Edipo y violencia contra la mujer. La internalización de las asimetrías y desigualdades.1 TERESA LARTIGUE DE VIVES La violencia contra la mujer -ampliamente documentada en el Informe del Banco Mundial para la Reconstrucción y el Desarrollo y de la Organización Panamericana de la Salud 2, en el que se analizan estudios provenientes de diferentes países, se define como "todo acto de fuerza física o verbal, coerción o privación amenazadora para la vida, dirigida al individuo mujer y niña, que cause daño físico o psicológico, humillación o privación arbitraria de la libertad y que perpetúe la subordinación femenina" (Heise, Pitanguy y Germain, 1994, p. 69)3. Recientemente se ha puntualizado que se considera violencia al uso de la fuerza física o moral que atente contra la integridad física, psíquica o ambas, independientemente de que pueda producir o no lesiones (Ley de Asistencia y Prevención de la Violencia Intrafamiliar, artículo 232 ter., citado en Doble Jornada, 1998, p.12). Las dimensiones de la violencia de género incluyen la violación, estupro, mutilación, homicidio, la violencia doméstica (en su acepción de lo privado, familiar) en sus siete modalidades: abuso sexual y/o incesto; abuso físico; abuso verbal o moral; explotación, severa indiferencia, descuido o abandono; o el ser testigo de violencia, además la interrupción voluntaria de embarazos femeninos (frecuentes en la India y en China). Comprende también la violencia de género en la educación y/ o en el trabajo en sus cuatro formas: segregación, discriminación, hostigamiento sexual y hostigamiento psicológico, así como las prácticas culturales lesivas para la mujer como la excisión y la infibulación , al igual que el maltrato en los distintos servicios de salud, principalmente hacia las mujeres pobres. La carga oculta para la salud física, mental y social de las mujeres varía dependiendo de tipo de violencia, intensidad de la misma, etc., pero representa casi un año de vida perdido por cada cinco años de vida saludable, o bien la muerte a edades mas tempranas4 (Heise, Pintanguy y Germain, 1994). La violencia contra la mujer puede ser conceptualizada desde la teoría psicoanalítica como lo traumático, como un trauma acumulativo o sumativo, como un evento abrumador en sí y como la consecuencia mental de ese hecho; como "esa inscripción violenta de una escrituración desgarrante, que junto con el deseo y su escenificación constituyen la esencia de la realidad psíquica en términos de Kolteniuk (1997). También como ese factor accidental diferente del constitucional- que puede dar lugar, en el mejor de los casos, a una neurosis traumática, o a la formación de síntomas diversos, o como lo han demostrado los estudios del apego puede estar en la génesis de una organización borderline de la personalidad, dependiendo del grado de alteración del Yo y de otros factores. Aquí cabe recordar, los señalamientos de Freud (1937) casi al final de su vida en donde señala que la "etiología de cualquier trastorno neurótico es mixta. O bien ocurre que los instintos son excesivamente intensos es decir, recalcitrantes a ser do- TERESA LARTICUE DE VIVES triados por el Yo~ o bien es el resultado de traumas prematuros que el Yo inmaduro fue incapaz de dominar. Por lo común existe una combinación de ambos factores, el constitucional y el accidental. Cuanto mas intenso es el factor constitucional, mas fácilmente llevar un trauma a una fijación y dejar detrás un trastorno del desarrollo; cuanto mas intenso es el trauma, con tanta mayor seguridad se manifestarán sus efectos perjudiciales, aun cuando la situación instintiva sea normal. No hay duda de que una etiología traumática ofrece una campo mas favorable para el psicoanálisis" (Ibid., p.3342) 5. El objetivo de esta presentación es doble, uno referido a la práctica psicoanalítica, el otro a la teoría y a la metapsicología. En lo que se refiere a nuestro quehacer, constituye un intento de salir de la conspiración del silencio al traer la violencia contra la mujer como un problema de ética en el tratamiento psicoanalítico de nuestras pacientes mujeres. Podernos cuestionar si, por una parte, perpetuamos la subordinación femenina (con nuestros actos e interpretaciones efectuadas desde reacciones contra-transferenciales teñidas por la ideología, o desde representaciones inconscientes de género); o por la otra, si reproducimos las modalidades de la violencia doméstica en el tratamiento, como sería el abuso sexual, la explotación de las pacientes, etc. problemas éticos subrayados por Manuel I. López en nuestro medio (1988,1994,1995). Respecto de la teoría y metapsicología, es una invitación a repensar a la luz de algunos acontecimientos recientes, la organización pulsional de los , seres humanos, a partir de los textos freudianos; esto es, la dualidad de la vida instintiva en donde la libido es la manifestación de los instintos sexuales, del Eros y el sadismo/masoquismo de los instintos de destrucción o Tánatos, descrita magistral-mente por Freud (1919-20; 1923; 1938). Asimismo, repensar la polaridad sexual fálico/ castrada, que emerge después de la crisis edípica, como un aspecto de la cultura, como resultado de la construcción social de la identidad de género, condicionada tanto históricamente como por la ubicación que 84 la familia, principalmente los padres -primeros objetos de amor e identificación- y el entorno, le dan a una niña o niño, a partir de la simbolización cultural de la diferencia sexual que es el género. Los supuestos sobre los cuales se basa el presente escrito es en primer término que las mujeres y los hombres comparten las características de los sistemas complejos descritos en la teoría del caos (en donde cada nivel tiene una organización significativa y requiere de disciplinas y leyes especiales, ver Burín. 1995; Cereijido, 1996; Glocer de Fiorini, 1994; Wayman, 1996). En segundo lugar, destacar que la pulsión sexual, la sexualidad se puede entender mejor desde seis líneas de desarrollo: la identidad subjetiva, la identidad de género, la identidad psicosexual, esquema o imagen corporal, vinculación afectiva e identidad reproductiva. Freud nunca mencionó la palabra género en sus diversos escritos sobre la masculinidad y feminidad, por lo es importante enfatizar que esta identidad es diferente de la psicosexual que se conforma mediante la reacción individual ante la diferencia sexual, y también distinta de la identidad subjetiva que posesiona a las personas en la masculinidad o feminidad desde un punto de vista psíquico (ver Brennan, 1992; Lamas, 1993; Lartigue 1997a, 1997b). Tercero, no se analiza el debate de los años veinte y treinta respecto de la sexualidad femenina (descrito por Chasseguet-Smirgel, 1964 y recientemente por Fernández del Valle, 1998) en virtud de que la categoría analítica género desde una dimensión holística/ societal surge hasta los años setenta, por lo que dichos autores y autoras no disponían de esta herramienta conceptual (el género en su dimensión individual surge antes en los años cincuenta con John Money, después con Stoller y retomado por Phillis Tyson). En este sentido, mi propuesta es muy simple, consiste únicamente en ubicar las observaciones y deducciones de Freud respecto de la castración de la mujer dentro de la identidad de género, y no como parte de la identidad psicosexual. Cuarto, no existe la mujer, ni el hombre, sino las mujeres EOIPO Y VIOLENCIA CONTRA LA MUIER y los hombres, por lo que sólo a través de la clínica podremos comprender como cada mujer construye sus diversas identidades, desde su realidad psíquica e ir documentando las diversas maneras, formas y modalidades, esto es, las diferencias al interior de las mujeres, y también las diferencias al interior de los hombres. La única que se puede estudiar en lo colectivo es la de género, por justamente ser producto de la cultura (evidentemente habría que estudiar los diversos sistemas sexo/género coexistentes al interior de cada grupo cultural y familiar). En quinto lugar, dejar asentada que mi línea teórica es la de Freud y no de Lacan, como lo hecho otras psicoanalistas que han abordado la relación género/psicoanálisis como Cixous, Irigaray, Kristeva, etc., en virtud de que comparto con Kolteniuk (1990) y Elliot (1992) que el inconsciente no está estructurado a la manera del lenguaje, sino con pulsiones que se infieren a través de sus representaciones como lo señaló Freud. Por último, pienso que castración es el concepto psicoanalítico que mejor expresa los efectos de la violencia contra la mujer desde la Antigüedad hasta nuestros días. Castración es un término mas exacto y puntual de la condición de las mujeres en los ámbitos público y privado que opresión, subordinación o cultura de la inferioridad femenina como ha sido designada por otros especialistas de las ciencias sociales (Rubin, 1975; De Maio, 1988: Riquer, 1995). Castración psíquica y social de la mujer, que en algunos países es además castración física -lo que se conoce como circuncisión femenina o mutilación genital. 6 En el nivel inconsciente los hombres temen profundamente a la sexualidad de la mujer, por lo que estas son lo telúrico, lo misterioso, lo siniestro, la evidencia palpable de la castración. Paso ahora al desarrollo de argumentos que podrían ayudarnos a pensar. I Freud (1919-20) al reflexionar sobre el desarrollo humano nos dice textualmente "me parece no necesitar expli- cación distinta del de los animales, y lo que de impulso incansable a una mayor perfección se observa en una minoría de individuos humanos puede comprenderse sin dificultad como consecuencia de la represión de los instintos, proceso al que se debe lo mas valioso de la civilización" (Ibid., p. 2528). Mi hipótesis al respecto es que sólo una minoría de hombres, principalmente en el ámbito doméstico reprimen sus instintos de apoderamiento, destrucción y muerte hacia su pareja sexual y hacia las y los hijos. En virtud de ser el hogar, el sitio en donde el hombre -y también la mujer- desreprimen lo que la sociedad obliga a inhibir, liberan en consecuencia los impulsos, tanto los agresivos como los libidinales. Sin embargo, como señala Freud (1923) "los instintos eróticos me parecen en general, mas plásticos, desviables y desplazables que los de destrucción" (Ibid., p. 2719), por lo que estos últimos aparecen en mayor proporción en este ámbito. En casa, en familia, tiende a surgir el verdadero Self, distinto del (necesario) falso Self social.7 Retomando a Freud (1919-20, p. 2535) el subrayaba que su concepción "era dualista desde un principio y lo es ahora aun mas desde que denominamos la antítesis (no ya instintos del Yo e instintos sexuales) sino instintos de vida e instintos de muerte (...) Sospechamos que en el Yo actúan instintos diferentes de los instintos libidinosos de conservación, mas no podemos aportar prueba alguna que apoye nuestra hipótesis. Es de lamentar que el análisis del Yo se halle tan poco avanzado, que tal demostración nos sea difícil en extremo". Considero que una prueba de la expresión directa de los instintos de muerte, se encuentra en las estadísticas respecto de las causas de muerte diferenciadas por sexo y por grupos de edad y que están en íntima interrelación con el proceso de socialización diferencial para hombres y mujeres, en el cual se estimulan, fomentan o intensifican en los hombres la expresión de los impulsos agresivos y/o destructivos (a diferencia de las mujeres a las que se les educa para reprimir la agresión) desde el nacimiento, en la manera de mirarlos, cargarlos, 85 TERESA LARTICUE DE VIVES acunarlos, criarlos, educarlos, etc. Tomemos como ejemplo el caso de México y el análisis de Keijzer (1994) respecto de la mortalidad general (para el año de 1986) en donde aparecen los accidentes como la segunda causa de muerte entre los hombre con 35,000 muertes en una proporción cuatro veces mayor que las mujeres. Asimismo, el homicidio está como la cuarta causa de muerte con 14,500; aquí la proporción es once veces mayor que en las mujeres. En contraste, en padecimientos comunes a ambos sexos como son las diarreas, neumonías o diabetes, la mortalidad es muy parecida en ambos sexos 8 . La socialización diferencial implica la no neutralización de las pulsiones agresivas como parte de la educación que las familias imparten a los hombres. Esta modalidad de agresión, también implica, por una parte, una grave falla materna en la neutralización y espejeo de la agresión del bebé (posiblemente por no poder ella misma neutralizar su agresión al estar involucrada en una relación de dominio/ sumisión con su pareja, y por albergar fantasmas transgeneracionales de maltrato); y, por la otra, la internalización de la manera de ser del padre y del tipo de relación que establece con la madre, con las mujeres en general y con los hombres mas débiles o vulnerables, o aquellos que se asemejan a las mujeres como los homosexuales. 9 "En el estadio oral de la organización de la libido coincide aun el apoderamiento erótico con la destrucción del objeto, pasando tal estadio es cuando tiene lugar la expulsión del instinto sádico (en la fase sádico anal), el cual toma por último al sobrevenir la primacía genital, y en interés de la procreación, la función de dominar al objeto sexual, pero tan sólo hasta el punto necesario para la ejecución del acto sexual" (Freud, 1919-20, p. 2535). Aquí podríamos añadir, que la función de dominar se extiende a todos los ámbitos (principalmente cuando el desarrollo ha sufrido alguna alteración, desviación o distorsión), no se queda sólo en el espacio de la sexualidad. Continúa diciendo: "Pudiera decirse que el sadismo, expulsado del Yo le ha sido marcado el camino 86 por los componentes libidinosos del instinto sexual, los cuales tienden luego hacia el objeto. Donde el sadismo primitivo no experimenta una mitigación y una fusión queda establecida la conocida ambivalencia amor-odio de la vida erótica" (Ibid.). Este podría ser uno de los factores que explicara la violencia en la relación de pareja y el establecimiento del ciclo del abuso conyugal que puede terminar en homicidio o suicidio. Posteriormente añade que "los peligrosos instintos de muerte son tratados por el individuo de muy diversos modos. Parte de ellos queda neutralizada por su mezcla con componentes eróticos, otra parte es desviada hacia el exterior como agresión, y una tercera, la mas importante, continúa libremente su labor interior" (Freud, 1923, p. 2725). La parte que es desviada al exterior, es la que se intensifica en el proceso de socialización diferencial y que daría cuenta también de los homicidios hacia otros hombres, mientras que la que sigue libremente su labor interior es la que explicaría parte de la conducta autodestructiva que se expresa en las adicciones o abuso de sustancias y en los suicidios. Valdría la pena explorar si el suicidio es un homicidio y viceversa, al igual que la dialéctica sadismo/masoquismo. II Por otra parte, la observación analítica permite reconocer las relaciones existentes entre la organización fálica, el complejo de Edipo, la amenaza de castración, la formación del Superyó y el periodo de latencia. Estas relaciones justifican la afirmación de que el complejo de Edipo sucumbe a la amenaza de castración en el varón y a una castración ya consumada en el caso de la mujer (Freud, 1925, p. 2901-02). En relación con los hombres, resalta dos reacciones. La primera es de horror frente a la criatura mutilada, la segunda es de menosprecio triunfalista hacia ella (el machismo estaría conectado con esa segunda) y si éste menosprecio es muy intenso, puede darse una dispo- EDIPO Y VIOLENCIA CONTRA LA MUJER sición a la homosexualidad (Freud, 1923). Es importante mencionar que estas "reacciones pueden fijarse y luego por separado reunirse, o bien conjugadas con otros factores, determinar su "relación con la mujer". Aquí cabría preguntarse si serían posibles otras reacciones, y también de cuáles son los otros factores que determinan la relación con la mujer. Recordar también que Freud atribuye la génesis del Superyó a dos factores: "biológico uno y de naturaleza histórica el otro: de la larga indefensión y dependencia infantil del hombre y de su complejo de Edipo" (Freud, 1923, p. 2714). En un trabajo anterior (Lartigue, 1995) formulé la hipótesis de que esta larga indefensión y dependencia infantil -principalmente hacia la madre preedípica, podría ser uno de los factores que explicara la fragilidad masculina y su transformación en una actitud de dominio frente a la mujer, como una venganza, "ojo por ojo y diente por diente". Asimismo, que el embarazo se constituye en la máxima expresión de los impulsos libidinales como creación, y también de los instintos de muerte, como destrucción, en el sentido de que la mujer puede decidir -con o sin el consentimiento del hombre- interrumpir o no, la gestación; con lo cual el temor, el pánico y la angustia a la madre dadora de vida o muerte queda inscrito en el inconsciente, como lo podemos ver en los diversos mitos relativos al origen de la humanidad, provenientes de distintos países. Asimismo, los estudios longitudinales escandinavos de hijos(as) de mujeres a quienes se denegó el aborto por dos veces consecutivas, muestran los estragos sobre su salud mental; por lo que se ha planteado la hipótesis de que los intentos o maniobras abortivas favorecen la intensificación de los instintos de muerte en los hijos o hijas que logran sobrevivir. Habría que preguntarse cuántos de los abortos arrepentidos -en términos de Luis Federdevinieron hombres y/o mujeres abusivos o maltratadores. Por su parte Welldon (1988) hace notar que la perversión en la mujer se dirige a atacar al propio cuerpo o a sus productos, estos es a sus hijos o hijas. Es importante señalar que Freud (1924, 1925) concibe la "catástrofe" del complejo de Edipo -la prohibición del incesto, la institución de la conciencia moral y de la moral misma- como un triunfo de la generación sobre el individuo. Aquí cabría interrogarse, ¿cuántos hombres han realmente internalizado la prohibición del incesto? y pregunto por hombres, debido a que datos de la realidad exterior muestran que un alto porcentaje de padres han cometido incesto, en mayor proporción que las mujeres (Informe del Banco Mundial, así como datos provenientes de mi práctica psicoanalítica respecto de incesto por parte del padre, o bien abuso sexual por parte de tíos o hermanos, amen de mozos, choferes, etc., datos concordantes con lo reportado por Norma León en México, 1997). Retomando lo del incesto, ¿cómo transitan por el complejo de Edipo estas hijas? ¿cómo determina esta experiencia traumática la estructuración de su psiquismo? ¿cuáles son sus efectos sobre la salud mental? ¿qué tipo de organización adquirirá o consolidará? Evidentemente, el daño dependerá de la etapa del desarrollo en que tuvo lugar, de la intensidad de la experiencia, etc., ¿cómo se liberan del sentimiento de culpabilidad, de vergüenza y de ser un estigma? ¿pueden acaso reconocerse como sujetos con derechos? Valdría la pena revisar de nueva cuenta nuestros historiales clínicos para responder a estas preguntas. 10 En la fase fálica, cuando tiene lugar el descubrimiento de la diferencia anatómica entre ella y un hermano (o compañero de juegos), la niña pequeña -al contrario de lo que sucede en el caso del varóndiscierne que el pene es "superior a su propio órgano, pequeño y escondido; a partir de ahí cae víctima de la "envidia fálica" (Freud, 1925, p. 2890). "Lo ha visto, sabe que no lo tiene y quiere tenerlo". Las consecuencias psíquicas de la envidia fálica derivada del sentimiento de inferioridad del clitoris pueden ser tres: complejo de mas-culinidad, sentimiento de inferioridad, desvinculación afectiva de la madre. " Freud enfatiza también que "la divergencia que en esta fase existe entre el desarrollo sexual masculino y el feme- 87 TERESA LARTIGUE DE VIVES nino es una comprensible consecuencia de la diferencia anatómica entre los genitales, y de la situación psíquica en ella implícita; equivale a la diferencia entre una castración realizada y una mera amenaza de castración" (Freud, 1925, p. 2901-02). Si bien Freud en este mismo artículo, recomienda no dejarse extraviar por las objeciones de las feministas, es importante destacar que un buen número de feministas han acudido al psicoanálisis para explicarse precisamente cómo se reproducen y perpetúan los mecanismos de dominación de los hombres sobre las mujeres, precisamente a través del tránsito por la crisis edípica. Un artículo clásico en este sentido es el de la antropóloga norteamericana Gay le Rubin (1975). Por mi parte, considero que en el intercambio dialéctico de los niveles microsocial y macrosocial en el que se encuentran insertos los sistemas sexo/género, en cualquiera de las cuatro perspectivas en que se han estudiado, bien sea como división social del trabajo, como sistema de status o prestigio social, como organización de poder o como sistema de representaciones (de Barbieri, 1996) la posición de las mujeres es de asimetría, desigualdad, de desventaja frente a los hombres, tanto en el pasado como en el presente y en la mayoría de las culturas. Si a esta posición de asimetría y desigualdad, se añade la institucionalización de la violencia contra la mujer en lo social (en las estructuras sociales, políticas y económicas) y si en el interior de un buen número de familias priva o prevalece la violencia doméstica, en donde la pequeña advierte los abusos de que es objeto su madre -ya sea en forma activa o pasiva-, y de que es objeto ella misma (que se manifiesta en un patrón de apego ansioso al año de edad, cuando ella es la víctima, Liotti, 1995; Fonagy et al., 1995; o bien, a los dos años cuando es su madre la que es abusada -como lo demuestran los estudios transculturales de Raguz, 1997 quién señala que las niñas en su incipiente lenguaje dicen que la mujer llora y el hombre pega), encuentra en un segundo tiempo, una explicación del maltrato por parte del padre o pareja sexual de la madre al advertir la ausencia de pene en ella y en su madre, con lo cual se cierra el círculo y 88 comprende la inferioridad de su posición en el seno de la familia. Si a lo anterior se añade que tanto la madre como el padre, le brindan al hermano o hermanos, mejor alimentación, educación y cuidados, ella muy pronto se sentirá no sólo inferior en lo biológico, sino también en lo psíquico. Con el transcurrir del tiempo, advertirá también su inferioridad social y la escasa participación de las mujeres en el ámbito político, económico y jurídico. La castración está consumada. La persecución, el control y el sometimiento se han internalizado (evidentemente según el tipo, intensidad y combinaciones de las modalidades de abuso. De esta manera tanto la madre como el padre han construido un ser mutilado con menores derechos que sus hermanos, que estará mas propensa a presentar cuadros depresivos (Burin, Moncarz y Velazquez, 1987) histéricos (Dio Bleichmar, 1985) o una organización borderline en mayor proporción que los hombres. (Guzder et al, 1996). Para finalizar, sería interesante explorar cómo actúan los instintos de muerte en el complejo de Edipo, cómo se entrelazan con los sexuales, cómo y de qué manera podríamos advertir su presencia, ya no tan silenciosa en este final de milenio, cuál es el peso de la envidia. Asimismo, explorar la línea que va de la ansiedad de separación a la ansiedad de castración, el papel del complejo de padre en la identidad de género del varón, y de la madre preedípica, principalmente el eje Yo ideal-Ideal del Yo para ambos sexos, la relación entre violencia y masoquismo erógeno, femenino y moral. Por otra parte, al ser la castración construida socialmente, el psicoanálisis se constituye en la mejor opción para las mujeres, para recuperar el poder sobre sí mismas, para acceder a la autonomía y al conocimiento. El psicoanálisis ha sido un campo propicio para el desarrollo de teorías por parte de las analistas, entre estas cabe destacar a Melanie Klein, Margaret Mahler- a diferencia de la filosofía y otros campos del saber. Debido a la posibilidad de recuperar la potencialidad perdida, cada vez mas mujeres ingresan a la formación psicoanalítica y colaboran al establecimiento de relaciones equitativas de f género, así como a la prevención de la violencia contra la mujer. Referencias BARBIERI, T. DE. _ (1996) Certezas y malos entendidos sobre la categoría género, en Guzmán, S. y Pacheco, L.G. (comps.) Estudios básicos de Derechos Humanos IV, San José Costa Rica: Instituto Interamericano de Derechos Humanos, Comisión de la Unión Europea. BRENNAN, T. (1992). The Interpretation of the Flesh, Freud and Femininity, London: Routhledge BURÍN, M. _(1995). Subjetividad femenina y salud mental, en: Perez Gil, S.E., Ramírez, J.C. y Ravelo, P. (coord.) Género y salud femenina. 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En lo referente a la prevalencia de la violación y agresión sexual, seis estudios realizados en Estados Unidos de Norteamérica revelan que entre una en cinco y una en siete mujeres serán víctimas de una violación consumada durante su vida. Datos consistentes con lo encontrado en Canadá, Nueva Zelandia y el Reino Unido que 90 (1998). Unmasking tradition. A Sudanese Antropologist on Confronts female "Cincunsiciom an its terrible tenacity Sains Marzo/Abril pp.23.27 RAGUZ, M. (1997). Concepciones sociales y psicológicas de mujer, hombre, masculinidad y femineidad, en: Givadaun, M. y Venguer, T. (eds.) Conferencias magistrales, Congreso Regional de Psicología para Profesionales en América, México, D. F. RUBIN, G. _ (1975). Tráfico de mujeres. Notas sobre la eco nomía política del sexo, en Lamas, M. Ibid., pp. 35-96 Riquer, F. (1995) El feminismo como humanismo, Prometeo, 8: 38-44 WAYMAN, K. _ (1996). Chaos Science: Implications for the Care of Children in Hospital, Signal, 4 (1): 1-9 WELLDON, E. revelan tasas similares de violaciones consumadas. En Corea, se encontró un índice ligeramente inferior de violaciones consumadas, pero una tasa igualmente alta de intentos de violación. En años recientes, se ha documentado la violación masiva de mujeres durante la guerra en Bosnia, Camboya, Liberia, Perú, Somalia y Uganda. En relación con el abuso infantil, datos de Estados Unidos muestran que del 27 al 62 por ciento de las mujeres recuerdan por lo menos un incidente de abuso sexual anterior a los 18 años de edad. En Zaria (Nigeria) se encontró que el 16 por ciento de las pacientes que buscaron tratamiento para enfermedades de transmisión sexual (ETS) eran niñas menores de cinco años; otro estudio realizado en Ibadán arrojó que el 22% eran niñas menores de diez años. En Perú, un estudio efectuado en la Maternidad de Lima, reveló que el 90% de las madres jóvenes de 12 a 16 años habían sido violadas por su padre, su padrastro u otro pariente cercano. Para Costa Rica se reportan datos similares, 95% de las mujeres embarazadas menores de 15 años habían sido víctimas de incesto. En México, se encontró un porcentaje de 23% de delitos sexuales para niñas menores de 10 años, y de 36% menores de 15 años; en el 67% de los casos, las niñas conocían a su agresor. EDIPO Y VIOLENCIA CONTRA LA MUJER En relación con el tratamiento discriminatorio e infanticidio, los estudios muestran que la desnutrición es casi tres veces mayor en niñas que en niños en Bangladesh; en este mismo país, por el contrario, los niños superan a las niñas en consultas a centros de salud. En 45 países en desarrollo, la tasa de mortalidad de las niñas de uno a cuatro años es mayor que la de los niños en el mismo grupo etário en todos los países, excepto en dos. En la India, la muerte de niñas pequeñas excede a las de los niños pequeños en casi un tercio de millón cada año. La política del hijo único implantada en China desde 1979 ha provocado un mayor infanticidio femenino o aborto selectivo de fetos femeninos; lo mismo sucede en la India,, en donde el 95.5 fueron abortadas en un hospital de Bombay. En este mismo país, se encontró que el 58% de muertes de niñas pequeñas se debía a infanticidio, no se encontraron infanticidios masculinos en los dos años y medio que duró la investigación. 3 Esta definición tiene la ventaja sobre la de la Organización de las Naciones Unidas en que permite distinguir entre actos de violencia, políticas nocivas y prácticas culturales lesivas que pueden perjudicar a las mujeres en general, de aquellas que se refieren a una mujer particular; asimismo, incluye el descuido sistemático de las niñas en las culturas que valoran mas a los hijos que a las hijas, descuido y privación que puede conducir a la inanición y a la muerte. Por último, al señalar que perpetúe la subordinación femenina, incluye las consecuencias sociales de la violencia y permite diferenciar as¡ la violencia aleatoria, de la de género. Se enlaza de esta manera con el largo debate sobre la subordinación femenina, que iniciara Christine de Pisan en su libro Cité des Dames en el comienzo del humanismo francés durante el Renacimiento, en donde cuestiona la inferioridad jurídica- política y la inferioridad moral de las mujeres, y por ende, la subordinación femenina en todas las esferas de la vida, tanto individual como colectiva. Con Christine de Pisan se inicia asimismo, el movimiento feminista cuyo objeto de estudio es, precisamente, la subordinación femenina. Desde entonces para acá, han existido diversas tradiciones y maneras de ser feminista (Riquer, 1995). Olympe des Gouges en 1791 lanza su Declaración de los derechos de la mujer de cara a la revolución francesa, inaugura la primera reedición del feminismo que ya en el siglo XIX con el movimiento sufragista, recibe el adjetivo de liberal. De cara a otra revolución, la rusa, surge el feminismo socialista con las propuestas de Clara Zetkin y Alejandra Kollontay. De estas dos vertientes, en la segunda reedición del feminismo en los años sesenta de este siglo, surgen una multi- plicación de tendencias: feminismo de la igualdad, de la diferencia, culturalista o esencialista; feministas maternalistas; estructuralistas y postestructuralistas; posicionalistas e incluso postfeministas; utópicas o históricas y populares. Del feminismo académico ha surgido el campo de los estudios de género (Riquer, 1995). 4 En virtud de la carga oculta para la salud física, psíquica y social de las mujeres, se ha vuelto un imperativo para las y los profesionales de la salud el elaborar una historia clínica y/o historia del desarrollo, o historia de vida desde una doble perspectiva y que nos atañe de manera particular a las y los psicoanalistas, expertos en procesos inconscientes y conflictos intrapsíquicos. La primera perspectiva longitudinal, abarca el ciclo vital de cada mujer con objeto de valorar los traumas o las experiencias traumáticas de las que ha sido víctima desde su concepción hasta el momento actual, desde si fue planeada o si fue producto de un accidente por desconocimiento o mal uso de métodos anticonceptivos, de si sus padres deseaban una mujer, o por el contrario lo importante era continuar con el linaje, la estirpe, el apellido, etc. Esta perspectiva incluye también el abordaje de la transmisión transgeneracional, esto es, ¿cuáles traumas experimentaron la madre y abuelas de esta mujer? con objeto de identificar si está presente una de las manifestaciones del instinto de muerte que es la compulsión a la repetición. Asimismo, el cómo todo esto se inscribe en el inconsciente y determina a la mujer como sujeto. Nos permite ver también la identificación masoquista y el problema del "lugar" en el que se sitúa por el sólo hecho de ser mujer (que es distinto del lugar del hombre). De igual manera si están activos los mecanismos de defensa del Yo como la identificación con el agresor, el sometimiento al objeto malo, o la incorporación de un padre sádico, la denegación del afecto asociada al trauma, la disociación, escisión y su par inseparable, la confusión, etc., todos ellos con altas probabilidades de ser transmitidos a la siguiente generación a través del conocido proceso de la identificación. La segunda perspectiva es la transversal, a través de la cual se pueden identificar los distintos ámbitos en los cuales ésta mujer es agredida de manera simultánea, por ejemplo, si estudia y/o trabaja ¿existe segregación, discriminación, hostigamiento sexual por parte de algún maestro o maestra, o alguna otra autoridad? En el ámbito doméstico, es muy importante distinguir si la paciente en cuestión es víctima de un solo tipo de maltrato o de varios, por ejemplo: abuso físico, abuso sexual, abuso psicológico o moral y explotación que son las formas activas del mismo. También investigar el abuso pasivo como la 91 TERESA LARTIGUE DE VIVES severa indiferencia, descuido, abandono, trato diferencial en cuanto a alimentación, salud, educación en comparación con sus hermanos varones si se tratara de una niña, o si es una mujer adulta el ser ignorada por su pareja o cónyuge. Asimismo, si no ha sido objeto directo de abuso, si ha sido testigo del mismo, debido a que los efectos de haberlo vivenciado en el otro (mujer u hombre), son muy similares a haberlo experimentado en carne propia, principalmente si las relaciones de hostilidad son una constante del núcleo familiar. 5 Debido a que la castración y violencia contra de la mujer es de naturaleza traumática, accidental, construida por la cultura y no constitucional, es que el psicoanálisis se ha constituido en la mejor alternativa para que las mujeres podamos recuperar el poder sobre nuestros actos, y por ello, las psicoanalistas han podido producir conocimientos y teorías a diferencias de otros campos como la filosofía en donde las principales contribuciones provienen de los hombres. 6 Si bien, las tres modalidades de castración no deben confundirse o equipararse, es importante dejar consignado el dato de que han sido víctimas de esta práctica cultural entre 85 y 114 millones de niñas y mujeres principalmente de África, menos en Asia (y recientemente en Europa, Canadá y los Estados Unidos de Norteamérica), condenando a las mujeres a un ciclo de dolor y sufrimiento . La creencia central que impulsa esta tradición es que los hombres no se casarán con mujeres no circuncisas, porque creen que ellas son promiscuas, sucias y sexualmente indignas (Mohamud, citado por Heise et al., 1994, p.16). Los riesgos inmediatos de la clitoridectomía (remoción total o parcial del clitoris y de otros genitales externos), la excisión (extirpación del clitoris y los labios internos) y la infibulación (extirpación del clitoris y los dos labios y se cosen juntos ambos lados de la vulva dejándose sólo un pequeño orificio para permitir el pasaje de la orina y del flujo menstrual) son similares: hemorragia de la arteria clitorídea, infección, retención urinaria y tétanos o septicemia por el uso de instrumentos cortantes no esterilizados y a menudo primitivos como un cuchillo, hoja de afeitar, pedazo de vidrio roto, etc. Además el dolor causado por la operación realizada con frecuencia puede provocar un shock en las niñas pequeñas. En el largo plazo las mujeres que son infibuladas sufren consecuencias mas severas en virtud de que implica incisión y suturas mas extensas, por lo que se presenta un riesgo mas alto de hemorragia e infección; además el cierre parcial de los orificios vaginal y uretral conduce a mas problemas relacionados con la retención de orina y sangre menstrual como, por ejemplo, infecciones crónicas del tracto urinario, cálculos en la uretra o en 92 la vejiga, dolores constantes de espalda y menstruales. En algunos casos puede llevar a la esterilidad, consecuencia devastadora para las mujeres, cuyo valor se define en gran medida, en términos de su capacidad para engendrar hijos (Heise et al., 1994, p.30; Mustafa Abusharaf 1998). 7 Datos provenientes de diferentes países muestran en lo que se conoce como "Cartilla so bre la violencia contra la mujer" (verdades ela boradas por grupos de mujeres sustentadas en datos), que las niñas y las mujeres están mas ex puestas al riesgo de violencia en sus hogares que en cualquier otro lugar. Asimismo, que el proble ma de la violencia doméstica ocurre en todos los estratos socioeconómicos y educacionales (si bien no con las mismas tasas de prevalência), y que es tan dañina o más que la agresión proveniente de parte de un extraño , al igual que el abuso psico lógico implica los mismos daños o mayores que el físico. También se ha hecho evidente que aunque las mujeres pueden ser violentas, la mayor parte de la violencia que provoca lesiones es cometida por el hombre contra la mujer. Una hipótesis al respecto, es que la pareja que no sabe pelear ver balmente es la que tiende a lastimarse físicamen te, y en virtud de la mayor masa corporal del hombre (en la mayoría de los casos) y ejercitación del sistema muscular, órgano por el cual se mani festaría, "aunque sólo fragmentariamente, como instinto de destrucción orientado hacia el mundo exterior y hacia otros seres animados" (Freud, 1923, p. 2711), es mas fácil y común la descarga por vía motora para los hombres. Un dato aun mas preocupante es el hecho de que la violencia dentro de las relaciones ya sea de pareja, o pater no filiales, tiende a escalar a través del tiempo (lo que implica que existen diversos problemas que no permiten la solución de los conflictos conyu gales, que surgen en las diferentes fases del ciclo vital de la pareja y la familia). El alcohol y algu nos fármacos al facilitar la expresión de las pulsiones, exacerban la violencia pero no son la causa de ella, y no se puede afirmar que la mayo ría de los hombres violentos son enfermos menta les (Heise et al., 1994, Riquer et al., 1996), por lo que surge el interrogante de si la explicación tie ne su fundamento en el modo silencioso de ac tuar de los instintos de muerte. 8 En el análisis por grupos de edad, nos en contramos que: a) En la infancia y edad escolar hay una mortalidad similar entre niñas y niños, b) En la adolescencia y juventud, principalmente a partir de los catorce años se dispara la mortali dad masculina siendo el doble que la femenina entre los 15 y los 24 años; con el homicidio en se gundo lugar -después de los accidentes- con una frecuencia doce veces mayor en los hombres que en las mujeres. Al parecer en Argentina las cau- EDIPO Y VIOLENCIA CONTRA LA MUJER sas de muerte en jóvenes de 10 a 17 años sigue la misma tendencia según Bonino (citado por de Keijzer, 1994, p.5). Bonino, a su vez cita a Weinstein quién señala que estas actividades implican "acciones que promocionan la revisión operativa y desde lo cotidiano de los mitos, modelos y estereotipos de masculinidad vigentes, condicionantes no sólo del sometimiento de la mujer, sino además del descuido suicida por la propia vida del varón (Ibid.). En este mismo grupo de edad el suicidio aparece como la cuarta causa de muerte (400 hombres en 1986), en una proporción cuatro veces mayor que el suicidio femenino. Cabe destacar que de cuatro intentos de suicidio, tres de ellos corresponden a las mujeres, mientras que de cada cuatro suicidios consumados, tres de los difuntos son hombres, c) En la juventud y adultez, esto es el grupo de edad de los 25 a los 44 años la diferencia en las tasas de mortalidad es casi el triple para los hombres; y los accidentes aparecen como primera causa de muerte con 12, 000 varones, en una proporción siete veces mayor que la mujer, y el homicidio cono segunda causa, con 6,700 homicidios masculinos versus 480 homicidios femeninos En este grupo hace su aparición la cirrosis del hígado (3,400 hombres, versus 600 mujeres). Como quinta causa de muerte aparecen los trastornos mentales sin mayor especificación con 1,400 muertes de hombres contra 100 de las mujeres. Para estas últimas, la mortalidad materna llega a su punto mas alto con 1,100 muertes, siendo la cuarta causa de muerte en mujeres de este grupo de edad; sin embargo, pese a su alto número y que podrían ser prevenidas o evitables la mayoría de ellas, no deja de llamar la atención las 24,000 muertes masculinas en los distintos rubros ya señalados, d) Adultez, en el grupo de edad de 45 a 64 años mantiene una mortalidad doble para los hombres (con los accidentes en primer lugar, seguida por la cirrosis). Cabe destacar también que en la mayor parte de los estados de la República mexicana, el homicidio aparece como segunda o primera causa entre los 15 y los 24 y entre los 25 y 44 años, Asimismo, en un estudio reciente en donde se comparan las muertes violentas entre treinta y un países del mundo, México ocupa un primer lugar con 45 homicidios masculinos por cada 100,000 hombres, el doble que nuestros vecinos del norte, y setenta veces mas que la frecuencia en Austria, Noruega o Japón. Al parecer en nuestro país, la violencia es un mecanismo central en la resolución de conflictos, que no está relacionada directamente con la urbanización o modernización, en virtud de que al analizar las estadísticas de 1950 a 1980, se observa que las diferencias por mortalidad entre hombres y mujeres han permanecido básicamente' estables. De Keijzer (1994) considera que trabajar sobre el proceso de socialización del género masculino puede aportar elementos de análisis para este fenómeno de sobremortalidad de los hombres, en la medida en que se dan conductas definidas como "masculinas" ligadas a las formas como se relacionan con los automóviles donde entran elementos como el disfrute de la velocidad, la temeridad, la competencia y la combinación con el alcohol (y otros fármacos). Asimismo, no se fomentan conductas de autocuidado de la salud y de sí mismo, ni de prevención. Desde la perspectiva psicoanalítica, si bien estos factores son secundarios a los factores dinámicos, intrapsíquicos y del desarrollo, cabe destacar su contribución no para el análisis individual, sino para el análisis social, tema caro a Freud. Llama la atención, que si se restaran las muertes violentas y las cirrosis en México, los hombres y las mujeres tendríamos unas tasas de mortalidad muy semejantes. Los hombres pagan un alto costo por la forma en que se les socializa, ya que en lugar de buscar reprimir los impulsos destructivos, se les exhorta a que los magnifiquen. Lo contrario ocurre en el proceso de socialización de las mujeres, en donde la represión es la característica distintiva de la crianza y educación; en síntesis los hombres dominan y se mueren mas y mas tempranamente, las mujeres se someten y duran mas tiempo enfermas. 9 Freud nos dice al respecto: "Hemos partido de la antítesis de instintos de vida e instintos de muerte. El amor objetal mismo nos muestra una segunda polarización de este género: la de amor (ternura) y odio (agresión). Sería muy conveniente poder relacionar entre sí esas dos polarizaciones reduciéndolas a una sola. Desde un principio hemos admitido en el instinto sexual un componente sádico, que como ya sabemos, puede lograr una total independencia y dominar en calidad de perversión, el total impulso sexual de la persona. Este componente sádico aparece asimismo como instinto parcial dominante en las por mi denominadas organizaciones pregenitales. Mas cómo derivar el instinto sádico dirigido al daño del objeto del Eros conservador de la vida. La hipótesis mas admisible es la que este sadismo es realmente un instinto de muerte que fue expulsado por el Yo por el influjo de la libido naciente, de modo que no aparece sino en el objeto" (Ibid., p. 2535). A continuación Freud, habla de lo que podría ser el primer esbozo de la línea de desarrollo del instinto de muerte, que se mezcla y desmezcla con la línea del desarrollo libidinal expuesta en Tres Ensayos... y que tendríamos que integrar para dar cuenta de la organización pulsional humana desde el psicoanálisis, de la dialéctica de las pulsiones."Este instinto sádico en- 93 TERESA LARTIGUE DE VIVES traria pues, al servicio de la fusión sexual, pasando su actuación por diversos grados"'. 10 Un hallazgo obtenido por Freud (1925) a través de la investigación psicoanalítica, es que el complejo de Edipo, es el lugar del proceso de desarrollo en donde se hace evidente la diferencia de la niña respecto del varón. En la etapa preedípica la «fantasía de deseo» de tener un hijo del padre (en la que culmina la ligazón-padre) es la fuerza pulsional del onanismo de la niña pequeña (así como el descubrimiento en algún momento de la zona genital). ¿Esta fantasía de deseo podría provenir de la identificación con el objeto materno? Fantasía que se advierte en el juego de las niñas pequeñas, fantasía enclavada el inconsciente que repite una arcaica vivencia filogenética; desde la antigüedad, en la mayoría de las culturas las mujeres se han hecho cargo del cuidado de los niños y niñas. 11 La primera es el llamado complejo de masculinidad (Freud 1925, 1924), formación reactiva que si no logra superar pronto puede traer grandes dificultades al prefigurado desarrollo hacia la feminidad que se bifurca: por un lado, puede suceder que la esperanza de recibir un pene (igualándose así al varón) puede conservarse hasta épocas tardías y ser motivo de extrañas acciones (incomprensibles de otro modo). Por el otro, puede sobrevenir el proceso que designa como «desmentida», en el cual la niña se rehúsa a aceptar el hecho de su castración y acaricia la convicción de que posee un pene y se comporta en lo sucesivo como si fuera varón. La segunda consecuencia es que al admitir la mujer su herida narcisista, se establece -como cicatrizun sentimiento de inferioridad (Freud, 94 1925). «Después de haber superado su primer intento de explicar su falta de pene como castigo personal, comprendiendo que se trata de una característica sexual universal, comienza a compartir el desprecio del hombre por un sexo que es tan defectuoso en un punto tan decisivo, e insiste en su equiparación con el hombre, por lo menos en lo que se refiere a la defensa de tal opinión» (Freud, 1925, p. 2899). La tercera consecuencia de la envidia fálica, parece radicar en el «relajamiento de los lazos cariñosos con el objeto materno» debido a que la madre es responsabilizada por esa falta de pene, además de que la madre supuestamente ama mas a otro niño, el preferido, que pasa a ser el primer objeto de la fantasía de flagelación. Freud se explica la sublevación de la niña pequeña contra el onanismo fálico mediante el supuesto de que algún factor concurrente le vuelve acerbo el placer que le proporcionaría dicha práctica; este factor es la afrenta narcisista enlazada con la envidia al pene, el aviso de abandonar la competencia con el varón, por lo que el conocimiento de las diferencias anatómicas esfuerza a la niña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino y dirigirse a nuevos caminos que la lleven al despliegue de la feminidad. En el periodo edípico, la libido de la niña se desliza a lo largo de una ecuación simbólica: pene igual a hijo, a una nueva posición en la que resigna el deseo del pene para reemplazar por el deseo de un hijo y «con este propósito» toma al padre como objeto de amor, la madre pasa a ser objeto de los celos y la niña deviene una pequeña mujer». Aclara Freud (1925) que si después esta ligazón con el padre tiene que resignarse por malograda, puede estancarse en una identificación-padre con lo cual regresa al complejo de masculinidad y puede quedar fijada eventualmente a éste.