DICTAMEN N.º 298/2012, de 12 de diciembre.* Expediente relativo a reclamación de responsabilidad patrimonial tramitado a instancia de D. Z, en nombre y representación de D. X, por las lesiones sufridas durante el transcurso de un encierro de toros bravos celebrado en Alameda de la Sagra (Toledo). ANTECEDENTES Primero. Reclamación.- Con fecha 27 de mayo de 2011D. Z, en nombre y representación de D. X, presentó reclamación de responsabilidad patrimonial dirigida al Ayuntamiento de Alameda de la Sagra (Toledo), como consecuencia de las lesiones sufridas durante el transcurso de un encierro de toros bravos celebrado en el municipio, el día 17 de agosto de 2003. Expone la parte reclamante que “encontrándose mi mandante en una de las calles de la localidad presenciando el festejo, fue envestido por sorpresa por uno de los toros de lidia que fueron soltados, ocasionándole en un instante lesiones de especial gravedad, […] que aún sigue padeciendo 5 años después y que según criterio médico en dicha especialidad sufrirá de por vida”. Continua relatando el interesado que, tras la cogida, fue trasladado de urgencia al Complejo H, permaneciendo ingresado hasta el 15 de septiembre de 2003. Asimismo, se presentó escrito ante el Ayuntamiento en fecha 10 de septiembre de 2003, exponiendo que “[…] vengo por la presente a dejar constancia oficial […] a los efectos de exigencia de responsabilidad de que se trata ante esta corporación y de activación de los seguros de responsabilidad civil que por ley debe tener concertados para situaciones como la presente”. Posteriormente, el 22 de septiembre de 2003 se dirigió nuevo escrito al Ayuntamiento comunicándoles el informe emitido por el Complejo H el 15 de septiembre anterior, así como que se había firmado un documento de consentimiento de cesión de datos médicos a la aseguradora M, a fin de que pudiera mantenerse debidamente informada del estado y evolución de las lesiones del perjudicado. Continúa relatando el reclamante que “Año y medio después de la fecha de la cogida mi mandante recibe de la aseguradora M una carta de fecha 28 de diciembre de 2004, ofreciéndole un total de indemnización de 21.636,43 € que obedece, a juicio de la aseguradora, a una invalidez permanente con un 24 % de limitación, calculada sobre la base del capital asegurado y según el condicionado general de la póliza contratada por el Ayuntamiento […] Ante dicha comunicación, […] por medio del letrado firmante de este escrito, solicita en virtud de misiva de fecha 25.01.2005 le fuera remitido el condicionado de la póliza contratada. […] Esta solicitud realizada por el letrado es contestada por la aseguradora con otra carta de fecha 7.02.2005 adjuntando copia de la Póliza de Seguros […] Una vez que mi mandante pudo consultar el contenido de la referida póliza (…), comprueba que la indemnización inicial propuesta por la aseguradora (21.636,43 €) no resulta ajustada a derecho y así se le comunica por escrito nuevamente a la misma, por carta certificada con acuse de recibo que se le remite con fecha 1.03.2005 y recibe el 4.03.2005. […] No ha recibido comunicación posterior alguna por parte de la aseguradora. […] Se vio en la necesidad de acudir a la Defensora del Pueblo de Castilla-La Mancha, […] obteniendo respuesta de la misma con fecha 3 de marzo de 2005, informando al Sr. L de la imposibilidad de intervenir en tal sentido derivando la labor de enjuiciamiento de la suficiencia o no de la indemnización propuesta por el Ayuntamiento a los Tribunales en función de las competencias que tienen atribuidas. […] Se procedió en virtud de denuncia la correspondiente vía judicial penal para poder deputar las responsabilidades que pudieran corresponder tanto al Ayuntamiento como organizador del evento como a M como aseguradora del mismo. […] El 8 de junio de 2007 le es notificado al denunciante y aquí demandante Auto de 16 de marzo de 2006 por el que se procede a decretar el sobreseimiento libre y el archivo de las diligencias incoadas. […] Contra esta resolución se interpuso […] recurso de reforma dentro del plazo establecido, resolviéndose en virtud de providencia de 17 de octubre de 2007 notificada el 23 de octubre de 2007 por la que no ha lugar a la tramitación del recurso […] habiendo finalizado la vía penal el 23 de octubre de 2007, sin perjuicio de las acciones civiles que corresponden al perjudicado. […] Se adjunta a este escrito de demanda dos últimas comunicaciones dirigidas al Excmo. Ayuntamiento de Alameda de la Sagra y a la entidad aseguradora ambos co-demandados a los efectos de interrumpir el plazo de prescripción para el ejercicio de la acción de reclamación que se está llevando a cabo, ambos escritos con fecha 8 de octubre de 2008. […] En fecha 4 de octubre de 2008 se interpone por esta parte demanda de juicio ordinario contra el Ayuntamiento de Alameda de la Sagra y M, en reclamación de la responsabilidad por los daños sufridos por mi mandante. Mediante Auto del Juzgado de Primera Instancia n.º 2 de Illescas de fecha 12 de marzo de 2009 se acordó la abstención de ese Juzgado para conocer del pelito a favor de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Interpuesto por esta parte recurso de Apelación, mediante Auto nº. 283 de la Audiencia Provincial de Toledo de fecha 3 de diciembre de 2010 se desestimó el mismo, confirmando que la Jurisdicción competente es la Contencioso-Administrativa”. * Ponente: Francisco Javier Díaz Revorio 1 En cuanto a la valoración del daño alegado y la cantidad solicitada como indemnización, la parte interesada especifica lo siguiente: “Ayuntamiento de la Sagra: [ ] Por las lesiones y secuelas padecidas por D. X, que suponen una Invalidez Permanente Absoluta, ciento veintinueve mil doscientos treinta y siete con cincuenta y siete euros (129.237,57 €). [ ] M: [ ] - Por las lesiones y secuelas padecidas por D. X, que suponen una invalidez permanente absoluta, noventa mil ciento cincuenta y uno con ochenta y dos euros (90.151,82 €). […] - Por la asistencia sanitaria que ha precisado desde el accidente cubierto tres mil cinco con seis euros (3.005,06 €)”. Termina solicitando un total indemnizatorio de 222.394,45 €, incluyendo en el mismo 15.020,68 € correspondientes a los gastos médicos referidos a la asistencia sanitaria recibida en la Clínica R y en Hospital C. Al escrito indicado, al que no se acompaña justificación de la representación que el compareciente dice ostentar del perjudicado, se adjuntaron diversos documentos acreditativos de los hechos relatados, entre los que destacan, además de las resoluciones judiciales a las que se hace referencia, las facturas acreditativas de los gastos médicos indicados, y el informe médico de fecha 7 de febrero de 2006 emitido por el Jefe de la Unidad de Cirugía Digestiva y Coloproptología del Hospital R, en el que se indica el diagnóstico de “incontinencia anal post-quirúrgica operada mediante esfinteroplastia con reparación anterior y posterior de los múltiples defectos esfinterianos, reforzada posteriormente cuando se realizó el cierre de colostomía”. El estado a dicha fecha se recoge en dicho informe como “incontinencia parcial para gases con pérdidas involuntarias ocasionales, incontinencia para heces líquidas con urgencia inmediata, control de heces sólidas con urgencia, ensuciamiento diario con dermatitis perianal crónica. Diarrea frecuente”. Por último, se incluye el comentario de que “la incontinencia aún residual no es susceptible de ser corregida con nuevas técnicas de esfinteroplastia. Si su estado clínico acarrea limitaciones físicas, laborales y sociales significativas debe plantearse el implante de un esfínter artificial o la neuromodulación sacra. Si no fueran eficaces habría que recurrir finalmente a técnicas más complejas de transposición muscular con los glúteos o el gracilis”. Segundo. Admisión y requerimiento de subsanación de la reclamación.- Mediante acuerdo de 18 de noviembre de 2011 el Alcalde de la localidad resolvió admitir a trámite la reclamación presentada, incoar el correspondiente procedimiento de responsabilidad patrimonial, nombrar instructor del expediente, dar traslado de la reclamación a la aseguradora e “interesar del reclamante que subsane o aclare las peticiones de práctica de medios de prueba formuladas en el suplico de su escrito iniciador de expediente, si a su derecho conviniere, en el plazo de tres días desde la notificación de la presente”. Notificación que se produjo el 21 de noviembre de 2011. A dicho requerimiento contestó la parte interesada mediante escrito presentado el 16 de enero de 2012, poniendo de manifiesto que no le interesaba proponer prueba alguna dada la notoriedad de los hechos ocurridos. Tercero. Personación de la entidad aseguradora.- Habiendo sido notificada del anterior acto, en fecha 5 de diciembre de 2011 la representación de M presentó escrito personándose en el procedimiento, adjuntándose asimismo poder para pleitos otorgado a favor del compareciente. Cuarto. Prueba.- Con fecha 9 de febrero de 2012 el instructor del expediente acordó la apertura de un periodo de prueba por un plazo de 30 días, acordando la práctica de prueba testifical mediante la declaración de dos testigos propuestos por el Ayuntamiento, informándose de dicho trámite tanto al interesado como a la entidad aseguradora. Conforme a lo acordado, el 21 de febrero de 2012 prestaron declaración ante el instructor del procedimiento dos testigos, que negaron cualquier relación familiar, de amistad íntima o enemistad manifiesta con el reclamante o alguna otra parte en el procedimiento, o algún interés directo o indirecto en su resultado. El primero de los testigos declaró que la cogida del interesado se produjo en la calle Toledo, “por donde existía el K de un vecino llamado S”; que se encontraba a unos treinta metros del lesionado cuando ocurrió el accidente; que “D. X iba corriendo dentro del recorrido en dirección a la plaza, detrás de los toros, un toro se dio la vuelta y fue embestido por él”; y que “observó las heridas que tenía don X, vino Protección Civil y la Guardia Civil y lo trasladaron fuera del vallado donde estaba la unidad de la UVI móvil, al lado de donde estaba instalada la plaza de toros portátil”. El segundo testigo puso de manifiesto, asimismo, que la cogida se produjo “a unos 50 metros de donde estaba él, en la misma calle Toledo”; que fue dentro del recorrido del encierro, y que el accidente se produjo cuando “soltaron los toros de la corrida, y antes de llegar a la plaza de toros uno de ellos se dio la vuelta y embistió a don X junto a un poste de madera, que iba corriendo hacia la plaza”; después “se acordonó la zona por Protección Civil y la Guardia Civil, se encerraron los toros y se abrió una zona de la valla del recorrido para que fuera atendido por la UVI móvil”. El resultado de dicha prueba testifical se trasladó a la entidad aseguradora, a su solicitud, en fecha 7 de marzo de 2012. Quinto. Trámite de audiencia.- Mediante acuerdo de fecha 25 de mayo 2012 el instructor puso de manifiesto el expediente por un periodo de diez días, con relación de los documentos obrantes en el mismo, tanto a la parte reclamante (notificada en esa misma fecha), como a la entidad aseguradora. La mercantil M presentó escrito de alegaciones en fecha 7 de junio de 2012, oponiéndose a suscribir acuerdo indemnizatorio alguno por tres motivos: 2 1. Considerar que el Ayuntamiento de Alameda de la Sagra no es responsable de las lesiones del damnificado. 2. Por no tener los hechos objeto de la reclamación cobertura en el contrato de seguro de responsabilidad civil suscrito entre el Ayuntamiento y la entidad aseguradora. 3. Haber prescrito para el reclamante la acción de responsabilidad patrimonial, al entender que “no puede alegarse que el haber decidido en un momento determinado iniciar una demanda ante la jurisdicción civil suponga una interrupción de la prescripción en el expediente administrativo de responsabilidad patrimonial; y ello por el hecho de que el Sr. X decidió libre y voluntariamente abandonar la vía de la responsabilidad patrimonial, optando por la jurisdicción civil, sin preocuparse de interrumpir la prescripción”. Por su parte, la parte reclamante presentó escrito el 8 de junio de 2012, en el que se ratificaba en sus peticiones y alegaciones iniciales, y en cuanto a la terminación convencional del procedimiento, se indicaba que “esta parte confía plenamente en cuanto solicitara en la vía previa y por ello se limitará a remitirse a tales pretensiones. No obstante, para el buen fin del procedimiento, está abierta a llegar a cualquier acuerdo que satisfaga las justas pretensiones de ambas partes sin tener que acudir a la vía contenciosa”. Sexto. Propuesta de resolución.- El 26 de septiembre de 2012 el instructor del procedimiento suscribió propuesta de resolución, en la que se considera que el 27 de mayo de 2011 “sería la fecha final de cómputo de la prescripción y, así resulta que, en esta última fecha, la acción y el derecho se encontraban prescritos, habida cuenta de que el tiempo intermedio empleado en el ejercicio de una acción improcedente ante juzgado incompetente no es hábil para interrumpir la prescripción, en los términos defendidos por la M […]”. Finalmente, se desestima la reclamación formulada “por no concurrir el presupuesto de nexo causal y ser imputable el resultado al comportamiento único y exclusivo del reclamante”. En tal estado de tramitación V. E. dispuso la remisión del expediente a este Consejo Consultivo, en el que tuvo entrada con fecha 13 de noviembre de 2012. A la vista de dichos antecedentes, procede formular las siguientes CONSIDERACIONES I Carácter del dictamen.- En relación a la intervención del órgano consultivo en los procedimientos de responsabilidad patrimonial sustanciados por Corporaciones Locales, el Pleno de este Consejo, en sesión celebrada en fecha 25 de enero de 2012, adoptó el siguiente acuerdo: “El artículo 142 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, establece los elementos esenciales del procedimiento de responsabilidad patrimonial que han de seguir todas las Administraciones Públicas -tal y como indica su apartado 1- y por tanto, también las Corporaciones Locales. El apartado 3 del citado artículo en la nueva redacción otorgada por la Disposición Final cuadragésima de la Ley 2/2011, de 4 de marzo, de Economía Sostenible, dispone lo siguiente: “Para la determinación de la responsabilidad patrimonial se establecerá reglamentariamente un procedimiento general con inclusión de un procedimiento abreviado para los supuestos en que concurran las condiciones previstas en el artículo 143 de esta Ley. En el procedimiento general será preceptivo el dictamen del Consejo de Estado o, en su caso, del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma cuando las indemnizaciones reclamadas sean de cuantía igual o superior a 50.000 € o a la que se establezca en la correspondiente legislación autonómica”. Por su parte, el artículo 54.9.a) de la Ley 11/2003, de 25 de septiembre, del Gobierno y del Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha, dispone que el Consejo Consultivo deberá ser consultado, entre otros asuntos, en los expedientes tramitados por la Administración de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha referidos “a reclamaciones de responsabilidad patrimonial por cuantía superior a seiscientos un euros”; y el artículo 57 de la misma Ley establece que “Las Corporaciones Locales de Castilla-La Mancha solicitarán el dictamen del Consejo Consultivo, a través de la Consejería de Administraciones Públicas, cuando preceptivamente venga establecido en las leyes”. La remisión efectuada por el inciso final del citado artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, respecto a la cuantía a partir de la cual es preceptivo el dictamen del órgano consultivo “o a la que se establezca en la correspondiente legislación autonómica”, debe entenderse referida al límite de seiscientos un euros que establece la Ley 11/2003, de 25 de septiembre, para considerar preceptivo el dictamen del Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha en los expedientes tramitados por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha. Límite éste que opera de igual manera con respecto a los expedientes tramitados por las Corporaciones Locales de la Región, al ser el único establecido por la legislación autonómica, y porque de otro modo la garantía que supone la intervención del órgano consultivo en el procedimiento tramitado podría verse mermada en el ámbito local respecto al autonómico, si considerásemos que en el primero sólo es preceptiva la intervención cuando la cuantía de la reclamación iguala o supera un límite (50.000 euros) que es sensiblemente superior al establecido para el segundo (601 euros). En consecuencia, es criterio del Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha que su dictamen ha de ser solicitado, conforme al artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y a los artículos 54.9.a) y 57 de la Ley 11/2003, de 25 3 de septiembre, en los expedientes de reclamaciones de responsabilidad patrimonial tramitados por las Corporaciones Locales de Castilla-La Mancha de cuantía superior a seiscientos un euros”. En el supuesto que es objeto de examen la parte interesada cuantifica los perjuicios por los que reclama indemnización en la cantidad total de 222.394,45 euros. Se emite, por tanto, el presente dictamen con carácter preceptivo. II Examen del procedimiento tramitado.- El examen del procedimiento sustanciado debe circunscribirse a la comprobación del cumplimiento de los requisitos formales establecidos en el Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se prueba el Reglamento de los Procedimientos de las Administraciones Públicas en materia de Responsabilidad Patrimonial, disposición mediante la que se dispuso el desarrollo reglamentario del aludido artículo 142.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre. Tras el examen de las actuaciones desarrolladas en el curso de la instrucción, es preciso señalar los defectos en el procedimiento que a continuación se relacionan. En primer término, existe una falta de requerimiento al compareciente para que acredite la representación que dice ostentar en la forma prevista en el artículo 32.3 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, según el cual “para formular solicitudes, entablar recursos, desistir de acciones y renunciar a derechos en nombre de otra persona, deberá acreditarse la representación por cualquier medio válido en Derecho que deje constancia fidedigna, o mediante declaración en comparecencia personal del interesado”. Así, la Administración instructora debió efectuar requerimiento al solicitante conforme dispone el punto 4 de este mismo precepto, a tenor del cual “la falta o insuficiente acreditación de la representación no impedirá que se tenga por realizado el acto de que se trate, siempre que se aporte aquélla o se subsane el defecto dentro del plazo de diez días que deberá conceder al efecto el órgano administrativo, o de un plazo superior cuando las circunstancias del caso así lo requieran”. Ante esta circunstancia, debe ponerse de manifiesto, como ya indicó este Consejo en anteriores dictámenes, como el 263/2011, de 16 de noviembre y 281/ 2011, de 30 de noviembre, que “aunque en el procedimiento hay indicios suficientes para presumir un mandato o encargo profesional al abogado actuante, si la reclamación fuese finalmente estimada en este procedimiento, se deberá requerir la correcta acreditación de dicha representación”. En segundo término, no se ha emitido en el procedimiento el informe del Servicio competente en materia de festejos taurinos en relación con los hechos motivadores de la reclamación, en el que se recogieran las condiciones de seguridad y acondicionamiento de las vías urbanas en las que se desarrolló el encierro, así como todas aquellas circunstancias a tener en cuenta para valorar la incidencia que pudiera tener la actuación del Ayuntamiento en la materia y las lesiones alegadas. La exigencia de tal informe viene prevista en el artículo 10.1 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, según el cual “el órgano competente para la instrucción del procedimiento podrá solicitar cuantos informes estime necesarios para resolver [ ] En todo caso, se solicitará informe al servicio cuyo funcionamiento haya ocasionado la presunta lesión indemnizable”. No obstante, teniendo en cuenta que en las actuaciones obrantes en el procedimiento constan elementos suficientes para valorar la actuación efectuada por el Servicio indicado en relación con las imputaciones efectuadas por la parte reclamante, no se considera esencial la emisión del mismo a la hora de dictar la resolución que proceda. III Presupuestos normativos y jurisprudenciales para la exigencia de la responsabilidad patrimonial.- La responsabilidad patrimonial de la Administración es una institución jurídica que goza en nuestros días de rango constitucional, con reflejo en los artículos 9.3 y 106.2 de la Constitución, el último de los cuales establece que “los particulares, en los términos establecidos por la Ley, tendrán derecho a ser indemnizados por toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento de los servicios públicos”. Los presupuestos caracterizadores de la responsabilidad patrimonial de la Administración tienen su principal formulación legal en los apartados 1 y 2 del artículo 139 y 1 del 141 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común, en los que se establece que los particulares tienen derecho a ser indemnizados por las Administraciones Públicas correspondientes de toda lesión que sufran en cualquiera de sus bienes y derechos, salvo en los casos de fuerza mayor, siempre que la lesión sea consecuencia del funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos; que, en todo caso, el daño alegado habrá de ser efectivo, evaluable económicamente e individualizado con relación a una persona o grupo de personas; y que sólo serán indemnizables las lesiones producidas al particular provenientes de daños que éste no tenga el deber jurídico de soportar de acuerdo con la Ley. A partir de las notas legales antedichas, la copiosa jurisprudencia existente sobre la materia ha estructurado una compacta doctrina, según la cual “los requisitos exigibles para imputar a la Administración la responsabilidad patrimonial por los daños y perjuicios causados a los administrados son los siguientes: en primer lugar, la efectiva realidad de un daño material, individualizado y económicamente evaluable; segundo, que sea consecuencia del funcionamiento normal o 4 anormal de los servicios públicos en una relación directa y exclusiva e inmediata de causa a efecto, cualquiera que sea su origen (Reglamento, acto administrativo, legal o ilegal, simple actuación material o mera omisión); por último, que no se haya producido por fuerza mayor y que no haya caducado el derecho a reclamar por el transcurso del tiempo que fija la Ley” -Sentencias de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha de 23 de febrero de 2004 (Ar. JUR 2004\83545, FJ 2º) y de 13 de octubre de 2006, entre otras muchas, o, en parecidos términos, Sentencia del Tribunal Supremo de 13 de marzo de 1989 (Ar. RJ 1989\1986, FJ 3º)-. A la relación de requisitos precitados cabría agregar también, como elemento de singular significación para apreciar la referida responsabilidad patrimonial, que el reclamante no tenga el deber jurídico de soportar el daño producido. El sistema de responsabilidad extracontractual aplicable a nuestras Administraciones Públicas ha sido calificado por la doctrina como de carácter objetivo. Este rasgo ha sido perfilado por nuestra jurisprudencia señalando que “al afirmar que es objetiva se pretende significar que no se requiere culpa o ilegalidad en el autor del daño, a diferencia de la tradicional responsabilidad subjetiva propia del Derecho Civil, ya que se trata de una responsabilidad que surge al margen de cuál sea el grado de voluntariedad y previsión del agente, incluso cuando la acción originaria es ejercida legalmente, y de ahí la referencia al funcionamiento normal o anormal de los servicios públicos en la dicción del artículo 40 [de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado, hoy 139 de la Ley 30/1992], pues cualquier consecuencia dañosa derivada de tal funcionamiento debe ser, en principio, indemnizada, porque de otro modo se produciría un sacrificio individual en favor de una actividad de interés público que, en algunos casos, debe ser soportada por la comunidad” -Sentencias del Tribunal Supremo de 26 de septiembre de 1998 (Ar. RJ 1998\6836) o de 28 de noviembre de 1998 (Ar. RJ 1998\9967)-. Sin embargo, como dijo el Consejo de Estado en su dictamen de 3 de junio de 1999, “este carácter objetivo, tal y como en reiteradas ocasiones ha puesto de manifiesto la jurisprudencia del Tribunal Supremo y la doctrina del Consejo de Estado, no implica que todos los daños producidos en los servicios públicos sanitarios sean indemnizables, pues ello llevaría a configurar la responsabilidad administrativa en estos casos, de forma tan amplia y contraria a los principios que la sustentan, que supondría una desnaturalización de la institución. Así pues, de acuerdo con dicha doctrina, para apreciar la existencia de responsabilidad patrimonial es preciso acudir a parámetros como la lex artis, de modo que tan solo en el caso de una infracción de esta ley cabrá imputar a la Administración de la cual dependen los servicios sanitarios la responsabilidad por los perjuicios causados. En el caso de que no se infrinja la lex artis, ha de concluirse que tales perjuicios no son imputables a la Administración y han de ser soportados por el particular, sin que generen, en modo alguno, el derecho a percibir una indemnización”. En idéntica línea el Tribunal Supremo en su Sentencia de 4 de abril de 2000 declaró que “el criterio fundamental para determinar si concurre responsabilidad patrimonial en materia de asistencia sanitaria es la de la adecuación objetiva del servicio prestado, independientemente de que existan o no conductas irregulares por parte de los agentes de la Administración y del buen o mal éxito de los actos terapéuticos, cuyo buen fin no siempre puede quedar asegurado”, añadiendo en otra Sentencia de 25 de abril de 2002 que “prestada la asistencia sanitaria con arreglo a la regla de la buena praxis desde el punto de vista científico, la consecuencia de la enfermedad o padecimiento objeto de atención sanitaria no son imputables a la actuación administrativa y por tanto no pueden tener la consideración de lesiones antijurídicas”. Así mismo, la responsabilidad patrimonial de la Administración se asienta en el criterio objetivo o concepto técnico de lesión, entendida ésta como daño o perjuicio antijurídico que quien lo sufre no tiene el deber de soportar. Dicho deber existe cuando la medida impuesta por la Administración constituye una carga general que todos los administrados afectados por su esfera de actuación están obligados a cumplir, y puede venir determinado por la concurrencia de una concreta imposición legal o por otros factores vinculados ordinariamente a la propia situación o actitud del perjudicado, con incidencia sobre la entidad del riesgo generado por el actuar de la Administración. La carga de la prueba de los hechos en que se base la reclamación de responsabilidad patrimonial recae necesariamente sobre el sujeto que la plantea, lo que incluye la acreditación de la relación causal invocada, de los daños producidos y de su evaluación económica. Es ésta una formulación enunciada sistemáticamente por nuestra jurisprudencia, que encuentra ahora su principal apoyo en los artículos 6 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, y 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, Ley 1/2000, de 7 de enero, que viene a recoger las reglas del onus probandi dentro de la categoría de las obligaciones, sentando la conocida máxima de que incumbe la prueba de las obligaciones al que reclama su cumplimiento y la de su excepción al que la opone; todo ello, sin perjuicio del deber genérico de objetividad y colaboración en la depuración de los hechos que pesa sobre la Administración, en consonancia con lo previsto en los artículos 78.1 y 80.2 de la citada Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y que se extiende a sus órganos, autoridades y funcionarios. De otro lado, recae sobre la Administración imputada la carga de la prueba cuando ésta verse sobre la eventual concurrencia de una conducta del reclamante con incidencia en la producción del daño, la presencia de causas de fuerza mayor o la prescripción de la acción -v. gr. Sentencias del Tribunal Supremo de 15 de marzo de 1999 (Ar. RJ 1999\4440) y de 21 de marzo de 2000 (Ar. RJ 2000\4049)-. También debe de ser objeto de consideración el tiempo que haya mediado entre la producción del evento lesivo y el ejercicio de la acción tendente a su reparación, pues, conforme a lo dispuesto en los artículos 142.5 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y 4.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, el derecho a reclamar prescribe al año de producido el hecho o acto que motive la indemnización o desde la manifestación o estabilización de sus efectos lesivos. 5 El análisis de la relación de causalidad existente entre el actuar administrativo y los efectos lesivos producidos aparece de ordinario como elemento esencial en el examen de los procedimientos seguidos en materia de responsabilidad patrimonial de la Administración. Ante la falta de referencias legales respecto de sus notas caracterizadoras, se dispone de una amplía creación jurisprudencial al respecto, que vino tradicionalmente considerando como rasgos definitorios de dicho vínculo teleológico su carácter directo, su inmediatez y su exclusividad respecto de los perjuicios generadores de la reclamación -así, Sentencias del Tribunal Supremo de 19 de enero de 1987 (Ar. RJ 1987\426) o de 4 de junio de 1994 (Ar. RJ 1994\4783)-. Sin embargo, dicha tendencia doctrinal ha sido matizada y corregida, admitiéndose también formas de producción mediatas, indirectas y concurrentes que plantean la posibilidad de una moderación de la responsabilidad cuando intervengan otras causas, lo que deberá tenerse en cuenta en el momento de fijar la indemnización -Sentencias del Tribunal Supremo de 28 de julio de 2001 (Ar. RJ 2001\10061), de 15 de abril de 2000 (Ar. RJ 2000\6255) o de 4 de mayo de 1999 (Ar. RJ 1999\4911)-. Este planteamiento conduce en cada supuesto al examen de las circunstancias concretas concurrentes y a la búsqueda de referentes en la abundante casuística que ofrece la jurisprudencia existente. Finalmente, la intervención de este Consejo Consultivo en los procedimientos seguidos como consecuencia de reclamaciones de responsabilidad patrimonial debe centrarse esencialmente en el examen de los elementos aludidos en el artículo 12.2 del Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, en el que se dispone: “Se solicitará que el dictamen se pronuncie sobre la existencia o no de relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público y la lesión producida y, en su caso, sobre la valoración del daño causado y la cuantía y modo de indemnización [...]”. IV Requisitos para el ejercicio de la acción.- Con carácter previo al análisis pormenorizado de los presupuestos de fondo exigidos para el reconocimiento de responsabilidad patrimonial de la Administración antes mencionados, debe examinarse la concurrencia de los requisitos necesarios para el ejercicio de la acción indemnizatoria, concretados en las legitimaciones activa y pasiva ligadas a la pretensión planteada por la reclamante y el plazo en que la misma ha sido ejercitada. La legitimación activa con que actúa el perjudicado ha quedado acreditada mediante la documentación clínica aportada a su solicitud, al haber sufrido la cogida de toro por la que reclama indemnización; si bien, como se ha indicado en la consideración II, la persona que dice actuar en su representación no ha acreditado la misma. Corresponde la legitimación pasiva al Ayuntamiento de Alameda de la Sagra (Toledo), al ser el titular del servicio organizador del festejo taurino en el que el interesado resultó herido. Pasando al análisis de la cuestión sobre la prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial ejercida por la parte interesada, ha de comenzarse indicando que tanto la entidad aseguradora como el Ayuntamiento consideran que la acción ha prescrito, ya que entienden que la demanda interpuesta ante la jurisdicción civil reclamando responsabilidad patrimonial por los hechos indicados (presentada el 4 de octubre de 2008 y hasta la terminación del proceso mediante el Auto de 3 de diciembre de 2010 de la Audiencia Provincial de Toledo, confirmando que la jurisdicción competente era la Contencioso-Administrativa), no interrumpe la prescripción de la acción de exigencia de responsabilidad patrimonial de la Administración. En apoyo de dicha tesis, se invoca la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Galicia de 12 de noviembre de 1998 (RJCA\1998\4724), en la que se recoge que “entendiendo como entendemos por ejercicio de la acción la formulación de la reclamación indemnizatoria en los términos de los artículos 139 y siguientes de la Ley 30/1992 y del Reglamento aprobado por Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, y no la reclamación previa a la vía judicial civil al menos cuestionable parece que la formulación de esta última tenga efectos interruptivos de la prescripción, cuando como en el caso enjuiciado sucede que la jurisdicción civil era incompetente. Más si a los antecedentes expuestos añadimos que la resolución que decidió la reclamación previa advertía al recurrente de la naturaleza administrativa de la pretensión y de la competencia de la jurisdicción contencioso-administrativa, con ofrecimiento de recurso ante dicho orden jurisdiccional, ninguna duda puede ofrecer que la errónea vía civil seguida carece de efectos interruptivos de la prescripción. Y siendo ello así, necesariamente ha de entenderse como prescrita la acción”. El supuesto contemplado en dicha sentencia, como puede apreciarse en su extracto, no guarda identidad sustancial con el que ahora nos ocupa. En este caso, el proceso penal iniciado a causa de la cogida terminó mediante la providencia de 17 de octubre de 2007, de la Audiencia Provincial de Toledo, notificada el 23 de octubre de 2007, por la que no ha lugar al recurso frente al sobreseimiento libre y el archivo de las diligencias penales incoadas. Esta última fecha es la que debe tomarse como fecha de inicio del cómputo del plazo de prescripción de un año establecido en el artículo 142.5 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, según reiterada jurisprudencia, cuestión que no ha sido discutida por las partes. Como obra en antecedentes, el 4 de octubre de 2008 se interpone por demanda ante la jurisdicción civil juicio ordinario en reclamación de responsabilidad por daños dirigida frente al Ayuntamiento de Alameda de la Sagra y frente a M, y mediante Auto de fecha 12 de marzo de 2009 el Juzgado de 1ª Instancia n.º 2 de Illescas se abstuvo de conocer del asunto, declinado su competencia a favor de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa. Dicho Auto fue recurrido en apelación ante la Audiencia Provincial de Toledo, que con fecha 3 de diciembre de 2010 dictó Auto desestimando el recurso y confirmando la declinatoria de jurisdicción. 6 Si bien no consta la fecha de notificación de ésta última resolución, es lo cierto que, de considerar que la demanda civil interpuesta por el interesado el 4 de octubre de 2008 interrumpe la prescripción de la acción de exigencia de responsabilidad patrimonial del Ayuntamiento, la reclamación interpuesta frente a éste el 27 de mayo de 2011 que ahora se resuelve no habría prescrito (teniendo presente que el proceso penal terminó mediante providencia notificada en fecha 23 de octubre de 2007, y que el proceso civil terminó mediante Auto de 3 de diciembre de 2010). Como ya se ha adelantado, tanto la entidad aseguradora como el Ayuntamiento reclamado consideran que la repetida demanda civil no interrumpe el plazo de prescripción, al considerarla una acción manifiestamente inadecuada, e invocan la jurisprudencia del Tribunal Supremo, y en especial, la sentencia del Tribual Superior de Justicia de Galicia anteriormente citada. Al respecto de dicha postura ha de indicarse en primer lugar que este Consejo ha tenido ocasión de pronunciarse sobre la virtualidad interruptora del ejercicio de una acción civil para exigir la responsabilidad patrimonial de una Administración Pública en dictámenes como los que a continuación se indican. En el dictamen 259/2008, de 10 de diciembre se examinó una reclamación de un contribuyente por los daños y perjuicios vinculados a la designación de un perito tercero. Pese a la indicación expresada por el TEAR de que la vía a la que debía acudir para plantear su solicitud indemnizatoria, la parte recurre directamente ante la jurisdicción contenciosoadministrativa, solicitando, entre otras cuestiones, el resarcimiento por los daños sufridos por la designación de perito tercero. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha dicta sentencia de 22 de junio de 2006, y el 3 de agosto de 2006 presenta la correspondiente reclamación de responsabilidad patrimonial ante la Administración Regional. El Consejo consideró en este caso que “[…] la interesada formuló su solicitud indemnizatoria directamente ante la Jurisdicción Contencioso-administrativa, sin agotar la vía administrativa previa mediante el planteamiento de su reclamación ante el órgano administrativo competente, con-forme a lo establecido en el artículo 142 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, y en el Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, por el que se aprueba el Reglamento de las Administraciones Públicas en materia de responsabilidad patrimonial. Es decir, no ha existido un acto previo de la Administración Regional a la que se imputan los daños por los que se reclama en orden al reconocimiento o no de la responsabilidad que se le imputa. La acción judicial ejercitada aparece así como manifiestamente inidónea o improcedente para la obtención del resarcimiento de los daños que se encontraban en el fondo de la pretensión de la actora, por lo que de la misma no pueden derivarse los efectos interruptivos de la prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial, tal como la parte pretende. […] La interesada, sin reclamar la responsabilidad patrimonial de la Administración en vía administrativa, optó por acudir directamente a la vía contencioso-administrativa a fin de que, declarando la improcedencia en la designación del perito tercero, se reconociera su derecho a ser resarcida de los daños sufridos por tal nombramiento. Tal acción es manifiestamente inadecuada e improcedente al fin que se pretende y no puede interrumpir el plazo de prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial”. En el dictamen 284/2010, de 22 de diciembre, se conoció de la reclamación de responsabilidad patrimonial contra el SESCAM que se produjo el 8 de octubre de 2009. Previamente se formuló demanda de juicio ordinario de acción de responsabilidad civil con fecha 27 de octubre de 2005, dirigida exclusivamente contra el facultativo que atendió al reclamante, declarando el Juzgado su incompetencia para entender de dicha reclamación mediante Auto de 2 de marzo de 2009. Entendió el Consejo que “[…] la prescripción no se interrumpe en virtud de cualquier reclamación, que manifiestamente aparezca como no idónea o improcedente como en este caso sucede al dirigirse a persona física, sin citar ni emplazar a la Administración responsable y hacerlo mediante un procedimiento inadecuado y ante órgano igualmente inadecuado. Por ello, ningún efecto interruptivo podría tener una demanda civil en los términos en los que fue formulada, sobre la acción de responsabilidad patrimonial de la Administración, ni sobre el derecho de la interesada frente a la misma, pues no existió hasta el 8 de octubre de 2009 manifestación de voluntad alguna expresada frente al servicio público por las vías posibles para ello”. Por último, en el dictamen 123/2011, de 25 de mayo, la reclamación de responsabilidad patrimonial dirigida al SESCAM que fue analizada se presentó el 12 de marzo de 2010. Anteriormente, el 5 de diciembre de 2008, se archivaron definitivamente las diligencias penales, interponiéndose demanda civil el 19 de octubre de 2009, terminando el proceso mediante Auto de fecha 29 de enero de 2010, admitiendo la declinatoria de jurisdicción. La doctrina que estableció el Consejo es la siguiente: “[…] vienen muy al caso las consideraciones vertidas en la Sentencia del Tribunal Supremo de 23 de abril de 2008 (Ar. RJ 2008,2731), concerniente también a una exigencia de responsabilidad patrimonial de la Administración sanitaria por daños dimanantes de la asistencia recibida por un paciente en una clínica concertada, donde, apelando a razones de justicia material, se significaba: “ha de entenderse con carácter general que los actos realizados en virtud de dicho concierto por la entidad privada vinculan a la Administración del Estado y, con ello, la reclamación dirigida frente a dichas entidades, en buena lógica y en base a principios de buena fe y de la interdicción de criterios obstativos al ejercicio de la acción, fundamentalmente cuando de la interpretación contraria se derivaría una prescripción, obligan a concluir en que el criterio más acorde con la exigencia de justicia y con aquellos principios es entender que la reclamación dirigida al ente concertado, en su condición de representante o mandatario de la sanidad pública en el ejercicio de sus funciones, ha de tener los mismos efectos que la efectuada a la Administración pública y, en consecuencia, los requerimientos efectuados a dicha entidad, a quien la Administración encomienda la asistencia sanitaria, tienen efectos interruptivos de la prescripción. [ ] A ello no es obstáculo la vigencia de la disposición adicional 12ª antes mencionada, en la modificación introducida en el año 1999, puesto que la misma no contiene una modificación 7 de lo que venía siendo doctrina tradicional de esta Sala en relación con el concierto en materia de asistencia sanitaria […]”. [ ] En virtud de todo lo anterior, en opinión de este Consejo cabe concluir que la acción entablada por la reclamante en vía civil contra la entidad concertada prestadora de la asistencia sanitaria cuestionada, inicialmente admitida por el Juzgado de 1ª Instancia n.º 2 de Toledo y luego rechazada por estimación de declinatoria de jurisdicción, no alcanza la consideración de acción manifiestamente inadecuada, máxime cuando el peso económico de la eventual responsabilidad habría de recaer finalmente sobre la propia entidad privada demandada, de tal modo que es posible conferir a la misma efectos interruptivos sobre el plazo de formulación de la reclamación y, en consecuencia, entender que la acción de responsabilidad patrimonial ejercitada con fecha 15 de marzo de 2010 no se halla afectada de prescripción”. Como puede comprobarse, ninguno de los supuestos examinados por el Consejo guarda plena identidad con el que ahora se examina, puesto que en este caso, la acción del interesado, después del archivo de las actuaciones en vía penal, dirige acción civil por daños frente al Ayuntamiento y frente a la entidad aseguradora de dicha Administración; No existiendo acuerdo previo administrativo en el que se indique la vía judicial procedente, dirigiéndose las acciones previamente ejercidas también frente a dicha administración municipal. Por su parte, la jurisprudencia del Tribunal Supremo más significativa sobre la cuestión que nos ocupa, está representada en primer lugar por la Sentencia de 26 de mayo de 1998 de la Sala de lo Contencioso-Administrativo (RJ\1998\4975), que admite en algún caso la interrupción de la acción de responsabilidad patrimonial incluso por la existencia de un procedimiento civil: “se omite en los autos recurridos que los hechos que fundamentan el ejercicio de la acción de responsabilidad patrimonial contra la Generalidad Valenciana (fallecimiento de una persona que se imputa al funcionamiento del servicio público de carreteras) no sólo dieron lugar a la incoación de unas diligencias penales (cuya eficacia interruptiva reconocen), sino a una acción civil de responsabilidad ejercitada antes de transcurrir el plazo de prescripción de un año establecido para el ejercicio de la acción administrativa de responsabilidad patrimonial, que terminó en una declaración de incompetencia de jurisdicción, seguida de la interposición del recurso contenciosoadministrativo. La eficacia interruptiva de esta demanda civil debe asimismo reconocerse en aplicación de la doctrina sentada por la jurisprudencia consistente en que el cómputo del plazo para el ejercicio de la responsabilidad patrimonial no puede ejercitarse sino desde el momento en que ello resulta posible por conocerse en sus dimensiones fácticas y jurídicas el alcance de los perjuicios producidos -que tiene su origen en la aceptación por este Tribunal (Sentencias de la Sala Tercera de 19 septiembre 1989 [RJ 1989\6417], 4 julio 1990 [RJ 1992\7937] y 21 enero 1991 [análoga a RJ 1997\3976]) del principio de «actio nata» (nacimiento de la acción) para determinar el origen del cómputo del plazo para ejercitarla, según el cual la acción sólo puede comenzar cuando ello es posible y esta coyuntura se perfecciona cuando se unen los dos elementos del concepto de lesión, es decir, el daño y la comprobación de su ilegitimidad-, de tal suerte que el ejercicio de una acción civil encaminada a exigir dicha responsabilidad, salvo que sea manifiestamente inadecuada, comporta dicha eficacia interruptiva del plazo de prescripción de un año establecido por el artículo 142.5 de la Ley de Procedimiento Administrativo Común (RCL 1992\2512, 2775 y RCL 1993\246) (Sentencia de 4 julio 1980 [RJ 1980\3410], dictada bajo el régimen equivalente a la sazón vigente integrado por el artículo 40 de la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado [RCL 1957\1058, 1178 y NDL 25852])”. Posteriormente en STS de 16 de noviembre de 2011 (RJ\2012\2260), la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo entendió que la acción de responsabilidad patrimonial ejercida mediante acción civil no podía ser considerada manifiestamente improcedente, al considerar que “parece que al menos para el legislador de finales del año 2003 era necesario clarificar, por las razones que fueran, la competencia jurisdiccional en caso de reclamación conjunta contra la Administración y particulares. Asimismo, cuando se presentó aquella demanda aún recaían pronunciamientos de la jurisdicción civil que declaraban la responsabilidad patrimonial de las Administraciones Públicas en concurrencia con particulares, en base a la doctrina de la vis atractiva de dicha jurisdicción o para evitar el peregrinaje de jurisdicciones (así, por ejemplo, las sentencias de la Sala Primera del Tribunal Supremo de 21-10-2002, 29-4-2003 (RJ 2003, 3041) y 304-2003 (RJ 2003, 3739)). Cabe concluir, pues, que aquella acción civil era improcedente, pero no que dicha improcedencia alcanzara la magnitud de manifiesta, es decir, patente, notoria y ostensible”. Por último, es preciso mencionar la Sentencia del Tribunal Supremo de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de 17 de julio de 2012 (RJ\2012\7910). En el caso enjuiciado consideró el Tribunal que “han pasado casi cinco años de la reforma del año 2003 (cuando el actor inicia la vía civil) y ello determina que la cuestión haya quedado más que fijada Jurisprudencialmente, que la concurrencia de sujetos privados junto con la Administración ha de sustanciarse previa vía administrativa en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo”. A la luz de la jurisprudencia citada, en la que puede apreciarse lo debatido de la cuestión, se pueden extraer las siguientes conclusiones: - La interposición de una demanda civil en reclamación de la responsabilidad de un Administración pública (en especial cuando concurre con sujetos privados, como es el caso), interrumpe el plazo de prescripción para su exigencia, salvo que resulte “manifiestamente inadecuada” (Sentencia del Tribunal Supremo de 26 de mayo de 1998, RJ 1998\4975, y otras). El alto Tribunal declara también que “la interrupción del plazo de prescripción de un año hoy establecido en el artículo 142.5 de la Ley 30/1992 […] se produce por la pendencia de una acción civil encaminada a exigir la responsabilidad patrimonial de la Administración salvo que sea manifiestamente inadecuada”, produciéndose dicha interrupción a tenor del artículo 1.973 del Código Civil (Sentencia del Tribunal Supremo de 17 de julio de 2012 (RJ\2012\7910). 8 - El alcance del término “manifiestamente inadecuada” la concreta el Tribunal Supremo considerando la acción ejercitada así definida como “inadecuada de un modo patente, notorio y ostensible” (Sentencias del Tribunal Supremo de 16 de noviembre de 2011, RJ\2012\2260 y de 17 de julio de 2012, RJ\2012\7910). Señalando además que “la prescripción se interrumpe en virtud de cualquier reclamación que manifiestamente no aparezca como no idónea o improcedente encaminada a lograr el resarcimiento del daño o perjuicio frente a la Administración responsable, siempre que comporte una manifestación de la voluntad de hacer efectiva la responsabilidad patrimonial de la Administración por alguna de las vías posibles para ello” (Sentencia del Tribunal Supremo de 16 de diciembre de 2011, RJ\2012\3586). - El Tribunal Supremo ha considerado como un supuesto de ejercicio de acción manifiestamente inadecuada cuando “la parte, después de haber interpuesto la reclamación administrativa por responsabilidad patrimonial, abandona voluntariamente la vía contencioso-administrativa para acudir a la jurisdicción civil, a pesar de que en la notificación del acto administrativo denegatorio se le indica como procedente el recurso contencioso-administrativo” (Sentencias del Tribunal Supremo de 9 de julio de 1992 (RJ 1992\6257), y 26 de mayo de 1998 (RJ\1998\4975). El supuesto examinado, a falta de precedentes de este Consejo y jurisprudenciales idénticos al aquí examinado, y a la vista de los criterios expuestos que se han ido aplicando en los supuestos analizados, debe considerarse que la acción de responsabilidad civil ejercida ante los tribunales civiles fue manifiestamente inidónea, por resultar “inadecuada de un modo patente, notorio y ostensible” (Sentencias del Tribunal Supremo de 16 de noviembre de 2011, RJ\2012\2260 y de 17 de julio de 2012, RJ\2012\7910), ya que en la fecha en la que se interpuso la demanda civil en reclamación de responsabilidad patrimonial (22 de octubre de 2008), como ocurre en el supuesto enjuiciado en la Sentencia del Tribunal Supremo de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de 17 de julio de 2012 (RJ\2012\7910), habían transcurrido casi cinco años de la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial operada mediante Ley Orgánica 19/2003, de 23 de diciembre, por la que se dio una nueva redacción al apartado 4 del artículo 9 de dicha Ley Orgánica, ordenando así que los tribunales del orden contencioso-administrativo “conocerán, asimismo, de las pretensiones que se deduzcan en relación con la responsabilidad patrimonial de las Administraciones públicas y del personal a su servicio, cualquiera que sea la naturaleza de la actividad o el tipo de relación de que se derive. Si a la producción del daño hubieran concurrido sujetos privados, el demandante deducirá también frente a ellos su pretensión ante este orden jurisdiccional. Igualmente conocerán de las reclamaciones de responsabilidad cuando el interesado accione directamente contra la aseguradora de la Administración, junto a la Administración respectiva”. Todo ello determina, en palabras del alto Tribunal en la mencionada sentencia, “que la cuestión haya quedado más que fijada Jurisprudencialmente, que la concurrencia de sujetos privados junto con la Administración ha de sustanciarse previa vía administrativa en el orden jurisdiccional contencioso-administrativo”. Por tanto la indicada acción, ejercitada de manera manifiestamente inadecuada ante la jurisdicción civil, no interrumpió la prescripción de la acción de responsabilidad patrimonial, por lo que la reclamación interpuesta ante el Ayuntamiento de Alameda de la Sagra aquí examinada debe considerarse prescrita. V Requisitos sustantivos: daño, relación de causalidad y antijuridicidad de aquél.- No obstante la conclusión anterior, que haría innecesario cualquier pronunciamiento sobre la existencia de relación de causalidad entre el funcionamiento del servicio público imputado y los daños alegados por el interesado, así como su eventual indemnización, conviene poner de manifiesto que este Consejo ha tenido ocasión de pronunciarse sobre daños causados durante el transcurso de la celebración de encierros taurinos en los dictámenes 82/2002, y 83/2002, de 17 de junio. En este último, se indicaba que “existiendo un amplio número de pronunciamientos que versan sobre supuestos similares -Sentencias de 18 de diciembre de 1986, Ar. 8115; 19 de junio de 1998, Ar. 5254; 17 de octubre de 2000, Ar. 8631; 3 de mayo de 2001, Ar. 4227 o 27 de octubre de 2001, Ar. 2002\406- en todos los cuales la atribución de responsabilidad a la Administración se relaciona causalmente con algún elemento de anormalidad, resulta especialmente significativo de la línea mantenida por nuestro alto Tribunal lo afirmado en la Sentencia de 15 de diciembre de 1997 -Ar. 9357- cuando manifiesta “la naturaleza objetiva de aquella responsabilidad de las Administraciones Públicas, que constituye un principio cardinal en el régimen administrativo tal como lo regula la Constitución, debe ser exigido con especial rigor cuando se proyecta sobre actividades que son susceptibles de poner en riesgo no sólo la propiedad, sino otros bienes constitucionales de la mayor importancia, la vida y la integridad física de las personas, como son las fiestas populares en las que concurren especiales elementos de riesgo. Los Ayuntamientos están obligados entonces a extremar su responsabilidad para prevenir acontecimientos luctuosos y, por ende, a responder patrimonialmente cuando las medidas adoptadas se han revelado ineficaces. [ ] La culpa o negligencia imputable a las víctimas o perjudicados no es, así, un dato relevante para enervar esta responsabilidad, salvo que el Ayuntamiento, a quien como administración titular de una responsabilidad de tipo objetivo corresponde en este caso la carga de la prueba, demuestre que dicha negligencia ha existido y que ha tenido relevancia material efectiva para la producción del evento dañoso, en todo o en parte (con el fin de exonerar al Ayuntamiento o moderar el alcance de su responsabilidad)”. [ ] Del contenido de este pronunciamiento, en consonancia con los anteriormente apuntados, cabe extraer que, aún cuando el Tribunal Supremo apela reiteradamente al carácter objetivo que la responsabilidad patrimonial puede presentar en el desempeño de determinados servicios -es decir, sin requerir ningún tipo de irregularidad de funcionamiento-, en el caso de los riesgos generados por la celebración de festejos populares dicho rasgo configurador conduce a una obligación de extremar las medidas adoptadas para la 9 evitación de daños y la diligencia en la prevención de siniestros, para, sólo cuando dichas medidas hayan resultado insuficientes o ineficaces -evidenciando, por tanto, un signo de anormalidad-, poder admitir la responsabilidad de la Administración”. En el presente supuesto, acreditadas suficientemente las lesiones padecidas a raíz de la cogida sufrida durante el transcurso del encierro, el reclamante no ha probado ni anormal funcionamiento del servicio público imputado ni relación de causalidad con las lesiones sufridas, antes bien se demuestra mediante las declaraciones testificales que el interesado participaba activamente en el encierro, asumiendo libre y voluntariamente el riesgo que comporta la participación en estos festejos. Asimismo, el Ayuntamiento ha incorporado al expediente toda la documentación acreditativa del cumplimiento de la normativa aplicable a dichos festejos, sin que haya evidencia alguna del incumplimiento de norma de seguridad o de la existencia de falta de diligencia alguna por su parte. En consecuencia, no procedería declarar la responsabilidad patrimonial del Ayuntamiento imputado, ante la inexistencia de relación de causalidad entre su actuación en relación con el desarrollo del festejo y las lesiones sufridas por el interesado. VI Sobre la indemnización solicitada.- Sin perjuicio del sentido del presente dictamen contrario al reconocimiento de la responsabilidad patrimonial, se hace necesario en la presente consideración plasmar una breve observación en relación a la indemnización solicitada. En todo caso, teniendo en cuenta las fechas en las que se produjeron las lesiones en el transcurso del encierro, la cantidad, que en su caso, correspondiera abonar al perjudicado, de acuerdo a los daños que realmente resultaran acreditados, deberá ser determinada conforme establece el Baremo establecido en el Texto Refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor, aprobado por Real Decreto Legislativo 8/2004, de 29 de octubre, actualizado para el año 2003 mediante Resolución de la Dirección General de Seguros y Fondos de Pensiones de 20 de enero de 2003, año en el que se produjo el mencionado accidente. La cantidad resultante debería ser considerada como deuda de valor referida cronológicamente al momento de producción de los daños objeto de compensación, sin perjuicio de la actualización e intereses de demora que en su caso procedan por aplicación de lo previsto en el artículo 141.3 de la citada Ley 30/1992, de 26 de noviembre. En mérito de lo expuesto, el Consejo Consultivo de Castilla-La Mancha es de dictamen: Que debiéndose declarar prescrita la acción de responsabilidad patrimonial ejercitada por D. X frente al Ayuntamiento de Alameda de la Sagra (Toledo), durante el transcurso de un encierro de toros bravos, y no habiendo acreditado la existencia de nexo causal entre el funcionamiento de los servicios públicos y los daños causados por aquel, procede desestimar la reclamación de responsabilidad patrimonial examinada. 10