Programas de la Universidad de Buenos Aires en centros

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Programas de la Universidad de
Buenos Aires en centros del Servicio
Penitenciario Federal Argentino
PROGRAMA UBA XXII, UNIVERSIDAD
DE
BUENOS AIRES Y MINISTERIO
DE JUSTICIA Y
DERECHOS HUMANOS
Marta Laferrière
DE LA
NACIÓN, BUENOS AIRES, ARGENTINA
[email protected]
Introducción
En Argentina, en el año de 1985 —apenas reiniciado el proceso democrático—, dos instituciones con funciones sociales diferentes se unieron
mediante un convenio: la Universidad de Buenos
Aires (de aquí en adelante UBA) y el Servicio Penitenciario Federal dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, generando una experiencia compleja, inédita y pionera. La
singular atmósfera de la época propició algo en
ese momento inimaginable: la presencia de la Universidad en la cárcel. En democracia comienza a
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preocupar qué pasa tras los muros; sabemos que
el modo de pensar una cárcel define una sociedad. Desde sus inicios el Programa asumió la responsabilidad de producir hechos concretos, mediante la educación, en el contexto de la realidad
carcelaria argentina.
Las características personales y sociales de los
habitantes de nuestras cárceles son en su mayoría
las de hombres y mujeres adultos signados por una
definida marginalidad social, con escasos recursos culturales y sociales, con dificultades de inte-
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gración nacida en el abandono temprano, la vida
callejera, la falta de instrucción y la inestabilidad
afectiva y laboral. El cuadro se presenta con una
gran complejidad. La educación es el pilar desde
donde el Estado puede incidir modificando esta
situación, y es evidente la necesidad de incluir a la
población de jóvenes y adultos que habita en las
cárceles dentro de los servicios educativos proporcionados por el Estado. Cabe aclarar que en nuestro país las políticas de Estado estuvieron orientadas hacia la educación elemental y la educación
media de adultos, y sólo marginalmente se desarrollaron acciones vinculadas a la educación superior.
Es en este panorama que nace el Programa UBA
XXII, cuya dirección depende del rectorado de la
UBA. El Programa no cuenta con presupuesto propio y su costo para la Universidad, en términos
económicos, es muy bajo. Hasta su aparición no
existía en las cárceles argentinas un régimen de
estudios universitarios con modalidad presencial,
y las personas internas sólo podían aspirar a rendir exámenes libres con las consecuentes y casi
inevitables dificultades que esto plantea.
Actividades
Los reclusos participantes en el Programa son
alumnos regulares de la UBA, con los mismos derechos y obligaciones de cualquier alumno. Para
poder realizar esta tarea se propuso la creación de
Centros Universitarios al interior de Unidades
Penitenciarias Federales. El primero de ellos, el
Centro Universitario Devoto (CUD), se inauguró
en 1986. Lugar significativo, 1500 metros cuadrados enclavados en una cárcel de máxima seguridad, en la Unidad No. 2 del Sistema Penitenciario
Federal, que aloja población masculina adulta. Es
en ese lugar que desde hace veinte años, todos los
días, de la mañana a la noche, se imparte enseñanza universitaria. Cientos son los profesores de la
UBA y más de 2000 los alumnos que han pasado
por sus aulas.
Este espacio cuenta con sala de
profesores, 12 aulas, una de computación, un lugar destinado a asesoría jurídica, desde donde se brinda atención al resto de la pobla-
ción que necesita asesoramiento en la materia, una
biblioteca con más de 6 mil volúmenes, salón de
actos, cocina comedor donde diariamente almuerzan más de 150 personas, baños, dos dormitorios
en donde viven no menos de diez alumnos, aula
magna, espacio para la coordinación de las actividades de las diferentes unidades académicas que
dictan carreras de grado dentro del Programa: Ciclo Básico Común y facultades de Abogacía, Ciencias Económicas, Psicología, Ciencias Sociales,
Ciencias Exactas, además del Programa UBA XXI, y
el Centro Cultural Ricardo Rojas. Al referirse al
Centro, un alumno comentó: “Fue una bendición,
un espacio de libertad. Lo primero que te da el
estudio son herramientas para hacerte menos vulnerable. Cuando viene una requisa te destruyen o
te roban todo el material. Lo único que no pueden llevarse es el conocimiento, lo más valioso para
la supervivencia”.
Luego fueron creados otros Centros Universitarios: en la cárcel de mujeres Unidad No. 3, en la
cárcel para jóvenes adultos Unidad No. 16, y hoy
irradia a otras unidades del área metropolitana.
Debe hacerse notar que el castigo femenino transcurre por canales completamente diferentes al
masculino; la cárcel afecta la subjetividad de varones y mujeres, pero si el conjunto de la población
penal se caracteriza por la pobreza, precariedad y
exclusión, esto es todavía mas cierto para las mujeres, cuyo desamparo es más patente. Esta población supone 10% del conjunto total, sobre el cual
77 % son argentinas. El 66.7% están presas por la
Ley de estupefacientes; la mayoría de ellas son
“mulas” y suponen la base del narcotráfico.
Con gran compromiso y esfuerzo esta universidad pública, sus autoridades, sus docentes, han
ido construyendo estos espacios donde es posible
el ejercicio de derechos, donde se hacen porosos
los muros de la cárcel, donde se rompe el aislamiento que tanto daña a personas e instituciones.
Este Programa define un lugar de intersección de
dos lógicas contrapuestas, la lógica vertical y de
encierro y la lógica horizontal y democrática de la libertad. Esto supuso saber construir un diálogo
constante aún con disidencias. No
se trata de un espacio asistencialista en el que se va a la cárcel a
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“hacer el bien”. La UBA no llega a la cárcel desde
una mirada piadosa sino profundamente política.
Su fundamento debe reconocerse en la creación y
el sostenimiento de un espacio de ejercicio de derechos que rompa la lógica premial del acceso a la
educación en términos de premio-castigo. La educación no es un premio, es un derecho.
El Programa UBA XXII desarrolla además otras
actividades: cursos de informática, asesoría jurídica,
dirección de investigación y tesis, asesoría institucional para la creación de Centros Universitarios
en cárceles, publicaciones, edición e impresión de
materiales de estudio y actividades culturales extracurriculares.
Resultados
Ejercicio de derechos que conlleva a asumir responsablemente obligaciones, espacio en el que una
persona presa se transforma en un estudiante, en
un graduado de la universidad. Es en ese contexto
que el hombre o la mujer van construyendo su
libertad, su dignidad, reconstruyendo su subjetividad, porque de eso se trata, más allá de que se
puedan exhibir cifras formidables en cuanto a inclusión se refiere.
Sobre un total de 2000 alumnos que han pasado por el Programa, la estadística nos muestra un
muy bajo índice de reincidencia, apenas un 2.5 %,
lo cual habla de una verdadera política de paz y
seguridad; muchos de ellos han alcanzado el título
universitario: más de 80 comenzaron y terminaron su carrera dentro de la cárcel, muchos más se
graduaron al recuperar la libertad.
La educación es un proceso permanente, una
modalidad de sociabilización y comunicación que
facilita la inclusión del ser humano y su participación en los bienes culturales. No admite fisuras el
postulado que sostiene que el proceso educativo
no debe ser interrumpido por la imposición de
una medida privativa de la libertad. No es válido
asignar a la educación en la cárcel el valor instrumental de actividad para ocupar el tiempo y así
conservar el orden.
Es necesario hacer posible la máxima oferta
educativa al interior de las unidades penitenciarias. Este modelo propuesto por el Programa UBA
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tuvo impacto en los otros niveles del sistema
educativo primario y secundario. Desde el Ministerio de Justicia, a partir del año 2000, se firmaron
convenios con el Ministerio de Educación de la
Nación, y con el conjunto de jurisdicciones en
donde hay establecimientos penitenciarios federales para construir escuelas asistidas por docentes
de las provincias, no por agentes penitenciarios.
Esto permitió un aumento significativo de la matrícula que hoy llega a 54% de la población recluida.
Todo esto ayuda a la inclusión del sujeto en la
sociedad una vez recuperada su libertad, como de
hecho constatamos en muchos de nuestros alumnos, pero hay que destacar que el logro central del
Programa se verifica al interior de estas personas:
poder diferenciar los verbos ser y estar; estar presos
pero no ser presos. Los Centros Universitarios se
constituyen en un lugar de vida, de resistencia frente a lo que acontece en el mundo carcelario. Los
alumnos, a partir de la educación, emprenden un
proyecto de vida personal con un desplazamiento
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de ese anclaje en el pasado hacia perspectivas futuras. Hay algo como una refundación, un “personalizarse” en una institución que despersonaliza.
Es a través de los libros, del contacto con el otro,
como comienza a “habitar” la libertad en el recluso.
Recomendaciones para la acción
1. La oferta educativa en los establecimientos penitenciarios es válida en sí misma y los contenidos
y las modalidades deben ser, en lo posible, similares
en calidad y cantidad dentro y fuera de la cárcel.
2. Particularmente enfatizo la necesidad de programas de modalidad presencial. Las experiencias
educativas a distancia ganan terreno día a día y
muchas son de calidad excelente, pero en la cárcel
no darían los resultados que estamos logrando. Es
muy importante la presencia, el compromiso, el
encuentro, el territorio físico de la universidad o
de la escuela y que los reclusos se puedan apropiar
de ese espacio consolidando lugares de autogestión y disciplina.
3. Otro tema a no desestimar es el de la continuidad; toda propuesta educativa que se realice al interior de una cárcel debe poder ser sustentable en
el tiempo.
4. El debate sobre política educativa implica el debate sobre el tipo de sociedad y de ciudadanos
que deseamos, aún cuando éstos, temporalmente,
se vean privados de la libertad.
5. La región se vio afectada por años de políticas
sustentadas en la desigualdad de riquezas y saberes que generaron una población penal producto
de una cultura de la desesperanza y el abandono.
Nos propusimos irrumpir en el encierro carcelario, en ese tiempo quieto pero lleno de violencia,
para permitir desde la educación universitaria, no
sólo la adquisición de saberes y competencias propias de cada disciplina, sino también el conocimiento del otro, el respeto por la diferencia, la
adquisición de la palabra, la posibilidad de pensarse, de proyectarse, de recuperar el sentido del ahora
y del futuro. La propuesta supuso y supone introducir una resistencia a la “nada” que es la vida de
un ser preso.
6. Sabemos que hay tareas pendientes, que es necesario proyectarse hacia otros lugares, expandir
la experiencia, mejorarla, interesar a distintos sectores de la sociedad. Educar es algo serio, no es
fácil, requiere tiempo, trabajo, esfuerzo, propone
desafíos; hombres y mujeres privados de su libertad ambulatoria son hoy, después de 20 años de
trabajo, estudiantes y egresados de la UBA que hicieron suya la propuesta, que se apropiaron responsablemente de ella, que construyeron con sus
manos esos espacios. Esto demuestra el éxito de
nuestra empresa.
Lecturas sugeridas
ELBERT, CARLOS, 2000. La universidad en las
cárceles argentinas. La experiencia y sus protagonistas,
Desalma, Buenos Aires.
LAFERRIÈRE, MARTA Y HÉCTOR LEIS (comps.),
1990. Cárcel y democracia: un debate necesario, Centro
Editor de América Latina, Buenos Aires.
LAFERRIÈRE, MARTA, et al, 2006. La universidad en
la cárcel: el Programa UBA XXII, Centro Cultural
Ricardo Rojas, Buenos Aires (en prensa).
NERI, MARCELA Y ANDREA FABRE, 2000. Voces
de mujeres encarceladas, Editorial Homo Sapiens,
Buenos Aires.
ZERBA, DIEGO Y MARÍA MASSA, 1996.
El Malestar en el sistema carcelario, Ediciones El Otro,
Buenos Aires.
LA PALOMA, revista bimestral. Se edita en el
Centro Universitario Devoto. Nació en 2003.
Todas las lecturas sugeridas pueden conseguirse
dirigiéndose a la autora.
Mucha gente confunde una mala administración o una mala
gestión con el destino.
Kin Hubbard, periodista y pensador norteamericano, 1868-1930.
Decisio MAYO-AGOSTO 2006
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