La gracia de Dios, un favor inmerecido

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La gracia de Dios, un favor inmerecido
INTRODUCCIÓN: La salvación del hombre puede ser vista por la
humanidad solo de dos maneras: un hombre se salva por sus propios
méritos o por la gracia de Dios. ¿La salvación es un camino abierto por el
hombre de la tierra al cielo, o es el resultado del camino que Dios ha
abierto del cielo a la tierra? ¿El hombre construye su propia salvación por
su esfuerzo o lo recibe como un don inmerecido de la gracia divina? Es
imposible ser salvo al mismo tiempo por las obras y por la gracia; llegar al
cielo por mérito propio y, al mismo tiempo a través de Cristo.
La gracia soberana de Dios es el único medio por el cual podamos ser
salvos. Los Reformadores levantaron la bandera de “Sola Gratia”, en
oposición a los esfuerzos humanos que se creía en aquellos tiempos que
era lo que salvaba.
DESARROLLO
1) La gracia de Dios es un favor concedido a los pecadores que no la
merecen: (Ef 2:8-10) Dios no nos ha querido, elegido, llamado y justificado
a causa de nuestros méritos, pero si a pesar de nuestros méritos. La causa
de la salvación no está en el hombre y no es lo que hacemos por Dios,
sino lo que Dios ha hecho por nosotros. Dios nos amó cuando éramos
débiles, pecadores impíos y enemigos de Él. Dios nos escogió no porque
éramos santos, sino para ser santos, no porque practicáramos el bien, sino
para buenas obras, no porque éramos obedientes, pero nos llamo a
obediencia.
2) La gracia de Dios no se concede a aquellos que piensan que son
dignos, sino para los que reconocen que son pecadores: (Lc 18:9-14) Los
que se acercan a Dios con el orgullo, llenos de sí mismos, con una
supuesta espiritualidad, considerándose superior y mejor que los demás
hombres, en realidad están vacíos. Sin embargo, los que se golpean el
pecho, conscientes de sus pecados, se lamentan de su estado
deplorable y se reconocen indignos del amor de Dios, a estos es más fácil
que encuentren el perdón y la justificación. La gracia de Dios no es un
trofeo de honor que el hombre recibe a causa de su propia gloria, sino
que la recibe para que Dios sea glorificado.
3) La gracia de Dios no es el resultado de las obras, pero las obras son el
resultado de la gracia: (Stg 2:14-26) Gracia y las obras están en lados
opuestos en la salvación, pero caminan por la misma senda en el salvo.
No somos salvos por obras pero hacemos obras por que somos salvos.
Aquellos que se esfuerzan por lograr la salvación por obras rechazan la
gracia y los que reciben la salvación por gracia no pueden no pretender
servir a Dios con sus obras. Las obras son el fruto de la gracia y son la
consecuencia y la causa de la gracia. Las obras nacen de la gracia y la
gracia se refleja a través de las obras.
APLICACIÓN: La gracia trae la salvación en sus alas y se recibe por fe y
no por obras. No somos aceptos ante Dios por las obras que hacemos
para Dios, sino por la obra que Cristo hizo por nosotros en la cruz. La fe es
el instrumento mediante el cual se toma posesión de la salvación por
gracia. El apóstol Pablo resume esta enseñanza gloriosa, en su carta a los
Efesios: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de
vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.
Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras,
las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas"
(Efesios 2:8-10).
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