NACIONES UNIDAS COMISION ECONÓMICA PARA EUROPA COMITÉ DE ASENTAMIENTOS HUMANOS 8ª CONFERENCIA SOBRE LA INVESTIGACIÓN URBANA Y REGIONAL TENDENCIAS DE LOS ASENTAMIENTOS HUMANOS EN ESPAÑA. Julio Vinuesa Profesor del Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid Publicado en Libro Blanco del Sector Inmobiliario. Fundación de Estudios Inmobiliarios. Madrid. 1999. p.489-494 y en Principales tendencias que caracterizan el Desarrollo de Asentamientos Humanos en la Región CEPE. Ministerio de Fomento. Madrid. 2001. pp. 97-104., Versión en inglés en “Human settlements trends in Spain”, en Proceedings of the Eighth Conference on Urban and Regional Research. Madrid, 8-11 june 1998. Ministerio de Fomento. Madrid. (1998) pp. 1001-1012. I. PLANTEAMIENTO Y ALCANCE DEL DOCUMENTO 1. La forma en que la población de España se localiza en el territorio, con importantes raíces en un medio natural muy diverso y lleno de contrastes, es el resultado de la sucesión de procesos de redistribución espacial a lo largo de la historia al compás de cambios en la organización política, en los sistemas productivos, en las pautas culturales, etc., que van modificando los factores de localización. Es decir van haciendo que unos lugares o unos modos de asentarse sustituyan a los anteriores en las preferencias de la población y de las actividades económicas. Tampoco hay que olvidar que la distribución espacial de la población es un elemento básico en la dinámica del país, favoreciendo o poniendo trabas a las distintas tendencias innovadoras. 2. La dinámica de los asentamientos humanos permite describir la dialéctica entre las formas de organización social y su soporte territorial en la actualidad. El proceso de urbanización, o progresivo predominio de las formas de vida urbana, encierra sintéticamente las claves de la distribución espacial de la población a través del sistema de asentamientos. Interesa observar cómo el sistema de asentamientos de España se adecua en este final de siglo a su papel de red en la que se generan y por la que se difunden las iniciativas, las actividades, la riqueza, las oportunidades de mejora, el bienestar, etc. Son funciones que realizan los núcleos de población en mayor o menor medida en razón de su capacidad generadora y suministradora y que se convierten en factores de localización, que junto a otros, propician los ritmos y los modos de crecimiento de las ciudades. 3. Al plantear un diagnóstico sobre las tendencias de los asentamientos humanos se parte en este informe de la explicación de lo que ha ocurrido con la distribución espacial de la población española en los últimos decenios. Se trata de establecer hipótesis razonables a partir del conocimiento de cómo se ha llegado a la situación actual, incorporando las nuevas pautas de urbanización derivadas de la organización económica, de la evolución cultural, de la revolución tecnológica, o de los nuevos modos de interpretar la planificación urbana, entre otras. 4. La idea de crecimiento urbano está tradicionalmente asociada al aumento de la población, al incremento del producto urbano, a la creación del espacio urbanizado, y a la multiplicación de las interrelaciones en una sociedad cada vez más diversa y compleja. Son fenómenos que se consideran interdependientes y que generalmente han sido objeto de simplificación a través de las variables demográficas, por ser estas los indicadores de más fácil obtención. Ocurre sin embargo que los nuevos modelos de desarrollo urbano se hacen cada vez más complejos y se van disociando no poco de la dinámica de concentración de población, cambiando además el significado urbanístico de la misma. 5. Este documento pretende reflejar una época de especial dinamismo en los modos y en las formas urbanas y trasmitir por tanto una mayor necesidad de observar y analizar puntualmente los procesos urbanos en España. Superada la etapa de procesos lineales de fuertes crecimientos y marcadas regularidades, la etapa postindustrial ya vivida y el futuro presentan básicamente la certeza de la incertidumbre. Cada vez son más, más diversos, más efímeros y esquivos los factores que regulan los procesos urbanos en un mundo globalizado en el que sin embargo tiene más importancia que nunca las iniciativas en el ámbito local. II. DINAMICA DEL SISTEMA DE ASENTAMIENTOS 6. A partir de 1981 se quiebra con gran rotundidad una tendencia que se mantenía constante a lo largo de todo el siglo. Sólo la gripe de 1918 y, sobre todo, la Guerra Civil habían truncado, si bien momentáneamente, una secuencia de crecimientos progresivamente mayores y más rápidos. En la década de los setenta la población española creció a un ritmo de unos 360.000 habitantes/año, en los ochenta ese mismo incremento no llegó a los 120.000. En los primeros cinco años del decenio actual se ha elevado, a pesar de que el saldo vegetativo sigue decreciendo, por el efecto de las entradas de inmigrantes, hasta unos 156.000 habitantes al año. Dicho en términos de tasa anual acumulativa, de un 9,96 en los setenta se evoluciona hacia unas tasas inferiores a 3,5 . Se ha debilitado, por tanto, considerablemente uno de los principales componentes de la dinámica urbana. 7. Si se compara esta evolución con la de otros países de la Unión Europea se aprecia que España se mantuvo muy por encima en la década de los setenta, pasando a estar en una situación muy próxima a la media durante los últimos quince años, lo cual permite pensar en estacionaridad o madurez demográfica. Pero no hay que olvidar que, por el retraso histórico en su transición demográfica y también como consecuencia de las sangrías migratorias, la población española había venido creciendo por debajo de los niveles medios europeos desde mediados del siglo pasado. Resulta así que su tamaño equivale a la mitad de la población alemana y representa poco más de dos terceras partes de las poblaciones de Italia, el Reino Unido o Francia. Esta circunstancia induce a la idea, que se reafirma al comparar los datos de densidad, de que España tiene poca población en relación con la extensión de su territorio, lo que indudablemente influye en la configuración de su sistema de asentamientos. 8. La redistribución espacial de la población española a lo largo de la segunda mitad de este siglo ha dado lugar a una situación caracterizada por: • Amplias zonas del territorio con problemas de despoblamiento y fuerte aglomeraciones urbanas de mayor tamaño. • Desequilibrios en la distribución espacial de la población y redes de asentamientos mal estructuradas, tanto a escala nacional como en ámbitos regionales y subregionales. • En ámbitos locales, se encuentran poblaciones con estructuras muy desequilibradas todavía por los fuertes flujos migratorios que caracterizaron al proceso de urbanización • Áreas urbanas con estructuras físicas y sociales muy marcadas por los efectos negativos de los fuertes ritmos de crecimiento de los años sesenta y setenta concentración en las 9. Los municipios de menos de diez mil habitantes han perdido desde 1960 más de 3,5 millones. Aún cuando en los datos de 1996 se puede observar una inflexión en esta tendencia, han pasado de representar un 43 % de la población a menos de un 25 %. Como expresión del despoblamiento, los municipios que no superan los diez mil habitantes, y que ocupan en 1996 más de cuatro quintas partes del territorio nacional, tienen una densidad media de tan solo 23,6 Habt/km2, mientras que, por el extremo opuesto y como claro exponente de la concentración espacial, las ciudades de más de cien mil habitantes agrupan al cuarenta y dos por ciento de la población nacional en una extensión inferior al tres por ciento. 10. Completa la idea de despoblamiento un rasgo muy expresivo y preocupante de la forma en que la población española se distribuye por el territorio tras los procesos de urbanización vividos: en 1996 había casi 5.000 municipios con menos de mil habitantes, lo que representaba más del 60% del total y una extensión de más del 36% de todo el territorio nacional para tan sólo un 4% de los habitantes, repartidos en asentamientos con un tamaño demográfico a todas luces insuficiente para generar la aparición, o sustentar la existencia, de las actividades y los servicios que confieren al territorio, al menos en su grado mínimo, la condición y la calidad de la vida urbana. No es de rango menor la problemática derivada de las dificultades para alcanzar un funcionamiento político-administrativo mínimamente eficiente en cada una de las entidades que integran tan significativa porción del territorio español. 11. Los grupos de ciudades pequeñas (municipios entre 10.000 y 50.000 habitantes) y medianas (50.000 a 100.000) son los que reflejan unos índices de crecimiento más bajos, su progresión ha sido constante y en conjunto son los que han vivido procesos de urbanización menos convulsivos, pero también los que mayor protagonismo han adquirido con el cambio de modelo. Para el conjunto nacional, el porcentaje de población que vive en las ciudades medianas es similar al de otros países europeos, si bien el número de ciudades es algo menor, especialmente en algunos de los subsistemas regionales. El cambio de modelo, que se está produciendo a partir de la segunda mitad de la década de los setenta, supone también un aumento del número de estas ciudades y se manifiestan claramente en los cambios de ritmo que experimenta este tipo de municipios en los años noventa, aunque con todo todavía siguen constituyendo la parte más débil de la estructura de la malla urbana. 12. Ligeramente más dinámico se muestra en los últimos años el grupo de ciudades entre 100.000 y 250.000 habitantes, pero el cambio de modelo actúa ya en sentido inverso en las ciudades entre 250.000 a 500.000 habitantes, que tras haber tenido unos ritmos de crecimiento extraordinariamente elevados en los decenios anteriores, entre 1991 y 1996 arrojan un saldo negativo equivalente a una tasa anual de –1,49%. Por su parte, las grandes aglomeraciones de más de 500.000 habitantes ya mostraron estancamiento en el último intercenso y están perdiendo población a un ritmo de –0,66 %. 13. Este proceso también ha supuesto la concentración espacial, que ya era una realidad a mediados del siglo pasado, y fue creciendo paulatinamente para hacerse mucho más intensa en las décadas de los sesenta y los setenta. El proceso reventó a partir del Plan de Estabilización del año 1959 y se mantuvo durante los sucesivos Planes de Desarrollo, con los que se consolidó un modelo de eficiencia económica, que dirigió la inversión hacia aquellas zonas donde era posible obtener mayor rentabilidad, volcando una considerable parte de la población del país sobre Madrid, Barcelona y Vizcaya. Esos trasvases migratorios de las décadas de los cincuenta y los sesenta han sido el principal factor del proceso redistribuidor y constituyen sin duda uno de los hechos históricos de mayor trascendencia del siglo actual. Tanto para las regiones de concentración como para las que se van vaciando, es un rasgo común el mantenimiento histórico de la tendencia, su agudización desde 1960 hasta 1975 y su desaparición en los últimos quince años. 14. Los desequilibrios son más acusados y sus efectos más evidentes si se observa el fenómeno al nivel de ámbitos provinciales. Hay algunas provincias en las que por su escasa población se producen graves problemas al no alcanzarse los umbrales mínimos de demanda necesarios para justificar todo el entramado administrativo y muchos de los equipamientos de rango provincial. En la actualidad las provincias de Ávila, Guadalajara, Palencia, Segovia, Soria y Teruel no alcanzan los 200.000 habitantes y su evolución es una clara expresión del despoblamiento interior y de la debilidad del sistema de asentamientos. 15. Las ciudades de los distintos tipos no están homogéneamente distribuidas por el territorio nacional, más bien al contrario hay grandes espacios vacíos en el interior peninsular, frente a zonas litorales que cuentan con una red de ciudades más tupida. El mapa correspondiente a 1857 pone ya de manifiesto la importancia, ya mencionada, de los factores históricos y del medio natural. En 1950 se refleja con gran claridad una notable progresión de la vida urbana en las provincias mediterráneas -en parte favorecida por la industria y en parte por una próspera actividad agraria- y del litoral cantábrico vinculada a la industria y a la minería-. Pero sobre todo llama la atención la debilidad urbana de las provincias interiores. Sólo el desarrollo de la aglomeración metropolitana madrileña, durante los sesenta y los setenta, le quita protagonismo a las franjas litorales históricamente más urbanizadas, pero sin alterar en lo fundamental el esquema de red preexistente. 16. El mayor crecimiento relativo de las ciudades de menor rango viene a remarcar en los últimos años, en este caso por la vía del crecimiento de las actividades terciarias, el fortalecimiento de la red en el denominado arco mediterráneo, aunque también incide, muy ligeramente, en las provincias interiores. 17. Los procesos de rápida concentración de la población son el germen de un cúmulo de problemas. Los elevados ritmos de crecimiento, en unos contextos económico y político muy diferentes del actual, hicieron imposible dar la respuesta adecuada en su momento a los fuertes incrementos de las demandas de bienes de oferta inelástica (suelo urbano, viviendas, equipamientos, servicios sociales..). Además, a niveles urbanos se estructuraron unas poblaciones muy jóvenes, con gran potencial de crecimiento y con fuertes sesgos en su composición por edades y características socioeconómicas. 18. Aún cuando la población española en su conjunto y las de la mayor parte de sus ciudades han entrado en una etapa de estacionaridad, o al menos de crecimientos suaves, las estructuras por edades y las nuevas formas de convivencia, siguen propiciando importantes incrementos en el número de hogares. 19. El fuerte dinamismo del proceso de urbanización hizo especialmente ineficaz la implantación del planeamiento urbanístico que, incapaz de actuar con la rapidez y la flexibilidad que el proceso requería, en lugar de convertirse en elemento organizador del desarrollo urbano, fue generalmente por detrás de los acontecimientos. Este periodo dejó como herencia en las ciudades españolas amplios espacios caracterizados por su mala ordenación, deficiente urbanización, déficits de equipamientos y un clima general de especulación del suelo que agravó especialmente el problema de la vivienda. 20. El parque inmobiliario de los años cincuenta y sesenta, de muy escasa calidad edificatoria y urbanística, vive un proceso de rápido deterioro y progresiva insuficiencia para los estándares actuales. 21. Junto al apaciguamiento demográfico de los años ochenta se abren unas nuevas perspectivas cuyos efectos apenas comienzan a percibirse, pero que apuntan hacia una ciudad menos estructurada y menos previsible. El desarrollo urbano responde a nuevos enfoques teóricos que tratan de sustituir las rigideces del anterior planeamiento “cientificista” por un modelo en el que las actuaciones y los desarrollos concretos, que puedan ir surgiendo, y los mecanismos de gestión absorben el protagonismo. Todo ello en un contexto general proclive a la liberalización, que propugna un mayor protagonismo de los agentes privados y que incorpora las iniciativas de los poderes locales con estrategias basadas en la competitividad, tanto por razones promocionales como en respuesta obligada a las crisis provocadas por el cambio de modelo económico. 22. En todas las aglomeraciones metropolitanas se intensifican los procesos de difusión hacia periferias cada vez más distantes. Los desarrollos metropolitanos no son ya consecuencia de flujos interregionales sino que se producen por el vaciado de los núcleos centrales, en consonancia con el excesivo precio de la vivienda – por un mercado del suelo que sigue estando excesivamente encarecido- y con la elevación de los índices de automoción (de 202 vehículo por cada mil habitantes en 1980 se ha pasado a 350 en 1994). 23. El general envejecimiento de las estructuras demográficas se ve especialmente agravado por ese factor de expulsión de los jóvenes de las zonas centrales, generalizando y acentuando los problemas de deterioro, abandono y pérdida de identidad de los centros de las aglomeraciones urbanas. 24. El proceso de urbanización ha supuesto también el predominio del régimen de propiedad de la vivienda, quedando el alquiler reducido a menos de un 15%. La anterior legislación, excesivamente proteccionista para el inquilino, ha sido durante muchos años el principal factor de retraimiento de la oferta, lo que se complementa, por el lado de la demanda, con un progresivo estado de opinión favorable al régimen de propiedad. III. DIAGNÓSTICO 25. En relación con la amplitud de su territorio la población española es globalmente escasa, está distribuida espacialmente de forma muy irregular, dando lugar a una estructura de asentamientos desequilibrada, con redes deficitarias en ciudades de tipo medio. Todo lo cual es fiel reflejo, y ha sido siempre importante factor desencadenante, de los desequilibrios interregionales y territoriales, que todavía perduran aún cuando los cambios de los últimos quinquenios anuncian que el proceso de urbanización ha entrado en un periodo de madurez en el que se tiende al equilibrio. 26. Las nuevas pautas de organización espacial que se van imponiendo mantienen el vacío del interior continental en torno a la región urbana de Madrid frente a las franjas litorales en las que los factores climáticos siguen favoreciendo las actividades turísticas y una agricultura cualificada. En este dinamismo de las zonas litorales mediterráneas y de las provincias insulares juegan también un importante papel los flujos turísticos, especialmente europeos, que progresivamente irán adquiriendo carácter de menor estacionaridad, en consonancia con el aumento de la población europea sin anclajes laborales. 27. A partir de la segunda mitad de la década de los setenta, consecuentemente con las nuevas pautas de organización mundial de la economía y bajo el impulso de los avances en las comunicaciones y de los cambios que se van produciendo en la organización política, se va implantando en España un nuevo modelo en la distribución espacial de la población. Ocurre en primer lugar que la difusión espacial de la actividad industrial, por el efecto de los nuevos sistemas productivos, el auge de las actividades terciarias y el desarrollo local endógeno, junto con el agotamiento de los flujos en origen, provocan de forma casi instantánea el fin del proceso migratorio interprovincial. Ello hace que las pautas de crecimiento se suavicen y que comiencen a disminuir las proporciones de las poblaciones residentes en los grandes núcleos. 28. Poco a poco el empleo industrial deja de ser el factor preponderante de localización a la vez que las progresivas mejoras de las infraestructuras de transporte y de las comunicaciones definen un nuevo mapa nacional de accesibilidades mucho más eficiente. La organización administrativa y política del territorio, resultante de la Constitución de 1978 supone también importantes cambios que generan factores de localización vinculados a los mayores protagonismos de las administraciones locales y a procesos de desarrollo endógeno. 29. El apaciguamiento de los ritmos de crecimiento junto con la mayor atención a las políticas sociales por parte de los ayuntamientos democráticos, ha permitido ir subsanando desde los años ochenta buena parte de los déficits urbanísticos acumulados en las ciudades españolas a lo largo de todo el proceso de urbanización. 30. Los desequilibrios al nivel local en la estructura por edades, que produjeron los fuertes ritmos de crecimiento urbano especialmente en las grandes aglomeraciones, van a seguir provocando intensas oscilaciones de demanda de empleo, vivienda, servicios y equipamientos urbanos específicos, actuando como eco de los momentos de mayor dinamismo demográfico y derivando en déficits y tensiones como los que provocan la expulsión de los jóvenes hacia las periferias o los rápidos procesos de envejecimiento de ciertas áreas. 31. La constante presencia de las estrategias especulativas en los procesos de crecimiento urbano sigue constituyendo un elemento de primer orden en la configuración de las ciudades españolas. El elevado precio del suelo sigue, incluso una vez desaparecida en buena medida la tensión de la demanda potencial demográfica, dificultando el acceso a la vivienda a importantes segmentos de renta y ocasionando no pocos problemas de viabilidad económica para las empresas por los costes de localización a que tienen que hacer frente en ciertas áreas. 32. El crecimiento de los índices de automoción, las mejoras de las infraestructuras y componentes culturales que valoran positivamente las formas de urbanización extensiva, dan lugar a un modelo de ciudad menos estructurada, más dispersa por un territorio urbanizado en el que las grandes arterias, junto con centros de actividad terciaria se constituyen en principales elementos estructurantes de un espacio heterogéneo y diverso, excesivamente apoyado en el uso del transporte privado, fuertemente consumidor de recursos naturales y generador de disfunciones sociales. 33. El predominio absoluto de la vivienda en propiedad actúa como un importante factor de anclaje territorial que, entre otros efectos, dificulta la necesaria adaptación de la población a la inestabilidad que, en la nueva organización económica, caracteriza a las relaciones laborales y de la que pueden derivarse unas mayores exigencias de movilidad espacial. 4. CONCLUSIONES Y PROPUESTAS 34. El crecimiento de la población pierde significado como indicador de desarrollo urbano, es cada vez más necesario disponer de otros parámetros relativos a la cohesión social, a la actividad económica, a la calidad del espacio urbano y a la sostenibilidad del desarrollo. Las mayores cuotas de autonomía local no deberían suponer la desaparición de los enfoques territoriales a diferentes escalas. Siguen siendo necesarias referencias informativas y valorativas que aporten al análisis o a las estrategias locales la necesaria contextualización. Debería hacerse un mayor esfuerzo por adecuar y homogeneizar la información al nivel nacional. 35. La progresiva mejora de las condiciones de transportes y, sobre todo, la actual revolución tecnológica en materia de comunicaciones, vienen produciendo una progresiva disminución del efecto de rozamiento del espacio, lo que consecuentemente trastoca en buena parte la lógica, hasta ahora válida, para explicar la localización de la población y de las actividades económicas en el territorio. Las inconmensurables posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías deberían de desarrollarse para corregir las situaciones de desconexión y aislamiento, de amplias zonas del país, que la redistribución espacial de la población y la configuración de la red de asentamientos han ido estableciendo. Por el contrario, la falta de difusión espacial y social de las nuevas tecnologías, el no incorporar todos los asentamientos al ciberespacio, supondrá un grado de exclusión mucho mayor, agravándose la dualidad social. 36. Complementario con lo anterior, la terciarización y la globalización de la economía modifican también las bases sobre las que se asienta la organización y el funcionamiento del sistema de ciudades. La jerarquización se disocia de la localización y pierde importancia frente a la especialización y la complementariedad. La gran movilidad de las empresas globales y el creciente protagonismo de las circunstancias de mercado sobre las condiciones de asentamiento de las empresas, pueden incidir también favorablemente en el funcionamiento del sistema de asentamientos, especialmente entre las ciudades que ocupan posiciones medias o bajas en la jerarquía de la red urbana. 37. En los espacios turísticos, en especial en las provincias mediterráneas e insulares dotadas de un mayor confort climático, debería prestarse una especial atención al desarrollo de la oferta cultural y ambiental, asegurando la sostenibilidad ante la presión demográfica que se deriva del papel a desempeñar en el contexto europeo y por la constante revalorización de los espacios de ocio. 38. Los desequilibrios socio-demográficos producidos en la fase más intensa de la urbanización siguen presentes en las estructuras de muchas de las ciudades y han de provocar todavía importantes tensiones que deberían preverse en los ámbitos locales para dar respuesta adecuada, por ejemplo, a los procesos de jubilación, de incorporación al mercado laboral o de emancipación de generaciones especialmente numerosas. No hay que olvidar que estos procesos son más frecuentes en barrios desfavorecidos, en los que las deficiencias en accesibilidad, en calidad ambiental, urbanística y edificatoria, en equipamiento y en infraestructuras, se conjugan con problemas de desestructuración social. 39. Al igual que los grupos y los comportamientos sociales, el espacio resultante de los nuevos desarrollos urbanos tiende a hacerse más heterogéneo y a producirse de forma discontinua por un territorio cada vez más extenso, en el que se distribuyen espacios residenciales, de actividad, de servicios, de ocio y de relación que se articulan sobre las grandes infraestructuras de transporte que soportan crecientes flujos casi permanentes. Además del paisaje resultante de las nuevas formas y usos y su distribución intercalada con elementos del medio natural, deben cuestionarse las implicaciones de carácter funcional y en concreto la sostenibilidad de un modelo de organización que hace un uso abusivo de los recursos naturales, que requiere un uso creciente del automóvil, a la vez que desatiende la integración social. 40. El desarrollo urbano se hace más diverso y menos previsible en la medida en que simultáneamente se globaliza la economía y se hacen más activos los agentes locales. Es también relevante que, con lo nuevos modos de planificación, prevalezca lo coyuntural sobre los modelos que defienden imágenes globales previamente definidas. En un contexto de creciente liberalización y contando con la variabilidad y las incertidumbres que más que nunca caracterizan al desarrollo urbano, convendría en todo caso establecer, a distintas escalas, mecanismos que garanticen la coherencia territorial y la sostenibilidad de este nuevo modo de construir la ciudad. 41. Los poderes locales adquieren protagonismo y su proximidad física a los ciudadanos les legitima como responsable de la política social, papel que los ciudadanos les reclaman ejerciendo sobre ellos una presión cada vez mayor. Por ejemplo, Las necesidades de vivienda, que continúan siendo unos de los mas graves problemas sociales, deben dar lugar a estudios y políticas al nivel local. Los incrementos de la demanda, más que con unos débiles y estables crecimientos de la población habrá que relacionarlos con la estructura por edades, con la dinámica de hogares, con el aumento de los estándares de superficie por habitante, con la exigencia de una oferta de mayor diversidad tipológica y con las necesidades de reposición. Todas ellas son circunstancias muy vinculadas a factores locales. Coherentemente con el mayor protagonismo, en el futuro habrá de revisarse la capacidad de gasto público de los gobiernos locales. 42. La generación de desarrollo urbano descansa cada vez más en la articulación de la colaboración entre empresas privadas y gobiernos locales, que tienen la llave para atender la mayor parte de los requerimientos urbanísticos de la nueva organización económica. La desaparición de las fronteras nacionales, junto con el debilitamiento del papel de los estados y regiones no debería dar lugar, por la vía de la exacerbada competencia entre ciudades y el excesivo localismo, a una multiplicación de nuevos efectos frontera. En consecuencia, se hace preciso redefinir con urgencia el papel del estado, la región y las ciudades en el futuro. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS - Borja, J y Castell. M.(1997) Local y global. La gestión de las ciudades en la era de la información. Santillana-Taurus. Madrid. - Fernández Güel, J.M. (1997) Planificación estratégica de ciudades. Gistavo Gili. Barcelona. - Ferrer Regales, M. y Calvo Miranda, J.J. (1994) . Declive demográfico, cambio urbano y crisis.EUNSA. Pamplona. - Precedo, A. (1996) Ciudad y desarrollo urbano. Síntesis. Madrid. - Terán, F. de (1997) Resurgam (Invocación para recuperar el urbanismo y continuar el planeamiento), en Revista Urban. 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