Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio Unidad de Estudios Cooperativos Curso-Taller sobre Cooperativismo, Asociativismo y Economía Solidaria 2015 Segundo Análisis de Textos Taller de Educación Experiencia y Trayectoria Florencia Romero 4.172.889-5 María José Portillo 4.535.952-1 Serrana Pagani 4.074.581-0 Valentina Grande 5.134.884-1 Magela Gebelin 4.979.611-9 Laura Arichichu 5.410.191-9 EXPERIENCIA Cuando hablamos de experiencia hacemos alusión a “eso que me pasa” (Larrosa, 1996), nos basamos en la premisa de que para que “haya experiencia” debe existir un acontecimiento exterior a mí, si bien tenemos en cuenta que el lugar donde acontece esa experiencia es en mi, donde ella tiene lugar, y ese lugar soy yo, la cual tiene un sentido bidireccional y siempre es subjetiva. Dewey (1938) toma a la interacción como una de las características principales de la experiencia, haciendo referencia al juego entre lo interno y externo del individuo, lo cual crea una “situación”, interacción y situación son indisolubles para él, afirmándose en la idea de que la experiencia existe gracias a la interacción que se da entre el individuo y su ambiente, éste último interactúa con “necesidades, propósitos y capacidades personales para crear la experiencia que se tiene”. Cada experiencia es singular, particular, propia, por lo cual ella nos forma y transforma, siendo esto último el resultado de la misma. Tomamos la experiencia entendida desde lo vivido, sentido, pensado, actuado, en determinados contextos, viéndolo como un todo que se relaciona entre sí con determinada lógica que le da sentido. Vinculando la experiencia con el concepto de formación, podríamos decir que para nosotros la formación es una experiencia, tratando de analizarla desde las prácticas y vivencias de los sujetos, tomando en cuenta los sentidos que le dan a la misma y que produce un saber que va más allá de lo instituido, cuando comunicamos sobre la experiencia estamos refiriéndonos a lo que nos ha sucedido en un tiempo caracterizado por ser no lineal. Según Bárcena (2002): “…aquello en lo que la palabra todavía no puede penetrar es, justamente el espacio mismo de la experiencia, porque primero viene la experiencia y luego la palabra que la nombra. Por lo tanto es la experiencia que hacemos con el mundo y la experiencia que el mundo hace en nosotros que nos proporciona un saber de experiencia, al mismo tiempo que se deja nombrar mediante las palabras y se hace por ello pensable. Sólo que el «saber de experiencia», como decía María Zambrano, “es intransferible”…” (p.503). El mismo autor Bárcena (2002) plantea pensar tres dimensiones esenciales de la experiencia. Un acontecimiento, que por su propia naturaleza es una irrupción de lo imprevisto y extraordinario es, por un lado, lo que da a pensar; no aquello sobre lo cual pensamos, sino lo que nos da la oportunidad, y hasta nos exige, pensar lo acontecido con un pensamiento nuevo, con nuevas categorías y con un nuevo lenguaje. En segundo lugar, todo acontecimiento es lo que nos permite hacer una experiencia. Un acontecimiento no es aquello sobre lo cual experimentamos, sino justo eso otro que hace experiencia en nosotros, porque es algo que nos pasa y no nos deja igual que antes. Por último, un acontecimiento es lo que rompe la continuidad del tiempo de la historia y del tiempo personal de lo vivido. Como aquello que nos da a pensar, la experiencia del aprendizaje de lo nuevo, de lo inédito, de lo extraño. Como aquello a través de lo cual hacemos experiencia en nosotros (...) la experiencia del aprendizaje del padecer, de la pasión y del dolor. Y, finalmente, por ser lo que rompe la continuidad del tiempo (...) es la experiencia del aprendizaje de la decepción y de un cierto desencanto. Este aprender hunde sus raíces en nuestra condición natal, en el hecho de que llegamos al mundo por el nacimiento y en la tesis de que la infancia del hombre es el origen del tiempo y de la historia, el lugar propio en el cual podemos recuperar la posibilidad de hacer experiencia en el mundo y, en nosotros mismos. Frente a la idea moderna de experiencia, según la cual el sujeto experimentado es aquél que no se extraña, aquél cuya experiencia previa le protege del shock de lo nuevo, pensarnos otra vez desde el tiempo original de lo nacido y de la infancia, de lo inefable, es volver a ser capaces de sorprendernos con aquello que, al experimentarlo, hace experiencia en nosotros, dejándonos sin palabras, pero orientándose en la búsqueda de lo nuevo, cuya extrañeza no llegamos a familiarizar y cuya novedad a desactivar. (p. 504,505). Para Dewey (1938) todas las experiencias tienen dos aspectos, uno es el agrado o desagrado en las mismas y luego cómo influye esto en las que devienen posteriormente. Para determinar las experiencias que son más valiosas que otras la base radica en lo que llama “continuidad experiencial”, basada en el hábito, la característica principal del mismo es que toda experiencia vivida transforma al que la vive, por consiguiente esta transformación afecta a las experiencias siguientes. Como mencionamos anteriormente dentro de la fundamentación, cuando hablamos de formación nos estamos refiriendo al concepto amplio de la palabra, no aludiendo meramente a la educación formal, sino a los espacios donde los sujetos han tenido experiencias que se fueron dando a lo largo de sus vidas. Por ello es importante pensar sobre el concepto de experiencia como aquello que rompe con cierto conocimiento formal e implica más que nada dar sentido a lo que es vivido o fue vivido, logrando una unidad entre objeto y sujeto, teoría y práctica. Dando lugar a la complejidad de cada situación transitada, no sólo para el sujeto sino también para un colectivo. Al decir de Toulmin (2001) “Se debe considerar la experiencia, lo particular, lo temporal y variable de vivencias humanas, como algo por conocer, más allá de lo abstracto y universal, a la vez que también como un modo distinto de conocer(…) así como modos particulares y variables de acercarnos a la realidad para comprenderla” (p.16). En relación a la formación en cooperación será de importancia el saber, interés y lo transitado por cada integrante del colectivo de una cooperativa. Trataremos de analizar las experiencias que han atravesado varios cooperativistas donde primará una lógica apuntada al descubrimiento, tratando de dejar de lado nuestras hipótesis que actúan como prejuicios. La idea no es basarnos en teorías preconcebidas sino hacer énfasis en cuestionar, deconstruir enfoques e interpretaciones que se van generando en la experiencia, cuestionando prácticas, tratando de ver las fortalezas y potencialidades que producen la misma. TRAYECTORIA Hablamos de trayectoria no enfocados a nivel institucional meramente, sino tomando al ámbito de la vida en general, donde intentaremos visualizar las distintas transiciones y estados que la integran. A diferencia de un trayecto, que se asocia principalmente como un proceso que tiene un inicio y un final, la trayectoria constituye en sí a la historia, haciendo que ésta tenga interrupciones, que los procesos no sean cuantificables, sin puntos de llegada definidos. Vargas (2000) percibe la trayectoria como la sucesión de actividades de desarrollo que implican una educación formal e informal, una formación y una experiencia laboral idónea que conducen al individuo a puntos de mayor jerarquía. El concepto anteriormente mencionado se complementa con el de Boado (1996) sobre la forma en que la reconstrucción de las trayectorias permite recuperar el bagaje de saberes, habilidades y destrezas adquiridas por el egresado o trabajador en el desarrollo de su vida profesional. Podemos tomar la trayectoria vinculada a un camino como señalaba Ardoino (2005). Alude a la idea que no es un protocolo con un mecanismo específico, sino que se va construyendo en el andar. El sujeto se encuentra inmerso en un determinado espacio, el cual está sometido a movimientos constantes, por lo tanto, a múltiples transformaciones, lo que determina que la trayectoria no se caracterice por ser un proceso lineal, de esto podemos deducir que el tener conocimiento sobre la trayectoria de los sujetos facilita para visualizar las distintas representaciones de los mismos y los lugares donde se mueve, pudiendo por medio de la observación de los a través del tiempo, relatar y describir sus trayectorias. Continuando con la idea, vinculamos la mirada de Chalmers (1995), haciendo énfasis en lo que se construye en ese andar, ejecutado por sujetos en situación de acompañamiento. La trayectoria como camino es promisorio y provisorio señala Lewkowicz (2004). Citando a Vargas (2000) “La trayectoria da sentido al desarrollo continuo y al aprendizaje a lo largo de la vida como individuos dentro de un grupo o en una organización como en un todo, cambiando y reorientando una y otra vez, dominando a largo plazo la complejidad y los dinamismos del sitio”. Considerando a la trayectoria desde la experiencia, tomamos al concepto de trayectoria vinculado al de “recorrido”(godard, 1996), “a un camino a lo largo de toda la vida, que puede variar y cambiar en dirección, grado y proporción” (Elder, 1991:63, citado por Blanco, 2001), intentando dar cuenta de las rupturas y encadenamientos a lo largo del recorrido que transitan los sujetos, en la experiencia de vida de los mismos. Intentaremos analizar, teniendo en cuenta la importancia en los distintos sujetos de las experiencias que se han construido en múltiples dimensiones, para tratar de interpretar los distintos momentos significativos en la historia de los cooperativistas que entrevistaremos. 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