República Bolivariana de Venezuela Instituto Bíblico Teológico “Dios Es Amor” Registrado en el Ministerio del Poder Popular para la Educación Nro. R00390201 Inscrito en el Ministerio del Poder Popular de Interiores y Justicia de la Dirección de Culto Nro. 7755 DERECHOS HUMANOS FACILITADOR: APÓSTOL DR. CARLOS BELIZARIO Información: Calle libertad # 54-A, El Espejo, Barcelona Estado Anzoátegui – Venezuela FAVOR DEPOSITAR EN LOS BANCOS Banco de Venezuela Cuenta Corriente N° 0102-0418-65-0000025221 Banco Banesco Cuenta de Ahorro N° 0134-0262-11-2622022195 Banco Guayanas N° 0008 – 0020 – 16 – 0000144521 a Nombre de Carlos Belizario Email.: [email protected] Cel.: (0414)-894.80.97 (0416)-293.40.72; (0281)-418.60.66 APÓSTOLES DR. CARLOS Y ROSA DE BELIZARIO DIRECTORES GENERALES DERECHOS HUMANOS 017 ¿Qué son los derechos humanos? Los derechos humanos son un conjunto de principios, de aceptación universal, reconocidos en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, los cuales están orientados a asegurar la dignidad de cada ser humano en su dimensión individual, social, material y espiritual. La vigencia de los derechos humanos es desarrollada en el siglo XIX a raíz de las revoluciones francesa y americana. Durante el siglo XX los países, a través de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Organización de Estados Americanos (OEA), generan un conjunto de tratados y pactos internacionales que sirven de eje para la consagración jurídica internacional de los derechos humanos, cuya normativa central en esta materia es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los derechos humanos se conciben dentro de los principios de progresividad, no discriminación, irrenunciabilidad, interdependencia e indivisibilidad y son universales, innatos, inviolables, intransferibles, complementarios, imprescriptibles y no jerarquizables. Los Derechos Humanos son aquellos que el hombre posee por el mero hecho de serlo. Los Derechos Humanos son inherentes a la persona y se proclaman sagrados, inalienables, imprescriptibles, fuera del alcance de cualquier poder político. Unas veces se considera que los Derechos Humanos son plasmación de ideales iusnaturalistas (de derecho natural). Existe, sin embargo, una escuela de pensamiento jurídico que, además de no apreciar dicha implicación, sostiene la postura contraria. Para algunos, los Derechos Humanos son una constante histórica, con clara raigambre en el mundo clásico; para otros, son fruto del cristianismo y de la defensa que éste hace de la persona y su dignidad. Para los más, los Derechos Humanos aparecen, como tales, en la edad moderna. Como hecho histórico, esto es incontestable. Declaración Universal de Derechos Humanos La Declaración Universal de Derechos Humanos [1] es una resolución adoptada por unanimidad en diciembre de 1948 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El objetivo de esta declaración, compuesta por 30 artículos, es promover y potenciar el respeto por los Derechos Humanos y las libertades fundamentales. Dicha declaración proclama los derechos personales, civiles, políticos, económicos, sociales y culturales del hombre, los cuales sólo se ven limitados por el reconocimiento de los derechos y libertades de los demás, así como por los requisitos de moralidad, orden público y bienestar general. Entre los derechos citados por la Declaración se encuentran el derecho a la vida, a la libertad, a la seguridad personal; a no ser víctima de una detención arbitraria; a un proceso judicial justo; a la presunción de inocencia hasta que no se demuestre lo contrario; a la no invasión de la vida privada y de la correspondencia personal; a la libertad de movimiento y residencia; al asilo político; a la nacionalidad; a la propiedad; a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión, de opinión y de expresión; a asociarse, a formar una asamblea pacífica y a la participación en el gobierno; a la seguridad social, al trabajo, al descanso y a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar; a la educación y la participación en la vida social de su comunidad. La Declaración fue concebida como parte primera de un proyecto de ley internacional sobre los derechos del hombre. La Comisión de los Derechos Humanos de la ONU dirigió sus esfuerzos hacia la incorporación de los principios más fundamentales de la Declaración en varios acuerdos internacionales. En 1955 la Asamblea General autorizó dos pactos de Derechos Humanos: Uno relativo a los derechos civiles y políticos y el otro a los derechos económicos, sociales y culturales. Ambos pactos entraron en vigor en enero de 1966, tras una larga lucha para lograr que fueran ratificados. Los Derechos Humanos: La eterna contradicción A diario, vemos como los medios de comunicación hacen llegar hasta nosotros, de la forma más insistente y con los matices más trágicos, mensajes que reflejan la reiterada violación de los Derechos Humanos. Epidemias, analfabetismo, paro laboral, explotación del trabajo infantil, terrorismo son noticias que golpean una y otra vez nuestra sensibilidad hasta llegar a anularla. No existe en la actualidad un Estado ni un grupo de poder que no invoque a su favor los Derechos Humanos y no se vanaglorie de su cumplimiento. Sin embargo, la Declaración Universal de Derechos Humanos es a la vez universalmente aceptada y universalmente incumplida. Cómo explicar la contradicción Si analizamos esta compleja situación, nos encontramos con dos hechos evidentes y contradictorios: por un lado el ejercicio de los Derechos Humanos corresponde al hombre individualmente o colectivamente, pero su garantía, defensa y puesta en práctica pertenece a los Estados o a los grupos políticos o económicos, que disponen de la forma efectiva de los resortes del poder. Es una constante histórica que el poder se ejerce casi siempre en beneficio única y exclusivamente de aquellos que lo monopolizan. Por tanto, los Derechos Humanos son, en la práctica, manipulados arbitrariamente por los poderosos. Solo donde y cuando el ciudadano participa efectivamente en el ejercicio del poder, el disfrute de los Derechos Humanos puede cobrar auténtica realidad. LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS CRISTIANOS Los evangelios de nuestro Señor Jesucristo, son la más perfecta declaración del amor entre los hombres, y conllevan además el llamado de paz y de buena convivencia entre todos los hijos de Dios. Es así que como cristianos estamos invitados por Jesús, a participar en una constante lucha por la justicia y la plena equidad. Jesús nos ha enseñado que Dios nos ha dado dignidad, esto nos obliga a velar por todos los hermanos, para que sean aceptados y respetados como seres humanos. El hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, esto es, fue creado moreno, blanco, pálido, rosado, negro, rubio, bajo, alto, gordo y flaco, es decir, todos infinitamente iguales a los ojos del Señor. En otras palabras, Dios ha creado una humanidad multirracial, como seres humanos individuos de una comunidad humana de diferentes sexos, pero de un igual corazón. Entonces el amor a Dios y a nuestro prójimo, precepto básico y fundamental, se basa en mirar a todo los hombres con los mismos ojos de igualdad con que nos mira nuestro Buen Padre. Entonces damos gracias a Dios, por habernos creado con dignidad. La mejor forma de agradecer es el reconocimiento pleno y absoluto, que nuestra vida debe ser coherente con la verdad y la justicia, la que hemos de tener y practicar para ser constructores del Reino de los Cielos. Esto nos debe llevar a conllevar un espíritu solidario con los pobres, los cautivos, los enfermos, los necesitados, compartiendo con ellos todo lo que pueda mitigar sus necesidades y dolor. Es así, y reconociendo todas las dificultades que nos pone la sociedad actual para la creación de una sociedad que respete a plenitud los derechos de dignidad como seres humanos, como cristianos no debemos escatimar esfuerzos para trabajar y defender con nuestra voz, nuestras palabras orales y escritas los derechos que le corresponden a la naturaleza de los hombres como hermanos nuestros e hijos de Dios. Es decir, nuestra tarea es acercarnos a nuestros hermanos, para que acordemos ir por un camino de alegría hacia la patria celestial, para que la esperanza en la gracia de Dios, sea una fuerza viva que nos haga fortalecer nuestra fe, nuestro amor por la vida, comprometidos con los derechos humanos, es decir, también valorando la persona humana y así reconociendo que le otorgamos la misma importancia y valor que tienen los hombres para los ojos de Dios. Tenemos la convicción de que Dios está aquí, allá y en todo lugar, porque para él no existen ni las fronteras ni las naciones, sólo somos pueblos que vivimos en distintas partes, y en todos los lugares del mundo nos corresponde vivir con espíritu de fidelidad a Dios y con responsabilidad ante su pueblo, hombres de todo el mundo. A pesar de todo, estamos conscientes de que vivimos con muchas flaquezas y a veces nos sentimos impotentes e incapaces de hacer que el hombre viva como Dios desea que se comporten sus hijos. Así es, como con mucha pena observamos cómo sufren tantos hijos de Dios, que padecen de distintas violencias y discriminaciones. Pero lo peor es cuando presenciamos la crueldad y la complicidad de los sistemas políticos, que amparados por una suerte de autoridad cometen y promueven formas de vida irreverentes a las esperadas por el Señor. Frente a esto, el cristiano debe ser absolutamente consecuente con lo enseñado por Jesús, es decir, no dejarse tentar por la permisividad y la complicidad de aceptar la maldad y callarse frente a ella. Frente a esta debilidad, le pedimos a Dios, que nos dé toda su fuerza, para ser capaces de en todo evento, trabajar por el respeto a la dignidad humana. La complicidad a favor de la discriminación, la violencia racial, el abuso contra las minorías étnicas, el hacer la “vista gorda” frente al hombre que sufre, es una actitud en contra de Dios, en contra de su morada, es decir, no deja de ser otra cosa que un gravísimo pecado. Del mismo modo es una falta contra nuestro Buen Padre, no hacer nada por evitar el sufrimiento de sus hijos, porque cuando estamos impedidos de actuar, nada nos impide orar, y no hacerlo es pecar de desidia. Pero son muchas y variada formas de no respetar los derechos de los hombres, tales como el pagar sueldos de miserias, el ser usurero, el explotar a los niños, el comercio sexual, el no dar vivienda digna, el negar el derecho al trabajo, no proporcionar salud al enfermo, no permitir la buena alimentación, no trabajar para mejorar la calidad de vida, los atentados terroristas, la falta de libertad de expresión, la cárcel de conciencia, la disminución de la libertad, la negación de la justicia, el no permitir la libertad religiosa, negar la cultura, el idioma y la tradición, el establecimiento de regímenes políticos con ideales autoritarios, el uso de la fuerza, y cualquier pretexto para negar que el hombre viva en la paz que el Señor Jesús nos dejó. Los valores enseñados por Jesús en los evangelios son superiores a todo principio que se quiera establecer para la vida de los hombres, entonces para cualquier forma de vida, debemos supeditarla a las enseñanzas de Jesús, ese es el primer condicionamiento a los principios de la ética y la moral del mundo. En otras palabras, el cristiano no es ambiguo y es un eterno luchador por la paz, la fraternidad y el amor entre los hombres, es decir, es trabajador de la construcción del Reino de los Cielos, leal y fiel a Dios. Por tanto, son de nuestra responsabilidad los derechos humanos, así es, como no sólo nos corresponde exigir su respeto, sino que además trabajar por ellos, para que nuestra sociedad no se corrompa y viva en paz. También es de nuestra responsabilidad que no exista la impunidad por las violaciones que se cometan, como algo esencial para que se haga justicia, haya perdón y exista la reconciliación y vuelva la paz en el corazón de los hombres. La paz debe ser siempre justa y verdadera. También es nuestra responsabilidad evitar la existencia de conflictos y guerras, las que llevan a un inmedible sufrimiento en las naciones, al desprecio por la vida, a la falta de respeto por las etnias, a las luchas religiosas y al sometimiento de los pueblos a potencias superiores. Los cristianos debemos tener la gran convicción, de que todos los seres humanos han sido creados a imagen de Dios, por tanto todos ellos merecen los mismos derechos, hombres, mujeres, adultos y niños, sanos, enfermos, discapacitados físicos o mentales, necesitan la protección y el cuidado que le corresponde a la dignidad de la creación. Si nuestro prójimo sufre, nosotros sentimos dolor, esta es nuestra responsabilidad, una vida como nos enseña Jesús, una vida como se indica en los evangelios, todos los hombres somos iguales a los ojos de Dios, es así como cristianos, comprometámonos a respetar plenamente los derechos humanos, eso es respetar y ser fieles a nuestra fe.