ENSAYOS Friedman, Smith, Stuart Mill y el debate entre los liberales sobre el papel del Estado en educación. CECILIA PASMAN Introducción Este ensayo tiene por objetivo definir y criticar las posturas del liberalismo acerca del papel del Estado en la educación. Adam Smith, John Stuart Mill y Milton Friedman han sido los autores elegidos para la tarea. El propósito es analizar la postura de estos autores con respecto a la existencia, o no, del deber por parte del Estado de asegurar -ya sea estableciendo las condiciones o brindándolos específicamente- los servicios básicos. Dentro de los servicios públicos en general profundizaré el tema de la educación, tema tratado por todos los autores aquí citados. Considero importante estudiar una aplicación concreta que ellos mismos hayan propuesto debido a que de otra manera se puede caer en el subjetivismo que implica derivar conclusiones de un tema a otro. La elección de Smith y Mill para analizar la postura liberal se debe a que son considerados padres del liberalismo moderno. Milton Friedman, por su parte, es uno de los neoliberales más nombrado y controvertido de este siglo. Milton Friedman 1 El papel del Estado: En su libroLa libertad de elegir, Friedman plantea y cuestiona el papel que debe cumplir un gobierno en la- socie dad. Para esto, comienza citando el siguiente párrafoLade riqueza de las naciones, argumentando que no hay mejor respuesta al tema que la dada por Adam Smith. “Proscritos enteramente todos los sistemas de preferencias o de restricciones, no queda sino el sencillo y obvio de la libertad natural que se establece espontáneamente y por sus propios méritos. Todo hombre total que no viole las leyes de la justicia debe quedar en perfecta libertad para perseguir su propio interés como le plazca, 46 dirigiendo su actividad e invirtiendo sus capitales en concurrencia con cualquier otro individuo o categoría de personas. El soberano se verá librado solamente a un deber, (......) la obligación de supervisar la actividad privada, dirigiéndola hacia las ocupaciones más ventajosas de la sociedad. Según el sistema de libertad natural el soberano tiene únicamente tres deberes que cumplir, los tres muy importantes, pero claros e inteligibles al intelecto humano: el primero, defender a la sociedad contra la violencia e invasión de otras sociedades independientes; el segundo, proteger en lo posible a cada uno de los miembros de la sociedad de la violencia y de la opresión que pudiera ser víctima por parte de otros individuos de esa mima sociedad, estableciendo una recta administración de justicia; y el tercero, la de erigir y mantener ciertas obras y establecimientos públicos cuya erección y sostenimiento no pueden interesar a un individuo o a un pequeño número de ellos....” Sin embargo, sostiene que el tercer deber del soberano planteado por Smith da lugar a confusión ya que podría ser considerado como una justificación a un desarrollo ilimitado del poder del Estado. “El error de interpretación del tercer deber de Smith está en que las medidas administrativas también afectan a terceros. Al igual que hay “defectos de mercado” hay “defectos de Estado”. En consecuencia una administración que trate de rectificar esta situación puede acabar empeorando las cosas, imponiendo costes a terceras partes inocentes o beneficiando a afortunados espectadores. Por otro lado, todo aumento del poder público puede convertirse en un medio por el que algunos de los ciudadanos se aprovechen de otros: “toda medida gubernamental lleva una chimenea en su espalda”. Friedman agrega (aunque no desarrolla) una cuarta situación en la cual el Estado debe intervenir: para proteger a los miembros de la sociedad que no pueden ser considerados responsables. Entre éstos seres incluye a los niños y a los locos. Remarca, sin embargo, que podría también dar lugar a grandes abusos. Así, la propuesta de Friedman de limitación a la intervención del Estado tiene su sustento en la idea de que éste no puede ser considerado como un igualador de resultados sino de oportunidades. El caso de la educación: En el capítulo 6 de La libertad de elegir Friedman plantea el tema de la educación. Este capítulo gira sobre los dos temas a los cuales atribuye la disminución de la calidad educativa de los Estados Unidos: por un lado, la ley de asistencia escolar obligatoria y, por el otro, el aumento de la participación del Estado en la educación (ya sea financiando o reglamentando). A la conjunción de estos dos hechos atribuye una consecuencia: la incapacidad de acceder de los más pobres a una buena educación: “En la educación, los padres y los hijos son los consumidores y el profesor y el administrador de la escuela, los productores. La centralización educativa ha supuesto unidades de mayor tamaño, una reducción de las posibilidades de elección del consumidor y un incremento del poder de los productores. En lo que a la educación se refiere, aquellos de entre nosotros que pertenecemos a las clases de ingresos más elevados conservamos nuestra libertad para elegir. Podemos enviar a nuestros hijos a escuelas privadas pagando de hecho dos veces por su instrucción: una en impuestos para mantener el régimen de escuelas públicas y otra en cuotas escolares. O podemos elegir el lugar donde vivir según la calidad de la red de escuelas públicas.” La solución al problema educativo estadounidense propuesta en La libertad de elegir es un sistema de vales. Estos se darían a los padres de los alumnos y serían utilizables sólo para educación. Así, cada cual podría elegir la escuela a la que enviar a sus hijos: “Consideramos que este proyecto de vales es una solución parcial porque no afecta a la financiación de la educación ni a las leyes de asistencia obligatoria. Proponemos llegar mucho más lejos. …La financiación pública de los casos de necesidad perdurará, pero esto ya es algo muy distinto que disponer un sistema escolar financiado por el Estado del que se benefician un 90 por ciento de los niños que van a la escuela por que un cinco o un diez por ciento de ellos son casos que requieren ayuda por parte del Estado.” A la objeción de que el sistema de vales pone a la educación totalmente en manos de los padres, quienes podrían tratarse en muchos casos de personas no necesariamente interesadas o responsables por la educación de sus hijos, Friedman responde: “Sin lugar a dudas hay padres que pierden el interés por la educación de sus hijos o carecen de la capacidad y las ganas de escoger adecuadamente. Con todo, son una pequeña minoría. En cualquier caso, nuestro actual sistema desgraciadamente hace poco para ayudar a sus hijos” Adam Smith y John Stuart Mill Al analizar el texto de La riqueza de las naciones cita do anteriormente (en el apartado de M. Friedman) hay que tener en cuenta que en la época en que fue escrito- el siglo XVIII- los ciudadanos no poseían libertades incuestionadas. No se tenía libertad para elegir la manera de ejercer la profesión, ya que existían gremios muy estrictos, y no se - po día comerciar con quien uno quisiera debido a que existían las compañías de comercio. Contra esto, básicamente, emite su crítica Smith. Sin embargo, no por esto puede decirse que Smith sea cien por ciento liberal. De hecho, por ejemplo, al referirse a los impuestos, aclara que la renta mínima de 2 subsistencia no debe ser sometida a impuestos. A partir de esto podría establecerse el “carácter social” del pensamiento de Smith ya que otorga un beneficio a quienes menos tienen. En el siglo XVIII no se hablaba de comedores escolares ni de seguros de desempleo. Sin embargo, dudo que Adam Smith hubiera rechazado que el Estado adoptara estos modos - ac tuales de asistencia a las personas, en favor de la eficiencia de mercado, si hubiera conocido nuestras circunstancias. No se debe olvidar que, ante todo, Adam Smith era un- pro fesor de moral y, por lo tanto, tenía presente que una de las condiciones para hacer a la sociedad más justa está en aten der las necesidades básicas de las personas sin recursos. Por ejemplo, en el apartado De los gastos correspon dientes a las instituciones destinadas a la educación de -la ju ventud3 se pregunta si el Estado debe prestar atención a la educación del pueblo. La respuesta a dicha pregunta la encontramos en el siguiente párrafo: “Hay casos en que la situación misma de la sociedad coloca a la mayor parte de los individuos en condiciones de adquirir por su cuenta, sin la intervención del gobierno, todas aquellas técnicas y virtudes que el Estado exige o admite. En otras circunstancias, la sociedad no coloca a la mayor parte de los individuos en semejantes condiciones, y entonces en necesaria la atención del Gobierno para precaver una entera corrupción o degeneración en la gran masa del pueblo. 47 La educación de las clases bajas requiere acaso más atención en una sociedad civilizada, que la de las personas de cierta jerarquía y fortuna. Esta clase de gente cuenta más de dieciocho o veinte años de edad cuando abrazan cualquier profesión, actividad o industria, en la que piensan distinguirse. Entretanto, disponen de todo el tiempo suficiente para adquirir, o hallarse en condiciones de perfeccionar más tarde, los conocimientos que los hagan dignos de la estimación pública o los capaciten para ello. Sus padres o tutores desean generalmente que se instruyan, y están por lo común, dispuestos a invertir cuanto se estime necesario para conseguirlo.…Todo lo contrario ocurre con la masa común del pueblo. Tienen muy poco tiempo para dedicarlo a la educación. Sus padres apenas pueden mantenerle en su infancia, e inmediatamente que se hallan en condiciones de trabajar han de aplicarse a algún oficio, que les permita atender a su subsistencia. Estos oficios son, por regla general, tan sencillos y monótonos que no ofrecen al entendimiento ocasión para ejercitarse y, al mismo tiempo, la labor es tan constante y severa que les deja poco tiempo, y menos inclinación aún, para aplicarse a pensar en otra cosa. Pero aunque la masa del pueblo nunca pueda ser tan instruida en una sociedad civilizada como las gentes de cierta jerarquía y fortuna, las más elementales enseñanzas de la educación –como lo son leer, escribir y contar- pueden adquirirse en la edad más tierna, aún por aquellos que se destinan a las ocupaciones más humildes, pues tienen tiempo bastante para aprenderlas antes de abrazar un oficio. El Estado, con muy pequeños gastos, podría facilitar, estimular y aun imponer, a la mayoría de las gentes que pertenecen a clases populares, la obligación de adquirir esos conocimientos tan esenciales de la educación.” Como se puede observar, la postura de Smith es mucho más amplia que la de Friedman. No sólo considera a la educación tan importante como para que sea financiada con ingresos del soberano sino que incluso considera la posibilidad que el Estado pueda obligar a las personas a educarse: “El Gobierno puede obligar también a la mayor parte de las personas pertenecientes a las clases populares a que conozcan los sectores fundamentales de la educación, haciéndoles sufrir un examen o pasar por una prueba, antes de adquirir los derechos de agremiación o de poder dedicarse al comercio en una aldea o ciudad con estatuto gremial.” El caso de John Stuart Mill es a mi juicio análogo al de Adam Smith. Se trata de un liberalismo bastante di- 48 ferente al neoliberalismo actual. En efecto, una de las preocupaciones fundamentales de Mill es la libertad social o civil, la naturaleza y los límites del poder que puede ejercer legítimamente la sociedad sobre el individuo. 4 Sin embargo, el énfasis de Mill no está tanto en la opresión que puede ejercer el Estado y, por tanto, en la necesidad de prevenirse frente a su expansión. Su preocupación pasa por una opresión más sutil. Por ejemplo, Isaiah Berlin, en el prólogo al ensayo de Stuart Mill Sobre la libertad , sostiene que en su vida pública Mill consideró como valores más elevados a la libertad, la variedad y la justicia. Remarco esto debido a que es necesario tenerlo presente para entender el gran énfasis que hace el autor en el que cada persona pueda desarrollar sus propias cualidades: “En el ensayo encontramos, que Mill critica, y sobreto do teme, la democracia debido alaque voluntad del pueblo significa la voluntad de la porción más numerosa o más activa; de la mayoría o de aquellos que logran hacerse aceptar como tal; el pueblo, por consiguiente puede desear oprimir a una parte de si mismo, y las precauciones son tan útiles contra esto como contra cualquier otro uso de poder. Por consiguiente, la limitación del poder de gobierno sobre los individuos no pierde nada de su importancia aun cuando los titulares del Poder sean regularmente responsables hacia la comunidad. Cuando la sociedad misma es el tirano - la sociedad colectivamente, respecto de los individuos aislados que la componen - sus medios de tiranizar no están limitados a los actos que puede realizar por medio de sus funcionarios políticos. Ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, deja menos medios de escapar a ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el alma. Se necesita protección contra la tiranía de la opinión y sentimientos prevalecientes; contra la tendencia de la sociedad a imponer, por medios distintos de las penas civiles, sus propias ideas y prácticas como reglas de conducta a aquellos que disienten de ellas.” Sin embargo, como se ve, Stuart Mill no realiza, como lo hace Friedman, una separación tan tajante entre Estado y sociedad. Es la misma sociedad la que puede oprimir las libertades del hombre, inclusive por medio de la utilización de opinión y no por medio de penas. Mill le da tanta importancia a un castigo que limite la libertad en este sentido como en el otro. Por otro lado, el análisis que realiza sobre la libertad y sus posibles limitaciones contiene una profundidad y una seriedad que en Friedman no encontramos. “No hay un principio generalmente aceptado que permita determinar de un modo normal y ordinario la propiedad o impropiedad de la in- tervención del Gobierno. Cada uno decide según sus preferencias personales…Y en mi opinión, la consecuencia de esta falta de regla o principio es que tan pronto es un partido el que yerra como el otro. El principio destinado a regir absolutamente las relaciones de la sociedad con el individuo en lo que tengan de compulsión o control es el siguiente: el único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entremeta en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros, es la propia protección. Que la única finalidad por la cual el poder puede, con pleno derecho, ser ejercido sobre un miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad, es evitar que perjudique a los demás. El bien propio del individuo, físico o moral, no es justificación suficiente. Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor par él, por que le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería lo más acertado o más justo. Estas son buenas razones para discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún perjuicio si obra de manera diferente”. responsabilidad derivada de aquella libertad. Este es un supuesto que se encuentra también en Smith y Friedman. Sin embargo, es importante rescatar la excepción que hace respecto a las personas que no pueden ser responsables de sus actos. De aquí que el Estado tenga legítimo poder para intervenir en las acciones de quienes no puedan hacerse luego responsables de sus actos. Mill llega incluso mucho más lejos. Analiza el caso de las sociedades inmaduras, aceptando inclusive el despotismo: “No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad; (libertad de pensamiento y opinión, para trazar el plan de nuestras vidas, libertad de asociación entre individuos) y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y plenamente garantizadas. La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse por conseguirlo. Cada uno es el guardián natural de su propia salud, sea física, mental o espiritual. La humanidad sale más gananciosa consintiendo a cada cual vivir a su manera que obligándole a vivir la manera de los demás”. La crítica de Mill recae así en la imposición que pueda En cuanto a la educación, en el capítulo 5 Sobre de la liejercerse, ya sea por parte de la sociedad o del Estado, de bertad, Mill propone aplicaciones prácticas de su princi actitudes o acciones sobre los individuos. ¿Es, entonces,- con pio, y realiza los siguientes comentarios sobre la educación: traria a su opinión la postura de que el Estado debe asistir a los sin recursos en los servicios básicos entre los cuales se “Es evidente que el Estado debe exigir e impoencuentra la educación?. Parecería que no. La única mane ner un cierto grado de educación a sus ciudadara de que un pueblo, en su totalidad, posea libertad de- ele nos. Difícilmente se encontrará quien niegue gir es que exista disponibilidad de bienes (materiales y -espi que uno de los más sagrados deberes de los parituales) entre los cuales elegir. Esta disponibilidad es un dres es darle a sus hijos una educación que los prerrequisito para la libertad por la que aboga Mill ya que capacite para cumplir sus obligaciones en la vide otra manera los individuos no serían libres de elegir- uti da, tanto respecto a sí mismos como a los delizarlos o no: más. .... aunque unánimemente se declara que éste es el deber del padre, escasamente nadie, “Casi es innecesario decir que esta doctrina es admitirá que se le pueda obligar a su cumplisólo aplicable a seres humanos en la madurez miento. Todavía no se ha llegado a reconocer de sus facultades. No hablamos de los niños ni que dar existencia a un hijo sin tener una segude los jóvenes que no hayan llegado a la edad ridad fundada de proporcionar no sólo alimenque la ley fije como la de plena masculinidad o to a su cuerpo, sino instrucción y educación a su femineidad. …Por la misma razón podemos espíritu, es un crimen moral; y que si el padre prescindir de considerar aquellos estados atrasano cumple esta obligación, es Estado debe hados de la sociedad en los que la misma raza puecérsela cumplir, en lo que sea posible a su costa. de ser considerada como en su minoría de edad. …El despotismo es un modo legítimo de Si el Gobierno se decidiera a exigir una buena gobierno tratándose de bárbaros, siempre que educación para todos los niños, se evitaría la su fin sea su mejoramiento, y que los medios se preocupación de proporcionársela por sí. Puejustifiquen por estar actualmente encaminados de dejar que los padres obtengan la educación a ese fin”. para sus hijos donde y como prefieran, contentándose con auxiliar a pagar los gastos escolares Al hablar de libertad, Mill supone una sociedad made los niños de clases pobres, o pagarlos íntedura. Hay una continua referencia en el ensayo Sobre la gramente a aquellos que carezcan en absoluto Libertada la responsabilidad de las acciones personade medios para hacerlo. Las objeciones que les. Mill defiende tanto la libertad como también la con razón se formulan contra la educación por 49 el Estado no son aplicables a que el Estado imponga la educación sino a que el Estado se encargue de dirigirla; lo cual es cosa totalmente diferente. Me opongo a que toda o gran parte del pueblo se ponga en manos del Estado. La importancia de la individualidad de carácter y la diversidad de opiniones y conductas, implica una diversidad de educación. La educación por parte del Estado haría a todos sus ciudadanos exactamente iguales. que Friedman tiene razón en que hay que permitir una mayor posibilidad de elección ya que haría que éstas tengan incentivos para mejorar su nivel educativo. Así, el sistema de vales parecería ser una propuesta razonable. Los padres y alumnos tendrían la oportunidad, llegado el caso, de manifestar su desacuerdo con la escuela cambiándose a otra. Sin embargo, no considero que sea prudente el “llegar mucho más lejos”. El que la educación no sea obligatoria, por más facilidades de financiamiento que se le den a los padres sin recursos, haría que muchos niños pequeños salgan a A menos, es cierto, que la sociedad en general trabajar antes de terminar la escuela primaria. El que se encontrase en un estado tal de atraso que no los individuos de una sociedad sepan escribir, leer y pudiera proveerse o no se proveyera por sí de contar es tan básico para el desarrollo de la misma, adecuadas instituciones de educación, a no ser que una sociedad no puede permitir que algunos de tomando el Gobierno sobre si esta función, ensus miembros no se eduquen. tonces, realmente, puede el Gobierno encargarEs una tarea fundamental del Estado garantizar a se, como el menor de los dos grandes males, de todos los niños la posibilidad de concurrir a la escuela. lo relativo a escuelas y universidades, como pueEsto se logra tanto brindando asistencia económica a de suplir a las compañías por acciones cuando quienes no poseen medios (a través de escuelas públino exista en el país una forma de empresa privacas, sistemas de vales, subvenciones, etc.), o aseguranda adecuada a las grandes obras industriales”. do a los niños cuyos padres no se preocupan por su educación, que igual accederán a ella. Es un deber de Cabe destacar que el autor se opone a que toda la educa la sociedad, ejercido a través del Estado, el asegurarse ción sea impartida por el Estado pero no a que el Estado la formación de sus individuos. Por esto, y contrariaasista a quienes no puedan acceder a ella ni a que existan mente a lo que sostiene Friedman (cuya postura no escuelas públicas en lugares donde no hay oferta suficiente. justifica), considero que los beneficios de la asistencia Del ensayo de Mill surge permanentemente el principio de obligatoria a las escuelas superan a los costos. En camsubsidiariedad que establece que el Estado debe brindar las bio, esta situación si es comprendida tanto por Smith condiciones necesarias para que los privados actúen y sólo como Mill, que no temen “permitir” que el Estado intervenir en aquellos casos en que los privados no puedan obligue a los ciudadanos a educarse. hacerlo. De este modo, aunque Friedman coincide con Smith y Stuart Mill en que en ocasiones el verdadero ejercicio de la libertad implica que no exista un EstaConclusiones do que imponga continuas reglamentaciones sino que deje a los individuos decidir por su cuenta, esto Los autores clásicos no se oponen a la intervención no quiere decir que el Estado no pueda y deba interestatal de por sí. Sus obras son a favor de la libertad, venir para corregir situaciones particulares o asistir a no en contra del Estado, como parecería ser la obra de quienes lo necesitan. Por lo tanto, considero que no Milton Friedman. La postura de Friedman sobre la lise pueden comparar ni asimilar la postura de Friedmitación del Estado es más extremista que la de los auman con las de Smith y Mill. Aunque el primero se tores clásicos. base en ellos y los cite, creo que los ha malinterpretaPor ejemplo, en el primer aspecto que hemos analido. zado, esto es, la obligatoriedad de la enseñanza, FriedPor otra parte, el razonamiento de Friedman gira man insiste en que la educación no sea obligatoria, aún en torno a que toda educación brindada por el Estado en detrimento de los beneficios derivados de dicha oblies de por sí mala y, por lo tanto, si existiera la posibiligatoriedad. Pero creo que así se olvida de lo que pensadad de elegir, se optaría por las escuelas privadas. Aquí ban al respecto los clásicos del liberalismo quienes todael razonamiento de Friedman falla nuevamente. A pevía creían que un requisito para poseer las mismas oporsar de que muchos Estados han demostrado ser capatunidades es que, en ciertas cuestiones, haya igualdad ces de llevar adelante y mantener proyectos educativos de resultados. A modo de ejemplo se puede citar el caso ineficaces, existen otros, como el de Finlandia, en que de la educación universitaria gratuita. Por más que ésta la educación por ellos brindada es sumamente eficienexista, si no hay una calidad pareja en la educación prite. maria y secundaria, no todos tendrán la misma posibiliFinalmente me parece importante destacar la difedad de acceder a un título universitario (por que se trarencia entre Mill y Friedman en lo concerniente a las ta de salir de la universidad, no sólo de entrar). razones a la no-intervención Estatal. Los motivos de En el caso de Estados Unidos la regulación del EstaFriedman parecen estar basados pura y exclusivamente do sobre el sistema educativo es muy elevada. Los paen la eficiencia del mercado. Mill, en cambio, sostiene dres, por ejemplo, pueden solamente enviar a sus hijos que no es bueno que el Estado tome control absoluto a la escuela pública de su barrio. En este aspecto, creo de la economía debido a que hace que los individuos 50 “caigan” en una postura en la que dejan de ejercer su imaginación y creatividad.5 Friedman ataca la interferencia del Estado en la economía por razones de su puesta eficiencia y no debido a que la libertad sea un derecho invalorable en las personas (como luego veremos que ocurre en el caso de Stuart Mill). Por otro lado, otra diferencia clara entre Mill y Friedman es que éste último pone como causante de la falta de libertad sólo al Estado cosa que el primero no realiza. Stuart Mill se opone a cualquier delimitación de la libertad independientemente de si proviene del Estado o de la opinión pública. Cuando defiende la libertad lo hace en referencia a la persona en su totalidad, como un valor fundamental de la misma. En cambio, cuando leemos a Friedman encontramos que ubica al Estado y la sociedad como si fueran opuestos por naturaleza y ve a la defensa de libertad no referida a la totalidad de la persona sino solamente en su aspecto económico (dejando la sensación de que es la única libertad imprescindible). Por último me gustaría resaltar la diferencia de profundidad y calidad de las obras expuestas. En La Riqueza de las Nacionesencontramos un pensamiento lógico y tantas certezas que inclusive hoy, casi 300 años después, hallamos en ella importantes respuestas para los problemas de nuestro tiempo. La obra de Mill es extremadamente clara y precisa, no deja ningún punto por tocar y nada sin justificar. Se puede no estar de acuerdo con él, pero en su obra encontraremos su pensamiento sin disfraces, de manera clara y directa. Lamentablemente no se puede decir lo mismo de Milton Friedman. Su obra no posee punto de comparación con las anteriormente citadas. El autor asume sin demostrar que toda intervención del Estado es dañina, y sobre dicho supuesto escribe su libro. Desde mi punto de vista La libertad de elegir es resultado del clima de propaganda anticomunista del tiempo en que se escribió más que una obra que establezca y defienda las bases del liberalismo. Milton y Rose Friedman. La libertad de elegir . Biblioteca de Economía. Ediciones Orbis SA. Hyspamerica. 1983 2 Adam Smith. Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones. Fondo de cultura económica. Edición 1958. Pg. 612. 3 Op. Cit. Capítulo I. “De los ingresos del Soberano o de la República” Pg. 671. 4 John Stuart Mill. Sobre la libertad . Alianza editorial S.A. Primera edición 1970. Reimpresión 1986. 5 Richard A. Musgrave en su libro Teoría de la hacienda pública (pg. 96) cita las excepciones al laissez faireque admite Mill en Principles of poilitical Economy cuando un “gran bien” lo exija: 1) educación pública, 2) cuidado de niños y anormales, 3) la protección de los contratos de perpetuidad, 4) la inspección de compañías por acciones, especialmente si están en situación monopolística, 5) la asistencia pública, 6) importantes servicios públicos que han de realizarse, aunque no exista ningún individuo especialmente interesado en realizarlos ni pudiera esperarse de su realización remuneración alguna de tipo natural o espontánea. Según Musgrave dichas excepciones al laissez faire permitirían casi todo tipo de intervención pública. 1 51