Homilía de Mons. Oscar Julio Vian Morales, sdb Arzobispo

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Homilía de Mons. Oscar Julio Vian Morales, sdb
Arzobispo Metropolitano de Santiago de Guatemala
22 de julio de 2015
Fiesta de santa María Magdalena
Parroquia Sta. María Magdalena, Z. 1
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Saludo cordialmente al párroco, P. René Sal Quinac, a los sacerdotes
invitados, y a toda la comunidad parroquial. Muchas felicitaciones porque
hoy celebran con júbilo a Santa María Magdalena, patrona de esta
comunidad. Qué alegría celebrar un año más esta fiesta, una oportunidad
más para dirigir nuestra mirada a Jesús, compasivo, y también a santa
María Magdalena quien se fio de la misericordia de Dios, y se dejó guiar
por el Señor.
Quiero compartir con ustedes esta homilía, en esta celebración
patronal.
Hermanos, toda celebración dedicada a los santos y santas de la
Iglesia, es celebración plena de la gloria de Dios, porque en ellos Él ha
sido glorificado. No es un triunfo personal, sino una gracia, la santidad no
se consigue por privilegios personales, sino por infinita gracia de Dios.
Fue Él quien los eligió, los llamó, los consagró y los envió para que se
santificaran en el mundo, aún con las grandes o pequeñas faltas que
pudieron haber cometido. Recordamos hoy a María Magdalena, una
mujer que durante una etapa de su vida tomó un camino contrario al que
Dios le había trazado, pero también en ella se encarna la misericordia
infinita, que “no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la
cual Dios revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se
conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo” (MV
6). Y esto es lo propio de Dios, ser compasivo y misericordioso.
Precisamente esta es la misión que Jesús recibió del Padre: revelar la
esencia más íntima de su ser que es amor (Cf 1Jn 4,8). Y esta acción
salvífica la descubrimos en santa María Magdalena. Ante la condena de
los hombres se muestra el corazón compasivo de Jesús, que no pasa
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indiferente ante el sufrimiento humano, ante la condición del pecador, sino
que vuelve su mirada no para condenar sino para perdonar (Cf Lc 15, 1ss).
Por tanto hermanos y hermanas vuelvo a insistir diciendo, que celebrar a
los santos es celebrar la misericordia de Dios.
En el Evangelio hemos escuchado por medio del autor sagrado, la
escena de la resurrección, cuyo centro es Cristo resucitado y su primer
destinataria fue santa María Magdalena. Ella muy de mañana va al
sepulcro pero se encuentra que la piedra esta removida (Jn 20,1), y parte
para con los discípulos para darles la noticia que la tumba estaba vacía.
Luego de esta noticia los apóstoles, Pedro y Juan, verifican ese anuncio y
comprenden que se trata de la Resurrección de su Señor (Cf Jn 20,2). Qué
gran sorpresa para aquella mujer, porque fue ella la primera en ver el
sepulcro vacio, tuvo el también el privilegio de recibir en este acto la
misericordia de Dios. Experimentó tanto el amor al ser perdonada que
ahora después de muerto el Señor, la busca porque los unen los vínculos
de la misericordia del Padre.
Inmediatamente después que los apóstoles regresan, María
Magdalena se ha quedado en el sepulcro con la nostalgia por la
desaparición del cuerpo de Jesús, pero descubre el significado del sepulcro
vacio: Cristo ha resucitado. Él se le revela, le habla, la llama por su
nombre porque efectivamente la conoce. Es María Magdalena la primera
que recibe la noticia de la resurrección y es la portadora de tan grande
noticia para los discípulos y para el mundo. Ella anuncia al mundo entero
que Cristo está vivo, porque sus ojos lo han visto, sus oídos lo han
escuchado. Hermanos y hermanas, esto es lo que es capaz de hacer el
amor de Dios para con sus elegidos, para con aquellos que se han dejado
amar. Dejemos que también a nosotros Él nos envuelva en su ternura,
como nos lo ha dicho el Papa Francisco.
Finalmente hermanos, Jesús pregunta a María Magdalena ¿Por qué
lloras? ¿A quién buscas?, y la respuesta es precisamente por la pérdida del
Maestro quien la había amado hasta el extremo. También a nosotros nos
dirige la misma pregunta ¿Por qué lloran? ¿Por qué tanto sufrimiento? Y
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efectivamente, tenemos tantos problemas de carácter personal, social e
incluso religioso, pero nunca perdamos de vista que la respuesta la tiene
Dios, solo nos hace falta volver la mirada a Él como lo hizo María
Magdalena. Detrás de cada lágrima está Jesús que las enjuga, detrás de
cada búsqueda esta Jesús que pronuncia nuestro nombre y nos invita a
vivir plenamente porque Él es la vida (Cf Jn 14,6).
La celebración de Santa María Magdalena es la memoria de un amor
posible cuando todo parece imposible o perdido. Que esta celebración nos
renueve y nos reanime en el camino de seguimiento, porque aunque todo
parezca vacío y triste, siempre estará presente la esperanza de la vida
verdadera, de la misericordia infinita. Seamos también nosotros testigos
audaces de la misericordia de Dios y recordemos que la misericordia “es
un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz”
(MV 13), lo mismo que experimentó María Magdalena y que comunicó
con el gozoso anuncio de la resurrección.
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