Carta director carrera de derecho - UDLA "Por una Educación Libre

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1 Proceso de Re Acreditación de UDLA “Por una Educación Libre e Igualitaria” Por. Prof. Dr. Adolfo Silva Walbaum* Director Carrera de Derecho UDLA, Sede Viña del Mar Con ocasión del proceso de re acreditación que se encuentra cumpliendo la UDLA (Universidad de las Américas) ante la Comisión Nacional de Acreditación (en adelante CNA), y más particularmente, a propósito del rechazo que en primera instancia fue notificada hace pocos días atrás, he estimado pertinente compartir algunas reflexiones en torno a tres pilares trascendentales para el marco jurídico de la educación superior en nuestro país, y que con los hechos acontecidos hasta la fecha, pareciera que no han sido del todo considerados. Particularmente me refiero a los alcances jurídicos de los conceptos de educación, libertad de enseñanza, e igualdad, aplicables a la educación superior chilena y por cierto al caso en estudio. Educación. En primer lugar, y antes que todo, creo que resulta pertinente recordar lo que el propio legislador en la reciente ley 20.370 (publicada en el D. Of. de 12.09.2009, conocida como Ley General de Educación, en adelante LGE), ha establecido, al definir lo que debe entenderse por educación para los efectos legales. Efectivamente, el artículo 2°, inc. 1, de la referida LGE se hace cargo de la definición de educación al disponer que: “La educación es el proceso de aprendizaje permanente que abarca las distintas etapas de la vida de las personas y que tiene como finalidad alcanzar su desarrollo espiritual, ético, moral, afectivo, intelectual, artístico y físico, mediante la transmisión y el cultivo de valores, conocimientos y destrezas. Se enmarca en el respeto y valoración de los derechos humanos y de las libertades fundamentales, de la diversidad multicultural y de la paz, y de nuestra identidad nacional, capacitando a las personas para conducir su vida en forma plena, para convivir y participar en forma responsable, tolerante, solidaria, democrática y activa en la comunidad, y para trabajar y contribuir al desarrollo del país. La educación se manifiesta a través de la enseñanza formal o regular, de la enseñanza no formal y de la educación informal”. A partir de lo dispuesto en la LGE, resulta claro que el espíritu y sentido de la norma es permitir una concepción amplia o genérica de lo que debemos entender y permitir por educación. En otras palabras, el legislador pareciera ser que quiere dejar sumamente claro las ventajas que significa para una realidad tan heterogénea como la nuestra, el contar con variadas oportunidades para educar y ser educado, ya sea a nivel primario, secundario y también, por cierto, a nivel de educación superior. Todo lo anterior, por supuesto, en el marco de los derechos y garantías que la *Abogado. Licenciado en Ciencias Jurídicas por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. Magíster en Derecho de la Empresa por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Doctor en Derecho por la Universidad de Granada, España. 2 propia Constitución Política de la República le encomienda al Estado de Chile resguardar, promover, y proteger. Es más, la propia LGE es quien de manera clara y expresa refuerza este sometimiento que se debe a las normas constitucionales pertinentes, al disponer en su artículo 3° que: “El sistema educativo se constituye sobre la base de los derechos garantizados en la Constitución, así como en los tratados internacionales ratificados por Chile y que se encuentran vigentes, y en especial, del derecho a la educación y la libertad de enseñanza”. Acto seguido, la norma agrega que el sistema educativo se inspira en una serie de principios, dentro de los cuales resulta pertinente traer a colación los señalados en las letras a), b), c), d), e), f), h) e i): a) Universalidad y educación permanente. La educación debe estar al alcance de todas las personas a lo largo de toda la vida. b) Calidad de la educación. La educación debe propender a asegurar que todos los alumnos y alumnas, independientemente de sus condiciones y circunstancias, alcancen los objetivos generales y los estándares de aprendizaje que se definan en la forma que establezca la ley. c) Equidad del sistema educativo. El sistema propenderá a asegurar que todos los estudiantes tengan las mismas oportunidades de recibir una educación de calidad, con especial atención en aquellas personas o grupos que requieran apoyo especial. d) Autonomía. El sistema se basa en el respeto y fomento de la autonomía de los establecimientos educativos. Consiste en la definición y desarrollo de sus proyectos educativos, en el marco de las leyes que los rijan. e) Diversidad. El sistema debe promover y respetar la diversidad de procesos y proyectos educativos institucionales, así como la diversidad cultural, religiosa y social de las poblaciones que son atendidas por él. f) Responsabilidad. Todos los actores del proceso educativo deben cumplir sus deberes y rendir cuenta pública cuando corresponda. h) Flexibilidad. El sistema debe permitir la adecuación del proceso a la diversidad de realidades y proyectos educativos institucionales. i) Transparencia. La información desagregada del conjunto del sistema educativo, incluyendo los ingresos y gastos y los resultados académicos debe estar a disposición de los ciudadanos, a nivel de establecimiento, comuna, provincia, región y país. 3 A partir de lo señalado, resulta paradójico que haya sido justamente la UDLA, quien con una misión y visión tan consistente y coherente con lo que persigue la LGE, sea por estos días quien esté siendo puesta en tela de juicio. A mayor abundamiento, pareciera resultar pertinente recordar lo que la propia UDLA ha declarado como su misión y visión institucional, a saber, el de ser una universidad masiva, inclusiva, docente y profesionalizante. http://www.udla.cl/universidad/mision-­‐vision-­‐udla. Sostenemos lo anterior, ya que justamente es la UDLA y no otro establecimiento de educación superior, quien de manera seria y responsable se ha hecho cargo de los principios inspiradores antes referidos, al permitir que el sistema educativo se encuentre al alcance de la mayor cantidad de personas que sea posible, independientemente de sus condiciones y circunstancias, centrando en la vocación profesional, más que en la selección, los objetivos generales y estándares de aprendizaje que se definen en la ley, y además, en un marco de respeto por la diversidad cultural, religiosa y social de todos sus alumnos y egresados. Sobre este punto, resulta especialmente interesante traer a colación la misión y visión de UDLA, ya que estimamos que ello no hace otra cosa que confirmar y validar nuestra tesis. Respecto a la misión institucional, UDLA no sólo “provee de las prácticas y metodologías de docencia que incentiven el aprendizaje para una amplia y heterogénea población estudiantil de jóvenes y adultos que buscan los conocimientos y las destrezas para acceder o progresar en el emprendimiento individual o en el mundo laboral, sino que además espera proveer una educación superior al alcance de las mayorías, que contribuye a mejorar la gran base de capital humano que el país requiere para su desarrollo”. Por otro lado, junto a la misión de UDLA se agrega su visión institucional, la cual creemos también se enmarca de una manera casi perfecta, con lo que son los principios inspiradores del sistema educativo chileno, de acuerdo a la LGE, al “querer ser líderes en docencia en aquéllas carreras de alta convocatoria, entregando una educación de calidad a todo aquel que aspire a una experiencia universitaria profesionalizante, y pretender ser reconocidos por entregar un servicio de calidad y por contar con una red internacional tangible, donde la excelencia en la docencia y el servicio sean las bases para formar profesionales que puedan desarrollarse exitosamente en el mundo del trabajo”. A mayor abundamiento, resultaría injusto dejar de recordar que la misión y visión institucional de UDLA, no son sino el fruto y consecuencia de un trabajo coherente de varios años, en donde la función de movilidad social que actualmente cumple la UDLA en nuestro país, se ha transformado en uno de sus mayores logros. Por lo mismo, es que la gran diversidad de alumnos que actualmente acoge la UDLA en base a su modelo educativo centrado en la docencia, no es sino el fiel reflejo de dos perfiles de estudiantes, distintos, pero no por ello menos importantes para nuestra sociedad, y que en su conjunto, dan cuenta de aquella gran masa de jóvenes y adultos que desean estudiar y/o capacitarse, para así 4 obtener un mejor porvenir y el de sus respectivos núcleos familiares, y a la larga de toda la sociedad chilena considerada en su conjunto. Como cierre de este primer análisis sobre los alcances jurídicos del concepto de educación, nos referiremos a dos principios inspiradores del sistema educativo chileno antes referidos, como lo son, su autonomía y transparencia. Respecto a la autonomía que inspira a la LGE, cabe señalar que ésta apunta al grado de independencia de los diversos proyectos educativos institucionales, los cuales por mandato del legislador, deben ser autónomos, es decir, que ellos mismos sean capaces de definir y desarrollar sus propios proyectos educativos, en el marco de las leyes que los rijan. Por su parte, la letra i) del artículo 3° de la LGE, agrega la transparencia, entendida como: “La información desagregada del conjunto del sistema educativo, incluyendo los ingresos y gastos y los resultados académicos debe estar a disposición de los ciudadanos, a nivel de establecimiento, comuna, provincia, región y país”. Sobre este último punto, no se puede dejar de mencionar la absoluta transparencia con que UDLA -­‐desde sus inicios-­‐, ha manejado todo su actual proceso de re acreditación institucional, poniendo a disposición de la comunidad universitaria y autoridades públicas pertinentes, toda la información académica, administrativa y financiera existente hasta la fecha, ya sea a través de su portal institucional web o bien dando oportuno y cabal cumplimiento a todo tipo de requerimiento ya sea judicial o extra judicial que se le presente. Libertad de enseñanza. El segundo término sobre el cual nos detendremos, apunta al concepto de libertad en la educación, y más particularmente a la denominada libertad de enseñanza. A propósito, lo primero que cabe señalar es que dicha libertad se encuentra consagrada nada más ni nada menos que dentro de una de las denominadas garantías constitucionales protegidas por el artículo 19 de nuestra Carta Fundamental. Efectivamente, el numeral undécimo de nuestra Carta Fundamental asegura a todas las personas: “La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales. La libertad de enseñanza no tiene otras limitaciones que las impuestas por la moral, las buenas costumbres, el orden público y la seguridad nacional. La enseñanza reconocida oficialmente no podrá orientarse a propagar tendencia político partidista alguna. Los padres tienen el derecho de escoger el establecimiento de enseñanza para sus hijos”. En ese mismo sentido, la propia LGE en su artículo 8°, refuerza este mandato al constituyente, al disponer que: “El Estado tiene el deber de resguardar la libertad de enseñanza. Los padres tienen el derecho de escoger el establecimiento de enseñanza para sus hijos. La libertad de enseñanza incluye el derecho de abrir, organizar y mantener establecimientos educacionales”. En lo que dice relación con la materia del presente trabajo, nos referiremos a la libertad de enseñanza en un doble sentido. 5 Por una parte, la entenderemos como aquélla garantía o derecho fundamental con que cuenta la UDLA -­‐al igual que cualquier otro establecimiento de educación superior-­‐ para abrir, organizar y mantener tanto su establecimiento educacional como asimismo el modelo educativo que lo sustente. De otro lado, nos referiremos a la libertad de enseñanza, en tanto consagración de aquélla libertad intrínseca de todo ser humano, y que le permite primero a los padres, y luego a los estudiantes en general (independientemente de cual sea su origen, edad, o condición socio económica), el poder optar libremente por uno u otro establecimiento educacional, y por cierto, por uno y otro modelo educativo. Precisamente y con ocasión del rechazo que la CNA efectúa en primera instancia a la re acreditación institucional de UDLA, es que vale la pena recordar la importancia de que este derecho fundamental de libertad de enseñanza, se vea siempre respetado, independientemente de cuál sea las circunstancias sociales, políticas o económicas por las que atraviese el país. Por lo mismo, la libertad de enseñanza se transforma en un verdadero pilar para el correcto desempeño del sistema educativo nacional, y por cierto de lo que se espera sea una educación superior establecida de acuerdo a un estado de derecho. En esa misma línea de ideas, es que resulta gravitante el entender que los modelos educativos que se basan en universidades inclusivas, masivas y profesionalizantes son necesarias para que exista aquél margen mínimo de opción sobre el cual los actuales y potenciales estudiantes, puedan hacer efectivo su derecho de libre elección. Lo anterior se refuerza si se analiza con mayor detención los segmentos etarios y socio culturales que integran la UDLA, a saber, por un lado, jóvenes estudiantes, que en muchos casos, son primera generación en la educación superior y por otro, el de adultos que ejercen o han ejercido una profesión, industria u oficio, y que, precisamente, a través del loable esfuerzo que significa estudiar y trabajar de manera simultánea, buscan legítimamente perfeccionarse para así cumplir el sueño inconcluso de convertirse en un profesional que aporte valor y excelencia a la sociedad chilena. A propósito, resulta pertinente recordar que dentro de las consideraciones esgrimidas por la CNA para rechazar la acreditación en primera instancia fue que: “La estructura de ingresos y gastos es rígida y altamente dependiente del CAE (que representó un 39,4% de los ingresos a diciembre de 2012)...”. Al respecto, lo primero que resulta necesario recordar es que el CAE o Crédito con Aval del Estado, se encuentra establecido en la ley 20.027, la cual: “Establece normas para el financiamiento de estudios de educación superior”. Luego, resulta justo y necesario señalar que el CAE es un beneficio para los actuales o potenciales alumnos, más que una parte o estructura de ingresos de alguna institución de educación superior. En otras palabras, el CAE más que financiar una institución, lo que permite es que los estudiantes puedan financiar sus estudios de educación superior. A mayor abundamiento, el Título II de la ley 20.027, denominado “Del objeto de la garantía estatal”, en su artículo 2° refuerza éste sentir, al 6 señalar que: “El Estado, por intermedio del Fisco, garantizará los créditos destinados a financiar estudios de educación superior, siempre que éstos hayan sido concedidos en conformidad con las normas de esta ley y su reglamento. El monto garantizado por el Estado en cada año, no podrá exceder el máximo de recursos que determine la Ley de Presupuestos respectiva. Los créditos objeto de garantía estatal no podrán ser otorgados por el Fisco”. A partir de lo descrito, es que creemos que lo que se resuelva en definitiva sobre el proceso de re acreditación de UDLA, más que un resultado o proceso concreto, sentará las bases para sostener si en Chile existe, y en su caso, se sigue respetando la existencia de un sistema educativo que permite a todos y cada uno de los actuales o potenciales estudiantes de nuestro país, el poder optar sin presiones, y en base a su libre albedrío por una u otra alternativa, ya sea educación pública o privada. Ese es por lo demás, precisamente el sentido de varias de nuestras garantías constitucionales que se unen a la señalada libertad de enseñanza como lo son, el debido proceso o la igualdad ante la ley. Igualdad en la educación. Para cerrar, nos referiremos a los alcances de la igualdad ante la ley, en tanto garantía para un trato justo, equitativo y racional por parte de los diversos organismos públicos que de una u otra manera forman parte de la educación superior de nuestro país. En particular, nos detendremos en lo que significa e implica según nuestra actual legislación, el ser parte y someterse a un proceso acreditación o re acreditación en su caso. Al respecto, lo primero que cabe recordar es que esta materia se encuentra regulada en la ley 20.129 (publicada en el D. Of. de 17.11.2006), la que: “Establece un sistema nacional de aseguramiento de la calidad de la Educación Superior”. Respecto al fondo del tema planteado, el Título II de la señalada ley 20.129, y más específicamente el artículo 15, del referido cuerpo legal, se encarga de detallarnos en qué consiste un proceso de acreditación institucional, al disponer al efecto que: “Las universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica autónomos podrán someterse a procesos de acreditación institucional ante la Comisión, los que tendrán por objeto evaluar el cumplimiento de su proyecto institucional y verificar la existencia de mecanismos eficaces de autorregulación y de aseguramiento de la calidad al interior de las instituciones de educación superior, y propender al fortalecimiento de su capacidad de autorregulación y al mejoramiento continuo de su calidad. La opción por el proceso de acreditación será voluntaria y, en su desarrollo, la Comisión deberá tener en especial consideración la autonomía de cada institución. En todo caso, las instituciones de educación superior deberán reconocer y respetar siempre los principios de pluralismo, tolerancia, libertad de pensamiento y de expresión, libertad de asociación y participación de sus miembros en la vida institucional, dentro de los límites establecidos por la Constitución Política de la República y las leyes….” 7 A partir de lo anterior, es que un proceso de acreditación o de re acreditación institucional voluntario como lo es el caso de UDLA, no debiese medir otra cosa que el nivel de coherencia entre el informe de autoevaluación institucional, el proyecto educativo respectivo que se presenta a evaluación de la CNA, y los resultados empíricos del mismo, en búsqueda por cierto, de aquélla educación superior de calidad a la que aspira la citada ley 20.129. Por la misma razón, un proceso de re acreditación como el que nos convoca, se entendería que es llevado de acuerdo a lo que establece la propia ley, si se limitara, en primer lugar, a comprobar si la institución respectiva ha cumplido o no con las tareas que se le encomendó en el proceso de acreditación precedente. En virtud de lo expuesto, es que resulta improcedente e incomprensible que dentro de las razones sustentadoras del rechazo en esta primera instancia, la CNA haya hecho referencia a materias tales como apoyo institucional a la empleabilidad, y retroalimentación e inserción laboral de los egresados de UDLA, ya que dichos tópicos no forman parte de lo que entendemos por gestión institucional y docencia de pregrado a los cuales sometida la UDLA, y bajo cuyos parámetros debe efectuarse el presente proceso de re acreditación institucional. De ahí también, lo injusto y sorpresivo de la medida que en primera instancia adopta la CNA, ya que más que medir el nivel de coherencia y cumplimiento de las tareas encomendadas, pareciera ser que aprovecha la oportunidad para cuestionar y emitir un juicio de valor sobre el modelo educativo de UDLA, olvidando toda la validez del proceso de acreditación anterior, y extralimitando de paso sus funciones establecidas por la ley 20.129. Dicha actuación, no sólo tiende a alejarse de los principios de supremacía constitucional establecidos en los artículos 6° y 7° de nuestra Carta Fundamental, sino que además ponen en jaque el debido resguardo de otras garantías, entre las que se destaca la del debido proceso establecido en el artículo 19, numeral tercero, de la referida Carta Fundamental. En otras palabras, un trato igualitario en materia de educación superior no sólo debe permitir que los actuales o potenciales estudiantes puedan optar libremente por uno u otro modelo educativo, sino que además que los establecimientos e instituciones que los sustenten sean tratados de la misma forma, independientemente de que se trate de educación superior pública o privada. De ahí también que el debido proceso sea una garantía para todos y por todo, frente a cualquier afrenta que signifique un trato desigual, injusto, irracional o caprichoso por parte de cualquier autoridad u organismo del Estado, dentro de cuyo grupo por cierto se encuentra también sujeta la CNA. A partir de todo lo expuesto, y a la luz de lo analizado, es que resulta francamente inexplicable el resultado de esta primera resolución desfavorable y absolutamente inmerecida por parte de la CNA, ya que pareciera, no ha medido de manera responsable el daño que, en estos últimos días, ha generado tanto a la imagen de UDLA, como asimismo a su inmenso número de egresados, treinta y cuatro mil alumnos, y más de mil colabores institucionales. 8 En estos momentos en que ya se ha presentado la reposición a este primer rechazo del proceso de re acreditación institucional, esperamos que en esta ocasión sí se consideren, por parte de la Comisión Nacional de Acreditación, tanto los alcances que hemos descritos en estas líneas, pero por sobre todo, nunca se olvide el hecho de que el proyecto educativo de UDLA, es un fiel reflejo de calidad para nuestra educación superior, cimentado y sostenido en un trabajo coherente, libre e igualitario. Como corolario, no queda más que sentirnos orgullosos por la calidad educacional que entre todos hemos construido a lo largo de estos años y defender con firme convicción, lo valioso y viable que resulta nuestro proyecto educativo, y por cierto, el inmenso valor personal y profesional de todos nuestros alumnos, egresados y docentes. 
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