17 de junio 2013 - Coordinación Nacional de Danza

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MEDIO Y PÁGINA: LA JORNADA / 9 AUTOR Y GÉNERO: PABLO ESPINOSA / NOTA SECCIÓN: CULTURA FECHA: 17/06/13 El Palacio de Bellas Artes alojó el montaje con motivo del centenario de la pieza de Stravinsky A 100 años de creada La consagración de la primavera, Delfos plantea nuevos asombros Entre sus muchas lecturas y sin tratarse de un panfleto, la puesta hace eco de la realidad actual, lejos de los referentes canónicos del siglo XX Víctor Manuel Ruiz y Claudia Lavista son los autores de la renovada versión, con música a cargo de la FCM, dirigida por José AreánLa consagración de la primavera, según la compañía Delfos, es nueva en todos los sentidos. Los bailarines del agrupamiento mexicano Delfos Danza Contemporánea tomaron en sus cuerpos la vanguardia con el estreno, el atardecer del sábado pasado en Bellas Artes, de un montaje estremecedor, en estrépito de significantes: La consagración de la primavera, que con el subtítulo de Escenas de la Rusia pagana cimbró hace 100 años la manera de entender el mundo desde el escenario. En conmemoración precisamente del centenario de esa obra monumental, con música de Igor Stravinsky, coreografía de Vaslav Nijinsky, bajo la producción de Serguei Diaghilev, artífice de ese trabuco formidable que se llamó Les Ballets Russes, Delfos presentó una versión nueva en todos sentidos. En el intersticio de los confines de la intertextualidad, Víctor Manuel Ruiz y Claudia Lavista, creadores de esta nueva coreografía, ofrecen una renovada vitalización de esta obra que plantea justamente el intersticio de los cambios de era, el golpeteo brutal de los signos que anuncian cambios en la mentalidad, los ritos, las costumbres. La manera de plasmar el signo de los cambios y el cambio de los signos en el escenario. Lo que sucedió en el estreno, la noche del 29 de mayo de 1913 en el Théâtre des Champs-­‐Élysées, reverbera todavía en el vientre de la sociedad que vio parir aquella noche una nueva manera de hacer, percibir y comprender el arte: ya no es la mente la que opera, ya no es el cerebro el teatro de las acciones, ya la imaginación tomó el poder y cobró cuerpo. Desde entonces es en el cuerpo donde todo sucede, vibrátil y terreno. Son los sentidos el imperio. La mente, entonces, obtiene mayor claridad. De lo visceral ascendemos a lo sideral. La vida urbana, el frenesí de los tiempos modernos, la brutalidad, la violencia, las obsesiones. Los temas que extrajo Stravinsky de civilizaciones tribales, se volvieron temas de las actuales metrópolis. Cien años después, siete bailarines, integrantes de Delfos, dejan atrás las visiones canónicas, las distintas maneras como se había leído con el cuerpo esa obra, para plantear nuevos asombros, desplegar ideas, sembrar en el mismísimo corazón palpitante de la actualidad las reverberaciones tribales que simplemente pasaron de habitar aldeas para hacinarse, hoy día, en departamentos habitacionales, malls como nuevos templos del consumo, barracas, bodegones. La consagración de la primavera según Delfos concentra de manera ecléctica, efectiva, distintos lenguajes al servicio de la danza: el teatro, el cine, la música, en un discurso intenso, desgarrado y tenso, donde el cuerpo queda siempre como el axis mundi, el hilo de la madeja, el grandioso motor de la escena desbordada, mientras la música, esa bestia colosal que extrajo Stravinsky de los confines de los tiempos, permite que todo estalle, vuele en mil pedazos y retrate la sociedad nueva, nuestra contemporaneidad. Montaje notable también porque contó con la música en vivo, en el foso, a cargo de la Filarmónica de la Ciudad de México (FCM), conducida por José Areán. Es de justicia destacar el esfuerzo musical, si bien la batuta insistía en marcar tiempos, como si se dirigiera hacia cantantes de ópera, también con precauciones extremas en demérito del estallido, de la brutalidad extrema que sí, en cambio, cimbró con los cuerpos de los bailarines la escena. Una lectura, la de Delfos, consecuente con la realidad actuante y que dijo adiós a los referentes canónicos del siglo pasado, donde reinaron las coreografías de Pina Bausch, Maurice Béjart y Sasha Waltz. Nada de eso y a cambio de eso, he aquí entonces la danza física de riesgo, la danza de acción rotunda, el teatro de los cuerpos, la imagen congelada para que enseguida se vuelva hoguera. Hoguera de cuerpos en escena: he ahí el estrépito de cuerpos apilados en sacrificio ritual, salvaje, tribal, en Abu Ghraib, el entrechocar de los cuerpos degollados en una discoteca de Acapulco, el pendular de los cuerpos degollados guindados bajo los puentes de los suburbios de las metrópolis del norte de la República Mexicana de hoy día, o bien hacinados en cajuelas de automóviles, he aquí el estrépito de los cuerpos en la hora pico de las seis de la mañana en la estación Pantitlán del Metro de la ciudad de México, he ahí el estrépito de las escenas de la vida pagana de hoy día. Por supuesto que nada de eso es explícito en escena, ni se hace referencia directa alguna, porque no se trata de un panfleto, sino de una obra de arte que hace eco de la realidad. Se trata simplemente de una de las muchas lecturas posibles que un espectador puede hacer de un montaje polisémico, como el que vimos el fin de semana en Bellas Artes. Todo entonces en metáfora. Todo en hipertexto. Todo en danza diestra y calculada. Todo en coro con la brutalidad original de La consagración de la primavera, que sigue cimbrando al mundo 100 años después. Par que ilustra la diversidad de voces El programa en Bellas Artes se inició con la reposición de Bolero, coreografía de Delfos que data de 2008 y que puede leerse, en su nítido trazo escénico, como una flor en botón que va abriendo sus pétalos delante de nuestro asombro, en ese gran crescendo que escribió Maurice Ravel. Mayúsculo acierto artístico, el conjuntar por vez primera Bolero y La consagración de la primavera, dos obras unidas por una suma asombrosa de vasos comunicantes (sensualidad, sexualidad, éxtasis al límite) y que ilustran a la perfección la diversidad de voces y de tendencias y los formidables hallazgos y cambiantes rostros que dibujan la imagen múltiple y plural del arte moderno, como anota el compositor Mario Lavista en las notas al programa en Bellas Artes. En la segunda parte de la sesión del sábado, a la que siguió otra más el domingo, la precisión extrema de las acciones coreográficas, la construcción exacta del todo y sus detalles, abrieron en canal los cuerpos para sumarlos al sonido que emergió del foso de la orquesta: la partitura más brutal, la más osada, el más sublime cataclismo que se haya escrito jamás: La consagración de la primavera. Entrechocan los cuerpos y la polirritmia de la orquesta se acrecienta con el sonido de botellas de vino vacías que suenan en escena como los ángeles de cristal rotundo que convierten la danza sagrada, los círculos mágicos, las rondas paganas que imaginó Stravinsky, en acciones dancísticas dignas de la mejor vanguardia. Por ejemplo, la lucha de las tribus rivales personalizada en el enfrentamiento en escena de dos minotauros construidos con los cuerpos físicos intervenidos por tacones altos, huacales-­‐banquillos de madera a manera de modernas máscara de coro griego, simulacros contemporáneos de los coturnos de donde emergen gemidos: los bailarines de Delfos en esplendor de creatividad dancística, imaginación en movimiento, originalidad y contundencia. El planteamiento original de La consagración de la primavera: el sacrificio ritual de una doncella, se convirtió así en un discurso múltiple y plural que ilustra de manera formidable a la sociedad tribal que solamente ha cambiado de hábitat, para su sempiterno autosacrificio ritual: El supremo estrépito de los cuerpos. MEDIO Y PÁGINA: REFORMA / 24 AUTOR Y GÉNERO: OSCAR CID DE LEÓN / NOTA SECCIÓN: CULTURA FECHA: 17/06/13 Crónica: Trae Delfos la primavera Reinterpretan a Stravinski Cuando Igor Stravinski estrenó La Consagración de la Primavera en el Théâtre del Champs-­‐Élysées de París fue un escándalo. Rompía con todo. A 100 años de aquel estreno, Delfos Danza Contemporánea retomó el ballet y volvió a romper. Sucedió este fin de semana en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, en dos tardes nubladas que se antojaban más bien tardes de invierno. El paisaje era de paraguas el sábado, mientras dentro de la sala estaba por consagrarse una primavera que tenía mucho de esquizofrénica; Stravinski reloaded. El público, que había llenado la sala, terminaría en silencio. Aplaudiendo, sí, pero en silencio, como en estado de digestión. Con coreografía de Víctor Manuel Ruiz y Claudia Lavista, esta última también ejecutante, La Consagración de la Primavera propuesta por Delfos acontece en lo que podría parecer un departamento, donde los elementos naturales de la estación cobrarán vida a partir de mesas, sillas, botellas, ropa, un sofá. Los ejecutantes -­‐Aura Patrón, Omar Carrum, Agustín Martínez, Johnny Millán, Daniel Marín, Renato González y la propia Lavista-­‐ son una suerte de clowns erotizados. Primero se muestran apacibles, para después ir cobrando esquizofrenia mientras la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, bajo la batuta de José Areán, va encendiendo la escena. En el escenario, por ejemplo, hay dos carneros semidesnudos, con botas de tacón de cuero negro, que se embisten contra la madera de un par de mesitas de centro que se han colocado en la cabeza. O se observa también una catarata, donde la caída se conforma a partir de colocar un sofá sobre una mesa y donde el agua son los cuerpos, saltando en caída libre, salpicando ropa en todas direcciones, como si se tratara de la furia del agua. Los ejecutantes ya no representaban, como en Stravinski, a las tribus eslavas que bailaban en honor a Yarilo, el Dios del Sol, ofreciéndole en sacrificio una virgen. Las de Delfos eran más bien tribus urbanas, sacrificándose entre todos mientras se consagran. "Apenas podría definir esta propuesta", dice una chica que abandona la sala de Bellas Artes con una sonrisa en la cara. Lo que queda en el escenario, primero orden, es caos o invierno. La propuesta se presenta en el centenario de La Consagración de la Primavera, estrenada el 29 de mayo de 1913. La coreografía corrió entonces a cargo de Vaslav Nijinski. El programa de Delfos también integró, en su primera parte, Bolero, de Maurice Ravel, ballet estrenado hace 85 años en París. En este caso, la coreografía fue de la hermana de Nijinski, Bronislava Nijinska. A deferencia de La Consagración de la Primavera, el Bolero no fue un escándalo, y la interpretación de Delfos fue sobria. Coreografía de cifras Los números que arrojó "La Consagración de la Primavera" 1,300 Espectadores en cada función 92 Músicos 10 Bailarines MEDIO Y PÁGINA: MILENIO / 39 AUTOR Y GÉNERO: EMILIANO BALERINI CASAL / NOTA SECCIÓN: CULTURA FECHA: 17/06/13 La OFCM y Delfos lo hacen posible En Bellas Artes vuelve a consagrarse la primavera El sábado se estrenó, en el Palacio de Bellas Artes, la versión con la que la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y la compañía Delfos Danza Contemporánea rinden homenaje a Igor Stravinski y Vaslav Nijinsky.Obra de Stravinski y Nijinsky. Foto: Octavio Hoyos Ciudad de México • Afuera: tráfico, lluvia, música callejera, niños corriendo, jugando y gritando, gente paseando por la Alameda Central, novios besándose; adentro, la conmemoración del centenario de una de las obras que marcó el rumbo de la danza, desde que se estrenó el 29 de mayo de 1913 en el Teatro de los Campos Elíseos, de París: La consagración de la primavera. El Palacio de Bellas Artes se vistió de gala la noche del sábado para ver a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), dirigida por José Areán, y a la compañía Delfos Danza Contemporánea, encabezada por Claudia Lavista y Víctor Manuel Ruiz, presentar su versión de esta polémica obra creada por el músico Igor Stravinski y el coreógrafo y bailarín Vaslav Nijinsky. Como preámbulo de este festejo, la función inició con Bolero, de Maurice Ravel, pieza que el próximo 22 de noviembre cumplirá 85 años y que fue estrenada en París en 1928, con la coreografía de Bronislava Nijinska (hermana de Nijinsky), decorada por Alexandre Benois y dirigida por Walter Straram. Delfos Danza Contemporánea hizo su propia versión del ballet, en la que se aprecia a ocho bailarines vestidos de negro que caminan de un lado al otro al compás de la música. Los intérpretes se quitaron los sacos negros que tenían puestos, para usarlos como parte de su propuesta estética, lanzándolos de un lado al otro, según fuera el ritmo de Bolero. Después del intermedio, lo esperado por el público: el estreno de una versión de La consagración de la primavera largamente esperada por los integrantes de la compañía, la OFCM y la gente asidua a los espectáculos de danza, por el tiempo de ensayos dedicado a la obra. Si la primera vez que se presentó en el Teatro de los Campos Elíseos de París causó polémica, como lo relató José Areán hace unos días cuando recordó que un crítico fue golpeado en aquella ocasión al ritmo marcado por la música de Stravinski, esta vez la versión de Delfos logró llevar al público de la tranquilidad a la excitación; eso sí, sin ningún sobresalto. MEDIO Y PÁGINA: LA RAZÓN / 24 AUTOR Y GÉNERO: BRENDA VARGAS / NOTA SECCIÓN: CULTURA FECHA: 17/06/13 A cien años de La Consagración Delfos reinterpreta el rito paganoLa compañía dancística Delfos ofreció su versión de la polémica obra de Stravinsky y Vaslav Nijinski; el director de orquesta José Areán la calificó como perturbadora En la puesta en escena hay una simultaneidad de imágenes y acciones La obra relata un rito pagano de fertilidad Siete son los bailarines en escena Hace cien años la puesta en escena La consagración de la Primavera de Igor Stravinsky causó el enojo y la repulsión de los espectadores que acudieron al Teatro de los Campos Elíseos, París, en su función inaugural. A un centenario de su creación y en conmemoración de la pieza, la compañía de danza Delfos en colaboración con la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de México ofreció su versión de la obra, este fin de semana en el Palacio de Bellas Artes. Más que expresiones de rechazo, el público mexicano aplaudió la puesta en escena, una creación de los coreógrafos Claudia Lavista y Manuel Ruiz Becerra. La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México estuvo a cargo de José Areán, quien describió a la obra como sumamente perturbadora. “Es una obra sin concesiones, como si un tren me hubiera pasado encima, brutal, violentísima como los tiempos que vivimos, es una reflexión muy fiel de las preocupaciones existenciales que podamos tener como sociedad y como individuo”, aseguró para La Razón el director José Areán. La obra fue interpretada en esta ocasión en un solo movimiento. Tiene a una mujer como su figura protagónica. Ella, elegida para ser sacrificada en un rito pagano para celebrar la llegada de la estación de la fertilidad, desencadena el frenesí y la locura de quienes participan, para después morir y hacer propicia a la divinidad de la primavera. “Es un derroche de virtuosismo técnico, físico un derroche de emociones y de imágenes verdaderamente muy evocativas... Siempre están al borde del precipicio, expresó Manuel Becerra, coreógrafo de la puesta en escena. Este encuentro entre la música y la danza inició con “Bolero” de Maurice Ravel, una pieza totalmente contraria a lo que precedió en el escenario. La de Ravel se caracteriza por la repetición continua de una sola melodía, la regularidad y la simetría. En oposición absoluta con el desorden que siguió de la propuesta escénica que la compañía dancística Delfos hizo de La consagración de la primavera. En ella la música de Stravinsky es una violación continua de la simetría y una pieza obstinada en las irregularidades. La consagración se caracteriza por su llamamiento al primitivismo, la exaltación del cuerpo y la sensualidad. El director del los ballets rusos Diáguilev exclamó hace cien años cuando se estrenó durante el intermedio: “¡Por favor, dejen que se acabe el espectáculo!”. Desde su aparición ha sido reinterpretada por infinidad de compañías. MEDIO Y PÁGINA: EL FINANCIERO / 36 AUTOR Y GÉNERO: NOTA SECCIÓN: CULTURAL FECHA: 17/06/13 Solislucis Delfos en Bellas Artes El pasado fin de semana la compañía Delfos Danza Contemporánea estrenó en el Palacio de Bellas Artes su versión de La consagración de la primavera, una creación colectiva en la que los siete bailarines que aparecieron en escena aportaron sus ideas. La compañía mazatleca también presentó una coreografía basada en el "Bolero" de Ravel acompañada por la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México, bajo la batuta de José Areán. Claudia Lavista, coreógrafa de Delfos, definió su más reciente creación como "un gran ritual pagano posposmoderno", así lo dio a conocer en conferencia de prensa la fundadora y directora de la compañía, junto con Víctor Manuel Ruiz. Delfos se presentará el mes entrante (13 y 14 de julio) en el Centro Nacional de las Artes con una pieza dirigida al público infantil. 
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