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CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA
(EFECTO DE INVERNADERO)
Los rayos solares directos (es decir, no los
que son reflejados por el hielo y las nubes)
calientan la tierra como parte de un ciclo
natural. A través de los milenios, una porción
muy constante de energía regresa al espacio
bajo la forma de radiación infrarroja (Figura 1).
Uno de los medios que sirven a los científicos
para determinar los posibles cambios en el clima
mundial, como consecuencia del aumento de
las concentraciones de dióxido de carbono (CO2)
y de otros gases de “efecto de invernadero”
a escalas mundial y regional, es la utilización
de los modelos (extremadamente complejos)
de la atmósfera, la superficie terrestre y los
océanos. Estos modelos se fundan en
ecuaciones matemáticas, que describen el
comportamiento de la circulación de la
atmósfera y los océanos.
Para poder manejar estos modelos, se emplean
las supercomputadoras, cada vez más potentes,
que han ido apareciendo en los últimos años.
Pero la industria y la agricultura moderna
han ido alterando este delicado equilibrio, al
producir dióxido de carbono y otros gases que
retienen el calor en la atmósfera. La
acumulación de estos gases, incrementando el
efecto de invernadero, podría constituir el origen
de la tendencia hacia el recalentamiento del
planeta, tal como lo predicen los resultados
numéricos de dichos modelos.
LA ENERGÍA EN LA ATMÓSFERA
Una forma apropiada para explicar los
mecanismos térmicos que tienen lugar en la
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atmósfera es a través del balance de energía.
Basándonos en las leyes de conservación de
la energía se establece que la energía que la
energía recibida por la tierra, en todas sus
formas, es responsable de los fenómenos
atmosféricos. Esto tiene mucha similitud con
lo que sucede cuando, por medio de
combustible, se provee energía a un motor y
éste realiza su trabajo. En la Figura 2 se
puede ver un esquema de la energía solar
emitida y de los flujos de energía que se
originan posteriormente.
Prácticamente toda la energía que recibe
la tierra proviene del sol; una pequeña
fracción es absorbida, particularmente por
gases como el ozono y el vapor de agua. Parte
de la misma es reflejada nuevamente al
espacio exterior, por las nubes y por la propia
superficie terrestre, y la parte restante es
absorbida por la superficie terrestre.
Las transferencias de energía entre la
superficie terrestre y la atmósfera se
producen de cuatro maneras: radiación,
conducción, evaporación y convección.
Por otro lado, la energía cinética, viento o
aire en movimiento, es una consecuencia de
la distribución de las diferentes temperaturas
observadas dentro de la atmósfera,
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convirtiendo en calor la energía de
movimiento.
La transferencia de energía calórica,
desde el sol a la tierra, se efectúa por medio
de los “procesos radiactivos”. De la misma
manera, la tierra pierde su propio calor hacia
el espacio exterior.
ENERGÍA SOLAR
En esta sección se señalará la importancia
de la radiación solar, se tratarán
someramente
sus
procesos
y
se
puntualizarán algunos conceptos físicos
básicos, para su mejor comprensión.
El sol no es una estrella fuera de lo común,
en lo que respecta a su tamaño y brillantez.
Es una masa rotante incandescente,
compuesta por gases densos, con un
diámetro aproximado de 1.400.000 km que,
a su vez, extiende hasta una distancia de
varios radios desde su superficie, una muy
tenue atmósfera.
El sol genera una tremenda cantidad de
calor, pero la tierra intercepta menos que las
2 millonésima parte de dicho total.
Las mediciones realizadas sobre la tierra,
en forma perpendicular a la radiación
incidente, arrojan un valor cercano a 8,36 J/
cm 2 min. Este valor es conocido como la
“constante solar”.
Desde los tiempos de Galileo, se sabe que
el sol no permanece inactivo, sino que se
observan sobre la superficie, erupciones
conocidas como manchas solares de forma
espiralada, como corpúsculos convectivos.
El número y la posición de estas manchas
varían constantemente en el tiempo pero, de
acuerdo con los estudios astronómicos,
muestran una preferencial periodicidad de
alrededor de 11 años, entre el número
máximo y mínimo de ocurrencia de esas
manchas. Y resulta inferior a 10 para las
situaciones de mínimo. Coincidentes con
estas manchas solares, se originan
perturbaciones de radiación intermitentes, de
muy corta duración, que a su vez producen
efectos notables sobre la alta atmósfera.
Según la teoría de Bethe, la energía
radiada desde el sol es generada a través
de complejos mecanismos de reacciones
termonucleares, que transforman en protones
(núcleos de hidrógeno) en partículas “Alfa”
(núcleos de helio). La capacidad del sol para
producir esta energía de conversión de masa
es de alrededor de cuatro millones de
toneladas por segundo y, dado el número de
protones que posee disponibles, continuará
con su actividad por otros cien mil millones
de años.
La energía radiante es transmitida de dos
formas: A) en forma ondulatoria B) en forma
de partículas a través del espacio.
Las segundas, también conocidas como
emisiones de rayos cósmicos, tienen poca
influencia en los problemas meteorológicos
que son objeto de este artículo. Por lo tanto
nos referimos al tratamiento de la radiación
recibida por la atmósfera en forma
ondulatoria.
La naturaleza de la radiación es
determinada a través de la “longitud de onda”
o de la “frecuencia”, que es inversamente
proporcional a la longitud de la onda, y
representa la cantidad de ondas que pasan
por un mismo punto en un segundo, teniendo
en cuenta que todo tipo de radiación
electromagnética
se
propaga,
aproximadamente, a la velocidad de la luz. Al
conjunto de longitudes de onda o de
frecuencia se las denomina “espectro de
radiación”, que a su vez está comprendido
dentro del espectro electromagnético, cuya
representación se muestra en la Figura 3.
En función de su temperatura, todo cuerpo
sólido, líquido o gaseoso emite radiación; la
misma se vuelve visible sólo cuando el cuerpo
está incandescente. En general, los cuerpos
sólidos y líquidos emiten radiaciones dentro
de todas las gamas posibles, pero los gases
solo lo hacen en ciertas longitudes de onda
muy limitadas. Es conocido que las lámparas
de vapor emiten radiación dentro de pocas
“bandas
de
emisión”,
amarillas
y
anaranjadas, y que la velocidad y longitud de
onda de alguna de ellas se usa como
parámetro universal.
Dado un cuerpo ideal, a cada temperatura
le corresponde un espectro de emisión tal
que, cuando aumenta la temperatura,
aumenta la energía emitidas en todas las
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longitudes de onda, pero las ondas más cortas
son las que, proporcionalmente, más
aumentan su energía. Este fenómeno se
puede ver en la Figura 4, donde se muestran
los espectros del sol (6000K) y de la tierra
300 K y 250K). Allí se puede observar que el
sol emite radiación, preferentemente, en las
ondas cortas, las denominadas visibles,
mientras que la tierra lo hace en ondas largas,
denominadas infrarrojas.
Pero el concepto fundamental que se debe
comprender, para explicar el efecto
invernadero, es que la absorción de la
radiación por parte de los cuerpos solamente
se puede producir dentro de las mismas
longitudes de onda en que dichos cuerpos
pueden emitir.
Por esta razón, los gases solamente
absorben radiación dentro de las longitudes
de ondas en que pueden emitir, dejando
pasar el resto. Esto hace que la atmósfera
sea casi transparente a la emisión de la onda
corta, que proviene del sol; pero si se
incorporan gases de mayor peso molecular,
estos tienen mayor poder de absorción en
diferentes longitudes de onda.
El resultado de este proceso es una parte
de la radiación solar que es absorbida por la
atmósfera, otra parte es reflejada hacia el
espacio exterior, otra parte es difundida a
través de la atmósfera, y la parte restante
llega al suelo.
La difusión de la atmósfera se produce por
la desviación de los rayos solares, al chocar
estos rayos con moléculas de diferentes
tamaños. El celeste del cielo se debe a este
proceso que, como consecuencia final,
también provoca una pérdida de la energía
hacia el espacio exterior y una incorporación
de otra parte al suelo.
Otra consecuencia es que casi toda la
radiación ultravioleta es interceptada por la
atmósfera superior, sin llegar al suelo.
Antes de alcanzar la superficie de la tierra
la energía radiante del sol se encuentra otro
nuevo obstáculo: las nubes. Las mismas son
muy buenas reflectoras y pobres absorbentes
de energía. La reflexión en las nubes
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depende, fundamentalmente, de su espesor,
de su extensión y en alguna medida, de la
naturaleza de su formación (hielo o agua
líquida) como así también del tamaño de las
partículas que la componen. En la Figura 5
se muestra una distribución porcentual de la
reflexión, la absorción y la transmisión de
energía, a través de una nube, en función del
espesor de la misma.
En general, la superficie de la tierra refleja
la radiación solar en forma variable,
dependiendo principalmente de la naturaleza
del suelo.
El cociente entre energía incidente y
energía reflejada recibe el nombre de
“albedo” de la superficie en cuestión, y es una
medida muy significativa para establecer el
balance entre la radiación recibida y la emitida
por un cuerpo. Algunos ejemplos pueden
verse en la tabla I.
Del total de radiación que proviene del sol,
la superficie de la tierra absorbe alrededor
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 5
del 47%, en general de la siguiente forma:
19% directa desde el sol, el 23% después de
reflejarse por las nubes y el 5% restante
luego de difundirse por los componentes del aire.
Por otro lado las nubes, que en promedio
cubren el 50% de la superficie terrestre,
absorben sólo un 2% de la radiación de onda
corta proveniente del sol, mientras que los
gases componentes del aire, como así
también el polvo atmosférico, lo hacen
alrededor de un 17%.
Como puede asociarse, el conjunto tierraatmósfera absorbe, en promedio, un 66% del
total de energía que proviene del sol. El resto,
es decir el 34%, es perdido hacia el espacio
exterior, ya reflejado por las nubes, por la
propia superficie de la tierra, o difundido por
las partículas del aire.
Por lo tanto, el albedo total del planeta,
que representa la fracción entre la energía
incidente v la energía rechazada, es del 34%.
De acuerdo con las leyes ya descriptas,
también la tierra y la atmósfera, en su
conjunto emiten una radiación hacia el espacio
exterior, pero esta vez en onda larga, ya que
lo hacen a una temperatura inferior a la de
incandescencia.
Esta
radiación
es
parcialmente
reabsorbida por los gases que componen la
atmósfera, pero solamente en aquellas
longitudes de onda en las que son capaces
de emitir. El oxígeno y el nitrógeno son poco
absorbentes mientras que el vapor de agua,
presente en cantidades variables, es el
principal responsable de la absorción y
reemisión de la radiación en onda larga en
capas bajas. Otros gases capaces de
absorber energía en estas longitudes de
onda son el CO2, el metano (CH4), el ozono
(O 3 ), el monóxido de carbono (CO), los
compuestos clorofluorocarbonados (CFC) y
otros gases presentes en forma natural en
la atmósfera (ver Tabla II). Sin embargo, hay
longitudes de onda para las cuales no hay
gases capaces de absorber la radiación.
Dichas longitudes de onda constituyen las
denominadas “ventanas” de radiación, a
través de las cuales se enfría la tierra.
La preeminencia de un proceso radiactivo
sobre el otro determina la existencia de flujos
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de calor, desde un nivel a otro, o desde una
región a otra, de forma tal que este
transporte de energía está directamente
relacionada con la dinámica de los
movimientos atmosféricos.
BALANCE DE ENERGÍA CALÓRICA EN LA
TIERRA
Para finalizar con toda la descripción previa
al tema principal de este boletín, se presenta
un balance calórico simplificado que intenta
explicar el llamado efecto de invernadero. En
este caso, se ve que es producido únicamente
por efectos naturales, comprobados a través
de las leyes del equilibrio de radiación y de la
conservación de la energía.
A lo largo de la historia geológica, la
presencia de los glaciares en latitudes medias
sugirió que el clima de la tierra había sufrido
profundos cambios, los cuales podrían estar
asociados a largos períodos de falta de
balance entre las cantidades de energía
incidente y saliente sobre la tierra. Sin
embargo, durante considerables períodos de
tiempo (cientos o miles de años) los estudios
realizados han demostrado que la
temperatura de la tierra ha permanecido, en
promedio esencialmente constante. Esto
indicaría a grandes rasgos que se establece
un balance calórico entre la tierra y el espacio
que la circunda. Es decir, que la cantidad total
de energía solar que es absorbida por la tierra
debe ser re-irradiada al espacio exterior.
Sin insistir con mayor profundidad en
cuanto al balance calórico, pero analizando
las respectivas emisiones dentro de la zona
del espectro correspondiente a las ondas
largas, podemos fijar la atención en el
intercambio térmico entre el aire circundante
y la superficie de la tierra. Estos valores son:
2,22 J/cm2 desde el aire hacia el suelo 2,38
J/cm2 en sentido inverso, lo que representa
un pequeño imbalance. Pero a su vez, estos
valores superan, ampliamente, la cantidad de
1,00 J/cm 2 de energía solar en onda corta
absorbida por la misma tierra.
Esto indica que los valores térmicos, tanto
los del suelo como los del aire próximo al
mismo, son sensiblemente superiores a la
temperatura necesaria para asegurar un
equilibrio entre la absorción de radiación en
onda corta y la emisión en onda larga. Esto
explica el llamado “Techo” o “Manta” que
presenta la atmósfera, actuando como
protector de sus capas bajas y de la superficie
terrestre, justificando un mayor calentamiento
que si la atmósfera no existiera.
En este episodio, los principales actores
son dos gases: el vapor de agua y el dióxido
de carbono, y lo hacen absorbiendo calor y
calentando a la tierra, de esa forma, por
encima de lo prescripto por el balance térmico.
Como se pudo ver en los párrafos anteriores,
excepto en las zonas de las “ventanas
atmosféricas”, estos gases bloquean el
escape directo hacia el espacio, en la parte
del infrarrojo de la radiación emitida por la tierra.
Este comportamiento de retención del
calor por parte de la atmósfera es análogo a
lo que sucede en un “invernadero” o
“invernáculo”, de vidrio o plástico, que no deja
escapar por sus paredes y techo el calor
recibido desde el sol. Por esta razón, entre
otras, el contenido de humedad en la
atmósfera es el principal gestor del conocido
“Efecto Invernadero”. Esto mismo puede
corroborarse, inmediatamente, comparando
el rápido enfriamiento registrado en las
regiones desérticas durante la noche, cuando
el aire es esencialmente seco; frente al caso
de las regiones costeras, en que predomina
el aire con alto contenido de humedad y
donde la temperatura experimenta un menor
descenso.
En conclusión, el significado del efecto
invernadero en la atmósfera se traduce en la
temperatura observada en la superficie
terrestre que es, en promedio, alrededor de
15 grados Celsius, mientras que la
temperatura promedio del planeta sería de
solamente 25 grados Celsius bajo cero, si no
existiera la atmósfera.
ACCIÓN DEL HOMBRE SOBRE EL EFECTO
DE INVERNADERO
Los fenómenos naturales sobre la
absorción de energía en la atmósfera, las
características que poseen los componentes
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del aire atmosférico, las propiedades del suelo
terrestre, como así también el balance
radioactivo observado entre la energía
emitida por el sol, la fracción reflejada por las
nubes, los procesos de difusión reflejada por
las nubes, los procesos de difusión molecular,
la parte absorbida por la tierra y la parte
reflejada por la misma en toda la gama del
espectro electromagnético han sido
descriptos exhaustivamente en los párrafos
iniciales de este boletín.
Se ha procurado enfatizar, allí, el hecho de
que el efecto de invernadero ejerce su
influencia como moderador del clima del
planeta, haciendo posible la vida vegetal y
animal a través del equilibrio ecológico que
conocemos. Además, se debe notar que, a
través de las eras geológicas, ciertas
manifestaciones graduales pudieron haber
alterado los valores promedio de la
temperatura, en pequeña escala, sin que se
hayan registrado, hasta los comienzos de la
era llamada de la “Industrialización”, bruscas
alteraciones en los niveles de glaciación,
altura de los océanos y mares, regímenes de
precipitación extremos (desedificación de
áreas, inundaciones de otras), etc. A partir
de entonces la acción del hombre ha hecho
notar su influencia decididamente, con el
aporte indiscriminado de sustancias
contaminantes que produjeron modificaciones
en la constitución del aire atmosférico, de tal
forma que en la actualidad, se llega a
elevados niveles de concentración de dióxido
de carbono (CO2), ozono (O3), metano (CH4),
óxido
nitroso
(N 2 O),
compuestos
clorofluorocarbonados (CFC) y demás
compuestos del azufre.
Es de destacar que todos estos
componentes,
además
de
tener
características fuertemente tóxicas, producen
efectos directos sobre la absorción de
radiación, especialmente en onda larga. En
tal sentido, actúan constantemente sobre la
temperatura del aire, produciendo un
aumento del efecto invernadero que ya se
hallaba presente, en forma natural y artificial,
por el ya considerado aumento del CO2. De
este modo, se origina una tasa de incremento
global de temperatura muy superior a la que
ha sido observada a través de los siglos.
Por su mayor concentración, la sustancia
más importante con relación al efecto de
invernadero es el CO 2 . Dicho gas está
contenido en la atmósfera, en promedio, en
unas 300 partes por millón en volumen. Su
presencia se incrementa considerablemente
en las regiones industriales.
Así como el agua tiene su ciclo hidrológico;
el CO2 participa de un denominado ciclo de
carbono. Del mismo modo que con el agua en
su ciclo, la principal reserva de carbono se
encuentra en los océanos, en forma de
carbonatos.
El océano intercambia carbono con la
atmósfera y ésta, a su vez, lo hace con la
biosfera, en forma tal que la combustión
produce un flujo de carbono, en forma de CO2,
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del suelo hacia la atmósfera, mientras que el
proceso de fotosíntesis produce un flujo en
el sentido contrario. Un aumento de la tala
de bosques tiene como consecuencia,
entonces, un aumento de CO 2 en la
atmósfera.
Sin embargo, este proceso puede ser
contrabalanceado por un aumento de los
cultivos y por la forestación y, además, por
una natural y lenta absorción del excedente
de carbono por parte de los océanos. En
cambio, el empleo masivo, en el término de
pocas décadas, de los combustibles fósiles
que se han acumulado a lo largo de millones
de años en el subsuelo terrestre, trae
aparejado un desbalance muy marcado. Su
combustión masiva produce un excedente que
no puede ser absorbido en tan poco tiempo
por los océanos. Se necesitarían siglos y, en
consecuencia, quedará en la atmósfera
incrementando su concentración.
El efecto físico del CO2 sobre la radiación
se traduce en que, dentro del espectro de
radiación emitida por la tierra en onda larga,
existen las ya mencionadas “ventanas
radiactivas”, es decir regiones del espectro
para cuyas longitudes de onda el vapor de
agua no la captura en forma natural, o sea
que se permite su pasaje hacia el exterior,
sin hacer sentir su efecto sobre el
invernadero. El CO2 participa parcialmente en
la absorción, precisamente dentro de dichas
longitudes de onda, incrementando de esa
manera el efecto de invernadero. Dicho efecto
obviamente se acentúa si se incrementa la
cantidad de CO2 en la atmósfera.
Esto lleva a poder establecer, de acuerdo
al comportamiento de los modelos físicosmatemáticos de simulación del clima,
modificaciones sustanciales a la escala
globales en los parámetros meteorológicos
más sensibles, como ser: precipitación,
tempestades y fenómenos extremadamente
severos como no se habían registrados
anteriormente. Ello se debe a que las
variaciones térmicas conducen a alteraciones
en la circulación general de la atmósfera,
desplazando sistemas báricos, aumentando
o debilitando gradientes térmicos o báricos y
modificando transportes horizontales de
humedad y calor.
LOS PRIMEROS SÍNTOMAS
Por lo tanto, a menos que resulte posible
lograr una reducción drástica en las emisiones
de dióxido de carbono y de los otros “gases
de invernadero”, la correspondiente
capacidad para atrapar al calor habrá de
significar un aumento, progresivo pero ya hoy
apreciable, en la temperatura de la Tierra.
Para constatar que esto está sucediendo
efectivamente, basta con algunos datos
mundiales muy recientes (1988), que indican
una tendencia neta por encima de las lógicas
fluctuaciones estadísticas.
En Europa el año 1988 fue, en general,
más caliente en promedio en casi todo el
continente, aunque el incremento de
temperatura no fue muy significativo,
superando +1º C en Europa Central, con
pequeños desvíos negativos en Escandinavia
y la región Balcánica.
Otro tanto ocurrió en la mayor parte de
Asia, por tercer año consecutivo, salvo en
proximidades del Ártico.
En Oceanía, comprendida Australia, se
observó un continuo aumento de las
temperaturas medias desde 1985, con
desvíos superiores a +1º C.
Con respecto al continente africano,
incluyendo las islas adyacentes, los datos
disponibles también indican un calentamiento
sostenido desde 1985.
Otro tanto ocurrió en América del Norte,
donde se suceden las anomalías positivas
desde 1986, con valores que superan los +2º
C en Alaska, aunque hubo registros negativos
aislados en Labrador y Texas.
América del Sur, en forma similar a otras
regiones del Hemisferio Sur, también resultó
ser más caliente, igualmente desde el año
1985. Sin embargo hubieron desvíos
negativos en el este de la República Argentina
y en el sur de Brasil, como reflejo del invierno
frío que afectó a esta región durante 1986.
En la Tabla III se presenta un cuadro
comparativo de temperaturas máximas
medias, para la República Argentina, entre el
período 1951-1980 y el verano de 1988/
1989.
También se ha informado sobre los valores
de precipitación, destacándose déficit en el
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Mediterráneo, China, Estados Unidos y en las
regiones centrales de la República Argentina,
así como en Chile y el sur del Brasil, atribuibles
al recordado invierno seco de 1988. Los
incrementos más importantes afectaron, en
cambio a Oceanía, Asia y regiones aisladas
de África y, en América del Sur, a su región
central y las costas caribeñas.
El calentamiento registrado en las
diferentes partes del globo nos muestra un
panorama que está, en principio, de acuerdo,
con las predicciones que establecen los
modelos climáticos desarrollados en los
grandes Centros Meteorológicos Mundiales y
que, en base al sostenido aumento de dióxido
de carbono y de otros gases atmosféricos,
determinan un futuro recalentamiento, de la
atmósfera de hasta +5º C, así como una
redistribución de la precipitación, tal que las
áreas tropicales con lluvias abundantes
tendrían mayores incrementos, las regiones
subtropicales secas se extenderían hasta los
polos y se registraría más lluvia o nieve en
las regiones subsolares.
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 11
UN FENÓMENO COMPLEMENTARIO: LA
DESFORESTACIÓN
Sin duda, la emisión de CO2 ha aumentado
considerablemente a partir del consumo de
combustibles fósiles como fuentes de energía,
pero la creciente acción de deforestación,
principalmente en las regiones subtropicales,
no le queda en zaga. Esta acción,
primitivamente realizada en los bosques de
latitudes medias y actualmente extendida a
las selvas tropicales, tiene un efecto adicional
al de su combustión y es el de modificar el
albedo terrestre, alterando el balance
regional de calor, en forma tal que se
fortalecen los movimientos descendentes del
aire. De ese modo, se impide el desarrollo de
nubes convectivas en la región y se
contribuye a su desertificación. Esta sería una
de las causas que determinan el avance del
desierto del Sahara, en la región del Sahel, a
razón de algunas centenas de metros por
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año. Otro ejemplo muy crítico de esto es el
caso de Madagascar, donde ya se ha perdido
el 90% de la vegetación original.
Es de hacer notar, en cambio, que el
aumento de cultivos y la forestación impuesta
por el hombre tiene un efecto inverso, tanto
en la modificación del albedo como en la
absorción del CO2 por parte de los mismos.
Como ilustración, se puede ver en la
Figura 7 la marcha de los registros de
producción de CO2 a partir de la combustión
de petróleo fósil, considerando la evolución
entre los años 1860 y 1985. Lo más
destacable reside en el hecho que, desde
1860 hasta 1930, la producción de CO 2
aumentó gradualmente entre 0 y 100 millones
de toneladas por año, en tanto que entre
1930 y 1960, se duplicó la cantidad de emisión
y más significativo aún, entre 1960 y 1985 el
incremento registrado implica pasar de
alrededor de 200 millones a superar los 500
millones de toneladas por año. La Figura 8
muestra la concentración de CO 2 en partes
por 1 millón de volumen de aire, en medida
en el observatorio de MAUNA LOA (Hawai),
para el período 1958–1985. El rasgo más
destacable se presenta en que la
concentración creció en un 25%, de 280 a 350
partes por millón, en volumen, coincidiendo
con la revolución industrial desatada a partir
de los fines de la década del 50. Los estudios
realizados a través de modelos de simulación
han señalado que, de continuar con el
incremento de la emisión de CO2, la cantidad
de partes de contaminante por parte de
volumen podría llegar acrecer hasta valores
de entre 500 y 700 para los alrededores del
año 2050, valores estos tan altos como no
habían sido observados antes en miles de
años.
PERSPECTIVAS
Como los niveles de dióxido de carbono
son ahora un 25% más elevados que en 1860,
y se espera que la tendencia creciente se
mantenga durante las siguientes décadas, a
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 13
mediados del próximo siglo el calentamiento
resultante podría elevar la temperatura
terrestre entre 1,5 y 4,5 grados Celsius, algo
equivalente al aumento total desde el final
del último período glacial.
Las consecuencias de un incremento como
este podrían ser catastróficas, ya que las
modificaciones de los patrones climáticos
producirían sequías en las áreas fértiles y
lluvias sobre los desiertos. Con el
escurrimiento del agua de los glaciares, al
derretirse estos, por la mayor temperatura,
y debido también a la expansión térmica de
las aguas marinas, el nivel de los océanos
podría llegar a crecer hasta unos dos metros
por encima de su cota actual.
En la Figura 9 se puede ver la situación
que se presenta, considerando tres
evaluaciones diferentes como resultados de
simulaciones sobre la velocidad del cambio
de temperatura esperado o pronosticado
para las próximas décadas, en función de
las emisiones de gases que contribuyen al
efecto invernadero (Ver Figuras 10, 11 y
12).
En este orden de consideraciones,
evaluando los resultados indicados por los
modelos se supone que pueden esperarse
grandes incrementos en la temperatura
durante los inviernos en las regiones de altas
latitudes en el hemisferio norte, con valores
promedio que pueden superar los 5 grados.
Este incremento representa entre 2 y 2 veces
y medio, los valores estimados para el
calentamiento global medio anual. Esto podría
conducir, como hemos dicho antes a un
progresivo derretimiento de los casquetes
polares, así como de otras regiones del
planeta. Como consecuencia de ello se espera
un aumento, en promedio, de alrededor de
1,5 m en el nivel medio del mar. Esto se
verificaría aún si no aumentara más la tasa
anual de emisión de gases contaminantes
por efecto invernadero.
En cuanto a la precipitación, es más difícil
pronosticar cambios a escala regional pero,
a partir de los resultados de los modelos, se
puede estimar que tendremos inviernos con
mayor precipitación en las altas latitudes,
intensificación de lluvias en las áreas
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normalmente lluviosas de bajas latitudes y
tal vez, un decrecimiento en las
precipitaciones de verano en latitudes medias.
Ahora bien, todo esto puede aparecer muy
hipotético, como una extrapolación
sumamente audaz a partir de la evidencia
existente, pero lo más grave es, justamente,
nuestra incapacidad para poder predecir los
resultados exactos, a mediano plazo, dicho
de otro modo: ¡estamos alterando nuestro
medio ambiente mucho más rápido que
nuestra capacidad real para medir las
consecuencias!.
Las respuestas al cambio de clima
En el umbral del siglo XXI, la humanidad
se enfrenta con una decisión sumamente
trascendente. Se trata de la opción entre el
mayor bienestar material posible, a corto
plazo, o bien un desarrollo más moderado
pero racional, uno que tenga en cuenta cual
habrá de ser la calidad de vida de las
generaciones futuras sobre el planeta.
Frente a esta elección tan dramática,
muchos de los países desarrollados han
decidido replantear sus respectivas hipótesis
de crecimiento, acordando la necesidad de
establecer estrategias comunes para hacer
frente al problema de la variabilidad climática.
Ahora bien, el actual reconocimiento
generalizado no ha sido casual, sino que
constituye el fruto de una labor incesante,
durante los últimos años, por parte de los
Organismos Internacionales competentes en
la materia, como ser el Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA), la Organización de las Naciones
Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura (UNESCO), el Consejo Internacional
de Uniones Científicas (CIUC) y, muy
especialmente, la Organización Meteorológica
Mundial (OMM).
Las posibles estrategias para responder
al cambio de clima se clasifican en dos
categorías: las estrategias de adaptación,
con miras a reducir las consecuencias de dicho
cambio, y las estrategias de limitación,
encaminadas a controlar o a detener el
aumento de las concentraciones de gases de
efecto de invernadero en la atmósfera.
Si bien cualquier respuesta del hombre, al
desafío que constituye la variabilidad
climática, deberá asentarse en ambas clases
de estrategias, resulta claro que las
estrategias de limitación habrán de requerir
la adopción, a nivel gubernamental, de
medidas de carácter eminentemente político.
Es por ello que en años recientes se han
ido
agregando,
a
las
reuniones
multidisciplinarías de evaluación científica,
otra clase de encuentros, a saber, los de
funcionarios
gubernamentales
específicamente responsables de regular y
ejecutar las políticas ambientales de los
Estados.
Como mucho se ha dicho y escrito sobre
este tema, a menudo de manera bastante
contradictoria, parece conveniente concluir el
presente informe con una brevísima reseña
histórica y un resumen de los esfuerzos en
curso, a nivel internacional, tendientes a la
protección de la atmósfera y los recursos de
nuestra madre Tierra.
En casi todos estos emprendimientos, la
fuerza motriz ha sido el permanente accionar
de la Organización Meteorológica Mundial.
Un poco de historia
En 1975, atendiendo a una petición
formulada por la Asamblea General de la ONU
y por otros Organismos Especializados, el
Séptimo Congreso Mundial adoptó su
Resolución “Cambio Climático”. En la misma
se pedía que se examinaran las eventuales
pruebas disponibles sobre la posibilidad de
algún cambio climático.
La primera evidencia fue anunciada
durante el Coloquio de la OMM sobre
Fluctuaciones Climáticas a Largo Plazo,
celebrado en agosto de 1975, frente a las
pruebas primarias disponibles, se decidió que
se justificaría un estudio más detallado.
Por tal motivo, en febrero de 1979 la OMM
organizó la (Primera) Conferencia Mundial
sobre el Clima, en colaboración con otros
Organismos Internacionales. En dicha reunión
quedó definitivamente reconocida la
necesidad de un Programa Mundial sobre el
Clima (PMC), tendientes al logro de la mayor
comprensión posible acerca de los efectos de
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 17
las actividades humanas sobre el clima de la
Tierra.
Poco después, en mayo de 1979, el Octavo
Congreso Meteorológico Mundial estableció
formalmente el referido Programa Mundial
sobre el Clima. Desde entonces, dicho
Programa ha aportado la necesaria
infraestructura internacional, para concretar
datos climáticos y las correspondientes
aplicaciones, para estudiar los impactos del
clima y para realizar investigación básica
sobre el tema.
En consecuencia, el PMC quedó integrado
por cuatro componentes, a saber, los datos,
las aplicaciones, los estudios de impacto y
la investigación. La OMM quedó a cargo de
la coordinación general del PMC y,
específicamente, de los componentes de
datos y de aplicaciones. El PNUMA, a su vez,
tomó a su cargo la ejecución del componente
de investigación, la responsabilidad
correspondiente les fue asignada, en forma
conjunta, al CIUC y a la OMM.
En resumen los cuatro elementos del
Programa Mundial sobre el Clima son los
siguientes:
• Programa Mundial de Datos Climáticos
(OMM)
• Programa Mundial de Aplicaciones
Climáticas (OMM)
• Programa Mundial de Estudios del
Impacto del Clima (PNUMA)
• Programa Mundial de Investigaciones
Climáticas (CIUC/OMM)
En este contexto se debe mencionar,
también, otro programa fundamental de la
OMM: el Programa de Investigación y Control
de la Contaminación del medio ambiente.
Dicho programa constituye una parte del
Programa de Investigación y Desarrollo, y
permite suministrar cierta información
continua muy valiosa para que se pueda
evaluar, por medio del PMC, cualquier
eventual cambio climático. Sus componentes
esenciales son:
• La Red de Estaciones de Control de la
Contaminación General del Aire (BAPMoN),
integrada por unas 100 estaciones que miden
en todo el mundo, tanto los gases de
invernadero como los aerosoles atmosféricos
• El Sistema Mundial de Observaciones
del Ozono (SMOO 3), integrado por unas 140
estaciones que miden, en todo el mundo,
la distribución del ozono atmosférico y sus
variaciones. Gracias a estos datos se han
descubierto la disminución del ozono en los
últimos dos decenios y el agotamiento del
ozono, en la Antártica, durante la
primavera.
En el año 1985, el PNUMA, el CIUC y la
OMM organizaron la Conferencia sobre Cambio
Climático y los Gases de Efecto de
invernadero, llevada a cabo en Villach
(Austria). Dicha Conferencia se considera,
actualmente, un hito en razón de su
Declaración Consensuada, que fue elaborada
por la comunidad científica internacional, con
relación a la probable magnitud del
calentamiento global y sus repercusiones. La
conferencia realizó un llamamiento, a los
Gobiernos, a efectos que estos adopten
nuevas políticas en cuanto a la conservación
de energía, la utilización de combustibles
fósiles y la emisión de ciertos gases.
El Décimo Congreso Meteorológico Mundial
(Ginebra, mayo de 1987) refrendó lo actuado
hasta entonces, reconoció la necesidad de
una Segunda Conferencia Mundial sobre el
Clima y acordó la ejecución de nuevos
emprendimientos conjuntos con el PNUMA. De
esta manera surgió en 1988, el Grupo
Intergubernamental de Expertos OMM/PNUMA
sobre el Cambio Climático. Mediante este
nuevo órgano, establecido por el Secretario
General de la OMM y por la directora Ejecutivo
del PNUDA, la tarea de evaluar la comprensión
científica del cambio climático pasa a ser de
nivel intergubernamental.
Como consecuencia de dicho acuerdo, se
han establecido tres Grupos de Trabajo, a
saber:
• El Grupo I (Ciencias) – para estudiar la
situación de los conocimientos científicos
sobre el cambio climático, en especial la
respuesta al aumento de los gases de efecto
invernadero.
• El Grupo II (Impactos) – sobre las
repercusiones
medioambientales
y
socioeconómicos del cambio climático y el
aumento correlativo del nivel del mar.
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 18
• El Grupo III (Política) – sobre estrategias
de respuesta, nacionales e internacionales.
La
primera
reunión
del
Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el
cambio climático tuvo lugar en Ginebra
(Suiza), en 1988, y la segunda se realizó en
Nairobi (Kenia) durante el año 1989. La
tercera reunión se llevaría a cabo en mayo
de 1990 como fecha límite para finalizar la
primera evaluación del tema del cambio
climático. Con los resultados de dicha
evaluación, se presentará un informe a la
Segunda Conferencia Mundial sobre el Clima,
en el mes de noviembre de 1990 (Ginebra –
Suiza).
Durante esa Segunda Conferencia
Mundial sobre el Clima habrán de ser
evaluados, a nivel Ministerial, las opciones
políticas para hacer frente al cambio
climático. Las finalidades esenciales de la
Conferencia serán las siguientes:
• Despertar la conciencia sobre el impacto
socioeconómico del clima del clima y sobre
las ventajas que se derivan de las
aplicaciones de la información climática
• Evaluar el estado actual de los
conocimientos sobre cuestiones relativas al
cambio climático y los gases de efecto
invernadero, las necesidades relativas a la
continuación de la actividad científica y sus
repercusiones para la política pública.
Al margen de la brevísima síntesis,
histórica que acabamos de efectuar, relativa
a las acciones que han emprendido la OMM
y los otros Organismos Internacionales,
tendientes a promover respuestas concretas
y eficaces frente al grave problema de la
variabilidad climática, se deben mencionar
también otros dos eventos fundamentales,
muy recientes, que han contribuido en igual
sentido.
En junio de 1988 se celebró en Toronto,
Canadá, la Conferencia Mundial sobre la
Variabilidad Atmosférica y sus Implicancias
para la Seguridad Mundial, donde se realizó
un llamado a los Gobiernos, a las Naciones
Unidas y sus Organismos Especializados, a
la industria, individuos y a las Organizaciones
no gubernamentales, para que estos
adopten acciones específicas tendientes a
superar la inminente crisis causada por la
contaminación de la atmósfera.
Asimismo, en marzo de 1989, se reunieron
en la Haya (Holanda) los Jefes de Estado de
24 “medianas potencias” de todos los
continentes. En esa reunión se discutieron
los medios para acelerar la acción
internacional encaminada a proteger la
atmósfera frente a la contaminación creciente
y, en particular, las medidas para abordar el
problema de los gases que provocan el
efecto de invernadero y el cambio climático.
En el año 1995 se estableció el Protocolo
de Kyoto, refrendado, en un primer momento
por una gran cantidad de países, pero no
así por las principales potencias industriales
a nivel mundial que no se mostraban
dispuestas a abordar cambios en sus
tecnologías de producción implicando fuertes
inversiones y formas de trabajo.
En este contexto, hacemos ver que
nuestro país fue anfitrión de dos de las
reuniones “de las Partes” como se las conoce
en los años 1998 y 2004.
Ta l ve z l a p o t e n c i a m á s g ra n d e e
importante en materia industrial y poderío,
como lo es los Estados Unidos de Norte
América, no se ha adherido, a la fecha, al
Protocolo de referencia. La comunidad
espera preocupada que esa nación
comprenda lo grave de esta situación
mundial y acepte suscribirse a las
condiciones establecidas en el Protocolo en
cuanto a las cotas de emisiones de
sustancias contaminantes y o de efecto
invernadero a la atmósfera con el fin de evitar
que las consecuencias por el calentamiento
extra que se observa, produzca fenómenos
naturales de tal intensidad capaces de
destruir las formas de vida conocida sobre
nuestro planeta, tierra.
CONCLUSIONES
El problema con que se enfrenta la
humanidad, en cuanto se refiere al cambio
climático, presenta tres características
esenciales: se trata de un problema vital,
urgente y mundial. Es vital, porque afecta
CALENTAMIENTO GLOBAL DE LA ATMOSFERA. . . - 19
la vida misma en este planeta; es urgente,
porque cada día de demora incrementa los
riesgos de un daño irreversible; y es mundial,
porque será inútil cualquier estrategia de
respuesta que solo contemple la participación
de una parte de los países del mundo.
Es cierto que los daños más importantes
han sido ocasionados, justamente, por los
países de mayores recursos y estos deberán
afrontar los mayores gastos y realizar
esfuerzos más importantes, para adecuar
sus estructuras socioeconómicas a las
imperativas limitaciones que demandará a
esta nueva realidad. Sin embargo, los países
en vías de desarrollo mal pueden
desentenderse del problema, ya que las
consecuencias del cambio climático afectarán
a todas las naciones, sin distinción del grado
en que hayan contribuido, o no, a gestar
dicho estado de cosas. Por el contrario, los
países más pobres son, justamente, los que
menos posibilidades tendrán de poder
movilizar recursos extraordinarios y adoptar
medidas de emergencia, ante los eventuales
desastres naturales resultantes del cambio
climático (estrategias de adaptación),
mientras
que
deberán
sobreponer
obstáculos adicionales en el camino de su
propio desarrollo tecnológico (estrategias de
limitación).
Durante las últimas décadas, la comunidad
científica internacional ha asistido, con
preocupación, aun manejo negligente y
dañino del medio ambiente. Obsesionados,
posiblemente, por el riesgo de una rápida
conflagración nuclear, los estratos dirigentes
de los principales países han sido ciegos ante
la amenaza de otros cataclismos de origen
humano, más graduales pero igualmente
destructivos. El efecto invernadero constituye
solo un ejemplo de una situación general, ya
que la misma imprudencia se observa, hasta
ahora, frente a la destrucción indiscriminada
de los bosques, el envenenamiento de la
atmósfera, la depredación ictícola o la
creciente desertificación, para citar solo
algunos ejemplos bien conocidos.
Afortunadamente, hoy se percibe que
dicha situación está cambiando. Sin perjuicio
del daño que ha sido hecho, o del que
seguramente se seguirá produciendo durante
algún tiempo, por lo menos ya se está
admitiendo la necesidad de hacer algo, al
respecto, a nivel de los gobiernos de los
principales países del mundo. Los Organismos
Especializados de las Naciones Unidas han
logrado, finalmente, hacer reconocer el
problema por parte de los órganos de
conducción política de los Estados Miembros.
En tal sentido, la Asamblea General de la
Naciones Unidas ha adoptado, en 1988, su
Resolución 43/53 sobre la Protección del Clima
del Globo, que reconoce a la variabilidad
climática como motivo de preocupación para
toda la humanidad. ¡Es de esperar que no
sea demasiado tarde!.
A partir de su establecimiento en 1951
como Organismo Especializado de las
Naciones Unidas, la OMM ha tenido, en la
observación y concentración de datos sobre
el clima, una de sus principales tareas. Si
actualmente comprendemos mejor la
variabilidad climática esto se debe, ante todo,
a los programas de la OMM sobre el clima y a
la participación de sus 160 Estados y
Territorios Miembros, que siguen aportando
sus respectivas contribuciones a los
fundamentos científicos sobre los que reposa
la elaboración de las correspondientes
estrategias de respuesta.
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