malaquías capítulo i

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MALAQUÍAS CAPÍTULO I
Autor:
Malaquías …(mi mensajero)
Fecha:
Alrededor del 450 a.C.
Tema:
Promesa de justicia y amor divino
Palabras clave:
Mensajero, sacerdotes, sol de justicia, Día del Juicio
I.
II.
El amor del Señor por Israel 1.2-5
I.
Jacob y Esaú
1:1-5
Las faltas de los sacerdotes 1.6-2.9
II.
A.
III.
Los pecados de los sacerdotes 1:6-2:9
La negación de la infidelidad 1:6-14
Infidelidad del pueblo 2.10-16
IV. El día del juicio 2.17-3.5
B.
V.
VI.
IV.
VII.
D.
La disciplina de los sacerdotes 2:1-9
III.
Perversidad del pueblo 2:10-17
A.
Traición 2:10
B.
La infidelidad en el matrimonio 2:11-16
C.
La falta de sinceridad 2:17
La bendición de ofrendar 3.6-12
Destino del justo y del impío 3.13-4.3
La purificación de la nación 3:1-4:6
A. Deberes de Juan el Bautista 3:1-6
B. Robándole a Dios 3:7-15
C. Distinción del justo y del malo 3:16-18
Exhortación y promesa 4.4-6
El Día del SEÑOR 4:1-4
E. La venida de Elías 4:5-6
Autor («Mi mensajero»), En ningún otro lugar de la Biblia se menciona a Malaquías,
pero por su libro sabemos que sentía un gran amor por el pueblo de Judá y las ceremonias
del templo.
Fecha La falta de mención de algún rey, o incidente histórico hace difícil fechar el libro.
El uso de palabras persas en el texto, y referencias a la reconstrucción del templo (1.10),
recomienda una fecha post-explica a cuando fue escrito Nehemías (alrededor del 450
a.C.). Malaquías escribió como el último de los doce profetas menores, inspirado de la
Escritura hasta los tiempos del Nuevo Testamento.
Trasfondo Malaquías es el último de hombres inspirados por Dios, quienes, durante un
período de mil años, predijeron la venida del Justo. No sólo profetizaron la venida del
Mesías, sino pusieron al descubierto con toda claridad los pecados del pueblo y lo
alertaron sobre el merecido juicio divino.
Luego de su retorno del exilio, el pueblo de Israel vivió en tierras de Palestina.
En lugar de aprender de las experiencias negativas de su pasado, y retornar al servicio del
Dios de Abraham, Isaac y Jacob, se convirtieron en un pueblo inmoral e indiferente.
Las reformas por líderes como Nehemías y Esdras no previnieron el serio declinar
espiritual que se manifestó en el seno de la población israelita.
Esta situación hizo
que Malaquías se sintiera afectado con los problemas de su pueblo. Con fervor divino se
refirió entonces a la apatía colectiva que prevalecía hacia su Dios.
Contenido Malaquías menciona el invariable amor de Dios por su pueblo, nacido de su
eterna misericordia. Esto sirve de trasfondo a las condenas y exhortaciones que siguen.
Primero, el profeta se dirige a los arrogantes, al abierto repudio de los sacerdotes por la
Ley y su influencia negativa sobre el pueblo. Los señala como responsables de haber
hecho a muchos tropezar en el pecado. De ahí que les advierta que el Señor no va a
permanecer como un mero espectador sino, a menos que se arrepientan, los castigará
severamente.
En seguida se refiere, en términos enérgicos, a la traición de los sacerdotes y laicos
que se divorcian de esposas fieles y se casan con mujeres paganas que practican el culto a
los ídolos. Esto es seguido por un serio llamado a contener sus pasiones y ser fieles a las
esposas que el Señor les dio en la juventud.
Más adelante, el profeta rechaza las prácticas irreligiosas del pueblo, su negación de
la justicia divina, y sus fraudes al Señor por la retención de los diezmos y ofrendas que se
le deben.
En una prosa ardiente y llena de fervor, a renglón seguido Malaquías describe las
cualidades del sacerdocio en el pasado. Profetiza sobre el Sol de justicia, el Mensajero del
pacto, y el extraordinario y terrible día del juicio divino, cuando el justo será
recompensado y el impío castigado.
Por último, exhorta al pueblo a observar las leyes dadas a Israel por medio de Moisés y
promete un futuro Mesías y su precursor Elías (Juan el Bautista). Esta profecía cierra el
Antiguo Testamento y lo vincula a las buenas nuevas de la provisión de Dios en el Sol de
justicia descrito en el Nuevo Testamento.
Aplicación personal La crítica de Malaquías a los abusos e indiferencia religiosos
tiene validez en nuestros días. El pueblo de Dios siempre necesita confesar lo insuficiente
de su respuesta al amor divino. La devoción y el entusiasmo inicial por Dios pueden
disminuir. La adoración genuina frecuentemente se transforma en observación mecánica
de prácticas religiosas. Defraudar en el diezmo, divorciarse de esposas fieles, y las
uniones entre creyentes e incrédulos, causan a menudo estragos en las familias. Deseos
egoístas, combinados con actitudes orgullosas y arrogantes, conducen a serios problemas
de los que se culpa a Dios. En lugar de reconocer nuestra negligencia y cambiar nuestras
vidas por el poder del Espíritu Santo, preguntamos: «¿Dónde está el Dios de justicia?»
(2.17). Sin embargo, el verdadero arrepentimiento aun prepara el camino de las reformas
necesarias y de los avivamientos inspirados por el Espíritu Santo
Cristo revelado En este último libro del Antiguo Testamento encontramos claros
mensajes proféticos sobre la súbita aparición de Cristo, el ángel del (nuevo) pacto (3.1).
Ese es un día de juicio. «¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida?» (3.2). Nadie
gracias a sus propias fuerzas, porque para todos los que temen al Señor, «nacerá el Sol de
justicia ["el ángel del pacto", Jesús (3.1)], y en sus alas traerá salvación» (4.2).
El Espíritu Santo en acción La acción del Espíritu Santo en Malaquías se hace
evidente en su propia vida personal y en su ministerio profético. Sus escritos lo muestran
como un consagrado profeta, una persona que se mantenía en estrecho contacto con el
Espíritu Santo. De esa forma, podía ser utilizado para advertir a la gente de su
comportamiento pecaminoso y de urgirlas a conformar sus vidas de acuerdo con la Ley
del Señor. El Espíritu Santo le concedió además el privilegio de cerrar el linaje de los
profetas consagrados y fieles que redactaron sus mensajes, permitiéndole proclamar con
claridad y fervor su visión de largo alcance sobre la venida de Cristo.
Dudaban de su amor (1.1–5) «Te he amado», dice Dios a su pueblo. «¿Ajá?»,
respondieron ellos, «¿en qué nos has amado? ¡Demuéstralo!» Dudar del amor de Dios es
el principio de la incredulidad y la desobediencia. Eva dudó del amor de Dios y comió
del árbol prohibido; pensó que Dios le privaba de algo. Satanás quiere que nos sintamos
abandonados por Dios. «Miren a sus circunstancias difíciles», le dijo al remanente judío.
«¿Dónde están sus cosechas? ¿Por qué Dios no los cuida?»
Dios demostró su amor a su pueblo de dos maneras: (1) En su gracia escogió a Jacob,
su padre, y rechazó a Esaú, quien de muchas maneras era un mejor hombre; y (2) juzgó a
los edomitas (los descendientes de Esaú) y le dio a Israel la mejor de las tierras. Le
prometió a Israel una tierra que fluía leche y miel, pero, trágicamente, sus pecados
contaminaron la tierra. Incluso entonces, Él en su gracia los restauró a su tierra y los libró
del cautiverio.
1:1 Profecía. Esta palabra (lit., carga) da un tono sombrío al libro. La palabra da el
sentido de presentimiento al mensaje del profeta. La palabra del SEÑOR. El mensaje de
Malaquías tiene autoridad, ya que es revelación de Dios.
1:2-5 Aquí se presenta al SEÑOR como el que ama y defiende a Israel. Esta verdad se
demuestra en la preservación de Jacob y la destrucción de Esaú por Dios.
1:2 Pero vosotros decís. La rebelión obstinada del pueblo está simbolizada en este
desafío arrogante (cp. vers. 6; 2:14, 17; 3:7, 13). Al poner en duda la palabra de Dios,
Israel mostraba la falta de confianza en la fidelidad de Dios a sus promesas.
1:4 territorio impío. Sobre la iniquidad de Edom, véase Abd 8–14.
1:5 vosotros diréis. Esto describe la actitud apropiada del pueblo de Dios;
desafortunadamente no era típico de la respuesta de Israel a la benevolencia de Dios en la
época de Malaquías.
II. Menospreciaban su nombre (1.6–14) Ahora Dios se vuelve a los sacerdotes,
quienes deberían haber sido los líderes espirituales de la tierra. Los sacerdotes no
honraban el nombre de Dios; tomaban lo mejor para sí mismos. No valoraban los
privilegios espirituales que Dios les dio: servir al altar, quemar incienso y comer del pan
consagrado de la proposición. Y no traían lo mejor para los sacrificios: traían lo peor de
los animales (cf Dt 15.21). Dios les dio lo mejor y a su vez pedía lo mejor, pero ellos no
querían obedecerle.
El versículo 10 debería decir: «¿Quién es lo suficiente espiritual como para cerrar las
puertas del templo y acabar con esta hipocresía?» Dios prefería ver el templo cerrado
antes que tener al pueblo y a los sacerdotes «jugando a la religión» y guardándose lo
mejor para sí mismos. Los sacerdotes ni siquiera aceptaban un sacrificio si antes no
recibían su porción. Era esta clase de pecado lo que llevó a la derrota a Israel en los días
de Elí (1 S 2.12–17 y 4.1–18). El versículo 11 indica que los gentiles paganos ofrecían
mejores sacrificios al Señor que su propio pueblo. Es muy malo que los inconversos
sacrifiquen más para su religión que los que conocen de verdad al Señor.
Somos sacerdotes mediante Cristo y nosotros también debemos traerle «sacrificios
espirituales» (1 P 2.5). ¿Cuáles son estos sacrificios? Nuestros cuerpos (Ro 12.1–2);
nuestras ofrendas (Flp 4.14–18); alabanza (Heb 13.15); buenas obras (Heb 13.16); almas
que hemos ganado para Cristo (Ro 15.16). ¿Estamos dándole lo mejor o sólo lo que nos
conviene?
1:6-2:9 Después de la afirmación positiva del amor de Dios para con su pueblo, el
profeta declara su respuesta decepcionante a ese amor. La reprensión de Malaquías está
dirigida a los sacerdotes que debieran haber sido modelos de la actitud apropiada hacia el
SEÑOR.
1:6 El hijo honra a su padre. La analogía del hijo obediente se usó más de 200 años
antes (Os 11:1–4; Is 1:2, 3) para describir la relación que Dios quería tener con Israel. En
aquella época el pueblo se rebeló contra Dios, lo mismo que estaban haciendo en esta
época a pesar de su restauración del cautiverio en Babilonia.
1:7 sobre mi altar pan inmundo. Hageo había predicado un mensaje semejante a
una generación mayor de sacerdotes que por su inmundicia habían corrompido los
sacrificios (Hag 2:10–19). En ese caso, la corrupción resultó por la mala gana del pueblo
de reedificar el templo (Hag 1:2). Aquí está demostrada en los animales dañados (vers.
14) ofrecidos en el templo recientemente terminado.
1:8 ¿Por qué no lo ofreces a tu gobernador? El desafío de ofrecer una ofrenda
dañada a su gobernador es significante a la luz de las relaciones tirantes que había antes
entre los judíos y los persas. Si el gobernador no hubiera estado contento con animales
dañados, ciertamente era absurdo pensar que el SEÑOR se complaciera con tales ofrendas.
1:9 ¿no pediréis el favor de Dios. El profeta se burla de la petición del pueblo de que
los sacerdotes lo representen delante de Dios. Tal petición sería imposible mientras que el
corazón no estuviera recto con Dios (cp. Sal 51:16, 17; 66:18).
1:10 cerrara las puertas. El rechazo de Dios de la adoración insincera es tema
común del A.T. (cp. Gn 4:1–7; 1 S 15:22–23; Os 6:6; Am 5:21–24; Mi 6:6–8; Zac 7:4–
10).
1:14 un macho en su rebaño. Es decir, un cordero sin defecto aceptable para el
sacrificio (cp. Lv 22:18, 19; Dt 15:21). El pueblo estaba ofreciendo animales dañados
para los sacrificios.
1.1 Profecía de la palabra de Jehová contra Israel, por medio de Malaquías: Estas
amenazadoras palabras de Jehová a su «mensajero» (Mal’aki), lo preocuparon
extraordinariamente. A través de 23 preguntas el profeta propone un autoexamen, lleno
de reproches contra los sacerdotes y el pueblo de Israel. Esta pequeña colonia, el
remanente de los reinos de Israel y Judá, retornó a su tierra tras la cautividad babilónica y
se convirtió en objeto central de las promesas y advertencias divinas.
1.2–5 Toda la profecía, construida dentro de un formato de preguntas y respuestas, es
representativa del pacto establecido entre el Señor y su pueblo. Jehová es su Padre y
Señor, su único Dios y máximo Juez. El pueblo escogido por Dios había correspondido
mal al amor del Dios del pacto, y pese a ello el Dios de amor les hizo un llamado para
que retornaran a Él y guardaran sus mandamientos. Y todavía, a causa de su divino amor,
el Señor se preocupa por ellos y amonesta a su pueblo escogido. En respuesta a la
petición que se le hace de pruebas de su amor por el pueblo, el Señor se refiere al hecho
histórico de la libre elección de su antepasado Jacob, en lugar de su hermano Esaú (vv.
2, 3). Dios amó, o «prefirió», a Jacob y sus descendientes, y aborreció, o «rechazó», a su
hermano a Esaú y a Edom, su descendiente, por razones que sólo Él conoce. Pablo se
refiere a este pasaje como un ejemplo de la elección divina (Ro 9.13).
Si el pueblo de Israel reflexiona acerca del amor de Jehová y contrasta su condición
con la de Edom, se convencerá de la misericordia y dirección de Dios. Confesará que
Jehová es engrandecido más allá de los límites de Israel, es decir, «la fama de su poder
va más allá de nuestros límites» (v. 5).
1.3 Convertí sus montes en desolación... su heredad: Véanse notas en Abdías 10, 11.
1.6–2.9 El segundo tópico, la condenación de los sacerdotes, se introduce utilizando el
paralelismo hebreo por medio de las preguntas de 1.6: «Como Padre y Señor, ¿dónde está
mi honra?» El abierto rechazo de las normas de los sacrificios (Lev 1.10; 22.17–25; Dt
17.1) constituye una forma de menospreciar al amante y misericordioso Señor Dios de
Israel. Sacrificios imperfectos, ofrecidos sin sinceridad, resultan inconvenientes para los
gobernantes y desagradables para el Señor. Jehová de los ejércitos prefiere ofrendas
limpias e incienso de los pueblos alrededor de la tierra, desde donde el sol nace hasta
donde se pone (1.11). El Señor pronuncia una maldición (juicio retributivo) contra los
sacerdotes por el abierto rechazo de sus instrucciones (2.2). Ello va acompañado de una
severa humillación: os echaré al rostro el estiércol (2.3).
Mi pacto con Leví (2.4) parece que se refiere a las bendiciones de Moisés a Leví (Dt
33.8–11), ya que en el Pentateuco no se menciona ningún pacto específico ofrecido a
este.
1.9 tenga piedad, chanan; Strong #2603: Estar graciosamente inclinado
hacia alguien, tener compasión de alguien, hacerle un favor a una persona en
necesidad. Este verbo, que aparece 81 veces, nos habla de una actitud marcada
por la compasión, la generosidad y la bondad. Nótese el uso de chanan en
Génesis 33.5, 11; Salmos 119.132; 123.3. Job reclama repetida y patéticamente
a sus amigos que tengan compasión de él (Job 19.21). Chanan, como aparece
en ese contexto (vv. 14–22), denota el tipo de compasión, bondad y
consideración que llevaría a alguien a refrenarse de seguir hiriendo a una
persona que sufre. Dios es muy misericordioso, por decisión propia (Éx 33.19) y
por su naturaleza (Is 30.18, 19).
1.12, 13 Véase la sección 3 de «Verdad en acción» al final de Malaquías
Sabemos muy poco respecto a este penúltimo de los profetas del AT (Juan el Bautista fue
el último; Mal 3.1 y 4.5–6, con Mt 11.10–15; Mc 1.2; y Lc 1.17). Ministró a la restaurada
nación judía alrededor de cuatrocientos años antes de Cristo. Los pecados descritos en
este libro se hallan en Nehemías 13.10–30. Malaquías dirige su primer mensaje a los
sacerdotes y luego se vuelve al pueblo en general: «De tal pueblo, tal sacerdote».
Conforme el profeta entrega la Palabra de Dios, el pueblo responde discutiendo. Nótese
la repetición de «¿en qué?» (1.2, 6–7; 2.17; 3.7–8, 13). Es peligroso cuando el pueblo
discute con Dios y trata de defender sus caminos pecaminosos.
Malaquías recalca los terribles pecados del pueblo y de los sacerdotes.
Malaquías fue el último de los profetas y se supone que profetizó en el 420 a. C.
Reprende a los sacerdotes y al pueblo por las malas costumbres en que habían caído, y les
invita al arrepentimiento y a la reforma, con promesas de bendiciones que serán
impartidas cuando venga el Mesías. Ahora que la profecía iba a cesar, habla claramente
del Mesías, como que está muy cerca, y manda al pueblo de Dios que siga recordando la
ley de Moisés mientras esperan el evangelio de Cristo
Con el mensaje profético de Malaquías (=Mal) se cierra el libro de los Doce Profetas.
Este mensaje se caracteriza por su marcado tono polémico, y el hecho más notable es que
esta característica se manifiesta tanto en los temas desarrollados como en su presentación
literaria. El profeta, en efecto, toma como punto de partida las objeciones de sus oyentes,
y practica una especie de “predicación dialogada”, de manera que su palabra aparece
como una réplica a determinadas preguntas.
Estas “discusiones” de Malaquías con los destinatarios de su mensaje tienen una
estructura bastante uniforme. Al comienzo, el Señor establece un principio general o
reprueba una práctica más o menos corriente en la comunidad de Israel. A esta
afirmación divina los interpelados responden con una objeción o una duda, formulada en
forma de pregunta e introducida generalmente por un irónico Pero ustedes responden o Y
todavía ustedes preguntan (1.2, 6–7; 2.14, 17; 3.7–8, 13). Por último, el Señor reafirma y
amplía lo dicho al comienzo, añadiendo nuevos reproches o anunciando el castigo de los
culpables. El profeta condena así los abusos que se cometen en el culto del templo y en
las relaciones familiares y sociales (cf. 3.5). Estas acusaciones están dirigidas
especialmente contra los sacerdotes que no ofrecen los sacrificios en la forma debida
(1.6–2.9), contra los que se divorcian de sus esposas para casarse con mujeres extranjeras
(2.10–16) y contra los que defraudan al Señor dejando de pagar los diezmos (3.6–11).
La predicación de Malaquías deja entrever el estado de ánimo que se había apoderado
de muchos israelitas varias décadas después del retorno del exilio. Las brillantes
promesas de los profetas Hageo y Zacarías tardaban en cumplirse, y este retraso,
agravado por muchas otras dificultades y penurias (cf. 3.11), había hecho que se pusiera
en duda el amor y la justicia del Señor (cf. 2.17). Frente a esta corriente de escepticismo,
el profeta reafirma el amor del Señor a su pueblo (1.2) y asegura que él hará honor a su
palabra y a sus promesas: el Día del Señor llegará a su debido tiempo, y entonces la
justicia brillará como la luz del sol (4.1–3[3.19–21]).
El nombre Malaquías es la trascripción del vocablo hebreo malají, que significa mi
mensajero. Por eso no se sabe bien si ese es un nombre personal o si es, más bien, el
título de un profeta anónimo. De todas maneras, el libro contiene una serie de alusiones
que permiten fijar con relativa seguridad la fecha en que fue redactado. El templo ya ha
sido reconstruido (cf. 3.10) y el culto se celebra regularmente (cf. 1.6–2.9). Por otra parte,
el pueblo de Judá está sometido a la autoridad de un gobernador persa (véase 1.8 n.), y el
profeta percibe la urgente necesidad de corregir los abusos que se cometen en las
cuestiones matrimoniales (2.14). Esto permite suponer que la predicación de Malaquías
preparó la gran reforma de Nehemías (cf. Neh 13.23–27) y que, por lo tanto, él desarrolló
su actividad profética en la segunda mitad del siglo V a.C.
El esquema siguiente ofrece una visión de conjunto de este breve escrito profético:
I. Introducción (1.1)
II. El amor del Señor a Israel (1.2–5)
III. Acusaciones y amenazas contra los sacerdotes que no ofrecen los sacrificios en la
forma correcta (1.6–2.9)
IV. Condena del divorcio y de los matrimonios con mujeres extranjeras (2.10–16)
V. La purificación de la comunidad (2.17–3.5)
VI. El pago de los diezmos (3.6–12)
VII. Promesas relativas al futuro y anuncio del retorno de Elías (3.13–4.3[3.21])
VIII. Conclusión (4.4–6[3.22–23])
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