DIAGNOSTICO ACTUAL Sí la UIS en sus primeros años de vida institucional, con muy poco potencial humano, en número, pero bien formado e igualmente en formación, con la tecnología precaria de la época, comparada con la disponible actualmente, alcanzó la posición que hoy todavía la tiene vigente, ¿qué no se podrá alcanzar actualmente con un potencial humano formado y en formación de más 20.000 voluntades verdaderamente dispuestas a asumir con entusiasmo y compromiso institucional el liderazgo que la sociedad desde un principio le encomendó?. Por el camino ya recorrido tenemos a nuestra disposición un terreno abonado complementado hoy, con una tecnología que nos ofrece las mejores condiciones para proponernos grandes metas hacia un futuro prospero para nuestra sociedad. Después de 64 años de vida institucional con un comienzo tan importante para alcanzar la trascendencia del que aún hoy se sobrevive, las sucesivas administraciones, unas más que otras, han hecho aportes significativos para su crecimiento, sobre todo físicos, que de ninguna manera hoy se pueden desconocer. Dado el ritmo vertiginoso al que avanza la ciencia y la tecnología y crecen los problemas sociales, tal crecimiento no ha sido suficiente, sobre todo, por no ser armónico con la realidad institucional. El desfase que se ha generado entre los pilares misionales hace inaplazable un repensar de la UIS que le dé a ese acrónimo un significado más en concordancia con las circunstancias actuales. Se ha venido priorizando sobre todo en los últimas décadas, la apariencia, en sacrifico de la esencia, por el sólo hecho de cumplir incoherentes exigencias de los gobiernos de turno, lesionando gravemente la credibilidad institucional generando hasta desilusión y desapego en buena parte de su comunidad. Hay que tener presente que dentro de la lógica más elemental, los resultados que contribuyen realmente al progreso y desarrollo de un país no son precisamente aquellos, frutos de la mediocridad, generalmente asociada con grandes cantidades. Por el contrario, es aquella identificada por la verdadera calidad y excelencia, y ésta se produce sólo en pequeñas cantidades, pero que por su trascendencia e impacto, puede ser tan valorada que supera con creces cualquier cantidad. Mi percepción sobre ésta situación es que toda la manipulación que se le ha venido dando al trasegar de la vida universitaria son estrategias derivadas de una crisis de valores. Lo que es inaceptable a consecuencia de ella son las frustraciones que sufre el valioso potencial humano que ha sido admitido a la universidad, que aún mientras esta en las aulas ya comienza a sentir los efectos de los sueños frustrados, y el desvanecer de sus ilusiones. La pequeña minoría que logra tener un aparente suceso en su vida profesional, es solo un paliativo que parece conformarlos porque su potencial real bien aprovechado lo puede llevar muy lejos donde sí pueda decir, logre mis sueños, o era mi ilusión, lo alcance, y esos son los resultados que realmente se pueden esperar de una verdadera Alma Máter. Ahora miremos las cosas de ésta manera: cuando en una institución, el sentimiento generalizado se manifiesta con la expresión, “yo trabajo utilizando todo mi potencial independiente de quien sea el que esté al frente de la institución”, es porque la institución ya tiene un norte definido hacia dónde canalizar todo su esfuerzo y potencial humano. Esto índica que hay absoluta cohesión en su estructura organizacional, que todos sus miembros están plenamente comprometidos colocando toda su capacidad intelectual y de trabajo a su servicio. De la misma manera, en todo momento la prioridad es: el afán e ilusión por hacerla crecer, porque sea la mejor, porque sea el autentico baluarte de la sociedad, el patrimonio que la enorgullezca, el modelo institucional a seguir, una verdadera fuente de valores, donde sólo se genere instrumentos para el progreso y el desarrollo. Ahora la gran pregunta es, ¿es esto lo que está ocurriendo en la UIS, sobre todo en éste momento?, lamentable y tristemente, la respuesta es un rotundo, NO. La consecuencia de ésta situación se manifiesta y se palpa con alta frecuencia en las conversaciones que se dan en los pasillos y corrillos al interior de la institución. Las ilusiones frustradas, esperanzas fallidas, y sueños irrealizables, usan como medio de expresión el irracional vandalismo, bajo ningún pretexto justificado, que en muchos aspectos nos obligan a iniciar de nuevo convirtiéndose en una razón más del atraso en que vivimos. Sin ser yo un profesional de la salud, me atrevo a comparar la situación institucional actual, con la que tiene que enfrentar la maquina humana cuando tiene las defensas bajas, todos los virus se quieren aprovechar de ella. ¿Cómo atacar el problema de los espacios que pretenden ocupar los grupos inconformes? La beligerancia y manifestaciones rebeldes no son otra cosa que una expresión de la inconformidad que surge de la problemática social del país, ya bastante enquistada en unas regiones más que en otras y que de alguna manera quiere aparecer dentro de la comunidad universitaria. En el cumplimiento estricto de la misión de la Alma Máter está implícita la necesidad de ser blindada de toda clase de agente perturbador, interés personal o político, no interesa cual sea su origen; pero tal blindaje no debe estar asociado con la fuerza o la represión, debe ser un blindaje expresión de sabiduría dentro del más amplio pluralismo que es el que caracteriza sus principios. Todos aquellos que aspiran a ser parte de la Alma Máter, al iniciar cada uno su proceso de admisión, la primera ilusión es ser admitido; pues es consciente de la dificultad que representa su aspiración por lo limitado del número de cupos. Pero tal ilusión está amparada por la transparencia con que se avala su ingreso para que su admisión sea estrictamente por méritos, aunque ésta pueda ser eventualmente cuestionada. Para los que consiguen la admisión, la Alma Máter, les despierta y alimenta nuevas ilusiones que les marcará el derrotero de su futuro y pasará a ser una esperanza para su familia, su entorno, la región y la comunidad en general ya que sobre sus hombros implícitamente comienza a pesar una gran responsabilidad frente a los mismos actores. En ese momento comienza la responsabilidad de la universidad, como su madre nutricia, a alimentar las esperanzas e ilusiones de sus admitidos procurando captar toda su atención y comprometiendo toda su inteligencia, talento, esfuerzo, dedicación, capacidad de trabajo y liderazgo a fin de que cada uno pueda hacer realidad sus sueños. El proceso primario de adaptación de los elegidos al ambiente privilegiado de la Alma Máter, representa una etapa muy seria y delicada que ésta debe enfrentar con mucha sabiduría para la cual adquiere gran significado el eslogan, Unir Inteligencias por la Sabiduría (U I S) para construir el futuro. Por lo frágil y vulnerable que es ese potencial humano admitido, la compromete a proceder con el máximo cuidado en aras de no dejar ninguna fisura que pueda ser aprovechada por cualquier agente perturbador que pretenda desviar las ilusiones y los sueños de ese futuro de la sociedad. Superada esa etapa crítica de adaptación viene la de siembra que debe garantizar una abúndate cosecha y un posicionamiento cada vez más alto y privilegiado de la Alma Máter. Dentro de los más sanos y nobles principios que deben caracteriza nuestra sociedad, partimos de la base, de que nadie que aspire a ingresar a una universidad que le pueda garantizar el cumplimiento de las más encumbradas ilusiones y sueños, lo debe hacer con un objetivo distinto al de ser el mejor profesional, con el más alto nivel formación e idoneidad que le permita contribuir positivamente en la construcción de un mejor futuro para la sociedad. El aspirante a una institución con un auténtico reconocimiento, por su calidad y excelencia, no es una persona cuya prioridad sea la de un titulo que lo acredite como un simple profesional. Al contrario, es la persona cuyas metas son, entre muchas otras: satisfacer su apetito intelectual, crecimiento personal, hacer realidad sus sueños, y ser protagonista en el escenario de los mejores. La mediocridad es una etapa del desarrollo humano que surge como consecuencia de la falta de orientación que le ayude a descubrir los valores que caracterizan todo potencial, y estimulen la fijación de metas que comprometan ese potencial en función de su crecimiento personal. El desorden, la indisciplina, el mal ejemplo, el facilismo estimulado por el bajo nivel de exigencia, la desilusión, los sueños frustrados, la falta de compromiso, son sólo algunos aspectos aliados de la mediocridad; y ésta, la principal fuente y alimento de la corrupción.