Historia de una pasión - Levante-EMV

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En domingo
17 de septiembre de 2006
Alfons Cervera ■
Varias generaciones de jugadores del Llíria.
Entre otros, Juan Alcocer Mecheta (con el
balón), Lluís Andés (centro de blanco izq.),
Manolito (mano con vendaje) y Nacho Rodilla
(primero por la derecha).
LLÍRIA
FOTOS: PATRICIA SEVILLA/ LEVANTE -EMV
H
Llíria&bàsquet
Historia de una pasión
La capital del Camp de Túria
es conocida por su afición a
la música, pero esconde en
su historia reciente otra pasión: la del deporte de la canasta, en estos momentos en boca de
todos por el campeonato del mundo conquistado por la selección española.
5
DISEÑO
4
ARTE
8
ACE once años me llamó
José Vicente Aleixandre, jefe de deportes en
esta casa. «En Llíria, el
baloncesto está de moda, ya sé que
tú eres futbolero pero podrías encargarte de hacer las crónicas de
ambiente en el Pabelló Pla de l’Arc».
Eso me dijo. Yo le contesté muy claro: no tengo ni pajolera idea de baloncesto. «Por eso mismo», apretó
el jefe. Y me convertí, de la noche a
la mañana, en narrador alucinado de
lo que pasaba en la cancha edetana
cada dos semanas. Cuando acabó la
temporada seguía sin tener ni idea
de nada y eso que conté con la ayuda inestimable de ese todoterreno
que era y sigue siendo Sime Jordán,
ahora dedicado en cuerpo y alma a
su www.edeta.org desde la que se retransmiten los partidos. Hace unos
días me llamó Juan Lagardera, director de este suplemento: «el básquet está de moda, tú eras futbolero pero hiciste las crónicas de los
partidos de básquet en Llíria hace
algunos años. Podrías montar ahora un reportaje sobre lo que ha sido
el baloncesto allí.» Eso me abocó y
enseguida le dije que sí. Y aquí estoy.
Tantos años después metido en la
harina espesa de un deporte que no
controlo y al que me acerco por dos
motivos hermosos: sigue gente ahí
que siento muy cercana y durante
muchísimos años Llíria fue mi pueblo y en muchas medidas lo sigue
siendo. Esto es sólo un recorrido,
más sentimental que otra cosa, por
un tiempo irrecuperable, como todos los tiempos. Escribo aquí de lo
que he vivido, de lo que he leído, de
lo que alguna vez me contaron. Eso
es la memoria y no otra cosa.
LAS VERBENAS DEL DOMINGO. En los años cuarenta del pasado siglo José María Jordán Albiach
funda el primer equipo de básquet
en la localidad. Era el responsable
>> Continúa en la página siguiente
HISTORIA
La semana
de la moda
Papeles
del 11-S
Los últimos
de Sidi Ifni
Cinco días
pasados por
agua que han
dado para mucho
Elena del Rivero
instala en el IVAM
una obra con restos
de las Torres Gemelas
Encuentro en Jérica
de los veteranos
de la colonia
española en África
2/3 En domingo 17 de septiembre de 2006
DEPORTE
LA PEQUEÑA GRAN HISTORIA DEL BALONCESTO EN LA CAPITAL DEL CAMP DE TÚRIA
Jugadores de baloncesto en la
cancha de la antigua piscina de Llíria
en una imagen de la década de los
setenta. A la derecha, aspecto de la
misma cancha en la actualidad.
Llíria:
pasión por
el básquet
>> Viene de la página anterior
del Frente de Juventudes y en los terrenos de la Cultural montaría el primer chiringuito donde practicar el
nuevo deporte. El primer partido de
su historia lo perdieron en 1946 pero
ya en categoría regional le ganaron
al Centuria Darío de Valcárcel por
un aplastante 74 a 3. Era el 23 de febrero de 1947. Un 23-F tan distinto,
ya ven qué cosas, al infame de 1981.
Leo en el libro Llíria: cuna y pasión. Historia viva del básquet valenciano, del periodista Julio Tárrega, que el quinteto titular lo formaron Arastey, Barrios, Roca, Bañuls y Cotanda. Ahí empezaba la
historia. Yo no había nacido, pero
ahí empezaba la historia. Y para
contarla surgirían una troupe de periodistas locales que saltaron a la
profesión desde sus primeros contactos con el básquet lliriano: Artur
Balaguer, Miquel Martí, Ferran Pina,
Damià Vidagany, Rafa Villarejo...
Con el tiempo, los partidos ya no
se celebraban en la Cultural sino en
la pista de la Piscina Municipal. En
la Piscina Municipal se celebraban
las verbenas del verano. Por allí pasaron Los Huracanes, Modificación, el grupo local Los Errantes y
sobre todo Los Taburos, cuyo cantante, mi amigo Vicent Alcaide, interpretaba los últimos éxitos del
momento. El salto al juego de calidad y a las aspiraciones –en un brinco del calendario que no lo supera
ni el vuelo más espectacular de Michael Jordan– se da bajo la batuta
de un jugador extraordinario, Edu
Arnau. Estamos en los últimos años
La Cultural fue
la primera
cancha (en la
imagen) donde
se practicó el
básquet en
Llíria, a finales
de la década de
los cuarenta.
En Llíria, el
básquet contó
con la ayuda
inestimable de
una afición que
difícilmente
abandonaba
ningún barco.
sesenta. Los éxitos van viento en
popa pero se alternan con épocas
de declive, como suele pasar en la
casa del pobre. Pero siempre el básquet contó con la ayuda inestimable
de una afición que difícilmente
abandonaba ningún barco y si este
barco navegaba a la deriva, todavía
menos. «Tenemos una afición entendida, ruidosa y sufridora, que
en todo momento está al lado del
Bienvenido
Mr. Marshall
E
N el verano del 57 llegaron
los marines de la VI Flota
estadounidense. Después volverían en varias ocasiones. Hacían virguerías en la pista. Pero
sobre todo la gente recuerda
los balones que trajeron. Eran
como de goma, sin costurones,
tan diferentes a los que acostumbradamente botaban por el
cemento parcheado de la piscina municipal. «La llegada de
los americanos —cuenta Manuel Miguel— fue como Bienvenido mister Marshall». Y hay
más gente que lo recuerda así.
Yo todavía no vivía en Llíria
pero sí que asistí a alguno de
los partidos del año siguiente.
Creo que de entonces me vienen los nombres de Melín, Pa-
lacios, Pascual. Había más, claro que sí, pero la memoria se
alimenta de recuerdos que son
pedazos de recuerdos. También
hay otro nombre: Pedro García.
Le admiraba igualmente como
futbolista de la Peña Corbata
cuando jugaban ese equipo y el
Oriamendi en el campo del Pedregoso. Murió Pedro y también algunos de los pioneros.
Yo ya no conocí esas despedidas. Sé la de Melín, la de Palacios, la absurdamente joven
(aunque toda muerte lo sea) de
Salva Jordán. Pero las otras no.
Aunque las siento igual. Es
como si un pedazo de aquella
infancia vivida por un crío de la
Serranía trasplantado a un
pueblo grande del Camp de Túria se rompiera también por alguna parte de su inocente envergadura.
■ A. CERVERA
equipo y que transmite a los jugadores su propia ilusión». Lo dice
Manuel Miguel, Manolito de toda la
vida para el mundo del básquet, que
es su mundo desde que nació, como
aquel que dice. En esos primeros setenta se hace cargo del equipo uno
de los nombres imprescindibles de
esta historia: Isma Cantó. Era un
crío y ya se había convertido en jugador-entrenador del equipo. Llegaría a cimas altas en el básquet español y ahora triunfa y hace triunfar al Gandia Básquet que acaba de
ascender a la LEB, escalón inmediatamente inferior a la ACB. De
1974 a 1988, su magisterio dejó huella. La misma que está dejando en la
capital de la Safor. Las crónicas despistadas que yo escribía hace más
de diez años coinciden con aquella
etapa de esplendor en que Isma
Cantó ejercía de entrenador. El Choleck-Llíria estaba en la categoría de
plata del básquet español. El Pabelló Pla de l’Arc se había inaugurado
el 22 de septiembre de 1985 y se llenaba hasta los topes todos los partidos. Yo escribía las canastas de Wiley Brown, el americano al que le faltaba el dedo pulgar de una mano, la
figura del instante. Y con él destacaba otro personaje ineludible en
este recorrido: Lluís Andés. Jugaba
de base y animaba al personal con
una furia extraordinaria. Se retiró
en 1986, entrenó al equipo en varias
ocasiones bien difíciles y ahora es
el presidente de la nueva y esperanzada época del Básquet Llíria.
TRAVESÍAS DEL DESIERTO.
Después de aquellos éxitos vino un
nuevo bajón. Pero no hay entrega ni
desánimo que duren mil años: a finales de los ochenta vuelve la racha
de éxitos y el 25 de mayo de 1991 el
Llíria ocupa una plaza en la ACB.
Aquí la memoria se ensancha. Miles
de aficionados en las gradas. La pasión de muchos años atrás volcada
ahora sobre la cancha del Pla de
l’Arc, que era como el regreso sentimental a la vieja pista de tierra de
la Cultural y a los entrañables desconchados de la Piscina Municipal.
Los nombres de entonces, de todas
las épocas gloriosas del básquet lliriano, regresaban en una clamorosa geometría del afecto que saltaba
desde las gradas hasta la cancha
tomada como entonces por la garra
y una vocación por el baloncesto
que seguramente no existe con esa
fortaleza en ningún sitio. Las calles
del pueblo se encendieron con la
misma pasión de otros tiempos. La
Jugadores de la
cantera del Llíría
entrenando.
Carmen Amoraga
[email protected]
PALABRAS MÁS, PALABRAS
El «síndrome Farruquito»
E
ACB. Nada menos. Igual que había
sucedido años antes con un jovencísimo Quique Andreu, pasaba ahora con Nacho Rodilla. Con los ojos
abiertos hacia la nueva categoría
empezaba a pelear, siendo casi un
adolescente, para llegar a ser uno de
los grandes. Y lo consiguió. Y tanto
que lo consiguió el bueno de Nacho,
al que todos en su pueblo llaman cariñosamente Fula. Dos temporadas
el equipo en la cima del básquet español y al final de nuevo el descenso. Llegó el vacío. Seguramente se
pensó en tirar la toalla. Pero no fue
así. «Algunas veces las masivas
afluencias fallaron –confirma Manuel Miguel–, pero nunca faltaron
nuestros incondicionales, que tantas veces nos ayudaron a cruzar las
travesías del desierto por las que
tuvimos que pasar». Ahora ha vuelto la esperanza. El equipo está en la
LEB 2 y se vive aquella antigua vocación de no claudicar ante ninguna adversidad. Y aquí aparece otra
vez Lluís Andés, el capitán de tantos entonces: «Ahora estamos en la
línea de encontrarnos de nuevo en
las competiciones importantes del
básquet nacional, tenemos una estructura administrativa que nos
da estabilidad y un proyecto de
cantera que ayuda mucho a mirar
con esperanza el futuro». También
se cuenta, por primera vez en la historia según el presidente, con la colaboración de empresas locales: Sedesa, Cibo, Practica Shopping y
otras colaboraciones «que nos permiten tener una proyección de futuro ilusionante». Antes también
gozó el club de ayudas empresariales: seguros Finisterre y Mediodía,
Choleck, Ferrys… Pero de lo
que más orgulloso está Lluís
Andés es de su etapa como
jugador, «aquella temporada con nuestro amigo Wiley Brown, que fue el inicio de una época de oro
de nuestro club, con
tantos amigos formando parte de un equipo
donde parecía que más
que un equipo de básquet
éramos un grupo de amigos». Y salen los nombres de
aquellos amigos: Ferrandis, Miñana, Josep, Àngel, Goio, Gasol,
Pedro, Gorrea el Rubio, Porto,
Porcar, Peiró. Seguro que hay
algún olvido pero es lo de menos. Lo de más es el recuerdo
de un tiempo en que el básquet
era en Llíria un fenómeno social más incluso que deportivo.
Un nombre
para la
historia
llama Juan Alcocer pero
de verdad es Mecheta.
Aquí, en esta crónica absolutamente insuficiente para albergar tanto tiempo de historia,
no caben todos los nombres.
Apenas salen unos pocos.
Ojalá me disculpen los ausentes. Quizá lo entiendan. Entre
tantos nombres, los de José
María Jordán, Mecheta y Pepe
García no faltan nunca desde
los inicios del básquet en Llíria
hasta ahora mismo. Al bueno
de Juan le conocí desde crío.
Siempre iba corriendo de acá
para allá. Lo suyo era el atletismo pero se le podía encontrar practicando todo tipo de
deporte. Cuando en 1966 un
grupo de jóvenes fundamos el
Llíria C.F., ahí estaba con nosotros Mecheta, haciendo de
todo, de animador, de masajista, de lo que hiciera falta. En el
básquet lo
mismo.
S
E
Además, jugaba en aquellos
primeros equipos que hicieron
posible la historia que se
cuenta en esta crónica. Claro
que vive. Y según me cuentan
sigue saltando a la cancha
cuando algún jugador cae
lesionado. Son personas como
Juan Alcocer las que hacen
grande la vida de un pueblo.
Son esas personas las que me
gusta sacar en mis columnas
periodísticas, en mis novelas,
en esta crónica despistada del
básquet de un pueblo que
sigue siendo como mío después de muchos años. Son
personajes que forman parte
de una historia silenciosa,
gente con una estatura moral
que nos sirve de ejemplo aunque ellos no quieran. ■ A. C.
leyendo un libro
de Alicia Giménez
Bartlett, la creadora
de Petra Delicado, que se
titula «Días de amor y de
engaños». La historia transcurre en la selva de Chiapas,
en México, donde vive una
colonia de ingenieros extranjeros, españoles sobre todo,
que trabajan en la construcción de una presa. Las
mujeres de los trabajadores
pasan los días solas mientras
sus maridos construyen el
pantano, y cuando llegan los
fines de semana se reúnen
con sus esposos para disfrutar de una vida en apariencia
idílica que no tarda en
resquebrajarse cuando dejan
entrar a la pasión en sus
relaciones, monótonas hasta
decir basta. Dice Alicia
Giménez Bartlett que si
observas el tiempo necesario
objetos o personas que
parecen perfectos, no tardas
en descubrir que no lo son.
Menos mal. Me pregunto si
al revés pasará lo mismo, si
cuando te fijas lo suficiente
en la imperfección absoluta
que te rodea, acabas comprendiendo que nada es lo
que parece también en este
sentido.
Sin desvelar demasiado, les
diré que en la novela los
matrimonios no salen demasiado bien parados. En la
vida real, tampoco. Según un
estudio del Instituto de
Política Familiar que analiza
la evolución de las rupturas
familiares en España desde
la entrada en vigor de la ley
del divorcio en 1981, en
nuestro país se divorcian
cada día 408 parejas, lo que
viene a salir a una cada 3,5
minutos. Hay que ver.
Nosotros, los valencianos,
somos una de las cuatro
comunidades con más
divorcios: cada año disuelven su unión más de dieciocho mil matrimonios, que se
dice pronto. Carmen
Alborch, en su libro
«Solas», decía que los matrimonios de antes duraban
toda la vida porque la gente
se moría más joven y que
ahora, como vivimos más
nos da más tiempo a tener
varias relaciones. Es como
para pensárselo. Pero también es para pensarse por
qué se casa la gente. ¿Por el
convencionalismo? ¿Por
demostrar amor eterno al
son de un vals de lo más
hortera? ¿Por ganar dinero
con la boda? ¿Por los regaSTOY
los? ¿Por contentar a los
padres? Quien sabe.
Yo, si me casara, lo haría
únicamente por el síndrome
Farruquito, una teoría de
mi invención. Se preguntarán cuál es. No se preocupen, se la explico enseguida:
Farruquito, conduciendo
como conducía desde los
ocho años, ¿necesitaba
acaso el carné de conducir
para demostrarle a alguien
que sabía pilotar un coche?
Claro que no. Pero una vez
que atropelló mortalmente al
pobre Benjamín Olaya y
que se dio a la fuga… ¿no
hubiera sido mejor para él
haber pasado por el aro,
como todos, y tener los
papeles en regla? Claro que
sí. Casarse, más allá del
romanticismo que le quieras
echar al cuento, tiene más
ventajas legales y prácticas
para las personas que viven
en pareja que continuar cada
uno por su lado, como si
compartieras piso con una
amiga que viene de Murcia.
Como lo de Farruquito.
Pero, claro, luego están las
estadísticas que tiran por
tierra mi teoría: cada vez se
casan menos parejas, no ya
en España, sino en toda
Europa, y las que se casan
tardan menos tiempo en
separarse que en preparar la
boda. De cada dos matrimonios, uno rompe al poco de
unirse y los que aguantan
juntos se enfrentan a una
media de 13 años antes de
que se les acabe el amor.
Esos son los datos, fríos y
aparentemente incontestables, pero el otro día mis
padres celebraron cuarenta y
cuatro años de casados y me
juraron que se querían como
el primer día y mientras lo
decían los ojos les brillaron
como si estuvieran siendo
sinceros, como si de verdad,
se quisieran. Y entonces yo
pensé que tal vez mi teoría
del síndrome Farruquito y
las estadísticas que anuncian
un plazo para el fin del amor,
eran la misma gilipollez
porque puede que sí, que los
amores terminen, y puede
que sí, que cuando observas
el tiempo suficiente los
objetos o las personas
comprendes que nada es lo
que parece, pero, aún así,
¿no nos pasamos la vida
buscando alguien a quien
querer y que nos quiera para
toda la vida, aunque sepamos que toda la vida dura
dos días? Pues entonces.
4/5 En domingo 17 de septiembre de 2006
PRIMERA SEMANA DE LA MO
Los papeles del dolor
Cinco años después
de la conmoción que
supuso el atentado del
11 de septiembre en
Nueva York, la artista
valenciana, residente
desde hace más de tres
lustros en la «gran
manzana», presenta
en el IVAM una
impactante instalación
compuesta por
centenares de papeles
procedentes del World
Trade Center.
Un detalle de
la instalación
del IVAM.
Era la XIII edición de
la Pasarela del
Carmen pero se
presentaba
reconvertida en la
Primera Semana de
la Moda y se ubicaba
en realidad en
Montolivet, al aire
libre junto al Palau
de les Arts. Diseño
valenciano, moda
joven, «mix» de
estilos, polémica
entre políticos y
diseñadores... Cinco
días pasados por
agua que han dado
para mucho.
Juan Lagardera ■ VALENCIA
FOTOS: LEVANTE-EMV
E
HANNIBAL LAGUNA se
inspira en el jazz, los 40
y la magia de la luna.
FOTO: F. BUSTAMANTE
LENA del Rivero es una ar-
tista valenciana de proyección internacional.
Lleva desde 1991 instalada en Nueva York, donde conoció a
su segundo marido, el arquitecto y
fotógrafo Kyle Brooks. La obra de
esta artista de vanguardia siempre
ha estado marcada por la busqueda de la emotividad. Háganse, pues,
a la idea, cuando Elena del Rivero
fue autorizada a entrar en el estudio que ocupaba en el Bajo Manhattan, en Cedar Street. Las ventanas daban a Liberty Street, la misma a la que recaía 500 metros al oeste la torre sur del World Trade Center, la primera gemela que se desplomó el 11-S. Élla estaba en Madrid ese día y tardó un mes en que
le permitieran acceder a su apartamento: el resultado fue espectral,
la artista se encontró polvo y restos
por todas partes, cientos de papeles... Empezó entonces una lenta recopilación y un minucioso rodaje.
El diseñ
la lluvia
El joven andaluz
ANTONIO MANCINI
experimenta con
materiales de
reciclaje, plásticos
de embalar y
cuerdas
enroscadas.
FOTO: F. BUSTAMANTE
La artista Elena del Rivero
se encontró en su estudio
de Manhattan cientos de
papeles procedentes de las
oficinas de las Torres
Gemelas. Esos mismos
papeles le han servido para
crear una emotiva
instalación.
Uno de los cientos de papeles de una de las torres del World Trade
Center que fueron a parar al estudio de Elena del Rivero.
Cinco años después, el resultado de la creación sobre aquella experiencia extrema se muestra al público por primera vez en el IVAM.
La instalación dedicada al 11-S será
la estrella de la exposición que el
martes se inaugurará dedicada a
esta artista que, a pesar de su reputación internacional, lleva lustros
sin mostrar su obra en la ciudad
donde nació. Cinco años para una
instalación sobrecogedora, una especie de reliquia a la que Elena del
Rivero ha despojado de sacralidad
para dotarla de una gran carga de
humanismo. Sobre el suelo diversas pantallas muestran las once horas seleccionadas –de las 90 que ha
llegado a rodar la artista– que dan
cuenta de la extraña vuelta a la imposible normalidad del barrio, el
penoso estado del apartamento, los
boquetes en días de lluvia... Por encima de estas imágenes grandes gasas se elevan hasta el techo de la
sala del museo, telas sobre las que
Elena del Rivero ha ido cosiendo
los restos de papeles que encontró
en su casa: centenares de notas,
facturas, cartas, archivos... procedentes de las oficinas de las Torres
Gemelas, todos numerados por la
artista y eliminados los nombres
propios por el fuego de cigarrillos.
Una espiral de papeles, los últimos
testigos de aquel dolor.
ROBERTO DIZ, invitado
especial por zona D para
clausurar la pasarela, ha
trabajado en esta
colección exclusivamente
con el color blanco.
Importancia de los
volúmenes.
FOTO: F. BUSTAMANTE
6/7 En domingo 17 de septiembre de 2006
PATRIMONIO
EL CONVENTO DE SANT MIQUEL, ORIGINARIO DEL SIGLO XIII, SE ENCUENTRA «PERDIDO» ENTRE LA TRAMA
Claustro del convento
mercedario, que se halla
entre las casas de la
calle Hostals de Xàtiva.
Un convento oculto entre
las casas
Aunque por fuera es como otra cualquiera,
la calle Hostals de Xàtiva esconde los restos
de un convento medieval tras las fachadas
de las casas. Poca gente de la ciudad lo
sabe, pero entre los números 24 y 38 de esta
calle aún se conserva en buen estado el
claustro, la cúpula de la entrada y el huerto
del monasterio de Sant Miquel, fundado en
el siglo XIII por la real y militar orden de los
mercedarios. Desde la desamortización de
1835, el convento está a merced de unos
legos, sus actuales propietarios.
Paco Cerdà ■ XÀTIVA
FOTOS: PERALES IBORRA
el Repartiment de
1248, el rey Jaume I entregó a los mercedarios
un huerto en Xàtiva
para que fundaran el primer convento de la ciudad. Así lo hicieron
los frailes en la década de 1250,
cuando se establecieron en el periférico barrio de Les Barreres, situado fuera de las murallas de la
ciudad cristiana y en plena morería setabense. El emplazamiento
E
N
no era casual, pues la Orden de la
Merced, fundada en 1218 por Pere
Nolasco con el patrocinio real, todavía era una orden militar consagrada a la liberación de cristianos cautivos en territorio musulmán. Sus frailes todavía no estaban ni siquiera ordenados en el sacerdocio.
La estancia de los mercedarios
en Xàtiva fue todo menos tranquila. El convento de Sant Miquel fue
destruido, y luego reconstruido,
en la Guerra de la Unión del siglo
XIV, y en 1707 por la Guerra de Su-
Arranques de la cúpula
de la escalera de
entrada al convento.
cesión. Pero lo que no pudo la guerra lo consiguió la política. El Estado suprimió en 1835 el convento mercedario con motivo de la desamortización eclesiástica de
Mendizábal y el edificio pasó a engrosar el patrimonio nacional.
Después se parceló el convento en
varias viviendas y las casas fueron
compradas y ocupadas por particulares.
Desde entonces, la calle Hostals de Xàtiva esconde en sus entrañas los restos del monasterio
mercedario. De la fachada del convento no queda ni el recuerdo,
pero en el interior de las casas que
hay entre los números 24 y 38 de
Las celdas en las
que pasaban las
noches los frailes
son hoy los
dormitorios o los
cuartos de baño
de los actuales
propietarios de
las viviendas.
la calle aún sigue en pie el edificio.
Lo que más impresiona es el claustro de dos plantas que sirve a los
vecinos de patio de luces. Sólo dos
de las cuatro paredes mantienen
la estructura original de cuatro arcos de medio punto en la planta inferior y ocho arcos de medio punto con columnas de estilo jónico
en la segunda planta. En las otras
dos paredes, los gallineros, los cobertizos, los tendederos y los balcones construidos por los vecinos
ocultan o han alterado los arcos
originales. Todos los arcos se han
tapiado, pues detrás de ellos ya no
está la galería por la que paseaban
los frailes guerreros, sino las habitaciones de los nuevos dueños
del edificio.
También se conserva la cúpula
de la escalera de la entrada principal al convento. Ahora, la habitación en la que se halla sirve a su
propietario de estudio para pintar.
En los cuatro arranques de la cúpula aún permanece el escudo de
los mercedarios, aunque sin la pintura que detalla la cruz cristiana y
las barras de la Corona de Aragón,
símbolo de protección real.
TEMOR POR LOS ESPECULADORES. Otra parte que aún sobrevive es el huerto del convento,
con pinos, nísperos, naranjos y
otros árboles semiabandonados
que ocupan una considerable extensión de suelo urbano. Según
explica Agustí Ventura, cronista
de Xàtiva que a finales de año publicará un libro sobre los once
conventos que ha tenido la ciudad,
Antonio Vergara
URBANA DE XÀTIVA
SALVE Y USTED LO PASE BIEN
Emplazamiento del convento de Sant Miquel
rta
Pue
Rein
a
Ru
1: Iglesia de la Mercè.
Plaça
2: Puente
la Bassaconstruido en
1594 para pasar del
convento a la iglesia y
que ya no existe.
3: Cúpula de la escalera
de la entrada principal al
convento.
4: Claustro del convento
el
de Mlos
igu mercedarios.
5: Huerto conventual.
6: Acequia de la Vila.
bio
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Sa
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Hosta
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Dip
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rre
r
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Pouets
dels
ada
c
Tren
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA
«el huerto ha ido menguando
poco a poco, y el día que fallezca
su propietario –que vive solo y no
tiene esposa ni hijos–, mal futuro
le aguarda al terreno debido al
apetito de los especuladores».
En los bajos de las casas también se puede ver una habitación
alargada que hoy sirve de aparcamiento de coches y que, según
Ventura, podría haber sido el refectorio en el que comían los frailes. Las celdas en las que pasaban
las noches los mercedarios «son
hoy los dormitorios o los cuartos
de baño de los propietarios», añade el cronista.
La última joya descubierta son
unos arcos de piedra que, según la
hipótesis de Ventura, podrían ser
incluso anteriores a la construcción del convento y pertenecer al
hostal o alhóndiga que el rey tenía
en esta calle de Xàtiva y que luego
cedería a la orden mercedaria.
Pese a la insistencia, el propieta-
LEVANTE-EMV
Vista de la fachada de los
edificios que albergan en su
interior los restos del convento.
rio de la casa en la que han aparecido los arcos no quiere enseñarlos. Como si temiera despertar con
ello un interés excesivo en las administraciones públicas
Máxima protección municipal
en el PGOU de Xàtiva
restos del convento de
Sant Miquel están
salvaguardados en el Plan
General de Ordenación Urbana
de Xàtiva con el máximo grado
de protección municipal, el de
Protección General. Ello
implica, según el arquitecto
municipal, Antonio Vela, que
aunque el edificio pertenezca
a varias familias, éstas no
pueden transformarlo a su
L
OS
antojo. Sin embargo, la
protección del monasterio no
llega a la categoría
autonómica de Bien de
Relevancia Local ni el de Bien
de Interés Cultural, como el
convento de las clarisas de
Xàtiva. Por otro lado, el
arquitecto municipal añade
que «en el huerto no se
permitiría edificar porque está
a demasiada profundidad».
Huerto del monasterio de Sant Miquel, en suelo urbano.
Humo en los
restaurantes
U
N estudio publicado
esta misma semana
señala que, tras la teórica entrada en vigor de la ley
antitabaco, el índice de nicotina en los restaurantes es todavía del 75%.
No hay ninguna persona más
tolerante que el no fumador
que convive con los fumadores por necesidad o por circunstancias concretas de la
vida. Sin embargo, el fumador
compulsivo mantiene que es
víctima de un auto de fe, progrom o despiadada cacería.
Nada más lejos de la verdad.
Las víctimas son, precisamente, quienes soportan el humo.
Todos sabemos que el tabaco
mata mucho y de verdad. Ya
escuchamos la voz del fumador militante —antiguamente,
empedernido—: «¿Y no matan
lo mismo, o más, la porquería
atmosférica, el cáncer de
mama y las guerras?» Puede
que sí, y en muchos casos es
indiscutible.
Pero el asunto no se dirime
solamente, para nosotros, en
esos ámbitos de la salud, el
medio ambiente y el arraigado
deporte humano de matar al
prójimo, sino, básicamente, en
el del gusto, la estética y la
conservación de la mantelería,
a veces de hilo, de los restaurantes.
Hay otro elemento, de orden
psicológico. No hay nada que
ponga más nervioso al no
fumador que observar cómo
los adictos desenfundan en la
mesa, nada más llegar, un par
de Colt 45 de paquetes de
tabaco y una metralleta Stein
en forma de encendedor.
Al cabo de un par de minutos,
sus manos se dirigen, mecánicamente, a los paquetes.
Sacan un cigarrillo y suena el
aciago «clic» de la Stein. En
ese momento sabemos ya que
no escaparemos a una apoteosis tabaquista, entre plato y
plato. El humo, y su olor,
comenzará a fastidiarnos,
casi tanto como el gesto atávico de los tabaquistas.
Los técnicos en la materia
afirman que el tabaco afecta
gravemente a las papilas gustativas, y que por tanto mal se
puede juzgar un plato con
estas señoritas no sólo anestesiadas sino, las más de las
veces, por contumacia, calcinadas; otros galenos no opinan igual, y menos todavía
algunos gastrónomos que
fuman desde que se levantan
por la mañana hasta el postre
de la cena.
El fumador compulsivo desentona en los restaurantes. ¿Por
qué? Desde nuestro punto de
vista porque al restaurante se
va a gozar —si hay suerte—,
relajarse, comer y charlar.
No hay ninguna
persona más
tolerante que el no
fumador que
convive con los
fumadores por
necesidad o por
circunstancias
concretas de la vida.
Sin embargo, el
fumador compulsivo
mantiene que es
víctima de un auto
de fe, «progrom» o
despiadada cacería
Llevarse la adicción al local,
perjudicando a otros comensales, es una agresión o un
déficit de educación cívica.
Si nadie fuma en una iglesia,
un hospital (salvo los médicos
y las enfermeras, de extranjis), una sesión de cine o de
teatro, o en un tanatorio, no
encontramos justificación
para que se se fume en el restaurante. ¿Acaso no puede
reprimirse el tabaquista hora y
media o dos, el mismo tiempo
que dura una película de
Woody Allen o, por desgracia,
de Peter Greeneway?
Además de todo lo expuesto
con espíritu constructivo, el
fumador contribuye menos
que el abstemio al mantenimiento de la economía de los
restaurantes. Hechos cantan.
En efecto, pues no es justo
que finos y caros manteles de
hilo —o de lino— sean soca-
rrados, involuntariamente, por
las cenizas todavía incandescentes de las colillas. O que a
las servilletas de buena tela
les suceda lo mismo.
Hay otras variantes incendiarias, achacables a una urbanidad no muy desarrollada, siendo el caso de aquellos que,
teniendo un cenicero a la
vista, optan por apagar las
colillas en los
restos del café o del cortado.
A veces, ya consumidas, las
abandonan en los platitos
auxiliares. Un caso extremo,
afortunadamente inusual, es
apagar la colilla en un pastel
de crema o en una macedonia
de frutas.
Entendemos que el fumador
(empedernido) sea incapaz de
dejar de ser un autómata, y
que a falta de una acera, un
ascensor o la calzada, tire la
colilla donde hemos relatado,
pero ¿cuántos centenares de
millones de pesetas le habrá
costado al sector de la hostelería esos descuidos?
Por todo lo anterior, procede
que los fumadores se
repriman durante hora y
media o dos
en los restaurantes. Si así lo
hiciesen, la reciente legislación, confusa, sería innecesaria, todos seríamos más felices, no llegaríamos a casa con
tufo a humo hasta en la ropa
interior y nuestra salud puede
que no empeorase. Es una
simple cuestión de respeto al
prójimo, tan devaluado últimamente.
Última En domingo 17 de septiembre 2006
Sidi Ifni
la guerra
olvidada
Los combatientes de la guerra de Sidi Ifni se
resisten a que se ignore su participación en el
desconocido conflicto de 1957-1958 en el
África Occidental. La Comisión de Soldados
Veteranos de Ifni del Alto Palancia, organizó
ayer en Jérica un encuentro de veteranos
para homenajear la memoria de los
participantes en aquella guerra tan poco
conocida.
Carmen Blasco ■
JÉRICA
FOTOS: LEVANTE - EMV
AYA un mes de primavera!, un batallón de
soldados nos marchamos de Castellón
para la guerra», así, directo y contundente comenzó el relato de su
angustiosa vivencia en la contienda de Sidi Ifni el soldado Mariano
Ibáñez.
Han transcurrido cerca de cuarenta años desde que este «infante aburrido», natural de Barracas,
escribiera estas letras dirigidas a
su madre: «No llores madre mía
que por la patria luchamos»
Con pelo cano, Mariano, como
tantos otros soldados veteranos
de Ifni, guarda como oro en paño
los recuerdos, las fotografías y las
cartas que él mismo escribió, tratando de narrar aquella amarga
experiencia que le ha marcado
para el resto de su vida.
V
La de Sidi Ifni
siempre fue una
guerra
misteriosa,
velada por el
secreto oficial y
que costó a
España 152
muertos, 58
desaparecidos y
518 heridos.
El alturano Antonio Gil también
optó por refugiarse en el verso
para intentar paliar el miedo que
provoca vivir rodeado durante
meses por el seco sonido de ametralladoras y por un intenso olor a
pólvora: «Ifni es desoladora, más
de lo que al principio creyera,
sólo se criaban cactus y muchas
chumberas, es como un mal inmenso que nunca podré olvidar»
son algunas de las expresiones
que el soldado Antonio acertó a
plasmar en forma de poesía.
La de Sidi Ifni siempre fue una
guerra misteriosa, velada por el
secreto oficial y que costó a España 152 muertos, 58 desaparecidos y 518 heridos graves. Pero
quienes la padecieron desde las
trincheras, jamás la han olvidado,
y hoy, cuando aquellos jóvenes
soldados rondan ya los setenta, se
han propuesto plantar cara a tantas décadas de desconocimiento y
silencio institucional para alzar su
voz con homenajes como el que
ayer sábado se celebró en la localidad castellonense de Jérica.
«Éramos muy jóvenes y la juventud va acompañada de alegría, así que cuando puedes decir que volviste de aquel infierno
sano y salvo, uno trata de olvidar los malos momentos que
pasó», comenta otro de los homenajeados, José Galán.
Emociones, recuerdos,
abrazos entre viejos compañeros que volvían a encontrarse se mezclaban
ayer en Jérica con relatos
de los episodios vividos en
Ifni como el del jienense Antonio Pérez quien contaba
cómo permanecieron 12
días sitiados y les echaban
comida desde el aire: «hubo
muchas bajas, pero resistimos hasta que nos liberaron
un grupo de tiradores y la legión». Junto a Mariano, Antonio Gil y Antonio Pérez,
otros diez veteranos de Ifni
recibieron un merecido reconocimiento en un acto organizado por la Comisión de
Soldados Veteranos de Ifni del
Alto Palancia, con el periodista
militar, Antonio Herrero, como
alma máter del encuentro y al que
asistió el diputado nacional de
CiU Josep Maldonado.
Maldonado acudió al homenaje
en calidad de promotor de una
proposición no de ley que se aprobó por unanimidad hace medio
año en el congreso de los diputados, en la que se insta al Gobierno
a reconocer los derechos de estos
soldados y a equipararlos a los
combatientes de la guerra de los
Balcanes. «El ministro Bono estaba por la labor, pero ha coinci-
Una imagen de los
veteranos de Sidi Ifni
reunidos ayer en Jérica.
Arriba, soldados
esperan el rancho,
en una imagen de
en pleno conflicto,
(agosto de 1958)
cedida por uno de
los asistentes al
encuentro de
Jérica.
A la izquierda,
postal de 1958 de
la Plaza de España
en sidi Ifni.
Algunos de los
recuerdos de la
guerra de Sidi Ifni
expuestos ayer en
el homenaje de
Jérica.
dido con el cambio
de ministro y el
tema se ha enfriado», comentó el diputado,
quien explicó que gracias a la «ilusionada tozudez» de un grupo de
combatientes catalanes se interesó por las reivindicaciones de un
colectivo de soldados que ha permanecido silenciado y marginado
durante tantas décadas.
Hacerse visibles ante la sociedad, que el estado español considere que lucharon obligados en
una cruenta guerra, es el objetivo
que se ha marcado este colectivo
de soldados que se forjaron como
hombres en un desolador paisaje
desértico, sin apenas agua ni comida y a miles de kilómetros de
sus familias.
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