Los Derechos Humanos - Ministerio Internacional Dios Es Amor

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República Bolivariana de Venezuela
Instituto Bíblico Teológico
“Dios Es Amor”
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DERECHOS HUMANOS
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Estado Anzoátegui – Venezuela
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APÓSTOLES DR. CARLOS Y ROSA DE BELIZARIO
DIRECTORES GENERALES
DERECHOS HUMANOS 017
¿Qué son los derechos humanos?
Los derechos humanos son un conjunto de principios, de aceptación
universal, reconocidos en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, los cuales están orientados a asegurar la dignidad de cada ser
humano en su dimensión individual, social, material y espiritual.
La vigencia de los derechos humanos es desarrollada en el siglo XIX a
raíz de las revoluciones francesa y americana. Durante el siglo XX los países,
a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la
Organización de Estados Americanos (OEA), generan un conjunto de tratados
y pactos internacionales que sirven de eje para la consagración jurídica
internacional de los derechos humanos, cuya normativa central en esta materia
es la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Los derechos humanos se conciben dentro de los principios de
progresividad, no discriminación, irrenunciabilidad, interdependencia e
indivisibilidad y son universales, innatos, inviolables, intransferibles,
complementarios, imprescriptibles y no jerarquizables.
Los Derechos Humanos son aquellos que el hombre posee por el mero
hecho de serlo.
Los Derechos Humanos son inherentes a la persona y se proclaman sagrados,
inalienables, imprescriptibles, fuera del alcance de cualquier poder político.
Unas veces se considera que los Derechos Humanos son plasmación de
ideales iusnaturalistas (de derecho natural). Existe, sin embargo, una escuela
de pensamiento jurídico que, además de no apreciar dicha implicación,
sostiene la postura contraria. Para algunos, los Derechos Humanos son una
constante histórica, con clara raigambre en el mundo clásico; para otros, son
fruto del cristianismo y de la defensa que éste hace de la persona y su
dignidad. Para los más, los Derechos Humanos aparecen, como tales, en la
edad moderna. Como hecho histórico, esto es incontestable.
Declaración Universal de Derechos Humanos
La Declaración Universal de Derechos Humanos
[1]
es una resolución
adoptada por unanimidad en diciembre de 1948 por la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU). El objetivo de esta declaración,
compuesta por 30 artículos, es promover y potenciar el respeto por los
Derechos Humanos y las libertades fundamentales. Dicha declaración
proclama los derechos personales, civiles, políticos, económicos, sociales y
culturales del hombre, los cuales sólo se ven limitados por el reconocimiento
de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de
moralidad, orden público y bienestar general.
Entre los derechos citados por la Declaración se encuentran el derecho
a la vida, a la libertad, a la seguridad personal; a no ser víctima de una
detención arbitraria; a un proceso judicial justo; a la presunción de inocencia
hasta que no se demuestre lo contrario; a la no invasión de la vida privada y de
la correspondencia personal; a la libertad de movimiento y residencia; al asilo
político; a la nacionalidad; a la propiedad; a la libertad de pensamiento, de
conciencia, de religión, de opinión y de expresión; a asociarse, a formar una
asamblea pacífica y a la participación en el gobierno; a la seguridad social, al
trabajo, al descanso y a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar;
a la educación y la participación en la vida social de su comunidad. La
Declaración fue concebida como parte primera de un proyecto de ley
internacional sobre los derechos del hombre.
La Comisión de los Derechos Humanos de la ONU dirigió sus
esfuerzos hacia la incorporación de los principios más fundamentales de la
Declaración en varios acuerdos internacionales. En 1955 la Asamblea General
autorizó dos pactos de Derechos Humanos: Uno relativo a los derechos civiles
y políticos y el otro a los derechos económicos, sociales y culturales. Ambos
pactos entraron en vigor en enero de 1966, tras una larga lucha para lograr que
fueran ratificados.
Los Derechos Humanos: La eterna contradicción
A diario, vemos como los medios de comunicación hacen llegar hasta
nosotros, de la forma más insistente y con los matices más trágicos, mensajes
que reflejan la reiterada violación de los Derechos Humanos. Epidemias,
analfabetismo, paro laboral, explotación del trabajo infantil, terrorismo son
noticias que golpean una y otra vez nuestra sensibilidad hasta llegar a anularla.
No existe en la actualidad un Estado ni un grupo de poder que no
invoque a su favor los Derechos Humanos y no se vanaglorie de su
cumplimiento. Sin embargo, la Declaración Universal de Derechos Humanos
es a la vez universalmente aceptada y universalmente incumplida.
Cómo explicar la contradicción
Si analizamos esta compleja situación, nos encontramos con dos hechos
evidentes y contradictorios: por un lado el ejercicio de los Derechos Humanos
corresponde al hombre individualmente o colectivamente, pero su garantía,
defensa y puesta en práctica pertenece a los Estados o a los grupos políticos o
económicos, que disponen de la forma efectiva de los resortes del poder.
Es una constante histórica que el poder se ejerce casi siempre en
beneficio única y exclusivamente de aquellos que lo monopolizan. Por tanto,
los Derechos Humanos son, en la práctica, manipulados arbitrariamente por
los poderosos. Solo donde y cuando el ciudadano participa efectivamente en el
ejercicio del poder, el disfrute de los Derechos Humanos puede cobrar
auténtica realidad.
LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS CRISTIANOS
Los evangelios de nuestro Señor Jesucristo, son la más perfecta
declaración del amor entre los hombres, y conllevan además el llamado de
paz y de buena convivencia entre todos los hijos de Dios. Es así que como
cristianos estamos invitados por Jesús, a participar en una constante lucha
por la justicia y la plena equidad.
Jesús nos ha enseñado que Dios nos ha dado dignidad, esto nos
obliga a velar por todos los hermanos, para que sean aceptados y
respetados como seres humanos.
El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, esto es, fue
creado moreno, blanco, pálido, rosado, negro, rubio, bajo, alto, gordo y
flaco, es decir, todos infinitamente iguales a los ojos del Señor. En otras
palabras, Dios ha creado una humanidad multirracial, como seres
humanos individuos de una comunidad humana de diferentes sexos, pero
de un igual corazón. Entonces el amor a Dios y a nuestro prójimo,
precepto básico y fundamental, se basa en mirar a todo los hombres con
los mismos ojos de igualdad con que nos mira nuestro Buen Padre.
Entonces damos gracias a Dios, por habernos creado con dignidad.
La mejor forma de agradecer es el reconocimiento pleno y absoluto, que
nuestra vida debe ser coherente con la verdad y la justicia, la que hemos
de tener y practicar para ser constructores del Reino de los Cielos. Esto
nos debe llevar a conllevar un espíritu solidario con los pobres, los
cautivos, los enfermos, los necesitados, compartiendo con ellos todo lo
que pueda mitigar sus necesidades y dolor.
Es así, y reconociendo todas las dificultades que nos pone la sociedad
actual para la creación de una sociedad que respete a plenitud los derechos
de dignidad como seres humanos, como cristianos no debemos escatimar
esfuerzos para trabajar y defender con nuestra voz, nuestras palabras
orales y escritas los derechos que le corresponden a la naturaleza de los
hombres como hermanos nuestros e hijos de Dios.
Es decir, nuestra tarea es acercarnos a nuestros hermanos, para que
acordemos ir por un camino de alegría hacia la patria celestial, para que la
esperanza en la gracia de Dios, sea una fuerza viva que nos haga fortalecer
nuestra fe, nuestro amor por la vida, comprometidos con los derechos
humanos, es decir, también valorando la persona humana y así
reconociendo que le otorgamos la misma importancia y valor que tienen
los hombres para los ojos de Dios.
Tenemos la convicción de que Dios está aquí, allá y en todo lugar,
porque para él no existen ni las fronteras ni las naciones, sólo somos
pueblos que vivimos en distintas partes, y en todos los lugares del mundo
nos corresponde vivir con espíritu de fidelidad a Dios y con
responsabilidad ante su pueblo, hombres de todo el mundo.
A pesar de todo, estamos conscientes de que vivimos con muchas
flaquezas y a veces nos sentimos impotentes e incapaces de hacer que el
hombre viva como Dios desea que se comporten sus hijos. Así es, como
con mucha pena observamos cómo sufren tantos hijos de Dios, que
padecen de distintas violencias y discriminaciones. Pero lo peor es cuando
presenciamos la crueldad y la complicidad de los sistemas políticos, que
amparados por una suerte de autoridad cometen y promueven formas de
vida irreverentes a las esperadas por el Señor. Frente a esto, el cristiano
debe ser absolutamente consecuente con lo enseñado por Jesús, es decir,
no dejarse tentar por la permisividad y la complicidad de aceptar la
maldad y callarse frente a ella. Frente a esta debilidad, le pedimos a Dios,
que nos dé toda su fuerza, para ser capaces de en todo evento, trabajar por
el respeto a la dignidad humana.
La complicidad a favor de la discriminación, la violencia racial, el
abuso contra las minorías étnicas, el hacer la “vista gorda” frente al
hombre que sufre, es una actitud en contra de Dios, en contra de su
morada, es decir, no deja de ser otra cosa que un gravísimo pecado. Del
mismo modo es una falta contra nuestro Buen Padre, no hacer nada por
evitar el sufrimiento de sus hijos, porque cuando estamos impedidos de
actuar, nada nos impide orar, y no hacerlo es pecar de desidia.
Pero son muchas y variada formas de no respetar los derechos de los
hombres, tales como el pagar sueldos de miserias, el ser usurero, el
explotar a los niños, el comercio sexual, el no dar vivienda digna, el negar
el derecho al trabajo, no proporcionar salud al enfermo, no permitir la
buena alimentación, no trabajar para mejorar la calidad de vida, los
atentados terroristas, la falta de libertad de expresión, la cárcel de
conciencia, la disminución de la libertad, la negación de la justicia, el no
permitir la libertad religiosa, negar la cultura, el idioma y la tradición, el
establecimiento de regímenes políticos con ideales autoritarios, el uso de
la fuerza, y cualquier pretexto para negar que el hombre viva en la paz que
el Señor Jesús nos dejó.
Los valores enseñados por Jesús en los evangelios son superiores a
todo principio que se quiera establecer para la vida de los hombres,
entonces para cualquier forma de vida, debemos supeditarla a las
enseñanzas de Jesús, ese es el primer condicionamiento a los principios de
la ética y la moral del mundo. En otras palabras, el cristiano no es
ambiguo y es un eterno luchador por la paz, la fraternidad y el amor entre
los hombres, es decir, es trabajador de la construcción del Reino de los
Cielos, leal y fiel a Dios.
Por tanto, son de nuestra responsabilidad los derechos humanos, así
es, como no sólo nos corresponde exigir su respeto, sino que además
trabajar por ellos, para que nuestra sociedad no se corrompa y viva en paz.
También es de nuestra responsabilidad que no exista la impunidad por las
violaciones que se cometan, como algo esencial para que se haga justicia,
haya perdón y exista la reconciliación y vuelva la paz en el corazón de los
hombres. La paz debe ser siempre justa y verdadera.
También es nuestra responsabilidad evitar la existencia de conflictos
y guerras, las que llevan a un inmedible sufrimiento en las naciones, al
desprecio por la vida, a la falta de respeto por las etnias, a las luchas
religiosas y al sometimiento de los pueblos a potencias superiores.
Los cristianos debemos tener la gran convicción, de que todos los
seres humanos han sido creados a imagen de Dios, por tanto todos ellos
merecen los mismos derechos, hombres, mujeres, adultos y niños, sanos,
enfermos, discapacitados físicos o mentales, necesitan la protección y el
cuidado que le corresponde a la dignidad de la creación. Si nuestro
prójimo sufre, nosotros sentimos dolor, esta es nuestra responsabilidad,
una vida como nos enseña Jesús, una vida como se indica en los
evangelios, todos los hombres somos iguales a los ojos de Dios, es así
como cristianos, comprometámonos a respetar plenamente los derechos
humanos, eso es respetar y ser fieles a nuestra fe.
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