LA JURISPRUDENCIA SOBRE LA LEY DE PARTIDOS POLÍTICOS

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LA JURISPRUDENCIA SOBRE LA LEY DE PARTIDOS POLÍTICOS
Las cuestiones relacionadas con la aplicación de la Ley de Partidos —especialmente en
los procesos de ilegalización de formaciones políticas vinculadas a lo que se conoce como
“izquierda abertzale”— provocan duros enfrentamientos políticos e intensas discusiones
jurídicas. En relación a éstas últimas conviene destacar los pronunciamientos jurisprudenciales
del Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo que, ante la aplicación de la Ley de Partidos,
han mantenido criterios distintos.
5.1. Sobre la presentación de una coalición electoral en la que está integrada una
formación independentista
En primer lugar, vamos a referirnos a las resoluciones de la Sala 61 del Tribunal
Supremo y del Pleno del Tribunal Constitucional sobre el asunto de la presentación de una
coalición electoral a los comicios municipales y autonómicos. En ambos casos, las Sentencias se
adoptaron por mayoría, con escaso margen de votos, y fueron acompañadas de diversos votos
particulares; lo cual manifiesta la complejidad de la argumentación jurídica ante un asunto de
tanta trascendencia política.
El asunto en cuestión tiene su causa en la presentación de una coalición de partidos a los
procesos electorales que tuvieron lugar en el País Vasco y Navarra en la primavera de 2001. El
Abogado del Estado, en representación del Gobierno, interpuso un recurso contenciosoelectoral, al amparo del art. 49 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del régimen electoral
general (LOREG), contra los acuerdos de proclamación de candidatos realizados por las Juntas
electorales de zona respecto de las candidaturas presentadas por una coalición electoral, en la
que estaba integrada una formación política independentista. La Sentencia de la Sala Especial
del artículo 61 de la LOPJ del Tribunal Supremo, de 1 de mayo de 2001, anuló la proclamación
de las candidaturas de la coalición en cuestión. En la resolución, que fue adoptada por 9 votos a
favor y 6 en contra y que cuenta con 6 votos particulares, se afirma que el partido
independentista era el cauce diseñado y controlado por Batsuna para estar presente en las
elecciones.
Frente a la referida Sentencia la coalición electoral presentó un recurso de amparo ante
el Tribunal Constitucional, alegando la vulneración del derecho a acceder a los cargos públicos
representativos (artículo 23 de la Constitución). El Pleno del TC, mediante la STC 62/2011, de
5 de mayo, acordó, por seis votos a cinco, declarar la nulidad de la Sentencia de la Sala
Especial. Por consiguiente, la decisión del Tribunal Constitucional permitió que la coalición
electoral en cuestión concurriera a las elecciones municipales, en Euskadi y Navarra, y a los
comicios forales vascos. Los principales argumentos de la Sentencia 62/2011, pueden
sintetizarse de la siguiente manera:
— La simple sospecha no puede constituirse en argumento jurídicamente aceptable para
excluir a nadie del pleno ejercicio de su derecho fundamental de participación política.
— La pretensión de asegurar a ultranza, mediante controles preventivos, la seguridad del
Estado constitucional pone en riesgo al propio Estado constitucional; tal pretensión
resulta desproporcionada a la vista de los múltiples instrumentos de control a posteriori
que prevé nuestro ordenamiento jurídico.
— No es admisible convertir la inexistencia o debilidad de indicios subjetivos, sobre las
vinculaciones entre los miembros independientes de las candidaturas con el entramado
de Batasuna, en insinuación de indicios objetivos.
— Tras el análisis de los diferentes elementos probatorios manejados por la Sala Especial
del Tribunal Supremo, se pone de relieve la insuficiente entidad probatoria de los
mismos para poder justificar en este caso el sacrificio de los derechos fundamentales de
participación política en términos de igualdad y libre defensa y promoción de la propia
ideología.
— Sobre la condena de la violencia por parte de los miembros de la coalición recurrente, se
señala que todos los candidatos, como exigencia ineludible para detentar tal condición,
han firmado un documento cuyo punto 9 es del siguiente tenor: «Es firme el
compromiso de actuar utilizando única y exclusivamente vías y métodos políticos,
pacíficos y democráticos, lo que lleva aparejado la oposición por todos los medios que
legítimamente tenga a su alcance a cualquier acto o actividad que suponga agresión o
violación a cualquier derecho humano y al uso de la violencia para lograr objetivos
políticos». Una declaración de tenor similar la ha considerado este Tribunal como
suficientemente acreditativa de la condena del terrorismo (STC 126/2009, de 21 de
mayo, FJ 14).
Para concluir con esta cuestión, hemos de indicar que los 5 votos particulares a la STC 62/2011
coinciden en señalar que el Tribunal Constitucional se excedió en sus competencias. En
concreto, los magistrados discrepantes aseguran que el Tribunal Constitucional no se limitó a
verificar si el Tribunal Supremo acreditó de manera motivada y suficiente la existencia de una
trama defraudatoria; más bien al contrario, realizó una valoración individualizada y singular de
todas las pruebas, asumiendo un papel que no le correspondía. Añaden, además, que el Tribunal
Constitucional no es competente para ilegalizar formaciones políticas o anular candidaturas
electorales y que a áquel únicamente le corresponde enjuiciar si en el ejercicio de esa
competencia el Tribunal Supremo ha vulnerado alguno de los derechos fundamentales
susceptibles de recurso de amparo. Argumentan, también, que para impedir que un partido
participe en unas elecciones no es necesario esperar a que se haya consumado un riesgo para el
sistema democrático, sino que antes ya se pueden adoptar medidas para su preservación. Y
consideran insuficiente las declaraciones de rechazo a la violencia por omitir cualquier
expresión de condena específica del terrorismo de ETA.
5.2. Sobre la declaración de ilegalidad de una formación política
La Sala Especial del artículo 61 de la LOPJ (Auto de 30 de marzo de 2011) declaró la
improcedencia de la constitución de la formación Sortu por perseguir fraudulentamente la
continuación de actividades del partido político Batasuna, que en su momento declarado ilegal y
disuelto. Además, el Auto en cuestión denegó la inscripción de Sortu en el Registro de Partidos
Políticos. La resolución se adopta por nueve votos a favor y siete en contra y, además, cuenta
con tres votos particulares. La argumentación que sustenta esta declaración se basa en las
consideraciones siguientes:
— El nuevo partido ha sido diseñado especialmente para concurrir a las elecciones rodeado
de un “ropaje formal y de apariencia de legalidad. Sin embargo, el rechazo de la
formación política que pretende la inscripción es “cosmético, retórico e instrumental”.
— Sortu ha utilizado en fraude de ley los requisitos formales exigidos para la inscripción
de un partido sin intención de cumplirlos
El auto del Tribunal Supremo fue impugnado ante el Tribunal Constitucional por la vía
del recurso de amparo. La STC 138/2012, de 20 de junio, estima la demanda formulada,
considera vulnerado el derecho de asociación de los recurrentes, en su vertiente de libertad de
creación de partidos políticos (art. 22 CE, en relación con el art. 6 CE), y declara la nulidad del
Auto de la Sala Especial. La resolución considera que Sortu no puede ser considerado como la
continuación de la antigua Batasuna, sino que se trata de un nuevo partido político que se ha
constituido conforme a las exigencias constitucionales y legales. Para ello utiliza los siguientes
argumentos:
— Sobre la suficiencia de la condena de la violencia terrorista como indicio de
desvinculación de una organización terrorista, señala que las declaraciones recogidas en
los estatutos del partido político Sortu y las manifestaciones de sus promotores y
dirigentes a favor de la vías exclusivamente pacíficas y el rechazo a la violencia como
instrumento de acción política, incluida expresamente la de ETA, resultan suficientes
para desvirtuar los demás elementos de convicción sobre la relación entre aquella
formación política y Batasuna, ilegalizada en 2003. [Fundamentos Jurídicos 9º y 10º].
— Para evitar conflictos con el Tribunal Supremo, asegura que no le corresponde realizar
un análisis pormenorizado de las pruebas documentales en el que se ha fundamentado el
Auto impugnado, que “construyen un relato coherente de la posibilidad de que el
partido político cuya inscripción se solicita sea continuador de anteriores políticos
ilegalizados. [Fundamento Jurídico 12º].
— Alerta sobre la necesidad de ponderar adecuadamente, en relación a la Auto recurrido,
la existencia del derecho de asociación (y su particular manifestación a través de los
partidos políticos), que constituye una pieza clave de una sociedad democrática, y
recuerda el principio general según el cual la limitación de un derecho fundamental
debe ser proporcionada y ajustada.
— Afirma que la “sospecha de que el partido político, cuya inscripción en el Registro de
Partidos Políticos ha sido denegada, pudiera continuar o suceder la actividad de los
partidos políticos judicialmente ilegalizados y disueltos […] no puede constituirse en
argumento jurídicamente suficiente para condicionar el pleno ejercicio de un derecho
fundamental, en este caso el derecho de asociación, en su vertiente de derecho de
creación de partidos políticos.” [Fundamento Jurídico 12º].
— Añade que “la limitación para el libre ejercicio del derecho de asociación que supone la
denegación de la inscripción controvertida resulta además, en este caso,
desproporcionada a la vista de los instrumentos de control a posteriori de que se ha
dotado, mediante las últimas reformas legales, nuestro ordenamiento jurídico”.
Recuerda que se han modificado determinados preceptos de la Ley Orgánica 5/1985, de
19 de junio, de régimen electoral general para evitar que las formaciones políticas
ilegales o quienes justifiquen la violencia terrorista pueden concurrir a los procesos
electorales. Y concluye que esas medidas “ponen de manifiesto la preocupación del
legislador por dotar al sistema de instrumentos jurídicos que impidan a los terroristas, o
quienes los amparan y protegen, se prevalgan de los beneficios que el Estado de
Derecho para intentar destruirlo desde el interior de las instituciones democráticas.
[Fundamento Jurídico 14º].
— Finalmente, y quizá este es el punto más novedoso de la jurisprudencia contenida en la
STC 138/2012, enumera algunas conductas que pueden conducir a la ilegalización de
una determinada formación política, tales como, por ejemplo, el uso de “expresiones de
equiparación de la violencia terrorista con la coacción legítima que en un Estado de
Derecho se reserva a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado cuando persiguen,
detienen y ponen a disposición judicial a los responsables de los delitos de terrorismo”;
el “intento de colocar en el mismo plano el sufrimiento infligido a las víctimas de la
violencia terrorista y el eventual efecto aflictivo asociado al cumplimiento de la pena
impuesta precisamente por la responsabilidad” en actos de terrorismo; “las actuaciones
tendentes a otorgar al terrorismo una legitimación […] o exculpando o minimizando su
significado y la violación de los derechos fundamentales que comporta”; el
“ensalzamiento de los autores de acciones terroristas, o su presentación como víctimas o
héroes”; o la supeditación del rechazo terrorista “a la consecución negociada de
objetivos políticos”. [Fundamento jurídico 15º]
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