DOLENTIUM HOMINUM N. 67 – año XXIII – N. 1, 2008 REVISTA DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS AGENTES SANITARIOS (PARA LA PASTORAL DE LA SALUD) Actas de la XXII conferencia internacional promovida y organizada por el Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios sobre La pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos 15-16-17 noviembre 2007 Nueva Sala del Sínodo Ciudad del Vaticano DIRECCIÓN CORRESPONSALES S.EM. CARD. JAVIER LOZANO BARRAGÁN, Director S.E. MONS. JOSÉ L. REDRADO, O.H., Redactor Jefe P. FELICE RUFFINI, M.I., Secretario COMITÉ DE REDACCIÓN BENEDETTINI P. CIRO BOLIS DRA. LILIANA CUADRON SOR AURELIA D’ERCOLE P. GIOVANNI EL-HACHEM DRA. MAYA GRIECO P. GIANFRANCO HONINGS P. BONIFACIO IRIGOYEN MONS. JESÚS JOBLIN P. JOSEPH MAGNO P. VITO NEROZZI-FRAJESE DRA. DINA PLACIDI ING. FRANCO SANDRIN P. LUCIANO TADDEI MONS. ITALO BAUTISTA P. MATEO, Bolivia CASSIDY MONS. J. JAMES, U.S.A. DELGADO P. RUDE, España FERRERO P. RAMON, Mozambique GOUDOTE P. BENOIT, Costa de Marfil LEONE PROF. SALVINO, Italia PALENCIA P. JORGE, México PEREIRA P. GEORGE, India VERLINDE SRA. AN, Bélgica WALLEY PROF. ROBERT, Canadá TRADUCTORES CHALON DRA. COLETTE CASABIANCA SRA. STEFANIA FARINA SRA. ANTONELLA FFORDE PROF. MATTHEW QWISTGAARD SR. GUILLERMO Dirección, Redacción, Administración: PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS AGENTES SANITARIOS (PARA LA PASTORAL DE LA SALUD), CIUDAD DEL VATICANO; Tel. 06.698.83138, 06.698.84720, 06.698.84799; Fax: 06.698.83139 www.healthpastoral.org - e-mail: [email protected] Publicación cuatrimestral. Suscripción: 32 € comprendidos los gastos de envío Impreso en la Editrice VELAR, Gorle (BG) En la cubierta: vidriera de P. Costantino Ruggeri Poste Italiane s.p.a. Spedizione in Abbonamento Postale - D.L. 353/2003 (conv. In L. 27/02/2004 nº 46) art. 1, comma 2, DCB Roma Sumario 6 Palabras de homenaje al Santo Padre S.Em. Card. Javier Lozano Barragán 7 Discurso del Santo Padre Benedicto XVI LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS jueves 15 noviembre 51 4.4 Origen político y social de las enfermedades: cambio político, legislaciones, sistema sanitario y ancianidad, pensiones, rol familiar, tiempo libre Dr. Fernando Antezana Araníbar 54 4.5 Cambios ambientales y tercera edad: contaminación del agua y contaminación ambiental Prof. Wangari Muta Maathai SEGUNDA SECCIÓN ¿QUÉ PENSAR? 56 1. La Revelación 56 1.1 El cuidado a las personas ancianas PROLUSIÓN 10 El cuidado pastoral de los enfermos ancianos S.Em. Card. Javier Lozano Barragán PRIMERA SECCIÓN REALIDAD enfermas en la Sagrada Escritura P. Hans-Winfried Jüngling, S.J. 65 1.2 El cuidado a los ancianos en los padres de la Iglesia Prof. Gabriele Marasco 74 2. Reflexión sobre la Revelación 74 2.1 Fe, caridad y ancianos enfermos 13 1. La historia del cuidado P. Wojciech Giertych, O.P. de los ancianos enfermos Prof. Peter Crome 17 2. Demografía de la población anciana Prof. Antonio Golini viernes 16 noviembre 31 3. La asistencia espiritual al anciano enfermo Prof. Roberto Bernabei 79 2.2 Testimonios de santos 34 4. Origen de las enfermedades que afectan al anciano, hoy 34 4.1 Comportamiento, estilos de vida, dieta, mayor esperanza de vida Prof. José Manuel Ribera Casado 42 4.2 Tecnologías científicas y cambios industriales en el cuidado médico de los ancianos Dr. John J. Turner 45 4.3 Perspectivas terapéuticas en gerontología Prof. Françoise Forette que se han dedicado al cuidado de los enfermos ancianos Hno. Donatus Forkan, O.H. 86 2.3 Enfermos ancianos y esperanza cristiana S.E. Mons. Rino Fisichella 91 2.4 Responsabilidad hacia el anciano enfermo Mons. Ignacio Carrasco De Paula 95 3. Diálogo interreligioso sobre los enfermos ancianos 95 3.1 Perspectiva hebrea Prof. Abramo Alberto Piattelli 97 3.2 Punto de vista islámico P. Miguel Ángel Ayuso Guixot, MCCJ 100 3.3 Asistencia al anciano enfermo: ethos hindú Prof. Sukla Deb Kanango 104 3.4 El Nirvana como forma máxima de curación: perspectiva budista para asistir y curar a los ancianos Prof. Cheng, Chen-Huang 107 3.5 Punto de vista de la postmodernidad P. Ján ˇa c • ok, S.J. 149 3.2 Políticas nacionales e internacionales de cuidados a la salud, legislación, migraciones, recursos económicos, científicos y tecnológicos, políticas alimentarias e higiene social Prof. Pedro Antonio Reyes López Dr. Luis Alberto Lasses 156 4. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista familiar 156 4.1 El enfermo anciano, su familia, el personal sanitario Ab. Goffredo Grassani TERCERA SECCIÓN ¿QUE HACER? 110 1. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista religioso sábado 17 noviembre 110 1.1 Ancianos enfermos: formación y madurez en la fe S.E. Mons. Sergio Pintor 114 1.2 Sacramento para los ancianos enfermos. Compromiso pastoral para los ancianos enfermos S.E. Mons. Victorino Girardi Stellin, MCCJ 119 1.3 Aspectos pastorales conexos con la psicología. Recuperación del sentido religioso de salud y salvación P. Bonifacio Honings, O.C.D. 122 2. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista biomédico 122 2.1 Investigación biomédica y farmacológica para el anciano enfermo Dr. Giuseppe Recchia Dr. Paolo Rizzini 140 2.2 El envejecimiento entre estilo de vida y nutrición Prof. Ottavio Bosello 161 4.2 La diócesis, la parroquia y el enfermo anciano S.E. Mons. Lázaro Pérez Jiménez 163 4.3 Las órdenes religiosas y el anciano enfermo Sor Aurelia Cuadrón 168 4.4 La pastoral a favor de sacerdotes y religiosos ancianos P. Anthomy Frank Monks, M.I 174 4.5 Los voluntarios que se dedican al cuidado de los ancianos enfermos. Nuevos modos para implicar a las personas en la experiencia del movimiento hospice en Polonia P. Piotr Krakowiak, SAC 181 4.6 Apoyo espiritual para los ancianos enfermos. Sacramentos y oraciones S.E. Mons. James Wingle 188 4.7 Visitas a los enfermos ancianos Mons. Vítor Feytor Pinto 143 2.3 Cuidados, seguimiento, instituciones Prof. Massimo Petrini 147 3. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista socio-político 147 3.1 Medios de comunicación S.Em. Card. John Patrick Foley Las ilustraciones de este número proceden del volumen: Chile, Panamericana 5 de Davide Pianezze 2006 Editrice Velar 6 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS PALABRAS DE HOMENAJE AL SANTO PADRE Beatísimo Padre: Le agradecemos por la benevolencia que ha tenido para recibirnos con ocasión de nuestra XXIIª Conferencia internacional sobre la pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos. Como ya es costumbre, este importante tema lo tratamos con el objetivo de orientar dicha pastoral, a fin de que su eficacia se extienda en toda la Iglesia. La orientación quiere ser la que nos da Vuestra Santidad y nuestro estudio apunta a explicarla y difundirla. Por tanto, Padre Santo, con atención y devoción nos preparamos para escuchar sus directrices, a fin de que la Iglesia actúe de modo más eficaz esta tarea decisiva en la historia de cada uno de nosotros: esto es, estar acompañados por Cristo, Buen Pastor, en los últimos pasos de nuestra existencia, sobre todo cuando las enfermedades, incluso aquellas terminales, tocan a nuestra puerta. Luego de una Introducción sobre la Eucaristía, entendida como Viático y como el mejor cuidado pastoral de los enfermos ancianos, en nuestro estudio hemos reflexionado científicamente sobre la realidad de los enfermos ancianos; a través de la teología pastoral hemos tratado de profundizar la Palabra de Dios referente al cuidado pastoral que debemos brindar a estos ancianos; en fin, hemos buscado caminos prácticos para responder de forma más adecuada a esta importantísima tarea pastoral. Beatísimo Padre, tengo el honor de presentarle a 40 Expertos, pertenecientes a 21 países diferentes de los 4 continentes quienes, con calificada competencia, han ofrecido decididamente un aporte significativo a nuestro compromiso. Le saludan también los 600 participantes en la Conferencia internacional, provenientes de 66 países y que están presentes aquí llenos de gozo para verle, Padre Santo, escucharle filialmente como nuestro guía y para recibir devotamente su Bendición. Una vez más le agradecemos, Santo Padre, asegurándole que seguiremos fielmente todas las indiciones que querrá darnos. S.E. Card. JAVIER LOZANO BARRAGÁN Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede 7 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 DISCURSO DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI Señor cardenal; venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio; ilustres señores y señoras; queridos hermanos y hermanas: Me alegra encontrarme con vosotros, con ocasión de esta Conferencia internacional organizada por el Consejo pontificio para los agentes sanitarios. Dirijo a cada uno mi cordial saludo; en primer lugar, al señor cardenal Javier Lozano Barragán, con sentimientos de gratitud por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Saludo, asimismo, al secretario y a los demás componentes del Consejo pontificio, a las autorizadas personalidades presentes y a cuantos han participado en este encuentro para reflexionar juntos sobre el tema del cuidado pastoral de los enfermos ancianos. Se trata de un aspecto hoy central de la pastoral de la salud que, debido al aumento de la edad media, afecta a una población cada vez más numerosa, que tiene muchas necesidades pero, al mismo tiempo, cuenta con indudables recursos humanos y espirituales. Aunque es verdad que la vida humana en cada una de sus fases es digna del máximo respeto, en ciertos aspectos lo es más aún cuando está marcada por la ancianidad y la enfermedad. La ancianidad constituye la última etapa de nuestra peregrinación terrena, que tiene distintas fases, cada una con sus luces y sombras. Podríamos preguntarnos: ¿tiene aún sentido la existencia de un ser humano que se encuentra en condiciones muy precarias, por ser anciano y estar enfermo? ¿Por qué seguir defendiendo la vida cuando el desafío de la enfermedad se vuelve dramático, sin aceptar más bien la eutanasia como una liberación? ¿Es posible vivir la enfermedad como una experiencia humana que se ha de asumir con paciencia y valentía? Con estas preguntas debe confrontarse quien está llamado a acompañar a los ancianos enfermos, especialmente cuando parece que no tienen ninguna posibilidad de curación. La actual mentalidad eficientista a menudo tiende a marginar a estos hermanos y hermanas nuestros que sufren, como si sólo fueran una “carga” y un “problema” para la sociedad. Al contrario, quien tiene el sentido de la dignidad humana sabe que se les ha de respetar y sostener mientras afrontan serias dificultades rela- cionadas con su estado. Más aún, es justo que se recurra también, cuando sea necesario, a la utilización de cuidados paliativos que, aunque no pueden curar, permiten aliviar los dolores que derivan de la enfermedad. Sin embargo, junto a los cuidados clínicos indispensables, es preciso mostrar siempre una capacidad concreta de amar, porque los enfermos necesitan comprensión, consuelo, aliento y acompañamiento constante. En particular, hay que ayudar a los ancianos a recorrer de modo consciente y humano el último tramo de la existencia terrena, para prepararse serenamente a la muerte, que – como sabemos los cristianos – es tránsito hacia el abrazo del Padre celestial, lleno de ternura y de misericordia. Quisiera añadir que esta necesaria solicitud pastoral hacia los ancianos enfermos no puede menos de implicar a las familias. En general, conviene hacer todo lo posible para que las familias mismas los acojan y se hagan cargo de ellos con afecto y gratitud, de modo que los ancianos enfermos puedan pasar el último período de su vida en su casa y prepararse para la muerte en un clima de calor familiar. 8 Aunque fuera necesario internarlos en centros sanitarios, es importante que no se pierda el vínculo del paciente con sus seres queridos y con su propio ambiente. Conviene que en los momentos más difíciles el enfermo, sostenido por el cuidado pastoral, se sienta animado a encontrar la fuerza de afrontar su dura prueba en la oración y en el consuelo de los sacramentos. Que se sienta rodeado por sus hermanos en la fe, dispuestos a escucharlo y compartir sus sentimientos. En verdad, este es el verdadero objetivo del cuidado “pastoral” de las personas ancianas, especialmente cuando están enfermas, y más aún si están gravemente enfermas. En diversas ocasiones mi venerado predecesor Juan Pablo II, que especialmente durante su enfermedad dio un testimonio ejemplar de fe y de valentía, exhortó a los científicos y a los médicos a comprometerse en la investigación para prevenir y curar las enfermedades vinculadas al envejecimiento, sin caer jamás en la tentación de recurrir a prácticas de abreviación de la vida anciana y enferma, prácticas que de hecho serían formas de eutanasia. Los científicos, los investigadores, los médicos y los enfermeros, así como los políticos, los administradores y los agentes pastorales no deberían olvidar nunca que “la tentación de la eutanasia (...) es uno de los síntomas más alarmantes de la cultura de la muerte, que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar” (Evangelium vitae, 64). La vida del hombre es don de Dios, que todos están llamados a custodiar siempre. Este deber también corresponde a los agentes sanitarios, que tienen la misión específica de ser “ministros de la vida” en todas sus fases, particularmente en las marcadas LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS por la fragilidad propia de la enfermedad. Hace falta un compromiso general para que se respete la vida humana no sólo en los hospitales católicos, sino también en todos los centros sanitarios. Para los cristianos es la fe en Cristo la que ilumina la enfermedad y la condición de la persona anciana, al igual que cualquier otro acontecimiento y fase de la existencia. Jesús, al morir en la cruz, dio al sufrimiento humano un valor y un significado trascendentes. Ante el sufrimiento y la enfermedad los creyentes están invitados a no perder la serenidad, porque nada, ni siquiera la muerte, puede separarnos del amor de Cristo. En Él y con Él es posible afrontar y superar cualquier prueba física y espiritual y, precisamente en el momento de mayor debilidad, experimentar los frutos de la Redención. El Señor resucitado se manifiesta, en quienes creen en Él, como el viviente que transforma la existencia, dando sentido salvífico también a la enfermedad y a la muerte. Queridos hermanos y hermanas, a la vez que invoco sobre cada uno de vosotros y sobre vuestro trabajo diario la protección materna de María, Salus infirmorum, y de los santos que han dedicado su vida al servicio de los enfermos, os exhorto a esforzaros siempre por difundir el “evangelio de la vida”. Con estos sentimientos, os imparto de corazón la bendición apostólica, extendiéndola de buen grado a vuestros seres queridos, a vuestros colaboradores y, en particular, a las personas ancianas enfermas. Sábado 17 de noviembre de 2007 BENEDICTO XVI La pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos 10 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS PROLUSIÓN jueves 15 noviembre JAVIER LOZANO BARRAGÁN El cuidado pastoral de los enfermos ancianos El principal cuidado pastoral que se puede dar a los enfermos ancianos, es el cuidado que les dé la vida. Este cuidado parecería bastante difícil, pero no es así si verdaderamente nos situamos en el campo de la fe, y en su brillante realidad nos esforzamos por encontrar el mejor camino para brindar a los enfermos ancianos el máximo cuidado. Este cuidado es administrarles la Eucaristía bajo la forma de Viático. La Eucaristía bajo la forma de Viático no sería simplemente un consuelo psicológico, sino la realidad máxima que les da la plenitud de la vida. Al hablar del cuidado pastoral de los ancianos enfermos es lógico que se piense en los cuidados paliativos. De hecho, los cuidados paliativos son terapias que no curan al enfermo, pero mitigan su dolor, de tal manera que el enfermo sufra menos, y lo que es más importante, que pueda vivir de la mejor manera el momento más importante de su existencia terrena, esto es, la muerte. Con los cuidados paliativos el enfermo se prepara más concientemente para este gran paso. Muchas veces el dolor intenso no deja espacio para una actitud serena en la que se tenga el dominio personal necesario para este momento insuperable de la muerte. Sabemos que los cuidados paliativos son de diverso género; hay los físicos, los sicológicos, los familiares y sociales y los espirituales. Todos son necesarios, pero ahora me ocuparé solamente de los cuidados paliativos espirituales. Cuando se trata de los cuidados paliativos espirituales cristianos, estos verdaderamente dejan de ser solamente cuidados paliativos, van más allá, no mitigan solamente el dolor, sino que lo transforman en felicidad. Los cuidados espirituales cristianos realizan la paradoja de convertir la enfermedad y la muerte en fuente de vida. Mediante estos cuidados espirituales se llega al ápice de la vida, donde se cumplen todos los deseos vitales de la persona. Estas maravillas se realizan especialmente a través de los sacramentos de la Iglesia, en particular a través de los Sacramentos de la Unción de los Enfermos y de la Eucaristía recibida como Viático. Después de una breve mención del Sacramento de la Unción de los Enfermos, me centraré en algunas reflexiones sobre el Viático, ya que en la Eucaristía recibida como Viático se cumple plenamente la maravilla de vencer la paradoja de que la muerte sea la vida y la felicidad. Después de anotar brevemente los puntos doctrinales recordando el Vaticano II, mi reflexión se basará en tres puntos: el Viático como vida, el Viático como comunión y el Viático como eternidad. Considerar la Eucaristía como la salud definitiva, es algo que por desgracia en algunos ambientes demasiado secularizados ha caído en desuso. Muchos han dado en pensar que llamar al sacerdote para la Unción de los Enfermos y para que les lleve el Viático, es punto menos que llamar al sepulturero. Se tiene gran miedo de la muerte, y por supuesto de aquello que significa alguna aproximación a ella. Sin embargo, la pregunta se impone, ¿ver- daderamente el Viático es el prólogo a la oscuridad de la muerte? ¿Se trata de algo menos elegante que hiere la sensibilidad educada del hombre de hoy? ¿Qué es la Eucaristía recibida como Viático? ¿Se trata de un tema lúgubre que empeora la salud deteriorada de un enfermo terminal? El Papa Benedicto XVI, como una de sus primeras recomendaciones nos ha dicho no olvidar el Concilio Vaticano II, ya que su riqueza ha sido tal que de ninguna manera la podemos pensar agotada. Siguiendo esta pista, para responderme a éstas y parecidas preguntas me ha parecido conveniente intentar una pequeña reflexión desde tres párrafos tomados de dos Constituciones del Vaticano II, la “Sacrosantum Concilium”. Y la “Lumen Gentium”. A propósito del Sacramento de la Unción de los enfermos, la Constitución Dogmática sobre la Iglesia nos dice: “Con la Unción de los enfermos y la oración de los presbíteros, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie y los salve,1 e incluso los exhorta a que, asociándose voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo2 contribuyan así al bien del pueblo de Dios”. En la misma Constitución, más adelante en el mismo número se dice: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, ofrecen a Dios la víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella… Muestran la unidad del Pueblo de Dios… reali- 11 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 zada maravillosamente por este sacramento” 3. En la Constitución sobre la Sagrada Liturgia se anota: “Y el mismo apóstol nos exhorta a llevar siempre la mortificación en nuestro cuerpo, para que también su vida se manifieste en nuestra vida mortal 4. Por esta causa pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que “recibida la ofrenda espiritual, haga de nosotros mismos una “ofrenda eterna” para sí” 5 . Como hilo conductor del pensamiento que expondré, séame permitido partir de lo que llamaré la contemporalidad que significa el mandato eucarístico recibido de Cristo mismo: “Haced esto en memoria mía”. En cada Eucaristía nuestro tiempo concreto y el de todos los siglos se inserta en el acontecimiento cumbre de la Historia, en el que todo tiene su ápice: La Cena Pascual, la muerte y resurrección del Señor, o para ser más explícitos, toda la significación del misterio de la Encarnación en toda su integralidad, desde el Decreto eterno del Padre, escondido antes de todos los siglos, hasta la presencia eterna de Cristo a la derecha del Padre. Por este camino trataré de hilvanar algunas ideas a propósito de la vitalidad, la comunión y la eternidad que significa el Viático para quien lo recibe. 1. Vida El Viático es el ápice de la vida. La Eucaristía es la fuente total de la vida, pues es la presencia simultánea de todo el misterio de Cristo. Se trata de la re-creación, de la nueva criatura. Siempre en la Eucaristía se participa de la medicina de la inmortalidad, sin embargo, en el Viático, en la orilla de la muerte se da la contemporaneidad de la muerte con la plenitud de la vida, se recibe la medicina para vencer la muerte con la irrupción máxima de la vida. Nuestra muerte es eso, la muerte como el final, pero al toque del Viático nuestra muerte deja de ser el final para de tumba convertirse en cuna, en el auténtico nacimiento. Cristo en la cruz se abandona en las manos del Padre y le entrega su Espíritu, y esta entrega de Amor, el Espíritu, es la fuerza con la que el Padre convierte la muerte de Cristo en fuente de vida y lo resucita. Nuestro abandono al Padre en el momento final como un abrazo total amoroso en el Espíritu es un abrazo con los brazos de Cristo clavados en la cruz, y con Cristo, en el Viático, nuestro abrazo mortal se vuelve la inmortalidad de la resurrección. Cristo habló de su hora como la hora de su glorificación, el Viático hace de nuestra hora final la hora de nuestra glorificación. En el Viático nuestra muerte se une a la muerte de Cristo y así suple lo que falta a la pasión de Cristo para la salvación de todo el mundo. El evento máximo de nuestra existencia llega a este ápice cuando nos encontramos en sintonía con Cristo y ofrecemos con Cristo nuestra vida para la salvación del mundo. Así llegamos a dar el sentido pleno al sufrimiento, a la enfermedad y el dolor que se asumen para completar en nuestro cuerpo lo que falta a los padecimientos de Cristo y se les da el sentido pleno desde la muerte. Una paradoja que los convierte en vez de cortejo fúnebre que nos ha acompañado toda la vida, en el mérito de Cristo que en Cristo y por Él nos merece la nueva vida imperecedera. Esta unión entre los antecedentes dolorosos de toda la vida que preludian la muerte y la misma muerte con los padecimientos y la muerte de Cristo, es la Eucaristía recibida como Viático. Nos da una contemporaneidad de toda nuestra vida con la vida de Cristo y nos hace herederos de la vida eterna. 2. Comunión Se suele hablar de lo tremendo de la soledad de la muerte, pues nadie puede suplir a nadie y todos tenemos individualmente que morir. Esto es cierto, pero aún así para un cristiano, mediante el Viático, esta soledad no tiene lo terrible que a primera vista apareciera. En la Eucaristía recibida como Viático nos encontramos en plena e íntima unión con Cristo que muere cada una de nuestras muertes, pero que no las muere en la tiniebla del aniquilamiento sino en la luminosidad de la resurrección. Esta luminosidad significa la compañía de la Verdad personal de toda la existencia, que vivida en Cristo significa el juicio misericordioso y benigno de nuestro Salvador; significa el amor misericordioso del Padre eterno que vive en el que muere, gracias a la Eucaristía, y que es el Amor omnipotente del Espíritu Santo. En el Viático entramos en la comunión trinitaria como el último peldaño del subir en perfección de nuestra existencia terrena para abrirnos a la perfección máxima del cielo. En Cristo, Cabeza del Cristo místico, entramos en la comunión de los santos con la Santísima Virgen María, San José, todos los santos, todos los que se encuentran en el estadio de purgatorio y todos los cristianos con los que estamos en comunión. Todos nos acompañan en el momento definitivo del tránsito y nos ayudan a dar el paso trascendental hacia la felicidad absoluta. En Cristo, Alfa y Omega, primogénito del Universo, se encuentra virtualmente la creación entera, y en ese momento por la Eucaristía recibida en Viático, es toda la creación expectante en nosotros de su redención, que la obtiene desde la individualidad comunitaria de quien se encuentra en el momento en el que la heredará en Cristo siendo en El también centro del Universo, pensado y querido por el Padre como primogénito del Universo en el Primogénito del Universo6. En el Viático para cada cristiano llega el momento culminante del que nos habla San Pablo en la carta a los efesios: “Para hacernos conocer según su beneplácito el misterio de su voluntad cuando llegue el momento culminante de 12 restaurar todo en Cristo, tanto lo que está en el cielo como lo que está en la tierra. En Él hemos sido predestinados según su plan de que todo se lleve a cabo de acuerdo a su voluntad, para los que antes esperamos en Cristo seamos la alabanza de su gloria”7. Experimentar la soledad de la muerte es privativo de quien no tiene fe. En el Viático, la fe se sostiene por la presencia definitiva de Cristo, es el coronamiento del triunfo individual, solidario y de comunión de la hermandad, de la amistad, del amor total de donación que consistirá en la felicidad por venir. La proporción entre soledad y fe en el momento de la muerte es inversa: a mayor fe menor soledad. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS donación amorosa sin mengua, recepción gozosa sin aumento: Dios es Amor. No es solamente infinitamente amable, sino que es infinitamente amante. Esta inmutabilidad del gozo perfecto en la infinita entrega amorosa es la auténtica inmutabilidad divina, la naturaleza de Dios. Conclusión 3. Eternidad La presencia definitiva de Cristo en las especies eucarísticas nos da ya un pregustar la eternidad. Cristo aparece como independiente de las condiciones de espacio y de tiempo. Su dimensión es trascendente a cualquier imaginación siempre condicionada por medidas. Esto que se da en todos los actos eucarísticos que realizamos, de una manera muy especial se realiza en el dintel de la eternidad que es el Viático. Clásicamente definía Boecio la eternidad como “interminabilis vitae tota simul atque perfecta posessio”; interminable, simultánea y perfecta posesión de la vida. En su definición podemos intuir un rasgo que nos permite develar balbuciendo la participación en la vida divina. De hecho, la frontera por decirlo así, entre la divinidad y la creaturalidad es el movimiento. Dios es inmutable, la criatura es mutable. No se trata ciertamente sólo de un movimiento cuantitativo mensurable por las coordenadas de espacio y tiempo, sino de un movimiento cualitativo que se perfecciona progresivamente. La inmutabilidad divina no es una quietud estática carente de dinamismo, sino la plenitud del dinamismo que significa la omniperfección. Esta omniperfección no es sólo es el concepto del motor inmóvil sino la plenitud de entrega en infinita donación de amor que significa la Santísima Trinidad. Es un movimiento que no ansía poseer porque es todo, que es nuestras donaciones, donde no damos algo, sino todo, toda la vida, al Señor Jesús. Esta es la plena moción del Espíritu Santo que nos comunica su amor de entrega y entonces comenzamos a vivir como vive Cristo por el Padre, pues viviremos para siempre en Él. Participar de la naturaleza divina es entrar en esta comunidad plena de amor, es entrar en el círculo trinitario venciendo la mutabilidad del deseo y del crecimiento progresivo en la satisfacción de la criatura en el colmo de su propia posibilidad. Es la vida, así, solamente, sin añadirle nada; es la salud. La Eucaristía realiza esta maravilla: por eso nos dice Cristo: “El que come de este pan vivirá eternamente… El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día… el que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Como me envió el Padre que vive y yo vivo por el Padre, el que me come, vive por Mí”8 . Es el pan que se entrega por nosotros y la sangre que se derrama en la cruz9 . Este es el Viático: participar en el cuerpo de Cristo que se entrega a la muerte y de la sangre que se derrama en la cruz, y entonces, entrar en la eternidad. La frontera de la mutabilidad creada se vence en la muerte gracias al Viático. Pues la frontera entre la divinidad y la creaturalidad se atraviesa por el puente que es la cruz. El Viático es Cristo muerto y resucitado, es la plenitud de los tiempos para cada uno de nosotros en la muerte, no una muerte temida y rechazada, sino una muerte amorosa de configuración con el Señor Jesús muerto y resucitado, es la donación plena amorosa, ápice todas La plenitud de la salud es la muerte. Pero no cualquier muerte, sino la muerte en Cristo y con Cristo, unidos íntimamente a la muerte de Cristo. Esto es el Viático, la plenitud de la salud. Por eso decíamos en un principio que el Viático es lo que especifica más plenamente la Pastoral de la Salud, pues es el horizonte hacia el cual avanza la humanidad que corre tras la vida. Cuando con el Papa Juan Pablo II definíamos la salud como “la tensión hacia la armonía física, psíquica, social y espiritual” es hacia el Viático que estábamos dirigiendo la mirada. La muerte es desarmonía, desintegración, pero con el Viático, la plena desarmonía se vuelve no ya tensión hacia la armonía, sino la misma armonía que es Cristo resucitado. El desorden de la muerte se vuelve el máximo orden, la angustia de la muerte se vuelve la máxima tranquilidad. El Viático es el garante definitivo de la paz para cada uno de nosotros al morir, pues precisamente esto es la paz: “La tranquilidad en el orden”. Este es el máximo cuidado pastoral que podemos brindar a nuestros enfermos ancianos. S. Em. Card. JAVIER LOZANO BARRAGÁN Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede Notas St 5,14.16. Cf Ro 8,17; Col 1,24; 2Tim 2,11-12; 1P 4,13. 3 DV n.11. 4 Cf. 2Cor 4,10-11. 5 (Misal Romano, Secreta del lunes de la octava de Pentecostés)/Sacrosantum Concilium, 12). 6 Col 1,15-20. 7 Ef 1,9-12. 8 Jn 6, 51, 54, 57. 9 Cf. Lc 22. 14-20. 1 2 13 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Primera Sección Realidad PETER CROME 1. La historia del cuidado de los ancianos enfermos En primer lugar deseo agradecer a los organizadores de esta importante Conferencia por haberme invitado para presentar una ponencia sobre la historia del cuidado a los ancianos enfermos. Me siento profundamente honrado y estoy ansioso de escuchar a los demás oradores. Una gama de expertos nos hablarán de temas referentes a la demografía, a la medicina clínica, sobre cuestiones éticas y espirituales. Mi intención es colocar la situación actual del cuidado de los ancianos en un contexto histórico, partiendo de la antigüedad para llegar a nuestros días. No faltará una sobreposición con otros oradores, mas espero que no resulte demasiado evidente. Como escribe el poeta galés Dylan Thomas en su famoso radiodrama Under Milk Wood, es necesario “comenzar desde el inicio”. Al parecer los primeros hombres vivieron por bastante tiempo: Adán vivió 930 años, Noé 950 años, mientras Matusalén llegó a 969. Moisés no vivió mucho, sólo 120 años, pero el hecho de haber llegado a tal longevidad sigue siendo celebrado en el Yiddish toast “biz hundert-zwanzig” (que tú puedas vivir hasta ciento veinte años). En otras culturas antiguas, la longevidad era la regla, por lo menos entre los gobernantes. Gilgamesh, Rey de Uruk, reinó 126 años mientras se dice que los primeros emperadores chinos reinasen miles de años1. No sabemos si los principios y las prácticas de la medicina geriátrica moderna hayan desarrollado un papel en esta longevidad, pero podemos decir que la importancia de la familia y de los amigos, o para emplear un lenguaje moderno, la “solidaridad inter-generacional” – que es la base de una sociedad próspera – parecen ser un factor, ya que es claro que varias generaciones deben haber vivido juntas contemporáneamente. La prevención de la vejez y la preservación de la vitalidad han sido temas constantes desde tiempos inmemorables. No obstante que los métodos sugeridos en el pasado nos hagan sonreir, a veces recibimos de ellos el eco con una moderna evidencia, como por ejemplo la recomendación del ejercicio físico y el abstenerse de comer demasiado. Métodos embaucadores del movimiento actual anti-edad hay que diferenciarlos claramente de los acercamientos modernos que se basan en la evidencia que han sido realmente providenciales para los ancianos y de los cuales hablaré más adelante. Examinando la enfermedad del Rey David en edad adelantada vemos que muestra comparaciones con la práctica contemporánea. En el libro del Rey se afirma: “El rey David era viejo y adelantado en los años y, aunque lo cubrieran, no lograba abrigarse”. Sufría de hipotermia, condición clínica muy riesgosa en las personas ancianas con alimentación inadecuada, especialmente si sufren también de otras enfermedades. Un colega que había servido en el ejército británico me ha dicho hoy que la práctica estándar, si una persona que sufre de hipotermia se encuentra en un ambiente abierto, es colocarla en un saco de dormir junto con una persona sana. Este fue apro- ximadamente el mismo tratamiento que recibió el Rey David. El texto bíblico indica también que David tenía una memoria escasa y que sus “huesos se quebraban”, aumentando la posibilidad de que él sufriese de osteoporosis2. Quizás ésta constituye la primera referencia a una patología múltiple, que encontramos frecuentemente en los ancianos debilitados. Dado que nos encontramos en Roma, debo referirme también a la vejez en la época romana. Lo que me ha impactado leyendo una reciente revista de Karen Cokayne ha sido que semejantes actitudes para con los ancianos hayan sido las mismas de hoy3. Por ejemplo, Horacio en Ars Poetica castiga a los ancianos por su manía de acumular y los describe como apáticos, avaros y propensos a condenar a los jovenes. Por otro lado, Cicerón dice que si bien la edad conlleve todo lo demás, indudablemente ella trae sabiduría. Estas dos visiones contrastan: la celebración de la sabiduría de los ancianos contrasta con el estereotipo negativo que hoy podríamos denominar vejez. Asimismo, el Imperio Romano de Oriente instituyó algo parecido a las clínicas: los “gerocomeia”. La medicina conoció un florecer particular hacia fines del primer milenio con los famosos médicos Avicena y Maimónides, que se dedicaron específicamente a las enfermedades de la vejez. Al mismo tiempo, en la Europa cristiana hubo un crecimiento de instituciones religiosas que se ocupaban de la asistencia de los enfermos ancianos. Estas junto con las Universidades que se funda- 14 ron en el mismo período, incorporaban las escuelas de medicina más nuevas con las de la antigua Grecia y de la antigua Roma4-5. También había un interés continuo con respecto al envejecimiento. Vilanova, médico en la Corte de Aragón, escribió un tratado sobre el mantenimiento de la juventud y sobre la prevención de la vejez mientras en el siglo XIII, en Inglaterra, el fraile franciscano Ruggero Bacone, escribió un famoso tratado sobre la higiene de la vejez y la conservación de la juventud. En el siglo XVI, también en Inglaterra, se instituyeron sistemas públicos de “atención”, lo cual fue considerado en el país como un acontecimiento importante que, 300 años después, al menos parcialmente habrían explicado por qué el Reino Unido fue uno de los primeros países que desarrollaron la medicina geriátrica como una especialidad médica importante. El siglo XIX fue un período de grandes progresos en la medicina. Se introdujo la anestesia, se descubrió que los microbios eran una causa importante de las enfermedades, y hubo un renovado interés por las patologías de la edad tardía. El gran neurólogo francés Charcot publicó el libro “Clinical Lectures on Senile and Chronic Diseases”. Sin embargo, la historia de la geriatría así como hoy la conocemos, en realidad nació en los albores del siglo XX con la publicación en 1909 del libro Geriatrics. Diseases of Old Age and their Treatment del austroamericano Ignatz Nascher. De este modo introdujo el término geriatría en el diccionario médico acuñándolo del griego geros, hombre anciano y iatros referente al médico. Charcot describe en su libro cierto número de síndromes de la edad adelantada, entre los cuales la demencia y el delirio, y subraya que la enfermedad en la edad tardía se puede presentar de modo diferente de aquella de los jóvenes, así como es diferente en los niños. Subraya el hecho que la escasa búsqueda en el campo del cuidado de las enfermedades de la tercera edad ponía dificultades de tipo terapéutico. Justamente recomendaba un acercamiento prudente al tratamiento de tipo terapéutico. Por lo mismo recomendaba una aproximación prudente al tratamiento con medicinales6-7. Aunque se hayan realizado considerables progresos en este campo, sigue siendo actual la cuestión de una insuficiente eviden- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cia de base para un tratamiento eficaz en los ancianos. La primera vez que me encontré con el nombre de Nascher fue cuando inicié la formación en medicina geriátrica en los años setenta. En muchos hospitales del Reino Unido se acostumbra dedicar las unidades del hospital a médicos famosos y a otras personas ilustres y el de Nascher estaba dedicado a una de las cinco unidades de medicina geriátrica del hospital. Las otras cuatro unidades estaban dedicadas a Warren, Sheldon, Anderson y Brooke, cada uno de los cuales tenía un lugar diferente en la historia de la geriatría. Ferguson Anderson, estudió en Glasgow y llegó a ser el primer Profesor de Medicina Geriátrica del Reino Unido y quizás también el primero del mundo. Posteriormente fue nombrado Presidente del “Royal College of Physicians and Surgeons” de Glasgow, posición que ocupa actualmente el geriatra Brian Williams. Era conocido con el nombre de Fergie, se formó en Glasgow junto con John Brocklehurst y Bernard Isaacs, también futuros profesores de geriatría. Fergie fue un pionero del trabajo en el campo de los cuidados primarios, en esa época considerado, y ahora desarrolla un papel importante en las responsabilidades geriátricas en el Reino Unido y en otras partes. Joseph Sheldon debe su celebridad a su investigación sobre los ancianos que viven en casa, que se publicó en 1948. Indentificó la interrelación entre el factor médico y aquel social, la elevada prevalencia de los malestares de la movilidad y otras condiciones menos evidentes como los disturbios del oído y de los pies. Introdujo tratamientos a domicilio para el movimiento y el deterioro de las funciones. Se volvió el tercer Presidente de la Asociación Internacional de Geriatría. Eric Brooke fue quien ideó las visitas domiciliarias. Sin embargo, para muchos el más grande de estos cuatro fue Marjorie Warren, que inventó la especialización en campo geriátrico poco antes de la Segunda Guerra Mundial. Como signo de reconocimiento, hemos llamado la oficina de la “British Geriatrics Society” Marjory Warren House, que por coincidencia está situada junto al Priory of St. John, el viejo barrio general de los Caballeros Hospitalarios en Inglaterra. Describió el desarrollo de la medicina geriátrica en dos artículos publicados en el “British Medical Journal” y en el “Lancet”8-9. La disgregación de los monasterios en el siglo XVI había llevado a la creación de hospicios para personas indigentes, financiados por las comunidades locales. Estas estructuras se ocupaban del cuidado de los ancianos, de los enfermos y de los huérfanos, así como también de los pobres. Según la concepción de la época, estas mismas personas habían sido la causa de su mala suerte. Las condiciones de tratamiento a menudo eran deshumanas, las familias eran separadas y los costos eran rigurosamente limitados. La novela ‘Oliver Twist’, de Charles Dickens, se basa en la experiencia de un niño en una estructura de este tipo en la Inglaterra victoriana. Las condiciones mejoraron gradualmente y en los años 30 el control de estas estructuras pasó a las municipalidades, que en ese tiempo también tenían la responsabilidad de los hospitales para los enfermos agudos. A Marjorie Warren se le confió la responsabilidad de uno de estos hospitales en la periferia de Londres. Ella sostenía que tenían que hacerse secciones separadas para los ancianos, con una dieta y ropa particular, personal preparado y equipos. Subrayó también la necesidad para los ancianos de que tuvieran acceso a todas las demás estructuras de un hospital para enfermos agudos como rayos X, patología, cuidado de los pies, oftalmología y odontología. En un artículo para el British Medical Journal, Marjorie Warren enumeró cuatro simples puntos que han resistido a lo largo del tiempo y que todavía son de importancia actual, aunque se está desarrollando el debate sobre el papel futuro de los hospitales. Sostenía que la geriatría debía incluirse en el plan de estudios de los estudiantes de medicina, que quienes estudian las ciencias de enfermería deberían formarse en las unidades para los ancianos, que para un cuidado adecuado de estas personas todos los equipos del hospital general deberían estar a su disposición y que había necesidad de unidades de medicina geriátrica para facilitar la investigación clínica. Afirmaba que “de ningún modo es idóneo tratar estos pacientes en las unidades para casos agudos porque equivaldría a arrinconarlos… en instituciones para enfermos crónicos donde no existe la 15 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 disponibilidad de estructuras para diagnósticos, investigación y tratamiento”. Tal como hizo Nascher, Warren trazó analogías con el desarrollo de la pediatría que recién estaba surgiendo como una especialidad separada y – según sus palabras – “mientras el sujeto (es decir la geriatría) no será reconocida como un sector especial de la medicina en este país no recibirá la comprensión y la atención que merece”. Favoreció también la separación de los ancianos de conformidad con su condición física y mental. En un artículo publicado por Lancet, reconocía y mero en casa antes de ser hospitalizados, para establecer la gravedad de la enfermedad y se desarrollaron diferentes acercamientos de la hospitalización. Los day-hospitals fueron ideados ya sea como método para prevenir la hospitalización, que como estructura para continuar la rehabilitación después de la dimisión10. Proporcionaban alivio y sostén a los pacientes y a sus familiares. Hubo discusiones en torno al hecho que los pacientes con diferentes niveles de gravedad tuviesen que ser acudidos juntos o separadamente. Irvine sostenía la necesidad de promovía la naturaleza multidisciplinaria de la rehabilitación, a través de la fisioterapia, la terapia ocupacional y la implicación en un trabajo social, y afirmaba claramente que los ancianos no deberían ser admitidos en las clínicas mientras no hayan recibido una evaluación geriátrica global9. Un sentimiento que estoy seguro todos aprobamos, hoy. Poco después de la publicación de este último artículo, casi todos los hospitales del Reino Unido se unieron para constituir el Servicio Sanitario Nacional que, al igual que la Sociedad Británica de Geriatría, ahora cumple sesenta años. Para administrar las unidades destinadas a los enfermos crónicos se tuvo que nombrar a médicos que se convirtieron en los primeros especialistas en geriatría y que a menudo tenían a su cargo a centenares de pacientes. Con el pasar del tiempo, disminuyó el número de los pacientes de los cuales se ocupaba un especialista, pero en 1981, cuando me volví médico especialista, habían 200 pacientes en mi unidad. Generalmente, los enfermos eran visitados pri- que se efectuaran cuidados progresivos previniendo que los pacientes se moviesen de una unidad a otra según su mejoría. Afirmaba que diferentes unidades habrían permitido concentrar de modo más apropiado los cuidados de enfermería y las terapias especializadas11. También Irvine, junto con su colega el cirujano ortopédico Michael Devas, introdujeron la unidad conjunta de geriatría y de ortopedia para pacientes que habían emprendido un programa de recuperación después de la fractura del femur y otros traumas. BricePitt y Silver crearon una unidad conjunta de geriatría y psiquiatría para personas que tenían contemporáneamente enfermedades físicas y mentales12. Posteriormente, Tom Arie creó un servicio conjunto clínico y académico que abrazaba los dos servicios, no obstante que los cambios organizativos o de otro tipo que llegaran en el Servicio Sanitario Nacional han hecho que la psiquiatría de los ancianos y la medicina geriátrica no actuasen tan estrechamente como deberían. Las ambiciones de Marjory Wa- rren para mejorar la atención a los ancianos tuvieron su realización tanto en el progreso de los servicios como en el crecimiento de la medicina geriátrica académica. El cuidado a favor de los ancianos se inserta firmemente en el curriculum de los estudiantes de medicina y en el de otros agentes sanitarios. Este progreso fue dirigido por cierto número de Profesores carismáticos cuya influencia prosigue también hoy. Por ejemplo, Bernard Isaacs, Profesor de Medicina Geriátrica de Birmingham, acuño la frase “Geriatric Giants” que unía inestabilidad, inmovilidad y deterioro intelectual como síndromes con los cuales muchos ancianos se presentaban en el hospital13. Actualmente, la mayor parte de los geriatras en el Reino Unido muestran un interés particular hacia los ancianos, y muchos servicios se han creado para administrar unidades de enfermos agudos y para la rehabilitación de los ancianos. Por ejemplo, pueden haber caídas, disturbios de continencia y de la deambulación. Los cuidados paliativos se proporcionan para la demencia y para otras enfermedades crónicas y también para el cáncer. La Sociedad Británica de Geriatría, fundada en 1947, cuenta ahora con 2500 miembros y más que una sociedad puramente médica se ha vuelto multidisciplinaria. Organiza dos conferencias por año y ha publicado un periódico de gran éxito: “Age and Ageing”. Pienso que en el mundo la geriatría del Reino Unido es la especialidad más amplia de la medicina interna. Me he concentrado en la descripción del desarrollo de la especialidad en el Reino Unido pero han habido desarrollo paralelos en Europa, América del Norte y del Sur y en Australasia. En Estados Unidos, la medicina geriátrica se desarrolló con el sostén de varias corrientes. Se fundaron Medicare y Medicaid para el cuidado de los ancianos y de los pobres. En 1974 se instituyó el “National Institutes of Ageing”. La “Veterans Administration” realizó una red de centros de excelencia geriátrica llamados GRECCs (Geriatric Research, Education and Clinical Centers). Las principales escuelas médicas crearon divisiones de Geriatría en sus departamentos de Medicina interna que, además de la investigación, ofrecían bolsas de estudio para 16 aspirantes geriatras. Al contrario del Reino Unido, en Canadá y en el resto del mundo el camino para ser geriatra podía ser el de la práctica familiar y de la medicina interna. Después de la Segunda Guerra Mundial, la medicina geriátrica ha sido reconocida como una especialidad médica separada y ha habido un crecimiento parecido en los servicios, en la enseñanza y en la investigación. Los últimos 25 años han visto en todo el mundo un crecimiento de programas de asistencia domiciliaria que proporcionaban sostén social y una amplia gama de cuidados sanitarios (de enfermería, terapéuticos, etc.). Los empujes hacia este tipo de desarrollo han venido especialmente de la voluntad de reducir los costos referentes a los cuidados hospitalarios o domiciliarios y también la necesidad de responder a los deseos de los ancianos de permanecer independientes en sus casas lo más posible. Un problema muy importante es asegurar la calidad de dichos servicios. En la mayoría de los Países en Vías de Desarrollo ha habido un gran crecimiento de las residencias sanitarias asistenciales. Gran parte de las primeras residencias fueron creadas por fundaciones religiosas pero ahora son administradas por una amplia gama de organizaciones no gubernamentales, por las municipalidades, así como por el sector comercial. Programas de inspección y de formación del personal tienden a asegurar cuidados de elevada calidad y a reducir el riesgo de abuso. En muchos países existen organizaciones de personal profesional que tienden a alcanzar estos objetivos mientras en Holanda los cuidados domiciliarios han sido reconocidos como una especialidad diferente. No obstante existan desde hace años las ideas y los ejemplos de promoción de la salud que se basan en la responsabilización de las personas, en realidad nunca se han puesto en práctica. Sin embargo, es enorme el potencial para la nueva tecnología en este ámbito. La colaboración interna ha sido estimulada por la Asociación Internacional de Gerontología y Geriatría que se reúne regularmente en conferencias regionales y mundiales. Recientemente, forman parte también algunos países de las áreas menos desarrolladas del planeta. La ampliación de la Unión Europea ha actuado como catalizador para desa- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS rrollar la Sociedad de Medicina Geriátrica de la Unión Europea y algunos miembros ilustres de estas dos organizaciones están aquí presentes. Existen también numerosas colaboraciones concentradas sobre cuestiones específicas como la promoción, y muchos países industrializados se intercambian programas con los países menos desarrollados. Barton y Mulley14 han sintetizado las conquistas de la medicina geriátrica: conciencia de la presentación de enfermedad atípica y no específica; acercamiento holista a las personas con co-morbilidad y necesidades complejas; importancia de valoración interdisciplinaria exhaustiva, rehabilitación y recoconcimiento de las necesidades y de los derechos de los asistentes. Estas características del cuidado han sido asociadas al desarrollo de una serie de servicios para internados y para pacientes externos y a la verificación médico-básica para la eficacia de este acercamiento. Se han desarrollado instrumentos para valorar los estándar a fin de que los agentes sanitarios en los hospitales y en la comunidad tengan un lenguaje común. Areas emergentes para la investigación incluyen fragilidad, ejercicio, satisfacción de vida y responsabilización así como, naturalmente, la investigación sobre las enfermedades específicas de la edad adelantada. El cuidado de las personas ancianas ha favorecido los demás progresos realizados en el ámbito de la medicina: nuevos fármacos, nuevos procedimientos de diagnósticos y nuevas técnicas quirúrgicas como la cirugía de la catarata. Se ha sentido también el impacto del acercamiento médico basado en la verificación. Aunque permanecen todavía muchos vacíos sobre el modo mejor de tratar a los ancianos, en particular debido a la escasez de personas dispuestas a experimentar clínicamente los nuevos tratamientos, se ha producido una serie de orientaciones clínicas a nivel nacional y también en ámbito internacional Ejemplos recientes incluyen aquellos sobre diabetes, caídas, delirio, dolor y continencia. Mucho queda aún por hacer. En el Reino Unido estamos considerando el mejor modo para aplicar al cuidado de los ancianos los principios de la Convención Europea sobre los Derechos del Hombre con sus declaraciones sobre el derecho a la vida, a la seguridad y al respeto de la vida privada y familiar. Se trata de principios que se fundan en el mandamiento bíblico kaved et-avicha ve’et-imecha (honra el padre y la madre) y confirman la continuidad que existe desde los tiempos antiguos hasta hoy. Quisiera concluir citando nuevamente Marjorie Warren. Aunque sus visiones se referían al Reino Unido, estoy seguro que eran universales. “Si debemos mantener el derecho de considerarnos una gran nación y una civilización culta, debemos ocuparnos de todos los miembros de la comunidad, jóvenes y ancianos, enfermos y sanos, pobres y ricos, vulnerables e independientes”. Estoy seguro que estos sentimientos se reforzarán en el curso de esta Conferencia. Prof. PETER CROME Profesor de Geriatría, Keele University, Presidente de la Sociedad Británica de Geriatría Gran Bretaña Notas 1 BOIA L (2004). Forever Young. A Cultural History of Longevity. London: Reaktion Books. 2 BEN-NOUN L (2002). Was the biblical King David affected by hypothermia? Journal of Gerontology Medical Sciences 57A: M364M367. 3 COKAYNE K (2005). Old Age in ancient Rome. Bath Royal Literary and Scientific Proceedings 9. http://www.brlsi.org/proceed05/ antiquity0305.htm (last accessed 16 October 2007). 4 MAZZEI BERTI JE (2005). Geriatrics and Gerontology. Universal History. Caracas: Privately published. 5 MORLEY JE (2004). A brief history of geriatrics. The Journals of Gerontology. Medical Sciences 59a: 1132-1152. 6 CLARFIELD AM (1990). Dr. Ignatz Nasher and the birth of geriatrics. Canadian Medical Association Journal 143: 944-948. 7 NASHER IL (1909). Geriatrics. New York Medical Journal 90:358-359. 8 WARREN MW (1943). Care of chronic sick. BMJ II:822-823. 9 WARREN MW (1946). Care of the chronic aged sick. Lancet I:841-843. 10 COSIN L. (1954). The place of the day hospital in the geriatric unit. Practitioner 172: 552559. 11 IRVINE RE (1963). Progressive patient care in the geriatric unit. Postgraduate Medical Journal 39: 401-407. 12 PITT B and SILVER CP (1980). The combined approach to geriatrics and psychiatry: evaluation of a joint unit in a teaching hospital district. Age and Ageing 9:33-37. 13 ISAACS B (1992). The challenge of geriatric medicine. Oxford: Oxford Medical Publications. 14 BARTON A and MULLEY G (2003). History of the development of geriatric medicine in the UK Postgraduate Medical Journal 79: 229-234. 17 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ANTONIO GOLINI 2. Demografía de la población anciana “Al día siguiente no murió nadie. Este acontecimiento, siendo absolutamente contrario a las normas de la vida, causó en los espíritus una enorme turbación, algo totalmente justificado, basta que recordemos que no se encontraba noticia de ello en los cuarenta volúmenes de la historia”. José Saramago, Le intermittenze della morte, 2005 1. “Las intermitencias de la muerte” y la no sostenibilidad sistémica de la desaparición de la muerte En el año 2005, en la brillante y provocatoria novela Le intermittenze della morte, José Saramago exasperó en la paradoja las consecuencias de una repentina “intermitencia” de la muerte, que el autor la presenta explícita, cruel y sabiamente como figura temida pero imprescindible para la supervivencia de sistemas socio-económicos y político-culturales construidos, precisamente, en torno a la certeza de acostumbrados “parámetros de actividad” de la muerte. De este modo Saramago, al convocar en el Ministerio del País Sin Muerte un Gran Consejo para afrontar la no sostenibilidad sistémica de la desaparición de la muerte, no se olvida de nadie: economistas, sociólogos, médicos, actuarios, estadísticos, aseguradores, agricultores, filósogos, expertos de bioética, representantes de las diferentes confesiones religiosas, hasta llegar a los empleados de agencias fúnebres y propietarios de cementerios, sin olvidar a los embajadores de los países limítrofes – en los cuales la muerte, impertérrita, continuaba desarrollando su papel de catalizador socio-económico – inundados improvisadamente por personas a un paso de la muerte a quienes habría sido suficiente superar el confín para exalar el último respiro, arrastrados más allá de la frontera por la “maphia” que de este modo trata de preservar las indispensables funciones de la mortalidad. Como a menudo ocurre, aún en una paradójica y punzante exasperación narrativa, la literatura anticipa, capta y recoge el reto de problematizar escenarios futuribles: en este caso se trata del escenario de una “intermitencia de la muerte”. En efecto, como en la novela de Saramago, si la reacción instintiva y sana del País Sin Muerte es una fiesta colectiva, igualmente colectiva se revela luego, en paralelo, con el actuar de una nueva fenomenología demográfica de la “desaparición de la muerte”, la responsabilidad de “reajustar” el sistema casa-país a fin de que se remodelen todas las variables demográficas, sociales, económicas, culturales, políticas y ambientales que garantizan el equilibrio de una colectividad humana organizada en sistemas más o menos complejos. Lo cual es necesario también para nosotros, para que hagamos sostenible el “devastador” – por su novedad e intensidad – proceso demográfico en acto del envejecimiento de la población. 2. El envejecimiento de la población: un irrefrenable proceso demográfico El fuerte envejecimiento demográfico de la población – evolución y revolución demográfica perno del siglo XXI – aproxima la complejidad de aquella “intermitencia de la muerte” que narra la literatura, ya que si la victoria contra los nacimientos indeseados es sólo un hecho muy reciente que ha ido a la par con las conquistas médico-culturales aún no totalmente globalizadas, la victoria extraordinaria contra la muerte precoz – que el hombre ha perseguido incesantemente, incluso en búsqueda de la inmoratlidad – ha representado en relativamente pocos decenios la realización concreta de la “intermitencia de la muerte”. De hecho, la prolongación de la vida en los últimos decenios ha sido tan intensa y rápida que ha superado cualquier previsión o proyección ya intentada en los años 60 y 70 del siglo pasado. En particular, se ha prolongado la duración de la vida promedio de una población1, habiendo sido eliminada, como hemos dicho, la mortalidad precoz, mientras permanece como absolutamente extraordinario alcanzar o superar los 110 años, como testimonio de que no se ha prolongado la duración máxima de la vida de cada persona2. Una observación igualmente importante consiste en constatar que ya en el siglo XVIII se haya documentado como unicum a personas cuya edad al morir superaba el umbral de los 100 años: “En todo país, en todo estado de vida, alguna persona, aunque rara, supera la edad de 100 años. En estas notas (…) tenemos 4 personas de 106 años”. Esta cita iluminadora ha sido sacada de las Tablas de vitalidad de 1787 de G. Toaldo, que ya hace 220 años afrontaba la cuestión de la mortalidad precoz, precisamente como obstáculo para incrementar la duración promedio de la vida de una población, que cortaba de modo diferente a las “parroquias de montaña”, aquellas “de la ciudad” y las de “llanura” (las más afectadas); con la supermortalidad masculina estudiada anotando que “naciendo más hombres que mujeres, se encuentran en cada edad en vida más mujeres que hombres (y que) esta longevidad de las mujeres en general se repite por la abundancia de lo humedo y por la blandura de los vasos y de la fibras, que atrasa más el contraer la aridez senil” (Toaldo, 1787). Al respecto, es extremadamente interesante y muy explicativo observar que el envejecimiento demográfico tiene como esencia un incremento global de la vida promedio que deriva de la anulación casi total 18 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cación de la duración promedio de vida vivida, como testimonio que para quien supera el ingreso de la vejez el punto final del arco de vida llega a tocar los 100-105 años o más, no se llega sino por singulares y extraordinarias individualidades, ya sean hombres o mujeres. de la mortalidad precoz (figura 1). En otras palabras, la clamorosa meta de cien años de historia demográfica ha consistido en la sustancial alineación de los años promedio por vivir, en virtud de la cual todo individuo de edad comprendida entre los 0 y los 80 años puede esperar vivir en promedio el mismo número de años (poniendo junto a cada edad los años vividos y los que se puede esperar vivir). De hecho, también el diferencial de duración promedio de la vida por sexo se repropone en un juego de rectas paralelas horizontalmente, que indican un promedio diferenciado por sexo en lo que respecta a los años vividos (para los hombres es fijado en el 2002 en cerca de 77 años y las mujeres en 83 años), pero homogénea en el ámbito de cada sexo. Sólo el que supera los 75-80 años, sea para los hombres que para las mujeres, se repropone una diversifi- Como bien se evidencia en la tabla 1, la segunda mitad del siglo XX ha visto en todo el mundo un incremento de la duración promedio de la vida, que se puede expresar en términos de expectativa de vida, que de los 47 años de 19501955 ha alcanzado los 65 al 20002005, con un incremento equivalente a 18 años de edad y a un +38% con respecto a la línea de partida del período considerado (Tabla 1). Resulta evidente que la “ganancia de años promedio de vida” en la Figura 1. La duración promedio global de la vida por persona en función de las edades según como se alcanzan, Italia, 1902 y 2002 M F 2002 años vividos años vividos 2002 1902 1902 edad edad Fuente: Istat, Anuario estadístico, varios años Tabla 1. Duración promedio de la vida en años (o expectativa de vida) en algunas regiones del mundo, 1950-55 – 2000-05 Área o país Mundo Países desarrollados Europa Japón Estados Unidos Canadá, Australia, N. Zelanda Economías en transición Unión Estados independientes Europa suroriental Países en Vías de Desarrollo América Latina y Caribe Asia oriental y Pacífico Asia meridional Asia occidental Africa Diferencia máxima-mínima 1950-55 47 67 66 64 69 69 63 69 57 41 51 41 39 43 38 2000-05 65 78 78 82 77 80 65 65 74 63 72 7 63 68 49 31 33 Fuente: elaboración propia sobre datos DESA, 2007 Incremento 18 11 12 18 8 11 2 2 17 22 21 29 24 25 11 Incremento % 38 16 18 28 12 16 3 3 30 54 41 71 62 58 29 macro-área “mundo” refleja incrementos no homogéneos tanto por consistencia de años añadidos a la duración promedio de la vida, como por velocidad de adquisición: los 18 años de incremento referentes a la segunda mitad del siglo XX representan en efecto una ganancia promedio de un range de valores comprendidos entre los 2 (Unión Estados Independientes) y los 29 años (Asia Oriental y Pacífico); una duración promedio de partida de la vida entre los 38 (Africa) y los 69 años (Estados Unidos); una duración promedio de la vida, al final del período, entre los 49 (Africa) y los 82 años (Japón). Es interesante entrecruzar el movimiento demográfico, tanto por áreas (p.e. países desarrollados, economías en transición, Países en Vías de Desarrollo) como para cada uno de los países, con la marcha paralela de las evoluciones político-económicas y socioculturales, para remarcar una sustancial relación osmótica y de dependencia recíproca entre las marchas de población y el sistema en el que cada población vive y se transforma. En este cuadro, la evolución del número promedio de hijos por mujer (tabla 2), que entre 1950-1955 y 2000-2005 ha experimentado un decremento a escala mundial equivalente al 48% (-2,4 hijos promedio por mujer) ciertamente responde a una más o menos síncrona y articulada evolución de órdenes económicos, médicos, culturales, políticos, que en el entrecruzarse de sus mutaciones vuelven a dibujar unos con otros sus recíprocas trayectorias. Es muy interesante subrayar también en este aspecto que el pasaje de los 5 hijos promedio por mujer en 1950 a los 2,6 de los primeros años 2000 a nivel planetario, represente una medida intermedia entre decrementos equivalentes al 69% (Asia oriental y Pacífico: de 6,1 a 1,9 hijos por mujer) y decrementos menos acentuados equivalentes a un mínimo del 25% (Africa: de 6,7 a 5,0 hijos por mujer). Por consiguiente, en todo contexto es fundamental analizar no sólo cuáles son los factores de empuje y de resistencia en la evolución de una determinada variable demográfica, sino también de qué modo se jueguen en la interacción de los demás factores que aquí ejercen su in- 19 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Los dos modos analizados del declino de la mortalidad y del declino de la fertilidad han constelado en el escenario demográfico de casi todos los países la Primera Transición Demográfica, que en numerosos países de desarrollo adelantado durante algunos decenios ha sido taloneada, como acabamos de mencionar, por la Segunda Transición Demográfica – debido y caracterizada por una persistente y bajísima fecundidad, así como por un ulterior declino de la mortalidad, especialmente concentrado en las edades más adelantadas – que desembocará en el largo plazo, en lo que se refiere a las mayores recaídas demográficas conexas con ella, tanto en un rápido e intenso declino de la población, como en una “devastadora” mutación de su estructura por edad. Desde el punto de vista demográfico, económico y político son muy largas las consecuencias de las diferencias en el momento que surgen y en la velocidad de las dos transiciones demográficas, consecuencias que se manifiestan sobre todo en la diferente secuencia temporal y territorial de los inevitables tres picos demográficos: de la población joven, de la población en edad laboral y de la población anciana. De manera que deben convivir – por vez primera en la historia de la humanidad – sociedades y economías que se caracterizan por una población con amplias generaciones de jóvenes, con aquellas caracterizadas por una población de largas fracciones de adultos y con aquellas caracterizadas por una población con amplias fracciones de ancianos y viejos. Sobre la disminución de la fecundidad y su permanencia en los niveles más bajos al parecer hay un límite inferior para una población, fijado en torno al 0,7-0,8 hijos por mujer (Golini, 1998), que ya ha sido alcanzado por algunas poblaciones. Dadas las condiciones, los márgenes sensibles que existen para un posterior aumento de la supervivencia se evidencian por el valor de los sobrevivientes a los 65 años por Tabla 2. Número promedio de hijos por mujer en algunas regiones del mundo 1950-55—2000-05 Área o país Mundo Países desarrollados Europa Japón Estados Unidos Canadá, Australia, N. Zelanda Economías en transición Unión Estados independientes Europa suroriental Países en Vías de Desarrollo América Latina y Caribe Asia oriental y Pacífico Asia meridional Asia occidental Africa Diferencia máxima-mínima 1950-55 5,0 2,8 2,5 2,8 3,4 3,5 3,1 3,1 3,7 6,2 5,9 6,1 6,1 7,0 6,7 2000-05 2,6 1,6 1,4 1,3 2,0 1,6 1,6 1,6 1,6 2,9 2,5 1,9 3,2 3,5 5,0 4,0 3,7 Incremento -2,4 -1,2 -1,1 -1,5 -1,4 -1,9 -1,5 -1,5 -2,1 -3,3 -3,4 -4,2 -2,9 -3,5 -1,7 Incremento % -48 -43 -44 -54 -41 -54 -48 -48 -57 -53 -58 -69 -47 -50 -25 Fuente: elaboración propia sobre datos DESA, 2007 Figura 2 – Número promedio de hijos por mujer en algunos países europeos 4,5 4 3,5 3 2,5 2 1,5 1 19 60 19 63 19 66 19 69 19 72 19 75 19 78 19 81 19 84 19 87 19 90 19 93 19 96 19 99 20 02 fluencia. Por ejemplo, en Africa es plausible hipotizar que las mujeres conserven una acentuada persistencia en tener un elevado número de hijos por mujer, ya sea por tradición cultural que por necesidad económica. En los países económicamente más desarrollados, en cambio, la misma acción sinérgica de componentes culturales y económicas en orientar un comportamiento reproductivo (1,6 hijos por mujer) inferior al nivel que asegura la simple sustitución de la población (equivalente a 2,1) remite, por un lado a una evolución cultural que ha exaltado los valores de la centralidad individual, de la emancipación femenina del papel de sierva del hogar, de la prolongación de la edad de una juventud libre de responsabilidades familiares, pero, por el otro, a un contexto socio-económico que estimula comportamientos particularmente restringidos en ámbito reproductivo, incluso por su incapacidad de garantizar balances de las familias no oprimidos una limitada numerosidad de sus miembros. Al focalizar luego el declino del número promedio de hijos por mujer en el contexto europeo (figura 2), en el lapso temporal comprendido entre 1980 y 2002, se reconfirma en la disminución planetaria de la fecundidad en general el permanecer de los países de desarrollo adelantado – entre los cuales los europeos – muy por debajo del umbral de la sustitución haya representado sin duda una variable fundamental al sancionar el pasaje de una fuerte porcentual de población mundial en la fase de la segunda transición demográfica. Fuente: Eurostat, 2003 Irlanda España Francia Suecia Rep. Checa Italia 20 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ción japonesa en los años 1950-55 y 2005 y también para la población italiana en el 2003, muestran que la supervivencia a los 65 años en Japón equivale ya a 17,7 años para los cada 1000 nacidos (tabla 3), así como por la duración de la vida residua en años siempre a 65 años: estos dos indicadores, calculados en este caso con referencia a la pobla- Tabla 3. Supervivientes a los 65 años y su posterior expectativa de vida, Japón, 1951 y 2005, e Italia Año 1950-52 2005 Número de Duración de supervivientes vida residua a 65 años a 65 años (sobre 1.000) (en años) Hombres 900 11,4 994 17,7 Italia 2003 850 1950-52 2005 908 996 16,8 Mujeres 13,4 22,9 Italia 2003 922 20,6 Incremento total en años 1951-2005 Incremento en meses por cada año de calendario 6,3 1,4 9,5 2,1 Fuente: para Japón: http://www.ipss.go.jp/p-info/e/S_D_I/Indip.html; para Italia: Istat, Anuario estadístico italiano 2006 Tabla 4. Población en miles de habitantes, total de edad 60+, 65+, 80+ para el mundo y para grupos de continentes y porcentual sobre el total de la población, 1950 y 2005 Área o país 1950 2005 Incremento Incremento % Mundo 2.519 6.465 3.946 57 60+ 205 672 467 228 65+ 131 476 345 263 80+ 14 87 73 521 Países desarrollados 647 984 337 52 60+ 79 203 124 157 65+ 53 153 100 189 80+ 7 39 32 457 Economía en trans. 191 302 111 58 60+ 19 47 28 147 65+ 13 37 24 185 80+ 2 6 4 200 Paises en Vías 1.681 5.179 3.498 208 de Desarrollo 60+ 107 422 315 294 65+ 65 286 221 340 80+ 5 41 36 720 1950 100,0 8,2 5,2 0,5 100,0 12,2 8,2 1,1 100,0 10,0 6,7 1,0 2005 Incremento 100,0 10,4 2,2 7,4 2,2 1,3 0,8 100,0 20,6 8,4 15,5 7,3 4,0 2,9 100,0 15,7 5,7 12,4 5,7 1,9 0,9 100,0 100,0 6,4 3,9 0,3 8,1 5,5 0,8 1,7 1,6 0,5 Fuente: elaboración propia sobre datos: DESA, 2007 Tabla 5. Cálculos de la máxima longevidad promedio alcanzable por toda una población Fuente Límite Fries Olshansky et al. Banca Mundial Naciones Unidas Olshanzky et al. 85,0 85,0 90,0 87,5 88,0 Fuente: E. Barbi (2007) Fecha de publicación 1980/1990 1990 1990 1999 2001 Fecha de superación 1985 1996 País y género en el cual se superado el límite Japón, mujeres Japón, mujeres hombres y 22,9 para las mujeres. Los valores referentes a Italia, también de relieve en el contexto mundial, muestran los márgenes de ganancias posteriores, que se pueden concentrar casi exclusivamente en las edades ancianas y viejas para los países de baja y bajísima mortalidad. La acción conjunta, de la cual hemos hablado al comienzo, del declino de la mortalidad precoz y del control de los nacimientos indeseados se hace concreta en el fortísimo envejecimiento de la población, reconfirmado por la evolución de la población, siempre en el arco temporal 1950-2005, de las fajas de edad 60+, 65+, 80+. Si en las últimas décadas del 1900 la población mundial total ha experimentado un aumento equivalente al 57%, pasando de cerca de 2 mil millones y medio a casi 6 mil millones y medio en el 2005, mucho más consistentes son los incrementos referentes a las clases de edad más adelantadas (tabla 4). De hecho, podemos observar que en el mismo lapso de tiempo la población de 80+ ha aumentado del 521%, redoblando más que su peso porcentual en la composición global de la población (del 0,5% al 1,3%). Menos intensos, pero fuertemente acentuados también los incrementos porcentuales de las fajas de edad 60+ (+228%) y 65+ (+263%), que le han hecho lograr un significativo peso porcentual sobre la población planetaria equivalente al 10,4% y al 7,4%. También para el envejecimiento de la población, más allá del indiscutible valor y significatividad del dato de síntesis a nivel planetario, resulta muy necesario el detalle por grupos de continentes, del cual aflora una evidencia muy interesante por la que el fenómeno demográfico del envejecimiento de la población, aunque globalizado, se juegue en dos planos dinámicos diferentes y paralelos: la velocidad y la intensidad. De hecho, si en los países desarrollados el proceso de envejecimiento ha comenzado antes, presentando por consiguiente pesos porcentuales, en la composición de la población anciana y vieja, decididamente superiores a los que se hallan en los países en vías de desarrollo, también estos últimos “están envejeciendo y envejecerán” con una velocidad mucho más elevada. 21 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 En efecto, en lo que se refiere al primer aspecto, aunque desde los años 80 autorizados estudiosos se hayan retado científicamente para calcular un valor máximo para una expectativa de vida promedio, algunos de dichos valores han demostrado su falacidad, desconfesados por la andadura positiva de la supervivencia humana al infringir edadlímite cada vez recolocados en edades más adelantadas (tabla 5). Sobre el particular, es interesante subrayar también que tanto los cálculos de Fries (1980) como los de Olshansky y otros (1990) han sido superados por las mujeres japonesas – en 1985 y en 1996 – como representantes del país que hasta hoy es el más longevo del planeta. ¿Cuándo sucederá, pues, otra superación de los nuevos cálculos-límite fijados para la longevidad humana, concentrados entre los 87,5 y los 90 años? Y, por otro lado ¿realmente también estos cálculos representarán únicamente los umbrales de pasaje hacia posteriores límites “temporales” a la longevidad humana? Según los cálculos Onu 2007 (tabla 6), en los próximos 40 años, el incremento de expectativa promedio de vida para la población del mundo podría ser de 10 años (+15%), para llegar a 75 años, como promedio esperado entre los 65 años africanos y los 88 japoneses. Aunque sea animador anotar que el range entre el país más longevo y el menos longevo se irá restringiendo de amplitud, pasando de 33 a 23 años, Africa presenta- Tabla 6. Duración promedio de la vida en años en algunas regiones del mundo, 2000-05 y prevista para el 2045-50 Área o país Mundo Países desarrollados Europa Japón Estados Unidos Canadá, Australia, N. Zelanda Economías en transición Unión Estados independientes Europa sur-oriental Países en Vías de Desarrollo América Latina y Caribe Asia oriental y Pacífico Asia meridional Asia occidental Africa 2000-05 65 78 78 82 77 80 65 65 74 63 72 70 63 68 49 2045-50 75 84 83 88 82 85 74 74 80 74 79 78 75 78 65 33 23 Diferencia máxima-mínima Incremento 10 6 5 6 5 5 9 9 6 11 7 8 12 10 16 Incremento % 15 8 6 7 6 6 14 14 8 17 10 11 19 15 33 Fuente: elaboración propia sobre datos: DESA, 2007 Figura 3. Supervivientes por sexo, Italia, tablas de mortalidad, 1902 e 2002 M F 2002 1902 edad Fuente: Istat, Anuario estadístico, varios años supervivientes (sobre 1000) Si el presente – por su consistencia, difusión y determinantes demográficas directas y contextuales indirectas – aparece suficientemente capturable desde varias trayectorias interdisciplinarias que se subsiguen para describir, interpretar y explicar el origen y la evidencia fenomenológica del envejecimiento de la población, se presenta como extremadamente difícil y problemática una proyección que sepa ser previsora sobre la incierta definición de una duración máxima de la vida para toda una población, así como sobre la evolución del número promedio de hijos por mujer. una vez que se alcanza la edad calculada como máxima para la máxima longevidad promedio. Por lo demás, si la velocidad de recuperación de los diferenciales en términos de longevidad promedio se actuase con los ritmos ya esperados para los próximos decenios, los tiempos de homogeneización entre los países se prospectarían mucho más reducidos. La potencialidad en términos de “ganancia en años promedio vividos”, con relación a un cálculo para el umbral máximo de la duración promedio de la vida, puede identificar muy bien analizando la curva de los supervivientes por fajas de edad con una especie de “área de la vida” (figura 3) construida como superficie del “rectángulo edad para supervivientes”. Intuitivamente se puede observar que si sobre 1,000 individuos de partida (100% de la generación) todos los 1.000 alcanzasen la edad máxima fijada ría en el 2045-2050 una duración promedio de vida (65 años), ya superada o casi alcanzada en el 200005, por casi todos los países del planeta. Si bien el incremento africano sea esperado como decididamente el más considerable en los decenios venideros, con 16 años de ganancia en años promedio de vida (+33%), 23 años serán medianamente los años que un japonés esperaría vivir más con respecto a un africano. De hecho, en las proyecciones ONU en el 2045 Japón alcanzaría el umbral de 88 años, identificado por los mismos cálculos ONU, así como de Olshansky, como el umbral máximo para la longevidad de las poblaciones. Si dicho cálculo se demostrase exacto, proyecciones que se proyectan aún más adelante temporalmente prefigurarían países cada vez más próximos al umbral de los 88 años promedio con incrementos decrecientes, hasta anularse totalmente supervivientes (sobre 1000) 3. ¿Cuál es el futuro para la demografía del envejecimiento? 2002 1902 edad 22 en este caso a 100 años (100% de sobrevivientes a 100 años), los años vividos corresponderían al 100% de los años posibles. De hecho, razonando en términos de área y considerando que los años vividos corresponden al área por debajo de la curva de los supervivientes en las diferentes edades, los 1.000 supervivientes de 0 a100 años constituirán una área efectiva (es decir el área del rectángulo, y por tanto el área de los años vividos) equivalente al 100% del área posible (es decir el área hipotética según la cual todos los 1.000 individuos de partida alganzan los 100 años de edad). Comparando, pues, en esta lógica por “área vivida” la curva de los supervivientes italianos de 1902 y la de 2002, reproducidas por las tablas de mortalidad Istat, se puede fácilmente observar que el área contenida entre la curva de 2007 represente los años de vida “que han vuelto a ganar” los supervivientes del 2002 con respecto a los del 1902. Sin embargo, a su vez los 1.000 del 2002 “desperdician” en términos de años vividos una área correspondiente a la superficie comprendida entre el confín superior de la curva de supervivencia en el 2002 y los confines del rectángulo “de vida máxima”. La pregunta surge espontánea: ¿será posible y cómo volver a recuperar los actuales años hasta ahora “desperdiciados”? Más LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS aún: ¿qué tipo de años será posible volver a recuperar, teniendo en cuenta la evidencia empírica por la cual los años “hasta ahora disponibles” coinciden con edades en las cuales se halla prácticamente en todas las personas al menos una enfermedad crónica? Y más aún: ¿es fantacientífica o futurible la hipótesis y la perspectiva de “cambiar el muro de la vida promedio”, volviendo a diseñar la abscisa final del rectángulo además de la edad que hemos fijado tentativamente a 100 años? Por consiguiente, en la construcción de viariantes para las proyecciones de longevidad es fundamental considerar atentamente que posibles discontinuidades positivas, que rompan las barreras de los máximos logrados hasta la actualidad, se puedan combinar con igualmente posibles discontinuidades negativas que a su vez ejercerían una fuerza contraria para detener la carrera a la prolongación de la vida (Box 1). De manera que, si instrumentos diagnósticos cada vez más eficaces y fiables, en sinergía con medicinas calibradas ad hoc en una población anciana y vieja, así como una mayor accesibilidad de técnicas terapéuticas adveniristas representarían elementos positivos para la reduccion de algunas causas de mortalidad en edad adelantada, la aparición de nuevas epidemias, una debilitación de la estabilidad física debido a fenómenos de acumulación en los Box 1. Las perspectivas para la longevidad promedio de los individuos A.Posibles discontinuidades positivas B.Posibles discontinuidades negativas 1. éxitos sustanciales y recurrentes en la investigación de base (con particular referencia a la biogenética y a las biotecnologías; 2. cuidados eficaces, simples, económicos y fácilmente accesibles relacionados con las células estaminales, la ingeniería genética y las nanotecnologías; 3. instrumentos diagnósticos aún más eficaces y fiables; 4. medicinas con test efectuados en ancianos y viejos y producidas para los mismos; 5. actividad física a lo largo de toda la vida y mayor cuidado para el cuerpo; 6. actividad preventiva más intensa vinculada a mejoras en la nutrición y en los estilos de vida 1. efectos negativos de acumulación de fenómenos de contaminación del aire, del agua, del alimento; 2. efectos yatrógenos de medicinas tomadas a lo largo de decenios para contrarrestar las enfermedades crónicas; 3. aparición de nuevas, inesperadas e imprevistas epidemias (como puede suceder o ha sucedido para el SIDA, para el virus H5N1, nuevas formas de tuberculosis); 4. excesiva “veneración” del cuerpo; 5. aumentada difusión de drogas, doping, obesidad, sobre todo en las generaciones jóvenes; 6. mutaciones climáticas de larga escala; 7. no sostenibilidad del sistema de welfare vinculada con el envejecimiento de la población y/o crisis económicas. años de contaminación, así como la difusión de comportamientos altamente dañinos para la salud del cuerpo (p.e. costumbres alimenticias desordenadas, abuso de sustancias estupefacientes, tabaquismo, poca práctica deportiva…) vanificarían en todo o en parte el potencial de algunas discontinuidades positivas. También para reconfirmar que las “estrategias de la muerte” preservan una semejanza incluso a gran distancia temporal, y como algunas “tipologías de discontinuidad” en sus parámetros de acción se pueden reproponer aún en el transcurrir de los siglos, es interesante observar que el estudioso Toaldo que, como se ha mencionado es punto de referencia para la construcción de las pioneras tablas de vitalidad del siglo XVIII, se concentró también en analizar como en la mortalidad influyen factores climáticos, de patrimonio, epidemiológicos. De hecho elabora nuestro: “Por ejemplo al examinar los registros de salud, he observado que se sencuentra muy a menudo en el espacio de una o dos semanas, muchos muertos de la misma edad, no sólo de años, sino de meses y días; esto prueba que una determinada calidad de estación, áspera, fría, húmeda […] impresionan los datos según los cuales individuos que por su misma edad están dispuestos a recibirla [y que] ciertas epidemias afectán más a las personas de una faja que de otra …[Así como también] el que quiera invertir un capital sobre una vida, tendrá razón si elige la vida de un hebreo” (Toaldo, 1787, p. 51). Al respecto, baste subrayar que en la época de Toaldo, si un parroquiano de Montaña a la edad de 50 años tuviese la probabilidad de vivir 16 años más, uno de Llano 14 y uno de Ciudad 18, en la misma edad un monje podía esperar vivir 20 años más, una monja 23 y un hebreo 25. Como se ha indicado en la identificación de los principales trend demográficos, una de las determinantes del envejecimiento de la población – la contracción del número de los nacimientos ampliamente debido al declino de la fecundidad – ha representado y podría seguir representando el elemento fundamental en la progresiva y rápida entresacadura de las fajas más jóvenes de la población. Es imprescindible, pues, en la elaboración de una hipótesis 23 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 global sobre la composición futura por fajas de edad de la población, la determinación de cuidadosos cálculos de fecundidad. Al respecto, las proyecciones elaboradas por la ONU (tabla 7) muestran un recorrido de alineamiento que llevaría, tanto a las macro-áreas como a los varios países del planeta a un valor promedio en el 2045-50 alrededor de 2.0 hijos por mujer, y por lo tanto apenas ligeramente inferior al nivel de sustitución (2,06) que asegura el crecimiento cero de la población. Por tanto, se puede observar que una sustancial y auspiciada convergencia del comportamiento reproductivo se alcanzará gracias a un decremento en el promedio mundial de 0,6 hijos por mujer. De hecho, entre el 2000 y el 2050 las proyecciones de fecundidad para los países desarrollados proponen un modesto repunte equivalente a +0,2 hijos por mujer, mientras que es muy significativo, por su intensidad y la población implicada, el declino de la fecundidad en los Países en Vías de Desarrollo, equivalente a -0,8 hijos por mujer. Por tanto, serán decisivas las políticas de fecundidad que programarán y actuarán los diferentes países, políticas que aunque extraordinariamente complejas, difíciles y dificultuosas cualquiera tuviese que ser el contexto, serán indispensables para atenuar las consecuencias demográficas de una fecundidad demasiado débil (o por el contrario demasiado fuerte) en sostener de otro modo un insostenible declino (crecimiento) de la población y una estructura de la población caracterizada por fajas de edad cada vez más ancianas: con una población mundial que en el 2050 se hipotiza compuesta en el 22% aproximadamente por personas sobre los 60 años, el 32% en los países desarrollados, cierto es que, además de atentas políticas de sostén y valoración del envejecimiento serán fundamentales también las dificilísimas políticas de la fecundidad y de los nacimientos (tablas 8-9). Ciertamente, la evolución de la fecundidad representará un cruce focal para el pasaje de 6 mil millones y medio de habitantes a 9 mil millones en el 2050 (tabla 9). El incremento del 40% de la población mundial, en añadidura a las transformaciones internas de su compo- Tabla 7. Número promedio de hijos por mujer en algunas regiones del mundo, 2000-05 y previsión para el 2045-50 Área o país Mundo Países desarrollados Europa Japón Estados Unidos Canadá, Australia, N. Zelanda Economías en transición Unión Estados independientes Europa sur-oriental Países en Vías de Desarrollo América Latina y Caribe Asia oriental y Pacífico Asia meridional Asia occidental Africa Diferencia máxima-mínima 2000-05 2,6 1,6 1,4 1,3 2,0 1,6 1,6 1,6 1,6 2,9 2,5 1,9 3,2 3,5 5,0 2045-50 2,0 1,8 1,8 1,9 1,9 1,9 1,8 1,8 1,8 2,1 1,9 1,9 1,9 2,0 2,5 3,7 0,7 Incremento -0,6 +0,2 +0,4 +0,6 -0,1 +0,3 +0,2 +0,2 +0,2 -0,8 -0,6 0 -1,3 -1,5 -2,5 Incremento % -23 +13 +29 +46 -1 +19 +13 +13 +13 -28 -24 0 -41 -43 -50 Fuente: elaboración propia sobre datos: DESA, 2007 Tabla 8. Algunas consecuencias demográficas de variantes alternativas futuras de la fecundidad en algunos países (2005 – 2050) Annual average 2045-2050 2005-2050 population change Fertility variant (on the left the 2005-05 values; on the right the 2045-50 values) Births Deaths (000) (000) Ratio D/B Less 80 than 80 or over Total Italy 1,28 High Medium Low 2,35 1,85 1,35 689 429 234 820 818 816 1,19 1,91 3,49 -4.481 -11.951 -18.518 +4.770 +289 -7.181 -13.748 France 1,87 High Medium Low 2,35 1,85 1,35 1.004 647 368 792 789 786 0,79 1,22 2,14 +8.289 -1.380 -10.154 +4.001 +12.290 +2.621 -6.153 China 1,70 High Medium Low 2,35 1,85 1,35 23.097 19.089 14.279 18.883 7.615 18.710 0,83 1,32 2,46 +245.560 +331.345 -9.322 +85.785 +76.463 -230.370 -144.585 India 3,07 High Medium Low 2,35 1,85 1,35 30.839 14.797 19.581 14.347 10.941 13.981 0,48 0,73 1,28 +741.748 +786.259 +444.822 +44.511 +489.333 +184.645 +229.156 Fuente: UN, World Population Prospects. The 2004 Revision (medium variant), New York, 2005 Tabla 9 – Población, en miles de habitantes, total, de edad 60+, 65+, 80+ para el mundo y para grupos de continentes y porcentual sobre el total de la población, 2005 y prevista al 2050 2005 6.465 60+ 672 65+ 476 80+ 87 Países desarrollados 984 60+ 203 65+ 153 80+ 39 Economía en trans. 302 60+ 47 65+ 37 80+ 6 Países en Vías 5.179 de desarrollo 60+ 422 65+ 286 80+ 41 Área o país Mundo 2050 Incremento Incremento % 9.076 2.611 40 1.968 1.296 193 1.465 989 208 394 307 353 1.067 83 8 345 142 70 280 127 83 105 66 169 261 -41 -14 76 29 62 56 19 51 14 8 133 2005 100,0 10,4 7,4 1,3 100,0 20,6 15,5 4,0 100,0 15,7 12,4 1,9 7.748 2.569 50,0 100,0 100,0 1.547 1.129 275 1.125 843 234 267 295 571 Fuente: elaboración propia sobre datos: DESA, 2007 8,1 5,5 0,8 2050 Incremento 100,0 21,7 11,3 16,1 8,7 4,3 3,0 100,0 32,3 11,7 26,2 10,7 9,8 5,8 100,0 29,3 13,6 21,4 9,0 5,4 3,5 20,0 14,6 3,5 11,9 9,1 2,7 24 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Figura 4 – Un esquema de la evolución de la estructura por edad de una población hipotética, de acuerdo con transiciones demográficas llegan a conclusión (por una elevada fecundidad y mortalidad a una baja fecundidad y mortalidad prolongada) y con referencia a tres poblaciones actuales que atraviesan diferentes fases de la transición demográfica Fuente: Golini, Marini, 2004 millones de personas Figura 5 – Variaciones de la población por fajas de edad y regiones (2000-2050, millones) Regiones Fuente: Eurostat, 2005 sición estructural de hecho llamará en causa también la sostenibilidad de la población en la tierra en términos de recursos alimenticios, energéticos y ambientales, como ya los no completos análisis del MIT de los años 50 problematizaron en las famosas proyecciones del Club de Roma. Sobre el particular, es indiscutible la preocupación por un ulterior y previsto aumento de 2,5 mil millones de la población de los Países en Vías de Desarrollo, si a dicho incremento demográfico (+50% en 50 años) no correspondiese un extraordinario y necesario saneamiento económico. Pero, por otro lado, no es menor la preocupación para un posterior aumento de consumos no sostenibles de parte de los países desarrollados. Al considerar las intersecciones multidisciplinarias necesarias para afrontar el envejecimiento demográfico presente, próximo y venturo – globalmente inevitable, aunque diferenciado por rapidez e intensidad en varias partes del mundo – como ya hemos dicho resulta necesario identificar correctamente lo que, entre otros, significa el “equilibrio económico”. De hecho, como se sabe los círculos virtuosos de la economía descienden siempre de un constante y más o menos undívago reajuste del sistema productivo en senso lato, como respuesta a la demanda, siempre en sentido lato, que le dirige a ella un “consumidor” genérico, ya sea que se entienda como individuo o como colectividad. El reto al cual estará llamada, entre otras, la economía, consistirá por tanto en la reorganización en su interior para garantizar un sostenido y sostenible crecimiento del PIB no obstante los cambios estructurales de la población, y en reorientar su oferta como respuesta a las cambiadas exigencias de la demanda – que se puede interpretar como dinámica demanda de bienes y servicios – de una estrutura por edad en continua y profunda transformación. Desde un punto de vista de la recaída económica, el evenjecimiento de la población alcanzará tanto a la “población de los productores” como a aquella de los “consumidores”. Al construir un esquema general de evolución de la estructura por edad de una hipotética población sujeta a la primera y a la segunda transición demográfica – esquema que 25 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Como ya hemos dicho, merece ser considerada también la relación contraria, bien presentada por la figura 6, entre el nivel de envejecimiento actual (en el eje horizontal) y el envejecimiento esperado (en el eje vertical), en el sentido de que donde el envejecimiento actual ya es muy intenso (por ejemplo en Europa), entonces el aumento futuro de los mayores de sesenta años será menor; y viceversa, (por ejemplo Africa). Por tanto, con tiempos y modos diferentes el envejecimiento de la población será un elemento que caracterizará con fuerza a todos los países del planeta. 4. Cuatro generaciones para una revolución: un siglo de demografía de los ancianos en el mundo Cuatro generaciones en aproximadamente cien años: todavía un modo diferente de considerar tiempos y protagonistas de una real y verdadera revolución demográfica que va transformando una faja de población – la anciana – en una verdadera y real población en la población, por la progresiva consistencia absoluta, porcentual y relativa (tabla 10). De hecho, si bien entre 1950 y 2005, primer quinquagésimo en el que se ha ido consumiendo esta secular epopeya, el mundo y sus diferentes áreas hubiesen experimentado aún un incremento superior de las personas con menos de 60 años con respecto a aquellas con 60 o más años – fenómeno especialmente acentuado en los Países en Vías de Desarrollo –, entre el 2005 y el 2050, las proyecciones ONU muestran un incremento de la población con menos de 60 años circunscrita solamente a los Países en Vías de Desarrollo, y de todos modos disminuida con respecto a aquella conocida en la primera fracción de la grey revolution. La casi esperada triplicación de las personas con más de 60 años, una vez Figura 6. El envejecimiento de la población: presente y futuro. Porcentual de 60+ al 2006 e incremento esperado para el 2050 ∇ por lo demás conduce a tres poblaciones actuales que atraviesan diferentes fases de las transiciones demográficas Niger, China e Italia – (figura 4), podemos observar que a la vuelta de aproximadamente un siglo y medio la faja de edad 0-14 experimenta una quiebra, en términos de peso porcentual, pasando del representar el 50% de la población a menos del 10%. Es evidente que la población con menos de 15 años de edad es portadora de una demanda peculiar, directa e indirecta, de bienes y servicios, que poco a poco irá disminuyendo en ventaja de aquella referente a las fajas de edad más ancianas (60+), que en el 2050 podrían sustituir el papel de “mitad cuerpo” de la población, tocando el umbral del 50%. Es importante observar que la faja de edad 15-59, identificable como la working class, sigue un trayecto en forma de campana con una punta que puede llegar a superar el 60% de la población total. Es lo que está ocurriendo en China donde en el 2010 representará precisamente más del 60% de la población, sosteniendo vigorosamente una economía con un crecimiento acentuado y rápido; pero ya cuarenta años después, resintiendo de la intensísima disminución de los nacimientos del pasado resultará colapsada bajo el impetuoso aumento de la población anciana, resbalando bajo el umbral del 45%. Como hemos dicho antes, cada una de estas grandes fajas de edad en sus movimientos, en términos porcentuales y en valores absolutos, obligará a reestructurar equilibrios económicos consolidados, para afrontar nuevas tipologías cualicuantitativas de demanda de bienes y servicios y servirse de cambiados cuali-cuantitativos recursos humanos (figura 5). Fuente: elaboración propia sobre Onu, 2006 Tabla 10. Variación calculada entre 1950 y 2050 de la población con menos de 60 años y con 60 o más años Área Menos de 60 años 60 años y más 1950-2005 Mundo Menos de 60 años 60 años y más 2005-2050 +3.479 +467 +1.315 +1.296 Países desarrollados +213 +124 -59 +142 Economías en transición +83 +28 -70 +29 +3.183 +315 +1.444 +1.125 Países en Vías de desarrollo Fuente: elaboración propia sobre datos: DESA, 2007 26 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS más se debe a las poblaciones de los Países en Vías de Desarrollo que, como ya he ilustrado, experimentarán un envejecimiento que se caracterizará por la gran rapidez, al lado de un envejecimiento intensísimo pero poco acelerado, típico de los países desarrollados. El problema que se plantea, pues, es afrontar un excepcional incremento de población anciana y vieja con un modesto incremento (o incluso una disminución) de aquella joven y adulta. Algunas de las mayores dificultades vinculadas con estas extraordinarias transformaciones demográficas (figura 7) residen en la capacidad de recolocación in itinere de re- cursos humanos, además que físicos y financieros que, si son inertes en su oferta (a) (p.e. la invariabilidad o incluso el incremento de maestros), no responderían de modo adecuado a una mutación estructural de las demandas (b) (una contracción de las fajas escolares por baja fecundidad y disminución de los nacimientos), generando un área más o menos amplia (d) de desequilibrio entre demanda y oferta de bienes y servicios. El discurso es inverso en el caso-estudio 2, en el que frente a un incremento de demanda llevado al mercado de bienes y servicios por las personas ancianas (c), la inercia de la oferta (e) (p.e. de geriatras, cuidadores) crearía un área de insuficien- Figura 7. La adaptación dinámica de la economía y de la sociedad. Un esquema para ejemplificar el desequilibrio entre la población de fajas específicas de edad y los recursos humanos (p.e. maestros, pediatras, geriatras, enfermeras, etc.) tiempo tiempo a) Posibles trend en recursos humanos u otros según una situación de equilibrio b) Posibles trend de población de jóvenes c) Posibles trend de población anciana d) Posibles desequilibrios entre demanda y oferta e) Posibles trend en recursos humanos u otros según una situación de equilibrio Fuente: Golini, 1993 Figura 8. Resistir al impacto del ciclo demográfico desde el interior y en el ámbito internacional. Relación entre la población en edad laboral (15-59) y la población dependiente (0-14;60+) en siete países en diferentes estadios de la transición demográfica (1950-2000; variante promedio de las proyecciones hasta 2050) Fuente: UN, World Population Prospects. The 2004 Revision, New York, 2005 cia del mercado de los recursos humanos, además de físicos y financieros, con respecto a las exigencias de una creciente y al mismo tiempo insatisfecha nueva demanda. En una visión de tipo “doméstico” será pues fundamental la rapidez del cambio, de la población por fajas de edad y la capacidad paralela de contar una semejante tasa de cambio en los recursos financieros, físicos y humanos destinados a las diferentes fajas de edad. La respuesta política no puede ser confinada exclusivamente a aquella demográfica sino se debe insertar en un acercamiento global que coloque dentro de la programación todos los aspectos sociales y económicos. A nivel internacional, para afrontar el impacto del ciclo demográfico en el ámbito mundial, también para gobernar mecanismos de concurrencia y competitividad internacional que, de lo contrario sería perdedor ya desde un comienzo, será también fundamental afrontar la compleja cuestión de la contracción de la relación entre población en edad laboral y población en edad no laboral (figura 8), que durante los próximos decenios no ahorrará a ningún país. Será inevitable para todos los países revisar el umbral sobre el cual fijar la edad por la cual una persona deberá considerarse “dependiente de” y ya no “motor de” un sistema productivo; volver a colocar los umbrales para el ingreso en el mercado del trabajo y para la jubilación será necesario para encontrar la respuesta a una carencia diversamente inevitable de fuerza trabajo y, sobre todo, a un desequilibrio entre jubilados y trabajadores. Se trata de actuar en la consistencia de la población en edad laboral (WAP), ampliando los confines tanto en el mantener en el trabajo las edades más adelantadas, como en el insertar rápidamente a personas jóvenes ya maduras para el sistema: medidas que parecen correctas no sólo desde el punto de vista económico, sino también antropológico, social, cultural y político, ahora que la duración de la vida se ha prolongado bastante. No es fácil entender, más allá de la sostenibilidad del sistema económico, el por qué de una extromisión del mercado del trabajo a personas que aún se pueden emplear en la dinámica de la producción de modo conveniente y oportuno. 27 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Ciertamente, también en el incremento de la productividad (PIB/ ocupado) se puede y se debe identificar un volante para sostener un crecimiento del PIB que de lo contrario estaría condenado a un declino doloroso (box 2). El fuerte agravarse del peso entre las personas “dependientes por ancianidad” y aquellas en edad laboral se reconfirma también al circunscribir el rayo de análisis de las proyecciones, primero en el contexto europeo (figura 9) y luego sólo en la evolución, en valores absolutos, de la población italiana (figura 10), que se prevé se prepare a una contracción muy fuerte de la working age population, tanto en términos absolutos como porcentuales. Box 2. Demografía, envejecimiento y PIB Figura 9. Número de 65+ por cada 100 en edad 20-64 años 5. Afrontar el envejecimiento de las familias Se revelan no menos importantes las transformaciones a nivel de unidad de microagregación que construyen, en una ulterior agregación superior, aquellas poblaciones de las cuales se estudia el envejecimiento: las familias entendidas en sentido lato. De hecho, afrontar el envejecimiento de la población significa afrontar también el envejecimiento de las familias, que consiste en la coexistencia (no necesariamente convivencia) de3-4 generaciones no sólo en un típico núcleo familiar occidental (figura 11), sino también por Fuente: proyecciones Eurostat (baseline) Figura 10. Población por fajas de edad: <15, 15-59, 60+. Italia 1950-2050 (variante promedio, en millones) Figura 11. La coexistencia de generaciones diferentes en un núcleo familiar de un país occidental (pero no sólo) Fuente: Golini 2003 Fuente: UN, World Population Prospects. The 2002 Revision (medium variant), New York, 2003 28 ejemplo en la población china contemporánea, con todas las recaídas en términos de “expectativas” que las generaciones más ancianas echan sobre los miembros de las generaciones más jóvenes, a menudo representadas incluso por un hijo único “aplastado” por la concentración en su identidad de todas las proyecciones de los numerosos miembros adultos y viejos de la familia y, por tanto, en precario equilibrio psicológico. Por lo demás, la multiplicación de familias con un único hijo o incluso sin hijos (child-free “libres de hijos”, según algunas discutibles corrientes feministas que pecan de “miopía social”) requiere un crecimiento cada vez más acentuado de una solidaridad intra-generacional entre los ancianos, por aunar e implementar en paralelo a la tradicional solidaridad intergeneracional que necesariamente se irá reducien- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS do ya sea por motivos demográficos, como por motivos sociales (fortísimo aumento de separaciones y divorcios que descomponen las familias de origen) (fig. 12-13). 6. Conclusiones Para concluir, podemos afirmar que son inmensos los retos que presenta el envejecimiento demográfico y que requieren tanto de parte de los países desarrollados como de parte de los Países en Vías de Desarrollo capacidades importantes y diversificadas. En particular, los países económicamente desarrollados deberán encontrar, desarrollar y combinar las capacidades de: – hacer sobrevivir el sistema productivo, resistiendo al impacto de su ciclo demográfico combinado con el de los PVD; Figura 12. La multiplicación en las familias de la coexistencia de diferentes generaciones Figura 13. Una valoración de la coexistencia de tres generaciones (población entre los 20-24, 45-49, 70-74 años; en miles), 1950-2050, Italia, Francia, China, India Fuente: UN, World Population Prospects. The 2004 Revision (medium variant), New York, 2006 – hacer sobrevivir el sistema de seguridad social al impacto del ciclo demógrafico; – saber encontrar un sistema diferente de asistencia y cuidado para las personas ancianas discapacitadas, sin que aparezca más sostenible en el futuro lo que en muchos países se basa en la familia, por razones de alteración de la relación entre las generaciones, de modificaciones del cuadro nosológico, de duración del período de asistencia, de la cada vez más frecuente ruptura y recomposición de las familias, de la frecuente inadecuación de las habitaciones de origen; – tratar de aumentar la fecundidad, también con el fin de detener para este camino un envejecimiento cada vez más intenso; – saber administrar una inmigración necesaria, pero que se preanuncia cada vez más masiva. A su vez, los Países con economías en desarrollo deberán encontrar, desarrollar y combinar las capacidades de: – mantener en vida y mejorar el sistema productivo, logrando crear en pocos decenios más de mil millones de puestos de trabajo decente (es decir, retribuidos con más de dos dólares al día), resistiendo por tanto al impacto demográfico de los mismos PVD y a los problemas de competitividad que se crean entre ellos; – hacer nacer en todas partes un sistema sanitario eficiente y universal; – hacer nacer en todas partes un sistema generalizado de seguridad social, resistiendo a la extraordinaria velocidad de su envejecimiento y a las dificultades de crecimiento económico. Seguramente, se trata de retos complejos. Pero recogerlos y afrontarlos consentiría ciertamente tanto a los países desarrollados como a aquellos aún no desarrollados vivir las “intermitencias de la muerte” no sólo sin excesiva preocupación, sino también con relativa tranquilidad. ¿Será quizás una actitud necesariamente menos sabia y articulada para con las “ganancias de vida” iniciales que han sugerido a los padres de los estudios de mortalidad definir como “de vitalidad” y no “de mortalidad” las primeras tablas 29 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 que analizaban la supervivencia humana? ¿Será porque aún estamos circundados por una muerte precoz muy frecuente, que ya una expectativa de vivir 60 años constituía una meta suficiente para definir una tabla de “vitalidad” y no de “mortalidad”? Más aún, ¿será porque a la muerte se le reconocía que formaba parte integrante del recorrido humano de modo que no osaba definir tablas de “vitalidad” las secuencias de números que atestiguaban la capacidad de ser de cualquier modo vitales? Compromiso del futuro, pues, quizás también el retorno a la serenidad de Toaldo al definir las suyas como “tablas de vitalidad”: en las que la justa esperanza de prolongar la vida se acompañe al respeto por el camino humano de criatura mortal, que sólo poniendo el acento en dicho vínculo escatológico podrá realmente gozar el profundo significado de llegar a atravesar con conciencia las diferentes fases de una vida. C. ATTIAS-DONFUT (2000) (Ed.). The Myth of Generational Conflict. London/ New York. Routledge; AUERBACH, A.J., KOTLIKOFF, L.J. (1987): Dynamic fiscal policy. Cambridge, MA: Cambridge University Press; BALDACCI, E., LUGARESI S. (1997). Social Expenditure and Demographic Evolution: A Dynamic Approach. Genus, vol. 53, No. 1-2 (January-June); BARBI, E. 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Daria Squillante, aprovechamos aquí para agradecerle sentidamente Notas 1 Al respecto, hay que subrayar la sucesiva superación de proyecciones o hipótesis acerca de la duración máxima de la vida promedio (por ejemplo Bourgeois Pichat) que de todos modos señalaban un envejecimiento progresivo de la población a favor de fajas de edad más ancianas (Golini 2003). 2 Este importantísimo matiz conceptual puede ser captado mejor si se observa que la edad máxima individual al morir, por ejemplo, se haya fijado en el trentenio italiano 1973-2003, en un umbral de escasa oscilación: 110 años en 1973 (la primera ultracentenaria natural de Lacio); 111 años en 1991 (un hombre calabrés); 112 años en 2002 (un hombre natural de Cerdeña); 113 años en el 2003 (un hombre de origen pullés). Bibliografía Se ha considerado útil proporcionar sobre el tema una bibliografía más amplia, aunque siempre muy limitada, en vez de hacer una lista únicamente de referencias bibliográficas mencionadas en el texto. 30 cura di Gaetano Crepaldi), Le Scienze, quaderni, n. 79; JEPSEN, M., D. FODEN AND M. HUTSEBAUT (eds.) (2003): Active Ageing: what strategies to develop?, European Trade Union Institute, Brussels, KINSELLA, K, TAEUBER C.M., (1993): An Ageing World II. International Population Reports. 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La asistencia espiritual al anciano enfermo En los últimos treinta años se ha verificado un cambio radical en las costumbres de vida y en la situación cultural y social de la población en general. Los programas de prevención y de screening de las patologías neoplásticas y las campañas de promoción y de educación a la prevención del riesgo cardiovascular, han cambiado las causas de enfermedad y de muerte de la población anciana. Este fenómeno ha comportado una reducción de la mortalidad debido a las patologías cardiovasculares, stroke, accidentes domésticos, y un aumento de la mortalidad por patologías pulmonares y diabetes. Además, si se considera el constante aumento de la vida promedio de la población tanto en los países industrializados como en vías de desarrollo, con un aumento del porcentaje de sujetos con una edad superior a los 80 años, el gasto sanitario y el empeño social y asistencial han sufrido el influjo de esta tipología de paciente. La edad adelantada, la polipatología, el riesgo de que se comprometa el aspecto físico, la sarcopenia, la discapacidad, el handicap o la compromisión funcional “social”, constituyen los elementos que caracterizan la denominada “fragilidad” del anciano. La discapacidad física y la discapacidad social están en estrecha relación con la dependencia. Teniendo en cuenta estas consideraciones se perfila la especificidad del paciente geriátrico, esto es, de un individuo de edad adelantada, afligido por varias patologías concomitantes, cuyo estado funcional, la calidad de vida y el prognóstico dependen también de factores no físicos como la condición cognitiva-neuropsicológica y la situación económica, social y ambiental que dificultan el acercamiento y la asistencia. Asimismo, el aumento de la discapacidad implica un aumento en la solicitud de los servicios que tienen como finalidad la asistencia y el ali- vio de los ancianos así como una planificación necesaria de la intervención a través del empleo de los recursos disponibles. Desde el punto de vista clínico, el anciano frágil tiene necesidad de una integración de servicios sanitarios y sociales que tengan como objetivo realizar, a través de varias figuras profesionales, un plan de intervención personalizado mediante una adecuada valoración de las áreas problemáticas del mismo paciente. Desde hace tiempo la literatura internacional ha aclarado que la multidimensionalidad y la interdisciplinariedad de la intervención establecen la especificidad de acción de la geriatría. Por tanto, es indispensable dotarse de instrumentos de evaluación que cubran estas diferentes dimensiones y que garanticen una intervención profesional global y personalizada y, al mismo tiempo, de prevención, curativa y de rehabilitación. En el transcurso del tiempo, la figura del geriatra se ha ido perfilando sobre todo a la luz de algunos estudios que han demostrado que la presencia de un geriatra y de una Unidad de Valoración Geriátrica en las unidades hospitalarias, permitía una reducción de la rehospitalización de los pacientes, una reducción de la mortalidad así como una reducción de los costos. Se ha vuelto histórico el estudio de Rubenstein en el que se han confrontado dos grupos de ancianos randomizados; en dicho estudio, el grupo “tratado” estaba formado por ancianos que eran valorados con instrumentos de Valoración Multidimensional (VMD) y seguidos por la Unidad de Valoración Geriátrica (UVG), mientras que el grupo de “control” estaba constituido por ancianos que recibían un tratamiento convencional, sin VMD y UVG. Los resultados obtenidos han sido: – Supervivencia a 1 año del 70% en el grupo seguido por UVG, contra el 50% del grupo de control; – Una reducción significativa de la mortalidad a dos meses (-41%) y a seis meses (-36%) en el grupo seguido por la UVG con respecto a los controles; – El 73% dimitidos a casa contra el 53% de los controles; – El 12.7% trasladados a RSA contra el 30% de los controles; – Reducido gasto global en un año por servicios sanitarios (con un ahorro de 5.229 dólares/paciente año). A la luz de estas evidencias se ha ido definiendo cada vez más el concepto de trabajo en team a través de una unidad de valoración que comprenda la figura del geriatra que, a través del sistema del “case management” y por medio de instrumentos adecuados de Valoración Multidimensional, realiza un plan de intervención finalizado a mejorar la calidad de vida del paciente y a la optimación de los recursos disponibles, a través de intervenciones finalizadas a la prevención de todos los factores que pueden influir en el ámbito de la autosuficiencia, en el tratamiento de la enfermedad y en la rehabilitación. Por VMD se entiende una metodología de investigación que a través de una amplia gama de test, medidas y escalas de valoración, capaces de identificar efectivamente el problema o las áreas problemáticas que se desean valorar, se une al normal encuadramiento nosológico de las patologías del paciente permitiendo un conocimiento más global y profundizado, especialmente en el ámbito funcional, cognitivo y social. Dicha metodología evalúa de modo estandarizado e interdisciplinario las diferentes áreas problemáticas del anciano “frágil”, con el fin de identificar con precisión los probemas y elaborar un plan de asistencia que determine su resolución. En cuanto tal, la VMD debe garantizar: – La identificación de las necesi- 32 dades y de las problemáticas asistenciales de cada paciente; – La guía a la identificación de los objetivos asistenciales (“problem solving”); – La programación de las intervenciones asistenciales (prevención, cuidado, rehabilitación); – La verificación de los objetivos alcanzados (follow-up). El meta-análisis de Stuck y de sus colaboradores ha demostrado una reducción del 28% de la mortalidad en los pacientes seguidos con la valoración multidimensional, una reducción de la tasa de hospitalización y de re-hospitalización, una mejora del estado físico y cognitivo, una reducción de la tasa de institucionalización. Teniendo en cuenta estas premisas, se pone en evidencia la necesidad de un acercamiento metodológico nuevo, orientado a la globalidad de los problemas de los cuales es portador el anciano con riesgo de no autosuficiencia, y del empleo de instrumentos de valoración multidimensionales que garanticen una intervención profesional. El análisis de la literatura, en el ámbito de la valoración geriátrica o no, ofrece una gama de instrumentos muy amplia que resultan ser ciertamente idóneos, pero específicos y sectoriales. Los instrumentos de valoración tradicionales evalúan de modo descriptivo cada una de las áreas problemáticas del anciano y tienen como límite principal no conducir de modo guiado a un plan de intervención, de ser descriptivos de una sóla área problemática y de no garantizar una rápida controntación entre diferentes experiencias asistenciales y varios setting asistenciales. Los instrumentos de VMD de segunda generación son instrumentos omnicomprensivos, que guían hacia un diagnóstico etiológico correcto de las problemáticas puestas de relieve, que conducen a un mejor plan de asistencia individualizado, que garantizan el monitoreo del estado de salud, y permiten la realización de un database (que a su vez significa confrontación, control de calidad, transferibilidad de datos). La necesidad de un instrumento omnicomprensivo que evaluase todas las áreas problemáticas del anciano residente e incluyese también sus capacidades residuas junto con LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS las preferencias y al grado de implicación en actividades diferentes, ha quedado resuelto con la elaboración del Resident Assessment Instrument (RAI). El RAI (VAOR en Italia) es el instrumento de valoración multidimensional elaborado por más de 80 expertos conforme al mandato del Congreso de Estados Unidos luego de la ley OBRA de 1987 El objetivo del VAOR es crear, a través de una valoración global del huésped guiada por las preguntas contenidas en el Minimum Data Set (MDS) y sintetizada en las respuestas dadas a los items propuestos, las bases para la elaboración de un plan de asistencia individual que permita alcanzar y/o mantener el máximo nivel posible de función física, mental y psico-social. La ficha de valoración para la asistencia domiciliaria, validada también en la versión traducida en italiano, VAOR-ADI, permite la va- loración global del anciano e integrada con los diferentes Protocolos de Valoración del Cliente (PVC), identifica todos los diferentes problemas sanitarios o no del paciente. El llenado de MDS con sus 300 items no es ni final o sólo “descriptiva” del anciano a través de las respuestas positivas/negativas a las valoraciones contenidas en él. Las respuestas son “pesadas” por los diferentes PVC (de modo automático gracias a un software aplicativo) para convertirse en indicadores automáticos o potenciales de un problema y/o de una necesidad asistencial. Como es obvio, dicho sistema, además de ser útil para la programación de las intervenciones asistenciales en cada paciente, representa la base para un posible archivo de todos los datos. De hecho, el sistema VAOR funciona como facilitador en las decisiones clínico-asistenciales a nivel del paciente, o como instrumento de recopilación de datos estandarizado y validado, con el fin crear un database para estudios sobre la población. La creación de bancos de datos que recojan informaciones de carácter demográfico, clínico y sociosanitario, es absolutamente indispensable para mejorar la programación de los servicios asistenciales a favor de los ancianos, para mejorar la calidad y permitir confrontaciones no sólo en cada una de las naciones, sino también entre diferentes naciones. Hasta ahora la implementación de la familia de instrumentos RAI ha permitido la creación de un database internacional que se emplea normalmente para fines de la investigación científica y monitoreo de la calidad de la asistencia. El grupo de 58 investigadores que representan a 25 naciones, comprometido en el estudio de los instrumentos de valoración multidimensional toma el nombre de InterRAI. Además de la posibilidad de definir los factores de pronóstico y las valoraciones de específicos outcome, el empleo de un database permite controla los indicadores de calidad de la asistencia proporcionada que muestran los cambios en el tiempo (“Medidas de incidencia”), o el estado en un determinado momento temporal (“medidas de prevalencia”). Algunos indicadores de calidad ofrecen medidas correctas para el riesgo de base del paciente y, además, tienen la ventaja de permitir análisis comparativos entre los pacientes en el mismo setting asistencial, en una misma región o entre diferentes regiones geográficas. Estudios llevados a cabo con el database del RAI han permitido definir los factores predictivos de la falta de tratamiendo de la terapia del dolor en pacientes oncológicos, el riesgo de mortalidad vinculado con la falta de vacunación y la discapacidad vinculada con la actividad física, etc. El empleo de un mínimo común 33 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 demoninador constituido precisamente por el empleo de instrumentos iguales de valoración/recopilación de datos, ha sido el punto de partida de la realización del proyecto o AD HOC (Aged in Home Care Project), con el fin de determinar la mejor estrategia posible de Asistencia domiciliaria al anciano tratando de definir un modelo de referencia de asistencia domiciliaria que responda en el mejor modo posible a las necesidades de los ancianos en Europa. Comparando los datos de 11 países europeos, ha surgido que en Italia están involucrados en ADI pacientes extremadamente comprometidos desde el punto de vista funcional y cognitivo. Además, el sostén formal calculado en términos de horas semanales de asistencia es mínimo con respecto a las necesidades y exigencias de la población en ADI. Con este propósito, los servicios de asistencia domiciliaria se emplean sólo en el 3% de la población anciana que representa el porcentaje más “cargado” en términos asistenciales. Dicho dato refleja indirectamente la falta de disponibilidad de estructuras alternativas de asistencia y cual es la dificultad para los servicios de atención domiciliaria de administrar a dichos pacientes de modo adecuado. El empleo de instrumentos de VMD está previsto en la UVG, cuyo núcleo fundamental está constituido por el geriatria, el enfermero profesional, el asistente social, el oculista, el psicogeriatra y, según las necesidades, por el terapeuta ocupacional, el logopedista, el audiólogo, el dietista, el podólogo, etc. El trabajo de la UVG se realiza dentro de la red integrada de los servicios socio-sanitarios en favor de los ancianos que comprende – en primer lugar – la asistencia domiciliaria integrada (ADI) y las Residencias Sanitarias Asistenciales (RSA); en el ámbito de UVG podrá estar presente la figura del case-manager o coordinador del caso, capaz de efectuar con los instrumentos adecuados la valoración multidimensional y de establecer con el médico de medicina general y con todos los demás componentes de la UVG, la elegibilidad o no, a uno o más servicios de asistencia continuativa. El coordinador del caso desarrolla una tarea doble: por un la- do, la ventanilla única a la que el anciano se puede dirigir para la valoración de sus necesidades y la consiguiente entrada en el servicio necesario y, por el otro, el de centro de coordinación. El coordinador del caso debe estár en la capacidad tanto de efectuar la valoración multidimensional del anciano y también la planificación de las intervenciones específicas a través de la elaboración de programas individualizados de asistencia. Dicho modelo de asistencia se ha aplicado en la realidad italiana en la ASL (Empresa Sanitaria Local)Municipalidad de Rovereto (TN) donde, a través del impacto de un programa integrado de intervenciones domiciliarias (social y sanitario) en la institucionalización, en el empleo de servicios, en el consumo de los recursos y en el declino funcional de las personas ancianas “frágiles” que viven en su domicilio. Al comienzo del experimento, los sujetos del grupo de intervención con respeto a los controles no manifestaban ninguna diferencia importante en lo que concernía las variables funcionales y clínicas, sin embargo, a distancia de un año, se ha demostrado que intervenciones integradas de asistencia domiciliaria (sanitaria y social), implementadas a través de un team interdisciplinario que incluya entre otros al médico de medicina general y a un agente profesional no médico con funciones de “case manager”, tienen la capacidad de reducir el riesgo de hospitalización y la duración de la permanencia en el hospital o en RSA. Asimismo, en igualdad de empleo de los recursos de asistencia domiciliaria, los sujetos en el grupo de intervención manifestaban una reducción significativa del declino funcional y cognitivo; en fin, el costo global de la asistencia por cada sujeto individual en el grupo de intervención era significativamente menor con respecto a los controles Del mismo modo, la implementación de servicios asistenciales de tipo domiciliario basados en la organización de los servicios a través de la UVG ha demostrado a nivel nacional una reducción de la tasa de hospitalización y de la duración del internamiento, así como de los costos hospitalarios a través de una reducción de los internamientos ino- portunos y de las readmisiones no planificadas que son uno de los factores que pesan mayormente en el gasto sanitario. La eficacia del instrumento único de valoración multidimensional como uno de los instrumentos convencionales de valoración de cada una de las áreas problemáticas ha surgido una vez más después de la experiencia de Bergamo donde se han confrontado dos metodologías de valoración multidimensional. Los pacientes enrolados en el estudio, análogos por sus características generales, eran randomizados en dos Distritos de la ASL de Bergamo. El Distrito 1 empleó como instrumento de VMD el VAORADI (grupo de intervención), el Distrito 2 adoptó los instrumentos convencionales de valoración geriátrica para el estado funcional (ADL y IADL index) y para el estado cognitivo (MMSE). Independientemente del grupo de pertenencia, todos los pacientes para el programa de asistencia domiciliaria recibían intervenciones de case management y planificación de la intervención de parte de la unidad de evaluación geriátrica territorial y de parte de los médicos de medicina general. Las diferencias entre el grupo de intervención y el de control han resultado estadísticamente importantes en lo que se refiere a las performance funcionales y cognitivas, mejoradas en el grupo de intervención en el que se registraba también un aumento del empleo de los servicios de ayuda social y una reducción de la tasa de hospitalización y de los días de internamiento en el hospital. Por tanto, es evidente que en el acercamiento a un paciente con una edad superior a los 75 años, además que a la anámnesis y al examen objetivo atento es indispensable realizar una evaluación multidimensional que tenga como objetivo identificar los problemas de naturaleza clínica, de laboratorio y funcional, y que analice de modo más completo las diferentes áreas problemáticas del anciano. Prof. ROBERTO BERNABEI Director del Departamento de Ciencias Gerontológicas, Geriátricas y Físicas, Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma Presidente de la Sociedad taliana de Gerontología y Geriatría 34 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS 4. Origen de las enfermedades que afectan al anciano, hoy JOSÉ MANUEL RIBERA CASADO 4.1 Comportamiento, estilos de vida, dieta, mayor esperanza de vida Voy a intentar desarrollar en positivo el título que se me ha asignado en esta ponencia. Para ello, en lugar de referirme directamente al enunciado genérico del simposio: “Origen de las enfermedades que afectan al anciano” y a la parte del mismo que se me ha asignado, “Comportamiento, estilos de vida o dieta”, centraré mi presentación sobre esos mismos puntos pero a partir de una formulación más positiva que tome como base las cuestiones relacionadas con la prevención. Pienso que así respondo mejor al espíritu del simposio y del propio congreso. Para hacerlo dividiré mi exposición en dos partes. A lo largo de la primera desarrollaré algunas ideas en torno a lo que podríamos considerar un “envejecimiento saludable”, entendiéndolo como una especie de imagen especular de lo que son las “enfermedades que afectan al anciano”. En la segunda parte asumiré que el “comportamiento” (el “human behaviour” del título de la ponencia) debe tomar como base actitudes basadas en la prevención. En ese contexto pondré el mayor énfasis en aquellos aspectos relacionados con los estilos de vida y con la propia dieta, tal y como se me solicita. 1. Envejecimiento saludable: algunos conceptos Sobre el envejecimiento se pueden hacer muchas consideraciones. En el campo de las evidencias existen algunas muy poco discutibles. Fundamentalmente tres. La primera es que se trata de algo a lo que todos aspiramos. Por muy negativa que pueda ser la visión que cada persona tenga sobre la vejez la evidencia demuestra que todos queremos alcanzarla. Nadie aspira a morirse joven. Incluso aquellos que más la rechazan y que anuncian no querer llegar a viejos, a medida que van cumpliendo años nunca encuentran el momento adecuado para dar el salto. Parece claro que son una minoría nada significativa quienes de verdad no desean alcanzar la vejez. Quizás algunos suicidas y, en casi todos los casos, con motivaciones de carácter excepcional. La segunda evidencia es de carácter demográfico y supone una novedad en relación con toda la historia anterior de la humanidad. Hasta el siglo XX sobrepasar una determinada edad era un fenómeno muy raro, al alcance de pocas personas. Se vivía como algo singular, y no constituía en ningún caso un fenómeno significativo en el contexto general de la sociedad. La transición demográfica de los últimos cien años nos ha conducido a una sociedad cada vez más envejecida, donde una parte muy importante del conjunto de la población llega a edades que eran impensables apenas unas décadas antes. A este respecto merece la pena recordar algunos datos. La esperanza de vida media en los países del occidente europeo al inicio del siglo XX estaba situada entre los 35 y 40 años, algo más alta en el caso de las mujeres. Cien años después, en ese mismo marco geográfico, estos valores superan los 80 años en las mujeres y se aproximan a esa edad en los hombres. Si a ello unimos que se ha reducido drásticamente el número de nacimientos entenderemos que la tasa de personas por encima de los 65 años – la edad mayoritaria de jubilación – se haya disparado de una manera espectacular, situándose, según los países entre el 15 y el 18% del total de la población. Hoy en la Europa más desarrollada, por primera vez en la historia, el número de los mayores de 65 era superior al de menores de 15. ¡Hay más viejos que niños! A que esto sea así han contribuido factores muy diversos, algunos de los cuales tienen que ver directamente con el mundo sanitario. A la cabeza de ellos se encuentran las medidas de salud pública, entre las que se incluye algo tan elemental como la potabilización del agua, una medida que no generalizó hasta bien entrado el siglo XX. También los avances epidemiológicos y, de forma específica, el conocimiento progresivo de los diferentes factores de riesgo contra toda clase de enfermedades y la posibilidad de enfrentarse a ellos. Este tema, la entrada en escena de los llamados “factores de riesgo”, es, igualmente, otro fenómeno reciente. Sólo a partir de la publicación de los primeros datos del estudio Framingham, en los años cincuenta del pasado siglo, se empieza a hablar de ello. En mucha menor medida han influido otros avances más directamente vinculados a la salud individual como pueden ser los consegui- 35 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 dos en el campo de la farmacología, de la anestesia o de las técnicas quirúrgicas. Es importante dejar constancia de que, para entender el envejecimiento poblacional, junto a los progresos en el mundo más directamente asociados a la salud han jugado también un papel esencial otros muchos factores directamente derivados de lo que podríamos llamar avances sociales y desarrollo económico. La tercera evidencia en relación con el envejecimiento es la constatación de que según cumplimos años se van produciendo cambios en nuestro organismo. Se trata de modificaciones muy importantes que, planteados de manera simplificada, vienen a traducirse habitualmente en pérdidas. Envejecer equivale a ir dejándose en el camino por vías muy diversas buena parte del enorme margen de reserva funcional con que llegamos al mundo. Son pérdidas que tienen en común el hecho de ir haciéndonos cada vez más vulnerables ante cualquier forma de agresión, facilitando así la claudicación orgánica, la aparición de enfermedad y, en último término, la muerte. Antes de seguir adelante merece la pena recordar algunos conceptos de carácter demográfico. Me refiero a lo que venimos llamando esperanza o expectativa de vida. Se trata de una expresión “polisémica” que requiere ser matizada en cada caso. En primer lugar cabe hablar de lo que la literatura de habla inglesa denomina “life span”, que podríamos traducir como “extensión de vida”, “esperanza o expectativa de vida máxima”. Se alude con ello al máximo período de tiempo que en la mejor situación posible puede alcanzar la vida de un individuo o de un animal determinado. Es un tope diferente para cada especie animal, pero común para todos los diferentes individuos de la misma, y apenas ha experimentado unas mínimas modificaciones a lo largo de los tiempos. En todos los períodos de la historia y en todas las especies animales, han existido individuos excepcionales que, en una proporción muy minoritaria, han logrado alcanzar ese límite. Para poder conocer la esperanza de vida máxima a que puede aspirar un hombre, se hace necesario disponer sin margen de error de sus fechas de nacimiento y de muerte, al- go sólo posible a partir de la instauración generalizada del “registro civil”, lo que tuvo lugar en los países europeos en el primer tercio del siglo XIX a raíz de la Revolución Napoleónica y algo más tarde en el resto del mundo. La ausencia de datos de referencia fiables con respecto a sus fechas de nacimiento anula muchas de las supuestas longevidades extremas que se han venido describiendo en remotos lugares del planeta, casi siempre situados en vallas de gran altitud correspondientes a cordilleras como los Andes, el Cáucaso o el Himalaya. Con el registro civil como referencia se puede afirmar que la esperanza de vida máxima para el hombre se sitúa en torno a los 120 años y que es poco previsible que este tope se modifique significativamente a breve plazo. Conseguir esto último es el objetivo más importante por el que luchan los biogerontólogos. La persona más longeva de la que existe constancia, Jeanne Calment, falleció en Francia, en 1997 a la edad de 122 años. Un segundo concepto es el de «esperanza o expectativa de vida media». Alude al período de tiempo que, con criterios estadísticos, puede previsiblemente vivir un individuo a partir de un momento determinado, bien sea éste el de su nacimiento o el de una edad cualquiera. Requiere también una ubicación física. Para establecer esta cifra se toma como base el conjunto de la población de referencia y se establece el valor medio previsible. Es- te concepto es cambiante, ha sufrido modificaciones muy importantes a lo largo de la historia y también en función del referente geográfico. Los otros dos conceptos importantes relacionados con la esperanza de vida son los de «esperanza de vida independiente» y su contrapunto, el de «esperanza de vida dependiente». Aquí la frontera viene determinada por el hecho de que el sujeto en cuestión sea o no capaz de valerse por sí mismo para llevar a cabo las actividades básicas de la vida diaria o requiera para ello de la ayuda de terceras personas. En este contexto lo que conocemos como “dependencia” se ha convertido en un referente fundamental para nuestra sociedad hasta el punto de haber dado lugar en nuestro país y también en otros a una Ley específica, que algunos han calificado como la base para establecer el cuarto pilar del estado de bienestar en una sociedad desarrollada. El logro de una buena “capacidad funcional” – la antítesis de lo que es la dependencia – constituye el objetivo fundamental de la especialidad de geriatría y representa su reto más específico como especialidad médica. La vejez no es un estado que se alcance de manera brusca. Ni se es viejo a partir de un momento determinado, ni existe ninguna edad que pueda servir como frontera de entrada perfectamente definible. Establecer un tope, una edad, sólo tiene sentido en dos situaciones. Para la administración cuando nos jubilamos, o para los demógrafos y epidemiólogos cuando, por cualquier motivo, necesitan llevar a cabo estudios poblacionales. El envejecimiento se produce de una manera dinámica y viene modulado por tres vías complementarias, conceptualmente muy diferenciadas entre sí, pero que se entrelazan y se superponen a lo largo de los años hasta dar lugar en cada caso a la resultante actual de toda persona sea cualquiera su edad. Estas tres vías serían: En primer lugar la propia fisiología. Aludo con ello a las modificaciones derivadas del uso continuo de nuestro organismo a lo largo de la vida. Son cambios vinculados al simple paso del tiempo. Su característica fundamental es la de ser universales en el doble sentido de 36 afectar a todos los individuos y de hacerlo a cada uno de los componentes orgánicos del mismo, aunque la cadencia de las modificaciones que determinan puede variar de unas personas a otras, así como entre los componentes del propio organismo. Estaríamos hablando de unos cambios que se engloban en gerontología bajo el epígrafe de “envejecimiento fisiológico”. Las pérdidas derivadas del envejecimiento fisiológico, aun siendo universales, afectan especialmente al esqueleto y a los sistemas renal, endocrino, gastrointestinal y neuromuscular, así como a los diferentes sistemas reguladores involucrados en el control de la homeostasis. Las más significativas de estas modificaciones son las pérdidas óseas y musculares, las que afectan a la piel, las pérdidas en el contenido de agua intra y extracelular, el aumento relativo de la proporción de grasas con respecto a los otros principios inmediatos y también la redistribución de las mismas. En un segundo nivel se sitúan los cambios derivados de las secuelas de enfermedades, accidentes o mutilaciones quirúrgicas que cada sujeto ha ido acumulando a lo largo de su vida. Son procesos que, si no han originado la muerte, dejan secuelas funcionales, grandes o pequeñas, que van a obligar a aceptar determinadas limitaciones y adaptaciones orgánicas para suplir la función deteriorada por cada evento patológico. En este caso hablamos de cambios atribuibles a un “envejecimiento patológico” Por último existe un tercer grupo de factores generadores de cambios que se correlacionan directamente con el tipo de vida que ha llevado el individuo. Tiene que ver con las consecuencias de la exposición a lo largo de muchos años a agentes como la contaminación, el humo, el hábito de unas dietas más o menos adecuadas o inadecuadas, el consumo mantenido de agentes tóxicos como el tabaco o el alcohol, el grado de estrés, la falta de actividad física o la exposición a determinados factores de riesgo. Son cambios que reciben el nombre de “ambientales”. Los cambios que he calificado como fisiológicos constituyen lo que en sentido estricto se denomina “envejecimiento primario”, mientras los derivados de la patología o LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS de los factores ambientales suelen ser calificados como formas de “envejecimiento secundario” y ofrecen en la práctica, como veremos, un margen de intervención mucho más amplio. El envejecimiento primario está muy vinculado a factores genéticos y se estima que contribuye hasta en un 25% a las variaciones interindividuales en lo que se refiere a esperanza máxima de vida. Los factores genéticos juegan un papel importante en el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, de muchos tumores, de determinados procesos endocrino-metabólicos o en algunos procesos neurológicos. De acuerdo con el peso relativo que, en cada caso, ha acompañado al envejecimiento del individuo podemos establecer diversas denominaciones que, en todo caso, adolecen de ser excesivamente esquemáticas. Así podemos hablar de envejecimiento eugérico o satisfactorio cuando a lo largo del proceso han dominado los que he definido como “cambios fisiológicos”, con escasa incidencia de aquellos derivados de la patología o de factores ambientales adversos. Serían sujetos que han presentado pocas enfermedades y que, básicamente, han llevado lo que en el lenguaje vulgar se conoce como una vida sana, con un bajo nivel de agresividad por parte de los factores ambientales. En contraposición existe el “envejecimiento patogérico” o acelerado cuando un exceso de enfermedades o accidentes, y/o un grado excesivo de sometimiento a facto- res ambientales nocivos han condicionado cambios excesivos y más precoces en el tiempo del momento en el que previsiblemente podrían haber surgido. Son los sujetos que en el lenguaje popular “representan más edad de la que realmente tienen”. La literatura geriátrica americana utiliza otros dos términos que, en cierta manera, vienen a expresar otras tantas formas de envejecer. Así habla de “usual aging” como representación de lo que se supone la normalidad estadística en este terreno, y de “successful aging” cuando quiere referirse a aquel grupo de individuos que ha logrado llegar a edades avanzadas en un envidiable estado de salud o, dicho de otra forma, que ha sido capaz de lograr un “envejecimiento satisfactorio”. Merece la pena comentar otros dos conceptos muy relacionados con todo lo que se ha expuesto y por los que luchamos quienes, desde cualquier perspectiva, médica o no, trabajamos en el mundo del envejecimiento. Uno de ellos, de carácter poblacional, sería el que alude a la “rectangularización de la curva”. Con él se expresa el deseo de que, mientras no seamos capaces de extender nuestra esperanza de vida máxima, consigamos, al menos, aumentar la esperanza de vida media hasta aproximarla a los límites de vida máxima de forma que las curvas de mortalidad en uno y otro caso se mantengan horizontales prácticamente hasta edades muy próximas a la frontera tope. El segundo de estos conceptos es el de “compresión de la morbilidad” y tiene un carácter mucho más personal e individualizado. Dado que todos vamos a morir y que este hecho va a venir siempre condicionado por alguna enfermedad o incidente de carácter negativo que va a actuar como desencadenante, intentemos que todos aquellos procesos que limiten nuestra vitalidad y en el fondo son los determinantes de nuestra muerte se acumulen (se compriman) en un período corto y último de la vida. Un período de horas, días o semanas, de forma que hasta ese momento hayamos sido capaces de disfrutar de unas condiciones óptimas de salud. En un contexto más amplio cabe recordar que en el año 2001 la Or- 37 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ganización Mundial de la Salud ha acuñado la expresión “envejecimiento activo”, planteándolo como un reto para los próximos años. Sustituiría este eslogan – más que de eslogan habría que hablar de programa propiamente dicho – a aquel que la propia OMS en la década de los noventa definía como envejecimiento saludable. La OMS define el envejecimiento activo como “el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen”. Este concepto fue ratificado y dio lugar a un documento específico en la II Asamblea Mundial del Envejecimiento celebrada en Madrid en el año 2002 2. Envejecimiento satisfactorio. Orientaciones La siguiente cuestión será plantear el cómo podemos comprimir nuestra morbilidad y, en relación con ello, cómo podemos lograr ese envejecimiento satisfactorio, ese “successful aging”, al que todos aspiramos. La respuesta es compleja, pero merecen la pena algunas reflexiones sobre los puntos básicos que nos pueden orientar en este sentido. El punto de partida para lograr este objetivo tienen que ver con la prevención. Referida a la geriatría la prevención suele entenderse como la posibilidad de identificar a los pacientes con un mayor riesgo de presentar determinadas enfer- sibilidades de intervención al día de hoy son mínimas. Nacemos con una carga genética determinada sobre la que en estos momentos no tenemos margen de actuación. Tampoco en la especie humana se han logrado grandes avances a través de los diferentes intentos de bloquear cualquiera de los mecanismos que consideramos involucrados en el proceso de envejecer. Se trata de un campo que es permanente objeto de estudio por parte de los investigadores básicos con la doble aspiración de conseguir alargar la esperanza de vida máxima y de minimizar o suprimir algunas de las consecuencias deletéreas de este proceso, logrando así un envejecimiento más satisfactorio. Sus esfuerzos en el momento actual se centran, sobre todo en modelos animales muy elementales. Disponemos de más posibilidades de alcanzar una vejez saludable cuando nuestros esfuerzos se orientan hacia actuaciones relacionadas con el envejecimiento secundario. El primer objetivo a este respecto será minimizar las consecuencias del llamado “envejecimiento patológico”. Aquí, una vez más, la palabra prevención es clave. Prevención primaria y prevención secundaria referidas a muchas de las enfermedades o accidentes que podemos presentar a lo largo de la vida y cuyas secuelas pueden limitar de manera más o menos severa la calidad futura de la misma. Las medidas preventivas que tratan de evitar la aparición de enfermedades o las consecuencias negativas a corto medades o problemas clínicos, y aplicar las medidas oportunas para minimizar este riesgo. Ello incluye entre otras cosas la identificación de todo tipo de factores de riesgo y la actuación sobre los mismos, la oportunidad o no de establecer medidas de cribado periódico para procesos de alta prevalencia (tabla 1), la recomendación de ciertas indicaciones tendentes a la modificación de los estilos de vida o el recurso preventivo a determinados fármacos o vacunas. Dos principios básicos. El primero es que las medidas preventivas deben ser tomadas muy precozmente. Cuanto antes mejor, a ser posible en la infancia. El segundo establece que ninguna edad es una mala edad para iniciar medidas preventivas, por lo que nunca va a ser tarde para empezar. Los objetivos generales de la prevención en geriatría son: a) reducir la mortalidad prematura originada por enfermedades agudas y crónicas, b) mantener la independencia funcional de la persona tanto como nos sea posible, c) aumentar la esperanza de vida activa (independiente), y d) mejorar la calidad de vida. Ha comentado las vías a través de las cuáles vienen condicionados los cambios asociados al proceso de envejecer. ¿Existe la posibilidad de actuar sobre alguna de ellas de manera que se potencien los aspectos positivos y se limiten los deletéreos? En relación con el envejecimiento primario, eso que llamaba envejecimiento fisiológico nuestras po- Tabla 1. Principales revisiones periódicas recomendables en geriatría Tipo de medida Recomendación Tensión Arterial Mama Mamografía Cada visita, al menos una vez al año Examen físico anual >40 años Cada 1-2 a. de los 50 ai 69 a. y entre 1-3 a. de los 70 a los 85a. Cada 5a Dudoso en muy viejos Cada 3-5 a. >50a. Anual >40a. Examen anual >65a. Examen anual >65a. Examen anual Colesterol Sigmoidoscopia Tacto rectal Vista y oído Boca Testículos, piel Corazón y pulmón Glucemia basal Función tiroidea Glaucoma Densitometría Próstata Modificato da Bloon Periódicamente en grupos de riesgo Ocasionalmente en >65a. Despistaje periódico en 65a. Por especialista En población en riesgo PSA/examen físico anual >50a. Nivel de efectividad Grado de evidencia I I A A I-III II II III III III C B C B C C III III III C C C III III C C-D 38 y largo plazo de las mismas pueden ser de muy diferentes tipos. Muchas son de tipo farmacológico pero también las hay de carácter social y algunas relacionadas con los factores ambientales. A título de ejemplo de algunas de las medidas que tienen más directamente que ver con decisiones de carácter social y que afectan al conjunto de la población citaré las disposiciones orientadas a prevenir eventos como los accidentes de tráfico, los incendios o la contaminación ambiental. Entre las medidas farmacológicas de carácter individual que pueden ser tomadas los ejemplos son infinitos. Quizás el más simple en el campo de la prevención primaria es el relacionado con las vacunas. Seguir de manera correcta el calendario de vacunaciones infantiles ha demostrado ser a todo lo largo del siglo XX una medida fundamental para evitar procesos con secuelas de gran impacto negativo en la calidad de vida futura del individuo. Pensemos en lo que han supuesto las vacunas antipolio o antiviruela. También para las edades avanzadas existe un calendario de vacunaciones bien establecido cuyo seguimiento va a redundar en un envejecimiento más satisfactorio del sujeto. La vacuna anual antigripal y en menor medida la antineumocócicas pueden ser buenos ejemplos al respecto. En la prevención secundaria las posibilidades que ofrece la farmacología actual son enormes. Sólo en la patología cardiovascular recordaré el papel de fármacos como las estatinas, los inhibidores de la enzima convertidora de la angio- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS tensina o los bloqueantes de los receptores betaadrenérgicos a la hora de limitar el avance de la enfermedad y de reducir el número y la severidad de las complicaciones en sujetos con alteraciones lipídicas, con enfermedad coronaria o que han sido víctimas de un episodio de insuficiencia cardiaca. Consideraciones similares pueden hacerse en relación con el empleo de terapia anticoagulante en pacientes con fibrilación auricular o entre los que son portadores de determinadas enfermedades arteriales o venosas. También es hacer prevención y luchar por un envejecimiento satisfactorio conseguir un control adecuado de procesos crónicos generados a partir de las complicaciones severas a que pueden dar lugar procesos como la diabetes mellitus tipo 2, la hipertensión arterial o la osteoporosis. Se trata de trastornos patológicos antes inmanejables y cuyo control se encuentra hoy a nuestro alcance, de manera que su evolución a largo plazo va a depender en cada caso de una aplicación diligente del protocolo terapéutico indicado. Los ejemplos referidos a procedimientos encuadrables centro el capítulo de prevención secundaria pueden repetirse hasta la saciedad, van mucho más allá del aparato cardiovascular, e incluyen también eso que conocemos como campañas de detección precoz de determinadas enfermedades sobre las que es posible intervenir de forma eficaz en sus fases iniciales, mientras que plantean riesgos altos de mortalidad o de cronificación con un pronóstico “no-satisfactorio” en lo que elude a la calidad de vida cuando el diagnóstico se alcanza en fases avanzadas. La necesidad de establecer un cribado cuidadoso es aplicable a muchas formas de patología tumoral, pero también a otras como la hipertensión arterial, la diabetes mellitus tipo 2, la osteoporosis, enfermedades endocrinas como los trastornos funcionales del tiroides, etc. Donde nuestras posibilidades de actuación son mayores en orden a preparar un envejecimiento satisfactorio dentro del capítulo del envejecimiento secundario es en el entorno de todo lo relativo a lo que he denominado “factores ambientales”. A la cabeza de ello hay que situar la educación desde la infancia en lo que se conoce como “estilos de vida saludable”. Tres son los elementos que priman en este concepto: la actividad física, la alimentación adecuada y evitar hábitos tóxicos tipo tabaco o alcoholismo. Las ventajas de una actividad física mantenida a todo lo largo de la vida, pero muy singularmente, practicada en las edades avanzadas, están claramente contrastadas en la literatura médica. La persona físicamente activa vive más tiempo y en mejores condiciones. Así lo demostró ya en los años cincuenta el estudio sobre conductores y cobradores de autobuses londinenses. Pero las ventajas de la actividad física alcanzan también otros terrenos (tabla 2). Mantienen en mejores condiciones hueso y músculo, limitando sus pérdidas fisiológicas, mejoran la función cardiaca y la respiratoria, ayudan a controlar procesos muy comunes como la propia diabetes, la hipertensión arterial, las alteraciones del colesterol o el tabaquismo, mejoran igualmente la función mental colaborando en la lucha contra la depresión y los trastornos de ansiedad, limitan las pérdidas articulares, y, en general, contribuyen de manera decisiva a conseguir un envejecimiento satisfactorio y a que el individuo pueda conservar su autonomía hasta edades muy avanzadas. La edad nunca va a ser una contraindicación para la actividad física ni para el deporte si se practica de la forma más adecuada para cada persona. Ello incluye desde el simple paseo o el baile hasta la práctica no competitiva de deportes como la natación, la marcha, el ciclismo, la gimnasia o el golf. Salvo que existan contraindicaciones evidentes ligadas a patologías específicas bien conocidas, la recomendación debe ser positiva, siempre y cuando se tomen en consideración aspectos como cuál es el tipo de deporte que se desea practicar y la experiencia previa en relación con el mismo. Valorar también el grado de intensidad del ejercicio previsto, las circunstancias ambientales del marco en que se va a llevar a efecto (época del año, espacio físico, hora del día, duración, equipamiento, etc.), las fases de calentamiento y de recuperación, así como cualquier otra circunstancia individual (enfermedades crónicas concomitantes, fármacos en uso, etc.) que puedan determinar un riesgo. 39 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Consideraciones parecidas pueden hacerse con respecto a la nutrición. Una alimentación adecuada es otro de los “hábitos saludables” que se constituye en uno de los principios básicos de prevención en geriatría. La evidencia de la importancia de una alimentación adecua- Tabla 2. Principales ventajas de la actividad física en edades avanzadas – ayuda a mantener una buena masa muscular – mejora la capacidad aeróbica – reduce el riesgo de la enfermedad cardiovascular – estabiliza la densidad mineral ósea, previniendo la osteoporosis – modifica favorablemente la homeostasia hidrocarbonada – ayuda al control de procesos crónicos muy comunes en la vejez (cardiopatía isquémica, hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad, depresión, osteoporosis, etc.) – ayuda en la lucha contra otros factores de riesgo cardiovascular como en tabaquismo o la hipercolesterolemia – reduce las tasas de ansiedad – ayuda a mantener mejor actividad mental – favorece la rehabilitación articular, respiratoria, traumatológica, vascular, post-quirúrgica, etc. – mejora la calidad de vida Tabla 3. Principales recomendaciones en materia de alimentación para las personas de edad avanzada • Ingesta calórica total (Kcal/día)*: hombres mujeres 60-69a. 2400 2200 70-79a. 2200 1900 >80a. 2000 1700 ———————————————————— Si <1500 Kcal/d riesgo alto de déficit de diversos micronutrientes • Ingesta proteica – 1.1 gr/Kg peso/día – aumentar en situaciones agudas médicas o quirúrgicas – reducir si existe insuficiencia renal • Ingesta de hidratos de carbono: – 50-60% del VCT** – Mínimo 150 gr/d. • Ingesta grasa: – 30-40% del VCT** – Grasas monoinsaturadas: 10-15% – Grasas saturadas: hasta 10% – Grasas polisaturadas: 7-8% – Colesterol: <100 mg/d • Líquidos (esencialmente agua): mínimo de – 1.5-21./d • Fibra: – 10-13 grs. por cada 1000 Kcal consumidas – proporción fibra soluble: insoluble de 1:3 • Calcio: – 1200-1500 mg/d (sobre todo las mujeres) • Alcohol – no más de 1 vaso de vino/d. o su equivalente * La ingesta calórica total va a venir muy condicionada por las características individuales del paciente (peso, talla, sexo), por la presencia o no de enfermedades asociadas y, sobre todo, por su grado de actividad física. ** VCT: Volumen Calórico Total da, algo que suele ir unido a otras prácticas saludables dentro del estilo de vida del individuo, ha sido ampliamente demostrada por muchos estudios. Las recomendaciones toman aquí también como referencia el sentido común y deben partir de un buen conocimiento de los problemas nutricionales más frecuentes en el anciano, así como de sus requerimientos energéticos y de las necesidades y carencias en cuanto a vitaminas y minerales. Se recomienda una alimentación variada, acorde con los hábitos previos del sujeto. Que contenga suficiente aporte energético y que sea rica en alimentos frescos, en productos lácteos, en vitaminas y en minerales (tabla 3). Los niveles séricos de calcio, de vitamina D y de ácido fólico suelen estar bajos en una proporción elevada de ancianos. En determinadas situaciones puede estar indicada la administración de suplementos nutricionales o de dietas enriquecidas con vitaminas o minerales. Las ventajas de una administración sistemática y universal con fines preventivos de estos productos o de megadosis de algunas vitaminas o minerales resultan muy cuestionables. Es fundamental que el anciano ingiera una cantidad suficiente de líquido, nunca inferior a los dos litros diarios. Con la edad se reduce tanto la cuantía de líquido intra como extracelular, así como la sensación de sed. Ello hace que en situaciones de aumento de pérdidas como pueden ser las temperaturas elevadas, la presencia de vómitos y de diarreas, la fiebre o las quemaduras, el riesgo de deshidratación aumente y con él las posibilidades de claudicación funcional renal o del sistema nervioso central. Otra recomendación es la de fomentar el consumo de fibra, tanto a través de alimentos ricos en ella, como si fuera necesario, mediante preparados específicos. Con ello vamos a hacer prevención primaria – y secundaria – de procesos como el estreñimiento y la diverticulosis de alta prevalencia entre los ancianos y vamos a poder controlar mejor enfermedades como la diabetes mellitus tipo 2. El consumo de alcohol no tiene por qué ser prohibido de manera taxativa, salvo en situaciones muy concretas, pero sí debe ser limitado a un máximo de 1-2 vasos de vino 40 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS diario o sus equivalentes en otras bebidas alcohólicas. En cambio el tabaco sigue siendo factor de riesgo para múltiples procesos cardiovasculares, respiratorios y tumorales a cualquier edad, por lo que la recomendación será siempre suprimirlo. El punto siguiente tienen que ver con la posibilidad de conocer y actuar sobre los llamados factores de riesgo (FR), tanto sobre aquellos de carácter general como sobre los que son específicos para determinadas patologías. Aunque el concepto de factor de riesgo estuvo inicialmente vinculado al aparato cardiovascular, en estos momentos es sibles medidas de intervención en este campo – como en otros – se fundamenta en una buena educación sanitaria del anciano, de su entrono y de la sociedad en general. En este sentido resulta fundamental el papel tanto de los profesionales de la salud, como de los educadores a cualquier nivel y el de los responsables de los medios de comunicación. El cuidado de los órganos de los sentidos y de la boca es otro punto clave para el logro de un envejecimiento satisfactorio. Sus alteraciones son muy comunes, incrementan la morbimortalidad de quien las sufre, dan lugar a importantes limita- aplicable a cualquier tipo de proceso y, al menos en el caso concreto de la persona mayor, va más allá de lo puramente médico para entrar en la esfera de los problemas sociales. Los efectos positivos de la lucha contra los FR entre la población de más edad han sido estudiados más tardíamente que en la población más joven, pero también han demostrado ampliamente su eficacia en este grupo etario. Hay que destacar que aquellos FR que afectan a viejos y menos viejos no son siempre los mismos, ni cuando lo son actúan siempre con la misma intensidad en los distintos grupos de población. Hablar de FR con referencia a la población de más edad es abrirse a un enorme abanico de procesos médicos y de situaciones y problemas sociales, muchas veces íntimamente relacionados entre sí. Es importante conocerlos bien para poder afrontarlos con garantías desde la óptica de la prevención. Hoy por hoy disponemos, afortunadamente, de información suficiente como para poder ser eficaces en la mayor parte de los casos. La base principal de todas las po- ciones funcionales e inciden muy negativamente sobre la calidad de vida del individuo. Las pérdidas en los órganos de los sentidos, en vista y oído principalmente, se suelen incluir dentro de los grandes síndromes geriátricos. La prevención específica referida a la patología sensorial pasa por tomar conciencia de que sus pérdidas, aun siendo inherentes en buena medida a los cambios condicionados por la edad, no deben constituirse nunca en una especie de fatalismo al que haya que resignarse por obligación. Son pérdidas que en muchos casos pueden prevenirse mediante revisiones periódicas precoces que detecten y corrijan en origen y de acuerdo con su etiología las eventuales pérdidas que puedan irse produciendo. En todo caso, siempre existe la posibilidad de prevención secundaria y terciaria sin que la edad vaya a constituir en ningún caso una contraindicación para ello. El deterioro de la piel y de la boca del anciano se ha visto sometido, como, en menor grado, el de la vista y el oído, a un desinterés histórico. Un desinterés, insisto, cargado de llamadas a la resignación. Si tomamos como ejemplo de referencia el caso de los dientes cabe recordar que la proporción de ancianos total o parcialmente edéntulos es enorme. Carecer de dientes, además de influir muy negativamente en la calidad de vida del anciano, se convierte en factor de riesgo para otros muchos procesos relacionados con la nutrición o con la patología local de carácter infeccioso o tumoral. Por ello también en este campo resulta imprescindible aplicar medidas preventivas en forma de recomendaciones higiénicas y de revisiones periódicas. El anciano es un gran consumidor de fármacos que, además, con enorme frecuencia se autoprescribe. Ello hace que el riesgo de presentar reacciones adversas a los mismos (iatrogenia) sea muy alto. Debe revisarse periódicamente tanto el grado de cumplimiento terapéutico como la eficacia en la respuesta a aquellos fármacos que se ha considerado necesario mantener, para suprimir en cada momento los que no se precisen. Se sabe que, mucho más que por la edad, la aparición de reacciones adversas viene condicionada por el número de fármacos consumidos. Otra recomendación es la relativa a las medidas de cribado ante determinados procesos que, bien por su severidad, bien por su carácter invalidante o por su alta prevalencia en este segmento de población constituyen un problema de primer orden. Si la cuestión se plantea desde la perspectiva del cáncer conviene recordar que hablamos de la segunda causa de mortalidad entre la población mayor, sólo superada por las enfermedades cardiovasculares, con la peculiaridad de que así como la lucha contra estas últimas está demostrando su eficacia en los diez últimos años, no existe evidencia de una disminución de la patología tumoral en este período de tiempo. Desde un punto de vista teórico la forma ideal de actuación para prevenir una patología oncológica sería la prevención primaria a través de una interacción sobre los agentes cancerígenos. Algo poco operativo a corto plazo dado que nuestros conocimientos son aún escasos y, además, implicaría una actuación en edades mucho más precoces. En todo caso sabemos que algunas medi- 41 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 das como evitar el tabaco, modificar determinadas dietas o evitar exposiciones excesivas al sol son muy eficaces en este campo. Los únicos tumores orgánicos malignos para los que existe un nivel de evidencia alto en cuanto a la efectividad de las revisiones periódicas (cribado) en este grupo etario son el de mama (autoexploración y mamografías periódicas), el de próstata (tacto rectal y PSA) y el de intestino grueso (recto-sigmoidoscopia periódica de sujetos en riesgo, especialmente en aquellos con antecedentes familiares o personales). También para los tumores de piel. Otros cánceres como el de cérvix requieren intensificar los esfuerzos a edades más precoces, mientras que en casos como el de pulmón, el estómago u otros no existe aún evidencia suficiente. Dentro de la prevención cabe incluir también aquellas medidas dirigidas a mejorar el entorno social. Problemas como la soledad, la mala situación económica o la falta de apoyos familiares inciden en la calidad de vida y dificultan un envejecimiento satisfactorio. La lista de posibles actuaciones en este campo es amplia y compromete las competencias de las administraciones. Engloba desde disposiciones orientadas a mejorar el ambiente y luchar contra la contaminación hasta otras más específicas y relacionadas con problemas muy concretos. Merece la pena insistir en la noaceptación de ninguna forma de discriminación basada en la edad. Se trata de un mal hábito muy introducido en la sociedad en general y también en la práctica clínica diaria. Un mal hábito del que con frecuencia participa la familia, pero también los médicos y la propia estructura sanitaria. La edad en si misma nunca debe figurar en ningún listado de contraindicaciones, por más que el individuo anciano necesariamente vaya a ser sujeto frecuente de esas contraindicaciones simplemente aplicándole los criterios generales establecidos para el común de las personas. Vemos que muchas de las medidas necesarias para un envejecimiento satisfactorio son de carácter social y educacional. Implican un cambio de mentalidad que afecta a los estilos de vida y su inicio debe establecerse en edades muy precoces. Si en todos los tiempos y sea cual sea la edad del individuo el hombre siempre ha considerado a la salud como su don más preciado, habrá que priorizar este tema y arbitrar los recursos necesarios para que ese logro que hoy ya ha dejado de ser utópico para convertirse en una posibilidad real, se consolide como la forma habitual de envejecer. No debe faltar una llamada de atención a algo cada vez más frecuente en nuestra sociedad, de lo que apenas se habla. Me refiero a los abusos, negligencias y malos tratos a los ancianos. Desde los años ochenta la literatura médica, y también en menor medida la jurídica, ofrece un testimonio creciente de hasta que punto estamos ante un problema real que puede afectar, según los criterios utilizados para valorarlo y el medio en el que se ha llevado a cabo el estudio, a proporciones entre el 5 y el 20% de la población mayor. Es una forma de violencia doméstica como la ejercida sobre la mujer o sobre el niño. Sin embargo, en la práctica resulta bastante ignorada hasta el punto de dar la impresión de parecer ajena a las preocupaciones del conjunto de nuestra sociedad. Hoy conocemos los principales factores de riesgo para convertirse en víctima de estas lacras. También disponemos de estudios que nos dibujan el perfil preferente tanto del agresor como de las víctimas, sabemos el por qué de los silencios, y gozamos de otra mucha información del máximo interés. Conocemos también, y este es mi segundo comentario, las posibilidades de prevención en este campo. Todas pasan por no ser indiferente ante el problema, por saber que existe, por estar sensibilizados ante él, y por intervenir de oficio si llega el caso, aunque sea con la mayor discreción posible, ante la menor sospecha al respecto. Todo lo anterior nos conduce a una conclusión inequívoca. La mejor manera de conseguir un envejecimiento saludable pasa por la prevención. Una prevención iniciada en las épocas más precoces de la vida, mantenida de manera ininterrumpida durante toda ella y que sigue conservando su valor en las edades avanzadas. Una prevención cuyo eje central debe basarse en lo que llamamos hábitos de vida, y que a nivel colectivo exige, fundamentalmente, esfuerzos por conse- guir una buena educación sanitaria de la sociedad en su conjunto. Un objetivo que abarca un horizonte muy amplio en el que se incluyen junto a las medidas estrictamente sanitarias otras de carácter ambiental, económico y social. Prof. JOSÉ MANUEL RIBERA CASADO Director del Servicio di Geriatría del Hospital San Carlos, Madrid ,España. Bibliografía general recomendada CALDUCCI L. BEGHÉ C (2002). – Prevention of cancer in the oliere person. Clin. Geriatr Med 18:505-528. BLOON HG (2001). – Preventive medicine. Whento screen for diseases in older patients Geriatricas 56(4):41-48. DE BACKER G, AMBROSDIONE E, BORSCHJOHNSEN K, et al (2003). – European guidelines on cardiovascular disease prevention in clinical practice. Third Joint Task Force of European and other Societies on Cardiovascular Disease Prevention in Clinical Practice. Eur Heart J 24:1601-1610. Defensor del Pueblo (2000). – La atención sociosanitaria en España: perpsectiva gerontológica y otros aspectos anexos. Defensor del Pueblo. Madrid. FIATARONE MA (2002). – Exercise to prevent amd treat functional disability. Clin Geriatr Med 18:431-462. FRIES JF (2002). – Successful aging-an emerging paradigm of gerontology. Clin Geriatr Med 18:171-182. GOLDBERG TH, CHAVIN SI (1997). – Preventive medicine and screening in older adults. J Am Geriatr Soc 45:344-354 GUARANTE L, KENYON C. (2000). Genetic pathways that regulate aging in model organismo Nature 408:255-262. HAVEMAN-NIES A, DE-GROOT L, VAN STAVEREN WA (2003). – Dietary quality, lifestyle factors and healthy ageing in Europe: the SENECA Study. Age Ageing 32:427-434. HERZOG AR, OFSTEDAL MB, WHEELER LM (2002). – Social engagement and its relationship to health. Clin Geriatr Med 18:593-609. MEYYAZHAGAN S, PALMER RM (2002). – Nutritional requirements with aging. Prevention of disease. Clin Geriatr Med 18:557-576. MEHR DR, TATUM PE (2002). – Primary prevention of diseases in old age. Clin Geriatr Med 18:407-430. 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TURNER 4.2 Tecnologías científicas y cambios industriales en el cuidado médico de los ancianos Introducción Los cuidados sanitarios y pastorales deberían proceder siempre al mismo paso, pero de parte nuestra debemos proteger y favorecer sobre todo la pastoral, ya que el movimiento acelerado de la ciencia médica a veces amenaza con sofocarla. En 1999 el Santo Padre Juan Pablo II escribió una carta a los ancianos. “¡A mis hermanos y hermanas ancianos! Hoy, gracias a los progresos de la medicina así como a las mejores condiciones sociales y económicas, en muchas regiones del mundo la vida se ha prolongado considerablemente. No obstante la fatiga y el dolor que la distinguen, el don de la vida es demasiado bello y precioso para que podamos cansarnos”. El Papa nos recuerda que hoy gozamos de mayor longevidad, haciendo resaltar el valor del don de la vida. El fenómeno del progreso científico y tecnológico ha estado acompañado por dilemas cada vez más numerosos. Muchos son los progresos buenos y útiles que se han realizado, pero la posibilidad de mayores elecciones pone a prueba nuestra ética y nuestra filosofía asistencial. La marcha de los cambios científicos se ha acelerado considerablemente en los últimos cincuenta años y, sin embargo, debemos recordar y apreciar todo lo que ha sucedido antes. A veces debemos re-aprender de las lecciones de la historia. Como Director de medicina me he formado con Sir David Weatherall Nuffield, Profesor de Medicina en la Universidad de Oxford. El “Weatherall Institute of Molecular Medicine” es la representación de la leadership en la investi- gación médica del siglo XXI en el campo de la genética y ha ayudado a comprender las moglobinopatías como la talasemia, difundida sobre todo en el Mediterráneo oriental1. El Instituto se encuentra cerca de la famosa “Bodleian Library”, que conserva una abundante colección de manuscritos históricos medievales, que representan la lenta acumulación de conocimiento y erudicción de la humanidad a lo largo de los siglos. Enfermedades industriales La herencia sanitaria de las enfermedades pulmonares debido al progreso industrial sigue aún después de mucho tiempo desde que han sido removidas las viejas industrias pesadas. La inhalación del polvo de las piedras era un efecto colateral de la industria de los cuchillos y cuando yo era jovencito he visto a muchos hombres sentados fuera de sus casitas en hilera que tosían sin respiro. La radiografía del tórax revela los cambios difundidos de la silicosis pulmonar y los test del funcionamiento pulmonar miden el relativo declino del intercambio de oxígeno a nivel alveolar. La revolución industrial estuvo alimentada por el carbón y los mineros estaban expuestos a los efectos combinados de la inhalación del polvo de carbón, teniendo como resultado la pneumoconiosis que se demuestra por medio de la TAC de elevada resolución del tórax. La complicación más seria para la exposición al amianto es el mesotelioma que tiene un prognóstico infausto y a menudo se verifica después de un largo período, por la exposición a la presentación clínica. Incluso las familias corren el riesgo de estar expuestas a una exposición secundaria cuando se lava la ropa contaminada con fibras de amianto. El amianto era muy empleado en los sistemas de aislamiento industrial y en la industria naval. El mesoteliona se evidencia bien con la TAC y la resonancia magnética, pero es conocida su resistencia al tratamiento. Tecnologías salvavidas y mejora de la vida La famosa obra de Miguel Angel en la Capella Sixtina, aquí en Vaticano, que representa la creación de Adán, nos indica la chispa milagrosa de la vida. Los desfibriladores cardiacos que se pueden implantar constituyen un ejemplo notable de la tecnología médica moderna y podemos decir que literalmente transmiten una chispa de vida. Un sacerdote de la Archidiócesis de Liverpool que he encontrado recientemente por razones profesionales, me ha narrado su dramática historia médica. Había tenido un colapso mientras celebraba un funeral y lo reanimó un parroquiano calificado en el ámbito médico. Luego de su internamiento en el hospital tuvo varios episodios de fibrilación ventricular y de paro cardiaco y cada vez lograron reanimarlo. Con mucho éxito implantaron en él un desfibrilador cardiaco en miniatura. Los numerosos progresos de la medicina no sólo han ampliado la duración de la vida, sino han aumentado de modo desmedido la calidad, como lo ilustran muy bien los progresos en cirugía conjunta de las protesis. Sigue el progreso y las mejoras en el ámbito de la técnica quirúrgi- 43 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ca y de aquella tecnológica para proyectos de las prótesis. Se logra realizar ya en forma mínimamente invasiva la sustitución de la cadera y la sustitución unicompartimental de la rodilla. Las dos operaciones comportan algunos días de hospitalización, con un bajo porcentaje de complicaciones y tiempos más rápidos para la rehabitlitación. De lo anterior podemos decir que no es sólo el receptor que saca provecho, sino también toda la familia, así como la sociedad en general. Ha habido también una transformación en los servicios en lo que se refiere al hictus. Éste está vinculado con la edad con una incidencia creciente y en el pasado muy a menudo era una sentencia de muerte y de elevada invalidez. Los resultados están mejorando ahora con el aumento de unidades especializadas, la identificación de los factores de riesgo, el control y una mayor puntualización en la prevención. Está aumentando el empleo de trombolisis en la isquemia pero requiere un diagnóstico tempestivo con un rápido acceso al scanning y a equipos altamente organizados. La mejora quirúrgica del flujo de sangre arterioso a través de las arterias carótidas ha tenido como resultado un neto aumento en el logro de endarterectomias de la arteria carótida y el desarrollo de técnicas quirúrgicas sofisticadas que incluyen el implante de stent y la protección del tejido cerebral de la embolización durante la intervención. Buenos resultados dependen también de la atenta elección de pacientes idóneos que emplean ultrasonidos Doppler y angiografía con resonancia magnética para identificar las zonas de la estenosis. El creciente número de pacientes dementes, puede ser considerado como parte del precio que se paga por los éxitos médicos para mejorar el porcentaje de supervivencia de enfermedades infectivas y cardiovasculares y del cáncer. Se prevé que para el año 2025 en el Reino Unido los casos de demencia se duplicarán hasta superar el millón. Además de la gravedad que comporta la demencia en sí, esta enfermedad constituye un importante factor de complicación en el trato y en los resultados de otras situaciones y corre el riesgo de ser uno de los retos mayores para la salud y la asistencia social en las sociedades tecnológicamente adelantadas. Contagio – antiguo y moderno En 1347, el monje franciscano Michele Di Piazza narró la llegada de la peste a Sicilia con los barcos mercantes que provenían de Venecia2. Describió detalladamente la transmisión por vía aérea de la peste pulmonar y la velocidad devastadora de su evolución, desde que surgía hasta la muerte. Las consecuencias fueron de tal magnitud que Europa cayó en una crisis social e institucional de amplias proporciones. The Plague of Ashdod. Nicholas Poussin – pintado en Roma y expuesto en el museo de Louvre de Parí, captura de modo soberbio dicha tragedia3. La pulga del ratón que llegaba de China y que se nutría de sangre humana, fue el medio de transmisión que sembró rápidamente la bacteria Pasteurella Pestis responsable de la peste. La peste aún no ha desaparecido completamente. Cada año en el mundo se verifican cerca de 3000 casos. Un signo espantoso de nuestros tiempos es que los bioterroristas modernos consideren el empleo de la peste como arma biológica. El aumento de las bacterias MRSA y clostridium difficile son amenazas a la nueva era de la medicina y atraen el interés de los media. Regularmente leemos títulos como el siguiente: “Temor para los clínicos en Hospital” - BBC News4. La combinación de cirugía compleja, los múltiples episodios de hospitalizaciones, los cuidados intensivos y el enorme empleo que se hace de toma de sangre y endovenosas, proporcionan las condiciones fértiles para ello. Debemos ser muy disciplinados en el empleo de los antibióticos y, al mismo tiempo, obtener los estándares más elevados de higiene clínica y de limpieza hospitalaria. Le decisiones al término de la vida La representación de la escena del lecho de muerte de George Washington con su médico; de cerca del 18005, refleja las pesadas responsabilidades de los médicos frente al término de la vida. El aumento del consumismo, combinado con las nuevas formas de secularismo agresivo [Richard Dawkins. The God Delusion], es una fuerza política y social que ha acrecentado las dificultades de los médicos en el momento de tomar decisiones. Está aumentando el empleo de directivas anticipadas y de un testamento vital y en muchos países existe una legislación al respecto, que crea muchos dilemas de naturaleza ética entre médicos, pacientes y familiares. La reanimación cardiopulmonar [CPR] es eficaz y a menudo es salvavidas en situaciones como el síndrome coronárico agudo. En enfermedades progresivas irreversibles en estado adelantado como tumores metastásicos en el último estadio, la insuficiencia respiratoria adelantada y la insuficiencia cardiaca o una grave demencia, los resultados clínicos de la CPR son más bien escasos. Gráf. 1) Tendencias en los MRSA para Inglaterra y Gales Oficina Gubernamental de Estadísticas Nacionales del Reino Unido Gráf. 2) Tendencias en el Clostridium Difficile Oficina Gubernamental de Estadísticas Nacionales del Reino Unido 44 En estas circunstancias un énfasis inadecuado sobre la CPR puede entrar en conflicto con la filosofía asistencial necesaria para focalizar la dignidad humana y el proceso de muerte natural con todo el necesario apoyo de enfermería, médico y pastoral6. Primum non nocere Dado que las elecciones terapéuticas son cada vez más numerosas, a menudo debemos recordar a nosotros mismos el imperativo de ‘Primum non nocere’. Alimento y fluidos son elementos fundamentales para sostener la vida. En los pacientes ancianos frágiles con enfermedades graves, cierta dificultad para deglutir es común y comporta cierto riesgo de pulmonías por aspiración. En el Reino Unido cada vez más a menudo se cuelga el aviso ‘Nil by Mouth’ (nada por boca) sobre la cama del hospital. ¿Cuáles son las consecuencias y qué elecciones se debe realizar posteriormente? Fluidos intravenosos Fluidos subcutáneos Alimentación con sonda nasogástrica Yeyunostomía por vía endoscópica Nutrición parenteral Estas técnicas son importantes, pero todas presentan limitaciones y complicaciones. Cuando es posible, se prefiere la LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS vía oral, pero en el caso de pacientes ancianos enfermos se necesita la presencia de una enfermera preparada para suministrar frecuentemnte cierta cantidad de fluidos, alimentos semi-sólidos o alimentación líquida. Pero esto requiere tiempo, y la carga de trabajo de los enfermeros puede llevar a un suministro tecnológico prematuro de fluidos y alimentos. Cada vez es mayor el tiempo que los enfermeros deben dedicar a las prácticas burocráticas y a la introdución de datos en el ordenador, en desmedro de los cuidados directos a favor de los pacientes, no sólo físicos sino también emotivos y pastorales. Recordemos que debemos tratar de emplear nuestra tecnología cada vez más a favor del paciente, poniendo atención en evitar infligir procedimientos no necesarios. Mayor examinó a un grupo de pacientes que murieron después de 30 días de la endoscopia7. La causa de la muerte no fue la endoscopia sino la gravedad de las enfermedades asociadas y, por tanto, se preguntó si la intervención fuese justificada. Dado que el empleo de la tecnología moderna médica se vuelve cada vez más complejo, debemos seguir recordándonos que la ciencia debe estar acompañada por el arte de la medicina y mitigada por la asistencia y por la preocupación por cada uno de los pacientes. Las cualidades del médico compasivo se encuentran bien representados por Sir Luke Fildes en el cuadro The Doctor8. Conclusión Hace diez años, el Sumo Pontífice Juan Pablo II dirigió a esta conferencia las siguientes palabras: “Las intervenciones han puesto en evidencia la complejidad de los problemas sanitarios en el mundo actual”. Las complicaciones en el campo de la asistencia sanitaria se han vuelto más amplias. La toma de decisiones de parte de los médicos se ha vuelto más pesada. La necesidad de una fuerte base ética es cada vez más grande. Dr. JOHN J. TURNER Médico especialista University Hospital Aintree Liverpool, Inglaterra Notas 1 WEATHERALL D.J., The Thalassaemias. Chapter 3.19 Oxford Textbook of Medicine: Oxford University Press, 2000. 2 MICHAELIS PLATIENSIS, Historia Sicula ab anno 1337 ad annum 1361 published in Classic Descriptions of Disease; Charles C Thomas, Springfield Illinois, 1945. 3 NICHOLAS POUSSIN, The Plague of Ashdod, 1630; The Louvre Paris. 4 Bbc.co.uk/ health; 30 Jan 2007. 5 George Washington in his last illness attended by his Physicians. C.1800; Coloured Engraving. Olds Collection, New York historical Society. 6 TURNER JJ., bmj.com; Do Not Resuscitate or fly; Editor.s Choice. Rapid Responses 26 Feb 2006. 8 MAYOR, S., A Study of seriously ill patients undergoing endoscopy in the final phase of life. BMJ 2004:329;873. 9 SIR LUKE FILDES, The Doctor. Tate Gallery London. Published in Medicine and Art. The Royal Society of Medicine Press, 2003. 45 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 FRANÇOISE FORETTE 4.3 Perspectivas terapéuticas en gerontología Ante todo, es preciso tener en cuenta algunos principios: – Ningún fármaco es específico de la edad adelantada. – Antes de ser sumergidos en el mercado, todos los medicamentos, cuando se dirigen a enfermedades cuya frecuencia aumenta con la edad, deberían ser estudiados después de los 80 años. Pero no es así. La mayoría de los test ha comportado el límite de los 60 años de edad. Pruebas más recientes han elevado el nivel pero raramente se supera la barrera de los 80 años, mientras que los ultra octuagenarios a menudo polipatológicos son grandes consumidores de medicamentos. – Existe un mal empleo de los medicamentos: (disuse) - Por un lado, el número de fármacos prescritos a menudo es demasiado elevado (overuse) y comporta un riesgo yatrógeno. Más del 20% de las hospitalizaciones están vinculadas con tratamientos inadecuados. - Por el otro, los fármacos recomendados son sub-empleados por las personas muy ancianas (underuse). Consideremos el conjunto de las enfermedades relacionadas con el envejecimiento: enfermedades cardiovasculares, enfermedades emparentadas, osteoporosis y fracturas, depresión, cánceres, disturbios sensoriales. Se ha demostrado que la mayoría de estas afecciones no es tratada según las recomendaciones de la medicina fundada en las pruebas (evidence-based medicine). Tomemos tres ejemplos sobre el mal empleo y del sub-empleo: la insuficiencia cardiaca, la osteoporosis y el morbo de Alzheimer. de la insuficiencia cardiaca con la edad, (Kannel W 2000) Un reciente estudio (Euro Heart Failure Survey 2005) muestra que no se aplican los tratamientos recomendados: los inhibidores del enzima de conversión y los betabloqueantes recomendados actualmente son realmente menos de los prescritos después de los 75 años mientras la dioxina lo es más. La previsión ha mejorado de modo importante, incluso después de los 85 años cuando se utilizan los inhibidores del enzima de conversión (Gambassi 2000). Osteoporosis y las fracturas Las fracturas de cadera y de las vértebras son una fuente de mortalidad y de ingreso en la dependencia que reconocen numerosos textos. Las previsiones indican que en el mundo el número de fraturas está aumentado y pasan de 1,66 millones del 1990 a 6,26 millones hacia el 2050 (Cooper 1992). Estrategias de prevención que pasan entre otros por el tratamiento de la osteoporosis están disponibles pero son empleados de manera insuficiente (Gehlbach 2007). Menos del 50% de las mujeres de elevado riesgo de fracturas reciben el tratamiento adecuado, que se trate de calcio y vitamina D, de bifosfonatos, de teriparatida o de ranelato de estroncio. Sólo el 17% de las mujeres ancianas afectadas por fracturas reciben un tratamiento adecuado. Veamos a continuación un segundo ejemplo de subtratamiento. Datos comparables se observan para el tumor y la depresión. Morbo de Alzheimer Insuficiencia cardiaca Todos los trabajos epidemiológicos muestran el drástico aumento Esta enfermedad plantea cuestiones particulares ante el dramático aumento con la edad de su incidencia y de su prevalencia (Ferri 2005): el número de pacientes pasará de 20 millones del 2001 a 80 millones en el 2040 si no se descubrirá algún tratamiento preventivo o curativo. Existen 4,6 millones de nuevos casos por año, uno cada 7 segundos. – La puesta en juego para la salud pública es considerable. – Los fármacos sustitutivos sintomáticos disponibles son subutilizados. – La búsqueda de métodos de prevención o de medicamentos que actúan en el proceso debe ser estimulada de modo prioritario. En Francia, dichos métodos se refieren a 850.000 personas, el 25% de la población con más de 85 años, y 225.000 nuevos casos por año. Una persona de cada 2 no es diagnosticada y sólo el 17% de los pacientes son tratados con los medicamentos disponibles. Actualmente existen tratamientos sintomáticos sustitutivos. Entre ellos hay tratamientos colinérgicos que se sustituyen al neutransmisor más defectuoso, la acetilcolina. Se trata de tres inhibidores de la acetilcolinesterasa, el donepezil, la rivastigmina y la galantamina (Birks J 2006). Un cuarto agente no colinérgico, la memantina, es un inhibidor de los receptores NMDA (Aerosa 2005). Los resultados de estos tratamientos muestran una mejoría moderada pero importante de las funciones cognitivas de las actividades de la vida cotidiana y del juicio global en el paciente. Ciertamente, existe un efecto-dosis y algún efecto secundario colinérgico. El período de efecto es limitado en el tiempo pero su beneficio es continuado si se compara con el placebo. Los tratamientos sintomáticos del morbo de Alzheimer han abierto una nueva era de investigación. Han mostrado a los investigadores y a inversionistas industriales que el mito de la incurabilidad absoluta 46 de la enfermedad estaba afectado seriamente y que era prometedora una marcha paso a paso comparable a la que han empleado los especialistas del SIDA. Han encontrado que una mejora de los síntomas proporcionada por los tratamientos sustitutivos, ciertamente moderada pero percibida por el médico y por el paciente, permitiría que éste siga viviendo por más tiempo una vida que valdría la pena de ser vivida circundado por sus familiares. No se debe subestimar este éxito y es conveniente que no se beneficie sólo un número dramáticamente bajo de pacientes. Los importantes progresos del conocimiento de la enfermedad permiten que hoy se vislumbren acercamientos que actuen en la cadena de lesiones del cerebro y permitan retrasar, es decir, bloquear el proceso patológico (cfr. Blennov 2006 et Klafki 2006). Debemos ser claros, los nuevos acercamientos se basan en hipótesis y hasta el momento ninguna cuenta con una confirmación definitiva. Como propuesta más común tenemos la hipótesis amiloide. Hipótesis amiloide De los objetivos posibles – la placa amiloide extracelular y la degeneración neurofibrilar intraneuromal – la elección recae principalmente en la primera. El objetivo es intentar influir en la producción, la agregación, el depósito y/o la clearance de la proteína amiloide A beta. Según esta hipótesis, el elemento inicador de la cadena de las lesiones sería el desequilibrio entre la producción de Aβ y su clearance fisiológica. En las enfermedades familiares, el desequilibrio se debería sobre todo a la superproducción de la Aβ conexa con las mutaciones de los genes de la APP y de las presenilinas, mientras que las enfermedades esporádicas sufrirían sobre todo de una reducción de la clearance protéica bajo la influencia de los factores de riesgo genéticos como el APOE 4 y de factores ambientales. La acumulación en una cantidad anormalmente elevada de A beta 42 soluble o insoluble comportaría anomalías sinápticas, la formación progresiva de las placas, la activación de la microglia y de las astro- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS citas con su seguimiento de inflamación, de las reacciones oxidativas y de las alteraciones iónicas intraneuronales, de las disfunciones neuronales con déficit de neurotransmisión. En fin, posiblemente alteraciones de los sistemas de quinasis y de fosfatasis conducirían a la hiperfosforilización de las proteínas tau que constituyen los microtubulos y a la formación de las degeneraciones neurofibrilares actuando como trámite entre las dos lesiones y conduciendo a la muerte neuronal y a los déficit cognitivos. Los acercamientos anti-amiloides obstante la ausencia de actividades de beta-secretasa (Luo Y 2001). Otras obras han puesto en evidencia que el suministro oral de un inhibidor no peptídico selectivo de Bace-1 disminuiría el clivaje beta de la APP y comportaría una reducción importante de la A beta 40 y de la A beta 42 en el cerebro de ratones transgénicos APP (Hussain 2007). Se están realizando otras experimentaciones que muestran que es posible el desarrollo de este acercamiento terapéutico. Numerosos grupos han sintetizado dichos inhibidores. Pocos de ellos satisfacen todas las condiciones necesarias para el desarrollo (Hill 2007). Se están desarrollando tres tipos de tratamiento basados en la hipótesis amiloide: – Los moduladores de la secretasa – La inmunoterapia activa (vacuna) o pasiva – Los inhibidores de la agregación fibrilar del amiloide Moduladores de la secretasa La proteína amiloide de 40 a 42 ácidos aminados proviene de una doble sección de una proteína normal del organismo, la APP de 650 a 770 ácidos aminados. El metabolismo de la APP tiene lugar bajo la acción de tres secretasas, alfa, beta y gama secretasas, según dos vías: – Una vía fisiológica, no amiloidógena tiene lugar bajo la acción de la alfa-secretasa que corta en dos la secuencia de la A beta liberando un grande fragmento de la APP soluble, luego bajo aquella de la gama secretasa que disgrega el fragmento C terminal. – La vía amiloidógena tiene lugar bajo la acción de la beta secretasa que disgrega la APP al comienzo que la secuencia de la A beta luego bajo aquella de la gama secretasa que libera el fragmento libre que constituye el péptido amiloide A beta 42 o A beta 40. Para inhibir la vida amiloidógena, el objetivo sería estimular la alfa-secretasa, así como inhibir las beta o gama-secretasas. Las «Baces 1 inhibitors» o inhibidores de beta-secretasa Las experimentaciones animales han demostrado ampliamente que los ratones “Bace knockout” conservarían un fenotipo normal no Inhibidores de la gama secretasa El desarrollo de estas sustancias ponía teóricamente un mayor número de cuestiones en los efectos secundarios posibles en la medida en que el clivaje de este sitio corre el riesgo de alterar funciones vitales como las de Notch, lo que podría interceptar un bloqueo de largo plazo (Hull 2006). El objetivo es descubrir productos selectivos para el clivaje de la APP y que inhiben sobre todo la formación de la Aβ42 que se agrega más (Evin 2006). Se han desarrollado algunos productos que no se refieren a la señal Notch (Petit 2001) y parecen bien tolerados en los estudios de fase 1 (Siemers 114). Activadores de la alfa secretasa Los estimuladores de la alfa secretasa tienen el objetivo de orientar el metabolismo de la APP hacia 47 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 la vida fisiológica no amiloidógena. Un activador de la proteína quinasa C, testada en el cáncer, aumentaría considerablemente la actividad de la A secretasa y reduciría la concetración de la Aβ42 en el cerebro de ratones transgénicos Alzheimer. Según como la briostatina 1 ya ha sido ampliamente testada en el tratamiento del cáncer, algunos test se podrían activar rápidamente en pacientes de Alzheimer (Etcheberrygaray 2004). La inmunoterapia Inmunoterapia activa La inmunoterapia activa o “vacuna” se ha desarrollado depués de la publicación de las obras Schenk en ratones transgénicos PDAPP. Gracias a su transgen, los ratones sobreexpresan la proteína amiloide humana, las colocan en las regiones específicas y progresivamente desarrollan la patología neurodegenerativa: en 7/8 meses la proteína amiloide se deposita en placas, en 8/9 meses se desarrollan la distrofia neurítica y la gliosis y en 10/12 meses la pérdida sináptica. La hipótesis desarrollada por Schenk (1999) es que la inmunización de parte de la proteína amiloide sería capaz de estimular el sistema inmunitario para prevenir el depósito del amiloide, es decir, aumentar su clearance. Los resultados son claros: inmunizada antes de la formación de las lesiones, se observa una prevención casi completa de la formación de la placa amiloide, de la distrofia neurítica y un bloqueo de la gliosis. Cuando el ratón es hembra se inmuniza a 11 meses, cuando las lesiones ya están constituidas, se observa una reducción de la carga de amiloide, de la distrofia y de la astrocitosis con respeto a los ratones transgénicos no vacunados. Los trabajos que siguieron mostraron que la inmunización Aβ reducía no sólo las placas sino también algunas turbas de comportamiento del modelo animal (Janus 2000) así como también las pérdidas de memoria (Morgan). El interés de estos trabajos estimuló una experimentación humana muy rápida. Después de un estudio de fase I, Elan et Wyeth emprendieron uno de fase II durante el cual 298 pacientes Alzheimer fueron vacunados con el péptido Aβ mien- tras 72 recibieron placebo (Gilman 2005). El test fue interrumpido brutalmente por la aparición de meningo-encefalitis. Fueron afectados un total de 18 pacienti, es decir el 6% de la población sometida al tratamiento activo (Orgogozo). Este efecto secundario grave fue atribuido a una respuesta celular T dirigida contra el fragmento C terminal del péptido. Los anticuerpos anti Aβ esperados se desarrollaron en el 20% de individuos de la población total. En este test interrumpido de modo prematuro, la vacuna demostró un beneficio importante en los criterios cognitivos preestablecidos, pero un análisis post-hoc ha puesto en evidencia un beneficio significativo en un criterio compuesto. El volumen cerebral total es disminuido, siendo la hipótesis una clearance de la carga cerebral en péptido amiloide (Fox 2005). Un caso autopsiado ha puesto en evidencia una amplia desaparición de las placas amiloides en numerosas zonas de la corteza, una persistencia de pares de filamentos en hélice en las zonas de la neocorteza desprovistas de macrófagos en la sustancia blanca y una persistencia de la angiopatía amiloide (Nicoll 2003). La desaparición de las placas amiloides de A beta inmunización ha podido conducir a una clearance de la beta-amiloide. Esta hipótesis está confirmada por un examen del cerebro de un paciente vacunado no afecto de meningoencefalitis (Masliah 2005). Por otro lado, una submuestra del estudio ha hecho ver que 19 pacientes que han desarrollado los anticuerpos contra la placa amiloide, en un período de un año han mostrado un declino cognitivo y un deterioro de las actividades de la vida cotidiana inferiores a nueve pacientes que no desarrollan anticuerpos. No obstante la estrechez de la muestra, estos datos sugieren que los anticuerpos dirigidos contra la placa amiloide pueden detener el declino cognitivo vinculado con el morbo de Alzheimer (Hock 2003). No obstante esto, el efecto secundario grave, el conjunto de los datos anima claramente a proseguir los trabajos en esta dirección. El objetivo es conservar la producción de los anticuerpos evitando la respuesta celular T deleterea. El empleo de diferentes adyuvantes y sobre todo de fragmentos de Abeta que no in- ducirían la respuesta linfocitaria T se encuentra en curso de experimentación (Agadjanian 2005). Inmunoterapia pasiva Otro método prometedor lo tenemos en la inmunización pasiva a través de anticuerpos anti-A beta con el fin de tratar, es decir, de prevenir la enfermedad. Candidatos potenciales son anticuerpos monoclinales humanizados. Moléculas capaces de “transportar” la amiloide hacia la sangre a través de la barrera hemato-encefálica podrían constituir anticuerpos “terapéuticos” (Fillit 2004). La inyección de inmunoglobinas intravenosas en 5 pacientes ha permitido disminuir el nivel de A beta total en el líquido cefaloraquídeo, de aumentar este nivel del 233% en el suero mientras el texto cognitivo ADAS-cog mejoraría de 3.7 puntos en 6 meses (Dodel 2004). Numerosísimas sociedades están actualmente experimentando anticuerpos. Inhibidores de la agregación amiloide fibrilar Otro acercamiento terapéutico es prevenir la formación de los agregados oligoméricos presuntos tóxicos de la Aβ. Sabemos que las GAG (glicominoglicanos) se unen a la Aβ y causan la agregación (van Horssen 2003). El medicamento candidato (Alzhemed) es gag-mimético destinado a interferir entre los glicominoglicanos et la Aβ. En los EE.UU. y en Europa están en curso dos experimentaciones pero una de ellas se ha interrumpido, lo que genera cierto pesimismo sobre la eficacia de este producto. Metales como el zinc y el cobre pueden acelerar la agregación de la Aβ el Il quelato clioquinol (PBT-1) reduce los depósitos de Aβ en los ratones transgénicos. El experimento de fase II ha mostrado una mejora cognitiva marginal pero ha sido interrumpido debido a una impureza yodada. Se están realizando otros experimentos con un fármaco que no contiene yodo (PBT-2) (Ritchie 2003). Terapias que tienden a la proteína tau Le degeneraciones neurofibrilares (DNF) corresponden a la agre- 48 gación intraneuronal de proteínas tau fosforiladas anormalmente. Ellas presentan la segunda lesión neuropatológica del morbo de Alzheimer y sobrevienen pronto en el desarrollo de la enfermedad (cfr. Buée 2006). Se observa la hiperfosforilación de tau en numerosas enfermedades neurodegenerativas y es considerada secundaria a un desequilibrio entre la actividad de las quinasas y de las fosfatasas. La identificación de mutaciones del gen Tau en el cromosoma 17 responsable de demencias fronto-temporal muestra que la desregulación de la Tau puede causar por sí sola procesos degenerativos. En el curso del morbo de Alzheimer la cronología y las relaciones entre placa amiloide y DNF aún no son totalmente aclarados. La inhibición de la generación neurofibrilar vinculada a la hiperfosforilación de la proteína tau es una tentativa realmente prometedora. Esto se puede realizar con la inhibición de la tau quinasa, la activación de las fosfatasas o la inhibición de la agregación de la tau. Inhibidores de tau quinasa Algunos candidatos fármacos que reducen la fosforilación de tau inhibiendo las tau chinasas como CDK5 o GSK-3 β se encuentran en vías de experimentación pero el número importante de quinasas y de fosfatasas implicadas en el proceso hace mayormente aleatoria la acción de una sola quinasa (Buée 2000). Activadores de fosfatasa Algunos trabajos han sugerido que, añadida a la inhibición de las chinasas, la «up-régulation» de las tau fosfatasas podría representar otra tentativa para inhibir la fosforilación anormal de las proteínas tau (Iqbal 2004). En particular, se ha demostrado que la fosfatasa PP2A estaba implicada en la regulación de la fosforilación de Tau en vivo. Ha sido interesante constatar que la memantina, antagonista de los receptores NMDA era capaz de inhibir la hiperfosforilación y la neruodegeneración de secciones de cerebros de ratones. Se ha sugerido que este efecto tenía lugar gracias al restablecimiento de la actividad de PP2A. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Inhibición de la agregación de tau Según algunas hipótesis, la agregación de la proteína de tau y la formación de las PHF están directamente vinculadas con el proceso de degeneración. Moléculas capaces de bloquear dicha agregación podrían revelarse neuroprotectoras. Se han identificado algunos productos candidatos (Pickhart 2005). Sin embargo, dicho acercamiento necesita convalidar la hipótesis del papel deletéreo de la agregación considerada por algunos como un mecanismo de protección (Lee 2005). Acercamientos basados en datos epidemiológicos Los trabajos epidemiológicos de observación han demostrado que cierto número de sustancias, asumidas durante largo tiempo para una determinada patología, comportaría una reducción de incidencia del morbo de Alzheimer. Lamentablemente, la mayor parte de las hipótesis no han sido confirmadas con pruebas controladas. Productos que actúan en el colesterol El colesterol desarrolla un papel importante en el metabolismo y la APP y posiblemente en la producción de la proteína A Beta. La experimentación animal confirma que la disminución del colesterol inhibe la beta y gama secretasas de neurones en cultivo y reduce la patología vinculada a la A beta en los ratones transgénicos. En fin, los estudios epidemiológicos muestran una disminución muy importante de la incidencia del morbo de Alzheimer en los pacientes que asumen estatina (Jick 2000; Wolozin 2004). En cambio, tres tentativas randomizadas no han confirmado la acción de protección de las estatinas pero es necesario subrayar que en ninguno de estos test la cognición era un criterio primario (Sheperd 2000, HPS Collaborative Group 2002, Li 2004). Se necesitan otros trabajos para precisar mejor las relaciones entre la elevación del colesterol, la presencia de APOE4 que es el factor de riesgo más poderoso de los Alzheimer esporádicos, la incidencia de la enfermedad y la protección posible de parte de las estatinas (Wolozin 2006) Anti-inflamatorios Cierto número de observaciones recuerda una hiperactividad inmunitaria en el curso del morbo de Alzheimer: reacción microglial en torno a la placa senil, proliferación astrocitaria, producción de citoquinas inflamatorias, algunas de las cuales (Interleukine-1 and interleukine-6) aumentarían la síntesis de precursor de la proteína amiloide (McGeer 2003). Varios estudios han mostrado una relación inversa entre el sobrevenir del morbo de Alzheimer o el deterioro cognitivo y la asunción de antinflamatorios (Szekely 2004). Los antiinflamatorios actuarían entre otros por la acción directa sobre la gama secretasa y reducirían la producción de A beta 42. Las pruebas controladas conducidas con Cox inhibidores o antiinflamatorios no esteroideos no han aportado la prueba de una actividad de prevención, de demora de la enfermedad (Aisen 2003). Otras tentativas se encuentran en curso en el campo del Mild Cognitive Impairement (MCI). Estrógenos Numerosos trabajos epidemiológicos han mostrado una acción benéfica de los estrógenos y especialmente del tratamiento hormonal sustitutivo en la cognición o la incidencia de las demencias (LeBlanc 2002, Hogervorsr 2002). También aquí las pruebas controladas no han confirmado un papel protector, subrayando el riesgo de cáncer y complicaciones cardiovasculares si se trata de un empleo prolongado. Serían necesarias otras tentativas en mujeres a riesgo cardiovascular menor y con los estrógenos percutáneos y los progestativos naturales empleados en Europa para confirmar o desmentir los datos americanos (Mulnard 2000), Shumaker SA 2004). Antioxidantes Otro ejemplo de contradicción lo tenemos entre los estudios epidemiológicos observacionales y las 49 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 pruebas controladas que eliminan las perspectivas de selección. Los estudios observacionales han mostrado un efecto benéfico de una alimentación rica de antioxidantes (Engelhart, 2002, Morris 2002). Una tentativa conducida con la selegilina y la vitamina E había mostrado una modesta disminución de la evolución del morbo de Alzheimer moderadamente grave (Sano, 1997) pero un test controlado no ha mostrado efectos en la conversión de MCI en el morbo de Alzheimer (Petersen 2001). 2006). Serían indispensables otras pruebas para precisar los vínculos entre factores vasculares y patología del morbo de Alzheimer pero desde ahora es importante promover una nutrición equilibrada y una reducción del conjunto de los factores de riesgo vascular que han demostrado su utilidad en la prevención de las enfermedades cardiovasculares y cerebrovasculares. Cierto número de trabajos han demostrado que el consumo de pescado (Morris 2003), la actividad física (Simonsick 2003), las actividades vinculadas con el tiempo libre (Verghese 2003) y la actividad mental pueden concurrir en la prevención del morbo de Alzheimer (Coyle 2003) Par concluir, es necesario realizar grandes esfuerzos para mejorar la terapia en los pacientes ancianos, disminuir el mal empleo de los fármacos, animar la justa prescripción de los medicamentos recomendados y esenciales. Por tanto es indispensable mejorar la información de la población sobre la formación de los medicamentos y luchar contra la discriminación de la que a menudo son objeto los pacientes ancianos. El ejemplo de la intensa investigación que se realiza en torno al morbo de Alzheimer deja esperar que la curación de este flagelo no está fuera del alcance de los progresos de la medicina. Anti-hipertensores Numerosísimos trabajos epidemiológicos de evaluación han demostrado la asociación entre el nivel de la presión arterial y la sobrevenida del morbo de Alzheimer o de una demencia vascular de 15 a 20 años más tarde (Skoog 1996, Hanon 2003 por revisión). Dos test controlados han demostrado que el tratamiento antihipertensor estaba en la capacidad de reducir de modo significativo la incidencia de las demencias Alzheimer y vasculares para el estudio SYST-EUR (Forette 1998, Forette 2002) y de aquellas vinculadas con una recidiva de accidente vascular cerebral para el Estudio PROGRESS (Tzourio 2003). Quedan interrogantes sobre el mecanismo de la prevención que puede estar vinculado a la disminución de la presión arterial y/o al efecto específico de determinados agentes (Birkenhäger 2001, Hanon Prof. FRANÇOISE FORETTE Profesor de Geríatria, Universidad París V Directora de la Fundación Nacional de Gerontología y de ILC-France (International Longevity Center) Francia Bibliografía KANNEL WB. Incidence and Epidemilogy of Feart Failure. Heart failure Reviews 2000; 5:167-73. HÜLSMANN M, BERGER R, MÖRTL D, PACHER R. 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N Engl J Med. 2003; 348: 2489-90. 51 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 FERNANDO ANTEZANA ARANIBAR 4.4 Origen político y social de las enfermedades: cambio político, legislaciones, sistema sanitario y ancianidad, pensiones, rol familiar, tiempo libre Para iniciar estas reflexiones es importante meditar respecto de lo que se entiende hoy como envejecimiento, llamado también tercera edad o más generosamente, personas de edad. En cualquier caso es un concepto relativo y que depende del marco cultural, ético-social, y por qué no biológico de cada sociedad. A los 20 años el envejecimiento es algo que podría darse en el pensamiento para más tarde en la vida. Los dolores desaparecen rápidamente, las heridas cicatrizan también con rapidez, etc. A los 40 años se pueden apreciar las primeras arrugas que persisten, no es fácil perder los kilos de más que se han acumulado. Sin embargo, uno está ocupado con muchas actividades y responsabilidades propias de la edad (familia, trabajo, progreso, economía, etc.). A los 60 años ya se aceptan el sobrepeso, cierta rigidez en los huesos y las articulaciones, dolores y molestias físicas en general, todo esto como si fuese un proceso normal del envejecimiento. Investigaciones llevadas a cabo en varios centros importantes en el mundo médico-científico van cambiando el perfil de que el envejecimiento es un proceso esperado y general «existen enormes diferencias en la forma en que el ser humano envejece tanto en relación con sus habilidades físicas como a cuanta energía despliega, así como su expresión real de compromiso con su vida», en palabras del Prof. Sehiro Kawachi, del Departamento de salud y conducta de la Universidad de Harvard (U.S.A.). La anterior consideración y reflexión está ligada a entender que el envejecimiento no es algo que viene a todos de manera uniforme, a la misma edad, con la misma intensidad ni de la misma forma. Todo esto varía en función también de las variables y condicionantes de la salud y la enfermedad, sean éstas biológicas, económicas, sociales, culturales u otras. Es aquí donde se deben identificar y analizar los elementos relacionados con la legislación, las normas y reglamentaciones así como el sistema de salud hacia un acceso adecuado y constante para la población de la tercera edad. Para completar este escenario se deben reconocer, entre otros, tres elementos fundamentales para los cambios que han contribuido al objetivo de alcanzar una vejez saludable, activa y placentera, a saber: El aumento extraordinario de la expectativa de vida, de manera tal que lo que hace sólo 25 años se consideraba vejez, hoy es solamente una etapa más en el camino de la vida. Es cierto que las leyes y la legislación en múltiples países sigue considerando los antiguos conceptos de envejecimiento, de tal forma que los sistemas de pensión y retiro del trabajo se dan hoy en una edad aún útil, y por qué no decirlo, temprana (60, 62, 65 años). La prevención, la educación y los avances notables en la terapia de cura o mantenimiento han hecho este aumento posible, aliviando el sufrimiento y el deterioro de la salud. Sin embargo, también debemos reconocer que estos grandes avances médicos han traído también ciertos problemas técnicos y sociales, no sólo en el aprovechamiento adecuado y equitativo de los avances, sino también por las falsas esperanzas o la permanente confianza en esas tecnologías que no mejoran la conducta de cantidad de gente en las edades ya mencionadas, que frecuentemente están ya decidiendo en el cómo de su tercera edad. El avance en el conocimiento en relación con las determinantes de la salud y la enfermedad en el curso de la vida, sean éstas biológicas, económicas, sociales o políticas. El acceso y diseminación de la información vienen a ser un arma de gran relevancia cuando se discuten las estrategias y acciones relacionadas con el mejoramiento de las condiciones para una vejez honorable y digna. El tercer elemento que deseo mencionar se refiere a los avances tecnológicos en general y de salud en particular. No es solamente respecto de la terapia medicamentosa que ha desarrollado un nuevo mundo en materia de medicamentos y vacunas, pero más allá, el diagnóstico, y las intervenciones correspondientes, las facilidades hospitalarias, transporte y unidades de emergencia móviles, las comunicaciones en general incluyendo la telefonía inalámbrica y mucho más, hacen que el sector salud pueda ser mucho más eficiente y tal vez más justo en línea con la filosofía cristiana del Buen Samaritano. Entonces, ¿cuáles son los cambios más significativos que se han de producir como consecuencia de esta situación? Me atrevo a afir- 52 mar que en los países desarrollados donde ya el porcentaje de la población de la tercera edad era significativa, el cambio mayor es la toma de conciencia de las implicaciones económicas y de atención médica que cada vez se hacen más difíciles y/o complejas en el propósito de por lo menos continuar con los beneficios presentes que se dispensan a los ancianos. En cambio en los países en desarrollo, sociedades pobres en general, los cambios que deben darse son de mayor significación que en los países desarrollados, así por ejemplo, la atención médica accesible, una pensión mínima de vejez, protección del abuso en cualquiera de sus formas en particular a los ancianos de sexo femenino. En los siguientes párrafos me referiré a la situación presente y a los vacíos que requieren cambios y acciones frente a las realidades del mundo de hoy llamado también moderno. Al discutir estas generalizaciones y refiriéndome al tema más específico de esta ponencia, es necesario distinguir, por lo menos tres categorías de sociedades que puedan o no, ser también países: Un primer grupo donde se sitúan las sociedades afluentes con niveles de riqueza y poder extraordinarios y por tanto es donde generalmente se originan las decisiones no sólo nacionales sino también frecuentemente globales (¿mundialización?). Un segundo grupo, donde se incluyen las sociedades llamadas emergentes o aquellas en transición y finalmente las sociedades menos desarrolladas, generalmente las más pobres, a quienes también se les da el título de países en desarrollo (¿permanentemente?). Nunca en la historia se pudo observar la enorme riqueza de hoy y que está concentrada en pocas manos y al mismo tiempo es desesperante la extensión de la pobreza, el hambre y la miseria en la mayoría de la población de la tierra. Es en este marco que revisamos la situación social de los ancianos o personas de la llamada tercera edad cuyo volumen potencial va creciendo vertiginosamente, que según expertos internacionales (OMS y países desarrollados) la población mayor de 65 años en el LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS mundo, puede llegar al 16,9% en el año 2050, desde el 6,9% que se afirma es el porcentaje de hoy. Es así que la urgencia se identifique, promueva y ejecute políticas de salud y aún más ampliamente, políticas sociales, incluyendo legislación en apoyo de la población de tercera edad. Todos sabemos que los recursos de los sistemas de la seguridad social, tanto en lo referente a las prestaciones de salud como a las de jubilaciones, están sufriendo grandes presiones financieras, y hasta en algunos casos al borde de la bancarrota. Simultáneamente se puede también observar que, en los países en desarrollo, los presupuestos para salud no crecen en la medida de lo necesario y posible, mientras se observa un alto crecimiento en otros sectores de consumo y aún más sorprendente, armamento. De ahí la gran importancia de un nuevo análisis de las políticas sociales frente a la bomba de tiempo que encaramos. Por todo lo anteriormente indicado, las nuevas reflexiones sobre las políticas sociales, y no solamente salud sino también otros sectores como vivienda, educación, trabajo, etc., deben ser reciamente consideradas cuando se decide sobre la asignación de recursos, tanto de parte de los gobiernos como de otras fuentes de financiación ya que sin salud y bienestar no se puede avanzar en el desarrollo. Aun cuando los recursos fuesen hipotéticamente adecuados, la educación en relación con los estilos de vida es quien sabe el factor más determinante del futuro estado de salud de las sociedades. Mientras los hábitos llevan sólo hacia una sociedad de acumulaciones de bienes materiales, una búsqueda constante de dinero o posiciones políticas con los aprovechamientos de las ventajas que pueda ofrecer, sin observar el entorno social de desigualdad, y además llevando una vida de excesos pasajeros, deberá esperarse las consecuencias de salud y bienestar en una vejez de enfermedades, malestar e infelicidad. En lo referente a estilos de vida, es bueno detenerse un momento para reflexionar sobre temas que tienen gran influencia sobre el futuro de la salud. Temas como la alimentación, los hábitos de ejercicio físico, el saneamiento ambiental, el consumo de alcohol, el consumo de tabaco y más tendrán la mayor influencia luego en la vida, cuando consideramos la tercera edad. Las políticas, normas y regulaciones podrían estar, pero sin una educación conciente en esa línea de conducta que viene desde la niñez, será muy difícil conseguir ese ideal que se busca de una vida adulta y vejez saludables, activas y dignas. El párrafo anterior es una expresión de lo que ocurre en los países desarrollados (ricos) mientras en los países en desarrollo todo este universo de políticas sociales y de salud muchas veces existen sólo en los documentos y no en las prácticas, incluyendo la asignación de recursos. Sin embargo, el tejido social y familiar es mucho más fuerte y solidario, este hecho ha permitido que esa cultura de solidaridad, mantenga un modus vivendi que hace que la población de la tercera edad tenga una función reconsolidante, si bien es cierto no tiene los servicios de salud necesarios por falta de recursos económicos. La OMS se manifiesta sobre el tema en los siguientes términos: «A pesar del enorme progreso médico alcanzado durante las últimas décadas, permanece un hecho que los últimos años de vida, vienen colmados por el aumento de las enfermedades y frecuentemente la invalidez». El factor clave para una tercera edad saludable es la posibilidad de mantenerse autosuficiente tanto más como sea soportable. Progresos efectivos que promuevan la vejez saludable y prevengan la desvalidez en la gente mayor resultará en una mayor eficiencia y menor costo en el uso de los servicios de salud. Esto permitirá también una mejor calidad de vida de las personas de edad permitiéndoles seguir llevando una vida independiente y productiva por mayor tiempo. No es sólo añadir años a la vida. Debemos desarrollar una sociedad que ofrezca a las personas de la tercera edad oportunidades de continuar siendo interesadas y aun parte de sus sociedades. En el mundo de hoy los países pobres, llamados también en desarrollo, el aspecto cultural y la orga- 53 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 nización social son más generosos en relación con su tiempo y cuidados, tanto de los niños como de los ancianos, de tal manera que sus escasos recursos y las restricciones propias de su medio, dedican una buena parte de éstos a sus ancianos y seguramente sobrevivieron a muchos factores adversos. Unas palabras sobre las pensiones nos llevan a volver sobre la brecha que existe entre países ricos y pobres donde raramente existen sistemas de pensiones al retiro del trabajo o más aún de vejez y si existen en algunos (economías emergentes y sociedades en transición) se encaran una serie de restricciones e insuficiencias tanto económicas como de gestión. Una vez más es el tejido social y la concepción cultural que tratan de solventar estas situaciones. En relación con la utilización del tiempo libre por las personas de tercera edad, adultos mayores, hay sociedades (China por ejemplo) que han desarrollado políticas de participación vecinal referente a la utilización de tiempo libre para estos sectores de sus sociedades para que puedan mantener en las mejores condiciones posibles su salud física, mental, psíquica y espiritual. Prácticas de ejercicios físicos adecuados. Trabajo voluntario para la utilización de su experiencia y conocimiento. Voluntariado para trabajar en países menos desarrollados transmitiendo su mayor conocimiento. Finalmente deseo mencionar que en los países en desarrollo es de gran valor la cooperación de las personas de por vida ya que siempre hay función de apoyo a todo el entorno familiar (por ejemplo abuelos-nietos). Para terminar, deseo recordar que muchas sociedades en este nuestro mundo desigual, hay sociedades donde los ancianos no tienen tiempo libre hasta el final. Al cerrar este collage de temas e ideas se puede afirmar que los cambios experimentados en el cuidado y atención a los ancianos y su participación en la sociedad, requieren una revisión exhaustiva a la luz del mundo de hoy y mañana. Que los ancianos no sean percibidos como una carga social sino más bien como una contribución al tejido social correspondiente. Recordar que los ancianos fueron quienes contribuyeron para crear la abundancia de que goza el mundo. También recordar que ellos/ellas aportaron durante su vida activa a las cajas de seguridad social (preguntamos: ¿es todavía válido el término seguridad en este contexto?). Recordar que existe una diferencia no aceptable, en lo referente a género con desventaja clara para el sexo femenino, no sólo respecto a la seguridad social, sino también en la atención médica y de pensiones. Finalmente, ¿es que no es válido reconocer la contribución de los que hoy son ancianos, cuando fueron jóvenes y adultos? ¿No serán acaso los jóvenes de hoy los ancianos de mañana? Es una necesidad trabajar en este campo. Dr. FERNANDO ANTEZANA ARANÍBAR Presidente del Consejo Ejecutivo de la O.M.S., Ginebra,Suiza Consultor del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios 54 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS WANGARI MUTA MAATHAI 4.5 Cambios ambientales y tercera edad: contaminación del agua y contaminación ambiental Permítanme agradecerles sentidamente por la amable invitación para participar en esta prestigiosa asamblea. Con mucho placer habría deseado estar con vosotros y tener la oportunidad de aprender cosas nuevas sobre este tema que nos interesa a todos. Lamentablemente, debido a algunos acontecimientos de carácter político en mi país, no me es posible participar personalmente. En el día que está prevista mi intervención, debo estar presente en mi patria. Por esta razón y con tristeza, no podré aprovechar esta oportunidad para conocer mejor el mundo de los ancianos enfermos. La mayoría de las personas esperan vivir por mucho tiempo. Personalmente, he tenido el privilegio de tener junto a mí por muchos años a mi madre, que ha vivido hasta la edad de 90 años. Incluso cuando ya estaba adelante con los años, mi madre esperaba vivir aún por más tiempo. Su muerte me dejó en un estado de desesperación. Creo que nunca estamos preparados para afrontar la muerte de una persona querida. Es una gran bendición poder tener junto a nosotros a nuestros padres y verlos envejecer. Pero todos quisiéramos que envejecieran bien, sin sufrimientos, sin disturbios ni enfermedades, y por este motivo nos preguntamos: ¿de qué modo podemos ocuparnos de nuestros ancianos? ¿cómo podemos hacer que su vida sea más confortable, haciéndolos envejecer en buena salud, y haciéndoles sentir felices también durante su vejez, gozando de la presencia de sus hijos y de sus nietos? En muchas sociedades, la denominada tercera edad es apreciada y respetada. De hecho, en mi país el envejecer es considerado como una gran bendición y las personas an- cianas dirigen a los jóvenes este augurio: “Que tu puedas crecer y envejecer hasta ver la tercera y la cuarta generación”; y era precisamente esto lo que a menudo decía mi abuela. Por el contrario, existen muchas sociedades que exaltan la juventud y cuando las personas llegan a viejas y débiles y pierden su propia energía y vitalidad, son excluidas de la sociedad o son abandonadas en los institutos. En las sociedades de tipo tradicional, los ancianos se ocupan de los niños, les narran fábulas o historias antiguas, les llevan a pasear y permanecen en casa con ellos cuando los padres están en el trabajo. Nunca son puestos de lado, antes bien, tienen un papel muy importante y se sienten felices y útiles porque participan de la presencia de sus nietos. Pero las cosas están cambiando y también nosotros que vivimos en los Países en Vías de Desarrollo sufrimos la influencia de las costumbres de vida del resto del mundo: las personas emigran a las ciudades, donde se construyen estructuras que pueden acoger a los ancianos, porque los jóvenes ya no están en condiciones de ocuparse de ellos en las familias denominadas ‘ampliadas’, que antes formaban la estructura de la sociedad. Esto es extremadamente importante para considerar lo que está ocurriendo o lo que deberíamos hacer para que nuestros ancianos no tengan que sufrir conforme adelantan los años. Como saben, en mi trabajo me ocupo del ambiente, y he tenido el honor y el privilegio de recibir el Premio Nobel en el año 2004 precisamente por mi empeño en el campo ambiental, que ha llevado a elaborar una conexión entre la gestión sostenible de los recursos, el buen gobierno, el respeto por los dere- chos humanos y la paz. Trabajando por el ambiente entre los temas de los cuales nos ocupamos y que son importantes para nuestra salud, sin duda está la contaminación ambiental, que deriva del desarrollo, porque la industria emplea abundantemente productos químicos, que empleamos también para mejorar la agricultura; de este modo contaminamos el aire que respiramos, el agua que bebemos y el terreno en donde cultivamos los productos de la tierra. Por esto, algunas enfermedades que nos afligen cuando llegamos a viejos, están asociadas al cambio ambiental, al alimento que comemos, a las sustancias químicas que se han empleado para hacer crecer los productos de la tierra, al agua que bebemos, a las sustancias dañinas que han contaminado el agua de los pozos y de los ríos, además que el aire que respiramos. Muchas enfermedades que afrontan las personas ancianas están vinculadas al hecho que se ha ido modificando su alimentación, con respecto a los alimentos que comían antes. Yo misma tengo dificultad para reconocer los platos tradicionales que comían mi madre y mi abuela; muchos productos de la tierra ya no crecen porque no sabemos como cultivarlos, nos hemos vuelto ‘más modernos’. Hoy comemos alimentos diferentes de los que comíamos en el pasado y hemos creado nuevos productos biológicos diversos de los que comían nuestros padres. Pero no sabemos cómo reaccionarán nuestros cuerpos a las sustancias químicas que consumimos junto con el alimento que comemos y con el agua que bebemos. No podemos prever cuales serán las consecuencias de la asuefación al humo que ya hemos asimilado, del consumo de alcohol, y de las 55 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 nuevas costumbres por ejemplo, la de comer demasiado o de consumir demasiado azúcar. Se trata de cambios que se han verificado en nuestro ambiente y que realmente hacen difícil la vida. Nuestros padres tenían una constitución biológica muy buena, quizás porque vivían en un ambiente limpio y sano. Pero con el progreso y el desarrollo han ocurrido cambios que han comportado nuevas enfermedades, que inician a afectarnos y de las cuales resentiremos con la llegada de la vejez. Una enfermedad característica del envejecimiento es la pérdida de la memoria. Quizás los hombres de ciencia aclararán las causas y nos dirán lo que debemos hacer para prevenirla y/o curarla. Pero esto es sólo uno de los aspectos que se deberán afrontar con respecto al ambiente en el que vivimos, para ver lo que se puede hacer a favor de nuestro cuerpo, de nuestro cerebro, y de nuestras células nerviosas, para evitar la pérdida de la memoria, condición devastadora para los ancianos. Otro malestar en los ancianos es la pérdida de energía, y sobre todo la limitación en la capacidad de movimiento. Hoy vemos que también hay muchos jóvenes que sufren de disturbios en las articulaciones, que dificultan sus movimientos. Muchos ancianos sufren sobre todo debido a enfermedades respiratorias, que podemos asociar al humo y a la contaminación atmosférica. Con esto deseo decir que trabajar para el ambiente es extremadamen- te importante; debemos ocuparnos de él y asegurarnos que se respete el derecho de cada persona a vivir en un ambiente limpio y sano. Este debe ser un derecho fundamental de cada ser humano. Los gobiernos deberían garantizar que cada ciudadano viva y crezca en un ambiente limpio y sano; y este es el don que podemos hacer a la humanidad, es decir, a todos nosotros, para evitar al menos en parte los malestares que nos afligen conforme adelanta la edad. Quisiera parafrasear la Biblia cuando afirma que “hay un tiempo para cada cosa; hay un tiempo para ser jóvenes y un tiempo para envejecer”. No es posible vivir por mucho tiempo sin perder la vitalidad y la energía, y conservar los mismos tiempos de cuando se era jóvenes. Es importante recordar que, aún si se nos concede la bendición para poder gozar por mucho tiempo de la vida, es también verdad que perderemos la energía y la vitalidad típicas de la juventud. Además, todos nosotros deseamos pensar que, cuando seremos viejos, no nos pondrán de lado, sino que alguien se ocupará de nosotros y que no sufriremos de malestares y enfermedades, fruto del degrado ambiental. Espero que se publiquen las actas de esta Conferencia porque es muy importante para nosotros aprender cosas nuevas sobre el tema que estamos tratando. Debemos difundir el mensaje y hacer que el mayor número de personas comprendan que conforme envejecemos, reflejamos el estilo de vida que hemos conducido durante nuestra juventud, el ambiente en el que hemos crecido y en el que estamos envejeciendo y, por tanto, es necesario remarcar que tenemos el derecho de contar con un ambiente limpio y sano. Todos los gobiernos tienen la responsabilidad de hacer que sus ciudadanos vivan y envejezcan en un ambiente limpio y sano. Espero que todos nos comprometamos a favor de la asistencia a los ancianos. Es una deuda que tenemos para con ellos, ya que ellos se han ocupado de nosotros. Ellos tienen necesidad de nuestro amor, de nuestra compasión y de nuestra protección. Tenemos que ser más creativos y encontrar nuevas formas para ocuparnos de los ancianos. Independientemente de que esten enfermos o en buena salud, ellos tienen necesidad de nuestro amor y de nuestra compasión. Me anima mucho ver que el Vaticano ha decidido organizar una Conferencia sobre este tema. Espero recibir las actas de este congreso, porque tengo la seguridad que aprenderé mucho y quisiera profundizar este tema que sin duda incluiré en mis programas futuros. Lo debo a los que han sido bendecidos por el Señor con una larga vida. Les agradezco a todos y les deseo una Conferencia fructífera. Profesora WANGARI MUTA MAATHAI, PH.D Premio Nobel para la Paz 2004 (Transcripción de su teleconferencia) 56 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Segunda Sección ¿Qué pensar? 1. La Revelación HANS-WINFRIED JÜNGLING 1.1 El cuidado a las personas ancianas enfermas en la Sagrada Escritura El prefecto e visir Ptahhotep dice: Soberano, señor mío, la vejez ha llegado, la senilidad ha descendido llega la caducidad, se renueva la impotencia: debido a ella se permanece como niño adormecido cada día – los ojos son débiles, los oídos son sordos, el vigor disminuye por la fatiga de mi corazón, la boca calla y no logra hablar, falta la memoria y ya no recuerda el ayer, el hueso duele por la largura (de la edad) Lo bueno se ha vuelto malo, todo gusto se va. Lo que a la gente hace la vejez es feo bajo todo aspecto: la nariz se cierra y no puede respirar, es pesado estar parado o sentarse. Ordena a este siervo para que sea bastón de vejez, de modo que yo le diga las palabras de los que escuchan. Roccati, Alessandro, Sapienza egizia, Brescia 1994, 34-35. Con estas palabras el visir, un hombre de ciento diez años (ib. p. 53), pide permiso a su soberano el Faraón Isesi (ap. 2400 a.C.), a fin de que nombre a un sucesor, de modo que se garantice un bastón para su vejez. Es impresionante la descripción de las dolencias y enfermedades que afectan al hombre anciano en este antiguo texto de la literatura sapiencial egipcia, y presenta un paralelo en un libro sapiencial tardío del Antiguo Testamento, es decir en el libro Qoélet. Los siguientes versículos, que se remontan al siglo IV antes de Cristo, subrayan con mayor énfasis las arriba citadas debilidades del hombre anciano: Acuérdate de tu Creador en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: “No me agradan”; mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas y retornen las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas, y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones. También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y revienta la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada y circulan por la calle los del duelo; mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo, vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio. ¡Vanidad de vanidades! - dice Qohélet -: ¡todo vanidad! Qo 12,1-8 El texto egipcio hace notar las dolencias de un hombre anciano que ha alcanzado la venerada edad de ciento diez años. Ciento diez años constituyen una edad ideal que se conoce también en el Antiguo Testamento. El Pentateuco se pre- 57 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 senta casi iluminado por el ideal de una perspectiva de vida centenaria. Después que los ángeles pecaron uniéndose a las hijas de los hombres, Dios dispuso que la vida humana dure ciento veinte años y nada más (Gn 6,3). Moisés vivirá bastante y logrará llegar a esta edad: Tenía Moisés ciento veinte años cuando murió; y no se había apagado su ojo ni se había perdido su vigor. Dt 34,7 Ciertamente, se idealiza la vida de los Padres en el libro del Génesis. Abraham e Isaac mueren ancianos, saciados de días y de la vida (Gn 25,8; 35,29; cf. también Jb 42,17). Demos una mirada a la duración de la vida de los padres y de las madres: Abraham vivió hasta los 175 años (Gn 25,7), Sara hasta los 127 (Gn 23,2) Isaac hasta los 180 (Gn 35,28), Jacob hasta los 147 (Gn 47,28) Después de las pruebas que atravesó, Job vivió otros 140 años (Jb 42,16). ra qué ha de concederme el rey tal recompensa? Permite que tu siervo se vuelva para morir en mi ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. 2 S 19,32-38 El amigo del rey David alcanza la edad ideal de ochenta años. El Salmo 90 considera una vida de ochenta años como realmente la edad máxima a la que se puede llegar: Setenta son los años de nuestra vida, ochenta para los más fuertes; pero para la mayoría de ellos no hay sino fatiga y afán. Sí, ellos pasan y nosotros nos vamos. 1. Duración limitada de la vida humana En el Antiguo Testamento un hombre de ochenta años se da cuenta sin ilusiones de su edad y, por lo mismo, que el vigor de la juventud le ha abandonado: También Barzil-layi de Galaad había bajado de Roguelim para ayudar al rey a pasar el Jordán y despedirle. Barzil-lay era muy anciano; tenía ochenta años. Había proporcionado alimentos al rey durante su estancia en Majanáyim, porque era un hombre muy rico. Dijo el rey a Barzil-lay: «Pasa conmigo y yo te mantendré en tu ancianidad junto a mí en Jerusalén». Pero Barzil-lay dijo al rey: «Cuántos podrán ser los años de mi vida para que suba con el rey a Jerusalén? Ochenta años ya tengo. ¿Puedo hoy distinguir entre lo bueno y lo malo? Tu siervo no llega ya a saborerar lo que come o bebe, ni alcanza ya a oir la voz de los cantores y cantoras. ¿Por qué tu siervo ha de seguir siendo una carga para el rey mi señor? Tu siervo pasará con el rey un poco más allá del Jordán, pero ¿pa- Sólo en raros casos esta edad máxima parece que se pueda lograr efectivamente. La vida de los Reyes judíos – con excepción para David y Salomón – en el período del 926 al 597 antes de Cristo oscila entre los 66 (Asarja y Manasés ) y los 21 años (Ahasja). Por tanto, ninguno de ellos logra vivir hasta la edad de setenta años. La perspectiva de vida en el antiguo Israel no es elevada. Por esta razón, el lamento por la brevedad de la vida es un tema muy recurrente en la Biblia: (Ps 89,49; 39,5-7; 49,13.21; 90,5-6; 102,4-5; 13,15-16; Is 40,6-8; Job 7,1-17; 14,1 s.). 2. Las enfermedades, causa de la breve duración de la vida No contamos con noticias ciertas y atendibles para confirmar el hecho de que la enfermedad impida alcanzar una edad adelantada. Sabemos que dos reyes de Judá se enfermaron, El primero es Asarja/Usías, que vivió en la primera mitad del siglo octavo. Reinó 52 años y murió a la edad de 66 años. Dios lo puso a la prueba con la enfermedad de la lepra y él vivió con esta enfermedad hasta su muerte, en una casa de la cual no se tienen ni noticias ni descripciones precisas: Yahvéh hirió al rey y quedó leproso hasta el día de su muerte. Vivió en una casa aislada, y Jotam, hijo del rey, estaba al frente de la casa y administraba justicia al pueblo de la tierra. 2 R 15,5 Debido a la interpretación incierta de la expresión hebrea bebet hachofschit no tenemos la posibilidad de establecer ni en que momento de su vida el rey fue afectado por la lepra y tampoco por cuanto tiempo tuvo que convivir con dicha enfermedad. Asimismo, no podemos hacer afirmaciones ciertas sobre como fue tratado y cuidado en esta “casa aislada”. El segundo rey es Ezequías que reinó en la segunda mitad del siglo octavo a.C. Lo narra el II libro de Reyes: En aquellos días Ezequías cayó enfermo de muerte. El profeta Isaías, hijo de Amós, vino a decirle: «Así habla Yahvéh: ‘Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a morir y no vivirás’». 2 R 20,1 El rey oró a Dios y El habló de nuevo al profeta Isaías, dándole el encargo de anunciar al rey que habrían sido añadidos 15 años a su vida. Además, el profeta ordena que preparen una masa de higos cuyos efectos eran saludables (2 R 20,1-11 // Is 38,1-22). En esta narración leemos que el rey volvió su rostro a la pared: Ezequías volvió su rostro a la pared. 2R 20,2 Esto puede significar que el rey permanecía en su cama. Cuando se narra que el patriarca Jacob estaba enfermo, se dice que estaba en cama. Cuando José con sus hijos Manasés y Efraím se dirige para visitar a su padre enfermo, Jacob se esfuer- 58 za para levantarse y recibir sentado a su hijo: Sucedió tras esto que se le dijo a José: «Mira que tu padre está malo». Entonces él tomó consigo a sus dos hijos Manasés y Efraím, y se hizo anunciar a Jacob: «Tu hijo José ha venido a verte». Entonces Israel, haciendo un esfuerzo, se sentó en su lecho. Gn 48,1-2, cf. 49,33. 3. Dios es médico Las posibilidades del arte de curar en la antigüedad eran muy limitadas. Por esta razón, en caso de enfermedad no se tiene en gran consideración la ayuda humana. Antes bien, es a Dios a quien se le pide LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS lek rey de los filisteos, la esterilidad de su mujer y de sus esclavas, después que Abraham intercedió por ellos: Abraham rogó a Dios, y Dios curó a Abimélek, a su mujer, y a sus concubinas, que tuvieron hijos. Gn 20,17. Moisés recibe y comunica al pueblo de Israel la revelación de Dios que se define como aquel que cura y sana: Allí dio a Israel decretos y normas, y allí le puso a prueba. Y dijo: «Si de veras escuchas la voz de Yahvéh, tu Dios, y haces lo que es recto a sus ojos, dando oídos a sus mandatos y guardando todos sus preceptos, no traeré sobre ti ninguna de las plagas que envié sobre los puede ayudar, que puede sanar. Así como se ha dicho con respecto al Pentateuco, en donde Dios se había revelado como “médico”, también los profetas hablan de la acción salvífica de Dios que se manifiesta de modo ejemplar en la actividad divina del curar. Los profetas tienen delante de sus ojos sobre todo la enfermedad del pueblo: Será la luz de la luna como la luz del sol meridiano, y la luz del sol meridiano será siete veces mayor – con la luz de siete días – el día que vende Yahvéh la herida de su pueblo y cure la contusión de su golpe. Is 30,26 Sus caminos (del pueblo) vi. Yo lo curaré y le consolaré, y le daré ánimos a él y a los que con él lloraban, poniendo alabanza en los labios: ¡Paz, paz al de lejos y al de cerca! – dice Yahvéh –. Yo le curaré». Is 57,18-19 Cuando Dios vendrá como Salvador, se curarán todas las enfermedades y todos los defectos: El vendrá y os salvará. Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, y las orejas de los sordos se abrirán. Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de júbilo. Is 35,4b-6a; cf. Mt 11,5 // Lc 7,22 ayuda. Esto lo encontramos casi en todo el antiguo Oriente, especialmente en la antigua Mesopotamia y en el antiguo Israel. En lo que se refiere a la antigua Mesopotamia, contamos con numerosos ejemplos de textos rituales y de oraciones que se empleaban en caso de enfermedad, los mismos que atestiguan que, en último análisis, la enfermedad fuese una cuestión religiosa. No obstante existiesen médicos, que de algún modo podían ofrecer su ayuda, la divinidad era el destinatario principal de toda solicitud de socorro de parte del enfermo. El texto bíblico en el que por primera vez aparece el verbo “sanar” (apr) se encuentra en Génesis (Gn 20,17). La palabra se usa cuando Dios cura la impotencia de Abimé- egipcios; porque Yo soy Yahvéh, el que sana». Ex 15,25b.26 Y en el epílogo del Código de la alianza leemos: Vosotros daréis culto a Yahvéh, vuestro Dios, y Yo bendeciré tu pan y tu agua. Y apartaré de ti las enfermedades. No habrá en tu tierra mujer que aborre ni que sea estéril; y colmaré el número de tus días. Ex 23,25-26. En ambos textos el discurso pasa de la tercera persona referida a Dios a la primera persona. El tema sobre Dios se vuelve el tema de Dios mismo. Este pasaje, interpretado desde el punto de vista teológico, significa que en realidad Dios sólo es el que Lo que vale para el pueblo, vale también para el individuo. Dios hará de Jerusalén un lugar en el que cada habitante podrá decir: no estoy enfermo: Y no dirá ningún habitante (Jerusalén): «Estoy enfermo»; al pueblo que allí mora se le perdonará su culpa. Is 33,24 Las personas que asisten desde fuera al drama de un hombre afectado por la enfermedad, se dirigen directamente a Dios, conscientes de que sólo El puede ayudar a curar. Moisés implora a Dios a favor de su hermana Miriam, afectada por la lepra: Moisés clamó a Yahvéh diciendo: «Oh Dios, cúrala, por favor». Nm 12,13 Con mayor frecuencia son los en- 59 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 fermos mismos que oran a Dios para que los sane. Por ejemplo, Jeremías se lamenta por la enfermedad con la que Dios, por razones que él desconoce, lo ha afligido y que ahora debe soportar (Jr 15,18). El lamento del profeta es al mismo tiempo invocación, una oración para ser sanado (17,14). También los salmistas exclaman “Sáname” (Sal 6,3; 41,5) y luego narran la experiencia de la curación. Por esto el salmista puede decir: Yahvéh, Dios mío, clamé a ti y me sanaste. Sal 30,3 4. Insuficiencia de la ayuda humana en la enfermedad Junto al lamento debido a la propia enfermedad, en el salterio recurre a menudo también el lamento por haber sido abandonados por los parientes y amigos, por haber sido dejados solos en un momento de particular dificultad. Tenme piedad, Yahvéh, que en angustias estoy. De tedio se corroen mis ojos, mi alma, mis entrañas Pues mi vida se consume en aflicción, y en suspiros mis años; sucumbe mi vigor a la miseria, mis huesos se corroen. De todos mis opresores me he hecho el oprobio; asco tan sólo soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí; olvidado estoy de los corazones como un muerto, como un objeto de desecho. Escucho las calumnias de la turba, terror por todos lados, mientras se aunan contra mí en conjura, tratando de quitarme la vida. Sal 30,10-14; Sal 38,6-14; 41,610 Cfr. también el Salmo 71. El salmo al parecer es recitado por un hombre anciano. El salmista se lamenta del acercarse de las debilidades de la vejez (vv.9.18) y también por el hecho que los hombres cercanos se vuelven enemigos (vv.10-11). Una reflexión que considera dichos lamentos como proyecciones del mismo enfermo sin duda tiene un fondo de verdad. Sin embargo, no se puede negar que dicha explicación si no es errada, por lo menos está limitada. De hecho, es muy probable que no se trate simplemente de delirios debido a la fiebre. Lo que los salmistas desean expresar con las palabras: “Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno” (Sal 69,21) es más bien el profundo sentido de dificultad que prueba aquel que se encuentra frente a un hombre enfermo. Este suscita en el hombre sano y fuerte un sentimiento de penoso embarazo. Para el hombre sano el enfermo no es por nada atrayente. La Biblia define al enfermo como una realidad repugnante, disgustosa. El hecho que los lamentos de los enfermos que se sienten aislados y abandonados no sean sólo proyecciones de su fantasía, - a menudo estas proyecciones son la causa de que los enfermos sean injustos e ingratos hacia las personas dispuestas a ayudarles – pero reflejan una realidad verdadera, que lamentablemente se verifica muy a menudo, es atestiguada en el texto bíblico en el que se habla de un hombre afectado de enfermedad “desde los pies hasta la cabeza” (cf. Is 1,6). El siervo sufriente del Señor es para los hombres que lo ven un tormento, lo que suscita es una adversión radical: Así como se asombraron de él muchos – Pues tan desfigurado tenía el aspecto que no parecía hombre ni su apariencia era humana – ¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvéh ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de nosotros, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta. Is 52,14; 53,1-3 5. Invitación poco frecuente para ocuparse de los enfermos No es muy rica la documentación bíblica referente al cuidado de los enfermos. Este hecho ciertamente inesperado hace pensar que la dificultad de los sanos, frente a la debilidad y a la enfermedad humana, haya tenido un seguimiento en las instrucciones sapienciales y en los mandamientos de la Thorá. Quisiera mencionar brevemente un hecho que es narrado en algunos textos del antiguo Egipto. Desde los tiempos del Reino antiguo existe un catálogo de obras de misericordia, que entre otros comprende el “dar de comer a los hambrientos, vestir a los desnudos y dar una barca a aquel que debe atravesar el río”. Esta terna constituye el núcleo, de aquel género literario que se desarrolló en los siglos siguientes y los egiptólogos lo definieron como “biografía ideal” o también “perfil moral”. La “biografía ideal” está documentada gracias a numerosas inscripciones. La larga historia del género literario comienza aproximadamente en el año dos mil cuatrocientos a.C. y prosigue hasta el seicientos a.C., sin embargo ejemplos de dicho género literario se pueden encontrar también en tiempos posteriores durante la época cristiana. En la producción literaria de los primeros mil años, es decir del 2400 hasta el 1400 a.C. faltan casi completamente referencias sobre el auxilio que se proporcionaba a los enfermos. Esta falta, que ciertamente no es accidental, sino está determinada por razones precisas, se puede explicar por el hecho que la ayuda al pobre y hambriento se enmarca en el ámbito de las posibilidades humanas comunes. Por el contrario, las capacidades humanas revelan toda su limitación cuando se trata de curar al hombre de una enfermedad. Por esto no son muchos los funcionarios egipcios que tuvieron el valor de hacer escribir en sus lápidas: He curado enfermos. Pero existen excepciones. Por ejemplo: una inscripción que se remonta al primer período intermedio, es decir, al período de la décima y décima primera dinastía (cerca de 2000 a.c.) recita así: He sido un hijo para el anciano, 60 un padre para el niño, un comandante de los ciudadanos en todo lugar. Mi alimento pertenecía al hambriento, mi ungüento al que que no estaba ungido. He dado vestidos al que estaba desnudo. Yo encantaba al rostro enfermo; yo eliminaba al mal olor. Yo he sido uno que ha sepultado al que ha muerto como beato. He decidido una cosa según lo correcto y he hecho que los dos contrayentes salieran de la corte judicial con corazón contento. Ejemplos análogos de obras misericordiosas los encontramos, aunque en cantidad reducida, también en el Antiguo Testamento. El capítulo 29 del libro de Job, en el que Job narra su pasado feliz, se puede caracterizar como una biografía ideal. Entre otras cosas leemos las siguientes palabras: Pues yo libraba al pobre que clamaba, y al huérfano que no tenía valedor. La bendición del moribundo subía hacia mí, el corazón de la viuda yo alegraba. Me había puesto la justicia, y ella me revestía, como manto y turbante, mi equidad. Era yo lo ojos del ciego y del cojo los pies, Era el padre de los pobres, la causa del desconocido examinaba. Quebraba los colmillos del inicuo, de entre sus dientes arrancaba su presa. Jb 29,12-17 Aunque generalmente la exegesis de este pasaje dice que las afirmaciones ojos del ciego y del cojo los pies se deben considerar como metáforas, el carácter mismo de la metáfora transmite un significado específico: el compromiso por los pobres y los oprimidos, que la metáfora quiere y expresa, es comparado a la ayuda hacia las personas minusválidas. Esto representa una obra de misericordia que, al igual que el compromiso por los pobres, es digna de alabanza. En el Levítico, junto con otros mandamientos tenemos la amonestación para no constituir obstáculo a los sordos y a los ciegos: LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS No maldecirás a un mudo, ni pondrás tropiezo ante un ciego, sino que temerás a tu Dios. Yo, Yahvéh. Lv 19,14 Entre todos los mandamientos, el decálogo tiene un valor y un rango totalmente especiales. Pero incluso dentro de él no se recomienda explícitamente el cuidado a las personas ancianas y a los enfermos. Sin embargo, el mandamiento de honrar el padre y la madre se dirige a los hijos adultos (Ex 20,12 // Dt 5,16). En primer lugar, no representa el deber de los hijos pequeños de obedecer a sus padres (cf. Col 3,20; Ef 6,1-3), sino más bien el compromiso de los hijos adultos de curar a sus padres una vez que se hayan vuelto ancianos y débiles o enfermos. Esta tarea de los hijos adultos queda subrayada aún más por la promesa que se añade al mandamiento (cf. Ef 6,2) – caso único en el decálogo. También Jesús interpreta el mandamiento de honrar a los padres en el sentido de ocuparse de los padres ancianos (Mc 7,8-13 // Mt 15,1-6). Pero ya antes de Jesús, el hijo de Sirach, Jesús Ben Sirá, el sabio del segundo siglo a.C. había interpretado del mismo modo el mandamiento del decálogo. La referencia al cuarto mandamiento se repite dos veces, en los capítulos tercero y séptimo. Detengámonos a analizar más de cerca estos dos pasajes. En el libro de Jesús Ben Sirá (Si 3,1-6 y 7,27.28) forman un marco que encierra la primera serie de los discursos temáticos del sabio. El primer texto se caracteriza por dos aspectos: 1) el comentario al mandamiento del decálogo constituye el primer discurso temático después del prólogo. Este último define los fundamentos y los principios de todo el libro: la sabiduría y el temor del Señor representan lo que pone en evidencia la misericordia (Si 1-2). Después del prólogo, que presenta una estructura bien precisa y contenidos de gran peso, el pimer discurso afronta un problema concreto y recomienda: A mí que soy vuestro padre escuchadme hijos, y obrad así para salvaros. Pues el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Si 3,1-2 En lo que se refiere al valor y a la precedencia de las admoniciones de los padres, el libro de Ben Sirá concuerda con la serie de los mandamientos que se encuentra en el Levítico que hemos mencionado. Esta serie, no contiene sólo el mandamiento del amor al prójimo y el compromiso a favor de los sordos y ciegos (Lv 19,18 y 14 resp.), sino lanza el mandamiento de “temer a la madre y al padre” – ¡y en este orden! El padre viene después de la madre (Lv 19,3). Este mandamiento tiene la precedencia sobre todos los demás mandamientos, incluso sobre los que se refieren directamente a la relación con Dios. 2) El segundo aspecto del primer discurso de Sirácida consiste en la motivación teológica a la exhortación de honrar a los padres y que encontramos en todo el texto: “¿Quién honra a su padre expía su pecado?” (Si 3,3a) - “Obedece al Señor quien da sosiego a su madre” (Si 3,6b). El texto habla de modo explícito acerca de la enfermedad y la debilidad del padre anciano. La disminución de las fuerzas intelectuales es una posibilidad real que el hijo debe tomar en consideración. Incluso cuando el padre tuviese que perder sus facultades mentales, el hijo no debe despreciar al padre que presenta signos de demencia: Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. Pues el servicio hecho al padre no quedará en olvido, será para tí restauración en lugar de sus pecados. Si 3,12-14. Según el texto latino: sensus El versículo 13 debería ser traducido como sigue: Aunque haya perdido la mente, compadécelo. Siguiendo el texto hebraico y griego: maddao; synesis. El mandamiento de honrar a los 61 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 padres es retomado otra vez en el libro de Sirácida al final de la primera serie de los discursos temáticos: Con todo tu corazón honra a tu padre, y no olvides los dolores de tu madre. Recuerda que por ellos has nacido, ¿cómo les pagarás lo que contigo han hecho? Si 7,27-28 No te rezagues ante los que lloran, y con los afligidos muéstrate afligido. No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor. En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado. Si 7,32-36 La admonición del sabio tiene también aquí gran peso teológico. “Con todo tu corazón” es la expresión que se refiere al mandamiento de amar a Dios, como lo encontramos en el Deuteronomio (Dt 6,4 f.). La misma relación estrecha entre el honor por los padres y el amor a Dios es subrayado luego por el hecho que el sabio continúa exhortando para temer a Dios con el corazón (v.30a) y a amar al Creador con toda la fuerza (v.31a). El honor a los padres está en inmediata relación con el amor a Dios. El sabio recomienda también el cuidado de los ministros del culto (Si 7,29b.30b) y pone de relieve los Lamentablemente, el versículo que llama mayor interés: “No descuides visitar al enfermo, que por obras de éstas ganarás amor”, no es cierto desde el punto de vista de la crítica textual. El texto hebreo presenta algo totalmente diferente, pero hay que considerarlo como una corrupción del texto. Las traducciones antiguas son claras y atestiguan de modo particular la atención a los enfermos. El verbo “visitar” en el texto griego es el mismo que Jesús emplea en su discurso sobre el juicio final cuando enumera las obras de misericordia (Mt 25,36). El mandamiento de honrar a los padres ancianos recurre también en el libro de Tobías, cuando se refiere sacrificios (Si 7,3cde). El discurso se concluye mencionando a los pobres, el honor a los muertos y la visita a los enfermos: Tambien al pobre tiéndele tu mano, para que tu bendición sea perfecta. La gracia de tu dádiva llegue a todo viviente, ni siquiera a los muertos les rehúses tu gracia. a su madre anciana, que sobrevivirá a la muerte de su esposo: «Cuando yo muera, me darás una digna sepultura; honra a tu madre y no le des un disgusto en todos los días de su vida; haz lo que le agrade y no le causes tristeza por ningún motivo. Acuérdate, hijo, de que ella pasó muchos trabajos por tí cuando te llevaba en su seno. Y cuando ella muera, sepúltala junto a mí en el mismo sepulcro. Tb 4,3-4 El discurso del viejo Tobit no sólo sigue en muchos pasos las tradiciones bíblicas, sino muestra también considerables semejanzas con textos egipcios. También revive aquí el catálogo de las buenas obras, conocido en las biografías ideales del antiguo Egipto. Lo mismo que en las biografías ideales, sólo en raros casos los autores se alaban por haber asistido a los enfermos, de modo que falta en el discurso sapiencial de Tobit la exhortación a ocuparse de los enfermos. Este hecho sobresale en particular si pensamos que se trata de un minusválido, un ciego, el que funge como maestro. 6. ¿Qué se hacía por los enfermos? ¿Qué se da por descontado que se haga? Comencemos con la narracción doctrinal del libro de Tobit: muestra la curación de Sarra (Tb 8,1-3) y de Tobit (11,1-5). El libro presenta los remedios de la medicina tradicional ante a la posesión de un demonio y el caso de ceguera (Tb 6,6-9). Más importante para la historia es el hecho que es el arcangel Rafael que indica al joven Tobías los medios necesarios. El nombre del arcángel dice claramente quién puede dar realmente la salud – ya sea que se trate de un enfermo joven, o de un anciano. Ciertamente, en la antigüedad no se conocía el arte de la medicina, pero en la mayoría de los casos no se sabía como reaccionar. Sirácida recomienda consultar al médico, pero al mismo tiempo advierte que uno no debe esperar mucho de él (Si 38,1-15). El texto de Ben Sirá, en el que encontramos una referencia explícita al médico, es digno de particular interés pues se refiere al pasaje del Exodo en el que se define a Dios como médico de Israel (Ex 15,26). Pero ¿qué se espera en la Biblia para los enfermos de la ayuda puramente humana? Se narra que la mujer de Isaac, Rebeca, junto con su hijo predilecto trata mal a su marido anciano y ciego. En cambio, ¡la debilidad del marido y padre es apro- 62 vechada de manera desfachada! Ese desprecio del hombre anciano y ciego no puede valer como modelo por imitar. También el sacerdote anciano de Betel llamado Elí tiene noventiocho años y no puede ver (1 S 4,15; 3,2). Sus hijos actúan como déspotas sin ningún sentido moral. El anciano ya no tiene poder alguno sobre sus hijos de modo que estos hacen lo que quieren (1 S 2,22-26). Se trata también de un caso que no se puede poner como ejemplo de conducta. ¿Existen ejemplos por imitar? Los amigos de Job van “a compadecerle y consolarle” (Jb 2,11; 42,11 cf. 2,13). Ellos hacen esto, mientras el salmista se lamenta: “Espero compasión y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno” (Sal 69,21). Como se presenta en la narración, los amigos de Job por un LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS da, lo encontramos en el libro de Isaías mediante la imagen de un cuerpo humano, afectado por la enfermedad de la planta del pie hasta la cabeza, donde el cuerpo humano representa Judá, cuyo territorio ha sido reducido considerablemente: ¿En donde golpearos ya, si seguís contumaces? La cabeza toda está enferma, toda entraña doliente. De la planta del pie a la cabeza, no hay en él cosa sana: golpes, magulladuras y heridas frescas, ni cerradas ni vendadas, ni ablandadas con aceite. Is 1,5-6 El cuerpo descrito está destruido: las heridas, las magulladuras, y las llagas deben ser limpiadas, vendadas y suavizadas con aceite, pero No habéis fortalecido las ovejas débiles, no habéis curado a la enferma ni curado a la que estaba herida. No habéis tornado a la descarriada ni buscado a la perdida. Sino que la habéis dominado con violencia y dureza. Ez 34,4 Dado que los pastores no actúan como deberían hacerlo, Dios mismo se asume la responsabilidad por sus ovejas: Yo mismo apacentaré mis ovejas y yo las llevaré a reposar, oráculo del Señor Yahvéh. Buscaré la oveja perdida, tornaré a la descarriada, curaré a la herida y sanaré a la enferma; pero exterminaré a la que está gorda y robusta. La pastorearé con justicia. Ez 34,15-16 En el mundo hebreo la visita a los enfermos es concebida como acto de imitación de Dios. Probablemente, el verbo presente en Ezequiel 34,11-12 biqqer “curar”, “preocuparse” es la base de la expresión biqqur cholim. 7. Ocuparse de los enfermos en la literatura epistolar del Nuevo Testamento lado hacen como marco a los discursos de Job y de los amigos y, por el otro, a los discursos del Señor y de Job, tienen la intención de focalizar toda la atención en el enfermo. Naamán, comandante del ejército del rey de Aram, .... era leproso. Quizás él es un buen ejemplo para ver lo que el enfermo se espera de un médico-profeta: «Yo que había dicho: ¡Seguramente saldrá, se detendrá, invocará el nombre de Yahvéh su Dios, frotará con su mano mi parte infecta y sanaré de la lepra!”. 2 R 5,1.11 Lo que se podía esperar en el caso de una enfermedad o de una heri- todo esto no ha sido hecho. De paso debemos decir que encontramos la misma secuencia de las acciones que hallamos en la narración de Jesús en la parábola del buen Samaritano: vendar las heridas y luego suavizarlas con aceite (cf. Lc 10,34). Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino. También el profeta Ezequiel presenta una imagen: Dios acusa a los falsos pastores, a los responsables del pueblo, que no muestran el menor signo de responsabilidad por sus ovejas, cuando en verdad deberían consolar a los débiles, vendar a los heridos, curar a los enfermos: Las cartas del Nuevo Testamento no se ocupan explícitamente del tema de los enfermos. Sólo en forma ocasional se menciona a un enfermo: “Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de armas, ... anda angustiado porque sabe que ha llegado a vosotros la noticia de su enfermedad. Es cierto que estuvo enfermo y a punto de morir. Pero Dios se compadeció de él; y no sólo de él, sino también de mí, para que no tuviese yo tristeza sobre tristeza” (Flp 2,26f.). Timoteo recibe este consejo: “No bebas ya agua sola. Toma un poco de vino a causa de tu estómago y de tus frecuentes indisposiciones” (1 Tm 5,23). Análogamente, se habla de un tal Trófimo que se ha quedado enfermo en Mileto: “Trófimo le dejé enfermo en Mileto” (2 Tm 4,20). ¿Quién lo dejó solo? ¿Pablo? En la carta de Santiago encontramos un consejo dirigido a los mismos enfermos: ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de 63 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder. Elías era un hombre de igual condición que nosotros; oró insistentemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Después oró de nuevo y el cielo dio lluvia y la tierra produjo su fruto. St 5,14-18 El pasaje de la carta de Santiago es el clásico fundamento bíblico para el sacramento de la unción de los enfermos. Son muy raras las menciones en torno al compromiso a favor de los enfermos en las cartas del Nuevo Testamento. En cambio, en los Evangelios encontramos una situación diferente. 8. Comportamiento de Jesús ante los enfermos y su exhortación a sus seguidores para que se comprometan en favor de los enfermos El material que ofrecen los Evangelios sobre el tema “los enfermos” lamentablemente no puede ser discutido en toda su amplitud. Sean suficientes algunas observaciones. a) Jesús y los enfermos Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesus curó a muchos que adolecían de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios, a quienes no permitió hablar, pues le conocían. Mc 1,32-34 (// Mt 8,16 // Lc 4,4041) Se trata del primer sumario en el Evangelio más antiguo, esto es, el de Marcos. El texto es precedido por la narración de la curación de la suegra de Pedro, que estaba con la fiebre (Mc 1,30-31). Luego del sumario tenemos dos narraciones de la curación de un leproso (Mc 1,40- 45) y de un paralítico (Mc 2,1-12). La vocación del publicano Levi (Mc 2,13-14) lleva a la discusión entre Jesús y los escribas de los fariseos sobre el comer con los pecadores y pubicanos. La narración llega a su ápice en las palabras de Jesús: «No necesitan de médico los sanos, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos sino a pecadores». Mc 2,17 do hablar de las obras de Cristo, envió a sus discípulos a decirle: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otros?». Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡dichoso aquel que no se escandalice de mí!». Mt 11,2-6 // Lc 7,18-23 Jesús cura a personas ancianas, como la mujer que “padecía flujo de sangre” y devuelve la vida a una joven, la hija de Jairo (Mc 5,21-43 //Mt 9,18-26 // Lc 8,40-56). En un otro sumario en el Evangelio de Marcos leemos: Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron. Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida, recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en camillas a donde oían que él estaba. Y dondequiera que entraba, en pueblos, aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas y le pedían poder tocar siquiera la orla de su manto; y cuantos le tocaban, quedaban curados. Mc 6,53-56 (// Mt 14,34-36) Lamentablemente, debo interrumpir la discusión sobre el comportamiento de Jesús para con los enfermos. Por último, deseo mencionar brevemente como Jesús confia a los suyos la tarea de completar su compromiso a favor de los enfermos. b)Jesús manda a sus discípulos a sanar los enfermos El discurso con el cual Jesús envía a los doce comienza así: Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia. Mt 10,1 El discurso contiene explícitamente la tarea de curar a los enfermos: Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. De gracia lo recibisteis; dadlo de gracia. Mt 10,7-8; cf. Lc 9,1-6; 10,1-12. Los sumarios del Evangelio de san Marcos son desarrollados y ampliados posteriormente en los otros dos evangelios sinópticos en los que están insertados en contextos bien precisos y significativos. Cfr. p.e. Mt 4,23-25. El paso paralelo al primer sumario en el Evangelio de Marcos (Mc 1,32-34) se ha enriquecido con una cita del libro del profeta Isaías, sacada del cuarto canto del Siervo de Yahvéh: Al atardecer le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con su palabra, y sanó a todos los enfermos. Así se cumplió el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. Mt 8,16-17; cfr. también Mt 9,3538; 12,15-22;14,14. El discurso del envío en el Evangelio de Marcos, que es muy breve con respecto al Evangelio de Mateo y de Lucas, concluye con la noticia que los discípulos habían logrado que muchos se convirtieran y habían curado a muchos enfermos: Y yéndose de allí, predicaron que se convirtieran: expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. Mc 6,13 (// Lc 9,6) Lo que expresan los sumarios es interpretado por Jesús mismo cuando dice a los enviados por Juan el Bautista que con su venida ha iniciado el tiempo mesiánico: Y Juan que en la cárcel había oí- Las palabras que Jesús al final del Evangelio de Marcos dirige a los incrédulos Once (cf. Mc 16,11.13.14), contiene el anuncio que quienes han recibido el bautismo impondrán las manos a los enfermos y los curarán: 64 El que crea y sea bautizado, se salvará, ... Mc 16,16 (los creyentes) tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien. Mc 16,18 En el contexto del anuncio de la venida mesiánica del hijo del hombre, Jesús habla del juicio final, enumerando las seis obras de misericordia: dar de comer a los hambrientos dar de beber a los sedientos acoger al extranjero vestir a los desnudos visitar a los enfermos y visitar a los que están encarcelados Mt 25,35-36. 37-39; 25,42-43 y v.44 Junto con el ejemplo del buen Samaritano (Lc 10,30-37), esta lista de obras de misericordia ha inspirado al cristianismo en su compromiso a favor de los enfermos. Concluyo mi ponencia trayendo a la memoria lo que, en las narracio- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS nes de sanación en los Evangelios, sobresale de modo particular en dos ocasiones. Cuando Jesús cura al paralítico – se trata de una de las primeras curaciones de Jesús –. El paralítico es transportado por sus amigos. Al no poder llegar directamente a Jesús debido a la muchedumbre, hacen bajar al enfermo desde el techo y ponen la camilla delante de Jesús. Esto debe constituir una admonición para los cristianos: deben actuar como los amigos del paralítico: el compromiso a favor de los enfermos debe ser serio y eficaz como el gesto de los cuatro hombres. El hombre enfermo debe ser llevado delante de Jesús y para ello hay que hacer todo lo posible, incluso destapar el techo de la casa (Mc 2,1-11 // Mt 9,1-8 // Lc 5,17-26). Existe también una desconcertante “antinarración”. Había un mendigo ciego en Jericó de nombre Bartimeo, hijo de Timeo. Había escuchado que Jesús se encontraba en las cercanías. Entonces gritó con todas sus fuerzas: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! Pero la multitud, que circundaba a Jesús le decía que se callara: “Muchos le reprochaban para que callase” Pero Bartimeo no se dejó impresionar y gritó más fuerte. Ninguno lograba calmarlo (Mc 10,46-52 //Mt 20,29-34 //Lc 18,35-43). También esta es una admonición para los cristianos para que estén atentos a los lamentos y gritos de los enfermos. La dignidad de los enfermos es garantizada y defendida por la atención de los que están cerca de ellos. Esta atención y el estar a su lado es fuente preciosa de ayuda para los enfermos. En este sentido tenemos un verdadero ejemplo en los amigos de Job: hacen lo que se debe hacer ante un hombre que sufre. Se sientan y están en silencio con Job que sufre. En cambio, cuando comienzan a responder a los discursos de Job, se vuelven enemigos del hombre que sufre, precisamente como Dios a quien Job denuncia como su enemigo (cf. Jb 19,22; 13,24). P. HANS-WINFRIED JÜNGLING S.J. Dr. en cuestiones bíblicas Prof. emérito de Exegesis del Antiguo Testamento Philosophisch-Theologische Hochschule Sankt Georgen, Frankfurt am Main, Alemania 65 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 GABRIELE MARASCO 1.2 El cuidado a los ancianos en los Padres de la Iglesia En un libro que todavía constituye un texto en la historia de la vejez, Georges Minois presenta una visión bastante negativa de la condición del anciano en los primeros siglos del cristianismo: sólo los ancianos dotados de sabiduría auténtica habrían sido apreciados, mientras la Iglesia, aún siendo una sociedad gerontocrática, los habría usado sin gratitud ni reconocimiento alguno1. El libro ha sido objeto de críticas, ya sea en el plano filológico2 que en aquel propiamente histórico3, y por lo demás, en verdad diferentes reconstrucciones han puesto el acento en la valoración del anciano en la sociedad y en la cultura cristiana4. En cambio, muy escaso fue el interés que se puso en el tema de la asistencia a los ancianos5, en particular en el ámbito sanitario, y en la actitud de los Padres de la Iglesia al respecto. De todos modos, considero que dicho tema puede echar una luz bastante interesante en la acción del cristianismo en el campo social, cuyo desarrollo y evolución se iluminan si se pone en relación con los progresos de la ciencia médica de ese tiempo, en vista del interés que la Iglesia siempre ha mostrado hacia la medicina. En el mundo griego, generalmente el cuidado de los ancianos fue considerado como tarea de sus descendientes6. Análoga fue la actitud de los hebreos para quienes el anciano que no vivía en familia y no tenía herederos que pudieran asistirlo, la asistencia a los mismos entraba en el problema más general de la pobreza y se le aplicaba los preceptos de la caridad7. También en el mundo romano la asistencia a los viejos era tarea de la familia, aunque el Estado se hacía cargo de algunas categorías particulares, como los veteranos, y proporcionaba facilitaciones con la inmunidad a los ancianos8. En esta tradición ya consolidada, el cristianismo introdujo de inmediato profundos elementos de novedad, que luego se desarrollarán y modificarán en el transcurso del tiempo. La primera mención aparece en los Hechos de los Apóstoles y hace referencia a los inicios de la predicación cristiana: los Apóstoles, como respuesta a la solicitud de los “helénicos”9 que lamentaban que sus viudas eran dejadas de lado en la asistencia cotidiana, eligieron siete diáconos para que se dedicaran a este servicio10. Evidentemente, la queja se refería a la asistencia a los pobres, que en este caso se practicaba proporcionando alimento a las viudas11 y que los Apóstoles aceptaron de inmediato como tarea esencial de su comunidad; pero el significado profundo de esta tarea y la organización de la misma los indicará Pablo de modo indeleble. En la primera carta a Timoteo, Pablo dice que es necesario asistir y honrar a las viudas que realmente son tales: si tienen hijos o nietos, es preciso que éstos los ayuden, manifestando piedad por la familia. En cambio, si la viuda está sola, será asistida por la comunidad, siempre que haya mostrado su fe, haya conducido una vida irreprensible, no se haya vuelto a casar y no sea menor de sesenta años. Pablo exhorta también a los parientes de las viudas para que las asistan, de modo que la Iglesia no tenga que ocuparse de ellas y más bien asista a las que realmente tienen necesidad12. Con las prescripciones de Pablo, la asistencia a las mujeres ancianas privadas de medios de subsistencia y de parientes capaces de ayudarlas se convertía, pues, en una tarea específica de la Iglesia y parece evidente, que además de la subsistencia tenía que ocuparse de su salud, aunque ningún testimonio corrobore la hipótesis de que existiese efectivamente una organización que se dedicase explícitamente. También es importante el esfuerzo del Apóstol que trata de limitar el compromiso de la Iglesia a los casos de necesidad efectiva, debido a la evidente conciencia de los límites de los recursos de los que disponían las comunidades cristianas de ese entonces y a la preocupación de evitar su dispersión y dejar sin ayuda a quien tuviese necesidad. Las prescripciones de Pablo permanecieron como la base de la acción de la Iglesia, para la cual la asistencia a las viudas representó un compromiso costante13, y del pensamiento de los Padres, más allá de las explícitas y continuas exhortaciones para que se conformasen a la enseñanza de Cristo que, en la narración de Mateo y de Lucas, había exhortado a no ocuparse de las futuras necesidades del cuerpo, sino sólo a las del alma14: así tenemos a Evagrio Póntico, que exhorta al monje a cuidarse de la avidez unida al pensamiento de una larga vejez, de la imposibilidad de trabajar, del hambre y de las enfermedades que llegarán, de la vergüenza de tener que recurrir a la caridad de otros15, estaba vinculado de algún modo a Basilio de Cesarea y a Gregorio de Nacianso16, de quien más adelante veremos su particular compromiso en la asistencia a los ancianos, mientras Jerónimo, que también cita el paso de Mateo para exhortar a Eustoquio para que evite la avidez y no se preocupe ante la perspectiva de que llegando a la vejez se enfermará, ninguno tendrá compasión de ella, de inmediato recuerda el compromiso que tienen los fieles de mantener a las mujeres ancianas, reprobando a quienes cometía abusos debido al orgullo17, y en otro lado recuerdo con explícita aprobación las prescripciones de Pablo, que limitaban la asistencia de la Iglesia 66 solamente a las viudas con más de sesenta años y de sanas costumbres18. Hay que subrayar en estos pasajes el nexo entre vejez y enfermedad, que se advierten como complementarios en el temor por el futuro; pero en ambos el llamado a la palabra de Cristo se une a la confianza en la caridad, que hará menos dura la vejez también para quien no tiene herederos capaces de mantenerlo. La importancia de la asistencia a las viudas ancianas no debe ser subestimada: ya a mitad del siglo III en Roma, donde la fe cristiana se había difundido pero no predominaba, la carta del Papa Cornelio a Favio certifica que la Iglesia mantenía a mil quinientas viudas y pobres19. La amplitud de esta acción y el peso que comportaba son confirmados por Jerónimo, que recuerda al presbítero Nepociano que está enfermo, que no tendrá dificultad para que lo asistan, ya que la Iglesia alimenta a muchas ancianas que, a su vez, corresponden a la caridad brindando asistencia a los enfermos, una forma como vemos de aprovechar todos los recursos y al mismo tiempo para que estas ancianas no se sintieran inútiles20. Pero en otro lado el mismo Jerónimo insiste condenando a los que rehusan asistir a sus madres, obligando así a la Iglesia a asistirlas con la consiguiente reducción de las disponibilidades para quienes efectivamente se encuentran en la necesidad y no se avergüenzan ver a sus madres pidiendo limosna en la iglesia21. De modo mucho más sentido, Ambrosiastro alaba la previsión de Pablo, que fija criterios precisos para la asistencia de las viudas: en efecto, este compromiso pesa abundantemente en la Iglesia sobre todo debido a los fieles que, aún teniendo la capacidad económica para asistirlos, e incluso de extender a otras su caridad, tratan de sustraerse a su tarea, obligando a las viudas a recurrir a la Iglesia22. Además, contrariamente a las prescripciones paulinas, gozan también de asistencia las viudas que han tenido más de un marido o que han llevado una vida desenvuelta, ya sea por negligencia o porque han intervenido personas influyentes. Por lo que hay que asistir a muchas viudas y el pueblo se lamenta y retrasa su ayuda23. No obstante estas dificultades y LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS los posibles abusos, la asistencia a las viudas con más de sesenta años permaneció una institución esencial de la Iglesia; sin embargo, quedaban excluidos los ancianos de sexo masculino, incluso necesitados y ella tendía sobre todo a proporcionarles alimento, alojamiento y vestido, mientras ninguna organización particular parece haberse ocupado, al menos en los primeros tiempos, del cuidado de las enfermedades; pero la situación tenía que desarrollarse progresivamente en ambos campos. De hecho, viudas y huérfanos aparecen como beneficiarios de la asistencia de la Iglesia en la Epístola de Bernabé24; Ignacio de Antioquía, martirizado bajo Trajano, prescribe la caridad en favor de las viudas, los huérfanos, los oprimidos, los prisioneros, los hambrientos y sedientos25 y también hacia mitad del siglo II Policarpo de Esmirne considera como deber de los presbíteros asistir a los enfermos, a las viudas, a los huérfanos y a los pobres26. Pero ya a fines del mismo siglo Clemente Alejandrino menciona a los ancianos, junto con las viudas y los huérfanos, como categorías amadas por Dios27. En otra parte, Clemente ataca con dureza a las matronas que rechazan a las viudas, a los viejos y a los huérfanos y gastan su dinero en animales exóticos o monstruosos, mientras deberían proporcionar asistencia a los ancianos que enseñan la sabiduría y tienen rostros más hermosos de aquellos de los monos, y les recuerda las palabras de Cristo que amonestaba diciendo que todo lo que se hace a estos hermanos es hecho a El28. Si el testimonio de Clemente podría aparecer como una toma de posición personal, que tiende a una particular consideración por la condición de los ancianos, mucho más significativa en el plano práctico es la de Tertuliano en Apologético escrito en el año 197; afirma que el dinero recogido gracias a las ofertas de los fieles no es disipado en gastos inútiles, sino antes bien, es empleado para alimentar y enterrar a los necesitados, para asistir a los huérfanos y a los siervos ancianos y a los náufragos y a quienes, por su fe, han sido condenados a las minas, deportados o encarcelados29. Más aún, a inicios del siglo III Orígenes, alumno de Clemente, afirma que es necesario poner atención cuando se distribuyen los bienes eclesiásticos para que no se dispersen, considerando con prudencia los motivos de la necesidad y la dignidad de cada uno. En efecto, no se debe tratar del mismo modo a los que están acostumbrados desde siempre a las estrecheces y a los que, en cambio, han vivido por largo tiempo en la riqueza y sólo luego han caído en la pobreza, ni hay que ofrecer lo mismo a hombres y mujeres o a viejos y jóvenes, o a jóvenes y enfermos que precisamente por su condición no pueden mantenerse. Además, es necesario preguntar si han tenido muchos hijos, que no los han abandonado pero con todos sus esfuerzos no logran asistirlos adecuadamente30. De modo más explícito, al tratar de los deberes de los eclesiásticos, Ambrosio afirmará que al brindar beneficios hay que tener en cuenta la edad y las enfermedades y dar más a los ancianos que ya no pueden mantenerse con su trabajo, y a los enfermos31. Hay que subrayar en este pasaje, como en el de Orígenes, el acercamiento de los ancianos a los enfermos, con la convicción de que en esta situación común en que se encuentran, no tienen la posibilidad de procurar lo necesario para vivir. El mismo acercamiento recurre también en la regla monástica de Pacomio, que alrededor del año 320 inició en Egipto el cenobismo, fundando el monasterio de Tabenisi, al cual pronto se añadieron otros32: viejos, niños y enfermos graves aparecen como las únicas categorías que están exentes del ayuno que se pide a los monjes33, como confirmación de la conciencia de una particular condición de debilidad que los auna, en este caso obviamente no por motivos económicos, sino físicos. Estos pasajes atestiguan una neta evolución en virtud de la cual, a partir de los últimos decenios del siglo II, los ancianos comienzan a formar parte de las categorías particularmente asistidas por la Iglesia. Los efectos de esta evolución debían aparecer evidentes sobre todo a partir del reino de Constantino cuando el triunfo del cristianismo y su pleno acuerdo con el Estado crearon las condiciones para una intervención más incisiva a favor de quienes vivían en la necesidad, en 67 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 el ámbito del impulso que los cristianos dieron a la asistencia sanitaria, mediante la fundación de hospitales sobre todo en las regiones orientales del Imperio34. Esta intervención fue excepcionalmente precoz: de hecho, mientras la primera confirmación de un asilo cristiano en el que se curaban también a los enfermos se refiere a la iniciativa de Eustacio, obispo de Sebaste en el Ponto, a mitad del siglo IV35, los Patria de Constantinopla nos dan la noticia de un gerontocomio denominado Psamathia, que había sido fundado en el barrio homónimo por Elena, madre de Constantino, junto a una iglesia36. Creo que no hay porque dudar de esta noticia, si se considera su exacto contexto histórico y cronológico. En efecto, Elena se había trasladado a Roma desde el año 32237 y se alejó sólo en el 327, para efectuar una peregrinación a Oriente y llegar a Jerusalén, durante la cual quedan confirmados los grandes actos de generosidad y de caridad que realizó, no sólo con la fundación de templos, sino también con generosas donaciones a comunidades y a los necesitados, con la liberación de encarcelados y el llamado a los exilados38; luego de regresar a Roma, Elena muere entre los años 329 y 33039. La fundación del gerontocomio de Constantinopla, por tanto, se remonta a la época de la peregrinación y su historicidad me parece netamente confirmada por el complejo, obra de Elena. Es muy emblemática también según mi parecer la figura de la creadora de esta nueva institución, en la que se reunían tres aspectos: la benefactora privada, la santa que será reconocida luego por la Iglesia y la madre del emperador. La acción a favor de los ancianos necesitados, se caracterizó desde entonces por una perfecta consonancia de propósitos y de acción entre Iglesia, Estado y privados. La importancia de la iniciativa de benefactores privados es confirmada particularmente en Constantinopla por los Patria y se desarrolló a través de la institución de fundaciones40. Así, bajo el emperador Arcadio el patricio Florencio al morir dejó su casa como asilo para ancianos, junto a una capilla41; la misma iniciativa la tomó cuando aún vivía el patricio Dessiocrate bajo Teodosio II42. El magistros Antemio, que luego será emperador de Occidente en el 467, transformó su casa en una residencia para ancianos y en una iglesia43 y también bajo Justino II los hermanos Eubulo e Isidoro transformaron sus casas en un asilo para forasteros y en uno para ancianos, respectivamente44. Por otro lado, el ejemplo de Elena quedó como inspiración para las mujeres de la familia imperial: a Eudocia, esposa de Teodosio II, se le reconoce la fundación de numerosos gerontocomios45, entre los cuales uno en Jerusalén46. Pulque- administrados por el patriarcado; es importante que Gregorio una explícitamente la acción desarrollada sobre el particular a aquella a favor de viudas, huérfanos y enfermos52, como testimonio de la equivalencia entre estas categorías en la acción asistencial de la Iglesia. El cuadro que hemos delineado plantea tres problemas: las razones de la evolución que indujo a los Padres, al menos desde los últimos decenios del siglo II, para que añadieran los ancianos en las categorías dignas de particular asistencia; las ria, hija de Arcadio y esposa del emperador Marciano, fundó en Constantinopla, junto con su esposo, un gerontocomio denominado Prasina47. Muy considerable fue luego el compromiso asumido por la Iglesia. Particularmente, con ocasión de una carestía que había afectado Capadocia48, Basilio recogió viveres para mujeres, niños y ancianos, y él mismo con sus sirvientes, curó los cuerpos de los que tenían necesidad49. En uno de sus poemas escritos con ocasión de su retiro de Constantinopla, Gregorio Nacianceno, al concluir su patriarcado50, lamenta: “Viudas, huérfanos, enfermos, que mirábais mis manos como si fueran las de Dios, y dulces casas que acogíais a los ancianos, nunca olvidaré vuestro amor, aunque lo quisiera”51. Se hace referencia aquí a la iglesia de Santa Anastasia y los versos parecen confirmar la existencia de uno o más gerontocomios razones que llevaron a la creación de instituciones adecuadas para acoger y curar a los ancianos53, totalmente desconocidas antes; los motivos de la amplitud de esta acción del particular compromiso que dedicaron el Estado, la Iglesia y benefactores privados. Para responder a dichos interrogantes, según mi parecer, hay que poner atención por un lado en la evolución de la ciencia médica con respecto a la vejez y a las enfermedades que la caracterizan y, por el otro, en la influencia de particulares fenómenos sociales y económicos que se desarrollaron bajo el imperio. En la medicina griega, y en particular en el Corpus Hippocraticum, se consideraba la vejez como caracterizada por un progresivo enfriamiento del cuerpo, que se suponía estuviese acompañado prevalecientemente por una sequedad de los humores, aunque una minoría de autores hablaba en cambio de exce- 68 siva humedad54; la tendencia hacia particulares enfermedades era bien conocida y en particular el autor de los Aforismas considera como características de la vejez las enfermedades por resfrío, aquellas del aparato uro-genital, nefropatías, apoplejias, males articulares, insomnia y enfermades del oído y de los ojos55. Sin embargo, falta cualquier referencia a la existencia de una especialización geriátrica, que evidentemente se desconocía. La situación cambió totalmente en la época romana: si Celso se limitó a observar que los jóvenes están más sujetos a las enfermedades agudas, los ancianos lo están a aquellas crónicas, y sustancialmente atribuye a éstos las mismas enfermedades que ya hemos encontrado en los Aforismas hipocráticos56, obras dedicadas a las enfermedades de los ancianos las encontramos ya entre los siglos I y II d.C.57. Pero es sobre todo Galeno que parece haber dado un arreglo global a la materia y nos proporciona noticias preciosas sobre la situación en su época, entre los últimos decenios del siglo II y los primeros del siglo III, nel libro V del De sanitate tuenda y en el De marcore, un escrito dedicado al marasmo, disturbio característico de la vejez58. Teniendo en cuenta la teoría de los humores59, Galeno comparte la idea de que la sequedad es una característica de la vejez, más allá de la falsa impresión de humedad creada por la abundancia de las secreciones60. Considera que la vejez no es una enfermedad, sino una condición conforme a la naturaleza61; pero sobre todo ofrece noticias preciosas sobre la actividad de los médicos. De hecho, observa que ocuparse de la salud de los ancianos es difícil como con los convalecientes, porque ambos estados no son de perfecta salud, sino intermedios enfre la salud y la enfermedad, y atestigua que los médicos más jóvenes llaman la parte del arte que se ocupa de la salud de los ancianos gherokomikón62. En otro lado, al ocuparse del marasmo, disturbio que afecta a los ancianos, afirma que es imposible impedirlo, pero que se puede hacer algo para prolongar la vida y esta es la tarea de esta rama de la medicina denominada precisamente gherokomikón, cuyo objetivo es impedir, en lo posible, que el corazón se diseque hasta cesar su fun- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ción63. Según Galeno, el buen médico de los ancianos es aquel que conoce las condiciones, provocadas por la sequedad y por el frío, y aprende cuáles son los elementos simples dotados de propiedades que humedecen o que abrigan64. En efecto, las terapias que Galeno propone tienden a obviar la falta de calor y de humedad y dan amplio espacio sobre todo a una dieta adecuada y a los baños calientes65; pero él da considerable atención también a los aspectos psicológicos de las condiciones de los viejos y a las consecuencias de la edad sobre su mente66. En primer lugar, los testimonios de Galeno demuestran que en sus tiempos la geriatría era una especialidad bien afirmada, con médicos que se dedicaban especialmente al cuidado de los ancianos; se conocían muy bien las enfermedades peculiares de los ancianos y requerían terapias específicas, continuadas, porque sus males los amenazaban las teorías y de la praxis médica de ese tiempo comprendieron correctamente la importancia de la asistencia a los ancianos. Por otro lado, el tratado que Galeno había ofrecido sobre la geriatría y sus terapias estaban fuera de discusión, hasta el punto que las encontramos resumidas aún en el siglo IV por Oribasio, en el siglo VI por Aecio, en el VII por Pablo de Engina68 y también en el Medievo permaneció como base indiscutida para el cuidado de los ancianos69; de este modo se afirmó la necesidad de las terapias específicas sostenidas en la obra de Galeno, sustancialmente diferentes, por su peculiaridad y por su larga duración, de aquellas que eran necesarias para los enfermos en sí. En mi opinión, en esta perspectiva se desprende la necesidad de contar con lugares de asistencia particulares destinados a los ancianos, diferentes por su misma terminología con respecto a los demás centros de asistencia70. Los hasta la muerte, y eran costosas, porque se basaban sobre todo en la dietética y en los baños calientes. Por otro lado, las teorías de Galeno se difundieron bastante y no sólo entre los paganos: baste recordar aquí que, según Eusebio, los secuaces de la herejía de Artemones veneraban a su contemporáneo Galeno casi como un dios67. Por tanto, no hay que maravillarse si obispos de gran cultura, como Clemente, Tertuliano y Orígenes, que vivieron poco después de Galeno, a la luz de hospicios para los pobres y para los forasteros ofrecían esencialmente acogida a quien no tenía una morada, los orfelinatos y los lugares reservados a las mujeres que daban a luz tenían una función bien definida incluso cronológicamente, los hospitales acogían y curaban a los pacientes con una perspectiva de permanencia limitada a los efectos de los cuidados y, en fin, los leprosorios recogían a enfermos que eran objeto de particular horror para el público71. Los huéspedes de los ge- 69 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 rontocomios, en cambio, debido a sus condiciones necesitaban ya sea de alojamiento, de alimento adecuado y de calor, así como de cuidados particulares o, finalmente, de una asistencia también desde el punto de vista humano y psicológico; requerían, por tanto, personal disponible y capaz de afrontar sus necesidades, mientras la duración de su internamiento no era previsible ya que tenía que continuar hasta la muerte. Por lo demás, si ningún testimonio ha llegado a nosotros sobre los cuidados proporcionados en los gerontocomios, una fuente de gran importancia nos narra acerca del tratamiento que se empleaba en los monasterios. La Regla de san Benito concede a los enfermos el uso de baños y los exonera de la prohibición de comer carne, especificando la obligación para los cellarii y para los servidores de asistirlos en todas sus necesidades72, luego extiende las mismas prescripciones sobre la alimentación a los ancianos73; me parece evidente la referencia a los cuidados prescritos por Galeno, que todavía debían ser bien conocidos y aplicados en el siglo IV en los monasterios. Si estos factores explican la institución de los gerontocomios, considero que razones diferentes de orden social y económico, nos indican su gran difusión y el particular interés en este campo. Los estudios demográficos antiguos han puesto en evidencia, a través del análisis de los testimonios, sobre todo de las inscripciones funerarias, un neto aumento, durante la época imperial, del número de personas que alcanzaban una edad elevada, incluso superior a cien años, aunque con considerables diferencias geográficas, por lo que por ejemplo Africa parecería haber constituido un paraíso privilegiado para los ancianos; pero al mismo tiempo la mortalidad infantil se mantenía bastante elevada74. Se deberá tener en cuenta también los efectos de las epidemias: por ejemplo, el histórico eclesiástico Evagrio de Epifania, escribiendo en el año 594, a la edad de cincuentiocho años, afirma que la peste que había afectado Antioquía por cuatro veces en cincuentidos años, se había llevado a varios de sus hijos, a su esposa, a varios miembros de su familia, a muchos siervos y colonos y, dos años antes, a una hija y a su niño que había dado a luz75. Si tenemos en cuenta la gravedad primero de la peste “antonina” en los siglos II y III, y luego de aquella de Justiniano, que permanecieron endémicas por mucho tiempo y provocaron pérdidas graves76, podemos entender que las condiciones en las que Evagrio tuvo que afrontar la vejez no fuesen excepcionales. Además, la exposición de los niños era un fenómeno bastante difundido, especialmente en las familias menos ricas que no podían mantenerlos77, que no tenían escrúpulos de vender como esclavos a los hijos que no podían mantener. Así vemos que ya en el año 315 Constantino emanó un edicto que establecía urgentes ayudas para los padres que debido a su pobreza no tenían la posibilidad de mantener a sus hijos, precisamente para impedir de que fueran matados, y en el 322 emanó normas análogas para ayudar a quienes, encontrándose en graves dificultades económicas, eran inducidos a vender o dar en prenda a sus hijos78. Pero aún en el año 329 un rescripto de Constantino regulaba el rescate de los niños vendidos como esclavos, evidentemente esto era tolerado frente a la amenaza más grave de que los mataran79, y en el 331 otro rescripto establecía que cualquiera que hubiese recogido un niño expósito y lo hubiese crecido podía tenerlo consigo, como libre o como esclavo, rechazando cualquier pretensión de parte del expositor de hacer valer su potestad80; es evidente la intención de incentivar la adopción de los niños expósitos. De todos modos, la política de Constantino al respecto surtió un escaso efecto, si tenemos en cuenta ya sean las duras críticas dirigidas contra él por Zósimo con relación a la institución del crisargiro, un impuesto bastante pesado, que habría obligado a muchos padres a vender a sus hijos81, ya sea por los testimonios que demuestran que la venta y la exposición de los niños hayan seguido siendo prácticas comunes en todo el Bajo Imperio82. Es evidente que todos estos fenómenos no podían sino aumentar de modo considerable, sobre todo en los cetos más pobres, el número de ancianos que no disponían de hijos o nietos capaces de mantenerlos, haciendo fuerte la necesidad de instituciones que proveyesen a ello. La confirmación más importante y al mismo tiempo la ilustración más clara de lo que acabamos de afirmar nos lo ofrece un pasaje de Juan Crisóstomo, que generalmente no es tenido muy en cuenta, y es esencial también porque proviene de uno de los Padres más sensibles a los aspectos sociales de la misión de la Iglesia83, comprometido en primera persona en las obras asistenciales y que se distinguió por la creación de numerosos hospitales en Antioquía y en Constantinopla84. En el escrito Sobre las cohabitaciones sospechosas, compuesto a inicios de su patriarcado constantinopolitano85, Crisóstomo afirma: “Las mujeres necesitan mayor protección, ya que los hombres encuentran en su naturaleza mil recursos. Sin embargo, hay algunas mucho más débiles entre las mujeres, por su edad adelantada, la enfermedad, la pérdida de un miembro, graves dolencias y por otras razones análogas”. Además, visto que el público es más sensible hacia las mujeres, indica como ayudarlas: “De hecho, hay mujeres acabadas por la vejez, algunas con muñones como manos, otras con varias enfermedades, agobiadas por la pobreza y la indigencia. No hay dificultad para recogerlas: si tienes dinero, envíalo para ellas, si eres fuerte, pon la fuerza de tu cuerpo a su servicio. Hay muchas necesidades que requieren asistencia física y dinero. Es preciso encontrarles un alojamiento, preparar medicinas, comprarles una cama y vestidos, proporcionarles el alimento necesario y todo lo demás, aunque fuesen diez, pero la ciudad está llena de ellas”. Curando a los débiles y a los viejos en vez que a los fuertes y a los jóvenes, se logrará la salvación86. Como se ve, Crisóstomo confirma la plena preferencia concedida a las mujeres ancianas en la asistencia de parte de los fieles, pero reacciona también a ella, subrayando que el elemento discriminante no es el sexo sino la edad y las enfermedades, que hacen que todos los viejos necesiten ser asistidos. Atestigua también la gravedad del problema social, por el gran número de ancianos pobres y sin parientes que los ayuden87; en fin, confirma las peculiaridades de la asistencia en estos casos, que no se limita a los cuidados médicos, sino se extiende 70 también al alojamiento, al alimento, a los vestidos, a las camas, elementos necesarios para evitar que el estado de los ancianos degenere en enfermedades dañinas. Como acontece en los Padres, él subraya que a los fieles se les pide no sólo la ayuda en dinero, sino también el compromiso personal88; pero en este primer caso el compromiso es particular, hasta el punto que Crisóstomo hace notar el elemento de la fuerza física que se necesita para ayudar a las personas que a menudo no tienen la posibilidad de moverse por cuenta propia. En el Oriente bizantino, la asistencia a los ancianos permaneció muy eficaz y sentida y lo confirman numerosas instituciones presentes89. La existencia de gerontocomios es atestiguada especialmente en los papiros de Egipto90; pero también las fuentes literarias demuestran que generalmente era difundida y que participaban la Iglesia, los benefactores privados y las autoridades. Por ejemplo, Máximo el Confesor cuando enumera los méritos de Giorgius, que fue prefecto de Africa91, recuerda entre otros su obra para instituir y mantener los gerontocomios92. En setiembre del 600 el Papa Gregorio Magno envió camas con respectivas frazadas al abad del monasterio del Sinaí para equipar un gerontocomio que había sido construido por un tal Isauro93. Juan el Limosnero, que fue patriarca de Alejandria entre los años 611 y 61994, es alabado por su agiógrafo también por haber fundado gerontocomios95. La acción en este campo parece haberse difundido también entre los misioneros que obraban fuera del imperio: así en las Leyes de los Homeritas atribuye a Gregencio, obispo de Tafar en Yemen, que vivió en los primeros decenios del siglo VI y se distinguió por la obra misionera entre los Homeritas96, se atribuye al rey de los Tíopes que gobernaba entonces también sobre los Homeritas y se había convertido al cristianismo, la institución de asilos para los pobres y para los ancianos, respectivamente97. En cambio, parece haber sido mucho más modesta la actividad en este campo en Occidente, de acuerdo con la menor difusión de centros de asistencia y con su escasa espe- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cialidad98, pero también, según mi parecer, con la situación política y económica muy diferente. Hacia fines del siglo VI, el Papa Pelagio II99 hizo construir en su casa un asilo para ancianos pobres, pero este testimonio permanece aislado. Mucho más interesantes son las noticias proporcionadas por la Regula monachorum communis, texto que se atribuye a Fructuoso, obispo de Braga a mitad del siglo VII100 y que, no obstante esta atribución haya sido contestada, de todos modos se basa ampliamente en su pensamiento101. La Regola, prescribe que los enfermos sean tratados con particular cuidado y que el despensero no les haga faltar nada102 y dedica especial atención y amplias prescripciones a los problemas de los ancianos. El autor afirma que muchos ancianos llegan al monasterio como novicios y bien se sabe que son inducidos no por la vocación sino por la necesidad103. Cuando se les descubre, deben ser castigados duramente; en especial se les obligará al silencio, excepto cuando se les interrogue. Ellos están acostumbrados a hablar vanamente y si son reprochados por los otros monjes, se enojan y son afectados por el morbo de la tristeza, para luego recaer en el vicio de las vanas habladurías. Por tanto, se les debe introducir en el monasterio con la delicadeza de impedirles de que pasen el día y la noche hablando inútilmente, y de inducirlos en cambio a los ejercicios de la penitencia y a las lamentaciones, que deben ser mucho más pesadas y sentidas, puesto que se refieren a graves pecados cometidos durante setenta o más años104. Si ni siquiera así se enmendaran, serán excomunicados y luego de ser amonestados catorce veces, serán juzgados por la asamblea de los mayores que podrá expulsarlos del convento, siempre que no se corrijan. En cambio, los ancianos que se comportarán bien y demostrarán su propia devoción serán exonerados de todos los trabajos pesados y se les concederá alimentos suaves, carne y vino necesarios para su particular dieta y vestidos y zapatos que los defiendan del frío sin necesidad del fuego105. Estas últimas precisiones confirman que persiste la conciencia de particulares condiciones de dieta alimenticia y de calor necesarios para los ancianos; pero pienso que lo que más cuenta es la situación social que la Regla indica y la respuesta de la Iglesia. El hecho mismo que la Regla considere como fenómeno bastante frecuente que los ancianos se refugien en los conventos, demuestra hasta que punto la pobreza y la inseguridad estaban difundidos y confirma la incapacidad del estado y de los privados a acudir a los ancianos sin asistencia. La Iglesia era así el único refugio y su compromiso era tal que la Regla renunciaba incluso al principio de la vocación y de la fe efectiva del novicio como medidas para juzgar su admisión en el convento; el compromiso era luego tal y tan fuerte la piedad hacia los ancianos obligados por la necesidad que la Regla prescribía un procedimiento bastante largo para su expulsión, que podía tener lugar sólo después de numerosos llamamientos, cuando se acertara la imposibilidad de enmendarlos y de convencerlos a seguir por lo menos las reglas de la comunidad, sin crear escándalo entre los cohermanos. Ante el gran número de ancianos pobres y sin parientes que los asistieran, el convento les abría sus puertas con la única condición de que no turbasen el orden de la comunidad monástica y no impidiesen la vida espiritual, transformándose esencialmente en algo parecido a los gerontocomios que en Oriente seguían desarrollando su función con mucha eficacia. Prof. GABRIELE MARASCO Docente de Historia Romana en la Facultad de Letras y Lenguas Extranjeras Universidad de Estudios “La Tuscia”, Viterbo, Italia Notas 1 G. MINOIS, Histoire de la vieillesse en Occident de l’Antiquité à la Renaissance, Paris 1987 (trad. it.: Storia della vecchiaia dall’Antichità al Rinascimento, Roma- Bari 1988, 129174. 2 Cfr. V. CITTI, “Lexis” 4, 1989, p. 107-111; A. Casanova, “Prometheus” 16, 1990, p. 190192. 3 Cfr. U. MATTIOLI, Per la storia della vecchiaia (Notas a un libro reciente), “Paideia” 44, 1989, p. 39-56. 4 Cfr. en particular CH. GNILKA, Aetas spiritalis. Die Überwindung der natürlichen Altersstufen als Ideal früchristlichen Lebens, Köln-Bonn 1972; Id., Neues Alter, neues Leben. Eine antike Weisheit und ihre christliche Nutzung, “Jahrbuch für Antike und Christentum” 20, 1977, p. 5-38; Id., Kalogeros. Die Idee des Guten Alters bei den Christen, ibid. 25, 1980, p. 5-21; Id., s.v. Greisenalter, en: Realle- 71 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 xikon für Antike und Christentum, XII, Stuttgart 1983, col. 1052 s.; U. MATTIOLI, Cuidado y promoción de los ancianos en el cristianismo primitivo, en: E. DAL COVOLO- U GIANNETTO (a cargo de), Cultura y promoción humana. Fundamentos e itinerarios. Congreso Ingternacional de Estudios (Oasis “Maria Santissima” de Troina, 29 octubre – 1° noviembre 1995), Troina 1996, p. 95-105; H. BRANDT, Wird auch silbern mein Haar. Eine Geschichte des Alters in der Antike, München 2002, p. 221-242. 5 Sobre el particular cfr., en los límites de una voz de enciclopedia, GNILKA, s.v. Alterversorgung, en: Reallexikon… cit., Supplementband I, Stuttgart 2001, col. 279-289 y D.J. CONSTANTELOS, Byzantine Philanthropy and Social Welfare, New Rochelle, New York 2 1991 , p. 163-175, que supera ampliamente el período que nos interesa; de todos modos, ambos ofrecen una documentacion parcial. 6 Cfr. p.e. W. K. LACEY, The Family in Clas- moteo, Texto griego y traducción, Comentario de L. Oberlinner, (trad. it.), Brescia, 1999, p. 354-394, con bibliografía; R. GRYSON, Il ministero della donna nella Chiesa antica, Roma 1974, p. 34-35. 13 Cfr. en particular J. REVILLE, Le rôle des veuves dans les communeautés chrétiennes primitives: Études de critique et d’histoire, Paris 1889; J. GAUDEMET, L’Église dans l’Empire romain (IVe-Ve siècles), Paris 1958, p. 186-188; Gryson, op. cit., p. 37-42; E. DAL COVOLO, Chiesa Società Politica. Aree di “laicità” nel cristianesimo delle origini, Roma 1994, p. 138140; J.-U. KRAUSE, La prise en charge des veuves par l’Église dans l’Antiquité Tardive, en: C. Lepelley (ét. réun. par), La fin de la cité antique et le début de la cité médievale. De la fin du IIIe siècle à l’avènement de Charlemagne. Actes du Colloque tenu à l’Université de Paris X-Nanterre les 1, 2 et 3 avril 1993), Bari 1996, p. 115-126. Sobre las prescripciones referentes sical Greece, London 1968, p. 116s.; GNILKA, Alterversorgung, col. 267-273. 7 Cfr. p.e. H.H. BEN SASSON, s.v. Age and the Aged (Care of the Aged), en: Encyclopaedia Judaica, 2, Jerusalem 1971, col. 346; GNILKA, Alterversorgung, col. 279. 8 GNILKA, Alterversorgung, col. 271-78; cfr. W. Suder, A Study of the Age and Sex Structure of Population in the Western Provinces of the Roman Empire, Wroclaw 1990, p. 60. Disposiciones a favor de funcionarios militares y civiles ancianos y cercanos al cese de su actividad, las encontramos a inicios del imperio bizantino y posteriormente fueron reducidas por Justiniano (Procop. Hist. Arcan. 24, 30-31; cfr. Cod. Iust. 3, 2, 2; 3, 2, 5). 9 Con toda probabilidad se trata de judíos de lengua griega: cfr. en particular M. HENGEL, Zwischen Jesus und Paulus. Die “Hellenisten”, die “Seben” und Stephanus (Apg 6,1-15; 7,54,8,3), “Zeitschrift für Theologie und Kirche” 72, 1975, p. 151-206; Commentario teologico al Nuovo testamento. Gli Atti degli Apostoli, I, Texto griego y traducción, Comentario de G. Schneider, (trad. it.), Brescia 1985, p. 565-579 con bibliografía. 10 Act. 6, 1-7; cfr. en particular SCHNEIDER, op. cit., I, p. 579 s. con amplia bibliografía. 11 Cfr. en particular SCHNEIDER, op. cit., I, p. 589 y n. 26. 12 I Tim. 5, 3-16; cfr. C. SPICQ, Saint Paul. Les épîtres pastorales, Paris 1947, p. 165 s.; Commentario Teologico del Nuovo Testamento. Le lettere pastorali, I, La prima lettera a Ti- a las viudas en la Didascalía de los Apóstoles y en las Constituciones Apostólicas cfr. también Mattioli, Cura e promozione…, p. 98-99. 14 Cfr. Mt 6, 25-34; Lc 12, 22-31. Acerca de los ecos de estos preceptos en el pensamiento de los Padres cfr. p.e. MATTIOLI, Cura e promozione… cit., p. 95. 15 Evagr. Pont. Cap. prat. 9, ‘Souces chrét.’, N°. 171, Paris 1971, p. 512. 16 Cfr. p.e. J. QUASTEN, Patrology, III, Utrecht/Antwerp 1960, p. 169-176; J. GRIBOMONT – D. HOMBERGER, s.v. Evagrio Pontico, en: A. DI BERARDINO (dir.), Nuovo Dizionario Patristico e di Antichità Cristiane, I, GenovaMilano 1983, col. 1879. 17 Hieron. Epist. 22, 31-32. 18 Hieron. in Es. 2, 3, 4, CCL 73, 48: Nec ecclesiasticis vidua sustentatur alimentis, nisi quae sexaginta annorum est et maturitatem habet morum pariter et aetatis. Cfr. también epist. 79, 7. 19 Euseb. Hist. Eccl. 6, 43, 11. Sobre la gravedad del problema, debido sobre todo al gran número de viudas en la antigüedad, cfr. en especial J.-U. Krause, Witwen und Waisen im römischen Reich, I-II, Stuttgart 1994. 20 Hieron. Epist. 52, 5:… multas anus nutrit ecclesia quae et officium praebeant et beneficium acccipiant ministrando, ut infirmitas quoque tua fructum habeat elemosynae. Jerónimo narra también (epist. 1, 13) un acontecimiento novelesco relacionado con la muerte de una viuda anciana mantenida precisamente por la Iglesia. 21 Hieron. in. Luc. 8, 75-76, CCL, 14, 326327: O fili, quantum tibi sumis iudicium, si non pascas parentem!... Quantum iudicium, si pascat ecclesia quos tu nolis pascere… Ne commiseris, fili, ut parentes tuos aliorum fames pascat, ne commiseris, fili, ut ieunia pauperum parentibus tuis cibum quaerant? En otra parte, el mismo Jerónimo (epist. 123, 5) insiste en que las viudas jóvenes y en buena salud deben trabajar, para que no sean de peso a la Iglesia. 22 Ambrosiast. in I Tim. 5, 16, 1, CSEL, 81, 3, p. 283-84: Quid mirum, si apostolica potestas futura potuit praevidere? Nam apparet quod dixit, quia fidelium viduae nunc multum gravant ecclesiam, et eorum qui locupletes videntur mundi et per senectutis causam desistentes eas ab opere lanificio, retrahunt eis et vestitum et victum, si non totum, tamen ex parte, ut illae ipsa inopia ad piam ecclesiam covertantur, ut vivant. 23 Ambrosiast., loc. cit.: Nam cum praecipiat unius viri uxorem eligi viduam, nunc inveniuntur inter eas non tantum duum aut trium maritorum uxores, sed et quae turpius vixerint, quod aliquando per neglegentiam fit, aliquando potentatu insinuantis. 24 Epist. Barnab. 20, 2d, ‘Sources Chrét.’, N° 172, Paris 1971, p. 212. Sobre esta obra y sobre el período en que fue escrita cfr. en particular L. W. BARNARD, The ‘Epistle of Barnabas’ and its Contemporary Setting, en: Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, II, 27, 1 (1993), p. 159-207 con bibliografía. 25 Epist. ad Smyrn. 6, 2, ‘Sources Chrét.’, N° 10, Paris 1958, p. 160. 26 Polycarp. Smyrn. Epist. Ad Philipp. 6, 1, PG V 1009. Cfr. también, con respecto a los catecúmenos, Hippol. Trad. Apost. 20, ‘Sources Chrét.’, N° 11bis, Paris 1968, p. 78. 27 Clem. Alex. Quis div. salv. 34, 2. 28 Clem. Alex. Paed. 3, 40, 3, 2-3. 29 Tert. Apol. 39, 6: … egenis alendis humandisque et pueris ac puellis re ac parentibus destitutis, iamque domesticis senibus, item naufragis… 30 Origen. in Matth. Comm. Ser. 61 (CGS, Origenes Werke, XI, Berlin 1976, p. 142). 31 Ambros. De off. min. 1, 31, 160: Consideranda etiam in largendo aetas atque debilitas, nonnumquam etiam verecundia, quae ingenuos prodit natales; ut senibus plus largiaris, qui sibi labore iam non queunt victum quaerere. Similiter et debilitas corporis, et haec iuvanda promptius. 32 Sobre Pacomio y su Regola cfr. en particular A. SCHMIDT, s.v. Pachomius der Ältere, en: Biographisch-Bibliographische Kirchenlexikon, VI, 1993, col. 1413-1419; J. QUASTEN, Patrology, III, Utrecht/Antwerp 1960, pp. 154159, con bibliografía. 33 Hieron. Reg. Pachom., praef. 5 (en: Pachomiana Latina. Règle et Épitres de S. Pachome, Épitre de S. Théodore et “Liber” de S. Orsesius, Texte latin de S. Jérôme, éd. par A. Boon, Louvain 1932, p. 7). Cfr. análogamente Benedict. Reg. 36-37: …Licet ipsa natura humana trahatur ad misericordiam in his ætatibus, senum videlicet et infantum, tamen et regulæ auctoritas eis prospiciat. Consideretur semper in eis inbecillitas et ullatenus eis districtio regulæ teneatur in alimentis; sed sit in eis pia consideratio et præveniant horas canonicas; Benedict. Anian,. Concord reg. 46. Ver Mattioli, Cura e promozione…, p. 99. 34 Al respecto cfr. en particular O. HILTBRUNNER, s.v. Xenodocheíon, “R.E.” IX A 2 (1967), col. 1490-1503; U. LINDGREN, Frühformen abendländischer Hospitäler im Lichte einiger Bedingungen ihrer Entstehung, “Historia Hospitalium” 12, 1977-78, p. 32-51; D.W. AMUNDSEN, Philanthropy in Medicine: Some Historical Perspectives, en: E.E. Shelp (ed.), Beneficence and Health Care, Dordrecht 1982, p. 15 ss.; U.B. BIRKLER-ARGYROS, Byzantinische Spitalgeschichte – Ein Überblick, “Historia Hospitalium” 15, 1983-1984, p. 51-80; T.S. 72 MILLER, The Birth of the Hospital in the Byzantine Empire, Baltimore 1985; E. KISLINGER, Xenon und Nosokomeion – Hospitäler in Byzanz, “Historia Hospitalium” 17, 1986-1988, p. 7-16; G.B. FERNGREN, The Organisation of the Care of the Sick in Early Christianity, en: H. Schadewaldt- K.H. Leven (eds.), Actes/Proceedings of the XXX International Congress of the History of Medicine, Düsseldorf 1988, p. 192-198; O. HILTBRUNNER, s.v. Herberge, en: Reallexikon für Antike und Christentum, XIV, Stuttgart 1988, col. 602-626; CONSTANTELOS, Byzantine Philanthropy…, p. 113 s; P. VAN MINNEN, Medical care in late Antiquity, en: Ph. J. van der Eijk- H.F.J. Horstmanshoff- P.H. Schrijvers (eds.), Ancient Medicine in its Socio-Cultural Context. Papers Read at the Congress Held at Leiden University (13-15 Abril 1992), I, “Clio Medica” 27, Amsterdam- Atlanta 1995, p. 15369; U. MATTIOLI, Assistenza e cura dei malati nell’antichità cristiana, en: E. Dal Covolo- I. Giannetto (a cargo de), Cultura y promoción humana. El cuidado del cuerpo y del espíritu en la antigüedad clásica y en los primeros siglos cristianos. ¿Un magisterio todavía actual? Congreso Internacional de Estudios (Oasis “Maria Santissima” de Troina, 29 octubre – 1° noviembre 1997), Troina 1998, p. 257 s. Sobre la asistencia sanitaria proporcionada por los monasterios cfr. también recientemente A.T. CRISLIP, From Monastery to Hospital. Christian Monasticism and the Transformation of Health Care in Late Antiquity, Ann Arbor 2005, que, sin embargo, dedica muy poca atención (cfr. p. 136) a la asistencia a los ancianos. 35 Epiphan. Panarion haer. 75, 1, 7, ed. K. Hohl, III, p. 333; cfr. J. GRIBOMONT, Saint Basile et le monachisme enthousiaste, «Irénikon» 53, 1980, pp. 123-44. 36 Patria 3, 5 (en: Scriptores originum Constantinopolitanarum, rec. Th. Preger, II, Lipsiae 1907, p. 216). Cfr. J.P. RICHTER, Quellen der byzantinischen Kunstgeschichte, Wien 1897, p. 134; Constantelos, op. cit., p. 163. 37 Cfr. Th. K. KEMPF, Das Haus der heiligen Helena, “Neues Trierer Jahrbuch”, Beiheft 1978, p. 9. 38 Euseb. Vita Const. 3, 41-45; Socrat. Hist. Eccl. 1, 17, 13, p. 57 Hansen. Sobre la peregrinación de Elena y el período en que se realizó cfr. sobre todo B.KÖTTING, Peregrinatio religiosa: Wallfahrten in der Antike und das Pilgerwesen in der alten Kirche, Münster 1950, p. 20 s.; L. VOELKL, Der Kaiser Konstantin, München 1957, p. 158-159; Kempf, art. cit., p. 10; J.W. DRIJVERS, Helena Augusta. The Mother of Constantine the Great and the Legend of Her Finding of the True Cross, Leiden 1992, p. 5576. 39 Euseb. Vita Const. 3, 46; cfr. Voelkl, op. cit., p. 177; J. VOGT, Constantin der Grosse und 2 sein Jahrundert, München 1960 , p. 249; Kempf, art. cit., p. 10; Drijvers, op. cit., pp. 13 e 15. 40 Además, parece remontarse al siglo IV la fundación del gerontocomio denominado Eufrata del nombre de su fundador, un patricio que se había trasladado de Roma a Constantinopla durante el reino de Constantino; todavía seguía funcionando y mantenía su nombre en el siglo XIII, época a la que se refieren las noticias que proporciona sobre él el cronista Teodoro Scutariote (ed. Sathas, “Mesaion. Bibl.” 7, 1894, p. 53); cfr. Constantelos, op. cit., p. 165-166. 41 Patria 3, 105 , (Preger, II, p. 251); cfr. R. JANIN, La géographie ecclésiastique de l’Empire byzantin. Première partie, Le siège de Constantinople et le patriarcat oecuménique, Tome III, Les églises et les monastères, Paris 1953, p. 569, n. 24. 42 Patria 3, 72 (Preger, II, p. 241); cfr. JANIN, op. cit., III, p. 566, n. 4. 43 Patria 3, 106 (Preger, II, p. 251); cfr. JANIN, op. cit., III, p. 565, n. 1; CONSTANTELOS, op. cit., p. 166. 44 Patria 3, 120-121 (Preger, II, p. 254-255); LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cfr. Janin, op. cit., III, p. 567, n. 9; p. 571, n. 5. 45 Cyrill. Scythop. Vita Euthim. 35 (Ed. Schwartz, Kyrillos von Skythopolis, ‘Texte und Untersuchungen’ 49, 2, Leipzig 1939, p. 53). 46 Cyrill. Scythop. Vita Johan. Esych. 4 (Schwartz, op. cit., p. 204); Niceph. Call. Hist. eccl. 14, 50, PG CXLVI 1240. 47 Patria, 3, 63 (Preger, op. cit., II, p. 239); cfr. W. ENSSLIN, s.v. Pulcheria, “R.E.” XXIII 2 (1959), col. 1961-62; CONSTANTELOS, op. cit., p. 166. 48 Cfr. en especial S. HOLMAN, The Hungry Body: Famine, Poverty and Basil’s Hom. 8, “Journ. of Early Christ. Stud.” 7, 1999, pp. 337 ss. 49 Greg. Naz. Or. 43, 35, ‘Sources Chrét.’, N° 384, Paris 1992, p. 204. 50 Sobre el patriarcado de Nacianceno, acerca de su conclusión y de sus escritos, sobre to- MATTIOLI, I, Grecia, Bologna 1995, p. 447487; H. HORSTMANSHOFF, s.v. Alter, en: K.-H. Leven (hrsg.), Antike Medizin. Ein Lexikon, München 2005, col. 31-32. 55 Hippocrat. Aphor. 3, 31, Littré IV, p. 500502. Para ver estas mismas observaciones en otros tratados del Corpus Hippocraticum, cfr. Pisi, art. cit., p. 465-66. 56 Cels. De med. 2, 1, 22-23: In senectute spiritus et urinae difficultas, gravedo, articulorum et renum dolores, nervorum resolutiones, malus corporis habitus (καχεξι′ αν Graeci appellant), nocturnae vigiliae, vitia longiora aurium, oculorum, etiam narium, praecipueque soluta alvus, et quae secuntur hanc, tormina vel levitas intestinorum ceteraque ventris fusi mala. Praeter haec graciles tabes, deiectiones, destillationes, item viscerum et laterum dolores fatigant. Obesi plerumque acutis morbis et dif- do poéticos, que Gregorio les dedicó cfr., recientemente, N. GÓMEZ VILLEGAS, Gregorio de Nacianso en Constantinopla. Ortodoxia, heterodoxia y régimen teodosiano en una capital cristiana, ‘Nueva Roma’ 11, Madrid 2000. 51 Greg. Nac. Carm. 2, 1, 16, 87, PG XXXVII 1216. 52 Por su parte, Gregorio de Nisa, como testimonio de una sensibilidad que unía a los Padres Capadocios, exalta la caridad “que asiste a los ancianos”: De benefic. (De paup. am. I), ed. A. Van Heck, en: Gregorii Nysseni Opera, IX, Leiden 1967, p. 100, l. 10. 53 Los testimonios que hemos examinado en este caso inducen a rechazar la tesis (A. PHILIPSBORN, Der Fortschritt in der Entwicklung des byzantinischen Krankenhauswesens, “Byzant. Zeitschr.” 54, 1961, p. 348) según la cual las especializaciones se habrían afirmado sólo a partir del siglo V. 54 Cfr. en particular H. ORTH, Diaita Geronton. Die Geriatrie der griechischen Antike, “Centaurus” 8, 1963, p. 19-47; S. BYL, La vieillesse dans le Corpus Hippocratique, en: F. Lesserre- P. Mudry (édd.), Formes de pensée dans la Collection Hippocratique. Actes du IVe Colloque International Hippocratique (Lausanne, 21-26 setiembre 1981), Genève 1983, p. 85-95; GNILKA, s.v. Greisenalter, col. 1030 s.; G. PISI, La medicina greca antica, en: Senectus. La vecchiaia nel mundo classico, a cargo de U. ficultate spirandi strangulantur, subitoque saepe moriuntur; quod in corpore tenuiore vix evenit. Cfr. en general H.T. HOWELL, Celsus on Geriatrics, “Journ. Amer. Geriatr. Soc.” 18, 1970, 9, p. 687-691. 57 En particular, M. Artorio Asclepiade, que fue médico de Augusto, escribió una obra Perí makrobiotías (Clem. Alex. Paed. 2, 23, 1); cfr. GNILKA, Greisenalter, col. 1030-1031. El tema fue tratado también por Rufo de Efeso (cfr. I. ILBERG, Rufus von Ephesos. Ein griechischer Arzt in trajanischer Zeit, “Abhandl. d. Sächsl. Akad. d. Wissensch.”, Phil.-hist. Kl. 41, 1930, p. 48), por Areteo de Capadocia (cfr. H.T. Howell (Aretaeus on Disease in Old Age, “Journ. Amer. Geriatr. Soc.” 19, 1971, p. 902-912) y por un anómino que Galeno llama irónicamente “filósofo”, identificado por algunos con su contemporáneo Felipe de Cesarea (cfr. C. THEOHARIDES, Galen on Marasmus, “Journ Hist. Med.” 26, 1971, p. 369-90). 58 Al respecto cfr. sobre todo THEOHARIDES, art. cit., p. 369-90; S. Byl, La gérontologie de Galien,”Hist. Phil. Life Sci.” 10, 1988, p. 7392; G. WÖHRLE, Studien zur Theorie der antiken Gesundheitslehre, Stuttgart 1990, p. 23538; I. MAZZINI, La geriatria di epoca romana, en: Senectus…, a cargo de U. Mattioli, II, Roma, Bologna 1995, p. 346 s. 59 Cfr. Orth, Diaita Geronton, pp. 30-33; Gnilka, s.v. Greisenalter, col. 2031. 73 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Cfr. MAZZINI, art. cit., p. 348. Galen. san. tu. 1, 5 (Kühn VI, p. 20); 6, 2 (Kühn VI, p. 387-388). 62 Galen. san. tu. 5, 4, 2 (Kühn VI, p. 330). 63 Galen. mar. 5 (Kühn VII, p. 681); cfr. san. tu. 5, 9 (Kühn VI, p. 357); 6, 2 (Kühn VI, p. 389). 64 Galen. san. tu. 5, 10 (Kühn VI, p. 358). 65 Cfr. sobre todo ORTH, Diaita Geronton, p. 26-30; GNILKA, s.v. Greisenalter, col. 10311032; MAZZINI, art. cit., p. 356-360; M.-L. DEISSMANN, s.v. Altersversorgung, en: Leven (hrsg.), Antike Medizin…, col. 34. 66 Cfr. MAZZINI, art. cit., p. 352-353. 67 Euseb. Hist. Eccl. 5, 28, 14. 68 Oribas. Synops. ad Eustath. 5, 18 (CMG VI 3, p. 161); Id., ad Eunap. 1, 11 (ivi, p. 327328); Aët. 4, 30 (CMG VIII 1, p. 372-375); Paul. Aeg. 1, 23 (CMG IX 1, pp. 19-20). 69 Cfr. en particular M. Th. LORCIN, Vieillesse et vieillissement vus par les médecins du Moyen Age, ‘Bulletin du Centre Pierre Leon’, 1984, n. 4; Ead., Gérontologie et gériatrie au Moyen Age, en: Vieillesse et vieillissement au Moyen Age, Aix-en-Provence 1987, p. 201213. 70 Sobre la terminología al respecto cfr. sobre todo HILTBRUNNER, art. cit., col. 1491; MATTIOLI, Assistenza e cura…, p. 259 con bibliografía; A. MARCONE- I. ANDORLINI, Salud, enfermedad y ‘praxis hospitalaria’ en el Egipto tardoantiguo, en: R. MARINO- C. MOLÉ- A. PINZONE (a cargo de), Pobres enfermos y enfermos pobres. Actas del Congreso de Estudios (Palermo, 13-15 octubre 2005), Catania 2006, p. 21 s. y 32. Sobre las diferentes tipologías de las instituciones asistenciales, sobre todo Constantelos, op. cit., pp. 113 ss. 71 Cfr. MARASCO, Las enfermedades infectivas y los Padres de la Iglesia, “Dolentium hominum”, n°. 64, 22, 2007, n. 1, p. 56-57 y 6063. 72 Reg. Bened. 36: Balnearum usus infirmis quotiens expedit offeratur, sanis autem et maxime iuvenibus tardius concedatur. Sed et carnium esus infirmis omnimo debilibus pro reparatione concedatur; at ubi meliorati fuerint, a carnibus more solito omnes abstineant. Curam autem maximam habeat abbas ne a cellarariis aut a servitoribus neglegantur infirmi… 73 Cfr. supra, nota 33. 74 Sobre el particular cfr. p.e. M. CLAUSS, Probleme der Lebensalterstatistiken auf Grund römischer Grabinschriften, “Chiron” 3, 1973, p. 395-417; P. SALMON, Population et dépopulation dans l’Empire romain, Bruxelles 1974; SUDER, A Study of the Age… cit., passim; R.S.L. BAGNALL- B.W. FRIER, The Demography of Roman Egypt, Cambridge 1994; W. SCHEIDEL, Measuring Sex, Age and Death in the Roman Empire. Explorations in Ancient Demography, (“Journ. Rom. Arch.”, Supplement 21), Ann Arbor 1996; J.-N. CORVISIER- W. SUDER, La population de l’Antiquité classique, Paris 2000, p. 100-110; BRANDT, Wird auch silbern… cit. p. 158 ss. 75 Evagr. Hist. eccl. 4, 29. 76 Cfr. p.e. R. BREITWIESER, s.v. Pest, (Antoninische), en: Leven (hrsg.), Antike Medizin..., col. 686-687; Leven, s.v. Pest, (Justinianische), ivi, col. 689-691 con bibliografía. 77 Al respecto cfr. recientemente W.V. HARRIS, Child-Exposure in the Roman Empire, “Journ. Rom. Stud.” 84, 1994, p. 1-22; P. SALMON, La limitation des naissances dans la société romaine, ‘Collection Latomus’ 250, Bruxelles 1999, con bibliografia. 78 Cod. Theod. 11, 27, 1-2; cfr. en particular M. BIANCHINI, Provvidenze costantiniane a favore dei genitori indigenti: per una lettura di CTh. 11.27.1-2, “Anales de la Facultad de Jurisprudencia de Génova” 20, 1984-85, p. 23 s.; J.A. EVANS-GRUBBS, Munita coniugia: The Emperor Constantine’s Legislation on Marriage and Family, Ann Arbor 1990, pp. 179 s.; F. ELIA, La “alienatio liberorum” en edad impe60 61 rial: problemas sociales e intervencione normativas, “Quaderni Catanesi di cultura classica e medievale” 4-5, 1992-1993, p. 385 s.; C. LORENZI, Si quis a sanguine infantem… conparaverit. Sul commercio di figli nel tardo impero, Perugia 2003, p. 33 s.; R. MARTINI, Sobre algunas disposiciones constantinianas de carácter social, en: F. Sini- P.P. Onida (a cargo de), Poteri religiosi e istituzioni: il culto di san Costantino Imperatore tra Oriente e Occidente, Torino 2003, p. 183 s.; C. CORBO, Paupertas. La legislazione tardoantica, Napoli 2006, pp. 11 ss. 79 Cod. Theod. 5, 10, 1; cfr. LORENZI, art. cit., p. 27 s.; Corbo, op. cit., p. 70 s. con bibliografía. 80 Cod. Theod. 5, 9, 1; cfr. LORENZI, art. cit., p. 49 s.; Corbo, op. cit., p. 73 s. con bibliografía. 81 Zosim. 2, 38, 3. 82 Cfr. en particular M. BIANCHI FOSSATI VANZETTI, Vendita ed esposizione degli infanti da Costantino a Giustiniano, “Studia et Documenta Historiae et Iuris” 49, 1983, pp. 190 ss. 83 Cfr. p. e. O. PLASSMAN, Das Almosen bei Johannes Chrysostom, diss. Bonn 1960; W. MEYER, Poverty and Society in the World of John Chrysostom, en: W. Bowden, A. Gutteridge, and C. Machado (eds), Social and Political Life in Late Antiquity, ‘Late Antique Archaeology’, 3.1, Leiden, 2006, pp. 465-486. 84 Sobre Antioquía cfr. Joh. Chrys. ad Stagyr. 3, 13, PG XLVII 490; in Act. Apost. Hom. 45, 4, PG LX 319; in ep. I ad Corinth. Hom. 21, PG LXI 180; in Matth. 66, 3; PG LVIII 630; sobre Constantinopla Pallad. Dial. V 134-35, ‘Sources Chrét.’, N° 341, Paris 1988, p. 122 ; Sym. Metaphr. Vita Chrys., PG CXIV 1097. Es curioso el hecho que Minois (op. cit., p. 141-142) haya considerado precisamente a Crisóstomo como el menos sensible entre los Padres de la Iglesia a las exigencias de los ancianos; contra, de todos modos sin referencia al problema de la asistencia, cfr. precisamente U. MATTIOLI, Vecchi e vecchiaia in Giovanni Crisostomo, en : E. dal Covolo- I. Giannetto (a cargo de) Cultura y promoción humana. El cuidado del cuerpo y del espíritu desde los primeros siglos cristianos al Medievo: contribuciones y sucesivas actualizaciones. Congreso Internacional de Estudios (Oasis «Maria Santissima» de Troina, 29 de octubre – 1° de noviembre de 1999), Troina 2000, p. 299-314. 85 Cfr. p. e. QUASTEN, op. cit., III, p. 464. 86 Johann. Chrys. Subintr. 7 (J. Dumortier, Saint Jean Chrysostome. Les cohabitations suspectes. Comment observer la virginité, Paris 1955, p. 68-69). 87 Además, en otro lado Crisóstomo (in Matth. 66, 3, PG ) atestigua que en sus tiempos en Antioquía la Iglesia mantenía a más de 3,000 viudas y vírgenes, a las que se añadían los encarcelados, los enfermos, los extranjeros, los lisiados y los pobres que se agolpaban en torno a las iglesias con la esperanza de recibir alimento y vestidos. La cifra, más que doble para las vírgenes y las viudas con respecto a la que hemos visto para la Roma del Papa Cornelio, hace ver el cambio de situación social y el aumento del empeño de la Iglesia. El mismo Crisóstomo (in Act. Apost. 11, 3) afirma también que en Constantinopla, de una población con ciento veinte mil cristianos, la mitad eran pobres. 88 La mejor ilustración sobre el particular es la que proporciona la narración de Teodoreto (Hist. Eccl. 5, 19, 2-4, p. 314 Parmentier-Hansen) sobre Flacila, primera mujer de Teodosio I, que se ocupaba personalmente de los enfermos. 89 Cfr. en particular HILTBRUNNER, art. cit., col. 1495 s.; GNILKA, Alterversorgung, col. 287; Constantelos, op.cit., p. 167 s. 90 Cfr. R. TAUBENSCHLAG, La γηροκοµ α dans le droit des papyrus, “Revue Internationale des Droits de l’Antiquité”, 3e Série, 3, 1956, p. 173-179. Cfr. PLRE, III A, Giorgius 50. . Maxim. Conf. Epist. 44, PG. XCI 648A; cfr. 645D. 93 Greg. Magn. Epist. 11, 2 (Monumenta Germaniae Historica 2, 261); cfr. J.W. Wilkinson, The Social Welfare Program of Pope Gregory the Great, diss. New York 1973, p. 49-86 (en particular p. 77). 94 Cfr. p.e. O. Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen Litteratur, V, Darmstadt 19622, p. 135-137; G. FEDALTO, Hierarchia ecclesiastica orientalis: series episcoporum ecclesiarum Christianarum Orientalium, Padova 1988, II, p. 583; C.D.G. MÜLLER, s.v. Johannes V der Almosengeber, en: Biographisch-Bibliographische Kirchenlexikon, III, 1992, col. 251-53. 95 Leont. Neap. Vita Johan. Elemos. 45 (Leontios’ von Neapolis. Leben des heiligen Johannes des Barmherzigen, Erzbischofs von Alexandrien, hrsg. v. H. Gelzer., FreiburgLeipzig 1893, p. 92). 96 Sobre él cfr. A. BERGER, s.v. Gregentios, en: Biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, XXII, (2003), col. 460-461 con bibliografía; A. LABATE, s.v. Gregenzio, en: A. Di Berardino (dir.), Nuovo Dizionario patristico e di antichità cristiane, I, Genova-Milano 2007, col. 2439. 97 Gregent. Hom. leg. 45-46, PG LXXXVI 609-612. 98 Al respecto cfr. sobre todo Hiltbrunnner, art. cit., col. 1491 y 1499-1500; MATTIOLI, Cura e promozione…, p. 101; Id., Assistenza e cura… cit., p. 257-258 y 263-265. 99 Fue Papa del 579 al 590: cfr. L. KOLMER, s.v. Pelagius II, en: Biographisch-Bibliographischer Kirchenlexikon, VII, 1994, col. 167168 con bibliografía. 100 Liber Pontificalis 65 (Duchesse, I, p. 309): Hic domum suam fecit ptochium pauperum senum. Cfr. WILKINSON, op. cit., p. 52, n. 10 sobre la identificación propuesta con el venerabile ptochium Lateranense, confirmado en fuentes posteriores. 101 Cfr. F.W. BAUTZ, s.v. Fructuosus, en: biographisch-Bibliographisches Kirchenlexikon, II, 1990, col. 145-146 con bibliografía. 102 Cfr. Sanctos Padres Españoles, II, San Leandro, San Isidoro, San Fructuoso. Reglas monásticas de la España visigoda. Los tres libros de las “Sentencias”, Introducciones, versión y notas de J. Campos Ruíz, I. Roca Melia, Madrid 1971, p. 165 s.; E. REICHERT, s.v. Fructuosus von Braga, en: S. Döpp- W. Geerlings (hrsg.), Lexikon der antiken christlichen Literatur, Freiburg- Basel- Wien 1998, p. 240; M. DÍAZ Y DÍAZ, s.v. Fruttuoso di Braga, en: A. Di Berardino (dir.), Nuovo Dizionario patristico e di antichità cristiane, I, Genova-Milano 2007, col. 2011 con bibliografía. 103 Reg. mon. comm. 7, CAMPOS RUÍZ, op. cit., p. 184 (= PL LXXXVII 1116). 104 Reg. mon. comm. 8, CAMPOS RUÍZ, op. cit., p. 184 (= PL LXXXVII 1116): Solent plerique novicii senes venire ad monasterium, et multos ex his cognoscimus necessitatis imbecillitate polliceri pactum non ob religionis obtentum. 105 Reg. mon. comm. 8, p. 185:... proinde cum tali cautione in cenobio introducantur, ut die noctuque non fabulis evagentur, sed in singultu et lacrimis cineree t cilicio versentur, et retroacta peccata cum gemitu cordis paeniteant, et paenitendo ulterius non committant; et quantum habuerunt in peccando pravae suae mentis intentionem duplam habeant in lamentando plenam devotionem. Quia per LXX et eo amplius annos abrupto peccaverunt; et ideo congruum est ut arta paenitentia coarceantur. 106 Reg. mon. comm. 8, p. 186:… cibi tamen quibus reficiantur teneri et molles ex industria ab ebdomadariis coquantur, et care ne set vinum propter imbecillitatem moderate eis praebeantur… Vestimentum vero et calciamentum sic eis praebeantur ut absque foco frigoris ab eis asperitas arceatur. 91 92 74 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS 2. Reflexión sobre la Revelación WOJCIECH GIERTYCH 2.1 Fe, caridad y ancianos enfermos Introducción En esta breve intervención sobre el tema que me han asignado, no deseo hablar de fe y de caridad de las personas que se ocupan de los ancianos enfermos. En cambio, prefiero focalizar mi reflexión en la cuestión referente al crecimiento, en fe y caridad, de los que, debido a la tarda edad y a la enfermedad, se acercan al término de su vida. Mientras la muerte se perfila amenazadora ante nosotros, cuestiones referentes a su misterio, a su significado teológico y a la preparación inmediata al pasaje final se vuelven más agudas en los estadios finales de la vida, incluso cuando en los últimos momentos la competencia intelectual y la convicción psíquica se pueden reducir o estar comprometidas seriamente. ¿Qué conocimientos nos puede ofrecer la reflexión teológica, iluminando la experiencia espiritual del viaje final? ¿De qué modo los cambios causados por el desarrollo de las técnicas médicas, pueden influir en esta experiencia espiritual? Desde luego, a fin de encontrar la respuesta, los interrogantes teológicos deben estar focalizados en la persona de Jesús. En efecto, Jesucristo, Hijo del Padre eterno, pasó por la muerte y la resurrección. De aquí que el misterio pascual lo debemos comprender en el ámbito de la búsqueda del significado del paso final de los cristianos. La muerte de Cristo En su meditación sobre la pasión de Cristo tal como lo presenta el Evangelio de San Mateo, el teólogo belga, P. Servais Pinckaers OP, se concentra sobre todo en el don que Jesús hace de sí mismo. En la piedad popular, a veces en dichas meditaciones predomina un acento doloroso sobre los varios aspectos del sufrimiento de Jesús. Sin embargo, una atenta lectura del Evangelio, muestra que no es el sufrimiento que está en el centro del drama. Las mujeres que miraban la cruz desde lejos no estaban simplemente llorando frente a la brutalidad. En su mirada contemplativa ellas veían a Jesús que se donaba totalmente al Padre y a la humanidad1. El Cardenal Albert Vanhoye afirma que el sacrificio de Cristo no consiste solamente en su muerte, sino en la transformación de esa muerte en fuente de vida nueva2. En la interpretación moderna de las palabras “expiación” y sacrificio”, nosotros las entendemos como castigo y sufrimiento. Pero así como “simplificar” significa “hacer sencilla una cosa”, y “santificar” significa “hacer santo algo”, también “sacrificar” quiere decir “hacer sagrado algo”. El scrificium de Jesús, su sacrificio, es hacer su voluntad humana santa en modo supremo ya que ella está llena del amor que es el Espíritu Santo. Donándose totalmente, en total apertura al Padre, Jesús nos ha mostrado que la voluntad del hombre puede ser plenamente enriquecida y ampliada más allá de sus límites naturales gracias al amor que nace de la Trinidad. En la pasión de Cristo el papel del Espíritu Santo consistió en colmar el corazón humano de Jesús con toda la fuerza del amor divino, de modo que en esa muerte, sufrida contra toda justicia, se estrechó la última alianza entre Dios y la humanidad. El fuego del Espíritu Santo trans- formó esa muerte en sacrificio de unión, en instrumento para hacer santo el corazón humano de Jesús y nuestros corazones mientras se unen a él. A través del don total de sí mismo, en su solidaridad con los pecadores, Jesús nos ha abierto a este amor divino, que nace para nosotros de su corazón herido. En el misterio pascual nosotros meditamos el cambio de la muerte de un hombre tratado como criminal y castigado con una muerte cruel, en un instrumento de comunión suprema con Dios y con la humanidad. Esta transformación es de importancia muy grande y fuente última de ese posterior cambio que es la transubstanciación del pan y del vino en el cuerpo y en la sangre de Cristo. En la Carta Apostólica Salvifici doloris, de 1984, Juan Pablo II reflexiona sobre el sufrimiento humano con una atención semejante al misterio pascual entendido como misterio de amor divino, que redime el pecado del hombre mediante el poder de ese amor. En el sufrimiento de Jesús los pecados son perdonados precisamente porque sólo El, como Hijo Unigénito, pudo tomarlos sobre sí mismo, los asumió con ese amor hacia el Padre que supera el mal de cada pecado; en cierto sentido anonada este mal en el espacio espiritual de las relaciones entre Dios y la humanidad, y llena este espacio con el bien…3. Las palabras de la oración de Cristo en el Getsemaní prueban la verdad del amor mediante la verdad del sufrimiento… El sufrimiento humano ha alcanzado su cumbre en la pasión de Cristo. Y contemporáneamente ella ha entrado en una dimensión totalmente nueva y en un orden nuevo: 75 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ha sido unida al amor, a ese amor… que crea el bien lográndolo incluso del mal, lográndolo por medio del sufrimiento, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido fruto de la Cruz de Cristo, y constantemente saca de ella su estímulo4. Jesús habría podido salvarse infundiendo el amor divino supremo a su sonrisa en la gruta de Belén. Puesto que cada acto humano puede ser nutrido desde adentro por el amor de Dios, y en Jesús su amor divino era supremo e infinito, aunque estaba sujeto a un crecimiento humano, teóricamente pudo manifestar ese amor supremo de modo más sencillo de la muerte en la cruz, aunque habríamos tenido mayor dificultad para reconocerlo. Continuando a dar a sí mismo en su muerte, no obstante su rechazo y la persecución, en el pleno control de sí mismo, incluso si los acontecimientos de su pasión y muerte parece que Jesús fuese conducido por otros y obligado en su libertad, diciendo sólo lo que quería decir y cuando quería y rechazando emplear su poder divino para detener a los que lo perseguían5, Jesús mostró la plenitud del amor divino, más poderoso que el sufrimiento y la muerte. En su muerte y resurrección, como lo expresa en su oración en el Getsemaní, nosotros vemos su don, su entregarse totalmente al Padre y su total apertura al don recibido, en lo que constituye su obediencia. El sufrimiento de Jesús logró a través de la muerte su transparencia al Padre, e hizo que el poder el Espíritu se volviera más visible. Podemos tratar de comprender este misterio con una simple comparación. Un médico que va a trabajar en un país lejano en donde contrae una enfermedad grave y muere, o un sacerdote que va como misionero en un país extranjero y es asesinado, manifiesta el poder de su amor. Indudablemente, los padres del médico y del misionero sentirán un gran dolor porque su hijo ha muerto o ha sido asesinado. Pero en cierto nivel espiritual más profundo, ellos sentirán alegría porque en el corazón de su hijo el amor que le habían enseñado ha vencido, que en su muerte que humanamente aparece inútil, el poder del amor ha mostrado su fuerza más completa, generando una generosidad suprema que se dona hasta el final. Naturalmente el hijo habría podido expresar su amor sin morir como misionero en tierra extranjera, pero su muerte ha manifestado sin velo alguno la calidad de su amor. Del mismo modo, podemos presumir un gozo parecido en el corazón del Padre eterno, que ve la victoria del amor que anima la Trinidad que se manifiesta en el don último de sí mismo del Hijo. “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco” (cfr. Mt 3, 17; 17, 5; Mc 1, 11; Lc 3, 22). El Padre cuestión no es cómo escapar de la muerte (lo cual no lo podemos hacer), sino cómo entrar en la muerte de modo que la riqueza espiritual de este pasaje, en unión con el pasaje de Cristo a través de su muerte y la resurrección en la gloria, sea ocasión de apertura suprema a la vida divina dada libremente. Por esto san Pablo escribe: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos” (Rm 14, 8) y nosotros “sabemos que si esta tienda que es nuestra habitación terrestre, eterno, movido por el amor de su gracia original que ha precedido la creación del mundo y los pecados de la humanidad (Ef 1, 4), se complace del poder del amor, que el Hijo no sólo ha manifestado sino ha extendido en su muerte hacia la humanidad herida. La percepción del significado profundo del misterio pascual puede echar luz sobre ese estadio final del viaje espiritual del hombre en el que las personas ancianas se preparan para el último pasaje. Después del misterio pascual, la muerte ya no es sólo un momento horrible de la separación final entre cuerpo y alma, entre la persona y su familia y la comunidad. La muerte cristiana es una conquista, una unión suprema con Dios (Flp 1, 21) que es preciso vivir en amor y no en el temor (Hb 2, 15) de acuerdo con aquel amor supremamente divino que se ofreció libremente a nosotros. Sin embargo, la se desmorona, tenemos una casa que es de Dios: una habitación eterna, no hecha por mano humana, que está en los cielos” (2 Co 5, 1), y también: “Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido devorada en la victoria” (1 Co 15, 54). Aprender a amar Contemplando el don total de sí mismo de Cristo que nos ha amado hasta el final, hasta la manifestación de aquel amor en el sufrimiento de la cruz y su manifestación en la Eucaristía, podemos aprender a amar, lo cual es el sentido de la peregrinación de nuestra vida. El secreto del crecimiento en el amor está en la apertura al amor sobrenatural que brota de la Trinidad. La 76 esencia de la caridad consiste en que es un amor sobrenatural, el mismo que anima a la Trinidad que se puede encarnar en nuestro amor humano, purificándolo y dándole pleno esplendor. “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5, 5). En su meditación sobre la oración sacerdotal de Jesús, Santa Teresa de Lisieux reconoció el secreto del amor divino. Jesús nos dio su amor y nos invita a vivir ese amor en nuestras relaciones humanas.7 Nosotros podemos hacer crecer ese amor, no mediante nuestros débiles esfuerzos humanos, sino recibiendo con mayor confianza ese amor que se nos da libremente. La Santa de Lisieux afirma: “Se dice que es más dulce dar que recibir, y es verdad, de modo que cuando Jesús desea gustar El mismo la dulzura del donar, no sería amable rechazarlo”8. Santa Teresa había escuchado hablar de una monja de otro Carmelo que había muerto en medio de gran sufrimiento ofreciéndose como reparación a la justicia divina. La Santa rechazó este tipo de devoción y se ofreció, en cambio, al amor misericordioso de Dios. Porque Dios es misericordia infinita, ésta tiene necesidad de almas que la acepten y la vivan plenamente. En el amor divino hay una necesidad inherente de difundirse. Bonum est diffusivum sui. Santa Teresa, pues, entregó a sí misma a ese amor misericordioso a fin de que en ella pudiese encontrar espacio para expanderse9. Su apertura a Dios consistía en una completa confianza filial en la bondad y en la preocupación del Padre divino. Pero esto no la dispensaba de la fe. Aunque su muerte se puede atribuir físicamente a la tuberculosis, en realidad ella murió de amor. Su corazón aceptó la plenitud del amor divino que estaba preparada a recibir, mientras ese don divino tenía que pasar a través de su fe heroica, turbada por tentaciones semejantes a las posiciones de muchos filósofos ateos. La virtud sobrenatural de la caridad con la cual recibimos el amor de Dios y tratamos de aplicarlo en nuestra actitud hacia Dios mismo y hacia los demás, incluso si pudiésemos estar plenamente abiertos sólo en los últimos momentos de LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS vida, es la única realidad de paraíso que podemos experimentar ya ahora aquí en la tierra. Cuando nos amamos recíprocamente de conformidad a ese amor divino tenemos ya un pié en el paraíso. Para comprender este misterio, o más bien para aceptarlo a nivel intelectural, porque no podemos comprenderlo totalmente, tenemos necesidad de superar un presupuesto filosófico que ha distorsionado el pensamiento al menos hasta fines del Medievo. La primera causa puede actuar totalmente en la causa secundaria, sin que por ello la prive de su calidad, dignidad y derechos naturales y, por tanto, las dos causas no se enfrentan como rivales9. La gracia divina se puede manifestar dentro de una acción realmente humana. Nosotros podemos suscitar un acto de amor, que brota de aquel movimiento de gracia interior que es totalmente sobrenatural, transparente al amor supremo de Dios y, al mismo tiempo, es plena- tras mentes y nuestras manos, nuestra generosidad y creatividad, de modo que algo de su amor divino se manifieste en el aquí y en el ahora de nuestras vidas. Sin embargo, existe una dificultad porque fácilmente nos oponemos al movimiento de la gracia de Dios en nuestro íntimo. Con nuestras ambiciones, y convencidos de nuestras especiales capacidades y derechos, impedimos que la pureza de la gracia divina infunda nuestro íntimo. Se necesita gran esfuerzo y pobreza espirituales para alejarnos con humildad del apego a nuestros proyectos e ideas, permitiendo a la fecundidad de Dios que se manifieste en ellos. Existe otra dificultad en el rendirse totalmente a Dios. Mientras por un lado es verdad que existe una correspondencia entre naturaleza y gracia, donde la gracia hace que la naturaleza sea más natural, más agraciada, por el otro, hay cierta oposición entre las dos. El mente un acto nuestro, en el que estamos totalmente implicados, con nuestras inventivas y nuestra responsabilidad personal. Dado que es creada, la voluntad humana puede recibir la influencia de Dios desde adentro, sin que por ello pierda la naturaleza humana que le es propia, las finalidades y cualidades personales. Esto quiere decir que el amor de Dios, que se ha manifestado en la entrega total de Cristo, puede pasar a través de nuestro amor humano. De hecho, Dios nos implora nuestros corazones, nues- don de la gracia sobrenatural impulsa a las facultades humanas más allá de sus límites naturales. La gracia, en particular cuando se vuelve más dominante en el alma, es percibida por la naturaleza como una intrusión, una especie de virus que genera una reacción febril. Cuando el don de Dios de la gracia se vuelve más poderoso, cuando toma el control del alma, protestan las fuerzas de la naturaleza. Esto que acontece a nivel espiritual se contrapone entonces a la crisis de la noche oscura probada con fuerza 77 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 a nivel psíquico. Una inmersión más profunda en el misterio de Dios no proporciona una luz tal que no haga necesaria la fe. Por el contrario, obliga a la persona a realizar actos profundos y heroicos de fe en los que el misterio sea recibido en total ceguera contra una oposición natural. Yendo adelante en la vida, aprendemos a amar, y a abandonar nuestros proyectos, las imaginaciones, las autocondenas y las ambiciones, de modo que el amor divino, dado libremente por Cristo en la cruz, puede ser acogido en lo profundo de nuestros corazones. Los que, en el curso de su vida activa, han aprendido a vivir el amor que es el más poderoso del amor divino, reconociendo la debilidad de sus esfuerzos naturales y abriéndose en la fe al amor, que gratuitamente se les ha otorgado como don inmerecido, entrarán en la eternidad aún permaneciendo con nosotros. Los que han dejado una apertura al don divino para los momentos finales de su vida, aprenden la humilde sumisión a la gracia divina en los últimos momentos, cuando la enfermedad, el sufrimiento y la fragilidad los obligarán a confiar sólo en Dios. La muerte es una transferencia, en la que la grandeza del amor divino puede arrollar totalmente a la persona. Nosotros vamos al paraíso para amar y para amar más, gracias a aquel amor divino que hemos aprendido a vivir ya aquí en la tierra. Es a la luz del misterio del amor divino que debemos mirar la vejez. En el pasado las personas eran más conscientes de su dependencia de Dios, porque su supervivencia lo vinculaban al tiempo y a las cosechas. Hoy, gracias al bienestar económico las personas pueden vivir la mayor parte de su vida activa sin pensar en Dios. Sin embargo, El ha reaccionado a esta situación extendiendo la duración de la vida. Ahora, los seres humanos viven por más tiempo y a veces en la vejez , cuando están enfermos, transcurren largos períodos, solos y olvidados por la familia. Es un período de tiempo privilegiado, donado por Dios, si los viejos y los enfermos, que han sido independientes y han tenido éxito en su vida, aprenden a despegarse de todas las cosas a las cuales estaban apegadas y a ser hi- jos frente a Dios. Aparentemente, los ancianos y los enfermos, que están obligados a permanecer en un lecho de hospital o en una casa de reposo, pueden hacer poco y que el alcance de su caridad se haya reducido. Pero Dios no tiene necesidad de grandes proyectos y de actividades humanas gigantescas. El sólo espera la respuesta del corazón del hombre. La persona que, en su vejez, transcurre días aburridos y monótonos en la oración, en abandono a Dios, porque todos los que le estan cerca se han ido, que ya no trata de imponer a Dios sus proyectos de vida, porque la historia ha ido adelante y lo que parecía importante y dramático en el pasado ya no es sobresaliente, esta persona puede volverse transparente al intercambio de amor que brota de la Trinidad. Es un momento que Dios nos envía y no deberíamos ignorarlo o dejar que pase sin tomarlo en consideración. Es un tiempo para una profundización y purificación última de la fe y de la caridad divina en el alma. Encuentro con Dios y muerte procrastinada En el pasado, los hospitales eran lugares en los que se curaba a los enfermos. Cuando los médicos concluían que para el paciente ya no había nada que hacer, le daban de alta para que muriese en su casa. Esto significaba que la agonía final ocurría en casa, a menudo en presencia de la familia, entre los muebles, los cuadros y los recuerdos que habían acompañado a la persona durante su existencia. El momento final era considerado como un período para decir adiós a los familiares y recibir el viático para el último viaje. Las oraciones que lo acompañaban contribuían a mantener una fe viva, una confianza profunda en Dios y a entregarse en los brazos amorosos del Padre que espera. Los progresos actuales en las técnicas médicas y en la organización de los cuidados sanitarios terminales han prolongado la duración de los últimos momentos y han trasladado la agonía final a instituciones impersonales, donde las personas mueren, conectadas con máquinas, a menudo lejos de sus seres queridos y sin el sostén de sus ardientes oraciones. Estas circunstancias ¿ayudan o impiden mantener viva la fe y la confianza en el amor de Dios, no obstante los sufrimientos y la menor conciencia de los moribundos? Las virtudes teologales no pertenecen al nivel psíquico sino a aquel espiritual, y esto quiere decir que su ejercicio no implica necesariamente sentimientos conscientes, incluso si la presencia de estas virtudes en las facultades puede suscitar un eco a nivel psíquico. Por tanto, la repercusión de las virtudes teologales no genera necesariamente una reacción perceptible desde el punto de vista experimental, aun haciendo que el alma se abra a la gracia. No podemos percibir materialmente el movimiento de la gracia, mas podemos experimentar conscientemente la realización de un acto de fe o de un acto de amor, basándonos sólo en el fundamento que es la confianza en Dios. Es importante entender cómo funcionan estas virtudes en los momentos de enfermedad y de fragilidad humana. Un anciano, que es inconsciente porque está bajo la influencia de medicamentos o está deprimido, ¿puede ejercer las virtudes teologales? ¿Una persona con retraso mental, incapaz de esfuerzo intelectual, puede realizar actos de fe y de caridad? Obviamente es difícil juzgar observando a la persona débil desde fuera, pero por suerte no es tarea nuestra hacerlo o verificar la calidad de sus virtudes teologales. ¿Quién somos nosotros para excluir a estas personas del encuentro con Dios? A veces somos testigos de expresiones de confianza y devoción en los discapacitados mentales profundos. Cuando las cualidades humanas son subdesarrolladas o reducidas, la confianza en Dios es la única realidad espiritual que permanece, y con la Trinidad se puede hallar el gozo supremo en el encuentro con los pobres de espíritu (Lc 10, 21). Fe y caridad son donadas por Dios para permitir un contacto con El y a El corresponde establecer sí y cómo ejercerlas. Nosotros podemos creer, pues, que la senilidad, el sufrimiento y la agonía de la muerte pueden aportar al alma una purificación absoluta tal que la confianza en Dios siga siendo la única realidad importante y decisiva tam- 78 bién en el estado de una conciencia debilitada y reducida. Múltiples ejemplos de muertes santas, en los que el pasaje final es un momento para convertirse, abandono de todas las esperanzas efímeras y pasaje en las manos del Padre amoroso, muestran que esto es posible, que de hecho es el momento más importante de la vida, que dá inicio a la vida más rica, a la vida resucitada, en la eternidad. Para concluir, quisiera añadir una breve observación tomando en consideración nuevas cuestiones suscitadas por las ciencias médicas LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS define como “distanasia”. De hecho, más que prolongación de la vida, ella es la prolongación del proceso de la muerte. Quizás siguendo la lógica de la nueva terminología podríamos acuñar el término hasta ahora no empleado de “heterotanasia” para indicar un modo no apropiado de morir que sería un antónimo de “ortotanasia”, la “buena muerte” mientras “distanasia” sería una forma de “heterotanasia”. Así como distinguimos entre “ortodoxia” y “heterodoxia”, distinguiríamos entonces entre un modo apropiado de morir y otro no se incluyan su bien espiritual y su encuentro con Dios. El hecho que el moribundo haya recibido los sacramentos puede ser un factor que entrará, aparte de los temas estrictamete médicos, en la valoración para ver si la prolongación de un posterior tratamiento sea considerado como extraordinario y desproporcionado, y si se pueden aplicar los paliativos en una conciencia disminuida. De todos modos, se debe mantener el principio formulado por Juan Pablo II: «Acercándose a la muerte, los hombres deben estar en condiciones de poder cumplir sus obligaciones morales y familiares y, sobre todo, deben poderse preparar con plena conciencia al encuentro definitivo con Dios»12. P. WOJCIECH GIERTYCH, O.P. Teólogo de la Casa Pontificia, Santa Sede Notas y la posibilidad de la extensión de la agonía final. Según la terminología médica polaca, se han acuñado nuevos términos para describir situaciones emergentes y que están adquiriendo propiedad10. Una muerte que ocurre espontáneamente como resultado natural de la enfermedad, no obstante los cuidados médicos apropiados o como resultado de que equipos médicos limitados han debido ser trasladados a otro paciente, que se consideraba tuviese mayor necesidad, es descrita como “ortotanasia”, que quiere decir buena muerte. No tiene ninguna de las connotaciones moralmente malas de la “eutanasia”, que se refiere estrictamente a dar la muerte directa a la persona que sufre, hipotéticamente por misericordia. Un tratamiento médico agresivo que busque prolongar la vida del paciente a como dé lugar, sin tener en cuenta el dolor del paciente y la situación sin esperanza, se apropiado. Puede acontecer que el proceso de morir sea prolongado artificialmente por una serie de razones que no merecen una aprobación moral. Si esto se hace sin preocupación del verdadero bien del paciente, sino sólo con el fin de lograr material para la investigación científica, o para la “recolección de órganos” o, como puede suceder en el caso de un dictador, con el fin de predisponer maniobras políticas antes de su muerte, estas preocupaciones por la prolongación de la vida sería una forma de “heterotanasia”. La decisión moralmente aceptable de prescindir de la “distanasia”, del pesado y desproporcionado tratamiento médico agresivo11, debe tener en cuenta el verdadero bien del paciente. Para regresar, pues, a la cuestión que se discute en esta intervención, es importante tener en cuenta que es en el verdadro bien del paciente que debe permanecer siempre el punto central, 1 Un grand chant d’amour. La passion selon Saint Matthieu, (Saint-Maur : Parole et Silence, 1997), p. 131-133. 2 Dio ha tanto amato il mondo. Lectio divina sul “sacrificio” di Cristo, (Milano, Paoline, 2007), p. 5-6. 3 Idem, 17. 4 Idem, 18. 5 San Tomás de Aquino se preguntaba si la muerte de Jesús pudiese interpretarse como un suicidio. Directamente, Jesús no fue responsable de su propia muerte, sino indirectamente, como alguien que abriendo una ventana es responsable de que la lluvia invada la habitación, así el don de sí mismo de Jesús y el abstenerse de detener a sus ejecutores son causa de su muerte. S. Th., IIIa, q. 47, art. 1: Quia ergo anima Christi non repulit a proprio corpore nocumentum illatum, sed voluit quod natura corporalis illi nocumentum succumberet, dicitur suam animam posuisse, vel voluntarie mortuus esse. 6 Œuvres complètes, (Cerf, Desclée de Brouwer, 1992) p. 250, Manuscript C, 12 v˚: «Ah! Seigneur, je sais que vous ne commandez rien d’impossible, vous connaissez mieux que moi ma faiblesse, mon imperfection, vous savez bien que jamais je ne pourrais aimer mes sœurs comme vous les aimez, si vous-même, ô mon Jésus, ne les aimez encore en moi». 7 Op. cit., p. 463, LT 142. 8 Œuvres complètes, (Cerf, Desclée de Brouwer, 1992) p. 212, Manuscript A, 84 r˚. 9 CHARLES MOREROD OP, Ecumenism and Philosophy. Philosophical Questions for a Renewal of Dialogue, (Ann Arbor, Sapientia Press, 2006), p. 68. 10 L. NIEBRÓJ, M. FAJLER, M. OLEJNICZAK, “Refleksja nad eutanazją w polskiej literaturze medycznej”, en: L. Niebrój, M. Kosińska, Health Care: Professionalism and Responsibility, (Katowice: Wyd. ŚAM, 2005) p. 93-106. 11 Cf. Juan Pablo II, Evangelium vitae, n. 65. 12 Idem, 65. 79 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 viernes 16 noviembre DONATUS FORKAN 2.2 Testimonios de santos que se han dedicado al cuidado de los enfermos ancianos 1. Introducción Reconozco que, cuando he aceptado participar como ponente en esta Conferencia, lo que más me ha preocupado de este tema ha sido la perspectiva de hablar a esta prestigiosa asamblea, en este lugar sagrado. Esto sucedía antes de que me diera cuenta de las ramificaciones que puede tener el argumento que me ha sido confiado. Ha sido entonces que me he preocupado realmente porque, en primer lugar, no había pensado en la cantidad de santos que habían dedicado su existencia especialmente al cuidado de los ancianos. Me han iluminado las palabras pronunciadas por el entonces Obispo Albino Luciani (que será Papa con el nombre de Juan Pablo I) a las Mujeres durante el Congreso de Jóvenes del 12 de octubre de 1963: “Decid a los jóvenes que no son santos sólo los que están en el cielo y en los cuadros de las paredes de las iglesias y de las casas, sino también todos los fieles que aman al Señor con ardor”. Ante el tema que estoy por afrontar, estas palabras del Obispo Luciani resuenan al unísono con mi experiencia personal y de los “Santos que se han dedicado al cuidado de los ancianos”. Crecí en Irlanda en los años cincuenta. Numerosas familias padecían la pobreza en mi país en esa época y muchas de ellas tuvieron que emigrar. Los ancianos eran los que más resentían de esta situación y sufrían mucho porque se sentían inútiles y dejados de lado. Esto ocurría no obstante que esta sociedad haya conocido a muchos “santos”, personas que se han sacrificado hasta anularse, poniendo en primer lugar el cuidado de los ancianos (padres u otros parientes) en una vocación a la vida religiosa o a la vida matrimonial. Me recuerdo que un Cohermano mío, el Hno. Sebastian Mills, a la edad de 20 años quería entrar en nuestra Orden Hospitalaria, pero tuvo que posticipar su vocación hasta la edad de 45 años, porque tuvo que acudir a sus padres ancianos. Apenas entró en la Orden, se convirtió en un Hermano de San Juan de Dios y vivió sólo por pocos años. Pero ha sido una persona excepcional por su santidad y por la gran sensibilidad que tenía hacia el que sufre. 2. Todas las culturas nutren mucho respeto hacia los ancianos He transcurrido la mayor parte de mi vida religiosa como misionero en Corea, un país de mayoría budista influenciado por las enseñanzas de Confucio. No obstante Confucio creyera que las personas viviesen su vida según parámetros firmemente establecidos por el Cielo (lo que a menudo significaba un Ser Supremo o la ‘naturaleza’ con sus ciclos y esquemas fijos), afirmaba que los seres humanos son responsables de sus acciones y, en especial, del modo como tratan a los demás. Para Confucio, el aceptar que una persona es responsable de sus acciones se puede demostrar a través de la práctica de la Regla Aurea: “No hagas a otros lo que no quieres que se haga a tí”. Considera la devoción hacia los padres y parientes ancianos como la forma principal para tutelar los intereses de los demás antes que los propios, y enseña que este altruismo puede ser realizado solamente por los que han adquirido una autodisciplina. La filosofía del Confucionismo impregna todo aspecto de la vida en Corea: el modo como se saluda a un anciano o a un joven, las relaciones en ámbito familiar y aquellas en la sociedad o con los amigos y conocidos. La filosofía de Confucio influye también en la vida de China y de otros países de la región asiática. Cuando a fines de los años sesenta llegué a Corea, no había ninguna necesidad de casas para ancianos porque los abuelos eran considerados como “un tesoro de gran valor” en la familia, y eran tratados como tal. Para ellos se reservaba el mejor puesto, en todo tenían precedencia y eran respetados, porque eran vistos como los custodios de la historia familiar, de sus costumbres, prerrogativas y conocimientos, que podían remitir a las nuevas generaciones. Se recurría a su sabiduría sobre una serie de cuestiones, especialmente cuando se trataba de combinar matrimonios, dar el nombre a un nuevo miembro de la familia, educar los nietos a las costumbres de la familia e incluso enseñarles a escribir. Me recuerdo que una vez en Corea hablaba con el chofer de un taxi sobre el modo crítico con que los coreanos parecen aceptar los usos y los valores occidentales, y esto en desventaja de los valores y de las costumbres tradicionales locales, especialmente de aquellos que se refieren a la posición de los miembros más ancianos de la familia. Tanto Corea como Irlanda han experimentado los beneficios que derivan del desarrollo económico, que ha contribuido a la prosperidad para ambos países, pero que, en mi opinión, han perdido algo muy precioso: el respeto y el cuidado a los ancianos. Una economía de libre mercado sin duda trae muchos be- 80 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS neficios a la población, pero también tiene consecuencias negativas que causan sufrimientos y crean ‘nuevos pobres’, entre los cuales las personas más ancianas. Los intereses de tipo político han provocado un aumento del costo de los alojamientos en algunos países que ya no pueden ser sostenidos por la familia con una renta promedio. Otras voces de gastos esenciales, como el alimento, el vestido y la educación de los hijos, han sufrido un aumento, y por esta razón ambos padres están obligados a trabajar fuera de casa. Esto les ha creado mayor estrés y han resentido las relaciones dentro de la pareja y con los hijos, con una enorme presión para mantener unida la familia tradicional. En esta situación tanto los jóvenes como los ancianos están expuestos a una posible negligencia, no por falta de amor o de buena voluntad, sino porque se sienten a través de diferentes programas, en las casas de descanso o en los centros diurnos, además que en otros tipos de servicios como las casas-familia. Su trabajo no siempre es apreciado o recompensado como sería justo. Si miramos al pasado, vemos que las circunstancias eran bastante diferentes, porque pocas personas y por varias razones lograban llegar a una edad adelantada, mientras que hoy la situación es muy diferente en muchos países, donde entre otros son los extranjeros los que se ocupan de nuestros ancianos entrampados en una difícil situación que puede provocar el debilitamiento físico y psíquico que, a su vez puede desembocar en la desconfianza e incluso en la violencia. En esta situación existe el peligro que las personas ancianas, que son el ‘tesoro de la familia’, sean sacrificadas en el altar del consumismo y, al final, sean dejadas de lado. Antes de entrar en el tema, quisiera detenerme por un momento y expresar mi aprecio a otro grupo de personas, hombres y mujeres que, con enorme entrega y poniendo a disposición su propia profesionalidad, asisten y curan a los ancianos, de Dios. Además, la dignidad del ser humano es tal que no puede destruirla ninguna enfermedad, discapacidad o achaque de la tercera edad. Esto vale para toda fase de nuestro recorrido en esta tierra y para toda persona, desde el recién nacido hasta el hombre o la mujer adelantada en sus años que, como Simeón y Ana, agradecen a Dios por el don, la maravilla y la preciosidad de la nueva vida que tienen entre sus brazos. Algunos fieles preguntaron a Martín Luther King, el gran líder que en los años sesenta luchaba por el respeto de los derechos civiles, 3. La dignidad de todo ser humano La dignidad no se confiere a la persona cuando nace, sino ella tiene una dignidad innata, ya que ha sido creada a imagen y semejanza por qué a los blancos se les reservase los trabajos más dignos mientras que a los negros les tocaba lavar las calles y limpiar los vidrios. El Dr. King les respondió que no hay dignidad alguna en el trabajo, sino que la única dignidad reside en el hombre. “Cuando lavais las calles o limpiais los vidrios – les dijo – hacedlo en el mejor modo posible que sabeis hacerlo: en esto conferireis dignidad al trabajo que estais desarrollando”. Los ancianos quieren ser reconocidos por lo que son ahora, y no por lo que eran una vez. De hecho, a menudo son considerados de acuerdo con la posición que revestían en la sociedad o en la Iglesia. A veces, cuando nos presentan a una persona anciana, escuchamos decir: era un médico, era un profesor universitario, era un maestro, un farmacéutico, un estilista de moda… como si fuese el trabajo o la posición la que confiere dignidad a una persona. Cuando llegará el momento de la muerte encontraremos a Dios que no nos preguntará ¿quién eres? o ¿qué posición tenías en la tierra? Sólo nos hará una pregunta: ¿Cuánto has amado? La respuesta a esta pregunta de parte de las personas abandonadas, sin techo, discapacidados o forasteros que han recibido hospitalidad, podría ser la misma de Pedro: “Señor, tu sabes todo; tu sabes que te amo” (Jn 21, 17). Estos profetas silenciosos que están en medio de nosotros, muchas veces son ignorados o, peor áun, son marginados y calumniados. Son considerados un peso para la sociedad, pero para usar las palabras del gran profeta de la Hospitalidad, San Juan de Dios, ‘un ser humano vale más que todos los tesoros del mundo’. 4. Las enseñanzas de la Iglesia A lo largo de los siglos, la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37) ha atraído la atención de la Iglesia hacia una dimensión fundamental y constitutiva de nuestra fe; es decir, la predicación y el culto encuentran su verdad última en el servicio al prójimo. Esta es una fe informada y plasmada por la compasión. Cristo invita a la Iglesia a 81 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ser contemporáneamente anuncio y oración, además de ser servicio que atestigua la cercanía amorosa de Dios hacia las personas ancianas y necesitadas. De este modo la Iglesia cumple su propia misión, haciéndose cercana a todos los que se ocupan de ellos. En la carta a los Gálatas, San Pablo amonesta a los miembros de esa comunidad joven y les dice: “Servíos por amor los unos a los otros” (Ga 5,13). Claramente este es también el punto central del mensaje cristiano que fue enseñado y practicado por Jesús mismo y debe ser un propósito para los cristianos de todos los tiempos. Por esto la Iglesia siempre ha sido consciente que en cada una de sus acciones, en las elecciones y en la predilección que nutre por los necesitados, busca ser la manifestación del Amor de Dios, que se mueve, como nos recuerda Benedicto XVI en su encíclica Deus caritas est, por medio del Espíritu que “es la fuerza que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una sola familia… Por tanto, el amor es el servicio que presta la Iglesia para atender constantemente los sufrimientos y las necesidades, incluso materiales de los hombres” (19). La Iglesia ha recibido el mandato de seguir personificando el ejemplo que nos ha transmitido Jesús Buen Samaritano, realizando la misma misión y, por tanto, personificando el amor del Padre a través de actos palpables de cuidado y de asistencia a la humanidad que sufre: “Y los envió a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos” (Lc 9, 2). Por esto, a partir de Pentecostés la historia de la Iglesia se ha convertido en la historia del amor, escrita a través de los siglos por una inmensa multitud de creyentes que, como Jesús, se han ocupado de la humanidad herida y han sido la luz en los momentos oscuros y difíciles de la comunidad cristiana, llevando a la Iglesia a la santidad de sus orígenes. Cada período histórico tiene sus formas de pobreza y la Iglesia siempre se ha esforzado para estimular la solidaridad. Han sido precisamente el amor y la caridad que han dado nuevo impulso a la fe y un nuevo rostro a la Iglesia, continuando aún hoy a subrayar que todos y cada uno, incluidos los ancianos, tienen su proprio puesto y son útiles en la comunidad cristiana. Al respecto, recordemos la Carta a los Ancianos que escribiera el Santo Padre Juan Pablo II el 12 de octubre de 1999. Considerar, aunque sea brevemente, las figuras de los santos que en el pasado se han dedicado al cuidado de los ancianos, quiere decir tener en cuenta la experiencia cristiana de quienes han acogido el mandamiento del Señor de amar a los demás tal como los amaba El y ser para ellos como Cristo, obviamente comporta hacer elecciones. Esta presentación, por cierto, no pretende ser completa, sino sólo mostrar que la Iglesia, a través de sus hijos y sus hijas, ha tenido en los siglos una particular solicitud por los ancianos, como expresión de la profunda caridad evangélica, transformándola en invitación y en valor. En estas situaciones, la caridad, es decir el don de sí mismo, se convierte en un gesto que sintetiza todo el Evangelio. El estilo del Agape es el estilo de Cristo, que todos estos santos hicieron proprio. Ellos tuvieron el valor de elegir este amor por los hermanos y las hermanas ya adelantados en los años y expresaron a través de la dulzura típica del cristiano, que sabe practicar una misericordia que lo ha precedido. Es a través de los santos, mujeres y hombres enamorados de Cristo, y conquistados por la fuerza misteriosa del Espíritu Santo quien, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI en su primera encíclica, Deus caritas est, es “esa potencia interior que armoniza su corazón con el corazón de Cristo y los mueve a amar a los hermanos como El los ha amado, cuando se ha puesto a lavar los pies de sus discípulos y, sobre todo, cuando ha entregado su vida por todos” (DCE, 19), que Jesús ha continuado a estar cerca de cada hombre y de cada mujer. En ellos El recorre no sólo las pequeñas regiones de la Judea y de la Galilea, sino los senderos más impracticables de todo el mundo. Primero les he hablado de hombres y mujeres ‘santos’, que en su vida han sido tales pero que no han sido canonizados por la Iglesia. Por esta razón no podemos llamarlos santos, pero ellos han dedicado su existencia a un progenitor o a un pariente anciano o a una persona adelantada en los años que vivía sola y que tenía necesidad de ayuda. Estos son los santos de los que habla el Obispo Luciani, cuyas figuras no las encontramos representadas en las estampitas o en los iconos sagrados, pero son hombres y mujeres cuyos nombres ciertamente están escritos en el Libro de la Vida. Trataré de hacer ahora un breve perfil de los hombres y de las mujeres que la Iglesia nos indica como modelos de vida cristiana y que son guía y fuente de inspiración para nosotros. Algunos de ellos, cuando ya estaban adelantados en los años, han padecido las patologías conexas con la vejez, de las que sufrimos también nosotros; quizá a veces se habrán sentido indeseados, como nuestros ancianos, sin energía o entusiasmo, adormeciéndose durante la misa o en otra reunión de la comunidad, o hablando ‘del buen tiempo pasado’, y advertir el vacío que ha dejado quien ya no está. Los que nombraré son hombres y mujeres santos en la caridad, que han hecho resplandecer el rostro de la Iglesia de Cristo personificando el Evangelio de la Misericordia con la palabra y los gestos concretos. 5. La asistencia a los ancianos como testimonio vivo de la esencia del Evangelio: El AMOR MISERICORDIOSO DEL PADRE SAN JUAN DE DIOS Juan Ciudad (este es su verdadero nombre), nace en el año 1495 en Montemor-o-Novo, cerca de Lisboa. Luego de haber vivido en España, Juan lleva una vida de aventura, se enrola como soldado, y más adelante se dedica a la venta de libros. Luego de una experiencia de conversión, que fuera interpretada en cambio como una enfermedad mental, es internado en el Hospital Real de Granada, donde recibe el mismo tratamiento reservado a los enfermos de mente, que 82 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS entre otros preveía latigazos, privaciones y humillaciones. Juan acepta este tratamiento como un modo para rescatar el tipo de vida que había conducido hasta entonces, pero cuando ve que también a los otros enfermos, entre los cuales a algunos ancianos y muy débiles, son tratados del mismo modo, prueba dentro de sí una fuerte indignación. Por tanto, decide hacer algo concreto una vez que será dado de alta. Cuando inicia a poner en práctica este propósito, las personas lo consideran ‘loco’ y se burlan de él. ¿Qué persona sana de mente hace todo lo posible para dar un refugio a los que no tienen casa, para asistir a los enfermos y a los moribundos, para ayudar a las personas más marginadas y rechazadas por la sociedad? Cuando Juan muere veinte años después, el 8 de marzo de 1550, toda la ciudad de Granada llora por él y lo acompaña en su último viaje con lo que hoy llamaríamos un ‘funeral de Estado’. Había ocurrido una gran transformación en los ciudadanos de Granada, que ya lo habían ‘canonizado’ cuando aún estaba en vida, llamándolo Juan DE DIOS. Es un gran ejemplo de caridad cristiana y de entrega a los hermanos y hermanas necesitados. Juan de Dios es beatificado en 1630 por el Papa Urbano VII, y en 1690 es canonizado por Alejandro VIII. Entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, es proclamado Patrón de los enfermos, de los hospitales, de los enfermeros y de sus asociaciones y, finalmente, Co-Patrón de Granada. ción a los enfermos, y de este modo pone las bases para la figura del enfermero y también del capellán, tal como las conocemos hoy. Muere en Roma el 14 de julio de 1614. SAN CAMILO DE LELIS Nace cerca de Besançon, Francia, el 27 de noviembre de 1765, hija de un curtidor. A la edad de 22 años entra en la congregación de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl en París. Con el inicio de la Revolución Francesa, la comunidad es disuelta por las autoridades, por lo que Juana retorna a su pueblo natal de Sancey, donde dirige la escuela local. En 1799 abre una escuela en Besançon, con el apoyo de cuatro ayudantes e inicia así la Congregación de las Hermanas de la Caridad, bajo la protección de San Vicente de Paúl. La Congregación crece rápidamente y se difunde en Suiza y Saboya. En 1810 Juana es De familia noble, Camilo nace el 25 de mayo de 1550, en las cercanías de Chieti. Se enrola como soldado de ventura y, luego de haber perdido sus bienes en el juego, se pone al servicio de los Capuchinos en Manfredonia. Luego de su conversión, se dirige a Roma para curarse en el hospital San Giacomo degli Incurabili. Se consagra a Cristo crucificado e inicia sus estudios en el Colegio Romano. Luego de su ordenación sacerdotal, funda la “Compañía de los Ministros de los Enfermos”, más conocidos como Camilos. Su Orden se distingue de modo particular por su dedica- invitada a Nápoles para asumir la dirección de un grande hospital, donde prácticamente transcurre el resto de su vida, abriendo muchos institutos en Italia. Muere el 24 de agosto de 1826. SAN VINCENTE DE PAUL BEATO CARLOS STEEB Nace en Pouy, en Guascoña (región en el sur de Francia) el 24 abril de 1581; hasta la edad de 15 años trabaja como guardián de enfermos para pagarse sus estudios. Recibe la ordenación sacerdotal a 19 años en 1605 y, mientras está de viaje de Marsella a Barbona, es capturado por piratas turcos que lo venden como esclavo en Tunez. Es liberado luego por su mismo ‘dueño’ que, a su vez, se convierte a la fe cristiana. Esta experiencia hace madurar en él la firme voluntad de brindar alivio físico y espiritual a los deportados y a los encarcelados. En l612 es nombrado párroco cerca de París. En su escuela se forman sacerdotes, religiosos y laicos que se convierten en animadores de la Iglesia en Francia; frente a los poderosos él se convierte en la voz de los más débiles y desventajados. Promueve una forma de evangelización simple y popular. Funda la congregación de los Sacerdotes de la Misión (Lazaristas) y, junto con Santa Luisa de Marillac, funda la congregación de las Hijas de la Caridad (1633). Muere en París el 27 de setiembre de 1660 y será canonizado en 1727. SANTA JUANA ANTIDA THOURET Nace en Tubinga (Alemania), el 18 de diciembre de 1773, hijo de una familia protestante; profesa la misma religión no obstante sea fascinado por el mundo veronés, que en ese tiempo es muy activo desde el punto de vista cultural y religioso. Su conversión y su sucesiva ordenación sacerdotal provocan mucho malestar en su familia y, por esta razón, es desheredado. En ese período, estaba en acto la guerra entre Napoleón y Austria, y Carlos vive entre enfermerías, hospitales militares y hospitales para los enfermos infecciosos en calidad de sacerdote, enfermero e interprete en tres lenguas. Se dedica a los enfermos, necesitados y ancianos. En 1840 funda el Instituto de las Hermanas de la Misericordia, que se dedican a todo tipo de sufrimiento y necesidad, gracias también al apoyo económico y a la obra de la veronesa Luigia Poloni, que se volverá Madre Vicenta. Carlos Steeb muere en Verona el 15 de diciembre de 1856, y es beatificado por Pablo VI en 1975. BEATA JEANNE JUGAN Nace en Cancale, en Francia, en 1792. Su padre, pescador, muere cuando ella tiene apenas cuatro años y, por tanto Jeanne va a trabajar como doméstica en un castillo, y comienza a madurar su vocación: ayudar a las personas ancianas solas. A la edad de 25 años deja su pueblo natal y va a trabajar como enfermera en el hospital de SaintServan. Al mismo tiempo, adhiere a la Tercera Orden de la Madre Admirable fundada por San Juan Eudes. Junto con su amiga Francisca Aubert, Jeanne alquila una casa en la que luego acogerá a ancianos solos y enfermos. Las palabras de Jeanne a su madre son proféticas: “¡El Señor me llama para realizar una obra que aún no conozco, una obra que nunca ha sido fundada!”. Una noche de invierno, Jeanne abre la puerta de su casa y de su co- 83 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 razón a una mujer anciana, ciega y semiparalizada, y le cede su cama. Este es el primer paso: luego llegará otra mujer anciana y más adelante la tercera. En 1843, Jeanne se ocupaba de 40 mujeres ancianas, junto con otras tres jóvenes compañeras que la eligen como Superiora de esta pequeña asociación, que pronto toma la forma de una comunidad religiosa. Este es el núcleo de su Congregación, las Pequeñas Hermanas de los Pobres. Jeanne transcurre los últimos años de su vida como mendicante y muere en 1879. Es beatificada en 1982. BEATA MARIA ÉMILIE TAVERNIER GAMELIN Émilie Tavernier nace en Montréal el 19 de febrero de 1800. En 1823 se casa con Jean-Baptiste Gamelin que, como ella, se dedica a los pobres y por lo mismo estaba plenamente de acuerdo con sus aspiraciones. La pareja tiene tres hijos, que mueren prematuramente. A la muerte de sus hijos, sigue la de su esposo, que deja a Émilie viuda después de una vida familiar feliz y vivida en la fe. El vacío que la desaparición de sus hijos y de su esposo habían dejado, es llenado por los pobres: su casa se vuelve la casa de ellos y Émile logra ampliar la estructura a fin de poder ocuparse no sólo de los pobres sino también de los ancianos, huérfanos y ex detenidos, inmigrados, desocupados, sordomudos y jóvenes parejas en dificultad, además de los discapacitados físicos y mentales. Muy pronto su casa se convierte en la “casa de la Providencia”, porque ella misma era considerada un “don de la Providencia”. Durante 15 años Émile realiza actos de heroísmo y de entrega, bajo la mirada agradecida y feliz del Obispo JeanJacques Lartigue, y luego del nuevo Obispo de Montréal, Ignace Bourget. Una vida tan preciosa no estaba destinada a desaparecer, sino antes bien continuaría en el tiempo. Mons. Bourget se dirigió entonces a su diócesis y algunas jóvenes canadienses fueron enviadas por Émilie Gamelin a fin de que las formase en la práctica de la caridad compasiva, la misma que ella vivió con amor, devoción y sacrificio, y en la misión de la Providencia, proclamada más con los hechos que con las palabras. Émilie Tavernier Gamelin muere el 23 de setiembre de 1851. El Papa Juan Pablo II lo beatifica el 7 de octubre de 2001, proponiéndola al Pueblo de Dios como modelo de santidad por su vida consumida al servicio de los hermanos y hermanas más pobres. BEATO FEDERICO OZANAM Federico Ozanam, fundador de la Sociedad de San Vicente, es un ejemplo de santidad y caridad laical. Nace en Milán en 1813 (su padre formaba parte del ejército de Napoleón) y después de Waterloo retorna a Lión, ciudad de origen de la familia. En París acude a los círculos católicos que se reunían en torno al físico André-Marie Ampère y a Emmanuel Bailly. En 1833 crea las “Conferencias de la cari- dad” que aún hoy día comparten la vida de los pobres. Se doctora en Leyes y luego en Letras, enseña en la Universidad de Sorbona, volviéndose miembro de la Academia de la Crusca de Florencia. Se casa en 1841 y tiene una hija, mientras prosigue su obra. Muere en Marsella en 1853. BEATA GIUSEPPINA GABRIELLA BONINO Nace en Savigliano (Cuneo – diócesis de Turín) el 5 de setiembre de 1843, de una familia rica y profundamente religiosa. En 1855 se traslada a Turín junto con su fa- milia debido a la profesión de su padre que era médico, para luego regresar a Savigliano a la edad de 26 años. Durante cinco años se dedica a asistir con amor a su padre enfermo. En 1875 estrecha fuertes vínculos con la obra asistencial emprendida por Giovanna Colombo a favor de las niñas huérfanas de la ciudad. No obstante sintiese fuertemente el deseo de entrar en un monasterio de clausura, decide crear una nueva familia religiosa, la Congregación de la Santa Familia, con el fin de asistir a los huérfanos, a los ancianos, a los enfermos o para dar una instrucción a las jóvenes. Tiene como modelo a la Santa Familia de Nazaret: humilde y trabajadora. A la edad de 38 años es elegida superiora permaneciendo en este cargo hasta su muerte que ocurre en Savona el 8 de febrero de 1906. El 7 de mayo de 1995, la Madre Giuseppina Gabriella es proclamada Beata por Juan Pablo II. BEATO GIUSEPPE NASCIMBENI Giuseppe Nascimbeni nace en la Provincia de Verona en 1851; a la edad de 23 años es ordenado sacerdote y obtiene el diploma de maestro de primaria. Tres años después, es enviado a Castelletto di Brenzone, en el Lago de Garda, donde permanece durante 45 años, hasta su muerte. Se compromete activamente en la actividad pastoral a tra- 84 vés de muchas iniciativas, pero el país en ese período estaba atravesando una situación catastrófica, con niños descuidados, jóvenes que no habían podido acudir a la escuela y que nunca habían recibido una educación cristiana, personas ancianas abandonadas y dejadas sin ninguna asistencia, familias disgregadas por la emigración que permitía encontrar en otra parte ese trabajo que el país no podía ofrecerles. Funda casas de acogida para los jóvenes y organiza servicios de asistencia domiciliaria para las personas que viven solas, además de un asilo y de una escuela para huérfanos, y emprende muchas iniciativas más. Funda la Congregación de las Pequeñas Hermanas de la Sagrada Familia que proseguirá su carisma. Muere el 21 de enero de 1922, y en 1988 es proclamado Beato por el Papa Juan Pablo II. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS meros votos, tomando como nombre religioso el de María Teresa del Niño Jesús. Durante casi 20 años enseña historia y geografía a las estudiantes de buena familia que asisten a la escuela de las Hermanas en Entally, en la zona a Este de Calcuta. Precisamente no lejos del 6. Conclusión BEATO FRANCESCO SPINELLI Nace en Milán el 14 de abril de 1853, y recibe la ordenación sacerdotal en 1875. Funda el Instituto de las Hermanas Adoradoras del Santísimo Sacramento, cuya misión es adorar noche y día a Jesús en la Eucaristía, y servir a los pobres y a los que sufren, en quienes ven el ‘Rostro de Cristo’. Francisco ve a Cristo en los necesitados, en las personas marginadas y rechazadas por la sociedad, y donde hay cualquier necesidad, en las escuelas, en los oratorios, y se ocupa de los enfermos y de los ancianos solos. El 6 de febrero de 1913 muere en olor de santidad y es beatificado el 21 de junio de 1992 por Juan Pablo II. BEATA TERESA DE CALCUTA La Madre Teresa de Calcuta cuyo verdadero nombre era Agnes Gonxha Bojaxhiu, nace el 26 de agosto de 1910 en Skopje, en lo que era entonces la Yugoeslavia (actualmente Macedonia), en una familia albanesa de fe católica. A la edad de 18 años decide entrar en la Congregación de las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de Loreto. En 1928 deja su país para dirigirse a Irlanda y después de poco tiempo parte para India. En 1931, la joven Agnes emite los pri- en los orfanatos, en los leprosorios, en las casas para ancianos, para las madres solteras y para los moribundos. Una vez dijo: “Cuando moriré, podré ayudarles aún más…”. Muere en Calcuta la noche del viernes 5 de setiembre de 1997, a la edad de 87 años. convento, se encontraba el barrio pobre de Motijhil, del cual provenían olores fuertes y nauseabundos, una de las barriadas más pobres de la megalópolis india. El 10 de setiembre de 1946, María Teresa, mientras se encuentra en el tren para dirigirse a Darjeeling para los ejercicios espirituales, advierte la ‘segunda llamada’: dentro de sí siente que debe abandonar el convento para dedicarse a los más pobres de los pobres, a los que vivían a los márgenes del mundo, los desamparados que morían en las aceras de Calcuta y no podían contar ni siquiera con la dignidad de morir en paz. La Virgen es considerada la primera Misionera de la Caridad por su visita a Isabel, en la que demostró su ardiente amor sirviendo gratuitamente a su prima adelantada en los años y se encontraba en necesidad. “Puedes encontrar Calcuta en todo el mundo” dice Madre Teresa, “si tienes ojos para ver. Donde hay personas no amadas, no deseadas, rechazadas, olvidadas”. Sus hijos espirituales continúan en todo el mundo sirviendo “a los más pobres de los pobres”, Si miramos a la historia pasada, podemos ver que las circunstancias eran bastante diferentes a las de hoy, pues por varios motivos sólo pocas personas lograban alcanzar una edad adelantada. Hoy la situación es muy diferente, sobre todo en los países industrializados donde las personas viven más tiempo que antes; también los problemas del pasado son de diferente naturaleza con respecto a los actuales. El mejor estilo de vida que conducimos hoy, además de una buena alimentación, los progresos científicos que tienden a detener el proceso de envejecimiento a través de la dieta, del ejercicio físico, de un empleo bien remunerado y su implicación en la sociedad, hacen que los habitantes de los países industrializados vivan por más tiempo que en el pasado. Pero lamentablemente en los Países en Vías de Desarrollo sucede lo contrario: la falta de alimento, el trabajo demasiado fatigoso, las situaciones de guerra y de violencia provocan una muerte prematura en gran parte de la población. El crecimiento del número de los ancianos en el sur del mundo, con todos los problemas conexos como las enfermedades, las dificultades económicas, la soledad, el aislamiento y los alojamientos inadecuados, son un fenómeno relativamente reciente. Esto nos demuestra que nuestras sociedades han sufrido una transformación radical en las actitudes y en los valores, lo que hace difícil afrontar la cuestión con la determinación, la inventiva y el compromiso que requiere. No se trata sólo de falta de recursos en la mayor parte de los países del sur del mundo, sino de un problema político: no debemos preocuparnos sólo de los retos que una población más anciana debe afrontar sino – y es lo más importante – debemos promover a los ancianos como un recurso 85 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 para la sociedad, como nos demuestran algunos países asiáticos: China, Corea y Japón, que resienten de la influencia del Confucionismo. Yo mismo me encuentro en una edad por decir así de ‘jubilación’, por lo que puedo decir que si la mayor parte de nuestros países poseen los recursos financieros, en gran parte lo deben al trabajo, a los impuestos, a las innovaciones y a los sacrificios que han hecho los que hoy son ancianos. El axioma de Confucio “No hagas a los demás lo que no quisieras que fuese hecho a tí” es válido también hoy tal como lo era hace 500 años antes de Cristo. La persona anciana no es un problema, así como no lo es ciertamente un niño, sino es una bendición. En el Antiguo Testamento vemos al anciano Zacarías que toma al Niño Jesús en sus brazos, en el templo, y eleva a Dios palabras de esperanza y de agradecimiento, pidiéndole que lo deje ir en paz porque sus ojos han visto la Luz que iluminará a Israel (cfr. Is 52; 46,13. 42 - 6; 49. Jn 8:12b). El Evangelio de san Lucas inicia con cuatro figuras de ancianos: Zacarías, Isabel Simeón y Ana, todos con un sueño, una esperanza por lo que es nuevo. Quizás la sociedad actual debería servirse más de sus ancianos, escucharlos y asistirlos, como abuelos y abuelas que tienen el tiempo y la paciencia para escuchar, aconsejar y acompañar a las personas más jóvenes que ellos que deben luchar con las preocupaciones de la vida. No deberíamos tratarlos sólo como baby-sitter o, peor aún, sentirlos como un peso. Entre nuestros jóvenes se registra una elevada tasa de suicidios, además de las dependencias de drogas y de alcohol. Para emplear palabras de San Juan de Dios a un joven que estaba buscando su vocación en la vida, ellos son como una barca sin remo, es decir, que no tienen ninguna dirección. En vez de considerar a los ancianos como un peso, debemos aceptarlos como miembros aún activos de la sociedad, obviamente con el estado de salud y las necesidades que son el fruto de su edad, como personas que aún tienen mucho que darnos, por su experiencia que puede ser útil para alimentar la esperanza. A lo largo de los siglos la respuesta de la Iglesia a las necesidades de las personas ancianas ha sido generosa y creativa, asumiendo formas diferentes; el servicio de la caridad dirigido a los ancianos siempre ha revestido un lugar importante en su vida y en sus intereses. Frente al continuo aumento de las necesidades en el campo de la asistencia a los ancianos como fenómeno de la edad moderna y el desarrollo del servicio en formas cada vez más complejas, nuestros santos han buscado y desarrollado acercamientos y métodos para afrontar adecuadamente las nuevas y más complejas emergencias en este campo. Hemos visto a muchas personas, consagradas y laicos, que han dedicado su vida a asistir a los ancianos. Su amor y el servicio paciente y generoso han dado a los ancianos no sólo los cuidados médicos que necesitaban, sino también la certidumbre de ser amados y respetados, con una dignidad que las enfermedades de la llamada “tercera edad” de ningún modo pueden destruir o disminuir. Estos hombres y mujeres han ofrecido gran consolación humana y asistencia espiritual a las personas que han acudido, dándoles aquella esperanza a través de la cual cada hombre y cada mujer vive como signo o instrumento del amor de Cristo y como manifestación del amor de la Iglesia por los miembros dolientes del cuerpo de Cristo. Hno. DONATUS FORKAN O. H. Prior General de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios 86 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS RINO FISICHELLA 2.3 Enfermos ancianos y esperanza cristiana “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la Promesa” (Hb 10,23). Al parecer, el texto del autor de la Carta a los Hebreos anticipa de veinte siglos nuestra problemática; sería mejor decir que él es capaz de expresar la experiencia original del creyente frente al límite. Experiencia que no conoce el transcurrir del tiempo porque es connatural a cada hombre que debe dar una respuesta a la interrogante sobre el por qué del límite en los varios rostros que asume, para llegar a un sentido que lo trascienda y lo satisfaga. De todos modos, lo que se impone a nuestra reflexión son tres consideraciones del texto bíblico que merecen ser profundizadas. En primer lugar, debemos poner de relieve la fidelidad de Dios. Se trata de uno de los temas dominantes de toda la Sagrada Escritura; desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento retorna siempre como un estribillo que Dios es fiel a las promesas que hace. En este caso, el creyente no sólo debe verificar directamente la verdad de esta afirmación: Dios ha mantenido la promesa hecha; sino, más aún, debe creer que precisamente por esto también las demás promesas se cumplirán a su debido tiempo. El segundo punto sobresaliente de nuestro versículo es la unidad que se hace entre fe y esperanza. La profesión (omologhia) generalmente se refiere a la fe en el Señor; en cambio, en nuestro caso encontramos la referencia a la esperanza. La mente del creyente se dirige de inmediato a la celebración del bautismo y de la pascua. En otras palabras, profesar la fe en el Señor equivale a esperar en El y en su retorno, cuando llevará a su cumplimiento todas las cosas para luego presentarlas al Padre (cfr 1Co 15,24). Esta dimensión de la esperanza es recogida con gran optimismo; el autor sagrado nos quiere decir que debemos estar colmados de gracia y de confianza, esto es, ser optimistas, porque la muerte y la resurrección del Señor son nuestra salvación. El mal que está siempre presente y el límite que se impone a nuestra vista no son la última palabra, porque Cristo los ha vencido. Retornando a la enseñanza del Apóstol Pablo, el bien y el mal están presentes y combaten en la vida de cada hombre, pero el creyente tiene la certidumbre de que no están en el mismo plano. El bien vence siempre al mal y destruye el límite porque es fruto del Espíritu del Resucitado (cfr Ga 5,22-25). La tercera observación se refiere al adverbio que podría pasar fácilmente en segundo plano mientras permite reforzar lo dicho hasta ahora: “firme”. La profesión de la esperanza se debe hacer sin vacilar. El griego dice ακλινη′ e indica el modo titubeante con que los cristianos viven su fe: ¡cojeando! Nos remite por tanto a la certeza de la fe y de la esperanza que se deben vivir con igual fuerza y coherencia; es decir, ante el misterio de la muerte y de la resurrección del Señor en quien muchos han creido y de quien tenemos un sólido testimonio, nosotros no podemos permitirnos ser vacilantes. La esperanza, por tanto, es una certidumbre que se coloca en nuestro camino; en ella debemos crecer, pero con un proceso constante que fije los ojos en la fidelidad de Dios que ama a los que creen en El y por ellos donó a su Hijo. Inexorabilidad del rostro “La naturaleza no hace nada en vano”: el principio aristotélico permite afrontar con la debida sensatez la problemática del límite impreso en nuestro íntimo. Se refleja en las características que la experiencia cotidiana impone afrontar y muestra sus innumerables rostros en las situaciones más disparatadas. Uno de estos rostros ciertamente es el de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte. La vida no es un flujo uniforme; basta mirar nuestro rostro para verificar que en pocos centímetros cuadrados es posible escribir toda la historia de una existencia. “El hombre – escribía R. Guardini – se caracteriza de modo cada vez nuevo. Sus condiciones psicofísicas cambian constantemente: muy diferente es la imagen que el hombre ofrece de sí mismo cuando trabaja o cuando descansa; cuando lucha o cuando tranquilamente goza lo que posee. En cada nueva caracterización del hombre aparecen nuevos aspectos de su naturaleza. Los varios estados de salud, de condición profesional o social pueden penetrar en lo profundo del alma. Las diferencias que se crean a veces son tan grandes que ponen aparentemente en discusión la identidad de la persona… sin embargo, se trata siempre del mismo hombre. La diversidad de las situaciones no anula la unidad: antes bien, la unidad se afirma precisamente en la diversidad”1. Dios quiso escribir el libro de la vida en algunas etapas que para cada persona transcurren inexorablemente. A nosotros corresponde captar el sentido de esta historia y vivirla con una libertad que permita no soportar nunca lo que estamos viviendo. De hecho, estamos llamados a dar sentido para expresar plenamente la participación dinámica personal ante el sucederse de los acontecimientos. Dios ha pensado no en un hombre en general, sino en un rostro preciso y con cada uno tiene un proyecto que se desarrolla desde el nacimiento hasta la muerte como un llamado a la vida. La respuesta que ofrecemos nos permite ver la realización de este proyecto o su derrota. Es un hecho: sólo en la medida en que somos conscientes de captar el sentido del movimiento de la vida, estamos habilitados a ad- 87 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 quirir una identidad que permite la formación de la personalidad. Toda fase de la vida que se vive es cada vez nueva; no ha sido vivida antes y no será vivida luego. Es el καιρο′ ς, el instante del presente que me hace cada vez diferente permaneciendo siempre el mismo. Mientras se vive en el ímpetu de la juventud, la mirada a menudo tiende a captar las instancias y las expectativas que se deponen en el futuro; cuando se acerca la madurez y la vejez, entonces la verdad acumulada en el curso de los años abre los ojos para mirar frente a sí y tocar con mano la conclusión del ciclo vital. Cada fase conoce sus etapas y sus crisis: el adolescente y el joven sienten aquella de la identidad, el hombre maduro la del límite y el anciano aquella del desa- vidad, entonces es inevitable que se convierta en un peso superfluo porque es improductivo. Se crea una espiral de juventud a todo coste que seduce de modo devastador, porque impide aceptar lo que se es para refugiarse en la ilusión de un sueño. Parece que en la actual prefiguración de la vida esten ausentes los valores peculiares de la persona anciana como la sabiduría debido a la experiencia acumulada y los comportamientos transparentes como consecuencia de una vida. En este contexto surge inevitable una pregunta: ¿para qué sirven todas las especializaciones en gerontología o todas las nuevas formas de asistencia social si luego el anciano no toma conciencia de su proprio estado? Si su presentación y recepción tiene lugar como de un pego… En cada uno de estos momentos se capta siempre algo único, autónomo y, sin embargo, destinado a preparar aquel sucesivo. Con la llegada de la vejez, el problema que se plantea es aprender a aceptar el inexorable transcurrir del tiempo, comprender su sentido y vivirlo activamente sin sufrirlo. Lamentablemente, lo que debemos constatar es que cada vez más vivimos sumergidos en una cultura que identifica el valor de la vida con la juventud; de este modo se margina la condición del anciano sin favorecer una maduración de esta fase de la existencia para aceptarla y vivirla de manera digna. Si el anciano ya no tiene la presencia social y no desarrolla una función para la colecti- joven disminuido pero que permanece tal por la habilidad de los médicos para prolongarle la vida con terapias milagrosas y con las diferentes mistificaciones de una restauración cosmética más o menos ardua, ¿no resultará al final la idea de que la vida es sólo apariencia, engaño e ilusión fatídica? Ciertamente permanecerá en vida biológicamente, pero cuando la tristeza y la soledad lo obligarán a tocar con mano lo que es, ¿cómo reaccionará? ¿Qué sentido será capaz de dar a partir de sí mismo y de la experiencia que vive? ¿Se soporta o se acepta? Este es el verdadero dilema que debe provocar para mantener viva la conciencia y dinámica la convicción del proceder de la vida. Inevitablemente, en un determinado momento surge en la persona anciana la percepción del sentido acerca de la caducidad de las cosas. La vida se convierte en un serio examen de conciencia, se comienza a valorar la propia fuerza, lo que se logra hacer y lo que la vida puede dar; según como el hombre envejece advierte con mayor intensidad la fin. Con un sano realismo se debería decir que se comprende de manera cada vez más fuerte la sensación de que algo está llegando a la fin; no se conoce el tiempo que nos separa de ella, pero se percibe su espera y esto amplía el tiempo mientras la conciencia de lo que vendrá lo contrae2. Es en esta fase que se desarrollan los fenómenos típicos que dejan captar el límite: la testarudez senil, el afán de mostrase, el hablar prolongado, la tendencia de comportarse de modo autoritario, convertirse en un tormento para sus hijos…, en fin, todas las manifestaciones que inducen a estar convencido de ser aún alguien. Si se quiere superar este momento, necesariamente se debe aceptar la idea misma del tiempo que pasa y nosotros con él. Aún estamos ante el gran reto de aceptar la condición en la que nos encontramos. Sea ésta la enfermedad o la vejez – ipsa senectus morbus – no tiene importancia; se debe aceptar la fin de nosotros mismos sin sucumbir ante el límite, pero al mismo tiempo sin quitarle el valor que posee volviéndonos cínicos o banales. El reto se vuelve fuerte en el momento de la enfermedad. El sufrimiento aumenta la interrogante sobre el sentido que tiene y obliga a dar una respuesta. Es en este momento que los comportamientos que han sido el fundamento de toda una existencia deben encontrar una síntesis. De hecho, aquí confluye lo que hemos sido en las fases precedentes; en estos momentos a lo más se desarrolla la preparación de toda una vida para afrontar el sufrimiento, el dolor, la enfermedad y la muerte. Si se ha vivido una vida con la sabiduría del discernimiento, con la fuerza del valor y la calma del juicio, con el respeto y la justa valoración de lo que se ha realizado, sin celosías o envidia por el otro, dando siempre significado al valor de la vida, entonces el límite ya no es más un obstáculo insupe- 88 rable, sino un momento que se debe vivir de modo responsable. Ciertamente no es fácil hablar de modo creíble de la enfermedad si no se ha tenido la experiencia de ella y del sufrimiento y dolor que ella produce; sin embargo, precisamente debido a esto podemos afirmar el valor que posee para el sentido de la vida. Al final nos jugamos la credibilidad de sí mismos, de lo que somos y de lo que creemos precisamente en el momento en que es necesario dar una respuesta al dolor. Si no estamos en la condición de responder, tampoco seremos capaces de amar. Por más paradójico que parezca, el sufrimiento y el amor son compañeros de por vida. El que ama sabe aceptar en sí el sufrimiento y darle un respuesta cargada de sentido; el que sufre sin amar vivirá en el rencor y en el rechazo sin llegar a una visión serena. Cuando una cultura ya no es capaz de dar una respuesta al dolor, a la enfermedad y a la muerte entonces está destinada al atardecer, porque ya no tiene la capacidad de proporcionar razones para vivir dignamente. Retorna con actualidad el crudo análisis de Pascal: “No habiendo podido curar la muerte, la miseria, la ignorancia, para ser felices los hombres han decidido no pensar en ellas”3. Si no sabemos dar amor en el sufrimiento deberíamos preguntarnos seriamente de qué amor vive el hombre de hoy. La piedad no es amor; esta se detiene en la deploración o en la compasión mientras el amor habla de participación directa de modo que nunca se deje sola a la persona amada. La esperanza no desilusiona Es así que retornamos a la necesidad de la fe y de la esperanza como condición para llegar al sentido del límite. Cuando se vive un momento de sufrimiento, es entonces que entra en juego la esperanza. Lo inquebrantable y la certidumbre de la fe no sufren traumas si todo va bien; cuando llega el momento del sufrimiento, entonces la certeza es puesta a dura prueba y la esperanza a la que uno se apega entra en crisis. Es fácil constatarlo también en las diferentes experiencias que la Escritura nos propone: el éxodo es vivido como el gran momento de la LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS liberación; sin embargo, apenas sobrevienen las primeras dificultades y el hambre y la sed se dejan sentir sin piedad, entonces la fe se derrumba y se eleva el altar al becerro de oro, añorando los antiguos tiempos de la esclavitud. ¿Cómo comprender el lamento de los deportados a Babilonia para los cuales ya no tiene más sentido cantar himnos al Señor, sino como la gran crisis de esperanza en las promesas que había hecho Jahvéh? Deberán surgir los profetas Jeremías y Ezequiel para devolver fuerza y certeza en la esperanza del retorno a la patria. Y la respuesta de los discípulos en ca- a su misma vida. La esperanza, pues, en la perspectiva cristiana no nace del hombre. En primer lugar ella no es entendida como una llamada gratuita que parte de la revelación de Dios. Es aquí que se percibe la novedad de nuestra concepción y se realiza el discernimiento en toda otra forma de esperanza que pertenece a la humanidad como su esfuerzo peculiar de tender hacia el futuro. En la medida en que se acoge la riqueza de nuestro patrimonio de fe y lo valoramos, estaremos en la capacidad de dar un paso hacia adelante tanto en el conocimiento del misterio y, por tanto, en mino hacia Emaús: “Nosotros esperábamos que fuese El que liberase Israel sin embargo han pasado ya tres días” (Lc 24,21), ¿no es acaso el lamento de desilusión por la esperanza incumplida? ¿En qué consiste la esperanza cristiana? Lo dice el Apóstol Pablo en una frase muy simple pero cargada de significado: “Cristo en vosotros, esperanza de la gloria” (Col 1,27; 1 Tim 1,1: “Cristo Jesús nuestra esperanza”). La presencia de Cristo en la vida de cada creyente – para Pablo, creyente e Iglesia a menudo son empleados de modo intercambiable sin distinción alguna – es el misterio pleno y total que Dios ha querido revelar y esto es fuente y objeto de la esperanza. En otras palabras, en la base de la esperanza cristiana hay un acto pleno y total, y a la vez gratuito, del amor de Dios: consiste en la llamada a la salvación mediante la participación la profundización de la fe, de la oración y del testimonio, así como en contribuir al mismo tiempo de modo original en la historia del pensamiento. Todos pueden esperar, pero es el contenido de la esperanza que califica el acto y hace que lo entendamos diferente del sentimiento o de la utopía. También el suicida – escribía el filósofo Kierkegaard en sus Diarios – espera en una vida mejor y en razón de esta esperanza realiza la locura de su gesto; pero ¿es realmente esperanza ese gesto? La esperanza cristiana no surge en el momento de la necesidad, del sufrimiento o del desconsuelo determinado por diferentes motivaciones; si fuese así de nada se distinguiría del sentimiento genérico o del deseo de aferrarse a algo como solución extrema al mal. Por el contrario, la esperanza cristiana tiene como compañeras de viaje que 89 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 nunca la abandonan a la fe y a la caridad. Nos lo recuerda una conocida página de C. Peguy: “La esperanza es una niña pequeña que ha venido al mundo el día de Navidad del año pasado… Sin embargo esta niña atravesará los mundos realizados…La pequeña esperanza camina entre sus dos hermanas grandes y ni siquiera se nota, aquella que está casada (fe) y aquella que es madre (caridad). Y no se pone atención en ella, el pueblo cristiano no mira sino a las dos hermanas grandes, a la primera y a la última y casi no ve aquella que está en medio, la pequeña, la que todavía va a la escuela y que camina perdida en las faldas de sus hermanas. Y cree gustosa que sean las dos grandes que tiran a la pequeña de la mano, en medio, entre las dos, para que pueda hacer aquel camino accidentado de la salvación. Cómo son ciegos, no ven en cambio que es la que está en el medio que se pone detrás de sus hermanas más grandes”. La esperanza, en fin, surge de la fe y se nutre del amor. Sin esta circularidad no sería posible comprender la especificidad del esperar del que cree que vive de certeza y no de desilusión. En este contexto, es interesante observar la expresión que emplea el autor de la Carta a los Hebreos, cuando “define” la fe. Escribe precisamente algunos versículos después de aquel con el cual hemos hecho la introducción: “La fe es el fundamento de las cosas que se esperan (Hb 11,1). El término “fundamento” traduce el griego hypostasis que indica ¡la realidad, la sustancia! Lo que la fe espera y aguarda, es decir, ¡es real! Por su parte, el Apóstol Pablo es muy claro sobre este punto; en los momentos cruciales en los que debe describir la existencia cristiana pone siempre juntas la triade de fe, esperanza y caridad. Es suficiente recurrir a los tres textos en los que de modo explícito habla de esta enseñanza: “Tenemos presente ante nuestro Dios y Padre la obra de vuestra fe, los trabajos de vuestra caridad, y la paciencia en el sufrir que os da vuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor” (1 Ts 1,3); “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5,8); “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la ma- yor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13). Teniendo la certeza en el cumplimiento de la promesa, la esperanza cristiana “no desilusiona” porque está enraizada en el amor (Rm 5,5). Del mismo modo, nunca podrá ser separada del amor: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rm 8,35-39). Una mirada más atenta a este texto permitirá comprender más las características de la esperanza cristiana que Pablo describe no obstante que no aparezca explícitamente el término. Algunos versículos antes, el Apóstol había dicho que para los que viven de la fe y de la esperanza la condición de sufrimiento del presente, no obstante todas las tribulaciones y maldades, no se puede comparar con la gloria que se les concederá: “Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (8,18). Esta gloria no es otra cosa sino la revelación del Hijo de Dios, el conocimiento de su rostro o, si se quiere, la revelación plena del misterio que envolverá en una contemplación sin fin. El futuro que depara a los que hoy esperan y creen, no sólo compensará el presente sino, sobre todo, lo superará en la intensidad de la felicidad. Pero aquí surge la pregunta que todavía hoy acompaña a muchos de nosotros: ¿quién podrá garantizar todo esto? ¿Quién podrá dar la garantía del cumplimiento de esta espera y de la satisfacción de esta esperanza? Para responder, el Apóstol introduce de repente el concepto de libertad. S. Pablo afirma que tanto la creación como el hombre esperan la liberación de la “esclavitud de la corrupción” (Rm 8, 21). También los cristianos, que ya han sido salvados en la muerte de Cristo, esperan la plenitud de su salvación. Este tiempo que vivimos, pues, se vuelve el tiempo de una espera pa- ciente: “En la esperanza hemos sido salvados” (8,24). La paciencia – nos recuerda siempre Pablo – recoge en sí la esperanza, la custodia, la refuerza y la conduce progresivamente a una esperanza más fuerte. Lo que da certeza a nuestro esperar y constituye la garantía de la validez de nuestro esperar es el hecho que el creyente, precisamente porque es tal, percibe y “siente” dentro de sí que aún espera algo. La presencia del Espíritu de Cristo en nosotros, no hace sino confirmar esta perspectiva. Dado que no sabemos ni siquiera qué es importante pedir para nuestra realización, es el Espíritu que viene en ayuda a nuestra debilidad. Por tanto, hay una garantía doble para la certeza de nuestra esperanza, aquella subjetiva, que es el “sentir” de cada uno que tiende al cumplimiento; aquella objetiva, la presencia del Espíritu que da fuerza en la espera. Regresemos nuevamente a nuestro texto en el que Pablo repropone la misma pregunta: ¿quién da garantía de nuestra esperanza y de la victoria sobre el sufrimiento del presente? ¿Quién da seguridad al cristiano que el sufrimiento actual no será definitivo, y que le permite esperar en la gloria que se le dará? La respuesta del Apóstol es inmediata: el amor de Dios por nosotros es el fundamento, la garantía y el sostén de nuestra esperanza. Es su amor que nos tiene fuertes y ligados estrechamente a El. En virtud del amor se supera todo lo que hoy es motivo de sufrimiento. Y Pablo tiene mucho derecho de hablar así, enumerando incluso las siete experiencias de sufrimiento concreto y no imaginario, que describe en Corintios: “Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé náufrago en el mar. Viajes frecuentes; peligros de salteadores; peligro de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en ciduad; peligros en despoblado; peligros por mar; peligros entre falsos hermanos; trabajo y fatiga; noches sin dormir, muchas veces; hambre; muchos días sin comer; frío y desnudez” (2 Co 11,23-27). Sobre todos estos sufrimientos, no hay sólo victoria, sino “triunfo” (hypernikòmen). Por más fuertes y 90 poderosas que sean las fuerzas del mal, el apóstol – y con él todo creyente – “está convencido”, es decir vive de la certeza indiscutida, que nada podrá hacer caer la esperanza de la fe en el presente. En una palabra, se podría decir que en esta perspectiva todo el sufrimiento que está presente en el mundo, para el cristiano representa no el dolor de la agonía sino el de la parturiente: “Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos la primicias del espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo” (Ro 8,22-23). Esta es la certeza del amor. Como podemos observar, la esperanza bíblica parece recogerse en torno a algunos elementos que la explicitan y la definen: ante todo, la espera de la revelación plena y definitiva del Señor; la confianza en su promesa que El vendrá y donde El está estaremos también nosotros; la paciencia, además, que no cede al desánimo y que sabe perseverar en el sufrimiento; la libertad, en fin, de actuar con y en el Espíritu que permite moverse de este modo, anticipando la liberación total del futuro. La esperanza, en fin, no es fruto de lo efímero ni de lo pasajero; antes bien, ella quiere decir estabili- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS dad y continuidad. No es un caso que el término hebreo, para expresarla, recuerda la imagen de una “cuerda tensa” (tiqwah). El que espera tiende hacia una realización, todo está orientado al obejtivo por alcanzar y no permite que nada ni nadie pueda distraerlo de esta tarea. Una tensión hacia el futuro como momento de realización definitiva que ya pertenece al presente. La tensión propia de la esperanza, pues, no es espera febril o cargada de angustia por la incertidumbre de lo que acontecerá. Antes bien, es la capacidad de superar las dificultades del presente y descubrir que ya se está en posesión de un don. No es un caso que Pablo hable de “tres cosas que permanecen: la fe, la esperanza y la caridad” (1 Co 13,13). Por tanto, tenemos necesidad de la esperanza ahora, en esta existencia, porque desde ahora participamos de los bienes que en el futuro poseeremos y contemplaremos. Ninguna huida, pues, ni evasión alguna de asumir las responsabilidades en la historia presente. Es aquí y ahora que actúa la esperanza, es aquí y ahora que impone ser vivida; en la vida de cada día, en efecto, ella se vuelve signo e instrumento de liberación. Sobre el particular retornan a la mente las palabras de Pablo al concluir la carta a los Romanos: “El Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebozar de esperanza por la fuerza del Espíritu Santo” (15,13). Es de subrayar este pasaje paulino porque parece calificar el nombre de Dios como “Dios de la esperanza”. El Dios que en Jesús se ha hecho conocer plenamen- te es el Dios que trae esperanza. ¿No es quizás ésta una seria indicación para definir también al creyente como “hombre de esperanza?”. El “Dios de la esperanza” tiene un doble valor significativo4: por un lado, la expresión podría indicar que el Dios que es profesado es el que suscita la esperanza, es su autor; por el otro, ella expresa que Dios es objeto de nuestra esperanza. En un caso como en el otro, se revela la naturaleza del esperar del creyente: pone sus ojos directamente en Dios. De todos modos, el título “Dios de la esperanza” abre la mente a una ulterior posible interpretación analógica: ¿el Dios de la esperanza es también el Dios que espera? En cierto sentido, es bueno poder verificar esta dimensión. Ella dice que Dios mismo espera el cumplimiento de su creación y “espera” que la salvación donada en Cristo y realizada por la muerte sacrifical del Hijo tenga un resultado lo más universal posible. Si “Dios espera”, por ningún motivo a nadie se le puede quitar la fuerza y la posibilidad propias de la esperanza. S.E. MONS. RINO FISICHELLA Obispo Auxiliar de Roma Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Lateranense, Santa Sede Notas 1 R. GUARDINI, Le età della vita, Milano 1986, 11. 2 Cfr., ibidem, 59. 3 B. PASCAL, Pensieri, 168. 4 Cf. J. GALOT, Il mistero della speranza, Assisi 1971, 39-43. 91 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 IGNACIO CARRASCO DE PAULA 2.4 Responsabilidad hacia el anciano enfermo 1. Premisa La responsabilidad es un concepto complejo de marcado contenido jurídico y moral. Presupone dos elementos que en apariencia se contradicen. De hecho, por un lado somos responsables cuando tenemos un deber o una obligación que cumplir, independientemente si dicha obligación haya sido tomada de modo voluntario o por coherción. Tenemos como ejemplo el deber de emplear palabras verdaderas. Por el otro, se considera responsable sólo al sujeto que cumple su deber porque él decide actuar o el modo concreto de hacerlo: ningún otro puede poner en su lengua las palabras que pronuncia, sean ellas verdaderas o falsas. Por esto, una persona responsable es la que debe dar razón de sus palabras y de sus acciones, y la responsabilidad no es otra cosa sino la convicción de tener que responder antes o después de lo que ha hecho y/o de lo que no ha hecho pero que tenía el deber de hacer. Deber y libertad son, pues, dos elementos que constituyen la responsabilidad. Por tanto, ellos son la llave de lectura fundamental si, teniendo que hablar de la responsabilidad hacia el anciano, no se quiere caer en un fácil moralismo sino captar la real densidad antropológica del tema y las implicaciones morales en el plano individual y social. Hablar de responsabilidad entre el agente sanitario y el enfermo anciano significa lo siguiente: 1) reconocer la identidad humana de ambas personas, porque sólo un ser humano – una persona – puede pretender un derecho que se convierte en deber para el otro; 2) admitir que entre los dos existe una relación de necesaria dependencia; 3) aceptar que dicha relación no es algo simétrico: está claramente balanceada a favor del sujeto dependiente: son los ancianos enfer- mos que tienen necesidad del médico y no lo contrario; 4) el futuro de la relación recae sobre todo en el agente sanitario, en quien está realmente libre, que es capaz de elegir, puede dedicarse, etc., mientras que el anciano se encuentra cada vez más limitado e incapaz de proveer por sí mismo y es precisamente por esto que tiene necesidad de ayuda. Tratemos de ver de que modo estas consideraciones entran en el tejido de las profesiones sanitarias, si las responsabilidades que constituyen el corazón también de la ética médica actual nacen de una excelente pedisposición filantrópica, de un no bien especificado sentido de solidaridad, o brotan de algo más profundo – más ontológico – como p.e. la identidad misma de la profesión sanitaria, el encuentro entre deber/libertad, deber y libertad por nada abstractos sino medidos por la naturaleza de los dos sujetos que los ponen en juego, agente sanitario y paciente. Dado que las reflexiones que hemos presentado hasta ahora se pueden transferir a todos los enfermos – la enfermedad crea forzadamente una necesidad y por tanto una dependencia – deberíamos estar atentos para poner en primer plano la singularidad del anciano paciente o del paciente anciano. 2. Profesiones sanitarias y responsabilidad Cada vez más, las profesiones sanitarias están llamadas a ocuparse de una población anciana que crece continuamente, un fenómeno que, con respecto al pasado, es favorecido – como lo han puesto en evidencia otros autorizados ponentes – por la reducción de acontecimientos agudos fatales, por las mejores condiciones de salud y de vida, etc. El aumento de la expectativa de vida está acompañada por una mayor incidencia de la enfermedad, por el aumento de la incidencia de patologías crónicas, por diferentes grados de discapacidad y, por tanto, globalmente por una mayor necesidad de asistencia sanitaria. Se calcula p.e. que en los próximos decenios aproximadamente un cuarto de los pacientes con más de 85 años sufrirá cierta forma de demencia, de otras enfermedades crónico-degenerativas o de discapacidades que derivan de ictus, de accidentes incluso domésticos, de la depresión, etc. En fin, hay que acostumbrarse a la idea de que junto a la tendencia hacia el progreso, hacia un mayor bienestar, si no se aplican soluciones radicales – espero que dicha eveniencia no suceda nunca – no faltará por lo menos una contra-tendencia y es aquella de caminar hacia una sociedad con personas cada vez más dependientes por razones de su edad o de su enfermedad. Contemporáneamente, parece que disminuyen las razones para asumir responsabilidades ya que los vínculos espontáneos – p.e. familiares – se vuelven raros y los que nacen por elecciones individuales – voluntariado, actividad profesional pagada, etc. – se revelan insuficientes. Así el único sostén seguro de la relación con el sujeto dependiente sigue siendo la humanidad, el convencimiento de compartir una naturaleza común, de pertenecernos uno a otro. Queda fuera de discusión que la medicina alcanzará nuevas conquistas, quizás los ancianos de mañana serán inmunes a la diabetes y a los tumores, pero no es irracional pensar que la vida tendrá siempre un término y, poco a poco, según como nos movamos hacia adelante, conoceremos nuevas enfermedades, nuevas discapacidades, en fin, otras formas de dependencia, otros enfermos ancianos. 92 El problema de importancia ética que acompaña esta perspectiva es precisamente el de la responsabilidad, ya que en estos últimos términos es donde se juega desde ya el futuro de las no raras agresiones a la dignidad personal que los ancianos, especialmente si están enfermos o particularmente vulnerables, pueden sufrir en los actuales sistemas de cura y de asistencia (hospitales, larga permanencia, residencias sanitarias…). Es la responsabilidad que decidirá como desaparecerán o por lo menos disminuirán las actuales protestas con respecto a la asistencia a la persona anciana, en particular en las estructuras predispuestas oportunamente pero no raramente insuficientes desde el punto de vista del respeto y de la sensibilidad por la condición del anciano. En efecto, los problemas referentes a los seres humanos dependientes – ancianos o no – podemos afrontarlos sólo de dos modos alternativos: o con responsabilidad o con irresponsabilidad. Responsabilidad: se da cuando se asumen estos cuatro hechos: 1) eres uno como yo; 2) pero ya no puedes ir adelante solo; 3) nos hemos encontrado precisamente por esto; 4) no te echo en cara tu dependencia, antes bien, asumo libremente mi tarea como tu aceptas la tuya. Irresponsabilidad: tiene lugar ya con la negación de uno solo de los hechos arriba citados. Sin embargo, es bueno recordar un fenómeno particular: por lo general, se inicia con el rechazo a tener cierta responsabilidad hacia el otro, pero con el pasar del tiempo se termina negando o ignorando que el otro es un otro yo: esto libera de toda responsabilidad de modo total y aparentemente sin dejar huellas. En nuestro caso – anciano enfermo – la respuesta irresponsable se detiene por ahora en el cuarto o tercer escalón: no contamos con una verdadera relación de responsabilidad. Con el recién nacido, el prematuro y sobre todo el feto, nuestra sociedad ha ido más adelante, hasta el punto de negar el reconocimiento de su naturaleza humana. Precisamente de la experiencia que proviene del diagnóstico prenatal, hemos certificado que la respuesta irresponsable al sujeto dependiente tiene dos caras: una soft, LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Me parece casi inútil aclarar que todo lo dicho hasta ahora es compatible con el hecho de que las carencias existenciales ordinariamente se deben a la carencia de personal “calificado” y a la falta de recursos económicos empleados en este ámbito: estos factores, especialmente cuando se combinan entre ellos, pueden conducir fácilmente a situa- no tanto a la responsabilidad de las personas o de las instituciones, en el sentido fuerte que he presentado antes, sino más bien a lo que se podría denominar el problema del estatuto de la geriatría, hoy. El cuidado de la persona anciana es una actividad seguramente compleja y requiere empeño, tanto desde el punto de vista médico, como de aquel existencial y ético. Desde el punto de vista médico, la edad adelantada se caracteriza por reducidos recursos físicos y mentales en general con respecto a los de la edad joven adulta, por una mayor vulnerabilidad a las agresiones de las enfermedades y tiempos de convalescencia más prolongados. Los diagnósticos pueden resultar más difíciles porque los síntomas se presentan de modo vago y a menudo hay situaciones de comorbilidad. ciones asistenciales que no son capaces de responder adecuadamente incluso a las necesidades más esenciales como, por ejemplo, una praxis justa, en la alimentación, en la higiene y en la asistencia básica en general, causando de este modo aquellas mortificaciones de la dignidad de la persona anciana que lamentamos cada vez con más frecuencia. Por más difícil que aparezca entender cual es el alcance del fenómeno, ciertamente representa hoy el problema global para garantizar a la persona anciana el estándar adecuado de atención. Sin embargo, considero que este tipo de problemas cotidianos lleven Además, el vínculo estrecho existente entre edad y manifestaciones clínicas a menudo hace difícil distinguir entre la existencia de una alteración patológica y los cambios fisiológicamente vinculados con la edad. Estos factores comportan juntos la dificultad para identificar el nivel adecuado de intervención en el paciente. La complejidad de las problemáticas médicas del anciano y, por consiguiente, el elevado grado de profesionalidad que se requiere en este ámbito, podrían hacernos pensar que la medicina del anciano es tenida en mucha consideración. En cambio, lo que ocurre es que las especialidades geriátricas gozan in- te ignoro, no se quien eres; otra hard, descartada con horror por la mayoría; la soft lamentablemente no: ignorar, abandonar, excluir, marginar, con respecto a los ancianos enfermos, son verbos muy presentes en las páginas de crónicas de los periódicos. 3. El estatuto de la medicina geriátrica, hoy 93 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 merecidamente de poco prestigio entre los médicos, diferenciándose, por ejemplo, de la cardiocirugía, de la trapiantología o de la neurología. Aunque indirectamente, este hecho refleja el grado de consideración que el enfermo anciano recibe de parte de la medicina, de los servicios sanitarios y, más en general, de parte de la sociedad. Debemos subrayar que por lo menos una parte de las dificultades que encuentra el cuidado del anciano se debe a los pocos recursos invertidos y esto contribuye ulteriormente a alejar de esta área a médicos, enfermeros y a todo el personal sanitario que, como es comprensible, está mayormente atraido por otros sectores de la medicina donde más fácilmente se obtienen gratificaciones profesionales. A esto podríamos añadir un aspecto cultural precisamente de la profesión médica, cuya prioridad principal siempre ha sido la vida de las personas, mientras no se reconoce casi ningún significado heroico al “simple” ocuparse de una persona anciana enferma. No se si un día veremos en la TV una serie centrada en estos temas. Por tanto, podemos afirmar que el cuidado de la persona anciana ciertamente no representa hoy una prioridad de la medicina, no obstante que estos pacientes presenten a menudo una real indicación médica al tratamiento. 4. Construir la responsabilidad hacia el anciano enfermo En cambio ¿cuál es la responsabilidad que la medicina tiene hoy con respecto al anciano enfermo? La pregunta se ha planteado y se volverá a plantear en las tres jornadas de esta conferencia internacional. Hemos escuchado respuestas autorizadas y pertinentes. Por esta razón, entre las que considero más adherentes al análisis presentado en la primera parte de mi ponencia, me limitaré a indicar dos, dos responsabilidades o dos tareas de las cuales los médicos deberíamos dar cuenta por lo menos a la historia. [Pero permítanme una observación: no sólo el anciano enfermo es un sujeto dependiente, también lo es el médico: depende de sus maestros, es dependiente de la sociedad, dependiente de las demostraciones y de la experiencia de responsabilidades que han venido o no han venido al encuentro de sus necesidades. La ley y la moral generalmente entienden por responsabilidad un hecho personal, probablemente en homenaje a la libertad de la persona, pero sabemos que hay muchos hilos muy sutiles, invisibles, que unen esta extraordinaria e inmensa familia que es la humanidad. Pero retomemos el hilo de nuestro discurso]. La primera responsabilidad no puede ser otra sino el respeto a la dignidad y autonomía del paciente anciano, es decir el reconocimiento de aquella primera afirmación que hemos citado antes. De hecho, frente a alguno que manifiesta abiertamente su radical dependencia, la respuesta inmediata debería ser: tú eres uno como yo, siempre y en todo caso tú eres una persona, tú mereces ser estimado incondicionalmente por mí. ¿Por qué esta insistencia sobre el paciente anciano? Ciertamente porque en la condición de vida del anciano – se piense en la demencia – es donde se manifiesta un elevado grado de dependencia, pero aún más porque nos encontramos frente a una naturaleza humana transtornada en un proceso irreversible que se va disminuyendo antes y borrando luego, uno después del otro, los signos de humanidad que hasta ese momento protegían su dignidad. Dignidad e independencia son dos aspectos conexos entre sí: un modo de ofender la dignidad del paciente es seguramente tratarlo como sujeto no autónomo; sin embargo, con frecuencia se agrede la dignidad del paciente incluso con violaciones de la discreción y, más en general, con una relación que no está atenta a las reales necesidades y deseos del paciente. Con frecuencia el anciano experimenta, incluso en ausencia de una enfermedad, una progresiva pérdida de la autonomía y de la propia independencia, que casi siempre, al menos al inicio, causa en el sujeto interesado (pero no raramente también en la mirada de las personas que lo circundan) una amenaza a la percepción de su dignidad. En algunos casos, como por ejemplo en las demencias, la pérdida de auto- nomía y de independencia puede caminar con una progresión tan rápida, que la persona afligida y sus familiares y conocidos, no tienen el tiempo de adaptarse a la nueva situación. A menudo, cuando aparecen alteraciones de tipo mental, a la persona se le considera, a través de las actitudes y hasta con las palabras, como un sujeto que ya no es útil, en el que ya no es posible confiar, incluso sin autocontrol, y como si fuese un niño. La pérdida de indudable gravedad es precisamente la autonomía que, contemporáneamente, es la fuente principal de dependencia. Vale siempre el aforismo de la ética médica: sí a la ayuda no a la sustitución. El paciente no tiene necesidad de que los demás reconozcan su derecho a la autonomía: ese derecho le pertenece por naturaleza y no se puede borrar, aunque casi no pueda demostrarlo con los hechos. Su autonomía escondida por la vejez y por la enfermedad, no tiene necesidad de ser ni ignorada ni sustituida por la autonomía de otros, sino sólo aceptada y ayudada. En este contexto de cuidado el agente sanitario deberá desarrollar un sentido fuerte de compromiso moral frente a las necesidades del otro y precisamente teniendo en cuenta esta toma de responsabilidad cada vez deberá sostener al ser humano viejo y enfermo que en ese momento depende de sus cuidados. Hay algo de verdad en el dicho de que la mirada del otro puede convertirse en el espejo menos objetivo y más despiadado que existe en el mundo. En cambio, es siempre verdad que cuando un enfermo logra poner la mirada en la mirada del doctor no ve su proprio rostro sino el proprio “valor”, es decir si él es todavía alguien que merece estima. La segunda responsabilidad se refiere a la efectiva respuesta a la necesidad que genera la patología y el envejecimiento. En el cuidado al anciano ciertamente hay la dificultad de identificar el nivel clínico adecuado de modo que se eviten los excesos en el tratamiento – que pueden llegar a impedir una muerte serena – así como también un insuficiente nivel de asistencia – la renuncia a tratamientos (sobre todo visitas especialísticas y las intervenciones de rehabilitación) resulta en efecto una actitud bastante fre- 94 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cuente, favorecida ya sea por un difundido pesimismo de los médicos hacia la persona anciana (en la actualidad, casi un estereotipo de la medicina), o como muchas veces se ha dicho, por los escasos recursos disponibles en este ámbito. En lo que se refiere a la decisión médica y a la identificación del justo nivel de cuidado, las mayores dificultades se refieren a las decisiones en las fases finales de la vida, cuando a menudo los familiares insisten para que se aplique o se remuevan las intervenciones intensivas; en esta situación puede resultar más difícil para el médico decidir Es obvio que entre los objetivos asignados a mi ponencia no está el problema de la suspensión o del rechazo de los medios de sostén vital. Además, es una cuestión que se plantea sobre todo en otros contextos. Asimismo, he evitado un planteamiento ya de moda cuando se habla de responsabilidad en el campo de la salud y que consiste en el encaminar un proceso unidireccional en la búsqueda de uno o más culpables o mejor aún si se puede hacer de ellos un chivo expiatorio. La responsabilidad de estructuras, de instituciones e incluso sólo de organi- en vez de abstenerse de otras intervenciones para permitir que el paciente tenga una muerte serena, a veces solicitada por el mismo paciente. Quizás es más frecuente el riesgo de despreocuparse o de dejar que se vaya demasiado precozmente a un paciente porque es anciano, sin embargo es también posible caer en el exceso opuesto de un tratamiento que ya no es razonable, que condena al pobre paciente a pasar de las manos de un médico a las de otro, sin obtener un beneficio real. La identificación de la decisión justa entre una prolongación excesiva de los tratamientos y una interrupción demasiado precoz permanecerá de todos modos el eterno conflicto de la medicina, sobre todo de la medicina del anciano. zación de la sanidad es un problema que va mucho más allá de las categorías morales, ya que remiten a factores de tipo económico, social, cultural, político e incluso religioso. Todavía aquí se habla de una responsabilidad en parte convencional, en cierto sentido arbitraria, que sería necesario tratar no tanto como una exigencia de la naturaleza humana sino como una condición requerida por el bien común en un determinado lugar y momento de la historia. Me detengo aquí y concluyo añadiendo algunas breves consideraciones: 1) Un problema que el agente sanitario está llamado a afrontar hoy con urgencia es levantar el estándar del cuidado brindado a la persona anciana. La calidad de la asistencia sanitaria al anciano no se debe referir sólo a factores estructurales – que de todos modos son importantes – sino a la responsabilidad individual del agente en el sentido y con la importancia que creemos haber ilustrado. 2) El reto más grande para el agente sanitario, hoy, más que la identificación del nivel justo de cuidado para el paciente anciano enfermo, es reconfirmar la importancia de la persona anciana como sujeto de la comunidad humana que tiene pleno derecho aunque aparentemente sólo recibe sin ofrecer nada. 3) El reconocimiento de la persona anciana como sujeto con pleno título y la calidad de la relación son los aspectos clave de la asistencia sanitaria al anciano enfermo que la medicina geriátrica contemporánea ha redescubierto y asumido. 4) La responsabilidad moral del agente sanitario, diferentemente de aquella jurídica, no se mide tanto por las capacidades técnico-profesionales sino por la condición de dependencia del enfermo anciano, por las necesidades de un ser humano afecto quizás irreversiblemente de la vejez y la enfermedad. 5) Bajo muchos perfiles, la formación médico-asistencial no está suficientemente preparada hoy para afrontar el cuidado de la persona anciana enferma, con obvias repercusiones en el grado de calidad de la asistencia sanitaria. Asimismo, la superespecialización de la formación médica aleja cada vez más a los futuros agentes sanitarios de las capacidades para afrontar y administrar las complejidades de los cuadros clínicos con patología múltiple, típicos del anciano. Una mayor atención en el ámbito de la formación profesional a los problemas y a las cracterísticas de las personas ancianas no puede tener sino un efecto positivo en la actitud de los agentes sanitarios y sanar aquella situación de marginación que la persona anciana fácilmente sufre hoy a nivel social, familiar y también médico. Mons. IGNACIO CARRASCO DE PAULA Canciller de la Pontificia Academia para la Vida Director del Instituto de Bioética, Universidad Católica del Sagrado Corazón, Roma 95 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 3. Diálogo interreligioso sobre los enfermos ancianos ABRAMO ALBERTO PIATTELLI 3.1 Perspectiva hebrea Para un Rabino, afrontar las diferentes problemáticas vinculadas con la condición del anciano, sobre todo en la época en que nos encontramos, significa también encontrarse ante una complejidad de problemas, cada uno de los cuales merecería que fuese tratado singularmente. En efecto, tenemos problemas referentes a la psicología del envejecimiento así como a la tendencia prevaleciente de marginar al anciano del tejido social, despreciando la experiencia, la sabiduría y las posibilidades laborales de las personas en edad adelantada. Apenas alcanzada la edad de la jubilación se ofrece al jubilado algún regalo por los servicios prestados y a los que ofrecen dicho don ya no les interesa más nada. La soledad, la posibilidad de llenar la jornada con encuentros con otras personas o encontrar alguna cosa que hacer se convierte en una angustia para el anciano que de este modo envejece cada día más. En la actividad asistencial hacia sus miembros también la comunidad hebrea debe afrontar estos problemas. Llena de actualidad resulta la invocación del salmista: “No me abandones ahora que estoy viejo, no me dejes ahora que mis fuerzas me abandonan”. De todos modos, lo que debemos hacer es seguir las líneas fundamentales de la tradición para lograr de ellas comportamientos y sobre todo la motivación. En la tradición hebrea, la relación con las personas ancianas se desarrolla en dos directrices: por un lado se dirige la atención al respeto que se debe a las personas an- cianas y, por el otro, las formas de asistencia que estamos llamados a dispensar a estos individuos. La fuente bíblica fundamental de la que se deduce como cada persona debe respetar a la persona anciana está constituida por el texto que encontramos en el famoso capítulo de la santidad del Levítico: “Ponte en pie – se afirma – ante las canas y honra el rostro del anciano” (19, 32). Y añade como sello: “Teme a tu Dios. Yo Yahvéh” (ibid.). Es interesante notar que el personaje sobre el cual habla el texto bíblico se identifica con el sabio, el que sabe. Mediante una exegesis anagramática, el zaken – el anciano – se convierte en ze shekanà chochmà, es decir, aquel que ha adquirido la sabiduría. El anciano es identificado con la persona sabia y viceversa. La sevà – la canicie – una venerable edad, según Proverbios (16,3): “Y en el camino de la justicia se la encuentra”, es decir, se trata de aquella madurez de la sabiduría que se adquiere a través del estudio y la experiencia de vida. A estas personas nosotros debemos tributarles honor y respeto. El defecto más común que podemos encontrar en la persona anciana es la amnesia. En la ética hebrea se insiste con un fuerte llamado a no ridiculizar al maestro que eventualmente no recordase algo de su estudio e investigación. De hecho, se recuerda que en la famosa Arca Santa, de bíblica memoria, estaban las Tablas de la Ley y los fragmentos de las primeras Tablas que Moisés recibió de manos de Dios en el monte Sinaí. La estima y el honor reservado al anciano-sabio deben estar acompañadas por el esfuerzo de no marginar al anciano que, antes bien, debe seguir siendo considerado como parte integrante tanto de la familia como del tejido social. En un pasaje del Eclesiastés en el que de algún modo se exalta la vejez, se afirma: “Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol” (8,9). Estas palabras indican que la sabiduría que se logra gracias a la experiencia de la vida se derrama con benevolencia en las generaciones sucesivas. Pero lamentablemente la vejez no siempre es una condición alentadora. La mayor parte de las veces es síntoma de debilidad, de enfermedad y de decaimiento físico y psíquico. Recordémonos la descripción que el Eclesiastés hace de la vejez: “Acuérdate de tu Creador 96 en tus días mozos, mientras no vengan los días malos, y se echen encima años en que dirás: ‘No me agradan’; mientras no se nublen el sol y la luz, la luna y las estrellas, y retornen las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas, y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cuando uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones. También la altura da recelo y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y revienta la alcaparra“ (12, 1-5). Pero grande y tenaz es la confianza que se dirige hacia la persona anciana si R. Simeón hijo de Eleazar repetía que si un anciano te dice ‘destruye’, mientras un joven te dice ‘construye’, también destruye, ya que la destrucción del anciano es siempre una construcción y viceversa para el joven inexperto. Según la Escritura, el servicio de los levitas en el Tabernáculo estaba limitado por la edad: hasta los cincuenta años desarrollaban su actividad, seguidamente eran reabsorbidos por los asuntos familiares (ver Números 8, 25). LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS En la sociedad hebrea, desde los tiempos más remotos, el anciano era circundado con particular atención y preocupación. Tenía un lugar importante en la familia y en la sociedad. Ese ‘consejo de los ancianos’ que numerosas veces recurre ya sea en el texto bíblico como en las tradiciones sucesivas, ciertamente no debía constituir sólo un consentimiento coreográfico y de honor. Del mismo modo, también su colocación en la familia se podía asimiliar en todo y por todo a la relación habida con los progenitores. La organización comunitaria hebrea siempre se ha encargado de las necesidades del anciano; a esta figura se han extendido aquellas formas de solidaridad previstas desde los tiempos bíblicos para con la viuda, para el huérfano y para el necesitado en general. Es interesante hacer sobresalir que a partir del alto medievo encontramos decisiones tomadas por los órganos comunitarios que tienden a ayudar a las personas ancianas. Las particulares condiciones de diáspora de los hebreos hacían que las frecuentes persecuciones llevaran a la disolución del núcleo familiar de modo que las primeras que sufrían eran precisamente las personas ancianas, las más dispuestas al sufrimiento y a la discapacidad. Se trataba de asegurar al anciano necesitado de ayuda la asistencia y sobre todo la seguridad para poder continuar la observancia religiosa, respetar toda forma de vida hebrea y sobre todo no correr el riesgo de ser sustraido engañosamente a la fidelidad a la fe de los padres. Es así que, sobre todo a partir del siglo XVIII, nosotros vemos surgir estructuras bien definidas y adecuadas para ofrecer hospitalidad y asistencia a los ancianos en varias comunidades de Europa. En una época como la nuestra en que el envejecimiento generacional se ha convertido en un gran problema actual, en una época en que la marginación de cada individuo débil y del anciano en particular constituye una realidad visible por todos, la atención por el anciano es un problema que se refiere a cada miembro de la sociedad, y no sólo porque cada uno, gracias a la voluntad de Dios, está destinado a pasar por esta edad. Entonces las palabras bíblicas, según las cuales “Ponte de pie ante las canas”, imponen el deber no sólo moral de atención al anciano y de organizar toda intervención a favor de él. Prof. ABRAMO ALBERTO PIATTELLI Rabino Jefe de la Comunidad israelita de Roma 97 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 MIGUEL ÁNGEL AYUSO GUIXOT 3.2 Punto de vista islámico 1. Introducción También para los musulmanes el mundo no es fruto de la casualidad ni de la necesidad sino de un proyecto maravilloso en el que Dios tiene el secreto, porque El es origen y fin. Los verdaderos creyentes musulmanes, por tanto, tienen el deber de hacer lo posible para que el mundo logre y corresponda perfectamente a la finalidad para la cual Dios lo ha creado; en efecto, se trata de un proyecto dinámico en el que Dios, libremente y con amor, ha decidido recurrir a la colaboración del hombre. De aquí deriva que el creyente musulmán, como “vicario” de Dios en la tierra, está llamado a someterse a El, está invitado a defender y a custodiar la dignidad humana y, en primer lugar, está la “dignidad de la vida” que es preciso custodiar y preservar desde el nacimiento hasta la muerte En su aventura humana el musulmán se siente sobre todo responsable para defender la dignidad de sus hermanos. Evidentemente, esto lo lleva a tener el máximo cuidado de los enfermos en el absoluto respeto de las funciones biológicas de su cuerpo1, consciente de que la enfermedad forma parte de la existencia humana y, como tal, también de aquella economía general del universo que en el Islam es considerado como extremamente equilibrado. Para los musulmanes Dios ha previsto los cuidados para toda enfermedad, como lo podemos deducir de una afirmación del Profeta Mahoma: “Dios nunca ha enviado una enfermedad sin enviar su remedio”2. De aquí el atento cuidado a las personas ancianas. 2. Los fundamentos: Honrar a los padres – Cuidado a los enfermos En todas las tradiciones culturales y religiosas, la invitación a honrar a los ancianos es considerada como una obligación universal. Este extraordinario valor ético hay que dirigirlo tanto al anciano/a, como a quien lo acompaña, asiste y visita. De modo que, frente a la enfermedad y al atardecer de la vida, también el Islam propone mensajes de Dios y del profeta muy hermosos y concisos sobre la forma como debe actuar el creyente. Presento seguidamente alguna cita ilustrativa y simbólica lograda de las dos fuentes principales del Islam, es decir, del Corán y de la Tradición islámica (Sunna). En el Corán, el Libro Sagrado de los musulmanes, dice Dios: «Tu Señor ha dispuesto: ‘No adoraréis a nadie fuera de El; trataréis a vuestros padres con generosidad; si uno de ellos o los dos llegan a la vejez a tu lado, no les digas: “¡Uff!”, ni los recrimines. Háblales con palabras generosas. Extiende sobre ellos, por misericordia, el ala de la humildad y di: ‘¡Señor mío! Sé misericordioso con ellos de la misma manera que ellos lo fueron cuando me criaron siendo pequeño’»3. En la Tradición islámica, que contiene los dichos y los hechos del Profeta Mahoma, podemos encontrar numerosas tradiciones o hadiths en las que se hace también una referencia explícita a los enfermos. Un solo ejemplo: según Abu Hurairah (que Dios sea contento de él), el Mensajero de Dios (Paz y Bendiciones sean con él) dijo: «“Los derechos del musulmán sobre el musulmán son seis”. Uno dijo: “¿Y cuáles son, oh Mensajero de Dios?” El respondió: “Cuando lo encuentras, salúdalo; cuando te invita, acepta su invitación; cuando tiene necesidad de consejo, aconséjalo; cuando estornuda y alaba a Dios, dile: Dios tenga misericordia de tí; cuando está enfermo, visítalo y cuando muere, participa en su funeral”»4. Es claro, por tanto, que para el verdadero creyente musulmán, el cuidado de los padres, especialmente ancianos, como también la visita y el cuidado de los enfermos son verdaderas obligaciones morales, recomendaciones de Dios y del Profeta del Islam. 3. Algunas actitudes: respeto, paciencia y aceptación del sufrimiento El verdadero creyente musulmán está llamado constantemente por Dios y por la Tradición a interesarse de quien se encuentra en una situación de necesidad. Por tanto, la visita a los enfermos aparece como muy recomendada por Dios, que derramará innumerables bendiciones tanto hacia el enfermo, como hacia aquel que lo visita. La actitud del creyente frente al misterio del sufrimiento humano se debe basar en el respeto, la paciencia y la aceptación serena de su situación. El respeto a la vida y el respeto hacia los enfermos En primer lugar, el respeto a la vida. De hecho, el Profeta Mahoma manifestó el elevado valor que el 98 musulmán debe dar a la vida que es segundo al cumplimiento de la voluntad divina. Dice el Profeta: «Absolutamente ninguno de vosotros desee la muerte luego de un daño que le ha afectado. Y si no puede menos que hacerlo, entonces diga: Señor, tenme en vida mientras la vida es un bien para mí, y hazme morir si para mí mejor sería la muerte»5. Luego, el respeto hacia el enfermo, a través de la intercesión y el cuidado. En efecto, el verdadero creyente musulmán, cuando visita a un hermano o a una hermana que están enfermos, es invitado a interceder ante Dios por él/ella. Según otro hadith, durante una visita a un miembro enfermo de su familia, el Profeta (Paz y Bendiciones le sean dadas), tocó con la mano derecha al enfermo y suplicó: «¡Oh Dios! ¡Señor de la humanidad! ¡Haz desaparecer de él esta dificultad y cúralo! Tu eres el Grande Médico. No hay curación sino a través de tí... »6. No hay duda que el Islam invita abiertamente para tratar con dignidad y amor a los padres y a los ancianos enfermos. Esta dignidad y honra en edad adelantada es solicitada por Dios que en el Corán recuerda nuestra naturaleza débil: «Dios es quien os ha creado débiles; luego, después de la debilidad, os ha dado la fuerza; después de la fuerza os dará la debilidad y canicie. Crea lo que quiere. El es el Omnisciente, el Todopoderoso»7. La paciencia En segundo lugar, la paciencia. Otro aspecto que caracteriza al cre- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS yente musulmán es aquel de la paciencia (al-sabr), que va unido al mismo término de “sumisión” (islâm): uno se abandona a Dios por la sumisión y la resignación a su voluntad. Así, la paciencia-resignación8 lleva al verdadero creyente a un estado de paz y de serenidad, por tanto a la virtud (al-birr), aprendiendo a aceptar igualmente cada situación, sea ella buena o mala, a re- signarse a la enfermedad como a la necesidad porque ser paciente es una ganancia, y lamentarse no ayuda en nada. como parte de su experiencia religiosa y de este modo daba una visión positiva a la misma enfermedad, afirmando: «Sí, por cada sufrimiento padecido por el musulmán, Dios le borra sus errores; caen como las hojas del árbol»10. 4. Un testimonio Aquí es preciso recordar la experiencia del jeque Mahmoud Hammâd Shuayda, imâm de la Gran Mesquita de Roma, que murió en el mes de mayo de 2006 en el hospital Fatebenefratelli donde había sido internado por una grave enfermedad. Los testimonios sobre su serenidad y paciencia frente al sufrimiento y a la muerte han sido importantes, así como también ha sido grande el acompañamiento de los creyentes musulmanes a su cabecera. Además, la solidaridad y el sincero pésame de musulmanes, hebreos y cristianos ante su muerte han sido un testimonio evidente de la importancia que los creyentes de las diferentes tradiciones religiosas dan a la vida y a la toma del sufrimiento y de la enfermedad con serenidad y paciencia11. La aceptación serena del sufrimiento 5. Algunas virtudes hacia los enfermos En fin, la aceptación de su propia situación de sufrimiento. El sufrimiento está en el corazón de cada vida humana, y las reacciones tradicionales en la prueba se concentran precisamente en la paciencia-resignación del creyente que dirá con facilidad: “¡Sea alabado Dios! El hace lo que quiere; acepto con paciencia lo que El ordena; la resignación es la llave del Paraíso. Dios está con los pacientes (Allâh ma‘ al-sâbirîn); es necesario alabarlo en el bien y en el mal”. La perfección para el musulmán sensato está, resignándose al sufrimiento, en alabar a Dios que lo hace sufrir, en reconocer su omnipotencia divina y, en el más alto grado de sufrimiento, repitiendo: al-hamdu lillah! (¡Dios sea alabado!)9. De este modo, en su resignación en el momento de la prueba, que el creyente musulmán encontrará consolación, porque soportar con paciencia la prueba expía las faltas y, por tanto, perdona las deudas. De hecho, el Profeta vivía las pruebas Un teólogo musulmán clásico, al-Ghazâlî, en su gran Compendio sobre las ciencias religiosas12, dedica un capítulo a los derechos y deberes para con la propia familia. Refiriéndose a una serie de hadiths del Profeta, entre otros afirma que la virtud más excelente es la de visitar a los propios familiares aunque ellos no se hubiesen preocupado por tí, te hubiesen olvidado o abandonado: «La mejor virtud es visitar a quien te ha abandonado, dar a quien te ha privado, y perdonar a quien ha cometido una injusticia para contigo»13. En otro hadith se pone de relieve la excelencia civil y moral de aquel que respeta y honra a sus padres, la virtud de quien supera ampliamente incluso los deberes de culto. De hecho, dice el hadith: «Honrar a los propios padres es mejor que la oración, que la limosna, que el ayuno, que la peregrinación y que el jihâd en el camino de Dios». Hay también un hadith que va más allá y aconse- 99 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 ja honrar el recuerdo del padre continuando a amar y a visitar a los amigos que tenía cuando era vivo: «El respeto más excelente por el padre es que uno siga visitando a la familia de los amigos de su padre después de muerto»14. 6. El diálogo interreligioso frente a la enfermedad: valor común, valor compartido Para vivir en un clima de estima y de amistad, cristianos y musulmanes deben buscar siempre los valores comunes y compartidos a través del diálogo interreligioso. Frente a la enfermedad y al sufrimiento, los cristianos y musulmanes deben servir a todos los seres humanos sin distinción y cada uno en su individualidad más concreta porque «el hombre en la tierra es la única criatura que Dios haya querido para sí mismo»15. El modo mejor de servir esta dignidad es a través de la defensa de vida. Como consecuencia, los cristianos y los musulmanes se interesarán sobre todo de las personas que están afligidas, mostrándoles misericordia, amor, afecto y entrega. Con este respeto común del cuerpo y la importancia atribuida a la vida humana, los cristianos y musulmanes dan testimonio también de su visión espiritual del hombre, el reconocimiento por los dones recibidos por Dios y la esperanza de la «resurrección en el último día»16. Hay que poner de relieve en particular la colaboración entre creyentes en la participación activa en las obras específicas de asistencia que cristianos y musulmanes han desarrollado en el mundo. A través de estas obras se hace un testimonio vivo al servicio de la humanidad que sufre. Hay que subrayar la cooperación hospitalaria y de asistencia sanitaria que se ha desarrollado en todo el mundo, especialmente en los lugares menos favorables al diálogo y a la cooperación en el servicio a la vida y contra la enfermedad. Conocemos a muchísimas personas, cristianos y musulmanes, que atestiguan esta particular solicitud asistencial hacia los enfermos y ancianos, entrega que hace que nos sintamos llamados por un solo Dios al servicio de una humanidad única. 7. Conclusión Gracias a los progresos en el campo de los cuidados médicos y de la nutrición, que se han desarrollado especialmente en el siglo XX para mejorar la calidad de la vida, el número de las personas ancianas ha aumentado de modo considerable. Esto ha hecho que las Naciones Unidas se interesaran de esta realidad que, si por un lado es fruto de las conquistas del ser humano, por la otra ha requerido también intervenciones particulares a partir de 1982, con el Plan Internacional de Acción a favor de los Ancianos17 y, seguidamente, con los principios de las Naciones Unidas a favor de las Personas Ancianas18. Recordemos que el año 1999 ha sido el año Internacional de las Personas Ancianas. Los creyentes musulmanes de su parte, se han interesado mucho de todas estas iniciativas de la comunidad internacional, para salir al encuentro a lo que emerge de su tradición religiosa como una obligación moral. Quisiera representar esta obligación a través de una historia popular. Dice así: «Un anciano de 80 años estaba sentado en el sofá con su hijo de 45 años, un universitario calificado, cuando un cuervo se detuvo en la ventana. El padre preguntó al hijo: “¿Qué es eso?” “Un cuervo” – respondió el hijo. Por segunda vez, el padre preguntó: “¿Qué es eso?” “Un cuervo” – respondió nuevamente el hijo. Poco más tarde, el padre preguntó de nuevo: “¿Qué es eso?” El hijo, le respondió con rabia: “¡Uff! un cuervo! ¿No lo has entendido?” Después de unos minutos el padre se dirigió a su habitación y regresó a la sala trayendo en mano un viejo diario que había conservado desde el nacimiento de su hijo. Se sentó, abrió el diario y pidió a su hijo que leyera la página que él había seleccionado. El hijo se puso a leerla y encontró escrito lo siguiente: “Hoy mi hijo de tres años estaba sentado conmigo en el sofá, cuando un cuervo se ha parado en la ventana. Mi hijo me ha preguntado por 23 veces que fuese ese animal, y por 23 veces, sin irritación ni aburrimiento sino con gran ternura y paciencia, le he respondido que se trataba de un cuervo”. Moraleja de la fábula: si tus padres envejecen, no los rechaces ni pienses que ellos se hayan vuelto para tí un peso, mas sé afec- tuoso y amable, manso y obediente, humilde y generoso con ellos; y haz de todo para mantenerlos alegres, amados, considerados, respetados...»19. Concluyo con una cita coránica que me parece que cada creyente sometido a la prueba debería hacerla propia: «Pero, albricia a los pacientes, a aquellos que, cuando les aflige una desgracia, dicen: “Realmente somos de Dios y a El volvemos” – ¡Sean para ellos las bendiciones la misericordia de su Señor! ¡Esos están en la buena senda! »20. P. MIGUEL ÁNGEL AYUSO GUIXOT, MCCJ Director del Pontificio Instituto de Estudios Arabes y de Islamística Notas 1 Ver M. BORRMANS, Orientamenti per un dialogo tra cristiani e musulmani, Urbaniana University Press, Roma 1991, p. 127. 2 Ver V. VACCA, S. NOJA, M. VALLARO, Detti e fatti del Profeta dell’Islam, raccolti da alBukhârî, UTET, Torino 1982, p. 559, citado por F. Zannini, Ahmed, il mio vicino di casa, guida alla conoscenza dei musulmani, ISCOS Marche Onlus, Ancona 2002, p. 274. 3 Corán 17, 23-24. Traducción de Il Corano a cargo de Alessandro Bausani, BUR, Milano 2004. 4 Muslim, 39, 5. Ver Sahîh Muslim, Ed. ‘Abd al-Bâqî, al-Qâhira 1955-56, Vol. 4, p.1705. 5 Ver V. VACCA, S. NOJA, M. VALLARO, op. cit., p. 557. 6 AL-BUKHÂRÎ, 75, 1. Ver Sahîh al-Bukhârî, Ed. Ibn Ismâ‘îl, Leiden, Brill 1862, Vol. 4, p. 49. 7 Corán, 30, 54. 8 Ver, por ejemplo, “La patience-résignation du musulman”, en Comprendre saumon 33 (1960), 11 p. 9 Ver Jean Déjeux, “Le musulmans et le mystère de la souffrance” en Comprendre bleu 40 (1965), p. 4. 10 Ver V. Vacca, S. Noja, M. Vallaro, op. cit., p. 557. 11 Ver el artículo de Paolo Brogi, Corriere della Sera, 22 mayo 2006. 12 Cf. Ghazâlî al-, Abû Hâmid, Ihyâ’ ‘ulûm al-dîn, Dâr al-Fikr, Lubnân 1999, Volumen 2, p.186-187. 13 Ahmad b. Hanbal, al-Musnad, V, 309. 14 Muslim, 45, 11-13. 15 Gaudium et Spes, n° 24. 16 Ver M. Borrmans, op. cit., p. 127. 17 Ver Resolución de las Naciones Unidas 37/51 del 3 de diciembre de 1982. 18 Anexa a la resolución 46/91 del 16 de diciembre de1991. 19 Sobre el pensamiento popular frente al sufrimiento, ver André Ferré, “El problema del mal y del sufrimiento en el Islam”, en AA.VV., Liberaci dal male. Male e vie di liberazione nelle religioni, EMI, Bologna 1983, pp. 62-65. 20 Corán 2, 155-157. 100 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS SUKLA DEB KANANGO 3.3 Asistencia al anciano enfermo: ethos hindú Introducción El Hinduismo es una de las religiones más antiguas del mundo. Es una religión y una forma de vida1. Como modo de vida, “todo acontecimiento importante de la vida hindú debe ser santificado mediante la observancia religiosa”. Se espera que un hindú realice algunas tareas y cumpla algunas responsabilidades y deberes para consigo mismo así como también hacia los demás, aspire a algunos objetivos en la vida que le asegurarán el bienestar holista y persiga estos fines, según las normas enunciadas por la religión hinduista. Los hinduistas creen en el renacimiento o en la reencarnación del alma y por tanto hay que esperar que sean conscientes de las acciones en la vida presente lo que debería permitirles gozar de los buenos resultados en la próxima vida si es que tuviesen que renacer. Dado que el Hinduismo es considerado un modo de vida, el servicio a los necesitados nunca ha sido visto como un esfuerzo especial que hacer, sino como deber normal y natural de cada individuo. Por tanto, la historia de esta religión debería revelar que no ha existido ningún servicio social organizado en las prácticas religiosas hinduistas. Dado que el servicio a los necesitados es considerado como un deber de todo hindú, la religión imponía también a los reyes la responsabilidad de proteger y ocuparse de los necesitados, de los que no contaban con un sostén en tiempos de dificultad. Fue considerado como un deber moral del rey. Si el rey fallaba en esto, era considerado como inmoral y no religioso. Principios importantes del Hinduismo El fenómeno del servicio a la sociedad como esfuerzo comunitario dictado por el sentimiento religioso se podría observar entre los hindúes sobre todo hacia la última parte del siglo diecinueve e inicios del siglo veinte. Contamos también con testimonios precedentes sobre el trabajo filantrópico realizado individualmente. Para responder al tema que se discute en esta Conferencia – asistencia a los ancianos enfermos – es esencial referirnos aquí a dos principios significativos del Hinduismo. Se trata de las doctrinas del “Dharma” y del “Chaturashram”, que merecen ser tomadas en consideración. Doctrina del Dharma En el lenguaje corriente “dharma” significa religión - observancia de las prácticas y de los deberes religiosos, así como el culto y las cuestiones relacionadas. “Dharma” es usado también en otro sentido: denomina los principios éticos o simplemente la ética. Las Escrituras hindúes han establecido ampliamente el código ético que debe seguir un hindú en las diferentes esferas de su vida. Hay un dicho hindú que dice: “Cualquier cosa que tú hagas, decide de modo verdadero y justo”. Dice el “dharma charh” (n.d.t. secuaz del Dharma): Tu comportamiento debería reflejar que tú estás realmente siguiendo el Dharma. En un alcance significativo el Dharma mantiene la disciplina en la sociedad2. Se afirma que una sociedad que no observase el código ético no podría subsistir, antes bien, moriría pronto. La inmoralidad se convierte en la base de esta sociedad, no tiene moralidad y no puede esperar en un progreso verdadero. Como ha citado Axel Michaels “Dharma es lo que tiene junto el mundo, lo sostiene, la eterna (sanatan) mirada, el ‘orden en la consumación’. El Dharma se aplica a los hombres y a los animales pero también a los elementos; incluye el orden natural y estructural, la ley y la moralidad en el sentido más amplio”3. Podríamos mencionar aquí que Manu (el sabio), el Legislador hindú, especificó como un individuo debería comportarse en toda esfera de la vida humana. La Escritura que contiene estas leyes es conocida como “Manusamhita”. Ambos principios (doctrina, canon, dogma) están contenidos claramente en esta escritura. Doctrina del Chaturashram Un principio importante del Hinduismo es que la vida se desarrolla a través de cuatro estadios y en cada estadio el lugar de residencia del individuo es diferente. El término hindú que está por residencia es “Ashram”. Las responsabilidades y los deberes que el individuo debe cumplir se diferencian también según el estadio en el que está viviendo. Los Ashram en los cuatro diferentes estadios de la vida son llamados: a) Brahmacharya - el primer estadio, cuando a un individuo se le solicita residir en la residencia de un maestro y persigue el conocimiento bajo su guía. Este es el período del estudiante. b) Grihastha – es el estadio del jefe de familia cuando uno espera que un individuo se case, forme su familia y cumpla sus deberes como jefe de familia, como sostener y crecer niños, mantener y asistir a sus padres, a los demás ancianos y parientes si es que viven juntos. En cierto sentido, nutrir y cuidar a los que dependen naturalmente del jefe de familia. Por tanto, según el Hinduismo los miembros ancianos forman parte de la familia, es su lugar justo y es el deber de los jóvenes adultos ocuparse de ellos ya sea si 101 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 son autosuficientes o que sufren de alguna invalidez física u otros. c) Vanaprastha – es el tercer estadio de la vida, significa la residencia de la persona en el bosque. Esto implica que el jefe de familia abandone la casa por sí solo dejando su mujer confiada a sus hijos. El morará en el bosque y conducirá una vida ascética – alejado de las responsabilidades del jefe de familia. d) Sannyasa: Es el último estadio (cuarto estadio) donde el individuo se convierte en un vagabundo y se vuelve un asceta para alcanzar la realización del sí y la salvación del alma. Una observación importante que se debe hacer es que la religión hindú sugiere ampliamente el modo como las personas ancianas deberían conducir su vida en la edad tardía. Salir afuera, mirar adelante y esforzarse en realizar su persona, es la forma como pueden alcanzar el último estadio de libertad de todo tipo de esclavitud y la salvación. Sin tener en cuenta algo o los ha dejado detrás en su estadio de vida anterior, es decir grihastha. Esto significa estar totalmente despegado de todo lo que es la vida de familia. sionero de la acción injusta cuyas consecuencias no serán ni deseables ni benéficas. El culto y el estudio regular de los Veda, ganarse el sustento con medios honestos, generar y hacer crecer a los niños, honrar a los huéspedes con una hospitalidad adecuada, respetar a los ancianos, y ocuparse de los padres y de otros parientes que viven con él, son algunos de los muchos deberes que un jefe de fanilia debe cumplir. De hecho, en ninguna parte de la ley de Manu (Manusamhita) encontramos alguna mención específica sobre la asistencia a los padres, con excepción de una referencia al hacer dones (“dana”) a los padres. La escritura proporciona detalles sobre quien es una persona idónea para recibir regalos y quien no. Los padres son colocados como milia hacia sus padres y los demás ancianos como está escrito en el poema épico Mahabharata, el reconocido estudioso sánscrito, Sri Sukhomoy Bhattacharya Sastri Saptatirtha de Visva Barati6 mencionó que entre todos los maestros (Gurus) los padres son considerados superiores y hay que referirse a ellos como “mahaguru”. Así como los padres se alegran de los logros de sus hijos durante su vida, así también el bienestar de los hijos (“mangal”) está asegurado en esta vida y en el mundo del más allá si sirven los padres con todo respeto y humildad. Se menciona también a otros ancianos que son considerados como el proprio maestro, esto es, el hermano(s) más anciano, la hermana(s) más anciana que deberían ser seguidos y custodiados si hubiese necesidad. Su bienestar es la recom- los primeros entre los que pueden recibir regalos; los dones a los padres produce recompensas5. Esta recompensa implica también la última: el pasaje al cielo. Si observamos este silencio sobre la asistencia a los padres no se puede dejar de concluir que los padres forman parte integral de la familia y por tanto, deberían ser custodiados y asistidos por el jefe de familia (Grihastha). Asimismo, si nos referimos al poema épico Mahabharata vemos que se menciona como en los tiempos antiguos los padres y los miembros ancianos de las familias ampliadas tenían que ser custodiados y asistidos por el jefe de familia (es decir, el hijo/nieto, etc. de los ancianos). Con abundantes detalles de los deberes de un jefe de fa- pensa al jefe de familia. Los hijos que no proveen a las necesidades cotidianas de sus padres son considerados pecadores. El que abandona a sus padres sin ninguna razón es un pobre ser humano. Los hijos nunca deben herir la sensibilidad de sus padres. Aquí se menciona no sólo al hermano(s) más anciano sino también a su esposa, que debería ser asistida como si fuera su madre así como el hermano más anciano debería ser considerado como el proprio padre. Hay otra referencia sobre las hermanas viudas en el Mahabharata del estudioso arriba mencionado. Hay que proveer a la hermana viuda sin ningún sostén y también hay que vigilar para que esté bien custodiada por su hermano(s) en cual- Lugar de los ancianos y asistencia de los ancianos en el Hinduismo Para entender el lugar y el espacio que un anciano ocupa en la sociedad hindú hay que conocer la vida de la familia hindú que es el segundo estadio de Grihastha, en vez de Vanaprastha que es el estadio cuando uno es considerado anciano y debería retirarse de la vida activa. Manusamhitta ha planteado de modo amplio y preciso las responsabilidades de un jefe de familia (Grihastha). En cierto sentido esta escritura hindú es casi prescriptiva cuando menciona lo que debería o no debería hacerse en una determinada situación. Aquí el jefe de familia debe efectuar el Dharma del jefe de familia. “Dharma” es un término relativo que se refiere siempre a circunstancias especiales. “Esto es justo y aquello es injusto” (explica un antiguo texto jurídico).4 Por tanto, el jefe de familia debe estar atento en sus acciones y en su comportamiento, de lo contrario caerá pri- 102 quier parte viva. Pandava Yudhistira, la más anciana de cinco hermanos (como se describe en el Mahabharata) se ocupó no sólo de su madre Kunti en su vejez sino también de su tío y de su tía paternos, Dhritarashtra y Gandhari, como también de su tío abuelo Bhisma hasta que todos eligieron Vanaprastha (morar en el bosque). Por tanto hasta ahora la discusión con la mención a la asistencia a los ancianos se ha concentrado principalmente en los padres. Esto se debe porque hay que asistir a los padres cuando llegan a ancianos. Obviamente la asistencia a las personas ancianas se ha convertito en un problema hoy, porque numerosos ancianos se encuentran sin asistencia y apoyo de parte de la familia, pues la familia que los hijos han formado ha abandonado la familia nuclear y esto influye en muchas esferas vitales porque disminuye el órgánico numérico de la familia y los medios para mantener y sostener a la familia. Se están apagando los recursos del potencial humano, material y financiero que son esenciales para donar amor y asistencia. Muchos ancianos son abandonados por sus proles e incluso cuando permanencen en el ámbito familiar, los recursos de la familia no son suficientes para asistir de manera adecuada a los padres ancianos. Por tanto, la sociedad se preocupa sobre como proveer a la asistencia de estos ancianos. Lugar del anciano en la esfera pública Ocupémonos ahora del lugar del anciano en la sociedad, en la esfera pública según el Dharmasastra hindú. Una vez más debemos hacer una referencia al decreto de Manu y Arthasastra Kautilya (El Ministro Kautilya en el Reino del Emperador Ashoka). Manusanhita explica porque el rey debería asociarse con el anciano que es muy versado en los Veda y en las Normas Religiosas. Los versos Slokas 36, 37 y 38 explican que el deber de un rey es servir al anciano y escuchar su consejo. Un rey que se compromete en el servicio de un anciano sabio, no puede ser perjudicado por ningún enemigo hostil. Sin embargo, aunque sea LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS muy preparado en los Sastra y por más benévolo que pueda ser por su naturaleza, se debería asociar con el anciano sabio para aprender la humildad y comportarse con toda humildad porque el rey humilde, al contrario del arrogante, nunca será destruido7. Es obvio que debido a su conocimiento y sabiduría los ancianos constituyen un gran apoyo para el rey que por lo mismo debería servirlos con sinceridad. Un rey debe guiar a sus súbditos, su comportamiento debería ser un ejemplo para ellos. Al cuidar a los ancianos, él se convierte en ejemplo para los demás. Por tanto, en la tradición hindú a los ancianos se les concede un lugar respetable. Un rey debe guiar a sus súbditos, su comportamiento debería ser un ejemplo para ellos. Al ocuparse de los ancianos, él se coloca como ejemplo para los demás. Por tanto, en la tradición hinduista se reserva un lugar privilegiado a los ancianos Ideas parecidas las encontramos en el Arthasastra de Kautilya. El Dr. S.G. Moghe8 afirma que “…el argumento de la asociación de una persona, especialmente un rey, con el Vrddhas se ha convertido en un sujeto de Kautiliya Arthasastra 1.5.11 y 1.5.16. Kautilya afirma específicamente que un príncipe debería tener una asociación constante con los ancianos para aprender su instrucción, porque ella tiene sus raíces en la asociación con los ancianos. Como hemos visto, las escrituras arriba mencionadas ponen en evidencia el lugar privilegiado que corresponde al anciano sabio, mas no se pronuncian acerca de los ancianos que no están dotados de conocimiento y de sabiduría. De todos modos, podemos concluir que sea sabio o no, el anciano debe ser asistido por su familia y especialmente por su prole. El escenario presente Sea en los países industrializados como en aquellos en vías de desarrollo, la sensibilidad referente a la población anciana está creciendo. La siguiente tabla presenta a la población anciana en India según el censo indio de 1997 (ver Tabla). La influencia de la religión en el comportamiento de la sociedad se ha debilitado en el transcurso de los años y aparentemente las normas religiosas que regulan la interacción cotidiana entre los jóvenes y los ancianos en el ámbito familiar son raras con excepción de la observancia de algunos rituales. No obstante esto, el papel de la familia en lo que concierne las medidas de seguridad y de asistencia a los ancianos han sido puestas de relieve por la Política Nacional India para el envejecimiento. La familia es vista aún como una institución muy importante y es tenida en gran consideración en India y es vista como el lugar justo para el anciano. No obstante esto, sería una traición a la verdad si no reconociéramos la otra realidad: está aumentando la privación y el abuso de los ancianos tanto en el ámbito familiar como fuera de él. Junto a ello tenemos la situación de una amplia población de ancianos que están en las áreas rurales y no tienen acceso a los servicios disponibles en las ciudades grandes o pequeñas. Por otro lado, la familia está obligada por las situaciones a asistir a los miembros ancianos. Los sufrimientos económicos de la mayoría de las familias son enormes. Además de esto existe la falta de mano de obra en el ámbito familiar para asistir a los ancianos porque han disminuido los miembros de las familias. De hecho, la sociedad y el Estado valoran a la familia como la colocación de vida más favorable para los ancianos. Tabla. Total de la población anciana en India (en millones) 1950-2021 Grupo de edad 1951 1991 2001 2021 (proyección) 60+ 20.10 60.50 81.40 177.50 Porcentual del total de la población 5.62 7.31 8.44 14.45 Fuente : Sharma S.P. y Xenos, P. Ageing en India: Información o análisis demográfico (Basado en los datos del Censo, Occasional papers, Census of India,1997)9. 103 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Gradualmente, las casas para ancianos están ganando terreno en la asistencia para asistirlos, pero aún no es la elección favorita de la mayoría de las familias. También existe otro fenómeno: las familias padecen una desaprobación social o son juzgadas negativamente si no logran tener a los ancianos en el ámbito familiar. De modo que cuando los ancianos son repudiados, la familia pretende cubrir la verdad. Por tanto, sea con respeto y dignidad o sin ellos, la mayoría de los ancianos todavía forman parte de la familia en la sociedad hindú. La ayuda que les ofrece el Estado para integrar los recursos familiares está aumentado gradualmente aunque no de modo proporcional y adecuado. Conclusión La cuestión de la asistencia a los ancianos, la mayoría de los cuales desarrolla cierto tipo de invalidez o malestar con el adelantar de la edad, turba a la sociedad. Sin embargo, las organizaciones religiosas hindúes no pueden dejar de considerar también como responsabilidad de la familia la asistencia a los ancianos, el cuidado de los enfermos y la toma de medidas necesarias a favor de ellos. Apoyos externos en términos de disposiciones para la asistencia sanitaria (incluida la atención) y la asistencia financiera a las familias en tiempos de necesidad son siempre bienvenidos. En la actualidad, hospitales, clínicas, dispensarios caritativos, etc. son aspectos típicos de muchas organizaciones religiosas hindúes. Los enfermos ancianos son objeto de un creciente interés de parte de la sociedad hindú y se hace un gran esfuerzo para satisfacer sus necesidades en el escenario económico actual donde por un lado hay abundancia de dinero, mientras el otro no cuenta con recursos. Además de esto, existe un debilitamiento del tejido social porque las familias tienen muchas limitaciones y por lo mismo no pueden asistir adecuadamente y como quisieran a los ancianos, especialmente a los que están enfermos. Prof. SUKLA DEB KANANGO Dicasterio del Trabajo Social Visva Barati, Santiniketan West Bengal, India Notas 1 Bhaskarananda, Swami: The Esssentials of Hinduism, The Vedantic Society of Western Washington, 1994, Washington, p.-39. 2 Bhaduiri, Nrisinghprasad: Ramayaner Dharma O Niti (Codice di Etica in Ramayana) in Bharatiyo Dharmaniti, ed. Da Amita Chatterjee, 1998, Allied Publishers, Calcutta, p.96 3 Michaels Axel: Hinduism: Past and Present, 2004, Orient Longman, p.15-16 4 Apastamba dharmasutra 1.20.6 citato in Axel Michael’s Hinduism: Past and Present 2004., Orient Longman, New Delhi, p.16 5 Kane, Pandurang Vaman: History of Dharmasastra (Legge Civile e Religioni Antiche e Medioevali, Capitolo XXV (Dane-Subjects of gift), 1941 Pubblicato da Bhandarkar Oriental Research Institute, Poona, p.-845 6 Bhattacharya Sastri Saptatirtha, Sukhomoy: Paribarik Vybahar (comportamiento en la casa y en la familia) en Mahabharater Samaj (La Sociedad en el tiempo de Mahabharat) publicado por Visva Bharati, 1946, Santiniketan, p.-186-89 7 Tarkaratna Srijukta Panchanan (ed.): Manusamhita, Sanskrit Pustak Bhander, Calcutta 1993, Capítulo VII, pag-171. 8 Moghe, Dr.S.G.; Importance of VrddaSamyoga in Some Aspects of the Studies of Dharmasastra 2003. Bharatiya Kala Prakashan, Delhi, p.55. 9 Koplan, Mathew and Chadba, N.K.: Intergenerational programmes and practices: A Conceptual Framework and an India Context in Studies in Gerontology: International Perspectives, ed. da K.L. Sharma, Ravat Publications, 2007, Jaipur, India, P.1 104 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS CHENG CHEN-HUANG 3.4 El Nirvana como forma máxima de curación: perspectiva budista para asistir y curar a los ancianos 1. La enfermedad como uno de los ocho sufrimientos fundamentales de la vida El Buda Sakyamuni, fundador del Budismo, es considerado como el Gran Rey de la Medicina. Buda dijo a sus discípulos que ocuparse de las personas enfermas equivale a ocuparse del mismo Buda. En el Budismo hay tres grandes joyas: el Buda como médico, el Dharma como medicina, y la sangha como enfermero. Existe incluso un texto al respecto llamado “Sutra of Buddha’s Medical Science” (La ciencia médica de Buda). De aquí que se podría afirmar que el Budismo es la religión de la ciencia médica, aunque su preocupación principal es la terapia para los transtornos psicológicos que son las causas principales de las enfermedades físicas. En su primer discurso de enseñanza, después de haber logrado la iluminación, Buda declaró las Cuatro Nobles Verdades. En efecto, sus enseñanzas no son otra cosa sino que el diagnóstico y el cuidado de los sufrimientos o de las enfermedades en la vida del hombre. En la primera noble verdad sobre los sufrimientos de la vida, Buda afirmaba que los sufrimientos están compenetrados inevitablemente en la vida de todo ser humano. Comunmente son ocho: nacimiento, vejez, enfermedad, muerte, separación de quien o de lo que se ama, contacto con quien o con lo que no se ama, incapacidad de lograr lo que se busca, incapacidad de obtener lo que se busca, y desequilibrio psico-físico. Para la segunda noble verdad sobre los sufrimientos, Buda indicó que las principales causas del sufrimiento son la ignorancia y el kharma, es decir, la acción, la palabra y el pensamiento. En el caso de la tercera verdad, Buda señaló como objetivo final el Nirvana. En la cuarta noble verdad, Buda indicó el recorrido que hay que hacer para emanciparse del sufrimiento existencial (el Noble Camino Octuplo): el justo entendimiento, pensamiento justo, acción justa, palabra justa, medio de vista justo, esfuerzo justo, atención justa, concentración justa. Si aplicamos la fórmula de las cuatro nobles verdades a la medicina, podemos elaborar la siguiente tabla: Para ayudar a los demás, un bodhisattva debería emitir cuatro grandes votos: 1. Los seres vivientes son innumerables, promesa de ayudar a todos. 2. Los deseos son inagotables, promesa de agotarlo. 3. El Dharma es infinito, promesa de dominarlo. 4. El camino de Buda es insuperable, promesa de alcanzarlo. En la ciencia médica budista, para curar una enfermedad un profesional sanitario, independientemente de que sea médico, enfermero o farmacéutico, no sólo debería hacer todo esfuerzo, sino debería animar también al paciente para que actúe de modo positivo. Un médico debería actuar como un bodhisattva, y Cuatro Nobles Verdades Noble Verdad del sufrimiento Noble Verdad del cese del sufrimiento Medicina Diagnóstico de los síntomas Investigación de la causa de la enfermedad Noble Verdad de la vía que lleva al cese del sufrimiento Terapia No obstante fuese un ser iluminado, Buda tenía menos fastidios y enfermedades en su cuerpo con respecto a los demás, pero no podía liberarse totalmente de ellos. Si las componentes del cuerpo no tienen equilibrio, ciertamente se hará presente la enfermedad. 2. Características de la asistencia médica budista Un bodhisattva es un ser que trata de alcanzar la iluminación total a través de los beneficios que recibe ayudando a los demás. El objetivo de la ciencia médica budista es transformar la vida de los pacientes en la del bodhisattva. pedirle a su paciente que desarrolle la ambición de un bodhisattva. A través de la interacción con el paciente, el profesional sanitario no sólo proporciona tratamiento médico y apoyo psicológico a los pacientes, sino recibe de ellos conocimiento y sabiduría. Esto es exactamente el proceso de crecimiento de un bodhisattva, es decir, aquel de dar lo que tiene a los seres vivientes y recibir de ellos, en reciprocidad, lo que puede servir para aumentar la sabiduría y la compasión. Viceversa, un paciente no es sólo aquel que recibe un tratamiento médico y un sostén psicológico, sino que permite que se verifiquen los fenómenos de la vida y de los test médicos. 105 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 El agente sanitario profesional y el paciente son partner insustituibles que tienden a transformar la vida de modo intencional o no. Esto corresponde a la relación entre un bodhisattva y los seres humanos. La siguiente tabla nos da el ejemplo de un profesional sanitario como bodhisattva y su paciente como representante de todos los seres humanos: dicamentos, sino retomando la meditación y regulando la respiración. Si la enfermedad es causada por espíritus o demonios, sólo puede ser curada con una contemplación profunda y un gran mantra. Si la enfermedad es causada por el karma, puede ser curada sólo con la contemplación interior y el arrepentimiento exterior. Hay diferentes tipos de terapia, que sería necesario conocer bien. No se Un profesional sanitario como bodhisattva con sus pacientes como seres humanos 1° voto Brindar el mejor tratamiento médico a los pacientes independientemente de su background. 2° voto Tratar todas las enfermedades del paciente, independientemente de que sean graves o no. 3° voto Conocer bien la ciencia médica, el dharma de Buda, y tener otros conocimientos. 4° voto Ser perfecto en sabiduría y compasión. Por otro lado, también el paciente puede sostener el papel de bodhisattva y tratar como seres humanos a todos los agentes sanitarios y a los que lo circundan. debería tener en mano un cuchillo y herirse”. En el Budismo, todos los alimentos son considerados como medicamentos. Las medicinas que se ob- Un paciente como bodhisattva con los agentes sanitarios como seres humanos 1° voto Mostrar compasión, respeto, gratitud, tolerancia y diligencia. 2° voto Hacer cesar los pensamientos fastidiosos, incompetentes e insanos referentes a la enfermedad. 3° voto Aprender la ciencia médica, la higiene, informarse sobre la salud, etc. 4° voto Ser una persona sana y un bodhisattva. 3. La terapia budista La terapia budista tiende a derivar de la fundación del universo la moderación del ritmo de vida individual, que va de la asunción de medicamentos al conteo de los respiros, a la regulación de la respiración y del estar atento a integrase con la vida del universo. El Maestro Chih Yi (538-597) ha explicado la relación entre la causa de las enfermedades y la terapia en su libro “Great Concentration and Insight Meditations”, en el que afirma: “Si la enfermedad es causada por una acción física, por el trabajo, por el alimento o por las bebidas, puede ser curada asumiendo medicamentos. Si la enfermedad es causada por una sesión de meditación no adecuada, puede ser cuidada sin asumir me- tienen en la herboristería se emplean sólo cuando los alimentos y las bebidas son tomados de manera inadecuada. Las medicinas son importantes. Sin embargo, además de ellas, se ponen en evidencia también otras prácticas, como la meditación interior, la regulación de la respiración, la contemplación, etc. Obviamente, en la ciencia médica budista, una mente no equilibrada es considerada la causa principal de la enfermedad. La mente sana es la llave para la salud física. La práctica del dharma del Buda lleva a obtener una mente sana y al final el Nirvana Busshahood. 4. Los veinticinco pasos En sus libros “Great Concentration and Insight Meditations” y “Small Concentration and Insight Meditations”, el Maestro Chih Yi ha enumerado 25 pasos de meditación, que se pueden considerar como la terapia budista y que deberían practicarlos los mismos pacientes, mientras los agentes sanitarios tienen sólo un rol consultivo. Cumplir las cinco condiciones para proteger a las personas: 1) Observar los preceptos de modo puro para vivir una vida normal; 2) Preparar los vestidos y el alimento necesario con gratitud; 3) Vivir en ambientes tranquilos; 4) Estar alejados de las cosas seculares; 5) Aprender de maestros virtuosos y sabios. Liberarse de cinco deseos, para poder crear comparticipaciones pacíficas de vida: 6) Liberarse del deseo de objetos visibles; 7) Liberarse del deseo de sonidos; 8) Liberarse del deseo de odores; 9) Liberarse del deseo de sabores; 10) Liberarse del deseo de sensaciones táctiles. Superar los cinco impedimentos, para poder derrotar los tormentos que nacen de las profundidades de la mente: 11) eliminar el deseo sensorial; 12) eliminar la malevolencia; 13) eliminar la pereza y el torpor; 14) eliminar la inquietud; 15) eliminar la duda para con los demás, de los maestros, y de la verdad, es decir, de la ciencia médica. Moderar cinco cosas, para poder moderar el ritmo total de la vida: 16) Moderar los alimentos y las bebidas; 17) Moderar el sueño; 18) Moderar el cuerpo; 19) Moderar la respiración; 20) Moderar la mente. Desarrollar cinco virtudes: 21) Tener un deseo convencido de hacer las cosas; 22) Esforzarse, 23) Curar; 24) Ejercer la inteligencia; 25) Concentrarse. 5. Compasión y sabiduría: antídotos a la enfermedad kármica Según el Budismo existen tres caminos para liberar la vida de los seres humanos de los sufrimientos: preceptos, meditación y sabiduría. Los preceptos pueden liberar a las personas del hacer el mal y por consiguiente de los sufrimientos. La meditación puede liberarlas de los tormentos psicológicos y por 106 tanto permitirles alcanzar la felicidad. La sabiduría puede liberar a las personas de las vacilaciones de la mente y así lograr la paz espiritual eterna. El Nirvana significa la paz eterna y la perfecta libertad de los sufrimientos. Después de haber alcanzado el nirvana, la persona puede hacer un ulterior paso para ayudar a los otros a liberarse de los sufrimientos. Este es el sentimiento virtuoso denominado compasión, la empatía de sentirse en armonía con los demás. Todos nutren la misma esperanza de alcanzar la paz y de no padecer sufrimientos. Es aquí que interviene un bodhisattva. De la sabiduría de conocer la inseparabilidad de todos y tener la mente iluminada para ayudar a los demás, el LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS bodhisattva desarrolla un amor incondicional y compasivo al ocuparse de los seres humanos. Todos los seres están sujetos a las experiencias del pasado, sumergidas en la mente, la enfermedad kármica, para emplear el término budista. La compasión y la sabiduría son los antídotos para la enfermedad kármica, y por tanto constituyen los prerequisitos para alcanzar el Nirvana. 6. El nirvana: la atención suprema La enfermedad física y la muerte son inevitables para todos. Pero la enfermedad psicológica puede ser curada al final a través de la práctica y ciertamente no habrá ninguna muerte allí donde no hay ningún nacimiento. El Nirvana es la única respuesta en el Budismo. El Nirvana no es nihilismo sino cese total de los sufrimientos que dependen de la paz eterna de la mente. Cuando una persona se enferma, se deberían analizar las causas de la enfermedad y tratarlas adecuadamente con la mejor atención médica. Sin embargo, el cuidado supremo es el Nirvana. Cuando una persona tiene la mente vacía, entonces aceptará todas las condiciones, sin importarle la enfermedad e incluso la muerte. Prof. CHENG, CHEN-HUANG Presidente de la Asociación Amala Taiwán 107 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 JÁN ĎAČOK 3.5 Punto de vista de la postmodernidad Introducción En las Conferencias Internacionales, dedicadas a los cuidados paliativos (2004), a la genética (2005) y a las enfermedades infecciosas (2006), organizadas por el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, hemos tenido la posibilidad de presentar brevemente el complejo fenómeno de la postmodernidad. En esta ponencia sólo nos limitaremos a presentar una breve síntesis de la postmodernidad: la visión postmoderna de la vida humana es entendida como aquella utilitarista, pragmática, contratualista, nihilista y cínica. El valor de la vida humana se ofusca y relativiza. Como sabemos, el dolor, el sufrimiento, la fase terminal, el morir y la muerte forman parte de la vida humana normal. Sin embargo, la postmodernidad no reconoce ningún sentido al dolor, al sufrimiento, a la fase terminal ni a la muerte que acompañan también a las enfermedades de los ancianos. Ante estas realidades la postmodernidad se cierra más bien en el suicidio asistido, en el suicidio y en la eutanasia. Esta ponencia tiende a describir posiciones concretas con respecto a los ancianos. Trataremos de presentar la visión postmoderna a través de las posiciones de dos representantes principales de la bioética postmoderna: Hugo Tristram Engelhardt, Jr., (1941) filósofo americano de origen alemán y Peter Singer (1946), filósofo australiano. H. T. Engelhardt Ofrece una perspectiva clara en torno a la importancia de la bioética1 en el futuro. Es muy interesante su visión referente a la misión de los bioeticistas como ‘sacerdotes seculares’2 de nuestra cultura. A algunos agentes sanitarios, en cambio, precisamente a los postmodernos, les denomina específicamente como ‘cosmopolitas’, los define como ‘los hombres y las mujeres que pueden vivir en paz y procurar cuidados sanitarios en este mundo sin conflictos morales fundamentales. Son la realización contemporánea del “Superhombre” de Nietzsche. Pueden contemplar la destrucción de las tradiciones viejas y prosperar en el área sutil de los tiempos post-modernos’3. ¿Qué se prevé para el futuro según la óptica de este autor? Teniendo en cuenta el envejecimiento de la población de las sociedades occidentales, Engelhardt propone una respuesta sintética y ‘profética’: “En el futuro […] aumentará cada vez más el riesgo no sólo de tener que soportar las debilidades típicas de la vejez, sino también de pasar meses, e incluso años enteros, en institutos que aseguren una asistencia de enfermería completa. Este riesgo se puede evitar sólo permitiendo que los individuos dispongan ser matados sin sufrir. Esta posibilidad les permitirá exorcizar el temor de volverse tan viejos y estar obligados a vivir en un mundo sin decoro para sí mismos y extremadamente costoso para los demás. Una política parecida removería estos temores y libraría recursos que se destinarían a la tutela de la salud y al aumento de los placeres de la vida, cuando aún es posible vivirla de manera totalmente gratificante”4. Esta posición confirma que el hombre postmoderno teme la vejez, el sufrimiento y la muerte. Ante las presiones tan fuertes, busca y seguramente tratará de escapar, intentando ‘soluciones mejores’: el suicidio, el suicidio asistido y la eutanasia. Según Engelhardt, las soluciones mencionadas son las opciones que moralmente pueden ser aceptadas en la misma medida que el diagnóstico prenatal y el aborto voluntario. No hay que maravillarse, porque fuera del contexto de una moral sustancial, no es posible valorar estas elecciones como moralmente equivocadas5. Pero en su razonamiento llega a una posición extremadamente utilitarista y deshumana cuando afirma: “Si el suicidio y la muerte de otra persona que lo ha solicitado violan el principio de beneficencia depende de la jerarquía de males y de bienes a lo que se hace un llamado. Cuando el individuo por matar se encuentra en medio de dolores insoportables, un razonamiento laico que haga palanca en la beneficencia podría presentar el acto que tiende a acelerar su muerte como una elección moralmente loable e, incluso, obligatoria. […] Un ciudadano muy pa- 108 triótico afecto de una enfermedad terminal debilitante podría suicidarse con el fin de no pesar más en el sistema sanitario público. Abstenerse de dejar instrucciones a los demás sobre el nivel de tratamiento que se desea, en el caso de que uno fuese afectado por demencia grave e irreversible, podría representar una forma de negligencia moral y social, ya que dicha omisión expone a la familia y a la sociedad a formas de tratamiento que no se habrían querido. Los que no juzgan inmoral el matar en sí podrían incluso considerar como deber propio disponer anticipadamente que, en presencia de ciertas circunstancias, se provea a matarlos”6. En fin, Engelhardt llega con propuestas realmente originales referentes a la religión, los cristianos y también a la teología moral. El ethos liberal cosmopolítico, en nombre de la autodeterminación, invita ya sea a la ruptura con el pasado cristiano tradicional, que a la aceptación del suicidio y de la eutanasia. Esta cultura secular, que es neopagana y también post-cristiana, invita a la religión a la reorientación de las obligaciones que impone a sus propios miembros. “La religión debería ayudar a los agentes sanitarios y a los familiares a aceptar las elecciones de los pacientes que deciden por el suicidio asistido y la eutanasia activa LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS voluntaria”. Según Engelhardt dado que los cristianos aman a su prójimo, “deberían animar las elecciones relacionadas con la muerte que protege los valores, la libertad y la dignidad de sus prójimos”. Hace una propuesta también a la teología moral contemporánea, que, según él, debería reconocer que “el suicidio asistido y la eutanasia voluntaria activa deben ser aceptadas por razones de la dignidad y del amor”. En fin, deberíamos esperar también la misma tarea de parte del cristianismo post-tradicional7. P. Singer En sus visiones, Singer ciertamente no se aleja de la anterior. En una de ellas profetiza: “En Estados Unidos, donde el acento recae siempre en los derechos individuales, […] probablemente tendrá lugar un cambio, como ha ocurrido en Oregón, más como reconocimiento del derecho al suicidio asistido que como legalización de la eutanasia voluntaria activa. Pero lo más cierto es que, dentro del próximo decenio y quizás antes, los ciudadanos de diferentes países, siguiendo el ejemplo de los holandeses, lograrán conquistar el derecho de controlar su propia muerte”8. Otra visión singeriana, en su lógica fría, consciente de la adhesión de no pocos y provocatoria, recita así: “Cuando el derecho de los pacientes de decidir como morir será conocido en otros países, tal como ocurre ya en Holanda y en Oregón, la tradición hipocrática sufrirá otra transformación análoga a la que se verificó en el caso del aborto. Gradualmente aprenderemos a pensar que, en el caso de los enfermos terminales o incurables, un correcto ejercicio de la profesión médica incluye también la práctica de la eutanasia, cuando el paciente haga una solicitud libre y bien informada en este sentido. Pero ¿estamos realmente seguros que el cambio se limitará a esto?”9. ¿Cómo se llegaría a la legalización de dichas prácticas para ‘satisfacer el propio deseo de controlar la muerte’? Singer ya tiene preparada una respuesta: ‘Si el dere- cho al suicidio asistido no vendrá de los tribunales y de los parlamentos, en los países que permiten a los electores expresarse directamente sobre estas cuestiones, podrá venir gracias a los referendum’10. En otras palabras, para satisfacer dicho deseo se necesita una ‘ética nueva’ con ‘mandamientos nuevos’ porque la ética tradicional nunca lo obtendrá. En su nuevo acercamiento moral a la vida humana y a la muerte, Singer propone ‘cinco mandamientos nuevos’, que se oponen claramente a los ‘antiguos’11. Este acercamiento debería expresar el ‘replanteamiento’ de la ética tradicional y su ‘volver a escribir’ la nueva perspectiva ética. Siendo ateo y no-cognitivista, Singer desarrolla su bioética como casística dramatizadora o revolucionaria. Esta última, partiendo de los casos individuales saca indebidamente conclusiones generales que van contra la dignidad humana y contra la moral católica que es tildada ya como ‘vieja’ o que ‘ya no sirve’. Invita a ‘escribir de nuevo los mandamientos’ y está convencido que en este siglo su ética nueva nos servirá como guía para las decisiones que se refieren a la vida y a la muerte. Conclusión En síntesis, dichas visiones no dejan dudas de que la ética de Engelhardt y de Singer muestre una profunda desconfianza en la dignidad del hombre según la tradición clásica y cristiana. En este contexto no queda ningún espacio para el hombre viejo, enfermo, minusválido o para aquel que podría nacer discapacitado. No se les deja otras elecciones: cómo ser aceptados e integrados realmente, aún reduciendo los recursos a los sanos y a los jóvenes. Allí uno se convence de su inferioridad. Se ha perdido la visión del hombre como ser creado a ’imagen y semejanza de Dios’ (Gn 1,26) y con ella se ha perdido el sentido de la dignidad absoluta de cada hombre, de modo especial de aquel anciano y enfermo. Según las posiciones de Engelhardt y Singer ‘Dios ha muerto’ en el sentido de que es silencioso, 109 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 inaccesible, inactivo o, incluso si es percibido, es rechazado. Este acercamiento a la bioética no tiene un fundamento ontológico, no reconoce ninguna jerarquía ontológica de valores, ninguna teoría del bien intersubjetivo y ninguna visión comunitaria de la moral actual. Por tanto, su bioética de hecho no tiene contenidos morales y como tal asume la desorientación moral de la sociedad contemporánea, antes bien, la profundiza. Para la bioética de Singer y Engelhardt la vida en cuanto tal no tiene ningún sentido. El valor de la vida humana es relativo, ofuscado; no hay un reconocimiento de la gradualidad y de las diferencias ontológicas y axiológicas. Se reconoce el estatuto de la persona humana sólo a los inidividuos autoconscientes y que pueden expresar su voluntad. ¿Cuál podría ser nuestra respuesta a las tendencias postmoder- nas12? En síntesis, aceptar la vida quiere decir aceptar también la ancianidad con sus enfermedades y también la muerte. Tener miedo de vivir, en el sentido evangélico, quiere decir tener también temor de morir. El que desde ya descubre la belleza y la grandeza de esta vida con Cristo, abrazará mayormente la vida prometida que, de todos modos, pasa a través de las enfermedades, el dolor, el sufrimiento, la ancianidad y la propia muerte (cf. Jn 11,25). Estas últimas están ligadas al misterio del hombre. Sólo en Cristo, que es «la luz verdadera» (Jn 1,9), encontramos la fuente de la luz que ilumina el misterio del hombre en cada período de su vida. P. JÁN ĎAČOK SJ Docente de Teología Moral y Etica Facultad Teológica de la Universidad de Trnava, Bratislava, Eslovaquia Provincial de la Compañía de Jesús en Eslovaquia Notas 1 H.T. ENGELHARDT, Bioethics and Secular Humanism. The Search for a Common Morality, London – Philadelphia 1991, p. XV. 2 H.T. ENGELHARDT, «Bioethics in the Third Millennium: Some Critical Anticipations», en Kennedy Institute of Ethics Journal, No. 3, 1999, pp. 235-236. 3 H.T. ENGELHARDT, Bioethics and Secular Humanism, p. 39. 4 H.T. ENGELHARDT, Manuale di bioetica, Milano 1999, p. 384. 5 Cf. H.T. ENGELHARDT, Manuale di bioetica, p. 382-383. 6 H.T. ENGELHARDT, Manuale di bioetica, p. 381-382. 7 Cf. H.T. ENGELHARDT, The Foundations of Christian Bioethics, Lisse – Abingdon – Exton (PA) – Tokyo 2000, p. 312. 8 P. SINGER, Ripensare la vita. La vecchia morale non serve più, Milano 1996, p. 163164. Sobre el desarrollo de la legislación en torno a la eutanasia en Australia cf. ID., «The Legalisation of Voluntary Euthanasia in the Northern Territory», en Bioethics, No. 5, 1995, pp. 419-424. 9 P. SINGER, Ripensare la vita, p. 156. 10 P. SINGER, Ripensare la vita, p. 154155.156. 11 Sobre la presentación sintética de los mandamientos ya sean ‘antiguos’ o ‘nuevos’ ver: P. SINGER, Ripensare la vita, p. 193-208. 12 Sobre una visión más amplia, ver: J. Ďačok, La postmodernità nel dibattito bioetico. Il caso delle questioni di fine vita, Trnava (Eslovaquia), 2007. 110 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Tercera Sección ¿Que hacer? 1. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista religioso SERGIO PINTOR 1.1 Ancianos enfermos: formación y madurez en la fe En el contexto de las diferentes reflexiones del Congreso, el tema nos interroga precisamente sobre la tarea de la catequesis y de la educación a la fe para un cuidado más adecuado de las personas ancianas y enfermas y para un acompañamiento en una fe más madura. Es evidente que no podemos hablar de los ancianos enfermos en forma generalizada; de hecho, existen y se encuentran ancianos: a) en condiciones de enfermedad de lo más diversificadas (enfermedades crónicas debido a la enfermedad o a la sobrevenida de patologías, enfermedades invalidantes físicas o mentales que hacen que los ancianos ya no sean autosuficientes, enfermedades temporales, etc.); y b) en condiciones religiosas, culturales, familiares y sociales muy diferentes. Asimismo, hay que tener presente la diversidad de los “lugares” en los que se encuentra el anciano enfermo: en casa con familiares o en casa solo, en una estructura de descanso o de acogida, en un hos- pital o en un lugar de larga permanencia. Tampoco hay que olvidar que cada anciano enfermo vive su condición de modo muy personal y puede tener una experiencia de fe más o menos desarrollada e incluso inexistente (y, por lo mismo, necesita un primer anuncio). Por tanto, la catequesis y la educación en la fe de los ancianos enfermos deben ser pensadas y actuadas teniendo presentes estas diferentes situaciones concretas. De todos modos, es oportuno pensar y poner en práctica una catequesis y una educación en la fe para un mejor cuidado de los ancianos enfermos según dos directrices complementarias: a) una educación que tiene como destinatarios directos e inmediatos a los mismos ancianos, a través de formas de catequesis prevalecientemente ocasionales o fijas, garantizando siempre una organicidad esencial del mensaje que ayude a la persona anciana a iluminar con la fe y a abrir a la esperanza cristiana su realidad de vida; b) una educación a la fe, de algún modo sistemática, referente a las personas que están llamadas a ocuparse de los ancianos enfermos y a las mismas comunidades cristianas para que se preparen y se ocupen de un acompañamiento en la fe a los ancianos enfermos. 1. La persona anciana, especialmente si se encuentra en condición de enfermedad, necesita una educación y un sostén en la fe Es necesario partir de la convicción de que cada persona en cualquier edad y situación se encuentre tiene necesidad de ser educada en la fe; antes bien, tiene derecho a ella. En efecto, «cada edad del hombre tiene su significado en si misma y su propia función para el logro de la madurez»1. Antes bien, la necesidad de una educación en la fe aparece particularmente motivada en las situaciones de vida a menudo decisivas para la fe, como puede ser la situación en la que estamos llamados a entender y a vivir en sentido cristiano condiciones de sufrimiento, de enfermedad y de vejez 2. 111 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 2. Algunas relevancias y características de una catequesis y educación en la fe de los ancianos enfermos La primera y esencial relevancia es tener presente la experiencia de fe vivida efectivamente por el anciano enfermo. En efecto, «el anciano puede haber llegado a su edad con una fe sólida y rica: entonces la catequesis en cierto sentido lleva a su plenitud el camino realizado en actitud de agradecimiento y de espera confiada; otros viven una fe más o menos nublada y una débil práctica cristiana: entonces la catequesis se convierte en un momento de nueva luz y de experiencia religiosa; a veces el anciano llega a sus días con heridas profundas en el alma y en el cuerpo: la catequesis lo ayuda a vivir su situación, en la actitud de la invocación, del perdón y de la paz interior»3. De todos modos, podemos recordar algunas relevancias y características de una educación a la fe o catequesis dirigida a las personas ancianas en condición de enfermedad: sentido de la vida en la realidad que está experimentando. Y Juan Pablo II en la encíclica “Evangelium vitae” subrayaba la necesidad de anunciar y celebrar el Evangelio de la vida en toda situación, con la mirada de quien sabe ver en la vida un don cada vez nuevo y la imagen viviente del Dios de la vida en cada persona. «Esta mirada – leemos en la encíclica – no se rinde desconfiada frente a quien se encuentra en la enfermedad, en el sufrimiento, en la marginalidad y en los umbrales de la muerte; pero por todas estas situaciones se deja interrogar para ir en búsqueda de un sentido y, precisamente en estas circunstancias, se abre para reencontrar en la persona anciana enferma para que se coloque en un designio de Dios que es amor, viviendo su condición como una etapa de un camino a través del cual el Señor nos conduce al encuentro definitivo con él. Sólo la luz y la fuerza de la fe abre a la esperanza que no falla (cf. Rm 5, 5 ) y puede permitir vivir la edad anciana, aunque marcada por la enfermedad, como un don y como una misión6. d. Catequesis o educación en la fe sobre el sacramento del Bautismo Es importante despertar en el anciano enfermo el don del sacramento del Bautismo, como inmer- a. Catequesis o educación en la fe encarnada en la situación y condición de la persona anciana enferma Ante todo, es preciso ponerse en escucha de sus interrogantes e interpretar sus estados de ánimo para identificar los contenidos de fe que se quieren comunicar y los lenguajes que más corresponden para comunicarlos. b. Catequesis o educación en la fe para una visión cristiana de la vida La preparación y la espera para el encuentro definitivo con el Señor no deben pasar por el temor de la muerte, sino por un amor intenso a la vida4. La persona anciana enferma es interpelada y puesta a la prueba dos veces sobre el sentido de la vida: por la edad anciana con su progresivo decaimiento biológico, y por la enfermedad. En esta situación es muy fácil “mirar hacia atrás”, sentirse inútiles y de peso, no captar el don y el el rostro de cada persona un llamado a la confrontación, al diálogo, a la solidaridad».5 Los ancianos enfermos deben ser ayudados a reconocer y a acoger la vida como don cada vez nuevo y como misterio de amor en la situación que viven. c. Catequesis o educación en la fe sobre el significado de la edad anciana, incluso cuando está marcada por la enfermedad Se puede afirmar que la edad anciana crece con nosotros en las diferentes condiciones de vida: por tanto, puede ser preparada, ayudada, acompañada para comprender el sentido y el valor tanto en el plano humano como en aquel de la fe. Por esto, es necesario ayudar a sión en el misterio de la Pascua de Jesucristo y participación en su nueva vida, y como fundamento de su dignidad de hijo amado en toda situación y para siempre por Dios. A partir de la conciencia del renacimiento bautismal el anciano enfermo puede ser ayudado a encontrar mejor el sentido profundo de su presente y de su futuro. La esperanza ahonda sus raíces en la fe en esta presencia del Espíritu de Dios, “Aquel que ha resucitado a Jesucristo de los muertos” y dará la vida también a nuestros cuerpos mortales (cf. Jn 3, 6). e. Catequesis o educación en la fe sobre la enfermedad y el sufrimiento Es fundamental ayudar al ancia- 112 no/a a vivir la prueba de su enfermedad y del sufrimiento en la certeza de que Dios está en comunión con él. Así como Jesús en el momento de la prueba se abandonó con total confianza al Padre, también el anciano debe ser guiado a vivir y a dar testimonio de su fe en una total entrega al amor del Padre. Lo anterior requiere una catequesis, acompañada por los signos de cercanía y de solicitud amorosa que está llamada a dar la comunidad cristiana. En la atención a los más débiles, a los que sufren y a los no autosuficientes la comunidad cristiana muestra de modo auténtico su propia maternidad. También el dolor y el sufrimiento tienen un sentido y un valor cuando son vividos en estrecha unión con el amor recibido y donado, en plena comunión con Cristo7. De particular importancia aparece, pues, una catequesis que sepa comunicar que también los acontecimientos negativos y la experiencia de los límites humanos de la vida son una realidad “redimida” por Cristo y asumida por El mismo como instrumento de redención y de salvación, sostenido por un amor infinito. f. Catequesis o educación en la fe en el signo de la consolación La persona anciana enferma debe ser ayudada a reconocer, encontrar y acoger en la fe la revelación del Dios consolador a través del anuncio de la Palabra acompañada por los signos sacramentales y el testimonio de la cercanía amorosa. En efecto, la categoría del Dios consolador atraviesa toda la revelación del Antiguo al Nuevo Testamento y en realidad caracteriza toda la misión salvífica del Mesías (cf. Is 61, 1-3; Lc 4,16s). Se trata de un anuncio de fe muy importante para favorecer en el anciano enfermo un redescubrimiento más adecuado del rostro y del misterio de Dios en las situaciones que vive. Una catequesis sobre la consolación no puede consistir, pues, en una simple exhortación o en un anuncio frío, sino debe llevar a descubrir y a experimentar que aquel que consuela es Dios mismo, LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS a través de su Hijo Jesucristo y el Espíritu consolador. La “consolación” es un don de Dios, es un don del Espíritu Paráclito que habita en nosotros. Por esto es importante educar al anciano enfermo en la oración y en la invocación, con el convencimiento de que la consolación debe conducir siempre al encuentro y al diálogo con Dios. g. Catequesis o educación en la fe como apertura a la esperanza Una educación en la fe de la persona enferma debe iluminar el caminar hacia el encuentro definitivo y de beatitud con Dios, en el signo de la consolación y de la esperanza. A partir de la certeza bautismal de ser ya hijos amados, es necesario educar a la entrega total, a lo que estamos llamados a ser (cf. 1 Jn 3, 1- 2), al Dios del amor y de la vida, fiel a sus promesas. «Por lo demás la muerte es mucho más que una aventura sin esperanza; es la puerta de la existencia que se abre hacia la eternidad y a los que la viven con Cristo, es experiencia de participación en su misterio de muerte y de resurrección»8. Educar a la esperanza cristiana significa ayudar al anciano enfermo a crecer “en la espera confiada de la bendición divina y de la visión beatífica de Dios” (CIC, 2090; cf. también 1042 – 1050), cuando Dios mismo «enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado». (Ap 21, 4). 3. La comunidad cristiana: sujeto de la educación en la fe de la persona anciana enferma El sujeto responsable de una educación y de un seguimiento en la fe del anciano enfermo es la comunidad cristiana, con toda su acción pastoral y, en particular, con su acción en el ámbito del servicio de la Palabra y del cuidado integral de la salud. Esto requiere un compromiso constante para edificarse como comunidades cristianas “resanadas” para “resanar”, comunidades que han sido alcanzadas por la “palabra de consolación” para comunicarla a todos en su condición de vida. De aquí deriva la necesidad de que en la transmisión de la fe – en sus diferentes formas y lenguajes (enseñanza, catequesis, encuentros de reflexión y de espiritualidad, predicación…) – se desarrolle por un lado la solicitud y la responsabilidad hacia los ancianos enfermos para su curación integral que comprenda un seguimiento en la fe, y por el otro, es importante que en los diferentes recorridos de catequesis se integren, en una educación a la vida de fe, las diferentes temáticas evocadas para un sostén en la fe de los ancianos enfermos. Todo ello ya sea para sensibilizar y preparar a las personas para que aprendan a ocuparse del anciano enfermo, y para que ellas mismas, en las diferentes edades, sean ayudadas a madurar una fe abierta a las situaciones futuras. En particular, de parte de una reflexión teológico-pastoral y de parte de nuestras comunidades cristianas parece necesario estudiar e identificar: – las condiciones previas para un acompañamiento más eficaz en la fe del anciano enfermo, en los diferentes ambientes, lugares y contextos, donde él se encuentre; – las formas más adecuadas y los lenguajes de comunicación del anuncio de la fe al anciano enfermo y a los que se ocupan de él en las diferentes comunidades en el territorio (familias, parroquias), en las diferentes estructuras socio-sanitarias u hospitalarias…; – las formas más oportunas para insertar e integrar en la catequesis ordinaria: la educación al sentido de la vida, a un amor incondicional a ella en cada situación de la existencia y en cada persona: la educación a servir el cuidado de la vida y de la salud en las personas enfermas más frágiles y necesitadas; las temáticas que emergen del mundo de la salud, de la enfermedad y del sufrimiento, sobre todo con referencia a la condición de los ancianos enfermos, con las dinámicas que animan a la responsabilidad y al testimonio de la comunidad cristiana para una iluminación y una respuesta en la fe: interrogantes 113 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 sobre el nacer y el morir, sobre el límite humano y el sufrimiento, sobre el decaimiento en la edad anciana, sobre el servicio y el amor, sobre la solidaridad y la justicia, sobre el amor y la misericordia de Dios, sobre el designio y la realización de la salvación de parte de Dios… Preguntas que ningún recorrido catequético debería ignorar, ya que ellas encuentran respuesta y luz en el misterio del Ver- Se trata de tener – y de pedir – el don de un corazón rico de Dios y de humanidad, y de vivir la dinámica del “dar y recibir” propia de la fe. Para concluir, algunas preguntas como provocación saludable: ¿qué empeño efectivo existe de parte de muchas estructuras nuestras para ancianos, administradas en nombre de la Iglesia, para una acogida de los ancianos enfermos, sobre nuestra, en cierto sentido siempre misteriosa, con más serenidad y una fuerte esperanza, en la convicción que todo nuestro límite es transformado, liberado y redimido en la participación al misterio pascual de Jesucristo y sostenido por el cuidado constante del Dios de toda ternura y de toda consolación. S.E. Mons. SERGIO PINTOR Obispo de Ozieri, Italia Consultor del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Notas bo encarnado y en el don de la vida nueva que El participa a través de la fe y del Bautismo; – la identificación de algunos criterios pedagógicos y de algunas acentuaciones del mensaje cristiano con referencia a una catequesis ocasional con un anciano enfermo en el ambiente familiar o en un ambiente institucional; – la indicación de recorridos catequéticos formativos para los diferentes agentes de la pastoral de la salud incluidos los ministros extraordinarios para la comunión9. Ciertamente, no se trata de “programar” recorridos rígidos de catequesis para los ancianos enfermos. En cambio, se trata de colocarnos personalmente y como comunidades cristianas en la “escuela” de los ancianos enfermos, para reconocerlos no sólo como “objetos” de cuidado, sino como sujetos de una comunicación que interroga nuestra fe, invitándonos a compartirla. todo cuando no son autosuficientes? ¿cuál atención y preocupación real para su adecuado seguimiento en la fe? En cierto tipo de cultura que a menudo considera a los ancianos enfermos como “objeto” de un mercado en lo socio-sanitario, todos debemos sentirnos comprometidos para calificar el servicio de nuestras comunidades cristianas, como cuidado integral de la persona, inspirado y sostenido por una fe vivida y compartida y, por tanto, “profecía” de una acogida del anciano enfermo y de un ocuparse de él, que encuentra en la fe el corazón de una renovada relación terapéutica más auténtica y profundamente humana. Y todo con una gran certeza: la fe y una educación en la fe seguramente no eliminan las dificultades y los sufrimientos de un envejecimiento-acompañamiento de la enfermedad, sino son luz, fuerza y gracia para ayudar a vivir y a ocuparse de esta realidad humana 1 CEI, Il rinnovamento della catechesi, n° 134. 2 Ivi, n° 130. 3 CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio general para la catequesis, LEV, 1997, n° 187. 4 Cf. COMISION EPISCOPAL DE ENSEÑANZA Y CATEQUESIS, La Catequesis de la comunidad, EDICE, Madrid 1983, n° 251. 5 JUAN PABLO II, Evangelium vitae, 1995, EV/14, 2443 . 6 Cf. PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS, La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y en el mundo, 1 octubre 1998, EV/17, 1481. 7 Cf. JUAN PABLO II, Evangelium vitae, EV/14, 2488 – 2491. 8 Ivi, EV/14, 2491. 9 Cf. ANGELO BRUSCO – SERGIO PINTOR, Sulle orme di Cristo medico, EDB, Bologna 1999, p 86 – 87. Bibliografía JUAN PABLO II, carta encíclica “Evangelium vitae”, 25 marzo 1995, EV/14, 2167 – 2517; CONGREGACION PARA EL CLERO, Directorio general para la catequesis, LEV, 1997; PONTIFICIO CONSEJO PARA LOS LAICOS, La dignidad del anciano y su misión en la Iglesia y en el mundo, 1° octubre 1998, EV/17, 1470 – 1558; COMISION EPISCOPAL PARA EL SERVICIO DE LA SANIDAD Y LA SALUD, Predicad el Evangelio y curad a los enfermos, EDB, 2006; GAUARDINI R., Le età della vita. Loro significato educativo e morale, Vita e Pensiero, Milano 1992; LAZARO R., BRINCAS A., Una relación sana con Dios en medio de la enfermedad. Perspectiva catequética, en “Actualidad Catequética” 35 (1995) 1, 73 – 78; ANGELO BRUSCO – SERGIO PINTOR, Sulle orme di Cristo Medico, EDB, Bologna 1999. 114 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS VICTORINO GIRARDI STELLIN 1.2 Sacramento para los ancianos enfermos. Compromiso pastoral para los ancianos enfermos 1. Lo que se aprende sufriendo, se aprende mejor Escuchaba este refrán durante los años de mi servicio misionero en África. Es otro modo de expresar lo que nos llega de la Palabra de Dios: “Me estuvo bien el sufrir, para aprender tus preceptos; antes de ser humillado, me descarriaba, pero ahora observo tus promesas” (Sal. 119, 67.71). El fenómeno de la Ancianidad y de la Enfermedad reviste la misma complejidad que la vida misma del hombre. Ellos son “connaturales” al ser humano, a tal punto que podemos afirmar que todo hombre es “un enfermo” que va agravándose con la edad. La una y la otra, Enfermedad y Ancianidad, se introducen y se sobreponen en la vida del hombre como un hecho que es a la vez natural y forzado, no ajeno a la experiencia humana, pero a la vez impuesto como una carga indeseada. Es un fenómeno que está por encima de voluntades o decisiones humanas propias o ajenas, y en este sentido suscita un interrogante en el hombre acerca de la influencia de fuerzas o poderes superiores, causas desconocidas que pueden intervenir en su vida1. La tendencia a explicar la enfermedad y la desgracia apelando a una culpa moral del mismo enfermo o de sus familiares, es constante en la cultura religiosa. Cristo reaccionó fuertemente en contra de esta concepción que implica una noción falsa de Dios como el que castiga y además de manera “injusta” porque supuestamente hacía caer su castigo sobre familiares a lo mejor inocentes. A la pregunta de los discípulos, ocasionada por la vista de un hombre ciego de nacimiento: “‘Maestro, ¿quién pecó él o sus padres, para que haya nacido ciego?’, Jesús contestó: ‘Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifieste en él las obras de Dios’” (Jn 9,2-3). Cristo nos invita desde entonces a descubrir en las dolencias humanas, los signos del Reino, es decir, su acción salvífica. En todo caso, la enfermedad enfrenta siempre al hombre duramente con sus propias limitaciones y le obliga a tomar postura personal ante ellas, ya sea de entendimiento y aceptación o de rechazo, de sumisión o de rebeldía o simplemente de actitud ambigua. El conocido antropólogo Laín Entralgo ha escrito: “Para el hombre la enfermedad – de manera positiva unas veces y negativa otras, por vía de aceptación o de repulsa – es siempre objeto de apropiación personal”2. La enfermedad es una experiencia que obliga al ser humano a entrar en la radicalidad de su vivir, a darse cuenta de que no dispone de lo principal y fundamental, de que depende en lo esencial de alguien o de algo que no puede controlar o domesticar. No cabe duda, el sufrimiento es la mejor escuela de vida. Y lo es de una manera más eficaz, cuando se trata del sufrimiento y de las enfermedades que acompañan su ancianidad. Ellos nos hacen comprender y experimentar – finalmente – que somos “mortales”. La experiencia radical de la vida humana se da por la cercanía y experiencia de la muerte. En este contexto de ancianidad y enfermedad, en que la persona se siente impulsada a las preguntas fundamentales acerca del sentido y de lo que podríamos llamar, el fondo de la realidad, interviene la acción salvífica de Dios. Él se hace presente allí en donde el ser humano se encuentra, y lo alcanza con su gracia en las circunstancias concretas que le envuelven. Lo hace porque quiere salvarlo. “Mi Padre – nos repite Jesús – siempre trabaja y yo también trabajo” (Jn 5,17). No se trata sólo del “trabajo” divino en el constante gobierno de todo lo creado, sino también de su acción redentora, expresión de su voluntad salvífica universal, como lo encontramos revelada en 1Tim 2,4: “ Dios quiere que todos los hombres se salven”. Cuando la Iglesia, por medio de los agentes de pastoral, se acerca con el espíritu propio del misterio de la Visitación, a nuestros Ancianos Enfermos, se acerca a un “espacio humano sagrado” – para decirlo de algún modo – en que Dios con su acción gratuita, ya está interviniendo para “responder” a las inquietudes y a los interrogantes del enfermo, para iluminar de sentido los sufrimientos, para dar la fuerza necesaria para superar los miedos, y para hacer brillar la esperanza en lo que queda de camino terrenal, al que se está acercando rápidamente a la Vida eterna… Nuestros agentes de pastoral, son sólo humildes cooperadores de la acción misericordiosa de Dios a favor de sus hijos. 2. El lugar de los Ancianos Enfermos en la Parroquia Toda “vocación” cristiana es una “con-vocación”. El sí personalísimo de la respuesta a la llamada de Dios nos inserta en una Comunidad, y lo que constituye fundamentalmente la comunidad cristiana es vivir, en comunión de fe, la caridad y la misión de Cristo. Tanto más perfecta es una comunidad cristiana, cuanto más vive y realiza “en común” esa doble tarea, sin excluir a nadie, ya que cada cual hace parte de la comunidad no por lo que tenga o haga, sino por lo que es en Cristo. De la comunidad parroquial son parte integrante los Ancianos Enfer- 115 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 mos que viven dentro de los límites de la Parroquia. Le pertenecen de pleno derecho, más aún, por un derecho particular. Ellos son los miembros sufrientes de la comunidad que prolongan en el tiempo y en su persona, misteriosamente, la pasión de Cristo. “Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento – ha escrito Juan Pablo II – Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo”3 y completa – dice San Pablo – en su cuerpo el sufrimiento con el cual Cristo ha redimido el mundo, para el bien de la Iglesia (cfr. Col. 1,24). En el sufrimiento y por el sufrimiento, nuestros Ancianos Enfermos adquieren una “dignidad propia”, y una “misión propia”, que los califican como miembros privilegiados y dignos de veneración. “Su sufrimiento es un bien ante el cual la Iglesia se inclina con veneración, con toda la profundidad de su fe en la redención. Se inclina, juntamente con toda la profundidad de aquella fe, con la que abraza en sí misma el inefable misterio del Cuerpo de Cristo”4. Una constatación más: la Iglesia que nace por el misterio de la redención realizado en la Cruz de Cristo, se siente necesariamente impulsada a buscar el encuentro con el hombre, de un modo particular por el camino del sufrimiento. Ese ha sido el camino andado por Cristo para alcanzar la humanidad en lo más profundo de ella misma, allá a donde le han conducido el pecado y la muerte. La Iglesia está llamada a seguir el mismo camino y de este modo el “hombre sufriente” se hace “ camino de la Iglesia”, y no cabe duda, uno de los más importantes. El siervo de Dios Juan Pablo II, lo afirmaba con fuerte acento: “La Iglesia está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino del sufrimiento. En tal encuentro el hombre “se convierte en el camino de la Iglesia”5. En nuestras comunidades eclesiales, los Ancianos Enfermos, además de “camino imprescindible” del compromiso pastoral, son sacramento de Cristo, signo específico de su presencia: “Estaba enfer- Las consideraciones hasta aquí expuestas, nos motivan a un compromiso pastoral, prioritario y constante hacia nuestros Ancianos Enfermos. No nos está permitido “pasar de largo”, con indiferencia, sino que debemos “pararnos” junto a ellos. Y esta parada nada tiene que ver con la curiosidad, sino que expresa y es disponibilidad. “El mundo del sufrimiento humano invoca vor del prójimo que sufre. “Iluminados por Cristo, el sufrimiento y la cruz nos interpelan – han declarado los Obispos reunidos en Aparecida, Brasil – a vivir como Iglesia Samaritana” (cfr. Lc 10,25-37)7. La predilección de Jesús hacia los enfermos, a los cuales reservó los gestos más humanos de su bondad, los milagros más sorprendentes de su poder divino y la esperanza de un lugar especial en su Reino: “Bienaventurados los afligidos, los que lloran, porque serán consolados” (Mt 5,5), constituye el modelo para toda comunidad cristiana, de cómo atender a los Ancianos Enfermos. Si los enfermos y los afligidos han sido los preferidos de Cristo, los privilegiados de su misión salvadora (cfr. 4, 16-19), lo deben ser también para una comunidad parroquial que pretende ser fiel a Cristo. Además la atención afectuosa de la Iglesia hacia cuantos sufren, y que ella ha mostrado a largo de su historia, constituye sin duda una regla de conducta para cualquier comunidad cristiana, y a la vez un campo privilegiado de su pastoral. La pastoral de la salud, debe pues ser puesta en sin pausa otro mundo: el del amor humano; y aquel amor desinteresado, que brota en su corazón y en sus obras, el hombre lo debe de algún modo al sufrimiento”5. La atención pastoral de la Iglesia hacia los Ancianos Enfermos, es precisamente la acción del Buen Samaritano que “movido a compasión” hace todo lo que puede en fa- el centro de las actividades parroquiales; no puede ser considerada como una actividad facultativa, sino como una tarea ineludible del ser y del quehacer de la comunidad. Si desde hace años se habla en el lenguaje eclesiástico, de la “opción preferencial por los pobres”, o de “los pobres en el centro”, sabemos que con frecuencia los Ancianos mo y me han visitado” (Mt 25,40). Ellos muestran y representan el rostro más sorprendente de Cristo, el de Dios que sufre compartiendo hasta las últimas consecuencias el dolor humano, para realizar, por medio de él, la salvación. Es deber de todo cristiano honrar y prestar culto a Cristo que se nos entrega en el misterio Eucarístico y que sigue presente en los Sagrarios de nuestras Iglesias, pero sin infravalorar su presencia en los enfermos de la comunidad, en todos ellos, que son verdaderos “íconos” de Dios. 3. “Hoy la salvación ha entrado en esta casa” (Lc 19) 116 Enfermos, son los más pobres de los pobres de la parroquia. Es obvio que la opción para estos pobres, se realiza con una pastoral de los enfermos, adaptada en el tiempo, encarnada en la historia y hecha eficaz en un determinado lugar, con su contexto geográfico y social. De allí que debe insertarse en una planificación parroquial, diocesana e inclusive nacional, según las orientaciones de los Pastores, aunque toda pastoral se hace real y concreta sólo en la medida con que es acogida, repensada y llevada a cabo en el ámbito de la comunidad parroquial. La territorialidad de la parroquia, crea vecindario, conocimiento mutuo, convivencia que facilita el encuentro. Particularmente el mundo de los Ancianos Enfermos terminales, que residen en sus casas o en casas de familiares, pide un compromiso pastoral preferencial de la comunidad parroquial ya que debido a su enfermedad y al sufrimiento, no sólo se hallan en profunda dificultad su confianza en la vida, sino que entran en crisis también su misma fe en Dios y en su amor de Padre. Además, en general, su situación es muy dolorosa por varias causas: – abandono social en que se hallan por el poco interés que se tiene hacia ellos de parte del Estado y de la sociedad. – dificultades económicas, habitacionales, de asistencia… – marginación física y moral que los afecta en cuanto que considerados – y ellos mismos se experimentan tales – inútiles y de peso para sus familiares. La Iglesia no sólo no olvida el ejemplo de Jesús, sino tampoco su enseñanza de cuando, enviando a sus discípulos a evangelizar, les mandaba: “Cuiden a los enfermos que se hallan en esa casa o poblado y díganles: ‘El Reino de Dios está cerca de ustedes’” (Lc 10,9). Como Jesús entró en la casa de Pedro, en la de Simón el leproso, de Jairo, de Marta y María, del Jefe de fariseos, de Zaqueo… y siempre para ofrecer misericordia, esperanza, amistad, salvación… así la Iglesia por medio de los Agentes de pastoral permite que Jesús vuelva a “visitar” a sus preferidos, los Ancianos Enfermos, para consolarlos, iluminar de sentido sus sufrimientos y LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS animar su esperanza en la vida que no tiene fin. 4. Capaces de trasmitir razones de vida y de esperanza En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, leemos una inspirada afirmación profética: “Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”8. Se trata de una mi- sión en que cooperan, cada uno a su modo, ya los Ancianos Enfermos como los Agentes de pastoral que los asisten. Ellos se comprometen a hacer presente la acción salvífica de Cristo, de un modo integral, abrazando al Anciano Enfermo en todo su ser y en todas las dimensiones, con la intención de liberarles de todo lo que les oprime. Concretamente: la pastoral de los enfermos no puede ser limitada al anuncio de la Palabra de Dios y a la administración de los Sacramentos, aunque estas dos finalidades permanezcan los objetivos primarios y como el “soporte” de toda pastoral de la salud… Esta debe constituirse ante todo por la preocupación de llevar amor al Anciano Enfermo, de manifestárselo de un modo concreto en la medida con que el destinatario lo pueda percibir. Dios nos pide ante todo amar al enfermo, y amarlo en el respeto profundo de lo que él es, piensa y sufre. Hay que evitar con extrema preocupación, que el enfermo “perciba” que nuestro objetivo no es tanto el visitarle a él, el acom- pañarle, en la gratuidad del amor, sino la realización de un proyecto pastoral y sacramental, por cuanto noble sea. Acompañar al enfermo, nunca debe ser un medio, sino el fin: él es el destinatario de nuestro servicio amoroso. En este contexto de visita, gratuita, amigable, constante y respetuosa del estado anímico del Anciano Enfermo, y de su situación religiosa, intentaremos alcanzar las funciones específicas de la pastoral de la salud, y concretamente: a. Ofrecer a los Ancianos Enfer- mos una ayuda para vivir la propia situación. Su “estado” constituye – como ya lo puse de relieve – un terreno propicio para la acción pastoral. Se intenta entonces “guiarlos” a la comprensión de la realidad y del sentido del dolor a la luz de Cristo Crucificado y del Evangelio. – Hacerles “descubrir” que Dios es compañero de su vida en el sufrimiento y de aparente inutilidad y que con su presencia amorosa da valor salvífico a su dolor y a su soledad. – Ayudarlos así a que acepten la dolorosa situación en que se hallan. – Acompañarlos para que puedan reconocer el sentido humano y religioso de la enfermedad. – Valorar su contribución a los valores espirituales, morales y religiosos a favor de la comunidad y del … mundo. – Acompañarlos con la fuerza de la oración y la gracia de los sacramentos. b. Desarrollar una obra de educación sanitaria y moral en la pers- 117 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 pectiva del valor absoluto y sagrado de la vida para fomentar en los propios ambientes una auténtica “cultura de la vida”, desde el momento de la concepción al de la muerte natural. c. Actuar un claro testimonio de solidaridad y de servicio a los enfermos con gestos concretos de asistencia espiritual, económica, de presencia, para evitarles todo peligro de profunda depresión. d. Favorecer el “rescate” de cuantos puedan lograr un estado de salud, aunque precaria, para que se dediquen, en la medida de lo posible, a algo útil. e. Contribuir con todos los medios a la humanidad de las estructuras, las instituciones y los servicios socio-sanitarios del territorio para orientarlos al concreto bien integral de los Ancianos Enfermos. Urge darle “alma” a nuestras estructuras sanitarias. A este respecto conviene superar la fácil tentación de separar y casi oponer las dos dimensiones de la pastoral hacia nuestros Ancianos Enfermos. En efecto, la actividad socio-caritativa, en cuanto que acción humana o “natural” no se opone a la actividad específicamente “pastoral” por el hecho de que ésta es de orden moral- (La Beata Teresa de Calcuta, hacía “pastoral de enfermos”, aunque en sus hogares acogiera a Ancianos a los que no les podía hablar de Jesucristo). No podemos oponer “natural” a “sobrenatural, como no hay separación entre Dios – Creador y Cristo – Salvador. Todo lo que la actividad humana realiza para la liberación y salvación del hombre – desde la acción propia de la técnica más avanzada hasta el gesto más sencillo de ayuda – es una participación en la obra creadora y salvadora de Dios que quiere para nuestros Ancianos Enfermos, una atmósfera en que se experimente el amor, la luz y la esperanza. 5. “ Los Presbíteros oren sobre el enfermo y únjanlo con óleo en el nombre del Señor” (St 5,14) Este conocido texto de la carta de Santiago nos hace comprender que se trata de una práctica ya conocida por la primitiva comunidad cristiana. En esta unción hecha en el nombre del Señor, acompañada por oraciones recitadas por los “presbíteros”, para alivio del enfermo y remisión de los pecados, la Iglesia ha visto una forma inicial de la “Unción de los enfermos”. Sabemos que poco a poco de “Unción de enfermos” ha pasado a ser “Unción de agonizantes” o “extremaunción”. Gracias a la reforma del Concilio Vaticano II, ha vuelto a su primitiva naturaleza9 y ha colaborado a entender la pastoral del enfermo como una actividad que no se limita a los últimos auxilios, sino que tiene en cuenta la compleja y permanente realidad de los enfermos, particularmente de los Ancianos, necesitados de una constante atención humana y espiritual que llene su vida y alimente su esperanza. Además hay que tener en cuenta que la organización hospitalaria, especialmente en los Países desarrollados alcanza progresivamente a un mayor número de personas que durante un período más o menos largo de tiempo viven la experiencia de la enfermedad y esto reclama de parte de la asistencia religiosa un mayor esfuerzo en orden a ofrecer una respuesta adecuada a las exigencias humanas, morales y espirituales del enfermo que cuenta con unos derechos reconocidos por la sociedad. En este contexto, la enfermedad, particularmente la de los Ancianos ya no puede ser vista como una situación genérica límite, sino que ha de considerarse teniendo en cuenta las diversificaciones y complejidades del ser humano; ni puede verse como una simple situación de tránsito hacia el más allá, sino que constituye una realidad humana que puede subsistir de forma más bien prolongada. Ahora bien, aunque la pastoral de la salud no se reduce, como ya lo he puesto de relieve, a ofrecer los Sacramentos a nuestros Ancianos Enfermos, estamos conscientes que asegurarles una adecuada vida sacramental, es el mejor servicio que podemos prestarles. A este fin se sugiere utilizar unos medios y crear unas ocasiones para favorecer la práctica sacramental. He aquí unos ejemplos: – Jornada periódica de los Ancianos Enfermos, en la Parroquia y en los Centros Hospitalarios o en los Hogares de Ancianos. – Celebración mensual de la Eucaristía para Ancianos Enfermos. – Aprovechar para ello de los tiempos fuertes del Adviento y de la Cuaresma. Sabiendo además que la Unción de los Enfermos, está normalmente precedida por el Sacramento de la Reconciliación y seguida por la administración de la Eucaristía, su celebración constituye un momento de extraordinaria importancia en la vida del Anciano Enfermo. Como lo expresa el Nuevo Catecismo de la Iglesia, ésta dispone de un sacramento “especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad”10. “ En él, por medio de la unción, acompañada por la oración de los sacerdotes, la Iglesia encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que les dé el alivio y la salvación”11. Y estas afirmaciones recuerdan la oración que la Iglesia usa para la Bendición del Óleo: “Infunde tu santa bendición, para que cuantos reciban la unción con este óleo sean confortados en el cuerpo y en el alma y en el espíritu, y sean liberados de todo dolor, de toda debilidad y de toda dolencia”12. La Iglesia pide la salud para sus enfermos en fidelidad al mandato del Señor cuando envía a los suyos: “Sanen a los enfermos” (Mt 10,8). Ella cree en la presencia vivificante de Cristo, médico de las almas y de los cuerpos, y cree que esta presencia actúa particularmente a través de los Sacramentos13. Sin embargo, la Iglesia, acepta que ni los Sacramentos, ni las oraciones más fervorosas y llenas de fe obtengan la curación de todas las enfermedades y entonces consideran dirigidas a ella misma las palabras que el Señor dirigió a San Pablo: “Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza” (2Cor 12,9). En cualquier caso, la gracia primera del Sacramento de la Unción, es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. “Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en 118 Dios y fortalece las tentaciones del maligno, especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte” (Heb 2,15). Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador”14. De este modo, hay un “intercambio” de ayuda mutua: “Los enfermos que reciben este sacramento, ‘uniéndose libremente a la pasión y muerte de de Cristo’, contribuyen al bien del Pueblo de Dios” (LG 11); si la Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del enfermo, éste, a su vez, “por la gracia del Sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo, a Dios Padre”15. Al Sacramento de la Unción de enfermos sigue – siempre que sea posible – la administración de la Santísima Eucaristía. Aunque no siempre quepa establecer el momento más apto, conviene que en alguna oportunidad le sea administrado en forma de Viático. “Recibido en el momento del paso hacia el Padre, la Comunión del Cuerpo y Sangre de Cristo tiene una significación y una importancia particulares. Es semilla de vida eterna y poder de resurrección, según las palabras del Señor:” El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día” (Jn 6,54). Puesto que es sacramento de Cristo muerto y resuci- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS tado, la Eucaristía es aquí sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre” (cfr Jn 13,1)16. Conclusión La intención de esta breve exposición ha sido la de mostrar que nuestros Ancianos Enfermos, además de ser destinatarios privilegiados de la Pastoral de la Iglesia, son un don extraordinario para ella, en cuanto que “sacramento de Cristo”, Icono suyo, y partícipes de su sufrimiento redentor. Los problemas del Anciano Enfermo, permanecen con todos sus complejos interrogantes, pero nuestra Pastoral y la Vida Sacramental, les ayuda a vivir experiencias de comprensión, momentos de serenidad, sentimientos de auténtica autoestima y de verdadera utilidad para la propia familia y la entera comunidad cristiana. Asistir a un Anciano Enfermo, es en síntesis, dar esperanza, es decir, infundir aquella fuerza, dinámica y vital, que se caracteriza por la confianza de poder alcanzar un futuro mejor, realmente posible y personalmente significativo. Y esto, no sólo después del último paso de este mundo a la eternidad, sino ya acá por lo que se refiere al sentido de la vejez y de la enfermedad. Asistir a un Anciano Enfermo es ser instrumento de la presencia y de la acción de la Iglesia para ofrecer la luz y la gracia del Señor, “cordero degollado y vivo”, muerto y re- sucitado, a los que sufren y a los que los asisten. Asistir a un Anciano Enfermo, lo decimos una vez más es “ver” por la fe y comunicar con Cristo, presente en él; es prolongar misteriosamente la experiencia eucarística, hasta cuando podamos verlo “cara a cara”, cuando nos diga: “Vengan benditos de mi Padre, porque estaba enfermo y me han visitado” (Mt 25,36). S.E. Mons. VICTORINO GIRARDI STELLIN MCCJ Obispo de Tilarán, Costa Rica Notas bibliográficas 1 FLORES GONZALO, Penitencia y unción de los enfermos ( BAC, Madrid 1997) 355-358. 2 ENTRALGO L., El estado de la enfermedad (Madrid 1968) 43; Cfr. También ID Mysterium Doloris, Hacia una teología cristiana de la enfermedad (Madrid 1955). 3 JUAN PABLO II, Salvici Doloris 19. 4 SD 24. 5 SD 3. 6 SD 29. 7 V CONFERENCIA GENERAL DEL CELAM ( Bogotá 2007) nº 26. 8 GAUDIUM ET SPES ( GS) 31. 9 SACROSANTUM CONCILIUM (SC) 73. 10 NUEVO CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA (NCIC) 1511. 11 RITUALE ROMANUM, Ordo Unctionis Infirmorum, nº 5. 12 NCIC nº 75. 13 NCIC 1509. 14 NCIC 1520-1521. 15 NCIC 1522. 16 NCIC 1524. 119 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 BONIFACIO HONINGS 1.3 Aspectos pastorales conexos con la psicología. Recuperación del sentido religioso de salud y salvación Debido a su importancia temática y problemática, en primer lugar menciono el cambio que se ha verificado en la situación demográfica de los ancianos. Seguidamente, deseo dividir mi ponencia en tres momentos: 1. Aspecto holista de la pastoral sanitaria a la luz del Evangelio; 2. Psicología del enfermo anciano; 3. Recuperación del espacio religioso en la cultura contemporánea. Situación demográfica global del anciano Del 8 al 12 de abril del año 2002, se realizó en Madrid la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento con la finalidad de adoptar un Plan Internacional de acción sobre este particular. Ante las ocasiones favorables, la asamblea respondió a las provocaciones de la población anciana y, sobre todo, ofreció una promoción del desarrollo de una sociedad para todas las edades. Es preciso poner de relieve que en la segunda mitad del siglo XXI el número de personas con más de 60 años pasará de 600 millones en el año 2000 a 2mil millones en el 2050. Por tanto, los ancianos crecerán del 8 por ciento al 19 por ciento, mientras que los nacimientos descenderán del 33% al 22%. Como es evidente, esta situación demográfica global comporta profundas consecuencias en todo aspecto de la vida individual, comunitaria, nacional e internacional. Cada faceta social, económica, política, cultural, psicológica, espiritual y, obviamente, pastoral, deberá desarrollarse de conformidad con ello. El proceso evolutivo del envejecimiento global se debe integrar en un recorrido de evolución humanizadora y socializadora cada vez más amplio. Ante todo, se necesita una promoción y una protección de todos sus derechos humanos fundamentales y una garantía de las libertades que requieren por su dignidad como persona humana1. Es esencial reconocer la habilidad y la capacidad de todos los ancianos de dar aún su contribución en la vida social, en su conjunto. De los ancianos cristianos en general y del anciano cristiano enfermo en particular, quisiera hacer resaltar su habilidad y capacidad de contribuir de modo peculiar en la vida y en la misión de la Iglesia. anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Mt 11,2-3). Sin embargo, es importante poner de relieve que las curaciones que Jesús hacía no tenían un fin en cuanto tales, sino querían manifestar el inicio de una curación a realizarse en el íntimo de la 1. La teología pastoral sanitaria holista a la luz del Evangelio En cuanto misión de la Iglesia, la pastoral sanitaria no es sino la continuación de la misión de Cristo. Cuando El envió a sus discípulos, sus palabras fueron irrevocables: “Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios. De gracia lo recibísteis; dadlo de gracia” (Mt 10, 7-8). De manera amplia podemos decir que la pastoral sanitaria de Jesús manifiesta la presencia benévola de Dios entre sus criaturas, la ternura de Dios hacia la humanidad que sufre, su iniciativa por la restauración total del ser humano. Para Jesús, las curaciones marcan el inicio de su tiempo mesiánico. De hecho, a los discípulos de Juan Bautista les dice: “Id y contad a Juan lo que oís y veis: Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se persona enferma. Jesús dice al paralítico de Cafarnaún: «Te son perdonados tus pecados» y al leproso que retorna para agradecerle por haberle curado en su cuerpo, Jesús amplía la perspectiva de la curación diciéndole: «Tu fe te ha salvado». La actividad terapéutica de Jesús revela de modo peculiar la acción de salvación que Dios estaba realizando gracias a la fuerza del amor de Jesús mismo. La pastoral sanitaria, por tanto, no debe ser sólo expresión de la ternura de Dios hacia la humanidad que sufre, sino también acompañamiento de la humanidad que sufre hacia la salvación, 120 es decir hacia su plena realización natural y sobrenatural. Y esto precisamente cuando se encuentra en dicho estado, sobre todo como enfermo en edad ya adelantada”2. Ahora bien, es importante precisar que en la época de Juan de Dios, de Camilo de Lelis y de Vicente de Paúl la pastoral sanitaria consistía en la asistencia religiosa, en el “cuidado de las almas”. Los manuales de teología pastoral trataban de preparar a los sacerdotes de modo práctico3 para luego hacerlo en el ámbito teológico, en el campo del “cuidado de las almas”4. El manual de Ignaz Schuch, sobre todo en el estilo de Rautenstrauch, se convirtió en el texto clásico de la teología pastoral sanitaria5. El Concilio Vaticano II enseña que la actividad pastoral debe ser realista, es decir, debe tener en consideración su dimensión divina y humana, lo que significa que al mismo tiempo debe permanecer totalmente en la revelación y en la realidad histórica6. La CEI concibe la pastoral sanitaria «como la presencia y la acción de la Iglesia para llevar la luz y la gracia del Señor a los que sufren y a los que se ocupan de ellos». En otras palabras, la pastoral sanitaria tiene la tarea de integrar todas las fuerzas en torno a la persona enferma para aliviarla moralmente y ayudarla a aceptar y valorar su situación de sufrimiento – acompañándola también con la oración y la gracia de los sacramentos, para responder a su vocación como hombre y como bautizado7. Lo anterior pone de manfiesto que los aspectos de la pastoral sanitaria se refieren a un acercamiento holista del enfermo: soma, psyche, pneuma. 2. Psicología del enfermo anciano No podemos y no debemos esconder que también para el mundo religioso la enfermedad representa un reto psicológico y espiritual. De hecho, en la enfermedad, sobre todo cuando es grave, el temor de la muerte y las preocupaciones ante la situación personal y de los parientes pueden poner a dura prueba la religiosidad del enfermo incluso cuando es creyente. En la primera fase, Dios podría aparecerle como el responsable directo de su sufrimiento LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS o como alguien que es indiferente ante el sufrimiento de una criatura suya. “La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte”8. “La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a El”9. Por tanto, para el pastor sanitario es necesario saber discernir qué enfermo se encuentra delante de sí, sobre todo cuando el enfermo es anciano. Precisamente porque este se acerca cada vez más al término de su vida. Juan Pablo II, de venerada memoria, denota que el mundo de la salud y de la enfermedad, en el que se viven los acontecimientos humanos fundamentales de la existencia, aparece como “lugar” emblemático para intuir o captar algunas manifestaciones e indicios de la condición psicológica y espiritual de un enfermo sobre todo como en nuestro caso si es anciano10. La ciencia y la técnica , cada vez más cercanas a los últimos secretos de la vida, han relativizado o por lo menos han descolorido el valor religioso de la vida humana. En vez de la salvación el hombre de hoy desea una salud cada vez de mayor calidad. En lugar del perdón y de la reconciliación sacramental se buscan los tranquilizantes de un inmenso mercado o los recursos que ofrecen las ciencias del comportamiento. La experiencia pastoral en el mundo de la salud nos dice que la religión ha perdido mucho espacio en el alma humana y que la vivencia espiritual, cada vez más subjetiva, más íntima o escondida, a menudo pasa inobservada. La psicología del enfermo anciano no es ajena a esta pérdida religiosa. Experimenta un profundo sentido de soledad y vive en un estado de ánimo de que constituye un peso grave para su ambiente familiar y social. A este punto, se siente como un desecho por descargar “quam primum”. 3. Recuperación del espacio religioso en la cultura contemporánea Precisamente, es entonces que la práctica y las experiencias religiosas y esirituales pueden tener efectos saludables y, sobre todo, de salvación. Se trata de dimensiones somáticas, psíquicas y del pneuma, propias de la persona humana, que especialmente en la psicología del enfermo anciano son profundamente interactivas. Aquí se abre un campo de investigación de los aspectos pastorales para ayudar a leer y proponer una visión del Evangelio de la vida, del sufrimiento y de la muerte. La pastoral sanitaria puede encontrar en el enfermo anciano, aunque no siempre de modo explícito, una visión integral de su ser humano y cristiano. No sólo esto, sino también puede hallar la interacción activa de todas las dimensiones en el proceso psicofísico y religioso-espiritual de su enfermedad. Pero aquí interesa poner de relieve dos riesgos: el primero es la reducción de la pastoral a la condición psicológica con la exclusión de la dimensión religiosa; el segundo es que eventuales necesidades y deseos de carácter religioso no tengan relevancia en el proceso de superación del profundo sentido de soledad y del estado de ánimo de un grave peso familiar y económico-social11. El primer riesgo se refiere a una pastoral demasiado desencarnada, verticalista, poco sensible a la realización humana, tanto individual como social del hombre en el tiempo y en el espacio. El segundo riesgo se refiere a una pastoral demasiado encarnada, horizontalista, con una apertura ambigua a la trrascendencia, expuesta al subjetivismo religioso y al relativismo ético y, por tanto, sin contenidos. Conclusión En los aspectos pastorales es importante tener en cuenta que las experiencias de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte hacen descubrir la estructura fundamental de la persona. Remiten a la verdadera identidad de su ser humano y cristiano, es decir, remiten no a lo que sucede sino a lo que en fondo es ca- 121 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 da uno de nosotros. De hecho, estas experiencias colocan al hombre frente a elecciones guiadas por valores, es decir, obligan a pronunciarse sobre lo que es esencial en su vida y, especialmente si es anciano y enfermo, sobre lo que significa para él su enfermedad y su muerte. La certeza del apóstol no admite dudas: “Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Rm 8, 18). En lo que se refiere a la psicología de cada hombre, aunque diría sobre todo del enfermo anciano, San Agustín demuestra que la persona humana realiza su existencia a partir de una tensión radical. “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no encontrará sosiego hasta que no descanse en ti”. Con la muerte el hombre supera definitivamente al hombre. Esta es la originalidad de cada ser humano: creado y conservado por amor a Dios, redimido por la sangre del Hijo, santificado por la gracia del Espíritu Santo, para descansar eternamente en el amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo12. P. BONIFACIO HONINGS, O.C.D. Profesor Emérito de Teología Moral, de las Pontificias Universidades Lateranense y Urbaniana Consultor del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede Notas 1 Ver International Plan of Action on Ageing 2002, Introduction, n.2 e n.5. 2 Cfr. DI MENNA RENATO, Pastoral sanitaria. Historia, conceptos, ámbitos, en Dizionario di Teologia Pastorale, p. 830-832. 3 Cfr. Stefano Ratensctrauch OSB. 4 Cfr. Michael Sailer y Anton Graf. 5 Fue publicada por primera vez en 1865 y tuvo veinte ediciones de las cuales la última en 1924. 6 Cfr. SEVESO B. Teología pastoral en Dizionario Teologico interdisciplinare, 1977, 94. 7 Cfr. DI MENNA RENATO, a.c. p, 835. 8 CIC, 1500. 9 CIC, 1501. 10 Cfr. Dolentium hominum, 3. 11 Cfr. FRANCISCO ALVAREZ, La dimensión espiritual de la persona. Para un acompañamiento saludable en la enfermedad. Camillianum 19, 2007, p. 72-73, (ver sobre todo la nota 7); Cfr. también ZUCCHI-HONINGS, varios estudios en Dolentium Hominum. 12 Cfr. CIC, 27. 122 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS 2. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista biomédico GIUSEPPE RECCHIA, PAOLO RIZZINI 2.1 Investigación biomédica y farmacológica para el anciano enfermo Introducción Gracias al aumento de la expectativa de vida, las transformaciones de la estructura social en curso, con un aumento considerable de las personas ancianas tanto por encima de los 60 años de edad (ver fig. 1), como de los 80 años, representan una importante y profunda revolución demográfica cuyo impacto, según las previsiones de las Naciones Unidas, puede superar incluso el que causó la Revolución Industrial (1,2). Fig. 1: Porcentual de la población mundial con edad igual o mayor de 60 años durante el último siglo y proyecciones para el presente siglo (2) El cuadro se vuelve mucho más dramático si nos limitamos a los países denominados desarrollados ya que en los últimos 100 años la expectativa promedio de vida en el hombre prácticamente se ha duplicado y en la actualidad tanto en Europa como en América del Norte, cerca del 20% de la población está formada por individuos con más de sesenta años, y se calcula que para el 2100 dicha porcentual alcanzará el 45-50%. Como sabemos, el envejecimiento es un proceso universal presente en todas las especies animales ya que sus manifestaciones son familiares, evidentes y bien definidas. No obstante esto, no existe una definición del envejecimiento que sea aceptada en forma total y los mecanismos que implican no están esclarecidos y a menudo son evasivos y dificultan la investigación. El envejecimiento se define como la progresiva disminución de la capacidad funcional, acompañada por la pérdida de capacidad reproductiva y aumento de mortalidad y discapacidad (3). A esto hay que añadir los efectos que la edad tiene en la respuesta a las terapias, sean farmacológicas, quirúrgicas o de rehabilitación. Finalmente, en la edad adelantada aumenta de modo exponencial la prevalencia de marker de enfermedad, de enfermedad conclamada y de déficit funcional debido a las diferentes patologías. En los países desarrollados, la edad anciana es considerada como el factor principal de riesgo en la mayoría de las patologías, y en Estados Unidos los sujetos con más de 70 años de edad representan el 58% de las personas con patologías osteo-articulares, el 45% de los hipertensos, el 21% de los pacientes con enfermedades cardiacas, el 19% de los sujetos con neplasia, el 12% de los diabéticos y el 9% de los pacientes con ictus (4). Aunque el proceso de envejecimiento de la población ha sido considerado como un importante factor potencial de crisis de la economía y de los servicios sanitarios (5, 6), hay que reconocer la capacidad poten- cial de alcanzar un excelente estado de salud en la edad adelantada, lo cual permite que los ancianos proporcionen un aporte positivo a la sociedad (1). La disminución de la morbilidad y de la mortalidad, por ejemplo cardiovascular, junto con la mejora del estado funcional de la población geriátrica, significa que por lo menos es desconcertante extrapolar los actuales niveles de prevalencia de la enfermedad y de la discapacidad a las futuras generaciones de ancianos. La investigación biomédica básica, en particular aquella genética, la experimentación clínica de las terapias a favor del anciano y la investigación sanitaria, en los próximos años serán fundamentales para definir mejor un nuevo paradigma del envejecimiento y de su gestión médica y sanitaria. En este capítulo discutiremos las oportunidades y los problemas vinculados con los estudios realizados en la población anciana referentes a estos tres sectores de investigación. Investigación biomédica y genética del envejecimiento Los “ancianos” representan la parte de nuestra población que aumenta rápidamente. Esto puede comportar un importante e incluso dramático aumento potencial en la prevalencia de patologías relacionadas con el envejecimiento como las enfermedades cardiovasculares, la arterioesclerosis, las diabetes de tipo 2, los tumores, la catarata, el Alzheimer, la osteoporosis, la artritis, sólo 123 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 para citar algunas (7). Las mejoras de la capacidad y de la eficacia terapéutica para éstas y otras patologías importantes podría impulsar la expectativa del promedio de la vida a 85 y más años, comprimiendo sustancialmente la morbilidad geriátrica hacia la etapa extrema de la vida. Probablemente, un posterior aumento de las expectativas de vida podría alcanzarse en el futuro sólo mediante intervenciones a nivel de mecanismos biológicos básicos (moleculares y celulares) de envejecimiento. La capacidad de alcanzar una considerable o extraordinaria longevidad en buena salud es probablemente una combinación de muchos factores: estilo de vida, alimentación y la “suerte” de poseer una constitución genética (genotipo) “favorable, es decir, la falta de genes que predispongan a enfermedades, a discapacidades y mortalidad prematura, y a la presencia de variables genéticas que favorezcan la longevidad. Pero ¿qué es el envejecimiento? Asimismo, el envejecimiento ¿es enfermedad o no? Algunos “expertos” (esto es, los gerontólogos) distinguen netamente entre los términos envejecimiento (aging o ageing de la terminología anglosajona), y senescencia, entendiendo por senescencia las modificaciones estructurales y funcionales que se manifiestan hacia el término de la vida (podemos referirnos a la vida de una célula, de un tejido, de un órgano o de todo un organismo) y que no están asociadas a la muerte más o menos próxima del tejido o del organismo. En términos de evolución se puede admitir que los mecanismos de la senescencia celular hayan procedido como mencanismos anti tumorales para impedir los daños al DNI, al crecimiento neoplástico incontrolado y a otros tenómenos típicos de la transformación neoplástica (8). Por el contrario, el término envejecimiento se emplea para definir cualquier cambio estructural y/o funcional que ocurre durante la vida; en otras palabras, el envejecimiento activo comienza ya durante la vida prenatal, dado que ciertas células mueren por apoptosis como parte del proceso de desarrollo embriofetal, establecido por el programa genético. Por tanto, el envejecimiento se puede definir como el conjunto de todos los cambios por los cuales el ser humano está progresivamente más “cercano” a la muerte en sentido probabilístico. Los estudios de biología evolucionista nos han proporcionado una teoría fuerte (aunque no inmediata y de fácil entendimiento) sobre el por qué envejecemos. En términos muy sintéticos, nosotros envejecemos porque los fenotipos de senescencia escapan a la fuerza de la selección natural, y el envejecimiento es un proceso que no se adapta. Sin embargo, se conoce mucho menos como envejecemos, es decir fundamentalmente sobre los mecanismos moleculares de envejecimiento, que representan un campo de estudio extremadamente complejo. Por ejemplo, no es claro si este proceso se debe a un número relativamente modesto de procesos moleculares universales, o si el envejecimiento de cada organismo, órgano o tejido ocurre con mecanismos únicos y específicos. Algunos de los problemas existentes en el estudio de las causas moleculares de envejecimiento los encontramos por ejemplo en la heterogeneidad individual, tisutal, debido a las diferencias entre especies animales, al papel de factores celulares intrínsecos con respecto a modificaciones generales de la homeostasis. En otras palabras, los cambios moleculares celulares y tisutales asociados al envejecimiento son el resultado neto de muchos acontecimientos concomitantes, que de este modo pueden oscurecer las causas primitivas del mismo envejecimiento (9). Desde el punto de vista genético, el aumento de nuestros conocimientos en estos ámbitos, se puede servir sobre todo de dos estrategias: 1) la identificación (previo mapeo y sucesivo clonaje) de genes responsables de importantes patologías crónicodegenerativas típicas del anciano (p.e. demencia de Alzheimer, tumores, arterioesclerosis, etc.); 2) el estudio de las bases genéticas de la longevidad humana. Un presupuesto teórico simple pero importante para asignar un papel no secundario a nuestros genes en los complejos procesos relacionados con el envejecimiento, lo encontramos en el hecho que la entidad y la velocidad del envejecimiento y la duración máxima de la vida varía en las diferentes especies animales. Por tanto, al menos en parte estos procesos se deben someter a controles de tipo genético. Por ejemplo, en algunos importantes modelos animales experimentales utilizados en el estudio del envejecimiento (los nemátodos C.elegans, el mosquito D.melanogaster, y el ratón), las mutaciones específicas en genes específicos inducen a un aumento de la duración de la vida incluso de seis veces, deteniendo aparentemente los procesos del envejecimiento. Y los mismos tipos de genes que actúan en una especie, tienen el mismo efecto también en especies diferentes. Este es un dato muy importante porque, visto que la mayoría de las vías bio-metabólicas resultan conservadas en la evolución en las diferentes especies animales, y dado que casi todos estos genes están presentes en forma homóloga también en nuestro genoma, seguramente su análisis podrá ayudarnos a entender más los mecanismos del envejecimiento humano. Además, la identificación de determinantes genéticas que regulan la longevidad humana sugiere la posibilidad de identificar potenciales target terapéuticos, como describiremos a continuación. Los “gerontogenes” Un camino que se puede recorrer es, pues, descubrir los genes responsables de los procesos de envejecimiento (por ejemplo en los mosquitos, los genes que impiden la acumulación de energía) y desctivarlos. Al parecer, los genes implicados en el proceso de envejecimiento (gerontogenes) son más de 50. El primero ha sido el gen daf-2 que en el proceso 124 de envejecimiento de la filaria (10): al desactivarlo los gusanos redoblaban su vida. En 1998 se identificó el gen Matusalén que permitía aumentar del 35% la vida de la especie (11). Es interesante notar como las funciones de estos genes están relacionados con procesos energéticosmetabólicos celulares, reforzando la idea de una estrecha conexión entre metabolismo y envejecimiento. Otro gen interesante, denominado p66shc, si es eliminado e inactivado en el ratón, redobla la duración de la vida animal (12). Este gen, que codifica para un trasductor de señal citoplasmático implicado en la transmisión de estímulos mitogénicos por receptores específicos activados al oncogen Ras, probablemente está implicado en la regulación de las respuestas apoptóticas debido al “estrés” y en la regulación de la duración de la vida en los mamíferos. En diciembre del año 2000 se anunció el descubrimiento de Indy (acrónimo de I’m not dead yet, todavía no estoy muerto), cuya mutación redobla la vida de los mosquitos, creando una situación celular metabólica que simula un estado de restricción calórica (13). En el 2001 un equipo italoamericano anunció la generación de ratones transgénicos cuyos músculos no envejecen y por tanto no pierden fuerza con la edad. Esto fue posible transfiriendo en los embriones el gen para una proteína (Igf1, insulin-like growth factor) capaz de bloquear la degeneración de los músculos, típica del envejecimiento (14). Desde hace tiempo ya se conoce la asunción Igf1 como terapia hormonal antinvejecemiento, pero su empleo siempre ha sido bloqueado debido a los efectos colatareales (desarrollo de tumores). La ventaja de introducirla en los embriones es que su acción se limita sólo a los músculos involuntarios. Obviamente se trata de una investigación que, si se aplica al hombre, puede mejorar la calidad de la vida en edad adelantada, pero no mejora la longevidad, visto que actúa sólo en una porción del organismo. Regresando al mosquito de la fruta, investigaciones muy recientes han permitido identificar un gen, implicado en la regulación de la asunción calórica, asociado a la longevidad de los metazoos (15). Se trata de Sir2, que codifica para un deacilasa histónica (pero también otras proteínas pueden ser modificadas, por ejemplo la p53). Se LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ha observado un significativo aumento de la expresión de este gen en mutantes de larga vida, así como en drosofile wild-type de larga vida sometidas a restricción calórica. La idea es que Sir2 esté implicada directamente en pathway moleculares y bioquímicos destinados a la regulación de la restricción calórica asociada a la duración de la vida. El cromosoma 4 parece ofrecer algunas esperanzas en lo que se refiere a la genética de envejecimiento. En el 2001 un grupo de investigadores de Boston identificó, mediante análisis familiares de linkage genético, una región del cromosoma 4 que contiene uno o más genes que se pueden asociar a la longevidad, estudiando a 137 familias sobre todo europeas con familiares longevos con más de cien años por un total de 308 sujetos. Se descubrió así que los sujetos tienen en común una perlipemias y obesidad. Además, la acción de la MTP en el metabolismo lipídico proporciona evidencias racionales para sospechar un rol en la longevidad humana. Como se sabe, alteraciones del perfil lipídico (junto con otros factores genéticos y ambientales) representan un factor importante de riesgo en enfermerdades vasculares (cardiacas, cerebrales, periféricas) como primeras causas de mortalidad. Las variantes genéticas asociadas a la función lipídica deberían tener también algún efecto en la duración de la vida. Por ejemplo, los hijos de centenarios tienen perfiles lipídicos más “favorables” (aumento de HDL-colesterol y reducción del LDL-colesterol) con respecto a los controles y, por consiguiente, demuestran una considerable reducción del riesgo cardio y cerebrovascular. Estos dos estudios demuestran también la factibilidad y la utilidad de emplear individuos y familias de centenarios, o casi centenarios, como modelo de estudio de la longevidad humana y de la re- región del cromosoma 4, que contiene al menos 50 genes (16). En el año 2003 los mismos autores (guiados por el italiano Annibale Puca) identificaron en esta región un probable gen “candidato”, implicado y/o asociado a la entidad de la duración de la vida en el hombre (17). El gen codifica para una proteína de transporte microsomial (MTP), implicada en la biosíntesis lipoprotéica (empacamiento de la ApoB y de los triglicéridos). Estos estudios dan cabida también a nuevos e interesantes escenarios médicos y terapéuticos. En efecto, la MTP representa un fascinante target terapéutico para fármacos antilipídicos de generaciones futuras en el tratamiento de hi- sistencia a enfermedades crónicasdegenerativas. Recientemente, también en Italia se ha puesto en marcha una investigación sobre el aspecto genético del envejecimiento: en mayo del 2004 se ha presentado en Bolonia el Proyecto Europeo “GEHA – Genetics of Healthy Aging”. Se trata de un proyecto integrado de investigación científica financiado por la Unión Europea, dirigido por la Universidad de Bolonia, con una duración de cinco años, que tiene por finalidad identificar 2800 parejas de hermanos con más de noventa años en 17 áreas geográficas distribuidas en 11 países europeos, además que en Israel y China. El proyecto tiene como objetivo Cromosoma 4, envejecimiento y metabolismo lipídico 125 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 identificar los genes que tienen un papel en el envejecimiento en salud y permiten alcanzar edades adelantadas en buenas condiciones de actividad física y cognitiva. Los hijos, los nietos, pero también esposas y esposos que servirán para identificar como el ambiente en el que ha vivido y su estilo de vida han contribuido en la buena salud del sujeto. Será el CIG, Centro Interdepartamental ‘Galvani’ para estudios integrados de bioinformática, biofísica y biocomplejidad de la universidad boloñés, que coordinará la investigación de los 26 partner del proyecto, elegidos entre los centros más adelantados de estudios de geriatría, genética, bioinformática y demografía. El Responsable del proyecto Geha será el profesor Claudio Franceschi, director del Instituto nacional de internamiento y cuidado para Ancianos de Ancona (Inrca). La finalidad es llegar a un mapeo genético mediante una escansión de todo el genoma; de esta escansión preliminar se tratará de reducir el análisis a las zonas que nos indican el estado de salud del anciano. Luego en estas regiones se concentrará la investigación de los genes que pueden haber determinado el buen estado de salud. 1996 la clonación de la oveja Dolly puso en alarma a los estudiosos que buscan el elixir de la eterna juventud: la oveja había nacido “vieja”, parecida a la madre de la cual había sido clonada (“vieja” en sentido biológico, es decir, en el sentido de que la anchura de los telómeros en el corderito recién nacido correspondía igualmente al ancho de los telómeros del animal adulto). ¿Cuál es el límite de la teoría de los telómeros? Que los telómeros podrían no ser el verdadero cuello de botella del proceso de envejecimiento. En otros términos, también con telómeros de anchura infinita podrían intervenir otros factores que reducirían drásticamente la longevidad. Los telómeros han sido puestos bajo la atención del gran público desde cuando se comenzó a asociarlos al proceso de envejecimiento. Hay que notar al respecto que a menudo los mass media tienden a transformar interesantes hipótesis científicas en novedades espectaculares y sensacionales: muchos títulos de diarios, al referirse a estos estudios sobre los telómeros y sobre la telomerasa, llevaban títulos como “¡descubierto el gen de la inmortalidad!”. Es supérfluo todo comentario. Celómeros y telomerasas Progeria (enfermedad de Hutchinson-Gilford) Los telómeros son porciones de breves secuencias de ADN repetido situadas en las extremidades de los cromosomas. Su tarea es proteger a los cromosomas durante la división celular; esta tarea los consume y cada vez que la célula se divide, se encogen. En un determinado momento su anchura ya no es capaz de proteger a la célula que no se reproduce de modo correcto, generando así el envejecimiento. Los telómeros representan, pues, una especie de reloj biológico celular, que indica a la célula cuando ha llegado el momento de ir en “apoptosis”, término difícil que indica la muerte celular programada. Probablemente, el encogimiento telomérico deriva de la falta de actividad del enzima telomerasa (una ribonucleoproteína bastante compleja de actividad enzimática que reconstituye los telómeros) en la mayor parte de las células somáticas. La denominada teoría de los telómeros plantea pues que el envejecimiento celular se debe a la incapacidad de la célula de dividirse. En Una nueva teoría hipotiza en cambio que las células se siguen dividiendo incluso en edad tardía, pero debido a un defecto genético lo hacen mal. Por ejemplo los niños afligidos de una forma de progeria (enfermedad Hutchinson-Gilford), una rara y grave enfermedad genética que causa envejecimiento muy precoz y fatal, presentan fibroblastos que, in vitro, en vez de dividirse normalmente cerca de 50 veces antes de morir, se dividen sólo 10-30 veces, y muestran por tanto señales muy precoces de senescencia celular. La mutación se verifica en el gen LMNA, que contiene informaciones básicas para la construcción y el mantenimiento de dos proteínas fuertemente implicadas en los procesos de crecimiento y de maduración de las células (lámina A y C) (18). Se trata de un descubrimiento muy importante para el diagnóstico precoz de la enfermedad y abre un nuevo camino al entendimiento de los fenómenos que, generalmente, regulan la vida de los tejidos. Los mitocondrios Es conocido que el ADN mitocondrial, desprovistos de sistemas eficaces de reparación como el ADN nuclear, acumula mutaciones en el tiempo, deteriorándose progresivamente y de manera continuativa, probablemente debido a los radicales reactivos del oxígeno producidos por la cadena respiratoria (19). Las mutaciones en los mitocondrios se pueden implicar en el desarrollo de algunas patologías de envejecimiento como la osteoporosis, las enfermedades cardiacas y la anemia vinculada a la edad. Por ejemplo, ratones de experimentación con genes modificados para aumentar el número de mutaciones de mitocondrios, envejecen tres veces más rápidamente de lo normal. Además, los ratones modificados genéticamente sufrían de pérdida del pelo, de osteoporosis, de pérdida de peso y de problemas al corazón mucho antes con respecto a los ratones normales y vivían un tercio de la edad de sus semejantes no modificados genéticamente (20). Además de actuar como generadores de energía en las células, los mitocondrios producen agentes oxidantes que pueden deteriorar las células y su ADN. Debido a la cercanía a estos oxidantes, o radicales libres, los mitocondrios son muy vulnerables. Desde los años cincuenta los hombres de ciencia estudian el nexo entre las mutaciones de los mitocondrios y las enfermedades relacionadas con el envejecimiento. Las mutaciones no son simplemente un subproducto del envejecimiento, sino una de sus causas principales, aunque con esto no se haya resuelto totalmente el misterio. Restricción calórica Para tratar de responder a la pregunta planteada al comienzo: “¿el envejecimiento es una enfermedad?”, una estrategia es confrontar animales que envejecen normalmente con animales longevos (o de larga vida). Se considera que los ratones sometidos a dietas hipocalóricas son buenos modelos de “salud”. Si el envejecimiento es enfermedad, entonces estos animales longevos están desprovistos. Lo único cierto y conocido que retrasa el envejecimiento (al menos en los roedores) es la restricción calórica. Sin embargo, estos datos que unen el aporte calórico a la 126 duración de la vida en modelos animales roedores, aún no han sido replicados en los primates no humanos. Por tanto, también esto representa una vena de investigación que es preciso profundizar por ejemplo mediante estudios de fisiología y genética comparada. Perspectivas futuras de investigación El estudio del envejecimiento humano constituye un reto extraordinario. El fenómeno se vuelve aún más complejo porque es imposible estudiarlo directamente en vivo en el hombre. Por tanto, la investigación tiene que apoyarse en estrategias indirectas, como modelos y extrapolaciones. Oportunidades de investigación muy nuevas y prometedoras acerca de los aspectos genéticos de la fisiología y de la fisiopatología del envejecimiento humano vendrán de las nuevas tecnologías que ofrece la genómica, de la postgenómica y de la proteómica, por ejemplo a través de la creación de amplios database genéticos y protéicos que contienen informaciones derivadas de estudios sobre modelos animales (genes, vías metabólicas, mutaciones conocidas para modificar el envejecimiento), integrados en “networks” funcionales. Recientemente se ha implementado un database, llamado apropiadamente GenAge, capaz de proporcionar una especie de mapa genómico y proteómico del envejecimiento humano (21). Junto con estos asombrosos progresos, ciertamente encontrarán espacio y tendrán papeles fundamentales también la bioinformática, la genómica comparativa y el análisis génico mediante ADN chips (DNA microarrays) para la reconstrucción de las redes genéticas implicadas en los procesos que causan y regulan el envejecimiento (22). Entonces podemos plantearnos algunas preguntas: ¿viviremos hasta 120 años? o ¿quizás más? Sobre este tema muchas son aún las teorías que se contienden la plaza. Citemos tres de las que actualmente son las más acreditadas. La teoría genética: existirían genes que dirigen, aplazan y de algún modo regulan el proceso de envejecimiento; esta teoría dejaría poco espacio a las defensas que el individuo puede actuar contra su reloj biológico y por tanto al “ambiente”. Sólo la ingeniería genética LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS podría modificar las cosas en el futuro. La teoría de los radicales libres: en 1954, el Nobel D. Harman hipotizó que la causa de la senescencia fuesen los radicales libres producidos durante los procesos metabólicos. Los radicales son muy activos y pueden reaccionar con el ADN, las proteínas, los ácidos grasos presentes en la membrana celular. La teoría hormonal: es una de las teorías más interesantes acerca del envejecimiento. Algunas hormonas disminuyen con la edad y provocan muchos de los problemas asociados normalmente a la vejez. En realidad, es probable que las tres causas puedan coexistir (junto a otras) y que efectivamente se puedan eliminar algunas para alcanzar ese límite de los 120 años que actualmente es el objetivo de los investigadores. El reciente descubrimiento de gen p66shc que controla una proteína que gobierna la respuesta celular al estrés de oxidación parece confirmar la posible coexistencia de las diferentes teorías. El envejecimiento es un fenómeno complejo de degeneración de las capacidades vitales del organismo que conduce a la muerte, aún en ausencia de enfermedades. Por tanto, hay que notar que no obstante algunos lugares comunes y prejuicios, el envejecimiento no está asociado necesariamente a la enfermedad o a patologías más o menos invalidantes, ya que sus efectos, en términos de menores servicios psicofísicos, se pueden observar también en individuos perfectamente sanos. Los enormes pasos que está realizando la genética han hecho nacer entusiasmos quizás injustificados en el estudio de las estrategias anti-edad. De hecho: los resultados de la investigación aún no están consolidados; esto significa que de los centenares de investigación que se están realizando en todo el mundo y cuyos resultados aparecen en las revistas especializadas, sólo algunas serán fundamentales, es decir, se traducirán en un resultado práctico. Muchas otras se redimensionarán o serán desmentidas ante un mejor entendimiento de los procesos de envejecimiento. Es necesario distinguir entre experimentos en animales y experimentos en el hombre. La generalización de los resultados a la especie humana de ningún modo se da por descontada. Es necesario distinguir entre los resultados parciales (en una parte del organis- mo) y resultados totales. Prolongar la eficiencia de un órgano no significa necesariamente aumentar la longevidad del organismo, tal como la inmortalidad celular no significa la inmortalidad del hombre. Gran parte de las investigaciones con animales experimentales se refieren precisamente a animales cuya vida es relativamente breve donde el descubrimiento de los genes responsables del envejecimiento puede ser facilitado por el rápido sucederse de las generaciones y del discurrir veloz de la vida de cada individuo. Las perspectivas de este camino son muy buenas, porque el eventual descubrimiento en el hombre podría traducirse efectivamente en producto anti envejecimiento (por ejemplo fármacos que desactivan las sustancias cuya síntesis es puesta en marcha por los genes dañinos). ¿Será posible que un día se controle la expresión de los genes responsables del envejecimiento? Aunque la respuesta probablemente es positiva, ante todo estos genes tienen que ser identificados, y sólo posteriormente su expresión podrá ser estudiada y modificada. En un futuro ligeramente menos lejano es posible que, una vez que se comprendan los mecanismos moleculares del envejecimiento, se puedan ofrecer terapias antienvejeciemiento precisas. Pero, ¿cuánto se necesitará para responder a todas nuestras interrogantes? En el estado actual de los conocimientos, no es posible hacer fáciles previsiones, y cualquiera de los fáciles divulgadores científicos responda a esta pregunta no lo hace de acuerdo a datos de previsión correctos. Los genes y las patologías de la edad adelantada Queda fuera de discusión el papel que los factores genéticos juegan en el desarrollo de las enfermedades. Francis Collins, coordinador del Proyecto Genoma Humano ilustra la relación entre genes y enfermedades con la frase: “Podemos afirmar que todas las enfermedades, con excepción quizás de los traumas, tienen un componente genético”. Cada enfermedad es el resultado de una interacción entre factores genéticos y factores ambientales. En las enfermedades raras (denominadas también mendelianas o monogenéticas) el peso del componente genético es ampliamente prevalecien- 127 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 te. En las enfermedades multifactoriales (denominadas también enfermedades complejas o enfermedades comunes) factores tanto genéticos como ambientales desarrollan un papel importante, por lo que el desarrollarse de la patología es el resultado de una compleja interacción de más genes entre sí y con factores ambientales. Esta categoría comprende muchas patologías vinculadas con la edad adelantada, como por ejemplo las patologías cardiovasculares y cerebrovasculares, la diabetes, algunos tumores y el morbo de Alzheimer. Se considera que cada persona tiene al menos cuatro o cinco genes que la predisponen con fuerza a ciertas enfermedades y una decena de genes más que le confieren un riesgo moderado: se habla, pues, de “genes de suceptibilidad” (23). El hombre tiene en promedio un bagaje genético que le permite una expectativa de vida de aproximadamente 85 años con una morbididad comprimida en los últimos años. Este bagaje, junto con un estilo de vida “saludable”, debería permitir que transcurra en buena salud 25 años después de los 60, postergando la presencia de patologías graves para los últimos años de vida. El hecho que a menudo no sea así se podría adjudicar a la falta de un estilo de vida correcto, hipótesis que es absolutamente creíble si se considera la porcentual de personas que tienen sobrepeso, fuman, no hacen ningún ejercicio físico, están sometidas a fuerte contaminación ambiental, estrés, etc. Estos factores ambientales hacen que la expectativa de vida disminuya de aproximadamente 10 años con muchos años de discapacidad con respecto a lo que nuestros genes nos consentirían (24). Lo que permite que centenarios esten sanos En muchas especies, incluido el hombre, la tasa de mortalidad, que aumenta exponencialmente con la edad, inicia a decelerar en edades muy adelantadas, sugiriendo la entrada en juego de un diferente factor (25). Algunas evidencias y en particular los estudios en los centenarios, demuestran que este factor es genético y no ambiental. Los padres de los centenarios han vivido con un promedio más largo del resto de la población y también los hijos tienen una mayor probabilidad de sobrevivir por largo tiempo, mientras que las esposas no muestran esta ventaja (26,27). Además, esta ventaja no parece disminuir con la edad, como debería ser si se pudiera imputar a factores ambientales. Por tanto, la hipótesis es que los genes de susceptibilidad a patologías letales obran una selección demográfica por lo que lo sujetos más susceptibles mueren dejando detrás de ellos una corte de long-surviver con un bagaje genético diferente, fenómeno que modifica el movimiento de la tasa de mortalidad (24). La consecuencia de la teoría arriba descrita sería la “compresión de la morbididad” por lo que aumentando la duración de la vida promedio, la insurgencia y la duración de patologías letales relacionadas con la edad sería comprimida hacia el final de la vida (28). Los estudios sobre los centenarios indican que la mayor parte de ellos vive en buenas o relativamente buenas condiciones de salud y ha sido privado de importantes patologías por toda su vida. Por ejemplo en un estudio el 90% de los centenarios eran autosuficientes a la edad de 90 años (29). Para llegar a esta edad un individuo debe necesariamente estar sano en la mayor parte de su vida y escapar o retrasar al surgimiento de las patologías que normalmente están asociadas al avanzar de la edad. Para llegar a más de 85 años es necesario poseer una “ventaja genética”, es decir, la ausencia de genes de susceptibilidad a patologías importantes junto con la presencia de genes que favorecen la longevidad. Los individuos que alcanzan una edad muy adelantada posiblemente no tienen las variantes genéticas que aumentan el riesgo de muerte prematura por patologías letales tanto relacionadas como no relacionadas con la edad (24). En defensa de esta teoría hay algunas observaciones, como por ejemplo la marcada disminución de la frecuencia del alelo APOE e4, que aumenta el riesgo de desarrollo del Alzheimer, en edad adelantada. Los nonagenarios con funciones cognitivas intactas probablemente deben esta ventaja a una aumentada resistencia genética a la patología de Alzheimer (30,31). Los individuos que llegan a edades adelantadas tienen un envejeci- miento más lento, como demuestra por ejemplo el elevado porcentaje de hijos dados a luz después de los cuarenta años por mujeres que han logrado edades adelantadas (32). Para alcanzar estas edades es necesario tener genes que demoren el envejecimiento y no tener genes que predispongan a patologías importantes. Por tanto, para alcanzar una edad muy adelantada en buena salud es importante tener los alelos “justos”, y es fundamental no tener aquellos “equivocados”. En lo que se refiere al efecto de los factores ambientales (dieta, estilo de vida, nivel económico, escolaridad, etc.), estos influyen fuertemente en la expectativa de vida y en la morbididad en los sujetos que no superan los 85 años de vida. En los centenarios, en cambio, hasta ahora no se ha encontrado una correlación importante entre la posibilidad de sobrevivir por tanto tiempo y ninguno de los factores ambientales, dado que posteriormente apoya la influencia de factores genéticos (33). El estudio de los centenarios es considerado como un instrumento muy útil ya sea para revelar cuáles variantes genéticas están asociadas a una mayor supervivencia, así como para identificar los genes de susceptibilidad a las patologías más importantes. Además, dado que los centenarios presentan una morbididad comprimida hacia el término de la vida representan un modelo óptimo para estudiar el envejecimiento “sin enfermedad”. 128 Dichos estudios tienen una capacidad real de echar luces sobre estos aspectos porque, si son miles los polimorfismos genéticos que pueden tener una influencia positiva o negativa en la supervivencia, son relativamente pocos los polimorfismos que ejercen un efecto importante en la velocidad de envejecimiento y en la predisposición a enfermedades relacionadas con la edad, como demuestran estudios en los organismos inferiores y en los cetenarios. La medicina predictiva y la prevención de las patologías de la edad adelantada El tema en el cual se basa un nuevo acercamiento a la medicina, la medicina predictiva, es que se pueda prevenir la enfermedad a nivel individual a través de la identificación de los genes de susceptibilidad (34). Este acercamiento prevé que del análisis del ADN de un individuo se revelen los genes de susceptibilidad que posee y se puedan actuar precozmente los estilos de vida o las terapias más adecuadas para reducir el riesgo para esta persona de que desarrolle la enfermedad. Por ejemplo, un individuo que se someta a un check up para sus genes podría descubrir que su riesgo de tener un cáncer de la próstata y la enfemerdad de Alzheimer es inferior con respecto a desarrollar una enfermedad coronárica, carcinoma del colon y carcinoma del pulmón es más elevado (35). Por tanto, de podría elaborar para él un programa de prevención específico que tienda a reducir el riesgo que efectivamente se desarrollen las patologías a las que es susceptible. Este modelo aún no se puede actuar de modo amplio porque no se han establecido correlaciones fuertes y clínicamente significativas entre las variantes del ADN y el surgimiento de la patología, pero es previsible que en un futuro no lejano se pueda intervenir por lo menos para las enfermedades de mayor relieve. La aplicación de este acercamiento precozmente en la edad adelantada y por debajo de los 85 años, faja de edad en que es sensible el peso de los factores ambientales en el desarrollo de las patologías a las que está predispuesto el individuo. Algunos consideran que conocer si uno está predispuesto genéticamente a una cierta enfermedad daría un impulso mayor a adoptar estilos de vida idóneos con LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS respecto al conocimiento de un riesgo general. La genética y la terapia en el anciano Como se ha ilustrado antes, la terapia al anciano presenta varios factores de complejidad. El suministro de terapias combinadas para diferentes patologías concomitantes aumenta el riesgo de interacciones farmacológicas no previstas y a menudo ni siquiera conocidas y de alterada biodisponibilidad para patologías concomitantes. Una ayuda para mejorar la terapia del anciano podrá venir de la farmacogenética. No sólo hay un componente genético, más o menos importante, en todas las enfermedades, sino también la respuesta individual a los medicamentos está influenciada por factores genéticos. El modelo se parece al de las enfermedades multifactoriales: existen genes que determinan una predisposición a no responder o a tener un efecto colateral ante cierto medicamento. El efecto observado depende de la interacción de estos factores genéticos con factores ambientales como la dosis suministrada, la funcionalidad renal, etc. La farmacogenética es la rama de la genética que estudia los genes que influyen en la respuesta a los fármacos (36). Los genes que influyen en la respuesta a los fármacos son los que están implicados en la absorción, metabolismo, distribución y eliminación del fármaco o aquellos correlacionados con el blanco biológico que apunta el fármaco para ejercer su efecto (p.e. un receptor). Genes y otras categorías pueden estar implicados; por ejemplo los genes HLA están implicados en los efectos colaterales de algunos fármacos. Una persona genéticamente predispuesta tiene más probabilidades de desarrollar, por ejemplo, un efecto colateral, en particular si actuán también factores de tipo ambiental, como por ejemplo una reducida funcionalidad hepática. La farmacogenética se plantea el objetivo final de desarrollar los test farmacogenéticos, es decir, test que a través del análisis de ADN, proporcionen un cálculo del riesgo que corre un paciente de no responder a cierto fármaco y/o de desarrollar cierto efecto colateral. Se han estudiado ampliamente los genes del metabolismo de los fármacos, en especial los que como CYP2D6 y CYP2C9 metabolizan los fármacos que se prescriben corrientemente o que son muy polimórficos. Por ejemplo el gen CYP2C9 está asociado a la dosis de mantenimiento cotidiano para la terapia anticoagulante con Warfarina. Los sujetos que poseen las variantes *2 y *3 del gen necesitan una dosis más reducida y están más expuestos a riesgo de complicaciones hemorrágicas graves (37). Se han descrito efectos farmacogenéticos para muchas clases de fármacos y, aunque existan evidencias científicas a menudo discordantes, muchos expertos concuerdan al considerar que no pasará mucho tiempo antes de que la farmacogenética entre en la práctica clínica (38). El conocimiento más profundo de estos factores de riesgo genético en la respuesta a los fármacos reviste particular importancia en el anciano y podrá proporcionar instrumentos útiles para mejorar la terapia. Por ejemplo conocer los poliformismos de los genes del metabolismo de los fármacos puede ser de gran utilidad en la politerapia para identificar y prevenir posibles interacciones entre los medicamentos. Los factores ambientales pueden exaltar en el anciano el efecto de los polimorfismos genéticos dando origen, por ejemplo, a efectos colaterales. Asimismo, un polimorfismo en un gen del metabolismo puede no generar efecto alguno evidente si la funcionalidad hepática es normal. El deterioro de la funcionalidad hepática en el anciano, puede hacer evidente el efecto del polimorfismo presente desde siempre, originando efectos colaterales. Por tanto, la aplicación de la farmacogenética en el anciano ofrece, pues, importantes potencialidades de reducción de la dificultad de la terapia y la escasa previsibilidad de sus efectos. Por el contrario, la complejidad de la terapia, el elevado peso y la variabilidad de los factores ambientales con respecto a aquellos genéticos podrían reducir el poder predictivo y, por tanto, la utilidad clínica de los test farmacogenéticos en el anciano. La genómica y el descubrimiento de nuevas terapias No obstante el elevado número de fármacos en comercio y las innega- 129 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 bles y enormes mejoras de las terapias en los últimos decenios hay todavía patologías sin una adecuada terapia y muchas de ellas son patologías típicas de la edad adelantada, como por ejemplo las enfermedades psiquiátricas. Un aporte para aumentar las posibilidades terapéuticas en el anciano podrá provenir de la genómica. La farmacogenómica es el estudio de la variabilidad de la expresión de los genes (RNA y proteínas) de un individuo correlacionados tanto a la susceptibilidad a las enfermedades como a la respuesta a los fármacos. La farmacogenómica puede permitir que descubramos nuevos fármacos y sobre todo fármacos innovativos (39). Se parte de la identificación de un gen de susceptibilidad a cierta enfermedad a través de estudios de genética humana, estudios sobre animales transgénicos y estudios de expresión genética diferencial o proteómica. mayor dificultad en el descubrimiento de nuevos fármacos. La farmacogenómica puede contribuir, pues, en el descubrimiento de fármacos nuevos para patologías que aún no cuentan con una respuesta adecuada. Las células estaminales La investigación sobre las células estaminales está procediendo muy velozmente y ya se cuenta con ejemplos de un uso eficaz de esta técnica también en ámbito clínico (40). Estos adelantos son de extrema importancia para las patologías del anciano porque las células estaminales son consideradas como la terapia más prometedora para todas las patologías neurodegenerativas adelantadas, como el morbo de Parkinson y la isquemia cerebral, el Alzheimer. La esperanza de derrotar estas patologías es confiada en gran parte a la medicina de regeneración que hará posible el empleo de las células estaminales. La investigación clínica farmacológica en el anciano Una vez descubierto así el gen se trata de remontar a las proteínas codificadas y a su función para entender qué papel juegan en la enfermedad que se estudia. Entender este mecanismo permitirá identificar los objetivos, es decir, aquellas moléculas que si son tocadas por el fármaco justo, pueden detener o limitar la progresión de la enfermedad. Identificar el justo objetivo constituye la Se prevé que para el período 2000-2030 la población de edad superior a 65 años aumentará del 6,9 al 12% a nivel mundial, del 12,6 al 20,3% en Norteamérica, y del 15,5 al 24,3 % en Europa (41). En algunas regiones de Italia, Francia y Alemania, la población con una edad superior a los 80 años representará el 7-9% de la población, con respecto al 3,9% de 1995. Precisamente en este grupo de edad el crecimiento será más rápido, con un aumento numérico del 62% en los próximos 25 años, y en Italia en el 2025 un italiano cada 14 (7,1%) tendrá más de ochenta años; parecidos trend de crecimiento se tendrán en Alemania, Dinamarca, Suecia e Irlanda (42). Se calcula que después de los sesenta años cerca de tres cuartos de la población tenga una patología crónica y que la mitad esté afligida por dos o más enfermedades. Esta situación comporta el frecuente empleo de terapias a menudo combinadas y para diferentes patologías concomitantes: un estudio norteamericano ha puesto en evidencia que más del 40% de los sujetos con más de sesenticinco años no institucionalizados empleaba 5 o más fármacos di- ferentes por semana, y el 12% empleaba más de diez (43). El empleo de terapias es mayor aún en ancianos institucionalizados o que se encuentran en condiciones de asistencia domiciliaria (44,45). Aunque haya cierta preocupación vinculada con el excesivo empleo de fármacos en sujetos ancianos, a menudo prescritos de modo independiente y no integrado por especialistas diferentes para varias patologías (46), se hace presente también que hay un sustancial nivel de subtratamiento en pacientes ancianos con categorías de fármacos en los que el valor terapéutico al disminuir la morbilidad ha sido establecido con adecuados estudios clínicos (47). En este estudio se refería en particular con el escaso empleo de ACE inhibidores en la descompensación cardiaca, de anti plaquetarias y beta bloqueantes en pacientes con infarto de miocardio, de anti plaquetarias y anticoagulantes en pacientes con ictus cerebral, y de terapias para osteoporosis en los sujetos con riesgo de fracturas. Por tanto, es evidente que la población anciana esté expuesta mayormente al riesgo de empleo excesivo de fármacos en concomitancia con potenciales interacciones farmacológicas no previstas y a menudo ni siquiera conocidas, y alterada biodisponibilidad para patologías concomitantes, pero también al riesgo de subempleo de terapias adecuadas que podrían reducir la morbilidad y las consecuencias agudas de las patologías crónicas presentes. Uno de los problemas principales que son el fundamento de la empiricidad y escaso conocimiento de la terapia en el anciano está constituido por la escasez de las evidencias científicas capaces de dar respuestas fiables y definitivas con respecto a los beneficios y los riesgos de muchas terapias farmacológicas; este problema está vinculado al designio de los estudios que excluye la posibilidad de valorar las terapias en condiciones de politerapia y/o de polipatología, y también a la histórica ausencia de un número significativo de pacientes ancianos en las experimentaciones clínicas (48-50). En efecto, un análisis descriptivo ha puesto en evidencia que cerca de un tercio de los estudios publicados en las principales revistas científicas excluían sin adecuada justificación a los ancianos de la casística tratada 130 en las experimentaciones clínicas (51). En el año 2000 sólo el 3,45% de 8945 estudios clínicos randomizados y el 1,2% de 706 estudios metanalíticos habían sido elaborados específicamente en la población con una edad superior a los 65 años (52). A menudo también grandes trial elaborados para el estudio de patologías específicas de la población anciana recopilan casísticas seleccionadas que no representan la real población tratada: en el estudio sobre la hipertensión sistólica del anciano “Systolic Hypertension in the Elderly Program study”, más conocida como SHEP, sólo el 2% de los pacientes randomizados provenían de la población general (53). Como consecuencia, la práctica terapéutica en geriatría a menudo se reduce a ser anecdótica o, a lo más, a hacer referencia a la generalización de datos provenientes de estudios en pacientes más jóvenes o en ancianos “sanos”. Todo esto tiene escasa justificación si se considera que de todos modos en el 2000 cerca de 700 nuevos fármacos en la pipeline de desarrollo de la industria farmacéutica estaban destinados a enfermedades de la tercera edad, como cardiopatías, ictus, cáncer, diabetes, depresión, enfermedad de Alzheimer, artritis, osteoporosis, morbo de Parkinson (54). Sin embargo pocos fármacos, entre aquellos de prevaleciente empleo geriátrico, han tenido un desarrollo clínico que considerase las problemáticas vinculadas con el envejecimiento y pocos son capaces de satisfacer de modo específico y completo las necesidades terapéuticas del anciano. Las causas de esta situación se pueden colocar en dos áreas principales de motivación: por un lado, muchos factores vinculados con el envejecimiento determinan la dificultad de inclusión de estos pacientes en los estudios clínicos; por el otro, gran parte de los fármacos empleados en geriatría pertenecen a clases terapéuticas en las que el desarrollo, sobre todo clínico de nuevas moléculas tiene aspectos de particular criticidad. Si analizamos la primera de las dos áreas de dificultad, surgen algunos elementos que hacen mucho más difícil la inclusión de los pacientes en edad geriátrica en las experimentaciones clínicas, la consi- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS guiente representatividad de la muestra seleccionada, y la valoración y extrapolación de los datos a la población general anciana: – Los ancianos son un grupo muy heterogéneo en el que los sujetos con edad inferior a 70 años tienen características fisiológicas y psicosociales que pueden ser profundamente diferentes a pacientes con más de 80 años, con evidentes repercusiones en los éxitos de los tratamientos; además, en los más ancianos existen diferencias también dentro del mismo grupo de edad. Los estudios clínicos deberían proporcionar, pues, una caracterización precisa para el subgrupo de los pacientes por tratar, y agrupar por cada elemento de éxito de la patología objeto del estudio. Los resultados deberían exponerse no sólo como promedios, sino también con referencia a eventos de cada uno de los individuos, acercamiento que permitiría una mejor identificación de las decisiones terapéuticas en la práctica clínica (55 - 57). – La comorbididad arriba descrita en la persona anciana, con la consiguiente politerapia, predispone a acontecimientos adversos y conduce a una escasa compliance con las metodologías requeridas por el estudio, y a una potencial confusión en los resultados del mismo. Un ejemplo paradigmático es la asociación entre mortalidad y bajos niveles presores encontrada en los sujetos por encima de los 80 años, que desapa- recía cuando las tasas de mortalidad se ajustaban por las variables vinculadas a la diferente condición patológica, como función física, capacidad cognitiva, albuminemia y presencia de diferentes grados de cardiopatía (58). Para reducir las variables de confundimiento vinculadas con las diferentes situaciones patológicas presentes y concomitantes, y asegurar por tanto una validez interna de los datos, los investigadores tienden a diseñar estudios con criterios de inclusión muy apremiantes, pero limitando la generalización de los resultados, que como se ha dicho es una de las principales causas de la insuficiente disponibilidad de una adecuada literatura clínica en geriatría. – El problema de la escasa adherencia a la terapia es de extrema importancia en los estudios clínicos en sujetos ancianos, especialmente si se efectúan en un contexto ambulatorial no institucionalizado, donde la falta de autosuficiencia, los problemas de vista, de memoria y de movimiento pueden hacer difícil la gestión de parte del anciano de esquemas posológicos, sobre todo si son complejos como a menudo ocurre para los tratamientos de patologías típicas de la edad adelantada. – Muchas de las enfermedades típicas del anciano son difíciles de encuadrar en el ámbito diagnóstico: una pulmonía se puede definir fácilmente con criterios radiológicos, pero patologías del aparato locomotor o neurológicas, como por ejemplo la enfermedad de Alzheimer o la recuperación funcional post-ictus, tienen una definición y/o identificación de los estadios mucho más difícil y compleja; esto comporta que se ponga particular atención en el riesgo de una errada clasificación de los casos incluidos en el estudio y se verifique que la medida de los éxitos se haya hecho a través del empleo correcto de escalas e instrumentos válidos, situación que requiere necesariamente la predisposición de un atento control de calidad sobre base por lo menos de las muestras. – Los estudios clínicos comparativos referentes al anciano plantean problemas particulares cuando la confrontación está constituida por el placebo, como a menudo lo requieren las autoridades competentes al menos en las primeras fases de desarrollo clínico de los fármacos, por ejemplo en los estudios de investi- 131 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 gación de las dosis eficaces y toleradas; por esta razón, a menudo se identifican los dosajes apropiados en pacientes jóvenes, y por tanto se limita a verificaciones de bioequivalencia en pocos sujetos ancianos seleccionados, salvo que se añada luego verificaciones clínicas de eficacia y tolerabilidad de las dosis identificadas de este modo en estudios de igualdad con comparaciones activas farmacológicamente. A veces se confrontan en cambio intervenciones activas con respecto a la práctica de gestión corriente, que a menudo es carente en el anciano, creando así situaciones en las que se obtienen más fácilmente resultados positivos, pero que por lo mismo no representan el mejor acercamiento de curación. – La edad es un factor que influye en el riesgo del acontecimiento, por lo que es necesario estar atentos para que dicho acontecimiento sea el end point que se evalúa en el estudio; el riesgo relativo disminuye según como aumenta la edad (por disminución del número de ancianos destinados a ese acontecimiento ya que los más sensibles ya lo han tenido o han muerto, por modificaciones de la importancia biológica de ese riesgo de enfermedad o porque acontece en diferentes edades, por la competición de otros factores concomitantes de riesgo), mientras aquel absoluto puede aumentar. Por tanto, se puede sobreestimar un efecto en la población geriátrica de acuerdo con el riesgo relativo, y por tanto, es extremadamente importante considerar no sólo la significatividad estadística, sino también aquella clínica. Además, es fundamental calcular cuando es posible el riesgo absoluto, y más aún el Number Needed to Treat (NNT). De hecho, si consideramos el tratamiento de la hipertensión en el anciano, es evidente que se obtiene la reducción de la mortalidad en todas las clases de edad: la reducción del riesgo relativo es parecido en todos los grupos, mas el beneficio absoluto es mayor en los ancianos, ya que el NNT para prevenir la mortalidad y la morbilidad cardiovascular es al menos dos veces superior en los sujetos jóvenes y adultos con respecto a los ancianos (59). Por tanto, es indudable, y por mucho tiempo se ha denunciado, que la inclusión de pacientes ancianos en los estudios clínicos es particularmente difícil por todos los motivos arriba expuestos, a los que se añade la escasa aceptación de los ancianos para participar en los estudios. De hecho, la participación es del 97% entre los niños, del 75% para personas entre 21 y 65 años, y de menos del 60% para los más ancianos (60). Se han hecho varias sugerencias sobre el modo como favorecer la participación de la población geriátrica en los estudios experimentales, como la creación de conexiones entre estructuras de investigación clínica y académica e institutos de cuidado y asistencia para ancianos, la realización de grandes trial que incluyan una población más heterogénea con comorbididad múltiple y diferencias en la progresión de las patologías, y que permita luego una evaluación de subgrupos particulares. También son importantes los aspectos prácticos como la implicación de las familias o de los voluntarios en la explicación del consentimiento informado, la facilitación en los transportes, las visitas clínicas efectuadas cuando es posible a domicilio, y la impresión de módulos de consentimiento informado con letras grandes (53, 60, 61). Otro elemento importante que es preciso tener en consideración cuando se diseñan futuros estudios en los ancianos es que deberían considerarse atentamente y probablemente modificarlos, los end-point clínicos principales que se evalúan, porque en esta población outcome como nivel funcional e independencia seguramente son importantes o incluso más que la mortalidad (53). En cambio, considerando la segunda área de complejidad para el desarrollo de moléculas para el anciano, es decir aquella de la dificultad de investigación, hay que evidenciar que la mayor parte de los fármacos empleados en geriatría es indicada para patologías en las cuales la experimentación clínica es particularmente compleja y requiere tiempos de estudio también muy largos con un impacto extremadamente significativo en los costos y tiempos de desarrollo. La figura 2 se refiere a los tiempos promedio de desarrollo clínico y de autorización a la inmisión en el comercio de parte de la Food and Drug Administration (FDA), la agencia reguladora estadounidense, entre 1995 y 1999, de fármacos pertenecientes a diferentes clases terapéuticas: se ve como para las moléculas con end-point relativamente simples, como fármacos para la terapia del SIDA u otros antiinfectivos el proceso de desarrollo clínico y de aprobación regulatoria sea relativamente breve, mientras que para productos medicinales que por lo general se emplean mayormente en los ancianos, como aquellos para las enfermedades del sistema nervioso central, del aparato cardiovascular, para las patologías osteoarticulares o los antitumorales requieran tiempos mucho más largos (60, 61). Fig. 2 – Duración promedio de los períodos de experimentación clínica y de aprobación de nuevas moléculas de parte de FDA, por tipo terapéutico (19951999) (60, 61) SIDA Anti infectivos Anti tumorales Cardiovascular SNC Sistema osteoarticular Experim. clínica Aprobación A esto hay que añadir que el desarrollo de nuevas moléculas en estos sectores terapéuticos tiene una elevada tasa de insuceso, factor que si es asociado a los largos tiempos de desarrollo aumenta el costo de la investigación de los fármacos que llegan a ser comercializados. De hecho, la tabla 1 muestra que los anti-infectivos alcanzan la aprobación a la inmisión en el comercio en el 30% de aquellos estudios en fase 1, en el 39% de aquellos en fase II y hasta en el 77% de aquellos que llegan a la investigación de fase III. Este porcentaje se reduce indicativamente en un sector con indicaciones características de la edad geriátrica, como aquel neurológico: sólo el 20% de los fármacos en fase I, el 23% de los que están en fase II y el 51% de aquellos en fase III llegan al comercio. Los costos de desarrollo clínico en estos sectores son muy elevados, y varían entre 77 millones de dólares para el sector anti- 132 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS infectivo, hasta 108 y 113 millones de dólares en el área cardiovascular y en aquel neurológico, respectivamente (62). En añadidura a estas líneas guía, existe otro grupo de líneas guía “terapéuticas”, que proporcionan indicaciones y recomendaciones sobre Tab. 1 – Probabilidad de éxito (introducción en el comercio) en las diferentes fases de desarrollo clínico para moléculas de diferentes categorías terapéuticas (62) Fases de Anti-infectivos desarrollo clínico Fase I Fase II Fase III 30% 39% 77% De lo dicho hasta ahora sobresale que el desarrollo clínico de fármacos empleados en los ancianos, por las diferentes razones expuestas, no proporcione en realidad datos suficientes para luego extender su empleo a la práctica clínica a la población geriátrica general, sino también como dicho desarrollo para estos fármacos sea precisamente muy pesado en términos de tiempo empleado y de costos sostenidos. La discusión arriba expuesta acerca del empleo de los fármacos en edad geriátrica y sobre las modificaciones correlacionadas a la edad de la farmacocinética y de la farmacodinámica y, por consiguiente, de la eficacia y tolerabilidad de las diferentes dosis de fármacos y de su interacción, nos proporciona la base conoscitiva para considerar la adecuación o no de las diferentes líneas guía reguladoras para el desarrollo de nuevas moléculas de potencial empleo geriátrico, mencionadas en la tabla 2. Cardiovasculares Neurológicos 26% 41% 72% 20% 23% 51% estudios clínicos por conducir en áreas patológicas específicas de particular relevancia para los ancianos. Ellas se refieren por ejemplo a la osteoartritis, la esquizofrenia, la depresión, los antiblásticos, las enfermedades de Parkinson y de Alzheimer, la descompensación cardiaca, la incontinencia urinaria. Es evidente en todas una prevaleciente focalización y preocupación en el efecto que las variaciones farmacocinéticas pueden comportar en el dosaje, se deba o no a influencias genéticas. Varias líneas guía de la Comisión Europea para la valoración de los medicamentos, el Committe for Proprietary Medicinal Products (CPMP), recomiendan estudiar los factores genéticos en su relación dosis-respuesta a los nuevos fármacos. Asimismo, el CPMP ha adoptado una línea guía sobre la interacción entre fármacos, que recomienda la ejecución de estudios de interacción de nuevas moléculas sobre la base Tab. 2 – Líneas Guía reguladoras generales del Committe for Proprietary Medicinal Products (CPMP) y de la International Conference on Harmonization (ICH) importantes para el desarrollo de fármacos en la población anciana (Ref. Bibliográficas n. 63 para el n. 1; n. 64 para los n. 2-8) 1. Líneas guía de CPMP para estudios farmacocinéticos en el hombre. 2. Nota informativa de ICH sobre la correlación dosis-respuesta como soporte de la registración del fármaco. 3. Líneas guía de CPMP para investigación sobre interacciones farmacológicas. 4. Nota de ICH sobre estudios para sostener la población anciana. 5. Líneas guía ICH sobre estudios de farmacocinética en sujetos con disfunción hepática o renal. 6. Nota de CPMP sobre valoración de productos medicinales en farmacocinética en pacientes con disfunción renal. 7. Líneas guía de CPMP sobre la valoración de productos medicinales en farmacocinética en pacientes con disfunción hepática. 8. Principios estadísticos referentes a trials clínicos, CPMP/ICH/363/96. de sus propiedades físico-químicas, farmacocinéticas y farmacodinámicas, como también de acuerdo a la probabilidad de que dos fármacos sean suministrados conjuntamente. Una interacción se define como clínicamente relevante cuando la actividad terapéutica o la toxicidad de un fármaco puede modificar, o cuando el empleo concomitante de dos fármacos puede ser fácilmente aconsejado como recomendación terapéutica. Pero dos líneas guía son de particular interés. La línea guía ICH referente a las informaciones sobre la correlación dosis-respuesta para sostener la registración (n. 2 de la tabla 2), requiere que “al emplear las informaciones de dosis-respuesta es importante identificar los factores que llevan a diferencias farmacocinéticas entre los individuos, incluidos los factores demográficos (edad, sexo, raza), otras enfermedades (insuficiencia hepática o renal), dieta, terapias concomitantes o características individuales (peso, morfología corporal, otros fármacos, diferencias metabólicas)”. La ICH Note for Guidance sobre los estudios de soporte a poblaciones especiales, en particular a aquellas geriátricas (n. 4 en Tabla 2), prevé que “el database completo del dossier debe ser examinado para valorar eventuales diferencias vinculadas con la edad, p.ej. en la incidencia de acontecimientos adversos, eficacia y dosis-respuesta. Si este análisis global relativamente preliminar presenta diferencias importantes, se necesitan otras evaluaciones más profundizadas”. Siempre la línea guía ICH referente a los estudios clínicos en la población geriátrica, especifica algunos puntos que consideramos importante subrayar: – “Los fármacos deberían ser estudiados en todos los grupos de edad geriátrica para los cuales se presume un efectivo uso y utilidad”. – “La línea guía se refiere principalmente a: - nuevas moléculas que tienen un empleo potencial en el anciano porque la indicación prevista es una patología característica de la tercera edad (p.ej. enfermedad de Alzheimer), o está presente en un elevado número de ancianos (p.ej. hipertensión arterial) - nuevas fórmulaciones o asociaciones preconstituidas de fármacos ya empleados en el ancia- 133 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 no, cuando se piensa que puedan llevar a una alterada respuesta del paciente anciano” – “Es importante incluir en los estudios a pacientes de la faja de edad más adelantada (>75 años), y a pacientes con patologías concomitantes, para poder identificar las interacciones fármaco-enfermedad”. – “Se debe incluir un número significativo de pacientes geriátricos en las fases III (y a veces también II) de desarrollo de los fármacos. La población geriátrica debe estar representada por un número suficiente que permita una confrontación de la respuesta farmacológica con la población más joven. Para los fármacos en estudio de enfermedades presentes también en el anciano, debería ser suficiente un mínimo de 100 pacientes que se puedan evaluar para permitir el estudio de diferencias clínicamente sobresalientes. Para fármacos desarrollados para patologías típicas en la edad geriátrica, se auspicia que los ancianos constituyan la mayor cuota de los pacientes estudiados”. – “Las diferencias entre sujetos jóvenes y ancianos encontradas en los estudios clínicos se deben en su mayoría a diferencias farmacocinéticas vinculadas a grados diferentes de función hepática y renal, y a interacciones farmacológicas. Es importante establecer eventuales diferencias farmacocinéticas entre sujetos jóvenes y ancianos, así como también caracterizar lo que comporta la alteración de la función de excreción (hepática o renal), frecuente en el paciente anciano” – “Estudios dosis-respuesta o farmacodinámicos específicos en el anciano se recomiendan en las situaciones siguientes: - moléculas sedativas e hipnóticas y otros fármacos psicoactivos o con efectos sobresalientes a nivel de sistema nervioso central (p.ej. antistamínicos) - en el caso que en las fases II y III de desarrollo clínico surjan diferencias clínicamente importantes correlacionadas a la edad en la eficacia o en la tolerabilidad de la molécula en estudio, no imputables a diferencias farmacocinéticas entre jóvenes y ancianos“ – “Las interacciones entre varios fármacos, particularmente importantes en los sujetos ancianos, se deben estudiar cuando sea restringido el intervalo terapéutico (es decir el intervalo entre dosis eficaz y dosis tóxica) de la molécula estudiada o de los fármacos asumidos en concomitancia, y sea elevada la probabilidad de una terapia concomitante. En particular hay que estudiar en algunos casos las interacciones farmacológicas y algunos aspectos de metabolismo enzimático: - interacciones entre anticoagulantes orales y digosina, porque muchos fármacos modifican las concentraciones plasmáticas de estos principios activos, muy empleados en el anciano y con un restringido intervalo terapéutico - nuevas moléculas con importante metabolización hepática, que deben ser estudiadas con inductores (p.ej. fenobarbital) e inhibidores (p.ej. cimetidina) del metabolismo hepático - nuevas moléculas metabolizadas por el citocromo P450, estudiadas por efectos inhibidores con la quinidina (por el citocromo P450 2D6) y el quetoconazol o los macrólidos (por el citocromo P450 3A4) - interacciones con otros fármacos que podrían ser asumidos junto a la molécula en estudio”. Hay que recordar que existe un tercer grupo de líneas guía de tipo bioestadístico, que dan indicaciones sobre la elección del diseño del estudio, la potencia estadística, la elección de las confrontaciones y el análisis de los resultados. Una de estas es de interés para los estudios en geriatría, “Statistical Principles for Clinical Trias, CPMP/ICH/363/96” ya que recomienda que la planificación del análisis tenga en cuenta la influencia de covariancias y del efecto de subgrupos, en particular de la edad de la muestra. De todos modos, del análisis efectuado de las recomendaciones de las autoridades reguladoras, surge un concepto importante que es preciso tener presente: de por sí la edad no está asociada a modificaciones significativas de la farmacocinética, pero se acompaña a factores que pueden alterar de manera significativa, como una reducida función hepática y renal, sea metabólica como excretora, el co-suministro de otros fármacos, diferencias dietéticas cuali-cuantitativas que pueden alterar la absorsión de los fármacos; el otro importante factor que hay que tener presente es la farmacogenética, pero que no es edad correlacionada sino que en el anciano, asociada a los otros elementos indicados, puede resultar mucho más importante por efecto aditivo. Pero todos estos factores pueden ser previstos y evaluados con estudios específicos, permitiendo el eventual ajuste de la dosis. Desde el punto de vista farmacodinámico, a parte target farmacológicos específicos correlacionados a los efectos de fármacos anticoagulantes, sicóptropos o cardiovasculares, de todos modos conocidos, y por tanto para evaluar con estudios específicos, no hay evidencias claras de que la mayor parte de los blancos farmacológicos presenten en el anciano una sensibilidad alterada a los fármacos (65). Es deseable que se efectúe en los pacientes muy ancianos al menos un estudio randomizado y controlado que ponga en relación la concentración plasmática con los efectos farmacodinámicos; esto proporcionaría datos suficientes para verificar si existen variaciones de la sensibilidad farmacodinámica correlacionadas con las modificaciones fisiológicas típicas del envejecimiento adelantado, y ayudaría a dibujar los sucesivos estudios específicos en la población anciana y a mejorar el uso terapéutico del fármaco una vez colocado en el comercio. La farmacocinética se estudia normalmente en poblaciones ancianas “sanas”, y las líneas guía regula- 134 doras no dan indicaciones diferentes. Pero hay que subrayar que existe una sólida actitud racional científica para estudiarla también en sujetos ancianos “frágiles”, y para determinar en esta subpoblación la interacción entre fármacos, alimentación y estado nutricional. Hasta hoy esto no ocurre. Un reciente estudio ha demostrado que en el 50,9% de pacientes ancianos frágiles hospitalizados se ha prescrito una terapia con dosajes no correctos, en el 47,1% la duración de la terapia no era apropiada, en el 20,4% no ha sido considerada una interacción fármaco-patología y en el 6,3% no se ha puesto atención a interacciones entre fármacos (66). Además, hay que considerar que los ancianos frágiles están particularmente expuestos a riesgo de interacciones entre fármaco y alimento porque tienen varios factores de predisposición, como la desnutrición, el alcoholismo, la anorexia, enfermedades crónicas que comportan un alterada absorción alimenticia, además que necesidad de asumir muchos fármacos. No obstante esto la investigación clínica y farmacológica nunca ha puesto atención alguna en esta área particularmente crítica y en expansión epidemiológica de la gerontología. Los pacientes muy ancianos tendrán que ser representados mayormente en el futuro en los programas de desarrollo clínico de los fármacos, y la valoración de los efectos de la fragilidad sobre la relación riesgobeneficio de los fármacos debe prever estudios específicos en poblaciones de pacientes ancianos frágiles, considerando que esta condición es independiente del grado de ancianidad, y constituye por tanto una ulterior categoría separada que hay que considerar en los estudios de experimentación clínica de nuevas moléculas que encuentren aplicación terapéutica en esta subpoblación geriátrica. Como hemos visto, a partir de los años 90 hay que reconocer a las diversas autoridades regulatorias un esfuerzo para obviar, a través de la emisión de líneas guía más indicativas y la revisión de las existentes ante la escasa representatividad de la población anciana en su heterogeneidad en los estudios de experimentación clínica de los fármacos, pero los resultados de este esfuerzo no son claramente visibles. Una me- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS tanálisis de los estudios clínicos en los síndromes coronáricos agudos efectuados entre el 1996 y el 2000, ha puesto en evidencia que de 593 experimentaciones seleccionadas, el número de estudios con evidentes exclusiones de edad ha disminuido comparando el período precedente al 1990 (58%) con respecto a aquel de 1990-2000 (40%), y el número de ancianos con al menos 75 años ha aumentado del 2% al 9% (50). De todos modos, este porcentual es muy inferior a aquel de iguales edades afligidas de infarto miocardio (37%). Este estudio demuestra que, si bien se hayan hecho pasos adelante para que sean mayormente representados los ancianos en los estudios, queda aún mucho camino por recorrer. También la decisión del FDA de incluir una sección “Uso geriátrico” en las especialidades medi- cinales, obligando a insertar informaciones referentes al empleo específico en el anciano (Federal Register 27/8/97 – 62FR45313), integrada en el 2001 por la “Guidance for Industry on the content and format of geriatric labeling”, no ha comportado grandes beneficios en este sentido, porque se limita a indicar como proporcionar informaciones sobre fármacos de uso geriátrico pero no obliga a desarrollar necesariamente estudios suplementarios en el anciano. Este objetivo, en cambio, se podría alcanzar si se aplicase también en geriatría el equivalente de la “Pe- diatric Rule” como se hace en Estados Unidos desde 1997 aplicándola a los fármacos de uso pediátrico, hipotizando pues análogamente una extensión de la exclusiva de mercado (seis meses para la pedriatría) para los fármacos de empleo geriátrico que hayan hecho un específico desarrollo en esta población. En fin, se debe considerar mayormente el valor de la denominada innovación incremental, o marginal, para los fármacos de empleo geriátrico, siendo la disponibilidad de terapias más individualizadas particularmente útil en una población heterogénea como aquella anciana (69). Pequeñas modificaciones de moléculas con características de innovación radical pueden llevar a moléculas más toleradas, a nuevas indicaciones útiles en edad geriátrica o a nuevas formulaciones (por ejemplo de entrega controlada) de moléculas que ya se emplean, que permitan un mejor esquema posológico o una asunción más fácil y suministro de parte del anciano, que puede tener problemas de deglutición, de vista, de memoria y de movimiento, garantizando una mejor compliance e independencia del paciente. Estos fármacos o nuevas formulaciones deberían estudiarse particularmente en la población anciana, donde se determina más fácilmente su valor incremental, que debería ser reconocido luego por la autoridad regulatoria. Teniendo en cuenta las dificultades prácticas existentes en la literatura y en el estudio de personas ancianas en investigaciones clínicas randomizadas, también hay que considerar otros tipos de acercamientos para determinar la relación riesgobeneficio de los fármacos en el ámbito geriátrico. Por ejemplo, es posible emplear el modelo de Markov de decisión analítica para balancear los beneficios de la terapia farmacológica determinados en experimentaciones controladas con los acontecimientos adversos evaluados durante estudios de observación y caso-control. Este modelo ha sido empleado recientemente para evaluar el beneficio del warfarin en la prevención de ictus en pacientes ancianos con fibrilación atrial: la evidencia de eficacia sistemática demostraba un aumento del sangramiento gastrointestinal en los sujetos más ancianos, con una incidencia que aumentaba con la edad; un análisis como el su- 135 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 gerido arriba ha demostrado en fin que la terapia con warfarin está asociada con 12,1 QALY (quality adjusted life years) por sujeto, con respecto al 10,1 sin terapia (70). Otro acercamiento que debe tenerse en debida cuenta, considerado el sesgo de selección descrito para las experimentaciones clínicas, es aquel del empleo de estudios casocontrol en la población geriátrica: un estudio de este tipo en pacientes hipertensos de edad superior a los ochenta años internados en residencias para ancianos, ha permitido demostrar que la terapia antidepresiva no está asociada a hechos de hipotensión postural y caídas (71). Finalmente, es preciso aumentar también la investigación de observación y farmaco-epidemiológica efectuada después de la inmisión en el comercio de fármacos, particularmente en la población geriátrica, argumento del párrafo que sigue. Investigación sanitaria, medida de las necesidades de salud y evaluación de la calidad de los cuidados aplicados a la promoción de la salud y a la asistencia sanitaria del paciente anciano. Definición de la investigación sanitaria El concepto de salud que la OMS define como estado de bienestar físico, social y psicológico y no sólo como ausencia de enfermedad, se aplica sin distinción de edad a la persona anciana como también al joven y al adulto (72). La salud representa un bien individual y un bien colectivo y por tanto los sistemas de promoción de la salud y de la asistencia sanitaria deben orientarse a garantizar la satisfacción de la necesidad de salud de la persona y de la comunidad, independientemente de la edad, según indicaciones de prioridad establecidas de conformidad con los valores y las expectativas de las personas y de los recursos económicos disponibles. La medida del nivel de salud de una población y de la calidad de la asistencia sanitaria erogada presenta una serie de dificultades tanto en lo que se refiere a los métodos empleados como para las fuentes de información disponibles. Tradicionalmente la calidad de la asistencia sanitaria es analizada de acuerdo con los indicadores de estructura, proceso y resultado. Sin embargo, la mayor parte de las evaluaciones conducidas hoy en Italia están limitadas a estructuras y procesos, ya que resulta dificultuoso y a menudo imposible adquirir datos e informaciones de éxito sanitario, haciendo de hecho limitada y parcial la valoración de muchas intervenciones. La investigación sanitaria representa el conjunto de técnicas de investigación, tanto experimentales como de observación, que permiten la evaluación de las necesidades sanitarias y del estado de salud de los pacientes tanto a través de la medida de las características de las enfermedades y de los éxitos de su tratamiento. Por tanto, permitir la valoración de la calidad de la asistencia y la atribución de un valor al empleo de las diferentes intervenciones sanitarias, farmacológicas o de otro tipo, (figura 3) (73). Tabla 1. Resultados de la asistencia sanitaria • Objetivos Clínicos – deceso – hospitalización – acceso a emergencias – ausencia de escuela/trabajo – complicaciones – otros • Subjetivos o Humanos – calidad de la vida – satisfacción del paciente – preferencias del paciente • Económicos Los éxitos clínicos representan sustancialmente acontecimientos observables y objetivos, ya sea de naturaleza clínica (p.ej. el deceso) como sanitaria (p.ej. el número y la duración de las hospitalizaciones o de las observaciones en Emergencias, el número de intervenciones quirúrgicas), o sociales como la ausencia de escuela o del trabajo. Los resultados humanos están re- Figura 1: Instrumentos de la investigación sanitaria INVESTIGACIÓN SANITARIA Estudios epidemiológicos Experimentaciones Clínicas Estudios de “Effectiveness” Psicometría (quality of Live) Estado Funcional Revisión de Intervenciones Farmacológicas y No Farmacológicas Farmaco-economía (Análisis Costo-Eficacia y Costo-Utilidad) Estrategia de Disease Managemente (Standard fe Curas/líneas Guía) Mejora Continuativa de la calidad (Outcomes Management) Gestión de los Éxitos Cambio de los Procesos Drug Utilization Review / Drug Utlization Evaluation Compliance /Markers de Laboratorio y Clínicos Mejora de la Calidad de la Asistencia Sanitaria y de las Entidades Sanitarias Definición de Resultado El resultado (outcome) se puede definir como todo acontecimiento de relieve para el paciente y para el sistema sanitario que lo asiste, consiguiente a una intervención sanitaria. Los resultados sanitarios representan el efecto en el paciente de una enfermedad y de su terapia; se pueden dividir en clínicos, humanos y económicos (tabla 1). presentados por la percepción del paciente de su estado de salud, evaluado mediante la medida de la Calidad de la Vida o bien por el juicio del paciente con respecto al servicio recibido (satisfacción) o por sus preferencias con respecto a intervenciones alternativas. Los éxitos clínicos y humanos pueden ser evaluados posteriormente, a través de técnicos de evaluación económica, para obtener resultados económicos. 136 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Las informaciones necesarias para evaluar el valor y la calidad de las intervenciones sanitarias en el anciano se pueden obtener de estudios llevados a cabo en la población general con el fin de: 1) medir las necesidades asistenciales de naturaleza sanitaria propias del anciano (medida de las dimensiones epidemiológicas de prevalencia e incidencia de las enfermedades y de su impacto en el estado de salud de la población); 2) evaluar la calidad de la asistencia sanitaria a través de la medida de los éxitos clínicos y humanos inducidos por terapias farmacológicas y por otras intervenciones sanitarias. Se presenta a continuación algunos ejemplos de dichos estudios. Medida de las necesidades asistenciales en la población anciana: el estudio ILSA Una política correcta de programación sanitaria requiere la evaluación de los datos epidemiológicos referentes a la prevalencia y a la incidencia de las patologías más fre- cuentes en los sujetos ancianos, el conocimiento del porcentual de los sujetos discapacitados en las diferentes fajas de edad y de aquellos que envejecen en buenas condiciones de salud. Dichas informaciones son esenciales para una evaluación de la carga asistencial y para una mejor distribución de los recursos disponibles. Los datos referentes a las patologías del anciano son más bien carentes y a menudo se basan en investigaciones que emplean entrevistas, en las que no existe un diagnóstico médico de las patologías en examen, sino sólo una autoevaluación de parte del sujeto. El empleo de dichos cuestionarios presenta considerables limitaciones, debido sobre todo a la escasa fiabilidad de los datos logrados. El ILSA (Italian Longitudinal Study on Ageing) es el primer estudio epidemiológico italiano, conducido en una muestra randomizada de la población anciana, que acierta la presencia de las mayores patologías crónicas invalidantes a través de una valoración clínica especializada (74,75). Las patologías crónicas investigadas son importantes no sólo por las elevadas tasas de morbosidad y mortalidad, sino porque constituyen también una de las mayores causas de invalidez y sus factores de riesgo en la población anciana son controvertidos hasta hoy. Una de las características principales de ILSA es el hecho que permite una evaluación del impacto de las patologías en el estado funcional de las personas ancianas. Además, el estudio de la historia natural de estas patologías permite profundizar la relación existente entre enfermedad y discapacidad y comprender algunos aspectos específicos de la fisiopatología de la discapacidad. Estos resultados pueden tener una importancia considerable en el sector de la sanidad pública y ser fundamentales para planificar los servicios asistenciales, de prevención y de rehabilitación. Como ejemplo de algunos de los resultados obtenidos por el estudio ILSA se indica la prevalencia porcentual de las patologías de órganos internos investigadas por sexo y por fajas de edad (tabla 4). Tabla 2 – Prevalencia porcentual de las patologías de órganos internos investigadas por sexo y fajas de edad PATOLOGÍA Patologías de órganos internos Angina pectoris Infarto del miocardio Aritmia Hipertensión arterial Descompensación cardiaca congestiva Diabetes - Tipo I - Tipo II - Secundaria Reducida tolerancia a los carbohidratos Osteoartrosis Broncopneumopatía crónica Arteriopatía periférica Hombres Edad (años) 65- 70- 7569 74 79 8,6 8,4 8084 Total 7,4 7,7 6,1 7,8 12,6 12,1 11,3 10,7 Mujeres Edad (años) 65- 70- 7569 74 79 8084 Total 4,0 3,9 8,5 5,2 6,9 4,8 9,1 5,6 8,1 5,4 Total Edad (años) 65- 70- 7569 74 79 8084 Total 6,1 5,9 7,6 7,4 7,3 7,3 8,3 8,7 8,0 8,2 20,6 23,8 31,7 30,8 25,1 57,0 62,9 62,1 55,8 59,4 16,7 20,7 22,9 24,3 20,3 62,4 70,9 69,6 69,7 67,3 18,4 22,1 26,5 26,7 22,4 60,0 67,4 66,6 64,7 64,0 3,8 5,0 6,5 9,4 5,4 3,7 7,8 8,5 13,2 7,3 3,7 6,5 7,7 11,8 6,5 13,2 0,3 12,0 0,3 6,9 13,7 0,5 13,0 0,2 7,2 13,4 0,2 12,9 0,0 4,2 9,7 0,2 9,5 0,0 2,9 12,9 0,3 12,1 0,2 5,9 10,6 0,2 10,0 0,0 5,1 17,0 0,2 16,8 0,0 6,7 14,6 0,2 13,8 0,2 4,1 13,2 0,4 12,5 0,2 6,3 11,7 0,3 10,9 0,2 5,9 15,5 0,3 15,1 0,1 6,9 14,1 0,2 13,4 0,1 4,1 11,9 0,3 11,4 0,1 5,1 13,4 0,2 12,9 0,1 5,4 13,2 0,3 12,6 0,1 5,6 51,1 48,2 53,5 49,3 50,7 26,6 27,2 32,4 32,1 28,7 70,8 69,1 66,5 66,7 68,7 13,1 13,9 18,1 16,8 15,1 61,7 59,8 61,1 60,2 60,9 19,1 19,9 24,0 22,5 20,9 4,1 2,5 4,8 8,7 5,8 8,6 8,1 (*) Lo datos son estandarizados en la población italiana, Censo 1991 2,1 6,1 6,6 5,2 7,0 7,9 8,7 6,5 137 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 Entre los resultados hay que indicar la elevada prevalencia de la hipertensión arterial, que está presente en cerca del 60% de los ancianos italianos. Estas tasas de prevalencia son compatibles a las obtenidas en estudios análogos (NHANES III) en Estados Unidos. La hipertensión arterial es uno de los factores importantes de riesgo para las patologías vasculares, que son la principal causa de muerte y entre las primeras causas de discapacidad en los países occidentales. Su atento control y la institución de programas idóneos de prevención podrían llevar a una reducción de la morbosidad y de los relevantes costos vinculados a dichas patologías. También es elevada la prevalencia de osteoartrosis, que va del 50,7% en los hombres al 68,7% en las mujeres. En cambio, la prevalencia cardiopatía isquémica es inferior a aquella que se encuentra en estudios análogos en otros países anglosajones y confirma el dato que esta patología es menos frecuente en los países mediterráneos. Los datos referentes al ictus cerebral muestran una elevada prevalencia de esta patología que resulta mayor de lo que se nota en estudios análogos de la población. De hecho, los datos disponibles indican prevalencias que oscilan entre el 3% y el 5% para los hombres y entre el 1,5% y el 3,5% para las mujeres, mientras en nuestra muestra la prevalencia total ha resultado del 7,4% en los hombres y del 5,9% en las mujeres, con picos alrededor del 10% en algunos grupos de edad. Aún si algunas diferencias metodológicas podrían explicar en parte esta mayor frecuencia, nuestros datos parecen sugerir una prevalencia realmente más elevada de dicha patología y se pueden comparar a los valores encontrados en algunos estudios conducidos en Japón, país de elevada prevalencia de enfermedades cerebro-vasculares. La prevalencia de la demencia es del 5,3% en los hombres y del 7,2% en las mujeres, con picos alrededor del 20% en los sujetos más ancianos. Dichos datos concuerdan con lo encontrado en investigaciones análogas conducidas en Europa e indican una elevada frecuencia, incluso en Italia, de dicha patología, que tiene costos muy elevados tanto en el ámbito social como sanitario. Un dato epidemiológico en el cual también a nivel internacional hay disponibles pocas informaciones se refiere a la prevalencia de las neuropatías distales de los miembros inferiores que, según los datos ILSA, interesan a cerca del 6,5% de los sujetos ancianos, con una mayor frecuencia en los grupos de edad más adelantada. Esta patología, además de una serie de disturbios subjetivos, se acompaña a menudo a importantes problemas en la deambulación, vinculados a reducción de la fuerza o a alteraciones de la sensibilidad profunda. De hecho, las neuropatías están en los primeros puestos como causa de disturbios de la marcha en el anciano, y pueden ser la causa de caídas y de fracturas del fémur, una El índice de exceso ponderal utilizado en este análisis es el Indice de masa corporal (IMC o BMI), es decir la relación entre peso (en Kg) y cuadrado de la altura (en m). Nuestros datos demuestan que el promedio del BMI, sea en los hombres que en las mujeres, es tendencialmente alto y superior a los valores considerados normales (20-25 Kg/m2). Cerca del 33,6% de los hombres y el 26,9% de las mujeres está en sobrepeso y el 15% y el 28% respectivamente, es obeso, según la clasificación de la OMS (BMI de 25 a 29.9 en los hombres y de 23.9 a 28.6 en las mujeres indica el sobrepeso, mientras un BMI superior a 30 y a de las mayores causas de discapacidad en el anciano. Los datos ILSA demuestran que cerca del 16% de las mujeres y el 77% de los hombres son o han sido fumadores. Cerca del 16% de las mujeres y el 41% de los hombres fuma/fumaba más 20 de cigarrillos diarios. Además, el 85% de los fumadores lo ha sido por un período superior a 10 años. Cerca el 66% de las mujeres y el 89% de los hombres bebe vino cada día. Entre los bebedores sólo cerca del 3% de las mujeres y el 24% de los hombres declara beber más de 50 gr de alcohol por día (medio litro de vino). En lo que se refiere a la dieta, por ahora hemos calculado sólo el consumo de fruta y verdura y un porcentual muy bajo, es decir, cerca del 15% de las mujeres y el 14% de los hombres consuman al menos dos porciones de fruta y/o verdura al día. 28.6, respectivamente, indica la obesidad presente). Los datos de prevalencia del estudio ILSA describen las características de una población anciana medidas en un período de tiempo específico. La interpretación de estos datos se debe hacer con cautela, porque el efecto cohorte no puede ser eliminado en un estudio de prevalencia y porque, dado que la presencia de la enfermedad es identificada contemporáneamente a la presencia del factor de riesgo a enfermedades es identificada contemporaneamente a la presencia del factor de riesgo, obviamente no se puede establecer un nexo temporal de causalidad. El estudio ILSA, que de todos modos prevé el follow up de los participantes, será capaz de proporcionar cálculos sobre el efecto causal de todos estos factores de riesgo en la determinación de la morbosidad de la dis- 138 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS capacidad y de la mortalidad en la población anciana. Para concluir, podemos recordar que el envejecimiento representa la causa directa o indirecta de mucha discapacidad, morbilidad y muerte en el mundo civilizado. La fuerte esperanza es que la gerontología, junto con muchas disciplinas más (fisiología, genética, biología molecular, genómica, proteómica, bioinformática, farmacología clínica) logrará prevenir las patologías crónicas geriátricas, preservando el mejor estado de salud del anciano y prolongando de modo eficaz la vida. Naturalmente, se trata de un gran reto no sólo científico y tecnológico, sino también humano y social. Dr. GIUSEPPE RECCHIA Centro de Estudios Fundación S.K., Verona, Italia Dr. PAOLO RIZZINI Vice Presidente y Secretario Generale Fundación Smith Kline, Roma, Italia Referencias Bibliográficas 1. United Nations. Implications for an Ageing Society, 2000. www.un.org/esa/socdev /ageing/htm 2. United Nations. A Demographic Revolution, 2000. www.un.org/esa/socdev/ageing/ agewpop1.htm 3. KIRKWOOD TB, AUSTAD N. Why do we age? Nature 2000; 408: 233-238. 4. Federal Interagency Forum on AgingRelated Statistics. Older Americans 2000: Key Indicators of Well-being. 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Si estos datos fuesen confirmados, podrá suceder que los que nacen en estos años representarán la primera generación de la especie humana que tiene una expectativa de vida menor que las anteriores, lo cual constituye un acontecimiento no esperado y dramático desde el punto de vista social y sanitario. En la figura 3 se presentan las causas de mortalidad que el Center for Disease Control and Prevention (CDC) de Atlanta ve como modificables (2); en particular, se consideran las modificaciones encontradas desde 1990 al 2000. El humo sigue siendo el primer factor de riesgo de mortalidad y también ha aumentado con respecto a 1990; pero el segundo factor de riesgo, que manifiesta un considerable aumento, es la obesidad, hasta el punto que se está acercando a los valores del humo. Seguidamente tenemos el alcohol, que de ser asociado a la mortalidad por accidentes de carretera, que como se sabe a menudo están ligados al abuso del alcohol, se convierte también en un factor importante de mortalidad. Por tanto, para resumir podemos decir que las principales causas modificables de mortalidad de nuestro tiempo son el humo, el sobrepeso y la obesidad (es decir, dieta hipercalórica y vida sedentaria) y el alcohol. Sólo deseo mencionar el humo para recordar que representa una batalla aún por afrontar porque, hasta ahora, está difundido extremadamente en el mundo. Sabemos que el humo está prohibido en poquísimas regiones, en gran parte de Canadá y Australia, en algún estado de los Estados Unidos de América, en Gran Bretaña y en Irán. Todo el mundo restante fuma libremente, con excepción de algunas naciones como Italia en las que está prohibido fumar en los locales públicos. Es de peculiar interés el problema del exceso de peso, que representa uno de los aspectos de mayor importancia socio-sanitaria: en Italia, afecta sobre todo a las edades medio-elevadas, con una punta de los 55 a los 75 años (tabla 1) tanto para los hombres como para las mujeres, ya sea para el sobrepeso que para la obesidad (3,4). La obesidad es uno de los factores de riesgo de mortalidad más importantes debido a la asociación de factores de riesgo cardiovasculares múltiples, de la hipertensión a las dislipidemias, del diabetes a los tumores, con aspectos fisiopatológicos de tipo inflamatorio que afectan el sistema cardiovascular. Quizás se considera menos que la obesidad es un importante factor de discapacidad, sobre todo en las edades más adelantadas: se ha observado que el estado de obesidad comporta un riesgo de discapacidad que se configura diez años antes con respecto a lo que puede acontecer en los sujetos de peso normal (5). La nación afectada mayormente por el exceso de peso es Estados Unidos de América donde, actualmente más de dos tercios de la población presenta valores ponderales mayores de aquellos que se necesitan para un buen estado de salud, En Estados Unidos existe un sistema de Figura 1. Expectativa de vida en la mujer a 65 años: observaciones y proyección del 1900 al 2000. Figura 2. Expectativa de vida en la mujer de 65 años: observación y proyección de 1980 a 2050. Por Olshansky et al, 2005, mod. Por Olshansky et al, 2005, mod. 141 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 control del peso y de las costumbres alimenticias: se denominan “National Health and Nutrition Examination Surveys” que, desde 1970, controlan atentamente dichos fenómenos y han mostrado el dramático y progresivo incremento de la obesidad (6). No está fuera de lugar asociar el exceso de peso al progresivo aumento de peso de la entrada calórica promedio. Es particularmente interesante verificar que el aumento de peso se asocia también al progresivo aumento de la densidad energética del alimento: esto significa que los alimentos consumados por los americanos son cada vez más ricos en calorías y por tanto muy ricos en grasas. Asimismo, se ha observado que la costumbre del “fast-food”, del consumo de carnes rojas y de los llamados “soft drink”, es decir bebidas azucaradas, comporta un riesgo muy elevado para el aumento del peso del cuerpo (7). Considerando todos estos factores, es evidente que para poder afrontar con una posibilidad de éxito el problema del exceso de peso es necesario recurrir a modificaciones de estilo de vida y de nutrición. Ante todo, es necesario afrontar el problema de las costumbres nutricionales; de aquí que surgen espontáneas algunas preguntas: ¿está realmente ligada al aumento progresivo del exceso de peso la observación de la reducción o del achatamiento de la expectativa de vida que se está configurando en estos años? Si se interviene sobre las costumbres alimenticias y se corrige el peso, ¿se logra realmente un beneficio en términos de expectativa de vida? Las respuestas no son fáciles ni simples: pero desde algunos hace decenios se conocen ya los resultados útiles de estudios experimentales sobre el particular. Ha pasado casi un siglo desde las primeras observaciones que pequeños roedores empleados en los laboratorios de investigación demuestran una progresiva prolongación de la duración de la vida luego de que se reduce la entrada calórica (8). Cuando son alimentados “ad libitum”, los animales de laboratorio tienden progresivamente a aumentar de peso en el transcurso del tiempo: el control de la dieta en ellos se ha revelado útil no solamente para el control del peso sino que ha sido sorprendentemente eficaz para prolongar la duración de la vida. Sucesivamente, estos experimentos se han repetido varias veces en muchos laboratorios y en diferentes tipos de animales pequeños; todos han arrojado el mismo resultado: la restricción calórica prolonga la duración de la vida (9,10). Dado que estos resultados se han obtenido en animales pequeños (generalmente roedores), se ha objetado que el hombre no es un ratón y que la diferencia genética es demasiado grande para que dichas observaciones se traduzcan en hipótesis para la especie humana. Hace algunos años, en los laboratorios del National Institute of Aging de Bethesda inició un estudio sobre una especie de primates antropomorfos, un mono del género rhesus monkeys: este tipo de mono tiene una sobreposición genética con la especie humana de cerca del 98%. Si se deja que se alimenten libremente en el laboratorio, estos primates no humanos tienden a aumentar progre- Tabla 1. Distribución del BMI en Italia, por sexo y fajas de edad Nº/Año/1000 Figura 3 - Causas de muerte modificables (CDC - Atlanta) humo exceso de peso Por Mokdad et al. 2004, mod. alcohol enfermedadess accidentes infectivas de carretera sivamente de peso, con modos parecidos a los observados en la especie humana. En el estudio, cierto número de estos monos ha sido subdividido en dos subgrupos, uno que ha continuado la alimentación típica de los laboratorios y otros que, en tiempos posteriores al desarrollo sexual, ha sido sometido a control de la alimentación hasta el punto de permitir el mantenimiento constante del peso a lo largo de los años. Después de 12 años de estudio (se recuerde que para contar con datos que prueban la expectativa de vida una investigación debe durar al menos 25 años), se ha asistido según el programa, a una significativa diferencia ponderal entre los dos grupos de animales: uno pesaba casi el doble y medio más que el otro. Pero el resultado que ha interesado sobre todo a los estudios es el porcentaje de mortalidad que, en los animales de control de la alimentación que mantiene el peso constante, se ha revelado disminuida de la mitad con respecto a los animales en alimentación libre. Además de este fenómeno, de suyo muy indicativo, otros datos aparecen importantes: entre ellos tenemos los referentes a algunos indicadores biohumorales. En particular, la temperatura corporal se ha revelado más baja en los animales de control ponderal, la concentración hemática de insulina se ha revelado menor en los animales bajo dieta y la concentración de la dehidroepiandrosterona solfato (DHEAS) ha resultado más elevada en los animales bajo control calórico (11). Hay que recordar que el envejecimiento se asocia a una progresiva reducción del DHEAS, fenómeno que ha generado muchas armas comportamientos de fuego sexuales drogas Fajas de edad (años) Hombres 18-24 25-34 35-44 45-54 55-64 65-74 75 e più Total Mujeres 18-24 25-34 35-44 45-54 55-64 65-74 75 y más Total BMI Subpeso Normopeso Sobrepeso Obesos 3,3 1,0 0,3 0,3 0,4 0,6 2,3 1,0 76,4 61,8 45,6 35,4 33,5 34,4 44,0 47,4 18,5 32,8 45,1 51,2 51,4 51,8 45,5 42,4 1,7 4,4 9,0 13,0 14,8 13,2 8,1 9,2 18,2 10,3 4,4 2,4 2,2 2,1 5,7 6,0 72,6 74,8 69,9 55,4 45,6 43,1 46,6 59,2 7,7 12,0 20,2 30,4 38,0 39,8 36,0 26,0 1,6 2,9 5,4 11,7 14,1 15,0 11,7 8,8 142 especulaciones incluso de tipo terapéutico. Estos resultados se han conparado con los de un estudio longitudinal de observación sobre sujetos humanos – el Baltimora Longitudinal Study of Aging – y ha surgido que el grupo de sujetos humanos con mayor duración de vida, se caracterizan por una temperatura corporal más baja, menor concentración de insulina y niveles más elevados de DHEAS (12). La estrecha asociación entre los resultados experimentales sobre los monos y aquellos sobre los humanos con mayor longevidad es un elemento que aporta gran alcance a la intervención de control de la alimentación. Dado que en la especie humana es realmente difícil lograr que se respete durante años un régimen alimenticio con el fin de controlar el peso, la industria farmacéutica está tratando de identificar algunas sustancias que sean capaces de producir los mismos efectos endocrino-metabólicos de la restricción calórica sin tener que intervenir directamente sobre la dieta. Estas sustancias se denominan Caloric Restriction Mimetics (CRM) y representan a uno de los target del futuro farmacéutico (13). Si la nutrición desarrolla un papel crucial en el estilo de vida, su partner indisoluble es la actividad física. Existen evidencias convencedoras de que la sedentariedad es el factor de riesgo mayor para muchos estados morbosos, como la obesidad, la diabetes, dislipidemias y, como consecuencia, patologías cardiovasculares, además de muchos tumores. También hay observaciones significativas de que la sedentariedad constituye de suyo un riesgo de mortalidad (14). Muchos estudios experimentales y clínicos demuestran que quienes desarrollan una buena actividad física y alcanzan un grado de fitness satisfactorio, tienen menos probabilidad de morir precozmente con respecto a los sujetos sedentarios (15,16). Estas observaciones constituyen un importante estímulo para cambiar las costumbres de vida propia y para desarrollar una moderada pero constante actividad física. No podemos esconder que, en la sociedad occidental actual, son muchos los obstáculos para el desarrollo de la actividad física; las actuales condiciones ambientales hacen difícil alcanzar un estado de fitness adecuado, sobre todo desde el punto de vista cardiovascular. Muchas investiga- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ciones han demostrado que no es necesario ser atletas para reducir el riesgo de muerte relacionado con la sedentariedad, sino que es suficiente una actividad física modesta para mejorar las pobabilidades de supervivencia en el tiempo (17). Tener el aparato telefónico en el proprio escritorio o tenerlo en la habitación adyacente y moverse de una habitación a otra para responder al teléfono comporta en un año un recorrido calculado en 100 kilómetros. Este recorrido tiene un costo energético de cerca de 10,000 calorías, que equivalen a 1,5 Kg de tejido adiposo, por tanto a 2,5 kg de peso corporal. Una aparente, insignifcante actividad física puede comportar la ganancia o la pérdida de un peso significativo en el largo período. Las observaciones sobre la historia natural de la obesidad demuestran que los valores de1 ó 2 Kg al año de progresivo aumento de peso son suficientes para configurar con el tiempo un peso adiposo mayor de 20-30 Kg con respecto a las edades juveniles (18). La actividad física es fundamental para el peso del cuerpo, sobre sus efectos en el aparato cardiovascular y también en la prevención de los tumores. Son menos conocidos otros efectos sobre otros órganos y aparatos: existen estudios muy interesantes de que una buena actividad física es capaz de actuar sobre uno de los aspectos más inquietantes del envejecimiento y, es decir, sobre la pérdida de las funciones cognitivas. Se ha demostrado con estudios de “imaging” que seis meses de ejercicio físico regular son capaces de prevenir la pérdida del volumen del encéfalo que se observa con el envejecimiento, y en muchos casos para determinar también un aumento del volumen cerebral en sujetos ancianos (19). Estos resultados sugieren, pues, fuertes bases ideológicas para un rol de la actividad física y aeróbica con el fin de mantener y mejorar la salud del sistema nervioso central y de las funciones cognitivas en los sujetos ancianos. Para concluir, recordemos las palabras de Wolfgang Goethe que afirmó: “Saber no es suficiente: hay que actuar. Querer no es suficiente: hay que hacer”. Prof. OTTAVIO BOSELLO Departamento de Ciencias Biomédicas y Quirúrgicas Cátedra de Geriatría y Gerontología Universidad de Verona Italia Bibliografía 1. OLSHANSKY SJ, PASSARO DJ, HERSHOW RC, LAYDEN J, CARNES BA, BRODY J, HAYFLICK L, BUTLER RN, ALLISON DB, LUDWIG DS. A potential decline in life expectancy in the United States in the 21st century. N Engl J Med 2005; 352: 1138-1145. 2. MOKDAD AH, MARKS JS, STROUP DF, GERBERDING JL. Actual causes of death in the United States, 2000. JAMA 2004 291: 12381245. 3. ISTAT, Stili di vita e condizioni di salute. Indagine multiscopo sulle famiglie “Aspetti della vita quotidiana”: 2003. Roma, 2005. 4. D’AMICIS A, PANETTA V, BOSELLO O. Prevalenza del sovrappeso e dell’obesità nell’Italia e nel mondo. In Bosello O (ed.), “L’Obesita’. Un trattato multidimensionale, Kurtis Editore, Milano, 2008. 5. VITA AJ, TERRY RB, HUBERT HB, FRIES JF. Aging, health risks, and cumulative disability. N Engl J Med 1998; 338: 1035-1041. 6. KANT AK, GRAUBARD BI. Secular trends in patterns of self-reported food consumption of adult Americans: NHANES 1971-1975 to NHANES 1999-2002. Am J Clin Nutr 2006; 84: 1215-1223. 7. BES-RASTROLLO M, SÁNCHEZ-VILLEGAS A, GÓMEZ-GRACIA E, MARTÍNEZ JA, PAJARES RM, MARTÍNEZ-GONZÁLEZ MA. Predictors of weight gain in a Mediterranean cohort: the Seguimiento Universidad de Navarra Study 1. Am J Clin Nutr 2006; 83: 362-370. 8. MCCAY C, CROWELL M, MAYNARD L. The effect of retarted growth upon the lenght of life and upon the ultimate size. J Nutr 1935; 10: 6379. 9. HOLEHAN AM, MERRY BJ. The experimental manipulation of ageing by diet. Biol Rev Camb Philos Soc 1986, 61: 329-68. 10. MASORO EJ, SHIMOKAWA I, YU BP. Retardation of aging process in rats by food restriction. Ann NY Acad Sci 1991, 621: 337-352. 11. ROTH GS, INGRAM DK, LANE MA. Caloric restriction in primates: will it work and how will we know? JAGS 1999; 47: 896-903. 12. ROTH GS, LANE MA, INGRAM DK, MATTISON LA, ELAHI D, TOBIN ID, MULLER D, METTER EJ. Biomarkers of caloric restriction may predict longevity in humans. Science 2002; 297, 811. 13. LANE MA, ROTH GS, INGRAM DK. Caloric restriction mimetics: a novel approach for biogerontology. Methods Mol Biol 2007; 371: 143-149. 14. 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COLCOMBE SJ, ERICKSON KI, SCALF PE, KIM JS, PRAKASH R, MCAULEY E, ELAVSKY S, MARQUEZ DX, HU L, KRAMER AF. Aerobic Exercise Training Increases Brain Volume in Aging Humans. J Gerontol A Biol Sci Med Sci 2006; 61: 1166-1170. 143 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 MASSIMO PETRINI 2.3 Cuidados – Seguimiento – Instituciones Una persona de 65 años, es decir que se encuentra en el tiempo de la ancianidad “administrativa” – el momento de la jubilación y de la acentuación de aquel proceso de envejecimiento que inicia ya desde el momento de la concepción – debe afrontar algunas problemáticas existenciales como las siguientes: – aceptación de la realidad del envejecimiento, lo cual no es fácil si se considera la cultura de juventud actual y la sensación personal de ser siempre igual en el tiempo; – búsqueda de nuevas formas de explicación de sí mismos, considerada la salida del mundo del trabajo; – aceptación de los límites que el envejecimiento biológico puede comportar y que se acentuarán con el pasar del tiempo; – elaboración de la convicción interior de inmortalidad en confrontación con la conciencia de la muerte; – aprender a afrontar la soledad que derivará también de las pérdidas que son connaturales en este período de la vida; – aceptación de la eventual dependencia, consiguiente a una más o menos grave falta de autosuficiencia que contrasta con ese deseo de autonomía y de independencia que desde la infancia anima el desarrollo de la persona; – aceptación de tener que ser ayudado incluso en la higiene física por familiares o por “extraños” que contrasta con el sentido del pudor personal; – adaptación a nuevas formas de vida, si uno está obligado por problemas que comportan las patologías, a permanecer internado en una estructura geriátrica. Naturalmente, no todas estas problemáticas marcan la superación del cumplimiento de los 65 años; antes bien, son posibilidades que se pueden presentar en el curso del tiempo, pero que debido a ellas hay que desmentir muchos mitos relacionados con la vejez. Los años de la vejez no son años tranquilos, no se alcanza ninguna paz, y ni siquiera se logra la sabiduría si en la vida no se ha sacado fruto de las experiencias. La vida es un reto a la adaptación incluso en la vejez. La primera puntualización que debemos hacer es que la faja de población anciana no es un grupo homogéneo, el estado de vida denominado edad de la vejez encierra por lo menos tres generaciones diferentes de personas, de modo que se puede hablar de “jóvenes ancianos” de 65 a 74 años, de “viejos ancianos” con más de 75 años, de “ancianísimos” con más de 85 años. Son tres generaciones que naturalmente tienen necesidades diferentes, incluso pastorales, y quizás necesidades de metodologías pastorales particulares, si se consideran las características comportamentales diferentes (tiempos de atención, etc.). Más aún, en una perspectiva asistencial, en las edades más elevadas, se debe pensar en una población prevaleciente- mente femenina si se tiene en cuenta su mayor longevidad con respecto al ámbito masculino. Visto que el tema está dedicado a la persona anciana enferma, si deseamos tomar en cuenta las necesidades asistenciales, en primer lugar hay que afirmar que las preocupaciones terapéuticas no se deben dirigir exclusivamente a los aspectos físicos y a la patología, sino también a los aspectos psicológicos, es decir, a la realidad interior de la persona, a sus pensamientos, a sus sentimientos; pero también al ser social, al ser con respecto a los demás; así como también a los aspectos espirituales y religiosos, es decir, a la relación de la persona con algo más elevado, con lo Trascendente. En otra perspectiva, podemos decir que la salud se debe entender en un sentido más global, seguramente condicionada por el dolor físico y psicológico, por la minusvalidez, pero también por la espiritualidad y por la religiosidad que hacen que la vida tenga un sentido, un significado, una finalidad, una esperanza. Naturalmente, en una perspectiva asistencial, es importante determinar también las dimensiones. El número de las personas over 65 en Italia alcanza los doce millones, cerca del 20 por ciento de la población global. La discapacidad física que conlleva dificultades en las actividades comunes cotidianas (lavarse, vestirse, comer, etc.) se debe sobre todo a la comorbilidad y afecta a cerca del 25 por ciento de los hombres y al 34 por ciento de las mujeres over 65. Todos sabemos que la discapacidad aumenta con la edad y en el grupo de las personas con más de ochenta años, cerca del 6 por ciento de los hombres y el 8 por ciento de las mujeres no autosuficiente en forma total. Al hablar de asistencia, no se puede dejar de recordar la patolo- 144 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS gía de la demencia, con al menos el 50% constituida por la enfermedad de Alzheimer, que plantea especiales requerimientos asistenciales que implican al sector sanitario, al sector social y la familia y cuya difusión es correlativa con el aumento de la edad. En Italia, los casos actualmente presentes son casi 800,000 con un cálculo de aproximadamente 97,000 casos nuevos cada año. Como hemos dicho, la prevalencia de la demencia aumenta con la edad, y en particular se triplica cada cinco años, con lo que las porcentuales pasan del 1.2% en el grupo 65-69 años al 21,1% en las personas de 80-84 años1. Es indudable que la familia sigue siendo el centro de un sistema equilibrado de atención y, por tan- nuclear condiciona las posibilidades asistenciales, habida cuenta que dos cónyuges, a menudo son hijos únicos, muy a menudo trabajan ambos, y pueden tener más o menos a su cargo a cuatro progenitores y a dos abuelas. Es precisamente en la perspectiva de ayuda a la familia que en los últimos años se ha difundido en Italia la figura del “cuidador” o, para mejor expresarse, del asistente familiar, generalmente un ciudadano o una ciudadana proveniente de un país extracomunitario, que se dedica a colaborar con los familiares en la asistencia de un familiar anciano. En otros casos, también es de ayuda el Centro Diurno, al cual se le confía la asistencia del familiar por lo menos en el horario de to, la familia debe estar en la condición de poder elegir realmente como asistir al pariente anciano. La Geriatría – especialización médica que se ocupa del cuidado de los pacientes ancianos – está convencida cuando afirma que es saludable para la persona anciana permanecer lo más posible en su ambiente de vida, pero es una afirmación que debe ser relativizada conforme a la realidad. En efecto, hoy al menos por razones de trabajo, las familias se pueden mover de un lugar a otro con más facilidad que en el pasado, aún manteniendo frecuentes relaciones de afecto por vía telefónica; asimismo, puede suceder que incluso los hijos están en edad geriátrica; por otro lado, el escaso número de miembros de la familia trabajo. Asimismo, existe la Asistencia Domiciliaria Integrada. Naturalmente, la forma de asistencia más idónea es la que surge según las necesidades asistenciales. Precisamente, según estas necesidades muchos ancianos discapacitados y sus familias deben considerar soluciones alternativas, cuando la patología y la situación familiar ya no permiten una correcta asistencia o cuando la asistencia domiciliaria ya no se considera la más adecuada. Estas instituciones geriátricas (Residencia Sanitaria Asistencial, equivalente a la nursing home anglosajona; los Centros e Institutos de rehabilitación funcional; los Hospitales, naturalmente para los pacientes agudos; los Hospice, para los pacientes en la fase terminal de la enfermedad), pueden ser al mismo tiempo lugares de refugio o de alivio para una familia agobiada por el peso asistencial y representar la posibilidad de una asistencia adecuada para el anciano. Pero un dato es seguro: por lo general no hay una visión positiva de estas instituciones ya sea de parte de los ancianos, que a menudo las consideran como “el lugar adonde ir para morir”, como de parte de las familias que se pueden encontrar frente al dolor y al sello de la “institucionalización” de su familiar. Es preciso considerar que por primera vez en la historia las personas ancianas con familia, pueden vivir su patología y correr el riesgo de concluir su vida terrena en un ámbito asistencial que históricamente se reservaba a personas solas, pobres y sin familia. En la actualidad, las personas ancianas sufren un trauma cuando recuerdan que sus padres han vivido su enfermedad y su muerte en ámbito familiar. Más aún, la convicción común es que la residencia geriátrica ejerce un “simple servicio de custodia” de la persona anciana, en espera de la muerte. Como es obvio, se trata de una afirmación que es preciso considerar en ámbito general, sin embargo es indudable que en muchos casos estas instituciones deberían considerar al anciano no sólo como “un paciente” sino como un “huésped”, lo cual no es un simple juego de palabras sino la necesidad de un cambio de la filosofía asistencial. Hay una buena calidad de vida si el huésped está objetivamente satisfecho de la estructura y de la asistencia que recibe; asimismo, son indicadores de la calidad de la institución el suministro de cuidados adecuados, las actitudes del staff, la limpieza, la atmósfera familiar, el respeto de la privacy y de los derechos del huésped, la posibilidad de una asistencia religiosa. En síntesis, se requiere una “ética del cuidado” que brote de la necesidad elemental de brindar un sostén terapéutico, pero también atención a la calidad de la vida psicológica y espiritual. Un ejemplo de estas necesidades lo encontramos en el siguiente caso clínico, que puede ser emblemático para 145 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 comprender la complejidad de la asistencia geriátrica: Una señora anciana y sola, sin parientes, sufre una grave forma de artritis. Durante generaciones, ha sido maestra de piano para niños en una pequeña comunidad rural, directora del coro de varias escuelas y, desde tiempo inmemorable, pianista y organista de la iglesia de la comunidad. Ahora sus condiciones han empeorado y sus manos se han deformado hasta el punto que ya no le permiten tocar el piano. Durante una visita de routine, el médico, al constatar que la enfermedad sigue avanzando, afirma que es consciente del dolor asociado a la patología y le dice que hará todo lo posible para que dicho dolor se vuelva soportable. Sin embargo, la respuesta de la señora tiene un profundo impacto emotivo en el médico: “Doctor, usted no comprende, no es el dolor el problema, el problema es que ya no sé quien soy yo”. Una asistencia adecuada significa, pues, encontrar posibilidades a través de las cuales esta persona anciana exteriorice aún sus conocimientos musicales, dado que el último enemigo no es el dolor, la enfermedad o la discapacidad: lo que no es soportable es la ausencia de significado. Lo más terrible para los hombres y las mujeres es la convicción de que ellos ya no son necesarios, que no pueden dar una contribución, que viven una vida sin significado. Y esta puede ser la situación de una persona anciana en una institución geriátrica. Por tanto, la institución geriátrica debe tender a convertirse en una comunidad de vida en la que la interacción de los agentes profesionales y de los huéspedes ancianos permita transformar las estructuras de ambientes de custodia en ambientes terapéuticos, en el sentido más amplio, esto es, que sean terapéuticos para los mismos agentes profesionales. Una medicina atenta a la persona que hay que asistir, tiene que ser también una medicina atenta a la persona del agente. De hecho, es indudable que los agentes profesionales constituyen la primera y la más importante terapia, pero también es indudable el peso de la asistencia en una institución geriátrica para las personas (enfermeros, terapeutas ocupacio- nales, fisioterapeutas, etc.) a quienes está confiada dicha institución; los motivos son varios: – la experiencia cotidiana con la ancianidad discapacitada, el sufrimiento, la muerte – el contacto físico íntimo con los pacientes – la fatiga física de la asistencia – las retribuciones que no son siempre coherentes – la responsabilidad – una escasa formación profesional, para algunas figuras de agentes – una formación profesional en la óptica de la curación física, ciertamente inadecuada a una asistencia a los pacientes con patologías crónicas, con discapacidad, con patologías en la fase terminal. Por tanto, la institución geriátrica ¿debe tender a convertirse en una comunidad de vida en la que se lea bajo una diferente perspectiva el encuentro del paciente anciano con el mundo asistencial? Un hombre o una mujer sanos – el agente profesional – encuentra a un hombre o a una mujer anciana – el paciente, que se declara enfermo. Un hombre o una mujer sanos – el agente profesional – aunque interrogado por el rostro del enfermo que refleja una humanidad común, a menudo reafirma su estado “aparente” de plena salud, colocándose frente al paciente sin ninguna implicación personal, considerada un obstáculo para un actuar científico y profesional. Esta actitud es el fruto de una formación profesional técnicocientífica que parece haber construido su poder en la exclusión de la subjetividad humana – dejando de lado la vivencia de los pacientes, pero también la de los mismos agentes. Pero ¿todo es verdad como aparece? Ignorar las problemáticas psicológicas y espirituales no significa que éstas no existan. La convivencia cotidiana con las situaciones de dolor, de sufrimiento, puede suscitar en el agente profesional sentimientos numerosos y ambivalentes, incluso a nivel inconsciente, no siempre fáciles de reconocer o de aceptar. Junto a sentimientos de compasión y de piedad generados por el sufrimiento del otro, podemos encontrar también sentimientos de repulsión, temor, cólera, an- siedad, evocados por ejemplo por los gritos desgarradores o por los incesantes lamentos. En la realidad, toda solicitud de cuidado encierra no sólo una simple solicitud de ayuda técnica en vista de la recuperación de la salud, sino también una exigencia de relación. Se trata de una relación interhumana que nace ante una necesidad, la del cuidado en cuanto tal que tiene en sus dos polos a dos sujetos, el agente y el anciano que, en cuanto personas, tienen una necesidad esencial de entenderse y de entender. El agente se debe entender en su responsabilidad profesional y entender al paciente en sus vivencias y en sus requerimientos; el enfermo debe entenderse en su propia situación de fragilidad y entender al agente en su voluntad de ayudarle2. Esta relación agente/paciente se puede observar desde múltiples perspectivas, junto a aquellas culturales, sociológicas, psicológicas, clínicas y éticas: aquí se quiere considerar la perspectiva de la ciudadanía humana común. En esta perspectiva, esta relación ¿se puede considerar exclusivamente en la óptica de un anciano enfermo? El agente ¿es realmente “sano”, habida cuenta de que tiene la misma humanidad? Los límites que derivan de la misma naturaleza humana son tales que también el agente profesional tiene la posibilidad de envejecer y de enfermarse, y la certeza de la muerte. Más aún. La salud no es sólo ausencia de enfermedad. Estar bien en salud significa estar en armonía consigo mismos, con los demás y con el ambiente: ya sea el ambiente natural, como aquel socio-cultural, y no ciertamente último, para muchos lo es también una buena relación con lo Trascendente. El estado de salud es momentáneo, se pierde y se recupera en el curso de la vida de cada día. Más aún, ¿qué experiencias de enfermedad, de discapacidad, de vejez, de muerte, han marcado la experiencia personal del agente? ¿Qué significado da el agente al sufrimiento que encuentra diariamente? Se trata de dar respuestas tan importantes que se corre el riesgo de que el encuentro con la vulnerabilidad y la fragilidad del otro pueda 146 constituir un peso excesivo, incluso intolerable cuando la persona está sola para soportarlo, y pueda inducir actitudes de huida o, por el contrario, tentativas de respuestas omnipotentes, hasta degenerar en sentimientos de indiferencia o incluso de hostilidad, cinismo y cólera frente al sufrimiento de quien tiene necesidad de cuidados. Un sufrimiento que encierra y condiciona al paciente, pero que muchas veces tiene la perspectiva de lograr salir, mientras que para el agente constituye el telón cotidiano de su vida profesional. Un sufrimiento que es un elemento de crecimiento en la historia de un hombre o de una mujer. Esta afirmación no pretende ser una exaltación del sufrimiento – actitud incorrecta incluso en una perspectiva religiosa – pero que es más bien una lectura racional: el momento del dolor es un momento de extraordinaria verdad que obliga a cualquiera a plantearse estas preguntas ineludibles con respecto al sentido de la propia vida. Si se quiere encontrar el dolor de los demás, ante todo debemos tomar acto de la necesidad propia de ser curados. Ahora bien, el proceso asistencial se puede ver de modo más real, como un camino en el que por un trecho de la vida dos personas – el agente y el paciente – heridas en su humanidad y si, por un lado, el agente puede aportar conocimientos técnicos, el paciente, por el otro, puede aportar el valor de una vivencia humana, con la posibilidad y, quizás, con la necesidad de una ayuda recíproca. Es necesario superar la idea de que existe un universo de “sanos” que se ocupa de un universo de “enfermos”: lo explica Jean Vanier, fundador de una red de comunidades para la acogida del handicap “L’Arche” cuando afirma que la comunidad terapéutica es un lugar donde personas no totalmente sanas se ocupan de personas no totalmente enfermas. He aquí que el proverbio citado por Jesús en el Evangelio de Lucas, que por lo demás la tradición acredita como médico, “Médico, cúrate a ti mismo” asume un significado que va más allá de la interpretación puramente exegética. En este ámbito, es sobresaliente LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS la figura de Quirone, que recogió de Apolo el arte de curar y lo transmitió a Asclepio, pero él mismo fue portador de una herida incurable, de modo que era “arquetipo de aquel que cura y al mismo tiempo presenta una herida que nunca se cierra. La figura de Quirone tiene esta duplicidad: el cuidado dirigido hacia otros y, al mismo tiempo, pide cuidado para sí mismo. Cuando cura las heridas de otros, Quirone alivia también su propia herida”3. Emblema de la fragilidad estructural de la medicina, donde la posibilidad de curar está condicionada por la capacidad de percibir su propia herida, es decir, al conocimiento del límite y a la disponibilidad de aprender de él. fesional, dado que ésta a menudo no se logra, como en el caso de las personas discapacitadas, de las personas ancianas con patologías crónicas, de las personas que se encuentran en la fase terminal de la enfermedad. Es necesario tener en cuenta un concepto más real de la curación que conceda siempre la posibilidad de contar con un objetivo terapéutico. Es un objetivo siempre posible si entendemos la curación como la capacidad que tiene una persona de no dejarse aplastar por la situación de vida, de modo que tenga el valor, la fe y la fuerza de permanecer “padrona” de la situación, en lo que sea humanamente posible. Entonces, la asistencia en sentido más amplio significa tratar de ayudar a la persona anciana y tener la fuerza de afrontar y administrar su situación de vida amenazada por el sufrimiento, por la discapacidad, por la muerte. Para concluir, hablar de asistencia de la persona anciana comporta preguntarse: ¿Qué valor dan la sociedad civil y la sociedad eclesial a la persona anciana discapacitada? ¿Qué valor le da el agente profesional? ¿Qué valor le da la institución geriátrica? Una mejor y más adecuada asistencia depende ciertamente de las respuestas a estas preguntas. Prof. MASSIMO PETRINI Pero todo lo dicho sobre la relación con el paciente no tiene únicamente un valor humano psicologico y ético, sino debe ser considerado también en la perspectiva de una mejor práctica profesional. Ya en la concepción platónica de la salud del hombre considerado en sentido global, se afirmaba que, así como no se puede curar a un órgano o a una parte del cuerpo humano sino teniendo bajo control el cuerpo en su conjunto, del mismo modo no se puede curar al hombre en su totalidad sin curar también el alma. “Curar también el alma” significa considerar los interrogantes del paciente. En fin, el objetivo de la curación física del paciente no puede ser la única finalidad de la actividad pro- Director del Centro de Promoción y Desarrollo de la Asistencia Geriátrica Facultad de Medicina y Cirurgía “A. Gemelli”, Universidad Católica del Sagrado Corazón; Instituto Internacional de Teología Pastoral Sanitaria “Camillianum” Roma, Italia Notas 1 MAGGI S et al, Epidemiologia dell’invecchiamento, en Gensini G.F., Rizzini P., Trabucchi M., Vanara F. (a cura), Rapporto Sanità 2005 Invecchiamento della popolazione e servizi sanitari, Il Mulino, Bologna 2005, pp. 2742. 2 RUSSO M.T., La ferita di Chirone. Itinerari di antropologia ed etica in medicina, Vita e Pensiero, Milano 2006, p. 8. 3 AA.VV., La ferita del centauro, Moretti e Vitale, Bergamo 2005, p. 87. 147 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 3. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista socio-político JOHN PATRICK FOLEY 3.1 Medios de comunicación Quisiera poner de relieve tres puntos principales referentes a la pastoral de los enfermos y el papel que tienen los media. El primero se refiere a la política gubernamental sobre los sistemas de comunicación electrónicos, relacionados con los enfermos y los ancianos. Como saben, en los países en los que existen los media electrónicos, aquellos comerciales están vinculados a los mercados de destinación. Por tanto, tratan de llegar a los consumidores y, obviamente, los enfermos o los ancianos por lo general no son grandes consumidores de estos instrumentos o de lo que ven. De hecho, no tienen la capacidad para salir de casa y efectuar compras porque están confinados en sus lechos, en sus habitaciones o en su comunidad. Por esta razón no están bien servidos por los media electrónicos en aquellas naciones que poseen un sistema mediático pero que no está bien reglamentado. Por tanto, pienso que es de particular importancia lograr que, en el momento de asignar las frecuencias de transmisión se tenga en cuenta que deberían cumplir con el requisito de servir a todos los miembros de la comunidad, incluidos los enfermos y los ancianos, y que no sean excluidos sólo por el hecho que no tienen una gran capacidad de logro de los productos. Hay servicios que pueden ser transmitidos por radio o televisión y que serían de gran interés para ellos, pero a menudo esto se les niega precisamente por su limitada posibilidad de compra. Pienso, pues, que la política fundamental de nuestro media se debe focalizar en un ámbito en el que se nece- sita intervenir continuamente, también de parte de la Iglesia, para garantizar que los media pongan a disposición de los enfermos determinados programas, como los de carácter religioso. El segundo punto está relacionado con los servicios existentes para informar al público en general sobre los enfermos y los ancianos. Es muy importante estar informados sobre los que tienen necesidad de recibir visitas regulares, cartas y una atención específica. Una vez que estas historias son conocidas por una amplia comunidad, será muy probable que se cree un amplio número de voluntarios para visitar, ayudar, ocuparse de los enfermos y de los ancianos y proporcionarles aquel servicio amoroso que, en cambio, puede ser negado fácilmente porque se les olvida. En fin, tenemos a los enfermos y a los ancianos. ¿Qué deberían o podrían hacer los media? Ante todo consideramos la televisión como un medio de empleo común para cada uno de nosotros, pero especialmente para los enfermos y los ancianos que no pueden salir de su casa o residencia para otras formas de entretenimiento. Es importante que se proporcione una programación completa que incluya servicios como la Santa Misa, el rezo del rosario, la información en el campo religioso y los servicios de orientación. Asimismo, es importante que los ancianos y los enfermos tengan acceso no sólo a noticias sensacionales, sino también a aquellas esenciales que les sirva de ayuda. Además, es fundamental que se ejerza una supervisión sobre la publicidad dirigida a esta categoría de perso- nas. En efecto, a menudo se hace propaganda de pólizas de seguros que en algunos casos son supérfluas, así como también se hace propaganda de medicamentos que se pueden comprar sin receta del médico. Según la sociedad donde se encuentran los ancianos enfermos, si no existe una buena reglamentación al respecto, entonces los individuos pueden ser explotados e incluso perjudicados, al comprar algo porque han sido apabullados por la publicidad. Lamentablemente, hay casos en los que las pólizas de seguros falsas han perjudicado a muchos ancianos, expuestos a este tipo de explotación. Pero con respecto a lo dicho antes sobre la necesidad de que el gobierno solicite transmisiones que se destinen a los enfermos y a los ancianos, poniendo a su alcance determinados servicios, como la transmisión de la Santa Misa, el rezo del rosario y algo que les proporcione consuelo espiritual. Naturalmente, este mismo razonamiento puede servir para la radio. Como ya ocurre en varios países, el retiro espiritual radiofónico es uno de los programas que un medio de comunicación puede ofrecer con mucha facilidad. En Estados Unidos, por ejemplo, solicité al comité informativo que considerase la posibilidad de efectuar un retiro espiritual a través de la radio, destinado sobre todo a los ancianos y a los enfermos. Ello ha tenido grande éxito en toda la nación, con un retiro ofrecido por cierto número de obispos sobre los medios de comunicación electrónicos. Naturalmente, también son importantes las publicaciones. Pienso 148 que pueden ser muy útiles para los enfermos y los ancianos especialmente los libros de oraciones que se han vuelto de uso común, y que son apreciados. Probablemente algunos de ellos ya tienen estos libros, otros podrían necesitarlos. También pueden ser útiles las revistas importantes: primero, pueden contener artículos sobre como reaccionar frente a la enfermedad y a la edad que adelanta y como profundizar la propia vida espiritual. Pueden contener reflexiones sobre la vida de los santos, especialmente de los que estuvieron enfermos y de los que lllegaron a ancianos. Finalmente, tenemos Internet. Hay muchos ancianos que han aprendido a usarlo. Naturalmente, debemos estar atentos para que ellos no esten expuestos a material que perjudique su vida espiritual, pero este es un problema que va más allá de lo que nos ocupamos ahora. Deberían existir sitios web destinados especialmente a los enfermos y a los ancianos, que les proporcionen no sólo una atenta información, sino también consolación e inspiración. Es sobremanera estimulador el interés de los ancianos para mantener despiertas sus mentes e Internet puede hacer mucho también en este sentido a través de la correspondencia vía e-mail con otras personas. Al mismo tiempo, es igualmente importante que una vez más los enfermos o los an- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS cianos no esten expuestos a molestias o sean defraudados, engañados o explotados por personas sin escrúpulos. Nuestras palabras deben ser libres pero responsables y, en muchos casos, incluso reglamentadas, para que no se proporcione daños a esta categoría de personas. Quisiera decir que, en general, existe un acercamiento que tiende a esconder las noticias a los enfermos. Cuando las personas están enfermas, o son ancianas, a menudo no son tomadas en consideración. Yo pienso que nuestros media tienen la responsabilidad de hacer conocer al amplio público cuantos son los enfermos y los ancianos presentes en nuestra sociedad y como se les puede servir mejor. Como sabemos, todos crecemos con la ayuda que damos a los demás, a través del amor que mostramos hacia los demás y esto lo podemos hacer sólo si conocemos sus necesidades. Por esta razón, se deberían realizar reportajes adecuados que traten argumentos relacionados con las personas enfermas y los ancianos, teniendo cuidado de que no se les explote ni se viole su dignidad y su privacidad. Asimismo, se deberían prever reportajes y noticias adecuadas sobre las enfermedades que afligen a muchas personas, a fin de que se unan esfuerzos para eliminarlas, solidarizándonos con quienes se preocupan desde hace tiempo y por amor hacia nosotros y hacia los demás. Por tanto, ¿cómo servimos a los enfermos y a los ancianos? El servicio a favor de estas categorías es bueno cuando garantizamos la existencia de una suficiente política gubernamental en materia de medios de comunicación de modo que estas personas, a menudo olvidadas, son servidas adecuadamente. Segundo, si existen servicios en los medios de comunicación electrónicos que refuerzan la vida espiritual de estas personas y les proporcionan consolación e inspiración. Tercero, que haya reportajes de noticias destinados a ellos, e informen a todos los segmentos de la sociedad y los animen para que hagan algo por los problemas existentes o a favor de los que tienen necesidad, sin violar de ningún modo su privacidad o dignidad. En fin, pienso que todos los media deberían adoptar el lema siguiente: “Amaos unos a otros como yo os he amado”. Si ellos pueden ser instrumentos de amor, si pueden reunir a las personas en el amor, en el servicio y en el cuidado, entonces tendremos una sociedad mejor no sólo para los enfermos y los ancianos, sino también para los que los sirven en el nombre de Jesús. S.Em. Cardenal JOHN PATRICK FOLEY Gran Maestro de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén Santa Sede 149 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 PEDRO ANTONIO REYES LÓPEZ, LUIS ALBERTO LASSES 3.2 Políticas nacionales e internacionales de cuidados a la salud, legislación, migraciones, recursos económicos, científicos y tecnólogicos, políticas alimentarias e higiene social La salud, don divino, es aspiración humana universal, necesidad básica y valor social. El desarrollo de una sociedad, rica o pobre, se puede juzgar por la calidad de la salud de su población, por la equidad en la distribución de los recursos de salud y el grado de compromiso y protección que ofrece al enfermo y al discapacitado. La equidad es la premisa fundacional de todo sistema de salud. Todo lo que fortalezca esa equidad (global y en cada país) trasciende en la Salud, preventiva o asistencial y en las condiciones socialmente determinadas que hacen que la gente viva, crezca, trabaje y se haga vieja. El Diccionario de la Lengua Española, (vigésima edición) dice que anciano es el hombre o mujer que tiene muchos años y usa el calificativo en todo lo que es propio de tales personas. En nuestra sociedad el estereotipo del anciano es el de un sujeto en inevitable desventaja, enfatiza problemas y debilidades y poco atiende a las contribuciones que el anciano hace a la comunidad. De hecho el anciano, el mayor de 65 años según un límite convencional, hoy puede ser independiente y útil por muchos años, (Cuadro 1) y los límites que señalan 75 u 80 años como puntos de inflexión en sus capacidades no son absolutos, hay diferencias individuales, si bien es cierto que llega un momento en que la vejez establece incapacidades insuperables, en general hay circunstancias que distinguen ancianos en igualdad cronológica, factores como la educación superior, ingresos y la capacidad de ajuste a situaciones muestran que el estereotipo, generalización al fin, es irreal y eso sugiere acciones que pueden resolver problemas considerados sin remedio. Conviene mencionar que en la fuerza laboral de los Estados Unidos los sujetos mayores de 65 años representan 12% y los mayores de 70 el 7%, en tanto que Europa Occidental ocupa a mayores de 60 años en el 15% de su fuerza laboral. De todos modos la desvalorización del anciano como grupo subsiste en la medida en que la mayoría, no las excepciones, no tiene un papel socialmente valioso en comunidades orientadas a la competencia y la solidez económica. En las de otro corte, rurales, preindustriales, o en países de otra tradición, la estructura familiar se ha sostenido, allí suele haber necesidad de mano de obra, que el avance tecnológico reduce; y familia extendida en la que el anciano tiene valor social más prolongado, muchos son económicamente activos en labores del campo, por tiempo mayor que el jubilado urbano. La familia valora su contribución en el cuidado del hogar, de los niños y del peridomicilio donde hay animales domésticos, y su actitud de guía y consejero, le am- para y le provee alimento, alojamiento y protección, se da incluso el hecho de que el varón anciano se case con parejas jóvenes y conserve un poder sobre sus descendientes; de hecho, eso sucede en mi país en muchos pueblos donde la migración ha alterado la demografía. Aunque en sociedades industriales, empresariales con una proporción importante de ancianos la familia conserva un papel central y en algunos casos hay responsabilidad legal de los hijos hacia sus padres que tienen necesidades que no pueden asumir ellos mismos, existe la tendencia, creciente, a que la pareja anciana viva separada, dependiendo de ellos mismos y sólo en ocasiones especiales generalmente enfermedad recurren a hijos o nietos. La cuestión del anciano en pobreza y discapacidad la manejan instituciones y grupos diversos, con organización diferente en cada sociedad: asistencia por parte del Estado, instituciones privadas o corporativas que promueven filantropía, iglesias, gremios o sindicatos e incluso empresas que ofrecen construir residencias para mayores, organizar cuidados médicos o de compañía. Cuadro número 1 Grupos etarios en ancianos Edad 65 a 74 años- funcional, económicamente activos 55% varones, 7% mujeres, jubilación en aumento. Edad 75 a 84 años- declinan funciones y producción, aumentan mujeres. Edad 85 y más- declinación física e intelectual,discapcidad, dependencia creciente y progresiva. Nota: 84% de los mayores de 65 años no tienen seguridad social. 150 En Europa Occidental la transición demográfica dio inicio antes que en otras regiones, y, entrando en materia sus sistemas sanitarios y de protección tienen mayor historia. Talves desde la Inglaterra Isabelina hay un antecedente en una Ley de Pobres que en 1635 daba a la parroquia el mandato de cuidar de sus viejos, esos ordenamientos legales para atenuar o evitar oscilaciones y dar al Estado una presencia en donde predominaba la caridad individual o religiosa, se reforzaron a lo largo del siglo XIX en países escandinavos, en la Alemania de Bismarck, en Francia e Italia hubo leyes que garantizaban una responsabilidad pública sobre los ancianos, los enfermos y otros menos afortunados en la sociedad europea occidental. En los Estados Unidos, individualista, sólo después de la Gran Depresión, en 1935 se estableció un auxilio social: el Acta de Seguridad Social en la gestión de Roosevelt y planes suplementarios a nivel federal, estatal y municipal: exención de impuestos y subsidios a la vivienda, apoyo médico, de esa época son los servicios de seguro Blue Cross y Blue Shield y, más tarde, otros Medicare y Medicaid para ayudar a pagar gasto en salud y aliviar las dificultades de los ancianos, mejorar su ingreso y capacidad de gasto llegaron en la mitad del siglo XX, y en proporción muy variable su equivalente a otras sociedades. Por desgracia aún no los hay en grandes áreas del planeta, en otras son muy heterogéneos y aunque exista normatividad no siempre operan. Sin embargo, las características demográficas y económicas obligan a cambios drásticos, inevitables y se consideran entre otras medidas revisión de la edad de retiro con extensión variable que busca incrementar el número de trabajadores que aporten a los sistemas sanitarios, así se ha extendido a 68 años con obligatoriedad de 45 años laborales en Alemania. En muchos países se procura aumentar la natalidad alrededor de 2 nacimientos por familia y mejorar la oferta de educación, para asegurar potencial laboral, explotar oportunidades de desarrollo económico y paliar el desbalance demográfico; LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS pero no hay condiciones para usar modelos de países ricos en la mayoría de las naciones del Hemisferio Sur. Hay necesidades comunes en el grupo de ancianos, independientes del rango de edad, como son: vivienda, salud, alimentación, recreación, consumo y costeo de servicios y bienes, sin embargo, el ingreso del anciano desciende o desaparece a medida que aumenta su edad. Y las necesidades cambian en los grupos de edad, la salud puede ser relativamente una preocupación menor a los 65 que a los 82 años. Es necesario por tanto concebir políticas generales y específicas aplicables a este grupo poblacional, pues una política social sobre envejecimiento no puede ser solamente la sumatoria de programas, se necesita la reflexión sobre al menos cuatro posiciones políticas: a) social, de acceso universal como vivienda, cultura y recreación , promoción y prevención en salud, adaptada a cada estrato erario; b) asistencial ante aquellos con discapacidad transitoria o permanente, enfermedad evolutiva y necesidades de rehabilitación, c) otra más ante casos que requieran protección especial en circunstancias difíciles: abandono, maltrato, desnutrición; y finalmente d) una política de garantía social ante indigencia, desintegración familiar y exclusión social. Políticas que deben imbricarse con los 5 principios básicos que la ONU ha identificado como fundamentales para la atención del anciano (Cuadro 2): – independencia – participación – provisión y recepción de cuidados – autorrealización – dignidad En todos los países, en general, se ha prestado atención a la Gerontología y a la asistencia de adultos mayores; se han creado organizaciones en los 3 niveles de gobierno para alcanzar la evaluación y supervisión de programas asistenciales, de investigación y formulación de estándares, algoritmos y atención a la salud de ancianos, con servicios primarios de rehabilitación, clubes de ancianos y organización de servicios geriátricos con epidemiólogos, clínicos, enfermeras, terapista físico y trabajador social, con una población normativa de 30 000 personas mayores de 65 años de edad. Dado que los ancianos consumen 1/3 del presupuesto en salud y ocupan 60% de las camas de hospital en sociedades afluentes, se han diseñado estrategias para remediar esa situación insostenible ante el envejecimiento de la población mundial. El cuidado de la salud de ancianos en Estados Unidos ha migrado del hospital a casas de reposo, enfermerías y servicios certificados y tienen casi 2 millones de camas. En Canadá también se ha articulado en la comunidad un sistema institucional que aumenta el acceso del anciano a cuidado médico y reduce su presencia en hospital, con ahorro pecuniario y en carga de trabajo, e importante, los mismos resultados para la salud del anciano. En otros países ese mecanismo ha quedado en manos privadas o de asociaciones filantrópicas en las que la Iglesia tiene presencia importante. Los datos generales que anoté son insuficientes para conocer un tema tan complejo como los sistemas sanitarios aplicados a ancianos, que son sobrevivientes y tienen problemas de salud acumulados a lo largo de su vida. Una encuesta sobre bienestar, salud y envejecimiento realizada entre 1999 y 2000 en países latinoamericanos Cuadro número 2 Principios básicos ONU Independencia Participación Provisión y recepción de cuidados Autorrealización Dignidad Riesgos del envejecer Pérdida de capacidades físicas y mentales Disminución de autonomía y adaptabilidad Menoscabo de rol familiar y social Retiro laboral y pérdida de ingresos Cese de actividades, deterioro de la salud 151 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 señaló, en una muestra representativa que 20% de los ancianos perciben su salud como mala y 50% la califica regular; los padecimientos más frecuentes fueron problemás reumáticos 63%, hipertensión arterial 43%, diabetes 22% y problemas nerviosos 11%. Pero 30% se consideraban sanos y 6% inclu- Acción Internacional sobre el envejecimiento. Hay un Programa sobre el envejecimiento de las Naciones Unidas y esfuerzos apoyados por la Organización Mundial del Trabajo, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y otras instancias supranacionales, todo esto llevó a so calificaron su salud de excelente. Lo anterior señala con claridad que las enfermedades crónico-degenerativas son el problema de salud característico en la población anciana y progresan a medida que avanza la edad, aunque hay demanda creciente de servicios asistenciales en hospitales, de todos modos es más serio el déficit de servicios de apoyo en el domicilio: enfermería y cuidadores, y por supuesto no hay un sistema de salud que resuelva totalmente estos problemas. En todo el Mundo hay una toma de conciencia general desde hace muchos años. (Cuadro 3) En 1982 se realizó la Primera Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento que propuso alternativas para responder al cambio poblacional inminente e imparable. En 2002 en Madrid la Segunda Asamblea estableció solidaridad intergeneracional, atención preferente en zonas rurales y en minorías, mayor participación del anciano en la sociedad y representación política, promoción de la salud, bienestar y protección frente a malos tratos y violencia. Culminó con una Declaración Política y un Plan de que en la región de América Latina y el Caribe en noviembre de 2003 se realizara la Conferencia Regional Intergubernamental sobre el envejecimiento, en Santiago de Chile en la que se decidió establecer una Estrategia Regional de Implementación para América Latina y el Caribe del Plan de Acción Internacional de Madrid. En mi país desde 1978 se fundó el Instituto Nacional de la Senectud, que en 2002 sufrió modificaciones, en esa época se publicó la primera Ley de los Derechos de las Personas Mayores y el nombre del Instituto se modificó por el de Instituto Nacional de las Personas Mayores (INAPAM) encargado de las políticas públicas para ese sector con representación en las entidades federativas del país, en municipios, con Centros de Atención Integral que ofrecen servicios de consulta médica expedita a precios mínimos y referencia a hospitales; clubes de la tercera edad, centros culturales, unidades gerontológicas y unidades móviles de promoción. Hay un programa de credencialización que da beneficios a personas mayores de 60 años la credencial otorga descuentos en la adquisición de bienes y servicios, hay programas de revaloración del anciano acercándole a la comunidad como el “cuenta cuentos” en escuelas elementales y guarderías, puestos de ventas de artesanías hechas por ancianos y juegos deportivos nacionales y actividades culturales. Las leyes, prácticamente en todo el orbe protegen al anciano, pero aún hay vacíos. En el contexto legal hay un aspecto relevante, triste y vergonzoso, la violencia contra el anciano. Su importancia es creciente y susceptible de acciones preventivas de trascendencia. La violencia intrafamiliar es aún de mayor magnitud y menos evidente, hay que darle visibilidad e identificar al Cuadro número 3. Acciones y propuestas internacionales en el caso del envejecimiento Reuniones y Asambleas 1982 Viena. Asamblea Mundial sobre el envejecimiento. 1991. ONU resolución 46/91 a favor de los ancianos. 1994. El Cairo. Cumbre de Población. Resoluciones 46/94 7 y 45/106 Plan de acción internacional sobre el envejecimiento. 1995. Copenhagen. Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social. 1999. Kobe. Año Internacional de los Ancianos. OMS 2003. Santiago de Chile. Conferencia Regional Intergubernamental sobre el envejecimiento Principios para atención equitativa autonomía envejecimiento activo prevenir > curar diseños flexibles descentralización subsidios suficientes 152 anciano en riesgo. El hombre es el único animal en la Naturaleza que cuida a sus progenitores y en ocasiones esto induce violencia intrafamiliar que incluye además maltrato infantil y de la mujer. En el ámbito académico en 1975 se publicó en British Medical Journal un artículo seminal que exhibió la indiferencia de los profesionales de la salud ante la violencia familiar con falla en su identificación, tal vez por no contar con criterios que definieran instrumentos de tamizaje, pero hoy se conoce bien que la violencia puede tener varios rostros: abuso físico, golpes, fracturas, hematomas o equimosis, quemaduras, encierro, uso inapropiado de medicamentos, con intención dolosa; sicológico, gritos, insultos, daño emocional, ruido y deprivación de sueño, aislamiento, humillación e infantilización; dejarlo desatendido en medio del tráfico o encerrado en un auto estacionado entre otros, sexual: contacto sexual de cualquier tipo sin consentimiento o en casos donde está imposibilitado. Explotación material: uso ilegal o robo de propiedad del anciano, sus ahorros, bienes, patrimonio o mendicidad forzada, negligencia: rechazo o falla de cuidados, incluyendo olvidar alimentos o medicamentos y otras necesidades, a veces autonegligencia en el caso de incapacidad del anciano para procurarse bienes y servicios y el abandono del adulto responsable y así violación a derechos básicos. Las personas ancianas más susceptibles a la violencia son los dependientes, discapacitados que han perdido autonomía y son discriminados, vulnerables. El agresor con frecuencia tiene trastorno de personalidad o sicopatología suele ser desempleado, con baja escolaridad y la víctima con frecuencia tiene al menos defectos cognoscitivos y físicos y puede haber factores relacionales que se anclan en toda una vida. El deterioro progresivo del anciano y la poca información del médico o del personal de asistencia que acepta con facilidad explicaciones poco sólidas y desestima quejas del anciano contribuyen a crecer el problema multifactorial y no hay que olvidar que el agresor es el cuidador del enfermo, y que tie- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ne también problemas. Hay que abordar estos casos con gran prudencia e imparcialidad, ofrecer ayuda y comprensión, pero con firme rechazo de la violencia en cualquier forma. Las campañas de sensibilización y educación pública han tenido algún impacto, y hay una Red Internacional para la prevención del abuso y maltrato de ancianos con comités y sociedad nacionales. Sin embargo, en muchos países no hay legislación específica, y aún en los que la tienen es poco probable que se llegue a un proceso legal, pero la expresión de un precepto legal que señale como delito la violencia contra ancianos y otros débiles y desprotegidos es indispensable para poner coto al problema antes de que ocurran apoyo social y salud, que se quedan sin generaciones jóvenes, hombres y mujeres. Así se reduce la fecundidad, viejos, mujeres de edad media y niños sufren los cambios en la estructura familiar que en otro tiempo proveía de alojamiento, cuidado y bienestar del anciano. En México 31% de los municipios tienen en alguna medida decremento demográfico por migración, eso conlleva reducción de presupuesto federal y reducción de la inserción del municipio en la economía regional, en los circuitos de mercado y decremento de producción agrícola, deterioro ambiental y de recursos naturales y de una estructura de oportunidades con efecto de círculo vicioso. En ocasiones la remesa de recursos es un paliativo, daños irreparables. En México no conozco ningún estudio que estime específicamente este problema social. No tengo datos precisos de otros países temo que es un problema soslayado que requiere atención de legisladores y personal judicial capacitado y motivado. La migración parecería fenómeno ajeno a una población vieja, pero en muchos países pobres está presente y creciente en áreas rurales, migración intrafronteras del agro a los cinturones de miseria de las grandes ciudades y migración internacional, en su variante ilegal, que afecta sobre todo a localidades pequeñas, con economía agraria, con rezagos en materia de pero suele ser a costa de un cambio cultural y pérdida de valores tradicionales. En esas áreas rurales la cobertura de salud por programas estatales nunca fue buena y es aún peor para mayores de 60 años. En esas mismas localidades se dio ya un leve aumento en la esperanza de vida y los programas sociales son insuficientes para cubrir la población anciana, en el mejor de los casos tienen un impacto efímero que sumado a la pérdida de redes familiares se transforma en una gran deuda social que se suma a la acumulada en tiempos pasados. No hay que olvidar que además de consecuencias económicas, hay un conflicto generacional: el viejo enfrenta la 153 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 migración de los jóvenes o de sí mismo en el contexto de su sentido de la vida y su afirmación que ve vulnerada, el(la) joven migrante parte con frustración, represión y en busca de compensación, enojado, todo eso genera un conflicto psicológico rara vez considerado y menos atendido Es indispensable y urgente que, con sentido humano, se revise la política migratoria en todos los países que incorporan migrantes, africanos y sudamericanos en Europa Occidental, hispanoamericanos hacia los Estados Unidos y Canadá, e incluso la migración no rural, sino profesional hacia Australia. Deben incluirse en esa revisión la reunificación familiar incluyendo el fenómeno de envejecimiento y crear un modelo de intervención pública que refuerce el tejido social, el intercambio generacional y potencie la presencia comunitaria de los viejos. Enfrentar este aspecto no es simple, es urgente y requiere de compromiso y atención profesional de muchos miembros de la comunidad académica. Los recursos económicos en los sistemas de salud en la mayor parte del Mundo se dirigen a acciones curativas, a la atención aguda en hospital, no suele haber instalaciones dedicadas al cuidado de enfermos crónicos, viejos o no, pero los primeros son sobrevivientes de enfermedades de etiología multifactorial que acarrean desde su madurez, a veces desde la juventud asociadas a factores genéticos y ambientales incluyendo estilos de vida, el sistema de salud no está preparado para el incremento de enfermos crónicos y de discapacitados que genera la transición demográfica pero el anciano no tiene otro recurso y allí está, con sus enfermedades acarreadas por muchos años y con otras más ligadas a su avanzada edad. Hay una presión creciente y es necesario alcanzar equidad en la distribución de beneficios, a través de un balance entre costo, calidad de la atención y acceso a servicio. Se suma a esto el costo enorme de la tecnología médica actual en materia de imagen diagnóstica, de intervenciones complejas y de la expectativa poco realista de médicos y usuarios que ignoran u olvidan el principio de la proporcionalidad de la cura y exigen servicios asistenciales que pueden dar como resultado situaciones de encarnizamiento terapéutico. En los últimos años se habla de gastos catastróficos en la atención de la salud, se hace énfasis en que el atender a enfermos con frecuencia se hace sobre “gasto de bolsillo” del enfermo o su familia, y que las cuentas de un hospital moderno suelen ser muy elevadas. Se define como gasto catastrófico el que supera el 30% del ingreso efectivo de no subsistencia del individuo, y eso es muy fácil que ocurra en el caso de un anciano o de una familia con 1 o 2 ancianos bajo su tutela. A nivel de la sociedad el gasto catastrófico se define como el que excede el 20% de los recursos asignados en el presupuesto de una institución para el gasto operativo en asistencia médica. Nuevamente es fácil que ocurra gasto catastrófico. Estos problemas han llevado a estudiosos de todo el Mundo a revisar esas “cuentas por pagar” en las intervenciones en salud y en el tema de la equidad. Hay 2 aspectos centrales en este tema: el acceso universal a los servicios y la calidad de la atención. En el primer punto se trata de que un anciano logre llegar a servicios que necesita sin tomar en cuenta su capacidad de pago, su ubicación geográfica y su contexto social. La calidad de la atención se refiere a la capacidad de un sistema de salud para garantizar resultados similares en las instituciones de salud con eficiencia en la utilización de los recursos. Hoy día no parece haber una solución en ninguna de esas condiciones, y se propone que se cambie la orientación del sistema de salud a la promoción y prevención de la salud, pero eso no resuelve el problema ya presente, en el que destaca el hecho de que prácticamente en todo el Mundo la capacidad de los sistemas está rebasada. Se ha propuesto, en el corto plazo establecer seguros nacionales de salud en paralelo a programas nacionales de promoción y prevención con un esfuerzo orientado al desarrollo social, identificando padecimientos críticos y elaborando guías clínicas factibles y sensatas. Después se integrarían hospitales de mediana complejidad que dieran servicios equivalentes a toda la población y finalmente en un plazo más lejano, manteniendo lo alcanzado se fortalecería a los hospitales de alta especialidad pero en este caso se seleccionarían padecimientos a tratar por la instancia sanitaria superior. Los recursos para hacer operativo el sistema se generarán a través de un Seguro Universal. Todo esto supone una reforma profunda de un sistema de salud que aún no se iniciado hasta donde s´é y preocupa profundamente a la Organización Mundial de la Salud y fue motivo para que el Reino Unido creara el Instituto Nacional de Excelencia Clínica y haya otras 29 agencias nacionales en diversos países. Hasta ahora ignoro si hay una respuesta. Por supuesto a las consideraciones financieras habrá que incorporar una dimensión bioética y de salvaguarda de derechos. Es indispensable considerar el fondo biológico de la ancianidad y en este sentido profundizar en aspectos de atención a la salud con las espléndidas contribuciones que el desarrollo de ciencia y tecnología han aportado en el siglo pasado y las que hoy son esperanza de una vida más plena aunque tal vez no más larga que la que dicten los telómeros de nuestros cromosomas. Hemos dicho ya que al menos un 30% de los ancianos se considera sano y actúa como tal. Pero en la mayoría hay por una parte morbilidad acumulada, enfermedades crónico-degenerativas y otras propias de su edad, de modo que discapacidad y enfermedad son un problema común, doloroso y limitante. Revisemos a vuelo de pájaro la morbilidad geriátrica. La piel y anexos muestran la edad, se pierde elasticidad, hay arrugas, pelo cano, ralo y escaso, a veces en la mujer hay hirsutismo molesto y con frecuencia hay cambios dermatológicos: xerosis, queratosis seborreicas, acantomas y diversos tumores de gravedad y trascendencia variable. Los parpados pueden modificar su orientación y las pestañas lesionan la cornea por roce 154 indebido (triquiasis); el drenaje lágrimal se obstruye y la calidad de la lágrima se altera, hay cambios en la refracción y los ojos son asiento de glaucoma, cataratas, hemorragias vítreas, desprendimiento de retina y degeneración macular, y si hay diabetes o hipertensión arterial la retinopatía puede ser un serio escollo. Se pierde audición, se acumula cerumen, hay otoesclerosis y a veces cambios en el sistema vestibular. Hay deterioro cognitivo, depresión y se mantienen las neurosis, pero las sicosis son raras y si ocurren tienen con frecuencia una base orgánica. Antes de pensar en demencia en un anciano hay que asegurarse que no hay un hematoma subdural crónico o una hipertensión endocraneana. El tremor senil y el mal de Parkinson son enfermedades frecuentes y la isquemia cerebral transitoria puede presagiar una enfermedad cerebro vascular parenquimatosa de serias consecuencias. No es raro que exista esclerosis de la válvula aórtica y franca estenosis, arritmia por fibrilación auricular, otros trastornos de ritmo y conducción a veces asintomáticos a veces serios e incluso fatales sin previo aviso, la isquemia miocárdica es común y hay reducción en la mecánica pulmonar. La secreción de acido gástrico se reduce. Se pierde el factor intrínseco y se favorece anemia, hay hernia esofágica por deslizamiento, gastroparesia y vaciamiento lento, a veces insuficiencia pancreatroduodenal y es muy frecuente la constipación crónica que aumenta la morbilidad de divertículos en colon izquierdo. En otros, la incontinencia fecal o urinaria son problemas muy serios. Las enfermedades músculo esqueléticas son muy comunes, la osteoporosis y su riesgo de fracturas, la cifosis dorsal progresiva, la estenosis del canal raquídeo y la osteoartrosis casi universal a los 80 años, con sarcopenia y debilidad son problemas muy complicados. Con la dismetría y pérdida de coordinación se favorece inestabilidad y la fragilidad del anciano es un concepto emergente en Geriatría y de gran trascendencia en Salud Pública. Esta fragilidad se reconoce como debilidad general, LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS hiporexia, pérdida de peso, pobre o nula tolerancia al esfuerzo, hipo o inactividad física y marcha inestable. Se define como un “síndrome biológico” donde hay reducción de la homeostasis, homeoestenosis, que a menudo es etapa final. Todo esto es producto de investigación clínica que empieza a ser sistematizada en Geriatría, especialidad novedosa y con futuro, pero aún poco conocida entre los estudiantes de Medicina en países que en una o dos generaciones tendrán 1/5 de sus pobladores ancianos. ¿Cuándo se gesta toda esa mala fortuna? Talves desde la vida intrauterina. El primer ambiente que experimentamos juega un papel determinante en la duración y calidad de vida que cada uno tendrá. Antes de nacer alcanzamos más metas biológicas que en cualquier otra etapa de vida, en esos momentos el embrión y el feto son muy susceptibles a ambientes prenatales adversos, hay cambios permanentes en células, tejidos y órganos durante la vida intrauterina en la que existe una “programación para el desarrollo” en donde nuestros genes y el ambiente establecen patrones de respuesta ante retos específicos impuestos a un organismo durante un tiempo crítico, una razón más para proteger siempre la vida desde su inicio en la concepción. Investigación reciente, con evidencia sólida señala que hay períodos de vulnerabilidad a condiciones subóptimas tanto en período prenatal como en el post natal temprano. Sólo como ejemplo menciono que se encontró una mutación en el gen que codifica glucocinasa asociada a bajo peso al nacer que podría tener efecto sobre la resistencia a insulina; también se postula un “genotipo ahorrador”, mecanismo adaptativo ante las hambrunas recurrentes que, al menos desde la Revolución Industrial no existen en muchos países, este mecanismo adaptativo no necesario ya, podría asociarse a síndrome metabólico y enfermedad cardiovascular desde la juventud. Los efectos son permanentes, involucran cambios estructurales y pueden pasar a otra generación. Hay áreas clínicas donde la programación para el desarrollo (PD) parece critica: Obesidad, hay sólida relación entre bajo peso al nacer y un índice de masa corporal mayor de 30 en adultos con los riesgos de enfermedad que esto acarrea. Diabetes, en igual forma se encuentra bajo peso al nacer y diabetes tipo 2 insulinorresistente y alteraciones en metabolismo de lípidos. Hipertensión arterial. Lo mismo, bajo peso al nacer predice la enfermedad. Ya hasta aquí podría pensarse que el síndrome metabólico, causa de tanto mal en adultos, se gesta entonces, in útero. Y hay más. Se ha identificado PD en casos de depresión, función ósea y fractura de cadera, de modo que se ha propuesto mejorar la nutrición, hacer ejercicio y más cuidados para embarazadas y niños con políticas que atiendan sus necesidades, uso de hierro, folato y vitaminas reforzar lactancia materna y creación de lazos afectivos. Más adelante en el post natal la nutrición es clave para un envejecimiento exitoso, eso es un efecto ambiental que actúa sobre la carga genética y la PD, que es accesible con relativa facilidad, nuestra dieta cambió en los últimos 200 años, (Fig. 1.) si ahora logramos retardar la epidemia de obesidad (la prevalencia de obesidad en niños alcanza hasta 30%), se adiciona fierro y folatos en la dieta, se promueve ejercicio físico y se evitan carbohidratos, entre esos fructuosa que es componente principal de bebidas gasificadas muy populares, e induce hiperuricemia, se limita grasa dietética a no más de 30% y se consume más proteína vegetal, como la soya es probable que se logre a través de política alimentaria e higiene social envejecimiento exitoso en una proporción no despreciable de la población. Es complicado abordar temas tan complejos, interactuantes y relativamente poco conocidos, de modo que presente a ustedes una visión de conjunto con intención de sensibilizar a la comunidad y a sus niveles de gobierno para que se busque con decisión política firme, y con apoyo de todos, por 155 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 supuesto de la Iglesia, de organizaciones no gubernamentales y en la casa la manera mejor de diseminar lo que hoy se sabe pero queda opacado ante la propaganda orientada por interés comercial irresponsable. Tenemos que ser capaces de lograr políticas sociales comprometidas para usar mejor los recursos ya accesibles, para impulsar la investigación con orientación para la Vida y el Bien Común, al Hombre y ganar voluntades en toda la urdimbre social, en todos los países para buscar que nuestra presencia en el Mundo sea propicia al Reino prometido por Nuestro Señor Jesucristo. En tanto, no olvidemos que nosotros vamos en el camino a la vejez, no olvidemos que hay que dar para recibir y que tenemos muchas oportunidades de servir a nuestros viejos, por cierto la Organización de las Naciones Unidas ha declarado el 1º de octubre como el Día Mundial de las Personas de Edad, yo no lo sabía, y aunque es sólo un símbolo vale la pena incorporarlo al calendario de actividades del Hospital donde trabajo en la Ciudad de México, que atiende cada semana 20 a 30 ancianos y acumula en su Clínica de Geriatría Cardiológica, de reciente creación ya unos 500 casos, en tanto se reduce la demanda en otras áreas. Prof. PEDRO ANTONIO REYES LÓPEZ Director de Investigación en el Instituto Nacional de Cardiología “Ignacio Chávez”, México Dr. LUIS ALBERTO LASSES Instituto Nacional de Cardiología “Ignacio Chávez”, México Bibliografía Lecturas recomendadas. Libros: Ageing and health. A global challenge for the 21st century. Proceedings of a WHO Symposium. Kobe, 10-13 November, 1998. Organización Mundial de la Salud. Ginebra, Suiza. 1999. Represas J. Las siete bio-rutas para la salud, el bienestar y la longevidad. Reimpresión especial. 2003. Secretaría de Salud. México. Conmemoración del sexagésimo aniversario. México. 2003. Envejecimiento de la Población. Foro Inte- racadémico en Problemas de Salud Global. México D.F. México, 2-3 de octubre, 2006. Academia Nacional de Medicina. México. Willaert D.,Verhasselt Y. World atlas of aging. WHO. Centre for Health Development. Kobe. Japan. 1998. Artículos y publicaciones varias: ALVAREZ-NEGMEYEI J., ESPERÓN-HERNÁNDEZ R.I.,HERRERA-CORREA G.M., NUÑO-GUTIÉRREZ B.L. Prevalencia e impacto funcional de las artropatías en adultos mayores. Rev. Inst. Mex. Seguro Soc 2006;44:403-7. Anónimo. Los ancianos pobres. UNFPA. http:// www.unfpa.org/about/report/2001/esp/ 2ch3pg.htm ARAUZ GÓNGORA A.A. Deterioro cognoscitivo y mortalidad en ancianos sanos en México. Estudio poblacional de seguimiento a 10 años. Tesis doctoral. Doctorado en Ciencias Médicas. Fac. De Medicina. Universidad Nacional Autónoma de México. 2007. CIGOLLE C.T., LANGA K.M., KABETO M.U., TIAN Z., BLAUM C.s. Geriatric conditions and disability: the health and retirement study. Ann.Int. Med. 2007;147.156-64 KADO D.M., PRENOVOST K., CRANDALL C. Narrative review: hyperkyphosis in older persons. Ann. Int.Med. 2007;147:330-8 REUBEN D.B. Update in Geriatric Medicine. Ann Int Med. 2007;147:470-7. MUNUERA MARTÍNEZ L. La década de los huesos y articulaciones: osteoporosis y fracturas. Anales de la Real Academia Nacional de Medicina. 2006. Tomo CXXIII Cuaderno Cuarto. p 813. RODRÍGUEZ GARCÍA R., TORRES PIZANO P., ZÚÑIGA SANTAMARÍA T. Los viejos del mañana somos los jóvenes de hoy. Ganar salud. Sociedad Mexicana de Geriatría. Consejo Mexicano de Geriatría. 156 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS 4. Pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos desde el punto de vista familiar GOFFREDO GRASSANI 4.1 El enfermo anciano, su familia, el personal sanitario 1. Los ancianos: definición difícil El tema requiere una reflexión sobre la ancianidad, de aquella categoría de personas que son el objeto de esta ponencia. Para determinar el ámbito de esta ancianidad podemos referirnos a varios parámetros: un parámetro legislativo que considera como ancianos a todos los que – por límites de edad bien definidos – han alcanzado el derecho de obtener una pensión, sin ejercer más trabajo alguno; un parámetro estadístico que determina la vida promedio del hombre contemporáneo y, en ese contexto, especifica los años de la ancianidad; un parámetro relacionado con el sujeto, de modo se se determina la ancianidad teniendo en cuenta el estado de salud, de las capacidades personales, de su actividad y de su personalidad En el caso de que se prefiera este último parámetro, que responde más a la condición “irrepetible” de la persona, la categoría de los ancianos permanecería objetivamente caracterizada por un denominador común, que depende del desarrollo del proyecto de la existencia terrena hacia su término. Por tanto, son los ancianos los que tejen su existencia, incluso cuando están sanos y laboriosos, hacia el término de la vida terrena. Esta definición tiene en cuenta la prolongación de la vida humana debido a las mejores condiciones de vida y de las nuevas condiciones de salud que consienten los imponentes progresos de las ciencias y de la ciencia médica en particular. 2. La persona anciana y sus exigencias de conservación y desarrollo Como todo sujeto, el anciano que se estructura y se desarrolla en la relación con otros sujetos, repropone en el centro de nuestra reflexión a la persona, sujeto que se constituye en relación y se desarrolla desde su concepción, generando una estructura intersubjetiva que caracteriza su personalidad y su cultura. Como toda persona, el anciano no es sólo ‘racionalidad’ sino también ‘relacionalidad’1. La relacionalidad constituida del ser persona se vuelve evidente en la Revelación que manifiesta el sufrimiento de la no relacionalidad, ‘no es bueno que el hombre esté solo’ (Gn 2, 18). La relación no aparece como medio apropiado en la realización de la persona humana, sino está constituida para un fin específico, “para que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17, 21-22). Esta finalidad metafísica colocada e impresa por el Creador en la persona humana, se vuelve camino de unidad y fundamento del pleno desarrollo de cada persona humana. La condición humana, realidad que pasa, hace que todos los hombres sean iguales, pero al mismo tiempo irrepetibles y distintos por la infinita variedad de sus relaciones, modos, sensibilidad y medios culturales, con los que la perciben, la viven y la transmiten. El anciano enfermo es un estado de la persona que refleja perspectivas, esperanzas y exigencias propias, que se deben conservar y re- forzar en su identidad, teniendo en cuenta una cultura específica que nace, se constituye y desarrolla en el ámbito de las relaciones familiares y afectivas bien definidas. El don de la ancianidad Como toda persona humana, el anciano es portador de dones, es el que transmite a las culturas de las nuevas generaciones. Es el don del testimonio que lleva a sintetizar la experiencia de la vida, que narra las luces y las sombras del camino, la superación de las dificultades y de las derrotas, una historia humana y espiritual, una ventana abierta hacia el amor de Dios por el hombre. Podemos retomar la carta de Juan Pablo II que, dirigiéndose como anciano a los ancianos, declaraba con fuerza: “Nuestra vida, queridos hermanos y hermanas, ha sido inscrita por la Providencia en este siglo XX”2. Por tanto, la Providencia coloca a los ancianos en el plan de Dios y caracteriza su personalidad. Junto al testimonio antropológico, el anciano conlleva un don más elevado, el de la fe, explícita o implícita, sin la cual el duro camino del hombre no llega a la plenitud de la ancianidad. De hecho, si en cuanto a su ser la persona es participación al ser de Dios, es en la ancianidad que dicha condición ontológica se advierte mejor y es percibida por quien se encamina en el sendero del atardecer. Recogemos aquí la enseñanza del Pontificio Consejo para los Laicos 157 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 que identifica en la vejez auténticos carismas como: la gratuidad, la memoria (entendida como testimonio), la experiencia, la interdependencia, una visión más completa de la vida3. De hecho, se considera que ancianos vivan con mayor profundidad los valores de la responsabilidad, de la amistad, de la paciencia, de la sabiduría, del respeto por la Creación, de las relaciones de paz, del desapego del poder. De estas virtudes y de su ejercicio, facilitado por la misma condición de fragilidad y de dependencia del anciano, éste logra vivir una dimensión contemplativa. Por tanto, la ancianidad es el fruto y el resultado de un largo proceso que transforma todo sujeto humano en el ámbito de su misma identidad como persona. chos exteriores (generalmente a hechos de comportamiento)7. Una referencia normativa explícita al derecho del menor a las relaciones afectivas con los abuelos se encuentra en el proyecto de ley n. 2435-A. “Derecho de visita de los abuelos”. El art. 1 de dicho proyecto prevé la insersión en el cuerpo del Código civil, del art. 317 – ter: “Los menores tienen derecho a las relaciones afectivas con los ascendientes de los padres cuando esto no esté en contraste con sus intereses. Cualquiera que ejerza la potestad sobre el menor tiene el deber de permitir y de no obstaculizar dicha relación”8. Los sentimientos, nueva categoría jurídica: el amor de los abuelos ya es un derecho para los pequeños Este tema finalmente ha entrado en la reflexión jurídica y merece que lo recordemos en la reciente reexaminación que ha producido la doctrina4. Hipotizar la existencia en nuestro ordenamiento jurídico de un derecho al amor impone una premisa de carácter general acerca de la importancia jurídica de los sentimientos. Al respecto, hay que señalar la escasa atención que los hechos de sentimiento, diferentemente de los hechos de conocimiento y de voluntad, han recibido de parte de la doctrina civilista5. Casi la total importancia jurídica de los sentimientos se debe atribuir en primer lugar a la consideración de los mismos como elementos internos de la psique humana y por lo mismo inaferrables. Algunas reflexiones se fundan, además, en la legítima exigencia de no sobreponer valoraciones de orden ético con valoraciones de orden técnico6. En este cuadro sistemático que parece no atribuir ninguna importancia al sentimiento considerado en sí mismo, hay que reconocer una voz doctrinal autorizada que, analizando los sentimientos en el ámbito de la teoría general del derecho, limita el ámbito de importancia a los hechos únicos de sentimiento que se hayan vuelto objetivos y se hayan traducido en valores del ordenamiento y que se acompañan a he- En el contexto europeo y en las recientes leyes especiales que han introducido el derecho de visita de los abuelos, sobresale claramente la orientación hacia el reconocimiento de igual derecho de parte del menor. La ley española 42/2003 prevé expresamente un derecho del menor de comunicación y de visita9. Estas reflexiones que fundan la relación abuelos-nietos en la existencia del derecho subjetivo del menor a las relaciones afectivas se pueden aplicar también a todas las demás relaciones familiares y en particular a la relación padre-hijos. De este modo, el reconocimiento de un derecho subjetivo del menor al afecto, al amor, permite ampliar y seleccionar cuantitavamente la esfera de las obligaciones de los padres para con los hijos. La violación del derecho al amor es a su vez fuente de resarcimiento del daño, prescindiendo del cumplimiento de obligaciones de otra naturaleza, incluso patrimonial10. Por tanto, la familia es la sede en la que se generan las relaciones afectivas que el derecho toma en consideración para acrecentar en el ordenamiento las garantías jurídicas de tutela del desarrollo de la persona. Papel de la familia Las consideraciones que anteceden ponen de relieve la exigencia que la sociedad familiar asuma su función de promover la “comunión” entre todos sus miembros: abuelos, padres e hijos. En cuanto sujeto, la familia posee un particular y específico “patrimonio relacional” con el anciano, abuelo o padre, que aparece como caracterizado por los vínculos afectivos y de experiencia vividos en un contexto que se desarrolla en la misma historia y en la vivencia de cada comunidad familiar. Un patrimonio de conocimiento del otro, generado por la experimentación, en las múltiples relaciones humanas, de los caracteres atropológicos, de las virtudes, de los defectos, de los deseos, de la magnanimidad y de los límites de cada persona humana. Se trata, pues, de un patrimonio relacional y de experiencia que constituye otro “patrimonio familiar”, dotado además de algunas connotaciones particulares, específicas de cada sociedad familiar. Como célula viviente que reune a varias generaciones, se conoce y se define de su constituirse y de su proyectarse, como sociedad que experimenta, elabora, produce una cultura propia, que realiza las relaciones familiares, formula proyectos, se vuelve ‘esa’ familia. La plasticidad En estos procesos, que son objeto de estudio de múltiples disciplinas, como la educación, la psciología, la antropología, el derecho y las ciencias médicas, debemos captar un elemento característico propio de la sociedad familiar, es decir, la plasticidad del hacerse de las relaciones humanas. La adaptación consciente con el objetivo de la armonía familiar; la toma sobre sí de la responsabilidad del otro y de su desarrollo, es un dato constitutivo de la “forma” que asume cada familia. Ninguna otra relación humana, 158 por más importante y sobresaliente que sea para la persona, puede sustituir este bien que es la “forma” de cada familia. De aquí se deduce que el anciano debe mantener este patrimonio, en su íntimo de existir como don y como historia personal, que es propio de la familia a la que pertenece. Asimismo, es importante poner de relieve que esta “forma” específica de la comunión de los valores que cada comunidad familiar, al igual que cada persona es única e irrepetible – como es único e irrepetible el carácter proprio de cada persona humana. Por tanto, es preciso interrogarnos sobre cómo ayudar a la familia y a sus miembros a vivir la relación entre la familia y los ancianos. La formación Teniendo en cuenta la experiencia, debemos constatar que subsisten familias que para nosotros representan un modelo ejemplar de amor por el modo como acompañan y sostienen a sus ancianos enfermos. Familias numerosas, con el padre y la madre de suyo bien comprometidos, han sabido acoger, curar y vivir con los padres de él o de ella, ancianos y enfermos, en el difícil contexto de nuestas sociedades urbanas. Si examinamos de cerca estos modelos de vida, realizados en nuestro tiempo, notaremos algunas características que merecen ser consideradas como base de nuestra reflexión. Es necesario partir de la premisa que el anciano enfermo representa una serie de problemáticas asistenciales y sanitarias que exigen una programación sin la cual la vida de los ancianos está destinada a terminar en una facultad que la familia atribuye a terceros para el cuidado de sus seres queridos. Es preciso saber construir la relación entre familia y anciano. Para lograr este resultado es preciso identificar un orden de medios adecuados para el fin. Proyecto de familia En la familia el anciano representa una fuente de gozo, pero también un problema representado por su condición psicofísica. No se puede afrontar esta proble- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS mática específica con la necesaria disponibilidad, si los participantes de la familia no están preparados. En primer lugar, la preparación que se exige es de naturaleza espiritual y antropológica, los jóvenes novios se deben interrogar acerca de cuales comportamientos se esperan uno del otro con respecto a sus padres ancianos, de modo que se formule un proyecto de vida familiar. A este interrogante de la inteligencia, de la voluntad y del corazón, debe corresponder una preparación específica a la acogida del progenitor anciano, que se realiza a través de tres fases: formación a la asistencia de personas enfermas, proyecto de un modelo de vida con los propios padres ancianos, actuación de dicho modelo con respecto a las exigencias globales de la familia. La familia se debe preparar al proyecto de acogida del progenitor anciano, teniendo cuidado para predisponer los espacios, los servicios asistenciales y los servicios médicos domiciliarios. La formación de la familia deberá comprender la programación de períodos de vacaciones con el anciano y el conjunto de la vida en común. La formación debe prever también como afrontar las situaciones de emergencia, la enfermedad de otros miembros de la familia, la carencia de personal de enfermería. riencia y las emociones propias de cada segmento de vida. Una vida – aunque sea pasada – que interesa, que continúa a interesar; la transmisión de la experiencia se vuelve razón de vida para el anciano. No es suficiente la relación entre el anciano y su familia. También aparece como necesario que las relaciones entre las familias involucren al anciano, a fin de que se sienta parte activa de la vida de relación de la familia con las familias. Para alcanzar los objetivos mencionados se necesita una sólida formación espiritual y educativa, pero también un acompañamiento confiado a la profesionalidad de expertos. Estabilidad del personal médico y asistencial Es una buena regla obtener la colaboración de personas que para el anciano representen un punto de referencia constante, hecho de amistad y de simpatía que, identificados siempre en el mismo grupo, sepan turnarse en el servicio al anciano, evitando así caídas bruscas de la presencia asistencial. Coloquio con los ancianos Por ser un hecho de la experiencia, considero que es útil detenerse en la historia humana en caso de ancianos enfermos que, aún sin necesitar ser internados en un hospital, deben permanecer en la cama. El anciano debe ser invitado a narrar su historia: familia, trabajo, estudio, vacaciones, personajes pasados; lo que les hace revivir con gratitud un tiempo que se vuelve presente, actual, que refleja su expe- Papel de los consultorios familiares Los consultorios familiares, en particular los de inspiración cristiana, han sido instituidos para brindar a la familia un servicio de asesoría interdisciplinaria que conjuga las profesionalidades educativas, psicológicas, sanitarias, jurídicas y asistenciales, cuya excelencia se funda en el auspiciado desarrollo de las investigaciones científicas y antropológicas sobre la familia. Hay que promover el acompañamiento de los consultorios familiares de la familia en la acogida y cuidado de la persona anciana. La red de consultorios, que en Italia está presente en toda región, actualmente se ocupa de la familia que toca a las puertas del consultorio y solicita ayuda profesional y apoyo asistencial. 159 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 La red de consultorios deberá extender su actividad al domicilio de las familias, constituyendo así una red de asistencia domiciliaria. Las razones de este desarrollo son múltiples. De hecho, la familia y especialmente aquella menos informada o más sola, tiene necesidad de una particular solidaridad que en primer lugar la sustraiga de su aislamiento. Por su desapego afectivo de las familias más pobres, nuestras grandes ciudades a menudo aparecen como desiertos multitudinarios y rumorosos; poco atentas a las realidades pobres, no son conscientes de la necesidad de una cercanía participativa para afrontar aquel núcleo central del sufrimiento humano tal cual es la soledad. Debemos reconocer que grandes esfuerzos se han realizado de parte de los servicios asistenciales que, después de todo no se pueden sustituir en la cercanía de los ancianos, a la familia a su patrimonio relacional del cual hemos hablado. Según el principio de subsidiaridad e inspiración cristiana, en este contexto se debe promover el rol de los consultorios familiares y su capacidad para formar la familia en la acogida al anciano, a partir de su momento constitutivo y formativo11,12. La sociedad: los ancianos, el papel de la ética y la formación de un nuevo derecho La sociedad, que podemos subdividir en sociedad de las instituciones, fundadas en la ley positiva; en sociedades de las asociaciones, fundadas en una autonomía estatutaria para fines comunes a las asociadas y en sociedad general, debe asumir una responsabilidad específica sobre los ancianos, como ya ha hecho para los menores, los menos hábiles, los enfermos, para todas las personas que tienen necesidad de cuidados especiales. Aquí debemos afrontar un tema cultural de gran relevancia, partiendo de la constatación que en su complejo la sociedad debe afrontar el fluir de las movilidades culturales, no obstante la inmutabilidad de los valores. Advertimos que la profundización de los conocimientos científicos y la innovación tecnológica determinan una mutación de los cono- cimientos y del modo de afrontar las exigencias de la persona humana y, por consiguiente, de la persona anciana enferma. Aquí se plantea la reflexión sobre los principios éticos que es preciso tener presente en la relación con el anciano, para fundar un nuevo ordenamiento, que constituya un estatus de la persona anciana y su derecho a vivir en familia. En lo que se refiere al anciano, la cultura contemporánea debe interrogarse en torno a los principios éticos y sobre el concurso de dichos principios en la elaboración de un derecho que tutele a la persona en cada estadio o fase de la vida humana. Ética y derecho y ética del derecho Debemos partir de la premisa de que no es posible construir un serio ordenamiento jurídico sin una experiencia de los individuos, de las familias y de la sociedad, fundada en principios éticos. La relación entre ética y derecho debe examinarse bajo algunos perfiles o momentos fundamentales; de hecho, subsiste un momento genético en el que la ética de una determinada sociedad produce derecho; una relación posterior entre derecho positivo de una determinada sociedad y los desarrollos éticos de ésta; una relación entre el derecho y su aplicación a la luz de los principios éticos3. Dichas relaciones se deben colocar en el ámbito de los derechos familiares, sanitarios y asistenciales, es decir, de aquel complejo de normas que presiden la tutela de la familia y de la persona. Podemos constatar que el crecimiento de la sensibilidad y de la atención al hombre permite la formación y la elaboración de culturas de servicio más adelantadas con respecto a aquellas precedentes; por tanto, culturas que es preciso considerarlas como normas jurídicas con fuerza de obligatoriedad. De las culturas de servicio a la formación de un nuevo derecho el paso no es fácil, ni breve, pero se realiza sólo cuando dichas culturas subsisten. Por tanto, la ética es fundamental para el desarrollo del derecho y para su aplicación concreta. De hecho, cuando el legislador pone la norma tiene en cuenta la sensibilidad del cuerpo social y de su misma capacidad de actuar la ley, lo cual prueba la enorme importancia de la ética en la formación de los ordenamientos jurídicos. Por el contrario, cuando en los múltiples procesos históricos la conciencia social retrocede y no procede en la línea de un mayor crecimiento ético, las mismas leyes pierden su fundamento auténtico y se vuelven incomprensibles, sin actuar y son aplicadas de modo contradictorio e inverso. Es oportuno hacer sobresalir que este proceso complejo que nace de la ética y camina hacia el derecho, procede también del derecho hacia la sociedad, determinando un crecimiento global debido a la juridicidad y, por tanto a la obligatoriedad de la norma que se extiende a todos los sujetos, prescindiendo de la madurez ética lograda por ellos. Este momento jurídico que representa también la cultura adquirida, permite o antes bien favorece el crecimiento de una nueva sensibilidad y, ésta, de nuevos ordenamientos en un proceso circular que las situaciones de crisis pueden interrumpir o incluso mutar en el procedimiento opuesto, cuando los ordenamientos sean el fruto de ideologías o programas proprios al subjetivismo de cada grupo. Derecho de los ancianos de vivir en familia Los valores del ordenamiento se deben leer a la luz del derecho natural y de los derechos inviolables que representan el fundamento y el criterio de interpretación del art. 2 de la Constitución italiana, referente a los principios de solidaridad; del art. 29 de la misma Constitución referente a la familia fundada en el matrimonio, y del art. 118 de la Constitución italiana que pone en primer lugar la función de la persona y de la familia y de los respectivos proyectos destinados a realizar objetivos de interés general, como son la promoción y la tutela de las personas ancianas. Teniendo como base el derecho natural que, según la razón, lee las exigencias de la persona humana, es necesario tutelar jurídicamente las relaciones afectivas entre los ancianos y la propia familia. Las relaciones familiares necesa- 160 rias para la vida son deberes éticos que se deben tutelar como deberes jurídicos. De acuerdo con las consideraciones desarrolladas, creo que es preciso identificar en la estructura de los derechos inviolables, garantizados por el derecho natural y por nuestra Constitución, el derecho de los ancianos a la propia familia; el traslado del anciano a estructuras protegidas, cuando esto no sea necesario debido a las condiciones de vida y de salud que no permitan su cercanía a la familia, aparece en efecto como la negación de este derecho fundamental que radica en la necesidad de mantener la cultura original de cada familia, fundamento de la misma “relacionalidad” de la persona humana. Derecho del anciano a la familia, análogo al derecho del menor a la familia, derechos fundados en las exigencias de vida, de protección y de desarrollo. Bajo el perfil jurídico, es necesario reunir las debidas relaciones afectivas antes que los sentimientos, como se deduce de la doctrina recordada, a los actos de la voluntad que, de acuerdo con un discernimiento, desea y obra el bien por realizar, dejando al sentimiento su función subordinada; es decir, el sentimiento debe estar al servicio del querer el bien y actuarlo, como se debe exigir de la persona humana en su relación con el anciano. Conclusión Para adecuarnos a estas tareas, debemos tener en gran consideración la cultura familiar, las disciplinas educativas, científicas y jurídicas que he recordado, fundamento de la promoción de la familia, con el fin de transmitir, a través de estas disciplinas y los servicios de aseso- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ría a la familia, el Amor de Dios hacia el hombre, que santifica nuestras competencias, reforzando así el fluir de la cultura de las generaciones, que parten del Creador de todas las cosas y a El retornan. Ab. GOFFREDO GRASSANI Presidente de la Federación Lombarda Centros de Asistencia a la Familia, Milán, Italia Notas 1 CARD. DIONIGI TETTAMANZI, Nuova bioetica Cristiana, Piemme, p. 43. 2 Cfr. JUAN PABLO II, Carta a los ancianos, 3. 3 Cfr. Pontificio Consejo para los Laicos, La dignidad del anciano, cap. I. 4 Cfr. MARZIA BIANCA, en Rivista di Diritto Civile, 2006, Cedam, p. 155 y s. 5 Ver al respecto A. FALZEA, Investigaciones de teoría general del derecho y de dogmática jurídica. II. Dogmatica giuridica, Milano, 1997, p. 437 s., el cual pone de relieve que en el ámbito de las figuras en las que tradicionalmente se distinguen los hechos de conciencia: voluntad, conocimiento y sentimiento, los hechos de sentimiento son aquellos a los cuales la doctrina jurídica ha dado menos atención; M. PARADISO, La comunità familiare; Milano, 1984, p. 32 s., que advierte en el campo del sector familiar cual peligro representen aquellas tendencias doctrinales que atribuyen importancia jurídica a los sentimientos “que son asumidos no como “dato tosco”, como “ratio” de las normas o simple criterio concurrente de valoración de los comportamientos”; F. GAZZONI, Amore e diritto ovverosia i diritti dell’amore, Napoli, 1994, p. 3, que pone de relieve que “el derecho tiene dificultad de reglamentar los denominados hechos de sentimientos, no sólo por razones de léxico jurídico, sino también porque los hechos que implican los sentimientos (y no patrimonios) por su naturaleza son ambiguos y oscuros, particularmente en lo que se refiere a los hechos de amor”. 6 M. PARADISO, op. últ.cit., p. 32 s. 7 V. A. FALZEA, op. últ. cit., p. 437 s., especialmente p. 523, quien, después de haber subdividido sistemáticamente los hechos de sentimiento en tres clases: 1) los sentimientos-valores; 2) los sentimientos-desvalores; 3) los sentimientos neutros, que no comprometen ni negativa ni positivamente a la colectividad, afirman y concluyen que la relevancia jurídica específica de los sentimientos está vinculada estrechamente a la identificación de elementos objetivos, de valores; “…En el cuadro de las valoraciones jurídicas, los sentimientos con respecto a los cuales el derecho toma posición se distinguen según su polarización, positiva o negativa, caracterizándose como sentimientos-valores o como sentimientos-desvalores... El sentimiento no surge a nivel del derecho sino en virtud de su exteriorización y a su vez, esta tiene lugar, aunque no exclusivamente, sobre todo mediante el comportamiento”. 8 Sobre el reconocimiento de un derecho del menor al amor de los abuelos, ver C.M.Bianca, La famiglia, Estracto para los cursos universitarios de la cuarta edición del Derecho civil, II, Milán, 2005, p. 325. 9 Ver en particular la nueva formulación del segundo apartado del art. 94 del Código Civil: “Igualmente, previa audiencia de los padres y de los abuelos que deberán prestar su consentimento, podrá determinar el derecho de comunicación y visita de los nietos con los abuelos, de conformidad con el artículo 160 de este Código, teniendo sempre presente el interés del menor”. 10 Sobre la violación del derecho al amor como fuente de daño resarcibile, ver Cesare Massimo Bianca, que se ha manifestado de este modo en una Conferencia sobre el daño: “Daño resarcible. Perspectivas viejas y nuevas”, que se realizó en Nápoles el día 23 de octubre de 2004 en el Instituto de Estudios Jurídicos MCM. En el curso de dicha conferencia, Cesare Massimo Bianca hablando del daño resarcible por lesión al derecho del amor, citaba la decisión del Tribunal de Casación del 31 de mayo del 2003, n. 8828. En esa decisión el Tribunal hacía resaltar “la intangibilidad de la esfera de los afectos y de la solidaridad recíproca en el ámbito de la familia”, así como “la inviolabilidad de la libre y plena explicación de las actividades que realizan a la persona humana en el ámbito de dicha formación social peculiar constituida por la familia cuya tutela se puede colegir de los artículos 2, 29 y 30 de la Constitución” (Las frases entre comillas reproducen la motivación de la decisión). Durante de la misma Conferencia, Cesare Massimo Bianca citó también la decisión del Tribunal de Casación del 7 de junio del 2000, n. 7713, en Corr. giur., 2000, p. 873. Dicha decisión es igualmente importante ya que, al tratar de la violación del art. 570 c.p. de parte de un padre con respecto a su hijo menor, afirma explícitamente que no hay que entenderlo en sentido restrictivo y en su materialidad como la falta de proporción de los medios de subsistencia sino “pone de relieve en el plano civil, en términos de violación no de un mero derecho de contenido patrimonial sino de sobreentendidos y más ricos derechos fundamentales de la persona, como hijo y como menor”. (Las frases entre comillas reproducen el texto de la motivación de la decisión). El problema del derecho a la indemnización por el daño como directa consecuencia del reconocimiento a favor del menor de un derecho de ser visitado, ha sido puesto de relieve por la doctrina alemana refiriéndose al § 1684 BGB, ver D.HENRICH, La riforma del diritto di filiazione in Germania, cit., p. 43. 11 G. GRASSANI – Actas del Congreso El principio de subsidiaridad, XV Simposio del Archipiélago, Bocca di Magra (SP), 4-7 de setiembre de 2006 “Matrimonio y familia”. 12 Codice della famiglia e dei servizi sociali, Giappichelli, 2007, C.M.Bianca, A.Bettetini y G.Grassani. 13 Cfr. C. ROMANO – G. GRASSANI, Bioetica, p. 208 y s. – Utet. Literatura STANZIONE, Capacità e minore età nella problematica della persona umana, Napoli, 1975; NAPOLETANO, Ancianos (Asistencia a los), n Nss. D.I., Apéndice, I, 1980, 314 s.; MENGONI, La tutela jurídica de la vida material en las varias edades del hombre (en Riv. Trim. proc. Civ., 1982, 1117 s.), en Diritto e valori, Milano, 1985, 123 s.; Anziani e tutele giuridiche a cargo de P. STANZIONE, Napoli, 1991; ROSSI CARNEO, SAULLE Y SINISCALCHI, La terza età nel diritto interno ed internazionale, Napoli, 1997. En el ámbito no jurídico, es oportuno leer: BURGALASSI, L’età inutile. Considerazioni sociologiche sull’emarginazione anziana. Pisa, 1975; PAVONE Y SANTANERA, Anziani e interessi assistenziali, Roma, 1982; SULLEROT, Età e identità sociale, trad. it., Roma, 1987; ARDIGÒ, PORCU Y SETTER, Anziani e politiche sociali nella società post-industriale, Milano, 1988; Eutanasia da abbandono (Cuadernos de promoción social) (Autores varios), Torino, 1988; Mariotti, Masaraki y Rizzi, I diritti degli anziani, Milano, 1996. 161 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 sábado 17 noviembre LÁZARO PÉREZ JIMÉNEZ 4.2 La diócesis, la parroquia y el enfermo anciano Proemio Uno de los grandes retos que enfrenta la comunidad católica en los tiempos actuales tiene que ver con la modificación que la cultura contemporánea ha hecho del concepto de vida real aplicado a la temporalidad humana. Por “vida real” se entiende exclusivamente la etapa productiva que suele hoy día limitarse al período que corre entre los 18 y los 40 años. Es también el período de la vida otrora llamada reproductiva, aspecto que hoy se ve cada vez más marginado y se le sustituye en la práctica por el período en que puede obtenerse el mayor disfrute de la vida en todos sus aspectos. Se valora poco el tiempo anterior a los 18 años, en tanto el tiempo posterior a los 40 se observa con una actitud pesimista y negativa, período de vida que puede y para algunos “debe” terminarse a la mayor brevedad. En el mundo cristiano el concepto de temporalidad es extenso y en principio ascendente, por lo mismo la vida del ser humano nace del designio divino, ya que venimos de Dios y vamos hacia Dios; dentro del plan divino de la salvación todas las etapas del existir humano son valiosas y aún más, se van aquilatando con el paso del tiempo, incluso la ancianidad vale por sí misma convirtiéndose en una edad que merece respeto, veneración, estima y cuidado. Esta consideración está estrechamente ligada al concepto humanista del hombre entendido como un ser que se ubica más allá de lo que produce o de las necesidades que debe satisfacer; la antropología cristiana presiona más el orden del ser que cualquiera otra dimensión. No ocurre así en nuestros días. En primer lugar asistimos a un proceso cultural que mira casi exclusivamente la dimensión práctica del existir en una doble dirección: el disfrute de la vida en sentido estrictamente material y la productividad de la existencia en términos económicos, realidades que por naturaleza no se dan en el anciano, o se limitan, y que provocan el que el ser humano busque caminos para disimular su declive, prolongar su amenazada funcionalidad y asegurarse un disfrute de mayor duración, muchas veces a costa de la dignidad y de la misma salud que se busca. Independientemente de los recursos que se empleen para afrontar estos límites que la sociedad está imponiendo a la vida real, asistimos a un adelantamiento de la ancianidad que guarda cierta lógica, ya que todas las etapas de la vida, de la infancia a la adultez, hoy se expresan bajo el signo de la precocidad, con la notable diferencia de que la ancianidad precoz es una imposición cultural y no la consecuencia de un anhelo. De cualquier forma esto nos enfrenta a una situación inédita: la ancianidad, aún la sana, es vista como una amenaza para el individuo, para su familia y para la sociedad. En este marco cultural se presenta la reflexión sobre la ancianidad enferma que añade a la ya de por si condición deprimente de la edad en nuestro tiempo, el estigma de la enfermedad. El anciano enfermo Debemos considerar en este específico punto que la enfermedad y la ancianidad suelen considerarse sinónimos, pero la enfermedad más seria es desde luego la enfermedad crónica, unida al proceso degenerativo normal de la existencia. El pragmatismo dominante de nuestros días ofrece desde luego soluciones drásticas a esta experiencia como sería el recurso a la eutanasia que lejos de ser una propuesta venida de ámbitos jurídicos o filosóficos que se busca imponer, está siendo cada vez más una aspiración; en efecto, muchos jóvenes y adultos ante las perspectivas de la ancianidad enferma expresan con toda convicción su decisión de recurrir a este medio para poner fin a una situación irremediable que amenaza con prolongar una existencia carente de lo que en el argot médico se llama “calidad de vida”. Entre la eutanasia como solución definitiva y el aparecer temprano de la enfermedad se extiende un horizonte muy nutrido por la tecnología médica contemporánea, cuyo enemigo a vencer es el dolor, al que se le ve carente por completo de sentido, y desde luego busca prevenir y corregir la inutilidad física consecuente con la enfermedad en tanto entorpece la vida del enfermo y afecta la vida de los demás. De esta suerte el anciano enfermo se asume como una carga, pero también las instituciones lo visualizan cada vez más como un costo oneroso a favor de alguien que ya no produce nada aún si en su vida “útil” lo hizo; si el anciano conserva la conciencia puede todavía de algún modo oponer resistencia a un trato inhumano o incluso criminal, pero el anciano que pierde la conciencia de su identidad acaba en manos de las instituciones, particularmente por el hecho de que el proceso secular de desvinculación familiar, hace que los parientes se desentiendan de la suerte de estas personas y vayan dejando la decisión última en manos de asilos y hospitales. Reacciones seculares No obstante el secularismo deshumanizante que se va imponiendo en la cultura occidental, se han dado reacciones positivas a favor del ancia- 162 no en general y del anciano enfermo en particular, así la oficialización de una llamada “tercera edad” que trae consigo una larga lista de beneficios para quienes llegan a ese momento con el objetivo de hacer más llevadera la carga de una vida que es vista por todos como un excedente. En esa misma línea la construcción de una disciplina médica especialmente orientada al cuidado de las enfermedades del anciano, y de la ancianidad misma como tal, como es hoy día la gerontología, pero también la vigencia que tiene en numerosas facultades médicas el estudio de una tanatología entendida como lo que en otros tiempos fue “ayudar a bien morir”, y que se desarrolla como un proceso de acompañamiento humano de personas enfermas en situación terminal al margen de la edad. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS Evaluar si los asilos para personas consagradas están siendo la mejor opción, la más humana y cristiana para la vivencia de la última etapa del existir humano, en particular cuando se trata de enfermos. A largo plazo: Acompañar los procesos de evangelización de una reflexión previa sobre el sentido del tiempo extenso y trascendente, así como del valor que tienen las diversas edades del ser humano, y del valor del hombre mismo como tal, a fin de modificar el rumbo que lleva nuestra civilización en lo que hace al acortamiento de la vida real, a la significación de cada etapa de la vida, y del humanismo cristiano que no puede avalar la pretendida “disolución de lo humano” que tanto postulan hoy diversos actores de nuestra cultura. El compromiso cristiano La respuesta de la Iglesia en este punto requiere de un trabajo integral y complejo, pero urgente e indispensable que incluye: A corto plazo: Apelación en los foros internacionales en contra de la eutanasia. Propuesta de normas cada vez más actuales que garanticen la seguridad de los ancianos enfermos frente al riesgo permanente de exterminio. Establecimiento de instancias solventes que apoyen el cuidado del anciano enfermo sobre todo en los países pobres. Fortalecimiento de usos y costumbres culturales en los cuales se valora y estima la ancianidad, y se da sentido trascendente a la enfermedad. Apuesta por la construcción de un nuevo universo cultural que rescate el sentido de la ancianidad y de la enfermedad por medio de la creación de estructuras eclesiales, diocesanas y parroquiales que formen a la comunidad sobre el tema y acojan al anciano enfermo renovando los medios por los cuales se le brinda atención tanto física como particularmente espiritual. Revisar a fondo las condiciones actuales de los centros de salud que sostienen órdenes religiosas, diócesis o católicos laicos para asegurarse de que se cuida del anciano enfermo según el espíritu de la Iglesia. es la competencia profesional, pero por sí sola no basta. En efecto, se trata de seres humanos, y los seres humanos necesitan siempre algo más que una atención sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una «formación del corazón»: se les ha de guiar hacia ese encuentro con Dios en Cristo, que suscite en ellos el amor y abra su espíritu al otro, de modo que, para ellos, el amor al prójimo ya no sea un mandamiento por así decir impuesto desde fuera, sino una consecuencia que se desprende de su fe, la cual actúa por la caridad” (cf. Ga 5, 6) (N.31). Estos principios que están orientados a cualquier enfermo, sin duda tienen mayor aplicación en el caso del anciano enfermo. S.E. Mons. LÁZARO PÉREZ JIMÉNEZ Obispo de Celaya, México Por tanto, luchar por superar el reduccionismo existencial al que asistimos, por el cual la vida real se acorta en términos pragmáticos y se alarga como un desecho. Buscar los caminos actuales por los cuales los intereses pragmáticos legítimos del mundo actual se concilien con los valores humano-cristianos de la vida. Generar procesos consistentes que apoyen la visión cristiana de la familia vinculada; ésta debe seguir siendo el medio ambiente sano en que la persona transcurra con seguridad y felicidad las diversas etapas de su existencia. Puesto que la atención a los ancianos enfermos de parte de la diócesis y de la parroquia exige calidad humana y cristiana, me parece conveniente referirme a un texto de la Encíclica “Deus Caritas Est” en el que Benedicto XVI exhorta a quienes laboran con los enfermos en general ejercer su trabajo con verdadera profesionalidad y humanidad: “Un primer requisito fundamental Bibliografía 1. Anziano salute società. Milano: Vita e Pensiero, 1991. 224 p. – ISBN 88-343-4123-6. 2. La bioética e l’anziano: Prospettive e garanzie per una salute globale dell’anziano alle soglie del nuovo millennio / Sienkiewicz Henryk. Acireale: Isb, 1999. 159 p. (Conchiglie ; 3) – ISBN 88-86415-14-1. 3. I “nuovi anziani”: interessi e aspettative / Mario Allario. Milano: Franco Angeli, c2003. 165 p.: ill; 23 cm. (Sociologia; 1520.415). Indice – ISBN 8846445783. 4. Anziani nel 2000: problemi medici ed implicazioni sociali la bioetica: questione centrale: Atti dei convegni nazionali 1995-1996. Roma: Usmi, 1996. 157 p. 5. I diritti degli anziani. Milano: Giuffré, 1996. 227 p. – ISBN 88-14-05598-X. 6. Gli anziani, oggi / Zampogna Sebastiano G. Napoli: Dehoniane, 1975. 175 p. 7. Anziani e handicappati: Due sfide alla società civile e alla comunità cristiana / Ciccone Lino. Torino: Elle Di Ci, 1987. 151 p. (Saggi di teologia) – ISBN 88-01-10119-8. 7. CAVALIERI, UGO - Anziani e salute: il ruolo della prevenzione / Ugo Cavalieri - Abano Terme: Francisci, 1983. 8. SANTANERA, FRANCESCO - Vecchi da morire: libro bianco sui diritti violati degli anziani malati cronici: manuale per pazienti e familiari / Francesco Santanera, Maria Grazia Breda; prefazio. Torino: Rosenberg & Sellier, 1987. 9. Ética y ancianidad. Madrid: Upco, 1995. 133 p. (Dilemas éticos de la medicina actual; 9) – ISBN 84-87840-86-8. 163 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 AURELIA CUADRÓN 4.3 Las órdenes religiosas y el anciano enfermo Introducción La vida, don de Dios, es una totalidad de la que forma parte el nacer, vivir, envejecer y morir. Hoy la vida se ha prolongado en años, en la mayoría de los países, sin que exista una preparación para asumir y abordar los problemas que se derivan de este fenómeno, como es el número de personas mayores enfermas que aumenta continuamente en todas las naciones del mundo y, especialmente, en los países desarrollados. Se habla de muchos problemas sociales pero poco de la necesidad de acercarnos a nuestros propios ancianos que necesitan de nosotros para soportar la debilidad de sus cuerpos y la soledad de sus corazones en esta etapa final de la vida. La humanidad y Iglesia, y en ella las instituciones religiosas, tienen el ministerio de prolongar la misericordia de Cristo que pasó “haciendo el bien y curando a todos” (Heh 10,38), con un compromiso de atención integral a este sector de la salud hoy especialmente necesitado. Aunque el porcentaje de envejecimiento de los países en desarrollo no supera a los países desarrollados se observa un rápido proceso de crecimiento que casi triplica su proporción en sólo 50 años. 2. Estado de salud de los mayores La Esperanza de vida es uno de los indicadores principales que permiten aproximarse al estado de salud de la población. A nivel mundial se sitúa en el 2000, según las Naciones Unidas, en 65,4 años de edad, siendo África la región del mundo con esperanza de vida más baja (49,1 años), en parte por las consecuencias del Virus de Inmu- nodeficiencia Humana y Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH-SIDA), y que Europa, por su parte, supera a las demás regiones en envejecimiento, debido, sobre todo, al descenso en sus tasas de fecundidad. Las cifras publicadas por Eurostat en 20052 muestran que la esperanza de vida en naciones como España alcanza a 83,6 años para las mujeres y 76,9 en los hombres. La incógnita más importante que los cambios demográficos suscitan, respecto a la evolución futura de la vejez, es la de los límites de la longevidad humana y el estado de salud que resulta de su ampliación, o lo que es igual la esperanza de vida libre de incapacidad. Gráfico 1. Porcentaje de población de 5 y más años por regiones, 2000 y 2050 Oceanía América del Norte América Latina y el Caribe Europa 1. El envejecimiento mundial Asia El envejecimiento ya no es un proceso demográfico exclusivo de los países en vías de desarrollo y en especial de la “vieja” Europa. Todas las sociedades se caracterizan por ser partícipes de este fenómeno, teniendo en cuenta que hay diferencias entre países, regiones y continentes. Según los datos de las Naciones Unidas1, los países desarrollados se encontraban en el año 2000, con cifras en torno al 14-15% de población de 65 y más años, respecto del total y alcanzarán el 25,9% en el año 2050. Se calcula que los países en vías de desarrollo tendrán para mitad de siglo un 14,6% de personas mayores respecto al total poblacional, frente al 5,1% del año 2000. África Gráfico 2. Esperanza de vida al nacer (2000) Regiones menos desarrolladas Regiones más desarrolladas Norte América América Latina y el Caribe Europa Asia África Mundo 164 En este aspecto destacamos el aumento de personas mayores que superan la franja de los 80 años, que es el grupo de población en el que se concentran la mayor parte de las situaciones de dependencia. La presencia de enfermedades no letales, cronificadas, como los traumatismos, las enfermedades respiratorias y circulatorias, los tumores, aparecen en un alto porcentaje en esta franja de edad. En los países desarrollados, en el 2016, tres de cada diez personas mayores de 65 años superarán, a su vez, los 803. Las enfermedades neurodegenerativas entre ellas la demencia afecta al 15% de los mayores de 65 años y hasta el 40% en los mayores de 90. Estas enfermedades son costosas para las personas, las familias y las administraciones públicas. Principales enfermedades crónicas que afectan a las personas ancianas en todo el mundo (OMS 1998) • Enfermedades cardiovasculares • Hipertensión • Accidente cerebrovascular • Diabetes • Cáncer • Enfermedad pulmonar obstructiva crónica • Enfermedades musculoesqueléticas (osteoporosis, artritis) • Enfermedades mentales (demencia, depresión) 3. Situaciones que comporta hoy el envejecimiento El envejecimiento de la población es expresión de un logro humano: vivir más y vivir mejor, pero a la vez es un reto al que es necesario dar respuesta. Da la impresión que la humanidad no estaba preparada para la brusca y masiva prolongación de la vida que se ha producido en los países desarrollados y para hacer frente a los problemas económicos, laborales, sociales, familiares, médicos y sanitarios, que la proporción cada vez mayor de personas ancianas origina en la sociedad moderna. El ingreso en una residencia parece ser la medida más adecuada para estas situaciones, no obstante las encuestas revelan que existe un LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS rechazo bastante mayoritario a esta solución, hasta el punto de que, en algunas residencias sólo el 3% de los ancianos desearían vivir allí. Hay estudios que revelan un elevado porcentaje de suicidios en personas mayores de 65 años4 y, aunque no se llegue a esta situación límite, nada hay más triste que la añoranza y deseo de algunos ancianos por encontrarse con la muerte. En tales casos no es morir lo que anhelan sino escaparse de unas condiciones duras y de ambientes inhóspitos. Este sufrimiento se suaviza cuando la persona experimenta el cariño y preocupación de su entorno. Un anciano querido espera su hora con tranquilidad, sin prisas de que termine cuanto antes su historia5. La Iglesia y en ella las instituciones religiosas cumplen esta función protectora para que nadie sufra por soledad o el abandono social. Un aspecto más es el de la protección social de la vejez, no sólo en los países en vías de desarrollo, porque no existe, sino también en los países desarrollados en los que, el progresivo aumento de las personas mayores dependientes, está teniendo una gran importancia en la asistencia médica, en la economía, en los sistemas de pensiones, en la vida familiar y en las decisiones sobre el final de la vida. Todos los países del mundo occidental ven que no se puede seguir aumentando los gastos sociales y que los recursos son limitados frente a una demanda que crece sin cesar6. 4. La acción de la Iglesia y de la vida religiosa en el mundo de los mayores enfermos El distintivo de los discípulos de Jesucristo es el amor (Jn 13,35). Las primeras comunidades cristianas manifiestan este amor en forma de hospitalidad, no solo a los que llegan de fuera sino también a los pobres y los enfermos7. Para no descuidar esta acción caritativa en Jerusalén se instituyen los diáconos (He 6,3-7). Habrá también diaconisas como Febe de la que habla Pablo en la Carta a los Romanos (Rm 16,1), o Tabitá resucitada por Pedro (He 9, 36.43). Esta acción hospitalaria la ha continuado la Vida Religiosa a lo largo de los siglos. En los primeros tiempos la acción caritativa se organizaba alrededor de los monasterios. Del siglo XII al XV los caminos de peregrinación a Roma, Tierra Santa y Compostela (España), están jalonados de monasterios que atienden en sus hospederías a peregrinos y enfermos. En 1.113 Roma aprueba la primera Orden religiosa: Hospitalarios de San Juan de Jerusalén a la que le siguen otras como los Hospitalarios del Espíritu Santo (1180), Templarios (1313), Trinitarios (1198), Mercedarios 1218). Los siglos XVI al XVIII florecen nuevas congregaciones dedicadas por entero a las necesidades de los pobres y enfermos como la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios (1495), la Orden de los Ministros de los Enfermos (1550), entre otras. La vida religiosa sanitaria femenina tiene el referente más significativo en San Vicente de Paúl y las Hijas de la Caridad (1.633). Los siglos XVIII al XX han visto florecer numerosas congregaciones dedicadas al mundo de la salud, especialmente femeninas. 5. Presencia de las instituciones religiosas en la asistencia a los mayores enfermos La vida religiosa siempre ha estado presente en los lugares de sufrimiento y abandono social, siguiendo las huellas de Cristo, divino Samaritano, médico del cuerpo y del alma8, con una entrega generosa, y no pocas veces heroica, como corresponde a la índole profética de la vida consagrada9. Hoy está dando respuesta a las necesidades 165 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 que presenta el mundo de los mayores, especialmente los mayores enfermos. Según el INDEX las estructuras sanitarias para ancianos (casa para enfermos cónicos, asilos para ancianos, hospicios, clínicas para ancianos) impulsadas por instituciones religiosas son cerca de 5.000 y suponen un 22,17% del total de las estructuras de la Iglesia en el mundo de la salud. Entre estos rostros hoy Jesús nos reclama en los ancianos enfermos. Hay algunos institutos cuya misión específica es la atención a los ancianos como las Hermanitas de los Pobres13 o las Hermanitas de los Ancianos Desamparados14 Otros hacen voto de hospitalidad como los Hermanos de san Juan de Dios y todas las instituciones que trabajan en este sector, orientan su misión a la atención de los más necesitados. Gráfico 3. Estructuras sociosanitarias de la Iglesia para la atención de personas mayores África América 6. La espiritualidad de la hospitalidad La acción samaritana que la vida religiosa cumple en la Iglesia, al servicio de los mayores enfermos, tiene sus raíces en una espiritualidad específica. Respondiendo a la llamada de Dios, mediante la consagración, los religiosos son manifestación de su amor. “Dejándose conquistar por Cristo Cf. Fil 3,12), se disponen a convertirse, en cierto modo, en una prolongación de su humanidad” 10. La opción preferencial por los pobres, a quienes pertenece el Reino de Dios, es algo fundamental en la vida consagrada. Los pobres nos evangelizan y nos ayudan a descubrir el rostro de Dios presente de forma especial el las personas que sufren. Benedicto XVI nos dice que “El programa del cristiano – el programa del Buen Samaritano, el programa de Jesús – es un corazón que ve. Este corazón ve donde se necesita amor y actúa en consecuencia11. Así, el seguimiento de Jesucristo, como lo único necesario, mueve a los consagrados a “velar por su imagen deformada en los rostros desfigurados de los hermanos”12. Asia Europa Oceanía Esta opción de los consagrados tiene rasgos carismáticos y apostólicos concretos, que constituyen una riqueza dentro del patrimonio espiritual de la Iglesia. Rasgos de esta identidad carismática son15 : Vivir en amor y testimoniar a Dios amor, reproduciendo a Jesucristo como misericordia del Padre, mediante la práctica de la caridad hasta el heroísmo, si fuera necesario. Amar al ser humano de tal forma que, a través de nuestra caridad, experimente la liberación redentora de Dios realizada en él. La atención se dirige: A los ancianos desvalidos, preferentemente pobres; a los enfermos físicos y mentales; a quienes sufren a causa de la edad, la pobreza, la soledad u otras dificultades Este compromiso se realiza: Mediante el servicio y la asistencia corporal y espiritual, de acuerdo con las distintas realidades socioculturales. Con voto especial de asistencia a los pobres 7. Desafíos La vida religiosa siempre ha estado atenta a los signos de los tiempos16 para responder a las llamadas de Dios en las necesidades de los pobres y enfermos. En este servicio de atención a los mayores dependientes las instituciones religiosas se enfrentan con algunos desafíos a los que es necesario dar respuesta para seguir anunciando el Evangelio en el mundo de la salud. a. Ayudar a morir dignamente en una sociedad tecnológica El arte de acompañar a los moribundos no es tarea fácil. Por un lado la muerte se ha convertido en tema “tabú”. Se ha afirmado que en nuestra sociedad occidental se oculta el hecho de morir, se evita el pensar en la muerte17. Además la secularización de la sociedad y la pérdida de los valores humanos y cristianos hacen que la persona carezca de una explicación última sobre la muerte. Se llega a vivir como si no se tuviera que morir. Por otra parte el debate en torno a la muerte digna en nuestro contexto cultural resulta prácticamente estéril, pues la noción de dignidad se utiliza para defender aspectos contrapuestos entre sí18; se utiliza, por ejemplo, para defender la eutanasia y, simultáneamente, para defender el encarnizamiento terapéutico. Otras cuestiones éticas que se plantean son la discriminación en la asignación de los recursos por razones de edad, cuestiones relacionadas con el fin de la vida y una multitud de dilemas asociados con la asistencia de larga duración y los derechos humanos de las personas mayores pobres y con discapacidad. Esta situación nos lleva a algunos planteamientos: – En el debate ético en torno al morir es fundamental introducir la noción de vulnerabilidad, reconociendo la fragilidad del ser humano19, asumiendo que el poder de la ciencia es limitado y tratando de acompañar a la persona a vivir sus últimos momentos desde la serenidad. – Reconocer la dignidad del enfermo, imagen de Dios, del Dios débil de la cruz, sabiendo descubrir lo que ellos nos ofrecen. La atención amorosa a un anciano terminal nos proporciona realismo, y para los creyentes es un continuo ejercicio de en la esperanza en la vida definitiva, la que dura para siempre. 166 No soy experta para desarrollar las situaciones que se derivan de esta nueva forma de afrontar la muerte y que son objeto de debate social, pero sí advertir la necesidad de abrirnos a la reflexión dentro de nuestras instituciones, cuidar la formación en bioética y establecer comités que ayuden a resolver los problemas que se nos plantean en este aspecto. Hay instituciones religiosas que están abordando este desafío como la Orden Hospitalaria de san Juan de Dios, los Religiosos Camilos, la Congregación de Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, entre otras. No siempre es posible curar y tratar de curar en determinadas circunstancias límites resulta contraproducente, pero siempre es posible cuidar. Cuando un enfermo se siente dignamente acompañado, entonces vive ese último tramo de su vida de modo digno y puede decirse con razón que muere bien. b. Impulsar los cuidados paliativos Existe en nuestra cultura, como ya hemos dicho, el rechazo a la muerte que corre paralelo con el culto a la juventud. Esto ocasiona actitudes de huída, de uso y abuso de unidades intensivas, de olvido de necesidades del enfermo. Como respuesta a estos problemas y como un derecho humano básico, cuando el cuidado curativo ya no es accesible, existen los Cuidados Paliativos (CP), cuyo objetivo, según la OMS, es el cuidado activo total del paciente cuya enfermedad no responde al tratamiento; es ayudar a las personas a morir con dignidad, o mejor dicho, a vivir con dignidad hasta que mueran. Se trata de integrar los logros científicos con los aspectos humanitarios porque ciencia y humanización no son realidades antagónicas. Es fundamental el control del dolor y otros síntomas, así como los problemas psicológicos, sociales y espirituales. Son muchos los autores que creen que antes de asumir los graves riesgos inherentes a la despenalización de la eutanasia en sentido estricto, debe profundizarse mucho más en el cuidado paliativo como alternativa preferencial para dar una respuesta positiva a la situación del ser humano que vive la proximidad de la muerte. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS c. Cuidar del cuidador o compartir los carismas gelización en el ejercicio del ministerio de la sanación En el servicio y cuidado del enfermo no sólo es fundamental el reconocimiento moral de la persona cuidada, en nuestro caso del mayor enfermo, sino también del que lo cuida. Entre los cuidadores son cada vez más numerosas las personas seglares que trabajan en los centros de salud dirigidos y gestionados por instituciones religiosas. Esta situación, que puede haberse generado por la disminución de religiosos a causa de la falta de vocaciones, debe ser una oportunidad para compartir nuestros carismas, dones del Espíritu que tienen un destino universal para bien de la humanidad, y para favorecer la comunión y misión de los laicos en la Iglesia20. Además, la secularización creciente de nuestra sociedad, especialmente en los países desarrollados, nos desafían a colaborar no solo con quienes se identifican como católicos, sino también con personas de otras religiones y personas de buena voluntad aunque no tengan una visión de fe. El texto bíblico del encuentro entre Pedro y Cornelio (Hch 10, 34-48) nos pone de manifiesto la naturaleza inclusiva del Reino cuyos confines y miembros sólo Dios puede determinar. El “no hace acepción de personas sino que en cualquier nación el que le teme y practica la justicia le es grato” (v. 34). Es necesario seguir planteándose cómo van a seguir funcionando las actividades y, especialmente, como van a seguir siendo carismáticamente evangelizadoras cuando no hay más consagradas/os en ellas. Esta realidad nos urge a “ensanchar el espacio de nuestra tienda” (Cf Is 52), a impulsar una misión compartida, que es no solo la propuesta de un espacio concreto de trabajo sino también un ámbito de comunión, el ser parte de un mismo carisma. Compartir valores y cultura institucional, cuidar la selección y formación del personal colaborador y velar por las condiciones de trabajo, entre ellas la retribución salarial, son aspectos necesarios para conservar la identidad de la institución y para formar comunidades hospitalarias que sean agentes de evan- d. Cuidar las instituciones La atención a la persona mayor enferma se desarrolla en instituciones como son el hospital, la residencia o en la atención a domicilio. En muchos casos estas instituciones son propiedad de la Iglesia o gestionadas por ella, como hemos visto en el anterior cuadro estadístico. Pero reconocemos que lo que define a un hospital, o centro asistencial, no son precisamente sus infraestructuras, aunque este aspecto no se pueda desdeñar, sino el talante moral que se respira en ellas, el trato a las personas, especialmente a la persona enferma. Por ello el centro de gravedad de estas instituciones debe ser la persona vulnerable, y todos los agentes de salud deben regularse por esta ley. Además, aunque los centros y servicios gestionados por instituciones religiosas no pueden ser lucrativos, deberán prever los ingresos necesarios no sólo para financiar los recursos humanos sino los técnicos y las infraestructuras, buscando un equilibrio entre las necesidades económicas y los requerimientos éticos, conciliando las “buenas intenciones” con las necesidades del mercado y la ley de la oferta y la demanda, buscando que todo redunde en una mejor calidad de la asistencia. e. Comprometerse con los últimos Los religiosos seguimos a Jesús que en el comienzo de su ministerio proclama en la sinagoga de Nazaret que el Espíritu lo ha consagrado para llevar a los pobres la Buena Nueva, para anunciar la liberación a los cautivos, restituir la vista a los ciegos, dar la libertad a los oprimidos, y predicar un año de gracia del Señor (Cf Lc 4, 16-19). La vida religiosa ha estado siempre cerca de los últimos siendo este un criterio constante de discernimiento a la hora de tomar decisiones apostólicas. También en este campo tenemos una llamada a trabajar en los países en vías de desarrollo en los que las personas mayores enfermas sufren en un mayor desamparo. Esta llamada se concreta en: 167 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 – Prestar atención a las personas que envejecen en las zonas rurales (un 60% en todo el mundo). La urbanización, la emigración, los jóvenes en busca de trabajo pueden llevar a las personas mayores al aislamiento en zonas rurales con pocos medios de apoyo y poco o ningún acceso a los servicios sanitarios y sociales. – En muchos países en vías de desarrollo, la proporción de personas que viven en suburbios y chabolas está aumentando rápidamente a causa de la emigración con riesgo de aislamiento social y mala salud. – En todos los países del mundo las familias proporcionan la mayor parte del apoyo a los ancianos que necesitan ayuda. Cada vez más se recurre a la protección social pero en los países en desarrollo los programas de seguridad social son mínimos y no llegan a las personas mayores. f. Impulsar la pastoral de la salud La enfermedad es una experiencia de finitud e impotencia que despoja a las personas de su propia seguridad. Ayudar al enfermo no es sólo mejorar su patología sino responder a otras demandas que requieren una gran dosis de humanismo y sensibilidad. Con frecuencia se cuida la atención técnica pero se descuida la humana y espiritual21. Las estadísticas constatan que la religiosidad aumenta en las perso- nas mayores22 y que, la ruptura de tantas ilusiones y el encuentro con el dolor, es una ocasión propicia para que pueda nacer la única Esperanza, la esperanza de la fe. El trabajo pastoral debería hacer un respetuoso y prudente esfuerzo para animar la fe dormida, para que el enfermo, desechando todo temor, experimente a Dios no como juez sino como Padre que sale cada mañana soñando la vuelta del Hijo Pródigo (Cf La 15, 11-31). La presencia de los religiosos, de los pastoralistas, es fundamental, pues las verdades que afectan a lo más profundo del hombre sólo pueden comunicarse con un corazón lleno de humanismo y delicadeza23, lleno del mimo amor de Dios. Conclusión Queda todavía mucho por hacer y las instituciones religiosas tienen que seguir respondiendo a este reto de cuidar a las personas mayores enfermas, siguiendo el ejemplo de los Fundadores y Fundadoras que dieron comienzo a este camino. Va cambiando el modo de acogida y ayuda, pero no puede cambiar el amor gratuito de la entrega, “porque el hombre, más allá de la justicia, tiene y tendrá siempre necesidad de amor”24. Sor AURELIA CUADRÓN Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús Notas 1 Las personas Mayores en España, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Informe 2006 2 Oficina Estadística de la Comunidad Europea 3 Instituto Nacional de Estadística (INE). Proyecciones de la población española calculada a partir del censo de 2001. 4 El suicidio en la ancianidad en España, Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 73 (1996) 127-148. 5 Envejecer: destino y misión, E. López Azpitarte (1999) 97. 6 Las personas Mayores en España, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Informe 2006 (p. 139). 7 Cf. Hospitalidad, Diccionario Teológico de la Vida Consagrada. Publicaciones Claretianas, 1989. 8 Cf. JUAN PABLO II, Savífici doloris, 2830. 9 Cf. JUAN PABLO II, Vita consecrata, 83. 10 JUAN PABLO II, Vita Consecrata, 76. 11 BENEDICTO XVI, enc. Deus Caritas est, 31. 12 JUAN PABLO II, Vita Consecrata, 75. 13 Valparaiso, Viña del Mar, Chile (América del Sur), 1885. 14 Desamparados Huesca – España-, 1873. 15 Estas notas están tomadas de los Institutos siguientes: Hermanas Carmelitas Teresas de San José; Franciscanas Misioneras de la Natividad de Nuestra Señora; Hnas. Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús; Siervas de María, Mercedarias de la Caridad. 16 Vaticano II, Constitución Pastoral Gaudium et Spes (GS), Nº 4. 17 Cf. ARIÈS, PH., El hombre ante la muerte: Turus, 1992. 18 F. TORRALBA, Morir dignamente. Bioética &Debat, 1998. 19 Cf. J MASIÁ, El animal vulnerable. Madrid Universidad de Comillas, 1997. 20 Cf . JUAN PABLO II, enc. Christifideles laici, 1988. 21 E. LÓPEZ AZPITARTE. Envejecer: destino y misión. San Pablo 1999, P.176-177. 22 Idem, 157. 23 Idem, 195. 24 BENEDICTO XVI, Deus Cáritas est, 29. 168 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS ANTHONY FRANK MONKS 4.4 La pastoral a favor de sacerdotes y religiosos ancianos 1. Introducción 1. La excelente presentación del Prof. Golini nos ha mostrado de modo claro que actualmente las personas viven por más tiempo. Obviamente, esto vale también para los sacerdotes diocesanos, para los religiosos y las religiosas. Recientemente me he dirigido a una Provincia de nuestra Orden que cuenta con 199 religiosos: de ellos, 45 están bajo los cincuenta años, mientras que de los demás, ochentinueve tienen más de setenticinco años. Personalmente, vivo en una comunidad formada por ocho religiosos, cinco de los cuales reciben una pensión del Estado, ya que son considerados ‘ciudadanos ancianos’. Dado que nosotros religiosos aceptamos la tarea de ocuparnos de nuestros mismos ancianos, esta responsabilidad pesa sobre las espaldas de nuestros cohermanos jóvenes y menos jóvenes, que de suyo ya deben afrontar el servicio/ministerio al pueblo de Dios. El reto es evidente, y lo es aún más cuando nos damos cuenta que hay cada vez menos vocaciones en el mundo occidental, donde se concentra la mayor parte de sacerdotes y religiosos ancianos. 2. Uno de los criterios fundamentales para juzgar hasta qué punto un pueblo es civilizado, debería ser la asistencia, el respeto y la preocupación para con los ciudadanos más vulnerables: los recién nacidos y los niños por un lado, los ancianos por el otro. 3. Nuestra credibilidad como Iglesia frente a un mundo que nos observa y nos critica, será juzgada teniendo en cuenta la asistencia que brindamos a nuestros amigos y hermanos que están adelantados en los años, independientemente de la enfermedad que les puede afligir. Se trata de un testimonio fundamental que debemos dar y sinceramente deberíamos reconocer que no lo hacemos tan mal. Después de todo, si no nutrimos respeto y no practicamos una asistencia verdadera hacia nuestros amigos y hermanos, esta misma asistencia y la preocupación que mostramos hacia los demás serán sólo superficiales, y las personas de las que nos ocupamos serán las primeras que se darán cuenta. 4. La salud no es un ‘extra’ que la Iglesia puede realizar o no. En los Evangelios es evidente que Cristo consideraba la oración y la sanación como los dos componentes principales de su ministerio (Lc 18; Mt 11.1-5), y quería que sus discípulos siguieran su ejemplo (Lc 9, 2). En vez de ocupar un papel marginal con respecto a los demás ministerios pastorales, la salud es parte integrante de la misión que tiene la Iglesia. Como religiosos que trabajamos en el campo de la asistencia sanitaria, nos consideramos privilegiados porque estamos implicados y comprometidos en el mundo de la enfermedad y del sufrimiento, ya que nuestro ministerio ocupa un lugar central en el mensaje de Cristo: de hecho, estamos llamados a praticar su caridad y su amor. En una semana, pasan más personas en un hospital de las que no pasan en una iglesia durante todo un año y el hospital es como una puerta abierta que da a la Iglesia. Ninguno escapa al sufrimiento, que puede estar vinculado a una enfermedad nuestra o al hecho que vamos a visitar o nos ocupamos de un familiar o de un amigo nuestro. 5. Cuando nos ocupamos de las personas ancianas, es importante recordar que la unicidad del poder sanante de Jesús reside en su capacidad de curar, y generalmente esto lo descuidamos mucho cuando presentamos a Jesús y su ministerio. Al concentrarnos en los aspectos extraordinarios en la vida de Jesús (los milagros), nos olvidamos tener en cuenta los elementos ordinarios (el calor humano) que los han precedido. Jesús no resucitó a Lázaro de la muerte sin antes haber llorado por él y haber aceptado los lamentos de Marta y María. No sació a cinco mil personas sin antes haber tenido la humildad de aceptar los panes y los pescados de un joven. Lo que nosotros vemos, y que efectivamente amamos ver, son las cosas extraordinarias que Jesús hizo, y tendemos a dejar en segundo plano los elementos ordinarios que han sucedido antes. 2. Religiosos y sacerdotes ancianos 1. Ante todo, es importante recordar que los sacerdotes, las religiosas y los religiosos son miembros de la familia humana, y tienen las mismas necesidades de cualquier otro. Me considero privilegiado por haber visto sacerdotes y religiosos que han afrontado los sufrimientos y las enfermedades típicas de la tercera edad con gran valentía y estado de ánimo. He encontrado a otros que han luchado antes de resignarse y aceptar su condición. Los sacerdotes y religiosos padecen el mismo trauma como los demás enfermos, pero con matices que son propios de nuestra condición. 2. Lo que se pierde con la Tercera Edad Cuando tratamos de mirar los retos que es preciso afrontar con el transcurrir de los años, nunca debe- 169 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 mos perder de vista que, además del sufrimiento físico y emocional, está también aquel espiritual. La enfermedad y el aumento de los años comportan siempre algunas formas de pérdidas: a) La pérdida de una parte de sí a nivel físico. Imaginen qué efecto haría en vuestra imagen una mutilación, considerada bajo forma de extirpación. b) La pérdida de sí a nivel de identidad. Nuestras capacidades disminuyen y nuestra debilidad aumenta, llevando a un constante estado de cansancio. Mientras antes dábamos por descontado estar en buena salud, ahora se ha transformado completamente nuestro tiempo libre, los momentos de divagación y de trabajo. c) La pédida de sí a nivel relacional. Muchos son abandonados por los amigos, por los miembros de la comunidad e incluso por sus parientes. d) La pérdida de sí a nivel existencial. Esto acontece cuando no se logra dar mayor significado a lo que se hace, cuando parece que nuestros valores ya no nos ayudan, cuando nos preguntamos: ‘por qué a mí’, ‘por qué esto’, ‘por qué el otro’, etc. Esencialmente la tercera edad comporta: una pérdida de espacio, ya que pasamos de una situación en la que todo el mundo era nuestra casa, a estar confinados en un área estrecha para movernos; una pérdida de movilidad si dependemos, por ejemplo, de la silla de ruedas o estamos obligados a ser ayudados por alguien para hacer incluso las cosas más simples, como ir al baño; una pérdida del control sobre lo que invade nuestros espacios limitados; una pérdida del control sobre el tiempo ya que los medicamentos se suministran en horarios que son más adecuados a los demás y no a mí; una pérdida del control sobre lo que se hace a mi cuerpo, ya que para las personas que están en buena salud la piel es una especie de mos comenzando a entender lo que significa el dolor espiritual. barrera, y en cambio ahora la agujas, los tubos y los líquidos que se introducen son considerados como intrusos indeseados; una pérdida de contacto con los amigos, ya que no es posible ir a visitarlos, y no está por descontado que ellos puedan venir a visitarte. Fundamentalmente, se pierde la propia independencia: como me dijo una vez un sacerdote anciano, “cuando te quitan los pantalones te das cuenta que ya no puedes ir a ninguna parte”. Esta pérdida de independencia comporta una experiencia de separación de las estructuras de la vida, del trabajo, y del tiempo libre, lo que hace que el enfermo se convierta en ‘la persona más triste del mundo’; una experiencia de fragmentación, ya que no se puede cumplir más con el proprio papel de sacerdote, enfermo, maestro, administrador, etc.; una experiencia que hace que los ancianos se sientan como desvalorados, pues ahora sólo se puede recibir y ya no se puede brindar el propio aporte a la sociedad. A menudo esto provoca confusión tam- 3. Un viejo dicho recita: “Como sois hoy, así sereis de viejos”. Obviamente, esto vale también para los sacerdotes y los religiosos. Los que durante su vida eran famosos por su amabilidad, consideración, respeto y tolerancia, con la llegada de la tercera edad y de las enfermedades parecen estar totalmente colmados de estas cualidades, y brindan un increíble testimonio incluso sin decir una palabra. Por otro lado, las personas que han sido difíciles, autoritarias o cínicas durante su vida, tienden a ser casi impasibles en la tercera edad, ya que sus últimos años de vida al parecer estan dominados por uno de estos elementos. Según mi experiencia, el antiguo adagio “como habeis vivido, así morireis”, casi siempre se ha revelado justo. Esto nos debe servir para examinar con atención nuestras actitudes actuales, porque ¡es muy probable que así moriremos! Ciertamente, una muerte santa es el úl- bién en la fe, y el anciano se da cuenta que ni siquiera logra orar. Un ejercicio muy útil cuando nos ocupamos de los ancianos es tratar de ponernos en el lugar de quien tenemos delante y tratar de imaginar cuáles podrían ser las consecuencias si nosotros tuviésemos que afrontar sus pérdidas. Si logramos hacerlo, entonces estamos superando las simples definiciones y esta- timo gran testimonio que debemos dar como sacerdotes y religiosos, e indudablemente también como cristianos. Rahner afirma que la consolación del tiempo es “creer que concluir bien la propia vida signifique también alcanzar la totalidad, con todo lo que una persona ha sido y ha hecho, ya sea en la fuerza como en la debilidad” (Búsquedas teológicas II). 170 4. La enfermedad requiere mucha humildad. Los agentes sanitarios generalmente tienen temor cuando sus pacientes son médicos, enfermos o sacerdotes. A menudo me he preguntado el por qué. ¿Depende quizás porque hemos sido demasiado analíticos y creemos estar muy bien informados sobre los asuntos médicos (“un escaso conocimiento es peligroso”), o porque somos demasiado cínicos en el modo de actuar hacia los demás? Un médico sabio nunca curará a sí mismo, porque es casi imposible ser objetivos consigo mismos. Quizás para nosotros no es fácil adaptarnos al papel de “paciente”, ya que toda nuestra formación ha sido dirigida a producir “líderes” para la comunidad, ¡líderes para dar órdenes! 5. La gran mayoría de laicos se jubilan alrededor de los sesenta años. Los religiosos realmente nunca se jubilan, pues los votos que han emitido valen para toda su vida y esto nos hace considerar el concepto de pensión como algo extraño para nosotros. Un sacerdote, dado que es sacerdote para siempre como Melquisedek, no se adapta fácilmente al “ser” como concepto diferente del “hacer”. A menudo, cuando son ancianos, los sacedotes advierten una gran soledad, allí donde habían puesto una escasa atención durante su vida a desarrollar una verdadera comunidad, y como resultado de esto tienden a identificarse con el trabajo. Durante la formación se pone gran énfasis en la formación intelectual y pastoral, y en un “trabajo” que de todos modos es de tipo mental, mientras en verdad no se pone la atención suficiente en el desarrollo de una verdadera vida espiritual. Se tienen en gran consideración las prácticas devocionales externas, y la oración discursiva, con una orientación poco atenta sobre cuestiones referentes a la vida interior. A menudo esto lleva a una gran dificultad para dejar el ministerio cuando los años avanzan y se debe iniciar a aceptar la enfermedad y la edad adelantada. Es preciso poner mucha más atención durante el período de la vida que va de los sesenta a los setenta años, en preparación a un envejecimiento activo y a ser ciudadano ya adelante en los años. He visto a muchos sacerdotes vivir en LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS el terror de estar “parqueados” en una residencia para sacerdotes y religiosos y no tener nada que hacer. Realmente hay el temor de ya no ser productivos o de ser vistos como tales por los demás. Asimismo, creo que la asistencia a los sacerdotes ancianos no debería ser una preocupación sólo de su obispo o de los demás religiosos. Ciertamente la comunidad a la que ha servido el sacerdote durante años debe tener un papel en esta asistencia. A menudo el sacerdote ha permanecido en una parroquia por largo tiempo y está más cercano a los parroquianos y no a los sacerdotes. Al respecto, se debería circundan, mientras he conocido también a otros cohermanos y sacerdotes que ya estaban muertos cuando tenían cincuenta años, pero que han sido sepultados cuando tenían ochenta. Los obispos y los superiores de las órdenes religiosas deberían tratar de emplear mejor a sus cohermanos capaces y eternamente jóvenes. poner mayor atención en la elección del lugar en el que se retirará el sacerdote. Él podría preferir ser trasladado a una casa distante de su parroquia, pero a menudo no se trata de la mejor elección ya que se corta totalmente el apoyo que puede recibir de sus parroquianos. estas dudas que nutre la persona hacia sí misma, y no tomarlo a la ligera o ponerlo de lado como si se tratase de elaboraciones de una conciencia demasiado escrupulosa. Recuerdo que un famoso teólogo lloraba cuando recibió el sacramento de los enfermos, porque, para emplear sus palabras decía: “He administrado el sacramento de los enfermos muchas veces, siempre reservando una meticulosa atención al ritual, pero sin orar realmente por la situación o por la persona que estaba delante de mí”. Esta es una lección para todos, ya que corremos el riesgo de ser considerados como pequeños hombres limitados al ritual, incapaces de aplicar el sacramento de modo personalizado a una determinada situación que tenemos delante. Recuerdo que una vez, un amigo me confió que, en un entierro, él y su familia permanecieron 6. Con respecto al temor de ser “parqueados”, quizás habría que definir lo que entendemos con el término “ancianos”. Para mí el término “viejo” tiene muy poco que ver con la edad y mucho, en cambio, con la actitud. Somos viejos cuando estamos cansados, sin poner interés en las cosas y encerrados en nuestro estrecho mundo. Conozco a personas de ochenta años con las cuales es un placer conversar y que siguen compartiendo con los demás la sabiduría de su edad, en beneficio de quienes los 7. En la tercera edad, los religiosos tienen el temor de no haber practicado plenamente la espiritualidad mientras siempre habían exhortado para que lo hicieran los demás. Quienes ofrecen asistencia deberían considerar muy seriamente 171 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 por una media hora bajo una lluvia torrencial porque el sacerdote se había olvidado el ritual y había regresado a la parroquia para recogerlo. Estaba tan afligido que no logró pronunciar una oración significativa por aquel cuerpo que ¡estaba por ser enterrado sin el librito! 8. ¡No logro orar! Muy a menudo escucharán decir de parte de los religiosos y sacerdotes enfermos estas palabras: “No logro rezar”. He notado que a veces estas palabras eran dejadas caer en la nada, especialmente cuando quien los decía era una religiosa ya que parecían un pedido de atención o una demostración de falsa humildad. Este tipo de actitud muestra la total falta de comprensión de la enfermedad y de la peregrinación espiritual. a) No todos oramos en el contexto de nuestra vida. Actualmente, yo rezo cuando por la mañana me levanto de la cama, cuando voy a la capilla, cuando tomo el desayuno, cuando celebro la misa y realizo todas las tareas de cada día. Sin embargo, cuando estoy enfermo todo cambia. Orar se vuelve más difícil. Quisiera citar las palabras del cardenal Bernardin: “He transcurrido una sola noche en la unidad de terapia intensiva; luego me han llevado a mi cuarto, donde he experimentado las dificultades que moralmente encuentran las personas después de la cirugía intensiva. Quería orar, pero el sufrimiento físico me oprimía. Recuerdo haber dicho a los amigos que me visitaban: ‘Oren mientras están bien, porque cuando os enfermeréis podrías no estar en condiciones de hacerlo’. Ellos me miraban estupefactos y yo les repetía: ‘Estoy sufriendo tanto que no puedo concentrarme en la oración. Mi fe está siempre presente, pero estoy demasiado preocupado por el sufrimiento. Me recordaré que debo decir a los sacerdotes y a los parroquianos que desarrollen cada vez más una fuerte vida de oración en los momentos mejores de su vida, de manera que puedan recibir apoyo en los momentos más tristes”. ¡Qué enseñanza! b) Asimismo, debemos tener presente que la pérdida de Dios no es poco frecuente entre los que han recorrido el camino para la santidad. Contemplemos a santa Teresa de Lisieux y lo que provó durante la enfermedad que la llevó a la muerte. Al comienzo santa Teresa experimentó ‘una fe tan ardiente y lúcida que el pensamiento del paraíso era el compendio de mi gozo. No podía creer que hubieran realmente personas que no tuvieran una fe en Dios’. Pero pronto entró en un estado de vacío donde ‘todo desapareció’ y en este período experimentó la oscuridad presa de la voz plena de burla del ateísmo: “Es solo un sueño este discurso de un país paradisíaco… y de un Dios que ha creado todo… vamos adelante deseando la muerte. Pero la muerte no nos dará aquello en lo que esperamos, sino una noche aún más oscura, la noche de la nada”. En un momento de su vida, escribía: “Ya no creo en la vida eterna; me parece que no haya nada después de esta vida mortal. Todo lleva a la fin. Sólo el amor permanece”. Como hace notar Gallager, “este era el inexplicable secreto de Teresa, es decir, que conservase el núcleo de la fe que es el amor, incluso cuando sufría por la pérdida del sentido emotivo e intelectual de la fe”. A nivel empírico todo se alejaba, pero su convicción de fe permanece. Teresa escribe: Aunque no tenga ninguna sensación de fe, de todos modos quiero llevar a término las obras de la fe”. Recientemente hemos sabido, a través de la publicación de sus escritos, que la Madre Teresa de Calcuta luchó por aproximadamente medio siglo contra una desolada vida de oración. Y como santa Teresa de Lisieux, emprendió sus actos de fe con convicción no obstante la experiencia fuese muy dolorosa y árida. Oraba de este modo: “Señor Dios mío, soy yo que tu deberías abandonar. La hija de tu amor – que ahora se ha vuelto la más odiada – la única, que tu has alejado como no querida y no amada. Yo llamo, yo acojo, yo quiero, y no hay nadie que me responda, ninguno que quiera acoger, ninguno. Estoy sola. ¿Donde está mi fe? En lo más íntimo no hay nada, sólo vacío y oscuridad”. Estoy seguro que estarán de acuerdo con lo que acabo de decir, esto es, que la persona enferma que afirma “no logro orar”, debe ser tomada seriamente. c) Trece días antes de morir, el cardenal Joseph Bernardin escribió de su puño estas palabras: “Mientras escribo estas últimas palabras, mi corazón está lleno de gozo. Estoy en paz. Es el primero de noviembre, el otoño está por dejar el lugar al invierno. Pronto los árboles perderán sus colores y las hojas cubrirán las calles. La tierra irá en letargo, y las personas se arroparán para no sentir frío. Los inviernos en Chicago son rígidos. Es un período de muerte. Pero sabemos que la primavera llegará pronto, trayendo nueva vida en diferentes modos. Aunque no sé que debo esperar después de esta vida, sé bien que así como Dios me ha llamado para servirlo en medio de mis posibilidades, en la vida en la tierra, también así me está llamando para llevarme a casa”. 9. Todo esto nos muestra claramente que el sufrimiento espiritual, o “sufrimiento del alma” es real y que es importante que sea consciente de ello el asistente pastoral de los religiosos y de los sacerdotes. Rene Leriche define el sufrimiento como “el resultado del conflicto entre los estímulos y toda la persona”. El sufrimiento interesa todos los aspectos de nuestra personalidad: físico, emotivo, intelectual, espiritual. Un sufrimiento diagnosticado de naturaleza física no se refiere sólo al cuerpo, sino a todas las demás dimensiones de nuestro ser, ya que no podemos ‘dividir por sectores’ lo que somos e aislar una dimensión de las demás. Cada dimensión es algo sin la cual todo es incompleto, y ninguna parte funciona independientemente de las demás. Creo que es importante para el asistente pastoral distinguir entre “disturbio” y “enfermedad”. Disturbio es el desorden estructural en un órgano o tejido que da lugar a un mal estado de salud. Por otro lado, la enfermedad es la experiencia del individuo de una mala salud. Su experiencia frente a este desorden estructural. “La enfermedad se refiere y a su vez interesa a todos los aspectos del ser de quien sufre” (A. Reading). Una o todas las dimensiones de nuestro ser son afectadas por el disturbio y cada dimensión de nuestro ser puede tener un profundo efecto en un órgano disturba- 172 do. Para parafrasear Cassell, podríamos decir que el mismo malestar en varios pacientes puede tener como resultado enfermedades, dolor y sufrimientos diferentes. Por tanto, cuando encontramos a un nuevo paciente en la misma cama y unidad, de la misma edad y del mismo sexo a quien se le ha disagnosticado la misma enfermedad de aquel (o aquella) que ocupaba dicha cama la semana antes, no podemos presumir tratarlo del mismo modo, porque estamos seguros que no es el mismo el efecto del disturbio en cada persona. No hay dos personas que respondan del mismo modo a los retos de la tercera edad, y esta es una importante consideración cuando uno se dedica al cuidado de los ancianos. En la segunda mitad del silo XIX, Cicely Saunders, una pionera en el campo de los cuidados de tipo ‘hospice’, hablaba de “Dolor total / Cuidados totales”, y describía el dolor como una experiencia con varias superposiciones y varios aspectos cruzados entre sí y esto es, de tipo físico, psicológico, social y espiritual. 10. El dolor es provocado no sólo por el disturbio, sino también por una ruptura con el normal funcionamiento del cuerpo, del intelecto, de las emociones y del espíritu. Esto es más importante aún en la tercera edad. En ámbito cristiano, cuando pensamos en el dolor espiritual, pensamos inmediatamente a Jesús en el huerto del Getsemaní, o en la cruz, o en San Juan de la Cruz y en la “Noche oscura del alma”. Pero existen también otras formas. Cuando somos jóvenes y estamos bien, advertimos un sentido de asociación, de pertenencia, alineamiento, armonía y significado. Por otro lado, lo que experimentamos cuando no hay asociación, es un sentido de rechazo, desarmonía y desintegración, que podría describirse como dolor espiritual. Nada tiene sentido. Los valores en los que habíamos basado nuestra vida parecen que ya no tienen importancia y que se desintegran antes de esta experiencia de vida tremenda y actual. El dolor espiritual nace, por tanto, cuando los principios más importantes en los cuales hemos basado nuestra existencia ya no LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS concuerdan con nuestra actual experiencia de vida y en realidad están en un estado de conflicto. 11. Un factor del dolor espiritual para los ancianos es la falta de significado como resultado de una ruptura con la red normal de las relaciones que funciona para asociar una persona a la vida. Un ingrediente clave en este dolor es la sensación de que la red normal de relaciones y de experiencias con la vida no logren salir al encuentro de las necesidades de la persona, y la satisfacción que uno se espera y el “significado que deriva de la vida” (P. McGrath) ya no se puedan utilizar. Esto se sobrepone a todos los aspectos, desde aquel físico a aquel psicológico, de lo social a lo espiritual. Pero mientras las definiciones de dolor físico y psicológico son válidas, cuando se habla de dolor espiritual nuestras definiciones se vuelven confusas. Sin embargo, no hay ninguna excusa para escapar o no tratar de transcribir nuestras intuiciones y nuestras experiencias. 12. Me recordaré siempre cuando trabajaba en un hospice, donde los pacientes estaban muy contentos por ser considerados como huéspedes sagrados. Una vez uno de ellos se dirigió a mí, luego que un vecino suyo de cama había muerto, y me dijo: “No puedo pensar en un lugar mejor en el cual vivir” (se note que había dicho vivir y no morir). Era un hombre resanado, ya que había aceptado que, aunque la muerte estuviese detrás del ángulo, él todavía estaba vivo, no obstante las limitaciones impuestas por su enfermedad, y estaba viviendo ese momento. 13. No es fácil pasar de ser un sacerdote o un religioso activo y darse cuenta que uno ha llegado al final. El esfuerzo que hacemos para comprender y ayudar a las personas a redescubrir el significado de la vida, a estar presentes, que no es otra cosa que verdadero cuidado, puede restituir la voluntad de vivir. El amor en la forma de asistencia puede volver a dar significado, como efectivamente lo hace. Como es obvio, el dolor no gusta a nadie, y los agentes sanitarios tratan admirablemente de eliminarlo, pero esto no vale necesariamente también para el dolor espiritual. No se puede suministrar una aspirina para el dolor espiritual. En el modelo médico nosotros proporcionamos a la persona un salvavidas para sacarlo de las aguas profundas y atormentadas. El dolor espiritual no es un problema que puede resolverse, sino “un interrogante que debe ser vivido”. Debemos caminar junto con la persona, incluso si no tenemos respuestas, pero debemos ayudarla más bien a encontrarse consigo misma. Tratar de ayudar a la persona a descubrir qué es lo que da significado a este momento de su vida, darle espacio para descubrir sus recursos más profundos. El significado puede restablecerse ayudando a la persona a afrontar la situación: “El modo mejor es siempre el trámite” (Frost). “Debo ver que la incertidumbre con respecto a la razón por la cual realmente estamos aquí – es para qué estamos realmente aquí” (Hillman). Nos asaltarán la confusión y un sentido de impotencia, pero esto está ampliamente recompensado por el sacramento de la presencia. Las personas están preparadas hoy a donar las cosas, pero no siempre a donar su tiempo, a sí mismos, a escuchar realmente a los demás. No logran ver el significado de lo que les ocurre y por esto debemos tratar de recordar que “Alguien con un por qué nos puede mostrar también el como” (Nietche). Escuchar y tratar de conocer más la persona que sufre, sumergirse en la situación y evitar luchar para superar el fuerte impulso de hacer algo por la situación, y huir de la tentación de decir: este no es mi campo, ¡llamen a los Camilos! Un sacerdote africano amigo mío, al comienzo escribía cartas muy espirituales a su madre enferma, pero de allí a poco comenzó a darse cuenta de la confusión y de su impotencia para expresar su deseo de entenderla y estar cerca de ella. La respuesta de su madre fue: “Estás comenzando a comprender lo que significa estar en mi situación”. 14. El papel de la oración Creo que deberíamos ver la oración como el punto de llegada y no de partida. No debemos iniciar nuestros encuentros pastorales con la oración ya que no sabemos nada 173 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 del paciente, sino más bien debemos tratar de llegar a una situación en la que podemos orar libremente con él. Nuestra oración debería mostrar la conciencia de la situación, tal como la hemos encontrado (y en este sentido es de algún modo dirigido por el paciente). Esto vale también para la administración de los sacramentos: en lo posible deberíamos personalizar la forma pa- do el privilegio de ver el poder de Dios en acción a través de sus sacramentos, fuente de verdadera inspiración, pero ha sido también para mí una oportunidad de crecimiento espiritual. Los sermones más profundos que he escuchado acerca de la fe han sido recitados por personas moribundas, sin que profirieran palabra alguna. Somos realmente privilegiados porque se nos ha per- ra administrarlos. Orar por la situación en la que nos encontramos delante confiere a la oración mayor significado, y es para nosotros una oportunidad para mostrar que realmente nos hemos puesto en escucha y estamos realmente presentes. Naturalmente, esto comporta confianza en nuestro instinto pastoral. Deberíamos rezar con los enfermos y no a los enfermos. En el caso de los sacerdotes y religiosos, a menudo se sienten felices cuando se reza juntos el Oficio, especialmente cuando tienen dificultad para leer. Realmente deberíamos instaurar un clima ‘de casa’ con el ritual y las posibilidades que ofrece: no debemos recitarlo, sino orarlo. Yo mismo tengo una especie de ‘ritual personal’ formado por las partes principales del ritual y de las oraciones, que la experiencia me ha enseñado para tocar la vida de las personas enfermas. La administración de los sacramentos es parte esencial de mi ministerio y una experiencia que expresa privilegio pero, al mismo tiempo, también humildad. He teni- mitido entrar en la vida de otra persona a un nivel tan profundo. Si tenemos la duda de orar o no, podemos simplemente preguntar al paciente y esfumarán nuestras incertidumbres. No se puede impedir que una persona rece en privado por la situación en la que se encuentra. En efecto, creo que como cristiano y como religioso esta es una obligación. a cada uno de nosotros, pero debemos tener el valor de ponerlo en práctica y de colaborar con la gracia que lo concede. Por esta razón, creo firmemente que la preparación más importante no es el hecho que uno sea médico, enfermero o teólogo, sino más bien el estar comprometido en mi viaje interior. Si lo soy, seré más consciente de mi vulnerabilidad, de mi falta de conocimiento, y expresaré menos juicios en mis relaciones con el prójimo. Como dice Michael Kearney: “En este campo no importa qué capacidades poseo, sino más bien quién soy realmente”. La medicina, pero también cada uno de nosotros, debemos adquirir la convicción de que la asistencia es una terapia positiva, que el enfermo tiene tanta necesidad de ella como de las medicinas y las intervenciones. Todas las dimensiones de la personalidad humana están implicadas en un verdadero proceso de sanación. El signo que caracteriza la asistencia sanitaria católica siempre ha sido la asistencia personalizada: “Estáis llamados a humanizar la enfermedad, a tratar al enfermo como criatura de Dios, como hermano en Cristo. Con vuestra presencia y con vuestra caridad paciente y amorosa, vosotros haréis creíble la fe en Cristo y en la paternidad de Dios” (Juan Pablo II). Nuestro reto es ser curantes, empleando los dones que el Señor nos ha concedido con amor y caridad. P. ANTHONY FRANK MONKS, M.I. Miembro del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede Conclusión Toda persona enferma que encontramos es como un libro no abierto. Los enfermos serán nuestros maestros si estamos preparados para entrar en lo desconocido y dejarnos guíar por ellos. No deberíamos quitarle valor a la preparación que hemos recibido desde el inicio de nuestra peregrinación cristiana y de nuestra consagración religiosa. Estoy convencido, por ejemplo, que, siendo Camilos, el espíritu transmitido a San Camilo haya sido donado también Bibliografía BERNARDIN, JOSEPH CARD., The Gift of Peace (reflexiones personales). Loyola Press. FRANKL, VICTOR, Man’s Search for Meaning. Washington Square Press. KALINA, KATTY, Midwife for Souls. Pauline Books and Media. GALLAGHER, MICHAEL P. SJ, Help my Unbelief: Veritas Publication. DOWNEY, MICHAEL (editor), New Dictionary of Catholic Spirituality. The Liturgical Press, Minnesota. KEARNEY, MICHAEL, Mortally Wounded (stories of soul pain, death and healing). Marino Books. 174 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS PIOTR KRAKOVIAK 4.5 Los voluntarios que se dedican al cuidado de los ancianos enfermos. Nuevos modos para implicar a las personas en la experiencia del Movimiento Hospice en Polonia Los ancianos y los enfermos terminales son una cuestión social importante Los debates relacionados con la tercera edad, con la muerte y el morir son viejos como la historia del hombre. Sin embargo, en los años 50 y 60 el mundo occidental tenía tanta desconfianza en el progreso de la tecnología y de la medicina, y al mismo tiempo trataba de olvidar las atrocidades de siglo XX, que el tema de la muerte desapareció de las publicaciones académicas y del discurrir cotidiano. Se descubrió que la palabra “muerte” no se empleaba más en el lenguaje coloquial y científico, y que había sido sustituida por numerosos eufemismos1. En la sociedad occidental la muerte se había convertido en un tabú y las personas tenían miedo de hablar de ella2. Fue entonces que Cicely Saunders en el Reino Unido, Elisabeth KublerRoss en Estados Unidos de América y la Madre Teresa de Calcuta, redescubrieron la idea miedieval del ‘hospice’3. Prácticamente al mismo tiempo y de modo sereno y abierto, comenzaron a hablar del morir y de la muerte, sugiriendo un retorno a los cuidados antiguos y de espíritu cristiano a favor de los enfermos terminales y de los moribundos. Con este espíritu nació el movimiento hospice contemporáneo, que hoy cuenta con miles de centros para la medicina paliativa en todo el mundo. Este movimiento se basa en la idea de proporcionar cuidados y asistencia misericordiosa y humanizante para el ser humano, inspirándose en el amor cristiano hacia el prójimo4; abierto también a todas las religiones y culturas, como lo demostró de modo magnífico la Madre Teresa de Calcuta5 a través de su dedicación a los pobres y a los moribundos. Además, la historia del origen y del desarrollo de los hospice en Polonia nos puede enseñar que la cooperación entre la Iglesia, el sistema sanitario nacional y el tercer sector (término empleado hoy para describir el servicio voluntario) realmente puede mejorar la situación de los ancianos y de los enfermos terminales a través de una acción conjunta6. Es constante la enseñanza de la Iglesia católica en torno al cuidado de los ancianos y de los enfermos terminales7. Los medios de comunicación, que desarrollan un papel clave en la vida cultural y social, pueden contribuir informando y educando a la comunidad acerca de los modos con los cuales se puede ayudar a cambiar la situación de los ancianos8 y de los enfermos terminales, tal como lo demuestra la reciente experiencia del movimiento hospice en Polonia9. Solidaridad y tiempo de transición. La historia del voluntariado en los hospice en Polonia El movimiento hospice polaco inició oficialmente en 1981 en Cracovia, después de varios años de trabajo del Sínodo Diocesano introducido por el Cardenal Karol Wojtyła. Un grupo de laicos – agentes sanitarios y voluntarios – discutieron sobre como ofrecer una mejor asistencia a los que se encontraban ya al final de su vida. Decidieron así construir un hospice parecido al St. Christopher’s Hospice de Londres. Pero la cosa se presentaba difícil porque estaba en vigencia el comunis- mo y por tanto el proyecto requirió muchos años para poder ser terminado. Sin embargo, el grupo hospice de Cracovia contribuyó con muchas publicaciones y alimentó un amplio debate público sobre el término de la vida, especialmente en la prensa católica. En Danzig, lugar de nacimiento de Solidarność, los agentes sanitarios y los estudiantes acostumbraban reunirse en una iglesia. En 1983, durante la ley marcial impuesta para todo el país, se constituyó el primer grupo de cuidados hospice para asistir a los enfermos terminales y a los moribundos, con gran apoyo de la Iglesia. Se convirtió en un modelo, que sirvió como base para crear cien programas de ese tipo, constituidos por voluntarios médicos, enfermeros, capellanes y otros. La Iglesia en Polonia era, y todavía lo es, un fuerte sostenedor de los programas hospice. En 1987, el Papa Juan Pablo II reconoció el gran trabajo que realizaban los voluntarios hospice y empleó las siguientes palabras en un encuentro con los enfermos discapacitados, agentes sanitarios y voluntarios: “Pienso con gratitud en el hospiccium que inició su servicio en Danzig y ahora se irradia en las demás ciudades. Nació de la solicitud común de la pastoral de los enfermos y de los médicos presentes junto al lecho del enfermo, por el puesto que les corresponde y por las condiciones en las se encuentran los enfermos al final de su vida. Esta solicitud se expresa en el inclinarse conjuntamente y atender a un enfermo en su casa, a través de un cordial y gratuito ‘don de sí mismo’”10. Su bendición fue determinante en el desarrollo del movimiento hospice en Polonia. Los obispos y párro- 175 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 cos instauraron una relación más abierta con los médicos, con los enfermeros y con los demás agentes sanitarios, y solicitaron a las iglesias locales que iniciaran este programa. Se instituyó en el país un training informal para médicos y enfermeros. Muchos voluntarios tuvieron la oportunidad de ir a Londres y formarse en el St. Christopher’s Hospice. Una amistad personal entre Cicely Saunders y muchos médicos y enfermeros polacos, así como también el sostén de organizaciones caritativas, contribuyó a desarrollar la mayor parte de los programas de hospice basados en el servicio voluntario. Después de los cambios democráticos de 1989, la medicina paliativa entró a formar parte en el programa sanitario nacional. El primer Departamento de Medicina Paliativa fue creado dentro de la Universidad médica de Poznan y proporcionó una preparación científica para las estructuras de voluntariado11. En 1994, se creó en Varsovia el primer hospice para niños, que representó un ejemplo para futuras estructuras de este género en el país12. En la actualidad existen cerca de 200 programas de hospice y 200 unidades más de cuidados paliativos y equipos locales de cuidados paliativos a domicilio. En su conjunto forman más de 400 unidades: desde los grandes hospice y las unidades universitarias de cuidados paliativos, hasta las estructuras más pequeñas, administradas en su mayoría por los voluntarios. Pero hay zonas donde aún no existen los hospice y los cuidados paliativos adecuados13. El significado de la espiritualidad en el cuidado hospice. La participación de la Iglesia en los cuidados paliativos en Polonia Con el progreso de estos cuidados, al parecer ha crecido el interés en la religión y en la espiritualidad. Sin embargo, comentaristas de la historia y del desarrollo de los hospice parecen inclinarse a favor de un punto de vista según el cual, en años recientes, se ha perdido algo del concepto original, habiéndose abrazado la tesis de la secularización de los hospice14. Más allá de la dimensión histórica, la investigación y la práctica clínica actuales confirman que los enfermos terminales y sus familias a menudo logran fuerza y esperanza del proprio credo religioso y de su espiritualidad. En tiempo de enfermedad y de crisis, las personas pueden tener la necesidad de aumentar su espiritualidad. Estar atentos a las necesidades religiosas y espirituales puede contribuir a una mayor calidad de vida15. La religión es la relación entre un individuo y Dios y se caracteriza por el creer, por reverenciar y por el deseo de complacer a Dios. Es menos probable que los pacientes que poseen una fe religiosa tengan preocupaciones espirituales no satisfechas, si es que sus necesidades religiosas son colmadas. En un ambiente de cuidados paliativos, la fe de una persona, fuerte o débil que sea, influirá y estará influenciada por todo lo que experimente con el acercarse de la muerte16. La espiritualidad se puede definir como cualquier persona o cualquier cosa que dé un significado trascendente a la vida de una persona. A menudo se expresa como religión o relación con Dios, pero también se puede referir a otras cosas: naturaleza, energía, fuerza y credo en la bondad de todos. La espiritualidad es importante durante todas las fases de la propia salud y de la enfermedad, pero los factores espirituales y religiosos desarrollan un papel muy importante en la experiencia de una enfermedad terminal, en el proceso del morir y en la muerte17. La medicina paliativa es la única ra- ma de la medicina que tiene una mención específica en el Catecismo de la Iglesia Católica18, por lo que es importante recordar que la cooperación con la Iglesia entra en la filosofía de los hospice. En lo que se refiere a otras denominaciones, los aspectos ecuménicos desarrollan un papel considerable en el cuidado religioso y espiritual de los pacientes y de sus familias. La Iglesia en Polonia, considerada en la mayor parte de los casos como artífice de los hospice, ha creado la figura del Capellán Nacional con el fin de sensibilizar al clero con respecto a este movimiento. El Revdo. Dutkiewicz ha sido profesor y director de retiros en la mayoría de los seminarios de Polonia y ha realizado una serie de ponencias en la mayoría de las diócesis del país en torno al movimiento hospice y sobre la importancia de los aspectos religiosos y espirituales de los cuidados. Más de trecientos sacerdotes y religiosos están comprometidos a tiempo completo en Polonia en el ámbito de la medicina paliativa y de los cuidados hospice. Otras personas dan su aporte como voluntarios. Muchos estudiantes de los seminarios han elegido los hospice como terreno para su experiencia pastoral. Con este objetivo, se necesita un trabajo constante de educación. En 1992, organizado conjuntamente por representantes del London Hospice y de los hospice de Polonia, se llevó a cabo en Poznan el Primer Congreso Europeo dedicado a las necesidades espirituales y religiosas de los hospice y a los cuidados paliativos. En el encuentro tomaron parte sacerdotes, religiosos, médicos, enfermeros y voluntarios que se ocupan de los aspectos espirituales de la medicina y de los hospice20. Este aspecto importante de los cuidados requiere un desarrollo ulterior y se espera que en el futuro se realicen muchos encuentros más de este género. Polonia es un lugar de encuentros regulares del personal de los hospice y de los voluntarios. Equipos específicos locales, regionales y nacionales organizan jornadas de reflexión y de retiro para ellos. También se realizan reuniones de los capellanes y de otros sacerdotes que podrían desempeñar este papel. Muchos hospice organizan también encuentros regulares de carácter religioso y espiritual, abiertos a otros agentes sanitarios y a los hos- 176 pitales locales. El cuidado de los hospice es un campo en el que, salvo la medicina profesional y los cuidados paliativos, comunmente se reconoce la importancia del cuidado religioso y espiritual. La Iglesia y la sanidad cooperan con éxito en esta esfera21. Por iniciativa del Capellán Nacional de Polonia, en 1999 se organizó un programa de formación para capellanes. Entre los invitados, estuvieron presentes el Presidente del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, S.E.R. Cardenal Javier L. Barragán, y el Ministro polaco de Salud. Tomaron parte en él capellanes provenientes de todo el país, mientras relatores polacos y conferencistas del Vaticano, de Estados Unidos y de Alemania, ilustraron éxitos y retos en este campo22. La experiencia constituyó una significativa inspiración en el proceso de formación de los capellanes para los hospice y para las unidades de medicina paliativa en el país. En años recientes, la Universidad Católica de Lublin ha instituido un curso postdoctorado con elementos de teología pastoral, psicología y medicina paliativa, que proporciona una formación excelente para los capellanes de hospice. En el 2004, por iniciativa de Caritas, la 60ª Semana de la Caridad en la Iglesia polaca fue dedicada a los cuidados paliativos y al hospice. Durante toda la semana los hospice ocuparon un puesto en la liturgia en todas las iglesias y fueron objeto también de la formación religiosa en las escuelas y en los encuentros parroquiales. De este modo, la misión y las tareas referentes al campo de los cuidados paliativos y del hospice pudieron alcanzar a toda la iglesia nacional. Ciertamente esto contribuyó a romper las barreras aún presentes en el pensamiento de la gente y a aliviar los temores asociados a la palabra hospice23. Hasta ahora sigue adelante el proceso de información del clero sobre la necesidad de ayudar a las personas gravemente enfermas, a los ancianos y a sus familias. En el 2007, el Capellán Nacional ha publicado una guía sobre como ayudar a las familias que viven la experiencia del luto. Dicha guía, distribuida gratuitamente a todos los hospice, a los centros de medicina paliativa y a las diócesis del país, será disponible en cada parroquia y contribuirá a ayudar de modo más eficaz a las perso- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS nas que han sufrido un luto. Además, el libro describe los problemas típicos puestos de relieve por los sacerdotes cuando encuentran a estas personas. También hace una lista de los casos más difíciles que han surgido durante los encuentros pastorales con las familias de las víctimas por accidentes, de las personas que han cometido suicidio o de aquellas desaparecidas. Un capítulo separado está dedicado al cuidado de los ancianos que viven en casa o en estructuras asistenciales24. Información pública y estímulo al voluntariado en el servicio hospice Luego de los cambios democráticos, después de 1989 Polonia y toda la Europa central y oriental se encontraron frente a un ambiente socio-económico totalmente nuevo. Se registró una disminución en el número de los voluntarios que ofrecían su ayuda en las organizaciones caritativas, incluidos los hospice. Esto se debió al hecho que las personas estaban obligadas a buscar un trabajo para poder superar los crecientes problemas que se iban delineando con la nueva realidad. Los años 90 fueron años de crisis para el servicio voluntario en Polonia. Gracias a la introducción del movimiento hospice y de los centros de medicina paliativa en el programa sanitario nacional, fue posible preservar diez años de experiencia de trabajo. Muchos voluntarios fueron asumidos como médicos y enfermeros de hospice, pero también como capellanes, psicólogos y asistentes sociales. Sin embargo, incluyendo los hospice y los centros de medicina paliativa en una estructura institucional, el movimiento fue lentamente perdiendo su carácter singular, con los especialistas en medicina paliativa que trabajaban conjuntamente con los voluntarios médicos y no médicos, acompañados por una considerable implicación de la comunidad eclesial mediante sus estructuras parroquiales, las comunidades de vida religiosa o los centros de Caritas. Como respuesta a una evidente crisis en el campo del voluntariado, las instituciones caritativas se esforzaron en promover iniciativas de servicio voluntario en la Iglesia y en la sociedad en general. La Caritas Polaca instituyó un network del vo- luntariado en las escuelas mediante la creación de sus asociaciones25. Asimismo, se instituyeron servicios del voluntariado vinculados con la parroquia – grupos parroquiales de Caritas26, por lo que puede ser orgullosa del crecimiento dinámico del número de voluntarios, que actualmente llegan a más de setenta mil en todo el país. Como parte de su actividad, muchos sectores de Caritas diocesana proporcionan también cuidados paliativos y de hospice, para lo cual forman a los voluntarios. En el 2004, la preparación y la distribución en todas las iglesias del material catequético y homilético para la 60ª Semana de la Caridad, dedicada a los cuidados paliativos y de hospice, contribuyó inmensamente en la promoción del cuidado de los ancianos y de los enfermos terminales27. Estudios sobre el desarrollo del servicio voluntario en Polonia A partir del 2001, se han realizado varios estudios sobre el servicio voluntario y filantrópico comisionados por la Asociación Klon/Jawor y por el Centro para el Servicio Voluntario. A continuación presento algunos datos obtenidos por estos estudios en el 2001 y en el 2006. En el 2001, el 10% de las personas entrevistadas declararon haber estado involucradas como voluntarios en el año precedente en el trabajo de instituciones y organizaciones. ¿Qué comporta el trabajo de los voluntarios? Un tercio de los que trabajan a través de organizaciones e instituciones lo han hecho directamente a favor de las personas necesitadas. El 18% han recogido fondos, el 17% han participado en la preparación de eventos, campañas y celebraciones. El 14% han dedicado su tiempo libre participando, sin recibir ninguna compensación, en las deliberaciones de comisiones, consejos, comités, etc. El 70% de los que no han sido implicados en actividades de voluntariado o que no han sostenido financieramente ninguna organización o institución, han afirmado que esto se debía ante todo porque tenían que ocuparse de sí mismos o de sus familias. El 59% ha afirmado que nadie se lo había solicitado. El 53% ha dicho que no tenían tiempo para dedicarse a un trabajo social28. 177 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 En el 2006, más del 21.9% (el 20% de los hombres y el 24% de las mujeres), es decir cerca de 6.6 adultos polacos, han dedicado su tiempo al trabajo gratuito en el interés de otros. Se trata de una cifra doble con respecto al 2001, aunque ese año haya visto una disminución del crecimiento debido a la apertura de las fronteras a una considerable migración económica fuera de Polonia. ¿Quiénes son los voluntarios? Las mujeres están más o menos comprometidas en obras sociales (el año pasado resultaba el 24% contra el 20% de los hombres). El grupo más fuerte de voluntarios está formado por personas con educación superior. Como en años anteriores, en el 2006 encontramos entre los voluntarios una mayoría de jóvenes (estudiantes y escolares). Los over 55 brindan su servicio voluntario muy raramente. El voluntariado a menudo está formado por personas que trabajan más que por los jubilados. Su popularidad se diferencia considerablemente de una región a otra – en la Polonia occidental y meridional, un número grande de personas admite que desarrollan dicha actividad, más que en la Polonia oriental, setentrional y central. ¿Por qué lo hacen? Las razones más comunes son el credo moral, religioso y político (mencionados por el 50% de las personas en- trevistadas). El 27% han aceptado el trabajo voluntario porque esperaban recibir en cambio una ayuda en el futuro. El 21% lo han aceptado por proprio interés o por la satisfacción que deriva de ello. El crecimiento de interés en el servicio voluntario lo encontramos ilustrado adecuadamente en el gráfico (Figura 1). También es importante desde el punto de vista de la cooperación entre la Iglesia y las ONGs, la evidente correlación entre la voluntad de ofrecer una ayuda altruista y la implicación en las prácticas religiosas o el interés para la propia espiritualidad. Según la investigación, entre los que participan en las prácticas religiosas al menos una vez por semana, cerca del 26.5% han sostenido las organizaciones de servicio público mediante el proprio trabajo, mientras cerca del 40% ha ofrecido una ayuda financiera o donaciones en naturaleza a organizaciones o movimientos sociales. Esto quiere decir que las personas más religiosas a menudo son las más comprometidas en un servicio de voluntariado. Entre los que siguen prácticas religiosas menos de una vez por semana, el porcentaje de voluntarios y filántropos es más bajo y alcanza el 17.3% y el 24.3%29, repectivamente. Figura 1. Voluntarios en las ONGs, en los movimientos sociales y religiones (porcentual de adultos polacos) Porcentual de voluntarios entre adultos en el período 2001-2006 Fuente: Herbst J. and Gumkowska M., Wolontariat, Filantropia i 1%. Raport z badań w 2006 (‘Voluntary activity, Philanthropy and 1%. Research for 2006’) (Stowarzyszenie Klon/Jawor, Warsaw, 2007). Los nuevos rostros del voluntariado en el servicio hospice El servicio voluntario en Polonia ha vuelto a recuperar popularidad30. Los hospice y los centros de medicina paliativa han buscado nuevas formas para alcanzar el amplio público animando la ayuda desinteresada. El Capellán Nacional ha propuesto un nuevo modo para hablar de este servicio a través de la cooperación con los media y la información del público sobre la fin de la vida humana. La Fundación Hospice creada por el Capellán Nacional es una organización caritativa que sostiene al movimiento hospice en Polonia. En el 2004 se lanzó la campaña nacional de información – ‘También el hospice es vida’ – sobre los principales canales de televisión del país y en otros mass media nacionales y regionales. Durante cuatro semanas se realizaron cerca de 1000 acontecimientos mediáticos sobre cuestiones referentes al término de la vida. Colaborando con más de 100 hospice de todo el país, y con la asistencia del TVP1 National Broadcasting Channel, así como de los más grandes titulares periodísticos y estaciones radiofónicas, logramos crear conciencia entre la gente sobre los problemas referentes a la medicina paliativa y a los hospice. En noviembre del 2004 Juan Pablo II impartió una bendición particular para todos los pacientes de los hospice, para sus familias, para los agentes sanitarios y para los voluntarios. Con voz tremulante dijo: ‘Hoy en Polonia se celebra la jornada de los Hospicios, cuyo lema es “También el hospicio es vida”. El cuidado con el cual los empleados y los voluntarios acogen a las personas enfermas incurables y moribundas, es una gran obra de misericordia. Pido a Dios que recompense con sus gracias su amor y su entrega. Confío a la Madre Santísima también a los que acompañan a los sufrientes en las respectivas familias. Dios bendiga a todos’31. Como resultado de la campaña nacional todos los hospice registraron la fin de los tabúes sobre las cuestiones referentes al término de la vida, a la enfermedad terminal y a los problemas de los ancianos en los mass media; un reforzamiento de los hospice de las unidades de cuidados paliativos en Polonia y una promoción del voluntariado para los nece- 178 sitados, así como una recolección de fondos a nivel nacional y local. Seguidamente a esta camapaña se creó un sitio web, fuente principal de información sobre los hospice y los cuidados paliativos en Polonia32. La descripción de la campaña y del método para alcanzar al público mediante la cooperación entre hospice y los mass media se encuentra recopilado cuidadosamente en el libro que es un resumen de la campaña y del proceso que llevó a un joven de diecinueve años a morir en un hospice33. La segunda campaña nacional ha dado los mismos resultados, reforzando el espíritu del voluntariado en los cuidados paliativos polacos. Han tomado parte 118 hospice y han discutido sinceramente con el público de la fin de la vida. La campaña ha tenido gran éxito, con debates públicos y conciertos, lanzados durante la primera Jornada Internacional de los Hospice y los Cuidados Paliativos en el mundo. Como resultado de la campaña se ha publicado un manual para los trabajadores de los hospice y para los voluntarios pero también para los pacientes y sus familiares34. La campaña pública ‘También el hospice es vida’ ha contribuido para promover la idea de los hospice, animando para que nuevos candidatos se comprometan en el servicio voluntario. Primero cuando las personas deseosas de brindar un servicio de voluntariado se presentaban en los centros, a menudo éstos no estaban preparados para aceptarlas y no podían formarlas para dicho servicio. Por tanto, ha nacido la idea de una campaña pública dedicada al servicio voluntario, de la cual ha resultado que los hospice del país están preparando y formando ahora coordinadores para el servicio voluntario. La iniciativa ha sido ideada por el Capellán Nacional y por la Hospice Foundation con el lema ‘Deseo ayudar’. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS los cuales están ubicados en zonas rurales que desean desarrollar el nivel de su servicio mediante la implicación de voluntarios bien formados. “Deseo ayudar” es una iniciativa nacional emprendida por el capellán Nacional, con la esperanza que el sistema de los cuidados paliativos en Polonia puede reapoderarse del elemento vital del movimiento hospice y de la medicina paliativa. Los hospice que toman parte en el programa han nombrado como delegado al mejor de sus miembros en el trabajo voluntario como coordinador y líder. Ahora se necesita información, promoción y reclutamiento regular. El programa es una ocasión para los que desean enriquecer los cuidados hospice con la preciosa ayuda de los voluntarios. Uno de los resultados de esta iniciativa será la publicación de un manual que, esperamos sea un texto útil para todos los voluntarios que se ocupan de los ancianos y de los enfermos obligados a vivir en casa o en la cama, así como a los familiares y todos los que ayudan a los ancianos y discapacitados en sus casas. El librito será disponible en el 2008. “LUBI POMAGA” Programa “DESEO AYUDAR” En el 2007, el tema de la campaña educativa sostenida por los mass media ha sido ‘Voluntarios de los hospice’. La Hospice Foundation ha recibido una subvención especial para formar y supervisionar a los coordinadores de los voluntarios. Se han comprometido más de 100 hospice en el programa, la mayoría de Los pasos siguientes del programa ‘Deseo ayudar’ se ocuparán de las actividades de voluntariado en las escuelas y en las universidades, con la tentativa de llegar a los jóvenes deseosos de ayudar y de asumir los retos que comporta el servicio hospice. Los agentes y los voluntarios de los hospice crearán programas de promoción y educación con maestros y tutors, en la tentativa de educar en torno a las cuestiones referentes al término de la vida y reclutar candidatos para el servicio voluntario. Al término de este programa nacional trienal, se enviará un especial mensaje al grupo de los adultos y ‘jóvenes jubilados’ llamado ‘grupo 50+’. Los hospice se extenderán a las parroquias, a las asociaciones y a las organizaciones locales para jubilados con informaciones específicas sobre las posibilidades de voluntariado para los adultos. El programa ‘Deseo ayudar’ es un modo para informar sobre la fin de la vida, pero también sobre la atención a los ancianos, a los discapacitados y a los enfermos en nuestras familias y entre nuestros vecinos. ‘Condenados a la asistencia’ – Encarcelados en los Hospice. Nuevos modos de reeducar a través del servicio voluntario para los enfermos terminales en los hospice Entre las muchas formas de rehabilitación para los presos está la búsqueda de servicios de voluntariado y de reeducación a través de varias actividades36. Al final de su proceso de reeducación, a los presos se les permite trabajar en el hospice de Danzig, y algunos de ellos reciben una formación específica sobre el particular. De este modo entran a formar parte de un grupo interdisciplinario y colaboran con éxito en el grupo asistencial. El Hospice Information Bulletin de Londres ha comentado este test comportamental como sigue: “¿Presos en un hospice? ¿Por qué no? Un programa innovativo para reintegrar a los presos en la sociedad a través del trabajo voluntario, se ha revelado útil en el hospice de Danzig, en Polonia. En los últimos años, el proyecto ha contribuido para romper el estereotipo y nuestras opiniones sobre los presos. Ahora tenemos menos temor de ellos; simplemente se han vuelto “nuestros chicos” del equipo hospice. Esta cooperación no acostumbrada ha llamado abundantemente la atención de los medios de prensa, de la radio y de la televisión en Polonia, así como también de la televisión alemana… Hablando de esta nueva oportunidad para los hospice y sus cuidados paliativos en la TV, el manager del Hospice de Dan- 179 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 zig ha dicho: ‘Hay un encuentro entre dos dramas: el drama del crimen y el de la enfermedad incurable y de la muerte. La muerte es una circunstancia que no deja indiferente a nadie. Creo que lugares como los hospice, donde tocamos experiencias extremas, contengan más respuestas radicales sobre cuestiones referentes a nuestras actitudes’”35. Los datos iniciales muestran que quienes trabajan en los hospice reciben mejores resultados de reeducación y tienen la oportunidad de recibir una reducción de la pena. El programa piloto nacional, con diez hospice y el mismo número de estructuras carcelarias semiapertas, darán una oportunidad a los prisioneros que ayudarán a los enfermos terminales y a sus familias. El proyecto será estudiado atentamente por los equipos de los hospice, de los educadores carcelarios y de los psicólogos. Se necesitará una investigación posterior en este campo para confirmar los datos iniciales. Conclusión Con el número creciente de ancianos, discapacitados y enfermos terminales presentes en nuestras sociedades, nos encontramos también frente a nuestros retos. El movimiento hospice en Polonia es un ejemplo real de la posibilidad de colaboración entre Iglesia, sistema sanitario y voluntarios, que representan una gran ayuda para los que se encuentran en necesidad. La misión del Buen Samaritano sigue ayudando también hoy a un número cada vez mayor de enfermos y de ancianos. La Iglesia debería estar presente en las discusiones y en las acciones para afrontar las necesidades de los enfermos terminales y de los discapacitados. Colaborar con las estructuras sanitarias, sostener a los voluntarios en varios servicios y proporcionar asistencia religiosa y espiritual, es parte de nuestra misión cristiana y humana. El Santo Padre Benedicto XVI ha animado a todos los agentes sanitarios y a los voluntarios, en su mensaje con ocasión de la XV Jornada del Enfermo, dedicada en particular a los hospice y a los cuidados paliativos: “Deseo apoyar los esfuerzos de quienes trabajan diariamente para garantizar que los enfermos incurables y en fase terminal, juntamente con sus familias, reciban una asistencia adecuada y afectuosa. La Iglesia, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano, ha mostrado siempre una solicitud particular por los enfermos. A través de cada uno de sus miembros y de sus instituciones, sigue estando al lado de los que sufren y de los moribundos, tratando de preservar su dignidad en esos momentos tan significativos de la existencia humana. Muchas de esas personas – profesionales de la asistencia sanitaria, agentes pastorales y voluntarios – e instituciones en todo el mundo sirven incansablemente a los enfermos, en hospitales y en unidades de cuidados paliativos, en las calles de las ciudades, en proyectos de asistencia a domicilio y en las parroquias”36. Con métodos tradicionales y nuevos para reclutar a los voluntarios, sus buenas energías deberían estar unidas a las capacidades profesionales de los operadores sanitarios en los hospice, clínicas y estructuras de asistencia domiciliaria para asegurar un mejor cuidado a los ancianos y a los enfermos en fase terminal. Una ayuda espiritual para obtener estos objetivos se puede encontrar siempre en la oración para nuestros pacientes y para los que los asisten y los cuidan – agentes profesionales y voluntarios37: “Oh Dios, Señor de la Vida, concede a los que están afligidos por el sufrimiento una fe segura en la resurrección de Cristo y concédeles la fuerza de tu Santo Espíritu tambien a todos los asistentes sanitarios y pastorales que asisten a los enfermos y haz que ellos, siempre y en todo lugar, tengan un profundo respeto por la dignidad de la vida humana”. P. PIOTR KRAKOWIAK SAC, Capellán Nacional de los Hospice, Polonia Notas 1 VEATCH R.M., Death, Dying and the Biological Revolution. Our Last Quest for Responsibility (New Haven, 1989), pp. 9-13. 2 Cf. ARIÉS P., The Hour of Our Death (Knopf, New York, 1981). 3 KRAKOWIAK P., Ks. Eugeniusz Dutkiewicz SAC. Ojciec Ruchu Hospicyjnego w Polsce (Rev. Eugeniusz Dutkiewicz SAC. Father of the Hospice Movement in Polonia) (Gdansk, 2007), pp. 216-217. 4 Cf. SAUNDERS C., SUMMERS D.H., AND TELLER N., Hospice. The living Idea (London, 1989). 5 MOTHER THERESA, In my Own Words (New York, 1997), pp. 65-72. 6 Cf. DRĄŻKIEWICZ J., W stronę człowieka umierającego. O ruchu hospicjów w Polsce (‘Toward the Dying. A History of Hospices in Polonia’) (Warsaw, 1989). 7 Cf. JUAN PABLO II, Carta a los Ancianos (Vaticano, 1999); Carta de Juan Pablo II al Presidente de la Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Vaticano, 3 de abril de 2002). 8 SYNAK B., ‘Formal Care for Elderly in Polonia’, J. Cross Cult. Gerontol., vol 4, 2/04, 1989, 107-127. 9 Cf. KRAKOWIAK P., Zdążyć z prawdą. O sztuce komunikacji w Hospicjum (‘In Time with Truth. On the Art of Communication in a Hospice’) (Gdansk, 2006). 10 JUAN PABLO II, Rito de la Unción de los Enfermos, Homilía, Danzig 12 VI 1987. 11 LUCZAK J., ‘Palliative/Hospice Care in Polonia’, Palliative Medicine, 1993, vol. 7, n. 1, 68-70. 12 Palliative Care in Polonia – the Warsaw Hospice for Children (Warsaw, 2006), pp. 3740. 13 Cf. KRAKOWIAK P., Zdążyć z prawdą. O sztuce komunikacji w Hospicjum (‘In Time with Truth. On the Art of Communication in a Hospice’) (Gdansk, 2006). 14 CLARK D., ‘Religion, medicine, and community in the early origins of St Christopher’s Hospice’, Journal of Palliative Medicine, 2001, 4(3): 353-360. 15 DAALEMAN T.P., AND VANDECREEK L., ‘Placing Religion and Spirituality in End-of-Life Care’, JAMA 2000; 284(19): 2514-7. 16 Cf. DOYLE D AND WOODROFF R., The IAHPC Manual of Palliative Care, 2nd. edition (Houston, 2004). 17 PUCHALSKI, C.M., ‘Spirituality and Health: the Art of Compassionate Medicine’, Hospital Physician, 2001.03, 30-36. 18 CIC (Vaticano, 1993), ‘Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésico para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados” (n. 2279). 19 MURRAY D, ‘Reflections on Chaplaincy in a Hospice:1977-2001’, Scottish Journal of Healthcare Chaplaincy, vol. 5 n. 1, 2002, 41-43. 10 GÓRECKI M., Hospicjum w służbie umierających (‘The Hospice at the Service of Dying’) (Warsaw, 2000). 21 KALINOWSKI M., Towarzyszenie w cierpieniu: posługa hospicyjna (‘Assisting in Suffering: Hospice Service’) (Lublin, 2002). 22 P. KRAKOWIAK AND E. DUTKIEWICZ (eds.), Duszpasterstwo Służby Zdrowia w Polsce. Osiągnięcia i wyzwania (‘Pastoral Care in Health in Polonia. Achievements and Challenges’) (Gdansk, 1999), pp. 7-9. 23 ZAJĄC J. (ed.), Życiem otulana śmierć (‘Death Wrapped in Life’) (Caritas, Płock, 2004). 24 P. KRAKOWIAK, Strata, Osierocenie i żałoba (‘Loss, Bereavement and Grief) (Gdansk, 2007), pp. 84-86. 25 Cf. KORAL J, Szkolne koła Caritas jako przykład wolontariatu młodzieży (‘Caritas School Clubs as an Example of Youth Voluntary Service’) (Caritas Scientific Yearbooks, V, Warsaw, 2001). 26 Cf. BOCHEŃSKA-SEWERYN M. AND KLUZOWA K., Motywy i formy pracy członków parafialnych zespołów charytatywnych (‘Motives and Forms of Work of Members of Parish Charitable Groups’) (Caritas Scientific Yearbooks, V, Warsaw, 2001). 27 Cf. ZAJĄC J. (ed.), Życiem otulana śmierć 180 (‘Death Wrapped in Life’) (Caritas, Płock, 2004). 28 DĄBROWSKA J. AND WYGNAŃSKI K., Wolontariat i Filantropia Polaków w liczbach, [Voluntary Activity and Philanthropy among Poles in Numbers’), (Stowarzyszenie Klon/Jawor, Warsaw,2002). 29 HERBST J., GUMKOWSKA M., Wolontariat, Filantropia i 1%. Raport z badań w 2006 (‘Voluntary activity, Philanthropy and 1%. Research for 2006’) (Stowarzyszenie Klon/Jawor, Warsaw, 2007), p. 14-27. 30 GÓRECKI M., Hospicjum w służbie umierających (‘Hospice in the Service of Dying’) (Warsaw, 2000). 31 JUAN PABLO II, Angelus, domingo 7 de noviembre de 2004. 32 www.hospicja.pl/en – fuente principal de información sobre los hospices en Polonia (en inglés). 33 SWITALA M., Podróż za horyzont (‘Journey Beyond the Horizon’) (Gdansk, 2005). 34 KRAKOWIAK P., Zdążyć z prawdą. O sztuce komunikacji w Hospicjum (‘In Time with Truth. On the Art of Communication in a Hospice’) (Gdansk, 2006). 35 Cf. POL J.D., Możliwości wolontariatu w aresztach i zakładach karnych (‘Possibilities of Voluntary Work in Prisons’) (Roczniki Naukowe Caritas V, 2001). 36 SWITALA M. AND KRAKOWIAK P., ‘Sentenced to Care’, Hospice Information Bulletin, London, November 2007, p. 7. 37 BENEDICTO XVI, Mensaje para la XV Jornada Mundial del Enfermo, Vaticano, 8 de diciembre de 2006. Bibliografía ARIÉS P., The Hour of Our Death (Knopf, New York, 1981). 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La compleja naturaleza de la persona humana La naturaleza poliédrica de la persona humana, como espíritu encarnado, originado en Dios y destinado a la eternidad, y el espesor de la matriz socio-cultural que forma nuestro ambiente, hacen que la realización de esta obra sea necesaria si tratamos este argumento demanera más profunda. En el contexto intelectual y cultural actual, marcado por cierto pragmatismo empírico, a menudo nos acontentamos con acercamientos fragmentarios que no tratan apropiadamente la profundidad del sujeto humano. Dado que nuestro conocimiento se va extendiendo cada vez con mayor rapidez, tendemos a cambiar nuestra atención de una particularidad a otra y corremos el riesgo de perder de vista el sujeto en su totalidad, es decir a la persona humana, a la que pertenece este conocimiento y al cual está orientado. No obstante el inmenso beneficio que hemos logrado con la ampliación de los conocimientos en los campos especializados, el riesgo de perseguir una especialización cada vez más intensa, sobre todo con respecto a la persona humana, es que lleguemos a una visión atomizada. El Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, que ha respondido a la invitación y a la guía del Santo Padre organizando esta Conferencia, desarrolla un servicio muy precioso para la Iglesia y para el mundo. Al reunir en estos campos ricos y diversificados del conocimiento sobre los ancianos enfermos y al estimular un diálogo entre los que trabajan más específicamente en el campo de la asistencia a los ancianos, sirviéndose del profundo tesoro de la sabiduría de la Iglesia sacado de la Sagrada Escritura, de los Padres, de la vida de los santos, del tema teológico y de la experiencia vivida de la vida pastoral, surge una nueva profundidad en la comprensión del tema. Con este renovado modo de entender, nuestra práctica pastoral asume nuevo vigor y nuevo celo. Sacramentos Acercándonos al final de esta Conferencia, creo que globalmente es oportuno dirigir ahora nuesta atención a la expresión suprema de la pastoral eclesial reservada a los ancianos enfermos, es decir, sus sacramentos y su vida de oración. Así como existen tres sacramentos que se refieren más estrechamente al inicio de la gran peregrinación de la vida cristiana, esto es, los sacramentos de la iniciación cristiana como los llamamos corrientemente – Bautismo, Confirmación y Eucaristía – hay tres sacramentos que acompañan la peregrinación de la vida en esta tierra hasta su cumplimiento. Son los sacramentos de la Reconciliación, de la Unción de los Enfermos o de la Extrema Unción y de la Eucaristía o Viático, como se llama cuando es administrado a una persona moribunda. Estos sacramentos, como todos los demás, forman parte de la peregrinación de la Iglesia mientras camina a través del tiempo hacia su cumplimiento en la comparticipación total de la gloria de Cristo, crucificado y resucitado1. Sin embargo, antes de considerar dichos sacramentos, es útil ver si están colocados en el contexto de la realidad humana de los ancianos enfermos. Una consecuencia de la condición humana es que todos somos personas con necesidades. La necesidad se evidencia sobre todo en los dos extremos de la vida humana. El recién nacido no puede sobrevivir sin una atención y un cuidado ininterrumpidos para satisfacer todas sus necesidades. En la segunda fase de la vida, cuando entramos en la plena posesión de nuestros talentos y de nuestras capacidades, para la mayoría de las personas nos volvemos autosuficientes, con una obvia necesidad de reciprocidad social. Los que entramos en la tercera fase de la vida, en edad adelantada, retornamos a una existencia más dependiente de los demás, en los cuales debemos confiarnos para muchas de nuestras necesidades esenciales. El movimiento entre estas dos fases de nuestra existencia humana tiene una intensa resonancia en nuestro sentido de identidad, de valor y autoestima. Amenazas a la dignidad y al valor de los ancianos enfermos Las tendencias dominantes de nuestra cultura postmoderna tienden a atribuir valor sólo a los elementos o a las fuerzas que son considerados productivos. En esta óptica, no se concede mucho valor a los ancianos enfermos. Por el contrario, 182 en una perspectiva cruel, a menudo se les considera como un peso para la sociedad, a la que quitaría recursos preciosos. Existe la tendencia a segregar a los ancianos en las casas, que generalmente se convierten en lugares de aislamiento y de soledad y, de este modo, se les corta del flujo natural intergeneracional de la vida familiar. Mientras el internamiento obligado constituyó en los siglos XVIII y XIX una tentativa de solución al crimen y a la pobreza, actualmente ha aparecido una nueva forma de internamiento por el cual los ancianos son cortados fuera de la corriente principal de la vida, encerrados en instituciones de uno u otro tipo. Dado que esta faja de población está en continuo aumento, y esta tendencia muy probablemente será constante, emergen serias cuestiones sobre el justo orden de la sociedad y sobre la idoneidad de nuesta organización pastoral. El recordado Papa Juan Pablo II llamó nuestra atención sobre esta cuestión afirmando en una carta a la Segunda Asamblea General sobre el Envejecimiento (Madrid, 8-12 Abril 2002): “Se está produciendo por doquier un cambio profundo de la estructura de la población, que lleva a replantearse los proyectos de la sociedad y a discutir de nuevo no sólo su estructura económica, sino también la visión del ciclo vital y las relaciones entre las generaciones. Se puede decir que una sociedad se presenta como justa según como responde a las necesidades asistenciales de todos sus miembros y que su grado de civilización se mide por la protección prestada a los miembros más débiles del entramado social. ¿Cómo garantizar la duración de una sociedad que está envejeciendo, consolidando la seguridad social de las personas ancianas y su calidad de vida? Para responder a esta cuestión es necesario no dejarse guiar principalmente por criterios económicos, sino inspirarse más bien en sólidos principios morales. Hace falta, en primer lugar, que se considere al anciano en su dignidad de persona, dignidad que no merma con el pasar de los años y el deterioro de la salud física y psíquica. Es evidente que esta consideración positiva sólo puede encontrar terreno fecundo en una cultura ca- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS paz de superar los estereotipos sociales, que hacen consistir el valor de la persona en la juventud, la eficiencia, la vitalidad física y la plena salud. La experiencia dice que, cuando falta esta visión positiva, es fácil que se margine al anciano y se le relegue a una soledad comparable a una verdadera muerte social. Y la estima que el anciano tiene de sí mismo, ¿no depende acaso en buena parte de la atención que recibe en la familia y en la sociedad?”. Cuando se perseguían conscientemente otros medios para facilitar la red vital familiar y social de sus residentes, casas y hospicios para ancianos enfermos pueden servir, y en efecto sirven, para un fin muy positivo, como en el caso en que amor de Cristo hecho concreto y eficaz en sus ritos sacramentales. Todos los demás excelentes servicios pastorales que se realizan por medio de hombres y mujeres que están cercanos al anciano enfermo – visitas, oraciones, consejos – llegan a su cumbre en el encuentro con la presencia viva del Señor mediada por los Sacramentos. Lo que revela el signo sacramental es una demostración que genera y refuerza la comunión de esta persona con el cuerpo vivo de Cristo, y con Cristo mismo como su cabeza. Esto manifiesta de modo elocuente la particular solicitud de la Iglesia de Cristo hacia sus miembros enfermos y sufrientes, en los cuales reconoce el inalienable valor y la dignidad de ofrecen programas y servicios de naturaleza paliativa a los ancianos que se están aproximando a la muerte. Ante las condiciones socioeconómicas en las que muchas familias viven hoy, sería virtualmente imposible para gran número de ellas proporcionar un puesto digno a los miembros más ancianos para que permanezcan en la casa familiar, incluso cuando su salud física fuese relativamente buena. Esto se vuelve más problemático cuando los miembros ancianos necesitan cuidados especializados y mayor sostén. Si ambos cónyuges trabajan fuera de casa, un anciano que viviese en la misma casa sería dejado sólo por largos períodos de tiempo. En las situaciones de necesidad en la vida de los ancianos enfermos es que la Iglesia ofrece el abrazo del los que gozan ante los ojos de Dios. Aunque sus facultades pueden resultar imperfectas, y su capacidad de relacionarse podría estar comprometida debido a la enfermedad y al dolor, ellos mantienen en lo íntimo de su ser el esplendor de su identidad ontológica como criaturas de Dios creadas por el amor, y en las cuales El ha impreso su imagen divina. Él recuerdo del sufrimiento y de la muerte de Jesús nos da la certidumbre, fruto de la fe, que a los miembros sufrientes del cuerpo de Cristo en su fragilidad y enfermedad se ofrece el mismo amor con el cual el Padre contempló a su Hijo en su agonía. En la introducción al rito sacramental de la Unción leemos: “El hombre gravemente enfermo tiene pues necesidad, en el estado de ansia y de pena en que se en- 183 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 cuentra, de una gracia especial de Dios para no abatirse, con el peligro de que la tentación haga vacilar su fe. Precisamente por esto, Cristo ha querido dar a sus fieles enfermos la fuerza y el sostén validísimo del sacramento de la Unción”2. La búsqueda de la felicidad Todas las personas, especialmente los ancianos enfermos, desean la felicidad y la plenitud de vida. Como subraya el Papa Benedicto XVI: “El hombre ha sido creado para la felicidad eterna y verdadera, que sólo el amor de Dios puede dar. Pero nuestra libertad herida se perdería si no fuera posible, ya desde ahora, experimentar algo del cumplimiento futuro”3. Este es el deseo más profundo que hay en el corazón de cada ser humano y de un modo u otro, es lo que plasma y guía la vida de cada uno de nosotros. Por consiguiente, debemos dirigir nuestra atención respetuosa al corazón del hombre y a sus deseos profundos. ¿Cómo encontraremos la plenitud de vida que buscan nuestros corazones? Es la pregunta perenne que está detrás de cada noble esfuerzo de la empresa humana: en el arte, en la literatura, en la música, en la arquitectura, así como en el campo económico, en la vida social, política o en cualquier otra empresa humana digna de consideración. Ciertamente no podremos considerarnos satisfechos si todo lo que tenemos que ofrecer como respuesta a los interrogantes últimos que brotan del sufrimiento de los ancianos gravemente enfermos son sólo vagas palabras de consolación, una opinión o una interpretación subjetiva. En un maravilloso pasaje del desaparecido P. Luigi Giussani leemos: “La cristiandad, concebida nuevamente en su originalidad estructural, afirma en primer lugar que el recorrido hacia la verdad es algo objetivo… El camino del hombre hacia la verdad y hacia su destino no está a la merced de sus pensamientos, o de los pensamientos de otros, o de la sociedad en la que vive. El camino es objetivo – no se trata de imaginarlo o de inventarlo, sino de seguirlo… Una realidad viva que nos invita a seguirla: ésta es la cracterística propia del acontecimiento cristiano. Esta es la vida de la Iglesia. Y lo que constituye esta vida sin duda es la lectura del Evangelio, la Palabra de Dios; pero es el Evangelio interpretado por la conciencia viva de un cuerpo vivo, guiado a su vez por otra realidad viva, el Magisterio, y este cuerpo tiene su proprio ritmo en el pasar del tiempo, es decir la Liturgia”4. Cada uno de los siete sacramentos de la Iglesia forma parte integrante de su Liturgia sagrada. Por su naturaleza, ellos son actos públicos de culto hechos a Dios que, a su vez, llevan los frutos de su gracia salvífica en la necesidad concreta de las vidas de los que los celebran. CATEQUESIS En primer lugar, en las consideraciones referentes a los ancianos enfermos en la situación actual, tenemos la impelente necesidad de una catequesis más eficaz. Incluso si muchas prácticas y programas admirables para el ministerio sacramental dirigido a estas personas son importantes en la vida de gran número de iglesias particulares, hay aún muchas que tienen sólo una vaga noción del Tesoro sacramental de la Iglesia, o que lo ignoran totalmente. Cada miembro de la Iglesia, y especialmente los enfermos, deberían tener una conciencia viva de la potencia y de la gracia disponible para ellos en los sacramentos. Con este objetivo, se necesita una catequesis eficaz en la preparación y en la participación a los sacramentos de la Reconciliación, de la Unción y del Viático. Los ancianos que están enfermos deben ser animados para pedir el Sacramento de la Unción cuando inicia su enfermedad, y no lo rechacen. Es de absoluta importancia que aquellos que se ocupan de los ancianos sean formados de modo adecuado sobre la naturaleza esencial del Sacramento de la Unción, comprendan el objetivo y aprecien su significado en la vida de los que asisten Amenazas y retos Dado que las organizaciones públicas ocupan un papel cada vez más importante en el campo de los cuidados asistenciales en ambientes institucionales, se introducen nuevos estándar para el tipo de cuidado que tradicionalmente llamamos “pastoral” y que es comunmente designado de modo vago y amorfo como “cuidado espiritual”. Un cuidado pastoral auténtico está en estrecha relación con el acompañamiento y la guía; de hecho, por más buena que sea, la atención es mucho más que la dispensación de un sostén emotivo y vagamente espiritual. Precisamente, la misión del servicio pastoral a favor de los ancianos enfermos es una misión encarnada. Naturalmente, esto incluye la implicación en toda la humanidad de los que son servidos, pero resulta decididamente inadecuado si no hace una referencia primaria al Dios que se ha encarnado en la carne humana del proprio Hijo. Los sacramentos son los signos y los instrumentos reales que permiten que Cristo encarnado se haga presente en quien los recibe con un acto de fe. Por tanto, los sacramentos deben ser considerados siempre como esenciales en un auténtico proyecto de pastoral católica. Además, muchas estructuras dirigidas por el gobierno tienden cada vez más a confiar el papel de capellán a laicos formados profesionalmente en programas de educación clínico-pastoral. A veces, estos programas de formación no mencionan el lugar que corresponde a los sacramentos en la pastoral ordinaria. En efecto, puede acontecer que un sacerdote que se dirige a estas estructuras para ocuparse de los ancianos enfermos sea considerado un ‘extra’ cada vez menos necesario y un intruso. Es realmente auspiciable y necesario que haya un verdadero espíritu de colaboración respetuosa entre quienes se ocupan de los enfermos ancianos, y especialmente entre las personas que están directamente comprometidas en las dimensiones pastorales de este cuidado. Dado que en muchos lugares hay siempre menos sacerdotes disponibles para servir a los fieles, es necesario que exista una relación armoniosa entre laicos y sacerdotes que trabajan con los ancianos enfermos. Viene a mi mente una fuerte experiencia personal: en los primeros años de mi ordenación trabajé en una parroquia. En las inmediatas cercanías de la iglesia parroquial había un hospital católico. Aunque existía un departamento pastoral en el hospital, no había ningún sacerdote disponible además del staff de 184 la parroquia. Una de las hermanas que formaba parte del personal de enfermería del hospital, una hija espiritual de Santa Margarita de Youville, fundadora de las Grey Nuns, en su tiempo libre acostumbrava visitar a los pacientes gravemente enfermos. Con amabilidad, pero también con discreta perseverancia, los preparaba para que recibieran los sacramentos de la Penitencia, de la Unción, y la Santa Comunión. Cuando hacía mis visitas cotidianas, a veces, rápidas, en las seciones del hospital, durante mis demás compromisos en la parroquia, la hermana me llevaba serenamente a una o a otra habitación donde simplemente me indicaba “están preparados”. Sor Cecile era amada profundamente por los enfermos y por sus familiares que venían al hospital; no olvidaré su apoyo discreto y amable a mi ministerio sacerdotal. Igualar la función del capellán a un papel profesional, en las estructuras que se ocupan de ancianos enfermos, a veces puede introducir una nota de tensión, no necesaria y dañina entre el “capellán” institucional y el “pastor” del paciente o internado. Mientras el capellán tiene la responsabilidad inmediata de proveer a una pastoral adecuada para el internado, es necesario recordar que este mismo paciente proviene de una comunidad parroquial y, por lo menos idealmente, permanece vinculado a ella. Los capellanes deben estar en contacto con los párrocos y éstos no pueden delegar simplemente su responsabilidad pastoral al capellán institucional. Es un gran alivio para los enfermos ancianos ser visitados por su proprio párroco, recibir los Sacramentos de sus manos cuando es posible, y saber que la enfermedad no los ha cortado fuera de la comunidad. El acceso a una pastoral adecuada y en especial a los sacramentos, está amenazado por muchas situaciones que nacen debido a la ley sobre la “privacy”. A menudo los pacientes que son admitidos en los hospitales o en las estructuras de enfermería no se les pide indicar su propia fe religiosa y el staff del hospital tiene la prohibición de revelar cualquier información personal sobre estos pacientes o internados. Al mismo tiempo, los sacerdotes y los voluntarios pastorales no pueden visitar a los pacientes que no lo ha- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS yan pedido explícitamente. De modo que sucede que muchos pacientes que son admitidos en condiciones tales que no es posible preguntarles, están privados de la visita pastoral y de los sacramentos. Para superar esta dificultad, se necesitan esfuerzos vigorosos para educar la comunidad católica a la necesidad de identificarse claramente y de manera especial como católicos. En algunos lugares hay a disposición tarjetas o brazaletes de identificación para los católicos, que llevan escrito lo siguiente: “Soy católico. En caso de accidente o grave enfermedad, por favor llamar a un sacerdote”. Si nuestro recurrir a los sacramentos en el cuidado de los ancianos enfermos debe ser adecuado y significativo, debemos comprender claramente su naturaleza y dinamismo. En el Sacramento de la Unción de los Enfermos, es Cristo Señor que actúa a través de la persona del ministro sagrado, llegando a tocar la vida del enfermo. En el Evangelio de Marcos se menciona la unción cuando Jesús envía a los doce: “Arrojaban numerosos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6,13). Santiago, hermano del Señor, encarga explícitamente “a los presbíteros de la Iglesia” que unjan a los que están enfermos y especifica el efecto de esta poderosa súplica: “¿Está enfermo algunos de vosotros? Llame a los presbíteros de las Iglesias, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” (St 5, 14-15). Aquí encontramos el fundamento escritural del credo y de la enseñanza de la Iglesia sobre la Unción de los Enfermos. El poder del Espíritu Santo es significativo y se vuelve operativo en la unción con el óleo bendecido para ser usado en este sacramento. Al promulgar el rito de la unción de los Enfermos que actualmente se emplea en la Iglesia latina, el Papa Pablo VI habla claramente de que esta práctica de la Iglesia se encuentra radicada en la Escritura y en la Tradición: “Testimonios referentes a la Unción de los enfermos se encuentran desde los tiempos antiguos, en la Tradición de la Iglesia, marcadamente en aquella litúrgica, tanto en Oriente como en Occidente. Hay que recordar al respecto, como título especial, la Carta escrita por el Pontífice Inocencio I, Nuestro Predecesor, a Decencio, Obispo de Gubio, y el texto de la venerada oración empleada para bendecir el Óleo de los enfermos: «Infunde, Señor, tu Espíritu Santo Paráclito», que fue insertada en la Oración Eucarística y hasta ahora es conservada en el Pontifical Romano”5. Debemos evitar cualquier cosa que sugiera un sentido casi mágico del poder del Sacramento de la Unción. La gracia conferida por el Espíritu Santo en el sacramento es realmente potente y eficaz, pero presupone la fe. Aquel que está enfermo es salvado por su fe y por la fe de la Iglesia. Esta fe nos recuerda la muerte y resurrección del Señor de la que trae su poder mientras espera la plenitud de la llegada del “reino de Dios’ del cual es la promesa. Hay que notar que aún si una persona no está consciente para recibir y lograr beneficio del Sacramento de la Unción, debe haber por lo menos un deseo implícito de recibir esta gracia. Cuando sea posible, la mente y el corazón de aquel que debe recibir el Sacramento de la Unción deberían ser ayudados para prepararse a recibirlos reflexionando y orando, y con una precedente recepción del Sacramento de la reconciliación cuando sea necesario. Esta confesión sacramental se puede celebrar durante el rito de la introducción, teniendo presente la necesidad de la privacidad durante esta parte de la celebración. Nombres y significados No hay un resumen mejor de la realidad y de los efectos del Sacramento de la Unción de aquel que encontramos en los decretos del Concilio de Trento: “De hecho, este efecto es la gracia del Espíritu Santo, cuya unción lava los pecados, si tuviesen que ser aún expiados, y las consecuencias del pecado; levanta y refuerza el alma del enfermo, animando en él una gran confianza en la divina misericordia. El enfermo, aliviado por ella, soporta más fácilmente las molestias del mal y de los dolores; y resiste más fácilmente a las tentaciones del demonio que in- 185 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 sidia su talón (Gn 3, 15), y alguna vez, si favorece a la salvación del alma, recupera la salud del cuerpo”6. De aquí captamos el papel central que tiene el Espíritu Santo en este sacramento para perdonar los pecados, dar valor y fuerza al enfermo, ayudar a resistir a la tentación y a veces a efectuar la curación corporal. También podemos atribuir al Concilio de Trento la práctica de referirse a este sacramento como al sacramento del moribundo, ya que asume un significado particular cuando una persona está al final de su vida. La claridad doctrinal del decreto del Concilio de Trento especifica que el ministro del sacramento es el sacerdote7. La enseñanza sucesiva y práctica de la Iglesia lo ha confirmado y reafirmado en el Código de Derecho Canónico contemporáneo8. veen a su asistencia y cuidado. Es necesaria una gran convicción para apreciar la dimensión plenamente eclesial de dicho sacramento. No es un acto simplemente privado sino se refiere a toda la Iglesia. Lo pone en claro el Decreto del Concilio Vaticano II al referirse a la carta del Apóstol Santiago: “Con la sagrada unción de los enfermos y la oración de los sacerdotes, toda la Iglesia encomienda los enfermos al Señor paciente y glorificado, para que los alivie de sus penas y los salve (cfr. St 5,14-16), e incluso les exhorta a que se asocien voluntariamente a la pasión y muerte de Cristo (cfr. Rm 8,17; Col 1,24”10. El Sacramento de la Unción de los Enfermos se está convirtiendo cada vez más en una realidad más visible en la vida normal de la Iglesia. Gracias a la apreciación más profunda de su gracia sanante, y al fuerte testimonio de celebraciones comunes del sacramento bien propagandadas con ocasión de la Jornada Mundial del Enfermo, existe un mayor deseo de acceder a este sacramento. Naturalmente, existe también la necesidad de ejercer una vigilancia pastoral a fin de que no se ofenda al sacramento no con una actitud tribal o frívola. Generalmente, con los ancianos enfermos esto no constituye una fuente de particular preocupación. Continuar la misión sanante de Jesús En la práctica actual de la Iglesia y debido a razones justas, generalmente no nos referimos al sacramento como a la “Unción de los Enfermos”. Como lo puso en claro el Concilio Ecuménico Vaticano II, este sacramento que antes era llamado ‘Extrema Unción’, no es sólo para los que están en el momento de la muerte. Un acceso más generoso a él es indicado para cualquiera que esté por entrar en peligro de muerte debido a la enfermedad o a la edad9. Es muy importante que esta precisión sea claramente conocida por los mismos enfermos ancianos y por los miembros de sus familias así como también por los que pro- Muchas de nuestras instituciones sanitarias católicas incorporan esta descripción en sus declaraciones de misión u otras proclamaciones de la intención y de la identidad de su trabajo. De hecho, un entendimiento más pleno de la Iglesia la ve como sacramento universal de salvación para todos los tiempos y todos los hombres. Pero la tarea de la Iglesia no es algo que ella misma se ha impuesto. Ella recibe su misión del Señor, de quien es su cuerpo. Con Cristo como cabeza viva del cuerpo, y con nosotros como sus miembros, nosotros debemos realizar esta misión salvífica en el mundo de hoy. En todo el Evangelio encontramos los signos de la solicitud amorosa de Jesús hacia los enfermos, hacia los pobres y los que sufren. Envió a sus apóstoles para que cu- raran a los enfermos tal como nos dice el Evangelio de Marcos: “Y llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus inmundos… Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran; expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6, 7-13). Del texto de la carta del Apóstol Santiago vemos que la primera Iglesia comprendió su misión de incluir esta continuidad de la presencia y de la misión sanante de Jesús: “¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido pecados, le serán perdonados” (St 5, 1415). La doble acción de sanar y perdonar los pecados no es una yuxtaposición casual sino una indicación tocante que en el ministerio de la Iglesia están efectivamente presentes la vida y el poder del Cristo Resucitado. Los esfuerzos actuales para catequizar a los ancianos enfermos y a los que los circundan deben seguir siendo el fundamento de la obra a fin de que este encuentro lleno de gracia con el Señor en el sacramento de la Unción no sea postergado hasta el momento de la muerte. Una vez más, la nomenclatura es instructiva y reveladora. Como afirma el Catecismo de la Iglesia Católica: “En el transurso de los siglos, la Unción de los enfermos fue conferida, cada vez más exclusivamente, a los que estaban a punto de morir. A causa de esto, había recibido el nombre de ‘Extremaunción’”11. Como es obvio, si el Sacramento de los enfermos es visto ante todo como Extrema Unción, es decir, fin, esto impedirá que muchos accedan a él. Unción de los enfermos como celebración de toda la Iglesia Este sacramento, como todos los sacramentos de la Iglesia, es un acto público de toda la Iglesia, es parte de su sagrada liturgia. “Idealmente, la unción tiene lugar en la familia, quizás con la participación de los enfermeros (¿y de los médi- 186 cos?)... Si se realizara en presencia de toda la comunidad parroquial, sería mucho más eficaz tanto para el enfermo como para los fieles. Sería oportuno que se realizase una celebración común de la unción de este género una o dos veces al año, pero debe ser preparada con anticipación... Celebraciones comunes permiten que los enfermos experimenten la cercanía con la cual su comunidad los acompaña con las oraciones y el apoyo”12. Este acento renovado sobre la dimensión eclesial del sacramento que implica a toda la Iglesia es totalmente coherente con los principios que guían la vida litúrgica de la Iglesia establecidos por el Concilio Ecuménico Vaticano II. La Lirturgia de la Iglesia no es nunca privada, sino manifiesta la naturaleza de la Iglesia como comunidad de salvación y tiene efecto sobre su vida. Al contemplar la dimensión común de la celebración de los sacramentos con los ancianos enfermos, descubrimos también que no son únicamente receptores pasivos de la gracia. Ellos proporcionan un importante aporte al bien de toda la Iglesia. Dicha convicción, si es comunicada adecuadamente, podría hacer maravillas para cancelar la errada noción de que los ancianos no tienen nada que aportar. El rito del Sacramento de la Unción exhorta a los que lo reciben a “unirse espontáneamente a la pasión y a la muerte de Cristo (cfr. Rm 8,17; Col 1,24), para contribuir así al bien del pueblo de Dios”13. El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda nuevamente que en la celebración de la Unción de los enfermos, estos deberían contar “con la ayuda de su pastor y de toda la comunidad eclesial a la cual se invita a acompañar especialmente a los enfermos con sus oraciones y sus atenciones fraternas”14. El artículo sucesivo del Catecismo recomienda que esta celebración común se haga idealmente durante la Eucaristía15. Fuerza en el sufrimiento como gracia del Sacramento de la Unción No obstante nuestros grandes esfuerzos para ocuparnos de los ancianos enfermos, el sufrimiento si- LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS gue formando parte de la vida. ¿Esto quiere decir quizás que existe cierto tipo de insuficiencia en la gracia del sacramento de la Unción o de la Eucaristía? Este pensamiento amenaza con tomar pie en la prácica de algunos grupos de oración de estilo carismático menos maduros, y puede proporcionar un daño profundo, además que representar un verdadero obstáculo a una sabia práctica pastoral. La fuerza y la curación que se reciben en este sacramento hacen más profunda la presencia y el dinamismo del Espíritu Santo en la dimensión interior de la vida del que recibe. Como escribió el entonces Cardenal Ratzinger: “Una visión del mundo incapaz de dar significado y valor al sufrimiento no sirve de nada. Ella no es de ayuda en el momento de la crisis más grave de la existencia. Nos fallan los que no tienen nada que decir sobre el sufrimiento, salvo que debemos combatirlo. Naturalmente, es necesario hacer todo lo posible para disminuir el sufrimiento del inocente y limitar el dolor. Pero no existe vida humana sin sufrimiento, y el que es incapaz de aceptarlo rechaza aquellas purificaciones que, por sí solas nos permiten alcanzar la madurez. En comunión con Cristo, el dolor logra significado, no exclusivamente para mí, como un proceso de ablatio en el que Dios me purifica de la impureza que esconde su imagen, sino va más allá de mí, de modo que podamos decir con San Pablo: ‘Por esto me alegro de los sufrimientos que soporto por vosotros y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1: 24)16. ¿Qué significa el sufrimiento? Lo que aflige a los ancianos enfermos hoy, mucho más que su dificultad y el dolor físico, es el dañino condicionamiento que su sufrimiento no tenga significado o valor. Esta tesis cruel y deshumana va mucho más allá de la simple consideración de los ancianos enfermos. Realmente hay cierta ambigüedad en la experiencia del sufrimiento, especialmente cuando éste es intenso. No se crece en el sufrimiento si se soporta sólo por sí mismo. En el sufrimiento hay una calidad misteriosa trascendente que aparece en primer plano cuando entendemos nuestros sufrimientos con respecto a los del Hijo de Dios. “El efecto sanante del sacramento es deseado para calmar a los enfermos y colocarlos en la capacidad de integrar su enfermedad y sus consecuencias en su vidas de modo cristiano”17. Una vez más debemos estar atentos para evitar toda noción mágica del auténtico poder sanante del Sacramento de la Unción, o de todo sacramento que se refiera al mismo. El Concilio Vaticano II nos recuerda en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia que: “Los sacramentos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios; pero en cuanto signos, también tienen un fin pedagógico”18. A través de la celebración del Sacramento de la Unción de los Enfermos profundizamos nuestro entendimiento del sufrimiento descubriendo el puesto profundo que tiene en la relación con Dios. Los sacramentos de la Penitencia, de la Unción de los Enfermos y el Viático traen una gracia fuerte al oscuro misterio del sufrimiento. En la introducción al rito del Sacramento leemos: “El problema del dolor y del sufrimiento siempre ha sido uno de los más angustiosos para la conciencia humana. También los cristianos reconocen su alcance y advierten su complejidad, pero iluminados y sostenidos por la fe, tienen modo de penetrar más profundamente en el misterio del dolor y soportarlo con fortaleza más viril. De hecho, a través de las palabras de Cristo saben cual es el significado y cual es el valor del sufrimiento por la propia salvación y aquella del mundo, y como en la enfermedad Cristo mismo esté junto a ellos y los ame, El que en su vida mortal muchas veces visitó a los enfermos y los curó”19. Sufrimiento y comprensión En su sentido verdadero, el misterio del sufrimiento revela el hombre a sí mismo. La liturgia de la Unción de los Enfermos, como toda la liturgia, va mucho más allá de lo que podemos ver y experimentar 187 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 con las limitaciones de nuestro ser corporal. Una vez más nos instruyen las palabras del entonces Cardenal Ratzinger: “La liturgia no se refiere solamente a lo que puede ser comprendido inmediatamente en un nivel superficial, como los títulos de los diarios. Ella se dirige al ser humano en toda su profundidad, que va mucho más allá de nuestra conciencia cotidiana; hay cosas que comprendemos sólo con el corazón; la mente puede crecer poco a poco en la comprensión según como permitimos que nuestro corazón la ilumine”20. Y esta transformación personal que la gracia del sacramento suscita en lo profundo de la persona que la recibe. Este cambio personal interior nos da una perspectiva totalmente nueva. Leemos en el Catecismo: “Cristo invita a sus discípulos a seguirle tomando a su vez su cruz. Siguiéndole adquieren una nueva visión sobre la enfermedad y sobre los enfermos. Jesús los asocia a su vida pobre y humilde”21. Conclusión El sostén espiritual ofrecido a los miembros ancianos y enfermos de la Iglesia en los sacramentos y en las oraciones transforma la experiencia del sufrimiento y de la enfermedad revelando algo de su misterio. Cuando oramos por la curación, sabemos que Dios es la fuente de cada curación, del cuerpo, de la mente y del alma, y El sabe de que cosa tenemos necesidad aún antes de que le pidamos. La mano de Cristo que se alarga para perdonar, sanar y nutrir en el sacramento de la Penitencia, de la Unción y en la Santa Comunión, es la mano del Cristo resucitado y glorificado, que lleva aún el signo de los clavos que la atravesaron. Nosotros no estamos inmunes al peso misterioso del sufrimiento por los sacramentos o por la oración. Valerosamente llevamos sobre nuestros hombros ese peso en compañía del Señor, somos atraídos aún más al corazón de Cristo donde descubrimos el gozo inenarrable de la comunión eterna de amor intercambiada recíprocamente entre el Padre, el Hijo y el Espíritu. Esta es la certeza de fe que transforma y da la vida como lo manifiestan las palabras de San Pablo: “Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Rm 8, 38 s.). S.E. Mons. JAMES WINGLE Obispo dei Saint Catharines, Canadá Miembro del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede Notas 1 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano Segundo, Constitución Dogmática sobre la Iglesia Chiesa Lumen Gentium, 48. 2 Cfr. PABLO VI, Constitución Apostólica El Sacramento de la Unción de los Enfermos, 30 Noviembre 1972 3 BENEDICTO XVI, Sacramentum caritatis, Exhortación Apostólica Post Sinodal, 2007, #30, Libreria Editrice Vaticana, p.53. 4 LUIGI GIUSSANI, “Religious Awareness in Modern Man,” Communio, vol. XXV, no. 1, Spring 1998, p.135. 5 Cfr. PABLO VI, Constitución Apostólica El Sacramento de la Unción de los Enfermos, 30 Noviembre, 1972. 6 Concilio de Trento, Sesión XIV, Extrema unción, capítulo 2: CT, VII, 1, 356; Denz.Schon. 1696 7 Ibid., cap. 3, canon 4: CT, ibid.; Denz.Schon. 1697-1719. 8 Cfr. Canon 1003,§ 1. 9 Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium 73: AAS 56 (1964) 118-119. 10 Ibid., Constitución Lumen Gentium 11: AAS 67 (1965) 15. 11 Catecismo de la Iglesia Católica, #1512 12 ATTILA MIKLOSHAZY, S.J., Benedicamus Domino: The Theological Foundations of the Liturgical Renewal, Ottawa, Novalis, 2001, p. 138. 13 Concilio Ecuménico Vaticano II, Lumen Gentium 11: AAS 67 (1965) 15. 14 Catecismo de la Iglesia Católica, #1516. 15 Ibid., #1517 16 CARDENAL JOSEPH RATZINGER, Called to Communion: Understanding the Church Today, translated by Adrian Walker, San Francisco: Ignatius Press, 1996, p. 155. 17 Attila Mikloshazy, S.J., Benedicamus Domino: The Theological Foundations of the Liturgical Renewal, Ottawa, Novalis, 2001, p. 135. 18 Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Sacrosanctum Concilium 59: AAS 56 (1964) 158. 19 Cfr. PABLO VI, Constitución Apostólica El Sacramento de la Unción de los Enfermos, 30 Noviembre, 1972. 20 CARDENAL JOSEPH RATZINGER, La fiesta de la fe. Estudios de Teología litúrgica. 21 Catecismo de la Iglesia Católica, #1506. 188 LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS VITOR FEYTOR PINTO 4.7 Visitas a los enfermos ancianos Introducción 1. Deseo iniciar mi intervención, que es la última de esta Conferencia Internacional en el Vaticano en el 2007, felicitando a Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Lozano Barragán por esta iniciativa del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios, dedicada al estudio de la pastoral en el cuidado de los enfermos ancianos. Se trata de un estudio de gran actualidad ya que, con el aumento del tiempo promedio de vida, aumenta también el número de personas con más de 75 años a quienes, ante la presencia de la enfermedad, hay que brindar cuidados especiales de manera que se garantice una suficiente calidad de vida. 2. El tema que se me ha confiado “Visitas a los enfermos ancianos” es esencialmente pastoral, reclama la presencia continua al lado de las personas más ancianas que padecen normales enfermedades del envejecimiento. Como dato interesante, puedo afirmar que en mi parroquia de Lisboa, en el centro de la ciudad y con una población de aproximadamente 25,000 habitantes, según el último censo resultaban 602 personas con más de 90 años y algunos millares que superaban los 75 años de edad. Visitar a dichas personas durante los períodos de enfermedad es una de las actividades más importantes de los sacerdotes y de los grupos de voluntarios, integrados en el Núcleo Parroquial de la Pastoral de la Salud. 3. Profundizaré el tema en tres partes: – La visita a los enfermos, una obra de misericordia. – Quiénes son los enfermos que visitamos y dónde se encuentran. – Cuál es el apoyo humano y cristiano que les ofrecemos. 1. La visita a los enfermos, una obra de misericordia 1. En la vida cristiana, no es suficiente acoger la misericordia de Dios. Si Jesús manifiesta en muchos modos la misericordia del Padre, Él nos pide que también nosotros utilicemos la misericordia hacia nuestros hermanos. – El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC 2447) nos lo dice explícitamente: “Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (...), en dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los presos, enterrar a los muertos; las obras de misericordia corporales son testimonios de la caridad fraterna, y también una práctica de justicia que agrada a Dios” (Mt 6.2-4). – “Las enfermedades físicas y psíquicas son un signo evidente de debilidad humana que reclama su necesidad de salvación” (cf. CIC 2448). La relación social, animada por la caridad, que se obtiene a través de la visita, permite aliviar el sufrimiento e iniciar los cuidados a los enfermos caracterizados por la soledad. – Asimismo, la visita a los enfermos permite relacionar entre sí a las diversas obras de misericordia. Al ir a encontrar a personas que, por su edad y por su enfermedad, no pueden salir de casa, se les lleva algo de comer (dar de comer al que tiene hambre), se ordena la casa; se provee a sus necesidades higiénicas (vertir al que tiene necesidad de indumentos y acoger), aconsejando, consolando y confortando (obras de misericordia espirituales). Es el “servicio completo”, es el gesto de amor, es la solidaridad efectiva, es la participación que ofrece la comunidad cristiana. 2. Estos gestos de misericordia son el sostén al cuerpo, con sus necesidades, y al espíritu que muchas veces no reciben comprensión ni ayuda. Especialmente los enfermos más ancianos a menudo permanecen envueltos en una inmensa soledad. Ya se han quedado sin colegas, porque desde hace tiempo que han abandonado sus lugares de trabajo. También se han quedado sin amigos que ya han fallecido y, muchas veces, incluso sin familia, porque los parientes, cercanos o lejanos, se dejan ver cada vez menos. Es el síndrome de la soledad. – Si “la pastoral es la actividad de la Iglesia, a través de la cual se realiza, aquí y ahora, la acción salvífica de Cristo”, podemos preguntarnos: ¿cómo se salvarán estas personas ancianas y enfermas? La salvación debe ser global. Con respuestas a nivel humano, en ámbito social y en aquel espiritual. La Pastoral de la Salud debe asumir este triple proceso de intervención. – Urge el trabajo de colaboración entre la Pastoral de la Salud y la Pastoral Social. “Ninguno predica a estómagos vacíos”. Si queremos acercar a Dios a cada uno de estos enfermos, es necesario garantizarles cuidados para la salud, condiciones sociales, relaciones sociales y relaciones familiares y de amistad que aseguren su dignidad. Todos los agentes de una pastoral común están llamados a brindar cuidados a los ancianos enfermos y, en la práctica, a crear condiciones para cuidados holistas que implican el apoyo bio-psico-social y espiritual. Una pastoral de la salud integrada responderá a todos los problemas con respecto a los cuales el anciano enfermo tiene necesidad de una respuesta. Esto se desea lograr mediante las visitas a los enfermos ancianos. 189 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 – Visitar es sinónimo de humanizar. La humanización de los cuidados, verdadera expresión de la relación humana es, pues, indispensable. Hay que estar atentos al tipo de relación que no puede ser una simple actividad técnica, presupone una relación que contenga expresiones de ternura, de comprensión, de escucha, indispensables en una relación realmente humana. – La relación pastoral de ayuda es el núcleo central. Se convierte en una forma de evangelización ya que se cultiva la proximidad, la presencia confirmada, el conocimiento de la persona, el lenguaje simbólico, el anuncio oportuno de Jesucristo Salvador. – El tiempo de la visita se puede transformar en un tiempo privile- giado de oración. La santificación, al dar la plena y perfecta comunión con Cristo, suscita un diálogo de intimidad en el que Dios habla y donde, tanto el visitador como el enfermo, se dejan envolver por el ambiente de paz que sólo logra crear la oración. La Palabra de Dios es un elemento indispensable para el incremento de la espiritualidad, en el encuentro con Dios que se construye poco a poco. Humanización, Evangelización y Santificación son etapas que hay que integrarlas en una Relación Pastoral de Ayuda, cuando visitamos con frecuencia a una persona enferma, sobre todo si el anciano se da cuen- ta que está viviendo el momento más importante de su vida, el tiempo de la gran síntesis. 2. Quienes son los enfermos ancianos que visitamos 1. En los enfermos con edad adelantada podemos hablar de un síndrome global. El enfermo sufre de todo, se lamenta casi de todo, tiene muchas cosas que decir que reflejan su situación. No obstante todo ello, hay tres aspectos que caracterizan de manera sobresaliente a este enfermo de edad adelantada: el envejecimiento, la soledad y las enfermedades oportunistas. – El envejecimiento, con consecuencias a nivel de deambulación, con complicaciones en el sueño y en el reposo, con exigencias en la alimentación, con cuidados acrecentados a nivel del corazón, de las vías respiratorias, del sistema vascular cerebral y del sistema nervioso central. – La soledad, desde el momento que, poco a poco, las personas son abandonadas, ya que incluso los hijos se dan cuenta que ya no tienen tiempo para estar con sus padres, puesto que tienen sus familias, sus trabajos e intereses. Muchas veces los ancianos enfermos son entregados a institutos, casas de descanso y residencias, o son hospitalizados o colocados en una unidad de cuidados continuados y todas estas soluciones agudizan la soledad, el aislamiento, imposibilitando una relación social normal. – Enfermedades oportunistas son las que afectan de repente al anciano cuando se encuentra muy debilitado y ya no es capaz de desarrollar procesos de resistencia frente al asalto de una pulmonía, de un cáncer, de un paro cardiaco. Por consiguiente, el anciano cae fácilmente en enfermedades terminales. Hay que seguir a estos ancianos y la visita que se les hace de parte de los miembros de su comunidad cristiana se vuelve una bendición inolvidable, una verdadera presencia de Jesús Salvador. La visita les trae la paz que necesitan. 2. La edad adelantada es un tiempo de pérdida progresiva, incluso cuando no estamos en presencia del “Alzheimer” o de la “demencia senil”. ¿De cuáles pérdidas se trata? – La pérdida del trabajo, con el procedimiento de la jubilación, que tiene repercusiones en la ocupación del tiempo, en la calidad de la vida económica, en los intereses que se refieren a la actividad profesional. – La pérdida de las relaciones tiene lugar porque el anciano se aisla cada vez más, y ya no goza de aquella imagen social que lo proyectaba entre los demás, ya no tiene la influencia de antes: por todo esto, incluso los más íntimos, incluidos los familiares, acaban por desaparecer. – La pérdida de la fe puede sorprender también a la persona anciana, simplemente por el hecho de no encontrar respuestas a sus llamados a Dios, para curar las propias enfermedades y para resolver otros problemas. Es la misma imagen de Dios que se pone en causa. 3. Con el progresar de la edad, el enfermo recorre un camino parecido al que Elisabeth Kübbler Ross considera que es del “enfermo terminal”. En cada etapa se requiere una ayuda específica. – Frente a la sorpresa y a la revuelta, el enfermo tiene necesidad de comprensión, sin ningún tipo de reprensión. Cualquier gesto extra- 190 ño, cualquier expresión de tristeza, una palabra más dura, representa sólo el signo de una enfermedad con contornos psicológicos que es preciso entender y respetar. Las actitudes de amor y de ternura hacia el enfermo alivian este período difícil. – Frente al negociado y recurso a todos los medios posibles, el enfermo merece ser acompañado, incluso cuando los cuidados que pide son o parecen ser inútiles. Dicho “negociado” puede ser también religioso, con “promesas”, con oraciones múltiples. Es un deber creer con el enfermo que todas las oraciones son manantiales de gracia y que “Dios hace maravillas”. – Frente a la depresión en los momentos críticos es necesario proporcionar al enfermo la certeza de que no está solo, que se puede abandonar a alquien que, además de los profesionales e incluso a los familiares, permite que el enfermo haga un salto hacia la acogida serena al aproximarse de la fin. Los visitadores o los voluntarios que, en los hospitales o en los domicilios (en parroquia), integran el núcleo de la pastoral de la salud deben estar preparados a acompañar dicha evolución, garantizando al enfermo que no permanecerá solo y, al mismo tiempo, que Dios lo acompañará en esta fase terminal de la vida. LA PASTORAL EN EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS ANCIANOS 3. ¿Cuál es el apoyo humano y cristiano que ofrecemos en la visita al enfermo anciano? Los lugares de apoyo a los enfermos son los hospitales, las clínicas, las unidades de cuidados continuados y paliativos, así como las casas de descanso para ancianos o sobre todo su domicilio, en la casa donde vive el enfermo en esta fase terminal de su recorrido humano. Al visitar a un enfermo en estos lugares, ¿qué cuidado se les debe suministrar? 1. A través de la visita, se establecen relaciones de proximidad que vencen la soledad, la gran cruz del enfermo anciano. Esta proximidad se obtiene con la presencia, con la relación pastoral, con la comunidad cristiana: – la presencia continuada: la proximidad genera amistad y “una hora antes de la llegada del amigo (el enfermo) comienza ya a sentirse feliz” (cfr. Saint Exupery). La visita al enfermo anciano debe ser frecuente y con una cualidad indispensable, esto es, con tiempo suficiente, con una conversación amigable y muy sencilla, con disponibilidad para ser de ayuda en todo; – la relación pastoral de ayuda: esta relación de ayuda es un verdadero arte de comunicar entre el enfermo y el visitador, en vista de la competencia emocional y ética, además que a la capacidad de comunicar. La visita se debe caracterizar según una “relación empática”, con la aceptación incondicional del otro (el enfermo), con verdad y autenticidad. El visitador debe aprender a realizar esta relación de ayuda; – la relación con la comunidad cristiana: la comunidad cristiana se acerca al enfermo a través del visitador o el voluntario que hace la visita, en acciones del núcleo de la pastoral de la salud (hospitalario o parroquial) que representa a la comunidad. De hecho, el anciano enfermo es también miembro activo de la comunidad cristiana, ya sea en la capilla del hospital como en la parroquia. Si esta persona estaba presente en la comunidad cuando estaba bien de salud, ahora es la comunidad que va a su encuentro porque está enferma. 2. A través del compromiso de una asistencia integral la visita adquiere más calidad. Cuando se habla en la dimensión holista de los cuidados, se tiene conciencia que la asistencia integral no se define solamente por la terapia que realizan los profesionales de la salud según su especialidad. La dimensión completa de los cuidados presupone la asistencia en la salud, pero también la asistencia social y aquella espiritual. – La asistencia en la salud corresponde a los médicos, a los enfermeros y a otros profesionales de la salud que deberán garantizar una terapia eficaz. También ellos visitan a los enfermos, y es bastante importante que estas visitas sean programadas y se ofrezcan con calidad cuando el enfermo es también anciano. – La asistencia social también es indispensable ya que el anciano, cuando está enfermo, pierde muchas de las ayudas que tenía en su vida precedente. Los voluntarios del Núcleo Parroquial de la Pastoral de la Salud pueden estar acompañados por los voluntarios del grupo de acción social que se dedicarán a arreglar la casa, a crear un ambiente agradable que transforme en lugar de paz el lugar donde vive el anciano, donde circulen relaciones fraternas de amor y no “caritativas”. – La asistencia espiritual es asimismo indispensable. Este apoyo espiritual, además que religioso, constituye un elemento fundamental en la visita a los enfermos, incluso cuando son de edad adelantada. En un diálogo amigo, es posible recordar libros ya leidos, poemas llenos de belleza, un pequeño momento de música agradable, incluso un juego que ayude al anciano a sonreir. La espiritualidad va más allá de la religión. 3. A través del sostén religioso, hasta la plena comunión, la visita alcanza la plena realización pastoral. Cuando el enfermo anciano es un hombre o una mujer de fe, la dimensión religiosa de la ayuda tiene una importancia especial. El sentido de la vida, iluminado por el Evangelio, da significado a la fase terminal, también en el período más cercano a la muerte. Precisamente por esto hay la necesidad de 191 DOLENTIUM HOMINUM N. 67-2008 preparar al enfermo anciano a vivir en el mejor modo posible este apoyo religioso. Hay tres elementos que es preciso valorar: la oración, los sacramentos y la relación con la comunidad cristiana. – La oración, es el encuentro con Dios en la fe, es el diálogo con Dios en las diferentes situaciones de la vida. En la visita al enfermo anciano, hay que poner en primer lugar la oración, invitar a orar, acompañar la oración, recrear una oración de acción de gracias, una oración que sea mucho más que una súplica, una oración que colme el corazón de paz. – Los sacramentos, “signos que expresan la fe y la refuerzan” (CDC, Can. 840), son indispensables en la acción pastoral que acompaña la visita a los enfermos. Esto presupone que también los sacerdotes formen parte del equipo de los visitadores. Con la Unción de los Enfermos, los enfermos imploran el cuidado y esperan la serenidad de parte de Dios. Con la Reconciliación, reciben el perdón de Dios y se encuentran con todos los hermanos. Con la Comunión Eucarística, reafirman la unidad en la caridad y aceptan participar en el banquete pascual de la alegría, por la Resurrección de Jesús. Finalmente, con el Sagrado Viático, cuando es posible, se preparan para el camino que los llevará a la Casa del Padre. También aquí, los sacramentos son signos que fortalecen y transmiten la alegría de ser cristiano siempre. – La participación en la comunidad cristiana constituye un reto para el enfermo anciano y para el visitador. Si el enfermo todavía mantiene una movilidad suficiente, entonces la visita es una invitación para dirigirse a la comunidad, para celebrar el domingo o para vivir la Unción de los Enfermos en un día de fiesta con una celebración comunitaria. Si el enfermo ya ha perdido su capacidad de moverse, entonces la visita es la presencia de la familia cristiana cercana a la persona enferma. El que está enfermo “llame a los presbíteros de la iglesia, que oren sobre él. Y la oración de la fe salvará al enfermo” (St 5, 13-15). Los enfermos son miembros de la comunidad, participan y se integran en ella a través de la relación que la visita a los enfermos consagra de modo privilegiado. Conclusión En una sociedad que ha abandonado a los más viejos y que muchas veces los margina, la Iglesia tiene la alegría de considerarlos como miembros más queridos de sus comunidades, los grandes testigos de una fe vivida, el manantial de una oración constante para quien tiene más dificultad, incluso en el sendero de la fe. Los ancianos enfermos son una verdadera luz de gracia para la vida de la Iglesia. Estar con ellos es estar con Jesús, en la esperanza de la Resurrección. La visita es el tiempo del encuentro con Dios y la oportunidad del compromiso fraterno del amor. Por esto Jesús dirá: “Estaba enfermo, y me visitásteis” (Mt 25.36). Mons. VÍTOR FEYTOR PINTO Coordinador Nacional de la Pastoral de la Salud, Lisboa, Portugal, Consultor del Pontificio Consejo para los Agentes Sanitarios Santa Sede www.healthpastoral.org - e-mail: [email protected]