EL SINCRETISMO RELIGIOSO EN LA ESCULTURA DEL ANTIGUO

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EL SINCRETISMO RELIGIOSO EN LA ESCULTURA DEL
ANTIGUO CONVENTO FRANCISCANO DE CUERNAVACA1
Mª Celia Fontana Calvo
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México
Como explicó George Kubler hace casi cincuenta años, son muy pocos los símbolos prehispánicos que tuvieron cabida en el arte colonial. Además la cantidad varía
según se trate de pintura o de escultura. Según señaló después Constantino Reyes
Valerio, las muestras de la cultura y la cosmogonía mesoamericana resultan más frecuentes en las piezas de escultura exenta y relieve que en los murales de los edificios
novohispanos2. Teniendo como base los trabajos de los autores mencionados, así
como otras investigaciones, este texto analiza algunos de los escasos pero interesantes
elementos esculpidos de la actual catedral de Cuernavaca, antiguo convento franciscano fundado en 1525. Su objetivo es avanzar en el significado de las obras, poniéndolas en relación con posibles antecedentes mesoamericanos para señalar finalmente
el sincretismo religioso generado en torno a la Virgen y sobre todo a Cristo.
Las formas de sincretismo y sus autores
El antropólogo indigenista Manuel Gamio fue el principal impulsor de la teoría del sincretismo religioso a comienzos del siglo XX en obras tan emblemáticas
como Forjando Patria (1916) o La población del valle de Teotihuacan (1921). Para él
«los temas abstractos y oscuros del catolicismo nunca fueron ni son actualmente
comprendidos ni aceptados por los indígenas, y en cambio las manifestaciones
materiales y objetivas se fundieron rápidamente con las manifestaciones similares
de origen prehispánico, resultando a la postre una religión mixta o católica rudimentaria que profesan en México los millones de habitantes de civilización de
tipo indígena»3. Esta tesis fue criticada por Robert Ricard en su célebre obra La
conquista espiritual de México (1933), pues invalidaba de alguna forma el éxito de la
‘conquista’ paralela a la militar que llevaron a cabo los primeros evangelizadores.
No obstante ha tenido numerosos partidarios que no sólo la han defendido, sino
que han aportado nuevos argumentos y matices al tema. En la actualidad uno de
los aspectos a debate gira en torno a los autores del proceso. Para Gamio estaba
claro que los agentes fueron los propios frailes: «...al arribar los misioneros cateLas fotos de las Figs. 1, 2, 3, 6 y 7 son obra de Mª Celia Fontana Calvo.
George Kubler explicó el proceso de desintegración total de cualquier resto cultural prehispánico
a lo largo del arte novohispano a partir de una serie de categorías, comenzando por aquellas donde
los aspectos precolombinos fueron más respetados, para terminar con las que anunciaban su completa
extinción, Kubler, 1961. El escrupuloso trabajo de Constantino Reyes Valerio ha sido fundamental para
comenzar a identificar, con poco margen de error, los símbolos nativos en la arquitectura conventual
del siglo XVI, fundamentalmente, Reyes-Valerio, 1978.
3
Gamio, 1921, I, p. xxxi.
1
2
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Mª Celia Fontana Calvo
quizadores, comprendieron rápidamente que sería fácil tarea convertir a los catecúmenos americanos si se procuraba la fusión de ambas religiones, aprovechando,
principalmente, aquellos aspectos que en ambas, ofrecían determinada analogía»4.
Pero hasta hace pocos años quienes se han ocupado del estudio de los restos
materiales de la antigua cosmogonía, es decir de los símbolos y elementos prehispánicos en las construcciones cristianas del siglo XVI, han opinado generalmente
de otra forma. Fieles a la idea de que fue perseguido por los evangelizadores cualquier atisbo de la antigua religión, tal como expusieron contundentemente los
cronistas, han interpretado mayoritariamente que toda supervivencia tuvo que ser
a fuerza disimulada, enmascarada y mantenida gracias a la ignorancia, o a la falta
de celo, de los guardianes de la ortodoxia. Constantino Reyes-Valerio opinaba
que a pesar de «la extrema vigilancia ejercida por los frailes y el esfuerzo por cristianizarlos, no fue posible desterrar de la conciencia indígena aquellos conceptos
tan largamente sostenidos, ni impedir su manifestación plástica en determinadas
ocasiones»5, de forma que «un diseño que para los frailes era puramente decorativo podía encerrar un concepto religioso para el indígena, y esto condujo al
sincretismo religioso: así, tanto el fraile como el indígena quedaban satisfechos»6.
Lamentablemente, reconocía Reyes-Valerio, es muy difícil saber qué sentido dio el
indígena a los elementos propios en el nuevo contexto ajeno, al no haber ningún
documento escrito que sirva de base para ello7.
George Kubler pensaba sin embargo que, al menos en determinados casos, la
utilización de aquellos símbolos estuvo permitida y aún auspiciada como recurso de
catequización. Los espejos de obsidiana colocados en la intersección de los brazos de
algunas cruces atriales son para él un caso claro de trasplante cultural prehispánico al
ámbito cristiano, manteniendo su sentido original: «There can be no doubt that the
pre-Conquest symbolism of heart sacrifice was intended, in order to reinforce the
Christian meaning of the crucifixion among recently converted natives»8.
Todavía hoy son pocos los estudios parciales que permiten formar un marco
referencial para resolver estas cuestiones, aunque son más los investigadores que se
decantan por rastrear un sincretismo favorecido por evangelizadores y nuevos convertidos en las formas plásticas, paralelamente al que se produjo en otros ámbitos.
Los cronistas denunciaron siempre las prácticas idolátricas mantenidas con subterfugios, y el culto enmascarado a las antiguas deidades. Motolinía por ejemplo
expuso que tras algunos años los propios indios «vinieron a decir a los frailes cómo
escondían [...] los ídolos y ponían en los pies de las cruces, o en aquellas gradas
debajo de las piedras, para allí hacer que adoraban la cruz y adorar a el demonio,
y querían allí guarecer la vida de su idolatría»9. Si muchas imágenes quedaron de
esta manera resguardadas, no es menos cierto que las que se dejaron al descubierto
Gamio, 1921, I, p. xxxi.
Reyes-Valerio, 1978, pp. 262-263.
6
Reyes-Valerio, 1978, p. 262.
7
«¿Hasta qué grado revelan estos símbolos y signos el pensamiento indígena? Resulta difícil decirlo
puesto que no existe un solo documento que pudiera atestiguar lo que el indígena quiso decir al incluir
un glifo o la escultura de una deidad en los edificios cristianos», Reyes-Valerio, 1978, p. 266.
8
Kubler, 1961, pp. 27-28.
9
Motolinía, 2007, p. 34.
4
5
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fueron sometidas necesariamente a la aprobación de los frailes10, y si en algunas
ocasiones pudo haber engaño u ocultación, en otras el conocimiento de los religiosos impidió el mantenimiento de las creencias ancestrales. En este sentido es
claro el testimonio de Mendieta sobre el tonalpohualli, calendario adivinatorio indígena, existente a finales del siglo XVI en la portería del convento de Cuauhtinchan
(Puebla): «Y no fue acertado dejárselo pintar, ni es acertado permitir que se conserve la tal pintura, ni que se pinten en parte alguna los dichos caracteres, sino que
totalmente los olviden y se rijan los indios solamente por el calendario y cuenta de
días y meses y años que tiene y usa la Iglesia católica romana»11. Por supuesto dicho
calendario fue finalmente borrado, y comentarios como el del franciscano permiten suponer que solo se permitían conscientemente en los edificios religiosos los
elementos antiguos que no iban en contra del propósito básico de sus moradores:
erradicar lo más posible del paganismo.
Además existe un hecho comprobable que permite deducir una razón muy poderosa para la conservación de determinados símbolos. Como señala Constantino
Reyes-Valerio la gran mayoría de los elementos prehispánicos se encuentran en la
escultura, no en la pintura de los edificios del siglo XVI. Si hubiera que buscar una
causa para este reparto desigual habría que pensar en primer lugar en la propia naturaleza de la decoración. El acabado pictórico por lo general resulta adecuado para
los espacios interiores, mientras que el relieve y el bulto redondo en piedra, por su
mayor resistencia, ornamentan las fachadas y los ámbitos exteriores de los conjuntos.
De esta forma no ha de extrañar que los signos antiguos se concentren en la escultura, porque ésta, al quedar al aire libre, está dirigida fundamentalmente a los fieles, a
los indígenas recién cristianizados, que difícilmente tenían acceso a las dependencias
del clero regular, donde, por otro lado, escasean los elementos mesoamericanos.
En consecuencia cabe pensar que lo prehispánico se utilizó, cuando se pudo, a
favor de la nueva religión. A pesar de las declaraciones de principio de Motolinía y
de otros evangelizadores sobre el rechazo absoluto a cualquier transigencia con el
paganismo, hubo entre misioneros y naturales negociaciones implícitas12. Esta práctica corresponde a una larga tradición que se remonta ya a la primera difusión del
cristianismo entre los gentiles. El cristianismo se impuso en los diferentes espacios
y épocas mediante «operaciones que podemos considerar negociaciones con los
distintos paganismos, y que desembocaron en procesos y resultados que la antropología suele llamar sincréticos. Con el riesgo de caer en simplificaciones, se puede
sostener que cuanto no podía ser erradicado rápidamente era tolerado mediante
algunos ajustes, o, de ser preciso o inevitable, sin ellos»13. Bien pudo haber servido
una pequeña parte de la rica simbología indígena para acercar a quienes estaban
familiarizados con ella las creencias básicas del catolicismo, gracias a distintas cesiones por ambas partes. Así no solo resultaban beneficiados los frailes, sino los propios
indios, al mantener algunos fragmentos de su ancestral concepción del mundo.
10
Otros signos prehispánicos se incorporaron a las construcciones del siglo XVI al estar tallados en
sillares reutilizados.
11
Mendieta, vol. 1, 1997, p. 211.
12
Alberro, 1999, p. 39
13
Alberro, 1999, p. 29.
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Cercano a esta teoría, escribía hace más de una década Pablo Escalante, «es incompleto el registro de los motivos indígenas que pueden reconocerse en el arte
del siglo XVI, y queda mucho por hacer en la indagación del sentido que tienen
esos motivos y la manera en que se integran a los programas propuestos por las
órdenes mendicantes»14. Los análisis expuestos en las páginas siguientes se han
realizado tratando de aportar alguna luz sobre las supuestas formas de sincretismo
fomentado por los evangelizadores y desarrollado con el imprescindible conocimiento y la colaboración de los indígenas en la plástica conventual.
Una versión particular de la Asunción de María en el sotocoro de la iglesia
El convento franciscano de Cuernavaca se dedicó, como otros de la provincia
del Santo Evangelio, a la Asunción de la Virgen, advocación que está representada
dos veces en la iglesia. Se expone en primer lugar en la portada norte o de la
Porciúncula, al dar protagonismo a un monograma de María colocado sobre una
hornacina vacía flanqueada por ángeles. En esta composición todos los elementos,
de naturaleza simbólica, se explican según la forma occidental de concebir el tema.
Pero en el interior del templo, concretamente en el sotocoro (Fig. 1), la glorificación de la Virgen se trató de manera muy diferente.
En la clave central de la bóveda y esculpida en un relieve (Fig. 2), María sube
a los cielos, donde es coronada por su Hijo, ayudada por cuatro pares de ángeles
y anunciada por otros que llevan en sus cornetas estandartes con su nombre y el
14
Escalante, 1998, pp. 237-238.
Fig. 1. Sotocoro de la antigua iglesia conventual de Cuernavaca
El sincretismo religioso en la escultura…
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de Jesús. La bóveda del sotocoro ha de
entenderse como un escenario donde
se recrea la bóveda celeste y se ubican
los personajes principales del episodio,
ya mencionados, más algunos actores
complementarios. En los plintos de las
columnas otros ángeles se arrodillan
con respeto ante el prodigio o se disponen a tocar cornetas, como en la escena
del Juicio Final, pues según la literatura
asuncionista, entonces «se produjeron
grandes truenos, lluvias, relámpagos,
tribulaciones y terremotos»15. La composición descrita, como ha explicado
Joaquín Montes Bardo, coincide con el
gradual de la misa del día de la Asunción: Assumpta est Maria in caelum gaudet Fig. 2. Relieve de la Asunción en la clave de
la bóveda del sotocoro
exercitus angelorum16.
Pero a diferencia de la portada norte, en esta obra no todo puede adscribirse a la
ortodoxia de la tradición occidental. En los enjarjes de la bóveda, al inicio de otras
tantas nervaduras interrumpidas, que nunca llegan a la clave donde se encuentra
María, hay esculpidos ocho enigmáticos animales con restos de polocromía. Los
autores, al menos desde Federico Gómez de Orozco, los han identificado tradicionalmente con perros17. Pero un análisis más detallado permite apreciar un animal
de grandes mandíbulas, sin orejas y el cuerpo alineado con sus cortas patas. Todas
estas características lo asemejan a un reptil de grandes proporciones, a una especie
de lagarto, un caimán o un cocodrilo (Fig. 3). En este contexto el cocodrilo haría
las veces del dragón del Apocalipsis 12, que amenaza con destruir a la Virgen tras
dar a luz a su hijo. No obstante, para los indígenas mesoamericanos, el cocodrilo
era, fundamentalmente, Cipactli, el símbolo de Tlaltecuhtli, «Señor o señora de la
Montes, J., 2001, p. 255.
Montes, J., 2001, p. 255.
17
Gómez de Orozco, 1943, p. 27. Yo también los consideré así anteriormente, Fontana, 2006,
pp.1053-1054. Si se tratara de perros podría ser válida la interpretación que hice entonces de acuerdo a
las funciones que tenían otorgadas en la cosmogonía mesoamericana. El xolitcuintli era un perro anormal, de una temperatura corporal mayor, sin pelo, y al que le faltaban algunos de sus dientes, por tener
un gen alterado causante de estas diferencias. Bajo esta apariencia se representaba a Xólotl, hermano
gemelo de Quetzalcóatl, la estrella de la mañana, y representante de propiedades contrarias: oscuridad,
inframundo y muerte. Xólotl, la estrella de la tarde, tenía la función de transportar al sol cada día al reino
de la muerte. Por traslación de este mito, el espíritu del perro común trasportaba el de su dueño al
Mictlán, el inframundo. Los fieros animales de la bóveda de la iglesia podrían tener el mismo sentido
que en la tradición prehispánica de los pueblos nahua y maya. Servirían para explicar que María no
fue llevada al lugar de la muerte, tarea que hubieran realizado los perros, sino que fue ascendida a los
cielos por ángeles. Es decir, que tanto si se trata de perros como de cocodrilos, los animales tendrían
un sentido ligado a las creencias prehispánicas para explicar el concepto de la Asunción a los indígenas
en términos fácilmente comprensibles para ellos, y en los dos casos los seres relacionados con la muerte
no lograrían su propósito.
15
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tierra», un monstruo marino, masculino o femenino, que nadaba en el mar
después del fin del «Cuarto Sol», con el
cuerpo repleto de bocas, ojos y garras
con los que atacaba salvajemente18.
Según una leyenda nahua, la Tierra
fue creada cuando los dioses bajaron
del cielo a Tlaltecuhtli, y Quetzalcóatl y
Tezcatlipoca, transformados en serpienFig. 3. Cocodrilo situado en el arranque de
tes, partieron su cuerpo. Con una milas nervaduras del sotocoro
tad formaron la Tierra, por encima del
agua, y la otra parte la subieron al cielo. Para compensar a la diosa de los daños
sufridos ordenaron que de ella saliesen los frutos para alimentar al hombre. Pero
Tlaltecuhtli deseaba comer corazones de hombres, por ello lloraba por la noche y
se negaba a proporcionar frutos19. En el Tonalámtl de los pochtecas y en el Códice
Laud son numerosas las imágenes de Cipactli, su animal simbólico, con las fauces
completamente abiertas dispuesto a devorar seres humanos para ‘recibir contento’,
algunos aún vivos y otros ya muertos20.
Al llegar a este punto la pregunta es inevitable: ¿esta creencia era aprovechable por los predicadores para explicar la Asunción de la Virgen? Seguramente sí,
pues en siglo XVI conceptos similares eran expuestos para la comprensión de los
naturales a partir de metáforas protagonizadas por la fauna autóctona. Cuenta
Motolinía que «como un día les predicasen la resurrección general, y como el
predicador trajese esta comparación [la
del huitzizillin o colibrí], pasó el mesmo pajarito por encima de toda la gente chiando»21. El predicador recurrió a
este pájaro para explicar la resurrección
porque desde el mes de noviembre hasta abril permanece prendido de una
rama, como si estuviese muerto y al regresar la primavera vuelve a la vida22.
Pero por supuesto esta comparación se
prestaba al sincretismo, porque el huitziFig. 4. Hombre muerto y ofrenda a punto de
ser devorados por Cipactli, Códice Laud
zillin estaba asociado con Huitzilopochtli
González, 1991, pp. 175-176.
González, 1991, pp. 175-176.
20
León-Portilla, 1997, pp. 104-108.
21
Motolinía, 1989, p. 612.
22
Alberro, 1999, p.55. Motolonía da cuenta, asombrado, de la fisiología del colibrí y no deja de
aprovecharla para indicar que «Si Dios ansí conserva unos pajaritos y después los resucita, y cada año en
esta tierra se ven estas maravillas, quién dudará sino que los cuerpos humanos, que son sepultados corruptibles, que no los resucitará Dios incorruptibles por Jesucristo, y los vestirá y adornará de los cuatro
dotes, y manterná de la suavidad de su divina fruición y visión», Motolinía, 1989, p. 612.
18
19
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y Quetzalcóatl y el nativo bien podía relacionar a Cristo, gracias a la exposición del
fraile, con estas dos deidades prehispánicas.
También, como en el episodio narrado por Motolinía, el fraile de Cuernavaca
pudo haber dado a entender a los naturales que, en premio por su labor corredentora, María fue librada de la muerte y por tanto de ser devorada por el terrible
Cipactli (Fig. 4), el animal de Tlaltecuhtli. Como todas las ofrendas de sangre y de
corazones se hacían tanto al sol como a la tierra, la imagen de Tlaltecuhtli se encontraba en la parte inferior de las vasijas llamadas cuauhxicalli, donde se colocaban los
corazones de los muertos23. Pero el corazón de la Virgen nunca se encontraría en
una de ellas, pues tras su dormición, libre de las ataduras terrenales, María es subida
a los cielos para ser coronada por su hijo.
Símbolos sobre el sacrificio en la pila del agua bendita
Los primeros frailes llegados a Nueva España se horrorizaron al conocer las
ceremonias en torno al sacrificio humano. Los religiosos de inmediato trataron
de hacer ver a los indios que esos asesinatos y la posterior antropofagia eran consecuencia de la maldad de sus diabólicos dioses. En los famosos Colloquios mantenidos con los señores principales y los sacerdotes, los doce primeros franciscanos
intentaron convencer a sus interlocutores de que sus dioses eran perversos pues los
atormentaban y afligían, reclamándoles día tras día los corazones y la sangre de su
pueblo24. Aunque este argumento apenas tuvo eco entre los representantes de la
elite indígena, pudo ser una de las ideas
expuestas con más vehemencia a la hora
de hacer comprender a los indígenas
la importancia del sacrificio de Cristo.
Christian Duverger no duda en afirmar
que precisamente el tema del sacrificio
debió servir de vínculo entre las dos religiones: «la brecha debía parecer menos
infranqueable a los mexicanos, pues el
cristianismo también es una religión
basada en un sacrificio humano: el de
Cristo. Y el culto cristiano se instituye
alrededor de la celebración de este sacrificio primordial que reactualiza perpetuamente la santa misa. A este respecto, los aztecas sólo tenían que pasar de lo
real a lo simbólico»25. Los predicadores
compararon en el capítulo cuarto de Fig. 5. Pila de agua bendita, iglesia conventual
de Cuernavaca, fotografía publicada en 1943
los Colloquios, el comportamiento de su
23
González, 1991, p. 175. Uno de los cuauhxicalli más interesantes en este sentido es el que se conserva en el Museo Nacional de Antropología de la ciudad de México, reaprovechado en el siglo XVI, al
parecer, como pila de agua en el convento de San Francisco de la capital del virreinato.
24
Sahagún, 1986, pp.123 y 125.
25
Duverger, 1993, p. 94.
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dios verdadero con el de sus dioses falsos.Y la diferencia no podía ser más drástica,
mientras que los dioses indígenas continuamente requerían la sangre de sus fieles
en ofrendas y sacrificios, el dios de los cristianos se hizo hombre y murió para librar
a la humanidad del poder de los demonios. Ni más ni menos que aquellos seres a
quienes los indios tenían por dioses26.
La pila del agua bendita
Actualmente en el Museo Cuauhnáhuac se exhibe una pila de agua bendita que
estaba situada originalmente junto a la puerta norte de la iglesia de Cuernavaca,
tal como refleja una fotografía publicada en 1943 (Fig. 5)27. No obstante en el
Museo nada la identifica como tal y su cartela la señala como una «Pila bautismal
con motivos franciscanos. Siglo XVI». La pieza es de forma cilíndrica, con un ligero
estrechamiento en la zona central, mide 95cm. de altura x 50 cm. en su parte más
ancha, y está dividida en tres partes mediante el cordón franciscano. En toda su superficie son abundantes los restos de pigmento azul y rojo sobre una base de estuco.
Otra pila de parecidas características, pero más sencilla, se conserva todavía en la
iglesia de la catedral, ubicada en uno de los antiguos confesionarios abiertos en el
grueso del muro sur.
La sección superior de la pila del Museo (Fig. 6) está horadada para servir de
recipiente y está decorada por el exterior con cinco escudos franciscanos de las
Cinco Llagas, la parte central cuenta con una inscripción en latín, y la base posee un
elemento vegetal repetido cuatro veces. La embocadura no está destacada con el cordón franciscano, sino con un motivo trenzado de connotaciones prehispánicas. Muchos cuauhxicallis de piedra, donde se colocaba el corazón de los sacrificados todavía
palpitante, tienen decorado el borde precisamente con este elemento, relacionado
con el zacatapayolli, la bola de heno donde depositaban las puntas ensangrentadas
quienes practicaban el autosacrificio de sangre28.
En la parte media se lee ASPERGES ME D[OMI]NE. El Asperges es un canto introductorio a la misa dominical, basado en el Salmo 50, 9,3, por el cual los
devotos piden a Dios ser purificados y así ser dignos de participar en el rito de la
eucaristía. El salmo completo es:
Asperges me Domine hyssopo, et mundabor:
lavabis me et super nivem dealbabor.
Miserere mei Deus, secundum magnam misericordiam tuam.
Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto
Sicut erat in principio et nunc et semper
et in saecula saeculorum, amen.
Rocíame Señor con el hisopo y quedaré limpio
lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Ten piedad de mi, Señor, según tu gran misericordia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo:
Como era en un principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos, amén.
Sahagún, 1986, pp. 125, 127 y 129.
Gómez de Orozco, 1943, antes de la p. 93. El autor de la fotografía es el Dr. M. Mazari.
28
Caso, 1927, p. 54.
26
27
El sincretismo religioso en la escultura…
325
Más interesante todavía resulta el
motivo inferior, un elemento geometrizado y acanalado, del que surge una
granada y varias hojas (Fig. 7). Aunque
su apariencia nunca es idéntica, es posible ver en él una de las variantes de
un signo relacionado con el ancestral
xiuhmolpilli o «atado de años» mesoamericano. Seguramente está vinculado
con este elemento una de las pinturas
del claustro bajo de Cuernavaca, donde es muy evidente la unión central de
dos ramas cargadas de granadas-flores
Fig. 6. Pila de agua bendita, Museo Cuauhmediante una cinta con pequeños renáhuac, Cuernavaca. Sección superior
cuadros en su interior. Este particular
diseño sirve en los ámbitos conventuales novohispanos para enlazar o rodear
lo sagrado, como ocurre en el claustro
bajo del convento agustino de Malinalco, donde envuelve un tronco nudoso,
a su vez una de las formas más utilizadas
para representar el Árbol de la Vida, la
Cruz redentora de Cristo. Más parecido al que se está estudiando aquí es
otro motivo que decora la gran taza de
una pila del convento de Huejotzingo.
Está centrado en un elemento bulboso
y tripartito, también acanalado, con dos
ataduras cerca de los extremos y con un
friso central con chalchihuites (Fig. 8),
el símbolo de la sangre, del líquido sagrado, del que surgen ramas con flores,
hoy pintadas a color.
La posible relación entre todos los
diseños comentados se hace más evidente si se comparan estos con el esculpido (Fig. 9) en las jambas de la iglesia
Fig. 7. Pila de agua bendita, Museo Cuauhde Huaquechula (Puebla). Las marcanáhuac, Cuernavaca. Secciones inferiores
das estrías de sus elementos cilíndricos
recuerdan con viveza las 52 cañas que
componían el signo del tiempo cumplido, el xiuhmolpilli o «atado de años», quemado en cada ceremonia del Fuego Nuevo (Fig. 10). Ramas y granadas surgen de
él y seguramente cuentan con un significado preciso. Christian Duverger asimila la
granada de las imágenes cristianas a la tuna que representaba el corazón de los sa-
326
Mª Celia Fontana Calvo
Fig. 8. Atado con chalchihuites y ramas floridas en la pila de Huejotzingo (Puebla)
Fig. 9. Atado con ramas, flores y granadas en
la jamba de la puerta de la iglesia de
Huaquechula (Puebla)
Duverger, 2003, p.154.
González, 1991, p. 135.
31
León-Portilla, 2006, p. 255.
29
30
crificados en las ceremonias del Fuego
Nuevo para garantizar la permanencia
del mundo conocido29.
En la mitología mexica, a partir
de las reformas de Tlacaélel (c.1398c. 1480) el sacrificio humano se convirtió en el recurso para preservar la vida
del sol, y con ello la vida misma. Antes
de los mexicas ya existían los sacrificios
humanos, pero no eran tan frecuentes.
Al término de un ciclo de 52 años el
«Quinto Sol» corría el riesgo de extinguirse para siempre, y la tierra de ser
dominada por seres de la noche. Una
víctima debía entonces ser sacrificada
en el monte Huixachtépetl, el Cerro de
la Estrella, en Iztapalapa, para hacer brotar el fuego nuevo. Huitzilopochtli, como
dios del estado y de la guerra, tenía la
misión de obtener las víctimas necesarias, y así dice su canto: «por mi ha
nacido el sol»30. La razón de ser de las
«guerras floridas» era conseguir prisioneros para ofrecer al Sol-Huitzilopochtli.
Una práctica de terror con la que se
consolidó la grandeza mexícatl31.
Si miramos esta concepción cosmogónica desde otro punto de vista,
más cercano al que quizás utilizaron los
frailes del siglo XVI, puede encontrarse
algún punto de contacto con el cristianismo. Evitar la muerte física del sol,
y con ello la desaparición del mundo
es un concepto que tiene su correlación con el de la simbólica salvación
del mundo, en la religión católica. Para
esto Dios se hizo hombre y murió en
la cruz. Y a partir de su entrega ya no
tienen justificación los antiguos sacrificios narrados en el Antiguo Testamento.
El sacrificio y la ofrenda han de cesar,
tal como profetizó Daniel (9, 27), pues
El sincretismo religioso en la escultura…
327
Fig. 10. Xiuhmolpilli o «atado de años», mexica, posclásico tardío,
Museo Nacional de Antropología, México
Dios no quiere más derramamiento de sangre, sino buenas obras (Isaías 1, 11-20) y
Cristo «se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar
de en medio el pecado» (Hebreos, 9, 26).
Por lo anterior, si efectivamente hubo sincretismo, el motivo cristianizado derivado del «atado de años» señalaría a Cristo como única víctima necesaria para
redimir al mundo, que en el pensamiento mesoamericano equivale a mantener
la vida del «Quinto Sol», y definitivamente en el cristianismo a garantizar la vida
eterna para el hombre. No deja de ser significativo que todavía actualmente el
pueblo de México procesione cada Viernes Santo acompañando a Cristo hasta la
cima del Cerro de la Estrella, donde, como se ha dicho, se celebraba el ritual del
Fuego Nuevo32. Toda esta construcción sería una transmutación del Salvator Mundi, adecuada al pensamiento mesoamericano y particularizada con elementos de
la piedad franciscana. Por eso también del seco «atado de años» surgen frondosos
brotes vegetales convirtiéndose en otra fecunda Cruz de Cristo, en otro Árbol de
la Vida, una de las metáforas más queridas por los frailes menores. Por otro lado el
escudo y emblema de la orden, las Cinco Llagas de la parte superior de la pila de
Cuernavaca, sirven para identificar al propietario del precioso objeto, no sin recordar a través de esas heridas que el sacrificio de Cristo es el único agradable a Dios.
Finalmente, para explicar la colocación de estos dos elementos pincipales en la
pila puede ser de utilidad el testimonio de Motolinía. El fraile franciscano relacionó la forma en que los indios ofrecían la sangre del autosacrificio en la fiesta de
Panquetzaliztli, en honor a Tezcatlipoca y Huitzilopochtli, con la forma en que se «esparce agua bendita con los dedos», pues rociaban las imágenes de los dioses33 con
el convencimiento de que el líquido sagrado les daba vida34. Creando nuevamente
un paralelismo, el «atado de años» cristianizado explicaría la función purificadora
y vivificadora del agua bendita contenida en la pila, que, como la sangre de las
llagas de Cristo, la «víctima propiciatoria» quita el pecado y da la vida eterna al ser
rociada sobre los fieles (Asperges).
Duverger, 1993, pp. 212-213.
Motolinía, 2007, p. 41.
34
González, 1991, p. 17.
32
33
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Mª Celia Fontana Calvo
Bibliografía
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