1990 - Crisis y reforma del Estado

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En el marco de la "emergencia económica" que indujeron a partir de febrero de
1989 la banca acreedora y los grupos locales más concentrados, el Parlamento
sancionó "bajo presión" dos leyes fundamentales para el rumbo que el gobierno
de Carlos Menem definiera para la Argentina.
La crisis inducida por los así llamados "golpes de mercado" obligó a la salida
apresurada de Alfonsín y a la asunción inmediata del peronismo.
El recambio acelerado de gobierno impuso reglas al funcionamiento
parlamentario sujetas a acuerdos extralegislativos que reflejan una situación
"de facto" donde las "imposiciones" del poder económico asumían el carácter de
"razón de Estado".
El escenario político creado para sancionar las leyes que permitirían desguazar
el Estado y transitar la afirmación de un modelo exportador, se fundó en negar
la juridicidad del Estado de Derecho. Desde su origen, insinuaba el
cercenamiento de los espacios democráticos que se vincularía con el modelo
económico en marcha. En estas páginas se efectúa un análisis de las
implicancias, fundamentalmente económicas, de estas dos leyes: la de
Emergencia Económica y la de Reforma del Estado.
Claudio Lozano
DIRECTOR
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CRISIS Y REFORMA DEL ESTADO
Se ha instalado en el centro de la discusión económica la cuestión de la Reforma del Estado. Las dos leyes
enviadas por el Poder Ejecutivo al Parlamento Nacional son, sin duda, expresión de esta situación. En este sentido es
conveniente efectuar algunas precisiones.
a) CARACTER DE LAS CRISIS
Desde diciembre de 1988 en adelante la banca acreedora y los grupos locales más concentrados definieron,
progresivamente, un espacio de condicionamiento económico, político y social tendiente a garantizar la política del
futuro gobierno constitucional.
La privatización del mercado cambiario (dólar), contracara de la escasa capacidad de regulación que mantiene el
Estado Argentino sobre núcleos claves de la economía, fue la expresión más cabal de este proceso. La interrupción del
apoyo que la banca acreedora otorgaba al Plan Primavera, el retaceo de los exportadores a liquidar divisas, y la presión
de demanda que sobre el mercado del dólar instalaron los grupos más concentrados, dispararon la estampida cambiaria.
En la dolarizada economía argentina, consecuencia de la internacionalización impuesta a partir de 1976, la histeria del
dólar se trasladó a los precios gestando el espacio propicio para la hiperinflación.
Del mismo modo que el coqueteo inflacionario de los sectores dominantes permitió desarmar definitivamente, el
intento reformista de Grinspun en 1985; en el primer semestre de 1989 la profundización del proceso hiperinflacionario
por parte de los mismos sectores, desarticuló y desplazó todas aquellas propuestas que, en el terreno económico,
buscaban expresar el reclamo social plasmado en las elecciones del 14 de mayo.
Más allá de la anarquía lógica que en el sistema de precios imponen procesos de este tipo, la hiperinflación
posibilitó diseñar un nuevo esquema de precios relativos que, a junio de 1989, colocaba el dólar en los niveles más altos
(en términos reales) de la historia argentina al tiempo que deterioraba los salarios en aproximadamente un 50% respecto
a los niveles de diciembre de 1988. La desocupación creció de manera significativa ante los diferentes signos de
interrupción del proceso económico (producción, distribución y comercialización) que planteaba la hiperinflación. El
comportamiento descendente de los salarios y el empleo implicó una nueva caída de la participación asalariada en los
ingresos. Desde el 27% del total correspondiente a 1988 pasamos a un nivel cercano al 20%.
Este nuevo piso distributivo define el grado de conflictividad social en que asume el nuevo gobierno
constitucional. Condiciona también el sesgo marcadamente exportador que presenta la economía argentina. El saldo
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comercial de los primeros meses de 1989 así lo demuestra y preanuncia un nivel de exportaciones para todo el año
cercano a los 10.000 millones de dólares.
Sin embargo, la capacidad para cumplir con los atrasos externos (a fines de 1989 se estiman en 11.000 millones
de dólares) que estaría garantizado por los importantes saldos comerciales que la Argentina lograría en los próximos
años, se ve cuestionada por la quiebra fiscal que profundizó el proceso hiperinflacionario. El Estado no está en
condiciones de comprarle a los exportadores los dólares que debería transferir al exterior en concepto de pago de una
deuda que comenzó siendo privada y que hoy es pública.
El vaciamiento de reservas que sufrió el Banco Central y la quiebra del Estado son dos aspectos centrales a la
hora de evaluar las dificultades que encontró el nuevo gobierno para definir su política económica. Restricción externadolarazo hiperinflacionario -sesgo exportador- distribución regresiva de los ingresos y quiebra fiscal constituyen el
cuadro de la herencia.
b) LA QUIEBRA DEL ESTADO
La quiebra fiscal alcanzada en junio de este año encuentra en la escalada del dólar y en la hiperinflación los
detonantes coyunturales de un desajuste fiscal que tiene un carácter estructural. El aumento del dólar se traduce
inmediatamente en un incremento del gasto fiscal asociado al endeudamiento externo, la suba en las tasas de interés
incrementaron decididamente el nivel de la deuda interna del fisco y, por último, la aceleración inflacionaria deterioró
severamente los ingresos fiscales. Los elementos señalados agravaron un cuadro de quiebra estructural cuyo carácter por
cierto no era neutral. Era la consecuencia inexorable del tipo de articulación que tuvo el aparato estatal con los grupos
dominantes desde 1976 en adelante y que garantizó la reproducción y ampliación del predominio de estos capitales en el
proceso económico. Algunos elementos bastan para describir esta situación:
–
El esquema impositivo del Estado argentino bate récords en materia de regresividad. Si tomamos como ejemplo el
año 1987 la participación porcentual de los distintos tipos de impuestos fue la siguiente:
Imp. a la renta; patrimonio y Capitales
4,09%
Imp. a la Seg. Social
27,05%
Imp. Bienes y Servicios
37,38%
Imp. Comercio y Transacc. Intern.
14,68%
Otros
15,99%
TOTAL
100,00%
Puede observarse la baja participación que tienen sobre el total los impuestos que gravan expresiones de riqueza
(renta; patrimonio y capitales). Por otra parte aquellos que recaen sobre el consumo y los salarios representan el 64% del
total recaudado (Seg. Social y Bienes y Servicios). En este marco y durante el mismo año 1987, de las 300 firmas más
importantes del país, 210 no pagaron un peso de impuestos a las Ganancias.
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Pese a ello percibieron beneficios valuados en 1.500 millones de dólares.
Esto fue posible a través de los mecanismos de elusión fiscal (evaluación permitida bajo diferentes formas
legales).
Es dificil aceptar, a partir del marco señalado, que las grandes empresas hayan cuestionado el proyecto de ley
impulsado por el bloque justicialista y que busca imponer una contribución del 2,5% por parte de las firmas industriales
con mayor nivel de facturación anual, para destinarla a paliar los aspectos más críticos de la emergencia social.
–
En cuanto a las transferencias y subsidios que efectúa el Estado argentino debe señalarse que:
1) Según estimaciones de la propia Secretaría de Hacienda estos subsidios totalizarán (en 1987) 4.000 millones de
dólares.
2) Si tomamos la evolución de las compras de bienes y servicios que las empresas públicas efectuaron entre 1980 y
1985 puede observarse que:
Incremento de Compras
104%
Incremento de Actividad empresas
1,8%
El desfasaje entre ambos valores se vincula con los sobreprecios que paga el Estado y con niveles de demanda que
se ajustan en beneficios de la empresa proveedora y no del Sector Público. Según lo manifestado por el ex Ministro
de Obras Públicas Rodolfo Terragno, la sobrefacturación se puede estimar en un 30% del total de las compras
estatales.
3) Otro mecanismo que incrementó las transferencias ha sido el proceso de privatización periférica que ha afectado a
las empresas y reparticiones públicas. Esto significó la transferencia de áreas rentables de las empresas públicas a la
operatoria de los grupos privados.
El proceso de endeudamiento externo en su gestión, desarrollo y estatización involucró una cuantía importante de
subsidios a los grupos endeudados. Como ejemplo simplemente pueden citarse los pagos por intereses que
anualmente efectúa el Estado argentino, el subsidio implícito en los seguros de cambio (sólo entre 1981 y 1983
alcanzó a 8.700 millones de dólares) y la estatización de cerca de 20.000 millones de dólares de deuda privada.
4) Los problemas de financiamiento de este esquema fiscal tendieron a cubrirse a través del endeudamiento interno.
Este mecanismo, en tanto se desarrolló en base a título dolarizado suscripto por los grandes inversores y por la
captación de recursos del Banco Central en el sistema financiero a altas tasas de interés, se transformó en un sistema
de carácter explosivo y de distribución regresiva de los ingresos dado que convalidaba la pauta especulativa de los
grandes capitales.
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5) El Régimen de Promoción Industrial implicó también transferencias por valores cercanos a los 2.000 millones de
dólares anuales.
Los subsidios y transferencias señaladas se concentran claramente en un conjunto de grupos económicos de capital
nacional y extranjero que, casualmente, son los mismos que crecieron en el control del proceso económico nacional.
En una economía donde los salarios y el consumo caen sistemáticamente desde 1976, un sistema impositivo
centrado en las mencionadas variables pierde obviamente capacidad para recaudar. Por otra parte, la cuantía de
subsidios inflexibles a la baja, asociados al nuevo poder económico vigente en nuestro país, definen una situación de
crónico desequilibrio fiscal. El financiamiento interno y externo eran, en este marco, las únicas vías para paliarlo.
Por ende, al interrumpirse el financiamiento externo en febrero de este año y desatarse la espiral inflacionaria que
deterioró aún más los salarios y el consumo se profundizó la quiebra fiscal limitando, de hecho, la posibilidad del
endeudamiento interno. La quiebra es, entonces, la consecuencia inexorable de un Estado que subsidió a los
capitales más concentrados. En este marco el déficit fiscal tiene su contrapartida en la transferencia de recursos al
exterior y en los niveles de beneficios obtenidos por los grupos económicos más importantes del país.
c) EL SENTIDO DE LA REFORMA
Acuciados por la coyuntura, la reforma estructural del Estado ha irrumpido abruptamente en la discusión política
del país. Intereses concretos inciden en el rumbo de la misma. Todo el "establishment" local coincide en el agotamiento
de este tipo de Estado por dos razones básicas:
1) La quiebra fiscal define que el actual modelo estatal sólo puede mantenerse a través del aporte de los grandes
capitales locales y la banca acreedora. En este sentido, el Estado actual pierde funcionalidad respecto del esquema
de acumulación dominante.
2) La contrapartida del "Estado subsidiador" fue la descapitalización de la infraestructura pública, lo cual deteriora la
competitividad e inserción internacional de los grandes capitales locales.
En este marco pugnan por:
1) Controlar aquellos servicios públicos vinculados al sector exportador de la economía (ej. puertos, silos, ramales
ferroviarios, etc.).
2) Acceder a aquellas áreas bajo control estatal que encierran negocios de alta rentabilidad (ej.: petróleo,
comunicaciones) o importante dinamismo exportador (ej.: insumos petroquímicos).
En este marco, la banca acreedora reclama que el nuevo esquema fiscal jerarquice no sólo el pago de intereses
sino también el mecanismo de capitalización de la deuda.
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Este permitirá que la banca (y los propios grupos locales) obtengan financiamiento para adquirir activos públicos
en condiciones sumamente ventajosas cambiando papeles de deuda por negocios productivos. Al mismo tiempo, los
organismos internacionales (ej.: Banco Mundial) acompañan la prédica privatista y el documento de Santa Fe 11
(lineamientos geopolíticos del gobierno norteamericano) ubica la liquidación del Estado empresario como un problema
de seguridad continental asimilable al narcotráfico y al terrorismo.
d) EL DEBATE PARLAMENTARIO
La "Emergencia Económica" y la "Reforma del Estado" son las dos leyes que han instalado el debate acerca del
rol del Estado en el Parlamento nacional. A la luz de los elementos vertidos en el punto anterior deben evaluarse los
aspectos positivos, las múltiples preocupaciones y los aspectos decididamente negativos que encierra esta legislación.
La Ley de Emergencia
Este instrumento legal intentaba suspender el conjunto de subsidios que hasta el presente efectúa el Estado
argentino. Sin embargo, el trámite parlamentario ha cercenado la decisión, en este caso positiva, del gobierno nacional.
Lo ocurrido con el Régimen de Promoción Industrial es ilustrativo al respecto. De una suspensión global de las
transferencias se pasa a una de sólo el 50%. Por otra parte, se agrega un conjunto de artículos que tienden a compensar la
suspensión de beneficios que sufrirán las empresas. Se les otorga un “bono fiscal” ajustable, que pueden utilizar al
concluir el período de emergencia. Debe tomarse en cuenta que el Proyecto del Ejecutivo ya era concesivo en tanto no
afectaba la "libre importación de insumos" que incluye el Régimen Promocional de Tierra del Fuego (responsable en
gran medida de la desarticulación de la industria electrónica); ni tampoco aquellos decretos vinculados a regímenes
sectoriales específicos y que benefician a determinadas empresas (ej.: Aluar, Siderca).
La Promoción no sólo remite al monto de recursos fiscales comprometidos a estos efectos, sino también a los
criterios con que ésta se ha venido desarrollando. En este sentido deben señalarse problemas tales como:
1) El sistema de Promoción al impulsar traslados y promover el capital y no el trabajo, termina gestando bolsones de
marginalidad como contrapartida de cada traslado. La situación social de la provincia de Buenos Aires (seriamente
afectada por el traslado de establecimientos) no es ajena a esto. Debe recordarse que el 44,6% de los hogares se
encuentran en condiciones de pobreza en el Conurbano Bonaerense.
2) No perciben la promoción quienes la necesitan. En lugar de asignarse en beneficio de quienes no poseen capacidad
financiera propia (pequeñas y medianas empresas) se priorizó a quienes absorben la mayor cuota de excedente (los
grupos más importantes). Estos han percibido aproximadamente el 72% de los beneficios promocionales asignados
desde 1976 en adelante. Puede decirse en este sentido que, siguiendo estudios recientes, la promoción industrial
permitió la fuga de capitales por 20.00 millones de dólares, ya que el Estado financió los recursos necesarios para
aquellas plantas que le garantizaron a los grupos más concentrados la consolidación de su dominio productivo.
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3) El régimen en vigencia no prioriza la implantación de nuevos establecimientos, posibilitando la relocalización de
actividades en base a los beneficios fiscales.
4) El efecto industrial de la promoción a escala nacional ha sido negativo.
Basta con señalar que coincide (temporalmente) con la etapa de mayor desindustrialización de la Argentina. Un
ejemplo claro de esto es lo ocurrido con la industria electrónica. Hasta 1975 este sector presentaba un buen nivel de
desarrollo, con un grado de integración productiva importante y un adecuado nivel tecnológico. Desde 1976 en más
y con Promoción Industrial mediante, la electrónica se transformó progresivamente en una industria de ensamblado,
con bajo nivel de incorporación tecnológica y de integración productiva.
5) Respecto al aporte que los beneficios promocionales tienen sobre las provincias habría que evaluar en qué medida
los establecimientos instalados reflejan actividades integradas a la economía regional respectiva. Seguramente
encontraremos que la lógica de implantación productiva de cada establecimiento se ha basado en el beneficio fiscal
y no en el desarrollo regional. Es por esta razón que los beneficios fiscales tienden a plantearse (o a reclamarse)
como permanentes y única garantía de continuidad de las actividades.
Por todos estos elementos es que tiene sentido no sólo suspender la promoción sino también reformular rápidamente
el régimen de vigencia. Lamentablemente el debate parlamentario ha limitado los aspectos ventajosos que la ley
presentaba en este sentido.
El instrumento legal en cuestión presenta también problemas serios en algunos de sus capítulos en tanto debilita
la capacidad de regulación del Estado. A saber:
–
Respecto al Capítulo correspondiente a Inversiones Extranjeras.
Se derogan las normas de la ley 21.382 (régimen instituido por la dictadura militar de 1980). A nuestro juicio esto es
cuestionable por:
1) Las normas que se derogan ya eran sumamente flexibles para el capital extranjero. Sólo ajustaban la incorporación
del mismo a los criterios de la Autoridad de Aplicación en aquellas áreas sensibles al interés nacional: Estado y
Empresas Públicas, Salud, Defensa, etc.. De acuerdo a la nueva ley se permitiría la incorporación del capital
extranjero en las empresas públicas sin ningún tipo de restricción (art. 14 a 18 de la ley de emergencia).
2) Resulta desacertado (además de contradictorio) dejar de controlar el “destino sectorial” de la “iversión extranjera”
cuando en el mismo art. 14 se indica la necesidad de que su orientación sea productiva. De acuerdo a la ley
presentada al Parlamento no habría para el capital extranjero autoridad alguna ante quien rendir cuenta.
Solo existiría un Registro de Inversiones Extranjeras donde se sentaría el movimiento de estos capitales.
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Es conveniente tener en cuenta que, desde 1976 en adelante, el destino de la Inversión Extranjera cambió
radicalmente. Dejó de concentrarse en el SECTOR INDUSTRIAL para dirigirse a actividades de tipo atractivas
(petróleo) y financieras.
3) Tomando como referencia estudios y estadísticas elaborados por la OIT sobre Argentina, puede observarse que para
el período 1930-1986 los efectos concretos del capital extranjero sobre el balance de dividas del país fueron
negativos. La relación entre los dividendos en “efectivo” (que se remitieron al exterior) y la “inversión” extranjera
neta muestran que por cada dólar que ingresó al país salieron por lo menos 3. Esta es una estimación de mínima ya
que no toma en cuenta el saldo de divisas negativo que ocasiona el capital extranjero derivados de pagos por
tecnología y nuevas importaciones que demandó su inserción en la economía local.
4) Se fundamenta la necesidad de incorporar “capital extranjero” en base a la escasez de ahorro interno que tendría
nuestro país. Sin embargo, los cuadros que se transcriben demuestran que la inversión total de las firmas
trasnacionales se compone fundamentalmente de Reversión de utilidades (es decir, apropiación de Ahorro interno)
antes que nuevas inversiones.
INVERSION EXTRANJERA 77-86
en millones de dólares de 1986
Año
Inv. Total
%
Nuevas Inv.
%
Reinv. Util.
77-84
402
35
140
65
262
77-78
243
47
113
53
130
79-81
620
47
289
53
331
82-86
336
18
61
82
275
COMPARACION CON BRASIL Y MEXICO
(1977-86) –en porcentajes–
Inv. Total
Nuevas Inversiones
Reinv. de tilidades
Argentina
100
35
65
Brasil
100
60
40
México
100
54
40
5) Por último, el régimen no encuadra en un tema crucial hoy para la relación con el capital extranjero cual es la
“capitalización de la deuda”.
En este sentido, desde la instalación del régimen de “capitalización” (1987) hasta marzo de 1989 la situación fue la
siguiente:
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Deuda Capitalizada
1.200 mill./dól.
Valor efectivo
395 mill./dól.
Subsidio fiscal
122 mill./dól.
–
La "deuda capitalizada" es el monto de la deuda rescatada por el Estado.
–
El "valor efectivo" indica el precio de la deuda en los mercados internacionales. Es decir lo efectivamente pagado
por quienes compraron títulos de deuda argentina.
–
El "subsidio fiscal" es lo que el Estado reconoció por encima del valor de mercado a los propietarios de títulos de
deuda.
De estas cifras, el 70% se dirigió al Sector Industrial y el 65% corresponde al “capital extranjero”.
Cuando estamos hablando de Revolución Productiva y Ajuste Fiscal, las cifras presentadas muestran la
importancia de considerar adecuadamente este problema ya que la capitalización de la deuda reduce la efectiva
incorporación de capitales e instaura importantes subsidios fiscales.
–
Respecto al Cap. 111, referido a la Reforma de la Carta Orgánica del Banco Central de la Rep. Argentina.
La ley avanza en la definición de los principios de la Carta Orgánica del Banco Central. Un análisis de los mismos
obliga a señalar lo siguiente:
Pareciera tenderse a gestar un nuevo tipo de funcionamiento del Banco Central que ordene y preserve el pavoroso
proceso de concentración vivido por el sistema en los últimos años.
En razón de esto se lo fragmenta, constituyendo un ente que supervise y administre un nuevo sistema de garantía
para los depósitos; otro ente que atienda la liquidación de entidades financieras en disolución y liquidación y un
nuevo sistema de superintendencia cuyas características no se aclaran.
Este esquema, en el marco de una política que tiende a subordinar la expansión en moneda al nivel de reservas en
divisas, culmina el avance de la gran banca sobre el B.C.R.A. (Banco Central).
En este sentido, el ente al que alude el inciso e) del art. 3, culminaría el proceso de concentración financiera.
El ente aludido por el inciso d) culminaría el proceso de privatización de activo que hoy están en manos del Banco
Central. Esto implica, más allá de lo vinculado a edificio e instalaciones, la posibilidad de transferir a importantes
estudios jurídicos significativos negocios (que podría realizar el Estado) como por ejemplo: carteras de crédito,
patente de sucursales, etcétera.
Por otra parte, la constitución de una nueva unidad funcional en el Banco Central dedicado a las tareas de
Superintendencia, no debería debilitar la capacidad de contralor del Banco Central sobre el sistema. La definición
que incorpora la ley respecto a que el Banco Central no financiará ni directa ni indirectamente al gobierno nacional
ni a las provincias, constituye un problema serio sobre todo en un marco donde las distintas regiones del país no han
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acordado un esquema de coparticipación estable, ni queda claro cuál es el modo en que pueden articularse con el
modelo económico actual.
–
Respecto al Capítulo XVIII relativo al Mercado de Capitales
La ley establece el retorno al anonimato accionario. Le quita por ende a la DGI, una herramienta legal a la cual
apelar para plantear un régimen impositivo de carácter progresivo.
Teniendo en cuenta que el 65% de la recaudación tributaria actual se concentra en impuestos sobre el consumo y
los salarios, el objetivo de una reforma impositiva no puede ser sólo la simplificación sino también la progresividad.
Para este objetivo sirve mantener la “nominatividad”. Obviamente ésta, por sí sola, no define nada. Hay que inscribirla
en una política global sobre el problema.
La argumentación que pretende eliminar la nominatividad esgrimiendo que impulsó la fuga de capitales resulta
francamente inconsistente.
Los capitales se están fugando hace rato y la mayor parte de ellos (45.000 millones de dólares) lo hicieron en el
marco del endeudamiento externo, y sin nominatividad accionaria. La fuga se inscribe en el proceso de
internacionalización y valorización financiera abierto desde 1976 en adelante, y que tuvo a estos capitales como
principales actores y beneficiarios.
En síntesis, todo lo comentado respecto al Banco Central; inversiones extranjeras y mercado de capitales, sirve
para reseñar algunos aspectos (hay otros más) que tienden a debilitar, tal cual se afirmó en un comienzo, la capacidad de
regulación del Estado.
La Ley de Reforma del Estado
Esta Ley faculta al PEN para:
1) Efectuar todo tipo de reestructuración de las Empresas Públicas (escisión, fusión, etc.).
Esto permite acotar puntualmente los negocios de alta rentabilidad de cada una de las empresas a los efectos de
transferirlos a la órbita privada. El proceso señalado no haría más que continuar con los efectos negativos que el
esquema de privatización periférica ha generado en el sector público desde 1976 en adelante.
2) Determinar el cese de operaciones tal cual parece preverse (aunque no se especificó en la ley) para los casos de
YPF, ENCOTEL y Ferrocarriles a partir del 1/1/90.
3) Jerarquizar a los acreedores y proveedores de las empresas públicas en el proceso de privatización de las mismas.
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4) Capitalizar deuda externa e interna en el proceso de privatización.
Según reza el art. 15 inc. 10, se establecerán mecanismos a través de los cuales los acreedores del Estado puedan
capitalizar sus deudas.
5) Realizar un operativo de limpieza de pasivos en las empresas a privatizar, transfiriendo las deudas al Tesoro
Nacional.
El conjunto de definiciones presentadas por la ley abre la posibilidad de que los mismos actores sociales que
quebraron el Estado y sus empresas podrían disponer, en un futuro, de los activos públicos.
La propuesta de reducción del déficit fiscal carece de sentido cuando el listado de privatizables es encabezado por
los negocios potencialmente rentables que hoy realiza el Estado argentino (petróleo, comunicaciones y aeronavegación).
El eventual cierre de YCF transforma en un cálculo contable, la discusión sobre una ecuación energética que
garantice un uso racional de los recursos no renovables del país.
La privatización de las unidades de campaña y elevadores terminales de la Junta de Granos; de la infraestructura
portuaria y de ramales ferroviarios vinculados a la carga de cereales, implica desarticular la capacidad de regulación del
Estado sobre el comercio exterior.
La privatización de las acciones que el Estado mantiene en distintas empresas petroquímicas, supone desplazar al
sector público en un área productiva que hoy presenta un importante dinamismo exportador.
e) Conclusiones
El paquete de leyes enviado al Parlamento en el marco de la presente coyuntura y de los criterios vi-gentes de la
política económica, implica una propuesta concreta para superar en determinado sentido la quiebra fiscal.
Dicha propuesta supone la eliminación del esquema de transferencias a los capitales más concentrados
consolidados a partir de la última dictadura, sobre la base de dos compensaciones básicas:
–
Por un lado una pauta distributiva que cristaliza una participación asalariada apenas superior al 20% del total de
ingresos generados por el país.
–
Por otro, la posibilidad de que los principales contratistas del Estado resulten privilegiados en el proceso de
privatización de las empresas públicas.
No obstante, el trámite parlamentario de las leyes reveló discusiones y conflictos que en concreto han significado
una reducción menor de las transferencias que la inicialmente prevista.
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Este resultado supone:
–
Una apertura de la política propuesta a la presión de ciertos grupos altamente vinculados al esquema de
transferencia. Es conveniente destacar que la permeabilidad demostrada se refleja con claridad en el tratamiento de
la Promoción Industrial; habiéndose planteado una mayor dosis de inflexibilidad en aquellos aspectos de la
legislación que regulan la relación con los contratistas (Ej. Contrataciones; Ley de Compra Nacional).
–
Un financiamiento implícito al proceso de privatización. Aspecto que se acentúa al incorporar la capitalización de
deuda como alternativa en el menú privatizador. Más aún, según las afirmaciones del propio Ministro de Economía,
para evitar efectos monetarios indeseados, la capitalización sólo se usará en las privatizaciones.
La imposibilidad de suspender de manera inmediata las transferencias y subsidios refleja el modo concreto en que
se procesan los conflictos al interior de los sectores dominantes. Demuestra también, del mismo modo que la renuncia
expresa a financiar las condiciones de emergencia social en que se encuentra el país, que este tránsito hacia la fase
productiva de este modelo, se plantea, desde los sectores dominantes, sin arriesgar fondos propios.
Lo descripto plantea un tipo de reestructuración estatal que junto a la reforma en marcha del sistema financiero se
transforma en pieza central del lanzamiento productivo del modelo de acumulación implantado trágicamente en 1976.
La consolidación interna de un conjunto de grupos económicos de capital nacional y extranjero gracias al
endeudamiento externo y la subordinación del funcionamiento estatal de la historia argentina. Los porcentajes de
población en condiciones de pobreza, los alarmantes niveles de desocupación y la injusta distribución de los ingresos
reflejan acabadamente esta situación. Ha cambiado la lógica misma del funcionamiento económico argentino. El
consumo popular, lejos de entenderse como palanca de ampliación del mercado interno, se ha transformado en un costo
para el actual modelo exportador. La estabilización de una pauta distributiva altamente regresiva como condición para el
desarrollo futuro de este esquema económico, parece ser una tendencia natural en tanto no medien políticas expresas
destinadas a alternarla. En este marco, cualquier negociación o pacto con los grupos más concentrados debe incluir un
serio cuestionamiento de los rasgos de injusticia que presenta el modelo actual. Suele afirmarse que no ha habido
margen para pensar otro tipo de alternativas. Sin embargo, por esa misma razón, es relevante definir una estrategia que
permita recuperar mayores espacios de maniobra y autonomía para la política económica futura.
De lo contrario, se estaría firmando un certificado de subordinación absoluta..
¿Cómo se recupera la autonomía? ¿Con una ENTel monopólica y eficiente que garantice la promoción de una
industria nacional de equipos? ¿O privatizando ENTel? ¿Privatizando puertos, silos y ramales ferroviarios? ¿O
mejorando las herramientas que garanticen el control sobre el comercio exterior argentino?
Para terminar basta con señalar dos cuestiones que revelan claramente el significado que adquiere la discusión
actual sobre el problema del Estado:
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–
Por un lado el agotamiento de los planes de ajuste que la banca acreedora ha impuesto sobre los países deudores
desde 1982, ha dado paso a estrategias de negociación de las deudas externas de nuestros países donde los
mecanismos de capitalización asociados a la privatización de empresas públicas han ganado importancia.
La banca logra de este modo, transformar papeles de deuda en negocios productivos.
–
Por otro lado, si durante las décadas del 70 y el 80 los nacionalismos en países como el nuestro eran considerados
un problema clave para la estrategia de seguridad de los EE.UU. hoy la cuestión central es (tal cual señalamos) el
tema del Estado y más concretamente el papel empresario del mismo. Cuando proliferaban las dictaduras militares
bastaba con desnacionalizar el funcionamiento del aparato estatal. Hoy, donde la democratización es una realidad
del continente, la cuestión es desestatizar. Es anular un espacio clave para instalar y potenciar las políticas de los
trabajadores y afirmar estrategias de desarrollo fundadas en mayores niveles de autonomía y justicia social.
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