Poder Judicial de la Nación

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En Buenos Aires, el 9 de marzo de dos mil siete, se reúnen
los señores jueces de la Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Comercial para pronunciarse en la causa “Giallombardo Dante Néstor c/
Arredamenti Italiani S.A. s/ ordinario” (Expediente N° 79.365/03), donde
fue concedido un recurso de inaplicabilidad de ley, con el objeto de
resolver la siguiente cuestión:
“¿Corresponde otorgar a la iniciación del trámite de
mediación previa efectos suspensivos sobre el plazo para deducir la
acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de la Ley de
Sociedades?”.
I. A.- Los señores jueces Rodolfo A. Ramírez, Ana I. Piaggi,
María L. Gómez Alonso de Díaz Cordero, Juan Manuel Ojea Quintana, Juan
USO OFICIAL
José Dieuzeide, Angel O. Sala, y Martín Arecha dicen:
1. La cuestión a decidir se vincula con los efectos de la
iniciación del trámite de la mediación previa -regulada por la ley 24.573-,
frente al plazo de tres meses para deducir la acción de impugnación de
decisiones asamblearias previsto por el último párrafo del art. 251 de la ley
19.550; esto es, si el inicio del trámite de mediación suspende o no el
cómputo del aludido plazo.
Por medio del art. 1 de la ley 24.573 se instituyó, con
carácter obligatorio, la mediación previa a todo juicio. La acción de
impugnación de asambleas no está enumerada dentro de las excepciones a
dicha regla previstas por el art. 2. Al propio tiempo, el art. 29 de la referida
ley establece que la mediación suspende el plazo de la prescripción
liberatoria en los términos y con los efectos previstos en el segundo párrafo
del art. 3986 del Código Civil.
Ahora bien, el último párrafo del art. 251 de la ley 19.550
dispone que la acción de impugnación de decisiones asamblearias se
promoverá dentro de los tres meses de clausurada la asamblea, sin
especificación de la naturaleza de dicho plazo.
Sin embargo, la jurisprudencia de esta Cámara es unánime en
el sentido de que el aludido plazo trimestral establecido por la ley de
sociedades es de caducidad y no de prescripción (cfr. CNCom., Sala A, 152-1999, in re “Pie Fabián Luis c/ Corhoma S.R.L.”; idem, Sala B, 16-111999, in re “Bentivogli Victorio c/ Connect-It S.R.L.”; idem , Sala C, 24-61985, in re “Farina de Pareja M. c/ Crédito Liniers S.A.”; idem, Sala D, 135-1991, in re “Cuffia José c/ La Concordia Cía. Argentina de Seguros
S.A.”; idem , Sala E, 23-12-1997, in re “Piermarocchi Ernesto c/ Hilados
A.P. S.A.”).
Como se destacó, el art. 29 de la ley 24.573 sólo prevé la
suspensión de los plazos de prescripción y nada dice respecto de los plazos
de caducidad.
Lo
que
debe
determinarse,
entonces,
es
si
la
citada
disposición de la ley de mediación puede extenderse analógicamente al
plazo de caducidad previsto por el art. 251 de la ley 19.550.
2.
Cabe
destacar
en
ese
sentido
que
es
doctrina
universalmente admitida que la caducidad no está sujeta a interrupción ni a
suspensión, ya que se aplica a pretensiones para cuyo ejercicio se señala un
término preciso, por lo que nacen originariamente con esa limitación de
tiempo, en virtud de la cual no se pueden hacer valer una vez transcurrido
el plazo respectivo (cfr. C.S.J.N., 13-12-1988, in re “Sud América T. y M.
Cía. de Seg. S.A. c/ S.A.S. Scandinavian A.S. s/ cobro”).
En el caso del art. 251 de la ley 19950 que nos ocupa, ello se
basa en la necesidad de dar certeza a las decisiones asamblearias, porque no
es posible imaginar que la vida societaria pueda estar sometida a la
incertidumbre de que se declare la nulidad de un acto celebrado por su
órgano más trascendente (cfr. CNCom., Sala E, 26-12-1991, in re “Parodi
de Pérez Nelly c/ Transportes del Tejar S.A.”; idem , Sala E, 2-6-1994, in re
“Hischmann Juan c/ Centro de Investigaciones Médicas Hansi S.A.”; idem,
Sala A, 22-11-2002, in re “Regidor Alicia Celsa c/ Aerolíneas Argentinas
S.A.”).
La ratio legis de la norma no es otra, en este punto, que la de
aventar inseguridades que podrían naturalmente inspirar a los terceros,
decisiones asamblearias sujetas a objeciones por un período prolongado, y
disipar la inseguridad que viviría el ente societario si las decisiones de su
órgano de gobierno padecieran una extensa exposición a su vulnerabilidad
(cfr. CNCom., Sala B, 21-3-1979, in re “Carabassa Isidoro c/ Viuda de
Canale e hijos S.A.”).
3. Frente a lo visto, hay varias razones que conducen a dar
respuesta negativa a la cuestión sujeta a plenario y concluir que el inicio
del trámite de mediación carece de incidencia sobre el plazo previsto por el
art. 251 de la ley de sociedades.
En primer lugar, porque tratándose este último -como se dijode
un
plazo
de
caducidad,
su
término
no
puede
suspenderse
ni
interrumpirse. Se ha dicho en ese sentido que para la caducidad legal “es
tan esencial el ejercicio del derecho en tiempo preciso, que no se concibe
que el término pueda prolongarse en obsequio a circunstancias particulares
de alguien, tales como imposibilidad de hecho para actuar, incapacidad no
suplida por la representación adecuada, etc.” (v. CNCom., Sala E, “Frig.
Moreno S.A. s/ quiebra” del 11/5/99 –con cita de Lla mbía s, “Tratado de
Poder Judicial de la Nación
Derecho Civil”, ed. 1964, T. Parte General II, pág. 665, parág. 2149-; en el
mismo sentido, dictamen del Sr. Representante del Ministerio Público ante
esta Cámara, emitido en la misma causa).
En segundo término, porque –tal como también se destacó- la
ley 24.573 no contempla efecto alguno sobre plazos de caducidad legales,
aunque sí lo hace en relación con plazos de prescripción. Y no podrían
extenderse por analogía a la primera los efectos que se prevén respecto de
la segunda, dado que son instituciones disímiles. Es que, aunque la
caducidad “guarde ciertas semejanzas con la prescripción, es una institución
diferente, es un modo de extinción de ciertos derechos en razón de la
omisión de su ejercicio durante el plazo prefijado por la ley o la voluntad
de los particulares” (C.S.J.N., Fallos 311: 2646).
USO OFICIAL
Finalmente, porque el plazo de tres meses que prevé el art.
251 de la L.S. está fijado para la deducción judicial de la pretensión, lo que
no
puede
dar
lugar
a
otras
conclusiones.
Entonces,
para
evitar
la
consecuencia legal, debe promoverse la demanda dentro del término legal y
supeditar su tramitación al resultado de la mediación (CNCom. Sala E, 1312-99, in re “Parodi, Sixto Pedro c/ Luva S.A. y otros s/ sumario”).
4. Por lo expuesto, votamos por la negativa a la cuestión
propuesta.
I. B.- Los señores jueces Alfredo Arturo Kölliker Frers y
María Elsa Uzal agregan:
Compartimos los fundamentos del voto de la mayoría de
nuestros colegas como estricta respuesta a la pregunta formulada en este
llamado a plenario. Destacamos sin embargo y sin perjuicio de ello que,
excepcionalmente, la resolución de asamblea de una sociedad anónima
llegaría a ser impugnable aún “fuera del término del art. 251 L.S.” cuando
por aplicación de los arts. 18 y 1047 del Cciv.: 1) el vicio de la resolución
fuera calificable como nulidad o anulabilidad, absolutas, y cuando 2) lo
resuelto lesionara primeros principios de orden público (en esta línea cfr.
CNCom., Sala C, 26.2.86, in re “Fábrica Central de Oxígeno s/ quiebra s/
inc. de nulidad de asamblea”; idem , 10.7.90, in re “Paneth Erwin c/ Boris
Garfunkel (h.) S.A. s/ ord.”; idem , Sala E, 23.5.89, in re “Larocca Domingo
Antonio c/ Argentina Citrus s/ sum.”; idem , Sala D, 1.3.96, in re “Abrecht
Pablo c/ Cacique Camping S.A. s/ sum.”, ED 20.8.96; idem , Sala B,
21.9.99, in re “Mónaco Pablo c/ Cicem S.R.L. s/ sum.”). Con tal precisión,
votamos por la negativa a la cuestión propuesta.
II. A.- El señor juez Pablo Heredia dice:
1°) Que la cuestión a resolver es si corresponde otorgar a la
iniciación de la mediación previa -regulada por la ley 24.573 y por el
decreto reglamentario n° 91/98- efecto suspensivo del plazo para deducir la
acción de impugnación asamblearia prevista por el art. 251 de la ley 19.550.
Sobre el particular, debe advertirse, ante todo, que el plazo
de tres meses establecido por el último párrafo del citado art. 251 de la ley
societaria es de caducidad y no de prescripción, tal como lo ha destacado
reiteradamente esta Cámara en sus distintas integraciones (Sala A, 5/3/87,
“Acebo, A. c/ Banco Popular Argentino s/ sumario”; Sala A, 15/2/99, “Pie,
Fabián Luis c/ Corhoma SRL”; Sala A, 15/10/99, "Isola, Alejandro A. c/
Productora Americana SA s/ sum."; Sala B, 13/8/85, “Sichel, Gerardo c/
Boris Garfunkel e hijos s/ ord.”; Sala B, 16/11/99, "Bentivogli, Victorio c/
Connect-It SRL s/ sum."; Sala B, 2/11/90, “Jares, Daniel Ernesto c/
Gascarbo SA s/ sumario”; Sala C, 24/6/85, “Farina de Pareja, M. c/ Crédito
Liniers SA”; Sala E, 2/6/94, "Hischmann,
Juan
c/
Centro
de
Investigaciones Médicas Hansi SA"; Sala D, 4/9/89, “Fuentes de Durán,
Delia c/ Durán SA”;
Sala D, 13/5/91, “Cuffia, José c/ La Concordia Cía.
Argentina de Seguros SA s/ sum.”; Sala E, 23/12/97, "Piermarocchi,
Ernesto c/ Hilados A.P. SA s/ sum."; Sala E, 26/12/91, “Parodi de Pérez,
Nelly c/ Transportes del Tejar SA s/ sum.”;
Sala E, 14/9/05, "Rabuffetti,
Diego c/ Auditorio Buenos Aires SA s/ ordinario"; etc.).
La condición jurídica indicada es, por lo demás, la que el
legislador le asignó al plazo en cuestión con ocasión de ser sancionada la
ley 22.903. En efecto, por dicha ley se redujo el plazo del art. 251 de seis a
tres meses, y en su Exposición de Motivos se dijo que “...se abrevia el
plazo de caducidad a tres meses… ” (Capítulo II, Sección V, apartado 17).
Además, cabe recordar que el art. 251 de la ley 19.550
reconoce antecedente en el art. 2377 del Código Civil italiano, y que la
doctrina
y
la
jurisprudencia
referente
a
dicha
fuente
normativa
es
prácticamente unánime en el sentido de que se trata de un supuesto de
caducidad ( Fredei, G., Societá per azioni (Commentario Scialoja-Branca),
Roma-Bologna, 1972, p. 391; Trimarchi, P., Invaliditá delle deliberazioni
di asamblea di societá per azioni, Milano, 1958, p. 246; Messineo, F.,
Manual de derecho civil y comercial, Buenos Aires, 1955,
t. V, p. 456;
Brunetti, A., Tratado del derecho de las sociedades, Buenos Aires, 2003, t.
III, p. 194, n° 1021, pto. “b ”).
Finalmente, no es ocioso observar que la interpretación
indicada cuenta con la adhesión de un prestigioso superior tribunal de
provincia (SCBs.As., 4/12/90, “Salgado, R. c/ Polleschi, A. y otros”, ED, t.
148, p. 262), y es la aceptada por la mayoría de la doctrina nacional
(Fargosi, H., Estudios de derecho societario, Buenos Aires, 1978, p. 227;
Fargosi, H. y Giraldi, P., Nuevamente sobre la nulidad de asambleas de
Poder Judicial de la Nación
sociedades anónimas, ED 174-998;
Otaegui, J., Invalidez de actos
societarios, Buenos Aires, 1978, p. 416; Zaldívar, E. y otros, Cuadernos de
derecho societario, Buenos Aires, 1978, vol. III, p. 393; Bendersky, M.,
Impugnación judicial de asambleas de sociedades anónimas, RDCO, t.
1977, p. 20; Dasso, A., La sociedad anónima en la ley de reformas 22.903,
Buenos Aires, 1985, p. 212; Arecha, M. y García Cuerva, H., Sociedades
Comerciales, Buenos Aires, 1977, p. 372; Sasot Betes, M. y Sasot, M:,
Sociedades Anónimas – Las asambleas, Buenos Aires, 1978, p. 654;
Roitman, H., Impugnación de decisiones asamblearias, RDCO, t. 1984, p.
99; Martorell, E., Sociedades Anónimas, Buenos Aires, 1988, p. 297;
Migliardi, F., Carácter del plazo fijado por el art. 251 de la ley de
sociedades, LL 1979-B, p. 394; Verón, A., Sociedades Comerciales, ley
USO OFICIAL
19.550 comentada, anotada y concordada, Buenos Aires, 1993, t. 3, p. 929;
Verón, V., Tratado de los conflictos societarios, Buenos Aires, 2006, ps.
960/961, n° 94; Villegas, C., Sociedades Comerciales – De las sociedades
en particular, Santa Fe, 1997, t. II, p. 339; Richard, E. y Muiño, O.,
Derecho Societario, Buenos Aires, 2000, p. 506, n° 321;
Muguillo, R.,
Apostillas sobre la acción de nulidad de asamblea y la acción de
impugnación del art. 251 LS, RDCO, 1994, p. 511; Gagliardo, M.,
Sociedades Anónimas, Buenos Aires, 1988, p. 255; Willia m s , J . , La
impugnación de decisiones asamblearias nulas y el art. 251 de la ley
19.550, LL 1983-C, p. 1047; Fernández Madrid, J. (director), Código de
Comercio comentado, Buenos Aires, 1980, t. 2, p. 965; Uguet, R., Régimen
impugnatorio de las resoluciones asamblearias de las sociedades anónimas,
JA 2000-IV, p. 1163; Porcelli, L., Los terceros frente a la impugnación de
una decisión asamblearia, LL, 2005-F, p. 1183; Manóvil, R., El uso
derivado de los mecanismos societarios como supuesto excluido de la
caducidad del art. 251 de la LS en un fallo que marca un hito, ED t. 168, p.
545; Ralló, M., Impugnación de asambleas de sociedades anónimas, LL,
2004-B, p. 1244; etc.). Asimismo, sujetar la acción de impugnación de
asambleas a un plazo de caducidad es el criterio aprobado por el
Anteproyecto de reformas a la ley de sociedades comerciales elaborado por
los doctores Anaya, Bergel y Etcheverry (art. 251), y el adoptado por el art.
116 de la ley española de sociedades anónimas del 22/12/1989 (conf.
Carrera Giral, J., Ley de sociedades anónimas, t. II, p. 833 y ss., Barcelona,
Bosch, 1991), entre otras legislaciones.
2°) Que en función de lo expuesto, corresponde aplicar al
plazo del art. 251 de la ley societaria el criterio ampliamente aceptado de
que respecto a los plazos de caducidad no juegan las causales de
interrupción o suspensión de la prescripción.
En otras palabras, por razón de su propia naturaleza, el plazo
del art. 251 de la ley 19.550 no queda sometido al juego de los actos que
aniquilan la prescripción corrida y aun no cumplida, ni al de los actos que
detienen su curso.
Es que la perentoriedad de los términos de caducidad se
opone a la aplicación de las causales de suspensión o interrupción que rigen
para los plazos de prescripción, pues de permitirlo se frustrarían los
propósitos que la ley tuvo al establecer dichos términos (conf. Argañaras,
M.J., La prescripción extintiva, Buenos Aires, 1966, p. 323, n° 379 y 380;
Llambías, J.J., Tratado de Derecho Civil - Parte General, Buenos Aires,
1980, t. II, n° 2149, p. 724; Borda, G., Tratado de Derecho Civil Argentino
- Obligaciones, Buenos Aires, 1976, t. II, n° 1161, p. 107; Rezzónico, L.M.,
Estudio de las obligaciones en nuestro derecho civil, Buenos Aiers, 1961, t.
2, ps. 1207 y 1212, 9ª ed.; De Gásperi, L. y Morello, A.M., Tratado de
Derecho Civil, Buenos Aires, 1964, t. III, n° 1444, p. 399; Spota, A.G.,
Tratado de derecho civil – Parte General, Buenos Aires, 1959, t. I, vol. 38, p. 657, n° 2271, y p. 668, n° 2275; Salvat, R. y
Galli, E., Tratado de
derecho civil argentino – Obligaciones en general, Buenos Aires, 1956, t.
III, p. 683, n° 2311ª; Cazeaux, P. y Trigo Represas, F., Derecho de las
Obligaciones, La Plata, 1975, t. 3, p. 653; Stigliz, R., Contratos – Teoría
general, Buenos Aires, 1990, p. 758; Cortés Giménez, E., Caducidad , en
Enciclopedia Jurídica Omeba, Buenos Aires, 1955, t. II, p. 481; Albaladejo,
M., Derecho Civil, Barcelona, 1970, t. I, p. 674; Espín Canovas, D., Manual
de Derecho Civil Español, Madrid, s/f, t. I, p. 475; Puig Peña, F.,
Introducción al derecho civil español, común y foral, Barcelona, 1942, ps.
622 y 623; Castán Tobeñas, J.,
Derecho Civil Español, común y foral,
Madrid, 1943, t. I, ps. 332/333; Diez Picazo, L., La prescripción en el
Código Civil, Barcelona, 1964, p. 55; Josserand, L., Derecho Civil, Buenos
Aires, 1950, t. II, vol. I, p. 769, n° 1005; Planiol, M., Ripert, G. y Esme in,
P., Tratado práctico de Derecho Civil francés, La Habana 1945, trad. de M.
Díaz Cruz, t. VII, n° 1402, p. 741; Barbero, D., Sistema del Diritto Privato
Italiano, Torino, 1965, t. I, ps. 284/285, n° 181; etc.).
3°) Que establecido que los plazos de caducidad -como el del
art. 251 in fine , de la ley 19.550- no se interrumpen ni suspenden,
corresponde advertir que la extinción del derecho subordinado a la
decadenza
solamente
se
salva
cumpliéndose
el
acto
impeditivo
expresamente previsto por la ley.
Al respecto, no es inútil recordar la diferencia conceptual y
jurídica existente entre el acto impeditivo, el acto suspensivo y el acto
interruptivo. El primero, juega exclusivamente en materia de plazos de
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caducidad, excluyendo a esta última cuando se cumple, es decir, el acto
impeditivo se relaciona con la carga de ejercitar el derecho, por lo general
potestativo, a hacer valer por primera vez o por única vez, con el efecto de
que el derecho se pierde si el acto de ejercicio -impeditivo de la caducidadno se cumple dentro de un término preclusivo (conf. Messineo, F., ob. cit.,
t. II, p. 75, n° 13; Spota, A., ob. cit., p. 659, n° 2272). En cambio, el acto
suspensivo y el acto interruptivo, son especies que juegan exclusivamente
con relación a plazos de prescripción, con los efectos que, respectivamente,
resultan de los arts. 3983 y 3998 del Código Civil.
La identificación del acto impeditivo como propio de los
plazos de caducidad, está presente -como no puede ser de otro modo- en la
jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, bien que por
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su comparación con el acto interruptivo. En efecto, la Corte Federal ha
señalado que “… Cuando el plazo de caducidad está fijado para el ejercicio
de un derecho dotado de acción, la promoción de ésta podría confundirse a
primera vista con el acto interruptivo de la prescripción. Sin embargo, no es
así, sino que se trata de lo que se denomina acto impeditivo –y no
interruptivo- de la caducidad, es decir, la ejecución dentro del plazo fijado
por la ley del acto previsto por ella para impedir que la caducidad se
produzca. La diferencia práctica estriba en que la interrupción de la
prescripción tiene por consecuencia que comience a correr de nuevo el
plazo legal (art. 3998 del Código
Civil), mientras que el acto impeditivo
hace que la caducidad ya no pueda producirse… ” (Fallos 311:2646,
considerando 3°).
Un mismo orden de conceptos puede leerse en Coviello -citado por Argañaras- al decir que “… Hay actos que aun siendo interruptivos de
la prescripción, valen para impedir la caducidad; pero esto ocurre no en
razón de la aplicación analógica de las normas concernientes a la
prescripción, sino por la índole misma del acto que poniendo en ejercicio el
derecho, hace de ese modo imposible la caducidad. Un acto tal es, sin duda,
la demanda judicial que pone en movimiento una acción sujeta a un término
perentorio, pues es de evidencia que en ese caso la demanda judicial no
significa interrumpir el plazo de caducidad, sino ejercitar el derecho mismo
antes de vencer el término y, por consiguiente, hacer imposible la
caducidad… ” (conf. Argañaraz, M., La prescripción extintiva, Buenos
Aires, 1966, p. 324, nota n° 13).
Pues bien, en el caso del art. 251, in fine , de la ley 19.550, el
acto impeditivo legalmente previsto que, una vez cumplido, obsta a que se
produzca la caducidad establecida por tal norma es, como surge de su texto,
la promoción de la acción contra la sociedad, por ante el juez de su
domicilio.
4°)
anterioridad
a
Que,
la
a
esta
sanción
de
altura,
la
Ley
corresponde
de
recordar
Mediación
y
que
con
Conciliación
Obligatoria, esta Cámara había identificado al acto impeditivo de la
caducidad prevista por el art. 251 de la ley societaria (“promoción de la
acción ”) con la promoción de la demanda en sede judicial, aun dentro de las
dos primeras horas de despacho del día hábil inmediato a su vencimiento,
de acuerdo al art. 124 del Código Procesal (Sala B, 6/9/95, “Outeda
Villarino Argentino c/ Jonte 2902 SRL s/ sum”, entre otros).
La sanción de la ley 24.573 puso en crisis la doctrina
precedentemente expuesta, especialmente porque dicha ley -aunque en su
art. 29 estableció que “... la mediación suspende el plazo de la prescripción
liberatoria en los términos y con los efectos previstos en el segundo
párrafo del artículo 3986 del Código Civil… ” (texto según ley 25.661)nada determinó sobre los plazos de caducidad, pese a que por su art. 1°
quedaban sujetas al régimen de previa conciliación obligatoria acciones
tales como la de impugnación asamblearia (Nissen, R. y Llantada, G., La
mediación y el conflicto societario, ED, t. 175, p. 750; López Tilli, A., La
mediación en el marco de los procesos de impugnación de asambleas, Doc.
Soc. y Conc., octubre 2006, p. 1117; Roitman, H., Ley de sociedades
comerciales, comentada y anotada, Buenos Aires, 2006, t. I, p. 296 y ss.).
Por cierto, la apuntada omisión legal no se solventa recordando el principio
de que la caducidad no se produce cuando el litigante se ha visto impedido
de obrar por causa de fuerza mayor o por razón de dificultades o
imposibilidad de hecho (conf. Spota, A., ob. cit., p. 674; De la Fuente, H.,
Principios generales de la caducidad, JA 1983-IV, p. 716), pues si bien ese
argumento ha sido utilizado por algunos fallos españoles e italianos para
sortear
los
asamblearia,
efectos
de
la
caducidad
de
la
acción
de
impugnación
lo cierto es que la ley de mediación no impide u obsta al
ejercicio de tal acción sino que le da cabida por una vía alternativa y
precedente a la judicial.
En su caso, el conflicto interpretativo que nació con la
sanción de la ley de mediación, dio lugar a dos líneas jurisprudenciales
diversas, cuyo enfrentamiento es, precisamente, el que ha dado lugar a la
presente convocatoria plenaria.
En efecto, por un lado, por intermedio de la Sala A de esta
Cámara, se resolvió que, por aplicación analógica del art. 29 de la ley
24.573, cabía otorgar a la iniciación del tramite de mediación una eficacia
Poder Judicial de la Nación
suspensiva del plazo de caducidad (autos “Regidor, Alicia Celsa c/
Aerolíneas Argentinas s/ sumario”, sentencia del 22/11/2002).
En cambio, en los autos en los que se desarrolla la presente
convocatoria plenaria, la Sala B resolvió, con fecha 14 de junio de 2004,
que la ley de mediación n° 24.573 no prevé efectos respecto de los plazos
de caducidades legales, y si bien sí lo hace sobre los plazos de prescripción,
la disposición del art. 29 no puede extenderse analógicamente de un
instituto a otro.
5°) Que, si como ha quedado ya expuesto, el plazo de
caducidad del art. 251 in fine de la ley societaria no puede ser objeto de
interrupción o suspensión, se debe concluir, por lógica consecuencia, en la
improcedencia de aplicar a su respecto el efecto suspensivo de la
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prescripción dispuesto por el art. 29 de la ley 24.573 (texto según ley
25.661), lo que no podría hacerse ni siquiera por vía de analogía pues, en
tal caso, la analogía serviría para eludir –en forma inadmisible- la regla que
indica
que
las
causales
de
suspensión
de
la
prescripción
resultan
inaplicables a la caducidad (conf. Spota, A. G., ob. cit., p. 667, n° 2274).
En su caso, de lo que aquí se trata es, más bien, de establecer
si a la luz de las innovaciones provocadas por la ley 24.573, el acto
impeditivo de la caducidad previsto por el art. 251 in fine de la ley 19.550
puede tener una comprensión distinta de aquella que se le asignó en los
fallos precedentes a la sanción la ley de mediación, en cuanto identificaron
dicho acto impeditivo con la promoción de la demanda en sede judicial, aun
dentro de las dos primeras horas a las que se refiere el art. 124 del Código
Procesal.
6°) Que en la indagación del postulado precedentemente
impuesto, cobra especial interés la doctrina que emana del precedente de la
Corte Suprema in re N. 148. XXXVII. “Nastasi, Grace Jane E. c/ Aerolíneas
Argentinas S.A.”, sentencia del 16 de octubre de 2002 (Fallos 325:2703), en
el cual se resolvió asignar carácter de acto impeditivo de un plazo de
caducidad al formulario referente a la iniciación de la mediación previsto
en el art. 4 de la ley 24.573, presentado ante el tribunal competente. En
dicho precedente, el Alto Tribunal observó que el propio art. 4 de la ley de
mediación califica a dicho formulario como la actuación a través de la cual
el reclamante formaliza su "pretensión ante la mesa general de recepción",
expresión que inequívocamente pone de manifiesto que en él está presente
el ejercicio de la acción que obra como acto impeditivo –no suspensivo, ni
interruptivo- de la caducidad.
No se ignora que el caso “Nastasi” se refirió a un plazo de
caducidad distinto del establecido por el art. 251 de la ley 19.550, pero lo
que importa de ese precedente es su holding consistente en la afirmación de
que la presentación del formulario del art. 4 de la ley 24.573 ante el
tribunal competente tiene eficacia de acto impeditivo de los plazos de
caducidad.
Sentado lo anterior, debe ser observado, a esta altura, que el
citado art. 251 no se refiere estrictamente a la iniciación de la demanda,
sino a la promoción de la “acción”, siendo conocido que este último
vocablo no es equivalente a “demanda” (conf. Palacio, L., Derecho
Procesal Civil, t. I, ps. 383/385, n° 74, Buenos Aires, 1979). Y si bien,
como fue referido, la jurisprudencia de esta cámara anterior a la sanción de
la ley 24.573 identificó al acto impeditivo del art. 251 con la promoción de
la demanda en sede judicial competente, la aludida diferenciación entre
“acción” y “demanda”, así como la propia letra del art. 251 (que, se reitera,
alude genéricamente a la promoción de la “acción”), permite sostener que
hay ejercicio de la acción -impeditivo de la caducidad- cuando, en los
términos referidos, se presenta el formulario del art. 4° de la ley 24.573.
Por
cierto,
la
aplicación
extensiva
precedente “Nastasi” que aquí se postula,
criterio, más general, según el cual,
de
la
doctrina
del
resulta congruente con el
en caso de duda, debe preferirse la
solución que privilegie el mantenimiento del
derecho (CSJN, doctrina de
Fallos: 312:2352; 318:879; 323 ;192).
En suma, si bien no corresponde otorgar a la iniciación del
trámite de mediación previa efectos suspensivos del plazo para deducir la
acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de la ley de
sociedades, corresponde sí concederle aptitud “impe ditiva ” de la caducidad
establecida por esa norma.
7°) Que, frente a la conclusión anterior, corresponde las
siguientes aclaraciones.
a) Una vez impedida la caducidad por la presentación del
formulario del art. 4° de la ley 24.573 no cabe hablar, según lo entiendo, de
límite a la operatividad temporal del respectivo acto impeditivo. Ello es así,
porque la virtualidad del acto impeditivo de que se trata se agota en sí
misma al cumplírselo, consolidando el derecho que se hallaba expuesto a
extinguirse (conf. Spota, A., ob. cit., p. 675, n° 2275, “m ”).
b) De su lado, la cuestión atinente a la definición del tiempo
dentro del cual debe interponerse la demanda judicial de impugnación
cuando ha fracasado la mediación previa exige observar, ante todo, que
constituye una premisa aceptada que impedida que sea la caducidad del
derecho, la acción que corresponde para el ejercicio de ese derecho no se
pierde sino por prescripción. Tal es la solución aceptada, aun sin texto
Poder Judicial de la Nación
legal, por la mejor doctrina nacional (conf. Colmo, A., De la prescripción
en materia comercial, Buenos Aires, 1901, p. 51, n° 84; Spota, A., ob. cit.,
ps. 669/670 y 675, n° 2275; Zavala Rodríguez, C., Código de Comercio y
leyes complementarias, comentados y concordados, Buenos Aires, 1975, p.
312, n° 253), y la que, valga señalarlo, expresa con claridad el art. 2967 del
Código de Comercio italiano al decir que “… En los casos en los que se
impida la decadencia, el derecho queda sujeto a las disposiciones que
regulan la prescripción… ” (conf. Messineo, F., ob. cit., t. II, p. 77, n° 14).
Pues bien, tratándose de asambleas cuyo vicio corresponda a
una nulidad absoluta, la cuestión del tiempo dentro del cual se debe
interponer
la
demanda
judicial
no
ofrece
problema,
pues
estando
comprometido el orden público, la acción de impugnación asamblearia ni
USO OFICIAL
caduca ni prescribe, aplicándose la máxima quo dan initio vitiosum est non
potest tractu tempo convalescere, tal como lo resolvió la Corte Suprema en
el precedente de Fallos 324:4199 (in re “Provincia de Chubut c/ Centrales
Térmicas Patagónicas S.A.”) y lo ha admitido la jurisprudencia constante de
esta cámara de apelaciones (conf. CNCom., Sala B, 24/9/80, “Guillermo
Kraft Ltda.. c/ Motormecánica SA, LL 1982-A, p.80; íd., Sala de feria,
11/1/85, “Lucino, Jorge A. c/ Unión Comerciantes Cía. de Seguros”, LL
1985-C, p. 483; íd., Sala C, 26/2/86, “Fábrica La Central de Oxígeno SA”,
RDCO, 1986-291; íd., Sala C, 10/7/90, “Paneth, Edwin c/ Boris Garfunkel
SA”; íd., Sala C, 19/7/96, “Calvet, Francisco c/ Cittadella SA”; íd., Sala D,
13/5/91, “Cuffia, José c/ La Concordia Cía. Argentina de Seguros SA”; íd.,
Sala D, 1/3/96, “Abrecht, Pablo A. c/ Cacique Camping SA”, ED 168-546;
íd., Sala E, 23/5/89, “Larocca, Domingo c/ Argentina Citrus SA”; etc.).
En cambio, la cuestión es problemática cuando el vicio
asambleario provoca una nulidad relativa.
La generalidad de la doctrina tiene afirmado que en el caso
referido la acción de impugnación de asambleas de sociedades anónimas, de
responsabilidad limitada o en comandita por acciones, está sometida
exclusivamente al plazo de caducidad del art. 251 de la ley 19.550, y que el
plazo de prescripción del art. 848, inc. 1°, juega solamente en supuestos de
sociedades de otro tipo (véase en este sentido: Otaegui, J., ob. cit., p. 417,
n° 149).
Sin embargo, no es esa la interpretación que ha sostenido la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en el recordado caso de Fallos
324:4199, en el que afirmó que en los supuestos de nulidad relativa la
acción que la ley le confiere al particular interesado que impugna una
asamblea de sociedad anónima “es prescriptible” (véase considerando 11°,
segundo párrafo).
En dicho precedente, el Alto Tribunal distinguió, claramente,
la caducidad del art. 251 de la ley societaria, de la prescripción a la que
está sujeta la acción de impugnación asamblearia fundada en una nulidad
relativa. Y lo hizo, no menos claramente, siguiendo el criterio –generalizable a variados supuestos y no limitado al caso de los documentos
cambiarios- que consagra el 848 del Código de Comercio en cuanto a que
“… La prescripción se entiende sin perjuicio de la caducidad de tales
acciones en los casos señalados por la ley… ”. Casi es innecesario agregar,
en adición a lo anterior, que el apuntado criterio recoge la idea, aceptada y
aceptable, de que ambas especies jurídicas -caducidad y prescripciónpueden actuar respecto de una misma acción (conf. Colmo, A., ob. cit., p.
53, n° 85; Messineo, F., ob. cit., t. II, p. 77, n° 14).
Por lo demás, es evidente que si frente al supuesto de
asambleas viciadas de nulidad absoluta se acepta que la acción de
impugnación es imprescriptible, a contrario sensu debe ser admitido que
cuando el vicio sea de nulidad relativa, la acción es susceptible de
prescribir.
Ahora bien, indudablemente, la prescripción a la que alude la
Corte Federal, no es otra que la trienal del art. 848, inc. 1°, del Código de
Comercio. De suerte que, impedida la caducidad del art. 251 de la ley
19.550
por
la
presentación
del
formulario
de
mediación,
juega
la
prescripción de tres años para promover la demanda de impugnación de
asamblea viciada de nulidad relativa.
En este punto, me detengo para observar que no me pasa
inadvertido que la solución precedentemente propiciada es contraria al
extendido criterio que sostiene la aplicación exclusiva y excluyente del art.
251 de la ley 19.550, con erradicación de cualquier plazo de prescripción.
Empero, cabe advertir que ese extendido criterio nació y se
desarrolló en una época en que no estaba presente la ley de mediación n °
24.573, es decir, en un momento en que el ejercicio del derecho de
impugnar una asamblea en los términos del art. 251 de la ley societaria
solamente tenía cabida con la promoción de la demanda de impugnación e n
sede judicial, ya que esa era la única forma de ejercicio de la “acción”
admitida por el legislador. Sin embargo, la mediación aprobada por la ley
24.576 reglamenta una nueva modalidad de dar inicio a las acciones
judiciales (conf. Robles, E., La suspensión del curso de la prescripción
operado por el trámite de mediación, LL 2000-E, p. 979, cap. IV), lo que,
entonces, obliga necesariamente a reformular los conceptos comúnmente
aceptados hasta ahora.
Poder Judicial de la Nación
En
tal
orden
de
ideas,
la
circunstancia
de
que
con
anterioridad a la sanción de la ley 24.573, el único ejercicio de la “acción”
aceptado haya sido el consistente en la presentación judicial de una
demanda de impugnación asamblearia, eclipsó o impidió ver con claridad
que con dicha promoción de demanda se cumplía, a un mismo tiempo, no
sólo el acto impeditivo de la caducidad prevista por el art. 251 de la ley
19.550, sino también el acto interruptivo de la prescripción de la acción
(art. 3986, primera parte, del Código Civil). Y ello es así porque se estaba
en presencia de una fusión de ambos actos, o mejor dicho, frente a la
presencia de un acto (la demanda judicial) bifronte, cuya promoción
provocaba promiscuamente el efecto impeditivo de la caducidad y el
interruptivo de la prescripción, produciéndose de tal manera la confusión
USO OFICIAL
entre ambos efectos a la que hiciéramos referencia en el considerando 3° de
este voto con cita del precedente de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación registrado en Fallos 311:2646, y de la opinión de Nicola Coviello.
Dicho con otras palabras, reconocida la demanda judicial
como único acto de ejercicio de la acción, se desdibujó -en el derecho
anterior a la ley 24.573- la prescripción que anidaba tras la caducidad del
art. 251 de la ley societaria, e hizo pensar, por consiguiente, que la acción
de impugnación de asamblea solamente estaba sujeta a la última.
Ahora bien, la sanción de la ley de mediación 24.573 tuvo el
efecto de escindir el acto de ejercicio de la acción
impugnatoria,
permitiendo distinguir, por una parte, el inicio de la mediación como acto
de ejercicio de esa acción con virtualidad impeditiva de la caducidad del
art. 251 de la ley 19.550, y por otra parte, la promoción de la demanda
judicial como acto de ejercicio –subsiguiente al fracaso de la mediación- de
la misma acción, pero con eficacia interruptiva de la prescripción del art.
848, inc. 1, del Código de Comercio.
En el régimen actual, en efecto, la acción de impugnación se
ejerce, primeramente, sin demanda, sometiendo el caso a mediación; y
fracasada esta última, se ejerce a través de una demanda judicial.
La apuntada escisión que está presente en el derecho vigente,
permite ver, ahora con claridad, la prescripción que juega al lado de la
caducidad, de suerte tal que, al quedar impedida esta última por la
presentación del formulario del art. 4 de la ley 24.573, el ejercicio por
demanda judicial de la acción impugnatoria queda sujeto a una necesaria
prescripción, siempre y cuando, claro está, se trate de una impugnación
asamblearia fundada en una nulidad relativa, tal como lo observó la Corte
Suprema en Fallos 324:4199 al declarar “prescriptible” la acción en tal
supuesto.
Casi innecesario es aclarar, que el curso de tal prescripción
liberatoria no se ve ab initio suspendido con los alcances del art. 3986,
segunda parte, del Código Civil (al que remite el art. 29 de le ley de
mediación), ya que no se trata aquí de obligación exigible susceptible de ser
colocada en mora según los términos de aquella norma.
Con tales precisos alcances descarto, pues, en el vigente
régimen normativo, la existencia de una acción exclusivamente sujeta a
caducidad que, una vez impedida, no tenga un plazo de prescripción. Por lo
demás, un supuesto de tal naturaleza, únicamente puede admitirse en el caso
de derechos -dotados de acción- en los que directamente se encuentra
interesado el orden público, por ejemplo, en las acciones de estado de
familia, que solamente están sometidas a caducidades, quedando excluida
toda posibilidad de que los respectivos derechos puedan prescribir (conf.
De la Fuente, H., ob. cit., loc. cit., cap. IV). Pero, ciertamente, no es ese el
caso del derecho de impugnar una asamblea por vicio de nulidad relativa, ya
que en tal tipo de nulidad no está interesado el orden público, sino
simplemente intereses privados (conf. Llambías, J., Tratado de derecho
civil – Parte General, Buenos Aires, 1973, t. II, ps.611/612, n° 1971),
interpretación esta última con la que concuerda caracterizada doctrina
societaria (conf. Verón, A., Tratado de los conflictos societarios, Buenos
Aires,
2006,
ps.
883/994,
n°
24;
Roitman,
H.,
Ley
de
sociedades
comerciales, comentada y anotada, Buenos Aires, 2006, t. IV, p. 235/239;
Nissen, R., Impugnación judicial de actos y decisiones asamblearias,
Buenos Aires, 2006, p. 22 y ss.; etc.).
De otro lado, observo que el criterio de entender que la
prescripción del art. 848, inc. 1°, del Código de Comercio solamente se
aplica a sociedades de tipo distinto a la anónima, de responsabilidad
limitada o en comandita por acciones, y que por el contrario, frente a estas
últimas, debe jugar exclusivamente el plazo de caducidad del art. 251 de la
ley 19.550 porque el criterio del legislador ha sido evitar que las decisiones
asamblearias queden sujetas a objeciones por un período prolongado o a una
extensa exposición a su vulnerabilidad, no parece consultar el hecho cierto
y evidente de que estas últimas razones no sólo son predicables respecto de
las
decisiones
asamblearias
adoptadas
en
sociedades
anónimas,
de
responsabilidad limitada o en comandita por acciones, sino respecto de las
decisiones tomadas por la reunión de socios de cualquier otro tipo de
sociedad comercial. El peligro de una prolongada exposición a una acción
impugnatoria se da en todos los casos, cualquiera sea el tipo societario de
que se trate, por lo que no es éste un argumento para distinguir un supuesto
de otro. Y lo mismo cabe decir de las razones de seguridad jurídica
Poder Judicial de la Nación
comúnmente invocadas, pues a ella son acreedoras todas las sociedades, sin
importar su tipo. A todo evento, cabe observar que la mera presentación del
formulario requiriendo mediación ya obra, por sí mismo, como advertencia
para el ente societario del cuestionamiento que se cierne sobre la asamblea
de que se trate, lo que naturalmente deberá mover a actuar con las
prevenciones del caso en lo atinente a la ejecución y mantenimiento de la
decisión colegial implicada (arg. art. 902 del Código Civil y 254 de la ley
19.550).
En un afín pero distinto orden de ideas, cabe presumir que
cuando el legislador ordenó que las disposiciones de la Ley de Sociedades
pasaran a integrar el Código de Comercio (art. 367 de la ley 19.550; hoy
art. 384, según la numeración de las leyes 22.903 y 22.985), realizó el
USO OFICIAL
correspondiente análisis de compatibilidad de las disposiciones contenidas
en ambos cuerpos, a fin de descartar contradicciones. Por ello, no puede
pensarse que al establecerse la caducidad del art. 251 de la ley 19.550 lo
hubiera sido en desmedro de la prescripción del art. 848, inc. 1, del Código
de Comercio. De haber tenido ese propósito, el legislador lo hubiera dicho
expresamente señalando, por ejemplo, en el art. 251 que la caducidad
excluía la aplicación de la prescripción del art. 848, inc. 1°, del Código de
Comercio, o indicando en este último precepto su inaplicabilidad al caso de
la acción de impugnación de asambleas de sociedades anónimas. Ello habría
sido necesario para descartar la aplicación de los principios comunes, ya
referidos, según los cuales impedida la caducidad juegan las reglas de la
prescripción. Empero, nada se dijo al respecto y, como lo ha destacado
caracterizada doctrina, la Ley de Sociedades, como integrante del Código
de Comercio, debe recurrir a sus normas para encontrar solución en los
casos no previstos por ella, lo cual acontece, entre otros supuestos, en
materia de prescripción con el citado art. 848 (conf. Nissen, R., Ley de
sociedades comerciales, comentada, anotada y concordada, Buenos Aires,
1998, t. 5, p. 297; Verón, A., Sociedades Comerciales, ley 19.550
comentada, anotada y concordada, Buenos Aires, 1994, t. 4, p. 967, n° 1).
Me importa advertir, asimismo, que la solución consistente
en promover la demanda dentro del plazo de caducidad del art. 251 y
supeditar su tramitación al resultado de la mediación, propone un resultado
que, lejos de conciliar los textos legales implicados, suprime uno en
desmedro de otro. En efecto, la idea que subyace en la ley de mediación es
evitar la presentación de la demanda judicial y los costos que por su sola
interposición se generan (tasa de justicia y honorarios). Obligar a la
presentación de la demanda conlleva la necesaria asunción de esos costos,
desvirtuándose así la finalidad de la ley 24.573, e inclusive la secuencia
querida por el legislador, consistente en atravesar primero una etapa previa
de solución alternativa del conflicto, pero sólo después, frente al fracaso,
judicializarlo (art. 14, segundo párrafo, de la ley de mediación). Es más: se
obliga al reclamante a efectuar una presentación judicial eventualmente
estéril, lo que es inadmisible. A mi modo de ver, pues, la referida solución
implica no conservar todas las disposiciones en juego con pleno valor y
efecto, lo que es contrario a conocidas reglas hermenéuticas. Efectivamente,
como lo ha destacado la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la tarea
judicial debe buscar la interpretación que concilie el alcance de las normas
aplicables, dejándolas a todas con valor y efecto, evitando darles un sentido
que las ponga en pugna, destruyendo las unas por las otras (CSJN, Fallos
310:192; 311:193; 312:1614; 321:793 y 2021; 327:5002, entre otros).
No dejo de apreciar, en fin, que una ley nacional de carácter
procesal como es la de mediación, ha venido a modificar la interpretación
comúnmente aceptada de un precepto incorporado a la legislación común
como es el art. 251 de la ley 19.550. Pero es de advertir que lo modificado
no es la letra de este último precepto, sino la interpretación que sobre él se
ha hecho, particularmente, la interpretación que se ha formulado de la
palabra “acción” contenida en él, que otrora se identificara con el concepto
de demanda judicial, pero que tras la sanción de la ley de mediación admite
otra comprensión distinta según se ha visto. Por lo demás, la circunstancia
de que en diversas jurisdicciones provinciales no rija una ley de mediación
como la 24.576, o que exista un régimen de mediación pero para actuar
después de promovida la demanda judicial (como ocurre en la Provincia de
Córdoba; ley 8858), no impide que pueda subsistir en ellas la interpretación
de que el acto impeditivo previsto por el art. 251 de la ley societaria sea la
demanda judicial y no otro. Y es que, no brindando el citado art. 251 una
comprensión unívoca de la palabra “acción” contenida en él, cabe estar al
respeto
de
esa
distinta
interpretación
que
pudiera
subsistir
en
las
jurisdicciones provinciales, ya que ello es la necesaria consecuencia que se
deriva del hecho de que las provincias no han delegado en la Nación el
dictado de las leyes procesales con las que se hace aplicación de las leyes
de fondo en sus respectivas jurisdicciones (CSJN, Fallos 327:608).
Finalizo señalando que soy plenamente conciente de lo
novedoso de la interpretación que propicio, y de que, tal vez, generará
controversia. Empero, desde la lógica jurídica derivada de la interpretación
de los textos legales implicados y de la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, no encuentro otra solución posible.
En verdad, el cruce de la ley societaria con la ley de
mediación ha provocado una conmoción en los criterios hasta ahora
Poder Judicial de la Nación
aceptados y, seguramente, lo mejor sea una urgente reforma legislativa que
excluya como asunto sujeto a mediación a las impugnaciones asamblearias,
habida cuenta, sobretodo, de las complejidades que derivan de resolver por
esa vía conflictos intrasocietarios (conf. Nissen, R., Impugnación judicial
de actos y decisiones asamblearias, Buenos Aires, 2006, p. 205; Molina
Sandoval, C., Régimen procesal de la acción de impugnación asamblearia,
Córdoba, 2005, p. 47). Con ello se lograría volver al status quo anterior a la
sanción de la ley 24.576 y recuperar la protección de los valores que la ley
19.550 persiguió al sancionar el plazo de caducidad del art. 251, dejando en
manos del intérprete la posibilidad de calificar la palabra “acción” como
equivalente a demanda judicial, cosa que ahora no permite la ley de
mediación. Asimismo, se salvarían las asimetrías hermenéuticas entre
USO OFICIAL
distintas jurisdicciones judiciales del país.
Más allá de este último comentario, no me toca juzgar como
bueno o malo el resultado del apuntado cruce normativo, sino solamente
definir sus consecuencias según la interpretación que creo correcta de los
textos legales llamados a regir el punto cuestionado y de la jurisprudencia
aplicable. Como magistrado estoy obligado a no juzgar “de” las leyes, sino
“según” las leyes, tal como lo enseñó Tomás D. Casares hace ya más de
cincuenta años (CSJN, Fallos 201:249).
8°)
Por
todo
lo
expuesto,
a
criterio
del
suscripto,
corresponde dar respuesta a la interrogación del plenario en forma negativa,
pues la caducidad prevista por el art. 251 in fine de la ley 19.550 no admite
causales de suspensión. Ello, empero, no es óbice para afirmar que esa
caducidad se impide presentando ante la mesa general de recepción de
expedientes el formulario previsto por el art. 4° de la ley 24.573, por
identificarse esa actividad con la promoción de la acción contra la sociedad
-por ante el juez de su domicilio- prevista por dicha disposición del
ordenamiento societario.
II- B.- La señora juez Isabel Míguez adhiere al voto formulado por el señor juez Pablo Heredia.
II- C.- El señor juez Gerardo G. Vassallo dice:
La cuestión que ha sido puesta a consideración del Cuerpo
revela una particular conflictividad técnica, la que se ve reflejada en esta
sentencia plenaria donde, mayoría y minoría se han apartado del cauce
previsto por el
cpr.
298,
mediante
el
desarrollo
de
algunos
votos
individuales.
En mi caso, tanto en la oportunidad de expedirme sobre el
tema cuando ejercía el cargo de Juez de Primera Instancia como ahora, he
entendido y entiendo que el trámite de mediación posee relevancia jurídica
a los efectos de la caducidad del derecho a impugnar una asamblea.
Luego de reexaminar el tema a fin de pronunciarme en este
fallo plenario, me lleva a ratificar la línea conceptual referida y por ello,
bien que con alguna diferencia respecto de mi decisión en la instancia
anterior, adherir en lo sustancial a la solución brillantemente desarrollada
por el Dr. Pablo Heredia en su extenso y erudito voto.
Como mi distinguido colega ha dicho, hasta el momento los
precedentes de las Salas de esta Cámara, han calificado como de caducidad
al plazo previsto por la LS 251.
Como consecuencia de tal encuadre, que comparto, mi
respuesta a la pregunta que da objeto a este plenario debe ser negativa,
aunque con las particularidades que desarrolla el Dr. Heredia en su voto.
Es que, como ha señalado la doctrina mayoritaria, el instituto
de la caducidad no admite su interrupción ni su suspensión.
Sin embargo, como fuera anticipado al inicio de este breve
voto, ello no importa descartar todo efecto o relevancia jurídica a la
mediación en punto a la vigencia del derecho a impugnar un acto
asambleario.
Como lo expresa con gran elocuencia el Dr. Heredia en su
voto, la presentación del formulario del artículo 4 de la ley 24573,
constituye un acto impeditivo de la caducidad de aquel derecho.
De allí que aún cuando se descarta el carácter suspensivo del
acto, y por tanto el anticipado sentido del voto a la cuestión propuesta, ello
no importa negarle efectos al mismo.
Por el contrario, comparto con mi colega que el inicio de este
trámite obligatorio constituye el ejercicio de la acción que menciona la LS
251 último párrafo, lo cual consolida el derecho del impugnante.
Este trámite al ser imprescindible para deducir juicio (sólo
cuando este concluye queda habilitada su promoción; art. 14, segundo
párrafo ley 24.573), forma parte del iter del ejercicio del derecho a
demandar, amén que vuelve evidente el propósito del requirente de incoar
demanda.
Esta interpretación, bien que ante una situación fáctica
diferente, fue la propiciada por la Sala que hoy integro, aunque con una
composición distinta a la actual.
En la causa Viola, Oscar L. (20.12.1996, LL 1997-C, 246) la
Sala D de esta Cámara entendió necesario que el peticionante de una
intervención judicial acreditara el inicio de la mediación, a fin de cumplir
con uno de los recaudos de la LS 114 (promover la acción de remoción).
Poder Judicial de la Nación
Es evidente que, al igual que lo sostenido por el Dr. Heredia
y el suscripto, aquellos jueces entendieron que la presentación del
formulario de mediación constituía el inicio de una acción.
No ignoro, al igual que lo expresa el voto al que adhiero, que
al ser superado el valladar de la caducidad, sólo restaría el plazo de
prescripción como límite temporal para la promoción de la demanda
judicial. Y tal consecuencia parecería contraria a la intención del legislador
al otorgar un breve plazo para atacar las decisiones societarias a fin de dar
pronta certeza a las mismas.
Sin embargo, como también lo señala mi distinguido colega,
los tres meses de la LS 251 servirán de todos modos a la sociedad para
conocer si las decisiones adoptadas en la asamblea han sido atacadas,
USO OFICIAL
verificando si se han presentado formularios de mediación, quién o quiénes
lo han hecho y, si bien con alguna provisoriedad, cuáles son los vicios que
se imputan.
Entiendo innecesario, en tanto excede el tema de este
plenario, pronunciarme sea mediante la adhesión al voto de mi colega, sea
por consideraciones individuales, respecto de cuál sería el plazo de
prescripción aplicable, o cuáles las consecuencias que pudieran seguirse de
ocurrir alguna atipicidad dentro del trámite de mediación o en relación a
sus efectos (a modo de ejemplo: abandono de la mediación e inicio de una
nueva, promoción de la demanda vencido el plazo del artículo 28 del
decreto 91/98; ampliación de demanda con la invocación de nuevos vicios;
etc).
Estimo que estas contingencias, como muchas otras que
puedan ocurrir a partir de la doctrina plenaria que de aquí resulte, deberán
ser juzgadas en el pleito en que sean propuestas y con los límites procesales
que correspondan.
Por ello, y con esta última limitación, adhiero al voto del Dr.
Pablo D. Heredia.
III. A.- El señor juez José Luis Monti expresa:
1. La cuestión que motiva la convocatoria a plenario
La cuestión que ha dado origen a este plenario, planteada en
los términos de la cruda realidad que interesa y preocupa al justiciable, por
encima de las abstracciones y dogmatismos de la teoría y el discurso
jurídico, puede enunciarse con simpleza del modo siguiente.
La ley obliga a quien pretenda iniciar una acción de nulidad
de asamblea de sociedad anónima a instar una mediación previa (conf. arts.
1 y 2, ley 24.573), es decir, un proceso de negociación ante un mediador
que “promoverá la comunicación directa entre las partes para la solución
extrajudicial de la controversia” (art. 1, ley citada).
Al mismo tiempo, la ley fija un plazo exiguo para promover
esa acción. Dice así: “dentro de los tres meses de clausurada la asamblea”
(art. 251 in fine , ley de sociedades comerciales).
El problema consiste en congeniar ambas exigencias legales
para que no se anulen recíprocamente, sino que conserven ambas “ple no
valor y efecto”, como reza una secular doctrina de nuestra Corte Suprema
de la Nación (Fallos: 297:142; 301:460; 311:193; entre otros).
Precisamente, con la finalidad de evitar situaciones en las
que el proceso previo de mediación obligatoria podría tornarse estéril ante
la inminencia del agotamiento del plazo para deducir la acción judicial, el
art. 29 de la ley 24.573 estableció que la mediación suspende el curso de la
prescripción liberatoria, en los términos y con los efectos previstos en el
segundo párrafo del art. 3986 del Código Civil. A su vez, el art. 28 del
decreto 91/98, reglamentario de la ley 24.573, dispuso cómo opera esa
suspensión según se trate de mediación oficial o privada. Esta misma norma
prevé que el cómputo del plazo suspendido “se reanuda después de veinte
días corridos desde la fecha del acta de finalización”, hito que cierra el
ciclo de mediación.
De seguirse este esquema normativo para conciliar las
exigencias legales antes enunciadas (art. 251 LS y ley 24.573), el sistema
jurídico ofrece al justiciable una solución armónica y razonable, que le
permite cumplir con la ratio legis de ambos textos normativos. Por un lado,
el agotamiento de la etapa previa de mediación, con el designio de procurar
una solución extrajudicial del conflicto. Y por otro, de fracasar ese intento,
abrir el cauce de la acción judicial con la misma premura que la ley
societaria impone.
Tal ha sido la solución que adoptaron en sendos precedentes
las Salas A, C, y D de esta Cámara (ver: CNCom., Sala A, “Regidor, Alicia
C. v. Aerolíneas Argentinas”, 22.11.2002; CNCom., Sala C, “Escasany,
María Isabel v. Caldelas SA”, 18.10.1997; “Folgosa, José v. Liderar Cía.
Gral. de Seguros SA”, 24.6.2003; CNCom., Sala D, “Olcece, Haroldo v.
Calderas Argentinas SA”, 12.11.2001; entre otros).
Sin embargo, la decisión de la Sala B que dio lugar al
recurso de inaplicabilidad de la ley deducido en autos, dispuso que la
suspensión prevista en la norma reglamentaria de la ley de mediación
obligatoria no sería aplicable cuando se trata de la acción de nulidad
asamblearia reglada por el art. 251 LS. Para resolver de ese modo,
argumentó
que
el
plazo
previsto
en
dicho
artículo
no
sería
de
Poder Judicial de la Nación
“prescripción”, sino de “caducidad”. Y como tal tendría una suerte de
fatalidad
que
lo
haría
inmune
a
cualquier
forma
de
suspensión
o
interrupción, sin que tampoco pueda “extenderse” a él por analogía la
disposición reglamentaria de la ley 24.573.
Este criterio, a mi ver, deja al justiciable atrapado sin salida
en un laberinto borgeano, y sin la eficaz ayuda del Olimpo y el hilo de
Ariadna que Teseo recibió en el de Creta. Porque quien intente impugnar
una decisión asamblearia se vería sometido a mandatos antagónicos
prácticamente simultáneos.
Debe instar la mediación como condición sine qua non para
acceder a la vía judicial. Pero, a la vez, transcurre inexorablemente el
término previsto en el art. 251 LS, cuya exigüidad hará que, en el mejor de
USO OFICIAL
los casos, intente las tratativas de paz preparándose vertiginosamente para
la contienda. Con más frecuencia, la etapa previa quedará desvirtuada y
convertida en un formulismo inútil.
Por cierto, hay quienes pensarán que en muchos casos el
tránsito por esa etapa de mediación liminar resulta estéril. Pero aún así, la
norma legal que la exige, en tanto su vigencia y su validez constitucional
no hayan sido puestas en tela de juicio, no puede ser soslayada o eliminada
de hecho.
De otro lado, tampoco puede ser alterado en los hechos el
plazo de tres meses que prevé el art. 251 LS. Éste dice que la acción de
nulidad tiene que promoverse “dentro de los tres meses” desde que
concluyó la asamblea. Si se exige cumplir un trámite previo inexcusable
que, como es notorio, absorberá la mayor parte o todo ese lapso ( 1),
entonces es de toda obviedad que el plazo en cuestión quedaría reducido de
hecho. Y, por lógica consecuencia, la norma legal que lo prevé resultaría
desnaturalizada.
A esta altura es claro el desconcierto en que quedará sumido
el
justiciable
de
seguirse
este
camino.
Bastaría
con
advertir
este
despropósito para desechar una interpretación del derecho que genera
incertidumbre en los destinatarios de las normas. Máxime cuando se arriba
a
ella
por
una
cuestión
meramente
conceptual,
de
manera
que
la
razonabilidad de la solución práctica es postergada en holocausto de un
prurito teórico que, como procuraré mostrar en los apartados sucesivos, no
tiene ni puede tener el alcance que se le atribuye. Simplemente porque las
1
Basta sumar los plazos de los arts. 5, 6 y 9 de la ley 24.573 para advertir que el trámite de mediación
absorbería prácticamente los tres meses.
soluciones normativas no pueden situarse tan lejos de la realidad a que van
dirigidas.
2. Carácter del plazo contenido en el art. 251 LS. Posibles alternativas.
Veamos
ahora
las
cuestiones
teóricas
que
se
dicen
involucradas en la temática de este plenario: ¿qué tipo de plazo es el que
prevé el art. 251 LS? ¿si fuese un plazo de caducidad, sería tan fatal e
inalterable como lo predica la tesis que recepta
el pronunciamiento que
motivó este plenario?
En cuanto a la primera cuestión pienso, como pensaba Isaac
Halperín, que se trata de un plazo de prescripción (ver “Curso de Derecho
Comercial”, Vol. II, p. 412, n ? 77, Depalma, Bs. As. 1977; conf. también
Ricardo A. Nissen, “Curso de Derecho Societario”, p. 445, Ad Hoc, Bs. As.,
2001).
En primer lugar, porque el modo normal en que las acciones
se pierden por inacción del titular durante el tiempo que la ley prevé para
intentarlas se denomina en nuestro derecho prescripción (conf. arts. 3947,
3949 y concs., Código Civil), instituto sujeto a las reglas contenidas en la
sección tercera del Libro IV del citado Código. Más aún, en lo concerniente
a las acciones de nulidad –como la que aquí se trata- encontramos reglas
explícitas que las asocian con plazos de prescripción generales, como el art.
4023 del Código Civil y el art. 847, inc. 3? , del Código de Comercio,
relativo este último a la nulidad de los actos jurídicos comerciales.
Los plazos de prescripción previstos en esas reglas generales
se aplican en defecto de otras específicas que establezcan uno más corto.
No veo porqué haya de alterarse esa nomenclatura técnica
que nos viene impuesta por los textos legales, con todas las consecuencias
propias del instituto en cuestión. Para poder apartarnos de esas directivas
tendríamos que contar con una norma expresa, que no la hay en el caso.
Ciertamente, en la exposición de motivos de la ley 22.903,
que reformó la ley 19.550, se dijo, en relación con el art. 251 LS, que se
“abrevia el plazo de caducidad a tres meses” (ver apartado 17 de la sección
V). Sin embargo, esa mención tangencial en un texto que no se ocupó en
especial del asunto, no puede tener más valor, a lo sumo, que el de
cualquier expresión doctrinaria que, como tal, no integra el cuerpo
normativo. Lo mismo cabe decir de un proyecto reciente (2002) para la
reforma de la ley de sociedades.
Para justificar la calificación de caducidad
respecto del
plazo del art. 251 LS, también se aduce la exigüidad del término. Se ignora
así que el art. 4041 del Cód. Civil –por dar un ejemplo- fija un plazo igual
Poder Judicial de la Nación
(tres meses) para la prescripción de las acciones redhibitoria y quanti
minoris. Es que la extensión del plazo no predica per se que se trate de uno
u otro instituto ( 2).
Tampoco lo es la razón que motiva la brevedad. En efecto, se
insiste en la necesidad de allanar con la mayor rapidez los conflictos que
puedan entorpecer la vida societaria. Pero esa necesidad –que justificaría la
brevedad del lapso para deducir la acción impugnatoria- es igualmente el
clásico fundamento de la prescripción, de modo que no puede ser esgrimida
para sostener que en este caso se trataría de un instituto diferente.
Entonces, si no hay norma expresa que califique el plazo del
art. 251 LS como un supuesto de caducidad ( 3)
y si los argumentos
vinculados con la brevedad de ese plazo y los motivos que la justifican no
USO OFICIAL
permiten tampoco discernir aquel carácter porque son predicables también
de la prescripción, es hora de preguntar ¿cuál es el sentido de asumir
dogmáticamente que se trata aquí de caducidad?.
Nuestro derecho no contiene normas generales que regulen
este instituto, a diferencia de otros sistemas codificados ( 4), de manera que
la tipificación de los supuestos de caducidad y sus consecuencias han
quedado en manos de la doctrina y la jurisprudencia, con base en
indicadores más o menos ciertos que pueden extraerse de la propia ley
acerca del carácter del plazo de que se trate. Luis María Rezzónico ha
trazado un completo panorama de los diversos criterios propuestos con ese
propósito ( 5). De esa reseña puede extraerse que la diferencia entre
prescripción y caducidad, para los autores que admiten la distinción ( 6), se
sitúa más bien en torno de los efectos que se les atribuyen, pues se advierte
una gran disparidad de opiniones acerca de los supuestos de hecho que
determinarían la configuración de una u otra.
En ese contexto, a mi ver, es dable sostener como principio
que el plazo para deducir una acción judicial se rige por las normas de
prescripción (arg. arts. 3947, 3949, C. Civil, antes citados), las cuales están
2
Ver: Ludwig Enneccerus – Hans Carl Nipperdey, “Derecho Civil”, trad. Blas Pérez González y José Alguer,
Bosch, Buenos Aires, 1948, vol. II, p. 490; quienes en nota advierten que el Código Civil Alemán conoce
plazos de caducidad desde dos días (parág. 485) hasta treinta años (parág. 503). En nuestro derecho puede
haber plazos de caducidad extensos, como en el pacto de retroventa que define el Código Civil en su art.
1366, pues el vendedor puede ejercer el derecho a recuperar la cosa vendida en el plazo que se pacte, para el
cual el art. 1381 fija un límite de tres años. Esta es la opinión de Enrique V. Galli en su anotación de la obra
de Raymundo Salvat (“Tratado de Derecho Civil – Obligaciones”, TEA, Buenos Aires, 1952, nº 2311-a).
3
En el referido ejemplo del plazo para ejercer el pacto de retroventa, el art. 1382 C. Civil no deja duda sobre
su carácter, pues aunque no lo califica, dice que “corre contra toda clase de persona, aunque sean incapaces, y
pasado este término, se extingue el derecho del vendedor para resolver la venta, y el comprador queda
propietario irrevocable”.
4
Como el Código Italiano de 1942, arts. 2964 a 2969, fuente de los arts. 2506 a 2513 del Proyecto de Código
Civil Unificxado con el de Comercio de 1998; o el Código Civil de Portugal, arts. 328 a 333.
5
En “Estudio de las obligaciones”, Depalma, Buenos Aires, 1961, vol. 2, 1205 y ss.
6
No es el caso de Baudry-Lacantinerie y Tissier, para quienes la distinción carecería de interés práctico;
criterio que en líneas generales compartía Bibiloni.
referidas precisamente a las pretensiones, como le llaman los autores
alemanes. En tanto que la caducidad se predica preferentemente de plazos
impuestos por la ley para otros fines, como es el ejercicio de potestades o
derechos potestativos ( 7) o bien para el cumplimiento de ciertas cargas a las
que se sujeta la conservación o pérdida de un derecho ( 8).
Dentro
de
ese
esquema,
se
explica
que
el
efecto
paradigmático de la prescripción consista en la pérdida o extinción de la
acción, pero no del derecho (art. 515, inc. 2, C. Civil), en tanto la
caducidad acarrea la pérdida del derecho cuando no se ejerció la potestad o
no se cumplió la carga en el plazo establecido ( 9). Pero es necesario advertir
que este último efecto aparece siempre indicado de un modo explícito o
implícito en la ley ( 10).
No es ese el caso del art. 251 LS. Es más, en un caso en que
la Corte Suprema de la Nación debió expedirse en instancia originaria sobre
una acción de impugnación de decisiones asamblearias, resolvió que el
agotamiento del plazo no era invocable por hallarse en debate una nulidad
absoluta, supuesto en que la acción de nulidad es imprescriptible ( 11).
En síntesis, las reflexiones precedentes me llevan a concluir
que el plazo contenido en el art. 251 LS es simplemente un supuesto de
prescripción, con un término acotado en razón de la conveniencia de agotar
rápidamente los conflictos societarios, circunstancia que, como se ha visto,
no altera el carácter de ese instituto.
Pero aún si, como mera hipótesis, se aceptara que se trata de
un supuesto de caducidad, se impone advertir que los plazos de esa índole
no son tan inexorables o fatales como se los pretende, sino que admiten
situaciones en las que no se computa el transcurso del tiempo a los fines del
decaimiento del plazo. Esas situaciones son acordes con el tipo de relación
7
Según la expresión de Enneccerus, op. cit., p. 491 (2). Un supuesto de esta índole sería el caso del vendedor
con pacto de retroventa, quien tiene tres años para recuperar la cosa vendida (art. 1381, C. Civil).
8
Por ejemplo: el asegurado debe comunicar al asegurador el acaecimiento del siniestro dentro de los tres días
de conocerlo (art. 46, ley de seguros); el portador de una letra de cambio o un pagaré debe efectuar el protesto
por falta de pago en los dos días hábiles siguientes al vencimiento (art. 48, DL 5965/63); en caso de avería,
pérdida, destrucción, etc., el destinatario de equipaje o mercancías debe dirigir su protesta al transportador
aéreo dentro de los tres o diez días de la entrega o de la fecha en que debían ponerse a su disposición (art. 149,
Código Aeronáutico); el comprador de mercaderías tiene tres días desde la entrega para reclamar por faltas en
la cantidad o defectos en la calidad (art. 472, C. de Comercio); el heredero debe practicar el inventario dentro
de los tres meses de intimado judicialmente y, ya hecho, tiene treinta días para renunciar a la herencia (art.
3366, C. Civil); también se suelen citar los plazos procesales, entre otros múltiples supuestos.
9
En esa línea observa Galli que “lo que realmente puede servir para diferenciar la prescripción de la
caducidad es que la prescripción perjudica la acción dejando subsistente el derecho, en tanto que la caducidad
perjudica el derecho por extinguir la acción. Si se cumple una obligación prescripta hay pago válido (art.
516). Si se cumple una obligación que ha caducado, hay pago sin causa, porque se hace “en consideración a
una causa existente que había dejado de existir” (art. 793)”. Notas en la obra citada, nº 2311-b (los artículos
son del Código Civil). El proyecto de Código Unificado de 1998 sigue esa línea (art. 2506).
10
Ver, en paralelo con los ejemplos mencionados en notas anteriores: art. 1382, C. Civil; arts. 36 y 47, ley de
seguros; arts. 57 último párrafo y 103, DL 5965/63; art. 149 in fine del Código Aeronáutico; art. 472, C. de
Comercio; art. 3366, C. Civil.
11
CSN, “Chubut, Provincia del v. Centrales Térmicas Patagónicas”, 7.12.2001, Fallos: 324:4202.
Poder Judicial de la Nación
de que se trate y frecuentes cuando los plazos se vinculan con el
cumplimiento de cargas que se imponen al titular o legitimado para
conservar o adquirir un derecho ( 12). Y tal sería la situación –siguiendo esta
hipótesis- de los legitimados para impugnar la decisión asamblearia, que
deben cumplir, por expreso mandato legal, con el trámite de mediación
previo a la demanda judicial.
Es
interesante
observar
que
en
el
derecho
comparado
encontramos soluciones semejantes. En el derecho español, por ejemplo, la
ley que rige las sociedades anónimas fija plazos de caducidad para la
impugnación de los acuerdos que adopte la “junta general” ( 13); pero he aquí
que, si bien prevalece la idea que esa clase de plazos no admiten suspensión
o interrupción, la jurisprudencia del Tribunal Supremo ha consagrado
USO OFICIAL
numerosas excepciones a esa regla, v. gr.: estableció que el plazo de
caducidad se interrumpe por una situación de fuerza mayor u otra causa
independiente de la voluntad de los litigantes o en supuestos que exigen
actividades administrativas para agotar la vía gubernativa previa a la
demanda judicial, y en particular, entendió que el acto de conciliación
interrumpe los plazos de caducidad ( 14).
Con
parámetros
similares
el
Código
Civil
Italiano
ha
legislado sobre la caducidad (decadenza: arts. 2964 a 2969), y en su art.
2377 (probable fuente de nuestro art. 251 LS) regula la acción para
impugnar las decisiones de la asamblea de una sociedad por acciones que no
hayan sido adoptadas de conformidad con la ley o el acto constitutivo,
fijando a tal fin un plazo de tres meses que la doctrina considera como
decadenza ( 15); en relación con este plazo, empero, la Corte de Casación
decidió que le era aplicable la suspensión prevista en una ley relativa al
período ferial, por entender que ella comprende no sólo los términos
inherentes a las fases sucesivas del proceso sino también el término dentro
del cual el proceso debe instaurarse, cuando la acción en juicio representa
12
El asegurado que no denuncia el siniestro en el plazo previsto al efecto pierde el derecho a ser indemnizado
“salvo que acredite caso fortuito, fuerza mayor o imposibilidad de hecho sin culpa o negligencia” (art. 47, ley
de seguros); cuando la presentación o el protesto de una letra de cambio o un pagaré “se hubiese hecho
imposible por causa de un obstáculo insalvable (disposiciones legales de un Estado cualquiera donde esas
diligencias debían cumplirse u otro caso de fuerza mayor) esos plazos quedan prorrogados … ” (arts. 58, 103,
DL 5965/63). En ocasiones, la ley deja en manos de los jueces “conceder las prórrogas que sean
indispensables”, como en el caso del heredero que “por la situación de los bienes o por otras causas” no pudo
concluir el inventario (art. 3368, C. Civil). El proyecto de Código Unificado de 1998 previó una regla general:
“los plazos de caducidad no se suspenden ni se interrumpen, salvo disposición legal en contrario” (art. 2507),
salvedad que corrobora lo antes expresado; este artículo es idéntico al art. 328 del Código Civil de Portugal.
13
Un año cuando se trata de acuerdos nulos –contrarios a la ley- y cuarenta días si son anulables; ver Manuel
Broseta Pont, “Manual de Derecho Mercantil”, Tecnos, Madrid, 1991, p. 283.
14
Ver las citas respectivas en Angel Carrasco Perera y otros, “Derecho Civil”, Tecnos, Madrid, 1996, p. 380.
15
Francesco Messineo, “Manual de Derecho Civil y Comercial”, trad. Santiago Sentís Melendo, EJEA,
Buenos Aires, 1979, vol. V, p. 456. El autor trata sobre decadenza en vol. II, p. 75 a 79.
el único instrumento de tutela de los derechos del actor ( 16). Vale decir, las
soluciones se modelan en función de las características del caso y los
valores que es menester tutelar.
3. Incidencia de la ley de mediación obligatoria (24.573) sobre el
cómputo del plazo del art. 251 LS.
Este es el núcleo de la cuestión que estamos convocados a
responder. Por encima del carácter que se atribuya al plazo del art. 251 LS,
no debe perderse de vista que el extremo a decidir radica en si su cómputo
debe o no cesar mientras se cumple la previa exigencia legal de mediación.
No ignoro que la fórmula interrogativa del plenario, al
utilizar la expresión “efectos suspensivos”, puede inducir a quienes piensan
que se trata de un supuesto de caducidad a una instantánea respuesta
negativa, puesto que el término suspensión se asocia con prescripción. De
ser así, instaré de nuevo a dejar de lado los dogmatismos semánticos que
erigen a los términos jurídicos en una suerte de logomaquias, como diría
Planiol. Máxime cuando acabamos de ver plazos de caducidad que se
detienen o quedan prorrogados por causas establecidas en la ley. Y qué otro
alcance podría atribuirse sino a la exigencia del trámite de mediación previa
que la ley impone?
Una salida ingeniosa ha propuesto en su voto el Dr. Pablo
Heredia, sobre la base de un precedente de la Corte Suprema de la Nación
(Fallos: 325:2703), consistente en considerar que la solicitud de mediación
importaría un acto impeditivo de la caducidad, asimilando esa actividad con
la promoción de la acción que prevé la ley societaria. Es un intento válido
para sortear la incertidumbre que señalé en el primer apartado ante
exigencias legales incompatibles. Pero esta solución in extremis, sin
menoscabo del laborioso intento de congeniar la regla del art. 251 LS con el
art. 848 inc. 1° del C. Com., aunque satisface una legítima inquietud
académica, concluye en cierto modo sacrificando la solución práctica del
planteo que dio origen a este plenario.
No parece conveniente, en efecto, dejar abierta la cuestión de
si se ha de considerar o no como acto impeditivo la presentación del
formulario para la mediación, pues en tal caso la doctrina de este plenario
resultaría incompleta y habría de preanunciar nuevas desinteligencias
jurisprudenciales al respecto.
No menos inconveniente podría resultar la alternativa posible
–aunque no prevista reglamentariamente- de admitir la promoción de la
16
Corte di Cassazione Civile, sez. I, 18.4.1997, n. 3351, “Radaelli v. Unicem Spa”, en Il Codice Civile
Poder Judicial de la Nación
demanda supeditada al trámite de mediación, pues en los hechos quedaría
desvirtuada la secuencia prevista en la ley y relegada a criterios empíricos
la operatividad de dicho trámite en el proceso en ciernes.
Como sea, más allá del nomen juris con que se califique el
plazo del art. 251 LS, y cualquiera sea el modo que se considere apropiado
para aludir a su detención durante la mediación obligatoria, llámese
suspensión especial, causa impeditiva, inoperancia del plazo en ese lapso, o
como se quiera, lo cierto es que la seguridad jurídica exige poner
coherencia y certeza en esta materia. Por otra parte nada impide acudir a la
directiva contenida en el art. 28 del dec. 91/98, sea por aplicación directa o
por vía de analogía, recurso de hermenéutica éste que no puede quedar
excluido pues no hay norma alguna que vede su aplicación en estos casos.
USO OFICIAL
En suma, reitero, los tribunales no pueden consagrar una
inteligencia de las normas vigentes que deje a sus destinatarios en una
situación de incertidumbre ante mandatos simultáneos incompatibles. Por
eso creo que, superando las dificultades teóricas a que se ha hecho
referencia y dejando de lado prejuicios semánticos, corresponde dar una
respuesta afirmativa a la cuestión planteada en este acuerdo plenario.
Así voto.
III. B.- El señor juez Bindo B. Caviglione Fraga dice:
Habida cuenta la necesidad de compatibilizar el plazo de tres
meses previsto por el art. 251 de la ley 19.550 para la promoción de la
acción de nulidad de asamblea con la obligación de iniciar previamente el
proceso de mediación estatuído por la ley 24.573, adhiero al voto del doctor
José Luis Monti.
III. C.- El señor juez Miguel F. Bargalló dice:
1) Debe examinarse si el inicio del trámite de mediación –ley
24.573, modificada por ley 25.661, y decreto reglamentario 91/98- produce
efectos suspensivos respecto del plazo previsto por el art. 251 de la ley de
sociedades
para
incoar
la
acción
de
impugnación
de
decisiones
asamblearias.
2) Concuerdo con el voto de la mayoría en cuanto a que el
plazo trimestral fijado en el citado art. 251 es de caducidad y no de
prescripción.
La doctrina y
jurisprudencia citadas y la referencia
legislativa formulada, son elocuentes en ese sentido. Como lo es también
que su fundamento radica en la necesidad de prevenir la inseguridad que
para la persona jurídica y para los terceros sobrevendría si la estabilidad de
las decisiones del órgano de gobierno quedase expuesta en demasía.
commentato con la giurisprudenza, ed. La Tribuna, Piacenza, 2000, p. 2064.
3) La ley 24.573: i) instituyó con carácter obligatorio
la
mediación previa a todo juicio (art. 1); ii) contempló excepciones, pero no
excluyó de su ámbito de aplicación a las acciones de impugnación de las
resoluciones adoptadas en asambleas (art. 2); iii) determinó, asimismo, que
la habilitación de la acción judicial queda supeditada al agotamiento del
trámite sin arribarse a
un acuerdo (art. 14); iv) previó la suspensión del
plazo de prescripción liberatoria en los términos del art. 3986 del Código
Civil; v) nada reguló sobre plazos de caducidad.
4) Es ese contexto el que enmarca la cuestión a decidir;
adelantando mi respuesta afirmativa al cuestionario de la convocatoria,
conclusión a la que arribo luego de analizar el tema desde dos planos
diferentes.
5) Desde un enfoque estrictamente jurídico, se advierte que
mientras no se haya consumido el trámite de la mediación previa existe una
imposibilidad legal para promover la acción contra la sociedad.
El art. 14 de la ley 24.573 dispone que “si no se arribase a un
acuerdo en la mediación, igualmente se labrará acta, cuya copia deberá
entregarse a las partes, en la que se dejará constancia del resultado”.
“En este caso el reclamante quedará habilitado para iniciar la
vía
judicial
correspondiente,
acompañando
las
constancias
de
la
vigencia
la
mediación”.
Síguese
de
ello
que
en
tanto
mantenga
mediación, las partes no están habilitadas para deducir la acción.
Y ello plantea un escenario peculiar pues, por un lado, es
criterio expresado con cierta generalidad que los plazos de caducidad no
admiten suspensión y, por otro, el titular de la acción enfrenta una causa
jurídica que le impide ejercer la acción.
Lo expuesto conduce a interrogar sobre la posibilidad de que
el plazo de caducidad transcurra -y opere su fatal consecuencia de
aniquilamiento del derecho-, cuando existe una norma vigente que obsta a
la concreción del acto enderezado a operar justamente como elemento
impeditivo de la pérdida de ese derecho.
Como en el esquema propuesto la respuesta negativa es la
lógica consecuencia, habrá que determinar cuál es el mecanismo que puede
operar como superador de esta singular situación.
La
suspensión
del
plazo
de
caducidad,
por
aplicación
analógica de la previsión que la ley 24.573 contempla en el art. 29, es una
solución continente de una consideración especial para un supuesto de
excepción; que no quebranta preceptos normativos ni arrasa dogmas
Poder Judicial de la Nación
infranqueables; además, es un recurso al que en ciertas ocasiones ha debido
remitirse para preservar la seguridad del derecho de los justiciables.
Ese es el criterio que he seguido al decidir como Juez de
primera instancia casos similares; Juzg. Com. 11, Sec. 21: vgr.
“Ruberto,
G.M. c/ Papel Prensa… ”, del 04-04-97”, confirmado por la Sala A del
Superior en el 10-07-97.
El
mismo
temperamento
han
adoptado
otras
Salas
del
Superior –bien que en algún caso en su anterior integración-: Sala C,
“Gestido y Pastoriza… c/ Nobleza Picardo… ”, del 13-03-98; Sala D
“Cionci… c/ Regente… ”, del 26/09//01.
Es además la solución que en este caso propicia la Sra. Fiscal
General ante la Cámara, a cuyos demás fundamentos cabe remitir.
USO OFICIAL
Por cierto que existe disenso jurisprudencial en el tema, y en
general de la cita de los fallos pertinentes –al margen de aquél de la Sala B
que operó como contradictor para la apertura de este acuerdo- se ocupa el
voto de la mayoría, lo cual hace prescindible su reiteración aquí.
Una circunstancia que a esta altura del desarrollo no puede
soslayarse, es aquella que muestra las diversas ocasiones en que se ha
predicado o debido recurrirse a la suspensión de un plazo de caducidad,
revelando ello que el paradigma que envuelve su condición de término fatal
no conforma un valladar impenetrable.
Así, respecto a la posibilidad de suspender un plazo de
caducidad se ha pronunciado la doctrina y la jurisprudencia, y existen
normas legales que avalan tal tesis.
En oportunidad de examinar el Dr. Otaegui
cuestiones
vinculadas a la caducidad y prescripción de la impugnación de acuerdos
asamblearios, luego de distinguir los supuestos de prescripción extintiva,
caducidad obstativa y caducidad extintiva, al analizar justamente la norma
del art. 251, concluye que al igual que la prescripción extintiva, la
caducidad extintiva está sujeta a suspensión por impedimento (Otaegui,
Julio C. “Caducidad y prescripción de la impugnación de acuerdos
asamblearios a la luz de dos fallos”, ED. 12-08-92).
De su lado, Spota sostiene que cuando el derecho no puede
ser ejercido porque no nació la pretensión demandable, ni corre la
prescripción, ni puede, tampoco, correr el plazo de caducidad (Spota,
Alberto G, “Tratado de Derecho Civil” -Parte General-, Buenos Aires, 1959,
Ed. Roque Depalma, Tº I, vol. 3º, pág. 674).
Agrego asimismo el supuesto del plazo para peticionar la
extensión de quiebra del art. 163 LCQ, respecto al cual las horas de
inactividad del tribunal se reputan como una circunstancia material
obstativa del empleo cabal del término adecuado para accionar, con el
resultado de ser autorizada la actividad inmediatamente ulterior a la
desaparición de tal obstáculo; o cuando el impedimento proviene del
disimulo u ocultación de la información de los negocios por parte del
propio fallido o de un tercero (Quintana Ferreyra- Alberti “Concursos”, Ed.
Astrea, Buenos Aires, 1990, pág. 145; Otaegui, Julio C. “La extensión de la
quiebra, Ed. Abaco, Bs. As. 1998, pág. 174; en el mismo sentido CNCom.,
Sala B, “Wolffmetal S.A.I.C. s/ quiebra s/ incidente de extensión de
quiebra”, del 30-03-00).
Ha expresado la Sala D de la Cámara Comercial que “Frente
a la imposibilidad de acudir a la jurisdicción sin haber agotado previamente
el trámite de mediación (ley
24.573:2 y 14-2 párr.), cabe otorgar a esa
instancia extrajudicial efectos suspensivos del plazo de caducidad previsto
por la LS 251, por aplicación analógica de lo previsto en el art. 29 de la
citada ley… ” (CNCom., Sala D, “Dymensztein, Jorge M y otros c/
Información y Decisión Consultores S.A. s/ medida precautoria”, del 12-0204). El Tribunal citó allí un precedente en el cual preanunció ese criterio en
ocasión de examinar el cumplimiento del recaudo legal constituido por el
requerimiento
de
la
remoción
del
órgano
de
administración
como
presupuesto de la prosecución de la intervención cautelar (“Viola, Oscar s/
medidas precautorias”, del 20-12-96, LL 23-06-97).
Por último, en algunas ocasiones la legislación ha debido
proveer causales de suspensión de plazos de caducidad por impedimento de
acción, estableciendo así límites a la predicada fatalidad.
El art. 58 del decreto-ley 5.965/63 estatuye que cuando la
presentación de una letra de cambio o la formalización del protesto en los
plazos establecidos se hubiere hecho imposible por causa de un obstáculo
insalvable, esos plazos quedan prorrogados.
Y la ley de seguros prescribe en su art. 47 que el asegurado
pierde el derecho a ser indemnizado, en el supuesto de incumplimiento de la
carga prevista en el párrafo 1º del art. 46, salvo que acredite caso fortuito,
fuerza mayor o imposibilidad de hecho sin culpa o negligencia.
6) Examinada la cuestión desde un plano práctico, que exhibe
particular interés para el justiciable porque refiere a su diaria actividad en
estrados judiciales, resulta que de no admitirse la solución que se postula
se colocaría al interesado en la disyuntiva de promover la demanda en
“transgresión
a la inhabilitación” prescripta por la ley 24.573, o de ver
discurrir su derecho por la falta de finalización del trámite de la mediación.
Poder Judicial de la Nación
Ello, al margen de la incertidumbre que le generaría el
resultado
de
su
presentación
formulada,
insisto,
sin
contar
con
la
habilitación legal.
Y si se obliga al impugnante a incoar la acción de nulidad
asamblearia sin agotarse la mediación, ¿no se estaría afectando su
condición obligatoria sin que exista norma que la excluya?
Mediante
la
instauración
de
un
sistema
de
mediación
obligatorio previo a todo juicio se buscó proveer la comunicación directa
entre las partes para la solución extrajudicial de las controversias (ley
24.573,
art.
1)
y
evitar
la
promoción
de
juicios
comprensivos
de
controversias cuya solución puede no precisar atención jurisdiccional.
En ese marco, la mediación abre una instancia previa durante
USO OFICIAL
la cual no existe obligación –ni necesidad- de iniciar la acción judicial.
Es claro entonces que si las partes estuviesen obligadas a
presentar sus demandas marginando el interregno que el legislador ha
considerado prudente conceder, el sentido de la mediación se debilita, y esa
instancia de autocomposición de los intereses particulares podría –por
motivos imaginables que no parece necesario aquí precisar- resultar
afectada, y en ocasiones verse esterilizada su utilidad.
Y ello habrá acontecido, por un lado, generando mayores
esfuerzos y previsible incremento de costos que pudieron evitarse; y, por
otro, sin aportar apreciables beneficios, desde que parece lógico presumir –
presunción que deriva de la inexistencia de norma que indique el
temperamento a adoptar con la acción promovida en esa situación- que esa
demanda quedará paralizada a la espera de la finalización de la mediación
que habilite a darle trámite.
Lo dicho, obviamente al margen de que se trata de una
actividad
que
podría
devenir
estéril
en
los
supuestos
en
que
el
procedimiento mediatorio hubiere alcanzado con éxito el fin perseguido.
Finalmente, impugnada una decisión del órgano de gobierno
no se advierte que la incertidumbre que ello genera a la sociedad pueda
diferir, según se imponga iniciar una acción impedida de tramitar, o se
decida suspender el plazo que se cuenta para iniciarlo: en ambos supuestos
habrá de atenderse el resultado del trámite de la mediación previa para que
el juicio pueda desarrollarse.
Lo que en todo caso disminuye la fortaleza o afecta la
estabilidad de las resoluciones que adoptó la asamblea es la impugnación
del acto y no la suspensión del plazo de caducidad. Y al conocimiento de
ello arriba la sociedad tanto por la mediación, pues es un hecho fehaciente
constatable y cognoscible, como por la demanda que se promueva.
7) En síntesis, procede admitir la suspensión
del plazo de
caducidad para impugnar decisiones asamblearias porque la mediación
previa conforma una causa legal que impide el ejercicio de la acción.
8) Por lo expuesto, voto por la afirmativa a la cuestión
propuesta.
IV. Por los fundamentos del acuerdo precedente, se fija como
doctrina legal que:
“No corresponde otorgar a la iniciación del trámite de
mediación previa efectos suspensivos sobre el plazo para deducir la
acción de impugnación asamblearia prevista en el art. 251 de la Ley de
Sociedades”.
Dado que el pronunciamiento de fs. 155/156 se adecua a la
doctrina establecida, se lo confirma.
Notifíquese y vuelva la causa a la Sala de origen.
Rodolfo A. Ramírez
Presidente
Gerardo G. Vassallo
Isabel Míguez
Miguel F. Bargalló
María L. Gómez A. de Díaz Cordero
María Elsa Uzal
Alfredo A. Kölliker Frers
Ana I. Piaggi
José Luis Monti
si//
Poder Judicial de la Nación
//guen las firmas
Juan Manuel Ojea Quintana
Bindo B. Caviglione Fraga
USO OFICIAL
Pablo D. Heredia
Juan José Dieuzeide
Angel O. Sala
Martín Arecha
Juan Pedro Tisera
Secretario de Coordinación General
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