Evaluación de la inteligencia.

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Curso de Evaluación Neuropsicológica
Espacio semipresencial
Ficha 5
EVALUACIÓN DE LA INTELIGENCIA
•
Concepto de inteligencia
Las controversias respecto a la existencia y características de la/s inteligencia/s, a las
cuestiones referentes a la estructura y naturaleza de sus rasgos básicos, así como los
interrogantes acerca de su estabilidad vs. cambio, y del impacto de lo genético vs. lo ambiental,
entre otros, han constituido los ejes de la revisión teórica y de la investigación empírica en el área
del estudio de la inteligencia desde su comienzo hasta hoy (Kaufman, 1990; Sternberg y
Detterman, 1988). Algunas definiciones reflejan la vigencia del cuestionamiento al concepto de inteligencia. Mientras que Brody (1997) postula que "la omnipresencia de las correlaciones
observadas sostiene la existencia de un factor general de la inteligencia que es característico del
ser humano", Sternberg (1999), en total desacuerdo con el concepto tradicional de cociente de
inteligencia o cociente intelectual (Cl), define a la inteligencia como "un proceso en desarrollo, un
proceso constante de adquisición y consolidación de las habilidades necesarias para obtener un
elevado nivel de dominio en uno o más campos de ejecución vital". Sin dejar de reconocer el
interjuego entre la dotación genética y el impacto del entorno, enfatiza el papel de la motivación,
los modelos de rol, la participación activa y las formas de recompensa. Por su parte, Gardner
(1995) postula la teoría de las inteligencias múltiples, basada en disociaciones observadas en
pacientes neuropsicológicos y en talentos excepcionales. Según su visión, la inteligencia
implicaría "la habilidad necesaria para resolver problemas o para elaborar productos que son de
importancia en un contexto cultural o en una comunidad determinada". Desde tan diversas
perspectivas de inteligencia, se desprende que la construcción de tests se halla ligada al concepto
de inteligencia que se tome como referencia. En este sentido, es posible identificar dos grandes
aproximaciones.
Los psicólogos clínicos, parten del supuesto de entender la inteligencia como un conjunto de
habilidades o capacidades que permiten al sujeto adaptarse a las exigencias del medio, y que
evoluciona con la edad. Esta tradición (véase Kaufman, 1990) se inició con Binet, a quien en 1904
el Ministerio de Instrucción Pública francés le encomendó la tarea de desarrollar una forma de
diferenciar a los niños normales de los retrasados, con miras a su educación. La capacidad
intelectual fue atribuida a una variable unitaria que se iba incrementando conforme al normal
desarrollo del individuo. Los esfuerzos de Binet cristalizaron en las escalas ”Binet-Simon”, una
colección de tareas estudiadas en grandes cantidades de niños de diferentes edades. Terman
adaptó, extendió y estandarizó una versión de las escalas de Binet en Estados Unidos en 1916. El
desarrollo de escalas de inteligencia para adultos, luego de una primera versión de las escalas de
Terman-Binet, cobró impulso con los esfuerzos dedicados a la clasificación de personal militar en
la Primera Guerra Mundial. David Wechsler, en la década de 1930, configuró un batería para la
evaluación de la inteligencia en ámbitos clínicos a partir de las tareas verbales de Terman-Binet y
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de las pruebas de ejecución no verbal provenientes de las escalas militares, origen de las
sucesivas escalas Wechsler (Kaufman, 1990).
Paralelamente a la concepción clínica, desde la perspectiva psicométrica / diferencial, se han
identificado los principales componentes de la inteligencia a partir de los resultados obtenidos del
análisis de las correlaciones existentes entre los diferentes tests mediante análisis factorial. De
este modo, se han descrito habilidades primarias y factores tales como los factores verbales,
numérico, espacial, de organización perceptiva, de memoria y razonamiento entre otros, dejando
de manifiesto que la inteligencia no es un rasgo unitario. Spearman (1955) tuvo el mérito de ser el
primer autor en aplicar el análisis factorial a la investigación de la estructura de la inteligencia.
A partir de las diversas correlaciones altas y positivas obtenidas entre diversos tests,
propuso la existencia de un factor general, o habilidad general, encargado de las operaciones de
abstracción y razonamiento, es decir, de obtención de relaciones y correlatos. Se ha interpretado
teóricamente este factor de manera muy diversa, como la capacidad para abstraer relaciones, la
capacidad para aprender, la capacidad para resolver problemas novedosos para el sujeto, y otras
propuestas. Por otra parte, la obtención de correlaciones altas y positivas pero no perfectas, indujo
al mismo autor a proponer la existencia de factores específicos, implicados de modo exclusivo en
la realización de cada test o tarea particular. La teoría "bifactorial" de Spearman defiende que
todas las habilidades humanas incluyen un factor común o general y otro específico.
La obtención de correlaciones altas y positivas entre los resultados de los tests admite otra
interpretación diferente a la dada por Spearman: la inexistencia de un factor general y la
afirmación de factores independientes o factores de grupo que integran la inteligencia. En esta
línea de pensamiento se encuentra Thurstone y Thurstone (1944, 1999), quien desarrolló un
procedimiento matemático denominado "análisis factorial múltiple", que le permitió identificar un
número limitado de aptitudes mentales primarias que configuran la inteligencia:
- Comprensión verbal: capacidad para un buen uso del lenguaje y de razonamientos verbales.
- Fluidez verbal: capacidad para hablar y escribir siguiendo una norma.
- Numérico: capacidad para manejar números y resolver tareas de cálculo con rapidez.
- Capacidad espacial: comprensión de figuras en el espacio, de sus movimientos y
transformaciones.
- Memoria: capacidad de recuerdo de contenidos verbal y visual.
- Razonamiento: capacidad pare extraer reglas,de forma tanto inductiva como deductiva.
- Rapidez de percepción: capacidad para percibir con rapidez y discriminar.
Siguiendo con el análisis factorial como medio de comprender la naturaleza y estructura de
la inteligencia, Guilford (1977) diseñó un modelo estructural al que denominó estructura del
intelecto, organizado en tres dimensiones. La combinación de estos ejes da lugar a más de cien
factores específicos.
- Operaciones. Representan los modos de pensar: cognición, memoria, producción convergente,
producción divergente y evaluación.
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- Contenidos. Alude a tipos de información sobre los que actúan las operaciones: figurativo,
simbólico, semántico y conductual.
- Productos. Supone diferentes maneras en las que se manifiesta cualquier información: unidades,
clases, relaciones, sistemas, transformaciones e implicaciones.
Mediante el análisis de los principales estudios factoriales psicométricos, Carroll (1993) ha
construido un modelo de aptitudes que goza de gran consenso en la actualidad. Postula una serie
de aptitudes organizadas jerárquicamente, y presenta factores de grupo (aptitud matemática,
verbal, viso-espacial, rapidez perceptual, etc.) en un nivel, y en otro superior un factor general de
inteligencia, g (Carroll, 1993). Los tests que mejor representan este factor son los de razonamiento
inductivo, como la Escala de Matrices Progresivas de Raven.
•
El CI: cuestionamiento y necesidad
En este sentido, la investigación en neuropsicología contribuyó enormemente en la redefinición de la naturaleza de la inteligencia. Entre los mayores aportes realizados se encuentre la
aseveración de que las puntuaciones globales, como el cociente de inteligencia, no constituyen un
indicador directo de la magnitud del daño cerebral. Las lesiones que afectan una parte del córtex
cerebral usualmente generan el deterioro de ciertas funciones cognitivas, junto a la preservación
de otras.
Mientras que las habilidades más directamente relacionadas con el tejido dañado pueden
verse muy comprometidas, las funciones cognitivas secundarias pueden estar sólo levemente
alteradas o distorsionadas, mientras que otros dominios cognitivos pueden llegar incluso a verse
realzados. En síntesis, los estudios neuropsicológicos han podido demostrar la existencia de una
multiplicidad de funciones cognitivas concretas que, en situaciones normales, actúan
combinadamente dando la falsa sensación de configurar un atributo intelectual único y general
(Lezak; 1988, 1995). En su artículo provocativamente llamado "CI: RlP" (1988) Lezak expresa:
"cuando las muchas y variadas observaciones neuropsicológicas obtenidas por los así llamados
'tests de inteligencia' se combinan en un solo CI... el producto de esta conversión non sancta es
un número que, al referirse a todo, no representa nada".
El Cl consiste en un puntaje derivado en una gran cantidad de tests diseñados para la
evaluación de la inteligencia. Sin embargo, dada la multiplicidad de funciones cognitivas que
subyace a la habilidad entendida como tal, el Cl, como constructo que reúne y resume una gran
cantidad de conductas, carece de utilidad a la hora de describir y reflejar el rendimiento en cada
una de las funciones.
Alteraciones específicas y restringidas a una determinada modalidad cognitiva pueden dar
la sensación errónea de estar frente a un severo deterioro intelectual (por ejemplo, en trastornos
del lenguaje), mientras que un buen Cl puede opacar el pobre rendimiento en uno o varios
subtests en particular. Para ser considerado neuropsicológicamente significativo, el resultado de
un test debe representar la menor cantidad de funciones cognitivas posible. Cuando los tests son
demasiado inclusivos, resulta virtualmente imposible saber qué función o funciones cognitivas son
las que subyacen a los resultados obtenidos.
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Por otro lado, la evaluación del Cl se hace necesaria en una serie de cuadros que se
definen por el mismo: el espectro de trastornos del desarrollo, dentro de los cuales sobresale el
retardo mental (DSM-lV, American Psychiatric Association, 1994)..
En la consulta neuropsicológica del adulto se presentan cuestiones de diagnóstico
diferencial en los que estos cuadros pueden estar implicados, si bien son trastornos que, por
definición, deben diagnosticarse en la niñez. Sin embargo, a veces se presentan adultos jóvenes,
que aun sin haber tenido una evaluación completa de Cl en su infancia, presentan un historial de
fallas escolares, fracasos en el intento de continuar con los estudios a nivel terciario, y limitaciones
en las habilidades instrumentales de la vida diaria, sin algún evento médico que explique un
declive en la esfera cognitiva (por ejemplo, traumatismo de cráneo, abuso de sustancias).
La evaluación de nivel intelectual en el adulto debe comprender, además de una batería
neuropsicológica que abarque las áreas clásicas de memoria, razonamiento y funciones frontales,
un test completo de Cl, así como conviene rastrear lo más detalladamente posible los
antecedentes escolares y médicos del paciente. Un Cl bajo no justifica el diagnóstico de retardo
mental, ya que debe tenerse en cuenta la edad de inicio. Asimismo, debería complementarse con
una evaluación de personalidad e indicadores psicopatológicos.
TESTS DE WECHSLER
La evaluación de la inteligencia requiere el uso de baterías lo suficientemente abarcativas
de modo tal de poder evaluar las principales funciones cognitivas en sus diferentes modalidades
(verbales y no verbales, visuales y auditivas); es posible realizar además una comparación entre
ellas. Los múltiples aportes teóricos han dado lugar a la creación de una gran cantidad de técnicas
nuevas de evaluación cognitiva. Ejemplo de ello es la serie de tests cognitivos y de rendimiento
para niños y adultos de Kaufman, basados en el modelo de procesamiento "secuencial-sucesivo",
y la batería de tests de Woodcock y Johnson, arraigados en la teoría de procesamiento intelectual
(Gf-Gc) de Horn y Cattell (Kaufman, 1990; Sparrow y Davis, 2000).
No obstante, entre las baterías de evaluación estandarizadas para adultos, las de mayor
uso y difusión en la práctica clínica y de investigación sean las Escalas de Inteligencia WAIS,
desarrolladas por David Wechsler (publicadas en los Estados Unidos en 1955, 1981, 1997, en
nuestro medio, Wechsler, 1984,2002). La persistencia de su uso a lo largo de más de seis
décadas se debe en gran medida a su reiterada actualización del material, reglas de
administración y puntuación, de los esfuerzos de normatización en grandes muestras
representativas, así como al elevado número de investigaciones que han validado su utilidad en
los distintos ámbitos del quehacer psicológico (Kaufman, 1990).
La Escala de Inteligencia Wechsler-Bellevue fue la primera de una serie de baterías para la
evaluación de la inteligencia publicada inicialmente por David Wechsler en 1939. La Escala de
Inteligencia para Adultos de Wechsler (WAIS) y su versión revisada (WAIS-R), publicada en 1955
y 1981 respectivamente, se componían de 11 subtests agrupados en dos escalas, una verbal y
otra de ejecución.
- Escala Verbal: conformada por los subtests de Información, Comprensión, Aritmética, Analogías,
Dígitos y Vocabulario
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- Escala de Ejecución: integrada por las pruebas de Dígitos-Símbolos, Completamiento de
Figuras, Diseño con Cubos, Ordenamiento de Láminas y Rompecabezas.
A partir de los puntajes Verbal, de Ejecución y de Escala Completa, se calculan los
respectivos Cocientes de Inteligencia (CI Verbal, CI de Ejecución, CI de Escala Completa).
Mediante análisis factorial, en ambas versiones se han identificado los siguientes tres
factores: Comprensión Verbal (con su mayor carga en los subtests de Información, Comprensión,
Analogías y Vocabulario), Organización Perceptual (con carga en Diseño con Cubos, Rompecabezas, Completamiento de Figuras y Ordenamiento de Láminas) y Ausencia de Distractibilidad
(con mayor carga en los subtests de Aritmética, Dígitos y Dígitos-Símbolos).
En la Escala WAIS-IlI, publicada en 1997 en los Estados Unidos (en castellano, en 2002
por Editorial Paidós), se amplía el número de subtests, se dan ciertas modificaciones en el
agrupamiento por factor, y el cuestionado factor Ausencia de Distractibilidad es reemplazado por
Memoria Operativa. Esta última versión de las Escalas de Inteligencia de Wechsler incluye los 11
subtests del WAIS-R, a los que se le suma un subtest adaptado del WISC-IIl (Búsqueda de
Símbolos) y se le agregan dos subtests nuevos: Razonamiento con Matrices, inspirado en el Test
de Raven, y Ordenamiento de Números-Letras, una medida de memoria operativa.
En la Escala WAIS-IlI los subtests pueden agruparse del modo tradicional, como
pertenecientes a las Escalas Verbal y de Ejecución respectivamente, o bien pueden ser
agrupados en base a dominios cognitivos más específicos obteniéndose 4 tipo de Índices:
Comprensión Verbal, Organización Perceptual, Memoria Operativa y Velocidad de Procesamiento.
Tales Índices emergieron de una serie de análisis factoriales aplicados a la muestra normativa. El
subtest de Rompecabezas tradicional se mantiene, mejorado, pero es opcional para el cálculo de
los diversos CI e Índices, empleándose sólo para reemplazar a otro test de ejecución.
A éstos se añaden algunos subtests de forma optativa, cuyo mayor aporte se aprecia en el
ámbito de la evaluación neuropsicológica. Se implementan dos pruebas a partir del Subtest de
Dígitos-Símbolos: Dígitos-Símbolos (Aprendizaje Incidental), y Dígitos-Símbolos (Copia). La primera evalúa el recuerdo de los pares de dígitos-símbolos, y de los símbolos gráficos, y la
segunda, la velocidad perceptual y motora al realizar los símbolos gráficos.
•
Administración
La evaluación estándar mediante la Escala WAIS supone la administración de la totalidad
de los substests que componen la escala. El tiempo promedio de administración oscila entre una y
dos horas, siendo muy precisas y detalladas las instrucciones de administración. Si el objetivo es
determinar el CI del paciente, se debe seguir este procedimiento. Alternar entre los subtests
verbales, que por sus características se asemejan más al tipo de preguntas/respuestas escolares
y los subtests de ejecución, de apariencia más lúdica, permite mantener el ritmo adecuado como
para mantener el interés del paciente, cuyo grado de insight, nivel de motivación o capacidad de
cooperación pueden hallarse alterados. Tales ventajas ya son consideradas en la Escala WAISIII, en el que se recomienda un orden de administración que alterna entre los dos tipos de
subtests.
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En ocasiones, el evaluador puede juzgar oportuno omitir ciertos subtests que no
proporcionarán información adicional a la que ya obtuvo. En el uso de los tests aislados como
instrumentos neuropsicológicos no es necesario respetar el orden de presentación preestablecido
en los manuales, aunque sí la forma de administración
Dentro del "enfoque de proceso" por el que abogan Kaplan y cols. (Kaplan, Fein, Morris y
Delis, 1991) se encuentran numerosas sugerencias sobre el uso de los subtests de la Escala
WAIS más allá de la administración estandarizada del propio test. Se enfatiza la observación
cualitativa del desempeño, observando cuidadosamente la conducta del paciente mientras
resuelve las tareas de los tests, las estrategias que emplea, el tipo de errores y autocorrecciones,
así como, o incluso más que, el resultado en términos de cantidad de respuestas correctas.
Kaplan y cols. (1991) sugieren interpretaciones sobre el desempeño en los tests sobre la base de
sus técnicas cuali-cuantitativas, así como también realizan interesantes análisis de los perfiles y
discrepancias los subtests, como por ejemplo el análisis de la diferencia entre las tareas de
Dígitos hacia Adelante y Dígitos hacia Atrás.
•
Interpretación
Existe toda una serie de consideraciones a tener en cuenta a la hora de interpretar los
resultados obtenidos al usar las escalas WAIS. Siguiendo a Lezak (1995), algunas de las
principales son:
• Utilización del el CI
Fundamentalmente se encuentran dos posturas; una que justifica la obtención de Cl e
Índices, y la otra que aboga por el análisis pormenorizado de los diferentes subtests o la
comparación de patrones de desempeño en el interior de la prueba.
La primera se basa tanto en consideraciones teóricas sobre la existencia de un factor
general de inteligencia, como en cuestiones empíricas, como la menor fiabilidad de las pruebas
individuales respecto de los índices, el solapamiento de las distribuciones de muestras clínicas y
de control, la insensibilidad a la variabilidad en la población normal, y los cuestionamientos a los
supuestos de los que parte el análisis de patrones al interior de la prueba (comparaciones en
rendimiento de un sujeto en los diferentes subtests) como por ejemplo que la diferencia entre dos
tests debe ser constante a lo largo de los años.
Los segundos consideran que la interpretación clínica de la Escala WAIS exige un
pormenorizado análisis del patrón de desempeño individual (Kaplan et aL, 1991; Kaufman, 1990;
Lezak, 1995). Lezak (1995) aboga por una interpretación clínica de los subtests. Asimismo para
Kaplan et al. (1991), o Kaufman (1990), la interpretación del rendimiento debe contextualizarse en
términos de un modelo de procesamiento de la información que tenga en cuenta la modalidad
sensorial de entrada, los procesos necesarios para interpretar la información, lo requerimientos de
conocimiento y almacenamiento, y la modalidad d respuesta.
Las hipótesis generadas por los patrones de rendimiento deben ser validadas con
evidencia convergente. Se debe estar atento las fuentes de error del examinado: no sólo el nivel
de funcionamiento intelectual, o eventuales lesiones cerebrales, sino también distracción, falta de
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instrucción, diferencias culturales en lenguaje o costumbre contenido emocional de los ítems,
fatiga, aburrimiento, extrema timidez, procesos de pensamiento bizarro, falta de esfuerzo, y otras
variables. Kaufman (1990) asemeja el trabajo clínico al de "detective", en cual el objetivo es
comprender el perfil individual del caso.
• Comparación entre las Escalas Verbal y de Ejecución
Tiene gran difusión la idea de que la discrepancia entre el Cl Verbal y de Ejecución sería el
reflejo del deterioro cerebral lateralizado. Por ejemplo, Kaufman (1990) defiende que un mayor Cl
Verbal que Ejecución (ClV > CIE) sugiere daño cerebral del hemisferio derecho. Sin embargo,
esta diferencia ha sido empíricamente cuestionada: un estudio retrospectivo sobre 656 pacientes
con daño unilateral, Warrington, James y Maciejewski (1986) encontraron que el daño en
hemisferio izquierdo, si bien deprimía los tests verbales más que de ejecución, daba una
discrepancia ClV / ClE menor a 10 puntos en el 52% de los casos, y en el 6% la discrepancia era
en la dirección opuesta a la esperada.
Para Lezak (1995), si bien la relativa disminución del CI de Ejecución es más pronunciada
en pacientes con un extenso daño cerebral derecho, la existencia de lesiones izquierdas Y
bilaterales, de ciertos procesos degenerativos y trastornos afectivos, también pueden resultar en
un mayor decremento del CI de Ejecución, o bien, en una disminución equiparable entre ambos CI
Verbal y de Ejecución. Asimismo, aunque existe una tendencia general a obtener un CI Verbal
inferior al CI de Ejecución en aquellos casos que presentan una lesión única o
predominantemente izquierda, dicha diferencia no ocurre en forma lo suficientemente regular
como para resultar clínicamente significativa.
• Puntajes corregidos por edad:
En la Escala WAIS-R el puntaje de escala para cada subtest se basa en los puntajes de un
grupo de referencia compuesto por una muestra randomizada de 500 individuos normales de
entre 20 Y 34 años, que evidentemente conlleva a que los adultos mayores tiendan a obtener
puntajes de escala mucho menores que los del grupo de referencia formado por personas más
jóvenes, resultando una comparación poco válida e inapropiada para una correcta interpretación
de los resultados. Este hecho fue revisado en la Escala WAIS-IlI, en la que el puntaje escalar se
encuentra basado en puntajes obtenidos del grupo normativo de la misma edad del examinado.
Justamente, una de las ventajas de la batería WAIS III es la muestra grande y representativa
sobre la que se basa la normatización.
• Nivel de significación
Entre los parámetros que se utilizan en la Escala de Wechsler a modo de referencia se
encuentran el puntaje de escala medio, que es 10 para todos los subtests con un desvío estándar
de 3; el puntaje medio de cada paciente en particular a su vez puede ser discriminado entre el
puntaje medio de la Escala Verbal y el de Ejecución. Desde una perspectiva neuropsicológica,
puede resultar de utilidad considerar una diferencia de 4 puntos como indicador de una diferencia
relativamente significativa, y una discrepancia de cinco o más puntos de escala como una
diferencia claramente significativa (Lezak, 1995).
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Una innovación de la Escala WAIS III es que presenta tablas de diferencias
estadísticamente significativas, y la tasa-base de dichas diferencias entre el CIV y el CIE y para
todos los pares de Índices. Asimismo, otras tablas permiten valorar el puntaje escalar de un
subtest respecto de los puntajes promedio de otros subtests relacionados, por ejemplo, analizar el
puntaje en Vocabulario respecto del promedio en los otros tests verbales, o respecto de uno de
ellos en particular. El protocolo de administración y puntuación de la Escala WAIS III incluye una
sección destinada a determinar las fortalezas y debilidades del evaluado en cada subtest, en base
a criterios estadísticos.
• Cociente de deterioro
El Índice de Deterioro fue desarrollado originalmente como un indicador sensible al daño
cerebral en adultos. Conceptualmente se compone de dos grupos de subtests: los que se
conservan frente al daño cerebral y los vulnerables al mismo. La gran mayoría de los estudios
sobre la sensibilidad neuropsicológica del Test de Wechsler fueron realizados en base a
poblaciones neuropsiquiátricas mixtas, con poca o ninguna consideración respecto a la
naturaleza, localización o extensión del daño cerebral. A partir de dichos estudios, diversos
autores centraron su atención en un patrón característico de rendimiento, resultando los tests
asociados a la memoria inmediata, la capacidad de concentración, la velocidad de respuesta y la
capacidad de abstracción y conceptualización los más sensibles a los efectos del daño cerebral. A
su vez, el rendimiento de esos mismos pacientes en pruebas de asociaciones verbales e
información previamente aprendida tendía a verse menos afectada por los trastornos orgánicos.
En base a tales observaciones, Wechsler notó la similitud entre los tests sensibles al
deterioro orgánico y la mayoría de los tests más sensibles a la declinación cognitiva asociada al
envejecimiento. A partir de ello, definió el índice o cociente de deterioro como el resultante de la
comparación entre los tests más resistentes a la edad ("se mantienen") y los más sensibles al
deterioro asociado al paso de los años ("no se mantienen"). Consideró que aquel deterioro que
excedía los límites normales era un reflejo de una senilidad temprana, un trastorno orgánico o de
ambos. Siendo los subtests de. Información, Vocabulario, Rompecabezas y Completamiento de
Dibujos las pruebas que se mantienen (SM), y los subtests de Dígitos, Analogías, DígitosSímbolos y Diseño con Cubos los que no se mantienen (NSM) con la edad, la fórmula para el
cálculo del índice de deterioro sería la siguiente:
SM-NSM
SM
El cociente de deterioro no demostró ser de utilidad a la hora de discriminar e identificar a
los pacientes con daño cerebral en estudios empíricos (Stebbins y Wilson, 1998). Dado los
resultados equívocos obtenidos mediante la aplicación del cociente de deterioro de Wechsler,
numerosos autores han desarrollado diversas fórmulas para obtener algún índice de organicidad,
siendo los resultados alcanzados bastante controvertidos (Lezak, 1995; Cohen y Swerdlik, 2001).
Desde una perspectiva diferente, las discrepancias observadas entre el CI Verbal y de
Ejecución, conforme pasan los años, han sido interpretadas a la luz de los aportes de la teoría GfGc (Rorn, 1994; Kaufman, 1990). La inteligencia fluida (Gf es la habilidad para resolver problemas
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nuevos que no dependen de la educación y la cultura. La inteligencia cristalizada (Gc) se refiere al
conocimiento y a las habilidades que una persona posee en relación con su nivel de educación y
el contexto cultural en el que vive, es decir, es el grado en el que ha internalizado la inteligencia de
una cultura. En este sentido, la inteligencia no verbal o de ejecución sufriría un mayor declive
debido a su saturación en aspectos menos consolidados y automatizados, y en consecuencia
menos cristalizados.
• Patrones de deterioro
Varios han sido los intentos por identificar, mediante la aplicación del Test de Wechsler,
patrones de deterioro propios de las diversas entidades patológicas (Cohen y Swerdlik, 2001). Un
buen ejemplo de ello es el análisis pormenorizado de los diversos perfiles de rendimiento que
caracterizan a los diferentes síndromes demenciales. Distintos autores han intentado asociar
perfiles del WAIS con la enfermedad de Alzheimer, considerada como la representante más
genuina de las demencias corticales. Así por ejemplo, Coolidge y cols. (1985) sugieren basar el
diagnóstico diferencial entre depresión y demencia en la sola interpretación de los subtests de
Vocabulario y de Diseño con Cubos. Sostienen que, en aquellos casos en los que la puntuación
del subtest de Vocabulario duplique o sea igual a la obtenida en el subtest de Diseño con Cubos,
existen mayores probabilidades de que el paciente padezca de un síndrome demencial.
Junqué y Jurado (1994) afirman que en los pacientes con enfermedad de Alzheimer se
puede observar una gran diferencia entre el CI Verbal y el de Ejecución, dado que los
conocimientos evaluados por los subtests verbales se hallan más consolidados y menos afectados
inicialmente por la enfermedad. En otro perfil de demencias, en la demencia de tipo frontal, donde
el mayor compromiso cortical se observa a nivel de los lóbulos frontal y temporal, se ha sugerido
que las dificultades en la capacidad de abstracción, conceptualización y razonamiento quedan
reflejadas en los subtests de Comprensión, Aritmética, Analogías, Diseño con Cubos,
Rompecabezas y Ordenamiento de Láminas del Test de Wechsler (Zimmerman y WooSam,1973).
• Formas abreviadas de la Escala WAIS
Bajo ciertas condiciones, especialmente en contextos de investigación o con grandes
restricciones de tiempo, se ha buscado contar con estimaciones del CI total a partir de un
subconjunto de la escala. Se han desarrollado diversas versiones abreviadas de la prueba que
permiten una rápida estimación del CI Total, que constan de dos a cinco subtests, o bien
administrando sólo ciertos ítems de los subtests (procedimiento de Satz-Mogel).
López López y colaboradores (2003) aplicaron la escala completa a 184 controles, adultos
normales, y 96 pacientes psiquiátricos españoles, y compararon la estimación de CI a partir de
diversas combinaciones de subtests, y por el procedimiento Satz-Mogel de reducción de ítems.
Encontraron que para la estimación del CI Total, la técnica de selección de subtests resultó más
corta, fácil de puntuar y más exacta que la de selección de ítems de todos los subtests.
Sin embargo, en la evaluación clínica de pacientes neuropsicológicos, estas formas cortas
se desaconsejan ya que cada subtest es único respecto de las capacidades que requiere,
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pudiendo llevar a una sobre o infra-valoración del CI de la persona. Por otro lado, la administración de sólo algunos ítems de todos los subtests reduce la fiabilidad de los mismos.
TEST DE MATRICES PROGRESIVAS DE RAVEN
El Test de Matrices Progresivas, publicado originalmente por Raven en 1938, se considera
una técnica de alta calidad psicométrica. Su uso está muy difundido en nuestro medio tanto en el
ámbito clínico como en el de investigación.
Se trata de una prueba de razonamiento inductivo o analógico, que es el mejor indicador
del factor general de inteligencia g, o inteligencia fluida (Carroll, 1993). Constituye un buen
predictor de la capacidad de razonamiento, de resolución de problemas y de elaboración de
conclusiones de diversa complejidad. Una ventaja frecuentemente señalada es que permite
evaluar la capacidad de g mediante estímulos no verbales, y por ende se halla menos afectada
por las influencias y significados culturales (Raven et al., 1993). Los ítems más sencillos
descansan en habilidades visoperceptuales.
El Test de Matrices Progresivas de Raven, Escala General admite la administración
individual o colectiva, sin tiempo límite en su versión original. Consiste en 60 ítems organizados en
5 series (A, B, C, D, E) de 12 elementos, cada una organizada según una complejidad creciente.
Cada problema se conforma de un patrón organizado de acuerdo a una o varias reglas o series,
con una parte faltante. El examinado debe inducir las reglas organizativas e identificar, entre seis
a ocho opciones de respuesta, cuál de ellas completaría la serie.
Cada ítem aparece como una serie o configuración ordenada de figuras que van
cambiando en varias dimensiones simultáneamente, siguiendo sistemáticamente una o varias
reglas (Raven et al., 1993). La fuente de dificultad puede ser la organización viso-perceptiva o las
reglas implícitas según las cuales están ordenados los estímulos. La primera de las 5 series (A) se
compone de problemas simples, de tipo perceptuales, para cuya resolución el razonamiento
inductivo no resulta imprescindible. En las series subsiguientes (B, C, D, E), se hace necesario
inducir una o varias reglas implícitas que rigen al cambio en los estímulos.
Los sujetos con lesión cerebral derecha presentan mayor dificultad en la resolución de los
problemas viso-espaciales característicos de la serie A, en tanto que los pacientes con lesión
cerebral del lado izquierdo muestran un rendimiento más bajo en torno al razonamiento de tipo
conceptual-analógico implicado en la correcta resolución de las series B y subsiguientes (Lezak,
1995).
Diferentes patrones de error en las respuestas resultan reveladores de las dificultades
conceptuales de los sujetos. Así, la elección de una opción que repita parte de la matriz, la
tendencia a considerar sólo una de las dimensiones involucradas en el problema, la perseveración
en la modalidad de las respuestas dadas, constituyen un claro ejemplo de la importancia del
análisis cualitativo en la evaluación de la prueba (Lezak, 1995).
Además de la Escala General, existe una versión de Matrices Progresivas en Colores para
ser utilizada con niños y adultos mayores, y una versión de Matrices Progresivas para ser
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administrada a sujetos con un nivel intelectual superior a la media (Raven, Court y Raven, 1993 y
1995). El Test de Matrices Progresivas ha sido objeto de un gran número de trabajos de validación
y adaptación transcultural.
•
Inteligencia premórbida
Existe un sinnúmero de situaciones clínicas, médico-legales y de investigación en las que
el conocimiento de la inteligencia premórbida adquiere relevancia. Dado que rara vez se hallan
disponibles datos de evaluaciones previas, resulta necesario estimar el nivel de funcionamiento
previo del sujeto. Existen al menos cuatro métodos para estimar la inteligencia premórbida de un
sujeto (Lezak, 1995; Vanderploeg, 1994).
Una primera opción consiste en tomar el "mejor rendimiento" del individuo, sobre el cual se
contrasta y comparan todos los demás rendimientos de dicho paciente. Si se realiza sobre el
rendimiento actual del paciente, este método es criticable, dada su falta de consideración en
cuanto a la variabilidad normal entre las distintas pruebas, lo que por lo general resulta en una
sobreestimación del nivel de inteligencia del sujeto. Si se realiza en base a información clínica
acerca del nivel educacional alcanzado, de la ocupación o de otras consideraciones clínicas,
constituye en el mejor de los casos una "adivinación educada" (educated guess). En caso de
contar con registros académicos, puede estimarse un nivel de modo aproximado, teniendo en
cuenta que el rendimiento escolar refleja no sólo capacidades intelectuales, sino también la
motivación, las apreciaciones de maestros y autoridades, y posiblemente el ambiente sociocultural
del examinado en el pasado.
Un segundo método para estimar la inteligencia premórbida sistematiza el uso de variables
demográficas. Se basa en las conocidas relaciones poblacionales entre la inteligencia y el nivel
educacional, la ocupación y la raza, entre otras. Diversos autores han calculado fórmulas de
regresión para calcular el CI a partir de distintas variables. Una de las más conocidas es la de
Barona y cols. (Barona, Reynolds y Chastain, 1984). El uso de estas fórmulas trae problemas en
los extremos de la distribución de inteligencia; asimismo sólo son aplicables en las regiones en
que las fórmulas se originaron, dado que variables como la "raza" pueden covariar con distintos
aspectos socioeconómicos y socioeducativos de forma divergente.
El tercer método para aproximarse a la inteligencia premórbida consiste en utilizar a modo
de referencia aquellos subtests de la Escala de Wechsler que han demostrado ser resistentes al
daño cerebral (los que "se mantienen", Vocabulario e Información). Sin embargo, también en este
caso existen ciertas limitaciones. Ambos subtests pueden verse afectados por una amplia gama
de condiciones clínicas y requieren múltiples sistemas neurocognitivos intactos para su realización
(Stebbins y Wilson, 1998; Burin, Jorge, Arizaga y Paulsen, 2000).
Un cuarto método utilizado en la evaluación del funcionamiento premórbido de un individuo
ha sido el uso de tests de lectura. Tales tests piden al examinado que lea en voz alta una serie de
palabras, lo cual constituye una habilidad más automatizada y sin esfuerzo que definir o explicar.
Las pruebas incluyen palabras de distinta frecuencia y regularidad en cuanto a la correspondencia
entre ortografía y pronunciación. La correcta lectura supone su conocimiento previo de las
palabras. Se presume que una inteligencia verbal elevada implica contar con un vocabulario más
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extenso. Si bien existen patrones de acentuación más frecuentes, muchas palabras escapan a
tales reglas, por lo que una señal gráfica (tilde) indica la sílaba en la que debe recaer la
acentuación. La correcta pronunciación de las palabras que llevan tilde requiere que éstas sean
leídas, o bien que se las conozca con anterioridad cuando la tilde no se encuentra graficada.
Basándose en tales consideraciones, Del Ser y cols. (1997) construyeron una versión en español
del Test de Lectura de Adultos, que consta de una serie de palabras infrecuentes, cuya correcta
lectura (acentuación) depende del conocimiento previo de las palabras. A su vez, y dada la gran
disparidad geográfica del español, Burin y cols. (2000) desarrollaron una versión local del Test de
Acentuación de Palabras. Si bien estos últimos métodos de estimación de inteligencia premórbida
están aún en fase de desarrollo en castellano, es esperable su crecimiento, dados los
requerimientos en la clínica y la investigación.
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Extracción y adaptación del Libro de Evaluación Neuropsicológica en Adultos de D. Burin, M. Drake
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