CONSTRUYENDO LA CULTURA DE LA PAZ Rosa Lilí Segundo Cruz

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CONSTRUYENDO LA CULTURA DE LA PAZ
Ponencia colectiva
Presentada por los Orientadores
Rosa Lilí Segundo Cruz
Juana Tavera Mayén
Justo David Durán Mata
CBT 1 Miguel de Cervantes Saavedra, Naucalpan, Turno Vespertino
Línea temática: 3. Por una cultura de paz
3.2. Casos y formas de atención a la violencia escolar
Resumen
Enfrentar la cultura de la violencia con una cultura de paz en las instituciones de
educación media superior es una tarea compleja pues implica enfrentar un
contexto económico, social, cultural y familiar adverso y en continuo deterioro. Sin
embargo, es posible lograr disminuir los índices de violencia a través de un
programa permanente e inteligente de promoción de la cultura de la paz, que
involucre gradualmente a toda la comunidad escolar, así como a los padres de
familia del alumnado.
Introducción
La violencia escolar, como cualquier otra forma de violencia, tiene muchas
caras
-algunas
brutales
y
evidentes,
otras
sutiles,
refinadas
y
hasta
imperceptibles- pero todas lastiman y dejan honda huella en la víctima que las
padece: baja autoestima, inestabilidad y estallidos emocionales en la casa o la
escuela contra familiares u otros compañeros, depresión, desmotivación, apatía,
pesimismo, merma en la atención, la concentración, la retención y el razonamiento
lógico, agresividad, resentimientos, actitudes antisociales, peleas, reprobación,
ausentismo y –en muchos casos- la deserción del alumno.
Las instituciones de educación media superior del Estado de México
enfrentan la violencia escolar como un complejo reto en continuo ascenso -según
las últimas estadísticas- lo que las pone ante la disyuntiva de cualificar su función
formativa a través de una permanente y creativa construcción de una cultura de
paz, o desentenderse de ella, esperando ingenuamente que no tenga mayor
impacto en la trayectoria de la institución y su comunidad.
Enfrentar la violencia y la cultura que la promueve no es, de ninguna manera,
una tarea fácil ni exenta de tropiezos, resistencias y dificultades. Sin embargo, el
trabajo colectivo, inteligente, creativo, amoroso, enjundioso y valiente –como diría
Paulo Freire en sus Cartas a quien pretende enseñar- en la construcción de una
cultura de paz puede ayudar a mejorar sustancialmente el entorno escolar y
familiar en que se desenvuelven los estudiantes, y desalentar la cultura de
violencia que predomina en muchos ámbitos de su vida cotidiana.
Desarrollo
Como sabemos, la cultura de la paz consiste en una serie de valores, actitudes
y estrategias para prevenir –y, en su momento, enfrentar- la violencia, a través del
diálogo, el entendimiento mutuo y la negociación entre las partes en conflicto. Esta
cultura es promovida a nivel mundial por la ONU, a partir de la resolución 54/243
en 1999, en la que se recomienda a toda la humanidad (individuos, grupos
sociales, instituciones, comunidades educativas y empresas) comprometerse en la
difusión de una cultura de paz consistente en el respeto de todas las vidas, el
rechazo a la violencia, la generosidad, el entendimiento, la preservación ambiental
y la solidaridad.
Los ámbitos de acción contemplados por la ONU son, en primer lugar, la
educación, además de la promoción de la igualdad entre hombres y mujeres, el
respeto a los derechos humanos, la promoción del desarrollo económico y social
sostenible, la participación democrática, la promoción de la tolerancia, la
comprensión y la solidaridad, la comunicación participativa, la libre circulación de
la información y los conocimientos, así como la promoción de la paz y la seguridad
internacionales.
Es muy evidente que la paz guarda una estrecha relación con todos los
ámbitos mencionados, por lo que no es difícil de comprender que al deteriorarse,
por ejemplo, el desarrollo económico y social de la mayoría de las personas,
comunidades y regiones de nuestro país y nuestra entidad, como ha sucedido en
los años recientes, las condiciones para la paz también se deterioren, y estallen
diversas formas de violencia relacionadas con el resentimiento económico y social,
la desatención y deficiente formación familiar, las deficiencias formativas en las
instituciones educativas en todos los niveles, la promoción de la violencia en los
medios de comunicación y los videojuegos, así como el crecimiento de las
actividades delictivas, con su respectiva cultura (narcocorridos, rap, hip hop,
indumentaria, estilo de vida, lenguaje y códigos, actitudes, ideología, etc.), es
decir, una cultura de la violencia.
El contexto de vida cotidiana de los alumnos de educación media superior es
adverso y en continuo deterioro: la situación económica familiar es cada día más
inestable y precaria, se han incrementado los índices de violencia intrafamiliar y
feminicidios en el Estado de México, han aumentado también los índices de
separaciones y divorcios de los padres de los estudiantes. Todo ello propicia
mayor desatención de los padres hacia los hijos, y viceversa, al disminuir los
tiempos de convivencia y comunicación familiar. Los alumnos presentan carencias
afectivas, baja autoestima, baja tolerancia a la frustración y a la crítica, así como
frecuente inestabilidad y fragilidad emocional, lo que los lleva a perder con
facilidad el control emocional y presentar actitudes agresivas o depresivas –según
su personalidad- ante situaciones estresantes o de conflicto.
El Plan Maestro de Orientación Educativa de Educación Media Superior
del Estado de México expone (p. 17) los resultados de un estudio diagnóstico
sobre la violencia, llevado a efecto por organismos estatales. En ese estudio se
expone que la EPOEM y los CBTS son las instituciones con mayores índices de
violencia potencial y significativa, mientras que los CECYTEM y los CONALEP son
las que presentan índices menores al respecto. Es paradójico el contraste de los
resultados en dichos índices de violencia con la cantidad de programas de
intervención que se desarrollan en cada institución: pareciera haber una relación
inversamente proporcional entre el número de programas y los casos de violencia
significativa. Por ejemplo, mientras el CONALEP (p. 21) sólo aplica tres programas
(Permanencia, Construye T y Tutorías) y presenta dos casos de violencia
significativa, las EPOEM (p. 20) aplican dieciséis programas y presenta 119 casos
de esa violencia. Otro dato paradójico: mientras que un orientador de CONALEP
(p. 5) atiende a un promedio de ¡800 estudiantes!, un orientador de EPOEM
atiende solamente a un promedio de 120 alumnos. Es justo reconocer que
mientras la eficiencia terminal de CONALEP (p. 16) es del 43.58%, la de la
EPOEM es del 61.51%.
Lo anterior lleva a la conclusión lógica de que algo se está haciendo mal en
varias instituciones estales de educación media superior, mientras que otras han
encontrado estrategias más eficaces para contener la violencia escolar. Un dato
interesante es que mientras el Programa de Tutorías apenas se está
implementando en las EPOEM, en otras instituciones, como los CECYTEM, ya
lleva varios años de estar en funcionamiento, involucrando a prácticamente todos
los docentes de la institución en la atención de los estudiantes, en coordinación
con el servicio de orientación educativa del plantel.
Y es aquí donde se pueden comenzar a plantear las estrategias que han
estado probando su eficacia para contener y revertir la violencia escolar:

Tutorías: este programa propicia una mayor atención hacia los alumnos en
situaciones de riesgo y propicia un mayor compromiso de los docentes de
la institución hacia los alumnos. Es importante considerar a los profesores
más comprometidos del plantel, pero también a los que menos compromiso
presentan, pues esto propicia un cambio en su actitud, al tener que ofrecer
resultados de mejoría en el desempeño de los alumnos a su cargo. Los
alumnos atendidos manifiestan generalmente su satisfacción por sentirse
acompañados académicamente y contar con un profesional que se interese
por sus dificultades, por lo que tiende a mejorar su estado anímico y a
disminuir su disposición a las actitudes y soluciones violentas a los
conflictos.

Mediación: este programa es aún incipiente, por lo que es prematuro
valorarlo, pero ha estado dando buenos resultados al propiciar el
entendimiento mutuo y la construcción colectiva de la solución, mediante el
acuerdo de los alumnos en conflicto. El sentirse escuchados y entendidos
por su contraparte les lleva a disminuir notoriamente las actitudes violentas,
ya que mediante el diálogo frente al mediador se encuentran soluciones
pacíficas y convenientes para ambos.

Arte para la Paz: la música, la pintura, la danza, el teatro, el cine, la
literatura y demás expresiones artísticas, dentro de una cultura de paz,
entendimiento, tolerancia y equidad, propician una convivencia más
relajada, armónica y llena de satisfacciones para quienes participan como
creadores, intérpretes o bien como público. Por desgracia, hay instituciones
–como los CBTS- que no tienen contempladas estas actividades, a
excepción de la materia de Apreciación Artística (en cuarto semestre). Sería
muy importante considerar espacios en todas las instituciones para estas
actividades relajantes, creativas y humanizantes que fortalecen la cultura de
la paz.

Deporte y activación física para la paz: dado que la mayoría de los
estudiantes viven demasiadas situaciones estresantes, las actividades
deportivas tienden a desestresarlos y a darles mayor fortaleza física,
emocional y mental para sus actividades cotidianas, siempre que se
desarrollen en un ambiente sanamente deportivo y no de confrontación y
porrismo.

Escuela para Padres: los padres de familia requieren herramientas de
apoyo para realizar su labor formativa y correctiva al interior del núcleo
familiar. Es fundamental entender que hay una riqueza de conocimientos,
actitudes y valores que poseen los padres o tutores pero que también
tienen limitaciones que la escuela puede subsanar en las diferentes
situaciones de riesgo emocional, social, sexual, y escolar en que se ven
involucrados sus hijos. Formar un equipo solidario escuela-familia (como
contempla el programa Construye T) ayudaría a mejorar la función de
padres y docentes como formadores de mejores seres humanos. Sería
conveniente tener una reunión mensual de Escuela para Padres, con un
programa bien estructurado (de acuerdo a diagnóstico de áreas de riesgo
en los alumnos y sus familias), así como los materiales necesarios (videos,
textos, juegos, etc.) para lograr un trabajo sistematizado y de impacto.
Conclusiones
La Cultura de la Paz es producto de un trabajo permanente, integral y
creativo de las personas y las instituciones que se decidan construir otra forma de
vida basada en la tolerancia, el respeto y el diálogo. Las instituciones de
Educación Media Superior del Estado de México pueden hacer mucho al respecto
en la medida que se comprometan y logren involucrar a todos los docentes y
estudiantes –así como a los padres de familia-, diversificando los ámbitos de
intervención, a través de los programas institucionales ya existentes, y abriendo
espacios para actividades que fortalezcan los lazos de unión y la convivencia sana
y armónica de la comunidad escolar.
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