Libro de las Comarcas

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Pintura medieval
en el Museo Diocesano de Jaca
MIGUEL A. LAFUENTE PÉREZ
En la década de 1960 a 1970, la diócesis de Jaca sorprendió al mundo con un impresionante acontecimiento
cultural: los descubrimientos de varios conjuntos de pinturas murales pertenecientes a la época medieval.
Desde el comienzo de estas líneas, sentimos la obligación de tributar un homenaje de reconocimiento y gratitud a D. Jesús Auricinea Garitacelaya, sacerdote vasco de
la diócesis de Jaca, y a cuantas personas colaboraron con
él. D. Jesús, apoyado en todo momento con entusiasmo
por el Obispo D. Ángel Hidalgo Ibáñez, inició la tarea de
exploración, hallazgo, arranque, restauración y presentación de espléndidos murales que se exhiben actualmente
en el Museo Diocesano de Jaca. Se había salvado un riquísimo patrimonio cultural de nuestra tierra de Aragón.
Hoy, al presentar la comarca de La Jacetania, se tiene muy en cuenta, entre otros
muchos valores que constituyen nuestro territorio, éste de la pintura medieval.
En el capítulo anterior, D. Fernando Galtier nos describe la Catedral de Jaca y el
románico jaqués con referencias a la riqueza grande que supone la cultura de los
siglos XI y XII en esta comarca aragonesa. Bien es sabido que las iglesias del románico, casi por definición, no se daban por terminadas mientras su interior no
estuviera recubierto de pintura, en sus muros, ábsides y bóvedas. Hasta tal punto
que no se puede imaginar un espacio interior románico vacío. No se trataba de
adornar, porque la forma de expresión del románico está totalmente ligada a la sobriedad, la austeridad y la máxima sencillez. Se trataba, más bien, de ofrecer a las
gentes que no sabían leer, en imágenes, toda la Historia de la Salvación. No hacían falta palabras, la sencillez de las imágenes lo decía todo, y con total objetividad
y eficacia comunicativa.
A partir del siglo XIII, con los gustos del gótico, más refinados y coloristas, se
empezaron a quitar las pinturas del románico y se produjo su desaparición de casi
todas las iglesias; y todavía se intensificó más ésta pérdida cuando, hacia comienzos del siglo XV, empieza la moda de colocar retablos, que sustituyen las costumbres anteriores de las pinturas al fresco.
Manifestaciones artísticas
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En esta zona de La Jacetania, en algunas iglesias, en lugar de rascar las pinturas
murales, blanquearon y dejaron debajo de la cal, para el olvido, las pinturas del románico. Pero hoy, desde el Museo Diocesano de Jaca, se ofrece al mundo tan interesado por la cultura medieval uno de los acontecimientos de más importancia
para entender nuestras raíces históricas.
En esta breve reseña no se trata de hacer un análisis pormenorizado que estudie
cada uno de los conjuntos. Pero es necesario llamar la atención, de una manera especial, sobre algunos de ellos.
San Julián y Santa Basilisa de Bagüés
Bagüés, población de la provincia de Zaragoza, de la Comarca de las Cinco Villas,
colindante con La Jacetania, cuenta con cuarenta y dos personas censadas y posee
una magnífica iglesia de estilo románico lombardo, del último tercio del siglo XI,
del mismo tiempo que la Catedral de Jaca. Fue pertenencia del Monasterio de San
Juan de la Peña, a cuyos monjes podría atribuirse el encargo de las pinturas murales, desde la insistencia en la iconografía de los dos Juanes: San Juan Bautista y
San Juan Evangelista.
Estas pinturas fueron arrancadas por la familia Gudiol en el verano de 1966, para después ser trasladadas al lienzo y recolocarlas,
en sus talleres de Barcelona, en los paneles
con que ahora se presentan. Antes de su definitiva instalación, tras solemne inauguración del 22 de agosto de 1970, en los locales
del Museo Diocesano de Jaca, fueron mostradas en diversas exposiciones temporales,
en varios lugares de Barcelona. Para tomar
conciencia de la importancia de estas pinturas, solamente cabe citar las palabras de D.
José Gudiol Ricart en aquel discurso inaugural: “De hoy en adelante, la historia de la
pintura medieval europea, cuenta con un capítulo inédito, con nuevos maestros y, posiblemente, con la clave de una de las corrientes más ricas del Arte Románico”.
Conjunto pictórico procedente de la
parroquial de San Julián y Santa Basilisa de
Bagüés (Cinco Villas, Zaragoza)
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Comarca de La Jacetania
Este es, posiblemente, el conjunto pictórico
más importante que conservamos en España
de estilo románico. Al decir esto no olvidamos las salas del Museo Nacional de Arte de
Cataluña, y la Cripta del Panteón de Reyes,
de San Isidoro de León, la llamada “Capilla Sixtina del Románico”. Aquí, sin embargo, tenemos la más completa Biblia de los Pobres (Biblia pauperum) que se conserva de las muchas que se hicieron en las iglesias del Románico. Aquí es donde
se confirma que en estas iglesias no se daba un mínimo espacio interior que no
estuviera recubierto de pintura: en los muros, en las bóvedas, en los ábsides, vanos
y tímpanos.
En las pinturas de Bagüés se narra de una forma muy sintetizada toda la Historia
de la Salvación. Así se llama “la serie de intervenciones de Dios en la vida de los
hombres”, desde la Creación hasta la Ascensión. Dios es el protagonista que va
conduciendo la historia.
Los temas están distribuidos en cuatro registros-franjas a lo largo de los muros laterales, en una imaginaria línea espiral, en dirección descendente, para llegar hasta
el nivel del suelo, y comenzar un movimiento ascendente en el cilindro del ábside
hasta el cuarto de esfera de la bóveda con la imagen del Pantócrator.
El registro más alto contiene los temas esenciales del Antiguo Testamento, que se
pueden esquematizar con las fases de principio, desarrollo y fin.
El principio responde a la primera pregunta de la historia del pensamiento: ¿Cuál
es el origen de todo lo que existe? Es la pregunta eminentemente filosófica. En la
Biblia se da una respuesta: todo viene de las manos de Dios. Así comienza el programa iconográfico del conjunto de Bagüés: pone un signo del misterio de Dios
de quien todo trae su origen por una acción creadora, de la nada. Se escenifican,
viñeta tras viñeta, el origen del hombre, de la mujer, del pecado original, del
mundo con todo lo que contiene.
En el desarrollo se pone la historia del mundo y del hombre: ahí están los cimientos de la antropología bíblica insistiendo en la realidad existencial y en la capacidad simbolizadora de Caín y Abel.
En el final, aparece el tema de la retribución con los acontecimientos del diluvio.
La naturaleza es muy agradecida, si se la trata bien; y es trágicamente vengativa, si
se la traiciona. Aquí no se acentúa el carácter destructivo de las aguas, sino la acción salvadora de Dios, que, en la figura de Noé y su familia, quiere llevar, por su
misericordia, a todo hombre a un final feliz.
Principio: Creación. Desarrollo: Historia de la Humanidad. Final: Dios salva.
En el segundo registro comienza el Nuevo Testamento. Son las escenas que nos
ofrecen toda la infancia de Jesús, como nos narran los Evangelios de San Mateo
y San Lucas. En el lateral de la Epístola, hacia atrás, aparecen las escenas de la
Anunciación del Ángel a María, la Visitación de María a su prima Isabel, el Nacimiento del Niño-Dios, la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Magos,
y, a la misma altura, en el lateral del Evangelio hacia adelante, sigue la Huída a
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Egipto, la matanza de los Inocentes, la Presentación de Jesús en el Templo y concluye con el Bautismo de Cristo.
En el tercer registro empieza la vida pública de Jesús con las tentaciones en el desierto, la vocación de los primeros discípulos, el primero de los milagros con la
conversión del agua en vino en las Bodas de Caná de Galilea, la actuación de Jesús
con los Apóstoles, el encuentro con la Samaritana en el pozo de Jacob, las hermanas de Lázaro suplicando a Jesús por el hermano muerto, y la Resurección de
Lázaro.
Y terminan los murales en el cuarto registro, muy deteriorado, pero con la escena
vivísima del beso de Judas, el prendimiento de Jesús en Getsemaní y la acción violenta de Pedro costándole la oreja a Malco, el criado del Sumo Sacerdote.
Si en los muros el movimiento es descendente (Dios que viene al encuentro del
hombre), en el ábside cambia la dirección desde el plano inferior, donde se narran
los acontecimientos del Calvario: Jesucristo crucificado, con la Virgen y San Juan al
pie de la cruz, y los dos personajes, Longinos y Stephaton (el de la lanzada y el que
le ofrece la esponja con hiel y vinagre). Impresionante resulta en esta composición
la presencia de los dos sayones dando golpes en los cuerpos de los dos ladrones que
crucificaron a uno y otro lado de Jesús, Dimas y Gestas, que no señalan ninguna dificultad para pasar por el travesaño del madero los brazos completamente triturados, significando el contraste de que a Jesús no le quebraron ni un solo hueso. Siguen las escenas de la Resurección de Jesuscristo, con las mujeres que se encuentran
con el sepulcro vacío; la Resurección de los muertos, con los sepulcros abiertos; y
la Magdalena a los pies de Cristo Resucitado del Noli me tangere.
En el segundo plano, a uno y otro lado del vano, están los Apóstoles y la Virgen,
testigos del misterio de Jesús, con las manos indicando la figura principal de todo
el conjunto y que da sentido a todas las demás: el Pantócrator, que ocupa la mandorla mística del cuarto de esfera del ábside, en la forma original de un Cristo
triunfante en la Ascensión.
El signo del Pantocrátor se repite en todos los vanos y en el
tímpano de la puerta de entrada a la iglesia, en formas humanas dentro de las mandorlas, y de una manera especial
destacamos el signo de la
mano, expresión la más original, primitiva y significativa
del misterio de Dios.
Escena del conjunto pictórico de Bagüés
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Comarca de La Jacetania
Magnífico conjunto, por tanto,
de toda la historia de la salva-
ción, que nos presenta en pocos rasgos muy significativos la acción de Dios que
crea el universo y salva al hombre para llevarle a la felicidad que busca.
En cuanto a la forma de expresión, destaca el gran dinamismo de toda la narración, la enorme plasticidad de todas y cada una de las imágenes, la viveza y la energía de los movimientos de los brazos y de las piernas, la expresividad tan sugerente de las variadísimas posiciones de las manos.
La composición de todo el conjunto sintetiza los grandes temas de la Biblia con
una enorme fuerza narrativa, en una perfecta unidad de las distintas escenas, siempre en movimiento. En este sentido, contrasta la frialdad de los colores de fondo,
azulados y verdosos, con el resultado mucho más cálido de los ocres, amarillentos
y rojizos, los marrones, los negros de humo y el brillo luminoso de los blancos.
Se trata pues, de una pintura enormemente lineal, plana, con los colores puros, sin
matizaciones para sombreados que permitieran los distintos planos; es lo mínimo
imprescindible para los sentidos, pero suficiente para descubrir una gran riqueza
de contenidos.
Es, en definitiva, una buena muestra de arte moderno, si por tal se entiende simplicidad para los sentidos, pero gran fuerza para descubrir el sentido de lo que se trata
de comunicar. Sólo cabría recordar la expresión de la boca de Malco, en la escena
del Prendimiento de Jesús en Getsemaní, tan perfectamente comparable con la expresión del terror sorprendido de todos los vivientes del Guernica de Picasso.
San Juan de Ruesta
Ruesta es hoy un pueblo abandonado de la provincia de Zaragoza, comarca de las
Cinco Villas y Diócesis de Jaca, cerca de Navarra y en pleno Camino de Santiago.
Ahí está, en lamentable imagen hoy, la ermita de San Juan Bautista, a un kilómetro de distancia del núcleo del pueblo.
Aquí descubrió D. Jesús Auricinea, bajo el encalado que recubría el ábside, un
conjunto de pinturas que fueron arrancadas por el equipo restaurador de la familia Gudiol, año 1963, y trasladadas al lienzo, restauradas y, por fin, instaladas en el
Museo Diocesano de Jaca. Bien se podrían fechar en la primera mitad del siglo
XII.
Muy importante se consideró el hallazgo de estas pinturas de Ruesta, valorándolas, por su singularidad, como la plenitud de la pintura románica, y que animó a
los responsables de la Diócesis de Jaca en su campaña de salvación de este magnífico acontecimiento cultural.
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Aquí tenemos la imagen clásica del Pantocrátor, tal como se describe en el capítulo cuarto del libro del Apocalipsis. Dentro de la mandorla aparece una Maiestas
Domini, Cristo Sentado en su trono, como Juez de vivos y muertos, con la mano
derecha en actitud bendiciente y sosteniendo con la mano izquierda un libro apoyado en su rodilla. El carácter de popular se manifiesta especialmente en la presencia de las siete lámparas, signo de la total realidad de Dios, en la forma de cazoletas de barro cocido. En el entorno del Pantocrátor se representan los cuatro
vivientes del Tetramorfos: el águila de Juan, el toro de Lucas, el león de Marcos, y la
figura humana de Mateo, que en el género literario apocalíptico trae el capítulo primero del profeta Ezequiel y que recoge el autor del Apocalipsis. Los cuatro signos de los evangelistas están sostenidos por las manos de los ángeles enmarcados
en hermosísimos medallones. Se enriquece la cuenca del ábside con serafines recubiertos de varios pares de alas y con abundancia de ojos por todo el cuerpo.
En el semicilindro se distribuye el espacio con un Calvario, a la izquierda, y un
conjunto de apostolado, a la derecha de la ventana central.
En las formas de expresión nos encontramos con una gran riqueza de recursos en
las líneas y en los colores, con una ornamentación muy variada de la mandorla del
Pantocrátor, las orlas de los medallones del Tetramorfos y las que separan los distintos espacios de la bóveda y del semicilindro, marcos todos que contribuyen al carácter ornamental de todo el conjunto.
Se trata, como podemos concluir, de un
gran artista que combina perfectamente
las simetrías y disimetrías, respetando las
normas de elaboración y, al mismo tiempo, procediendo con entera libertad en
verdaderos juegos combinatorios.
Cabeza del Pantocrátor de San Juan de Ruesta
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Comarca de La Jacetania
A este ábside de San Juan Bautista de
Ruesta pertenece la cabeza del Pantocrátor que se expone en el Museo Diocesano de Jaca. Cuando se arrancó el
conjunto, en el lugar exacto donde
había estado la cabeza del Pantocrátor
quedaban abundantes restos de pintura,
que sugerían alguna posible figura anterior. Limpiado el estuco, soporte de la
primera cabeza, apareció la segunda,
que en su austeridad de líneas y combinación de negros, ocres y bermellones
constituye una de las mejores muestras
de la pintura románica, en línea con
ciertos rasgos del arte moderno.
Iglesia de la Asunción de Navasa
Navasa, población del Campo de Jaca, al pie del monte Oroel, conserva una iglesia románica dedicada a Santa María de la Asunción. Seguramente, pertenece a la
segunda mitad del siglo XII. Pocos espacios hay tan sugestivos como una iglesia
románica con su cementerio rural adosado. Es lo que podemos encontrar en el
pueblo de Navasa, situado en las márgenes del río Gas, tan cercano a Jaca.
Importante es también el conjunto, que se ha podido rescatar, de las pinturas románicas de la iglesia parroquial de Navasa. Los fragmentos que se han salvado son
suficientes para recomponer lo que pudiera ser todo el programa pictórico. En el
cascarón de la bóveda del ábside se representa, en el centro, el signo del Pantocrátor, sin mandorla, un Cristo Majestad con la mano derecha bendiciente y la
mano izquierda con el libro abierto en el que se puede leer EGO SUM PRIMUS
ET NOVISSIMUS. En la misma bóveda se localizaría el Tetramorfos, del que se
conserva la parte correspondiente al toro de Lucas (íntegro) y, fragmentada, el
águila de Juan. En actitud de súplica aparecen San Juan Bautista, conservado, y la
Virgen María. Y los arcángeles San Rafael, conservado, muy significativo como
protector de peregrinos, y San Gabriel, supuesto, al lado de la Virgen como mensajero del misterio de la Encarnación.
Dado que la iglesia está dedicada a la Virgen Santa María, no nos sorprende que
la parte principal del conjunto, y la mejor conservada, corresponda a la figura de
la Virgen, con todos los adornos propios de una pintura bizantina, trono de Dios,
tan propio de las vírgenes románicas. En actitud adorante aparecen los tres magos
que ofrecen sus dones (Munera offerunt). Y en la escena contigua está la Huída a
Egipto, cumpliendo el mandato de Dios a San José: Fuge in Aegyptum. Se adivina la
escena del anuncio de los ángeles a los pastores de Belén. Y en el zócalo podría
presentarse un menologio completo, del que solamente se conservan los fragmentos correspondientes a las actividades de los meses de julio, con escenas de la
siega, y de agosto, representado por la trilla de mieses.
Se puede destacar la total naturalidad
del carácter narrativo de este conjunto.
Pero sobresale la fuerza de los aspectos bizantinos de las distintas figuras,
en la forma de presentar a la Virgen
bajo un pabellón adornado con cortinajes, en los pliegues de las vestimentas, en la ornamentación de las pedrerías, y en tantas deesis (actitudes
suplicantes) de San Juan Bautista y de
la Virgen, y de los arcángeles Gabriel y
Rafael, actitudes puramente bizantinas.
La abundancia de elementos que enri-
Pinturas de Navasa. La Adoración de los Reyes
Magos
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quecen las pinturas de Navasa permite considerarlas como un caso destacadísimo de la pintura románica.
El carácter lineal de la pintura que contemplamos la convierte en un acontecimiento singular. Contribuye a dar más fuerza narrativa a todas las figuras que intervienen en este pasaje de la Epifanía. Central es la imagen de la Virgen con el
Niño en brazos, las manos aparecen en perfecta actitud de cortesías y deesis adoradoras, resaltando el orden jerárquico de la presentación de ofrendas. Se señala,
asimismo, el movimiento del caballo sobre el que cabalga la Virgen con el Niño.
Los colores tienen una fuerza sorprendente: sobre fondos azul y verde, tan perfectamente conservados, destacan las distintas figuras, aprovechando los negros y
blancos para las líneas llenas de energía en trazos continuos, dejando los amarillos, ocres y rojizos para revestir todos los espacios de la escena. Equilibrio perfectamente graduado para lograr un conjunto magnífico con colores azules y verdes, marrones, amarillos y rojizos, blancos y negros.
Este conjunto de Navasa, con bastante probabilidad, se puede fechar en los comienzos del último tercio del siglo XII, que es, al mismo tiempo, la fecha en que
acaba de construirse la iglesia.
Pintura mural gótica
Para finalizar, conviene dejar constancia, siquiera de forma somera, de los distintos conjuntos pertenecientes al estilo gótico presentes en el Museo Diocesano de
Jaca. Valdría la pena recordar los nombres de Concilio y de Osia, de Urriés y de
Orús, de Susín, de Sorripas, Huértalo, Cerésola y Sieso de Jaca, de Ipas, de Escó
o de Bergosa.
Fragmento del conjunto de “La
Creación”, procedente de la iglesia
parroquial de Urriés
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Comarca de La Jacetania
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