consejo de estado sala de lo contencioso administrativo

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CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCION TERCERA
SUBSECCION A
Bogotá, D. C., veintiuno (21) de marzo de dos mil doce (2012)
Consejero Ponente: HERNAN ANDRADE RINCON
Expediente: 19001-23-31-000-1999-00768-01 (21.398)
Actor:
AGUSTIN TOMBE TOMBE Y OTROS
Demandada NACION – MINISTERIO DE DEFENSA-POLICIA NACIONAL
Acción: REPARACION DIRECTA
Decide la Sala el recurso de apelación interpuesto por la parte demandante, en contra de la
sentencia proferida el 29 de marzo de 2001, por el Tribunal Administrativo – Sala de
Descongestión con sede en la ciudad de Cali, por medio de la cual se denegaron las pretensiones
de la demanda.
I.-ANTECEDENTES
Los señores AGUSTIN TOMBE TOMBE y DOMINGA MORALES YALANDA, quienes actúan en
nombre propio y en representación de sus hijas menores MARY CONSUELO y BLANCA CECILIA
TOMBE MORALES; así como JORGE ENRIQUE TOMBE MORALES y MANUEL JESUS
MORALES, quienes actúan en su propio nombre, por conducto de apoderado judicial y en ejercicio
de la acción de reparación directa instaurada en contra de la NACION - MINISTERIO DE
DEFENSA - POLICIA NACIONAL, solicitaron que se declare a la demandada patrimonialmente
responsable de todos los perjuicios de orden moral y material que les fueron irrogados como
consecuencia de la muerte del menor LUIS EDUARDO TOMBE MORALES, en hechos ocurridos el
4 de junio de 1997 en el Municipio de Silvia, Cauca.
Consecuencialmente
indemnizaciones:
solicitaron
que
se
condene
a
pagar
a
su
favor
las
siguientes
Por concepto de perjuicios morales, la suma equivalente al mayor valor establecido por la ley al
momento de la sentencia, o en su defecto la suma equivalente a dos mil (2.000) gramos de oro fino
para cada uno de los accionantes.
Por concepto de perjuicios materiales, incluido el daño emergente y lucro cesante, la cuantía que
resulte de las bases que se demuestren en el proceso, debidamente reajustada en la fecha de
ejecutoria de la providencia que la imponga.
Por concepto de perjuicios a la vida de relación y condiciones materiales de existencia, la cuantía
que resulte de las bases demostradas en el proceso, debidamente reajustada al momento de la
sentencia, o en su defecto, la suma equivalente a cuatro mil (4.000) gramos de oro fino para cada
uno de los accionantes.
Igualmente solicitaron el pago de los valores correspondientes a los costos del proceso, incluyendo
honorarios de abogado, los perjuicios relativos a “los bienes de su personalidad”, gastos funerarios
y los que denominó como “de rebote o contragolpe”, según lo que se acredite en el proceso.
Como fundamentos fácticos de sus pretensiones expusieron los que la Sala se permite resumir de
la siguiente manera:
Se afirmó en la demanda que el día 4 de junio de 1997, el joven Luis Eduardo Tombé Morales,
alumno de último año de bachillerato del Colegio Ezequiel Hurtado, se encontraba con sus
compañeros de estudio después de haber cumplido con sus labores académicas, momento en el
cual se produjo un enfrentamiento armado entre un grupo guerrillero que pretendía tomarse la
población de Silvia y los agentes de la Policía que se encontraban acantonados en el Comando de
la localidad.
Señalaron los demandantes que en el marco del enfrentamiento fueron atacados los mencionados
estudiantes, mientras se desplazaban con destino a sus hogares, hecho en el que el joven Tombé
Morales fue alcanzado por disparos de fusil, los cuales le ocasionaron la muerte a sus diecisiete
años de edad.
Se agregó que el levantamiento del cadáver de la víctima, por razones propias de la situación de
seguridad, fue realizado el cinco (5) de junio de 1997, a las 5:05 a.m, por el Jefe de la Sección
Investigativa de la Policía Judicial como quedó consignado en el Acta 008 de la fecha.
[1]
La demanda presentada el 3 de junio de 1999 , fue admitida por auto del 21 de junio de la misma
[2]
[3]
anualidad y notificada en legal forma al Ministerio Público el 25 de junio de 1999 y a la Nación –
[4]
Ministerio de Defensa – Policía Nacional en la misma fecha .
La Nación – Ministerio de Defensa – Policía Nacional dio contestación al libelo para oponerse a las
[5]
pretensiones , por estimar ocurrida una causal de exculpación de responsabilidad al configurarse
el hecho de un tercero, dado que la muerte de Luis Eduardo Tombé Morales se dio con ocasión de
un ataque guerrillero, por lo que no se observaba una falla del servicio imputable a la entidad
demandada, habida cuenta de que los uniformados se limitaron a defenderse y a repeler la
agresión armada.
Mediante auto del 9 de agosto de 1999 se abrió el proceso a pruebas, decretando las solicitadas
[6]
por las partes y, en auto de 6 de diciembre de 1999 se dispuso ampliar el término probatorio por
[7]
30 días con el fin de practicar las pruebas decretadas en la providencia anterior .
Concluido el término probatorio, por auto de 22 de junio de 2000 se corrió traslado para alegar de
[8]
conclusión , oportunidad procesal en la cual no se pronunció ninguna de las partes ni el Ministerio
Público.
I.I.-LA SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA
El Tribunal Administrativo–Sala de Descongestión con sede en la ciudad de Cali, mediante
[9]
sentencia proferida el 29 de marzo de 2001 , resolvió denegar las pretensiones de la demanda, al
considerar que el daño originado en la muerte de Luis Eduardo Tombé Morales no era imputable a
la administración, pues no se produjo por su acción u omisión, “sino por culpa exclusiva de la
víctima, que con su actuar imprudente y sin importarle el peligro que corría dio lugar a que la
guerrilla le causara la muerte.”
Citó el a quo jurisprudencia de esta Corporación para argumentar que el artículo 90 de la
Constitución Política no consagró una responsabilidad del Estado absolutamente objetiva y que,
bajo el fundamento de regímenes objetivos, no pueden indemnizarse todos los daños que sufran
los particulares en virtud del rompimiento de la igualdad ante las cargas públicas, sin que exista un
título de imputación que permita atribuírselos a determinada autoridad estatal, por lo que en el caso
concreto la muerte del menor no resultaba imputable a la administración.
I.II.- EL RECURSO DE APELACION
1. De la parte demandante
[10]
De manera oportuna , la parte demandante interpuso recurso de apelación en contra de la
providencia de primera instancia, para solicitar su revocatoria y que se despachen favorablemente
las pretensiones de la demanda.
Al momento de sustentar el recurso, señaló que de acuerdo al material probatorio obrante en el
expediente se imponía aplicar el régimen de responsabilidad por daño especial, pues el
enfrentamiento de los subversivos contra el Estado se dirigía a socavar las instituciones y como
consecuencia de ello fueron afectados los demandantes.
En igual sentido, indicó que, contrario a lo afirmado por el a quo, atendiendo a los testimonios de
los compañeros de escuela que estaban con la víctima, se demostró que los estudiantes buscaron
esquivar la acción del fuego cruzado que se presentó en el sitio, ya que decidieron resguardarse
en la casa del hoy occiso, por encontrarse más cerca, sin saber de qué lugar llegó la bala que
recibió Luis Eduardo Tombé por la espalda y que le cegó la vida, razón por la cual no puede
considerarse que haya existido una actuación imprudente de su parte, pues justamente, en virtud
del instinto de conservación y en vista que quedaron en medio del enfrentamiento éstos intentaron
llegar a la casa de su compañero para salvaguardar sus vidas.
2. El trámite de segunda instancia
El recurso planteado en los términos expuestos, fue admitido inicialmente el 9 de noviembre de
[11]
2001 , providencia respecto de la cual el Agente del Ministerio Público solicitó su corrección para
precisar que la apelación se interpuso en forma directa y no adhesiva, por lo que, mediante auto
[12]
del 7 de diciembre de 2001, se enmendó la providencia. Posteriormente, a través de proveído
[13]
de 7 de febrero de 2002 se corrió traslado a las partes para que alegaran de conclusión y al
Ministerio Público para que, si lo consideraba pertinente, rindiera concepto de fondo.
[14]
En esta oportunidad procesal se pronunció la parte demandada para insistir en las razones
expuestas en la contestación de la demanda, relativas a la inexistencia del nexo causal entre el
hecho dañoso y la acción u omisión de los miembros de la institución, dado que a su juicio se
configuró la causal eximente de responsabilidad fundada en el hecho de un tercero.
La parte actora y el Ministerio Público guardaron silencio.
La Sala, al no encontrar causal de nulidad alguna que pudiera invalidar lo actuado, procede a
resolver de fondo el asunto.
II.- CONSIDERACIONES
1. Competencia
La Sala es competente para conocer del asunto, en razón del recurso de apelación interpuesto por
la parte demandante en contra de la sentencia proferida el 29 de marzo de 2001, por el Tribunal
Administrativo – Sala de Descongestión con sede en la ciudad de Cali, en proceso con vocación de
doble instancia ante esta Corporación, dado que la demanda se presentó el 3 de junio de 1999 y la
pretensión mayor se estimó en cuatro mil (4000) gramos oro, por concepto de perjuicios a la vida
relación, monto equivalente a cincuenta y seis millones quinientos noventa y cuatro mil trescientos
[15]
veinte pesos ($56’594.320) , mientras que la suma exigida en ese año para que un proceso
adelantado en ejercicio de la acción de reparación directa tuviera vocación de doble instancia era
[16]
de $18.850.000.
2. Ejercicio oportuno de la acción
Al tenor de lo previsto por el artículo 136 del Código Contencioso Administrativo vigente a la fecha
de presentación de la demanda, la acción de reparación directa debía instaurarse dentro de los dos
años siguientes al acaecimiento del hecho, omisión, operación administrativa u ocupación
permanente o temporal de inmueble por causa de trabajos públicos.
En el sub examine la responsabilidad administrativa que se demanda se origina en la muerte de
Luis Eduardo Tombé Morales, en hechos ocurridos el 4 de junio de 1997 y como quiera que la
[17]
demanda se interpuso el 3 de junio de 1999 , resulta evidente que la acción se propuso dentro
del término previsto por la ley.
3. El caso concreto
De acuerdo con lo expresado en acápites anteriores, para resolver el caso concreto, debe
establecerse, en primer término, si se produjo el daño alegado en la demanda para, luego, entrar a
definir si el mismo es antijurídico y si le es imputable a la parte demandada.
4. Los hechos probados en el proceso
En atención al material probatorio obrante en el expediente, recaudado oportunamente y con el
lleno de los requisitos legales, se tiene debidamente acreditado lo siguiente:
La muerte de Luis Eduardo Tombé Morales en los hechos ocurridos el 4 de junio de 1997, se
[18]
encuentra demostrada con la copia auténtica de su Registro Civil de Defunción , en el cual se
indica que la causa del deceso fue “MUERTE VIOLENTA (ARMA DE FUEGO)”.
[19]
En concordancia con lo anterior, en la copia auténtica del protocolo de necropsia No. 008 se lee
que el menor Luis Eduardo Tombé Morales murió por trauma craneoencefálico severo, secundario
a herida en cráneo por arma de fuego de alta velocidad, con exposición de masa encefálica.
Frente a las circunstancias de tiempo, modo y lugar que rodearon la ocurrencia de los hechos, se
tiene el informe del Comandante del Cuarto Distrito de Silvia, Cauca, de acuerdo con el cual,
siendo aproximadamente las 23:30 horas del 4 de junio de 1997, incursionó en la localidad un
grupo subversivo integrado por 70 hombres pertenecientes al Bloque Jacobo Arenas de las FARC,
quienes portaban armamento de largo alcance, ataque que dejó como resultado la destrucción y
robo a las instalaciones de la Caja Agraria, daños menores a las instalaciones de la Estación de
Policía, la muerte del señor Luis Eduardo Tombé Morales, al igual que resultaron heridos por
impacto de bala los jóvenes Gustavo Yalanda y Gersaín Flórez de 18 años, al encontrarse todos
[20]
ellos “en la línea de juego (sic) de los subversivos” .
Así mismo, en el mencionado informe se indicó que con el objeto de repeler el ataque de los
subversivos los agentes de la Policía Nacional hicieron uso de un determinado material de guerra,
el cual se relacionó, señalando que el personal de la Estación de Silvia salió ileso del
enfrentamiento que duró aproximadamente 4 horas.
En igual sentido, los testimonios de Kenedy Morales y Gersaín Flórez, compañeros de estudio del
occiso y quienes estuvieron en medio de los hechos, manifiestan que junto con Luis Eduardo
Tombé Morales salieron hacia sus casas, cuando repentinamente escucharon disparos y quedaron
expuestos entre el fuego cruzado, por lo que decidieron correr para salvar sus vidas, momento en
[21]
el cual los disparos impactaron a Luis Eduardo Tombé Morales, quién cayó muerto.
5. La imputabilidad del daño a la demandada
Según se expuso en la demanda, el daño antijurídico por el que se pretende reparación, consiste
en la muerte de Luis Eduardo Tombé Morales, en hechos ocurridos el 4 de junio de 1997, el que se
encuentra debidamente probado en el proceso, como quedó expuesto en precedencia.
El daño antijurídico cuya definición no se encuentra en la Constitución ni en la ley, sino en la
Doctrina española, particularmente en la del profesor Eduardo García de Enterría, ha sido
[22]
[23]
reseñado en múltiples sentencias desde 1991 hasta épocas más recientes , como el perjuicio
que es provocado a una persona que no tiene el deber jurídico de soportarlo, aspecto que se ve
reflejado en el sub lite, como quiera que se ha visto afectada la vida de la víctima, bien jurídico
tutelado por nuestro ordenamiento.
Establecida la existencia de un daño antijurídico, debe proceder la Sala a resolver si el mismo
resulta imputable a la demandada, no sin antes advertir que en aplicación del principio iura novit
curia, la Sala puede analizar el caso adecuando los supuestos fácticos debidamente acreditados al
régimen de responsabilidad patrimonial del Estado que resulte aplicable, sin que esto implique una
suerte de modificación o alteración de la causa petendi, ni que responda a la formulación de una
hipótesis que se aleje de la realidad material del caso, ni que se establezca un curso causal
[24]
hipotético de manera arbitraria .
La imputabilidad es la atribución jurídica que se le hace a la entidad pública del daño antijurídico
padecido y que, por lo tanto, en principio, estaría en la obligación de responder, bajo cualquiera de
los títulos de imputación de responsabilidad; esto es, del régimen subjetivo (falla en el servicio) o
bien del régimen objetivo (riesgo excepcional y daño especial).
En lo que concierne al presente caso y reiterando lo expuesto por la Sala al resolver recientemente
[25]
otro proceso fundado en los mismos hechos , es de considerar que, en atención a lo probado en
el proceso, la imputación del daño antijurídico a la entidad ha de realizarse con sustento en el
[26]
régimen objetivo por daño especial , como quiera que la muerte del menor Tombé Morales se
produjo en el marco de la toma guerrillera realizada al Municipio de Silvia el día 4 de junio de
1997, acto terrorista perpetrado para desestabilizar las instituciones mediante la creación de pánico
en la sociedad civil y que escogió, entre otras formas de manifestación concreta, el ataque a las
instalaciones de la Policía Nacional con sede en ese territorio, institución que fue clara al informar y
reconocer expresamente que el daño por el cual se reclama se ocasionó al encontrarse el hoy
[27]
occiso, en la “línea de fuego” entre las tropas en contienda , situación que desborda ampliamente
las cargas públicas que la víctima debía soportar en pie de igualdad, junto con su comunidad,
frente al conflicto que envuelve a los miembros de la Fuerza Pública y los grupos armados al
margen de la ley en calidad de combatientes.
Debe destacar la Sala que la población civil no combatiente se encuentra amparada por el
Principio de Distinción consagrado en el "Protocolo adicional a los Convenios de Ginebra del
12 de agosto de 1949, relativo a lo protección de las víctimas de los conflictos armados sin carácter
internacional (Protocolo II)", incorporado a la normatividadinterna mediante la Ley 171 de
1994. Sobre el particular, en la sentencia C-225/95, en la que se declaró lo exequibilidad del citado
tratado, la H. Corte Constitucional manifestó lo siguiente:
"28- Uno de las reglas esenciales del derecho internacional humanitario es el principio de
distinción, según el cual las partes en conflicto deben diferenciar entre combatientes y no
combatientes, puesto que estos últimos no pueden ser nunca un objetivo de la acción bélica. Y
esto tiene una razón elemental de ser: si la guerra buscó debilitar militarmente al enemigo, no tiene
por qué afectar o quienes no combaten, ya sea porque nunca han empuñado las armas (población
civil), ya sea porque han dejado de combatir (enemigos desarmados), puesto que ellos no
constituyen potencial militar. Por ello, el derecho de los conflictos armados considera que los
ataques militares contra esas poblaciones son ilegítimos, tal y como lo señala el artículo 48 del
protocolo I, aplicable en este aspecto a los conflictos internos, cuando establece que las partes "en
conflicto harán distinción en todo momento entre población civil y combatientes, y entre bienes de
carácter civil y objetivos militares y, en consecuencia, dirigirán sus operaciones únicamente contra
objetivos militares".
"El artículo 4° del tratado bajo revisión recoge esa regla, esencial para la efectiva humanización de
cualquier conflicto armado, puesto que establece que los no combatientes, estén o no privados de
libertad, tienen derecho o ser tratados con humanidad y a que se respeten su persona, su
honor, sus convicciones y sus prácticas religiosas.
"29- Este artículo 4° también adelantó criterios objetivos para la aplicación del principio de
distinción, ya que las partes en conflicto no pueden definir a su arbitrio quien es o no es
combatiente, y por ende quien puede ser o no objetivo militar legítimo. En efecto, conforme a este
artículo 4°, el cual debe ser interpretado en armonía con los artículos 50 y 43 del protocolo I,
los combatientes son quienes participan directamente en la hostilidades, por ser miembros
operativos de las fuerzas armadas o de un organismo armado incorporado a estos fuerzas
armadas. Por ello este artículo 4° protege, como no combatientes, a "todas las personas que no
participen directamente en las hostilidades, o que hayan dejado de participar en ellas". Además,
como lo señala el artículo 50 del Protocolo I, en caso de duda acerca de la condición de una
persono, se lo considerará como civil. Ella no podrá ser entonces objetivo militar. Es más, el propio
articulo 50 agrega que "la presencia entre la población civil de personas cuya condición no
responda a la definición de persona civil no priva a esa población de su calidad de civil". En efecto,
tal y como lo señala el numeral 3° del artículo 13 del tratado bajo revisión, las personas civiles sólo
pierden esta calidad, y pueden ser entonces objetivo militar, únicamente "si participan directamente
en los hostilidades y mientras dure tal participación.”
"Las obligaciones derivadas del principio de distinción.
"30- Esta distinción entre población combatiente y no combatiente tiene consecuencias
fundamentales. Así, en primer término, tal y como lo señala la regla de inmunidad del artículo 13,
las partes tienen la obligación general de proteger a la población civil contra los peligros
procedentes de las operaciones militares. De ello se desprende, como señala el numeral 2° de este
artículo, que esta población, como tal no puede ser objeto de ataques militares, y quedan
prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad principal sea aterrorizarlo.
Además, esta protección general de lo población civil contra los peligros de la guerra implica
también que no es conforme al derecho internacional humanitario que una de los partes involucre
en el conflicto armado a esta población, puesto que de esa manera la convierte en actor del
mismo, con lo cual la estaría exponiendo a los ataques militares por la otra parte...
"34- En ese orden de ideas, la Corte no comporte el argumento, bastante confuso, de uno de los
intervinientes, para quien lo protección a la población civil es inconstitucional, por cuanto los
combatientes podrían utilizar o esta población como escudo, con lo cual la expondrían "o sufrir los
consecuencias del enfrentamiento". Por el contrario, la Corte considera que. Como consecuencia
obligada del principio de distinción, los partes en conflicto no pueden utilizar y poner en riesgo a la
población civil para obtener ventajas militares, puesto que ello contradice su obligación de brindar
una protección general a la población civil y dirigir sus operaciones de guerra exclusivamente
contra objetivos militares".
El artículo 13 del protocolo II establece:
"Protección de la población civil. 1° La población civil y las personas civiles gozarán de protección
general contra los peligros procedentes de operaciones militares. Para hacer efectiva esta
protección, se observarán en todas las circunstancias las normas siguientes.
"2° No serán objeto de ataque la población civil como tal, ni las personas civiles. Quedan
prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad principal sea aterrorizar a la población
civil.
"3° Las personas civiles gozarán de la protección que confiere este Título, salvo si participan
directamente en las hostilidades y mientras dure tal participación" (Subrayas fuera de texto).
Precisamente, el hecho de quedar en medio de la línea de fuego del combate, además de situar en
indefensión a los civiles no combatientes, materializa el rompimiento de los principios de distinción
y de igualdad ante las cargas públicas, como quiera que esa exposición al peligro involucra un alto
potencial de daño asociado, daño que en efecto tuvo ocurrencia en el sub lite, sin que el occiso y
[28]
sus allegados tuvieran el deber jurídico de soportarlo , de modo que la imputación por daño
especial se ajusta al contenido del artículo 90 constitucional, al tomar como punto de partida el
daño antijurídico que sufrió el menor Luis Eduardo Tombé Morales, que implica la obligación
jurídica del Estado de equilibrar nuevamente las cargas, que debió soportar, en forma excesiva, en
aras de materializar verdaderamente el principio de igualdad. Posición que esta Corporación ha
[29]
sostenido de la manera que sigue :
“Por lo que queda dicho, utilizar el daño especial como criterio de imputación en el presente caso
implica la realización de un análisis que, acorde con el art. 90 Const., tome como punto de partida
el daño antijurídico que sufrieron los demandantes; que se asuma que el daño causado, desde un
punto de vista jurídico y no simplemente de las leyes causales de la naturaleza, se debe entender
como fruto de la actividad lícita del Estado; y, que, por consiguiente, concluya que es tarea del
Estado, con fundamento en el principio de solidaridad interpretado dentro del contexto del Estado
Social de Derecho, equilibrar nuevamente las cargas que, como fruto de su actividad, soporta en
forma excesiva uno de sus asociados, alcanzando así una concreción real el principio de igualdad.
La teoría del daño especial es conveniente, no solo porque brinda una explicación mucho más
clara y objetiva sobre el fundamento de la responsabilidad estatal, sino por su gran basamento
iusprincipialista que nutre de contenido constitucional la solución que en estos casos profiere la
justicia contencioso administrativa. Sin descartar desde luego, que en algunos eventos de actos
terroristas, podrán aplicarse los otros regimenes de responsabilidad -falla del servicio y riesgo
excepcional-, si las facticidades que se juzgan así lo reclaman, pues se itera, la teoría del daño
especial es subsidiaria, en el entendimiento de que solo se aplica, si los hechos materia de
juzgamiento no encuentran cabida o tipicidad, en alguno de aquéllos otros, sistemas de
responsabilidad administrativa a los que ya se aludió. En virtud de lo antes expuesto se declarará
responsable a la Nación -Ministerio de Defensa, Policía Nacional-”.
En igual sentido, al resolver sobre la responsabilidad patrimonial del Estado frente a los actos
terroristas, entendidos estos como actuaciones dirigidas a atentar contra la sociedad en su
[30]
conjunto, ocasionados generalmente por grupos al margen de la ley, precisó :
“Cuando a pesar de la legitimidad y legalidad de la actuación del Estado, resultan sacrificados
algunos miembros de la colectividad, tal situación denota un claro desequilibrio en las cargas que
no tienen por qué soportar los administrados. En el caso no podría imputarse la responsabilidad del
Estado por falla del servicio, teniendo en cuenta que el ataque fue perpretado por un grupo
guerrillero, sin que haya obedecido a alguna conducta omisiva de la autoridad demandada; y
tampoco podría adecuarse bajo el régimen de riesgo excepcional invocado por los demandantes,
al no poder afirmarse que la autoridad pública haya creado unas condiciones o una situación
particularmente peligrosa o riesgosa, pues queda claro que fueron guerrilleros de las FARC
quienes iniciaron el ataque contra la estación de policía del Municipio de La Cruz.
Hechas las anteriores precisiones, la Sala abordará el estudio del presente asunto bajo la óptica
del régimen de daño especial, tomando como punto de partida el daño antijurídico que sufrieron las
víctimas, como consecuencia del ataque guerrillero contra la base de la Policía Nacional en el
Municipio de La Cruz, Departamento de Nariño, asumiendo el daño causado desde un punto de
vista jurídico, como fruto de la actividad lícita del Estado”.
En torno al régimen de imputación, es apropiado señalar que si bien la obligación de diligencia,
vigilancia y cuidado por parte de las autoridades es imperativa, no se allegó prueba alguna al
expediente que permita establecer que la demandada hubiera tenido conocimiento de la amenaza
de un ataque guerrillero al Municipio de Silvia, por lo que se convirtió en una situación imposible de
detectar para la Entidad encargada de la seguridad pública y, por tanto, no puede establecerse la
configuración de una falla del servicio.
Para deducir responsabilidad a título de daño especial, la ruptura del principio de igualdad ante las
cargas públicas se manifiesta en el daño, que ha de ser anormal y especial, para que se configure
el elemento de que trata el artículo 90 constitucional. La antijuridicidad del daño radica en que se
produce un desequilibrio de las cargas públicas que se impone a la víctima, en relación con las
cargas que deben soportar las demás personas, y por ello resulta indemnizable.
Es así como la ofensiva de la subversión fue selectiva, en la medida que se concretó en un objetivo
particular y preciso: las instalaciones de la Policía Nacional en el Municipio de Silvia, Cauca, al
estar dirigido el ataque en contra de un organismo representativo del Estado se hacen patentes las
condiciones de anormalidad y excepcionalidad del daño antijurídico sufrido por la víctima y sus
familiares, así como el rompimiento de los principios de distinción e igualdad ante las cargas
públicas, lo que se reitera, conduce a establecer el factor de imputación jurídico del daño respecto
de la entidad demandada.
Ahora bien, en cuanto a lo expresado en el fallo de primera instancia sobre la configuración de la
culpa exclusiva de la víctima como causal eximente de responsabilidad en el presente caso, debe
señalarse que la Sala discrepa de tales apreciaciones, como quiera que el exiguo análisis que
sustentó tal posición no permite que esta instancia arribe a la misma conclusión, tal como pasa a
exponerse.
Es pertinente recordar que las tradicionalmente denominadas causales eximentes de
responsabilidad -fuerza mayor, caso fortuito, hecho exclusivo y determinante de un tercero o de la
víctima- constituyen diversas circunstancias que dan lugar a que resulte imposible imputar, desde
el punto de vista jurídico, la responsabilidad por los daños cuya causación ha dado lugar a la
iniciación del litigio, a la persona o entidad que obra como demandada dentro del mismo.
En relación con todas ellas, tres son los elementos cuya confluencia tradicionalmente se ha
señalado
como
necesaria
para
que
sea
procedente
admitir
su
configuración:(i) su irresistibilidad; (ii) su imprevisibilidad y (iii) su exterioridad respecto
del
demandado, extremos en relación con los cuales la jurisprudencia de esta Sección ha sostenido lo
[31]
siguiente :
“En cuanto tiene que ver con (i) la irresistibilidad como elemento de la causa extraña, la misma
consiste en la imposibilidad del obligado a determinado comportamiento o actividad para
desplegarlo o para llevarla a cabo; en otros términos, el daño debe resultar inevitable para que
pueda sostenerse la ocurrencia de una causa extraña, teniendo en cuenta que lo irresistible o
inevitable deben ser los efectos del fenómeno y no el fenómeno mismo -pues el demandado
podría, en determinadas circunstancias, llegar a evitar o impedir los efectos dañinos del fenómeno,
aunque este sea, en sí mismo, irresistible, caso de un terremoto o de un huracán (artículo 64 del
Código Civil) algunos de cuyos efectos nocivos, en ciertos supuestos o bajo determinadas
condiciones, podrían ser evitados-.
Por lo demás, si bien la mera dificultad no puede constituirse en verdadera imposibilidad, ello
tampoco debe conducir al entendimiento de acuerdo con el cual la imposibilidad siempre debe
revestir un carácter sobrehumano; basta con que la misma, de acuerdo con la valoración que de
ella efectúe el juez en el caso concreto, aparezca razonable, como lo indica la doctrina:
«La imposibilidad de ejecución debe interpretarse de una manera humana y teniendo en cuenta
todas las circunstancias: basta que la imposibilidad sea normalmente insuperable teniendo en
[32]
cuenta las condiciones de la vida» .
En lo referente a (ii) la imprevisibilidad, suele entenderse por tal aquella circunstancia respecto de
[33]
la cual "no sea posible contemplar por anticipado su ocurrencia" ,toda vez que “[P]rever, en el
[34]
lenguaje usual, significa ver con anticipación" , entendimiento de acuerdo con el cual el agente
causante del daño sólo podría invocar la configuración de la causa extraña cuando el hecho
alegado no resulte imaginable antes de su ocurrencia, cuestión de suyo improbable si se tiene en
cuenta que el demandado podría prefigurarse, aunque fuese de manera completamente eventual,
la gran mayoría de eventos catalogables como causa extraña antes de su ocurrencia, más allá de
que se sostenga que la imposibilidad de imaginar el hecho aluda a que el mismo jamás hubiera
podido pasar por la mente del demandado o a que éste deba prever la ocurrencia de las
circunstancias que resulten de más o menos probable configuración o a que se entienda que lo
imprevisible está relacionado con el conocimiento previo de un hecho de acaecimiento cierto.
Sin embargo, el carácter imprevisible de la causa extraña también puede ser entendido como la
condición de “imprevisto” de la misma, esto es, de acontecimiento súbito o repentino, tal y como lo
expresan tanto el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, como el artículo 64 del
[35]
Código Civil y la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, de acuerdo con la cual
“[I]mprevisible será cuando se trate de un acontecimiento súbito, sorpresivo, excepcional, de rara
[36]
ocurrencia” . La recién referida acepción del vocablo “imprevisible” evita la consecuencia a la cual
conduce el entendimiento del mismo en el sentido de que se trata de aquello que no es imaginable
con anticipación a su ocurrencia, toda vez que esta última comprensión conllevaría a que la causa
extraña en realidad nunca operase, si se tiene en cuenta que prácticamente todos los sucesos que
ocurren a diario ya han sido imaginados por el hombre.
No está de más señalar, en cualquier caso, que la catalogación de un determinado fenómeno
como imprevisible excluye, de suyo, la posibilidad de que en el supuesto concreto concurra la
culpa del demandado, pues si éste se encontraba en la obligación de prever la ocurrencia del
acontecimiento al cual se pretende atribuir eficacia liberatoria de responsabilidad y además
disponía de la posibilidad real y razonable de hacerlo, entonces los efectos dañinos del fenómeno
correspondiente resultarán atribuibles a su comportamiento culposo y no al advenimiento del
anotado suceso. Culpa e imprevisibilidad, por tanto, en un mismo supuesto fáctico, se excluyen
tajantemente.
Así pues, resulta mucho más razonable entender por imprevisible aquello que, pese a que pueda
haber sido imaginado con anticipación, resulta súbito o repentino o aquello que no obstante la
diligencia y cuidado que se tuvo para evitarlo, de todas maneras acaeció, con independencia de
que hubiese sido mentalmente figurado, o no, previamente a su ocurrencia. En la dirección
señalada marcha, por lo demás, la reciente jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia, la cual
ha matizado la rigurosidad de las exigencias que, en punto a lo “inimaginable” de la causa extraña,
había formulado en otras ocasiones:
(...)
Y, por otra parte, en lo relacionado con (iii) la exterioridad de la causa extraña, si bien se ha
señalado que dicho rasgo característico se contrae a determinar que aquella no puede ser
imputable a la culpa del agente que causa el daño o que el evento correspondiente ha de ser
externo o exterior a su actividad, quizás sea lo más acertado sostener que la referida exterioridad
se concreta en que el acontecimiento y circunstancia que el demandado invoca como causa
extraña debe resultarle ajeno jurídicamente, pues más allá de sostener que la causa extraña no
debe poder imputarse a la culpa del agente resulta, hasta cierto punto, tautológico en la medida en
que si hay culpa del citado agente mal podría predicarse la configuración al menos con efecto
liberatorio pleno de causal de exoneración alguna, tampoco puede perderse de vista que existen
supuestos en los cuales, a pesar de no existir culpa por parte del agente o del ente estatal
demandado, tal consideración no es suficiente para eximirle de responsabilidad, como ocurre en
los casos en los cuales el régimen de responsabilidad aplicable es de naturaleza objetiva, razón
por la cual la exterioridad que se exige de la causa del daño para que pueda ser considerada
extraña a la entidad demandada es una exterioridad jurídica, en el sentido de que ha de tratarse de
un suceso o acaecimiento por el cual no tenga el deber jurídico de responder la accionada”.
Por otra parte, la adecuada valoración del hecho de la víctima como eximente de responsabilidad,
a efectos de que se verifique el rompimiento del nexo de causalidad, conlleva establecer en cada
caso concreto, si el proceder -activo u omisivo- de aquélla tuvo, o no, injerencia y en qué medida,
en la producción del daño.
En ese orden de ideas, es dable concluir que, para que el hecho de la víctima tenga plenos efectos
liberadores de la responsabilidad estatal, es necesario que la conducta desplegada por la víctima
sea tanto causa del daño, como la raíz determinante del mismo, es decir, que se trate de la causa
adecuada, pues en el evento de resultar catalogable como una concausa en la producción del
daño no eximirá al demandado de su responsabilidad y, por ende, del deber de indemnizar,
[37]
aunque, eso sí, habrá lugar a rebajar su reparación en proporción a la participación de la víctima.
Ahora bien, en relación con las circunstancias de tiempo, modo y lugar que rodearon los hechos
que dieron origen a la demanda, debe precisarse que tal y como se señaló anteriormente, en el
proceso se encuentra acreditado que el menor Luis Eduardo Tombé Morales, al momento de su
muerte se encontraba, junto con sus compañeros, en busca de alcanzar un lugar seguro ante la
confrontación armada, actitud de salvaguarda apenas lógica dado el riesgo que esto implicaba
para ellos, pues como ya se anotó, al quedar en medio del fuego cruzado se los situó en un estado
de indefensión y de exposición al daño que en efecto tuvo lugar, por lo que mal podría colegirse
que estos civiles no combatientes debieran permanecer inmóviles a merced de los disparos y en
consecuencia, asumir con estoicismo el rompimiento de los principios de distinción y de igualdad
ante las cargas públicas asociados al conflicto interno que azota nuestro país.
Es así como la víctima no ejecutó actuación alguna tendiente a contribuir en la producción del
daño, pues éste fue consecuencia, como se vio, del cruce de disparos entre las fuerzas del orden y
el grupo armado al margen de la ley que pretendía incursionar en el Municipio de Silvia, sin que en
ello hubiere concurrido la conducta del joven Luis Eduardo Tombé Morales debido a que –bueno
es insistir en ello–, su actuación, contrario a lo considerado por el a quo, no estuvo dirigida a
exponerse al peligro, sino que, por el contrario, se limitó a buscar resguardo como reflejo apenas
natural en las circunstancias que tuvo que vivir y que a la postre ocasionaron su deceso, motivo
por el cual, a juicio de la Sala, en este caso no se configuró la mencionada causal de exculpación
de responsabilidad para el ente demandado.
Como corolario de lo anterior, la Sala revocará la providencia recurrida, para, en su lugar, decretar
la indemnización de perjuicios a que haya lugar de conformidad con el petitum de la demanda.
6. Liquidación de perjuicios
6.1. Perjuicios morales
Solicitan los demandantes que se acceda a la condena por concepto de perjuicios morales
estimada en la demanda en su favor, en cuantía equivalente a 2.000 gramos de oro fino para cada
uno de ellos.
En relación con el perjuicio moral ha reiterado la jurisprudencia de la Corporación que la
indemnización que se reconoce a quienes sufran un daño antijurídico tiene una función
[38]
básicamente satisfactoria y no reparatoria del daño causado y que los medios de prueba que
para el efecto se alleguen al proceso pueden demostrar su existencia pero no una medida
patrimonial exacta frente al dolor, por lo tanto, corresponde al juez tasar discrecionalmente la
cuantía de su reparación, teniendo en cuenta la gravedad del daño causado al demandante. La
magnitud del dolor puede ser apreciada por sus manifestaciones externas y por esto se admite
[39]
para su demostración cualquier tipo de prueba .
Igualmente se ha definido en diversos pronunciamientos que la condición personal de la que pende
la demostración del daño es la de “damnificado”, puesto que: “tanto el parentesco dentro de ciertos
grados (padres, hijos y hermanos), como el vínculo matrimonial, hacen presumir tal condición y por
[40]
consiguiente la legitimación” . Se ha explicado igualmente que “en el proceso de reparación
directa no interesa la calidad de heredero sino de damnificado y esta se demuestra a lo largo del
[41]
proceso”
Las diferencias existentes entre esas dos calidades, fueron precisadas por la Sección en sentencia
proferida el 1º de noviembre de 1991; así:
“Ha dicho la jurisprudencia, en forma reiterada, que en estos procesos de responsabilidad la
indemnización de perjuicios la piden o solicitan los damnificados de la persona fallecida o herida
por causa de la falla del servicio, no en su carácter de herederos de ésta, sino por el perjuicio que
les causó esa muerte o esas lesiones, con prescindencia del mismo vínculo parental que gobierna
el régimen sucesoral. En otras palabras, la parte demanda porque fue damnificada y no porque es
heredera.
Tan cierto es esto que con alguna frecuencia se niega en estos procesos indemnización al padre,
al cónyuge, a los hijos o hermanos, pese a la demostración del parentesco, porque por otros
medios se acredita que no sufrieron daño alguno. El caso, por ejemplo, del padre o madre que
abandona a sus hijos desde chicos; o del hijo que abandona a sus padres estando estos enfermos
o en condiciones de no subsistir por sus propios medios.
En otros términos, lo que se debe probar siempre es el hecho de ser damnificada la persona
(porque el hecho perjudicial afectó sus condiciones normales de subsistencia, bien en su esfera
patrimonial o moral) y no su carácter de heredera.
El equívoco se creó cuando la jurisprudencia aceptó, para facilitar un tanto las cosas, que el interés
de la persona damnificada resultaba demostrado con la prueba del vínculo de parentesco existente
entre la víctima y el presunto damnificado.
Esta idea, de por sí bastante clara, creó el equívoco, hasta el punto de que se confundió el interés
del damnificado con el del heredero.
Lo anterior hizo que los demandantes se contentaran simplemente con acompañar al proceso las
pruebas del parentesco. Y esto, en la mayoría de los casos es suficiente porque la jurisprudencia,
por contera, terminó aceptando la presunción de hombre o judicial de que entre padres e hijos o
cónyuges entre sí se presume el perjuicio por el sólo hecho del parentesco.
Pero fuera de que se han limitado a esas pruebas del estado civil, las han practicado mal o en
forma incompleta, lo que ha impedido en muchos eventos reconocer el derecho pretendido porque
[42]
no se acreditó bien el interés en la pretensión”
[43]
Posteriormente, en providencia proferida el día 17 de mayo de 2001 , se explicó que la ley artículo 86 del Código Contencioso Administrativo-, en materia de la acción de reparación directa,
otorga el derecho de acción a la persona interesada -legitimación de hecho, por activa-, y no
condiciona su ejercicio a la demostración, con la demanda, de la condición que se alega en ésta,
precisamente, porque el real interés es objeto de probanza en juicio - legitimación material por
activa-.
De esta manera se precisó que no se puede confundir la prueba del estado civil con la prueba de la
legitimación material en la causa. Cuando la jurisprudencia partió de la prueba del parentesco para
deducir, judicialmente, que una persona se halle legitimada materialmente por activa, lo ha hecho
porque infiere de la prueba del estado civil -contenida en el registro o en la copia de éste-, su
estado de damnificado, porque de ese registro infiere el dolor moral. Es por ello que cuando
el demandante no acredita el parentesco -relación jurídica civil- y, por tanto, no se puede inferir el
dolor, debe demostrar la existencia de éste para probar su estado de damnificado y con ello su
legitimación material en la causa -situación jurídica de hecho-.
Puede concluirse de lo que se deja visto que con la demostración del estado civil se infiere el daño
[44]
-presunción de damnificado-, y probando el daño, se demuestra el estado de damnificado .
Ahora bien, descendiendo al caso concreto, se tiene que, como sustento de la legitimación en la
aspiración indemnizatoria, obran dentro del expediente copia auténtica del Registro Civil de
Nacimiento de LUIS EDUARDO TOMBE MORALES, en donde se consigna que los señores
AGUSTIN TOMBE TOMBE y DOMINGA MORALES YALANDA son los padres del occiso, así
mismo obran las copias auténticas de los Registros Civiles de Nacimiento de MARY CONSUELO,
BLANCA CECILIA y JORGE ENRIQUE TOMBE MORALES y del Registro Civil de Nacimiento de
DOMINGA MORALES YALANDA, en donde consta que el señor MANUEL JESUS MORALES es
[45]
su padre , documentos que prueban debidamente el vínculo familiar entre los reclamantes y la
víctima en calidad de padres, hermanos y abuelo respectivamente, parentesco que, unido a las
[46]
reglas de la experiencia, permite inferir el dolor moral que éstos sufrieron con la muerte de aquél .
Adicionalmente a lo anterior, los testimonios recibidos en el proceso permiten establecer la
[47]
existencia del dolor moral sufrido por los familiares del occiso , por lo que estas probanzas en
conjunto con las reglas de la experiencia acreditan que la muerte de Luis Eduardo Tombé Morales
en las circunstancias en que ocurrió, generó un profundo dolor, angustia y aflicción en sus padres,
hermanos y abuelo teniendo en cuenta que dentro del desarrollo de la personalidad y del individuo
[48]
está la de hacer parte de una familia como espacio básico de toda sociedad , situación que
impone conceder la indemnización solicitada pero fijándola en salarios mínimos legales mensuales
[49]
vigentes, ya que de acuerdo con lo expresado en sentencia del 2001 , la Sección abandonó el
criterio según el cual se consideraba procedente la aplicación analógica del artículo 106 del Código
Penal de 1980 para establecer el valor de la condena por concepto de perjuicios morales.
Se ha considerado, en efecto, que la valoración de dichos perjuicios debe ser hecha por el
juzgador, en cada caso, según su prudente juicio y se ha sugerido la imposición de condenas en
salarios mínimos legales mensuales. En consecuencia, la Sala encuentra pertinente reconocer por
concepto de indemnización por el daño moral padecido con los hechos a que se refiere la
demanda las siguientes sumas, a favor de cada uno estos demandantes:
Para Agustín Tombé y Dominga Morales, padres de la víctima, la suma equivalente a cien (100)
salarios mínimos legales mensuales vigentes, para cada uno de ellos.
Para Jorge Enrique, Mary Consuelo y Blanca Cecilia Tombé Morales, hermanos de la víctima, la
suma equivalente a cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes, para cada uno de
ellos.
Para Manuel Jesús Morales Tombé, abuelo materno de la víctima, la suma equivalente a cincuenta
(50) salarios mínimos legales mensuales vigentes.
6.2. Perjuicios materiales
6.2.1 Perjuicios materiales en la modalidad de lucro cesante
Se solicitó en la demanda una indemnización por concepto de lucro cesante, por la frustración o
privación de la ayuda económica que recibían e iban a recibir de su hijo, hermano y nieto, de
acuerdo con la vida probable de la víctima.
En relación con el reconocimiento del lucro cesante a favor de los padres, la jurisprudencia ha
dicho que se presume que los hijos ayudan a sus padres hasta la edad de veinticinco años, en
consideración “al hecho social de que a esa edad es normal que los colombianos hayan formado
su propio hogar, realidad que normalmente impide atender las necesidades económicas en otros
[50]
frentes familiares” . Además, se ha considerado que cuando se prueba que los padres recibían
ayuda económica de sus hijos antes del fallecimiento de éstos, la privación de ésta tendría un
carácter cierto y se ha presumido que la misma habría de prolongarse en el tiempo, más allá de la
edad referida de los hijos, a condición de que se reúnan algunas circunstancias que permitieran
afirmar tal presunción como la necesidad de los padres, su situación de invalidez y su condición de
[51]
hijo único .
No obstante la mencionada presunción, en el expediente aparece acreditado que Luis Eduardo
Tombé Morales colaboraba económicamente con los gastos de su hogar, ya que realizaba labores
agrícolas en la parcela adjudicada por el Resguardo indígena a su familia y trabajaba en un taller
[52]
de motos con su hermano Jorge Enrique Tombé Morales . De otro lado, no aparece acreditada
la existencia de ningún hecho que haga presumir que la ayuda económica que brindaba a sus
padres se prolongaría en el tiempo, teniendo en cuenta que no era hijo único y sus padres no son
inválidos y proveen su propio sustento, pues no existe prueba de lo contrario.
En consecuencia, para la liquidación de la indemnización, y en atención a las pautas trazadas por
la jurisprudencia se tomará como base de liquidación el salario mínimo legal mensual vigente a la
fecha de los hechos, como quiera que no existen elementos de prueba dentro del proceso que
permitan demostrar un ingreso distinto y las reglas de la sana crítica enseñan que una persona
[53]
laboralmente activa no podría devengar menos de este monto . A esa suma se adicionará el 25%
por prestaciones sociales y del resultado -$708.375-, se descontará el 25% que se presume,
disponía para su propia alimentación, monto total -$531.281- que se dividirá en dos cuotas partes $265.640-, una para cada uno de su padres como base de liquidación.
La indemnización comprenderá sólo el período debido o consolidado, habida cuenta de que Luis
[54]
Eduardo Tombé Morales nació el 22 de julio de 1979 , por lo que cumpliría 25 años de edad el 22
de julio de 2004, en consecuencia, por tratarse de una misma base de liquidación e igual período a
indemnizar, no se harán operaciones separadas para cada uno de sus padres, pues basta un solo
cálculo aritmético que arroje el monto de la indemnización que corresponde a cada uno de ellos.
Ahora bien, para la liquidación de la indemnización se aplicarán las fórmulas matemático actuariales utilizadas por la jurisprudencia para la liquidación de dicho perjuicio, como sigue a
continuación:
-Indemnización debida o consolidada
La indemnización consolidada se calculará con base en la siguiente fórmula:
n
S= Ra (1 + i) - 1
i
Donde:
S = Es la indemnización a obtener para cada uno de los padres del occiso.
Ra = Es la renta o base de liquidación que equivale a $265.640
i= Interés puro o técnico: 0.004867
n= Número de meses que comprende el período indemnizable: desde la fecha de los hechos (4 de
junio de 1997) hasta la fecha en que el occiso cumpliría 25 años de edad, esto es 85.6 meses.
S= $265.640 (1 + 0.004867)
0.004867
S= $28.124.255
85.6
-1
6.2.2 Perjuicios materiales en la modalidad de daño emergente
Se solicitó en el libelo de manera genérica una indemnización por concepto de daño emergente,
sin determinar por qué conceptos se reclama, sin embargo, de lo expresado en los hechos de la
demanda y las pruebas aportadas con el libelo, entiende la Sala que su reclamación se relaciona
con los “gastos funerarios” que hace consistir en las expensas asumidas para atender a los
[55]
acompañantes a las honras fúnebres , ya que se aportaron dos facturas canceladas por el señor
Agustín Tombé, la primera por la suma de $315.000 por la compra de 5 cajas de aguardiente, y la
segunda por $422.150, por la compra de víveres como arroz, panela, manteca, sal, café,
[56]
condimentos, pastas, pan, gaseosa y dulces .
Si bien en las facturas allegadas aparecen como fechas de tales compras los días 5 y 6 de junio de
1997, esta única circunstancia no permite considerar per se que lo hayan sido con ocasión del
funeral de Luis Eduardo Tombé Morales, además, en el expediente no obran otros medios de
convicción que den cuenta de que estos productos hayan sido consumidos en la velación, a la que,
según se afirmó en la demanda, asistieron entre 3.000 y 3.500 personas.
En este contexto es dable considerar que las citadas erogaciones no se originaron como
consecuencia del fallecimiento del menor Tombé Morales, sino que surgen de las naturales
obligaciones consustanciales a la propia subsistencia y para atender los deberes de manutención y
esparcimiento de la familia, los cuales, obviamente, son previos y ajenos a la ocurrencia del hecho
generador del daño, en tanto no existe relación causal que los sustente.
El artículo 1.614 del Código Civil define el daño emergente como “el perjuicio o la pérdida que
proviene de no haberse cumplido la obligación o de haberse cumplido imperfectamente, o de
haberse retardado su cumplimiento”, mientras que el lucro cesante consiste en “la ganancia o
provecho que deja de reportarse a consecuencia de no haberse cumplido la obligación, o
cumplídola imperfectamente, o retardado su cumplimiento.”
En tal virtud, como lo ha sostenido reiteradamente la Sección, estos perjuicios se traducen en las
pérdidas económicas que se causan con ocasión de un hecho, acción, omisión u operación
administrativa imputable a la entidad demandada que origina el derecho a la reparación y que en
consideración al principio de reparación integral del daño, consagrado en el artículo 16 de la Ley
446 de 1.998, solamente pueden indemnizarse a título de daño emergente los valores que
efectivamente empobrecieron a la víctima o que debieron sufragarse como consecuencia de la
ocurrencia del hecho dañoso y del daño mismo.
En vista de lo anterior, es necesario recordar cómo para que el daño sea indemnizable, el mismo
debe ser personal, directo y cierto. Que el perjuicio sea cierto implica establecer fehacientemente la
[57]
relación causal entre éste y el daño , y en el presente caso los escasos elementos de juicio que
reposan en el expediente sobre el particular no demuestran que el señor Agustín Tombé haya
sufrido una disminución patrimonial no prevista con ocasión de la compra de licor y víveres, ni que
los mismos tengan una relación de causalidad con la muerte de Luis Eduardo Tombé Morales, por
la que se solicita reparación.
En estas condiciones, y ante la carencia de prueba alguna sobre el particular, se impone denegar
el pedimento elevado a título de daño emergente.
6.3. Perjuicios a la vida relación y condiciones materiales de existencia
Solicitan los demandantes que se acceda a la condena por concepto de perjuicios a la vida
relación y a sus condiciones materiales de existencia en la cuantía que aparezca demostrada y en
su defecto, la suma equivalente a 4.000 gramos de oro fino para cada uno de ellos.
La Sala ha sostenido que el “daño a la vida de relación” es omnicomprensivo, porque abarca varios
aspectos que trascienden en el ámbito extrínseco del individuo, pretendiendo resarcir la alteración
de las condiciones de existencia, la pérdida de goce y disfrute de los placeres de la vida, la
imposibilidad de relacionarse normalmente con sus semejantes etc., situaciones que se pueden
[58]
presentar como consecuencia del daño .
No obstante lo anterior, existen eventos, como en el sub lite, donde, a pesar de acreditarse que la
[59]
muerte de Luis Eduardo Tombé Morales causó aflicción y congoja en sus familiares , no es
posible deducir la trascendencia que la misma pueda tener en la esfera externa de los individuos,
de acuerdo con la concepción descrita en precedencia, amén de que las declaraciones obrantes en
el proceso hacen referencia al impacto emocional que en su momento vivieron los parientes de la
víctima y que permite estructurar únicamente la existencia del perjuicio moral que es objeto de
indemnización en la presente decisión.
Por ende, ante la ausencia de medios de convicción que acrediten la causación de esta tipología
de perjuicio, la Sala no accederá a tal pedimento.
7. No hay lugar a condena en costas
Finalmente, toda vez que para el momento en que se profiere este fallo, el artículo 55 de la
Ley 446 de 1998 indica que sólo hay lugar a la imposición de costas cuando alguna de las partes
haya actuado temerariamente y, debido a que ninguna procedió de esa forma en el sub lite, no
habrá lugar a imponerlas.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso Administrativo, Sección
Tercera, Subsección A, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la sentencia recurrida, esto es, la proferida el 29 de marzo de 2001, por el
Tribunal Administrativo – Sala de Descongestión con sede en Cali, y en su lugar se dispone:
SEGUNDO: DECLARASE a la NACION - MINISTERIO DE DEFENSA - POLICIA NACIONAL,
patrimonialmente responsable de la muerte de LUIS EDUARDO TOMBE MORALES, en hechos
ocurridos el 4 de junio de 1997, según lo expuesto en la parte motiva de esta providencia.
TERCERO: Como consecuencia de lo anterior, CONDENASE a la NACIÓN - MINISTERIO DE
DEFENSA - POLICIA NACIONAL, a pagar las siguientes indemnizaciones por concepto de
perjuicios morales:
Para AGUSTIN TOMBE TOMBE y DOMINGA MORALES YALANDA, la suma equivalente a cien
(100) salarios mínimos legales mensuales vigentes, para cada uno de ellos.
Para MARY CONSUELO TOMBE MORALES, BLANCA CECILIA TOMBE MORALES, JORGE
ENRIQUE TOMBE MORALES, y MANUEL JESUS MORALES TOMBE, la suma equivalente
a cincuenta (50) salarios mínimos legales mensuales vigentes, para cada uno de ellos.
CUARTO: CONDENASE a la NACION - MINISTERIO DE DEFENSA – POLICIA NACIONAL, a
pagar a título de indemnización por perjuicios materiales en la modalidad de lucro cesante, a favor
de AGUSTIN TOMBE TOMBE y DOMINGA MORALES YALANDA, la suma de VEINTIOCHO
MILLONES CIENTO VEINTICUATRO MIL DOSCIENTOS CINCUENTA Y CINCO PESOS
M/CTE ($28.124.255), para cada uno de ellos.
QUINTO: SE NIEGAN las demás pretensiones de la demanda.
SEXTO: La NACION - MINISTERIO DE DEFENSA - POLICIA NACIONAL, dará cumplimiento a lo
dispuesto en este fallo, dentro de los términos indicados en los artículos 176 y 177 del Código
Contencioso Administrativo.
SEPTIMO: Para el cumplimiento de esta sentencia expídanse copias con destino a las partes, con
las precisiones del artículo 115 del Código de Procedimiento Civil y con observancia de lo
preceptuado en el artículo 37 del Decreto 359 de 22 de febrero de 1995. Las copias destinadas a la
parte actora serán entregadas al apoderado judicial que ha venido actuando.
OCTAVO: Ejecutoriada esta providencia, DEVUÉLVASE el expediente al Tribunal de origen.
COPIESE, NOTIFIQUESE Y CUMPLASE
HERNAN ANDRADE RINCON
MAURICIO FAJARDO GOMEZ
Con salvamento de voto
CARLOS ALBERTO ZAMBRANO BARRERA
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