Filosofía de la Tecnología

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Ciencia, Tecnología, Sociedad e
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CTS+I
Teorema Vol XVII/3
Filosofía de la Tecnología
Técnica y Cultura
M. Á. Quintanilla
Edición electrónica agosto 2000
Técnica y cultura
Miguel Ángel Quintanilla
ABSTRACT
The purpose of this paper is to explore the foundations of a general theory of technical
culture, based on the notion of technical system and on the scientific concept of culture.
To this end, several basic notions of the philosophy of technique, as technique, technology
and technical system, are defined. Then, a distinction is proposed between cultural
elements embodied in technical systems, and elements of technical culture which are not
embodied in technical systems. Finally, a general view of the impact of cultural factors in
technical change is drawn.
RESUMEN
El propósito de este artículo es explorar los fundamentos de una teoría general de la
cultura técnica, basada en la noción de sistema técnico y en el concepto científico de
cultura. Para ello se definen varias nociones básicas de la filosofía de la técnica, como
las de técnica, tecnología y sistema técnico. Además, se propone una distinción entre
cultura tecnológica incorporada y no incorporada a sistemas técnicos. Por último se esboza un esquema general de cómo los factores culturales inciden en el cambio técnico.
I. Introducción
Sabemos que las modalidades de desarrollo tecnológico están estrechamente relacionadas con las configuraciones culturales de las diferentes sociedades, que hay una cierta
coherencia entre las tecnologías que una sociedad es capaz de crear o de asimilar y el resto
de los rasgos culturales que caracterizan a esa sociedad. Ortega y Gasset ya lo señalaba en
1939 en su Meditación de la Técnica cuando intentaba explicar los diferentes estilos tecnológicos de Oriente y Occidente, o cuando contraponía los modelos culturales del hidalgo y del
gentleman. Más recientemente, los debates sobre «tecnologías apropiadas» para los países
del Tercer Mundo y las controversias sobre modelos alternativos de desarrollo económico
han puesto también de relieve la importancia de los factores culturales para explicar o dirigir
el cambio técnico. Incluso, en informes eminentemente orientados a la toma de decisiones
en política tecnológica, se concede una creciente importancia a los factores culturales [COTEC,
1998]. Mi propósito en estas páginas es exponer los fundamentos de una teoría general,
rigurosa y precisa, de la cultura técnica, que pueda servir para construir modelos específicos
para el análisis de las interacciones entre tecnología y cultura en casos concretos. Me apoyaré para ello en la noción de sistema técnico que he desarrollado en otras ocasiones
[Quintanilla (1989), (1993-94), (1993) (1996»; ver también Mosterín (1993) 1 ].
En primer lugar resumiré algunas nociones básicas de la filosofía de la técnica, como
son las de sistema técnico, técnica y tecnología. Después propondré una teoría de la cultura
técnica y finalmente un esquema para el análisis de la incidencia de los factores culturales
en el desarrollo técnico.
II. Nociones Básicas de la teoría de la técnica
Para empezar, hay que señalar la existencia de una ambigüedad sistemática en el uso
de los términos «técnica» y «tecnología», «artefacto técnico», «conocimiento técnico» y
«sistema técnico”.
En principio se entiende por técnica un conjunto de habilidades y conocimientos que
sirven para resolver problemas prácticos. Un tipo específico de técnicas son las técnicas
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productivas o de transformación y manipulación de objetos concretos para producir intencionadamente otros objetos, estados de cosas o procesos. Los resultados de la aplicación de
estas técnicas productivas son lo que llamamos artefactos, algunos de los cuales, como las
herramientas y máquinas, son a su vez instrumentos técnicos. Las técnicas en general, y en
especial las técnicas productivas, constituyen pues una forma de conocimiento, de carácter
práctico 2 .
Por tecnología se entiende un conjunto de conocimientos de base científica que permiten describir, explicar, diseñar y aplicar soluciones técnicas a problemas prácticos de forma
sistemática y racional3 . La importancia de una tecnología de base científica para poder diseñar y producir d tipo de artefactos técnicos explica el uso de nociones como artefacto tecnológico, industria tecnológica, tecnología avanzada, etc., en relación con determinadas técnicas
productivas características de la industria actúa estos casos se hace referencia a un tipo de
técnicas o artefactos e cuyo desarrollo y aplicación han sido posibles gracias a la existe cuerpo de conocimientos tecnológicos de base científica. Frente a ellos, y para distinguirlos, se
puede hablar de técnicas empíricas, artesanales pretecnológicas para hacer referencia a aquellas técnicas que exclusivamente en la experiencia práctica, no en la aplicación sistemática del
conocimiento científico a la resolución de problemas.
Una regla que utilizaremos aquí, y que debería respetarse siempre, para evitar confusiones, es que el concepto de técnica, en expresiones como filosofía de la técnica, historia de
la técnica, etc. se usará siempre en sentido genérico, reservando la denominación de técnica
empírica o artesanal para las técnicas productivas no basadas en la ciencia, y la de tecnología
para las técnicas productivas (o, al menos, de interés económico) basadas en la ciencia.
Por otra parte, distinguiremos también entre técnicas, artefactos y sistemas técnicos.
Las técnicas son entidades culturales [Mosterín (1993)] o formas de conocimiento: algo que
se puede aprender y transmitir a través de diferentes procesos de aprendizaje, como se transmite cualquier información cultural. En cambio los artefactos son entidades materiales, concretas, que se pueden manipular, usar, construir y destruir, pero de las que, salvo en sentido
figurado o metafórico, no cabe decir que se aprendan, se codifiquen o se interpreten. Por su
parte los sistemas técnicos, como veremos más adelante, son como los artefactos, entidades
concretas, pero incluyen, como partes de ellos, a los agentes intencionales que utilizan, diseñan o controlan los artefactos
A modo de síntesis, podemos distinguir tres grandes orientaciones o enfoques en las
teorías sobre la técnica y la tecnología, que llamaremos enfoque cognitivo, instrumental y
sistémico 4 .
Para el enfoque cognitivo las técnicas empíricas son formas de conocimiento práctico,
las tecnologías son ciencia aplicada a la resolución de problemas prácticos, y el cambio técnico consiste en el progreso del conocimiento y de sus aplicaciones, siendo sus fuentes principales la invención técnica y el desarrollo y la aplicación del conocimiento científico 5 .
Para el enfoque que llamamos instrumental, las técnicas se identifican con los artefactos, los instrumentos y productos resultados de la actividad o del conocimiento técnico. Esto
se aplica tanto a las técnicas empíricas como a las tecnologías: la tecnología espacial es el
conjunto de aeronaves y dispositivos que se utilizan para la navegación espacial; se dice que
se ha adquirido una nueva tecnología para la planta de producción cuando en realidad lo que
se ha hecho es incorporar una nueva máquina o conjunto de máquinas, etc.
Finalmente, el enfoque que llamamos sistémico consiste en considerar que las unidades de análisis para estudiar las propiedades de la técnica o para construir una teoría del
desarrollo tecnológico, no son conjuntos de conocimientos o conjuntos de artefactos, sino
sistemas técnicos. La idea intuitiva subyacente en este enfoque es que un sistema técnico es
una unidad compleja formada por artefactos, materiales y energía, para cuya transformación
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se utilizan los artefactos, y agentes intencionales (usuarios u operarios) que realizan esas
acciones de transformación. Por ejemplo, una lavadora automática doméstica es un artefacto,
la ropa sucia, el agua, el jabón y la energía eléctrica son los inputs que se necesitan para que
la lavadora funcione, pero se requiere al menos un agente intencional que ponga en marcha la
máquina, introduzca la ropa y el detergente y seleccione el programa de funcionamiento, para
que el conjunto funcione realmente como un sistema técnico. El conjunto artefacto + materiales + energía + usuario constituye el sistema técnico. La definición es aplicable tanto a los
sistemas artesanales que se basan en técnicas empíricas como a los sistemas tecnológicos.
La diferencia está en la complejidad de las correspondientes estructuras y en el tipo de conocimientos y habilidades que se necesitan para diseñar, construir y, a veces, usar el sistema.
Las consecuencias que se derivan de adoptar uno u otro enfoque en el análisis de la
técnica no carecen de importancia. Por ejemplo, si se adopta un enfoque cognitivo, el teórico
de la técnica centrará su atención en cuestiones relativas al desarrollo del conocimiento y de
la investigación aplicada, pero tendrá dificultades para integrar en su teoría cuestiones relativas a la difusión de las innovaciones. Políticas de desarrollo tecnológico basadas en el empuje de la oferta (potenciar la I+D) suelen estar inspiradas por una visión cognitiva de la tecnología, en las que el factor fundamental de la innovación es la invención de nuevos artefactos,
pero suelen encontrarse con problemas para comprender la dificultad para transferir los conocimientos obtenidos en las actividades de I+D a las actividades de producción y comercialización
de las empresas.
Por otra parte, si se adopta un enfoque instrumental, será fácil identificar las diferentes
tecnologías y sus propiedades, tanto funcionales como económicas, y a partir de ellas podremos entender algunos aspectos de los procesos de innovación y difusión de las innovaciones;
pero será difícil comprender el origen de las innovaciones y la influencia que los factores
sociales y culturales pueden ejercer sobre el desarrollo tecnológico. Muchos de los modelos
económicos del cambio técnico suelen adoptar este enfoque que llamarnos instrumental.
El enfoque sistémico es el que nos parece más realista y comprensivo. Adoptando este
enfoque nos obligamos a incluir en la teoría de la innovación y del desarrollo tecnológico no
sólo elementos cognitivos o económicos, sino también elementos sociales, organizativos, culturales, etc. Por ejemplo, la introducción de una innovación en el mercado se presenta ahora
como un proceso complejo que implica no sólo operaciones de investigación y desarrollo,
producción y venta de un artefacto (un producto), sino también procesos logísticos de aprovisionamiento de materiales, organización de las redes de distribución, formación de personal y
de usuarios, etc., algo que podemos resumir en la idea de una innovación social asociada a la
innovación técnica.
Muchos de los enfoques actuales en economía [Dosi et al. (eds.) (1982)], sociología
[Bijker et al. (eds.) (1987)] y, en cierto modo, en política de la tecnología 6 comparten los
rasgos básicos del enfoque sistémico, pero no siempre cuentan con una noción precisa y
coherente de sistema técnico.
III. LA
ESTRUCTURA DE LOS SISTEMAS TÉCNICOS
Hughes (1983) usa la noción de sistema tecnológico para referirse a sistemas complejos en los que los aspectos sociales y organizativos pueden ser tan importantes como los
propios artefactos físicos. Por ejemplo, el sistema de generación y distribución de energía
eléctrica que inventó y puso en práctica Edison constituye un sistema tecnológico en este
sentido. Para entender su funcionamiento hay que tener en cuenta no sólo las propiedades de
los dispositivos eléctricos, sino también la capacidad organizativa de Edison, los cambios de
costumbres que se produjeron como consecuencia del uso industrial y doméstico de la electricidad, etc. Pero en realidad cualquier realización técnica concreta, independientemente de su
magnitud y complejidad, presenta esa doble dimensión (física y social, artefactos y organizaSALA
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ción) que en los grandes sistemas tecnológicos es más fácil de advertir. Un ordenador personal aisladamente considerado es un simple artefacto incapaz de hacer nada; un ordenador
acoplado a un usuario es un sistema técnico que puede resolver problemas de cálculo o de
control de maquinaria, etc.
Podemos definir un sistema técnico como un dispositivo complejo compuesto de entidades físicas y de agentes humanos, cuya función es transformar algún tipo de cosas para
obtener determinados resultados característicos del sistema 7 . Una factoría de producción de
automóviles es un sistema técnico. Pero una lavadora eléctrica, con todos sus componentes,
junto con su usuario, la ropa, el jabón y el agua que éste introduce en ella, y la energía
eléctrica que consume, constituye también un sistema técnico caracterizado por unos determinados objetivos y resultados. Los elementos que caracterizan a un sistema técnico son los
siguientes:
A. Componentes materiales. Se trata de las materias primas que se utilizan y se transforman en el sistema técnico (la ropa, el jabón, el agua, en el caso de la lavadora, el uranio
enriquecido, en una central nuclear, etc.), la energía que se emplea para las operaciones
del sistema (el único elemento consumible que utiliza un ordenador), y el equipamiento, es
decir, los componentes técnicos del propio sistema (el reactor, las edificaciones de la central nuclear; las piezas, motores, mecanismos, controladores electrónicos, válvulas, cte.,
de la lavadora, el procesador y los chips de memoria del ordenador, etc.).
B. Componentes intencionales o agentes. La diferencia principal entre un artefacto y un
sistema técnico es que el sistema técnico requiere la actuación de agentes intencionales:
una lavadora sin usuario, una central nuclear sin operarios e ingenieros que la hagan funcionar y que controlen su funcionamiento, o un ordenador sin nadie que lo programe, no
son sistemas técnicos, son piezas de museo que representan una parte de un sistema
técnico. Los agentes de un sistema técnico son generalmente individuos humanos, caracterizados por sus habilidades, sus conocimientos y valores (su cultura, ver más adelante) y
que actúan en el sistema bien sea como usuarios, como operadores manuales o como
controladores o gestores del sistema. En sistemas complejos estas funciones pueden ser
ejercidas por individuos diferentes; pero también es posible que varias de esas funciones
las ejerza la misma persona e incluso es posible que parte de ellas sean transferidas a
mecanismos de control automático.
C. La estructura del sistema. Está definida por las relaciones o interacciones que se producen entre los componentes del sistema. Distinguimos dos tipos: relaciones de transformación y relaciones de gestión. Entre las primeras cabe distinguir los procesos físicos que se
producen en los componentes materiales del sistema, por una parte y las acciones de
manipulación que llevan a cabo los agentes intencionales. En un reactor nuclear, los procesos de fisión del núcleo atómico pertenecen al primer grupo, los procesos de manipulación, carga y descarga del combustible, pertenecen al segundo grupo. Las relaciones de
gestión son también relaciones entre los componentes del sistema, pero en ellas lo que
cuenta no son las transformaciones materiales que se producen entre los componentes,
sino el flujo de información que permite el control y la gestión global del sistema: la actuación de los dispositivos de monitorización (que informan del estado del sistema), y de
control automático (programa de la lavadora, dispositivos de alarma y de parada automática de una central nuclear) o manual (las acciones de arranque y parada de la máquina, de
la central nuclear, etc.) forman parte de la estructura de cualquier sistema técnico. En
sistemas complejos la gestión del sistema puede requerir centenares de personas (desde
los encargados de planta hasta el equipo de ingenieros de una fábrica industrial) y millones
de elementos técnicos (procesadores electrónicos, sistemas de control automático,
monitores, etc.). También es posible que la gestión completa del sistema se automatice (se
encomiende a un programa de ordenador) o que todas las funciones de control se realicen
al mismo tiempo por el mismo agente (en sistemas simples o altamente automatizados, en
los que las operaciones de gestión se reducen a observar los indicadores de alarma y a
parar o arrancar manualmente un sistema).
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D. Los objetivos. Se supone que un sistema técnico se diseña y se utiliza para conseguir
unos determinados objetivos o realizar determinadas funciones. Una lavadora automática
se puede utilizar como mesa, pero no suele ser ése el objetivo para el que ha sido diseñada. Para caracterizar un sistema técnico es muy importante definir bien sus objetivos, a ser
posible en términos precisos y cuantificables, de manera que el usuario u operador del
sistema sepa a qué atenerse y qué puede esperar del mismo.
E. Los resultados. En general el resultado de una acción intencional no coincide completamente con los objetivos de la acción: puede suceder que parte de los objetivos no se
consigan (o no se consigan en la medida prevista) y que además se obtengan resultados
que nadie pretendía obtener. Por eso, para caracterizar y valorar cualquier sistema técnico, es importante distinguir entre los objetivos previstos y los resultados realmente obtenidos. Dos centrales nucleares pueden tener los mismos objetivos de producción de energía
eléctrica, la misma potencia, etc.; pero serán muy diferentes si una genera residuos
radiactivos que se pueden utilizar directamente para producir armamento nuclear y otra no,
o si en una se producen escapes radiactivos con más frecuencia que en la otra, etc.
Nuestra definición de sistema técnico constituye una base sólida para la construcción de
una teoría de la estructura y la dinámica de la tecnología. En primer lugar, al quedar bien
definida la estructura de los sistemas técnicos, se pueden definir con precisión nociones importantes como las de subsistema técnico, variante de tina técnica, adaptación de técnicas a
usos alternativos, composición de técnicas, complejidad tecnológica, etc. Además permite
establecer clasificaciones sistemáticas de las técnicas y las tecnologías y dar un significado
preciso a nociones ambiguas como la distinción entre tecnologías blandas y duras, tecnologías apropiadas, tecnologías alternativas y usos alternativos de una tecnología, como propuse en Quintanilla (1989). En segundo lugar, la diferenciación entre componentes materiales y
sociales (o agentes) permite recoger la complejidad de los sistemas técnicos sin reducirlos a
conglomerados opacos o a redes de «actores», en los que se supone que tienen la misma
eficacia causal las personas, las palabras, los artefactos y las materias primas, utilizando para
ello metáforas antropomórficas, extraídas de la lingüística [Callon (1986). Latour (1987)]. En
tercer lugar, la noción de sistema técnico nos permite ubicar el papel del conocimiento técnico
y de otros factores culturales, corno los valores [Broncano (1997)] en la evolución de las
técnicas.
IV. CULTURA TÉCNICA
Utilizaremos aquí la propuesta de Mosterín (1993), según la cual cultura es la información transmitida por aprendizaje social entre animales de la misma especie. Esta información
puede ser de tres tipos: representacional (información acerca de las características y propiedades del medio), práctica (información acerca de cómo hay que actuar) y valorativa (información acerca de qué estados de cosas son preferibles, convenientes o valiosos). Como el propio Mosterín señala, esta concepción de la cultura recoge, precisándolo, el contenido esencial
del concepto de cultura que se usa en la antropología y la etología científicas. La cultura de un
grupo social estará formada por el conjunto de rasgos culturales (representaciones, creencias, reglas y pautas de comportamiento, sistemas de preferencias y valores) presentes en los
miembros de ese grupo. Por otra parte, el conjunto de todos los rasgos culturales que constituyen la cultura de un grupo social se pueden clasificar en varias culturas específicas, en
función de los contenidos de esos rasgos culturales: puede hablarse así de la cultura religiosa, política, científica, deportiva, empresarial, laboral, académica, etc. Dentro de este marco
de ideas, la expresión cultura técnica puede tener dos acepciones. Por un aparte puede referirse al conjunto de técnicas (como conocimientos prácticos) de que dispone un determinado
grupo social (la técnica forma parte de la cultura); por otra parte, puede referirse a un conjunto
de rasgos culturales (representaciones, reglas y valores) relacionados con las técnicas. Aquí
nos atendremos a este segundo sentido, más amplio, de cultura técnica.
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De hecho, los sistemas técnicos son en realidad sistemas híbridos, socio-técnicos. Incorporan por lo tanto componentes culturales, económicos y organizativos o políticos, y además funcionan y se desenvuelven en un entorno formado por otros sistemas sociales más
amplios que influyen en ellos y a su vez son afectados por ellos. Parte del entorno social de
cualquier sistema técnico es un sistema cultural, que incluye conocimientos científicos y tecnológicos, pero también otros componentes culturales referidos a valores, habilidades, representaciones o creencias, etc. La situación se pude resumir en los siguientes términos: la
cultura forma parte de los sistemas técnicos y la técnica forma parte de la cultura.
A partir de estas consideraciones, podemos definir la cultura técnica de un grupo social
corno una cultura específica, formada por todos los rasgos culturales (información descriptiva,
práctica y valorativa) que se refieren a, o se relacionan de algún modo con, sistemas técnicos.
Los componentes principales de la cultura técnica son pues8 : (a) los conocimientos, creencias
y representaciones conceptuales o simbólicas sobre, las técnicas v sobre los sistemas técnicos. Llamaremos a esto el contenido simbólico o representacional de la cultura técnica; (b) las
reglas y pautas de comportamiento, habilidades y conocimientos operacionales referidos a
sistemas técnicos. Llamaremos a esto el componente práctico de la cultura técnica; y (c): los
objetivos, valores y preferencias relativos al diseño, adquisición, uso etc. de sistemas técnicos
y de conocimientos técnicos. Llamaremos a esto el componente valorativo o axiológico de la
cultura técnica.
Estos componentes de la cultura técnica se pueden presentar en dos modalidades:
aquellos que están incorporados a sistemas técnicos y aquellos otros que, aun siendo parte
de la cultura técnica de un grupo social, no están incorporados a ningún sistema técnico. En el
primer caso hablaremos de cultura técnica en sentido estricto; en el segundo hablaremos de
cultura técnica en sentido lato.
V. CULTURA
TÉCNICA INCORPORADA
En efecto, los sistemas técnicos incorporan muchos contenidos culturales. Un sistema
técnico está compuesto en parte por agentes humanos que actúan intencionalmente (operadores, gestores o usuarios del sistema). Para actuar en el sistema técnico estos agentes
necesitan determinada información que forma parte de su propia cultura, en especial: los
conocimientos, creencias o representaciones que poseen acerca de los componentes, la estructura y el funcionamiento del sistema, en primer lugar; las habilidades prácticas y reglas de
actuación que son capaces de seguir para operar con el sistema, o para diseñarlo y construirlo; y, finalmente, los valores referidos especialmente a los objetivos y resultados de cada una
de sus acciones así como del sistema en su conjunto y a la relación entre ambos.
Todos estos elementos culturales se pueden considerar incorporados a cada sistema
técnico a través de sus operadores y constructores humanos. El contenido cultural de cada
sistema técnico concreto puede ser (y generalmente será) diferente, puesto que también lo es
la cultura de los diferentes agentes humanos. El conjunto de los contenidos culturales incorporados a todos los miembros de una clase de sistemas representativos de una determinada
técnica, constituye el contenido cultural de esa técnica en sentido estricto (cultura técnica
incorporada).
Por ejemplo, actualmente la tecnología del transporte individual mediante automóviles
incluye una verdadera “cultura del automóvil” con muchas variantes. Hay sin embargo un
contenido cultural mínimo que debe incorporarse a cada uno de los sistemas de transporte
individual que se encuentran efectivamente funcionando. En este caso ese contenido mínimo
de cultura tecnológica suele estar fijado por las leyes y reglamentos del tráfico y es objeto de
enseñanza especializada y de control mediante exámenes que los conductores de automóviles deben superar para obtener el permiso de conducción.
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Obviamente la técnica de conducir automóviles no es idéntica a la técnica que se utiliza
para construirlos. El automóvil que sale de la fábrica incorpora muchos elementos culturales
en su diseño y en los procesos de fabricación que se han llevado a cabo para producirlo.
Algunos de estos elementos serán transparentes para el usuario, pero otros no. Para que el
sistema funcione adecuadamente, el repertorio cultural de los usuarios del automóvil tendrá
que incluir al menos una parte de los contenidos incorporados por el diseñador y el fabricante,
pero no necesariamente todos ellos ni solamente ellos. Los miembros de una sociedad pueden usar automóviles aunque no sepan fabricarlos. E incluso pueden constituir con ellos sistemas técnicos con propiedades diferentes de las previstas por su diseñador, Por ejemplo, en
un país pobre, un automóvil de turismo viejo, pero de gran potencia, puede utilizarse como
camioneta de carga en vez de enviarlo al desguace.
Naturalmente no todos los contenidos culturales son igualmente incorporables a cualquier sistema técnico, ni un mismo sistema técnico funciona igual en diferentes contextos
culturales. Por ejemplo, cuando empezaron a difundirse las primeras lavadoras automáticas
de uso doméstico, algunos usuarios tardaron en comprender la función del programador incorporado en las nuevas máquinas, y en vez de utilizarlo para seleccionar un programa
preestablecido, tendían a usarlo como un sistema para dar manualmente sucesivas instrucciones a la máquina, a lo largo del proceso de lavado, de manera que en la práctica suprimían
el carácter automático de las nuevas máquinas y reducían considerablemente sus prestaciones. El nuevo sistema necesitaba una cultura diferente por parte del usuario, una cultura en la
que se incorporara la noción de programa, y otras relacionadas con ella, en el contexto de la
tecnología doméstica.
Hay otros muchos fenómenos observables en los procesos de cambio técnico y de
transferencia de tecnologías, que ponen de manifiesto la importancia de los contenidos culturales incorporados a los sistemas técnicos. Por ejemplo. se puede constatar en la historia de
la técnica que prácticamente todas las innovaciones, por radicales que sean, se perciben al
principio como variantes de sistemas técnicos preexistentes: las primeras máquinas de vapor
se concebían como sustitutos de las ruedas hidráulicas o de las norias que se usaban para
extraer el agua de las minas, los primeros automóviles se hicieron intentando empotrar los
nuevos motores en la estructura de un carro de, caballos, y los primeros ordenadores que se
instalaron en las oficinas eran percibidos corno un sustituto de las tradicionales máquinas de
escribir, no como un poderoso instrumento de ayuda en todas las tareas de gestión, como se
tiende a considerarlos ahora 9 .
Son conocidos también los problemas encontrados en la transferencia de tecnologías
avanzadas a países en vías de desarrollo. La mayoría de estos problemas derivan del desfase
cultural entre el contexto en el que se desarrolló originariamente la tecnología y el nuevo
contexto al que se transfiere. Este desfase puede afectar no sólo al nivel de conocimientos
técnicos y de las habilidades de los usuarios, operarios y gestores del nuevo sistema, sino
incluso a las preferencias y valoraciones respecto a los objetivos del sistema. Véase el informe ICPS (1992) para la UNESCO.
Esta noción de cultura tecnológica incorporada puede utilizarse para dar un contenido
preciso a la idea de flexibilidad interpretativa de los artefactos que utiliza Bijker [Bijker (1994)]
para explicar los procesos de configuración social de las tecnologías. Por ejemplo, los primeros modelos de bicicletas, según explica Bijker, eran interpretados como un instrumento para
pasear plácidamente por algunos grupos de usuarios (las mujeres entre otros) y como un
artefacto deportivo y competitivo por otros. Las diferentes interpretaciones dan lugar también
a valoraciones diferentes de las alternativas tecnológicas disponibles (los diversos modelos
de bicicleta), y finalmente la estabilización de un determinado modelo se consigue cuando uno
de los grupos sociales implicados logra imponer su interpretación (generalmente después de
haberla modificado para permitir la inclusión de otros grupos en un único marco tecnológico).
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Es obvio que la noción de cultura tecnológica incorporada tiene Mucho que ver con la “flexibilidad interpretativa de los artefactos». Sin embargo, deben tenerse en cuenta las siguientes
diferencias y matices.
En primer lugar, lo que Bijker llama metafóricamente interpretación de un artefacto es
en realidad, de acuerdo con nuestra teoría, una parte del contenido cultural incorporado a
cada sistema técnico, a través de la cultura de sus usuarios u operadores. Este contenido
cultural se puede analizar en sus tres componentes principales: conocimientos o representaciones del artefacto y de su contexto, habilidades y reglas de operación, y preferencias o
valoraciones respecto a los objetivos y resultados del sistema. A partir de aquí, se puede
definir de forma precisa el contenido cultural incorporado a una clase de sistemas técnicos (un
modelo de bicicleta, por ejemplo) como el conjunto de contenidos culturales compartidos por
todos los miembros de esa clase. En el modelo de Bijker, esto equivaldría a algo así como un
núcleo común a todas las interpretaciones compatibles con el mismo artefacto, que habría
que definir.
Una consecuencia de lo anterior es que el conjunto de los contenidos culturales (interpretaciones, en la terminología de Bijker) que se pueden incorporar a un sistema técnico no es
ilimitado: existen restricciones impuestas por la propia estructura del sistema. Es decir, aunque todos los artefactos admiten diferentes interpretaciones, no todas las interpretaciones
lógicamente posibles son técnicamente compatibles con cualquier artefacto: una bicicleta se
puede ver corno un instrumento de paseo o de competición, pero no sería técnicamente viable
una interpretación que viera en ella un instrumento para freír patatas, para escribir cartas o
para asar manzanas. La razón de estas limitaciones no puede estar de nuevo en las condiciones sociales y culturales que contribuyen a configurar una tecnología, sino en la estructura
interna del sistema técnico 10 .
Por otra parte, la teoría de Bijker no deja lugar para analizar el diferente papel que en el
desarrollo tecnológico desempeñan las interpretaciones que se incorporan a los sistemas
técnicos y aquellas otras que permanecen fuera de ellos, pero que pueden tener una gran
incidencia en su desarrollo y en su configuración social. Por ejemplo, la interpretación de las
técnicas de control de la natalidad como «instrumentos del diablo” puede impedir su difusión
(sin que para ello se tenga que convertir en una «alternativa tecnológica»), mientras que la
extensión de la conciencia ecológica puede conducir a importantes innovaciones técnicas
para sustituir los gases contaminantes de algunas industrias por otros más inocuos.
VI. CULTURA TÉCNICA
EN SENTIDO LATO
En efecto, cabe hablar también de contenidos técnico-culturales de la cultura de un
grupo social no incorporados a ningún sistema técnico. Los sistemas técnicos se desenvuelven en un contexto social más amplio, con el que interactúan de diferentes formas. En el
contexto social de un sistema técnico puede haber individuos, que pueden o no ser agentes o
usuarios del sistema, pero cuya cultura incluye representaciones, reglas y valoraciones de
esos sistemas técnicos. Por ejemplo, pueden disponer de conocimientos científicos potencialmente aplicables al diseño y realización de sistemas técnicos, pueden tener una filosofía
determinista de la técnica, o una concepción lineal y teleológica del desarrollo tecnológico, o
pueden mantener una ideología antitecnológica, o por el contrario tecnocrática; pueden tener
ideas religiosas o morales acerca del valor de determinados objetivos técnicos (la fecundación in vitro, las centrales termoeléctricas, nucleares, etc.) o reglas de actuación que les prohiben usar determinadas técnicas (control de la natalidad transfusión de sangre, por ejemplo)
o representaciones ideológicas de algunas técnicas como elementos perversos o beneficiosos para la sociedad (por ejemplo, las distintas representaciones de los efectos de las innovaciones tecnológicas sobre el empleo, o del papel de las tecnologías de la comunicación en la
organización democrática de la sociedad, etc.). En fin, pueden simplemente tener intereses o
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caprichos (valores económicos, políticos, estéticos, religiosos, etc.) a favor o en contra de una
técnica o de todas las técnicas. Todos estos rasgos culturales pueden considerarse también
parte de la cultura técnica de un grupo social en sentido lato, algunos de ellos pueden llegar a
formar parte de la cultura técnica incorporada a alguna clase de sistemas técnicos, pero otros
pueden ser parte importante de la cultura técnica aunque nunca formen parte del contenido
cultural de ningún sistema técnico propiamente dicho.
Las fronteras entre la cultura técnica incorporada y no incorporada no son fijas. El desarrollo y la difusión de las tecnologías tienen un doble efecto: por una parte amplía el espectro
de contenidos culturales que se incorporan a los sistemas técnicos; por otra parte suscita la
aparición de nuevos rasgos técnico-culturales en sentido lato. Un ejemplo celebrado del primer tipo es la incorporación de algunos rasgos culturales de la sociedad japonesa a la organización de los procesos de producción en la industria del automóvil. Un ejemplo del segundo
tipo es la extensión al público en general de las controversias tecnológicas acerca de la idoneidad, el riesgo, el impacto ambiental o las consecuencias sociales de determinados sistemas o proyectos tecnológicos.
Existen límites objetivos en estos procesos de trasvase cultural. Hay rasgos culturales
que no son compatibles con el funcionamiento de determinados sistemas técnicos: un testigo
de Jehová no puede ser, por el momento, un cirujano eficiente; un operario analfabeto no
puede manejar un sistema de control complicado, de la misma forma que un ciego, con la
tecnología actualmente disponible, no puede conducir un automóvil. Y hay sistemas técnicos
que no pueden difundirse en una sociedad en la que predominan determinados rasgos culturales: una elevada valoración de la organización jerárquica puede hacer inviable la introducción de nuevas técnicas de producción que dejan en manos del operario una buena parte de
la gestión del sistema, los ingenieros de una factoría industrial no se pueden sustituir por
chamanes de una tribu.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrenta la reflexión sobre la historia de la
técnica es precisamente comprender cómo los rasgos culturales característicos de diferentes
sociedades se relacionan con las diferentes líneas de desarrollo tecnológico. Un caso especialmente llamativo es el de la distinta suerte que tuvieron en China y en Occidente algunos
inventos muy significativos (la pólvora, la imprenta) cuyas potencialidades tecnológicas nunca
se desarrollaron plenamente en la cultura que les dio origen. Otro caso llamativo, aunque en
sentido contrario, es el del desarrollo de la tecnología de las armas de fuego en Japón: primero fueron aceptadas (siglo XVI) y llegó a desarrollarse una industria significativa, posteriormente fueron relegadas, para preservar las armas y las técnicas militares propias de la cultura
tradicional japonesa (siglo xvii); finalmente fueron de nuevo incorporadas tras la apertura del
Japón al exterior (1876) hasta desarrollar una potente industria militar que convirtió rápidamente a Japón en una potencia moderna en el primer tercio del siglo xx [Basalla (1988)].
Ante estos casos debemos preguntarnos cuál es realmente el papel de los elementos
culturales en el desarrollo y difusión de las tecnologías. La cultura china hizo posible la invención de la pólvora y de la imprenta; pero no facilitó que estos inventos se desarrollaran y se
difundieran como lo hicieron en Occidente. La cultura japonesa tradicional fue un obstáculo (a
través de una decisión política) para la difusión de la tecnología de las armas de fuego occidentales; pero, tras otra decisión política, permitió posteriormente su rápida incorporación y su
desarrollo. ¿Qué factores culturales jugaron en cada caso y cómo jugaron?
Una forma de contestar a estos interrogantes consiste en analizar con más detenimiento
los mecanismos de trasvase de contenidos culturales desde los sistemas técnicos a los sistemas sociales, y a la inversa.
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VII. LA DINÁMICA DE LA
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CULTURA TÉCNICA
La cultura técnica de una sociedad en un momento dado se caracteriza, en el caso de la
cultura técnica incorporada a los sistemas técnicos de que dispone esa sociedad, por la posesión de: componentes cognitivos, representacionales o simbólicos: conocimientos técnicos y
científicos aplicados; componentes prácticos u operacionales: reglas de operación, habilidades técnicas de diseño, producción y uso de artefactos, y componentes valorativos: objetivos
incorporados a los sistemas técnicos y valoración de sus resultados, actitudes ante el riesgo,
la incertidumbre, el cambio social necesario asociado a los diferentes sistemas técnicos, etc.
En el caso de la cultura técnica no incorporada a sistemas técnicos, aunque referida a
ellos o relevante para su producción, uso, etc., la cultura técnica correspondiente se caracteriza por la posesión de: conocimientos básicos (científicos, en el caso de la cultura tecnológica), no incorporados a sistemas técnicos, pero con potenciales aplicaciones técnicas,
representaciones simbólicas de la realidad, especialmente de los sistemas técnicos y sus,
relaciones con la sociedad, mitos tecnológicos (o antitecnológicos, cte.); en segundo lugar por
poseer reglas de actuación de carácter social, moral, religioso, político, económico, etc., que
pueden ser significativas para el comportamiento relativo al uso y desarrollo de sistemas técnicos; y finalmente encontramos valores y preferencias significativas para el uso y desarrollo
de sistemas técnicos. Por ejemplo la valoración de la vida puede tener incidencia en el desarrollo de las técnicas médicas, la preferencia por la estabilidad frente al cambio puede impedir
las innovaciones tecnológicas, etc.
La cultura técnica cambia y evoluciona como el resto dé la cultura: casi continuamente
los individuos están creando y ensayando nuevos rasgos culturales, algunos de los cuales
tienen éxito, se consolidan, se enseñan a otros miembros de la sociedad y son aprendidos (y
posiblemente modificados) por éstos, cte. Lo específico de la dinámica de la cultura técnica es
la importancia que en ella tiene el trasvase de contenidos culturales entre los sistemas técnicos y el resto de la cultura.
Por ejemplo, muchos mitos ancestrales de la cultura occidental son el resultado de una
transferencia de elementos culturales que se originan con el desarrollo de los sistemas técnicos y se generalizan al resto de la cultura en forma de mitos. El más significativo de éstos es
el mito de Prometeo (castigado por haber entregado el fuego a los humanos, y con él las artes
y las técnicas industriales). Entre los mitos tecnológicos de la cultura moderna, uno de los más
significativos es el de Frankenstein, muy ligado al desarrollo de las técnicas biomédicas y al
descubrimiento de las propiedades y fenómenos electromagnéticos.
Es conocida también la influencia de: (a) la experiencia técnica artesanal en el nacimiento de la ciencia moderna (Bacon, Galileo, etc.), en las representaciones filosóficas de la
cultura moderna: el hombre máquina de los cartesianos, por ejemplo; (b) la influencia de las
tecnologías mas avanzadas en la cultura actual es también fácil de percibir: la sociedad
postindustrial; la sociedad de la información, del conocimiento, son representaciones de la
realidad social inspiradas en las tecnologías de la comunicación y de la información [Mazlish
(1993)]; y (c): la influencia de algunas pautas de comportamiento ligadas al funcionamiento de
determinados sistemas técnicos sobre el resto de la sociedad también es bien conocida. La
más notable es seguramente la influencia que el reloj mecánico tuvo sobre la organización de
la vida de toda la sociedad occidental a partir de finales de la Edad Media [Mumford (1934);
Pacey (1974)]. La idea de un tiempo uniforme y constante y de intervalos invariablemente
iguales sólo se pudo extender a partir de la disponibilidad de relojes mecánicos con un nivel
suficiente de precisión y fiabilidad. Hasta el siglo XIV la vida social había podido funcionar con
sistemas de medición del tiempo bastante imprecisos y dependientes de la duración variable
el día y la noche, según la época del año. Podernos hacernos una idea de la magnitud del
cambio cultural que esto ha supuesto si nos paramos a pensar cómo podría vivir una sociedad
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moderna actual si de repente dejaran de funcionar todos los relojes. El ya famoso efecto 2000
de los ordenadores (la alteración de los calendarios internos de muchos grandes equipos
informáticos que pasarán a contar el año 0, cuando llegue el año 2000) y los quebraderos de
cabeza que ya está dando, es un pálido reflejo de lo que podría ser nuestro mundo si dejara
de funcionar la cultura del tiempo uniforme que se consagró con el uso de los primeros relojes
mecánicos medievales.
Hay también valores de origen tecnológico, que se han generalizado al resto de la cultura. Los ilustrados del siglo XVIII prácticamente hacían equivalentes las nociones de progreso
técnico y de felicidad y progreso moral. Todavía hoy identificamos el bienestar como objetivo
vital con el confort y la disponibilidad de artefactos tecnológicos eficaces y fiables. Pero esto
requiere una atención especial. En la cultura tecnológica occidental hay dos valores que desempeñan un papel central. Se trata de los valores de eficiencia e innovación. En mí opinión se
trata de valores estrictamente técnicos cuya generación al resto de la cultura ha contribuido a
configurar el núcleo de lo que hoy se considera la cultura moderna occidental [Quintanilla
(1996)].
VIII. FACTORES CULTURALES
DEL CAMBIO TÉCNICO
A pesar de lo mucho que se ha avanzado en el conocimiento de los procesos de cambio
técnico, estamos lejos todavía de disponer de una teoría comprensiva y suficientemente apoyada en datos empíricos. Pero el estudio de las dimensiones sociales de la tecnología nos
permite hoy entender que los procesos de cambio técnico tienen una complejidad mucho
mayor de la que se presupone,
Retomando los tres enfoques en el estudio de la tecnología que resumíamos en II,
podemos ver que cada uno de ellos pone el énfasis en una de las dimensiones posibles del
cambio técnico: los procesos de invención, los de difusión y los de innovación social. En
realidad una teoría integral del cambio técnico debe tener en cuenta las tres dimensiones y su
objetivo debe ser articular el conjunto de factores que intervienen en ese complejo proceso.
Desde luego no existe un conjunto de condiciones sociales que garantice una elevada
producción de invenciones técnicas viables. Pero sí se puede establecer que algunos factores
culturales facilitan y otros dificultan la aparición de nuevas ideas prácticas, útiles y eficientes.
Una sociedad con un elevado nivel de formación científica y técnica tendrá más posibilidades
de diseñar nuevas aplicaciones técnicas del conocimiento disponible y de utilizar sus recursos
cognitivos para resolver de forma innovadora problemas prácticos. Naturalmente esto no es
suficiente; pero mejora la situación si además se dispone de un buen repertorio de prácticas
técnicas y predominan en esa sociedad pautas de comportamiento y valores guiados por los
principios de eficacia y eficiencia, y además se trata de una cultura abierta a la novedad y en
la que se valora la creatividad.,En cualquier época histórica y ambiente social, en los que se
pueda localizar una elevada concentración de novedades técnicas, casi siempre encontraremos también una fuerte presencia de todos estos componentes culturales.
Los procesos de innovación y difusión de las innovaciones están más directamente
condicionados por factores económicos y sociales que por los estrictamente culturales. Pero
éstos también desempeñan un papel importante. En primer lugar, la velocidad y la intensidad
de la difusión de las novedades tecnológicas depende en buena medida del acceso a la información por parte de los agentes involucrados en el cambio técnico, usuarios, tecnólogos,
empresarios, etc. En una sociedad cerrada, con una cultura técnica basada en el secreto
industrial, será más difícil la difusión de las innovaciones que en una sociedad en la que la
información técnica pueda circular ampliamente11 ; la mayor parte de las innovaciones técnicas surgen de la imitación y adaptación de otras innovaciones. En segundo lugar, algunas
actitudes y pautas de comportamiento en relación con la producción y la distribución de bienes
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tecnológicos pueden también condicionar la difusión de innovaciones tecnológicas. Por ejemplo, la desconfianza hacia los productos industriales nacionales (o por el contrario, hacia los
extranjeros) puede dificultar o facilitar la difusión de innovaciones de uno u otro origen. Y por
último la influencia de determinados valores en relación con la seguridad, el riesgo, la alteración del medio ambiente, cte., pueden ser poderosos baluartes de resistencia ante determinadas innovaciones técnicas o, por el contrario, actuar como motores del cambio técnico. De
hecho, uno de los fenómenos más característicos de la cultura tecnológica actual en los países más desarrollados consiste en la generalización de los debates públicos sobre la conveniencia o no de determinados proyectos tecnológicos que son percibidos como amenazas a la
seguridad, la salud, el medio ambiente, etc.
En nuestro modelo, el cambio social e institucional es una dimensión inherente al cambio técnico. No se trata, desde luego, de volver a introducir el determinismo tecnológico, sino
de reconocer, siguiendo el modelo de Pérez [Pérez (1983)] y Freeman y Pérez [Freeman y
Pérez (1988)], que el desarrollo tecnológico es inseparable del cambio social e institucional.
Pues bien, también a este nivel hay una incidencia obvia de los factores culturales. En primer
lugar, la propia idea que una sociedad tiene de sí misma y de la tecnología puede tener una
influencia decisiva sobre el cambio técnico. Por ejemplo, una sociedad que se concibe a sí
misma como algo fijo e inmutable no tendrá el mismo éxito para adoptar los cambios que
acompañan al desarrollo tecnológico que otra que se considera abierta y mutable. Por otra
parte, también sería útil analizar hasta qué punto los mitos tecnológicos de nuestra época (la
«hipermáquina», la rebelión de las máquinas pensantes, etc.) condicionan las transformaciones sociales contemporáneas. Las costumbres, modas y formas de vida también son factores
importantes a la hora de explicar determinados movimientos de adaptación y acompañamiento de la sociedad a los cambios tecnológicos. Como se puede constatar siguiendo los pasos
de la revolución industrial de los siglos XVIII y XIX, la introducción de nuevas formas de utilizar
las herramientas y máquinas en el proceso productivo, de nuevas relaciones laborales o de
nuevas formas de gestión, no se produce igualmente en sociedades agrarias que en sociedades industriales. Y, por último, un cúmulo de valores morales, religiosos, políticos, etc., que
afectan a los mecanismos de generación de consenso en tomo a, los grandes proyectos a
largo plazo de una sociedad, pueden tener repercusiones importantes en los procesos de
innovación social y tecnológica a todos los niveles. Los debates sobre la tecnología militar
durante los años de la guerra fría, o los actuales debates sobre las repercusiones a largo
plazo de la ingeniería genética pueden ser importantes para la orientación del desarrollo tecnológico y la transformación de la sociedad.
Desde luego, junto a este amplio repertorio de factores culturales, no debe olvidarse,
por una parte, la incidencia de los factores económicos y sociales y, por otra, la importancia de
las propias trayectorias tecnológicas previas. Los cambios técnicos en un momento dado no
son independientes de los que se han producido en momentos anteriores: por mucho espíritu
innovador y creativo que haya en la cultura de una sociedad, pocas innovaciones tecnológicas
podrán llevarse a cabo si el equipamiento tecnológico previamente acumulado es nulo o despreciable. Los procesos de innovación tienen una fuerte inercia o impulso en terminología de
Hughes [Hughes (1987)]: en una sociedad con fuerte tradición innovadora, la tendencia a
introducir innovaciones tecnológicas continuará mucho tiempo después de que hayan desaparecido las condiciones culturales, económicas y sociales que contribuyeron a dar los primeros pasos en la senda de la innovación. Y, al contrario, una sociedad sin tradición de innovación tecnológica, tardará años y requerirá grandes esfuerzos hasta que consiga despegar
en el camino de la innovación tecnológica.
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IX. CONCLUSIONES
Se ha escrito mucho sobre técnica y cultura y existe un convencimiento, muy extendido,
de que los factores culturales (o la dimensión cultural de la técnica) son decisivos para entender los fenómenos de desarrollo tecnológico. Sin embargo no existe una teoría precisa y
consistente de la cultura técnica que sea ampliamente compartida. Esta carencia se debe a la
parcialidad de los enfoques teóricos sobre la técnica, especialmente en el campo de la filosofía y de las ciencias sociales. La consideración de la técnica como una forma de conocimiento
(conocimiento práctico, ciencia aplicada, cte.) facilita la identificación de la técnica con la cultura, pero dificulta la percepción de tas complejas dimensiones de la cultura técnica. Por otra
parte, la concepción de la técnica como «artefactos socialmente construidos» sí permite reivindicar un papel importante para los factores culturales en el desarrollo técnico, pero al precio de reducir todos los aspectos relevantes del cambio técnico a fenómenos sociales.
El marco conceptual que hemos propuesto se apoya en una noción rigurosa de sistema
técnico, y en el concepto científico de cultura y aporta, corno novedad, la distinción entre
cultura tecnológica en sentido estricto y en sentido lato. En sentido estricto la cultura tecnológica de un grupo social está formada por el conjunto de elementos culturales incorporados a
los sistemas técnicos de que dispone ese grupo. Pero existen otros elementos no incorporados que también pueden formar parte de la cultura técnica de ese grupo. El trasvase de
elementos culturales de ambos tipos y sus relaciones con el resto de la cultura constituyen
tino de los mecanismos básicos para entender cómo los factores culturales influyen en el
desarrollo de la técnica.
Departamento de Filosofía,
Universidad de Salamanca
Campus Unamuno, E-37007, Salamanca
E-mail: [email protected]
Notas
1 Este trabajo tiene su origen en un informe encargado por la fundación COTEC sobre
indicadores de cultura tecnológica [Quintanilla et al. (1998)]. Durante varios años Alfonso
Bravo y yo hemos trabajado en este tema y hemos contado con la colaboración de Cristóbal
Torres y, especialmente, de Eduardo Aibar, que nos ha proporcionado valiosa información
sobre los estudios sociales de la ciencia y la tecnología. Con el director de la Fundación
COTEC, Juan Mulet, he discutido en varias ocasiones algunas de las ideas aquí expuestas y
sus atinadas observaciones «de ingeniero», como él dice, me han ayudado a depurarlas y
precisarlas. Otros colegas del grupo de Estudios de Política Científica de la Universidad de
Salamanca (EPOC), Femando Broncano, Bruno Maltrás y Jesús Vega, en especial, han discutido en muchas ocasiones estos temas conmigo y me han aportado críticas y sugerencias
útiles. Lo mismo han hecho bastantes estudiantes y colegas que me han escuchado en diferentes ocasiones durante los últimos tres años. Entre ellos quieto destacar a Mario Bunge y a
Jesús Mosterín cuya Filosofía de la Cultura [Mosterín (1993)] me ha resultado sumamente
estimulante. A todos, ellos quiero expresar mi agradecimiento.
2 Incluyo las habilidades como formas de conocimiento práctico. En Quintanilla (1991)
se desarrolla este tema, que luego apareció publicado como una parte de Quintanilla (1993-94).
Ver también Vega (1996).
3 El significado del término «tecnología» no está estabilizado ni en castellano ni en
otros idiomas, como el inglés o el francés de los que depende el uso del término español.
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Mitcham (1994) hace un exhaustivo análisis de los significados de technology, al que remitimos al lector. De las diferentes definiciones que comenta Mitcham [Mitcham (1994), p. 1531],
las más próximas a la que proponemos aquí son las de Galbraith (1971): 1a aplicación sistemática del conocimiento científico, o de otras formas de conocimiento organizado, a tareas
prácticas», y Rosenberg (1982): «el conocimiento de las técnicas».
4 Mitcham (1994) hace una distinción parecida, hablando de las diferentes «formas de
manifestación» de la tecnología, como conocimiento, como actividad (producción y uso) y
como objetos (artefactos), añadiendo además una manifestación «como volición» (podríamos
decir, como fuente de poder).
5 Bunge (1966) es una referencia clásica para el enfoque cognitivo, aunque en Bunge
(1985) presenta una filosofía de la tecnología más completa y sistémica. También Agassi
(1985) se puede encuadrar en el enfoque cognitivo, aunque lo trasciende para interesarse por
los aspectos sociales y políticos de la tecnología.
6 El Manual de Oslo de la OCDE para la recogida de información sobre políticas de
innovación tecnológica responde en buena medida a este enfoque.
7 En Quintanilla (1989) propuse la siguiente definición: «Un sistema técnico es un sistema de acciones intencionalmente orientado a la transformación de objetos concretos para
conseguir tic forma eficiente un resultado que se considera valioso» y desarrollé formalmente
los conceptos involucrados en esta definición, a partir de la ontología de sistemas de Mario
Bunge [Bunge (1976)].
8 Nuestro planteamiento difiere, aunque no es totalmente incompatible con el de otros
autores que se han ocupado intensamente de los aspectos culturales de la tecnología. Por
ejemplo, Pacey (1983) distingue tres aspectos en la practica tecnológica: el propiamente técnico, el organizacional y el cultural. Este último incluye los objetivos, valores, creencias sobre
la técnica (como la creencia en el progreso, etc.).
9 En la actualidad, los denodados esfuerzos por encajar la tecnología Internet en los
esquemas culturales de los medios tradicionales de información (televisión, multimedia) y
comunicación (telefonía personal y empresarial) son una buena muestra de esta deriva
«procustiana” de la cultura tecnológica.
10 Apurando el sentido de las palabras siempre podría decirse, para satisfacer a los
constructivistas sociales, que la interpretación de las bicicletas como instrumentos para freír
patatas no llegó a estabilizarse porque no hubo un grupo social que asumiera esa interpretación y fuera suficientemente hábil para incluir en su marco tecnológico a los freidores de
patatas profesionales y a los ciclistas aficionada/os a freír patatas. Pero también cabe la posibilidad de decir simplemente que semejante interpretación era, técnicamente hablando, una
estupidez.
11 Una facilidad excesiva para la circulación de la información puede poner en peligro
otros aspectos del proceso de cambio técnico, como la propia motivación de las empresas
para financiar desarrollos tecnológicos originales. El sistema de patentes, a pesar de sus
limitaciones es, en principio, un buen instrumento para garantizar al mismo tiempo la circulación de información tecnológica y el interés económico por la innovación.
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