1era página Blanca 1 Carmen Teresa García y Oswaldo Jiménez 2da página Blanca 2 El Mercado Principal de Mérida (1886-1987). A 20 años de su quema Boletín del Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes 3 4ta página Blanca 4 El Mercado Principal de Mérida (1886-1987). A 20 años de su quema Boletín del Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes 5 Boletín del Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes Año I, Nº 1 2007 Comité Editorial Roger Vilain Álvaro Molina D’Jesús Diego Rojas Ajmad Rosix Rincones Comité de Arbitraje Gregory Zambrano Juan Astorga Belford Moré Carlos Pacheco José Luis Da’ Silva Carlos Sandoval Dirección Ciela: Universidad Nacional Experimental de Guayana. Coordinación General de Investigación y Postgrado. Urb. Chilemex. Puerto Ordaz, Estado Bolívar, Venezuela. Tlf.: 0058-286-9230838. email: ciela@uneg. edu.ve Depósito Legal: ISSN: 6 Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmad y Alvaro Molina D’Jesús Pre s e n t a c i ó n El Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes nació el 25 de enero 1995 bajo el nombre de Centro de Estudios Literarios, adscrito a la Coordinación General de Cultura y Extensión de la Universidad Nacional Exper imental de Guayana. En sus inicios hicieron vida académica profesores de reconocido prestigio como Milagros Mata Gil y Juan Guerrero, siendo éstos quienes dieron los primeros pasos en cuanto a la producción y difusión de conocimientos. En lo que pudiéramos Rosix Rincones, vislumbrar como una segunda Roger Vilain, etapa, el Centro de Estudios Diego Rojas Ajmad, Literarios pasa a denominarse Alvaro Molina D’Jesús. Centro de Investigaciones y Investigadores adscritos al CIELA Estudios en Literatura y Artes 7 Presentación (CIELA), dependiendo desde entonces del Consejo de Investigación y Postgrado de nuestra Universidad. En la actualidad el Centro agrupa un conjunto de cuatro investigadores de planta y un investigador colaborador, pertenecientes al personal académico de la UNEG, los cuales desde diversas perspectivas abordan los problemas de estudio e investigación en el amplio campo de las ciencias humanas, haciendo énfasis en los tópicos relacionados con la producción cultural de la región Guayana y del país. Producto de esta actividad de investigación y extensión, el centro arroja en su corta vida de adscripción formal a la Coordinación General de Investigación y Postgrado resultados que se reflejan en las diversas publicaciones, ponencias y reconocimientos de sus miembros. Con la intención de realizar la difusión de parte de los ejes centrales de las líneas de investigación desarrolladas por los integrantes del centro, surge la idea de editar, a partir del año dos mil siete, el Boletín del Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes, el cual tendrá una frecuencia anual y contendrá avances de los resultados de las investigaciones adscritas a las diversas líneas del centro. Este Boletín abre la reflexión sobre la tradición cultural en la región Guayana con la conferencia magistral La literatura regional en el contexto de la globalización, dictada por el Dr. Gregory Zambrano en el marco del Coloquio de Literatura Regional en homenaje a Abraham Salloum Bitar, el cual fue organizado por el Centro en Ciudad Guayana entre mayo y junio de 2007, con el objeto de abrir un espacio para la reflexión sobre el problema del hacer cultural en las regiones y la confrontación de esta noción con la pretensión de universalidad del arte. Es en este sentido que las palabras del Dr. Zambrano se convierten en un acto fundacional de las intenciones que guiarán el accionar del Centro y que se verán reflejadas en 8 Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmad y Alvaro Molina D’Jesús los productos de la investigación en éste desarrollada. Le siguen en orden de aparición los avances de los proyectos de investigación desarrollados en la actualidad por los miembros del CIELA. Esperamos que este Boletín se convierta en un aporte y referencia para la reflexión sobre la investigación en el campo de las Ciencias Humanas, fortaleciendo las prácticas de producción, estudio, difusión, conservación y consumo cultural, en la región y el país. Ciudad Guayana, 14 de noviembre de 2007 9 10 Gregory Zambrano La literatura regional en el contexto de la globalización Entre los múltiples sentidos que la literatura propone como espacio plurisemántico, se impone el de la perspectiva. La profundidad y riqueza de la aproximación dependerá, en buena medida, del capital cultural del lector, pero también de su habilidad para conciliar no sólo los elementos estructuradores del discurso creativo, sino su potencial estrategia para vincular un texto concreto a una tradición, a una familia de discursos. De igual manera debe tenerse en cuenta una posición clara respecto a la significación del impacto de esa obra en el momento de su Gregory Zambrano Universidad de Los Andes Mérida-Venezuela [email protected] aparición como hecho cultural, lo cual lo sitúa frente a la historia. Así mismo, la aproximación crítica, 11 La literatura regional en el contexto de la globalización debe ser explicativa e interpretativa, lo que dará cuenta del valor de esa obra, y de sus posibles alcances. Por ello siempre se impone un reto, que no lo puede determinar un lector solamente, sino la voz de un colectivo que legitima ese hecho de lenguaje con el ejercicio aprehensivo mediado por el criterio y el sentido de proximidad. De allí que ese objeto de cultura que denominamos obra literaria, que pertenece a un espacio tiempo determinado, pueda romper los límites de ese espacio tiempo y alcanzar otros niveles donde no solamente operen las fronteras del idioma sino sus valores inherentes, que legitimen su condición de obra de arte, y que se proyecte en lo que Mijaíl Bajtín llamó “el gran tiempo”, al proponer el sentido de trascendencia. En el estudio de las literaturas regionales están funcionando como condicionantes aspectos relacionados con los valores de un colectivo que se reflejan en ellas pero que no pueden circunscribirse a sus límites. Se trata de comprender que una obra literaria alcanza su estatura de arte cuando se conecta con valores universales, que si bien atañen a rasgos culturales y discursivos específicos, deben procurar su relación con elementos de mayor alcance, estos adheridos a la comprensión de la complejidad del ser humano. Si nos situamos del lado de quien interpreta, estamos asumiendo una perspectiva que debe necesariamente vincular aspectos epistemológicos, pero también metodológicos, para conciliar una axiología que sitúe a la obra concreta en un espacio pertinente, que conlleve a su valoración y que limite los extremos, la hipérbole o la negación a ultranza. Aquí no pueden perderse de vista los elementos que funcionan articulando un saber jerarquizado por la teoría. En ese sentido, es importante tener en cuenta que todo saber está condicionado por los elementos de la cultura y que éste posee ciertos principios, asume determinado métodos, que se aproxima, o se distancia explícitamente de alguna teoría subyacente y que aplica algunas técnicas. Pero va mucho más allá. Es necesario plantearse algunos interrogantes que permitan dilucidar las especificidades de lo local 12 Gregory Zambrano frente a lo nacional, de lo nacional frente a lo continental, y así ir ampliando el horizonte de impacto. Quizás este aspecto se ha planteado con mayor profusión desde los estudios históricos, más que desde la perspectiva de los estudios literarios . Sin embargo, el auge de los estudios de interpretación académica, ensaya métodos, conceptos, análisis que pudieran coadyuvar para definir, aunque sea temporalmente, el sentido de espacialidad geográfica vinculada a la producción de discursos literarios. En un sentido histórico, hay que acudir al proceso de formación de las ciudades como entidades determinadas por una acotación imaginaria que denominamos límites y que circunscriben elementos que particularizan formas y usos del habla, incorporación de rasgos culturales diversos, utilización de imaginarios que dan cierta coherencia a los rasgos identitarios, entre otros. Como escribió Italo Calvino: “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”. En ese sentido, el espacio aparece fragmentado en formaciones político territoriales, que van delimitando el sentido de región. Esto podría comprenderse como un aspecto pedagógico que ayudaría a conocer de manera más precisa los alcances de una literatura producida en un espacio circunscrito con la pretensión de fortalecer un sentido de pertenencia, una forma de identidad sustentada en la conciencia histórica y finalmente propiciar una perspectiva de identidad que una lo local con lo nacional, en términos de identidad y pertenencia. Sin embargo, como señala el historiador Armando Martínez Garnica: “la ambigüedad que siempre ha rodeado al concepto de región es legendaria entre los científicos sociales”. Es necesario tener en cuenta que los criterios de lo local/regional pueden ser un punto de inflexión frente a los rasgos homogeneizadores que impone la globalización y la influencia de los medios de comunicación 13 La literatura regional en el contexto de la globalización en ese proceso, donde pareciera privilegiarse la estética del no-lugar, la tendencia al desarraigo y el solapamiento de la memoria histórica circunscrita a determinada región por imponer algo así como una totalidad, la región del aire. En este sentido hay que considerar el poder de las nuevas tecnologías comunicacionales de la globalización, las cuales, así como hasta suponen la desaparición del autor, imponen las fusiones, las síntesis, los préstamos textuales, el plagio, las reescrituras, sobre todo auspiciado por el diálogo expansivo de los blogs, la literatura en CD-room, etc., para pulverizar literalmente las fronteras que marcan en la conceptualización tradicional el sentido de lo regional. El concepto de «región» como espacialidad, implica una serie de paradigmas que deben considerarse a la hora de establecer variables. Éstas abarcan no sólo geografías, sino también sustratos culturales, lenguas, usos y costumbres. Pensar en «regiones» desde América Latina supone un conocimiento detallado, menudo, de las diversas realidades enmarcadas que siempre están renovándose, enriqueciéndose y complejizándose. Por supuesto que esta consideración va más allá de la noción de paisaje. Ésta se establece como una resignificación que va de lo objetivo hacia lo intuitivo, nutriéndose de una carga que es afectiva, sensorial e intelectiva. La misma se ubica en una dimensión que no es sólo espaciotemporal, sino simbólica o alegórica. El paisaje se sitúa en el punto de convergencia entre lo real y lo imaginario, en esa zanja indefinible donde es posible la duda, la sorpresa, la pregunta, el estremecimiento, en fin, el lugar donde se percibe, en el sentido más amplio del término, la belleza de la creación. Fronteras, mapas, territorios Los primeros referentes de la espacialidad, de la geografía y la naturaleza de lo que hoy en día es Venezuela, se remontan al relato contenido en la Carta de Relación del Tercer Viaje de Cristóbal Colón, 14 Gregory Zambrano 1498, escrita a los Reyes Católicos. En ella se da cuenta del impacto que el “ánimo” del almirante sintió frente al paisaje. En ella describía por vez primera, en la lengua que sería dominante, el golfo y la península de Paria; y lo que creyó que era un mar de aguas dulces, ignorando que se encontraba ante el Orinoco, uno de los más grandes ríos de lo que luego se llamó América. Con un relato occidentalizado, escrito en una lengua que no era la originaria del cronista comenzó una fábula, una mitología, una leyenda y también una historia. Este relato significó también en términos de constitución discursiva, la creación del Nuevo Mundo. En la mentalidad de Colón se hace evidente que su situación presente se contrasta con lo aprendido. Un río de gran magnitud que impacta fuertemente en su encuentro con el mar no existía en Asia según lo aprendido de la descripción geográfica de Ptolomeo. Entonces, relata Arturo Uslar Pietri, “en su mentalidad de hombre de la Edad Media lo que se le ocurre pensar es que aquél debe ser uno de los cuatro ríos que salen del Paraíso Terrenal, a donde no podía llegar nadie salvo por voluntad divina, pero tenía entendido que el Paraíso estaba en Asia y esto no concuerda con la noción del inmenso territorio se encontraba al Sur, según le informaron algunos pobladores a sus marineros. Menos aún se corresponde con la idea de que a esa altura haya río semejante en el continente asiático, según lo que ellos sabían. Por eso, intuitivamente, escribe que seguramente está en presencia de una nueva tierra, de otro mundo. Pero mucho antes de que los españoles bogaran por las “tierras descubiertas”, existían las amplísimas zonas del territorio un esplendoroso desarrollo cultural. Por ejemplo, la cultura mexica y mesoamericana hacia el Norte, y hacia el Sur se hallaba el imperio incaico y su avanzado sistema de aprovechamiento de la tierra; había monumentos arquitectónicos y un importante desarrollo social. También en otras porciones del territorio 15 La literatura regional en el contexto de la globalización ignoto había otras culturas que se quedaron circunscritas a desarrollos más discretos, conformadas por pobladores nómadas y audaces navegantes. En esas formas de “periferias” se desarrolló la llamada cultura de la orinoquia. Esta se encuentra circunscrita originalmente a una espacialidad no convencional que pudiéramos comprender en dos textos fundacionales, uno mítico que fija las raíces de una cultura arraigada en la preexistencia de la referencialidad discursiva occidentalizada. El otro que, circunscrito al mismo espacio y a idénticos referentes culturales, funda un imaginario que inserta el sentido de lo histórico cuyo eje también está moldeado por la necesidad de verosimilitud. Ambos son relatos fundacionales que se articulan, con sus diferencias, en el sentido verificable de una mito-historia primigenia de lo americano y también fija coordenadas espacio-temporales que problematizan el concepto mismo de región. Veamos como ejemplo: Un mito fundacional El mito de Amalivaca (o Amalivacá) atraviesa la impronta del encuentro de 1492. Éste ha tenido diversas manifestaciones en la oralidad, en la literatura, y en el arte plástico. Sin duda que se trata de un antiguo vestigio del mundo indígena de la antigüedad prehispánica. El mito recrea la figura de un viajero, navegante de ríos y mares, “era un fundador de pueblos. Un ser superior, lleno de sabiduría, con la misión de enseñar, de proporcionar conocimientos para domeñar a la naturaleza para proteger a los hombres […] De allí su relieve en la vida cultural de estos hombres, y explicable que el relato haya quedado grabado en algunas piedras, en las figuras de los petroglifos, aún todavía sin descifrar, y en toda la oralidad, es decir, en la memoria colectiva de la mayoría de los indígenas de Guayana” . Por supuesto, se trata de redimensionar un relato de profunda raíz americana, cuyo valor se universalizó en la escritura de diversos viajeros europeos, que ha sido retomado y puesto en diálogo cultural con otros relatos para realzar su valor universal. 16 Gregory Zambrano La historia fabulada Así como la fábula está enraizada con el mito fundacional de América, en toda su geografía, la escritura fue cimentando un relato que por su poder de convicción estableció una verdad histórica y jurídica que trataba de desplazar a la verdad ficcional, esto es, al relato oral cuya transmisión y permanencia se sustenta en su condición verosímil. Desde el siglo XVIII, el relato sobre las andanzas de Amalivaca, un ser dotado de poderes sobrenaturales, impactó la escritura de algunos viajeros y cronistas, como Filippo Salvatore Gilij (1721-1789) quien residió entre los aborígenes el alto Orinoco por más de dos décadas y dejó una extensa obra titulada Saggio di Storia Americana (1780). Gilij, al referirse al mito de aquel héroe fundador impone el dogma del origen del hombre contra el relato antropogónico de los tamanacos. Al respecto escribió: “De Amalivaca los Tamanacos hablan como de un hombre que estuvo con ellos en Maita, dicen que andaba vestido, que era blanco, y cosas semejantes no convenientes a quien los creó, sino a quien los llevó el primero a aquellos lugares. Por lo contrario, la formación del mundo, la de ellos mismos, y del Orinoco, etc., son proezas de divinidad”. Igualmente, el sabio alemán Alejandro de Humboldt, también dedicó sendas páginas a resaltar la presencia del héroe y lo dejó registrado en su Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo (1799), donde señaló: “Los pueblos de raza tamanaca […] tienen una mitología local relacionada con unas piedras pintadas donde Amalivaca, el padre de los tamanacos, es decir, el creador del género humano […] llegó en un barco al momento de la gran inundación que llaman la edad del agua, cuando las oleadas del océano se estrellaban, en el interior de las tierras, contra las montañas de La Encaramada. Todos los hombres –continúa Humboldt– o por decir mejor, todos los Tamanacos se ahogaron, con la excepción de un hombre y de una mujer quienes se salvaron sobre las montañas cerca de las orillas de Asiveru…Amalivaca viajando en un barco, grabó las figuras de la luna y del sol sobre la Roca Pintada (Tepeumereme) de La Encaramada”. 17 La literatura regional en el contexto de la globalización En el siglo XIX se incorpora el mito en un libro pionero sobre las leyendas de Venezuela. Se titula “La leyenda del moriche” y fue recogido por Arístides Rojas en su libro Leyendas históricas de Venezuela (1890). Y ya en el siglo XX se estabilizó el mito vinculado en primera instancia al papel de un héroe salvador. Cuando se produjo el diluvio universal y estaban los tamanacos a punto de morir: “vieron de pronto una extraña canoa que avanzaba por encima del oleaje, manejada por un hombre alto y fuerte, de agudos ojos brillantes como la luz. Era Amalivaca, padre de las gentes que nacerían después, el cual traía con él en la canoa a su hermano Vochy y a sus dos hijas” . Este hecho se relaciona con el fin de un período y el inicio de otro, y determina el hilo mismo de la relación mítica y el comienzo de un ciclo civilizatorio. Amalivaca expande el fruto de la palma moriche del cual habría de nacer una humanidad nueva. También Alejo Carpentier, quien vivió en Venezuela entre 1945 y 1959, da cuenta del mito en diversos registros. En su novela Los pasos perdidos (1953) resignifica la presencia de Amalivaca, cuyos poderes mágicos estaban vinculados a la grandeza de la misma geografía, impregnada del poder mágico del inmenso río. Luego, de manera específica trae el recurso para explicar una versión americana del diluvio universal, donde interactúan bajo el mismo rol actancial de ser “salvadores de la humanidad”, figuras como Noe, El hombre de Sin, Deucalión, Out-Napishtim y Amalivaca. Este encuentro y diálogo de las culturas, representadas en el intercambio de alimentos y utensilios, y la transmisión de detalles sobre sus formas de vida en una larga noche, son los recursos dialógicos que estructuran su relato “Los advertidos”, incluido en su libro Guerra del tiempo (1967). En una conferencia pronunciada en la Universidad Central de Venezuela, Carpentier volvió a recontar la historia de su encuentro con la amazonía venezolana y el impacto que causó en él al sobrevolar a baja altura el río Orinoco, ver unas enormes formaciones rocosas, llamadas 18 Gregory Zambrano “tepui”, que han sido consideradas como las formaciones más antiguas de la Tierra: “desde Ciudad Bolívar a Puerto Ayacucho, siguiendo el centro del cauce del río. Así, al pasar por la Sierra de La Encaramada, por ejemplo, pasamos al nivel de las tres grandes piedras, las tres grandes rocas paradas que se llaman los “tambores de Amalivaca”. Las implicaciones extraliterarias del relato de Carpentier han suscitado diversas interpretaciones en las cuales subyace la presencia de ese elemento ancestral americano pero desde una perspectiva universalizadora, tal y como por ejemplo, lo propone el ensayista Víctor Bravo: “En ‘Los Advertidos’, a través del mito del diluvio universal se indaga sobre un hecho que es hoy tema central de la antropología contemporánea: la confluencia de mitologías. Más allá de la diferencia de procedimientos y fines, las escuelas de Lévy-Strauss y de Mircea Eliade, y desde el campo de la psicología, la escuela de Jung, han demostrado la presencia de constantes universales en los mitos. En ‘Los advertidos’, esa confluencia se vive desde el interior mismo de la visión mítica, provocando –no desde la perspectiva del descreimiento sino en el interior de la fe misma– el desencanto de lo divino” . Y más aún, en lo que respecta al encuentro mismo, se trata de considerar la repercusión de aquello que Mijaíl Bajtín denominó el “encuentro dialógico” en la cual “Las dos culturas no se funden ni se mezclan, cada una conserva su unidad y su totalidad ‘abierta’, pero ambas se enriquecen mutuamente”. En 1931 Enrique Bernardo Núñez publicó Cubagua, una novela que durante un buen tiempo estuvo olvidada por la historiografía, conocida por unos pocos lectores y que en los últimos años se ha redimensionado como una novela que problematiza la construcción discursiva de la historia. Su eje narrativo se centra en el “secreto de la tierra”. El hilo conductor de su historicidad se adentra en sus orígenes míticos llevados de la mano de una mujer enigmática, Nila Cálice 19 La literatura regional en el contexto de la globalización En esta novela se recrea el mito fundacional de la orinoquia. Amalivaca y su hermano Vocchy, también navegante, constituyen el pretexto que rompe la linealidad en el tiempo para situarnos en una transposición entre lo histórico verificable y lo mítico, sólo creíble por el poder de la fantasía que atribuye al mito una fuerte carga de lirismo y poesía. En este punto hay una traslación de la espacialidad originaria del mito y se ubica en una pequeña isla del oriente venezolano, muy cerca de Margarita, por lo cual, en ese contexto abarca también el ámbito caribeño. El motivo mito-histórico de Amalivaca funciona como un hipotexto, que es transpuesto sin que aparentemente opere una transformación real que trasciende sus fines más bien históricos que antropológicos o ideológicos. Volviendo al punto de partida, consideramos como relatos definitorios los dos textos fundacionales: el mito de Amalivaca y la carta del tercer viaje de Cristóbal Colón: “Ambos constituirían dos relatos de orígenes, representativos de dos complejos imaginarios que parecen insoslayables en nuestra contemporaneidad pues, confrontados desde las perspectivas de hoy, ambos convergen luminosamente desde momentos distintos y, de modos diferentes, en los inicios de nuestra cultura, compartiendo parcialmente el mismo escenario, a pesar de haber sido elaborados en lenguas bien diferenciadas, por sujetos diferentes y en condiciones distintas”. La carta de Colón funda un relato que nombra por primera vez un universo complejo de lo que luego se llamará Venezuela; “es el primer documento colonial que da cuenta de la existencia de unas culturas indígenas y de una geografía que con el tiempo constituiría la parte más oriental del país” . Pero también instituye una realidad otra que puede ser prevista como un principio de dialécticas sólo comprensibles como alteridad. Colón “se erigió –a través de la escritura del texto– en figura protagónica de las mismas con el agregado de representarse bajo la 20 Gregory Zambrano condición de elegido de Dios, como sujeto divino, y de enviado de los Reyes, como sujeto político” .Por otra parte, el mito de Amalivaca puede considerarse como un motivo de aparición recurrente dentro de la constitución imaginaria de algunos textos literarios. Se ha ido valorando y rehaciendo a través del tiempo con múltiples variantes y con funciones distintas. Sin duda alguna éste es uno de los mitos más fabulosos e interesantes de cuantos se heredaron de la tradición cultural indígena cuya riqueza provee elementos que sustentan una valoración persistente y genuina de lo ancestral americano. Podríamos hablar de regiones en el estricto sentido de la geografía, aparentemente diferenciadas, o podríamos advertir otros sectores más vastos que marcan lo regional como zonas de tradición cultural específica, espaciamiento geográfico o imperio lingüístico. Pongamos por caso, la vasta geografía hispanohablante, producto de la sumatoria de países diferenciados, frente a la concentrada geografía luso hablante que se condensa en el territorio brasilero, considerado a su vez como un subcontinente; pero deberíamos tener muy en cuenta también los espacios de toda la franja caribeña donde coexisten culturas y lenguas de ascendencia europea y africana, que tiene sus propias formas de expresión y representación. La perspectiva centralista priva sobre el reconocimiento de lo periférico. Así el centro, la capital, o las capitales, determinan el ordenamiento y el sentido de autoridad que se pretende imponer como lo nacional. Esto es evidente en todos los órdenes de la representación. Y en ellos se habla la misma lengua, con sus variantes, pero dentro de una normatividad que permite el entendimiento desde cualquier punto desde el que se mire. No sólo tiene que ver con las variantes dialectales, sino con los modos como se expresan y manifiestan las formas de representación del mundo a través de los discursos de creación. Y en ello no priva la incorporación de localismos, 21 La literatura regional en el contexto de la globalización pues muchas veces aluden a lugares intransferibles. De lo que se trata es de universalizar lo regional. Ya lo decía Alfonso Reyes en un lúcido texto de 1926: “La cultura americana es la única que podrá ignorar, en principio, las murallas nacionales y étnicas [...] Las naciones americanas no son, entre sí tan extranjeras como las naciones de otros continentes”. En conclusión, el sentido de lo regional no puede circunscribirse únicamente a la decantación de valores circunscritos a la pequeña comarca. Si el lenguaje está en la base del arte literario, éste debería tender hacia lo universal. Entonces, más que literatura regional se debe apuntalar a una literatura cuyo valor no esté asociado a la pertenencia espacial específica sino al patrimonio de la lengua y la cultura. Quizás en ello sea más ingente propiciar una perspectiva comparatística. Si la obra literaria parte de una propuesta de representación, bien sea de una porción de territorio, o un pequeño mapa de la geografía, sus valores universales deberían prevalecer más allá de esas fronteras. Así lo comprendieron en el siglo XIX autores como Andrés Bello, quien con sus empresas periodísticas londinenses, la Biblioteca Americana y el Repertorio Americano, fijó –sin complejos- un espacio de creación para divulgar en el contexto europeo lo que de valor literario se producía en América. Otro tanto hizo Rufino Blanco Fombona con su Editorial América que desde España irradió a los autores hispanoamericanos más destacado de fines del siglo XIX y comienzos del XX. Pero también en ese sentido de hacer trascender lo regional se han instaurado en el corazón de la cultura de masas los pequeños relatos de grandes hechos humanos, históricos o fabulados que están en el centro de la cultura literaria latinoamericana. Pongamos como ejemplo de los primeros, los imaginarios, a la Comala de Juan Rulfo, al Macondo garciamarquiano, a la Santa María de Juan Carlos Onetti, a la Cacodelphia de Leopoldo Marechal. Entre los segundos, los históricos, al Vichada de 22 Gregory Zambrano José Eustacio Rivera, al Chimbote de José María Arguedas o al Canudos de Mario Vargas Llosa. Se trata, en todo caso, de comprender que entre la ficción y la realidad existe un “imaginario territorial”, que está definido por “la producción de imágenes y fantasías, que localizan los contenidos culturales en el espacio produciendo recorridos territoriales y discursivos con sentido y valor”. Estos dan otro sentido al concepto de región, instauran una perspectiva crítica y a la vez creativa, potenciada por la imaginación que sin dejar de ser expresión de un espacio tiempo circunscrito a un mapa, ocupan un lugar privilegiado en la mentalidad colectiva, a veces cosmopolita, sin dejar de ser al mismo tiempo raigalmente regionalista. Quisiera culminar con un poema de Gonzalo Fragui,titulado “Fábula” A Enrique Mujica En un país cada vez más lejano Un crítico decidió declarar a un amigo suyo El poeta más importante de ese país Pero otros poetas de ese país protestaron Hubo entonces que declararlo El poeta más importante de la ciudad Pero otros poetas de esa ciudad protestaron Fue declarado entonces el poeta más importante Del pueblito más lejano de ese país Pero otros poetas de ese pueblito protestaron Así se le declaró el poeta más importante de la Aldea más lejana de ese pueblitoPero otros poetas de esa aldea protestaron 23 La literatura regional en el contexto de la globalización Fue declarado finalmente El poeta más importante de la cabaña de la colina Más distante de aquél cada vez más lejano país Pero en esa cabaña Había un perro que le ladraba a la luna . 24 Gregory Zambrano Bibliografía •Amodio, Emmanuel, “Identidades, territorios y paisajes culturales. 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Lo moral en este caso permanece restringido al ámbito de la aldea, de la comunidad, del grupo particular, porque los valores morales difieren en estricta dependencia de las comunidades que los poseen. Roger Vilain Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes Universidad Nacional Experimental de Guayana apelar a una ética universal, [email protected] un arma extraordinaria cuando No obstante, ¿es posible a aquella capaz de ver en los Derechos Humanos, por ejemplo, 27 Ética universal y derechos humanos se trata de introducir en la discusión regímenes totalitarios, genocidios, crímenes de guerra o contra la humanidad? La ética se fortalece cuando se piensa constantemente a sí misma, lo cual no excluye el hecho de reconsiderar las morales relativas, su objeto de reflexión por antonomasia. En este trabajo pretendemos contribuir al debate acerca de la ética universal considerada en relación con los Derechos Humanos, vista como una que trasciende las culturas, que vale para todos los hombres. Palabras clave: Ética, moral, Derechos Humanos, cultura. Es cierto que a lo largo y ancho del planeta el hombre, en su afán de socialización, ha creado culturas, códigos distintos, maneras diferentes de percibir el mundo, relativizándolo. Así, la sujeción a patrones determinados de comportamiento, a esquemas de funcionamiento social muchas veces incompatibles los unos con los otros, aparece sin duda como muestra de la casi infinita “variedad expresiva” que nuestras sociedades fraguaron durante milenios. Y está bien que así sea. Nada peor que la uniformidad mortecina, nada más alejado del crisol cultural representado por el mundo contemporáneo que esa máscara mortuoria relativa a la “pureza”. En nombre de ella se han producido los peores crímenes, estimulados y justificados por una supuesta “pureza racial”, o “pureza cultural”, sólo por dar dos ejemplos. Somos Hombres (así, con mayúscula), lo cual implica que constituimos un abanico de creencias, costumbres y lenguajes. Lenguajes, claro está, en sus múltiples acepciones: sociales, políticos, amorosos, religiosos, musicales, culinarios. Pero asimismo somos también uno, es decir, damos cabida (y éste es el punto que profundizaremos en el trabajo que 28 Roger Vilain desarrollamos) a cuando menos ciertos elementos que compartimos, comunes denominadores válidos para reconocernos en ellos sin importar, ahora sí, la relatividad de las culturas o el distanciamiento geográfico. Me refiero, para decirlo de una vez, a los Derechos Humanos. Cabría aquí hacerse las preguntas: ¿lo moral, o sea, los valores morales, cobran sentido únicamente en función del relativismo aludido anteriormente? ¿Puede, en consecuencia, alguien ajeno a una cultura en particular señalarla o juzgarla? ¿No haría falta un conocimiento profundo de ella? Hay quienes sostienen que no. Lo moral en este caso permanece restringido al ámbito de la aldea, de la comunidad, del grupo particular, porque los valores morales difieren en estricta dependencia de las comunidades que los poseen. No obstante, es posible apelar a una ética universal, a aquella capaz de ver en los Derechos Humanos, por ejemplo, un arma extraordinaria cuando se trata de introducir en la discusión regímenes totalitarios, genocidios, crímenes de guerra o contra la humanidad. La ética, como afirma Fernando Savater, se fortalece en pensarse constantemente a sí misma, lo cual no excluye el hecho de reconsiderar las morales relativas, su objeto de reflexión por antonomasia. Al respecto, leamos lo que el filósofo escribe: “La función de la ética es reflexionar sobre los valores y las costumbres y ponerlos en duda, poner en duda que necesariamente los seres humanos tengan que ser de uno u otro modo”. (Savater: 1999,240-241). Cierto, no somos de una misma manera, pero a su vez existen lazos que nos unen, utilizables además desde la perspectiva del Derecho. En tal sentido vale la pena recordar lo atinente al Derecho Natural y los Derechos Humanos, asunto nada desdeñable a la hora de intentar una aproximación a las preguntas que nos hiciéramos en el tercer párrafo. Hablar de Derechos Humanos equivale a considerar derechos inalienables 29 Ética universal y derechos humanos de todo hombre, lo que desde esta perspectiva abre el horizonte en cuanto a la posibilidad de intervención de un grupo humano en relación con otro, haciendo a un lado la inexorable (y muchas veces gran excusa) relativización cultural. En el contexto histórico-espiritual de nuestro tiempo (sostiene Luis María Olaso) decir que existen derechos “humanos” equivale a afirmar que existen derechos fundamentales que el hombre posee por su propia naturaleza y dignidad (...) son los “Derechos Naturales” que le son inherentes y que lejos de nacer de una concesión de la sociedad política, han de ser por ésta consagrados y garantizados. (Olaso:2001,362). Si partimos de tal condición resulta necesario, como es de suponer, interrogarse acerca de las formas, del “cómo”, del “qué hacer”, en función de la actuación que bien podría llevarse a cabo contra regímenes o individualidades a quienes los Derechos Humanos son poco menos que letra muerta o, como mínimo, formalidades internacionales merecedoras sólo de un simple saludo a la bandera. Aryeh Neier, un pensador contemporáneo, ha escrito lo siguiente: No existe justificación posible para crímenes como la tortura, la violación, el bombardeo de civiles o el exterminio de una raza, que entran en la definición de crímenes contra la humanidad, genocidio o crímenes de guerra. Un tribunal es el organismo apropiado para juzgar tales asuntos. (Neier:2004,14). Así, notemos cómo la ruta se enmarca hacia la conformación de un tribunal internacional que dé cuenta de delitos graves, violatorios de los derechos del hombre. Por encima de las culturas, más allá del círculo cerrado de una u otra comunidad fraguada durante siglos, llama la atención aquí el que, además del respeto exigido hacia los Derechos 30 Roger Vilain Humanos, se abogue a su vez por un paso al frente lleno de practicidad: el Tribunal Internacional. Thomas Fleiner, por su parte, apunta a una dirección parecida cuando, respondiendo a la cuestión de si los Derechos Humanos son resguardados con más celo por el hombre bueno o, en su defecto, por las instituciones, alude a una “concepción de los Derechos Humanos que confía estos derechos a las instituciones y no a las personas”, concluyendo que “los Derechos humanos están protegidos cuando son confiados a las instituciones judiciales, a los tribunales”. (Fleiner:1999,49-50). Siguiendo esta idea, vale decir entonces que se justificaría la intervención militar en países que perpetran crímenes cuya naturaleza hemos considerado aquí hasta cierto punto. Como ejemplo, existe un antecedente que vale la pena traer a colación: en 1999 la OTAN intervino para poner fin en la antigua República Federal de Yugoslavia (caso Kosovo) a la “limpieza étnica” que de manera impune intentaba llevar a cabo Milosevic. Como sabemos hoy, el genocida estuvo a la orden de la justicia, lo cual fue posible en buena parte gracias a dicha intervención y a los efectos de un Tribunal Internacional que llevó el caso. “Tal vez la perspectiva de un castigo reduzca el número de tales crímenes (de lesa humanidad y de guerra). Ésa es la meta por la que bien vale la pena contar con una Corte Penal Internacional”. (Neier:2004,16). Respetar la dignidad humana, pensar en los valores morales sobre la base de una ética universal, pasa por el cedazo de darle paso al derecho, es decir, lograr mecanismos jurídicos para actuar supeditados a éstos, lo cual es sin lugar a dudas una tarea ciclópea pero necesaria. Por supuesto, “darle cabida al derecho” implica aquí tomar esa frase en su sentido más amplio, equivalente a sostener que lo jurídico debe cubrirnos a todos, erigiéndose en representación de nuestro interés por la paz, la justicia y el orden legal. Y cuando usamos el término “todos”, significa repercusión 31 Ética universal y derechos humanos sobre los hombres con independencia del lugar de origen. El juez Baltazar Garzón, en entrevista concedida a Luis Bonilla, manifiesta que Por fin se abrió un nuevo rayo de esperanza para el derecho frente a la barbarie. A estas iniciativas se sumaron otras desarrolladas en España, Bélgica y otros países contra los crímenes de dictaduras militares en Argentina, Chile o Guatemala. Y vino entonces la creación de la Corte Penal Internacional, y las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, como también el desarrollo de la doctrina científica favorable y la acción de las organizaciones no gubernamentales, que hicieron que la solución de conflictos por medio del derecho, al menos en su aspecto reparador –aunque sin olvidar el efecto preventivo innegable- nos permitiera atisbar la esperanza de que por fin habíamos encontrado el camino de la no violencia y de la ley. (Garzón:2004,22). Y de eso se trata, de evitar el conflicto violento, hasta donde sea posible, y en su lugar entronizar el imperio de la ley, ante lo que se evidenciaría como argumento muy flojo la triste justificación, por ejemplo, de la “guerra preventiva”, unilateralmente desarrollada por Estados Unidos luego de los ataques del 11S. No se trata de que una potencia, sustentada en la fuerza coercitiva de su aparato bélico, lleve a cabo el producto de decisiones a destajo de un espíritu de cuerpo, sino todo lo contrario, o sea, construir un sistema universal, jurídicamente viable, lo suficientemente sólido como para condenar (y hacer que se cumpla la condena) a aquellos que burlan los Derechos Humanos. Enrique Krauze va más allá, y llega a decir que “La ONU podría organizar misiones de pacificación y resolución de conflictos mediante la contratación de fuerzas o coaliciones que impongan la voluntad colectiva (como ocurrió con la OTAN y los Estados Unidos en Kosovo)”.(Krauze:2004,35). Pero 32 Roger Vilain él mismo reconoce llegar aún más lejos al citar a Gabriel Zaid, quien afirma que “Las Naciones Unidas pueden ser el embrión de un gobierno mundial”. Aunque luce lejana la idea de Zaid, hay que reconocer en ella la filiación con el hecho práctico relativo a la organización internacional para perseguir y castigar crímenes contra la humanidad. Del mismo Zaid, ahondando un poco en su discurso, dice Krauze que propone empezar con una intervención directa en Oriente Medio, y apunta incluso la posible destrucción global de las armas de destrucción masiva bajo la autoridad y vigilancia permanente de la ONU. Detrás de sus ideas está nada menos que la “Federación de Estados Libres” prevista por Emmanuel kant en su famoso ensayo sobre “La paz perpetua”. (Krauze:2004,35). Hemos construido un mundo de intercambios consuetudinarios, de filiaciones políticas cada vez más estrechas. Los grandes bloques de países como la Unión Europea, sólo por mencionar el más emblemático, requieren de la comunión justa y equitativa entre pares. La globalización, fenómeno ampliamente debatido en la actualidad, sobre todo por sus intríngulis y consecuencias económicas, es un proceso que resulta casi imposible de echar atrás. Ésta, por supuesto, crea una tupida red de interconexiones (económicas, sí, pero también culturales, en el más amplio sentido de lo que esta palabra significa) entre naciones ante lo cual hacerse a un lado implica perder un sinnúmero de oportunidades. Mientras la globalización avanza, no resulta descabellado suponer que ciertos valores comunes sin duda servirán de mucha ayuda en lo tocante a las complejas interrelaciones que le son propias. Los Derechos Humanos juegan papel preponderante aquí, pues constituyen el piso 33 Ética universal y derechos humanos sólido y además compartido por buena parte de quienes pueblan este mundo. Tantos miles de millones de ciudadanos habitando un mundo profundamente interconectado no pueden existir cada uno en un islote donde prevalecen rasgos particulares y solamente eso. Si bien nadie discute (todo lo contrario) la variedad, la pluralidad cultural y el diálogo fructífero entre los hombres, es necesario encontrar lenguajes más o menos comunes para relacionarse, para compartir, para mercadear, para entenderse mejor, para sancionar aquellos crímenes condenables por la humanidad toda, en una sistematización que insuflaría al concepto de civilización un hecho práctico que pudiera cambiar su realidad. Para aproximarse a este punto, claro, es importante recordar lo que escribió Savater, relativo a la sensación de cultura que rompe esquemas y deja siempre abierta una puerta por donde crear, inventar y continuar en las búsquedas de aquello que permita una coexistencia más rica cuando de conglomerados humanos se trata. El punto neurálgico del asunto radica en lo que el filósofo nos cuenta acerca de lo que entiende por “civilización”. “Ésta es, precisamente, el deseo de romper el techo de las culturas, no de despreciar o abandonar la cultura, sino de romper ese techo que la convierte en una especie de burbuja dentro de la cual hay que vivir”.(Savater:1999,245). Así, notamos el hecho crucial: hablar de “culturas” trasciende la rígida imagen de una “burbuja” aséptica, especie de camisa de fuerza social que nos encierra en un marco perpetuo de modos de entender la realidad y de intercambiar con ella. Las culturas son vistas aquí como crisoles, unidades en la diversidad, sí, pero con el añadido (jamás tomado en cuenta por regímenes despóticos, personalistas, autoritarios) de que permanecen abiertas para vincularse entre sí y de que, en consecuencia, es posible aceptar valores comunes (y tener conciencia de ellos) que faciliten ese vínculo. Tales valores no solamente se circunscriben al ámbito de lo ético, lo que es ya mucho decir. En los espacios políticos y jurídicos es entonces 34 Roger Vilain urgente la constitución, el robustecimiento de estos valores, igualmente comunes para todos, a favor de lo cual la existencia de la Corte Penal Internacional, por ejemplo, es ícono y muestra palpable de que no es utópico vislumbrar instituciones de carácter supranacional, aun cuando muchos eleven sus voces de protesta cobijados bajo el manto de los nacionalismos, de la relatividad cultural esclerotizada, de la soberanía y autodeterminación de los pueblos. Rafael Arráiz Lucca, en su libro Qué es la globalización, manifiesta una opinión que por su importancia, transcribimos a continuación: Si observamos con objetividad los acontecimientos históricos del siglo XX hallaremos que surgieron instituciones cada vez más universales. Es el caso de la Sociedad de las Naciones, primero, y de las Naciones Unidas, después. Pero también es el caso de una de las experiencias históricas más asombrosas: La Comunidad Económica Europea. También sumamos a la lista de ejemplos el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, USA y México, que ha producido resultados asombrosos (...) Y también los grandes avances que ha dado el Tribunal Internacional de La Haya, en cuanto a la universalización de algunos delitos vinculados con la humanidad. Todos estos avances señalan un camino: un paulatino acuerdo acerca de algunos temas comunes para la sociedad internacional y que, razonablemente, nos llevan a pensar que este proceso lejos de detenerse seguirá acelerándose. (Arráiz Lucca: 2002,59). De eso se trata, de hallar el piso común, ético, político y jurídico (donde los Derechos Humanos, como hemos sostenido ya, juegan un rol de importancia capital) para romper la “burbuja” cultural referida por Savater. La ética, en tanto reflexión que compete a cada quien acerca de la 35 Ética universal y derechos humanos libertad y acerca de las relaciones que mantiene con los demás, se erige en herramienta de primera mano entre otras razones por las connotaciones que trae aparejado el hecho de saber que estamos entre iguales, que un individuo griego, lituano o habitante de la selva amazónica posee derechos inalienables en su lugar de origen o en cualquier punto de la geografía global, y que el abrazo de instituciones supranacionales tiene el poder de alcanzarlo, bien sea para su defensa o para su castigo. La apuesta es por una ética universal que trascienda las culturas, y como consecuencia la esperanza de que ciertos valores políticos y jurídicos, además, continúen su universalización. La experiencia de la Corte Penal Internacional es un ejemplo que bien merece exaltación y aplauso. Vale la pena continuar ese camino. Bibliografía •Arráiz Lucca, Rafael. ¿Qué es la globalización?. Caracas: Panapo, 2003. •Bonilla, Luis. “Entrevista con Baltazar Garzón”. En: Letras Libres. México: VI, 62, 2004. •Fleiner, Thomas. Derechos Humanos. Bogotá: Temis, 1999. •Krauze, Enrique. “La ONU desde la perspectiva de América Latina”. En: Letras Libres. México: VI, 62, 2004. •Neier, Aryeh. “Por una Corte Penal Internacional”. En: Letras Libres. México: VI, 62, 2004. •Olaso, Luis María. Curso de introducción al Derecho. Caracas: UCAB, 2001. •Savater, Fernando. Ética y ciudadanía. Caracas: Monte Ávila, 1999. 36 Alvaro Molina D´Jesús La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Resumen: Investigación enmarcada en el área de la filosofía política desde la cual se busca abordar un aspecto muy relevante de la interacción social. Partiendo d e s d e l a te o r í a t hy m ó t i c a esbozada por G.F.W. Hegel en su Fenomenología del Espíritu, y los posteriores desarrollos que sobre esta teoría realiza el filósofo y teórico de la contemporaneidad, Francys Fukuyama, se establece l a re l e va n c i a q u e t i e n e e l reconocimiento del otro como Alvaro Molina D’Jesús Universidad Nacional Experimental de Guayana interlocutor válido en el ámbito de [email protected] importancia que tiene este factor las relaciones de poder y dominio, buscando establecer cuál es la 37 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? en el devenir político de las sociedades humanas. Para lograr una mayor comprensión de la definición de la noción Thymos se contraponen a los autores ya mencionados, los postulados sobre el tema del reconocimiento de diversos pensadores de la tradición filosófica occidental, entre los que destacan Platón, Aristóteles, Hobbes, Locke y Nietzsche. Bajo esta perspectiva nos preguntamos ¿cuál ha sido el rol que ha tenido la necesidad de reconocimiento como factor determinante en la acción política humana? Partiendo de la siguiente hipótesis: la incidencia del factor thymótico resulta capital para comprender la situación socio-política de una sociedad dada, con las diversas relaciones de poder y elementos de tensión que en ésta se entretejen. Esta investigación responde a la concepción de metodología cualitativa. Utilizando para tal efecto un método hermenéutico que parte de la interpretación de las teorías citadas buscando aproximarse a su horizonte epistemológico y de ponerlo en diálogo con el del propio investigador, surgiendo de esta dialéctica una interpretación y comprensión del hombre en su interacción social. Palabras Clave: Filosofía Política, Reconocimiento, Razón. Introducción Esta investigación se desarrolla a partir de la importancia que le asigna Francis Fukuyama (1992) al Thymos o necesidad de reconocimiento de los seres humanos, como eje fundamental en la construcción del modelo filosófico que constituye el desarrollo de la noción de Estado en la Filosofía de la Historia de Hegel. Basados en la tesis de Fukuyama según la cual el Estado democrático liberal contemporáneo correspondería al Estado 38 Alvaro Molina D´Jesús como plena realización del Espíritu objetivo, vale decir, como la forma más elevada de la ética objetiva, la plenitud de la idea moral y la realización de la libertad objetiva. El Estado es el universal concreto planteado por Hegel (Ferrater, 2004:1581). De acuerdo a esta tesis, la necesidad thymica o de reconocimiento es el motor que mueve el accionar político de los hombres y que conduce en el avance histórico, o dialéctica del Espíritu universal, a la constitución del modelo de Estado democrático liberal moderno. El marco filosófico sobre el que se fundamenta esta indagación es la tesis esbozada por Fukuyama (1992) sobre el Thymos, o la necesidad de reconocimiento del hombre, que actúa como motor de su accionar político. A partir de los planteamientos de Fukuyama se realizarán breve revisiones y contrastes con el pensamiento de otros filósofos de la antigüedad y de la modernidad como Platón, Aristóteles, Machiavelo, Hobbes, Locke, Rosseau y Nietzsche, algunos de los cuales sirven al autor principal para delimitar los elementos que constituyen su teoría. 1. El Thymos, la voluntad irracional del poder Fukuyama en su libro El Fin de la historia y el último hombre (1992) plantea que el modelo político y económico liberal contemporáneo es la forma más racional de organización que haya alcanzado el hombre, esto sería producto del avance histórico de la racionalidad occidental y que por lo tanto éste sería el fin de la historia misma y de la filosofía, pues no existe un modelo que satisfaga mejor las necesidades materiales y espirituales del hombre. Estas afirmaciones las hace partiendo de las tesis sobre la filosofía de la historia de Hegel y la interpretación que de éstas realiza Alexander 39 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Kojeve, en las cuales se explica como el Estado liberal (materializado a partir de las revoluciones norteamericana y francesa) representa el modelo político más racional y perfecto posible, pues resuelve las necesidades de participación y reconocimiento de los hombres, a la vez que permite dirimir los conflictos de intereses de sociedades complejas dándole participación política a los diferentes miembros de las mismas. Sin embargo, Fukuyama, despliega una explicación que hace recaer la necesidad histórica de la democracia liberal en condicionamientos de orden emocional, o irracionales si se quiere, de la condición humana; pues atribuye el surgimiento del modelo democrático a la necesidad de crear un sistema racional que satisfaga la necesidad de reconocimiento (Thymos) del ser humano. La necesidad de reconocimiento o Thymos es una condición 1 emocional propia del hombre que según la tesis hegeliana., en épocas históricas anteriores a la moderna se habría resuelto de forma irracional, siendo éste el origen de la desigualdad entre los hombres Fukuyama establece que a partir de la constitución de la razón como ente rector de la acción humana se da como consecuencia necesaria el surgimiento de la ciencia moderna, y que ésta a su vez habría servido como fundamento para el desarrollo tecnológico que transformaría los medios de producción material que necesariamente conlleva el establecimiento de un modelo económico liberal, capitalista y de consumo que se traduce en la realidad que es la sociedad post-industrial, hiper-tecnológica y globalizada contemporánea. 1 Para profundizar el tema del Thymos es posible revisar el artículo de Ivanovic-Zuvic, F. (2004). Consideraciones epistemológicas sobre la medicina y las enfermedades mentales en la antigua Grecia. 40 Alvaro Molina D´Jesús Sin embargo, y aunque pareciera que un modelo económico liberal como el capitalista y un modelo político liberal como el democrático deberían estar casados, Fukuyama reconoce que esto no es así, y que es posible (y de hecho cita ejemplos como el de China y el de las dictaduras autoritarias de derecha en Suramérica) la existencia de sociedades en las que un modelo económico liberal se da bajo regímenes autoritarios que no permiten libertades políticas. Por esta razón Fukuyama plantea la necesidad de indagar sobre el origen y fundamentación del modelo de estado democrático liberal, para ello contrapone el pensamiento de los padres de la tradición liberal occidental, Hobbes y Locke con el modelo de estado hegeliano, ya que los primeros proponen un modelo que satisface las necesidades de autodeterminación del hombre, o dicho en palabras de Fukuyama: el liberalismo hobbesiano y lockeano puede interpretarse como la búsqueda del interés propio racional (1998: 277). En el modelo de estado liberal de Hegel se introduce un elemento más allá de la satisfacción de las necesidades materiales del hombre, esto es la satisfacción de la necesidad de reconocimiento o el aspecto thymico de la condición humana, de tal modo que la autodeterminación del hombre y la garantía al derecho a la propiedad se convierten en una objetivación del valor del hombre en sus logros materiales y morales lo cual redunda en el reconocimiento de su condición por parte de sus iguales. Así, la necesidad de reconocimiento se convierte en uno de los elementos fundamentales en el modelo político de estado hegeliano, pues solamente es posible la superación de la dialéctica del amo y del esclavo a partir de un modelo político racional que introduzca el principio de igualdad en los miembros de la sociedad, el reconocimiento de la condición humana (derechos civiles, políticos y económicos) para todos sus miembros (satisfaciendo así una condición irracional del hombre). 41 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? El Thymos sería el motor principal del accionar político desde la antigüedad. El devenir histórico de la acción política tiene su punto culminante en el desarrollo y constitución del estado democrático liberal moderno, pues es éste, el modelo político más perfecto ya que garantiza a todos sus miembros la posibilidad de participación política, estableciendo un sistema de pesos y contrapesos institucionales que permiten la satisfacción de las necesidades de mayorías y minorías de ver sus intereses representados y, por lo tanto, reconoce la condición de hombres libres que inciden en la toma de decisiones colectivas, satisfaciendo las necesidades de autodeterminación. Esta breve esquematización del modelo de Fukuyama, basado en Hegel, demuestra la importancia que se le asigna en esta tradición de pensamiento a la necesidad de reconocimiento del hombre como motor del accionar político, afirmación que compartimos y que pareciera verse reforzada por la demostración histórica. Ciertamente encontramos muchas veces la necesidad de reconocimiento como principal factor que mueve a la acción política a diversos grupos sociales, aún más allá de la carencia de las condiciones materiales de supervivencia básicas. Repasemos de forma sucinta como Hegel (y luego Fukuyama) logran explicar el Thymos como impulso de la acción política e incluso bélica en todas las sociedades humanas, occidentales o no, pues éste es un componente del hombre que está asociado a la emotividad del hombre (pathos). Hegel razona de la siguiente manera, en la búsqueda de reconocimiento 42 Alvaro Molina D´Jesús el hombre arriesga su vida al combatir con otros hombres, el desprecio al natural miedo a la muerte y su condición de vencedor le asegurarán el prestigio ante los otros y el sometimiento por parte de éstos. El hombre que así actúa logra vencer no sólo a sus oponentes sino su instinto más humano y primario, el de conservación de la vida; esta situación lo convierte en un ser verdaderamente libre y le permite remontarse sobre sus instintos para alcanzar la condición de humanidad constituida sobre el sentido de dignidad y valor. Para Hegel, la lucha por la dignidad es el primer acto humano que se realiza en el camino de la razón hacia la libertad. Y de manera contradictoria con la tesis hegeliana de la razón como espíritu universal y de la historia como el despliegue de ésta en su camino hacia la libertad humana, para Fukuyama (1992: 321-332) es en el carácter thymico (irracional) de lucha por la dignidad sobre el cual descansa la libertad humana, pero que paradójicamente es la que puede poner en peligro el éxito de la aplicación del modelo en la práctica. La primera lucha por el reconocimiento la identifica Fukuyama como la megalothymia, o bien la satisfacción del Thymos a partir del sometimiento del otro. Y sería el principio que justifica y sustenta las sociedades aristocráticas, en las que se ejerce un gobierno de castas guerreras. Pero no son exclusivamente Hegel y Fukuyama quienes han reconocido este principio de la megalothymia en la base de las sociedades aristocráticas, Platón ya habría enfrentado el problema de la legitimidad del principio o derecho al poder del más fuerte en su diálogo Gorgias. Partiendo del discurrir dialéctico de su maestro Sócrates sobre el bien común y la virtud, se construye este diálogo que gira entorno al tema 43 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? de la retórica y su valor como tecné. Haciendo una división del diálogo de acuerdo a los interlocutores de Sócrates, se puede decir que es en la tercera parte del diálogo (Platón, Gorgias, 481c y ss.), en la que alternan 2 Sócrates y un sofista y rethor llamado Calícles , donde se plantea con 3 precisión la tesis del derecho, o ley natural, del más fuerte ; colocándose este principio o basamento del poder como opuesto al principio moral pregonado por Sócrates, en el que el poder recae sobre el derecho de todos al bien común, y éste sólo puede lograrse a través de quien sabe lo que es el bien: el filósofo. Es pues en la razón del más sabio en la que debe recaer el poder de gobernar. Sócrates-Platón inaugura la tradición de pensamiento que establece que la razón debe ser la base del poder, y éste debe tender hacia el bienestar común, hacia la virtud. Hoy día, la tesis platónica del sustrato del poder en la razón nos parece algo natural en occidente, por ser una creencia propia de la modernidad. Sin embargo, según Ignacio Pajón (2004) ésta chocaba con los valores del horizonte moral helénico, pues era la virtud conocida como andreia la que se aceptaba como valor moral común. 2 Jaeger, W. (1962: 522) caracteriza el personaje de Calicles como: “un retórico consumado, que además dispone de cierta cultura filosófica y tiene alguna experiencia práctica como político. Desde el punto de vista personal, descuella también sobre los dos representantes de la escuela retórica,...” Más adelante Jaeger afirma: “Siempre se ha sospechado que detrás de Calícles se ocultaba un determinado personaje histórico de la alta sociedad ateniense de aquél tiempo. Esta hipótesis es muy verosímil y encierra incluso cierta probabilidad psicológica”. (1962: 525) este comentario se debe a la hipótesis que maneja Jaeger sobre la atracción que en el fondo sentía Platón hacia el vitalismo y la voluntad de poder del ethos propio de Calícles. 3 En relación con la teoría del derecho del más fuerte se puede consultar la monografía de Adolf Menzel (1964) Calicles, contribución a la historia de la teoría del derecho del más fuerte. (La edición original en alemán es de 1922). 44 Alvaro Molina D´Jesús La andreia en su sentido tradicional, consistía en: procurar competitivamente el bien de los amigos, dañar a los enemigos, ser capaz de protegerse uno mismo y triunfar en la lucha por el poder.(Pajón, I. 2004: 168). Como se puede apreciar existe un aire de familia entre las nociones de andreia griega con la megalothymia planteada por Hegel y Fukuyama; de hecho, el mismo Pajón, indica que Platón, a través de Sócrates, se ve forzado a redefinir la noción de andreia saliéndose de la tradición aristocrática helénica para hacerla compatible con su teoría sobre la virtud y el bien: ...Sócrates tendrá que defender un nuevo sentido de andréia basado en uno de los rasgos presentes en el sentido tradicional: la valentía no sólo puede dirigirse hacia el exterior, sino que, en algunos contextos, puede adquirir una cierta orientación interior y ejercerse, en lugar de contra enemigos, contra el propio miedo u otros sentimientos que se producen en el interior de uno mismo, como el dolor o el sufrimiento. El nuevo sentido socrático-platónico de la andréia, al centrarse en este rasgo y acentuarlo más allá de lo que originariamente alcanzaba en la concepción griega tradicional, extiende y amplía su ámbito de aplicación hacia todas las pasiones, deseos y placeres... (Pajón, I. 2004: 170) De acuerdo a esto la virtud aristocrática helénica de la andréia, o megalothymia, dejará de ser en Platón (Sócrates) la satisfacción de la necesidad de reconocimiento para convertirse en moderación (sophosyne), acercándose así a la noción de isothymia que corresponde a la racionalización del Thymos a través del modelo democrático de Fukuyama, aunque Platón sólo reconoce esta virtud en el filósofo Rey, quien sería para él, el único digno de gobernar de acuerdo a lo planteado en la República. 45 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Por su parte, Aristóteles en la Política, no reconoce la igualdad, ni la libertad como condiciones inherentes al hombre, es sólo a los griegos a quienes corresponde esta condición: La naturaleza, teniendo en cuenta la necesidad de la conservación, ha creado a unos seres para mandar y a otros para obedecer. Ha querido que el ser dotado de razón y de previsión mande como dueño, así como también que el ser capaz por sus facultades corporales de ejecutar las órdenes, obedezca como esclavo, y de esta suerte el interés del señor y el del esclavo se confunden. (Aristóteles, Política, Libro Primero, Capítulo I). Esta es su versión de la dialéctica del amo y del esclavo, pues al analizar los diversos tipos humanos justifica la condición de los griegos como hombres libres por naturaleza, al igual que la de los bárbaros (todos aquellos que no hablaban griego) como esclavos por naturaleza, unos hechos para gobernar y otros para obedecer, pero cuyos intereses se complementan, estando así plenamente justificado el rol que cada uno desempeña en la sociedad. Aristóteles rechaza de este modo la necesidad de reconocimiento como una condición inherente a todos los hombres, digamos que los griegos poseen un Thymos natural propio de su condición de hombres racionales y libres, mientras que en el esclavo y en la mujer sólo existe voluntad de dominio, excluyendo a estos seres de cualquier posibilidad de participación en la acción política. Entre los bárbaros, la mujer y el esclavo están en una misma línea, y la razón es muy clara; la naturaleza no ha creado entre ellos un ser destinado a mandar, y realmente no cabe entre los mismos otra unión que la de esclavo con esclava, y los poetas 46 Alvaro Molina D´Jesús no se engañan cuando dicen: «Sí, el griego tiene derecho a mandar al bárbaro,» puesto que la naturaleza ha querido que bárbaro y esclavo fuesen una misma cosa. (Aristóteles, Política, Libro Primero, Capítulo I). Esta noción aristotélica, propia de las sociedades aristocráticas se encontraba presente en la constitución moral de buena parte de las clases dominantes que han detentado el poder en las sociedades latinoamericanas desde mediados del siglo XVIII (final de las gestas de independencia e inicios de las repúblicas) hasta hoy día. Lo cual puede darnos un indicio del por qué han fallado los modelos de gobierno propuestos en el subcontinente, en lograr sociedades abiertas e igualitarias bajo los principios aparentes de la democracia liberal. En el análisis que realiza en el Capítulo II sobre el modelo de Estado propuesto por Platón en la República, critica la comunidad de bienes por éste propuesta y la rechaza, pues considera que ésta amenaza el amor propio de los hombres, el cual vincula directamente a la posibilidad de poseer propiedad exclusiva, estableciendo un principio que será uno de los fundamentos del pensamiento liberal y que Fukuyama destaca en su libro en el capítulo 21 como el origen thymótico del trabajo (1992: 305-320), esto es, el amor propio del individuo se asocia a la propiedad privada, el interés particular y la búsqueda del beneficio propio lo llevan a esforzarse, la economía crece y beneficia no sólo al propietario sino a la 4 comunidad : 4 Estos principios reaparecerán en el pensamiento clásico liberal como el de Adam Smith, y es un componente muy importante de la moral de países liberales y que como demostró Weber tiene una relación directa con la ética protestante. 47 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Además de este primer inconveniente, la comunidad de bienes tiene otros todavía mayores. Yo prefiero, y mucho, el sistema actual, completado por las costumbres públicas y sostenido por buenas leyes. Reúne las ventajas de los otros dos; quiero decir, de la mancomunidad y de la posesión exclusiva. La propiedad en este caso se hace común en cierta manera, permaneciendo al mismo tiempo particular; las explotaciones, estando todas ellas separadas, no darán origen a contiendas; prosperarán más, porque cada uno las mirará como asunto de interés personal, y la virtud de los ciudadanos arreglará su aplicación, de conformidad con el proverbio La constitución del Estado como forma de organización, Aristóteles establece que la condición humana es la de un ser social y político por naturaleza, por lo tanto de allí surgen las asociaciones entre hombres, de la cual el Estado es la más completa, y aun cuando el principio de asociación es muy diferente al de la doctrina liberal de Hobbes y Locke (quienes ven en la asociación humana un mal necesario para superar el estado de naturaleza en disputa) su finalidad es la misma: satisfacer las necesidades de vida de sus miembros (es decir cubrir las necesidades básicas de supervivencia, propiedad y preservación de la vida en última instancia): La asociación de muchos pueblos forma un Estado completo, que llega, si puede decirse así, a bastarse absolutamente a sí mismo, teniendo por origen las necesidades de la vida, y debiendo su subsistencia al hecho de ser éstas satisfechas. Así el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél; porque la naturaleza de una cosa es precisamente su fin... (Aristóteles, Política, Libro Primero, Capítulo I). 48 Alvaro Molina D´Jesús Finalmente, el motor de la acción política, la satisfacción de la voluntad de poder por parte de aquellos miembros de la sociedad que son aptos para el ejercicio del gobierno, reside según Aristóteles en el ejercicio de la virtud, pues en la medida en que un hombre puede proporcionar un bien a la colectividad al mismo tiempo que a sí mismo, éste será un hombre virtuoso; por lo tanto su voluntad de poder responde a una necesidad de reconocimiento, aunque el hombre aristotélico es un hombre moral, por tanto aspira al reconocimiento de su condición moral y no de su valor instintivo; sigue privando una noción de la razón como guía de la acción política que persigue como fin el bien, la virtud moral. Ya en la modernidad la teoría política soportada sobre la tesis racionalista helénica irá configurándose hacia lo que se conocerá como el pensamiento liberal. Sin embargo, es necesario hacer la salvedad del pensador italiano y padre de la ciencia política Machiavelli, quien en su visión rescatará la tradición conocida como el derecho del más fuerte, o ley natural que se encontraba como fundamento del valor de la andreia helénica. En el Príncipe, Machiavelli promueve una postura que ha sido considerada amoral, o al menos de una moral sui generis acomodada a los valores o principios de aquél que es movido por su voluntad de poder, sus principios morales serán los de los valores y virtudes de la fuerza física y espiritual del que se encuentra destinado al gobierno, la gloria (megalothymia) y el ejercicio de su voluntad. En este sentido Capelletti, A. (1994: 38) afirma: La política es, por tanto, el arte de príncipe o gobernante en cuanto tal. Y el príncipe, en cuanto conquistador y dueño del poder, en cuanto encarnación del Estado, está por principio (y no por accidente) exento de toda norma moral. Lo importante 49 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? es que tenga las condiciones naturales como para asegurar la conquista y posesión del poder, que sea astuto como la zorra y fuerte como el león. Como vemos esta postura amoral promueve el derecho del príncipe como encarnación del Estado, encarnación del poder. La teoría de Machiavelli se enlaza con la tradición del derecho natural, y con la visión aristrocrática del mundo heleno, la virtud de la andreia en el Capítulo XVIII del Príncipe podemos leer: Por tanto, debéis saber que hay dos formas de combatir: una con las leyes, la otra con la fuerza. La primera es propia del hombre; la segunda, de los animales. Pero, como la mayoría de las veces la primera no es suficiente conviene recurrir a la segunda. Por tanto, a un príncipe le es necesario saber utilizar correctamente el animal y el hombre. Esto se lo enseñaron a los príncipes de forma velada los antiguos escritores, que cuentan cómo Aquiles y muchos otros príncipes antiguos fueron entregados al centauro Quirón para que los alimentara y los custodiase baso su disciplina. El hecho de tener como preceptor a alguien mitad animal y mitad hombre significa que el príncipe le es necesario saber utilizar cualquiera de las dos naturalezas, y que la una sin la otra no aguanta. (El Príncipe, Capítulo XVIII). (Machiavelli, N., 2003:94-95) La tradición que se inicia en las sociedades aristocráticas antiguas, que es presentada en el Gorgias por Platón en la voz de Calicles y que fue expresada claramente por Machiavelli, será retomada y defendida también por Nietzsche, pero sobre este particular ampliaremos más adelante. 50 Alvaro Molina D´Jesús En cuanto al padre del pensamiento liberal moderno, Thomas Hobbes, encontramos que también identifica la necesidad de reconocimiento como parte de la condición humana. En el Leviatán (CAPITULO XIII De la CONDICIÓN NATURAL del Género Humano, en lo que concierne a su Felicidad y su Miseria) Hobbes, reconoce el carácter thymótico del hombre en estado de naturaleza. Al primer hombre, u hombre en estado naturaleza, le atribuye la condición de igualdad física e intelectual. Sin embargo, y a despecho de esta condición, los primeros hombres en estado de naturaleza parecieran reclamar por un poder superior que les someta (este sería una voluntad de dominio innata en el hombre): Además, los hombres no experimentan placer ninguno (sino, por el contrario, un gran desagrado) reuniéndose, cuando no existe un poder capaz de imponerse a todos ellos. . (Hobbes, 1972) Al no existir tal poder surge la lucha por el reconocimiento, el cual consiste en que los otros reconozcan en el hombre la misma valoración que éste tiene de sí mismo, al no lograr este reconocimiento se entabla la lucha por el de seo de gloria (reconocimiento de su propia estima), y que en conjunto con la competencia y la desconfianza conformarían las tres causas naturales de discordia entre los hombres: En efecto, cada hombre considera que su compañero debe valorarlo del mismo modo que él se valora a sí mismo. Y en presencia de todos los signos de desprecio o subestimación, procura naturalmente, en la medida en que puede atreverse a ello (lo que entre quienes no reconocen ningún poder común que los sujete, es suficiente para hacer que se destruyan uno a otro), arrancar una mayor estimación de sus contendientes, inflingiéndoles algún daño, y de los demás por el ejemplo. 51 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Así hallamos en la naturaleza del hombre tres causas principales de discordia. Primera, la competencia; segunda, la desconfianza; tercera, la gloria. (Hobbes, 1972) Hobbes establece que el hombre ante la ausencia de un poder superior que lo unifique (iguale y reconozca su condición isothymica) entra en combate por el reconocimiento, pero no es ésta tampoco la única causa de la discordia y de la disputa entre los hombres, también entran en juego la competencia por un bien (derecho a la propiedad), y la desconfianza (miedo a la muerte). De tal modo que si la voluntad de dominio es, al igual que la necesidad de reconocimiento, una condición natural del hombre, no puede ser el Thymos el motor de la acción política (voluntad de poder), pues es inherente al hombre su voluntad de dominio ante un poder superior (hipothymia). Esta es la diferencia sustancial con la tesis de Hegel y de Fukuyama. Lo que conlleva a que Hobbes, de manera coherente con su tesis establezca que es la necesidad de superar el estado de disputa (competencia, temor y deseo de gloria) lo que mueve al hombre a pactar y ceder parte de su libertad natural, siendo de este modo la acción política (la voluntad de poder) un medio y no un fin en sí mismo. Un medio para alcanzar el derecho a la preservación de la vida, a la propiedad y el reconocimiento de igualdad, características que componen en el caso de Hobbes la libertad más allá del estado de naturaleza. Como mencionamos, a pesar de la importancia y trascendencia que la tradición racionalista ha ejercido sobre el pensamiento político occidental, ésta no ha sido una línea de pensamiento exclusiva, en Nietzsche volvemos a encontrar los reclamos hacia la ley natural y el 52 Alvaro Molina D´Jesús derecho del más fuerte presentados como un argumento antitético de la tradición moderna liberal. Es Nietzsche, el gran filólogo y helenista quien rescatará el principio de la andreia en el pensamiento filosófico moderno. Nietzsche, desarrolla su visión megalothymica del poder la cual contrasta hondamente con la visión liberal hegeliana, la cual, para Nietzsche, representa el conformismo de una sociedad atrofiada, dominada por los más débiles y que se enfrenta contra su verdadera condición natural, pues ve en la isothymia una degradación de la condición humana, la cual se conforma y regodea en la protección de los vencidos y los débiles, el ánimo aristocrático y vitalista de Nietzsche defenderá en primera instancia un visión de la teoría de la ley del más fuerte, pero que sin embargo, es contrapuesta a la visión socrática, expresada a través de Calicles. Este filósofo alemán en sus textos desvelará lo que para él es la mascarada que representa la presunción de isothymia de la visión racionalista de la modernidad fundada en la tradición platónica. Afirmará que el principio de igualdad, el derecho de todos, la aspiración del bien común, es una forma acomodada y pretendidamente igualitaria de domesticar la voluntad de dominio propia de los espíritus burgueses modernos a los que considera débiles y sumisos. Adolf Menzel en su monografía Calicles, contribución a la historia de la teoría del derecho del más fuerte (1964: 104-110) dedica un largo apartado a comprobar la hipótesis de que el filósofo alemán se inspiró en el Calicles platónico para elaborar su concepción moral. 53 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Según Menzel los puntos en los que los principios del Calicles platónico coinciden con los de la teoría moral nietzscheana son los 5 siguientes : 1.- La aceptación de una ley natural que sirve de base al derecho del más fuete y que se manifiesta en el mundo de los animales y en las guerras entre los pueblos. 2.- La declaración de que esa ley natural se viola en las comunidades humanas. 3.- La creencia en la formación de un concepto moral falso, la “moral de los esclavos”, determinado por la influencia de los débiles. 4.- La afirmación de la necesidad de que se reconozcan derechos privilegiados a favor de los más fuertes, en oposición de la igualdad artificial reinante. 5.- La exaltación del tirano. 6.- El desconocimiento del concepto corriente de virtud, en especial de la moderación y la justicia. 7.- La preferencia de las decisiones de la voluntad sobre el intelecto, y el poco aprecio por la ciencia. 8.- El desprecio por la democracia y por el humanismo. (1964:106). Si revisamos algunos aspectos de la concepción nietzscheana sobre la moral y la voluntad de poder, veremos como 5 Sobre este punto en particular Pajón Leyra (2004:175) discrepa, argumentando que en realidad aunque existe cierta coincidencia aparente entre ambos postulados morales, en realidad son mayores las diferencias, pues en el caso de Calicles, éste termina sometido a la voluntad de las masas a las cuales desprecia, pues es ante la asamblea que hace sus discursos, les dice lo que ellos quieren oír, con esto piensa dominarlos, pero a la final se somete al gobierno de la asamblea en su aspiración por el poder, son las masas el amo y él el esclavo como una anticipación de Hegel. Por su parte argumenta que Nietzsche si tiene el valor suficiente para vociferar su desprecio por las masas, su Zarathustra no desea seguidores sino compañeros de camino. 54 Alvaro Molina D´Jesús efectivamente rechaza la preponderancia de la razón como ente conductor de la historia, no acepta la noción de la historia como progreso, ni deposita fe alguna en las posibilidades de la ciencia y la técnica como bases de la redención humana, esto quiere decir que rechaza por completo los valores de la modernidad. Su moral vitalista promueve el derecho del más fuerte, pero su noción de fortaleza se opone a la reelaboración que en la tradición filosófica occidental ha existido a partir del reacomodo de la virtud helénica de la andreia por parte de Platón, y promueve el valor de la visión tradicional helénica de andreia como una fuerza vital, una voluntad de vida que necesariamente siempre será voluntad de poder. Para Nietzsche toda voluntad es voluntad de poder, pues el ser vivo desea, pero además necesita ejercer su voluntad: Algo vivo quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza ­–La vida misma es voluntad de poder–: la autoconservación es tan sólo una de las consecuencias indirectas y más frecuentes de esto. (Nietzsche, 1983:34) En estas líneas vemos como el vitalista alemán, en principio niega la posibilidad de una voluntad de dominación en algún hombre, pues para él todo impulso vital es en principio únicamente voluntad de poder. Del mismo modo niega el instinto de autoconservación, pues la conservación de la propia vida es sólo una consecuencia de la voluntad de poder. El hombre debe demostrar con su fuerza el derecho que tiene a la vida y a su libertad. 55 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Más adelante leemos: Y así como hemos de admitir que el sentir, y desde luego un sentir múltiple, es un ingrediente de la voluntad, así debemos admitir también, en segundo término, el pensar: en todo acto de voluntad hay un pensamiento que manda; - ¡y no se crea que es posible separar ese pensamiento de la “volición”, como si entonces ya sólo quedase voluntad! En tercer término, la voluntad no es sólo un complejo de sentir y pensar, sino sobre todo, además, un afecto: y, desde luego, el mencionado afecto del mando. Lo que se llama “libertad de la voluntad” es esencialmente el afecto de superioridad con respecto a quien tiene que obedecer: “yo soy libre, él tiene que obedecer” en toda voluntad se esconde esa consciencia... (Nietzsche, F., 1983: 39) La voluntad de poder como podemos apreciar no es para Nietzsche un producto exclusivo de la razón humana, sino un principio intrínseco de la vida. La voluntad implica no sólo el pensar, el cual reconoce como un elemento necesario, así como el sentir; sino que también y por encima de los otros dos elementos, la voluntad es afecto (deseo en la tradición de Descartes y Espinoza), afecto del mando (voluntad de poder). La Libertad, para Nietzsche, es el afecto de superioridad, la libertad 6 de la voluntad siempre tiene implícito la necesidad de la satisfacción de las voliciones y esto sólo se puede lograr mediante el reconocimiento y el sometimiento de otros a la voluntad de uno: 6 Como se puede apreciar esta noción de libertad está muy lejos de la concepción hegeliana de libertad como autoconciencia del hombre de la condición de ser racional con sus posibilidades y limitaciones. 56 Alvaro Molina D´Jesús ...ocurre aquí lo que en toda colectividad bien estructurada y feliz, que la clase gobernante se identifica con los éxitos de la colectividad. Toda volición consiste sencillamente en mandar y obedecer, sobre la base, como hemos dicho, de una estructura social de muchas “almas”. (Nietzsche, F., 1983: 41). Como vemos para Nietzsche todos los sistemas de gobierno, incluyendo los modernos, son el ejercicio de la voluntad de mando de aquellos que se sienten superiores y logran ser reconocidos como tales. La consecuencia de la visión nietzscheana, inspirada en la de Calicles, de la voluntad de poder en los hombres, será que para él los sistemas de gobierno modernos que pretenden racionalizar el problema de la voluntad de poder buscando salidas hacia la isothymia son en consecuencia una fachada, una mascarada. El gobierno de todos, el valor de la igualdad de la democracia liberal, entendido por Nietzsche al modo de Calicles como el reconocimiento de los débiles –valores que tienen su origen en la tradición socrático-platónica de la razón como fuente del poder orientado hacia el bien común– es en realidad un sofisma que suprime la voluntad de los mejores espíritus, creando una moral artificial basada en la compasión, el dolor y la igualdad -el derecho de todos, el bien común-. En la visión de Nietzsche, la visión de Calicles, el bien común –el derecho de todos- no puede existir realmente: ¡Y cómo podría existir un “bien común”! La expresión se contradice a sí misma: lo que puede ser común tiene poco valor. En última instancia, las cosas tienen que ser tal como son y tal como han sido siempre: las grandes coas están reservadas para los grandes, ... ((Nietzsche, F., 1983: 67) 57 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? 2. Racionalidad e irracionalidad de la voluntad de poder En este breve esbozo realizado a partir de las tesis de Fukuyama sobre la necesidad histórica del desarrollo, avance e imposición de los sistemas políticos y económicos liberales, producto de la racionalidad occidental, en la cual este filósofo contemporáneo reedita las tesis de Hegel sobre la filosofía de la historia, hemos podido apreciar que efectivamente el elemento thymótico, o bien, la necesidad de reconocimiento del hombre es un factor que se encuentra presente en toda la tradición del pensamiento occidental. En este sentido hemos visto como este componente de la naturaleza, carácter o condición del hombre que se puede entender como un elemento irracional, emotivo, afectivo o propio de su pathos, a ejercido una notable influencia en el accionar político del hombre, bien en las sociedades aristocráticas primitivas, como en las sociedades modernas de corte democrático. De esta influencia se desprende el interés que los diversos pensadores antiguos y modernos le han dedicado al estudio del mismo, bien sea llamándolo Thymos, deseo de reconocimiento, amor propio, gloria personal u otro nombre utilizado para recalcar esta característica propia del hombre. También hemos podido, aunque sea sólo un esbozo, trazar la línea o eje que ha conducido la principal tradición del pensamiento occidental que busca sustentar la voluntad y el ejercicio del poder en la racionalidad humana, como vía para domar el instinto hacia el poder de orden irracional, pretendiendo en algunos casos ignorar u obviar la condición del hombre como ser emotivo; o al menos de domesticar esta condición logrando un reconocimiento igualitario para todos. 58 Alvaro Molina D´Jesús Esta es la tradición que ve en la razón el principio regulador de la voluntad de poder que la orienta hacia el bien común o la virtud, dependiendo estos valores de los diversos pensadores. Hasta dónde hemos podido apreciar esta tradición del pensamiento occidental se inicia en la filosofía helena, particularmente en la filosofía socrático-platónica, la cual va a determinar la concepción sobre el poder de occidente, inclusive hasta estructurarse en el idealismo alemán en la figura de G.F.W. Hegel, quien encontrará en estos fundamentos el principio que mueve la historia y la acción humana, siendo éste principio el de la razón. Hasta llegar a Francis Fukuyama para quien las tesis de Hegel han sido acertadas, y el reacomodo que de ellas hizo el materialismo histórico en la versión marxista es un error de interpretación, siendo que el deseo de reconocimiento, piensa Fukuyama, es fundamentalmente "la parte de la personalidad humana más específicamente política" en la medida que impulsa al hombre a afirmarse a sí mismo en la " isothymia ", que es el deseo de ser reconocido como igual a los demás. Finalmente podemos afirmar que así como existe la tradición racionalista en el pensamiento occidental, siempre ha permanecido un remanente del principio o ley natural del derecho del más fuerte, que no es otra cosa que el valor y orgullo de la aristocrática sociedad griega representado en la andreia, conel cual se enfrentó Platón en su diálogo Gorgias y que reaparece con constancia en el pensamiento polítoco occidental, como en Machiavelo y particularmente en la modernidad reciente en Nietzsche. La filosofía de Nietzsche rescata para el pensamiento moderno el vitalismo aristocrático y naturalista de la postura esbozada por el mismo 59 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Platón en la figura de Calicles. El alemán entra en una diatriba atemporal con Sócrates, y se empeña en demostrar cómo la fe de la modernidad en la razón (y la secularización de la moral cristiana a través del modelo hegeliano y sus consecuentes derivaciones en el positivismo y el marxismo) son en realidad el ejercicio de la voluntad de dominio por parte de unos, aquellos que en nuestro mundo resultan los más fuertes, sin ser necesariamente los mejores. Estos valores morales aristocráticos, que eran propios del mundo heleno, que Platón señala con temor y como una amenaza al ejercicio racional del poder, se encuentran presentes también en el fino pensamiento aristocrático de Aristóteles, Machiavelo los reencuentra y los convierte en los fundamentos de la acción política del principe moderno; finalmente Nietzsche los retomará y los elevará como fundamentos morales de lo que él entendía por lo mejores y más elevados espíritus. 60 Alvaro Molina D´Jesús Bibliografía •ARISTÓTELES. (1985). Política. 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Ponencia leída en el I Congreso Internacional de Filosofía de la Historia: Buenos Aires. 62 Diego Rojas Ajmad De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba para demostrar la existencia del limbo (Aproximación a su perfil axiológico y teleológico) Resumen En la presente investigación se discute y problematiza el perfil del licenciado en Letras egresado de las universidades venezolanas para entender la adecuación del mismo con los cambios que ha sufrido la noción de “literatura” y las transformaciones que a su vez ha experimentado la sociedad venezolana contemporánea. En ese sentido, se parte de un Diego Rojas Ajmad Universidad Nacional Experimental de Guayana Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Artes Puerto Ordaz-Estado Bolívar [email protected] análisis comparativo de los distintos planes de estudios de las universidades venezolanas donde se imparten estudios de Letras (UCV, ULA, LUZ, UCAB), para de allí emprender una reflexión con un enfoque cultural y sociológico 63 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba... que permita plasmar la evolución del Licenciado en Letras y su sentido en la sociedad actual. El “Letrado”, como tipología de las figuras de poder en las sociedades occidentales de base escrituraria, desempeñó un rol fundamental en la configuración, preservación y difusión del saber escrito, creando al mismo tiempo diferenciaciones y exclusiones en el campo cultural. Con el advenimiento de las nuevas tecnologías y el cambio sufrido en la noción de “literatura”, cambio que reconfiguraba los límites de autor, lector, texto, canon, crítico, entre otras, se dio un vuelco al estatus y sentido primigenio del “Letrado”, llegando al extremo de considerarlo hoy como profesional sin sentido ni lugar en el mercado de trabajo, mero oficio de pasatiempo. Profesional formado para una realidad inexistente. La actualidad demanda del Licenciado en Letras un pleno conocedor de los procesos de creación de las sociedades y de cómo estas creaciones ayudan a entender a la sociedad misma. Que el Licenciado en Letras sea un animador cultural y permita canalizar las inquietudes de expresión de los individuos. Que el Licenciado en Letras haga suya la perentoria tarea de fomentar la lectura. Que, en definitiva, el Licenciado en Letras sea un investigador activo de la cultura. Palabras clave: estudios literarios, currículo, Venezuela. El miércoles 28 de junio del pasado año 2006 escuché, por casualidad, al presidente de Fundayacucho decir una frase que me hizo reflexionar por horas. Por televisión, en una entrevista matutina, el moderador preguntaba a Jorge Arreaza acerca de la posibilidad de realizar estudios de postgrado en el exterior en las áreas humanísticas. El entrevistado respondió sin ambages: “el estado financia estudios en áreas prioritarias... Petróleo, ingeniería, comunicaciones... Venezuela no necesita de literatura”. 64 Diego Rojas Ajmad Palabras más, palabras menos, el presidente de Fundayacucho despachaba en esa sola frase una tradición cultural que, desde la oralidad indígena hasta nuestros días, ha sido alma y nervio de las sociedades. Esa imagen de menosprecio e inutilidad que se tiene hoy día de la literatura y del investigador cultural es de reciente data y supone una crítica utilitaria al saber, fomentada por la visión tecnológica y desarrollista que nos arropa desde la segunda mitad del siglo XX. El “letrado”, como tipología de las figuras de poder en las sociedades occidentales de base escrituraria, desempeñó un rol fundamental en la configuración, preservación y difusión del saber escrito, creando al mismo tiempo diferenciaciones y exclusiones en el campo cultural. En un principio era el verbo, la “oralidad”; pero ésta dejó de reinar y le cedió el paso a la escritura. Toda nuestra civilización occidental confió entonces su cultura a la escritura y, hasta el día de hoy, lo escrito es reino sagrado del saber e instrumento para el poder. La escritura es cultura y la oralidad quedó refugiada en los pliegues de lo “popular”. Lo oral versus lo escrito llevó así a configurar un paradigma cultural que hacía ver en lo escrito la verdad y en lo oral el carnaval de lo pasajero. Ángel Rama, en un concienzudo trabajo que lleva por título La ciudad letrada (1984), menciona al respecto la idea de una "diglosia" característica de la sociedad latinoamericana. Esta diglosia está representada por dos lenguas conformadoras y delimitadoras del poder: Una fue la pública y de aparato, que resultó fuertemente impregnada por la norma cortesana procedente de la península, la cual fue extremada sin tasa cristalizando en formas expresivas barrocas de sin igual duración temporal. Sirvió para la oratoria religiosa, las ceremonias civiles, las relaciones protocolares de los miembros de la ciudad letrada y fundamentalmente para 65 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba... la escritura, ya que sólo esta lengua pública llegaba al registro escrito. La otra fue la popular y cotidiana utilizada por los hispano y lusohablantes en su vida privada y en sus relaciones sociales dentro del mismo estrato bajo (Rama, 1984: 43-44). En definitiva, la oposición voz/escritura, más allá de una inocente categorización, encubría una dictadura del canon, que, levantada de manera programática, se asumía como modelo privilegiado por sobre todas las otras manifestaciones culturales. Es decir, la letra, lo escrito, el letrado, eran símbolo de poder y prestigio. Ejemplo de ello lo evidencia el aumento de la burocracia del funcionarato peninsular en tierras americanas durante el periodo de colonización. Entre 1776 y 1793 se creó, en Venezuela, por poner un ejemplo, un entramado de aparato de control político y administrativo que aseguró la relación económica con la metrópoli. El 8 de diciembre de 1776 se creó la Intendencia de Caracas con el objeto de velar por el régimen fiscal, la administración y el fomento de la economía; el 8 de septiembre de 1777 se fundó la Capitanía General de Venezuela, que significó la integración político-territorial y la centralización del gobierno; la Real Audiencia de Caracas, considerada como el máximo tribunal colonial con amplia jurisdicción, fue creada el 6 de julio de 1786; finalmente, se establece el Real Consulado de Caracas el 3 de junio de 1793, con el propósito de dar curso a las causas mercantiles y velar y fomentar el comercio. Todo este intrincado recurso burocrático y escriturario buscaba ejercer control más firme sobre el funcionamiento colonial. Así, con el correr de los años, el letrado colonial, quien ejercía en sus ratos de ocio la creación artística siguiendo modelos europeos, llegó a convertirse, impelido por la aparición de la sociedad consumista en el segundo decenio del XX, con el desarrollo de la industria petrolera y el 66 Diego Rojas Ajmad fomento de las nuevas profesiones liberales, en un “profesional” de la letra y la cultura (Sosa, 1987). Ya el intelectual venezolano no se aísla en inmensas bibliotecas de caoba, ni asiste a tertulias, ni se reúne en palaciegos salones en los que recitará odas laudatorias al gobernante de turno. Ahora debe ganarse el sustento en las salas de redacción, llevando de manera breve (porque el espacio es dinero) y de manera clara (porque mientras más entiendan más compran) la cotidianidad del mundo al papel entintado. Con el advenimiento de las nuevas tecnologías y el cambio sufrido en la noción de “literatura”, cambio que reconfiguraba los límites de autor, lector, texto, canon, crítico, entre otras, se dio un vuelco al estatus y sentido primigenio del “Letrado”, llegando al extremo de considerarlo hoy como profesional sin sentido ni lugar en el mercado de trabajo, mero oficio de pasatiempo. Profesional formado para una realidad inexistente. Los nuevos paradigmas de la política, la tecnología y la sociedad han hecho que, al decir de Alvin Kernan: La literatura en los últimos treinta años, más o menos, haya vivido una época de disturbios radicales que han puesto de cabeza a la institución y sus valores más fundamentales. En la década del sesenta se empezó a hablar de la muerte de la literatura, con una clara alusión al anuncio nietzscheano de la muerte de dios, y ya en 1982 Leslie Fiedler, un defensor de la literatura pop al que no le pesa nada la desaparición de la literatura de la alta cultura, podía titular alegremente un libro “¿Qué era la literatura?” (Kernan, 1996: 9) Quizás a este arquetipo del letrado como ser inútil contribuya la misma universidad, con su empeño por fosilizar la idea del intelectual ajeno al mundo y por ofrecer en sus planes de estudio un perfil axiológico y teleológico del Licenciado en Letras desfasado con los nuevos tiempos y 67 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba... paradigmas. Las instituciones de educación superior se constituyen como uno de los últimos reductos de la cultura escrita y la figura del letrado. En ellas, el conocimiento lógico, sistemático y racional es el único válido en la positivista visión del mundo que impera en los claustros, haciendo de la terminología científica una barrera que crea grupos de poder y excluyentes comunidades hermenéuticas que hacen mantener con vida la virtual supremacía del intelectual-letrado. En el caso específico de los estudios literarios, en Venezuela existen ofertas de licenciaturas en Letras en las cuatro principales universidades del país. Desde mediados del siglo XX, la Universidad Central de Venezuela (Caracas), la Universidad de Los Andes (Mérida), La Universidad del Zulia (Maracaibo) y últimamente la Universidad Católica Andrés Bello (Caracas), ofrecen a la sociedad venezolana la formación de un individuo especialista en lengua y literatura. En todos esos casos en donde se oferta la Licenciatura en Letras, se expresa como perfil teleológico del egresado, es decir su sentido de formación, el ejercer la actividad docente y de investigación. En el ejercicio comparativo emprendido en esta investigación, se percibió en todos los planes de estudios de la Licenciatura en Letras, en los programas de las asignaturas y en sus prácticas pedagógicas, algunos aspectos fundamentales que son necesarios esbozar: 1.- Los estudios literarios están centrados en el objeto y no en el método: El acento en la formación del Licenciado en Letras debe estar en el aprendizaje de “métodos”, “tipos de análisis”, “formas de lectura” y no en el mero conocimiento de las obras literarias existentes en una región o época en particular. Con el uso de las nuevas tecnologías, la posibilidad del acceso a la información no es exclusivo de ciertas comunidades. Ahora la enseñanza debe enfocarse, por lo tanto, más que en el contenido, en dar herramientas para crear conocimiento. Aquello es información; esto, 68 Diego Rojas Ajmad formación. Por lo tanto, las menciones de la Licenciatura no deberían estar distribuidas en “lengua y literatura hispanoamericana y venezolana” o en “letras hispánicas”, sino que éstas deberían ser excusa para el estudio profundo de los métodos. En ese sentido, no conozco en Ingeniería una mención “Cable” ni en Medicina una mención “Bisturí” o “Gasa”. 2.- En las Escuelas de Letras reina el prurito hacia la especialización: Es tal el amorfismo y variedad de los planes de estudio que su diversidad lo torna inoperante, resultando entonces contradictoria la oferta de la carrera al describir como perfil axiológico del licenciado en Letras a un especialista en lengua y literatura, docente, investigador, editor, corrector, gerente y promotor cultural, cuando la realidad de la práctica pedagógica evidencia ausencia, en algunos casos más que otros, de materias que orienten la formación de esas profesiones. Mientras no se tenga claro el oficio del Licenciado en Letras nunca se realizará a conciencia una reforma sustanciosa del pensum. 3.- Predomina el análisis histórico por sobre el teórico y el crítico: Entendiendo la consabida conformación de la literatura en teoría, historia y crítica literarias, ámbitos que se entrelazan para definir así a la ciencia literaria, en los planes de estudio de la Licenciatura en Letras se evidencia un predominio por la historia, ocupando gran parte del ejercicio de enseñanza aprendizaje en el conocimiento de las literaturas nacionales y regionales (Literatura venezolana I y II; Literatura hispanoamericana I, II y III), relegando a la teoría y a la crítica como meros añadidos. En la mayoría de los casos, una asignatura llamada “Teoría Literaria”, presentada en uno o dos niveles, sin conexión evidente con el resto de las asignaturas, ofrece las herramientas para tan crucial conocimiento. Debe entenderse al estudiante universitario como un investigador, como un generador de conocimiento, y no como un repetidor de información digerida con anterioridad en manuales. De la misma manera, desde la reforma universitaria de 1969, los planes de 69 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba... estudio de Letras han obviado el estudio de la métrica, retórica y recursos estilísticos, despojando de las herramientas para valorar y diferenciar las formas literarias. Una recomendación apremiante, luego de esbozado algunos puntos en esta investigación, es que las Escuelas de Letras del país deben formar una red de discusión permanente acerca del sentido de estudiar literatura en la Venezuela de hoy. Que de esta discusión se entienda que el fluir constante del mundo no debe reñir ni estar ajeno a los planes de estudio y que éstos deben, en perpetuo movimiento, seguir los vaivenes de la realidad. Que se transformen los planes de estudio pero, más allá, que el mismo quehacer dentro de las aulas cambie radicalmente. Ya Ángel Rama había dado la misma voz de alarma en 1978, cuando expresaba en una entrevista: La Escuela de Letras debe preparar profesionales para un determinado medio que es la Venezuela de hoy, para las necesidades de Venezuela hoy en materia de profesionales de Letras. Este es el problema de la Escuela que hay que contemplar, y yo creo que no se lo ha planteado la Escuela seriamente. A partir del momento en que lo planteamos, empezamos entonces a darnos cuenta de los errores que tiene el pensum, de los errores que tiene el sistema de estudio, porque el problema es si este profesional sirve o no sirve a la sociedad, qué es lo que necesita darles; porque hay una experiencia que tiene la mayoría de los que egresan: egresan y no tienen instrumentos para luchar en la vida, egresan y no saben cómo actuar, cómo desarrollarse, dónde ir, dónde trabajarlas herramientas (Rama, 1989:145). 70 Diego Rojas Ajmad La actualidad demanda del Licenciado en Letras un pleno conocedor de los procesos de creación de las sociedades y de cómo estas creaciones ayudan a entender a la sociedad misma. Que el Licenciado en Letras sea un animador cultural y permita canalizar las inquietudes de expresión de los individuos. Que el Licenciado en Letras haga suya la perentoria tarea de fomentar la lectura. Un escrutador de los resortes ocultos de la existencia de las comunidades. Que, en definitiva, el Licenciado en Letras sea un investigador activo de la cultura. En definitiva, y con esto termino, que el estudio de la literatura no sea esa actividad inútil que nos relata magistralmente Pío Baroja: Cuando terminé yo el bachillerato, el bueno de mi padre me miró muy serio y me dijo: -Has estudiado una porción de cosas que no te servirán para nada. Piensa en lo que te puede gustar, explora tus inclinaciones. Vas a venir conmigo durante unos días, y ya me dirás lo que te agrada más de lo que vayas viendo. El primer día fuimos a una fundición, vimos una máquina de vapor con unas bolas que giraban rápidamente, unos hornos, una correa sin fin que se deslizaba cerca del techo silbando... -¿Te gustaría estar aquí? –me preguntó mi padre. -No, papá, no me gustaría nada –le contesté yo. A los dos o tres días, mi padre me llevó a San Carlos, vi la sala de disección con sus mesas blancas de mármol, sobre las cuales había piernas y brazos de persona. Aquello me dio frío. Luego fuimos a un laboratorio en donde había un señor muy delgado, muy negro, de muy mal humor, revolviendo con una varilla de cristal en una especie de cacerola, que Dios me perdone si no creo que estaba llena de gargajos. 71 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba... -Esto me gusta menos –dije, medio mareado. Los días posteriores vimos una serrería, varios almacenes, y toda clase de fábricas y de establecimientos. Viendo que no me gustaba lo que veía, mi padre dijo con tono fúnebre: -Mira, ya que no sirves para nada, estudia para abogado. Lo hice así y, gracias a las recomendaciones de mi tío el ex ministro, pude ir saliendo adelante en los exámenes. Tomé el título y en la primera defensa que hice comprendí que no servía para el Foro; se me secaba la garganta y no podía vociferar lo necesario para que los señores de las sayas y del birrete se interesasen en lo que les decía. Pensando y pensando entonces en lo triste que es no tener dinero y no servir, además, para nada, se me figuró que sirviera para literato. -¿Qué te parece, papá? -Bien -contestó mi padre, encogiéndose de hombros-. Es, indudablemente, la profesión donde hay más idiotas. Por poco listo que seas, yo creo que algo harás. Siempre es más fácil hacer una mala novela o un mal drama que una mala cerradura. (Pío Baroja, 1977: 5). Referencias Bibliográficas •Kernan, Alvin (1996) La muerte de la literatura. Caracas: Monte Ávila. •Pío Baroja (1977) La busca. Madrid: Salvat. •Rama, Ángel (1984) La ciudad letrada. Hannover: Ediciones del Norte. •Rama, Ángel (1989) “Entrevista a Ángel Rama: sobre creación, crítica y estudios literarios”. En: Voz y Escritura (2-3), III. (Mérida):141-146. •Sosa, Arturo y otros (1987) Gómez, gomecismo y antigomecismo. Caracas: Universidad Central de Venezuela. 72 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Coordinador: Prof. Roger Vilain. Descripción del centro: El CIELA agrupa un conjunto de investigadores especializados en el campo de las Ciencias Humanas (las cuales comprenden: teoría, historia y crítica del arte y la literatura, historia, filosofía, filología y lingüística). Se encuentra adscrito a la Coordinación General de Investigación y Postgrado de la Universidad Nacional Experimental de Guayana, Estado Bolívar-Venezuela. Su función es rescatar, conservar, sistematizar, estudiar y difundir el patrimonio cultural de la región y el país. Misión: Identificar, estudiar, conservar y difundir el patrimonio cultural de la región Guayana y del país. Visión: Consolidarse como un Centro de referencia y prestigio académico nacional e internacional en el campo de la investigación en las Ciencias Humanas, estimulando la producción, distribución y consumo de cultural en la región y el país. 73 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Organigrama: Fecha de creación: 25 de enero de 1995, según resolución S- 01-13-428, bajo el nombre de Centro de Estudios Literarios, siendo adscrito a la Coordinación General de Investigación y Postgrado en el año 2005 bajo el nombre de Centro de Investigación y Estudios en Literatura y Artes. Correos: [email protected] [email protected] [email protected] Teléfono: 0058-286-9230838 Fax: 0058-286-9234786 74 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Objetivos del Centro: Objetivo General: Investigar nuestro patrimonio cultural. Objetivos Específicos Recolectar, clasificar, estudiar, conservar y difundir la producción, el consumo y la distribución cultural en el ámbito de la región Guayana y del país. Estimular la creación, apreciación cultural en el ámbito de la región Guayana. Promover la creación de redes de investigación en el campo de las ciencias humanas con otros centros e instituciones académicas nacionales e internacionales. Formar investigadores en el campo de las ciencias humanas. Promover y desarrollar estudios de pregrado y postgrado en el área de las ciencias humanas. Líneas de Investigación: Historia de la producción cultural. Teoría y filosofía de las ciencias humanas Crítica cultural Proyectos de Investigación: Aprobados: Las ciudades imaginarias en la literatura regional. (Profa. Rosix Rincones). Revista Horizontes: prensa y sociedad en la Guayana del Siglo XIX. (Prof. Diego Rojas) 75 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Ideas proyecto (2008): Indagaciones Filosóficas Sobre Las Nociones De Representación Y Reconocimiento En La Filosofía Hermenéutica. (Prof. Alvaro Molina D’Jesús). Historia de la literatura regional (Prof. Diego Rojas). Estudio crítico de Leyendas del Caroní (Prof. Roger Vilain). Investigadores Adscritos: Profa. Rosix Rincones Prof. Roger Vilain. Prof. Diego Rojas Prof. Alvaro Molina D’Jesús Investigador colaborador: Profa. Diana Gámez 76 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Índice 7 Presentación Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmad y Alvaro Molina D’Jesús. 11 La literatura regional en el contexto de la globalización Gregory Zambrano 27 Ética universal y derechos humanos Roger Vilain 37 La necesidad de reconocimiento: ¿motor de la acción política? Alvaro Molina D’Jesús 63 De cómo el Licenciado en Letras, siendo y no siendo, constituye una prueba para demostrar la existencia del limbo (Aproximación a su perfil axiológico y teleológico) Diego Rojas Ajmad 73 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) 77 Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) Este boletín: Centro de Investigaciones y Estudios en Literatura y Arte (CIELA) de Rosix Rincones, Roger Vilain, Diego Rojas Ajmady Alvaro Molina D’Jesús. fue impreso en los talleres de Gráficas El Portatítulo, Mérida, estado Mérida, Venezuela, en el mes de noviembre de 2007. La edición consta de 500 ejemplares y para su elaboración se utilizó la fuente Myriam. Se utilizó papel cremy para la tripa y sulfato para la portada. 78