Jacques Lacan Seminario 6 1958-1959 EL DESEO Y SU INTERPRETACIÓN (Versión Crítica) 7 Miércoles 7 de ENERO de 19591, 2 Hay una distinción con la cual esta experiencia nos confronta, entre lo que en el sujeto debemos llamar el deseo, y la función en la constitución de este deseo, en la manifestación de este deseo, en las contradicciones que en el curso de los tratamientos estallan entre el 1 Para los criterios que rigieron la confección de la presente Versión Crítica, consultar nuestro Prefacio: «Sobre una Versión Crítica del Seminario 6 de Jacques Lacan, Le désir et son interprétation, y nuestra traducción». Para las abreviaturas que remiten a los diferentes textos-fuente de esta Versión Crítica, véase, al final de esta clase, nuestra nota sobre las FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ESTA 7ª SESIÓN DEL SEMINARIO. 2 Las versiones JL y GAO anteceden la transcripción de esta sesión del seminario con la indicación temática: Abolición del sujeto en el fantasma. Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 discurso del sujeto y su comportamiento — distinción, digo, esencial, entre el deseo y la demanda. Si hay algo que, no solamente los datos de origen, el discurso freudiano, sino precisamente todo el desarrollo del discurso freudiano, sostiene a continuación, a saber, las contradicciones que van a estallar, esto es precisamente debido al carácter problemático que en él juega la demanda, puesto que, al fin de cuentas, todo aquello hacia lo cual se ha dirigido el desarrollo del análisis a partir de Freud ha sido poner cada vez más la importancia sobre lo que ha sido llamado diversamente y que al fin de cuentas converge hacia una noción general de “neurosis de dependencia”, es decir que lo que ha estado oculto, lo que está velado detrás de esta fórmula, es precisamente el acento puesto por una suerte de convergencia de la teoría y de sus deslizamientos, y de sus fracasos de la práctica también, es decir de cierta concepción concerniente a la reducción que se debe obtener por medio de la terapéutica. Esto es precisamente lo que está oculto detrás de la noción de “neurosis de dependencia”. El hecho fundamental de la demanda con sus efectos impresores, compresores, opresivos sobre el sujeto, que está ahí y del cual se trata justamente de buscar si respecto de esta función — que nosotros revelamos como formadora, según la formación de la génesis del sujeto — adoptamos la actitud correcta, quiero decir la que al fin de cuentas va a estar justificada, a saber la elucidación por una parte, y el levantamiento, al mismo tiempo, del síntoma. Está claro, en efecto, que si el síntoma no es simplemente algo que debemos considerar como el legado de una suerte de sustracción, de suspensión que se llama frustración; si esto no es simplemente una suerte de deformación del sujeto, de cualquier manera que se lo considere, bajo el efecto de algo que se dosifica en función de cierta relación con lo real — como lo he dicho, una frustración imaginaria es siempre con algo real que se relaciona — si no es esto, si entre lo que nosotros descubrimos efectivamente en el análisis como sus consecuencias, sus secuencias, sus efectos, incluso sus efectos durables, esas impresiones de frustración y el síntoma, hay algo diferente, de una dialéctica infinitamente más compleja, y que se llama el deseo; si el deseo es algo que no puede aprehenderse ni comprenderse más que en el nudo más estrecho, no de algunas impresiones dejadas por lo real, sino en el punto más estrecho donde se anudan juntos, para el hombre, real, imaginario y su sentido 2 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 simbólico, lo que es precisamente lo que he tratado de demostrar — y es por esto que la relación del deseo con el fantasma se expresa aquí en este campo intermediario entre las dos líneas estructurales de toda enunciación significante. Si el deseo está precisamente ahí, si es de ahí que parten los fenómenos digamos metafóricos, es decir la interferencia del significante reprimido sobre un significante patente que constituye el síntoma, está claro que es errar totalmente no buscar estructurar, organizar, situar el lugar del deseo. Esto, hemos comenzado a hacerlo este año tomando un sueño sobre el cual yo me he detenido largo tiempo, sueño singular, sueño que Freud resulta haber valorizado en dos ocasiones, quiero decir que lo integró secundariamente a la Traumdeutung,3 después de haberle dado un lugar particular completamente útil en el artículo: Los dos principios del suceder psíquico, el deseo y el principio de realidad, artículo publicado en 1911.4 Este sueño es el de la apari- 3 Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños (1900), Capítulo VI, G. «Sueños absurdos. Las operaciones intelectuales en el sueño», en Obras Completas, Volumen 5, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 430. 3 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 ción del padre muerto. Nosotros hemos tratado de situar sus elementos sobre la cadena doble tal como he mostrado su distinción estructural en lo que se puede llamar el grafo de la inscripción del sujeto biológico elemental, del sujeto de la necesidad en los desfiladeros de la demanda, y ampliamente articulado. He planteado para ustedes cómo debíamos considerar esta articulación fundamentalmente doble: en tanto que nunca es demanda de alguna cosa, en tanto que en el trasfondo de toda demanda precisa, de toda demanda de satisfacción, el hecho mismo del lenguaje, simbolizando al Otro5 — al Otro como presencia y como ausencia — como pudiendo ser el sujeto del don de amor que él da por su presencia y nada más que por su presencia, quiero decir en tanto que no da ninguna otra cosa {rien d’autre}, es decir en tanto que precisamente lo que da está más allá de todo lo que puede dar, que lo que da es justamente esa nada {rien} que es todo de la determinación presencia-ausencia. Hemos articulado este sueño remitiendo de manera didáctica sobre esta duplicidad de los signos, algo que nos permite captar en la estructura del sueño, la relación que es establecida por esa producción fantasmática cuya estructura ha tratado de elucidar Freud a todo lo largo de su vida, magistralmente en la Traumdeutung, y tratamos de ver su función para este hijo en duelo por un padre sin ninguna duda amado, velado hasta el final de su agonía, que él hace resurgir en unas condiciones que el sueño articula con una simplicidad ejemplar: es decir que este padre aparece como era cuando vivía, que habla, y que el hijo ante él enmudece, compungido, oprimido, tomado por el dolor — el dolor, dice, de pensar que “su padre estaba muerto y que no lo sabía”. Freud nos dice: hay que completar “que estaba muerto, según su voto”. ¿El no sabía, qué? Que esto era “según su voto”. Todo está ahí, por lo tanto, y si tratamos de acercarnos más a lo que es la construcción, la estructura de este sueño, observamos esto: que el sujeto se confronta con cierta imagen y en ciertas condiciones. Diría que entre lo que es asumido en el sueño por el sujeto y esta ima4 Sigmund FREUD, «Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico» (1911), en Obras Completas, Volumen 12, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980, p. 230. 5 En JL y GAO, casi siempre e indistintamente: *otro* — yo decido cuándo escribirlo con la mayúscula. 4 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 gen con la cual se confronta, una distribución, una repartición se establece, que va a mostrarnos la esencia del fenómeno. Ya habíamos tratado de articularla, de circunscribirla, si puedo decir, repartiendo sobre la escala significante los temas significantes característicos. Sobre la línea superior, el “él no lo sabía”, referencia esencialmente subjetiva en su esencia, que va al fondo de la estructura del sujeto: “él no sabía”, como tal, no concierne a nada factual. Es algo que implica la profundidad, la dimensión del sujeto — y sabemos que aquí ésta es ambigua, es decir que esto “que él no sabía”, vamos a verlo, no es solamente, y puramente, atribuible a aquel al cual es atribuido paradojalmente, absurdamente, de una manera que resuena contradictoria e incluso de una manera de sin sentido, a aquel que está muerto, pero resuena tanto como ella en el sujeto, y participa allí de esta ignorancia. Precisamente, esto es esencial. Además, he aquí cómo el sujeto se plantea, en la suspensión, si puedo decir, de la articulación onírica. El sujeto, tal como se plantea, tal como se asume, es, si podemos decir, puesto que el otro no sabe, la posición del otro subjetivo — y aquí por estar en falta, si podemos decir (que esté muerto, seguramente, es ahí un enunciado que al fin de cuentas no podría alcanzarlo). Toda expresión simbólica, tal como ésta, de “el estar muerto”, lo hace subsistir, al fin de cuentas lo conserva; es precisamente la paradoja de esta posición simbólica: es que no hay ser en el ser, afirmación del estar muerto que de alguna manera no lo inmortalice, y es precisamente de esto que se trata en el sueño. Pero esta posición subjetiva de “el estar en falta”, esta minusvalía subjetiva, no apunta a que él esté muerto, apunta esencialmente a esto: que él es el que no lo sabe. Es así que el sujeto se sitúa frente al otro, también esta suerte de protección ejercida respecto del otro — que hace que no solamente él no sabe, sino que, en el límite, diría que no hay que decírselo — es algo que se encuentra siempre más o menos en la raíz de toda comunicación entre los seres, lo que se puede y lo que no se puede hacerle saber. He ahí algo cuyas incidencias deben ustedes sopesar siempre cada vez que se las tengan que ver en el discurso analítico. Se hablaba anoche de aquellos que no pueden decir, expresarse, de los obstáculos, de la resistencia, hablando con propiedad, del discurso.6 Esta dimensión es esencial para aproximar este sueño a otro 5 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 sueño que está tomado de la última página del Diario de Trotsky, al final de su estadía en Francia, al comienzo de la última guerra, creo, sueño que es una cosa singularmente conmovedora. Es en el momento en que, quizá por primera vez, Trotsky comienza a sentir en él las primeras campanadas de no sé qué aflojamiento de la potencia vital tan inagotable en este sujeto. Y ve aparecer en un sueño a su camarada Lenin, quien lo felicita por su buena salud, por su carácter imposible de abatir. Y el otro, de una manera que toma su valor de esta ambigüedad que hay siempre en el diálogo, le deja entender que quizá esta vez, hay en él algo que no está siempre en el mismo nivel que su viejo camarada le conoció siempre. Pero en lo que él piensa, este viejo camarada así surgido de una manera tan significativa en un momento crítico, cambiante, de la evolución vital, es en cuidarlo. Y queriendo recordar algo que precisamente se relacione con el momento en que él mismo, Lenin, ha aflojado en su esfuerzo, dice, para designarle este momento en que ha muerto: “el momento en que tú estabas muy, muy enfermo”, como si alguna formulación precisa de lo que estaba en juego debía, meramente por medio de un soplo, disipar la sombra frente a la cual el mismo Trotsky, en su sueño, en ese momento crucial de su existencia, se mantiene. Y bien, si por una parte, en esta repartición entre las dos formas enfrentadas, ignorancia emitida sobre el otro, que le es imputada, cómo no ver que, inversamente, hay algo ahí que no es otra cosa que la ignorancia del sujeto mismo, quien no sabe, no solamente cuál es la significación de su sueño, a saber todo lo que le es subyacente (lo que Freud evoca, a saber su historia inconsciente, los votos antiguos, mortales, contra el padre), pero más todavía cuál es la naturaleza del dolor mismo, en el cual en ese momento el sujeto participa, a saber ese dolor (en el cual, al buscar su camino y su origen, hemos reconocido ese dolor experimentado, entrevisto en la participación de los últimos momentos del padre) de la existencia como tal, en tanto que ella subsiste en el límite, en ese estado donde ya nada se ha todavía aprehendido al respecto, el hecho del carácter inextinguible de esta existencia misma y el dolor fundamental que la acompaña cuando todo deseo se borra de ella, cuando todo deseo se ha desvanecido de ella. 6 Sesión científica de la Société française de psychanalyse, 6 de Enero de 1959. Georges Mauco, «La fonction psychomotrice de la parole». 6 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Es precisamente este dolor que el sujeto asume, pero como siendo un dolor que él motiva también absurdamente, puesto que él lo motiva únicamente por la ignorancia del otro, por algo que al fin de cuentas, si se lo considera atentamente, no es más un motivo de lo que él acompaña como motivación, que el surgimiento, el afecto, en una crisis histérica que se organiza aparentemente por un contexto en el cual está extrapolado, pero que de hecho no se motiva en él. Este dolor, es precisamente por tomarlo sobre sí que el sujeto se ciega sobre su proximidad, sobre el hecho de que en la agonía y en la desaparición de su padre, hay algo que lo amenaza a él mismo, que él ha vivido y de lo cual se separa actualmente por medio de esta imagen vuelta a evocar, esta imagen que lo ata nuevamente a algo que separa y que apacigua al hombre, en esa suerte de abismo o de vértigo que se abre en él cada vez que está confrontado con el último término de su existencia. Es decir justamente lo que él tiene necesidad de interponer entre él y esta existencia, es decir, en este caso, un deseo. El no cita cualquier soporte de su deseo, cualquier deseo, sino el más próximo y el más urgente, el mejor, el que lo ha dominado mucho tiempo, el que ahora lo tiene abatido. Le es preciso por cierto tiempo hacerlo revivir imaginariamente, porque en esta rivalidad con el padre, en lo que hay ahí de fondo de poder en el hecho de que él triunfa al fin de cuentas, por el hecho de que él no sabe, el otro, mientras que él sabe, ahí está la delgada pasarela gracias a lo cual el sujeto no se siente él mismo directamente invadido, directamente engullido, porque lo que se abre en él de hiancia, de confrontación pura y simple con la angustia de la muerte, tal como sabemos de hecho que la muerte del padre, cada vez que se produce, es para el sujeto sentida vivamente como la desaparición (en un lenguaje más grosero) de esa especie de escudo, de interposición, de sustitución que es el padre, al amo absoluto, es decir a la muerte. Comenzamos a ver aquí esbozarse una suerte de […] qué está constituida ¿por qué? La fórmula que trato de presentarles como siendo la fórmula fundamental de lo que constituye el soporte, la relación intrasubjetiva esencial donde todo deseo como tal debe inscribirse; es bajo esta forma, la más simple, la que está inscripta aquí, esta relación separada en la relación cuadrilátera, la del esquema L, el del sujeto con el gran Otro en tanto que ese discurso parcialmente inconsciente que viene del gran Otro viene a interponerse en él. La tensión a—a’, 7 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 lo que se puede todavía bajo ciertas relaciones denominar la tensión imagen de a {i(a)} por relación a a, según que se trate de la relación a—a’, del sujeto con el objeto, de la relación imagen de a por relación al Otro, en tanto que ella estructura esta relación. Es justamente lo ausente que — como siendo característico de la relación del deseo sobre la relación del sujeto, $, con las funciones imaginarias, lo que está expresado en la fórmula $&a — en el sentido de que el deseo como tal, y por relación a todo objeto posible para el hombre, plantea para él la cuestión de su elisión subjetiva. Quiero decir que en tanto que el sujeto, en el registro, en la dimensión de la palabra en tanto que él se inscribe en ella en tanto demandante, para aproximar algo que es el objeto más elaborado, el más evolucionado — lo que más o menos diestramente la concepción analítica nos presenta como siendo el objeto de la oblatividad, esta noción, lo he subrayado a menudo, produce dificultad, es a ésta que tratamos también de confrontarnos, que tratamos de formular de una manera más rigurosa — el sujeto, en tanto que como deseo, es decir en la plenitud de un destino humano que es el de un sujeto hablante, al aproximar este objeto se encuentra tomado en esa suerte de impase que hace que no podría alcanzarlo, él mismo, a este objeto como objeto, más que, de alguna manera, encontrándose él como sujeto, sujeto de la palabra, o en esa *elisión*7 que lo deja en la noche del traumatismo, para hablar con propiedad, en lo que está más allá de la angustia misma, o encontrarse debiendo tomar el lugar, sustituirse, subsumirse bajo cierto significante que resulta (yo lo articulo pura y simplemente, por el momento no lo justifico, puesto que es todo nuestro desarrollo el que debe justificarlo, y toda la experiencia analítica está ahí para justificarlo) ser el falo. Es de ahí que parte el hecho de que en toda asunción de la posición madura, de la posición que llamamos genital, algo se produce en el nivel de lo imaginario que se llama la castración y tiene su incidencia en el nivel de lo imaginario. ¿Por qué? Porque el falo, entre otros — no es sino en esta perspectiva que podemos comprender toda la problemática que ha levantado el hecho, verdaderamente al infinito, y del que es imposible salir de otro modo — la cuestión de la fase fálica para los analistas, la contradicción, yo diría, el diálogo Freud-Jones 7 AFI y GAO: {élision} / JL: *lesión {lésion}* 8 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 sobre este asunto, que es singularmente patético — toda esa especie de impase en el que Jones entra (cuando revolviéndose contra la concepción demasiado simple que se hace Freud de la función fálica como siendo el término unívoco alrededor del cual pivotea todo el desarrollo concreto, histórico, de la sexualidad en el hombre y la mujer), valoriza lo que él llama las funciones de defensa ligadas a esta imagen del falo. Uno y otro al fin de cuentas dicen la misma cosa, ellos la abordan por puntos de vista diferentes. No pueden encontrarse seguramente a falta de esta noción central, fundamental, que hace que debamos concebir el falo como, en este caso, tomado, sustraído si podemos decir, a la comunidad imaginaria, a la diversidad, a la multiplicidad de las imágenes que vienen a asumir las funciones corporales, aislado frente a todas las otras en esta función privilegiada que hace de él el significante del sujeto. Démosle todavía un poco más de luz, aquí, a nuestra linterna, y digamos esto, que, en suma, sobre los dos planos, que son: el primer plano inmediato, aparente, espontáneo, que es el llamado (que es “¡socorro!”, que es “¡pan!”, que es un grito al fin de cuentas, que es en todo caso algo donde, de la manera más total, el sujeto es idéntico por un momento a esa necesidad), de todos modos debe articularse en el nivel inquisitivo {quesitif}8 de la demanda, el que se encuentra en la primera relación, en la experiencia entre el niño y la madre — función de lo que está articulado y que será cada vez más articulado, seguramente, en la relación del niño y de la madre, por todo lo que le sustituye del conjunto de la sociedad que habla su propia lengua. Entre este nivel y el nivel votivo, es decir ahí donde el sujeto, en todo el curso de su vida, tiene que reencontrarse, es decir, que encontrar lo que se le ha escapado, porque, estando más allá, por fuera de todo, la forma del lenguaje, cada vez más y a medida que ella se desarrolla, deja pasar, deja filtrar, rechaza, reprime lo que primero tendía a expresarse de su necesidad. Esta articulación en segundo grado es lo que, como estando 8 En las tres fuentes consultadas: quésitif, palabra que todos los diccionarios consultados dan por inexistente. El Dictionnaire du Moyen Français (1330-1500) (cf., http://atilf.atilf.fr/gsouvay/scripts/dmfX.exe?LIEN_DMF;LEMME=quesitif) propone como alternativa: quesitif, “interrogativo”, adjetivo derivado del verbo quaerere, “preguntar”, a cuya familia pertenece el verbo francés quérir: “buscar”, “requerir”, y nuestro verbo castellano inquirir, que el diccionario etimológico “refiere al acto de preguntar y seguir preguntando, como hace un niño que pregunta ¿y por qué?... ¿y por qué?... hasta agotar a sus padres” (cf. http://etimologias.dechile.net/?inquirir). 9 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 justamente modelado, transformado por su palabra, es decir ese ensayo, esta tentativa de pasar más allá de esta transformación misma, es esto que nosotros hacemos en el análisis, y es por esto que se puede decir que, del mismo modo que todo lo que reside de lo que debe articularse en el nivel inquisitivo está ahí en el A, como un código predeterminado — cuán preexistente a la experiencia del sujeto, como siendo lo que en el Otro es ofrecido al juego del lenguaje, a la primera *batería*9 significante que el sujeto experimenta en tanto que aprende a hablar… ¿Qué hacemos nosotros en el análisis? ¿Qué es lo que encontramos, qué es lo que reconocemos cuando decimos que el sujeto está en el estadio oral, en el estadio anal, etc…? Ninguna otra cosa que lo que está expresado bajo esta forma madura de la que no hay que olvidar el elemento completo: esto es, a saber, que es el sujeto en tanto marcado por la palabra y en cierta relación con la demanda. Es esto literalmente que en tal o cual interpretación donde le hacemos sentir la estructuración oral, anal, u otra de su demanda, no hacemos simplemente reconocimiento del carácter anal de la demanda, confrontamos al sujeto con este carácter anal u oral, no interesamos simplemente algo que es inmanente en lo que nosotros articulamos como siendo la demanda del sujeto, confrontamos al sujeto con esta estructura de su demanda. Y es ahí justamente que debe balancear, oscilar, vacilar la acentuación de nuestra interpretación. Pues acentuada de una cierta manera, le enseñamos a reconocer algo que, si se puede decir, está en este nivel superior, nivel votivo, *nivel de sus votos*10, de lo que él anhela {de ce qu’il souhaite}, en tanto éstos son inconscientes. Le enseñamos si se puede decir a hablar, a reconocerse en eso que corresponde a la [D] a ese nivel, pero no por eso le damos las respuestas. Al sostener la interpretación enteramente en este registro del reconocimiento de los soportes significantes ocultos en su demanda, inconscientes, no hacemos ninguna otra cosa. Si olvidamos aquello de lo que se trata, es decir de confrontar al sujeto con su demanda, no nos percatamos de que lo que producimos 9 JL: *patria {patrie}* / GAO: *patria (batería) {patrie (batterie)} 10 GAO y AFI: {niveau de ses voeux} / JL: *nivel de lo que él quiere {niveau de ce qu’il veut}* 10 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 es justamente el colapso, el borramiento de la función del sujeto como tal en la revelación de ese vocabulario inconsciente, solicitamos al sujeto borrarse y desaparecer. Y es verdaderamente en muchos casos aquello de lo que se trata. Esto es, a saber, que en cierto aprendizaje que se puede hacer en el análisis del inconsciente, en cierta forma lo que desaparece, lo que huye, lo que está cada vez más reducido no es otra cosa que esta exigencia que es la del sujeto de manifestarse más allá de todo eso en su ser; al llevarlo de nuevo sin cesar al nivel de la demanda se termina justamente por algún lado — y esto es lo que se llama en cierta técnica “el análisis de las resistencias” — por reducir pura y simplemente lo que es su deseo. Ahora bien, si es simple y fácil ver que en la relación del sujeto con el Otro, la respuesta se hace retroactivamente y en otra parte; que ahí algo retorna hacia atrás sobre el sujeto para confirmarlo en el sentido de la demanda, para identificarlo en este caso a su propia demanda, está claro igualmente, en el nivel donde el sujeto busca situarse, reconocerse justamente en lo que está más allá de esta demanda, que hay un lugar para la respuesta, que este lugar para la respuesta, ahí esquematizado por S significante de A barrado, {S(%)}, es decir el recuerdo de que el Otro, él también, está marcado por el significante, que él también, el Otro, está abolido en cierta manera en el discurso, esto no es nada más que indicar un punto teórico del cual veremos la forma que debe tomar. Esta forma es esencialmente, justamente el reconocimiento de lo que tiene de castrado todo lo que, del ser vivo, intenta aproximarse al ser vivo tal como es evocado por el lenguaje. Y desde luego, no es en este nivel que podemos al comienzo dar la respuesta. Pero por el contrario, respetar, enfocar, explorar, utilizar lo que ya se expresa más allá de ese lugar de la respuesta en el sujeto, y que está representado por la situación imaginaria donde él mismo se plantea, se mantiene, se suspende como en una especie de posición que seguramente participa por ciertos costados de los artificios de la defensa, es precisamente esto lo que constituye la ambigüedad de tantas manifestaciones del deseo, del deseo perverso por ejemplo. Es en tanto que, ahí, algo se expresa que es el punto más esencial en que el ser del sujeto intenta afirmarse. Y esto es tanto más importante de considerar cuanto que hay que considerar que es precisa11 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 mente ahí, en ese lugar mismo, que debe producirse lo que nosotros llamamos tan fácilmente el objeto acabado, la maduración genital, dicho de otro modo, todo lo que constituirá (como se expresa en alguna parte bíblicamente el señor Jones) las relaciones del hombre y la mujer se encontrará, por el hecho de que el hombre es un sujeto hablante, marcado por las dificultades estructurales que son las que se expresan en esa relación del $ con el a. ¿Por qué? Porque, precisamente, si se puede decir que hasta cierto momento, cierto estado, cierto tiempo del desarrollo, el vocabulario, el código de la demanda puede pasar por un cierto número de relaciones, las cuales comportan un objeto amovible (a saber el alimento para lo que es propio de la relación oral, el excremento para lo que es propio de la relación anal — para limitarnos por el momento a estos dos), cuando se trata de la relación genital es bien evidente que no es más que por una especie de *préstamo*11, de prolongación de esta fragmentación significante del sujeto en la relación de la demanda que algo puede aparecernos — y nos aparece en efecto, pero en calidad de mórbido, en calidad de todas estas incidencias sintomáticas — a saber, el falo. Por una muy simple y buena razón, es que verdaderamente el falo no lo es, este objeto amovible, que no se convierte en él más que por su pasaje al rango de significante, y que todo aquello de lo que se trata en una maduración genital completa reposa sobre esto, que todo lo que, en el sujeto, debe presentarse como siendo aquí el acabamiento de su deseo es precisamente, para decirlo claramente, algo que no puede demandarse. Y la esencia de la neurosis, y aquello con lo que nos las vemos, consiste muy precisamente en esto, que lo que no puede demandarse sobre este terreno — *en*12 justamente el neurótico, o en el fenómeno neurótico, a saber, en lo que aparece más o menos esporádico en la evolución de todos los sujetos que participan de la estructura de la neurosis — consiste justamente, volvemos a encontrar siempre esta estructura, en esto, que lo que es del orden del deseo se inscribe, se formula, en el registro de la demanda. 11 GAO y AFI: {emprunt} / JL: *impronta {empreinte}* 12 JL: *es {c’est} / GAO: {c’est (chez)} — he reconstruido este párrafo. 12 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 En el curso de una relectura que hice recientemente del señor Jones, retomé todo lo que él escribe sobre *[la fase fálica]*13; es muy atrapante, en todo momento, lo que él aporta de su experiencia más fina, más directa: “Quisiera relatar algo de un enorme número de pacientes masculinos que presentan una deficiencia para consumar o para cumplir su virilidad en relación con otros hombres o con mujeres, y mostrar que su failure,14 su manque en este caso, su tropiezo, y de la manera más estricta [……] su actitud de necesidad ante todo de adquirir algo de las mujeres, algo que por una buena razón, ellos no pueden nunca realmente adquirir”. “¿Por qué?”, dice Jones, y cuando él dice “¿por qué?” en su artículo y en su contexto, es un verdadero “¿por qué?”. El no sabe por qué, pero lo constata, lo puntúa como un punto de horizonte, una abertura, una perspectiva, un punto donde las guías se le escapan. “Por qué un acto, es imperfecto. También puede dar al muchacho ese sentimiento de la posesión imperfecta de su propio pene. Yo estoy totalmente convencido de que las dos cosas están del todo íntimamente ligadas una a la otra, mientras que la conexión lógica entre estas dos cosas no es ciertamente evidente”. En todo caso, no evidente para él… En todo momento volvemos encontrar estos detalles sobre la fenomenología más florida, quiero decir las sucesiones necesarias por las cuales un sujeto se desliza, puede llegar a la acción plena de su deseo, los preliminares que le son necesarios. Nosotros podemos reconstituirlos, volver a encontrar lo que llamaré los caminos laberínticos donde se marca el hecho esencial de la posición que el sujeto ha tomado en esta referencia, en esta relación, estructural para él, entre deseo y demanda. Y si el mantenimiento de la posición incestuosa en el inconsciente es algo que tiene un sentido, y que tiene consecuencias efectivamente diversamente devastadoras sobre las manifestaciones del deseo, sobre el cumplimiento del deseo del sujeto, esto no es justamente por otra cosa que esto: es que la posición llamada incestuosa 13 JL: *[ ]* — Ernest JONES, The Phallic Phase, I.J.P. Vol. XIV, 1933, 1-33. 14 failure: sustantivo inglés cuyo campo semántico remite a “fracaso, fiasco, malogro, suspenso (en un examen); falta, culpa, omisión, descuido, desliz; quiebra, bancarrota; avería, etc.”. Dejo a continuación la palabra francesa que propone Lacan para traducirlo: manque, habitualmente traducida por “falta” o “carencia”, por remitir a parecido campo semántico. 13 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 conservada en alguna parte en el inconsciente, es justamente esta posición de la demanda. El sujeto en un momento se dice — y es así como se expresa el señor Jones — tiene que elegir entre su objeto incestuoso y su sexo. Si quiere conservar el uno, debe renunciar al otro. Diré que aquello entre qué y qué él tiene que elegir en tal momento inicial, es entre su demanda y su deseo. Retomemos ahora, después de estas indicaciones generales, el camino en el cual deseo introducirlos para mostrarles la común medida que tiene esta estructuración del deseo, y cómo efectivamente ella se encuentra implicada. Los elementos imaginarios, en tanto que ellos…, deban ser desviados, deban ser tomados en el juego necesario de la partida significante en tanto que este juego está comandado por la estructura doble de lo votivo y *de lo inquisitivo*15. Tomemos un fantasma, el más banal, el más común, aquel que Freud mismo ha estudiado, al que ha acordado una atención especial, el fantasma se pega a un niño {on bat un enfant}.16 Retomémoslo ahora, con la perspectiva que es aquella con la cual nos aproximamos, para tratar de captar cómo puede formularse la necesidad del fantasma en tanto que soporte del deseo. Freud, hablando de estos fantasmas tales como él los ha observado en cierto número de sujetos en esa época, con una predominancia en las mujeres, nos dice que la primera fase de la Schlagfantasie es restituida, en tanto que llega a ser vuelta a evocar (sea en los fantasmas, sea en los recuerdos del sujeto) por medio de la frase siguiente: “der Vater schlägt das Kind”, y que el niño que es pegado en este caso es, por relación al sujeto, éste: “el padre pega al niño que yo odio.” (subrayado por Freud) 15 AFI y GAO: {du quésitif} / JL: *de lo volitivo {du volitif}* 16 Sigmund FREUD, «“Pegan a un niño”. Contribución al conocimiento de la génesis de las perversiones sexuales» (1919), en Obras Completas, Volumen 17, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979. 14 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Por lo tanto, aquí nos vemos llevados por Freud, desde el punto inicial al corazón mismo de algo que se sitúa en la cualidad más aguda del amor y del odio, la que apunta al otro en su ser, y en tanto que este ser en este caso está sometido al máximo de la decadencia, en la valorización simbólica por la violencia y el capricho paterno, está ahí. La injuria, aquí, si la llamamos narcisista, es algo que, en suma, es total. Ella apunta, en el sujeto odiado, a lo que es demandado más allá de toda demanda. Apunta a esto: que sea absolutamente frustrado, privado de amor. El carácter de decadencia subjetiva que es ligado para el niño al encuentro con el primer castigo corporal deja huellas diversas según el carácter diversamente repetido. Y cada uno puede constatar en la época en la que vivimos, en que estas cosas son extremadamente economizadas a los niños, que si sucede que después de que a un niño nunca se le haya pegado, éste sea el objeto alguna vez de algunos maltratos, así fuesen muy justificados, por lo menos en una época relativamente tardía, no se podría imaginar las consecuencias, al menos en ese momento, postrantes que tiene esta experiencia para el niño. Como quiera que sea, podemos considerar como dato que la experiencia primitiva es ahí perfectamente lo que está en cuestión, tal como Freud nos lo expresa: “Entre esta fase y la siguiente debe ocurrir algunas grandes transformaciones”. En efecto, esta segunda fase, Freud nos la expresa así: “la persona que pega sigue siendo el padre; pero el niño pegado ha pasado a ser regularmente, dentro de la regla, el propio niño del fantasma”. El fantasma está en un muy, muy alto grado teñido de placer, y se cumple de una manera completamente significativa con la cual nos la veremos más tarde” — y con razón. “Su fórmula articulada es ahora así: yo soy pegado por el padre.” (subrayado por Freud) Pero Freud añade que esto, que es “la más importante y la más pesada en consecuencia de todas las *fases*17, podemos decir de ella a pesar de todo, en cierto sentido, que nunca tiene existencia real. Nunca en ningún caso es vuelta a evocar, nunca es llevada a la conciencia. Es una construcción del análisis, pero no es menos una necesidad del mismo”.18 17 {phases} / *frases {phrases}* 18 op. cit., p. 183. 15 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Creo que no se sopesan suficientemente las consecuencias de tal afirmación en Freud. Al fin de cuentas, puesto que no la encontramos nunca, a esta fase que es la más significativa, es de todos modos muy importante ver, puesto que ella desemboca en una tercera fase, la fase en cuestión, que es necesario que concibamos esta segunda fase como *[necesaria]*19 y buscada por el sujeto. Y desde luego, ese algo que es buscado nos interesa en el más alto grado, puesto que esto no es otra cosa que la fórmula del masoquismo primordial, es decir justamente ese momento en el que el sujeto va a buscar acercarse más a su propia realización de sujeto en la dialéctica significante. Algo esencial, como dice Freud con mucha razón, ha ocurrido entre la primera y la segunda fase, esto es, a saber, que algo donde él ha visto al otro como precipitado de su dignidad de sujeto erigido, de pequeño rival; algo se ha abierto en él que le hace percibir que es en esta posibilidad misma de anulación subjetiva que reside todo su ser en tanto que ser existente, que es ahí, rozando muy de cerca esta abolición, que él mide la dimensión misma en la cual él subsiste como sersujeto-a-querer, como ser que puede emitir un voto. ¿Qué es lo que nos da toda la fenomenología del masoquismo, tal que de todos modos es preciso ir a buscarla en la literatura masoquista, sea que la misma nos guste o que no nos guste, que sea pornográfica o no? Tomemos una novela célebre, o una novela reciente publicada en una editorial semi-clandestina. ¿Cuál es la esencia del fantasma masoquista, al fin de cuentas? Es la representación por el sujeto de algo, de una pendiente, de una serie de experiencias imaginadas, cuya vertiente, cuya orilla se sostiene esencialmente en esto, que, en el límite, él es pura y simplemente tratado como una cosa, como algo que en el límite se negocia, se vende, se maltrata, está anulado en toda especie de posibilidad hablando con propiedad votiva de captarse autónomo. Es tratado como un fantasma, como un perro, diremos, y no cualquier perro, un perro que se maltrata, precisamente como un perro ya maltratado. Esta es la punta, el punto pivote, la base de transformación supuesta en el sujeto que busca encontrar dónde está ese punto de oscila19 JL: *[ ]* 16 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 ción, ese punto de equilibrio, ese producto de este $ barrado que es aquello en lo cual él tiene que precisamente que entrar, si entra, si una vez entrado en la dialéctica de la palabra tiene en alguna parte que formularse como sujeto. Pero al fin de cuentas, el sujeto neurótico es como Picasso, “no busca, encuentra” (pues es así que se expresó un día Picasso), fórmula verdaderamente soberana. Y en verdad, hay un tipo de personas que buscan, y están aquellos que encuentran. Créanme, los neuróticos, a saber, todo lo que se produce de espontáneo por este abrazo del hombre con su palabra, encuentran. Y haré observar que “encontrar” {trouver} viene de la palabra latina tropus, muy expresamente de aquello de lo que yo hablo sin cesar: de las dificultades de retórica. La palabra que en las lenguas romances designa trouver, al contrario de lo que sucede en las lenguas germánicas donde es otra raíz la que sirve para eso, es bastante curioso que esté tomada del lenguaje de la retórica. Detengámonos un instante en este momento tercero, del punto en el que el sujeto ha encontrado. A éste lo tenemos inmediatamente, merece quizá detenerse en él. En el fantasma: se pega a un niño, ¿qué es lo que hay? Lo que pega, es se {on}, está completamente claro, y Freud insiste en ello. No hay nada que hacer, se le dice: ¿pero quién pega? ¿es tal o es cual? El sujeto es verdaderamente evasivo. No es más que después de cierta elaboración interpretativa, cuando se haya encontrado la primera fase, que se podrá encontrar allí cierta figura o imagen paterna bajo esta forma, la forma en que el sujeto ha encontrado su fantasma, en tanto que su fantasma sirve de soporte a su deseo, al cumplimiento masturbatorio. En ese momento, el sujeto está perfectamente neutralizado. Es se. Y en cuanto a lo que es en tanto pegado, esto no es menos difícil de captar, es múltiple: [immer nur Buben], muchos niños, muchachos [nur Mädel] cuando se trata de la joven, pero no forzadamente con una relación obligatoria entre el sexo del niño que fantasea y el sexo de la imagen fantaseada. Las más grandes variaciones, las más grandes incertidumbres reinan también sobre este tema, donde sabemos bien que, por cualquier lado que sea, a o a’, que sea i(a) o a, el niño, hasta cierto punto, participa, puesto que es él quien hace el fantasma. Pero en fin, en ninguna parte de una manera precisa, de una manera no equívoca, de una manera que no sea precisamente indefinidamente oscilante, el niño se sitúa. 17 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Pero aquello sobre lo cual aquí quisiéramos poner el acento, es sobre algo de fuerte vecindad con lo que hace un momento he llamado la repartición entre los elementos intrasubjetivos del sueño. Por una parte en el fantasma sádico (éste está entre los fantasmas que se puede observar en su aproximadamente mayor expansión), preguntaré: ¿dónde está el afecto acentuado? el afecto acentuado — del mismo modo que estaba en el sueño llevado sobre el sujeto soñante esa forma del dolor — es indiscutiblemente un fantasma sádico, es llevado sobre la imagen fantaseada del partenaire. Lo que en el fantasma sádico está en suspenso — y a menudo el fantasma sádico, por poco que sea consciente y refinado, sabe muy bien detenerse allí — es la espera del partenaire. Es el partenaire, no tanto en tanto que sea pegado, como en tanto que va a serlo, o que no sabe incluso cómo va a serlo. Este elemento extraordinario sobre el cual volveré a propósito de la fenomenología de la angustia, y donde ya les indico esta distinción que está en el texto de Freud (pero que naturalmente nunca nadie tomó muy en cuenta a propósito de la angustia) entre esos matices que separan la pérdida pura y simple del sujeto en la noche de la indeterminación subjetiva, y algo que es muy diferente y que es ya advertencia, erección, si podemos decir, del sujeto ante el peligro, y que, como tal, está articulado por Freud en Inhibición, síntoma y angustia,20 donde Freud introduce una distinción todavía más sorprendente, pues es a tal punto sutil, fenomenológica, que no es fácil de traducir en francés, entre [abwarten] que trataré de traducir por “sufrir”, “no poder más con ello”, “entregarse”, y [erwarten] que es “vérselas venir”. Es en este registro, en esta gama que se sitúa, en el fantasma sádico, el afecto acentuado, y en tanto que es aplicado al otro, al partenaire, a aquél que está enfrente, en este caso a minúscula. Al fin de cuentas, ¿dónde está este sujeto que, en este caso, está preso de algo que le falta justamente para saber donde está? Sería fácil 20 Sigmund FREUD, Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]), en Obras Completas, Volumen 20, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1979, p. 155: “Ahora bien, constituye un importante progreso en nuestra autopreservación no aguardar {abwarten} a que sobrevenga una de esas situaciones traumáticas de desvalimiento, sino preverla, estar esperándola {erwarten}. Llámase situación de peligro a aquella en que se contiene la condición de esa expectativa; en ella se da la señal de angustia”. 18 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 decir que está entre los dos. Iré más lejos, diré que al fin de cuentas el sujeto lo está a tal punto, verdaderamente entre los dos, que si hay algo aquí a lo cual él sea idéntico, o que ilustre de una manera ejemplar, es el papel de aquello con lo cual se golpea, es el papel del instrumento. Es al instrumento que él es aquí, al fin de cuentas, idéntico, puesto que el instrumento aquí nos revela — y siempre para nuestro estupor, y siempre con la mayor razón de asombrarnos, salvo en cuanto que no queríamos ver — que interviene muy frecuentemente como el personaje esencial en lo que tratamos de articular de la estructura imaginaria del deseo. Y esto es precisamente ahí lo que es lo más paradojal, lo que más nos advierte. Es que, en suma, es bajo este significante, aquí completamente develado en su naturaleza de significante, que el sujeto viene a abolirse en tanto que se capta en este caso en su ser esencial, si es cierto que con Spinoza podamos decir que este ser esencial es su deseo. Y en efecto, es a esta misma encrucijada que nos vemos conducidos cada vez que se plantea para nosotros la problemática sexual. Si el punto pivote de donde hemos partido hace dos años, que era justamente el de la fase fálica en la mujer, está constituido por ese punto de relevo a donde Jones vuelve siempre en el curso de su discusión, para volver a partir de él, para elaborarlo, para verdaderamente […], el texto de Jones sobre este asunto tiene el valor de una elaboración analítica: el punto central es esa relación del odio de la madre con el deseo del falo, es de ahí que Freud partió. Es alrededor de esto que él hace partir el carácter verdaderamente fundamental, genético, de la exigencia fálica, en la salida del Edipo en el varón, en la entrada del Edipo para la mujer. Es este punto de conexión: odio de la madre, deseo del falo, lo que es el sentido propio de este Penisneid. Ahora bien, Jones, justificadamente, subraya las ambigüedades que se vuelven a encontrar cada vez que nos servimos de eso. Ahora bien, si es el deseo de tener un pene por relación a un otro, es decir una rivalidad, es necesario a pesar de todo que se presente bajo un aspecto ambiguo que nos muestre bien que es más allá que debemos buscar su sentido. El deseo del falo, eso quiere decir deseo mediatiza- 19 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 do por el mediatizante-falo, papel esencial que juega el falo en la *materialización*21 del deseo. Esto nos lleva a plantear — para introducir lo que tendremos de desarrollar ulteriormente en nuestro análisis de la construcción del fantasma, en esta encrucijada que es la siguiente — que el problema al fin de cuentas es saber cómo va a poder ser sostenida esta relación del significante falo en la experiencia imaginaria que es la suya, en tanto que la misma está profundamente estructurada por las formas narcisistas que regulan sus relaciones con su semejante como tal. Es entre $, sujeto hablante, y a minúscula, esto es, a saber, con ese otro que el sujeto *habla*22 en él mismo. a minúscula es por lo tanto a esto que lo hemos identificado hoy. Es el otro imaginario, es lo que el sujeto tiene en él mismo como “pulsión”, en el sentido en que el término “pulsión” está puesto entre comillas, en que no es la pulsión todavía elaborada, tomada en la dialéctica significante, en que es la pulsión en su carácter primitivo donde la pulsión representa tal o cual manifestación *de la necesidad del sujeto*23. Imagen del otro, a saber, aquello en lo cual, por intermedio de la reflexión especular del sujeto para situar sus necesidades, está en el horizonte algo diferente, a saber lo que he llamado al comienzo la primera identificación al Otro, en el sentido radical, la identificación a las insignias del Otro, a saber, *significante I mayúscula sobre a*24. Voy a dar un esquema que reconocerán aquellos que han seguido el primer año de mi seminario: hemos hablado del narcisismo.25 He dado el esquema del espejo parabólico gracias al cual podemos hacer aparecer sobre una plataforma, dentro de un florero, la imagen de una flor oculta, o sea iluminada por debajo, o sea de la plataforma, y que, 21 JL: *mediatización* 22 JL: *tiene* 23 JL: *en el sujeto de la necesidad* 24 JL: *significante I mayúscula sobre A* 25 Jacques LACAN, El Seminario, libro 1, Los escritos técnicos de Freud, Paidós, pp. 125 y ss. 20 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 gracias a la propiedad de los rayos esféricos, viene a proyectarse, a perfilarse aquí como imagen real — quiero decir, producir por un instante la ilusión de que hay dentro del florero precisamente esta flor. Puede parecer misterioso ver que se puede imaginar que es preciso tener aquí una pequeña pantalla para acoger esta imagen en el espacio; no hay nada de eso. He señalado que esta ilusión, a saber, la visión de la erección en el aire de esta imagen real, no se percibe más que desde un cierto campo del espacio, que está precisamente determinado por el diámetro del espejo esférico, localizado por relación al centro del espejo esférico. Es decir que si el espejo es estrecho, será preciso desde luego ponerse en un campo donde los rayos que son reflejados por el espejo vengan a recruzar su centro, y por consiguiente en cierto despliegue de una zona en el espacio, para ver la imagen. La astucia de mi pequeña explicación en ese tiempo era la siguiente: era decir que si alguien quiere ver a esta imagen producirse, fantasmática, en el interior del pote — o un poco al costado, qué importa — verla producirse en alguna parte en el espacio donde hay ya un objeto real, y si este observador se encuentra ahí, él podrá servirse del espejo [plano]. Si está en una posición simétrica por relación al espejo, la posición virtual del que está delante del espejo será, en esa inclinación del espejo, venir a situarse en el interior del cono de visibilidad de la imagen que tiene que producirse aquí. 21 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Esto quiere decir que verá la imagen de la flor justamente en este espejo [plano], en el punto simétrico. En otros términos, lo que se produce, si el rayo luminoso que se refleja hacia el observador es estrictamente simétrico de la reflexión visual — de lo que pasa del otro lado — es porque el sujeto virtualmente habrá tomado el lugar de lo que está del otro lado del espejo [plano], que verá en ese espejo [plano] el florero — lo que uno puede esperarse puesto que está ahí — y por otra parte la imagen real, tal como se produce en el lugar donde él no puede verla. 26 La relación, el interjuego entre los diferentes elementos imaginarios y los elementos de identificación simbólica del sujeto pueden ser de cierta manera figurados en este aparato óptico, de una manera que yo no creo no tradicional, puesto que Freud la formuló en alguna parte de su Traumdeutung. El da en alguna parte el esquema de las lentes sucesivas en las cuales se refracta el pasaje progresivo del inconsciente al preconsciente, que buscaba en unas referencias análogas — ópticas, dice precisamente.27 Ella representa efectivamente algo que, en el fantasma, trata de alcanzar su lugar en lo simbólico. Esto por consiguiente hace de $ otra cosa que un ojo, esto no es más que una metáfora. Si designa que 26 Jacques LACAN, El Seminario, libro 1…, op. cit., pp. 190 y ss. 27 Sigmund FREUD, La interpretación de los sueños, op. cit., pp. 529-530. 22 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 quiere alcanzar su lugar en lo simbólico, es de una manera especular, a saber, por relación al Otro que, aquí, es el A mayúscula. Este espejo no en más que un espejo simbólico, no se trata del espejo delante del cual el niñito se mueve. Esto quiere decir que en cierta reflexión que se hace con la ayuda de las palabras en el primer aprendizaje del lenguaje, el sujeto aprende a regular en alguna parte, en la buena distancia, las insignias donde se identifica, a saber, algo que da del otro lado, que le corresponde en estas primeras identificaciones del yo {moi}. Y que es en el interior de eso — en tanto que hay ya algo a la vez preformado, abierto a la fragmentación, pero que no entra más que en ese juego de fragmentación en tanto que lo simbólico existe y le abre su campo — es en el interior de esto que va a producirse esa relación imaginaria en la cual el sujeto se encontrará tomado, y que, yo lo indico, hace que en la relación erótica con el otro, por acabada, por llevada adelante que se la suponga, habrá siempre un punto de reducción que ustedes pueden captar como extrapolaciones del diseño erótico entre los sujetos. Es que hay transformación de esta relación primera de a con a’, imagen de a {i(a)}, de esta relación fundamentalmente especular que regula las relaciones del sujeto con el otro. Hay transformación de esto, y una repartición entre, por una parte, el conjunto de los elementos fragmentarios del cuerpo, y aquello con lo cual nos las tenemos que ver en tanto que somos la marioneta, y en tanto que nuestro partenaire lo es, la marioneta. Pero a la marioneta no le falta más que una cosa, el falo. El falo está ocupado en otra parte, en la función significante. Es por esto que hay siempre, yo no digo en el seno de los [……] que se oponen siempre, pero que pueden ser vueltos a encontrar en cualquier momento de la [……] interpretativa de la situación. El sujeto, en tanto que se identifica al falo en frente del otro se fragmenta en tanto que él mismo en presencia de algo que es el falo. Y para poner los puntos sobre las íes, diré que entre el hombre y la mujer, les ruego que se detengan en esto, que en la relación, así fuese la más amorosa entre un hombre y una mujer, en tanto incluso que el deseo toma [……], el deseo se encuentra más allá de la relación amorosa por la parte del hombre. Entiendo en tanto que la mujer simboliza el falo, que el hombre reencuentra en ella el complemento de su ser; es la forma, si puedo decir, ideal. 23 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 Es justamente en la medida en que el hombre, en el amor, está verdaderamente alienado en este falo, objeto de su deseo, que reduce sin embargo en el acto erótico a la mujer a ser un objeto imaginario, que esta forma del deseo será realizada. Y es precisamente por esto que es mantenida, en el seno mismo de la relación amorosa más profunda, más íntima, esta duplicidad del objeto sobre la cual he insistido tantas veces a propósito de la famosa relación genital.28 Vuelvo a la idea de que, justamente, si la relación amorosa es aquí acabada, es en tanto que el otro dará lo que no tiene, y que es la definición misma del amor. Del otro lado la relación de la mujer con el hombre, que cada uno se complace en creer mucho más monogámica, es algo que no presenta menos la misma ambigüedad, excepto que lo que la mujer encuentra en el hombre, es el falo real, y por lo tanto su deseo encuentra allí, como siempre, su satisfacción. Efectivamente, ella se encuentra en posición de ver en ello una relación de goce satisfactorio. Pero justamente es en la medida en que la satisfacción del deseo se produce en el plano real que lo que la mujer efectivamente ama, y no desea, es ese ser que le está más allá del encuentro del deseo y que es justamente el otro, a saber, el hombre en tanto que está privado del falo, en tanto precisamente que por su naturaleza de ser acabado, de ser hablante, está castrado.29 establecimiento del texto, traducción y notas: RICARDO E. RODRÍGUEZ PONTE para circulación interna de la ESCUELA FREUDIANA DE BUENOS AIRES 28 Jacques LACAN, «La significación del falo» (1958), en Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, p. 674. 29 idem. 24 Seminario 6: El deseo y su interpretación ― Clase 7: 7 de Enero de 1959 FUENTES PARA EL ESTABLECIMIENTO DEL TEXTO, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ESTA 7ª SESIÓN DEL SEMINARIO • JL ― Jacques LACAN, Le desir et son interprétation, Séminaire 1958-1959. Lo que Lacan hablaba era recogido por una taquígrafa, luego decodificado y dactilografiado, y el texto volvía a Lacan, quien a veces lo revisaba y corregía. De dicho texto se hacían copias en papel carbónico y luego fotocopias. La versión dactilografiada que utilizamos como fuente para esta Versión Crítica se encuentra en la Biblioteca de la Escuela Freudiana de Buenos Aires con el código: C-255/1 y en http://www.ecole-lacanienne.net/index.php3, página web de l’école lacanienne de psychanalyse. Se trata de una fuente de muy mala calidad (fotocopia borrosa, sobreanotada, etc.). • GAO — Jacques LACAN, Séminaire VI – Le désir et son interprétation, version rue CB (version du secrétariat de J Lacan déposée à Copy86, 86 rue Claude Bernard 75005), en http://gaogoa.free.fr/Seminaire.htm • AFI — Jacques LACAN, Le désir et son interprétation, Séminaire 1958-1959, Publication hors commerce. Document interne à l’Association freudienne internationale et destinée à ses membres, Paris, Juillet 1996. • JBP ― Jacques LACAN, Le désir et son interprétation, compte rendu de JeanBertrand PONTALIS de las lecciones del 12, 19, 26 de noviembre, 3, 10, 17 de diciembre de 1958, 7 de enero de 1959, publicado en el Bulletin de Psychologie, tome XIII/5, nº 171, 5 janvier 1960, pp. 263-72 y tome XIII/6, nº 172, 20 jnvier 1960, pp.329-35, Groupe d’Études de Psychologie de l’Université de Paris. Este texto se encuentra también como Annexe VI de la versión de Michel Roussan de: Jacques LACAN, L’identification, séminaire IX, 1961-1962. • NV ― Jacques LACAN, El deseo y su interpretación, Transcripción de J. B. Pontalis, traducción de Oscar Masotta, en Jacques LACAN, Las formaciones del inconsciente, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 1976, pp. 125-173. 25