Dedicamos esta obra a la memoria de Amado Becquer Casaballe

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Dedicamos esta obra a la memoria de
Amado Becquer Casaballe
1951-2013
Todas la fotografías incluidas en este texto son propiedad de sus respectivos autores y ellos
han permitido que se incluyan aquí. Los autores mantienen el copyright de sus fotografías.
Jose Javier Soto Reola ha dado permiso para la reproducción de un relato de su autoría. Todos los demás textos son parte de la historia de la lista Fotored donde Bec ha colaborado.
La producción de este libro es de Andres Davidhazy, coordinador de la lista Fotored, con la ayuda de Jose Javier Soto Reola, Jabi Soto Madrazo y Gustavo A. Deymonnaz. Diciembre de 2013.
Autobiografia
Nací en octubre de 1951 en Montevideo. Cuando tenía siete años de edad, mi padre -que era
técnico electricista- obtuvo un empleo en una planta de potabilización de agua del interior del
país y nos mudamos a la ciudad de Santa Lucía. Ahí terminé el primario y la secundaria.
La vida en esa pequeña ciudad era como en todos los pueblos “provincianos”, con sus rituales
sociales que se repetían semana tras semana. Los sábados y domingos a la noche, desde la
primavera al otoño, no había otro lugar de paseo que no fuera la plaza, el Parque sobre el río y
nada más.
En el verano, los domingos íbamos a nadar, tomar sol o alquilar un bote. Los recuerdo como los
momentos más felices de mi vida. En el Club Social se organizaban bailes con orquestas (siempre una de tango y otra moderna o tropical), que alcanzaban su máxima expresión en Carnaval.
Durante un tiempo funcionó un cineclub donde podíamos ver las cintas de Bergman, Kurosawa, Rosellini, De Sica y de otros grandes directores. Al finalizar la función se discutía sobre la
película. Yo tenía 14 o 15 años y fue para mi importante descubrir el valor de las imágenes.
En 1964, gracias a una colecta pública, se hizo la estatua del General Artigas. Durante meses
estuvieron discutiendo para dónde mirar: si al Sur, hacia Montevideo, o al Norte, hacia el campo.
Finalmente se optó que dirigiera su vista al campo.
El día que llevaron la estatua para colocarla en el pedestal, en el centro de la plaza, le pedí a
mi padre su vieja cámara Agfa de cajón y compré un rollo. Hice varias tomas. Tenía 13 años de
edad y fueron mis primeras fotos. Sentí una profunda emoción y algunas me salieron movidas
debido a mis nervios e inexperiencia. Las que estaban aceptables se las ofrecí a la Comisión
Pro-Monumento que había organizado la colecta. Me dijeron, sin mirarlas, que ya tenían un
fotógrafo.
Eso significó para mí una enseñanza importante: en la vida debería poner empeño para realizar aquellas cosas que me interesaban, sin detenerme a causa de los obstáculos que pudieran
existir.
A los 17 años ingresé como aprendiz de tipógrafo en la imprenta La Voz del Sur donde se editaba un semanario con noticias y comentarios locales. También escribía pequeños artículos, bajo
la guía de Albo Prigue, su director.
A mediados de 1968 comenzaron las protestas estudiantiles. Mi generación empezó a leer a
Sartre, Bertrand Russel, Marcuse y también a descubrir los escritores y poetas latinoamericanos
como Mario Benedetti, Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda, Nicolás Guillén.
En esos años empecé a interesarme por la fotografía como lector de imágenes: una vecina
tenía coleccionadas las revistas «Life» de los años ´50 y ´60. Muchas tardes iba a su casa para
hojearlas.
Entusiasmado, fui a ver a uno de los fotógrafos del pueblo, Eduardo, pero me prestó muy poca
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atención y se limitó a decirme que la fotografía era algo muy difícil. Jorge Romeo era el otro
fotógrafo. Había sido corredor de bicicletas. El me estimuló para seguir adelante y siempre respondía a mis preguntas.
A principio de los ´70, ingresé en una editorial de Montevideo como cobrador y me fui a vivir a
la Ciudad Vieja. Con uno de mis primeros sueldos me compré una cámara Adox de 6 x 6. Podía
controlar el obturador y el diafragma, además de la distancia, por lo que, a tientas, fui entendiendo un poco más sobre la fotografía. Dejé la editorial y volví a vivir a Santa Lucía, donde estuve
unos meses trabajando como peón de jardinería, mientras continuaba estudiando.
En 1972 un amigo, Néstor Basetti, se fue a vivir a Porto Alegre para trabajar con el fotógrafo
Julio Ballardini. Me propuso que si quería también podía sumarme a esa aventura. Con 21 años
de edad y alrededor de 100 pesos (que era todo lo que había podido ahorrar y que equivalían al
valor de dos latas de película Plus-X), llené una valija con pocas cosas y me fui. Vivir con Ballardini fue un tormento. Era muy agresivo, particularmente cuando se excedía con el alcohol. De
todas maneras, fue quien me enseñó a revelar y hacer ampliaciones.
Empecé como ayudante, lavando las fotos, entregando los trabajos a los clientes. Un día Julio
me dió una Rolleiflex (adaptada a 35 mm con el Rolleikin), y empecé a realizar retratos de niños.
Disfrutaba de aquella juvenil bohemia pero nunca logré adaptarme a la vida en Porto Alegre.
A fines del ´73 regresé al Uruguay y estuve trabajando de fotógrafo en el balneario Atlántida
durante todo el verano. También hice algunos retratos en Santa Lucía.
En marzo de 1974 decidí venir a Buenos Aires. Todo lo que conocía de la Argentina era a través
de relatos de amigos que habían emigrado, por la televisión, el cine y algunas revistas. Al principio fue difícil. Durante unos meses estuve viviendo en San Telmo, donde alquilaba una pieza
en una casa de familia. Por suerte, después de un mes, conseguí trabajo en una fábrica, en
Talleres Tubío de Electromecánica, en Haedo.
Eduardo Nievas era mi compañero de habitación, un catamarqueño socialista que trabajaba en
la fabrica Nestlé. Un sábado, por la mañana, vinieron a buscarlo y, al otro día, apareció con el
cráneo destrozado a balazos y signos de haber sido torturado. Fue una de las primeras víctimas
de los escuadrones de la muerte durante el gobierno de Isabel Perón.
Fui dos veces a Plaza de Mayo para ver al general Perón. No comprendía entonces muy bien el
significado del peronismo. Era un simple observador de aquellos hechos. Cuando murió Perón,
Raúl Kersenbaum me prestó una Canonet y fui a sacar fotos del velatorio y de las columnas de
personas que pugnaban por entrar al Congreso donde estaba siendo velado. Ahí entendí el sentimiento popular alrededor de su figura y también me di cuenta que quería y podía ser reportero
gráfico. Sin embargo, tendría que esperar varios años.
Conseguí un empleo como encargado en «Foto Arte Moderna» de Enrique Nudelman, en San
Juan y Pichincha, donde estuve hasta principios de 1976. Aprendí muchas cosas gracias a Eduardo Ases, un valenciano exiliado que trabajaba ahí.
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Por aquella época empecé a vincularme con otros fotógrafos. Eduardo me llevó a la Asociación
de Fotógrafos Profesionales. Me hice socio del Foto Club Ciudad Jardín (Palomar) y, después,
del Foto Club Argentino. En Agfa concurrí a un curso que dictaba Pedro Otero y trataba de leer
todo lo que caía en mis manos sobre fotografía. Habían pocos libros o, los que se conseguían,
eran anticuados pero, de todas maneras, se podía aprender algo.
En 1976 empecé a colaborar en Fotomundo y cuando Jorge Almirón asumió como director de la
revista, pasé a ser el secretario de redacción, hasta 1979.
En el ´77 hice mi primera exposición en Montevideo. Conocí al Coco Caruso, por entonces jefe
de fotografía del diario El Día. Era un fotógrafo muy conocido, pero nunca perdió esa humildad
que solo tienen los grandes. En ese mismo año dicté cursos en la Asociación de Fotógrafos Profesionales y en el F. C. Argentino. Había un grupo humano muy cálido: con Moisés Prajs organizamos una exposición de fotografía soviética para mostrar otro tipo de imágenes.
En 1978 la agencia Noticias Argentinas me contrató para hacer el trabajo de laboratorio durante
el Mundial de Fútbol. Fue una experiencia muy enriquecedora que me vinculó con el fotoperiodismo. En el ´79 ingresé al diario Clarín hasta 1981, cuando fui despedido. Estuve después en la
Agencia DyN, en Tiempo Argentino, Diario Popular y nuevamente Dyn.
A principios de los ´80, el documentalismo no era considerado con seriedad en los ambientes
cultos de la fotografía. Pude hacer mi primera exposición en Buenos Aires en el Teatro Margarita
Xirgú, en 1980, durante un encuentro cultural organizado por el Partido Socialista que, a pesar
de la represión de la dictadura, se las ingenió para concretar ese hecho. Entre los que actuaron
recuerdo al Negro Rubén Rada y a Celeste Carballo.
En la mayoría de los sitios no aceptaban mis fotografías, ya que deseaban obras “artísticas”, y
como yo no soy un artista, quedaba afuera.
En 1981, varios fotógrafos que pensábamos de la misma manera, inspirados en la experiencia
de Teatro Abierto, nos reunimos para organizar la primera muestra «El Periodismo Gráfico Argentino». Fue expuesta en la Galería Craba de San Telmo. La segunda edición la organizamos
en 1982 en la OEA, y recién en 1984, pasó a manos de la Asociación de Reporteros Gráficos.
Es interesante recordar que la primera edición no tuvo el apoyo de la ARGRA; es más, los dirigentes de aquella época no veían con buenos ojos esa exposición. Por suerte eso ha cambiado.
Recuerdo a la década del ´80 como un período muy creativo: se realizaron las Jornadas de
Fotografía Buenos Aires/La Plata en el Centro Cultural San Martín y en el Museo de Bellas Artes
de La Plata.
En 1985 viajé por Bolivia y Perú, descubriendo el sentido de la América mestiza, su valor cultural
y fuerza espiritual. Se percibe una íntima transformación cuando se visitan las ruinas de MachuPichu o la ciudad imperial de Cuzco.
Cuando fui invitado por una universidad de Puerto Rico a dictar una conferencia sobre fotografía
latinoamericana y viajé a los XXI Encuentros de Arles para dirigir un taller, tuve la sensación
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como si estuviera cerrando un círculo en mi vida.
Esas experiencias me fueron útiles. Sentir variadas expresiones culturales, museos, colecciones
de pintura, es enriquecedor. Pero, por sobre todo, esos viajes me ayudaron a comprender en
una dimensión diferente nuestra propia realidad.
Ver que la existencia en el mundo es un hecho simultáneo resulta conmovedor: mientras en
Nueva York se discute sobre los multimedias y el postmodernismo, en el Altiplano, en ese mismo
instante, la vida transcurre sobre bases de producción artesanal, en mitos y creencias ancestrales.
Gracias a la fotografía he viajado, algo que me apasiona. Si cuando era un adolescente uno de
mis mayores deseos era ser fotógrafo, creo haber alcanzado ese objetivo. Me satisface ser respetado (creo que todas las personas necesitan y deben ser respetadas por lo que hacen).
Para mí, al final de cuentas, la fotografía es una manera personal de establecer una relación
sólida con la sociedad. Y cualquier relación de ese tipo tiene su razón de existencia si está
fundamentada en principios éticos, en ese código no escrito a través del cual guiamos nuestra
conducta.
No pretendo con mis fotografías hacer sociología ni expresarme en un sentido artístico. Mis
imágenes buscan ser documentos con algún significado y, si algunas lo logran, me doy por satisfecho. Creo que la fotografía tiene, por sobre todo, cierto carácter lúdico en la búsqueda de los
momentos. Sin ese carácter sería un hecho terriblemente rutinario.
Los fotógrafos que más admiro son, por su estética y sentido humanista, Lewis W. Hine, Walker
Evans, André Kertész, Brassaï, W. Eugene Smith y Henri Cartier-Bresson, Donald McCullin y
Josef Koudelka. Pienso que en ellos, y en las escuelas que han generado, está lo mejor de toda
la fotografía.
Finalmente, solo puedo decir que mis fotos no son otra cosa que testimonios de lo que lo que he
percibido con la mirada en algún momento de mi vida.
A. Becquer Casaballe
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El 23 de Septiembre 2013 recibimos en Fotored esta triste notificacion:
Ayer por la noche, luego de una larguísima e injusta agonía, falleció Becquer Casaballe. Por su
voluntad no habrá velatorio.
Humberto Farro
Conocí personalmente poco a Bec, sólo hablé unas pocas veces con él, leí como muchos,
muchos de sus artículos. Meilé con él alguna veces. Fue un grande especial. De pronto me viene
ahora a la mente E. Hemingway. Un respetuoso saludo a sus familiares y seres cercanos
Juan Di Liscia
Lo siento muchísimo. Fue un personaje muy especial. Lo traté en muchas ocasiones. Un recuerdo para él y para Silvia.
Jorge Talkowski
Mi más profundo pesar por tan grande pérdida. Me es muy difícil entender lo inexplicable. Les
mando un abrazo grande a la familia, y a los colegas de Fotored que, como yo, lo sabíamos
apreciar.
Gustavo Deymonnaz
Una triste noticia, no se que decir, para mi era un gran personaje y siempre lo tendré en la memoria, a pesar de los desencuentros que teníamos a veces, pero le quería como a un hermano.
Que Dios, su Dios, le tenga en su Gloria. Saludos
Javier desde Chiclana ( Cadiz )
Buen viento y buena mar . . .
Artesano <[email protected]>
La verdad es que no sé bien qué decir en estos casos. No lo conocí más allá de este foro y sus
publicaciones. Fue controversial, sí. Aportaba su conocimiento, por supuesto. A veces concordé
con él y muchas veces no. Pero creo que me aportó más cuando no coincidíamos. Vaya mi
saludo a sus familiares.
Ariel Gustavo Till
Becq, una inmensa tristeza por este final casi anunciado. No fui su amigo, no teníamos empatía
para serlo, pero nos conocíamos bien. Fuimos jurados juntos en varios concursos. Mi pasaje por
Agfa nos acercó mas. Muchas veces conversamos y no siempre de acuerdo. Defendí su posición
durante la creación de SADAFO por su sentido ético. Un no simpatiza necesariamente con todas
las personas, pero Becq era un tipo singular y aún desde un espíritu crítico siempre mereció toda
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mi admiración como fotógrafo, como estudioso y como teórico de la fotografía.
Sí coincidíamos en aspectos de una perspectiva estética y en ese espíritu libertario tan uruguayo suyo, allí nos encontrábamos sin tropiezos, con ideologías y
sobre todo con la historia. Una gran pérdida, ya no importan las razones de su
decisión. Como tipo íntegro fue dueño de su vida hasta el último suspiro. Eso
también es valentía. Chau Becq.
Edgardo Filloy
Un sentido pesar por esta inmensa pérdida. Mi más sentidas condolencias a
todos sus familiares y a los que hacemos Fotored.
Alberto Baque - Ecuador
Triste, muy triste noticia. Conocía su labor en Fotomundo y luego, gracias a
Fotored, llegamos a conocernos personalmente. Aprendí muchísimo de él, tanto
antes de tener trato personal como después. Vino a mi ciudad en varias ocasiones a mostrar algunas de sus fotos y dictar un par de talleres. Nos dejó muchas
enseñanzas y compartimos muy gratos momentos más allá de lo fotográfico.
Fue el primero en llegar y el último en irse de la muestra que con un colega
hicimos en el Centro Cultural de la Cooperación hace unos años. También recibimos mucho apoyo de su parte con la difusión de un libro que editamos. En fin,
fue muy generoso conmigo y mucha gente que conozco. Aquí en Tres Arroyos
se ganó un profundo respeto y admiración de parte de todos los fotógrafos y
fotógrafas que lo conocieron.
Lo recordaré como lo que siempre consideré que fue para mí: un gran maestro y
un amigo de esos con los que uno no necesita verse muy seguido para mantener vivo el sentimiento de fraternidad.
PD. Es muy loco, justo hoy por la mañana me desperté pensando en cómo estaría su salud porque hacía mucho tiempo que no teníamos novedades.
Rubén Pinella
Siempre sospeché que querias montarte en el viento, en las olas, en las tempestades...
ahora sé que lo lograste. Hasta siempre navegante Bec.
Luisfer - Luis Fernando Jaramillo
El Conrad zarpa con velas henchidas en la pleamar... ¡Buenos aires Becquer!
Rocío Trigoso Barentzen
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Sí , triste noticia. Tampoco tuve un trato muy frecuente con él, pero sí recuerdo, hace ya muchos
años, vino a darnos una charla a la escuela donde doy clases, sobre fotoperiodismo. No solo
habló de eso, si no que se fue dando una charla muy amena, con afirmaciones fuertes, como era
su estilo, pero siempre con una cuota de conocimiento enorme para sostenerlas.
Ya lo extrañaba en el foro, estamos muy callados en nuestras letras, ahora lo extrañaré un poco
más.
Mario Migdalek - Desde Buenos Aires
Una gran pérdida, no hay palabras...
Me quedo con lo positivo, aprendí mucho con él, siempre aportó con su conocimiento y su
particular forma de pensar, siendo siempre referencia para coincidir o polemizar. De él escuché la
mejor definición de calidad en fotografía, aunque se puede tomar más ampliamente:
“La calidad de la imagen, se entiende como la concreción visual de lo que busca el fotógrafo”
BeC
Gerardo Roda
Sus imágenes fotográficas quedan grabadas en mi ojo y en el corazón, recuerdo imágenes impactantes en blanco y negro de un hombre que capto con un pie levantado en medio de un avión
y los barcos, su excelente ojo y calidad quedaron allí, sus fotos nos acompañaron en la muestra
que se hizo en el museo de arte del Tolima el año pasado en este mismo mes. Allí estaban sus
hermosas fotos y un texto escrito por él para acompañar a todos los fotógrafos que participamos
de fotored. Quiero recordarlo como ese gran fotógrafo.
Mabel Castro Murillo
Es difícil poner en unas breves palabras lo importante que Bec ha sido a la fotografía y como él
ha sido gran amigo mío aunque no pasamos mucho tiempo juntos. El fue el impulso que mantenía a Fotored. Lo extrañaré y recordaré mucho. Espero que haya encontrado vientos propicios
para su viaje a la eternidad.
Andres Davidhazy
Es una triste noticia... aprendí muchas cosas de sus intervenciones en fotored... que descanse
en paz.
Laura Rivera
Muy triste noticia, aunque era de esperar, lo conocí en el 83, cuando fui su alumno en la Escuela
de Artes de Avellaneda, y después, lo encontré en este foro, donde sus intervenciones eran un
lujo, aunque a veces se cruzaba con algunos integrantes, me acuerdo de los panqueques con
dulce de leche en su barco a fines del 2001, de sus fotos de ese momento en Plaza de Mayo,
en aquellos años, se daban reuniones esporádicas entre los participantes del foro, siempre lo
encontraba en las Expofoto, tomábamos un café, era un placer escucharlo hablar no solo de
fotografía.
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Se te va a extrañar Bec, mucho.
Hasta siempre.
José Luis Torres
Me queda el recuerdo de mis encuentros con él, dos veces en Fotomundo, una en el Conrad,
donde nos agasajó a mi esposa y a mi con unas riquísimas empanadas y un excelente tinto,
otra en la inauguración de la primera expo de fotored en el FCA...
Siento un gran dolor, lo lamento mucho por él, por su familia, por sus amigos, por nosotros y
por el fotoperiodismo.
Javier A. Arfuch Gago
Una gran pena por su partida y un gran recuerdo para Bec, de lo que pudimos compartir, de las
discusiones, de haber honrado mi casa con su presencia alguna vez.
Nos queda el gran vacío y el legado de tratar de hacer cada vez mejores fotos, para hacer
honor a sus consejos.
Hasta Siempre, Bec.
Pablo Livov
Aunque en algunas discusiones decía que era un dinosaurio de la fotografía y se sentía orgulloso por eso, esto cuando se discutía sobre la fotografía digital y sobre los espacios en las redes
sociales, propongo publicar un conjunto de fotos de los miembros de Fotored en su honor, no
en su memoria porque siempre será un miembro de Fotored.
Un abrazo a todos,
Alberto Baque
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A. Becquer Casaballe, Argentina
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Contrastes: “El mejor homenaje a un amigo es dejar un registro de lo que le gustó siempre. Estas fotografías están hechas
para Bec!”
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Alberto Baque, Ecuador
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Hernán Alejandro Opitz, Argentina
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Conocí a Becquer, en ocasión de las Jornadas de Fotografía Buenos Aires – La Plata, allá por 1988.
Polémico, frontal, de profundas convicciones, un apasionado con las cosas que hacía y, sobre todo, muy generoso a la
hora de compartir saberes. (Gran conversador, hemos compartido también “asadines”, quedadas, y barras hasta altas
horas de la noche.)
Su ausencia, deja un gran vacío en este honorable foro, y una marca indeleble en la fotografía argentina de los últimos
treinta años.
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Serenidad
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Eternidad
Gustavo A. Deymonnaz, Buenos Aires, Argentina
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En medio de la espesa selva tropical de la costa del pacifico Colombiano, entre los departamentos del Valle del Cauca y
Choco habitan los indígenas Wounaan, para quienes la tierra es sagrada, justa y sabia. La armonía y protección del medio
ambiente son parte de su cultura.
Recuerdo a Bec: “Aprendí a aceptar las cosas como se nos van presentando, a saber que nada finalmente es grave”. De
Álvaro Mutis. Escritor colombiano.
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El río San Juan es la vía, es la vida, es otro mundo. Por allí flota el conocimiento, la esperanza y la desdicha. Mujeres de
una misma comunidad familiar, salen de visita río arriba o río abajo. Los hombres cargan su presa, su cosecha o sus
cuadernos. El río trae noticias, trae inventos, carga los sueños. Le da un nuevo color a la ropa, se limpia el cuerpo. Hombres pintados con jagua, achiote y alucenas, convirtieron un árbol gigantesco en un gran río. Un río infinito.
Federico Orozco, Cali, Colombia.
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No conocí personalmente a Bec, pero me da mucho gusto haber compartido, durante varios años, un espacio de encuentro virtual como es Fotored. Quedará en mis recuerdos, con sus personajes (el Pardo Menéndez y su hija Luz), sus cuentos
e historias (como las cartas a Theo o las campanas de Santa Lucía, entre otros), así como sus experiencias, conocimientos y trabajo fotográfico. Gracias, don Bec
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Laura Rivera, Argentina
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“…yo no he nacido para envejecer
sentado en una silla, en la vereda,
mirando cómo pasa la vida de los
demás. Mi destino es otro.”
ABC 2012
Rocío Trigoso Barentzen, Perú
Fotos: Ayacucho-Perú, 2013
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ARROZALES. Campos de arroz listos para su recogida. En el parque natural de la Albufera (Valencia, España). En algunos
poemas árabes se le denomina Espejo del sol.
En recuerdo de Amado Becquer Casaballe, un maestro de la fotografía al que siempre tendremos en el recuerdo y cuya
obra perdurará en el tiempo. Continuaremos aprendiendo de ti.
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ACORDEÓN. Uno de tanto músicos que se ganan la vida con su música en la calle.
Ricardo Fornas García, Valencia, España
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Sirvan estas fotos como homenaje a un gran estudioso y amante de la fotografía, además de fotógrafo, como fue Bec
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Roberto Lahidalga, España
Kew Gardens, Londres. Marzo 1991
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Estaba haciendo un relevamiento fotográfico del Depto. de Rocha para la Embajada del Uruguay en Argentina.
Este lugar es el Chuy, límite fronterizo al Norte de Uruguay con el Brasil. Había encontrado este pintoresco almacén de pueblo, parecía todo dispuesto escenográficamente para la foto, encuadré, puse foco y cuando iba
a disparar apareció la anciana saliendo de la verdulería, a pesar de la sorpresa hice la toma.... siempre me da
melancolía ver esa imagen... el pasado congelado en una imagen...
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LA FUGACIDAD DEL INSTANTE
foto Susana Mulé
Tu materia es el tiempo, el incesante
tiempo. Eres cada solitario instante.
Jorge Luis Borges
EL INSTANTE
¿Dónde estarán los siglos, dónde el sueño
de espadas que los tártaros soñaron,
dónde los fuertes muros que allanaron,
dónde el Árbol de Adán y el otro Leño?
El presente está solo. La memoria
erige el tiempo. Sucesión y engaño
es la rutina del reloj. El año
no es menos vano que la vana historia.
Entre el alba y la noche hay un abismo
de agonías, de luces, de cuidados;
el rostro que se mira en los gastados
espejos de la noche no es el mismo.
El hoy fugaz es tenue y es eterno;
otro Cielo no esperes, ni otro Infierno.
Jorge Luis Borges, 1964
Susana Mulé, Argentina
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Ariel Gustavo Till, Argentina
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Son fotografías del año 2007, de Noviembre, del ultimo paseo que di con él por las ciudades de Zárate y de Lima, en la
provincia de Buenos Aires. Fue una persona a la que quise como a un hermano y del que aprendí mucho en mi deambular
en el mundo del arte de la fotografía. Su recuerdo siempre estará en mi memoria.. Descanse En Paz el amigo Bec.
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Javier Soto Reola, Vitoria, España
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Michael Montes de Oca, Cuba
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Jorge Talkowski, Argentina
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Regresando al puerto, 1964
El mundo de la fotografia ha perdido un individuo que ha contribuido a esta profesión como fotógrafo, escritor, historiador,
raconteur, reportero y maestro. Bec era realmente una persona del renaissance. Sus enseñanzas han impactado la vida
de muchas personas de una manera positiva e inolvidable. La fotografia, asi como nosotros, ha perdido una de sus mas
importantes y destacadas personas.
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Marlene Dietrich 1961
Andres Davidhazy, Estados Unidos
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“Où est-elle la Mort ? toujours future ou passée. À peine est-elle présente, que déjà elle n’est plus ...”
“La muerte, dónde está? siempre futura o pasada. Apenas ella se presenta, ya no está más...”
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Pablo Andrés Deymonnaz, Buenos Aires, Argentina
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Rosalío Vera Franco, Mexico
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Ruben Pinella, Argentina
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Leonardo Cardoso, Mexico
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Jabi Soto Madrazo
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A uno de mis maestros, incluso en la lejanía
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Un viaje a Colonia por las aguas del Mar Dulce
La palidez mortecina del amanecer porteño, ya avanzado el otoño, apenas permitía adivinar por
encima de los edificios de ese gran bloque irregular de cemento que se perfila en el centro de la
ciudad, un cielo incipiente de nubes. Conocedor de éste y algunos otros asuntos, el viernes Bec
había anunciado que para el domingo dejaría en su casa los anteojos de sol. No se había equivocado, si de meteorología se trata, pero las razones para tal decisión había que ir a buscarlas
-si es que fuese posible dar una respuesta-, en designios tan o más oscuros que ese amanecer.
Pedro de Mendoza al 300 era un hervidero de personas que pugnaban por franquear el acceso
al muelle de la Dársena Sur donde, como un leviatán, el Solidor 2 esperaba a tales impacientes pasajeros. Un ramillete de tubos fluorescentes colgando desde lo alto del techo del galpón
que, tan pomposamente, fue denominado Terminal Fluvial, le otorgaba un aspecto tétrico, por
no decir mortal, a la escena. Entre la multitud, decenas de cámaras y zoom despedían ese tan
característico olor a baquelita recalentada. Sin dudas, era el lugar donde se habían dado cita un
selecto, por no decir formidable y hasta florido grupo de fotógrafos, quizá con una o dos excepciones que, por pudor, prefiero no mencionar.
Tímidas, ocultas entre las lonetas de viejos y descangallados bolsos, una Rolleiflex y su compinche ideológica, la Voigtländer Bessamatic, no se atrevían a asomar siquiera el hocico por
temor a ser vituperadas por modernas Nikon, Canon, Autoenfoques y fotometría de Silicio.
La única Leica del grupo, como un sagaz Dobermann entrenado para destrozar un muslo de
patovica de una dentellada certera y mortal, olfateaba alerta pero con mucho disimulo, para
que no le rompan la nariz de una patada. Las Nikon son mulas histéricas y las Canon traidoras
comadrejas. No se puede confiar en ellas.
Rabia algo en todo aquel cuadro tan real y al mismo tiempo fantasmagórico que recordaba, por
momentos, un cuadro de Archimboldo por la complejidad de ciertos personajes. También se
podía oler a sangre, sentir palpitar venas a punto de estallar ante la más mínima provocación.
Manos sobre la empuñadura de afiladas hojas de acero daban cuenta de que eso no era moco
de pavo. Los diafragmas chirriaban de pura bronca entre f:2,8 y f:22.
Bec descendió del taxi que lo había traído desde su casa y, como en una película de Hollywood, le dio al chofer la guita por la ventanilla sin esperar el vuelto. El muy nabo creyó que eran
5 pesos pero se trataba de un billete de 20. Su preocupación era otra así que no se detuvo a
lamentarlo. Sus ojos de pupila agujereada e iris color caca (o era al revés?) escudriñaron la escena. Alguien, agazapado, estaba a pocos metros de la puerta. Dudó un instante. “¿Se trataría,
acaso, de un vicario de la Super enviado para hacerle, una vez mas, bolsa?” se preguntó en voz
alta, lo que provocó las miradas de asombro de unos vagos que andaban por ahí. Resultó ser
Mariano que estaba asegurando su moto con una cadena. Martín comentó socarronamente:
“cuando vuelva no encuentra ni los rayos”.
Debía encontrar urgente a Ispani. No solo es quien le escribe, desde hace tiempo, los libretos,
sino que ahora era quien le podría confirmar algunas presunciones vitales que, desde varios
días, no le permitían pegar un ojo. Y deseaba que así continuase. Los ojos pegados son una
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joda cuando uno se quiere despertar.
En eso se le aproxima ella y, con mirada cancherita como quien piensa “no te hagas el gil,
pelandrún de cuarta”; extendió su mano (más precisamente, articuló el brazo y el antebrazo de
tal manera que la mano quedara hacia adelante), y a quemarropa, dijo; “Yo soy SuperClaudia”.
Un silencio de sepulcro en actividad se adueñó de aquel paisaje. Cada personaje quedó inmovilizado en su sitio, incluso los que no tenían nada que ver con esa historia, como si el tiempo se
hubiese detenido en el Meridiano de Greenwich y azotado con “no tiempo” a todo el planeta. En
los Polos, humeaban las cintas de frenos. El desenlace podía ser una tragedia que habrían de
recordar los hombres -y las mujeres-, por siglos.
El Bec, que es gil pero no mastica vidrio, cuando vio que sobre el hombro derecho pendía un
Manfrotto y, metros atrás, el Doctor Engelmann aguardaba el más mínimo paso en falso, la más
inequívoca señal de intentar lo que fuese, para descargar su furia cual un Cosaco enceguecido
por necesidad de sangre tibia y de victoria para vengar todas las afrentas padecidas por los
Romanoff, acomodó inmediatamente los tantos, aflautó la voz como para que cualquier testigo
pudiera entender que una agresión suponía ventajas del contrincante, y solo atinó a decir: “Ese
no soy yo”. Pero la mentira duró una fracción de tiempo. Tuvo que admitir su derrota, en público, para siempre.
El Solidor 2 (o era el Tamron 200?) largó con cierto atraso las amarras y navegó por el Canal
Sur de Acceso al Puerto de Buenos Aires para liberarse de los bajíos de la zona y, finalmente,
puso proa a la isla Farallón. La travesía careció de incidentes dignos de ser recordados. Al llegar
a Colonia y tras caminar una legua hasta el casco antiguo de la ciudad donde se conservan
algunas casas del siglo XVIII, terminaron por encontrarse con el Oriental que, en compañía de
Rosario, su digna esposa, ofreció un trípode. Los más suspicaces creyeron percibir que en realidad se trataba de una bombilla enmascarada y que su auto era un gran mate.
Por todos lados nos rodeaban indígenas tomando mate. Es interesante ver la habilidad que han
desplegado para sostener el Termo -un tubo de vidrio forrado de lata-, por debajo de la axila
izquierda al tiempo que lo afirman con el antebrazo, en tanto sostienen en la mano un recipiente
que puede ser de calabaza curada al sol o madera tallada, del cual surge una especie de antenita hueca, monopie o cánula en uno de cuyos extremos apoyan los labios y chupan. A eso le
dicen matear. Todavía está en el recuerdo de una generación de nativos cuando a Miles Davis,
que había llegado de visita a Montevideo, le convidaron un mate. En las paredes del hall del
Victoria Plaza persisten las marcas de yerba incrustada que, como un cuadro surrealista, nadie
se atreve a quitar.
El almuerzo fue abundante, sabroso y divertido. A varios de los comensales les sirvieron un
churrasquillo de ternera que lo hicieron pasar por chivito, pero nadie se dio cuenta. Las botellas de vino uruguayo se vacían a una velocidad increíble. Sospecho que la parte de abajo tiene
vidrio esponjoso, pero el mozo nos explicó que la razón es que están fabricadas a una velocidad de 1/4.000 de segundo.
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Ispani conquistó a dos hermosas mujeres que integraban un contingente de turistas enviado
por Alderete a la costa uruguaya e, incluso, posó al lado de ellas para una foto.
En un momento llegó a preocuparnos el telegrama recibido desde Irurtia donde pedían explicaciones a la comuna local sobre el motivo por el cual las existencias de Cabernet-Sauvignon
habían descendido ese día a límites intolerables. A Pablo se lo pudo ver caminando en cuatro
patas mientras que Claudio le observaba socarronamente sosteniendo en su mano un vaso que
contenía alpiste fermentado con hielo.
Era un día de fiesta en Colonia. Las autoridades municipales tienen en la piel, en la voz y, por
sobre todo, en la consciencia, un auténtico sentido de nacionalidad. La Banda Estudiantil hizo
las delicias de los turistas que ese día habíamos ido a visitar la villa. Tras desfilar por las calles,
las “lolitas” se encolumnaron frente a la Prefectura Nacional y al son de marchas brasileras
y ataviadas con uniformes que caracterizan a los Colleges desde New York a San Francisco,
para danzar. En un momento levanté mi vista hacia el mástil donde ondeaban esas curiosas
banderas, una que dice “Libertad o Muerte”, la otra con dos franjas azules separadas por una
blanca y atravesada por un paño rojo, o esa con un sol resplandeciente y, sobre campo blanco,
nueve franjas azules. Me pareció que, lentamente, a medida que los ritmos brasileros y los pasos de comparsa gringa se hacían más firmes, las banderas nacionales se iban deshilachando
hasta convertirse en trapos viejos sin contenido ni sentido.
Un cielo plomizo, cargado de pesadas nubes, dejó adivinar hacia el poniente como si fuese
la luz que se escapa por debajo de una puerta aquellas tonalidades cálidas del irrecuperable
atardecer. A las seis en punto, estábamos nuevamente reunidos en uno de los tantos bares que
nutren el centro de la antigua villa. El diálogo se tornó soporífero: discutían sobre qué hacer si a
uno le ofrecen 2 millones de dolares como un acto de corrupción.
El Solidor 2 emprendió el regreso llevando a estos guerreros y walkirias de la imagen algo más
cansados y probablemente más viejos pero, también, un poco más felices.
Bec
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Burger de la Octava Ave en NYC
El Burger King de la Octava avenida y la calle 30 es tal vez lo más parecido a Pippo que un
porteño puede acceder. Helen, con quien compartíamos la habitación junto a Gabriel para
que el hotel nos saliera más barato, se negaba a entrar. El día anterior había ido a cenar ahí y
una de las empleadas, según ella, la había maltratado. Logramos convencerla. El aspecto de
la empleada era realmente apabullante. Debía pesar unos 140 kilos y medir no menos de un
metro ochenta. Para amedrentar a quienes aún creen que el cliente siempre tiene la razón, no se
afeitaba el bigote. Con Gabriel nos dirigimos con paso decidido hasta donde se encontraba, la
miramos con firmeza a los ojos y le pedimos tres hamburguesas con queso, dos cocas (Gabriel
no bebe) y papas fritas XL plus. Literalmente nos arrojó las papas fritas en la bandeja al tiempo
que no dejaba de vociferar en un dialecto que parecía originario de la calle 125. Gabriel, con su
inglés aprendido en Oxford fue incapaz de traducir el mínimo vocablo. Nos sentimos terriblemente incomunicados. Entre aquella chica y yo existe algo que nos separa.
El domingo 13 fue un día muy especial. Los puertorriqueños realizaban su desfile por la Quinta
Avenida. Un millón de ellos viven en New York. Hablan un nuevo idioma. Yo había estado en dos
oportunidades en la isla y creía, hasta entonces, que ellos hablaban castellano y, como segundo
idioma, el inglés, si bien han inventado nuevas palabras tales como “parquear” para referirse al
acto de estacionar un automóvil. En Nueva York hablan un tercer idioma, o tal vez un dialecto.
La estructura de la frase se corresponde al castellano, con verbos que simulan ser inglés. Tuve
dificultades para poder comunicarme.
Un sargento del New York City Department Police, esto es, un botón, se empeñó en prohibirme
tomar fotografías. “Go!!”, me dijo, señalándome la cerca que se suponía debía separar a los
desfilantes del público. Le dije que no le entendía un corno y que no me iba a mover de donde
estaba. El hombre se alejó algo ofuscado y regresó con otro policía que hablaba castellano.
Me dijo que el sargento le había dado la orden de que me echara. Le expliqué que no estaba
dispuesto a acatar esa absurda e inconsulta orden y que si quería que me fuese tendría que
esposarme y quitarme del lugar a la fuerza. Que de hacer eso los denunciaría ante la Comisión
Interamericana de Libertad de Prensa por obstaculizar mi trabajo. El policía me pidió disculpas
y me aclaró que yo tenía razón y que el sargento era un cabeza dura, pero que era mejor que
saliera de ahí y que ingresara por otro lado. Si las cosas me las piden por las buenas, me sacan
hasta la camiseta. Me fui.
Chinatown es todo un mundo. Estaba haciendo unas fotos frente a una pescadería cuyas
vidrieras tenía una gran profusión de carteles en chino. Uno de los empleados me preguntó de
dónde era. Le respondí: “argentinien”. El hombre sonrió y me dijo que era de Guatemala, que
lo importante era saber inglés, que hacía cuatro años que trabajaba ahí y aunque el sueldo era
bajo, se quedaba porque su patrón era una muy buena persona. Yo le pregunté cómo hacía
para entenderse con su patrón chino pero él me dijo que era judío.
Greenwich Village es un lugar muy encantador con precios que exceden mis posibilidades. En
aquellas angostas calles existen innumerables comercios que venden todas las boludeces que
uno pueda imaginar, pero caras. Sobre la vereda, unos asiáticos se dedican a dar masajes a los
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transeúntes, quienes deben apoyar su cabeza en un curioso aparato de madera con una suerte
de circulo acolchado donde se apoya el rostro. La sesión, según el cartel, cuesta 10 dolares. Al
pasar frente a uno de esos servidores de la cervical, una chinita saltó literalmente delante mio,
me tomó del cuello apoyando sus dedos y sentí como una especie de escalofrío que me recorrió la columna hasta el huesito dulce. Le expliqué que mi presupuesto solo me permitiría pagarle
4 dolares. Accedió.
Estaba caminando por la Beeckman Street y al llegar a una esquina advertí la existencia de un
simpático bar que anunciaba Coffee Expresso. Me senté en una mesa (en rigor lo hice en una
silla enfrentada a una mesa) y a los pocos minutos me atendió una joven que no tendría mas de
25 años, de cabellos rubios recogidos en un rodete sobre la nuca, ojos claros y piel transparente. “Por favor, quiero un café negro expresso”, le dije. Ella, muy sorprendida, me pregunta:
“Señor, como supo usted que yo hablo español?”. “Bueno -le respondí-, sucede que yo también hablo español y que es el único idioma que sé, por lo que no podría haberte hablado en
otro idioma que no fuese el mio”. Es increíble el egocentrismo de algunas personas como el de
esa chica que, en una fracción de segundo, había llegado a creer que yo sabia castellano para
hablarle a ella.
El edificio de la calles Washington y Bethunia, en el West Village, tiene su historia. Ahí vive mi
amigo Pablo, un puertorriqueño hijo de un ucraniano que emigró a los Estados Unidos. En
ese edificio funcionó el laboratorio de la compañía de comunicaciones Bell. Se desarrollaron
muchas invenciones, incluso el capítulo electrónico del Proyecto Manhattan para construir las
bombas atómicas que serían lanzadas en Hiroshima y Nagasaki. Nadie quiere acordarse de ese
pasado porque ahora ha sido divido en departamentos que alquilan artistas pobres. Mirando a
través de la ventana que da a un patio interior me quedé atrapado por una sensación de angustia difícil de transmitir en palabras. Pablo advirtió lo que podía estar sucediéndome y para
hacer mas grato ese instante me recordó: “Ahí, en ese patio, donde estás mirando, se estrelló el
cuerpo de Diane Arbus”...
New York tiene muchas de esas historias pequeñas que la hacen también grande como ciudad.
Después de todo, como lo han dicho muchos escritores, las ciudades son como textos que
podemos aprender...
BeC
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El Pardo Menéndez y la tarjeta gris al 18%
En mis años mozos, cuando no teníamos otra cosa que una Nikon F Photomic y debíamos
hacer fotografías, por ejemplo, en Bariloche durante los torneos de esquí en el Cerro Catedral,
en la Antártida (a bordo de un queche de 15 metros, rodeados de pingüinos, cetáceos, focidos
y otaridos), utilizábamos el sistema conocido por el acronismo SRMC.
Según cuenta la leyenda -nada de esto ha sido corroborado por la ciencia de la historia- fue inventado por el “Pardo” Menéndez, hombre del campo que supo venirse para la ciudad cuando
todavía usaba pantalones cortos. Allí trabajó primero como mandadero, luego fue ascensorista
en el viejo edificio del diario Critica. Paso el tiempo y el “Pardo”, que era muy apreciado, ingresó
al Departamento de Fotografía. Lucía colgada de su cuello una Contaflex.
Todos los fotógrafos, más avanzados, usaban una Tarjeta Gris al 18 % en aquellas situaciones
difíciles. El “Pardo”, en una oportunidad y careciendo del mencionado adminículo, le preguntó
a uno de sus compañeros “que tiempo y diafragma te da”, el otro, le dijo “efe ocho en quinientos”.
Menéndez registró el dato, apuntó con su cámara sobre el revés de la mano, y detectó que le
daba “efe cinco seis en quinientos”. Advirtió que su piel sobrexponía un punto (de ahí el mote
de “Pardo”, porque que se dice rubio no era).
Desde entonces, sabiendo que el reverso de su mano estaba desajustado en un eve (1 EV),
hacía la corrección y obtenía excelentes resultados.
El sistema fue muy pronto copiado por los demás fotógrafos. Cada uno tenía calibrado el reverso de la mano. Incluso hubieron quienes, por desmemoriados, se tatuaron la corrección en el
dedo meñique.
Los mas blanquitos tuvieron algunos problemas, solucionados con ingenio. Sucedía que en verano no debían hacer ninguna corrección o, en todo caso, era de menos medio eve, en especial
si habían ido de vacaciones a la playa o a cualquier lugar con mucho sol, y en invierno, ya casi
transparentes, podía ser de más de medio eve. Para eso se tatuaban el anular.
El sistema se extendió pronto al Zaire y a Dinamarca, así como a muchos otros países del orbe,
naturalmente con los respectivos ajustes étnicos.
De ahí que al Sistema del “Pardo” Menéndez se lo conoce como SRMC (Sistema de Reverso de
la Mano Corregido). Les puedo asegurar que funciona.
A. Becquer Casaballe / [email protected]
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EL MIEDO A LA TECNOLOGIA
El desarrollo de la tecnología de imágenes digitales, que pareciera prometer una profunda transformación del valor de la fotografía como medio de documentación, ha servido de invitación
para reflexionar sobre los fundamentos éticos de las imágenes.
En mayo de 1905, durante la guerra ruso-japonesa, el almirante Togo derrotó a la flota zarista
comandada por el príncipe Rozhdestvenski. Mientras los japoneses mantenían un estricto silencio radiotelegráfico, el comandante ruso utilizaba las frecuencias como si el enemigo también no
las captara. Eso posibilitó al almirante Togo conocer la integración de las divisiones rusas, para
planificar en base a esos datos su táctica vencedora.
En 1839, a poco de haber sido presentado el daguerrotipo, en el diario Leipziger Stadtanzeiger
un ignoto periodista escribió: “ El deseo de captar los reflejos evanescentes no solamente es
imposible, como se ha demostrado por las investigaciones alemanas realizadas, sino que el solo
deseo de conseguirlo es ya blasfemia. Dios creó el hombre a su imagen y ninguna máquina construida por el hombre puede fijar la imagen de Dios. ¿Es posible que Dios haya abandonado sus
principios eternos y permita a un francés, en París, dar al mundo una invención del diablo?”
La Batalla de Tsushima es uno de los ejemplos que se pueden citar como falta de comprensión
de una nueva tecnología, mientras que el artículo del diario alemán evidencia que cuando algo
no se entiende, muchas veces se lo descalifica con argumentos inverosímiles.
La actual preocupación que muchos fotógrafos expresan por la digitalización de imágenes, a
partir de las posibilidades que ofrece la computadora, pareciera que tomaran conceptualmente
el camino del príncipe ruso Rozhdestvenski, esto es, ignorarla, o los temores del escriba del
Leipziger Stadtanzeiger.
Históricamente, nunca un sistema o procedimiento tecnológico ha sustituído a otro de la noche a
la mañana.
El espacio ocupado por una u otra tecnología podrá ser mayor o menor, tener más éxito comercial o ser a todas luces más eficiente, versátil y económica.
Cuando surgió la radiofonía, no fueron pocos los que creyeron en la muerte del diario. Al surgir la
televisión, se habló de la desaparición de la radio y del cine. Pero “ los muertos que vos matáis,
gozan de buena salud”.
Sin embargo, la relación existente entre los medios antes mencionados no es tan estrecha.
Jacques Fouvet, fundador de Le Monde, expresó: “la radio enuncia, la televisión muestra y el
diario explica”, tres campos de la información perfectamente definidos.
La imagen digital, en cambio, se propone ocupar el mismo campo de la fotografía basada en la
plata metálica: el pixel sustituye al haluro de plata.
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En lo que respecta a la captura de la imagen, el proceso también se fundamenta en un sistema
óptico. La digitalización no elimina la cámara, es decir, la herramienta fundamental del fotógrafo.
Por su parte, la computadora sustituye al laboratorio y a todo el proceso artesanal.
Las analogías son muchas, como hemos visto. Entonces, ¿cuales son los motivos para temerle a
la digitalización? Se trata, en mi opinión, de un problema ajeno a la propia tecnología: se teme al
uso que de la misma pueden hacer los hombres.
Se habla de alterar la realidad, de colocar elementos y eliminar otros, por medio del “retoque
electrónico”. Variar los colores y tonalidades.
Todo eso y mucho más, sin que se pueda discernir entre lo que ha sido creado por la imaginación del operador del sistema y la realidad original que enfrentó el objetivo de la cámara.
¿Debemos preocuparnos y, lo que es peor, oponernos a esos avances?
Viajemos un poco al pasado, para aprender de la historia.
Daguerre desarrolló un sistema que exigía una exposición comprendida entre los 20 y 10 minutos, a pleno sol. Con algunos perfeccionamientos, el proceso permitía obtener una imagen en
pocos minutos. Jamás alcanzó la instantaneidad.
Se debió pasar primero por las placas al colodión hasta llegar a la placa seca de gelatino bromuro, para que el movimiento pudiera ser capturado. Todas fueron mejoras.
Fue el período de la “foto creíble y objetiva”, que podía mostrar incluso aquello que el sentido de
la visión no era capaz de discernir.
Cuando se produjo el alzamiento de la Comuna de París (1871), Appert realizó un fotomontaje
para “evidenciar” el supuesto asesinato de frailes en las calles.
La fotografía no dejó de ser creíble por ese fotomontaje, pero quedó demostrado que podía ser
manipulada para alterar la realidad.
Sabemos que la fotografía analógica no es “objetiva”. Puede ser manipulada de múltiples maneras, no solamente con fines expresivos (solarización, eliminación de tonos, etc.), sino para crear
una ilusión de que algo ha existido o sucedido.
De esa forma, si la manipulación de la imagen es a través de procedimientos analógicos o con la
utilización de un sistema de digital, la cuestión es exclusivamente ética.
Becquer Casaballe / [email protected]
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La Gran Disputa
El lugar pactado era en Castro Barros 80, a menos de una cuadra de la Avenida Rivadavia para
que el incobrable pudiera llegar en el subte sin mayores problemas (tiene el auto embargado en
el taller mecánico), mientras que el desafiante lo haría en el auto que le prestó su mujer (quien
también le pasa una mensualidad para mantenerlo).
Afuera, vendedores ofrecían gorritos y camisetas con los retratos estampados de los contendientes. Panchos, gaseosas, alguna que otra cervecita escondida y los infaltables papelitos le
daban el marco de festividad que la reunión requería.
Las Barras Bravas habían sido separadas por un vallado que custodiaba la Federal, no sea
cuestión que se trenzaran a puño limpio antes de que comenzara el match ahí adentro.
Apareció primero BeC, envuelto en algo que no se sabía muy bien si era una toalla con un agujero para la cabeza o una auténtica bata autografiada por el mismísimo Ringo. Desde la tribuna
contraria salieron disparadas naranjas y tomates que el retador logró ir esquivando con saltitos
que parecían de ballet.
—“A ustedes también se las voy a dar, manga de mediocres” les gritó con la voz medio aflautada y con los ojos enrojecidos por la ira mientras alzaba amenazante sus puños y se despeinaba.
—“¡Vieja de barrio, alcahueta!” le vociferó Guille a prudencial distancia y escondido entre la
muchedumbre (no sea cosa que también la ligara). A su lado, Pablito asentía con la cabeza
mientras lamía un chupetín y la mamá le acomodaba el babero. Con los pañales recién cambiados se sentía Batman.
—“Inmoral” alcanzó a gritarle Jorgito, reforzando la idea de que el oriental no le resultaba para
nada simpático. Es todo lo que dijo en meses y lo estuvo pensando para pronunciarlo bien,
diferenciando la ene de la eme.
Sin dudas, la Barra Brava de Osky era la que tenía mayor presencia y la que estaba dispuesta
a jugarse el todo por el todo. A veces, las peleas se ganan antes de subirse al cuadrilátero si se
cuenta con buenos partenaires dispuestos a socavar la moral (si es que la tiene) del adversario.
El clima estaba muy enrarecido. Aunque no se permitía fumar en la tribuna, unos cuantos lo estaban haciendo y otros querían prender unas bengalas, pero fueron contenidos por la Guardia
de la Federación Argentina de Fotografía que había enviado a su fuerza de choque disimulada
entre el público. La cuestión, para ellos, se tenía que decidir arriba del ring y no en sus alrededores.
En medio de esa escena cuasi fellinesca, apareció la figura esbelta, musculosa y jovial de Osky,
con una amplia sonrisa cuyos dientes provocaba destellos en todo el amplio espacio de la Fed62
eración de Box. Llevaba colgada del cuello una Kodak Autographic 3, que había logrado salvar
del ultimo embargo.
Caminando con paso firme tomó un poco de carrera y saltó sobre el ring sin tocar siquiera las
cuerdas, con una agilidad que le envidiaría el mismísimo Hombre Araña.
Las cartas estaban echadas. La jueza, de nombre Myriam, miró hacia un lado para ver el rostro
de los jurados entre los cuales estaba Mariano, Walter y Xavier, que había viajado especialmente
desde Vitoria para no perderse La Gran Disputa y, como nadie quería ser árbitro, lo metieron a la
fuerza. Era amigo de los dos y no deseaba verse involucrado.
La tribuna se calmó por un momento. Había llegado la hora de la verdad, la que se define con los
puños al mejor estilo de los guapos del 900.
Sonó la campana dando inicio al primer round de una pelea acordada a cinco asaltos, tope máximo que se permite por la avanzada edad de los contendientes, aunque nadie creía que podrán
pasar del segundo o tercero, en el mejor de los casos.
—“Puto, maricón, vení que no te tengo miedo” lanzó Osky como para quebrar el hielo y
mostrarse amigable pero, sobre el pucho, recordó que en la tribuna había un representante del
INADI así que tragó saliva y aclaró que no tenía nada en contra de los gays y que lo suyo no era
otra cosa que uno de sus clásicos chascarrillos.
—“Insolvente, incobrable, inimputable” le respondió BeC sin dejar de mover sus puños como
quien va a lanzar un puñetazo pero siempre a la distancia.
—“Dale, vení, cobarde difamador, si no fuera porque escribís mal mi nombre ya te tendría agarrado de las bolas, qué digo, ¡No tenés bolas!” se apuró a decir Osky, recordando el asunto de
Mariscal del Aire Hermann, que no es el de la mayonesa precisamente.
Sonó la campana y la jueza los mandó a cada uno al rincón, dándoles el minuto reglamentario
de descanso. Pablito seguía con el chupetín (era el segundo de la noche), Guille se agrandaba
y, parado sobre su butaca, le gritó a BeC: “Te voy a pasar por virador de selenio y vas a quedar
verde” (sin tener la más pálida idea de cual es el efecto del selenio). El otro, desde su rincón,
apenas levantó una ceja haciendo como que no lo escuchaba. Osky, en cambio, seguía exultante
y sonriendo en todas direcciones. Los cuboflash rebotaban en el blanco de sus dientes generando un espectáculo como si fuera el 14 de Julio en París.
Segundo round. La jueza le señaló a Osky que se tenía que poner el protector bucal (recién había
advertido que no lo tenía cuando casi se quema una cortina por el rebote de la luz) y, con un
además con ambas manos, invitó a retado y retador que comenzaran el segundo Round.
Las piernas de BeC habían pedido la agilidad de los minutos anteriores y, a pesar del maquillaje,
se lo notaba un poco cansado. Osky conservaba toda su vitalidad así que no perdía la iniciativa.
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—“Fabricante de catálogos, farsante, embaucador de multitudes, pseudopedófilo, digo, fotógrafo, que te copias todo, hasta de mis fotos y escritos” le gritó Osky como pudo, con el
protector medio trabado entre la lengua y el maxilar inferior al tiempo que hacía una pirueta
para esquivar una piña que casi le da de lleno en la nuca pero que en realidad siguió de largo
a centímetros de la oreja. Eso lo exasperó: “—cobarde, me atacás por la espalda” agregó y le
reclamó a la jueza que interviniera.
—“Andá a caminar por Villa Crespo, inútil” le dijo BeC.
—“¡Nazi, nazi, antisemita!˝ soltó Osky con su voz grave y varonil al tiempo que expandía sus
pulmones para mostrar toda la potencia de su hercúleo tórax y poder amedrentar a BeC, que
parecía soportarlo todo, aunque ya no se sabía por cuanto tiempo más.
Campana de nuevo. Pablito se había quedado sin el chupetín, el cual rodó por el piso porque
Guille le dio con la mano al bajarse de la butaca dando un mandoblazo para el costado porque
casi se cae de espaldas al oler su propio aliento. Jorgito estaba en otra, había empezado a
leer el manual de la cámara digital que se había comprado porque no encontraba la tapa para
ponerle el rollo de película.
Los árbitros empezaban a bostezar. Xavier se entretenía con su Canon EOS 5 haciendo fotos
de las chicas de la tribuna que habían venido para alentar a BeC pero que no se manifestaban
por indecibles temores. Mariano, en cambio, se sentía un poco desilusionado porque no había
sangre, solo sudor y algo de saliva que salpicaba cuando se gritaban. Walter se concentraba en
sus ideas queriendo ser justo, cosa poco menos que imposible con estos dos pesos pesados
del agravio.
Así pasaron los otros rounds, con intercambio de insultos, agravios, sacadas de trapitos sucios
al sol, lavada de ropa fuera de la casa y ya no me acuerdo que otras cosas.
Se apagaron las luces del ring, apenas quedó la penumbra y el silencio de una pelea sin objetivos ni premios, solo las ganas de romper un poco la paciencia.
Osky bajó primero del ring sosteniendo un espejito retrovisor, no sea cosa que de nuevo quisieran golpearlo brutal y cobardemente desde atrás. Esta vez lo hizo sin dar el saltito de Hombre
Araña que al principio había enfervorizado a las masas, sino que descendió por la escalera,
paso a paso y asistido por Jorgito, Guille y Pablito, que lo cuidan como a un bebé.
Detrás de él lo hizo BeC, tratando de asegurarse que no apareciera desde su letargo para mandar un zarpazo, y también con pasos lentos, cuidados y meticulosos, pero sin nadie que lo sostuviera. Está tan “quemado” que ninguno de los presentes se quiso hacer cargo de sus afectos.
Yo me quedé en la tribuna tratando de darle un final a estas líneas, pero parece que no tienen
final porque, como decía antes, no hay ningún objetivo.
Daba un poco de pena verlos alejarse, cada uno en una dirección distinta y, tal vez, prometié64
ndose en sus fueros íntimos, que la próxima vez sería distinto, o bien una tregua de Navidad
o del Día del Perdón, aunque más no sea para no seguir aburriendo a la gente, o hasta que la
sangre llegue de verdad al río...
“La Gran Disputa”, pensé, “es siempre un poco más de lo mismo”.
Pardo Menéndez
En la ocasion de la inauguracion de la Expo Fotored I en Canarias
Don Rafa: Una vez más, mis sinceras felicitaciones porque esa exposición, que surgió como
un proyecto sencillo, hasta diría humilde, desde uno de los más viejos camaradas de la lista
de México, que suele habitar en un “pueblito”, ya ha traspuesto varias fronteras, creciendo en
forma constante.
Pienso que la globalización, la tan temida Aldea Global de la que nos hablaba mister Marshall
McLuhan (esta bien escrito?), es más, la que anticipó como estructura económica supranacional y poderosa Vladimir Ilich Ulianov en su libro “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”
en una fecha tan temprana como los primeros años de este siglo que fenece, tiene también su
contracara: nosotros.
Porque Internet, aunque haya nacido como un proyecto del Departamento de Estado de USA
en plena guerra fría como respuesta de Comando y Organización ante un eventual ataque
masivo de la URSS, ha pasado a pertenecernos y, con ello, nos hemos democratizado como
jamás se hubiera imaginado el más libertario de los pensadores humanistas.
En Internet podemos emocionarnos con las palabras del Subcomandante Marcos (a propósito:
cuándo lo van a ascender a Comandante?), informarnos, jugar y divertirnos, ponernos serios
y llorar y hasta perder el tiempo. Pero lo más importante, al menos para mi, es que podemos
integrarnos a la más loca, increíble, particular, emotiva, sólida, expansiva, culta, digna, sincera,
honesta, democrática lista que es la FotoRed.
No se qué sería Internet sin esta lista... Probablemente desaparecería en poco tiempo ya que
no tendría sentido de ser...
Gracias a todos ustedes, sus protagonistas sin líderes ni dirigentes, donde la opinión, los sentimientos, las ideas y aspiraciones de cada uno tienen exactamente el mismo valor. Esta es una
democracia directa, auténtica y, por momentos, hasta ideal.
Por eso, una vez más, mis felicitaciones.
Bec, Pardo y Luz Menendez, desde aqui, en los 34 grados de latitud sur y 58 grados de
longitud oeste del maltratado planeta Tierra.
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Estadía de Bec, El Pardo y su hija Luz
Crónica desde Vitoria, 07 Octubre 2000
Por Jose Javier Soto desde Vitoria.
Buenas tardes a todos y todas desde Vitoria, con estos relatos, verdaderos O.T., quiero contaros las andanzas del Uruguargentiporteño Bec y sus amigos.
Respetando la libertad de cada uno, aviso: esto puede ser un coñazo para alguien, por lo que
le recomiendo que cuando vea ese título en el asunto, le de a la tecla de suprimir, prometo no
guardarle rencor por ello.
Puedo prometer y prometo, que todo lo que se escribirá acá, es la verdad, solo la verdad y
nada más que la verdad, por lo que si alguno se ve reflejado y se pone rojo, el problema es
suyo, yo solo haré de narrador y contaré todo lo que sé, vi y me dijeron sin omitir detalle.
He dicho.
CAPÍTULO I.
Serían, sobre las ocho de una tarde gris, lluviosa de Castilla-La Mancha, cuando el tren entraba
en la estación de Miranda de Ebro, ciudad cercana a Vitoria, lugar de destino de nuestros amigos.
Durante todo el día estuve pensando en lo que le diría cuando se hicieran realidad mis sueños de conocer a una persona, que había influido mucho en mi vida profesional de fotógrafo,
ayudándome a dar ese difícil paso de “aficionado” a “profesional”, tenía todas las preguntas en
mi mente, una detrás de otra, y solo esperaba ese apretón de manos o ese abrazo, para empezar a decirlas.
El tren se acercó al andén, se detuvo y ya desde su interior nuestro amigo Bec me hizo un
saludo con la mano, al fin bajó, yo le hice un par de instantáneas y me fundí en un abrazo, momento este que llevaba esperando como dos años y al fin se hizo realidad. Cuando fui a soltarle
todas mis preguntas, me desarmó con una frase que me hizo olvidar todo; nuestro amigo Bec
me soltó : Che, piiiibe, vos sois el Ernest Hemingway de Vitooooria.( léase con lechee dulce de
BsAs). Yo no supe qué decir y pasé a saludar a los demás acompañantes de Bec.
Primeramente lo hice con nuestro amigo Pardo Menéndez y le di un fuerte y amistoso apretón
de manos y me fije en su dorso y le dije: 18% de Gris, carta Kodak.
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Luego le tocó el turno a la bella, a la maravillosa hija del Pardo, la mismísima Venus, hay que
ver que piernas más esbeltas y largas, ese culín, tan bien modelado y tan prieto y ese cuerpo
con ese par de........ de....... cántaros de miel, que me hicieron sulivellarme. A Luz, le di un delicado abrazo y sentí su cuerpo al lado del mío. Su padre, el Pardo, creo que “cogió”, no perdón,
quise decir que TOMÓ alguna corriente y se enfrío, porque al poco rato de abrazarme a Luz,
empezó a carraspear y hasta Bec, tuvo que hacer esfuerzos para separarme de ella, una pena
pero tuve que dejar de abrazarla, confieso que no me hubiera importado estar así horas y horas,
pero estos dos amigos se impacientaban.
Cogí..... tomamos el coche y nos dirigimos a Vitoria, donde llegamos después de mantener una
amigable charla para romper ese hielo que se forma entre dos personas que nunca se han visto,
pero que se han escrito y, ver asi si se parecen a las características, que cada uno pone en su
mente en esos casos. La verdad, Bec no se parecía en nada a como me lo imaginaba yo, no
obstante había visto fotos de él, me lo hacía de muy distinta forma.
Ya en casa, dejamos su valija y sus cosas en su habitación y nos sentamos en el comedor, a
hablar un poco en compañía de Mila mi mujer, que después de saludarlo, me hizo una seña para
que sacase algo de beber y de esta forma, le empecé a pagar a Bec el precio por el curso que
envío.
Abrimos una botella del 78 de Viña Imperial, le di a catar a Bec, y me demostró su alto conocimiento en esto de los vinos, es una delicia verle catar y saborear este néctar.
Más tarde nos sentamos a cenar, degustamos un plato típico de esta zona, que Mila había preparado para esta occasion y durante la cena hablamos de todo, un poco de nuestra vida y un
poco de este mundo y, cómo no, un poco de fotografía, pero fue muy ameno escuchar a Bec,
con ese dulce hablar de su tierra.
Hicimos un poco de sobremesa y después revisamos el correo de Internet, para retirarnos a
descansar, ya que Bec estaba cansado y le convenía estar despejado al día siguiente, para tratar
de llenarse la cabeza de cosas, vistas, rincones, paisajes de esta tierra.
Continuará.
Jose Javier Soto desde Vitoria, reportando al foro.
Antes de seguir con el relato de la estadía de Bec en Vitoria, debo de hacer algunas sugerencias.
Primera, que si responden a algunos de los mensajes, que me gusta mucho que lo hagan, y que
quiere decir que se han molestado en leerlos, lo que es grande para mí y se lo agradezco infinitamente, lo hagan quitando mucha de la parte del mensaje originario, es una de las normas del
foro.
La segunda, es que todo lo que cuento es verídico, ya que hay gente que está contestando y
dando una imagen muy equivocada de mí, sobre todo con respecto a la timidez, repito yo soy
muy tímido y esto me corta un montón.
La tercera, el relatarles estas maravillosas vivencias que he tenido en la estadía de Bec, me es
muy difícil, ya que yo no soy escritor, por no ser no soy ni fotógrafo y deseo que no se me tenga
por chapucero.
Una vez dicho esto, prosigamos con la faena.
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Y así responde Luz al reportaje de Jose Javier Soto ...
Hola Javier:
Acerca de su relato donde menciona ”Luego le tocó el turno a la bella, a la maravillosa hija del
Pardo le di un delicado abrazo y sentí su cuerpo al lado del mío...
En esos momentos debo confesarle que agradecí que su religión no se lo permitiera porque,
la verdad, comenzaba a inquietarme como nunca me había sucedido por la manera como sus
brazos rodearon mi cintura y sus manos se apoyaron, largamente, sobre aquella parte de mi
anatomía en la que la espalda comienza a articularse para dar forma al nacimiento de mis caderas por su parte posterior.
Era placentero, pero usted sabe, la mirada de papa es como una condena y por respeto me sentí
obligada a tener que apoyar mis manos sobre su pecho para separarle. Usted pudo apreciar
que el esfuerzo no ha sido mayor; simplemente aparentaba no querer estar a su lado y es por
eso que giré mi rostro para no tener que enfrentar sus labios e hice un amago de patearle los
gobelinos si no aflojaba pronto. Me habia cogido usted con tal ahínco que hasta temí quedar
embarazada.
En el camino hacia Vitoria desde la estación del tren en Miranda del Ebro hubiera deseado ir sentada a su lado, pero papa, con ese dejo tan autoritario que le distingue y su convencimiento de
que aun soy una niña, no me dio otra alternativa que ocupar el asiento de atrás en el Mondeo. El
apoyacabezas no me permitía verle la nuca, ni nada. Debi conformarme con imaginarle. Es usted
muy elegante.
Luego de la cena y de beber una o dos copas de aquel exuberante vino que colmó mi sed, al
no estar acostumbrada tuve la sensación de que las cosas giraban en torno mio y que sus ojos
adquirían una dominante magenta. Me pareció ver cómo sus caninos le crecían a la par que su
blanca piel se ponía cianótica. Sentí entonces extraños sentimientos encontrados porque, al
unísono, quedé paralizada de miedo pero también deseaba otra vez estar en sus brazos como
sucedió en Miranda de Ebro. ¿Cuándo volvemos a la estación? Me encantan los trenes.
No resistí la tentación porque, como usted bien lo ha dicho, hay que pecar primero para despues
tener razones de que arrepentirse. Asi que cuando papa fue al baño, me atreví a intentar rozar
con mis piernas sus rodillas por debajo de la mesa. Era su piel tan suave, hasta que advertí que
lo que acariciaba era al gato. Luego, no tuve el coraje de hacerlo otra vez temerosa de que usted
pudiera pensar que soy una cualquiera. A mí los hombres me tienen que ganar con algo de esfuerzo, si señor.
Al acostarme, la cama era tan silenciosa y ancha que la soledad fue inconmensurable. A través
de la ventana se colaban los ruidos de los autos y las risas provenientes de la berbena de al
lado. El cante jondo de aquellos inmigrantes andaluces en tierra de Euskadi, el taconeo sobre el
tablao, las palmas y castañuelas, provocaban en mí sentimientos de lujuria que preferí aplacar
con una aspirina.
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Después de todo, hay cosas que nos separan irremediablemente: no deseo ser la segunda de
nadie aunque, pensándolo bien, me habría atrevido a tirar la chancleta por algunas horas si
usted me lo hubiera propuesto. Claro que jamás el primer día, pero en una de esas, en el tercer
o cuarto encuentro, habría sentido el placer infinito en que me hablara al oido con ese tono tan
castizo que le engalana. Es usted muy interesante, su cabello blanco y lacio, sus ojos claros
con una mirada profunda y pícara, y esa pancita tan seductora.
Al otro día, mientras papá salió a caminar por el centro gótico de Vitoria, me resultó muy tierno
de su parte que me invitara a conocer el cuarto oscuro de la Agrupación. Me fascina el olor
a ácido acético y el papel doble peso de contraste variable. A veces me quedo horas y horas
mirando las ampliadoras. Aprendí tantas cosas a su lado, como la relación que existe entre la
velocidad de giro del anillo de diafragmas, el largo del zoom y la imagen latente. Cuando usted
guiaba mis manos para colocar el papel en el marginador y como sin querer me apoyaba la
pancita en la espalda, me estremecía. ¿Por qué la luz roja tiene que ser tan intensa? En la semipenumbra del laboratorio sentía las miradas de los alumnos del curso como dardos que se clavaban en mi piel. Hubiera sido más lindo tener clases personalizadas. El ambiente era propicio.
Espero que nos veamos otra vez en la vida. En una esas quizá me atrevo a dar ese paso que
no quisimos o no supimos. Asi que comience a tomar clases de tango porque es en la milonga
donde pierdo la cabeza...
Besitos (todos los que quiera y donde quiera),
Luz
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CAPITULO II.
Era viernes día 29 de septiembre, me levanté pronto, no quería despertar a nadie, y quería ser el
primero en ocupar el baño, mis abluciones son como un rito y no quería dejar de hacerlas; con
el metodismo al que estoy acostumbrado, me puse manos a la obra, por lo que rápidamente me
di una ducha, la última en cuatro días, nos quedamos sin agua caliente en la casa, me afeité lo
poco que puedo y después preparé el desayuno, para cuando nuestro amigo Bec, se levantara.
Le preparé un buen desayuno, pero Bec, solo bebió algo de café manchado con un poco de
leche asturiana y tomó un pequeño Croisant con mantequilla y una vez que dejamos limpios
los cacharros, preparamos el material fotográfico y nos dispusimos a montar en el flamante
Mondeo con más de doscientos mil kilómetros y dar comienzo a nuestra primera visita por las
tierras de Euskadi.
Nos dirigimos hacia el puerto de Urkiola, es una de las rutas de acceso, desde la zona de
Vizcaya hasta Vitoria, tiene unos 700 metros de altitud con el nivel del mar Cantábrico y sus
paisajes son semejantes a los de Suiza, por eso a la zona donde íbamos se la conoce como “
La pequeña Suiza”, el coche iba lento, para que pudiera saborear el paisaje y los verdes prados
donde pacen vacas y ovejas y algún que otro caballo. A este parque, se le ha nombrado Parque
Natural de Urkiola y toda su vegetación esta protegida. La gente del lugar suele ir a recoger
setas, nosotros no vimos ninguna, claro tampoco vimos ninguna mujer.
Una vez que llegamos, aparcamos el coche, tomamos, jeje, esta vez no me he equivocado de
palabra, tomamos el equipo fotográfico y paseamos hasta su mirador, las tres cruces. Desde
este sitio se divisan varios de los montes de Euskadi, desde el Amboto, hasta el Mugarra y a lo
lejos el Oiz, donde antaño un avión segó con su fuselaje miles de pinos y donde murieron todos
sus ocupantes. Desde su cima se puede ver el mar en días limpios, el día era hermoso y había
una buena luz, por lo que hicimos unas tomas, más que artísticas para el recuerdo de nuestro
paso.
Paseando por sus bosques de hayas, nos acercamos al Santuario de Urkiola, muy venerado por
la gente del lugar y nos topamos con un aerolito, que según la tradición, si se dan vueltas en un
sentido, se encuentra novia, y si se da en el otro es para descasarse, ahora Uds., adivinen hacia
qué lado dio vueltas cada uno de nosotros. Por cierto Argentinas, tened cuidado con Bec, por el
sentido en que las dio.
Tras las vueltas de rigor, entramos en el Santuario. En él están los dos San Antonios, que son
los que se veneran, y estuvimos viendo su gran mural, una alegoría a las cuatro estaciones y
donde vimos rezando en euskara a los cuatro sacerdotes del lugar. Uno de ellos Aita Joseba,
fue el primero que me compró fotos, cuando empecé con esto de la fotografía. Me compró sesenta mil pesetas en fotos del lugar, fue el día de la inauguración del mural y al acto asistieron los
tres obispos del lugar y los consejeros de cultura y de agricultura del Gobierno Vasco.
De Urkiola, y sin perder un momento la vista de los montes y los pinos, nos dirigimos a una
localidad que se denomina Olaeta y recorrimos el paso que hay hacia Aramayona, todo por car70
retera de montaña y que gracias a mi habilidad con el volante, Bec,no se mareó.
Poco a poco, fuimos retornando hacia Vitoria, y bordeamos un pantano y en su Club Naútico tomamos unos vermuts, y contemplamos el embalse y los pequeños veleros que en él se hallaban.
Cuando volvimos a casa, Mila ya tenía preparada la comida y como la botella de Viña Imperial
se había agotado la noche anterior, abrimos una de Rioja de Cosecha del 81, según la carta de
vinos que poseo es de añada Muy Buena, lo que no recuerdo es la marca, ni la bodega, pero
prometo que supo a gloria.
A la tarde y después de comer, recorrimos todo el casco antiguo o Alde Zaharra, y paseamos
por varias calles que tienen los nombres de los gremios existentes en la edad media, como la
Zapatería, La Correría, La Herrería y la Cuchillería y nos perdimos en sus bellos cantones y vimos
las casas fortalezas, palacios, museos y palacetes que tienen. Tomamos unas infusiones y unos
pasteles en una típica taberna de infusiones, donde te las ponen sin sobrecitos y te hacen las
mezclas que quieras.
Se hicieron fotos y a Bec, le llamaron la atención, las callejuelas tan pequeñas, las personas que
las recorrían y sobre todo las balconadas, con sus cristaleras.
Se acercaba la hora en que debíamos irnos a la agrupación fotográfica de la que soy su vicepresidente y donde estaba programada una charla-coloquio, sobre la fotografía documental y
retornamos a casa a por el material necesario, a dejar los equipos y a pillar el coche.
Durante todo el día la conversación fue muy amena y gracias a ella hoy día casi puedo decir
que conozco a varios de los amigos del foro de Bs As, ya que Bec me los describió y “algunas
de ellas” deben de ser una bendición para la vista, por los comentarios de Bec, se sabe de qué
hablan los hombres.
Una vez preparado todo el material nos dirigimos al otro extremo de la ciudad, donde ya nos
esperaba gente y entre ellos estaban compañeros nuestros del foro, que habían recibido mi mensaje sobre la charla, estuvieron entre otros compañeros de agrupación, la linda señorita Isabel de
Bilbao, mi amigo Luis, también de Bilbao, Roberto de San Sebastián y el amigo Óscar de Vitoria,
al final nos juntamos unos dieciocho personas, nos tenían preparado un vinillo de la Rioja y unos
frutos secos, detalle de la compañera Isidora de la Agrupación y alma mater de ella.
Antes de comenzar la charla, les enseñé las dependencias de la Agrupación, desde su oficina,
pasando por el estudio y por los laboratorios, la biblioteca y el salón de actos, no les enseñé la
sala de los passe-partout, ya que me da vergüenza de como está y es que es la sala mas visitada y los recortes de ese cartoncillo, están por los suelos.
Hay, Luz, Luz!!!! si llego a saber tus pensamientos, nosotros nos quedamos “revelando negativos y copias”, hasta el día del juicio, pero no pudo ser, mi religión y mi timidez, no lo hubieran
permitido.
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Nuestro amigo Bec, nos enseñó, como unas cuarenta fotografías, todas del corte documentalista
y nos las relató una por una, no sin antes pedir un poco de cuidado, ya que eran originales, cosa
que la gente entendió y tuvo cuidado con ellas, nos comentó por encima su vida, desde que comenzó con esto de la fotografía y nos dio su opinión del por qué hace esas hermosas imágenes
que nos mostró. La fiesta duró una hora y un poco más y luego llegaron las despedidas de unos
y los demás nos apuntamos a una cena en la sidrería Soka-Tira de Vitoria. Llegamos a la sidrería
y nos sentamos en una de sus mesas corridas, es decir que puede haber varias personas sentadas aunque no estén en el mismo grupo, acá se comparte la mesa.
Bec se asustó cuando nos pasaron el menú de la sidrería y nos dijo que con eso él comería una
semana y encima sobraría para llevarse el fin de semana a su velero, la verdad, comer, no come,
pero hablar, larga un rato el flaco.
El menu constaba de una tortilla de bacalao, pimientos rellenos de bacalao, y luego a elegir un
chuletón o pescado. Bec sentía que si comía todo iba a reventar y no podría ver el Cantábrico ni
llegar a Guetaria, pero cuando le dijimos que ese menú se comparte, se tranquilizó. Para postre
probo el “Goxua”, un postre típico de Euskadi.
Mis compañeros de Agrupación, se quedaron alucinados con oírle hablar. Entre los asistentes,
estaban tres de los profesores y le abrumaron a preguntas y alguno puso sus manos encima de
la Leica, pero Bec, entonces dejaba de hablar y de comer y se enfrascaba en no dejar de ver, al
que tenia su cámara en las manos.
Bec se sentó, entre las dos damas y situó a la tercera enfrente, anda que no se lo sabe hacer!!!.
Así nos dieron las tantas de la madrugada y entonces el ambiente en la calle era un poco fresco.
Cuando se dio por terminada la actividad, cada cual se largó a su lugar de destino, hubo gente
que tuvo que irse a Bilbao y yo acompañé a mi querida Isabel a por el coche, lo había dejado en
el otro extremo de Vitoria. Gracias a todos por asistir y hacer que Bec, se sintiera a gusto entre
nosotros. Luis, Óscar Isabel, Roberto, muchas gracias, os debo una.
Una vez que retorne a por Bec, ya habían cerrado la sidrería. Bec se hallaba encogido y recostado contra la puerta, me temo que estaba aterido de frío. recorrimos el camino y nos dirigimos
a casa. A pesar de la hora, leímos el correo y nos metimos en las camas, al día siguiente nos
tocaba ver el mar, el faro, Guetaria, Zumaia, y Donosti y las ganas de Bec de ver el mar, aún le
permitieron descansar. Eso si, la gatita se metía en su cuarto. Esa noche yo dormí en el cuarto
de mi hijo, si llego a meterme en la cama con Mila, se hubiera divorciado, hacia frío y el frío en
Vitoria es muy frío.
Quiero decir que la visita de Bec, ha supuesto el conseguir una de mis mayores ilusiones, le
tengo en muy gran aprecio y esta visita me ha hecho verle mas cercano, y comprenderle un poco
mejor en sus escritos, os puedo decir que yo lo tenia en mi mente, como si estuviera situado y
sentado en un escalón superior, debido a sus escritos sapenciales y a que casi todas las veces
lo que decía eran cosas certeras.
Me lo imaginaba, en su trabajo, repartiendo a sus colaboradores los mensajes del foro y diciendo
a cada uno, “ Tú, flaco contéstame a este y tu a este otro, oye tu toma este otro y contesta” la
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verdad creía que tenia varios colaboradores, que le escribían los mensaje y luego él los firmaba,
peor me he dado cuenta que no, que solo es uno y que él escribía los mensajes, eso si, ayudado
por unos buenos libros de consulta.
Bec, amigo, te puedo decir que has logrado que este viejo haya visto realizado uno de sus
mayores deseos del momento, el poder conocerte y disfrutar de tu compañía, no tendré palabras
para poder agradecer que hayas querido venir a verme y gastar en ello, unos días de tus vacaciones, gracias por ello.
Continuará.
Desde Vitoria, Jose Javier Soto, reportando al foro.
P.D. Son las tres de la madrugada y hace frío, mi computadora, lo sabe Bec y alguien mas, está
ubicada en el balcón y aunque esté cerrado por una cristalera, leche!! hace frío de puñetas.
Bien, veamos cómo fue ese tercer día de la estancia de Bec y sus amigos en Vitoria, por cierto,
se aburren???, ya saben, les recuerdo, que cuando vean este título, le den a la tecla de supr,
siempre que no les interese, yo haría lo mismo.
CAPITULO III.
Eran las siete y media de la mañana del sábado, hoy teníamos previsto desplazarnos desde la
costa cantábrica de Guipúzcoa, hasta su capital San Sebastián, así nuestros amigos podrían
decir a su retorno, que habían visto el mar que según Bec, es el más “jodido”, para los marineros.
Pero el día no comenzó bien, esa misma noche, las calderas de la calefacción de la comunidad
donde vivo, 279 viviendas, habían tenido una avería y como era sábado, hasta el lunes a la mediodía, no las arreglarían, así es que no pude darme una ducha, pero bueno, imitando a los gatos
y mediante un poco de agua fría calentada entre las manos, me limpié los ojos y como pude me
lavé la cabeza, bueno, me la mojé.
Rápidamente, me fui al tocador de mi mujer y agarré las ventinosecuantas colonias que tiene y
juntando tres frascos, me los rocíe en el cuerpo, al menos olería bien, aunque no me duchara, no
se qué fue peor, el remedio o el olor anterior. Estuve como media hora en el balcón, hasta que se
pasó bastante del olor y no corporal que tenía encima.
Lo malo fue que nuestro amigo Bec, no se trajo esa “Lavanda” que el comenta que le añade a
los químicos y le tuve que llevar durante todo el viaje, con la ventanilla bajada, no quise pensar lo
que pasaría durante el domingo y la marcha desde Vitoria a Gerona, del lunes, me acordaba de
las mascaras antigases que dejé olvidadas en la mili, me hubieran hecho mucha falta.
Despertado, arreglado que no lavado, y desayunado, nos dispusimos a ir al garaje a por el
Mondeo, que por cierto, Bec se reía que a pesar de los doscientos mil kilómetros, aun anduviera
tan bien y es que yo cuido muy bien lo que manejo, como mis cámaras de fotos, mi coche, mi
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mujer, etec.etc.
Fuimos en dirección a Durango, pasamos el puerto de Urkiola, donde estuvimos el día anterior
y lo descendimos con cuidado y despacio, es muy malo, aunque yo lo conozco bien, lo bajo
mucho por ser Durango el pueblo de nacimiento de mi mujer. Ya en Durango, dimos una vuelta
en coche por sus calles y vimos la Iglesia de Nuestra Señora de Uribarri, patrona de la ciudad, y
luego, nos dirigimos a tomar, jejeje, la autopista camino de Zumaia, donde nos esperaba nuestro
amigo Luis de Bilbao, que el día anterior nos indicó que estaría con nosotros hasta Getaria y
vaya que nos esperó, con eso de ir charlando con Bec, otra cosa no habremos hecho, se me
pasó la salida de Zumaia y tuvimos que salir de la autopista en Zarautz y desandar el camino
a la vera del mar, solo son unos veinte kilómetros, pero la costa es extraordinariamente linda y
mereció la pena perderse.
Llegamos a Zumaia y aparcamos en el mismo paseo marítimo, donde estuvimos observando
los barquitos y la ría y nos acercamos a la bocana del puerto, para ver cómo batían las olas las
rocas, este día el mar estaba un poco intranquilo, había olas de diez metros.
Por un momento me vi solo y agilipollado, Luis y Bec, se enfrascaron en una charla marinera y
como yo soy un ignorante en el tema, pues me dediqué a hacer fotos, que también soy ignorante en ese tema. Hubo un momento que estaba tan celoso, que los hubiera tirado al agua
gustosamente, pero me daba pena que sus hierros (cámaras ) no supieran nadar y no fueran
resistentes al agua y entonces desistí en el empeño.
En esta localidad, Bec, se percató de las mareas tan altas que llegan a alcanzar, cuando vio que
al bajar el mar, las barcas quedaban varadas y atadas a sus palos de amarre, sin una gota de
agua debajo de ellas, la altura que toma la marea se ve, por las marcas que deja el agua en la
pare de la ría.
Estuvimos en el puerto deportivo y Bec nos enseñó, como es su flamante velero el Joseph Konrad y los ojillos se le aguaron por ese recuerdo, de tan amado barco, pero se repuso y nos dio
otra lección magistral sobre la marinería y la navegación.
De Zumaia, nos llegamos a Getaria, pueblo donde nació Juan Sebastián Elcano y que tanto Bec
había comentado que le gustaría visitarlo, el es un fan de este marino. Aparcamos en la parte
alta del pueblo y poco a poco y observando todo a nuestro alrededor, bajamos hasta su puerto,
estuvimos visitando una especie de monumento a Elcano y callejeamos hasta su Iglesia. En el
camino, Bec, se extrañó que en una taberna, perteneciente al partido político de Herri Batasuna,
sonara música de los Beatles, pero es que en Euskadi, la política no está reñida con la música.
La Iglesia, en la que tengo que confesar que no había estado nunca, es preciosa, no ya por su
lujo, sino porque está construida sobre la ladera de un cerro y la han construido de acuerdo a
este pequeño cerro; el suelo es un plano inclinado y las paredes laterales, no son rectangulares,
el altar está a unos cinco o seis metros del suelo y es una suerte que los curas no lleven minifalda, si no se les vería el plumero.
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Dentro de ella y detrás de la puerta de entrada hay un barco colgado del techo y tiene las dos
anclas colgadas, esto nos llamó la atención, nuestro amigo Bec, lo contempló todo, es una
persona muy observadora y a cada poco saltaba con algún comentario, relacionado con Elcano
y con la navegación.
Por cierto, en la plaza del pueblo, hay una estatua de este señor, de Juan Sebastián Elcano, no
de Bec. Bec se hizo unas cuantas fotos debajo de la estatua y espero que hayan salido bien, por
que si no, deberá de regresar a hacérselas de nuevo.
Una vez vimos las callejuelas, la iglesia, la estatua y demás cosas, nos dirigimos al puerto y en
una de las “tabernas”, que conste que es un pecado llamarlas tabernas, pero hace más marinero el relato, nos sentamos a tomar unas cervezas, por cierto bastantes caras, cuando disfrutábamos de la vista, nos comenzó a llover, cosa rara, estaban anunciadas en TV y estos tíos esta
vez acertaron, nos cambiamos de mesa y esperamos a que escampara, ya que teníamos la hora
de comer cerca y decidimos comer en este pueblo marinero.
Para la hora de comer, se nos unió Roberto, que luego nos acompañó hasta el final de la jornada. Comimos, en el restaurante del naútico de Getaria y la verdad comimos bien, por cierto,
nunca había visto a una persona chupar la concha tan a gusto como le vi a Bec, me refiero a la
concha de una almeja de la sopa de pescado, no piensen mal, siempre y en todo lugar, Bec se
portó respetuosamente y dejó muy alto el comportamiento de hombre argentino, “ Bec, espero
que después de esto que he dicho, no comentes nada de esos secretos, eh??”, Durante la
comida, Bec se levantaba y miraba al mar por la ventana, cada poco, había un velero que las estaba pasando jodidas porque el viento lo metía hacia las rocas y él con el pensamiento, le ayudó
a salir hacia el mar, no cabe estarse quieto cerca del mar.
Después del café, las copas y los puros, dimos un paseo por el puerto y una vez cerca del
coche, nuestro amigo Luis se despidió, tenia que preparar el viaje a Marruecos al día siguiente
y Roberto nos llevó camino de San Sebastián, por la autopista, el cielo parecía que quería soltar
mucha agua y estuvo casi todo el resto del día soltándola.
A San Sebastián, entramos por la parte de Igueldo y estuvimos viendo el Peine del Viento, una
escultura de Chillida, que no me explico cómo la hizo, debió de mojarse entero. En este lugar,
muy visitado por los turistas, nuestro amigo Bec, se nos mareó, cuando vio la crudeza con que
el Cantábrico trata esa parte de Donosti, hacía mucho viento y llovía y nosotros no íbamos preparados para ese gran temporal.
Estando en el coche, afuera no se podía estar, se nos unió Jorge y su encantadora novia, a
pesar de que es Catalana, bueno, vale, nada de regionalismos, Como éramos cinco personas,
dejamos dos coches aparcados y nos acercamos al centro de Donostia, que a pesar de ser un
día gris malo y asqueroso, tuvimos suerte y a la hora y media nos tocó una plaza de aparcamiento, nuestra intención era andar por el hermoso paseo de La Concha, disfrutar de sus tamarindos, la vista de su bahía, el puerto pesquero y de sus calles estrechas y que tanto ilusionaban
a Bec, pero el tiempo no estaba de nuestra parte y nos tuvimos que conformar entre lluvia y
lluvia de poco, así es que visitamos la entrada del puerto pesquero, donde estaban amarradas
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sus barcas, por la huelga del gasóleo, tras un par de fotos de lluvia y barcos mojados por arriba
y por abajo, nos adentramos en su casco antiguo, donde Bec adquirió un gallardete de Euskadi,
con la intención de hacerlo ondear en su velero cuando surcara las aguas tranquilas del Río de la
Plata.
Estuvimos viendo la antigua plaza de toros, cuadrada y con sus balcones numerados, hoy día es
una plaza, donde destacan las terrazas al aire libre, de sus cafeterías, típicas de esta zona. Más
tarde y a iniciativa de Susana, la linda catalana, nos tomamos un chocolate con churros y estuvo
de muerte, recuerdo hay de unas gotas de chocolate en mi bolsa fotográfica Donke.
Desde aquí y bajo la lluvia, nos desplazamos a la sede de la Agrupación fotográfica de Donostia,
donde Jorge nos hizo los honores, vimos un par de exposiciones y estuvimos observando y a
recaudo de la lluvia, el atormentado batir de las aguas en las rocas,al frente teníamos el Kursaal,
donde se estaba celebrando el festival de cine de Donostia. En esta sede, se estaba celebrando
el Topaketak 2.000, las charlas fotográficas que cada año organiza y dirige la federación de asociaciones fotográficas de Euskadi
Cuando ya dieron las ocho de la tarde y con los rostros tristes porque teníamos que regresar,
nos despedimos de la gente y tomando el Mondeo, nos volvimos, camino de Vitoria. Durante
el viaje de regreso, hablamos muy poco, era tal la pena que nos embargaba, que no teníamos
ganas más que de ir rememorando lo acaecido durante la jornada.
Durante esta estadía, Bec, me ha contado muchas cosas de ese país de Uds. y de la gente de
fotored, ya creo que a partir de ahora les conozco un poco más y todo ello, gracias a Bec.
Desde Vitoria, Javier, reportándose para el foro.
Saludos de
Jose Javier Soto desde Vitoria
Arte y Testimonio
Aunque todos los fotógrafos del siglo pasado se estimaban a sí mismos como “artistas”, lo que
es fácilmente comprobable con apenas hojear los cartones -con dibujos de paletas, pinceles y
hasta figuras grecolatinas-, sobre los cuales montaban sus fotografías, es mucho más actual la
reivindicación de que la fotografía, además de registro, puede ser también una forma de expresión artística con su propio lenguaje.
Por su parte, el término palabra “artista” no es tan antiguo como podríamos imaginar: su empleo comenzó en el siglo XVIII y el concepto se ha modificado con el paso del tiempo, según
los requerimientos de la sociedad, las expectativas del propio creador y hasta la inserción en el
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medio.
Un artista desde los comienzos del arte, esto es probablemente cuando el hombre se elevó a la categoría de “homo sapiens” y hasta el siglo XIX, se expresaba a través de encargos que le hacían otros hombres. En el Renacimiento, por ejemplo, al pintor se le pedía un trabajo con determinada dimensión, especificándose el soporte, las figuras que debían estar
representadas, su tamaño relativo, colores y calidad de la pintura que debía emplear.
Con el Romanticismo, ya en el siglo XIX, a los artistas se les ocurrió que podían hacer otras cosas que no les habían sido
encargadas y a través de las que podían expresar sus propias ideas. Después, trataban de comercializar los resultados.
Sigmund Freud analizó, con un incipiente rigor científico, que además de un mundo exterior existía otro mundo interior,
inconsciente y, en la mayoría de los casos, hasta desconocido y lo suficientemente rico como para causar tormentos,
aceptaciones y rechazos.
Los artistas tomaron mucho de Freud, y asidos al respaldo del diván, trataron de expresar con cierta libertad aquel mundo
interior. El arte, y la fotografía, pudieron empezar a recorrer un camino sin fronteras tangibles en una primer mirada, menos
definidas, pero con un potencial ilimitado por las mismas razones. Lo artístico quedó signado por todo aquello que podía
reflejar los recovecos del inconsciente. Bien por Freud.
Y el testimonio, que hasta entonces había sido arte, pasó a ocupar el espacio que se había ganado merecidamente: ser
testimonio. La fotografía testimonial adquirió en buena parte de nuestro siglo y gracias a la fuerte personalidad de muchos
pioneros, un rol claro y definido que, por la propia salud de la fotografía, no debiera ser planteado como enfrentado a las
demás formas de hacer imágenes.
Testimonio y arte son, en la búsqueda de una definición, dos alternativas que ofrece la fotografía pero no dos caminos
antagónicos. Es probable que exista testimonio en el arte (es más, quizá siempre esté presente) y que muchos testimonios
comprendan al arte.
Todas las discusiones estéticas terminan muchas veces por convertirse en esterilidades del pensamiento, aunque sean
divertidas, causen enojos y obliguen a retirarle el saludo a quienes sostienen lo contrario. ¿Será posible hacer la apología
de una forma de expresión sin menoscabar los principios de otras formas de utilizar el lenguaje fotográfico?
La oposición realismo versus abstracción (o cualquier otro ismo de las artes visuales) es una discusión poco interesante y
ciertamente estéril porque ambas alternativas bien que pueden confluir en la provocación del goce estético que, en gran
medida, es uno de los fines del arte.
A. Becquer Casaballe / [email protected]
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¿Como era la fotografía hace cuatro décadas?
El año 1956 fue prolífico en presentaciones de nuevos productos y equipos. Entre otros, la
Eastman Kodak lanzaba la Tri-X Pan y la Panchro-Royal, Multiblitz el flash Press 180, Ilford el
Microphen (un revelador de grano fino a base de Phenidone) y Courtenay dos nuevos flashes de
estudio. Han pasado cuatro décadas y los cambios han sido notables, no solo en la fotografía.
Un repaso por aquellos años constituye un saludable ejercicio.
En 1956 yo tenía apenas cuatro años de edad, lo que torna escasamente probable que pueda
saber -y menos recordar- qué usaban y cómo era la fotografía por entonces. Sé que odiaba la
leche con nata y que me fascinaba viajar en tranvía, aunque mi madre lo consideraba un medio de transporte anticuado y prefería abordar los por entonces “modernos” “Aclo” y “Leyland”
pintados de azul .
Pero por fortuna, para los nostálgicos, existen los libros, las revistas y los ancianos con ganas de
contar historias. Esas son nuestras fuentes.
Entonces, ¿qué cámaras se usaban, qué películas y reveladores, cómo eran las fotografías en
los concursos fotográficos de esos años? Los primeros interrogantes nos llevan a ingresar en el
túnel del tiempo y, el último, ver cómo otras cosas siguen vigentes.
Las cámaras réflex aún no se habían impuesto porque, frente a las de visor directo, resultaban
bastante incómodas. El visor réflex era poco luminoso, lo que dificultaba el enfoque y las hacía
poco versátiles: después del disparo el espejo quedaba arriba y recién permitía la visión cuando
se volvía a cargar el obturador. En formato 35 mm, tampoco habían muchas opciones de sistema
réflex: Contaflex (con objetivos Zeiss), Alpa, Pentacon, Exakta Varex, Wrayflex, Kodak Retina
Reflex y Asahiflex. El prestigio estaba en manos de los fabricantes alemanes.
La cámara portátil profesional por excelencia era la réflex biobjetiva del tipo de la Rolleiflex y
sucedáneas, utilizadas en periodismo, así como las Graflex para película en hojas (sheet-film).
En los estudios se empleaba una gran variedad de cámaras para placas de gran formato, con
objetivos clásicos tales como Zeiss, Schneider, Dallmeyer, Goerz y Taylor.
Para las cámaras de 35 mm, se disponía de lentes de excelente calidad y elevada luminosidad
en las distancias focales medias, del 35 al 85 mm. Los granangulares y teles eran poco luminosos, entre f:2,8 y 3,5 de abertura máxima, pero los zoom eran prácticamente desconocidos
y costosos, además de no contar con las preferencias de los fotógrafos ya que la calidad era
modesta.
Entre los aficionados, las cámaras más difundidas eran las del tipo “folding pocket”, plegables
con fuelle, que utilizaban película de formato medio (en rollos 120, 620 y 127) e, incluso, los
clásicos “cajoncitos” de las décadas del ‘30 que, por la solidez de su construcción, prestaron
servicios durante muchos años (Quién no se ha iniciado con una de estas cámaras!).
La sensibilidad de las películas blanco y negro iba de ASA 25 a 100, aunque algunos fabricantes
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ofrecían emulsiones de 200, 250 y 400 para fotoperiodismo. Eran muy populares en 35 mm y
otros formatos las películas Adox KB21 (ASA 100) y KB17 (de ASA 40), Agfa Isopan ISS y F (100
y 32 ASA), Ferrania Panchro S2 (ASA 100) y P3 (ASA 40), Gevaert Gevapan 33 (ASA 125) y Gevapan 30 (ASA 64), Ilford FP3 (ASA 64), HP3 (ASA 200), Pan-F (ASA 16) y la HPS (ASA 400, una de
las más rápidas); Kodak Panatomic-X (ASA 32), Plus-X (ASA 64) y Tri-X (ASA 200) y, en formato
medio, la Super XX (ASA 100).
En fotografía comercial se utilizaban frecuentemente películas ortocromáticas, tales como la Kodak Verichrome (ASA 50), Ilford Selochrome (ASA 80), Adox KB14 (ASA 16), Gevaert Gevachrome
30 (ASA 100).
El grano fino era una obsesión, por lo que en las películas de 35 mm se utilizaban reveladores de
grano superfino como el D23 y el D25, en base a metol y otros reveladores que actualmente han
desaparecido, gracias a la evolución de las emulsiones, tales como los que utilizaban el “meritol”, “paraphenylenediamine”, “paraminophenol” y el “ácido pyrogálico”. Los fotógrafos eran
fácilmente reconocibles porque terminaban con los dedos y las uñas teñidas de marrón oscuro.
La oferta de películas en negativo color, de sistema sustractivo, estaba conformada por: Kodacolor (ASA 20), Gevacolor (ASA 25), Ferrania Color Negative (ASA 32), Ektacolor (ASA 20) y
Agfacolor (ASA 16) y, en diapositivas, por la Agfacolor Reversal (ASA 20), Ektachrome (ASA 32),
Anscochrome (ASA 32), Dufaycolor (ASA 8), Ferrania Color Reversal (ASA 20), Fujicolor (ASA 10),
Gevacolor Reversal (ASA 25), Ilford Colour (ASA 10) y Kodachrome (ASA 10).
Todavía no se había adoptado, como norma, la terminación de “color” para la película negativa
y la de “chrome” para las diapositivas. Además, cada fabricante tenía su propio proceso, por
lo que emulsiones de diferentes fabricantes no se podían procesar en los mismos químicos y,
además, la mayoría de las películas únicamente podían ser procesadas en laboratorios habilitados por el fabricante, ya que las fórmulas eran secretas.
Por entonces, el criterio para establecer la curva característica de las emulsiones y, de esa
manera, determinar el índice de exposición, no estaba normalizado, lo que creaba dificultades
para pasar de una norma otra. Para ello no quedaba otra solución que el establecimiento de una
representación gráfica de los distintos sistemas.
En aquellos años convivían las normas ASA (de la American Standard Association), empleada
en los Estados Unidos, la norma DIN (de Deutsche Industrie Normen) que regía a los productos
germanos, la BS (de British Standard) en el Reino Unido, la Schneider (también de Alemania) y
la Weston (del fabricante de fotómetros). Los fotógrafos acostumbraban a realizar ensayos para
determinar el índice exacto de exposición.
A. Becquer Casaballe / [email protected]
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FOTORED DEFINIDO POR A. BECQUER CASABALLE
Fotored es un grupo de discusión cuyos fines son los de promover la fotografía y el intercambio
de ideas sobre el rol de la imagen en el mundo contemporáneo.
El grupo provee a sus miembros una plataforma de discusión e intercambio de ideas e información sobre múltiples aspectos, desde los avances tecnológicos hasta aspectos conceptuales
sobre la fotografía. Fotored está abierto a cualquier profesional o aficionado a la fotografía que
así lo desee.
Habitualmente, el volumen de mensajes es grande y aunque el tema que convoca a todos es
básicamente la fotografía, a través de distancias globales en un mundo cada vez más interrelacionado, también se dialoga con naturalidad sobre otros variados temas.
Una vez más, bienvenidos al primer foro de Internet en idioma castellano sobre fotografía, cultura y sociedad. La lista no tiene un moderador y depende de la buena voluntad y cooperación
de sus miembros para mantener un ambiente en el que se pueden aportar, aprender y compartir
sobre temas variados.
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Amado Becquer Casaballe se despide así:
Apreciados Camaradas:
Por compromisos que he adquirido recientemente y que ocupan buena parte de lo que era mi
tiempo libre, sumado a las vacaciones que en esta época del año suelo tomarme, no puedo
prestarle a este ilustrísimo foro la atención que se merecería. De todas maneras, intentaré seguir
leyéndoles, en silencio.
Me siento en deuda con muchas personas, muy especialmente con Javier desde Vitoria, Dadushka, Maestre Andrew, Lady Francesca, Carlos EmeTres Luparia, Claudia Rhein, Luifer, Michelangelo Ispani, Lucas Riquelme, Jose Luis Quiroga, Muñoz, Edgar Gibaja, Penney, Mariano
Roldan, Francisco Pérez Andrés, Jacques, Jorge Flores, Monica Tudela, Antonio Amoros Alcazar, Clicio Barroso, Augusto Sosa Escalada, Alfonso A. de Castro y muchos otros que en este
instante no me vienen a la memoria y ruego puedan disculparme.
Todos ustedes, de alguna manera, me han hecho sentir que en algo vale la pena transitar la
aventura de la vida, con sus penas y alegrías, dolores y emociones, en fin, con lo que nos convierte en humanos.
beC
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