ÚLTIMA LECCIÓN. Abilio Abad Izquierdo. Ilms. Srs., compañeros

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INSTITUTO DE EDUCACIÓN SECUNDARIA
CARDENAL LÓPEZ DEMNDOZA.
ENTREGA DIPLOMAS DEL IBO. 2 de Septiembre de 2011.
ÚLTIMA LECCIÓN.
Abilio Abad Izquierdo.
Ilms. Srs., compañeros, padres y queridos alumnos:
No es fácil dar esta sí que última “lección”. Última para vosotros entre
estos muros; y última para mi, dentro y fuera de ellos.
Nuestros caminos se bifurcan. Todos los caminos de los hombres se dirigen
necesariamente al Ocaso. Pero hay un camino de la tarde que precipita el
Ocaso. Hay otros caminos de la mañana. Vosotros sois hijos, hijas de la
mañana. De madrugadas de primavera, auroras. Para andar ese camino
todavía largo y amanecido de esperanzas vamos a recordar juntos algunas
viandas que debéis llevar en el zurrón, antes de que me vaya camino de la
tarde.
Todo el devenir de la naturaleza está marcado por el azar y la necesidad.
Nuestra existencia, como seres de esa naturaleza, no puede escapar a esta
ley. Pero asumido el azar y la necesidad, algo, sin embargo, podemos hacer
con nuestra voluntad, pues a la postre somos “azar, necesidad y voluntad”.
Y esa voluntad nos hará, en más o en menos, hombres. Sí, porque el
animal, el perro por ejemplo, nunca puede con su comportamiento hacerse
más o menos perro ni más perro que otro perro; el hombre, sin embargo,
puede con su voluntad y comportamiento adquirir un perfeccionamiento y
ascender a lo más alto o descender y arrastrarse al nivel de las bestias1. En
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esto cosiste la libertad que nos hace sujetos, individuos personalizados y no
especie con el mismo y mimético comportamiento. Es sobre todo en la
Modernidad, donde se ha producido esa rebelión del individuo contra la
especie. “Y quizá el mayor resultado del desencadenamiento de las
energías individuales fue el maravilloso desarrollo de la ciencia que siguió
los pasos de la libertad individual desde Italia a Inglaterra y más lejos”
(Hayek). “Y la más sublime oportunidad que haya podido tener el hombre
o la pueda tener se malogró o se malogrará porque la pasión por la igualdad
hizo vana la esperanza de libertad” (Lord Acton). Pero no olvidéis que el
rebaño tira, porque el placer de ser rebaño es más antiguo que el de ser
individuo2.
Para el desarrollo de esta libertad creadora y capaz de comportamiento
nuevo el hombre necesita del aprendizaje que le permite el lenguaje y el
trabajo. El hombre no nace hecho, acabado y terminado por el instinto. El
comportamiento del animal humano no tiene como soporte sólo el instinto.
Tiene que hacerse. Y se hace por la cultura en la cual se fundamentan los
valores éticos de la conducta. El hombre es por la palabra. Por las palabras
podemos apelar a valores morales, estéticos, espirituales y distinguir entre
el bien y el mal, justo e injusto, belleza y fealdad Este aprendizaje cultural
no se adquiere por actos de voluntad puntuales, espontáneos e inmediatos
que pudieran cambiar su comportamiento de la noche a la mañana. En este
hacerse necesita de la práctica constante que le lleve a adquirir hábitos.
Hábito que hace costumbre; y la costumbre es ya como un instinto que
facilita el comportamiento. Nadie tiene la menor probabilidad de llegar a
ser bueno si no realiza muchos actos buenos. “Por ello adquirir desde
jóvenes tal o cual hábito no tiene poca o mucha importancia: tiene una
importancia absoluta” (Aristóteles). Y recordareis que entre esos hábitos
adquiridos que hacen al comportamiento del hombre virtuoso, hay uno
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esencial y que origina todos los demás, y que si no se tiene, sobran todas
las demás virtudes: “serva ordinem et ordo servabit te, ubi ordo non est
nulla virtus sufficit”3. Y efectivamente, entre otras cosas, donde no hay
orden no existe espacio ni tiempo.
Pero hoy es anatema aquella praxis moral que responsabiliza al individuo
en su perfeccionamiento, con voluntad y esfuerzo, adquiriendo las virtudes
platónicas, luego cardinales, virtudes quiciales de la vida humana como la
prudencia, justicia, fortaleza y templanza; pues nada da la naturaleza sin
esfuerzo. Más bien son para algunos alternativos cadenas que no dejan
realizarse al niño según la bondad de sus gustos, deseos o instintos. ¿Qué te
gusta buen salvaje? Así viven algunos jóvenes sólo para satisfacer sus
gustos y pasiones por inauditos, irracionales o absurdos que parezcan.
Cuando no se tienen principios no existen límites:¡ lo quiero todo y ahora y
sin esfuerzo¡. Desposeídos de toda culpabilidad son incapaces de
compasión, como no sea por algún gato, perro o arbolito, por no haber
adquirido la empatía, ámbito afectivo de lo humano y no de lo animal.
Porque el animal hablante es amaestrado por reglas, normas y disciplinas
que le blinden frente a la crueldad de lo instintivo. Esto es la moral y el
saber, y en eso consiste la educación: en amaestrar la bestia que llevamos
dentro. Y esto es duro, y antipático el reprimir. Y así los pedagogos en el
siglo XX se inventaron la “educación no represiva”, metalenguaje
contradictorio, que se convierte en arma mortífera generadora de
monstruos4. Porque estas utopías modernas creen poder acabar con las
imperfecciones, sufrimientos y dolores, incertidumbres y riesgos inherentes
al ser humano y vaticinan un perfeccionamiento ilimitado en la parte física,
intelectual y moral. Tenemos que desintoxicarnos de la tóxica educación
represiva que no nos deja ser felices, y recurrir a los profesionales y a la
experta acción tutorial adecuada que todo lo arregla, porque los individuos
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han dejado de ser la causa de sus defectos y también de sus acciones de
reparación. Todo es cuestión de pólizas de seguros, sistemas de prevención,
seguridad social y un poco más o menos de silicona. Y si cualquier ser
limitado, y el hombre lo es, se considera como lo último, lo más elevado y
lo único, se convierte en un ídolo hambriento de sacrificios humanos. Pero
en una sensibilidad realmente libre queda asumida la conciencia de la
finitud del acontecer humano y del desamparo invariable del hombre, y de
esta manera se preserva a la sociedad del optimismo insulso de poder crear
el cielo en la tierra, que opera como una nueva religión, y que,
paradójicamente, siempre que se ha intentado realizar ha producido el
infierno5.
Quiero deciros que la vida, con las miserias, tristezas, riesgos y desamparos
que el azar y necesidad os deparen, merece ser vivida, si en ella ponéis
voluntad. Y como el universal no existe y sólo tiene categoría de existencia
el particular, pues ya habréis entendido aquello de que “el árbol” y “el
hombre” no existe, no quiero decir el universal vosotros, sino a cada uno y
en persona: Mario, Alejandra, Víctor, Ana, Edgar, Mario, Andrés,
Alejandro, Sandra, Francisco, Daniel; y Marta, Germán, Lucía, Eva, Jorge,
Iñigo, Lorena; y María del Carmen, Gabriel, Carmen, Clara, Sonia, Paula y
María: cuando tu vida sea sólo recuerdos, deja alguno volar en manos del
viento y crecerá en mi tumba una flor.
Notas: 1.- Cf. Pico Della Mirandola. 2.- Cf. Nietzsche. 3.- Guarda orden y el orden te guardará,
donde no hay orden ninguna virtud es suficiente. 4.- Cf. G. Albiac. 5.- Cf. Horkheimer –
Popper.
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