VI. EL ORIGEN DE LOS SERES VIVOS.

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VI. EL ORIGEN DE LOS SERES VIVOS.
I. Introducción.
II. El origen de los seres vivos según las religiones.
III. Las teorías de la evolución.
a.
b.
c.
d.
e.
Breve Historia.
El proceso evolutivo según Lamark.
El darwinismo.
El mutacionismo.
Posición actual.
EL ORIGEN DE LOS SERES VIVOS.
I. INTRODUCCIÓN.
A la cuestión del origen de la vida (como a la del origen del Universo o
del género humano) se ha intentado responder desde dos ámbitos distintos, a
saber, desde las concepciones y creencias religiosas y desde las experiencias
y teorías científicas.
Sin que este hecho signifique que se haya podido establecer una clara y
precisa diferencia entre ambas esferas, en general, las religiones apelan a las
enseñanzas tradicionales, a las comunicaciones de la Divinidad realizadas a
los profetas o a los grandes hombres de la "antigüedad" y a los relatos míticos
y epopéyicos transmitidos en forma oral o recogidos en los libros sagrados; las
ciencias, en cambio, procuran analizar los datos observables, los documentos
encontrados y los hechos que intentan explicar.
Las concepciones religiosas se aceptan por fe, por respeto a las
verdades tradicionales o por creencias sentimentales; las teorías científicas por
evidencia y por demostración científica.
II. El ORIGEN DE LOS SERES VIVOS SEGÚN LAS RELIGIONES.
La mayoría de las religiones, de manera más o menos explícita, afirman
que el Universo entero (todas las cosas, los seres vivos y la especie humana)
proceden de Dios (o de los dioses).
Por ejemplo, el hinduismo (siglo x a. C.) asegura que todo lo que existe
surgió gracias al dios Brahma. Éste creó el espíritu, la energía, el tiempo y sus
divisiones, las constelaciones y los seres vivos y, por supuesto, al hombre y a
la mujer.
Según la religión babilónica (siglo XIX a. C.) el dios Marduk creó el Sol,
la vegetación y la humanidad; los indios Hopi de Arizona defendían que una
diosa creó un gran número de aves y animales y los envió a poblar el mundo;
luego, tomando barro de la tierra, hizo la primera mujer y después al hombre.
Concepciones análogas podemos encontrar en otras muchas civilizaciones.
Si nos centramos en la tradición judeo-cristiana, a la cual pertenece
nuestra cultura, observamos que el primer libro de la Biblia, el Génesis, nos
narra la creación del Mundo, las plantas, los animales y el hombre por Dios.
Según el Génesis, Dios creó todas las cosas y, luego, a su imagen y
semejanza, a nuestros primeros padres, Adán y Eva, y de esta primera pareja
desciende toda la humanidad.
Tradicionalmente, estas concepciones consideraron, por una parte, que
todas las especies de seres vivos fueron creadas de una vez para siempre y,
en consecuencia, que eran inmutables y, por otra, que entre el ser humano y el
resto de los seres vivos existía una separación profunda y tajante. Según esto,
los humanos eran seres absolutamente distintos.
III. LAS TEORÍAS DE LA EVOLUCIÓN.
Para las modernas teorías científicas, el problema del origen de los
seres vivos se enmarca dentro de una teoría de alcance mucho más universal,
que es la teoría general del origen de las especies.
En este sentido, la respuesta sobre el origen de las distintas especies
procura mantenerse dentro de los datos proporcionados por las ciencias
positivas, especialmente por la Geología, Paleontología, Etología, Ecología,
Bioquímica, etc.
Este hecho no supone que nos encontremos capacitados para exponer
una teoría científica completa, definitiva y de carácter excluyente, es decir,
capaz de rechazar cualquier otra interpretación. Las ciencias que hemos
enumerado, como en general todas las ciencias positivas, nos proporcionan
datos, hechos, relaciones; pero la interpretación de los datos, de los hechos y
de las relaciones siempre posee un carácter provisional o hipotético; pues, por
una parte, las ciencias positivas difícilmente pueden aportar una explicación
completa y definitiva sobre los objetos que estudian y, por otra, la última razón
y el último sentido del surgimiento de los seres vivos siempre se encuentra más
allá de las aportaciones suministradas por dichas ciencias.
De cualquier forma, a medida que se descubren y se analizan los restos
geológicos y las aportaciones de las Ciencias de la Naturaleza, más claramente
se nos manifiesta que todas las especies de seres vivos se encuentran
sometidas al proceso de evolución.
Aunque en casi todas las épocas históricas encontramos pensadores
que defendieron ciertas posiciones evolucionistas, hasta hace poco más de un
siglo se creía, casi universalmente, que todas las especies vivientes habían
sido "creadas" independientemente unas de otras. Esta opinión era sustentada
por casi todas las concepciones religiosas y por la mayoría de los filósofos y
hombres de ciencia.
Pero, en la actualidad, los datos suministrados por las diversas ciencias
geológicas y paleontológicas ponen en evidencia que unas especies proceden
de otras y que la vida se encuentra siempre evolucionando. El problema es
enormemente complejo; pero, al mismo tiempo, da evolución es un hecho
indudable. La vida se manifiesta según una sucesión de formas escalonadas
en las que unas estructuras vitales provienen de otras anteriores; y todas las
especies animales y vegetales actualmente conocidas no son sino fruto de la
evolución de otras especies precedentes.
Según esta concepción, la mayor parte de los grupos (phylum) de seres
vivos se deriva, en última instancia, de las formas elementales de vida
aparecidas hace dos o tres mil millones de años o, retrocediendo un poco más,
como afirma el biólogo americano Beadle, toda la vida puede proceder, en
último término, del hidrógeno.
a) Breve historia.
La evolución, científicamente, es un hecho que hoy no se discute. Parece
ya incuestionable que en la naturaleza , a partir de un «algo» inicial -materia,
energía, o como quiera llamársele-, se han ido produciendo, poco a poco,
distintas formas de vida hasta llegar al ser humano.
Sin embargo, esta situación cultural -la admisión generalizada de las ideas
evolucionistas- es relativamente reciente. La teoría que ha prevalecido hasta el
siglo XIX ha sido la inversa: el fijismo. Según esta teoría, las especies vegetales o animales- son invariables o «fijas», ( de ahí el término «fijismo»), lo
que implica aceptar su aparición única y espontánea, y la total independencia
de las especies entre sí. Las especies habrían sido creadas por Dios tal y
como son desde el principio (creacionismo); si hay, efectivamente, restos
fósiles, no deben interpretarse como «antecesores» de los seres vivos
actuales, sino como especies desaparecidas.
En el siglo XVIII dos ilustres represenantes del fijismo fueron el sueco
Linneo, autor de la primera taxonomía importante1, y el francés George
Cuvier2, auténtico fundador de la Paleontología, gracias a sus hallazgos de
1
A mediados del siglo XVIII, un botánico sueco, Linneo, fue el creador del moderno concepto de especie,
utilizando una nomenclatura binaria para clasificar las distintas clases (especies) de seres vivos; con este
fin, empleó una terminología latina y designó cada clase con el nombre del género común y con el de la
propia especie.
Según esta teoría, los géneros y las especies forman unidades propias y evidentes, pues,
estudiando los seres naturales se observa que existen distintos grupos de géneros semejantes, los cuales
pueden ser clasificados en familias, éstas en órdenes, y éstos, a su vez, en clases, etc.
Linneo fue un científico fijista, es decir, defendía la invariabilidad de las especies. No obstante, en
sus clasificaciones se halla implícita la idea de que deben existir grandes analogías intrínsecas entre las
distintas especies pertenecientes a un mismo género.
Por lo demás, parece que el propio Linneo llegó a lanzar la hipótesis de que, tal vez, todas las
especies de un mismo género tuvieran un origen común, diferenciadas por medio de sucesivas
hibridaciones, es decir, de fecundaciones entre individuos de distinto género o especie.
2
Las posiciones evolucionistas de finales del siglo xviii y de principios del xIx tuvieron una débil
resonancia en su tiempo, debido a la mentalidad general de la época (tanto las autoridades científicas
como las religiosas eran defensoras de la invariabilidad de las especies) y al prestigio del gran naturalista
francés G. Cuvier, defensor de la teoría fijista.
Cuvier, en cierto modo, puede ser considerado como uno de los padres de la Paleontología y, en
este sentido, realizó una gran cantidad de aportaciones al estudio de los animales fósiles, las cuales,
hacia mediados del siglo xix, iban a favorecer el surgimiento de las teorías evolucionistas; sin embargo él,
paradójicamente, fue un obstinado defensor de la teoría fijista.
Según la teoría fijista, tanto las especies vegetales como las animales y, por supuesto la propia
especie humana, son invariables y, por tanto, no existe evolución. Pero entonces, ¿cómo se explica la
desaparición de unas especies y el surgimiento de otras nuevas?¿Cómo se justifica la sustitución de unas
determinadas especies por otras nuevas? La explicación de Cuvier se basó en la opinión de que hubo
diversas creaciones sucesivas separadas por grandes cataclismos geológicos que aniquilaron multitud de
seres vivos.
animales fósiles. A pesar de estos hallazgos, Cuvier pensó que se trataba de
especies desaparecidas en cataclismos universales, y no de efectivos
antepasados de las especies vivas.
Los restos de animales y plantas fósiles no existentes se explicaban en base
a la teoría del diluvio universal o bien mediante la Teoría de las Catástrofes,
como había postulado Cuvier, según la cual habrían existido tantas catástrofes
como estratos existían.
Un primer intento de teoría evolucionista se debe al también francés Buffon,
que anticipa ideas de carácter predarwinista, pero la primera formulación
rigurosa, si bien un tanto teórica, es la de Jean Baptiste de Monet, caballero de
La Marck (conocido por Lamarck). En el año 1809 - el mismo en que nace
Darwin, publica Lamarck su Filosofía zoológica, obra en la que expone su
teoría de la evolución por medio de la adaptación de las especies al
medio, y la creación, desarrollo o atrofia de los órganos necesarios para
esta adaptación.
Sin embargo, hasta mediado el siglo XIX, las teorías evolucionistas no van a
abrirse paso de modo definitivo. Se debe al inglés Charles Darwin la
formulación más precisa y rigurosa del evolucionismo. En 1859 publica El
origen de las especies por medio de la selección natural, su obra más
importante, cuya primera edición, de 1.250 ejemplares, se agotó el primer día
que se puso a la venta. Ello se explica, en buena medida, porque las
investigaciones de Darwin, aunque no publicadas, habían trascendido al
público culto, que esperaba impaciente la obra. Junto a Darwin, y como
descubridor simultáneo de la teoría, hay que registrar siempre el nombre de
Alfred Russel Wallace.
Después de Darwin, el evolucionismo ha seguido un curso ascendente,
haciéndose cada vez más firme como teoría científica. Nombres como el de
Thomas Huxley -amigo y continuador de Darwin- y su nieto Julian Huxley
creador de una teoría sintética de la evolución; como el del naturalista alemán
Haeckel, el del ruso Oparin, el del francés Teilhard de Chardin, etc., irán
siempre unidos a la historia de las teorías evolucionistas.
b) El proceso evolutivo según Lamark.
La clasificación llevada a cabo por Linneo se basaba en la mayor o
menor proximidad entre unas y otras especies dentro de sus correspondientes
géneros; hemos visto que el propio Linneo llegó a "imaginarse" la posibilidad de
que las especies pertenecientes a un mismo género poseyeran un origen
común. Por otra parte, ideas similares pueden encontrarse en algunos
pensadores de la Ilustración, en el siglo XVIII.
Pero el primer científico que propuso una teoría casi completa sobre la
evolución fue el naturalista Lamarck (J.-B. de Monet, Caballero de Lamarck).
En 1809, Lamarck publicó su obra fundamental, Filosofía zoológica, y en
ella afirma que los seres vivientes poseen una tendencia a desarrollarse y a
multiplicar sus órganos y sus formas, dando lugar a que éstos sean cada vez
más perfectos. Según esta teoría, todas las especies vegetales y animales
proceden de otras especies anteriores menos desarrolladas y más imperfectas.
Su teoría, en lo esencial, podría sintetizarse así:
1) La vida se desarrolla y desenvuelve siempre en un medio
determinado, en el que pueden producirse cambios.
2) Estos cambios en el medio originan una serie de necesidades en el
viviente para a adaptarse a las nuevas circunstancias.
3) Estas necesidades determinan el desarrollo o atrofia de órganos ya
existentes, o, incluso, la aparición de órganos nuevos. El principio de esta
teoría sería: "la función crea el órgano y la necesidad la función". Si un
órgano se usa frecuente y reiteradamente, tiende a desarrollarse y a aumentar
su capacidad; en cambio, si un órgano no se utiliza, se debilita, se reduce y
termina por desaparecer. Expresado de otro modo, el órgano que se utiliza se
hipertrofia, el órgano que no se utiliza se atrofia.
El cambio del medio o del clima provocaría la modificación de las
actividades, convirtiéndose tal modificación en un hábito heredable. Algunos de
los cambios o variaciones efectuadas por determinados especímenes se
transmiten por herencia a sus descendientes, pudiendo, de esta manera, dar
lugar a nuevas especies.
Para ilustrar su teoría, el propio Lamarck propuso algunos ejemplos de
variaciones animales, a saber: los topos, que pasan casi toda su vida bajo
tierra y sin luz,
apenas utilizan el sentido de la vista y, en consecuencia, casi la han perdido
debido a que sus ojos son diminutos y están profundamente hundidos.
La jirafa se alimenta del follaje de los árboles, todo su cuerpo "tiende
hacia arriba", por lo que se le han alargado el cuello y las patas delanteras. Los
patos, las ocas y los animales palmípedos, que tienden a vivir en lugares con
abundancia de agua, han desarrollado en las patas una membrana interdigital
que les facilita la natación.
El concepto de herencia constituye la clave de la teoría lamarckiana. No
basta con que surjan variaciones en los individuos para que se produzcan
modificaciones en las especies; es necesario, además, que estas variaciones
individuales sean heredadas por sus descendientes. En este sentido, la
evolución para este científico posee un carácter finalista, es decir, según él, en
el proceso evolutivo van surgiendo cada vez especies mejor dotadas, más
desarrolladas, más perfectas.
Lo más discutible de esta teoría es que no explica cómo se heredan las
modificaciones adquiridas (las que sólo afectan al fenotipo y no al genotipo); si
las modificaciones adquiridas no son hereditarias, no puede entenderse el
proceso evolutivo como un proceso de adaptación al medio.
c) El darwinismo.
Reaccionando contra estas posiciones, y en medio de un ambiente
hostil, el británico Ch. Darwin fue el primer científico que de una manera
explícita defendió la evolución de todas las especies de seres vivos. Con
anterioridad, Lamarck había formulado una teoría evolucionista, pero parecía
excluir de la evolución a la especie humana. Para Darwin, en cambio, no cabía
la menor duda de que el hombre se encuentra inmerso en el mismo proceso
evolutivo que el resto de los seres naturales.
Darwin publicó en 1859 El origen de las especies y, más tarde, en 1871,
El origen del hombre. En estas obras presentó una teoría completa sobre la
evolución, según la cual el conjunto de las especies animales y vegetales
actuales procede de otras especies anteriores.
La teoría de Darwin no va del medio al viviente, sino del viviente al medio.
No se trata de un proceso de adaptación, sino de selección natural.
En 1859 apareció El origen de las especies, donde se desarrollaban cuatro
tesis fundamentales, las dos primeras en concordancia con Lamark, no así las
dos segundas:
a) El mundo no es estático, sino que evoluciona; las especies cambian
constantemente; se origina unas y se extinguen otras.
b) El proceso de evolución, en general, es gradual y continuo; no
consiste en saltos discontinuos o súbitos.
c) Los organismos semejantes están emparentados y descienden de un
antepasado común. Lamark, por el contrario, pensaba que cada grupo de
organismos representaba una línea evolutiva independiente originada por
generación espontánea.
d) LA SELECCIÓN NATURAL: El cambio evolutivo no es el resultado de
un impulso misterioso, ni una simple cuestión de azar, sino el resultado
de la selección natural, la cual tiene dos fases:
1. PRODUCCIÓN DE LA VARIABILIDAD: Cada generación posee
cantidad de variaciones. Darwin no conocía el origen de tales
variaciones, que será esclarecido por la genética3.
2. SELECCIÓN A TRAVÉS DE LA SUPERVIVENCIA EN LA LUCHA POR
LA EXISTENCIA.
En una población compuesta por millones de individuos, algunos
tendrán dotaciones genéticas mejor dotadas para hacer frente al conjunto
de presiones ecológicas dominantes, poseyendo una probabilidad de
supervivencia y de procreación mayor que el resto de los miembros. De
esta manera se determina la dirección del proceso evolutivo. Darwin entiende
que las especies -y, claro está, los individuos que las constituyen- tienen que
sostener una auténtica lucha por la existencia. Esta lucha, en sus rasgos
generales, puede considerarse de tres modos distintos:
a) Como lucha de unos animales contra otros - vg., la de los
congéneres machos en época de celo.
3
Hoy sabemos que el ADN del núcleo celular está organizado en numerosos genes que se autorreplican
y pueden mutar formando alelos distintos. Existen dos tipos de genes:
a) Los estructurales, que codifican información para la síntesis de proteínas específicas.
b) Los reguladores, que activan o desactivan genes estructurales.
Los genes se disponen en los cromosomas ordenadamente y puede recombinarse entre sí durante el
proceso celular de la meiosis, que precede a la formación de las células germinales en las especies que
se reproducen sexualmente. Cada individuo biológico posee un genotipo o dotación genética completa en
cada uno de los núcleos celulares de los individuos pertenecientes a una determinada especie y un
fenotipo o realización visible del genotipo en un determinado ambiente, que compite con otros fenotipos
por el éxito en la reproducción.
La diversidad de genotipos que pueden producirse durante la meiosis es inimaginable y parte de ella se
conserva en las poblaciones a pesar de la selección.
Sintetizando, por recombinación, mutación o acontecimientos aleatorios se produce una gran
variabilidad genética.
b) Como lucha por la supervivencia entre animales cazadores y
cazados.
c) Como lucha de los animales en el medio en el que se desarrolla
su vida.
Sin embargo, estos tres modos en que puede entenderse la lucha por la
existencia son, en el fondo una lucha contra e1 medio ya que éste no es
solamente el medio físico, sino también el constituido por los otros vivientes.
Pues bien, en este medio, según Darwin, sobreviven siempre los más
aptos: en la lucha entre congéneres machos vencerá el más fuerte, que es el
que se emparejará y dejará descendencia; en la lucha entre cazadores y
cazados vencerá también el mejor dotado para huir o para atacar; si una
manada de lobos persigue a unos ciervos, serán cazados los ciervos menos
veloces y resistentes por los lobos más fuertes; y los ciervos más ágiles huirán,
quedándose sin cazar los lobos viejos, lentos, etc. En cualquier caso,
sobreviven siempre los más aptos.
Pero, como se puede apreciar, esta mayor aptitud no es algo que los
animales se puedan proponer para adaptarse al medio, tal y como pretendía
Lamark; se trata más bien de lo contrario; que los animales que se adaptan
son considerados por ello los más aptos. A esto es a lo que Darwin llamó
"selección natural". Si el medio es adverso, el ser vivo no puede hacer que
sus órganos se adapten a ese medio; simplemente perece. Según Darwin, lo
que sucede es lo contrario: que hay animales que nacen con variaciones
morfológicas, funcionales; si estas variaciones son inútiles, si no sirven
al ser vivo para adaptarse al medio, el viviente muere; pero si son útiles,
permitiéndole adaptarse al medio, entonces se produce una selección
natural. Sin embargo, no hay que malinterpretar este concepto de selección
natural.
La selección natural no actúa de modo consciente, no
persigue ningún fin; no es ella la causa, sino el resultado de las
variaciones.
Las variaciones útiles son hereditarias por ser variaciones de nacimiento.
Aunque Darwin no tenía las cosas muy claras, opinaba que tales variaciones
estaban relacionadas con las condiciones de vida a las que ha estado sometida
la especie durante varias generaciones4.
Si bien hoy es aceptada en general la idea de evolución con toda su
apoyatura científica, tal idea no cierra la cuestión sobre qué es el ser humano,
sino que por el contrario nos sumerge en nuevas incógnitas filosóficas: ¿Es el
ser humano mera materia, aunque altamente organizada? ¿puede hablarse de
principio espiritual diferente a esa materia?¿es incompatible el evolucionismo
con cualquier credo religioso de corte creacionista? ¿es la evolución un
proceso ciego y azaroso o responde a alguna finalidad? ¿somos mero fruto de
una combinación genética azarosa? ¿somos el resultado del azar y/o de la
4
La teoría de Darwin vino a ser confirmada por los resultados de la genética. Los primeros
descubrimientos sobre las leyes de la herencia fueron los de Mendel (1866), que encontró las unidades
de la herencia: los genes, aportando con ello luz sobre el problema de la transmisión de las variaciones
heredables. Los estudios posteriores de De Vries, Johannsen y de Morgan en torno a las mutaciones de
la drodophila melanogaster (1910), que mostró que los genes estaban en los cromosomas, fueron
decisivos. Posteriores estudios como los de Watson y Crick (1953) en torno a la estructura del ADN y de
español Severo Ochoa sobre el ARN, han ido aclarando la complejidad del código genético.
necesidad? ¿podemos utilizar la genética para transformar el destino o mejor
para crear nuevas especies?...
En definitiva, la teoría darwiniana de la selección natural propugna que
todas las especies vegetales y animales tienden a reproducirse y a
multiplicarse hasta saturar su hábitat. Pero, una vez que se ha producido la
saturación, comienzan a escasear los recursos y los alimentos, la vida se torna
difícil, y entonces empieza la lucha por la existencia, en la que perece la mayor
parte de los individuos y sólo logran sobrevivir los más aptos, los mejor
dotados. Éstos transmitirán sus caracteres a sus descendientes, que, a su vez,
serán más y tendrán más larga vida que los descendientes de los menos
dotados y, consecuentemente, tendrán una mayor descendencia; de esta
manera, inexorablemente, el propio proceso de selección natural, generación
tras generación, actuando sobre los individuos, va modificando las especies y
originando especies nuevas.
Por supuesto, cuando las condiciones son muy favorables, puede
producirse una cierta estabilidad más o menos duradera; pero, tarde o
temprano, dicha estabilidad resulta alterada y el proceso continúa.
d) El mutacionismo.
Hacia mediados del siglo XIX, el fraile austriaco G. Mendel realizó una
serie de experimentos de hibridación con guisantes, que le llevó a establecer la
tesis de que la herencia se encuentra regida por leyes estadísticas y,
basándose en este supuesto, estableció las relaciones existentes entre los
caracteres dominantes y los caracteres recesivos en el proceso de la herencia
(leyes de Mendel).
Los trabajos de Mendel, ignorados durante el resto del siglo XIX, fueron
recogidos a comienzos del siglo xx e influyeron, de manera decisiva, en el
surgimiento de las teorías mutacionistas.
El holandés Hugo de Vries, basándose en estos trabajos, modificó las
teorías de Darwin. De Vries sustituyó la noción de variación continua
darwiniana por la de variación discontinua o mutación. Según dicha
concepción, en los seres vivos se pueden distinguir dos clases de variaciones:
unas, llamadas modificaciones, debidas a factores medioambientales, y otras,
denominadas mutaciones, que poseen un origen más complejo y que
ocasionan perturbaciones genéticas. Las primeras no se transmiten y, por
tanto, no desempeñan ningún papel en la evolución; las segundas, actuando
sobre las células germinales, provocan cambios que se transmiten y originan
las variaciones de las especies.
e) Posición actual.
El posterior descubrimiento del ADN, los estudios de Morgan
(experimentos con la mosca Drosophila melanogaster) y Cuénot (teoría de la
preadaptación) y el espectacular progreso de la Paleontología, la Genética y
otras ciencias análogas han supuesto notables avances para la comprensión
de la evolución.
Desde estos nuevos niveles, las teorías actuales defienden que el
mundo de los seres vivos es un entramado complejo de especies sometido a
una lenta pero constante evolución en la que, de acuerdo con Darwin,
interviene un proceso de selección natural, pero también, como decía H. de
Vries, se encuentra sometida a la acción de las mutaciones.
Las alteraciones en la ordenación o en la estructura del ADN del núcleo
de las células germinales originan cromosomas distintos (mutaciones) y, si
estas alteraciones son "ventajosas", pueden ocasionar cambios evolutivos.
Ahora bien, para que dichos cambios se produzcan es necesario que las
variaciones cromosómicas se transmitan mediante la herencia, y en ésta
desempeña un papel destacado la selección natural, ya que ella determina qué
clase de seres se reproducirán y, por tanto, qué clase de mutaciones se
transmitirán y qué especies pueden surgir.
A este respecto, se piensa que en el proceso, dirección, velocidad, etc.,
de la evolución intervienen una gran cantidad de factores, a saber, las
influencias del medio o cambios ambientales, la longevidad de los individuos de
la especie, el número de especímenes afectados por la variación, la amplitud y
las características del proceso mutacional, la relación de unos especímenes
con otros, etc. En este sentido, la Paleontología presenta especies fósiles que
prácticamente no han sufrido alteraciones desde épocas muy remotas; así,
algunas especies de seres vivos adaptadas a ciertos medios aislados, y
protegidas de la competencia de otros seres, evolucionan más lentamente que
aquellas especies que viven en espacios abiertos, en proximidad y
competencia con otras especies semejantes.
Por ejemplo, la ausencia en Australia de animales depredadores ha
permitido la persistencia de una fauna arcaica, formada por numerosas
especies de mamíferos inferiores y auténticos "fósiles vivientes" extintos en el
resto de los continentes. Mas la introducción en tiempos recientes de ciertos
animales (perros, ovejas, ratones y conejos), y el comportamiento de los seres
humanos, están alterando el equilibrio y varias especies se encuentran en
peligro de extinción.
Los vertebrados, en general, y sin que ello sea del todo exacto, se
pueden caracterizar, a este respecto, de la forma siguiente: las especies cuyos
individuos viven largo tiempo, poseen un cuerpo grande, tienen un largo
proceso de gestación y una descendencia reducida, evolucionan con mayor
lentitud que aquellas cuyos individuos tienen un ciclo vital corto, poseen un
cuerpo pequeño, una gestación de corta duración y un número amplio de
descendientes (por ejemplo, los elefantes evolucionan más lentamente que los
conejos o que las ratas).
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