CINCO TESIS SOBRE JUSTICIA Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA

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CINCO TESIS SOBRE JUSTICIA Y DEMOCRACIA EN AMÉRICA
LATINA
por
Carlos Moreira y Jesús Tovar1
RESUMEN
El objetivo de este trabajo es instalarse en el universo de los esfuerzos normativos,
teóricos y empíricos que buscan comprender el funcionamiento de las administraciones
de justicia en las democracias latinoamericanas, tomando en consideración diez casos
nacionales: Chile, Uruguay, Costa Rica, Brasil, Perú, México, Argentina, Colombia, El
Salvador y Venezuela.
El trabajo está organizada en torno a cinco tesis que buscan responder algunas
cuestiones importantes respecto a la independencia y legitimidad del poder judicial en
una democracia: ¿qué relación existe entre administración de justicia y calidad de la
democracia?, ¿cuál es el grado de independencia del poder judicial respecto a los
poderes ejecutivo y legislativo?, ¿qué grado de legitimidad tiene el poder judicial a los
ojos de políticos y ciudadanos?, ¿cuál es el impacto de la judicialización de la política
sobre el poder judicial?, ¿qué consecuencias sociales tienen los grados de
confianza/desconfianza ciudadana hacia la justicia?
El trabajo incluye un apartado final a modo de conclusiones del mismo, donde se
sugieren acciones a implementar para solucionar algunos de los problemas de
funcionamiento que presenta el poder judicial en América Latina.
1. ¿Qué relación existe entre administración de justicia y calidad de la
democracia?
El poder judicial es el ámbito más fuertemente institucionalizado de una democracia. En
los estudios politológicos se afirma insistentemente que un adecuado funcionamiento de
la administración de justicia, como dimensión particular del estado de derecho,
permitiría a un país asegurarse una democracia de calidad. En este contexto existen una
serie de trabajos que intentan identificar los requisitos que relacionarían directamente la
administración de justicia con las instituciones y reglas del juego democrático. Desde
una perspectiva normativa buscan responder, entre otras, las siguientes interrogantes:
¿qué características tendría que tener un sistema de justicia en un régimen político que
cumple con prerrequisitos tales como que los ciudadanos eligen a sus representantes
políticos en elecciones regulares, libres y sin fraude, donde los partidos (al menos dos)
compiten y los ciudadanos acceden a fuentes de información alternativas? En otra
palabras: ¿qué poder judicial es el adecuado para un régimen político “ampliamente
legitimado” donde se respeta el estado de derecho y se asegura la rendición de cuentas
1
Carlos Moreira (Universidad Autónoma de Baja California) y Jesús Tovar (Universidad Autónoma del
Estado de México). Los autores agradecen a León Alonso, Diana Bejarano, Sofía Calvario, Itzamara
Díaz, Raúl Herrera, Isela Rodríguez y Carlos Valencia su colaboración en la realización de este trabajo.
El mismo forma parte del Proyecto de Investigación Calidad de la democracia y administración de
justicia: un estudio comparativo para América Latina, que se desarrolla en la Universidad Autónoma de
Baja California.
1
interinstitucional, se promueven mecanismos de control para que las decisiones políticas
respondan a las demandas de la sociedad, y la libertad y la igualdad están al alcance de
los ciudadanos en “una medida superior a los mínimos”? (Morlino, 2012:283). O,
retomando a Preuss, ¿qué administración de justicia necesitaría un régimen “donde los
gobernados son reconocidos como la fuente última de la autoridad política”? (en
O´Donnell, 2010:140).
Estos desarrollos han estado muy ligados a la evolución reciente de la ciencia política
desde los estudios unidimensionales sobre la transición (basada en aspectos electorales)
a los multidimensionales de calidad de la democracia, y donde la administración de
justicia es concebida como un componente del estado de derecho (cfr. O´Donnell, 2004,
1998). Consecuentemente, se ha establecido que los requisitos necesarios que debe
cumplir una justicia apropiada para un sistema democrático de calidad son: 1) celeridad
(que las causas judiciales se resuelvan de manera expeditiva y dentro de plazos
razonables), 2) debido proceso (que los ciudadanos estén amparados con determinadas
garantías legales), 3) carrera judicial (que los jueces sean seleccionados por criterios de
méritos profesionales), 4) eficacia judicial (que las resoluciones sean efectivamente
cumplidas). 5) igualdad de acceso (que la justicia sea accesible a todos los ciudadanos
por igual y sin barreras), 6) control sobre el poder político (intervención judicial en las
acciones de los poderes ejecutivo y legislativo), 7) independencia judicial (que los
jueces tomen sus decisiones de manera imparcial, neutral y eficiente), y 8) legitimidad
(que los ciudadanos se expresen satisfactoriamente con el funcionamiento de la justicia)
(cfr. Asociación ProJusticia, 2013).
Si bien los requisitos que se identifican pueden constituir una utopía y el consenso
nunca es fácil, la utilidad de este ejercicio es construir un modelo que permita evaluar
las distancias entre la justicia ideal y la real, la primera fruto de la imaginación teórica,
la segunda, de los arreglos de poder, y de esta manera, identificar los mecanismos y
relaciones que atan y obstaculizan las transformaciones de la justicia realmente
existente hacia un nivel de mayor calidad. Esto es, lo anterior podría traducirse de la
siguiente manera: para saber a dónde estamos, necesariamente debemos saber a dónde
queremos ir. Claramente, estas búsquedas sobre que entender como una justicia de
calidad, en América Latina están en íntima relación con los procesos de reforma
judiciales iniciados hace tres décadas paralelamente a los procesos de transición a la
democracia en la región, ya que el objetivo de lograr un sistema de justicia de calidad
“es una aspiración normativa de un proceso democrático” (Domingo y Ramos,
2007:222).
Tesis 1 En el momento actual, en América Latina el funcionamiento de la justicia
está asociado, aunque débilmente, a la calidad de la democracia de un país
En apoyo de esta tesis, realizaremos un análisis del caso latinoamericano en perspectiva
comparada, tomando en cuenta diez países de diferentes calidades democráticas: Chile,
Uruguay y Costa Rica (alta calidad democrática); Brasil, México, Perú y Argentina
(media calidad democrática); Colombia, El Salvador y Venezuela (baja calidad
democrática). E un trabajo anterior hemos mostrado la alta asociación positiva existente
entre calidad de la democracia y estado de derecho (Moreira y Tovar, 2014); veamos
ahora que sucede con la asociación entre el grado de calidad de la democracia y un
aspecto particular del estado de derecho: la administración de justicia.
2
Cuadro 1
Calidad de la democracia y administración de justicia
Calidad
Democracia
Países
Promedios y Orden
Calidad Democracia
Promedios y Orden Calidad
Justicia
Alta
Chile
3.77 (1°)
4.29 (1°)
Uruguay
3.70 (2°)
2.80 (7°)
Costa Rica
3.61 (3°)
3.89 (2°)
Brasil
3.50 (4°)
3.54 (3°)
Perú
3.31 (5°)
2.90 (6°)
México
3.21 (6°)
2.60 (8°)
Argentina
3.09 (7°)
3.00 (5°)
Colombia
2.66 (8°)
3.10 (4°)
El Salvador
2.53 (9°)
2.10 (9°)
Venezuela
2.36 (10°)
1.00 (10°)
Media
Baja
Fuentes: elaboración propia en base a datos de la Red de Estudios sobre Calidad de la
Democracia en América Latina y Katz y Morlino (2012)
De acuerdo a los datos anteriores, y como puede verse en la figura 1, se observa una
tendencia lineal positiva en la relación entre calidad de la democracia y de la justicia
para los casos latinoamericanos seleccionados:
Figura 1
Diagrama de dispersión
Aplicando el Coeficiente rho de Spearman para medir la asociación entre ambas
variables, obtenemos y=0.68, valor levemente superior al p=0.56 con un nivel de
3
significación de 0.1 establecido para aceptar la existencia de correlación en muestras
pequeña. Si calculamos el valor del coeficiente de Pearson, obtenemos r=0.67 con
t=2.66, también ligeramente superior al valor p=2.30 de la tabla T de Student, con un
nivel de significación de 0.05 y 8 grados de libertad.
En síntesis, podemos concluir que la asociación entre calidad de la democracia y
administración de justicia muestra una intensidad débil, y en todo caso, con una
significación estadística que nos hace correr mayores riesgos de un error de tipo I, esto
es, rechazar una hipótesis nula verdadera que conjeturaba la inexistencia de asociación
entre ambas variables.
Estos resultados pueden estar asociados a diversos fenómenos. En primer lugar, van en
el mismo sentido de los balances negativos que gran parte de la academia ha realizado
sobre los recientes procesos de reformas judiciales en el continente, que ha llevado a
que, partiendo de situaciones de baja calidad, “en ningún país de América Latina se
puede considerar que la justicia ha alcanzado un grado de transformación que sea
percibido socialmente como un éxito, según indican tanto los sondeos de opinión, como
el análisis de especialistas en el tema” (Pásara, s/f). En segundo lugar, permiten
anticipar que la administración de justicia en la región presentará diversos rasgos
comunes, independientemente de la calidad de la democracia del país considerado.
2. ¿Cuál es el grado de independencia del poder judicial respecto a los poderes
ejecutivo y legislativo?
La independencia y la legitimidad constituyen el corazón mismo de las (problemáticas)
relaciones entre los poderes en una democracia. Con fines analíticos, separaremos su
tratamiento y exponemos a continuación sobre la primera, reservando para la segunda
las partes siguientes del trabajo.
Como resultado de las revoluciones anglo (inglesa y estadounidense) - francesa de los
siglos XVII y XVIII, el diseño institucional de las democracias contemporáneas ha
reflejado un cierto statu quo provisorio de tres poderes que mantienen una relación de
mutuos controles e inestable equilibrio.
En este contexto, se debe entender por independencia judicial que los jueces toman sus
decisiones de manera: a) imparcial, apegados a la ley; b) neutral, libres de presiones
extralegales internas (del propio poder judicial) o externas (otros actores) y c) eficiente,
es decir, que sus decisiones son efectivamente implementadas. Tal independencia puede
estar asegurada por un marco institucional, es decir, por un cuerpo de reglas formales
(independencia de jure) o informales (independencia de facto) (Basabe-Serrano, 2010;
Linares, 2003; Rios-Figueroa y Staton, 2008; Schedler, 2003).
Generalmente los autores consideran que la independencia judicial es un tema clave
para el funcionamiento del estado de derecho: “judicial independence as factually
implemented can be considered as a necessary condition to the realization of the rule of
law, i.e. government under the law” (Hayo y Voigt, 2007:2), y más ampliamente,
“actually, even though the rule of law and horizontal accountability are contested
terms, there seems to be a consensus that judicial independence is a necessary
condition for both” (Pozas Loyo y Ríos Figueroa, 2006:2). Por tanto, de no existir
independencia de los jueces, esta carencia podría ser considerada el talón de Aquiles del
estado del derecho, y por extensión, de la calidad de la democracia en un país.
4
Tesis 2: En América Latina las presiones externas provenientes del marco
institucional afectan más la independencia de las cortes supremas que de los niveles
inferiores de la administración de justicia
¿Cómo medir la independencia judicial? Concentrémonos en la presencia/ausencia de
presiones externas. Según la bibliografía, para medir la independencia judicial hay que
tomar en cuenta factores institucionales, esto es, las disposiciones formales
(constitucionales), e informales, que influyen sobre diversos aspectos de la carrera
judicial como el nombramiento, promoción, estabilidad, remoción y salarios de los
jueces (Basabe-Serrano, 2011 y 2010; Linares, 2003; Melton y Ginsburg, 2012; Pastor,
2005).
Ahora bien, en América Latina los estudios se han concentrado en la influencia de este
marco institucional sobre las cortes supremas de justicia. Y en ese sentido, “the
conclusions emphasize that presidents have had an important influence in determining
the stability of Supreme Court justices in office, (and) courts have been manipulated by
presidents according to their partisan interests, and democracies do not have a better
record than dictatorships in this regard” (Pérez-Liñán y Castagnola, 2009:4). La
influencia política en la designación de los magistrados ha ido aumentando después de
la segunda guerra mundial, particularmente a partir de los procesos de democratización
de fines de los años setenta, y ha coincidido con los procesos de judicialización de la
política que se desarrollan desde esa época hasta nuestros días. Dentro de esta tendencia
general, la independencia judicial presenta ciertas diferencias nacionales, manteniendo
grados de significación alto en Chile, Uruguay y Costa Rica, niveles intermedios en
Brasil (tendiendo a alto) y más estables en México y Colombia, siendo entre intermedia
y baja en Argentina y El Salvador, no habiendo datos comparables para Perú y
Venezuela (cfr. Pérez-Liñán y Castagnola, 2009, Verner, 1984).
Ahora bien, como ha sido señalado existe un vacío importante en estudios sobre la
independencia judicial en los niveles inferiores de la justicia (Smulovitz y Uribarri,
2008). Por nuestra parte, intentaremos identificar el papel que juegan los
condicionamientos institucionales o estructurales en la carrera de los jueces,
especialmente por el accionar de otros actores, como el poder ejecutivo. Los resultados
obtenidos para los países en estudio se muestran en el siguiente cuadro:
Cuadro 2
Carrera judicial
Países
Selección y
nombramiento
Promoción y
ascenso
Estabilidad
Remoción
Salario
y año*
Chile
Poder judicial,
poder ejecutivo
Poder judicial,
poder ejecutivo
Absoluta
Corte Suprema,
poder ejecutivo
8400**
(2011)
Uruguay
Organismo
autónomo, corte
suprema
Corte suprema
Absoluta
Corte suprema
1850
Costa Rica
Órgano poder
judicial, corte
suprema
Consejo poder
judicial
Absoluta
Poder Judicial
3900
(2011)
Brasil
Consejo poder
Consejo poder
Absoluta
Poder judicial,
12100
(2009)
5
judicial
judicial
poder ejecutivo
(2012)
Perú
Órgano/consejo
poder judicial
Consejo del poder
judicial
Parcial cada
siete años
ratificación
Consejo poder
judicial
Consejo poder
judicial
4400**
(2013)
México
Consejo poder
judicial
Consejo poder
judicial
Parcial, cada
seis años
ratificación
por Consejo
poder judicial
Consejo poder
judicial, suprema
corte
9800
(2009)
Argentina
Consejo poder
judicial, poderes
ejecutivo y
legislativo
Consejo poder
judicial, poderes
ejecutivo y
legislativo
Absoluta
Consejo poder
judicial, poder
legislativo
2000
(2009)
Colombia
Consejo poder
judicial
Sin datos
Sin datos
Sn datos
2800**
El
Salvador
Consejo poder
justicia, corte
suprema
Consejo poder
justicia, corte
suprema
Absoluta
Poder Judicial
1970
(2009)
Venezuela
Corte suprema
Corte suprema
Absoluta
Poder legislativo
3000
(2009)
(2012)
Fuentes: elaboración propia en base a Cumbre Judicial Iberoamericana (2014, 2013).
*Jueces primera instancia, remuneraciones brutas en dólares. En los casos de Argentina, Brasil y
México se considera el nivel federal.
**Estimado en base a información de prensa
Una valoración del cuadro anterior, permite concluir que:
1) En la amplia mayoría de los casos nacionales para los que se tienen datos (siete
en nueve), la selección y nombramiento, promoción y ascenso de los jueces está
a cargo exclusivamente de algún órgano del poder judicial. Aquí, algunos
especialistas proponen distinguir entre consejos del poder judicial, como las
judicaturas, y las cortes supremas, ya que consideran que las primeras son
potencialmente más influenciables por el poder político que las segundas
(Pastor, 2005).
2) Respecto a la remoción de los jueces hay una mayor participación de los poderes
ejecutivo y legislativo (cuatro en nueve casos)
3) La estabilidad de los jueces tiende a ser absoluta (siete en nueve casos), esto es,
la tendencia ampliamente mayoritaria es a asegurar la inamovilidad de los
jueces. Esto no excluye que los jueces puedan ser removidos como cualquier
funcionario público, por falta de conducta graves, o razones de edad o
antigüedad en el servicio.
4) El salario aparece como adecuado en la mayoría de los casos (siete de diez)
6
5) Una lectura analítica del cuadro utilizando una escala ordinal donde 1=extremo
condicionamiento y 5= máxima independencia, permite ordenar los países en
una ranking de independencia de la carrera judicial. Si a esto le agregáramos una
columna con los grados de independencia de las supremas cortes, obtendríamos
un valor de independencia global de la administración de justicia, como se
muestra en el siguiente cuadro.
Cuadro 3
Independencia Judicial Global
Países
Chile
Corte Suprema*
2.3
Carrera Judicial**
1.8
Global
4.1
Uruguay
2.3
2.3
4.6
Costa Rica
2.5
2.5
5.0
Brasil
1.6
2.3
3.9
Perú
0.8
2.3
3.1
México
1.4
2.3
3.7
Argentina
1.0
1.5
2.5
Colombia
1.2
1.8
3.0
El Salvador
1.0
2.3
3.3
Venezuela
1.2***
2.3
3.5
Fuentes: elaboración propia en base a: *Verger (1984) y Pérez-Liñán y Castagnola (2009),
**según información Cuadro 2 de este trabajo.
Escala utilizada: 1=extremo condicionamiento 5=máxima independencia;
***Datos hasta 1975
Los valores de ambas variables muestran un singular contraste: cualquiera sea la medida
de dispersión que se aplique la variabilidad es acentuadamente mayor a nivel de las
cortes supremas que de la carrera judicial. Esto nos lleva a concluir que, por un lado, los
grados de independencia de un poder judicial dependen de las dinámicas de las cortes
supremas frente al poder político, mientras que por otro lado las carreras judiciales
(quizás resultado de las reformas que han homogenizado las mismas) aparecen como
formalmente más blindadas frente a las presiones externas.
Hasta aquí, ante la pregunta ¿cómo juzgan los jueces en América Latina?, podemos
afirmar que en los niveles inferiores existe un marco institucional que en principio da
relativamente garantías para que lo hagan de manera imparcial y neutral, y quedará por
investigar cuál es el grado de independencia de los jueces respecto a las presiones
internas, aquellas que surjan del propio poder judicial. Esto es, habrá que mirar al
interior del poder judicial para saber si las citadas reglas se cumplen.
Es dable aclarar que hay una serie de factores intervinientes sobre la independencia del
poder judicial que hemos considerados dados, ya que su papel parece ser relativo y en
todo caso, material de discusión y trabajos complementarios. Entre ellos, las
disposiciones sobre quien determina los montos del presupuesto judicial. El tema de la
autonomía presupuestal del poder judicial ha estado presente en todas las reformas de
7
los últimos años, como una de las transformaciones de gran alcance que se buscan
lograr, pero solo Argentina y en menor medida Brasil, han intentado implementar pasos
en esa dirección (Sousa, 2006). Otra estrategia ha sido fijar montos fijos del presupuesto
nacional para el poder judicial, como en Costa Rica y El Salvador (6%), y Venezuela
(2%) (Paraguay es el cuarto país latinoamericano con esta norma, reservando al poder
judicial un 3% del presupuesto nacional). Pero en definitiva, de los diez países que
comprende este estudio, ninguno de ellos tiene autonomía presupuestaria y el papel
decisivo en la aprobación de su presupuesto lo tienen los poderes ejecutivo y legislativo.
Finalmente, digamos que diversos autores han señalado que factores económicos como
la situación fiscal, la inflación o el presupuesto nacional tienen influencia sobre las
decisiones de los jueces del máximo tribunal (Basabe-Serrano y Valdivieso Kastner,
2011), así como los factores políticos, ya que aunque existe consenso que la
independencia de jure es muy superior a la de facto, sin embargo la conclusión necesita
ser matizada pues en realidad la independencia judicial depende de la combinación de
las disposiciones constitucionales con la distribución efectiva del poder (y las
expectativas) entre los actores políticos relevantes, siendo posible identificar diversas
situaciones donde la independencia de jure podría resultar superior, pero también igual
o inferior a la de facto (Pozas Loyo y Ríos Figueroa, 2006).
3. ¿Qué grado de legitimidad tiene el poder judicial a los ojos de políticos y
ciudadanos?
La cuestión de la legitimidad es central para el poder judicial, dado que entre los
poderes de una democracia existe una radical diferencia de origen: los poderes políticos
son elegidos por los ciudadanos y al poder judicial, salvo excepciones, lo eligen los
otros dos poderes. ¿Cuál es, entonces, la fuente de legitimidad de los jueces? La
pregunta es pertinente, pues si la democracia tiene como elementos necesarios que los
ciudadanos participen, se informen, elijan a sus representantes y los controlen, el poder
judicial parece escapar a estas características. En América Latina los ciudadanos no
eligen a los jueces (salvo en los tribunales inferiores en Colombia, Perú y Venezuela, y
en los tribunales superiores en Bolivia), y si bien pueden informarse, carecen por
completo de la posibilidad de controlarlos.
Estos matices reflejan una tensión en la relación de la justicia con la democracia. Para
Roberto Gargarella (1996), el carácter “contramayoritario” del poder judicial y su
independencia del juego electoral es la garantía de la protección de los derechos de las
minorías; para Adam Przeworski, en cambio, “los tribunales pueden informar e incluso
dar instrucciones a las legislaturas y a las agencias ejecutivas, pero el poder de decisión
último debe estar en manos de los representantes elegidos” (2010:247).
¿Cómo son las percepciones de los políticos respecto a la administración de justicia?
¿Cómo pueden los ciudadanos expresar su conformidad/inconformidad con la gestión
de los jueces, si no participan directamente en su elección?
Tesis 3 En América Latina los grados de confianza/desconfianza hacia el
funcionamiento del poder judicial presentan un marcado contraste entre políticos y
ciudadanos
Esta tesis sostiene que el grado de legitimidad del poder judicial en América Latina
depende de los ojos que observan. Veamos en primer lugar la perspectiva de los
políticos sobre el poder judicial.
8
Cuadro 4
Políticos y confianza en el poder judicial
Países
Período
legislativo
Porcentaje de
Mucha + alguna
confianza
Porcentaje de
Poca + ninguna
confianza
Porcentaje
Total
Chile
2010-2014
83.7
16.3
100.0
Uruguay
2010-2015
96.2
3.8
100.0
Costa Rica
2010-2014
87.5
12.5
100.0
Brasil
2007-2011
74.8
25.2
100.0
Perú
2011-2016
41.1
58.9
100.0
México
2009-2012
62.2
37.8
100.0
Argentina
2009-2013
77.6
22.4
100.0
Colombia
2010-2014
83.9
16.1
100.0
El Salvador
2009-2011
42.7
57.3
100.0
Venezuela
2000-2005
18.9
81.1
100.0
66.9
33.1
100.0
Promedios
Fuente: Universidad de Salamanca (1998-2011)
Como vemos, la mayoría de los políticos latinoamericanos expresan confianza en el
sistema judicial, e incluso en Uruguay los grados de confianza llegan a ser
prácticamente unánimes. Esto no siempre ha sido así y en algunos casos es un fenómeno
relativamente reciente. Por ejemplo en el caso mexicano, apenas el 31.5% de los
representantes del período legislativo 1997-2000 declaraban tener bastante o mucha
confianza en el poder judicial, pero ese grado de confianza siguió una trayectoria
ascendente hasta ubicarse en 62.2% para el período 2009-2012 (Universidad de
Salamanca, 1998-2011).
Existe, pues, una predisposición definida de los políticos latinoamericanos a confiar en
el poder judicial, y eso es cierto para siete de los diez casos analizados. De los tres
países donde no se cumple esta regla o característica de confianza arriba, en dos de ellos
vemos que declaran confiar en el poder judicial una minoría calificada de cuatro de cada
diez diputados, mientras que solo en Venezuela la confianza se presenta en grados muy
bajos, siendo la desconfianza política hacia el poder judicial la percepción dominante.
Como vemos en el siguiente cuadro los empresarios se expresan en el mismo sentido
que los políticos
Cuadro 5
Percepción empresarial sobre poder judicial
Países
Ch
Uru
CR
Br
Pe
Mx
9
Arg
Co
ElSal
Ven
Prom.
Grado de
confianza*
5.3
5.4
4.8
3.9
2.5
3.3
2.4
3.0
3.0
1.1
3.5
Fuente: World Economic Forum (2013)
*7=totalmente independiente 1=altamente influenciable
Ahora bien, respecto a los ciudadanos, la situación es exactamente la contraria.
Cuadro 6
Grado de confianza de ciudadanos en el poder judicial
Países
Ch
Uru
CR
Br
Pe
Mx
Arg
Co
ElSal
Ven
Prom.
Percepción
sobre
corrupción*
3.9
3.1
s/d
3.4
4.4
4.3
3.9
3.8
4.3
4.1
3.9
Fuente: Transparency International (2013a)
*5=muy corrupto 0=nada corrupto
En algunos países, como México, la baja confianza hacia el poder judicial es uno de los
datos de la cultura política nacional, y ello tiene un impacto en la legitimidad de la
propia democracia. En 2001, 55% de los consultados declaraban tener solo algo o poca
confianza en la Suprema Corte de Justicia, en 2012 el porcentaje fue de 56% (Secretaría
de Gobernación, 2001 y 2012a). En 2006, 61% de los consultados declaró tener apenas
algo o poca confianza en los jueces (Corporación Latinobarómetro, 2006), y en 2012 el
porcentaje fue de 55% (Secretaría de Gobernación, 2012a). La calificación promedio
obtenida por los jueces y la Suprema Corte de Justicia entre los consultados en el año
2012 fue de cinco, en una escala donde diez era mucha confianza y cero nada
(Secretaría de Gobernación, 2012a y 2012b). La desconfianza ciudadana respecto al
sistema penal es más acentuada aún: tres de cada cuatro ciudadanos sostienen que las
autoridades respetan poco o nada los derechos de las víctimas y de las personas
acusadas (Secretaría de Gobernación, 2012c).
La tendencia observada para el caso mexicano se repite en todas de las democracias
latinoamericanas incluidas en este trabajo. Según los datos del Cuadro 6, la percepción
ciudadana sobre la corrupción en la justicia en una escala de cero a cinco, donde cinco
era muy corrupto, dio como resultado un promedio de 3.9, lo que significa que los
latinoamericanos de los países tomados en el estudio ven a sus poderes judiciales en
promedio altamente corruptos. Eso contrasta con el Cuadro 5 donde vimos que los
ejecutivos de las empresas consideran que el poder judicial es aceptablemente
independiente y poco influenciable por presiones de actores políticos, sociales o
empresariales.
Como intentaremos mostrar, esta confianza arriba y desconfianza abajo hacia la
administración de justicia se traduce en dos direcciones opuestas: por un lado, la
judicialización de la política; y por otro lado, la desjudicialización de las relaciones
sociales.
10
Cuestión 4 ¿Cuál es el impacto de la judicialización de la política sobre el poder
judicial?
La judicialización de la política es un fenómeno ampliamente extendido en las
democracias contemporáneas (Domingo, 2009 y 2004), y en América Latina se
desarrolla desde hace más de tres décadas (cfr. Duque Daza, 2012 y PNUD, 2008). El
mismo hace referencia a “la presencia cada vez mayor de los procesos judiciales y de
los fallos de los tribunales en la vida política y social, y la creciente resolución en los
tribunales de los conflictos políticos, sociales o entre el Estado y la sociedad”. La
judicialización desde arriba es impulsada “por actores de élite”, como jueces, políticos,
o empresarios de los medios masivos de comunicación, y desde abajo por una amplia
serie de actores sociales (Sieder, Schjolden y Angell, 2008:15-17).
En América Latina los políticos acuden a la justicia, y además, como vimos, confían en
ella: ¿esto se debe a la expectativa de obtener resultados favorables de un sistema
judicial que a priori ven como permeable a las presiones del poder político?
Tesis 4. El activismo judicial en cuestiones políticas puede tener impactos negativos,
positivos o neutros sobre el poder judicial
Los políticos confían y recurren crecientemente al poder judicial para regular sus
relaciones con otros actores, y en consecuencia, los jueces adquieren un papel central en
la resolución de las disputas políticas. Veamos una síntesis de casos emblemáticos en
torno al tema preferido por los políticos para litigar: la corrupción.
Cuadro 7
Judicialización de la política
Casos emblemáticos
Países
Acusado(s)
Chile
Caso Plan Frontera
Norte
Rodrigo Hinzpeter
(Ministro del
Interior), Alejandro
Peña (jefatura de
división de estudios
del Ministerio del
Interior), Felipe
Baeza (encargado de
licitación)
Caso Pluna Fernando
Lorenzo (Ministro de
Economía y
Finanzas) y Fernando
Calloia (Presidente
del Banco de la
República),
empresarios y
particulares
Caso
Uruguay
Costa Rica
Año de la
acusación y
quien lo acusó
Delito(s)
Estado de la causa
2012 (Fiscalía
de Delitos
Complejos)
Cohecho, estafa al
fisco, pago de
comisiones
ilícitas.
Sobreprecios en
licitaciones de
equipo para
detectar droga
(400% más).
Cerrado. Renuncia
del jefe de división
de estudios del
Ministerio del
Interior, así como
del encargado de la
licitación
2012 (Partido
de oposición)
Estafa y abuso de
funciones
Cerrado.
Procesados sin
prisión y con
prisión
+
2008 (Fiscalía
Peculado, desvío
Cerrado. Condena
+
11
Impacto
sobre el
poder
judicial
+
Caja-Fischel
Rafael Ángel
Calderón (expresidente)
General de la
República)
de fondos
públicos que
afectaron al
Estado y la Caja
Costarricense de
Seguro Social.
Caso Mensalão 37
políticos oficialistas
acusados, algunos
eran figuras
principales del
gobierno de Lula
Casos de los ex
presidentes:
Fujimori, García y
Toledo
2005
(Diputado la
oposición)
Utilización de
fondos públicos
para pagar
sobornos
mensuales
2007, 2013 y
2014
(Fiscalía
General,
Congreso)
En curso sobre
Toledo y Alan
García. Condenas y
absoluciones.
(-+)
México
Caso Elba Esther
Gordillo
En curso
(-+)
Argentina
Caso Ciccone
Amado Boudou,
vicepresidente
Enriquecimiento
ilícito, lavado de
dinero y tráfico de
influencias
Caso Carrusel de la
contratación Samuel
Moreno Rojas,
Alcalde de Bogotá,
políticos,
funcionarios y
empresarios
En curso.
Remoción del
presidente del
tribunal y renuncia
del fiscal.
Procesamiento de
Boudou
Varias condenas a
prisión y
suspensión de
funciones
-
Colombia
2013
(Procuraduría
General de la
República)
2012 Iniciada
por un
particular,
continuada por
la diputada de
oposición
Elisa Carrió
2010 denuncia
de un
particular ante
Contraloría y
Fiscalía
Violación
derechos
humanos,
corrupción,
blanqueo de
capitales
Desvíos de
recursos del
sindicato docente
El
Salvador
Ex presidente
Francisco Flores
2014 Fiscalía
Venezuela
Cinco ex alcaldes
opositores: Rojas,
Ramos, Palma,
Reyes, Parra y
centenares de
personas
2013
Fiscalía
Brasil
Perú
Prevaricato por
omisión,
concusión,
contrato sin
cumplimiento de
requisitos legales
esenciales y
peculado por
apropiación
Peculado,
enriquecimiento
ilícito y
desobediencia
Tráfico de
influencias
de 5 años de
prisión, por lo que
renuncia a ser
candidato
presidencial.
Devolución, al
Estado, del monto
recibido por parte
de Fischel.
Cerrado 25
condenas
+
En curso
+
En curso, con
prisión
-
Fuentes: Elaboración propia en base Transparency International (2013b) y datos de prensa
12
+
A continuación, algunos puntos que surgen de una valoración del cuadro anterior:
1) La corrupción es uno de los fenómenos más extendidos de las democracias
contemporáneas, y la judicialización de los casos que involucran a políticos y ex
funcionarios tienen un gran impacto en la opinión pública, y las acusaciones de
presiones del poder político sobre la justicia son manifiestas
2) El balance de la última columna toma en cuenta el proceso y cuando
corresponda, la resolución del caso a) en su impacto sobre la imagen del poder
judicial en la opinión pública, b) en la existencia o no de presiones de actores
externos c) si el fallo es a favor o en contra del poder ejecutivo
3) Desde el momento en que los resultados en términos del poder judicial pueden
ser positivos, negativos o neutros, la judicialización de la política no
necesariamente es un proceso con consecuencias desfavorables para el poder
judicial. Su activismo en este plano puede favorecer mayor intromisión del
poder político o reforzar la independencia del poder judicial, o incluso, no tener
ningún efecto
4) Hipótesis: cuando el impacto es positivo refuerza la confianza arriba, pero puede
tener un impacto débil en términos de reducir la desconfianza abajo
5) En algunas ocasiones, el impacto es positivo en términos de legitimidad para el
sistema político, pero esa legitimidad no se traslada necesariamente al poder
judicial
Cuestión 5 ¿Cuáles son las consecuencias sociales de la desconfianza ciudadana
hacia la justicia?
El planteamiento de esta cuestión, puede ejemplificarse viendo algunos datos para el
caso de México. Los políticos mexicanos dan por aprobada la independencia judicial, y
así los legisladores del período 2006-2009, por ejemplo, la calificaron con un promedio
de 3.07, donde uno es mínima independencia y cinco es máxima independencia
(Universidad de Salamanca, 2008). Por el contrario, entre los ciudadanos mexicanos
existe una extendida percepción que los jueces en México actúan con falta de
neutralidad, especialmente cuando se trata de casos de corrupción que afectan a
personajes del poder político o socioeconómico. Es más, ven la falta de independencia
de los jueces como un factor potencial perjuicio a sus propios intereses. Como ejemplo,
en el año 2012 un 74% de los consultados declaró tener poco o nada de confianza en las
instituciones y los encargados de la justicia penal (Secretaría de Gobernación, 2012b).
Tesis 5. La desconfianza de los ciudadanos en la justicia está asociada a una
creciente desjudialización de las relaciones sociales
La desjudicialización de las relaciones sociales implica que cada vez menos gente
presenta demandas para que se procesen ante la justicia y se resuelvan dentro del marco
legal (cfr. O´Donnell, 2008). En América Latina ese es un fenómeno que acompaña al
desprestigio de la justicia a los ojos de la mayoría de los ciudadanos.
Los datos revelan que en el continente la mayor parte de los delitos no se denuncian
ante la justicia, y provoca la existencia de una cifra negra de criminalidad. Retomando
el caso de México, que es el único país que tiene cifras oficiales al respecto, en 2008 el
85% de los delitos a nivel nacional no fueron denunciados, y “agrupando las razones
por las que las víctimas de los delitos no los denuncian, igual que en 2007, cerca del
13
70% son atribuibles a la imagen negativa que tienen los ciudadanos de las instituciones
de procuración de justicia” (Instituto Ciudadano sobre la Inseguridad, 2010).
Cuadro 8
Cifras negras
Países
Años
Porcentaje de delitos no denunciados
Chile
2013
62
Uruguay
--
--
Costa Rica
2010
76
Brasil
2012
80
Perú
--
--
México
2008
78
Argentina
2003
75*
Colombia
2013
76
El Salvador
2009
90
Venezuela
2006
70
Promedio
76
Fuente: elaboración propia en base a datos de Organización de Estados Americanos (2014)
*Datos para la Ciudad de Buenos Aires, en Romano (2005)
Si bien no existe una base de datos regional completa sobre el número de delitos no
denunciados, es posible recurrir a diversas fuentes para obtener la información, y aún
considerando los posibles sesgos, éstos no invalidan la utilidad de recurrir a ellas para
tener una aproximación comparada de la magnitud del fenómeno. Según el cuadro 8,
existe una significativa mayoría de los latinoamericanos que son víctimas de algún
delito que no realizan las denuncias de los mismos, lo cual en buena parte podría ser
atribuible a la desconfianza existente hacia las instituciones estatales que deben
investigar y juzgar.
Conclusiones
En las páginas anteriores hemos planteado una serie de cuestiones y tesis que intentan
abordar las (problemáticas) relaciones entre la administración de justicia y la
democracia en América Latina. ¿Qué haría falta hacer para solucionar los problemas de
funcionamiento que presenta el poder judicial en América Latina? En ese sentido,
creemos que el primer desafío a enfrentar en América Latina es que una justicia de
calidad aparezca como un asunto relevante en la agenda pública
A pesar que los problemas del sistema judicial ha ocupado una buena parte de las
agenda de los gobiernos latinoamericanos con oleadas sucesivas de reforma
(administrativista primero, e institucionalista, después) que han pretendido dar solución
a los mismos desde los años ochenta, el tema no ha logrado captar la atención pública, y
cuestiones como el acceso a la justicia o la independencia de los jueces tienen escasa
atención de los políticos y de los ciudadanos. En otras palabras, opacidad pública arriba
14
y abajo es la tónica dominante sobre el tema. Si queremos ejemplificarlo con el caso de
México, entre los políticos la existencia de una Suprema Corte de Justicia independiente
que controle las leyes pareció lo más relevante para la consolidación de la democracia a
apenas el 3.8% de los diputados mexicanos del periodo 2009-2012 (Universidad de
Salamanca, 1998-2011). Entre los ciudadanos, para el año 2012 sólo el 1% de la
población mexicana consideraba que se trata de un problema importante que enfrentaba
el país (Secretaría de Gobernación, 2012c). Ni arriba ni abajo, pues, con confianza o sin
confianza, corregir los problemas de funcionamiento de la justicia en México parece
merecer mayor atención o prioridad.
Cuadro 9
Relevancia para los políticos de existencia de una suprema corte independiente (primera
opción)
Países
Ch
Uru
CR
Br
Pe
Mx
Arg
Co
ElSal
Ven
Prom
%
9.3
9.1
8.9
5.8
4.0
3.8
7.7
0.0
8.8
Sin
datos
6.4
Promedio
20002010
Fuente: Universidad de Salamanca (1998-2011)
Según los datos del cuadro 9, la existencia de una suprema corte independiente y su
impacto para la consolidación de la democracia, es un tema de preocupación en los
países con más calidad democrática. En ese marco, el caso de El Salvador es interesante
porque se trata de un país con menor calidad democrática y sin embargo la atención
sobre el tema es alta. Finalmente, la invisibilidad del tema para los políticos
colombianos es tan sugerente como la inexistencia de datos para Venezuela.
Por otra parte, sabido es que en el continente la preocupaciones ciudadanas giran
principalmente en torno a cuatro tipos de problemas: delincuencia y seguridad pública,
desocupación/desempleo, corrupción, y secundariamente salud (Corporación
Latinobarómetro 2013; Latin American Public Opinion Project, 2012). Por tanto, los
problemas que involucran al poder judicial no figuran en la agenda de la opinión
pública.
Finalmente, es de hacer notar que tampoco éste ha sido un tema de interés relevante
para los académicos. Si bien se han realizado interesantes estudios nacionales para
determinar por ejemplo los grados de calidad de los procesos judiciales (cfr. Hernández
García, 2012), no existe todavía una acumulación significativa de investigación
comparada sobre las relaciones entre administración de justicia y democracia.
15
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