. R. Polt y G. Demerson, Obras en verso, Oviedo, Centro de Estudios del Siglo XVIII, 1983, II,
págs. 796-802.
Memoria de las públicas demostraciones de júbilo en la promoción del Excelentísimo Señor D. Gaspar
Melchor de Jovellanos, a la Embajada de Rusia y Ministerio de Gracia y Justicia. Por la Real Sociedad
Económica de los Amigos del País de Asturias. Oviedo, Imprenta Pedregal, 1798.
MUÑIZ, Óscar, Bobes, la cólera de Dios, Avilés, Azucel, 1990, págs. 23-25.
Noticia de la función fúnebre con que solemnizaron el 20 de abril de 1842, en la Villa de Gijón las
exequias del Excmo. Sr. Don Gaspar Melchor de Jovellanos... y oración fúnebre, Madrid, Imprenta y
Fundición de Eusebio Aguado, 1842.
Noticia de los públicos regocijos con que la Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz elevación
de su hijo D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de
Gracia y Justicia. Oviedo, por el impresor de la Universidad de Oviedo, 1798.
NÚÑEZ DE ARCE, Gaspar, «A Jovellanos. Soneto», El Productor Asturiano, núm. extraordinario
(6 de enero 1878); también en La Ilustración Gallega y Asturiana, número dedicado a
Jovellanos, II, 35 (18 de diciembre, 1880); Asturias, Revista ilustrada del Centro Asturiano,
núm. 80 (1 de agosto, 1891).
312
PÉREZ DE CASTRO, José Luis, «Las relaciones de ceremonias, júbilos y exequias en la bibliografía
asturiana», Archivum, XXXIV-XXXV (1984-1985), págs. 183-205.
PÉREZ GALDÓS, Benito, La corte de Carlos IV (1873), Madrid, Hernando, 1929, cap. XVII, pág. 184.
QUINTANA, Manuel José, «Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos. En ocasión de habérsele
encargado el Ministerio de Gracia y Justicia», Poesías, Madrid, Imprenta Nacional, 1813; Poesías
completas, ed., Albert Dérozier, Madrid, Castalia, 1969, págs. 195- 209.
Relación de las demostraciones de júbilo y alegría con que el comercio de la villa de Gijón ha
celebrado los ascensos del Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de
Rusa y Ministro de Estado del Despacho Universal de Gracia y Justicia de España e Indias y oración
gratulatoria que en ellas se dijo. Las publican los diputados del mismo comercio. Oviedo, Imprenta
Pedregal, 1798.
Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D.
Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración
gratulatoria que en ellas se dijo. Oviedo, 1798.
RODRÍGUEZ CARRACIDO, José, Jovellanos. Ensayo histórico-dramático, Madrid, Imprenta de
Fortanet, 1893.
RUIZ LÓPEZ, Hipólito y PAVÓN, José, Systema vegetabilium florae peruvianae et chilensis, Typis
Gabrielis de Sancha, 1798.
SÁNCHEZ CORREDERA, Silverio, Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica, Oviedo,
Pentalfa, 2004.
SANTURIO GARCÍA SALA, Manuel de, Composición poética. Al Exmo. Sr. D. Gaspar Melchor de
Jovellanos en celebridad de sus días, y en ocasión de haber sido promovido al Ministerio Universal de
Gracia y Justicia. Inédito. Ms., 10 h., 24 x 20 cm. Biblioteca Nacional Sala Cervantes
MSS/12929/38.
SOMOZA, Julio, «Delación anónima», Las amarguras de Jovellanos: bosquejo biográfico (1889),
Gijón, Imprenta de Anastasio Blanco, 1889, págs. 312-317.
TOLIVAR ALAS, Ana Cristina, «Once cartas inéditas de Leopoldo Alas Clarín», Clarín y su tiempo:
exposición conmemorativa del centenario de la muerte de Leopoldo Alas (1901-2001), Oviedo,
Cajastur, 2001, págs. 229-242.
VALERA, Juan, Florilegio de poesías castellanas del siglo XIX, Madrid, Fernando Fé, 1903, V,
págs. 11 y 14.
VV. AA., Centenario de Jovellanos. Gijón/Madrid, Imp. de José Blass y Cía., 1911.
VV. AA., El Ateneo de Gijón en el primer Centenario de Jovellanos, Gijón, Tip. La Industria, 1911,
125 págs. Recoge aportaciones de Gumersindo de Azcárate, Edmundo González Blanco, Miguel
Adellac y Miguel Santos Oliver.
VV. AA., Homenaje a Jovellanos, Sí, suplemento especial de Arriba, año III (9 de enero de 1944).
VV. AA., Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos Aires en el
bicentenario de su nacimiento, con la adhesión de los Centros Asturianos de La Habana y México,
Buenos Aires, Tip. La Prensa Médica Argentina, 1945. Francisco Ayala, «Jovellanos sociólogo»,
págs. 283- 329; Clemente Cimorra, «La obra asturianista de Jovellanos», págs. 595- 642; Claudio
Sánchez Albornoz, «Jovellanos y la historia», págs. 547- 593.
313
[1]
[2]
Acuerdo del día 24 de octubre para felicitar a Gaspar de
Jovellanos por su nombramiento como embajador de
España ante el Imperio Ruso y carta de agradecimiento
del homenajeado
Felicitación del Ayuntamiento de Avilés
1797
Libro de actas municipal
1797
Archivo Municipal de Avilés
Archivo Histórico Municipal de Carreño
El Ayuntamiento de Carreño fue el primero en felicitar a
Jovellanos por su nombramiento como embajador.
314
Con motivo de su nombramiento como ministro, el
Ayuntamiento de Avilés le nombra regidor perpetuo
de la villa
[3]
Juan Meléndez Valdés
Epístola VIII. Al Excmo.
Sr. D. Gaspar Melchor de
Jovellanos en su feliz elevación
al Ministerio Universal de
Gracia y Justicia
1797
The Hispanic Society of
America, New York
En esta epístola, compuesta con
motivo del nombramiento
ministerial, un himno de gozo
universal anima a Batilo a
proclamar su júbilo, y a defender
la reforma agraria y la creación
del Instituto como los grandes
dones de Jovino, por lo que
insta: «a vuestro numen / corred,
colonos, y aclamad su nombre».
[3]
[4]
Eugenio Antonio del Riego
Núñez
Silva en elogio del Excmo.
Señor Don Gaspar Melchor de
Jovellanos, del Consejo de
Estado de S.M. y su secretario
en el despacho universal de
gracia y justicia
1797
Biblioteca del Senado
[4]
En este poema laudatorio, el
ministro es el «héroe», el
«ingenio divino», «la nueva
estrella», «un otro Campomanes
/ otro honor de los manes / de la
gloria asturiana», cuyos dones se
concretan en la reciente «ley
agraria / el parto de Minerva», el
Instituto, el impulso de las
prospecciones mineralógicas y la
carretera carbonera.
315
[1]
Descripción de las fiestas con
que el Colegio Mayor de San
Ildefonso de Alcalá ha
solemnizado el ascenso de su
colegial, Gaspar Melchor de
Jovellanos, al Consejo de
Estado y Secretaría en los días
5, 6 y 7 de enero de este año…
1798. Alcalá: Oficina de la
Real Universidad
Biblioteca Histórica. Universidad
Complutense de Madrid
También festejaron su
nombramiento instituciones a las
que había estado vinculado,
como el Colegio Mayor de San
Ildefonso de Alcalá, que fuera el
suyo.
[2]
[2]
Relación de las fiestas que hizo
la Villa de Cangas de Tineo, por
el ascenso del Excelentísimo
Señor D. Gaspar Melchor de
Jove-Llanos al Ministerio del
Despacho Universal de Gracia y
Justicia, y Oración gratulatoria
que en ellas se dijo
1798, Oviedo
Biblioteca de Asturias Ramón
Pérez de Ayala. Oviedo
En Cangas de Tineo, patria de
Campomanes, hubo «repique en
la colegiata y parroquias de las
inmediaciones, iluminación de
las casas, fuegos artificiales»,
funciones teatrales y «ambigú y
baile, al que fueron convidadas
todas las personas de distinción
del pueblo y fuera de él,
durando esta demostración hasta
las ocho y media de la mañana».
316
[1]
[3]
Memoria de las públicas
demostraciones de júbilo en la
promoción del Excelentísimo
Señor D. Gaspar Melchor de
Jovellanos, a la Embajada de
Rusia y Ministerio de Gracia y
Justicia. Por la Real Sociedad
Económica de los Amigos del
País de Asturias
1798, Oviedo, Imprenta de
Pedregal
Biblioteca de la Universidad de
Oviedo
También la Sociedad Económica
de los Amigos del País de
Asturias, que Jovellanos había
presidido, quiso adherirse al
homenaje al ministro.
[3]
[4]
Relación de las demostraciones
de júbilo y alegría con que el
comercio de la villa de Gijón ha
celebrado los ascensos del
Excm. Sr. D. Gaspar Melchor de
Jovellanos a la embajada de la
corte de Rusia y Ministro de
Estado del Despacho Universal
de Gracia…
1798. Oviedo: Imprenta
Pedregal
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
En Gijón, los festejos fueron
organizados por el Ayuntamiento
y el gremio de comerciantes, e
incluyeron «una inscripción de
fuego azul, que decía: ¡Viva
Jovellanos!».
[4]
317
[1]
[2]
[1]
[2]
Ramón González Villarmil
La sirena de Torres, canción
Fotografía del monumento a Jovellanos proyectado
por Juan de Villanueva
1798. Salamanca, Francisco de Toxar
1798
Universidad de Salamanca
También el racionero del Instituto se entregó a
la poesía de circunstancias con motivo del
homenaje.
318
Con motivo del ministerio, el Principado encargaría a Juan de
Villanueva el monumento que fue erigido en 1798 en Oviedo,
junto a la Puerta de la Noceda por la que entonces se llegaba a
la ciudad desde Gijón. Como se decía en la Delación anónima,
tal se hizo con él «no habiéndose dedicado otro igual con tal
publicidad a ningún héroe, conquistador o soberano españoles».
[3]
Manuel de Santurio García Sala
Al Excmo. Sr. D. Gaspar
Melchor de Jovellanos
en celebridad de sus días,
y en ocasión de haber sido
promovido al Ministerio
Universal de Gracia y Justicia
1798
Biblioteca Nacional de España
En este poema inédito de
Manuel Santurio García Sala,
que colaboraría con Jovellanos
en la Junta Central, Jovellanos
es el Padre de la luz, el numen
tutelar, cuya mano divinal
imprimió vida al Instituto,
enfrentándose al manejo
monacal.
[3]
319
[1]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Informe dado a la Real
Academia de la Historia sobre
juegos, espectáculos y
diversiones públicas
1812, Cádiz: Imprenta
Patriótica
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
[2]
Gaspar Melchor de Jovellanos
Memoria sobre las diversiones
públicas
1812, Madrid: Imprenta
de Sancha
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
[1]
Antes de cumplirse un año de
su muerte se publica por vez
primera el Informe sobre las
diversiones públicas, inédito
debido a las funestas
consecuencias que le acarreó la
impresión del de Ley agraria.
En aquella España en guerra se
le publica por partida doble: en
Madrid en la Imprenta de
Sancha, y en el Cádiz liberal,
en la Imprenta Patriótica.
320
[2]
[3]
Noticia de la función fúnebre
con que se solemnizaron el 20
de abril de 1842 en la villa de
Gijón las exequias del Excmo.
Sr. D. … con motivo de la
traslación de sus huesos desde
el cementerio a un nuevo
monumento colocado en una
pared interior de la iglesia
parroquial a expensas de su
familia.
1842. Madrid, Imprenta y
Fundición de Eusebio Aguado
Biblioteca Pública Jovellanos.
Gijón
Finalizada la guerra, su cuerpo
había sido trasladado al
cementerio de Gijón en 1815.
En 1842, aquel que había
abogado por las sepulturas en
los cementerios, fuera de las
iglesias, y reclamado un
entierro «sin pompa ni
publicidad», es trasladado al
interior de la iglesia de San
Pedro; diseña su lápida el
director de la Academia de
Bellas Artes, redactan su
epitafio Quintana y Cienfuegos,
y llega a publicarse la Noticia
de la función fúnebre.
[3]
321
Ignacio Suárez Llanos
Retrato de Gaspar Melchor
de Jovellanos
1864
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón
El Ayuntamiento encarga en
1864 un retrato oficial del
ilustrado para su iconoteca.
Cinco años después se opone al
traslado de sus restos al
Panteón Nacional «por los
medios que las leyes le
permitan». Ambos hechos
muestran la plena identificación
de la ciudad con su figura.
322
Mauricio Tamargo
Busto de Jovellanos
h. 1860
Museo de Bellas Artes
de Asturias. Oviedo
El escultor gijonés, que había
donado un busto de
Jovellanos al Instituto, era
quien a entender de Somoza
podía desarrollar mejor la
estatua de la Plaza del 6 de
agosto, finalmente realizada
por Fuxá Leal.
323
[1]
[2]
Ataúlfo Friera
El Comercio
«Jovellanos», El Comercio
6 de agosto de 1911. Gijón
9 de enero de 1882
Diario El Comercio. Gijón
Diario El Comercio. Gijón
A finales del siglo XIX, la prensa jugó un notable papel a
nivel local en la difusión y reivindicación de su figura.
En ella se incluyeron odas laudatorias, como la de
Gaspar Núñez de Arce, o ésta de Tarfe, un reconocido
periodista de combate, autor de Manolita Cálvez, notable
sátira del Gijón finisecular. Clarín le dice a Galdós que
hay que trabajar con esta gente nueva en proyectos
periodísticos. Tarfe, Ochoa, Yxart y Altamira: a esos
jóvenes «hay que juntarlos».
324
En este número, Somoza, Azcárate y Canella comparten
espacio con Unamuno, Augusto González Besada,
ministro de Fomento, y un ya cuestionado Antonio Maura
o el ultramontano Alejandro Pidal y Mon, a quien Clarín
llamaba el zar de las Asturias. No faltaba en estos
homenajes la poesía de circunstancias: Carlos
Cienfuegos-Jovellanos publicaba A Jovellanos mi tributo.
[3]
Manuel Fuxá Leal
«Noticia sobre la estatua de
Jovellanos», El Comercio
6 de agosto de 1891
Diario El Comercio. Gijón
La erección de la estatua de
Jovellanos fue ampliamente
reseñada en la prensa local y
nacional.
325
Acta de 8 de marzo de 1873
1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón
Archivo Municipal de Gijón
Con la llegada de la I República varios concejales proponen en 1873 una suscripción
popular para elevar una estatua de mármol de Jovellanos en la Plaza Mayor. Su finalidad
era «perpetuar la memoria de la proclamación de la República, legando a la posteridad un
monumento digno de aprecio y veneración».
326
Discursos, memoria y breve reseña de la velada literario-musical celebrada en honor de
don Gaspar Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con motivo de la erección de
su estatua
1891. Gijón: imprenta y litografía de Torre y compañía
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Aunque en el período de la Restauración todos coincidían en la reivindicación de la figura
de Jovellanos no puede decirse que la erección de aquella estatua fuera síntoma de
consenso alguno sobre su interpretación. Los actos conmemorativos fueron contestados
públicamente por Somoza y Clarín.
327
[1]
Leopoldo Alas Clarín
La Regenta
1884-1885, Barcelona: Daniel
Cortezo
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
Clarín no se resistió a que
Víctor Quintanar le citara en La
Regenta: «¡Imbécil! ¡que el
verso es poco natural! ¡Cuando
lo natural sería que todos, sin
distinción de clases, al vernos
ultrajados prorrumpiéramos en
quintillas sonoras! La poesía
será siempre el lenguaje del
entusiasmo, como dice el
ilustre Jovellanos».
[2]
Juan Martínez Abades
Retrato de Leopoldo Alas, Clarín
Finales del siglo XIX
Universidad de Oviedo
Retrato del intelectual ataviado con la toga de doctor sobre fondo neutro.
328
[3]
[4]
Leopoldo Alas Clarín
Leopoldo Alas Clarín
«Palique. Preparativos del centenario», Madrid
cómico: periódico festivo ilustrado, nº. 478
«Revista mínima», en La Publicidad, nº. 7075
16 de abril de 1892. Madrid
Arxiu Històric de la Ciutat. Institut Cultural
de Barcelona
Biblioteca Nacional de España
Clarín arremetió contra los actos conmemorativos de
1891 y 1894: «Reciente está el ejemplo de lo
sucedido con el pobre Jovellanos. Nadie más simpático
que D. Gaspar. Pues bien, entre Pidal y Jove y Hevia le
hicieron casi aborrecible a todo asturiano bien nacido.
[...] Jovellanos fue patriota, sabio, algo poeta,
pedagogo, estadista, escritor en prosa de los mejores...
mil cosas más. Pues como si cantara... Se le erige una
estatua, se le va a tributar un homenaje, etc., y llega
Jove y Hevia con el sombrero de copa alta, blanco y
ladeado... y ¡adiós Jovellanos!».
20 de junio de 1898
Ya en 1898 vuelve Clarín a Jovellanos para
identificarse con su visión de España, citando las
Cartas del viaje de Asturias en un texto que marca
la profunda coincidencia entre la España que
habían dibujado los ilustrados, la que reivindicaba
el krausista independiente y la que intentaban forjar
los noventayochistas.
329
[1]
Fábrica de Loza La Asturiana
Cerámica conmemorativa del
centenario del fallecimiento de
Gaspar Melchor de Jovellanos
1911
Museo Casa Natal
de Jovellanos. Gijón
[2]
Vasos conmemorativos del
centenario del fallecimiento de
Gaspar Melchor de Jovellanos
1911
Colección Casa Valdés-Ocampo
Vasos, cerámicas... todo tipo de
soportes sirvieron para
popularizar su imagen y realzar
la conmemoración del primer
centenario.
[1]
[2]
330
[3] [4]
Modesto Montoto
Procesión cívica de Jovellanos
1911
Museo Casa Natal de
Jovellanos. Gijón
El primer centenario de la
muerte fue festejado
multitudinariamente en Gijón y
Oviedo, según abundantes
testimonios gráficos recogidos
en la prensa. El reloj permite
reconstruir la secuencia de la
procesión cívica, esto es, el
orden en que se había
jerarquizado a las distintas
asociaciones.
[3] [4]
331
[1]
Jovellanos en la Real Academia
de la Historia
Nº. extraordinario del Boletín de
la Real Academia de la Historia
Noviembre de 1911
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
El primer centenario de la
muerte motivó la publicación
de distintos homenajes. En este
riguroso volumen impulsado por
la Real Academia de la
Historia, se estudia su papel en
esta institución y se editan
sistemáticamente casi todas
sus censuras.
[2]
El Ateneo de Gijón en el primer
Centenario de Jovellanos.
Conferencias y lecturas
1911. Gijón: La Industria
Instituto Feijoo de Estudios del
Siglo XVIII. Oviedo
El Ateneo de Gijón consigue
congregar en este homenaje
distintos enfoques, desde el
conservador de Miguel S. Oliver
y Adellac al enfoque liberal de
Azcárate y de González-Blanco.
332
[1]
[2]
[3]
[3]
Centenario de Jovellanos.
Gijón 1911
1911. Madrid: imprenta
de José Blass y Cía
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
Álbum con vistas de Gijón
y colaboraciones de Somoza,
Unamuno, Azorín y Palacio
Valdés, entre otros.
333
[1]
Acta de constitución de la logia
Jovellanos de Luarca
23 de agosto de 1891
Ministerio de Cultura. Centro
Documental Memoria Histórica.
Salamanca
Si el movimiento masón nace
a finales del siglo XVIII y
hunde sus raíces en la
filosofía ilustrada, lógicamente
los masones asturianos habían
de identificarse con la figura
de Jovellanos. Como señala
Ferrer Benimeli: «sin ser
masón, ha pasado al panteón
de masones ilustres».
[2]
[1]
Certificado de masón
de Rafael Fernández Calzada
26 de abril de 1874
Ministerio de Cultura. Centro
Documental Memoria Histórica.
Salamanca
Aunque la logia Jovellanos de
Luarca, en que se integran los
componentes del triángulo
Rafael Riego, se constituye en
1891, hay noticia de sus
actividades desde 1874.
[2]
334
[3]
[4]
[3]
Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta
del acto de instalación de la Logia y solicitando el envío de certificados para alguno de sus miembros
12 de agosto de 1912
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca
[4]
Acta de reunión
5 de julio de 1912
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria Histórica. Salamanca
También la primera logia española del siglo XX, la gijonesa con número de matrícula 337, reivindicaría su
nombre. Una de sus primeras actividades fue el apoyo a Rosario Acuña con motivo de su destierro a Portugal.
335
[1]
[1]
Fotografía del monumento a Jovellanos
Bellver, 1932
Durante la II República, los rotarios gijoneses, entonces presididos por Secundino Felgueroso,
promueven la instalación de un busto conmemorativo de bronce en Bellver. Lo erigieron, junto a los
rotarios mallorquines, en 1932.
336
[3]
[2]
[2]
[3]
Joaquín Rubio Camín
Joaquín Rubio Camín
Boceto de escayola de retrato de Jovellanos
Fotografía del busto de Jovellanos
1993
Muros, 1994
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
A instancias de Francisco Carantoña y con el apoyo de los Ayuntamientos de Gijón y Muros, Rubio Camín
realizó este busto de Jovellanos atendiendo, más que a la fidelidad a los rasgos, a la representación
simbólica de los valores de serena dignidad, sobriedad y nobleza de espíritu del ilustrado gijonés en su
madurez. Ubicada en Muros, la escultura tiene el rostro orientado hacia la casa donde se alojó Jovellanos.
337
[1]
[2]
[1]
Fotografía de la casa mortuoria de Jovellanos
Puerto de Vega
[2]
Fotografía del busto en bronce de Zenobio Barrón en Puerto de Vega
1932
Jovellanos falleció en Puerto de Vega, en casa de Antonio Trelles Osorio. Por ello, con motivo del
centenario de 1911 se colocó en ella una lápida conmemorativa; y desde 1932 un busto de Jovellanos
preside La Atalaya. Este monumento fue promovido por Pachín de Melás, y realizado por Barrón
gratuitamente.
338
[3]
[3]
Joaquín García Cuesta
Pachín y Germán Horacio ante el receptáculo
1936
Museo del Pueblo de Asturias
El 125 aniversario de la muerte llega en plena guerra civil. Ante el incendio de la iglesia de San Pedro, los
restos son trasladados por iniciativa de Pachín de Melás a la Escuela de Estudios Mercantiles, quien propone
como enterramiento definitivo la estatua de la plaza del 6 de agosto, o bien su propia casa natal, en cuyo patio
propone levantar un obelisco. Tales iniciativas no prosperaron y tras breve depósito en el Instituto Jovellanos y
las oportunas reformas en la capilla de los Remedios, fue trasladado a ésta en procesión en 1940.
339
[1]
[2]
[3]
[1]
[3]
Carta del alcalde Mario de la Torre y García Rendueles al obispo de Oviedo
adjuntándole una instancia dirigida al nuncio papal en España solicitando
la exclusión de Jovellanos del índice de obras prohibidas
Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera
al ministro de Educación Nacional
9 de diciembre de 1943
Archivo Municipal de Gijón
5 de diciembre de 1959
Archivo Municipal de Gijón
[2]
Carta del obispo de Oviedo
10 de marzo de 1944
Archivo Municipal de Gijón
Con motivo del bicentenario del nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón
insta a la Iglesia a que saque a Jovellanos del Index, para que participen
en los actos «sin escrúpulo de conciencia fervientísimos católicos» y
puedan reeditar y leer sus obras.
340
Con motivo del bicentenario del
nacimiento, el Ayuntamiento de Gijón
promueve la constitución del Museo
Jovellanista, que en 1949 acuerda llevar a
cabo el Ministerio de Educación. Diez años
después nada se ha hecho, y el
Ayuntamiento solicita la reversión de la
propiedad de la casa natal de Jovellanos
para reactivar el proyecto.
[4]
[5]
[4]
[5]
Sí, suplemento especial de Arriba
Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro Asturiano de Buenos
Aires en el bicentenario de su nacimiento, con la adhesión de los Centros
Asturianos de La Habana y México.
9 de enero de 1944
Biblioteca General de la Universidad de
Castilla La Mancha
7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa Médica Argentina
Colección particular
Con motivo del bicentenario del nacimiento,
el suplemento del diario Arriba publica un
monográfico con colaboraciones tan dispares
como la de Casariego, que escribe sobre
«Jovellanos, defensor de la fe y de las
tradiciones de España», y las de José María
de Cossío, «Jovellanos y los toros», Gerardo
Diego, «Jovellanos y el paisaje», Joaquín
Entrambasaguas, «La más alta empresa de
Jovellanos» y Luis Rosales, «La poesía de
Jovellanos».
También el exilio conmemoró el bicentenario, reivindicándole como
ejemplo de «ciudadanía» y hombre de «ideales de fraternidad». Desde la
otra orilla, Francisco Ayala, Clemente Cimorra y Claudio Sánchez Albornoz
recuperarán al sociólogo, al asturianista, al historiador; el último
concluirá: «Otra vez los bárbaros odios hispanos han puesto en peligro de
frustración y de naufragio esa aurora que alumbraba a España».
341
[1]
[1]
Joaquín Alonso Bonet
Grandeza y desventura de Don
Gaspar Melchor de Jovellanos
1944, Madrid: Afrodisio
Aguado
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
El bicentenario del nacimiento
reactivó los estudios sobre
Jovellanos, aunque pesa
entonces la tendencia a la
hagiografía ejemplarizante.
Jesús Evaristo Casariego es
autor de la biografía Jovellanos
o el equilibrio, de quijotesco
subtítulo: Ideas, desventuras y
virtudes del inmortal hidalgo
de Gijón (pág. 283); Joaquín
A. Bonet de las Grandezas y
desventuras del prócer.
342
[2]
[2]
Joaquín Alonso Bonet
Manuscrito de Jovellanos,
poema dramático
1939
Colección particular
El epílogo se firma el 16 de
septiembre de 1939, y la obra
está dedicada: «A todos los
españoles que glorificaron el
nombre de la España eterna».
Bonet hace decir a Jovellanos:
«Ni propiedad colectiva, / ni
democracias: empeños / en que
su locura estriba, / y que no
son sino sueños. / En fin, noble
amigo mío, / si algún día esa
quimera / levantase la bandera /
tricolor en desafío, / como es
brutal y es impío / el signo que
la acompaña, / que nadie dude
que vos, / cuando defendéis a
España / lo hacéis en nombre
de Dios».
[3] [4]
Programa de mano de la obra
Jovellanos, poema dramático
1952
Colección particular
[3] [4]
La obra fue estrenada con
«selecto público» y presencia
de «dignísimas autoridades»,
según nota de El Comercio, en
Gijón, Palma de Mallorca y La
Habana, donde el Centro
Asturiano hace un llamamiento
a sus asociados para que «esa
función tenga un lleno
completo, por orgullo regional
y nacional». En la imagen
inferior, un momento de la
representación.
343
[1]
Acta de la Comisión Nacional
de Censura Cinematográfica
sobre la película titulada
Jovellanos de la productora
Marta Films
26 de abril de 1944
Ministerio de Cultura. Archivo
General de la Administración.
Alcalá de Henares
[2] [3]
Jesús Evaristo Casariego
Sinopsis para el documental
Jovellanos
Agosto de 1943
Ministerio de Cultura. Archivo
General de la Administración.
Alcalá de Henares
[1]
[4] [5]
Justo de la Cueva (dirección) /
J. E. Casariego (guión) / Manuel
Santander (música) / Marta
Films (producción)
Jovellanos o el equilibrio.
[Documental]
1944
Filmoteca Española. Madrid
Finalidad y referentes del
documental conmemorativo del
nacimiento quedan explicitados
por J. E. Casariego en la
sinopsis del expediente de
censura: «exaltar tal figura
como valor católico y
españolísimo y defensor de la
unidad y de la tradición de
España, como ya han hecho en
el orden literario Menéndez
Pelayo, Nocedal y otros».
A la derecha, dos fotogramas
del documental.
[2]
[4]
344
[3]
[5]
[6]
Evaristo Valle
Autorretrato como Jovellanos
1924
Fundación Museo Evaristo Valle.
Gijón
Valle se retrató enmascarado en
personajes históricos o literarios
a los que admiraba: Jovellanos,
Colón, Bernard Shaw, el
Quijote, don Juan Tenorio... En
este autorretrato como
Jovellanos, su tributo, al tiempo
respetuoso e irónico, se apoya
sólo en el remedo del peinado
dieciochesco.
[6]
345
[1]
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos
1954
Colección Ateneo Jovellanos
[2]
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos. Boceto
1954
Colección particular
Apenas fundada, esta
institución cultural impulsada
por Torcuato Fernández
Miranda encargó a Piñole el
retrato del ilustrado de quien
tomaba el nombre. Como se
aprecia en el boceto, Piñole
siguió de cerca el Jovellanos
del arenal de Goya: los
aditamentos del boceto,
sombrero y bastón, son
sustituidos en la versión
definitiva por un significativo
libro que intelectualiza al
retratado.
[1]
[2]
346
[3]
Pelayo Ortega
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
1987
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala.
Oviedo
Este dibujo al carbón forma parte de una serie de
12 retratos de escritores asturianos encargados
por el Principado de Asturias para decorar la
Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Como el resto
de la serie, combina una aproximación ortodoxa al
personaje con rasgos muy reconocibles del estilo
de Ortega en su época más figurativa.
[4]
Jaime Herrero
Jovellanos. El Curioso contemplador
2010
Colección Grupo DC
Una sucesión de estampas sobre la naturaleza
redactadas por el curioso contemplador en su
diario nutren esta litografía de Jaime Herrero cuyo
final recuerda que aquellas luces no pudieron
durar, pues acechaban las fauces y la sangre.
[3]
[4]
347
[1]
Sello de la emisión 1933-1935
titulado Personajes. Serie
compuesta por 7 valores
1935
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
[2]
Matasellos realizado con motivo
de la exposición conmemorativa
del 150 aniversario del
nacimiento de Jovellanos
[1]
1961
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
[3]
[3]
Sello de la emisión del 26
de febrero de 1965 titulado
Personajes españoles. Serie
compuesta por 4 valores
1965
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
[2]
[4]
Gallego y Rey
Sello de la emisión del 27 de
septiembre de 2002 titulado
Correspondencia epistolar
escolar. Historia de España.
2002
Sociedad Estatal Correos
y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
[4]
348
[5]
Boceto para sello
Emisión de 26 de febrero
de 1965
Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre. Museo Casa de la
Moneda. Madrid
[6]
Décimo de Lotería Nacional
Sorteo de 19 de marzo
de 1988. II Centenario de
Carlos III
Fábrica Nacional de Moneda y
Timbre. Museo Casa de la
Moneda
[5]
El sello fue también una fórmula
reiterada de homenaje, desde la
emisión del primero durante la
II República. El 26 de febrero
de 1965 se emitió un sello de
1,5 pesetas, en el contexto de la
serie Personajes españoles
constituida por Juan Donoso
Cortés, Alfonso X El Sabio y
Santo Domingo de Guzmán
[6]
349
[1]
Carmen Gómez Ojea
Pentecostés
1989. Oviedo, Caja de Ahorros
de Asturias
Cajastur
La actitud de la narradora ante
su ilustre convidado es
novedosa y heterodoxa, pues
cuestiona la imagen canónica
de Jovellanos, encarnada
eficazmente en la codificada
por los manuales de
bachillerato. Aún sorprende
recordar la polémica que
desencadenaron en Asturias las
opiniones vertidas por unos
entes de ficción.
[2]
[1]
[2]
Jon Juaristi
«Sátira primera (A Rufo)»,
Los paisajes domésticos
1992. Sevilla: Renacimiento
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
Una sátira muy jovellanista en
lo que de homenaje tiene a la
sátira a Arnesto y a la VII de
Juvenal: «Pues bien, ya que
deseas que te cuente de mí y
mi circunstancia, has de saber
que un punto de Alcalá me la
birló, en Jodellanos gran
especialista».
[3]
350
[4]
[3]
Luis García Montero
«El insomnio de Jovellanos.
Castillo de Bellver, 1 de abril de
1808», Habitaciones separadas
1994. Madrid: Visor
Biblioteca de la Universidad
de Oviedo
Uno de los libros más aplaudidos
de la poesía española del fin de
siglo, Habitaciones separadas,
acoge este monólogo, firmado en
Bellver en 1808, donde García
Montero reivindica la «voluntad
moral» del ilustrado encarcelado.
[4]
Ismael González Arias
En busca de Xovellanos
[5]
2006. Oviedo: Trabe
IFES XVIII. Oviedo
La peripecia se sitúa en
la España de las guerras
napoleónicas y parte de la historia
del «bello niño de Alcmena la
bella» por el que Meléndez Valdés
felicitara a Jovino en 1782.
[5]
Antonio Fraguas, Forges
El País, 4 de diciembre de 2009
Las reformas que los esforzados
ilustrados intentaron implantar
aún son asuntos del siglo XXI.
Como señalaba Tzvetan Todorov:
«La Ilustración forma parte del
pasado —ya hemos tenido un
siglo ilustrado—, pero no puede
pasar, porque lo que ha acabado
designando ya no es una
doctrina históricamente situada,
sino una actitud ante el mundo».
351
Relacion de obras y documentos expuestos
Pág. 22
Árbol genealógico y blasón de la casa de Jovellanos
Hacia 1780. Pintura, papel y tinta. 59,5 x 77,5 cm
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Depositado en el Museo Casa Natal de Jovellanos.
Gijón
Pág. 24
Joaquín Inza García
Retrato de Josefa de Jovellanos y Jove Ramírez
Anterior a 1774. Óleo sobre lienzo, 104 x 83,5 cm
Colección Agustinas Recoletas. Gijón
Pág. 25
Ángel Pérez Díaz
Retrato de Francisco de Paula de Jovellanos
y Ramírez
Hacia 1794-1798. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 80 cm
Colección particular
Pág. 26
Bartolomé Maura Montaner
Retrato de Juan Agustín Ceán Bermúdez
1875. Estampa aguafuerte, 176 x 121 cm
Grabado por Maura según el original de Goya
Biblioteca Nacional de España
Pág. 27
Francisco de Goya
Retrato de Jovellanos, con el Arenal de San Lorenzo
al fondo
1780-1783. Óleo sobre lienzo, 185 x 110 cm
Museo Nacional Colegio de San Gregorio. Valladolid
Depositado en Museo de Bellas Artes de Asturias
Pág. 28
Francisco Bayeu (copia de A. R. Mengs)
Pedro Rodríguez de Campomanes, conde de
Campomanes
1777. Óleo sobre lienzo, 129 x 96 cm
Real Academia de la Historia. Madrid
Pág. 31
Antonio Carnicero
Retrato de Manuel Godoy y Álvarez de Faria,
Príncipe de la Paz
Hacia 1795-1796. Óleo sobre lienzo, 200 x 140 cm
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Madrid
Pág. 32
Anónimo
Retrato de Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués
de Camposagrado
Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo,
68,5 x 58 cm
Colección particular
352
Pág. 32
Anónimo
Retrato de Jacoba de Valdés Inclán, esposa de
Francisco Bernaldo de Quirós, VI marqués de
Camposagrado
Copias de comienzos del s. XX. Óleo sobre lienzo,
68,5 x 58 cm
Colección particular
Pág. 35
Francisco de Goya
Retrato de Francisco de Cabarrús
1788. Óleo sobre lienzo, 210 x 127 cm
Colección Banco de España
Pág. 35
Ángel Pérez Díaz
Retrato de José Antonio Sampil y Labiades
Hacia 1798-1801. Óleo sobre lienzo, 82 x 58 cm
Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo
Pág. 37
Francisco de Goya
Retrato de Juan Meléndez Valdés
1797. Óleo sobre lienzo, 73 x 57 cm
Colección Banesto. Madrid
Pág. 38
José María Galván
Retrato de Leandro Fernández de Moratín
Hacia 1868. Aguafuerte; papel completo 45 x 31,5 cm
Calcografía Nacional. Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Madrid
Pág. 43
Andrés de la Calleja
Retrato de doña María Francisca de Sales
Portocarrero, condesa del Montijo
1767. Óleo sobre lienzo, 169 x 132 cm
Colección Duquesa de Alba. Madrid
Pág. 45
Mariano Salvador Maella
Retrato de Antonio de Valdés Fernández de Bazán
1794. Óleo sobre lienzo, 140 x 83 cm
Colección particular
Pág. 45
Anónimo
Retrato de Francisco de Saavedra y Sangronís
Óleo sobre lienzo, 57 x 42 cm
Museo del Prado
En depósito en la Academia de la Historia
Pág. 48
Anónimo
Retrato de Juan Antonio Armada y Guerra, VI
marqués de Santa Cruz de Rivadulla
Comienzos del s. XIX. Óleo sobre lienzo,
47 x 40,3 x 2 cm
Colección particular
Pág. 50
Partida de defunción. Conservada en el Archivo
de la Iglesia de Santa Marina
1811. Libro manuscrito.
Arzobispado de Asturias.
Depositado en la Iglesia de Santa Marina - Puerto de
Vega (Navia)
Pág. 51
Antonio Porta
Compás del bergantín Volante
Hacia 1800, Ferrol. Instrumentación: madera, bronce
y cristal, 13 x 23 x 23 cm
Museo Marítimo de Asturias. Luanco
Pág. 52
Francisco de Goya
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
1798. Óleo sobre lienzo, 205 x 133 cm
Museo Nacional del Prado
Pág. 55
Cristóbal Ramos Tello
Retrato del magistrado Gaspar Melchor de Jovellanos
1770. Cerámica policromada, 48,5 cm
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
En depósito en el Museo Casa Natal de Jovellanos.
Gijón
Pág. 56
Ana María Teresa Mengs Guazzi
Retrato de Jovellanos «con manguito»
Hacia 1778-1780. Pastel sobre papel pegado a lienzo,
64,2 x 48,4 cm
Colección particular
Pág. 57
Manto de la Orden de Alcántara
1780. Lana tejida a tafetán, 235 x 347 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 62
Proclama de la Junta General del Principado
1808, Oviedo: Imprenta de José Díaz Pedregal
Incluido en tomo misceláneo, 31 x 21 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 63
Constitución de la monarquía española, promulgada
en Cádiz a 19 de marzo de 1812
1812, Cádiz: Imprenta Real. Libro, 14,5 x 10 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 64
Anónimo
Libro de plazas que incluye la Real Cédula de
nombramiento de Jovellanos como Alcalde del
Crimen en la Audiencia de Sevilla
1757-1788. Libro manuscrito, 30,5 x 20,5 cm
Archivo Histórico Nacional
Pág. 65
Rostros del conde de Aranda y Jovellanos metidos
cada uno en una orla y arriba la diosa de la
Sabiduría
Siglo XIX. Papel. Lámina impresa, 29,6 x 21,7 cm
Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional.
Toledo
Pág. 66
Genealogía de Gaspar Melchor de Jovellanos y
Ramírez de Jove Carreño perteneciente a las pruebas
para la concesión del título de caballero de la Orden
de Alcántara
1780. Libro manuscrito, 31,5 x 22,7 cm
Archivo Histórico Nacional
Pág. 67
Carta de Gaspar de Jovellanos al Príncipe de la Paz
renunciando a su nombramiento como embajador en
Rusia. Contiene su autógrafo
18 de octubre de 1797. Manuscrito, castellano,
29,7 x 20,5 cm
Archivo Histórico Nacional
Pág. 68
Francisco de Goya
«Aquellos polvos». Grabado nº 23 de la serie
Caprichos
1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca
y buril, 21 x 15 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 69
Francisco de Goya
«No hubo remedio». Grabado nº 24 de la serie
Caprichos
1799, Madrid. Aguafuerte, aguatinta, punta seca y
buril, 48 x 34,5 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 70
Libro de Actas de la Junta General del Principado de
Asturias
1808. Libro manuscrito, carta, 29 x 20 cm
Archivo Histórico de Asturias
Pág. 72
Carta del Presidente y vocales de la Junta Superior de
Asturias al Presidente y Vocales de la Junta de Galicia
en la que comunican la designación de Gaspar de
Jovellanos y del marqués de Camposagrado como
vocales de la Junta Central Suprema
3 de septiembre de 1808, Oviedo. Manuscrito,
29,7 x 20,5 cm
Archivo Histórico Nacional
Pág. 76
Guisasola / Doiztúa
Armeros vascos de la primera fábrica de armas
de Asturias
1795. Fundición metal, 43 cm
Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo
Pág. 76
Bandera del regimiento de infantería de Castropol
Hacia 1808. Tejido. 144 x 140 cm
Ayuntamiento de Castropol
Pág. 77
Tercerola española de caballería
1801. Madera, acero y bronce, 101 x 16 cm
Museo del Ejército. Toledo
Pág. 77
Sable para oficial del Coronel Azpiroz
1807. Hoja de acero. Empuñadura de bronce y asta,
87 cm
Museo del Ejército. Toledo
Pág. 77
Carabina española de artillería montada
1789. Madera, acero y bronce, 118,6 x 13 cm
Museo del Ejército. Toledo
Pág. 78
Réplica de uniforme de soldado de las Guardias
Valonas (ejército español) durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid
Pág. 78
Réplica de uniforme de soldado de los Granaderos
Holandeses (Ejército francés) durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid
Pág. 79
Réplica de uniforme de soldado de los Húsares del
Ejército británico durante la guerra de
independencia, realizada para la película Sangre de
Mayo de José Luis Garci (2008)
Cortesía de Sastrería Cornejo. Madrid
Pág. 80
José María Queipo de Llano
Historia del levantamiento, guerra y revolución
de España
1839, Madrid: Imprenta del Diario. Libro, 15 x 22 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 84
Don Gaspar de Jovellanos a sus compatriotas.
Memoria en que se rebaten las calumnias divulgadas
contra los individuos de la Junta Central y se da
razón de la conducta y opiniones del
autor desde que recobró su libertad, con notas y
apéndices
1811, La Coruña: Oficina de D. Francisco Cándido
Pérez Prieto. Libro, 20,5 x 15 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 84
Agustín Argüelles
Examen histórico de la reforma constitucional que
hicieron las cortes generales y extraordinarias desde
que se instalaron en la isla de León, el día 24 de
septiembre de 1810, hasta que cerraron en Cádiz sus
sesiones en 14 del propio mes de 1813
1835, Londres: Imprenta de Carlos Wood e Hijo.
Libro, 14,5 x 22,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 85
José Casado de Alisal
El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810. Boceto
1863. Óleo sobre lienzo, 58 x 65,5 cm
Colección del Congreso de los Diputados
Pág. 86
Gaspar Melchor de Jovellanos
El Delincuente honrado: comedia en cinco actos y en
prosa, fielmente corregida, adicionada y enmendada
en esta impresión
1863, Imprenta de la Viuda e hijos de J. Cuesta.
Libro, 19,5 x 12 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 86
Francisco Pomares / Bartolomeo Pinelli
Li Regni di Spagna e di Portogallo
1816. Papel / Grabado. Color, 142 x 240 cm
Museo Naval de Madrid
Pág. 87
Gaspar Melchor de Jovellanos
Informe que se leyó en la Academia de la Historia a
principios del año 1791 sobre teatros y espectáculos
por Melchor Gaspar de Jovellanos, individuo de ella
1791-1797. Papel manuscrito, 21 x 15,5 cm
Centre de documentació i museo de les arts
escèniques de l’Institut del Teatre. Barcelona
353
Pág. 88
Maqueta del puerto y villa de Gijón a finales
del siglo XVIII
2003. Maqueta, 3,67 x 1,82 m
Autoridad Portuaria de Gijón
Pág. 93
Thomas O’Daly
Nuevo proyecto del Puerto de Gijón. Mapa
de la Rada y Barra de Gixon
28 agosto 1754. Manuscrito, papel con aguadas en
colores, 56,5 x 86 cm
Museo Naval de Madrid
Págs. 98 y 99
Mariano Ramón Sánchez
Vista de San Lorenzo y Campo Valdés de Gijón
1793. Óleo sobre lienzo, 43,2 x 87 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 100
Mariano Ramón Sánchez
Dársena de Gijón
Siglo XVIII. Óleo sobre lienzo, 55 x 111 cm
Patrimonio Nacional
Pág. 103
Andrés de la Cuesta
Plano del Puerto de Gijón
1776. Manuscrito, papel con aguadas en colores,
50 x 72 cm
Museo Naval. Madrid
Pág. 105
Diorama del puerto de Gijón
2005. Diorama, 1,50 m x 1,20 m
Autoridad Portuaria de Gijón
Pág. 107
José de Castellar
Plano de Gijón y proyecto de fortificación
1835. Manuscrito color, 57,5 x 80 cm
Ministerio de Defensa. Archivo Cartográfico
y de Estudios Geográficos del Centro Geográfico
del Ejército
Pág. 109
Luis Paret (dibujo) y Blas Ametller (grabado)
Escudo y empresa del Real Instituto Asturiano de
Gijón
1794. Estampa buril, 102 x 114 mm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 109
Gaspar Melchor de Jovellanos
Noticia del Real Instituto Asturiano
1795, Oviedo: Francisco Díaz Pedregal. Libro, 22 x
14,5 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
354
Pág. 110
Gaspar Melchor de Jovellanos
Representación al Ayuntamiento sobre las ideas que
propone para aumentar la población, la industria y el
comercio de la villa (Plan de mejoras de Jovellanos)
4 de octubre de 1782. Libro de actas del
Ayuntamiento de Gijón (1782-1785), 32 x 20 cm.
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 112
Francisco de Goya
Grabado del ex libris de Jovellanos con el escudo
de armas
Hacia 1780. Estampa sobre papel verjurado,
aguafuerte; plancha: 60 x 45 mm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 115
Bargueño
Bargueño y taquillón
Siglo XVIII. Mobiliario, 57 x 101 x 3 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 116
Anónimo
Escribanía de Jovellanos
Colección particular
Pág. 119
Carta a Carlos González de Posada, canónigo
de Tarragona
10 de diciembre de 1794, Gijón. Manuscrito,
25 x 19 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 120
Índice de los libros y manuscritos que posee
don Gaspar de Jovellanos y Ramírez, del Consejo
de S. M. y su Alcalde de Casa y Corte.
1778. Manuscrito, 32 x 20 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 121
Gazette Nationale ou Le Moniteur Universel
5 de mayo de 1789, nº 1. París: Agasse. Prensa,
46 x 30 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 123
«Memoria sobre la admisión de las señoras en la
Sociedad Económica Matritense», Memorial
literario VII
1786, Madrid. Prensa, 14 x 9,5 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 124
Miguel Jacinto Meléndez
El entierro del conde Orgaz. Boceto preparatorio
1734. Óleo sobre lienzo, 46,5 x 77,6 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 126
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a Petra Guerra y García de Briones
13 de enero de 1811. Manuscrito. 18,3 x 12 cm
Colección particular
Pág. 127
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a Pedro Manuel de Valdés Llanos
1 de noviembre de 1811, Gijón. Manuscrito,
23 x 17 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
Pág. 128
Mercurio histórico político, que contiene el estado
preferente de la Europa, lo sucedido en todas las
cortes…
1757, Madrid: Imprenta de Antonio Marín. Prensa,
13 x 9,5 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 128
Manuel José Quintana
Variedades de ciencias, literatura y artes
1803, Madrid: Oficina de Benito García y Compañía.
Prensa, 16,5 x 11 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 129
Gaspar Melchor de Jovellanos
«Sátira a Arnesto», El Censor
6 de abril de 1786. Madrid. Prensa, 8 x 13,7 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 129
Gaspar Melchor de Jovellanos
«Sátira cuarta. Contra las corridas de toros»,
Diario de Madrid
19 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 14 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 130
Gaspar Melchor de Jovellanos
«Relación del primer certamen público del Real
Instituto Asturiano», Gazeta de Madrid
5 de septiembre de 1797. Prensa, 20 x 15 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 131
David Hume
Essays and treatises on several subjects containing
essays, moral, political, and literary
1772, Londres: Cadell. Libro, 21 x 11,5 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 131
David Hume
The history of England from the invasion of Julius
Caesar to the revolution in 1688
1778, Londres: Cadell. Libro, 13 x 21 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 132
Petri Peralta
Relectiones praecellentis
1563, Salmanticae: excudebat Ioannes Maria a
Terranoua. Libro, 29 x 20 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 132
Alonso López Pinciano
Philosophia Antigua Poetica
1596, Madrid: Thomas Iunti. Libro, 21 x 14 cm
Biblioteca particular
Pág. 133
Marco Tulio Cicerón
Epístolas o cartas de Marco Tulio Cicerón,
vulgarmente llamadas familiares; traducidas por
Pedro Simón Abril
1797, Valencia: Hermanos de Orga. Libro, 17 x 10,7 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 134
Curtio Rufo
Historia Alexandri Magni
1741, Vallis-oleti: ex Officina Ildephonsi à Riego.
Libro, 15,8 x 11,2 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 134
Santa Teresa
Cartas de Santa Teresa de Jesús, con notas del Sr. D.
Juan de Palafox y Mendoza, recogidas por orden del
P. Fr. Diego de la Presentación, de los Carmelitas
Descalzos
1752, Madrid: Imprenta del Mercurio, por Ioseph de
Orga. Libro, 25 x 18 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 135
Clemente XIV
Cartas importantes del Papa Clemente XIV
(Ganganeli) traducidas del francés en castellano por
D. Francisco Mariano Nipho
1777, Madrid: Miguel Escribano. Libro, 15,1 x 10,1 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 136
Dollond
Microscopio compuesto
Hacia 1780, Gran Bretaña. Latón y vidrio, 29 x 13 cm
Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC.
Madrid
Pág. 136
Soleil, constructeur d’instruments d’optique. Rue de
l’Odeon, nº 35
Caja de caoba con instrumentos del microscopio de
Dollond
Hacia 1780, Gran Bretaña. Caja de caoba,
22 x 15 x 6,5 cm
Museo Nacional de Ciencias Naturales. CSIC. Madrid
Pág. 136
Simons
Teodolito
Siglo XVIII, Londres. Latón, 30 x 6 x 31 cm
Patrimonio Histórico Universidad Complutense
de Madrid
Museo de Astronomía y Geodesia
Pág. 137
Nairne & Blunt
Telescopio Gregory
Hacia 1820, Londres. Latón, 85 x 10 x 40 cm
Patrimonio Histórico Universidad Complutense
de Madrid
Museo de Astronomía y Geodesia
Pág. 138
Anónimo
Jícara
Siglo XVIII. Cerámica, ajuar de mesa, 7,2 cm /
7,8 cm (diámetro)
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 138
Alfar de El Rayo (Siero)
Fuente de cerámica
1880-1930. Alfarería, cerámica, 9 x 29, 3 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento
de Gijón
Pág. 138
Baraja Española
Baraja de 35 cartas, 9 x 5,6 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 139
Fábrica de Alcora
Mancerina
Hacia 1750-1799. Cerámica, ajuar de mesa
Mancerina: 5,8 cm / 19 cm (diámetro). Pocillo: 7 cm
(diámetro)
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 139
Silla estilo Reina Ana
S. XVIII. Madera pintada y tela, 115 x 52 x 53 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 140
Anónimo
Caja de rapé
Hacia 1776-1825. Porcelana, objetos de uso personal,
8,3 cm x 6,3 cm
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 140
Fábrica de Alcora
Caja de rapé
Hacia 1787-1858. Cerámica, objetos de uso personal,
2,5 x 5,5 cm
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 141
Juan Antonio Iza de Zamácola
Colección de las mejores coplas de seguidillas,
tiranas y polos que se han compuesto para cantar
a la guitarra: con un discurso sobre las causas
de la corrupción y abatimiento de la música
española
1802, Madrid: Oficina de Eusebio Álvarez. Libro,
14 x 8 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 142
Anónimo
Traje de finales del s. XVIII: casaca, calzón
y chupa
Hacia 1785-1790. Tejido
Museo del Traje, CIPE. Madrid
Pág. 142
Media de Fernando VII
Tejido, 73 x 25 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 143
Anónimo
Reloj de bolsillo
Siglo XVIII. Diamante, esmalte y oro, 5,5 cm
(diámetro)
Museo Nacional de Artes Decorativas. Madrid
Pág. 143
Luis Paret y Alcázar
Modelo para tarjeta de visita
1797. Aguada / tinta china sobre papel. 7,3 x 10,1 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 144
Miguel Jacinto Meléndez
San Agustín conjurando la plaga de la langosta.
Boceto preparatorio
1734. Óleo sobre lienzo, 46,4 x 78 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 144
Francisco Ignacio Ruiz de la Iglesia
La Magdalena penitente
1670. Óleo sobre lienzo, 111 x 211 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 145
Francisco Tomás y Rotger
La Virgen con el Niño dormido
Hacia 1805-1807. Óleo sobre lienzo, 55,5 x 39,5 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 146
Andrea Vaccaro
La Virgen con el Niño y San Juanito
Hacia 1650. Óleo sobre lienzo, 1 m de diámetro.
Colección particular
355
Pág. 147
Anónimo
Santa Bárbara
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 141 x 111 cm
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega
Pág. 158
José Manuel Martínez Legazpi
Mazo de Besullo
2011. Maqueta, madera de arce, 36 x 80 x 76 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 148
Anónimo
Inmaculada coronada
Siglo XVII. Óleo sobre lienzo, 140 x 95 cm
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega
Pág. 162
Secretaría de Marina. Departamento Marítimo
del Ferrol
Plano nº 46 del Río Nalón y nº 35 del horno de
carbonización de La Riera, Riaño
(Reales Minas de Langreo y Empresas del Nalón)
Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano, 63,5
x 95,5 cm
Biblioteca Naval del Ferrol
Pág. 149
Anónimo
Busto del conde de Aranda
1770. Porcelana de Alcora, 45 x 28 x 22 cm
Colección particular
Pág. 149
Anónimo
Busto relicario de Santa Catalina
Siglo XVI. Escultura, 51 x 34 x 16 cm
Colección Alfonso Cienfuegos Jovellanos Ortega
Pág. 150
Gaspar Melchor de Jovellanos
Discurso económico sobre los medios de promover la
felicidad de Asturias, dirigido a su Real Sociedad de
Amigos del País
22 de abril de 1781. Manuscrito, 22 x 15,5 cm
Biblioteca Capitular de Sevilla
Pág. 152
Gaspar Melchor de Jovellanos
Informe de la Sociedad Económica de esta Corte al
Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente
de ley agraria...
1795, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro,
25,5 x 18 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 153
José Manuel Martínez Legazpi
Molino harinero
2009. Maqueta, madera de arce, piedra, metal, 47 x
52,5 x 54 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 155
Alfar de Faro (Oviedo)
Puchero de cerámica
Hacia 1900-1925. Alfarería, cerámica, 33 x 23 x 11,5 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 156
Marcos de Vierna
Informe sobre el plano que ha levantado de un
camino de Oviedo a León
8 de diciembre de 1770. Folio manuscrito,
30 x 21 cm
Archivo General de Simancas
356
Pág. 164
José Manuel Martínez Legazpi
Llagar de pesa
2001. Maqueta, madera de arce, 48 x 90 x 44 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 171
Gaspar Melchor de Jovellanos
Borrador del Informe de Ley Agraria
1795. Manuscrito de José Acebedo Villarroel, con
correcciones autógrafas de Jovellanos, 34 x 49 cm
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 175
Gonzalo de Buergo
Plano que demuestra la figura que hace el Puerto de
San Esteban de Pravia, su río y el de Narcea con todas
sus vueltas hasta la unión del río que llaman de
Arganza con el expresado Narcea
31 de agosto de 1765, Avilés. Tinta sobre papel
entelado, 94 x 38 cm
Archivo General de Simancas
Pág. 176
Secretaría de Marina. Departamento Marítimo
del Ferrol
Plano nº 191 y nº 14 del puerto de San Esteban de Pravia
Hacia 1794. Dibujo, acuarela, caligrafía a mano,
63,5 x 95,5 cm
Biblioteca Naval de Ferrol
Pág. 181
Anónimo, antiguamente atribuido a Goya
Retrato de Don Gaspar Melchor de Jovellanos
Hacia 1797. Óleo sobre lienzo, 132 x 105 cm
Fundación Lázaro Galdiano
Pág. 182
Memorial: Causas de la decadencia de los labradores de
Asturias y medios de restablecerla, sin perjuicio de los
propietarios. Presentado a la Real Sociedad Económica
de los Amigos del País de la ciudad de Oviedo
Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado, 46
págs., 16 x 11 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 184
Ordenanzas aprobadas por S. M. para el régimen y
gobierno del Hospicio y Hospital Real de Huérfanos,
Expósitos y Desamparados
1752. Libro, 21 x 15 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 189
Francisco Reiter Elcel
Retrato de Agustín González Pisador, obispo
de Oviedo
1781. Óleo sobre lienzo, 96 x 79 cm
Museo de la Iglesia. Oviedo
Pág. 191
Memorial: La memoria que se desea sobre los medios
de restablecer a los labradores de su decadencia.
Presentado a la Real Sociedad Económica de los
Amigos del País de la ciudad de Oviedo
Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito encuadernado,
12 págs., 32 x 22 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 193
Memorial: Discurso sobre las causas y decadencia de
nuestros labradores y su contenido. Presentado a la
Real Sociedad Económica de los Amigos del País de la
ciudad de Oviedo
Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, cosido a modo de
carpetilla, 4 págs., 32 x 22 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 197
Memorial: Memoria política económica sobre los
medios de restablecer la decadencia de los labradores.
Presentado a la Real Sociedad Económica de los
Amigos del País de la ciudad de Oviedo
Hacia 1780, Oviedo. Manuscrito, 8 págs., 32 x 22 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 207
Real Provisión sobre arrendamientos perpetuos
22 de octubre de 1785, Oviedo: Imprenta de
Francisco Díaz Pedregal. Libro, 31 x 21 cm
Archivo Histórico de Asturias
Pág. 212
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta a la Junta General sobre la carretera de Castilla
31 de agosto de 1796, Oviedo. Libro manuscrito,
carta, 30 x 20 cm
Archivo Histórico de Asturias
Pág. 217
El Corresponsal del Censor
1786-1788, Madrid. Libro, 14 x 8,5 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 219
Vicente Arbiol Rodríguez
Francisco Martínez Marina
1844. Óleo sobre lienzo, 103,5 x 83 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 220
La Gaceta de los niños
1798-1800. Libro, 15,5 x 10,5 cm
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 221
Rita Caveda y Solares
Cartas selectas de una señora a su sobrina suya,
traducida de una obra inglesa, impresa en Filadelfia
y traducidas al español
1800, Madrid: Oficina de García y Compañía. Libro,
15 x 10 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 230
Antonio Ponz
Autorretrato
1701-1800. Óleo sobre lienzo, 43 x 36 cm
Museo de la Real Academia de Bellas Artes
de San Fernando. Madrid
Pág. 231
Gregorio Menéndez Valdés
Historia de la antigua ciudad de Gixa
Mss. 22.5 x 16 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 232
Gaspar Melchor de Jovellanos
Carta al marqués de Camposagrado, sobre el blasón
del Principado
Gijón, 1794. Manuscrito, 30 x 21 cm
Junta General del Principado de Asturias, por
comodato de D. Juan Antonio Pérez Simón
Pág. 225
Apuntamientos sobre Gijón. Destinados al
Diccionario geográfico-histórico de Asturias
1804. Manuscrito, 21,5 x 15,15 cm
Colección particular. Depósito Museo Casa Natal
de Jovellanos, Gijón
Pág. 233
Tercera carta de Jovellanos a don Antonio Ponz
(Camino de León a Asturias)
Manuscrito, 20,8 x 30 cm
Fundación Alvargonzález. Gijón
Pág. 226
Instrucción para la formación de un Diccionario
geográfico de Asturias
1791. Manuscrito, 30 x 21,5 cm
Real Academia de la Historia. Madrid
Pág. 234
José Caveda y Nava (ed.)
Colección de poesías en dialecto asturiano
1839, Oviedo: Imprenta de D. Benito González y
Compañía. Libro, 15 x 20 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 227
Gaspar Melchor de Jovellanos
Cédulas para el Diccionario: apostal, banzado,
chousa.
Hacia 1800-1801. Manuscrito, 23 x 17 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
Pág. 234
Eugenio Antonio del Riego Núñez
Los pastores de Narcea en Asturias: églogas
1784, Madrid: Imprenta de Don Antonio de Sancha.
Libro, 20 x 13 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 228
Alonso Bernardo Rivero Larrea
Historia fabulosa del distinguido caballero
Don Pelayo Infanzón de la Vega, Quixote de la
Cantabria, I
1792-1793, Madrid: Imprenta de la Viuda de Ibarra.
Libro, 11 x 16 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 228
Alonso Carrió de La Vandera
El Lazarillo de ciegos caminantes desde BuenosAyres, hasta Lima; con sus itinerarios según la más
puntual observación, con algunas noticias útiles a los
nuevos comerciantes que tratan en mulas y otras
historias, sacado de las memorias que…
1773, Gijón [i. e. Lima]: Imprenta de la Rovada.
Libro, 15 x 8,5 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 235
Ignacio Merás Queipo de Llano
Obras Poéticas
1797, Madrid: Benito Cano. Libro, 18 x 12 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII.
Oviedo
Pág. 235
Colección de Asturias, D. Gaspar Melchor de
Jovellanos
1947, Madrid: Gráficas Reunidas. Libro, 22 x 25 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 235
Gaspar Melchor de Jovellanos
Munuza: tragedia en cinco actos
1793-1794. Barcelona: Oficina de Juan Francisco
Piferrer [s.a.]. Libro, 21 x 14 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 236
Gaspar Melchor de Jovellanos
Discurso pronunciado en la Sociedad de Amigos del
País de Asturias sobre la necesidad de cultivar en el
Principado el estudio de las ciencias naturales
6 de mayo de 1782, Oviedo. Libro, 31,5 x 21 cm
Archivo Histórico Diocesano de Oviedo
Pág. 239
Vicente Arbiol y Rodríguez
Joaquín José Queipo de Llano y Valdés, V Conde
de Toreno y alférez mayor perpetuo del Principado
de Asturias
1848. Óleo sobre lienzo, 104,5 x 83
Real Instituto de Estudios Asturianos. Oviedo
Pág. 241
Francisco Cónsul Jove y Tineo
Memoria sobre el conocimiento de las tierras:
verdadero y económico método de cultivarlas,
adaptado al clima y circunstancias de Galicia y
Asturias; presentada a la Real Sociedad Económica
de Amigos del País de la Ciudad de Santiago en Junta
pública que celebró el 4 de noviembre de 1784
1786, Santiago: Imprenta Ignacio Aguayo. Libro,
19 x 13 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala
Pág. 243
Gaspar Casal y Julián
Historia natural y médica de el Principado de Asturias
1762, Madrid: Oficina de Manuel Martín. Libro,
15,5 x 20,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 244
Agustín de Pedrayes y Foyo
Solución del problema propuesto el año de 1797
1805, Madrid: Imprenta de la Administración del
Real Arbitrio de Beneficencia. Libro, 24 x 17 cm
Biblioteca Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 246
Joaquín José Queipo de Llano
Discursos pronunciados en la Real Sociedad de
Oviedo en los años de 1781 y 1783 por su promotor y
socio de mérito…
1785, Madrid: Joachin Ibarra. Libro, 16,5 x 22 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 247
Selección de minerales de Asturias citados por
Jovellanos o por sus contemporáneos
Museo de Geología. Universidad de Oviedo
1. Nódulo de ámbar. Localidad: El Caleyo, Oviedo.
Dimensiones 8,7 x 7 x 5,8 cm. Peso 138 g
2. Estibnita (sulfuro de antimonio). Localidad:
Ronzón, Lena. Dimensiones 9,6 x 8,9 x 5,5 cm.
Peso 580 g
3. Amianto (piedra queimona). Localidad: Allande.
Dimensiones 25,5 x 18,3 x 6,4 cm. Peso 2.650 g
357
4. Magnetita (piedra imán). Localidad: Minas
de Porcía.
Tapia de Casariego. Dimensiones 11,8 x 14,9 x 10,2
cm. Peso 3.330 g
5. Carbón. Localidad: Lena.
Dimensiones 23,4 x 22,4 x 12,9 cm. Peso 4.100 g
6. Azabache. Localidad: Oles, Villaviciosa.
Dimensiones 13,8 x 3,4 x 4,2 cm. Peso 104 g
Pág. 248
Plan de estudios de la Universidad de Oviedo
1777, Oviedo: Imprenta de Francisco Díaz Pedregal.
Libro, 21 x 29,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 250
Copia de la carta a Antonio Carreño y Cañedo, del 27
de diciembre de 1792, unida a la carta que Jovellanos
envía a Antonio Valdés y Bazán. El 19 de enero de 1793
1792-1793. Folio manuscrito, 30 x 21 cm
Ministerio de Defensa. Archivo General de la Marina
Álvaro de Bazán. Viso del Marqués (Ciudad Real)
Pág. 257
Gaspar Melchor de Jovellanos
Discurso pronunciado en su recepción a la Real
Academia de la Historia, sobre la necesidad de unir al
estudio de la legislación el de nuestra Historia y
Antigüedades
4 de febrero de 1780, Madrid. Manuscrito, 30 x 20,5
cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 265
Casa asturiana
Maqueta, 55 x 45 x 30 cm
Centro de Recepción e Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
Pág. 266
Pisón de rabil
Maqueta, 30 x 35 x 35 cm
Centro de Recepción e Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
Pág. 267
Hórreo
Maqueta, 45 x 45 x 40 cm
Centro de Recepción e Interpretación del Parque
Natural de Somiedo
Pág. 268
Sechorio
Hacia 1900-1925. Madera y hierro forjado, 425 x 140
x 18 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 269
Grada o rastro de madera con 11 dientes
Madera, 47 x 87,5 x 43,5 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
358
Pág. 270
Fesoría o zarcillo
Hacia 1900-1925. Hierro forjado, madera,
89 x 28 x 11 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 272
Hoz de mano
Madera, hierro forjado, 36 x 10 x 4 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 273
Mesoria
Madera, 57 x 2 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 273
Mesoria
Hacia 1940. Madera tallada, 71 x 2 x 2 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 273
Mayal o manal
Madera, cuero, 110 x 3 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 274
Macona o goxa para las espigas de escanda
Cestería, 55 x 63,5 x 82 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 274
Cesta vendimiega
Cestería, 41 x 30 x 76 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 275
Canada
Madera de castaño tallada, 23,5 x 19 x 13 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 275
Canada
Madera torneada, 28 x 27,5 x 4 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 276
Cacho para beber vino
Madera torneada, 8,5 x 21,5 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 276
Pala de forno
Madera, 214 x 30,5 x 4 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 276
Alfar de Miranda de Avilés
Cántara
Hacia 1890-1900. Alfarería, cerámica, 33 x 33 x 21 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Gijón
Pág. 278
Juan Agustín Ceán Bermúdez
Memorias para la vida del Excmo. Señor
D. Gaspar Melchor de Jovellanos y noticias
analíticas de sus obras
1814 [1820]. Madrid: Fuentenebro. Libro, 395 págs.,
18 x 12 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 281
Isidoro de Antillón y Marzo
Noticias históricas de D. Gaspar Melchor
de Jovellanos
1812, Palma de Mallorca: Imprenta de Miguel
Domingo. Libro, 13 x 19,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 281
Gaspar Melchor de Jovellanos / Julio Somoza
Diario de Jovellanos con anotaciones de Somoza
1915. Libro con anotaciones manuscritas, 26 x 18 cm
Colección particular
Pág. 283
Jesús Evaristo Casariego
Jovellanos o el equilibrio. Ideas, desventuras y
virtudes del inmortal hidalgo de Gijón
1943, Madrid: Talleres Penitenciarios. Libro,
20,5 x 15 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 290
Hipólito Ruiz López y José A. Pavón Jiménez
Jovellana punctata y Jovellana scapiflora. Lámina
XVIII del tomo I de la Flora peruviana et chilensis
1798, Madrid: Imprenta de Sancha. Grabado
calcográfico, 43 x 31 cm
Real Jardín Botánico. Consejo Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC). Madrid
Pág. 292
Noticia de los públicos regocijos con que la
Universidad Literaria de Oviedo celebró la feliz
elevación de su hijo D. Gaspar Melchor de Jovellanos
a la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de
Gracia y Justicia
1798, Oviedo: Impresor de la Universidad de Oviedo.
Libro, 20 x 13 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
Pág. 293
Juan García Jovellanos
Oda que con motivo de haber SMC nombrado
embajador a la corte de Rusia al Excmo. Señor don
Gaspar Melchor de Jovellanos, y luego, su Ministro de
Estado del Despacho universal de Gracia y Justicia
publica en su obsequio…
1798, Oviedo: F. Díaz Pedregal. Folleto, 12 págs.,
20 x 15 cm
Archivo Jesuitas. Alcalá de Henares. Madrid
Pág. 294
Manuel José Quintana
Al Excmo. Sr. D. Gaspar de Jovellanos, en ocasión de
habérsele encargado el Ministerio de Gracia y Justicia
1797. Manuscrito, 22,5 x 15 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 305
Leopoldo Alas Clarín
Oda a Jovellanos
20 de mayo de 1875. Cuaderno ilustrado. Libro,
16 x 11 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 297
José María Blanco White
Carta a M. Flórez de Méndez ante la noticia de la
muerte de Jovellanos
25 de diciembre de 1811, Londres. Manuscrito,
23 x 19 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 306
Leopoldo Alas, Clarín
«La Epifanía», Madrid Cómico: periódico festivo
ilustrado, nº 570
20 de enero de 1894, Madrid. Prensa, 33 x 23 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 297
José María Blanco White
«Fallecimiento del Sr. Jovellanos», El español,
nº 21, tomo IV.
30 de diciembre de 1811, Londres. Prensa, 21 x 12 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 298
Decreto CXXVII de 24 de enero de 1812
1812. Libro, 30,5 x 41 cm
Archivo del Congreso de los Diputados
Pág. 299
Proposición del conde de Toreno para que se declare
a Jovellanos benemérito de la patria
1812. Libro manuscrito, 22 x 28 cm
Archivo del Congreso de los Diputados
Pág. 300
Españoles ilustres cuyos restos han de ser trasladados
al Panteón Nacional en el solemne día de su
inauguración
13 de junio de 1869, Madrid: D. Carlos Frontaura.
Libro, 15,7 x 11,2 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 301
Francisco Martínez (grabador) / Manuel Bobes
(estampación)
Medalla conmemorativa del centenario de la
fundación del Real Instituto Asturiano
1897. Cobre, 6 cm de diámetro
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 302
José Rodríguez Carracido
Jovellanos. Ensayo histórico-dramático
1893, Madrid: Imprenta de Fortanet. Libro,
18 x 13 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 303
José Martínez Ruiz, Azorín
La voluntad
1902, Barcelona: Henrich y Cía. Libro, 19 x 14 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
Pág. 307
Benito Pérez Galdós
La corte de Carlos IV
1929 [1873], Madrid: Hernando. Libro,
18 x 12 cm
Colección particular
Pág. 309
Javier del Río
La luz de Jovellanos
Reproducción sobre impresión digital
Pág. 314
Acuerdo del día 24 de octubre para felicitar a Gaspar
de Jovellanos por su nombramiento como embajador
de España ante el Imperio Ruso y carta de
agradecimiento del homenajeado
1797. Folio manuscrito, 30 x 11 cm
Archivo Histórico Municipal de Carreño
Pág. 314
Felicitación del Ayuntamiento de Avilés
Libro de actas municipal 1797. Libro manuscrito,
32 x 22 cm
Archivo Municipal de Avilés
Pág. 316
Descripción de las fiestas con que el Colegio Mayor de
San Ildefonso de Alcalá ha solemnizado el ascenso de
su colegial, Gaspar Melchor de Jovellanos, al Consejo
de Estado y Secretaría en los días 5, 6 y 7 de enero de
este año
1798. Alcalá: Oficina de la Real Universidad. Libro,
24 x 18 cm
Biblioteca Histórica. Universidad Complutense
de Madrid
Pág. 316
Relación de las fiestas que hizo la Villa de Cangas de
Tineo, por el ascenso del Excelentísimo Señor D.
Gaspar Melchor de Jove-Llanos al Ministerio del
Despacho Universal de Gracia y Justicia, y Oración
gratulatoria que en ellas se dijo
1798, Oviedo. Libro, 20 x 14 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala.
Oviedo
Pág. 317
Relación de las demostraciones de júbilo y alegría
con que el comercio de la villa de Gijón ha
celebrado los ascensos del Excm. Sr. D. Gaspar
Melchor de Jovellanos a la embajada de la corte de
Rusia y Ministro de Estado del Despacho Universal
de Gracia…
1798. Oviedo: Imprenta Pedregal. Libro, 13 x 19,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 317
Memoria de las públicas demostraciones de júbilo en
la promoción del Excelentísimo Señor D. Gaspar
Melchor de Jovellanos, a la Embajada de Rusia y
Ministerio de Gracia y Justicia. Por la Real Sociedad
Económica de los Amigos del País de Asturias
1798, Oviedo: Imprenta de Pedregal. Libro,
20 x 13,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 318
Ramón González Villarmil
La sirena de Torres. Canción
1798, Salamanca: Francisco de Toxar. Volumen
facticio con 20 piezas, 21 x 16 cm Universidad
de Salamanca
Pág. 319
Manuel de Santurio García Sala
Al Excmo. Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos
en celebridad de sus días, y en ocasión de haber
sido promovido al Ministerio Universal de Gracia
y Justicia
1798. Manuscrito, 19,2 x 23,2 cm
Biblioteca Nacional de España
Pág. 320
Gaspar Melchor de Jovellanos
Informe dado a la Real Academia de la Historia
sobre juegos, espectáculos y diversiones públicas
1812, Cádiz: Imprenta Patriótica. Libro,
19,5 x 13,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 320
Gaspar Melchor de Jovellanos
Memoria sobre las diversiones públicas
1812, Madrid: Imprenta de Sancha. Libro,
19,5 x 12,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 321
Noticia de la función fúnebre con que se
solemnizaron el 20 de abril de 1842 en la villa de
Gijón las exequias del Excmo. Sr. D. … con motivo de
la traslación de sus huesos desde el cementerio a un
nuevo monumento colocado en una pared interior de
la iglesia…
1842, Madrid, Imprenta y Fundición de Eusebio
Aguado. Libro, 21 x 15 cm
Biblioteca Pública Jovellanos. Gijón
359
Pág. 322
Ignacio Suárez Llanos
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
1864. Óleo sobre lienzo, 240 x 151 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 323
Mauricio Tamargo
Busto de Jovellanos
h. 1860, Fundido en bronce del original en barro,
38,7 x 23 x 18,3 cm
Museo de Bellas Artes de Asturias. Oviedo
Pág. 324
Ataúlfo Friera
«Jovellanos», El Comercio
9 de enero de 1882. Prensa, 40 x 30 cm
Diario El Comercio. Gijón
Pág. 326
Acta de 8 de marzo de 1873
1873. Libro de actas del Ayuntamiento de Gijón.
Libro manuscrito, 34 x 49 cm
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 327
Discursos, memoria y breve reseña de la velada
literario-musical celebrada en honor de don Gaspar
Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con
motivo de la erección de su estatua
1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y
compañía. Libro, 21 x 15 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 327
Discursos, memoria y breve reseña de la velada
literario-musical celebrada en honor de don Gaspar
Melchor de Jovellanos el 7 de agosto de 1891, con
motivo de la erección de su estatua
1891. Gijón: Imprenta y litografía de Torre y
compañía. Libro, 21 x 15 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 328
Leopoldo Alas Clarín
La Regenta
1884-1885, Barcelona: Daniel Cortezo. Libro, 14,5 x 20,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 328
Juan Martínez Abades
Retrato de Leopoldo Alas, Clarín
Finales del siglo XIX. Óleo sobre lienzo, 63,5 x 53 cm
Universidad de Oviedo
Pág. 329
Leopoldo Alas Clarín
«Palique. Preparativos del centenario», Madrid
Cómico: periódico festivo ilustrado, nº 478.
16 de abril de 1892, Madrid. Prensa, 35 x 25 cm
Biblioteca Nacional de España
360
Pág. 330
Fábrica de Loza La Asturiana
Cerámica conmemorativa del centenario del
fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos
1911. Loza pintada, 39,5 cm de diámetro
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 330
Vasos conmemorativos del centenario del
fallecimiento de Gaspar Melchor de Jovellanos
1911. Cristal, 15 x 5 cm
Colección Casa Valdés-Ocampo
Pág. 331
Modesto Montoto
Procesión cívica de Jovellanos
6 de agosto de 1911. Negativos en placa de cristal, 10
x 15 cm
Museo del Pueblo de Asturias. Ayuntamiento de Gijón
Pág. 332
Jovellanos en la Real Academia de la Historia
Núm. extraordinario del Boletín de la Real Academia
de la Historia
Noviembre de 1911. Libro, 24,5 x 16,5 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 332
El Ateneo de Gijón en el primer Centenario de
Jovellanos. Conferencias y lecturas
1911, Gijón: La Industria. Libro, 125 págs.
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 333
Centenario de Jovellanos. Gijón 1911
1911, Madrid: imprenta de José Blass y Cía. Libro,
24,5 x 17,1 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 334
Acta de constitución de la logia Jovellanos de Luarca
23 de agosto de 1891. Folio manuscrito, 315 x 220 mm
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Histórica. Salamanca
Pág. 334
Certificado de masón de Rafael Fernández Calzada
26 de abril de 1874. Folio manuscrito, 290 x 220 mm
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Histórica. Salamanca
Pág. 335
Carta de la Logia Jovellanos de Gijón al Gran
Consejo del Grande Oriente Español dando cuenta
del acto de instalación de la Logia y solicitando el
envío de certificados para alguno de sus miembros
12 de agosto de 1912.
Hoja mecanografiada y con anotaciones manuscritas,
272 x 225 mm
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Histórica. Salamanca
Pág. 335
Acta de reunión
5 de julio de 1912. Folio manuscrito, 315 x 215 mm
Ministerio de Cultura. Centro Documental Memoria
Histórica. Salamanca
Pág. 337
Joaquín Rubio Camín
Boceto de escayola de retrato de Jovellanos
1993. Boceto de escayola, 54,5 x 35,5 x 35,5 cm
Museo Casa Natal de Jovellanos. Gijón
Pág. 340
Instancia del alcalde Cecilio Oliver Sobera al ministro
de Educación Nacional
5 de diciembre de 1959. Folio mecanografiado,
31 x 22 cm
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 340
Carta del alcalde Mario de la Torre y García
Rendueles al obispo de Oviedo adjuntándole una
instancia dirigida al nuncio papal en España
solicitando la exclusión de Jovellanos del índice de
obras prohibidas
9 de diciembre de 1943. Papel mecanografiado,
22 x 16 cm
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 340
Carta del obispo de Oviedo
10 de marzo de 1944. Papel mecanografiado, 22 x 16 cm
Archivo Municipal de Gijón
Pág. 341
Jovellanos, su vida y su obra. Homenaje del Centro
Asturiano de Buenos Aires en el bicentenario de su
nacimiento, con la adhesión de los Centros
Asturianos de La Habana y México.
7 de diciembre de 1945. Buenos Aires: La Prensa
Médica Argentina. Libro, 703 págs., 23 x 16 cm
Colección particular
Pág. 342
Joaquín Alonso Bonet
Grandeza y desventura de Don Gaspar Melchor de
Jovellanos
1944, Madrid: Afrodisio Aguado. Libro, 11,5 x 17,5 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 342
Joaquín Alonso Bonet
Jovellanos, poema dramático
1939. Manuscrito, 21,4 x 16 cm
Colección particular
Pág. 343
Programa de mano de la obra Jovellanos, poema
dramático
1952. Folleto impreso, 24 x 16 cm
Colección particular
Pág. 344
Acta de la Comisión Nacional de Censura
Cinematográfica sobre la película titulada Jovellanos
de la productora Marta Films
26 de abril de 1944. Papel impreso y
mecanografiado, 21,7 x 31,3 cm
Ministerio de Cultura. Archivo General de la
Administración. Alcalá de Henares
Pág. 344
Jesús Evaristo Casariego
Sinopsis para el documental Jovellanos
Agosto de 1943. Papel impreso y mecanografiado,
21,6 x 15,8 cm
Ministerio de Cultura. Archivo General de la
Administración. Alcalá de Henares
Pág. 344
Justo de la Cueva (dirección) / J. E. Casariego
(guión) Manuel Santander (música) / Marta Films
(producción)
Jovellanos o el equilibrio. [Documental]
1944. Copia extraída del celuloide original de 16
milímetros. 15’, B/N Filmoteca Española. Madrid
Pág. 345
Evaristo Valle
Autorretrato como Jovellanos
1924. Lápiz y acuarela sobre papel, 33 x 27 cm
Fundación Museo Evaristo Valle. Gijón
Pág. 346
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos
1954. Óleo sobre lienzo, 190 x 147 cm
Colección Ateneo Jovellanos
Pág. 346
Nicanor Piñole
Retrato de Jovellanos. Boceto
1954. Acuarela sobre papel, 34 x 22 cm
Colección particular
Pág. 347
Pelayo Ortega
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos
1987. Carboncillo sobre papel, 115 x 88 cm
Biblioteca de Asturias Ramón Pérez de Ayala. Oviedo
Pág. 347
Jaime Herrero
Jovellanos. El Curioso contemplador
2010. Litografía (2 tintas) / serigrafía (1 tinta), 20 x
78 cm
Colección Grupo DC
Pág. 348
Sello de la emisión 1933-1935 titulado Personajes.
Serie compuesta por 7 valores
1935. Calcografía, 2,5 x 2,1 cm
Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
Pág. 348
Matasellos realizado con motivo de la exposición
conmemorativa del 150 aniversario del nacimiento
de Jovellanos
1961. Impronta sobre papel, 3 x 11,5 cm
Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
Pág. 348
Sello de la emisión del 26 de febrero de 1965 titulado
Personajes españoles. Serie compuesta por 4 valores
1965. Calcografía, 4,1 x 2,5 cm
Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
Pág. 348
Gallego y Rey
Sello de la emisión del 27 de septiembre de 2002
titulado Correspondencia epistolar escolar. Historia
de España.
2002. Impronta sobre papel, 3,4 x 5 cm
Sociedad Estatal Correos y Telégrafos. Museo Postal y
Telegráfico. Madrid
Pág. 349
Boceto para sello
Emisión de 26 de febrero de 1965. Aguatinta sobre
cartulina; mancha: 10,8 x 18,9 cm
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa
de la Moneda. Madrid
Pág. 349
Décimo de Lotería Nacional
Sorteo de 19 de marzo de 1988. II centenario de
Carlos III. Papel impreso, 11,2 x 6,7 cm
Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Museo Casa
de la Moneda
Pág. 350
Carmen Gómez Ojea
Pentecostés
1989, Oviedo: Caja de Ahorros de Asturias. Libro,
19,3 x 12,3 cm
Cajastur
Pág. 350
Luis García Montero
«El insomnio de Jovellanos. Castillo de Bellver, 1 de
abril de 1808», Habitaciones separadas
1994, Madrid: Visor. Audio-Libro, 24 x 17 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 350
Jon Juaristi
«Sátira primera (A Rufo)», Los paisajes domésticos
1992, Sevilla: Renacimiento. Libro, 20 x 13 cm
Biblioteca de la Universidad de Oviedo
Pág. 350
Ismael González Arias
En busca de Xovellanos
2006, Oviedo: Trabe. Libro, 15 x 24 cm
Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII. Oviedo
Pág. 351
Antonio Fraguas, Forges
El País, 4 de diciembre de 2009
361
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