aplicación de modelos geomorfológicos evolutivos al estudio de

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APLICACIÓN DE MODELOS GEOMORFOLÓGICOS EVOLUTIVOS AL ESTUDIO DE
YACIMIENTOS ARQUEOLÓGICOS EN MEDIOS SEMIÁRIDOS (DEPRESIÓN DEL EBRO,
ESPAÑA)
José Luis Peña Monné (1), Virginia Rubio Fernández (2)
y Joan Ramón González Pérez (3)
(1) Dpto. de Geografía y Ordenación del Territorio. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de
Zaragoza. Zaragoza 50009 (España). [email protected]
(2) Dpto. de Geografía. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Autónoma de Madrid. Cantoblanco
28049 Madrid (España). [email protected]
(3) Servei d´Arqueología. Fundació Pública Institut d´Estudis Ilerdencs. Plaça catedral, s/ n 25002
Lleida (España). [email protected]
Resumen
La aplicación de la geomorfología al estudio de la evolución de los paisajes durante el
Holoceno superior ha permitido la elaboración de modelos de prospección y análisis del
territorio basados en técnicas geoarqueológicas. En este trabajo se exponen modelos
utilizados en el Nordeste de España, en los que se combinan las repercusiones de las
fluctuaciones climáticas y de la actividad humana en los últimos 6000 años. Se muestran
tres modelos generales sobre la evolución de abrigos rocosos, fondos aluviales holocenos y
evolución combinada de laderas y rellenos de valle. Desde la fase de prospección hasta la
excavación y reconstrucción final del yacimiento y su entorno, los modelos geoarqueológicos
son importantes para comprender las características del medio físico antes, durante y
después de la ocupación del lugar, constituyendo una vía importante de colaboración y
trabajo entre geógrafos y arqueólogos.
Palabras clave: Holoceno, semiárido, Depresión del Ebro, geoarqueología,
Abstract
The application of geomorphology to the study of landscapes evolution during the Late
Holocene has permitted the elaboration of prospecting and territorial analysis models based
on geoarchaeological techniques. In this paper models used in the North-East of Spain are
shown, in which the impact of climatic fluctuations and human activity during the last 6000
years are combined. Three general models are shown about the evolution of rockshelters,
holocene alluvial bottoms and combined evolution of slopes and valley fillings. Since the
prospecting stage until the excavation and final reconstruction of the site and its
surrounding, the geoarchaeological models are important to understand the characteristics
of the physical environment before, while and after the occupation of the site constituting an
important way of work and collaboration between geographers and archaeologists.
Key words: Holocene, semiarid landscapes, Ebro basin, geoarchaeology.
1
INTRODUCCIÓN
El interés creciente desde los años 80 por el conocimiento geomorfológico y paleoclimático
del Holoceno, ha alcanzado puntos de convergencia con los objetivos de una parte de la
arqueología centrada en el desarrollo de trabajos de reconstrucción paleoambiental. Ello ha
propiciado la necesidad y oportunidad de colaboración entre investigadores de ambas
ciencias a través de técnicas de trabajo geoarqueológicas y arqueométricas, centrados en el
conocimiento del medio en diferentes momentos de la evolución reciente.
En el NE de España, al igual que en otros ámbitos mediterráneos caracterizados por la
sucesión de fluctuaciones climáticas dominantemente semiáridas, la morfogénesis se ha ido
acelerando durante el Holoceno, y especialmente en el Holoceno superior, por la
intervención humana sobre el medio físico. Esta combinación clima-hombre ha sido objeto
de numerosas discusiones que sólo pueden resolverse en ámbitos locales y para épocas
concretas (Peña et al, 1996, 2003).
La experiencia de veinticinco años de trabajos geoarqueológicos en la Depresión del Ebro
han permitido obtener suficiente información para poder establecer una sucesión de etapas
evolutivas, que en la mayoría de los casos han dejado su impronta en el paisaje y es posible
reconocerlas, bajo una óptica geomorfológica, a través de rasgos distintivos particulares. El
resultado más efectivo para la arqueología lo constituyen los modelos evolutivos generales,
verdaderas síntesis del paisaje holoceno, que son el tema central de este trabajo.
Un modelo geoarqueológico debe reunir todos los componentes del paisaje natural y al
mismo tiempo el orden evolutivo en que se han ido generando. El principal objetivo es poner
en relación cualquier elemento geomorfológico, sea completo o residual, con un momento
concreto. La datación de cada uno de estos componentes mediante técnicas radiométricas
y geoarqueológicas, permite además situarlos en un ámbito temporal específico y por tanto
relacionarlo con etapas culturales precisas. Por otra parte, el análisis sedimentológico
posibilita además, obtener alguna información paleoambiental que nos aproxime a la
reconstrucción de fases climáticas para así ser enmarcadas en los cambios globales del
Holoceno. Sin embargo, las repercusiones de estas fluctuaciones climáticas adquieren
mayor o menor importancia en función de factores locales, entre ellos, la incidencia de la
actividad antrópica, variable en el espacio y en el tiempo (Gutiérrez y Peña, 1998).
Como aportación a este trabajo hemos seleccionado tres modelos elaborados en ámbitos
geoarqueológicos particulares: abrigos rocosos, combinación de laderas y fondos de valle y
rellenos aluviales holocenos, todo ello en el sector central y oriental de la cuenca del Ebro
(Fig. 1).
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Fig. 1. Mapa de situación de las zonas de aplicación de los tres modelos evolutivos.
1. MODELO DE EVOLUCIÓN HOLOCENA DE ABRIGOS ROCOSOS
En los relieves formados por la alternancia de sedimentos blandos y capas de mayor
resistencia litológica es frecuente que se originen resaltes rocosos que pueden llegar a
adquirir morfología de abrigos; su espacio interno alcanza en ocasiones dimensiones
suficientes para haber sido utilizado como hábitat en épocas prehistóricas. Tal es el caso de
las “balmes” o abrigos generados a partir de los bancos y paleocanales de areniscas
oligocenas y miocenas subhorizontales del sector Norte y Nordeste de la Depresión del
Ebro, así como en otras zonas de la cuenca, como el Bajo Aragón (Peña y Echeverría,
1989). En todos ellos, llama la atención la poca o nula funcionalidad actual de tales
dispositivos morfológicos, ya que los antiguos abrigos aparecen altamente deteriorados, al
mismo tiempo que sorprende la gran abundancia de restos arqueológicos dispersos y fuera
de su contexto original.
3
Fig. 2. Modelo geoarqueológico de evolución de abrigos rocosos con ocupación prehistórica
en el valle medio del Segre (reelaborado de Peña y González, 2000).
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Fot. 1. Sedimento con restos arqueológicos bajo un bloque de areniscas, que formaba parte de un
antiguo abrigo de areniscas (Anya-Artesa de Segre (Lleida).
Fot. 2. Ladera septentrional regularizada del yacimiento de la Edad del Bronce de Puig Perdiguer
(Lleida).
Fot. 3. Relleno de valle postromano en un afluente del río Huerva e incisión posterior (Botorrita,
Zaragoza).
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La interpretación errónea que se ha dado en ocasiones a tales restos y la necesidad de
organizar la evolución de los abrigos desde una perspectiva temporal y bajo una óptica
geomorfológica, nos llevó a elaborar un modelo que recogiera las distintas etapas que han
conducido a la configuración del paisaje actual (Peña, 1983, Peña y González, 2000; Peña
et al, 2002).
Junto a unas fases iniciales comunes a todo el conjunto de abrigos (Fig. 2), en los
momentos intermedios se han contemplado dos opciones evolutivas de desplome y
transporte de los abrigos, en función del predominio de los procesos gravitacionales (A) o de
la combinación de éstos con desplazamientos por solifluxión (B). La morfología final vuelve a
tener formas comunes sólo diferenciables sedimentológicamente (Figs. 2.8a y 2.8b).
En las primeras etapas de configuración de los abrigos se produce la individualización de las
viseras debido al socavado de los materiales blandos inferiores. En este proceso tiene gran
importancia la entrada hídrica vertical a través de las fisuras de la arenisca y su circulación y
salida siguiendo el contacto entre las dos formaciones rocosas (Figs. 2.2 y 2.3 ) que se va
ampliando progresivamente. La mayoría de estos abrigos se ocuparon durante la Edad del
Bronce (Fig. 2.4), habiéndose datado en el Bronce antiguo algunos materiales procedentes
de uno de ellos, en la zona de Anya-Torreblanca (Lleida) (Peña et al, 2002).
Una vez superado el umbral de equilibrio del estrato duro se inicia la caída del bloque y por
tanto el deterioro del yacimiento arqueológico que contiene (Fig. 2.5). En algunos casos el
bloque desprendido por la acción de la gravedad se sitúa en posición imbricada siguiendo la
pendiente topográfica y con poco desplazamiento longitudinal (Fig. 2.6a). Pero otra
posiblidad, cuando existe una mayor humectación en la vertiente, consiste en el
desplazamiento del bloque a lo largo de la ladera, favorecido por la solifluxión (Fig. 2.6b)
aunque normalmente manteniendo también posición imbricada. En ambos casos, parte del
material arqueológico permanece bajo los bloques.
En el espacio originado por la caída y su desplazamiento se acumula un relleno que acaba
regularizando completamente la ladera (Fig. 2.7a y 2.7b) siendo por tanto una etapa
posterior a la Edad del Bronce. Esta fase puede ser relacionada con condiciones
ambientales frías y húmedas (tránsito del Subboreral al Subatlántico) que debieron favorecer
la evolución rápida de los abrigos rocosos y que también está presente entre los procesos
característicos para esta época en los otros dos modelos estudiados. En épocas posteriores
la acumulación de ladera se ha ido desmantelando como consecuencia de la erosión
inducida por la deforestación de las vertientes, originando incisiones que dejan a los bloques
prácticamente aislados y sobre pedestales de materiales detríticos que aún pueden contener
restos arqueológicos (Fot. 1). El lavado de los materiales más finos ha generado la
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dispersión de los restos arqueológicos en las zonas bajas de las laderas, dejando al mismo
tiempo los bloques totalmente exentos, al perder los pedestales y el contacto con el tramo
alto de la ladera. En estas condiciones, la prospección arqueológica solamente puede
centrarse en estas zonas con materiales fuera de contexto y en los sedimentos que todavía
quedan atrapados bajo y tras los bloques (Peña et al, 1988; Peña y González, 2000;
Sopena, 1998; Sopena y Peña, 1998). Estas ubicaciones descontextualizadas de restos
arqueológicos (cerámicas, sílex, molinos, etc.) inducen frecuentemente a errores en la
reconstrucción de la ubicación original de los yacimientos, por lo que el modelo pretende
reconducir la prospección hacia los registros morfosedimentarios que ofrezcan la máxima
información acerca de la posición original de los materiales arqueológicos.
2. MODELO COMBINADO DE EVOLUCIÓN DE LADERAS Y FONDOS DE VALLE
En el segundo modelo evolutivo que hemos seleccionado, se interrelacionan distintas
unidades de paisaje que actúan conjuntamente a lo largo de un sistema que se inicia en un
escarpe superior y se prolonga a lo largo del perfil cóncavo de la ladera para enlazar con el
nivel de base correspondiente a un lecho fluvial. Los procesos generados en el escarpe y en
la zona alta de la ladera se propagan hacia el valle, sucediéndose a lo largo del Holoceno
etapas constructivas o de estabilidad con fases inestables en las que predomina la erosión.
Estas alternancias dinámicas obedecen a causas climáticas pero también se ven interferidas
por factores locales, tales como la pendiente, la orientación o la importancia de la de
intervención humana que han sufrido en diferentes momentos de su evolución (Burillo y
Peña, 1984). Por otra parte, la propia funcionalidad de los asentamientos humanos y el
aprovechamiento del medio determinan acciones de aceleración de los procesos
relacionados con la degradación erosiva.
Un modelo que se repite habitualmente en las zonas llanas de los cursos bajos de los ríos
Cinca y Segre (Peña y González, 1992; Peña y Rodanés, 1992; Peña et al, 1988, 1996;
González et al, 1996), consiste en la presencia de cerros testigos de antiguos niveles de
terrazas cuaternarias o de niveles duros de areniscas terciarias (Fig. 3). También en la
Cordillera Ibérica (Burillo et al, 1981,1983) y en otros puntos de la Depresión del Ebro
(Pellicer et al, 1986; Peña et al, 1991; Sopena, 1998; Sopena y Peña, 1998) se encuentran
dispositivos similares. El carácter aislado de estos relieves en medio de la llanura se ve
asimismo potenciado por la existencia de escarpes abruptos, razón por la cual han sido
elegidos como núcleo de fácil defensa en algunas etapas prehistóricas (Edades del Bronce y
Hierro) e históricas (Épocas Ibérica y Medieval). En ocasiones, se excavan fosos defensivos
para reforzar aún más su inexpugnabilidad, con morfologías muy variadas (Rubio et al,
2005).
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Fig. 3. Modelo evolutivo de laderas y fondos de valle holocenos en el sector oriental de la
Depresión del Ebro. (Reelaborado a partir de Peña et al, 1996).
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La evolución de estos cerros durante el Cuaternario ha consistido en el retroceso de las
laderas de forma casi concéntrica hasta llegar a generar, tras un largo proceso degradativo,
cerros cónicos y antecerros Por otra parte, no es un proceso únicamente holoceno, ya que
regularizaciones de ladera más antiguas han sido descritas en esta misma región por
Sancho et al (1988) y Gutiérrez et al (1998). Las distintas etapas de desarrollo de estos
relieves durante el Holoceno superior aparecen esquematizadas en la figura 3.
En los inicios de la Edad del Bronce comienza una fase de estabilidad de laderas en las
condiciones climáticas húmedas del Subboreal. Los primeros asentamientos de esta época
se han localizado en las llanuras aluviales cercanas, y han quedado recubiertos por los
sedimentos de las zonas bajas de las laderas y de los cursos fluviales (Fig. 3.1). La
regularización generada (Fot.2) se prolonga a lo largo de las Edades del Bronce y Hierro,
momentos de máxima ocupación de estos cerros por razones defensivas (Fig. 3.2, Fig. 3.3).
Ya en esta última etapa comienzan procesos de incisión de las laderas que tendrán un
desarrollo mayor a partir de Época Ibérica, coincidiendo con una etapa de rexistasia como
consecuencia del inicio del periodo Subatlántico, más seco y cálido, y de la fuerte presión
que ejerce el hombre sobre las laderas (Burillo et al, 1981, 1983). Esta intensa erosión se va
a prolongar durante época romana (Fig. 3.4), desmantelándose las antiguas laderas de las
Edades del Bronce-Hierro, al tiempo que se generaron abanicos aluviales en las partes
basales que se extendieron por el lecho aluvial, fosilizando las villae allí instaladas en época
romana tardía (siglos II a IV).
La erosión se intensificó durante la fase cálida medieval (Fig. 3.5.) y posteriores (Fig. 3.6,
Fig. 3.7a y b), reduciéndose cada vez más el tamaño de la cumbre del cerro y la extensión
de los restos de las antiguas laderas al tiempo que se amplían los abanicos aluviales
generados a su pie. En el fondo de los valles se sucedieron etapas de relleno e incisión a lo
largo de estas épocas, como veremos en el siguiente modelo (Fig. 4). Pero la mayor
degradación se ha producido en los últimos 50 años debido al aprovechamiento intensivo
agrícola-ganadero (Fig. 3.7a), que se hace aún más patente con la puesta en regadío de
muchas de estas zonas (Fig. 3.7b) (Peña et al, 1996). Este paisaje altamente modificado es
el resultado final de evolución holocena y es el dominante en amplias zonas del curso bajo
del río Cinca, especialmente en la zona de Fraga (Huesca), y del Bajo Segre.
Estas zonas estuvieron densamente ocupadas durante las Edades del Bronce y Hierro, por
lo que su intensa evolución ha generado un problema notable para su interpretación
evolutiva y la reconstrucción de la ocupación del territorio para esas épocas. Desde los años
80 se han efectuado estudios dirigidos a la prospección con técnicas geoarqueológicas y
aplicando este modelo para aproximarse a la contextualización precisa de los escasos
restos conservados.
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3. MODELO EVOLUTIVO DE RELLENOS ALUVIALES HOLOCENOS
La modificación del medio natural ante pequeñas fluctuaciones climáticas, combinadas en
ocasiones con la intervención humana, es altamente efectiva en determinados espacios
geográficos en que coinciden litologías fácilmente erosionables y pendientes elevadas. Las
respuestas extremas a estos estímulos dinámicos se manifiestan como etapas de
sedimentación e incisión, que también han sido descritas en otros lugares del Mediterráneo
(Vita-Finzi, 1969; Ballais, 1995: Larue, 2002). El mejor ejemplo del NE de España lo
encontramos en los pequeños valles (vales) del entorno de la ciudad de Zaragoza,
principalmente afluentes de los ríos Huerva, Jalón y Ebro, en una zona con predominio de
arcillas y yesos (Zuidam, 1975; Burillo et al, 1986; Arauzo y Gutiérrez, 1994). La fragilidad
del paisaje, sometido a una intensa degradación, se hace extensiva a los yacimientos
arqueológicos, que también se han visto afectados, hasta el punto de haber desaparecido
en su mayor parte. En estas condiciones, son los registros geoarqueológicos de etapas de
relleno los únicos testimonios que pueden permitir la reconstrucción paleoambiental y
cultural de estos espacios, aunque es preciso previamente modelizar las etapas evolutivas
(Fig. 4)
A partir del Neolítico (Fig. 4.1 y 4.2) se generaron los primeros procesos de aluvionamiento
en los fondos de los valles debido a la destrucción de las antiguas laderas. Un segundo
registro, superpuesto al anterior, se produce en época Ibero-Romana (Fig. 4.4) tras la
erosión de las vertientes regularizadas que, como hemos indicado en la descripción del
modelo anterior, se modelaron durante las edades del Bronce y Hierro (Fig. 4.3). La terraza
formada por los registros Neolíticos e Ibero-Romanos (Fot. 3) condensa la mayor parte de la
información relativa a evolución paleoambiental y la ocupación humana de esta región entre
6000 y 1500 BP. Después del siglo IV se inicia una importante fase de incisión (Fig. 4.5) en
los rellenos aluviales, que perdura hasta la actualidad. Sin embargo, es posible destacar dos
interrupciones de esta incisión, en los que se originarán nuevas acumulaciones
sedimentarias en época postmedieval (Fig. 4.6) y Moderna (Siglo XVII) (Fig. 4.8).
La causa principal de estas etapas contrastadas puede interpretarse como climatoantrópica, tanto en la fase Neolítica como Iberorromana, períodos en los que coinciden
climas cálidos (Óptimo Climático del Atlántico y Fase cálida romana, respectivamente) con
alta intervención humana. Sin embargo, para las fases más recientes, la causa alegada es
básicamente climática, habiéndose
relacionado con la Pequeña Edad del Hielo (Peña,
1996; Peña et al, 1993, 1996, 2001, 2004).
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Fig. 4. Modelo evolutivo de rellenos de valle holocenos.
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4. CONCLUSIONES
Los modelos geoarqueológicos, de los que se han expuesto tres ejemplos, pretenden crear
un marco evolutivo, expresado gráficamente, que además de ofrecer una evolución
geomorfológico detallada, intentan servir de guía para la prospección de ámbitos de interés
arqueológico fuertemente afectados por procesos erosivos. Concretamente, la mayor
utilidad
se produce en medios semiáridos mediterráneos, caracterizados por eventos
climáticos extremos capaces de desencadenar rápidas transformaciones del paisaje.
Una vez establecidas las etapas evolutivas de cada modelo, entre las que existen lógicas
conexiones temporales, y conocidos los registros sedimentarios de cada momento, la
prospección arqueológica debe centrarse en determinados depósitos y en materiales
dispersos, situados todos ellos fuera de su contexto original. Los modelos deberán aportar la
suficiente información para reconstruir la ubicación original de los yacimientos siguiendo un
proceso retrospectivo. Finalmente, con esta información secuencial se intenta evitar
numerosos errores relativos a localizaciones y funciones de asentamientos aportando datos
sobre las características paleoambientales y la fisonomía del territorio.
__________________________________________
Trabajo realizado en el marco del proyecto BTE2003-01296 del Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Secretaría de Estado de Política Científica y Tecnológica. Aportación del Grupo Consolidado de
Investigación “Paleoambientes del Cuaternario (PaleoQ)” del Gobierno de Aragón.
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