TEMA 12: CHINA: SOCIEDAD Y ECONOMÍA 0

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Tema 12: China: sociedad y economía.
TEMA 12: CHINA: SOCIEDAD Y ECONOMÍA
0- EL MEDIO FÍSICO
1- LA POBLACIÓN COMO MOTOR Y FRENO DEL DESARROLLO.
2- LA POLÍTICA DEMOGRÁFICA BAJO EL SOCIALISMO.
3- POBLACIÓN Y DESARROLLO.
4- SOCIEDAD Y ECONOMÍA RURAL.
5- FUERTE PROGRESO INDUSTRIAL.
6- LA ORGANIZACIÓN URBANA.
7- BIBLIOGRAFÍA.
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Tema 12: China: sociedad y economía.
0- El medio físico
China es el cuarto país del mundo en extensión total, y el tercer más grande en superficie
terrestres, con más de 9,5 millones de kilómetros cuadrados. Obviamente, un espacio de dicha
extensión tiene que presentar un medio natural compuesto por un conjunto variado de relieves y
zonas biológicas y climáticas.
Simplificando, pueden distinguirse las siguientes unidades morfoestructurales costeras: en el
este, siguiendo la costa del mar Amarillo y del mar de China Oriental, se encuentran las amplias
llanuras aluviales, capaces de albergar una densa población; la zona costera del mar de China
Meridional es más montañosa; en el sur de China el relieve consiste en colinas y pequeñas
cordilleras. El centro presenta dos zonas diferenciadas: en el este se encuentran los delta de ríos
como el Amarillo y el Yangzi; mientras en el oeste se encuentran las grandes cordilleras, como el
Himalaya, así como altiplanicies que dan lugar a un paisaje desértico o árido (Gobi o TaklaMakan), en el que las tormentas de arena son frecuentes, provocando incluso el crecimiento del
desierto en el caso del Gobi.
Las montañas constituyen cerca del 43% de la superficie terrestre en China, mientras que las
meseta montañosas ocupan casi una cuarta parte, de tal forma que sólo el 12 del territorio es
llano.
En gran parte de China se encuentra un clima templado, aunque en el interior occidental se
encuentran regiones desérticas, y en la zona más al sureste una franja de clima tropical. Pero la
masividad de la plataforma continental asiática provoca que los climas adopten en amplias
regiones rasgos continentalizados. Un factor muy importante es el monzón, que en invierno
aporta vientos fríos y secos provenientes de las altas presiones siberianas, mientars que en el
verano traen vientos húmedos y cálidos desde el Pacífico, siendo frecuentes las tormentas
ciclónicas. Las cuencas remotas del noroeste, en cambio, apenas reciben lluvia.
La zona norte, sin barreras protectoras que protejan contra la llegada del aire de Siberia, tiene un
clima de invierno frío y seco, llegando a 10 bajo cero de media al norte de Pekín durante enero
(en contraste con los 30 grados que puede tener en verano) Todavía más frío es el clima de
Manchuria, con -17,8 ºC de promedio, mientras que las de julio suelen exceder los 22,2 ºC.
Las zonas fronterizas con Mongolia tienen climas igualmente extremos: temperaturas de enero
tienen un promedio por debajo de -10 ºC, temperaturas de julio superiores a los 20 ºC, y lluvias
inferiores a 250 litros.
1- La población como motor y freno del desarrollo.
En 1953 la población de China ascendía a 582.600.000 habitantes, cifra que se elevó en 1964
hasta 694.580.000 habitantes, y en 1982 a 1.008.180.000 habitantes, haciendo de China el
primer país del mundo que sobrepasó los mil millones. En el último censo disponible, de 2010,
China cuenta con 1.330 millones de habitantes, estimándose que para el 2015 la población china
se sitúe en 1.410 millones de habitantes.
Entre 1953 y 1989 la tasa de mortalidad cayó desde un 22,5‰ hasta un 7‰ la tasa de natalidad
ha descendido desde un 45‰ en 1953 al 23‰ en 1989. Como resultado de ello, el crecimiento
vegetativo descendió desde el 22,5‰ en 1953, hasta el 16‰ en 1989. A pesar de todo, a ese
ritmo China todavía mostrará un aumento anual de población de casi 18 millones de personas.
Los habitantes de la República Popular China representaban más de una quinta parte de la
humanidad (21,2%).
El descenso en la fertilidad registrado en los años 1950 a 1980 se vio muy favorecido por los
esfuerzos del gobierno por procurar el matrimonio tardío y luego para inducir a las familias
chinas a tener un único hijo, penalizándolas económica y laboralmente en caso contrario. Este
programa se ha complementado con la intervención sanitaria sobre el control de la natalidad y
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métodos anticonceptivos con un costo muy bajo. En 1984 el 70% de todas las parejas casadas en
edad fértil utilizaban métodos anticonceptivos y que 24 millones de parejas habían prometido
formalmente no tener más que un hijo. El aborto es desde hace tiempo legal y hay presiones
sociales para que las mujeres que tienen ya un hijo o más y se quedan embarazadas aborten. En
cambio, las minorías nacionales, generalmente, han sido excluidas del programa gubernamental
de control de la natalidad, por respeto hacia las culturas y creencias de otras etnias.
Se trata de una población joven. En 1980 el 65% de la población era menor de 30 años, por lo
tanto una gran parte de la población china estará en una edad fértil durante bastantes años. En
2010, el 22,6% tenía menos de 15 años. En el extremo opuesto, la población anciana (más de 65
años) no llegaba en el 2010 al 8%.
En septiembre de 1982 la cúpula del Partido Comunista Chino declaró que la nación debía
limitar su población a 1.200 millones hacia finales de siglo, aspecto que no se cumplió. La
densidad de población era de unos 128 hab/km2, aunque la distribución geográfica es muy
desigual
Además de la cuantía total de la población China, es preciso advertir del talante desequilibrado de
su distribución, concentrándose la mayoría en las provincias orientales mientras la mitad occidental
del país permanece casi despoblada: las regiones autónomas como el Tíbet (o Xixang), Xinkiang,
Mongolia Interior y otras no acogen más que a 44 habitantes, con una densidad de unos 10
habitantes por Km2, mientras algunas provincias orientales alcanzan densidades superiores a los
700 hab. por Km2, como Jiansu-Shangai (706), para un media que se estimaba en 130 habitantes
por Km2. La gran mayoría de la población se encuentra en las diecinueve provincias del este, que
históricamente han formado el corazón de China; esto refleja el distinto uso del suelo que se ha
hecho históricamente, así como modelos de asentamiento diferenciados entre los chinos han (en
el este) y las demás etnias (en el oeste). Desde la década de 1960 el gobierno chino ha
promocionado el asentamiento en las tierras de las provincias occidentales y las regiones
autónomas.
Esta distribución obedece al desarrollo de la civilización china sobre las llanuras del Norte del país,
extendiéndose hacia las llanuras costeras meridionales y hacia la inmensa cuenca del río Yangtsé,
bordeada de montañas. Los vigorosos relieves del Oeste del país, entre los que se incluye la vasta
y despoblada meseta del Tíbet, junto con los desiertos interiores del Gobi y Ordós, no atrajeron el
interés de la población de la etnia "han", que fue la que se extendió por todo el territorio nacional,
excepto por las cinco regiones autónomas actuales.
Pero el desarrollo urbano de China ha sido escaso, de manera que las ciudades no han acogido a un
porcentaje importante de población: apenas un 20-25%, si bien en otras estadísticas (en un país
donde cualquier dato demográfico hay que aceptarlo con cautela) elevan dicho porcentaje al 35 o
45%. En todo caso, alrededor de 200 a 400 millones de personas habitan en las ciudades: cifra que
si bien es reducida en términos relativos, es inquietante en términos absolutos. A pesar de la
industrialización, China sigue siendo un país predominantemente rural y agrícola. Aunque ya
existían grandes concentraciones urbanas, incluso antes de la época del Imperio romano, el país
en su conjunto se ha ido urbanizando poco a poco. Sin embargo, alrededor del 72% de la
población se puede clasificar como rural, si aplicamos los mismos criterios que en mundo
occidental.
El territorio nacional se encuentra dividido en 21 provincias, 5 regiones autónomas y 3
municipalidades urbanas dependientes del gobierno central (Pekín, Tianjín y Shanghai), además
del caso específico de Hong Kong, incorporado recientemente a la plena soberanía china. Cada
provincia se encuentra dividida en prefecturas, y éstas en distritos (hasta unos 100 por cada
provincia, y con un tamaño medio de unos 4.500 Km2, es decir, aproximadamente la mitad de
provincias españolas como Valladolid). En todo el territorio se cuenta con más de 192 municipios
con población superior a los 150.000 habitantes, cifra que puede parecer baja. Pero en China no
siempre resulta fácil establecer el límite entre la ciudad y el campo, en medio de un poblamiento
muchas veces disperso y que intercala funciones y economías propiamente urbanas con otras
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rurales en continuidad, hasta el punto de que algunos geógrafos emplean el término de "espacio
rururbano" para referirse a esta realidad. Todas las grandes ciudades, e incluso buena parte de las
de tamaño medio, cuentan con una amplia franja de espacio rururbano a su alrededor, en la que se
interpenetran actividades industriales, artesanales y agrarias.
La migración espontánea desde el campo a las ciudades fue prohibida desde mediados de la
década de 1950 a causa de la falta de trabajo para los habitantes que llegaban a la ciudad. Esta
prohibición fue consecuencia de la idea de Mao Zedong de que las distinciones de clases entre la
población urbana y la rural era la gran causa de las desigualdades sociales en China. Durante la
década de 1960 y la primera mitad de la de 1970 (en especial durante el periodo de la Revolución
Cultural) los chinos desarrollaron una campaña para enviar al campo durante varios años, o
incluso de manera definitiva, a jóvenes educados en las ciudades. Este movimiento debía
proporcionar ciertas habilidades a las zonas rurales y por lo tanto reducir el interés de los
campesinos por emigrar a la ciudad. La importancia del programa de ‘ruralización’ fue
decayendo tras la muerte de Mao en 1976 y fue eliminado de hecho a finales de 1978, momento
en que empezó a aumentar la migración hacia la ciudad.
Por otro lado, la existencia de las comunas como unidad de explotación básica tampoco encaja con
las consideraciones tradicionales sobre el concepto de campo o ciudad: se trata de 53.000 núcleos
de unas 15.000 personas cada uno, constituyendo una unidad administrativa básica en toda la
China rural, y con un núcleo de poblamiento central en el que se encuentran los servicios
comunales, y se subdivide en brigadas y equipos de producción, de unas 1.000 y 150 personas
respectivamente.
¿Cómo se han podido alcanzar tales acúmulos de población en la China oriental? La evolución de
la población china a lo largo de su historia no parece clara: tal vez hacia 1700 contaba con unos
150 millones de habitantes, y en 1794 ya 313; a mediados del siglo XIX alcanzaría unos 430
millones, que vivirían ya en condiciones muy difíciles, y en 1953, en el primer censo nacional, se
contaron para sorpresa de las autoridades comunistas 602 millones de chinos, de los que 582 vivían
en la China continental.
La población china, antes de la revolución comunista, sufría una situación similar a la de otros
países tercermundistas. Tenía un comportamiento demográfico pronatalista, con una natalidad de
aproximadamente el 37 por mil y una mortalidad elevada, del 18 por mil: la población crecía a
un 1,9% anual. Era una sociedad organizada alrededor de la familia patriarcal, con tres
generaciones bajo el mismo techo, en la que los hijos representaban la fuerza de trabajo y el
seguro para la vejez, razón por la que se había extendido (ante la presión sobre el suelo) el
infanticidio femenino (las hijas son consideradas un gasto inútil, pues al casarse van a trabajar
para la familia del marido, y viceversa).
En cuanto a la distribución étnica, la población china es aproximadamente en un 93% de etnia
china o han, aunque las variaciones lingüísticas son muy acusadas. Existen 56 minorías
nacionales, como los zhuang, con unos 14,6 millones de habitantes.
2- La política demográfica bajo el socialismo.
La política demográfica sufrió cambios radicales durante los primeros 20 años del socialismo,
hasta quedar plenamente definida en sus términos actuales a partir de 1969, momento en el que se
inicia un drástico control de natalidad, potenciado a partir de 1979, año de la campaña coercitiva
del hijo único. El primer ministro Tan Chenlin indicaba en 1964 que en el futuro próximo podrían
cultivarse 133 millones de hectáreas, capaces de satisfacer las necesidades de 2.000 millones de
personas, cifra que se esperaba alcanzar en breve plazo. Pero los dirigentes chinos afirmaban poco
después que el problema demográfico no era sólo una cuestión numérica, sino que estribaba en el
excesivamente rápido rito de incremento de la población, al que no se podía oponer un ritmo
paralelo en la explotación de nuevos recursos: el objetivo ya no estaba en obtener más recursos de
forma acelerada, sino en llegar a un crecimiento negativo de la población en el año 2010.
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Durante el periodo 1975-2000, según datos contrastados, el crecimiento vegetativo anual se situó
en un 1,3%. Las previsiones realizadas en 2003 para el período 2000-2015 hablan de un
crecimiento débil de población, del 0,7% anual.
Inicialmente, a partir de la revolución de 1949, se había favorecido una política pronatalista, propia
del marxismo ortodoxo. Por su deseo de recuperar la población perdida durante la guerra civil
anterior, la política expansionista en natalidad va a mantenerse hasta 1954. En ese año, conocidos
los alarmantes resultados del censo de población de 1953, que cifraba en 582 millones la población
de China continental, se inicia una campaña a favor de la contracepción, muy tímida inicialmente,
hasta 1956, y firme desde entonces hasta el comienzo del Gran Salto Adelante de 1958. El lapso
transcurrido entre el Gran Salto y 1962 supone un retroceso en la política favorable a la
contracepción, pues la euforia política e ideológica ahoga los intentos de un serio control de
nacimientos. Pero desde 1962 un gobierno más acorde con la realidad, y escarmentado con las
utópicas políticas precedentes, abogará de forma coactiva por el control de natalidad, hasta 1966,
en que sucede la Revolución Cultural: este acontecimiento, con gran carga ideológica, reintroduce
una relajación social, que también afecta al control de natalidad, liberalizado: en 1968 China crece
un 2,9%, cifra absolutamente alarmante, y que de nuevo sitúa al control de natalidad entre las
prioridades del gobierno.
La medida más eficaz al respecto fue el retraso de la edad del matrimonio, que en la China
tradicional era de 15-16 años para las mujeres, por lo que se llevó una campaña intensa en favor del
matrimonio tardío, recomendándose los 23 y 26 años para mujeres y hombres respectivamente. El
propio Mao recomendó esta idea, que se impondrá incluso en el tradicionalista medio rural. En los
años 70 más del 90% de los matrimonios de las ciudades eran de celebración tardía, y la medida
fue especialmente acatada en las regiones más populosas.
También existió una recomendación en favor de un número de hijos bajo: dos o, a lo sumo, tres, y
espaciados en el tiempo. Entre otras razones se argumentaba la salud y el interés profesional de la
madre, la mejor educación de los hijos, etc. Pero a partir de 1979 se desató la campaña del hijo
único, que produjo una caída notable de la natalidad dadas las presiones ejercidas sobre las familias
(imposibilidad de acceder al funcionariado, de obtener sanidad y educación gratuitas, raciones
alimenticias más abundantes para las familias de un solo hijo, parcelas privadas más grandes y
mejores, etc. Pero a finales de la década de los 80 ya existía un relajamiento generalizado en cuanto
a la búsqueda de un segundo hijo, y fenómenos muy generalizados de ocultación de los hijos
haciéndoles pasar por vástagos de matrimonios infértiles, etc. La Administración, en los años 90,
ha dedicado más atención a la persecución del tercer y cuarto hijo. En la actualidad, los premios a
los matrimonios de un solo hijo son: atención hospitalaria durante el parto; atención médica y
educación gratuita para el hijo; trato preferente en el colegio; prioridad en la concesión de
viviendas; paga mensual extra al año; trato preferente en la obtención de empleo. Las sanciones
actuales consisten en: amonestación oficial por el segundo hijo; reducción del salario por el tercer
hijo; las mujeres embarazadas del tercer y cuarto hijo son inducidas por los centros de salud a
abortar; las multas para el tercer y cuarto hijo pueden llegar a los 80.000 yuans (el salario medio
mensual oficial es de 150 yuans), si bien no suelen aplicarse con excesivo rigor. Se calcula que en
las regiones costeras del este, dos de cada diez nacidos son en la actualidad ilegales, y
frecuentemente se encuentran marginados por la imposibilidad de su escolarización, atención
sanitaria, etc. Cada año nacen unos 9 millones de niños ilegales.
Con todo, la administración china ha reconocido que en 1990 la tasa de fecundidad fue de 2,3
hijos por mujer, cayendo en el quinquenio 1995-2000 a 1,8 hijos por mujer.
La generalización de técnicas contraceptivas se basó tanto en la esterilización como en las píldoras,
DIUs y otros medios, de modo que el 74% de la población femenina en edad fértil usa métodos
anticonceptivos, estando extendido el aborto terapéutico (29 por cada 100 nacimientos, en 1979,
según el Banco Mundial). Paralelamente, se ha intentado una mejora general del sistema sanitario,
adscribiendo a cada equipo de producción (de unas 150 personas) un auxiliar sanitario, y a cada
brigada de trabajo (unas 1.000 personas) un centro médico asistido por dos "médicos de los pies
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descalzos" (ambulantes) encargados de la higiene, inmunización, vacunación, planificación
familiar, y curas elementales, existiendo un centro de salud en cada comuna y un hospital en cada
distrito.
La sociedad china ha logrado cambiar una moral sexual y un comportamiento demográfico
asentado durante milenios. La natalidad ha caído hasta valores que van del 18 al 15 por mil (según
fuentes), y la mortalidad hasta un 6 por mil (teniendo en cuenta que se trata de una población
joven), con lo que el crecimiento demográfico se sitúa en valores sólo ligeramente por encima del 1
por mil, aunque esta tasa amenaza un repunte en los últimos años. Todavía se observa, no obstante
gran diferencia entre la ciudad y el campo en comportamientos demográficos. El crecimiento de
población es debido en parte a factores provenientes del pasado, al tratarse de una población joven
y que ha reducido la mortalidad infantil del 250-300 por mil de antes de la revolución comunista a
un 44 por mil actual. Paralelamente a estos cambios demográficos, o tal vez en la base de ellos, se
ha producido una incorporación sorprendente en su ritmo de la mujer al mundo del trabajo,
estableciéndose ya en 1950 la plena igualdad jurídica entre cónyuges, y estando presente casi al
50% en enseñanza secundaria y universitaria, en tanto antes de 1949 su presencia era residual.
De este modo China se sitúa entre los primeros países del mundo en cuanto al control de la
natalidad y está por delante de los países desarrollados respecto al uso de técnicas contraceptivas:
en EE.UU., por ejemplo, sólo llegan a un 68% las mujeres que las usan, mientras en China son
consumidas por el 74% de las mujeres en edad fértil. Como aspecto negativo, se detecta una
elevada tasa de niños abandonados por superar las tasas de lo que indica lo "políticamente
correcto" en una sociedad tan dependiente del Estado para el bienestar y la consideración
personales.
Pero la población de China va a seguir creciendo, dada su estructura por edades y el predominio de
jóvenes. Cada año se incrementará en unos 11 a 17 millones de personas: lo que, evidentemente,
hipoteca en buena medida cualquier expectativa de desarrollo del país.
Alimentación, vivienda, educación y empleo son los cuatro puntos cardinales que orientan la
política de desarrollo, modificados constantemente por el continuo incremento de esta ingente
población. En la alimentación se han conseguido progresos sorprendentes, llegando a satisfacer
todas las necesidades alimentarias totales. Es cierto que el ritmo de crecimiento agrícola ha sido
muy dispar: creció un 2,1% entre 1952 y 1957, se redujo hasta un 0,2% posteriormente, y se
disparó en 1977 y años siguientes hasta el 6,7% anual, gracias a las medidas liberalizadoras de la
producción y venta. China cuenta, de esta forma (y merced a unas importaciones que no superan el
3% de la producción agrícola total) con una media de 2.628 calorías por personas y día a finales de
los años 80 (superior en un 3% a las cantidades consideradas suficientes), superando también ese
déficit histórico de la alimentación china en proteínas (con 62,6 gramos diarios, un 63% por
encima de los necesarios), presentando tan sólo deficiencias como avitaminosis y falta de
minerales específicos que sólo se solucionarían con un desarrollo económico general (mayor
diversificación de la dieta, como señala el Banco Mundial). Pero resulta sorprendente el esfuerzo
realizado para alimentar con una corrección fundamental a unos 1.300 millones de personas,
partiendo de una situación de hambre crónica antes de la Revolución china.
En la vivienda se han realizado avances no menos espectaculares. En el medio rural apenas existe
escasez de viviendas, que suelen ser familiares. En las ciudades, el Estado ha tenido que invertir
enormes sumas de capitales para erradicar las chabolas. Los inmuebles, construidos por el Estado,
son asignados a las fábricas para que los distribuyan entre los obreros por módicos alquileres (el
10% del salario del cabeza de familia), aunque se trata de espacios reducidos, con 5 a 18 metros
cuadrados de superficie útil por persona.
La educación partía de una situación propia de país tercermundista: más del 80% de analfabetos
antes de la Revolución, con escasez endémica de profesores y centros. En la actualidad, la
enseñanza primaria (obligatoria) afecta al 93% de los niños en edad de cursarla, en tanto que
concurren a las aulas de segunda enseñanza más de la mitad de la población en edad. Sin embargo,
para hacer posible este milagro se ha tenido que recurrir por una parte a profesores no titulados,
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admitiendo hasta 47 alumnos por aula. En 1990 el analfabetismo era de menos del 20% (y
básicamente sólo afectaba a la población de mayor edad). Por otro lado, se trata de una educación
instrumentalizada incluso en sus niveles superiores, lo que constituye un freno a su progreso y
desalienta las expectativas de los estudiantes, como se puso de manifiesto en los sucesos de la
plaza de Tiananmen.
Uno de los programas más ambiciosos del Partido Comunista ha sido el establecimiento de la
educación pública universal para toda la población. En los dos primeros años del nuevo gobierno
(1949-1951) más de 60 millones de campesinos acudieron a las ‘escuelas de invierno’,
establecidas para aprovechar la estación de descanso de los trabajadores agrícolas. Mao declaró
que una meta primordial de la educación era reducir las diferencias de clase por lo que era
fundamental reducir las distancias sociales entre el trabajo manual y el intelectual, entre los
residentes en la ciudad y el campo, y entre el obrero y el campesino.
El desarrollo más radical en la educación de China tuvo lugar entre 1966 y 1978. Durante la
Revolución Cultural de 1966 a 1969, se cerraron prácticamente todas las escuelas del país. Los
131 millones de jóvenes que estaban inscritos en las escuelas primarias y secundarias tuvieron
que abandonarlas; muchos se involucraron en los esfuerzos de Mao por crear una nueva elite
china, en la que hubiera jóvenes críticos que revisaran los programas políticos gubernamentales.
En 1968 y 1969 se volvieron a abrir, pero hasta el periodo de 1970 a 1972 todas las instituciones
de educación superior permanecieron cerradas.
Las políticas gubernamentales respecto a la educación cambiaron de un modo drástico. Los trece
años tradicionales desde el jardín de infancia hasta el grado 12 se vieron reducidos a un plan de 9
o 10 años para la escuela primaria y secundaria (o media). Las escuelas universitarias que
tradicionalmente habían tenido una duración de cuatro o cinco años, adoptaron un programa de
tres años, y parte de este tiempo se dedicaba a un trabajo productivo para apoyar a la escuela.
También se hizo indispensable un periodo de dos años de trabajos manuales para la mayor parte
de los graduados de la escuela secundaria que deseaban continuar estudios universitarios. Tras la
muerte de Mao en 1976 se revisó profundamente esta política. Como resultado de ello, y a causa
de un creciente interés por el desarrollo de las áreas científicas, el sistema educativo volvió a ser
similar a la de los años anteriores a la Revolución Cultural. Los programas para la escolarización
primaria y secundaria (en sus dos ciclos) se fueron reajustando gradualmente para volver a los
doce años de estudio, y los graduados del segundo ciclo de la escuela secundaria o preparatoria
ya no tuvieron que ir a trabajar al campo durante dos años para poder acceder a las escuelas
universitarias.
La creación de puestos de trabajo ha sido suficiente como para superar incluso el ritmo
demográfico. Si hasta finales de la década de los 70 la mayor parte de los colocados se canalizan
hacia el sector primario, intensificando su producción mediante el uso masivo de mano de obra (lo
que convertía al campo en un sector con una amplia productividad marginal o negativa),
posteriormente se potenció la creación de puestos de trabajo industriales, recurriendo para ello a las
inversiones de capital extranjero. En China se ha dado un modélico punto intermedio entre no
renunciar a los principios básicos del comunismo y admitir una cierta participación selectiva y
dirigida (encauzada) del capital privado extranjero hacia sectores industriales claves, favorecedores
de un desarrollo global de su economía.
Sin embargo, este ejército de trabajadores se encuentra claramente descompensado,, y así el
número de trabajadores activos agrarios aumenta a mayor velocidad que en el resto de sectores
productivos, a pesar de la rígida política de industrialización y desarrollo de talleres y
manufacturas. El desempleo juvenil es especialmente acusado en dos grupos de población: la
población urbana instruida (que no encuentra una compensación a su progresivo aumento en la
existencia de plazas laborales para personal cualificado, muestra de la rigidez económica china) y
los residentes en las zonas rurales que experimentan mayor mecanización de la agricultura.
China ha llegado, por tanto, a asimilar su crecimiento demográfico como un motor de desarrollo en
lugar como un carga a su desarrollo, como sucede en los países tercermundistas. Y lo ha hecho,
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bien es cierto, a base de fijar una política de mínimos, tanto en alimentación como en educación,
sanidad u otros aspectos: buena parte de la población laboral agrícola apenas tiene sino su fuerza
de trabajo o un instrumental rudimentario con que enfrentarse a la labor de producir, casi en
estrecha dependencia de las condiciones naturales. Pero sólo así le ha sido posible asimilar este
desbordante crecimiento (en términos absolutos) de la población, y crear por ejemplo 8 millones de
nuevos puestos de trabajo cada año. No cabe duda, tampoco, que el modelo chino (aprovechar el
recurso de la fuerza de la población: como decía Maó, bastaría con que todos los chinos dieran al
tiempo una patada en el suelo para que la Tierra temblara) no es extrapolable sin dificultades a
otros ámbitos del tercer mundo: pues no debemos olvidar que ese sentido del sacrificio, que esa
aceptación de la primacía de los derechos de la colectividad frente a intereses particulares, estaba
arraigado incluso antes de la Revolución comunista, en una población que históricamente se ha
visto impelida a soportar una tremenda presión sobre el espacio, recurriendo a formas de vida y de
trabajo que en otros ámbitos y civilizaciones serían difíciles de implantar.
En 2010 China ha registrado un crecimiento vegetativo anual de 0,51%, una mortalidad infantil del
21 por mil (muy alejada del 68 por mil de India), una esperanza de vida de 73 años (frente a los 64
de India) La economía China seguirá creciendo. En el año 2010 China tiene la segunda economía
más grande del mundo.
En 1953 la población de China ascendía a 582.600.000 habitantes, cifra que se elevó en 1964
hasta 694.580.000 habitantes, y en 1982 a 1.008.180.000 habitantes, haciendo de China el
primer país del mundo que sobrepasó los mil millones. En el último censo disponible, de 2000,
hecho público a comienzos de 2002, China cuenta con 1.275 millones de habitantes. La previsión
realizada a comienzos de 2003 prevé que para el 2015 la población china se sitúe en 1.410
millones de habitantes.
Entre 1953 y 1989 la tasa de mortalidad cayó desde un 22,5‰ hasta un 7‰ la tasa de natalidad
ha descendido desde un 45‰ en 1953 al 23‰ en 1989. Como resultado de ello, el crecimiento
vegetativo descendió desde el 22,5‰ en 1953, hasta el 16‰ en 1989. A pesar de todo, a ese
ritmo China todavía mostrará un aumento anual de población de casi 18 millones de personas.
A mediados del 1988 se estimaba una población global de 1.087 millones de habitantes en
la República Popular China, los cuales, sobre un total de 5.128 millones, representaban más de una
quinta parte de la humanidad (21,2%). Sin embargo, censos posteriores "descubrieron" que como
poco China tiene una población superior en un centenar de millones esa población estimada, hasta
el punto de constituir la cuantía exacta de habitantes del país un misterio incluso para las
autoridades chinas. Lo citamos más que como anécdota, como rasgo de la complejidad de ejercer
una administración (y estadística) eficaz sobre un espacio y población tan amplio, como muestra de
las complejidades de llegar a los últimos rincones de un interior del país casi abandonado a su
suerte, y como marca de una política demográfica restrictiva y coactiva que la población no acepta,
dándose una ocultación de la natalidad.
El descenso en la fertilidad registrado en los años 1950 a 1980 se vio muy favorecido por los
esfuerzos del gobierno por procurar el matrimonio tardío y luego para inducir a las familias
chinas a tener un único hijo, penalizándolas económica y laboralmente en caso contrario. Este
programa se ha complementado con la intervención sanitaria sobre el control de la natalidad y
métodos anticonceptivos con un costo muy bajo. En 1984 el 70% de todas las parejas casadas en
edad fértil utilizaban métodos anticonceptivos y que 24 millones de parejas habían prometido
formalmente no tener más que un hijo. El aborto es desde hace tiempo legal y hay presiones
sociales para que las mujeres que tienen ya un hijo o más y se quedan embarazadas aborten. En
cambio, las minorías nacionales, generalmente, han sido excluidas del programa gubernamental
de control de la natalidad, por respeto hacia las culturas y creencias de otras etnias.
Se trata de una población joven. En 1980 el 65% de la población era menor de 30 años, por lo
tanto una gran parte de la población china estará en una edad fértil durante bastantes años. En
2000, el 24,8% tenía menos de 15 años (mientras se prevé que para el 2015 esta cifra caiga al
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Tema 12: China: sociedad y economía.
19,4%). En el extremo opuesto, la población anciana (más de 65 años) no llegaba en el 2000 al
7%.
En septiembre de 1982 la cúpula del Partido Comunista Chino declaró que la nación debía
limitar su población a 1.200 millones hacia finales de siglo, aspecto que no se cumplió. La
densidad de población era de unos 128 hab/km2, aunque la distribución geográfica es muy
desigual
Además de la cuantía total de la población China, es preciso advertir del talante desequilibrado de
su distribución, concentrándose la mayoría en las provincias orientales mientras la mitad occidental
del país permanece casi despoblada: las regiones autónomas como el Tíbet (o Xixang), Xinkiang,
Mongolia Interior y otras no acogen más que a 44 habitantes, con una densidad de unos 10
habitantes por Km2, mientras algunas provincias orientales alcanzan densidades superiores a los
700 hab. por Km2, como Jiansu-Shangai (706), para un media que en 2000 se estimaba en 128
habitantes por Km2. La gran mayoría de la población se encuentra en las diecinueve provincias
del este, que históricamente han formado el corazón de China; esto refleja el distinto uso del
suelo que se ha hecho históricamente, así como modelos de asentamiento diferenciados entre los
chinos han (en el este) y las demás etnias (en el oeste). Desde la década de 1960 el gobierno
chino ha promocionado el asentamiento en las tierras de las provincias occidentales y las
regiones autónomas.
Esta distribución obedece al desarrollo de la civilización china sobre las llanuras del Norte
del país, extendiéndose hacia las llanuras costeras meridionales y hacia la inmensa cuenca del río
Yangtsé, bordeada de montañas. Los vigorosos relieves del Oeste del país, entre los que se incluye
la vasta y despoblada meseta del Tíbet, junto con los desiertos interiores del Gobi y Ordós, no
atrajeron el interés de la población de la etnia "han", que fue la que se extendió por todo el
territorio nacional, excepto por las cinco regiones autónomas actuales.
Pero el desarrollo urbano de China ha sido escaso, de manera que las ciudades no han
acogido a un porcentaje importante de población: apenas un 20-25%, si bien en otras estadísticas
(en un país donde cualquier dato demográfico hay que aceptarlo con cautela) elevan dicho
porcentaje al 35 o 45%. En todo caso, alrededor de 200 a 400 millones de personas habitan en las
ciudades: cifra que si bien es reducida en términos relativos, es inquietante en términos absolutos.
A pesar de la industrialización, China sigue siendo un país predominantemente rural y agrícola.
Aunque ya existían grandes concentraciones urbanas, incluso antes de la época del Imperio
romano, el país en su conjunto se ha ido urbanizando poco a poco. Sin embargo, alrededor del
72% de la población se puede clasificar como rural, si aplicamos los mismos criterios que en
mundo occidental.
El territorio nacional se encuentra dividido en 21 provincias, 5 regiones autónomas y 3
municipalidades urbanas dependientes del gobierno central (Pekín, Tianjín y Shanghai), además
del caso específico de Hong Kong, incorporado recientemente a la plena soberanía china. Cada
provincia se encuentra dividida en prefecturas, y éstas en distritos (hasta unos 100 por cada
provincia, y con un tamaño medio de unos 4.500 Km2, es decir, aproximadamente la mitad de
provincias españolas como Valladolid). En todo el territorio se cuenta con más de 192 municipios
con población superior a los 150.000 habitantes, cifra que puede parecer baja. Pero en China no
siempre resulta fácil establecer el límite entre la ciudad y el campo, en medio de un poblamiento
muchas veces disperso y que intercala funciones y economías propiamente urbanas con otras
rurales en continuidad, hasta el punto de que algunos geógrafos emplean el término de "espacio
rururbano" para referirse a esta realidad. Todas las grandes ciudades, e incluso buena parte de las
de tamaño medio, cuentan con una amplia franja de espacio rururbano a su alrededor, en la que se
interpenetran actividades industriales, artesanales y agrarias.
La migración espontánea desde el campo a las ciudades fue prohibida desde mediados de la
década de 1950 a causa de la falta de trabajo para los habitantes que llegaban a la ciudad. Esta
prohibición fue consecuencia de la idea de Mao Zedong de que las distinciones de clases entre la
población urbana y la rural era la gran causa de las desigualdades sociales en China. Durante la
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Tema 12: China: sociedad y economía.
década de 1960 y la primera mitad de la de 1970 (en especial durante el periodo de la
Revolución Cultural) los chinos desarrollaron una campaña para enviar al campo durante varios
años, o incluso de manera definitiva, a jóvenes educados en las ciudades. Este movimiento debía
proporcionar ciertas habilidades a las zonas rurales y por lo tanto reducir el interés de los
campesinos por emigrar a la ciudad. La importancia del programa de ‘ruralización’ fue
decayendo tras la muerte de Mao en 1976 y fue eliminado de hecho a finales de 1978, momento
en que empezó a aumentar la migración hacia la ciudad.
Por otro lado, la existencia de las comunas como unidad de explotación básica tampoco
encaja con las consideraciones tradicionales sobre el concepto de campo o ciudad: se trata de
53.000 núcleos de unas 15.000 personas cada uno, constituyendo una unidad administrativa básica
en toda la China rural, y con un núcleo de poblamiento central en el que se encuentran los servicios
comunales, y se subdivide en brigadas y equipos de producción, de unas 1.000 y 150 personas
respectivamente.
¿Cómo se han podido alcanzar tales acúmulos de población en la China oriental? La
evolución de la población china a lo largo de su historia no parece clara: tal vez hacia 1700 contaba
con unos 150 millones de habitantes, y en 1794 ya 313; a mediados del siglo XIX alcanzaría unos
430 millones, que vivirían ya en condiciones muy difíciles, y en 1953, en el primer censo nacional,
se contaron para sorpresa de las autoridades comunistas 602 millones de chinos, de los que 582
vivían en la China continental.
La población china, antes de la revolución comunista, sufría una situación similar a la de
otros países tercermundistas. Tenía un comportamiento demográfico pronatalista, con una
natalidad de aproximadamente el 37 por mil y una mortalidad elevada, del 18 por mil: la
población crecía a un 1,9% anual. Era una sociedad organizada alrededor de la familia patriarcal,
con tres generaciones bajo el mismo techo, en la que los hijos representaban la fuerza de trabajo
y el seguro para la vejez, razón por la que se había extendido (ante la presión sobre el suelo) el
infanticidio femenino (las hijas son consideradas un gasto inútil, pues al casarse van a trabajar
para la familia del marido, y viceversa).
En cuanto a la distribución étnica, la población china es aproximadamente en un 93% de
etnia china o han, aunque las variaciones lingüísticas son muy acusadas. Existen 56 minorías
nacionales, como los zhuang, con unos 14,6 millones de habitantes.
Entre un 60 y un 80% de la población (según el criterio que se adopte), vive en el campo, lo
que convierte a los medios rurales en áreas de singular importancia en el territorio nacional, tanto
por su extensión como por una presión humana siempre en aumento. La Revolución ha supuesto la
intensificación del labrantío, pero también acabar con las flagrantes desigualdades sociales
preexistentes, con un vasto programa de transformaciones sociales, económicas y espaciales, que
han cambiado el país. Sin embargo, también al respecto existen períodos contradictorios en la
política estatal, como veremos. Los datos oficiales del censo del 2010 reconocen una población
urbana del 43% (frente al 30% de India), que para el 2015 alcanzará el 49,5%. En 2010, el 18% de
la población vive en ciudades de más de un millón de habitantes (cifra que para India es del 13%)
3- Población y desarrollo.
Alimentación, vivienda, educación y empleo son los cuatro puntos cardinales que orientan
la política de desarrollo, modificados constantemente por el continuo incremento de esta ingente
población. En la alimentación se han conseguido progresos sorprendentes, llegando a satisfacer
todas las necesidades alimentarias totales. Es cierto que el ritmo de crecimiento agrícola ha sido
muy dispar: creció un 2,1% entre 1952 y 1957, se redujo hasta un 0,2% posteriormente, y se
disparó en 1977 y años siguientes hasta el 6,7% anual, gracias a las medidas liberalizadoras de la
producción y venta. China cuenta, de esta forma (y merced a unas importaciones que no superan el
3% de la producción agrícola total) con una media de 2.628 calorías por personas y día a finales de
los años 80 (superior en un 3% a las cantidades consideradas suficientes), superando también ese
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Tema 12: China: sociedad y economía.
déficit histórico de la alimentación china en proteínas (con 62,6 gramos diarios, un 63% por
encima de los necesarios), presentando tan sólo deficiencias como avitaminosis y falta de
minerales específicos que sólo se solucionarían con un desarrollo económico general (mayor
diversificación de la dieta, como señala el Banco Mundial). Pero resulta sorprendente el esfuerzo
realizado para alimentar con una corrección fundamental a unos 1.200 millones de personas,
partiendo de una situación de hambre crónica antes de la Revolución china.
En la vivienda se han realizado avances no menos espectaculares. En el medio rural apenas
existe escasez de viviendas, que suelen ser familiares. En las ciudades, el Estado ha tenido que
invertir enormes sumas de capitales para erradicar las chabolas. Los inmuebles, construidos por el
Estado, son asignados a las fábricas para que los distribuyan entre los obreros por módicos
alquileres (el 10% del salario del cabeza de familia), aunque se trata de espacios reducidos, con 5 a
18 metros cuadrados de superficie útil por persona.
La educación partía de una situación propia de país tercermundista: más del 80% de
analfabetos antes de la Revolución, con escasez endémica de profesores y centros. En la
actualidad, la enseñanza primaria (obligatoria) afecta al 93% de los niños en edad de cursarla, en
tanto que concurren a las aulas de segunda enseñanza más de la mitad de la población en edad. Sin
embargo, para hacer posible este milagro se ha tenido que recurrir por una parte a profesores no
titulados, admitiendo hasta 47 alumnos por aula. En 1990 el analfabetismo era de menos del 20%
(y básicamente sólo afectaba a la población de mayor edad). Por otro lado, se trata de una
educación instrumentalizada incluso en sus niveles superiores, lo que constituye un freno a su
progreso y desalienta las expectativas de los estudiantes, como se puso de manifiesto en los
sucesos de la plaza de Tiananmen.
Uno de los programas más ambiciosos del Partido Comunista ha sido el establecimiento de la
educación pública universal para toda la población. En los dos primeros años del nuevo gobierno
(1949-1951) más de 60 millones de campesinos acudieron a las ‘escuelas de invierno’,
establecidas para aprovechar la estación de descanso de los trabajadores agrícolas. Mao declaró
que una meta primordial de la educación era reducir las diferencias de clase por lo que era
fundamental reducir las distancias sociales entre el trabajo manual y el intelectual, entre los
residentes en la ciudad y el campo, y entre el obrero y el campesino.
El desarrollo más radical en la educación de China tuvo lugar entre 1966 y 1978. Durante la
Revolución Cultural de 1966 a 1969, se cerraron prácticamente todas las escuelas del país. Los
131 millones de jóvenes que estaban inscritos en las escuelas primarias y secundarias tuvieron
que abandonarlas; muchos se involucraron en los esfuerzos de Mao por crear una nueva elite
china, en la que hubiera jóvenes críticos que revisaran los programas políticos gubernamentales.
En 1968 y 1969 se volvieron a abrir, pero hasta el periodo de 1970 a 1972 todas las instituciones
de educación superior permanecieron cerradas.
Las políticas gubernamentales respecto a la educación cambiaron de un modo drástico. Los trece
años tradicionales desde el jardín de infancia hasta el grado 12 se vieron reducidos a un plan de 9
o 10 años para la escuela primaria y secundaria (o media). Las escuelas universitarias que
tradicionalmente habían tenido una duración de cuatro o cinco años, adoptaron un programa de
tres años, y parte de este tiempo se dedicaba a un trabajo productivo para apoyar a la escuela.
También se hizo indispensable un periodo de dos años de trabajos manuales para la mayor parte
de los graduados de la escuela secundaria que deseaban continuar estudios universitarios. Tras la
muerte de Mao en 1976 se revisó profundamente esta política. Como resultado de ello, y a causa
de un creciente interés por el desarrollo de las áreas científicas, el sistema educativo volvió a ser
similar a la de los años anteriores a la Revolución Cultural. Los programas para la escolarización
primaria y secundaria (en sus dos ciclos) se fueron reajustando gradualmente para volver a los
doce años de estudio, y los graduados del segundo ciclo de la escuela secundaria o preparatoria
ya no tuvieron que ir a trabajar al campo durante dos años para poder acceder a las escuelas
universitarias.
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Tema 12: China: sociedad y economía.
La creación de puestos de trabajo ha sido suficiente como para superar incluso el ritmo
demográfico. Si hasta finales de la década de los 70 la mayor parte de los colocados se canalizan
hacia el sector primario, intensificando su producción mediante el uso masivo de mano de obra (lo
que convertía al campo en un sector con una amplia productividad marginal o negativa),
posteriormente se potenció la creación de puestos de trabajo industriales, recurriendo para ello a las
inversiones de capital extranjero. En China se ha dado un modélico punto intermedio entre no
renunciar a los principios básicos del comunismo y admitir una cierta participación selectiva y
dirigida (encauzada) del capital privado extranjero hacia sectores industriales claves, favorecedores
de un desarrollo global de su economía.
Sin embargo, este ejército de trabajadores se encuentra claramente descompensado,, y así el
número de trabajadores activos agrarios aumenta a mayor velocidad que en el resto de sectores
productivos, a pesar de la rígida política de industrialización y desarrollo de talleres y
manufacturas. El desempleo juvenil es especialmente acusado en dos grupos de población: la
población urbana instruida (que no encuentra una compensación a su progresivo aumento en la
existencia de plazas laborales para personal cualificado, muestra de la rigidez económica china) y
los residentes en las zonas rurales que experimentan mayor mecanización de la agricultura.
China ha llegado, por tanto, a asimilar su crecimiento demográfico como un motor de
desarrollo en lugar como un carga a su desarrollo, como sucede en los países tercermundistas. Y lo
ha hecho, bien es cierto, a base de fijar una política de mínimos, tanto en alimentación como en
educación, sanidad u otros aspectos: buena parte de la población laboral agrícola apenas tiene sino
su fuerza de trabajo o un instrumental rudimentario con que enfrentarse a la labor de producir, casi
en estrecha dependencia de las condiciones naturales. Pero sólo así le ha sido posible asimilar este
desbordante crecimiento (en términos absolutos) de la población, y crear por ejemplo 8 millones de
nuevos puestos de trabajo cada año. No cabe duda, tampoco, que el modelo chino (aprovechar el
recurso de la fuerza de la población: como decía Maó, bastaría con que todos los chinos dieran al
tiempo una patada en el suelo para que la Tierra temblara) no es extrapolable sin dificultades a
otros ámbitos del tercer mundo: pues no debemos olvidar que ese sentido del sacrificio, que esa
aceptación de la primacía de los derechos de la colectividad frente a intereses particulares, estaba
arraigado incluso antes de la Revolución comunista, en una población que históricamente se ha
visto impelida a soportar una tremenda presión sobre el espacio, recurriendo a formas de vida y de
trabajo que en otros ámbitos y civilizaciones serían difíciles de implantar.
4- Sociedad y economía rural.
Entre un 60 y un 80% de la población (según el criterio que se adopte), vive en el campo, lo
que convierte a los medios rurales en áreas de singular importancia en el territorio nacional, tanto
por su extensión como por una presión humana siempre en aumento. La Revolución ha supuesto la
intensificación del labrantío, pero también acabar con las flagrantes desigualdades sociales
preexistentes, con un vasto programa de transformaciones sociales, económicas y espaciales, que
han cambiado el país. Sin embargo, también al respecto existen períodos contradictorios en la
política estatal, como veremos. Los datos oficiales del censo del 2000 reconocen una población
urbana del 35,8% (cifrada en 1975 en el 17,4%), y una proyección para el 2015 del 49,5% de
población urbana.
Bajo la dinastía Tang comenzaron a formarse grandes propiedades agrarias por la ruina del
pequeño campesinado y por la compra de sus tierras por parte de usureros, comerciantes y
funcionarios. En el siglo XVII ya eran frecuentes los levantamientos campesinos, en medio de
oleadas de muertes masivas por hambre, y perduran hasta el siglo XIX. Si inicialmente la
propiedad era considerada un bien estatal, dado por el Estado a cada campesino, la existencia de
esa rica clase acaparadora de tierras había introducido el concepto de propiedad privada, que
estuvo ligado desde el principio a acaparación de tierras (el 4% de los propietarios posee la mitad
del terreno de cultivo, generalmente sin aprovechar sus tierras).
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Tema 12: China: sociedad y economía.
Por eso, la idea comunista de la propiedad colectiva no era algo que resultara exótico, sino
conocido y deseado por la gran mayoría de la población. En 1950 el gobierno comunista promulgó
la ley de la reforma agraria, que pretendía romper definitivamente con el pasado, si bien introdujo
una fase de transición: se consintió temporalmente la pequeña propiedad privada, expropiando a
los absentistas y eliminando los abusos en el arrendamiento: se trataba de una reforma liberal, que
repartió aproximadamente la mitad de la tierra de cultivo entre unos 300 millones de campesinos,
en lotes minúsculos de un quinceavo de hectárea en el este y sur, un quinto de hectárea en el centro
(menos productivo por cuestiones climáticas) y hasta algo más de una hectárea en las poco
atractivas tierras del norte de Manchuria. Además de los 300 millones de nuevos propietarios,
subsistían 70 millones de propietarios pequeños, y unos 40 de grandes propietarios a los que se ha
privado de la mitad de sus tierras.
Sin embargo, esta distribución minifundista resultó inadecuada: la producción agrícola
global llegó incluso a disminuir, al desmembrar las antiguas explotaciones bien gestionadas y
entregarlas a campesinos sin equipar: se acordó la concentración de explotaciones y la
colectivización de los medios de producción. Los equipos de ayuda mutua de producción reunían a
7 u 8 familias que aprovechan en común herramientas y animales de tiro. En 1954 ya el 60% de los
campesinos pertenecen a estos equipos.
Al tiempo, se promovieron las cooperativas de producción semisocialistas, que reúnen a
unas 30 ó 40 familias, aunque a la hora de la retribución se tienen en cuenta la parte de superficie
aportada por cada uno, y todavía existe una pequeña parcela de propiedad individual. En la fase
siguiente, especialmente a partir de 1956, se extienden las cooperativas socialistas, que llegan a
agrupar al 88% del campesinado, aboliéndose la propiedad individual de tierras y demás medios de
producción, remunerándose al trabajador en relación a su trabajo y no a las tierras aportadas.
Agrupan a 100 y hasta 300 familias, divididas en familias y equipos. Sólo existe un pequeño lote
de tierra privada, y algún animal doméstico.
Con el denominado Gran Salto Adelante, las anteriores cooperativas fueron transformadas
en comunas (unas 24.000), institución que dispone de edificaciones y animales de tiro comunes,
goza de cierto autogobierno y poder administrativo, y reúne el material agrícola pesado, los talleres
de reparación, las empresas industriales y las cooperativas de distribución y comercialización de
los productos agrícolas. Pretende una integración entre agricultura, industria y comercio, siendo
una célula de renovación social al permitir acabar con las diferencias entre la ciudad y el campo,
creando para ello servicios sociales comunales: escuelas, guarderías, lavanderías. Pero también
cumplía una función de propagación y control político. Pese a todo, supusieron un cambio
fundamental para el paisaje y sociedad agraria, con un incremento de la productividad,
construcción de nuevos terrazgos, obras de infraestructura, repoblación forestal, etc.
Esta creación de las comunas se inscribía en una campaña de idealismo socialista de lucha
por la domesticación de la naturaleza, de realización de trabajos sobrehumanos como la
construcción de presas y canales careciendo de medios mecánicos suficientes (trabajo manual,
trabajo de chinos), y que provocará millones de muertes humanas. También se rodeo estas
campañas de un intento igualmente idealista de mejorar los conocimientos agrícolas de los
campesinos, con una escolarización forzosa que no logró los objetivos marcados.
Sin embargo, la provisión de aguas fue un aspecto que sufrió una mejora incuestionable: se
crearon en 1964 más de un centenar de embalses de más de 180.000 hectómetros cúbicos,
iniciándose plantes quinquenales de construcción de presas que culminaron en 1997 con la
creación de una gigantesca obra hidráulica en el río Amarillo. El regadío ya no dependía tanto del
monzón como de la acequia, y más de la mitad del suelo agrícola china está en la actualidad
irrigado. Lo mismo puede decirse de la conservación del suelo, una de las principales amenazas
ecológicas de un suelo sobreexplotado, con la plantación de setos, repoblación forestal,
construcción de diques para paliar las frecuentes riadas, etc.
Paralelamente la campaña de incremento de la cabaña porcina logró incrementar las
cabezas hasta 335 millones en 1988, año en el que era ya el primer productor mundial, y en una
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Tema 12: China: sociedad y economía.
política de integración productiva: el estiércol obtenido es suficiente para dedicar unas 25 Tm. por
hectárea, al que se une abonos químicos (uno de los campos industriales a los que se otorgó
prioridad), sin bien se denuncia un uso excesivo de los mismos.
La mecanización del campo también atravesó por distintas etapas: si antes del Gran Salto
Adelante se admitieron los avances técnicos para el laboreo de las tierras, al comprobar que ello no
suponía un incremento notable de los rendimientos, dejó de considerarse la producción de
maquinaria agrícola como un sector necesario, aceptándose en cambio la necesidad de la creación
de pequeñas máquinas. Posteriormente la tendencia cambió, considerándose los tractores y
cosechadoras como un servicio necesario que deben prestar las comunas, por lo que se integró la
industria de la automoción agraria en el campo, y cada comuna dispuso de su taller.
Todos estos cambios han provocado un aumento de los rendimientos por hectárea notorio:
para el conjunto de todos los cereales, unos 3.922 kg. por hectárea (más que en los países
desarrollados, con 2.620). Ningún país del mundo ha logrado un desarrollo similar. Es cierto, no
obstante, que existen aún gravísimos problemas estructurales: la existencia de bolsas de pobreza en
el corazón de China, la falta de flexibilidad en el mercado, el recurso casi obligado al trabajo
manual en el arrozal chino (cada 100 hectáreas siguen contando con 61 bueyes o caballos), o que
en determinados períodos climatológicamente adversos el hambre rebrota ocasionalmente: señal de
que no se ha superado gracias a una técnica suficiente la dependencia del hombre respecto al
medio. Un período especialmente crítico lo constituyó el del Gran Salto Adelante, el intento de
llevar la industria al campo sin carecer de medios técnicos para ello, que despilfarró gran cantidad
de esfuerzos voluntaristas pero mal encauzados.
El presente más inmediato se está caracterizando por continuar ese proceso ya iniciado en
los años 80 de liberalización de la economía, otorgando un papel relativamente menor a la comuna,
o al menos pareciendo ya superada esa fase de rígido y duro cooperativismo, exponente de la
ortodoxia marxista más tradicional. La crisis del sistema comunal, iniciada en 1978 (una vez
muerto Mao en 1976), supuso un cambio fundamental de criterio: el trabajador es remunerado
según su trabajo real aportado, en función de su cantidad y calidad. Posteriormente, se consentirían
los denominados contratos de explotación con familias, mediante los cuales existe un
arrendamiento más o menos encubierto, y que sí favorece el estímulo personal, átono en el sistema
de comunas. Aproximadamente el 20% del suelo chino agrícola se encuentra en la actualidad
sujeto a esta forma mixta (capitalista-comunista) de explotación.
Pero esta liberalización rápidamente se extendió a otros sectores, adoptando igualmente
fórmulas intermedias: en 1984 se liberaliza el comercio, los transportes, el artesanado y las
pequeñas industrias, y al año siguiente se suprimió la entrega de cuotas obligatorias al Estado.
Finalmente, también los precios se liberalizaron, admitiéndose incluso la participación extranjera
en empresas industriales mixtas.
5- Fuerte progreso industrial.
China obtuvo un incremento del 10% anual de su industria durante más de 25 años
seguidos (hasta 1979), e incluso un 12,5% entre 1980 y 1986, y pese a que en 1949 existía una
gran escasez de infraestructuras, capitales y técnicas. En cambio, sí contaba con grandes recursos
naturales, como materias primas energéticas (carbón -reservas de más de 1 billón de Tm.,
suficientes para el consumo de mil años- y petróleo -5º productor mundial-) y minerales
(tungsteno, antinomio, estaño, molibdeno, grafito, oro, bauxita). En contra de lo que se pretendía,
el resultado de su política industrial ha sido el de una industria excesivamente polarizada.
Durante la primera fase de la industrialización se siguió el modelo soviético, concediendo
prioridad a la industria pesada y de bienes de equipo, relegando la de bienes de consumo. Este
factor, por sus condicionantes intrínsecos, suponía una fuerte concentración espacial en pocos
centros urbanos, de forma que 19 ciudades acapararon los grandes proyectos industriales.
A partir de 1958 y hasta 1979 se inicia la política de favorecer a la industria ligera,
conocida bajo el eslógan marchar sobre las dos piernas. Los grandes complejos industriales
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continuaron su expansión, en sectores como la producción de hidroelectricidad o de factorías
petroquímicas. Esta política fue posible tanto a través de las propias técnicas como por medio de la
compra a los soviéticos "llave en mano" de equipos industriales.
El otro pilar del desarrollo lo constituían las pequeñas empresas y fábricas dispersas por el
campo. Cada distrito debía tener acerías, plantas de hidroelectricidad, de cemento, y de máquinas y
talleres. Pero pronto se demostró que muchas de estas fábricas eran poco rentables para el marco
sobre el que comercializaban su producción, aunque sí persistió en algunas ramas como la
producción de cemento la idea de la necesidad de industria rural de consumo.
En los años 80 se dio un impulso a la industria ligera, con la apertura a capitales y técnicas
extranjeras para realizar grandes proyectos y renovar las obsoletas pequeñas fábricas. Sectores
como la electrónica, la fabricación de televisores, de máquinas de coser o de bicicletas han
experimentado un crecimiento y modernización superiores al ritmo de incremento de la industria
pesada. Para estímulo de otras empresas y para propagar las nuevas técnicas de producción, el
gobierno chino creó una serie de áreas piloto, que se ajustan a la lógica de la economía de mercado,
tres de ellas situadas en las proximidades de Hong Kong y otra cerca de Taiwan, como una forma
de favorecer la inversión proveniente de capital privado de dichos enclaves. Posteriormente se ha
pretendido extender este tipo de iniciativas a otras partes del país necesitadas de un estímulo
industrial.
De esta forma, en China coexisten industrias mixtas con gran inyección de capital y
plenamente modernas (con una orientación no exclusivamente hacia el mercado interior, sino
también de exportación) con industrias estatales con un menor grado de desarrollo técnico y
rentabilidad, ubicadas en áreas rurales. En conjunto, la producción industrial por habitante continúa
siendo baja en China, aunque es muy superior a la de los países del tercer mundo.
El PIB alcanzó en el 2000 los 1.080 miles de millones de $ (la novena parte que el de
EE.UU.), con un PIB por habitante de 3.976$. Sin embargo, su crecimiento porcentual en el
período 1875-2000 fue del 8,1% anual de media (uno de los más altos del mundo, fuera de los
países poco populosos), mientras que si miramos la última década el ritmo creció un 9,2% anual.
China es el país que más Mercedes posee del mundo: es una imagen suficientemente representativa
de las bolsas de capitalismo (McDonalds en Pekín) que coexisten con una economía rural y
arcaica: muchas provincias chinas no disponen en el 2003 de televisión ni teléfono.
Otros aspectos como la esperanza de vida muestran algunos de los logros del régimen: se
ha situado para los nacidos en el 2000 en 70,5 años; en tanto la tasa de alfabetización alcanza al
85% de la población en el 2003. El índice del valor del desarrollo humano alcanzó en el 2000
0,762 (sobre un máximo de 1)
6- La organización urbana.
Resulta difícil establecer la consideración de ciudad y campo en un paisaje tan
profundamente ambivalente como el que acabamos de describir. Aproximadamente un 30% de los
habitantes de las ciudades se dedica a la agricultura, en tanto que en cada comuna existía un
pequeño foco de industrialización. Por otra parte, si se descuenta de la población que componen los
municipios urbanos el amplio cinturón de personas que viven en esa periferia rururbana, la
población de las mismas sería muy inferior. En todo caso, parece incuestionable que China parte de
unos porcentajes de población urbana exiguos (en 1949 poco más del 10%) pero en constante
crecimiento, hasta situarse en valores todavía en nuestros días inferiores al 50% de la población.
Los períodos de mayor incremento urbano se relacionan con los del auge de la industria pesada
El crecimiento urbano después de la revolución ha dado lugar al nacimiento de ciudades totalmente
nuevas y, junto a éstas, se ha producido un remozamiento general de las históricas. Existe un factor
decisivo: la propiedad social del suelo. Con esta base y con una planificación de los asentamientos
urbanos en relación con las funciones que les eran asignadas, el urbanismo chino ha resultado
enteramente original. Los gobernantes chinos, agobiados por la carencia de capitales y medios
técnicos, orientaron los esfuerzos de la nación hacia inversiones productivas, en tanto la vivienda
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Tema 12: China: sociedad y economía.
no recibió suficiente atención, con lo que la penuria de materias y de medios, unido al deseo de
suprimir las desigualdades sociales, favoreció la construcción masiva de alojamientos de
dimensiones reducidas. De esta forma, la superficie ocupada por las ciudades chinas no ha crecido
en forma de mancha de aceite, como sucede normalmente en los países subdesarrollados, sino a
ritmo lento y conforme a un previa planificación.
La preocupación de los gobernantes chinos por el autoabastecimiento urbano en los principales
productos de subsistencia llevó a dotar a cada ciudad de un número variable de comuna urbanas,
que han intensificado marcadamente sus producciones, motivo por el que las ciudades disponen de
un anillo rururbano muy extenso. Los complejos residenciales nuevos se localizan tanto más
alejados del centro de las ciudades cuando más contaminantes sean las industrias que los
acompañan, como una muestra de un espacio urbanístico planificado e intervenido en su totalidad
por la administración. Prevalecen los planos ordenados en forma de cuadrícula, con amplio espacio
libre para vías, zonas verdes y áreas recreativas, con edificios de entre 3 y 6 plantas y dotados de
áreas comerciales y equipamientos sociales.
Resulta difícil establecer la consideración de ciudad y campo en un paisaje tan profundamente
ambivalente como el que acabamos de describir. Aproximadamente un 30% de los habitantes de
las ciudades se dedica a la agricultura, en tanto que en cada comuna existía un pequeño foco de
industrialización. Por otra parte, si se descuenta de la población que componen los municipios
urbanos el amplio cinturón de personas que viven en esa periferia rururbana, la población de las
mismas sería muy inferior. En todo caso, parece incuestionable que China parte de unos
porcentajes de población urbana exiguos (en 1949 poco más del 10%) pero en constante
crecimiento, hasta situarse en valores todavía en nuestros días inferiores al 50% de la población.
Los períodos de mayor incremento urbano se relacionan con los del auge de la industria pesada
El crecimiento urbano después de la revolución ha dado lugar al nacimiento de ciudades
totalmente nuevas y, junto a éstas, se ha producido un remozamiento general de las históricas.
Existe un factor decisivo: la propiedad social del suelo. Con esta base y con una planificación de
los asentamientos urbanos en relación con las funciones que les eran asignadas, el urbanismo chino
ha resultado enteramente original. Los gobernantes chinos, agobiados por la carencia de capitales y
medios técnicos, orientaron los esfuerzos de la nación hacia inversiones productivas, en tanto la
vivienda no recibió suficiente atención, con lo que la penuria de materias y de medios, unido al
deseo de suprimir las desigualdades sociales, favoreció la construcción masiva de alojamientos de
dimensiones reducidas. De esta forma, la superficie ocupada por las ciudades chinas no ha crecido
en forma de mancha de aceite, como sucede normalmente en los países subdesarrollados, sino a
ritmo lento y conforme a un previa planificación.
La preocupación de los gobernantes chinos por el autoabastecimiento urbano en los
principales productos de subsistencia llevó a dotar a cada ciudad de un número variable de comuna
urbanas, que han intensificado marcadamente sus producciones, motivo por el que las ciudades
disponen de un anillo rururbano muy extenso. Los complejos residenciales nuevos se localizan
tanto más alejados del centro de las ciudades cuando más contaminantes sean las industrias que los
acompañan, como una muestra de un espacio urbanístico planificado e intervenido en su totalidad
por la administración. Prevalecen los planos ordenados en forma de cuadrícula, con amplio espacio
libre para vías, zonas verdes y áreas recreativas, con edificios de entre 3 y 6 plantas y dotados de
áreas comerciales y equipamientos sociales.
La economía China está creciendo. Desde el año 2003 China tiene la tercera economía más
grande del mundo, con 480 millones de radios, 350 millones de televisores, 26 millones de
teléfonos móviles y 18 millones de ordenadores. Desde 2009, es ya la segunda economía del
planeta, con un innegable control de la Deuda Externa de numerosos países del primer mundo.
Las hipótesis de futuro oscilan entre el reconocimiento de la inminente primacía china a escala
mundial, y las dudas sobre si China no vivirá un desfase social que llegue a conmocionar los
cimientos sociales: ¿es sostenible un sistema económico tan dual, basado en “islas” de
capitalismo y riqueza individual frente a un sistema político tan inflexible?
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Tema 12: China: sociedad y economía.
8- BIBLIOGRAFÍA .
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Página web de la ONU.
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