1 - Biblioteca Virtual del Principado de Asturias

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PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
E STU D IO S A S T U R IA N O S
N.º 109-110
AÑO XXXVII
OVIEDO
M ayo
Diciembre
1983
SUMARIO
Páginas
El nacimiento de una gran obra, por F. Pajares ............................................
Cartas de “Españolito” a “Pulgarín” (1933-1938), por Víctor O. García
Costa .................................................................................................... -...................
Introducción al estudio del arte castreño prerromano en Asturias, por Nar­
ciso Santos Yanguas y Pilar Montero Honorato ............................................
Sobre cepos y trampas venatorias en la vieja Europa y su presencia en
Asturias, por José M. Gómez-Tabanera ........................................................
Gaspar Casal: Medicina y terapia de su tiempo, por Melquíades Cabal ...
Estudio sobre el Reglamento y la Explotación de “El Permu” de Villar
(Concejo de Aller), por José Suárez Arias-Cachero y Francisco Jesús
Rionda Rodríguez ................................................................................................
La desamortización eclesiástica en Asturias en la época de Felipe II, por
Alfonso Menéndez González ............................................................................
Cartas, inéditas, cruzadas entre Canga Argüelles y Caveda y Nava, por
Manuel F. Avello ................................................................................................
Leyendas del centro de Asturias, por J. Ramón López Blanco ...................
El ovetense José María González (“Columbia”) fue el promotor de la “Fies­
ta de la Raza”, por Luis Arrones Peón ........................................................
El Cuarto Poder. Panorámica de una villa de la costa asturiana en una no­
vela de A. Palacio Valdés, por M.a Dolores Alonso Cabeza ...................
Ortega y Granell, por José B. Arduengo Caso ....................................................
Noticia de otro juicio sobre la Teresa de Clarín, por David Torres ...........
A propósito de la edición crítica de El ombligo del mundo, de Ramón Pé­
rez de Ayala. Algunas notas, por Miguel Angel Lozano Marco ...........
Proteccionismo e intervención en la dictadura. El caso de la industria hu­
llera, por Juan A. Vázquez García ................................................................
Dos artículos olvidados sobre La Regenta, de Clarín, por Noël M. Valis ...
Escuela Normal de Maestros de Oviedo : Sus orígenes, por María del Va­
lle Moreno Medina ................................................................................................
Medallística avilesina, por Luciano Castañón ....................................................
Prosa en castellano de Pepín de Pria, por José Ignacio Gracia Noriega ...
El léxico de la sidra y el vino en la diplomática medieval asturiana en la­
tín (Siglos VIII-XIII), por Perfecto Rodríguez Fernández .......................
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PRINCIPADO
DE A S T U R I A S
BOLETIN DEL INSTITUTO
DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N.º 109 -110
AÑO XXXVII
OVIEDO
Mayo
Diciembre
1983
Depósito Legal: O. 43 - 1958
I. S. B. N.: 0020-0384
Imprenta “LA CRUZ”
Hijos de Rogelio Labrador Pedregal
Granda-Siero (Oviedo), 1983
~ ’" l
B O L E T I N DEL I N S T I T U T O DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
A ño x x x v iii
M ayo -D ic ie m b r e
N ú m s. 109-110
EDITORIAL
EL NACIMIENTO DE UNA GRAN OBRA
Este número de nuestro Boletín se inicia con un trabajo que se
nos antoja sumamente interesante, pues revela una consagración
decidida a determinada labor en pro de Asturias y una leal y co­
piosa cooperación al logro de la misma.
La tarea había sido iniciada por Constantino Suárez, que había
ya acreditado el seudónimo de «Españolito». Se trataba de hacer
un Diccionario de los escritores y artistas asturianos, con la apor­
tación del mayor número de datos posible para su biografía y bi­
bliografía. «Españolito» se había dirigido personalmente a los es­
critores y artistas que entonces vivían y hubo de confesar que re­
cibió muy pocas contestaciones. (Nosotros reconocemos que fui­
mos de los que dimos la callada por respuesta a su carta, lo que,
lógicamente, dio lugar a que no figurásemos en el libro del recopi­
lador asturiano).
La tarea de «Españolito» era agotadora, difícil y casi insupera­
ble. De pronto le surge un colaborador eficiente, a quien no cono­
ce y a quien agradece constantemente la valiosa aportación que le
hace. Era éste un joven enfermizo, pero de una reciedumbre de ca­
rácter forjado entre las brumas y riscos de Pajares, entre las nie­
ves y junto a los osos. Se firma «Pulgarín», minizando su apellido
«Pulgar» quizá para sugerir su corta estatura, sin dejar trascender
su entereza y constancia.
El trabajo que empezamos a publicar, debido a nuestro colabo­
rador señor García Costa, es la transcripción, eruditamente glosa­
da, de las cartas que «Españolito» dirige a «Pulgarín» y que consti­
340
F. PAJARES
tuyen realmente un monumento a la dedicación espontánea, cari­
ñosa y cordial de un asturiano a otro asturiano empeñado en una
empresa de amor a la región.
Tiene esta publicación otra circunstancia más, que no puede de­
jar de consignarse. Muerto hace años «Españolito» y fenecido muy
joven «Pulgarín», mientras este trabajo se componía en la impren­
ta, dejaba también de vivir en la capital del Principado el herma­
no del escritor de Pajares, Ceferino García Pulgar.
Sirva para recuerdo de todos ellos la aparición de este episto­
lario edificante.
F.
P a ja r e s
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
( 1933- 1938 )
INTRODUCCION Y MOTAS DE
VICTOR O. GARCIA COSTA
INTRODUCCION.
La relación entre Constantino Suárez (Españolito) y Manuel
García Pulgar (Pulgarín) fue sólo epistolar y abarcó el período com­
prendido entre el 31 de marzo de 1933 y el 23 de noviembre de 1938.
Interrumpida la correspondencia entre ellos poco antes de concluir
la guerra civil, Constantino Suárez (Españolito) falleció en Madrid
el 4 de marzo de 1941 y Manuel García Pulgar (Pulgarín) murió en
Buenos Aires el 4 de diciembre de 1943. Al morir, «Españolito» te­
nía 50 años —había nacido en Avilés el 10 de setiembre de 1890—
y «Pulgarín» tenía 49 años —había visto la luz en Pajares del Puer­
to el 27 de octubre de 1894— . Eran, pues, hombres de la misma ge­
neración.
Mediante esa correspondencia, nació entre ellos una vinculación
afectuosa, forjada en el yunque del trabajo común en torno de la
obra de Españolito Escritores y Artistas Astutianos, para la cual
Pulgarín fue el único colaborador fuera de España en país de
habla española. De la evolución de esa vinculación da cuenta la de­
dicatoria de esas cartas, destinadas, sucesivamente, al «Distingui­
do compañero y paisano» (carta del 31 de marzo de 1933), «Distin­
guido compañero y amigo» (carta del 14 de junio de 1933), «Muy
distinguido amigo y compañero» (carta del 11 de marzo de 1934),
«Muy distinguido compañero y buen amigo» (carta del 23 de mar­
342
VICTOR O. GARCIA COSTA
zo de 1934) y, luego, a «Mi buen amigo» (carta del 7 de diciembre
de 1934) y «Mi querido amigo» (carta del 11 de julio de 1935) con
la que se inicia la correspondencia de los últimos años, hasta la in­
terrupción definitiva.
Lamentablemente no ha sido posible hallar las respuestas de
Manuel García Pulgar (Pulgarín) a Constantino Suárez (Españolito), cuyas copias existieron —nos consta— pero han desaparecido.
Es factible que la familia de Españolito tenga los originales. Si
así fuera, su posterior publicación contribuirá a mostrar en toda
su intensidad esa vinculación, nacida un tanto al azar —es ver­
dad— pero alimentada, a pesar de la distancia, en él pensamiento
y en las inquietudes comunes.Esta falta de las copias de las respuestas de Manuel García Pul­
gar (Pulgarín) tiene, sin embargo, para el que esto escribe, la ven­
taja de liberarlo de toda sospecha y de todo posible exceso —por
aquello de «los amigos de mis amigos son mis amigos»— en la va­
loración de las cartas, así como en su interpretación.
A nuestro juicio, estas cartas son importantes, importantísimas,
en la medida en que entre nombres y caracterizaciones, muchas
veces risueñas, de los escritores y artistas asturianos de la época,
Españolito deslizó con claridad su pensamiento sobre episodios tan
importantes como los de Asturias en octubre de 1934 y la guerra
civil que asoló España desde 1936 hasta 1939.
Quizá pueda parecer un exceso afirmar —como lo hacemos—
que al calor de esa amistad nacida á la distancia entre Españolito
y Pulgarín, el primero desnudó su pensamiento en torno de los
problemas seculares de España en materia social, así como sobre
él momento histórico que le tocaba vivir —en el que tomó defini­
do partido— y su visión esperanzada del porvenir que —compar­
tida por ambos— lamentablemente no se cumplió. Aquí están las
cartas para confirmar nuestro aserto.
Con el objeto de aclarar citas que se hace de personas, lugares
y cosas, que pueden no ser conocidas o que requieren alguna expli­
cación, hemos utilizado el sistema de hacer llamadas referenciales,
numeradas correlativamente, remitiéndolas al pie de la página pa­
ra hacer más cómoda y fácil la lectura, incluyendo nuestras notas
en ellas.
Unas palabras finales: quien deambuló varias veces la penínsu­
la con la pasión de quien sabiéndose heredero de una formidable
cantidad de documentos (periódicos, cartas, fotografías, mensajes,
dibujos, etc.) imprescindibles para el conocimiento de la historia
de España y de Asturias, los puso en generosa disposición y obser­
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
3 43
vó que la suya era una prédica en el desierto, no puede menos que
reconocer en el Instituto de Estudios Asturianos la fina sensibili­
dad de haber sabido valorar esa parte del pasado que, por razones
obvias, no está en España, pero que es fundamental para descifrar
episodios y vidas de la historia española contemporánea.
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 1
Churruca, 14-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Dctor. de ASTURIAS
Buenos Aires.
Distinguido compañero y paisano:
Un amigo (1) ha puesto en mis manos algunos números
de la ilustrada publicación que usted dirige (2). Le felicito
sinceramente por la ideología del periódico (3), tan dispar
de otro semanario bonaerense (del que yo fui colaborador
un tiempo) negado a toda idea abierta a la corriente liberal
de la época (4). Esto me ha animado a escribir las cuartillas
que le envío (5), por si las estima publicables. De hacerlo, le
encarezco me envíe un ejemplar de Asturias.
Otra cosa, además, me lleva a escribirle. Hace ya años
que vengo trabajando en una Galería de escritores y artistas
asturianos (6) de todos los tiempos, obra que abarcará unos
tres mil nombres y unos doce a quince volúmenes. Tengo al­
gunas personalidades que han residido y florecido ahí, en
Argentina; pero doy por descontado que me han de faltar
no pocas, por mis nulas relaciones con gente de esa colonia
(7). Yo necesitaría una persona que guste de estas tareas,
para que me facilitara datos de asturianos contemporáneos,
que hayan escrito o hecho obra artística en ese país. Si us­
ted no pudiera prestarme esta colaboración, acaso no le fue­
se imposible relacionarme con algún conterráneo que pue­
da aceptar el cometido. Yo le enviaría un índice de las per­
sonalidades que figuran en mis ficheros y datos sobre lo in­
vestigado en torno a ellas, para facilitarle la labor. No qui­
siera que dejaran de figurar en mi obra los que han hecho
vida intelectual o artística en la emigración, con más o me­
nos olvido de sus paisanos de aquí.
En su periódico he visto algunas firmas desconocidas pa­
ra mí (8), que suponen otras tantas personalidades para mis
ficheros. Por si tiene usted ocasión de indicarle a alguno
que me envíe sus datos biográficos (9), le envío adjunto un
esquema que sirva de guía para el caso (9a). Y para ganar
tiempo, por él puede usted enviarme los suyos.
Muchas gracias por todas estas molestias de su compañe­
ro que se ofrece buen amigo y e^s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Madrid, marzo 31 de 1933
344
VICTOR O. GARCIA COSTA
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 2
Zurbano, 81-Madrid
Sr. D.
M. García Pulgar
“Buenos Aires.
Distinguido compañero y amigo:
Contesto su amable carta de mayo 5 para manifestarle,
en primer término, que no he recibido el número 17 de AS­
TURIAS, donde se publicaba un trabajo mío (10), acaso por
mi cambio de domicilio (11), del que le agradeceré tome no­
ta, ya que tiene usted la distinción de enviarme su periódi­
co, del que he recibido números posteriores. Si pudiera us­
ted enviarme dos ejemplares de dicho número 17 se lo esti­
maría de veras.
Con esta carta le envío dos pequeñas crónicas (12), a una
de las cuales acompaña un ejemplar de Flor de leyendas, li­
bro del que hablo en ella. La obra podría usted destinarla,
si le parece bien, al número extraordinario (13) que, según
noticia del amigo Robustiano Marqués, prepara usted. De los
números que contengan algún trabajo mío, le agradecería
mucho me enviara dos ejemplares (14).
No sabe usted cuánto le estimo su ofrecimiento de cola­
boración a mi obra de escritores y artistas asturianos. No
mantengo en esa República relación con alguien (15) que pu­
diera ayudarme en la empresa, y me interesa extraordinaria­
mente, por lo mismo que yo he sido emigrante, dar noticias
amplias en la Galería de cuantos asturianos se han formado
y han florecido en América, con olvido o desconocimiento,
que es peor, de los no emigrados. De Cuba, donde yo he re­
sidido, tengo mucha más información que de la Argentina.
Además, de Cuba, he podido disponer de libros que me han
facilitado mucha información, mientras que de la Argentina
no he podido dar con ningún libro (16) que me sirviera en
tal sentido. Verá usted por la lista con detalles que tengo el
gusto de enviarle, que poseo noticias de pocas personalidades y éstas incompletas. No incluyo en la lista colaboradores
de ASTURIAS, porque no sé de ellos más que sus nombres.
La tarea que usted me ofrece realizar es muy lenta y penosa. La conozco por experiencia de muchos años dedicado
a ella. Yo no le pido que se imponga usted ese compromiso.
Me bastaría con que hiciera usted lo posible por completarm e la lista de personalidades, entre las que han de faltar no
pocas antiguas y actuales, y me diera usted direcciones de
ellas. Si directamente le es fácil proporcionarme información de algunas, para este caso le envío algunos esquemas
que faciliten esa información. Deseo tenga usted en cuenta
dos cosas: que mi obra debe abarcar a cuantos han escrito
algo públicamente de interés general o producido obra ar­
tística, porque la Galería tendrá carácter de registro, índice
o censo para información de cuantas a ella acudan por noti­
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
345
cias de alguna personalidad, tenga la categoría que tuviera,
y otra es que de cuanto usted me facilite directamente, to­
maré aquello que tenga carácter de opinión personal o valor
anecdótico, como cita literal con su nombre como colabora­
dor, a fin de que usted lo redacte con ese propósito (16a).
Esa información o colaboración a la Galería sería conve­
niente llevarla, en lo posible, por orden alfabético de apelli­
dos, porque yo quisiera poder redactar definitivamente pa­
ra la imprenta los dos primeros tomos dentro del próximo
invierno.
Le reitero mi gratitud por su ofrecimiento, que me colo­
ca en situación de reciprocidad, con sumo placer, y queda
de usted compañero y amigo,
CONSTANTINO SUAREZ
Junio 14 de 1933
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 3
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Director de ASTURIAS
Buenos Aires
Distinguido compañero y amigo:
Tengo el gusto de enviarle un ejemplar de mi último libro,
fresco aún de tinta (17). Si tuviese usted la bondad de con­
sagrarle algún breve comentario en su periódico (18), se lo
estimaría de veras, pues un libro en la calle necesita de todos
los estímulos, como la peor de las mercancías.
Le envío también un par de breves crónicas, por si me­
recen su aceptación para ASTURIAS (19).
No he recibido ningún número del periódico que conten­
ga algo mío. Se pierden algunos. Sobre todo, quisiera tener
el número 17 que contiene el primer trabajo que le envié y
que ya en otra ocasión le pedí.
¿No podría usted facilitarme las direcciones de D. Neme­
sio Alzueta (20) y D. Juan Barcia, ambos escritores asturia­
nos residentes en esa República? Necesito comunicarme con
ellos a fin de que me faciliten datos para completar los es­
tudios que he de dedicarles en mi obra de escritores y artis­
tas asturianos. Barcia Trelles tiene otros dos hermanos ahí,
que desconozco si han escrito algo (21).
Muchas gracias por todo de su compañero y amigo,
q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Agosto 25 de 1933
346
VICTOR O. GARCIA COSTA
Constantino Suárez Españolito)
Carta n.° 4
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Buenos Aires.
Distinguido compañero (22) y amigo:
Estaba pendiente de escribirle para felicitarle con toda efu­
sión por el nuevo periódico (23), admirable de formato y más
admirable de contenido, cuando llegó a mí un número con
un comentario sobre mi último libro. Ahora, sobre aquella
felicitación tengo que agregar mi gratitud. Los bombos, aun­
que sean desmesurados, como el de usted, hay que agrade­
cerlos por el buen deseo puesto en escribirlos. Así, muchísi­
mas gracias (24).
También tengo que agradecerle el suelto pidiendo datos
biográficos a los asturianos, escritores o artistas, residentes
en esa República (25). He escrito ya a algunos de ellos: Bar­
cia Trelles, D. Fermín Calzada, D. Nemesio Alzueta y no sé
si algún otro. A este último fué la carta un poco al tuntún,
dirigida al diario La Razón. Una dirección que me interesa­
ba mucho y que no he podido adquirir todavía es la de D. Jo­
sé Campoamor de la Fuente.
Ya estoy completando noticias de contemporáneos inclui­
dos hasta la G. Esto quiere decir que no me olvide usted el
envío de su propia información.
El amigo Robustiano Marqués me ha dicho que interesa­
ba usted una fotografía mía para el archivo de La Voz de As­
turias. Ahí va con mucho gusto (26).
Y nada más.
Ordene a su amigo y compañero, q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Octubre 26 de 1933
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 5
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Buenos Aires.
Distinguido compañero y amigo:
Hace algunos días que he recibido su muy amable carta
de octubre 28. Los mismos que estoy pendiente de recibir
las anotaciones biográficas que en ella me anuncia, con el
temor de que se hayan extraviado. Excuso decir a usted cuán­
to lamentaría esto, porque el envío, a juzgar por la relación
que usted me hace, tiene para mí extraordinaria importancia.
Tanto, que me permitiría hacer algo serio sobre muchas per­
sonalidades asturianas florecidas ahí, de las que no hay me­
dio posible de reunir aquí información. Yo confío en el retra­
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
-
347
so de algún correo y que, al fin, llegue a mis manos ese pre­
cioso envío de usted (27).
En efecto, en su relación aparecen algunos nombres to­
talmente desconocidos para mí. No le sorprenda esto. En
España no hay manera de que conozcamos el desenvolvi­
miento en letras y artes de nuestras colonias. Yo estoy te­
niendo especialísimo interés en que no se me escapen las
personalidades ahí florecidas, por lo mismo que conozco el
defecto, y, no obstante, estoy convencido de que ha de fallar
la obra por ese lado. De las personalidades formadas aquí,
más o menos fácilmente, es posible seguirles el rastro; pero
de las que han vivido y hasta muerto en América, el empeño
fracasa de todas maneras.
Algunas otras personalidades que usted señala ya las tenía yo en mis ficheros: unas, escabullidas al formar el índice
que tuve el gusto de enviarle, al revisar más de tres mil qui­
nientas fichas, como D. Juan Barcia Trelles; otras, por te­
ner noticias tan vagas, que no sabía de ellas que residieran
en esa República.
En envío aparte recibirá usted un ejemplar de La Pren­
sa, de Gijón, en el que se reproduce el comentario que tuvo
usted la bondad de dedicar a mi último libro. Me he permi­
tido ponerle su firma al pie.
Era mi propósito enviar a usted alguna cosa para La Voz,
al contestar su carta. Quedará el deseo para otro día. Desde
que he acometido la ímproba tarea de acudir a testimonios
vivos para completar datos de asturianos contemporáneos
no dispongo ni de un minuto, abrumado por la correspon­
dencia pistolar que me veo obligado a sostener. ¡Y medios
mal que siquiera la mitad de las cartas obtienen contesta­
ción! ¡Es algo abrumador!
Tan pronto reciba esas apuntaciones biográficas, se lo
comunicaré a usted para su tranquilidad.
Muchísimas gracias por todas sus molestias y atenciones
y reconózcame a la recíproca buen compañero y amigo,
q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Diciembre 2 de 1933
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 6
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
Manuel García Pulgar
Buenos Aires.
Mi distinguido compañero y amigo:
Ha llegado, por fin, su envío de noticias de asturianos re­
sidentes en esa República. ¡Vaya envío! No sabe usted cuán­
to se lo estimo. Son tan contadas las aportaciones que res­
pecto a contemporáneos recibo, que su concurso tiene un va­
lor inapreciable. Además, me permite incluir algunas perso­
348
VICTOR O. GARCIA COSTA
nalidades, como el Sr. Abril y el Sr. García Cachero (28), de
los que yo no tenía la menor noticia. Y que estas persona­
lidades sean de las florecidas en América con el absoluto des­
conocimiento de sus compatriotas no emigrados, tiene para
mí, que he sido emigrado como ellos y como ellos he palpa­
do el olvido y hasta desdén que se siente aquí por ellos, tie­
ne, digo, la máxima importancia.
En la relación que ha tenido la amabilidad de enviarme
aparte, hace ya semanas, figuran algunas personalidades de
las que dice usted «van datos» y que no vienen en el paque­
te. Son D. Fermín Calzada (a quien he' escrito, sin resultado
hasta ahora), Una Asturiana (29) y D. Cipriano Argüelles (30).
Le digo esto para evitar algún posible error.
Muy agradecido también a sus anunciados nuevos envíos.
Y no eche en olvido sus noticias propias por ocuparse de los
demás (31).
Escribo en este mismo correo al Sr. Campoamor de Lafuente a esa Redacción dándole las gracias por el envío de
sus libros. Supongo que, ya puestos ustedes en relación, irá
por ahí alguna vez (31a).
Envío a usted, adjunto, una croniquilla para La Voz de
Asturias (32). Me ha salido un tanto larga, por lo que acaso
sería mejor publicarla en un folletón, si a usted le parece
bien, para quitarle un poco el efecto de su extensión (33). Y,
a propósito del folletón, se me ocurre en este momento ofre­
cer a usted (quiero corresponder de algún modo a sus aten­
ciones) una novelita de sabor asturiano, inédita, humorísti­
ca, que tengo escrita. Podría ocupar unos ocho folletones.
Es un asunto gracioso, que me figuro habría de gustar. Co­
mo las publicaciones dedicadas a novelitas, aquí, están en
crisis, no hay que pensar por ahora en la posibilidad de pu­
blicarla; pero, aunque ésta se presentara, como los periódi­
cos regionales de ésa los lee poca gente aquí no me impediría
ofrecerla como inédita. Si estima que le conviene, estoy dis­
puesto a enviársela.
Y nada más. Sabe me tiene a su entera disposición, ami­
go y compañero, que le desea un año nuevo lleno de prospe­
ridades y e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Enero 1 de 1934.
NOTA: El título de la novelita es ¡ASI SE ESCRIBE LA
HISTORIA! (34).
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 7
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
Manuel García Pulgar
Buenos Aires.
Muy distinguido amigo y compañero:
CARTAS DE «ESPAÑOLTTO» A «PULGARIN»
349
Es en mi poder su amable carta de febrero 9, aue contes­
to con mucho gusto. No le preocupe a usted el debe v el ha­
ber epistolar. Sé perfectamente lo absorbentes que son las
ocupaciones de un periódico por sus infinitos cuidados.
De acuerdo con dicha carta, envío a usted bajo certifica­
do, con esta misma fecha, el original de la novelita ofrecida.
He de estimarle muchísimo que me envíe un par de ejempla­
res de LA VOZ mientras dure su publicación.
Respecto a la obra de romanos en que estoy metido, ya a
punto de comenzar su redacción, diré a usted algunas cosas.
Con esta misma fecha, envío segundas cartas reiterando
petición de noticias a D. Fermín F. Calzada, D.a Rosalía F.
Calzada y D. Juan Barcia Trelles. De éste me han dado hace
algún tiempo una dirección, que no sé hasta que punto es
buena. Con ella escribí la primera vez y escribo ahora. Es
así: Cinco Saltos (Sypolleti)—Buenos Aires (Argentina) (35).
Si es que la carta llega a su poder, tengo alguna esperanza de
que acceda a mi petición.
Las personalidades de que más me urgen noticias son las
comprendidas desde la A a la G, que es el tajo que he cogi­
do para completar información de contemporáneos, a fin de
que el trabajo no me atosigue, pues salgo a más de cien car­
tas mensuales desde hace cinco o seis meses en que he aco­
metido esta empresa final de información.
A Robustiano Marqués le veo poco. La última vez fue
para entregarle uno de los números de LA VOZ con el estu­
dio que hizo de D. Agustín Bravo, que él no había recibido
(36). No creo que tenga ningún resentimiento, como usted
supone. Al contrario, tiene siempre buenas palabras para el
periódico de usted, que, desde luego, las merece por su ex­
cepcional ideología entre las publicaciones españolas o, me­
jor dicho, asturianas, de América (37).
Ordene como guste a su compañero v amigo, q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Marzo 11 de 1934
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 8
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Buenos Aires.
Muy distinguido compañero y buen amigo:
Confirmo mi carta anterior con el envío del original de
la ofrecida novelita. Hoy le escribió (38) sobre cosas relacio­
nadas con la comisión que tan gentilmente ha aceptado us­
ted cerca de los escritores y artistas asturianos ahí radica­
dos para mi obra. Me apena considerar que acaso le obligo
a distraer un tiempo de que no dispone; pero me decide el
caso de que no tengo nadie a quien acudir en sustitución de
usted (39). La molestia que le doy ahora es que vea si, como
350
VICTOR O. GARCIA COSTA
última instancia, podemos reunir información de las perso­
nalidades anotadas en la adjunta cuartilla. Algunas de ella
no iban citadas en listas anteriores, porque se escabulleron
al revisar el fichero.
Estoy dispuesto a liarme la manta a la cabeza, como sue­
le decirse, y comenzar la redacción de la obra. Yo quiero te­
ner el primer volumen redactado para el invierno próximo,
y para ello tendré que empezar no más allá del mes de ma­
yo. Si ese volumen puede comprender las tres primeras le­
tras, que lo dudo, tendrá que ser de un tamaño aproximado
a los de la Enciclopedia Espasa. Y estoy dispuesto a liarme
la manta a la cabeza, porque teniendo, como tengo, informa­
ción completa de personalidades antiguas, no voy a conti­
nuar esperando que los contemporáneos se curen de una apa­
tía y mala educación que me parecen incurables. Daré de
ellos lo que pueda (que, proporcionalmente, es bastante) y
el que no haya correspondido a mis requerimientos, que se
aguante si se encuentra desairado.
Así, pues, mucho he de estimarle este pequeño esfuerzo,
si le es posible, prefiriendo la rapidez a una diligencia más
intensa y sostenida, cosa de que yo pueda realizar mi plan
de redacción como le dejo indicado.
Muchas gracias de su compañero y amigo incondicional,
q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Marzo 23 de 1934.
Constantino Suárez (Españolito)
Carta n.° 9
Zurbano, 81-Madrid.
Sr. D.
M. García Pulgar
Buenos Aires.
Mi distinguido amigo y compañero:
Siento tener que molestar a usted, que seguramente no
estará muy libre de tiempo. Pero me acojo a su amabilidad,
que sabrá buscar unos minutos para mí.
Estoy ya redactando el primer tomo de la Galería de es­
critores y artistas asturianos (40), que comprenderá las tres
primeras letras en un volumen de aproximado tamaño de los
de la Enciclopedia Espasa. Quiero terminarlo para fines de
año, propósito al que dedico mis mayores esfuerzos. Por es­
to, usted que ha tenido para mí la bondad de ayudarme a ob­
tener datos de residentes en esa República, acaso podría pres­
tarme otro esfuerzo a fin de que pudiera completar yo noti­
cias de aquellas personalidades de las tres primeras letras
residentes ahí, y de las que no me haya usted enviado noti­
cias. Sería cosa que muy de veras le agradecería. Y perdone
que le acose con esto. No tengo ninguna otra relación en ese
país de quien pudiera valerme para el caso.
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
351
He recibido algunos números de La Voz de Asturias don­
de se insertan algunos folletines de la novela que tuve el
gusto de enviarle. ¿No podría usted facilitarme dos colec­
ciones de todos los números que la inserten? (41).
Muchas gracias por todo de su amigo y compañero.
CONSTANTINO SUAREZ
Agosto 22 de 1934
Carta n.° 10
Sr. D.
M. García Pulgar
Buenos Aires.
Muy distinguido compañero y amigo:
Acabo de recibir su carta de 24 de agosto pidiéndome co­
pia de la última o dos últimas cuartillas de la novelita en
publicación. ¿Podrá usted creer que no la tengo? Cuando lle­
gó el primer número de La Voz de Asturias con la novelita en
folletín, tuve que prestar la copia a un amigo que quiso co­
nocer la novela entera, y se la di sin suponer ni remotamen­
te en ningún contratiempo. Este amigo anda por Europa des­
de hace más de un mes, no sé por dónde y para cuánto tiem­
po. Como no sé la forma en que están escritas las cuartillas
anteriores a las perdidas, me siento totalmente incapacita­
do para redactar de nuevo el final. Lo que sé es que finaliza
con que al dar la vuelta el curandero caen los mozos en sos­
pecha de lo ocurrido y le persiguen a pedradas y palos, de
resulta de lo cual muere (42).
Mucho he de estimarle el nuevo envío de noticias que me
anuncia sobre asturianos residentes en ese país. Ya estoy
redactando el primer volumen. Tengo hechos la mitad de los
estudios de la letra A, aproximadamente. Tengo escrito tam­
bién el prólogo, en el cual cito a usted entre los pocos que
me han prestado alguna cooperación (43).
Ordene como guste a su compañero y amigo, q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Setiembre 6 de 1934
Carta n.° 11
Sr. D.
Manuel García Pulgar.
Buenos Aires.
Mi muy distinguido compañero y amigo:
Correspondo con mucho gusto a su amable carta del 28
de setiembre, que no he contestado antes por esperar a re­
cibir los datos biográficos que en ella me anuncia y que su­
pongo en camino. Como demoran en llegar, me decido a con­
testarle.
VÍCTOR o: GARCIA COSTA
Excuso decirle lo que le agradezco esa nueva aportación
que me anuncia. Así lo testimonio en el prólogo ya redacta­
do de la Galería, como es de justicia. Tengo ya el primer to­
mo concluido. He modificado mi plan de publicar la obra en
cuatro volúmenes, porque iban a ser éstos poco manuables,
con unas mil páginas cada uno. Haré siete u ocho. El prime­
ro comprenderá solamente los estudios de la letra A, los que
con el prólogo y la relación de obras de carácter general con­
sultadas hará un volumen en cuarto mayor de unas cuatro­
cientas cincuenta páginas (44).
Ya estaría en tratos para la publicación de la obra; pero
he determinado esperar unos días a que se ponga algo más
en penumbra la tragedia de Asturias (45).
Por cierto que hov mismo he recibido un ejemplar de «La
Voz de Asturias», que enjuicia los hechos, por lo que he vis­
to un tanto a la ligera, con una serenidad que sirve de ejem­
plo a la canallesca prensa de derechas que nos gastamos por
aquí. La revolución ha sido para nuestra provincia un verda­
dero desastre, del que se repondrá con trabajo. Pero no es
cierto que los mineros hayan cometido las atrocidades que
se les atribuye. Mataron, incendiaron, destruyeron; pero no
han cometido demanes ni ensañamientos, y en cambio son
muchos los casos en su haber de conducta caballerosa. Los
de los desmanes han sido, en parte, los golfillos de Oviedo,
pero en su casi totalidad las tropas repugnantes que el Go­
bierno mandó a Asturias. La impresión que dan, a juzgar
por los desafueros cometidos, es de que se han desmandado.
Hubo fusilamientos en masa en Oviedo, sus alrededores y
luego en los pueblecillos de la cuenca minera han sido in­
contables. Hombres, mujeres y niños han caído por cientos
ante los fusiles de los legionarios y de los regulares, sin pro­
ceso de ninguna especie y simplemente por delaciones mu­
chas veces inicuas. Le digo a usted que la tragedia de Astu­
rias pone espanto en el ánimo más templado. Y todo esto se
puede decir sin sentir simpatía por ese motivo proletario re­
volucionario, porque ha sido una verdadera fortuna su fra­
caso: de no haber fracasado, a estas horas estaríamos todos
entre los fuegos de sindicalistas por un lado v socialistas y
comunistas por el otro. Por otra parte, si no faltaba un fon­
do de razón para la protesta contra el estado de cosas que
nos ha traído a una República sin contenido, la subversión
nos ha entregado atados de pies y manos a las derechas más
odiosas de España, a las que no hubieran podido gobernar
con la Monarquía. En fin. un desastre.
Si no piensa usted publicar el final de la novela que es­
taba usted dando al público en folletín, he de estimarle mu­
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
353
chísimo me envíe las cuartillas inéditas para ver si puedo
reconstruir el final.
Muchas gracias por todo de su buen amigo y compañero,
q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ
Madrid, noviembre 13 de 1934
S/C. Zurbano, 81.
Carta n.° 12
Sr. D.
Manuel García Pulgar
Buenos Aires.
Mi buen amigo:
Han llegado sus anunciadas apuntaciones biográficas. Mu­
cho se las estimo. Con esto y ese otro pequeño envío que us­
ted me anuncia creo que han de quedar bien representados
en la obra los asturianos florecidos en esa República como
escritores o artistas.
Por si estas letras llegan antes de ese nuevo envío, en el
que han de venir sus propias noticias, me permito recomen­
darle que no me las facilite con la parquedad empleada por
algunos de los que se las enviaran a usted. Yo deseo hacer
de cada personalidad el estudio más completo posible.
Creo haberle dicho en mi carta anterior que ya tenía lis­
to para la imprenta el primer volumen de la obra, que abar­
ca la letra A. En este mes haré las gestiones de publicación.
En el prólogo de la obra consigno el servicio que usted me
viene prestando. ¿Son tan pocos los que me han ayudado,
que bien merecen ese testimonio de gratitud! (47).
En las informaciones recibidas echo de menos algunos de­
talles, de los que le doy cuenta por si le fuera fácil averiguar­
los:
González Bas (Joaquín).—Lugar y año de publicación de
su libro «Panorama de ensueño» (48).
Villanueva (Samuel).—Idem, ídem de «Nueve-Cielo-San­
gre». (49).
Incluiré a Rosendo Martínez (50) como autor del folleto
que me envía sobre Exposiciones de Arte celebradas en esa
Capital.
Devolveré la reproducción fotográfica del cuadro de Vi­
llar (51) pero tardaré en hacerlo, porque el tomo de la V se­
rá el último de los siete u ocho que tendrá la obra. Entretan­
to, si este artista me diera más pormenores sobre su vida y
su obra, me gustaría hacer de él un estudio más completo de
lo que permiten los datos recibidos y algunos otros que vo
tenía. Podría enviarme recortes de periódicos y yo se los de­
volvería rápidamente.
; Quiere usted decirme quién es y qué importancia tiene
Marino Blanco Bartolomé (52) que aparece como colabora­
dor de La Voz de Asturias?
354
VICTOR O. GARCIA COSTA
Y una última molestia. Le estimaría el envío de un ejem­
plar del periódico de junio 23, que corresponde al folletín
segundo de mi novelita, pues el recibido viene defectuoso
por mal doblado en la tirada.
Le queda por todo muy agradecido su amigo y compañero, q.e.s.m.
CONSTANTINO SUAREZ (Españolito)
Madrid, diciembre 7 de 1934
S/C. Zurbano, 81.
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
355
Fig. 1.—El libro de “Españolito” dedicado a García Pulgar.
Fig. 3.—Varias veces Eduardo Martínez Tomer fue motivo de comentarios en
las páginas del Correo de Asturias. Entre ellas mencionaremos el trabajo de
Angel Sagardía, “Músicos contemporáneos españoles”, a propósito de la co­
media lírica en 3 actos y de costumbres leonesas “La Maragata”, que se es­
trenó en el Teatro Fuencarral de Madrid en 1931 y que apareció en la edición
del 25 de marzo de 1939.
356
VICTOR O. GARCIA COSTA
NOTAS
(1) Ese amigo es el periodista cudillerense Robustiano Marqués (ver
Escritores y Artistas Asturianos, tomo V, pági'na 138),
que colaboraba en la publicación citada por “Españolito” con una columna de­
nominada Cudillero. Pixuetadas o, simplemente, Crónica de Cudillero. La
vinculación de Robustiano Marqués con la publicación aludida es muy curioriassa. En el número correspondiente al 14 de enero de 1933, página 2, con el
título de “Cudillero. Pixuetadas”, sin destinatario y con la firma de Justiano
Marqués, aparece la siguiente información, que reproducimos parcialmente:
“Dos son los números que hasta ahora hemos recibido del simpático semana­
rio ASTURIAS, de Buenos Aires. Desconocemos quien pueda ser el amable
suministrador del vocero de la colo'nia asturiana en la República Argentina.
Posiblemente sea un vecino nuestro, un cariñoso amigo, o simplemente un leo
tor de Pixuetadas de las diversas publicaciones de la región asturiana en
que hemos colaborado, o acaso también de la revista “El Progreso de Astu­
rias” de La Habana”. Fechada en Madrid, diciembre de 1932, es evidente que
pese al error en la firma se trata de una carta de Robustiano Marqués a la Di­
rección del Seminario. La carta tiene especial interés puesto que Marqués re­
lata en ella su niñez y su concurre’ncia a una escuelita municipal a la que tam­
bién había concurrido el periodista —también cudillerense— Emilio López
Arango, destacado militante anarquista que desarrolló sus actividades en la
República Argentina, donde fue asesinado el 25 de octubre de 1929 (ver EyAA,
tomo V, página 56/8). La primera colaboracióh de Robustiano Marqués apa­
reció en Asturias Semanario, con el título “Cudillero. Pixuetadas”, el 28 de
enero de 1933, página 3. Marqués fue fusilado en Gijón a fines de 1937 por las
tropas franquistas.
(2) Asturias es la publicación a que se refiere Españolito, según explicitamos en (1). Originariamente fue una revista me'nsual que editaba el Centro
Asturiano de Buenos Aires y se remitía gratuitamente a los socios. A partir
del n.° 112 —Año XIV— del 30 de octubre de 1932, apareció como periódico,
en tamaño tabloide, con el nombre de Asturias Semanario —órgano oficial del
Centro Asturiano de Buenos Aires—, a cargo de u’na Comisión Mixta de Pren­
sa integrada por dos miembros de la Comisión Directiva: Benigno Fernández
y Francisco Arbe, por dos socios fundadores: Alfredo Malleza y Olimpio V.
García, y por el Director del semanario: José García de Diego. Desde el nú­
mero 116, del 26 de noviembre de 1932 y después de la Asamblea que el día
12 renovó parcialmente la Comisión Directiva del Centro, sólo figura el nom­
bre del Director, José García de Diego, aparentemente único responsable de
la publicación puesto que en el periódico ya no hay referencia alguna a la
Comisión Mixta de Prensa. A partir del n.° 117 y hasta el n.° 121 el nombre
de José García de Diego figuró, como Director, e’n la primera página, debajo
del logotipo Asturias Semanario. En lugar del n.° 122, el 7 de enero de 1933,
apareció Asturias Semanario, año 1, n.° 1, segunda época, como “una orienta­
C o n st a n t in o S u a r e z ,
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN
357
ción de la opinión pública asturiana en la Argentina”. Es evidehte que la pu­
blicación dejó de ser el órgano oficial del Centro Asturiano de Buenos Aires.
La sentencia de Jovellanos, “La bondad de las ideas tie'ne dos medidas: la
verdad y la utilidad”, adoptada como lema, acompañó a Asturias y a sus su­
cesores La Voz de Asturias y Correo de Asturias. Un editorial con la firma
de García Pulgar sirve de “Presentación, Motivos y Propósitos”. En un recua­
dro, en página 2, aparecen “Los que hacen el Semanario Asturias”. Allí figu­
ran, Director: M. García Pulgar (ver EyAA, tomo IV, pág. 132/3); Secretario
de Redacción: Joaquín Ribas; Administrador: G. Laviada Eguren (ver EyAA,
tomo V, pág. 41); Redactores y Colaboradores: José García de Diego (hay re­
ferencias en EyAA, tomo II, pág. 69), Luis Merino Caubet (ver EyAA, tomo V,
pág. 380/1), Vital Cachaza —que es el seudónimo de Olimpio V. García— (ver
EyAA, tomo II, pág. 153 y tomo IV, pág. 27), Ramón Laviada, Luis D. Faes,
Antonio B. de Diego —Bascristóbal de Diego— (ver EyAA, tomo II, pág. 66/9)
V. Manuel Pidal; Dibujantes: Antonio Pita y Manuel Abril (ver EyAA, tomo
I, pág. 66/7; Fotógrafo: Celestino Fernández. Es en esta etapa de Asturias
Semanario que se produce la vinculación entre Españolito y Pulgarín. Las di­
ferencias entre Asturias Semanario, órgano del Centro Asturiano de Buenos
Aires, y Asturias Semanario, como órgano de orientación no fueron de carác­
ter formal.
(3) No es fácil precisar, con la óptica actual y en su total significación,
la ideología de Asturias Semanario en ese período inicial. Ello no impide afir­
mar su carácter republicano y liberal. Sensible a la problemática social de su
tiempo, Asturias, sus sucesores y, por supuesto, su Director e inspirador, se
fueron ubicando cada vez más definidamente en el campo socialista. Identifi­
cándose con la línea de Indalecio Prieto Tuero. Es importante la correspon­
dencia de este último —en nuestro poder— dirigida a Manuel García Pulgar.
Tambié'n lo es señalar que Prieto afirmó que lo que podía considerarse su tes­
tamento político estaba publicado en el Correo de Asturias de Buenos Aires.
(4) No nos ha sido posible ubicar esa publicación. De su existencia da
cuenta un recuadro aparecido en Asturias, en su edición del 19 de noviem­
bre de 1932, página 9, que dice así: “Socios del Centro Asturiano de B. Aires.
¡Alerta! Cierto pasquín que sale eh esta ciudad de cuando en cuando y se
dice defensor de los intereses asturianos cuando en realidad sólo defiende los
propios que son para todos demasiados conocidos, trata con motivo de la últi­
ma Asamblea realizada por el Centro Asturiano de Buenos Aires de sembrar
la confusión en el ánimo de los asociados publicando burdas falsedades que
justifiquen de algún modo su inicua campaña derrotista. Por pudor periodís­
tico no descenderemos a polemizar, limitándonos a dar el alerta a los socios
del Centro para que estén prevenidos y no se dejen sorprender por estos ’es­
peculadores del cordialismo’”. El aviso se repite eh la edición del 26 de no­
viembre de 1932, en primera página y se vuelve sobre el tema, en comentario,
bajo el título “Procacidad inútil”, en la edición del 10 de diciembre de 1932,
pero tampoco figura allí el nombre de la publicación, sin duda para no hacer­
le publicidad. Lo que sí está claro es que tras las diferencias existentes en
relación con el ma'nejo general del Centro Asturiano, subyacía otro enfrenta­
miento, más profundo, que giraba en tomo de la actitud que cada uno asumía
con respecto a la República instaurada en 1931.
(5) Se trata del trabajo Asturianos Honorarios: Senén Alvarez de la Ri­
vera, que Españolito remitió como voluntaria colaboración.
358
VICTOR O. GARCIA COSTA
(6) Hacemos hotar que, de acuerdo con esta afirmación de Españolito, rei­
terada en cartas posteriores, el título originario de la obra Escritores y Artis­
tas Asturianos era Galería de Escritores y Artistas Asturianos, en un plan de
12 a 15 volúmenes.
(7) El término colonia no era aceptado por Pulgarín, para quien una de
las graves fallas de la inmigración era el hegarse a ser colectividad. Al res­
pecto, consideramos de sumo interés el editorial de Asturias correspondiente
a la edición del 1.° de julio de 1933, titulado, precisamente, “¿Colectividad o
Colonia?” y que firma G.P.
(8) Las firmas aparecidas en Asturias —a partir de la dirección de Pulgarín y hasta la incorporación de Españolito como colaborador— son las si­
guientes: Ma’nuel García Pulgar y sus seudónimos G.P., Pólice, Pulgarín y
Facundo Faja (ver EyAA, tomo IV, pág. 132/3 y remisiones), Sabino Alvarez
Gendín (ver EyAA, tomo I, pág. 294/6), Luis Merino Caubet y sus seudónimos:
Lucio Moreno, P.A. Ton (ver EyAA, tomo V, pág. 380/1 y remisiones), Cons­
tantino Cabal (ver EyAA, tomo II, pág. 143/47), Miguel de Unamuno, José Ma­
ría Gabriel y Galán, Antonio Bescristóbal de Diego (ver EyAA, tomo II, pág.
66/9), Olimpio V. García y sus seudónimos: Vital Cachaza, OVG y Asturiano
A. Secas (ver EyAA, tomo IV, pág. 27 y remisiones), José María Fernández,
Alfonso Camín (ver EyAA, tomo II, pág. 155/64), Pablo Parellada, Gregorio
Martínez Sierra, José Francés, Pedro Nimio, José María Campoamor de la
Fuente (ver EyAA, tomo II, pág. 201/4), Mínimo, Ramón Laviada, Ramón del
Valle Inclán, Ramón Pérez de Ayala (ver EyAA, tomo VI, pág. 131/64), Arma'ndo Palacio Valdés (ver EyAA, tomo VI, pág. 15/41), Miguel de Castro Mar­
cos, Juan Ochoa (ver EyAA, tomo V, pág. 512/7), Robustiano Marqués (ver
EyAA, tomo V, pág. 138), Angel Ganivet, Gabriel Miró, Biblión, Fermín F. Cal­
zada (ver EyAA, tomo III, pág. 199/201), Ceferino Martínez Riestra (ver
EyAA, tomo V, pág. 200/3), Gabriel García Maroto, Pío Baroja, Juan Carlos
Dávalos (argentino), Juan de la Noche, José Manuel Pedregal (ver EyAA, to­
mo VI, pág. 91/6), Cristóbal de Castro, Luis Bello, Celestino Fernández, Xua­
co, Manuel B. Cossío (ver EyAA, tomo II, 459/50), El Grillo Trashumante, Ro­
gelio Pérez Olivares, Eugenio D’Ors, Wenceslao Fernández Flórez, María So­
ler Eguren, Vicente Canteli, Alfredo A vello García, Federico García Lorca, Pe­
dro González Ludeña (ver EyAA, tomo IV, pág. 303/4), Pida Lema, J.M. Vega
Pico (ver EyAA, tomo VII, pág. 400/61), Avelino Herrero Mayor, José Díaz
Fernández (ver EyAA, tomo III, pág. 35/9), Salvador Valverde, José M.a de
Pereda Adeflor (ver EyAA, tomo IV, pág. 4/6), M. Alvarez Marrón (ver EyAA,
tomo I, pág. 317/20), Eduardo Marquina, Ramón, José Sánchez Rojas, Salva­
dor Rueda, Aureliano Barredo (ver EyAA, tomo II, pág. 58), Pedro G. Arias
(ver EyAA, tomo I, pág. 441/3), Gustavo, Gabriel Miró, Ricardo Rojas (arge'ntino), Belisario Roldán (argentino), José María Salaverría, Leopoldo Alas (ver
EyAA, tomo I, pág. 108/33).
(9) Por la reiteración de este pedido inicial y atendiendo a lo expresado
por Españolito en la carta del 5 de febrero de 1936, es evidente que Manuel
García Pulgar, “Pulgarín”, no remitió nunca sus propios datos y dejó en ma­
nos de Constantino Suárez, “Españolito”, la redacción de su biografía, para
lo cual el autor de Escritores y Artistas Asturianos debe haber utilizado el pe­
riódico y referencias surgidas de la correspondencia. El espaciamiento de esa
correspondencia, con motivo de la guerra civil, y su interrupción definitiva,
impidió, sin duda, que la biografía de Mahuel García Pulgar incluyera aspee-
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
359
tos importantes de su vida, entre ellos el haber sido el aglutinante de la co­
lectividad asturiana progresista de la República Argentina, el haber alentado
e impulsado la publicación de los primeros libros de escritores asturianos co­
mo Miguel María Victorero, Aureliano Ferreras y, también, Joaquín Gómez
Bas, que se destacaría en las letras argentinas, la creación y organización de
entidades para el nucleamiento de los asturianos republicanos, como la Agru­
pación Asturiana que funcionó durante mucho tiempo en dependencias de la
Redacción del Correo de Asturias y, e'ntre su labor escrita, trabajos como su
estudio sobre Leopoldo Alas, “Clarín”, o como Grandeza y Heroísmo de Astu­
rias, publicado por España Republicana, que dirigía José Venegas, y que se
editó en folleto en 1964 al cumplirse 30 años de los sucesos de Asturias en
octubre de 1934. No menos importante fue su labor en la ayuda y protección
del exiliado español en general y asturiano en particular,
con esta carta.
(9a) En cuanto a la guía, se reproduce la que Españolito envió a Pulgarín
CUESTIONARIO PARA DATOS BIOGRAFICOS DE DON ...............
1.—Nombres, profesión y posición social de los padres.
2.—Lugar y fecha de nacimiento.
3.—Educación, vocación y estudios.
4.—Grados o títulos escolares (con fechas).
5.—Profesiones, cargos y empleos.
6.—Fecha de iniciación literaria, científica o artística.
7.—Periódicos en que ha colaborado, conferencias pronunciadas
o exhibiciones públicas de obras artísticas (todo con indica­
ciones de lugares y fechas).
8.—Seudónimos usados y en qué periódicos y obras.
9.—Premios y galardones literarios, profesionales o de otra índole.
10.—Residencias y viajes (con fechas).
11.—Lugar y fecha del matrimonio y nombre de la mujer.
12.—Relación de obras publicadas en volumen, cualquiera que sea
la materia y el tamaño, incluyendo prólogos a obras ajenas y
trabajos en volumen con otros autores. Relación también de
trabajos periodísticos importantes. Todo ello con expresión
de lugar y fecha de la impresión.
En cuanto a los artistas, lugar y fecha de exposiciones per­
sonales o de concurrencia a colectivas; obras premiadas y tí­
tulos de las que hayan sido adquiridas por organismos oficia­
les e instituciones o que conmemoren sucesos públicos y re­
cuerdos de personajes célebres.
13.—Anécdotas o episodios de interés biográfico.
360
VICTOR O. GARCIA COSTA
14.—Citas, con títulos y fechas, de escritos donde se trate de la vi­
da o de la obra conjunta del interesado.
15.—Fotografía personal o de una obra de arte propia.
CONSTANTINO SUAREZ (Españolito)
Viriato, 47.—MADRID.
(10) Se refiere a la edición del 29 de abril de 1933 en la que, en página
2, se publicó su trabajo “Asturianos honorarios: Senén Alvarez de la Rive­
ra”. Chileno por nacimiento, descendiente de asturianos radicados en el país
trasandino, abogado de profesión, Alvarez de la Rivera es autor de la Biblio­
teca Histórico-Genealógica Asturiana —el primer volumen aparecido en 1924—
y del Indice de nombres asturianos contenidos en la obra “Asturias Ilustrada”,
de Trelles Villademoros.
En este número 17 de Asturias Semanario, del 29 de abril de 1933, Españo­
lito se incorporó a la lista de colaboradores. Así se lee, en la página 2: “Cons­
tantino Suárez (Españolito). Desde el presente número, figura en la lista de
nuestros colaboradores este destacado escritor asturiano, autor de dieciséis nu­
tridos volúmenes, entre los que figura'n interesantísimas novelas, profundos
ensayos, agudas y certeras críticas, amenos relatos de viajes, etc., etc. Su no­
vela “Isabelina”, de ambiente asturiano, fue equiparada por la crítica a la in­
mortal obra de nuestro Palacio Valdés “La aldea perdida”. Otra de sus obras,
“La verdad desnuda” (sobre política hispanoamericana), está considerada co­
mo el mejor trabajo de autor español que estudia tan atrayente y sugestivo
tema. La redacción de ASTURIAS al publicar estas líneas, más que presen­
tar al meritorio escritor, que ya es cohocido en la colectividad y fuera de ella,
llama la atención de los lectores consignando el valioso cohcurso que para
la ascendente vida de este semanario significa el nuevo colaborador”.
(11) Entre la primera y segunda carta, Españolito trasladó su domicilio
dede Churruca 14 a Zurbano 81, ambos en Madrid.
(12) Una de estas dos crónicas, la primera, es “Nuevos valores asturia­
nos. Alejandro Rodríguez. (“Casona”), fechada en Madrid en ju’nio de 1933 y
blicada en el número 28 de Asturias Semanario, página 3, el 15 de julio de ese
año. Esta referida al libro de Casona, Flor de Leyendas, que recibió el Premio
Nacional de Literatura de 1932. Destacamos que Españolito designa al libro
—en la carta— como Flores de Leyendas. Da la impresión que al hacer la car­
ta dudó e'n relación con el nombre de la obra y escribió Flor de Leyendas, pe­
ro dejando el espacio para el plural, que luego equivocadamente agregó. Así
surge del subrayado, que no alcanza al plural de “Flor”. Sin embargo, en el
comentario la denominación de la obra es la correcta y al tratar la Bio-bibliografia de Alejandro Rodríguez (“Casona”) (ver EyAA, tomo VI, pág. 493/515),
dice: “Es Flor de Leyendas —hemos dicho en otro sitio—...” Ese otro sitio es
el trabajo publicado en Asturias Semanario.
(13) Ese húmero extraordinario no registra ningún trabajo de Españoli­
to, pero tiene especiales características. Con el n.° 35 concluye, el 2 de setiem­
bre de 1933, “la primera etapa” de Asturias Semanario, que a partir del sába­
do 16 de setiembre de ese año reaparece en formato, de 8 páginas, con el título
de La Voz de Asturias. De acuerdo con lo que expresa el Editorial del n.° 35,
con la firma de G.P., “el 8 de setiembre, en conmemoración de la gloriosa efe­
mérides de Covadonga, el Centro Asturiaho de Buenos Aires publicará un nú­
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
361
mero extraordinario de la revista “Asturias”, cuya confección nos ha sido en­
comendada”. Efectivamente ese día aparece el número extraordinario de la
revista Asturias, realizado por el equipo redactor de Asturias Semanario, pero
nuevamente como “Organo oficial del Centro Asturiaho de Buenos Aires”, año
XV, número 122, esto es, continuando la numeración interrumpida al salir
Asturias Semanario, año I, número 1, segunda época.
(14) El segundo trabajo que mencio'na Constantino Suárez (Españolito)
apareció en primera página de La Voz de Asturias, año I, número 37 —conl.nuación de Asturias Semanario—, del 23 de setiembre de 1933. Se trata del
trabajo “Escritores Asturianos Malogrados”, está referido a Eduardo Carreño
Valdés y prácticamente aparece reproducido en EyAA (tomo II, pág. 337/9).
Otra curiosidad es que en La Voz de Asturias apareció como “Escritores As^
turianos Malogrados” mientras que en la referencia de ese trabajo, mencio­
nado en EyAA, tomo II, pág. 339, figura como “Escritores Asturianos Olvida­
dos”.
(15) Como hemos señalado en el prólogo, Manuel García Pulgar, “Pulgarín”, fue el único colaborador fuera de España en país de habla española (ver
EyAA, tomo I —Prólogo— págs. 21 y 22).
(16) La bibliografía referida al tema, hasta esa fecha, podía considerár­
sela i’n existente, excepto la obra de Rafael Calzada (ver: Fernández Calzada,
Rafael, EyAA, tomo III, pág. 201/14) 50 Años de América. Notas Autobiográ­
ficas. Tomos IV y V de sus Obras Completas. Librería y Casa Editorial Jesús
Menéndez. Buenos Aires, 1926-1927.
(16a) Como se observa, Españolito requiere directamente la colaboración
de Pulgarín, pero titubea entre la necesidad de esa colaboración y la formida­
ble y absorbente tarea que, él sabe bien, ella significará, por lo que ofrece a
García Pulgar la posibilidad de que las informaciones que contenga'n opinión
personal sean tomadas como “cita literal, con su nombre como colaborador”.
Pulgarín aceptó y asumió la tarea, plenamente, pero sin ninguna clase de con­
traprestación, pues ésta hubiera sido contraria a su generosa forma de ser.
(17) El libro enviado es Escritores Españoles. Antología, publicado en Bar­
celona en 1933.
(18) El come’ntario apareció en La Voz de Asturias del 30 de setiembre de
1933, página 2, con el título “Los Buenos Libros” y con la firma de G.P.
(19) Una de las crónicas es “Vindicación de Riego. Un libro de Eugenia
Astur —Enriqueta García Infahzón— (ver EyAA, tomo IV, pág. 103/4). Des­
tácase que en el tomo I de EyAA el nombre de “Astur, Eugenia” es remitido
a García Rayón, Enriqueta, remisión ésta que luego no aparece —correcta­
mente— puesto que la escritora era hija de Godofredo García Rayón y Feli­
sa Infanzón. Apareció en La Voz de Asturias del 7 de octubre de 1933, página
1. Eugenia Astur inició su colaboración en el Correo de Asturias en diciembre
de 1935 con un trabajo titulado “Doctor Asturiano. Uncal”.
En cuanto a la otra crónica, se trata de “Escritores Asturianos. Nolón” y
está referida a Perfecto Fernández Usatorre (ver EyAA, tomo III, pág. 368/371),
que apareció en La Voz de Asturias el 28 de octubre de 1933, páginas 1 y 8.
Ambas crónicas están fechadas en Madrid, en el mes de agosto de 1933.
(20) Manuel García Pulgar, “Pulgarín”, proporcionó entre cientos los da­
tos de Nemesio Alzueta, que colaboraba y visitaba frecuentemente la redac­
ción de La Voz de Asturias y, luego, del Correo de Asturias, en sus dos direc­
ciones: Alsdna 1266 y Bernardo de Irigoyen 270, pues ambas quedaba’n a muy
362
VICTOR O. GARCIA COSTA
pocos metros del Ministerio de Obras Públicas de la Nación donde Alzueta se
desempeñaba, además de su labor de escritor y periodista (ver EyAA, tomo I,
pág. 267).
(21) Efectivamente, los hermanos —varones— Barcia Trelles eran tres:
Juan, el mayor, nacido en 1878 (ver EyAA, tomo II, pág. 54/5), Augusto, naci­
do en 1881 —del que poseemos interesante correspondencia— (ver EyAA, to­
mo II, pág. 46/50) y Camilo, nacido en 1888 (ver EyAA, tomo II, pág. 50/4).
Augusto Barcia Trelles frecuentaba la redacción del Correo de Asturias —re­
fugiado en la Argentina, después de la guerra— puesto que se domiciliaba er
la calle Lima al 200, esto es, exactamente a una cuadra —manzana por medio—
de la Redacción. Cuando se construyó la Ave'nida 9 de Julio, previa demolición
de las manzanas correspondientes, desde la Redacción del Correo de Asturias
se divisaba la casa de Augusto Barcia Trelles. En el Correo de Asturias está
registrada, a texto completo, toda la actividad intelectual de “don Augusto”,
como se le llamaba, desde su exilio en Argentina. Entre esos trabajos se in­
cluye su importa'nte conferencia “Asturias, fundadora de España”, pronuncia­
da el 8 de setiembre de 1939 y publicada en la edición del día 16.
(22) Queremos destacar ahora la expresión “compañero” que utiliza Españolito en las cartas, desde la primera, al dirigirse a Pulgarín, por la eviden­
te connotación política que ella tiene.
(23) El “nuevo periódico”, según hemos dicho —ver (13) y (14)— es La
Voz de Asturias. La novedad no radica solamente en su formato y e’n su con­
tenido, evidentemente enriquecido, sino en la extensión geográfica de la co­
lectividad a la cual está dirigido. De “una orientación de la opinión pública
asturiana en la Argentina” que autoidentificaba a Asturias Semanario, pasó
a ser “una orientación de la opinión pública asturiana en América del Sur”,
con lo que amplió su difusión, inicialmente, a las Repúblicas de Chile y Orien­
tal del Uruguay y luego a otros países, hasta llegar a México, Cuba y los Es­
tados Unidos.
(24) En ese comentario al libro de E spa ñ o l it o , Escritores Españoles. An­
tología —ver (17) y (18), dice G.P.: “He aquí, lector, el título de un huevo
libro del escritor asturiano Constantino Suárez (Españolito), uno de los más
fuertes valores de la literatura española contemporánea” y, más adelante,
“Desfilan por las páginas de esta hermosa obra, escrita con desinterés y pa­
triotismo, todos los escritores que dieron brillo y esplendor a nuestras letras.
Concurren en ella valores históricos, biográficos, selectivos y de concisión que
la destacan como única en su género. Quizá el título no dé una idea exacta
del contenido de este libro. Sin incurrir, ni mucho menos, en inmodestia, el
autor podría subtitularlo en la siguiente forma: “Antología, Historia y Ma­
nual de la Literatura Española”.
(25) Ese suelto, aparecido en La Voz de Asturias del 23 de setiembre de
1933, decía así: “Importante. En esta redacción necesitamos datos y referen­
cias biográficas de los siguientes escritores: José Albuerne (ver EyAA, tomo
I, pág. 151), Una poetisa asturiana (seudónimo), Alfredo Coruj(g)edo Fer­
nández, Luciano Díaz (ver EyAA, tomo III, pág. 24/5), Rodrigo Fernández
Alonso (ver EyAA, tomo III, pág. 176/7), José R. García y López, Gervasio
Iglesias del Rio (ver EyAA, tomo IV, pág. 494), Luis Martínez Marios (Mar­
cos) (ver EyAA, tomo IV, pág. 175), Manuel Martínez Rivas, Genaro L. Osorio, José Pérez Ferrería (ver EyAA, tomo III, pág. 387/8), Casimiro Prieto
(ver EyAA, tomo VI, pág. 298/9), José A. Trelles (Viejo Pancho), M.R. Tre-
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
363
lies, José Indalecio Vázquez, Gohzalo de la Villa (pintor) (ver EyAA, tomo
VII, pág. 428/30) y Juan Barcia Trelles (ver EyAA, tomo II, pág. 54/5). La
Dirección de La Voz de Asturias agradecerá todo dato, referencia o indicación
a quien pueda darlos”.
(*) En relación con José A. Trelles y Manuel R. Trelles queremos seña­
lar algunas curiosidades y datos de interés.
Jóse a . T r e l l e s . Aparece en EyAA, tomo I, pág. 180, como “Alonso Tre­
lles, José”, remitido a “Trelles, José A.”, pero éste no figura en el tomo co­
rrespondiente. Recurrimos a la Gran Enciclopedia Argentina, dirigida por Die­
go Abad de Santillán, y observamos que “Viejo Pancho, El” está remitido con
la siguiente información: “Seudónimo de José Alonso y Trelles, que se hizo
famoso con sus versos populares”, pero tampoco aparece en “Alonso y Tre­
lles, José”, ni en “Trelles, José A.”. Aunque se le asignaron distintas nacio­
nalidades: español, argentino, uruguayo, y distintos lugares de nacimiento,
todo parece probar que nació en Ribadeo, Lugo, aunque de padre asturiano,
de Trelles, y radicado en Navia desde muy pequeño y hasta los 15 años. Al
respecto, dice Rafael Calzada que “sea como fuere, de Navia se dijo siempre
“El Viejo Pancho”, de allí lo creyó todo el mundo y yo, por lo mismo, como
de Navia lo considero”. Al respecto, anunciamos que tenemos próximo a con­
cluir un pequeño libro sobre José Alonso y Trelles, “El Viejo Pancho”, una
figura de excepcionales características en la poesía gauchesca.
M a n u e l R icardo T r e l l e s , e ra a r g e n tin o y só lo se lo p u e d e h a b e r in c lu id o
e n e l lista d o p o r e rro r.
(25a) En cuanto a Fermín Calzada, ver Fernández Calzada, Fermín (EyAA,
tomo III, pág. 199/201).
(26) La fotografía fue publicada en La Voz de Asturias del 16 de diciem­
bre de 1933. Se agrega la referencia coh que apareció en primera página,
primera columna y que dice así: “Don Constantino Suárez (Españolito) des­
tacado escritor asturiano, colaborador de Lo Voz de Asturias, que prepara la
publicación de su gran obra “Galería de Escritores y Artistas Asturianos”.
(27) Es posible que sea esta carta, como ninguna otra en que se mencio­
na el tema, la que ponga de manifiesto la importancia de las aportaciones
bio-bibliográficas que hizo “Pulgarín” para la obra de “Españolito”. Al reci­
bir la remesa, exclama “Españolito” : ¡Vaya envío! (ver carta 1-1-1934).
(28) Roberto Abril era el dibujante de La Voz de Asturias —lo había si­
do de Asturis Semanario— (ver EyAA, tomo I, pág. 66/7). En cuanto a Ma­
nuel García Cachero (ver EyAA, tomo IV, pág. 52), desarrolló su labor perio­
dística —importante— en distinta publicaciónes de localidades del interior de
la Argentina.
(29) “Una Asturiana” es Rosalía Fernández Calzada (ver EyAA, tomo III,
pág. 214/5), que falleció pocos meses después de esta carta, en agosto de 1934.
De su desaparición da cuenta La Voz de Asturias en su edición del 1.° de se­
tiembre de 1934, primera página. E nel húmero anterior, correspondiente al
25 de agosto de ese año, La Voz de Asturias, en página 2, publicó “Ingratitud”,
un trabajo que firma “Una Asturiana” y que es, sin duda, el último trabajo
literario de Rosalía Fernández Calzada de Méndez. Era colaboradora perma­
nente de la publicación.
(30) Observamos que en EyAA 'no aparece Cipriano Argüelles, aunque
parece que los datos fueron remitidos. Era un periodista ágil y agudo que so­
lía lustrar sus comentarios con sus propos dibujos. Tampoco aparece como
364
VICTOR O. GARCIA COSTA
Juan Tixera, seudónimo con el que se destacó en los últimos años de su vida
haciendo papirocromía asturiana, esto es, paisajes de Asturias utilizando ex­
clusivamente papeles coloreados. Realizó varias exposiciones en el Centro Asturia'no de Buenos Aires. Una de ellas el mismo día en que se inauguró la Bi­
blioteca Circulante Manuel García Pulgar, contituida con la importante biblio­
teca particular de Pulgarín.
(31) Aunque este pedido está reiterado en varias vartas, sin resultado,
lo señalamos para respaldar nuestra presunción —ver (9)— en el sentido de
que Manuel García Pulgar, “Pulgarín”, ho envió sus datos.
(31a) La relación con José María Campoamor de la Fuente existía, como
que era colaborador de Asturias Semanario —ver (9)—. En cuanto a su direc­
ción, que Españolito reclama en su carta del 26 de octubre de 1933, debe ha­
ber sido proporcionada por Pulgarín. De ahí la recepción de los libros de Cam­
poamor de la Fuente a que hace mención Españolito. Lo que es posible es que
con motivo de estas solicitudes se haya intensificado la vinculación en forma
más personal.
(32) Hay un trabajo, que apareció en La Voz de Asturias del 3 de febrero
de 1934, primera página, se titula “Premio ’Lope de Vega’. Alejandro Casona”
y está referido al otorgamiento de ese galardón instituido por el Ayuntamien­
to de Madrid, que ha correspondido al autor asturiano por su obra “La sire­
na varada” y que Españolito comenta pues ha tenido en su poder “manuscri­
ta, gracias a la gentileza de su autor”, pero que no figura e’n la correspon­
dencia. Está fechado en Madrid en diciembre de 1933. “La sirena varada”
fue estrenada con reso'nante éxito en el teatro Avenida de Buenos Aires, en
agosto de 1934, por la compañía de María Guerrero-Fernando Díaz de Men­
doza.
La croniquilla a que alude Españolito es “Revisiones. Francisco Bances
Candamo” y apareció en La Voz de Asturias del 10 de marzo de 1934, página
8. Vaya como curiosidad que este número de La Voz de Asturias tuvo 2 edi­
ciones. La segu'nda como consecuencia de haber secuestrado la Junta Direc­
tiva del Centro Asturiano de Buenos Aires los paquetes dirigidos a los socios
de dicho Centro. Debe hacerse notar que, en esos momentos, se debatían en
el seno de esa sociedad graves irregularidades administrativas. El trabajo de
Españolito sobre Bances Candamo está fechado en Madrid en enero de 1934.
(33) No se publicó como folletón.
(34) La novela “ ¡ Así se escribe la historia! ” comenzó a publicarse una
vez finalizado “Pasodoble bajo la lluvia”, de A licio G a r c ito r a l . La denomi­
nación que daba La Voz de Asturias era la de “folletines”. El primero de “ ¡ Así
se escribe la historia!” apareció en la edición del 16 de junio de 1934.
(35) Cinco Saltos y Cipolletti —no Sypolleti— son dos localidades distin­
tas y ninguna de las dos de Buenos Aires, sino de la provincia de Río Negro,
lo que explica que lio obtuviera respuesta hasta entonces.
(36) Ese estudio, titulado “Cudillero. Biografía de D. Agustín Bravo Fer­
nández ’Roque’” se comenzó a publicar en La Voz de Asturias en su edición
del 16 de diciembre de 1933 y siguió en las ediciones del 23 y 30 de diciembre
de ese año. En tanto continuaba su colaboración permanente co'n “Cudillero.
Pixuetadas”.
(37) Interesa destacar la valoración de Españolito como “excepcional ideo­
logía”, al referirse a La Voz de Asturias, así como la comparación que hace
CARTAS DE «ESPAÑOLITO» A «PULGARIN»
365
de ella “entre las publicaciones... asturianas de América”, por el ámbito geo­
gráfico que alcanzaba.
(38) Quiere decir: Hoy le escribo”.
(39) Destacamos el “no te'ngo a nadie a quien acudir en sustitución de
usted”. Manuel García Pulgar puso especial dedicación en satisfacer las ne­
cesidades de Españolito para su obra, porque consideró a ésta un aporte im­
portante para la difusión de la obra intelectual y cultural de los asturianos.
(40) Como se ve, hasta agosto de 1934 el título de la obra era Galería de
Escritores y Artistas Asturianos.
(41) La hovelita “ ¡Así se escribe la historia!” que se comenzó a publicar
en la edición del 16 de junio de 1934 de La Voz de Asturias continuó ininte­
rrumpidamente hasta el 11 de agosto de 1934, en un total de 9 folletines, siem­
pre en página 7. En lugar del número 10 aparece la siguiente hoticia: “En
breve publicaremos la continuación de esta interesante novela inédita, cuya
última parte esperamos recibir en el próximo correo”. En su lugar comenzó
a publicarse “Carta de Xuanín de la Portiella a su padre Pachín de Xuaca”,
de A n t o n io B a sc r ist o b a l de D ieg o (ver EyAA, tomo II, pág. 66/9). Algo pa­
só con las dos últimas cuartillas de la novelita de Españolito que obligó a sus­
pender la publicación del final.
(42) El final de “ ¡Así se escribe la historia!” no pudo publicarse en
tiempo porque o Españolito no lo remitió o se extravió en la redacción o en
la imprenta de La Voz de Asturias. Entre este pedido de las dos últimas cuar­
tillas publicadas que hace Españolito para poder reconstruir el final, su re­
misión por Pulgarín, la reconstrucción y envío por Españolito y su publica­
ción transcurrieron 30 semanas, como que el final apareció en la edición del
23 de marzo de 1935. Entre tanto se publicó el folletín citado e’n (41), al que
siguieron: “Un alma de Dios”, de J u a n O choa y, luego, “Vida inédita de Ho­
mero”, de A n t o n io B a sc r ist o b a l de D ie g o .
(*) En el mismo número en que se publica el último capítulo de la ho­
velita “ ¡ Así se escribe la Historia! ”, de E spa ñ o l it o , se lee en primera pági­
na: “El gran volante asturiano Cástulo Hortal está cumpliendo una de las me­
jores perfomances del Gran Premio Internacional” y, en el come'ntario, afir­
ma: “Probable ganador de la gran prueba”. En la edición siguiente, corres­
pondiente al 30 de marzo, La Voz de Asturias titula la primera página con ti­
pografía catástrofe: “Hortal llegó primero a la meta” y, más abajo: “El vo­
lante asturiano C. Hortal ganó el primer premio de regularidad y el segundo
en la clasificación general”. Aunque nada de esto tiene que ver con esta co­
rrespondencia, nos ha parecido interesante hacer conocer que Asturias dio
también un famoso corredor de automóviles. Hortal fue u’n hombre culto, de
ideas progresistas, conocido en el medio deportivo como “el caballero del ca­
mino”, de dilatada actuación en el automovilismo argentino. Tenemos en pre­
paración un trabajo por las curiosas facetas de su personalidad. Hortal era
nacido en Sariego y falleció e’n 1980.
(43) En ese prólogo dice Españolito: “Y aun merecen especial mención
tres corresponsales que llevaron más allá el empeño de ayudarme, para lo
cual escribieron espontáneame'nte numerosas cartas a sus amigos estimulán­
dolos a facilitar sus datos propios, cartas que consiguieron mejores resulta­
dos, seguramente, que si las hubiera escrito yo, puesto que esos amigos de
ellos eran desconocidos míos. Los aludidos son... y don Manuel García Pul­
366
VICTOR O. GARCIA COSTA
gar, director de El Correo de Asturias, de Buenos Aires, cerca de los asturia­
nos allí florecidos”.
(44) Como se ve, mientras Españolito mantiene el título de Galería de Es­
critores y Artistas Asturianos ha ido modificando el plan de la obra: de los
12 ó 15 volúmenes de la primera carta (31-3-1933) pasó a concebir una obra
de 4 volúmenes y, luego, de acuerdo con esta carta, de 7 u 8, que son —7—
los que resultaron en definitiva.
(45) Fuera de la connotación política o ideológica atribuible a la denomi­
nación de “compañero” y de la ponderación a la ideología del periódico, acor­
de con la “corriente liberal de la época”, esta carta de Españolito, escrita
cuando no se habían aquietado los oleajes de los sucesos de Asturias de octu­
bre de 1934, es la primera carta en la que Co'nstantino Suárez se explaya so­
bre los acontecimientos de Asturias y de España. A nuestro juicio esta carta
habla por sí sola y no requeriría comentarios. Sin embargo, nos vamos a per­
mitir señalar algunas apreciaciones que, entendemos, son definitorias. La ca­
lificación de “canallesca pre'nsa de derechas” vale toda una identificación. Lo
mismo que el rescate de la conducta de los mineros asturianos, sin dejar de
reconocer sus actos de violencia, pero oponiéndolos a los desmanes de los “golfillos de Oviedo” y “en su casi totalidad” a “las tropas repugnantes que el
Gobierno mandó a Asturias”. Asimismo, parece importante destacar su agu­
da observación en cuanto a las contradicciones existentes en el seno del mo­
vimiento popular y del propio gobierno de la República. Ello no le impide
cuestionar severamente los fusilamientos sfn procesos y advertir que se los
ha entregado “atados de pies y manos a las derechas más odiosas de España”,
a lo que agrega, como prueba de lo que él llama “República sin contenido”,
que esas derechas son “las que no hubieran podido gobernar con la Monar­
quía”.
En cuanto a lo que La Voz de Asturias dijo “coh una serenidad que sirve
de ejemplo”, según Españolito, debe señalarse que además de la nota edito­
rial titulada “La Legión y los Regulares en Asturias” el periódico se ocupó
ampliamente del tema en las ediciones del 13, 20, 27 —que es en la que apa­
recen el editorial mencionado— de octubre y en posteriores números. Trajo
detallada noticia de los sucesos, inclusive mediante crónicas especiales de Pachín de Melas —Emilio Robles Muñiz. ver EyAA, tomo VI, pág. 482/8— tam­
bién colaborador de La Voz de Asturias, la primera de ellas escrita en Gijón
el 16 de octubre de 1934 y titulada: “Asturias en la Revolución. ¿Por qué se
matan así les asturianos?”, que apareció el 17 de noviembre, página 1, y a la
que siguieron otras, entre ellas: “La Revolución en Asturias. Los sucesos de
Mieres”, que apareció el 24 de noviembre de 1934, e'n página 1. No terminó
allí la labor de La Voz de Asturias. Por su intermedio, el actor asturiano Va­
leriano León ofreció una función teatral en beneficio de los caídos en los su­
cesos de Asturias. Se agrega fotografía de un almuerzo de la Redacción de
La Voz de Asturias con Valeriano León, que ha firmado la fotografía al margeh.
(46) El final se publicó. Ver (42). Al respecto corresponde agregar que
ese final apareció el 23 de marzo de 1935 y no en agosto de 1934, como sostie­
ne José María Martínez Cachero en su “Semblanza de Constantino Suárez, ’Es­
pañolito’ (1890-1941)”, que sirve de introducción al tomo IV de Escritores y
Artistas Asturianos, pág. XXIII, item 77.
CARTAS DE «ESPAÑOLTTO» A «PULGARIN»
367
(*) José María Martínez Cachero e’n su Semblanza de Españolito reduce
la labor de éste durante el período 1931 a 1936, al decir: “La considerable
empresa erudita que traía entre manos —Escritores y Artistas Asturianos—
se llevaba casi todo su tiempo. De cuando en cuando remite artículos al DIA­
RIO DE LA MARINA o pronuncia alguna conferencia”. Sin embargo, también
colaboró abundantemente con La Voz de Asturias y con el Correo de Asturias,
en donde publicó: “Asturianos Honorarios: Senén Alvarez de la Rivera” —ver
(5)—, “Nuevos Valores Asturianos. Alejandro Rodríguez (“Casona”)” —ver
(12)—, “Escritores Asturianos Malogrados” —ver (14)—, “Vindicación de Rie­
go. Un libro de Eugenia Astur” —ver (19)—, “Escritores Asturianos. Nolón”
—ver (19)—, “Premio ’Lope de Vega’. Alejandro Casona” y “Revisiones. Fran­
cisco Bances Candamo” —ver (32)—, “ ¡Así se escribe la historia!” —ver (34),
(41), (42)—.
(47) Ver (43).
(48) En realidad se trata de Joaquín Gómez Bas (ver EyAA, tomo IV, pá­
gina 204). Gómez Bas recibió en sus comienzos el apoyo intelectual de Pulgarín y aunque no figuraba en el equipo estable de La Voz de Asturias, fue un
colaborador permanente de esa publicación y de su continuador, el Correo de
Asturias. Panorama de Ensueño es del año 1934, al que siguió Marejadas en
1936, con muy buena acogida de la crítica y, más tarde, Faroles en la niebla,
que es de 1941. En éste, al dedicárselo, dice Gómez Bas a Pulgarín: “...que
aunque es chico de estatura / cuando esgrime la pluma cobra altura” (se
acompaña fotocopia de la portadilla dedicada). Esos versos provienen de la
“Perorato grotesca, histrió'nica y espeluznante de sobremesa” (ver La Voz de
Asturias de 11-8-1934, página 2) con que a los postres de una de las acostum­
bradas cenas de camaradería mensuales de la Redacción del periódico, ofre­
ció Gómez Bas a los presentes. En la parte dedicada a Pulgarín, dice así:
García Pulgar, sesudo periodista,
La Voz de Asturias con fervor dirige;
imbatible y temido polemista,
cuando en algo se planta, no transige;
la admiración de todos se conquista
a tal extremo que el aplauso exige
y aunque resulte chico de estatura
cuando esgrime la pluma, cobra altura”.
(49) Para Samuel Villanueva, también colaborador de La Voz de Astu­
rias y del Correo de Asturias, ver EyAA, tomo VII, pág. 447/8.
(50) A pesar de esta afirmación, no aparece incluido en la obra de Espa­
ñolito.
(51) Tampoco aparece la reproducción fotográfica del cuadro de Francis­
co Villar (ver EyAA, tomo VII, pág. 448/9). Se desconoce de qué reproducción
se trata.
(52) En cuanto a Marino Bla’nco Bartolomé, colaborador de La Voz de
Asturias, puede verse EyAA, tomo II, pág. 107/8.
(Continuará)
’Pulgarín" en 1927. Tenía 33 años.
Fotografía de Españolito y referencia al dorso. Del archivo del Correo
de Asturias.
INTRODUCCION AL ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO
PRERROMANO EN ASTURIAS*
POR
NARCISO SANTOS YANGUAS y PILAR MONTERO HONORATO
En el presente trabajo no nos proponemos llevar a cabo un es­
tudio exhaustivo del arte castreño en Asturias sino trazar única­
mente las líneas más importantes de investigación y análisis que
en esta etapa del arte asturiano, aún parcialmente conocida, deben
de seguirse para una comprensión más profunda del mismo. El
primer problema con el que contamos estriba en delimitar el ám­
bito cronológico del arte castreño, pues su manifestaciones se pro­
longarán bastantes años después de la presencia romana en nues­
tra región (1).
Hasta hace no mucho tiempo se venía considerando, de forma
tradicional, que el arte asturiano adquiría importancia solamente
(*) Abreviaturas utilizadas: AEÁ = Archivo Español de Arqueología;
BCPMLugo=Boletín de la Comisión Provincial de Monumentos de Lugo;
BIDEA = Boletín del Instituto de Estudios Asturia'nos; CAN=Congresos Na­
cionales de Arqueología; CASE= Congreso Arqueológico del Sudeste Español;
CEG = Cuadernos de Estudios Gallegos; DHA = Dialogues d’Histoire Ancienne;
EAA = Estudios de Arqueología Alavesa; MHA = Memorias de Historia Anti­
gua; O Arch. Port. = 0 Archeologo Portugués; RG = Revista de Guimaraes;
RUM = Revista de la Universidad de Madrid; RUO = Revista de la Universi­
dad de Oviedo; SPP=Symposium de Prehistoria Peninsular, y TSPAE = Trabalhos da Sociedade Portuguesa de Antropología e Etnología.
(1)
Es más, algunos elementos que vamos a considerar netamente castreños prerromanos serán deducidos de exponentes artísticos y culturales fecha­
dos en época plenamehte romana.
370
NARCISO SANTOS YANGUAS
a partir de los monumentos prerrománicos, sin tener en cuenta en
muchas ocasiones, e incluso desdeñando, las bases previas en las
que éste necesariamente hubo de apoyarse y que posibilitarían di­
cha floración. Sin embargo, en las últimas décadas el arte prehistó­
rico en Asturias ha alcanzado también su mayoría de edad y una
relevancia cada vez mayor como resultado de las abundantes exca­
vaciones arqueológicas que se vienen desarrollando en la región
(2), a las que hemos de añadir los logros ya conseguidos desde ha­
ce muchos años.
A pesar de todo, entre ambas etapas históricas encontramos una
serie de síntomas de un arte específico y representativo e-n la re­
gión, en un primer momento típicamente indígena (el arte castreño) y posteriormente con ciertas influencias romanas, en cuyo ca­
so se manifiesta en toda su intensidad la pervivencia de los rasgos
artísticos anteriores (de ahí que tengamos que clasificarlo como ar­
te provincial romano en Asturias) (3).
Las manifestaciones artísticas de los pobladore-s de la Asturias
castreña serán una consecuencia directa de la evolución cultural y
del desarrollo alcanzado por los elementos materiales de su orga­
nización, en los que se verán envueltos en el transcurso de su vida
diaria (4). Puesto que la cultura castreña del Noroeste peninsular
en general es una cultura de piedra (5), el arte castreño asturiano
contará con ésta como material fundamental, y casi único, si ex­
ceptuamos los trabajos de orfebrería que actualmente conservamos
y los restos cerámicos.
Por ello, con el fin de poder comprender mejor las manifesta­
ciones del arte asturiano de esta época, que podemos fechar a gran­
des rasgos durante los tres siglos anteriores a nuestra era, a pesar
(2) Cf., por ejemplo, J. F ortea P é r e z : “Investigaciones en la cuenca me­
dia del Nalón. Asturias (España)”, Zephyrus XXXII-XXXIII, 1980-1981, pp. 5
y ss.
(3) Sobre este problema ver, entre otros, J.C. E l o r z a : “Arte provincial
romano en Hispania”, Historia de España Espasa-Calpe II, 2: España romana,
Madrid, 1982, pp. 713 y ss.; A. B a l il : “Sull’arte de la Penisola Iberica in età
romana”, Coloquio italo-spagnolo sul tema Hispania romana, Roma, 1974, pá­
ginas 47 y ss.; R. B ia n c h i B a n d in e l l i : “Gusto e valore dell’arte provinciale”,
Storicità dell'arte classica, Bari, 19733, pp. 381 y ss. ; y E. W i l l : “Les provin­
ces dans l’art impérial romain”, Informations d’histoire de l’art IV, Ï&59, pá­
ginas '12 y ss.
(4) F . A c u ñ a C a s t r o v ie jo : “Panorama de la cultura castreña en él N.O.
de la Península Ibérica”, Bracara Augusta XXX, 1977, pp. 235 y 'ss.—
(5) C. A . F e r r e ir a de A l m e id a : “Nova estâtua de guerreiro galaïco-minho
to”, Arqueología núm. 3, juhio de 1981, p. 8, ¿ota 9 de ía -separata;v' V-
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
371
de que algunos de sus elementos componentes procedan ya de las
centurias anteriores y casi todas sus características culturales se
prolonguen al menos a través de los doscientos años primeros de
ocupación romana (6), se hace absolutamente necesario conocer
como paso previo el marco de la organización en que se desarrolla­
ron tales interpretaciones artísticas (7). En cualquier caso, la per­
duración de la cultura de los castros en los años correspondientes
a nuestra era producirá como efecto más inmediato el hecho de
que la asimilación de los elementos culturales romanos por parte
de los habitantes de la Asturias antigua se produzca en una etapa
bastante tardía, en especial si lo comparamos con el resto de las
regiones peninsulares (8).
Si hemos de partir, pues, de los condicionamientos socio-eco­
nómicos de este arte castreño prerromano asturiano, el rasgo más
destacado lo constituía, sin duda, el primitivismo de su organiza­
ción. La documentación literaria greco-latina de los siglos I y II
d.n.e. hace alusión a las poblaciones prerromanas de Asturias y, en
general, de todo el Norte peninsular, de manera vaga e inconcreta
(9). Los autores que reflejan de una forma más clara las estructu­
ras de organización de estas poblaciones septentrionales son: Pomponio Mela (10), Plinio el Viejo (11) y Estrabón (12). Sin embargo,
el manejo y utilización de estas noticias históricas plantea abun­
dantes problemas, tanto con respecto a su credibilidad como con
relación a su sentido histórico, puesto que los autores antiguos que
hablan de la formación social castreña no conocieron directamente
sus estructuras sino que se sirven de noticias de segunda mano (13).
(6) A. T r a n o y : “Romanisation et monde indigène dans la Galice romai­
ne. Problèmes et perspectives”, Primera Reunión Gallega de Estudios Clásicos,
Santiago de Compostela, 1981, pp. 105 y ss. Cf. N. S a n t o s : “El arte provincial
romano en Asturias”, Enciclopedia temática Asturiana (eh prensa).
(7) Cf., entre otros, A. B lanco F r e ij e ir o : “La cultura castreña”, I SPP,
Pamplona, 1959, pp. 179 y ss.
(8) F. J ordá : “La cultura de los castros y la tardía romanización de As­
turias”, Actas del Coloquio sobre el bimilenario de Lugo, Lugo, 1977, pp. 29 y
ss., y J.M. B l á z q u e z : “La romanización del N.O. de la Península Ibérica”, Id.
pp. 67 y ss. ......
(9) Para una recopilación de estos testimonios remitimos a J.M. R oldán -:
“Fue'ntes antiguas sobre los astures. I: Fuentes literarias”, Zephyrus XXI-XXII,
1970-1971, pp. 171 y ss.
(10) III, 12-15 y 28.
(11) III, 28', IV, 110-112; VIII, 166...
(12) III, 3, 3; III, 3, 5; III, 3, 7 ; III, 4,-12; III, 4, 17-18; III, 4, 20,.. .
(13) J.C. B erm ejo B a r r e r a : La sociedad en la Galicia castreña, Santia­
go de Compostela, 1977, p. 13. Cf. M. C lavel -L é v e q u e : “Les Gaulçs et les Gau-
372
NARCISO SANTOS YANGUAS
En cualquier caso el papel fundamental dentro de la organiza­
ción económica de los castreños venía representado por la reco­
lección de alimentos, de forma que su dieta estaría integrada bá­
sicamente por el pan elaborado con la harina obtenida de las be­
llotas tras su machacado en las piedras de cazoletas, con cuyo ali­
mento, de acuerdo con Plinio el Viejo y Estrabón (14), paliarían
sus necesidades de subsistencia durante las tres cuartas partes del
año (15). Pese a ello, hemos de contar con el hecho de que la agri­
cultura habría hecho ya su aparición entre estas poblaciones, bien
es verdad que conservando todavía un arraigo y desarrollo más
bien escasos.
Existiría, por tanto, todo un conjunto de productos de recolec­
ción y/o cultivo, entre los que destaca un grano, no necesariamen­
te la cebada, utilizado para la elaboración del zythos, bebida fer­
mentada que consumían en lugar del vino, o el mijo, que, en unión
de la escanda, sería objeto de cultivo en zonas más o menos exten­
sas del territorio (16). Por lo que respecta al vino, las noticias de
los escritores antiguos son de matiz negativo, ya que, además del
empleo del zythos en su lugar, el geógrafo Estrabón nos asegura
que, aunque contaban con él en ocasiones, quizás como producto
de sus correrías al otro lado de la Cordillera Cantábrica, nunca en
grandes cantidades, lo consumían con mucha rapidez en el trans­
curso de los festines familiares que periódicamente realizaban (17).
Así pues, se trataría de una agricultura de carácter extensivo,
practicada en gran medida por las mujeres, que, al revés de lo que
sucedía, por ejemplo, entre las poblaciones meseteñas del Duero,
no conocía más que en condiciones muy reducidas el cultivo in­
tensivo de los cereales, utilizando para ello sistemas de explotación
enormemente arcaicos, por lo general a base de azada y mediante
un mecanismo itinerante, unido todo ello a un sistema de rotura­
lois: pour une analyse du fonctionnement de la Géographie de Strabon”, DHA
I, 1974, pp. 74 y ss.
(14) N.H. XVI, 15 y Gèographia III, 3, 7 respectivamente.
(15) Sobre el descubrimiento de este producto en poblados castreños cf.
J.M. V ázquez V arela : “Hallazgos de bellotas en el castro de Vixil: reflexio­
nes sobre la agricultura castreña”, BCPMLugo IX, núms. 81-84, 1974-1975, pá­
ginas 195 y ss.
(16) Acerca de la existe'ncia de distintos tipos de trigo y otros cereales en
recintos castreños cf., por ejemplo, M. G arcía R o l l a n : “Memoria de la exca­
vación arqueológica de Castromao (Caeliobriga)”, AEA núms. 123-124, 1971,
pp. 187-188.
(17) Strab. III, 3, 7.
ESTUDIO DEL ARTE CÁSTRENO PRERROMANO EN ASTURIAS
373
ción de los bosques y a su conversión en tierras laborables por me­
dio del rozamiento y quema de las plantas (18).
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la tierra esta­
ría inmersa en un sistema de propiedad comunal, de manera que
pertenecería a la unidad gentilicia de cada centro de población (cas­
tro), siendo todos sus componentes trabajadores en potencia y de
hecho de la misma, y repartiéndose los productos recogidos entre
ellos. En cuanto a los medios de trabajo, los hallazgos de herra­
mientas agrícolas, hoces y azadas fundamentalmente, resultan es­
casos, de difícil datación y poco significativos para el caso asturia­
no, sin poder saber a ciencia cierta si pertenecen a tiempos prerro­
manos o a una época ya plenamente romana. Por otro lado, la abun­
dancia de madera, material muy utilizado para la fabricación de
estos instrumentos, condicionaría la escasez de restos de este tipo,
al igual que del arado muy primitivo empleado (19).
Por lo que respecta a la fuerza de trabajo, de acuerdo con las
noticias de los escritores antiguos (20), estaría representada bási­
camente por las mujeres, de donde se desgaja una idea más clara
aún acerca del primitivismo de la economía de las poblaciones astures de esta época (21). Además, la cantidad de productos recolec­
tados o cosechados, que servirían para el autoabastecimiento, era
deficitaria, por lo que los astures se verían obligados a realizar in­
cursiones más o menos espaciadas sobre los territorios más pró­
ximos y prósperos de la Meseta del Duero, en especial sobre las tie­
rras de los vacceos, quienes contaban con un sistema de explota­
ción agrícola (eminentemente cerealístico) muy desarrollado (22).
(18) Para más detalles cf. N. S a n t o s : “Organización social y económica
de la Asturias castreña en época prerromana”, BIDEA núm. 107, 1982, pági­
nas 802-803.
(19) J. S omoza (Gijón en la historia general de Asturias, Oviedo, 1908, I,
p. 185) afirma que únicamente existirían, hasta época relativamente muy re­
ciente, seis aperos de labranza elaborados con hierro, mientras que el resto
lo serían con madera, asta, cerda, piel, cuero...
(20) Strab. III, 3, 17; Sil. Ital., Pun. III, 349-353 y Justino XL, IV, 387.
(21) El bajo nivel alcanzado por el sector agrícola propiciaba la interven­
ción masiva de la mano de obra femenina en las tareas del campo, lo que in­
cidiría a su vez en la existencia de un sistema matrilineal o matrilocal entre
los habitantes de la Asturias castreña prerromana.
(22) Floro II, 33, 46 y Orosio VI, 3, 3. A través de estas incursiones pene­
trarían las influencias artísticas de los pobladores de la Meseta en el territo­
rio astur. Cf. J. M a lu q u er : “Formación y desarrollo de la cultura castreña”,
I Jornadas de Metodología de la historia, Santiago de Compostela, 1975, I, pá­
ginas 269 y ss.
374
NARCISO SANTOS YANGUAS
De acuerdo con lo que acabamos de exponer es posible asegu­
rar la existencia de una división del trabajo en la Asturias prerro­
mana, en la que las actividades incompatibles con el elemento fe­
menino (guerra, rapiña, tareas mineras...) en esta sociedad primi­
tiva estarían, por lo general, en manos de los hombres, mientras
que las faenas agrícolas, ganaderas e, incluso, pesqueras se halla­
rían en manos de las mujeres.
En cuanto al sector ganadero, contaba con la presencia de ca­
ballos, los famosos asturcones, de andar muy acompasado y apre­
ciados en Roma durante los primeros siglos de nuestra era (23);
este ganado equino aparece reflejado con relativa frecuencia en las
lápidas vadinienses, puntualizando Estrabón que eran utilizados,
además, en ciertas ceremonias religiosas en compañía de cautivos
(24), lo que nos viene confirmado arqueológicamente por la mal
llamada diadema de Ribadeo.
De igual manera el ganado caprino formaría parte de la dieta
alimenticia de dichas poblaciones, siendo al mismo tiempo objeto
de sacrificio a una divinidad indígena asimilada a Marte en sus
atribuciones, junto con caballos y cautivos en grandes cantidades
(25). Por otra parte, la alusión estraboniana, en ese mismo pasaje,
al empleo de manteca en lugar de aceite parece constituir un ex­
ponente claro de la presencia de ganado de cerda, lo que corrobora
igualmenté este mismo autor poco después en su obra geográficohistórica al referirse a los jamones cantábricos (26). Además, la
existencia de ganado ovino parece desprenderse de la vestimenta
más común entre los pobladores de la Asturias prerromana, el sago
o manto negro elaborado con lana de oveja, cuyo proceso de selec­
ción y cruzamiento es posible rastrear algunos siglos después en el
Edicto máximo de precios de Diocleciano del año 301 d.n.e. (27).
Es más, la abundancia de pastos posibilitaría el mantenimiento
de numeroso ganado vacuno en la región, al tiempo que la caza y
(23) Plin., N.H. VIII, 166 y 144; Marcial XIV, 199 ; Séneca, Epist. LXXXVII,
10... Cf. J.M. B l á z q u e z : “La economía ganadera de la España antigua a la luz
de las fuentes literarias griegas y romanas”, Emérita XXV, 1957, pp. 171-173.
(24) III, 3, 7. Cf. J.M. V ázquez V a r e l a : “La ganadería de la cultura castreña en Galicia”, XIV CAN, Zaragoza, 1977, pp. 641 y ss.
(25) Strab. III, 3, 7. Cf. J.C. B ermejo: “La función guerrera e'n la mitolo­
gía de la Gallaecia antigua. Contribución a la sociología de la cultura castreña”,
Zephyrus XXXII-XXXIII, 1980-1981, pp. 263 y ss.
(26) III, 4, 11. Cf. N. S a n t o s : “La economía agropecuaria de la Asturias
castreña prerromana” (en prensa).
(27) J. S a n t o s : “Las poblaciones prerromanas de Asturias en los escrito­
res griegos y latinos”, Historia general de Asturias, Gijón, I, 1982, p. 127.
ESTUDIO DEL ARTE CASTRENO PRERROMANO EN ASTURIAS
375
la pesca complementarían el ciclo económico; por otro lado, el marisqueo y la pesca, tanto fluvial como marítima, vienen confirma­
dos por la presencia de concheros en algunos castros litorales, es­
pecialmente en los gallegos, así como por el hallazgo de un arpón
en el poblado de Mohías (28). De todas estas noticias y referencias
parece desprenderse que se trataría de una economía mixta de agri­
cultura y ganadería, sin que podamos hablar de predominio de nin­
guno de ambos sectores y en la que el primero de ellos no estaría
muy desarrollado (29).
Junto a esto, tanto las referencias de los escritores grecolatinos
altoimperiales como las de la arqueología inciden en el hecho de
que los astures obtenían oro, casi de manera exclusiva en los pla­
ceres de los ríos, de lo que tenemos constancia en las joyas castreñas, así como de que explotaban toda otra serie de minerales (co­
bre, hierro y estaño sobre todo) (30). A causa de ello, el testimonio
de Floro (II, 33, 60: «De esta forma los astures, esforzándose en
las profundidades, comienzan a conocer sus propios recursos y ri­
quezas mientras los buscan para otros») no debe de entenderse en
el sentido de que los romanos iniciarían la explotación de los re­
cursos mineros del territorio ocupado por dichas poblaciones una
vez anexionado, sino en el de qe acelerarían e intensificarían la pro­
ducción que con anterioridad ya realizaban los propios indígenas
(31).
Tanto los productos auríferos como los argentíferos obtenidos
serían utilizados básicamente para la elaboración de las joyas castreñas, que servirían, por una parte, como distinción de jerarquías
en el marco de las diferentes unidades gentilicias y, por otra, ad­
quirían un carácter cultual, siendo empleadas por los sacerdotes
u oficiantes del culto en las ceremonias rituales conmemorativas
de cada grupo social. El resto de los productos mineros, en especial
los distintos del oro (cobre, hierro, estaño...), si exceptuamos la
(28) J. M a r tín e z y J. J u n c e d a : “Descubrimiento del castro de Mohías. Pri­
meras excavaciohes y primeros hallazgos”, BIDEA núm. 63, 1968, p. 196.
(29) Cf. J . T a b oad a: “El aspecto agropecuario de la economía castreña”,
Homenaje a García y Bellido III, Madrid, 1977, pp. 71 y ss.
(30) Para una visión más completa cf. E. G a r c ía D o m ín g u e z : “Explotacio­
nes mineras en la Asturias primitiva”, BIDEA núm. 52, 1964, pp. 257 y ss., es­
pecialmente 268-272.
(31) Cf. C. D omergue : “Introduction à l’étude des mines d’or du NordOuest de la Péninsule Ibérique dans l’Antiquité”, Legio VII Gemina, León, 1970,
pp. 253 y ss., y “Les exploitations aurifères du Nord-Ouest de la Péninsule Ibé­
rique sous l’occupation romaine”, VI Congreso Internacional de Minería, León,
1970, pp. 151 y ss.
376
NARCISO SANTOS YANGUAS
plata, que serviría para elaborar cierto tipo de joyas (abrazaderas
o brazaletes, collares, vasos...), se utilizarían para la fabricación
de instrumentos de trabajo o para actividades comerciales (32). De
cualquier forma, tanto los productos agropecuarios como los mi­
neros (e igualmente las joyas castreñas) serían apropiados por la
comunidad gentilicia en cuanto tal y no por los individuos particu­
lares pertenecientes a la misma.
En cuanto a la ordenación socio-política, hemos de destacar
entre los astures prerromanos el régimen gentilicio, de modo que,
unidos por una línea de descendencia directa o colateral (lazos fa­
miliares y de sangre), un grupo de familias se agrupaba en unida­
des gentilicias superiores, alcanzando estas unidades suprafamiliares una extensión mayor o menor (gentilidades, gentes y confede­
raciones tribales) (33). En cualquier caso, con anterioridad a la pre­
sencia romana en la región no existiría la unidad de tercer orden
o confederación tribal, al menos no desarrollada de manera esta­
ble (34).
En el marco de cada uno de estos grupos o unidades gentilicias
existiría una jerarquización basada en la edad y la dignidad, y no
en la apropiación desigual de la riqueza, hecho que será privativo
sin embargo inmediatamente después de la desaparición de la or­
ganización gentilicia. Desde el punto de vista arqueológico las vi­
viendas de algunos poblados, como Coaña o San Chuis por ejem­
plo, nos testimonian la presencia de bancos, que servían para mar­
car esta jerarquización social, corroborando al mismo tiempo las
palabras de Estrabón (35). Por último, el consejo de la gente (consilium gentis) constituiría la autoridad suprema del grupo social al
que representaba, aunque no parece que haya que identificarlo ne­
cesariamente con la confederación tribal (36).
A su vez el sentido de territorialidad se hallaba muy arraigado
entre dichas poblaciones: el territorio correspondiente a cada uni­
(32) En este sentido trozos recortados de plata se incluirían entre los in­
tercambios: Strab. III, 3, 7.
(33) Para un análisis más detallado de estas cuestiones remitimos a M.a L.
A l b e r t o s : Organizaciones suprafamiliares de la Hispania antigua, Valladolid,
1975.
(34) N. S a n t o s : “Organización social y económica de la Asturias castreña en época prerromana”, op. cit., p. 792.
(35) III, 3, 7: “Comen sentados sobre bancos construidos alrededor de las
paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades”. C f. J. C aro B ar o j a : “Organización social de los pueblos del Norte de la Península Ibérica”,
Legio VII Gemina, León, 1970, pp. 10 y ss.
(36) Floro II, 33, 60.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
377
dad gentilicia venía marcado por unos límites que servían como
fronteras separadoras naturales, destacando los cursos de agua y
las montañas, elementos sacralizados con bastante frecuencia (37).
En este contexto la religiosidad se manifiesta como un elemento
fundamental a la hora de determinar la territorialidad de las dis­
tintas unidades gentilicias: el territorio correspondiente a cada una
de ellas estaba ordenado en torno a lugares de máxima sacralidad,
de forma que cada núcleo de población (poblado o castro) contaría
con uno o varios santuarios dentro de su propio territorio o en lu­
gares circundantes (38), así como con elementos naturales igual­
mente sagrados (montes, corrientes fluviales, riachuelos...), convir­
tiéndose los caminos prerromanos en ejes de organización territo­
rial al poner en contacto el territorio perteneciente a las diferen­
tes uidades gentilicias, incluidos sus poblados, con el suelo no ha­
bitado (39).
Así pues, dadas las circunstancias de organización que acaba­
mos de analizar, resulta fácil comprender que los pobladores de la
Asturias prerromana no cultivarían las actividades artísticas en
cuanto tales, de modo que las manifestaciones que de este arte co­
nocemos no serían más que un fiel reflejo de los objetos de carác­
ter utilitario de los que se servían en su vida diaria (40). La docu­
mentación con que contemos a la hora de estudiar este arte castreño prerromano será casi exclusivamente arqueológica, si hacemos
excepción de las escasas referencias del geógrafo griego Estrabón
a la utilización de vasos de madera, al igual que a la existencia de
música y danza entre las poblaciones astures (41).
Hay que destacar, en primer lugar, que los habitantes de estos
poblados castreños apenas sabrían nada acerca de los cánones pro­
pios de la arquitectura monumental, por lo que, aunque construían
abundantes recintos defensivos, así como numerosas edificaciones
(37) M .a L . A l b e r t o s : “El culto a los montes entre los galaicos, astures y
berones y algunas de las deidades más significativas”, EAA VI, 1974, pp. 147
y ss., y F. L ó pez C u e v il l a s : “O culto das fontes no Noroeste hispánico”,
TSPAE VII, 1935, pp. 73 y ss.
(38) N. S a n t o s : “La romanización de los astures meridionales: un ejem­
plo característico”, Homenaje a D. Alvaro Galmés de Fuentes (en prensa).
(39) J. S a n t o s : “Las poblaciones prerromanas de Asturias...”, op. cit., pá­
gina 125. Cf. J. M a lu q u er : “El mundo indígena del N.O. hispánico antes de la
llegada romana”, Bimilenario de la fundación de Lugo, pp. 7 y ss.
(40) N. S a n t o s : “El arte castreño en Asturias”, Enciclopedia temática de
Asturias (en prensa).
(41) III, 3, 7. Cf. J. M . G o n z á l e z : Asturias protohistórica, Historia de As­
turias Ayalga, Salinas, 1978, II, pp. 127 y ss.
m
n a r c iso s a n t o s y a n g u á s
de todo tipo, con pizarras teniendo en cuenta toda una serie de
técnicas, su finalidad era prioritariamente utilitaria y práctica, aún
cuando no estuvieran exentas de cierta belleza dichas construccio­
nes (42).
En cuanto a los restos de la escultura castreña prerromana en
Asturias no conocemos hasta la fecha ninguna muestra de ella, ni
aún las representaciones tan toscas existentes, por ejemplo, en el
área galaica o del Norte de Portugal (43). No obstante, esto no cons­
tituye un argumento suficiente para negar su existencia, sobre todo
si tenemos presente que contamos con pruebas indirectas de la
misma, como las proporcionadas por los escasos restos de época
romana de clara tradición indígena, entre los que sobresalen la es­
tela antropomorfa de Molleda (44), el rostro en relieve de la este­
la de Castiello de Dóriga, que analizaremos más adelante, y la fi­
gura, igualmente en relieve, de la estela de Los Cabos (Pravia) (45).
De lo que realmente no existen indicios es de que cultivasen el
arte pictórico; sin embargo, es posible que, a causa de su facili­
dad de destrucción, los ejemplos de pintura castreña hayan desa­
parecido. Por consiguiente, no es tan descabellado pensar que uti­
lizarían una pintura decorativa, a pesar de que ésta fuese de ma­
la calidad, escasa y de aplicación limitada, especialmente si consi­
deramos sus paralelos con el grabado, de lo que poseemos algunos
ejemplos cuando éstos han sido realizados sobre materiales du­
ros (46).
De las que se han venido catalogando en nuestra época como
artes menores, hemos de admitir, ante todo, las grabaciones y ta­
llados realizados sobre objetos de madera, a pesar de que no dis­
pongamos hoy en día de manifestaciones de ello a causa del carác­
ter enormemente perecedero de dicho material; sin embargo, pues­
to que conocemos grabados y representaciones de tiempos ante­
riores en el suelo asturiano, no resulta difícil admitir una prolon­
(42) Cf. J. M a l u q u e r : “La originalidad de la cultura castreña”, TSPAE
XXII, 1973, pp. 335 y ss.
(43) Cf., entre otros, F. A lves P e r e ir a : “Novo material para o estudo da
estatuária e arquitectura dos castros do Alto-Minho”, O Arch. Port. XIII, 1908,
pp. 202 y ss., y “Novas figuras de guerreiros lusitanos descobertos pelo Dr. Figueiredo da Guerra”, O Arch. Port. XX, 1915 pp 1 y ss.; o J. T a bo ad a : Escul­
tura celto-romana, Vigo, 1965.
(44) M. M allo V ie s c a : “Estela antropomorfa de Molleda (Avilés)”, BIDE A
núm. 61, 1967, pp. 9 y ss.
(45) F. J ordá : “Una nueva estela romana en Asturias”, BIDEA XII, 1958,
pp. 430 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
3 79
gación de estos estilos en época prerromana, al igual que pudo ha­
ber sucedido en el caso de la pintura (47).
El exponente más claro y elocuente de todas estas actividades
artísticas lo constituyen indudablemente los trabajos y objetos de
orfebrería, en oro y plata especialmente, cuyos ejemplos asturia­
nos analizaremos más adelante al referirnos a las joyas castreñas
en dicha región (48). Por otra parte, los instrumentos cerámicos
de que dispondrían durante estas centurias los habitantes de la As­
turias castreñas prerromana, tendrían un carácter predominante­
mente utilitario y no artístico.
De cualquier forma estas deficiencias que parece arrastrar el
arte castreño en Asturias pueden encontrar explicación y solución
a un mismo timpo en varias causas:
1) la escasa cantidad de poblados castreños asturianos exca­
vados hasta la actualidad, a pesar del gran número de ellos catalo­
gados (49), posiblemente menos aún de los que en realidad existi­
rían (en este sentido hemos de pensar, por ejemplo, que en el caso
del territorio galaico se cree que existirían alrededor de 5.000 po­
blados);
2) la reconstrucción de un gran número de ellos en tiempos
de plena presencia romana en la región, por lo que no resulta lácil
detectar el nivel de ocupación prerromana de los mismos (50);
3) por ello es posible pensar en dos soluciones: o excavar los
poblados de dimensiones más reducidas, cuya localización conoce­
mos en la actualidad y cuyos edificios no serían retocados posible­
mente en los años correspondientes a nuestra era con nuevas es­
(46) Para los diversos tipos de decoración castreña remitimos a las pági­
nas siguientes de este mismo trabajo.
(47) Sobre estos aspectos cf. J.J. E ir o a : “Sobre la Edad del Bronce en el
Noroeste de la Península Hispánica”, Caesaraugusta XXXVII-XXXVIII, 19731974, pp. 25 y ss., y J. M a l u q u e r : “La Edad del Bronce en el Occidente atlán­
tico”, I Jomadas de Metodología I, pp. 129 y ss.
(48) Para una visión general de lo que estas joyas representan y una pri­
mera clasificación de las mismas remitimos a F. L ópez C u e v il l a s : Las joyas
castreñas, Madrid, 1951.
(49) Más de dos centenares y medio: cf. J.M. G o n z á l e z : “Catalogación
de los castros asturianos”, Archivum XVI, 1966, pp. 252 y ss., y “Castros astu­
rianos del sector lucense y otros no catalogados”, CEG XX, 1973, pp. 143 y ss.,
y J.M. L a b a n d e r a : “Castros de Occidente: primer avance”, BIDE A XXIII, 1969,
pp. 61 y ss.
(50) En el caso asturiano solamente eii San Chuis de Allande y en la cam­
paña de 1982 en Mohías (Coaña) se han descubierto restos de edificaciones de
dicha época, sobre los que los habitantes de la región en tiempos romanos ci­
mentarían, pondrían una nueva base y erigiríah nuevas construcciones.
m
NARCISO SANTOS YANGUAá
tructuras constructivas, o tener la suerte de descubrir los objetos
y elementos artísticos más representativos del nivel prerromano en
las próximas excavaciones, que actualmente casi conocemos de for­
ma exclusiva merced a su pervivencia en época romana (51).
ARQUITECTURA.
Las primeras aglomeraciones de edificios que pueden ser cata­
logadas como poblados tendrían su origen durante la Edad del Hie­
rro, es decir en el transcurso de la primera mitad del milenio I
a.n.e., aún cuando algunos de sus elementos parecen remontar a
épocas más antiguas (52). A pesar de ello, su configuración defini­
tiva como centros de población es preciso situarla en torno a los
siglos VI y V, coincidiendo precisamente con la etapa histórica en
que las nuevas aportaciones étnicas acarrearían cambios profun­
dos en la región (53).
(51) Los castros catalogados por J.M. González pertenecen a los siguientes
concejos: Allande = 12; Aller = 7; Belmonte de M iranda=l; Bimenes = l;
Boal=5; Cabrales=l; Cabranes=l; Ca'ndamo = 3; Cangas del Narcea = 21;
Cangas de Onís = l; Caravia = l; Carreño=l; C aso=l; Castrillón = 2 ; Castropo^ 9; Coaña = 3; Colunga = 2; Corvera de Asturias = l; Cudillero = 2;
Degaña = l; El Franco=6; Gijón = 3; Gozón = 3; Grado = 10; Grandas de Salime = 3; Ibias = 3; Illano = 2; Langreo = 2; Laviana = 2; Lena = 12; Luarca=8; Llanera = 5; Mieres=7; Morcín = l; Nava = 3; Navia = 4; Oviedo = 16;
Pesoz = 2; Piloña = 2; Ponga = l; Pravia = 4; Proaza = 2; Quirós= 5 ; Las Regueras = 3; Ribera de Arriba = 5; Riosa = 2; Salas=9; Sa’n Martín de Osc o s = l; San Tirso de Abres = 1; Santa Eulalia de Oseos = 1; Santo Adriano = 2;
Siero=5; Sobrescobio= 1; Somiedo = 2; Tapia de Casariego = 9; Taramundi=2; Teverga = 6; Tineo=20; Vegadeo = 3; Villanueva de Oscos = 2; Villaviciosa =8, y Villayón = l.
(52) C£. M.A. de B l a s ; M .R . G onzález y J.A. R o d r íg u e z : “La Edad del
Hierro en Asturias”, Historia general de Asturias I, Gijón, 1982, pp. 113 y ss.
(53) S o b re la s in v a s io n e s in d o e u ro p ea s cf., e n tr e o íro s, M . A l m a g r o : “S o­
b re la fija c ió n d e la s in v a s io n e s in d o e u ro p ea s e n E sp a ñ a ”, Ampurias IX-X,
1947-1948, p p . 326 y s s . ; J.M . B l á z q u e z : “P r o b le m a s e n to r n o a la s r a íc e s d e
E sp a ñ a ”, Hispania XXIX, 1969, pp. 245 y s s . ; A . G arcía y B e l l id o : “B r e v e e s ­
q u e m a d e l p r o c e so d e in d o g e rm a n iza ció n d e E sp a ñ a ”, Argensola II, 1951, p á ­
g in a s 321 y s s . ; J. M a l u q u e r : “E l P ir in e o y la s in v a s io n e s in d o e u r o p e a s ”,
Pirineos VIII, 1952, p p. 697 y s s . ; J. M a r t ín e z S antaolalla : “L a in d o e u ro p eizació'n d e E sp a ñ a ”, Homenaje a L. de Hoyos Saonz, M ad rid , 1950, II, p p . 378
y s s . ; y A . T o v a r : “N o ta s so b re la fija c ió n d e la s in v a s io n e s in d o e u r o p e a s” ,
e n Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas , B u e n o s A ir e s, 1949, p p . 96
y ss., y “L a s in v a s io n e s in d o eu ro p ea s, p r o b lem a e str a tig r á fic o ”, Zephyrus VIII,
1957, pp. 77 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTRERÒ PRERROMANO EN ASTURIAS
381
La elección del lugar destinado a emplazamiento de estos po­
blados fortificados se realizaba, por lo general, teniendo en cuenta
las elevaciones montañosas enclavadas en las zonas medias o bajas
de los valles fluviales, que contarían por lo tanto con unas condi­
ciones naturales muy apropiadas para la defensa y control del te­
rritorio que dominaban; es más, se trataría de asentamientos es­
tratégicos, muy aptos para desarrollar funciones de tipo defensi­
vo (54). Como resultado de esta constante preocupación por los ob­
jetivos defensivos los poblados prerromanos astures, al igual que
sucede con todos los del N.O. peninsular, constituían recintos for­
tificados, entre cuyos elementos más sobresalientes se encontra­
ban los fosos, taludes o terraplenes, muros y torres de vigilancia,
combinados de una forma distinta en cada caso.
Todos estos castros fortificados disponían, generalmente, de di­
mensiones más bien reducidas, lo que venía exigido en gran medi­
da por las exiguas condiciones naturales de habitabilidad que ofre­
cían sus enclaves territoriales y por causas de índole demográfico
(55). Posiblemente, en el caso de Asturias, las incomodidades de
habitar en lugares abruptos y las escasas condiciones naturales de
expansión que éstos poseían fuesen soportadas de buen grado por
parte de sus pobladores con vistas a una mayor seguridad, tran­
quilidad y defensa.
Por lo que respecta a la ubicación de estos poblados castreños,
se hallaban dispersos por todo el territorio de la actual Asturias
apto para el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas,
así como de un modo de vida sedentario (56). Pese a ello, no exis­
tiría uniformidad cultural en la región asturiana durante la etapa
prerromana: así, por ejemplo, han aparecido algunos materiales
en poblados centro-orientales que parecen ofrecer una conexión
más clara con otros correspondientes a los grandes poblados de la
Meseta (Miraveche o Monte Bernorio entre ellos) que con propios
de la cultura castreña del N,0. peninsular. Como ejemplos repre­
sentativos de ambas áreas culturales contamos, por una parte, con
el poblado de San Chuis de Allande, típico de lo que se conoce co­
(54) Cf. A. R o m ero M a s i á : El habitat castreño, Santiago de Compostela,
1976, passim.
(55) Es frecuente el hecho de que las dimensiones de los recintos castreños seá'n mayores en aquellas zonas en las que su número es más escaso.-al
tiempo que a la mayor abundancia de los mismos parecen corresponder pobla­
dos de dimensiones mucho más reducidas.
(56) Cf. la catalogación por ’concejos, obra de J.M. González, que hemos
reseñado más arriba, en la nota 51.
382
NARCISO SANTOS YANGUAS
mo cultura castreña del Noroeste hispánico, y por otra con el de
Caravia, emplazado en la zona oriental, donde se manifiesta evi­
dente la influencia del Norte de la Meseta (57). Como consecuen­
cia de ello es posible que un elevado número de asentamientos poblacionales de este tipo, situados en la Asturias central, se vieran
envueltos en ambas influencias, aunque no existe aún confirma­
ción arqueológica de ello.
De un modo o de otro no es posible hablar de un urbanismo
castreño prerromano en Asturias, o lo que es igual de una orga­
nización sistematizada del territorio habitado, puesto que la cons­
trucción y ocupación de las viviendas se realizaría al mismo tiem­
po que iban surgiendo las necesidades comunitarias (58).
1.— Estructuras defensivas del poblado.
Aparte de la función defensiva de todo recinto castreño, que
en buena medida venía cumplida por las condiciones naturales del
lugar que se elegía como emplazamiento, hemos de destacar todo
un conjunto de estructuras construidas exclusiva e intencionada­
mente con esta finalidad. En este contexto la conformación de fo­
sos que rodeaban total o parcialmente el perímetro de los recin­
tos castreños implicaba la existencia de taludes más o menos am­
plios, rematados o no a su vez por una muralla o parapeto.
De acuerdo con el emplazamiento de muchos de estos poblados
los ríos que les rodeaban servirían de fosos naturales, complemen­
tados a su vez con otros de carácter artificial en los lugares menos
defendidos. Los fosos constituían uno de los elementos más fre­
cuentes y simples de los asentamientos catreños, tanto si estaban
excavados en la tierra como si lo eran en la roca (59). Estos fosos
alcanzaban una profundidad variable, según fueran sus dimensio­
nes territoriales originarias (el de Mohías, por ejemplo, oscilaba
entre los 3 y 4 ms.).
En el caso de tratarse de emplazamientos costeros o asenta­
dos en la confluencia de corrientes de agua los fosos limitaban so­
A. del L l a n o : Bellezas de Asturias, Oviedo, 1928, pp. 113-116.
(“58) No es extraño, pues, que cada uno de los ^poblados cuente con varios
recintos, que contribuye’n al aprovechamiento mismo del espacio disponible
por medio de una serie de cortes del terreno y pequeñas terrazas.
(59)
El caso más sobresaliente es el de Mohías, en-el concejo de Coaña,
que en algunos puntos sobrepara los 10 ms. de anchura y cuenta con una lon­
gitud de varios centenares de metros.
is? )
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
383
laménte la comunicación con el territorio cercano. En todas las
ocasiones restantes podían llegar a rodear por completo la parte
habitada de los poblados, bien mediante un único foso bien con
toda una serie de ellos, de carácter concéntrico, así como con otros
adicionales en arco, que servirían de refuerzo en las partes menos
defendibles por la naturaleza misma del terreno (60).
Los fosos se nos presentan, en casi todos los casos, unidos con
vistas a una mejor labor defensiva a murallas o parapetos; estos
últimos alcanzarían a veces alturas superiores a los 10 ms., em­
pleándose en su construcción y en la de las murallas los materia­
les extraídos para la configuración de los fosos. Por su parte las
murallas, que constituían sin duda el elemento más completo y
eficaz de la defensa de los poblados, podían conseguir alturas y
espesores considerables (de hasta 3 ms.), y un desarrollo comple­
to en torno al perímetro de los castros, como puede observarse,
por ejemplo, en el Castellón de Coaña como caso más conocido y
representativo (61).
En cuanto al aparejo de estas murallas, los materiales de cada
zona de Asturias contribuven a una primera diferenciación; con­
cretamente los castros de la región occidental, en especial Mohías,
Coaña, Pendía, La Escrita (62)..., nos ofrecen en todas sus cons­
trucciones, no sólo defensivas sino también habitacionales, un ti­
po de aparejo de hiladas horizontales con lajas, aprovechando la
abundancia de pizarras y esquistos existentes; sin embargo, en
otros casos encontramos mampostería ajustada en seco o con frag­
mentos más pequeños y acumulación de tierra, mientras que, por
último, en ocasiones más aisladas, existe un aparejo de tipo poligo­
nal en zonas donde se da predominio de otros materiales, como la
cuarcita por ejemplo.
En casos más o menos frecuentes no sólo los fosos sino tam­
bién las murallas acogían a todo un conjunto de elementos defensi­
vos adicionales, como los bastiones y refuerzos constructivos de
las zonas de muralla, o los torreones defensivos, tanto si se cons­
truían exentos como si se hallaban ligados a la muralla (63), o los
antecastros y terrazas fortificadas, enclavados fuera del recinto
principal.
'
(60) Av R o m e Ro M a s i ÁV .El habitat castreño, pp. 20 y ss.
(61) F. JoRDÁ C erda : Guia del Castrill'ón de Coaña (Asturias), Salaman­
ca, 1969.
•(62) J:M. F e r ñ á n d é z Büélta: “Castro de la Escrita o-de Ríu de Castro,
Boal”. BIDEA núm. 8, 1949, pp. 121 y ss.
-.
•
(63) El poblado de Mohías nos ofrece claros ejemplos de-iodo" ello. •
384
NARCISO SANTOS YANGUAS
Por otro lado, la complejidad de estas estructuras defensivas
se acentuaba de forma expresa en los lugares de acceso a estos po­
blados, en los que se conjugan fosos, terraplenes, baluartes o para­
petos con la finalidad de que la entrada a los mismos nunca fuese
directa (64). Con respecto a las puertas de acceso, contamos con
escasos elementos de juicio para conocer sus formas y estructu­
ras; a veces incluso la complejidad misma que ofrecían los acce­
sos de muchos de estos recintos castreños permitiría una protec­
ción adecuada de sus entradas (65).
2.—Distribución y orgamzación internas.
La estructura y división del espacio poblado en el marco de ca­
da recinto castreño ofrece dos características comunes: por un la­
do la adaptación, más o menos compleja, a los condicionamientos
topográficos de cada enclave y, por otro, la falta de un urbanismo
prerromano de tipo geométrico como eje central para un desarro­
llo posterior de la construcción de viviendas y otras edificaciones.
En el espacio geográfico habitable se irían construyendo las vivien­
das de acuerdo con las disponibilidades del terreno, llevando a ca­
bo escasas transformaciones en el mismo; así pues, no es de extra­
ñar que estos recintos castreños se encuentren escindidos en di­
versos recintos que, por medio de terrazas y algunos cortes del te­
rreno, contribuirían a un mejor aprovechamiento del espacio.
Estas divisiones internas de cada uno de los poblados castreños
son conocidas con el nombre genérico de barrios, siendo las di­
mensiones de los mismos muy variables en cada caso y sin poder
asegurar que correspondan a ningún grupo social u organización
concretos. Por otra parte, la tendencia a la utilización de paredes
curvas en las construcciones de tipo doméstico producirá que, al
no apoyarse unas en otras ni contar con paredes comunes por lo
general, no exista alineación de las edificaciones de modo similar
a la que hallamos por ejemplo en los castros meseteños (Las Cogotas, Sanchorreja...), en los que las estructuras de planta cuadrangular con paredes medianeras desembocarán en alineamientos
(64) Los bastiones o baluartes solían ser un simple ensanchamiento de las
propias murallas. Cf. A. G arcía y B f l l id o : “El castro de Coaña (Asturias)”,
Investigación y Progreso XIV, 1943, pp. 65 y ss.
(65) Pese a ello, en algunos casos se han e’ncontrado quicios en las jam­
bas de dichas puertas, lo que parece indicar la presencia de grandes puertas
de madera en dichos accesos.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
385
de edificios a lo largo de calles rectilíneas, posibilitando una divi­
sión geométrica del espacio (66).
Este tipo de calles alineadas faltan hasta la actualidad en el
escaso número de castros asturianos excavados, si hacemos excep­
ción del poblado de Mohías, que por sus formas arquitectónicas
pertenecería a una época de implantación romana, por lo que lo
más corriente es encontrar grupos informes de varias viviendas, a
las que hemos de añadir una serie de edificios auxiliares utiliza­
dos para servicios, en ocasiones comunes, como recintos adosados,
corrales..., que podrían constituir verdaderas unidades de segun­
do orden en el interior de cada poblado. Además, resulta bastante
frecuente encontrar una parte del poblado diferenciada del resto
del suelo habitable y situada en la zona más elevada, que cumpli­
ría unas funciones concretas de defensa y control del territorio
circundante (acrópolis); esto se observa con claridad en el castro
de Coaña (67), donde existe una división entre la acrópolis y el lla­
mado barrio extramuros, o también en el de Pendía, concejo de
Boal (68).
Entre los diferentes barrios existirían unos espacios abiertos,
que constituían en su conjunto plazoletas o calles de trazado irre­
gular y que conformarían los caminos de comunicación en el in­
terior de cada uno de los poblados (69). En este sentido el recinto
castreño de Coaña nos muestra un ejemplo evidente de la existen­
cia de calles de trazado irregular, pese a lo cual contaban con una
especie de enlosado muy bien dispuesto e, incluso, con aceras e^
una de las partes del poblado. Del mismo modo este castro presen­
ta todo un conjunto de canalizaciones de agua a lo largo de algu­
nas de sus callejuelas, revestidas y cubiertas a su vez por lajas de
pizarra (70).
Por último, encontramos también en ciertos poblados castreños
una diferenciación muy clara entre la parte habitable, en la que
se erigen viviendas, y la zona destinada a estabulación del ganado,
significada por espacios cerrados y sin construcciones en su inte­
(66) A.
R o m ero M a s í a :
El habitat castreño, pp. 49 y ss.
(67) F. J ordá : Guia del Castrillón de Coaña, pp. 3 y ss.
(68) A. G arcía y B e l l id o : “Él castro de Pendía”, AEA núm. 49, 1942, pá­
ginas 288 y ss.
(69) Eñ algunas ocasiones, cómo en Mohías o en el propio poblado de Coa­
ña, estas calles se hallabah total o parcialmente pavimentadas..
(70) A. G arcía y B e l l id o : “El castro de Coaña (Asturias)”, AEA núm. 42,
1940, pp. 188 y .ss.„ y núm. 43, 1.942, pp. 216 y ss . . . . . .
...
386
NARCISO SANTOS YANGUAS
rior (generalmente la primera de ellas se halla enclavada en la par­
te más soleada del poblado al tiempo que la segunda está situada
en la menos abrigada).
3.—Estructuras familiares y comunales.
Respecto a este punto nos hallamos de nuevo ante el problema
planteado por el exiguo número de poblados castreños excavados
hasta la actualidad en la región asturiana a la hora de analizar tan­
to las características específicas de las diversas construcciones co­
mo su posible utilidad o función. A primera vista el elemento más
destacado de las edificaciones castreñas lo constituye la presencia
de formas curvas en sus plantas, así como la falta de unión entre
unas y otras mediante paredes comunes o medianeras a dos de
ellas (71). Estas plantas curvas podían ser, a su vez, circulares, elíp­
ticas e, incluso, rectangulares con ángulos curvos, mientras que
las edificaciones que presentan ángulos más o menos rectos per­
tenecerían ya a tiempos romanos, como sucede por ejemplo en gran
medida en el poblado de Mohías.
En ocasiones bastante frecuentes las viviendas y edificios prin­
cipales de los castros presentan construcciones adosadas, ya se tra­
tara de vestíbulos de paredes rectas o curvas, como se observa ne­
tamente en el caso de Coaña y que servirían como anejos o locales
de ampliación del espacio correspondiente a cada una de las vi­
viendas, ya fuesen añadidos laterales, en cuyo caso tendrían una
hipotética finalidad de almacenamiento (cereales, comida, herra­
mientas agrícolas...) o, finalmente, nos hallemos ante reductos des­
tinados a la recogida de ganado menor o aves (72).
La superficie de las viviendas castreñas era, por lo general, re­
ducida, especialmente las de planta circular, cuyo diámetro medio
oscilaba en torno a los 6 ms.; ahora bien, ni éstas ni las cuadran­
g la res nos presentan en el actual estado de conservación tabiques
en su interior, ya que o no existían o estaban fabricados con mate­
rias poco duraderas (madera sobre todo). Un grupo de estás-cons­
trucciones rectangulares alcanza en ocasiones tamaños excepeio(71)
Sobre este problema y los derivados del origen y consecüenciáá dé lar'
casa'redonda ver A. G a r cía ' y B e ll id o : “Órígenek -dé la casa redonda de la
cultura castreña del N.O. de la Península”, &G LXXXl, 1971, pp. 25 y'ssT'
~ (72) A. G a rcía y B e l l id o : “El castro de Coaña"(Asturias) y algunas notas
sobre el posibl« origen d« est$ cultur?”, Á$A XLV, 1950-1051, pp. 288 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
387
nales, como algunas de Coaña (73), lo que nos permite pensar que
habrían sido construidas con objetivos de tipo social más amplios
(actividades o servicios comunales).
La altitud de los muros de las casas castreñas se hallaría en tor­
no a los dos metros, según se desprende con claridad del material
de derribo almacenado en la caída de algunas casas de Mohías y
de la parte de la pared que aún se conserva tras la excavación (74);
un caso aparte de características excepcionales parecen constituir­
lo ciertos muros del recinto de Coaña, que alcanzarían una eleva­
ción muy próxima a la anchura total de las viviendas a las que per­
tenecen.
Los muros de estas viviendas ofrecen escasos vanos, posible­
mente sólo las puertas, puesto que no se ha podido comprobar la
existencia de ventanas en las mismas: así, por ejemplo, algunas
casas de Coaña y Mohías presentan dos entradas de acceso, cerra­
das seguramente con puertas de madera, al tiempo que otras cuen­
tan con muros a más de medio metro del suelo sin ningún vano (75).
Las puertas debían consistir en hojas sencillas de madera, ya
que en ejemplos muy contados y todos ellos fuera del territorio
asturiano, se han descubierto buenas piezas de umbrales, jambas
y dinteles, algunos de los cuales muestran incluso decoraciones
geométricas (76). Más difícil resulta, sin embargo, precisar con
exactitud el sistema de cubierta utilizado en las viviendas; en es­
te sentido el hallazgo en regiones castreñas fuera de Asturias de
trozos de barro unidos a hojas y cañas en el interior de las edifi­
caciones nos permite suponer que existirían techumbres formadas
con vegetales recubiertos de barro, destinado a impermabilizar (77).
La cimentación de los edificios castreños era muy escasa, sien­
do la manipostería el aparejo fundamental; los pavimentos más
comunes estaban constituidos por tierra batida o simplemente pi­
sada, a pesar de que en ocasiones aparece la roca viva y en casos
(73) F. J o r d á : El Castrillón de Coaña, p. 6.
(74) Mediciones de este tipo fueron realizadas perso'nalmente en el vera­
no de 1982 en compañía del Dr. González-Tablas de la Universidad de Sala­
-------------------*
manca.
(15)
:Es probable- que se accediese a ellas a través de escaleras interiores
y exteriores, de piedra o de madera.
-- ~
.(76) Cf. M. Cardozo: “Alguftas observaciones sobre el arte. monumental
de los “castrcs” del Noroeste de la Península”, TV-CASE, Cartagena, 1949, pá-‘ginas 345 y ss.
:
(77)- A su. vez para, suste'ntar estas cubriciones se utilizarían soportes cen­
trales de madera u otros procedimientos similares.'
388
NARCISO SANTOS YANGUAS
muy aislados enlosados de piedra más o menos labrada, como en
Arancedo (78) o en Mohías, pertenecientes ya a la etapa plenamen­
te romana. Con el objetivo de evitar humedades en el interior de
las viviendas se elevaban, generalmente, los pavimentos con rela­
ción al nivel exterior del poblado o se excavaban alrededor de ellas
canales de desagüe, que evitarían el estancamiento y filtración de
las aguas residuales y de lluvia.
Además, uno de los elementos auxiliares más sobresalientes de
las viviendas castreñas lo constituirían los hogares: en el caso as­
turiano hay que destacar, por una parte, los de dimensiones bas­
tante amplias del castro de Mohías (79) constituidos por cantos ro­
dados bordeados de pizarra y barro, y, por otra, los formados úni­
camente por lajas, como en Pendía. Otro elemento destacado lo
constituyen los bancos interiores, adosados tanto a las paredes de
las viviendas como de los vestíbulos (en Coaña y San Chuis tene­
mos ejemplos de ello), que corroboran el testimonio del geógrafo
Estrabón en el sentido de que los habitantes de los castros reali­
zaban sus comidas sentados en tales artefactos de piedra unidos
a los muros (80).
Igualmente en el interior de las casas de los poblados castreños de la zona occidental asturiana (Coaña, Mohías, Pendía y La
Escrita sobre todo) encontramos a menudo unos bloques o piedras
de granito que presentan varias cazoletas en ellos (por lo general
dos o tres) y que por su situación en el conjunto de las viviendas y
su proximidad a los hogares deben de ser interpretados como ins­
trumentos de carácter utilitario, sirviendo en concreto como ele­
mentos de molturación de bellotas, cereales y otras gramíneas pa­
ra elaborar harina (81).
(78) J .M . F er n a n d ez B u e l t a : “E l castro de Arancedo”, B1DEA n ú m . 10,
1950, pp. 179 y ss.
(79) J . M a r t ín e z : “C astro de M o h ía s”, B1DEA 1971, p p . 351 y ss. C f, A.
R om ero M a siá : El habitat castreño, pp. 88 y ss.
(80) III, 3, 7.
(81) Los rebordes de estas piezas servirían precisamente para impedir que
cayese al suelo el producto resultante de ese machacado.
ESTUDIO DEL ARTE CASTRENO PRERROMANO EN ASTURIAS
380
4.—Arquitectura funeraria.
El problema de los enterramientos y cultos funerarios consti­
tuye la faceta peor conocida en todo el ámbito de la cultura castreña (82): si las características y elementos arquitectónicos relacio­
nados con la defensa, habitabilidad, estructura de los poblados...
nos resultan relativamente bien conocidos, lo que podemos afirmar
con respecto a las formas arquitectónicas funerarias es mínimo,
quedando reducido a aspectos sueltos que nos ofrecen una visión
aproximada de la realidad. Son bastante escasas las ocasiones en
que se han encontrado testimonios arquitectónicos con finalidad
funeraria, no segura en todos los casos (83).
Según los inidicios más razonables no hemos de pensar, al pa­
recer, en la reutilización de los sepulcros megalíticos para estos fi­
nes, aún cuando en otras regiones peninsulares este hecho parece
hallarse confirmado plenamente. Practicarían los castreños el rito
de la incineración, de forma que los restos de dichas cremaciones
no se agruparían en grandes necrópolis (al menos no se conoce
hasta la actualidad ninguna correspondiente a dicha cultura) sino
en hallazgos sueltos (84). Las noticias más abundantes hacen refe­
rencia a la existencia de cajas de piedra descubiertas por los veci­
nos de estos poblados, que contenían cenizas y carbones, y que ca­
si nunca se han conservado. Dichos hallazgos podemos agruparlos
en tres tipos distintos: cobijos de piedra a manera de cajas, que
contienen cenizas; pucheros o vasijas funerarias de cerámica, ais­
ladas o en el interior de cistas; y sepulcros (85).
Los receptáculos o cistas de la primera clase son bastante fre­
cuentes ,a pesar de que no se conservan a causa del afán destruc­
tivo de sus buscadores, quienes pensaban encontrar en su interior
grandes tesoros; con respecto a las vasijas cerámicas que conte­
nían cenizas poseemos numerosas noticias, todas ellas referentes
a castros portugueses y gallegos. No obstante, Coaña nos ofrece va­
rios ejemplos de posibles enterramientos: así, en un edificio de
planta trapezoidal, adosado a una casa circular, se encontraron ce­
(82) Acerca de este problema cf., entre otros, A. G ar cía y B e l l id o : “O
problema dos enterramentos na cultura castre ja”, RG LXXVI, 1966.
(83) En este sentido la frase humorística que hace alusión al hecho de que
los castreños vivían pero no morían parece e'ncerrar aún algo de razón.
(84) A. R o m ero M a s i á : El habitat castreño, p. 120.
(85) Cf. J. Uría Ríu : “Ritos funerarios en las cámaras de Briteiros y Coa­
ña”, RUO núm. 5, 1945, pp. 95 y ss.
390
NARCISO SANTOS YANGUAS
nizas y fragmentos de cerámica en el interior de una especie de cá­
mara constituida por lajas de pizarra (86).
El mayor interés lo suscitan, indudablemente, unas estructuras
muy complejas y de difícil fechación, conocidas comúnmente con
el apelativo genérico de cámaras funerarias y que se hallan asocia­
das por lo general a pilas de granito de grandes dimensiones (en
Coaña se ha excavado una y en Pendía 2) (87). Este tipo de cons­
trucciones, que presentan ábsides excavados con bóvedas de me­
dio cañón, a las que sigue un recinto separado por una laja, en­
cuentran paralelos claros en la región galaico-portuguesa (Briteiros, Sanfins, Santa Mariña de Aguas Santas...) (88).
Por lo que respecta a Coaña, esta edificación se halla enclavada
en un lugar prominente del recinto del poblado, por lo que se le su­
puso una finalidad religiosa destacada, y más aún al relacionarla
con la gran pila de granito cercano, inmerso todo ello en un com­
plejo culto funerario (89). Sin embargo, todo un conjunto de da­
tos distintos parecen poder catalogar estos edificios como contem­
poráneos de la presencia romana en la región, así como asignarles
una finalidad más estrictamente civil, aunque con una utilización
igualmete colectiva (90).
Por lo que respecta a las manifestaciones de la cultura materia 1
es preciso hacer resaltar, en primer término, los instrumentos Uti­
cos, entre los que sobresalen los molinos; en la región asturiana
encontramos las dos variantes de los mismos: por una parte el mo­
lino plano o barquiforme, que se correspondería con toda una tra­
dición megalítica muy antigua, y por otra el tipo circular o girato­
rio, de origen posterior y que perdurará aún en una etapa bien avan­
zada de la presencia romana (91). En el poblado de Coaña se han
descubierto uno plano, de tipología y caracteres muy primitivos,
así como varios circulares, dos de ellos con decoración entrelazada
(92); de este último tipo presenta Mohías abundantes ejemplares,
(86) A. G a r c ía y B e ll id o : “O p r o b lem a d os e n te r r a m e n to s n a c u ltu r a ca str e ja ” , op. cit., p p . 3 y ss.
(87) Para el caso de Pendía remitimos a A. G arcía y B e l l id o : “El castro
de Pendía”, AEA núm. 49, 1942, p. 290.
(88) J. L orenzo F e r n á n d e z : “El monumento protohistórico de Aguas San­
tas y los ritos funerarios de los castros”, CEG III, 1948, pp. 157 y ss.
(89) A. G a r c ía y B e ll id o : “Cámara fu'neraria de la cultura castreña”,
AEA núms. 117-118, 1968, pp. 16 y ss.
(90) Podría tratarse de una especie de termas o baños públicos.
(91) En ambos casos estaban compuestos por dos piezas de roca arenisca,
la inferior de ellas inmóvil y sobre la que giraba la superior.
ESTUDIO DEL AftTÉ CASTRENO PRERROMANO EN ASTURIAS
391
al igual que San Chuis, Pendía y La Escrita. Un ejemplo muy in­
teresante de molino circular lo constituye el de la Picona (Ricabo,
concejo de Quirós), que contiene elementos decorativos consisten­
tes en una franja dividida en dos partes por medio de una incisión
sobre la que se inscriben medias elipses, mientras que la zona in­
ferior del mismo se halla decorada por dientes de sierra (93).
Entre este mismo material lítico destaca la presencia de moldes
de fundición y hachas pulimentadas; estas últimas, encontradas
hasta la actualidad en los castros de Pendía, Picu Lianza (Oviedo)
y Caravia, ofrecen varias interpretaciones, que se resumen desde
un posible valor ritual y simbólico hasta una finalidad exclusiva­
mente instrumental, en cuyo caso serían utilizadas para tareas de
la vida diaria (94).
ESCULTURA.
Las representaciones escultóricas de las poblaciones de la cul­
tura castreña del N.O. peninsular en general presentan problemas,
ante todo, de cronología, puesto que resulta difícil en muchas oca­
siones precisar con exactitud su pertenencia a época prerromana
o romana. Por otro lado, la mayor parte de este arte escultórico se
nos ha conservado en la epigrafía y estelas latinas decoradas (95);
a pesar de ello, en tales manifestaciones es posible descubrir una
clara raigambre prerromana, como la decoración geométrica por
ejemplo, que presenta conexiones con la cerámica, orfebrería e, in­
cluso, la artesanía del metal, o su temática, o finalmente su misma
técnica, cuyo origen es posible vincular con el labrado de la ma­
dera.
La escultura exenta castreña solamente se halla representada en
la región galaica y el Norte de Portugal; aún cuando la figura hu­
mana no es frecuente, existen sin embargo una serie de antropo­
morfos importantes, conocidos con el nombre genérico de guerre(92) F. J ordá : El Castrillón de Coaña, pp. 14-15.
(93) J.L. M a y a y M.A. de B las : “El molino del castro de la Picona y no­
tas sobre la introducción de los tipos giratorios en Asturias”, BIDEA núm. 80.
1973, pp. 717 y ss.
(94) M.A. de Blas y J.L. Maya: “Hachas pulimentadas eh castros asturia­
nos”, BIDEA núm. 81, 1974, pp. 199 y ss.
(95) Para el caso gallego cf. F. A c uña C a s t r o v ie jo : “Notas sobre la mor­
fología y decoración en las aras y estelas de Galicia en la época romana”, Studia Archaeologica núm. 32, 1974, pp. 17 y ss.
392
NARCISO SANTOS Ya ^GUAS
ros galaicos (96): se trata de representaciones de personajes mascu­
linos, de pie o sentados, con los brazos adosados al cuerpo, por­
tando al mismo tiempo escudo circular pequeño, espada corta y,
en ocasiones, brazaletes en sus brazos, así como con el cuello ador­
nado a veces con un torques y sin cabeza (los más conocidos son
los de Afife en el norte de Portugal y los de Armeá en Orense) (97).
Por otra parte, en esta misma región galaico-portuguesa se han
hallado bajorrelieves y grabados en piedra en las jambas (98) y en
un dintel de la puerta de una vivienda del poblado de Ancona, lo
mismo que sucede en la pedra formosa de la cámara funeraria de
Briteiros (motivos entrelazados inspirados en tejidos de cestería
de diversas combinaciones); todos estos monumentos escultóricos
se caracterizan por su tosquedad (99), de la misma manera que su­
cederá con un gran número de las joyas castreñas, en las que la
abundancia de oro es lo que hace sobresalir más el significado de
estas obras de arte.
El territorio asturiano no conoce hasta la actualidad muestras
de estos adornos en las casas ni en los edificios religiosos de los
poblados castreños, aunque es posible observarlos en algunos mo­
linos circulares a los que ya hemos hecho alusión y en dos estelas
romanas correspondientes a este mismo estilo. De los dos expo­
nentes de molino circular descubiertos en Coaña uno de ellos cuen­
ta con bandas de 6 cintas paralelas, que forman a su vez ondas en­
trecruzadas; junto a ello, el molino de Peña Tayada (concejo de
Mieres) presenta una decoración sencilla y sin entrelazos, que afec­
ta únicamente a una parte de la superficie de la muela (100).
Las estelas romanas que ofrecen una decoración en entrelazado
de origen prerromano en el territorio asturiano son las siguientes:
la estela de la hija de Talavus, descubierta en las proximidades de
(96) Cf. S a n t o s J ú n io r : “A estagao arqueológica de Vilarelhos e a cabega
de guerreiro lusitano” TSPAE XXIII, 1978, pp. 345 y ss., y C.A. F e r r e ir a de
A l m e id a ; “Nova estátua de guerreiro galaico-minhoto (Refojos de Basto)”, Ar­
queología núm. 3, 1981, pp. 3 y ss.
(97) Ver F. L ó pez C u e v il l a s : “Esculturas zoomorfas y antropomorfas de
la cultura de los castros”, CEG VI, 1951, pp. 177 y ss. Acerca de los artistas
que realizarían estas obras de arte cf. M e g a w : “Celtic Art. Product of travelling Craftsmen or chieftainly Vassals?”, Les mouvements celtiques, París,
1979, pp. 49 y ss.
(98) M. G arcía R ollan : “Memoria de la excavación arqueológica de Castromao...”, op. cit., p. 192.
(99) Cf. M. C a r d o z o : “Algunas observaciones sobre el arte monumental...”,
op. cit., pp. 345 y ss.
(100) J.M. González: Asturias protohistórica, p. 144.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
Cornellana (concejo de Salas), y la de Sestius Munigalicus, encon­
trada en Valduno (concejo de Las Regueras). La primera de ellas,
hallada en el Castiello de Dóriga en estado fragmentario y que ac­
tualmente se conserva en el palacio de los Selgas, en el Pito (Cudillero), es de grandes proporciones, con un remate en semicírculo,
ai tiempo que en la zona frontal existe una amplia cenefa de dos
cintas que forman ondas entrecruzadas (101); del mismo modo la
superficie rectangular existente bajo el arco que enmarca la ins­
cripción y efigie de la difunta, se halla estructurada en 4 regiones
horizontales y paralelas, cubiertas a su vez por lacerías de dos cin­
tas con diferentes motivos en cada caso.
En cuanto a la estela de Valduno, de tamaño algo más reducido
que la anterior, cuenta igualmente con una extensa cenefa en su
borde, integrada por tres cintas en una disposición bastante simi­
lar a la de Cornellana; además, este mismo motivo decorativo
figura en la parte inferior de dicha estela, a pesar de que falía
en su gran mayoría. En este mismo contexto y en conexión con los
poblados castreños podemos hacer referencia a estelas antropomórficas sumamente toscas, como la de Molleda, en el concejo de Corvera de Asturias (102), o discoideas, como la encontrada en Coaña,
todas ellas de cronología incierta y que alcanzarán en los años pos­
teriores un gran desarrollo.
La temática decorativa de todos estos ejemplares es, por lo ge­
neral, de carácter geométrico, predominando los motivos de so­
gueados, rosetas de diversas hojas, lazos simples o en series conti­
nuadas..., aspectos que se repetirán también en su totalidad tan­
to en las manifestaciones cerámicas como en la orfebrería y otros
exponentes de la artesanía castreña. Su elaboración a base de bi­
selados y formas entrelazadas nos permiten hacer pensar que su
origen hay que centrarlo en los elementos de madera, cestería o
mimbre, de lo que existen ciertos paralelos en la artesanía galaica
y del Norte de Portugal, aunque en el caso asturiano apenas dis­
pongamos de ejemplares de este tipo (103).
(101) J.M. G o n z á l e z : “Un fragmento de la estela de Cornellana”, BIDEA
XII, 1951, pp. 237 y ss.
(102) C f. M . M allo V ie s c a : “E stela a n tro p o m o rfa d e M o lle d a (A v ilé s )” ,
BIDEA n ú m . 61, 1967, p p . 9-11.
(103) Por su parte la decoración arquitectónica de las vivie’ndas y cons­
trucciones castreñas podría interpretarse como un elemento de carácter cul­
tual o jerárquico de las mismas, a pesar de que parece más sencillo identifi­
carla con simples motivos decorativos.
394
NARCISO SANTOS YANGUAS
Un caso aparte lo constituye la talla de madera, de cuyos resul­
tados no contamos hasta ahora con ningún testimonio en la Astu­
rias prerromana debido a la fácil destrucción de los objetos de es­
te material; no obstante, la documentación literaria, representada
en la persona de Estrabón, se refiere al hecho de que las poblacio­
nes norteñas de la Península Ibérica utilizaban «vasos labrados de
madera, como los celtas» (104). El origen de este empleo de ins­
trumentos y vasijas de madera habrá que hacerlo remontar posi­
blemente a la época megalítica, momento en el que la población
pastoril consideraba mucho más práctico el uso de recipientes de
madera, menos frágiles, que de cerámica (105).
Entre los motivos decorativos de ascendencia prerromana que
es posible descubrir en los objetos de madera de etapas históricas
posteriores se encuentran la estrella de cinco picos o pentalfa, la
estrella de 6 picos, el círculo radiante, la esvástica..., todos ellos
en conexión al parecer con los cultos solares y astrales, aunque con
el paso del tiempo hayan ido perdiendo su sentido religioso. Todo
esto nos viene confirmado igualmente por la presencia de estelas fu­
nerarias romanas en algunas regiones asturianas y en los territorios
inmediatos, que aparecen decoradas en sus cabeceras con los sím­
bolos antes aludidos (106).
ORFEBRERIA.
Las manifestaciones metálicas del arte castreño prerromano se
hacen visibles especialmente a través de la artesanía y orfebrería
(107), pero también en los diversos instrumentos dedicados a ar­
mamento (puñales y hachas de talón y anillas) y en el conjunto de
las herramientas agrícolas. Esta proliferación de objetos metálicos
de arte fue posible gracias a que el territorio de Asturias era rico
en estos metales, explotándose en él, por una parte, minas de co(104) III, 3, 7.
(105) La misma tradición etnográfica asturiana nos muestra innumerables
objetos de empleo común elaborados e'n madera: hórreos, mobiliario, aperos
de labranza...
(106) En la propia Asturias, a pesar de que estas manifestaciones son más
toscas que en el caso galaico por ejemplo, podemos rastraer algún exponente
en la estela de Voccareca, hallada en Corao (Cangas de Onís), que cuenta con
u’na cruz gamada en la cabecera de la inscripción.
(107) Los objetos de orfebrería son abundantes ya en el N.O. peninsular
en etapas anteriores: cf. L. M o n t e a g u d o : “Orfebrería del N.W. hispánico en
la Edad del Bronce”, AEA núm. 87, 1953, pp. 269 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
395
bre, hierro y estaño desde la Edad del Bronce (108), y contando, por
otra, con recursos auríferos, lo que potenciaría la existencia de ta­
lleres de orfebrería locales para la elaboración de las joyas castreñas (109).
La orfebrería prerromana constituye un capítulo cuya vigencia
hay que hacer remontar no sólo al territorio septentrional de la
Península Ibérica sino a todas las regiones que ésta abarcaba (110).
En cuanto al caso asturiano hay que partir del hecho de que el
mecanismo técnico utilizado en la obtención de objetos de orfebre­
ría podemos concretarlo en tres fases distintas partiendo del mo­
mento en que se dispone del material aurífero concentrado en pol­
vo o en pepitas hasta que se cuenta con una joya ya rematada. En
primer lugar era necesario eliminar las impurezas del oro y refinarlo, dejándolo así dispuesto para posibles aleaciones (sobre todo
con la plata). En segundo término la propia permeabilidad de es­
te metal posibilitaría la obtención de láminas o varillas, que con­
figurarían por lo general la parte central de la pieza, así como de
hilos o alambres, que servían para descorar o engarzar, y glóbulos
o gránulos, utilizados como elementos decorativos (111).
La tercera etapa de este proceso consistiría en el cosido, ensam­
blaje y acabado de la pieza: en primera instancia la reunión de los
distintos elementos componentes de una de estas joyas se realiza­
ría por medio de un cosido de cordoncillos, de un ensamblaje de
ganchillo o mediante un martilleado en frío; no obstante, a medida
que fue desarrollándose este tipo de artesanía los orfebres irían
aplicando nuevas técnicas de soldadura a través de aleaciones o fun­
dentes especiales (112).
A causa de este prolongado proceso de elaboración se contaba
con innumerables posibilidades de decoración: las láminas serían
decoradas por medio de incisiones con punzones, martilleado, re­
pujado o puntilleado de la superficie; por su parte la filigrana es­
tribaba en fabricar joyas utilizando hilos y gránulos finos, a pesar
(108) Cf. E. G a r c ía D o m ín g u e z : “Explotaciones mineras en la Asturias
primitiva”, op. cit., pp. 257 y ss.
- (109) F . L ó pez C u e v il l a s : Las joyas castreñas, Madrid, 1951.
(110) J. M a l u q u e r : “Desarrollo de la orfebrería prerromana e'n la Penín­
sula Ibérica”, Pyrenae VI, 1970, pp. 173 y ss.
(111) Casi todas las joyas castreñas cuentan con dos o más de estos ele­
mentos: cf. J. F il g u e ir a V a l v e r d e : “Ouro nos castros”, TSPAE XXII, 1973,
pp. 307 y ss.
(112) El acabado de la pieza se finiquitaba mediante la eliminación de re­
barbas e imperfecciones de la misma.
396
NARCISO SANTOS YANGUAS
de que sea más común encontrar estos elementos decorativos apli­
cados a superficies, mientras que el granulado no era más que la
aplicación sobre láminas de pequeños granitos de oro para hacer
destacar así el dibujo (113).
Uno de los aspectos más sobresalientes de las joyas castreñas
asturianas lo constituye el carácter de especialización que parecen
haber alcanzado sus artífices: no se tratará, por tanto, de una ela­
boración solamente de joyas de tipo doméstico, sino artístico a un
mismo tiempo con la finalidad de ser vendidas o intercambiadas.
En tales actividades artísticas se llegaría a una división y especiali­
zación en el trabajo, por lo que es posible hablar de talleres loca­
les de orfebrería prerromana en Asturias, que se distinguirían ante
todo por decorar con bastante frecuencia los tercios inferiores de
las varillas con alambre enrollado y espirales de filigrana; además,
adornaban la parte central de la sección circular con zonas en zig-zag
separadas mediante molduras y empleaban unos remates dobles
con la parte inferior más alargada que la superior y decorados en
su lámina terminal con roleos o motivos de estructura radial (114).
Aún cuando en la región asturiana la filigrana no era descono­
cida, sin embargo el granulado y el trenzado del oro se mantienen
dentro de una simplicidad que contrasta con el barroquismo y recargamiento que presentan los objetos de orfebrería de gran parte
del resto de la Península, incluidas la zona galaica y del Norte por­
tugués.
Una de las más descollantes características de estas joyas cas­
treñas estribaría en su gran riqueza en oro, circunstancia que se
iría perdiendo poco a poco a medida que, después de la ocupación
romana de Asturias, la disponibilidad del mismo por parte de los
indígenas se fue haciendo cada vez menor. Por su parte la varie­
dad temática es, casi en su totalidad, geométrica, si hacemos excep­
ción de la diadema de San Martín de Oseos, reproduciéndose en
las joyas los modelos típicamente hallastáticos y que, penetrando
a través de Celtiberia, reflejan los motivos conservados en la ce­
rámica (115).
(113) Sobre estos aspectos cf. A. B lanco F r e ij e ir o : “Orígenes y relacio­
nes de la orfebrería castreña”, CEG XII, 1957, pp. 5 y ss.; 137 y ss., y 267 y ss.
(114) Estos elementos decorativos denota’n influencia púnica, a pesar de lo
cual es posible apreciar el grado de adelanto conseguido por los aurífices: cf.
M. A lm agro G o r b e a : “Orfebrería del Bronce final en la Península Ibérica”,
Trabajos de Prehistoria XXXI, 1974, pp. 39 y ss.
(115) C f. N. S a n t o s : “El tesoro prerromano de Arrabalde (Norte de Za­
mora)”, MHA III, 1980, pp. 273 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
397
La cronología absoluta de estas obras de arte resulta difícil de
concretar, por lo que para su datación hemos de tener presentes
las dos fases temporales establecidas con carácter general para to­
do el ámbito de la orfebrería castreña:
a) una primera fase que se caracteriza por la existencia de jo­
yas lisas decoradas a través de incisiones, repujado o estampación
y que se extenderá aproximadamente entre los años 475 y 250
a.n.e.; y
b) la época ocupada por la elaboración de joyas decoradas con
granulos, glóbulos, filigrana y cordones trenzados, durante los si­
glos III al I a.n.e., a la que pertenecen la casi totalidad de los ejem­
plares asturianos conocidos.
Entre las joyas castreñas prerromanas de Asturias hay que des­
tacar, en primer término, las diademas, cuyo uso no conocemos con
exactitud a pesar de su denominación (116). La de Cangas de Onís,
conservada en la actualidad en el Museo Arqueológico Nacional,
está constituida por una lámina de oro de 395 mms. de longitud,
70 de anchura y 76 grs. de peso; su decoración se halla desarrolla­
da mediante granulado compuesto por 7 líneas de puntos diferen­
tes que se unen en sus extremos, configurando una especie de malla.
La conocida comúnmente con el nombre de diadema de Ribadeo (por tratarse del centro comercial más importante de la co­
marca, a donde se llevaría a vender), aunque fuera descubierta en
San Martín de Oseos (117), fragmentada en distintas partes y en
la actualidad en diversos museos del país: en su conjunto estaba
constituida por una lámina de oro repujado con decoración en es­
tampación y escenas naturalistas, representadas por figuras de iinetes y guerreros a pie con escudos, lanzas, espadas y cascos de
plumas. Su datación cronológica es imprecisa, habiéndose fechado
tanto en el momento en que se produciría el paso de la Edad del
Bronce a la del Hierro (118) como entre los siglos III v I a.n.e. (119).
En cuanto a los torques, eran una especie de collares rígidos y
abiertos, que servirían para adornar ,el cuello; estaban constitui­
dos por varillas de sección diversa, con remates igualmente muy
variados en sus extremos. De la región asturiana, a pesar de que
(116) Se trata de unas bandas, láminas o cintas de oro, que llevan unas
a’nillas en sus extremos y que se encuentran decoradas en toda su superficie.
(117) F. L ó pez C u e v il l a S: “L a diadema áurea de Ribadeo”, CEG VT, 1951,
pp. 23 y ss.
H18) Para Jordá sería anterior al año 600 a.n.e.
(119)
G. L ópez M o n t f a g u d o : “L a diadema de San Martín de Oseos”, Ho­
menaje a A. García y Bellido III (RUM ), Madrid, 1977, pp. 99 y ss.
398
NARCISO'SANTOS YANGUAS
fueron localizados varios ejemplares, solamente poseemos referen­
cias de ellos: en la colección Soto Cortés de Labra se encontró uno
completo y fragmentos de varios otros, que podían proceder de dis­
tintas localidades de Asturias y no necesariamente de Cangas de
Onís; la pieza completa presentaba una sección romboidal con re­
mates en escocia: de 40 cms. de largo y 18 de diámetro, era de oro
puro y pesaba 248 grs. Por su parte, uno de los fragmentos, de sec­
ción circular, adornado con alambres enrollados y espiral de fili­
grana, medía 15,5 cms. y pesaba 145 grs.; había, además, otros dos
fragmentos de oro (120).
El conocido con el apelativo de torques de Valentín fue descu­
bierto en las proximidades del poblado de Coaña: de oro puro, su
peso era de 241 grs.; decorado con un alambre en espiral y con re­
mate en doble escocia (pasó a poder de la Diputación Provincial
de Oviedo en su día). Sin embargo, el más sobresaliente es el deno­
minado torques de Langreo a causa de la región de procedencia del
mismo (121): se trata de un aro de oro macizo con remates huecos
de doble escocia, que pesa 588 gramos; las partes laterales del mis­
mo se hallan decoradas por un cordoncillo de alambre en espiral.
De otros tenemos conocimiento solamente a través de noticias
indirectas: así, por ejemplo, un torques de oro entregado al prín­
cipe de Asturias, hijo de los Reyes Católicos, encontrado en nues­
tra región, en un lugar deshabitado llamado Almazán según un cro­
nista de la época (122); otro entregado en el transcurso de la gue­
rra civil, procedente de Tineo (123); dos más que parecen encon­
trarse en el Museo Arqueológico Provincial de Oviedo, uno de ellos
fragmentado, de procedencia indeterminada...
Finalmente los pendientes o arracadas prerromanos se corres­
ponden con las actuales joyas de esta misma denominación; ela­
boradas para uso exclusivamente femenino, se han encontrado bastates 'de ellas en el Norte de Portugal y Sur de Galicia. La única
arracada que conocemos hasta la actualidad en Asturias es la- de
Berducedo, descubierta en el castro de Castiello, del término pa­
rroquial antedicho, en;.el concejo de Allande (124): es .de oro y-hue(120) Todas estas piezas fueron adquiridas por el Museo Arqueológico Na-.
cional en el año 1931;
..................:
*:
; • ;—
- (121) Se conserva en el Instituto Valencia de. Don Juan de Madrid.
(122Í Corríunicacjón' verbal de D. José Luis Maya, Profesor de la Univer­
sidad Autónoma de Barcelona.
(123) Noticia del Profesor Jarda.
. ••
' (124) J.M. G onzález y J. M a n z a n a r e s : “Arracada de oro procedente de
un castro de Berducedo (Asturias)”,. AEA XXXII, 1959, -pp. 115 y ss.
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
399
ca, constituida por dos laminillas en forma de creciente lunar, sol­
dadas en sus bordes; dichas laminillas se hallan rematadas en sus
extremos por dos coronas en las que se engancharía la cadena de
colgar. La decoración es de filigrana y granulado, más rica en el
anverso que en el reverso.
Finalmente entre los objetos de adorno personal cabe destacar
algunas fíbulas (125), hebillas, alfileres... De todos estos materia­
les, las fíbulas se encuadran dentro de los modelos de pie recto,
zoomorfas, de botón terminal, anulares hiapánicas y de bucle, mien­
tras que las hebillas corresponden sobre todo al tipo anular y en
omega.
Por lo que respecta a la artesanía del metal, por consiguiente,
si hacemos excepción de los ejemplares de orfebrería anteriormen­
te reseñados, lo más dstacado lo constituye el nielado o embutido
de plata en algunas armas (puñales y espadas con sus vainas y piezas de enganche). En la región asturiana los puñales hasta ahora
encontrados corresponden a dos tipos diferentes; el de MiravecheMonte Bernorio, del que se descubrió un ejemplar en el castro de
Caravia y el tipo de antenas, como el hallado en Penácaros, con­
cejo de Boal (126). Por último tenemos documentado igualmente
el sobredorado aplicado a algunos torques de bronce en territorio
galaico y astur.
CERAMICA.
La fabricación de vasiias cerámicas y otros recipientes de ba­
rro, lo que constituye la alfarería, resulta ser en el territorio de As­
turias muy anterior a la época castreña, ya que arranca de la Edad
del Bronce al menos. No obstante, esta cerámica regional recibirá
un gran impulso y avance con las aportaciones de las poblaciones
indoeuropeas, quienes traerían consigo nuevas técnicas (127).
En la elaboración de estos objetos de cerámica es posible dis­
tinguir claramente dos fases diferentes: una primera en la que los
elementos de barro .serian modelados a mano,; y otra posterior en
(125) Cf., por ejemplo, J.A. R o d r íg u e z A se n s io .: “Dos fíbulas anulares
hispánicas' én :Asturias”; Miscelánea; Arqueológica II, -Barcelona, 1974, páginas
303 "y SS. ... '
" v.r.i\:
......
(126) J.L. Maya : “Puñal con antenas de Penácaros (Asturias)’’, Miscelá
neo. Arqueológica II, Barcelona-, 1974, pp. 71 y's.s..~ •
.* •.'*
-"(127) C A. Ferreira de Almeida: “Cerámica csstfeja’V. fíG LXXXIV, 1974,pp. 171 y s s ' .1.
'•;*
■: : •
........; .•
—•
400
NARCISO SANTOS YANGUAS
la que se emplearía ya plenamente el torno. En el caso asturiano
la cerámica de época prerromana no parece haber conocido es+e
último sistema, que comenzaría a utilizarse ya en una época de
completa presencia romana en la región, lo que constituye una prue­
ba del atraso en cuanto a tecnología de estas poblaciones septen­
trionales con respecto al resto de la Península Ibérica. La pasta de
dichas vasijas es, generalmente, burda, mientras que su cocción se
nos muestra imperfecta, sin duda como consecuencia de realizar­
se al aire libre (128).
La cerámica castreña prerromana ofrece unos caracteres comu­
nes en todo el Norte peninsular: las fomas más comunes de la mis­
ma son de tipo globular, en las que la decoración se extiende por los
bordes, cuello y zona superior de la panza de los vasos. Junto a ello,
los temas decorativos son de tipo geométrico, paralelos a los que
hallamos en la escultura y orfebrería, estando realizados por me­
dio de incisiones, impresiones, bruñidos, estampillados o a través
de cordones y botones de arcilla (129).
Los objetos de cerámica descubiertos hasta la actualidad en los
poblados castreños de Asturias topan con el inconveniente de su
datación a causa de la escasez de excavaciones y la falta de estrati­
grafías claras; a pesar de ello, estos restos cerámicos pueden di­
vidirse en varias clases de acuerdo con sus formas y decoración:
prerromanos, romanos, de atribución incierta y altomedievales (130).
Entre el conjunto de cerámicas prerromanas hemos de destacar
las impresas con temas geométricos en su decoración (triángulos,
eses, círculos concéntricos...); en cuanto a las llamadas cerámicas
de retícula bruñida, se encuentran decoradas por medio de un pun­
zón que incide sobre la pasta aún reblandecida (131).
Por lo que respecta a las cerámicas que cuentan con temas de­
corativos incisos, son bastante escasas, al igual que sucede en el
caso de las cerámicas pintadas. Los documentos cerámicos encon*
(128.) Además, la utilización de estos vasos de cerámica se daba junto con
los recipientes de madera; en cualquier caso la cerámica no sólo serviría pa­
ra contener líquidos, sino también granos e, incluso, productos sólidos.
(129) Solamente en casos excepcionales del mundo castreño se encuentran,
cerámicas pintadas con motivos animales.
(130) Recordemos que el carbono 14 ha dado para el castro de Mohías una
fecha en torno al año 570 d.n.e.: cf. J. M a r t ín e z : “Castro de Mohías”, óp. cit..
pp. 351 y ss.
(131) C f. J.M . H idalgo C u ñ a r r o : “La cerámica con decoración bruñida en
el Noroeste peninsular”, Gullaecia 6, 1980, pp. 81 y ss., y M.- A l m a g r o : “La ce­
rámica excísa de la primera Edad del Hierro”, Ampurias I, 1939, pp. 145 y ss.-
ESTUDIO DEL ARTE CASTREÑO PRERROMANO EN ASTURIAS
401
trado en el castro de Caravia pertenecen a las dos etapas de la Edad
del Hierro, siendo la decoración de las vasijas de la primera fase
de motivos sencillos, al tiempo que en la segunda predominan los
triángulos con círculos concéntricos en uno de sus extremos. A su
vez la cerámica de Coaña, de inspiración hallstática, no resulta
tampoco demasiado abundante: las vasijas halladas hasta la ac­
tualidad son troncocónicas, unas decoradas y otras sin decorar;
aunque encontramos algunos ejemplos de cerámica excisa (132),
la decoración predominante será la de impresión e incisión.
Por otro lado, las cerámicas romanas más características halla­
das en los poblados castreños se identifican con las denominadas
de paredes finas y sigillatas; las primeras de ellas, que correspon­
den a San Chuis de Allande y Coaña, mostrarían el lugar y momen­
to en que comienzan a sentirse las influencias romanas en Asturias
(133). En cuanto a las variantes de térra sigillata, contamos con va­
rios ejemplares de sudgálica e hispánica, de cronología bastante
tardía según demuestran los restos descubiertos en San Chuis,
Arancedo (134), La Escrita o Mohías.
Finalmente, en cuanto a las cerámicas de atribución insegura
destacan las denominadas tinajas a peine, descubiertas en los recitos castreños de Pendía y Coaña, que parecen responder a una
datación bastante tardía y que pueden clasificarse como romanas
o, incluso, como altomedievales, puesto que a esta última época
corresponden precisamente las cerámicas decoradas, básicamente
a peine, habiéndose encontrado restos de la misma en Coaña, Aran­
cedo y San Chuis.
(132) J. Uría Ríu: “Fragmentos de cerámica excisa en el Castellón de
Coaña (Asturias)”, AEA. núm. 43, 1941, pp. 345 y ss.
(133) Sobre estos problemas cf. J.L. M a y a : La cultura castreña asturiana,
Universidad Autónoma, Barcelona, 1977.
(134) J.M. F er n á n d ez B u e l t a : “El castro de Arancedo”, op. cit.. pp. 179
y ss.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA
EUROPA Y SU PRESENCIA EN ASTURIAS
POR
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
El hallazgo en el Occidente de Asturias de un arcaico cepo ve­
natorio, utilizado ya para caza mayor, ya para diversas alimañas,
cepo del tipo llamado de «postigo» o «mordaza» y que motivaría
un interesante trabajo de J.A. Valverde, que no ha alcanzado la di­
fusión que debiera en el Principado (1), me ha hecho pensar en la
posibilidad, de que técnicas cuya raíz hay que entroncar en la mis­
ma Prehistoria europea, hayan podido seguir vigentes, prácticamen­
te hasta nuestros días en todo el acervo etnográfico de la Europa
Occidental, y en este caso concreto en el N.W. de la Península Ibé­
rica.
El que se haya localizado dicho ingenio o artefacto en plena
montaña astur hace plausible por otra parte, que la España sep­
tentrional, junto con toda zona pirenaica e incluso la Aquitania
francesa puedan considerarse como una antiquísima isoida etnocultural, que se nos presenta configurada ya desde el llamado Pa­
leolítico superior, —y que los especialistas en Antropología Prehis­
tórica han acordado en denominar «área franco-cantábrica», o más
propiamente «provincia hispano-aquitana»—, en realidad una mi­
lenaria área cultural, en la que dentro de particulares contextos a
referir a la Edad de Piedra, pudieron utilizarse diversas trampas
y cepos venatorios de resorte, que aunque trasciendan al Neolítico
(1)
J.A. V a lv er d e , “Un viejo cepo astur”. Trofeo, núm. 134. Madrid, julio
1981, págs. 24-27.
404
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
ya desde el metal, quizá pudiera retrogradarse su uso a más de
10.000 años antes del presente (2).
Parece fuera de toda duda, y más teniendo en cuenta diversos
hallazgos y documentos, que el cepo de referencia publicado por
J.A. Valverde así como otros que cita localizados en Oballo y en
Muniellos, fabricados por algún alimañero, según cánones trasmi­
tidos desde los siglos XVII y XVIII, constituyen el prístino legado
de tiempos prehistóricos, posiblemente del ya aludido Paleolítico
superior, horizonte en el que el cazador prehistórico tan evidente
en Asturias (3), pudo acceder mediante las oportunas observacio­
nes y experiencias sinérgicas, lograr la fabricación de máquinas ele­
mentales, si consideramos como tales y en el contexto de su eco­
nomía venatoria, el propulsor de madera o hueso, la fisga salmo­
nera de tope elástico, el encendedor por rotación e incluso el arco...
Artefactos todos ellos conseguidos mediante la conjunción de dos
o más instrumentos, a cuya invención se ha llegado en toda esta
área cultural, quizás lo mismo que en otras, tras la adquisición o
percepción empírica de algunas leyes universales de la Mecánica,
con el conocimiento de la palanca. Logro al que quizás se llegó de
un escalón anterior: la conquista del instrumento, artefacto que
muy bien pudo surgir ya en el Paleolítico Medio, en horizontes o
ambientes propicios, mediante la conjunción de dos útiles (así el
palo, bastón o astil, guarnecido por una punta lítica u ósea, que
puede dar origen ya en el Musteriense al venablo o pica primitiva).
Instrumentos a su vez a los que ha podido llegarse desde un escalón
anterior o inferior, el del Paleolítico Inferior, o el de la misma
Pebble Culture (4), vivido no sólo por el llamado Homo erectus, si(2) No conocemos publicación monográfica alguna referida a trampas ve­
natorias en el Paleolítico. Cf. sin embargo cap. II, de K u r t L in d n e r , La Chasse
prehistórique, ed. francesa de Payot, París 1950, donde se aborda el tema con
cierta prolijidad y altura dentro de una concepción histórico-cultural, domi­
nante en la época y que profesaban Ii. B r e u il , H. O b er m aier y O. M e n g h in .
No obstante, no puede silenciarse el trabajo que conocimos ya prácticamente
elaboradas las presentes páginas de H. S c h u b a r t , “Eine Wildfalle vom Río
Tinto”, publ. en Madrider Mitteilungen, 3, F.H. Verlag, Heidelberg 1962, pá­
ginas 21-30. en el que por vez primera en la historiografía hispana se identifi­
ca una trampa o cepo de la Península Ibérica, a datar quizá en la Edad de
Hierro.
(3) Cf. al respecto J o sé M. G omez -T aba nera , La caza en la Prehistoria
(Asturias, Cantabria y Euskal-Herria), Madrid, Istmo, 1980, y asimismo del
mismo autor Prehistoria de Asturias. De la Edad de Piedra a la Romanización,
Oviedo, Lib. Ojanguren, 1974. Puede consultarse asimismo con provecho el to­
mo I (Prehistoria) de “Historia de Asturias” de Ed. Ayalga, Salinas, 1977.
(4) Sobre la llamada Pebble Culture, y sus relaciones, ho existe en len­
gua castellana un texto que pueda considerarse realmente actual. No obstan-
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
405
no incluso por sus más lejanos antecesores, incluido el Homo hábilis, existente ya posiblemente hace tres millones de años en el Vie­
jo Mundo, primate carroñero y omnívoro en el que la investigación
paleontológica actual quiere ver, antes que en otros antrópinos, me­
jor o peor estudiados, el más probable Adán (5).
Volvamos al cepo. Problema importante es averiguar el cómo,
cuándo y dónde, del posible prototipo de cepo que consideramos
y con ello, el establecimiento de una cronología fiable, como térmi­
no post-quem, tras una posible identificación de algo que se le pa­
rezca, o restos que pudieran identificarse en alguna estación ar­
queológica. Planteada así la cuestión, ésta no parece a primera vis­
ta imposible, como tampoco su datación, si localizado, se puede
utilizar para la misma la llamada técnica del Carbono 14. La mayor
dificultad está, en que en los numerosos yacimientos estudiados o
por estudiar conocidos con restos que transcurren desde el Paleo­
lítico al Medioevo, apenas aparecen restos de objetos de madera
ejecutados por el hombre, circunstancia ésta que ha contribuido
decisivamente a que se hable desde los inicios de la investigación
prehistórica de una «Edad de Piedra», por el hecho de estar fabri­
cados de dicho material (mayormente sílex y cuarcita) gran parte
del utillaje del que hizo uso en su vida cotidiana, a la vez que de
hueso y marfil que han podido llegar hasta nosotros. Ello no es
obstáculo para que pueda pensarse que, muy bien pudo utilizar
otro tipo de materiales, éstos perecederos, y que por su misma na­
turaleza no han podido llegar hasta nosotros pese a que quizá
dieron un mayor soporte a su ergología, como la misma madera, de
la que con el paso de los siglos, tras su podredumbre, meteorización o fosilización sólo han podido conocerse en toda la Europa
te puede consultarse J.M. M a r in o , “Tipología lítica” en Munibe, Publ. de la
Sociedad de Ciencias Naturales Aranzadi, San Sebastián, 1969, págs. 51 y ss.
Más asequible para el lector español es la obrita de K e n n e t h P. O a k l e y , Man
the Toolmaker, publicada por el Museo Británico y cuyas numerosas edicio­
nes prueba'n el interés del tema para concretos estudiosos. Una visión más
moderna y hasta cierto punto asequible es la que se contiene en la reciente
obra de G a b r ie l C a m p s , La Prehistoire. A la recherche du Paradis perdu. Pa­
rís, Lib. Acad. Perrin, 1982, págs. 75-96 y págs. 140 y ss. Ya en el terreno de una
alta especialización, podemos remitir a H. R o che , Premiers Outils taillés d’Afri­
que. Paris. Soc. de Ethnographie, 1980.
(5)
Remitimos, prescindiendo de la profusa bibliografía existente sobre el
tema, al tratado relativamente reciente de A. V a l l s , Introducción a la Antro­
pología, Ed. Labor, Barcelona, 1980, págs. 155 y ss., y a R ichard E. L e a k e y , La
formación de la Humanidad (en lengua castellana), Barcelona, Ed. del Serbal,
1981.
406
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
Cepo e madera de tradición antigua, aún en uso en el Occidente de Asturias,
hallado por Gervasio Suárez Cantón. Ejecutado en una viga de roble de 9 kg.
de 1 m. aprox. de longitud y 12x21 de sección. Los resortes aparecen ejecu­
tados con bastones de avellano (2 cm. 0 ) . Los “fierros” o dientes de las por­
tillas o mandíbulas tienen aprox. 8,5 cm. Dibujo de J.A. Valverde, propietario
del ingenio.
Occidental, tres o cuatro artefactos a datar en el Paleolítico, y entre
los que podríamos recordar aquí los restos de una pica o azagaya,
totalmente fosilizados, hallados en el «kill-site» de Ambrona (6), So(6)
Excavado a primeros de siglo por el M a r q u e s de C e r r a l b o , al
que se deben las primeras publicaciones, los yacimientos sorianos de Torralba
y Ambrona, fueron nuevamente excavados y revisados hacia 1960 en colabo-
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
407
ría, con más de cien mil años de antigüedad. Tal carencia no suele
darse cuando se refiere a otros documentos más concretos asimis­
mo en madera como los localizados en formaciones de turba de di­
versas regiones europeas.
Por todo ello, puede pensarse que el hombre prehistórico quizá
usó, tanto o más que la piedra, de la madera y numerosos productos
vegetales, junto con el hueso, asta y marfil (7), a la hora de fabri­
car los útiles necesarios en las llamadas técnicas, o artes de subsis­
tencia (8), en las que pueden englobarse no sólo la caza mayor y me­
nor, sino también la recolección de productos de origen orgánico,
animal y vegetal, como moluscos, crustáceos, nidadas, etc. (9). Tarea
cotidiana ésta, impuesta para la captación proteínica y que le dictará
la invención y temprano uso de diversas trampas, asechanzas e in­
genios de caza, que desarrollará de acuerdo con sus particulares po­
sibilidades (10).
ración con una misión norteamericana, pudiendo desvelarse totalmente toda
una serie -le pr^bJ^mas referidos al paisaje cuaternario, paleoclima, biotopos,
etc., así como un kill-site o matadero de la gran caza que era conducida me­
diante ojeo hacia una ciénaga, auténtica trampa natural, aprovechada por los
cazadores achelenses del lugar. C f. al respecto K ar l W. B u t z e r , “Acheulian
Occupation Sites at Torralba and Ambrona, Sapin: Their Geology”, “Science".
Vol. 150, núm. 3.704, 1965. También R ichard L eak ey , loe. cit., págs. 120-122.
(7) Cf. Para un abordamiento actual del tema, H e n r y H o d g e s , Artifacts.
An introduction to Early materials and Technology, Londres, J. Baker, 1964,
y el libro más reciente de G a b r ie l C a m ps , Manuel de recherche prehistorique,
París, Doin, 1980, págs. 35-192, y en las que se trata el tema con la debida al­
tura y con muy valiosas referencias bibliográficas.
(8) Basadas en una economía recolectora y productiva, las llamadas “ar­
tes de subsistencia”, de obligada práctica por los diferentes pueblos de la Tie­
rra, se proyectan aquí y en el caso que nos ocupa, hacia un Universo domina­
do por bandas de cazadores y sociedades tribales, que han sido objeto de im­
portantes monografías por parte de E. S e r v ic e , The Hunters, New Jersey,
Prentice Hall, Englewood Cliffs, 1966 (hay traducción española); M. S a h l in s ,
Stone Age Economics, Londres, Tavistock, 1974 (hay traducción española, Akal,
1977). También C a r leto n S. C o o n , The Hunting Peoples (Londres, J. Cape,
1971), etc., etc.
(9) Independientemente del tratamiento monográfico del tema referido a
distintos yacimientos estudiados por los especialistas, Cf. para una visión ge­
neral L o u is -R e n e N o u g ie r , L'Economie Prehistorique, París, P.U.F., “Que
sais-je?”, 1397, págs. 59-60, refiriéndose a formas particulares que alcanzan
su punto álgido e'n la Península Ibérica, en el post-glaciar y en la cornisa asturcantábrica con el Asturiense, y en la vertiente atlanto-occidental en Muge
(Lisboa), con los célebres concheros, facies que han dado lugar a muy impor­
tantes trabajos.
(10) No existe a nivel general, obra alguna que ofrezca uta estudio inven­
tario y clasificación de las trampas e ingenios de caza utilizados por los dis-
408
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
En este orden de ideas, cabe pensar que numerosos prototipos
de cepos, trampas y otras asechanzas de caza que han llegado has­
ta las épocas históricas pudieron ya ser inventados por el H. s. sa­
piens, no sólo para atender a su economía, sino asimismo para en­
frentarse con éxito a sus competidores, es decir con felinos, lo­
bos, mustélidos, hiénidos, etc., a la vez que con otras corpulentas
bestias, que pudo utilizar de sustento desde el momento en que pu­
do cazarlas atrapándolas o capturándolas con sus mismos ingenios,
logrados tras concretas conquistas tecnológicas, las mismas que
le llevarían no sólo al logro del arte, sino incluso de la elaboración
metafísica (11).
¿CEPOS EN EL ARTE PALEOLITICO?
Ante la ausencia de documentación material, numerosos estu­
diosos se han preguntado si el llamado arte rupestre paleolítico,
legado inmarcesible que ha quedado en un sinfín de cuevas y ya­
cimientos prehistóricos y cuyo estudio ha motivado trabajos hoy
clásicos (12), podría contener en sus numerosas figuraciones algún
grafismo a identificar con posibles cepos y trampas, utilizados por
el hombre prehistórico.
tintos pueblos de la tierra y en el curso de las Edades, aún cuando para una
visión general siga siendo útil G. M o n ta ndo n , Traité d’Ethnologie culturelle,
París, Payot, 1934. Naturalmente y a nivel regional la bibliografía es ingente,
aunque de difícil consulta por su misma diversidad y dispersión.
(11) Para la génesis de esta elaboración, Cf. independientemente de diver­
sos trabajos nuestros, J h o a n n e s M a r in g e r , L os Dioses de la Prehistoria (ed.
en español), Barcelona, Destino, 1962, y asimismo el útil resumen de A. L e r o iG o u r h a n que se contie'ne en Histoire des Religions 3. Encyclopédie de la Pleiade, Paris, Gallimard, 1976 (ed. en castellano: Historia de las Religiones, de Si­
glo XXI, Volumen 11, “Las religiones de los pueblos sin tradición escrita” ba­
jo la dir. de H.-Ch. Puech, Madrid, 1981), que puede introducir al lector en
las múltiples derivaciones del tema.
(12) Para una visión general del mismo, en u'na ojeada selectiva, Cf. H.
B r e u il , Quatrecents Siècles d’Art pariétal, París (2 ediciones); A. L a m in g E m p e r a ir e , La signification de l’art rupestre paléolithique, París, J. Picard,
1962; S. G ie d io n , L’Eternel Présent: La Naissance de l’art (ed. en francés),
Bruselas, 1965, y finalmente A. L er o i-G o u r h a n , Prehistoire de l’Art occidental,
Paris. Mazenod, 1971, pudiendo consultarse en esta última obra una ingente
bibliografía referida a las distintas estaciones, yacimientos y santuarios pre­
históricos que contienen arte rupestre.
Cepo asturiano en madera de tradición arcaica, hallado por Gervasio Suárez-Cantón y hoy en la Colección Valverde. (A ): el cepo armado, de aproxi­
mado 1 m. de longitud. Su despiece diferencia resortes de madera de avellano.
(B), portillas (C) provistas de dientes de hierro y cepo propiamente dicho (D)
ejecutado en un tronco de roble. El betijo o tope E puede ser de cualquier
clase de madera. (Fots, de J.A. Valverde).
Dos trampas o cepos en madera (1/10) encontrados, respectivamente, en Hinge
y Nisset-Norremosse, habitats neolíticos en el distrito de Viborg (Jutlandia).
Nationalmuseet de Copenhague.
Cepo en madera de trampilla, encontrado en Halensee, Museo de
Prehistoria. Berlín.
Cepo en madera de tradición prehistórica, escotillón único, recuperado en la
turbera de Drumacaladerry, Condado de Donegal, Irlanda, (Nat. Mus. Ant.
Dublín).
Arriba: Trampa o cepo en
madera, de dos trampillas. Mu­
seo de Stavanger. Suecia.
En medio: Presunta hembra
de alce atrapada en un cepo.
Grabado rupestre en Ekeberg.
Noruega.
Abajo: Vaca (Bos primigenius) figurada en Lascaux,
Dordogne, Francia, con las pa­
tas traseras sujetas en pre­
suntos cepos.
Diversos cepos venatorios protohistóricos: 1, Río Tinto (Huelva), long.: 81,3
cm.; 2, Trevelmoor, junto a Tribsees, Pomerania; 3 y 4, cara anterior y pos­
terior, respectivamente, de una trampa encontrada en Ganziln, Mecklenburgo.
(Según H. S c h u ba r t , 1962).
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
409
Caverna de Font-de-Gaume (Les Eyzies, Francia). Arriba: Mammuthus pri­
migenias, presuntamente capturado mediante un “tectiforme” (=trampa o
cepo venatorio). Abajo: En la misma caverna, bisonte con “tectiformes”
figurados sobre su cuerpo.
410
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
La cuestión, como tantas otras que presenta el conocimiento de
todo mundo perdido, presenta una doble vertiente. Por un lado, la
que significa el negar cualquier identificación, y por otro, la eviden­
cia de los llamados tectiformes, que desde los primeros atisbos del
arte cavernario hicieron pensar a sus primeros estudiosos (13), sin
que en un primer momento se aventurase hipótesis alguna, aun­
que por la misma similitud que tales figuraciones parietales pare­
cían tener con una especie de armazón o armadura en maderamen
que constituye el techado (en latín tectum) de ciertas construccio­
nes, se convendría en denominar, sin más, tectiformes (14).
Habrían de pasar, no obstante, algunos años para que H. Obermaier (15) los asimilase en una interpretación más o menos per­
sonal del significado que pudo tener el llamado arte rupestre pa­
leolítico, con una especie de gavias, jaulas o recintos imaginados
por los artistas-cazadores de la Edad de Piedra, para atraer o en­
cerrar a aquellos poderes «espirituales» no favorables que, de acuer­
do con un ideario animista, podrían manifestárseles (16). Teoriza(13) A ú n c u a n d o e s in d isc u tib le q u e lo s p r im er o s in te n to s d e in te r p r e ta ­
ció n se d e b e n a H . B r e u il , b u sca n d o r esp u e sta s eh la lla m a d a “E tn o g r a fía co m ­
p a r a d a ” , q u iz á s e l p r im er tra ta d o e sp e c ífic o d e la c u e stió n se e n c u e n tr e e n
L . C a p it a n , H . B r e u il y D . P e y r o n y , La cáveme de Font-de-Gaume aux Eyzies,
1910, c u y o c a p ítu lo XVI se titu la p r e c isa m e n te “L e s te c tifo r m e s d e F o n t-d e G a u m e ”, 1910. U n a ñ o d e sp u é s H. A lcalde del R io , H. B r e u il y L . S ie r r a , e n
Les cavemes de la región cantabrique (E sp a g n e), v u e lv e n so b r e e l te m a , e sta
v e z r e fe r id o a d is tin ta s c u e v a s e sp a ñ o la s con p a r tic u la r m e n c ió n y d e scr ip c ió n
d e ta lla d a d e lo s s ig n o s d e S a n tia n , lo s te c tifo r m e s y d iv e r s o s sig n o s d e la c u e v a
d e E l C a stillo (P u e n te V iesg o ) y d iv e r so s te c tifo r m e s d e A lta m ir a .
(14) L. Capitan, H. B reuil y D. P eyrony, La cáveme de Font-de-Gaume...
cit. pág. 245. Por otra parte el alemán J. L ips , e'n “Fallensystem e der Natur­
völker”, E thnologica, tomo 3, Leipzig, 1927, págs. 123 y ss. y págs. 248 y ss.,
aborda el tema con cierta altura para su tiempo, insistiendo sobre el particu­
lar en “Palaölithische Fallenzeichnunge und das ethnologische Vergleichsma­
terial” Tagungsbericht der Deutschen Anthropologischen Gesellschaft, Leip­
zig, 1928, págs. 80 y ss.
(15) Cf. H. O b e r m a ie r , “Trampas cuaternarias para espíritus malignos”,
en Bol. de la Real Soc. Esp. Hist. Nat., Madrid, 1918, tomo 18, págs. 162-169.
El mismo autor utiliza dicho texto, en su redacción alemana, para su contri­
bución en el Reallexikon der Vorgeschichte (Ed. Max Ebert.), tomo 7, 1926, pá­
gina 145.
(16) Tal interpretación está de acuerdo con los postulados de la antropo­
logía clásica sustentados por T y l o r , F razer y epígonos, que intentan profundi­
zar en el conocimiento de la llamada “mentalidad primitiva” y en cuyo estu­
dio brilla con luz propia años después y en Francia, L u c ie n L evi -B r u h l , y que
actualmente tiene particulares derivaciones con el conocimiento del llamado
“chamanismo ’, institución arcaica aún vigente entre pueblos a nivel tribal de
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
411
Trampa o cepo basculante, de tradición prehistórica y aún utilizada. La re­
presentada se usó hasta fecha reciente en Etiopía y entre los Galla, para la
caza de leones y leopardos. De 3-4 m. de lado se hizo de troncos de árboles,
siendo necesarios varios hombres para levantarla y armarla. El animal pene­
tra bajo el techo oblicuo hecho a base de postes atados con lianas, tirando
hacia el cebo (a), y al hacerlo lo hace de la cuña (b) unido al cebo por una
liana; b sólo se sostiene mediante unas uñas de que están provistas dos bas^
tones sólidamente clavados en tierra (c), por la presión de un bastoncito (d),
que sólo ejerce la misma sobre b por su extremo, de forma que con sólo un
pequeño desplazamiento sobre b, se desmorona el techo. Simultáneamente que
sobre b, d ejerce una cierta presión sobre un topo (e); b y e impiden por ello
a d actuar sobre el poste resorte (f) al que d está pegado, apoyándose así en
equilibrio f, sobre la horquilla g, que cede al romperse tal equilibrio... Según
G. M o n ta n d ó n .Nótse las similidades formales entre este cepo tectiforme y
las figuraciones prehistóricas.
412
JOSE M. GOMEZ-TABAÑERA
ción un tanto peregrina ésta, que años después desarrollaría has­
ta sus últimas consecuencias el estudioso G. Vinaccia (17), encon­
trando acogida y predicamento entre numerosos prehistoriadores
de su tiempo, más o menos inclinados hacia el comparativismo
etnográfico (18). Años más tarde, no obstante, las formulaciones
de Obermaier volverían a ser desempolvadas, tras la publicación
en 1953 del sugestivo libro de Eveline Lot-Falck (19), en el que se
trata de las presuntas relaciones de dependencia que pudieron dar­
se entre los cazadores paleo-siberianos, —otorgándosele un nivel
intelectual parejo al de los cazadores del Paleolítico de la Europa
occidental—, y entre los que seguirá manteniéndose un ideario animista que admite asimismo «poderes espirituales no favorables»,
a los que se les captura mediante trampas en cierto modo seme­
jantes a las que pretendió identificar Obermaier. En virtud de tal
explicación los grafismos tectiformes que aparecen en los llama­
dos «santuarios paleolíticos» pudieron servir para alojar tras su
captura mediante hechizamiento, a los espíritus patrones o «guar­
dianes» de los animales, pero también quizá, a espíritus de muer­
tos y antepasados cuya intervención, no sólo en los planes de caza
sino en la vida doméstica, podía considerarse negativo. Así podría
explicarse una tradición recogida entre los Goldos, etnia paleo-si­
beriana, que recuerda cómo el espíritu de un muerto puede preve­
nir a una marta o fuina, cuando ésta se acerca al cepo cuidadosa­
mente montado por su propietario (20). En la misma línea concep­
tual podría quizá considerarse la elaboración ya posterior del fina­
do prehistoriador galo A. Glory, recogida en las Actas del Simpocazadores, personificada por el llamado “médico-brujo” o chaman propiciador
de los “poderes espirituales” al nivel deseado. Cf. M . E lia de , Chemanismo, Ed.
española, Méjico F.C.E,, 1960; A. L om m el , Shamanism: The Beginnings of
Art, Nueva York, McGraw-Hill, 1967 ; J. H a l if a x , Shaman, The xoounded healer, Nueva York, 1982, y M. M e r c ie r . Chamanisme et Chamans, París, Belfond, 1977. Naturalmente podría aportarse una bibliografía ad-nauseam sobre
el mismo, pero suponemos suficientes los títulos dados para una primera in­
cursión en el tema.
(17) G. V in a c c ia , “Les signes d’obscure signification dans l’art paléolithi­
que” L’Anthropologie, Paris, 1926, págs. 41-46.
(18) H e r b e r t K ü h n . “Zeichen unbekannder Bedeutung in palaolithischer
Kunst”, IPEK, 1926, págs. 183-184. Del mismo autor: Kunst und Kultur der
Vorzeit Europas, tomo I, Berlín-Leizpzig, 1939, págs. 314 y ss. Véase asimismo
nota 14 supra, las aportaciones de J. L y p s .
(19) E. L ot -F alc k , Les rites de Chasse chez les peuples sïberiens, Paris,
Gallimard, 1953.
(20) E. L ot -F alck , loc. cit. pág. 90 y págs. 153 y ss.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
413
Diversos signos de tipo escaleriforme y reticulado que algunos tratadistas cniparentan con los “tectiformes” : 1-3. Paleolítico Superior: 1. La Pileta, Mála­
ga (pintura roja); 2. La Pasiega, Cantabria (pintura roja); 3. El Buxú, Asturias
(grabado); 4-9: Post-paleolítico: 4. La Pileta, Málaga (pintura negra); 5-6.
Monte Bego, Alpes Marítimos (grabado en repicado); 7. Fontainebleau, S. y
M. (grabado profundo “antiguo”); 8. Ibídem (incisión fina “reciente”); 9. Ba­
rranco del Duratón, Segovia (pintura roja). Según G. Sauvet, 1983.
sio Internacional de Arte Rupestre, que tuvo lugar en Barcelona
(1966), al asimilar a muchos de los tectiformes paleolíticos con los
denominados tuktukias, es decir sacos de forma cuadrangular o
poligonal que recuerdan a nuestras alforjas y que, al parecer, son
utilizados por los paleo-siberianos para, de acuerdo con sus creen­
cias, cobijar o residenciar a los ongones, es decir a los espíritus pa­
trones de muchos de los animales objetos de caza (21). Desarro(21)
A. G l o r y , “L’enigme de l’art quaternaire peut elle être resolue par
la theorie du culte des ongones?”, en Actas del Simp. Intem. de arte rupestre,
Barcelona, 1966, págs. 25-60. Para una adecuada inteligencia de esta comuni­
cación interesa, no obstante, estar un tanto impuesto en el tema, ya abordado
por D. Z e l e n in e , en Le culte des idoles en Sibérie. París, Payot, 1952. Dicha
obra, hoy clásica, no ha sido aprovechada en demasía, pese a sus posibilidades,
por los estudiosos occidentales del arte mobiliar franco-cantábrico aún cuando
quizá dé la clave en torno a co’ncreta documentación material, designada sim­
plemente como “ídolos”.
414
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
liando sus puntos de vista, Glory recordaría así numerosas repre­
sentaciones de tectiformes que con distintos nombres se han veni­
do inventariando en numerosas cuevas-santuarios del área hispano-aquitana, con arte rupestre (22). De esta forma, los tectiformes,
trascendiendo de presuntas figuraciones de trampas de caza, co­
mo los interpretaron algunos especialistas pasarían a constituir
una especie de habitáculos o cubiles, a manera de nuestras «perre­
ras», en las que mediante un adecuado ritual podía atraerse a un
ongon con fines propiciatorios... Concepción ésta que nos hace
evocar la de los Lares y Penates de la vieja Roma y, al parecer, aún
vigente entre los Goldos con sus sacos/alforjas rituales; entre los
cazadores Chang Hy, entre los Ostiacos y los Yacutos, entre los ha­
bitantes de Minussink, que utilizan una especie de saquete confec­
cionado en cortezas de abedul; entre los Nens del Ket, que usan a
su vez, otro trenzado en fibras vegetales (23). Todo esto parece coin­
cidir, por otra parte, con otra creencia harto difundida entre pue­
blos cazadores contemporáneos que aún viven inmersos en una
economía de la Edad de Piedra, y que siguen teniendo «casas de
espíritus» en el ámbito siberiano. Así los Ostiacos, los Chiliacos, los
Buriatos y los Vogules, con sus casetas rituales o gavias de ongones, cuya estructura, según Glory, no difiere apenas de los objetos
que al parecer quieren ser representados en los tectiformes inven­
tariados en las cuevas de Bernifal, Les Combarelles, Font de Gaume, Cougnac, etc., todas ellas en la Dordoña francesa (Perigord)
(24).
Insistiendo en el tema vemos pues que éste habrá de ser revisa­
do cualquier día por los prehistoriadores, de manera objetiva, al
liberarse la Arqueología Prehistórica de los excesos de un comparativismo etnográfico delirante y mal traído, y de los que, en los
últimos lustros, ha conocido la teorización en torno a los determi­
nantes y hermenéutica del arte rupestre... Hoy, con independencia
de interpretaciones más o menos fantásticas que quieren ver en al­
gunos tectiformes incluso kayaks o canoas del Paleolítico un tanto
semejantes a las utilizadas por los esquimales (25) la autoridad del
(22) A. G l o r y , loe. cit. pág. 51, donde hace referencia a diversos tectifor­
mes de la llamada área franco-cantábrica y a su interpretación clásica.
(23) A. G l o r y , loe. cit., págs. 49 y ss.
(24) Para un inventario prácticamente exhaustivo de las mismas hasta
1975 Cf. el catálogo de M. S arr a d et , L’Art prehistorique du Perigord, Studi
Camuni, 6, Ed. du Centro Capo di Ponte, 1975.
(25) En esta línea quizá puedan verse algunas de las observaciones comparatistas que encontramos en el reciente libro de J o h n E. P f e if f e r , The Crea­
tive explosión: an inquiry into the origins of Art and Religión. Nueva York,
Harper & Row, 1981, cap. 10, págs. 153 y ss.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
415
etnólogo francés A. Leroi-Gourhan ha influido decisivamente para
que muchos tratadistas y estudiosos de la semiología del grafismo
paleolítico vean en ellos signos y señalizaciones sexuales (26), «bla­
sones» étnicos, etc., etc. (27). Incluso a un conocido paleolitista
c\
1. Grabados rupestres, acaso representaciones de trampas de caza, localizados
en Herjangen, parroquia de Ofoten. Según Gutorm Gjessing; 2. Dibujos ru­
pestres, vulviformes, quizás representación de trampas. Según H. Alcalde,
H. Breuil y L. Sierra.
hispano, F. Jordá Cerdá, se le dará un ardite el reebautizar a algu­
nos de ellos como «ideomorfos» (28), denominación un tanto difu­
sa (29) que quizás autoriza y propicia el que bajo la misma pue­
dan integrarse, no sólo cualquier grafismo o forma, reflejo de
auténticas realidades, sino cualquier signo o sema, cuya imagen
se produce como fruto de la abstracción. Con tal denominación in­
dudablemente se complica para el no avisado todo nuevo intento de
revisión y reinterpretación de viejas y nuevas adquisiciones, a me­
nos que no se apele a los expedientes que le brindan tanto la Infor(26) Aún cuando la bibliografía, sobre la cuestión, dentro de las perspec­
tivas abiertas por la teorización de A. L er o i -G o u r h a n , es ya abúndante, nos
referiremos aquí concretamente a su obra recientemente traducida al castella­
no Símbolos, artes y creencias de la Prehistoria. Madrid, Istmo, 1983.
(27) A. L e r o i -G o u r h a n , “Les signes parietaux comme “marqueurs” ethniques”, en Altamira Symposium, Madrid, 1981, págs. 279 y ss.
(28) F. J ordá C e r d á , “Sobre ideomorfos de haces de líneas y animales sin
cabeza”, en Valcamónica Symposium (1972), págs. 73 y ss. Edizioni del Centro,
Centro Camuno de Studi Prehistorici, Capo di Ponte, 1975.
(29) F. J o rdá C e r d á , “Historia del Arte Hispánico. I. La Antigüedad, 1.:
Arte de la Edad de Piedra, págs. 18 y ss. Asimismo F. J ordá C e rdá , “Sobre
técnicas, temas y etapas del Arte Paleolítico, en la región cantábrica”. Zephyrus, XV, Salamanca, 1964.
416
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
mática como la Semiótica dentro de una aplicación de la lógica de
la conexión de los símbolos (30).
Independientemente de todo esto, está la realidad material que
pueden ofrecernos ciertos cepos venatorios de muy posible tradi­
ción paleolítica, —y que sin embargo no han llegado hasta noso­
tros entre otros restos materiales—, que muy bien pudieron ser
usados en la Vieja Europa desde el Solutrense y que desde los úl­
timos horizontes de la Edad de Piedra, llegaron a trascender al Neo­
lítico y Edades del Metal, y desde éstas, al mundo histórico. Hori­
zontes todos ellos que, en manera alguna, descarta el que en algún
caso concreto, pudira identificarse, siquiera, como mera hipótesis
de trabajo, en algún tectiforme/ideomorfo, la representación o ex­
presión concreta more gométrico, —usando de una expresión per­
sonal de Jordá (31)—, de una trampa o un cepo de postigo, arma­
Presunto tectiforme de la Cueva
de Las Aguas (Santander).
do por cualquier artista cazador, para funcionar «en el otro mun­
do», es decir artificio, pongamos, de algún brujo o chaman paleolí­
tico, —con el que se intenta dominar en una concreta parcela del
Universo prehistórico—. Hemos de reconocer sin embargo, que la
(30) Es en esta línea en la que segú'n nuestros más actuales puntos de vis­
ta han de orientarse todas las revisiones y nuevas indagaciones que se hagan
en el terreno de una interpretación válida del arte cuaternario. Cf. al respecto
M a x B e n s e , Estética de la información (edición en castellano), Madrid, A. Co­
razón, 1972; C. M a l t e se , Semiología del mensaje objetval (edición en castella­
no), Madrid, A. Corazón, 1972; R aym ond F ir t h . Symbols public and prívate,
Londres, G. Alien & Unwin Ltd, 1973, e incluso monografías etnográficas, como
las contenidas e'n V íctor T u r n e r , La selva de los símbolos (edición en caste­
llano), Madrid, Siglo XXI, 1967.
(31) F . J ordá C erdá , “Sobre técnicas, temas y etapas del Arte Paleolítico
en la región cantábrica”, Zephyrus. XV, Salamanca, 1964.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
417
realidad científica impide que tal lucubración trascienda de la hi­
pótesis, hasta que, al menos, pueda localizarse una trampa o cepo
paleolítico o sus restos in situ.
DEL PLEISTOCENO AL HOLOCENO
El planteamiento cambia totalmente a partir de horizontes
post-paleolíticosy más recientes, a asignar a las llamadas Edades
del Metal o simplemente a la Protohistoria, horizontes que nos han
legado ya algunos especímenes inmersos en marjales y turberas que
les preservaron de una definitiva destrucción, cuando no, en algún
lugar impensable o insólito.
Los hallazgos a que nos referimos se inician prácticamente ha­
ce ya casi un siglo, y empezaron a ser identificados, particular­
mente a partir de la atención que merecieron al anticuario escocés
Robert Munro (1897), al inventariar algunos cepos utilizados para
cazar nutrias y otros animales. Años después el estudioso alemán
E. Krause (1904) insistiría en el tema, llegando a inventariar unos
cuarenta cepos de postigo localizados en Alemania, Escandinavia,
Italia Septentrional y diversas regiones europeas (32), y fijando
su presunto apogeo en la Edad de Bronce, en la que tales ar­
tefactos venatorios logran una cierta difusión por áreas jamás ho­
lladas por los cazadores paleolíticos. Se encontrarán incluso cepos
confeccionados en maderas de más fácil talla, aparte del roble y de
la encina. Así, el sauce será utilizado en Hinge (Jutlandia) (33).
También los postigos de un ejemplar extraído del pantano de Auqunarney (Aberdeenshire, Gran Bretaña), se presentan en abedul. Sin
embargo las varas de resorte llevan una madera más alástica, ge­
neralmente de avellano, aún cuando el citado ejemplar de Auqunarney los presente de sauce (34). Se sabe asimismo de la utilización
(32) R. M u n r o . “Prehistoric Problems”, Edimburgo y Londres, 1897 ; R.
y P.G. G il l e s p ie , “Further nots on ancient wooden traps. The so-called
otter and beaver traps”. Proc. S.A.S. LIII, 162-167. F. K r a u s e en Vida Econó­
mica de los pueblos (Ed. en español), Col. Labor, núm. 311. Barcelona, 1932,
pág. 34, habla de “dispositivos automáticos”. Anteriormente y por su parte E.
K r a u s e en “Wildgruben und jaddgerate aus der Steinzeit von Fernwerder”.
Nachrichten ünber Deustche Altertumsfunde, Berlín, 1902.
(33) C f. J.G.D. C l a r k , La l’Europe préhistorique. Les fondements de son
Economie (Ed. en francés). Paris, Payot, 1955, pág. 86.
(34) Cf. Proc. Soc. Ant. Scot., LVI, 1922, págs. 282-287.
M unro
418
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
del haya (Pindstrup, Jutlandia) (35). Asimismo tras la identificación
por Patrick Gillespie (1919) del grabado a datar en el siglo VIII que
presentaba una lápida encontrada en Clomacnoise, Irlanda Central,
que figuraba a un cérvido atrapado, se vió que el uso de tales cepos
no era privativo del alimañero, circunstancia ésta, que pudo ser
probada dos decenios más tarde por Holger Rasmussen (1940), tras
Localización en la Europa continental de cepos o trampas de resorte, en
madera. En el mapa no se incluye la hallada en Río Tinto (Huelva). (Según
J.G.D. Clark, 1948, modificado).
su estudio de los cepos de postigo aún vigentes en la Europa Orien­
tal, concretamente en la Polesia, Masovia y Galitzia, estudiados es­
tos últimos por Moszynski, quien pudo comprobar que todavía no
hacía medio siglo que en Polonia los cepos seguían utilizándose
(35)
Cf. R.W. Reid, “Ancient Wooden Trap from the moss of Auquharney”,
Proc. Soc. Ant. Scot., LVI, 282-287. Asimismo H. R a s m u s s e n , “Dyrefaelder fra
Broncealderen”, en Fra Danmarks Ungtid, págs. 112-128, Copenhague, 1940.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
419
en terrenos pantanosos, armados en batería y en las proximidades
de los parajes en que tiene hábito de abrevar la caza mayor (36).
Esto explica el que muchos hallazgos actuales se localicen en tur­
beras y junto a cursos de agua, así como la situación de algunos
Inscultura sobre una lastra en piedra, procedente de Clonmacnois (República
de Irlanda), datada entre los siglos VIII-IX a.c. (Edad del Hierro), represen­
tando la captura de un cérvido mediante un cepo.
nuevos hallazgos. Así, el de nueve cepos apilados, cual si hubieran
estado almacenados, en la misma turbera de Larkhill (Ballyshannon,'
Condado de Fermanagh); otros cinco en Laibach, Yugoslavia, y
(36)
Según C l a r k , loe. cit., el estudio de Moszynski, publicado en Polonia
en 1929, fué traducido al sueco en 1936. Pese a la ayuda demostrada por la Di­
rección del Museo Nórdico de Estocolmo, no hemos podido localizar dicha tra­
ducción.
420
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
otros en Vicenza, Italia del Norte, así como los de Teltow (Brandemburgo), todos ellos registrados por Munro (37).
Durante el presente siglo siguen menudeando los hallazgos, e in­
cluso, merced a los documentos adquiridos ha podido establecerse
una cronología en determinadas regiones. Así, el mismo análisis
de polen (37 bis) parece probar que especímenes tan alejados o
distantes como los que nos ofrecen los de la turbera de Drumacaladerri (Donegal Septentrional, Gran Bretaña) o los del lago Gólen
(Vastergótland, Suecia), hoy en el Museo Nórdico de Estocolmo,
puedan ser datados en el Bronce Final de sus respectivos países,
es decir a mediados del primer milenio antes de nuestra Era. Otro
ejemplar, éste hallado cerca de Silkborg (Dinamarca) sería datado
asimismo en el período sub-boreal. De todo ello se deduce, siguien­
do la visión de G. Clark y los últimos hallazgos, que el área de ex­
tensión de los cepos de postigo coincide geográficamente con la del
bosque caducifolio europeo, de acuerdo con el mapa trazado por el
mismo Clark. Este hecho, con independencia de que la Prehistoria
acceda a identificar concretos grafismos, con posibles trampas o
cepos materiales o imaginarios nos autoriza a insistir, en ver en
tales artefactos un presunto legado de la Edad de Piedra, a referir
quizá al área franco-cantábrica o pirenaica, y que conoce su expan­
sión con el advenimiento del Holoceno y tiempos neotermales, a re­
giones que tras la glaciación würmiense podrán ser «colonizadas»
por el H. S. sapiens, a partir de la neolitización, y es totalmente cohe­
rente con el hallazgo del espécimen ya muy tardío, perteneciente al
mundo histórico, que J.A. Valverde (38) nos ha brindado y cuyo
más remoto antecedente ibérico lo constituye el cepo de Río Tinto,
identificado por Schubart (1962).
PASADO Y VIGENCIA DEL CEPO DE CAZA EN ASTURIAS
Y SUS RELACIONES.
Con excepción de algunas noticias y datos que cabe encontrar
en alguna de las publicaciones en las que artes y técnicas venato­
rias son tratadas históricamente (39), muy poco se puede aportar
aquí en torno a lo que sabemos sobre la utilización de trampas y
(37) Cf. la obra cit. infra., nota 32 del presente trabajo.
(38) Cf. supra, nota 1 del prese’nte trabajo.
(39) Entre éstas son clásicas las obras de J. A rg o te de M o l in a , Discurso
sobre el Libro de la Montería que mandó escribir el muy alto Rey Don Alfon­
so XI, Sevilla, 1582. Para el tema en concreto abordado aquí remitimos a J.
U r ia R i u , “La caza de la montería en Castilla y León en la Edad Media”, Clavileño, núm. 35. Madrid, 1955.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
421
cepos venatorios en el Occidente, ya que en la Antigüedad, ya en el
Medioevo, referidas a la Península, y en ésta al Principado de As­
turias.
Las primeras referencias al mismo, al igual que al N.W. de la
Península, pueden, no obstante, remontarse a siglos antes de la
existencia del Principado como entidad histórica. Prescindien­
do de aquellas que pudieran desprenderse de la heurística romana,
las encontramos ya en la España visigoda, en el Liber Judiciorum
(Fuero Juzgo), donde se contiene una Ley —muy posiblemente de
resultas de otra ley o costumbre anterior— en la que se citan las
penas para aquellos que hiciesen hoyos o tendiesen arcos u otros
lazos o ballestas en parajes recónditos, con objeto de capturar ani­
males de monte, —cuya venación se reservaba el dominus—, cuan­
do se diera el caso que personas o ganado cayeran en alguna de ta­
les asechanzas, sufriendo algún daño o percance (Libro VIII, Títu­
lo IV, leg. 22 y 23 antiq.). Son las trampas y artefactos, que ya en
lengua romance acabarán llamándose armadijos, entre las que ca­
be naturalmente incluir no sólo el cepo protohistórico de Río Tinto,
sino también el que ha motivado el presente trabajo.
Al parecer, su uso fué corriente en todo el N.W. hispánico, entre
las gentes galaico-astures que trascendían de la llamada «cultura
castreña», entre cuyos pztróglifos o inculturas rupestres, trazadas
miles de años después de que el hombre paleolítico astur-cantábrico
nos dejase su legado de pinturas y grabados. Entre estas trampas, a
veces simples fosas u hoyos, quizá deba subrayarse el uso del hoyo
lobal, conocido en Tuy a inicios del siglo XI y en Cacabelos, del si­
glo XII, este último como fogium lobalem, y que, a fin de cuentas
no debía diferir de las ya utilizadas en Europa y que con el tiem­
po daría lugar a diversos topónimos. El origen de los topónimos
castellanos La Lobera, Lobera, etc., no es otro.
Lobos, osos y jabalíes, entre otras alimañas, constituyeron indu­
dablemente uno de los males consustanciales al Milenio, haciendo
que el mundo rural tomase toda clase de medidas frente a ellos no
sólo son hoyos y trampas sino también mediante empalizadas, cu­
ya invención cabe remontar a la Prehistoria, dando lugar y vida a
un género de caza particular, «la caza al butrón» practicado hasta
nuestros días con la ayuda de ojeadores que llevaban la caza hasta
torcas, que en Asturias se denominan caleyus y calechos, pero tam­
bién cousos y trapas (por «atrapar»), que darán asimismo lugar a
topónimos locales.
Entre la iconografía y noticias a traer aquí, podíamos recordar
la muy interesante que nos ha brindado el historiógrafo italiano
Petrus de Crecens, que escribía antes de 1492, refiriéndose a una
422
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
trampa de caza, que puede identificarse claramente como un cepo
de postigo, al parecer conocido en toda la Romania, y que era em­
pleado desde el siglo XIII, para cazar lobos y zorros. La descrip­
ción que nos hace es un tanto vaga, arguyendo que ignora su fun­
cionamiento pero que cualquiera podría construirla, sólo con ver
el artefacto en manos de un alimañero. En mi libro «La caza en la
Prehistoria» (1980) (40) he reproducido el grabado que ilustra el
Cepo en madera de utilización actual en Masovia, Polonia, para la caza de
cérvidos y osos (según G. Clark).
citado texto de Crescens, y en el que se figura a un raposo atrapa­
do por una pata. Grabado que merecerá un comentario del autor
con visos de apotegma: «Aunque muchos zorros se dejan ahí una
pata, siguen viviendo con tres». Sin embargo, parece que el ilustra­
dor de Crescens no tenía muy clara la idea de cómo podía funcio­
nar la trampa en cuestión.
Por otra parte, en la heurística jurídica de la Europa feudal
abundan leyes y reglamentaciones referidas a la práctica de la ca­
za y en muchas ocasiones privilegiando la misma. Entre ésttas qui­
zá fuera interesante reproducir el texto de aquella que tras las Cor­
tes de Alcalá de Henares de 1386, dará el Rey Alfonso, y que toda­
vía un siglo después vemos recogida en una pragmática de la Reina
Doña Juana de Castilla (1515), en los siguientes términos:
«Otrosí fasta aquí armaban cepos grandes en los montes pa­
ra los venados grandes et estos cepos tales eran peligrosos
para poder caer en ellos hombres et caballos: Tenemos por
bien que de aquí a delante que ninguno faga ni arme cepos
grandes con fierros en que pueda caer puerco; ni ciervo, por
guardar el peligro que pudiera acaecer en lo que dicho es.
(40)
Cf. supra, nota 3, del presente trabajo, donde se da la referencia de
dicha aportación. El dibujo de Crescens se reproduce en la pág. 214.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
423
Et cualquiera que lo ficiere et lo armare que por la prime­
ra vegada yaga medio año en la cadena: Et por la segunda
que yaga este mismo tiempo en la cadena et le den sesenta
azotes; Et por la tercera vez que le corten la mano».
Cepo de mordaza para lobos y raposos (según Crescens, circa 1493).
Texto éste, que nos introduce de pronto y un tanto dramática­
mente ante la realidad de los cepos y trampas de caza que, al pa­
recer, seguían utilizándose un tanto abusivamente en los Reinos
de la hija de los Reyes Católicos, con grave riesgo de personas y
caballerías. El «cepo», —nombre que en castellano viene de la mis­
ma naturaleza del material con que se hace, una cepa, tronco o ra­
ma de árbol (41)—, vendría a ser considerado como algo de uso
realmente temerario. Su construcción se atenía a un modelo bien
difundido en toda la Europa de la Edad de Hierro: Constaba de una
sólida carcasa ya rectangular, ya oval y en este último caso, un
tanto naviforme ejecutada mediante azuela, a partir de una cepa
' (41) R eal A cadem ia E s p a ñ o l a : Diccionario de la Lengua Española. Ma­
drid, 1970, s.v. cepo y cepa.
424
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
de encina, roble o álamo negro, de una longitud variable entre los
58 y 92 cm. con una anchura entre los 12 y 27 cm. Excavada en el
centro, con objeto de conferirle su función, venía a presentar en
el mismo ua especie de vano rectangular que albergaba una tram­
pilla de resorte, que era montado en el momento de ser utilizado.
Se partía muy posiblemente del mismo modelo arcaico cuyo pro­
totipo fué el mismo que medio milenio antes, había ya inspirado
las trampas descritas por Munro y otros autores, indudablemente
más antiguas y menos perfeccionados que el cepo astur al que nos
estamos refiriendo, que presenta ya un dentado o espigas en hie­
rro (fierros), que hace que pueda ser asimilado a aquellos cuyo uso
es vedado por la Pragmática que hemos mencionado arriba.
Posiblemente muchos de los cepos protohistóricos que inspi­
raron esta horrible máquina, presentaban asimismo un vano u
oquedad en la que el trampero depositaba un cebo, cuando se tra­
taba de capturar a un castor, a una nutria, y, ¿por qué no?, a cual­
quier alimaña. Los postigos de la trampilla que cerraban el vano
quedaban abiertos y armados mediante una clavija o varilla tensora, colocada perpendicularmente a la misma trampilla/postigo,
haciendo de percursor bajo el vano disimulado, y que al ser des­
plazado por la presunta presa al introducir su zarpa o cabeza en
la oquedad con objeto de hacerse con el señuelo, haría actuar in­
defectiblemente al mecanismo. Claro que muchas veces, y esto lo
vemos en el cepo asturiano, la trampa podía tener modificaciones
locales, impuestas por la misma experiencia del trampero, cuando
de la misma caza mayor se trataba, sobre todo, si era un cepo de
pisada y sin cebo que se armaba enterrado en el suelo o enmasca­
rado mediante matojos, musgos y helechos.
Así, el origen del artefacto —insistimos— quizá haya que re­
montarlo a la Edad de Piedra ,aunque no más allá del Paleolítico
Superior en su horizonte más cercano a nosotros, cuando el hom­
bre ha logrado la invención de las primeras máquinas (palanca,
propulsor, barrena, arco, etc.). Cuestión aparte es que, por distin­
tas motivaciones, los cepos en cuestión, así como otros artefactos,
y en virtud de motivaciones que se nos escapan, hayan podido ser
representados o no, en el llamado arte rupestre cuaternario. Qué
duda cabe que sobre el asunto no se ha dicho aún la última pala­
bra, independientemente de la interpretación dada a tectiformes,
ideomorfos y signos asimilados a éstos y aquéllos, descritos e in­
ventariados por conocidos especialistas y que han venido siendo
localizados en diversas cuevas de la cornisa astur-cantábrica, en-
“Tectiformes” figurados en el techo bajo de la cueva de El Castillo (Puente
Visgo, Cantabria). Los tectiformes se encuentran junto a una serie de puntos
de significación desconocida, pero que quizá podrían interpretarse como pis­
tas de caza o incluso fosos ejecutados en las mismas, con fines venatorios
(Fot. de S. Giedion).
Sistema de fosas-tram­
pa, de tradición prehist ó r i c a , descubierto en
Ketzin, Westhavelland,
Alemania, Plano y Sec­
ción. Según E. Krause.
Detalle de uno de los tectiformes (“ideomorfos” para F. Jordá Cerdá) de pre­
sunta datación paleolítica, de la cueva de Las Herrerías, Llanes, Asturias
Detalle de uno de los presuntos tectiformes de la cueva de Le Cantal (Cabrerets, Lot, Francia), de datación prehistórica.
Tectiforme pintado en ocre rojo de la cueva de El Castillo (Puente Viesgo,
Cantabria) de significación controvertida.
Abajo : Grupo de tectiformes que aparecen figurados en el último tramo de
la cueva de Altamira (Santillana, Cantabria).
“Empalizada” paleolítica
de uso venatorio, para
la caza de un Cervus
megaceros. Dibujada so­
bre arcilla en la cueva
de Pech-Merle (Lot). Se­
gún Lemozi. En medio:
ilustración del Libro de
La Montería (Sevilla,
1582). Abajo: ojeo en­
tre los Iraqueses en Ca­
nadá (S. de Champlain,
1632).
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
425
tre las que podrían recordarse aquí las de La Loja (Panes) (42),
Llonín (Panes) (43), Pindal (Pimiango) (44), Herrerías (Llanes)
(45), Tito Bustillo (Ribadesella) (46), El Buxu (Cangas de Onís) (47),
San Román de Candamo (Candamo) (48), e incluso alguno de los
abrigos y cuevas inventariados recientemente en el Nalón Medio.
Todos estos signos, sobre todo los de la cueva del Buxu, y los de­
nominados «ideomorfos» de la cueva de Las Herrerías, y que nos­
otros hemos comparado con alguno de los que se presentan en la
francesa cueva de Chantal, junto a Cabrerets (Lot), al igual que al­
guno de los. inventariados en Cantabria y Euskal-Herria (49), In­
dudablemente podrían ser revisados considerando la presunta fun­
cionalidad simbólica de que pudo dotarse su representación, ya co­
mo trampas para una fructuosa y futura caza, ya para capturar
«espíritus» propicios o ingratos... Independientemente de todo es-
(42) J o sé M. G om ez -T a b a n e r a , “Para una revisión del arte rupestre de la
Cueva de La Loja”, en Bol. del I.D.E.A. núms. 93 y 94, págs. 386-449. Ovie­
do, 1979.
(43) M a g ín B e r e n g u e r , El Arte parietal prehistórico de la Cueva de Llo­
nín. Peñamellera Alta. Asturias, Oviedo, I.D.E.A./Caja de Ahorros, 1979 ; J.M.
G om ez -T a b a n e r a , “El arte prehistórico de la Cueva de Llonín (Peñamellera
Alta, Alies) y la lógica de la conexión de los símbolos en la Prehistoria y Et­
nografía Astures (1)”. Bol. del I.D.E.A., núms. 96-97, Oviedo, 1979.
(44) F . J o rdá y M . B e r e n g u e r , “L a cueva de El Pindal. Nuevas Aporta­
ciones", Bol. del I.D.E.A. núm. 23, págs. 1-30, Oviedo, 1954.
(45) M. B o u l e , H. B r e u il y H. O b e r m a ie r , “Institut de Paléontologie Hu­
maine. Travaux de l’année 1913”. L'Anthropologie, t. XXV, pág. 235. Paris,
1914. Cf. asimismo, infra, nota 49 del presente trabajo.
(46) J.A. M o u r e R o m a n illo , Las pinturas y grabados de la Cueva de Tito
Bustillo, Valladolid, Univ. Dep. Preh. y Arq. 1980.
47) H. O b e r m a ie r y C onde de la V ega del S ella , La Cueva del Buxu (As­
turias), Com. Inv. Paleont. y Prehist. Memoria núm. 20, Madrid, 1918.
(48) E. H er n á n d ez P acheco , La caverna de la Peña de Candamo (Astu­
rias). Com. Invest. Paleont. y Prehist. Memoria núm. 24. Madrid, 1919.
(49) S o b re lo s m ism o s, M a r ía P il a r C asad o L ó p ez, L os signos en el Arte
Paleolítico de la Península Ibérica, Z a ra goza, 1977, p ág s. 23 y ss,, ob ra e n la
q u e ju n to a p r e su n to s te c tifo r m e s a in te r p r e ta r co m o a r te fa c to s d e in sp ir a c ió n
v e n a to r ia , se in v e n ta r ía n o tr o s d e s ig n ific a c ió n d e sco n o cid a , e x is te n te s n o só lo
en e l á m b ito a stu r -c a n tá b r ic o y v a sc o , sin o ta m b ié n en o tr a s á r e a s h isp a n a s.
P a r a lo s sig n o s d e la C u e v a d e la s H er re ría s (L la n es, A stu r ia s), cf. F . J o r d á
C erd a y M . M a llo V ie s c a , Las pinturas de la Cueva de las Herrerías (Llanes,
Asturias), S e m in . P re h . y A rq . U n iv . S a la m a n c a , 1972, y p a ra lo s d e la g ru ta
d e C h a n ta l (L ot, F r a n c ia ) A . L em o zi, “L a G ro tte d u C a n ta l,v a lle e d u C ele, p r es
C a b re re ts (L o t)”, Bull. Soc. Preh. Franc. 34, 1937, p á g s. 213-223. P r e c is a m e n te
so b re la c o n c o r d a n c ia d e lo s “te c tifo r m e s ”, “id e o m o r fo s” o sig’n o s d e p o sib le
p r o p ia c ió n /c a p ta c ió n v e n a to r ia , q u e se p r e se n ta n e n H e r r e r ía s y C a n ta l, h e­
m o s lle v a d o a e fe c to u n e stu d io c o m p a ra tiv o , a p u b lic a r en u n p r ó x im o B o le ­
tín d e l I.D.E.A.
426
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
to, y de lo que pudiera creerse que pudo ocurrir en horizontes pa­
leolíticos y las disparidades de criterio que puedan darse todavía
hoy en 1983, a la hora de clasificar e incluso ordenar cronológica­
mente los presuntos cepos de postigo que hubo de conocer la Edad
de Piedra de la Europa Occidental, está el hecho que, aparte del
binomio tectiforme-trampa, planteado aparecen ya figurados en
Presuntos tectiformes, de la Cueva de Las Herrerías (Llanes), según calco de
M. Pérez, reducido.
numerosos petróglifos a datar en los inicios de la Edad de Bronce
bajo diversas figuras fusiformes de las que se han estudiado, so­
bre todo, algunas del ámbito escandinavo. Así las localizadas en
Skogervien y Ekeberg, que nos hacen recordar inmediatamente a
los cepos de postigo hoy conservados en los Museos de Stavanger
y Estocolmo.
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
4 27
El trazado de tales peíróglifos ha venido atribuyéndose a fines
propiciatorios (magia venatoria), rituales y religiosos (50). El aná­
lisis de ciertas figuras hace probable que algunos de los presuntos
cepos figurados no fueron sólo utilizados para la caza menor, sino
también para la captura de cérvidos, incluso de gran tamaño como
el mismo alce (51). El petròglifo de Ekeberg parece demostrarlo
Dibujo parietal paleolítico de la cueva de La Pasiega (Santander), en el que
aparece figurado un cérvido atrapado por un “tectíforme”.:
con la pata trasera de un cérvido introducida en ün cepo. Las re­
presentaciones de Skogervien no son menos significativas, al igual
que otras que podían aducirse aquí (52). Claro está .que toda la re­
presentación podría asumir un carácter mítico, relacionado con un
posible ritual para la captura del astro solar, ritual que quizá pudo
motivar mucha de la temática que hoy nos ofrece el arte escandi­
navo de la Edad del Bronce.
(50) H e r b e r t Kühn, El arte rupestre en Europa (trad. en lengua castella­
na de F. Jordá), Barcelona, Seix & Barral, 1957, págs. 105 y ss.
(51) Cf. H.G. B an d i y J. M a r in g e r , E’Art prehistorique, Basilea, Holbein,
1852, y concretamente las reproducciones tardías (Edad de Bronce) de Bardal
(Nord-Trondelag) e Hinna (More og Romsdal), ambas en Noruega.
(52) Pueden verse al respecto, por pertenecer al mismo mundo conceptual,
los petróglifos ya tardíos inventariados por el arqueólogo soviético A.P. O klad n ik o v . Cf. de dicho autor (en ruso), Petróglifos de la Cuenca del Alto Lena,
Moscú, Nauka, 1977, con una serie de calcos, realmente esclarecedores. Tam­
bién, aunque referidos a Nuevo Mundo, concretamente a la región canadiense
de los Grande s Lagos, S e l w y n D e w d n e y y K e n n e t h E. K id d , Indian, Rocks
Paintings of the Great Lakes, Toronto, Quetico Found, Univ. de Toronto, 1967,
con muy significativas representaciones.
428
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
Por otra parte quizá pudiera vislumbrarse algún «cepo» en las
representaciones que nos ofrece hoy diverso arte mesolítico y es­
quemático de la Península Ibérica, incluso el diferenciado en el
área galaico-portuguesa y en la cuenca del Tajo, cuyos orígenes se
han remontado a los inicios de la Edad del Bronce (53).
Tectiforme, ideomorfo en “parrilla”,
según Jordá—, de la cueva de
Altxerri (Guipúzcoa).
Tectiforme en negrt>, del Pozo del
Ramu (Ardines, Ribadesella,
Asturias).
A tradiciones paleolíticas podrían referirse asimismo otro pre­
sunto cepo, quizá figurado en el arte rupestre leptolítico y al que
hasta ahora no nos hemos referido específicamente, pero a cuya
posible expresión gráfica, en conformidad con «modas» y tenden­
cias actuales en el estudio del arte parietal ha querido dársele una
(53) A n to n io de l a P e ñ a S a n to s y J.M . V á zq u ez V a r e la , L os Petróglifos
Gallegos. La Coruña, Ed. do Castro, 1979. Los llamados cuadrados (págs. 93 y
ss.) quizás pudieran ser interpretados como presuntas trampas venatorias, al
igual que las “empalizadas”, fig. en pág. 102 (Fig. 78. También A n to n io M a r t in h o B a p tis t a , A Rocha F-155 e a Origem da Arte do Vale do Tejo, Monogra­
fías Arqueológicas, I. Oporto, 1981
*
SOBRE CEPOS Y TRAMPAS VENATORIAS EN LA VIEJA EUROPA
429
/
Signo reticulado o tectiforme, ante el que parece pretende huir o zafarse un
équido. Cueva de La Griega, Pedraza, Segovia. Según G. Sauvet, 1983.
Signo reticulado o tectiforme, frente a la figura de un presunto équido, o aca­
so "de un hobby-horse. Cueva de La Griega, Pedraza, Segovia. Según
G. Sauvet, 1983.
430
JOSE M. GOMEZ-TABANERA
significación «sexual». A este tipo, aunque posiblemente más tardío
puede asimilarse la representación que aparece en un petróglifo
noruego de Eslttjord, a igual que los de Forselv (Nordland, Norue­
ga), que por su forma nos recuerda a alguno de los hoy llamados
«vulviformes», catalogados en el arte rupestre paleolítico francocantábrico (54). No obstante el grafismo en cuestión que en sínte­
sis constituye una forma geométrica seccionado en longitud que
recuerda a una phi griega, no puede identificarse, si se trata de un
cepo de postigo, con otros de morfología «tectiforme» como los
que nos ofrecen las cuevas cantábricas de El Buxu, Monte del Cas­
tillo, etc. Algo semejante ocurre con algunas representaciones re­
ticulares que hemos podido estudiar en un área realmente margi­
nal a la provincia franco-cantábrica propiamente dicha: La Mese­
ta, con cuevas tan interesantes como pueden ser la cueva de La
Griega, recientemente revisada por G. y S. Sauvet (55), en Pedraza,
Segovia o en Los Casares (Guadalajara) que indudablemente nos pre­
senta un horizonte mucho más próximo al Holoceno, y en el que
se utilizaron asimismo de forma más o menos simbólica cepos y
redes de caza, como ocurre en alguna de las regiones alpestres que
cabe delimitar desde Monte Bego (Francia) al O. de Saint Dalmasde-Tende a Valcamónica (Brescia)... (56). Aquí nos encontramos
asimismo con un signo particular: el de las llamadas «paletas», de
controvertida interpretación, alguna de las cuales quizá nos recuer­
dan también a cepos de postigo de particular utilización (57).
(54) Cf. fig. 204 (pág. 154) en H.G. B andi y J. M aringer , L'Art Préhisto­
rique Basilea, Ed. Holbein, 1952, y después B. y G. D elluc, “Les manifesta­
tions graphiques aurig'naciennes sur support rocheux des evirons des Eyzies
(Dordogne)”, en Gallia, Prehistorie, Tomo 21. París, C.N.R.S., 1978. Asimismo
A. B eltran, “Las Vulvas y otros signos rojos de la Cueva de Tito Bustillo (Ardines, Ribadesella, Asturias)”, en Actas del Symposium Interri. Arte Rupestre,
Santander-Asturias 1970, págs. 117-136. Santander-Madrid, 1971. Y para una
revisión de la cuestión, J.M. G omez-T abanera, Las presuntas representaciones
perineales en el arte rupestre cuaternario de la Cueva de Tito Bustillo, Astu­
rias: Significación y relaciones, a publicar en Bol del I.D.E.A. Oviedo, 1984.
(55) G. y S. S auvet, L o s grabados rupestres prehistóricos de la Cueva de
la Griega, Pedraza, Segovia. “Corpus Artis Rupestris”. Dep. Preh. y Arq. Univ.
Salamanca, 1983.
(56) Cf. E. A n a t i . Civiltà Preistorica della Valcamónica, Milán, II Saggiatores. 1964, págs. 166 y ss. También, E. B e r n a r d in i , Arte Millenaria sulle rocce
alpine, Milán, Sugar, 1975.
(57) Cf. E. A n a ti, Civiltà Preistorica della Valcamónica cit. Cf. supra, no­
ta 56 pág. 177, fig. 121.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU
TIEMPO
POR
MELQUIADES CABAL
Cumplido el tercer centenario del nacimiento de Gaspar Ca­
sal, el Instituto de Estudios Asturianos ha organizado un ciclo de
conferencias de homenaje y recuerdo a la figura de un médico que,
no habiendo nacido en Asturias, vivió en ella muchos años, ha­
ciendo méritos para ser conocido como el Hipócrates Asturiano,
por ser en nuestra región, más exactamente en Oviedo, donde ejer­
ció su ministerio desde 1717 a 1751, fecha en que abandona la ciu­
dad y se establece en la Corte, bien a requerimientos de los astu­
rianos residentes en Madrid, bien por recomendación del Bene­
dicto P. Feijoo, al Monarca y su Consejo.
Las dudas existentes sobre su condición de médico nunca fue­
ron totalmente desmentidas, y el mismo D. Gregorio Marañón, tan
prudente como sabio en sus juicios, señala en el prólogo de la edi­
ción de la Historia Natural y Médica de Oviedo de 1959, que Don
Gaspar Casal, médico práctico sin título universitario, ejerció la
profesión médica en la Alcarria, Guadalaja y Soria, antes de afin­
car en Oviedo.
Hoy ya nadie discute su lugar de nacimiento tras las investi­
gaciones efectuadas por D. Tomás Noguer y el Profesor Jaime
Peyrí, que localizaron en el Libro de Bautismo de la Iglesia Parro­
quial de Santa Susana de Mercadal de Gerona, en aquel entonces
suburbio de la ciudad, su inscripción por el párraco Antonio Alou,
en catalán, con fecha 31 de diciembre de 1680, la fe de bautismo
432
MELQUIADES CABAL
de un niño al que se le pusieron los nombres de Roque, Francis­
co, Gaspar y Narciso, hijo legítimo de D. Federico Casal, Alférez
de Caballería, y de Dña. Magdalena Julián, actuando de padrinos
el Dr. Gaspar Fayós y Dña. María Masjoan, esposa de D. Gaspar
Masjoan, boticario de Gerona.
Si por nacimiento fué gerundés, fué asturiano de adopción, y
en Oviedo falleció su primera esposa, Dña. María Ruiz de Retorti11o, y en Oviedo contrajo segundas nupcias, con Dña. María Rodríguer Fernández Arango.
Los años que Casal estuvo en Atienza, desde 1706 a 1712, le fue­
ron de gran utilidad, pues allí conoció a D. Juan Manuel Rodrí­
guez de Luna, aragonés de origen, filósofo aristotélico, naturalis­
ta y químico que, siendo aún muy joven, se trasladó a Roma en
busca de trabajo, encontrando quehacer de mancebo en la botica
del Papa Inocencio XI, siendo por entonces boticario de ella el cé­
lebre D. José Doncelli, que admirado de las cualidades de aplica­
ción e ingenio del muchacho, le confió la oficina y le hizo conoce­
dor de los secretos de las operaciones químicas y farmacéuticas en
uso.
Refiere Casal con la sencillez que habitualmente narra, su amis­
tad con el maestro boticario Rodríguez de Luna, del que asimiló
enseñanzas de física, en ocasión en que vuelto a España con D. Jo­
sé Doncelli, ya no regresa a Roma, quedando al cuidado de su pa­
dre ya octogenario, y dedicado a la fabricación de medicinas y pro­
veedor de los boticarios de Madrid.
Permanece Rodríguez de Luna en Atienza hasta pasado el año
1716, mientras que Casal, que en 1713 había ido a Madrid con el
deseo de establecerse en la Corte, abandona pronto la capital, adu­
ciendo como razonamiento lógico, no probarle bien su seco tempe­
ramento, muy frío en invierno y caluroso en verano, lo cual cons­
tituía seria amenaza para su salud.
LLEGADA DE GASPAR CASAL A OVIEDO
Cuando en el verano de 1717 llega a Oviedo, hace propósito de
permanecer de por vida en la capital del Principado, al compro­
bar grande alivio en su salud, por el tremendo temple y alimentos
fáciles del país.
Al no existir constancia evidente de que Casal fuese médico, y
tener por añadidura grandes conocimientos botánicos y químicos,
y estar emparentado con D. Gaspar Majoan, boticario de Gerona,
GASPAR CASAL! MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
433
y posterior amistad con D. Juan Manuel Rodríguez de Luna, boti­
cario, botánico y químico en Roma y Atienza, fué justificado moti­
vo para que un autor asturiano, D. Celestino Graíño Cors, sin ne­
garle su condición de médico, le incluyese en la nómina de los hom­
bres más interesantes en la historia de la farmacia asturiana.
Desarrolló D. Gaspar Casal su actividad médica en Oviedo y
provincia durante la primera mitad del siglo XVIII, en una época
de auge de la medicina europea, cuando aún España permanecía
sorda y muda a los avances científicos, y Oviedo, pequeño pueblo
de 6.000 habitantes, emergía de la ignorancia nacional por obra del
Padre Feijoo y de Casal, médico sin título universitario.
Manuscrito de D. Gaspar Casal, referido al salario percibido como médico del
Hospital Real de San Juan, durante el año 1730. Oviedo.
Catalanes y asturianos, en particular los ovetenses, fueron los
que más y en mejor medida contribuyeron al conocimiento de la
imperecedera obra casaliana.
Primeramente Buylla y Sarandeses con D. Fermín Canella, exal­
taron su figura, después Luis Alfonso Martínez Cachero, César Fer­
nández Ruiz, Joaquín García Morán, Evilasio Antolín Peña, Lucas
434
MELQUIADES CABAL
Rodríguez Pire, José Tolívar Faes y el naviego Jesús Fernández
Martínez, dejaron en sus escritos constancia de su preocupación
por unlversalizar y enaltecer la figura de quien primero describió
el Mal de la Rosa o Pelagra, intuyendo certeramente era un pade­
cimiento carencial avitaminósico.
Los catalanes, en deuda de gratitud con Casal y persuadidos de
que su figura era poco conocida del gran público, organizan en
1962 un homenaje a su memoria, homenaje en que intervinieron,
entre otros, García Valdecasas, Mercadal Peyrí y Contreras Verdaguer. A su vez, D. Gregorio Marañón y D. Pedro Laín Entralgo y la
ovetense de adopción Dña. Palmira Villa del Río con su obra Ca­
sal en Oviedo, hicieron valiosa y documentada aportación.
MAL DE LA ROSA O PELAGRA
En la descripción que hace Casal del Mal de la Rosa pone en
evidencia sus dotes de observador genial, recogiendo con gran exac­
titud las lesiones cutáneas aparecidas en las regiones dorsales del
metacarpo y metatarso, cara y labios, así como la franja o collar
que afectando la región inferior del cuello y esternón, es conocida
como collar de Casal, añadiendo que la piel de las partes afectadas
adoptan una rojez, una aspereza y una costra que perfila su aspec­
to erisipeloide.
A estos síntomas cutáneos habrían de añadirse una vacilación
constante de la cabeza, en ocasiones extendida a todo el cuerpo, y
un ardor doloroso de la boca, debilidad molesta del estómago, me­
lancolía, etc.; lesiones de carácter recidivante en las estaciones de
primavera y verano, que son —dice Casal— como las golondrinas
vuelven a aparecer porque es universaria.
Haciendo gala de consumado observador, intuyó Casal que el
Mal de la Rosa hacía su aparición en personas de alimentación ru­
tinaria y pobre, y que el simple cambio de los alimentos habitua­
les por otros más sustanciosos y alimenticios, era suficiente en oca­
siones para lograr la curación de los enfermos.
Muchos enfermos en aquel entonces y posteriormente obtenían
la curación, por el simple hecho de abandonar su casa y dedicarse
a servir a personas acomodadas. Labradores hubo que lograron la
curación con sólo dedicarse al pastoreo y al consumo de leche en
abundancia sin descremar y a la pureza de los aires que respira­
ban.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
435
La leche, en opinión de Casal, podría corregir la demacración
que ocasionan los alimentos ordinarios, pero la costumbre habi­
tual en los labradores de extraer la manteca, quedando sólo el sue­
ro y alguna parte caseosa, la hacían ineficaz como tratamiento ali­
menticio de la pelagra.
Refuerza este aserto el caso que recoge Casal, de una mujer
con demencia pelagrosa que dió en la manía de apetecer y buscar
con ansiedad manteca de vaca, comprando cuanto podía adquirir,
hasta saciarse de ella, casi como único alimento, con lo cual no
sólo curó perfectamente del Mal de la Rosa, sino también de la
demencia.
La reputación de Casal en Oviedo y provincia, y más tarde en
la Corte, tuvo que depender en gran parte de sus conocimientos y
circunstancias, que el mismo Casal nos recuerda como enseñanza
provechosa, «referir sinceramente, lo visto y palpado, en la desnu­
dez de ambición y de amor propio».
Pensamos que estudiar la medicación empleada por Casal pu­
diera en parte explicarnos el porqué de sus éxitos y fracasos. De­
cía mi maestro en la Facultad de San Carlos, D. Teófilo Hernando,
que en las breves líneas de una receta el médico dejaba plasmado
todo su juicio clínico y su conocimiento en relación al enfermo.
El éxito de Casal ante el enfermo y ante la sociedad que cons­
tituían su entorno fué debido sin duda a ser un médico naturalista,
al ver y considerar al enfermo como parte esencial de la natura­
leza viva. Naunyn, el gran clínico alemán, decía que si la medicina
no fuera una ciencia natural, no existiría para nada, añadiendo
D. Gregorio Marañón que lo que permanece inmutable en la me­
dicina es sólo lo que han creado los médicos naturalistas.
Casal era también un médico humanista; la humanidad de Ca­
sal, glosada multitud de veces, se hace realidad en cada una de las'
páginas de su libro, donde el relato de los casos clínicos, de un ve­
rismo inigualable, son trozos de humanismo. Refleja en ellos, con
prosa medida, la exactitud del cuadro clínico, en el que nada sobra
ni nada falta, conociendo numerosas afecciones, si bien el éxito
notorio de su magisterio estaba reservado a ser el primero que hi­
ciese, con tanta sencillez como originalidad, la descripción del pa-*
decimiento conocido como Mal de la Rosa.
Tan convencido estaba Casal de la exactitud descriptiva del Mal
de la Rosa que, en contra de su habitual costumbre de ratificar sus
criterios y opiniones con sentencias hipocráticas, al referir el Mal
de la Rosa, no busca apoyo en Hipócrates, y si lo hace, lo hace.jrá-
MELQUIADES CABAL
436
ra vez, sospechando D. Gregorio Marañón que quizá el Padre Feijoo le purificó de alusiones hipocráticas, que siempre tenía en la
punta de la memoria y de la lengua.
HISTORIA
NATURAL, Y MEDICA
DE EL PRINCIPADO DE ASTURIAS.
,
OBRA POSTHUMA,
QUE ESCRIBIO El DOCT. D. GASPAR.
C jfá l Meilico de fu Mageftad, y fu ProcoMcdico de Caftilla, Académico de la
Real Academia Medica
Matrit:nfc,íkc.
LA SACA A LUZ
EL DOCT. JUAN J O S E P H GARCIA'
Sevillano , Medico de Familii del Rey
nueftro SeñorEx-Examinador de fu Real
Proto-Medicato, Medico que ha fido de los
Reales Hofpitales, y a&ual de el Real Sitio
de Buen Retiro j Académico de la Real
Academia Medica Matritenfe, y de
la Real de C'porto , 8cc.
CON LICENCIA : En Madrid, en la Oficina de Manuel Mar­
tin , Calle de li Cr iz. Año cíe 1761.
St bittxrk en U Librería di Din Franiifco M tnutl di M ftu,
C,tllt diluí Cdrritas.
Primera página de la edición princeps. Año 1762.
FLORA MEDICINAL
Conoció Casal la provincia de Oviedo más y mejor que los na­
tivos, ya por su profesión visitando enfermos, bien estudiando sus
peculiaridades generales, relacionadas con la medicina.
El estudio de la flora medicinal fué objetivo prioritario de Ca­
sal en Asturias, y ello debido a que además de médico, tenía gran­
des conocimientos botánicos.
Pronto advirtió Casal, que los vegetales criados en Asturias te­
nían excesivas humedades, con privación de las partículas firmes
y balsámicas. En su opinión, existían en nuestra provincia muchas
plantas apreciadas en las oficinas de farmacia, pero exceptuando
algunas que se conservaban con industria y cultura, la gran mayo­
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
437
ría de ellas eran traídas de Castilla y Aragón y otras provincias es­
pañolas por su mayor riqueza aromática y medicamentosa.
Los boticarios de su tiempo, conocedores del notable defecto de
nuestras plantas medicinales y quizá influidos por la opinión de
Casal, especialmente el boticario de la Compañía de Jesús, amigo
suyo, D. Esteban López, traía todos los años de Castilla sacos de
cenizas de ajenjos, cardo santo, centaura menor, fumaria, etc., pa­
ra extraer de ellas las sales fijas, cuando en verdad la crianza de
estas hierbas en Asturias era tan pródiga como para surtir las ne­
cesidades de las demás provincias, si no tuviera el defecto de ,1a
humedad, aroma y acción medicinal.
No obstante la vaiosa opinión de Casal, los boticarios afectos o
pertenecientes al Cabildo, al hacerse cargo de la administración de
la botica, la hacían con su huerta, donde recogían no pocas hier­
bas medicinales. Y el mismo Casal nos refiere al describir la histo­
ria patológica del boticario D. Agustín Orovio, entonces dependien­
te del Cabildo, que con 85 años de edad y convaleciente aún de
grave enfermedad, salió en el mes de mayo de 1740 a un monte
alto en busca de hierbas medicinales.
La preferencia de Casal por la Oficina de los Jesuítas, dada su
amistad con el boticario, dió lugar a que el Cabildo le hiciese ver
la conveniencia de recetar menos y no orientar al enfermo hacia
dicha botica en evitación de suspicacias fácilmente comprensibles.
El P. Feijoo denunciaba ya entonces, y lo hacía con valentía,
la colusión industriosa de tal cual médico, con este o aquel botica­
rio, siendo frecuente el aplauso que los boticarios dedican al mé­
dico malo, por ser singularmente recetador, y de otro lado, la pres­
cripción de fórmulas secretas para venderlas más caras con el tí­
tulo de preciosas, no siendo más que una cosa vulgar que no va­
le cuatro maravedíes, ni aun un maravedí porque de nada sirve.
El doctor Amalio Telenti en su Tesis Doctoral indica que el maes­
tro no señalaba estas irregularidades a humo de pajas o como cosa
oída, sino que lo sabía a ciencia cierta y porque importaba que la
verdad fuera conocida por todo el mundo.
El tratamiento de las enfermedades por las plantas fué duran­
te muchos siglos la medicación ideal, juntamente con algunas pie­
dras, llegando su prestigio y popularidad hasta bien entrado el si­
glo XX.
Coinciden algunos biógrafos de Casal en señalar su escasa re­
levancia como terapeuta, opinión de la cual disentimos, al conside­
rar había en Casal una moderación en las prescripciones, bien por
propio parecer o bien influido por el P. Feijoo, que nada tiene que
438
MELQUIADES CABAL
ver con sus conocimientos botánicos y terapéuticos. Seguramente
Casal como el P. Feijoo estaban convencidos que eran muchas plan­
tas utilizadas y muy pocas en las que se podía confiar. Señala el
P. Feijoo, con su ironía habitual, que entrando en una botica y
viendo los rótulos de los frascos con tantas medicinas aureas, ce­
lestes, angélicas, divinas, católicas, regias, etc., se creía uno en el
templo de la inmortalidad, cuyas aras y aun umbrales respeta la
guadaña de la muerte.
A Casal se debe el mantener en redomas de vidrio bien tapadas
las sales fijas de los vegetales en las boticas, libres de la influencia
del medio ambiente, y también la observación de cómo se corrom­
pían los zumos y fermentaban los jarabes.
Es verosímil pensar que el proceder de Casal en muchos casos
estuviera condicionado al pensamiento de Feijoo, que en su aula
conventual hacía constantes reproches ante la imprudente actua­
ción de la generalidad de los médicos, sirviendo ello de adverten­
cia al predilecto de sus discípulos.
EXPERIENCIAS DE CASAL EN TRILLO Y PRIORIO
Poseía Casal cualidades de investigador, que le situaban a la ca­
beza de los grandes médicos de entonces, pues con métodos muy
rudimentarios, casi inexistentes, llegó a conocer la composición
utilidad de algunas aguas y su utilidad médica.
A este respecto señala D. Gregorio Marañón su buen sentido pa­
yés y puro ingenio, que le inclinaba instintivamente hacia la ver­
dad, apreciación que trasciende de continuo en su singular libro.
La evidencia de lo expuesto la encontramos en las experiencias
que hace en Trillo al pretender averiguar la composición de aque­
llas aguas. En este empeño, fabricará en el corral de su casa una
hornaza, y en una olla vidriada evaporará el agua mineral a fin de
conocer su composición. En esta paciente tarea es ayudado por un
mancebo de una botica vecina a la Plaza de Antón Martín, cuyo
boticario se llamaba Diego Bartolo.
Tras unos cuantos días de evaporación, sin consumir su pacien­
cia, logra conseguir en el fondo de la olla un residuo blanco lapi­
doso, congregado en forma de laminillas, que sometido al espíritu
de vitriolo exhalaba un hedor urinoso como sal de amoniaco, tras
ruidosa y crecida efervescencia. La propiedad más apreciada en las
aguas de Trillo, su efecto purgante, se conseguía sin alteración ni
daño manifiesto en parte alguna del cuerpo, apreciando en ellas
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
439
también cómo despierta el apetito más dormido y postrado, ayu­
dando a digerir lo mismo que hacen apetecer, fortaleciendo los
miembros y suavizando y dando color a la piel.
En su desmedido entusiasmo por estas aguas llega Casal a ma­
nifestar que algunos rebeldes achaques que hicieron burla de to­
das las medicinas, publicarían los médicos y testificarían los: en­
fermos que era más efectivo aunque costase menos, un vaso de
agua tibia que un cántaro de cordiales y julepes.
En el estudio de las aguas de Priorio emplea Casal una metó­
dica que le identifica como investigador nato, pues si bien no obe­
decía a un raciocinio previo, no estaba exento de cierta lógica, ya
que pretendía tan sólo conocer la composición mineral de las aguas.
Inquieto por la nueva aventura, se levanta al manacer de un
día de junio, y tras proveerse de los útiles precisos, tan pronto lle­
ga a la fuente, comienza sus experiencias. Utiliza primero un es­
crúpulo de sal de tártaro; luego alumbre molida; después agallas
finísimas; más tarde rasuras de hollines verdosos crecidos en las
paredes de la cueva, sin lograr resultados efectivos.
Sin desaliento aparente, continúa las experiencias con cenizas
de tártaro que confieren al agua intenso sabor salado; luego la
Cochinilla de Indias o Cocínela que las imprime una coloración
encarnada sin perturbar su aspecto y sin permitir dedución alguna
sobre su composición mineral.
Prosigue el análisis con el exiguo residuo adherido a las pare­
des de la olla, logrado en lenta evaporación por ebullición, sien­
do auxiliado en la ciudad por un boticario. Después añadiría dos
o tres gotas de espíritu de vitriolo, dando lugar a la formación de
una masa dulce y astringente, sospechosa de tierra aluminosa, que
el tiempo había de confirmar estar compuesta de carbonatos de
cal, magnesia y estroncio.
Señala Casal sin avalarlo como experiencia personal, la virtud
de los baños de las aguas de Priorio para corregir la infecundidad
de las mujeres, siendo innumerables las que tenidas por estériles
y sin esperanzas de concebir, lograron sucesión con el uso de es­
tos baños, y otras que por diversos achaques perdieron la fecundi­
dad, volvieron a concebir y parir felizmente.
En Asturias se exacerban sus dotes de investigador: todo llama
su atención, y de sorpresa en sorpresa, canaliza el estudio de tie­
rras, aguas y plantas.
440
MELQUIADES CABAL
DESCUBRIMIENTO DEL SUCINO
La historia del ámbar o sucino no fué un hallazgo puramente
casual. Desde su llegada al Principado inquiría Casal de aldeanos
y pastores, y a todo aficionado a la contemplación de la naturale­
za, si en algún monte, valle o caverna, había encontrado algún cuer­
po extraño a los que de ordinario estamos acostumbrados a ver.
Vivía D. Gaspar acuciado por la novedad, y Asturias toda cons­
tituía una región inesplorada al deseo que perseguía. Podemos ase­
verar sin lugar a dudas que Casal hizo partícipes de sus experien­
cias y afanes a toda una región, sin comprender sus coetáneos en­
tonces sus ansias de investigador y de saber, buscando para Espa­
ña poder desasirse de la influencia extranjera.
En sus andanzas por Asturias solía acompañarse del P. Esteban
López, boticario de la Compañía de Jesús, y en la búsqueda del su­
cino iban con él, además de un joven cavador, dos sacerdotes más
llenos de curiosidad que de entusiasmo investigador.
El primer contacto con el ámbar o sucino fué fruto de la casua­
lidad; un amigo suyo, D. Francisco Cobián, platero y dorador de
oficio, se le acercó un día mostrándole un pedazo de una piedra
brillante a manera de hermoso topacio, encontrada por un cavador
debajo de la tierra, quien sospechó por su aspecto pudiera tratar­
se de una piedra preciosa. Su poco peso y fragilidad hicieron com­
prender al amigo dorador estaba muy lejos de ser en realidad una
piedra preciosa.
Apenas Casal la tuvo en sus manos y pudo observarla, conoció
era ámbar puro y de superior calidad, comenzando a partir de en­
tonces su metódica experimental, hasta convencerse de su pureza.
Febril de curiosidad, buscaba el ámbar denonadamente, y ayu­
dado por la suerte, encuentra ámbar en abundancia en el pueblo
de Beloncio de Piloña y en la aldea Arenas de la parroquia de Valdesoto de Siero.
Se reprocha Casal en su Historia Natural la demora en escribir
sus notas relativas al ámbar, buscando justificación en la absor­
bente ocupación profesional, el cuidado de enfermos y las consul­
tas por escrito, que le tienen tan ocupado que apenas en todo un
mes disponía de una hora de holganza.
Las notas que sobre el ámbar dejó escritas para sus futuros
lectores son ajenas a todo lo conocido, evitando compulsar sus ha­
llazgos con autor alguno, «porque en los asuntos de hecho vale más
un solo testigo ocular que afirme conocerlo, que noventa y nue­
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
441
ve que lo pretendan probar con argumentos, conjeturas y razones
tomados de otros».
Encontró gran variedad de colores de sucino: el rojo oscuro, el
rojo áureo y bermejo, y entre ellos, toda una gama de colorido. En
el valle de Cuérrias todo el ámbar era claro y diáfano excepto lo
blanco, pues el blanco, cuando su blancura es perfecta como el albayalde, es opaco.
Tras un minucioso examen de la mina, tomados y anotados con
rigor los hallazgos, inicia la metódica experimental, observando las
reglas y preceptos que aconseja la química. En retortas de vidrio
comienza la destilación del sucino, obteniendo un aceite purísimo,
no sólo en abundante cantidad respecto al ámbar empleado, sino
conservando su color, sabor y diafanidad, similar al que con el
nombre de aceite rectificado, clarísimo y selecto, se importaba de
Inglaterra, Batavia y Francia.
Bajo la acción de la llama se inflama y arde fácilmente, des­
prendiendo un humo espeso y negro, exhalando a la vez un olor
suave y agradable que persiste en tanto dura la ignición, perci­
biéndose una vez apagado un olor que recuerda al incienso ordi­
nario. El color de la llama difiere según la clase de ámbar; el ro­
jo produce llama roja; rosácea en el rosáceo y áurea en el áureo.
Gustaba Casal dentro de su habitual modestia establecer rela­
ciones epistolares con personas de relieve científico. Cuando des­
cubre el ámbar en Asturias, envía presto a un amigo de la Corte,
al célebre Fray Martín Sarmiento, una variedad de las muestras
encontradas, el cual, tras quedarse con minúscula porción, envió
el resto al Secretario de la Academia para que diese conocimiento
del hallazgo de Casal, tanto más valioso si pensamos que hasta
entonces era producto adquirido en el extranjero y pagado a buen
precio, pues era una época en que el peso del ámbar y el peso de
la plata caminaban al unísono.
Aunque las ocupaciones de Fray Martín Sarmiento no propi­
cian a que pudiera dedicarse a la física, se muestra muy compla­
cido por la inquietud científica de Casal, alentándole a que prosi­
ga en sus experimentos. Le recuerda estar de moda la electicidad,
y siendo el sucino famosísimo entre los eléctricos, como el imán
entre los magnéticos, sugiere la posibilidad de correspondencia
entre el ámbar y el imán, máxime que ambos se encuentran entre
capas pizarrosas, y dejando correr la imaginación, llega a supo­
ner que posiblemente el ámbar no sea otra cosa que algún cuer­
po o símbolo de aquellos tres cuerpos, pizarra, hierro e imán.
442
M ELQUIADES CABAL
El sucino de antiguo conocido, era el Karabe de los Persas y el
eléctrum de los griegos. Se electriza negativamente con facilidad
a la frotación, siendo insoluble en agua, poco o nada en alcohol y
en mayor proporción en éter y esencia de trementina. Pertenece
a las mismas formaciones que el lignito y es frecuente hallar en
su interior variedad de insectos, por lo común heminópteros y dífteros, juntamente con desechos vegetales.
Reproducción del grabado en tomaño inferior, en la edición de Buylla
y Sarandeses, de 1900.
Como la ciencia verdadera era prácticamente inexistente en­
tonces, los investigadores fomentaban la fantasía del raciocinio,
por ello Martín Sarmiento le indica a Casal obsérve la dirección
en que se encuentra el ámbar en relación con algún punto del glo­
bo terrestre o celeste, oportunidad que aprovecha Casal favorecí-
GASPAR CASAL: MEDICINA ¥ TERAPIA DE SU TIEMPO
4 43
do por la abundancia en Asturias de zonas mineras de pizarra, hie­
rro, imán y ámbar. Le aconseja que si en alguna otra ocasión vol­
viese al mismo lugar donde encontró el ámbar, no lo arrancase sin
antes advertir y anotar la postura que ofrezca respecto del mun­
do y respecto de los treinta y dos vientos.
Fotocopia a su tamaño natural, del grabado que aparece en la primera
edición de la obra de Casal, en 1762.
La carta de Sarmiento en relación con el ámbar tiene matiz ob­
sesivo, pues los consejos que se permite ofrecer a Casal provienen
del deseo que «en España se adelante algo la física curiosa», de­
jando de ser simples traductores de investigaciones ajenas.
Es evidente que el hallazgo del ámbar sugestiona a nuestro Ca­
pellán, permitiéndose aconsejar a Casal la conveniencia de tomar
nota sobre la parte del hallazgo que mira el norte, oriente, ponien­
te y sur, para hacer con estos datos alguna tentativa, sin ahondar
444
MELQUIADES CABAL
en una idea concreta, solicitando de nuevo el envío de algún pe­
dazo de ámbar del tamaño de una bellota para su uso, recomen­
dando, supuesto que se le enviaría, señalase con cuatro o seis no­
tas en las esquinas las partes del mundo.
Concluidos los experimentos pasado el equinocio de otoño del
año 1743, reanuda Casal el examen de la mina de la aldea de Are­
nas situada en un monte bastante elevado; casi en el mismo pue­
blo se encuentra la mina recubierta en la parte superior por tie­
rra que carece de particularidad, pues es igual a todas las demás
tierras contiguas o lejanas, pero la parte inferior es bastante ne­
gra, y aunque se puede amasar con las manos, no forma una masa
compacta, sino un cuerpo compuesto de capas o láminas negrísi­
mas, integrada de partículas puras y homogéneas, separables fá­
cilmente, aunque adheridas a la superficie de las láminas, de gran
fragilidad y resplandor.
Buscando el ámbar descubrió dos cuerpos extraños como el be­
tún; uno de ellos superaba en negrura a la misma tierra, teniendo
la forma de una tabla, por lo cual manifiesta Casal era azabache
puro. Mas pronto rectifica el juicio emitido al comprobar que el
aire y el sol lo agrietaban, comprendiendo que sólo era azabache
en embrión, ya que el verdadero ni se rompe ni agrieta al contac­
to del aire y del sol. El otro cuerpo vituminoso, aunque menos ne­
gro y sin forma determinada, era duro y difícil de romper.
En sus sencillas experiencias pudo comprobar Casal que sobre
las brasas desprendía un olor extraño, como el de pólvora quema­
da o cuerno de buey pulverizado.
En la mina de Cuérrias encontró Casal ámbar amarillo de co­
lor oro brillante que excedía en claridad y transpariencia a los
más puros topacios. La destilación del sucino permitió a los in­
vestigadores que sucedieron a Casal tres productos diferentes: el
ácido sucínico impuro, que se adhiere a la parte superior de la re­
torta; el espíritu volátil de sucino, líquido acuoso que contiene
ácido acético, ácido sucínico y aceite pirogenado; y el aceite volá­
til de sucino, mezcla de aceites pirogenados que sobrenadan al pro­
ducto anterior, susceptible de rectificarse por destilación.
El azabache se encuentra en masas pequeñas en medio de otras
variedades de lignito, en Francia, Sajonia y Prusia. En España se
encuentra en Asturias, Galicia y Aragón, especialmente en Daroca.
Se debe igualmente a Casal el descubrimiento de las minas de
cristal diamantino; una en un pueblo llamado Berbes, del concejo
de Colunga, y otra en un lugar próximo a Priorio.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
445
El hallazgo del cristal diamantino produce en Casal tanta ilu­
sión y fantasía que nos hace recordar la experimentada por nues­
tros exploradores de antaño. Nos refiere el aspecto de los crista­
les; hermosos, tan puros y nítidos, centelleantes y diáfanos, que
apenas es dable distinguirlos de los verdaderos diamantes, pues
como éstos, cortan con facilidad el vidrio. Siente preferencia por
el cristal de Barbes, ya que el de Priorio carece de la diafanidad
de los primeros, si bien poseen exactitud en longitud, grosor, finu­
ra y dureza, oscilando su color entre el negro y azul, y tan opacos
como el plomo y el hierro.
La fina sensibilidad de Casal ante los hallazgos no conforman
su curiosidad, discurriendo su pensamiento sobre el porqué de las
cosas, intuyendo con acierto que en las entrañas de la fecunda ma­
dre naturaleza, en zonas apartadas del mar, se ocultan causas po­
derosas que engendran no sólo el ámbar, azabache y cristal dia­
mantino, sino el diamante puro y el oro.
Aunque sin mayores éxitos, fué empleado el sucino por los mé­
dicos antiguos como excitante y antiespasmódico en forma de fu­
migación, preparándose también una tintura.
El sucino y ácido sucínico según la quinta edición de la Farma­
copea española fué empleado antiguamente como amuleto para fa­
vorecer la dentición. Lavado y pulverizado se usó como astringen­
te, diurético y afrodisíaco.
El espíritu volátil y el sucinato de amoníaco se han aplicado
para tratar las convulsiones que presentaban los niños en la den­
tición, y el aceite volátil de sucino contra la coqueluche y tos ner­
viosa.
LAS MANIFESTACIONES HISTERICAS EN ASTURIAS
A los pocos años de estar en Oviedo, llama la atención de Casal
la frecuencia de las manifestaciones histéricas en la provincia, dan­
do ello ocasión para hacer una descripción del cuadro clínico en
sus variadas formas de presentación, y lo hace de manera tan ve­
raz y completa que fué capaz de soportar los vaivenes de la clínica
y el tamizado de los años.
Aunque Casal no prodiga la sangría, la utiliza como preventiva
de los ataques histéricos, siempre que el médico docto y prudente
descubra alguna señal de que se está fraguando una invasión his­
térica.
446
MELQUIADES CABAL
Advierte ser perjudiciales a estos enfermos las medicinas pur­
gantes, las espirituosas, salino volátiles, aromáticas y las llamadas
calientes, siendo recomendables por el contrario las que aminoran
el ímpetum faciente de Hipócrates, las aguas simples de torongil,
flor de tila, peonía, hinojo, polvo de castoreo y una cantidad com­
petente de jarabe de adormideras blancas. También recomendaba
formar fuente en una pierna, conducta en general repugnada por
las doncellas que pretendían casarse, siendo sólo aceptadas con re­
signación por las religiosas.
Algunos colegas de la época, ovetenses y provincianos, caían
con frecuencia en el pecado que el P. Feijoo calificó de infame
práctica, añadiendo otros elementos terapéuticos como el polvo
de cráneo humano o musgo producido sobre él, dientes de hipopótano y piedras preciosas.
El P. Feijoo repudió enérgicamente el uso de la sangría, tan de
moda entonces, siendo preciso pasasen muchos años, más de dos
siglos, para que la sangría tuviese unas pocas indicaciones muy
precisas para su empleo. Hipócrates y Galeno autorizaban la san­
gría casi como panacea, existiendo no obstante muchos médicos
antiguos que la reprobaron, entre ellos Asclepiades, Aristógenes,
Crisipo, Erasistrato y Estraton, no sólo por considerarla inútil,
más bien por nociva y dañosa.
La realidad práctica sobre la aplicación de la sangría se fué im­
poniendo y los bandos contradictorios acercando sus opiniones, a
tal extremo que el mismo P. Feijoo acepta que la sangría «en mu­
chos casos es saludable», concepto opuesto a quienes siguiendo a
Galeno, sangran a todo enfermo con fiebre pútrida.
Confiesa Casal que en sus experimentos con los viscos cuercino, corilino y oxicanta, siguiendo las reglas y preceptos más escru­
pulosos, no haber apreciado eficacia alguna en su utilización, su­
cediendo otro tanto con la administración del pulvis epilépticus,
compuestos de guteta, ámbar amarillo, coral rojo, tierra sellada,
cinabrio, negro de marfil, quermes mineral o el llamado antiepi­
léptico del Marqués, integrado por viscos cuercino, semillas de peo­
nía, de armuelle, coral rojo y uña de la gran bestia.
Las semillas de peonía las utilizan las madres para confeccio­
nar collares que ponían a sus hijos para preservarles de las con­
vulsiones.
La uña de la gran bestia, pezuña del Cervus Alces, animal muy
abundante en el Canadá y Europa, gozó en la antigua farmacopea
de inmerecida fama como antiepiléptico, fundándose en que este
animal, sujeto a estos accidentes convulsivos, lograba yugularlos
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
4 47
introduciendo su pezuña izquierda en el oído. De aquí el uso o pre­
ferencia de la pezuña izquierda y usarla como amuleto, ya colgada
al cuello, en anillos o collares.
Sus virtudes preservativas fueron muy combatidas, siendo los
ignorantes los únicos que dieron crédito a estas consejas, si bien
participaron del mismo error hombres y médicos de reconocida
ilustración.
Siempre sincero, señala Casal la ineficacia curativa de las me­
dicinas en los histerismos, añadiendo acertadamente que muchas
mujeres se libran de este padecimiento y sus invasiones, cuando
pasan de la edad floreciente y vigorosa de la mocedad a la edad
madura.
LAS ENTRAÑAS DE ERIZO Y EL VISCO CORALINO
Avido de afán investigador, utiliza Casal las entrañas del erizo
en el tratamiento de las alferecías o epilepsias. La obtención de
las entrañas del erizo exigía cierta metódica que nos explica Casal
con detalle. Con un cuchillo cortante ábrese el espinoso dorso del
drizo vivo, y sin permitir que se enfríen las entrañas, se le arran­
can con la mano, unidas al diafragma, colgando las visceras de un
techo defendido de las lluvias, pero con buena ventilación, hasta
que secas, puedan convertirse en polvo. Administraba las entrañas
con caldo de gallina o bien, y esto era de esperar, con agua de flor
de tila y jarabe de peonía, al objeto de haocer más agradable el
sabor.
Tan original medicina la aprovechó Casal para emplearla en las
disurias y nicturias de los viejos, testificando con su habitual con­
vencimiento no haber encontrado otra que obrase con tanto be­
neficio como el polvo del erizo entero, quemado y calcinado hasta
reducirse a cal o ceniza blanca, no sin antes estudiar la textura de
cada enfermo para elegir el vehículo más apropiado.
En los temperamentos biliosos, acres y ardientes, utilizaba emul­
siones de pepitas de melón, calabaza, sandía, simiente de malvas,
violetas secas con sueros destilados de leche de cabras o cocimien­
tos leves de agrimonia, pinpinela, chicoria, verdelaga, etc., dul­
cificándolos con jarabe de altea.
En los catarrosos empleaba cocimientos anticatarrales, y en los
nefríticos, emulsiones antinefríticas.
Hubo autores que señalaron como un lunar en la obra casaliana la ponderación que hace del polvo de las entrañas del erizo
448
MELQUIADES CABAL
en las epilepsiaos y disurias, olvidándose los que así le enjuiciaban,
que sólo en dos o tres casos consiguió la curación en más de vein­
te años de ejercicio profesional.
El estudio del visco corylino, conocido en Asturias como arfueyo, muérdago común en la farmacopea, era muy utilizado de anti­
guo como astringente y emético.
Esta planta, que crece sobre robles, álamos, manzanos y enci­
nas, fué objeto antaño de respeto supersticioso para los Druidas,
sin duda por permanecer siempre verde. La obtenían con gran ce­
remonial religioso al comienzo del año, bendiciendo con él el agua
que repartían al pueblo, diciendo les purificaba y daba fecundidad.
Sus hojas contienen un principio activo la Ilicina, preconizado con­
tra el reumatismo y fiebres intermitentes. Todavía en el siglo XX
se utilizaba con éxito para el tratamiento de la hipertensión ar­
terial, en especial la preesclerosis arterial, el ateroma y la nefroesclerosis, habiendo sido señalado como principios activos la viscalbina y la viscifladina.
Conocedor Casal de las alabanzas que algunos escritores hacían
del visco en las alferecías, puso empeño en conseguirlo, despachan­
do a tal efecto hombres hábiles por los montes de Proaza en bus­
ca del preciado medicamento. A todos preguntaba noticias sobre el
visco, y estando en Proaza, un anciano quiso recordar, y así se lo
dijo, que siendo mozo, un curioso del lugar administraba el visco
a las vacas que habiendo parido, encontraban dificultad en la eli­
minación de las parias, indicación que no pasó desapercibida a
Casal, quien sugiere entonces que, de ser así, pudiera convenir su
utilización en los partos humanos.
Lo cierto fué que la administración del visco en cocimientos
muy saturados y fuertes, siguiendo las ideas propugnadas por los
autores más escrupulosos, nada de provecho consiguió con tales
cocimientos en la epilepsia.
Aunque decaído el ánimo ante el fracaso, perservera Casal en
‘las experiencias, mandando recoger el visco estando el sol en el
signo León, por si importaba esta circunstancia, utilizando tam­
bién el visco de la oxicanta, administrado en píldoras y polvo, con
resultados tan negativos como administrados en cocimientos.
TISIS, CAQUECSIAS Y CATARROS FERINOS
Ciñéndonos al campo terapéutico, y sin pretensiones de ser
exhaustivo por ser estudio que exigiría mayor extensión, iremos
describiendo a la par que el cuadro nosográfico, la atención que
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
4 49
Casal dedicaba al enfermo y su actuación en cada caso particular.
El estudio de la tisis constituye una de las observaciones de más
mérito de Casal como estadio final de la tuberculosis, afección en­
démica en Asturias, cuyo tratamiento entonces y en el siglo y me­
dio venidero carecía de efectividad. Así lo reconoce Casal al seña­
lar que los enfermos fallecían, no por falta de medicinas, pues de­
sorientados los médicos, administraban toda clase tisanas, coci­
mientos, mixtura, bálsamos antiéticos y antitísico, ni faltaron mé­
dicos por costosa que fuese la consulta, porque en este sarado
—dice Casal— entraron además de médicos, cuantos extranjeros,
paisanos, boticarios, botánicos, curanderos y viejas se hallaron en
el Pricipado.
Como la evolución de la tisis al exitus era irreversible, estaba
explicado el cambio de remedios y médico, buscando con ilusio­
nado afán lo inexistente, hasta que consumido el enfermo, llegaba
el fallecimiento.
Se atribuían como de mal pronóstico los flujos de sangre pro­
cedentes de los pulmones por rompimiento de vasos mayores, en
cantidades a veces superiores a las diez onzas. Hemoptisis denomi­
nadas en el siglo XX de orinal, pues su cuantía hacía imposible
otra atención, que recoger la sangre en tal recipiente. Casal en la
descripción que hace de las hemoptisis dejó patente una vez más
sus dotes de observador fiel a la verdad. La sangre era rubia, flo­
reciente —quiere decir espumosa— expelida con tos, congelándo­
se —utilizo su misma palabra— presto en el suelo, formando la
figura de un panecillo bajo o torta. Ante las hemoptisis de repeti­
ción, sin tranquilidad sintomática, las sosegaba con sangrías y an­
titusígenos, y de esta manera, extenuados y perdiendo fuerzas y
apetito, acentuándose la tos y la temperatura, caminaban seguros
a la muerte.
El P. Feijoo menciona la receta de Juan >Doleo para los tísicos,
consistente en recoger en una tela el esputo del enfermo; colgán­
dola seguidamente de una chimenea para que recibiese el humo;
en la proporción que el esputo se fuese secando, se iría consumindo el humor morboso del tísico.
No pasó desapercibido a Casal el aforismo hipocrático de que
el otoño era malo para los tísicos; mala también la primavera,
cuando las hojas de la higuera eran semejantes a los pies de la
corneja. Casal, discrepando en parte del aforismo hipocrático, se­
ñala que los tísicos del invierno fallecieron todos o gran parte de
ellos, desde finales de marzo hasta el quince de abril, período de
450
MELQUIADES CABAL
tiempo que en Oviedo y sus confines el tamaño del pie de las
cornejas es semejante a las hojas de la higuera.
Haciendo gala de sincero, confiesa Casal ignorar la causa del
porqué en la primera mitad de aquella estación se acelera la muer­
te de los tísicos, y ¡ojalá —dice— fuera esta sola la que ignoro!
Pero estoy obligado a contar la verdad y referir las cosas confor­
me las he visto.
La prescripción de la sangría en los tísicos para sosegar la in­
tranquilidad sintomática fue sin duda motivo de controversia en­
tre Casal y Feijoo, enemigo de semejante conducta, proceder al pa­
recer del hipopótamo, el cual, cuando se siente muy grueso, mo­
viéndose sobre las puntas más agudas de las cañas quebrantadas,
se hace manar sangre de los pies y de las piernas, cerrando las he­
ridas con lodo.
Los tisiólogos del siglo XX, testigos de estas agudizaciones ma­
lignas y brotes primaverales que exacerban las lesiones tubercu­
losas y ponen en trance de muerte a muchos enfermos, intuyen se
trata de una situación inmunológica de disminución comprobada
de las defensas orgánicas, de ahí su evolución letal, utilizando co­
mo signo de progresividad lesional no el tamaño de la hoja de hi­
guera y sí el aspecto radiográfico de las lesiones, sintiéndonos, pe­
se a nuestros conocimientos y avances patogénicos, impotentes a
veces para actuar con eficacia hasta hace poco tiempo, en la pre­
vención del brote primaveral.
La descripción del cuadro clínico de las caquecsias, aceptable
en términos generales se torna confuso, al establecer la relación
con la sarna copiosa, lepra, mal del paño y de la rosa. En el lla­
mado Mal de Paño, el síntoma capital, la participación sinovial,
afectaba a las rodillas preferentemente. La denominación de la en­
fermedad tenía su origen en la pretensión de curarlas con trapos
de lienzo, originando una sinovia tan crecida que les consumía con
rapidez. Si los paños utilizados eran de lana y se aplicaban con una
polenta de harina de trigo y leche de mujer, se preservaban las si­
novias y los enfermos vivían largo tiempo.
Aseveraba Casal con pleno convencimiento que la lepra ordina­
ria que situaba en la clase de mala sarna, se curaba muchas veces
en los viejos con baños, específicos remedios cuyo nombre no se­
ñala, y caldo de víboras que obtenía cociendo la víbora troceada,
sin cabeza, al baño maría, añadiendo al caldo rasuras de sándalo
rojo. De la cabeza de las víboras, se afirmaba, tenían la propiedad
de precaver las convulsiones de los niños, aplicándola sobre el es­
tómago.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
451
Describe Casal los cuadros clínicos de la gripe y catarros feri­
nos de los niños con gran acierto, pero muy lejos aún de su inter*
pretación patogénica. Aplicaba a estos enfermos diferentes reme­
dios, guiado más por la experiencia que por lógicos razonamientos.
Atento a la edad de los afectados, procuraba que la medicación se
preparase de forma que fuese tomada sin repugnancia. En unos ni­
ños utilizaba el aceite de almendras dulces extraído sin fuego, mez­
clado con caldo de gallina y azúcar piedra, añadiendo jarabes ex­
pectorantes, anodinos y emolientes. Usaba en otros, sucino, mirra,
azafrán, fermaceti, escabiosa, tusílago, verónica y otras hierbas
pectorales, sin resultado beneficioso alguno. Desorientado ante los
sucesivos fracasos, hacía amplio recorrido por la farmacopea, lle­
gando a la administración de cocimientos de mastuerzo o berros,
de preferencia en niños con abundantes flemas muy viscosas.
Aún se excusa Casal por no haber empleado el licor de asta de
ciervo sucinado, ni el espíritu de sal amoniaco, conocidos antiespasmódicos por no encontrarlos en las boticas de Oviedo, ni se
atrevió a emplear vomitivos por la corta edad de los enfermos,
propensos a presentar hernias intestinales.
Del cuerno del ciervo se preparaba también el polvo fumiga­
torio fétido, asafétida, para echar en pequeñas porciones sobre
ascuas y aspirar el humo hasta la resolución del ataque.
Muy dado a la experimentación terapéutica, refiere la eficacia
de las cantáridas en la epidemia de fiebres grandes, fuertes, peli­
grosas y perineumonías, que asolaron a Oviedo y provincia duran­
te el otoño de 1735 y parte del invierno de 1736.
De una de estas perieumonías falleció D. José Dorado, médico
de la ciudad, reacio a la aplicación de cantáridas. Cuando en el
curso de la enfermedad pierde el conocimiento, se le aplicaron dos
parches en las pantorrillas, falleciendo cuatro días después. Fué
el único enfermo en que la utilización de las cantáridas fué segui­
da de fracaso, seguramente, indica Casal, por haberse demorado su
aplicación.
En los demás enfermos la aplicación de cantáridas consiguió
en breve espacio de tiempo el éxito más completo. De un grupo de
diecinueve enfermos, todos ellos gente importante, fueron sanan­
do de su enfermedad. Entre ellos figuraba el mancebo de la Botica
de la Compañía de Jesús, hijo del boticario de Grado.
Era de uso frecuente el ungüento de cantáridas, compuesto de
polvo de cantáridas, ungüento de colofonia y cera amarilla.
La Cantárida Lyta, vesicatoria o mosca de España, aparece en
climas como el nuestro durante los meses de mayo y junio, vivien­
452
MELQUIADES CABAL
do sobre árboles y plantas que posean hojas tiernas, haciéndose
ostensible su presencia por un fuerte y desagradable olor a ratones.
Hubo durante esta epidemia muchos fallecimientos, acaso por
falta de médico, ya que en toda la provincia había antes de fallecer
el Dr. Dorado cinco médicos: uno en Villaviciosa, otro en Gijón,
otro en Avilés y dos en Oviedo, siendo así que por lo dilatado y po­
blado del país se necesitaban más de doce.
Precisaba Casal convencerse asimismo del beneficioso efecto
de la aplicación de las cantáridas en las piernas para tratar este
tipo de fiebres grandes y peligrosas, señalando en sus reflexiones
sin repugnancia que, si las cantáridas no conviniesen a los 17 en­
fermos tratados, se hubiera manifestado el error del médico a cos­
ta de las vidas de aquéllos o por lo menos dejado secuelas mani­
fiestas del padecimiento.
Adelantándose a nuestro tiempo, sugiere Casal que regulando
las comidas y bebidas al trabajo, se encontraría el medio más idó­
neo para mantener la salud de los hombres.
DE LOS CALCULOS RENALES
Los cálculos renales de frecuente aparición entre los asturia­
nos, los sufrían de preferencia los que comen, beben vino y traba­
jan poco, tres palabras que encierran en esencia todo un concepto
etiopatogénico. Aprecia Casal que los ricos andan llenos de males,
porque no trabajan según comen y beben, y los pobres ni beben ni
comen según trabajan.
Estos conceptos o máximas escritos hace más de dos siglos evi­
dencian una vez más las cualidades de Casal como clínico experi­
mentado, siendo válidas en la actualidad a poco que reflexionemos
sobre las ideas modernas que tratan de explicar la concepción pa­
togénica de la gota, artritismo y calculosis en general.
Consciente Casal de la agudeza del dolor en la fase aguda
del cólico nefrítico, era partidario de la administración de acei­
te de almendras dulces y jarabe de adormideras blancas, para so­
segar las molestias tumultuosas de tal situación. En su continuo
observar, sugiere que la ingestión de agua de fresas que otros co­
legas emplean, pudiera movilizar alguna piedra al suprimir el es­
pasmo, y de este modo eliminada con acentuados dolores y vómi­
tos, coadyuvando a su favorable evolución la ingestión de emolien­
tes, laxantes y benignos diluyentes.
GASPAR CASALI MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
453
En casos parecidos y para tranquilizar los tumultos, recomen­
daba un baño o semicupio de agua tibia y anodinos emolientes in­
teriores.
En las formas que denomina pasión diabética bastarda, con
abundante eliminación de orina y notable complejo clínico, con po­
cas esperanzas de remedio, disponía un fuerte cocimiento de hojas
verdes de encina a partes iguales con agua de herreros y vinagre
aplicado con estopadas en los lomos. El agua de herreros y cerra­
jeros, muy utilizada de antiguo como tónica, resultaba de apagar
el hierro candente. Se preparaba también poniendo limaduras de
hierro limpias y lavadas en agua de fuente al aire libre, agitando
la mezcla y reponiendo el agua a medida que se va sacando por
decantación.
Comenta Casal la presteza de algunos médicos en su actuación
ante la agudeza del cólico nefrítico, actitud temerosa, pues su dili­
gencia no era otra que coger la pluma y amontonar remedios quí­
micos y vehementes, sin antes haber utilizado los más benigno y
seguros.
Las reflexiones de Casal son a modo de examen de conciencia,
diciendo que algunos pacientes no habrían llegado a tanto peligro
si se hubieran gobernado de otro modo, o dejando actuar por si
sola a la naturaleza, añadiendo, para evitar equívocos, que muchos
aldeanos y ciudadanos de los que no buscan médicos, ni cirujanos,
sanan y se libran de semejantes invasiones con caldos, agua tibia,
ayudas y unturas emolientes, eliminando hasta piedras sin diuréti­
cos fuertes.
La conducta de Casal de prudencia y mesura no siempre fué
compartida por los médicos de su época, ya que algunos de ellos
recomendaban las píldoras de Barbel, en cuya composición entra­
ban el hueso humano calcinado, greda preparada y trociscos de alquequenjes, planta indígena cuyas bayas parecidas a cerezas cuan­
do frescas, son la única parte de esta solanácea utilizada como
diurética. Se la conoce como vejiga de perro, capaz de aliviar las
molestias del cuello de la vejiga y uretra.
La ingestión de las píldoras de Barbet iban precedidas de una
purga con ruibarbo, maná y sanguijuelas, medicina que preventi­
vamente era tomada todas las primaveras para yugular los cólicos
nefríticos.
La inflexibilidad del P. Feijoo frente a sus discípulos influyó
decisivamente en Casal. Tenía éste la cualidad admirable de saber
enjuiciar serenamente y sin deformación la actuación de los pro­
fesionales que le precedían en la visita al enfermo; unas veces, las
454
MELQUIADES CABAL
menos, en tono elogioso; otras, como cirujano poco instruido en
el arte de curar, y a otros como aficionados a la farmacopea mo­
derna de medicinas activas.
Indica acertadamente la relación existente entre la gota y la
calculosis renal, pero rechaza, por falsa, la máxima de que es ne­
frítico, luego gotoso y artrítico, ya que en su amplia experiencia de
nefríticos, raros son los gotosos y artríticos.
BOCIOS, PAPERAS Y LAMPARONES
No pasó desapercibido a Casal la abundancia de los bocios en
los concejos de Lena y Aller, y aunque dubitativo sobre el origen
de los mismos, señala prudente la dificultad de opinar sin antes
hacer muchas averiguaciones y experiencias.
Refiere a este propósito las monterías que por mandato de la
Justicia se hacían entonces en Asturias para ahuyentar y matar
osos, lobos y jabalíes por los daños que ocasionaban en los fru­
tos y ganado. En estas batidas se acostumbraba a tocar caracoles
marinos, bulgarmente conocidos como bígaros o turullos (1), re­
chazando que los bocios pudieran proceder de esta causa, ya que
entonces existirían por igual en toda la provincia.
Ya entonces se admitía como causa posible del bocio la inges­
tión de aguas que discurren entre las raíces de nogales y castaños,
opinión desechada como interpretación única, al encontrar en aque­
llos ambientes familias acomodadas que bebiendo las mismas aguas
no lo padecen, y tampoco es frecuente el hallazgo de bocios en
otros valles donde el nogal es abundante. Inculpan otros a las
aguas que pasan por yacimientos de azogue o que bajan de las altas
montañas.
Tuvo el problema de los bocios en España numerosos investi­
gadores, destacando entre ellos a D. Gregorio Marañón, que ya en
el primer cuarto del siglo XX compendió en una pequeña mono­
grafía la epidemiología y patogenia del bocio y del cretinismo. Sor­
prende en esta revisión la omisión que hace D. Gregorio a los es­
tudios y experiencias de Casal, sorpresa que se acentúa cuando
años más tarde sobresale Marañón entre los más sinceros admi­
radores de Casal.
(1) Con este nombre se conoce un cuerno que usaban los pastores para
llamar y reunir al ganado.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
455
Los bocios o broncocelas según Casal, endémicos en los conce­
jos de Lena y Aller, abultan tanto en ocasiones que igualan a un
zaque, asegurando que ninguna de estas hernias guturales se cura­
ban con medicinas, no obstante emplear algunos médicos con gran
intuición la ocla del mar. En toda la región del Pirineo era fre­
cuente antaño para tratar el bocio la ingestión, a temporadas, de
cenizas de algas que bajaban a recoger al mar.
En Asturias, allá por el año 1885, había localidades como Mieres, que con una población de 12.636 habitantes, había 814 bocios
(6,5%) y 113 cretinos (0,94%).
En Boo, del concejo de Aller, se llamaban «papudos» a sus ha­
bitantes, porque en su totalidad lo eran hace cincuenta años.
La ocla de mar está constituida por una abigarrada mezcla de
algas, constituyendo fuerte importante de yoduros, al extremo que
la farmacopea antigua se la conocía como alga marina, alga de vi­
drieros y heno de mar. Tostada y pulverizada, sus cenizas conte­
nían además de sílice y sales de potasa, gran cantidad de yoduro
potásico e indicios de bromuro, razón de su aplicación en la es­
crófula y bocio.
En ocasión de las epidemias de paperas de los años 1720 y 1747,
tuvo ocasión Casal de mostrar nuevamente sus dotes de clínico ex­
perimentado. Conocedor del cuadro sintomático, señaló con agu­
deza que la enfermedad, aunque común a los dos sexos, sentía pre­
dilección por las personas jóvenes, pero nunca a doncellas a quien
bajase la costumbre enfermó de paperas, refiriendo cómo una no­
ble señora de la ciudad que estaba embarazada no pudo librarse
de su abultada papera.
Con su peculiar estilo literario, informa Casal cómo el tumor
de la papera decúbito a los testes, guardando rectitud, porque ba­
jaba al teste del lado afecto, contrastando la ausencia del dolor
parotideo con la tumoración dura y dolorosa del testículo.
Al desconocer su origen, el tratamiento era paliativo; unos re­
comendaban almendras dulces; otros los untaban con aceite de
manzanilla y lombrices. Los que los dejaban al beneficio de la na­
turaleza no era infrecuente apareciese la supuración; los aprensi­
vos verificaban evacuaciones de sangre del pie derecho y brazo iz­
quierdo.
Los lamparones, significado vulgar de la escrófula, su nombre se
asociaba corrientemente con el de tumores fríos.
Confiesa Casal que por la corta capacidad humana, era ignora­
da la causa de esta enfermedad y de otras muchas, admitiendo que
456
MELQUIADES CABAL
a veces es dable tropezar con ellas por casualidad, sin llegar a com­
prenderlas con absoluta claridad.
La palabra escrófula procede de Socrofa o Scropha, puerca pa­
ridera, por similitud de algunos enfermos con la tumefacción gan­
glionar del cuello nudoso y muy hinchado de estos animales.
Se admitía en la época de Casal que la causa de los lamparones
era debida a que el jugo nutritivo estaba viciado, concepto que de­
jaba sin aclarar la verdadera causa de la enfermedad. Curiosamen­
te, dos siglos después aún persisten dudas parecidas sobre la etio­
logía de la escrófula, admitiendo causas diversas, linfática, luèti­
ca, tuberculosa, etc., predominando en la generalidad de los casos
que se presentan en personas jóvenes su origen tuberculoso, te­
niendo como único tratamiento eficaz el cuchillo, según expresión
de Casal. Bien avanzado el siglo XX, el hallazgo frecuente de cica­
trices en el cuello en personas de edad son testimonio de haber
padecido en la juventud la afección escrofulosa.
El descubrimiento del bacilo de Koch y de la reacción tuberculínica ayudaron no poco a discernir una de las causas más frecuen­
tes de la escrófula, empleándose para combatirla los preparados
yodados, el aceite de enebro, el aceite de hígado de bacalao, vita­
minas antiescorbúticas, tónicos amargos, genciana, sales ferrugino­
sas, baños de mar, helioterapía y tuberculina.
CLIMA Y TERAPIA CLIMATICA
No era desconocido a Gaspar Casal y a sus compañeros médi­
cos la influencia desfavorable del clima de Asturias para la salud
de sus habitantes, admitiendo que si en todo lugar los hombres en­
ferman y se mueren, en algunos países el paso entre la salud a la
enfermedad está diferenciada por lapsos de tiempo libres de toda
molestia, en tanto que en Asturias los períodos de bienestar son
breves y dilatados los de enfermedad, estando sus moradores —di­
ce Casal— como soldados en campaña no lejos del ejército enemi­
go que, aún en el descanso están peleando por la incertidumbre y
proximidad del destacamento adversario.
Esta creencia de Casal tan poco favorable del clima asturiano,
posiblemente cierto en su época, influyó decisivamente en los con­
sejos y advertencias dados a sus enfermos convalecientes, y sin du­
da alguna sus colegas, por imitación, dieron nacimiento, aun sin
proponérselo, a la terapia climática, manifestada una y otra vez
como obligada repetición en los certificados médicos, en los que
GASPAR CASAL: MEDICINA ¥ TERAPIA DE SU TIEMPO
457
era habitual aconsejar como superación de las medicinas, «distraer­
se por los arrabales de la ciudad y tomar aires». D. Francisco Do­
rado, médico contemporáneo de Casal en la ciudad, y segundo en
merecimientos profesionales, aconsejaba en las convalecencias «to­
mar aires nativos y patricios», y el Dr. Balsera, más explícito, acon­
sejaba abandonar la ciudad «porque está fundada sobre agua y pie­
dra», recomendando «el puerto de mar por ser arena y los aires
delgados». La acción perniciosa del clima asturiano lo atribuía Ca­
sal a la abundancia de mucílago existente en algunos vegetales; a
la acuosidad excesiva y poca sustancia de los alimentos; a su atmós­
fera, cubierta de abundantes nieblas, humedad y tristeza; y a la
poca actividad de la masa de la sangre y a los flacos fibrosos de
los cuerpos humanos.
Certificado médico escrito de puño y letra por el Dr. Gaspar Casal, el 6 de
enero de 1728. Cortesía de Dn. Raúl Arias del Valle.
Aunque defectuosa la fotocopia del certificado de Gaspar Casal
que insertamos, lo consideramos documento interesante a nuestro
objeto por haber sido rescatado entre olvidados legajos; lo repro­
ducimos en su totalidad por la dificultad de su lectura. Dice así:
«Certifico yo el infracrito, Médico de esta Ciudad, que en caso nece­
sario juro, que los señores D. Andrés y D. Felipe del Campillo, se ha­
llan indispuestos y que según mi dictamen, conviene a dichos seño­
458
MELQUIADES CABAL
res, salgan algunos días a pasear en coche o a caballo, por ser ésta
uno de los remedios más útiles para la curación de la especie de en­
fermedad que dichos señores están padeciendo, como lo tiene mos­
trado la práctica, y lo confirman los autores médicos, y porque así
lo siento en conciencia, y bajo de juramento como arriba dije, lo fir­
mo en Oviedo, a seis días del mes de enero de este presente año
de mil setecientos y veinte y ocho. Dr. Gaspar Casal».
DE LAS LOMBRICES Y TENIAS
Sin considerar a las lombrices y tenias afección de evolución
maligna en la generalidad de las ocasiones, ño por eso dejaban de
constituir las parasitosis intestinales un apartado de sumo inte­
rés en la patología asturiana, «porque como hay tantas superflui­
dades mucilagosas en los intestinos y estómago de sus habitantes,
y como es tan común el frecuente uso de la leche y frutas; y final­
mente, como aquí carecen los alimentos de aquellas sales volátiles
oleosas, que aumentan y dan vigor a la cólera, se puede decir con
Helmoncio: Hoe est lumbricorum patria».
El capítulo que dedica Casal al estudio de las lombrices encierra
en sí mismo numerosas enseñanzas aunque contenga errores de
interpretación patogénica de las parasitosis, fruto de conceptos
equivocados pertenecientes a una época, señalando a la par que la
benignidad del proceso, la faceta de sus complicaciones, con relatos
que evidencian una vez más sus dotes de observador, pues desco­
nocían la importancia de la exploración cuidadosa y detenida del
enfermo.
Señala con delicadeza que muchas desgracias que se ven en es­
tos enfermos son acaso por falta de conocimiento, al interpre­
tar como enfermedades agudas las que en realidad pudieran ser ori­
ginadas por paquetes de lombrices. Refiere a este respecto la con­
ducta del médico de la cárcel de Oviedo ante un preso, mozo robus­
to de 28 años de edad cuyo único padecimiento consistía en una
fiebre ardiente, al cual prescribió por toda terapéutica la consabi­
da sangría. Cuando al cuarto día fué conducido en muy mal esta­
do al Hospital de Santiago que atendía Casal, interpretó que la cau­
sa residía en el estómago y vientre, sin prejuzgar pudiera tratarse
de lombrices, prescribiéndole una bebidilla muy corroborante y
cordial, en cuyo cocimiento introdujo algunos amargo y «específi­
cos contra las lombrices», con un levísimo estímulo para mover el
vientre una o dos veces.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
459
A las dos horas de ingerir la bebidilla, eliminaba por seceso
ciento setenta y tres lombrices en un grueso montón, de casi ter­
cia de largas y tan limpias de excremento, que el enfermo no dudó
colocarlas sobre los ladrillos del suelo de la enfermería, procedien­
do a contarlas una a una, apartándolas con un palito del grueso
del montón.
En días sucesivos, no obstante ser alimentado con buenas sus­
tancias y bizcochos con vino, continuó eliminando lombrices, has­
ta un total de trescientas setenta, expirando al sexto día de la enfer­
medad, siendo atribuida la muerte, en opinión de Casal, a la prác­
tica de la sangría.
Los fracasos de toda índole, propios y ajenos, asimilando las
enseñanzas de la práctica diaria, fueron los mejores maestros de
aquellos médicos, con desaciertos comprensibles entonces, hoy in­
justificables, como confundir la expulsión parcial de una tenia con
un prolapso intestinal, procediendo tras minucioso registro a cor­
tar lo que estaba fuera y formentar el podex con vino stíptico ti­
bio, compuesto de nueces verdes de ciprés, hojas de romero y arra­
yán, rosas rojas, cáscara de granada, balaustias o flores de granado
y buena dosis de buen vino.
Orientaba Casal el diagnóstico de las lombrices y tenias con
gran sentido práctico, señalando como síntomas valorables las car­
dialgías y torzones de vientre, el apetito desaforado, la debilidad e
insatisfacción de estómago no obstante haber comido en abundan­
cia, palidez de la cara y ojeras.
Cuenta Casal con habilidad de maestro la historia de un enfer­
mo suyo que expelió por seceso una lombriz lata de casi tres varas
de larga tras la ingestión de bebidillas amargas mercurizadas. Su
sorprendente dimensión, contextura y forma le incitan a recogerla
para proceder a su estudio. No sería aventurado creer acudió con
ella a la celda convertida en cátedra del P. Feijoo, en la que días
antes se había leído y discutido una obra francesa sobre averiguar
si estas «lombrices anchas» (tenias) eran un mismo gusano o mu­
chos individuos de aquella especie unidos y contiguos por las ex­
tremidades. En relación con la tenía, la opinión de Casal no ofre­
ce duda, manifestando le habían parecido, «sin la menor duda, eran
muchos vivientes enlazados y no uno». Pero es preferible referir
textualmente su exposición que en ciertos momentos se hace equí­
voca, para no deformar su verdadera interpretación, manifestando
que «aunque innumerables veces he visto y reparado en que las
sanguijuelas, víboras, culebras, lagartijas y otros animalillos de los
que llaman insectos tienen tal disposición que divididos en peda­
460
MELQUIADES CABAL
zos se mueven éstos largo espacio de tiempo con tanta vivacidad
y fuerza como si cada cual de por sí fuese un animal íntegro y per­
fecto». «Muévense las partes de estas sabandijas cuando se cortan
o separan de las otras por algún agente exterior, pero no creo se
moverían si por causa interna se dividiesen, pues como ésta ha­
bía de ser esfacelismo o muerte, cuando llegasen a caer por sí mis­
mas, estarían ya sin vida». «También la exterior figura de esta lar­
ga cadena manifiesta que no es sólo un gusano, porque no hay ani­
mal de cuantos hemos visto cuyos miembros sean tan uniformes
en la externa contextura, que no se diferencien entre sí lo bastante
para conocer que el uno es el otro», acortando su larga exposición
añadiendo que «por estas observaciones y razones he tenido y ten­
go por embuste la opinión de el que juzgare que las lombrices te­
nias son un animal solo, y me parece verosímil que el primero de
estos gusanos reside en el piloro, en el intestino duodeno o al fin
de éste y principio del yeyuno, y que el segundo tiene su boca y
cabeza donde aquél remata, y de esta manera se van sucesivamen­
te encadenando, para que la sustancia quilosa que el primero chupa­
re pase desde él al segundo y de éste al tercero, etc.».
Posiblemente esta interpretación morfológica y patogénica de
«las lombrices tenias» represente un lunar importante en la obra
casaliana, sin constituir desdoro a sus cualidades de médico obser­
vador y prudente. Señala también el caso de una niña que al quin­
ce día de su nacimiento eliminó por vómito una lombriz de un pal­
mo, interpretando la tuviese ya en el vientre de su madre, pues son
pocos los días para crecer tanto. No se admiró Casal de este acon­
tecimiento, pues era ya conocedor de la opinión hipocrática de que
las lombrices latas se engendran en el feto antes de nacer éste.
Una posibilidad no excepcional de las lombrices es su emigración al
estómago e incluso a la laringe y tráquea, donde puede ocasionar
cuadros asfícticos que terminen con la vida del niño. Toda esta va­
riedad de posibilidades fué conocida por Casal, así como la aparición
brusca de temperatura, temblores convulsivos, somnolencia, inquie­
tud y delirio y rechinar de dientes, sintomatología que en ocasio­
nes cesa en breves horas tras eliminar por vómito una lombriz
Durante las epidemias de viruela tuvo ocasión Casal de obser­
var que aquellos enfermos que durante el curso de la enfermedad
arrojaban lombrices muertas tenían un pronóstico infausto, en tan­
to que los que las eliminaban vivas, sanaron.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
461
DE LAS VIRUELAS Y EL ANTAGONISMO CON LA SARNA
Cuado lleva Casal tres años viviendo en Oviedo, comienza una
epidemia de viruelas de tan infausto pronóstico que dió origen a
una frase suya que se hizo famosa, «de que aunque vengan vesti­
das de púrpura, no entran en casa alguna en que no den el pésame».
Ante los óbitos que se suceden y la ineficacia de la medicina pa­
ra vencer tan feroz enemigo, hace juramento Casal de no prescri­
bir la más leve medicina externa o interna hasta no celebrar con­
sulta con los médicos de la ciudad y Cabildo, conducta que hemos
de interpretar como una muestra más de la prudencia de Casal an­
te la enfermedad y en evitación de un descrédito seguro ante la ine­
ficacia de las medicinas empleadas.
A partir de entonces prescribir la sangría a los variolosos se
hacía por pluridad de votos, pues no obstante haber observado los
buenos efectos que ella producía realizada en los cinco primeros
días de la enfermedad, no se atrevía a defender que por las san­
grías se librasen de la muerte, acaso el veneno epidemial no estaría
tan dominante como en los que murieron.
El verismo de Casal le hace excéptico cuando afirma que otros
muchos enfermos sanaron sin evacuaciones de sangre, no porque
existiese contraindicación alguna, simplemente por no haber llama­
do a tiempo médico o cirujano, opinión sensata, seguramente com­
partida por su amigo y maestro el P. Feijoo. En los pacientes de vi­
ruela con delirio intenso y agitados indicaba Casal sujetar por la
fuerza al enfermo, momento aprovechado por el cirujano para efec­
tuar en su presencia la aplicación de ventosas escrificadas en la es­
palda, consiguiendo con prontitud y seguridad la cesación de la
crisis delirante.
Plantea en su reflexiones el debatido problema de si la sarna
preserva de las viruelas. Asevera según su experiencia que los más
sarnosos fueron los que padecieron peores viruelas y consecuen­
cias, añadiendo, prudente, que acaso en otras provincias sea la sar­
na antídoto contra las viruelas, pero no en la nuestra, con lo cual
no niega, pero testifica, que en Asturias sucede lo contrario.
Era curiosa novedad entonces la observación de Casal de ser
los sarnosos los que ahuyentan los contagios y las invasiones epi­
démicas. La sarna huye de todas las enfermedades febriles, pues
al sobrevenir el contagio y perturbarse la economía orgánica, cesa­
ba la reproducción de la sarna.
Como prueba de su aserto describe Casal la historia patológica
del perito boticario de Oviedo D. Agustín Orovio, el cual padecía
462
MELQUIADES CABAL
sarna desde los cincuenta años de edad. Contando sesenta, padeció
una pleuritis y se le retiró entonces la sarna, que no volvió a exte­
riorizarse hasta que curada la pleuritis, recobró su antigua salud.
INSUFICIENCIA CARDIACA Y LA ARRITMIA COMPLETA
Legó Casal a la posteridad con su rigor descriptivo habitual el
cuadro del asma seco hidropiíorme de los pulmones en nueve en­
fermos asistidos desde 1726 a 1740. Comienza el relato de las his­
torias clínicas señalando que los enfermos se ven obligados a ca­
minar despacio, especialmente si es cuesta arriba, por presentar
fatiga, tos seca, pulso agitadísimo, intermitente, desigual en sus
propiedades, de modo que se le puede interpretar como un movi­
miento desordenado del corazón y sobreexcitación de las arterias,
acompañado de sueños agitados por falta de respiración, conser­
vando el pulso sus caracteres desde el inicio de la enfermedad has­
ta el final de la vida.
La falta de respiración, aunque permanente, era más intensa a
la noche, atormentando de tal suerte a los enfermos que no encon­
traban posición adecuada que les permitiese permanecer en el le­
cho. Progresando el mal, se producía un hinchazón progresivo de
pies y piernas, sin que ello hiciese remitir la disnea. Se presenta­
ban entonces fuertes dolores por la tensión de la piel en las partes
inflamadas, agrietándose y produciendo vejiguillas que al romper­
se eliminaban un suero acuoso.
La hinchazón, exceptuando las vejigas, no era blanca, sino ro­
ja, de color de fuego, y aunque su dureza era resistente al tacto, a
fuerza de apretar se introducía el dedo, formándose un hoyo.
Antes de sobrevenir la erupción del agua, se extendía el edema
a los muslos, al escroto, pene y vientre. Había entonces un cambio
de semblante que dejaba de ser natural para tornarse plomizo,
principalmente los labios, lo cual era infalible de muerte, y en efec­
to, cotinuando el asma, sobrevenía al cabo de algunos días una
muerte angustiosa y terrible.
Sentía Casal la preocupación de establecer una separación nosológica del asma seco hidropiforme con otras entidades clínicas
como el catarro sofocante, asma, principalmente la convulsiva, la
hidropesía pulmonar y otras afecciones torácicas, si bien exami­
nando todos y cada uno de los fenómenos del asma seco hidropi­
forme, se advierte la diferencia entre ella y los cuadros nosológicos
posteriormente enumerados.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
463
La agudeza clínica de Casal era innegable; en otro lugar de su
original libro describe la bradicardia, manifestando que era tanta
la raricidad del pulso, que la faltaban otros tantos golpes como da­
ba para llegar a la frecuencia que se observa en un sujeto sano.
Casal era consciente, creemos nosotros, haber descrito una nue­
va entidad clínica, aunque equivocando su etiopatogenia. Descri­
be dos siglos antes y con gran exactitud el cuadro de la insuficien­
cia cardíaca congestiva y de la arritmia completa, advirtiendo su
pronóstico letal y la ineficacia de todo proceder curativo, desde la
clásica sangría, los antiespasmódicos, la nula acción de los expec­
torantes, las aguas nitros, ni los cordiales conseguían regularizar
los movimientos cardíacos; fracasando el mercurio, que se apli­
caba en la creencia de que la enfermedad fuera ocasionada por al­
guna complicación venérea. Proceder que en nada puede extrañar­
nos, recordando que los médicos de entonces actuaban de forma
empírica si bien muy intuitiva, consiguiendo en no pocas ocasio­
nes éxitos posiblemento logrados sin medicación alguna, resultado
que favorecía la creencia de sil efectividad y el uso de drogas y
compuestos medicamentosos que arraigando en la mente de r~
dicos y enfermos, llegaron incluso a nuestros días resistiendo la
depuración farmacológica iniciada en el siglo XIX.
Llama la atención en la labor realizada por Casal en Asturias
su gran humanismo y humildad, cualidades puestas de relieve en
todos sus actos y ocasiones; no era polemizante, ni se vanagloria­
ba de sus éxitos, siendo el primero en poner de manifiesto que la
propia naturaleza del enfermo jugaba no pocas veces tanta o más
importancia que la medicina.
Este estudio análisis sobre la vida de Casal y la medicina y te­
rapia de su tiempo, incompleta por supuesto, lo sería aún más si
olvidásemos las relaciones epistolares que tuvo Casal con los doc­
tores parisinos.
Ello empezó con motivo de la enfermedad de un mercader de
origen francés que gozaba de buena salud; tenía, no obstante, un
semblante cetrino obscuro y era víctima a temporadas de tristeza
melancólica. Con ocasión de un resfriado se marchó a Francia,
siendo reconocido por los médicos que le recetaron fomentos, ba­
ños, píldoras cefálico-catárticas y dieta.
De regreso a Oviedo, contando cuarenta años de edad, hace apa­
rición en la tetilla izquierda un tubérculo del tamaño de un gar­
banzo, de lento crecimiento, convirtiéndose al cabo de dos o tres
años en un cáncer ulcerado y sangrante, con metástasis en el hom­
464
MELQUIADES CABAL
bro izquierdo, en la raíz del cuello y disminución de la vista hasta
llegar a la ceguera completa.
Confirman los médicos franceses el diagnóstico canceroso, pe­
ro ignorando la causa del mal, sospechan una infección venérea,
opinión desechada ante la carencia de antecedentes. Aducen los
médicos franceses como causa una discrasia de la linfa y de la san­
gre, «adulteradas con un espesor y acrimonia extranatural, pero
que se originó por causas meramente ordinarias, como el desacier­
to de la dieta, la mala cualidad de los alimentos, la índole del aire,
los ejercicios largos y violentos, la exaltación de ánimo y otras cau­
sas a que pudo ser propenso el enfermo», sugiriendo como medio
de salvación los ungüentos mercuriales, aplicados una vez por se­
mana, empezando por los pies hasta los tobillos; luego hasta las
pantorrillas y así hasta embadurnas todo el cuerpo. Aconsejaban
también, entre otros muchos pequeños detalles sin interés médi­
co, que el paciente no se cambiase de ropa interior, por sucia que
se ponga con el ungüento, y que no tome por desayuno más que le­
che de burra, o de vaca, con igual cantidad de agua de cebada. A
los tres meses, después de limpiarse perfectamente, se mudaría de
ropa, renovándole el intestino con una purga suave. Como trata­
miento adicional se le administraba caldo de pollo o de ternera y
cocimientos de Argentina, planta indígena de muy poco uso y cu­
yas hojas y raíces son astringentes; la achicoria silvestre, o achi­
coria amarga, de acción estomacal y depurativa; la fumaria y querofolio con tártaro calibeado (tártaro de hierro y potasa), tártaro
vitriolado, infusión de hojas de fumaria, etc., etc. No faltaron tam­
poco las novedades de París, juzgando conveniente el uso del an­
timonio diaforético, conocido como fundente de Rotroux o anti­
monio no lavado, comercializados como Pudres de Rotroux.
Convencido Casal de la ineficacia del tratamiento, pero dando
pruebas una vez más de humildad, se resigna y emplea los mercu­
riales y el antimonio, haciendo constar que en las dos o tres oca­
siones que los había prescrito, en todas pudo observar que había
sido más nocivo que saluble, confesando que había iniciado la cu­
ra con temor.
No debe existir duda alguna al enjuiciar la conducta de Casal;
en relación al tratamiento indicado en este enfermo por los mé(1)
Las píldoras cefálico catárticas estaban preparadas a base de coloquíntida, y entre sus muchas aplicaciones médicas se usaba en las hidrope­
sías, la apoplejía serosa y la manía. Era también un purgante drástico. Anti­
guamente creían que aplicándola sobre el ombligo producía el mismo efecto
purgante.
GASPAR CASAL: MEDICINA Y TERAPIA DE SU TIEMPO
465
dicos franceses, pues Casal fué el primer convencido de la falacia
del método propuesto y de las absurdas medidas complementarias.
Procedió así convencido de la seguridad del diagnóstico y de la ca­
rencia de otros procederes que pudiesen evitar el inevitable desen­
lace. Se evidenció una vez más como hombre modesto y resignado
ante los sapientísimos doctores, si bien algunos autores han queri­
do ver en la postura de nuestro compatriota un humor sarcástico
cuando al iniciar el relato de la «Historia de esta curación», em­
pieza enalteciendo la humanidad, prudencia y sabiduría de los de­
más ante su débil opinión.
La figura de Casal es tan extraordinaria a nuestra óptica, que
sólo se precisa para verla así retrotraer nuestro pensamiento a dos
siglos de distancia y valorar libre de prejuicios, con ecuanidad de
criterio, las dotes de investigador y observador cuidadoso y fiel,
dándonos a conocer síntomas y cuadros nosográficos de gran uti­
lidad, la terapéutica empleada por entonces y configurar en acer­
tada dimensión la etiología y clínica del Mal de la Rosa, y el cua­
dro de la insuficiencia cardíaca y aritmia completa, que constitu­
yen dos capítulos logrados en la historia de la medicina asturiana.
466
MELQUIADES CABAL
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ESTUDIO SOBRE EL REGLAMENTO Y LA
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR
(CONCEJO DE ALLER)
POR
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
Y
FRANCISCO JESUS RIONDA RODRIGUEZ
ESTUDIO SOBRE EL COTO DEL PERMU, VILLAR, CONCEJO DE ALLER.
Villar, es una aldea situada al sur del concejo de Aller, está a
43° 05' latitud Norte, 5o 34' longitud Oeste y una altitud de 680 m.
sobre el nivel del mar (1). Su población es de 52 habitantes, perte­
nece administrativamente al concejo de Aller y a la parroquia de
Casomera, no obstante fue parroquia independiente hasta la refor­
ma del obispo Martínez Vigil, realizada en los últimos años del si­
glo XIX (2).
La existencia de un espacio de aprovechamiento colectivo —te­
ma de nuestro estudio— ha determinado unas peculiares caracte­
rísticas socio-económicas que la distinguen de las comunidades que
la rodean.
La pervivencia del «Permu» (3) y por tanto de unos fuertes in­
tereses comunes, motivó una gran cohesión social manifestada a
(1) Según el Mapa Topográfico Nacional de España del Instituto Geográ­
fico y Catastral, escala 1/50000, hoja 78 correspondiente a Pola de Lena.
(2) Catálogo del Archivo Diocesano de Asturias. Arciprestazgo de Aller.
(3) Nombre del coto al que se refiere el presente trabajo, se suele caste­
llanizar en Páramo.
470
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
lo largo del tiempo en los numerosos procesos judiciales que el
pueblo entero ha seguido contra aquellas personas que, aún en fe­
cha reciente, pretendían imponer sus intereses particulares sobre
los de la colectividad (4).
La voluntad comunitaria de mantener el derecho secular está
presente en el Reglamento del Permu (ver cap. 2.°, art. 2.° del do­
cumento B en el apéndice documental). Tal hecho, poco frecuente
en documentos similares explica en buena medida —como vere­
mos más adelante— la permanencia de la explotación colectiva
hasta nuestros días. La unión vecinal no pasó desapercibida a los
pueblos próximos a Villar, donde quedó reflejada en el siguiente
refrán: «Villariegos de Villar, bien sabemos cuantos sois, veinticin­
co retorcios como cuernas de castrón».
El espacio que estudiamos tiene todas las características que
definen la ería asturiana, la dedicación exclusiva al cultivo de ce­
real, la existencia de una cerca común y la división de la tierra en
distintas parcelas con propiedad y aprovechamiento privado, de
desigual extensión, pero sujetas a las obligaciones colectivas en
cuanto se refiere a siembras, cierres y derrotas.
En la actualidad no se cultiva cereal, pero la evolución econó­
mica de los últimos 25 años que ha supuesto en Villar el abandono
de la siembra de maíz y escanda y la dedicación del Permu a la
producción de heno, no ha sido óbice, como lo fue en otros lugares,
para el mantenimiento de las prácticas tradicionales; de manera que
durante el período previsto en el reglamento para el cultivo de ce­
real se explota el coto como prados de hierba de aprovechamiento
privado y se mantiene la pacida de otoño con carácter vecinal.
De todas formas, esta modificación no supuso ningún proble­
ma, pues dada su dimensión, en algunas ocasiones no se sembraba
entero y dicha circunstancia estaba prevista en el reglamento.
Las erías, tienen su origen en la designación de espacios destina­
dos únicamente a la cosecha de cereal en las colonizaciones medie­
vales.
La regulación de su aprovechamiento fue motivada por el au­
mento demográfico y por la fuerte presión impositiva de la clase
propietaria, elementos que suponían la necesidad de producir ce­
real para comer y para pagar las rentas; a esto hay que añadir,
que las tierras de maíz y escanda, debían contribuir al sostenimien­
to de la cabaña ganadera con sus rastrojos y barbechos, cabaña
(4) La fecha del último juicio es el año 1966.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 471
ganadera cuyos beneficios revertían, frecuentemente, en los propie­
tarios de la tierra a través de la «comuña».
Dadas las numerosas funciones que cumplía el terrazgo, se hi­
zo necesaria su organización y la regulación de su uso; de ahí que
surgieran las ordenanzas y reglamentos, muchas veces, reflejo tam­
bién, de los intereses del estamento terrateniente.
El origen del Permu de Villar y de su reglamento está, a nues­
tro modo ver, en la línea de lo expuesto anteriormente.
El mismo nombre de «Villar», hace referencia a un proceso de
colonización medieval. M. Carmen Pallares y E. Pórtela Silva, en
un estudio sobre las explotaciones agrarias en Galicia, en los siglos
IX-XII (5), consideran al «Villar» como una explotación que sur­
ge dentro del marco de la villa, agrupando probablemente las tie­
rras de nueva roturación causada por el aumento demográfico.
El conjunto de la explotación sería similar al de la villa, pero
más reducido, y su funcionamiento sería autónomo; según estos
autores el «Villar» iniciaría rápidamente el proceso que la corivertiría en aldea, o bien, en explotación unitaria bajo dominio monás­
tico.
Por último, el número de menciones de «Villar» en los docu­
mentos experimenta un aumento progresivo en los siglos IX al
XII, excepto en el siglo XI, disminución atribuida a la conocida
escasez documental de esta centuria. Aquel aumento contrasta con
la disminución progresiva de las menciones a «Villa» en el mismo
período de tiempo.
Alguna de estas características fue observada también en el Cur­
so Monográfico de Historia Medieval de la Facultad de Geografía
e Historia de Oviedo en el año 1981-82 (6), en concretó, coincidían
las conclusiones en los aspectos referentes a la relación entre las
menciones de «villa» y «villar», y en la impresión de que el «villar»'
era una unidad de explotación de rasgos semejantes a la villa pero
más reducidos.
A aquellas similitudes apreciadas entre los casos gallego y as­
turiano se podría añadir otra, de la cual sería ejemplo el Permu
(5) Ver el artículo Aproximación al estudio de las explotaciones agrarias
en Galicia en los siglos IX-XIII en el II tomo de las Actas de las I Jomadas
de Metodología aplicadas a las ciencias históricas—Historia Medieval, pág. 108.
También comparte esta opinión D. José Angel García de Cortazar en su libro:
La Historia Rural Medieval, pág. 38.
(6) El curso versaba sobre “Poblamiento medieval en Asturias”, y su di­
rección corrió a cargo del Dr. Fernández Conde. Los autores de este artículo
participamos en este curso monográfico.
472
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
de Villar, cuyo carácter de espacio marginal es un hecho que nos
ha llamado profundamente la atención y que coincide con una de
las notas distintivas que M.C. Pallares y E. Pórtela Silva imputan
al «villar»: su situación periférica respecto a la «villa» de la cual
procede mediante una fragmentación, no tanto a costa de las mis­
mas tierras de la «villa» como de las que se ganan en nuevas rotu­
raciones, llevadas a cabo sobre pastos o superficies forestales, es­
pacios evidentemente marginales en relación a la «villa» original,
que ocuparía las extensiones más propicias del fondo de los valles.
: Como puede observarse en la fotografía aérea (7), el Permu, no
está en un valle, lugar que, como decimos, era el escogido preferen­
temente en las primeras colonizaciones para ubicar el terrazgo ce­
realista, sino que está, como su nombre indica, en una especie de
páramo o pequeña meseta sobre el valle del río Aller.
La carencia de documentación no nos permite situar en el tiem­
po el origen de Villar ni su procedencia de otra Villa, pero nos pare­
ce claro que es un asentamiento tardío que tuvo que hacer uso de
unas tierras, no óptimas, problema común no sólo a los villares
gallegos, sino también a los otros dos villares que existen en Aller
( 8 ).
A la hora de intentar explicar el fundamento de Villar, no se
puede despreciar la leyenda que el pueblo conserva sobre el naci­
miento del Permu.
Los vecinos de Villar, consideran que el Permu es resultado del
legado en favor de los vecinos por una señora propietaria que vivía
en él y murió sin herederos.
' La cesión fue hecha en parcelas iguales, pero que independien­
temente de lo que cada destinatario hiciera con su parte, todos los
vecinos del pueblo, por su condición de tales, tendrían derecho a
la pacida de San Miguel en el Permu, aún cuando ya no poseyeran
tierras dentro del mismo (9).
Esta leyenda tiene su reflejo en la toponimia. Dentro del coto
encontramos dos lugares con nombres muy significativos: «el pa­
lacio» y «collá la iglesia», sitios donde según los villariegos esta­
rían asentadas la residencia de la propietaria y su capilla, parajes
además, donde aseguran haber encontrado en el pasado restos de
materiales de construcción.
(7) Ver foto aérea de Villar. Donde se observa el contraste del Permu
(parte superior derecha) sin parcelar frente al minifundio circundante.
(8) Villar de Piñeres y Villar de Murías.
(9) San Miguel es el 29 de septiembre.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 73
Una vez vistos los posibles orígenes del Permu, nos correspon­
de explicar las razones que desde nuestro punto de vista, dan sen­
tido a la supervivencia de esta forma de explotación hasta nues­
tros días, cuando las formas de aprovechamiento en común esta­
ban en franca decadencia a mediados del siglo pasado en sectores
muy amplios de Asturias.
. . ..
Creemos que son dos las causas de la permanencia de la ería
en Villar y que están directamente relacionadas entre sí. El primer
motivo es la fuerte voluntad colectiva de mantenimiento de la tra­
dición nacida, sin duda, del convencimiento de que la derrota se­
guía siendo una práctica económicamente válida en una zona que
como el Alto Aller —he aquí el segundo motivo— estaba al mar­
gen del proceso minero-siderúrgico que transformó la economía as­
turiana y, por ende, las estructuras agrarias en la segunda mitad
del siglo XIX, y que dejó anticuados los sistemas tradicionales de
explotación de la tierra en Asturias.
Este último factor y sus consecuencias está perfectamente tra­
tado en el libro del catedrático J. García Fernández, «Sociedad y
organización tradicional del espacio en Asturias» (10), donde se
afirma que el proceso de industrialización determinó en gran parte
de Asturias la aparición de un cultivo más intensivo para atender
a una mayor población, que se empezaba a concentrar en los nú­
cleos urbanos, y a una mayor cabaña ganadera.
Esto llevó a la aparición, por un lado, de un policultivo para
satisfacer las necesidades de la creciente población urbana y, por
otro lado, se difundieron las plantas forrajeras para satisfacer las
exigencias que planteaba una cabaña ganadera en aumento; esto
convirtió el terrazgo, en palabras de García Fernández, en «una área
de policultivo heterogéneo y cíclico», esta mayor complejidad del
sistema de cultivo sometido a la comercialización no era'compatible con las derrotas, lo que significó que las erías perdieran su fun­
cionalidad y comenzaran a desaparecer.
’■- r
Estas transformaciones que en la mayor parte de Asturias hicie­
ron perder sentido a un sistema que satisfacía por una parte las
necesidades de la población con el cultivo de cereales y por la otra
las del ganado, con las pacidas de invierno, no se dio en Villar, de
ahí que la validez que todavía conservaba la derrota en el sistema
económico de la aldea, explique la tenaz defensa de esa costumbre
secular.
(10) Sociedad y organización tradicional del espacio en Asturias, Gijói*,.
1980.
474
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
En este sentido no es casual la fecha del documento A (ver apén­
dice documental) pues en el año 1883 es el momento en el que se
elaboran las Ordenanzas municipales de Aller, para lo cual presu­
miblemente recogieron las que había en los diferentes pueblos,
entre ellos Villar, como se aprecia en el primer párrafo del citado
documento.
Además en la década de los 80, estaba en uno de sus momentos
más álgidos el movimiento por el cierre de las parcelas de las erías,
que se apoyaba en una legislación favorable, pues la Real Orden de
15 de noviembre de 1853, abolía las derrotas, salvo en el caso de
que un acuerdo unánime de llevadores y propietarios en sentido
contrario fuese aprobado por el gobernador de la provincia (11).
Esta normativa tuvo su influencia en el marco local, y así las
Ordenanzas Municipales del Concejo de Aller prohibían también
la derrota en su artículo 35.° (12).
Dados estos hechos, hay que entender estas copias del antiguo
reglamento como una reafirmación de los vecinos sobre su derecho
a la pacida de otoño, acogiéndose a la excepción que contempla la
R.O. de 15-11-1853.
Esta reafirmación viene originada, creemos, no sólo por el tra­
dicional apego de los campesinos a las normas establecidas, sino
también porque la derrota, al contrario de lo que ocurría en el res­
to de Asturias, seguía siendo un pilar fundamental de la actividad
agraria.
El proceso del que careció la zona en la segunda mitad del siglo
XIX se vio compensado por otro, en cierto modo parecido, pero
de consecuencias diferentes, operado en el segundo tercio de este
siglo.
A principios de este siglo, los habitantes del pueblo, tenían dos
posibilidades de trabajo alternativas a la agricultura y la ganade­
ría: la central hidroeléctrica de la Paraya y las minas que estaban
apareciendo en el concejo, sobre todo en su parte baja.
La Central de la Paraya, a pesar de su proximidad, apenas tuvo
incidencia en Villar, trabajando en ella, procedentes del pueblo,
sólo los miembros de una familia que aún lo siguen haciendo hoy.
En cuanto a la ocupación en la mina, hoy actividad fundamen­
tal de los villariegos, no se generalizó hasta los últimos años de la
(11) J e s ú s G arcía F e r n a n d e z , op. ant. cit., p á g s., 121 y 122.
(12) B e n ja m in G arcia A lvarez , Concejos de parroquias de Asturias (es­
pecial referencia a las de Aller) y ordenanzas que regulan su organización y
régimen. Pola de Lena, 1963, pág. 83.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 7 5
década de los 50, si bien algunos se habían empleado en la mine­
ría antes de la guerra civil, su número era irrelevante (2 ó 3). Des­
pués de la guerra hubo un flujo progresivo de mano de obra hacia
la mina que se cerró con la generalización a la que aludíamos an­
tes y que supuso el primer paso para el abandono de la agricultura
y posteriormente del pueblo por parte de sus habitantes, fenóme­
no que se dio en los años 60, década a lo largo de la cual se obser­
va en el cuadro adjunto, Villar perdió más de la mitad de la po­
blación.
AÑO
HAB.
1850/1887/1900/1920/1940/1950/1960/1970/1975/1981
134/ 132/ 149/ 141/ 140/ 108/ 154/ 67/ 58/ 52
El aumento de los salarios en la mina, la demanda de mano de
obra por las entonces pujantes empresas siderúrgicas, así como la
posibilidad de obtener viviendas de alquileres bajos con unas mejo­
res condiciones de habitabilidad, más cercanas al puesto de trabajo
y en un entorno con servicios inimaginables en Villar, fueron ele­
mentos que favorecieron el éxodo de los villariegos, que no abando­
naban precisamente un paraíso. Un estudio sobre el bable en el Alto
Aller, hecho en el año 1952 (13), relaciona la fuerte vitalidad de la
lengua asturiana en Villar con «el hecho de ser practicada por una
importante comunidad que ha vivido en un gran atraso material,
como suelen vivir las gentes que se dedican a la agricultura y la ga­
nadería».
Este subdesarrollo, tan sólo parcialmente superado en la actua­
lidad (la carretera es una conquista reciente, y aún carece de teléfo­
no y medios de transporte regulares) es el factor que explica el des­
poblamiento del pueblo y la permanencia entre lo s que quedaron de
diversos elementos tradicionales como pueden ser la lengua o el sis­
tema tradicional de explotación de la tierra.
Este sistema sufrió, no obstante, una transformación esencial en
los últimos 25 años, puesto que los habitantes que se quedaron, fue­
ron abandonando la agricultura y potenciando paralelamente la ga­
nadería, actividad más compatible con un horario de trabajo estric­
to como es el de la mina. El tipo de ocupación mixta que resulta
de esta combinación no es exclusivo de Villar, siendo ya observado
en otras zonas de Asturias (14).
(13) L o r e n z o R o d r íg u e z C a stella n o , La variedad dialectal del Alto Aller,
Oviedo, 1952, pág. 10.
(14) D avid R u iz , El movimiento obrero en Asturias, Gijón, 1979.
476
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
La evolución que trajo consigo el abandono del cultivo de cereal
no fue acompañada de la desaparición de la ería cuya pervivencia
atribuimos a que, en primer lugar, la derrota seguía siendo válida
piies la actividad prioritaria era la pecuaria mientras que la desáparición' de esta institución en otras partes del Principado, se debió fun-
Píáno catastral del Permu, donde se observa la parcelación del coto.
damentalmehte a su incompatibilidad con una agricultura cada vez
más intensiva, actividad a la que se dedicaba preferentemente el te­
rrazgo. En segundo lugar, el reglamento del Permü no es una orde­
nanza sobre la regulación de la ería sino que sólo se refiere a la pa­
cida de invierno.
De esta manera tenemos que durante el tiempo que antes eran
parcelas de aprovechamiento privado dedicadas a cereal, ahora son
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 7 7
prados también de beneficio privado, manteniéndose la derrota co­
mo pacida de carácter vecinal.
En resumen, la permanencia en Villar de la derrota está vincu­
lada a su utilidad económica, a la particularidad de su reglamento,
que hace referencia exclusivamente a la pacida de «San Miguel», y
a la voluntad colectiva de su mantenimiento apoyada en ambos fac­
tores.
Al margen de esto, debemos indicar que la supervivencia del Permu como espacio abierto de grandes dimensiones y gracias a todo
lo indicado anteriormente, lo convierte en un lugar idóneo para lle­
var a cabo experiencias de tipo cooperativo, tanto agrícola como ga­
nadero, que sirvan para un relanzamiento económico del pueblo.
ESTUDIO DE LOS DOCUMENTOS.
Disponemos de 2 copias del Reglamento del Permu de Villar (ver
apéndice documental), la primera, que denominamos Documento A,
corresponde al 24 de julio de 1883 y es muy primitiva tanto en la ex­
presión como en la grafía, esta última expone los principios bási­
cos de funcionamiento del coto, principios que son desarrollados
en la segunda copia o documento B, no fechado, pero sin duda al­
guna posterior, cosa que se deduce de una mayor claridad expresi­
va y de una ortografía más correcta; ambos documentos están es­
critos en lengua castellana aunque con algunas palabras y giros as­
turianos.
La existencia de unas normas escritas para regular la explota­
ción del Permu es la materialización en Villar de un uso habitual
en lugares donde se ejerce de forma colectiva la titularidad sobre
el terrazgo o sobre alguna de sus formas de aprovechamiento; este
hecho en sus diversas manifestaciones ha sido estudiado por J.A.
García de Cortazar, y en su aplicación concreta en Asturias por
J. García Fernández, autores a los que nos remitimos (15).
El reglamento del Permu no es un fenómeno aislado, en el con­
cejo allerano se organizaron en el pasado muchas parroquias por
medio de Ordenanzas, algunas de las cuales llegaron hasta nues­
tros días, como por ejemplo las de las parroquias de Cuérigo, La
(15) J o sé A n g e l G arcía de C otazar y R u iz de A g u ir r e , La Historia Ru­
ral Medieval: un esquema de análisis estructural de sus contenidos a través
del ejemplo hispano-cristiano, 2.a ed¿ Universidad de Santander, 1982, págs. 109
y ss.
:
--------------- J e s ú s G arcía F er n a n d e z , op. ant. cit., p ág . 106.
478
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
Fuente, Conforcos cuyas disposiciones datan de 1703 y 1799 res­
pectivamente (16).
Antes de entrar en un análisis detallado de los documentos que
poseemos, debemos señalar que hay una importante diferencia en­
tre las distintas ordenanzas alleranas, de las cuales son un ejemplo
las citadas anteriormente, y el reglamento que aquí estudiamos. La
diferencia consiste en que el reglamento hace referencia única y
exclusivamente a la pacida de otoño, mientras que las ordenanzas
se extienden sobre multitud de detalles de la vida cotidiana; así,
al lado de la regulación de cierres y derrotas encontramos adver­
tencias para que el tabernero no pueda estar sin vino, que nadie
admita gente tunante en su casa o especificar quienes tienen dere­
cho a votar en los «conceyos» y a ser elegido para regidores (17).
Esta diferencia tiene relación, como vimos con anterioridad,
con la supervivencia de la derrota en el Permu hasta nuestros días,
pues la derrota no es un apartado más en una amplia relación de
derechos y deberes de una ordenanza, sino que en este caso la de­
rrota es el derecho principal y el asunto único del Reglamento.
El documnto A:
Está fechado el 24 de julio de 1883, su redacción es tosca y su
ortografía muy incorrecta.
Se distinguen 2 partes en el documento, la primera nos dice que
el alcalde de barrio tocó a «conceyu» con el fin de nombrar una
comisión que elabore una nueva ordenanza pues la antigua estaba
en el ayuntamiento (18). En la segunda parte del documento figu­
ran las costumbres tradicionales en lo que se refiere a la explota­
ción del Permu, y que son las siguientes:
Aprovecham ien to:
Derecho al aprovechamiento.—Corresponde exclusivamente a los
vecinos y a las viudas que sean medias vecinas, siempre que tanto
los primeros como las segundas lo fuesen antes del día de San
Juan.
(16) B en ja m in G arcia A lvarez , op. ant. cit., págs. 126 y 131.
(17) B e n ja m in G arcia A lvarez , op. ant. cit., págs. 131 y ss.
(18) En 1883 se elaboraron las ordenanzas municipales de Aller, para lo
cual recogieron previamente las distintas ordenanzas locales.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 7 9
Sobre este punto, es de destacar la limitación del derecho a la
condición de vecindad, lo que excluye a varios de los propietarios
de parcelas en el Permu que no viven en el pueblo.
En cuanto a la consideración de medias vecinas a las viudas, es
una de las formas que se dan en las diversas ordenanzas alleranas,
así, en las de La Fuente son vecinas enteras; y en las de Bello esta
condición depende de si la viuda es cabeza de familia o no (19).
Dimensión del aprovechamiento.—Cada vecino tiene derecho a
4 vacadas y las viudas a 2. Sólo pueden entrar las vacas y la caballe­
ría del Sr. Cura.
La limitación de cabezas no es habitual ni en Aller ni en otras
partes de Asturias, si bien en algunos sitios como Llanes había dis­
posiciones para impedir lo que ellos denominaban «embernía» (com­
pra de ganado antes de la pacida para engordarlo en ella y vender­
lo luego) (20).
Derrota:
La derrota es el 1.° de noviembre, festividad de Todos los San­
tos, y su finalización contempla 2 fechas, dependiendo si es año de
cosecha de escanda o de maíz; en el primer caso acaba el 30 de no­
viembre, festividad de S. Andrés, y en el segundo dura hasta el 2
de febrero. En cualquier caso los propietarios han de abandonar
el Permu el 24 de agosto.
En otros lugares de Asturias la fecha más habitual para la de­
rrota era el 9 de noviembre (21), si bien en el concejo de Aller esta
práctica se hacía aún más tarde, el día de San Martino, después
que los ganados hubiesen aprovechado bien los pastos de las cotadas, cuyo aprovechamiento viene bien regulado en las ordenan­
zas alleranas (22). Las fechas de finalización son en el resto del prin­
cipado el 20 de noviembre y principios de febrero (21).
(19) B e n ja m in G arcia A l v a r ez , op. ant. cit., p á g s. 110 y 191.
(20) M. F e r r e r R e g a l e s , La región costera del oriente asturiano, Ovie­
do, 1961, pág. 102; se refiere al artículo 51 de las ordenanzas de Llanes de
1775.
(21) J e s ú s G arcía F er n a n d e z , op. ant. cit., p á g . 109.
(22) B e n ja m in G ar c ia A lv a r ez , op. ant. cit.; para Soto, pág. 168; Bello,
188; La Fuente, 130; Conforcos, 144.
480
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
Cierres:
El cierre del Permu corresponde al vecindario de Villar como
beneficiario de su pacida, la realización por cada vecino de su par­
te del cierre (cabestrillo, en el documento) es condición sin la cual
no se puede ejercitar ese derecho.
En el caso de morosos, la tarea no ejecutada, es adjudicada en
subasta a cuenta de las vacadas de quien no cumplió con sus obli­
gaciones.
Los «cabestrillos» se sortean el 25 de marzo, fiesta de Nuestra
Señora y se deben entregar el 25 de abril, día de San Marcos.
Estas costumbres son similares a las de las ordenanzas de la
Junta General del Principado de Asturias del año 1781 (23).
En las parroquias alleranas de Pelúgano, La Fuente y Bello el
cierre ha de estar concluido el primer domingo de abril, el 16 y el
25 de abril respectivamente, con la particularidad de que en estos
lugares las portillas se ponen a la vez que los cierres, mientras que
en Villar las portillas se colocan los días señalados como últimos
de la derrota, es decir el 30 de noviembre o el 2 de febrero, según
sea año de escanda o de maíz (24).
Cargos:
Los vecinos nombran 4 soteros, por turno, cuya función es cui­
dar el Permu; también el pedáneo nombra 2 regidores para cobrar
los daños (este apartado de cargos lo estudiamos más adelante en
relación con el documento B, donde sus deberes y retribuciones
aparecen de forma más explícita).
Varios:
, -
Este documento hace referencia también al deber de arreglar
los caminos reales, obligación que desaparece en el segundo docu­
mento y que es tal vez reminiscencia de una ordenanza más com­
pleta que se perdió con el tiempo.
(23) F. T u e r o B e r t r a n d , Ordenanzas Generales del Principado de Astu­
rias, Luarca, 1974, Título XI, págs. 83 y 84.
(24) B e n ja m ín G arcía A lvarez , op. ant. cit. ; para Pelúgano, pág. 131; B e ­
llo, 206; La Fuente, 126.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 481
Por último, las multas son en vino, salvo en el caso de los cie­
rres, que se multa a cuenta de la pacida.
Las multas en vino eran una costumbre muy arraigada en toda
Asturias y también en Aller. Para darse cuenta de ello se puede re­
pasar cualquier ordenanza asturiana o las alleranas que maneja­
mos en este estudio.
En este documento se mencionan también a los ejemplares ma­
chos, encargados de la reproducción, los cuales entran libres. Este
punto desaparece en el segundo documento.
•
El documento B:
Este documentos es mucho más detallista, está redactado con
más soltura y con una ortografía correcta, probablemente haya si­
do escrito por alguna persona ajena al pueblo a quien hayan recu­
rrido los vecinos para ello (25).
Distinguimos 4 partes en esta copia del reglamento:
1.°) Proclamación del derecho a la pacida del Permu.
2.°) Regulación de este derecho.
3.°) Previsión para la defensa del citado derecho.
4.°) Normas para dar conocimiento a los nuevos vecinos del
tema.
En la primera parte, el documento afirma que el pueblo de Vi­
llar ejecuta una servidumbre de pastos sobre la totalidad del coto
del Permu, desde el 24 de agosto hasta el 30 de noviembre en año
de pan o el 2 de febrero en año de maíz.
A este respecto, Benjamín García estima que no es en realidad
una servidumbre de pastos pues no es un derecho real sobre cosa
ajena, sino que lo que existe es una yuxtaposición de derechos de
propiedad sobre una misma cosa (26).
Es de señalar que en este documento preceden a la declaración
del derecho la referencia a la decisión colectiva y a la práctica tra­
dicional, como pilares de la propiedad de esa supuesta servidumbre
de pastos, y que hay una voluntad de continuidad al decir que las
ordenanzas se restablecen «para lo sucesivo».
A continuación se regula la pacida del Permu manteniéndose los
principios básicos señalados en el documento A y matizando o am­
pliando alguno de ellos.
(25) Vicente Fernández, vecino de Villar y actual depositario de las or­
denanzas, dice que fue escrito por un abogado de Collanzo.
(26) B e n ja m ín G a r c ía A lv a r e z , op. a n t. cit., p ág . 87.
482
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
El aspecto más ampliado es el de los soteros o guardasvisitadores. Mientras que el documento A se limitaba a señalar su existen­
cia y muy someramente sus funciones, aquí nos encontramos con
una regulación estricta que fija su designación para el primero de
enero, su nombramiento será por turnos y sus funciones serán las
de vigilancia del coto, cierres y portillas, así como denunciar las
infracciones cometidas por los vecinos. Su retribución, una vacada.
En esta copia del reglamento desaparece la figura del regidor,
que era nombrado por el pedáneo y cuyas funciones, que eran prindar y cobrar daños, asumen ahora los soteros.
El nombramiento de regidores y soteros era tradicional también
en las demás parroquias alleranas. Así, en las ordenanzas de Bello,
en su capítulo 6.°, encontramos la serie de requisitos indispensables
para ejercer un cargo «obligatorio, honorífico y gratuito, debien­
do ser honrado y obedecido por los vecinos». Estas condiciones van
desde la vecindad en Bello, la edad no inferior a 25 años, y la bue­
na conducta moral y política, a tener un capital de 100 ducados.
Era el depositario de las ordenanzas, presidía las juntas vecinales y
ejecutaba sus acuerdos, los cuales era para el primer vecino obliga­
do a cumplir, so pena de pagar una multa doble que la del resto del
pueblo (27).
El cargo de sotero está muy bien especificado en las ordenan­
zas de Pelúgano. Su designación es el domingo siguiente al 1.° de
enero, día en que se escogían, al igual que en Bello, los regidores.
Se nombraban 5 soteros entre los vecinos de 25 a 50 años que se en­
cargaban de guardar vegas, cotos y guarizas (28).
Como vemos, en Villar está menos desarrollada la organización
tradicional, pues no existen los regidores, ausencia que explica la
«lección de soteros el 1.° día del año, fecha en la que los demás
pueblos eligen regidores, postergando el nombramiento de soteros
una semana.
En otro orden de cosas, señalamos la desaparición de la refe­
rencia a la caballería del Sr. Cura, probablemente porque esta se­
gunda copia es posterior a la integración de la parroquia de Villar
en la de Casomera.
Desaparecen, asimismo, las menciones a los padres del ganado
y al arreglo de los caminos reales. Esto nos lleva a pensar que tal
vez el derecho de pacida del Permu estaba incluido en el pasado en
una ordenanza mucho más amplia, similar a las del resto de las pa(27) B e n ja m in G a r c ia A lv a r e z , op . a n t. c it., p à g . 197.
(28) B e n ja m in G a r c ia A lv a r e z , op. o n t. c it., p âg. 225.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 83
rroquias de la zona alto-allerana y que en las sucesivas copias fue­
ra primando el aspecto fundamental de aquélla, que sería lo único
que llegó a nuestros días: la derrota del Permu (29).
Del mismo modo, encontramos en esta parte una prueba feha­
ciente de la adaptación en Villar del derecho secular a la evolución
de los tiempos. Este ejemplo es la cuantificación en dinero de las
tradicionales multas en vino, quedando establecida la cuartilla a 3
ptas. y 3 reales.
La tercera parte del documento comienza de forma bien elocuen­
te: «a fin de mantener en su integridad el derecho de pasto referi­
do...», y que es otra prueba no sólo de la adaptación a los tiempos
sino de la ya indicada voluntad colectiva de mantener la derrota en
el Permu.
Con este propósito, los vecinos afectados renuncian al derecho
de reducción y se comprometen a costear en común los gastos deri­
vados de la defensa del citado derecho. Esta cláusula de defensa
del derecho no es habitual en las ordenanzas del resto de Asturias
y su presencia aquí se explica por los motivos que con anterioridad
señalamos como determinantes de la permanencia del Permu, y
que son la validez económica de la derrota en Villar y la decisión
vecinal de mantener ésta, factores ambos que incidieron sin duda
en la elaboración de una nueva copia del reglamento que recogiera
no sólo la afirmación de las prácticas tradicionales, sino que refle­
jara también las medidas arbitradas para su defensa.
Por último, se regula el cobro de las multas v se obliga al pe­
dáneo a dar conocimiento del tema a todo nuevo vecino que se es­
tablezca en Villar.
Concluimos este trabajo señalando que las diferentes costum*
bres que aquí estudiamos se siguen practicando hoy en día en el
pueblo de Villar.
Insistimos una vez más que ello es fruto de la coincidencia de
una serie de factores económicos y sociales, pues difícilmente po­
dría haber subsistido hasta nuestros días la pacida de otoño del
Permu, si no llegan a converger la particularidad de un derecho de
(29) Esta hipótesis se podría apoyar en las referencias que aparecen en
el documento A a una supuesta ordenanza; pero dado que estas referencias,
así como alguna otra del documento B, son confusas y que además en Villar
no se tiene constancia por parte de los vecinos de la existencia de una regla­
mentación más amplia que la que se conserva en la actualidad, nosotros sim­
plemente nos limitamos a apuntar esta posibilidad, cuya verificación requeri­
ría un estudio más profundo.
484
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
pacida con una reglamentación específica, la permanencia de su
efectividad económica y el firme propósito por parte de los vecinos
de mantener este sistema de explotación tradicional.
APENDICE DOCUMENTAL.
Documento A.
- En la Parroquia de Villar de 1883 y Julio 24
,
á Viendo tocado el Alcalde de Vario á concejo el 24 del mismo, y
reuniendo sus vecinos fueron todos conformes en nombrar una Co­
misión paraque y ciesen un acuerdo con arreglo á los articulos de
la hordenánza por esta estar en la Yuntamiento, yasimisma la co­
misión acordo, quesesiguieran los usos y costumbres de la Parro­
quia.
Iten que en el coto del Parmo cadabecino tenga Cuatro vacadas
de Pación de otoño y dos las viudas que fuesen medias vecinas y
estubiesen esistentes todod desde el dia de San Juan árriba y es
costumbre que el que fuese becino paa á provecharse de esta pa­
cida tiene la obligación de ciarrar su parte de Cabe-strillos, la que
se a demeterendicha pacida el dia de todos los Santos id. Escostumbre denombrar Cuatro Padres para el serbicio del ganado y es­
tos entran libres id.es costumbre de no entrar Chueyes Capones en
dicha pacida, id. y que no se azmitan caballerías mas que la del se­
ñor cura Párroco si la tubiere;
Iten es costumbre de nombrarcuatrosoteros cada año para costudiar el Parmo y las Vegas y estos seayan de nombra de vecería
ya estos sean áusiliados por los dema becinos, id.escostumbre que
del 24 de Agosto arriba ninguno pueda segar ni pastiar dentro del
coto del Parmo y el que lo iciese sera Castigado en una cantara de
Vino y perder el pasto,id.desde é se dia asta el dia de todos los San­
tos,el que se entroduciese dentro de dicho Parmo con arcarretos ó
ganao,ganado dos,al que lo yciere seraCastigado con arreglo de ve­
cinos.
Iten que los soteros que fuesen en Cadaunaño tienen la obliga­
ción de ponerse á la portilla del Parmo á se cuntar el ganado que
entreen dicha pacida y bigilar que no entre más ganado en dicha
pacida.
id.si alguno entro dúdese mas ganado en dicho Parmo sera Cas­
tigado con medio rial para la luminaria y un Cuartillo de vino por
cada res para el C que la traiga prindado.id.que los Cabestrillos de
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 4 85
dicho Parmo sé ayan de repartir todos los años el el dia de nuestra
Sera, de marzo.y se ayan entregar cierrados el dia de S. marcos y
el quino lo iciese asi el Pedanio pondrá operarios á cierrar á Cuen­
ta de la Pacida del que faltare á esta obligación; id.es costumbre
de poner las portillas en dicho Parmo y gualmente en las begas an­
tes de ponerse á sembra los vecinos id.las portillas del Parmo el
año de pan por S. Andrés y el año de maiz el dia 2 de febrero se­
gún el Articulo de la ordenanza id.y gualmente acordaron que lasebes del parmo y las begas ayan de estar cierradas á besita y de lo
contrario serán castigados medio cuartillo por cada frontera,id.yasimismo á Cordamos que el Pedanio ponga dos regidores ausiliíes
paraque estos prinden y Cobren los daños,yejecuten al que no quie­
ra cierrar las sebes,id.que los becinos ayan de higualar los caminos
reales y foreros según estamos en Costumbre id .----------Ygualmente á cordaron que ael Coto del Parmo segado que sea el
primer pelo ninguno pueda segar ni pacer el segundo pelo por esto
ser costudiado con los Cabestrillos,ya si lo firmo el pedáneo juntamenteCon la comision y sus vecinos oy dia de la fecha.
En Villar y Julio 24 de 1883
(Siguen varias firmas y el sello de la Alcaldía de barrio de Villar).
Documento B.
En el pueblo de Villar de Casomera en el concejo de Aller, Reu­
nidos los vecinos al son de campana tañida por el pedáneo Jacinto
González, declaran lo siguiente.-------Que de inmemorial tiempo hasta la actualidad es propietario y
egercita continuamente la posesión el pueblo de Villar de una ser­
vidumbre de pastos establecida sobre la totalidad de las fincas si­
tuadas y comprendidas en el coto, cerrado, denominado El Páramo,
y cuyo derecho consiste en el aprovechamiento por los vecinos re­
sidentes en el pueblo, de los pastos y barvechos producidos en di­
chos terrenos desde el día venticuatro de Agosto (San Bartolomé)
hasta el trenta de Noviembre (San Andrés) ó el dos de Febrero,al­
ternando según corresponda la siembra de maiz ó pan de sus tie­
rras y hasta el último plazo si todo está destinado a prado.
Y para mejor regimiento de la citada servidumbre la mayoría
de partícipes acuerdan lo siguiente----------Primero Que de inmemorial tiempo hasta hoy se reguló el
aprovechamiento y conservación Déla pacida de Otoño del Páramo
por las reglas de las antiguas Ordenanzas las que se restablecen pa­
ra lo sucesivo y que esencialmente son-----------
486
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
Io) Que ninguno propietario de fincas sitas en El Paramo sea
ó no vecino de Villar pueda segar hierva ni aprovechar ninguna
otra cosa en el citado coto ni introducir en el sus ganados desde el
venticuatro de Agosto hasta la época de siembra (30 de Noviembre
ó 2 de Febrero). Y el que faltare á esta disposición será multado
por el Pedáneo en (una cantara de vino) quince pesetas.
2o) Los vecinos de Villar cerrarán la parte de seto y parez que
corresponde a El Páramo, que forman dos trozos bastante esten­
sos y situados en la parte de arriba de este, sin que á tal grabamen
tengan que contribuir los individuos que aun teniendo la propie­
dad de terrenos alli comprendidos no sean vecinos de este pueblo.
3o) Para efectuar tal cierre el dia venticinco de Marzo de cada
año se dividirán los dos trozos en tantas partes (fronteras) como
vecinos haya en el pueblo, y sorteándose entre éstos cada vecino
dará cerrado lo que haya correspondido en suerte para el venticin­
co de Abril (San Marcos). La división de los Cabestrillos y el sor­
teo se haran por el pedáneo y soteros a presencia de la mayoría
los vecinos.
4o) Si algún vecino no diere cerrado para el venticinco de Abril
la frontera que le correspondio en suerte, el Pedáneo en junta d^
vecinos nombrará á dos de estos para que cierren el Cabestrillo del
moroso ó morosos y á cuenta de las vacadas que al faltoso o faltosos
les correspondan en la pacida de Otoño de El Paramo. Serán nom­
brados por el pedáneo los dos vecinos que se comprometan a ce­
rrarlo por menos cantidad.
5o) El primero de Enero de cada año se designaran cuatro
guardas-visitadores (soteros) siendo nombrados por vez(vecera) co­
rrespondiendo a los vecinos que no hayan sido ninguna vez, con
preferencia a los que lo haya desempeñado ajustándose en todo
caso al orden acostumbrado en el lugar para su designación.
6o) Son las obligaciones de los oteros vigilar el Páramo duran­
te el tiempo que está cotado visitar y dar por buenos los cierros
de las fronteras de cada vecino y denunciar al Pedáneo todas las
faltas cometidas por los vecinos firmantes,en contra de lo en este
documento establecido,percivirán como retribución cada uno el
aprovechamiento de una vacada de pacida más que los otros veci­
nos en el otoño de el Páramo.
7o) Los soteros ademas cuydaran el que se cierren las portillas
del coto antes de empezar la siembra ó sea el trenta de Noviembre
el año que corresponda ser sembrado de pan y el dos de Febrero
siendo a maiz.Auxiliandose para ello de los vecinos necesarios.
EXPLOTACION DE «EL PERMU» DE VILLAR (CONCEJO DE ALLER) 487
8o) Cada vecino tendrá el derecho al aprovechamiento de cua­
tro vacadas en la referida pacida de el Páramo y dos las Viudas
(que sean medias vecinas); siempre (que(todos) residieren en el
pueblo desde el veinticuatro de Junio (San Juan) en adelante Es
requisito esencial para obtener la vecindad ser casado ó viudo.
9.°) No será derroto el Páramo para la pacida hasta el prime­
ro de Noviembre (Todos los Santos) y el que introduciere en el ga­
nados antes de dicho dia será multado por el Pedáneo en tres pe­
setas y setenta y cinco céntimos (una cuartilla de vino).Por acuer­
do unánime de todos los vecinos puede alterarse la fecha de de­
rrota.
10°) Si algún vecino ó vecina introduce mas ganado que le co­
rresponda por sus vacadas de pacida le impondrá el Pedáneo de
multa tantas pesetas (dos cuartillas de vino) como cabezas metió
de mas.
11°) Se prohive que introduzcan en la pacida Bueyes Capones
y caballerias.y el que tal cosa hiciese sera multado en una peseta
(dos cuartillas de vino)
Segundo A fin de mantener en su integridad el derecho de pas­
to referido los vecinos que firmaran,en su concepto de mayoría de
copartícipes,estiplan los siguientes acuerdos:
Io) Los vecinos propietarios de parcelas sitas en el Páramo y
firmantes de este documento,renuncian al derecho legal de reduc­
ción establecido por el código civil.
2o) En el caso de litigio en defensa del derecho de pastos de
este pueblo,todos los contratantes se obligan á sostener y costear
por iguales partes los gastos que ocasionen los actos judiciales y
extra judiciales que por tal efecto se causen.
3o) Para el cobro de las multas a los vecinos morosos se subas­
tarán por el Pedáneo ante la reunión de vecinos llamados a toque
de campana, las vacas que aquellos les correspondan en el Páramo
y una vez hecho pago de las multas y jornales indicados en la regla
4a del n° primero,entregará el sobrante al dueño.
Tercero Cualquier individuo que adquiriese vecindad en este
pueblo en la forma acostumbrada dentro de los quince dias siguien­
tes a su entrada de vecino,será requerido y llamado por el Pedáneo
a junta de vecinos para que acepte consienta y firme este documen­
to de egimen de los pastos del Páramo.
Todos los hoy firmantes y los que en lo sucesivo lo hagan se en­
tiende reconocen ser la costumbre que reglamenta el aprovecha­
miento de el Páramo la establecida en las once rglas del n° prime­
488
JOSE SUAREZ ARIAS-CACHERO
ro que precede y consienten en lo reglado en los n°s. segundo y ter­
cero con todos sus efectos yfirman.-------(Ilegible----- sea-------se hará — (ilegible)------todas.
Vale.-------Siguen varias firmas, las últimas corresponden a las de los ac­
tuales vecinos.
• (*) Expresamos nuestro agradecimiento a D. Francisco Javier Fernández
Conde, por la orientación metodológica y la ayuda de todo tipo que nos pres­
tó para la realización de este estudio.
Del mismo modo agradecemos al pueblo de Villar su colaboración, en es­
pecial a los vecinos Ulpiano Díaz y Vicente Fernández Baizán, cuya ayuda
nos ha sido imprescindible.
A todos ellos dedicamos este trabajo.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
EN LA EPOCA DE FELIPE II
1.a PARTE
POR
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
Uno de los capítulos menos estudiado de la compleja política
fiscal de la Corona de Castilla en el siglo XVI ha sido el de las
desamortizaciones eclesiásticas. Si bien algunos autores como Ulloa
(1) o Carande (2) han bosquejado en sus obras de conjunto el mar­
co general de la desamortización, faltan aún estudios sectoriales de
la importancia y efectos de la misma en las distintas regiones cas­
tellanas. En esta línea se ordenan los propósitos de Salvador de
Moxó (3), López Díaz (4), o más recientemente de Margarita Cuar­
tas (5), tendentes a recuperar y ampliar datos sobre un proceso
(1) M odesto U l l o a : La Hacienda Real de Castilla en el reinado de Feli­
pe II. M ad rid , 1977; 2.a ed ., pp. 670-678.
(2) R am ón C a r a n d e : Carlos V y sus banqueros. Tomo III. Madrid, 1967;
págs 425 y ss. Edición abreviada. Barcelona, 1977, pp. 253-59.
(3) S alvador de M o x ó : Las desamortizaciones eclesiásticas del siglo XVI.
Anuario de Ha del Derecho Español. XXXI, 1961, págs. 327-61. Moxó dedica
la mayor parte de su artículo (págs. 328 a 350) a la desamortización de enco­
miendas y bienes de las Ordenes Militares, centrando su atención sobre el ar­
zobispado de Toledo.
(4) L ó pez D ía z , M.a I s a b e l : Las desamortizaciones eclesiásticas de 1574
a 1579, en Moneda y Crédito, 129, 1974, págs. 135-152. Breve resumen del
tema.
(5) C u a r t a s R iv e r o , M a r g a r it a : La venta de lugares eclesiásticos en As­
turias en el siglo XVI, en “S e m a n a d e l M on a cato C á n ta b ro -A stu i> L eo n és. Ovie­
d o, 1930; p á g s. 463-468.
490
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
del que aún distamos de saberlo todo. El ideal sería, con todo, dis­
poner de un estudio global sobre el tema, similar al que sobre la
venta de baldíos, en el mismo período, ha publicado el norteameri­
cano David E. Vassberg (6).
En el presente artículo nos limitaremos a destacar los rasgos
principales del proceso de venta de jurisdicciones de la Mitra de
Oviedo, a partir de 1575, destacando el contexto general en que se
efectúan, precios, beneficiarios, y la intervención de un falso (?)
asentista y factor real, Alonso del Camino, que ilustra con su inge­
nio, a la vez que falacia, la apurada y desordenada situación de la
hacienda de Felipe II.
EL MARCO GENERAL. LOS APUROS DE LA HACIENDA EN
Y LA BANCARROTA DE 1575.
1574
La situación de la hacienda castellana, a dos años de Lepanto,
fué encarada por las Cortes reunidas en Madrid en la primavera
de 1573: se estimaba la deuda fija (situada sobre alcabalas tercias
y otra s rentas) en 35 ó 36 millones de ducados, más «110 cuentos
(de maravedíes) de juro perpetuo y 70 de juro de por vida y cierto
trigo y cebada y vino de perpetuo, que no se podía quitar» (7). Con
todo, las estimaciones, aunque divergentes, venían a coincidir en
el empeño creciente de la Majestad Católica, y en su dificilísimo
desempeño. El Veinticuatro de Sevilla, Pedro Luis Torregrosa, es­
timaba las rentas ordinarias en 3.320.535 ducados, y el situado de
juros sobre éstas en 2.730.243 ducados, estimación inflada que, aún
así, daba un margen de crédito y movimiento al monarca de poco
más de 500.000 ducados. Como la deuda a satisfacer en Flandes se
estimaba en cuatro millones de ducados, y desde 1571 no habían
llegado remesas de Indias, la coyuntura era poco halagüeña. Se
sumaban a esto otras estimaciones aún más pesimistas que, com­
pulsadas con las anteriores, movieron al monarca (oída la Junta
Extraordinaria) a declarar suspensión de pagos.
El «decreto de 1.° de setiembre de 1575», previos los consideran­
dos sobre la urgencia y necesidad de la medida (el empeño de las
rentas, los «excesivos intereses», la falta de crédito) anulaba los
contratos para provisión de fondos hechos desde 1560, fijando in­
(6) La venta de tierras baldías. El comunitarismo agrario y la Corona de
Castilla durante el siglo XVI. Madrid, 1983.
(7) Véase la situación general en U l l o a : op. cit., págs. 787 y ss.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
491.
tereses del 12% para los asentistas y ordenando una nueva tasa, de
juros según sus cualidades.
Lo drástico y súbito de la medida (aunque no por esperada)
provocó una oleada de quiebras en cadena y de suspensiones de
pagos en España y Génova. Como destaca Ulloa, «las cuentas he­
chas según ordenaba el decreto, hubieran convertido a algunos de
los principales acreedores en deudores».
Las medidas del decreto de suspensión se fueron suavizando en
los años siguientes, ante la resistencia de los asentistas a aceptar
la condiciones de la quiebra y las propias urgencias de la Corona
ante el cariz amenazador de los asuntos de Flandes. Por una decla­
ración de 15 de julio de 1576 se avenía el monarca a pagar sus deu­
das mitad con juros (tasados a 20.000 el millar) y mitad con vasa­
llos, jurisdicciones y otros recursos. El 27-3-1577 se suspendió la
aplicación del decreto, cuya demora en el cumplimiento sólo había
servido para perjudicar a la Real Hacienda. La Corona reconocía
una deuda de 5.694.174.000 maravedíes, que previa aplicación de
una rebaja y conversión del valor de los juros, quedaba reducida
a 1.802.178.000. Esta cantidad se pagaría de la siguiente manera:
dos tercios con juros sobre la sal (de a 30.000 el millar) y el tercio
restante con la venta de vasallos y jurisdicciones de la Iglesia. En
negociaciones posteriores con los prestamistas, se modificaron al­
gunos aspectos de la declaración y se firmó el «medio general» o
convenio entre los asentistas y la Corona. El convenio, fechado a
5-12-1577, concedía facilidades a los asentistas para la compraven­
ta de jurisdicciones y permitía a los concejos o lugares afectados
«repartir y tomar a censo y echar par sisa sobre sus propios y bal­
díos a buena cuenta de lo que monta su execución». Se haría ade­
más «un tanteo a cuenta de lo que se debía a cada asentista y se le
pagaría a cuenta hasta el 90% de lo que arrojase ese tanteo» (9).
Para poder cumplir con las condiciones del «medio general»,
Felipe II contaba con las concesiones del Papa Gregorio XIII. Es­
te, que en 1572 había ratificado la Cruzada, plegándose a las con­
diciones del monarca (que exigían «que las gracias concedidas a
los fieles caducaran anualmente en vez de cada bienio» (10), dictó
sin mayor obstáculo, la Bula de 6 de abril de 1574, por la que per­
mitía al monarca quitar y separar de la jurisdicción eclesiástica
tierras y vasallos que pasarían a la jurisdicción real. ■
(8) Ibíd., pág. 790.
(9) Ibíd., pág: 792.
(10) Ibíd., pág. 588.
492
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
LA BULA.
La Bula de 6-4-1574 no innovaba mucho en sus aspectos esencia­
les. Las presiones de la Corona ante el Papado se habían venido
efectuando con regularidad durante el reinado del Emperador, y
así éste había conseguido de Clemente VII (Bula de 20-9-1529) fa­
cultad para vender lugares y vasallos de las Mesas Maestrales de
las Ordenes Militares, facultades confirmadas por Paulo III (el
17-8-1536) y Paulo IV (1-12-1555) y que sirvieron de paso previo a la
secularización y desmembración de las Ordenes. Las medidas fue­
ron también ampliadas por Julio III, que por Bula de 1-12-1551
autorizó al César «a enajenar lugares, fortalezas y villas pertene­
cientes a monasterios y conventos, de hombres y mujeres, de la Or­
den de San Benito, San Agustín, San Jerónimo y cualquier otra,
hasta el valor de 40.000 ducados de renta» (11). Al menos en Astu­
rias, la efectividad de la Bula fué muy escasa, y todo nos hace su­
poner que, hasta la Bula de Gregorio XIII, la desamortización ecle­
siástica no tomó carta de naturaleza (12).
La Bula, contestada duramente por el teólogo español Fray Her­
nando del Castillo (13), facultaba al Rey «para poder desmembrar,
apartar y vender perpetuamente cualesquier villas y lugares, vasa­
llos, jurisdicciones, fortalezas y otros heredamientos, con sus ren­
tas, derechos y aprovechamientos, pertenecientes en cualquier ma­
nera a cualesquier iglesias destos nuestros reinos, catedrales, aun­
que sean metropolitanas, primiciales, colegiales, parroquiales, y a
cualesquier monasterios, cabildos, conventos e dignidades, hospi­
tales y otros lugares píos y darlo y donarlo y venderlo y disponer
dello, no excediendo la renta de las dichas villas y lugares, jurisdic­
ciones, fortalezas y otros bienes y rentas que desmembráremos y
vendiéremos, del valor de cuarenta mil ducados de renta en cada
un año, lo cual podamos hacer sin consentimiento de los abades,
prelados, priores, prepósitos, rectores, conventos, cabildos y las
otras personas que los poseyeren, dándole la justa recompensa y
(11) Moxó, art. cit., págs. 328 y 350.
(12) Z a rgarxta C u a r t a s , art. cit., ha delineado los inicios de las ventas
en Asturias a raíz de la Bula de 1-12-1551. Supone que las ventas fueron poco
efectivas y se demoraron bastante.
(13) Vid. N ic o l á s L ó p e z M a r t ín e z : La desamortización de bienes ecle­
siásticos en 1574. Carta-Memorial de Fray Hernando del Castillo, O.P., a Fe­
lipe II, en “Hispania”, núm. 86, 1962.
r
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
493
equivalencia que ovieren de haber por las rentas que ansí desmem­
bremos y vendiéremos» (14).
Aunque la Bula prorrogaba, en sus rasgos generales, las condi­
ciones de la concedida en 1551 (que no excediese de 40.000 ducados
de renta) su efectividad fué superior con mucho a la de Julio III,
por las razones que luego se verán.
JUSTIFICACION DE LAS VENTAS.
La exculpación y justificación por la medida que se tomaba,
de alguna forma tenía a reflejar la gravedad de las cargas que pe­
saban sobre la Monarquía. Así el Rey hacía constar en las células
que acompañaban al breve portificio, que tal medida se hacia
«para cumplir, pro ver y pagar las grandes sumas y cantida­
des de maravedíes que se han gastado en las guerras pasa­
das por la grande armada que de muchos años a esta parte
hemos sutentado así por la mar contra los turcos enemigos
de nuestra santa fe católica, como por los exércitos que nos
ha sido forzoso sustentar por tierra y mar para defensa de
los nuestros estados de Flandes de la invasión e ímpetu de
los ereges y para tener bien armadas y reforzadas las cien
galeras que tenemos en la mar contra los dichos enemigos,
y para hacer y efectuar otras cosas muy importantes para
el sustentamiento, guarda y conservación destos nuestros
Reyno es bien universal de toda la Christiandad e defensa
della, no bastando para ello nuestras rentas reales por estar
embarazadas y empeñadas a causa de los muchos y forzo­
sos gastos hechos en tiempo del emperador mi señor y pa­
dre de gloriosa memoria y en el mío en las guerras y jorna­
das pasadas que se han ofrecido en defensa de los nuestros
Reynos y señoríos y de la Christiandad, ni los servicios que
los dichos mis reinos y señoríos en todas partes me han he­
cho y hazen, ni lo que ha crecido y aumentádose nuestras
rentas reales ni el oro y la plata que se trae de las Yndias.#
ni lo que se ha habido de los subsidios y bulas de cruzada
y excusados que nuestros muy santos padres han concedido
al emperador y Rey m iseñor y a mí se han tomado y toman
a cambio muchas cantidades y sumas de dinero de que de­
bemos y nos corren grandes intereses y no se hallando me­
dio menos dañoso»... (15).
se venía en sancionar las ventas, para atajar la herejía, recuperar
el crédito y evitar la quiebra de la monarquía toda.
(14) Archivo del Ayto. de Oviedo. Jurisdicciones de la Ciudad. Libro 15,
íol. 4.
(15) Ibíd., íol. 31.
494
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
LOS CONCEJOS Y COTOS AFECTADOS.
RENTAS JURISDICCIONALES.
- - Los dominios jurisdiccionales de la Iglesia de Oviedo se habían
ido formando entre los siglos IX y XII como producto de dona­
ciones regias y transmisiones testamentarias, si bien el. grueso de
las jurisdicciones procedían de los siglos XI y XII. Destacaban en­
tre ellas la jurisdicción del Gran Concejo de Castropol, cedida a la
Mitra ovetense por Alfonso VII en 1154, comprendiendo entre sus
limites los territorios situados entre los ríos Navia y Eo (moder­
nos concejos de El Franco, Tapia, Castropol, Vegadeo, Coaña, Pesoz, Boal, Ulano, Grandas, San Tirso de Abres, Taramundi, Los Os­
eos). Se unían a éstos los concejos de Quirós, Teverga, Proaza, Yernes y Tameza, Santo Adriano, Morcín y Riosa, sometidos a la mis­
ma juris&ocióñ en el siglo XII; los de Llanera y Las Regueras, do­
nación, el primero, de la. reina Doña Urraca en. 1112 y del Emperaídor en 1144; y los de Peñaflor, Ribera de Arriba, Mierés de Lima­
rles/Labio, Sienes, Carrandi, Fuentes, Las Arriondas, Langreo, Pa­
jares y Leitariegos.
A los citados se añadían otros pertenecientes a monasterios cu­
ya venta y averiguaciones se habían iniciado a partir de la conce­
sión de la Bula de 1551. Entre éstos, el coto de S. Bartolomé de
•Nava, y el de Llames, del Monasterio de San Pelayo de Oviedo; los
de Corias, Brañas y Bárcena, del Monasterio de Corias; los de Bimenes, La Riera, Entralgo, Priandi y Tiraña, del Monasterio de San
Vicente; el de Belmonte, propiedad del Monasterio dé Valdediós,
junto con el de Camas; y los de Cornellana, Gúa, Obona, etc. (16).
Los concejos de la Iglesia de Oviedo estaban cedidos por ésta
a comenderos, que prestaban pleito y homenaje a los obispos de
Oviedo, percibiendo las cargas feudales en nombre del Obispo. De
una investigación hecha en tiempos del Obispo Don Gutierre (1380),
sobre los fueros que se debían al Obispo en la tierra de Quirós, se
desprende que los comenderos percibían derechos de mañería («e
vira levar e forar con él en levar la manería a los foreros que mo­
rían mañeros en Quirós los quatro quintos de haber moble sacan­
do ende la ropa que traya cobierta, é que vira e fora en levar a ca­
da forero que moría en el dicho Concello las fosaderas») infurción
(«una emina de pan al que tenía dos bues é tres celemines al que
tenía uno, e otros tres celemines de pan al que cababa con un fisorio») yantares, marzazgas («e que vira más cada año por Caliendas
(16)
Una relación
m ás
detallada en
Cuartas,
art. cit., págs.
cpl - s .
LA DESAM0RTIZ1CI0N ECLESIASTICA EN ASTURIAS
495
Marzas de seis sesmas que había en el Concello pagar cada sesma
dos carneros») y otros «cotos e caluñas» (17).
Otras posesiones de la Mitra, de las que poseemos información
practicada en los autos de desamortización, nos indican la levedad
de las cargas feudales en el siglo XVI. Así, en Llanera, que contaba
con 484 vecinos en 1575, se pagaban de rentas jurisdicciones tan
sólo 1.070 ms. anuales, más las penas de cámara y mostrencos, que
poco o nada importarían. La cuota por vecino no llegaba a 3 ms.,
y difícilmente subiría con todo a un real por vecino y año. En Bendones, con 10 vecinos, se pagaban 12 ms. anuales en conmuta del
«ramo verde» que los vecinos habían de llevar a casa del Obispo,
más las penas de cámara y mostrencos. En Paderni, eran 140 ms.
los que se pagaban, para un total de 44 vecinos. Según las averigua­
ciones de 1579, para los cuatr o cotos de Paderni, Bendones, Caxigal y Cerdeño, con un total de 69 vecinos, se estimaba un total de
3.691 ms., en concepto de rentas jurisdiccionales, esto es, una ratio
de 53 ms. por vecino, teniendo en cuenta que se cargaban marave­
díes por derechos que la mayor parte de los años no rendían efec­
tos, como las penas o los mostrencos (18). Todo ello nos indica lo
simbólico de la carga feudal en vísperas de la desamortización.
No mejor suerte corrían los vasallos de los monasterios, sujetos
a idénticos derechos, aunque quizás sin la opresión directa que los
poderosos comenderos (los Bernaldo de Quirós en Quirós y Teverga) ejercían sobre los campesinos. Los del coto de Belmonte, suje­
tos a la jurisdicción del monasterio de bernardos en él situado,
pagaban, mediado el siglo XVI, una marrana al año en concepto de
vasallaje, una «goxa» de pan los vecinos casados, más prestacio­
nes personales en trabajos de siega y recolección de yerba (19). En
el de Villanueva de Oseos, del monasterio del mismo nombre, «pa­
gan de vasallaje, penas diez ducados al año, por derechos y servi­
cios veinte ducados cada año, 115 fanegas de centeno de renta de
quiñones de las heredades y propiedades, 16 fanegas de centeno
de renta cisa, trece fanegas y medio de renta cisa, 73 carneros de
renta de foros, 10 libras de cera de renta, seis marranas, 14 galli­
nas, 1.540 ms. derenta, seis cuartillos de manteca» (20).
(17) V. J o sé G o n z á l e z ; La Casa de Quirós. Oviedo, 1958; págs. 127 y ss.
del “Libro de la Regla Colorada”, fol. 89.
(18) Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisdicciones de la Ciudad. Libro 15, fol. 14,
32 y ss.
(19) G onzalo A n e s : Historia de Asturias. Tomo 7. Salinas, 1977; pági­
na 196.
(20) C u a r t a s , art. cit., pág. 465.
496
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
Pese a que los gravámenes feudales no eran excesivamente one­
rosos, cabe pensar que la coerción extra-foral que los comenderos
exigían de los campesinos superaba los límites de lo prescrito en
documentos y sancionado por la costumbre. De ahí que, en el pro­
ceso que se inicia en 1575, los vecinos de las jurisdicciones de la
Iglesia de Oviedo se muevan más al tanteo y adquisición de éstas,
quedando los vasallos de monasterios un tanto a la zaga. Los mo­
tivos de esto último estarían en la mayor suavidad del yugo juris­
diccional, la menos entidad de población de los cotos, y la movili­
zación que algunos monasterios (como el de San Pelayo o el de
San talla de Oseos) promovieron para impedir la venta de sus va­
sallos.
PROTOCOLO Y PROCEDIMIENTO.
El procedimiento para la enajenación de los concejos o cotos
constaba de las siguientes partes: primeramente, la toma de pose­
sión del concejo o coto por un juez real (en Asturias actuó un tal
Grijalba) en nombre de la Corona, y previa lectura pública de cé­
dulas reales en que se especificaba la facultad que el Rey tenía «pa­
ra desmembrar, quitar y apartar, vender y enagenar de cualesquier
iglesias, monasterios, dignidades e universidades que quisiere cua­
lesquier villas y lugares, vasallos y jurisdicciones, rentas pechos e
derechos, fortalezas e todo lo más perteneciente a los dischos Arzo­
bispos e Obispos de las dichas iglesias, Abades e dignidades dellas»
( 21 ).
Seguía a ésta la lectura de otra cédula, por la que se daba co­
misión al Juez Real para que tomase posesión efectiva de la «Juris­
dicción Señorío y vasallaje y rentas jurisdiccionales y administre
justicia en el dicho concejo», procediendo a la ceremonia acos­
tumbrada:
«E luego e incontinenti el dicho señor corregidor en nom­
bre de Su Magestad continuando la dicha posesión, se levan­
tó en pie y se paseó por el dicho concejo con una vara de
justicia alta y enarbolada y mandó pregonar públicamente
que luego y tuviesen todos los dichos vecinos y moradores
del dicho concejo por corregidor y justicia mayor en dicho
concejo del en nombre de Su Magestad y las partes litigan(21)
“De la Escritura de Redención de El Franco”, en
El Franco y su Concejo. Oviedo, 1900; pág. 145.
dez:
M a r c e l in o F e r n a n ­
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
497
tes y querellantes viniesen a pedir justicia ante él como tal
corregidor y justicia mayor que estaba presto de los oir y
administrar justicia en cuanto la tuviese e hizo otros actos
de posesión e protestando de la tomar más en particular de
todos los lugares y pueblos de dicho concejo» (22).
El acto protocolario se completaba días después con el nom­
bramiento, por el Juez, de alcaldes ordinarios, de hermandad y re­
gidores de sesmas, así como de alguaciles, haciéndoles entrega de
las varas respectivas y recibiendo de cada uno juramento sobre el
uso de su oficio.
Una segunda parte del procedimiento lo contituía la tasación
del concejo o coto, previa, naturalmente, a cualquier venta. En el
«medio general» firmado con los asentistas, se estipulaban dos for­
mas de tasación, conforme a las características de las zonas enaje­
nadas: por vecinos (o vasallos) o por «legua legal». Se fijó como
norma el precio de 16.000 ms. por vasallo pechero, en toda Castilla
(23), valiendo los hidalgos solamente la mitad, esto es, 8.000 ms.
Se hizo excepción con Galicia («por la pobreza y esterilidad de la
tierra»), fijándose para el antiguo reino la tasa de 12.000 ms. por
vasallo, y extendiéndose luego la rebaja a todo el Principado de As­
turias, por idénticas razones. Pese a todo, puede estimarse alta la
tasación, ya que en la efectuada por el Corregidor del Principado
Dr. Luis Carrillo en 1553, no sobrepasaba el valor de cada vasallo
(22) V. J osé G o n z á le z , op. cit., pág. 137. Toma de de posesión de Quirós,
3-2-1580.
(23) “Por el medio general está dispuesto que la tercia parte que se ha
de pagar a los comprendidos en él de su deuda en vasallos, se les cuenten a
diez y seis mil mrvs. cada uno y en caso que las dichas personas o otros por
ellos quisieren tomar algunos vasallos en el reino de Galicia se les cuenten a
doce mil mrvs. cada uno y no más atento que siempre se han vendido y con­
tado a menos precio por la pobreza y esterilidad de la tierra y las rentas ju­
risdiccionales que tomaren se les carguen a cuarenta y dos mil y quinientas
el millar. Y si quisiesen algunos lugares pequeños que no tengan cien vecinos
o de allá baxo los que tuvieren menos se vendan a respeto de vecinos o de
términos contando por cada legua legal un cuento y quinientas mil como más
fuere la voluntad de Su Mgtad., lo cual queda a su elección y vendiéndose
por leguas y no por vecinos han de pagar además del dicho un cuento quinien­
tos mil por cada legua legal lo que montaren las dichas rentas jurisdicciona­
les a los dichos cuarenta y dos mil y quinientos el millar...”. Madrid, Diciem­
bre de 1581. liHay otro memorial y decreto de la Junta de Presidentes en que
se acordó generalmente que los vasallos del Principado de Asturias se cuen­
ten como los de Galicia, el cual tiene el contador Juan Bernardo”.
A.G. Simancas. Exp. Hacienda. Leg. 900, fol. suelto.
498
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
los 8.000 ms. (24). Se añadía a la suma total el valor de las rentas
jurisdiccionales, calculadas por el valor promedio del último quin­
quenio «a quarenta y dos mil y quinientos el millar».
Otra opción era tasar el concejo o coto conforme a superficie,
fijándose en este caso un precio de 1.500.000 ms. por legua legal
(de 5.000 varas de largo por otras tantas de ancho), más las rentas
jurisdiccionales en idénticas condiciones. Considerando lo infruc­
tuoso y estéril del terreno, se hizo una rebaja para Asturias, dejan­
do a tres mil ducados (1.125.000 ms.) el precio de la legua de terre­
no medido.
Ambos procedimientos planteaban incógnitas cuya resolución
fué objeto de protestas o litigios: por un lado, la abundancia de
hidalgos en Asturias, que haría bajar sensiblemente el valor de lo
enajenado; por otro, en el «medio general» no se especificaba si
la medición por leguas había de afectar a todo el terreno, inclu­
yéndose en él lo improductivo y peñascoso.
La tercera y última fase eran las ventas. Si bien el «medio ge­
neral» reconocía los derechos que asistían a los vecinos a salir al
tanteo en el proceso de la venta, las facilidades que el mismo con­
venio concedía a los asentistas en orden a disponer de los lugares
y cuasi apropiárselos, dejó a los campesinos indefensos y propició
todo tipo de extorsiones, en manos de aquellos cuyos asientos o ne­
gocios distaban de ser limpios (25). Este es el caso concreto de As­
turias, cuyas jurisdicciones eclesiásticas fueron «adjudicadas» a
Alonso de Camino, procurador en Cortes por Valladolid y asentis­
ta de la Corona. Sobre las andanzas y extorsiones de Camino en
(24) El Corregidor Carrillo estimaba el valor de cada vasallo del Coto de
Entrialgo en 5.000 ms., en 6.000 los del Coto de Llames, 6.500 los de Santianes
y 8.000 ms. los vasallos del Coto de Tiraña. C u a r t a s , art. cit., págs. 465-66.
(25) El propio Ulloa (op. cit., pág. 793) nos da la pista para un posible es­
tudio sobre la picaresca, cohecho y desfalcos entre los asentistas y la Corona.
Destaca Ulloa que “en el medio general no se había incluido a los asentistas
de Flandes, y el 6 de agosto de 1578 se llegó a un convenio con ellos. Algunos
de los negocios que habían hecho habían sido con pocas formalidades, pero no
habían recibido resguardos ni otras adehalas, lo que ellos querían hacer va­
ler. Lo que se les debía, unos 710 millones, sería en su mayor parte pagado,
un tercio con juros del estanco de la sal, un tercio con juros en el crecimien­
to de alcabalas, y un tercio con vasallos. Con motivo de los medios generales,
y principalmente por las reclamaciones de los prestamistas, se hallan mencio­
nados en los documentos negocios cuyos rastros no se han hallado hasta ahora
en otra parte”. Entre estos negocios, sin duda, habría que situar los de Alon­
so de Camino, de quien aquí tratamos.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
499
Asturias arroja suficiente luz el legajo 900 de la serie Expedientes
de Hacienda del Archivo General de Simancas, sobre el que se ba­
sa parte de este artículo.
LAS VENTAS: 1 . LAS ARGUCIAS DE UN ASENTISTA CASTELLANO.
Pese a los estudios de Braudel, Lapeyre o Ruiz Martín, dista­
mos aún de poseer una visión completa del capitalismo mercantil
castellano de la época, de sus vinculaciones con el «cosmopolita»
genovés y de la trama de sus fraudes y componendas con la Real
Hacienda. Braudel lo ha insinuado certeramente: «En España, don­
de el pueblo detesta por instinto a estos orgullosos mercaderes y
donde Felipe II los trata muchas veces como a criados y llegado el
caso, los hace detener, está todavía por hacer la lista de sus fecho­
rías» (26).- •
•
Nuestro propósito es dar aquí una muestra de los enredos y ma­
quinaciones urdidas por un asentista castellano, Alonso de Cami­
no, para esquilmar a buen número de concejos asturianos.
La intervención de Alonso de Camino en la venta de lugares y
concejos de la Iglesia de Oviedo puede reconstruirse en parte gra­
cias a las averiguaciones que el Ledo. Esquivel hizo en Asturias pa­
ra corregir los abusos que se habían producido en las ventas, más
los resultados de la vista del Consejo de Hacienda contra el mismo
Camino, por idénticas razones. Se desprende los citados documen­
tos (véanse APENDICES) que la actuación de Camino en Asturias
estuvo alejada de la norma legal y que se benefició en todo mo­
mento de la imprecisión de algunos términos del «medio» para
aumentar sus márgenes de beneficio. Esbozada la historia, queda­
ría como sigue:
Nuestro hombre, Alonso de Camino, vecino, regidor y procura­
dor en Cortes por Valladolid, firmó asiento en Flandes con D. Luis
de Requeséns, a fin de proveer 300.000 escudos para la Real Ha­
cienda. Tal convenio debió firmarse forzosamente entre el 29-XI1573 (fecha de posesión de Requeséns) y el 1-9-1575, en que se de­
claró la bancarrota (27). Tal convenio no llegó nunca a cumplirse.
(26) F e r d in a n d B r a u d e l : El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en
la época de Felipe II. Madrid, 1976. I, pág. 457.
(27) El gobierno y opiniones de Requesens sobre la quiebra de 1575 pue­
den verse e n G e o f f r e y P a r k e r : The Dutch Revolt-Harmondswort, 1979, 2.a,
págs. 163-170.
500
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
Según la acusación, el propio Camino «gestionó» la quema de los
documentos firmados durante un revuelta, sobornó a los funcio­
narios de la Contaduría (para que diesen como pagadas cantidades
que nunca lo fueron) y logró por fin ser incluido en el «medio ge­
neral» o en la ampliación del mismo a «los hombres de Flandes»,
el 6 de agosto de 1578 (28).
Pidió Camino que se le pagase el tercio de la deuda (100.000 es­
cudos) en vasallos de la Iglesia de Asturias, adjudicándose con este
fin la mayor parte de las jurisdicciones de la Mitra. Para obtener
mayor crédito y disponer de todos los lugares adjudicados, sobor­
nó a los tasadores del valor de las tierras y vasallos a fin de que
hiciesen las averiguaciones tal y como deseaba, a bajos precios,
vulnerando los términos del «medio general».
Una vez concluidas estas diligencias, Camino se dirigió a Astu­
rias en octubre de 1578, «sin tener entonces libranza ni poder del
Rey Nro. Sr. ni hecho asunto para poder disponer de ninguna mo­
neda de vasallos» para tratar de la venta y salida que podrían te­
ner los vasallos de las tierras de la Iglesia incluidas en el decreto
desamortizador. Para ello Camino se hizo acompañar de varias he­
churas y familiares suyos (Hernando de Somonte, Bartolomé de
Bayona, Toribio de Camino y Juan González de Camino) que pre­
gonaron y corrieron la voz sobre los supuestos poderes de Camino
para vender los lugares.
Como supuesto «factor real» y exhibiendo documentos simples
y sin valor, Camino consiguió el favor de algunos regidores de Ovie­
do y presionó a los concejos afectados por la Bula a que accedie­
sen a redimirse, incorporándose a la Real Corona, en los precios
que él fijaba. Los medios de presión utilizados fueron desde la ex­
torsión al cohecho, pasando por las ventas fingidas a hidalgos mal­
quistos por los propios concejos. Así éstos acabaron por empeñar
sus haciendas para pagar los precios estipulados antes que caer
en manos de los «poderosos».
De esta forma Camino consiguió que los concejos accediesen al
tanteo pagando precios más subidos que los que realmente figura­
ban en la relación y tasación por él presentada en la Secretaría de
Hacienda, cuando consiguió su adjudicación. Desconocemos los
precios de tasación por vasallo que los concejos pagaron a Camino,
(28)
No está claro si Camino quedó incluido en los afectos al “medio ge­
neral” o en los acuerdos del 6-8-1578. Me inclino a pensar que fueron estos
últimos los que movieron a Camino a buscar la adjudicación de vasallos en
Asturias y a su viaje en octubre de ese mismo año, dos meses después de la
firma del convenio.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
501
pero suponemos que rebasó los 12.000 ms. que figuran en la rela­
ción, falseando además el número de pecheros y haciendo pasar al­
gunos por hidalgos («porque el pechero es vasallo entero y el hidal­
go, medio») para obtener mayor ganancia. Idéntico beneficio per­
cibió en la tasación de terrenos, dejando «de medir muchos térmi­
nos de los dichos lugares porque decía que eran ynfrutuosos, no lo
siendo conforme a la calidad de la tierra en Asturias» (Apéndices).
El remate de la operación se concretó en el cobro de las canti­
dades por la vía ejecutiva, con extorsiones y molestias que los co­
bradores hicieron a los concejos, nombrando Camino para este me­
nester a aquellos de quienes se había servido para mover los con­
cejos a tanteo.
Las quejas de los concejos afectados llegaron a la Corte, envián­
dose con este motivo un Juez de Comisión al Principado, el Ledo.
Esquivel Dávila, que elaboró un informe, previa consulta a testi­
gos, sobre los excesos del asentista en Asturias. Según el Ledo. Es­
quivel, aparte de las vejaciones y molestias a los concejos, podía
cifrarse el daño a la Real Hacienda en tres aspectos: 1.°, el haber
tasado los vasallos a 12.000 ms. y no a 16.000 como en Castilla; 2.a,
no haberse medido terrenos que eran laborables; 3.°, haber puesto
como hidalgos a simples pecheros, con el fin de ampliar el «crédi­
to» en la operación.
El Consejo de Hacienda tomó a su vez cartas en el asunto, ela­
borando un informe (apéndices) en el que se ampliaban los cargos
contra Camino. Además de los ya citados, se le acusaba (citando a
testigos) de sacar «cosas vedadas» y de tener tienda de éstas en Me­
dina del Campo, así como de sacar caballos por los puertos por me­
dio de sus hermanos.
Las averiguaciones del Ledo. Esquivel y la visita del Consejo de
Hacienda sirvieron para poner freno a las extorsiones de Camino.
Desconocemos la resolución final de la Corona sobre los datos apor­
tados por el informe, pero sí sabemos que se le privó de la partici­
pación y asignación en los beneficios de la venta de lugares que
primitivamente le habían sido concedidos.
Según una relación del contador Juan Bernaldo de Quirós «en
el tanteo de cuenta que se tiene con Alonso de Camino de los luga­
res eclesiásticos que se le van cargando a cuenta de lo que ha de
haber en ellos conforme al asiento del medio general» (29), nues­
tro hombre participó de la venta de los siguientes lugares o conce­
jos: Coto de Peñaflor, Concejo de la Ribera de Arriba, Concejo de
(29) A.G. Simancas. Exp.-Hacienda, leg. 900.
502
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
Riosa, Coto de Mieres de Limanes, Coto de Labio, Coto de Sienes,
Concejo de Las Regueras, Concejo de Llanera, Concejo de Yllano,
y San Martín de Oseos, Salime, Villalpedre y Lamesa. El importe
de las asignaciones, que con cargo a lo sacado de estos cotos y con­
cejos se le hicieron, arroja la cantidad de 6.395.722 ms., cifra muy
inferior a los cien mil escudos que conforme al medio general ha­
bían de serle pagados en «moneda de vasallos».
La misma relación destaca que Camino se vió privado de la
participación en el beneficio de la venta de los siguientes lugares:
Concejo de Quirós, Coto de Carrandi, Coto de Fuentes, Las Arriondas, Concejo de Tapia, Serantes y Barres, Castropol, Tospineyra,
Moldes, Seares, Piantón, Paramios y Abres, Sarandinas, Boal, Doyras, el cuarto de arriba del C° de Langreo, San Bartolomé de Na­
va, Pajares, los 3/4 del C° de Langreo, Mohías y Cartabio, Santalla
de Oseos, Grandas y Trabada, Presno y Campos,
Aunque Camino actuó como gestor de la venta de todas las ci­
tadas, no se le asignó parte en ellas —en los Libros de Razón— pa­
ra el saldo del tercio de su asiento. Las razones, en todo caso, es­
tarían motivadas por el conocimiento que la Corona tuvo de los ex­
cesos cometidos. Pese a todo, es de suponer que el beneficio de Ca­
mino en la venta de las tierras de la Iglesia fué muy superior a la
cifra oficial que se consigna en los documentos (6.395.722 ms.), ya
que en éstos no constan las ventas ficticias que hizo éste a otros
testaferros (como Alvaro Flórez de Quiñones o Lope Navia Bolaños)
y las cantidades supletorias arrancadas a los concejos para que se
tanteasen.
LAS VENTAS:
2. RELACION DE LUGARES VENDIDOS.
Destacaremos acontinuación, en relación sumaria, los datos que
hemos recogido sobre las tierras vendidas, comprador, precio, fe­
cha de la cédula por la que se les manda pagar (carta de pago) y
asignación de la cantidad fijada a los asentistas del medio general.
El orden de enumeración, de mayor a menor importancia o con­
centración de tierras, se inicia por el Gran Concejo de Castropol,.
tierras entre el Navia y el Eo, que fué vendido y redimido por feli­
gresías, uniéndose en ocasiones varias de éstas (núcleo de un pos­
terior concejo) o actuando con independencia por razones de, supo­
nemos, mayor economía en el precio a pagar (30).
(30) La relación de concejos que sigue, con indicación de precios y asen-
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
503
CONCEJO: ILLANO.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 6-2-1582.
Precio: 6.323.766 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 1.919.515 ms.; Hernan­
do de Sevilla: 2.046.969; Diego de Chávarri: 2.357.282.
CONCEJO: FELIGRESIAS DE SAN MARTIN DE OSCOS, SALIME,
VILLALPEDRE Y LAMESA.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 5-3-1584.
Precio: 1.764.206 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 1.530.539 ms.; Juan de
Curiel de la Torre: 233.553.
CONCEJO: SANTALLA DE OSCOS.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 5-3-1584.
Precio: 1.239.512 ms.
Asignación a asentistas: Príncipe de Salerno: 1.239.512 ms.
CONCEJO: TARAMUNDI.
Comprador: Los vecinos.
Se redimió en las mismas fechas que los de Oseos. En el «Ca­
tastro de Ensenada» se destaca que «el Concejo es de los vecinos,
por haberle redimido, y les pertenece la regalía de él y la elección
de alcalde, regidores y demás justicias, que nombran todos los años
por San Juan y que no perciben derechos algunos» (31).
CONCEJO: VILLAS DE S. ESTEBAN Y S. MARTIN DE TAPIA Y
S. SALVADOR DE MALMORTO Y SALAVE.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 2-12-1580.
Precio: 1.037.530 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 476.666 ms.; Pedro de
Ysunza y Hernando de Sevilla: 560.864.
tistas, procede de la relación que el contador Juan Bemaldo de Quirós ofrece
en Madrid, a 6 de mayo de 1588, en A.G.S. Exp.-Hacienda. Leg. 900. “Rela­
ción...”.
¡i
(31) A.G.S. D.G.R. 1.a Remesa. Libro 374, fol. 405 y ss. Respuesta 2.a.
504
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
CONCEJO: VILLAS DE SERRANTO Y BARRES.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 2-12-1580.
Precio: 1.136.100 ms.
Asignación a asentistas: Marcos Núñez Pérez y Lázaro Spínola:
915.200 ms.; Pedro de Ysunza y Hernando de Sevilla: 220.900.
CONCEJO: VILLA DE CASTROPOL Y SUS FELIGRESIAS Y LAS
DE TOSPINEIRA, S. JUAN DE MOLDES, SEARES,
S. ESTEBAN DE PIANTON, PARAMIOS Y ABRES.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 2-12-1580.
Precio: 4.598.272 ms.
Asignación a asentistas: Pedro de Ysunza y Hernando de Sevilla:
2.679.157 ms.; Nocolao de Saona: 1.929.115.
CONCEJO: FELIGRESIAS DE SERANDINAS Y SANTIAGO DE
BOAL Y DOYRAS.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 16-10-1581.
Precio: 2.011.285 ms.
Asignación a asentistas: Agustín Spínola: 1.445.505 ms.; Pedro de
Ysunza y Hernando de Sevilla: 565.780 ms.
CONCEJO: FELIGRESIAS DE MOHIAS Y CARTABIO.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 25-3-1584.
Precio: 313.876 ms.
Asignación a asentistas: Juan de Curiel de la Torre: 313.876 ms.
CONCEJO: FELIGRESIAS DE GRANDAS Y TRABADA.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 5-3-1584.
Precio: 2.746.287 ms.
Asignación a asentistas: Príncipe de Salerno: 760.000 ms.; Juan de
Curiel de la Torre: 1.985.800 ms.
CONCEJO: FELIGRESIA DE PRESNO.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 17-1-1584.
Precio: 784.417 ms.
Asignación a asentistas: Vicencio Gentile: 784.417 ms.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
505
CONCEJO: FELIGRESIA DE CAMPOS.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 27-3-1584.
Precio: 162.850 ms.
Asignación a asentistas: Juan de Curiel de la Torre: 162.850 ms.
CONCEJO: EL FRANCO.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 13-3-1583 (33).
CONCEJO: PESOZ (34).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 1582.
Precio: 687.035 ms.
CONCEJO: QUIROS.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 2-12-1580.
Precio: 5.000.177 ms.
Asignación a asentistas: Esteban Lomellín: 1.062.592 ms.; Nicolao
Ynteriano: 937.508 ms.; Pedro de Ysunza y Hernando de Sevi­
lla: 3.000.177 ms.
CONCEJO: MARCIN (36).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 1585.
Precio: 1.645.867 ms.
<
(32) Pese a haberse redimido, la villa de San Tirso de Abres cayó de nue­
vo en los lazos de la jurisdicción señorial. En el Manuscrito 92 de la Biblioteca
de la Univers. de Oviedo figura como sometida al Conde de Altamira, el cual
nombra Merino, aunque los corregidores conocen en todo tipo de casos.
(33) En el apéndice 1 de la obra de M a r celino F e rna nd ez (op. cit.) se co­
pia la escritura de redención del concejo. Aunque no se especifica precio, sí
se mencionan las intervenciones de Camino y su testaferro asturiano Alvaro
Flórez Quiñones.
(34) Los datos proceden del artículo “Pesoz” de José M.a Menéndez Valledor, en “Asturias” de Bellmunt y Canella. Tomo III. Gijón, 1900. Camino
utilizó aquí como testaferro a D. Lope Navia Bolaños; no figura, sin embar­
go, en la relación del contador Juan Bernaldo.
(35) Aporta datos y escrituras de redención V. J o sé G o nz á l e z , op. cit.,
págs. 135 a 139.
(36) Los datos proceden de A.G.S. D.G.R. Ia Remesa. Libro 376, fol. 446 y
ss., respuestas 2 y 28.a —no figura en la relación del contador Juan Bernaldo.
506
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
CONCEJO: RIOSA.
¡Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 13-3-1586.
Precio: 822.263 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 620.702 ms.; Alonso
Díaz de Aguilar: 201.920 ms.
CONCEJO: RIBERA DE ARRIBA.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 20-8-1582.
Precio: 1.146.342 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 146.320 ms.; Feo. y
Alonso de Spínola y Cía.: 1.000.000 ms.
CONCEJO: LAS REGUERAS.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 10-9-1581.
Precio: 2.475.517 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 410.869 ms.; Fructuoso
de Puga: 1.333.973; Pedro de Ysunza y Hernando de Sevilla:
730.675 ms.
CONCEJO: LLANERA (37).
Comprador: La Ciudad de Oviedo.
Fecha pago: 6-12-1582.
Precio: 6.323.766 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 1.919.515 ms.; Hernan­
do de Sevilla: 2.046.969 ms.; Diego de Chávarri: 2.357.282 ms.
(37)
Aunque en la relación dada por el contador Juan Bernaldo se dice
escuetamente que “se rescató”, no fué así. La Ciudad solicitó su compra y se
la adjudicó, con mediación de Camino, sin que los vecinos saliesen al taneo.
Fué valorado el concejo en 6.323.766 ms., a razón de 12.000 ms. por vasallo,
por cada uno de los 484,5 vecinos que se hallaron, más las rentas jurisdiccio­
nales (11.994 ms.) a 42.500 ms. el millar. Por carta fechada en Lisboa, el
6-2-1582, ordenó el Rey a la Ciudad que entregase al Tesorero General Juan
Fernández de Espinosa la cantidad pactada “conforme al asiento que sobre
ello hicisteis con Alonso de Camino”, y por otra de 5-3-1582, Espinosa autori­
za a Camino a cobrarlo y apuntárselo en su haber (aunque en la relación cita­
da Camino figure con mucho menos). Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisdicciones
de la Ciudad. Libro 15, fols. 14, 32, 43, 186 y 187.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
507
CONCEJO: LANGREO: «EL CUARTO DE ARRIBA» (38).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 10-9-1581.
Precio: 4.554.495 ms.
Asignación a asentistas: Agustín Spínola: 4.554.495 ms.
CONCEJO: LANGREO: TRES CUARTOS DEL CONCEJO.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 30-6-1582.
Precio: 8.379.112 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 8.379.112 ms.
CONCEJO: SOBRESCOBIO (39).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 1568-1573.
Precio: 810.000 ms.
(38) El Concejo de Langreo se fraccionó en dos partes, a efectos de venta,
quedando posteriormente unificado a efectos fiscales y administrativos. Según
se desprende de sus respuestas al “Interrogatorio General” en el “Catastro de
Ensenada” (A.G.S.-D.G.R. 1.a Remesa. Libro 367, fols. 123 y ss. Respuestas 24
y 25) el concejo había tomado dinero a censo para poder rescatarse. Pese al
costoso desembolso que hubieron de efectuar los vecinos para comprar la ju­
risdicción, aún en 1753, pagaban 63 reales y 13 ms. al obispo de Oviedo y 61
reales al Deán y Cabildo, en concepto de “foros y cuadrillas”. La naturaleza
de reliquia feudal y jurisdiccional de este derecho no se les escapaba a los de­
clarantes en las operaciones catastrales, quienes manifestaban que “bien en­
tendido, se persuaden que este derecho habría quedado del dominio y señorío
que antes de la redención del concejo tenía dicha dignidad sobre'él,'aunque
su venta real no lo contiene ni se halla en el Ayuntamiento instrumento.ni li­
bro que exprese sobre este asunto cosa alguna”.
(39) Sobrescobio es de los escasos ejemplos (o quizás el único) de venta
de señoríos pertenecientes a las Ordenes Militares en Asturias. Pertenecía al
Hospital de las Tiendas, de la Encomienda de Santiago. La base legal de estas
desamortizaciones de tierras y jurisdicciones de la Ordenes están en la Bula
de 20-9-1529, concedida por Clemente VII al Emperador y prorrogada y am­
pliada por otras de Paulo III (17-8-1536) y Paulo IV (1-12-1555). En 1565 se
recibió orden de enajenar en pública subasta el término de Sobrescobio, acu­
diendo los vecinos al tanteo y pleito que se originó con tal motivo, y acabando
en la posesión del mismo en 1573. Los datos de las posturas y otras anécdotas
pueden verse en el artículo “Sobercobio” de Eladio G. Jove, en “Asturias”,
op. cit. Tomo III. Gijón, 1900, pág. 388. No figura en la relación del contador
Juan Bernaldo de Quirós.
508
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
CONCEJO: PEÑAFLOR.
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 18-2-1587.
Precio: 387.272 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 69.306; Feo. y Alonso
de Spínola y Cía.: 317.966 ms.
CONCEJO: MIERES DE LIMANES (Coto).
Comprador: Luis González de Oviedo.
Fecha pago: 25-6-1582.
Precio: 336.930 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 249.507 ms.; Pedro de
Ysunza: 87.427 ms.
CONCEJO: LABIO (Coto).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 3-3-1583.
Precio: 706.577 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 359.526 ms. Feo. y Alon­
so de Spínola: 345.940 ms.; Pedro de Ysunza: 1.102 ms.
CONCEJO: SIENES (Coto).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 19-12-1582.
Precio: 1.178.310 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino: 134.900 ms.; Los Espi­
nosa: 180.776 ms.; Juan Antonio de Marín: 862.634 ms.
CONCEJO: CARRANDI (Coto).
Comprador: Gonzalo Ruiz de Junco.
Fecha pago: 29-12-1582.
Precio: 675.375 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 675.375 ms.
CONCEJO: FUENTES (Coto).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 26-12-1582.
Precio: 194.000 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 194.000 ms.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
509
CONCEJO: LAS ARRIONDAS (Coto).
Comprador: Los vecinos (40).
Fecha pago: 29-12-1582.
Precio: 191.225 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 191.225 ms.
CONCEJO: PAJARES (Coto).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 3-4-1583.
Precio: 399.802 ms.
Asignación a asentistas: Diego de Chávarri: 399.802 ms.
CONCEJO: YERNES Y TAMEZA (41).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 1581-1586.
Precio: 1.269.192 ms.
CONCEJO: TUDELA (42).
Comprador: Los vecinos.
Fecha pago: 24-10-1580.
Precio: 981.642 ms.
(40) El actual concejo de Parres estaba sometido, en el siglo XVI, a una
doble jurisdicción: la de la Iglesia de Oviedo, que percibía derechos en Arriondas, Cuadrovenia y Prida, y la del Monasterio de San Pelayo de Oviedo, que
lo hacía a su vez en Llames y su entorno. El M° de S. Pelayo consiguió hacer
frente a la desamortización filipina y conservar su coto, pero no así el de las
Arriondas, que fué vendido y comprado por los vecinos. Según O. Bellmunt
(“Asturias”, III, pág. 477) el coto fué vendido en 1672 a Bernardo de Estrada
y Nevares, quien lo compró a Toribio Pérez y más vecinos del coto en 254.725
ms. Según Bellmunt, éste habría sido el precio pagado por los vecinos al re­
dimirlo en 1582, pero tal cifra no concuerda con la que figura en la relación
del contador Juan Bernaldo y que nosotros postulamos como más fiable.
(41) Los datos proceden del artículo “Yernes y Tameza”, de Valeriano
López Fernández (“Asturias”, III, pág. 338). Camino y su testaferr Alvaro
Fórez Quiñones intervinieron en las operaciones. Se tasaron los vasallos a
12.000 ms., contando entonces el concejo con 103 vecinos, a estos efectos.
(42) El concejo de Tudela pertenecía a la Dgdad. Arzobispal de Oviedo,
que percibía, en concepto de rentas jurisdiccionales, unos 1.798 ms. de prome­
dio anualmente (las rentas valieron 8.856 ms. de 1574 a 1578). Aunque la Ciu­
dad estuvo interesada en su compra, desistió luego, comprando los vecinos la
jurisdicción en 981.642 ms. El precio se formó tasándose previamente la ve­
cindad (75 vecinos) a 12.000 ms. y sumando a ello las rentas jurisdiccionales,
1.921 ms., computadas a 42.500 ms. el millar. Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisdic­
ciones de la Ciudad. Libro 14, fols. 7, 40 y ss.
510
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
CONCEJO: NARANCO (Coto).
Comprador: La Ciudad de Oviedo (43).
Fecha pago: 14-5-1582.
Precio: 311.682 ms.
CONCEJO: COTOS DE PADERNI, BENDONES, CERDEÑO Y CAXIGAL.
Comprador: La Ciudad de Oviedo (44).
Fecha pago: 14-5-1582.
Precio: 990.869 ms.
Asignación a asentistas: Alonso de Camino.
Otros lugares y concejos desamortizados (pero de los que care­
cemos, por ahora, de suficiente documentación, no figurando en la
relación del contador Juan Bernaldo de Quirós) fueron los siguien­
tes:
Concejo de Proaza: Desamortizado y comprado por los veci­
nos,, según real cédula de venta y privilegio «de 16 de julio de 1581,
firmado de la real mano y refrendado de Pedro de Escobedo, su se­
cretario» (45).
(43) El coto de Naranco tenía tan sólo 10 vecinos computables, pero una
gran extensión, por lo que se decidió (a la inversa que en los de Cerdeño, Caxigal, ‘Paderni y Bendones) medir los terrenos. El resultado fué 5.996.016 va­
ras. Como la legua legal (de 5.000 varas de largo por otras tantas de ancho)
había de pagarse a 3.000 ducados, y las rentas jurisdiccionales (985 ms.) a
42.500 ms. el millar, montó todo 311.682 ms. Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisd. de
la Ciudad. Libro 15, fols. 32 y ss.
(44) El coto de Paderni tenía 44,5 vecinos, valorándose sus rentas juris­
diccionales en 1.474,5 ms. El de Bendones contaba con 10 vecinos y 1.361 ms.
de rentas. El coto de Cerdeño, con 9,5 vecinos, satisfacía 605,5 ms. de rentas,
siguiéndole el de Caxigal, que con sólo 5,5 vecinos, estimaba sus rentas juris­
diccionales en 250 ms. Computados los 69,5 vecinos a doce mil ms. y el valor
de la rentas (3.691 ms.) al precio fijado, quedó su precio de venta en 990.869
ms.). Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisd. de la Ciudad. Libro 15, fols. 32 y ss.
Intervino en las operaciones Alonso de Camino, que recibió poderes del
Tesorero Espinosa para percibir de la Ciudad el precio estipulado. Pero esta
operación no le fué computada a Camino en la relación que de sus haberes y
asignaciones ofreció el contador Juan Bernaldo. Otro tanto sucedió con el con­
cejo de Llanera: en esta ocasión el contador asignó a Camino la cifra de
1.919.515 ms., de los 6.323.766 ms. “que debió de cobrar”, según los poderes
(q ue de Espinosa recibió. Es evidente que muchos cobros, de los que se hizo
cargo Camino, no llegaron a los Libros de Razón.
(45) A.G.S.-D.G.R. 1.a R. Libro 375, fol. 55, Rpta, 2.a.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
511
Concejo de Santo Adriano: Enajenado, al igual que sus limítro­
fes de Proaza y Tameza, y comprado por los vecinos, según escri­
tura de 14-10-1589., con testimonio de Pedro Galván (46).
Concejo de Teverga: Formado por tres valles: Valdecárzana,
Valdesantibáñez y Valdesampedro. Páramo de la Focella se consi­
deraba como concejo aparte (el privilegio de Bellito Aureolis) «li­
bre de Alcabalas, Millón, Cientos y otros impuestos» (47). Los va­
lles de Valdesampedro y Valdesantibáñez fueron vendidos y adqui­
ridos por los vecinos, según escrituras de 22 y 23 de marzo de 1593
(48). Pese a esto, los vecinos de estos valles, así como los de Pára­
mo de la Focella, concedían el título de Alcalde Mayor al Marqués
de Valdecárzana, sujetándose así a una especie de tutela seudoju­
risdiccional.
Es posible que el valle de Valdecarzana fuese desamortizado,
haciéndose con él la poderosa Casa de Miranda, que recibirá el
marquesado mediado el XVII. En el Catastro de Ensenada figura
como titular del señorío en todo el valle el Marqués de Valdecár­
zana.
Concejo de Bimenes: Sólo un tercio de este concejo fué desa­
mortizado: el perteneciente al M° de San Vicente de Oviedo. Los
trámites se remontan a las licencias conseguidas en el reinado de
Carlos V (Bulas de 1-2-1551, Paulo III) y las averiguaciones efec­
tuadas entre 1553 y 1556. Los vecinos redimieron la jurisdicción
formando concejo propio y participando con el nombre de Bime­
nes en las Juntas Generales del Principado. Los otros dos tercios
del actual concejo eran cotos de las casas de Valvidares y Estrada.
Coto de San Bartolomé de Nava: Jurisdicción del M° de San
Pelayo, Alonso de Camino consiguió que se le tasara en 934.875 ms.
La resistencia, objeciones y papeles que movió el monasterio pa­
ra evitar la enajenación, lograron su cometido, ordenando la Coro­
na que se sobreseyese la venta del coto (49).
Coto de Leitariegos: O de «Brañas», jurisdicción abadenga del
M° de Corias. Desamortizado y tanteado por el concejo de Cangas
de Tineo, que obtuvo así la regalía de nombrar anualmente juez or­
dinario y otros derechos menores. No obstante, en 1753 los veci­
nos se consideraban como de «coto realengo», aludiendo al privi(46)
(47)
(48)
(49)
Ibíd., fol. 31, Rpta. 2.a.
Ibíd., fols. 319 y ss. Rpta 27.
Ibíd., fols. 258 y 288 y ss.
Relación del contador Juan Bernaldo. Exp. Hac. Leg. 900.
512
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
legio rodado de 14-4-1364, y con derechos a nombrar juez ordina­
rio, regidor y Procurador General (50).
Coto de Olloniego: Jurisdicción de la Mitra, fue incorporado a
la Corona y vendido posteriormente a D. Rodrigo Bernardo de Mi­
randa. Contaba, a fines del siglo XVII, con cien vecinos, poseyen­
do la jurisdicción del mismo D. Sebastián Bernardo de Benavides,
con facultad para nombrar Alcalde Mayor del coto. En 1753 era ti­
tular del señorío D.a María Leonarda Bernardo de Quirós y Bena­
vides, Marquesa viuda de Inicio y vecina de Mayorga, no percibien­
do derechos algunos por razón de señorío (51).
Coto de Tirana: Pertenecía al M° de San Vicente de Oviedo,
siendo el único coto, de los examinados en 1553, que solicitó ser
de la jurisdicción real. Se valoraron ese año los pecheros a ocho
mil maravedíes y los hidalgos a cuatro mil (52). Fué vendido pri­
mero a Juan de Valdés Carrio (regidor de la Ciudad que actuaba
en complicidad con Camino), quien lo traspasó a su vez al Conde
de Nava. Según el Manuscrito 92 de la Biblioteca de la Universidad
de Oviedo, su titular, en el s. XVII, seguía siendo el Conde de Na­
va. Su familia aún lo conservaba en la época del Catastro. Percibía
el Conde, mediado el siglo XVIII, unos 235 reales anuales, en con­
cepto de señorío (A.G.S.—D.G.R. Libro-438, fol. 167 y ss.).
Coto de Entralgo: Su titular, en 1553, era el M° de San Vicente
de Oviedo, que percibía, por derechos de vasallaje, un yantar, más
300 ms. por cuadriellas, y cuatro marranas por el uso de montes
pertenecientes al monasterio (53). Tenía en esta época 23 hidalgos,
22 pecheros, 11 viudas y dos clérigos, estimándose cada vasallo en
unos 5.000 ms. (46). Alonso de Camino actuó de factótum en la ven­
ta, traspasando el coto por venta a Juan de Valdés Carrio. Poste­
riormente fué incorporado al concejo de Laviana, que redondeó así
sus dominios y cumplió las aspiraciones de los vecinos para quedar
dentro de la jurisdicción real.
Coto de Gúa: Pertenecía al M° de Santa María de Gúa. Fué ad­
quirido por los vecinos, y posteriormente integrado dentro del con­
cejo de Somiedo, aunque sólo a efectos de rentas reales y levas.
Coto de Prianes: Del M° de San Vicente de Oviedo. Fué adqui­
rido por la Casa Dasmarinas, con solar en Peñaflor y regiduría en
(50) A.G.S.-D.G.R. 1.a R. Libro 376, fols. 66 y ss.
(51) Ibíd. Libro 366, fols. 325 y ss. Rpta. 2.a—y Biblioteca de la Universi­
dad de Oviedo. Sección Manuscritos—núm. 92, “Razón de los concejos, cotos
y jurisdicciones de que se compone la Ciudad de Oviedo y Pdo. de Asturias”.
(52) M. C u a r t a s , art cit., p ág s. 465-66.
(53) Ibíd., pág. 465.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
513
Oviedo. Su titular, en el XVII, era D. Bartolomé Dasmarinas, sién­
dolo en el XVIII D. Ramón de Jove Dasmarinas.
Coto de San Miguel de Bárcena: Del Monasterio de Corias. De­
samortizado y vendido, pasó a la Casa de Tineo, quien se hizo con
su jurisdicción, que conservaba aún en la época del Catastro.
Otros pequeños cotos que fueron desamortizados en la época,
pasando su titularidad a los vecinos, fueron los de Labedul, Priandi, La Riera de Bimenes, Pronga y Villavaler. La escasa importan­
cia del vecindario de éstos impidió que se constituyesen como con­
cejos, siendo absorbidos por sus limítrofes.
las v en ta s:
3.
las cartas de venta.
Las condiciones y cláusulas del contrato de compra-venta eran
muy similares en todos los casos. Lo esencial era hacer constar que
se vendía el concejo
«con su jurisdicción civil y criminal, alta y baja mero mix­
to imperio, y con el derecho de poder nombrar y elegir al­
caldes mayores y ordinarios y de la hermandad, regidores,
alguaciles, escribanos y todos los otros oficiales de los con­
cejos del dicho concejo y cotos que se suelen y acostumbran
nombrar y elegir para el uso y exercicio de la dicha jurisdic­
ción» (54).
Y que Su Majestad,
«Les asegure, jure y prometa que nunca perpetuamente pa­
ra siempre jamás será vendida ni enajenada la dicha villa e
feligresía, dado ni donado, sino que siempre quedará en la
Corona Real de Castilla y no la unirá ni sujjetará a otro nin­
gún Pueblo» (55).
Se ponía además especial hincapié en que el comprador-es ad­
quirían también «las rentas de penas de cámara y de sangre lega­
les y arbitrarias y los mostrencos», amén de las rentas pecuniarias
que, como derechos jurisdiccionales, cobrase el obispo o su comen­
dero, calculadas por el valor promedio de los últimos cinco años
pasados.
(54) Arch. Ayto. de Oviedo. Jurisd. de la Ciudad. Libro 15, fol. 6.
(55) De la escritura de redención de El Franco, en op. cit., pág. 147
514
ALFONSO MENENDEZ GONZALEZ
Igualmente, se permitía el pago aplazado, y que los municipios
tomasen dinero a censo, hipotecando mancomunadamente sus bie­
nes, a fin de hacer frente al importe de la compra. Estas condicio­
nes, que no figuraban propiamente en las cartas de venta, fueron
sin lugar a dudas imprescindibles para poder llevar adelante las
ventas, ya que la miseria de los concejos vendidos impedía movili­
zar sumas que nadie, ni los particulares, poseían.
POBLACION AFECTADA.
Aunque en las averiguaciones previas a las ventas se practica­
ba un censo de vecinos a fin de calcular el precio de venta v reden­
ción, los datos conservados no tienen gran utilidad, dado que los
hidalgos se computaban como medios vecinos y en ninguna de las
ocasiones se especificaba, por separado, la población hidalga de la
pechera (56). Añádase a esto el hecho de que las viudas siempre
fuesen computadas, a efectos fiscales, como medio vecino, y que
más del 70% de la población asturiana gozaba de las exenciones
propias del estado de hidalguía.
Desechados los datos demográficos de las pesquisas previas a
Ja venta, nos quedan los oficiales del censo de 1594, más conocido
como de Tomás González. Sin entrar e nía problemática de este
censo, ya recogida por Ruiz Almansa, nos limitaremos a destacar los
datos que, tomados del mismo, aporta Sangrador en su «Historia
de la Administración de Justicia y del Antiguo Gobierno del Princi­
pado de Asturias» (57).
(56) Así, en las averiguaciones, se estipulaba para Quirós una población
de 394 vecinos y medio, Yernes y Tameza 103, Santalla de Oseos 102, Carrandi 51 y medio, Llanera 484 y medio, Pademi 44 y Medio, Bendones 10, Cerdeño 9 y medio, Caxigal 5 y medio, Naranco 10 y Tudela 75 vecinos.
(57) Oviedo, 1865; reed. 1975, págs. 168 y ss. Los datos de SangraJor de­
ben ser tomados con cautela, debido a errores de impresión y otros.
LA DESAMORTIZACION ECLESIASTICA EN ASTURIAS
515
Población de los concejos redimidos. Censo de 1594
C° de Castropol y su partido .............................. 2.125
C° de Teberga .......................................................... 400
C° de Morcín .......................................................... 197
Olloniego ..................................................................
68
C° de Proaza .......................................................... 206
C° de Riosa ..............................................................
80
C° de Sobrescobio .................................................. 250
C° de Tudela ............................................................. 138
C° de Quirós ............................................................. 412
C° de Ribera de Yuso .......................................... 119
C° de Santo Adriano ..............................................
95
C° de Llanera .......................................................... 640
C° de Yernes y Tameza .......................................... 103
C° de Pajares ..........................................................
27
C° de Langreo .......................................................... 510
C° de Parres .............................................................. 585
C° de Las Regueras .............................................. 200
C° de Bimenes .......................................................... 180
C° de Paderni ..........................................................
50
Tapia, villa y Pto.....................................................
55
Total vecinos .......................................................... 6.440
La cifra de 6.440 vecinos, habitantes de los concejos redimidos
en 1594, tiene un valor meramente indicativo. El censo no refleja,
con su nombre, la población de todos y cada uno de los lugares de­
samortizados, con omisiones evidentes e inclusión de cotos redimi­
dos en la población de concejos colindantes.
Pese a todo, y teniendo en cuenta los 37.517 vecinos que, según
el censo, vivían en Asturias, podemos estimar entre un 15% y un
20% la población afectada por el proceso desamortizador.
La incidencia geográfica de las ventas se superpone con abso­
luta regularidad sobre las antiguas posesiones de la Mitra y aba­
días un tercio, aproximadamente, de lo vendido correspondió al
área occidental del Principado, englobado luego en el Gran Con­
cejo de Castropol. El área central registra también fuerte intensi­
dad de ventas, de Llanera a Quirós, mientras que en la zona orien­
tal no se produce prácticamente venta alguna.
{Continuará)
CARTAS, INEDITAS, CRUZADAS ENTRE CANGA
ARGUELLES Y CAVEDA Y NAVA
POR
MANUEL F. AVELLO
(Cronista Oficial de Oviedo)
Desde hace algún tiempo y en distintas publicaciones periódi­
cas vengo dando cuenta de la correspondencia mantenida por el
eminente José Caveda y Nava y su padre Francisco de Paula con
otros asturianos ilustres de su tiempo (1).
La mayoría de estas cartas las dirigen a José Caveda y Nava pa­
ra informarle acerca de cuestiones políticas, económicas o sociales
relacionadas con Asturias, donde Caveda desempeñaba la responsa­
bilidad de Jefe Político o Gobernador Civil.
También Caveda y Nava escribe a sus amigos instalados en Ma­
drid solicitando su ayuda con ánimo de resolver problemas de in­
terés para Asturias o de carácter personal.
En esta ocasión me satisface facilitar a los lectores del B.I.D.E.A.
cinco cartas inéditas (una de ellas sin fecha) de José Canga Argüe(1)
“La Nueva España”. Oviedo, 6-IV-1980, 27-IV-1980 y 18-V-1980 (Car­
ta de Jovellanos a Francisco de Paula Caveda y Solares, padre de José Caveda).
“Iia( Nueva España”, 4-1-1981 (Tres Cartas del P. Manuel Risco al padre
de Caveda).
“La Nueva España”, 13-VI-1982
“Boletín de Información del Ayuntamiento de Oviedo”. Mayo 1980.
Album “La Balesquida”. Oviedo, 1981, 1982, 1983.
Los “Cuadernos del Norte”. Julio-Agosto, 1983. Oviedo, núm. 20.
518
MANUEL F. AVELLO
lies remitadas a Caveda y una de éste, sin firmar, destinada a Can­
ga Argüelles desde Villaviciosa, su lugar de nacimiento.
Cuatro de las cartas de Canga Argüelles a Caveda están fecha­
das entre el 27 de mayo de 1835 y el 9 de mayo de 1840, y en la
quinta, sin fecha, como hemos indicado, Canga agradece a su ami­
go el envío de un ejemplar de la monografía en la que estudia la
significación histórica de la Junta General del Principado, lo cual
nos hace suponerla escrita el mismo año de la publicación de aqué­
lla, es decir, en 1834.
La de Caveda a su amigo del 13 de mayo de 1834 supone la so­
licitud de un destino en Gijón para él, la clásica recomendación y
solicitud de auxilio.
El 27 de mayo de 1835 Canga Argüelles, desde Madrid, contesta
a Caveda que le había escrito casi un año antes, el 17 de mayo de
1834, participándole que su deseo de hacerse cargo de la dirección
del Real Instituto Asturiano de Gijón, a la sazón vacante, tiene es­
casas posibilidades de éxito porque prevalece la opinión de que la
dirección debe recaer en un marino. Señala Canga Argüelles: y no
sé por qué. Nosotros, tampoco. Lo cierto es que el problema plan­
teado no tuvo para Caveda desenlace favorable (2).
En la carta segunda —10 abril 1839— Canga recomienda al ami­
go a un señor llamado Sierra y Rull, compañero de Cortes y de in­
fortunios. Acude a Asturias Sierra y Rull con un encargo y requiere
a Caveda para que lo reciba y atienda.
El 30 de julio de 1839 se interesa Canga Argüelles por un asun­
to que ha sido causa de muchos comentarios.
La carta, fechada en Gijón, recuerda que siendo ministro del
Interior Moscoso, autorizó por decreto el embargo de documentos
y papeles de Jovellanos (3).
Ruega Canga a Caveda que el embargo no obstaculice su deseo
de conocer el contenido de los legajos con documentos del patricio
gijonés con el fin de informar más tarde al Rey.
Canga recaba de su amigo la copia de la orden para poder ac­
tuar adecuadamente.
En este caso concreto es imprescindible la consulta del volumen
Reseña Histórica del Instituto Jovellanos de Gijón, obra de Rafael
(2) Esta primera carta de Canga Argüelles es respuesta a la de Caveda y
Nava que he publicado en el Album de “La Balesquida”. Oviedo, 1983.
(3) José María Moscoso de Altamira desempeñó el cargo de Ministro de
la Gobernación en 1822 y doce años más tarde, en 1834, cuando Martínez de
la Rosa presidió el Gobierno. Formó parte en la Cámara del Estamento de los
Procuradores.
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGUELLES Y CAVEDA Y NAVA 519
Lama y Leña, que reproduce el texto de don Fermín' Canella, vice­
rrector entonces de la Universidad de Oviedo, conteniendo noticias
muy interesantes sobre el caso (4).
El alcalde de Gijón, Valdés Fano, y el Capitán de Navio Velarde
y Herrera, director del Instituto, se dirigieron en 1834 a Canga Ar­
güelles interesando el establecimiento de nuevas cátedras en el cen­
tro, pues su condición de Ministro podría influir decisivamente en
tal propósito.
Canella califica de brillantísimo el informe del Subdelegado de
Fomento de Oviedo, Joaquín María Suárez, proponiendo la visita
de Canga Argüelles, confirmada por Real Orden de 14 de marzo
de 1834.
Gijón «celebró con grandes festejos los gratos anuncios de la
reorganización de sus aulas; aquél (Canga) recibió por orden del
Ministro Moscoso los papeles, libros, manuscritos y legajos embar­
gados a Jovellanos y cuando se disponía a desempeñar su misión,
se lo impidió el nombramiento de Consejero Real de España e In­
dias» (5).
Continúa Lama y Leña con el escrito de Canella y el relato por­
menorizado de los acontecimientos a partir de este momento que
afectaron al Instituto gijonés durante los años de 1835, en el cual
Canga Argüelles solicitó del Ministro Alvarez Guerra permiso para
llevar a cabo la visita frustrada en 1834, y en 1836, cuando acude
a la Reina Gobernadora una representación gijonesa presidida por
el Alcalde Francisco de Cabo con el fin de impulsar el encargo con­
ferido a Canga Argüelles. Todo, una vez más, quedó en suspenso.
Formadan parte de esta representación Benito Prieto Suárez, Di­
rector del Instituto, y Victoriano García, Procurador del Común.
Al publicarse el nuevo plan de estudios, Canga Argüelles expu­
so al laureado poeta Presidente de la Dirección de Estudios en el
Gobierno, Manuel José Quintana, la conveniencia de llevar a cabo
la visita, y Quintana, que había sido buen amigo de Jovellanos, ac­
cedió y una Real Orden de 1837 dispuso la esperada presencia de
Canga Argüelles en Gijón.
Pero no se acaban las dificultades puesto que, 1838, al no po­
der efectuar la visita el propio Canga Argüelles fue autorizado a lle­
varla a cabo —28 de julio— su hijo Felipe, intendente de Hacien(4) R a f a e l Lam a y L e ñ a : Reseña Histórica del Instituto Jovellanos de Gi­
jón. Gijón, 1902; págs. 55 y ss.
(5) Ibídem, págs. 57-58.
520
MANUEL F. AVELLO
da, radicado entonces en Gijón gestionando la puesta en marcha de
la fábrica de tabacos.
El 30 de octubre Felipe Canga remitió a su padre un riguroso
informe sobre el Instituto gijonés y sus enseñanzas así como res­
pecto de sus dificultades económicas.
Llegamos así al día 20 de enero de 1839. en que Canga Argüelles
redacta el informe definitivo, digno de su autor y «merecedor de la
luz pública, porque entendemos que es expresión fidelísima de la
mente del fundador».
Del mismo modo que ha sucedido en otras ocasiones para nues­
tra desdicha, evidentemente, el informe «durmió en el Ministerio
de la Gobernación» y aunque Canga acudió a Gijón en el estío de
ese año de 1839 e insistió acerca de la necesidad de reformar el Ins­
tituto —que no había perecido gracias al patriotismo de su Direc­
tor y Profesores— todo se redujo a un proyecto de buenas inten­
ciones, si bien el Ayuntamiento gijonés no cejó en su empeño por­
que ahora con Zoilo García Sala, Alcalde, al frente, acudió al Visi­
tador y a la Reina solicitando el establecimiento de los estudios de
mineralogía.
No se resolvió nada. En 1840 falleció el Director del Instituto,
Benito Prieto Solares, y su sustituto, Gregorio María José Valdés,
tampoco consiguió mejorar las condiciones del centro al que Jo­
vellanos dedicó sus mejores dotes de organizador y defensor de los
intereses asturianos.
Lama y Leña comenta que la falta de recursos del Instituto lle­
gó a ser angustiosa y que gracias «a la solicitud y al cariño que
siempre le profesó el señor Don José Caveda, Jefe Político de la
Provincia por los años 37, 38 y 39, podían conseguir de vez en cuan­
do se le proporcionasen algunos recursos para pagar al personal,
que en esta época sufrió grandes privaciones» (6).
En el Apéndice II de la Reseña Histórica se puede leer el Infor­
me de Joaquín María Suárez, propiciador de la visita de Felipe
Canga y de la de su padre. José María Suárez desempeñó el cargo
de Jefe Político o Gobernador Civil de Oviedo a fines del XIX.
En el Registro Asturiano de Julio Somoza (1927) se contienen
datos que se complementan con los del Catálogo de manuscritos e
impresos notables del Instituto de Jovellanos (1883) y en otra obra
valiosa, Bosquejo a cerca del estado que alcanzó la literatura en
Asturias... (1885), de Fuertes Acevedo, se cita un manuscrito de
Canga Argüelles fechado en Madrid en 1840 donde el hacendista as(6) Ibidem, pág. 57.
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGÜELLES Y CAVEDA Y NAVA 521
turiano confirma que durante su visita a Gijón reconoció deteni­
damente los legajos jovellanistas. Corría el mes de noviembre del
citado año de 1840.
En cualquier caso aquel Real Instituto, como tantas iniciativas
asturianas merecedoras de ser defendidas y protegidas, impulsadas,
se quedó en el camino.
Volviendo a las cartas, la fechada en Madrid el 9 de mayo de
1840 abunda en asuntos personales, a una nueva recomendación,
en este caso a favor de D. Justo Velasco, a quien Canga ayuda para
desempeñar el cargo de director de la Escuela de Dibujo de Oviedo.
Canga notifica a su amigo el deseo que tiene de visitar Asturias
y salir de Madrid, «Babilonia de pasiones y miseria».
En las cartas primera y quinta Canga cita a un señor Tenreyro
o Terreyro, mensajero de Caveda, que en la suya que he publicado
en el Album de «La Balesquida, Oviedo 1983, menciona como «mi
primo» (7).
Para no dilatar por más tiempo la publicación de las cartas de­
jaré para más adelante la aclaración de estos extremos.
En la carta, sin firmar, de Caveda, fechada en Villaviciosa el 13
de mayo de 1834, se reiteran asuntos de interés personal, recomen­
daciones, influencias, ayudas.
Caveda ansia la Subdelegación de Fomento que se va a instalar
en Gijón. Remite a Canga una carta respetuosa, pero insuflada de
un tono exageradamente obsequioso para hombre de su categoría.
Tenía bien merecido ese puesto.
En la carta recuerda Caveda el viaje que los dos amigos efec­
tuaron juntos entre Gijón y Oviedo y alude a su «natural encogi­
miento».
En todo caso nos hallamos en un episodio de interés para la vi­
da de dos grandes asturianos y Asturias.
José Canga Argüelles (1770-1842) ha sido uno de los testigos ex­
cepcionales de la vida española de su época, desempeñando pues­
tos de responsabilidad.
(7)
Emilio Marcos Vallaure, que dispone de una formidable biblioteca asturianista y frecuentemente me ha dado pruebas de gran generosidad, me acla­
ra que este primo citado por Caveda es D. Antonio Terreiro y Caveda, hijo de
D. Antonio Terreiro Montenegro y de D.a Rita Caveda y Solares, hermana de
Francisco de Paula. Se casó en 1812 con D.a Ramona Flórez Solares, nacida en
Villaviciosa en 1793. Emilio Marcos entiende, es lo razonable, que los Terrei­
ro procedían de Galicia y se afincaron en Villaviciosa al emparentar con los
Caveda.
522
MANUEL F. AVELLO
Formidable economista, redacta el primer presupuesto nacio­
nal, encargado de Indias, superintendente general de Hacienda,
autor de ensayos económicos valiosísimos, víctima de las fricciones
entre liberales y absolutistas, cautivo en Peñíscola, exiliado.
En Londres, 1825, publicó una de sus obras maestras: Elemen­
tos de la Ciencia de Hacienda. En 1832 regresó a España.
Asturiano de talante liberal, europeo, renovador, tolerante.
José Caveda y Nava (1796-1882) ha sido uno de los grandes astures de todos los tiempos: estudioso, arqueólogo, poseedor de una
gran biblioteca de más de diez mil volúmenes, diputado a Cortes,
Académico de la Española y de la de la Historia, poeta inspiradí­
simo en bable, Director General de Administración Local y del Mu­
seo Nacional, Jefe Político de Asturias, autor de obras fundamenta­
les para la bibliografía regional...
Dos asturianos inolvidables.
LAS CARTAS DE CANGA ARGUELLES
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGÜELLES Y CAVEDA Y NAVA 523
Mi respetable amigo y Paysano: quando no bastaran para ha­
cerme tomar un verdadero interés en el bien de Vd. la memoria de
las amistosas relaciones de nuestras familias; las circunstancias
altamente recomendables que Vd. reúne, me llebarían a ello; por­
que en hacerlo me hago un honor; por él que resulta de apreciar
el mérito ageno que reconozco en altísimo grado en Vd.
Aunque hasta aquí, no se me ha dado parte en nada relatibo a
nombramiento del Instituto daré mis pasos, y hablaré en fabor de
Vd. a los que andan en el negocio. Por ciertas esplicaciones que se
me han echo, veo que en el Ministerio prevalece la opinión de que
la Dirección debe recaer en Marino, y no sé por qué.
No sé quando me dejarán pasar a hacer la visita. Entonces ha­
blaríamos los dos sobre el modo de dar al Instituto toda la estensión que yo deseo y que tanto conviene para el bien de ese pays,
al que amo cada vez más.
El Señor Tenrreyro estubo a verme y no me ha hallado. Le bus­
caré, ofreceré mi casa y recogeré la obra de Vd. que no dejará de
llenar mis deseos, y de corresponder a la ilustración que a Vuestra
Merced distingue.
524
MANUEL F. AVELLO
Vea Vd. en qué pueda complacerle, y mande con franqueza a su
afectísimo seguro amigo y apasionado paysano.
Q. b. s. m.
José Canga Argüelles.
Madrid, 27 de Mayo de 1835.
Sr. D. José Caveda Nava.
Contestada.
Mi muy respetable amigo y paysano: el dador lo será el Sr. Sie­
rra y Rull, persona muy digna de aprecio por todos títulos y com­
pañero mío en Cortes y en infortunios: pasa a esa con un encar­
go del mayor interés para la Provincia y esto solo me ha decidido
a tomarme la libertad de darle a conocer a Vd. que tan acredita­
do tiene su amor a la patria nativa, esperando le distinga con su
protección y amistad. A ello quedará muy recenocido su afectísimo
seguro amigo y apaysano
Q. b. s. m.
José Canga Argüelles.
Madrid 10 de Abril de 1839.
Sr. D. José Cabeda y Nava.
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGÜELLES Y CAVEDA Y NAVA 525
Contestada.
Gijón 30 de Julio de 1839.
Mi apreciable amigo: creo que en el año de 1835, siendo Minis­
tro de lo interior el Sr. Moscoso se comunicó a ese Gobierno Civil
una Real Orden para que se embargaran unos legajos de papeles
del Sr. Jovellanos: hasta que viniendo yo a Gijón los reconociera
dando cuenta a S.M. de su contenido.
Me hallo en el caso de realizarlo aprovechando los ocios de mi
residencia en esta villa; y me tomo la libertad d erogar a Vd. se
sirva mandar se me remita una copia simple de la mencionada
Real Orden.
Perdone Vd. esta molestia y mande a su afectísimo reconocido
amigo. Q. b. s. m.
José Canga Argüelles.
Sr. Dn. José Cabeda.
526
MANUEL F. AVELLO
Madrid, 9 de Mayo de 1840.
Mi apreciable amigo y faborecedor: tengo un interés en que el
interesado en la adjunta esquela D. Justo Velasco ob(tenga) la di­
rección de la escuela de dibujo de esa ciudad y me tomo la (liber­
tad de recomendársele, esperando le faborezca en quanto pueda,
pues esté seguro de su' mucho mérito.
Deseo dar una buelta por ese delicioso pays, y salir de esta ba­
bilonia de pasiones y miseria.
Sírbase Vd. dar muchas menciones a la Señora c. (con) p. (pa­
ra) b. (bienes) mios y de Eulalia, y mande quanto quiera a su muy
apasionado amigo
Q. b. s. m.
José Canga Argüelles.
Sr. D. José Cabeda.
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGÜELLES Y CAVEDA Y NAVA 527
Mi apreciabilísimo Paysano y amigo: el Sr. Tenrreyro me ha
entregado el ejemplar de la obrita que Vd. ha escrito sobre la Jun­
ta General del Principado. Es trabajo curioso e interesante, y en
el que brillan la sana crítica y la ilustración de Vd. Le estimo mu­
cho y aumentará el número de los papeles importantes de mi sa­
queada librería.
Nada será para mí más lisongera que su correspondencia: ni
nada me llenaría de una completa satisfacción como el poder ser
a Vd. útil. En este concepto disponga Vd. de la fina voluntad de su
afectísimo amigo.
Q. b. s. m.
J. Canga Argüelles.
Sr. D. José Caveda Nava.
528
MANUEL F. AVELLO
LA CARTA DE CAVEDA A CANGA ARGÜELLES
Villaviciosa, 13 de Mayo de 1834.
Excmo. Sr. Dn. José Canga Argüelles.
Señor de todo mi aprecio y respeto: aunque me sea sensible
distraer a V.E. de sus muchas ocupaciones no puedo menos de ma­
nifestarle mi reconocimiento, por la bondad con que se digna dis­
CARTAS, INEDITAS, ENTRE CANGA ARGÜELLES Y CAVEDA Y NAVA 5 29
pensarme su protección creyendome acreedor a la subdelegación
subalterna de fomento que ha de establecerse en Gijón. Se en efec­
to por el Sr. Dn. Joaquín Suárez y por mi amigo Victoriano Sán­
chez cuanto debo al fabor de V.E.; y este conocimiento y las con­
sideraciones que me merece como compatriota ilustrado, como ce­
loso protector de nuestro país, y como funcionario público distin­
guido por sus importantes servicios, discuparán la confianza con
que ahora me dirijo a V.E. Confieso sin envargo que he luchado
largo tiempo entre el temor de parecerle inconsiderado y el deseo
de descubrirle estos sentimientos de mi afición: pero el recuerdo
del agradable viage que emprendimos juntos desde Gijón a Ovie­
do, y sobre todo la idea de su bondad, benciendo mi natural enco­
gimiento acabaron de persuadirme que V.E. no verá en esta carta
mas que la espresión de la fina amistad que le profeso.
Ella me impone la obligación a ser franco con V.E. así pues no
le ocultaré cuanto me obligaría ser empleado en una de las subdelegaciones subalternas de Asturias; y esto no porque mi necio or­
gullo ocultándome lo poco que balgo me persuada que mis méri­
tos alcancen tanta distinción: sino porque deseo bibamente con­
tribuir en cuanto mis fuerzas lo permitan al bienestar de mi Pa­
tria, y porque la clase de estudios que he seguido pudieran tener
alguna aplicación en aquel ramo de la administración pública.
Sírvase V.E. disimular esta franqueza, en gracia del reconoci­
miento de su más atento servidor y paisano
Q.B.S.M=
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
POR
J. RAMON LOPEZ BLANCO
UN TESORO EN EL VIOLIU.
En el monte El Violiu andaban unos hombres de San Mamés
buscando un tesoro que se afirmaba que había por allí. Cavaron
y lo que hallaron fué una cosa de piedra de la misma forma de un
pellejo de los usados para el vino, con piétana y todo, la que deja­
ron porque estimaron que no tenía valor alguno, pero un hombre
de Santa Bárbara que tenía por allí un prado, al verla, la rompió y
dentro encontró el tesoro, lo que permitió hacerse rico y comprar
varias fincas.
(Contado por Detmira Pérez García).
OTRO TESORO EN EL MONTE EL VIOLIU.
En el monte El Violiu los moros tenían un molino para moler
oro y un vecino de San Mamés que tenía allí un prado, cavando
en él encontró once onzas de oro, las que, según creencia popular,
empleó para construir una casa en dicha aldea.
Lo que al parecer verdaderamente encontró fué un hacha de
bronce a la que la fantasía popular convirtió en onzas de oro.
(Contado por Detmira Pérez García).
532
J. RAMON LOPEZ BLANCO
EL TESORO DE LA FOXACA.
En la orilla izquierda del río La Hueria, en La Foxaca, muy cer­
ca de Blimea, había un tesoro. Este se hallaba oculto en una pe­
queña poza tapada con una llábana.
Los vecinos de Llai, Máximo y Pascual y el de El Campu, Ma­
ndón de Carlos, tuvieron conocimiento de su existencia, y un día
fueron a por él; pero cuando se disponían a llevar a cabo esta ope­
ración, ya muy cerca del oscurecer, les sorprendió una gran nube
de truenos, relámpagos y granizo, por lo que decidieron dejarlo
para el día siguiente.
Pero Pascual, que tenía serios temores de que el «ácido» del oro
le hiciera daño, fué a consultarlo con Fausto, el maestro que ejer­
cía en la escuela de Blimea.
Fausto le dijo que sí, que era muy peligroso ese «ácido», pre­
guntándole a continuación dónde se hallaba el tesoro, cosa que le
señaló Pascual.
Inmediatamente Fausto, en compañía de otro hombre de La
Venta El Florán, se encaminaron a La Foxaca en busca de aquel
tesoro, el que hallaron y se llevaron de inmediato; pero a Fausto
los «ácidos» se le agarraron a la garganta, de la que estuvo enfer­
mo una larga temporada, no dándole el médico con el mal hasta
que no le dijo la causa de haberlo contraído.
Después Fausto con una parte del tesoro compró una finca en
la vega de Blimea, donde edificó una casa y plantó una pomarada,
quedando todavía de ello un tilar en el paseo de ese pueblo, de los
dos que crecían en la antojana de la casa.
(Contado por Rogelia Ordiz Cuetos, de Las Quintanas de Bli­
mea, fallecida a los 77 años, leyenda además muy popular
en Blimea).
EL TESORO DE LA FUENTE LA MONDERA.
Cierto día llegaron a Blimea dos hombres con un caballo pre­
guntando por la fuente La Mondera, pues habían leído en «La Ga­
ceta» que en esa fuente había un tesoro.
Le pidieron a un guaje que les guiara hasta ella, y así lo hizo
hasta las proximidades de San Mamés, que es donde está esa fuen­
te. Por aquel servicio le dieron un duro, diciéndole a continuación
que se marchara; pero el rapaz, extrañado de que le diesen tanto
dinero por tan poca cosa, en vez de marcharse, se ocultó detrás de
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
533
una castañal a ver lo que hacían, y desde ese escondrijo observó
que de la carga que traían en el caballo sacaban un pico, una pa­
la y una manta. Después cavaron en la parte de atrás de la fuente,
de donde sacaron un arca.
Dentro de ella estaba el tesoro, que envolvieron en la manta y
se marcharon.
(Contado por Delmira Pérez García).
EN LA PEÑA EL GATU.
En la peña El Gatu, en El Ronzón, Blimea, había una cueva po­
co profunda en la que había un molino para moler oro y en otra
cueva en la peña El Cortaraxu, que está sobre la anterior, había un
tesoro.
(Contado por Tomán González Fernández).
TESOROS EN EL MONTE DE SAN MAMES.
En El Candanal unos hombres que estaban cavando encontra­
ron un pote; creyendo que no tenía ningún valor, lo tiraron, y en­
tonces se dieron cuenta de que estaba lleno de oro en polvo, que
llevó el viento.
En el prau Riega, en El Armuriu, hay un tesoro que sólo se pue­
de encontrar el día de San Juan, pero sólo puede ser hallado por
personas que sean «inocentes». (Con mente infantil).
A la fuente El Nubiellu, cerca de La Cerezal, fueron unos hom­
bres a cavar buscando un tesoro, y para hacer esa labor dejaron
las chaquetas sobre una piedra de cierto tamaño. Cuando después
de cavar inútilmente fueron a por ellas, hallaron la piedra abierta
en dos trozos en forma de «duernes» (artesa grande de madera
que, entre otros menesteres, sirve para echar la comida a los cer­
dos). El tesoro estaba en el medio de ellas y otros se lo habían lle­
vado mientras ellos lo buscaban en otra parte.
(Contado por varias mujeres de Riolapiedra, Blimea).
UN TESORO MAS.
En la fuente La Ablaneal, cerca de Las Quintanas de Blimea,
hay un tesoro.
(Contado por Rogelia Ordiz Cuetos).
534
J. RAMON LOPEZ BLANCO
TESOROS EN VARIOS LUGARES.
En la Peña Urán, Langreo, hay una cueva a la que se baja por
unas escaleras de mármol; en ella hay un altar, un cura diciendo
misa y un molacín (monaguillo) todo de oro.
Para llegar al tesoro hay que atravesar una bóveda llena de
agua, que para desaguarla existe una canilla que nunca nadie fué
capaz de encontrar. Una vez quisieron algunos dar un transversal
para llegar hasta el tesoro, pero otros no los dejaron por temor a
que el agua los ahogase.
Ahora la entrada de la cueva está hundida.
En el alto de la peña El Ceacal, debajo de una espinera hay un
gran tesoro que no fué nunca buscado por nadie.
En la fuente de Traspando, Siero, hay una piedra con cuatro
esquinas y en el medio de ella hay un tesoro; una vez fueron a por
él, pero aunque quitaron la piedra y vieron que en el medio tenía
una rendija, no encontraron el tesoro.
Más tarde la piedra fué colocada en el lugar donde había esta­
do primitivamente.
En la fuente del Homerón, en La Camperona, encontraron do­
ce barras de oro.
En la fuente de La Reina un hombre de Les Felechoses a quien
llamaban «El Farrompu» encontró una bolera de bolos y bolas de
oro y la fué a vender al convento de Valdediós, que entonces era
como un banco, y tanto valía la bolera, que por tres veces lo dejó
sin dinero, monedas de oro que enterró en una vega.
Un día en que sus hijos estaban arando en ella, al llegar cerca
del lugar donde las tenía escondidas, les ordenó que dejasen el tra­
bajo, y a la noche las sacó y las ocultó en otro lugar ignorado
hasta la fecha, ya que un día «El Farrompu» se puso enfermo, per­
diendo el habla, y aunque casi reventaba al querer decir a sus hijos
dónde tenía el tesoro, se murió sin poder decírselo.
En La Coroña, La Camperona, hay un arca llena de oro y otra
llena de veneno, para saber cuál de ellas tiene uno u otro no hay
más que poner una vela encendida sobre ellas; la vela que se apa­
gue señala dónde está el veneno y el oro donde permanece encen­
dida.
Gentes de los pueblos próximos cavaron considerablemente y no
hallaron nada, pero dicen que muy próximo de allí un mendigo de­
jó abandonado su .zurrón y su cayado, desapareciendo repentina­
mente, sospechándose y afirmándose que dicho mendigo encontró
un «pisón» (receptáculo de piedra en las fuentes) lleno de oro mo­
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
535
lido y que poco después fué visto en Nava muy bien trajeado, hascon sombrero, y se afirma que había comprado una casería muy
buena.
En la corona del castro, en Funcedo,había una inscripción en
una piedra que decía: «A la parte de orienta hallarás una puerta
pegada con argamasa y más adelante hallarás más de 50 carros de
oro y plata».
Pero buscaron y no hallaron nada.
En la puerta principal del castillo de Llames, debajo del cancel
hay un letrero que dice: «Cavarás y hallarán real moneda y más
abajo está la higuera del rey moro que vale tres millones».
En Taballes, Bimenes, en la fuente de San Juan había un ár­
bol caído, cerca del cual había un caldero lleno de bolas de oro.
Un día fué quien me contó estas leyendas con su padre a buscarlo,
pero ya lo había llevado un hombre de Bimenes llamado Alejandro.
(Contado por Rufina Fernández García, de 82 años, de La
Camperona, líntites de San Martín, Bimenes y Siero, la que de­
cía que estos tesoros estaban descritos en «La Gaceta» que
era de un hombre de Extremadura y que tenía su padre y
que éste la vendió a un hombre de Rioseco, pero que antes
su padre apuntó en una libre).
TESOROS EN SANTA BARBARA.
Peña El Ubiu y el Ubillín, entre el Ubiu y el Nubillín (Santa Bár­
bara) de tesoros mil; por aquella zona decían que había tesoros;
resultó verdad, pues los tesoros fueron las minas de carbón.
(Contado por Avelino Zapico, de Santa Bárbara).
AGÜEYAMIENTOS.
Veréis lo que pasó en La Invernal, Sotrondio. En el momento en
que iba a nacer un niño, la partera dijo:
—«Aquí que nun quede naide más que dos muyeres de la fami­
lia y naide más».
Pero una mujer que no era de la casa se empeñó en quedarse y
de allí no salió.
El rapacín nada más nacer lloró un poco y no volvió a hacerlo
más, pero se puso muy enfermo y así estuvo mes y medio; enton­
ces se acordó en la familia ir a pasarlo por el agua de la alicornia
536;
J. RAMON LOPEZ BLANCO
y ’una tía del niño fué la encargada de ese menester, ecaminándose
a casa de una mujer vecina de La Llosa El Portiellu, en Blimea, es­
pecialista en aquella labor, llevando una botella con agua y una
camisa del niño.
v En cuanto llegó a casa de la desojeadora le contó a ésta lo que
sucedía y aquéllavse adentró en una.habitación, de la que salió muy
pronto diciendo:
—«Esti neñu t’agüayau. ¿A que lloró un poco al nacer y lluego
ya nun lloró más? Pero vienes mu tarde, porque lo tién mu adientro. De principiu queda entre el pelleyu y la carne, pero esti rapacín
ya lo tién metió na sangre i ya nun tién remediu. ¿A que ta plegau ?».
—«Ta como una cordión», le contestó la tía del niño.
—»-«Pos si dura les hores del día, nun llega a les de mañana».
El niño murió a las doce de aquella noche.
(Contada por Máxima Orviz Montes, de La Invernal).
Otro aojoamiento sucedió en Santa Bárbara, y la que resultó
«agüayá» fué una yegua. Una yegua que era mansa como una mal­
va, no se movía por nada y su dueño, Celestino, estaba pero que
muy contento con ella, pero un día que le había cargado una «sabaná» de «pación» (hierba verde) en el prado que tenía cerca del
pozu La Olla, allá en el río, al llegar a la aldea de La Nieta se en­
contró con Andrés y la yegua entonces mismo empezó a dar saltos
hasta que tiró la carga al suelo.
<• _
—«Qué cosa más chocante, dijo Celestino para sí, animal más
mansu nun lu hay».
Poco tiempo después llevaba Celestino la yegua por el ronzal
cargada con madera, se volvió a encontrar con Andrés al pasar por
Paniceres y otra vez la yegua a dar saltos y corcovos hasta que tiró
la carga al suelo.
—«Ya ta, pensó Celestino; la yegua ta agüeyá i el que la agüeyó fué Andrés».
(Contado por Ernesta Orviz González, de 75 años, de El Mo­
tín, Santa Bárbara).
Hasta Fació el de La Cerezal habían llegado rumores de que la
gente decía de que él agüayabft, y quiso, cerciorarse, de si eso era
verdad, porque él no lo sabía, y un día se metió dentro de un hó­
rreo y se puso á mirar . por-el agujero que había quedado al caer
un nudo de un tablón de la colondra del hórreo.
*
Primero, acercando el ojo derecho al agujero, miró para una pa­
reja de vacas que estaba arando en la finca del prau Fuente y no
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
537
sucedió nada; luego miró con el otro ojo y... ¡cataplún!, las vacas
cayeron patas arriba.
—«De... dios, dijo Fació, ye verdá lo que dicen».
(Contado por Avelino Bernardo González, de 73 años, de El
Molín, Santa Bárbara).
Pepín, el hijo de Braulio Llai y de su mujer Teresa, ya tenía tres
años y desde su nacimiento no hacía más que llorar; era lo mismo
que estuviese acostado en la cuna que en los brazos de sus padres,
venga llorar y llorar, sin que nadie supiese el motivo de esos llan­
tos continuos.
Como la cosa no parecía tener remedio,su madre determinó
que lo que pasaba era que el niño estaba «agüayau» y que había
que llevarlo a María La Traba a Santa Ana para que le pasara el
agua de la «alicornia», y aunque Braulio no estaba muy conforme
con ello, por hacer caso a su mujer y por llevar la vida en paz, de­
cidió acompañarla cuando aquélla llevó el niño a la «desagüayadora».
No hace falta decir que el niño llegó a casa María La Traba llo­
rando como de costumbre, pero un vez que María lo tomó en sus
brazos y «dianosticó»: «esti neñu ta agüayau», el pequeño dejó de
llorar y no volvió a hacerlo desde aquel día en adelante.
(Contado por Llano Iglesias Rozada).
El niño Ramón, de San Roque, Blimea, tenía una descomposi­
ción que no había forma de cortar, ordenando el médico a su ma­
dre que lo colocase en una corriente de aire por ver si eso le valía
para algo. A consecuencia de ello el niño cogió un catarro muy fuer­
te y por uno y por otro su abuela Casimira opinó que estaba «agüa­
yau» y determinó llevar una prenda de su ropa a una «desagüayaora», a Bimenes, para terminar con los males de sü nieto, remedio
que no resultó, pues el catarro y sus secuelas hicieron que contra*
jese una faringitir crónica para toda su vida.
(Contado por Rosario Blanco Camblor).
Una niña de Sotrondio llevaba tanto tiempo enferma, que no se
veía el día de su curación, hasta que una tía suya, pareciéndole que
la rapacina estaba «agüayá», llevó una de sus camisas a una «desagüayaora» y... «santu remediu», la niña sanó de inmediato.
(Contado por David Suárez García, de Sotrondio).
En Collado Escobal, Santa Bárbara, había una vaca de buena
raza que siempre tenía malos partos, malográndose los «xatinos».
Una hermana del dueño y sin que éste lo supiera, creyendo de
buena fe que el animal estaba «agüayau» o «codiciau», otro de los
males producidos por los «agüayaores», encargó le llevaran una
538
J. RAMON LOPEZ BLANCO
botella con agua encargada a una «desagüayaora» de la Llosa El
Portiellu, Blimea, para mojar con ella el lomo del animal y librarlo
del mal de ojo.
(Contado por Leti Zapico Rozada, de El Cascayal, Santa Bár­
bara).
LA MAGIA NEGRA.
Con la magia negra se pueden descubrir todas las cosas e in­
cluso ver cómo éstas habían sucedido.
Un hombre a quien en su casa habían ocurrido trágicos sucesos
estando él ausente, decía que no quería verlos por ser demasiado
dolorosos, pero si querían saberlo con detalle, no tenía más que ir
a la magia negra.
—«Resulta, decía otro, que tú vas a Oviedo a ver a los de la ma­
gia negra sin saber quién son ni onde tan y resulta que al primerú
que preguntas, ye el de la magia negra».
(Contado por Avelino Bernardo, de El Molín, Santa Bárbara).
EL DIABLU BURLON EN EL MOLIN DE LA FOXACA.
En la orilla del río La Hueria, frente a la peña Llai, desde cuya
base se llegaba al mismo cruzando el río por un rústico puente de
troncos, existía antiguamente un molino que tenía tanto grano que
moler, que eran pocas las horas del día, y por ello el dueño los de­
jaba por la noche a los que quisieran moler ellos mismos, con la
condición que dejasen lo que le correspondía de maquila cuando
se marchasen a la mañana siguiente.
Una de esas noches se quedaron dos mozas de Llai y cuando
más entretenidas estaban en la molienda, notaron que alguien le- \
vantaba unas tejas del tejado y que una mano y brazo, negros y
peludos, se metían por el hueco.
Las mozas, con un miedo terrible, se pusieron a rezar y enton­
ces mano y brazo desaparecieron al mismo tiempo que chispas y
humareda salieron por encima del tejado, oyendo fuertes aullidos.
Entonces se dieron cuenta de que era el diañu (diablo) el que
quería entrar en el molino.
(Contado por Llano Iglesias Rozada).
Otra noche se quedaron también otras dos mozas de Llai a mo­
ler en el mismo molino y apenas habían llegado a él, cuando oye-
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
539
ron llorar a un niño a la puerta. Muy extrañadas, la abrieron y allí
había un niño envuelto en un rollo de ropa, al que metieron hacia
adentro mientras comentaban de qué modo pudo llegar aquel niño
hasta la puerta del molino.
Hicieron sopas de ajo para cenar, de las que dieron algunas al
pequeño y a continuación se desnudaron para acostarse y dormir
un poco e inmediatamente se pusieron a rezar.
Pero nada más comenzar los rezos, el niño, que era el «diañu»,
pegó un salto hasta debajo del tejado y desde ese lugar comenzó
a cantar:
« ¡Ay, ay, ay que comí sopas!
¡Ay, ay, ay que les comí
¡Ay, ay, ay que te vi el culo ¡
¡Ay, ay, ay que te lu vi!
Riéndose fuertemente, el diablo desapareció hacia la' parte de
Llineres.
(Contado por Llano Iglesias Rozada).
EL DIAÑU BURLON EN EL BRAVIAL.
En el desván de una casa de El Bravial, Blimea, había un diañu
burlón que tenía desesperados a los que en ella estaban viviendo,
por los ruidos que hacía por la noche, las travesuras que hacía por
el día, pues lo mismo tiraba castañes «mayuques» (pilongas) a las
mujeres que iban a la fuente inmediata, que patatas a los niños que
por la caleya pasaban camino de Villallad. Tanto los aburrió e hizo
rabiar, que decidieron marcharse a vivir a Los Barreros, pero ape­
nas habían llegado a La Peña el Gatu cuando se dieron cuenta que
el diablu burlón, que seguramente se creía que formaba parte de
aquella familia, también iba en el carro donde llevaban sus ense­
res; en vista de ello volvieron sobre sus pasos, pues para seguir
igual, mejor estaban en su casa y en su pueblo que en otro extraño.
Otra vez en El Bravial, vuelta a lo mismo: meter ruido, tirar
cosas, en fin, todo lo malo como cosa del diablo que era. Los de la
casa ya no sabían a qué santo se iban a encomendar, pues ya no
quedaba ninguno a quien pedir sus favores y hasta el cura había
ida a conjurar. Todo inútil; el diañu no se iba por ninguna parte.
Pero un día llegó a la casa un paisano y les dijo a los amos:
540
J. RAMON LOPEZ BLANCO
—«Si queréis, yo vos afuxo a esi diañu, pero vais a tener qu'aguantar entuvía bastante tiempü, muncho, muncho más que basta
agora, pero el remediu nun falla, el diañu burllón afuxe col rau
ente les pates más depriesa qu'n rescampliu».
—«Tamos dispuestos, dijeron, a to con tal de vemos llibres desti degorriu» (demonio).
El hombre marchó, regresando algo más tarde con todos los
guajes que pudo encontar, que en aquel mismo momento empeza­
ron a tirar piedras, dar voces y armas tal estruendo, que el diablu
burlón se asustó de tal manera, que se marchó y no volvió más.
(Contado por Severino G. García y Tomás González Fernán­
dez, de Blimea).
EL DIAÑU BURLON EN SIENRA.
Un día, estando casi anocheciendo, volvía Perico para su casa
de La Roza con un saco de harina del molino de Sienra, Blimea,
cuando encontró a un hombre pequeño en el camino.
—«Güenes nuiches», dijo Perico.
Pero el hombre no le contestó y se fué detrás de él.
Ya en su casa, le dió el saco a Vicenta, su mujer, a la que le con­
tó el caso.
—«Ay, Vicenta, nun sabes qu'alcontré n'el camín a un paisanucu al que i di les güenes nuiches i ni me contestó nin dixo palabra.
¿Quién podrá ser?», dijo Perico al tiempo que salía a la portalada
y ponía las manos sobre la pared, dando en aquel momento un
grito.
—«¿Qué te pasa?», preguntó Vicenta.
—«Qu'esi paisanucu tién les manes enriba les míes», apenas pu­
do decir Perico, muerto de miedo.
—«Esi ye ’1 diañu burllón, dijo la mujer. Voi chai agua bendecía
i'nsiñai el rosariu».
En esto el diañu dió una zancada sobre el río y los llerones has­
ta la peña El Gatu, se rió a carcajadas y desapareció.
(Contado por Delmira Pérez García, a quien se lo contó su
abuela).
En otra casa de Sienra había un trasgu que tenía aburridos a
los que vivían en ella, pues metía ruido en el desván sin parar ni
un momento, echaba ollín en la olla lanzándolo por la chimenea
abajo. Aquello era para no aguantar más.
LEYENDAS DEL CENTRO DE ASTURIAS
541
Cuántas veces Carola, la mujer de la casa, ante tantas travesu­
ras, no dijo:
—«Si yes el diañu, de ti reniegu».
Como si nada. Hasta que un día se puso de acuerdo con Colás,
su hombre, y se marcharon para la casa más vieja que había en La
Venta El Florán, pero no se dieron cuenta que en la casa de Sienra
habían dejado un «riestru» (ristra entretejida de hojas de maíz).
El diañu, que desde que habían marchado Colás y Carola con
su familia no dejaba de dar vueltas por toda la casa, encontró la
ristra y se marchó a toda prisa a llevarla a aquella gente.
El trasgu, que vestía calzón colorado y llevaba en la cabeza un
gorro del mismo color, al llegar a la caleya de «les Dames», en el
Bravial, tropezó con Lin el de La Cabezada, y éste le preguntó:
—«¿Pa onde vas, rapazón, con esi riestru a recostines (a las es­
paldas) i arrastrándulu?».
—«Voi llevalu a Colás i Carola, que mudanse de casa i dexaron
esto n'el somerau» (desván).
Con la ristra arrastrando fué hasta El Florán y se metió en
aquella casa, y otra vez a las andadas: ruidos, ollín por la chime­
nea abajo... y otra vez Colás y Carola con los hijos se marcharon,
pero esta vez para El Campu.
Pero como en El Campu era el lugar donde se juntaban todos
los niños y jóvenes del pueblo a jugar y metían más ruido ellos
que todos los diablos juntos, por poco no vuelven loco al diañu
aquel, que, aburrido, huyó de allí, para no volver más, para Santa
Bárbara.
(Contado por Delmira Pérez García, a quien se lo contó su
abuela).
EL DIAÑU BURLON EN LA ROMERIA SAN ROQUE.
Un año en la romería de San Roque a una moza de La Cuesta
de Blimea la acompañó un mozo muy guapo, el que después de fi­
nalizada la romería se fué con ella hasta su casa.
Una vez llegados junto a ella, se sentaron en la tenobia del hó­
rreo y entonces la moza se dió cuenta de que su acompañante te­
nía patas de cabra.
—«Tú yes el diañu», dijo la moza, y se santiguó.
—«Jo, jo, jo, se rió el diablo con ganas. Quería engañate, pero
nun pudi», y se marchó.
(Contado por Delmira Pérez García, a quien se lo contó su
abuela).
542
J.~ RAMON LOPEZ BLANCO
EL DIAÑU BURLON EN LLAI.
Todavía existe, aunque muy reformada, una casa en Llai que en
los tiempos de esta historia, desde el bajo hasta el tejado, no tenía
el humo del fuego que ardía en una esquina, ningún obstáculo has­
ta llegar al tejado, donde se filtraba por entre las tejas; era una
casa de las llamadas de «teya vana», precisamente por eso, por no
tener en toda su altura interior, acaso unas varas de avellano algo
separadas entre si puestas sobre el lar, lo que se llamaba el «sardu» para secar las castañas para que se pusieran «mayuques» y de
donde pendían «les calamilleres» para colgar el pote donde se po­
nía el cocido.
En esa casa, por las noches, después de acostarse el resto de la
familia, se quedaba la mujer hilando, y todas ellas bajaba el diablo
por «les calamilleres» a llevarse la boroña de maíz que cocía entre
los rescoldos del fuego.
Un día la mujer, cansada de ello, se lo comunicó a su marido:
—«Mira, toes les nuiches baxa el diañu i llévamos la boroña, pa
que una s'enfote de tenela pal utru die».
—«Güeno, contestó el hombre. Güei de nuiche quédome yo a fi­
lar; tú vete pa la cama».
Y sentándose al lado del fuego, se puso a hilar, pero como no
sabía, no ponía saliba en los dedos para mejor trabajar la lana.
El diablo, que lo observaba todo puesto sobre la parte superior
de la pared de la casa, le llamó:
—«Oye, ¿tienes barbes i tas filando?».
—«Pos sí».
—«¿Por qué nun escupites la llana; déxesme coyer la boroña?».
—«Sí, orne, sí. Baxa por ella».
Entonces el diañu, deslizándose por «les calamilleres» abajo, se
llegó al fuego y tomando la boroña con una mano, trepó para arri­
ba todo lo aprisa que le fué posible, y al mismo tiempo iba di­
ciendo:
—«Ay, cómo quema, que m'abrasa los déos».
Hasta que al llegar al final de la pared no pudo aguantar más
y la boroña se le cayó de la mano, y saltando hacia afuera, desapa­
reció.
Era que el hombre, en vez de la boroña de maíz, había puesto
una piedra que se parecía a ella, calentándola hasta casi dejarla al
rojo y colocándola al lado del fuego, engañó al diañu, que avergon­
zado, no se atrevió a volver más por la casa de Llai.
(Contado por Llano Iglesias Rozada).
(Continuará)
EL OVETENSE JOSE MARIA GONZALEZ («COLUMBIA»)
FUE EL PROMOTOR DE LA «FIESTA DE LA RAZA»
POR
LUIS ARRONES PEON
Aunque en el año 1887 parece que algún estado de la América de
habla inglesa trató de iniciar un recuerdo conmemorativo del Des­
cubrimiento de América, y que España, con las provincias de ultra­
mar Puerto Rico, Cuba y Filipinas hizo fiesta nacional el 12 de oc­
tubre de 1892 —ocasión del cuarto centenario— a petición del Cen­
tro Mercantil de Madrid, la festividad de conmemoración anual de
la histórica fecha, que pasó a conocerse como «Fiesta de la Raza»
o «Fiesta de la Hispanidad», fue promovida en 1912 por el oveten­
se José María González García «Columbia», asistiendo a los actos
del centenario de las Cortes de Cádiz con la representación del dia­
rio «El Comercio», de La Habana.
De ahí que a este hijo de Oviedo, hoy prácticamente olvidado,
se le haya considerado el creador de la «Fiesta de la Raza», y co­
mo tal haya recibido en su momento no pocas felicitaciones de dis­
tintas personalidades, homenajes en algunos países hispanoameri­
canos ,una condecoración del Gobierno español en 1918 y la Enco­
mienda de Isabel la Católica en 1946.
En su libro «El Día de Colón y de la Hispanidad» (Oviedo, 27
de julio de 1955, segunda edición), dice José María González «Co­
lumbia» que al proponer aquella iniciativa ignoraba que veinte
años antes se hubiese hecho festividad el 12 de octubre conmemo­
rando el cuarto centenario del Descubrimiento: «Nada sabía el
autor de esta obra del antecedente español de la Fiesta Colombina,
544
LUIS ARRONES PEON
porque en el IV Centenario del Descubrimiento del Nuevo Mundo
era un niño de doce años de edad y después de 1892 no se había
celebrado más aniversario en mi Patria; lo conocimos cuando pa­
ra documentar nuestro libro consultamos en la Academia de la
Historia y en la Biblioteca Nacional las publicaciones colombinas
y las crónicas del centenario».
Antes de pasar a contemplar aspectos de su iniciativa, parece
oportuno copiar algunos datos de la semblanza que se hace de Jo­
sé María González en el libro «Escritores y Artistas Asturianos»,
de Constantino Suárez. Dice así:
«GONZALEZ, José María. — Periodista contemporáneo,
más conocido por el seudónimo de Columbio.. Nació en Ovie­
do el 18 de abril de 1.880, hijo de don Nicolás González Ro­
ces y de doña Elisa García Rodríguez, de modesta posición.
»En los primeros años de su juventud fué escribiente au­
xiliar del Juzgado de Primera Instancia de la ciudad natal.
Pero el deseo de desenvolver su vida en campo de más diá­
fanos horizontes, y ya casado en 1.905 en Oviedo con la se­
ñorita cubana Ruperta Regresa Acea, le determinó a marchar
a Cuba, donde residió breve tiempo. Entonces alcanzó su pri­
mer éxito periodístico de resonancia con una crónica publi­
cada (1.909) en el diario El Comercio, de La Habana, pidien­
do a los poderes públicos de Cuba que se declare fiesta na­
cional el 12 de octubre con el título de Día de Colón, conme­
morativo del descubrimiento de América.
»Al regresar a Oviedo traía la representación como co­
rresponsal literario del mencionado diario, al que sirvió co­
mo tal durante algunos años. Desde entonces adoptó el seu­
dónimo de Columbia y ha venido dedicándose al periodismo.
Colaboró en diversos periódicos ovetenses, entre ellos: El
Correo de Asturias y Región. También en diferentes épocas
publicó diversos trabajos en el Heraldo de Madrid, la revista
Mundo Gráfico y otras publicaciones madrileñas. Su tema
favorito fué en todo momento el de procurar el acercamien­
to espiritual entre España y las naciones americanas coloni­
zadas por ella.
»En sus funciones de periodista le dieron renombre algu­
nas acertadas iniciativas. Una de ellas, la de que el Gobierno
español premiara la asistencia de representantes de las co­
lonias españolas de Cuba al centenario de la muerte de Jo­
vellanos celebrado en 1.911, iniciativa que le valió un voto
de gracias del Centro Asturiano, de La Habana. Pero su éxi­
to principal lo alcanzó con ocasión del centenario de las Cor­
tes de Cádiz (1.912), en aue, asistente con la representación
del diario El Comercio, de La Habana, lanzó la idea de que
se declarara por todos los países de habla española Fiesta
de la Raza el día 12 de octubre. (Del éxito de esta iniciativa
EL OVETENSE JOSE MARIA GONZALEZ («COLUMBIA»)
545
da la medida el que todos esos países celebren actualmente
la fiesta. Por eso se dijo que jamás ninguna iniciativa de ca­
rácter particular había alcanzado un tan extenso acatamien­
to). Un artículo que publicó «Columbia» en la revista madri­
leña «Mundo Gráfico», en 1915, movió al Gobierno español
a declarar fiesta nacional el día 28 de marzo, con ocasión de
celebrarse el IV Centenario del nacimiento de Teresa de Je­
sús y contribuyó luego con su pluma a que fuera restaura­
do el convento de la Encarnación, de Avila, donde profesó
la después Santa.
»En 1.916, a título de iniciador de la Fiesta de la Raza,
pasó a Puerto Rico, invitado a su celebración por el famoso
político don José de Diego, y en este país fué objeto de ho­
menaje. A su regreso a España se detuvo en la República Do­
minicana, con el fin de visitar la tumba de Colón.
»Por ese tiempo ocupaba su pluma en periódicos de As­
turias, de La Habana v de Madrid la idea de la celebración
del XII Centenario de la Batalla de Covadonga, que tuvo lu­
gar solemnemente en 1.918. Al año siguiente consiguió que
se restableciera como fiesta provincial la de Covadonga, el
8 de setiembre.
»Como premio por sus compañeros americanistas obtu­
vo el ingreso en la Academia Hispanoamericana, de Cádiz, y
en la Sociedad Colombina, de Huelva»...
En su asistencia a la conmemoración del centenario de las Cor­
tes de Cádiz, y al celebrarse con aquel motivo un Congreso Perio­
dístico Hispanoamericano organizado por la Asociación de la Pren­
sa de Cádiz (octubre de 1.912), José María González «Columbia»
tuvo la feliz ocurrencia de publicar un trabajo en el «Diario de Cá­
diz» sugiriendo la instauración en España e Hispanoamérica «co­
mo dia de Fiesta Nacional, el glorioso del Descubrimiento del Nue­
vo Mundo», que mereció plena acogida.
Los ecos de aquella iniciativa se reflejaron en la Prensa inme­
diatamente con informaciones telegráficas similares a la que reco­
gía el «Heraldo de Madrid» el 11 de octubre de 1912:
Cádiz.—... el representante de la prensa de Cuba, propu­
so ise declarase fiesta nacional en América el día 12 de oc­
tubre. aniversario del descubrimiento. Fué aprobada la pro­
posición».
El diario «El Comercio», de La Habana, tras un texto de carac­
terísticas similares, terminaba así:
546
LUIS ARRONES PEON
«Hizo suya el Congreso la proposición, acordando gestio­
nar con los Gobiernos de todas las Repúblicas Hispanoame­
ricanas la adopción de la misma».
Pero «El Correo de Asturias», de Oviedo, debido seguramente
a error en la transmisión de la noticia o por la parquedad de los
textos telegráficos de entonces que luego había que interpretar y
desarrollar en las redacciones, se da por enterado de «la inaugura­
ción del Congreso Periodístico» y de que «al representante de Ovie­
do José María González «Columbia» (...) que habló en nombre de
la prensa de Cuba y Asturias», se le ovacionó y «le felicitó el presi­
dente del Congreso, señor Moret»... Pero deja de mencionar el prin­
cipal motivo que había originado la noticia periodística y que fue­
ra la causa de las ovaciones y felicitación. Es decir, la sugerencia
que daba nacimiento a la celebración que luego pasó a denominar­
se como «Fiesta de la Hispanidad» o «Fiesta de la Raza», que en
principio, «Columbia», la proponía como «Día de Colón».
La primera felicitación escrita que se supone recibió José Ma­
ría González, puesto que también es la primera en la relación de
escritos que se recoge en su libro «El Día de Colón y de la Hispani­
dad», fué del «Ministro plenipotenciario de Cuba», en Madrid, don
Justo García Vélez. Tiene fecha 12 de octubre de 1912 y dice entre
otras cosas: «... estoy seguro de que la iniciativa de usted merece­
rá plácemes en América, como ya los ha merecido aquí en España».
En otro escrito del 5 de diciembre, el mismo comunicante le di­
ce a «Columbia»: «En cuanto a que Cuba siga el paso dado por la
Argentina en este asunto, yo creo que eso ha de lograrse no aban­
donando el asunto. Pero debo confesarle que, a mi juicio, el medio
práctico es el que usted siga la campaña de Prensa para hacer at­
mósfera, sin perjuicio de practicar la gestión oficial más tarde (...)
Mucho le agradeceré me tenga al tanto de la marcha de este asun­
to y que cuente con mi ayuda, si cree usted que de algo puede ser­
virle»...
«Columbia» continuó tenazmente sus trabajos periodísticos en
favor del afianzamiento de la fiesta por él promovida, y debieron
de ser numerosas las cartas dirigidas a distintos países de Hispa­
noamérica, porque es amplio también el de respuestas que se reco­
gen en su volumen «El Día de Colón y de la Hispanidad».
Veamos retazos de algunas de estas respuestas:
(8-9-1913) Telegrama de Juan Reina, director de la Academia
Hispanoamericana: «Entusiasmo acogemos proposición proyecta­
da solemnidad 12 octubre»...
EL OVETENSE JOSE MARIA GONZALEZ («COLUMBIA»)
547
(12-10-1913) Telegrama de José Marchena Colombo, presidente
de la Sociedad Colombina Onubense: «Sociedad Colombina saluda
gloriosa fecha 12 octubre a periodista insigne defensor ideales ibe­
roamericanos».
(30-9-1914) Carta del Centro Asturiano, de La Habana: «He de
manifestar a usted que el Centro adoptó en el pasado año de 1913
el acuerdo de designar fiesta oficial de la Sociedad ese día 12 de oc­
tubre... (...) Este año también se celebrará debidamente, y conti­
nuará celebrándose en cumplimiento de lo acordado por nuestra
Junta general».
(9-10-1914) Carta del presidente de la Casa de España en Puerto
Rico, Abelardo de la Haba: «El proyecto tiene todas mis simpatías,
y tiene la de todos los españoles residentes en Puerto Rico, donde
el Día de Colón es fiesta legal desde el año pasado. (...) Ofreciendo
a usted mis congratulaciones por la favorable acogida que su pro­
yecto ha tenido en España y América»...
Se haría prolijo e innecesario seguir recogiendo otras manifes­
taciones por el estilo de diferentes procedencias.
Pero es curioso que cuando pasados varios años y ya la fiesta
del 12 de octubre llevaba echadas raíces de plena consolidación —en
unas partes con el nombre de «Fiesta de la Raza», en otras con
«Día de la Hispanidad» o «Día de América»— el ovetense José Ma­
ría González, al asistir como invitado en Puerto Rico a los actos
conmemorativos de la fecha en el año 1936, pronunció un discur­
so en el Instituto «José Diego» donde se mostraba disconforme con
el cambio de titularidad, respecto al por él propuesto, que se ha­
bía dado a la festividad. Entre otras cosas dijo:
«Como creador del Día de Colón, yo no voy a hacer el
elogio de esta fiesta; pero tengo que alegrarme santamente
en este día de haber provocado la corriente de aproximación
que nos permite reunimos hoy a cien millones de hermanos
en una sublime comunión de aspiraciones y de gloria para
la raza. Como esta es una fiesta de amor y de paz para to­
das las razas que pueblan la América y de gloria para mi Pa­
tria la santa nación descubridora, no estoy conforme con la
denominación que algunos le dan de Fiesta de la Raza. Esta
gran solemnidad debe llamarse Día de Colón, como desagra­
vio al hecho de que el Nuevo Mundo no lleve el nombre del
descubridor y como símbolo de concordia. Así la llamará y
la celebrará la posteridad, con esa justa denominación».
Indudablemente es de reconocer que no fué certero en su pro­
nóstico, pues lejos de aquel cambio de denominación que augura­
548-
LUIS ARRONES PEON
ba, cada vez está más arraigado el de «Fiesta de la Raza», hasta el
punto de haber llegado a eclipsar aquel otro nombre que tuvo de
«Fiesta de la Hispanidad», que pudiera ser hasta más oportuno.
Pero volvamos atrás para seguir viendo aspectos sobre ésta y
otras felices iniciativas de José María González «Columbia».
El editorial del diario «El Comercio», de La Habana, del 23 de
marzo de 1917, está dedicado a este ovetense de ideas conmemora­
tivas, con motivo de una visita suya a aquel país, y es, a la vez que
un claro exponente de reconocimiento a su infatigable labor hispa­
nista y hacia otros nobles fines, apretado resumen de esta labor
hasta entonces. Entresaco algunos párrafos de aquel cometario pe­
riodístico que era bastante amplio:
«No trae plenipotencia oficial. No pertenece a la carrera
diplomática. Es un joven a quien exalta el patriotismo espa­
ñol y que ama a América tanto como a la nación descubrido­
ra. (...) Nos referimos a José María González, conocido en
la prensa española e hispano-americana por el seudónimo de
«Columbia». (...) Fué el batallador «Columbia» quien inició
el «Día de Colón». José de Diego escribía con tal motivo:
«Usted es uno de los esforzados adalides de nuestra raza, de
nuestro ideal: El Día de Colón representa el progreso de
una centuria para el reconocimiento de una grandeza y el
restablecimiento de la hermandad ibera en el mundo». (...)
La Real Academia Hispano-Americana de Cádiz lo llevó a su
seno en 1912 y escribió de su iniciativa del Día de Colón que
«es síntesis de unión espiritual y de los anhelos del porvenir
de España y América». Y le envió «expresión de eterna gra­
titud en nombre de España y América»... (...) Fué él, incan­
sable en sus iniciativas, quien provocó la celebración del
Centenario de Santa Teresa de Jesús con fiesta nacional el
28 de marzo de 1915, dedicando España grandes fiestas a la
excelsa hija de Avila, nombrándola entonces el Rey Patrona
del Cuerpo y Tropas de Intendencia Militar. Pidió al Santo
Padre la concesión del doctorado a la inmortal autora de
Las Moradas... (...) Su pluma no ha cesado de laborar por
España y América. Ahora veamos los proyectos que han
atraído a América al gallardo paladín del hispano-americanismo. Es uno de los iniciadores del Centenario de Covadonga. (...) Bien merece apoyo. No le faltará el nuestro, por mo­
desto, no menos sincero que el que le ofrezcan otros, y las
sociedades españolas de Cuba, tan patriotas, tan entusiastas
y tan amantes de su prestigio, coadyuvarán al esfuerzo del
culto periodista que sin otras armas que su talento y su
amor a España y América, y sin ayuda de nadie, ha llegado
a nosotros como peregrino de grandes ideales, levantando
la hermosa bandera de la confraternidad hispano-america­
na, de la que es uno de sus más fogosos paladines»...
EL OVETENSE JOSE MARIA GONZALEZ («COLUMBIA»)
549
El comentario se terminaba así:
«Saludamos con cariño a este caballero cruzado del hispano-americanismo, embajador joven y animoso de grandes
ideales y proyectos patrióticos».
Unos días después, y extendiendo a América su campaña en fa­
vor de la celebración del XII Centenario de la Batalla de Covadon­
ga, pronunciaba «Columbia» una conferencia en el Centro Asturia­
no de La Habana, donde dijo entre otras cosas:
«Covadonga lo representa todo en España: es escuela de
patriotismo y de fe, polo de la Reconquista y unidad de Es­
paña y del Descubrimiento de América en la culminación de
nuestra epopeya en 1492 en Granada. Es un acontecimiento
cuya conmemoración contribuirá mucho al bien de España
en estos días. He visto el programa de fiestas elevado por
nuestros paisanos al Gobierno de Su Majestad, y falta en él
lo que le dará mayor carácter a nuestro Centenario que se­
rá una gran fiesta patria. Pediremos desde ahora a nuestra
España que declare Fiesta Nacional el Día de Covadonga y
que el Ejército honre en adelante la gloriosa efemérides de
la célebre Batalla. Honraremos a la Excelsa Patrona del
Principado, la Virgen de Covadonga, estableciendo la festi­
vidad religiosa de precepto del 8 de setiembre. Honraremos
a Asturias y a España y nos engrandeceremos»...
Fueron, pues, principalmente, tres destacados hechos los logra­
dos por su iniciativa, difundida en trabajos periodísticos y refor­
zada en gestiones personales: el nacimiento de la «Fiesta de la Ra­
za» aunque con el primitivo nombre de «Día de Colón» —su mayor
logro—; la celebración del centenario de Santa Teresa de Jesús, y
la conmemoración del XII Centenario de la Batalla de Covadonga,
que dió lugar, luego, por su campaña en favor del propósito, a que
la fecha del 8 de setiembre se estableciera como festividad en As­
turias. No debe olvidarse igualmente su otra y también feliz inicia­
tiva en 1911, al conseguir «que el Gobierno español primara la asis­
tencia de representantes de las colonias españolas de Cuba al cen­
tenario de la muerte de Jovellanos», proporcionando así a éstos
mayor brillantez y ecos.
La más contundente demostración de la resonancia alcanzada
por la idea de José María González, creadora de la Fiesta de la Ra­
za, la tenemos en que, tras promulgarse una ley por el Gobierno de
Maura instaurando esta festividad, el Congreso de los Diputados
en su sesión del 19 de julio de 1918 solicitó la «Concesión de una
550
LUIS ARRONES PEON
recompensa a don José María González, iniciador de declarar fies­
ta nacional el día 12 de octubre de cada año».
El texto de la proposición, recogido en el Diario de Sesiones nú­
mero 81, dice:
«El Sr. Presidente (Excmo. Sr. Don Miguel Villanueva y
Gómez): El señor Soto Reguera tiene la palabra.
»El señor Soto Reguera: Ausente de la Cámara el señor
Presidente del Consejo de Ministros, suplico a la Mesa tenga
a bien transmitir el ruego que voy a formular.
»Con motivo de la reciente promulgación de la ley decla­
rando fiesta nacional el día 12 de octubre, con la denomina­
ción de Fiesta de la Raza, algunos compatriotas nuestros y
personalidades de América, recogiendo y apadrinando una
idea de El Comercio, de La Habana, se han dirigido a mí con
la pretensión de que influya cerca del Gobierno de S.M. pa­
ra que premie de alguna manera la patriótica labor del bri­
llante escritor y periodista español don José María Gonzá­
lez y García («Columbia»).
»Fué éste como todos sabemos, el iniciador de la llamada
Fiesta de la Raza, el que, en 6 de octubre de 1912, lanzó, por
primera vez, en el Diario de Cádiz, con ocasión del Centena­
rio de las Cortes del mismo nombre, la idea de instaurar el
Día de Colón, ofrendándola a los Gobiernos de España y de
América latina.
»La Real Academia Hispano-Americana no sólo aceptó
con entusiasmo la idea del señor González, sino que, además,
lo llevó a su seno, haciéndole presente la «eterna gratitud»
de España y de América por su feliz acierto.
»Desde entonces, el señor González ha venido realizando
en pro de su iniciativa una activísima campaña, tanto en los
grandes rotativos de Madrid, de La Habana, de Buenos Aires,
de San Juan de Puerto Rico, etc., en cuyas colecciones figu­
ran multitud de artículos suyos, inflamados de amor a la Pa­
tria y de fe en la concordia hispanoamericana, cuanto en
costosos y dilatados viajes de propaganda por el Nuevo Mun­
do, que contribuyeron de modo muy eficaz al establecimien­
to de la Fiesta de la Raza en casi todos los países del mismo.
»Tan elevado proceder, digno, por todos conceptos, de
ser conocido, admirado y agradecido por la opinión públi­
ca, bien merece que el Gobierno y el Rey le recompensen,
concediendo al señor González una condecoración adecuada
que sirva, a la par que de premio a su patriotismo, de alien­
to y de estímulo a cuantos, como él, consagran sus desvelos
a estrechar los lazos de la gran familia hispana».
La prensa madrileña acogió con elogios la proposición del dipu­
tado Soto Reguera y se sumó a la petición de recompensa.
EL OVETENSE JOSE MARIA GONZALEZ («COLUMBIA»)
551
El diario «El Comercio», en su número del 25 de julio de 1918,
recogía la siguiente información:
«Según noticias cablegráficas de ayer, el Gobierno de
Maura ha concedido una condecoración a nuestro querido
amigo y corresponsal en España, don José María González
(Columbia), iniciador de la Fiesta de la Raza y pacifista, que
trabajó en América por las relaciones de ésta y la Madre Pa­
tria, según el cable expresa. (...) El Gobierno español ha he­
cho justicia a quien justicia merecía».
Aunque no precisa el tipo de condecoración concedida, parece
indudable que la concesión se llevó a cabo.
Luego, el 1 de octubre de 1946, y a propuesta del Ministro de
Asuntos Exteriores, el Gobierno del General Franco concedió a Jo­
sé María González y García la Encomienda de Isabel la Católica.
No creo que sea necesario seguir extendiéndose sobre el tema
—que daría para un trabajo mucho más amplio si entrásemos a
contemplar otra serie de pormenores—, pues considero que está
plenamente justificada la paternidad de José María González res­
pecto a la Fiesta de la Raza. No obstante sí es de dejar señalado
que a los cinco o seis años de su primera idea para la celebración
de esta festividad —poco más o menos cuando la fiesta pasó a ins­
tituirse oficialmente— surgieron algunos oportunistas que trata­
ron de atribuírsela, lo que motivó distintos comentarios periodís­
ticos en los que aquéllos trataban de encubrir su falsa postura y
«Columbia» de demostrar su plena y absoluta primacía con nota­
ble anterioridad, obligando así, luego, al silencio de los arrivistas.
Independientemente de haber seguido manteniendo su asidua
publicación de trabajos en distintos periódicos de España y Amé­
rica, José María González, en 1930, y con el seudónimo de «Colum­
bia», editó su primer libro «El Día de Colón y de la Paz», y poste­
riormente el ya mencionado en otro momento de este trabajo, «El
Día de Colón y de la Hispanidad».
Después de la amplia y eficiente labor periodística que había
desarrollado, José María González, en 1938, decidió, por razones
que desconozco, apartarse de aquella actividad en la que había
ocupado tantos años —sólo tuvo, luego, algunas esporádicas cola­
boraciones en «Región»—, para ingresar en la Fábrica de Armas
de Oviedo, el 5 de junio de 1938, como empleado en la oficina de
dirección, donde siguió hasta el 31 de mayo de 1951 en que causó
baja por jubilación. A efectos de esta jubilación presentó certifica­
dos de haber trabajado en el diario «La Voz de Asturias» desde 1
552
LUIS ARRONES PEON
de enero de 1909, a 30 de junio de 1919, y en «El Carbayón» desde
1 de enero de 1920 a 20 de julio de 1926, y de 1 de enero de 1928 a
18 de julio de 1936.
Entre el 26 de abril de 1947 y el 16 de marzo de 1950 tuvo re­
tenciones de su sueldo en la Fábrica de Armas, por disposición del
Juzgado de Primera Instancia de Oviedo, para amortizar un crédito
de 8.500 pesetas que le había concedido el Banco Asturiano, y cuya
cantidad parece que invirtió en una de las ediciones de su último
libro.
Sus últimos años en Oviedo y como jubilado fueron de modesto
vivir, falleciendo en el Hospital Militar de la capital de Asturias el
12 de abril de 1966.
Desde entonces muy pocas personas han vuelto a acordarse de
este ovetense de singulares características —entusiasta del acerca­
miento hispanoamericano y con la idea constante de las conmemo­
raciones de fechas merecedoras de este recuerdo—, a excepción de
un grupo de ex compañeros del trabajo en la Fábrica de Armas,
con quien sostuvo mayores contactos en los últimos años, que man­
tienen latente la imagen del amigo de delicados modales, amplia
cultura, generosidad de espíritu y hombría de bien.
Creo que Asturias —Oviedo particulamente— debe la dedica­
ción de un motivo recordatorio a la memoria de este ovetense. Los
actos que se preparan para conmemorar el quinto centenario del
descubrimiento de América pudieran ser el marco más oportuno.
E L
PANORAMICA DE UNA VILLA DE
LA COSTA ASTURIANA EN UNA NOVELA DE
A. PALACIO VALDES
C U ARTO
PO D ER.
POR
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
Armando Palacio Valdés en el Testamento literario expone su
estética narrativa, «que no es otra cosa que la suma de procedi­
mientos que él juzga más adecuados para expresar la belleza que
ie ha impresionado» (1). Admite la importancia de «lo que se ha lla­
mado color local», pero dentro de ciertos límites, sin llegar al ex­
tremo de que el novelista se convierta «en un pintor de costum­
bres»; afirma que «las costumbres y la naturaleza no son en la no­
vela más que el fondo del cuadro», y que «no merece el nombre
de novelista sino el que penetra en el mundo del espíritu, conoce
sus secretos y sabe revelarlos de un modo bello» (2).
«En Sarrio, villa famosa, bañada por el mar Cantábrico» (3),
transcurren los hechos que relata en El cuarto poder, novela en­
marcada en recuerdos personales, de ambiente vivido por el autor,
y naturaleza muchas veces contemplada y viva siempre en su ima­
ginación. En este cuadro, unos caracteres perfectamente trazados
presentan diferentes manifestaciones de las inquietudes de su es­
píritu con sus pasiones, dolores, anhelos y fracasos. El autor ha sa(1) Testamento literario. 2.a edición. Madrid, 1943, pág. 53.
(2) Ibídem, pág. 75.
(3) Se ha identificado esta localidad con Avilés, aunque alguna opinión
la considere producto mixto de Gijón y Avilés. Vid. J. A n d r é s S o l is , La As­
turias de P. Valdés. Avilés, 1973, pág. 109.
554
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
bido materializar un proceso humano, con las peculiaridades de su
entorno, en una obra literaria, y en ella, mediante la lectura de las
circunstancias vitales de una familia de la burguesía local, pode­
mos conocer los cambios que por el año 1860 comenzaban a mani­
festarse en una villa de la costa central de Asturias, tal como fue­
ron elaborados por la imaginación creadora del novelista en 1888.
ALGUNOS ASPECTOS DE ESTRUCTURA Y TECNICA NARRATIVA.
El comportamiento de los miembros de la familia Belinchón
constituye la trama de esta novela que se va desarrollando en dos
direcciones: una privada, en torno a los amores de las hijas, y otra
pública, en relación con las aficiones progresistas y periodísticas
del padre. La primera ocupa más extensión, abre y cierra la obra;
ambas se entrecruzan y coinciden en el desenlace negativo, trage­
dia familiar y ruptura de la convivencia pacífica de los habitantes
de la villa.
Consta la obra de XIX capítulos que, con referencia a la línea
temática, podemos dividir en tres partes: los ocho primeros pre­
sentan personales, ambientes y conflictos, desde el nueve al diecio­
cho se desarrollan e intensifican los problemas y, en el diecinueve
se refiere el desenlace. El título de cada uno anuncia el contenido
y les confiere cierta independencia, a manera de cuadros sucesivos
que podrían constituir los diferentes capítulos de una historia.
La estructura interna se articula en dos unidades de conteni­
do: conflicto amoroso y politiquería local, hábilmente entretejidos
y expresados con modalidades distintas, dolor y tragedia en el pri­
mero, humorismo e ironía en el segundo.
El autor se presenta como un historiador que va a contar pun­
tualmente los hechos que habían ocurrido «hace algunos años»,
cuando era niño, y en el mismo lugar donde él vivía entonces. Co­
mienza expresando su deseo de entretener agradablemente a los lec­
tores durante algunas horas refiriéndoles una historia. Su actitud
narrativa se mantiene dentro de los cauces de la realidad, habla en
tiempo pasado, el uso de la tercera persona le deja fuera del plano
de los acontecimientos; sin embargo, en ocasiones robustece la
impresión de autenticidad con aseveraciones en su propia voz, y
en algún momento quiere demostrar su objetivismo: «Sólo el de­
ber imperioso de aparecer como cronistas fieles o imparciales nos
obliga a dar cuenta de tales habladurías» (4), o interrumpe el rela(4)
El cuarto poder. Obras completas. Tomo IX. Lia. de Victoriano Suárez. Madrid, 1922, pág. 166.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
555
to para hacer reflexiones filosóficas sobre los hechos que ocurren;
por su parte los personajes, con frecuencia, adquieren más relieve
al acercarse con vida propia al lector mediante el estilo directo y
el diálogo.
Dos referencias cronológicas señalan el tiempo de la historia,
comienza el 28 de abril y sabemos que, poco después, «el día 9 de
junio de 1860 debe señalarse con caracteres de oro en los fastos
de la villa de Sarrio» (5), porque en este día se había anunciado en
asamblea pública la fundación de un periódico local; por el desa­
rrollo de los acontecimientos deducimos que finaliza cuatro o cin­
co años más tarde.
Por estas fechas tenía el autor de siete a once años, y a esta épo­
ca corresponden algunos episodios vividos por él mismo e incor­
porados en el relato, señala algunas modificaciones que desde en­
tonces habían tenido lugar y no oculta cierta nostalgia por el tiem­
po transcurrido. En el mismo teatro al que asisten sus personajes
había visto algunas representaciones dramáticas, entre ellas el
D. Juan Tenorio: la aparición del Comendador y «sus difuntos un­
tados de harina de trigo» le impresionaron de tal modo que aque­
lla noche no pudo dormir. En el centro del teatro «pendía una ara­
ña cuajada de pedacitos de vidrio de forma prismática con luces
de aceite, más adelante se sustituyó éste por petróleo, pero yo no
alcancé a ver tal reforma» (6). También recuerda una tienda donde
hacían su tertulia algunos vecinos, «la tienda de la Morama», «úni­
ca confitería que había entonces en Sarrio, hoy, si no me engaño,
cuenta ya con tres»; tenía entre sus especialidades «las famosísi­
mas tabletas, cuyo nombre habrá alcanzado seguramente los oídos
de nuestros lectores», y a las que el autor había prestado, en su
momento, particular atención: «Permítaseme dedicar un delicado
recuerdo de simpatía y reconocimiento a estas tabletas que desde
los cuatro hasta los ocho años van unidas a los momentos más di­
chosos de mi existencia» (7).
Algunos personajes corresponden a personas reales que recuer­
da de su infancia. En La novela de un novelista —1912—, obra de
carácter autobiográfico, habla de su tío, D. Jorge de las Alas, «per­
fecto caballero», que a pesar de su ancianidad y achaques «espar­
cía alegría y mantenía vivo en su pueblo natal el cultivo del arte»
(5) Ibídem, pág. 105.
(6) Pág. 5.
(7) Pág. 66.
556
M.* DOLORES ALONSO CABEZA
(8), era el fundador de la Academia de Música, del Liceo y del tea­
tro de Avilés, y aparece representado en «D. Mateo, anciano encor­
vado y decrépito», que desempeña en la historia narrada aquellas
mismas funciones. Marcones, el alguacil octogenario que acompa­
ña a D. Roque, «alcalde constitucional», en sus salidas nocturnas
para vigilar la villa, es el alguacil del mismo nombre que interrum­
pía en Avilés las correrías de los muchachos, entre los que se en­
contraba el futuro escritor. Asimismo en La novela de un novelista,
afirma que la romería de San Antonio que describe en El cuatro
poder es, en realidad, la romería de la Luz, la más importante y
concurrida de cuantas por el año 1861 se celebraban en los alrede­
dores de Avilés (9). Es probable que la orquesta de Sarrio, dirigida
por un ebanista, fuera trasunto fiel del grupo de artesanos aficio­
nados a la música, entre los que sobresalían un barbero y un eba­
nista, y que participaban en los festejos avilesinos, según la citada
obra autobiográfica.
ESCENARIO DE LOS HECHOS.
Tenía Sarrio cinco calles principales, largas, bastante anchas,
paralelas entre sí. Por la noche se iluminaban con faroles de aceite
colocados solamente en las esquinas; los edificios eran, en gene­
ral, bajos y pobres. Numerosas calles secundarias cruzaban y co­
municaban aquéllas, y se extendían hacia las afueras formando los
ensanches exteriores de la villa; en algunos de estos ensanches los
indianos habían edificado suntuosas casas; en otros, más alejados
del centro, vivían, por regla general, los menestrales. Del viejo y
pequeño muelle partía ün largo malecón que avanzaba en punta
hacia el mar.
En estas coordenadas espacio-temporales, perfectamente deli­
mitadas, se desenvuelve una colectividad humana, cuyas caracterís­
ticas generales van a ser expresadas por el autor, basándose en la
problemática individual de un pequeño grupo perteneciente a la
clase social más alta de la villa y con el que están relacionados, de
alguna manera, los diferentes componentes de la colectividad.
(8) Ob. cit., págs. 58 y 117.
(9) Ibídem, pág. 154.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
5 57
ARGUMENTO.
Gonzalo falta a su palabra de matrimonio con Cecilia y atraído
por la belleza de la hermana de su prometida, Venturita, se casa
con ésta. Cecilia llora en silencio y acepta con abnegación el cam­
bio. El padre de las jóvenes, D. Rosendo Belinchón, se preocupa
por el progreso y bienestar de la villa, funda el primer periódico
local, El Faro de Sarrio, y se constituye en director, principal cola­
borador y accionista del mismo. El periódico es recibido con entu­
siasmo por el pueblo, pero surgen opiniones diferentes sobre las
ideas que en él se exponen y el vecindario se divide en dos bandos.
El grupo disidente crea su propio periódico, El Joven Sarriense.
Las disputas y rivalidades entre los dos bandos son el principal
atractivo para articulistas y lectores. La armonía tradicional de la
villa se rompe y de discusiones meramente personales se pasa al
campo de la política. Para humillar a sus adversarios D. Rosendo
invita a veranear a su casa al duque de Tornos, personaje influyen­
te en la corte. La conversación del duque halaga los aires de gran­
deza de Ventura y antes de que Gonzalo tuviera la menor sospecha,
el periódico enemigo censuraba las relaciones de su esposa y el no­
ble. La primera en descubrir las infidelidades de Ventura fue su
madre, cuya salud ya quebrantada sufre un síncope, y muere poco
después. Al fin, Gonzalo puede comprobar la traición de Ventura,
golpea brutalmente al duque en un duelo, y más tarde, después de
saber que su esposa, reducida por el padre en el convento de Coa­
ña, había huido para unirse con Tornos, se quita la vida arrojándo­
se al mar.
El tema de infidelidad conyugal, huida de la esposa con el aman­
te y suicidio del marido no tiene especial interés. Por otra parte la
crónica de pequeñas rencillas, rivalidades personales y caciquismo
local, aunque expresada con rasgos de humor no exentos de comi­
cidad, no llama poderosamente la atención, podría leerse en cual- 4
quier gacetilla de la época. El interés de la obra radica en la cohe- *
rencia interna, en la organización armónica de ambos aspectos, en
la forma fácil y sencilla con que se articulan y se funden los dos
planos, familiar y público.
En esta unidad narrativa quedan reflejados los aspectos funda­
mentales de la localidad, así como las características más destaca­
das de los diferentes grupos sociales que la integran.
Para Palacio Valdés la naturaleza y las costumbres originan un
espacio vital del que se ha de servir el novelista para penetrar en
un mundo de mayor significación, para conocer su contenido y ex-
558
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
presarlo en el hecho literario. La creación literaria revela «de un
modo bello» los aspectos «del espíritu». Mediante el conocimiento
de los hechos principales de la novela intentamos descubrir en ella
el espíritu' de la época, que viene a ser el trasfonde de una realidad
social.
AMBIENTE GENERAL DE LA VILLA.
- La claridad y sencillez del estilo, la sucesión, casi siempre orde­
nada," y precisa de los hechos nos permiten conocer fácilmente có­
mo transcurría la vida en esta pequeña localidad asturiana, con só­
lo seguir el hilo de la historia en el aspecto que hemos denomina­
do público.
El vecindario de Sarrio estaba constituido fundamentalmente
por comerciantes, pequeños terratenientes, militares retirados, me­
nestrales, marineros e indianos. Unos y otros se van presentando
a lo largo de la obra, y aparecen reunidos en el mismo lugar en dos
momentos importantes del relato: con referencia al ámbito fami­
liar cuando empieza la historia, y en el Capítulo VII con evidente
significación pública, cuando se anuncia la fundación del periódi­
co. Mediante este procedimiento, el autor presenta dos situaciones
de interés en cuanto a las líneas generales del comportamiento co­
lectivo del pueblo y, al mismo tiempo, destaca la significación de
la familia principal.
"■En el primer caso la reunión es accidental, una noche de fina­
les de abril los «pacíficos e industriosos moradores de la villa» lle­
nan, según su categoría, los palcos, las butacas, la cazuela y el pa­
tio del teatro. Todos se conocen, todos participan de la misma di­
versión; además de una compañía de artistas foráneos, interviene
la orquesta local, la dirige un ebanista y el resto de los componen­
tes pertenece a diferentes oficios, uno es barbero, otro albañil, el
otro zapatero, o sereno, escribiente del Ayuntamiento, etc. La reu­
nión en el teatro es una forma perspectivística con amplio mar­
gen para el análisis de personas, de actitudes, y para la observa­
ción de costumbres. Sabemos cómo se comportan los asistentes:
en la cazuela alborotaba el pueblo sin distinción, tanto el marine­
ro de altura como el peón de carga, los que no querían este baru­
llo se quedaban en el patio; las familias importantes entraban ha­
ciendo ruido después de abierto el telón, en los entreactos se sa­
ludaban y pasaban de un lugar a otro. Desde este primer capítulo
queda esbozado un aire de armonía y convivencia general. Antes
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
559
de terminar la función se anuncia en la sala la llegada de un bar­
co procedente de Noruega; el dueño, D. Rosendo Belinchón, sale
inmediatamente y con él los menestrales del patio, casi todos los
marineros de la cazuela y muchas personas de los palcos y butacas;
juntos se encaminan hacia el muelle para presenciar la entrada del
Bella-Paula. En seguida averiguan que la carga asciende a cuatro
mil quintales de bacalao, y comprueban que, de regreso de Lon­
dres, viene a bordo Gonzalo de las Cuevas; como todos saben, se
casará en breve con la hija mayor de Belinchón.
«La existencia de la villa se deslizaba tranquila y serena en me­
dio del trabajo cotidiano» (10). Los acontecimientos que rompían
la marcha habitual podrían ser la entrada o salida de algún barco
importante, la muerte de alguna persona conocida, el alijo de al­
gún contrabando, la limpieza del muelle, etc.
Aspectos de la vida del pueblo en grupos más pequeños quedan
reflejados en los lugares habituales de reunión. En el café de la
Marina, situado en una plazoleta de la Rúa Nueva, frente al mar,
se reunían los capitanes y pilotos que estaban de paso y los vecinos
aficionados o relacionados con las cosas marítimas. Se jugaba al
dominó y al billar. Los notables del pueblo, D. Rosendo y algunos
amigos, pequeños propietarios y comerciantes, solían pasar al «Saloncillo», un aposento del piso principal comunicado con el bajo
por una escalerilla de hierro; discutían por cualquier cosa, a ve­
ces acaloradamente, pero sólo por discutir, al final no quedaba
entre ellos la menor enemistad.
El alcalde, dos clérigos y algunos vecinos más hacían su tertu­
lia en «la tienda de la Morama», donde además de cirios de igle­
sia, caramelos, rosquillas y sobre todo las «alabadas crucetas y fa­
mosísimas tabletas», se vendía buen vino. Aquí las conversaciones
«eran menos movidas que en el Saloncillo», «a los viejos tertulia­
nos les interesaban pocas cosas en el mundo» (11), se limitaban a
llevarse, todas las noches, unas copas de más.
D. Roque, el alcalde constitucional, de sesenta a setenta años,
velaba por el orden público. Es una figura entre cómica y grotes­
ca, juego del humorismo del autor. En todo momento se hallaba
en el ejercicio de sus funciones, llamaba la atención en plena ca­
lle, ante la sonrisa burlona de los transeúntes, a algún alguacil po­
co diligente, o barrendero descuidado, y, pasada la media noche,
después de rendir honores al buen vino de «La Morama», con el re(10) Pág. 45.
(11) Pág. 67.
M.* DOLORES ALONSO CABEZA
560
volver en la mano izquierda y el bastón de estoque en la derecha,
seguido del alguacil Marcones, que a sus ochenta años caminaba
agobiado bajo el peso del fusil, recorría las calles y callejas de la
villa en persecución de algún ladrón imaginario.
De la referencia de costumbres deducimos aspectos importantes
del ambiente, sabemos cómo solían ocupar los sarrienses sus ho­
ras de ocio porque en más de una ocasión habla el autor de los
centros culturales y recreativos. El teatro, el Liceo, la Academia
de Música, el Casino de artesanos desempeñaban un papel impor­
tante gracias al interés y a la costante dedicación de D. Mateo, an­
ciano infatigable, fundador y presidente de tales instituciones; lo
mismo organizaba un baile campestre, que ensayaba una comedia
en el Liceo, o contrataba una compañía de músicos y saltimban­
quis. Su placer era ver divertidos a los demás y que la alegría rei­
nase en torno suyo. «D. Mateo, elemento conciliador por excelen­
cia, formaba gran empeño en destruir todas las malquerencias y
rencores que en el pueblo existiesen» y en esto colaboraban activa­
mente aquellas organizaciones, «porque los honestos recreos que
sin cesar se repetían, engendraban la unión y hermandad en el ve­
cindario»; tal vez la relación de parentesco de este personaje con
el autor le haya motivado una valoración un tanto hiperbólica,
pues añade: «gracias a él podemos asegurar que no había pueblo
en España, en aquella época, donde la vida fuese más fácil y agra­
dable» (12).
Todo se circunscribía al ámbito local. «La política tenía en Sa­
rrio pocos cultivadores. Hacía cerca de veinte años que la repre­
sentación del distrito en el Congreso estaba encomendada al opu­
lento banquero Rojas Salcedo, el cual sólo una vez en sil vida ha­
bía estado en Sarrio a tomar leche de burra». Nadie pensaba en
disputarle la elección. «Generalmente se hacía reuniéndose los pre­
sidentes y secretarios en los colegios y apuntando en las actas el
número de votos que se les antojaba». Tanto el procedimiento de
la elección como la explicación de esta indiferencia revela clara­
mente la mentalidad de las gentes. «La razón de esto era que Sarrio
siempre había sido una villa comercial donde cada uno podía ga­
narse la subsistencia sin recurrir a los empleos del Estado» (13).
La mayoría de los jóvenes, después de pasar dos o tres años en
algún colegio en Inglaterra o Bélgica se empleaban en los despa­
chos de sus padres; otros, los menos, seguían una carrera militar
(12) Pág. 12.
(13) Pág. 58.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
561
o civil y sólo regresaban de tarde en tarde a pasar unos días con
la familia. A los hijos de los artesanos les fascinaban las joyas que
exhibían los indianos, los propios padres los empujaban a ir en
busca de la codiciada fortuna al otro lado del Atlántico y soñaban
con verlos regresar, después de no muchos años, «con levita de pa­
ño fino, bota de charol, gran camisola planchada y mucha cadena
de reloj» (14).
Tiene el autor particular interés en dejar bien clara esta cir­
cunstancia: «Sarrio, hay que confesarlo de una vez, era una pobla­
ción dormida para todas las grandes manifestaciones del espíritu,
para todas las luchas regeneradoras de la sociedad contemporánea.
Nadie estudiaba los altos problemas de la política. (...) En una pa­
labra, en Sarrio, en el año de gracia de 1860, no existía la vida pú­
blica. Se comía, se dormía, se trabajaba, se bailaba, se jugaba, se
pagaba la contribución; pero todo de un modo absolutamente pri­
vado» (15).
La segunda reunión en el teatro tuvo lugar dos meses después
de la anterior, fue convocada por D. Rosendo mediante un B.L.M. a
sus convecinos; se trataba de un asunto de vital interés para la vi­
lla y su concejo; por curiosidad y cortesía acudieron más de los
invitados, «a las tres de la tarde el local se llenó de bote en bote».
La perspectiva ahora es diferente, en el escenario aparecen «perso­
nas de respeto» ya conocidas, D. Rosendo y sus amigos, y entre el
público, el autor, con desbordante humorismo, presenta nuevas fi­
guras, como el hijo de el Perinolo, ex seminarista y licenciado en
Derecho, cuya pedantería y falsa retórica sólo podía sorprender a
ingenuos e ignorantes oyentes. Surgen palabras de felicitación por
el advenimiento «del cuarto poder de los Estados modernos», y se
dejan oir las primeras notas de discordia. Como en la primera reu­
nión tenía que destacarse «el hombre notable de Sarrio, el porta­
estandarte de todos los proyectos, el ilustre patricio» D. Rosendo
Belinchón, y manifiesta que es urgente «levantar el nivel intelec­
tual de la villa», el medio más eficaz para elevarla a la altura que
le correspondía era un órgano que defendiera sus intereses políti(14) Pág. 59.
(15) Pág. 58. En La novela de un novelista, al recordar los años de su in­
fancia en Avilés, insiste en esta misma situación: “Hace sesenta años en
Avilés no existía la política. (...) Si había elecciones, que yo dudo mucho, era
cosa que se efectuaba allá en secreto en el Ayuntamiento entre unos cuan­
tos señores que regresaban a la hora de comer a sus casas furiosos porque se
les hubiera molestado para cosa tan baladí. En cambio cuando se trataba de
una romería todos éramos uno”, pág. 56.
562
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
eos, morales y materiales; en un periódico bisemanal se irían plan­
teando las reformas y progresos necesarios.
La fecha de esta asamblea, 9 de junio de 1860, va a ser memo­
rable no sólo por lo que en ella se anuncia ,sino porque separa dos
etapas diferentes en la vida de Sarrio. Las cosas van a tomar otro
rumbo, como se deja ver ya en la titulación del capítulo que refie­
re las circunstancias de la publicación del periódico: «De la glorio­
sa aparición de El Faro de Sarrio en el estadio de la prensa. Pri­
meros fuegos en la batalla del pensamiento» (16). En un artículo
de fondo exponía D. Rosendo sus propósitos: combatir la ignoran­
cia, luchar sin descanso por el triunfo de las reformas que el pro­
greso de los tiempos exigía, pues había sonado la hora de romper
definitivamente con las doctrinas del pasado. Sarrio deseaba eman­
ciparse de la rutina y de las ideas mezquinas y entrar de lleno en
el dominio de su propia conciencia y de sus derechos. Firman otros
artículos personas destacadas de la localidad, el maestro, el médi­
co, el hijo del Perinolo... El entusiasmo de la villa se manifestó
con una fiesta popular, «la orquesta dió serenata a la redacción»,
y las felicitaciones al director procedían de todas las clases socia­
les. Sin embargo la actitud de algunas personas de cierto relieve
comienza a alterar aquella armonía y pacífica convivencia que se
venía señalando insistentemente.
El autor había expresado en torno a Belinchón y su familia la
forma de vivir de un pueblo, ya en su actuación de conjunto, ya
en grupos pequeños pero importantes en la colectividad; ahora ad­
quieren interés algunos individuos desgajados de los grupos que, en­
frentándose a Belinchón, van a originar en el mismo lugar una si­
tuación de bipolaridad.
Uno de los asistentes al «Saloncillo», Gabino Maza, oficial de
caballería, retirado antes de tiempo porque su carácter díscolo no
soportaba la disciplina militar, no creía que las personas obraban
de buena fe, y fue el primero en suscitar críticas negativas contra
El Faro.
Alvaro Peña, ayudante de marina del puerto, que se distinguía
por su odio al clero y poseía una numerosa biblioteca compuesta
sólo por libros contra la religión y sus ministros, opinaba que Sa­
rrio era un pueblo dominado por la teocracia y necesitaba sacudir­
se de este yugo. A partir del número cinco del periódico comenzó
a utilizarlo para criticar a los sacerdotes de la localidad. No tardó
en producirse cierta excitación en los ánimos del clero y de las per(16) Pág. 137.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
563
sonas timoratas de la villa. Maza, aunque profesaba ideas más bien
heterodoxas, aprovechó esta circunstancia, se mostraba escandali­
zado de que el periódico ofendiera las creencias religiosas del pue-blo y aumentaba las censuras al director. A estas murmuraciones
se adhirió un ingeniero belga, Delaunay, llegado años atrás para
explotar el coto minero de una compañía inglesa y a pesar de su in­
teligencia y laboriosidad sólo había obtenido fracasos.
Algunas señoras influyentes de la villa se pusieron en contra
del periódico, y lo mismo hizo D. Pedro Miranda, «cristiano viejo»,
amigo de los clérigos y también de D. Rosendo; era el propietario
territorial más rico de la zona y se le consideraba representante de
la aristocracia por descender de una antigua familia de terratenien­
tes. A este grupo se unió el alcalde porque El Faro censuraba algu­
nas de sus actuaciones.
Las discusiones del «Saloncillo» perdieron el carácter amisto­
so y se fueron haciendo cada día más duras y enconadas; los dis­
conformes deciden buscar otro lugar, crean un periódico para ellos,
y comienza una lucha abierta.
«Colocados así, uno enfrente del otro, en feroz y perpetua riva­
lidad, El Faro y El Joven Sarriense emplearon útilmente sus colum­
nas en injuriarse (...)» «La contienda había enardecido los ánimos
de la villa» (17). El bando de D. Rosendo era el más numeroso, con­
taba con casi todos los comerciantes ricos de Sarrio. El otro agru­
paba a los terratenientes, a las personas religiosas y timoratas que
El Faro había escandalizado. La política era el motivo más adecua­
do para la discusión.
El autor subraya la diferencia entre dos etapas: «Hasta la divi­
sión del vecindario ya sabemos que la política jugaba poco papel
en Sarrio. Desde esta fecha fue la comida ordinaria, el elemento
indispensable que se mezclaba en todas las conversaciones mascu­
linas» (18). Las elecciones municipales vinieron a exaltar más los
ánimos, ambos bandos se disputaban el poder, Rojas Salcedo des­
de Madrid adoptaba una postura ambigua; «se había entablado una
lucha feroz, cada sesión del Ayuntamiento era un escándalo» (19),
uno y otro bando requería la presencia de los dos notarios de la lo­
calidad. Sin embargo, lo que en realidad les preocupaba era tan
sólo el antagonismo entre ellos mismos, la rivalidad personal, pues
«ninguno de los dos bandos estaba bien definido en política y se
(17) Pág. 218.
(18) Pág. 221.
(19) Pág. 227.
564
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
inclinaban siempre al partido vencedor» (20); así se explica que,
aunque los del Faro eran de tendencia liberal, D. Rosendo no tu­
viera inconveniente en buscar apoyo contra sus adversarios en el
duque de Tornos, que pertenecía al partido moderado.
La división de los habitantes de Sarrio repercutió en otros as­
pectos. Las funciones recreativas y culturales se habían sostenido
con el concurso de todos, ahora si asistían los de un bando se au­
sentaban los del otro para no encontrarse en el mismo lugar; la
consecuencia económica era lógica y las compañías de «verso y zar­
zuela» no llegaban a la villa. Eran infructuosos los esfuerzos de
D. Mateo, «a nadie encontraba ya propicio para secundar sus pro­
yectos de recreo». Sostenía la banda de música con muchas dificul­
tades, en el Liceo no había representaciones y no se bailaba más
que en días señalados. En el carnaval «ya no se formaban en Sarrio
aquellas celebradas comparsas y cabalgatas que llamaban la aten­
ción de toda la provincia. (...) Con la lucha política entre güelfos y
gibelinos, todo se había huido». «Sólo las romerías no habían per­
dido su primitiva alegría y animación» (21).
En el desarrollo de los acontecimientos pacíficos primero, agi­
tados después, hemos conocido personas de diferentes clases y di­
versas ocupaciones, quedan además dos núcleos en los que no ha­
bían penetrado las rencillas políticas. Sabemos que aquellas activi­
dades recreativas tan importantes en la primera etapa habían de­
saparecido con las rivalidades de los dos bandos, tan sólo se con­
servaban las romerías, y la razón es fácil de comprender: «Las ro­
merías pertenecen a todas las clases sociales, pero muy particu­
larmente a los artesanos». Estos se caracterizan por su laboriosi­
dad; para las artesanas tiene el autor reconocidos elogios, las con­
sidera «mucho más hermosas» que «las señoritas encopetadas», y
aprueba el conservadurismo de su indumentaria. «En los días de
trabajo vestían de parcal, mantoncito de lana atado atrás y pañue­
lo de seda al cuello»; los domingos lucían rico mantón de China
floreado, falda de merino negra, o de color, «no han entrado jamás
por la ridicula imitación, tan extendida hoy por desgracia, en otros
pueblos de España. Creían y creen estas insignes sarrienses, y yo
me adhiero en todo a su opinión, que el traje y las modas adopta­
das por las señoritas no avaloran poco ni mucho sus naturales gra­
cias» (22). No entendían de rivalidades políticas, les gustaba ser
(20) Pág. 236.
(21) Pág. 299.
(22) Pág. 75.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
565
acompañadas por los señoritos, con sus canciones, risas, bailes y
danzas llenaban las fiestas de armonía y regocijo.
Los indianos formaban un grupo aparte, totalmente ajeno a los
problemas de la villa, se mantenían en neutralidad adsoluta, asom­
brados de que hombres acaudalados como Belinchón y Miranda se
ocupasen tanto de cosas que no atañían a sus negocios particulares.
«Permanecían por entero indiferentes, adormecidos por aquella vi­
da holgazana y metódica». No se interesaban por las votaciones del
Ayuntamiento, las disputas de los periódicos, ni por los chismes
que agitaban a sus vecinos. Paseaban por el muelle, jugaban al bi­
llar o al tresillo y disfrutaban del paisaje, «no ofendían a nadie, co­
mían lo que era suyo y habían trabajado por sus manos». No da­
ban dinero para las actividades recreativas, «ellos no veían la nece­
sidad de tales fiestas», ni les importaba que les motejaran de «ro­
ñosos» y de «asnos cargados de plata». Sólo les inquietaba el mo­
vimiento de los fondos públicos donde tenían invertido sií capital.
Sí «habían hecho un beneficio al pueblo conduciendo al altar a una
porción de señoritas de veinticinco a treinta, que, sin este inespe­
rado socorro, se hubieran ido desecando tristemente. Ahora eran
casi todas esposas obesas y tranquilas, madres de familia felices,
rigiendo una casa bien abastecida» (23).
LOS PERSONAJES PRINCIPALES.
El comportamiento de cada uno de los miembros de la familia
Belinchón completa este panorama general de la villa y presenta
características especiales, cuyo significado trasciende al ámbito lo­
cal.
D. Rosendo Belinchón había sido uno de los primeros impor­
tadores de bacalao de la costa cantábrica, monopolizó durante mu­
chos años la venta al por mayor de este artículo en toda la provin­
cia y reunió una considerable fortuna. Tenía sesenta años, vivía en
la «Rúa Nueva», «la calle más principal de Sarrio», y a una legua
de distancia, en Tejada, poseía una magnífica finca con su casa co­
rrespondiente, cuidadas ambas, más que con gusto, con una exóti­
ca originalidad que revelaban el capricho de una brillante situación
económica. Gozaba D. Rosendo de gran prestigio, todos le respeta­
ban y su influencia era importante en la localidad. Su acierto en
(23) Pág. 235.
566
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
los negocios había sido indudable. No está tan clara su personali­
dad. ni va a ser tan afortunado en otros aspectos.
¿Qué podría hacer «un negociante de tanto fuste» lina vez que
había llegado a esta posición y contaba con fieles dependientes y
criados? Se entretenía en hacer palillos de dientes —afición juve­
nil que no había podido satisfacer cuando los negocios absorbían
todo su tiempo— y obsequiaba a parientes, amigos y vecinos con
paquetes de este producto. Sin ocultar cierta reticencia al referir,
como de paso, esta ocupación, el autor no quiere que desmerezca
la categoría de su personaje y hábilmente orienta su ironía hacia
el comentario sobre lo importante que era para la villa la abundan­
cia de aquel género.
D. Rosendo tenía otra afición, tan antigua como la anterior, a
la que ahora podía dedicarse de lleno, y que iba a determinar el
desarrollo de la historia. Le gustaba «escribir comunicados a los
periódicos»; en este caso sabemos que no se trataba de un simple
pasatiempo, tenía razones poderosas, pues «ardiente partidario de
los progresos humanos, de las reformas de todos los órdenes, de
la discusión y de la luz», claro está que la prensa había de infudirle
respeto y entusiasmo. Los periódicos habían sido siempre un ele­
mento indispensable en su existencia. Estaba suscrito a muchos
nacionales y extranjeros; porque, como educado para el comercio,
conocía bastante bien el francés y el inglés, y nunca le había falta­
do, ni en sus días más ocupados, un par de horas que dedicar a su
lectura» (24). Queda bien evidente que para él el periódico signifi­
caba «una muestra gentil del progreso de la razón humana, una ma­
nifestación levantada de la conciencia pública» (25), y no le impor­
taba la orientación ideológica que representaran. El autor insiste
en demostrar que no se trataba de «un afán platónico» y expone
pormenores de los escritos que D. Rosendo enviaba al Progreso y
otros periódicos de Lancia, capital de la Provincia; trataba los acon­
tecimientos más importantes de la villa y «cualquier cosa que ten­
diera directa o indirectamente a fomentar los intereses morales y
materiales de ella». Opinaba sobre los mercados, las escuelas, el
salvamento de náufragos, etc., con argumentos claros y convincen­
tes. No menos acertadas fueron las razones que expuso para que
el macelo público, «asunto de vital interés para Sarrio», no fuera
emplazado en la playa de las Moramas, como querían muchos. Se
expresaba siempre con estilo retórico y grandilocuente.
(24) Pág. 91.
(25) Pág. 92.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
5 67
Después de vencer toda clase de dificultades consiguió un pe­
riódico para su pueblo, con la gran ilusión de iniciar «un movi­
miento reformista» y de asistir «a una de esas transformaciones
sociales que forman época en los anales de los pueblos», para que
«la villa de Sarrio despertara de su largo sueño y estancamiento»
(26). No parece extraño que, después del regocijo con que se reci­
bió el primer número, pasaran por la mente del ilustre fundador
sueños de gloria; «pensó con emoción en la posibilidad de que a
su muerte la villa agradecida perpetuase su memoria colocando
una lápida con su nombre en las Casas Consistoriales: Homenaje
de gratitud de la villa de Sarrio a su esclarecido hijo D. Rosendo
Belinchón, infatigable campeón de sus adelantos morales y mate­
riales» (27). Y consideró la grave responsabilidad en que incurría
ante Dios y ante los hombres si «teniendo en sus manos aquel so­
berano poder», no lo empleaba en la prosperidad y engrandecimien­
to de su pueblo natal.
El novelista llega más lejos en la expresión de los sentimientos
de su personaje. Los vecinos le felicitaban, cada cual le pedía so­
lución para algún problema y «D. Rosendo extendía la mano abier­
ta en signo de protección. El periódico lo arreglaría todo» (28). Los
elogios de los convecinos y el entusiasmo personal le llevan fuera
de lo real. En el muelle los marineros le hacen observar que era
necesario dragar la dársena: ¡Vaya si se dragaría! D. Rosendo se
alejó gravemente poseído de su omnipotencia. Y al ver rodar a lo
lejos las olas grandes y encrespadas, se preguntó si no sería oportu­
no dirigirles una excitación por medio de la prensa para que mo­
derasen su impertinente agitación» (29).
Es lógico que no pudiera disimular el disgusto que le originó
la actitud despectiva de Gabino Maza y algunos otros que hasta
tonces había tenido por amigos, pero estaba «resuelto a proseguir
su obra de regeneración» y no decayó su tesón en los números suce
sivos. Introdujo reformas y maneras que observaba en la prensa
nacional y extranjera, recibía periódicamente telegramas de Madrid,
además de cartas con noticias políticas y literarias.
Sin romper la línea de seriedad, elevadas miras y orgullo perso­
nal que desde el principio sigue D. Rosendo, el autor, mediante una
lenta gradación de recursos va presentando otro aspecto importan(26)
(27)
(28)
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568
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
te en la caracterización del personaje y que guarda relación con r'
desarrollo posterior de los hechos. Comenta con cierta ironía que
Belinchón siempre había seguido con mucho interés en los perió­
dicos de París las disputas personales que terminaban con un due­
lo: «cuando pasaban muchos días sin desafío, D. Rosendo langui­
decía, las descripciones de los asaltos de armas entre los célebres
tiradores de la capital de Francia excitaban su curiosidad» (30).
Su entusiasmo por tales hechos le llevaba a conclusiones exage­
radas: «decía él que en ningún signo se conocía mejor el grado de
cultura de un país que en la afición a las armas. El manejo de ellas
despertaba o avivaba la idea del honor y la dignidad humana. Su
abandono arrastraba consigo la cobardía y la degradación» (31).
Luego pensó «que ser periodista sin conocer las armas o mane­
jarlas, era lo mismo que ser bailarín y no tocar las castañuelas».
Nadie en Sarrio tenía tanta obligación de conocer esgrima como
él, en cualquier momento podía verse comprometido con otro pe­
riodista de Lancia o de Madrid. Era necesario prepararse y para
ello hizo venir un profesor de París, durante cinco meses se some­
tió con tesón y disciplina al peligroso ejercicio, ante la estupefac­
ción de sus vecinos que acostumbrados a resolver sus discusiones
a palos o bofetadas, la corrección y gravedad de los duelos les pro­
ducía asombro y terror.
El autor pasa de la ironía, la exageración y la extrañeza a rasgos
de caricatura: «El resultado notabilísimo de aquel ejercicio fue
que al cabo de algún tiempo no sabía si sus piernas eran realmen­
te suyas o de algún otro bípedo racional como él. Hasta cuando se
hallaba durmiendo creía estar tirándose a fondo» (32).
Se aproxima al sarcasmo: «Y el mísero don Rosendo se abría,
se abría de un modo bárbaro, inconcebible percibiendo la grata
sensación de si le aserraran el redaño» (33).
Y llega a lo grotesco: «Terminado tan noble ejercicio, el señor
Belinchón se veía necesitado a ir cogido a las paredes para trasla­
darse de un sitio a otro, formando un ángulo de ochenta grados con
el suelo. Desde allí, hasta el fin de sus días, el glorioso fundador de
El Faro de Sarrio siempre anduvo más o menos esparrancado» (34).
(30)
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172.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
5 69
Todo lo sufría con varonil entereza porque pensaba «que siem­
pre ha costado enormes sacrificios civilizarse y civilizar al país».
Creía conveniente ir introduciendo «el gusto por esos refinamien­
tos de las grandes capitales» y no le parecía suficiente que los hom­
bres importantes de la villa también recibieran enseñanza del pro­
fesor francés, se sintió en la obligación de llevar a la práctica sus
nuevos conocimientos y retó a un periodista de Lancia; en la des­
cripción del duelo Palacio Valdés pone en juego sus excelentes do­
tes de humor. Desde entonces, las reyertas entre los dos bandos no
terminarían con bastonazos, serían conducidas con arreglo a las
formas y ceremonias prescritas por el código del honor. El proce­
dimiento quedaba introducido en la villa.
Belinchón no había intervenido en política hasta que la rivali­
dad entre los dos periódicos derivó en esta dirección, fue entonces
cuando hospedó al duque de Tornos en su casa porque «contaba
con la ayuda de él exterminar a sus contrarios» (35). Algún tiempo
después el duque agradecía las atenciones recibidas concediéndole
la Gran Cruz de Isabel la Católica. Nadie en Sarrio poseía tan ho­
norífica distinción y tuvo que trasladarse a Lancia para que un ca­
ballero de la orden le impusiera la banda correspondiente, y aun­
que «profesaba cierto desprecio metafísico a las religiones positi­
vas, aprovechó una procesión de la parroquia para llevar el farol
con la hermosa placa en el pecho y la banda encima del frac» (36).
Los negocios, las aficiones periodísticas, su dedicación total a
«encauzar la opinión pública por los derroteros del progreso moral
y material de la villa», no le dejaron tiempo para observar los pro­
blemas que ocurrían en su familia.
¿Cuál es el final de este personaje? Sabemos que encerró en
Ocaña a su hija Ventura, cuya «conducta incalificable conculcan­
do al mismo tiempo la moral, el derecho y las prácticas sociales,
la ponía fuera de toda proteción legal y familiar» (37), que des­
pués de la muerte de Gonzalo, le dispuso un entierro suntuoso y
«se encerró en su cuarto poseído de vivo dolor».
Doña Paula es un personaje mucho más sencillo, pone de relie­
ve costumbres, psicología de la época y aspiraciones de su clase
social.
Al comienzo de la historia «las miradas, sonrisas y murmullos»
se centraban en «el abrigo de terciopelo guarnecido de pieles» con
(35) Pág. 136.
(36) Pág. 283.
(37) Pág. 316.
570
M.1* DOLORES ALONSO CABEZA
que la Señora de Belinchón, acompañada de su familia, asistía al
teatro. Tal abrigo significaba el último peldaño conseguido en su
lenta incorporación a la indumentaria de las damas de la burgue­
sía. Porque «Dña. Paula no era señora de nacimiento. Procedía de
la clase de cigarreras». D. Rosendo se había casado con ella para
reparar devaneos juveniles, de los que había nacido su hijo Pablito. Supo situarse en su nuevo rango social no sin sufrir con calla­
da abnegación las despiadadas críticas de sus convecinas, dispues­
tas a no perdonar que se diferenciara de ellas en el porte exterior.
Desde que había subido a la categoría de señora, ni siquiera le da­
ban su propio nombre, la designaban con el antiguo apodo de su
bisabuela: «la Serena».
Después del primer año de casada, sin salir de casa más que
los domingos para ir a misa de alba, se atrevió a poner «la manti­
lla de velo» y asistir a la misa de once, el comentario en el pueblo
duró más de ocho días. Tres años más tarde por decidirse a usar
«los guantes», originó «una excitación indescriptible en el elemen­
to femenino del vecindario»; cuando, cuatro años después estrenó
«el vestido de seda», «se produjo general indignación en Sarrio»,
y «nadie puede representarse el estremecimiento de asombro que
invadió la villa cuando cierta tarde de feria se presentó Dña. Paula
n el paseo con sombrero-capota» (38). Ella sabía que en cada uno
de estos cambios habría de sufrir duras burlas, pero no podía re­
nunciar a la íntima satisfacción de conseguirlos.
De correctas y agradables facciones, era de natural bondadoso
y tierno, amiga de los pobres y generosa; llevaba con orden el go­
bierno de su casa. Desde el primer momento siguió con agrado
noviazgo de Cecilia, ella dispuso las habitaciones que en su misma
casa había de ocupar el nuevo matrimonio, dirigió personalmente
la confección del equipo de su hija mayor, tuvo la delicadeza de
no utilizarlo cuando aquel propósito fracasó y preparó apresurada­
mente otro nuevo para Ventura. Recibió un duro golpe al enterar­
se del cambio de Gonzalo y sintió en su propia persona la ofensa
que se le hacía a Cecilia. Deseó alejar para siempre de su casa al
joven, pero ante la confesión de Ventura del extremo a que había
ligado en sus relaciones, tuvo que admitir el matrimonio de ésta,
después de informar y convencer a su marido. Estos disgustos que­
brantaron su ya delicada salud. La tranquilidad que vivió después
que Ventura y Gonzalo ocuparon las mismas habitaciones que es­
tuvieron destinadas a Cecilia fue muy breve, iba a romperla el hués­
(38) Pág. 8.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
571
ped que generosamente había invitado D. Rosendo. Doña Paula re­
conoce la frivolidad de su hija pero no duda en ningún momento
de su honorabilidad, quiso alejar, sin escándalo, los temores que
producían en su yerno las alusiones de El Joven Sarriense a las
supuestas relaciones del duque y Ventura, y sin enterar a su ma­
rido de la verdadera causa, consigue que Tornos abandone su ca­
sa. Todo parecía resuelto, pero fatalmente, un día encuentra al du­
que en la habitación de su hija y al ver la infamia que se estaba
cometiendo en su propia casa, sufre un síncope que la privó de la
facultad de hablar y murió pocos días después.
Pablito Belinchón representa otras costumbres, otros aspec­
tos de la misma casa y del mismo ambiente. «Apuesto mancebo de
veinticuatro a veinticinco años, de rostro hermoso y varonil, figu­
ra gallarda y elegante», es un personaje secundario con relación a
la problemática argumental de la obra; sin él ésta no se alteraría.
No parece enterarse de los conflictos amorosos de sus hermanas,
ni de las graves preocupaciones de su padre. Es el señorito ocioso
que está en la vida sólo para divertirse, su mundo queda reducido
a dos aficiones: la equitación y las mujeres. A la primera dedica
gran parte de su tiempo ayudado por el fiel amigo Piscis, el mejor
jinete de Sarrio, hijo del picador del pueblo, de aspecto físico un
tanto grotesco. Desde la infancia la afición común los unía a pesar
de las diferentes esferas sociales a que pertenecían.
Pablito montaba a caballo y conducía cualquier carruaje como
nadie sabía hacer en Sarrio. Sobre este tema versaba su conversa­
ción favorita, incluso cuando departía con sus enamoradas. No
practicaba la caza porque había observado que la intemperie ate­
zaba su rostro. Vestía con elegancia y seguía siempre las últimas
orientaciones de la moda. Por la riqueza de su padre, por su figu­
ra e incluso por la fama de conquistador, tenía gran atractivo en­
tre las mujeres.
En el teatro dirigía insistentemente sus anteojos de piel de Ru­
sia a las más bellas, había sido novio de casi todas sus convecinas
y no se olvidaba de las forasteras que llegaban a la villa. «El Teno­
rio de Sarrio» no tenía menos éxito con las artesanas, con éstas se
tomaba mayores libertades. Cuando en su casa bordadoras y mo­
distas preparaban el equipo de Cecilia, no salía del cuarto de cos­
tura; para todas tenía galanteos y aprovechaba la menor oportu­
nidad para obtener manifestaciones de amor de Nieves o de Valen­
tina, que destacaban en el grupo por su belleza. Continuó después
el mismo juego. Valentina riñó con su novio, Cosme, barbero de
profesión, por hacer caso a Pablito, a quien recibía por la noche
572
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
en su casa, mientras Piscis vigilaba la calleja. El joven se divertía
también con Nieves y en cierta ocasión Valentina, furiosa de celos,
abofeteó a la pareja públicamente en un baile.
El novelista va conduciendo los hechos hacia una significativa
escena en la que, de manera muy sencilla, se ponen de manifiesto
las actividades de dos clases sociales.
Algunos días después del episodio anteriormente citado, en la
peluquería de costumbre Pablito se dejaba afeitar por un barbero
nuevo en la casa, y que entabló conversación con el señorito. Era
Cosme y le habla de Valentina: «... ¡Naturalmente! Un señorito tan
principal como usted, ¿cómo no había de derrotar a un palafustán
como yo? Las chicas, en cuanto uno de ustedes les canta al oído
cualquier cosita, se vuelven locas, aunque la mayor parte de las ve­
ces ustedes lo hacen por divertirse. Demasiado se sabe que usted
no se ha de casar con Valentina. (...) La verdad es que yo quería
mucho a esa niña... (...) Pero ahora, ¿quién es el que se casaría con
ella a no estar loco? Los pobres estamos debajo, y tenemos que su­
frir estas vergüenzas. Si usted hubiera sido un igual mío nos hu­
biéramos visto las caras. Pero si yo me hubiera metido con usted,
no faltaría quien me rompiese la cabeza, y sobre eso iría a la cárcer. (...) Si yo ahora me volviese de repente loco, señorito... Con
sólo empujar un poco la navaja, ¡pif!, todo había concluido para
siempre...» (39).
Pablito, atemorizado, emitió un extraño sonido, y Piscis, que ob­
servaba con recelo al barbero, se lanzó sobre éste y le sujetó los
brazos.
Cosme no estaba equivocado, sabremos más tarde que el seño­
rito abandonó a «la blonda costurera» y aunque le prometió reco­
ger y educar a su hijo y «mantenerla a ella sin trabajar» (40), la jo­
ven no aceptó, juró clavarle un puñal en la espalda y lo hubiera rea­
lizado si la fatalidad no le hubiera sido adversa.
El personaje tiene interés en la presentación panorámica de la
sociedad por el tipo que representa; «es el joven más rico y apues­
to de la villa». El capítulo dedicado exclusivamente a él tiene un
título significativo: «Cómo se divertía Pablito» y refleja claramen­
te una situación; la escena de la barbería, que hemos referido, fi­
naliza así: «El pobre Cosme fue arrojado de la tienda a puntapiés
por el patrón, que no quería perder el mejor parroquiano de la
villa».
(39) Pág. 189.
(40) Pág..........
EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
5 73 '
Cecilia era una joven de veintidós años, no agraciada de rostro,
aunque sus ojos eran suaves y expresivos, la nariz excesivamente
aguileña afeaba su cara. En cambio poseía todas las buenas cuali­
dades que podían adornar a una mujer de su edad y condición. De
carácter reservado y silencioso, no era fácil penetrar en su mundo
interior; su actuación es importante en la historia, pero no tiene
un relieve exterior muy marcado, por ello el autor pone especial
interés en dar a conocer «su verdadera fisonomía moral», no quie­
re que pase desapercibida al lector como había pasado ante la ac­
titud superficial de los propios familiares. «Poseía nuestra heroína
una serenidad dulce, cierta firmeza simpática en todas sus pala­
bras y ademanes que revelaban la perfecta limpidez de su espíri­
tu» (41). Estaba profundamente enamorada de Gonzalo y no hizo
de ello ninguna mención hasta que recibió el consentimiento de sus
padres. «Pocos seres habrán gozado más en la tierra que Cecilia en
aquella temporada», cuando en el cuarto de costura tomaba parte
en la confección de su equipo y escuchaba las bromas y alusiones
de las costureras, temiendo que adivinasen su emoción. Pero sus
sueños a punto de realizarse fueron destruidos por la fatalidad que
va a pesar sobre su vida.
Palacio Valdés conserva cierto tinte de romanticismo en este
personaje. D.a Paula, con dolor y lágrimas, le da la noticia: su no­
vio se casará con Ventura, ella se quedó en silencio «pálida y lívi­
da... En aquellos grandes ojos estáticos, tembló al fin una lágri­
ma (...) y cayó como una gota de fuego sobre su mano, que se de­
jó quemar sin moverse» (42).
Dispuesta siempre a perdonar, habría de dar pruebas de extraor­
dinaria abnegación cuando cada día encontraba a su cuñado, más
tarde cuando él la hizo confidente de sus preocupaciones y de las
tonterías de su esposa, o cuidaba a las hijas de ellos con más soli­
citud que la madre y como si en realidad lo fuera, lo mismo que
cuando, muy ingenuamente, Gonzalo la animaba a aceptar la mano
de alguno de sus pretendientes.
Es la persona buena, equilibrada, razonable, sacrificada por los
demás sin esperar nada para sí misma. El novelista lleva el sacrifi­
cio de Cecilia hasta el extremo de presentarla a los ojos de su cu­
ñado como amante del duque de Tornos, cuando ella, una noche,
al percatarse de lo que estaba ocurriendo, después de avisar a Ven­
tura, verdadera culpable, para que saliera de la estancia, se quedó
(41) Pág. 79.
(42) Pág. 137.
574
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
a solas con el duque y de esta manera desvió los temores de Gon­
zalo que llegaba inesperadamente a Tejada.
Ella cierra la obra después de la muerte de Gonzalo en un bre­
ve pasaje, donde apuntan reminiscencias de un romanticismo necrófilo, cuya estética ha sido mejor valorada en otros tiempos.
La figura de Cecilia se ha considerado como una de las mejor
trazadas del autor, hoy tal vez sea la más distante de nuestro tiem­
po; su función corresponde esencialmente a la fábula amorosa,
queda reducida al ámbito familiar, en la línea que venimos consi­
derando es una figura de su época.
Venturita tiene dieciséis años cuando empieza la historia, y
aparece «como un hermoso pimpollo lleno de gracia y de alegría».
A diferencia de su hermana, es el prototipo de la belleza y frivoli­
dad femenina, llevadas al extremo de la irresponsabilidad. Tiene
más semejanza con Pablito. Sólo piensa en sí misma, hace lo que
quiere aun a costa de infringir los más elevados principios. Pero
esto ni siquiera pasa por su mente, como niña caprichosa hace de
su belleza un juguete peligroso que acarreará la desgracia y la tra­
gedia para la familia.
Comprendió que, desde el momento de la llegada, Gonzalo la
miraba sorprendido de su atractivo y comenzó entonces su coque­
tería, ella se encarga de comunicar a Dña. Paula el cambio del jo­
ven, y para obtener el consentimiento de su boda no tuvo incon­
veniente en fingir su propio deshonor. ¿Estaba enamorada de Gon­
zalo? Le importaban poco las muchas atenciones que su marido
le prodigaba, pasada ya la luna de miel, él lamentaba con Cecilia:
« ¡Si es una chiquilla que no tiene atadero! Para ella lo único im­
portante en el mundo es ella misma, su hermosura, sus trajes, sus
joyas... (...) No había posibilidad de hacerle pensar más que en sus
vestidos, sus perfumes, en sus cintajos» (43). Podría pensarse que
sólo estas cosas daban sentido a su vida.
¿Qué podría apetecer una joven hermosa, de la familia más adi­
nerada de la villa, casada con un galán rico, elegante y atractivo
que la adoraba? De la atención exclusiva a su persona iba a pasar
a otra aspiración que habría de ser su ruina. Aprovechó una breve
estancia en Madrid con su marido para satisfacer sus caprichos de
joyas y trajes, para exhibirse en algún palco del «Real, del Príncipe
o de la Zarzuela», o en coche abierto por las calles principales. Se
dio cuenta de que «su hermosura y la viva y graciosa imaginación
de que estaba dotada, la hubieran hecho notar inmediatamente en
(43) Pág. 194.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
575’
la sociedad distinguida» (44), incluso quiso observar que algún du­
que o marqués se fijaba en ella.
El novelista, que con extraordinario equilibrio va encaminando
las circunstancias hacia el desenlace, centra en Ventura un aspec­
to de notable interés para la caracterización de la clase social en
que la ha situado. El despilfarro de la joven se hizo notar en las
rentas del marido y éste, recordando an anterior deseo, quiso po­
ner una fábrica de cerveza, pero ella se opuso resueltamente dicien­
do que no quería ser «la señora de un cervecero» (45). La hija de
un comerciante enriquecido sólo podía envidiar a la nobleza, con­
vertirse en la señora de un cervecero hubiera sido una humillación.
Su aspiración era imitar a las damas de la corte y realizar en su
pueblo lo que había visto en la capital. Comenzó a salir a la calle
en carruaje, sobre todo si iba al teatro, e impuso la costumbre de
que el coche volviera a esperarla al terminar la función, «cosa que
causó en Sarrio alguna sorpresa y no pocas murmuraciones». En
público llamaban la atención sus lujosos vestidos y con la ropa que
usaba en casa «operó una revolución», «muchas señoras iban a vi­
sitarla sólo por enterarse de su tocado casero» (45), no usual has­
ta entonces para ellas. En opinión de su marido, padecía «delirio
de grandeza».
Leía en los folletines fiestas, bodas y noticias de los grandes de
España y completaba en su imaginación aquel mundo que sin co­
nocerlo, la fascinaba. Una veraneante madrileña estimuló sus aspi­
raciones fantásticas, «aquella vida galante de la corte le producía
cierto deslumbramiento como los fulgores de un sueño feliz» (47),
la llegada del duque de Tornos no podía ser más oportuna. La lu­
cha progresista de D. Rosendo y las aspiraciones clasistas de Ven­
tura iban a encontrarse, los sueños de la hija y los anhelos del pa­
dre, sueños al fin, tienen un punto de convergencia.
El autor sigue encadenando los hechos, Ventura resalta su be­
lleza, el duque no se ocultaba para prodigarle atenciones, incluso
en la calle, «la joven se moría de placer deslumbrando de este mo­
do, haciendo padecer a sus envidiosas conocidas» (48). Piensa que
la influencia del magnate podría aprovecharse no sólo para aumen­
tar la situación política de su padre, sino también para dar brillo a
(44)
(45)
(46)
(47)
(48)
Pág.
Pág.
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204.
194.
204.
203.
263.
576
M.‘ DOLORES ALONSO CABEZA
la familia; si su padre fuera Excelentísimo señor, perdería aquel
carácter de comerciante de bacalao que a ella le crispaba, los que
lograban una cruz tenían ese tratamiento, había oído decir que
con dinero e influencia no era difícil conseguir un título de conde
o de marqués. « ¡Un título! Se estremecía deliciosamente pensando
que algún día pudiera ser la señora marquesa o la señora conde­
sa» (49). La primera parte de sus sueños se realizó cuando su pa­
dre recibió la cruz de Isabel la Católica. «La muerte de su madre,
a quien todo el mundo había conocido en Sarrio artesana, contri­
buyó tanto como la gran cruz de su padre a elevar el nivel social
de la familia a aristocratizarla» (50).
El duque de Tomos fue presentando ante «la inexperta» joven
un ambiente cortesano licencioso que ella iba confundiendo con «el
buen tono», y así iba empujada hacia su desgracia, no tanto por
su ceguera y delirio de grandeza, como por el cinismo y maldad
del duque que «corrompió en pocos días el alma de la joven espo­
sa» (51).
Gonzalo de las Cuevas, «de estatura colosal, rostro blanco y ter­
so, los ojos azules, o más propiamente garzos» —« ¡vaya un real
mozo!», decían las mujeres del pueblo al verlo por la calle; « ¡qué
familia tan noble y campechana! », solían añadir—; huérfano, des­
cendiente de marinos, «dueño de una fortuna no despreciable», vi­
vía con su tío y tutor, D. Melchor, otro de los muchos personajes
bien caracterizados que componían el pequeño variado mundo de
la villa costera.
El señor De las Cuevas, jubilado del «honroso cuerpo de la ar­
mada», a la que había servido más de cuarenta años, conservaba a
sus setenta y cuatro una figura erguida, briosa, de agradable aspec­
to; experto en todos los secretos de la navegación, inspiraba pro­
fundo respeto a la marinería. Su ilusión había sido que Gonzalito
siguiera la tradición familiar, pero el muchacho no estaba de acuer­
do con estas ideas. «Estudiaba en el colegio privado de Sarrio la
segunda enseñanza y se examinaba todos los años en la capital»
(52). Los caballeros de de la villa le agasajaban por la familia a que
pertenecía, los marineros y demás gente del pueblo le apreciaban
por su carácter llano y comunicativo. «Después de graduado bachi­
ller en Artes», estuvo tres años sin ninguna ocupación, jugaba al
(49)
(50)
(51)
(52)
Pág.
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262.
27.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
577
billar y leía tal o cual libro; cayó en sus manos uno sobre la fabri­
cación de la cerveza que le despertó gran interés, consiguió otros
de Inglaterra sobre el mismo asunto, pensó que se obtendría un
buen resultado y excelentes beneficios con esta industria descono­
cida, y se propuso hacer una fábrica. Habló con el tío y éste le echó
abajo sus proyectos profiriendo gritos de indignación: « ¡Cómo!
¡Un Cuevas metido a cervecero! ¡El hijo de un capitán de navio,
el nieto de un contralmirante de la armada! » (53). Estaba claro
que por el año 1860 en la villa de Palacio Valdés la industria no
era noble ocupación para las personas de elevadas miras, así lo
refleja D. Melchor de las Cuevas. Gonzalo, sin embargo, deseaba
conocer las fábricas, estudiar directamente el asunto y decidió ha­
cer la carrera de ingeniero industrial en Inglaterra; este califica­
tivo reanudó la actitud negativa del tío: « ¡Industrial! ¡Industrial!
Hoy cualquier limpiabotas se llama industrial. Hazte buenamente
ingeniero de caminos, canales y puertos, o de minas» (54).
En tres años hizo la carrera de ingeniero «que es breve y prác­
tica en Inglaterra»; desde allá se hizo novio de Cecilia, a quien
conocía desde la niñez, y prometió casarse con ella en cuanto re­
gresara. La belleza de Ventura cambió sus planes a pesar de las
recriminaciones de D. Melchor, que juzgaba vergonzoso faltar a la
palabra dada a una joven, y le repitió: «Al hombre que falta a su
palabra no puede ayudarle Dios» (55).
Gonzalo no supo distinguir el amor verdadero y la fantasía so­
ñadora que representaban las dos hermanas, tampoco supo impe­
dir a tiempo la amistad entre Ventura y el duque, amistad que
consideraba tan sólo «vanidad ciega» de su esposa. En el duelo,
cuando tuvo la oportunidad de matar al noble, se dejó llevar de
su temperamento vigoroso y abandonando la pistola, lo golpeó bru­
talmente. Los propios errores le condujeron al suicidio.
El duque de Tornos. El autor le reserva los calificativos más
duros, los más negativos. Palacio Valdés presenta a los personajes
principales con una serie de rasgos físicos que despiertan en el
lector una actitud favorable o defavorable hacia ellos.
D. Jaime de la Nava y Sandoval «era un hombre de unos cua­
renta y seis años. Las mejillas flácidas, de color pálido terroso,
el labio inferior un poco caído, expresando desdén y cansancio,
los ojos de indefinible matiz, fríos y vidriosos como los de un be(53) Pág. 27.
(54) Pág. 28.
(55) Pág. 130.
578
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
sugo muerto, con los párpados ordinariamente caídos expresan­
do igualmente el hastío. En uno de ellos traía un cristal o monoele hábilmente sujeto, que daba a su fisonomía un aspecto excesi­
vamente impertinente y repulsivo» (56).
Adopta una postura de superioridad y protección hacia sus
huéspedes, observa todas las cosas con marcado orgullo e indife­
rencia. Sólo por Ventura muestra particular interés, desde el pri­
mer momento la trata con desenvuelta galantería. Durante quin­
ce días que Ventura posó para que le hiciera un retrato, se fue es­
trechando la amistad, él le refirió la ruptura de su matrimonio
con una alta dama de la corte, devaneos amorosos y relaciones
ilícitas de la aristocracia madrileña; ella, fascinada por la grande­
za del personaje, creyó que aquella corrupción y aquel cinismo
eran expresión de la moda. «El magnate, de alma corrompida y
cuerpo gastado, y la bella provinciana, ansiosa de volar a esferas
más altas, habían nacido, sin duda, para comprenderse» (57).
CARACTERISTICAS DE LA SOCIEDAD DE LA EPOCA.
Este detallado recorrido por los aspectos más destacados de
la novela nos ha permitido conocer cómo transcurría la vida en
Sarrio, quiénes eran y cómo se relacionaban sus habitantes.
En el reducido espacio de una pequeña villa, con sus costum­
bres, sus modos de ser, junto a una interesante variedad de tipos,
los personajes principales tienen un significado más general, en
cuanto que representan ejemplos concretos de la evolución social
de la época.
Buena parte de escritores españoles de la Restauración asigna­
ban a la novela un fin moral y didáctico, enfocaban la realidad des­
de sus propias convicciones morales y el resultado era evidente:
novelas de buenos y malos.
En el primer grupo de esta clasificación sobresale Cecilia, su­
ma de todas las virtudes, en aquel contexto histórico sociológico
y en el lado opuesto se hallan Ventura, Pablito y principalmente el
duque de Tornos, resumen todos los vicios. El profesor Roca Franquesa (58) ha señalado la oposición de las dos hermanas, la afi(56) Pág. 245.
(57) Pág. 262.
(58) La novela de Palacio Valdés. Clasificación y análisis. La novela de
ambiente asturiano. Boletín del I.D.E.A., núm. XIX. Oviedo, 1953, pág. 439.
EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
57#
ción de Palacio Valdés a estos contrastes y su acierto en la crea­
ción de personajes femeninos, así como la inseguridad en los
masculinos y la ceguera con que frecuentemente se dejan seducir,
como le ocurre a Gonzalo.
Además de buenos y malos la realidad presenta otras facetas
que el novelista no puede eludir si de alguna manera quiere ex­
presarla, él influye en sus semejantes y recibe el influjo de las cir­
cunstancias históricas que vive, «éstas dan «indudablemente un
sentido, una orientación a la obra. El fenómeno literario y el he­
cho social son interdependientes». Se puede «comprender la vida
social a través del hecho literario», afirma G. Díaz Plaja (59).
Por ello nos interesa destacar en los protagonistas la significa­
ción que les corresponde en el entramado social. Su comporta­
miento es reflejo de las ideas de la época, y en este sentido nos es
Cecilia la figura más importante de El cuarto poder, a pesar de las
preferencias que por ella demuestra el autor. Desde el punto de
vista de una actitud social característica del momento, D. Rosen­
do Belinchón tiene mayor riqueza significativa, el hombre, prin­
cipal de Sarrio lo es también de la problemática fundamental de
la novela. El problema amoroso —Cecilia-Gonzalo-Ventura— esta­
ba resuelto con la resignación de la primera, y en su segunda par­
te —Ventura-Gonzalo-Tornos— jugó un papel importante el desa­
cuerdo del padre y de la hija con la realidad vital.
La novela moderna se basa en las relaciones entre individuo y
realidad, y en esta relación la narrativa española del siglo XIX
presenta, como explica Juan Oleza (60), tres fases: en la primera
hay acuerdo entre individuo y realidad, en la segunda el individuo
lucha contra la realidad y es vencido, en la tercera el individuo es
más puro que la realidad, trata de imponérsele y se manifiesta su­
perior a ella, aun después de vencido.
D. Rosendo se enfrenta a la sociedad en que vive y lo hace des^
de su situación privilegiada —pertenecía a la burguesía comer­
cial—, en nombre de sus aspiraciones reformadoras y progresis­
tas, y utiliza como medio de ilustración la prensa. No busca el po­
der, llega a la política por causas accidentales, quiere reformar la
realidad, desea que Sarrio cambie, que se incorpore al progreso
de los tiempos, que rompa con las doctrinas del pasado, que des(59) Dinero, sociedad, literatura. Ensayos escogidos. Aguilar. Madrid, 1944,
págs. 249 y 285.
(60) La novela del siglo XIX. Del parto a la crisis de una ideología. E. B e ­
l lo . Valencia, 1976, pág. 35.
580
M.1 DOLORES ALONSO CABEZA
pierte de su letargo. No pretende ninguna recompensa personal,
tan sólo aspira al reconocimiento y a la gratitud de la sociedad.
En este enfrentamiento del individuo con la realidad, el indivi­
duo fracasa. Al final de la historia D. Rosendo se queda solo, algu­
nos de sus amigos le culpan porque no ha sabido educar a su hija
menor, «los enemigos se bañaban en agua de rosas y procuraban
aumentar con mil trazas el escándalo» (61). Un encadenamiento de
causas y efectos le lleva a resultados negativos.
¿Era el individuo el único responsable de su impotencia ante
la realidad? Recordemos que Palacio Valdés mezcla las nobles as­
piraciones de su personaje con marcados rasgos de humor y de
ironía, pero no utiliza la sátira sino más bien disculpa y compren­
sión. Los momentos más complicados de su familia coinciden
siempre con las circunstancias más absorbentes de su función pú­
blica y no puede dedicar a aquellos la atención que requerían.
¿Podía la realidad aceptar el triunfo del individuo? No estamos
lejos de sospechar que el humorismo del autor encubre su propia
desconfianza en los propósitos del personaje.
En la sociedad de Sarrio hemos visto problemas anticlericales
—Alvaro Peña—, conflicto entre la aristocracia terrateniente y la
burguesía —Pedro Miranda—, conservadurismo a ultranza —Don
Roque y las señoras timoratas—, la ociosidad y el vicio de la bur­
guesía enriquecida —Pablito—, desprecio de la burguesía indus­
trial —D. Melchor de las Cuevas y Ventura—, afán de «aristocraticismo» —Ventura—, degeneración de la nobleza —el duque de
Tornos—, un amplio cuadro de circunstancias sociales del siglo
XIX.
Se asigna a la prensa un papel importante en el perfecciona­
miento de la realidad, los periódicos nacionales y extranjeros ha­
bían sido para D. Rosendo una apertura hacia el progreso, y así
•quería él que fuese El Faro de Sarrio para la villa, sin embargo,
por imposición de la sociedad se vio reducido a chismes y folleti­
nes de cotilleo local y se convirtió en desencadenante de una fuerte
hostilidad, que rompió la paz de los ciudadanos y llevó al funda­
dor al fracaso.
También Ventura se enfrenta con la realidad, si bien por razo­
nes diferentes a las de su padre, ella representa otra aspiración
de la burguesía; no le preocupa el progreso, va asumiendo formas
sociales externas, introduce cambios en Sarrio y sólo le importa
ascender en la posición de clase, la ambición de un título nobilia(61) El cuarto poder, pág. 319.
«EL CUARTO PODER», UNA NOVELA DE A. PALACIO VALDES
581
rio la ciega, guarda el mayor desprecio para las congéneres de su
madre y considera denigrante la integración en la burguesía in­
dustrial.
Gonzalo tampoco está de acuerdo con el estatus a que perte­
nece, pero no lucha, se integra, sin enfrentarse, en una realidad
que no le agrada.
Solamente Pablito se siente feliz en su mundo, usa y abusa de
los privilegios que ha heredado de su padre, sin ninguna inquie­
tud ni aspiración personal.
Doña Paula adquiere con agradable esfuerzo las formas de '
nuevo rango. La respuesta de Cecilia a la realidad es la aceptación
inmediata, la renuncia a sus más íntimos y puros objetivos.
La variedad de personajes permite encontrar en una sola obrn
ejemplos de las principales fases en el enfrentamiento individuo
realidad que antes hemos señalado. Y también en una sola obra los
diferentes personajes permiten, en cierta manera, una interrelación de distintas modalidades de la novelística española del siglo
XIX. A un romanticismo no apagado, con sus rasgos de fatalismo
trágico, que se reconstruye sobre una espléndida serie de cuadros
costumbristas, se sobrepone una clara voluntad de descripción
objetiva que da como resultado, junto a una pintoresca panorámi­
ca local, un análisis real de estructuras más amplias y una exposi­
ción de comportamientos frente a esas estructuras.
En 1888 Palacio Valdés construye una realidad narrativa que
sitúa en un pasado próximo y señala algunas variaciones originales
por el transcurrir temporal —«el teatro se 'iluminaba con luces de
aceite, más adelante se sustituyó ésta con petróleo; la Morama
única confitería que había entonces, hoy cuenta ya con tres»—; a
esta sucesión en el tiempo corresponden los personajes que actúan
de acuerdo con la complejidad social. Unos, como Cecilia, miran
hacia el pasado, otros se vinculan mejor con el momento en que
viven, Pablito y Gonzalo; los más relevantes, Rosendo y Ventura,
miran hacia el futuro, rompen con el presente, luchan por una so­
ciedad diferente, superior a la que les rodea y son conducidos fa­
talmente hacia el fracaso.
Con la excepción del duque de Tornos, cuya conducta lleva ade­
cuados calificativos, el panorama humano se va presentando con
realismo y armonía, sin acritud; a lo largo de la historia se deja
sentir la mirada bondadosa del autor, que tal vez así consiga me­
jor su intención moralizadora, intención que puede observarse en
el interés con que resalta las cualidades de Cecilia y la insistencia
con que proclama la maldad del duque. Al mismo tiempo se expo­
582
M.a DOLORES ALONSO CABEZA
nen características importantes de una época, con un tono ameno,
triste en algunos casos, humorístico frecuentemente, y teñido siem­
pre de una suave ironía encubridora, a veces, de la postura del
autor, que va más allá de la observación superficial y deja entre­
ver, en algún momento, un jugueteo entre burlón y escéptico; tal
ocurre, por ejemplo, cuando refiriéndose a la intervención del hijo
del Perinolo en el teatro dice con palabras de Alvaro Peña: «Aquel
discurso fue la revelación de la vida parlamentaria moderna» (62).
¿Y cómo interpretar la figura de D. Rosendo que presenta junto a
serios desvelos y propósitos, pueriles y cómicas situaciones?
El humorismo de Palacio Valdés parece responder a una acti­
tud crítica profundamente humana y afectiva.
Queremos recordar la autorizada opinión de Roca Franquesa,
que durante muchos años siguió con destacado interés la trayecto­
ria de los novelistas asturianos: «El cuarto poder señala la mejor
fusión de humorismo y drama (...) A pesar del ambiente en que se
desarrolla la obra, no busquemos ni doctrinarismo político ni diatriva social. El autor con pulso firme y sereno ve defectos y vicios,
pero lejos de empuñar el látigo de la sátira, los envuelve con la
ironía y el humor» (63).
Partiendo de recuerdos de la infancia, en un pequeño marco
regional, aparentemente sencillo, el novelista ha situado un mun­
do denso y complejo, que supera los límites de costumbres localis­
tas y recoge formas de conducta reveladoras del sentir general de
la sociedad española.
La costumbre es lo más próximo e inmediato, ofrece campo
adecuado para la observación e implica una realidad sobre la que
se construye una historia, cuya variedad de tipos y clases, llevan
al autor del costumbrismo a la sociología. Los protagonistas de
un relato de amor representan estructuras sociales de la época.
(62) Pág. 112.
(63) Db. cit., pág. 438.
ORTEGA Y GRANELL
POR
JOSE B. ARDUENGO CASO
ORTEGA Y GRANELL.
«Quizá la simpatía de éste (Ortega) por As­
turias se deba a que contó entre sus discípu­
los a Gaos, Granell y Vela, «trío de cabezas
claras», como llamó a los astures».
(R. García de Castro. Revt. de Occidente,
núm. 175).
Este año del centenario del nacimiento de Ortega se halla ya o
está próximo a llegar para dar unas conferencias a cerca del Maes­
tro, uno de los más insignes orteguianos vivos, el ovetense D. Ma­
nuel Granell y Muñiz, que vino o viene desde la otra patria que tu­
vo la suerte de darle acogida, Venezuela, para rendir homenaje a
su Maestro.
*
*
*
Granell oye por primera'vez a Ortega allá por los comienzos de
1925, año en que prepara los Dibujos para su ingreso en Arquitec­
tura, tras haber descubierto, no sin trabajo, la guarida donde Or­
tega daba un seminario para doctores en ciernes...
El primer contacto personal debió de ser allá por el 30, cuando
licenciado ya en Derecho por la Universidad de Oviedo y tras un
584
JOSE B. ARDUENGO CASO
año de estancia en París en 1929 y haber hecho voto de pobreza,
decide dedicarse a la Filosofía y entra en la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Madrid que aún funcionaba en el viejo case­
rón de San Bernardo, pero que unos meses más tarde pasa a la
Ciudad Universitaria. De allí, muchas veces, en las mañanas solea­
das, volvían, caminando en grata charla con Ortega, un grupo de
discípulos; otras le acompañaban en un autobús de que disponía
la Facultad de Filosofía. Con él, con Morente o con Zubiri salían
en excursiones culturales. Pero sobre todo la relación más directa
era a través de la Cátedra. Desde ella, el Maestro seducía, inquieta­
ba y asombraba...
Ortega fué consciente desde muy joven del papel histórico que
le correspondía y su tarea no fué fácil:
«De haber nacido —dice Granell— en país de apretada tra­
dición filosófica, sin duda hubiera escrito tratados de recios
títulos. Pero en el medio castellano donde vivía, en su cir­
cunstancia empobrecida, la de entonces, ni se le hubiera leí­
do. Para remover las conciencias y cumplir la filosófica mi­
sión, hubo de malgastar parte de su tiempo en seducciones,
incluso tras la prematura esperanza. Confesémoslo: un solo
hombre, un reducido grupo, es poca cosa frente a todo un
pueblo; ambición tal requiere continuidad, entronque de ge­
neraciones, relevo de minorías.»
(Granell—Ortega y su Filosofía—Equinocio—Edt. Univer­
sidad Simón Bolívar—Venezuela, 1980, pág. 37).
Y el propio Ortega en Prólogo para alemanes a Rebelión de las
masas, en preciosos datos autobiográficos lo expresa:
«¿Por qué de mis estudios en Alemania, rigurosamente
científicos, hechos sobre todo en la Universidad, donde la
filosofía era entonces más difícil, más técnica, más esotéri­
ca, saqué la consecuencia de que yo debía dedicar bastantes
años a escribir artículos de periódico?...
El precipitado que los años de estudio en Alemania deja­
ron en mí fué la decisión de aceptar íntegro y sin reservas
mi destino español. No era un destino cómodo...
Nada me hubiera sido más fácil, instalado en una cáte­
dra desde los veinticinco años, que imitar la existencia de un
Gelebert alemán. Sin embargo, comprendí desde luego que
mi destino era completamente opuesto. Mi destino individual
se me apareció y sigue apareciéndome como inseparable del
destino de mi pueblo.» (Pág. 82).
ORTEGA Y GRANELL
585
LA APORTACION DE ORTEGA.
¿Qué trajo Ortega al mundo hispánico, aparte de lo ya recono­
cido por todos —o sea, su personalísimo estilo de decir y pensar,
su curiosidad universal, su postulado de seriedad teorética—? Con
muy pocas palabras se dice: una metafísica nueva. Nada menos.
Así se expresa categóricamente Granell en la obra citada, pág. 42.
Efectivamente a Ortega se debe la Filosofía hispana actual y ese
momento constituyente de tal filosofía es vivido por Granell. Pero
aún hay más, sin superarlo —como él mismo dice— desarrollándo­
le, Granell es el albacea del filón originario y auténtico ortéguiano,
es el albacea de su metafísica, porque el mismo Granell deja clara
la existencia de tal legado por parte de Ortega:
En 1908 Ortega sostiene una polémica con Ramiro de Maeztu.
Ortega tiene entonces 25 años, y en ella ya dice:
«Un hábito mental que no he logrado dominar, me impe­
le a ver todos los asuntos sistemáticamente. Creo que entre
las tres o cuatro cosas inconmoviblemente ciertas que po­
seen los hombres, está aquella afirmación hegeliana de que
la verdad sólo puede existir bajo la forma de un sistema.»
Y al verse obligado en la misma polémica a nueva réplica, rea­
firma:
«No es decente mantener en el alma compartimentos es­
tancos, sin comunicación unos con otros; los cien proble­
mas que constituyen la visión del mundo tienen que vivir en
unidad consciente. Cabe, naturalmente, no tener listo un sis­
tema; pero es obligatorio tratar de formárselo. El sistema
es la honradez del pensador.»
(Granell—Ortega y su filosofía, págs. 90-91).
Y esa voluntad de sistema de Ortega no decrece con los años:
Basten dos fechas: 1926 y 1937.
1926, año en que publica un artículo sobre Metafísica y Leibniz:
«El único sistema —dice— que ha podido ser expuesto
íntegramente en unas pocas páginas es el de Leibniz...»
(Obras Completas, III, pág. 431).
1937, al comentar la muerte de Unamuno dice:
586
JOSE B. ARDUENGO CASO
«A diferencia de la generación unamunesca —la misma de
Bernard Shaw—, la cual conservaba el ingrediente de juglar
que adquirió el intelectual en los comienzos del romanticis­
mo, las generaciones siguientes sienten que la misión inexr cusablé de un intelectual es, ante todo, tener una doctrina
taxativa, inequívoca y, a ser posible, formulada en tesis rigu­
rosas., fácilmente inteligibles.»
(Obras Completas, V, 262).
Así pues Granell afirma la existencia de un sistema orteguiano,
pero además afirma que tal sistema lo es en el más exigente con­
cepto. Y sale al paso de las posibles objeciones, diciendo:
«Podría preguntárseme, sin duda: ¿en qué obra concre­
ta aparece esta formulación sistemática? Ya comencé por ad­
mitir el carácter asistemático en el ropaje de sus escritos,
de los publicados al menos. Debo añadir ahora que en. 1948
—cuando el filósofo tenía 68 años— él mismo lo confesaba.
Hablando conmigo en la Revista, me dijo don José un dedo
sobre la frente: «tengo el sistema aquí». Lo cual equivale a
reconocer que su sistema no estaba expreso en la obra.
Mas pensemos un poco. ¿Qué es sistema, en rigor?, ¿el
mero aspecto externo o el contenido de filosofemas? Quizá
se diga: ambas cosas, los contenidos significativos y la pre­
cisión de los enlaces. Conformes; no vamos a reñir por ello.
Que este aspecto falta en la obra publicada de Ortega, es evi­
dente. Pero, en otro sentido, en cuanto contenido o fondo,
lo esencial está ahí, en la obra, no en la mente tan solo, sen­
cillamente por el hecho de estar pensada sistemáticamente,
desde su núcleo vivo o idea-madre. Con tal matiz comencé
diciendo que «hay un sistema» en el maestro.
Aún se podría replicar: si lo esencial estaba logrado y Or­
tega teñía en su mente la estructura del sistema, ¿por qué
' ' no ha redactado uns páginas complementarias, por esquemá­
ticas que fueren? Puede que lo haya hecho; no lo sé. En to­
do caso tampoco sería por falta de ganas filosóficas. Ya sa­
bemos cómo pensaba al respecto. Pero debe reconocerse que
con mil dificultades tropieza siempre ese aventurado explora­
dor del Ser que es el filósofo. Las grandes ideas metafísicas
son como ignotos promontorios. Es preciso recorrerlos des­
pacio y con prudencia, circular por todos sus vericuetos y
accidentes, dar la vuelta completa entorno a su cuerpo in­
menso. De otro modo: hay un vislumbrar la idea, con su
acercarse y descubrirla del todo; como hay, también, cierto
alejarse, un ir dejándola atrás. Igual que en los viajes, la
dialéctica del pensar es un tránsito. Ortega se topó un buen
día con un nuevo promontorio metafísico, y antes de perfi­
lar su carta geográfica hubo de explorarlo .e ir alzando ma­
ORTEGA Y GRANELL
5 87
pas parciales. Lo que para la segunda generación de discí­
pulos sin duda será harto fácil, para él, el descubridor, era
tarea ciclópea y llena de riesgos.»
(Ibídem, O. C., pág. 100).
Dejando a parte otras consideraciones acerca de las dificulta­
des y problemas de la experiencia filosófica, continúa:
«Creo existen dos condiciones que facilitan la construc­
ción sistemática, aparte del contenido del mismo —más pro­
picio cuando apunta a la naturaleza que cuando trata del
hombre— y de las personales características del pensador.
Una es la herencia. El filósofo-heredero edifica sin esfuerzo
mayor, pues tan sólo debe preocuparse de ordenar los ma­
teriales, no de descubrir y desbastar. Así sistematizaron, en
gran parte al menos, Santo Tomás de Aquino y Cristian
Wolff. La otra condición es más íntima. Consiste en una vo­
luntad tal de sistema, que se impone dictatorialmente a las
cosas. Así procede la mente del racionalista, para quien la
razón pura es legisladora...
Aludía antes a la dificultad sistemática cuando el conte­
nido metafísico está orientado a lo humano. Tal es el caso
de Ortega, y en grado quizá mayor que en otros filósofos,
pues va a las mismas fuentes de lo humano, e incluso niega
lo que de naturaleza siempre se ha afirmado en el hombre.»
(Ibídem, O. C., pág. 101).
*
*
*
Las autorizadas afirmaciones de Granell dejan claro que Orte­
ga nos legó un sistema metafísico, no en resumen ni expreso sino
incluido a lo largo y a lo ancho de toda su obra pensada sistemáti­
camente y lo dice quien conoce por dentro las ideas de Ortega,
quien tomó parte en el momento constituyente de tal sistema y
quien hoy por hoy es el genuino albacea de Ortega precisamente
en su metafísica. Otros lo son de otras parcelas: Gaos del perceptivismo, Vela de su antropología vía ensayos, de la Biografía His­
tórica via biografías individuales, Caravia de sus ideas de Arte vía
conferencias y crítica, Recasens Siches del Derecho y Sociología...
pero él lo es del filón más rico, del raciovitalismo, lo es de la an­
tropología, de la psicología, de la sociología, de la teoría del Dere­
cho, del Arte, de la Lingüística y lo es con su Ethología, donde sin
contradecir ni superar a Ortega, lo desarrolla. ¡Prueba de la fecun­
didad de Ortega y prueba de la fecundidad de Granell!, pues no
tardando, vendrán los que proseguirán la obra del ovetense, por
desgracia para nosotros, transterrado en Venezuela, D. Manuel Gra­
nell y Muñiz.
NOTICIA DE OTRO JUICIO SOBRE LA T E R E S A
DE CLARIN
POR
DAVID TORRES
En su esmerada edición de Teresa, Avecilla, y El hombre de los
estrenos (Madrid: Castalia, 1975), el Dr. Leonardo Romero Tobar
ofrece abundantes datos sobre el estreno del drama de Clarín y
una nutrida bibliografía de estudios y crítica sobre el mismo. A las
seis críticas del estreno que recoge en el apéndice habría que aña­
dir las exhumadas por José María Martínez Cachero (1) y la que
ahora damos a conocer.
Nadie ignora la mala acogida —y hasta pateo— que sufrió el
estreno de Teresa en el Teatro Español la noche del 20 de marzo
de 1895. Haciendo un resumen de la crítica del estreno, el profesor
Romero cita como los cargos principales contra la pieza de Clarín
la monotonía, el tono melodramático, la falsedad de los caracteres,
la impericia técnica, y el lenguaje artificioso, retórico y falso (2).
El crítico anónimo de El País (21-111-1895) aprovechó la ocasión
para recordar lo que el novel dramaturgo había hecho con obras
ajenas: «Indudablemente, una cosa es predicar y otra es dar tri­
go; pues Clarín, que tanto ha criticado a escritores dramáticos y
(1) J o s é M a r ía M a r tín e z C a c h e r o , “N o tic ia d e l e str e n o d e Teresa ... y
d e a lg u n a s c r ític a s p e r io d ís tic a s ”, Archivum, X I X (1969), 243-273.
(2) L eo nardo R om ero T o ba r , “In tr o d u c ció n ” a Teresa, Avecilla, y El hom­
bre de los estrenos, de Clarín (Madrid, 1975), pág. 33.
590
DAVID TORRES
tan bien ha visto los defectos de muchas obras, ha escrito una des­
provista por completo de las condiciones teatrales.» (3).
Leopoldo Alas no llegó a escribir un prólogo como el que Galdós puso a su fracasado drama, Los condenados, pocos meses an­
tes, pero sí la emprendió contra Arimón, Blasco, Bremón y otros
gacetilleros a quienes suponía cómplices de la silba. En carta a
Galdós afirma: «También creo necesario, tal como se ha puesto
la cosa, tomar por sistema contestar siempre, y dar cien palos por
uno ... a los criticantes.» (4).
Recordando la campaña llevada a cabo por Alas, Salvador Canals declara: «El efecto que en Clarín produjo esta derrota fue
profundo... y ruidoso. En no sé cuántos periódicos puso cátedra,
mejor diría... ventana de vecindad para maldecir al público y abo­
minar de los críticos. No fue mal servido en la réplica, ni le falta­
ron tampoco —es de justicia confesarlo— algunos padrinos, inédi­
tos hasta entonces...» (5). El resultado fue una larga y agresiva po­
lémica en El Imparcial, el Heraldo de Madrid, La Publicidad, Ma­
drid Cárnico, y otros periódicos. Predominan la crítica menuda y
los folletos de carácter personal, y se echan de menos las voces
autorizadas de Valera, Menéndez Pelayo, Echegaray, Yxart, o el mis­
mo Galdós, que por razones obvias decidieron no meter baza en
el asunto.
No faltó quien tratara de justificar el «desdichado engendro»
diciendo que el público elegante que había asistido al estreno de
Teresa no era el más a propósito para comprender el cuadro de mi­
seria que Alas presentaba en su obrita. Pero los únicos defensores
de Teresa parecen haber sido el joven Azorín y el uruguayo Juan
Torrenll en una fogosa apología, ambos escritos perteneciente« a
la «segunda etapa» de la polémica (6).
A continuación ofrecemos una defensa olvidada del drama, es­
crita en forma de «carta abierta» a Leopoldo Alas el 21 de abril de
1895 por un tal Luis Alberto, y publicada en el Vol. III, Núm. 98 de
La Gran Vía (12-V-1895), página 314. Esta revista semanal madrile­
ña duró sólo tres años, del 2 de julio de 1893 al 14 de diciembre de
1895, y su director a la sazón era un admirador de Clarín, el poeta
Salvador Rueda. El estilo inteligente de la carta y la fina sensibili(3) Recogido por R om ero T obar , op. cit., pág. 174.
(4) S oledad O r t e g a , Cartas a Galdós (Madrid, 1964), pág. 276.
(5) S alvador C anals , El año teatral (Madrid, 1896), págs. 101-102.
(6) A z o r in , “La Teresa de Clarín”, en La Farándula, recogido en O b ra s
completas, VII (Madrid, 1948), 163-168; y J uan T o r r e n d e l l , Clarín y su en­
sayo: Estudio crítico (Barcelona, 1895), un folleto de 70 págs.
NOTICIA DE OTRO JUICIO SOBRE LA «TERESA» DE CLARIN
591
dad del autor nos hacen sospechar que tras esta firma se oculta
un amigo íntimo de Clarín y miembro conocido de la república de
las letras:
«Muy señor mío: Ni aun de vista conocía a V., hasta que La
Gran Vía del 13 de enero del corriente año publicó su retrato. De
modo que, dicho se está, jamás me he honrado con su amsitad. Le
admiraba, sí, en sus novelas y cuentos; y sobre todo, en los enér­
gicos y valientes artículos de crítica, llenos de una virilidad y de
un fondo, que comprendo hicieran, y sigan haciendo mucho daño
en las huestes de los escritores de menor cuantía.
Si a todo esto añado el que nadie me conoce en la llamada re­
pública de las letras; el que no tengo pretensión alguna de litera­
to, y el que no visito escenarios, saloncillos, cafés ni círculo alguno
o reunión donde se fragua el mortífero rayo de la crítica, se com­
prenderá que, libre de todo prejuicio y sin apasionamiento alguno,
ocupara en el Teatro Español una butaca (que me costó el dinero)
para presenciar el estreno de Teresa.
Y como sobre esta obra todos los críticos, periodistas, escrito­
res, etc., etc., han emitido su opinión, permítame V. que un espec­
tador vulgar, sencillo, que asiste a los estrenos por proporcionarse
solaz y pasatiempo; por gozar, sintiendo en su alma la emoción
estética, diga su leal parecer que, claro está, nada vale ni significa
para el sublime areópago de la opinión pública, la cual, dicho sea
de paso, se va estropeando un poquillo, y hasta parece que chochea
algo, por sus peregrinas observaciones y por alguno que otro tras­
piés que la hace zozobrar y hasta caerse.
Pero dejemos eso, que no quiero abusar de su paciencia, si por
casualidad lee estos desaliñados párrafos, y paso a decirle lo que
pensé de su ensayo dramático, al salir del teatro, la noche del be­
neficio de la Srta. Guerrero.
Lo primero que pensé fue en los hermosos pensamientos, en la
castiza prosa, en los profundos conceptos que esmaltan y enrique­
cen la obra. ¡Esto es escribir, señor mío!... ¡Eso es un lenguaje
propio y levantado, señor críticos!... Sin lirismos que obscurezcan
la idea, sin abusar de comparaciones ni de metáforas, el diálogo
brilla con los resplandores de la verdad, que irradian al choque de
las situaciones del drama.
Deleitándome en estas bellezas, llegué a la escena VI, que me
hizo levantar de la butaca, experimentando mi alma una profun­
da emoción. El que no se entusiasme en aquellos momentos, no de­
be pisar el Teatro Español, sino los circos ecuestres. Aquellas ase­
chanzas de Fernando y aquella defensa de Teresa, que comprende
592
DAVID TORRES
lo que el señorito quiere, y que, sin embargo, pretende salir victorio­
sa, pero sin humillar al vencido, recordándole que ella no se ence­
rraba por las noches en su cuarto fiada en la honradez de él; que
la señora era pura y digna como una santa; que él, de seguro, no
habría hecho nada en aquellos años por lo que tenga que avergon­
zarse ... etc., etc., son detalles tan humanos, tan naturales, tan pro­
pios en la boca de aquella antigua criada, que yo, extático y entu­
siasmado, no comprendía el silencio del público.
Desde este momento, la figura de Teresa es gigantesca; toma un
relieve de primera magnitud y se hace interesante, adquiriendo un
vigor dramático como pocas. Al presentarla sufriendo con resigna­
ción los bárbaros tratos de Roque cruel, borracho, vicioso; al de­
volverle caricias por violencias, dulzuras por insultos, cuidados de
esposa solícita por injurias de marido salvaje, veía yo la lucha, el
contraste de ciertas ideas que hace tiempo batallan en nuestra so­
ciedad.
Sí (quizás esto V. ni lo pensara al escribir su obra); se me fi­
guraba ver representadas en aquellas dos figuras al socialismo y
al cristianismo. Al uno rechazando la limosna; diciendo que Jesu­
cristo predicaba en las tabernas; quejándose de falta de justicia en
este picaro mundo, para el cual pide un nuevo grisou, como el que
tantos estragos suele causar en el fondo de la mina; y al otro, en
la mujer honrada, trabajadora, mártir, que cura las heridas del
primero, que lo consuela y acaricia, y dice que aquella sangre es
de los dos, y todo lo disculpa por el envenenado aguardiente que
despacha el Chinto. ¡Hermosa y purísima resignación, que V. pinta
de un modo magistral, con la vista puesta, sin duda alguna, en ho­
rizontes muy elevados!
Cuando la dura realidad se presenta de esta manera; cuando
se dice al espectador, de un modo tácito, sí, pero con arte exquisi­
to: «mira lo que pueden las ideas de una moral divina, que sólo ella
es capaz de dar fuerzas a esa infeliz mujer»; cuando se presentan
en la escena esas miserias del tugurio y de la choza para enrique­
cerlas con los tesoros inmensas de un cariño que todo lo sufre y
de un alma que lleva su cruz con paciencia; cuando se hace todo
esto, el autor que eso concibe sólo debe merecer aplausos de las
personas inteligentes; respeto, por lo menos, de las que, no comprndiendo aquello, sospechan que allí palpite algo extraordinario
que choca y admira en esta época, donde sólo se rinde culto a los
apetitos materiales, dejando que el espíritu se muera de hambre.
Nada de esto ha pasado, ¿qué le hemos de hacer? ¿Que al pú­
blico de los lunes no le gustó su obra de V.? No hay que tomarlo
NOTICIA DE OTRO JUICIO SOBRE LA «TERESA» DE CLARIN
593
en cuenta. A esa gente la basta y la sobra con leer las Crónicas de
Salones. ¿Que el público en general rechazó su obra? Como si no;
bien sabe V. que el sufragio universal está muy desacreditado ha­
ce mucho tiempo, pues por aclamación libertó a Barrabás con tal
de condenar a Cristo.
Más, mucho más le diría; pero el temor de cansar a V. y a los
lectores detiene mi pluma.
Queda admirándole, como siempre, su atento s.s., q.b.s.m.,
Luis Alberto.»
A PROPOSITO DE LA EDICION CRITICA DE E L O M B L I G O
D E L M U N D O , DE RAMON PEREZ DE AYALA.
ALGUNAS NOTAS
POR
MIGUEL ANGEL LOZANO MARCO
No cabe duda de que Ramón Pérez de Ayala es, entre los nove­
listas que sobresalen en la llamada «Edad de Plata», un caso privi­
legiado: la totalidad de sus novelas han sido objeto de excelentes
ediciones críticas —cuando estas notas sean publicadas ya habrá
visto de nuevo la luz A.M.D.G.—, realizadas por el profesor Andrés
Amorós, a quien debemos no sólo un conocimiento profundo de su
actividad narrativa y unos textos impecablemente fijados y anota­
dos, sino también el ejemplo de cómo se debe rescatar y entregar
al público interesado (y a la historia literaria) la obra de un escri­
tor que, a no ser por su entusiasmo, podría haber seguido la suer­
te de sus colegas coetáneos.
Pérez de Ayala, junto a su obra novelística, y al tiempo que és­
ta iba desarrollándose, escribió medio centenar de relatos, cuentos
y novelas cortas, que pasaron después a ocupar las páginas de al­
gunos volúmenes. Entre éstos destacan dos libros singulares: Pro­
meteo. Luz de domingo. La caída de los Limones. Novelas poemáti­
cas de la vida española (1916) y El ombligo del mundo (1924), que
reúne cinco novelas cortas, asimismo calificadas de «poemáticas»,
precedidas por un prólogo unificador; constituyen, ciertamente, dos
momentos culminantes de su producción literaria y dos de sus más
originales creaciones. Queda, en estos momentos, el libro de 1916
por alcanzar el privilegio —muy merecido— de ser objeto de un
596
MIGUEL ANGEL LOZANO MARCO
edición crítica y completar así el panorama de la obra narrativa del
autor de Tigre Juan (aunque no estaría de más extender tal privi­
legio a sus cuentos y novelas cortas no incluidas en estos dos to­
mos), puesto que El ombligo del mundo ha vuelto a ver la luz, con­
venientemente anotado, con indicación de variantes y precedido
por un extenso e inteligente estudio introductorio. La autora de es­
ta edición (1), la profesora americana Angeles Prado, es muy conoci­
da en el campo de los estudios ayalinos: ganadora del Premio «Cente­
nario de Pérez de Ayala» por un artículo publicado en Insula (2),
nos había ofrecido ya un sólido análisis de los dos volúmenes de
novelas poemáticas (3) antes de la aparición del libro que aquí co­
mentamos.
Angeles Prado parte de la primera edición de El ombligo del
mundo (Madrid, Renacimiento, 1924) y agrega la lectura de varian­
tes después de confrontar este texto con los relatos que habían si­
do publicados con anterioridad: «Grano de Pimienta» y «Mil Per­
dones», que ostentando el título que ha de llevar el volumen y pre­
cedido por el prólogo en el que se nos da a conocer el lugar común
a todos los sucesos (que en la geografía literaria ayaliana recibe el
nombre de valle de Congosto), había sido publicado en La Novela
Semanal (núm. 42, 29 de abril de 1922); La triste Adriana, en La No­
vela de Hoy (núm. 78, 9 de noviembre de 1923); y Clib, en Revista de
Occidente (núm. 7, págs. 54-75, y núm. 8, págs. 187-213, enero y
febrero de 1924). La mayor parte de Don Rodrigo y don Recaredo
aparece también publicada en un lugar que ignoramos (diario o re­
vista) con el título de Vida nueva (Fragmentos de un cuentecillo),
y es recogida posteriormente por José García Mercadal en el libro
El Raposín (Madrid, Taurus, 1962): existen escasas variantes entre
ambos textos; lo importante es la supresión del final de aquél (4),
(1) R am ón P erez de A y ala , El ombligo del mundo, estudio preliminar y
edición crítica por Angeles Prado, Madrid, Editorial Orígenes, 1982.
(2) “Seudónimos tempranos de Pérez de Ayala”, Insula, núms. 404-405 (ju­
lio-agosto, 1980), págs. 1, 18 y 19.
(3) “Las novelas poemáticas de Ramón Pérez de Ayala”, Cuadernos His­
panoamericanos, núms. 367-368 (enero-febrero, 1981), págs. 41-70.
(4) Vida nueva está fechado el día 1 de enero de 1924, y aprovecha para
su título el famoso dicho popular; la acción de Don Rodrigo... se desarrolla
en primavera. Las diferencias entre las dos narraciones son tan escasas que
puede decirse que aquel cuento es una versión recortada (le faltan tres pági­
nas y media al final) de la que figura en el volumen, que aparece publicado
ese mismo año; además. Vida nueva se subtitula Fragmentos de un cuenteci­
llo. En otra ocasión publica Pérez de Ayala una versión recortada y sin varian­
tes de una novela corta-: El Anticristo (El Libro Popular, 1914) vuelve a apa-
A PROPOSITO DE LA EDICION CRITICA DE «EL OMBLIGO DEL MUNDO» 597
que enlaza el relato con los acontecimientos de Justicia; y es preci­
samente la inclusión de esta novelita, que vió la luz en la colección
La Novela Mundial el 5 de enero de 1928, o sea, casi cuatro años
después de la aparición impresa del volumen, la primera novedad
que esta edición aporta. Justicia, la última creación novelesca de
Pérez de Ayala, encuentra aquí su lugar puesto que sus personajes,
ambientes, formas de vida, etc., forman parte de Reicastro, la capi­
tal del valle de Congosto (espacio geográfico que unifica los diver­
sos acontecimientos y que influye decisivamente sobre el carácter
de los personajes); así lo declaraba su autor en una «Advertencia»
antepuesta a la primera edición (5). Pero además el escritor astu­
riano ya había concebido con anterioridad esta novela corta como
parte del conjunto de novelas poemáticas, pues en una libreta ma­
nuscrita encontrada y dada a conocer por Andrés Amorós, en la
que Ayala ordena una serie de títulos de obras, escritas y por es­
cribir, encontramos agrupadas bajo el rótulo de El ombligo del
mundo las siguientes:
Grano de pimienta y Mil perdones.
El profesor auxiliar.
El capitán mercante. (Fortaleza).
Adulterio de poeta .Adriana.
Las máximas, el eucaliptus, etc. (Templanza).
Histerismo (Justicia).
El patriarca.
El casino (juego). Clib.
Novela crimen y policía. (6).
recer en 1926 en la colección La Novela Decenal de Puentegenil, con el título
El ejemplo de Rosendo Toral, después de sufrir la amputación de diversos pá­
rrafos.
(5) Esta “Advertencia” sustituye a un prólogo más extenso que ha dado
a conocer Andrés Amorós, junto con noticias sobre el manuscrito de la nove­
la: “El prólogo desconocido de Justicia de Pérez de Ayala”, Boletín del Insti­
tuto de Estudios Asturianos, núm. 87 (enero-abril, 1976), págs. 3-11.
(6) A n d r é s A m o r o s , La novela intelectual de Ramón Pérez de Ayala, Ma­
drid, Gredos, 1972, pág. 392. Sobre una lista parecida, que se encuentra en la
citada pág., en la que el escritor ordenó los títulos de obras que habrían de
componer el frustrado libro Castilla, ha trabajado coh éxito la autora de esta
edición: A n g e l e s P rado , “Castilla: el sendero tierra adentro de Ramón Pérez
de Ayala”, Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 316 (octubre, 1976), páginas
196-210.
598
MIGUEL ANGEL LOZANO MARCO
De estos nuev e proyectos se lograron plenamente siete (y seis
de ellos aparecen en la edición de Angeles Prado) con las siguien­
tes particularidades: las dos primeras obras mencionadas conser­
van el nombre que se les asigna en esta lista, y se aprecia una vaci­
lación en los títulos de las situadas en cuarto, sexto y octavo lugar.
Desconocemos totalmente las que ocupan los puestos tercero y úl­
timo, y suponemos que no pasarían de ser simples proyectos, que­
dando en los «limbos prenatales». Pero sobre El patriarca y Las
máximas, el eucaliptus, etc., podemos apuntar algo.
El patriarca es el título de un cuento fechado en 1906, que apa­
rece recogido por primera vez en el vol. I de las Obras completas
de Aguilar (Madrid, 1964) dentro de El Raposín, pero que no figu­
raba en la edición de Taurus (1962); su asunto es el mismo de Don
Rodrigo y don Recaredo (como se ha visto, no aparece en la lista),
con la diferencia de que los protagonistas no son dos hermanos,
sino tío y sobrino, correspondiendo a éste, joven e ingenuo sacerdo­
te, el papel que en el relato de 1924 desempeña el maduro cura rás­
trense de Pilares, don Recareddo Castañeda. Al igual que éste, *c.
bisoño religioso acude, en nombre de la familia a pedir a su feudal
—y fecundo— tío que contraiga matrimonio como única esperan­
za para la propagación del linaje, en trance de extinguirse; sin em­
bargo el linaje se encuentra ya suficientemente propagado entre los
siervos, en innumerable descendencia bastarda.
El relato de 1924 es más complejo, como es natural, pero está
construido sobre la base del cuento de 1906; es, pues, una reela­
boración de un antiguo tema. La autora de la edición señala que
el prolífico don Rodrigo Castañeda «había aparecido precozmen­
te en un escrito temprano intitulado La venganza de don Cristó­
bal», pero que no ha podido averiguar la fecha (págs. 48 y 167 n."»
A este título, recogido también en El Raposín sin que conste el año
de su redacción, corresponde el mismo contenido de Padre e hijo
(otra utilización de una misma obra bajo dos nombres diferentes),
que viene a continuar y dar fin a la historia que se cuenta en Exo­
do, y ambas forman parte de Bajo el signo de Artemisa (Madrid,
Renacimiento, 1924), libro que aparece al mismo tiempo que El om­
bligo del mundo, aunque, a diferencia de éste, reúne relatos más
alejados en el tiempo, publicados entre 1902 y 1912. Exodo hizo su
aparición en 1911 en la colección El Cuento Semanal, pero su fe­
cha de redacción nos remite al año anterior. Padre e hijo lleva fe­
cha de 1911, lo que nos indica que fué redactada prácticamente a
continuación de su primera parte, pero desconocemos el lugar en
que vió la luz (por las dimensiones debió de ser un periódico o re­
A PROPOSITO DE LA EDICION CRITICA DE «EL OMBLIGO DEL MUNDO» 599
vista, no una colección de novelas cortas; las obras escritas para
esas colecciones están bien localizadas). Ahora bien, la mención
de don Rodrigo Castañeda, junto con la de don Olegario Pandora,
personaje de «Grano de Pimienta»..., aparece separada del texto del
relato por unos paréntesis y seguida por una llamada a nota a pie
de página en la que se nos informa: «Véase El ombligo del mundo,
novelas de Ramón Pérez de Ayala» (7). Si los dos libros aparecieron
al mismo tiempo, no es nada aventurado suponer que nos encon­
traríamos ante otro caso de interpolación, como el que José F. Gatti
advirtió en La pata de la raposa, en lo que se suponía una tempra­
na concepción de la figura del zapatero Belarmino (8). Con el pá­
rrafo contenido entre los paréntesis y la nota aclaratoria se pre­
tendería, seguramente, llamar la atención del lector sobre el volu­
men gemelo.
En cuanto al título Las máximas, el eucaliptus, etc., sabemos hoy
que corresponde a un cuento cuyo nombre completo es Las máxi­
mas, el eucaliptus, el vástago, que ha sido recogido tardíamente, en
la segunda edición del tomo primero de las Obras completas de
Aguilar, en 1973, que presenta novedades con respecto a la prime­
ra edición, la de 1964 (utilizada habitualmente por la crítica), pues
incorpora textos encontrados con posteroridad a esa fecha. En con­
creto, Las máximas... aparece cerrando la sección de El Raposín
(págs. 1.179-1.184) y lleva fecha de 1911. Curiosamente, el conteni­
do del cuento es la reducción a la pura línea argumental de un re­
lato más extenso (dieciocho páginas, frente a las cinco de éste) que
con el nombre de El árbol genealógico formaba parte de El Rapo­
sín desde su edición en 1962, pero no se indica el año de su redac­
ción. Podemos, pues, pensar que o bien Las máximas... es una nue­
va versión de El árbol..., del que han sido podadas sus abundantes
digresiones ensayísticas, dejándolo en la pura anécdota, o que el re­
lato sin fecha sea una reelaboración ampliada del de 1911. Perso­
nalmente me inclino por la segunda posibilidad apuntada, puesto
que el tono de las digresiones y meditaciones (ya que lo estricta­
mente argumental no aumenta mucho de una a otra versión) perte­
nece a una etapa más madura del escritor, y en los relatos cortos
anteriores a 1912 lo puramente ensayístico incorporado al texto es
casi inexistente. La redacción de El árbol genealógico podría situar(7) R amón P erez de A yala, Bajo el signo de Artemisa, Madrid, Renaci­
miento, 1924, pág. 227.
(8) La mención a Belarmino se interpola en la tercera ed. de la novela,
en 1923: José F. Gatti, “Una interpolación engañosa de Pérez de Ayala”, Fi­
lología, XV (1971), págs. 281-283.
600
MIGUEL ANGEL LOZANO MARCO
se en una fecha no muy distante de los años en que fueron escri­
tas las narraciones de El ombligo del mundo, ya que en la lista ma­
nuscrita figura todavía con el nombre de 1911; y tal vez no fué in­
corporado al volumen por lo apuntado antes: el elemento discursi­
vo predomina excesivamente sobre el narrativo, y por esto podría
desentonar entre los bien acabados relatos con los que iba a com­
partir las páginas del libro. En conclusión, nos encontraríamos aquí
con el mismo caso de El patriarca y Don Rodrigo y don Recaredo
(que en la citada lista aparece también con el título de la primera
versión): es la reelaboración de un cuento anterior.
He querido comentar algunas particularidades destacables de
la lista manuscrita que fué, en la práctica, modificada por el escri­
tor; pero no debemos prestar atención preferente a cada una de
las novelitas, como si de obras independientes se tratara: no nos
hallamos ante una convencional recopilación de narraciones cor­
tas, sino ante un libro dotado de una evidente unidad orgánica (9)
que, tras la incorporación de Justicia se ofrece, al decir de la edi­
tora, «por primera vez en su integridad al público». En la línea del
libro de 1916, cada relato va precedido por un poema (inexistente
en su primera aparición impresa, en las colecciones de novelas cor­
tas) que viene a ser, como dijo el escritor, «el punto de referencia
y, ... el ámbito en profundidad de la prosa narrativa» (10).
Es necesario destacar el interés que presenta la «Introducción
crítica», ya que Angeles Prado es una de las personas que mejor
conoce el pensamiento de Pérez de Ayala; de ahí que pueda ofre­
cernos una excelente y precisa síntesis. Desde mi punto de vista,
este estudio introductorio es uno de los más ricos textos críticos
sobre el sentido de la narrativa del novelista asturiano, lleno de in­
teligentes observaciones y de estimulantes sugerencias. Parte la pro­
fesora norteamericana de las ideas centrales que sobre la realidad
española y sobre la función social del escritor va exponiendo Ayala
a lo largo de su abundante obra ensayística, que completa y expli­
ca su vertiente creativa. Con sus escritos persigue una finalidad
ética: que cada hombre tienda hacia su plenitud; y una finalidad
social: esclarecer la conciencia nacional. El propósito de las nove­
las poemáticas es el de «identificar vicios y virtudes del pueblo es(9) Sobre el carácter unitario del libro vide H enri M érimée, “El ombligo
del mundo y Bajo el signo de Artemisa”, Bulletín Hispanique, XXVII, 1925,
págs. 375-378; s e trata de la mejor reseña crítica que tuvo la obra en su mo­
mento, y destaca su singularidad e'n la evolución de la narrativa ayalina.
(10) “Alegato Pro domo mea”, en Poesías completas, Buenos Aires, EspasaCalpe, 1942, pág. 12.
A PROPOSITO DE LA EDICION CRITICA DE «EL OMBLIGO DEL MUNDO» 601
pañol», y el punto de partida para el análisis de estas novelas es
el controvertido prólogo a la edición argentina de Troteras y (lan­
zaderas (Losada, Buenos Aires, 1942), pues afirma que es «en el ci­
clo poemático donde se reflejan, con toda nitidez», las ideas allí
expuestas (y no en el primer ciclo novelístico). Apunta cómo cada
uno de los ciclos poemáticos corresponde a un período de su evo­
lución: las novelas de 1916 pertenecen a una fase de transición >
presentan en conjuto una visión negativa, pesimista: sus protago­
nistas no llegan a alcanzar la medida de hombres, son seres «ensi­
mismados», con una percepción deficiente de la realidad (hay una
enorme distancia entre lo que son y lo que imaginan y desean);
presentan, pues, tres casos de inconciencia que acaban funesta­
mente (11). El ombligo del mundo pertenece por entero a su época
de madurez, y aunque en este libro vuelva a denunciar el «ensimis­
mamiento» como vicio fundamental, aparecen seres positivos do­
tados de una vitalidad ascendente que los lleva a buscar su perfec­
ción y el sentido de su existencia. También aprecia diferencias en­
tre los relatos: si en unos trata de casos individuales («Grano de
Pimienta»..., La triste Adriana, Don Rodrigo..., El profesor auxi­
liar), en otros presta atención a la vida colectiva, a la psicología
social (Clib) o analiza la reacción colectiva de un pueblo (Justicia)
con estética de cartel de feria. En conclusión, la autora del estudio
afirma que «el procedimiento que de modo particular sigue el autor
en El ombligo del mundo es un procedimiento casuístico, median­
te el cual incorpora en figuras imaginarias los rasgos que él consi­
dera característicos de los españoles, debiendo notarse que tales
rasgos aparecen exagerados en dirección a la caricatura hasta ex­
tremos que los hacen patológicos, y esto muy deliberadamente»
(pág. 65).
Quiero, por último, mostrar mi satisfacción por lo oportuno
de esta edición crítica de una obra básica para el conocimiento
del escritor asturiano. Ya Norma Urrutia, en uno de los primeros
libros escritos sobre la narrativa ayaliana, afirmaba que «El om(11)
Para Ayala, la hombredad, o realización cabal del hombre, es insepa­
rable del servicio a sus semejantes. La idea aparece en diversos lugares; así,
en el “Ensayo liminar” al libro de Gregorio Marañon, Tres ensayos sobre la
vida sexual (Madrid, 1926), declara: “Por su hombredad, el hombre se afirma
hermano de otros hombres y, por ende, se hace amar de ellos fraternalmente ...
Por lo tanto, la hombredad estriba en la universal simpatía; sentimiento de
tolerancia y emoción para la justicia” (págs. 14-15). Como es natural, el peor
pecado es el egoísmo.
602
MIGUEL ANGEL LOZANO MARCO
bligo del mundo es la obra más representativa de la totalidad no­
velesca ayalina» (12). Aunque, como sabemos, Pérez de Ayala no
sea nunca un escritor de gran público, sí ha logrado despertar un
singular interés en ambientes universitarios: las ediciones críticas
y la ya abundante bibliografía existente son buena prueba de ello.
(12)
De “Troteras” a “Tigre Juan”. Dos grandes temas de Ramón Pérez de
Ayala, Madrid, Insula, 1960.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA
DICTADURA. EL CASO DE LA INDUSTRIA HULLERA
POR
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
Universidad de Oviedo
El recurso al proteccionismo y a la intervención estatal ha si­
do, como se ha puesto repetidamente de manifiesto, uno de los ras­
gos característicos, cuando no una constante, de la industrializa­
ción española, y ha constituido una de las prácticas más socorridas
para lograr la supervivencia de algunos sectores y el afianzamiento
de determinados intereses.
Ese miedo al mercado que conduce a un buen número de activi­
dades en busca del apoyo y del sustento del Estado —un Estado
que, haciendo buenas las palabras de Bastiat, parece que se quie­
re convertir en la gran ficción a través de la cual todo el mundo se
esfuerza en vivir a costa de todo el mundo— cuenta con numero­
sos ejemplos en la historia económica de España.
Uno de esos elocuentes ejemplos, al que se dedican estas pági­
nas, es el que ofrece la industria hullera asturiana —un modelo
casi perfecto de proteccionismo— durante la etapa de la Dictadu­
ra de Primo de Rivera. A lo largo de ese período la protección
arancelaria no varía, pero, en cambio, se desarrollan todo tipo de
ayudas y auxilios para la minería del carbón; se refuerzan las dis­
posiciones orientadas a hacer efectiva la obligatoriedad de consu­
mo de la hulla nacional; se implanta el régimen de compensacio­
nes en metálico, sustituyendo al de primas; y se abre paso, final­
mente, la intervención directa del Estado en la economía carbo­
nera.
604
1 .—
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
LA DICTADURA Y EL REGIMEN DE PRIMAS AL CARBON.
Tras la prosperidad v florecientes negocios propiciados por la
I Guerra Mundial (1), el fin de las hostilidades devuelve a la indus­
tria hullera, agravados por la mala gestión y la política concesio­
nista de esos años, todos sus tradicionales problemas, que podían
resumirse en uno solo: la falta de competitividad frente a las im­
portaciones de carbón inglés.
En unas condiciones peores, respecto a las de preguerra, en
cuanto a salarios, rendimientos, iornada, transportes, costes, ges­
tión, etc., la vuelta a la normalidad y la recuperación de las impor­
taciones desde 1919, hacen tambalearse a la minería asturiana, co­
locándola al borde de la quiebra y ante una grave crisis que sus­
cita agudos conflictos y problemas a lo largo de prácticamente to­
da la década de los años veinte.
El grado de deterioro de la situación hullera en los ejercicios
de 1921 y 1922, fuerza una respuesta patronal orientada en torno
a dos direcciones fundamentales: hacia un drástico reajuste de los
costes (siguiendo el ejemplo británico), mediante la rebaja de sa­
larios y gravávemes y la intensificación de los rendimientos, de
una parte; y hacia el recurso a la protección y la ayuda del Esta­
do, de otra.
Si las pretensiones de rebaja salarial provocan, en la clase obre­
ra, una fuerte oposición y son respondidas con agudos enfrenta­
mientos, como la prolongada huelga de 1922, y con duras críticas,
como las formuladas por el Secretario General del Sindicato Mi­
nero, Manuel Llaneza, el objetivo de la presión sobre el Estado es
asumido, progresivamente, como una reivindicación propia en la
que confluirán repetidas veces a lo largo de la década empresa­
rios y afiliados al sindicato socialista. Así, ya en 1921, el mismo
Llaneza que imputaba a los empresarios los cargos de despreocu­
pación, negligencia, carencia de espíritu industrial, etc., y que al­
bergaba profundos deseos nacionalizadores, cifraba sus objetivos
inmediatos no en la lucha contra la patronal, sino en la presión so­
bre el Estado, «pues éste debe ser el que debe proteger nuestras
minas» (2).
(1) Vid. J.L. García D elgado, S. R oldan (con la colaboración de J. Mu­
La formación de la sociedad capitalista en España (1914-1920). 2 T. Ma­
drid, 1973.
(2) Revista Industrial Minera Asturiana (en adelante R.I.M.A.), núm. 154,
1 octubre 1921, pág. 301.
ñoz).
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
605
Ese frente común ante los poderes públicos, que en los momen­
tos de mayor amenaza, como los de la revisión arancelaria y de la
negociación del Acuerdo de Comercio con Inglaterra, en 1922, aglu­
tina a la mayor parte de las fuerzas regionales, creando «una es­
pecie de regionalismo principalmente económico» (3), había logra­
do arrancar del gobierno, en los primeros años de la década, algu­
nas medidas de favor para la industria hullera asturiana.
Para garantizar la supervivencia de esa actividad en los momen­
tos de mayor crisis, había sido necesario favorecer el consumo de
carbón nacional por parte de la Armada y los ferrocarriles. Pero
ni estas medidas ni la cobetura arancelaria o las restricciones final­
mente impuestas a la entrada de carbones ingleses eran suficien­
tes, y el Estado se había visto obligado a acudir al socorro de la
industria hullera mediante la implantación, por Real Decreto de
23 de diciembre de 1921, con efectividad desde el 1 de enero de
1922, de un régimen de primas al carbón. La difícil situación hulle­
ra del momento y las presiones, habían decidido al gobierno, para
salvar la grave coyuntura y dar salida a los stocks, a primar con
5 pesetas por tonelada el carbón que saliese en régimen de cabo­
taje, con un carácter transitorio y una duración de tres meses en
principio, cuya vigencia práctica acaba resultando prorrogada su­
cesivas veces, mediante disposiciones legales de 23 de marzo, 16 de
junio, 11 de septiembre de 1922 y 5 de marzo de 1923.
La política de apoyo estatal en los momentos de más aguda cri­
sis había logrado evitar la ruina total del sector, pero no ofrecía,
ni mucho menos, las sólidas bases requeridas para su definitivo
afianzamiento. Como recogía la Revista Industrial y Minera de As­
turias, los gobiernos «cuando percibían el eco del conflicto forta­
lecido generalmente por el agudizamiento de las cuestiones socia­
les, solían intervenir proponiendo fórmulas transitorias, que sólo
como paliativos eran aceptadas, mas apagada la llamarada, aqué­
llos volvían a olvidar el problema» (4). Pero, como tmbién apunta­
ra ese mismo órgano, «pretender apuntalar este edificio (el hulle­
ro) con pilares de oro en las arcas del Estado será una medida de
previsión para evitar de momento un derrumbamiento que pueda
sepultar a todos, pero no es, ni mucho menos, una consolidación
definitiva» (5).
(3) L. A las A rgüelles. “La vida económica de Asturias”. Revista Nacio­
nal de Economía, núm. 41, págs. 15-16.
(4) R.I.M.A., núm. 249, 16 setiembre 1925, pág. 283.
(5) R.I.M.A., núm. 211, 16 febrero 1924, pág. 61.
606
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
Tampoco podía considerarse que lo fuese la notable recupera­
ción registrada en 1923, por efecto tanto de los reajustes internos
operados sobre rendimientos, costes, etc., como merced a una se­
rie de factores externos favorables, entre los que cuentan la recu­
peración de la actividad industrial en Europa, la huelga minera de
Pensilvania, las dificultades de exportación inglesas y la ocupación
del Rhur.
Las dificultades subyacentes a la transitoria recuperación, así
como el nuevo rumbo de la política económica impuesto por la
Dictadura, planteaban la necesidad de afrontar los problemas de
fondo de la industria hullera y buscar un nuevo ordenamiento ca­
paz de devolverla hacia la normalidad y de hacerla avanzar hacia
su consolidación.
Al llegar al poder los hombres de la Dictadura, el sistema de
primas al carbón se mantenía vigente, si bien afectado por impor­
tantes modificaciones que habían transformado su misma esencia,
y constituía una permanente y cuantiosa sangría para las arcas del
Estado sin que, como contrapartida, supusiese otra cosa que un
alivio para los problemas del sector, y pronto se tiene constancia
fehaciente del interés del Directorio por suprimir tal régimen de
primas y por abordar el problema hullero en una perspectiva más
amplia y por nuevas vías.
Prueba de ese interés es que ya a lo largo del mes de octubre
se entablan los primeros contactos entre el Directorio y los repre­
sentantes obreros y patronales, para buscar una solución a los pro­
blemas que tiene planteados la industria hullera. Llaneza es llama­
do en primer lugar y después se producen nuevas entrevistas con
patronos y representación obrera.
En ellas, la orientación básica del Directorio se mantiene en el
principio de eliminar el vigente régimen de primas, cuyo cese se
anuncia a partir del 11 de noviembre, para no agravar el importan­
te déficit arrastrado por el Tesoro (6). La opinión patronal era coin­
cidente en no considerar al régimen de primas como la solución
de fondo requerida, y apuntaba como actuaciones fundamentales
la rebaja de tarifas de transportes, la intensificación de la produc­
ción y la limitación de importaciones; pero, se concluía, «suprimir
el régimen de primas sin que venga inmediatamente a sucederle
otro régimen protector, sería acarrear la ruina total de la indus(6)
A. M elguizo. “El presupuesto de Calvo Sotelo”. Cuadernos Económi­
cos de I.C.E., núm. 10, Madrid, págs. 401-442.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
607
tria hullera» (7). Los obreros, por su parte, piden la supresión de
las primas al carbón, y se muestran dispuestos a colaborar inten­
sificando la producción, pero sin que se les disminuya el salario
ni se les aumente, como pretende el Directorio, la jornada de tra­
bajo, al tiempo que sugieren la adopción de economías en los gas­
tos de administración, almacén, materias primas y transportes.
Al cabo de esta primera ronda de entrevistas sólo está clara la
firme decisión del nuevo gobierno de suprimir las primas al car­
bón. Como tampoco se han ofrecido contrapartidas concretas pa­
ra compensar esa supresión, la Asociación Patronal de Mineros As­
turianos (APMA en adelante) señala la penosa impresión que sus
representantes han obtenido en las recientes entrevistas y, ante la
inquietud que la situación en ciernes les suscita, habla del «golpe
funesto a la industria hullera asturiana» (8) que ello supone y de
cómo «no se pueden exigir nuevos sacrificios a entidades mineras
que llevan más de dos años sin repartir beneficios» (9). Y rememo­
rando la táctica que todavía no hacía mucho que se había ensaya­
do con fructíferos resultados, vuelven a asumir el tono y la bande­
ra de la defensa de los intereses generales de la región, para diri­
girse a sus estamentos representativos en los siguientes términos:
«creemos que ha llegado la hora de que la opinión pública se dé
cuenta de la grave situación de que estamos amenazados, y se aper­
ciba a realizar las gestiones necesarias para evitarla» (10).
Pese a todo, la voluntad manifestada por el gobierno del gene­
ral Primo de Rivera se impone finalmente, tomando cuerpo en el
Decreto de 24 de diciembre de 1923 por el que, a partir del 1 de
enero de 1924 se reducen gradualmente las primas, en una cuantía
de 250.000 pesetas mensuales, hasta quedar totalmente extinguidas
al cabo de 5 meses, el 1 de junio de 1924.
El progresivo agravamiento de la situación hullera a lo largo
de 1925 fuerza, sin embargo, al gobierno a acudir nuevamente en
ayuda de la minería asturiana, concediendo, a partir del 1 de...........
.......de ese año un subsidio de 2,10 pesetas (11) por tonelada de
carbón extraída. De esa forma, «cambia de nuevo el modo de pro­
tección directa, y se inaugura el régimen de compensación en me(7) R.I.M.A., núm. 204, 1 noviembre 1923, pág. 326.
(8) R.I.M.A.. núm. 205, 16 noviembre 1923, pág. 344.
(9) Ibíd.
(10) Ibíd.
(11) R.D. de 1 de octubre de 1925. La compensación se otorga con cargo
a la recaudación obtenida por los derechos de importación de carbones ex­
tranjeros, con excepción de las 750.000 toneladas del acuerdo anglo-español.
608
JÜAN A. VAZQUEZ GARCIA
tálico. Este se inicia estableciendo por Decreto-Ley de 1.° de octu­
bre una compensación para los productores de carbón nacional,
repartiendo entre ellos el importe de la recaudación por derechos
de arancel de la importación de carbones, con lo cual se dobla «ipso
facto» la protección arancelaria» (12).
Pero si este subsidio logra evitar los despidos y rebajas salaria­
les con que las empresas amenazaban de nuevo en Asturias, en ab­
soluto satisface las aspiraciones patronales. La repercusión de la
nueva ayuda, según la OPMA, sería de 1,50 pesetas por tonelada,
por lo que «siendo muy plausible la intención del gobierno (...) no
resuelve nada y hasta puede resultar completamente ineficaz» (13).
Como señalaba la memoria anual de la S.M. Duro-Felguera, los pa­
tronos «convencidos de que ni las primas por venta de carbones,
ni el subsidio concedido por el gobierno eran el remedio necesario
(...) han orientado sus aspiraciones en otro sentido: el de la obli­
gatoriedad del consumo de carbón nacional a las industrias prote­
gidas» (14).
2.—EL REFORZAMIENTO DE LAS MEDIDAS DE PROTECCION.
Así, como ha señalado Perpiñá Grau, cuando «las otras protec­
ciones del Estado no bastaron o se consideraron demasiado gra­
vosas, se volvieron a reforzar las disposiciones para la obligatorie­
dad del consumo» (15), avanzando por el camino de «la más mo­
derna forma y quizá una de las más eficientes de protección a la
producción hullera nacional, subordinando a ella la inmensa ma­
yoría y desde luego a las más importantes industrias españolas»
(16).
En efecto, el mismo Decreto de 24 de diciembre de 1923, de su­
presión del régimen de primas, incorporaba en su artículo 4.° la
necesidad del exacto cumplimiento, por los ferrocarriles, de las
Reales Ordenes de 13 de diciembre de 1921 y de 5 de junio de 1922,
relativas al consumo obligatorio de carbones nacionales y, por las
navieras subvencionadas, el de la Ley para el Fomento de las in­
dustrias y comunicaciones marítimas de 14 de julio de 1909. Asi(12) R. P erpiñá G rau. Memorándum sobre la política del carbón. Valen­
cia, 1935, pág. 73.
(13) R.I.M.A., núm. 253, 16 octubre 1925, pág. 324.
(14) R.I.M.A., núm. 263, 1 abril 1926, pág. 134.
(15) R. Perpiñá. op. cit., pág. 63.
(16) Ibíd., pág. 20.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
6 09
mismo, en el artículo 5.°, se señalaba que la Marina de Guerra ha­
bría de emplear en sus arsenales y demás servicios que lo permi­
tiesen carbón nacional únicamente. Y, en esa misma dirección, se
dan nuevos pasos al regularse el régimen de auxilios para favore­
cer la creación de industrias nuevas y desarrollo de las existentes
por R.D. de 30 de abril de 1924.
La inquietud patronal ante la supresión del régimen de primas,
y ante las medidas que adoptase el gobierno de la Dictadura, ha­
bían desatado, ya desde finales de 1923, un inusitado movimiento
de reuniones, informes, declaraciones, etc., dirigidas a influir las
decisiones de la nueva política económicas en ciernes y orientadas
a conseguir nuevas cotas de protección y nuevas medidas de favor,
entre las que ocupaba un lugar destacado, como se ha dicho, la pre­
tensión de extender y reforzar la obligatoriedad de consumo de los
carbones nacionales. Las tomas de postura de la APMA, las asam­
bleas de las Cámaras Mineras y de los Ayuntamientos Hulleros y
otros acontecimientos similares venían, en síntesis, a propugnar
una larga serie de peticiones del tipo de las entregadas al Directo­
rio por la Asamblea Hullera Nacional celebrada en mayo de 1924.
Defensas arancelarias, exenciones fiscales, crediticias y de aprovi­
sionamiento componían el «modesto» bagaje de protecciones recla­
madas por los hulleros. Un proteccionismo converso al libre cam­
bio, curiosamente, en cuanto se relacionaba con sus necesidades
de abastecimiento, como ocurría, por ejemplo, con el caso de la
madera.
Un acontecimiento de gran importancia tiene lugar en 1925. Se
trata de la Conferencia Nacional de la Minería convocada por el
gobierno que reúne, en febrero del citado año, a una nutrida re­
presentación de entidades hulleras con un ambicioso programa.
En el apartado 3.°: «Carbones minerales: Examen de su situación
y disposiciones que procedería adoptar para mejorarla», la Liga
Vizcaína de productores, tras una breve reseña de la historia re­
ciente del sector (en la que hace hincapié en: la crítica situación
de los años 1921 y 22 en que llegaron a acumularse unas existen­
cias de 400.000 tns.; en la inoperatividad, en su criterio, del esta­
blecimiento del arancel de importación, al concertarse el Tratado
de Comercio con Inglaterra; y en la evolución de rendimientos y
jornales), propone la acción del Estado, que debe ir resueltamen­
te al fomento del sector, y propugna medidas que tiendan a dismi­
nuir el precio del carbón nacional como forma eficaz de aumentar
el consumo, que se concretan en exenciones impositivas, estableci­
miento de la jornada efectiva de siete horas, preferencia al consu­
610
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
mo del carbón nacional, y protección y fomento de esa industria.
La Cía. Minera de Sierra Menera apoya las conclusiones aproba­
das por la Asamblea Hullera Nacional en mayo de 1924, aunque
no cree que esas medidas basten por sí solas para resolver defini­
tivamente los problemas del sector, «pues el problema de los com­
bustibles españoles es más de utilización que de producción y con­
sumo» (17), y por ello cree necesario el establecimiento de una or­
ganización de amplios fines, entre otros, la creación de una central
de ventas que repartiese la producción y venta entre las distintas
sociedades, al modo que lo hace la Central Siderúrgica. También la
Cámara Minera de Asturias se adhiere a lo acordado en la Asam­
blea Hullera Nacional, repitiendo la necesidad de protección y de
garantía del consumo nacional. Y, en conjunto, se expresan en térmios muy parecidos la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya, el Ayuntamiento de Langreo, la Asociación de Ingenieros de
Minas y el Fomento del Trabajo Nacional.
Con ligeras diferencias en aspectos secundarios, ahí está consti­
tuido todo un frente cuyo acuerdo básico se centra en la opción
proteccionista. La Cámara de Industria de Barcelona señala, en es­
ta misma conferencia, que «es conveniente no sacrificar vitales irtereses económicos de la Nación» (18), para lo que se requiere el
conjunto de medidas que se proponen como conclusiones. Entre
las relativas a los carbones minerales cabe destacar las siguientes
(19):
a) Mayor protección arancelaria, y en tanto no pueda modifi­
carse el derecho vigente, establecimiento de una limitación a la im­
portación, o una compensación a los productores de carbón nacio­
nal equivalente a los derechos arancelarios que devenguen las can­
tidades de carbón importado por encima de las 750.000 toneladas
del Tratado Angloespañol.
b) Medidas para asegurar el consumo de carbón nacional:
Efectividad en el cumplimiento de la Ley de Protección a las indus­
trias nacionales, adquisición por la Marina de carbón nacional, de­
rogación de la R.O. de 6 de noviembre de 1921 autorizando a los
vapores pesqueros para consumir carbón extranjero sin pago de
derechos, revisión de las concesiones de depósitos flotantes, etc.
c) Medidas para abaratar la producción: Efectividad de la jor­
nada minera, para igualarla a la de otros países; mecanización de
(17) R.I.M.A., núm. 241, 1 mayo 1925, pág. 163.
(18) R.I.M.A., núm. 245, 1 junio 1925, pág. 218.
(19) R.I.M.A., núm. 247, 1 agosto 1925, pág. 257.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
611
los servicios (mediante auxilios del Estado); facilidad y economía
en los transportes, restableciendo tarifas especiales, reducidas y
diferenciales para los carbones nacionales; exenciones o reduciones impositivas y auxilios por parte del Estado.
Toda esta serie de peticiones ponen claramente de manifiesto
los grados que se han avanzado en las demandas de protección. Ya
no basta la defensa arancelaria ni los subsidios, y por ello se aña­
den nuevas reivindicaciones, entre las que ocupa un lugar central
la obligatoriedad del consumo, apuntando hacia la pretensión de
reserva del mercado nacional y al recurso de una mayor interven­
ción estatal que no tardará en reclamarse abiertamente.
En el mismo sentido se pronuncia, también, el informe emitido
por la Hullera Nacional en 1925 (20). Este comienza por plantear­
se como pregunta central la de si a España le interesa tener una
producción hullera capaz de satisfacer sus necesidades, o es pre­
ferible abandonar su explotación. Y, como siempre que se preten­
de justificar su mantenimiento, las respuestas invocan el supre­
mo interés de la independencia nacional, para referirse, a conti­
nuación, a los dramáticos efectos que la desaparición de esta ac­
tividad ocasionaría sobre el empleo y la economía de una región:
Asturias. Los argumentos, pues, no son nuevos. Como tampoco
son nuevas las tendencias que los informan. España cuenta con
una producción hullera suficiente para cubrir todo su consumo
—sería el argumento central— si el gobierno instrumentase una
política coherente con tal fin. Pero el gobierno, los gobiernos has­
ta ahora, titubean y se muestran contradictorios, acusan los patro­
nos hulleros. Lo relevante, ésta es su principal arma, es la respues­
ta a la primera pregunta planteada. Si se considera que la indus­
tria hullera nacional debe subsistir, en función de altos intereses
no exclusivamente económicos, hay que apoyarla sin reservas v
sin escatimar medidas de protección, pues no es ya un problema
de régimen industrial, sino de gobierno o de política general. Lo
que con ello se está pretendiendo es, mediante las razones apunta­
das, colocar al sector en una situación de privilegio que justifique
(20)
Hullera Nacional. El problema del carbón. Madrid, 1925. La Hullera
Nacional es una entidad reorganizada desde 1925, que agrupa a la mayor par­
te de los productores españoles de hulla, concebida como un organismo de
presión fundamentalmente, y a cuyo frente figuran el Marqués de Comillas
como presidente, Matías Ibrán como director y Juan Díaz Caneja como secre­
tario de una Junta Directiva en la que, en representación de Asturias figuran
Valentín Ruiz Senén, el Conde de Mieres y el Conde de Santa Bárbara de Lugones.
612
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
toda serie de medidas discriminatorias en su favor; y, por otro la­
do, se está tratando, al mismo tiempo, de desplazar el ámbito de
responsabilidad hacia el gobierno, en primer lugar. Al esfuerzo
realizado por el estamento patronal, a través de importantes in­
versiones en mecanización y perfeccionamiento de las explotacio­
nes, que destila un perceptible tufo a justificación frente a las acu­
saciones generalizadas de desidia, ha de «unirse forzosamente la
actuación gubernamental con medidas de Gobierno y con un ré­
gimen francamente protector, decididamente protector» (21), se
concluye como reproche.
La cerrada defensa patronal aún continúa en dos aspectos más.
La mala imagen de la industria hullera, forjada en los años de gue­
rra, que hace creer que «explotar una mina equivale a tener una fá­
brica de moneda» (22), es pura leyenda. La verdadera bestia ne­
gra de la época habría sido el colectivo de intermediarios. Produc­
tores y consumidores las víctimas de su expolio. Y el otro villano
de la trama de la guerra aquel productor que supo «abrir un pozo,
o un agujero, y, sin más labor, vender carbón y ser considerado co­
mo minero» (23). Los perjudicados, en defintiva, por el despresti­
gio del sector, aquellos empresarios y empresas que invirtieron, en
parte importantísima, los beneficios de la guerra, en la estimación
patronal.
Y el otro punto en el que el estudio de la Hullera Nacional ha­
ce hincapié es en el rechazo a las acusaciones de falta de calidad
de los carbones nacionales para determinados usos, utilizada fre­
cuentemente como una de las razones para oponerse al consumo
obligatorio y para avalar la necesidad de importaciones de carbón
extranjero.
El capítulo de medidas propugnadas por la Hullera Nacional,
finalmente, viene a reiterar, como un eslabón más de la ofensiva
desatada, la filosofía y la amplia gama de peticiones formuladas
en los últimos tiempos, con insistencia, desde otras plataformas
patronales. En el orden de la producción se fija como objetivo el
abaratamiento del coste, a través, principalmente, de su partida
más importante, la mano de obra, intensificando su rendimiento,
bien por un mayor esfuerzo, bien mediante la prolongación de la
jornada, lo que, según sus cálculos, reduciría el coste hasta 29 pe­
setas (desde 34 pesetas en que está fijado). Asimismo se proclama
(21) R.I.M.A., núm. 249, 16 setiembre 1925, pág. 287.
(22) Ibíd.
(23) Ibíd., pág. 283.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
613
la necesidad de la mecanización para la que, aduciendo las limita­
ciones que imponen a su generalización las condiciones de los ya­
cimientos y el elevado coste que comporta, se requiere el auxilio
del Banco Industrial. La implantación de estos dos tipos de medi­
das, se dice, supondría una reducción del coste de unas 11 pesetas
por tonelada. En el orden de los transportes, que gravan el coste
final de la mercancía en un 26%, se propone el establecimiento de
tarifas especiales (sobre la base de las suprimidas), y que se man­
tengan, o a ser posible se aumenten, las actuales para los carbones
extranjeros. En cuanto al consumo, se exige el cumplimiento de los
preceptos de la Ley de protección a la industria nacional, que de­
terminan el consumo obligatorio de carbón nacional en algunos
servicios, y que se revise las concesiones de depósitos flotantes y
se prohiba a los vapores pesqueros consumir carbón extranjero. En
el orden arancelario se solicita la elevación, en su día, de los dere­
chos actuales, que se consideran insuficientes ya que no llegan a
cubrir las diferencias de precios entre el carbón inglés y el nacio­
nal; y, en tanto no puedan ser alterados por la vigencia del Trata­
do con Inglaterra, se pide el establecimiento de una limitación a la
importación, por encima de las 750.000 toneladas, o una compen­
sación a los productores nacionales equivalente a los derechos sa­
tisfechos por las importaciones que sobrepasen esa cifra. Además,
se solicita una prima para la exportación de carbones sobrantes.
Y con respecto a los impuestos, por fin, las miras se centran en la
supresión de los arbitrios locales que gravan el carbón y la made­
ra, y la revisión y unificación de todos los demás impuestos.
Las medidas orientadas a la obligatoriedad del consumo del car­
bón nacional reciben un nuevo impulso con la promulgación del
R.D. de 27 de febrero de 1926. Por este Decreto, quedaban obliga­
das al consumo las empresas ferroviarias, con una tolerancia sólo
del 15% las que formasen grandes expresos y del 10% el resto; las
fábricas metalúrgicas y de gas, en los porcentajes que ya venían ha­
ciéndolo; las de electricidad, azúcar, tejidos y cemento, con una to­
lerancia de consumo de carbón extranjero del 20% únicamente; la
Marina de guerra, que debía utilizar sólo combustible nacional, ex­
cepto en los buques de gran velocidad; y, de igual forma la Mari­
na mercante, a la que no se permitía abastecerse en los depósitos
flotantes.
La promulgación de esta nueva disposición legal es saludada
con júbilo por parte del elemento patronal, que ahora se congratu­
la de la «diligencia y preferente atención con que el Gobierno ha
estudiado la más rápida solución a este importante problema, tan
614
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
vital para la industria hullera asturiana. Pocas veces, en España,
los Poderes Públicos han examinado y resuelto con tan buena dis­
posición de ánimo, y haciéndose cargo tan rápidamente de la en­
traña de un asunto, como en la presente ocasión» (24). La Hullera
Nacional, por su parte, al pronunciarse en favor del Decreto seña­
la que «marca un propósito y orientación que hemos de agradecer
sinceramente porque revelan la preocupación que al gobierno de
S.M. merece nuestra industria» (25).
En medio del optimismo generalizado por el contenido del De­
creto, subsisten, sin embargo, algunas dudas acerca de su efectiva
aplicación bien patentes en el condicional de la declaración siguien­
te: «si el R.D. se lleva a la práctica sin tropiezos; si los producto­
res y consumidores ponen de su parte lo necesario para no romper
la buena armonía que entre ellos debe reinar, y si el Gobierno or­
dena la vigilancia necesaria para evitar el posible contrabando en
el litoral, es indudable que el problema del carbón en España pue­
de entrar en un período de franco y tranquilo desenvolvimiento, del
que tan necesitado se halla la industria hullera» (26). El mismo te­
mor subyace en las palabras de Aniceto Sela dando las gracias, en
nombre de la APMA y de la Cámara Minera, a la Comisión Ejecu­
tiva desplazada a Madrid: «a mi juicio dicha disposición represen­
ta un gran paso dado; el único paso que por ahora podía darse pa­
ra ir a la solución definitiva del conflicto del carbón. Las aspira­
ciones de Asturias no se concretaban sólo a pedir que las indus­
trias protegidas por el Estado consumieran carbón nacional. Se
hacen otras peticiones más; pero éstas constituyen en conjunto un
programa máximum como aspiración, el cual se irá consiguiendo
con pasos como el que se acaba de dar ahora» (27). El inconvenien­
te lo ve en que «en el párrafo segundo del artículo sexto se dice
que cuando los carbones que se pidan no reúnan las condiciones
necesarias, podrán ser sustituidos por otros análogos, y si no los
hubiera podrán traerse de Inglaterra. Esto es un portillo que se de­
ja abierto que podrá facilitar la importación del carbón inglés»
(28), teniendo en cuenta que la práctica de las industrias, frente a
disposiciones de este tipo, ha consistido en burlas en cuanto se les
presentaba la ocasión.
(24)
(25)
(26)
(27)
(28)
R.I.M.A., núm. 260, 1 mazro 1926, pág. 72.
R.I.M.A., núm. 261, 16 marzo 1926, pág. 94.
R.I.M.A., núm. 260, 1 marzo 1926, pág. 72.
R.I.M.A., núm. 262, 1 abril 1926, pág. 103.
R.I.M.A., núm. 262, 1 abril 1926, pág. 103.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
615
A la altura del mes de junio, en cambio, la euforia parece haber
pasado y el panorama se vuelve muy distinto. En un escrito de res­
puesta al artículo de Llaneza en «El Sol» (29) sobre los resultados
de la Mina de San Vicente, la Hullera Nacional expone que: «las
'minas asturianas, aún añadiendo a su precio de venta el importe
de la prima (1725 pesetas por tonelada como promedio) y el del
subsidio (0,75 pts./tn.), han podido solo penosamente vencer sus
obligaciones, continuando su situación financiera en condiciones
muy críticas, agravadas por el retraso con que el pago de dichas
primas viene haciéndose (...). El Real Decreto de 27 de febrero úl­
timo, que fue durante algún tiempo esperanza de remedio de la in­
dustria hullera, no ha surtido hasta ahora ningún efecto favorable;
los consumidores se niegan y resisten a cumplirlo» (30), confirman­
do los temores adelantados.
En todo caso, la huelga minera inglesa salva la situación de
1926, al provocar en Asturias un rápido e intenso aumento de la
demanda, no sólo del mercado nacional, sino también de Italia,
Portugal y Francia, que, incluso, se hace difícil satisfacer, por la
escasez de transportes, y provoca movimientos especulativos en los
precios, saltándose la normativa establecida por el R.D. de febrero,
a los que con toda celeridad las empresas se declaran ajenas.
La coyuntura sufre un cambio radical en 1927, al terminar la
prolongada huelga inglesa, que coincide con la baja de la libra y
del cambio del oro que reducen la protección arancelaria. Al lle­
gar el mes de abril ya salen de nuevo a la palestra los patronos, es­
poleados por esas circunstancias, para, en sus palabras, «evitar lo
que ya es inevitable: el derrumbamiento de la industria hullera
en un corto plazo» (31). El mecanismo que se repite es ya harto co­
nocido: son sólo los períodos en que actúa alguna circunstancia
excepcional sobre Inglaterra, los que permiten un cierto respiro a
la industria asturiana. En cuanto cesan esas causas aparece la cri­
sis y se alzan las voces iracundas de los patronos demandando nue­
vos apoyos y niveles de protección.
En el momento presente ello plantea, otra vez, la falta de pedi­
dos y acumulación de stocks en las minas asturianas, y se pide,
desde las plataformas empresariales, la revisión de la jornada de
trabajo y la arancelaria (legalmente prevista para 1928) «conside­
rando siempre la implantación de un derecho arancelario justo, pro(29) Recogido en R.I.M.A., núm. 267, 16 junio 1926, págs. 1187-189.
(30) Ibíd., pág. 189.
(31) R.I.M.A., núm. 287, 16 abril 1927, pág. 125.
616
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
porcionado y suficiente como la única solución práctica y eficaz
al problema hullero nacional» (32).
Pero el motivo último de la inquietud y presión patronal de es­
tos momentos, la petición concreta que se hace, se cifra en la ca­
ducidad del R.D. de 27 de febrero de 1926, y en la prórroga que se
solicita. Y no sólo desde la parte patronal, sino también desde la
obrera.
El Congreso del Sindicato Minero, que tiene lugar en Oviedo el
16 de abril de 1927, dada la gravedad del momento, dedica toda su
atención al estudio de la crisis hullera, adhiriéndose a esas propues­
tas. En las conclusiones del Congreso se habla de la «extremada
gravedad, jamás imaginada, en que se halla nuestra industria» (33)
por el creciente aumento de importación de carbón extranjero, que
rebasa las trescientas mil toneladas mensuales, y ante el peligro
inminente de una paralización casi segura y absoluta de nuestras
minas, si por parte del gobierno no se ponen urgentes y eficaces
medidas, y se propoe el «obligar a todas las industrias protegidas
por el Estado a consumir sólo carbón de producción nacional» (34).
Como resultado de estas reiteradas presiones se logra arrancar
del gobierno el R.D. de 23 de abril de 1927, que prorroga de hecho
la vigencia del de 27 de febrero del año anterior en los aspectos
relativos al consumo obligatorio de carbón nacional. Cabría concluir
diciendo, con la voz discordante en medio del coro proteccionis­
ta del catedrático de Química Benito A. Buylla, en la inauguración
del curso 1927-28 de la Universidad de Oviedo, «si el horror a la
competencia no es el principal estímulo que empuja a nuestros mi­
neros, patronos y trabajadores unidos, a solicitar, con inusitada ur­
gencia, el apoyo de rigor (...) ese es el sello de baldón de nuestra
actividad» (35), en lugar de acometer «la operación valiente y defi­
nitiva para mantener viva esta industria, con la urgencia que im­
pone un abandono de docenas de lustros (...) Aunque no se me es­
capan razones en pro de la solución inmediata pasajera y protec­
cionista, ya que interviene ahora el factor hombre, que crea un po­
co de corazón tierno en la frígida indiferencia del Poder público
ante la eterna lucha entre el capital y el trabajo; hay, al parecer,
(32)
(33)
(34)
(35)
Jbíd.
R.I.M.A., núm. 288, 1 mayo 1927, pág. 137.
R.I.M.A., núm. 299, 16 octubre 1927, pág. 307.
Ibfd.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
617
una lucha puramente romántica, pero también este nuevo factor
puede transformarse en un ingenioso resorte patronal para decidir
la ayuda efectiva del Estado a su favor» (36).
3.—EL
INTERVENCIONISMO ESTATAL.
El gobierno, por su parte, a fin de contar con la información
precisa para decidir su política hullera y para sentar las bases de
una nueva ordenación del sector, había nombrado, por R.O. de 14
de marzo de 1924, una Comisión Técnica (37) encargada de realizar
un informe sobre la situación hullera de Asturias, que rinde sus
frutos en el Dictamen Oficial sobre la industria hullera en Asturias,
publicado en 1926, y que constituye el más exhaustivo y documen­
tado estudio de todos los realizados en la época. La filosofía y re­
comendaciones desprendidas del Dictamen se condensaban en dos
principios: la creación de un organismo, el Consejo Nacional de
Combustible y la intervención del Estado que «no deberá en lo su­
cesivo limitarse a protecciones contingentes que actúen como sim­
ple sedante en los momentos en que se agudice el mal. Si el Estado
de veras quiere atender a la salvación de la industria, ha de ejer­
cer una acción sostenida y constante, no fragmentaria y transito­
ria, que esté en todo instante solícita a sus necesidades y pronta a
acudir hasta donde sea preciso, pensando que cada día tiene su
problema y cada medida de protección que se intente, su momento
exacto de aplicación» (38).
La posición mantenida por el Dictamen Oficial, que a la postre
había de resultar decisiva, propiciaba, como se ha dicho, la inter­
vención del Estado en el sector a través de un organismo que se
crea por R.D. de 26 de enero de 1926 con el nombre de Consejo Na­
cional de Combustibles. Desde su nacimiento se le asignan las fun­
ciones de «estatuir las normas generales en que habrá de orientar­
se la gestión de Gobierno referente a los combustibles y los pre­
ceptos a que han de sujetarse las empresas en el ejercicio de los
derechos y obligaciones que les correspondan dentro del régimen
que se establece» (39), con amplias atribuciones para proponer al
(36)
(37)
tigas.
(38)
pág. 37.
(39)
Ibíd.
Compuesta por Miguel de Aldecoa, Antonio Camacho, José A. de Ar­
Dictamen Oficia l sobre la industria hullera asturiana. Madrid, 1926,
Ibíd., págs. 295-296.
618
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
gobierno la estructuración y agrupamiento hullero y, lo que mo­
lestaba más al estamento patronal, sobre el ordenamiento del mer­
cado de combustibles. «La alarma del elemento patronal fue tan
grande que provocó su retirada de la Comisión (de Combustibles).
Esta actitud (...) tenía su fundamento en una natural repugnancia
por parte de los patronos a ceder sus iniciativas a un organismo
superior, en el que ya se dibujaba la escasa intervención que ha­
bían de tener (...) Sin embargo, el criterio de que no habría pro­
tección sin intervención se mantuvo firme en contra de la protes­
ta de los patronos hulleros (...) y el proyecto del Consejo Nacional
de Combustibles fue aprobado (...) si bien, procurando limitar as­
perezas, se definió vagamente su objeto como el de «planear y prac­
ticar la defensa de nuestra industria» (40), sintetizaba Herrero Garralda.
Las medidas como el citado R.D. de 27 de febrero de 1926 y su
prórroga en abril de 1927, pese a su enorme trascendencia para la
marcha de los intereses hulleros, no dejaban de interpretarse co­
mo un simple «compás de espera», un «auxilio ortopédico», o un
«balón de oxígeno» —según los calificativos de la Semana Finan­
ciera— (41), en tanto se procedería a estudiar, por el Consejo Na­
cional de Combustibles, un Estatuto de nuevo régimen de explota­
ción carbonera.
El 6 de agosto de 1927, finalmente, aparece promulgado en for­
ma de Real Decreto el esperado Estatuto Hullero, instrumento le­
gal del mayor interés y trascendencia ya que cambia de manera
fundamental el ordenamiento minero, sentando unas nuevas bases
para su funcionamiento e institucionalizando la plena interven­
ción estatal; sin embargo, desde 1927, esa intervención toma carác­
ter de pleno control de la economía carbonera, y este control adop­
ta la característica de sustento, de amamantamiento a través y por
medio del Estado, de la industria carbonífera a costa directa de
las industrias consumidoras de carbón, y en último término, a cos­
ta de la economía del país» (42).
El Estatuto Hullero suponía, en efecto, la implantación de to­
do un nuevo régimen de desenvolvimiento de la industria carbo­
nera, proponiendo, como se declara desde la base primera, la in­
tervención estatal «en las explotaciones de carbón mineral en bien
(40) I. H e r r e r o G a r r a ld a . La política del carbón en España. Madrid, 1944,
pág. 142.
(41) Recogido en R.I.M., núm. 285, 16 marzo 1927, pág. 92.
(42) R. P erpiñá. op. cit., pág. 75.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
6 19
de la economía del país, para auxiliar a las que por sí solas no pue­
den realizar los gastos que el desarrollo de una económica explo­
tación requiere, y principalmente con objeto de asegurar el consu­
mo nacional de carbones para la producción carbonera española
mediante la justa acomodación de la capacidad productora de las
minas y la absorbente del mercado; de modo que (...) se pueda es­
perar para el porvenir un franco y favorable desarrollo de la pro­
ducción nacional de carbón que la permita vivir en un régimen de
libre competencia, o a lo menos, sin la protección especial del Es­
tado que en estas disposiciones se establece» (43).
Por fin, pues, y al menos al nivel de las intenciones, se trataba
de superar la transitoriedad de las medidas precedentes, implan­
tando un ordenamiento estable del sector capaz de hacer posible la
resolución de sus problemas tradicionales todavía vigentes. Para
ello, el Estatuto Hullero se marcaba unos objetivos concretos: el
mejor aprovechamiento de los yacimientos, el máximo rendimien­
to de las explotaciones, la adecuada clasificación de los productos
y la regulación de la distribución, consumo y precio de los carbo­
nes, atendiendo a los intereses de productores y consumidores (44);
disponía una larga serie de medidas, a través de todo su extenso
articulado; y encomendaba la aplicación de la nueva normativa al
Consejo Nacional de Combustibles, que transformaba su anterior
función consultiva en parcialmente ejecutiva, y que veía generosa­
mente ampliadas sus facultades en la Base décima del R.D. La se­
rie de medidas dispuestas, «los medios con que se contaba para
conseguir estos fines pueden caer, a nuestro parecer, bajo una cla­
sificación de dos términos: aquellos medios que consistían en auxi­
liar económicamente a las empresas, y cuyo abolengo habremos
de buscar en las leyes de protección a la industria de 1907 y 1924,
y en la creación del Consorcio de 1917, y aquellos otros consisten­
tes en reformar ventajosamente la existente estructura de la in­
dustria hullera» (45).
En cuanto a las medidas del primer tiempo, esto es las de auxi­
lio, iban orientadas a facilitar la mejora de la explotación, instala­
ciones, servicios de reparación, carga y transporte, servicios sociáles y comerciales (46), por parte de las empresas, y preveían una
(43) R.D. 6 de agosto de 1927. Base Primera. Recogido en R.I.M.A., núme­
ro 296, 1 septiembre 1927, pág 259.
(44) Ibíd. Base Primera.
(45) I. H e r r e r o G ar r a ld a . op. cit., pág. 148.
(46) R.D. 6 agosto 1927. Base Primera.
620
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
serie de ayudas variables según la inclusión de éstas en cada uno
de los grupos que se establecían, A y B. Las empresas agrupadas
en la categoría B gozarían de préstamos con garantía del carbón en
venta y de una serie de auxilios indirectos consistentes en: exen­
ciones tributarias respecto a Derechos Reales, timbre de escritu­
ras, impuestos municipales y del 3% sobre el producto bruto, re­
ducción de tarifas ferroviarias, compensación por importaciones,
primas a la exportación y facilidades para la tramitación de con­
cesiones y el embarque en los puertos (47). Las del grupo A disfru­
taban, asimismo, de todos éstos, más otra serie de auxilios direc­
tos, exclusivos para ellas, consistentes en anticipos del Etado para
mejorar las instalaciones y explotaciones o poner en marcha otras
nuevas (48).
La intervención del Estado en las empresas «tratando de ser
proporcionada al grado de auxilio que cada una reciba» (49) va­
riaba según la clasificación por la que se hubiese optado, desde un
mínimo que exigía la uniformidad contable y el suministro de da­
tos estadísticos, hasta «la total intervención (...) en aquellas em­
presas que hayan recibido préstamos económicos que asimilen la
explotación a un régimen de consorcio del Estado y de los produc­
tores» (50).
Para satisfacer esos auxilios se creaba una Caja de Combusti­
bles, regulada por la Base cuarta, nutrida por diversos recursos,
entre otros: la asignación presupuestaria, emisión de deuda espe­
cial, derechos aduaneros del carbón importado y el importe de las
primas devengadas y no satisfechas hasta entonces.
En cuanto a las medidas de reestructuración, se alentaba la for­
mación de cotos y agrupación de explotaciones, que podría ser pro­
puesta también por el Consejo de Combustibles, para obtener un
mejor aprovechamiento y unos mayores rendimientos.
Lo más trascendental, sin embargo, estaba contenido en la Ba­
se sexta: régimen comercial, cuya inspiración remontaba sus ante­
cedentes a las recomendaciones del Dictamen Oficial, y en la que
se establecían las siguientes medidas. Primero se ordenaba la con­
fección, por el Consejo de Combustibles, de una clasificación cien­
tífica de los carbones. En segundo lugar, se regulaba el consumo
de carbón extranjero, mediante la determinación semestral de unos
(47)
(48)
(49)
(50)
Ibíd. Base Quinta.
Ibíd.
Ibíd. Base Undécima
Ibíd.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
621
coeficientes de tolerancia, por razones técnicas o económicas, al
carbón importado, por encima de las cuales todo el consumo ha­
bía de ser de procedencia nacional en los servicios e industrias del
Estado, las empresas que hayan tenido o tengan auxilios, las pro­
veedoras del mismo de corporaciones oficiales, las que acuden a
concursos oficiales y las concesionarias de servicios públicos y las
que tuviesen una protección arancelaria efectiva (51). Las empre­
sas sujetas al consumo obligatorio debían adquirir el carbón de las
acogidas al nuevo régimen hullero y éstas debían suministrárselo
con preferencia, pudiendo aumentar sus producciones respectivas,
pero no el cupo que tuviesen asignado en las industrias obligadas
sin la autorización del Consejo. En tercer lugar y también por el
Consejo de Combustibles, se fijarían semestralmente los precios
de los diferentes tipos de carbón de las sociedades acogidas al ré­
gimen. Y en cuarto lugar, la contratación y distribución del carbón
se llevaría a cabo bajo la dirección del Consejo Nacional de Com­
bustibles, a través de una oficina central que debería autorizar los
contratos entre productores y consumidores. «En ningún caso ni
por ningún concepto podrán las empresas concertar directamente
suministros de carbón a los consumidores ni a los intermediarios
ni almacenistas sin previa y expresa autorización de la oficina cen­
tral, o subcentral respectiva» (52).
Por último, el Consejo mediaría en los conflictos entre patro­
nos y obreros, proponiendo al gobierno las soluciones que estima­
se pertinentes, y fijaría los salarios «a base de un sumando fijo o
jornal mínimo, en relación con el precio de las subsistencias y los
jornales medios de la región, (...) y otro sumando variable con el
precio virtual medio del carbón extranjero en España y el prome­
dio del efecto útil por obrero» (53), y en la disposición transitoria
quinta se acuerda el aumento de la jornada de trabajo, en un tiem­
po aún por determinar, a partir del día primero de octubre.
La reacción patronal ante el Estatuto Hullero, que, como se hr
visto, supone todo un nuevo régimen de organización del sector
carbonero, viene condicionada por dos tipos de inquietudes.
De una parte, por las reticencias y el rechazo frente a lo que
consideran excesivo intervencionismo estatal, que quedará bien pa­
tente al comprobar que no se produce ninguna incorporación al
(51) Este último concepto venía a abarcar prácticamente a toda la indus­
tria española. I. H e r r e r o G a rralda . op. cit., pág. 151.
(52) R.D. 6 agosto 1927. Base sexta. Título IV.
(53) Ibíd. Base duodécima.
622
JUAN A. VAZQUEZ GARCIA
grupo A: «si duda fue la minuciosa intervención estatal subsiguien­
te a la concesión de auxilios económicos lo que retrajo a los indus­
triales de solicitar éstos, si bien es verdad, por otro lado, que las
condiciones de relativa prosperidad en que iba a entrar la indus­
tria la libraron de tener que acudir a estos socorros» (54); y sí, en
cambio, al régimen establecido en el grupo B, al que se produce
una adscripción casi unánime de las empresas, de forma «que para
el año 1929 se hallaban admitidas 102 empresas, representativas de
lo que bien se puede llamar la totalidad de la industria» (55).
En otro sentido, se temía por parte patronal la falta de efecti­
vidad de las medidas promulgadas en el Estatuto Hullero, especial­
mente en aquello que resultaba verdaderamente trascendente en
su óptica, el consumo obligatorio, siguiendo el camino de disposi­
ciones precedentes, convertidas en papel mojado por su reiterado
incumplimiento. Posteriores y sucesivas reglamentaciones que ven
la luz a lo largo de 1927 y 1928 van a ir desarrollando, concretando
y haciendo operativos algunos de los preceptos contenidos en el
Estatuto Hullero, disipando, de este modo, buena parte de las som­
bras de duda mostradas inicialmente.
Así la R.O. de 29 de septiembre de 1927 fijaba la duración de la
jornada en ocho horas, repercutiendo inmediatamente en la eleva­
ción de los rendimientos, que pasan de 758 a 878 kgs. de hulla la­
vada en el interior y de 514 a 582 en el exterior; el 7 de enero de
1928 aparece el Reglamento para la organización comercial y esta­
blecimiento de los Sindicatos previstos; y por R.D. de 14 de abril
del mismo año se crea la Dirección General de Minas y Combusti­
bles, de la que pasa a depender el Consejo Nacional de Combusti­
bles, a efectos de su inserción y coordinación en el Ministerio de
Fomento. Y en cuanto a la obligatoriedad de consumo de los carbo­
nes nacionales se dictan diversas normas, entre las que destacan:
el R.D. de 18 de abril de 1928, fijando los coeficientes de carbón
importado permitidos, que resultan ser: nulo para las fábricas de
gas concesionarias de servicios públicos, buques de pesca costeros,
Marina mercante de cabotaje, dependencias del Estado, de la pro­
vincia y del municipio y organismos oficiales (excepto la Marina
de guerra), así como los contratistas de servicios y obras públicas;
del 10% en las compañías de ferrocarriles concesionarias de ser­
vicios públicos (y del 15% en el caso de que éstas formasen gran­
des expresos); del 20% en fábricas de electricidad, azúcar, cemen(54) I. H e r r e r o
(55) Ibíd.
G a r r a ld a .
op.
c it., p ág.
153.
PROTECCIONISMO E INTERVENCION EN LA DICTADURA
623
tos, hilados, tejidos y tintorerías; del 50% en las fábricas metalúr­
gicas; y del 80% en los vapores pesqueros de altura; y el R.D. de
5 de julio de 1928 en el que, para garantizar el cumplimiento de la
obligación de consumo de carbón nacional, se facultaba al Minis­
tro de Fomento para decretar en los puertos que lo creyese oportu­
no la sindicación obligatoria de almacenistas e importadores de
carbón, bajo la inspección y vigilancia del Cosejo Nacional de Com­
bustibles.
«Todas estas medidas se conjugaron, bien felizmente por cierto,
con la inusitada actividad industrial que se produjo en España,
muy especialmente a partir del año 1926, como consecuencia del
mantenimiento del orden social y de una política de franco protec­
cionismo para la producción nacional. El aumento del consumo de
combustible que esta nueva actividad produjo en España, muy es­
pecialmente a partir del año 1926, como consecuencia de la obliga­
toriedad efectiva de su consumo en gran parte de la industria, y
gracias al gran ahorro que en su precio representaron la prolonga­
ción de la jornada, la supresión de las huelgas y la producción en
gran escala. Por las razones expuestas, los tres años que siguieron
a la promulgación del nuevo régimen fueron, sobre todo desde el
punto de vista de remuneración a las empresas hulleras, incompa­
rablemente mejores que los que mediaron entre la guerra y esta
reforma» (56).
La estabilidad y recuperación que sigue a la promulgación del
Estatuto Hullero tenía una base de apoyo fundamental, aparte de
las otras circunstancias reseñadas, en la efectiva y práctica aplica­
ción, conseguida quizás por primera vez, de las disposiciones con­
tenidas en aquella pieza legal.
El espejismo de un final feliz no podría, sin embargo, mante­
nerse por mucho tiempo. Al acecho, desde los primeros años trein­
ta, están nuevos y poderosos enemigos del carbón, reforzando a los
tradicionales, para llevar de nuevo a la industria hullera hacia la
crisis (57).
(56) Ibíd., pág. 156.
(57) Vid. J.A. V ázquez G a r c ía . “Crisis y conflicto hullero en Asturias. La
experiencia de la II República”. Investigaciones Económicas, núm. 18, mayoagosto 1982.
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE
DE CLARIN
L Â H ¿ G E N T A ,*
POR
NOEL M. VALIS (*)
INTRODUCCION.
Con frecuencia se ha hecho hincapié en la recepción negativa,
escandalizadora de la primera novela de Leopoldo Alas, ejemplo de
la cual se encuentra en la reacción furibunda de las gentes de Ovie­
do al aparecer los dos tomos en 1884, y 1885, reacción que llegó a
su punto culminante el 25 de abril de 1885 cuando el obispo de
Oviedo, fray Ramón Martínez Vigil, publicó una circular atacando
la inmoralidad de la novela clariniana (1). Juan Antonio Cabezas,
quien ha estudiado esta cuestión en detalle, observa, además> -que
cuando apareció el primer tomo de La Regenta, Alas «empezó á re­
cibir noticias de él. De sus amigos, hiperbólicos elogios y de sus
enemigos, que eran muchos más, gacetillas cargadas de venenosa
intención, más contra «Clarín» que contra la obra que no habían
leído. No tuvo entonces La Regenta un amigo de buena fe» (2).
Hoy en día quizá sea necesario modificar un tanto el juicio tájante de Cabezas respecto a esos «hiperbólicos elogios» de los crí­
(*) Noël M. Valis es Assistent Profesor of Spain en la Universidad de
Georgia (U.S.A.).
> '
(1) Véase J u a n A n t o n io C a b e z a s . Clarín, el provinciano universal (Ma­
drid: Espasa-Calpe, 1962), Cap. XIII, para una explicación del “escándalo
oficial”.
(2) C a b e z a s , p. 129.
626
NOEL M. VALIS
ticos proclarinianos. Hace falta, en fin, analizar precisamente el
contenido y las actitudes en las reseñas hechas por esos contempo­
ráneos de Clarín, ya que hoy, a los cien años de su publicación, se
considera a La Regenta la mejor novela española del siglo pasado:
¿es posible entonces hablar de una crítica exageradamente elogiosa
de una obra maestra como la primera novela de Clarín? ¿No es po­
sible que algunos de los contemporáneos de Alas —descartando a
tales como Galdós y Giner de los Ríos que se limitaron a alabar la
novela en cartas privadas— se hubieran dado cuenta del gran valor
de la obra clariniana?
Para restablecer cierto equilibrio entre las reacciones favora­
bles y desfavorables ante la aparición de La Regenta, es esencial
estudiar mucho más de lo que se ha hecho hasta el momento la
crítica decimonónica sobre Clarín y su novelística (3). Y es por eso
que he tomado esta ocasión para reproducir y comentar dos ejem­
plos de esa crítica pro-clariniana sobre La Regenta, que son los
análisis hechos por Antonio Lara y Pedrajafs] («Orlando») y Ja­
cinto Octavio Picón (4). Lo curioso de estos dos estudios —valiosos
sin duda— reside primero en el olvido (total, que yo sepa) de los
mismos por los críticos clarinianos del siglo veinte. Son dos críti­
cas bien hechas y, en el caso de Lara y Pedraja[s], en ciertos aspec­
tos se ofrece el embrión de varias tendencias críticas modernas an­
te La Regenta.
Del crítico Antonio Lara y Pedraja[s], cuyo pseudónimo fue
«Orlando», sabemos muy poco, ni siquiera si su nombre es por se­
guro Lara y Pedraja o Lara y Pedrajas, como lo apunta Cejador y
Frauca (5). Es sabido que escribió varios artículos en la prestigiosa
(3) P a r a e je m p lo s d e a lg u n o s e stu d io s so b re la c r ític a a n tic la r in ia n a , v é a ­
s e : W il l ia m B u l l , “C larín an d h is C r ítics”, Modem Language Forum, 35
(1950), 103-11; J o sé M aría M a r tín ez C achero , “U n a ta q u e a ’C la rín ’. S e is
a r tíc u lo s d e R a m ó n L e ó n M á in ez ”, Revista de la Universidad de Oviedo (L e­
tr a s), 11 (1950), 247-73; “L u is B o n a fo u x y Q u in tero , ’A r a m ís’, co n tra ’C la rín ’
(H isto r ia d e u n a e n e m ista d lite r a r ia )” , Revista de Literatura, 3 (1953), 99-111;
“ E l te m id o y o d ia d o ’C la rín ’. N o tic ia d e tr e s raro s y c u r io so s fo lle to s ”, ABC
(6 d ic ie m b r e 1959); R am ón E sq u er T o r r e s , “L a s lu c h a s d e l sig lo XIX- E l P .
B la n c o G a r cía y L e o p o ld o A la s ’C la rín ’”, Boletín de la Sociedad Castellonense
de Cultura, 38 (1962), 241-55; J ean -F r a nco is B o t r e l , “U ltim o s a ta q u e s d e B o ­
n a fo u x a ’C la rín ’” , Archivum, 18 (1968), 177-88.
(4) También merece releerse la reseña de J ero n im o V ida , “La Regenta,
de D Leopoldo Alas (Clarín)”, Boletín de la Institución Libre de Enseñanza,
Año IX, núm. 204 (1885), 246-48.
(5) J u l io C ejador y F r a uca , Historia de la lengua y literatura castellana,
t. 8-9 (Madrid: Gredos, 1973), pp. 413-14. El pseudónimo de Lara y Pedraja[s]
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
627
Revista de España (Madrid, 1868-1895) durante los años 1884 y 1887,
entre ellos un número de «Revistas literarias» (6). También parece
ser el autor de Don Antonio Cánovas del Castillo; estudio crítico
(Madrid: M. G. Hernández, 1901, 280 págs.). Y he encontrado en el
Ateneo de Madrid otro estudio suyo, Novelas españolas del año li­
terario (1883-84). Estudio crtico (Madrid: Est. tip. de El Correo,
1884, 73 págs.), que recoge varias «revistas literarias» suyas, publi­
cadas primero en La Revista de España, tomos 99 y 100 (7).
El estudio sobre La Regenta se encuentra igualmente en La Re­
vista de España: «Revista literaria. La Regenta, por D. Leopoldo
Alas» (tomo 106, 10 septiembre 1885, 123-43). De las dos reseñas re­
cogidas aquí es la más larga y la más sustanciosa, cargada de esa
simpatía y compenetración críticas, que el mismo Leopoldo Alas
señalará como enfoque meritorísimo en su estudio sobre Baudelaire (Mezclilla, 1889). Después de resumir la trama de La Regenta, un
recurso expositivo que casi todos los críticos de la época, incluso
Clarín, suelen hacer de ordinario, Lara y Pedrajafs] enfatiza en su
análisis fino y eficaz de los personajes de la obra clariniana la im­
portancia de las relaciones interpersonales y la solidaridad entre
las circunstancias y los motivos, que «se da a conocer mediante un
estudio psicológico, un estudio social y otro de costumbres, pero no
independiente ni preconcebidos, sino enlazados y nacidos espontá­
nea y naturalmente del movimieto y choque de las fuerzas varias
que se agitan en el seno de toda sociedad». Y luego, dice aún más
claramente que uno de los valores principales de La Regenta resi­
de precisamente en su unidad temática y estructural, «en la estre­
cha relación y mutua dependencia de las partes con el todo y de
éste con aquéllas». Será ésta una perspectiva crítica que desarrolla­
se nota en el Diccionario de seudónimos literarios españoles, con algunas ini­
ciales, por P.P. Rogers y F. A. Lapuente (Madrid: Gredos, 1977), p. 335.
(6) Ejemplos de algunos artículos de Lara y Pedraja[s] aparecidos en
La Revista de España: “Revista literaria.—La oratoria del Sr. Moret y su dis­
curso en la apertura del Ateneo”, 101 (1884), 304-15; “Una recepción y una
velada de Zorrilla en la Academia Española y en el Ateneo en honor de Víc­
tor Hugo”, 104 (1885), 431-41; “El último curso del Ateneo (1884-1885)”, 105
(1885), 135-43; y “Revista literaria. Tres novelas nuevas [José; Juan Vulgar
y La carnaza]”, 103 (1885), 459-70.
(7) Contiene estudios “Sobre el naturalismo en la novela” ; Pedro Sán­
chez, de P erf .d a ; La hijastra del amor, de P ic ó n ; El idilio de un enfermo, de
P alacio V a l d e s ; Orgía de hambre, de O rtega M u n il l a ; El periodista, de Ló­
pez B a g o ; La de Bringas y Tormento, de P erez G a l d o s ; y otras novelas.
628
NOEL M. VALIS
rá años más tarde el hispanista norteamericano, Frank Durand (8).
De modo semejante, Huberto Batis hará hincapié en el «todo or­
gánico indivisible: el de una realidad psicológica artística que só­
lo por artificio podríamos desmembrar» (9).
Otro aspecto crítico del estudio de Lara y Pedrajafs] consiste
en el enfoque psicológico que da al carácter de Ana Ozores al no­
tar que «en realidad, la Regenta no quiere pecar, no busca más que
simpatía, afecto, calor, porque todas estas cosas las ha presentido,
pero no las ha gustado y se ve de ellas ahora más que nunca nece­
sitada». Todo lo que anhela Ana es, según «Orlando», un modo de
llenar «el vacío que le atormenta». En este sentido, la Regenta, co­
mo Fermín de Pas, es un ser frustrado, ansioso de establecer con­
tacto con el evasivo misterio del amor: características que estudia­
rán Albert Brent, Sherman H. Eoff y Juan Ventura Agudiez, entre
otros, en nuestro día (10).
Lo que no parece entender muy bien Lara y Pedraja[s] del ca­
rácter de Ana es lo que califica él su «sonambulismo que constitu­
ye su estado permanente», un estado que hoy día (y aun en tiem­
pos de Charcot y Janet) se llamaría condición histérica. Sólo se ex­
plica en parte este sonambulismo’ o histeria, al señalar «Orlando»
el tremendo egoísmo de la Regenta, que lo refiere todo a sí misma
y que se concentra y se retrae dentro de sí misma, lo cual es, en
efecto, una característica de la personalidad histérica (aunque no
parezca interpretarlo así Lara y Pedraja[s] (11).
Otro punto central y relacionado a su visión de la unidad e in­
tensidad psicológica de la novela clariniana es el de destacar la
preminencia del mal en el universo de La Regenta, o como escribe
Lara y Pedrajafs]: «Ya hemos visto en ella [la novela] cómo las
leyes naturales, negadas o torcidas, producen un estado de cosas
(8) F r a n k D u r a n d , “Structural Unity in Leopoldo Ala’s La Regenta”, His­
panic Review, 31 (1963), 324-35.
(9) H u b e r t o B a t ís , “Introducción”, La Regenta (México: UNAM, 1960),
p. XXVII.
(10) A l b e r t B r e n t , Leopoldo Alas and La Regenta: A Study in Nine­
teenth Century Spanish Prose Fiction (C o lu m b ia : U n iv e r s ity o f M isso u ri S tu ­
dies, 1951); S h er m a n H. E o f f , “In Q u est o f a G od o f L o v e ”, The Modem Spa­
nish Novel (N.Y.: N.Y. U n iv e r s ity P re ss, 1961), pp. 51-84; y J u a n V e n t u r a
A g u d ie z , “E m m a B o v a r y -A n a d e O zo res o e l sím b o lo d e l a m o r ”, Romanic
Review, 54 (1963), 20-29.
(11) Para un análisis del histerismo de la Regenta, véase N oel M. V a l is ,
The Decadent Vision in Leopoldo Alas (Baton Rouge: Louisiana State Univer­
sity Press, en prensa [1981]), Cap. 2; y también, V a l is , “Leopoldo Alas y los
Goncourt: El alma neurótica”, Archivum, 27-28 (1977-78), 51-63.
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
629
anormal que origina la desdicha de las personas y se descubre tam­
bién, como en toda la novela moderna, que el mal es dueño de más
dominios que el bien en la sociedad humana». De esto hablará ma­
gistralmente Gonzalo Sobejano en la introducción a su reciente edi­
ción de La Regenta (12).
Para no prolongar estas páginas introductivas, me apresuro a
señalar aquí tres puntos más que menciona Lara y Pedraja[s],
aunque sin desarrollarlos en su estudio: 1) el uso clariniano del
análisis y de la síntesis; 2) la extensa cultura que revela Clarín en
su obra, y 3) el uso de las descripciones, especialmente la de un
día de lluvia en Vetusta y otra de la cocina de Vegallana (13). Por
esas intuiciones críticas respecto al gran mérito de La Regenta, no­
vela que no duda en llamar «la mejor de nuestra literatura contem­
poránea», Lara y Pedraja[s] bien vale la pena de conocerse hoy día
por los críticos clarinistas.
La segunda reseña recogida en estas páginas es de un contem­
poráneo y camarada de Clarín, Jacinto Octavio Picón (1852-1923),
escritor cuya merecida reputación de novelista ha empezado a reco­
brarse un tanto con la reedición de Dulce y sabrosa y otras tentati­
vas críticas a su favor (14). La reseña es una de las pocas sobre la
novela que hizo Picón, ya que normalmente negó hacer crítica so­
bre un género en que participó él y en la crítica del cual se le po­
dría acusar de parcial y subjetivo (15). Pero aquí, en la conclusión
de su artículo sobre La Regenta, Picón responde a ese punto, di­
ciendo que «otros podrán con mayor libertad elogiarle [a Clarín],
(12) G onzalo S o b e ja n o , “Leopoldo Alas, la novela naturalista y la imagi­
nación moral de La Regenta”, La Regenta, por L eopoldo A l as (Barcelona:
Noguer, 1976), pp. 11-52; y V a l is , The Decadent Vision in Leopoldo Alas.
(13) P o r e je m p lo : V idal P e ñ a , “C rítica id e o ló g ic a e n La Regenta" Astu­
rias Semanal, n ú m . 42 (27-12-69), 52-55; B r e n t , Leopoldo Alas and La Regen­
ta; G onzalo S o b e ja n o , “L e o p o ld o A la s, la n o v e la n a tu r a lista y la im a g in a c ió n
m o r a l d e La Regenta ”, p p. 37-38; y N oel M . V a l is , “T h e L a n d sc a p e o f th e
S o u l in C la rín an d B a u d e la ir e ” , Revue de Littérature Comparée, 54 (1980),
17-31.
(14) G o nzalo S o b e ja n o , ed ., Dulce y sa b ro sa , p o r J ac in to O ctavio P icó n
(M a d r id : C á ted r a , 1976), e n p a r ticu la r , la e x c e le n te in tr o d u c c ió n d e S o b e ja n o
(p p . 13-58); N e lly C l e m e s s y , “ Lázaro . L a p r im er a n o v e la d e J a c in to O cta v io
P ic ó n ”, Cuadernos Hispanoamericanos, n ú m . 319 (Ja n . 1977), 37-48; y N oel
M . V a l is , “U n a p r im er a b ib lio g r a fía d e y so b re J a c in to O c ta v io P ic ó n ” , Cua­
dernos Bibliográficos, 40 (1980), 171-209. H a y ta m b ié n u n a te s is d o c to r a l e n
p r ep a ra c ió n , p o r H a z e l G old (U n iv e r sid a d d e P e n n s y lv a n ia ); u n a r tíc u lo m ío
e n p r en sa , “J a c in to O c ta v io P ic ó n ’s Juan Vulgar : A n A ñ tic ip a tio n Of th e G en e r a tio n o f 1898”, Anales Galdosianos; y e n e ste m o m e n to e s to y tr a b a ja n d o
e n u n e stu d io so b r e la v id a y o b r a s d e P icó n .
630
NOEL M. VALIS
que al fin y al cabo soy su camarada. Pero quien me tache de par­
cial será injusto, pues como el soldado que ha visto batirse bien a
un compañero, me limito a decir: —'Ese es un valiente'.» (16).
Aunque la reseña de Picón es en su mayor parte descriptiva,
merecen destacarse dos puntos suyos respecto al valor artístico de
La Regenta: la indisputable originalidad de la novela; y la gran
unidad estética de la misma (y téngase en cuenta que sólo había
leído el primer tomo en ese momento). De su originalidad, dice
Picón: al leer La Regenta, «la odiosa palabra imitación no viene
para nada al pensamiento». Y de su estructura novelística: es una
novela «artísticamente planeada, tejida lenta y minuciosamente, a
semejanza de esos chales de la India en que lo cuidadoso de la la­
bor, hecha a menudo trozos, atrae primero las miradas y luego,
cuando la tela se desplega, muestra un solo dibujo al cual todas
las líneas secundarias se enlazan y todos los detalles obedecen co­
mo dispuestos armónicamente para dar realce a lo principal».
Como el estudio de Lara y Pedraja[s], el de Picón resuena no
de adulonas alabanzas, sino de un juicio bien pensado y sincero
frente a una auténtica obra maestra del siglo pasado.
N oel
M. V alis
(15) En el prólogo a la novela Angel caído, por M a r t in L o renzo C o ria
(Madrid: Escuela tip. del Hospicio, 1884 [2.a ed.]), Picón escribe: “Hace mu­
cho tiempo me he propuesto no intervenir en la crítica de un género que cul­
tivo” (p. VII).
(16) J a c in to O ctavio P ic ó n , “La Regenta. Novela de Leopoldo Alas (Cla­
rín)”, El Correo (Madrid), 15 marzo 1885. También de Picón hay una reseña
del folleto clariniano, Mis plagios, en El Correo (“Libros”, 6 mayo 1888). Exis­
te un artículo de Clarín sobre Picón, en el cual da su enhorabuena por su re­
cepción en la Real Academia Española (“Revista literaria”, Los Lunes de El
Imparcial, 16 julio 1900)
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
631
«Revista Literaria. La Regenta, por D. Leopoldo
Alas», [por] «Orlando» [Antonio Lara y Pedraja].
Revista de España 106 (10 septiembre 1885), 124-43.
De escasa estatura, pocas carnes, pelo rubio al crespo y conjun­
to vulgar, cualquiera que viese a D. Leopoldo Alas en la redacción
de un periódico lo tomaría por el noticiero, o a lo más por el zurcidor de la gacetilla; tan desprovisto se halla de eso que la genera­
lidad apellida prendas personales y que cree deben estar en armo­
nía con el talento de los hombres; pero que, por el contrario, pue­
de considerarse atributo casi exclusivo de las cabezas vacías. Bas­
ta oir al señor Alas en el Ateneo o leer cualquiera de sus escritos
para reconocerle una gran penetración de entendimiento y un ta­
lento vario que, ayudado por una cultura científica muy general y
escogida, le permite hacer críticas literarias, escribir libros sobre
asuntos de filosofía del derecho y artículos sobre política, ganarse
una cátedra de Economía y publicar de vez en cuando una novela.
Hay, sin embargo, en su talento una nota característica: la nota
satírica. Si se le contempla en un corro donde se habla de alguien
o se discute sobre algo, veráse en su fisonomía como aleteando un
epigrama, un pensamiento irónico; si se lee, cualquiera de sus es­
critos, se observa a cada paso una digresión, una alusión en que de
soslayo, como de pasada, se pone al descubierto una falta de la
doctrina, de la persona, o un defecto del escritor, mediante una
palabra o una frase ingeniosa, mordaz y punzante que, verdadera
en su sentido, intencionada siempre y profunda muchas veces, se
clava en la carne como un arpón, manteniendo abierta y sangran­
do la herida mientras subsiste aquél en quien hizo presa. Podrán
ser tachados sus ataques de otra cosa, pero no pecan de capricho­
sos o artificiales, ni acusan desconocimiento del asunto; antes bien
muchos de esos dichos agudos, ligeros a primera vista y destina­
dos al parecer a mortificar únicamente, envuelven una enseñanza
fruto de largos estudios, o condensan la idea que le merece una
escuela, o retrata un personaje o pone de relieve con gracia y do­
naire exquisito la ignorancia de un escritor. Y éste es el secreto del
terror que a muchos inspira y de los extragos que en las personas
y obras de algunos autores producen sus artículos de crítica. Con
frecuencia, si, la forma es ruda, insidiosa en las referencias que
hace a lo dicho por sus colegas y el ensañamiento tenaz contra al­
gunos autores, descubre la antipatía y malquerencia que siente ha­
cia ellos, haciéndole traspasar los límites en que debe encerrarse
la censura, así como en ocasiones el cariño que profesa a otros lo
632
NOEL M. VALIS
mantiene respecto de ellos en una benevolencia casi sistemática,
callando o atenuando sus defectos y dejando vislumbrar por eso
en sus juicios, tanto en uno como en otro caso, alguna sombra de
parcialidad. Poseído de su suficiencia, se revuelve a veces contra
los que opinan de distinto modo, declarando ex-cátedra acerca del
valor o la categoría de una obra, y calificando poco menos que de
entendimientos de cal y canto a los que otra cosa dijeren. Pero
cuando quiere sabe ser severo y respetuoso, siendo entonces reco­
nocido por amigos y adversarios como un verdadero crítico de vas­
ta instrucción, buen gusto y notable perspicacia, cuyos juicios de­
ben tenerse muy en cuenta. Bajo este aspecto principalmente era
conocido hasta ahora; pero desde hoy está llamado a crearse una
personalidad literaria que nadie había sospechado, si sigue por el
camino que acaba de inaugurar con La Regenta.
Por este nombre era conocida en Vetusta Ana Ozores, hija de
un descendiente de la noble casa de este apellido, militar, liberal
exaltado, que casó con una modista italiana y murió algunos años
más tarde que su esposa, dejando huérfana a Anita, a quien poco
después recogieron sus tías. Ya mujer, es elogiada por su discre­
ción y hermosura pero como no le sale ninguna buena proporción,
en concepto de las tías, éstas la casan con el magistrado D. Víctor
Quintanar, hombre de cuarenta y pico, a quien la joven sobrina
de las Ozores no quiere, aunque sí acepta de buena voluntad, por­
que le es en cierto modo simpático. Ascendido por este tiempo
D. Víctor, sale con su esposa para su destino, y al cabo de algunos
años vuelve de Regente a Vetusta, en donde se establece definiti­
vamente después de obtener su jubilación.
La imaginación soñadora de Ana, alimentada por la soledad y
abandono de su infancia y ayudada, desde su enlace con D. Víctor,
por la inquietud y excitación constante de su sistema nervioso, a
causa de la frialdad absoluta de su tálamo conyugal, la mantiene
asustada de sí misma, no porque en su conducta encuentre el más
leve motivo de reproche; sino por cierta sensación involuntaria,
pero agradable, que experimenta al ver y hablar con D. Alvaro Mesía, un buen mozo y hábil seductor de Vetusta. Deseosa de conte­
ner estos amagos de rebeldía de todo su ser contra la voz austera
del deber de esposa amante, busca amparo en su confesor; y si por
algún tiempo la sabiduría de éste logra abrir a su pensamiento y a
su fantasía nuevos horizontes que la distraen algún tanto y la apar­
tan de aquella.suave pendiente por donde empezaba a deslizarse,
bien pronto engañada por su aparente fortaleza y merced al tesón
y maestría de don Alvaro, vuelven las emociones alarmantes; el
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
633
confesor, que es un joven canónigo de aquella catedral, redobla
sus exhortaciones y hace esfuerzos supremos, porque se ha intere­
sado más que como sacerdote como hombre por la curación moral
de su hija de confesión, hacia la cual siente una pasión que en oca­
siones no puede dominar. En la Regenta produce esto que observa
en su padre espiritual, nuevos sobresaltos y congojas, y así va de
uno a otro lado hasta que una grave enfermedad y el concurso de
otras circunstancias la hacen cambiar de vida y favorecen la ten­
dencia hacia D. Alvaro, que al fin obtiene el premio de su laborio­
sidad y constancia, no sin que le cueste un buen susto, que si bien
es afortunado en el duelo a que D. Víctor le provoca, no era el hom­
bre para tales lances.
¿Es esto La Regenta? No: esto es un relato, descarnado de los
hechos principales, para que formen una idea del orden en que se
suceden, y del conjunto de la acción, aquellos que no hayan leído
el libro. Lo importante en La Regenta es ver qué sean los persona­
jes, cómo se relacionan entre sí, por qué se producen determina­
dos afectos, qué circunstancias exteriores influyen sobre ellos, có­
mo las palpitaciones de la vida general se sienten por todas partes
y en todos los individuos, engendrando una fuerte solidaridad en
las ideas y las costumbres; y todo esto se da a conocer mediante
un estudio psicológico, un estudio social y otro de costumbres, pe­
ro no independientes ni preconcebidos, sino enlazados y nacidos
espontánea y naturalmente del movimiento y choque de las fuerzas
varias que se agitan en el seno de toda sociedad.
Bajo el primer aspecto, logran fijar la atención desde el primer
instante Ana Ozores y D. Fermín De Pas, magistral de aquella ca­
tedral, no sólo porque ellos dan origen a la parte más sustancial de
la novela, sino porque entre ambos existen bastantes puntos de se­
mejanza. De sentimientos profundos uno y otro, su educación res­
pectiva y su buen talento los reprimen de modo que la ficticia tran­
quilidad y serenidad de su ánimo les hace aparecer ante el mundo
como seres de una sensibilidad casi inalterable, bien avenidos con
su suerte y dispuestos siempre a la benevolencia y la ternura. Co­
locados por azar de la fortuna en una situación violenta, ambos tra­
tan de buscar dentro de las leyes morales y sociales medios de sa­
tisfacer sus anhelos. Cree el uno que aquella hija de confesión, en
quien descubre un alma gemela de la suya y hacia la cual se sien­
te atraído con fuerza irresistible, puede ser amada por él en espíri­
tu y en verdad; ella cree hallar en la Divinidad el objeto adecuado
a las aficiones de amor que brotan de sus entrañas, y en el intér­
prete que Dios le depara un guía y una defensa segura contra los
634
NOEL M. VALIS
asaltos del pecado. Pero los dos se equivocan. Ni su naturaleza es
divina, sino humana, ni viven en la soledad, sino que el mundo los
rodea por todas partes, los acecha, los provoca y los asedia cuan­
do más tranquilos están, y aun en los momentos más inesperados.
Los hechos se lo hacen patente. El magistral no ha podido resistir
más; ha estallado haciendo una revelación de sus sentimientos a
la Regenta, y la aversión hacia su estado sacerdotal y el odio que
le inspira su rival, D. Alvaro, sacuden fuertemente sil ser, que se
irrita y protesta. Ana ha visto por primera vez un hombre en su
padre espiritual, y esto produce una revolución en sus ideas que
favorece más su comunión con el mundo que con la iglesia. La hu­
manidad reclama de ambos su derecho, tendiendo a restablecer el
equilibrio alterado por convencionalismo caprichoso de una socie­
dad infantil.
Vistos separadamente, el magistral se nos presenta como una
de las creaciones más notables de su género. No cabe, no, ir más
allá en el conocimiento de lo que es ese cura, que siendo tan cura
como el primero, es tan hombre como el que más y es luego pupilo
de su madre doña Paula, su tutora y curadora. Convencido de su
superioridad sobre los demás individuos del cabildo de Vetusta,
así como de su talento y voluntad firme, siente ambiciones legíti­
mas de dominar y subir, y lo va consiguiendo, pues no sólo dirige
y gobierna como dueño la diócesis y es temido del alto y bajo clero
por la recia condición de su carácter, sino que, merced a su habi­
lidad de diplomático, a su distinción natural y maneras discretas
e insinuantes, se va apoderando de Vetusta entera. A pesar de es­
to, como vive entre seres humanos, y los hombres, aun siendo su
temple, no están hechos de una pieza, los ataques más o menos fun­
dados de la maledicencia pública le producen contrariedades y
amarguras imposibles de disimular, y los atrevimientos insolentes
de sus inferiores le originan caídas, por donde descubre que está
formado de la arcilla común de todos los vivientes.
Da lástima verle sobrecogido de terror cuando, de pies tras las
vidrieras de su balcón, sufre la lluvia de insultos que D. Santos
Barinaga descarga sobre él desde la calle; y a pesar de ser quien
poco antes ha hecho enmudecer con su presencia a las dignidades
enemigas suyas del cabildo, que trocan ante él sus murmuraciones
en homenajes, desciende al nivel del vulgo en la audiencia que da
a Contracayes, cura de aldea, acusado de seducción, pues le aban­
dona el arte, pierde la serenidad, que nunca como entonces nece­
sitaba, y se descompone y vocifera, convirtiéndose en un energú­
meno, si bien pronto lo conoce y se arrepiente y disculpa, atribu­
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
635
yéndolo al estado de su ánimo. Pero así es, y así son los canónigos,
y los obispos y los papas; porque antes que el hábito sacerdotal
está en todos ellos el hombre.
De Pas, sin embargo, no es sólo un canónigo autoritario y am­
bicioso. Su influencia omnímoda sobre lo más granado de las fa­
milias que habitan la Encimada y la Colonia; las alabanzas que
oye a su paso por doquiera, y el haber hecho que resuene su nom­
bre y llegue su saber a los grandes centros de civilización, son para
él bien poca cosa desde que un acontecimiento nuevo sobreviene
en la marcha ordinaria de su vida: el encargo que recibe de llevar
a cabo la curación moral de Ana Ozores de Quintanar. A partir de
este instante, todas las potencias de su alma se consagran a este
fin. Su más persuasiva elocuencia, los mayores esfuerzos de su in­
genio y las palabras más dulces, las reserva para las conferencias
con aquella dama, que encuentra cada día má placer en comunicar
las dudas, el desasosiego y las comezones inexplicables de todo su
ser con un Padre tan sabio y que con tanta facilidad deshace y re­
suelve aquel laberinto inextricable de sus casos de conciencia, y
refresca su espíritu y le abre nuevos horizontes. No menos regoci­
jado él de verla postrada a sus plantas y bebiendo con delicia en
sus palabras el bálsamo que le consuela y fortifica, siente allá en
su interior una sensación grata, desconocida, que lo preocupa has­
ta el punto de no pensar en otra cosa que en Ana Ozores. En vano
pretende dar al sentimiento que en él ha despertado aquella peni­
tente el tinte piadoso, o a lo más el carácter de afecto puro que ins­
pira un alma débil a quien se desea salvar; porque poco a poco va
adquiriendo todos los atributos de una pasión vehemente, honrada
y noble, pero exclusivamente humana. En su casa, en la calle, en to­
das partes se le ve intranquilo; la menor contrariedad le irrita,
los celos le roen las entrañas, se reconoce rival de Mesía, está ena­
morado, sí, de la mujer de Quintanar. Joven, robusto, guapo, sim­
pático, con talento y corazón superiores a los de D. Alvaro, ¿por
qué él no ha de disputarle la Regenta? Entonces ve con claridad
sus dos personalidades de sacerdote y hombre, y siente el antago­
nismo que existe entre uno y otro. Mira la sotana como si fuese
una camisa de fuerza, y él, que ha hecho pedazos sobre las costi­
llas de un miliciano el fusil con que pretendía cerrarle el paso, no
se atreve a arrojarla de sí, pues si en un momento protesta contra
ella, vistiéndose su traje de montañés que lo restituye a condición
de hombre como todos, con derecho a manifestar sus sentimientos
sin rebozo y hasta a no ocultar sus debilidades, no tarda en arre­
pentirse de los proyectos de venganza que forja en un arrebato de
636
NOEL M. VALIS
ira, y vencido, se resigna de nuevo a envolverse en su aborrecido
traje talar.
¡Triste suerte la suya! El piensa, y siente y quiere como un
hombre y, sin embargo, está condenado a una mixtificación perpe­
tua, para vivir como sacerdote; la sociedad solicita su compañía,
lo agasaja, lo mima, pero bajo el concepto siempre de que es sólo
un curador de almas; se consume de amor, y la misma persona que
se lo inspira retrocede horrorizada ante su presencia, como si fue­
ra un monstruo, al ver en él algo más que un hermano del alma;
mientras él ve en la Regenta una criatura semi-divina, cuyas sonri­
sas y castas miradas no trocaría por un harem, su madre no la con­
sidera más que como una mujer mundana, y no viendo en su Fermo más que un pedazo de carne viva, le pone junto a sí otro, en
Teresina. Este desconocimiento unánime de lo que él es en reali­
dad, lo subleva, brama furioso contra los «veinte siglos» de religión
y de ceguera que han encadenado a la humanidad y a él, y en el
paroxismo de su furor, piensa en el crimen... Pero no; porque
muy pronto debe ir «a coro, a misa, a recibir a Dios». ¿Qué hacer?
Servirse de la lengua, de la hipocresía, de los medios de que dispo­
ne como clérigo, porque tiene que continuar siéndolo; y a esgrimir
estas armas se dirige a casa de D. Víctor. ¿Cómo estos magníficos
pasajes —y otros muchos, que sólo leyéndolos una y otra vez se
pueden apreciar en todo su valor— y en donde vemos desarrollar­
se por dentro en este canónigo una vida mucho más real y llena
que la que tiene lugar fuera, no ha de subyugarnos si sentimos,
con la fuerza que a la verdad sabe comunicar el arte, todo lo que
siente aquel hombre y de la manera que lo siente, porque sin de­
jar de ser un individuo, vemos en él a una clase entera y al ser hu­
mano en general?
Quién no siente, allá en su alma, algo de dolor que anuda la gar­
ganta y arrasa los ojos del magistral durante aquella escena mu­
da, que tiene lugar dentro de su pecho al sentir necesidad de amor
más íntimo que el de su madre, de un hogar, de una compañera
y recordar la tristeza y esterilidad de su pasado y su soledad pre­
sente? ¿Cómo no apreciar la verdad que enciera aquella transición
inmediata en que, casi avergonzado de aquel momento de debili­
dad, recobra su vigor de hombre fuerte y achaca aquella blandura
de corazón a una copa de licor que había bebido? ¿Y quién no ve
todo lo que había dentro del provisor, si se pone a éste al descu­
bierto en una sola pincelada cuando ya caída la Regenta, impulsa­
da por los remordimientos, torna a la iglesia en busca de su anti­
guo amigo y hermano, para implorar de él perdón y ayuda, y éste,
que desde su confesionario la ha visto y ha gozado interiormente
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
6 37
en su martirio se levanta, y después de negarse con un signo im­
perioso y seco a recibirla, se marcha lleno de irritación y de amar­
gura?
Luego, hay tal congruencia entre su carácter general y los di­
versos matices que reviste, por la influencia del temperamento, el
estado de su espíritu o las circunstancias que le rodean, que cuan­
do fijos en la nota predominante de su conducta pensamos que
está lejos de ejecutar ciertos hechos y de que se le ocurran deter­
minadas ideas, una vez que éstos sobrevienen y los meditamos,
hay que exclamar por fuerza: perfectamente, así debe ser. Esto
acontece el día en que, celoso en la quinta de Vegallana, al pensar
que D. Alvaro estará con la Regenta, ha marchado en su busca acom­
pañado de Petra, y encontrándose solo con ésta en medio del bos­
que y excitado por las zalamerías de la doncella que, melosa, le son­
ríe y acaricia con la mirada, da tregua por un momento a las cavi­
laciones que le atormentan, para acceder a la inmediata invitación
de la doméstica. Lo mismo se observa cuando, después que la Re­
genta le ha dicho en confesión que ha soñado con una persona, se
relame de gusto en el sillón del coro pensando si habrá sido él el
favorecido en la visión de Ana; y en aquel día en que, sin poder
contener el júbilo que le rebosa del cuerpo por la lectura de la car­
ta que le ha dirigido la esposa del ex-regente, atraviesa juguetón
como un colegial por entre los jardines del paseo, arrancando de
sus tallos los botones de las flores, que muerde y arroja hacia arri­
ba; y, por último, al verlo obediente y sumiso, convertido casi en
instrumento de su madre, no obstante que ante él tiemblan desde
el último cura de misa y olla hasta el obispo, y, a pesar de ser ^
nido por sus enemigos como un hombre de propósitos irrevoca­
bles y voluntad de hierro.
Es pues, el magistral, como estudio psicológico, la figura más
notable de esta obra; porque, además de lo expuesto, sus fuerzas
internas de gran empuje aquí, sostienen una lucha épica con el me­
dio exterior, que, si la sacude repetidamente y con violencia, no lo­
gra dar en tierra ni quebrantar su robusta personalidad.
Mayor importancia tiene, sin embargo, en la novela, Ana Ozores, como que a su alrededor giran los personajes y sucesos princi­
pales; mas a pesar del esfuerzo hecho por el autor y de los ricos
talentos y prolijo esmero empleados para modelarla, no la estima­
mos acreedora a tantos plácemes. Superior la Regenta al vulgo de
las mujeres, pero dominada por la exquisita sensibilidad que here­
dara de su padre e influida por una educación contrahecha y llena
de suspicacias debida a sus tías y por el recuerdo malhadado del
638
NOEL M. VALIS
hecho inocente de la barca de Trevol, convertido por la maledicen­
cia de sus allegados poco menos que en una mancha de su vida,
mantiénese sobresaltada por los halagos del mundo, a quien teme,
y por sensaciones y sentimientos que brotan espontáneamente de
su ser contra su voluntad misma. Su gran actividad psicofísica,
requería una persona que fuera objeto de ella y supiese darle dig­
no empleo; y como su Quintanar, aunque llamado por ministerio
de la ley a desempeñar esa misión, no es el designo por la natura­
leza, aquella fuerza sin destino origina sordas tempestades y con­
vulsiones extrañas en su seno, hasta que no pudiendo por más tiem­
po ser contenida, se manifiesta en dos corrientes, una de las cuales
la arrastra en dirección de una vida pura, espiritual, santa, que
tenga por fin la conquista del cielo, y la otra hacia la sociedad y
sus encantos para cumplir las leyes naturales viviendo la vida de
la tierra. De igual poder ambas tendencias, juegan con Ana Ozores, llevándola, ya al lado de D. Alvaro, ya al confesionario del ma­
gistral, pero engañándola siempre, porque creyendo ella que en
ningún caso habrá peligro para su honor, por hallarse bastante
despierto en su conciencia este sentimiento y no notar jamás en el
primero sino las más inocentes y corteses muestras del afecto del
amigo y del caballero, y en el segundo la solicitud y celo pastoral
más decidido para curar su alma y disipar sus dudas y aprensio­
nes, es lo cierto que por los dos lados el mundo le tiene puesto si­
tio en regla y ha de claudicar, pese a sus propósitos y a las inter­
pretaciones que da a todos sus actos, siempre favorables a su con­
ducta de esposa fiel y amante.
El proceso será lento y laborioso, como que hay que ir vencien­
do grandes resistencias; pero seguro en su término, porque no en
vano se violan ciertas leyes que en la naturaleza, como en la hu­
manidad, tienen un poder incontrastable. Nada importa que en cier­
tas ocasiones, asustada de sí misma y atraída por consejos y lec­
turas piadosas, se entregue a arrebatos místicos; poco después ex­
perimentará todo su ser satisfacciones y sensaciones dulcísimas de
otro orden que la pondrán al borde del abismo. Estos saltos brus­
cos de un extremo a otro no tienen otro fin que el desahogar su
corazón, cargado de pasiones y quimeras, ni son éstas otra cosa
en su esencia que el amor de hija, de esposa, de madre, que no tu­
vieron realidad en su tiempo, y ahora acumulados se desbordan,
siguiendo los únicos caminos que le ofrece la sociedad. En reali­
dad, la Regenta no quiere pecar, no busca más que simpatía, afec­
to, calor, porque todas estas cosas las ha presentido, pero no las ha
gustado, y se ve de ellas ahora más que nunca necesitada. Por eso
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
6 39
se contenta con llamar hermano del alma al magistral y hermano
también a Mesía; ambos llenan en parte el vacío que le atormenta.
Se equivoca, sin embargo, cuando cree que puede detenerse aquí;
porque ya puesta en la pendiente y sin obstáculos que vengan de
fuera, cae tan fatalmente como cae la piedra.
A no ser clérigo De Pas, habría usufructuado al fin el cariño de
doña Ana, porque bajo todos los aspectos era superior a D. Alvaro;
pero la convicción que aquella tenía de que el ministerio del hijo
de doña Paula era puramente divino, la apartaba de toda idea y to­
do trato que no fuera exclusivamente espiritual. En cambio en la
inclinación a D. Alvaro no había nada de sacrilego ni repugnante,
eran perfectamente correctos la distracción y el placer que sus ga­
lanterías y oficiosidades le proporcionaban, el mundo lo estimaba
así, y su mismo esposo era el que con la mayor naturalidad y buen
deseo estimulaba estas aproximaciones, sin la más remota sospe­
cha de que sufriera eclipse su honor por él tan decantado. La sen­
da, pues, estaba expedita por este lado, y no había más que dejar
al tiempo la terminación de la obra.
Todo esto está bien estudiado y llevado con gran pulso. Asom­
bra ver lo que ha sido menester ahondar y el cúmulo de datos que
ha sido preciso tener en cuenta para que tantas acciones y reaccio­
nes, tantos desmayos y alardes de fortaleza, tantas vacilaciones y
tantas resoluciones decisivas resulten plenamente explicadas y ca­
minando a un mismo fin. La justificación cumplida que el autor
ha querido dar a cada uno de los pasos de la Regenta le ha obliga­
do a presentarla varias veces casi en la misma situación de ánimo
y rodeada de las mismas circunstancias, lo cual ha servido sin du­
da de motivo a algunos para calificar de pesado el segundo tomo
de la novela especialmente. Sin negar nosotros que en algunos ca­
pítulos se insiste sobre lo mismo más de lo indispensable, en ge­
neral aquella apreciación es hija de la poca costumbre que existe
entre nosotros de leer libros de este género, serios, concienzudos,
cuyo interés no radica principalmente en hechos y escenas llenas
de luz y color, sino más adentro, en el corazón y en la médula del
individuo y de la sociedad, y los cuales demandan, por consiguien­
te, más atención a los que quieran gustar las bellezas que encie­
rran. Ana Ozores está muy lejos de ser una mujer atolondrada y
fácil de deslumbrar; su fondo recto y dispuesto al bien de un lado,
y su extraordinaria impresionabilidad de otro, la mantienen alerta
contra sus determinaciones; no mueve un pie sin que an+es pre­
ceda la reflexión. De aquí que, si bien se comprende desde el pri­
mer momento que habrá de sucumbir, también una vez que se la
640
NOEL M. VALIS
conoce se persuade el ánimo de que se trata poco menos que de
una obra de romanos. Con tales antecedentes, el lector la sigue sin
perderla de vista un instante, ávido de ver cómo, qué causas con­
tribuyen a que esta mujer, envidiada de todas por su conducta in­
tachable, que inspira un respeto tan profundo que raya en venera­
ción, que aun los más afortunados galanteadores consideran inco­
rruptible, de natural reservado y gustos delicados, que parece no
pensar más que en sí misma y en ponerse a cubierto He las ase­
chanzas del mal, sigue la suerte de otras que no poseen tan altas
cualidades, y para esto ha sido indispensable estudiarla minucio­
samente y no perder ninguna de sus impresiones.
De modo que, si no hubiera más fundamento para la censura
que este detenimiento y minuciosidad con que se exponen las evo­
luciones sucesivas del espíritu de la Regenta, podría considerárse­
la libre de ella. Pero hay en el modo general de ser y de vivir la úl­
tima descendiente de los Ozores algo que no podemos admitir fá­
cilmente, y es esa especie de sonambulismo que constituye su esta­
do permanente, que no lo explican, con ser verdaderos y estar con
tanto talento combinados y relacionados, ni la herencia fisiológica
acrecentada durante su infancia, ni la violenta posición en que la
coloca su matrimonio irregular con D. Víctor. Bueno que la pro­
pensión instintiva a referirlo todo a sí misma, por considerarse
centro a donde debe converger cuanto la rodea, y objeto único de
su vida, le haga olvidarse alguna vez de las intenciones más fáciles
de adivinar, de los móviles a que obedece la conducta de las perso­
nas, del carácter de las pasiones humanas; mas, por otra parte, su
trato con gentes de diversas clases, su permanencia en diferentes
puntos después de casada, su claro entendimiento, sus treinta años,
dan derecho a suponer que no desconoce lo que da de sí la vida, y
a exigir de ella menos sencillez, menos candor, interpretaciones y
juicios de los actos de aquellos sujetos con quien se comunicaba,
más en armonía con la verdad. Porque, ¿cómo creer que no adivi­
ne que De Pas gusta de verla y hablarla como hombre, cuando, en
esta clase de relaciones especialmente, toda mujer descubre con
una clarividencia admirable la clase de sentimientos que inspira,
no ya tratándose de un sacerdote que los deja traslucir, que alter­
na con mujeres en reuniones de sociedad, recibe bromas, y se lison­
jea de su robustez y fuerza física en competencia con los demás
hombres, sino aunque se tratara de un arcángel?
Pues bien: los más violentos choques con la realidad no la ha­
cen volver en sí: Ana, hasta que su padre espiritual no se lo mani­
fiesta en casa del Gran Constantino, no ve, no nota que ha desper­
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
641
tado en el magistral una pasión que nada tiene de divino, a pesar
del largo tiempo que hace que viene siendo su hija de confesión y
celebrando con él, fuera de la iglesia, conferencias en que se trata­
ban variedad de asuntos. Y aun después de aquella creencia, que
parece la convenció de que debajo del manteo latía un corazón de
varón fuerte, vuelve sobre su pensamiento y se empeña en que no,
en que aquello debe ser una suposición gratuita de ella, y continúa
firme en que es el hermano de su alma, y no obstante que los ru­
mores que circulan por Vetusta respecto de los escarceos del pro­
visor y de que ella tiene conocimiento, puesto que los califica de
calumnias, son advertencias que al menos deben descorrer algo
de venda de su s ojos. Pero aún más; la fama de Tenorio de que
D. Alvaro goza, y su inclinación hacia ella, acentuada de día en día,
no la hacen ver las miras de aquel hombre, lo considera inocente;
es otro hermano del alma. Parece que el Sr. Alas, seducido por las
mismas dificultades de esta creación, ha querido demostrar todo
lo que puede su talento, mas con perjuicio de ella, porque ha resul­
tado exagerada sin necesidad.
Además de la profundidad con que se ha hecho el estudio de
estas dos figuras, esta novela se distingue por las muchas y varia­
das que contiene de todas clases y categorías, y por lo bien traza­
das y moldeadas que están, sin excepción alguna. D. Víctor Quintanar es un niño que ha pasado a la edad madura sin perder el
candor infantil de los primeros años, aunque sí dejando atrás las
fuerzas corporales de su juventud. Apasionado del honor que los
dramas de Calderón le han pintado, y que han afirmado más y más
sus funciones de magistrado, goza en declamar todas las tiradas
de verso en que se lava con sangre la honra mancillada, como si
estas cosas sólo sucedieran en el teatro. A veces, para dar más co­
lor y entonación al papel, se coloca hipotéticamente en la condi­
ción de marido burlado, pero no cree jamás en la posibilidad de
que él pueda realmente encontrarse en semejante caso. Si así fue­
ra, se guardaría de hablar tanto del honor. Por eso se comprende
que, cuando sentado en un banco de su jardín esperando la hora
para su salida de caza, ve a D. Alvaro que, después de descolgarse
por el balcón del gabinete de la Regenta, trata de saltar la tapia, se
quede sin acción, apuntándole con la escopeta, pero sin resolución
ni coraje para disparar sobre el burlador de su honra. De la mis­
ma manera que no es sino un marido hipotético, es un trágico de
escenario. Sin embargo, como hombre de pundonor y caballero
sabe cumplir como bueno, batiéndose en duelo con Mesía. Y si c
tra toda justicia es él quien queda tendido en la arena y no es
642
NOEL M. VÁLIS
espada, como él quisiera, el arma de combate, sino unas pistolas
enmohecidas, ni recibe la bala que lo mata en parte más noble de
su cuerpo que la vejiga, cosa son éstas del mundo, que no es como
él lo pensaba, y en las que no tiene la menor culpa. No es, pues,
extraño que, a pesar de vivir en una constante equivocación y dan­
do tropezones sin cesar, D. Víctor sea siempre acreedor a nuestro
respeto.
Superior a todos los personajes que restan, y bajo muchos res­
pectos a los citados anteriormente, es doña Paula ,1a madre de don
Fermín. Imagínese el lector el coloso de Rodas, las pirámides de
Egipto, el Himalaya, algo en que se represente la fortaleza, la re­
sistencia, lo inconmovible, y ponga estos atributos en persona do­
tada de una ambición que corresponda a aquellas cualidades, y se
tendrá una vaga idea de esta mujer, que, a ser miembro de una di­
nastía de reyes, habría sido capaz de fundar y gobernar la monar­
quía universal. Basta verla en la boca de la mina, donde, para ob­
tener mayores rendimientos, ha colocado su cantina, y observar
cómo, al par que sufre las acometidas soeces de aquella gente de­
salmada, porque esto aumenta su peculio, cuida de tener apartado
de aquella inmundicia a su Fermín, a quien ha puesto a estudiar
latín con el cura de su lugar, y maquina con frío y seguro cálculo
proyectos para el porvenir, para comprender sin dificultad su do­
minio sobre D. Fortunato, el acierto con que a espaldas de la ley
mantiene y dirige el vasto comercio de objetos destinados al culto
y el poder casi absoluto que ejerce nada menos que sobre su hijo,
que tiene sometida a Vetusta y su provincia. El capítulo en donde
se narra la historia de esta mujer hasta su instalación en Vetusta,
vale más que muchas de las novelas modernas tenidas por buenas
entre nosotros.
De los demás nos contentamos con decir que, sin dejar de ser
universales, todos se distinguen por rasgos peculiares que les dan
personalidad. Mesía es el buen mozo de corte clásico, preferido por
las damas y afortunado en sus conquistas, pero sin fanfarronería
y sin pecar de Narciso. Tiene talento, es discreto; a pesar de que
sabe que es guapo, fía más en la diplomacia y en la oportunidad
que en la influencia de su belleza. La finura con que va tejiendo la
red en que queda prisionera la Regenta, lo acredita de hábil; y la
imparcialidad obliga a decir que tuvo bien merecido su triunfo.
El maridaje entre Mesía y el hijo del Marqués de Vegallana,
que como si comprendiera que por un capricho de la sociedad ocu­
pa un rango que no le pertenece, se convierte en escudero y casi
eunuco de su amigo; Obdulia Fandiño, representante del descoco
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
643
y el impudor, más que nacido de la perversión de su alma, hijo de
lo vacío de su mollera; Visita, la mordacidad refinada y astuta, que
con la misma sangre fría que se embolsa los terrones de azúcar
prepara un ardid o lanza una frase emponzoñada que mata una
honra, y la intimidad y favor de que gozan en casa de la Marque­
sa, no obstante la distancia que por la clase y la posición las sepa­
ra de la última, son producto tan espontáneo de la realidad social
y están presentados con tal arte, que el ánimo se deleita leyendo y
recordándolo todo, y acusan en su autor un grande y exacto cono­
cimiento de las personas y de la vida en general.
Como estudio social, La Regeta es también lo más completo que
tenemos. Nunca se ha presentado un cuadro tan acabado de la vi­
da de una localidad. Las distintas clases sociales en que la pobla­
ción se divide, el modo de entender la religión y de practicar el cul­
to, la política, la cultura intelectual, todo se ofrece con una verdad
y vigor tal y tan estrechamente ligados todos estos elementos entre
sí, que después de leer el libro, tenemos por tan cierta la existen­
cia de Vetusta como la de cualquiera ciudad de España, y pensa­
mos haber vivido dentro de ella y tratado y oído a los personajes
a que se hace referencia. Para convencerse de esto, hay que obser­
var las corrientes de odio y envidia mutua que se cruzan entre los
barrios de la Encimada y de la Colonia, porque la decaída aristo­
cracia del primero ambiciona el oro que poseen los habitantes del
segundo, para reponer sus cuerpos, quebrantados por la abstinen­
cia, y restaurar sus descoloridos blasones; y los adinerados india­
nos de la Colonia, porque considerándose de inferior naturaleza,
suspiran con mezclar su sangre plebeya siquiera con la azul que
corre por las venas de los hambrientos segundones. La vida de los
canónigos en el templo y en las casas a que asisten como directores
de las conciencias y amigos preferentes; las fiestas religiosas, a que
se concurre por rutina o como medio de exhibirse y no por devo­
ción, y de que se prescinde cuando pueden traer consigo alguna
molestia, o si, como ocurre el día de los Santos, tiene más atrac­
tivos el paseo del Espolón; la forma adoptada por los dos partidos
políticos monárquicos para que sus prohombres medren cualquie­
ra que sea la marcha de la cosa pública y la ilustración de Vetusta,
representada por el erudito Bermúdez, el botánico Frígilis y los
libre-pensadores como D. Pompeyo Guimarán, y por órganos en la
prensa como El Lábaro y El Alerta.
Por último, las costumbres aparecen expuestas mediante las ter­
tulias, comilonas y giras de la casa de Vegallana; las visitas de las
muchachas a las tiendas, el paseo, los juegos infantiles, el teatro,
644
NOEL M. VALIS
de que se hace una pintura encantadora, y el Casino, en donde se
ven los más notables habitantes desnudos, despojados de la hipo­
cresía de que se visten para desempeñar su papel en el mündo, por­
que en aquel recinto, a donde no alcanzan las miradas del hijo ni
llega la reconvención de la esposa, y en cuyo seno la solidaridad
en el vicio asegura el secreto y con el secreto la impunidad, la con­
fianza permite al ánimo todo género de desahogos.
A primera vista parecerá imposible que plan tan vasto y perso­
najes y fases tan distintas de la vida como los que aquí se ofrecen,
no hagan del libro una especie de mosaico, compuesto de muchos
y buenos cuadros sí, pero sin el debido enlace entre unos y otros;
y, sin embargo, la verdad es todo lo contrario; en la estrecha rela­
ción y mutua dependencia de las partes con el todo, y de éste con
aquéllas, se encuentra uno de los méritos principales de esta nove­
la. Como ejemplo puede citarse la primorosa descripción que se
hace de unos cuantos chicos de Vetusta que juegan al Zurriágame
la melunga. Cuando más engolfados están en él, llega De Pas, que
agitado y convulso olfatea el sitio por donde ha marchado al Vive­
ro la comitiva en que van como convidados la Regenta y Mesía, y
no encontrando otro medio ni personas más a propósito a quienes
preguntar, sin ser descubierto, por el camino que han tomado los
carruajes, se dirige a ellos, pero sin resultado, porque sus contra­
dicciones lo dejan en la misma incertidumbre. Aquí se ha hecho un
cuadro con esa infancia plebeya que se arastra por las calles de la
población, se ha mostrado el contraste entre la inocencia con que
los chicos se apresuran a contestar una pregunta que creen baladí,
de mera curiosidad, y las llamadas que consumen el corazón del
magistral y queda enlazado artísticamente este pesaje con la con­
ducta que el canónigo observa durante aquella tarde.
Otra cualidad digna de notarse es el oportuno uso que se hace
del análisis y de la síntesis. Un rasgo retrata a un personaje, pero
esto no basta; es menester verlos en todos sus aspectos, y esto se
consigue presentándolos en diferentes situaciones y descendiendo
a todos los pormenores y detalles indispensables. Así, al Provisor
dirigiendo dede la torre su catalejo para estudiar a Vetusta, que es
su presa; a doña Paula en las pataditas que da en el suelo en lo más
recio de sus reprimendas a Fermín; a D. Alvaro en su ida a Madrid,
con el fin de cobrar el poco barniz que necesita para imponerse en
todos sentidos a la sociedad elegante de Vetusta, se ven de un gol­
pe, aunque todavía entre sombras; más luego se van delineando
y surgiendo ante el lector con todos los perfiles y detalles que los
individualizan, de la misma manera que en la alborada se distin­
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
645
gue sólo el tamaño de los árboles y el espesor de su copa, y a me­
dida que va derramándose la luz vamos percibiendo la robustez
de su tronco, el color de sus hojas y todas las particularidades que
le son propias.
Y no menos llama la atención en este libro la extensa cultura
que revela, y que es imprescindible hoy si se quiere hacer algo bue­
no en este terreno. Merced a ella, se ha podido aquí dar un relieve
y una novedad a los personajes que aumentan considerablemente
su valor estético y el de las situaciones y escenas en que intevrienen. Don Fermín no merecería a nuestros ojos dominar a Vetusta
si no hubiéramos visto que es digno de ello en varias ocasiones en
que despliega además de su talento su saber, ni habrían podido exis­
tir Bermúdez y Frígilis ni otros que completan el conjunto y per­
miten dar a conocer la sociedad sin mutilarla.
Seríamos interminables si fuésemos a indicar todas las páginas
y detalles de primer orden que se encuentran en La Regenta, y por
eso, como por haberlo hecho ya de algunos, no mencionaremos
más que aquéllas que nos hacen ver el elocuentísimo sarcasmo que
resulta del contraste entre el acto humilde de las penitentes arro­
dillándose contritas ante el santo sacerdote, anhelantes por obte­
ner, mediante su intercesión como ministro de Dios, la remisión
de sus culpas, mietras el rencor y el desprecio, mezclados a los re­
cuerdos gratos de otros días, se revuelven furiosos en el alma del
canónigo, pugnando por salir para arrojarse a la cara de la Regen­
ta, a quien está viendo a pocos pasos de distancia. Y el silencio
tácito de Visita y Paco, cuando ven ya el triunfo próximo a coronar
los esfuerzos de Mesía, junto con el agradecimiento verdadero, y
también callado e interior, de D. Alvaro, por el tacto y buen com­
portamiento de sus auxiliares. Esto es ver todos los repliegues del
alma humana y saber tocar los más delicados resortes en la medi­
da y en la forma que quiere la situación, con singular maestría.
No carece esta novela, a pesar de lo expuesto, de algunos de­
fectos de cuenta. Aparte de los extremos a que la excesiva exalta­
ción de su espíritu arrastran a la Regenta, hasta el punto de decir­
le al magistral, en uno de sus arrebatos de amor místico, «que ya
sabe para qué nació ella: para estar a los pies del m ártir que ma­
tan a calumnias»; y «de creerse admirada por el ojo invisible de la
Providencia»; y de aquellos distingos y teologías en que entra pa­
ra darse cuenta de las bruscas transformaciones de su ánimo y pa­
ra investigar «si será Dios esta idea mía y nada más, este penoso
dolor que me parece sentir en el cerebro cada vez que me esfuer­
zo en probarme a mí misma la existencia de Dios», con que no se
646
NOEL M. VALIS
puede transigir hoy, aun suponiendo que hubiera leído a todos
los místicos cristianos, se le atribuyen muchas conquistas a D. Al­
varo; las confianzas de D. Víctor invitando a su mujer a que se dis­
traiga con Mesía y a éste para que la corresponda, y la satisfacción
con que los ve juntos conversar como dos enamorados, excede los
límites de lo verosímil, porque el ex-Regente, ni estaba lelo, ni se
dice que hubiera habitado nunca el Limbo; y al obispo D. Fortuna­
to se le convierte en un maniquí. Más aún que esto salta a la vista
la coincidencia entre algunos hechos y la exactitud con que se cum­
plen ciertos presentimientos. Cuando D. Alvaro va a Madrid, dice
en tono profètico que a la vuelta su primera víctima será Ana Ozores, y así sucede; recién casado D. Víctor, y cuando en unión con
su mujer se aleja de Vetusta en una diligencia, lee precisamente el
drama más en armonía con su estado, El mayor monstruo, los ce­
los; después que la Regenta ha visto en el teatro a Don Juan Teno­
rio dar muerte con una pistola al Comendador, se imagina si algún
día Mesía disparará también otra pistola sobre su D. Víctor; y, en
verdad, de ninguna de estas cosas había necesidad, porque no lle­
nan niguna indicación.
Sobrio el autor en descripciones, son notables la de un día de
lluvia en Vetusta, en la cual parece que se ven dividirse las nubes,
aproximarse, descargar el agua, y que se percibe el olor a tierra
mojada y se siente la tristeza que cobija a la ciudad y sus contor­
nos; la de la cocina de Vegallana, en donde se refleja el poderío de
los dueños y se aprecia la unión indisoluble entre los cocineros,
las cacerolas y los manjares, y la muy expresiva e inspirada del po­
bre colono pescando el salmón a las altas horas de la noche en el
río Celonio para llevarlo fresco y reluciente a casa del magnate.
Por lo que hace referencia al lenguaje, éste es siempre propio,
claro, conciso, ceñido al pensamiento; cada palabra, cada frase,
cada comparación —en que es abundante— a la manera de un cin­
cel, hace saltar una idea, descubre un músculo, da contorno a un
miembro, de donde resultan los caracteres, lo mismo que los obje­
tos y los lugares, como esculpidos en acero, según la pureza de sus
líneas y limpieza del conjunto, y la prosa nutrida y sin ningún des­
perdicio.
Para concluir; de esta novela, sin que se persiga tal propósito,
volvemos a repetirlo, fluye una enseñanza saludable, como puede
fluir de la contemplación de la vida por un hombre pensador. Ya
hemos visto en ella cómo las leyes naturales, negadas o torcidas,
producen un estado de cosas anormal que origina la desdicha de
las personas, y se descubre también, como en toda la novela mo-
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
647
cierna, que el mal es dueño de más dominios que el bien en la socidad humana. La Regenta, conceptuada invulnerable, se rinde an­
te el asedio que sufre por parte de toda suerte de enemigos; y ya en
esta situación, todos los que la han ayudado a caer la escupen y hu­
yen de ella como de un apestado. Don Víctor, hombre honrado,
buen caballero, amigo y cariñoso, no logra ser un marido cabal,
contra su voluntad bien manifiesta, y por eso mismo es infamado
por aquél a quien más quería. El magistral sufre cruentos dolores
y se resigna, no por virtud, sino por impotencia. Los encargados
por las leyes divinas de dar ejemplo de bondad y de amor, se de­
suellan mutuamente y convierten el recinto destinado a la oración,
en un hervidero de malas pasiones y en teatro de dramas del gran
mundo. Don Santos Barinaga se hace masón y se niega a confesar­
se en su última hora, no por haber perdido una siquiera de sus
creencias de cristiano, sino porque un cura, comerciante como él,
lo ha arruinado quitándole la parroquia; y su amigo y colega en
herejía, el Sr. Guimarán, que profesa aquellos principios por cinvicción y se vanagloria de su entereza cede y los abandona, tornán
dose muy católico cuando siente frío al ver el lugar poco conforta­
ble a que ha sido arrojado el cuerpo de D. Santos, su discípulo,
por haber muerto fuera del seno de la Iglesia. Sólo Frígilis, especie
de filósofo cínico, vive sin gloria ni pena, pero es también porque
consumiendo su tiempo estérilmente consagrado a ensayar injer­
tos imposibles, no da lugar a que nada turbe su reposo.
Grandes meditaciones, estudio concienzudo, prolongada gesta­
ción revela este libro en todas sus partes; pero todo esto y más se
necesita para escribir una novela que por su fondo y por su forma
es la mejor de nuestra ilteratura contemporánea, y el Sr. Alas debe
dar por bien empleado su esfuerzo, toda vez que así ha conseguido
colocarse de un salto, sin género alguno de duda, a la cabeza de
los novelistas españolas y al lado de los primeros que en otras par­
tes cultivan esta forma literaria.
O rlando
648
NOEL M. VALIS
«La Regenta. Novela de Leopoldo Alas («Clarín»),
[por] Jacinto Octavio Picón. El Correo (Madrid),
15 marzo 1885.
La acción de La Regenta se desarrolla en Vetusta, vieja ciudad
española de ilustre historia, no lejana al mar, ceñida por montes
que tributan al llano en que se asienta el caudal de sus aguas, y en
torno del cual se dilata una hermosa campiña serpeada de sendas
y caminos, que enlazan unos a otros los caseríos y las granjas.
Entre las apiñadas construcciones de Vetusta, irguiéndose so­
bre el barrio de la Encimada, se alza la masa gris oscura de la to­
rre de la catedral, que empequeñece y domina cuanto la rodea, a
imagen de esas plantas que suelen crecer en los sembrados y des­
collar sobre las miés viviendo a costa suya.
Los vapores que se elevan de la llanura bien regadas y las nu­
bes que coronan las crestas de las sierras cercanas entoldan con
sus gasas húmedas el cielo de Vetusta; el mar la envía sus brisas
saladas, y los huertos que la rodean, según las épocas del año, ya
la adornan con flores o la regalan con frutas, formando en todo
tiempo con sus verdores y sus frondas un marco que eternamente
se renueva y contrasta con aquella vieja torre de la Santa Basílica,
poema romántico de piedra, que parece mirar con desprecio las pro­
saicas casas modernas y los destartalados caserones antiguos de los
vetustenses.
En lo moral, Vetusta es la capital de provincia casi exenta de
movimiento intelectual, dominada por una fracción levítica, roída
por pasiones mezquinas, turbada con rencillas de pigmeos, sin más
hombres de ciencia que un arqueólogo maníaco; sin más centro
de ilustración que un casino, cuyos muros sólo escuchan bajezas
o insulseces; sin otro instrumentos de progreso que El Lábaro, pe­
riódico tradicionalista; una ciudad, en fin, aún no hecha a las gran­
dezas de la vida contemporánea, y todavía demasiado apegada a
los errores del pasado, pero ya incapaz de defenderlos con vigor o
sentirlos con grandeza. En Vetusta se dan reunidos tres elementos
sociales; el pueblo bajo, que trabaja de día y pasea al caer la tar­
de en el Boulevard, como parodiando las costumbres de los señori­
tos; la clase media, constantemente dedicada a envidiar e imitar la
vida de unas cuantas familias de antiquísima, deteriorada nobleza,
y por último, un clero provinciano, listo, vividor, mañero, que a la
madrugada se desparrama en la catedral por naves, claustros y ca­
pillas, y a la tarde se desperdiga por salas y gabinetes, cultivando
en visitas y tertulias las amistades que son cosecha de todo el año,
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
649
fuente inagotable de influencia y medio cierto de ir asegurando y
extendiendo aquel dominio de lo religioso sobre lo laico, simboliza­
do por la catedral, que parece aplastar con su pesada y poderosa
mole el caserío mezquino y viejo del barrio de la Encimada.
Tres son las figuras principales del libro: D.a Ana Ozores de Quintanar, a quien llaman La Regenta por estar casada con un ex regen­
te de la Audiencia de Vetusta; D. Fermín de Pas, magistral de la
Santa Basílica, y D. Alvaro Mesía, tenorio de provincia, majadero
con pretensiones de político, para comprender al cual hay que figu­
rarse una máquina eléctrica con conciencia de que puede echar
chispas.
Estos tres personajes absorben todo el interés de la acción, ad­
virtiendo que en La Regenta el interés no es aquella mera curiosi­
dad que despertaban en el ánimo del lector las peripecias de las
novelas antiguas, ni el afán de llegar al final por ver lo que sucede,
sino un interés de mejor casta, que consiste en seguir ávidamente
con el juicio paso a paso la vida, el desarrollo y las modificaciones
de los caracteres, deseando hallar justificada su conducta por su
modo de ser y explicado su desenvolvimiento por las situaciones
en que intervienen.
Doña Ana, desatendida en su niñez, abandonada al imperio de
su imaginación cuando joven, y casada más tarde con un hombre
bueno, pero viejo para ella; D. Alvaro, considerado en Vetusta como
un galanteador siempre temible y victorioso; y el magistral De Pas,
señor espiritual, reyuezuelo de sotana, que siendo capaz de grandes
ambiciones se ve limitado a conquistar conciencias de provincia­
nos vanidosos, son tipos estudiados con un escrupuloso respeto a la
verdad, y descritos con aquella sinceridad que presta a las obras
del ingenio la misma duración que tienen las obras de la Naturaleza.
Doña Ana es algo soñadora y romántica, como toda mujer sen­
sible abandonada a sí misma. Para ella los juicios no son produc­
to de las sensaciones, antes al contrario, de sus ideas brotan, y se­
gún ellas, se modifican sus pensamientos; así que don Alvaro no
se ofrece a sus ojos como un amante tentador, sino que al tropezar
con él en la vida, le mira como la realización temible de algo que
la falta, de algo que necesita y no puede darla su marido, sujeto
en todo apreciabilísimo, pero en quien el cargo de esposo casi to­
ma carácter de paternidad. Por eso D. Alvaro, que sería ridículo
para cualquier dama conocedora del mundo, llega a motivar en do­
ña Ana el temor sagrado que inspira el peligro a la virtud, de tal
suerte, que al interponerse entre ambos De Pas, el lenguaje de és­
te entre dulzón y místico, su influencia sepiritual, el prestigio de
650
NOEL M. VALIS
su santa misión sobre la tierra, y sus dotes de hombre práctico en
conocer la palpitación de todo sentimiento femenino, hacen que
La Regenta tema, vacile y aun inconscientemente sufra la atracción
doble que sobre su espíritu ejercen de un lado el galán, que ella
considera como seductor peligroso, y de otra parte el sacerdote,
que al escucharla como hija de confesión, sabe hablarla un lengua­
je nuevo, nunca escuchado, grato a la vaguedad de sus deseos e
impregnado de una dulzura casta, exenta de peligro, que presta a
las palabras dichas por labios humanos algo superior y divino, po­
deroso a cautivar el alma sin agitar el cuerpo.
Este De Pas, este magistral que domina en la diócesis a cuantos
le rodean en la iglesia y a cuantos trata en el siglo; este clérigo que
siendo vulgarmente ambicioso se cree capaz de grandes cosas, con­
siderando estrecho el círculo en que vive, halla en La Regenta un
alma que conquistar, una oveja que vigilar para que D. Alvaro no
la envuelva en sus redes, y desde que comienza a encariñarse con
esta idea, su naturaleza de hombre y su misión de sacerdote se con­
funden, de suerte que siente juntamente el desasosiego de un sim­
ple mortal que piensa en una mujer, y la firmeza propia de quien
tiene por misión ahuyentar peligros y custodiar conciencias. A par­
tir del momento en que De Pas acoge bajo su protección, a un tiem­
po benéfica y peligrosa, a doña Ana, la lucha entre él y Mesía que­
da entablada y las situaciones que se suceden van modelando el
tipo y el carácter de La Regenta hasta crear una figura tan real,
tan viva, que nunca el pensamiento del lector logra conocer sus
propósitos ni saber del estado de su alma sino lo que ella manifies­
ta. Las vaguedades románticas de doña Ana parecen arrojarla en
brazos de Mesía; el magistral parece atraerla para salvarla; pero,
¿sabrá lograrlo sin que padezca su sagrado carácter? En esto está
el interés del libro.
Tal es en lo sustancial el asunto de La Regenta, cuyas páginas
muestran una mujer buena, abandonada a sus propias fuerzas; un
seductor adocenado, pero revestido de cierta exterioridad brillan­
te por formar contraste con los seres inferiores que le rodean, y
un clérigo que aun desplegando la influencia de que es capaz un
carácter relativamente superior, no puede sustraerse ni a la tenta­
ción de hermanar su alma a otra alma, ni al poderoso influjo de las
delicadezas de sentimiento que adivina como hombre, cuando se
ve obligado a bucear como confesor en el espíritu de doña Ana.
Luego, a modo de figuras secundarias destinadas a dar realce
a las principales, aparecen en La Regenta distintos personajes. De
éstos, unos son tipos llenos de verdad; otros tienen la importancia
DOS ARTICULOS OLVIDADOS SOBRE «LA REGENTA», DE CLARIN
651
de caracteres minuciosamente estudiados; entre todos forman un
conjunto que constituye el cuadro de esa vida de provincia en que
hasta los odios son mezquinos, y en que sólo es grande la imbeci­
lidad humana. El obispo, santo varón a quien domina como un Antonelli de Vetusta el ambicioso magistral; el arqueólogo Bermúdez;
el murmurador arcipreste; D. Víctor Quintanar, esposo de doña
Ana, y constante peligro para ella, por ser admirador entusiasta de
los maridos del teatro antiguo; Joaquinito Orgaz; aquellos mar­
queses de Vegallana, en cuya casa se enamoran los jóvenes un po­
co a lo vivo; aquella Obdulia Fandiño que sabe romper sus amo­
res sin reñir con sus amantes; la Visitación que procura la caída
de doña Ana con el odio propio de toda honra perdida a toda lim­
pia fama; todos ellos ya en los claustros de la catedral o en las ca­
sas de la Encimada, ya en los casi palacios de la Colonia o en el ca­
sino de Vetusta, dan ocasión a cuadros de costumbres en que la
realidad, admirablemente observada, triunfa de los convencionalis­
mos de escuela y de las manías imitadoras que roban siempre sabor
personal a la obra del artista.
Cuanto arranca y depende de la observación, del estudio de las
costumbres y del análisis de los caracteres, análisis que llega a pro­
fundizar en los afectos hasta un grado asombroso, es en La Regen­
ta verdaderamente admirable. Los sitios y lugares están descritos
con la clara y escrupulosa exactitud propia de los buenos pintores
flamencos: las personas y la índole de cada una están vistas con
envidiable penetración y reflejadas con tal fineza, que a veces una
frase caracteriza un tipo o un movimiento del ánimo, sobriamente
indicado, expresa el estado de una conciencia. La novela surge del
contacto de unos personajes con otros sin visible artificio, pero ar­
tísticamente planeada, tejida lenta y minuciosamente, a semejanza
de esos chales de la India en que lo cuidadoso de la labor, hecha a
menudos trozos, atrae primero las miradas y luego, cuando la tela
se desplega, muestra un solo dibujo al cual todas las líneas secun­
darias se enlazan y todos los detalles obedecen como dispuestos
armónicamente para dar realce a lo principal.
Doña Ana con sus tristezas de mujer no comprendida; el magis­
tral con su vigilancia de pastor interesado, y D. Alvaro con sus ase­
chanzas de raposo, constituyen en el libro la labor principal: los
demás personajes y los lugares en que aparecen, son la ocasión y
los medios para que, poco a poco, La Regenta fluctúe entre el hom­
bre de la Iglesia y el hombre del mundo, hasta caer en los brazos
del amante o a los pies de aquel sacerdote que, a pesar de su am­
bición, ignora el modo de sustraerse al imperioso encanto que pro­
652
NOEL M. VALIS
duce en su alma la belleza moral de doña Ana. ¿Quién llegará a en­
señorearse del ánimo de La Regenta...? El segundo tomo nos lo di­
rá. Sea cual fuere el desenlace, no hay que esperar a que triunfe la
virtud o el error para afirmar que, sólo el plantear la situación con
esta naturalidad, sólo el llegar a ella lógica, justificada, sencilla y
verdaderamente, es muestra de un talento extraordinario.
Todo lector, al cerrar un libro que ha logrado interesarlo o con­
moverlo, se pregunta: ¿A qué se parece esto? ¿Quiénes son los pa­
rientes literarios del autor?
Estas preguntas son dificilísimas de contestar tratándose de La
Regenta. El libro se da un aire de familia con muchas novelas bue­
nas; pero al leerlo, la odiosa palabra imitación no viene para nada
al pensamiento. En cuanto a la índole literaria del autor, La Re­
genta acusa una personalidad que ve mucho y muy claro cuando
analiza, y que al sintetizar no se olvida de nada. La prueba de es­
to es que las figuras principales están hechas a fuerza de observa­
ción, y las secundarias indicadas a grandes rasgos, a pesar de lo cual
las últimas tienen en su mayoría tanta vida y relieve como las pri­
meras.
Una de las bellezas más dignas de apreciarse en La Regenta es
que sus páginas van logrando poco a poco lo que el autor se pro­
pone, sin que éste manifieste en nada propósitos trascendentales,
ni tenga pretensiones de plantear problemas, ni se dé humos de re­
formista. La tendencia de la novela está tan bien diluida en la fac­
tura, lo más hondo tan mezclado a lo superficial, que el lector tie­
ne que admitirlo todo junto. Muchos habrá (entre los cuales no es­
toy yo) que condenen el espíritu del libro, pero nadie lo dejará caer
de la mano.
Los que trabajamos, cada uno en la medida de sus fuerzas, y yo
con menos que los demás, por el renacimiento de la novela españo­
la, debemos agradecer a Leopoldo Alas que una al nuestro su es­
fuerzo inteligente y vigoroso. Otros podrán con mayor libertad elo­
giarle, que al fin y al cabo soy su camarada. Pero quien me tache
de parcial será injusto, pues como el soldado que ha visto batirse
bien a un compañero, me limito a decir «Ese es un valiente».
J. O. P icón
ESCUELA NORMAL DE MAESTROS DE OVIEDO:
SUS ORIGENES
POR
MARIA DEL VALLE MORENO MEDINA
«... La Reforma de la Instrucción Primaria
tiene que empezar por los mismos que han
de darla».
La investigación sobre la Historia de «La Escuela Normal Mascu­
lina de Oviedo en el siglo XIX» es una ocupación sumamente inte­
resante.
Ello nos da la oportunidad de captar, por una parte, los obje­
tivos del Gobierno Liberal en cuanto a la importancia y amplitud
que pretendían dar a la Escuela Primaria, y por otra, el recono­
cimiento que se hace a nivel oficial de impartir una buena y actual
formación a los maestros que han de realizar esta enseñanza.
Muchos son los intentos reflejados en la legislación para con­
seguir hacer realidad lo que ya era una idea poseída y defendida
por todos.
A pesar de ser un período agitado políticamente, el Gobierno
se ocupa intensamente de los asuntos de instrucción pública, co­
mo lo prueba el que el 31 de agosto de 1834 (1) la Regente firma un
Decreto creando una comisión que se ocupe de formar un «Plan
(1)
tiembre.
Real Decreto de 31 de agosto de 1834. Gaceta de Madrid de 3 de sep­
654
MARIA DEL VALLE MORENO MEDINA
General de Instrucción Primaria». A dicha comisión se le encomen­
dó como objetivos preferentes:
— Asegurar «la subsistencia de los Profesores y el decoro que
les es debido».
— Crear una Normal (2) en la que se «instruyeran los Profeso­
res de Provincias que debían a su vez generalizar en ellos «tan
benéfico método» (3).
— El establecimiento de una Escuela de niños, o Escuela Prác­
tica de la Normal.
El 16 de febrero de 1835 se dicta una Real Orden para que los
Gobernadores de cada Provincia seleccionen a «los individuos de
los más acreditados por su aplicación, aptitud y buena conducta».
Se los forma específicamente, para establecer las Escuelas Norma­
les Provinciales (4).
Aunque esta Real Orden no pudo ser ratificada por las Cortes
(debido al golpe de Estado de 1836), al restablecerse de nuevo la
Constitución de 1812 vuelve a ser organizada la función general de
estudios (de la que forma parte don Pablo Montesino). De nuevo
las actividades se ven suspendidas ante los cambios de Gobierno,
hasta llegar a la aprobación de la Constitución de 1837, al ser apro­
bada la Ley de Instrucción Primaria. En 1838 se crea el marco le­
gal necesario para poder crear las Escuelas Normales Provinciales
y Central. Prácticamente se respeta los mismos términos de 1846
(5).
En noviembre de 1938 se publica el «Reglamento provisional
de las Escuelas Públicas de Instrucción Primaria Elemental» (6).
y el 9 de marzo de 1839 se inaugura oficialmente la Escuela Normal
Central de Maestros, iniciándose con ello la extensión de la ense­
ñanza.
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¡
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(2) Llamada así por su mejor y reglada enseñanza.
(3) Real Decreto de 6 de septiembre de 1834. Gaceta de Madrid de 11 de
noviembre.
(4) Real Orden de 16 de septiembre de 1835. Gaceta de Madrid de 20 de
febrero.
(5) Colección de Reales Decretos, Ordenes y Reglamentos relativos a la
Instrucción Primaria Elemental y Superior desde la publicación de la Ley
de 21 de julio de 1838. Imp. de la Viuda de Perinat y Compañía. Madrid, 1850.
ESCUELA NORMAL DE MAESTROS DE OVIEDO: SUS ORIGENES
655
LAS ESCUELAS NORMALES DE PROVINCIAS
Como ya hemos citado anteriormente, por una Orden del 13 de
diciembre de 1840 se encarga a los alumnos que concluyan sus es­
tudios en la Escuela Normal Central el establecimiento de las Es­
cuelas Normales de las Provincias, señalando que se comience con
el establecimiento de la Escuela Práctica de Niños, en tanto se pre­
para la Escuela Normal correspondiente (7).
En el plazo de dos años se establecen 25 Escuelas Normales,
entre las que se encuentra la de Oviedo (8)..
LA ESCUELA NORMAL DE OVIEDO
Estamos en el año 1843. El liberalismo moderado crea la Sec­
ción de Instrucción Pública del Ministerio de Gobernación, que asu­
me la dirección y gestión de todos los asuntos relacionados con es­
ta materia (9).
La primera tarea de Gil de Zárate es la elaboración del Regla­
mento Orgánico de las Escuelas Normales de Instrucción Prima­
ria aprobado por Orden del 15 de octubre de 1843. En él se fija la
duración de los estudios en dos años, así como se reglamenta el
Plan de Estudios, Profesorado y Régimen.
Asturias, muy sensibilizada desde tiempos remotos con la cul­
tura y concienciada de la necesidad de dar una formación al pueblo,
no es ajena a estas inquietudes, y responde ilusionada y puntual­
mente a estas aspiraciones del Gobierno (10).
El 11 de julio de 1842 se abrió la Escuela Práctica. «Se hallaba
establecida en el local que fué capilla de la Tercera Orden del Con­
vento de San Francisco, hoy Hospital General perteneciente a la
Nación» (11).
La Comisión Provincial de Instrucción Primaria publica en el
B. O. de la Provincia esta noticia (12):
(6) Boletín Oficial de Instrucción Pública. T. I, 1841.
(7) Boletín Oficial de Instrucción Pública. T. I, 1841.
(8) Boletín Oficial de Instrucción Pública. T. VII, 1844.
(9) Colección de Reales Decretos de 1850.
(10) B.O. de Oviedo. Año 1842. Tomo 7. Boletín 54, 8-7-42.
(11) Diccionario Geográfico Estadístico Histórico. España y sus posesiones
de ultramar, P. M adoz . M . 1840, pág. 472.
(12) Boletín O. de Oviedo. Año 1842. Tomo 7. Boletín 54, 8-7-42.
656
MARIA DEL VALLE MORENO MEDINA
«COMISION PROVINCIAL
DE INSTRUCCION PRIMARIA
4 de julio: se anuncia la apertura de una escuela normal en es­
ta ciudad, a cargo de dos profesores sobresalientes.
La escuela modelo de instrucción primaria va a establecerse
muy pronto en el que fué convento de S. Francisco. Allí dos alum­
nos sobresalientes de la Normal de Madrid darán lecciones a cuan­
tos quieran adoptar el sistema, y le pondrán en práctica con 200
niños que han de concurrir. Sería poco provechoso si las ventajas
de esta nueva enseñanza se limitasen al recinto de la escuela. El
Gobiern quiere que se difunda y la Comisión provincial desea que
sea pronto y bien. Para conseguirlo no encuentra otro medio sino
el que vengan de todos puntos maestros por un tiempo determina­
do, o jóvenes idóneos que lleven a los concejos y puntos de su re­
sidencia esta mejora. Así es como se propaga la buena enseñanza
que tanta falta hace en todas partes y especialmente en esta pro­
vincia en donde hay tanta inclinación a instruirse a lo menos en los
primeros elementos del saber. La Comisión no se detendrá en en­
comiar ni analizar este sistema. Basta que se sepa que por él se
ahorran gastos, tiempo, maestros y libros, que la instrucción se re­
gulariza y ensancha, y que los niños la adquieren con más comodi­
dad y placer por la variación de ejercicios.
La Comisión espera que esa corporación, en unión con la local,
hará todos los esfuerzos para que se presenten a la Normal uno o
más jóvenes aunque sean maestros para llevar a ésa el nuevo sis­
tema de enseñanza.
Oviedo y junio 4 de 1842.=José Melchor Prat, presidente.=Ramón Valdés, vocal secretario.=Sres. alcaldes presidentes de los
ayuntamientos constitucionales de esta provincia.»
Este celo por llevar al pueblo la cultura se mantiene en tensión,
como lo demuestra la nota publicada en el B. O. de Oviedo en ju­
nio de 1843 (13).
«COMISION PROVINCIAL DE INSTRUCCION PRIMARIA
La comisión provincial de instrucción primaria mira con dis­
gusto la apatía de los ayuntamientos a las invitaciones que por es­
ta corporación les han sido dirigidas a fin de que nombraran un
sujeto que asistiese a la escuela normal de esta capital a instruirse
en el nuevo sistema de enseñanza que en ella se practica. En medio
de esto no puede menos de aplaudir el celo de aquellos que desde
el primer aviso han trabajado para mandar sus alumnos y algunos
(13) B.O. de Oviedo, núm. 47. Martes, 13 de junio de 1843.
ESCUELA NORMAL DE MAESTROS DE OVIEDO: SUS ORIGENES
657
se han presentado ya; pero al venir, como hasta aquí han hecho en
diferentes épocas y separadamente, se opone a que utilicen su ve­
nida cual se apetece recibiendo la instrucción que les conviene. Por
lo mismo, y deseando evitar estos males para lo sucesivo, esta cor­
poración acordó que por ahora y mientras no se determine otra co­
sa, las enseñanzas que deben prestarse en la escuela normal a los
alumnos maestros, principien con los meses de marzo y setiembre,
no admitiéndose a ninguno que se presente fuera de estas dos épo­
cas. Se circula a todos los ayuntamientos de la provincia para su
conocimiento y gobierno. Oviedo, 15 de mayo de 1843.—José Anto­
nio de Gattell.»
SEMINARIO NORMAL
Por fin, el 4 de agosto de 1844 la Diputación Provincial anuncia
la apertura inminente del Seminario Normal, y publica los requi­
sitos que han de observar los sujetos que concurran a él (14):
«DIPUTACION PROVINCIAL
Debiendo de instalarse en esta ciudad, para el día 1.° de setiem­
bre próximo una escuela práctica seminario de maestros conforme
a lo dispuesto en el reglamento orgánico expedido en 15 de octubre
del año último por el gobierno de S. M. esta diputación provincial
de acuerdo con el Sr. jefe político y comisión provincial de ense­
ñanza primaria, ha resuelto que por ahora concurra a aquel esta­
blecimiento un alumno pensionista por cada partido judicial de la
provincia; al efecto, y para que pueda tener cumplimiento cuanto
en el citado reglamento se previene, habrán de observarse las dis­
posiciones siguientes:
1.a Los ayuntamientos de cada partido judicial nombrarán un
individuo de su seno competentemente autorizado que concurra a
la capital del partido con objeto de designar el alumno pensionis­
ta que haya de asistir a la escuela seminario.
2.a La designación del pensionista se verificará el día 15 del
corriente en una reunión que celebren los individuos nombrados
de cada ayuntamiento bajo la presidencia del alcalde constitucio­
nal del mismo partido.
(14) B.O. de Oviedo núm. 63, 1844.
658
MARIA DEL VALLE MORENO MEDINA
3.a Verificada la designación del pensionista, el alcalde de la
capital del partido lo pondrá en conocimiento de la diputación con
la anticipación conveniente.
4.a Los pensionistas de los respectivos partidos judiciales de­
berán hallarse en esta capital para el día 31 de este mes, en el que
se presentarán al Sr. presidente de la comisión provincial de ense­
ñanza primaria con la credencial de su nombramiento expedida por
el alcalde de la capital del partido, con referencia al acta que debe­
rá formarse por resultado de la reunión de los individuos de ayun­
tamiento.
5.a Al hacerse la designación del pensionista se tendrán presen­
tes las circunstancias que se expresan: 1.a El pensionista no ha de
bajar de la edad de 16 años ni pasar de 30, ni ser casado. 2.a No ha
de tener ningún defecto corporal, dolencia o achaque incompatible
con las funciones de maestro o que se presten al ridículo o despre­
cio. 3.a Tendrá buena conducta moral acreditada con certificación
del cura y alcalde del pueblo de su residencia. 4.a El pensionista
tendrá que probar por medio de examen ante los maestros de la
escuela normal seminario que sabe leer y escribir corrientemente
y las cuatro reglas de aritmética; que posee algunas nociones de
gramática castellana y está impuesto en los principios de la re­
ligión.
6.a Habiendo de consistir la pensión del alumno aspirante a
maestro en 5 rs. diarios, los ayuntamientos de cada partido judi­
cial consignarán en el presupuesto de gastos comunes para el año
de 45 la cantidad que respectivamente les corresponda para cubrir
esta atención.
7.a Los gastos que causen las estancias de los pensionistas en
el establecimiento por resto del año actual, los pagarán los ayun­
tamientos de la partida de gastos extraordinarios del presupuesto
municipal de este año, que les será de abono en sus cuentas.
8.a Si algún ayuntamiento contase con fondos bastantes para
sostener separadamente por cuenta de su concejo algún pensionis­
ta, y en este caso quisiere tenerle, lo hará así presente a la comi­
sión provincial para la resolución oportuna.
La diputación se promete que los ayuntamientos persuadidos
de las ventajas que ha de reportar a la juventud la creación de tan
útil establecimiento facilitándola los medios de adquirir la instruc­
ción primaria de una manera provechosa, se apresurarán a llenar
con todo celo y eficacia el cumplimiento de las precedentes dispo­
siciones como consecuencia de lo prevenido en el reglamento de
que se hace mérito, el cual se publicará oportunamente en el Bole­
ESCUELA NORMAL DE MAESTROS DE OVIEDO: SUS ORIGENES
659
tín oficial para gobierno y noticia de quienes corresponda. Oviedo,
4 de agosto de 1844.—Juan Ruiz y Cermeño, presidente.—Juan Nepomuceno Posada, secretario.»
Esta noticia de la apertura del Seminario Normal es recogida
por numerosos autores:
— Madoz (cita 15), dice: «El primero de septiembre de 1844 se
abrió el Seminario de Maestros, situado en una casa propiedad del
Excmo. Sr. Conde de Miranda, cuyo edifico era antes Colegio inti­
tulado San Gregorio de los Pardos, fundado por el Iltmo. Sr. Don
Femando de Valdés y Salas. ... El Seminario ocupa una gran par­
te de dos calles principales de la ciudad. Tiene amplitud y comodi­
dad bastante para su objeto ...
Tiene el Seminario dos maestros, uno primero y otro segundo,
ambos con nombramiento Real.
Uno y otro son discípulos de la Escuela Normal de Madrid ...
Tiene también un eclesiástico encargado de enseñar Religión y Mo­
ral ... un portero, con habitación en el Seminario, y dos sirvientes
para la cocina y asistencia de los alumnos» (16).
— Fermín Canella en su libro «Historia de la Universidad de
Oviedo (17), dice: «El proyecto de la Superior de Oviedo surgió
cuando en 1838 se creó en la Corte el Seminario Central y la Pro­
vincia envió en dos ocasiones sus contingente de alumnos que ayu­
daron a aquel propósito. Al inaugurarse en 1844 la Escuela Normal
Provincial...
MEMORIAS DE LA ESCUELA PROVINCIAL DE OVIEDO
... Al inaugurarse en 1844 nuestra Escuela provincial, los parti­
dos judiciales presentaron en ella süs elegidos...
... La Diputación no tenía edificio propio y el Colegio de San
Gregorio, que ocupaba, tuvo que abandonarlo porque se destinó a
casa pensión del Instituto provincial, lo que dió lugar a suspender
por varios meses la enseñanza de los alumnos. Después vagó al azar
en diversos edificios insuficientes e incómodos.
La constante perseverancia de los directores, apoyados por el
rectorado, no llegó a alcanzarle, sino después de algunos años de
(15) M adoz , Diccionario Geográfico Enciclopédico Histórico. España sus
posesiones de ultramar. M . 1840, p á g . 472.
(16) Idem.
(17) F e r m ín C a n e l l a : Historia de la Universidad de Oviedo, pág. 452.
660
MARIA DEL VALLE MORENO MEDINA
instancias y súplicas que aquella corporación adquirió el antiguo
Hospital de Peregrinos y en parte de él se instaló el SEMINARIO
NORMAL.
... Los elementos con que esta Escuela cuenta contribuirán po­
derosamente a su desarrollo. Su actual director fué uno de los alum­
nos pensionados por la provincia de Madrid, para recibir su instruc­
ción en la Central. Los demás profesores reúnen todos las condi­
ciones de celo y aptitud suficiente para el desempeño de sus des­
tinos» (18).
LOS PRIMEROS ALUMNOS
Acuden procedentes de los 15 partidos judiciales. El primer año
se admiten 15 internos pensionados y 5 externos particulares. El
segundo, un interno pensionado que reemplaza a otro que falleció
de enfermedad natural, Permanecerán en Seminario dos años. Las
pensiones de los internos son pagadas por los 15 partidos judicianos se hace por el jefe político a propuesta de los representantes
les que realizaron su nombramiento. Esta selección de estos alumde los concejos de cada partido.
Se reúnen en la capital de provincia, bajo la presidencia del al­
calde, y examinan las propuestas, eligiendo a aquellos que más se
ajustan a las condiciones exigidas por la orden publicada por la
Diputación y citada anteriormente (ver pág. 6). Boletín Oficial de
Oviedo, núm. 63, 4 de agosto 1844.
En la lista del primer curso figura el alumno Francisco Suárez
Miranda, del partido de Lena, 29. años y vecino de Quirós. Fallece
fuera del Seminario.
El alumno Leandro Pradas, del concejo de Lena, 16 años y veci­
no de Pola de Lena, reemplaza a Francisco Suárez Miranda.
(18)
Memoria del estado de la enseñanza en la Universidad de Oviedo y
en los establecimientos del distrito de la misma en los cursos de 1858 a 1859
y 59-60. Oviedo: Imprenta de B. R. y C.a
ESCUELA NORMAL DE MAESTROS DE OVIEDO: SUS ORIGENES
661
PROCEDENCIA Y NOMBRES DE ESTOS PRIMEROS ALUMNOS
Según datos aportados por la documentación encontrada en el
archivo (19) de la Escuela Normal y lo publicado por la Comisión
(20) a final del 2.° año, los primeros alumnos que inauguraron el
Seminario Normal fueron los siguientes:
(Continuará)
(19) Actualmente se procede a su organización.
(20) Discursos leídos en acto público por el director y la Comisión Pro­
vincial en la clausura del 2.° curso: 1846. Oviedo. Imprenta de B. González.
1846.
ESTADO
que forma la Comisión superior de instrucción primaria de Oviedo, según se previene en el art. 53 del reglamento orgánico para las es­
cuelas normales, expresiva de todas las circunstancias que aquel comprende relativas a los alumnos aspirantes a maestros.
NOMBRES
D. Genaro Reguerín .........................
D. Máximo Alvarez .........................
D. Ladislao C uesta.............................
D. José Dosal .....................................
D. Pedro Canellada .........................
D. Leonardo Martínez .....................
D. José Isla .........................................
D. Jacinto Martínez .........................
D. Antonio Menéndez V ega.............
D. Eugenio M agdalena.....................
D. Ramón Fernández Cuervo ..........
D. Francisco Menéndez Busto
D. Lorenzo García ..............................
D. Juan García Mijares ..................
D. Leandro Prada ..............................
D. Basilio López..................................
D. Bartolomé Prieto .......................... ...
EDAD
PUEBLO
AfiO DE
SI son, 6 no
años
de su naturaleza
la enseñanza
pensionados
27
18
20
27
28
20
27
20
19
19
19
28
25
25
17
30
18
RESULTADO
DE LOS EXAM ENES
INTERNOS
Cangas de Tineo
Avilés
Muñás
Covadonga
Cabranes
Campo de Caso
Colunga
Proaza
Salas
Campos
Pravia
Labandera
Robledo
Lianes
Pola de Lena
Magallón
Oviedo
2.°
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Pensionado
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
2.° No pensionado
Id.
Id.
1 .°
EXTERNOS
APLICACION
APTITUD
NOTAS
Interno
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
Id.
»
»
»
»
»
»
»
»
»
»
»
Buena
Regular
Idem
Buena
Idem
Idem
Idem
Regular
Buena
» Regular
»
Buena
»
Buena
»
Idem
» Regular
Buena
»
Externo Idem
Idem
Idem
Superior
Regular
Buena
Regular
Idem
Idem
Idem
Superior
Buena
Regular
Buena
Superior
Regular
Idem
Idem
Idem
Superior
ESTADO DE SALIDA
CONDUCTA
Buena
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Idem
Sobresaliente
Aprobado
Superior
Idem
Idem
Idem
Idem
Sobresaliente
Idem
Aprobado
Sobresaliente
Idem
Aprobado
Idem
Superior
Idem
Sobresaliente
PUNTOS
17
Escuela Superior de Cangas. Sueldo: 4.000
8
12
Esc. Sup. de Luarca. 3.300 reales.
12
13 Esc. Sup. de Infiesto. 3.300 r.
13
13 Esc. Sup. de Villaviciosa. 3.300 r.
17 Esc. Sup. de Lena. 3.300 r.
15 Esc. Sup. de Salas. 3.300 r.
Esc. Sup. de Tineo. 3.300 r.
16 Empleado en Caminos. 6.000 r.
18 Esc. Sup. de Gijón. 6.000 r.
9 Esc. Elemental de Noreña. 2.200 r.
9 Esc. Elem. de Nava. 2.200 r.
Pasa matrícula a septiembre de 1846.
8
12
12
15
------------------------
MEDALLISTICA AVILESINA
POR
LUCIANO CASTAÑON
Hasta que se edite el Catálogo general de Medallistica Asturia­
na, para lo cual disponemos de un fichero muy completo, quizás
proceda la publicación parcial de otros repertorios que pueden ha­
cer seferencia a temas, lugares, épocas, metales, tiradas, promoto­
res..., todo ello relacionado con las medallas.
En esta ocasión, y dada la inexistencia de trabajos medallísticos en Asturias, hemos elegido Avilés como protagonista, reseñan­
do 18 medallas que hacen referencia a esta villa, bien por haber
sido acuñadas por entidades avilesinas, bien por el contenido de
las medallas, argumentadas con asuntos de esta localidad.
Se da la circunstancia de que de las 18 medallas aquí anotadas,
16 de ellas lo fueron a partir de 1970, y 13 desde 1977, fecha de la
fundación de la Sociedad Numismática Avilesina, la cual> además
de una constante celebración de actos relacionados con la numis­
mática, ha prestado atención a la medallistica, y a su influencia e
intervención se debe buena parte de las medallas acuñadas en Avi­
les.
En Asturias hubo buenos coleccionistas y aficionados a las mo­
nedas, entre los que cabe citar a Gregorio Menéndez Valdés, Morán
Labandera, Elias García Tuñón, Sebastián Soto Posada, Eugenio de
Nava Caveda, Francisco Díaz Ordóñez, A. González del Valle y Ju­
lio Somoza, asimismo Jovellanos donó algunas monedas y meda­
llas a la Academia de la Historia, corporación a la que pertenecía,
664
LUCIANO CASTAÑON
según consta en las actas de la misma, a veces procedentes de As­
turias. Sin embargo es escaso el conocimiento de aficionados al otro
aspecto de la numismática, la medallística, a pesar de que incluso
a escala regional asturiana existe un respetable número de ejempla­
res a efectos de catalogación, estudio y coleccionismo.
ABREVIATURAS.
A.
B.
Ac.
D.
F.
G.
M.
Me.
T.
Ca.
1.
Anverso.
Reverso.
Acuñación.
Diseño.
Fecha de emisión.
Grabador.
Módulo.
Metal.
Tirada.
Colección del autor.
REVOLUCION OCTUBRE DE
1934.
A. Texto en nueve líneas. LA VILLA DE AVILES AGRADECIDA
A SUS DEFENSORES DURANTE LA HUELGA REVOLUCIONA­
RIA. OCTUBRE 1934. Espigas en los márgenes.
B. Alegoría.
G. Luis Menéndez, de Oviedo. Según acta número 15, del 14 de
diciembre de 1934, se acuerda crear esta medalla para premiar a
los defensores durante la Revolución de Octubre; posteriormente,
por orden ministerial, fue autorizado su uso en el uniforme. T. ocho
de oro, ciento veintiuna de plata, y quinientas veintitrés de cobre.
2.
QUATRICENTENARIO FUNDACION SAN MIGUEL. FLORIDA.
1965.
A. Arriba, cabeza de Pedro Menéndez de Avilés, con dos barcos
a los lados. A izquierda y derecha soldados con banderas, tocan
cornetas y tambores. En el centro y abajo, Menéndez de Avilés, arro-
MEDALLISTICA AVILESINA
665
dillado, recibe la bendición. En el borde superior, THE. CROSS.
AND. THE. SWORD. 1565.
B. Alegoría de dos ángeles sujetando una corona y una gran
espada. Al fondo el mapa de Florida. En el borde, ST. AUGUSTI­
NE. FLORIDA. 1565. QVADRICENTENNIAL. 1965.
D. Enrique Monpo. M. 64 y 46 mm. Me. Plata y bronce. Ca.
Existe una hoja explicativa, en inglés, The officiai commemora­
tive medallion St. Augustine, Florida. Quadricentenriial. 1.965.
3.
CASTILLO SAN MARCOS. FLORIDA.
1972.
Acuñada con motivo del tercer centenario de la construcción,
por parte de los españoles, del Castillo de San Marcos. Se incluye
por la conexión que existe entre Florida y Pedro Menéndez de Avilés.
A. En cuatro líneas, CASTILLO DE SAN MARCOS. SAN AGUS­
TIN DE LA FLORIDA. ESTABLISHED AS NATIONAL MONUMENT 1924. Una vista en perspectiva del castillo.
B. El castillo en rudimentaria construcción. Las fechas 1672-1972,
en el borde, TRICENTENIAL OF THE INCEPTION OF CASTILLO
DE SAN MARCOS.
M. 40 mm. Me. Plata. Ca.
4.
SANTIAGO TABUYO.
1973.
Desde el V trofeo de montaña, es:
A. Cabeza de Santiago Tabuyo. En el borde, número indicativo
de orden. TROFEO, año a que corresponde el trofeo. SANTIAGO
TABUYO.
B. Mochila, flores, ramas de olivo, piolets.
Como homenaje al montañero Santiago Tabuyo (1952-1972), que
pertenecía al Grupo de Montaña Ensidesa. La medalla se entrega
a los participantes en la marcha montañera.
Ac. Pujol. M. 50 mm. Peso, 78 gr. Ca.
666
5.
LUCIANO CASTAÑON
ENSIDESA.
1975.
A. Cuatro obreros con el torso desnudo, golpeando un yunque.
En el borde, EMPRESA NACIONAL SIDERURGICA S.A. Debajo
del dibujo, XXV.
B. Símbolos de herramientas metalúrgicas. Borde superior,
1950-1975. Borde inferior, ENSIDESA. En los laterales, ramas.
M. 85 mm. Ca. Conmemorativa del 25 aniversario de la funda­
ción de la Empresa.
6.
ANIVERSARIO DE LA GUERRA CARLISTA.
1977.
A. Cabeza de Carlos V. Leyenda al borde, CAROLUS V D.G. HISP.
REX. 1837.
B. Escudo en el campo. En el borde, 140 ANIVERSARIO 1*
GUERRA CARLISTA.
S.N.A. (Iniciales de Sociedad Numismática Avilesina).
M. 30 mm. Ca.
7.
CENTENARIO ESCUELA ARTES Y OFICIOS.
1978.
A. De forma circular, la leyenda, Io CENT. S. PROTECTORA ES­
CUELA DE ARTE Y OFICIOS. AVILES l-XII-1978. En el campo,
sobre una forma abstracta, y dentro de un círculo, la fachada prin­
cipal de la Escuela.
B. En el borde, LA SOCIEDAD NUMISMATICA AVILESINA EN
HOMENAJE A LA ELA. En el campo, un rectángulo, dentro del cual
hay figuras geométricas, y en el entorno alegorías de las distintas
artes que se imparten en la escuela.
Ac. Valmitjana. D. Vicente M.P. Santarúa. M. 40 mm. Me. Plata
y cobre.
T. Doscientas sesenta de cobre y ciento treinta y cinco de plata,
numeradas. Proyecto de la Junta Directiva de la Sociedad Numis­
mática Avilesina. Ca.
667
MEDALLISTICA AVILESINA
8.
SOCIEDAD NUMISMATICA AVILESINA. FUNDACION.
1978.
A. Arriba, a la izquierda, en forma circular, en dos líneas, FUN­
DACION—1977. En el campo preside la pareja Hombre-Mujer, que
abraza distintas artes; figura el emblema de la Sociedad como un
sol esperanzador.
B. Monedas agrupadas, restos de hallazgos arqueológicos, de
donde procede la afición numismática.
D. Vicente Menéndez Prendes-Santarúa. M. 40 mm. T. y Me. Dos­
cientos cincuenta y cinco ejemplares de cobre, ciento cincuenta de
plata; numeradas. Peso, 47,2 gr. cobre, 52,1 gr. plata. Proyecto de la
Junta directiva de la Sociedad Numismática Avilesina, con Meda­
lla Fundacional. Ca.
9.
PRIMERAS JORNADAS NUMISMATICAS.
1979.
A. En el campo, tríente visigodo de Sisebuto, acuñado en Pesicos. Debajo y en cinco líneas, la leyenda PRIMERAS JORNADAS
NUMISMATICAS AVILES 1979; todo ello enmarcado en gráfica de
perlas.
B. Ocupando todo el campo de la medalla, el emblema de la So­
ciedad Numismática Avilesina. O sea, en el centro, parte del escu­
do de Avilés, la nave mandada por Rui Pérez rompiendo las cade­
nas en el río Guadalquivir a la entrada de Sevilla, para su conquis­
ta. En el borde, SOCIEDAD NUMISMATICA AVILESINA.
Ac. Vallmitjana. M. 40 mm. Me. y T. Trescientos veinticinco, co­
bre. Ca.
10.
CENTENARIO ASILO.
1980.
A. En el campo dos bustos de perfil, mirándose, una religiosa y
un anciano; entre ambos, detalle de la fachada del asilo. El perfil
de la religiosa se repite simbolizando la dedicación de la comuni­
dad hacia los acogidos. Abajo, las siglos S.N.A.
B. En el campo el escudo de Avilés. Leyenda circular, 1er. CEN­
TENARIO DE LA FUNDACION DEL ASILO DE ANCIANOS. AVI­
LES 1880-1980.
LUCIANO CASTAÑON
668
Ac. Taller Pujol. D. Faustino Martín González. M. 40 mm. Me. y
T. Trescientos cinco ejemplares de cobre oxidado. Peso, 28 gr. Ca.
11.
rel.
VISITA OFICIAL PRINCIPE DE ASTURIAS.
1980.
A. En el campo, el escudo de Asturias orlado con ramas de lau­
B. Leyenda, LA SOCIEDAD NUMISMATICA AVILESINA EN LA
VISITA OFICIAL DE S.A.R. EL PRINCIPE FELIPE AL PRINCI­
PADO DE ASTURIAS. 24 y 25-9-1980.
Ac. Valmitjana. D. Loly A. Gutiérrez. M. 30 mm. Me. y T. Cobre
oxidado, trescientos ejemplares. Proyecto de la Sociedad Numis­
mática Avilesina. Ca.
12.
e s f ia s t u r .
1981.
A. En el campo, busto de Pedro Menéndez de Avilés, al fondo el
mapa de La Florida, y las palabras La Florida, Mare, Avilés. Leyenda
en el borde, EXPOSICION FILATELICA REGIONAL ESFIASTUR
81.
B. Emblema de la F.A.S.F.I.L., sello de la basílica de Covadonga. Leyenda, FEDERACION ASTURIANA DE SOCIEDADES FILA­
TELICAS F.A.S.F.I.L.
Ac. Valmitjana. D. Loly Alvarez. M. 50 mm. Me. Cobre oxidado.
Por iniciativa del Grupo Filatélico Avilesino. Ca.
13.
CERTAMEN REGIONAL DE GANADOS.
1981.
A. Un cuadrado rehundido en el centro, con un 1 y la palabra
CENTENARIO. Alegoría del escudo de Avilés. Ramas de laurel y
olivo. En el borde, CONCURSO EXPOSICION DE GANADOS E IN­
DUSTRIAS AGROPECUARIAS. AVILES. 1981.
B. Un cuadrado hundido y en él una res en relieve. Al borde, ra­
mas de olivo.
Ac. Valmitjana. D. Francisco Alvarez del Busto. M. 50 mm. Me.
Cobre. T. Quinientos ejemplares. Peso, 77 gr. Ca.
MEDALLISTICA AVILESINA
14.
JORNADAS RECREATIVO-CULTURALES.
669
1981.
A. Figuras esquemáticas: una corre, otra baila, otra pinta.
B. Leyenda circular, JORNADAS RECREATIVO-CULTURALES.
AVILES Y COMARCA.
Ac. Valmitjana. M. 60 mm. Me. Cobre. Ca.
15.
ASOCIACION ATLETICA AVILESINA.
1982.
A. En el centro, ASOCIACION ATLETICA AVILESINA. El ana­
grama de la Sociedad.
B. En el centro, un rectángulo con escenas de atletismo, y las
palabras: Llegar, Vencer, Seguir.
Arriba, 1932-1982. Abajo, CINCUENTENARIO. Más inferior, 5
círculos olímpicos.
Ac. Valmitjana. D. Santarúa. M. 60 mm. Me. Cobre. T. Quinien­
tas. Ca.
16.
INSTITUTO CARREÑO DE MIRANDA.
1983.
A. En el campo, busto del pintor Carreño de Miranda y las fe­
chas 1933-1983. En el borde, CINCUENTA ANIVERSARIO I.B. CA­
RREÑO MIRANDA.
B. En la parte superior, AVILES. En el campo, un escudo del
Instituto de Bachiller Carreño de Miranda.
D. Santarúa. M. 40 mm. Ca.
17.
PEDRO MENENDEZ DE AVILES.
Sin fecha.
A. Cabeza de Pedro Menéndez de Avilés. Leyenda circular, PE­
DRO MENENDEZ DE AVILES.
B. En el borde, 1519-1574. En el centro, símbolos: cruz, espada,
una mano.
D. Kíker. M. 60 mm. Me. Bronce. T. Doscientos cincuenta ejem­
plares. [Gijón 1982]. Ca.
670
18.
LUCIANO CASTAÑON
PEDRO MENENDEZ DE AVILES.
Sin
fech a.
A. Cabeza de Pedro Menéndez de Avilés. Su nombre en el bor­
de superior. A los lados, las fechas 1519-1574. Abajo, FLORIDA.
B. Escudo.
De la colección «Los conquistadores españoles».
PROSA EN CASTELLANO DE PEPIN DE PRIA
POR
JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA
La obra literaria de Pepín de Pría (José Antonio García Peláez,
La Pesa, Pría, 1864—Nueva, 1928) no es suficientemente conocida,
pese a ser la del máximo poeta en bable, y parte de ella permane­
ce inédita o dispersa en viejos periódicos y revistas. Elviro Martí­
nez advierte que sólo cuatro obras suyas fueron publicadas: «Al'
Habana» (1893), «El diañu los microbios» (1912), «Nel y Flor» (1926
y 1927) y «La Fonte del Cay» (1958) (1), en una versión incomple­
ta, transcripta y prologada por Emilio Pola; posteriormente, y con
el título de «Alma virxen», se reúnen dos piezas teatrales en bable,
«Alma virxen» y «Pinín el Afrancesau» (Temas Llanes, 1982).
Naturalmente, la obra de Pepín de Pria es, o fue, mucho más
extensa. En la página necrológica aparecida en la «Revista Astu­
rias» (1929) con la firma de «La Redacción» leemos: «Pepín de Pría
ha escrito mucho y bueno. Toda la copiosa labor del poeta, sin em­
bargo, anda desperdigada por periódicos y revistas de la provincia
y de América, donde se le tenía en alto aprecio. Deja publicadas
obras tan logradas ya como el poema «Nel y Flor», considerado por
todas las personas doctas que le conocen como el único poema de
la raza. Deja igualmente más de una docena de obras teatrales iné­
ditas, que pudieran ser el sólido cimiento del verdadero teatro as(1)
Sobre los avatares para la publicación de “La fonte del Cay”, la cró­
nica municipal, firmada por Antolín, “Ayuntamiento. La joya literaria de
Pin (sic) de Pría vuelve una vez más al terreno del olvidó” (“El Oriente de
Asturias”, 8-8-1953).
672
JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA
turiano, hoy torpemente adulterado por gente indocumentada én
los asuntos regionales. Deja además millares de versos líricos iné­
ditos y publicados. Al morir mandó que se quemara su obra postu­
ma «La fonte del Cay», que, al decir de las gentes dilectas que la
conocen, es superior aún a todas sus otras obras, incluyendo entre
ellas al mismo «Nel y Flor». Amargado el poeta en sus últimos mo­
mentos, con aquella sinceridad diáfana que fue norma siempre de
su vida, mandó destruir todos los trabajos artísticos y literarios
que había escrito (2), entre los cuales figuran apreciadísimas obras
musicales y un Diccionario (3) compuesto por más de siete mil pa­
labras en bable. Esta es, a grandes rasgos expuesta, la obra del poe­
ta, del músico y del erudito».
Hombre de ocupaciones muy diversas (fue soldado, viajante,
empleado, indiano, maestro de escuela —en Lavandera, Gijón— y
labrador), cultivó el periodismo a lo largo de toda su vida, bien
como redactor de «El Eco Nacional», «El Publicador» y «El Co­
mercio» de Gijón, bien como director de «La Ley de Dios», de Llanes, periódico que había sido fundado por el poeta, clérigo e india­
no Angel de la Moria (apellidado García Peláez, como Pepín de
Pría, aunque no hubiera parentesco entre ellos). Asimismo cola­
boró en diversos periódicos y revistas, tanto en Asturias como en
América, con poesías y artículos en prosa. Buena parte de la obra
poética de Pepín de Pría yace olvidada en viejas colecciones de
periódicos.
Gracias al tesón de Manuel Maya Conde, que pacientemente re­
construye la colección de «El Oriente de Asturias», hemos encon­
trado una serie de artículos en prosa castellana de Pepín de Pría,
iniciada en el año 1900 y que se prolonga, cuando menos, hasta
(2) Está muy generalizada la leyenda de que el poeta, desanimado por la
escasa aceptación de su obra, ordenó poco antes de morir que sus manuscri­
tos fuesen quemados. Esta historia se la he escuchado, en más de una ocasión,
a Jordán, el hijo de Pepín de Pría, quien daba a entender que cuando menos
algunos papeles fueron echados a las llamas, sin que esto parezca probable.
Los escritores que ordenan la quema de sus inéditos después de su muerte
(Virgilio, Kafka, Pepín de Pría) seguramente lo hacen con la esperanza de
que no se cumpla su mandato; pues si para ellos hubiera sido tan importan­
te la destrucción de sus obras, lo hubieran hecho por sí mismos, sin necesi­
dad de encomendarlo a los herederos.
(3) Respecto al “Diccionario Bable”, “’Jettatura’ del Diccionario Bable de
Pepín de Pría. Unos refritos y un S.O.S.”, de V ic e n t e P edreg a l G a lg u era .
“El Comercio” (1931) y “El Oriente de Asturias” (3-10-1953 y 10-10-1953); y
“Hoy como ayer. Sobre el ’Diccionario Bable’ de Pepín de Pría”, de J.I. G ra ­
cia N o r ie g a . “El Oriente de Asturias”, 3-7-1982.
PROSA EN CASTELLANO DE PEPIN DE PRIA
673
1901. «El Oriente de Asturias» de comienzos de siglo se calificaba
de «revista semanal de intereses Morales, Materiales, Noticias y
Anuncios». En la cabecera figuran, de izquierda a derecha, un al­
deano con montera picona, calzón corto, corizas y palo, el escudo
de Llanes, la torre y un fondo de nubes, con el nombre del funda­
dor y director, Manuel Toledo y Benito. Los puntos de suscripción
del periódico eran en la administración e imprenta, calle Mon, es­
quina a la plazuela de la Magdalena, en Llanes, y en Méjico, Don
Francisco Bustillo, calle del Colegio de Niñas, número 2.
Merece la pena que nos detengamos brevemente en la descrip
ción de un número cualquiera de «El Oriente de Asturias» de co­
mienzos de siglo para situar las colaboraciones de Pepín de Pría
en su contexto. Tomemos el número 795, correspondiente al domin­
go 19 de agosto de 1900 (en esta época el periódico era dominical;
no como ahora, que aparece los sábados, y en la villa de Llanes, los
viernes). En primera página figuran diversos anuncios: de la sidra
Champagne «El Hórreo», fabricada por los señores hijos de Pablo
Pérez, de Colunga, de venta en cafés, restaurantes y comercios de
ultramarinos; de la máquina para coser marca «Nueva Home», la
mejor y más silenciosa; de Romero, dentista, «especialidad en ori­
ficaciones: dentadura sistema americano y extracciones sin dolor
ni riesgo alguno para el paciente por medio de anestésicos inofen­
sivos». Y en la última se anuncian el «Catecismo de Aritmética Co­
mercial, con la explicación de pesos, medidas y monedas de todas
las nacionalidades»; Inés Díaz de Pérez, Modas de París: plumas,
flores, esprits, velos, tules, cintas y terciopelos, reforma de sombre­
ros usados, completo y variado surtido de coronas fúnebres de plu­
ma, flores artificiales y porcelana; el almacén de vinos de Manuel
Morán Fernández, que abí^a de recibir «varias partidas de Valde­
peñas de primera, blanco de la Nava, tinto de Villamañán, León y
Liébana de primera, propios para mesa; Málaga, Cariñena y Jerez,
embotellados»; el Tónico Koch, del Gabinete Médico Americano, a
9 pesetas botella; la Gran Baulería: «Se hacen baúles de todas cla­
ses y tamaños. Especialidad en la construcción de ataúdes a cual­
quier hora que se dé aviso». Y, bajo el grabado de un velero, la
Compañía Transatlántica, con líneas de Cuba y Méjico, que cubre
el vapor «Ciudad de Cádiz», capitaneado por D. José Oyarbide, pa­
ra Habana y Veracruz, que «admite pasaje y carga para Costafirme y Pacífico, con trasbordo en Habana al vapor de la línea Venezuela-Colombia»; mientras que el «Monserrat» va directamente a
New York, Habana, Progreso y Veracruz. La línea de Filipinas la
cubre el vapor «Isla de Luzón», directamente para Port-Said, Suez,
674
JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA
Aden, Colombo, Penang, Singapore, Ilo-Ilo y Manila, sirviendo de
trasbordo los puertos de la costa oriental de Africa, de la India,
Java, Sumatra, China, Japón y Australia, y la de Fernando Poo el
vapor «Larache», con escalas en Casablanca y Mazagán. Además,
las líneas de Buenos Aires, Brasil-Pacífico y Tánger. El agente en
Llanes se llamaba D. Juan Gómez.
Este aire cosmopolita de los anuncios se incrementa con un
artículo publicado en el interior con el título de «De Castro-Urdiales
a Rotterdam a bordo del vapor 'Astillero'» (Carta al director por
Teodoro Ruiz, capitán del vapor «Astillero»). En este escrito, el se­
ñor Ruiz, que ha tomado la pluma sobre las aguas del Canal de La
Mancha, glosa un número anterior de «El Oriente» que acaba de
recibir, correspondiente al mes de junio. Le ha gustado el artículo
«La destrucción de la pesca fluvial», de D. Manuel Martínez Garri­
do, y le alegra que, según «El Eco de los Valles», desaparezca el ce­
menterio viejo de Colombres para convertirse en «bonita plazole­
ta» y que se hayan iniciado los trabajos del ramal de carretera que
«partiendo de la del Estado en el sitio de Niserias ha de ir a Alies,
que buena falta hacía». Y comenta: «Gusta saber tales noticias, que
indican un engrandecimiento que coronará el empalme del ferroca­
rril Cantábrico entre Cabezón e Infiesto», antes de concluir el es­
crito echando mano del cuaderno de bitácora, sin que, en aparien­
cia, venga a cuento:
«Julio 30—Seguimos navegando con buen tiempo, a la
vista de Inglaterra. Paso de Calais y Dover, que cruzan mul­
titud de buques, y vemos en el mar restos de un barco pes­
cador al que embistió un vapor alemán hace pocos días, ha­
biendo cerrazón. En Dungenes, estación de prácticos, hemos
tomado el de Rotterdam.
Día 31—Al amanecer estamos a la vista de la entrada del
río, que remontamos hasta la capital, durante dos horas. Es
un puerto importantísimo, de gran movimiento comercial,
y la población cruzada en todas direcciones por canales que
van a diferentes puntos del interior de Holanda».
En este número 795, Pepín de Pría se ocupa de asunto tan lo­
cal como la festividad de San Roque, cuyo «día grande» se ha cele­
brado el día 16. Hay en este artículo una crítica amable, irónica,
que alcanza al propio autor y a su prosa: «...y cuya suave opacidad
(permítase la frase, algo cursi)...». Tras describir la fiesta y su am­
biente y relatar algunas anécdotas, cual crítico taurino o parlamen­
tario de otro tiempo (aquellos magníficos críticos taurinos de an­
taño, para quienes los toros de «antes» siempre eran mayores; o
PROSA EN CASTELLANO DE PEPIN DE PRIA
675
gacetilleros parlamentarios que auguraban, en tiempos de Castelar,
la decadencia de la oratoria), Pepín de Pría asevera: «Con todo es­
to, y aún más, continúo creyendo que estas fiestas, como las de la
Magdalena y todas las de su género, van decayendo sensiblemen­
te». Y para frenar esta decadencia, el articulista propone algo que
hasta el momento no se ha conseguido, y que, con toda seguridad,
no se conseguirá: que el bando de San Roque se una al de la Mag­
dalena para que, aunados, consigan unas fiestas más brillantes y
esplendorosas. Esto es algo parecido a proponer que el Oviedo se
una al Sporting, cosa que no hace mucho propuso un conocido carbayón sin, como era de esperar, ningún resultado positivo.
Este artículo de Pepín de Pría pertenece a una serie titulada
«Entre-sábados» que el poeta había iniciado en las páginas de «El
Oriente de Asturais» el domingo 6 de mayo de 1900 (número 780
del periódico). Pepín de Pría era ya colaborador habitual del sema­
nario, y el domingo anterior (29 de abril de 1900, número 779) pu­
blica en él un poema en bable titulado «Carta de bruxes. A don
Xuan Portal. Cabrales, en Payares», que firma con sus iniciales:
J. G. P.
«Entre-sábados» es una sección fija, en la que el poeta hace di­
versos comentarios de la actualidad local, con buena prosa, ágil y
chispeante, un sentido del humor socarrón y unos puntos de vista
progresistas, en la medida en que, como a su paisano Amable Gon­
zález Avín, le entusiasmaban el progreso material, la educación, la
higiene, etc., aunque dentro de una ideología decididamente con­
servadora. Pues conservadurismo político y progresismo en lo ma­
terial pueden coincidir sin que implique contradicción. Más bien
son contradictorios ciertos progresismos actuales, que tal parece
que aspiran a regresar, cuando menos, a la Edad de Piedra.
Los artículos de esta serie no llevan otro rótulo que el de «En­
tre-sábados» y aparecen firmados por «P. de Pría». Aunque faltan
bastantes números de la colección que he consultado (concretamen­
te los números 781, 792, 793, 794, 797, 802, 803 y 811), parece evi­
dente que el poeta no faltó, en el tiempo que duró la serie, a su ci­
ta semanal con los lectores; y es curioso que, en este período, aban­
dona sus colaboraciones en verso, al menos en las páginas de «El
Oriente de Asturias». El número 804 no publica «Entre-sábados»,
sino una carta malhumorada de Eudoxio C. Platas, maestro de Póo
de Llanes, contra Pepín de Pría, en réplica a un artículo anterior,
y a la que el aludido ofrece contestación debajo. En ésta, Pepín de
Pría no se anda con cautelas y muestra ser un polemista peligroso
y colérico. El sensible poeta de «La fonte del Cay» pasa al ataque
676
JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA
con toda su artillería pesada, que es mucha y poderosa: «Miente
V. como un bellaco»; «Le llamé a V. ’joven y digno maestro’: lo
primero porque lo sabía, lo segundo porque lo suponía. Pero si cree
V. que mentí en lo de tal dignidad, sus razones tendrá para ello»;
«Yo no quemo incienso en sus altares. ¡En los altares del dios Machini Manitú!... ¡En los altares del maestro de Póo!... ¡Puf! »; «...y
le diría también que hay hombres que no están a la altura de un
puntapié»; «habla V. por boca de taregón»; «escribe V. con pluma
de ganso», etc. Y concluye con este párrafo, que es una declaración
en favor de la libertad de prensa y de confianza en la independen­
cia del llamado «Cuarto Poder»:
«Nunca he tenido miedo de decir la verdad, y la diré aun­
que me aspen. Por ejemplo: si yo sé que es V. mal Maestro,
lo diré en todas partes, lo consignaré en el periódico, lo ha­
ré presente a la Junta local, a la provincial, al Gobernador
presidente, al Ilustrísimo Señor Rector; agitaré la opinión
cuanto me permitan mis fuerzas, procuraré crear en derre­
dor de V. una atmósfera de aborrecimiento, de odio... todo
lo malo, hasta ver de conseguir que los encargados de la se­
lección concienzuda y saludable en el Magisterio vengan con
la escoba y ¡zas!, ¡escobazo va!, le echen de la escuela de
Póo, del Concejo, de tierra de cristianos,... que para la de
moros, acaso, será bueno un Maestro malo».
El primer «Entre-sábados» publicado, como hemos dicho, el do­
mingo 6 de mayo de 1900) se inicia con una convencional presenta­
ción de la serie y un saludo a los lectores:
«Empiezo las crónicas semanales, que el señor Toledo en­
comendó a mi inexperta pluma, saludando a mis compañe­
ros de Redacción, ya viejos amigos, a los apreciables suscriptores de «El Oriente de Asturias» y a cuantos tengan la pa­
ciencia de leer estos mal pergeñados renglones. A los pri­
meros porque son de casa, a los segundos por amigos de los
de casa y a los últimos porque algo han de buscar en estas
líneas si las leen, y es de agradecer que lean algo, si las bus­
can».
Hecha esta presentación, cambia inmediatamente de tercio (y
nunca mejor dicho), para componer un artículo irónico y antitau­
rino, que exalta el «movimiento industrial de Llanes: muchos la­
gares de sidra, dos hojalaterías, varios telares, varios talleres de
carpintería, alguna forja, fábrica de dulce de manzana, fábrica de
fluido eléctrico, otra buena en construcción y movida por fuerza
PROSA EN CASTELLANO DE PEPIN DE PRIA
677
hidráulica, dos establecimientos tipográficos y...la plaza de toros
en completa ruina, que es, indudablemente, una prueba de que el
sentido común da de cuando en cuando sus paseítos por las orillas
del Carrocedo». La ruina de la plaza de toros es una metáfora en
apoyo del progreso y de la civilización, y propone que se habiliten
sus restos para granja. No muchos años después se inauguraría la
nueva plaza de toros de Llanes en la que, con este motivo, toreó
Mazzantini.
Las crónicas semanales de Pepín de Pría, aparte de que apor­
tan datos de interés sobre las costumbres y la historia de la villa
de Llanes a comienzos de este siglo, son también reveladoras de la
ideología de su autor, que, por medio de sus obras poéticas, no se
podría descifrar. A Pepín de Pría, como a tantos indianos (aunque
él lo fuera de «la maleta al agua») le entusiasman el progreso, la hi­
giene, la libertad de prensa, la industria, el trabajo... valores to­
dos ellos que sin duda ha aprendido a respetar en el gran continen­
te americano. Es un hombre de espíritu moderno, aunque de ideo­
logía decididamente conservadora, lo que, repetimos, no es ningu­
na contradicción; incluso es un moralista que arremete contra bo­
rrachos, tabernas, tahúres y juego. En el número 805, por ejemplo,
escribe:
«La embriaguez impera. Y cuanto gana la embriaguez, lo
pierde la moralidad. (...) La blasfemia y el escándalo en to­
da su magnitud están a la orden del día, y la navaja, la pis­
tola, etc., son las que garantizan el valor de la gente de 'pelo
en pecho' en las cercanías de nuestra villa; las raterías se
suceden y la cárcel de Partido está rebosando presos... ¿A
dónde vamos a parar? (...)».
Y para apoyar sus argumentos, recurre a la estadística. A ma­
yor número de tabernas, menos escuelas. Y así, en la villa de Lla­
nes, en el año 1900, había 46 establecimiento s que expendían bebi­
das alcohólicas, contra tres escuelas, en tanto que en el Concejo ha­
bía once escuelas (contando las tres de la villa) y 78 establecimien­
tos de licores fermentados y alcohólicos, que despachaban anual­
mente 5.000 litros de alcohol y 338.000 litros de vino. No puede de­
cirse que los llaniscos corrieran el riesgo de padecer sed.
La solución de este problema, para Pepín de Pría, está en la le­
gislación inglesa de 1871 («la pérfida Albión, cual hoy de hombres
egoístas, era reputada como patria de borrachos»), que determina,
en ciudades, una taberna por cada 1.500 habitantes, y una taberna
por cada novecientos habitantes en el campo. A este asunto dedi­
678
JOSE IGNACIO GRACIA NORIEGA
ca dos artículos seguidos (números 805 y 806), que concluye con
este enérgico propósito: «Hay que atajar los progresos de la taber­
na y fomentar la instrucción».
Mas, pese a su indudable estima por el progreso, no deja de mos­
trarse escéptico en bastantes ocasiones, como por ejemplo en el
artículo dedicado a la «trichinosis» (23-12-1900), en el que, entre
bromas y veras, llega a la siguiente conclusión resignada: «En cuan­
to a la trichinosis (sic), que hoy por hoy, es la nota sensacional, si
la higiene, la ciencia y San Antonio asociados en comandita no se
sirven remediarlo, vamos a tener que parar en israelitas y maho­
metanos en lo tocante al aprovechamiento de las carnes del cerdo».
Pepín de Pría es, pues, un crítico amable, que a veces se refu­
gia en un humor de buena ley (como no podía ser menos en un hom­
bre que escribió poesía como la suya, tan refinada) y que conce­
de a los comentarios que hace el justo valor que tienen. Nunca dra­
matiza ni exagera, ni pierde la compostura, salvo en la réplica al
Sr. Platas, a la que nos hemos referido. Escribe con facilidad, una
prosa cuidada y clara, que a veces contrasta con tonos menos sere­
nos, como los de otros escritos aparecidos junto a los suyos, como
éste de «Un cabraliego»: «Lo que los americanos hicieron con no­
sotros en Ultramar, la conducta de Inglaterra con respecto a las re­
públicas del Sur de Africa y lo que está haciendo Carreña con Are­
nas, referente a los mercados, son ¡oh! los tres mayores crímenes
del siglo: son las mayores iniquidades que vieron los siglos pasa­
dos ni verán las generaciones venideras...» Esta carta indignada se
ha publicado el 23 de diciembre de 1900, al lado del artículo en que
Pepín de Pría, con no mucho convencimiento, previene contro la
«trichinosis», que no es cosa, viene a decir, de chinos.
En otros artículos urde historias con intenciones satíricas, co­
mentando algún hecho de actualidad; así, en el número 807, una
señora le cantaba a su gato, para dormirlo, el «Guernikaco arbola»,
lo que ofende las convicciones liberales de su marido, el señor Villavaca:
«El señor Villavaca, un liberalote en bruto, con más de
lo último que de lo primero, la sorprendió al entonar los dos
últimos versos:
Adoratzen zaitugu
arbola santua.
a los que por vía de desagravio de su ofendido liberalismo
tradicional, añadió a guisa de estribillo y destacando las pa­
labras cuanto pudo:
PROSA EN CASTELLANO DE PEPIN DE PRIA
6 79
Si supieran los curas y flaires
la paliza que van a llevar...
—Por Dios, Nítida, que no vuelva a oir cantar esa paparucha de Guemica.
—Es verdad que no te gusta el vascuence.
Y Nítida cantó aquello otro de
Caballero en su caballo
viene Don Carlos
que es un primor.»
En definitiva, estos artículos ofrecen una faceta desconocida
del gran poeta bable, al tiempo que le muestran un buen escritor
en castellano, con una concepción moderna de lo que han de ser
los artículos de periódico. Alejado de la retórica, procura ser ame­
no al tiempo que útil; pues quien dispone de una columna fija en
un periódico también puede enmendar vicios y ayudar a sus paisa­
nos, si se lo propone.
La reunión de estos artículos en un volumen sin duda ayudaría
al mejor conocimiento del poeta, hoy poco menos que olvidado y
con la mayor parte de su obra dispersa o incontrolable; aunque
él no aceptara el olvido, tal como leemos en la invocación que abre
el hermoso poema «La fonte del Cay»:
Pero, mió Ribesella: si'n daqué romería,
a la soma d’un árbole, na vera d'un camín,
oyés que dalgún echa la tonaudina mía,
si ti llegás al alma, acuérdate de min (4).
(4)
Ya en prensa este artículo, aparece una nueva pieza teatral en un ac­
to de P e p in de P r ia , “Torín”, con prólogo de Rodrigo Grossi (“Fueyes Dixebraes de Lletres Asturianes”. Octubre 1983).
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO EN LA
DIPLOMATICA MEDIEVAL ASTURIANA EN
LATIN (SIGLOS VIII-XIII)
POR
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
Profesor de Latín de la Facultad de Filología
UNIVERSIDAD DE OVIEDO
Una lectura superficial del microléxico que ofrecemos al final de
este breve comentario es más que suficiente para poder contem­
plar la panorámica que nos ofrecen las fuentes altomedievales so­
bre la presencia de la sidra y el vino en la Asturias de aquellos le­
janos siglos.
Se trata de un muestreo elemental en el que hemos selecciona­
do las ocho palabras más relacionadas con la producción de la si­
dra y el vino (manzanare, pomare, sicera; vinea, vinum; lacar, torcular, cupa), así como algunas más, etimológicamente afines. El
despojo de este pequeño índice léxico es total en las fuentes con­
sultadas (1), estableciéndose un orden cronológico riguroso en el
(1)
A n t o n io C. F l o r ia n o , Diplomática española del período astur, I, Ovie­
do, 19 49; II, ibíd., 1951 (Citado siempre por D .); ídem, El monasterio de Cornellana, Oviedo, 1 9 4 9 ; ídem, El Libro Registro de Corias, 2 vols., Oviedo, 1950;
ídem, Colección diplomática del Monasterio de Belmonte, Oviedo, 1960 (Estas
tres últimas colecciones se citarán respectivamente por las siglas: C., R.C., B.).
S a n t o s G ar c ía L a r r a g u e t a , Colección de documentos de la Catedral de Ovie­
do, Oviedo, 1962. P edro F lo r ia n o L l ó r e n t e , Colección diplomática del Mo­
nasterio de San Vicente de Oviedo. Oviedo, 1968; ídem, Colección diplomáti-
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
682
que aparecen todas las variantes, enmarcadas en sus respectivos
contextos, siempre que se dan interferencias. De este modo se faci­
lita una información suficiente, que trasciende el ámbito estricta­
mente filológico, y permite conclusiones más fecundas para el co­
nocimiento de nuestro pasado regional que las meramente lingüís­
ticas. Por eso decíamos al principio que una simple ojeada es su­
ficiente para comprender la importancia de la sidra y el vino para
nuestros antepasados altomedievales. Nadie podrá poner en duda,
al observar la frecuencia en el espacio y en el tiempo a través de las
variadas fuentes consultadas, que las pomaradas y los viñedos se
extendían ampliamente durante los primeros siglos de la Edad Me­
dia por toda la geografía asturiana, dando importantes pinceladas
al paisaje regional.
El examen atento de nuestras fuentes medievales más antiguas,
escritas en latín, además de proyectar abundante luz sobre los si­
glos VIII al XIII, pueden reflejar también tenues claros sobre el
túnel de la historia precedente. Esto tiene su importancia precisa­
mente porque la escasez de fuentes para el período romano y visi­
godo de la historia de Asturias contrasta con la abundante docu­
mentación que ha hecho de nuestra historia medieval una de las
etapas mejor conocidas y más estudiadas.
1 .—
ANTECEDENTES.
En el tema que nos ocupa, por poner un ejemplo concreto so­
bre lo que acabamos de decir, la lectura de la documentación me­
dieval nos sugirió la posibilidad de rectificar la interpretación que
se viene dando del famoso pasaje de Estrabón (III, 3, 7) referente a
las bebidas que consumían los montañeses del norte de la Penín­
sula Ibérica, y que se aplica, entre otros, a los Astures transmontani (2). García Bellido lo traduce así: «Beben «zythos», y el vino,
que escasea, cuando lo obtienen se consume enseguida en los gran­
des festines familiares» (3). El resto de los traductores consultaca del Monasterio de Villanueva de Oseos, B.I.D.A., C U , 1981, pp. 127-190. F J.
F er n a n d ez C o n d e , El Monasterio de San Pelayo de Oviedo, I, Oviedo, 1978).
(Citados respectivamente: C.O., S.V., V.O., S.P.).
(2) E stra bo n III, 3, 7: “Tal es el género de vida, como he dicho, de las
poblaciones de la montaña, entendiendo como tales, las que jalonan la costa
norte de Iberia, a saber, los Galaicos, los Astures y los Cántabros, hasta el
país de los Vascones y los Pirineos”.
(3) A . G arcía y B ellido , España y los españoles hace dos mil años según
la “Geografía” de Strábon, 4.a ed., Madrid, 1968, p. 120.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
683
dos interpretan zythos como cerveza (4). Pero la prudencia inicial
de García Bellido, que aparentemente le impide dar una traducción
de la palabra empleada por Estrabón, se desvirtúa al hacer el si­
guiente comentario al pasaje: «No conocían el trigo, puesto que su
pan era de harina de bellota. Tampoco conocían el vino, sino es el
importado; pero sí la cerveza que llamaban zythos» (5). Es decir,
mantiene zythos entrecomillado en la traducción, no porque ten­
ga dudas sobre su significado, sino porque piensa que era el térmi­
no que usaban los montañeses para designar la supuesta cerveza;
y esto realmente no es así, como vamos a ver (6).
Zythos es sencillamente un préstamo que entra en el griego a
través de Egipto (7). La cerveza era una bebida nacional entre los
egipcios. En este sentido también la emplea Estrabón en otro pa­
saje (XVII, 1, 14) y Plinio en XXII, 164. Pero en el pasaje concreto
que nos ocupa, el geógrafo griego se inspira con toda seguridad en
Posidonio y Diódoro de Sicilia, que también emplean la palabra
zythos al hablar de los celtas del norte de la Galia. El primero nos
cuenta (8), que los ricos bebían vino procedente de Italia y de Mar­
sella; los pobres cerveza de trigo (zythos pyrinon) mezclada con
miel que recibía el nombre de kórma. Lo tomaban en pequeñas can­
tidades, no más de una taza. Diódoro (V, 26) dice que el país no pro­
ducía ni vino, ni aceite, y, como consecuencia, los Galos, que esta­
ban privados de estos frutos, hacían una bebida que obtenían de
la cebada (ek tés krithës), llamada zythos, y también bebían el agua
con la que limpiaban los panales. El vino era traído por mercade­
res de Italia a precios increíbles. Lo consumían rápidamente y se
embriagaban.
((4) Por ejemplo F. L a s se r r e en “Belles Lettres”: “Ils boivent générale­
ment de la bière, rarement du vin, et celui qu’ils ont est vite consommé dans
les banquets familiaux”. Cfr. : S tra bo n , Géographie, II, Paris 1966, p. 57.
(5) G a rcia B e l l id o , Op. cit., p. 121, nota 189.
(6) El pasaje de Plinio (XXII, 164) le sugiere a García Bellido un co­
mentario más acertado dos años después en La España del siglo primero de
nuestra era (según P. Mêla y C. Plinio), 3.a ed., Madrid, 1978, nota 247), obra
publicada en su primera edición dos años después que la arriba citada.
(7) Se encuentra en los papiros egipcios y en la Versión de los Setenta
(Isaías, 19, 10). Cfr.: P. C h a n t r e in e , Dictionnaire étymologique de la langue
grecque, Paris, 1968, s.v. zythos.
Según G u y J u cq u o is et B ernard D evlam m inck , Compléments aux dictio­
nnaires étymologiques du grec ancien, Lovaina, 1977, s.v. zythos, pudiera tra­
tarse de un préstamo tomado a su vez del escita.
(8) A t h e n . IV, 36, p. 151E.-152D. Concretamente zythos aparece en 152C.
Cfr. : J acoby , Die Fragmente der Griechischen Historiker, segunda parte, A ,
nros. 64-105, Leiden, 1961, p. 230.
684
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
Escuchemos ahora a Plinio con más autoridad y precisión que
los anteriores por haber residido en Hispania aproximadamente si­
glo y medio después que Posidonio, cuando el norte de la Penínsu­
la Ibérica había entrado ya en un lento proceso de romanización:
«Los cereales dan también bebidas: el zythum en Egipto, la caelia
y la cerea en Hispania, la cervesia y ciertas bebidas más en la Galia y otras provincias» (XXII, 164). Aquí parece que Plinio no ha­
bla de oídas o porque lo ha leído, como es siempre el caso de Estrabón respecto a Iberia. Da la impresión de que las respectivas fichas
las hizo in situ, y en todo caso son fruto de un conocimiento di­
recto.
En consecuencia, se podría hablar de cierta imprecisión termi­
nológica por parte de Estrabón o, si se prefiere, de falta de matización, justificada por el hecho de tomar los datos de segunda ma­
no y el empleo del vocablo de uso corriente en su lengua, el griego,
que es a su vez la lengua de las fuentes en las que él bebe. Parece
incluso que hay cierta contaminación entre las noticias más o me­
nos directas que le llegan a través de los que habían participado en
las campañas del norte contra Cántabros, Astures y Galaicos, y las
fuentes apuntadas que hacían referencia a los celtas en general, pe­
ro más concretamente a los que habitaban el norte de la Galia.
Plinio, que da noticias muy concretas y de primera mano sobre
los pueblos del litoral cantábrico (9), sin embargo no menciona la
cerveza como algo peculiar de estos pueblos, sino de las zonas cerealísticas del Occidente, incluida Hispania: «Los pueblos del Occi­
dente saben embriagarse con bebidas de granos mojados. Las Galias e Hispania hacen numerosas bebidas de este tipo; en los nom­
bres difieren , pero su naturaleza es la misma» (XIV, 149). Y más
adelante: «En las Galias y en Hispania, que hacen una bebida con
las variedades de trigo antes señaladas, emplean como levadura la
espuma que se forma en la superficie. Por eso tienen un pan más
ligero que los otros países» (XVIII, 68). Recordemos que el pan de
los Astures era de harina de bellota, porque no producían trigo. En
cambio sí menciona como una curiosidad el aguardiente de hier­
bas (potionem e cehtum herbis), que aún se elabora en Galicia, in­
mediatamente después de hablar de la herba cantábrica (XXV, 85).
El proceso de elaboración de la caelia o cerea, que menciona Pli­
nio, nos lo describe Orosi (V, 7, 13-15), al hablar de la caída de Numancia: «Por medio del fuego se extrae este jugo del grano de la
(9)
Cfr.: especialmente P l in io , III, 28, y IV, 111, por poner dos ejemplos
bien significativos entre otros muchos.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
683
espiga humedecida, se deja secar y, reducida a harina, se mezcla
con un jugo suave cuyo fermento le da un sabor áspero y un calor
embriagador». Añade que los numantinos se emborracharon con
esta bebida antes de salir de su ciudad para la lucha defintiva.
Después de esta breve digresión, parece suficientemente claro
que la cerveza consumida en Hispania, sobre todo en la Celtiberia,
se elaboraba básicamente con cereales, principalmente trigo y ce­
bada (10). Pues bien, es ahora el momento de volver sobre el cono­
cido pasaje de Estrabón (III, 3, 7) y otros, que inducen a pensar,
que si los montañeses del norte de la Península Ibérica andaban
muy escasos de trigo y otros cereales, porque no los producían,
esta escasez sería prácticamente absoluta entre los Astures trasmontani, aislados de la meseta por la formidable Cordillera Can­
tábrica. Es curioso, e implica cierta contradicción (al menos exigi­
ría alguna explicación por parte de Estrabón), que inmediatamen­
te antes de decirnos que bebían zythos, nos cuenta que «las dos ter­
ceras partes del año los montañeses se nutren básicamente de be­
llotas de roble, que, secas y trituradas, se muelen para hacer pan,
el cual puede guardarse durante mucho tiempo» (III, 3, 7). ¿De
dónde conseguían la harina para elaborar el pan la tercera parte
del año restante? (11); y lo que es aún más enigmático, ¿de dónde
sacaban el zythos que nos presenta como bebida normal en con­
traposición al vino, que escaseaba, era importado y se consumía
sólo en las grandes fiestas familias?
Estrabón mismo nos cuenta las dificultades enormes de avitua­
llamiento que tuvieron los romanos en Cantabria, al tener que pro­
veerse de trigo nada menos que en Aquitania, y con grandes pro­
blemas por las dificultades del terreno (12). Es decir, ni siquiera
en las zonas colectivistas de los Vaceos, Turmogos y Austrigones,
más cercanos al teatro de operaciones, que eran objeto de pillaje
(10) Los juristas marcan claramente la diferencia a efectos jurídicos de
la cerveza, a la que llaman zythos también en latín, cualquiera que sea el
cereal de origen. Así por ejemplo U l pia n o (Dig. 23, 6, 9 ) : Zythum, quod in
quibusdam provinciis ex tritico uel hordeo uel ex pánico conficitur.
(11) Parece que a las bellotas podrían añadirse las castañas secas. En es­
to coinciden muchos autores. Citemos a título de ejemplo a J e s ú s M a r t ín e z ,
Ensayo biológico sobre los hombres y los pueblos de la Asturias primitiva, Ovie­
do, 1969, p. 121.
(12) Cfr.: E st r a b ó n , III, 4, 18. Inmediatamente antes de este pasaje nos
cuenta Estrabón la anécdota de la plaga de ratas, que según se ve inquietaban
más a los romanos que a los naturales, a los que tuvieron que pagar un tanto
por captura. Insistimos en la curiosidad, porque parece que hay una cierta
relación de incompatibilidad existencial entre las ratas y los cereales.
686
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
y saqueo por Cántabros y Astures antes de la llegada de los roma­
nos (13), pudieron abastecerse de grano. El hecho cierto es que Au­
gusto, después de la relativa pacificación, obligó a los castreños a
bajar de sus reductos a la planicie para cultivar los campos y ex­
plotar el suelo como da a entender Floro (ull, 33, 52 y 56). La me­
dida de hacerles bajar de los montes a la plataforma litoral y qui­
zás pagar los tributos en cereales (14), fue sin duda doblemente es­
tratégica, tratando de sacarlos de sus castros bien fortificados y
casi inexpugnables, y obligándolos a producir el trigo tan necesario
para los ejércitos permanentes, que debían sofocar las continuas
sublevaciones de estos pueblos indómitos y mantenerlos en paz. El
contacto con Roma de estas tribus salvajes, tal como las presen­
ta Estrabón (III, 4, 16-17), supuso ciertamente un progreso y un
avance muy importante, aunque no definitivo, en la evolución de
las formas agrícolas. Lógico es pensar, y además hay testimonios
de ello, que un pueblo con raíces y esencias rurales tan profundas
como el romano haya influido en mayor o menor grado intentando
adaptar a estos indígenas al cultivo de la tierra y en concreto a la
producción de cereales tan imprescindibles en la dieta romana.
Por lo que se refiere a los Astures transmontani, las continuas
revueltas de etapas posteriores, así como la lenta romanización,
manifiesta en la pervivencia de las estructuras sociales indígenas
y una agricultura semiespontánea, nos inducen a pensar que la ma­
yor parte se volvieron a sus poblados castreños asentados en las
cumbres de los montes, quizás enriquecidos con nuevas técnicas,
pero dispuestos a seguir machacando en su morteros la bellota
—también recordada por Plinio (XVI, 15 y 32) algunos años des­
pués del final de la guerra (15)— para conseguir con menos esfuer­
zo la harina necesaria para el sustento.
(13) Cfr.: F lo ro II, 33, 46-48; O r o s io VI, 21, 1-3. También Estrabón ha­
bla de sus hábitos de bandidaje (III, 3, 8).
(14) También Estrabón (III, 3, 5) da una amplia explicación de los moti­
vos por los que los romanos obligaban a los montañeses a bajar al llano. Aun­
que lo normal era pagar los tributos en cereales, principalmente trigo, Plinio
nos da la noticia de que los pobres en Hispania pagaban la mitad con cusculium, grano tintoreo de la encina pequeña achaparrada.
(15) “Es cosa cierta que aun hoy día la bellota constituye una riqueza pa­
ra muchos pueblos, incluso en tiempos de paz. Habiendo escasez de cereales
se secan las bellotas, se las monda y se amasa la harina en forma de pan. Ac­
tualmente, incluso en las Hispanias, la bellota figura entre los postres. Tosta­
da entre ceniza es más dulce” (Plin. XVI, 15).
García Bellido encontró bellota calcinada en el Castro de Coaña (Cfr.: La
España del siglo primero..., p. 268).
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
6 87
Resumiendo y dejándonos de conjeturas, podemos decir que no
hay ningún testimonio concluyente de que en época prerromana los
Astures transmontani cultivasen ningún tipo de cereal panificable,
y, en cambio, sí hay indicios muy razonables en las fuentes de que
no cultivaban trigo ni otras especies cerealísticás (16). Otra cosa
distinta es que a partir del contacto con los romanos se hayan acli­
matado algunas variedades de trigo, escanda, mijo, cebada, etc.
Esto parece innegable.
Ahora bien, lo que no se puede hacer, por un falso espejismo,
cuando las fuentes indican todo lo contrario o en el peor de los ca­
sos guardan silencio absoluto, como sucede con la cebada, es con­
cluir con García Bellido y otros muchos (17), que los Astures pre­
rromanos, aunque no cultivasen el trigo, sí cultivaban la cebada,
porque «Estrabón nos dice que tomaban una bebida llamada zythos,
que se obtiene de la cebada». Aun en el supuesto de que el zythos
de Estrabón fuese cerveza, que es precisamente lo que ponemos en
duda, cabría pensar que el cereal base procediera de las zonas cerealísticas donde se producía según las fuentes (18), quizás por los
procedimientos poco ortodoxos que nos señalan Floro y Orosio
(19).
Tampoco se puede concluir, al no ser cierta la premisa, que pro­
ducían algún tipo de cereal, «porque dormían en lechos de paja»
(20). No estimamos acertada la traducción de García Bellido a es­
te pasaje de Estrabón (III, 3, 7): «Los hombres van vestidos de ne­
gro, llevando la mayoría el «sagos», con el cual duermen en sus le­
chos de paja» (21). F. Lasserre traduce este mismo pasaje con una
(16) La argumentación de J.M . B la z q u e z , Economía de los pueblos pre­
rromanos del área no ibérica hasta la época de Augusto, EEAPI, Barcelona,
1968, p. 196, señalando como mención del cultivo del trigo entre los Cántabros
y Astures una cita de Dión Casio (53, 29), no nos convence, ya que más bien
se debe entender que el trigo o cereal en cuestión lo poseían por el pillaje.
En este sentido cfr.: M a u r ic io P a s t o r M u ñ o z, L os Astures durante el impe­
rio romano (Contribución a su historia social y económica), Oviedo, 1977, pá­
gina 234.
(17) Ultimamente Mauricio Pastor en Op. cit., p. 234, mantiene esta doc­
trina.
(18) Plinio (XVIII, 80) considera como la zona más productiva la Celti­
beria, en la que la cebada se siembra en el mes de abril y da dos cosechas en
un solo año. Concuerda esta noticia con la que nos da Orosio (V, 7, 13-15) so­
bre la cerveza de los numantinos, llamada caélia.
(19) Cfr.: supra, nota 13.
(20) G a rcía B e l l id o , España y los españoles..., p. 120.
(21) Cfr.: nota anterior.
688
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
matización distinta en su tramo final: «Les hommes sont tous habillés de noir, le plus souvent d'une saie. lis s'en enveloppent pour
dormir sur leurs liñéres de feuilles et d’herbes séches» (22). Difie­
ren la interpretación del verbo stibadokoitoúsi, que efectivamente
significa «acostarse sobre un lecho de hojas, de hierba seca o de
paja». Aunque se podría introducir también alguna matización a
la versión de Lasserre (23), nos parece mucho más acorde con un
contexto más amplio del mismo Estrabón la segunda interpreta­
ción que la primera.
Ahora bien, lo que no se puede poner en duda, insistimos, es
que con la romanización entraron algunas especies cereales pobres
que debieron ser cultivadas con cierta parquedad por los hombres
que asistieron a los últimos latidos de los castros y la naciente pros­
peridad de las villae.
Pero volvamos al zythos de Estrabón. Parece que la bebida en
cuestión era algo habitual y corriente a la llegada de los romanos,
en contraposición al vino que era la excepción e importado. Y pre­
cisamente es aquí donde entran en juego las fuentes altomedievales arrojando retrospectivamente algo de luz.
Aunque con cierta timidez, los documentos medievales asturia­
nos más antiguos (siglos VIII y IX) dan testimonio de la existencia
(22) S tra b o n , Géographie, II, París, 1966, p. 58 (Trad. de F. Lasserre).
(23) Pensamos, después de una lectura antenta del original, que el verbo
stibadokoitéo está usado en este pasaje por analogía significando “dormir so­
bre sus propios mantos”, en este caso el ságos (manto especial de lana). Nues­
tra traducción sería: “Todos visten de negro, la mayor parte se envuelven en
unos mantos sobre los que también duermen”. A. B a il l y , Dictionnaire grec
français, París, 1950 s.v. Stibadokoitéo, sugiere este sentido analógico preci­
samente para el pasaje que comentamos. Esta interpretación está más en con­
sonancia con el comienzo de Estr. III, 3, 7, donde nos dice que todos los mon­
tañeses son jamaieúnai, es decir, que duermen sobre el mismo suelo, sobre la
tierra, envueltos en sus ságoi, como dice un poco más adelante y acabamos de
ver. Conociendo la configuración de los habitáculos castreños, en general de
un solo ambiente reducido, con el hogar central y bancos alrededor de las pa­
redes, en donde comían, bebían, danzaban, descansaban, y en definitiva pasa­
ban la mayor parte del día y de la noche, es fácil pensar que, por motivos ele­
mentales de higiene y comodidad, el suelo no podía estar cubierto de hojas o
hierba seca. Además, a pesar de estar el fuego central ligeramente aislado por
unas piedras, siempre habría el peligro de que con el viento o bien un peque­
ño descuido se produjese una conflagración total del suelo al techo, que sí de­
bía ser de materiales vegetales muy combustibles. Entendemos que sería algo
así como las payozas y los hogares que todavía perviven en algunas zonas
apartadas de los Oseos, con el suelo de barro compacto, que se mantiene seco
e incluso caliente en torno al hogar central.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
689
de algunos cereales no muy abundantes y de especies pobres: cibaria, millium, scanla, segondo. Curiosamente, en una primera eta­
pa solamente aparecen en documentos falsos (24). La primera vez
que aparece el trigo: II modios de trigo (D. 54, 852), es en uno tam­
bién falso del año 852. El trigo y la cebada no se generalizarán has­
ta bien entrado el siglo XII (25), y aun así sabemos que el cereal
panificable era insuficiente para el mantenimiento de la vida mo­
nástica, importándose en grandes cantidades de la meseta, princi­
palmente de León (26). A pesar de todo lo dicho, en definitiva la
existencia de especies cereales concretas está bien documentada en
las fuentes altomedievales, tan meticulosas a estos efectos. Sin em­
bargo, y esto es lo verdaderamente importante, en los primeros si­
glos de diplomática medieval en latín, no hay ni una sola mención
de la cerveza o cualquiera otro tipo de bebida alcohólica que no
sea la sidra y el vino (27). Y, en sentido contrario, son tan nume­
rosas las alusiones a los pomares y las vineas (más aún aquéllos
que éstas), la sicera y el vinum, que casi no hay documento del tipo
que sea, en el que no podamos leer alguna de estas palabras (28).
Se podría decir que presiden toda la documentación medieval as­
turiana desde sus albores, al aparecer ya los pomíferos y las vineas
en el famoso pacto monástico que está en los orígenes de la ciudad
de Oviedo (29).
¿Sería entonces aventurado suponer que el zythos de Estrabón,
bebida de uso más corriente que el vino, al cual se contrapone por
escaso e importado, pudiera ser la sidra en el caso concreto de los
Astures transmontani? En definitiva, el aspecto externo, su color
(24) Cfr.: A. F l o r ia n o , Diplomática... I, p. 595. Cibaria, ceuaria, zevaria,
etc., designa a algún tipo de cereal panificable. Para la escanda véase J. D an t in C ereced a , Distribución geográfica de la escanda asturiana, “Est. Geog.”,
1941, núm. 5, pp. 739-797.
(25) Cfr.: S.A. G a rcía L a rr a g u eta , “Sancta ovetensis”. La Catedral de
Oviedo, centro de vida urbana y rural en los siglos XI al XII, Madrid, 1962,
p. 68. M.a E l isa G a r c ía , San Juan Bautista de Corias. Historia de un señorío
monástico (siglos X-XV), Oviedo, 1980, pp. 240-241.
(26) En 1132 unos monjes y hombres de servicio del Monasterio de Co­
rias conducían quince recuas cargadas de trigo procedente de tierras leone­
sas para abastecimiento del monasterio, sufriendo un percance en el portazgo
de Laciana. Cfr.: M.a E lida G a rc ía , Op. cit., p. 241.
(27) Las menciones modium de ceuera y modiis de ceuera que aparecen
en el Libro Registro de Corias (núm. 199, p. 61), además de ser tardías, muy
probablemente del siglo XII, no es seguro que se refieran a la cerveza.
(28) Cfr.: Indice léxico al final.
(29) Cfr.: D. 11, 781.
690
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
ambarino, cierto sabor agridulce, la reacción al movimiento brus­
co e incluso los efectos como bebida ligeramente alcohólica y re­
frescante, no la hacen tan diferente de la cerveza, máxime para un
escritor griego como Estrabón que escribe desde Roma basándose
en fuentes poco fiables, como hemos visto, y de oídas. Estrabón,
como es bien sabido, no visitó la Península Ibérica. Además, como
escribe en griego, no tiene otra palabra a mano, que la que le pro­
porcionan sus fuentes, en este caso Posidonio y Diódoro, que tam­
poco encontraron otra más apropiada en griego para referirse a la
cerveza que bebían los celtas del norte de la Galia. Recordemos que
zythos, en principio, se empleaba en griego sólo para designar a la
cerveza egipcia. Esto incluso nos lo recordaba Plinio (30), como ya
hemos visto, al hablar con mucho más fundamento que Estrabón
de la cerveza celtibérica a la que denomina caetia y cerea. Después
zythos pasó a significar todo tipo de cerveza, y finalmente toda be­
bida alcohólica distinta del vino (31).
En cambio, la palabra síkera (del hebreo sékar) tuvo menos for­
tuna en la lengua griega por la que pasó a través del griego bíblico
(versión de Los Setenta), sin entrar en la corriente literaria profa­
na (32). En consecuencia, tampoco entró en el caudal léxico de Estrabón y las fuentes griegas anteriores. Significaba en los textos
bíblicos «licor fermentado, bebida fuerte distinta de 1 vino» (33).
Al latín llega en época tardía también a través de las distintas ver­
siones de la Biblia en la forma sicera, que es una simple transcrip­
ción del vocablo griego (34). La emplean ya los primeros escritores
cristianos y se divulga definitivamente en los ambientes eclesiásti­
cos a partir de la Vulgata y su posterior aceptación general (35).
Por lo tanto Plinio y las demás fuentes latinas tampoco la conocie(30) Cfr. : Plin. XXII, 164.
(31) Cfr.: supra, nota 10.
(32) Aparece con relativa frecuencia en el griego bíblico: Lev. 10, 9;
Isaías, 24, 9; y Nuevo Test., Luc. 1, 15. Siempre en conjunción con el vino.
(33) Podría estar hecha de cebada o trigo, dátiles, manzana, etc. Sólo una
vez por extensión llega a significar vino en Los Setenta (Núm. 28, 7).
(34) Puede comprobarse a través de cualquier diccionario etimológico (Ern o u t -M e il l e t , Dictionnaire étymologique de la langue latine, Paris, 1959, s.v.
Sicera) ; o bien de latín cristiano (A. B l a is e , Dictionnaire latin — Français des
auteurs chrétiens, Turnhout, 1954, s.v. Sicera).
(35) Ya la emplea Tertuliano (Psych. 9), y sobre todo San Jerónimo, sien­
do la más conocida la de La Vulgata (Luc. 1, 15): et vinum et siceram non
bibet.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
691
ron, y por eso el naturalista habla del «vino de manzanas» cuando
se refiere a lo que nosotros llamamos sidra (36).
Acercándonos u n poco más, veamos cómo define la palabra sicera San Isidoro (Or. 20, 3): Est omnis potio quae extra vinum ine­
briare potest; cuius licet nomen Hebraeum sit, tamen latinum sonat, pro eo quod ex succo frumenti vel pomorum conficiatur, aut
palmarum ructus in liquorem exprimantur, coctisque frugibus aqua
pinguior, quasi sucus colatur; et ipsa potio Sicera nuncupatur. Es
decir, para San Isidoro de Sevilla, en pleno período visigodo, a po­
co más de un siglo de las fuentes altomedievales objeto de nuestro
estudio, con la palabra sicera todavía se designa toda bebida alco­
hólica distinta del vino, que se puede obtener principalmente del
trigo, las manzanas o los dátiles. Mantiene, pues, su sentido amplio
de tradición bíblica.
Finalmente con el monacato llegará a Asturias, como tantas
otras cosas importantes, la palabra sicera, que en cuanto entra en
nuestro territorio, donde la única sidra que se producía desde épo­
ca inmemorial era la de manzana, adquiere definitivamente el sig­
nificado restringido de lo que en adelante se entenderá universal­
mente por sidra: «Bebida alcohólica obtenida por fermentación del
jugo de las manzanas».
2.—e l léxico de la sidra (manzanares / pomares, dicera, et.).
Conviene señalar, antes de someter a un somero análisis cada
una de las palabras seleccionadas —el índice léxico completo que
ofrecemos al final habla por si solo y casi no necesita comentario—,
que es interesante conocer todas las variantes (fonéticas y morfo­
lógicas), precisamente por tratarse ya de una lengua acartonada,
llena de clichés y fósiles lingüísticos, muy propios de los documen­
tos notariales de la época. Por eso en este tipo de léxico cualquier
novedad, cualquier sutileza por insignificante que parezca, sobre
todo si se trata de documento auténtico (original o copia fiel) bien
transcrito, puede ser preciosa para el estudioso del latín medieval
en Asturias. Nosotros aquí no pretendemos ser tan escrupulosos,
habiéndonos propuesto desde el principio hacer un estudio riguro­
so desde el punto de vista científico, pero no estrictamente filoló­
gico, que podría resultar quizás inaccesible al gran público astu­
riano que lee con avidez cuanto sobre su pasado regional se publi(36) Cfr.: Plin. XIV, 103.
692
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
ca. Insistimos también en que cualquier tipo de constatación ne­
cesaria de este breve comentario debe remitirse al apéndice final,
con el fin de evitar, en la medida de lo posible la proliferación de
notas vanales.
2.1.—MANZANARES
/ POMARES.
El manzano desde época inmemorial creció espontáneo en los
bosques de la húmeda y verde Asturias, de donde lo sacó el hom­
bre cultivado y mejorado (37). Esto mismo se podría decir de otros
territorios y sobre todo de la Península Itálica. En Roma, en los
distintos tratados de agricultura conservados, tenemos abundan­
te información al respecto. Se conocían infinidad de variedades y
las técnicas más sofisticadas de injerto, que después con la roma­
nización directa y la que hemos dado en llamar indirecta (38), la de
los monjes medievales, llegaro na nuestras tierras.
El mismo Plinio, hablando del manzano, sin referirse a ningún
lugar en concreto, dice que nace espontáneo en los montes, sobre
todo en los bosques húmedos (XVI, 74), aunque también se le halla
cultivado en las llanuras; y así como en la mayor parte de los ár­
boles comunes a la montaña y al llano se aprecian diferencias en
cuanto a tamaño y calidad de sus frutos, en el manzano y el peral
no (XVI, 77) (39).
Nosotros en nuestra documentación tenemos abundantes refe­
rencias que indican la coexistencia de un aprovechamiento espon­
táneo y a la vez cultivado, subsistentes ambos aún en nuestros días
en las zonas menos desarrolladas de Asturias. Así, en ocasiones,
aparece citado el manzano en los montes en medio de otros árbo­
les frutales característicos del bosque asturiano, en el que perma­
necen algunos como el castaño, roble, etc., y del que han salido
otros para ser cultivados como el cerezo, el nisal, el nogal, la hi­
guera, etc. (40). Son muy frecuentes enumeraciones del siguiente
(37)
Ofr.: F. S eñas E n c in a , Reseña histórica de la agricultura en Astu­
rias, B.I.D.E.A., XLIV, pp. 509-542; XLVIII, pp. 3-23; L, pp. 3-38.
(38) P. R o d r íg u e z F ern a n d ez , El desarrollo agrario en la Alta Edad Media:
una forma de romanización indirecta del occidente astur, Rev. del Inst. “Ber•naldo de Quirós”, X, 1975, pp. 35-46.
(39) Plinio también nos habla de técnicas muy avanzadas de injerto en
la España romanizada, concretamente en la Bética, donde se obtenía un fruto
llamado malina, resultado del injerto de ciruelo en manzano (XV, 42).
(40) Cfr.: D. 78, 863); S.V. 14, 950; 129, 1104; passim.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
693
desarrollo: pomares, zeresales, kastaniales, prunales, ficares, nissales (S.V. 14, 950). Pero la inmensa mayoría de las menciones (cfr.:
manzanare y pomare en el Indice) nos presentan a los pumares o
pumaregas como algo esencial del entorno rural cultivado, que va
a dar lugar siglos después a lo que llamamos casería. El esquema
que se repite casi siempre es el siguiente: casa, orreo, lacare / torculare, hortos / térras, pomares, vineas (41).
El manzano no debía faltar en ninguna heredad de la región as­
turiana en aquellos siglos altomedievales a juzgar por las incesan­
tes alusiones, que en algunos documentos llegan a repetirse de una
manera mecánica, hasta convertirse en un cliché notarial. Suele
consignarse como la principal fuente de riqueza arborícola al ser
citado siempre en primer lugar con preferencia absoluta a otro ti­
po de árboles frutales: manzanares, vineis seu cetera arbusta pomí­
fera’, pumares uel cetera fructuaria; pumares et omnia genera arborum (passim cifr.: Indice). La gran extensión de tierras dedica­
das a pomaradas trajo consigo muy pronto una depreciación de
éstas a juzgar por los bajos precios que se pagan a partir sobre to­
do del siglo XII (42). lo que no impedirá que siga cultivándose con
profusión hasta nuestrs días.
Pero hagamos algunas consideraciones de tipo léxico:
Los latinos denominaron mala (manzanas) a la fruta del malus
(manzano). De una variedad importante llamada mañana o mattiana, que tomó su nombre de una Villa Mattiana (de Mattius), y que
encontramos citada en Suetonio, Plinio, Columela y más tarde en
San Isidoro, derivó el nombre de manzana>manzana (43). Poma,
en cambio, son todo género de frutas comestibles de árboles fru­
tales, y pomus designa a cualquier árbol frutal, incluido claro está
el manzano. Al huerto de árboles frutales se le llamó pomarium, y
pomarius al vendedor de frutas.
Pues bien, esta diferenciación que establecían los latinos per­
siste en nuestra documentación altomedieval, pero sólo hasta el si­
glo X. En los documentos de los siglos VIII y IX aun se establece
en ocasiones la diferencia entre mazanares y pomares: ortos, mo­
linos, mazanares, vineis, seu cetera arbusta pomífera (D. 16, 800);
cum térras et mazanares et cetera pomífera (D. 21, 807). Todas las
(41) Cfr.: D. 141, 889, passim.
(42) G a rcía L a r r a g u eta , Lo Catedral de Oviedo, centro de vida..., p. 65.
(43) Para cualquier aclaración a este respecto, se puede consultar cual­
quier diccionario bueno de latín en general, y particularmente el ya citado de
Blaise para los autores cristianos.
694
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
veces que aparece la palabra mazanares o manzanares es en docu­
mentos auténticos. Los pomares, pumares, pomíferos, etc., indife­
rentemente en auténticos y falsos.
Pero al ser considerada la manzana el fruto por excelencia ya en
aquella Asturias medieval, en este primer período documental (si­
glo VIII y IX) se observan interferencias que se irán acentuando
hasta el extremo de que la última vez que encontramos mázanos es
en el año 903 (44). A partir, pues, de comienzos del siglo X pumar
o pomar y pumarega, son sinónimos de manzanar y manzanera, que
ya no vuelven a aparecer en la documentación latina que estudia­
mos. En cierto modo esta situación ha persistido hasta nuestros
días en que el campesino asturiano sigue diciendo pomas (cada vez
menos usado), pomíferos y pomaradas.
Resumiendo, podemos decir que mientras que manzanar o de­
rivados aparecen una decena de veces en la primera documentación
(siglos VIII y IX), hay innumerables citas de pomar y derivados,
referidas al manzano, en todos los siglos de documentación medie­
val en latín (cfr.: manzanare y pomare en el Indice).
Pomares o pumares designa unas veces a los manzanos y otras
a los terrenos plantados de manzanos. Pomífera es el manzano, pu­
marega la pomarada, y pumareros los siervos dedicados al cultivo
y cuidado de las plantaciones de manzanos y a la fabricación de la
sidra. El terreno plantado de manzanos recibe también los nom­
bres de pomaríum, pomerium, pumarío, pomatio, pomeríis, pomíto, pometos, pomícelum, etc. (cifr.: Indice).
2.2.— SICERA.
Aparece por primera vez la forma sícere en un documento del
año 780 sobre cuya autenticidad hay dudas muy fundadas (45). Se
trata de una dotación fundacional del Monasterio de Santa María
de Obona por parte de Adelgaster, supuesto hijo del rey Silo. Le
concede además de los bienes inmuebles, muebles y semovientes
propios de este tipo de donaciones, unos siervos de criazón, que a
cambio del trabajo recibirán por día de servicio la correspondien­
te ración de comida y bebida, consistente en una libra y cuarto de
pan de mijo o de segundo, una ración de habas y de mijo, o bien
otros comestibles, y sidra si es posible (D. 10, 780).
(44) Dos veces mazanos (D. 168, 903).
(45) C fr.: A. F l o ria n o , Diplomática española... I, pp. 74-77.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
695
Sicera va a ser la forma normal que más aparece en auténticos.
Así, por primera vez, en la venta de Sismundo a Mactito del año
904, en la cual un medro de sicera forma parte del precio en espe­
cie que se paga por una heredad en Lena. (D. 172, 904). A través de
las distintas variantes podemos observar el proceso de palataliza­
ción y sonorización: cícera (passim), sizera (S.V. 14, 950; 121, 1099;
136, 1108; C.O. 135, 77743, sidra (B. 6, 1140); y también en las asi­
milaciones correspondientes: cícera (S.V. 144, 1113), cizera (C.O. 44,
1033), cidra (S.P. 8, 1129). Otras variantes como sincera (S.V. 211,
1143), siccera (S.V. 306, 1173) carecen de relevancia.
Saliéndonos del marco estrictamente léxico, como anunciamos
que era nuestra intención siempre que las circunstancias lo aconse­
jasen, pasamos a ofrecer ahora una breve reseña de los documen­
tos más interesantes en los que aparece mención expresa de la si­
dra, señalando el negocio jurídico, circunstancias que motivan tal
mención, así como cuantos detalles de lugar, tiempo, etc., creamos
importantes para ilustrar la presencia de la sidra en Asturias en los
siglos altomedievales.
Principalmente se trata de documentos de compra-venta en los
que la sidra forma parte del precio a pagar en especie, testamentos
o donaciones de otro tipo con reserva de un canon en sidra, arrien­
dos y usufructos que también se pagan en sidra, ofrendas, pagos
por calumnia, etc. Toda la casuística al respecto se puede resumir
en los siguientes apartados:
1.°) La sidra como parte del precio que se paga en especie por
una heredad o villa:
— Sisemundo vende a Mactito y a su mujer Avita una heredad
en Lena, en el lugar denominado Palacios, por el precio de un lien­
zo de lino, valorado en tres modios, un medro de sidra y un caba­
llo (D. 172, 904).
— Splendonio vende a Fredesinda una tierra en Villa Viasco,
valorada en dos modios y dos cuartas, que se pagan en sidra y gra­
no (D. 191, 908).
— Los nietos de Cere y otros venden a Fredesinda una tierra
que poseían por herencia de su abuelo, a cambio de una cantidad
de sidra, grano y queso, que no se especifica (D. 193, 908).
— El presbítero Juan vende a Ataño y a Faquilor una octava
parte de Vega, en la villa de Felectes, por el precio de un macho
cabrío y cinco cuartas de sidra (S.V. 7, 931).
— Martino vende al presbítero Vicentio tierras con diversos ár­
boles frutales en la villa de Nembro, recibiendo como precio una
696
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
capa, un macho cabrío, grano y sidra, por un valor en conjunto de
diez cuartarios (S.V. 13, 949).
— Nonnina vende a Bonello y esposa su heredad en la villa de
Pando, equivalente a una cuarta parte de la tierra, frutales y dere­
chos, recibiendo en precio una capa, una manta, granos, sidra y
carne por un total de cinco modios (S.V. 14, 950).
— Floriano y su mujer venden al abad Oveco y a la comunidad
del convento de San Vicente tres heredades de su propiedad: la
primera en Villa Aspera por el precio de la mitad de una vaca con
su ternera y una novilla, más un modio de escanda; la segunda en
el lugar de Vesca por el precio de dos terneros en seis quartarios,
cinco sextaños de sidra, y una pesada de mies; y la tercera consti­
tuida por una pequeña porción de tierra, sin mencionarse su valor
ni su situación (S.V. 19, 978).
— Leukadia vende a Aurelio unas tierras en Señera, recibiendo
como precio una pieza de lino, un cuartario de escanda, un cuartario de panizo y dos sextarios de sidra (S.V. 25, 994).
— Bellito Menendici y otros venden al abad Ramiro y a! Monosterio de San Vicente su heredad patrimonial en el lugar de Oli­
vares, cerca de la ciudad de Oviedo, por el precio de siete modios:
cinco en un buey y dos en pan, sidra y cera (S.V. 61, 1058).
— Pelagio Cítiz y su esposa venden a Gonzalvo Alvariz la mitad
de su heredad en la villa de Herías, del territorio de Lena, por el
precio de cuatro bueyes de cuatro modios cada uno, más pan y
sidra (S.V. 144, 1113).
— Pelagio Cítiz y otros venden a Suario y a su mujer la here­
dad denominada Paraes, bajo el monte Naranco, a orillas del río
Naura, exceptuándose de la venta una suerte de tierra que pertene­
cía a Pelayo; recibiendo como precio una vaca con su ternera, una
cerda, pan y sidra (S.V. 169, 1124).
— Ciz Ordóniz y su mujer venden al presbítero Martín y a su
sirvienta Vita una heredad en el valle de Sariego, en la v^lla llama­
da Priudu; el pago se hace en especie: vestidos, sidra, carne y otros
alimentos (S.P. 8, 1129).
— Columba Ordonii vendió toda su heredad al abad de Corias
Iohanni Aluari por ocho modios, un carnero y un cuartero de sidra
(R.C. 162, 1131).
2.°) La sidra como parte del precio que se paga en especie pa­
ra compensar una diferencia de valor:
— Miracia y su hijo Nonello entregan al presbítero Modesto tie­
rras en la villa de Autura, bajo el coto de Placenti, a cambio de
tres suertes de tierra en Sesgundi, compensando los primeros la di­
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
697
ferencia de valor con la oferción de cinco éminas de escanda, un
cuartario de cebada, un ternero valorado en dos cuartarios y una
émina de sidra (S.V. 23, 982).
3.°) La sidra como parte de un canon a pagar en especie:
— Sénior y su mujer fundan una hospedería para peregrinos
atendida por monjes en el lugar de Cortina, Talezas, junto al río
Aller, dotándolo con todo tipo de bienes muebles, inmuebles y se­
movientes, y estableciendo un canon a pagar consistente en cua­
tro panes, un carnero y un odre de sidra (C.O. 44, 1033).
— Los monasterios de Varcena, de San Juan de Sauto y de San
Juan de Villaverde debían pagar al Monasterio de Corias en el día
de San Juan Bautista un censo consistente en un modio de escan­
da, un medro de sidra y carne en abundancia (R.C. 13, 1044).
— Pelayo, obispo de Oviedo, y los canónigos dan a Martino Iústiz un controcio del castillo que fue de Ectauita Peláiz, establecien­
do un canon anual, a pagar en la festividad de San Martín a la Igle­
sia de San Salvador de Oviedo, consistente en una emina de pan y
un sestario de sidra (C.O. 135, 1114).
— Pedro Martíniz hace entrega al abad del Monasterio de San
Vicente de un tercio de la villa de Andalione, que su hermana ha­
bía donado a dicho monasterio, quedando el otorgante en la misma
como prestamero por el tiempo que fuera voluntad de ambas par­
tes, mediante el canon de un sextario de sidra como reconocimien­
to del señorío directo (S.V. 175, 1129).
— Fernando Pelagii en unión de su esposa e hijos dona al Mo­
nasterio de Santa María de Lapedo las cuatro quintas partes del de
Priantón, a orillas del Eo, para que fuera poblado por monjes be­
nedictinos y con la carga o canon anual de tres panes de una émi­
na y tres cálices de sidra (M.B. 14, 1146).
— Sancio Petri entrega al Monasterio de San Vicente su parte
de ración en las villas de Silvota y Kaes, en el valle de Lugo, junto
al río Naurenia. El abad Ordonio concede a su vez a Sancio Pétriz
parte de lo donado en usufructo vitalicio, mediante el canon anual
de un quartero de pan de escanda y un odre de sidra (S.V. 274, 1161).
— Unos siervos de Cañero debían pagar anualmente al Monas­
terio de Cañero diez mondas, un cordero y un odre lleno de sidra
(R.C. 382, ?).
4.°) Donación de las existenóias en sidra post obitum o en ca­
so de abandono:
— Fernando Peláiz y otros donan al clérigo Martín Fernández
una heredad en Santa Marina, la mitad en plena propiedad, y la
otra mitad en usufructo vitalicio, volviendo a la raíz al fallecimien­
698
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
to de éste, y pasando al Monasterio de Belmonte las existencias en
pan, sidra y ganados (M.B. 1140).
— Pelayo, obispo de Oviedo, junto con los canónigos, dan a Pe­
dro García y su mujer una corte, sita junto a la Iglesia de San Sal­
vador, con la condición de que a su muerte todo revierta a la sede
de Oviedo, incluidas las existencias en pan y sidra (C.O. 146, 1127).
— Pelagio Roderici y su mujer donan al Monasterio de San Vi­
cente por sus almas y por la de su hijo, la villa de Castannera en
el valle de Plañera, entre el castillo de Siero y el valle de Sariego,
quedando el donante como prestamro, a cuya muerte todo el gana­
do, el pan y la sidra pasarán al cenobio (S.V. 185, 1133).
—Gontrodo Petri dona al Monasterio de San Vicente la mitad
de la villa de Ambas y media heredad en Tedaga, con la condición
de que estas propiedades no puedan ser vendidas ni dadas en pres­
timonio. A su muerte pasarán al monasterio también los ganados,
el pan y la sidra (S.V. 211, 1143).
— Urraca Martini y sus hijos dan a la Iglesia de San Salvador
de Oviedo y a su obispo Martín II la villa de Felechas, en el valle
de San Claudio, reservándose el usufructo el donante, a cuya muer­
te pasará a la Iglesia de Oviedo con las existencias en pan, sidra y
ganados (C.O. 157, 1145).
— Doña Urraca Díaz, abadesa, y el convento del Monasterio de
San Pelayo conceden a Juan Peláiz la tercera parte de los frutos
que obtengan en la heredad que él trabaja, situada en Vega del
Monte. En caso de abandono voluntario por parte del destinatario,
quedarán para el monasterio las existencias en ganado, haberes,
pan y sidra (S.P. 67, 1230).
5.°) Ración vitalicia de sidra por testamento sub conditione:
— Gelovira Ectaz ofrece al Monasterio de San Vicente la cuar­
ta parte de la villa de Aliones, que era de su propiedad; más otra
cuarta parte que había adquirido de Vita Facúndiz, de la cual se re­
serva el usufructo; estipulándose que durante la vida de la otor­
gante el monasterio le dé ración de pan y sidra, y la entierre en el
mismo a su muerte (S.V. 136, 1108).
6.°) La sidra como oblación anual pro anima:
— Enderquina Pétriz hace donación a Pelagio Vascone y su mu­
jer de una heredad en la villa de Vega, en el valle de Gijón, impo­
niéndose al donatario la obligación de ofrecer cada año en el día
de Santa María de agosto un sextario de pan, una émina de sidra
y otra de conducho en sufragio del alma de la donante y de las de
sus padres (S.V. 242, 1151).
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
699
— Giraldo García y María Femándiz ingenuan a sus siervos Pelagio Pétriz e hijos con la condición, entre otras, de que a la muerte
de los ingenuantes y mientras vivan, en el día de Santo Emiliano,
hagan una oblación de pan y sidra (C.O. 192, 1177).
— Sancha Peláiz dona a Urraca y otros una heredad en Piñera y
un hero en Villanueva. Los beneficiarios servirán en vida a Sancha y
a la muerte de ésta tendrán que decirle una misa anual el día de
San Miguel, y hacer la ofrenda de media émina y un vaso de sidra
(S.P. 54, 1219).
7Ia) Un fraude en sidra y otras especies obliga al pago de ca­
lumnia (por daños):
— Martino Pétriz y su esposa entregan a García Suárez una he­
redad situada en territorio Tebricense, en la villa de Cunio, junto
al río Merdalo, por los daños inferidos en el arrendamiento de una
villa al sustraer una parte importante de pan, vino y sidra que co­
rrespondía entregar al propietario (S.V. 116, 1096).
— María Vítaz y sus hijos entregan a Iohanne Ordóniz y María
Analso los pomares que tenían plantados en Erías, en el valle de
Lena, como compensación de las deudas y perjuicios que los otor­
gantes habían ocasionado en la administración de los bienes del do­
natario sustrayendo, entre otras cosas, pan y sidra (S.V. 121, 1099).
8.°) Ración de sidra como parte del pago en especie por el tra­
bajo diario:
— Adelgaster concede al Monasterio de Santa María de Obona,
además de los bienes propios de una fundación monástica, unos
siervos de criazón, que a cambio del trabajo diario recibirán la co­
rrespondiente ración de comida, incluyéndose como bebida la sidra
siempre que sea posible (D. 10, 780).
9.°) Donación con excepción de la Sidra y el pan:
— Velasquida Pétriz dona al Monasterio de San Vicente toda su
heredad de Molleda, en el lugar denominado Barredo, junto con la
mitad de todos sus haberes, excepción hecha del pan, del hórreo y
la sidra de la cuba (S.V. 306, 1173).
Para terminar este comentario sobre la sidra diremos a modo
de conclusión que, aunque el vino no faltaba en la Asturias altomedieval, la mayor abundancia de sidra hizo que la expresión panem
et vinum tan corriente en otras regiones de la España cristiana pa­
ra la fijación de pechas y censos, se viese constantemente sustituida
por panem et siceram (46).
(46)
Cfr.: SV. 61, 1058; 121, 1099; 136, 1108; 144, 1113; C.O. 135, 1104;
S.V. 169, 1124; C.O. 146, 1127; S.V. 185, 1153; B. 6, 1140; S.V. 211, 1143; C.O.
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
700
3.—e l
l é x ic o d e l v in o
(vinea, vinum, etc.).
Escurioso observar que así como el tema del vino en Asturias,
desde el punto de vista histórico-geográfico, por lo que a la Edad
Media se refiere, ha sido objeto de estudio con más o menos pro­
fundidad en estos últimos años (47), sin embargo sobre la sidra,
bebida autóctona por excelencia, mucho más ampliamente docu­
mentada que el vino en la diplomática medieval, se ha escrito sólo
de pasada, accidentalmente y de un modo totalmente superficial.
En consecuencia, no vamos a prolongar esta breve introducción,
que trata simplemente de orientar sobre la lectura del léxico que
ofrecemos al final.
3.1.—VINEA.
Parece indiscutible que los orígenes de la viticultura en Astu­
rias no pueden ir más allá de la llegada de los romanos a nuestro
territorio. Estrabón es bien explícito cuando nos dice que «el vino,
muy escaso, cuando lo consiguen, se consume enseguida en los
grandes banquetes familiares» (III, 3, 7). Este pasaje ya nos da a
entender que lo importaban; pero aun pudiera quedar la duda so­
bre su origen interpretando que la producción era escasa y limita­
da a determinados lugares de la región. Sin embargo es el mismo
Estrabón más adelante (III, 4, 16), quien nos confirma que «las cos­
tas septentrionales ribereñas del Océano carecen de ellas (olivo,
vid y otras plantas) a causa del frío».
A pesar de que está suficientemente claro que fueron los roma­
nos los que introdujeron la viña en Asturias, y que en algunas viItae del Bajo Imperio debió producirse vino siguiendo las técnicas
157, 1145; B. 14, 1146; S.V. 242, 1151; 274, 1161; 306, 1173; C.O. 192, 1177;
S.P. 54, 1219; 67, 1230. Esta misma expresión tiene su equivalente en ciuaria
(cereal panificable) et sicera: D. 191, 908; 193, 908; S.V. 13, 949; 14, 950. Tam­
bién aparece una sola vez pane et vino et sicera (S.V. 116, 1096).
(47)
|No hay ningún estudio monográfico serio por lo que a Asturias se
refiere. Sí se pueden espigar comentarios más o menos amplios en las mono­
grafías que se están publicando sobre monasterios, del tipo de la ya mencio­
nada sobre San Juan de Corias (Cfr.: M.a E lida G a rc ía , Op. cit. pp. 236 y
364-371). De carácter más general y con un capítulo dedicado en parte a As­
turias: A. H u e t z de L e m p s , Vignobles et vins du Nord-ouest de l’Espagne, Burdeis, 1967, I, pp. 210-212.
También P. B a llester o s A lava , La agricultura en la Monarquía Asturiana,
Est. sobre la Monarquía Asturiana, Oviedo, 1971, pp. 325-327.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
701
muy desarrolladas, casi divinas, de los romanos, sin embargo po­
demos afirmar una vez más que fue en época altomedieval con la
llegada de los monjes, en ese período que hemos dado en llamar de
romanización indirecta, cuando se implantó definitivamente y de
un modo sistemático el cultivo de la vid en Asturias. La invasión
musulmana, al provocar la llegada masiva de monjes y nobles a
nuestro territorio, producirá el despertar de una economía rural
aletargada, así como toda su evolución posterior (48). Las necesi­
dades alimentarias y litúrgicas de la nueva aristocracia de sangre
y de religión, acostumbrada al vino, van a superar las dificultades
climáticas y las condiciones naturales adversas de los lugares poco
aptos para esa clase de cultivo. En general el pueblo seguirá be­
biendo sidra, y con sidra, como parte del pago en especie, suplirá
la escasez de vino de los monasterios pobres (49).
Aquí, para no extendernos más sobre algo que está bastante
claro, únicamente queremos dejar constancia de nuestra opinión
respecto a algunos puntos hasta ahora no del todo claros por fal­
ta de perspectiva al concretarse los estudios realizados a la docu­
mentación de una determinada colección o de un monasterio en
concreto. La visión de conjunto que ofrecemos, nos permite llegar
a resumir en las dos conclusiones siguientes:
1.a) Observando los lugares a que hacen referencia los docu­
mentos en los que aparecen las palabras vinea y vinum en sus di­
versas formas (cfr.: Indice), se llega fácilmente a la conclusión de
que el cultivo de la vid se extendió en principio por toda la región
asturiana, dependiendo su intensidad únicamente de la existencia
de asentamientos monásticos. En cambio, si avanzamos cronológi­
camente, y sobre todo a partir del siglo XII, hay ya cierta especialización intensiva, motivada por las condiciones naturales más o
menos favorables de los nuevos asentamientos, concretamente los
del occidente en los valles del Narcea y Navia (50).
2.a) Establecido el cultivo de la vid fundamentalmente por los
monjes, se produce un íntimo maridaje entre la viña y el pomar:
vincas et pomares; pomares et Vineas (cfr.: Indice, passim), que
va a dar una configuración para varios siglos al terrazgo medieval
en nuestra región. El esquema que se repite constantemente es el
(48) Cfr.: A. H u e t z de L e m p s , Op. cit., p. 165.
(49) Cfr.: Indice (sicera).
(50) Cfr.: M.a E lida G a rc ía , Op. cit., pp. 236, 297-301 y 364-371.
702
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
siguiente: casas, órreos, locare / torculare, apotecas, cupas, vineas
et pomares / pomares et vineas (51).
Finalmente diremos que la palabra vinea aparece por prime'ra vez referida a Asturias en el famoso documento de la fundación
de Oviedo, tan discutido desde el punto de vista crítico, pero tan
interesante en todos sus aspectos, por el que el 25 de noviembre
del año 781 los monjes fundadores y pobladores del Monasterio
de San Vicente otorgan un pacto monástico al abad Fromistano y
al presbítero Máximo (52). Este precioso testimonio documental
sirve de ejemplo, y es suficientemente elocuente para comprender
con una simple lectura, cómo fueron surgiendo en los primeros
momentos las iglesias, cenobios y monasterios en torno a los que
nacerá después la vida rural y urbana. En tan sólo veinte años (del
761 al 781) un terreno de monte (ex scalido, nemine posidente), que
fue necesario amansar y roturar, se ha convertido en una granja
importante con sus ganados propios (caballos, equas, boves, vaccas,
omnia pécora), en cuyos terrenos se cultivaban ya los viñedos y las
pomaradas (in vineis, pomiferis).
A partir de este momento la palabra vinea, generalmente en
plural, se encuentra con profusión en documentos de todo tipo,
coordinada o yuxtapuesta casi siempre a pomares (cfr.: Indice). La
única curiosidad lingüística digna de ser reseñada es la forma vinia, con cierre de e en hiato, repetida con variantes en dos docu­
mentos auténticos de los años 831 y 953 (D. 39, 831; C.O. 26, 953).
Vineáles es otro modo de designar a las viñas. Los que hacen la
vindemia reciben el nombre de vinatarii o viñaderos. El término
vinnadeiros (B. 59, 1163) se justifica por el influjo del gallego en
zona occidental.
(51) Passim. En el noventa por ciento de las citas de pomares o vineas se
da esa organización.
(52) Cfr.: D. 11, 781. Véase en A. F l o ria n o , Diplomática... I, pp. 78-85, con
un estudio crítico. También A. F l o ria n o , Origen, fundación y nombre de Ovie­
do, Symposium sobre cultura asturiana de la Alta Edad Media, Oviedo, 1967,
pp. 167-190.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
7 03
3.2.—VINUM.
Aunque son muchas menos las menciones expresas del vino que
las de la sidra, también algunas veces aparece la palabra vinum
por los mismos motivos que sicera:
1.°) El vino como parte del pago en especie por una heredad:
— Pedro y otros venden a los monjes de Lebeña una viña en
Grandovelia, recibiendo como pago carne, vino y grano por valor
de un tríente (D. 91, 868).
— Argilo y su marido Félix venden a Ermulfo y sil mujer una
tierra en la villa de Arzinaba y una porción en Prato Felice por una
cabra y vino (D. 94, 869).
2.°) Canon a pagar por usufructo:
—Martín Fernándiz y su esposa donan a Santa María de Lapedo la villa de Várcena, en el territorio de Miranda y lugar llamado
Entrambas Mestas, junto al río Pionia, pero el donante se reserva el
usufructo durante los días de su vida, obligándose a pagar al mo­
nasterio cada año un sextero de escanda y una émina de vino (B. 31,
1153).
— El abad Don Martín, como donatorio del usufructo vitalicio
de la Iglesia de San Andrés de Agüera, se compromete a dar a San­
ta María de Lapedo anualmente una émina de escanda y una quinta
de vino (B. 43, 1159).
3.°) Pago de calumnia por sustración de vino:
— Pedro, abad del Monasterio de Severo, recibe el plácito de
Vilifrendo en nombre de Victino, que se compromete a levantar el
monasterio e iglesia de Santa María de Gordón, obligación contraí­
da en juicio por la usurpación que había hecho Victino de una vi­
ña y el vino que estaba produciendo (C.O. 26, 953).
— Martino Pétriz y su esposa entregan a García Suáriz una he­
redad situada en territorio Tebricense, en la villa de Cunia, junto
al río Merdalo, por los daños inferidos en el arrendamiento de una
villa al sustraer una parte importante de pan, vino y sidra (S.V. 116,
1096).
Finalmente observamos a partir del siglo XIII, concretamente
en la documentación del Monasterio de San Pelayo de Oviedo, una
expresión de corroboración en la que se hace mención del vino, que
se bebe en señal de acuerdo y como garantía del pacto en compa­
ñía de los testigos: per vino bibito ... et bibimus vinum de illa (S.P.
56, 1221); et bibimus vinum (S.P. 60, 1222); et per vinum bibitum
per concilium et per maiorinos (S.P. 63, 1227); et bibimus vinum
pro precio quod accepimus de vobis (S.P. 83, 1237).
704
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
Torculare et lacare.— (Dibujo de Legazpi)
4.— e l l é x ic o DE l a sid r a y e l v in o
(lacar, torcular, cupa, etc.).
El lacar o torcular, junto con el orreo y a veces la apoteca, cons­
tituyen las dependencias básicas en torno a la casa rural. En el la­
gar o torcular, y también en la bodega, se guardan las cupas, que
generalmente contienen sidra o vino. Aunque el lagar está íntima­
mente vinculado a la casa, incluso dentro de la misma: cum casa
et suo lacare in ea (S.V. 99, 1086), también hay lagares en medio de
las pomaradas y las viñas (D. 192, 908).
La primera vez que aparece lacar es en documento auténtico del
año 870 (D. 97, 870). Siempre se encuentra en auténticos, mientras
que torcular aparece en documentos falsos y auténticos. Las va­
riantes empleadas son lacatare y la forma sonorizada lagare (cfr.:
Indice). Se refiere a la edificación donde se guarda la prensa (torcu-
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
705
lar) y los recipientes (cupas). En su origen etimológico ( <lacus)
está la idea de contenedor, donde se recoge el líquido, en este caso
la sidra o el vino. No aparece hasta la fecha indicada (año de 870),
no habiendo en consecuencia ninguna mención en los autores clá­
sicos ni posteriores hasta esa fecha, aunque sí encontramos con fre­
cuencia la palabra lacus en el latín de Roma y más tarde en San
Isidoro con el sentido de lugar donde se almacena el vino (53). En
nuestra documentación incluso se hace mención del solar de un an­
tiguo lagar: et solare de illo lacatare (S.V. 19, 978), lo cual da a en­
tender claramente que se refiere al conjunto de la edificación.
En cambio torcular al principio sólo aparece en interpolados
o falsos. Significa originariamente la prensa, y también el edificio
como sucedía ya en los autores latinos (54). Su uso se hace cada vez
más frecuente, llegando a ser dominante y suplantado a locar en
la documentación latina medieval de los siglos XI y XII. La lengua
romance preferirá lagar, que permanece en uso hasta nuestros días.
Al ser muy superior la producción de sidra a la de vino en Astu­
rias, ya desde época remota, la acepción del término bien pronto
quedó reducida a «lugar donde se produce y almacena la sidra».
Cupa, generalmente en plural (cupas o la forma sonorizada cu­
bas), nombre casi siempre en nuestra documentación a los recipien­
tes de madera que conocemos con el mismo nombre y que sirven
para guardar la sidra o el vino. Algunas veces también se emplea­
ban para áridos (D. 142, 889). En documentos de los siglos VIII y
IX aparece la forma masculina en coordinación: cupos et cupas
(cfr.: Indice). Pensamos que la forma masculina puede estar refe­
rida a los recipientes o dornas, generalmente de madera también,
para usos domésticos, incluido el baño (55). A partir del año 904
(53) San Isidoro, Or. 5, 6, 8: Lacus dictus, quia ibi decurrit frugum (va­
riante: uvarum) liquor; y en 20, 14, 12: Lacus, quo liquatus profluat, quo ab
uvis vel olivis torquendo oleum vinumque exigitur. De las innumerables citas
de autores latinos, mencionaremos sólo a Plinio 14, 83; 18, 317; 23, 33.
(54) Así por ejemplo en Columela 1, 6, 18 y Plinio 15, 6; 18, 230. Passim.
No creemos acertada la opinión de A. F lo r ia n o , Diplomática... I, p. 631, cuan­
do dice refiriéndose a torculares que son “prensas para el aceite”. En los docu­
mentos que transcribe siempre significa prensa para la elaboración de la sidra
o el vino evidentemente Otra cosa es lo que pueda significar en Extremadura
o Andalucía.
(55) No podemos admitir, por excesivamente restrictiva, la aclaración de
A . F l o r ia n o , Op. cit., p. 597, cuando al comentar la palabra cupas, cupos, dice
“que eran en realidad como grandes dornas o tinas de madera en las que se
bañaban los monjes”. Es evidente, con sólo consultar el Indice que ofrecemos
al final de la parte expositiva, que casi el total de las veces que aparece cupa
706
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
(D. 171, 904) solamente encontramos formas femeninas, y en con­
textos que indican claramente el destino que se les ha seguido dan­
do hasta nuestros días en relación con la sidra y el vino.
Lacare cum suo torculare et cupa.—(Dibujo de Legazpi)
5.— INDICE LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO.
CUPA / cuba, cubus, cupos / cubas / cubbas / kubas) cupos / cu­
bos, cupis / cubis:
tam térras quam uineas... cupas uel cupos (D. 62, 856); orreis,
cubis, torcularibus 21 (D. 65, 857); cupos, cupas, ferramenta (D.
88, 867); cubos, cubas et omnia edificia cum intrinsecus suis que
ibidem est (D. 95, 870); cubus et cupas, lectos et catedras (D.
97, 870); vineas et pomares, cupas, vel vasa vitrea, urceorum
terreum (D. 98, 870); ferramenta, cupas, cupos (D. 101, 871);
cupa de quindecim miedros (D. 106, 873); cubus, cubas, lectus,
en sus distintas variantes se refiere a los recipientes para guardar la sidra y
el vino. Recordemos a título de ejemplo la mención: pane de horreo et siccera
de cuba (S.V. 306, 1173).
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
7 07
kadedras (D. 125, 882); cupas uel omnem intrinsecum domui
uarganum (D. 138, 887); térras, pomares, uineas, kasas, orrea,
cupas uel omnia quicquid intrinsecus domorum (D. 141, 889);
domos et cellarios cum suos cupos et cupas, torcular et omnia
u-asa uini (D. 142), 889); mensorios VIII, concas XV, arcas III,
cupas X, cupos III (D. 171, 904); casas, orrea, cubas (S.V. 4,
916); pomiferis, uineas, kasas, cupas, orreos (C.O. 25, 951); ka­
sas, cupas, lagare (C.O. 25, 951); kasas et cuba omnia (S.V. 16,
969); casas, orreos, aboteciis, cupas, lagares (S.V. 18, 974); cum
casas et orreos et cupas (S.V. 28, 1015); cum casas, orreos, cubbas, cum omnia torqularia (C.O. 43, 1020); kasas, cubas et
orreos, lagare (C.O. 44, 1033); cum casas, cupas, orreos et torcularia (C.O. 47, 1037); casas, cupas, orreos, torculada (C.O. 48,
1043); cum casas, cupas, cum intrinsecus domorum (C.O. 50,
1045); kasas, orreos, torcularis, abotecis, cubas (C.O. 51, 1046);
cum casas, orreis, cupas, torculada (S.V. 41, 1047); in casas, in
orreos, in torcularia, in cubas (S.V. 44, 1048); kasas, orreis, abuteziis cum suas cupas, torcularia (S.V. 49, 1054); casas, orreos,
cupas (S.V. 59, 1057); casas obtimas et cubas, orrea, torculare
(C.O. 60, 1058); cum kasas, orreos, cubas, torcularia (C.O. 69,
1073); casas, orrea, abotegas, cupas, torcularia (C.O. 88, 1084);
cum casas, orreos, aputezis, cupas, torcularia (S.V. 101, 1087);
casas, cupas, orreos (S.V. 122, 1100); cupas, casas, orreos, torcu­
laria (S.V. 125, 1103); cubas, orrea, torcularia (C.O. 120, 11011109); orrea, torcularia, cupas (C.O. 124, 1104); cubas, orrea,
torcularia (C.O. 128, 1109); casas, orreos, cupas (S.V. 137, 1109);
cum casas, et orreos, et cupas, et torcularia (S.V. 138, 1109);
cum casas, cupa Ia, orreos, torcularibus (S.V. 164, 1123); cupas,
orreis, torcularibus (S.V. 167, 1123); cuppe, orrea, torcularia,
pane, sicera (C.O. 146, 1127); cum casis et orreis, torcularibus,
cupis (S.V. 196, 1137); cum casis, cupis, orreis, torcularibus (S.V.
206, 1141); cum domibus, orreis, cupis (S.V. 232, 1148); cum ca­
sis et orreis, cupis, torcularibus (S.V. 233, 1148); et uno orreo
et II kubas (S.V. 284, 1163); pane de hórreo et siccera de cuba
(S.V. 306, 1173); mesas, cupas, archas (C.O. 214, 1197); orreis,
cupis, torcularibus (S.V. 365, 1197); casas et cubas (R.C. 437, ?).
LACAR, lacare/ lagare, lacatare:
térras ruptas uel barbaras, casas, lacar, petras móviles et inmobiles (D. 97, 870); terram uacabilem super illum lacatare meus
(D. 132, 884); kasas, cupas, lagare uel qui ibídem abeo (C.O. 25,
951); casas, orreos, aboteciis, cupas, lagare (S.V. 18, 974); et so­
708
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
lare de illo tacare (S.V. 19, 978); kasas, cubas et orreos, lagare
(C.O. 44, 1033); tacares cum suis uineis et omnia genera arborum (S.V. 40, 1046); kasas II, orreos II, lagare I (S.V. 51, 1055);
cum una casa et suo tacare in ea (S.V. 99, 1086).
MANZANARE, mamzanares. Manzaneiras. Manzanos:
mazanares, vineis, seu cetera arbusta pomífera (D. 16, 800); cum
térras et mazanares et cetera pomífera (D. 21, 807); sernas et
mazanares, defesas (D. 56, 853); sernas et mazanares et de pascuis defesas (D. 78, 863); térra iuxta casa et manzanare (D. 87,
867); et illas salges (salices?) et mazanares (D. 106, 873); et ma­
zanares et linares (D. 162, 900); mazaneiras, pereiras amexeneiras, linares (D. 129, 883); mázanos 2 (D. 168, 903).
POMARE / pumare, pomari, pomarem, pomares ¡ pumares / pommares / promares, pomaribus. Pomífera / pumifera, pomiferam, pomíferas, pomíferos / pumiferos, pomiferis / pomipheris / pumiferis, pomipherares. Pomarium / pomerium, pomario ¡ pumario, pomeriis. Pomito, pometos. Pomicelum. Pomorum. Pumarega, pomaregam, pumaregas:
in haereditatibus, pomares, exitus et regressus in monte et in
fonte ... in pratis et haereditatibus cum pomares ... cum haereditates et pomares ... cum térras et haereditates et pomares (D.
1, 718-737); pomiferis et vineis (D. 6, 757); et plantavimus vineis et pomiferis ... et cum hortis et vineis et pomiferis (D. 8,
760); in vineis, pomiferis (D. 11, 781); mazanares, vineis, seu ce­
tera arbusta pomífera (D. 16, 800); pumares, cum suo terreno
(D. 17, 803); in busta siue in uineas et pomífera omnem (D. 18,
803); cum térras et mazanares et cetera pomífera (D. 21, 807);
pumare cum suos terrenos (D. 26, 817); de térras, de uineas, de
pomífera ... de térras, de uineas, de pomíferas ... tam in terris,
quam in uineis et pomiferis ... de terris, uineis, et pomiferis (D.
27, 818); térras, uineas, pomíferas (D. 32, 826; térras, uineas que
plantauimus et pumares ... et uineas et pumares (D. 35, 828);
térras, uineas, pomares (D. 37, 829); uineis, terris, pomares ...
vinias, térras, pomares ... binia ibídem ante casa, pomares, se­
ñeras ... horrea, cortes, pumares ... binias, pomares et térras ...
horreum, térras et pumares (D. 39, 831); vineas et pomares vel
térras (D. 41, 834); uineas et pomares ... pomares, uineas (D. 42,
836); pumares (D. 45, 841); uineas, pumares, ficulneas (D. 46,
842); in ipsa uinea et in ipso pumares ... uinea et pumares (D.
47, 842); in uinea et poniito ... infra ipsa uinea et pomito ... pro
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
709
ipsa térra, uinea, pomito, ficares, castaniares (ibíd.); térra, pu­
ntares, uineam (D. 48, 843); vineas, pomiferis (D. 49, 844); po­
mares, uineas (D. 52, 847); pomíferas (D. 52, 847); in sernas, in
pratis, in pumares (D. 54, 852); uel omnem pomiferam uel arbusta, fructuosa uel infructuosas (D. 62, 856); térras, pumares
et omnia genera pomorum (D. 68, 858); Uineas, pomipherares
(D. 69, 860); pumare ... uineam et pumares ... pumare (D. 71,
860); pomíferas ... cum suas vineas et defesas in montibus et
suis pomaribus (D. 78, 863); pomares ... pomarem et uineam ...
pomares ... pomares ... pomares et uineas ... pomarem ... po­
mares ... pomifera ... pomarem ... pomífera ... pomares ... pomare ... uineas, pomares (C.O. 8, 863); pomares 5 (D. 81, 864);
pommares, uineas (D. 82, 864); pomíferos 2 (D. 87, 867); uineas,
pumares ... pumares et uineas (D. 88, 867); vineas et pomifera
(D. 93, 869); uineis, pomipheris (D. 96, 870); pumares, amexinares, uineales (D. 97, 870); vineas, pomares ... vinea et pomares
(D. 98, 870); uineas et pumares (D. 99, 870); vineis ... pomares
(D. 100, 871); pomares ... pomare (D. 101, 871); terris pomiferis
(D. 105, 873); pomare 3 (D. 111, 875); uineas, pumares (D. 114,
875); uineas, pumares (D. 135, 886); pomiferis (D. 138, 887); po­
mares, uineas (D. 141, 889); vineas et pomares (D. 142, 889);
uineis, pomeris (D. 144, 893); uineis, pomeriis 2 (D. 147, 895);
pumares (D. 148, 895); bineas, ortos, pontiferos (D. 150, 895);
uineis, pomiferis (D. 151, 895); pometos 2 (D. 154, 897); uineas,
térras, ortales cum sua pomifera (D. 162, 900); pomare et uinea
(D. 163, 900); pomicelum (D. 163, 900); uineis, pomeriis ceterisque arboribus 2 (D. 165, 900); pomare 3 (D. 169, 904); pomerium
(D. 171, 904); pontleras (D. 172, 904); pumario 2 (D. 175, 905);
pumaregas (D. 175, 905); pumare 3 (D. 177, 905); pumares
(ibíd.); pomeriis (D. 178, 905); pomares (D. 183, 905); pomare
3 (D. 186, 906); uineis, pomiferis ... vineas, promares ... poma­
rem ... pomare ... pomario ... pomarium (D. 192, 908); pumares,
uineas (D. 195, 909); pumare 4 (D. 202, 910); pumares (S.V. 4,
916); pomares ... pomares V (quinqué) (S.V. 5, 917); unam grandem pomaregam (C.O. 22, 921); pumare 2 (S.V. 6, 929); pumare (S.V. 8, 937); pomares 2 (S.V. 10, 946); pomare (ibíd.); poma­
res (S.V. 13, 949); pomares, zeresales, kastaniales, prunales, fi­
cares, nissales (S.V. 14, 950); pontiferis, uineas (C.O. 25, 951);
pomiferis 2 (ibíd.); pomare 3 (C.O. 26, 953); pomare (S.V. 15,
962); pomares (S.V. 16, 969); pomares (S.V. 20, 978); pomiferis
S.V. 24, 990); pomiferis (C.O. siglo XI); pomiferis 4 (C.O. 41,
1012); uinea in Fraxonito et pumares (S.V. 28, 1015); uineis ad-
710
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
que ingens pomeriis (C. 1, 1024); puntares 2 (S.V. 30, 1028); pu­
ntares (S.V. 31, 1037); puntares (S.V. 32, 1039); puntares 4 (S.V.
33, 1041); puntares III (ibíd.); puntares (C.O. 48, 1043); pumiferis (C.O. 50, 1045); puntares (C.O. 51, 1046); puntares (S.V. 45,
1049); puntares III (ibíd.); puntares (S.V. 47, 1050); puntares
(C.O. 52, 1050); puntares 2 (C.O. 57, 1053); pomífera (S.P. 3,
1053); pumares 2 (S.V. 50, 1055); pumares (S.V. 51, 1055); pumares, nokares, castaniares, cereisales (S.V. 52, 1055); pumares
(S.V. 53, 1055); pomares (S.V. 54, 1055); pumares 2 (S.V. 55,
1057); pumares IlIIor (ibíd.); pumares 2 (S.V. 56, 1057); pumares VII (S.V. 57, 1057); pumares (ibíd.); pumares (C.O. 60, 1058);
pumare (S.V. 61, 1058); pumares (C.O. 62, 1060); pumares (S.V.
65, 1069); pumiferis (S.V. 66, 1070); in illo quintanal cum suos
pumares (S.V. 70, 1072); pumares, nocares (C.O. 69, 1073); pu­
miferis (S.V. 78, 1078); pum'iferis (S.V. 79., 1078); pumiferos
(S.V. 81, 1080); Pumar uerdingo (R.C. 459, 1080); sernas, et uineas, pumares (C.O. 85, 1081); pomares (S.V. 87, 1082); cum
suos pomares qui ibi sunt plantatos IIII ... in ipsos IIII pumares (S.V. 91, 1083); pumiferis 2 (S.V. 96, 1086); pumares IIII
(ibíd.); in uineas, in pomiferis (C.O. 94, 1087); pumares (S.V.
106, 1089); pumares 2 (C.O. 102, 1091); pumare (ibíd.); pumares (S.V. 108, 1092); pumares (S.V. 109, 2092); pumare (S.V. 110,
1092); pumaferos (S.V. 112, 1094); pumiferos (S.V. 114, 1095);
pumares (S.V. 116, 1096); pumares (S.V. 118, 1096); pumares 2
(S.V. 121, 1099); pumares (S.V. 122, 1100); pumar (R.C. 389,
1103); pumiferos 2 (S.V. 127, 1104); pumares, cerasaliares, cas­
taniares (S.V. 129, 1104); pumares 2 (S.V. 131, 1106); pumare
(RC. 296, 1107); pomíferos (S.V. 139, 1110); pumares (C.O. 132,
1112); pumareros de Corias (R.C. 59, 1112); pumiferos (S.V.
142, 1113); pumares (C.O. 135, 1114); pumifera2 (S.V. 145, 1114);
pumare 2 (S.V. 146, 1114); pomífera (S.V. 146, 1114); pumares
2 (S.V. 150, 1115); pumare (ibíd.); pumares 3 (S.V. 151, 1115);
tres pumares (R.C. 305, 1115); pumares, ceresales, vineas, linares
(B. 5, 1116); pumares (S.V. 157, 1119); pumareros (R.C. 341, 11201123); pumares (S.V. 160, 1122); pumares VIII (ibíd.); V pumares 2 (S.V. 165, 1123); X pumares 2 (S.V. 166, 1123); pumares et
ceresales (S.V. 172, 1125); pumare (R.C. 238, 1132); pomíferos
3 ( S.V. 189, 1134); pumares (S.V. 190, 1134); pomari 2 (S.V. 193,
1136); pomeriis (S.V. 203, 1141); pomiferis ... quatuor pomiferis (S.V. 208, 1142); pomeriis (S.V. 213, 1144); pomeriis (S.V.
216, 1145); pomiferis (S.V. 226, 1147); pumares (R.C. 418, 1152);
pumares (V.O. 4, 1153); pumares (V.O. 5, 1153); pumiferos (C.O.
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
711
164, 1156); pumares 3 (ibíd.); pumiferis (S.V. 58, 1057); pumares (C.O. 167, 1157); et dúos pumares ermunes (S.V. 278, 1162);
ortales, pumares, nogales, ceresales (B. 53, 1162); ortales, no­
gales, pumares, ceresales, nisares (B. 54, 1162); pumares (V.O.
9, 1163); pumarega (B. 69, 1164); uíneis et pomiferis (R.C. 656,
1173); pomiferis (S.V. 316, 1176); pomíferos (S.V. 323, 1178);
pomíferos (S.V. 361, 1196); uineas ... pomíferas (B. 93, 1199);
pomiferis (B. 97, 1207); Pumar (R.C. 450, ?); Pumar (R.C. 632, ?).
SICERA / siccera, sicere, siceram; sizera / sidra, sizere, sizeram;
sincera; cícera / cizera / cidra:
et portionem favae, et milli, vel de alia edulia, et sicere (D. 10,
780); et medro de sidra (D. 172, 904); et dedisti mici pro ídem
in pretio sicera et seuaria (D. 191, 908); sicera, cebaría (D. 193,
908); et acepi de uos in precio kabrone et sicera in quinqué
quartas (S.V. 7, 931); et accepi de uos in precio zuramen, kabro­
ne, ciuaria et sicera sub quartarios X (S.V. 13, 949); id est zura­
men linteo, manta, porca, ziuaria, sizera et compane sub uno
pretio (S.V. 14, 950); et de sicera sextarios V (quinqué) (S.V. 19,
978); et emina de sicera (S.V. 23, 982); de sicera sextarios II
(S.V. 25, 994); otere de cizera (C.O. 44, 1033); modio de scanla,
medro de sicera, carnem habundanter (R.C. 13, 1044); et accepimus de uos precium boue ualente modios V, et panem, et sice­
ram et ceram modios II fiunt VII (S.V. 61, 1058); de uestro pa­
ne, et de uestro uino et de uestra sicera (S.V. 116, 1096); pane
et sizera (S.V. 121, 1099); in quantum uiua fuero detis michi
rationem panem et sizeram (S.V. 136, 1108); pro quo accepimus
de uobis in precio III boues, ... et pane, et dicera (S.V. 144,
1113); et per unumquemque annum tribuant ... eminam de pa­
ne et sestarium siezre (C.O. 135, 1114); ibi remaneant pane, et
sidra, et boues et uaccas, arietes et kabras (B. 6, 114)0; accepi­
mus de uos in precio uacca Ia cum suo filio bona, et Io modio,
et pane et sicera (S.V. 169, 1124); pane et sficera (C.O. 146, 1127);
sestarium sicere (S.V. 175, 1129); et in cidra et in carne et in
compannu precium placibilem (S.P. 8, 1129); et uno camero, et
uno quartero de sicera (R.C. 162, 1131); post obitum uero nostrum, cum suo integro ganato integroque pane et sicera ueniat
ad hunc sanctum cenobium (S.V. 185, 1133); donum etiam hoc
cum ómnibus animantibus, cum pane et sincera (S.V. 211, 1143);
et post obitum meum recipiant eam cum pane et sicera (C.O.
157, 1145); filiis et propinquis monasterii detis Ules panes de
emina et Ules cálices de sicera (B. 14, 1146); uno sextario in
712
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
pane et una emina in sicera et alia in conducto pro redempcione animarum nostrarum (S.V. 242, 1151); quarterio pañis de
scanlla et unum utrem de sicera tribuas (S.V. 274, 1161); do
etiam medietatem de toto hauere meo ab integritate ad ipsum
monasterium, excepto pane de horreo et siccera de cuba (S.V.
306, 1173); cum oblacione in pane et sicera (C.O. 192, 1177);
cum una oferenda de media emina et cum uno vaso de sicera
(S.P. 54, 1219); de quantum habueris ganado et avere pane et
sicera (S.P. 67, 1230); et utrem plenum de sicera (R.C. 382, ?).
TORCULAR, torculare, torcularem, torcularia / torqularia, torcularibus:
domicilia, cellarios, orreos, torcularibus (D. 16, 800); ubi est
nostro torcular (D. 56, 853); orreis, cubis torcularibus 20 (D. 65,
857); domos et cellarios, cum suos cupos et cupas, torcular et
omnia uasa uini (D. 142, 889); pomarem cun sua clusa et torcu­
larem in ipso pomare (D. 192, 908); cum casas, oreos, cubbas,
cum omnia torqularia (C.O. 43, 1020); torcularibus (C. 1, 1024);
cum casas, cupas, orreos, et torcularia (C.O. 47, 1037); casas,
cupas, orreos, torcularia (C.O. 48, 1043); kasas, orreos, torcularis, abotecis, cubas (C.O. 51, 1046); torcularia (S.V. 41, 1047);
in orreos, in torcularia, in cubas (S.V. 44, 1048); orrea, torcu­
laria, pomifera (S.P. 3, 1053); torcularia (S.V. 49, 1054); casas
obtimas et cubas, orrea, torculare (C.O. 60, 1058); torcularibus
(R.C. 531, 1064); cum casas, orreos, cubas, torcularia (C.O. 69,
1073); casas ,orrea, abotegas, cupas, torcularia (C.O. 88, 1084);
torcularibus (R.C. 524, 1088); cubas, orrea, torcularia (C.O. 120,
1101-1109); torcularia (S.V. 125, 1103); orrea, torcularia, cu­
pas (C.O. 124, 1104); cubas, orrea, torcularia (C.O. 128, 1109);
casas, et orreos, et cupas, et torcularia 2 (S.V. 138, 1109); tor­
cularibus (S.V. 164, 1123); cupas, orreis, torcularibus (S.V. 167,
1123); cuppe, orrea, torcularia, pane, sicera (C.O. 146, 1127);
torcularibus (S.V. 178, 1131); torcularia (S.V. 192, 1135); cum
casis et orreis, torcularibus, cupis (S.V. 196, 1137); cum casis,
cupis, orreis, torcularibus (S.V. 206, 1141); cum domibus, et
orreis, torcularibus, pomeriis (S.V. 213, 1144); cum casis et
orreis, cupis, torcularibus (S.V. 233, 1148); casas, orreos, torcu­
laria (B. 26, 1151); orrea, torcularia, pumares (V.O. 4, 1153);
orrea, torcularia, pumares (V.O. 5, 1153); casis, orreis, torcu­
laribus (S.P. 37, 1184); torcularia (B. 87, 1192); orreis, cupis,
torcularibus (S.V. 365, 1197).
EL LEXICO DE LA SIDRA Y EL VINO
713
VINEA / uinea / uinia / binia / uinna, uineam f uineam, uineas 7
vineas / bineas / vinias / binias, uineis / vineis, uinearum, Vineales. Vindemie / uindemie. Viñaderos / vinnadeiros:
pomiferis et vineis (D. 6, 757); vinéis et pomiferis (D. 8, 760);
in vineis, pomiferis (D. 11, 781); mazanares, vineis seu cetera
arbusta pomifera (D. 16, 800); in uineas et pomifera omnem
(D. 18, 803); de uineas, uel pomiferis ... uineis et pomiferis (D.
27, 818); uinea (C.O. 4, 821); uineas, pomiferas (D. 32, 826);
uineas que plantauimus et pumares ... et uineas et pumares
(D. 35, 828); uineas, pomares (D. 37, 829); uineis, terris, poma­
res ... vinias, térras, pomares ... binia nouella ... binia ibídem
ante casa, pomares ... binias, pomares ... binias duas (D. 39,
831); vineas et pomares (D. 41, 834); uineas et pomares ... po­
mares, uineas (D. 42, 836); uineas ... uineas, pumares (D. 46,
842); in uinea et pomito ... infra ipsa uinea et pomito ... in ipsa
uinea et in ipso pomare ... uinea, pomito ... uinea et pumares
D. 47, 842); pumares uineam ... uinea duplata (D. 48, 843); vi­
neas, pomiferis ... vineas (D. 49), 844); pomares, uineas (D. 52,
847); uineam (D. 53, 852); et multas uineas (D. 54, 852); et vi­
neas de ribo (D. 55, 853); vineas ... et septem vineas ... iuxta
vineas ... novem vineas ... illas vineas (D. 56, 853); vineas (D.
57, 853); uineas 2 (D. 62, 856); uineam 3 (D. 64, 857); uinea (D.
66, 857); uineas, pomipherares (D. 69, 860); uineam et pumares (D. 71, 860); uinea 7 (D. 76, 861); uineis 3 (D. 78, 863); pomi­
feras ... cum suas vineas (ibíd.); pomarem et uineam ... poma­
res et uineas ... uineas, pomares (C.O. 8, 863); uinea 4 (ibíd.);
pomares, uineas (D. 82, 864); vinea 13 (D. 87, 867); vineas
(ibíd.); uineas, pumares ... pumares et táneas (D. 88, 867); ui­
neam (D. 91, 868); uinea 5 (ibíd.); uineas (ibíd.); uineas et po­
mifera (D. 93, 869); uineis, pomipheris (D. 96, 870); pumares,
amexinares, uineales (D. 97, 870); vineas, pomares ... vinea et
pomares (D. 98, 870); uineas et pumares (D. 99, 870); vinéis ...
pomares (D. 100, 871); vineis (D. 104, 873); vineam (D. 105, 873);
uinea (D. 106, 873); uineas (D. 113, 875); uineas, pumares (D.
114, 875); uineam 3 (D. 131, 884); uineas (ibíd.); uinea (ibíd.);
uineas, pumares (D. 135, 886); pomares, uineas (D. 141, 889);
vineas et pomares (D. 142, 889); Uineis, pomeris (D. 144, 893);
uineis, pomeriis (D. 147, 895); bineas, ortos, pomíferos (D. 150,
895); uineis (D. 151, 895); uineis, pomiferis (ibíd.); uineam
ibíd.) ; uineis (D. 158, 898); uineas 2 (D. 162, 900); uinea (ibíd.);
pomare et uinea (D. 163, 900); uineas (D. 164, 900); uineis, po­
meriis 2 (D. 165, 900); v>inea ... uinea (D. 170, 904); uineam (D.
714
PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ
175, 905); uineas 2 (D. 175, 905); uinea (D. 184, 906); uinea (D.
186, 906); uineas 2 (D. 187, 906); uinea (D. 192, 908); uineis, pomiferis (ibid.); vineas, pomares 2 (ibid.); pomares, uineas (D.
195, 909); uinea 3 (D. 201, 910); pomiferis, uineas (C.O. 25, 951);
uinia 6 (C.O. 26, 953); uinearum ... uineam (C.O. 30, 976); uinea
(S.V. 20, 978); uinea 2 (C.O. 32, 990); uinna cepata (ibid.); uinea
in Fraxonito et pumares (S.V. 28, 1015); vindemie (C.O. 42, 1017);
tdneis adque ingens pomeriis (C. 1, 1024); uinna donga (C.O. 44,
1033); vineis (S.V. 38, 1045); uineas (C.O. 54, 1050); uinea (R.C.
151, 1078-1087); uineas, pumares (S.V. 85, 1081); in uineas et
pumiferis (C.O. 94, 1087); uineas (C.O. 129, 1110); uineas (C. 2,
' 1110); pumares, ceresales, vineas, linares (B. 5, 1116); uineis
(C.O. 140, 1118); uindis (C.O. 151, 1136); viñaderos (B. 20, 1151);
vinnadeiros (B. 59, 1163); uineis et pomiferis (R.C. 656, 1173);
uineam (R.C. 168, 1185); uindemie (R.C. 158, 1187); uineas (R.C.
658, 1195); uineas ... pomiferas (B. 93, 1199); uineis (R.C. 205,
1201); uinea (R.C. 455, 1203); Uineas (R.C. 202, ?); vinea (S.P.
61, 1225).
VINUM / uinum, uini, uino / vino / bino. Vinatarius:
et de uino similiter ad uictum canonicorum (D. 50, 844); car­
ne, uino et ceuaria in tremise (D. 91, 868); kabra et bino (D. 94,
869); et omnia uasa uini (D. 142, 889); uinia et ipso Uino 3 (C.O.
26, 953); uini 2 (C.O. 42, 1017); uinum (ibid.); uinatarii 2 (C.O.
42, 1077); uinatarii (ibid.); de uestro pane, et de uestro uino, et
de uestra sicera (S.V. 116, 1096); non per metum, ñeque per
uinum, ñeque per sensum turbatum (S.V. 14.5, 1114); sestero
de scanlla et emina de uino (B. 31, 1153); dare debet emina de
scanlla et quitam uini (B. 43, 1159); per vino bibito (S.P. 56,
1221); et bibimus Vinum de illa (ibid.); et bibimus vinum (S.P.
60, 1222); et per vinum bibitum (S.P. 63, 1227); vinum (S.P. 83,
1237).
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS
PARA SU HISTORIA: LA CONCESION DEL COTO ANLEO
EN EL SIGLO XVI
POR
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
No hay energías colectivas peor empleadas que las consumidas
por las tensiones sociales y políticas que estremecieron la historia
nacional desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Y no
nos referimos a las luchas por la defensa de la suprema entidad te­
rritorial o por la salvaguarda de los valores eternos de la raza co­
mo agrupación humana depositarla de un caudal intocable de prin­
cipios éticos y morales; que todo ello merecería desgastes, sacrifi­
cios y la inmolación, si fuera precisa, de muchas vidas. Queremos
aludir a los sempiternos conflictos que se fueron entretejiendo en­
tre hombres y facciones para conservar privilegios, controlar espa­
cios físicos, consolidar prestigios o colmar aspiraciones, muchas ve­
ces inconfesables, de poder y de gloria.
Las agudizaciones de tales intrigas marcan épocas, señalan períodos de crisis o de auge e imponen la adopción de rumbos nue­
vos. La historiografía medieval es desgraciadamente rica en esta
clase de manifestaciones, propiciadas por las complejidades dinás­
ticas, por las súbitas ascensiones y caídas de válidos y condesta­
bles y por la profusión de títulos nobiliarios y prebendas eclesiáticas, que absorbían enormen esferas de control geográfico y juris­
diccional. En el ocaso de la baja Edad Media aún se detectan incon­
tables situaciones de este orden, definidoras de unas posturas men­
tales muy generalizadas que se van a prolongar, siquiera en eviden­
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
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te retroceso y pérdida de facultades, durante otras tres centurias
( 1).
Si el pulso de España es el latido de las regiones y de los pue­
blos, también las decisiones de altura van a modular el ritmo de
las más pequeñas entidades rurales. Para ejemplificar esta premi­
sa traemos a colación un documento del siglo XVI, patentizando
una calculada obstinación señorial a la renuncia de dominios y
prerrogativas, confirmación de esa actitud muy común que comen­
tábamos en líneas anteriores. Sin entrar en el análisis de porme­
nores legales, contractuales o jurídicos, cuya valoración se escapa
a nuestra competencia, nos parece interesante su publicación ínte­
gra (2) por los detalles curiosos que revela, por el papel desempe­
ñado por ciertos protagonistas en el proceso de nuestro lejano acon­
tecer local y por el afán comunitario de sacudir toda suerte de yu­
gos en tanto se atisban las ansias individuales de perpetuar o re­
crear viejos o nuevos ámbitos de influencia.
En nuestro trabajo sobre la Navia de los siglos XVI y XVII (3)
esbozamos los sucesos generales del alegato jurisdiccional que sos­
tuvieron nuestros antepasados contra sus mandatarios por cerca
de doscientos años, lo cual nos exime, para no caer en repeticio(1) La política de los Reyes Católicos ya intentó poner un dique legisla­
tivo a la multiplicación de títulos, señoríos e hidalguías. La resistencia de los
que se sintieron afectados fué larga y contumaz.
Estamos estudiando para su publicación una querella del Marqués de San­
ta Cruz y Don Joseph Domingo Fuertes de Sierra contra el Oidor de la Real
Audiencia de Oviedo, Don Antonio Joseph de Cepeda que, comisionado por
el Rey, pretendía desmontarles de sus privilegios y desposeerles de propieda­
des mejor o peor habidas con procedimientos un tanto despóticos a veces, y
poco ortodoxos casi siempre. Gonzalo Anes trata con gran rigor y amenidad
muchas incidencias y anécdotas de este contencioso que se prolongó durante
nueve años, en “Historia de Asturias” : Las tensiones señoriales en el antiguo
régimen. T° VII, cap. 8, págs. 222 y sgs. 1977. El mismo autor en “Los Seño­
ríos Asturianos” (1980, pág. 18) señala que en 1797 entre 3.569 núcleos de Rea­
lengo (incluso Navia), existían aún en Asturias 400 señoríos y 16 cotos re­
dondos.
El privilegio de Leitariegos “entra en la historia en 1879”. (J.I. Ruiz
PíJña. “El coto de Leitariegos”. Asturiensia Medievalia 3, 1979). El pleito del
Marqués de Santa Cruz con los vecinos reclamando sus derechos sobre los
montes de Anleo, es comentado con toda suerte de pormenores por Celestino
Fernández Asenjo en su libro “Anleo, ayer y hoy”, 1978, págs. 47 y sgs. Véase
también “Sentencias del pleito entablado por vecinos de Anleo contra el Mar­
qués de Santa Cruz” (Opúsculo, 1910), que duró prácticamente un siglo.
(2) Del Arch. de Sta. Cruz, Legajo 8, N.° 2, cuya transcripción debemos a
la amabilidad de Margarita Cuartas Rivero.
de
(3) J esús Martínez F ernandez. Bidea, 96 y 97. 1979.
la
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA
717
nes, de aludir a textos, referencias y detalles colaterales allí con­
signados. Por ello nos limitaremos ahora a reflejar una breve se­
cuencia cronológica de los hechos más importantes hasta alcanzar
a uno de sus últimos actores, Juan Alonso de Navia, firmante del
contrato que ha inspirado y justifica, creemos, estas páginas.
*
*
*
Todo empieza en el siglo XV cuando el Rey Don Juan II dona a
Don Pedro de Estúñiga con fecha 1 de septiembre de 1423 la villa
de Navia, vinculada al condado de Ribadeo, no sin despertar rece­
los y desconfianzas entre los habitantes (4).
El 15 de agosto de 1442 Suero de Quiñones compra la jurisdic­
ción a Estúñiga, expidiendo poder desde Madrigal a Diego García
de Tineo para verificar la transación (5).
Poco duró, sin embargo, la férula de Quiñones, tan osado y va­
nidoso que no dudó en litigar con el mismo Rey, reivindicando sus
derechos de propiedad sobre determinadas parcelas del Principado.
El Príncipe Don Enrique encarga a Don Fernando de Valdés lá
expulsión de los Quiñones de Cangas, Tineo, Valdés y Navia, orde­
nando desde Avila a los citados concejos, el 31 de mayo de 1444,
que no recibieran a Pedro y a Suero de Quiñones y acataran por
señor a Don Fernando de Valdés (6).
Tras el breve «interegno» de Valdés gobierna la jurisdicción el
que era auténtica y legítimamente dueño de la misma, Don Rodri­
go de Villandrando, alejado siempre de sus feudos absorbido por
(4) J.M. T r e l l e s V il l a d e m o r o s . “Asturias ilustrada”. T° II, pág. 137. Ma­
drid, 1760.
El condado comienza con Pedro de Villaín (castellanización de Pierre Vége
de Villaínes o Pierre Le Besque de Villaínes) que vino con Duguesclin a pelear
al lado de Enrique II, recibiéndolo como merced por privilegio de 20 de di­
ciembre de 1369. (C ano v a s d el C a s t il l o . “Historia de España”, T ° II, pág. 164.
Doc. 146). Ver también “Ribadeo antiguo” de F r a n c is c o L a n za A l v a r e z , capí­
tulo V, págs. 41 y sgs. 1972.
Villaín, voluble y aventurero, abandonó familia y feudo a fines del siglo
XIV, para retornar a sus posesiones de Normandía, vendiéndolo al Condesta­
ble de Castilla Rui López Dávalos en 100.000 maravedíes, a quien se lo confis­
có el Rey Don Juan II para donárselo a Don Pedro de Estúñiga el 1 de sep­
tiembre de 1423, enviando a su apoderado Aparicio Rodríguez a tomar pose­
sión J.P. Ferrería (“Evolución civil y organización agraria de Asturias”. 1914.
Pág. 18) da equivocadamente la fecha 1 de diciembre de 1423.
(5) C e sa r A l v a r e z y J.A. M a r t ín e z F u e r t e s . Catálogo-Archivo de los Con­
des de Luna. Pág. 147. 1977.
(6) A lv a r e z y M a r t ín e z F u e r t e s . Op. ant. ext. Pág. 137.
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JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
incontables conflictos bélicos en Francia y en España, a quien la
había concedido el Rey Don Juan II por provisión expedida desde
Zamora el 22 de diciembre de 1431 y ratificada el 22 de abril de
1435. Muerto en 1465, a los 70 años de edad, la heredó su hijo Pe­
dro de Villandrando Estúñiga, nacido del segundo matrimonio de
Don Rodrigo con Doña Beatriz de Estúñiga (dama de la nobleza
castellana), reafirmándole en la posesión los Reyes Católicos el 20
de marzo de 1484 (7).
(7)
A lg u n o s d a to s b io g r á fic o s d e in te r é s lo s h e m o s to m a d o d e l e n ju n d io s o
e n s a y o d e J. Q u ic h e r a t titu la d o “ R o d rig u e d e V illa n d r a n d o ” . P a r ís , 1879, y d e
la p ie z a ju s tif ic a tiv a N.° I d e l c ita d o a u to r (p á g . 199 y sg s.) r e f e r id a a la p u ­
b lic a c ió n d e H e r n a n d o d el P u l g a r “ L os c la ro s v a r o n e s d e C a s tilla , d irig id o a
la m u y a lta R e y n a D o ñ a Is a b e l, R e y n a d e C a s tilla ” . A lc a lá d e H e n a r e s . 1524.
Descendían los Villandrando de una vieja familia vallisoletana de funcio­
narios administrativos. El abuelo de Don Rodrigo fué García Gutiérrez de Vi­
llandrando, partidario del Príncipe Enrique de Trastamara y aliado del primer
Conde de Ribadeo, el gentilhombre francés Pedro de Villaín, con cuya herma­
na se desposó.
El fruto de esta unión, Pedro, casó con Doña Aldonza del Corral, sucediéndoles el hijo de ambos Rodrigo de Villandrando que, por tener 13-14 años al
morir su padre en 1400, fué tutelado por su tío paterno Ruy García Gutiérrez,
Regidor de Valladolid, y por su abuela Teresa de Villaín. Sin embargo, Don
Rodrigo se desentendió pronto de la protección familiar para marchar a Fran­
cia e iniciar una deslumbrante carrera militar. Poco habría que contar de las
peripecias vitales conocidas del personaje si les amputásemos las relativas a
lances heroicos y caballerescos.
De su segundo matrimonio con Doña Beatriz de Estúñiga (sin parentesco
alguno con Don Pedro de Estúñiga) nació Don Pedro de Villandrando y Estú­
ñiga.
El Condado había pasado del inquieto y generalmente ausente Villaín a Ruy
López Dávalos, por concesión del Rey Don Juan II. La abuela de Don Rodrigo,
hermana de Villaín, había muerto sin dejar establecidos los derechos al Con­
dado de sus descendientes. Pero cuando le fué confiscado a Dávalos por el mis­
mo Rey (recayendo luego, raramente, en las manos de Estúñiga y de los Qui­
ñones), los colaterales de Villaín concibieron esperanzas de recuperarlo. Y pa­
ra ello no podía caber mejor apelación que la exposición de los méritos de ar­
mas contraídos por Don Rodrigo en favor del monarca, que se lo había cedido
ya en 1431 aunque siempre viviera ajeno e indiferente a unas posesiones y tí­
tulos menos atractivos que los campos de batalla y que, perteneciéndole legí­
timamente, estaban siendo usufructuados por otros. Nótese que hacía ya diez
años que Don Rodrigo era dueño legítimo de la jurisdicción al consumar Es­
túñiga la operación de venta a Suero de Quiñones en 1442.
Muerto Don Rodrigo en 1465 a los 78 años de edad (no a los 70, según nues­
tros cálculos, que dice Quicherat), heredó sus bienes Don Pedro de Villandran­
do Estúñiga, que lo cedió a su sobrino Don Diego Gómez Sarmiento de Villan­
drando. El resto ya es historia “cercana” y eje de este trabajo.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL! DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 7 1 9
En 1502 pretendió vender sus dominios a «ocho caballeros par­
ticulares de aquel país, quienes lo dividieron entre sí desmembrán­
dolo en distintos cotos y jurisdicciones; y experimentando de es­
ta división gravísimos daños, los vecinos la resistieron» (8).
Con autorización regia despachada en Burgos el 5 de enero de
1512 a solicitud de Don Pedro (9) el condado pasó a su sobrino
Don Diego Gómez Sarmiento de Villandrando contra el que se que­
relló en 1515 Sancho Méndez de Téifaros respaldado por sus paisa­
nos, negándole la titulación señorial en un pleito que, entre sus­
pensiones y reanudaciones, se prolongó durante muchos años.
Cansado Don Diego de tantas bregas, consigue una autorización
de Carlos V para vender a los vecinos, fechada en Aranda de Due­
ro el 18 de mayo de 1550.
El 17 de abril de 1551 los naviegos otorgan poder a Juan Alon­
so de Navia para comprar todo el señorío en 8.217 ducados de oro
y cuatro reales (10).
Juan Alonso de Navia se reserva para sí las aldeas de Anleo y
Omedo que compra el 17 de agosto de 1551 en 106.000 marave­
díes, tomando posesión de las mismas el 13 de septiembre de 1551
y nombrando seguidamente Merino a su criado Juan García (11).
(8) J.M. T r e l l e s V il l a d e m o r o s . Op. cit. Pág. 137. Cabe sospechar que los
citados caballeros fueron las figuras relevantes de la demarcación con pala­
cios o casas fuertes en cada una de las ocho parroquias.
(9) J. Q u ic h e r a t . Cfr. 7, págs. 544-545, pieza justificativa, N.° LXXXVI
(10) Arch. Sta. Cruz, Leg. XVI y Arch. Hist. Nac. Exped. 29, F.° 12, copia
de 1979.
(11) En otro lugar (Cfr. 3) apuntábamos que Juan Alonso de Navia tal
vez hubiera sido el gran fiador del pacto, reservándose para sí, como garantía
o por codicia, los términos citados. Cabe también pensar en una intención de
afianzar los dominios solariegos ante tantas disgregaciones y cambios de due­
ños.
Se habla muy comúnmente de una manera peyorativa o acusadora de las
actuaciones abusivas de la clase pudiente sobre el estrato trabajador y servil.
Si admitimos que pudieron ser frecuentes opresiones y discriminaciones, hay
que considerar, empero, que los “explotadores” eran titulares de unas “explo­
taciones” que trabajadas individual, familiar y ocmunitariamente bajo la di­
rección del amo, iban a engendrar riqueza en beneficio también de los “explo­
tados”. Muchos de éstos llegaron a la tenencia de tierras propias y al desem­
peño de cargos públicos, ascendiendo en el escalafón social hasta generar las
primeras células aldeano-burguesas, anticipación de una clase media (funcionarial, artesanal o industrial) cada vez mejor definida.
Naturalmente que estas consideraciones no excluyen los afanes, a veces
primordiales y muy humanos, del enriquecimiento personal. Gonzalo Anes
sugiere (O. cit., pág. 21) que las pretensiones o aspiraciones a ciertos derechos
jurisdiccionales tenían un valor puramente simbólico .interesando más bien
720
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
El resto del concejo quedaba en manos de los hombres acauda­
lados que aportaron sus dineros para liquidar al Conde de Ribadeo, disputándose entre ellos los cargos de gobierno.
En 1559 las gentes, descontentas, pactaron con varias personas
preeminentes erigiendo como dueño a Gutierre González de Cienfuegos que se había alzado con la mayoría y, posteriormente, a su
yerno Lope de Miranda (12).
Ante las continuas disconformidades de los ciudadanos, el 29
de mayo de 1571 Juan de Castrillón presenta demanda contra los
compradores.
16 de septiembre de 1592. Una carta ejecutoria de la Real Chancillería de Valladolid notifica a Lope de Miranda y al fuero de los
compradores la pérdida de todos sus derechos (13).
9 de febrero de 1607. Fallo de la Real Chancillería de Valladolid dictaminando «la incorporación desta villa y concejo a la Coro­
na» y mandando que «los vezinos satisfaziesen a los compradores
aquellos maravedises que en sus respectivas compras pareziese haver desembolsado» (14).
aumentar la extensión de las propiedades para obtener mayores sumas de di­
nero y productos agrarios de los arrendamientos. Abunda e nía misma opinión
Pesús García Fernández (“Sociedad y organización tradicional del espacio en
Asturias”. IDEA, pág. 14, 1976) afirmando que “1 a nobleza terrateniente se
había convertido en una nobleza de rentistas de la tierra” con otras fuentes
de ingresos representadas por ferrerías, barquerías, molinos, etc.
(12) Narra los acontecimientos B e r n a r d o A ceved o en “Los vaqueiros de
alzada en Asturias”, p á g . 204, 1915, y J.P. F e r r e r ia (Cfr. 4).
La concesión del coto debió verificarse con las debidas licencias oficiales:
“...Por ende, por virtud de la dicha facultad e licencia de Su Magestad...divi­
dimos y apartamos y desmembramos del dicho concejo y villa de Navia las al­
deas de Anleo y Omedo...”.
Ello despertaría con el tiempo suspicacias y oposiciones en el resto del con­
cejo cual parece deducirse de una provisión receptora de la Real Chancillería
de Valladolid (Arch. Sta. Cruz, Leg. 8, N.° 4) conteniendo el interrogatorio de
preguntas a los vecinos de Anleo en el pleito que litigaron con la Justicia y
Regimiento de Navia sobre la segregación del citado coto, articulando que lo
habían poseído quieta y pacíficamente los señores Juan Alonso de Navia, su
hijo Alvaro y su nieto Juan Alonso de Navia, y que en tiempo de éste se re­
dimieron incorporándose a la Corona en el año 1610, siendo el susodicho Juez
ordinario cuando su redención. La probanza fué recibida con fecha de 1631
En G.E.A. T° 10, págs. 146-147, semblanza biográfica de Gutierre González
de Cienfuegos.
(13) L° C°, 1592, F° 195v-196v.
(14) Arch. Hist. Nac. Ant. cit.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 721
Esta decisión supuso también la restitución de Anleo y Omedo,
que revertieron al patrimonio Real en 1613 (15).
*
*
*
Fueron, pues, los protagonistas principales de la concertación
que condujo a la constitución del coto Don Juan Alonso de Navia
y Don Diego Gómez Sarmiento.
Juan Alonso de Navia Osorio perteneció a la vieja estirpe de
la Casa de Navia, establecida en Anleo desde el siglo XIII y due­
ña de grandes posesiones territoriales (16). Hijo de Don Alvaro Pé­
rez de Navia y de Doña Elvira Osorio, fué el primer poseedor del
mayorazgo (17), instituido por su padre en sus disposiciones testa­
mentarias de fecha 2 de enero de 1503. En ellas vinculaba, aparte
títulos y privilegios, las torres, palacios, huertas y edificios y los
dominios solariegos de lantados, heredades bravas y mansas, mo­
linos, brañas, pastos, yerbados, aguas y fuentes, que tenía en An­
leo y Navia (de la jurisdicción de los Condos de Ribadeo) y las pro­
piedades de San Pedro de Villayón y Santa Marina de Vega, viñas,
casas y llagar en Lantero (concejo de Castropol), amén de las vi­
ñas de Santo Milano (Allende), puntualizando que los bienes que
dejaba a los demás herederos retornarían al mayorazgo si aquéllos
no hubieran descendencia (18). Gozó de presentación «in solidum»
de los curatos de Anleo, Polavieja, Arbón, Villayón con sus filiales
y hospital de Navia (19). Casó en 1540 con Doña Mencía de Qui­
rós, hija de la segunda mujer de Gutierre González de Cienfuegos,
señor del concejo de Allande y de los cotos de Muros y Ranón.
Le sucedió su hijo Alvaro Pérez de Navia y Valdés, casado con
Doña Elvira de Valdés, y a este Juan Alonso de Navia y Valdés,
(15) J u a n d e D io s M ig u e l V i g i l . “Historia Genealógica de la Casa de Na­
via”. Págs. 46 y sgs. En el Arch. Sta. Cruz (Leg. 8, N .° 4) se dice en 1610. En
los padrones de Calleyta de la villa de Navia sólo se titulan señores del coto
hasta 1610. (Luis N avia O s o r io . “Datos para la historia del Concejo de Na­
via”. 1976. Padrones págs. 106 y sgs.
(16) J e s ú s M a r t ín e z F e r n a n d e z . Ant. cit., págs. 309-310, y J u a n de D io s
M ig u e l V i g i l , ant. c it, págs. 46 y sgs.
(17) J u a n de D io s M ig u e l V ig i l . Ant. cit., págs. 46 y sgs.
(18) Arch. Sta. Cruz. Leg. 2, N .° 4. En 1546 agregó al mayorazgo la barquería de la ría de Navia. Sobre la barquería vide Luís N av ia O s o r io . Ant. cit.,
pág. 106.
(19) J e s ú s M a r t ín e z F e r n a n d e z . Op. cit., pág. 310.
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JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
desposado con Catalina Fuertes de Sierra, que era juez de Navia
cuando se redimió el coto de Anleo en 1613 (20).
Don Diego Gómez Sarmiento de Villandrando, Conde de Sali­
nas y de Ribadeo y dueño y señor jurisdiccional de Navia, fué so­
brino y sucesor de Don Pedro de Villandrando y nieto de Don Ro­
drigo de Villandrando, que acompañó al Rey Don Juan II distin­
guiéndose en las campañas de Avila por 1441 (21).
Don Diego Sarmiento y de la Cerda, hijo mayor del Sarmiento
de Villandrando encabeza también el protocolo de venta quizás
para eludir precautoriamente toda suerte de conflictos sucesorios.
No era infrecuente por estos tiempos el trueque o compra de
propiedades o señoríos para concentrar los patrimonios, para acer­
carlos a matrices solariegas ancestrales cuyos términos o condades ofrecieran más atractivos residenciales, o para evitar la per­
manencia o declinar la autoridad en posesiones cuyos moradores
planteaban continuas fricciones y desacuerdos con el poder esta­
blecido. Todas estas razones pudieron influir con mayor o menor
fuerza en la génesis o en la modalidad del concierto que pasamos
a analizar.
La operación la realizó el Conde obteniendo una Real provi­
sión del Emperador Don Carlos V para vender «la villa de Navia
y su tierra con sus vasallos e señoríos e jurisdicción civil y crimi­
nal y rentas, pechos y derechos y las otras cosas que en dicha y su
tierra tenemos y nos pertenescen...»...«desde la piedra del río has­
ta la foja del monte y desde la foja del monte hasta la piedra del
río» y con el producto de la venta pagar «parte de los maravedi­
ses» (22) para comprar a su Majestar la villa de Villarrubia de los
Ojos, de la Orden de Calatrava, «con su fortaleza y vasallos y tér­
minos y jurisdicción civil y criminal, alta, vaxa e mero mixto im­
perio» (23).
J u a n de D io s M ig u e l V ig il . Op. cit., pág.
M en en d ez P id a l . “Historia de España”. T°
L anza A lv a r ez . A n t. cit. 1972.
(20)
(21)
310.
XV, pág. 169.
Bol. Univ. de Santiago. LXIV, 1956. Pág. 262.
J . Q u ic h e r a t . Op. cit. Pág. 7.
P ardo de G uevara y V aldes , E duardo .
“La nobleza gallega y la entroniza­
ción de los Trastamara en Castilla”. XV Congreso internacional de las Ciencias
genealógicas y heráldicas. Madrid, 1983.
(22) Los entrecomillados los hemos extraído del aporte documental sin
seguir exactamente el orden textual.
(23) Villarrubia de los Ojos, en la provincia de Ciudad Real, cerca de las
íuentes del Guadiana y regada por el Ciguela, era un rico feudo con su pala­
cio de los Duques de Hijar, y abundantes recursos agrícolas y ganaderos. En el
CONCEJO DE NAVIA : División parroquial
LEYENDA
L im ite
de térm ino
Carretera
L ím ite
lo c a l
de parroquia
Parroquia
A ld e a
A lt o s
m u n ic ip a l
im portantes
R ío s , arroyos
C a s e río s
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JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
Se especifica la formación del coto integrado por las aldeas de
Anleo y Omedo segregándolas del concejo y villa de Navia, aldeas
que «están amojonadas e deslindadas por sus cercas y mojones
conoscidos, e de las otras aldeas e lugares del dicho concejo», li­
berándolas de la sujeción a la dicha villa y a sus ordenanzas «ha­
ciéndolas cabezas de jurisdicción sobre sí», concediéndoles horca
y cuchillo, cárcel, cepo, cadena y picota, facultad de juzgar plei­
tos civiles y criminales, nombrar jueces y otros cargos y cobrar
rentas, pechos y derechos.
Se estipulan los precios de 8.500 ducados para la villa y conce­
jo y 106.000 maravedíes de buena moneda para Anleo (a prorra­
tear entre catorce vasallos) y 200 maravedíes de renta perpetua.
El Conde se reserva para sí los 5.200 maravedíes «que tiene de
renta en cada un año de todo el dicho concejo de Navia y su tie­
rra», extrayendo de esa cantidad «la parte que cupiese a las dichas
aldeas de Anleo y Omedo».
*
*
*
Los cotos, como ínsulas de poder incrustadas en un determina­
do enclave, requerían no sólo la titularidad del dominio solariego
sobre las tierras sino la autoridad jurisdiccional sobre los vasallos.
Ello otorgaba a los señores diferentes preferencias amén de la in­
munidad física y fiscal, derechos honoríficos, etc. (24). Reconocien­
do de hecho el poder del Rey, no reconocían el ordinario de gosiglo XIX (M iñ a n o . “Diccionario Geográfico-estadístico de España y Portugal”,
T° X, pág. 169, 1827) tenía 2.274 habitantes y pagaba 40.815 Rs de contribución.
Navia, según la misma fuente (T° VI, pág. 244) contaba con 1.200 habitantes
y tributaba 5.103 Rs.
El resultado debió ser intrínsecamente bueno para el Conde de Ribadeo,
suponiendo que las condiciones socioeconómicas no hubieran variado mucho
desde principios del siglo XVII hasta la recopilación de datos por Miñano. Di­
sentimos de la noticia de Ferrería cuando afirma (Op. cit., pág. 31) que el gran
negocio lo hizo el Rey quedándose con el dinero y con un concejo mucho me­
jor que el que vendía. Pero el Conde se vería además gratificado por las vincu­
laciones familiares que iba a continuar o poner en marcha con el nuevo afin­
camiento. Don Juan Cristóbal Fernández de Hijar, tercer duque por privilegio
de Felipe II en 1594, casó en primeras nupcias con Doña Ana de la Cerdá. La
cuarta duquesa de Hijar, Doña Isabel, contrajo matrimonio con Don Rodrigo
de Silva Sarmiento, Conde de Ribadeo en 1621, quedando el Condado unido a
la casa ducal hasta nuestros días.
(24)
J.I. Ruiz de la P eña . G.E.A. T° 5, págs. 164-165, y C esa r A lv a rez , Op. cit., pág. 290.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 725
bierno, que variaba con el grado de inmunidad concedida (25); lo
cual va a explicar el maremagnum de ordenamientos jurídicos y la
«atomización sociopolítica de las comunidades hispano-cristianas»
(26). Los señores tenían, en efecto, potestades judiciales, adminis­
trativas, ejecutorias y recaudatorias. En lo referente al coto de
Anleo ya hemos entrecomillado algunas, extraídas del texto docu­
mental, referidas en las cláusulas concernientes a la compra. En
la toma de posesión el señor Basco Martínez (Barco en algunas
transcripciones parciales que hemos visto), alcalde Mayor de la di­
cha villa y concejo de Navia por el ilustre señor Don Diego Gó­
mez Sarmiento, hizo entrega a Juan Alonso ante sus vasallos del
título de posesión y la vara de justicia y unos grilletes como pa­
tente de su jerarquía; los cuales «se fincaron de rodillas delante
del dicho señor Juan Alonso para como tal señor vasalle la mano,
el cual los recebió e los hizo levantarse y ellos se ofrescieron de le
ovedecer e reverenciar, servir e acatar e guardar toda fidelidad e
lealtad y de le acudir con todos los servicios, pechos y derechos».
El «alto, vaxo, mero mixto imperio» abrcaba la facultad de «im­
poner la pena de muerte, mutilación y destierro, la cual era propia
de quien poseía la jurisdicción» (27). Suponemos, empero, que to­
das estas concesiones extremas fueran puramente teóricas a falta
de pruebas que demostrasen en algún caso su efectiva aplicación.
El coto ocupaba las dos terceras partes de la actual feligresía
de San Miguel de Anleo, situada en un hermoso valle soleado, abri­
gado e irrigado por los ríos de Anleo, Vidural y Frejulfe. Vivían en
él un centenar abundante de personas que se autoabastecían sufi­
cientemente por contar con importantes recursos agrícolas y gaaderos, fruta, maderas, caza, pesca y diversos oficios (pelleteros,
pedreros, ferreros) y artificios (molinos, lagares, telares, etc.) trans­
formadores de cietos productos primarios.
Respecto al área geográfica del coto podemos aventurar algu­
nas sospechas sin sentar, por ahora, conclusiones definitivas.
Dada la identificación de los campesinos desde el siglo XIII
con el ámbito parroquial, según señala J.A. García de Cortazar (28)
(25 ) J.A. G a r c ía de C o r ta z a r . “Historia de España: la época medieval”,
293, 1974.
(26) J.A. DE CORTAZAR. Ant. cit.
(27) J o sé M a r ía F o n t R i u s . “Diccionario de Historia de España”. T ° 2, pá­
gina 1.024. Madrid, 1968.
(28 ) J.A. d e C o r ta z a r . “La historia rural medieval: un esquema de aná­
pág.
lisis estructural de sus contenidos a través del ejemplo hispano-cristiano”. Pá­
gina 96. 1978.
CONCEJO DE NAVIA: El Coto de Anleo en el siglo XVI
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 7 27
y siendo las parroquias «el marco físico dotado de unos límites to­
pográficos claramente diferenciados y señalados incluso por cru­
ceros en caminos y campos», cabría pensar que el coto de Anleo
pudiera abarcar toda la extensión de la parroquia de su nombre:
límites muy definidos por el sur, concentrados en las estribacio­
nes montañosas que la separan del concejo de Villayón, río de El
Vidural y parroquia de la Polavieja por el Este y Nordente, la de
Piñera por el Norte, Talarén por el Noroeste y río Navia por el
Oeste.
En el protocolo que adjuntamos no se citan indicativos, mojo­
nes o marcas que deslinden esta superficie de unas 1.200 hectáreas,
salvo los que pudiéramos considerar ubicados en los lugares de
Anleo (palacio o iglesia por el Norte) y Omedo por la parte occi­
dental. Desde Omedo hasta el río Navia están los términos de Sante y Cacabellos (unas 400 hectáreas marcadas convencionalmente
en el mapa ilustrativo con una línea divisoria) que resultarían inex­
plicablemente desentrañados del coto (reduciéndolo a 800 hectá­
reas) si no fuera válida una interpretación que se nos antoja bas­
tante verosímil. Justamente en Sante radicaba el palacio de los Bus­
to, familia prepotente con intereses en el río Navia y holgada ha­
cienda en las vegas y tierras colindantes.
Un expediente tramitado dos siglos después de estos sucesos
podría dar cierta solidez a nuestras sospechas (29). Se trata de una
querella sobre apóstales para la pesca del salmón en el río Navia,
figurando entre otros propietarios litigantes Don Francisco del Bus­
to (descendiente del palacio de Sante) y el Marqués de Santa Cruz
(descendien+e del palacio de Anleo). Don Francisco del Busto fué
el único que presentó título de propiedad (30) y una escritura de
venta que en 1689 otorgó Alonso González de Trelles, vecino del lu­
gar de Cacabellos, a favor de Don Pedro del Busto Flórez, de una
cuarta parte del apostal que se nomina La Llamera ,sito en el río
Navia, y había heredado de sus padres. Don Francisco expresa ser
biznieto del referido Don Pedro, comprador de dicha cuarta parte
del apostal y que «por confinar con este diversas tierras de que es
poseedor» le pertenecen también las tres cuartas partes restantes,
y así que usa enteramente de él, pero sin perjudicar el tránsito y
navegación de las maderas (31).
(29) Arch. Hist. Nac. Consejos. Legajo 636. Exped. 10, 3 noviembre, 1779.
(30) Arch. Hist. Nac. Ant. cit. F° 45.
(31) Hemos entrecomillado y subrayado nosotros el pasaje que nos pare­
ce interesante.
728
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
Unas palabras finales sobre las atribuciones del Merino Juan
García, nombrado como tal el mismo día de la toma de posesión
del coto.
Los Merinos tenían en general, entre otros cometidos, el encar­
go de delimitar los pastos comunales, la persecución y captura de
los delincuentes, cuestiones económicas, etc., percibiendo ingresos
por derechos de actuaciones y el tributo del yantar.
Juan Alonso de Navia encargó a su Merino «la punición e cas­
tigo de los delitos e pecados e execución de la justicia...» habili­
tando como cárcel «la torre que está a la parte de detrás desta ca­
sa y palacio de Anleo» y entregándole unos grillos para retención
de los encarcelados.
Hay un último apéndice nombrando al escribano Alvaro Gar­
cía de Arbón posiblemente Juez (?) del territorio acotado.
*
*
*
Los complejos avatares de una complicada cadena de ambicio­
nes humanas, personales y colectivas, no se sabía por aquel enton­
ces si tocaban a su fin o iniciaban una nueva andadura.
PROTOCOLO
1551, agosto, 17, Valladolid.
VENTA DE LAS ALDEAS DE ANLEO Y OMEDO, DEL CONCE­
JO DE NAVIA, CON SUS TERMINOS, SEÑORIO, VASALLAJE,
JURISDICCION CIVIL Y CRIMINAL, PECHOS Y DERECHOS,
OTORGADA POR DIEGO GOMEZ SARMIENTO DE VILLANDRANDO, CONDE DE SALINAS Y RIBADEO, Y DON DIEGO SARMIEN­
TO Y DE LA CERDA, SU HIJO MAYOR, A FAVOR DE JUAN ALON­
SO DE NAVIA, SEÑOR DE LA CASA DE ANLEO.
Sepan quantos esta carta de venta vieren como nos don Diego
Gómez Sarmiento de Villandrando, conde de Salinas e de Ribadeo y
don Diego Sarmiento y de la Cerda, su hijo mayor y sucesor en su
casa e mayorazgo, por nos y en nombre de nuestros herederos e
sus sucesores e en la dicha nuestra casa y mayorazgo y por los que
de nos o dellos oviere causa o título voz o razón en cualquier ma­
nera decimos que por quanto entre los bienes que el dicho conde
tengo metidos e vinculados en mi mayorazgo del dicho condado
de Ribadeo en que yo el dicho don Diego su hijo mayor tengo de
suceder tenemos la villa de Navia y su tierra que es en las cuatro
sacadas de Asturias, la cual yo el dicho conde Hube por fin e muer­
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 7 2 9
te y sus^esión de don Pedro de Villandriando, conde que fué de
Ribadeo y Su Magestad a nuestra suplicación y con información
que hubo del beneficio y utilidad que dello se seguía y podía seguir
a los sucesores del dicho mayorazgo nos dio y concedió su real pro­
visión y facultad para que pudiésemos sacar y apartar del dicho
nuestro mayorazgo la dicha villa y su tierra con sus vasallos e se­
ñoríos e jurisdición civil e criminal y rentas, pechos y derechos y
todas las otras cosas que en la dicha villa y su tierra tenemos y nos
pertenescen y pueden pertenecer en cualquier manera e venderla
toda a quien e por el prescio que quisiésemos e por bien tuviése­
mos para que del dicho precio que por ella nos diesen se pagasen
parte de los maravedís porque compramos a Su Magestad como
administrador perpetuo de las mesas maestrales de Santiago, Calatrava v Alcántara la villa de Villarrubia de los Ojos de la dicha
Orden de Calatrava con su fortaleza y vasallos término y jurisdic­
ción civil y criminal, pechos y derechos que metemos e vinculamos
e subrogamos en el dicho nuestro mayorazgo como se contiene en
la dicha provisión v facultad de su Magestad aue originalmente se­
llada con el sello de sus reales armas firmada de los serenísimos re­
yes de Bohemia, gobernadores en estos reynos y refrendada de Juan
Vázquez de Molina, secretario de Su Magestad, librada por los se­
ñores del Conseio de Cámara de Su Magestad, mostramos ante el
escribano e testigos desta carta su tenor del cual sacado del dicho
original es este que se sigue:
Don Carlos por la divina clemencia Emperador semper augus­
to, rev de Alemania, Doña Juana, su madre y el mismo don Carlos
por la gracia de Dios reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las
Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de Toledo, de
Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña. de Córdo­
ba. de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Alearbes, de Algeciras, de
Gibraltar, de las islas de Canarias, de las isalas Indias v Tierra Fir­
me del mar océano, condes de Barcelona, señores de Vizcava e de
Molina, duques de Atenas e de Neopatria, condes de Ruisellón y de
Cerdeña, marqueses de Oristán y de Gogeano, archiduques de Aus­
tria. duques de Borgoña v de Brabante, condes de Flandes v de Tirol, etc. Por cuan+o nos por virtud de las facultades apostólicas que
tenemos para desmembrar de las rentas, mesas maestrales v enco­
miendas de las órdenes de Santiago v Calatrava y Alcántara, cuya
administración perpetua yo el rey tengo por abturidad apostólica
qualesquier villas y lugares y otros bienes hasta en cuantía de cuaren+n mil ducados de renta encorporado en nuestra corona real
después venderlos v dispones dellos como nos pareciere según y de
la manera e para el efecto que en las dichas bulas a las cuales nos
referimos se contiene, avernos vendido a vos don Diego Gómez Sar­
miento v de Villandrando conde de Salinas y a vos don Diego Sar­
miento de la Cerda su hiio mavor v sucesor en su casa v mayoraz­
go la villa de Villarrubia de los Oios de la orden de Calatrava con
su fortaleza, vasallos v término v iurisdición civil y criminal alta e
vaxa mero misto vnperio y con todos y cualesouier pechos v dere­
chos que en cualquier manera pertenezcan en ella a la dicha orden
730
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
de Calatrava y a la mesa maestral della por cierta cuantía de mara­
vedís según más largo en la dicha carta de venta que cerca dello
otorgamos a que nos referimos será contenido, y agora por parte
de vos los dichos conde de Salinas y don Diego Sarmiento nos a si­
do hecha relación que para pagar parte del prescio que nos days
por la dicha villa de Villarrubia teneys nescesidad de vender de más
y a bien de otros bienes de vuestro mayorazgo la villa de Navia e su
tierra con su señorío y vasallos e jurisdición cevil e criminal, ren­
tas, pechos y derechos v todas las otras cosas que en ella teneis y
os pertenescieren v pueden pertenescer en cualquier manera que es
de vuestro mayorazgo de Ribadeo suplicándonos que pues ésto hera en utilidad y provecho del dicho vuestro mayorazgo fuésemos
servidos de vos dar licencia e facultad para que para el dicho efec­
to la pudiesedes vender y ceder cualquiera acción y derecho que a
ello os competa, e subrogando e incorporando en su lugar y en el
dicho mayorazgo la parte de la dicha Villarrubia que montare en
el prescio de la dicha villa de Navia y obligar a la Hebi^ión y segu­
ridad de la dicha villa los otros bienes del dicho mayorazgo de Ri­
badeo o como la nuestra merced fuese e nos acatando lo susodicho
e la utilidad e provecho que dello se seguía al dicho vuestro mayo­
razgo por la presente de nuestro propio motu y ciertas $ien?ias e
poderío real ausuluto de que en esta parte queremos usar e usamos
como reves e señores naturales no reconos^ientes sueprior en lo
temporal, os damos licencia e facultad que para el dicho hefecto
podays vender y vendays perpetuamente la dicha villa de Navia v
su tierra con los vasallos y señorío y jurisdicción civil y criminal,
rentas, pechos y derechos y todas las otras cosas que en ella teneis
e os pertenescen o pueden pertenecer end cualquier manera, y qeder y traspasar todo y cualquiera a^ion y derecho que a helio os
competa en publica forma a cualquier persona o personas con quien
os con^ertaredes, e ansymismo para que podays obligar e vpotecar
a la hevición v seguridad e saneamiento de la dicha venta los otros
bienes del dicho vuestro mayorazgo y otorgar sobre helio las car­
tas de venta y obligación y otras cualesquier escrituras aue conven­
gan y sean nescesarias de se hacer, las cuales nos por la presente
confirmamos, loamos y aprobamos y abemos por buenas, firmes e
valederas, e interponemos a ellas v a cada una dellas nuestra auto­
ridad para que valgan y sean firmes y valederas para siempre ja­
más, no embargante que la dicha villa de Navia y su tierra y vasa­
llos y rentas v todas las otras cosas a ella pertenescientes sean bie­
nes de mayorazgo y subjetos a restitución y cualesquier clausulas
y condiciones e vínculos y cualesquier leves, fueros v derechos, hordenamientos, usos v costumbres especiales y generales oue en con­
trario desto sean o ser puedan ... en cuanto a esto toca Nos del di­
cho nuestro propio motuo e cierta ciencia disspensamos, con to­
do helio v lo abrogamos y derogamos, casamos y anulamos v da­
mos por ninguno e de ningún valor ni efecto, quedando en su fuer­
za e vigor para en lo demás v para este efecto solamente, aparta­
mos e dividimos del dicho mavorazgo v de los vínculos e condicio­
nes del a la dicha villa de Navia y su tierra con sus vasallos, seño­
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 731
río e jurisdicción civil e criminal, rentas, pechos y derechos y todas
las otras cosas susodichas a ella pertenescientes que ansy vendiredes e ansymismo los otros bienes del dicho vuestro mayorazgo que
obligaredes para la hebi^ión y saneamiento de la dicha venta y los
hacemos bienes partibles no obligados ni sujetos a ningún vínculo
ni restitución, con tanto que la dicha villa y su tierra y cosas suso­
dichas sean vuestras y del dicho mayorazgo, que nuestra intención
y voluntad no es perjudicar en lo susodicho a nuestra Corona Real
ni a otro tercero alguno que no sea de los llamados al dicho mayo­
razgo e otrosv con tanto que lo que os diere por la dicha villa de
Navia se emplee en pagar el prescio que nos days por la dicha villa
de Villarrubia e no en otra cosa alguna y con que hayais de incor­
porar e incorporéis en el dicho vuestro mayorazgo de Ribadeo en
lugar de la dicha villa de Villarrubia que montara el prescio en que
vendieredes la dicha villa de Navia con todo lo demás a ella anexo
e pertenesciente y nos dende agora para entonces la avernos por
incorporada e subrogada en el dicho mayorazgo con los vínculos
y condiciones provbiciones en que lo está la dicha villa de Navia
y su tierra y mandamos a los del nuestro Consejo, presidente e
oydores de las nuestras audiencias, alcaldes, alguaciles, merinos,
prebostes i otras justicias qualesquier destos nuestros reinos e se­
ñoríos e a cada uno dellos en su jurisdicción que os guarden y cum­
plan y hagan guardar y cumplir esta nuestra facultad y lo en ella
contenido v contra ella vos no vayan ni pasen ni consientan ir ni
pasar por alguna manera, so pena de la nuestra merced, e de diez
mil maravedís para la nuestra cámara a cada uno que lo contrario
hiciere. Dada en Aranda de Duero a diez y ocho dais del mes de ma­
yo de mil e quinientos e cincuenta años. Maximiliano. La Reina. Yo
Juan Vázauez de Molina secretario de su Cesáreo y Católicas Alte­
zas en su nombre. El Licenciado Galarca. El Licenciado Montalvo.
Registrada Martín de Vergara. Martín Hortiz por chanciller.
Por ende por virtud de la dicha facultad e licencia de Su Magestad que de suso va incorporada de que en esta parte queremos
usar e usamos y la acebtamos según y como en ella se contiene v
aquella cumpliendo v efectuando ante todas cosas, Sacamos y emi­
tamos v apartamos del dicho nuestro mayorazgo v de los vínculos
v condiciones v subieciones e submisiones y restituciones y prohi­
biciones del, la dicha villa y conceio de Navia y su tierra con sus
vasallos v término, señorío v iurisdicción para lo poder usar v dis­
poner della a nuestra voluntad como si no estuviera metida y vincu­
lada en el dicho mavorazgo, y esto hecho dividimos y apartamos v
desmembramos del dicho conceio v villa de Navia las aldeas de Anleo v Omedo eme son en el dicho conceio, con todos sus términos,
señorío v vasallaje y jurisdicción civil y criminal, mero y misto im­
perio, y con todas sus rentas, pechos y derechos, de la dicha villa
de Navia v del dicho conceio ansy como las dichas aldeas están
amoionadas e deslindadas por sus cercas v mojones conoscidos,
e de las otras aldeas e lueares del dicho conceio, v las hacemos a
las dichas aldeas de Anleo v Omedo libres y hesentas de toda subjeción de la dicha villa y concejo, para que sean de hoy en adelan­
732
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
te para siempre jamás jurisdicción sobresy apartada de la juris­
dicción de la dicha villa e concejo, e para que no sean obligados a
yr a la dicha villa a juicio ni estar a ella sometidos ni subjetos en
cosa alguna ni sean obligados a cumplir ni obedescer hordenanzas
ni mandamientos.
Otrosy las hacemos cabeza de jurisdicción sobresy para que de
aquí adelante pueda haber y aya en ellas y en cada una de ellas
horca y cuchillo e para que los pleitos e diferencias civiles e cri­
minales que susgedieren entre los vasallos y vecinos de las di­
chas a1deas que agora son e serán de aquí adelante se ha van de
juzgar y determinar dentro en las dichas aldeas y término dellas
por los jueces y personas que en las tales aldeas fueren puestos
por la persona que adelante será declarada e sus subcesores en cu­
yo favor otorgamos esta escritura, e para que en las dichas aldeas
e cada una dellas pueda haber e aya cárcel e cepo e cadena e pico­
ta e horca, según arr’ba está dicho y según y de la manera que to­
do ello v cada una cosa c parte dello lo quisiere y ordenare y fuere
la voluntad de la tal persona y de los dichos sus subcesores en cu­
yo favor se otorga esta dicha escritura y esto ansy hecho, otorga­
mos y conoscemos por esta presente carta que en los mejores mo­
dos. vía e forma y manera que podemos y de derecho debemos,
gedemos v traspasamos por juro de heredad para agora y para
siempre iamás a vos Juan Alonso de Navia, señor de la casa y ma­
yorazgo de Anleo. que presente estáis, para vos y para vuestros he­
rederos v subcesores y para aquel o aquellos que de vos o dellos
ovieren título o causa e lo ovieren de aver y heredar e susgeder en
la dicha vuestra casa e mayorazgo las dichas aldeas de Anleo y
Omedo que son sitas en el dicho concejo con el dicho su señorío,
vasallaje v jurisdicción civil e criminal, alto, bajo mero misto im­
perio v con todas sus rentas, pechos y derechos v términos, mon­
tes, prados, pastos, ríos, abrevaderos, aguas corrientes estantes v
manantes, desde la piedra del río fasta la foja del monte v desde
la hoja del monte hasta la piedra del río y con todo lo demás a las
dichas aldeas anexo e pertenesciente v con todo cuanto nos v cada
uno de nos en ellas v en cada una dellas avernos y tenemos v esme­
ramos aver o tener de aquí adelante v con los vasallos que en las
dichas aldeas hav el día de hov e oviere adelante en todo tiempo
del mundo con todo lo a helio anexo e pertenesciente, y con sus ser­
vicios. pechos v derechos v con todo lo demás a ello anexo v perte­
nesciente y que nos podríamos aver e nos podía pertenescer en
cualquier manera, todo ello desmembrado y apartado de la subjeQión y iurisd’ción y iurisdición de la dicha villa e conceio en la for­
ma v manera susodicha con todas sus entradas e salidas, usos e
costumbres, derechos e servidumbres, cuantas v haber deben v les
pe^íenesce v puede pertenescer ansy de hecho como de derecho, las
cuales dichas aldeas os vendemos con el dicho señorío, vasallaje e
jurisdicción, en la manera susodicha con los duzcientos maravedís
de renta en cada un año nerpetuamente para siempre iamás. Los
cuales vos el dicho Juan Alonso v los dichos vuestros herederos e
susgesores ayais e aveys de haber en los cinco mil y duzientos mara-
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 733
vedis de renta que yo el dicho conde e los otros señores que an seydo de la dicha villa mis antecesores avernos tenido sobre el dicho
concejo e. villa de Navia en cada un año por razón de los yantares
e señorío dello e con que ansymismo vos el dicho Juan Alonso y los
vasallos vezinos y moradores que agora son y serán de aquí ade­
lante de las dichas aldeas ayais de gozar y gozeis de los propios
rentas de concejo según que hasta aquí vos e los vecinos de las di­
chas aldeas los aveys gozado y gozáis el día de oy y porque en cuan­
to a ésto de los dichos propios y rentas de concejo y la parte que
de ellos vos y los vecinos de las dichas aldeas soléis gozar y gozáis
no se hace novedad ni se entiende hacer por esta dicha escritura
y desmembración que en ella se hace de las dichas aldeas, lo cual
todo que ansy dicho es según e de la manera que de suso va decla­
rado y especificado os vendemos todo ello por prescio e cuantía de
ciento y seis mil maravedís de buena moneda de los cuales dichos
ciento y seis mil maravedís se montaron y sumaron en catorce va­
sallos que al presente hay en las dichas aldeas, contado a siete mil
maravedís cada vasallo, e en los dichos duzientos maravedís de
renta en cada un año contados a razón e a respeto de a cuarenta
mil maravedís el millar en los cuales dichos vasallos, y duzientos
maravedís de renta en el prescio de todo ello contado según dicho
es, se sumaron y montaron los dichos ciento y seis mil maravedís
los cuales dichos ciento y seis mil maravedís son el presgio porque
os vendemos y vos compráis de nos todo lo susodicho, los cuales
nos dais e pagais para el efecto en la dicha facultad contenida, e
nos de vos los avernos rescebido realmente e con hefecto en el cam­
bio de Cristóbal de Orbieto e Juan Delgadillo de los cuales nos da­
mos e otorgamos por contentos e pagados y entregados a toda nues­
tra voluntad, y en razón de la dicha entrega y paga y cuenta dellos
yo el dicho conde he dado carta de pago en forma por ante el pre­
sente escribano de cuantía de quinientos ducados, en la cual dicha
cuantía entraron y se encluyeron los dichos ciento y seis mil mara­
vedís, e a mayor abundamiento renunciamos las leyes de la non
numerata pecunia y las leyes de la prueba e de la paga como en ellas
se contiene, e especialmente renunciamos las dos leyes y ebceciones del derecho, la una en que dice que el escribano e testigos de
la carta deben ver hacer la paga en oro o en plata o n moneda o en
otra cosa que lo vala, y la otra en que dice que hasta dos años cumpidos es home tenido y obligado a mostrar la paga si por el vende­
dor le es negada, v confesamos que las dichas dos aldeas e término
e jurisdicción dellas e los dichos duzientos maravedíes de renta
perpetua con todo lo demás de que de suso se hace mención se pa­
gan muy bien con las dichas ciento y seys mil maravedís y éste es
el su justo e verdadero prescio de ellas y de todo helio y no vale
más ni aún tanto porque aunque por nuestra parte fueron hechas
diligencias e puesto cédulas y dados muchos pregones en muchos
pueblos principales y hecho otras diligencias, no hallamos quien
más ni úan tanto por ello nos diese y pagase como vos el dicho
Juan Alonso de Navia nos distes e si es necesario e a mayor abun­
damiento si agora o en algún tiempo del mundo las dichas dos al­
734
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
deas e dozcientos maravedís de juro con todo lo a ello anexo e pertenesciente, más vale o puede valer de los dichos ciento y seis mil
maravedís por la presente de nuestro propio motuo y voluntad vos
hacemos gracia y donación pura, mera perfeta y no revocable que
llama el derecho entre vivos de la tal demasía, y avernos por insignuada esta dicha donación como si la uvieramos insignuado ante
juez competente e a ella oviera interpuesto su abturidad y decreto
y como si pasara de los quinientos áureos, y cerca de lo susodicho
renunciamos la ley del ordenamiento real que el señor rey don Alon­
so de gloriosa memoria hizo y ordenó en las Cortes de Alcalá de
Henares que hablan sobre razón de las cosas compradas o vendi­
das o enagenadas por más o por menos o allende de la mitad del
justo e derecho prescio y la ley de hultra dimidia justi pregiun e
desde oy día y para en adelante que esta escritura es hecha y otor­
gada para siempre jamás nos desistimos e desapoderamos, quita­
mos y apartamos a nos y a los susgesores en la dicha nuestra casa
y mayorazgo e a nuestros hijos y herederos y susceores de la tenen­
cia e poesión real, corporal, propiedad e señorío jure domine vel
cuasy e de todo derecho y augión, título y recurso e de todos los
derechos y auciones reales y personales, mextos, útiles e diretos
que tenemos e nos pertenescen y podemos aver y nos pueden pertenescer a las dichas dos aldeas de Anleo y Omedo e doscientos ma­
ravedís de renta e todos los recursos que a ello e a cualquier cosa
y parte dello tenemos y todo helio lo dexamos, renunciamos, pede­
mos y renunciamos y traspasamos en vos y para vos el dicho Juan
Alonso de Navia y para los dichos vuestros herederos e suscesores
que hubieren y heredaren vuestra casa e mayorazgo para que en
todo ello y en los derechos de hevición que tenemos o podemos te­
ner contra las personas y bienes de quien nuestros antepasados hu­
bieron las dichas aldeas e docientos maravedís de renta sucedays
y lo podays pedir e aver como cosa vuestra propia e vos damos po­
der cumplido bastante con libre e general administración para que
en como cosa vuestra propia sin nuestra licencia ni mandado ni de
justicia i persona alguna o con ella por vuestra propia abturidad
como quisieredes e por bien tuvieredes podáis tomar e aprehender
la posesión de las dichas dos aldeas y docientos maravedís de ren­
ta con todo lo a ello e a cada cosa e parte dello anexo e pertenesCiente para que todo ello sea vuestro e de los dichos vuestros he­
rederos e suscesores que heredaren vuestra casa e mayorazgo para
lo poder dar y donar y vender y enagenar, trocar y cambiar e ha­
cer dello y en ello todo lo que quisieredes y por bien tuvieredes, co­
mo de cosa vuestra propia libre e quita y desenbargada, avida y
comprada por vuestros propios dineros, adquirida por juesto e de­
recho título y entretanto que entráis e tomays la posesión de todo
ello nos constituimos por inquilinos poseedores por vos y en vues­
tro nombre y en señal de posesión ... y entregamiento della vos da­
mos y entregamos las sus escrituras con todos los títulos que dello
tenemos e pedimos e requerimos e si es nesceario mandamos a to­
dos los vecinos e moradores de la dicha villa de Navia y su tierra
que agora son e fueren de aquí adelante que tengan por bien el
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 735
apartamiento e dividimiento que de suso hacemos de las dichas dos
aldeas e lo aprueben e confirmen e ratifiquen para que haya cum­
plido efecto e ansimismo mandamos a los vecinos de las dichas dos
aldeas de Anleo y Omedo que de aquí adelante os resgiban, reco­
nozcan y tengan por tal señor dellas e vos den la reverencia y obe­
diencia y señorío della e que vos acudan e recudan e a vuestros he­
rederos e susgesores en la dicha vuestra casa y mayorazgo con to­
das las rentas, pechos y derechos y otras cosas como a señor de las
dichas dos aldeas devidas e pertenesgientes según e de la forma e
manera que él a nos heran obligados a las pagar e vos guarden la
lealtad e fidelidad e obidiencia que buenos vasallos son obligados
a su señor e nos obligamos de vos hacer ciertas y sanas y seguras
y de paz las dichas dos aldeas e docientos maravedís y todas las
otras cosas a hellas anexas e pertenescientes que a nos pertenesgen
e nos pertenesgerán que ansy vos vndemos de qualesquier personas
que hos lo vinieren demandando, enbargando o contrallando todo
o parte dello por cualquiera manera, título o razón que sen o ser
puedan e que en cualquier tiempo que fueremos requeridos e aqunque lo seamos viniendo a nuestra noticia ansy antes del pleito con­
testado como después de dadas sentencias yntelocutorias e defini­
tivas o hecha publicación tomaremos nos y nuestros herederos e
subgesores por vos o por los vuestros los pleitos y abturia y defensyon que sobre las dichas dos aldeas e doscientos maravedís se os
recrecieren e pusieren e movieren o quisieren mover y los seguire­
mos y acabaremos e fenesceremos a nuestra costa e misión hasta
lo fenescer y acabar en tal manera que las dichas dos aldeas e jurisdición e términos e pechos e derechos e los dichos docientos ma­
ravedís e todo lo a ello anexo e pertenesciente e cada cosa e parte
dello os quede e finque cierto y seguro y pacifico y de paz para
siempre jamás e sy pleitos os fueren movidos e sy no vos fuere cier­
to, sano e seguro e de paz según dicho es que seamos obligados e
nos obligamos de vos dar y entregar otras tales dos aldeas con sus
términos e jurisdicción civil e creminal y con tales montes y que
tanto valgan y renten y otros doscientos maravedís de renta y en
tan buen lugar todo a vuestro contentamiento y pagamiento con
más todos los edificios e mejoramietos y pechos y derechos que
en ello uvieredes mejorado o en alguna cosa o parte dello y los ma­
ravedís que nos days por ello con el doblo con más todas las cos­
tas, daños, intereses e menoscabos que sobre ello y en la dicha ra­
zón se los siyguieren e rescrecieren y ansimismo os sacaremos a
paz y a salvo del pleito que al presente pende en la real corte
Chancillería con el fiscal y contra los vecinos de la dicha villa de
Navia sobre el señorío e jurisdicción della y el dicho pleito y otros
cualesquier que se rescrescieren seguiremos como dicho es para
lo cual ansi cumplir y pagar y mantener, obligamos nuestros bienes
y rentas, juros y vasallos ávidos y por aver e ypotecamos por vir­
tud de la dicha facultad que de suso va incorporada los bienes y
rentas de nuestro mayorazgo y en cumplimiento de la dicha facul­
tad de Su Majestad subrogamos e metemos en el dicho nuestro ma­
yorazgo tanta cantidad e valor de la dicha villa de Villarrubia de
736
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
los Ojos que ansy compramos y hemos de comprar a su majestad
desde entonces para agora e desde agora para entonces cuanto se
monta en todo el presgio e valor en que ansy a vos el dicho Juan
Alonso a quien vendemos las dichas dos aldeas como a vos mismo
e a los otros compradores a quien vendemos lo restante de la di­
cha villa e concejo por otra escritura aparte fuera desto que todo
ello en la una y en la otra venta y en el presgio que por todo ello
se nos da suman e montan ocho mil e quinientos ducados, e otro
tanto valor cuanto montaren los dichos ocho mil e quinientos du­
cados porque ansy vendemos el dicho concejo subrogamos en la di­
cha villa de Villarrubia de los Ojos e lo metemos e incorporamos
en el dicho nuestro mayorazgo para que en lugar del dicho conce­
jo e villa de Navia que ansy avernos sacado del dicho mayorazgo
se surogue y esté surogada e incorporada la dicha villa de Villarru­
bia hasta la dicha cantidad para que ande en el dicho nuestro ma­
yorazgo perpetuamente para siempre jamás sin que pueda del ser
sacada ni desmembrada ni apartada en ninguna manera ni forma
ni tiempo del mundo e para que ande en el dicho mayorazgo con
los vínculos e condiciones, sumisiones, cláusulas e firmezas en el
dicho nuestro mayorazgo contenidas las cuales juntamente con el
dicho mayorazgo avernos aquí por insertas e incorporadas. Otrosy
decimos que por cuanto ansimismo por su Magestad y los serení­
simos rey e reyna de Bohemia fué dada a mi el dicho conde cédu­
la, licencia y facultad para que sin embargo de estar pendiente el
dicho pleyto que de suso se ha hecho mingión entre mi el dicho
conde de la una parte y el fiscal de su Magestad e la dicha villa e
congejo de la otra que pendía e pende en la dicha Corte y Chancillería que sin embargo del dicho pleyto e de los autos de vista e re­
vista que estaban dados para que pendiente aque 1 yo no pudiese
vender ni enajenar la dicha villa y concejo e por la dicha cédula se
me dió licencia e facultad para que yo sin embargo de la pendengia del dicho pleito e sin embargo de los dichos autos pudiese ven­
der la dicha villa y congejo libremente a quien yo quisiese e por
bien tuviese. Por ende ambos decimos que por virtud de la dicha
ligencia e facultad e usando della por aquella mejor vía e forma
que de derecho aya lugar gelebramos y otorgamos la dicha venta
en la forma susodicha con que se entienda que no vendemos ni ce­
demos los dozientos maravedís de renta que de suso está declara­
do sy no solamente la parte que cupiere a las dichas aldeas de Omedo y Anleo de los ginco mil doscientos maravedís que tenemos de
renta en cada un añ oen todo el dicho congejo de Navia y su tierra
e con las dichas aldeas al presente no haya más de catorce vecinos
e para el cumplimiento y paga de todo lo susodicho y para lo guar­
dar y cumplir y mantener asi obligamos nuestros juros e rentas v
vasallos y bienes muebles y rayces ávidos e por aver por virtud de
la dicha facultad e a mayor abundamiento por esta carta y con ella
rogamos y pedimos y damos todo nuestro poder cumplido a todos
e cualesquier juezes y justigias de sus Magestades de los reinos e
señoríos a cuya jurisdicción y a la su casa y Corte y Changillería
nos sometemos caso que no estemos ni vivamos dentro de las ginco
leguas de su jurisdicción, renungiando como expresamente renun-
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA
737
Ciamos nuestro propio fuero e previllegios e la ley sit convenerit
de jurisdigione omnium judicum publica que las dichas justicias y
cualesquier dellas ante quien esta carta paresgiere y della y de lo
en ella contenido fuere pedido hexengión e cumplimiento de justi­
cia nos lo hagan ansy cumplir y pagar y guardar y mantener según
dicho es y en ésta escritura de suso se contiene ansy por vía de hexengión como en otra cualquier manera que aya cumplido hefecto
bien ansy e a tan cumplidamente como sy todo lo que dicho es y
en esta escriptura contenido y cada cosa e parte dello lo ubieramos
ansy llevado por juicio y sentencia definitiva de juez competente
y la tal sentencia por nos y por cada uno de nos fuera pedida, oyda
e consentida e pasada en cosa juzgada que della no uviera quedado
apelación ni suplicación ni otro remedio ni recurso alguno cerca
délo qual renunciamos todas e cualesquier leyes, fueros y derechos
escriptos y no escriptos ansy en general como en especial y todo
dolo y engaño lesyon y todo beneficio de restitución in integrum
por la cláusula general o especial sy qua nichi justa causa y espe­
cialmente renunciamos la ley y derecho que dice que general renun­
ciación de leyes fecha non vala e yo el dicho Juan Alonso de Navia
que presente estoy acebto esta escritura como en ella se contiene
para me aprovechar della conforme a lo contenido en todo tiempo
que ami y a mis herederos convenga, en fe y testimonio de lo cual
nos los dichos conde y don Diego Sarmiento, su hijo mayor subCesor en su casa y mayorazgo e yo el dicho Juan Alonso, otorgamos
lo que de suso en esta escriptura se hace mención ante el presen­
te escribano público de Sus Magestades y testigos de yuso escrip­
tos, al cual rogamos de fe dello. Que fué fecha y otorgada en la no­
ble villa de Valladolid estando en ella la Corte y Chancillería de
Sus Magestades, a diez e syete días del mes de agosto año del nascimiento de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo de mil e quinien­
tos e cincuenta e un años. Testigos que fueron presentes y vieron
firmar sus nombres a los dichos señores otorgantes a los cuales
yo el presente escribano doy fe que conozco: don Luis Sarmiento
de la Cerda, hijo de su señoría, e Jorge de Carranza y Antonio de
Avila, criados de su señoría, y el dicho Juan Alonso de Navia, por
lo que le toca a lo contenido en la dicha acebtación lo firmó de
su nombre el conde don Diego Sarmiento de la Cerda, Juan Alon­
so de Navia.
Va tesado e, de, ecsund,n,de, no vala. Va escrito sobre raído o
diz por la presente. Y entre renglones o diz señoría, no, y en man­
do de, vala.
Yo Alvaro de Santa Cruz, escribano público de sus Magestades
e su escribano e notario público en la su Corte, reynos e señoríos
e vecino de la villa de Valladolid presente fui al otorgamiento desta escritura de venta en uno con los dichos testigos e la hice escri­
bir según que ante mi pasó en estas once hojas de papel con esta
en que va mi signo.
En testimonio de verdad
rúbrica—
Alvaro de Santa Cruz—rúbrica
Vista, el licenciado Cuellar
738
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
1551, setiembre, 13, Anleo.
TOMA DE POSESION DE LAS ALDEAS DE ANLEO Y OMEDO
POR JUAN ALONSO DE NAVIA.
En el lugar de Anleo a trece días del mes de Setiembre, año del
Señor de mil e quinientos e cincuenta e un años ante el señor Bas­
co Martínez, alcalde mayor en la villa e concejo de Navia por el
ilustre señor don Gómez Sarmiento de Villandrán, conde de Sali­
nas e de Ribadeo, señor de la dicha villa e concejo de Navia y en
presencia e por ante mi Pero de Merás de ... escribano e notario
público de Sus Magestades paresció presente el muy ... señor Juan
Alonso de Navia e presentó esta carta de venta ... escrita? que el di­
cho señor le uvo echo, el dicho señor conde de las aldeas de Anleo
y Omedo y sus términos con su jurisdición civil y criminal, pechos
y derechos e con todo lo demás anexo devido y pertenesciente al
dicho señor conde, alto e baxo, mero y misto imperio en las dichas
dos aldeas y sus términos, y le pidió y requirió le dé y entregue
de todo ello la posesión e propiedad abtual, corporal, civil vel...
cuasi de la dicha jurisdicción y dende aquí adelante le tenga por
el señor della y le guarde la dicha jurisdicción a él y a sus vasallos
e a los o... que en la dicha jurisdicción estovieren e anduvieren co­
mo ajenos del dicho concejo de Navia e de la jurisdicción e subjeCión della y en la ... que a él y a los dichos vecinos de los dichos
lugares pertenesce de los propios y rentas de la dicha villa e con­
cejo de Navia e le ... an de tener y obedesger por el señor del di­
cho coto e de sus términos e que obedescan e tengan por tal señor
haziendo aquello que buenos e leales vasallos deben hacer y tener
a sus señores, e lo pedió por testimonio. El dicho señor alcalde ma­
yor vió y hizo leer la dicha carta de venta e vista y hexaminada y
atento el poder espreso del dicho señor conde para este efecto a
él dado dixo que está presto de hacer aquello que es obligado en
señal... título de posesión e por posesión conoscida de los dichos
lugares de Anleo e Omedo e de sus términos e de su jurisdicción
civil e criminal, alto baxo mero misto imperio e de todos los fue­
ros e derechos, servicios e otras cosas en los dichos lugares de An­
leo e Omedo e de sus términos e de su jurisdicción civil e criminal
alto baxo mero misto imperio de todos los fueros e derechos, ser­
vicios e otras cosas en los dichos lugares de Anleo e Omedo y en
sus términos devidos e pertenexcientes al dicho señor que le entre­
gaba y entregó la vara de justicia que en nombre del dicho sñor
conde traya e unos grillos por señal e título de posesión del dicho
coto e hizo venir ante él dicho señor Juan Alonso a los vecinos e
vasallos del dicho coto que podieron ser ávidos e les noteficó co­
mo el dicho señor conde tiene vendidas las dichas aldeas, juris­
dicción e señorío dellas civil e criminal mero, misto imperio con
todos los fueros e derechos e otras cosas anexas e pertenescientes
al dicho señor conde en los dichos lugares y en sus término, para
que el dicho señor Juan Alonso de aquí adelante le obedescan, re-
El Palacio de Anleo en la actualidad.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 7 39
verengien e acaten e tengan la reberen^ia, ovediencia e fidelidad
y lealtad que buenos e leales vasallos deven tener a su señor, los
cuales unánimes y conformes y ninguno discrepante dixeron que
lo consienten, aprueban, reciben e obedesgen por tal señor, y en
señal de título de posesión, obediencia e revrencia se fincaron de
rodillas delante del dicho señor Juan Alonso para como tal señor
vasalle la mano, el cual los rebebió y los hizo levantarse y ellos se
ofrescieron de le ovedesger e reberengiar servir e acatar e guardar
toda fidelidad e lealtad y de le acudir con todos los servicios, pe­
chos e derechos que como tales vasallos al señor le deven tener e
pagar e segund e de la manera que lo devían e solían hacer al di­
cho señor conde, e luego juntamente el dicho señor alcalde con el
dicho señor Juan Alonso e con los dichos vasallos por insigna de
jurisdicción e título de posesión de la dicha jurisdicción e coto de
Anleo e Omedo con sus términos, levantaron e pusieron una pico­
ta delante de la plaza e casas de Anleo para que en ella se execute
la justicia, e luego se hizo levantar e poner una horca arriba en lo
alto del término del dicho lugar de Anleo e por la vara de justi­
cia ... ovediencia, recibimiento e consentimiento de los dichos va­
sallos, e por las dichas insinias de jurisdicción el dicho señor al­
calde mayor dixo que dava y entregaba y entregó al dicho señor
Juan Alonso para sí e para sus herederos e sus^esores en su casa
e mayorazgo o para quien dellos uviere título o cabsa de lo aver
desde agora para siempre jamás la propiedad e posesión de la di­
cha jurisdicción civil e criminal, alto e baxo, mero misto ynperio
fueros e derechos horca e cuchillo de las dichas dos aldeas de Ome­
do e de Anleo, abtual, corporal, $ivil vel casi, para que en ella pue­
da poner e quitar cualesquier juezes e merinos e alcaldes que por
él y en su nombre oyan e libren cualesquier pleitos civiles e crimi­
nales que ante ellos venieren e manda va e mandó que la dicha ju­
risdicción e términos della se guarde agora e de aquí adelante por
los límites y mojones contenidos en la dicha venta e que ninguno
ni alguno la quiebre, so pena de caer en las penas que caen los que
quiebran jurisdicción extraña e que al dicho señor Juan Alonso le
obedescan, reverencien e acaten e guarden toda fidelidad e lealtad
como a tal señor so pena de caer en las penas que caen los vasallos
y personas que son desleales a su señor, e ansy diz que lo manda­
ba e mandó por este su auto de posesión el dicho señor Juan Alon­
so dixo que res^ibía e resgibió la dicha posesión e se dava e dió
por apoderado y entregado en la dicha jurisdicción señorío e vasa­
llaje dello, e lo pedió por testimonio. Testigos, el señor Pérez de
Castrillón, e Diego Rodríguez, regidor de la villa de Navia, e el se­
ñor Arias Pardo, señor de las Figueras, e Domingo Pérez e Pero
Martínez de Arvón e otros muchos vecinos del concejo de Navia.
—Pero de Merás
Juan Alonso de Navia
E yo el escribano sobredicho Pero de Merás de Tineo, escriba­
no y notario público por sus Magestades en la su Corte y en todos
los sus reynos e señoríos, presente fui al dicho auto de posesión
juntamente con el dicho señor Basco Martines, alcalde mayor e
740
JESUS MARTINEZ FERNANDEZ
testigos, e de pedimento del dicho señor Juan Alonso e por manda­
do del dicho señor alcalde lo escribí e signé en este registro deste
mi signo que es tal (signo) en testimonio de verdad.
1551, setiembre, 13, Anleo.
JUAN ALONSO DE NAVIA NOMBRA POR MERINO A JUAN
GARCIA, SU CRIADO.
E después de lo susodicho en el palacio e casas de Anleo a tre­
ce días del mes de Setiembre de mil e quinientos e gincunta e un
años, el muy magnífico señor Juan Alonso de Navia, señor del di­
cho coto, nombraba e nombró por su merino del dicho coto a Juan
García, su criado que está presente, al cual luego dió y entregó la
vara de justicia del dicho coto, e le dió poder cumplido para la
traer, usar y exerger el dicho usa, oir e librar qualesquier pleitos
civiles e criminales que ante el venieren por su sentencia o senten­
cias interlocutorias o definitivas, la cual e las cuales y el manda­
miento o mandamientos que diere e permaneciere lleve e haga lle­
var a pura e debida execución con fecto cuanto con furo e con de­
recho deva, e mandaba e mandó a los vecinos e vasallos del dicho
coto le obedescan e tengan por tal su merino, parescan ante él a
sus llamamientos y emplazamientos so las penas que él de su par­
te les pusiere, los cuales le dende agora les avía por presentes e le
dava poder cumplido para los executar los que reveldes e inobe­
dientes fueren y en sus bienes, e que le acudan e recudan con todos
los derechos anexos e devidos e pertenescientes al dicho oficio e
otrosi para que acuda de oficio a ver cualesquíer ynsinuagiones de
de litos e pecados públicos, punirlos e castigarlos, e para que en
todo hará justicia, guardará el derecho a los... usará bien e fiel­
mente del dicho oficio le recibió juramente, el cual agebtando el
dicho oficio hizo el dicho juramento y para que mejor lo cumpla
e haga residencia e pagará lo setenciado dió por su fiador a Pero
Menendez de Grandas, que estaba presente, el cual salió por tal su
fiador y se obligó con su persona e bienes que el dicho Juan Perez
usará bien e fielmente el dicho oficio, no hará cosa que no deva e
hará residencia, estará a justicia e pagará lo juzgado e sentencia­
do donde no se cometa al su fiador pagará por él, para ello entram­
bas partes dieron poder a las justicias para que hagan cumplir e
pagar como les fuera mandado por sentencia definitiva de juez
competente por en cosa juzgada sin remedio de apelación sobre
que renunciaron cualesquier leyes de que se puedan aprovechar.
Testigos el señor Arias Pardo, señor de Las Figueras, e Diego Ro­
dríguez, regidor de la villa de Navia, e Bartolo del Busto, e Domin­
go Perez, e Pero Martínez de Arbón, e otros muchos vecinos de la
villa e concejo de Navia.
NAVIA REMOTA Y ACTUAL: DATOS Y REFERENCIAS PARA SU HISTORIA 741
Luego su merced dixo que por que en este coto no ay cárcel
diputada para la punición e castigo de los delitos e pecados ... e
execución de la justicia, que dende agora nombraba e nombró por
cárcel la torre que está a la parte de detrás desta casa y palacio
de Anleo e para ella dió y entregó el dicho... unos grillos y el dicho
merino los resgibió. Testigos los dichos.
Rúbrica. Juan García de
Castrillón.
Juan Alonso de (Rúbrica) Pero de Merás
Navia
Luego su merged del dicho señor Juan Alonso dixo que nom­
braba e nombró por ... en este coto de Anleo a Alvaro García de Arvón escribano, vecino del dicho concejo de Navia por el tiempo que
la su voluntad e ... dava e mandó que sus justicias usen ... y le acu­
dan ... hagan acudir e recubir con los derechos que por derecho
del dicho oficio uviere de aver. Testigos los dichos, e firmolo de ...
Juan Alonso de Navia
Pero de Merás
escribano.
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
EN EL ULTIMO CUARTO DEL SIGLO XVII
POR
M ‘ DEL PILAR MONTERO HONORATO
Damos comienzo en el presente trabajo al estudio demográfico
del concejo de Pravia tal y como nos aparece reflejado en los libros
parroquiales correspondientes a bautismos, matrimonios y defun­
ciones; nos ocuparemos ahora únicamente del período que trans­
curre entre los años 1674 a 1700, es decir más o menos el último
cuarto del siglo XVII, esperando que en sucesivas publicaciones
aparezcan los estudios que incluyan esta misma evolución demo­
gráfica a través de los siglos XVIII y XIX (1). Creemos que con
análisis monográficos de este tipo se podrá ir ampliando y com­
pletando la visión que poseemos en la actualidad acerca del desa­
rrollo demográfico de la provincia de Oviedo durante la época mo­
derna de su historia.
El concejo de Pravia constituye una circunscripción territorial
enclavada en la zona baja del río Nalón, muy próxima al mar. Por
otro lado, la situación privilegiada de la villa la convierte en el cen­
tro geográfico y económico de una región natural bastante amplia.
Además, razones de carácter histórico, geográfico e, incluso, de in­
tereses municipales, han hecho que la mancomunidad de la ría de
(1)
Para ello nos serviremos de los libros 2, 3 y 4 que se hallan en el ar­
chivo parroquial de la Colegiata. A pesar de que existen testimonios anterio­
res, reflejados en el libro 1 y parte del 2, a causa de su mal estado de conser­
vación no ha sido posible su utilización para nuestro objetivo.
744
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
Pravia se encuentre integrada por los ayuntamientos de Candamo,
Cudillero, Muros de Nalón, Pravia y Soto del Barco.
Actualmente este concejo se extiende por el valle bajo del Na­
lón, desde su confluencia con el Narcea hasta la entrada de la ría
de San Esteban de Pravia. Su extensión geográfica natural es de
136,63 kms.2 y su superficie planimétrica de 102,60 kms.2. Sus lími­
tes naturales son: por el Norte los concejos de Cudillero y Muros
de Nalón; por el Sur los de Candamo y Salas; por el Este los de
Candamo y Soto del Barco; y, finalmente, por el Oeste los de Cu­
dillero y Salas (2). La población total del concejo debe hallarse hoy
en día en torno a los 15-16.000 habitantes o, quizás, alguno más;
esto parece desprenderse del hecho de que en el censo de 1965 sus
habitantes eran unos 13.000, repartidos por las parroquias de Arango, Cordovero, Corias, Escoredo, Folgueras, Inclán, Muros (pueblo
de Somado), Pravia, Pronga, Quinzanas, Sandamías, Santianes, Selgas, Villafría y Villavaler (3).
Sin embargo, no todas estas parroquias, ni los lugares que in­
cluía cada una de ellas, aparecen reflejadas en los documentos que
vamos a analizar seguidamente, y menos aún si tenemos en cuen­
ta las pertenecientes al término municipal de Pravia en el año 1882
(16 parroquias y cerca de 100 centros de poblamiento). Hechas es­
tas puntualizaciones y teniendo presente al mismo tiempo que no
contamos con los archivos municipales de la época que pudieran
referirnos la evolución de dicha población, centraremos nuestro
estudio en tres apartados distintos (bautismos, defunciones y ma­
trimonios), cada uno de los cuales irá ilustrado con gráficos en los
que se recogerán los datos brutos y media móvil, así como las ta­
blas estacionales e índices correspondientes.
Comenzando por los datos que poseemos acerca de los bautis­
mos en la fase histórica objeto de análisis, se nos presentan en la
forma y media móvil siguiente:
(2) Para más información acerca de aspectos geográficos, geomorfológicos, hidrográficos y de recursos naturales del concejo cf. Gran Enciclopedia
Asturiana, volumen 12, pp. 21 y ss.
(3) En cualquier caso predomina el habitat disperso en núcleos de pobla­
ción por lo general menores de 200 habitantes.
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
Año
Total
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
1684
1685
1686
1687
14
23
29
32
35
28
27
26
22
23
41
33
22
25
M.M.
26,9
29,6
30,6
29,9
29,2
29,4
29,9
31
30,1
29,6
745
Año
Total
M.M.
1688
1689
1690
1691
1692
1693
1694
1695
1696
1697
1698
1699
1700
37
33
38
17
17
2
24
32
34
20
22
19
24
28,2
26,5
26,4
27,6
27,1
25,6
24,2
22,8
23
22,2
23,7
23
21,1
La primera consecuencia que podemos sacar de estos datos se
refiere al hecho de que la población que tenía como centro a Pravia en el último cuarto del siglo XVII no debía de ser excesivamen­
te amplia, rondando en torno a los 3.000 habitantes a lo sumo (4).
Además, si tenemos en cuenta la gráfica comparativa de la natali­
dad y mortalidad correspondiente a estos años resaltan a simple
vista 3 momentos como más destacados: el primero de ellos corres­
ponde al año 1678; el segundo, y más pronunciado, a 1684; y, por
último, el tercero a 1690 (en torno a 1695-1696 se puede situar otro
más).
Resulta igualmente significativa la comparación entre los índi­
ces de masculinidad y femineidad en los bautismos correspondien­
tes a esta etapa final del siglo XVII:
(4)
Esta cifra se puede comprar con la dada por Antonio Domínguez Ortiz (La sociedad española en el siglo XVII, Madrid, 1963, pp. 101 y ss.) para
toda la población española de los años 1591-1594: unos 8 millones de habitan­
tes. Cf. J. Ruiz A l m a n s a : “La población de España en el siglo XVI”, Revista
Internacional de Sociología I, número 3, 1943, pp. 115 y ss.
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
746
Año
N.° de varones
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682s
1683
1684
1685
1686
1687
1688
1689
. 1690
1691
1692 .
; 1693 . . •:
1694
1695 .=■
1696
- 1697
'
1698
1699
> 1700
11
21
19
22
20
20
14
19
13
18
27
18
17'
18
25
22
24
9
12
6
16
23
25
15
12
15
14
Indice
N.° de hembras'
3
2
10
10
15
8
13
7
9
5
14
15
5
7
12
11
‘ 14
.2 8
5
3
8
9
9
5
10
4
10
r
'
3,6
10,5
1,9
2,2
1,33
2,5
1,07
2,71
1,4
3,6
2
1,2
3,4
2,55
2,1
2
1,7
1,1
2,4
2
2
2,55
2,7
3
1,2
3,75
1,4
De las cifras que acabamos de reseñar parece desprenderse un
predominio absoluto de los varones sobre las hembras, aunque qui­
zás esta tabla comparativa refleje una situación distinta a la real,
matizada por algunos condicionamientos sociales.
La tabla estacioal de bautismos por meses correspondiente a es­
tos años resulta ser igualmente muy explícita; para hacernos una
idea de ello únicamente vamos a plasmar aquí la de la década per­
teneciente a los años 1674-1683:
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
747’
Años
E
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
0 0 4 2 0 3 2 2 0 1 0
3 1 0 4 2 1 1 1 5 4 0
1 3 1 2 0 7 2 6 4 1 2
2 0 3 4 4 4 7 1 3 1 3
1 3 3 2 2 3 7 3 4 2 3
4 0 2 4 3 0 0 3 4 3 3
0 2 3 4 3 3 5 1 1 2 1
6 2 2 2 4 0 2 2 0 2 3
3 2 4 2 3 2 0 4 1 0 0
1 2 1" 1 0 2 3 4 2 0 5
21 15 23 27 21 25 29 27 24 17 20
F M A M
J
J
A S
0
N D
0
1
0
0
2
0
2 "
1
1
2
9*
Estos datos a su vez han de ser puestos en relación con el mo­
mento en que se produjeron las concepciones de estos niños, que
responden sin duda a meses caracterizados por ciertas ventajas
socio-económicas o laborales concretas:
Mes de bautismo
Total de bautismos
Concepciones
Enero
Febrero
Marzo
Abril
Mayo
Junio
Julio .
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
21
15
23
27
21
25
29
27
24
17
20
9
Abril
Mayo
Junio
Julio
Agosto
Septiembre
Octubre
Noviembre
Diciembre
Enero
Febrero
Marzo
Los resultados reseñados más arriba se deducen una vez teni­
dos en cuenta los nueve meses que transcurren entre la concepción
y el nacimiento, más un margen de unos quince días, que es lo es­
tipulado por la Iglesia para la celebración del bautismo.
748
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
Estas circunstancias aparecen reflejadas a su vez con bastante
claridad en el siguiente esquema (años 1674-1683):
TABLA ESTACIONAL DE MORTALIDAD DISTRIBUIDA POR MESES
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
749
Antes de comentar en profundidad el significado de la natalidad
se hace preciso aportar los datos concernientes a la mortalidad (de­
funciones) de estos mismos años:
Año
Total
M.M
Año
Total
M.M.
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
1684
1685
1686
1687
6
11
10
12
9
18
13
14
26
7
16
13
17
6
___
—
—
—
1688
1689
1690
1691
1692
1693
1694
1695
1696
1697
1698
1699
1700
14
14
7
9
8
19
29
5
10
17
11
14
10
13
14,3
13,5
12,8
13,9
13,6
13,9
14,2
15,5
16
14,9
13,3
13,6
12,8
13,8
13,8
15,5
14,9
15,4
14,7
14,1
13,6
11,8
Lo mortalidad se nos presenta a un ritmo ascendente; concre­
tamente en dos ocasiones sobrepasa el índice de natalidad: en los
años 1682 y 1693-1694, dando lugar en la gráfica comparativa a dos
«rombos de crisis». Si comparamos los datos referidos a bautis­
mos con los de las defunciones parece colegirse una relación entre
los momentos de mayor número de muertos y los correspondien­
tes al número más elevado de nacimientos con un intervalo de dos
años (1682 con respecto a 1684, ó 1693-1694 con respecto a 1695-1696),
lo que indica una lógica reactivación de la población (5).
En cuanto a los índices de masculinidad y femineidad en las de­
funciones nos encontramos con una situación completamente opues­
ta a la que hemos analizado en el caso de los bautismos, por lo que
el problema se agravaría aún más:
(5)
Ver sobre este punto Problèmes de mortalité. Méthodes, sources et bi­
bliographie en démographie historique, Coloquio Internacional de la Universi­
dad de Lieja, 18-20 abril de 1963, Lieja, 1965.
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
750
Año
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
1684
1685
1686
1687
1688
1689
1690
1691
1692
1693
1694
1695
1696
1697
1698
1699
1700
N.° de varones
2
5
4
5
1
8
6
6
8
1
9
7
7
4
5
5
1
4
5
8
11
0
6
7
5
8
5
N.° de hembras
Indice
4
6
6
7
8
10
7
8
18
6
7
6
10
2
9
6
6
6
3
11
18
5
4
10
6
6
5
0,5
0,83
0,66
0,7
0,12
0,8
0,85
0,75
0,44
0,15
1,2
1,1
0,7
2
0,55
0,83
0,16
0,66
1,66
0,72
0,6
—
1,5
0,7
0,83
1,33
1
Se desprende de los números que acabamos de reflejar una
mortalidad mayor entre las mujeres que entre los hombres, aun­
que no podamos concretar cuáles fueron las causas que la produ­
jeron. Para completar la visión que estamos trazando vamos a ad­
juntar a continuación la tabla estacional de defunciones equivalen­
te a la de la mortalidad distribuida por meses; al igual que hici­
mos en el caso de los bautismos nos ocuparemos solamente de la
década que transcurre entre los años 1674 y 1693:
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
Años
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
E
F M A M
J
1
0
3
0
0
1
3
0
3
0
1
1
2
0
0
1
1
0
1
4
0
0
0
0
1
1
1
2
1
2
0
11
11
2
0
0
0
0
2
0
4
0
9
1 0
3 0
0 3
1 1
2 0
1 2
1 3
2 2
6 6
0 1
17 18
8
J
A S
0
1-
1
0
0
0
0
0
1
3
0
0
0
2
6
0
1
1
2
2
1
2
0
10
2
1
1
1
1
2
0
0
9
751'
O N D
0
0
0
1
0
2
0
1
0
1
5
-
0
0
2
2
0
3
1
0
1
1
10
1
1
3
4
1
0
1
1
, 1
1
14
Parece destacar, en primer término, que el número de defuncio­
nes no es muy elevado, lo que no deja de ser por ello algo normal
dado que estamos trabajando con un territorio relativamente pe­
queño y con un número de habitantes igualmente reducido. Ent el
último cuarto del siglo XVII la cantidad mayor de muertes se co­
rresponde con los meses de abril y mayo, lo que resulta compren­
sible si tenemos presente que es la época en que. la cosecha del año
anterior se está terminando en sus reservas alimenticias y la del
año en curso aún no se ha recogido, de manera que el hambre y la
desnutrición pudieron influir enormemente en el aumento del nú­
mero de fallecidos. Estas circunstancias tendrán su reflejo en el es­
quema gráfico correspondiente a dicha década (1674-1683):'
Una vez analizados los datos correspondientes a los conceptos
de natalidad y mortalidad, se hace necesario recurrir a lo que nos
expresa la gráfica comparativa de ambos aspectos. En primer lu­
gar se deduce dé ella que las medias móviles resultantes de ambos
conceptos son las que nos ofrecen una visión más clara acerca de
la situación real existente: así, por ejemplo, podemos ‘apreciar con
facilidad que la natalidad experimenta a grandes rasgos un acusa­
do descenso, al tiempo que la mortalidad aumenta hasta el extre­
mo de llegarse a unir casi en los años finales del siglo XVII (16951700) en dicha representación (6).
(6)
Si continuásemos comparando ambos conceptos veríamos cómo los 10
ó 12 primeros años del siglo siguiente se rigen por esta misma pauta.
752
M.* DEL PILAR MONTERO HONORATO
TABLA ESTACIONAL DE NATALIDAD DISTRIBUIDA POR MESES
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
753
Teniendo en cuenta, pues, todos estos datos, es posible afirmar
que el desarrollo demográfico del último cuarto del siglo XVII en
el concejo de Pravia se ve envuelto, por lo general, en un ritmo des­
cendente. ¿Qué es lo que sucede en el resto del territorio español
mientras tanto? Las estructuras económicas anteriores al despegue
demográfico y económicos europeos del siglo XVIII vinculaban el
desarrollo poblacional a las fluctuaciones de las cosechas anuales;
en este sentido las dietas alimenticias se basarían casi exclusiva­
mente en los productos cerealísticos panificables, al tiempo que la
insuficiencia y deficiencias acentuadas de los transportes e infraes­
tructura viaria hacían que la gran mayoría de las regiones tuvieran
que acoplar sus necesidades a sus propios recursos (7).
De esta manera, en los años de mala cosecha la falta de cereal
suficiente para la subsistencia provocaba un alza desmesurada de
los precios de los alimentos, lo que incidía en el hecho de que la
mayor parte de la población se viera privada de ellos. Como con­
secuencia de esto, si las circunstancias se prolongaban, se daba pa­
so inmediata e irreversiblemente a una situación en la que Ja cares­
tía, el déficit alimenticio, el hambre y la epidemia se congregaban
hasta producir un elevado número de defunciones (8).
En la España de los siglos de la dinastía de los Austrias las co­
tas de mortalidad más elevada corresponden a los períodos 15891592, 1597-1601, 1629-1630, 1647-1652, 1684-1685 y 1694-1695, que
coinciden en todos los casos con etapas de escasez y en los cuatro
primeros por lo menos también con épocas de peste. En el caso
del concejo de Pravia las dos fases de mayor mortalidad durante
el último cuarto del siglo XVII parecen haberse producido dos
anualidades antes de lo que parece normal en el resto de las regio­
nes españolas (no 1684-1685 y 1694-1695 sino 1682-1683 y 1693-1694,
mientras que 1684 y 1695-1969 representan las cotas de máxima na­
talidad de este período, con lo que se produciría una revitalización
de la población).
En cualquier caso la crisis de mortalidad no encuentra su ex­
presión únicamente en un aumento desmedido de las defunciones,
sino que la destrucción de numerosas parejas al morir uno o los dos
cónyuges encuentra igualmente su reflejo en un descenso de las
(7) J. N a d a l : La población española (siglos XVI a XX), Barcelona, 19764,
p. 23.
(8) Cf., como ejemplo comparativo para lo que a nosotros nos interesa,
P. G o l b e r t : “La mortalité en France sous l’Ancien Régime. Problèmes e t
hypothèses”, en Problèmes de mortalité. Méthodes, sources et bibliographie en
démographie historique, op. cit., pp. 79 y ss.
754
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
concepciones (y en consecuencia de los nacimientos). Así pues, la
conexión anteriormente puesta de manifiesto entre la mortalidad
de ciertos años y los precios de los cereales puede hacerse exten­
siva igualmente al caso de los nacimientos.
De acuerdo con Domínguez Ortiz (9), una de las fases de mayor
mortalidad en el territorio castellano se corresponde con la com­
prendida entre los años 1676 y 1685, en primer lugar como resulta­
do de los efectos de la peste, y posteriormente a causa de las cose­
chas tan cortas y deficientes de los años 1682 y 1683 (10). Por su
parte, en la región catalana la crisis del campo se iniciaría igual­
mente en torno al año 1677, alcanzando sus puntos culminantes en
los bienios 1684-1685 y 1694-1695 (11). Además, las tasas catalanas
de defunciones resultan ser tan altas y se agudizan en todas las oca­
siones de manera tan uniforme en torno al año 1694 que parece di­
fícil creer que la peste no estuviera implicada en este hecho (12).
De todos estos datos y de los que acabamos de adjuntar un po­
co más arriba se desprende que el concejo de Pravia experimentó
durante el siglo XVII una cierta crisis, que no se corresponde con
el período más o menos positivo por el que parecen haber atrave­
sado las regiones periféricas peninsulares. Los factores que pudie­
ron haber contribuido a esta recesión demográfica y, en especial,
a los dos momentos de máxima crisis, hay que fijarlos, casi con to­
da seguridad, en las deficientes cosechas que afectaron, al parecer,
a toda España, lo que contribuiría a su vez al desarrollo de ham­
bres y desnutrición entre la población, así como a un retraimiento
y recesión en la natalidad; por otro lado, toda una serie de pestes
y epidemias mortíferas producirían un número bastante elevado
de bajas entre la población, lo que encuentra un fiel reflejo en el
descenso de casamientos y, en consecuencia, también en un núme­
ro menor de nacimientos.
(9) La sociedad española en el siglo XVII, pp. 75 y ss.
(10) En este caso quizás el concejo de Pravia acusaría también los efectos
de la mala cosecha del año 1682.
(11) J. N adal y E. G ir a l t : “La population catalane de 1553 a 1717”,
L’immigration française et les autres facteurs de son développement, Paris,
1960, pp. 44-45.
(12) J. N adal y E. G ir a l t : “Ensayo metodológico para el estudio de la
población catalana, de 1553 a 1717”, Estudios de Historia Moderna III, 1953,
p. 250.
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
755
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
756
En cuento a los dos «rombos de crisis» en el caso praviano, el
primero de ellos se fecha en el año 1682, apreciándose con claridad
un notable descenso en el número de nacimientos y, junto a ello,
un ascenso igualmente acusado de las defunciones; estas últimas
se identifican en una cantidad sobresaliente con personas adultas,
especialmente mujeres, por lo que cabría pensar en la presencia
de la peste como elemento principal que las ocasionaría (13).
La segunda fase de crisis se encuentra comprendida entre los
años 1693 y 1695; las causas de la misma pueden cifrarse, entre
otras, en la carestía de la escanda en el año 1694, lo que implicaba
malas y cortas cosechas en los años inmediatamente anteriores. No
obstante, no sabemos hasta qué punto esto pudo ser así, puesto
que Pravia fue durante los siglos XVII y XVIII una gran produc­
tora de este cereal. A pesar de ello es posible que un par de años
de cosechas desastrosas provocaran como resultado inmediato una
carestía del cereal, un alza de su precio, unos meses de hambre y,
a renglón seguido, un crecimiento de la mortalidad (14). En resu­
Año
1674
1675
1676
1677
1678
1679
1680
1681
1682
1683
1684
1685
1686
1687
Total
6
7
7
4
12
8
5
2
16
8
7
7
5
7
M.M
__
—
—
—
7,5
7,6
7,6
7,4
7,7
7,9
7,6
7,6
7,7
6,2
Año
1688
1689
1690
1691
1692
1693
1694
1695
1696
1697
1698
1699
1700
Total
14
5
5
3
1
3
8
3
5
3
4
7
4
M.M.
5,8
7,7
7,3
7,3
6,7
5,7
5,9
5,8
5,9
6,2
6,2
5,7
_
(13) Sin embargo, hemos de tener en cuenta que unos años antes (16781679) se habían producido en diversas regiones españolas epidemias de disen­
tería, que no parecen haber tenido una incidencia notable en el concejo de
Pravia.
(14) En cualquier caso hay que destacar como muy significativa la rápida
recuperación demográfica que se produce al año siguiente (1695), representa­
da tanto por un aumento notorio de la natalidad como por un no menos acen­
tuado descenso de la mortalidad.
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
757
men, durante el último cuarto del siglo XVII podemos asegurar,
en su conjunto, una cierta crisis entre la población praviana: mien­
tras que la media móvil de nacimientos es descendente, la de mor­
talidad se manifiesta ligeramente en ascenso.
Vamos a ver finalmente qué es lo que nos dicen al respecto los
datos de nupcialidad correspondientes a estos mismos años:
Los años de mayor número de matrimonios corresponden a
1678, 1682 y 1688. Comprobamos, además, que 1678 y 1688 son dos
de las fechas que nos mostraban un más elevado índice de natali­
dad, mientras que, por el contrario, 1682 corresponde a un momen­
to de mortalidad muy acusada. Por otra parte, ¿qué porcentaje de
solteros o de viudos (segundas nupcias) están implicados en esta
tasa de nupcialidad? Las tablas conjuntas elaboradas para los años
finales del siglo XVII nos aportan los siguientes datos:
Años
1674-1683
1684-1693
1693-1700
Segundas nupcias
Total Solteros % Viudos % Viudo % Viuda %
71
61 85,9 1 1,4 6 8,4 3 4,2
58
50 86,2 1 1,7 4 6,8 3 5,1
5 14,7 — 34
29 85,3
—
_
Podemos deducir de estas cifras que un 15% de los contrayentes
matrimoniales realizaban segundas nupcias; entre éstos se daba
íun predominio de los viudos sobre las viudas del orden de 3 a 1.
Por otro lado, si nos fijamos en el total de matrimonios distribui­
dos por meses obtendremos para los diez años que median entre
1674 y 1683 el resultado siguiente:
E F M A M J J A S
3 7 5 7 16 9 3 3 3
N D
2 5 8
0
y para la década que transcurre entre 1694 y 1703:
E F M A M J J A S
3 1 6 4 3 2 5 9 3
N D
3 2 4
0
lo que plasmado en un esquema gráfico tendría los siguientes
desarrollos:
758
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
ESTUDIO DEMOGRAFICO DEL CONCEJO DE PRAVIA
7 59
Si tenemos en cuenta la gráfica de la nupcialidad nos daremos
cuenta, en primer lugar, de que ésta es bastante baja, lo que no es
de extrañar si consideramos que se trata de un espacio geográfico
y de núcleos de población relativamente pequeños. Aún, así, el últi­
mo cuarto del siglo XVII se nos muestra con altibajos: el número
mayor de matrimonios corresponde al año 1682, siguiéndole a con­
tinuación 1688; a partir de esta última fecha nos encontramos con
un descenso apreciable durante la década final del siglo.
Las causas que provocarían esta decadencia pudieron muy bien
ser las mismas que ya hemos analizado para el caso de la natali­
dad y mortalidad, es decir que las malas y cortas cosechas de ce­
reales incidirían en la celebración de matrimonios, al igual que las
epidemias o rachas de hambre cada ciertos intervalos de tiempo.
La última década del siglo presenta caracteres negativos, del mis­
mo modo que vimos con anterioridad con respecto a la gráfica de
natalidad y mortalidad; a ello pudo haber contribuido en gran me­
dida una carestía de la escanda en el período 1694-1699, quizás co­
mo consecuencia de que las cosechas no fueron excesivamente am­
plias durante esos años (15).
(15)
Otros factores coadyuvantes hay que centrarlos, sin duda, en la se­
quía del año 1699, que afectó de forma general a toda la región praviana, así
como en las epidemias de los años 1678-1679 y 1686-1694.
760
M.a DEL PILAR MONTERO HONORATO
Finalmente hemos de resaltar que los meses de mayor nupcia­
lidad son los de mayo y junio para la década 1694-1703, sin duda
a causa de que aún no habían dado comienzo las faenas agrícolas
y que ambos meses constituyen una especie de intermedio relajan­
te entre la finalización de las tareas de recogida de los cereales y
frutos de invierno y el comienzo de las labores estivales. Frente a
ello, los meses que presentan un número menor de matrimonios
son los de invierno (octubre, noviembre y enero), mientras que du­
rante los tres meses de verano suele darse igualmente una cierta
escasez a causa de que corresponden al momento más importante
de las tareas agrícolas (cereales en general) y otras labores del cam­
po (16).
(16)
En sucesivos trabajos que irán apareciendo en esta misma revista
analizaremos la evolución demográfica de Pravia durante los siglos XVIII y
XIX
VILLANCICO POPULAR POSIBLEMENTE ASTURIANO
POR
FLORENTINO FERNANDEZ ALVAREZ
El villancico que a continuación se transcribe lo cantaba el Co­
ro parroquial de Bello (Aller) en los años treinta, acompañado por
castañuelas, panderetas y botellas frotadas con un corcho hume­
decido.
762
FLORENTINO FERNANDEZ ALVAREZ
No obstante, por testimonios recogidos de personas ancianas
del lugar, se puede afirmar que su origen se remonta al menos al
siglo XVIII, circunstancia que en parte justifica el texto escrito en
castellano, lenguaje que había alcanzado auténtica difusión en to­
das las parcelas de la nación española.
Asimismo he podido comprobar por otro testigo de muy avan­
zada edad que también se cantaba en Soto de Aller.
PASTORCITOS DEL MONTE
VILLANCICO
Pastorcitos del monte venid,
zagalillos del valle bajad;
si buscáis al Mesías nacido
venid ya, venid ya, venid ya;
si buscáis al Mesías nacido
venid ya, venid ya, venid ya.
Las ovejas cual corren deprisa,
los corderos cual van divertidos,
y nos dicen sus tiernos balidos,
a Belén, a Belén, al portal;
y nos dicen sus tiernos balidos:
a Belén, a Belén, al portal.
No haya susto, ni miedo, ni pena;
las alforjas provistas llevamos;
por la sierra empinada trepemos
a Belén, a Belén, al portal;
por la sierra empinada trepemos
a Belén, a Belén, al portal.
ALEJANDRO CASONA
TERNURA, MELANCOLIA ASTURIANAS—ESFUMATURA VITAL
POR
JOSE FERNANDEZ BUELTA
Una reciente publicación hecha por la asturianísima e interna­
cional ALSA sobre la obra periodística de nuestro paisano el dra­
maturgo y periodista Alejandro Casona es el estudio del que, co­
mo «escritor de periódicos», salió de la elegante, concisa pluma
(mente, será decirlo mejor) de Evaristo Arce, si bien el impulso pa­
ra que Arce cincelase tal joya literaria y analítica se debe a otro
mecenas de la cultura; otro asturiano: José Francisco Cosmen Ade­
laida, mente, a su vez, de la dicha empresa de transportes.
La ávida lectura de esta producción trajo a mi memoria, de un
modo fugaz (como suele ocurrimos cuando accede a nuestro cere­
bro), algo que ya tenía encasillado en él. Fué, en mi caso, del indis­
pensable y casi imprescindible Ortega y Gasset, recordado de sus
«Emociones tornasoladas», y que me conviene como anillo a mi
dedo para afianzarme en lo que pensé siempre del dramaturgo
Alejandro Casona: «Si nos representáramos la emoción como un
volumen, yo diría que la ternura es por dentro placer y por fuera
dolor».
Creo que tal pensamiento orteguiano conviene perfectamente
a Casona por su obra. Traté a Alejandro y me tuvo por amigo. Yo
le admiraba espiritualmente. Le tuve y le sigo teniendo por creyen­
764
JOSE FERNANDEZ BUELTA
te en estado de inquietud religiosa, al margen de lo que otros ten­
drán por un larvado atávico, cercano a la superstición por la im­
pronta que en su infancia y adolescencia dejaron en su cerebro las
leyendas aldeanas oídas de boca de su abuela y de la de su nodriza,
amén de los cuentos narrados por su abuelo tan de la preferencia
del niño, en el ambiente nemoroso y de misterio de Besullo.
Le tengo por creyente o, al menos, afanoso por buscar y hallar
el alma, lo inmortal. Esa su inquietud aflora o se asoma tantas ve­
ces en sus obras... Se la adivino en su «Covadonga», en su «Arte
de bautizar», en su «Repertorio de pecados». En muchos de sus ar­
tículos, poesías, teatro. En la esencia, en el substrato de Alejandro
Casona creo que éste mira más para el cielo que para el suelo. En
su ternura, al dialogar, hay zume de creencia. La hay en la dulzura
con que nombra a San Juan; y repite con caricia al volver a nom­
brarle seguidamente: «San Juanín»...»
*
*
*
El contenido de esta crónica fué un día motivo de una confe­
rencia mía en el I.D.E.A., y que (cosa rara acaecida más de una vez)
no fué publicada. Séalo ahora, en el año en el que el inspirado dra­
maturgo asturiano cumpliría ochenta años de edad. Deseo que fi­
gure, primero, esta carta que Alejandro me envió desde Buenos
Aires:
ALEJANDRO CASONA
765
ALEJANDRO CASONA
ARENALES
843
Buenos Aires, 20 octubre 1962
Sr. Dn. José Fernández Buelta
Oviedo
Querido amigo y compañero:
Por mis hermanos Matutina y Antonio, que están tan cer­
ca de su casa (y de su corazón) le envío estas líneas para
agradecerle muy de veras su hermosa crónica sobre el estre­
no de La Dama en Oviedo. Además de su cordialísima ge­
nerosidad hay en ella una visión singular de lo que usted
llama una trilogía poemática, recogiendo hilos que anudan
desde lejos a esta Dama con la Sirena y el Diablo; cosas que
quizá andan por el subsconsciente literario, y de las que el
mismo autor no suele darse cuenta.
Lamenté en el alma no poder hallarme en Oviedo la no­
che del estreno. Era una ilusión que venía acariciando des­
de hace mucho: la celebración del regreso, no sólo a mi pa­
tria grande, sino a mi tierra y mi gente, a mi casa y mi pai­
saje familiar, a mi Asturias jamás olvidada, que, de una ma­
nera o de otra, siempre está presente en mi teatro.
Pero por esas fechas no estaban por aquí las cosas nada
tranquilas como para volverles la espalda. Espero que en
mi próximo estreno tendré mejor suerte, y para entonces le
prometo el fuerte abrazo que aquí le incluyo.
Le agradecería extender mi gratitud a sus compañeros de
periodismo, todos tan generosos, de Voz de Asturias y Re­
gión.
Suyo lealmente,
ALEJANDRO CASONA
766
JOSE FERNANDEZ BUELTA
El año en que Alejandro Casona se fué definitivamente, verano
de 1965, me hallaba en Madrid en casa de mis hijos. Una hermosa
mañana de los primeros días de aquella temporada, me decidí a vi­
sitarle. Atravesé el Retiro, del que estaba muy próxima mi residen­
cia; crucé el paseo de Alfonso XII y por la calle de Antonio Mau­
ra bajé hacia la calle en que vivía Alejandro.
Bullían los turistas por las inmediaciones del Museo del Prado,
de la Real Academia de la Lengua; subían y bajaban por las escale­
ras de los Jerónimos. Pensé que la Real de la Lengua ya tendría la
idea de llamar a su seno de inmortalidad histórica, llegado un pro­
picio momento, a nuestro poeta.
Alejandro me recibió satisfactoriamente sorprendido. Me reci­
bió con un abrazo afectuoso y muy complacido él con mi visita.
Bien noté en su rostro la huella de sus sufrimientos.
—¿Qué le parece que demos un paseo? Me conviene moverme
algo.
Le propuse acercarnos hasta el Botánico; no lejos. Lentamen­
te hicimos el recorrido. El andaba entre los macizos, por estrechos
senderos, y yo aproveché para hacerle unos metros de película que
ya había iniciado en su despacho. Mientras Alejandro un tanto
ausente, quizá absorto en la contemplación de la naturaleza, aca­
riciaba brillantes hojas arbustivas, yo agotaba la posibilidad de
apresarle en la cinta cinematográfica. Nos sentamos porque él lo
había hecho ya. Era propicio el momento para iniciar una conver­
sación.
«—¿Tiene la bondad, Alejandro, de dedicarnos algunas palabras
«para ilustrar el documental que le hice aquí? ¿Si quisiera usted
«hablar algo de sus obras, de sus personajes, de la metafísica de su
«inspiración? O de lo que usted quiera, que, en definitiva, es el
«Maestro.
«—Por mi parte con mucho gusto charlaría con usted de todos
«los temas que usted quisiera, inclusive, naturalmente, si ellos se
«refieren a nuestra Asturias. Ahora, puesto así de repente, ante el
«micrófono, realmente no sé a qué tema, a qué problema concreto
«referirme. Creo que a usted le interesa, en primer término saber
«la relación más o menos directa que existe entre mi obra y mi tie«rra; entre mi paisaje y mi prosa; mi modo de concebir el arte y
«mi vida. Soy asturiano; he nacido en una pequeña aldea de Can«gas del Narcea llamada Besullo; aldea insignificante, sin carre«tera cuando yo nací, perdida en los montes y que se permitía por
«no sé qué avatar histórico, el lujo de tener a su disposición dos
«religiones, porque la mitad de la aldea era católica y la otra mi­
ALEJANDRO CASONA
767
tad era protestante, sin que esto sirviera para que se pelearan
nunca entre ellos. Escuchando hablar a aquellas gentes de mi tie­
rra, a aquellos campesinos muy dados a la fantasía, a la leyenda,
a la conseja, empezó a crearse dentro de mí esto que hoy he con­
seguido llevar a una realización estética en el teatro. Es decir, un
tipo de narración popular poética, llena de fantasía muy bordeada
a veces de humor, como corresponde siempre al espíritu de nues­
tra tierra y muy impregnada de nuestro paisaje.
«Creo que, quizá, lo que más influye en el escritor asturiano es
el castaño, el verde y la niebla. Me parecen las tres cosas más ca­
racterísticas del espíritu asturiano; mejor dicho, de la Geografía
asturiana que llega a repercutir en el espíritu de sus hijos. Yo en­
tiendo que esto se produce de esta manera: el castaño es la fanta­
sía. Usted ve que, más o menos, todos los árboles o una gran par­
te de los árboles representan alguna cosa. Vemos un ciprés y el ci­
prés nos da una imagen religiosa, una imagen pensativa. Vemos
un sauce y el sauce nos da una idea melancólica, llorona, románti­
ca. Vemos un olivo y el olivo es el símbolo de la sabiduría y de la
experiencia. Ahora, ¿cómo es un castaño? Usted los ha visto igual
que yo. Ningún castaño se parece a otro y cada castaño es un pro­
blema y cada castaño tiene todos los signos del hombre: tiene
la cólera, tiene el amor, tiene la alegría, tiene la furia... Usted ve
que nacen de pronto en un barranco; nacen entre peñascos; las
raíces se meten entre peñas, vuelven a salir, se abrazan desespe­
radamente a la tierra y vuelven a surgir... Unas veces son bajos,
bajos, perdidos encima de la tierra; otras veces son altos, se re­
vuelven contra el viento... ¿Qué es el castaño? El castaño es todo
lo que un niño quiera ver en él, todo lo que un hombre quiera ver
en él. El castaño, para mí, es la fantasía para el asturiano.
«Después el verde. Asturias es verde. Las verdes Asturias son
tradicionales en las leyendas antiguas. Las verdes Asturias tienen
todos los tonos posibles del color verde. El verde, desde el punto
de vista de la simbología religiosa, representa la juventud. La tú­
nica de San Juan, de San Juanín, siempre es verde en los pintores.
El verde es la melancolía. Asturias es un país melancólico... ¿Por
qué esa melancolía asturiana? ¿Se la dan esa fusión de la niebla
y el mar? Si la da, ya de tiempos inmemoriales esa tendencia de
sus hijos a salir fuera de la tierra, porque Asturias vive en su in­
mensa mayoría fuera de Asturias. Yo he recorrido América y le
juro que en La Habana ,en Méjico y no digamos en Buenos Aires,
me he encontrado tal cantidad de gentes asturianas por todas par­
768
JOSE FERNANDEZ BUELTA
«tes, que muchas veces he pensado: si estas gentes volvieran a sus
«aldeas, no cabrían, de ningún modo, en ellas.
«Asturias, que es enana dentro de la Geografía española, es gi«gante dentro de la Geografía mundial. Ese verde de la melanco«lía yo creo que puede tener esa explicación y por eso creo que la
«gracia asturiana siempre tiene un ribete de lágrima; un ribete de
«pensamiento; un ribete de profundidad, como está en nuestros
«mejores clásicos. Está en Clarín, está en Pérez de Ayala, está en
«los cuentos tradicionales de Asturias.
«Finalmente, la otra cosa que yo indicaba como característica
«de nuestra tierra: la niebla. La niebla es un modo de que las co«sas sean y no sean al mismo tiempo; de que no se sepa si están
«lejos o si están cerca; si son grandes o si son pequeñas; si son
«verdad o si son mentira. Es una frontera sinuosa; es lo que en la
«pintura se llama esfumatura, no terminar los contornos, dejándo«los ir. Es una especie de puntos suspensivos continuos. Entonces,
«el niño asturiano (pienso que en la infancia está todo. En la in«fancia se forma el ardid), el niño asturiano se acostumbra a ver
«la realidad casi continuamente deformada. Dentro de la niebla na«ce fácilmente la bruja, nace fácilmente el espanto, nace fácilmen«te el fantasma, simplemente porque esa nebulosa continua de la
«niebla bonita, casi alegre, muy amenudo blanca en nuestras tie«rras asturianas, va formando en el espíritu del niño la falta de
«frontera. Entonces, cuando a mí cierta crítica me dice que mi tea«tro no es un teatro absolutamente estable sobre la fantasía ni ab«solutamente estable sobre la realidad, yo pienso simplemente en
«un teatro nacido en mi tierra de Asturias y tiene forzosamente esa
«cosa nebulosa que le da la niebla, esa cosa melancólica que le da
«el verde y esa cosa de lejanía, de afán de horizontes, de afán de
«universalidad que está en el fondo de las tierras pequeñas, como
«está en nuestra pequeña y querida Asturias.»
Ni siquiera tuve humor, espíritu para darle al final de su con­
versación (más bien soliloquio, con el que me regaló la poética pin­
tura espiritual de nuestra hermosa pequeña patria común) las gra­
cias a este poeta asturiano que nos ha dejado esta magnífica he­
rencia universal de su talento, de su delicadeza, de su fondo espi­
ritual no comprendido del todo y por todos y que ha servido, in­
cluso, para politizar por una y otra parte.
Guardo, como un tesoro, su palabra grabada en cinta magneto­
fónica y a esta crónica tendrán que asomarse los que hayan de ha­
ALEJANDRO CASONA
769
cer, como lo harán repetidamente, tesistas e investigadores, para
no inventar nada sobre quien habló lo transcrito aquí dos meses
antes de abandonar el mundo.
* * *
—Alejandro (pude decir por fin) usted salga ya del Botánico
sin preocuparse de mí ni de la máquina. Yo me voy a situar. Usted
salga y continúe a su paso.
Así lo hizo. Pero al llegar al ángulo de salida del Botánico en
que yo estaba situado, él no pudo por menos, al ver la máquina,
de volverse y de saludar con la mano con tan elocuente gesto, de
tal manera que me emocioné, me conmoví porque al verle alejarse
pensé en su grave estado de salud.
Continué rodando los pocos metros que quedaban por impre­
sionar. Le filmaba por su espalda. De repente se volvió; miró hacia
el objetivo... Un par de segundos quizá... Con la mano, sonriendo
tristemente, dijo ¡adiós! al mundo.
Dos meses transcurrieron desde aquel instante hasta el momen­
to cierto de su fin.
L I B R O S
J. E. C a s a r ie g o : «Historias asturianas de hace
más de mil años». Edición bilingüe de las cróni­
cas ovetenses del siglo IX y de otros documentos.
Seguramente en el mes de noviembre del lejano año de 883 aca­
baba de escribirse, probablemente en esta ciudad de Oviedo, una Cró­
nica que fue luego denominada «Albeldense» o también «Epítome
ovetense», aunque esta forma de designación no se mantuvo mu­
cho tiempo entre los eruditos y estudiosos.
Se cumplen pues mil cien años, en este mes de noviembre de
1983, de la terminación de esta Crónica o compendio de la historia
y en e-1 cual hay unas cuantas líneas dedicadas a los sucesos de As­
turias en los comienzos de sus gestas.
Para celebrar, recordar y perpetuar esa conmemoración mile­
naria el Instituto de Estudios Asturianos decidió publicar esta Cró­
nica, así como otras dos, muy interesantes —la Alfonsina «ad Sebastianum» y la Crónica Profètica— recogiendo también lo que en
ellas se refiere a nuestro Reino. Y de ello se encargó el erudito his­
toriador Jesús Evaristo Casariego, bien acreditado en éstas como
en otras lides histórico-literarias.
Hay que reconocer que el estudioso de las cosas de Asturias en­
contraba difícilmente estas Crónicas, y en ediciones poco fiables y,
por otra parte, con transcripciones o traducciones francamente re­
chazables. Era, pues, propicia la ocasión para reunir en un solo cuer­
po estas reliquias históricas y tratar de lograr una transcripción
rigurosamente fiel y una traducción lo más certera.
Pero todo ello suponía unos estudios previos, unas discusio­
nes paralelas, unos complementos indispensables y una crítica de
documentos y sucesos imprescindibles si se trataba de buscar al­
guna perfección y algún progreso sobre el estado en que se hallaba
hasta ahora todo este complejo histórico.
— 772 —
De todo ello se encargó el señor Casariego. Y éste es el resulta­
do: un volumen de más de cuatrocientas páginas, que edita el
I.D.E.A. y que nosotros calificamos, sin dudar, como una obra «ex­
cepcional».
En esta calificación no influye lo más mínimo, aunque otra co­
sa pudiera parecer, el hecho de que el señor Casariego es el Direc­
tor del Instituto que edita el libro y que es amigo más que cente­
nario del firmante de este artículo. El libro que estamos comen­
tando es, sin género de duda, trascendental para la historiografía
asturiana y herramienta indispensable para todo el que pretenda
orientarse en este campo.
Lo que pudiéramos denominar núcleo de la cuestión es la trans­
cripción de las Crónicas, que se ha hecho con acusada meticulosi­
dad, dando un texto que bien pudiéramos llamar definitivo. La tra­
ducción de éste, comparada con otras traducciones y revisada
con toda seriedad, da una confianza en la certera interpretación
del texto. Es curioso observar que esta traducción no la hace siem­
pre un buen latinista, sino, en este caso, un medievalista que conoz­
ca también el latín medieval, que tiene en múltiples ocasiones un
sentido bastante diferente de términos clásicos y la prosodia me­
dieval que origina sutilezas propiamente de la época postclásica.
Los estudios previos de los códices de las Crónicas, de sus avatares y discusiones sobre determinados puntos se examinan con to­
do cuidado y se discuten con argumentos propios y aportando tam­
bién el buen sentido y la lógica habitual que constituyen una forma
natural de solución de algunos supuestos problemas.
Finalmente, la colección de elementos accesorios en relación con
las Crónicas y los sucesos en ellas recogidos constituyen también
un elemento más de conocimiento y apreciación que no es posi­
ble desdeñar.
El todo se completa con Indices onomástico, geográfico, de ma­
terias que ayudan a manejar con provecho y facilidad esta obra de
un extraordinario mérito, dicho sea, sin el hiperbolismo que pu­
diera suponerse en un miembro del I.D.E.A. y en un amigo de hace
muchos años.
Y una prueba de que estamos en lo cierto es comprobar que en
poco tiempo y casi sin anunciar el libro, se ha vendido casi por
completo la edición que acaso haya necesidad de repetir.
Y este libro ha servido, pues, muy bien para festejar y recor­
dar la terminación del libro «Epítome ovetense» o «Crónica Albeldense».
M ig u e l d el R io
INDICE 1983
Número 108
Páginas
Un canto tallado de La Aceña, por Manuel R. González Morales ...........
Aproximación al estudio del arte provincial romano en Asturias, por Nar­
ciso Santos Yanguas y M.a del Pilar Montero Honorato ...................
Cerámica romana, térra sigillata en Lugo de Llanera, por Armando Fer­
nández Fernández .................................................................................................
El ayer de Asturias durante los tres siglos de dominación germánica, por
Manuel Núñez Rodríguez ........................................................................... ..
La invasión árabe y los principios de la monarquía asturiana, por Igna­
cio Bertrand ................... .....................................................................................
El léxico de la ganadería en la diplomática medieval del período astur
(718-910), por Perfecto Rodríguez Fernández ............................................
La discutida filiación de Valdediós, por Leopoldo González Gutiérrez .......
Un estudio sobre el Hospital de Pajares basándose en su Libro de Cuentas,
por Germán García Pérez ................................................................................
Abadologio del Monasterio de Sta. María de la Vega, de Oviedo (1220-1862),
por R. P. Ernesto Zaragoza Pascual ............................................................
“Pramaro” y Grado, por Marcos G. Martínez ....................................................
El proceso de limpieza de sangre de D. Fernando Valdés Llano, por Juan
José Polo Rubio ................................................................................................
Sobre Alonso Carrió de La Vandera, “Concolorcorvo”, Autor de El Laza­
rillo de Ciegos Caminantes, por José Manuel Gómez-Tabanera ...........
3
7
45
59
75
87
97
103
127
137
169
179
Don Leopoldo Trenor Palavicino (Notas para su bio-bibliografía), por J. L.
Pérez de Castro ...................................................................................................
Recuerdo del Coronel Bobes (1782-1982), por Manuel F. Avello ...............
Retratos y paisajes de Dionisio Muñoz de la Espada, por M.a Cruz Mora­
les Saro ................................................................................................................
El primer Departamento del Concejo de Gozón, según el Catastro de la
Ensenada, por Ramona Pérez de Castro ....................................................
Cuando los asturianos hablan con sus animales domésticos, por Luciano
Castañón ....................................................... .........................................................
Leyendas del centro de Asturias, por J. Ramón López Blanco ...................
El hórreo: Notas documentales y jurídicas, por Rafael Fonseca González
y Rodrigo Grossi Fernández ............................................................................
221
225
231
249
279
285
311
NECROLOGICAS
Eloy F. Caravera, por Víctor Urdangaray Arguelles ................................... ...321
José María Roca Franquesa, por José María Martínez Cachero ......................327
Don Daniel González Nuevo Zarracina, por M. de R..........................................333
Números 109-110
El nacimiento de una gran obra, por F. Pajares ............................................
Cartas de “Españolito” a “Pulgarín” (1933-1938), por Víctor O. García
Costa .................................................................................................... ....................
Introducción al estudio del arte castreño prerromano en Asturias, por Nar­
ciso Santos Yanguas y Pilar Montero Honorato ............................................
Sobre cepos y trampas venatorias en la vieja Europa y su presencia en
Asturias, por José M. Gómez-Tabanera ........................................................
Gaspar Casal: Medicina y terapia de su tiempo, por Melquíades Cabal ...
Estudio sobre el Reglamento y la Explotación de “El Permu” de Villar
(Concejo de Aller), por José Suárez Arias-Cachero y Francisco Jesús
Rionda Rodríguez ................................................................................................
La desamortización eclesiástica en Asturias en la época de Felipe II, por
Alfonso Menéndez González ............................................................................
Cartas, inéditas, cruzadas entre Canga Arguelles y Caveda y Nava, por
Manuel F. Avello ............................................................................................. .
339
341
369
403
431
469
489
517
Leyendas del centro de Asturias, por J. Ramón López Blanco ...................
El ovetense José María González (“Columbia”) fue el promotor de la “Fies­
ta de la Raza”, por Luis Arrones Peón ........................................................
El Cuarto Poder. Panorámica de una villa de la costa asturiana en una no­
vela de A. Palacio Valdés, por M.a Dolores Alonso Cabeza ...................
Ortega y Granell, por José B. Arduengo Caso ....................................................
Noticia de otro juicio sobre la Teresa de Clarín, por David Torres ...........
A propósito de la edición crítica de El ombligo del mundo, de Ramón Pé­
rez de Ayala. Algunas notas, por Miguel Angel Lozano Marco ...........
Proteccionismo e intervención en la dictadura. El caso de la industria hu­
llera, por Juan A. Vázquez García ................................................................
Dos artículos olvidados sobre La Regenta, de Clarín, por Noël M. Valis ...
Escuela Normal de Maestros de Oviedo: Sus orígenes, por María del Va­
lle Moreno Medina .................................................................................................
Medallística avilesina, por Luciano Castañón ....................................................
Prosa en castellano de Pepín de Pria, por José Ignacio Gracia Noriega ...
El léxico de la sidra y el vino en la diplomática medieval asturiana en la­
tín (Siglos VIII-XIII), por Perfecto Rodríguez Fernández .......................
Navia remota y actual : Datos y referencias para su historia : La concesión
del Coto Anleo en el siglo XVI, por Jesús Martínez Fernández ...........
Estudio demográfico del Concejo de Pravia en el último cuarto del siglo
XVII, por M.a del Pilar Montero Honorato ................................................
Villancico popular posiblemente asturiano, por Florentino Fernández Al­
varez .........................................................................................................i...............
Alejandro Casona. Ternura, melancolía asturianas—Esfumatura vital, por
José Fernández Buelta ........................................................................................
531
543
553
583
589
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653
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715
743
761
763
LIBROS
“Historias asturianas de hace más de mil años”. Edición bilingüe de las
crónicas ovetenses del siglo IX y de otros documentos, por Miguel del
Río ............................................................................................................................. 771
ULTIMAS PUBLICACIONES DEL I.D.E.A.
Pts.
CASARIEGO, J. E.—Asturias
por la Independencia y la li­
bertad de España.—54 págs. 125
CASARIEGO, J. E.—Caminos
y viajeros de Asturias.—179
páginas ........................................ 800
BOLETIN NUMERO I.—Ree­
dición facsímil.—151 págs. ... 350
CABAL GONZALEZ, Mel
quiades.—Historia de los Bo­
ticarios en el siglo XIX.—107
páginas ........................................ 400
FERNANDEZ MENENDEZ,
José M.a—Misterios y Proble­
mas de la Cámara Santa.—45
páginas ........................................ 150
SANCHEZ-ALBORNOZ, Clau­
dio.—El Reino de Asturias.
(Selección).—542 págs.............. 800
TUERO BERTRAND, Fran­
cisco.—La creación de la Real
Audiencia en la Asturias de
su tiempo, siglos XVII y
XVIII—513 págs....................... 1.500
BOLETIN NUMERO II DE
LETRAS.—Reedición facsímil. 350
Boletín de Ciencias de la Na­
turaleza número 25 ............... 250
CASO GONZALEZ, José.—El
pensamiento pedagógico de
Jovellanos y su real Institu­
to Asturiano.—62 págs........... 225
PATAC DE LAS TRAVIE­
SAS. J. M.a—La Guerra de la
Independencia en Asturias en
los documentos del archivo del
Marqués de Santa Cruz de
Marcenado.—161 páginas ... 500
PERTIERRA PERTIERRA, J.
M.—La hidrogasificación del
carbón y su importancia para
la economía asturiana.—174
páginas ........................................
CLEMENT, Jean-Pierre.—Las
lecturas de Jovellanos.—392
páginas ........................................
ROCA FRANQUESA, José
M.a—Clases sociales y tipos
representativos en la novelís­
tica de Palacio Valdés ...........
TOLIVAR FAES, José Ramón.
—Oviedo, 1705.—299 páginas.
AGUILERA CERNI, Vicente.
Vaquero.—259 págs. con abun­
dancia de grabados en negro
y color ........................................
MARTINEZ, Elviro.—El Mo­
nasterio de Celorio.—122 págs.
BOLETIN DE LETRAS, nú­
mero 100 ....................................
BOLETIN DE LETRAS, nú­
mero 101 ....................................
BOLETIN DE CIENCIAS DE
LA NATURALEZA, núme­
ro 27 ............................................
BOLETIN DE LETRAS, nú­
mero 102 ....................................
VARIOS. “Pérez de Ayala”.
(Once estudios críticos sobre
el escritor y su obra),
529 págs......................................
CORTINA FRADE, Isidoro.—
Católogo Histórico y Monumertp1 de Gijón. 424 págs.
GREGOR O’OBRIEN. — El
Ideal clásico de Ramón Pé­
rez de Ayala en sus ensayos
en la prensa de Buenos Ai­
res. 209 páginas .......................
Pts.
500
1.100
250
800
3.000
400
250
250
250
250
1.50 n
1 200
600
Pts.
BOLETIN DE CIENCIAS DE
LA NATURALEZA, núm. 29.
250
BOLETIN DE LETRAS, núm.
105-106 ....................................... 1.000
BUSTO RODRIGUEZ, Ma­
nuel.—El Pensamiento socio­
económico de Campomanes.
358 págs....................................... 1.100
CABAL GONZALEZ, Mel­
quíades.— Farmacéuticos as­
turianos. 492 págs...................... 2.400
CLISSON ALDAMA, José.—
Juan Agustín Ceán Bermúdez
escritor y crítico de Bellas Ar­
tes. 414 págs............................... 1.250
DISCURSO DE INGRESO DE
MANUEL LAINZ: Mis con­
tribuciones al conocimiento de
la flora asturiana ...................
350
DISCURSO DE INGRESO DE
“MAROLA” ...............................
225
DISCURSO DE INGRESO DE
GARCIA DE CASTRO: Sem­
blanza intelectual de Estanis­
lao Sánchez Calvo ...................
FERNANDEZ CONDE, Fran­
cisco Javier.-La Clerecía Ove­
tense en la Baja Edad Media.
176 págs. (Discurso de Ingre­
so) ................................................
350
600
LLANO, Aurelio.—La Iglesia
de S. Miguel de Lillo. 95 págs.
325
LLANO, Aurelio.—La Revolu­
ción en Asturias. 216 págs. ...
400
LLANO, Aurelio.— El Libro
de Caravia. 242 págs..............
600
Pts.
TOLIVAR FAES, José Ra­
món.—Los enfermos del Doc­
tor Casal. 239 págs..................
800
ARCE PINIELLA, Evaristo.—
“Obra Inédita de Casona”.
(Charlas radiofónicas). 320
págs................................................ 1.100
GARCIA MIÑOR, Antonio.—
“Romances Nuevos de la Vie­
ja Luarca”. 190 págs..............
600
CASARIEGO, J. E.—Historias
Asturianas de hace más de
mil años .................................... 1.600
CUARTAS RIVERO, Margari­
ta.—Oviedo y el Principado
de Asturias a fines de la Edad
Media ........................................... 1.700
GARCIA F E R N A N D E Z .
Efrén.—NAVIA: Normas Ur­
banísticas Municipales ....... 2.200
GOMEZ FERRER, Guadalu­
pe.—Palacio Valdés y el mun­
do social de la restauración 1.700
BOLETINES DE LETRAS,
números 107 y 108, cada uno
a ....................................................
BOLETIN DE CIENCIAS DE
LA NATURALEZA, número
30 ................................................
CASADO FUENTES, Ovidio.
D. Francisco Cuerbo Valdés
........................................................
500
500
650
CABAL, Constantino.—Mito­
logía Asturiana. (Reedición)
................................................
1.100
CANO GONZALEZ, Ana Ma­
ría.—Vocabulario del Bable
de Somiedo ............................... 1.700
CASARIEGO, J. E —BOBES:
Reinvindicación del Mariscal
Asturiano ....................................
LLANO, Aurelio.—Del Fol­
klore Asturiano. (Reedición)
........................................................
Pts.
400
FERNANDEZ DE LA CIGOÑA, Francisco. — Jovellanos,
ideología y actitudes religio­
sas, políticas y económicas ...
650
CASTAÑON, Luciano.—Noti­
cias en torno a la vida airada
en Asturias ................................
SANCHEZ A L B O R N O Z ,
Claudio.—El Reino de Astu­
rias. (Selección) ....................... 1.000
HURLE MANSO, Pedro—An­
tecedentes históricos de la Es­
cuela Universitaria Técnica e
Industrial de Gijón ...............
850
290
GARCIA V A L D E S , Celsa
Carmen.—Teatro en Oviedo
(1498-1700) ................................ 1.500
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VITRUBIO, 8.----MADRID, 6.
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INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
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Na via remota y actual: Datos y referencias para su historia: La concesión
del Coto Anleo en el siglo XVI, por Jesús Martínez Fernández ...........
Estudio demográfico del Concejo de Pravia en el último cuarto del siglo
XVII, por M.a del Pilar Montero Honorato ................................................
Villancico popular posiblemente asturiano, por Florentino Fernández Al­
varez .........................................................................................................................
Alejandro Casona. Ternura, melancolía asturianas—Esfumatura vital, por
José Fernández Buelta ........................................................................................
715
743
761
763
LIBROS
“Historias asturianas de hace más de mil años”. Edición bilingüe de las
crónicas ovetenses del siglo IX y de otros documentos, por Miguel del
Río ............................................................................................................................. 771
INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
Iltm o . S r.
PRESIDENTE:
D. A n to n io
M a sip H id a lg o
DIRECTOR:
D.
J e s ú s E v a r is to C a sa r ie g o
D.
M a g ín B e r e n g u e r A lo n s o
SECRETARIO GENERAL:
DIRECTOR DEL BOLETIN
D. J o s é M.a F ern a n d ez
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