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LÓGOI Revista de Filosofía Nº 18. Semestre julio-diciembre 2010
pp. 47-64
Entre creencia religiosa y creencia empírica:
La crítica de Wittgenstein a Frazer
Nancy Núñez de Morillo*
Instituto de Filosofía
Universidad Central de Venezuela
[email protected]
RESUMEN:
Para Wittgenstein la religión no tiene contenido cognitivo, lo que le
lleva en Las observaciones a la rama dorada de Frazer a separar
a las reacciones mágico-religiosas como emociones o reacciones
últimas, cuya característica es carecer de contenido empírico, de
las creencias como tales; critica especialmente a Frazer que no intente comprender cuáles serían las razones para que los hombres,
dejándose llevar por sus costumbres ancestrales, cometan actos
que a nosotros nos parecerían abominables, sino que se remite a
la explicación, mediante un cúmulo de datos, según la cual serían las creencias las que estarían en la base o el fundamento de
dicha acción.
Palabras clave: Wittgenstein, Frazer, creencias, emociones mágicoreligiosas.
Between Religious Believe and Empirical Believe:
Wittgenstein”s Criticism to Frazer
ABSTRACT:
According to Wittgenstein, religion has no cognitive content, which
leads him to separate the magic-religious reactions in the Remarks on
)UD]HU´V*ROGHQ%RXJK. Those reactions would be emotions or ultimate
reactions which are characterized by the lack of empirical content from
actual beliefs. Wittgenstein specially criticizes the fact that Frazer does
not try to understand which would be the reasons for men to let themselves lead by their ancestral customs, such as committing acts that would
look abominable to us. Yet, he wants Frazer to refer to the explanations
through a bunch of data according to which the beliefs would be the basis
or the foundation of such an action.
Key words: Wittgenstein, Frazer, magic-religious emotions.
*
Licenciada en Filosofía, Universidad Central de Venezuela (UCV) – Caracas; Magister Scientiarum en Filosofía y Lógica, y de la Ciencia, UCV.
Recibido: 23-11-2009 / Aprobado: 24-03-2010
ISSN: 1316-693X
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Entre creencia religiosa y creencia empírica: La crítica de Wittgenstein a Frazer
En los últimos años de su vida (entre 1930 y 1948), Wittgenstein
comienza a mostrar un renovado interés por las cuestiones que tienen que ver con los asuntos inherentes a la religión; en 1931 dicta
sus cursos sobre creencia religiosa, estética y ética. No es que el
interés por estas cuestiones sea algo nuevo para él; no, en realidad,
su preocupación por lo religioso es algo que Wittgenstein mantuvo
a lo largo de toda su obra filosófica, aun cuando se haya manifestado en formas que pudieran verse, de cierta manera, como distintas.
Es por ello que si quisiéramos construir una especie de línea de
continuum entre las dos filosofías de Wittgenstein nos sería de gran
utilidad apelar al estudio precisamente de estas creencias religiosas,
ya que ellas se constituyen en formas de actitudes expresivas de los
seres humanos, las cuales, posteriormente, se muestran a través del
lenguaje; los individuos se manifiestan como hacedores de lenguajes a partir de ciertas acciones que están en la base en cualquier
comunidad lingüística, de allí su contingencia. Es precisamente de
esta manera, como ha de entenderse la religión y ello nos permitiría
tener acceso a un entendimiento más claro de esas costumbres que
vemos en culturas distintas de la nuestras, aun cuando las mismas
pudieran parecernos extrañas y/o misteriosas. Es precisamente en
este contexto donde se insertan las observaciones que hiciera Wittgenstein al libro “La rama dorada” de Frazer, donde va a encargarse
de disertar sobre lo mágico-religioso —lo que considera que son la
misma cosa; así, va a contrastar las acciones mágico-religiosas, es
decir, las reacciones expresivas de los seres humanos –que no dejan
de ser formas de lenguaje sin ninguna trascendencia— con lo que
normalmente llamamos científico, es decir, creencias u opiniones
que conllevan un significado empírico.
Alrededor de 1930, Wittgenstein empieza a leer el libro La rama
dorada de George Frazer,1 el cual es un intento de explicar la evolución cultural de los hombres y tiene como objetivo principal develar
los asuntos que tienen que ver con la magia y la religión. A partir
de estas lecturas, Wittgenstein escribe sus Observaciones sobre “La
rama dorada” de Frazer2 , donde va a admitir una cierta supremacía
de la ciencia respecto a otras “formas de vida” y a algunos “sistemas
1
George Frazer: The Golden Bough: A Study in Magic and Religion, Londres, Mc Millan, 1922
(Edición abreviada, que es la que lee Wittgenstein). Hay traducción castellana: La rama
dorada, Fondo de Cultura Económica, México, 2006. Antes de esa edición abreviada, había
sido publicada en 1890, 1900, 1911 y, posteriormente, hay otra edición de 1936.
2
Ludwig Wittgenstein: Bemerkungen über Frazer”s The Golden Bough, Holanda, Reidel, 1976.
En Synthese, Vol. XVII, 1967. Hay traducción castellana: Observaciones a La rama dorada
de Frazer, Tecnos, Madrid, 1992, 2001.
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de creencias”, aunque reconoce que ello no pueda justificarse de una
manera filosófica ni moralmente, por lo menos, desde un punto de
vista racional. De igual manera, considera que esta “superioridad”
de la ciencia no es una patente de corso como para decir que los
avances o logros que ella pudiera conseguir tendrían alguna ayuda
para resolver los problemas de la filosofía, puesto que esta no está
interesada en las conquistas de aquella, sino que su objetivo es hacer evidente, patentizar, lo que está ante nuestros ojos, es decir, el
correcto funcionamiento de nuestro lenguaje, aunque a veces no nos
percatemos de ello. Y es precisamente esta imposibilidad de hacer
patente lo dado, la que hace que el ser humano desarrolle una tendencia metafísica, la cual no hay posibilidad de explicar —y si la hay
no tiene mayor interés— aun cuando tomemos como punto de partida los conocimientos que poseemos sobre la realidad e incluso de
nosotros mismos; esa tendencia metafísica que aun cuando la considera legítima desde un punto de vista filosófico existencial —expresa
un cierto hecho aun cuando no puede estar sujeto al análisis y a la
explicación— no podemos dar razón de ella. Wittgenstein no cree
que la ciencia o el conocimiento científico puedan explicar, justificar
y dar una crítica racional a todas las cosas que puedan acontecer
en el mundo; incluso considera que ella —la ciencia— deja muchas
preguntas sin respuestas, tal como lo dice en el Tractatus: “Nosotros sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas,
pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido
más penetrado. Desde luego que no queda ya ninguna pregunta,
y precisamente esta es la respuesta”.3 Wittgenstein está convencido
que el problema de Frazer es que permite que las creencias mágico-religiosas de los pueblos primitivos puedan verse como errores,
puesto que para él son algo que pertenece a la opinión y considera
que el error se produce justamente cuando se le ve bajo una óptica
científica, cuando se pretende que ellas se vean como algo científico.
Wittgenstein piensa que Frazer está confundido al considerar que
lo “mágico” pueda verse como algo parecido a una “falsa creencia
científica”; así, mientras que para Frazer los pueblos primitivos, partiendo de su conocimiento o visión del mundo podían, a través de sus
ritos y prácticas, manipularlo a fin de conseguir los fines deseados,
basándose en creencias generalmente científicamente erróneas, de
la misma manera en que lo hacen los científicos, para él las prácticas o ritos de los pueblos primitivos no podían verse bajo ningún
3
Ludwig Wittgenstein: Tractatus Logico-Philosophicus, Routledge & Kegan Paul, Ltd., London,
1922. Hay traducción castellana: Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza Editorial,
(Q7HFQRV0DGULGSDUiJ
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concepto como algo que estuviera basado en opiniones científicas o
pseudocientíficas: “Creo (al revés que Frazer) que lo característico
del hombre primitivo es que no actúa por creencias”.4
Wittgenstein pareciera recriminarle a Frazer que con su reduccionismo no se ocupara especialmente de lo esencialmente religioso, tal
como lo señala Barrett, así como también dejara de lado la cuestión
referente a lo mágico de los ritos y las prácticas, los cuales para
Wittgenstein no están basados en una falsa ciencia ni son pseudocientíficos, ya que tanto la magia como el ritual pueden basarse en
creencias aunque no sean creencias que se fundamentan sobre la
naturaleza del mundo ni de teorías u opiniones surgidas en torno a
él; asimismo, ellas serían completamente simbólicas. Wittgenstein,
quien sí se muestra muy interesado en la cuestión religiosa, considera que la manera de intentar entender el proceso de comprensión
de lo religioso estaría en que solo puedo comprobarlo por las consecuencias que pudieran derivarse o no en la experiencia cotidiana,
en la vida diaria respecto a la concepción del mundo y la práctica
religiosa misma, en la forma en cómo se usa en el lenguaje, el cual se
manifiesta en las acciones lingüísticas, actos de habla relacionados
a esa práctica religiosa (oraciones, ritos, simbología y otros).
De esta manera, para Wittgenstein, una práctica religiosa es por
sí misma un juego de lenguaje, en el cual las palabras y los gestos se
entretejen, se entrecruzan, en actos de veneración (reverencias, cultos, oraciones, confesiones, absoluciones, gracias). Así, las prácticas
religiosas pasan a conformar una porción de ese todo que es la historia natural de la humanidad y, de la misma manera, ellas no son
más explicables que otras características de la historia natural. Es
como la filosofía; ella puede observar una práctica lingüística complicada y describir como un movimiento está en ella relacionada con
otro, pero la filosofía no puede explicar por qué las prácticas existen;
tampoco lo pueden hacer las ciencias duras como la física, la química, la biología, ni tampoco pueden hacerlo las ciencias “suaves” como
la psicología, sociología, antropología. Esto no es una justificación
para decir que las prácticas religiosas surgen o provienen de “un impulso religioso básico”; es mucho más que esto. Así como los cuerpos
caen hacia la tierra a causa de la fuerza de gravedad, la existencia
4
Wittgenstein, Observaciones a La rama…, Op. cit., p. 72.
Cyril Barret: Wittgenstein on Ethics and Religious Belief, Oxford, Basil Blackwell, 1991.
Hay traducción castellana: Ética y creencia religiosa en Wittgenstein, Madrid, Alianza
Universidad, 1994.
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de prácticas religiosas podría no exigir más explicación que lo que
pueda exigirlo la existencia de deportes o una composición musical.6
Es por ello que para poder entender cuestiones tales como “Dios
existe”, “creo en Dios” y otras expresiones religiosas, es necesario saber o tener una idea de lo que significan estas formas de conductas
o comportamientos rituales, tales como rezar u orar. Si aceptamos
que rezar es hablar con Dios, ya sea para agradecer, suplicar, confesar, y otras, entonces estamos claros en que el lenguaje religioso es
algo distinto al lenguaje científico y al ordinario; así, tendríamos que
aceptar que “hablarle a Dios” es un símil, una imagen.
La religión representa para Wittgenstein una postura o una actitud ante una situación o una explicación; es, como dice en las
Observaciones,7 algo que se muestra en la propia vida. Así, lo religioso es por sí mismo el propio vivir del hombre; es una forma de vida
característica y de una manera global lo que le da sentido a cualquier pensamiento, enunciado o juicio, incluso sobre aquellos que se
harían sobre la propia religión. De allí entonces que sea la vida misma, todas las vivencias que podamos experimentar, la disposición a
vivirla de una cierta manera, donde damos más importancia a unas
cosas en detrimento de otras y se adiestra o se educa de cierta forma,
a fin de dar una primacía a la fe, la creencia en Dios y otras cosas,
que por sí mismas, aisladas, no tendrían ningún valor dentro de un
contexto científico o racional, las que adquieren su total sentido para
la vida del individuo dentro de ese sistema de referencias. Como lo
dice Wittgenstein: “Tampoco aquí importan las palabras que se pronuncian o lo que con ellas se piensa, sino la referencia que marcan
en diversos lugares en la vida”. 8 Es la propia vida la que da sentido al
lenguaje con las prácticas y acciones que conforman nuestra forma
de vida y el lenguaje (más aún el lenguaje religioso) no tiene mucha
importancia.
Es así como una descripción religiosa adecuada de una proferencia religiosa, donde se incluirían rezos, expresiones de creencia o de
fe y otras, la coloca en el contexto del juego de lenguaje y forma de
vida religiosa, dentro del cual ellas se desenvuelven y al cual pertenecen originalmente.
6
7
8
Cfr. Ibid.S
Cfr. Ludwig Wittgenstein: Vermischte Bemerkungen, Frankfurt and Main, Suhrkamp Verlag,
1977. Hay traducción castellana: Observaciones, México, Siglo XXI, 1981, § 160.
Ibid., § 161.
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Sin embargo, tenemos que ser muy cuidadoso con lo dicho anteriormente, ya que como lo señala Satris, citando a Phillips,9 quien
apoya lo sustentado por Wittgenstein acerca de las diferencias entre
una creencia empírica y una creencia religiosa, cualquier interpretación que intente medir las proferencias religiosas en contra de un
paradigma habitual o lógico, el cual sería introducido de una manera a priori fuera de todos los contextos religiosos, estaría sujeta a
la carga del dogmatismo. Como una manera de evitarlo o como “un
antídoto al dogmatismo”, Phillips hace la recomendación –tal como
diría el mismo Wittgenstein- que “no pienses, sino mira”10 para mirar
si una creencia religiosa, por ejemplo, una creencia en la existencia
de Dios, puede tomarse lógicamente de la misma manera como lo serían las creencias que surgen cuando se quiere hacer un tratamiento
filosófico de la creencia misma, es decir, creencias que tienen que ver
con objetos físicos, asuntos relacionados a hechos empíricos y otros.
De esta manera, Phillipps arguye que la creencia en la existencia de
Dios es tan distinta a la creencia en la existencia de, por ejemplo, un
planeta distante, y que sería erróneo pensar en esta como en una
creencia en un objeto, porque la palabra “Dios” no es el nombre de
una cosa.11
Aquí traemos nuevamente a colación una de las críticas que se le
ha hecho a Wittgenstein, la cual tiene que ver precisamente con la
FRQFHSFLyQTXHWLHQHGH'LRV¢4XpHV'LRVSDUD:LWWJHQVWHLQ"3KLllips, intentando dar una explicación sobre ello, dice que el hecho de
considerar que hay un Dios no significa que tengamos que caer en
cuenta de que existe un ser adicional, porque si ello fuera así, entonces tendríamos que considerar también que habría una extensión
del conocimiento de uno de los hechos, es decir, de la existencia de
alguien más, pero no habría ninguna extensión de la comprensión
de uso. Lo que tenemos que tener en cuenta es que cuando estamos
hablando de Dios, ello debe involucrar que podemos ver nuestra vida
bajo un nuevo significado y que se nos ha dado una nueva comprensión.12
9
D.Z. Phillips: Faith and Philosophical Enquiry, Routledge & Kegan Paul, London, 1970.
Citado por Satris, Stephen, “Wittgenstein and the Philosophy of Religion”, en Wittgenstein
and his…, Op. cit.S
10
Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, Op. cit., § 66.
11
Satris, Op. citS
12
Ibid,S
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El problema que ve Satris en esta formulación de Phillips, es que
no se ve de una manera precisa –y Phillips no da luces al respecto–
cómo palabras como “objeto”, “ser” y “hecho” pueden ser comprendidas, y ello es de suma importancia, pues dependiendo de cómo esas
palabras o términos son interpretados la conclusión puede volverse
“o bien muy débil o demasiado fuerte”; es decir, si asumimos que
la conclusión es que Dios no es un objeto físico ni un ser finito, el
argumento se hace trivial, ligero, ya que el Dios, cuya naturaleza
se está cuestionando, es el Dios de la tradición judeo-cristiana y de
acuerdo con esta, Dios es espiritual, no físico, y es infinito, no finito.
Satris está criticando a Phillips que sencillamente está repitiendo
las creencias tradicionales, cuando lo que se requiere es un análisis
filosófico de las creencias religiosas tradicionales y no solo una restitución de ellas. Si por el contrario decimos que Dios no es un objeto de ninguna especie, entonces si no es una expresión de ateísmo
(que sería de hecho una expresión bastante natural de ello), ¿cómo
podríamos denominarla? Considera Satris que Phillips no está haciendo justicia a la tradición con la que se está involucrando, ya que
él mismo reconoce que los criterios para lo que podamos decir acerca
de Dios desde un punto de vista sensible se encuentran dentro de la
misma tradición religiosa. Sin embargo, dentro de la tradición religiosa Dios se considera un objeto, aunque sea un objeto espiritual,
como lo serían también los ángeles y las almas; asimismo, el hecho
de la existencia de Dios es visto como un asunto que está fuera de
lo terrenal, es decir, es sobrenatural: es el Ser Supremo, el Creador.
Este sería el problema del cristianismo ortodoxo porque su tradición
religiosa implica una creencia en la existencia de un Dios sobrenatural.13
Aun cuando Satris está haciendo esta crítica a Phillips, no deja
de reconocer la pertinencia de los señalamientos que este hace sobre las diferencias entre creencia concerniente a hechos empíricos
y creencia en la existencia de Dios. Phillips está consciente, y así lo
manifiesta, en que el creyente ve en su creencia religiosa algo que le
da sentido a su vida y a la vez le proporciona un contexto en el cual
las demás creencias encuentran un lugar. Así, la creencia religiosa
o la creencia en Dios no entra en conflicto con las demás creencias,
porque no hay la intención de intentar compararlas ni confrontar
las creencias empíricas; estas son asumidas en un contexto que es
suministrado precisamente por la creencia religiosa. Sin embargo,
13
Ibid.
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como lo señala Phillips, la creencia en Dios no es reducible a algún
método a fin de equipararla para tratar con asuntos mundanos, pero
tiene una parte que se relaciona con creencias metafísicas acerca
de la naturaleza como un todo, es decir, el universo visto como una
creación de Dios; una de estas creencias es que Dios no es un objeto
sino “un ser o persona adicional”, cuya única realidad divina es el
terreno para cualquier rasgo que puede ser atribuido al mundo creado. Llegar a creer esta enseñanza no es pintar un objeto nuevo en
la pintura del mundo de uno, sino pintar un objeto completamente
nuevo que mantiene una relación especial con esa pintura14.
Esta propuesta wittgensteineana de una religión sin contenido
cognitivo es lo que le lleva en Las observaciones a la rama dorada de
Frazer, a separar a las reacciones mágico-religiosas como emociones
o reacciones últimas, cuya característica es carecer de contenido empírico de las creencias como tales. Wittgenstein critica especialmente
a Frazer que no intente comprender cuáles serían las razones para
que los hombres, dejándose llevar por sus costumbres ancestrales,
cometan actos que a nosotros nos parecerían abominables, sino que
se remite a la explicación, mediante un cúmulo de datos, según la
cual serían las creencias las que estarían en la base o que serían
el fundamento para dicha acción. Como lo señalé anteriormente,
Wittgenstein no considera que las reacciones mágico-religiosas sean
creencias. Sobre este respecto, veamos lo que dice Sábada:
…no solo no son creencias, sino que dan lugar a un sinfín de reemplazamientos (sustituciones) que continúan sin ser creencias (a no ser
que “degeneren”). Dicho de otra forma: la práctica mágico-religiosa X
no surge porque el individuo A tenga una creencia –una falsa creencia, por hipótesis-, sino que puede ser reemplazada por el símbolo Y o
por el rito Z o por el relato W”15
Para Wittgenstein, lo que debemos hacer es intentar comprender
el porqué de esta acción y no dejar todo el peso sobre la explicación.
Así, cuando caemos en cuenta y pensamos en todas las cosas terribles que nos pasan a los hombres, entonces entendemos lo terrible
que podría ser y qué es la vida de las personas, pudiendo estar en
capacidad de entender a otras culturas más primitivas que lo que
hacen es dejar correr su libre albedrío para obtener algún tipo de
14 Satris, Op. cit.S
Javier Sábada: “Tres modos wittgensteinianos de religión”, en Caffarena, José G., y
Mandones, José M., La Tradición Analítica: materiales para una filosofía de la religión,
Barcelona, Antropos, 1992, p. 76.
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satisfacción; lo único que podría resultarnos extraño, raro, es que
lo hagan con medios culturales que nos son ajenos, o no tan ajenos,
como por ejemplo, todas las guerras que azotan al mundo.16
Ahora, no se trataría de que en la religión no existan creencias
como tales. Lo que quiere Wittgenstein señalarnos es que una emoción religiosa no solo podría permitir dar lugar a una creencia tomándola en su sentido habitual, es decir, el que se usa en nuestro
sentido común ordinario y en el científico, sino a la producción de un
nuevo juego de lenguaje, donde podría surgir por ejemplo, la “creencia” en el cristianismo u otra religión; pero más que creencias, tendríamos que hablar es de formas de regular la vida de una persona.
O’Hear,17 por su parte, cree que Wittgenstein lo que está criticando es el análisis que hace Frazer de las prácticas religiosas primitivas, por considerarlo filosóficamente confuso, ya que en lugar de
“comparar esas prácticas de manera elocuente (perspicuously) con
cosas que nos son familiares, él intenta explicarlas como tecnología
cruda y equivocada que consigue su sentido a través de visiones
equivocadas acerca de las leyes naturales”18. Para Wittgenstein, esta
explicación de Frazer no puede ser del todo satisfactoria, pues pareciera involucrar malentendidos acerca de la naturaleza por parte de
los hombres primitivos, ya que aun cuando Frazer se sentía fuertemente inclinado hacia el poder moral e intelectual de las sociedades
sacerdotales, no puede explicar por qué errores que parecieran ser
tan evidentes acerca de la naturaleza no se hubieran subsanado o
eliminados.
De allí entonces que para Wittgenstein los rituales que Frazer
describe en su libro no solo son un reemplazo casual de los medios más idóneos que originan los resultados deseados sino que coexisten con ellos; es decir, están en una cierta manera relacionados.
Wittgenstein está comparando nuestra forma de actuar con los rituales primitivos; estos son equivalentes a actividades simbólicas
que nosotros realizamos, tales como coronar reyes, besar fotos de
personas a las que amamos, así como hablar de cosas como fantas16 Cfr. Sábada, “Introducción” a Wittgenstein, L., Observaciones a La rama…, Op. cit., p. 19.
17 Anthony O’Hear. “Wittgenstein”s Method of Perspicuous Representation and the Study of
Religión”, en Wittgenstein and his Impact on Contemporany Thought. Proceedings of the
Second International Wittgenstein Symposium, Verlag Holder – Pichler – Tempsky, Vienna,
SS
18 O’Hear, A., Op. cit.,S
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mas o que hacen referencia a la muerte. En las Observaciones sobre
La rama dorada, dice:
[…] Besar la imagen de la amada. Esto no se basa naturalmente en
una creencia en un efecto determinado sobre el objeto representado
en la imagen. Se propone una satisfacción y ciertamente, la obtiene.
O, mejor, no se propone nada. Actuamos así y nos sentimos después
satisfechos.
Se podría besar también el nombre de la amada y aquí se evidenciaría
la sustitución que ejerce el nombre.19
Asimismo, Wittgenstein considera que cuando Frazer basa la descripción de esos ritos, no puede dejar de usar el lenguaje de esa
misma forma, haciendo que tengamos ideas de cosas profundas y
terribles, las cuales no surgirían de una manera directa cuando se
hace la descripción de un experimento fallido; critica especialmente
a Frazer que cuando hace la descripción de esos ritos, no caiga en
cuenta que allí se están expresando e inculcando actitudes hacia la
vida, la muerte, el mundo y la sociedad.
Es especialmente interesante la crítica que hace Wittgenstein en
relación con el desinterés que muestra Frazer por la actividad simbólica y expresiva, ya que cuando este resalta un ritual acerca de algún
aspecto de nuestra vida, como un baile, por ejemplo, ello pareciera
llenar la necesidad de expresar el interés que pueda tener para nosotros, pero en esa expresión no se ha cambiado nada en este mundo.
El mayor problema que ve Wittgenstein es que Frazer lo que está
buscando es su propia satisfacción:
Creo que el empeño de una explicación está descaminado, dado que
lo que solo se ha de hacer es conjuntar correctamente lo que uno sabe
y no añadir nada más. La satisfacción que se intentaba conseguir por
medio de la explicación se obtiene por sí misma.
Y aquí no es en modo alguno, la explicación la que proporciona la
satisfacción.20
[…] Aquí solo se puede describir y decir: “así es la vida humana”. 21
19
20
21
Wittgenstein, L., Observaciones a La rama…, Op. cit.S
Aquí Wittgenstein está haciendo honor a su concepción de la filosofía: nuestra tarea no
puede ser nunca reducir algo a algo, o explicar algo. En realidad, la filosofía es puramente
descriptiva. Asimismo, nuestro método es puramente descriptivo; las descripciones que
damos son esbozo de explicaciones.
Ibid., SS
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De este modo, Wittgenstein nos señala que cuando observamos
nuestra vida y la forma de comportarse de los hombres, nos damos
cuenta de que, aparte de lo que pudieran llamarse actividades animales, tales como buscar vida y otras, las personas también realizan
acciones que pueden considerarse muy singulares y que pueden ser
llamadas rituales: “Pero entonces no tiene sentido si seguimos diciendo que la característica principal de esas acciones es que ellas
proceden de ideas equivocadas acerca de la física de las cosas”.22
Sobre este respecto, es interesante la observación que hace O” Hear,
quien considera que compartir esta tendencia sin sentido y simbólica con los primitivos le parece mucho más importante que el hecho de que ellos pudieran tener creencias diferentes a las nuestras,
las cuales hacen eco en sus rituales; incluso desde una perspectiva
teológica actual no encontramos un objetivo específico adicional en
las prácticas o rituales religiosos que se dan en el “performance puramente simbólico”. De allí entonces que para Dios no sea necesario que nosotros le manifestemos nuestras carencias o necesidades
cuando le estamos orando o rezando; pasa lo contrario con los sacramentos, puesto que ellos son signos de que, en su performance,
logran lo que significan.23
Considera Wittgenstein que las personas que creen en el budismo
o el catolicismo, por ejemplo, no son creyentes a través de alguna
intuición o un razonamiento habitual, sino que han dado un significado importante o relevante a cada uno de los elementos que usan, lo
que les ha permitido que sean parte de un nuevo juego de lenguaje,
es decir, que han generado nuevos significados que son válidos para
ellos. Estos creyentes lo que hacen es dar un valor simbólico, el cual
podría estar revestido de creencias, a esas profundas experiencias;
frente a ellos, podemos poner a un no creyente, es decir, alguien que
no forme parte de esta forma de vida, que esté al margen, el cual
podría decir que no les entiende e incluso que si lo hace, los considera irracionales, aunque no por ello los irrespetaría. Como dice
Wittgenstein, ellos son dignos de respeto, porque no se están refiriendo a cosas banales, triviales, referentes a nuestro mundo, sino
que corresponden a otra forma de vida, la cual es una elección u
opción que tiene que ver con la vida de las personas, con alguna otra
perspectiva de nuestro mundo.
22
Wittgenstein, L. Observaciones sobre La rama…, Op. cit., 53.
23
O” Hear, “Wittgenstein”s Method of…, Op. cit.S
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Entre creencia religiosa y creencia empírica: La crítica de Wittgenstein a Frazer
A Wittgenstein le molestaba no solamente que Frazer pensase que
los pueblos primitivos actuaban con base a errores, sino que también eran estúpidos, puesto que para él, los objetivos que buscaban
conseguir los pueblos primitivos con sus rituales llegaban en algún
momento, ya fuera más temprano o más tarde. En el caso de las
lluvias, las mismas aparecían en un determinado momento, o en el
caso de buscar alguna otra cosa, el suceso que se buscaba podría
acontecer en cualquier instante después del ritual que se había seguido con ese objetivo. Al respecto, dice Wittgenstein: “pero no deja,
entonces, de ser extraño que los hombres no se hayan dado cuenta
pronto de que, tarde o temprano, lloverá sin más”.24 Aquí, como lo
señala Barrett, podría uno preguntarse: ¿No podría suceder que no
vieran ninguna conexión casual entre la lluvia y el ritual?, ya que
el mismo Frazer admite que el ritual de la lluvia se realiza antes del
tiempo en que normalmente es la llegada de las lluvias; eso demostraría, según Wittgenstein, que la gente no cree realmente que el Rey
de la lluvia pueda hacer que llueva, porque si fuera así, por qué no
realiza el ritual cuando la tierra está árida y seca.
(Q VXV ~OWLPRV DxRV HQ :LWWJHQVWHLQ DILUPD HQ ODV Observaciones lo siguiente: “Si quieres permanecer en lo religioso, tienes que luchar”. Como vemos, Wittgenstein se mantiene fiel a su
convicción de que la religión es un asunto absolutamente personal,
puesto que es una emoción que no permite ir más allá de sus límites,
aunque esté considerando estas emociones como cuestiones universales, las cuales pueden constituirse en mecanismos de enlace que
nos permitan acceder y a entender otras culturas que pudieran estar
muy apartadas de la nuestra; de esto podemos inferir que a partir
de que tenemos una serie de emociones que todas las personas podamos compartir, entonces ello nos permitirá que podamos derivar o
establecer normas o reglas que llamamos morales.26
Es por ello que podemos entender a individuos extraños o no pertenecientes a nuestra comunidad lingüística, porque aunque ellos
pudieran verse como ajenos a nuestra cotidianidad y posean imágenes del mundo distintas a las que nosotros poseemos, existen cosas que pueden verse como comunes en la medida en que hay una
especie de acuerdos elementales de la acción, pues los conceptos
son una manifestación humana de las necesidades que pudieran
24
Wittgenstein, L., Observaciones a La rama…, Op. cit.S
Wittgenstein, L., Observaciones, Op. cit., p. 163.
26
Cfr. Sábada, “Tres modos wittgensteinianos…”, Op. cit., p. 76.
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experimentar los individuos; es a través del lenguaje como se fundamentan los diferentes usos significativos de los conceptos. Y esto
es precisamente lo que nos permite la comprensión de individuos y
colectivos diferentes, en la medida en que compartimos acuerdos elementales; aunque ellos tengan unas imágenes del mundo diferentes
a las que nosotros podríamos tener, lo que involucra que también
podrían tener usos distintos a los nuestros, hay diversas y complejas
formas de vida que compartimos y, por consiguiente, son comunes
para ambos, lo que nos permite tener consenso en algunas de los
significados que están en juego, que permite abrir una posibilidad
para la persuasión.
Así, el juego de lenguaje religioso conlleva la presencia necesaria
de formas de vida que se activan de cierta manera en función del
contexto y los elementos que determinan a la experiencia religiosa,
aunque no por ello deba verse como que está en una estricta dependencia de su condición de una práctica particular, porque puede
depender de otros discursos, de una manera más próxima o más alejada. Sin embargo, lo que hace singular a un lenguaje religioso es el
hecho de que se basa en una actitud global ante la vida, entretejida
en determinadas certezas y en la forma que se deriva de las mismas
cuando se relacionan sus diferentes enunciados. Es por ello que no
podemos decir que las formas de vida, por sí mismas, o únicamente
a partir de ellas, puedan constituir un juego lingüístico religioso o
de cualquier otro tipo, aunque estén en sus raíces; nuestros hábitos
o costumbres, así como las acciones que pudieran estar involucradas
en la religión, conjuntamente con las instituciones que se han creado
para ello, podrían hacer que se tomasen direcciones distintas en un
cierto momento. Solo podemos entender el lenguaje religioso mediante la observación de las prácticas con las cuales se relaciona, lo cual
no significa que a través de ellas podamos llegar a conectarnos con
ese ser trascendental que ellas pregonan; la fe religiosa, los rezos,
Dios, y otras, no tienen ninguna relación con la explicación de nuestro mundo, más bien se relacionan con su adoración o culto; de aquí
que cuando alguien participa en un rezo está realizando un rito, y
por lo tanto podríamos decir que es su manera convencional de conversar con Dios. Es una práctica social en la que cada individuo se
ejercita por sí solo, en forma individual; una práctica a la que tiene
acceso solo quien está inmerso en alguna forma de vida religiosa institucionalizada. Por otra parte, cuando hablamos de algún concepto
inherente a la religión, este se relaciona con otro; por ejemplo, no po-
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demos hablar de fe sin involucrar a Dios; estos conceptos religiosos
están interrelacionados.
Está claro que para quien se considere creyente, el discurso religioso le es completamente inteligible, pero ello no supone que se
deba pertenecer a esa práctica para poder lograr entenderlo, es decir,
jugar el mismo juego de lenguaje, puesto que las prácticas, por muy
específicas que pudieran ser, lo que les daría un significado propio,
no podrían justificar su inteligibilidad en la medida en que ellos se
considerasen exclusivos de su evolución, ya que con ello se estaría
excluyendo a la religión de su relación con otras experiencias y otros
juegos de lenguaje. De esta manera, los modos de vida religiosos no
se pueden deslindar de las demás actividades de las personas, así
como tampoco del desarrollo del significado con otras actividades.
Sin embargo, a pesar de que el creyente y el no creyente puedan
tener o puedan aceptar, desde una perspectiva general, lo que está
por detrás del valor significativo de los términos involucrados en un
juego de lenguaje específico, no podemos decir que los mismos tienen
que tener iguales usos para ellos, puesto que las palabras que intervienen en un juego de lenguaje religioso han tomado su significado
particular a partir de una gramática lingüística religiosa, pero esto
no hace que puedan verse como exclusivas de ellas, porque las mismas también detentan o están relacionados con determinados usos
dentro de un lenguaje laico. Lo que hace que puedan verse como algo
relacionado a un juego lingüístico está precisamente en las prácticas, en las acciones en que ellas se involucran, donde se asientan en
certezas distintas, permitiendo que el uso se configure de una u otra
manera particular. Como bien lo señala Jareño, esto es lo que nos
permite decir que si hacemos un uso religioso de los elementos, entonces tendremos un juego religioso; si, por el contrario, hacemos un
uso laico, entonces estaremos ante un juego de lenguaje no religioso
o no creyente; así, tendremos que los creyentes participan de una
determinada conducta, mientras que los no creyentes participan de
otra distinta, aunque no por ello podrían dejar de comprender su alcance y significado. Lo que se significa acá es que el no creyente no
ha sido educado para que entienda las mismas certezas en las que
descansa el funcionamiento del juego religioso, porque él mantiene
una brecha con el creyente en la medida en que poseen dos visiones de la realidad, aunque podrían coincidir en lo más importante,
en lo fundamental, pero que hacen que ambos vean la vida desde
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perspectivas diferentes. 27 Podríamos agregar a lo antes señalado por
Jareño, que también podría darse el caso de que el no creyente es un
conocedor de la religión aunque no la practique y ello le permitiría
participar plenamente en el juego religioso aunque de una manera
diferente, porque sería de una forma crítica.
Asimismo, debemos tener presente que estas “formas de vida”,
cuando se consideran desde un punto de vista global escapan a las
críticas que pudieran hacerse, ya que el criterio de significado depende de ellas, de cómo están establecidas, es decir, de cómo ellas
sean. Así, las pruebas de consistencia que se exigen en los discursos
de orden filosófico o científico no desempeñan ningún rol en ellas;
la única exigencia para el creyente es que él tiene que suministrar
algún tipo de argumento o razonamiento para su creencia en algo
supremo como un Dios, cuya realidad particular descansa en una
discusión también muy particular y la misma está establecida por la
propia creencia, ya que es menester que para poder dar respuestas a
algo que se relaciona a una cuestión específica, entonces es necesario que primero hay que determinar cuál es la gramática inherente
al concepto que está puesto sobre el tapete. De aquí, entonces que
si queremos hablar de hechos y de Dios, entonces tenemos que estar conscientes, en que hay una gran diferencia entre ambos, en la
medida en que los sentidos de los distintos discursos en los cuales
pudieran expresarse son diferentes el uno del otro.
Por otra parte, Wittgenstein nos recomienda tener presente que en
la conducta religiosa se manifiesta la relevancia que pudieran tener
determinados sentimientos respecto a cuestiones que son de gran interés para nosotros, los cuales aunados a las certezas que mantenemos respecto a dichos sentimientos, son determinantes en la manera
en cómo nos conducimos en nuestra vida; de allí la importancia del
uso de imágenes en religión. Así, el carácter inamovible o permanente de nuestras certezas estaría justificado por la conjunción de estos
elementos; el cómo se asientan determinadas certezas, tales como
“Dios existe”, “Dios es amor”, está en nuestra relación con nuestra
reverencia hacia –y la importancia que le damos a cuestiones como
muerte y vida– la presencia del mundo como algo ajeno pero inevitable, la magia de los procesos de reproducción, el sexo, la fragilidad
de la naturaleza humana y los sentimientos de culpa, la necesidad
de felicidad y la aparente imposibilidad de darle una respuesta defi27
Cfr. Jareño, Op. cit., p. 234.
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nitiva, y otras y esto se manifiesta en los rituales y liturgias, en los
que desplegamos la significatividad de una interpretación del mundo
asida a la relevancia de estos asuntos. De ahí la relevancia del uso de
imágenes en religión; el carácter significativo de las mismas camina
paralelo a su inclusión en el juego de lenguaje del que participan. No
pretenden describir situaciones metafísicas de ningún tipo, antes
bien, su importancia surge de la incidencia que poseen para nuestra
conducta y cómo se incardinan en ella. Esto sucede en forma más
expresa cuando hablamos de las propias creencias religiosas como
imágenes, las cuales Wittgenstein considera de gran importancia
cuando se trata de creencias religiosas. En este caso, Wittgenstein
está resaltando los problemas con la creencia cristiana contemporánea, al ocuparse de esta especialmente; así, nos dice que una creencia en el Juicio Final no está bien establecida desde el punto de vista
empírico, aun cuando el creyente religioso sea una persona capaz de
usar criterios normales para sus juicios desde un punto de vista empírico. Sin embargo, el continuará con sus creencias de una manera
inquebrantable y la misma seguirá regulando su vida de una forma
tal como no podría hacerlo un pronóstico empírico. Así, si comprender una creencia involucra entender los fundamentos en la cual ella
se sostiene, el “no creyente” siente que sus “técnicas normales” del
lenguaje lo abandonan, ya que un creyente racional pudiera tener
la sensación de que está basando grandes cosas en unas evidencias
“extremadamente débiles”, ya que se sale del contexto normal de la
distinción entre lo razonable y lo no razonable. Aunque, por otra parte, esto no constituye algo que pudiera angustiarle; el creyente no se
angustia por las cosas que pudieran considerarse como contradictorias en algunas de sus creencias. Dice Wittgenstein en las Lecciones:
Supongan que alguien cree en el Juicio Final y que yo no; ¿significa
esto que yo creo lo contrario que él? Es decir, que no habrá tal cosa?
Yo diría: “De ningún modo, o no siempre”
[…] Supongan que alguien fuera creyente y dijera: “Creo en el Juicio
)LQDOµ\TXH\RGLMHUD´%XHQR\RQRHVWR\WDQVHJXUR4XL]iVµ8VWHdes dirán que hay un enorme abismo entre nosotros. Si él dijera: “Hay
XQDYLyQDOHPiQDKtDUULEDµ\\RGLMHUD´4XL]iV1RHVWR\VHJXURµ
dirán que estamos bastante cerca. 28
Como lo señala O’Hear,29 el no creyente encuentra apenas inteligible la creencia en el Juicio Final, pero comparte con el creyente
28
Wittgenstein, L., Lecciones y conversaciones…, Op. cit., pp. 129-130.
29
O’Hear: “Wittgenstein”s Method of…”, Op. citSS
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muchas creencias acerca de cosas ordinarias, tales como la muerte,
por ejemplo. El creyente está consciente de que su creencia está arreglada para que no se generen conflictos con las creencias ordinarias
y que las mismas puedan ser de una forma acomodaticia, es decir,
que ellas pueden ser acomodadas por él, incluso, como por ejemplo,
en el cristianismo, donde él está consciente de que en un cierto nivel
pudieran darse algunos conflictos.30
Así, el no creyente pudiera tener algunas dudas y se preguntaría
“¿Cuál es la sustancia de una creencia que está en un conflicto aparente con las suposiciones empíricas compartidas, pero cuyas inconsistencias y discontinuidad con esas suposiciones puedan ser aparentemente pasadas por alto?”31 Considera O” Hear que el método de
la representación elocuente (perspicuos) no puede dar una solución
a esto, pero puede lograr hacerlo inteligible para los no creyentes y
de esta manera, darse cuenta de que dichas creencias parecieran ser
incongruentes, pero que ellas pueden desempeñar un rol de especial
relevancia en nuestras vidas.32
Sobre este respecto, Wittgenstein, en las Observaciones a La Rama
Dorada de Frazer dice que el concepto de representación perspicua
es de suma importancia puesto que:
Designa nuestra manera de representar, la manera según la cual vemos las cosas (Una especie de “weltanschauung” como parece ser
típico de nuestro tiempo. Es por ello que podemos tener pensamientos
que, aunque no pertenezcan al campo de la ciencia, al final pueden
tener alguna relevancia en nuestras vidas.
Esta representación perspicua es el medio para la comprensión consistente en “ver las conexiones.” De ahí la importancia de encontrar
cadenas intermedias. 33
Esta aseveración de Wittgenstein es lo que permite considerar la
idea de que podemos tener pensamientos que tienen que ver con el
hombre y su presencia en el mundo, aun cuando estos pensamientos
no puedan ser tomados como de carácter científico, pero no por ello
podrían no ser objeto de discusión bajo otras perspectivas y que los
mismos no nos puedan brindar un sentido particular respecto a lo
30 2·+HDUS
31
Ibid.
32
Cfr2·+HDUS
33
Wittgenstein, L., Observaciones a La rama…, Op. cit., p. 66-67.
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que podría contar como algo relevante en su vida; esto es lo que hace
que estos pensamientos puedan darse de una manera natural bajo
un comportamiento ritual.
Y es precisamente esta manera de relacionarse con las cuestiones inherentes a la realidad y a la cultura del individuo, que de una
y otra forma le afectan directamente, lo que hace que la obra de
Wittgenstein se mantenga vigente, ya que pareciera que la misma
permanece fuera de la tiranía del tiempo, suspendida en una atemporalidad que no permite que pierda su actualidad frente a las verdades que se han consolidado a través de la historia de la filosofía,
las cuales parecieran permanecer en un estrato superior a las cosas
contingentes de la vida.
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