IV CONGRESO INTERNACIONAL DE PSICOPATOLOGÍA

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IV CONGRESO INTERNACIONAL DE PSICOPATOLOGÍA FUNDAMENTAL, X CONGRESO BRASILEÑO DE PSICOPATOLOGÍA FUNDAMENTAL. Modalidad: Mesa Redonda­ Propuesta de Trabajo
“EL DESENLACE CRIMINAL DEL AMOR”
Millán Magdaleno Mónica Sarahi1, Villegas Martínez Luisa Juliana Guadalupe2e Orozco
Guzmán Mario3
Resumen
El amor parece dispuesto a soportar todo. Sin embargo, existen encrucijadas donde el amor
se encuentra con el odio y con el crimen. Es importante situar el pasaje de la conjunción de
erótica, de la unión tu y yo, a la de la disyunción tu o yo. La unión puede durar toda una
vida soportando incluso vejaciones al orgullo viril, creyendo y confiando en la pareja, pero
basta un instante donde se sale del marco del fantasma para la disputa vital, la disputa por la
envidia del Bien poseído por el otro.
1
Pasante de Lic. en Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en proceso de
titulación con el trabajo de modalidad tesis titulado “Factores que motivan un Crimen Pasional desde una
perspectiva Psicoanalítica: Análisis de un caso” bajo la asesoría de Mario Orozco Guzmán y de la cual el
presente trabajo es producto. [email protected]
2
Pasante de Lic. en Psicología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en proceso de
titulación con el trabajo de modalidad tesis titulado “Factores que motivan un Crimen Pasional desde una
perspectiva Psicoanalítica: Análisis de un caso” bajo la asesoría de Mario Orozco Guzmán y de la cual el
presente trabajo es producto. [email protected]
3
Licenciado en psicología y maestría en clínica por la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma
de Querétaro. Doctor en Psicología por la Universidad de Valencia, España (Departamento de personalidad:
Enfoques clínicos y sociales) Profesor-Investigador de la Escuela de Psicología de la
Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. En la cual también se ha desempeñado como
director.
Psicoanalista
de
de Espace Analytique. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (ESNI)
[email protected]
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“Lo que se hace por amor
Sucede siempre más allá del bien y del mal”.
Nietzsche.
El amor establece la derivación sublime en la causa del deseo. Pero no deja de ser anhelo
ferviente, pasional de posesión del otro. Los estadios de la libido que Freud propone son
también estadios del amor, estadios de posesión del otro. Freud entrevió la coparticipación
de la agresividad, del odio, en los distintos momentos de relación amorosa vertida como
demanda dirigida al otro. Los estadios preedipicos anulan la distancia con el otro pues no se
ha insertado la mediación del tercero que marca la interdicción fundamental del incesto y el
parricidio. Por eso es que el amor cursa en principio con lo desmedido, con la falta de
fronteras, quiere todo del otro, quiere totalmente al otro. No asumen la comunidad, el
sentimiento común. Por eso le son consubstanciales los celos, que así como resultan
indispensables en la mediación y distancia que postulan, son insoportables en su
reconocimiento pues indican lo inconmensurable del dolor de la pérdida
del objeto
amoroso como posesión plena. Es decir, la función castración del supuesto poseedor de
dicho objeto. El amor es pasión, pero también razón de vida, razón de ser, que sostiene al
yo de un sujeto. Condiciona la vida y, por tanto, puede condicionar la muerte.
El presente trabajo pretende realizar un análisis acerca del desenlace criminal de una
apuesta de amor así como la estructura de este, de este amor que deviene amor que mata,
amor que mata el amor, en un instante en el cual cierta presencia, cierta imagen, del objeto
amoroso, suscita un efecto de eclipse del sujeto para la precipitación del pasaje al acto.
De manera profana se habla de crimen pasional para suscribir el dominio de lo imaginarionarcisista en una relación de amor surcada de espejismos. Freud había planteado no sólo la
degradación del objeto amoroso para hacerlo asequible al deseo, sino también la
idealización del mismo para deslindarlo de la corriente sensual. En este caso se estudia el
momento del pasaje al acto, como Lacan lo sugiere, es una salida del marco escénico,
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sostenible en una relación, por más desventurada que pueda ser, a partir de la producción de
un hueco en lo simbólico, de una hiancia, por la captación ocular de la mujer amada en una
situación que declara de manera contundente su falta. Existen ciertas experiencias que se
pueden soportar, degradaciones que se pueden sobrellevar, sin decir nada, sin discutir, sin
tensar las cosas de modo agresivo. Pero puede surgir un asunto, un detalle, que resulta,
intolerable pues no hay modo de calificarlo, de nombrarlo. ¿Cómo se desencadena el pasaje
al acto en el crimen pasional a partir de esto intolerable para la palabra? Es una cuestión
que hace pensar en este amor que no se puede desmarcar del odio, que se desborda, que
hace uno con el odio en el afán de hacerse Uno con el objeto amoroso.
El señor C se conduce de manera muy reservada, pero es atento y amable. Nos cuenta su
tragedia. Mató a su mujer después de arrancarle la pistola con la que ésta lo amenazaba.
Tenían treinta años de vida en común. Aunque nunca se casaron habían procreado siete
hijos. Vivían bajo unión libre. Pero partiendo de su testimonio podemos decir que la que se
tomaba sus libertades era ella. Le aseguraba que “-se metía con hombres porque él era
incapaz de mantenerla y satisfacerla-”. Se podría decir que su orgullo de hombre estaría
muy dolido y humillado dado que era muy repetitivo este afán de ella por manifestarle que
tenía que andar con hombres, prostituirse, porque lo que él le daba no le alcanzaba.
Pero él no estaba seguro de que lo que le decía fuera cierto. Nunca la había visto con
nadie. No había sospecha. No había en él la impresión de sentirse engañado. Ella podía
decir lo que dijera pero eso no hacía en él mella alguna. Parecido a lo que Freud cuenta
respecto a la actitud del niño ante las amenazas de castración vertidas por la madre: “al
principio el varoncito no presta creencia ni obediencia algunas a la amenaza” (Freud, 1924,
p. 183). También el señor C no presta creencia alguna a lo que su mujer le dice. No cree en
ella, no cree que ella lo engañe. Entonces diremos que cree en ella, en el sentido de que le
supone fidelidad, y no cree en ella, en el sentido de que no le adjudica veracidad a lo que le
dice. Le presume inocencia, lo cual exige desde la perspectiva de Piera Auglanier, que los
sujetos que están insertos en una relación de comunicación “no tienen que presentar para
cada proposición las pruebas que permitirían verificar su exactitud: ni proporcionárselas a
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los otros, ni proporcionárselas ellos” (Aulagnier, 2007 p. 118). La presume inocente y él
mismo se presume inocente aunque reconocerá su responsabilidad criminal.
Su historia familiar es infausta. Su padre golpeaba tanto a su madre como a él y sus
hermanos menores. Ocupa el quinto lugar en la dinastía familiar. En la familia son ocho
hermanos. Él reedita este número en la familia propia al reconocer a una niña que tuvo su
mujer debido a su relación con otra persona. Su padre, asevera él, “tenía mal carácter y
quería educarnos con mano dura”. A los cinco años el señor C es enviado a un casa hogar
por “falta de recursos”. Este argumento será importante pues también será esgrimido por su
mujer para hacerle saber su búsqueda de otros hombres. Según él su mujer se quejaba de
que él no le proporcionará recursos suficientes para lo que ella necesitaba. La falta de
recursos determina el alejamiento del hogar en ambos casos. Hasta los 13 años estuvo en
dicha casa hogar a donde acudía su padre para visitarlo de manera bastante ocasional. A
veces cada tres meses, a veces cada dos meses.
Por una mujer está en prisión, por causa de una mujer, por causar la muerte de una mujer.
Por una mujer, por una mujer que no lo quiso, que no quiso ser su novia, dejo la escuela y,
por ende, la casa hogar. Pues el estudio era la condición para seguir viviendo en este lugar.
Experiencias decisivas enmarcadas en una situación amorosa desdichada. El aguanto
mucho de lo que su mujer le decía. Sobrellevaba las cosas. Pero todo tiene un límite. En su
caso ese límite coincide con el crimen. También su madre le aguantó mucho a su padre, le
aguantó muchos maltratos. A pesar de que “ella siempre trataba de complacerlo”. Por eso
es que él la define como: “la mejor de todas”. En ese “todas” incluye seguramente a su
mujer. Esta condición de aguantar se convierte en un principio ideal. Lo que la madre no le
aguantó, lo que marcó el punto final a su tolerancia fue la pretensión del padre de bigamia
del padre dentro del hogar. En efecto, el padre quería tener dos mujeres en casa: la esposa y
la amante. Su madre no acepta esta situación y decide salirse de la casa para irse a vivir con
los hijos mayores que estaban casados. No se entiende por qué la madre no se lleva a los
más pequeños con ella y sí los deja con la madrastra y el padre. De cualquier manera él
queda fuera. El no está con los que se quedan.
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Esta pretensión del padre de vivir con dos mujeres al mismo tiempo, la ejerció él durante
un período de su vida. Repite sin saber que repite inconscientemente esta experiencia que
causó la separación entre sus padres. Freud trazó su sentido: “la compulsión de repetición
devuelve también vivencias pasadas que no contienen posibilidad alguna de placer, que
tampoco en aquel momento pudieron ser satisfacciones, ni siquiera de las mociones
pulsiones reprimidas desde entonces (Freud,
1919-20, p. 20). El desenlace es algo
parecido. Una de las chicas se sale de esta situación, no entra en el juego, pues se fuga con
otro tipo. También su madre se salió del juego amoroso planteado por el padre.
Comenta que él hizo todo para que su mujer e hijos pudieran vivir cómodamente. Su
mujer sin embargo, se quejaba de que no era suficiente. De que él no era suficiente…
hombre para ella. El había adquirido un terreno y una camioneta. Pero la insatisfacción
imperaba en ella. La insatisfacción económica y sexual. La insatisfacción respecto a la
economía sexual que él le proporcionaba. Pues le decía que era incapaz de mantenerla y
satisfacerla. Ante tantas quejas, reclamos, discusiones, él se retiraba de la casa, se alejaba
por períodos más o menos largos. En uno de esos períodos es que ella se embaraza de una
criatura. Ella le dice que para evitar rumores la reconozca como hija suya. El hace lo que
considera “las condiciones de ella”. Por eso parece tratarse siguiendo el discurso del sujeto
de una relación de orden pasional con una destacada asimetría: “es propio de una relación
pasional, sea cual fuere, la preponderancia que pronto cobra la experiencia de sufrimiento,
ya sea por rechazo del objeto, ya sea por temor a ese rechazo…Si el yo se piensa
desposeído del poder de hacer sufrir al otro, inversamente se demuestra el exceso de su
propia capacidad de sufrimiento. Ya no es un <<gozo>>, luego amo sino un <<sufro, luego
amo>>” (Piera, 2007, p. 209). El se presume inocente en su capacidad de hacer sufrir a su
mujer presentada como insaciable en el campo económico y sexual. Ella sólo le aportaba
sufrimiento. Sufrirla a ella era signo de amor. Como su madre que aguantaba de su padre
todo tipo de vejaciones. Menos una. Pero ese sufrir de su madre las humillaciones del padre
es coincidente con esta posición de sufrir como signo de amor. Tanto él como su madre
quieren en la medida en que sufren, en que sufren los maltratos, las humillaciones de su
pareja. Su aguante es de mujer, es posición de mujer, y su exposición de mujer, es la
manera en que expone como mujer. Él ama en posición femenina. Lo cual supone que el
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amor puede empujar, como dice Gárate Martínez respecto al amor cortés, a una
“transgression du genre dans le enoncé même de la maîtrise: el maître était un <<la>>”
(Garate, 2010, p. 10) (transgresión del género en el enunciado mismo del dominio: el amo
era un <<la>>. Su mamá era la dueña de la situación, aguantadora pero determinante. El
amo era ella. El Señor era ella. Era el señor de la casa. No es común que sean las mujeres
las que abandonen el hogar. Cuando las cosas no iban bien también era él quien se
ausentaba del hogar.
Como en el complejo de castración del varón es la experiencia de la percepción, de la
percepción de la falta la que sobrepasa la dimensión de las creencias. Ya no se trata de creer
o no creer en ella, sino de lo que se ofrece a la vista, de lo que ya no admite ninguna
vacilación. Un pensamiento cuando está en lo pensado va a crear una escena, y por el
contrario si nunca ha sido pensada, al encontrarse en lo impensado se salió de la escena, ya
que no ha sido creada; es como el tema de la castración cuando amenazan al niño en que se
lo van a cortar, no es creíble hasta que aparece en lo real, en la evidencia de que eso puede
pasar, cuando ve a la niña es cuando lo cree. Lacan dice “lo que no aparece a la luz de lo
simbólico aparece en lo real”. Es un ayudante del señor C el que le pone ante los ojos el
asunto de la falta. Un día al volver del trabajo viajando en su camioneta con este peón, éste
le cuestiona: “¿no es ésa su señora?. Su mirada, en efecto, se detiene ante la figura de su
mujer caminando con un hombre que en cuanto advierte la cercanía del vehículo se pone
en fuga. Enseguida hace que su mujer suba a la camioneta. Su coraje es tal que no se podía
contener. Sin embargo señala que logró calmarse pero terminan alegando. El dice que le
reclamó diciéndole que por qué andaba haciendo eso. Ella le responde: “porque no me
quitas las ganas y aparte él me da dinero”. Ni él le quita las ganas ni a ella le da la gana que
él le quite las ganas. Reaparece el discurso de la “falta de recursos”. En ese sentido él está
desmesuradamente en falta ante ella. Ella es la deseante, la que tiene tantas ganas, que
nadie en particular se las puede quitar. El horizonte de su deseo es vasto. No hay amor que
lo cubra. Ni dinero que lo envuelva con su cobertura fálica.
Las circunstancias previas y posteriores al acto homicida las expone el mismo sujeto:
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“nos fuimos para la casa alegando, y yo le reclame, que por que andaba haciendo eso, y
ella me dijo que por que yo no le quitaba las ganas y aparte él le daba dinero, híjole no
pues que le digo, si es por dinero, yo casi todo lo que gano te lo doy, no pues que -no me
alcanza- le dije no tu lo haces por otra cosa, y entonces yo me imagine que ese mismo
señor era el que le había prestado la pistola, pues ya seguimos discutiendo pero ahí en la
casa estaban los chiquillos más chicos estaba mi muchacha la más grande y yo dije no
pues aquí no es lugar para estar discutiendo, y en eso ella que me dice ¿sabes qué? Quiero
la leña para temprano por qué no hay gas, y le dije si, está bien si quieres vamos de una
vez y ya luego ella que me dice que no, y ya entonces le dije vámonos para fuera y ya que
nos salimos nos fuimos en la camioneta, y ya le dije no pues ya haber mejor di qué piensas
hacer, no pues no sé hay varios pero con el que más siento que quiero es a “R” ¿y a poco
también ese?, si también ese, pienso juntarme con él y tú me tienes que seguir
manteniendo, y esto es por ley y como ya me había demandado ella al DIF, que yo no le
daba dinero y que yo no la mantenía y todo ahí me puso un montón de cosas dijo,
entonces yo le dije no pues no está bien, pero tu veras, tu veras, dijo no pues yo voy a
seguir con él te guste o no, y es cuando saco la pistola y dijo mira con esta pistola yo te
voy a matar dijo- esta misma me la presto él, pero no me dijo quien y pues yo cuando vi la
pistola pues si me dio miedo pero no, pues me le aventé y le agarre la pistola y la mano
entonces al momento que le di el jalón la golpee con la esquina de la camioneta y le quite
la pistola y fue cuando le di, pero pues se la quite y le dije primero, mira eso de que tú me
vas a matar no, la que se va a morir aquí eres tú, y me dijo no tú no tienes valor para
matarme y entonces ella que se da la vuelta y se fue para atrás para atrás y no me dijo
nada y ya que le tiro de una vez , ella se fue para atrás, camino y calló para afuera del
camino tantito, y yo dije, ¡pues ya!, y prendí la camioneta y me vine, Pues es que ella decía
mucho -estamos juntos, hasta que la muerte nos separe y entonces yo dije pues la muerte
hasta aquí nos separo y eso fue lo que pensé nomas, la muerte nos separo.
Ya cuando pasaron las horas yo llegue a la casa y le dije a mi hija la mayor, ¿todavía no
llega tu mamá? Y me dijo no pues no, yo como que quise tapar, quise como decir que no
sabía nada de ella, ya luego me fui a trabajar y hasta en la tarde que llegamos para la
casa, mi guacha más grande que me dice ya hallaron a mi mamá, y le dije y donde está y
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dijo allá, y le dije vamos, ya cuando llegamos la judicial no me dejo pasar a mi nomas a mi
guachilla, yo le dije pero si yo soy su esposo, y pues de repente pensé y dije y… esto ya se
acabo nadie me va a querer hablar , y como conocía al comandante entonces yo le dije
¿sabes qué? no busques a nadie yo fui el que la mató, y que me dice no, tu no fuiste, si yo
fui, dice no, y ya no me dijo nada, entonces no me detuvieron, y pues yo me vine y llegue y
Mandé por una caja y lo que se necesitara para la difunta fulana y entonces fui a la
comandancia y les volví a decir y ya que me dicen pues no te la creemos, a ver dinos donde
está el arma, y ya que les digo, no pues en tal parte, allá en el rancho, o sea que ya dije
pues nunca he tenido un arma, yo nunca había tenido una pistola y pues la limpie y la
guarde, y ya que vienen y que la sacan, y entonces tenía poquitas huellas y me dijeron que
por que la limpie, yo les dije como nunca he tenido una me la iba a quedar, y pues ya no
me dijeron nada, nomás me llevaron. Y pues yo dije no, ya mis guaches ya no me van a
hablar, y entonces ya pasaron las 72 horas de declaración y aquí estoy”.
El testimonio se produce no sin ambigüedades. Cuando señala que “saco la pistola”, no se
sabe si es él o ella. Pues el acento está omitido en la palabra verbal. También supone
confusión entre presente y pasado: “yo saco o ella sacó (la pistola)”. Antes de la pistola sea
sacada no hay miedo. Afirma que le da a su mujer después de sacarle la pistola “fue cuando
le di”. O sea le dispara y luego señala que le tiró de una vez. La última en hablar antes del
acto sería ella con su insistencia en descalificarlo, en remarcarle su falta de recursos,
señalándole su falta de valor para matarla. Parece un desafío. Lo último que él pudo decirle
es que ella no lo mataría. Parece un discurso circular y especular. Él niega que ella lo pueda
matar y ella recalcando su incapacidad para hacerlo. Estamos pues en el ámbito imaginarionarcisista de la confrontación especular planteado por Lacan: “Para eso exactamente sirve
el estadio del espejo. Evidencia la naturaleza de esta relación agresiva y lo que significa. Si
la naturaleza agresiva interviene en esa formación que se llama el yo, es porque le es
constituyente, porque el es desde el inicio por sí mismo otro, porque se instaura en una
dualidad interna al sujeto. El yo es amo que el sujeto encuentra en el otro, y que se instala
en su función de dominio en lo más íntimo de él mismo. Si en toda relación con el otro,
incluso erótica, hay un eco de esa relación de exclusión, él o yo, es porque en el plano
imaginario el sujeto humano está constituido de modo tal que el otro está siempre a punto
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de retomar su lugar de dominio en relación a él, que en él hay un yo que siempre en parte le
es ajeno. Amo implantado en él por encima del conjunto de sus tendencias, de sus
comportamientos, de sus instintos, de sus pulsiones” (Lacan, 1990, p.135). La relación
erótica se traslapa con una relación de rivalización. El “Yo amo” como clausula de amor se
transforma en el “Yo amo”, de equivalencia entre la instancia narcisista y la posición
dominante del poder. La disputa por la pistola es la disputa por el falo en un contexto de
relación alienante.
Como menciona Orozco en la Soberanía del Acto, el crimen desde el mito edípico no solo
se enclava en los senderos del amor-odio también se incrusta en los dominios del poder, por
demostrar quién es más. Es clara la situación desafiante que se dio durante el crimen, la
actitud retadora de la señora al decirle que no se atrevía a matarla y otra vez el reproche de
su incapacidad para dispararle, fue un momento donde se puso en juego el poder de quien
era más, cuál de los dos cedía o se detenía.
La frase que surge evocada en el trance del crimen, que ocurre precisamente ante un
sujeto eclipsado por la identificación con la rival, está sacada del contexto ritual de una
promesa: “Hasta que la Muerte nos Separe”. En realidad es el crimen, el asesinato, lo que
conduce a la separación. Es una muerte forzada, violentada, la que conduce a la separación
imposible aparentemente. El crimen erige a su autor en amo. Es amo en la ejecución del
acto asesino, amo en tanto portador de la pistola arrancada a la fuerza a su rival. Dicha
pistola a su vez su señora la había recibido de uno de sus presuntos amantes. Ella no le
dispara. Pero quien tenía el dominio de la situación parecía ser ella, inscrita como amo por
encima de sus tendencias. ¿Por qué no hubo separación, por qué él no la dejó en el colmo
de la intolerancia como su madre a su padre? ¿No dice mucho que con este crimen este
hombre prive a sus hijos de su madre? Literalmente los deja sin madre como cuando su
mamá se va de la casa dejando a los más pequeños con el padre y la madrastra. Como en el
caso del parricidio de Iris Cabezudo, todo ocurre en un estado límite: “La situación de ese
momento le impuso la certeza de que debía hacer uso del último recurso, porque había
llegado ‘el último momento’, es decir, el de matar o morir” (Raquel C. & Diego N., 2006,
p. 415). El señor C arguye que mató a su mujer porque nunca lo apoyaba en las decisiones
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que tomaba y solo le exigía, así como el hecho de que lo engañaba con otros hombres, sin
importarle que él supiera lo que ella hacía, además de que se lo echaba en cara a cada rato.
Aclarando también que si ella no hubiera sacado la pistola él nunca la hubiera lastimado,
puesto que en sus planes no estaba matarla. Sin embargo, agrega de manera bastante irónica
el sentido de lo que hizo: “la mande con San Pedro, le di chicharrón, la mate y sentí que
me libere de algo que me estaba haciendo daño”.
El hecho o la acción de "darle chicharrón", suena como una posición de mofa, de burla.
Lo cual literalmente alude a comida, a cuestión de voracidad, a convertir algo vivo,
remitiendo al origen de la expresión, el puerco, cerdo, en algo muerto, en chicharrón, en
algo comestible, ya cocinado, preparado y listo para ingerirse. A su vez esto hace alusión a
algo sobre lo cual ya tengo poder y dominio; Existe pues una actitud de desprecio de la
víctima, una postura despectiva, socarrona, que no aparece ante la mujer viva, el ser
viviente, puede defenderse, pero al pasar al estado muerto, ya no lo puede hacer, se juega
entonces con esta expresión, su mujer paso de estar viva a estar muerta, la cual ya no podía
defenderse, la cual ya no podía quejarse por no obtener lo que deseaba. Ella era despectiva
con él cuando estaba viva, se burlaba de él, y él lo hace con ella después de muerta. Ella lo
desvalorizaba y él parece que no se defendía, estaba como muerto, pues parece que ni le
contestaba. Ahora él se burla de ella, la desvaloriza, ahora precisamente que ella no puede
contestarle, y ya que está muerta.
A la par el señor C habla de un cometido, “en el momento en que hice el cometido pues yo
sentí como que me libere de algo, de algo que me estaba haciendo daño, ese momento yo
no encontré otra salida, si no me moría yo tenía que morirse ella, o si no se moría ella me
tenía que morir yo” ella me tenia amenazado y en varias ocasiones me había dicho que
me iba a matar, por eso yo digo que a la mejor estuvo bien, pero ya en el momento y ahora
que estoy aquí metido pues pienso que a la mejor estuvo bien”. “Cuando hice el
cometido”, como una tarea que tenía que hacer, era una obligación. Era la única manera de
separarse de ella, en tantos años juntos no la pudo dejar, esa fue la única opción, al matarla
tuvo una sensación de alivio, Freud ya comentaba en su artículo sobre los que delinquen
por conciencia de culpa que estas personas al realizar o consumar ciertas fechorías , en este
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caso el crimen pasional, con el toque de prohibidas, sentían cierto alivio anímico, “sentí
como que me libere, yo creo que estuvo bien que la matara” no hay conciencia de culpa no
hay relación de culpabilidad, se la quito de encima, se quito de encima algo que le estaba
produciendo un mal/malestar es una posición de alguna manera ética subjetiva, no hay
crimen fue un acto de liberación. No hay culpa en el, hay más bien una especie de reclamo
y persistencia del rencor al grado de llamarla “difunta”, toma hasta con cierta burla el
haberla matado “la mando con San Pedro” quien esta mas allá de la muerte.
Ratifica el estatuto de amo de su esposa al señalar que ella “sólo le exigía”. Da la
impresión incluso de una especie de consentimiento, de una aparente ausencia de tensión
agresiva que se desdobla en una falta de celos, en una falta de reconocimiento de los celos.
Pero había muchos pleitos, muchos desafíos, muchos ultrajes, muchas descalificaciones.
Efectivamente “él sabía” de las aventuras de su mujer, pero “no creía” en eso. Una postura
de defensa que Freud denominaba “Verleugnung”, desmentida, de la falta. El no planeaba
matarla pero el asunto de la pistola finca la cruenta competencia:”En esta relación, el deseo
del sujeto sólo puede confirmarse en una competencia, en una rivalidad absoluta con el otro
por el objeto hacia el cual tiende. Cada vez que nos aproximamos, en un sujeto, a esta
alienación primordial, se genera la agresividad más radical: el deseo de desaparición del
otro, en tanto él otro soporta el deseo del sujeto” (Lacan,1981, p.254). La señora era el
soporte de su deseo, su soporte en el marco de una rivalidad alienante. Ella era él, él era
ella. Estaban pegados, sólo el acto funesto en lo real los vino a despegar.
No hay signos de culpa. No tiene porqué haberlos. Pues se quitó de encima algo
internamente dañino, un amo cruel que lo afrentaba y enfrentaba. Un amo que lo alienaba.
Pero su acto liberador no es sólo en lo que a él se refiere. También a ella la liberó de una
vida de goce.
Lacan nombra dos tipos de crimen, este crimen se puede posicionar en los crímenes del
ello, donde los crímenes son puramente pasionales, y tienen un carácter de agresión
simbólica, el sujeto quiere matar a su enfermedad o mas generalmente al mal, es este caso
la señora es el mal, su perseguidora, su enfermedad.
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Se coloca como amo con el acto y después del acto. Pues “la manda”. Y no la manda a
cualquier lado. No la manda a los infiernos. ¡La manda con San Pedro! ¿No es el lugar al
que va a dar las almas que se han conducido bien en la tierra? Además es un hombre, otro
hombre con quien la manda, sin embargo San Pedro es un santo, el cual le va a dar todo lo
que él no pudo. Aunque su mujer no lo concibe como amante, como buen amante, el señor
C se considera un amante de las mujeres. Para él todas las mujeres son bonitas, dice que la
mayoría de ellas tienen su manera de hablar de vestir, de sentarse y dice que el hombre es
afortunado en tenerlas, y no puede hablar mal de ellas. El dice: “En un momento llegue a
pensar que -todas eran iguales- pero una de mis hijas en una visita me hizo ver que no era
así, que no todas las mujeres eran iguales, ya que cada mujer tiene diferentes
pensamientos”. No dice en qué sentido pensaba que todas las mujeres eran iguales ni en
qué aspecto se establece la igualdad. Pero destaca la inserción del Urvater, del padre
primordial poseedor de todas las mujeres, en este discurso. El cual parece precisamente no
hacer distinciones ni diferencias. Puede poseerlas a todas. Esa es la fortuna del Urvater:
“tenerlas”. Lo mismo que el Urvater, el señor C no hacía diferencias entre mujeres. En ese
sentido estaba ciego hasta que su hija le hizo ver. En ese sentido él no veía diferencias entre
su mujer y las otras mujeres.
Era su mujer la que lo tenía ciego o medio ciego en su condición de macho. A pesar de
que era evidente que ella ya no quería nada con él, o que quizás sólo lo quería para hacerle
saber su condición deleznable en el campo del deseo: -Ella me decía que no tenía ganas,
que estaba cansada, y me empezó a decir que estaba conmigo solo por taparle el ojo al
macho porque ya no me quería, incluso me dijo en varias ocasiones -¿sabes qué? acabo de
estar con otro-. El asegura que no le decía nada a ella. Sin embargo hubo un momento en el
cual él se enfureció - cuando se me lleno de sangre las venas, cuando me llene de coraje
fue cuando cometí el error, me llene de coraje-. Ella lo deja sin palabras, sin nada que
decir. Ni se defiende. Nos ofrece esa imagen de amabilidad y de inocencia que no
corresponde con la del asesino.
Dice que le aguanto tanto porque la amaba y al principio no creía que ella pudiera hacer
cosas que lo lastimaran, pero con el tiempo se fue dando cuenta de que ella estaba
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cambiando. El amor aparece como factor de aguante. Lo cual remite al amor de la madre
por su padre. Amar es aguantar, callar, silenciar las quejas, las molestias, las afrentas, las
humillaciones, ya lo decían los profetas en la Biblia “El amor es sufrido, es benigno; el
amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido,
no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de
la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja
de ser…” (Santa Biblia, 1 Corintios 13:4-8) Esa condición de amor lo sitúa en una posición
femenina y algo masoquista. El no exige nada, ella exigía tanto que él no alcanzaba a
satisfacerla. La crueldad que ejerce esta mujer en el lugar de amo encuentra en él algo de
complacencia y complicidad. Es una crueldad psicológica, una tortura incansable, pues lo
da justamente en el blanco del orgullo viril. Pero podría resultar un poco pertinente lo que
Severín, el personaje de la novela de Sacher-Masoch, le dice a su tirana Wanda: “cuanto
más me maltratas y más a menudo me traicionas, más apasionadamente te amo” (Deleuze,
1969, p. 189).
La agresión es un aspecto de la voluntad de poder que implica el tratar a otros individuos
como si fueran simplemente objetos que deben utilizarse para conseguir la meta; durante
mucho tiempo no existió agresión de C pero cuando la vio con Otro, esta hizo su aparición,
pegándole contra la camioneta y asesinándola, el arma fue un instrumento para agredir a la
esposa, la esposa como objeto de su deseo, objeto de su desgracia, matándola obtendría paz
y libertad, ya no sería la mujer persecutoria, que todo el tiempo está reclamando una
incapacidad de satisfacción. Durante el acto es que experimenta cólera, ya que en este hubo
desatamiento y exaltación de sentimientos y pasiones, una expansión de un fondo de
irritabilidad. Recordando el complejo de Edipo, este va a resucitar en cada uno de los actos
criminales, cuando ocurre el crimen pasional, es por qué hay un tercero que viene a
perturbar la relación de pareja, y la parte afectada experimenta el deseo de querer dañar a
ese otro que le está quitando lo que es suyo “de mi o de nadie”.
Como lo habíamos ya indicado, él no se considera una persona celosa, puesto que, si
hubiera sido celoso desde el momento en que ella le decía cosas hubiera buscado formas de
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saber quiénes eran esos hombres y la hubiera tenido bien checada, sin embargo él confiaba
en ella y creía que ella solo le decía esas cosas para hacerlo enojar.
Los celos son un afecto que no se puede sentir como tal. No es sometido a la represión
(Freud, 1915, p.173) siendo el carácter cuantitativo, el quantum de una representación, lo
que se destina a otra representación, lo que es transformado en angustia o sofocado. El
sujeto no se reconoce celoso a pesar de que ella le pone delante sus amoríos con otros
hombres. Pero él no duda de ella. No rivaliza por ella con nadie. Rivaliza con ella. El hecho
de que los celos no aparezcan en su palabra no indica que no estén presentes. Pueden estar
callados y encallados. Puede que estén endurecidos, puede que los celos lo tengan
endurecido, inmovilizado. ¿Estará celoso de esta mujer que se permite gozar, abiertamente,
ampliamente, de cualquier hombre –menos de él? Quizás tenga razón y de lo que se trate
sea de envidia y no de celos: “la envidia en relación con lo que el sujeto ve, con lo que el
otro posee y él no” (Lachaud, 2000, p.62).
C califica su crimen como un error, esa manera de calificarlo, habla de que no asume la
responsabilidad del acto, y reduce la magnitud del hecho de que privo a una persona de la
vida, se justifica diciendo que cualquiera puede cometer un error, si cualquiera lo puede
cometer el también lo puede hacer por qué es parte de esos cualquiera “mi error fue un
poco más grande”, es una especie de posición muy simplificadora, de banalizar el acto, de
restarle la importancia que tiene, de hacerlo menor, no tan grave, no tan malo, solo como un
producto de su pérdida de control en un momento de enojo. Le quita pues, toda la
dimensión de transgresión y de crimen, además asume que no fue un error matarla sino
haberse enamorado de ella, va más adelante, no hay relación de culpa, ya que él se vive
como una víctima. Lo único que le queda es asumir su error y pagarlo dentro de la cárcel.
El hecho de entregarse nos podría decir que inconscientemente necesitaba ser castigado
para pagar por el “error” que cometió.
El acto criminal es una auténtica salida del marco del fantasma. El acto no estaba
planeado, no estaba ejercido ni ejercitado en el fantasma. Inconcebible en el fantasma
aniquilar al otro que sostiene en el plano del deseo. El acto surge del vacío de palabras. Del
vacío que dejan las palabras. Dejan de contarse cosas, de decirse cosas, porque lo que se
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han dicho los han descontado como sujetos. Hace pensar en el crimen del cabo Lortie: “este
acto loco va a cumplirse como una ceremonia delirante…dejando la escena del fantasma
que se hace para él invivible, pasa al acto, y es también por ahí…por donde el asesino
reivindica in articulo mortis su vínculo de ser viviente entre los vivientes” (Legendre, 1994,
pp. 94-95).
Una persona “normal” puede actuar tomando en cuenta o visualizando algunas
consecuencias acerca de las acciones que cometa, por ejemplo ¿qué es lo que te haría actuar
en defensa propia si alguien te ataca, si alguien te ofende? hay cosas que están en lo
pensado, podría actuar de cierta manera, o me podría pasar esto si no hago o si hago tal
cosa, en el señor “A” hay algo de lo impensado, el nunca se imagino lo que iba a hacer, lo
que podía pasar si lo hacía y las consecuencias que esto traería, todo ocurre cuando él la
vio, cuando ella salió del lugar donde estaba con su amante, no se imaginaba a su mujer
engañándolo, ya que imaginarla es pensarla, entonces pues, hay algo que se sale de la
escena, esta escena no estaba en su pensamiento.
El acto reposiciona al macho como amo, como amo de la casa, como amo que manda
incluso a “la difunta”, quitándole su nombre, a la cual sigue queriendo y a la vez odiando,
aun siente coraje por ella; al reino de los cielos. Parecía un ser que aguantaba todo, que
soportaba todo, una mujer abnegada, que identificaba el amor con el sometimiento al
maltrato. Pero todo tiene un límite. El todo tiene un límite. El límite de la castración.
A pesar del crimen cometido no logro desprenderse de ella, dice que su mujer sigue estando
con él que siente como que no se ha ido, ya lo decía Sabina en su canción “Contigo” -Y
morirme contigo si te matas, y matarme contigo si te mueres porque el amor cuando no
muere mata porque amores que matan nunca mueren-. Y esto a su vez se relaciona con la
frase con la cual se inauguro el tema, lo que va a suceder en nombre del amor va a seguir en
la eternidad, más allá del bien y del mal, nunca se va a morir el sentimiento. El senti-miento
sentir y mentir, miento para poder seguir sintiendo.
Es entonces que una relación llevada a los limites del amor, puede culminar en un pasaje al
acto, en este caso fue el asesinato de la pareja amorosa de C. el cual le tomo bastante
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tiempo concluir, ya que no podía separarse de ella, fue su única salida. Era tal su amor que
no aceptaba que no fuera reciproco, que fuera el que solo amaba, y no ella también a él, era
tan grande el amor que dejo de sentirlo por su propia persona, al permitir humillaciones,
cuando se está enamorado se está humillado, me resto amor para dárselo a alguien más.
REFERENCIAS
Aulagnier, P. (2007) Los Destinos del Placer. Buenos Aires: Paidós
Deleuze, G. (1969). Sacher Masoch & Sade. S. Córdoba: Universidad de Cordoba
Freud, S. (1915). Lo Inconsciente, OC. T. XIV. Buenos Aires: Amorrortu
Freud, S. (1919-20). Más Allá del Principio del Placer, OC T. XVIII. Buenos Aires:
Amorrortu
Freud, S. (1924). El Sepultamiento del Complejo de Edipo, OC T. XIX. Buenos Aires:
Amorrortu
Garate-Martínez, I. (2010). Psychanalystes en Devenir. Burdeos: Encre Marine
Lacan, J. (1981). Los Escritos Técnicos de Freud. Barcelona: Paidós
Lacan, J. (1990). Las Psicosis. Buenos Aires: Paidós
Lachaud, D. (2000). Los Celos. Buenos Aires: Nueva Visión
Pierre, L. (1994). El Crimen del cabo Lortie. Tratado sobre el Padre. México:Siglo XXI
Raquel C. & Diego N. (2006) Yo lo maté –nos dijo- era mi padre. México: Epelee
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