el papel del entorno en la adquisición del lenguaje en el

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ORIGINALES
Rev. Logop. Fonoaud., vol. IV, n.º 1 (20-26), 1984.
EL PAPEL DEL ENTORNO
EN LA ADQUISICIÓN DEL LENGUAJE EN EL NIÑO
Por Jean A. Rondal, Ph., D.
Universidad de Lieja
deja de ser sorprendente la falta de preocupación por el entorno lingüístico del niño en
vías de construcción del lenguaje hasta hace
una década. La antigua concepción según la cual el
niño adquiere el lenguaje por «simple» imitación
del habla de los adultos, que ha prevalecido durante
mucho tiempo, curiosamente no ha desembocado en
un estudio sistemático de los modelos de lenguaje
imitados por el niño. Por su parte, las concepciones nativistas radicales sobre el desarrollo del lenguaje propuestas en los años sesenta por Chomsky,
McNeil, Lenneberg, Fodor, etc., no han conducido
tampoco a un estudio sistemático del entorno lingüístico del niño pequeño.
En este último caso, la razón, elevada a nivel de
axioma, consiste en que el entorno lingüístico del
niño no se distingue en nada del lenguaje de los
adultos. No hay, por tanto, ningún interés particular
en estudiarlo.
Este dogma, que reemplaza a los datos empíricos,
viene a poner de relieve la extrema dificultad de la
tarea a la que se enfrenta el niño: desarrollar el
lenguaje a partir de un material lingüístico de máxima complejidad, lo que equivale indirectamente a
justificar la atención que, obstinadamente, se presta
en esta corriente teórica a los factores innatos.
De hecho, todo enfoque que intente explicar la
construcción del lenguaje debe especificar tres categorías de fenómenos y definir sus relaciones. En
primer lugar, se trata del entorno lingüístico del
niño y de las modificaciones que intervienen en su
evolución; en segundo lugar, se trata de los procesos
N
O
mentales mediante los cuales el niño analiza el lenguaje registrado, y de las deducciones hechas por éste
en la construcción de su gramática del lenguaje; en
tercer lugar, se trata de las conductas de comprensión y de producción del niño en los distintos momentos de su desarrollo lingüístico.
El presente artículo trata exclusivamente de la
primera categoría de fenómenos, es decir, de cómo
los adultos, y muy particularmente los padres, se
dirigen a sus hijos, y de cómo los primeros reaccionan (feedback) a las producciones verbales de
éstos.
Las publicaciones internacionales acumuladas sobre este tema desde hace una década alcanzan ya
un volumen bastante considerable. Están constituidas esencialmente por estudios descriptivos y, en
menor medida, por estudios experimentales que se
proponen establecer relaciones de causa y efecto entre ciertos aspectos del lenguaje de los padres en
un momento T1 y ciertos aspectos del desarrollo del
lenguaje del niño en un momento T2 (véase Rondal,
1983, para una reseña detallada de esta bibliografía).
En un plano descriptivo, se ha demostrado que el
lenguaje de la madre y del padre dirigido al niño
en vías de adquisición del lenguaje se modifica y
evoluciona según el nivel del niño en sus diferentes
aspectos: prosodia, fonología (articulación), léxico,
contenidos semánticos, morfología y sintaxis.
La mayoría de las investigaciones hechas hasta
ahora son transversales, es decir, investigaciones que
comparan sujetos diferentes a edades diferentes.
Sin embargo, existen algunas investigaciones lon-
Correspondencia: Laboratoire de Psycholinguistique, Institut de Psychologie et de Sciences de l’Education, Université de
Liège. B-32, Sart Tilman, 4000 Liège.
20
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gitudinales, es decir, efectuadas con los mismos sujetos observados durante un periodo de tiempo más
largo, que confirman los datos obtenidos en estudios
transversales. Señalaremos, a título de ejemplo, la
entonación exageradamente aguda de las producciones de los padres —sobre todo de la madre— dirigidas al niño de corta edad con el fin de captar y
retener su atención; la articulación más cuidada
y más lenta del lenguaje de los padres dirigido al
niño pequeño; la muy clara segmentación del discurso de los padres en frases y enunciados. Se ha
calculado, efectivamente (Broen, 1972; Dale, 1974),
que cerca del 90 % de los enunciados dirigidos por
las madres a sus hijos de dos años de edad están
separados por pausas bien marcadas («pausa» definida como toda interrupción del habla durante un
lapso de tiempo superior a 250 milisegundos, en el
trabajo de Broen). La proporción desciende a cerca
de 61 % en el discurso materno dirigido a niños de
cinco a seis años. Es inferior al 50 % en el lenguaje
entre adultos. De manera general, la inteligibilidad
del lenguaje del padre y de la madre dirigido al niño
pequeño es excelente.
El vocabulario utilizado por los padres al dirigirse a su hijo es igualmente simplificado, es más
concreto y contiene más palabras que aparecen con
mayor frecuencia en los hábitos lingüísticos de la
comunidad. Este vocabulario es también menos diversificado respecto al lenguaje entre adultos y respecto al lenguaje dirigido por los adultos a los niños
mayores, como lo manifiestan los índices IDL (Índice de Diversidad Léxica; en inglés, TTR: Type Token Ratio) calculados a partir de los corpus de
lenguaje intercambiados ora entre adultos, ora entre
adultos y niños a diferentes edades (por ejemplo,
Longhurst y Stepanich, 1975).
En el nivel morfosintáctico, el lenguaje de los padres dirigido al niño pequeño está generalmente bien
construido, es estructuralmente más simple y más
breve que el lenguaje dirigido al niño mayor o al
lenguaje entre los adultos.
Uno de los medios técnicos frecuentemente utilizados para calcular la complejidad relativa del nivel
morfosintáctico del lenguaje de la madre con el niño
es el estudio de la extensión media de los enunciados (EMPV: Extensión Media de Producción Verbal;
en inglés, MLU: Mean Length Utterance). El EMPV
se obtiene dividiendo el número de palabras o de
morfemas obtenidos en un corpus de lenguaje por
el número de enunciados. Su cálculo presupone así
la segmentación del corpus en enunciados (Rondal y
cols., 1983). En la práctica, se pueden explotar
muestras que contienen 100 o 200 enunciados. La
fiabilidad del EMPV, al menos en el niño, es satisfactoria cuando se dispone de cincuenta o más enunciados (Rondal y Defays, 1978).
La figura 1 ilustra la evolución de los EMPV de
la madre y del niño según la edad de los niños. Esta
figura está basada en un estudio de la bibliografía
pertinente realizado por Rondal (1983).
Como lo muestra la figura 1, la relación entre los
EMPV maternos e infantiles varía según la edad y
el desarrollo del niño; pero en lo que se refiere al
EMPV, existe una notable diferencia entre el habla
de la madre y el del niño. Esta diferencia resume
el camino que tendrá que recorrer el niño en el nivel del desarrollo morfosintáctico durante los meses
y los años siguientes.
2
3
4
Edad2 de los niños
7
1. Extensión media de producción verbal calculado en número
de monemas o en número de palabras.
2. Se trata de la edad cronológica expresada en años.
FIG. l. - Relación entre las EMPV materna e infantil (reproducción autorizada por J. A. RONDAL, en L’interaction
adulte-enfant et la construction du langage, Liège: Mardaga,
1983, p. 37).
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ORIGINALES
La evolución de la EMPV materna y la de la
EMPV infantil se encuentran en correlación positiva (lineal) aproximadamente a partir de los 18 meses. Moerk (1975) ha medido esta correlación entre
los 2 y los 5 años. Se establece a 0,69 y es estadísticamente significativa (Rondal, 1978) menciona
una correlación del mismo orden (0,55, muy significativa) entre 20 y 32 meses en el niño normal y
entre 3 y 12 años en el niño afectado de trisomía 21
(deficiente medio y severo). Aunque los datos anteriores se refieren exclusivamente al lenguaje de la
madre, las mismas conclusiones son válidas para el
lenguaje del padre dirigido al niño (Golinkoff y
Ames, 1979; Rondal, 1980).
Los padres hacen algo más que dirigirse al niño.
Reaccionan verbal y no verbalmente a las producciones lingüísticas de los niños. Las reacciones de
los padres se refieren ya sea a los contenidos o ya
sea a los medios formales utilizados por el niño. Los
padres aprueban o desaprueban verbal o no verbalmente los enunciados infantiles. Entre los 18 y los
31 meses, el lenguaje materno contiene entre un 10
y un 20 % aproximadamente de instancias evaluativas verbales explícitas según la situación (Rondal,
1983). Los padres repiten también todo o parte de
los enunciados infantiles, hasta un total del, aproximadamente, 5 al 10 % de estas producciones. Seitz
(1975) sugiere que las repeticiones del lenguaje infantil por la madre retransmiten al niño una información relativa a uno o varios de los elementos siguientes: 1) corrección del mensaje en el plano acústico; 2) corrección de su referencia perceptiva o
conceptual; 3) comprensión de la entonación significante.
Los padres repiten también una proporción considerable de sus enunciados o partes de sus enunciados (autorrepeticiones; del 3 al 34 % entre 1 y
3 años, según los estudios, Rondal, 1983). Estas conductas de autorrepetición tienen al parecer una función pragmática. Permiten ejercer un mejor control
sobre la conducta del niño. Las autorrepeticiones
parciales en paráfrasis de los padres (por ejemplo,
madre: «Es un caballito.» «Es un poney.») desempeñan quizá también un papel en la adquisición del
lenguaje en el niño pequeño, procurándole indicios
que éste utiliza en la estructuración de enunciados
22
reales y potenciales en el eje paradigmático del lenguaje.
Los padres corrigen igualmente de manera implícita (expansiones) o explícita una parte importante
de los enunciados infantiles (entre el 10 y el 30%
según los estudios y las edades de los niños). Las
proporciones de expansiones y de correcciones explícitas parecen disminuir según avanzamos en la
edad del niño (Seitz y Stewarts, 1975; Rondal, 1978).
La tabla I resume las principales características
del lenguaje materno dirigido al niño entre 1 y
10 años aproximadamente. La mayoría de estas características son válidas para el lenguaje del padre.
En un plano experimental, disponemos de varios
estudios (reseñados por Rondal) que parecen mostrar que las simplificaciones y adaptaciones del lenguaje de la madre dirigido al niño favorecen el desarrollo del lenguaje de éste. Mencionaremos solamente dos ejemplos.
Furrow, Nelson y Benedict (1979) han grabado
las interacciones verbales entre siete niños y niñas
primerizos y sus respectivas madres, en situación de
juego libre en el hogar, durante un periodo de nueve
meses. Los niños (y niñas) tenían 18 meses al comienzo del estudio.
Su EMPV era de l,00. Los datos principales del
estudio son los siguientes: mientras más simple sea
la constitución estructural del lenguaje materno cuando el niño tiene 18 meses, más desarrollado lingüísticamente será el niño a los 27 meses. Más aún,
mientras mayor sea el número de palabras, verbos,
pronombres y cópulas por enunciado en el lenguaje
materno dirigido al niño de 18 meses, menores probabilidades tiene éste de encontrarse lingüísticamente desarrollado a los 27 meses. En cambio, una frecuencia relativamente elevada de nombres en relación
a los pronombres y de preguntas sí-no (sin inversión
del orden tradicional de sujeto y verbo) en el lenguaje materno dirigido al niño de 18 meses, está
asociada con un crecimiento lingüístico más acusado
en el niño durante los meses siguientes.
Los datos de Furrow y cols. (1979), al contrario
de una opinión generalizada entre los padres, señalan
que un lenguaje de los padres estructuralmente simple es el mejor adaptado para favorecer una construcción lingüística relativamente rápida en el niño
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TABLA I..- Principales características del lenguaje materno
dirigido al niño en vías de adquisición del lenguaje (reproducción autorizada por J. A. RONDAL, en L’interaction adulte-enfant et la construction du langage, Liège: Mardaga,
1983, p. 62).
Aspectos
Características
1. Fonética y
fonología.
Lenguaje
dirigido
al niño
pequeño
- Elevación de la altura tonal del discurso y ampliación del muestrario
de frecuencias fundamentales con
predominio de las frecuencias altas
- Acentuación y prolongación de la duración de emisión de los sustantivos
y de los verbos
- Excelente inteligibilidad del discurso
2. Léxico
- Reducción de la diversidad léxica
- Utilización preferente de términos
léxicos frecuentes en la lengua con
mayoría de palabras de referencia
concreta
- Menor utilización de las subclases
formales más complejas en el plano
cognitivo-semántico
———————
3. Estructuras
semánticas
- Reducción cuantitativa y cualitativa
de las estructuras semánticas expresadas en estructuras superficiales
4. Morfosintaxis
- Gramaticalidad y fluidez del discurso
- Reducción de la extensión media de
producción verbal (EMPV) y de la
EMPV preverbal
- Reducción de la complejidad sintáctica del discurso
- Predominio de frases interrogativas,
seguidas, en frecuencia, por las frases declarativas y por las imperativas
5. Pragmática
- Respecto a los actos de habla, predominio, a nivel de frecuencias, de demandas de información, seguidas por
las declarativas y las descripciones
y, finalmente, por las demandas de
acción
- Reducción de la frecuencia de los
subtipos de demandas en acción más
compleja a nivel pragmático
- Repeticiones maternas
6. Feedback
verbal
- Aprobación y desaprobación verbales del lenguaje infantil
- Repetición, expansión, corrección explícita y extensión de los enunciados
infantiles
entre 18 y 27 meses. A estas edades, todo lo que en
el input de los padres trasciende esta exigencia de
simplicidad obstaculiza el trabajo analítico del niño
de corta edad y retrasa tanto más su progreso lingüístico. No obstante, no debiera concluirse que un
input de los padres igualmente simplificado pueda
todavía favorecer el desarrollo del lenguaje más allá
de los 27 meses, puesto que la probabilidad de que
sea efectivamente favorable es baja o nula. Sin embargo, no disponemos actualmente de datos empíricos relativos a este problema.
Nelson (1980) aporta una demostración experimental de la eficacia de las expansiones y de otras repeticiones adultas del lenguaje infantil sobre las adquisiciones lingüísticas de los niños. Las repeticiones
adultas en este estudio hacían variar sistemáticamente o el constituyente verbal (por ejemplo, un verbo
simple en el condicional, una forma verbal compuesta en vez de una simple, etcétera) o la forma de las
preguntas (preguntas que empiezan con «quién», preguntas negativas, etcétera). Los niños tenían 30 meses
al comienzo del estudio, y eran emparejados según
su nivel de lenguaje expresivo. El estudio abarcó un
periodo de dos meses. Los resultados indican claramente que los niños que recibieron el primer tratamiento adquirieron nuevas estructuras verbales, lo
que no sucedió con el segundo grupo de niños, quienes adquirieron, sin embargo, nuevas estructuras interrogativas. Esta investigación (y otras) demuestra
la eficacia de las intervenciones adultas constituidas
por repeticiones de los enunciados infantiles.
Tanto el carácter adecuado del lenguaje de los
padres dirigido al niño como la pertinencia y la eficacia de los modelos y de los feedback de estos padres en la adquisición y construcción del lenguaje en
el niño parecen así quedar bien establecidos. El problema teórico que se plantea actualmente puede resumirse en la siguiente pregunta: ¿Se trata acaso de
una verdadera enseñanza de la lengua y del lenguaje
impartida a los niños por los padres de manera implícita, o se trata, de parte de los padres, de favorecer tanto como puedan la eficacia de la comunicación con su hijo, adaptándose lo mejor posible al
nivel de éste?
La mayoría de los autores que se han pronunciado
sobre este problema opinan que la hipótesis inter23
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ORIGINALES
pretativa válida es la segunda (por ejemplo, Wanner
y Gleitman, 1982; Slobin, 1981; Snow, 1977; Wells,
1983; Sharwood Smith, 1981; Khomsi, 1982). Entre
los partidarios de la primera hipótesis, además de
nosotros mismos (Rondal, 1983), sólo conocemos a
Moerk (1983 a, 1983 b).
Antes de empezar una breve discusión sobre las
dos hipótesis, precisemos que éstas no se excluyen
mutuamente, aunque la hipótesis de una enseñanza
implícita del lenguaje por los padres a sus hijos va
más allá de la hipótesis de una facilitación comunicativa perseguida en primera y única instancia por
estos padres.
Si la mayoría de las características del input y de
los feedback de los padres pueden ser interpretadas
como compatibles con la hipótesis de la facilitación
comunicativa, quedan algunas, sin embargo, que no
pueden ser explicadas en estos términos y requieren,
a nuestro parecer, ser vinculadas a una función didáctica del lenguaje de los padres. Estas características son las siguientes: en primer lugar, un input
de los padres que tuviera como único objetivo maximizar el poder de comunicación adulto-niño, no tendría ninguna necesidad de situarse en un nivel de
complejidad relativa algo superior al nivel productivo del niño (para la extensión media de los enunciados se ha calculado que, entre 2 y 6 años, la
EMPV materna sobrepasa la EMPV infantil en un
valor que varía desde 0,85 a 2,97, según los estudios,
véase figura 1). Si se tratara, pues, únicamente de
comunicar con el niño con una eficacia máxima, convendría situar el input de los padres al mismo nivel
de complejidad estructural que el del niño, lo que
nunca se ha observado; en segundo lugar, tampoco
parece que la hipótesis de la facilitación comunicativa sea suficiente para dar cuenta de los feedback
verbales presentes en el lenguaje de los padres y referidos a las producciones infantiles, es decir, de los
fenómenos de repetición, expansión y correcciones
explícitas del lenguaje infantil por los padres.
¿Cómo explicar, en efecto, la elevada frecuencia
de estos fenómenos (en absoluto indispensables para
la facilitación comunicativa postulada más arriba)
sin recurrir a la idea de que los padres desean intervenir activamente en el proceso de adquisición del
lenguaje de su hijo? No se trata, sin duda, de una
24
voluntad consciente de parte de la mayoría de los
padres. Pero el carácter consciente o no de estos fenómenos de enseñanza no nos parece en absoluto
importante; en tercer lugar, los análisis recientes y
detallados de algunos corpus longitudinales de interacciones verbales madre-niño (Moerk, 1980, 1983 a,
1983 b) han permitido observar verdaderas lecciones
de lenguaje, con que las madres, muy hábilmente,
enseñan a sus hijos (a este respecto, véase en el informe de Moerk, 1980, cómo una madre enseña a
su hijo el giro «in the wastebasket»). Estas alecciones de lenguaje, trascienden, desde luego, una simple búsqueda de armonía o de eficacia comunicativa
y demuestran claramente una función de enseñanza
del lenguaje ejercida por los padres. Ésta implica
complementariamente una función de aprendizaje de
lenguaje en el niño a partir de los modelos, feedback
y otras prácticas educativas del lenguaje asumidas por
los padres. Investigaciones realizadas en la actualidad en varios laboratorios deberían permitir evaluar
con exactitud la frecuencia, la extensión y la generalidad de estos fenómenos.
Llegados a este punto, parece, por tanto, permitido postular que los padres desempeñan un papel
fundamental en la enseñanza del lenguaje a sus hijos.
No se trata nunca, claro está, de una enseñanza explícita, consciente o de tipo escolar, sino más bien
de una enseñanza que podríamos calificar de implícita. Sin embargo, tal enseñanza implícita de los padres (cuyo valor y, consecuentemente, cuya eficacia
puede variar sustancialmente de unos padres a otros,
lo que puede constituir un determinante, por lo menos parcial, de importantes diferencias interindividuales observables en la cronología del desarrollo del
lenguaje en los niños) no excluye que el niño aprehenda el lenguaje y, sobre todo, los elementos que
le propone el adulto. El aspecto «aprendizaje del
lenguaje» que incumbe al niño, no está tratado aquí,
lo que no implica en absoluto que tenga un papel
secundario. Al contrario, constituye el segundo e
indispensable aspecto del modelo teórico de la adquisición del lenguaje que hemos esbozado en otro
trabajo (Rondal, 1983).
Inscribimos esta hipótesis relativa a los procesos
de adquisición del lenguaje del niño en el marco general de los trabajos teóricos de L. S. Vygotsky
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(Vygostky, 1962, 1978) y de J. S. Bruner (Bruner,
1966, 1983), que definen la cultura como un conjunto de procesos de interacción en los cuales las
relaciones adulto-niño desempeñan un papel de primer orden. La concepción del adulto que actúa como
mediador de la transmisión cultural es central en
esta perspectiva teórica, lo que no significa en absoluto que se reduzca la función del niño a la de ser
un receptor pasivo. Como lo señala Bruner (1983,
Prefacio), la tarea de colaboración a través de la
cual el adulto ayuda al niño a desarrollarse, no deja
de plantear numerosos problemas a la psicología,
puesto que tanto la mayoría de las teorías del aprendizaje, como de las del desarrollo se han fundado
hasta ahora sobre metodologías esencialmente individualistas. Terminaremos con una cita de la misma
obra de Bruner, que se refiere a la curiosa reticencia de la psicología frente a la posibilidad de considerar que muchos instrumentos y conocimientos
culturales pueden ser efectivamente transmitidos. Deseamos que estas últimas consideraciones, junto a las
que preceden, puedan conducir a los psicólogos a
intentar definir con más decisión los parámetros de
los fenómenos transaccionales considerados.
«Hay en este volumen1 un artículo que trata específicamente de cómo un adulto ayuda al niño a
dominar una tarea conceptual, una construcción cuya
solución depende de la manera de concebir las relaciones entre las partes. Curiosamente, es uno de
los pocos estudios de psicología que trata de cómo
la enseñanza tiene una vertiente práctica. Las publicaciones sobre este tema empiezan ahora a multiplicarse.
Recientemente, existe también un interés más vivo
por la práctica de estas madres y de otros adultos en
su «enseñanza» del lenguaje a los niños. Sin embargo, existe todavía en lingüística una reserva tal frente
a la idea de que el lenguaje se enseña, que la palabra misma debe escribirse entre comillas. Es curioso
observar cuán refractarios son aún los psicólogos a
la idea de que la cultura se transmite» (Bruner, 1983,
Prefacio, p. 9).
1. De la obra de Bruner, en su Prefacio, 1983.
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