Resumen 22_Angles Juanpere

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LA SUFICIENCIA FINANCIERA DE LAS HACIENDAS MUNICIPALES
Benjamín Anglés Juanpere
RESUMEN TESIS Nº 22
Para concretar el tema de la tesis y formular una hipótesis a la que poder dar
respuesta, empecé analizando la situación económica y sus efectos en el mundo local.
La grave crisis económica que arrastramos desde 2008, con un marcado carácter
internacional, en el caso de España ha ido acompañada de una importante crisis de los
sectores inmobiliario y de la construcción. Una de las consecuencias de la crisis en
España ha sido la caída de los ingresos tributarios, en todos los niveles de la
Administración. Asimismo, la mayoría muestran importantes índices de
endeudamiento y de retraso en el pago a sus proveedores.
Por otra parte, la reforma del art. 135 de la CE, la conocida como reforma exprés, ha
consagrado el principio de estabilidad presupuestaria, por lo que se ha reforzado la
obligación legal de todas las Administraciones de igualar ingresos y gastos públicos
para reducir el déficit público hasta eliminarlo. Ante este requerimiento, todos los
niveles de gobierno están poniendo el énfasis en recortar el gasto público y aumentar
sus ingresos, sobre todo los tributarios.
Si analizamos el escenario del mundo local, obviamente nos encontramos con los
mismos condicionantes señalados anteriormente, pero con el agravante de que a la
caída de ingresos y el fuerte endeudamiento se añade la escasa capacidad normativa
de los ayuntamientos para salirse por sí solos. Si a todo ello le sumamos el constante
retraso de la legislación sobre régimen local, siempre relegada por la cuestión
autonómica; que la segunda descentralización que debe transferir recursos y
competencias de las CCAA hacia las EELL sigue pendiente, y que el fuerte crecimiento
urbanístico de los últimos años ha hipotecado las finanzas de muchos municipios,
tenemos un contexto local como mínimo preocupante.
Es en este contexto local en el que yo me pregunto si los ingresos de los municipios
son suficientes, es decir, si el sistema de financiación municipal está bien configurado
para dotar de recursos suficientes a los Ayuntamientos para que puedan realizar y dar
cumplimiento a sus fines. A partir de esta hipótesis, si los ingresos de los municipios
dotan de suficiencia financiera a las haciendas municipales, es cuando empiezo la
investigación de la presente tesis doctoral.
Los Ayuntamientos no son una creación reciente, llevan a sus espaldas años y años de
existencia, de modo que querer explicar la realidad presente requiere un mínimo de
análisis de su pasado. Los problemas en el ámbito local heredados del franquismo es
un claro ejemplo. Por tanto, es necesario saber de dónde venimos para entender
mejor dónde estamos. Por este motivo, el inicio de la investigación se sitúa en 1812, el
año de la primera constitución española, y también, el año de la primera regulación del
régimen local, tal y como la entendemos hoy. Analizar la evolución de los
ayuntamientos durante el periodo constitucionalista, no sólo nos permitirá observar su
evolución sino que también permitirá comparar las sucesivas regulaciones legislativas y
financieras municipales, en un marco jurídico similar como es el estado constitucional
y de derecho, a fin de saber si en algún momento la suficiencia financiera ha sido una
realidad.
La Constitución de Cádiz de 1812 establece por primera vez los ayuntamientos
constitucionales y regula su configuración. La historia del siglo XIX en España, es la
historia de un largo proceso de transformación del Estado absolutista a un Estado
Liberal. La primera regulación de régimen local ya establecía un conjunto de
competencias que debían ejecutar todos los municipios, así como una lista de recursos
financieros para sufragar sus gastos, que debían sustituir el caótico e inequitativo
sistema tributario heredado de la Edad Media. Estos recursos eran: los rendimientos
patrimoniales, los tributos propios y el reparto general, el cual estaba pensado como
última opción para equilibrar los presupuestos municipales, pero que se convirtió en la
principal. Sobre todo a partir de 1855, tras la aprobación de la desamortización de
Mendizabal, que obligó a vender la mayor parte del patrimonio municipal.
Posteriormente se introdujo la figura del recargo municipal, la cual permitía a los
ayuntamientos fijar un porcentaje sobre la recaudación de los impuestos generales
como nueva fuente de ingresos municipales. Más allá de los muchos conflictos
políticos y militares a lo largo de ese siglo, los cuales no permitieron consolidar los
avances liberales, lo cierto es que las haciendas municipales no lograron nunca la
suficiencia financiera, ya que el amplio abanico de competencias asignadas superaba
con creces la corta y débil lista de recursos financieros.
Por su parte, a pesar de la diversidad de sistemas políticos del s. XX (una monarquía
pseudo-constitucional, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda República, la
Dictadura franquista y la actual democracia), lo cierto es que las haciendas locales han
sido reguladas buena parte de este periodo de acuerdo con unos mismos parámetros.
Se podría decir que el punto álgido en materia de régimen y haciendas locales lo
establece el Estatuto de Calvo Sotelo de 1924, en plena dictadura de Primo de Rivera,
norma que aun aprobarse en un régimen dictatorial proclamaba la autonomía y
representatividad democrática de los ayuntamientos, así como los dotaba de importes
instrumentos de financiación. Pues bien, este estatuto era heredero de buena parte de
los avances liberales propuestos desde 1854, se continuó aplicando durante la segunda
república y sirvió para configurar la primera ley de régimen local del franquismo, sobre
todo en el apartado hacendístico. Es decir, desde la segunda mitad del s. XIX hasta los
años 50 del siglo veinte, los paradigmas de las haciendas municipales son los mismos.
Éstos son los que permitieron dar un salto definitivo hacia unas administraciones
locales modernas y sometidas al estado de derecho.
A partir del desarrollismo del período franquista en 1959, se produce una fuerte
migración de población desde el mundo rural hacia las ciudades, provocando graves
problemas urbanísticos, de salubridad, vivienda, falta de servicios, etc... en las
principales urbes españolas. Ante las grandes penurias económicas de los
ayuntamientos, se establecen por primera vez las transferencias directas de recursos
económicos del estado central a los municipios. No obstante, estas resultan
insuficientes ya veces ni llegan.
Con la llegada de la democracia, a partir de 1978 se crean grandes expectativas en la
sociedad española, también en el mundo local, pero éstas no acaban de ser satisfechas
con el paso de los años. A pesar del avance importante logrado en materia de régimen
local y del sistema financiero municipal, los problemas heredados de las etapas
anteriores y la priorización de la construcción del sistema autonómico relegaron a un
papel secundario la tan necesaria reforma local. De forma simple se podría decir que
ésta llegó tarde y mal. Los primeros indicios sobre las haciendas municipales actuales
también apuntan a una falta de suficiencia financiera para poder sacar adelante sus
competencias.
El marco jurídico vigente de las haciendas municipales nace con la CE de 1978.
Concretamente, el art. 142 del texto constitucional dice: "Las Haciendas locales
deberán disponer de los medios suficientes para el desempeño de las funciones que la
Ley atribuye a las Corporaciones respectivas y se nutren fundamentalmente de
tributos propios y de participación en los del Estado y de las Comunidades
Autónomas". Asimismo, a nivel europeo, el art. 9 de la CEAL también declara que las
EELL tienen derecho a tener recursos propios suficientes de los cuales disponer
libremente en el ejercicio de sus competencias. Una parte de estos recursos debe
proceder de los tributos locales y otra parte debe proceder de transferencias no
condicionadas de otros niveles de gobierno.
El TC ya advirtió en 1981 que la CE no garantiza por sí misma la suficiencia de las
Haciendas Locales, sino que se limita a proclamar que éstas deben disponer de los
recursos suficientes, y es en todo caso el legislador estatal el competente para hacerlo.
Por tanto, las previsiones de suficiencia de la CE y de la CEAL se han de llevar a la
práctica a través de normas estatales. Esto se ha hecho mediante la Ley de Bases del
Régimen Local de 1985 y la Ley Reguladora de Haciendas Locales de 1988. En este
sentido, el art. 105.1 de la LBRL manifiesta: "Se dotará a las Haciendas locales de
recursos suficientes para el cumplimiento de los finos de las Entidades locales".
Mientras que en la exposición de motivos de la LRHL expone: "La presente ley tiene
por objeto desde un punto de vista material la efectiva realización del principio de
suficiencia y encuentra en la presente ley los mecanismos necesarios para poder
convertirse en realidad". Por tanto, analizando la aplicación práctica de estas dos leyes
podremos ver si realmente se da la suficiencia financiera a nivel municipal.
Actualmente, podemos afirmar que los municipios, además de órganos políticos y
representativos, son entidades prestadoras de servicios públicos, las cuales necesitan
financiación para poder alcanzar sus fines. Por tanto, tenemos dos aspectos nucleares:
uno es la prestación de servicios y el otro la financiación necesaria para hacerlo. Del
primer aspecto se encarga precisamente la Ley de Bases Régimen Local.
Concretamente, el art. 26 establece los servicios obligatorios que deben prestar todos
los municipios: alumbrado público, suministro de agua potable, alcantarillado,
pavimentación ... y también los servicios obligatorios en función del número de
habitantes: biblioteca si se tienen más de 5.000, servicios sociales si tienen más de
20.000 o transporte público si son más de 50.000. Ahora bien, el art. 25 de la misma
ley dice que los municipios para la gestión de sus intereses podrán promover toda
clase de actividades y servicios públicos dirigidos a satisfacer las necesidades y
aspiraciones de sus vecinos, sin más concreción. Mientras que el art. 28 añade que los
municipios podrán realizar, si lo consideran oportuno, actividades complementarias a
otras administraciones en materia de educación, cultura, vivienda, sanidad y medio
ambiente. Al final, fruto de esta amplia e imprecisa regulación se puede concluir que
los Ayuntamientos pueden hacer casi de todo y, además, se les puede pedir que hagan
casi de todo. Varios estudios apuntan a que los servicios y actividades prestados por
los Ayuntamientos no obligatorios o que no son estrictamente de competencia
municipal representan el 25% de su gasto total.
Del segundo aspecto de la financiación se encarga la Ley Reguladora de las Haciendas
Locales. Concretamente el art. 2 de esta ley enumera los recursos de los municipios,
que son: los tributos propios, las participaciones en los tributos del Estado, las
participaciones en los ingresos de las CCAA, los productos de crédito, los ingresos
patrimoniales, los precios públicos y las sanciones. Dada su importancia jurídica y
cuantitativa dentro de los ingresos municipales, en la presente tesis analizo
especialmente los tributos propios, las participaciones en los ingresos del Estado y las
participaciones en los ingresos de las CCAA.
Lo primero que hay que decir de los tributos propios es que en realidad no son
propiedad de las EELL, ya que la reserva de ley a favor del Estado, establecida por la
CE, sólo permite a las Cortes Generales el establecimiento y configuración de los
impuestos municipales. En todo caso se podría decir que las corporaciones locales
disfrutan en régimen de usufructo, ya que lo que verdaderamente disfrutan es de los
ingresos que generan. No obstante, y con el fin de respetar el principio de autonomía
local, los Ayuntamientos pueden fijar los tipos y cuotas que pagarán los
contribuyentes, dentro de un márgenes de mínimos y máximos marcados por la ley
estatal, así como también pueden reconocer determinados beneficios fiscales fijados
previamente por la ley estatal, y también pueden decidir si exigir o no determinados
impuestos que la ley estatal considera potestativos.
Las figuras tributarias establecidas por ley son los impuestos, las tasas y las
contribuciones especiales. Mientras que las tasas y las contribuciones especiales
tienen una regulación común para todas las Administraciones y permiten financiar
directamente la prestación de servicios o la realización de obras públicas, en cambio
los impuestos son propios de cada Administración, se exigen sin contraprestación
directa y se destinan a gastos generales. En el ámbito local hay cinco impuestos, tres
de exigencia obligatoria: IBI, IAE e IVTM, y dos de potestativos: ICIO e IIVTNU. Lo que
ha buscado el legislador con este sistema es disponer de múltiples y diferentes figuras
impositivas sobre las que hacer descansar el sistema tributario local, lo que le otorga
cierta complejidad. Sin embargo, a la vez, ha configurado cada impuesto con una
importante carga administrativa para simplificar su gestión por parte de los
municipios.
El IBI es un impuesto de exigencia obligatoria y grava la propiedad de un bien
inmueble, ya sea de naturaleza rústica o urbana. A partir de un valor administrativo del
inmueble, el valor catastral, los Ayuntamientos aplican un tipo de gravamen, dentro
del margen fijado por el Estado, para obtener la cuota que finalmente pagarán los
contribuyentes. Se trata de un impuesto de gestión compartida ya que el valor
catastral lo determina y gestiona el Estado, mientras que la liquidación y recaudación
del impuesto corresponde a los Ayuntamientos. Por volumen de ingresos del IBI es el
impuesto más importante y, además, su recaudación ha aumentado significativamente
en los últimos años, casi se ha duplicado entre 2004 y 2011, aunque no se han tocado
prácticamente los tipos impositivos. Los motivos del incremento de la recaudación son
en primer lugar el importante aumento del número de inmuebles construidos como
resultado del boom inmobiliario vivido en España. Y, en segundo lugar, al incremento
de los valores catastrales gracias a las sucesivas revisiones de valores que hace el
Estado. No obstante, la principal crítica que recibe el IBI es que debería utilizar el valor
de mercado de los inmuebles y no el valor catastral para determinar las cuotas, así
sería un impuesto justo y equitativo, y todo el mundo contribuiría por el valor real de
la su propiedad.
El IAE es un impuesto de exigencia obligatoria y grava el ejercicio de una actividad
económica en el municipio. A partir de un valor administrativo que equivaldría al
rendimiento medio previsible de cada actividad, determinado por el Estado a través de
un cuadro de tarifas, los Ayuntamientos aplican un coeficiente corrector, limitado por
la ley estatal, en función de la situación física del establecimiento o actividad dentro
del término municipal. Desde su nacimiento en 1992, este impuesto fue llamado a ser
el segundo en importancia recaudatoria para los municipios. En cambio, como
consecuencia de una promesa electoral, en 2002, se aprobó una reforma legislativa
que declaró la exención del IAE de todas aquellas personas que facturaran menos de
un millón de euros a la año o fueran personas físicas. El resultado fue la exclusión del
90% de los obligados al pago del impuesto y la correspondiente pérdida de
recaudación por parte de las Haciendas Municipales. Aunque el Estado decidió
compensar a los municipios con un aumento de sus transferencias, la pérdida efectiva
de recaudación relegó el IAE en la última posición de la cesta impositiva municipal.
Todo ello lleva a calificar este impuesto como el más inequitativo de todos, es decir,
aquel que trata con mayor desigualdad a sus sujetos pasivos.
El IVTM es un impuesto de exigencia obligatoria y grava la titularidad administrativa de
un vehículo de motor, es decir, al titular del permiso de circulación. A partir de diversas
variables, como la potencia de los motores, en el caso de coches y furgonetas, de la
carga que pueden llevar los camiones o del número de plazas que tienen los vehículos
de transporte de pasajeros, se determinan por ley del Estado las diversas cuotas que
deberán pagar los contribuyentes. Sobre estas cuotas los Ayuntamientos pueden
aplicar un coeficiente corrector, hasta un máximo de 2, para determinar la cuota a
pagar definitiva. De los gráficos se puede deducir que la recaudación de este impuesto
aumenta por dos factores: el primero es la continua subida del coeficiente municipal y
el segundo es el incremento de vehículos del parque móvil.
El ICIO es un impuesto de exigencia potestativa, y grava la realización de obras e
instalaciones en el término municipal. A partir del coste de ejecución de las obras e
instalaciones, los Ayuntamientos aplican un tipo de gravamen, dentro del margen
establecido por la ley estatal, para obtener la cuota que finalmente tendrán que pagar
los contribuyentes. Durante el boom inmobiliario este impuesto se convirtió en el
tercero en importancia recaudatoria, tras el IBI y el IVTM, pero a partir de 2007 es
notable la caída de sus ingresos, más de un 66% entre 2006 y 2011. Las críticas al ICIO
son: que se trata de un impuesto excesivamente vinculado a la coyuntura económica;
que al grabar el ejercicio de una actividad económica se duplica con el IAE, y que
actualmente es el tributo que genera más litigiosidad en los Ayuntamientos. El motivo
es la insuficiente definición legal de lo que se considera como coste real de las obras.
Las sucesivas y contradictorias sentencias judiciales sobre esta cuestión han
contribuido a generar más litigios
Por último, el IIVTNU también es un impuesto de exigencia potestativa y graba la
transmisión de los inmuebles. A partir de la variación del valor del terreno que se
produce entre el momento de la adquisición actual y del anterior, los Ayuntamientos
aplican un tipo de gravamen, dentro de los márgenes de la ley estatal, para determinar
la cuota que finalmente tendrán que pagar los contribuyentes. Igual que el ICIO, este
impuesto también está vinculado al sector inmobiliario, de manera que sus ingresos
aumentaron durante el período del boom inmobiliario y actualmente están en claro
retroceso (un caída del 15% del 2007 al 2011). Las críticas a este impuesto son: la
utilización del valor catastral y no la del valor real de los inmuebles; que sólo se tenga
en cuenta la variación del valor del terreno despreciando la de la edificación. Y,
además, que no se tengan en cuenta las transmisiones realizadas en periodos
inferiores al año, lo que conlleva ignorar buena parte de las transmisiones
especulativas. Por todo ello, se considera que es un impuesto que está muy por debajo
de sus posibilidades para generar ingresos.
En todo caso, los tributos propios son la principal fuente de ingresos de los
Ayuntamientos, y se consolidan con el pasto del tiempo, ya que han pasado del 49% de
los ingresos totales en 2004 al 55% en 2011. No obstante, el refuerzo del papel de los
tributos municipales en el conjunto de ingresos locales de los últimos años se debe
más a la caída de las transferencias provenientes de otras administraciones que a un
aumento significativo de la recaudación tributaria.
Las transferencias del Estado o PIE también son recursos fundamentales de las
Haciendas municipales. Se puede hablar de dos tipos de transferencias estatales, las
condicionadas o vinculadas por el Estado a una determinada finalidad, y las no
condicionadas o de libre disposición para los municipios. La diferencia es la autonomía
de los ayuntamientos para utilizar estos recursos. La PIE siempre hace referencia a las
transferencias no condicionadas. Para calcular el reparto de la PIE, los municipios se
clasifican en dos grupos: el primero incluye a las capitales de CCAA, de provincia y los
municipios con población superior a 75.000 h., Mientras que el segundo grupo está
formado por el resto de municipios. En los municipios del primer grupo se les asigna
una participación en los tributos estatales en función de determinados porcentajes
sobre el IRPF, IVA o los IIEE, mientras que los del segundo grupo se les asigna una
cantidad fija establecida por PPGG del estado y que se reparte en función de unas
variables objetivas como pueden ser el número de habitantes, la extensión del término
municipal o su esfuerzo fiscal.
Las críticas a este sistema de reparto van dirigidas especialmente a denunciar la
inequidad o desigualdad que se genera entre los dos grupos de municipios, y también
a la vinculación de los ingresos municipales con la política fiscal del gobierno central, la
cual no siempre responde a las necesidades los municipios. Se tiene que nivelar los
recursos transferidos a unos y otros municipios, ayudando especialmente a aquellos
con menos potencial recaudador.
El tercer recurso fundamental de las Haciendas Municipales son las PICAS. De entrada
se puede decir que hay tantos sistemas de participación en los ingresos autonómicos
como CCAA existen, ya que cada una de ellas ha aprobado y desarrollado su propio
sistema de reparto en el ejercicio de su autonomía política. No obstante, una vez
analizados todos los sistemas, estos se pueden agrupar en tres modelos: El primero,
sería un modelo de participación directa utilizando porcentajes sobre los ingresos
autonómicos, es decir similar al sistema utilizado para la PIE (País Vasco, Navarra ,
Andalucía, Galicia, Aragón, Asturias, Cataluña, Islas Baleares e Islas Canarias). El
segundo sería un modelo de participación mediante fondos de transferencias
incondicionadas, es decir, de libre disposición para los Ayuntamientos, pero la
dotación económica no es un porcentaje de los ingresos autonómicos sino que se trata
de una cantidad que depende anualmente de la decisión de los respectivos gobiernos y
parlamentos autonómicos (Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Extremadura
y La Rioja). Y por último un tercer modelo o ausencia de modelo, ya que se caracteriza
por la inexistencia o irrelevancia de las transferencias incondicionadas (Madrid,
Valencia y Murcia). Las críticas a las PICAS son unánimes: grandes desigualdades entre
CCAA y en general una baja dotación económica en la mayoría de ellas.
Finalmente, en relación con la suficiencia financiera de las Haciendas municipales,
entendida como la relación entre los ingresos procedentes de los recursos
fundamentales y los gastos totales de los municipios, podemos observar cómo los
recursos fundamentales quedan lejos de dar cobertura de manera suficiente al total de
gastos (oscilan alrededor del 75%). Nuevamente se observa el efecto de las
transferencias extraordinarias estatales del año 2009 que reducen el peso de la PIE en
ese ejercicio. Por este motivo, se puede afirmar que, durante el período analizado de
2004 a 2011, los recursos fundamentales de los ayuntamientos no dotan de suficiencia
financiera a las Haciendas Municipales.
Recapitulando todo lo visto hasta ahora resulta que:
 El actual marco legal proclama la suficiencia financiera, pero no se consigue
materialmente.
 Una cuarta parte de los servicios municipales queda fuera del sistema de
financiación ya que su prestación no responde al ámbito competencial municipal.
 Los recursos fundamentales (los tributos propios, la PIE y las PICAS) llamados a
dotar de suficiencia a las Haciendas Municipales, no alcanzan un grado de
cobertura suficiente de los gastos locales.
 En escenarios de crisis económica, la pérdida de suficiencia financiera y autonomía
local se acentúa, así como el desequilibrio presupuestario.
Por todo ello, las haciendas municipales tampoco alcanzan la suficiencia financiera en
la actualidad.
Para mejorar la situación financiera de los ayuntamientos en los últimos años se han
aprobado diversas reformas de la legislación local. Se ha tramitado en las Cortes
españolas un proyecto de ley de reforma profunda del actual régimen local, y también
se ha anunciado que se aprobará una importante reforma del sistema de financiación
local.
La ley de reforma del régimen local contempla tres cambios importantes en su sistema
competencial:
 Se eliminarán las competencias impropias municipales, traspasando su gestión y
coste a las CCAA, bajo amenaza de retenerlos parte de sus transferencias si no se
avienen
 Incentivará la fusión voluntaria de municipios, después de que el primer borrador
de este proyecto estableciera la fusión obligatoria
 Finalmente, las Diputaciones se encargarán de gestionar la ejecución de los
servicios básicos municipales de los municipios de menos de 20.000 habitantes,
dejándolos vacíos de competencias reales en la práctica
Las críticas no se han hecho esperar:
 Trasladar las competencias impropias municipales a las CCAA representa trasladar
el problema de financiación de una administración a otra, la cual también tiene
graves problemas de financiación, con el riesgo (o certeza) de reducción o
desaparición de estos servicios municipales.
 La fusión voluntaria de municipios es posible desde 1985, año de aprobación de la
LBRL, sin que se haya producido ningún caso en todos estos años. No parece que la
futura norma deba tener más éxito, sobre todo si tenemos en cuenta que esto
significa la desaparición de los ayuntamientos fusionados.
 Finalmente, el traspaso de la gestión de los servicios básicos municipales de los
ayuntamientos de menos de 20.000 habitantes a las Diputaciones, significará en la
práctica la privatización de estos servicios, ya que las diputaciones no cuentan ni
con los recursos materiales ni humanos para prestar los ellas directamente. Por lo
tanto, es más que previsible una pérdida de calidad de estos servicios para que
dejen de ser deficitarios en manos de la iniciativa privada.
Mis propuestas en este sentido son:
 Regular una gestión y financiación compartida de las competencias municipales
impropias entre ayuntamientos y CCAA, de manera que no se dejará en manos de
una única administración su prestación y coste
 En lugar de fusionar municipios, se podrían agrupar (por ejemplo, mediante
reuniones de alcaldes) para que gestionen conjuntamente los servicios,
manteniendo su carácter político y representativo
 Por último, mancomunar los servicios municipales después de estudiar la viabilidad
y eficiencia de la medida, lo cual ya es posible con la legislación actual, de manera
que se mejoraría la eficiencia y se preservaría su carácter público
Asimismo, mis propuestas para mejorar la recaudación tributaria son:
 Utilizar el valor real de los inmuebles en lugar del valor catastral, en el IBI y el
IIVTNU.
 Eliminar las exenciones del IAE establecidas en 2002, recuperando el 100% de los
sujetos pasivos, aunque vinculando las cuotas a sus resultados económicos.
 Aumentar los límites máximos legales del IVTM, ICIO y IIVTNU.
 Ceder la gestión y cobro del IVTM y del IIVTNU a las CCAA.
 Aplicar nuevas modalidades de recaudación para facilitar y asegurar el cobro de los
tributos
Por consiguiente, si se reducen los costes mediante una mejor gestión de los servicios
municipales, a la vez si se mejoran los ingresos generados por los actuales tributos
municipales, podría alcanzarse la tan anhelada suficiencia municipal.
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