Transformaciones económicas y sociales en el siglo XIX

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TRANSFORMACIONES ECONOMICAS Y
CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX
La evolución económica en nuestro país se puede dividir en dos etapas: una de mayor
lentitud en la que se produjeron descensos en los precios, guerras y pérdidas de las
colonias americanas; y otra con un crecimiento más rápido.
Los cambios agrarios fueron necesarios para contribuir a la industrialización, cambios
como la reforma del régimen de propiedad y la introducción de innovaciones técnicas,
de cultivos y de gestión. La reforma de la propiedad que se llevó a cabo fue la
desamortización iniciada por Godoy, continuada por Mendizábal y por Pascual Madoz
(1855). Esto produjo una estructura latifundista de la propiedad y la ausencia de clase
media lo que provocó efectos devastadores sobre los campesinos y los trabajadores
agrícolas. Esta nueva estructura influyó en el aumento de la superficie cultivada y en la
mejora de la productividad pero los capitales generados se usaron en la agricultura y
en la deuda pública del Estado. Las innovaciones técnicas de gestión y de cultivos, el
crecimiento de la producción agraria se basó en el aumento de la superficie cultivada y
de la producción de trigo, olivo, vid y leguminosa. Los pastos fueron sustituidos
gradualmente por pienso. También aumentó la especialización regional: maíz, patata,
viñedo, cereal, etc. El aceite, el vino y los cítricos eran los productos más exportados.
A finales de siglo (1875-1890) se produjo una crisis a causa de la llegada al país de
productos agrícolas más baratos que los nacionales.
Recursos mineros y fuentes de energía apenas se explotaban debido a la ausencia de
demanda y a la falta de recursos económicos y mano de obra, la ley Minar de 1868
facilitó la llegada de capital extranjero para la explotación de minas y exportación de
sus productos. Así, los minerales, mayoritariamente hierro, constituían un tercio de las
explotaciones españolas en 1900. Parte de los ingresos se reinvirtieron en la
Península. Alrededor de las minas surgieron industrias y redes de ferrocarriles.
Algunos enclaves, como Río Tinto (Huelva), quedaron desligados del resto de la
economía nacional. El carbón era la fuente de energía principal en la Revolución
Industrial, se encontraba en Asturias y en León, pero era escaso, caro, de baja calidad
y su extracción estaba muy protegida por las arancelas lo que encareció los costes de
la industria nacional.
EL proceso industrializador comenzó con la expansión de la industria textil en
Cataluña, donde existía antes del siglo XIX, una importante actividad comercial y una
cultura de manufacturera y artesanal basada en la lona hasta ( 1770); el sector del
algodón se creó en esta región debido a la protección arancelaria. Desde finales del
siglo XIX se produjo una crisis general agravada por la pérdida de las últimas colonias.
La industria siderúrgica se estableció en España junto a las minas de hierro y se
crearon fábricas en Málaga, Asturias y en Vizcaya (1882; llamados Altos Hornos de
Vizcaya desde 1902) entre otros. También se llevaron a cabo otras actividades
industriales como los talleres, manufacturas y producción a domicilio que fabricaba
productos para el consumo urbano.
Los transportes y las comunicaciones fueron necesarios para la integración de las
actividades economías nacionales. Anteriormente las comunicaciones se habían visto
perjudicadas por el relieve peninsular y sus conflictos bélicos de conflicto de siglo que
dificultaban las comunicaciones y fomentaban el bandolerismo. Esto hizo que fuera
necesario la creación de una red ferroviaria con enormes deficiencias. Fue impulsada
por la Real Orden sobre Creación de Ferrocarriles (1844) con la que se construyeron
las primeras líneas ferroviarias (Barcelona-Mataró, Madrid-Aranjuez). Posteriormente
se promulgó la Ley General de Ferrocarriles (1885) que concedía privilegios para
fomentar la actividad ferroviaria.
En el comercio exterior y financiación España se especializó en exportar materias
primas y productos semielaborados, a lo largo del siglo XIX se produjo un déficit
comercial crónico financiado por las remesas de dinero enviadas por los emigrantes,
las importaciones de capital y los préstamos suscritos en el extranjero por el Estado.
Se tomaron medidas proteccionistas favorecidas por los intereses de los productos de
cereales y de las industrias. La legislación del Bienio Progresista permitió la creación
de bancos de emisión de billetes y de sociedades de crédito y de sociedades de
crédito. Los bancos financiaban a las compañías ferroviarias y la deuda pública del
Estado. Entre ellos estaban los bancos de Barcelona, Santander y Bilbao. A partir de
1874, el banco de España obtuvo el monopolio de emisión de moneda y todas estas
entidades pasaron a ser sociedades de crédito comercial y financiación industrial. El
Banco de San Fernando se convirtió en 1856 en Banco de España y tenía como
objetivo atender las necesidades de financiación del Estado y cuando adquirió el
monopolio de emisión de billetes, proporciono al Estado un préstamo para hacer frente
a sus deudas. El capital nacional y extranjero se invirtió en deuda pública en lugar de
hacerlo en la industria o en la agricultura. El déficit crónico de los presupuesto
estatales favoreció estas inversiones.
El siglo XIX fue testigo del nacimiento de una nueva sociedad carente de privilegios
jurídicos. Sin embargo, existían claras diferencias entre las clases que accedían a la
propiedad y las que no podían hacerlo; así, se configuró una élite cohesionada,
formada por aristócratas y burgueses enriquecidos. LA clase media pugnaba por
convertirse en propietaria de inmuebles. Por otro lado, los campesinos eran
mayoritariamente analfabetos y vivían y trabajaban en condiciones duras.
La población española se caracterizó por un lento crecimiento en comparación con
otros países europeos. El atraso en el modelo demográfico antiguo que retrasó la
industrialización y acompaño con una alta tasa de mortalidad. Aparecieron, como
consecuencia de la crisis agraria, movimientos migratorios de ultramar. Además se
produjo un movimiento migratorio procedente del campo, debido a la industrialización.
La sociedad estaba dividida en dos grandes grupos: uno formado por la élite y las
clases medias y otro por los trabajadores. La élite estaba formada por la nobleza. Ésta
perdió su posición relevante en la sociedad aunque supo adaptarse y conservar sus
influencias: fueron frecuentes los casos de familias nobiliarias endeudas que sanearon
su patrimonio gracias a los matrimonios concertados. El modo de vida nobiliario fue el
referente para una burguesía en ascenso. EL crecimiento económico favoreció la
aparición de una nueva burguesía de negocios constituidos, entre otros, por
banqueros, grandes propietarios o especuladores. Vivían en las grandes ciudades.
Las burguesías regionales y locales de la periferia eran más modestas y se vincularon
a actividades industriales y comerciales. A este grupo se unieron los burgueses que
habían constituido su patrimonio gracias a los negocios en las colonias. Debajo de
estos, estaban los propietarios de negocios, tierras y rentas modestas y ejercían una
actividad profesional. Éstos constituían las clases medias acomodadas. La burguesía
en España tuvo poco poder en comparación con otros países europeos. Aun así
controlaban gran parte de la cultura, enseñanza, administración pública o el Ejército.
Los trabajadores de campo eran el grupo social más numeroso y apenas poseían
bienes. Dentro de este grupo se distinguen trabajadores del campo y trabajadores de
la ciudad. Los trabajadores de campo eran mayoritarios y eran pobres. Según su
trabajo en la tierra se distinguen tres grandes categorías: propietarios, eran numerosos
y poseían numerosos minifundios en el norte de España; Arrendatarios y aparceros,
pagaban un alquiler por cultivar tierras ajenas. A cambio percibían una parte del
producto obtenido. Solía haber contratos de corta duración excepto en ciertas zonas
de España (Galicia y Cataluña); jornaleros, vendían su trabajo a cambio de un salario
y dependía de la periodicidad estacional. Las épocas de mala cosecha los
condenaban a la pobreza extrema y a la mendicidad. Constituían la mayoría de los
trabajadores.
Como consecuencia de los cambios económicos aparecieron nuevos trabajadores
como los obreros fabriles, ferroviarios y los inmigrantes procedentes del campo y los
que se incorporaban a los sectores en expansión como la minería o la construcción.
Tanto los trabajadores del campo como los de la ciudad tenían los mismos problemas
y una situación precaria. En ambos oficios existía una inseguridad ya que si se perdía
el puesto caían en la pobreza. No existía ningún tipo pensión social y asistencia
sanitaria pública, lo que provocó que cualquier contratiempo como una lesión o
enfermedad era un problema muy grave. Otro problema eran los bajos ingresos que
obligaban a las mujeres y niños a buscar trabajo para afrontar sus gastos. Éstos
cobraban un salario menor que los hombres.
Las condiciones laborales también eran deficientes. Los horarios superaban las 12
horas de trabajo y no solía estar regulado y dependía de la luz u otros factores. Esto
provoco muchos incidentes laborales. La introducción de nuevas tecnologías afectaron
a los oficios tradicionales y la supresión de los gremios dejó indefensos a los
trabajadores.
Las clases populares carecían de condiciones de vida adecuadas lo que favorecía la
propagación de enfermedades. Era frecuente que las familias compartieran la vivienda
lo que suprimía la vida privada y la intimidad.
El Movimiento Obrero
Durante la mayor parte del siglo XIX manifestaron sus protestas mediante
procedimientos de tradición centenaria. Estos motines se fueron politizando a lo largo
del siglo ya que los liberales, los demócratas y los republicanos invocaban la acción
justiciera del “pueblo” contra el mal gobierno para promover cambios políticos. Algunas
zonas se industrializaron y el sistema político liberal, después democrático, se
implantaba, se difundieron las ideas de la Revolución francesa. Los trabajadores
empezaban a utilizar nuevas formas de lucha y organización que formaron el
Movimiento Obrero en su doble faceta sindical y política.
EL desarrollo del Movimiento Obrero empezó en las primeras décadas antes de la
Revolución de 1868 (Gloriosa) cuando aparecieron las primeras protestas
espontáneas de obreros industriales, dirigidas a través del ludismo. Este movimiento
consistía en destruir las máquinas que simbolizaban el progreso y las que culpaban
de la pérdida de los puestos de trabajo. Se produjeron motines ludistas en Galicia y en
Alcoy, pero los más graves tuvieron lugar en Cataluña que estaba más industrializada
(incendio de la fábrica Bonaplata 1855). A partir de la década de 1840, la protesta de
los obreros catalanes derivó hacia la creación de agrupaciones que los defendían
como la Asociación de Protección Mutua de Tejedores de Algodón. Desde 1839 se
autorizaron las sociedades de socorro mutuo y en Cataluña se produjeron huelgas
organizadas como la huelga general de 1855.
Durante el Sexenio Democrático (1868- 1874) se observó la desconfianza de los
trabajadores hacia la democracia y la República. Los obreros utilizaron dos vías
reivindicar sus derechos: la acción directa con la convocatoria de huelgas y la creación
de sindicatos o sociedades de resistencia; la acción política mediante elecciones,
actos multitudinarios y partidos de masas.
Los trabajadores pretendían mejorar sus condiciones de vida, pero también promover
una revolución política y un cambio social. Los medios debían ser asociaciones y
métodos de lucha de los trabajadores. Los anarquistas eligieron la vía directa y los
socialistas, inclinados hacia el marxismo, utilizaron ambos. La Asociación Internacional
de Trabajadores, llegó a España a través de Giuseppe Furelli, partidario de Bakunin.
Con él, surgieron los principales líderes obreros del país, influidos por el anarquismo,
como Anselmo Lorenzo. En 1870, los bakuninistas crearon la Federación Regional
Española (FRE), sección de la AIT. En 1872, un grupo de obreros de Madrid,
expulsados de la FRE, liderado por Pablo Iglesias creó una célula de inspiración
sociales marxista.
Después del Sexenio Democrático la FRE fue prohibida ( 1874) y en 1876 la AIT se
disolvió. La antigua federación anarquista resurgió en 1881 con el nombre de
Federaciones de Trabajadores de la Región Española (FTRE): en la que
organizaciones andaluzas adquirieron influencias frente a los representantes de sus
asociaciones catalanas. Así en Andalucía occidental surgieron sociedades como la
Mano Negra que organizaba atentados y fue objeto de la represión gubernamental. La
persecución contra esta sociedad secreta y la división entre las organizaciones
anarquistas condujeron al final de la FTRE (1868)
La fundación del PSOE y la UGT tuvo lugar en 1879 en Madrid, el núcleo marxista de
los trabajadores, y empleo la asociación de tipógrafos a la que pertenecía Pablo
Iglesias para crear un sindicato afín, la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1888.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) fundó su propio periódico y participó en
la creación de la Segunda Internacional (1889), asociación de trabajadores liderada
por los socialdemócratas y rechazó la colaboración con los partidos políticos
burgueses. La influencia del PSOE se limitaba a organizar manifestaciones políticas
cada Primero de Mayo desde 1890 para reivindicar la jornada de 8 horas. A la UGT se
unieron obreros cualificados que, a su vez formaban parte de las sociedades de oficio.
Estas formaban federaciones nacionales que se unían, en el seno del sindicato
socialista que poseía una dirección más centralizada que la anarquista y los miembros
de la UGT tácticas mucho más moderadas. A partir de 1883 aparecieron los primeros
círculos de obreros católicos promovidos por eclesiásticos como el jesuita Antonio
Vicent. Estos grupos facilitaban la cooperación entre patronos y obreros para crear
juntos un movimiento fundamentado en la doctrina social de la Iglesia. No llegaron a
ser auténticos sindicatos y su papel reivindicativo fue nulo.
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