BANDAS MILITARES

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CURSO DE FORMACIÓN SARGENTOS 2os. MÚSICOS
MATERIA:
INTRUMENTO MUSICAL
TEMA.
BANDAS MILITARES EN MÉXICO
DOCENTE: SUBTENIENTE MÚSICO CARLOS
ESCALONA RODRÍGUEZ
DISCENTE: CABO AUXILIAR MSC
CHRISTIAN ABRAHAM EMILIO PÉREZ
MATRICULA: D-2295763
Banda de Música del Ejercito
2014-2015
INTRODUCCIÓN
Para 1910 el Ejército Federal había alcanzado un buen nivel de profesionalismo. Los sueldos de
Oficiales y tropa habían aumentado y existía una línea de mando fiel y cumplido. Servir en las fuerzas
armadas ya se presentaba como una posibilidad de trabajo y ascenso para las clases medias y el
pueblo. Además, las reformas del Ministro de Guerra, el Gral. Bernardo Reyes, habían modernizado
en equipo e instalaciones al instituto armado; Reyes era el militar más popular después de Díaz, a
pesar que uno de sus proyectos más ambiciosos, la Segunda Reserva, fue anulado. De cualquier
manera, a diferencia de los ejércitos de la primera época republicana y la Reforma, el porfirista era
algo totalmente nuevo y orgullo del régimen. En el plano musical, las bandas militares del Ejército
Federal alcanzaron un elevado nivel de ejecución y algunas, las que incluían a directores y ejecutantes
egresados del Conservatorio, no se quedaban al margen de las europeas y norteamericanas.
Asimismo, se habían uniformados los toques y los músicos de ordenanza contaban con una escuela.
Todo esto empezó a cambiar con el movimiento revolucionario que inició Francisco Madero en 1910.
El Ejército Federal debió luchar contra las fuerzas maderistas en algunos combates en el norte y el
centro del país, y si bien había perdido algunos enfrentamientos, estaba lejos de haber sido derrotado
militarmente. Por este motivo, oficiales y jefes consideraban que la renuncia de Díaz se debió más a
cuestiones políticas que a la capacidad armada de los revolucionarios.
Con la llegada de Victoriano Huerta al poder en 1913 empezaron los verdaderos combates entre
federales y revolucionarios. En ese año y el siguiente se dieron las batallas más grandes en la historia
de México, como la de Zacatecas donde sucumbieron miles de federales. Con Huerta el ejército recibió
mucha atención dadas las condiciones de inestabilidad en el país. Se plantearon toda una serie de
reformas, muchas de las cuales se quedaron sólo en papel. La creación de una gran fuerza armada
fue prácticamente imposible. De cualquier manera la sociedad se militarizó y era muy común ver en la
calle hombres de uniforme; se llegó a militarizar la preparatoria, a los empleados públicos e incluso a
los periodistas.
El triunfo del Constitucionalismo puso en tela de juicio al militarismo, el cual fue visto como un obstáculo
para el país, y Venustiano Carranza decidió que el Ejército Federal debería ser desbandado y que en
su lugar quedaran los ejércitos populares. La fuerza federal al momento de los Tratados de Teoloyucan
se componía de alrededor de 28 mil elementos más 10 mil de tropas auxiliares y rurales. Carranza vio
la necesidad de contar con un nuevo ejército, profesional y moderno; sin embargo, la inestabilidad del
país producto de la lucha entre facciones retardó este proceso. No fue sino hasta la década de los
veinte, una vez que los sonorenses tomaron el poder cuando se inició la estructuración del nuevo
instituto armado (además se aprovecharon los levantamientos encabezados por Adolfo de la Huerta y
José Gonzalo Escobar para purgar al ejército del exceso de generales, jefes y oficiales).
Tras la derrota del Ejército Federal en 1914, muchos de los directores de bandas y ejecutantes que
habían participado en sus filas volvieron a integrarse al trabajo musical, pero ahora con las victoriosas
huestes revolucionarias. Más aún, a pesar que los tratados de Teoloyucan ordenaban la desaparición
de los federales y rurales, las bandas de estos últimos se
Mantuvieron durante varios años con todo y el uniforme de los temidos "soldados-charros". Aunque
los jefes revolucionarios conocían poco del arte de la guerra (tal vez los que habían participado en la
famosa Segunda Reserva organizada por el Gral. Reyes) y actuaban más por intuición que
conocimiento, y que los grados eran auto conferidos, sabían que el comandante debería contar con
un Estado Mayor. Por lo tanto, es común ver en las fotografías de los Estados Mayores, al frente
sentado el general y sus oficiales inmediatos, y de pie a un muchacho joven (muchas veces un niño):
el corneta de órdenes.
Pero además de este elemento indispensable para dar las señales, muchos cuerpos militares contaban
con una banda en toda forma, y al igual que los demás miembros de tropa y oficialidad, los elementos
músicos eran reclutados en las mismas regiones: obregonistas en Sonora, villistas en Chihuahua,
gonzaliztas en el noreste (Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila), zapatistas en Morelos, pero a medida
que estos ejércitos aumentaban en número y prestigio integraban músicos de otras regiones. La
Revolución generó en pocos años toda una serie de cambios en la cultura oficial mexicana. En el caso
de la música académica, esta se dirigió hacia el nacionalismo de corte mestizo o indígena, como
opuesto al afrancesamiento del porfiriato, tal como se puede escuchar en las obras de Chávez,
Revueltas, Moncayo. También en el ámbito popular musical hubo cambios. A partir de la década de
los veinte se empezó a dar un mayor valor a las expresiones populares. Por ejemplo, en las
exposiciones internacionales se enviaban orquestas típicas, junto a las bandas de viento militares, y
el cine convirtió al mariachi y al charro en símbolos nacionales.
Al igual que en las guerras civiles del siglo XIX, durante el conflicto revolucionario la música en los
ejércitos cumplía diferentes funciones: para dar las órdenes en el cuartel y durante el combate;
ofreciendo serenatas para la población en los parques y jardines donde estaban acantonadas las
fuerzas, y finalmente como parte indispensable en el ceremonial militar.
Una vez que Villa ya no representaba una amenaza seria, el régimen carrancista se enfrentó al
problema de la reducción del ejército. La situación era difícil ya que para abril de 1917 se contaba con
una fuerza de casi 200 generales, más de 2 500 jefes, 18 452 oficiales y una tropa que andaba por los
125 mil.60 Así pues, Carranza consideró urgente iniciar la reducción de los contingentes del
constitucionalismo; por tal motivo decidió, entre otras medidas, disminuir el número de integrantes de
las bandas.
Bajo el periodo de los sonorenses (de la Huerta, Obregón y Calles) continuaron las reformas al ejército.
En 1920, Calles, como secretario de Guerra y Marina, crea la “Inspección de Músicas Militares” y
nombra al mayor Atanasio Castañeda como director de la misma. Dos años más tarde, en diciembre
de 1922, se publica el Reglamento de Música y Bandas Militares funcionamiento de la Inspección
General de las mismas. Consta de siete capítulos y en él se especificaban las obligaciones de las
músicas militares y personal. Director, subdirector, músico mayor y músico solista serían oficiales; en
tanto que los músicos de la, 2a. y 3a., tropa. Para acceder a estos puestos se requería conocimientos
musicales, certificados de honradez y buena conducta, además de firmarse un contrato de enganche
por dos años. Los músicos, al igual que los otros miembros del instituto armado, quedaban sujetos a
la Ordenanza General del Ejército y sus Leyes Penales. El director tenía la obligación de impartir
"academias" e instrumentar las partes de piano.
En 1928 se llevó a cabo un concurso de bandas militares como parte del Primer Congreso Nacional
de Música auspiciado por la Universidad Nacional y el periódico "El Universal". Durante el congreso
se presentó diferentes ponencias orientadas en su mayoría a la educación musical. Asimismo, se
llevaron a cabo concursos de canto, piano, violín, violoncelo, música de cámara, composición y, como
ya señalamos, de músicas militares. Prácticamente, lo más distinguido del ambiente musical
académico participó, ya sea en la organización del evento, como jurado. El concurso de bandas
militares se llevó en la Alameda Central y hubo en dos categorías. Y los jurados fueron los profesores
Eduardo Gabrielli, Arturo Rocha, Juan B. Fuentes, Rafael Ordóñez y Humberto M. Campos. Las
bandas inscritas en la segunda categoría fueron:
Guardias Presidenciales; director, Severo Goche.
Estado de Tlaxcala; director, Nicolás Bravo.
Batallón número 15; director, Santiago Arias Navarro.
Batallón número 35; director, José E. Moreno.
Batallón número 47; director, Salomé Arias.
Batallón número 50; director, Trinidad Reyes.
Batallón número 31; director, Próspero González.
Batallón número 23; director, Antonio Hernández Montoya.
Batallón número 30; director, Luis B. Hernández.
El dictamen del Jurado Calificador fue el siguiente: el primer premio, la banda del 35batallón, dirigida
por El capitán 1º José E. Moreno; el segundo premio, la banda del 23 batallón, dirigida por el capitán
1º Antonio Hernández Montoya y el tercero, la banda del 30 batallón, dirigida por el capitán 1º Luis B.
Hernández. El primer premio lo obtuvo la música de Estado Mayor, dirigida por el mayor Ramón
Hernández; el segundo, La Banda de Rurales del Estado de Hidalgo, del profesor Manuel Rosas; el
tercer premio, la banda especial número 2, del director capitán 1º Genaro Núñez. La década de los
veinte fue prolífica en conjuntos de música militares; por ejemplo, en1925, el ejército contaba con 65
bandas, de las cuales 55 eran oficiales, es decir, su haber salía del presupuesto federal; en tanto que
las 10 restantes eran “económicas”, y su mantenimiento recaía en las propias corporaciones
(recordemos que esto último era una práctica común en muchos regimientos). Sin embargo, a lo largo
de los años los militares empezaron a tener un el papel cada vez más discreto en la vida nacional. El
militarismo de los años veinte fue cediendo paso a las tendencias civilistas que se impondrán en los
cuarenta, y concursos de bandas militares dejaran su lugar a otros conjuntos y géneros.
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