DECLARACIÓN DE SANTA FE

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DECLARACIÓN DE SANTA FE
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La presente Declaración pretende transmitir la opinión de un grupo de compañeras y
compañeros que trabajamos dentro del amplio abanico que cubre el sector de ciencia y
tecnología en la Argentina. Esta opinión no es pasiva sino que persigue la ambición de
transformarse en parte de una política de acción que permita transitar un camino de
transformación social.
Es a su vez, en sí misma, un ejercicio de construcción colectiva, sustentada en la convicción de
que como trabajadoras y trabajadores del campo intelectual debemos ser capaces de integrar
nuestros saberes y experiencias tras un proyecto en común; pensando en trabajar
responsablemente para que los debates acerca de la práctica científica y tecnológica, sus
sentidos, sus alcances sociales –en un país que sobrevive tan lejos de la igualdad y la felicidad
para todos– se transformen en un debate social y político que nos involucre más allá de las
tradicionales presentaciones académicas.
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Que la ciencia y la tecnología atraviesan todos los estratos de la economía mundial generando
cambios en el modo de producción de bienes y servicios de una sociedad, y es de importancia
para que el Estado pueda optimizar el diagnóstico, formulación, desarrollo y aplicación de
políticas de alto impacto social.
Que no bien echamos una mirada general, advertimos que detrás de los espectaculares adelantos
en diversas ramas de la ciencia y la tecnología desarrolladas en la “civilización de la
abundancia” se acrecienta la brecha, entre riqueza y pobreza, y la exclusión de dos tercios de la
humanidad, junto a la destrucción del planeta tierra y el despilfarro de sus recursos no
renovables. Esto no puede dejarnos indiferentes y despreocupados del destino final de las
actividades específicas de las y los investigadores.
Que resulta irónico que el bienestar para todos que prometía la modernidad, a partir del
desarrollo de la ciencia y la técnica y el intercambio mundial, concluya en un camino sin salida
si no somos capaces de orientarnos más allá de los intereses de países y corporaciones, que
detentan el poder económico, político y militar.
Que bajo apariencias de opulencia, el panorama se presenta en gran parte desolador. Sin
embargo queda esperanza, si colaboramos en generar comportamientos y lógicas orientadas por
valores de justicia y solidaridad en todos los campos del pensar y hacer, particularmente en los
de la política económica, social y del medio ambiente, tan ligadas al “estilo tecnológico”
desarrollado en la era actual.
Que si persiste una estructura de desorganización estructural los problemas no se solucionarán
ni con más presupuesto ni con voluntad política.
Que no se trata de la utopía de la “discusión entre pares”.
Que los planes nacionales de ciencia y tecnología no pueden quedar subordinados a lógicas
empresarias, ni deben otorgar subsidios a quienes no lo necesitan. Los proyectos generados en
el ámbito privado son precisos y específicos y, esencialmente, buscan el rédito económico,
independientemente que ello conduzca, o no, a resolver una necesidad social. Esto no niega que
la actividad de investigación en ámbitos privados es un complemento importante y necesario
que el Estado debe incentivar, administrar y controlar cuidadosamente.
Que una característica de nuestra sociedad es la inequidad distributiva que incide en el plano
económico, cultural, de salud, de educación. La investigación científica y el desarrollo
tecnológico pueden contribuir a incrementar o por el contrario achicar tal inequidad. Es en este
sentido que hay una discusión social y humana asociada al rumbo tecnológico.
Que la identidad de una sociedad se ve afectada por las transformaciones tecnológicas a partir
de posibilidades abiertas por investigaciones teóricas. Mientras nuevas teorías ofrecen nuevas
posibilidades, la implantación de prácticas tecnológicas innovadoras modifica el entorno
concreto de relaciones (productivas, laborales, institucionales, educativas, de salud y de
previsión estratégica). En este sentido la política de investigación y desarrollo en sociedades de
base tecnocientífica, se convierte en una parte sustantiva del rumbo global de la sociedad.
Que el sentido democrático de la discusión sobre política de investigación y desarrollo implica
reconocer que se encuentra afectado el rumbo colectivo y que podemos representar diferentes
escenarios posibles según los objetivos y prioridades respondan a intereses colectivos o a
intereses corporativos.
Que en ese espacio politizado se lucha por la libertad y la igualdad. Politizar la ciencia es eso:
convertirla en arena de lucha por la libertad y la igualdad, lo que involucra no sólo el sentido
social de la existencia de la ciencia como institución sino su propia especificidad, sus cánones
de evaluación, promoción, jerarquización, sus métodos y formas de organización.
Que la matriz desarrollista modernizadora se articula con la autoridad asignada a la ciencia
como tribunal último de legitimación. No se expone al debate, ni se tematizan las formas de
producción de conocimiento científico y tecnológico, el papel del conocimiento (y de qué
conocimiento) en el crecimiento y desarrollo económico, ni las condiciones del bienestar
humano en ese contexto de espectacular crecimiento de la economía del mundo capitalista.
Que la autonomía científica se presenta como libertad de la ciencia en un sentido liberal, en
clave cientificista, y su utilidad aparece en el mejor de los casos como utilidad social de la
ciencia en relación con movimientos sociales, empresas, estados, etc. sin que la opción entre una
u otra alternativa constituya un debate político y epistémico de primer orden para la comunidad
científica, tecnológica y el público en general.
Que estos son temas que nos comprometen a todas y todos, especialmente a quienes trabajamos
con las razones del saber, entendido éste como una bella y formidable herramienta de
emancipación de los seres humanos.
Que para liberarse y liberarnos de los condicionamientos de esta etapa de la sociedad capitalista,
tendremos que seguir batallando y mucho en favor de una sociedad inclusiva y en defensa de
una educación que libere el pensamiento, que desentierre del agujero negro de la historia
clausurada el pensamiento crítico, tan necesario para generar las capacidades de
autoorganización popular y los mecanismos que nos protejan de la pretendida adaptación a las
razones del mercado y de sus favelas de supervivencia.
Que las y los investigadores son trabajadores, en muchos casos precarizados, y como tales,
integran la franja de los perjudicados del modelo neoliberal. Desde esta intersección entre
trabajador e intelectual es preciso afirmar el doble compromiso de defensa de los derechos
laborales y de una ciencia y técnica democratizadas.
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Que es necesario y urgente reorientar nuestro sistema de ciencia y tecnología, al conocimiento y
solución de los grandes problemas nacionales, enfatizando un estilo científico-tecnológico
comprometido con la vida, el desarrollo de tecnologías apropiadas y apropiables y la
salvaguardia del medio ambiente.
Que es tarea primordial para el sistema de ciencia y tecnología que tenemos por delante y
también para las investigadoras y los investigadores, mejorar los alcances de nuestro cometido,
para devolver en parte al pueblo que lo sostiene, el rédito necesario para la solución de sus
problemas esenciales.
Que es necesario recuperar una acción dispuesta a colaborar con diversas corrientes de “Utopía
Posible”, para la edificación de un nuevo proyecto de sociedad en el cual la ciencia y la técnica
asuman un rol totalmente comprometido con el bienestar de la población, aunando sabiduría
práctica, con justicia y liberación de toda clase de opresiones.
Que se debe recobrar el debate en torno a la imaginación y la constitución del porvenir, en torno
a los sentidos de las prácticas presentes en relación con la construcción colectiva de un porvenir
que merezca llamarse humano.
Que se tienen que encontrar y generar espacios democráticos para que los diferentes actores
sociales interesados, muchos de los cuales hoy no tienen posibilidad alguna de participación,
puedan discutir los fines sociales de la ciencia y la tecnología, y que estos fines, así
consensuados, se deben transponer como valores para la evaluación científica y tecnológica.
Que la participación activa de la comunidad científica, y otras, es, en este sentido, fundamental.
No podemos quedarnos más como meros espectadores que sólo vemos pasar las cosas que
ocurren. Debemos replantearnos nuestra actitud, sacudirnos la abulia, no quedarnos en la queja
y empezar a ser un poco más protagonistas de hechos que, finalmente, nos involucran a todos.
Que debemos comprometernos como trabajadoras y trabajadores de la ciencia y de la tecnología
para generar espacios amplios de discusión que integren el debate sobre la situación laboral y el
sentido de nuestra labor.
Que tenemos que alertar acerca del peligro que representa para nuestros jóvenes investigadores
e investigadoras una formación neutra, abstracta o meramente académica, sin compromiso
efectivo con las necesidades del país y al servicio de ellas.
Que debemos luchar por alcanzar un país que sea capaz de vivir una democracia de alta
intensidad; un país sin más genocidio económico y social; un país sin más feminicidio; un país
sin más culturicidio; un país en donde todas y todos podamos ser tratados como sujetos
participantes activos y transformadores de las condiciones sociales de existencia.
MAYO DE 2008
Esta Declaración es resultado del “I Encuentro Regional CTS-CTA: Ciencia, Tecnología y Democracia”
realizado en la ciudad de Santa Fe el 28 de Setiembre de 2007. La misma fue redactada con posterioridad
en base a los documentos presentados y fue debatida por medios electrónicos. Comentarios y adhesiones
pueden hacerse llegar a la casilla de correo [email protected]
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