4. PROCESO DE TRABAJO, LOCALIDAD Y NOMADISMO LABORAL

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«con merienda» a las ocho menos veinte paramos, tenemos veinte minutos para comernos un bocadillo y seguir
trabajando, hasta que queda, puede ser hasta las diez, las
diez y media, las once o las nueve y media, ese es el trabajo; al día siguiente no sabemos, no sabemos a qué hora
vamos a entrar, según lo que haya podemos entrar a las
nueve, a las diez y media, o a las once, no tenemos horario, por eso muchas mujeres conozco yo que dice, pues yo
en el campo estoy mejor porque voy por la mañana pero
a las cinco de la tarde estoy en mi casa y me da mucho
tiempo... " (T7).
4. PROCESO DE TRABAJO, LOCALIDAD
Y NOMADISMO LABORAL
Los rasgos estructurantes de la división interna del trabajo en los
dos procesos de trabajos básicos de la agricultura industrial, campo
y almacén, determinan a su vez dos modos de relación del sistema
productivo agroindustrial con su exterior, con el hábitat que le
rodea.
En el almacén se ha instaurado un modo de uso de la fuerza de
trabajo de relativa estabilidad ocupacional, con una menor rotación
de personal si se compara con lo elevado de la misma en el campo,
con un tejido de relaciones laborales más consolidado, etc. Al
mismo tiempo ha sometido las pautas de vida obrera a la incertidumbre de sus horarios de trabajo, con acentuadas variaciones de la
jornada laboral, e incluso los días de trabajo se mueven en la misma
indeterminación, siendo frecuente trabajar días festivos o sábados
en la tarde. Ello es debido a que su dinámica de trabajo está muy
ligada a las determinaciones de los mercados, con sus exigencias de
plazos estrictos en los servicios, ya que la comercialización de un
producto altamente perecedero como es la fruta fresca agudiza el
tiempo de llegada a los supermercados como un factor de competitividad fundamental.
Es sobre el obrero de almacén, por tanto, sobre quienes recae de
forma más rigurosa la estructura de mercado de la producción
agroindustrial, en términos de las imposiciones temporales de la
pautas de producción. La violencia de un proceso de trabajo que
difumina al extremo la frontera entre tiempo de trabajo y tiempo de
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reposo, con sus prácticas del no-horario de trabajo y las exigencias
de una mano de obra siempre disponible, solamente es posible
mediante unas precisas disposiciones de la relación del almacén con
su entorno.
En efecto, el sistema productivo va a establecer unas redes de
reclutamiento estrechamente ligadas a la localidad donde el almacén esté asentado, procurando siempre que un porcentaje importante de la mano de obra tenga un arraigo local, no nómada, cuyos desplazamientos hasta el espacio de trabajo sean lo más reducidos
posibles. Otra porción menor de la mano de obra va a desplazarse
siguiendo itinerarios más largos, y es sobre la que primeramente
recae el efecto del paro cuando la campaña disminuye en requerimientos de trabajo, es decir, actúa como "colchón" de las oscilaciones de trabajo implícitas en la estacionalidad agrícola.
En el almacén, la imagen de la obrera quieta y uniformada ante
la cinta transportadora durante largas horas cuyo único movimiento
es el de los brazos limpiando el producto o embolsándole, se proyecta hacia el exterior, en la exigencia de un tipo de obrero arraigado en la localidad, no móvil, pues su disponibilidad permanente
para trabajar "con merienda" (hasta horas nocturnas) o en un día
festivo depende de su cercanía e inmovilidad en el hogar familiar.
La vida laboral (indeterminación de la jornada laboral, permanencia
fijada firmemente en el espacio del almacén durante largas horas
ante el trabajo encadenado) y la vida cotidiana (cercanía al almacén,
inmovilidad en la localidad y el hogar familiar) se encuentran sometidas al mismo tipo de determinaciones derivadas de la norma de
producción y competitividad de la agricultura industrial. Es por ello
que sobre este tipo de obrero el marco regulador de las relaciones
laborales ha sido más condescendiente en términos siempre muy
relativos, pues la informalidad está muy extendida: mayor presencia de contratos fijos-discontinuos, derecho de antigiiedad y subsidio de desempleo, reconocimiento de las horas extra, etc.
También el proceso de trabajo en las labores de campo (plantación y recolección) ha definido unas relaciones con su entorno
social muy particulares, que explican el intenso nomadismo laboral
de los jornaleros T'.
^^ La cuestión del nomadismo laboral será [ratada con mayor detenimiento en el capítulo
IX.
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El interior del proceso de trabajo en el campo se haya constituido, y cada vez más de forma acrecentada, por la movilidad de las
tareas y las producciones. Las prácticas de arrendamiento de tierras,
las prácticas de cultivar en zonas más frías del interior para alargar
las temporadas de los productos, la introducción de máquinas cosechadoras-embolsadoras que son realmente factorías móviles y
ambulantes, etc., son las expresiones concretas de las formas de
producción circulantes implantadas en el campo murciano.
EI funcionamiento del encargado con su cuadrilla a modo de
subcontrata interna o externa, la proliferación de formas de reclutamiénto obrero a través de "furgoneteros" y/o empresas de servicios,
la ]legada de inmigrantes del Tercer Mundo o la movilidad de largo
recorrido de trabajadores procedentes de otras Comunidades Autónomas, son los mecanismos de movilidad obrera que la producción
móvil requiere.
Las empresas también están formando "caudales de trabajo"
mediante la contratación de autobuses desde sus pueblos de origen.
Este sistema funciona para las labores de campo en cuanto que existe un horario regulado, donde es posible determinar la partida y la
salida, y no para las labores de almacén donde el no-horario crearía
muchos problemas.
De esta forma se produce una ruptura entre el espacio de trabajo y la localidad, se rompe la ligazón y dependencia con la localidad. En efecto, un proceso de trabajo sobredeterminado por una
organización de la producción móvil exige un obrero nómada, disponible para el permanente movimiento. Para las labores de campo,
el sistema productivo agroindustrial no exige la cercanía del obrero
localizado. Antes al contrario, el mercado de trabajo local se constituye preferentemente para las labores de almacén, mientras que se
coniigura un mercado de trabajo extralocal para las labores de
campo.
El obrero móvil se muestra en mayor medida predispuesto para
la producción móvil. La dimensión interior y exterior del espacio
de trabajo funciona a modo de homología: obrero circulante tanto
en el espacio exterior del sistema productivo como en el interior
del mismo. Aquí, al igual que en el caso del almacén, la estructura
del proceso de trabajo y la vida laboral que determina se ve reflejada en la vida cotidiana de los partícipes del nomadismo laboral.
El jornalero es un nómada dentro de un espacio de trabajo también
nómada.
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Esta disposición del espacio exterior lo exige también el hecho
de que la localidad no cuenta con los suficientes efectivos como
para atender las altas necesidades de mano de obra exigidas por la
agricultura industrial, optando las empresas por especializar al mercado de trabajo ]ocal en la satisfacción de las necesidades del almacén y construir un mercado de trabajo extralocal cada vez de mayor
amplitud para las labores de cultivo y recolección.
La movilidad de los obreros agrícolas instaurada a imagen y
semejanza de la estructura de trabajo donde discurre su vida laboral, pertenece a lo que Jean-Paul Gaudemar (1981) denominó la era
de las circulaciones heterónomas, a través de las cuales "se fabrica
algo parecido a una estrategia de trayectos obligados que apuntan
ya, quebrando con ello un cierto número de redes naturales, a desposeer a los trabajadores de su capacidad propia para ir y presentarse en los lugares mismos de los mercados de trabajo, lugares
materializados como tales (plazas, entradas de fábricas) o simbolizados de una u otra manera" (p. 152).
Esto es así desde el mismo momento en que la organización de
los circuitos de circulación de la fuerza de trabajo es organizada por
las empresas agrícolas, desproveyendo a los obreros de un poder
autónomo que hipotéticamente podía proporcionarle su atributo de
movilidad. En el mismo control de las circulaciones obreras, las
empresas están construyendo una fuerza de trabajo vulnerable.
En efecto, las políticas empresariales de gestión del trabajo se
ven fortalecidas por la condición nómada de los obreros, al tratarse
de una categoría más vulnerable socialmente, y por tanto susceptible de adaptarse a las prácticas de flexibilidad productiva (subcontratación, relaciones laborales informales, etc.) y a unas relaciones
de trabajo muy exigentes en contradones. Si la relación de trabajo
de los obreros de almacén había progresivamente instituido mecanismos de reproducción social derivados del sistema regulador, la
condición nómada de los obreros del campo posibilita externalizar
la reproducción social a su lejana localidad de origen donde las
estructuras familiares y comunitarias amortiguan unas relaciones
laborales muy desregularizadas y estacionales. Lo exterior al espacio productivo queda dispuesto en función de su interior.
Los caudales de movilidad del trabajo se multiplican al ritmo de
la llegada de los fondos estructurales para la construcción de autovías, vías rápidas. El espacio regional es progresivamente configurado para las circulaciones obreras hacia la fábrica, el invernadero,
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el campo de lechugas o la contrata de la construcción. La integración de las diferentes comarcas mediante las infraestructuras regionales fortalece el caudal de trabajo hacia la agricultura industrial.
También el territorio está transformándose para acunar las prácticas
de movilización del trabajo.
En definitiva, la organización del trabajo en el almacén y en el
campo se vertebra con las formas socioterritoriales existentes en su
exterior. El régimen empresarial de la nueva agricultura se inscribe,
por tanto, dentro de la profunda transformación en la relación entre
fábrica y sociedad que opera en las últimas décadas.
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Capítulo 8: Género, etnia y
desregulación del trabajo
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