EL INCISO 20 DEL ARTICULO 211° DE LA CONSTITUCION Y LA TRIBUTACION ARMANDO ZOLEZZI MÖLLER “Quien cree que todas las frutas maduran al mismo tiempo que las frutillas nada sabe acerca de las uvas”. Paracelso Constitución, Art. 211° Son atribuciones y obligaciones del Presidente de la República: 20.– Administrar la Hacienda Pública; negociar los empréstitos; y dictar medidas extraordinarias en materia económica y financiera, cuando así lo requiera el interés nacional y con cargo de dar cuenta al Congreso. El maestro Eduardo J. Couture dice que la lógica del derecho no es una lógica formal, sino una lógica viva hecha con todas las sustancias de la experiencia humana. 1 Para llegar a una comprensión más cabal del texto del inciso 20 del Art. 211° de nuestra Constitución considero que no puede dejarse de lado la lógica que lo informa, como fruto de la experiencia vivida en el país. De otro lado, para entenderlo y desentrañar su sentido y alcance es preciso examinarlo a través de la vinculación con las otras disposiciones de la Constitución, sin dejar de tener en cuenta las condiciones políticas, económicas y sociales que gobiernan la dación de 1 2 3 la norma, tal como lo recomienda Griziotti. 2 Dino Jarach manifiesta que el derecho tributario constitucional es el conjunto de normas y principios constitucionales que delimitan el poder fiscal del Estado, distribuyen las facultades entre los diferentes niveles de la organización estatal y establecen los límites a su ejercicio, ya sea en forma directa, ya sea indirectamente por principios y garantías de derechos que la Constitución protege, cuando ellos sean cercenados por el poder fiscal. 3 Por tanto, el primer examen que debe hacerse es sobre la distribución del poder tributario. COUTURE, Eduardo J.: “Los Mandamientos del Abogado”, pág. 28. Ed. Martín Bianchi Antuna, Montevideo, 1956. Citado por Adolfo A. Amaya. “La interpretación de las Leyes Tributarias”, pág. 31, Ediciones Arayú, Bs. Aires, 1954. JARACH, Dino: “Curso Superior de Derecho Tributario”, pág. 24. Liceo Cima, Bs. Aires, 1969. 15 EL PODER TRIBUTARIO El poder tributario, el poder fiscal o potestad tributaria, en el Perú, nace de nuestra Constitución. El que ella reconoce es por tanto un poder tributario originario. Ella también lo distribuye entre los distintos niveles de gobierno: Nacional (Estado), Regional y Local o Municipal; y, disciplina el ejercicio de la potestad tributaria. A los Gobiernos Locales (Municipales) se les ha reconocido un poder tributario restringido a los tributos que la Constitución designa como arbitrios, contribuciones y derechos. 4 Los Gobiernos Regionales no tienen poder tributario originario, pudiendo ejercerlo sólo con arreglo a las facultades que se les deleguen por ley. 5 Al Gobierno Nacional (Estado) le está reservado todo el resto del espectro tributario. EJERCICIO DEL PODER TRIBUTARIO Además de delimitar el Poder Tributario de los distintos niveles de gobierno, la Constitución designa al órgano competente para ejercitarlo. Dentro del Gobierno Nacional (Estado), al Poder Ejecutivo la Constitu4 5 6 16 ción le concede en el inciso 22 del Art. 211° la atribución de “regular las tarifas arancelarias”. Dicha competencia es exclusiva y excluyente del Presidente de la República y encuentra su lógica en antecedentes históricos, como fueron los hechos producidos en el país en 1967 y 1968, durante el primer gobierno del Arquitecto Fernando Belaunde, quien no tenía mayoría en el Congreso y se vio impedido, ante la negativa de éste, de “regular las tarifas arancelarias”. El impedimento constitucional de poder usar este instrumento de política económica, sin la aprobación del Parlamento, que los Ministros de Hacienda de ese entonces consideraban indispensable para atacar la crisis económica imperante, llevó a que el exPresidente propusiera a la Asamblea Constituyente de 1979 que tal atribución le fuera otorgada al Presidente de la República. 6 Por lo afirmado al inicio del párrafo anterior, convengo con lo sostenido por Marcial Rubio y Enrique Bernales al respecto, quienes dicen que “es función propia del Presidente realizar esta regulación mediante decretos, sin que el Congreso pueda tener El último párrafo del Art. 139° de la Constitución dispone: “Los Gobiernos Locales pueden crear, modificar y suprimir contribuciones, arbitrios y derechos o exonerar de ellos, conforme a ley”. Esta potestad está restringida a “sus contribuciones, arbitrios y derechos”, tal como lo precisa el inciso 4 del Art. 254° de la Constitución. El tercer párrafo del Art. 139° citado dispone: “Los gobiernos regionales pueden crear, modificar y suprimir tributos o exonerar de ellos con arreglo a las facultades que se les delegan por ley”. Al respecto existe un precedente legislativo, anterior a la vigencia de la Constitución, que es el Decreto Ley 22619, de 30 de julio de 1979, que facultó al Poder Ejecutivo para que en “forma permanente apruebe la regulación de tarifas arancelarias”. (El entrecomillado es el texto del primer considerando del Decreto Supremo N° 116-79-EF, de 14 de agosto de 1979). En nuestra legislación las “tarifas arancelarias” son los derechos de importación fijados por el Arancel de Aduanas. parte activa en la decisión, ni antes ni después de tomada, ya que caería en contradicción con atribuciones que la Carta otorga específicamente a otro poder del Estado”. 7 car al Congreso a legislatura Extraordinaria (inc. 6 del Art. 211°); y que, en tal Legislatura, sólo se pueden tratar los asuntos materia de la convocatoria (Art. 168°). Al Poder Ejecutivo, esto es, al Presidente de la República, la Constitución también le reconoce expresamente potestad legislativa, previa habilitación por parte del Congreso. Por tanto, se le da una potestad legislativa delegada. El texto del inciso 10 del Art. 211° dispone que es atribución del Presidente de la República: “Dictar decretos legislativos con fuerza de ley, previa delegación de facultades por parte del Congreso, y con cargo de dar cuenta a éste”. Tal inciso concuerda con el Art. 188° 8 El Poder del Estado al que la Constitución concede la mayor competencia en materia tributaria es al Legislativo. El primer párrafo del Art. 139° dispone: “Sólo por Ley expresa se crean, modifican o suprimen tributos y se conceden exoneraciones y otros beneficios tributarios”. El dar leyes, así como interpretar, modificar o derogar las existentes es atribución del Congreso (inc. 1 del Art. 186°). Es interesante señalar que los aspectos relacionados con la iniciativa, promulgación y reglamentación de las leyes están normados en los incisos 8, 9 y 11 del Art. 211°, respectivamente. A su vez la potestad legislativa delegada lo está en el inciso 10, como se ha visto. Finalmente, considero que es pertinente tener presente que de acuerdo con lo normado en el Art. 189° de la Constitución los “proyectos enviados por el Poder Ejecutivo con el carácter de urgentes tienen preferencia del Congreso”; que el Presidente de la República tiene como atribución convo7 8 9 Por tanto, la competencia del Poder Legislativo es amplia y sólo está excluida de ella la regulación de las tarifas arancelarias y las contribuciones, arbitrios y derechos municipales. La competencia es exclusiva, pero no excluyente, desde que puede delegarla en el Poder ejecutivo (Art. 188°) o en las Asambleas Regionales (Arts. 139°, tercer párrafo y 265°, inciso 3). En lo que respecta a los otros niveles de gobierno (Regional y Local) ya se ha señalado que la potestad tributaria del Gobierno Regional no es originaria sino delegada. La competencia para ejercitar tal potestad la tiene la Asamblea Regional. 9 RUBIO C., Marcial y BERNALES B., Enrique: “Perú: Constitución y Sociedad Política”, pág. 536, Editado por DESCO, Lima, 1981. El Art. 188° de la Constitución dispone: “El Congreso puede delegar en el Poder Ejecutivo la facultad de legislar, mediante decretos legislativos, sobre las materias y por el término que específica la ley autoritativa. Los Decretos Legislativos están sometidos, en cuanto a su promulgación, publicación, vigencia y efectos, a las mismas normas que rigen para la ley”. El Art. 265° de la Constitución dispone: “Corresponde a la Asamblea Regional: 3.– Ejercer las competencias legislativas y administrativas que expresamente le deleguen los Poderes Legislativo y Ejecutivo”. 17 En cuanto a las Municipalidades (Gobierno Local) la potestad tributaria originaria, en lo referente a “sus contribuciones, arbitrios y derechos”, la ejerce el respectivo Concejo Municipal provincial o distrital 10 y el instrumento legal por el que se aprueban es un Edicto. 11 Es del caso señalar que los impuestos, cuyo producto es renta municipal y que están enumerados en el Art. 257° de la Constitución, sólo pueden ser creados, modificados o suprimidos por ley, de acuerdo con el régimen de potestades establecidas en el Art. 139° de la Constitución. 12 Lo hasta aquí expuesto puede graficarse en los cuadros que aparecen en la página siguiente. Límites al ejercicio de la potestad tributaria. El ejercicio de la Potestad Tributaria Originaria o Delegada está disciplinado por los principios recogidos en el segundo párrafo del Art. 139° de la Constitución que a la letra dice: “La tributación se rige por los principios de legalidad, uniformidad, justicia, publicidad, obligatoriedad, certeza y economía en la recaudación. 10 11 12 18 No hay impuesto confiscatorio ni privilegio personal en materia tributaria”. Los principios no tienen los mismos alcances. Unos son un verdadero limite al Poder Fiscal; una norma imperativa que obliga a los legisladores a un comportamiento determinado. Otros constituyen simples normas de recomendación o máximas, que pueden no ser seguidas, desde que su inobservancia no conlleva una violación de garantías precisas establecidas en la Constitución. No es materia del examen que se está realizando analizar cada uno de los principios enunciados, teniendo importancia únicamente el de legalidad, en cuanto a la reserva de la ley. Doctrinariamente y conforme está recogido en nuestra Constitución este último principio es de aplicación ineludible, por lo que su violación acarreará la invalidez constitucional de la norma, que sin ser ley, cree, establezca o modifique un tributo. Sin embargo, ese principio, en el Perú, debe entenderse de acuerdo con las atribuciones concedidas para el ejercicio del Poder Tributario y el El Art. 252° establece: “Las Municipalidades son los órganos del Gobierno Local. Tienen autonomía económica y administrativa en asuntos de su competencia. La Administración Municipal se ejerce por los Concejos Municipales provinciales, distritales y los que se establecen conforme a ley”. A su vez, el Art. 254° dispone: “Las Municipalidades son competentes para: 4.– Crear, modificar o suprimir sus contribuciones, arbitrios y derechos”. Como se ha visto en la cita (4) la Constitución disciplina el ejercicio de la potestad tributaria que le otorga a los Gobiernos locales precisando que deben hacerlo “conforme a ley”. La Ley Orgánica de Municipalidades 23853 reglamenta este aspecto estableciendo que: “Los Edictos son normas generales por cuya virtud se aprueban los tributos municipales” (Art. 110, segundo párrafo). Para aprobarse un Edicto se requiere “el voto conforme de no menos de la mitad del número legal de miembros del Concejo”. (Art. 94°). Ver también inc. 4 del Art. 10° e inc. 1 del Art. 36° y Art. 91°. En concordancia con esta norma el Art. 92° de la Ley Orgánica de Municipalidades define lo siguiente: “1.– Impuestos: Son los tributos creados por Ley a favor de las Municipalidades para el cumplimiento de sus fines y cuyo rendimiento está destinado al financiamiento de sus respectivos presupuestos. (...) Los impuestos pueden ser creados, modificados o suprimidos sólo por Ley”. ORGANO COMPETENTE POTESTAD TRIBUTARIA DELEGADA INSTRUMENTO LEGAL Las propias del Poder Legislativo que fije la ley autoritaria LEY REGIONAL Asamblea Regional GOBIERNO REGIONAL MATERIA TRIBUTARIA DELEGABLE Poder Ejecutivo GOBIERNO NACIONAL DECRETO LEGISLATIVO 19 EDICTO Arbitrios Contribuciones y derechos Municipales Consejo Municipal DECRETO SUPREMO INSTRUMENTO LEGAL Regulación de Tarifas Arancelarias MATERIA TRIBUTARIA Poder Ejecutivo LEY Los demás tributos Poder Legislativo GOBIERNO NACIONAL (Estado) ORGANO COMPETENTE GOBIERNO LOCAL (Municipalidades) POTESTAD TRIBUTARIA ORIGINARIA tipo de normas que el titular del Poder Tributario puede producir. No puede entenderse entre nosotros, este principio, como referido a su aspecto meramente formal, en el sentido que sólo puede ser una ley dictada por el Poder Legislativo. En tal situación, si la norma jurídica la produce el Congreso debe ser una ley y no una resolución legislativa; si la norma la produce el Poder Ejecutivo debe ser un decreto Supremo y no una resolución suprema; si dicho Poder legisla por delegación, deberá ser un decreto legislativo y no un decreto supremo; y si quien la produce es un Concejo Municipal debe ser un Edicto y no una ordenanza o acuerdo municipal. Todo ello, obviamente, dentro de la competencia tributaria reconocida por la Constitución. Por tanto, se respeta el principio de legalidad con el uso del instrumento legal pertinente al ejercicio de la potestad tributaria por su respectivo titular. Potestad normativa del Poder Ejecutivo: El inciso 11 del Art. 211° de la Constitución otorga al Presidente de la República el ejercicio de la potestad de reglamentar las leyes sin trasgredirlas ni desnaturalizarlas; y, dentro de tales límites dictar decretos y resoluciones. Tal facultad comprende lo que en doctrina se conoce como reglamentos 13 14 20 de ejecución o subordinados y los autónomos o independientes. Los primeros son dictados para completar, precisar o asegurar la ejecución de la ley. Regulan los detalles indispensables que aseguren su cumplimiento y están subordinados a la ley, no pudiendo crear exigencias nuevas ni extender o restringir su alcance en cuanto a las personas o a las cosas. 13 Los segundos son aquellos que dicta el Poder Ejecutivo en relación con sus atribuciones y obligaciones constitucionales y en ejercicio del poder que le ha sido otorgado para dictar decretos. No están subordinados a ninguna ley formal y es una atribución indispensable ya que si el Presidente de la República es el Jefe del Estado (Art. 201°) puede reglamentar el ejercicio de poderes que le están conferidos discrecionalmente y los reglamentos de organización administrativa. Obviamente estos reglamentos deben sujetarse a la Constitución. 14 La otra potestad normativa ya mencionada es la de dictar Decretos Legislativos (inc. 10 del Art. 211° de la Constitución). Aquí el Poder Legislativo interviene previamente, al dar la correspondiente ley autoritativa que habilita al Presidente de la República para que sobre las materias y por el término que especifique la misma, dicte Decretos Legislativos con fuerza de ley; y, en principio, también se da una DIEZ, Manuel María: “Derecho Administrativo”, pág. 229. Tomo I, Bibliográfica Omeba. Bs. Aires, 1963. Op. cit. págs. 229 y 230 y 426. Como ejemplo de reglamentos autónomos en el Perú puede citarse el Reglamento de Normas Generales de Procedimientos Administrativos (Decreto Supremo N° 006-67-SC, de 11 de noviembre de 1967) y el Reglamento sobre otorgamiento de facturas (Decreto Supremo N° 213-81-EFC, de 21 de setiembre de 1981). intervención posterior desde que se debe dar cuenta al Congreso. 15 Debe señalarse que esta figura incorporada en nuestra Constitución de 1979 es bastante común en las Constituciones modernas. Por razones de competencia, al darse la ley autoritativa el Poder Legislativo se auto-limita temporalmente para legislar sobre lo que es materia de delegación. Vencido el plazo otorgado reasume la potestad delegada y puede modificar o derogar los Decretos Legislativos dictados por delegación. Finalmente, al Presidente de la República el inciso 20 del Art. 211° le concede la atribución de “dictar medidas extraordinarias en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo a dar cuenta al Congreso”. Dictar medidas, en derecho, no tiene otro sentido que tomar o adoptar disposiciones. En el caso del Presidente de la República, es dictar actos de administración, que para ser válidos requieren de la correspondiente refrendación ministerial (Art. 213°). El adoptar medidas es una terminología utilizada por la Constitución italiana en el sentido antes expresado (Art. 77°), y, en la legislación nacional, la Ley 17044 de 20 de junio de 1968, emplea la terminología de dictar medidas en el mismo sentido. 15 16 17 Todo acto administrativo de carácter general o particular debe constar del respectivo instrumento, sea éste decreto o resolución. Establecido que se trata de actos mandatorios, en los que debe estar presente el interés nacional como lo señala el texto del inciso, es obligatorio concluir que se trata de normas jurídicas generales, como son las leyes o los reglamentos. En tal situación es imprescindible determinar si tales normas tienen o no fuerza de ley. En seis años de vigencia de la Constitución, con dos Gobiernos democráticos de estilos y orientaciones distintas, la posición del Poder Ejecutivo ha sido uniforme en el sentido de usarlas con fuerza de ley y, tanto el Congreso como el Poder Judicial, hasta la fecha, no han tenido pronunciamiento discrepante con dicha interpretación. Sin embargo, ello no es definitivo y es necesario examinar los argumentos más importantes de quienes les niegan la fuerza de ley. 16 Ellos son: 1. La Constitución no establece que tengan fuerza de ley, debiendo destacarse que, en otros casos, como es el de los Decretos Legislativos, el Reglamento del Congreso y el de cada una de las Cámaras, la Constitución expresamente menciona que tienen fuerza de ley. 17 No está reglado el procedimiento de dar cuenta al Congreso ni previsto un pronunciamiento expreso de éste sobre el uso de las facultades otorgadas. Sobre esta materia y respecto del inciso 20 en examen he tenido oportunidad de intercambiar ideas con el Dr. Francisco Eguiguren, catedrático de la Universidad Católica, quien tiene en prensa (Editorial Cusco) un ensayo sobre: “El Fortalecimiento de las funciones legislativas del Gobierno: Decretos Legislativos y Decretos Presidenciales de Urgencia”. El último párrafo del Art. 177° establece: “El Congreso aprueba su propio Reglamento que tiene fuerza de ley. También la tienen los Reglamentos de cada Cámara”. En cuanto a los Decretos Legislativos ver cita (8). 21 2. El Art. 298° de la Constitución que fija la competencia del Tribunal de Garantías Constitucionales, como órgano de control de la Constitución, sólo se refiere a las leyes, decretos legislativos, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales. No menciona a estas medidas extraordinarias. Los argumentos principales de quienes sostienen la tesis contraria son: a. La atribución conferida si no se concreta en una norma legal con fuerza de ley sería una repetición de la potestad otorgada en el inciso 11 del Art. 211°. b. El campo restringido señalado: materia económica y financiera, así como la naturaleza excepcional de la medida, le da a la atribución un supuesto distinto a las otras facultades otorgadas al Poder Ejecutivo. Se está frente al supuesto que sustenta a los decretos de necesidad o urgencia, autorizado en varias constituciones modernas, con fuerza de ley. c. La Constitución no les niega a dichas medidas extraordinarias el rango de ley y se ha optado por el Decreto Supremo, como instrumento legal, por cuanto mediante ellos se legisla sin autorización previa del Congreso. d. El Art. 298° de la Constitución, cuando se refiere a ley, lo hace en sentido lato, comprendiendo a todos los instrumentos legales que a su nivel, tienen fuerza de ley. e. Al haber dispuesto que se debe dar cuenta al Congreso se les da el mismo trato que a los Decretos Legislativos y ello sólo tiene sentido en la medida que se ha incursionado en atribuciones que normalmente son de com- 22 petencia del Congreso, lo que ratifica la vocación de ley de los decretos de urgencia. Los argumentos de quienes sostienen la fuerza de ley de los decretos dictados al amparo del inciso 20 del Art. 211° de la Constitución, son atendibles. De otro lado la racionalidad de la facultad para casos extraordinarios de urgencia, lleva a la convicción de la necesidad de que dichos decretos tengan fuerza de ley. En efecto, no puede dejarse de considerar que estas medidas extraordinarias normalmente son “contra legem”, o sobre materias que en condiciones normales deben ser reguladas por ley formal, por lo que, para regir, requieren de una potencia o fuerza igual que la de la ley. Sin embargo, ello no resuelve el problema en el campo tributario, pues no obstante que las medidas extraordinarias dictadas por el Poder Ejecutivo tienen fuerza de ley, es preciso determinar: 1°) Si dentro de la materia económica y financiera está incluida la tributación; 2°) En el supuesto que esté incluida, qué ocurre con el principio de legalidad o reserva de la ley; y, 3°) Dada la naturaleza extraordinaria de las medidas, qué se puede hacer en tributación y cuál es o debe ser la permanencia en el tiempo de las medidas dictadas. Para una primera aproximación a las interrogantes planteadas creo necesario hacer una breve referencia a la legislación comparada y los antecedentes nacionales sobre los decretos de urgencia. Si bien los mismos no están recogidos en la mayoría de Constituciones, tienen una historia mayor a los cien años. En efecto, en la Constitución prusiana de 1850 se establecía en su Art. 53° que “sólo en el caso que el mantenimiento de la seguridad pública o una necesidad lo requieran urgentemente, pueden dictarse decretos no contrarios a la Constitución, los cuales tendrán fuerza de ley, bajo la responsabilidad de todo el Ministerio, siempre que las Cámaras no estén reunidas. Tales decretos deben ser inmediatamente presentados a las Cámaras en su primera sesión para que puedan ser ratificados”. 18 El Art. 109° de la Constitución de Portugal de 1933 también habla de decretos leyes de urgencia, disponiendo que corresponde al gobierno dictarlos en los casos de urgencia y necesidad pública. En la Constitución italiana de 1947 (Art. 77) se establece que: “Cuando en casos extraordinarios de necesidad y de urgencia el Gobierno adopta bajo su responsabilidad medidas provisionales con fuerza de ley, deberá presentarlas en el día mismo para su conversión (en ley) a las Cámaras...”. El Congreso debe convalidarlas en el plazo de 60 días. Si no lo hace pierden efectos legales desde su dación y el Congreso podrá legislar sobre los derechos surgidos durante el período de vigencia. La Constitución española de 1978, en su Artículo 86° dispone: “En caso de extraordinaria y urgente necesidad, el Gobierno podrá dictar disposiciones legislativas provisionales que tomarán la forma de Decretos le18 yes...”. Se excluye de la potestad las materias referentes a los derechos de los ciudadanos y las instituciones básicas del Estado. Estos decretos leyes deben someterse a convalidación dentro de los 30 días de expedidos. El Parlamento debe necesariamente convalidarlos o derogarlos. En el Perú la Constitución de 1933 no contemplaba expresamente la figura de la legislación delegada ni los decretos de urgencia. Sin embargo, ante una grave situación económica y social el Parlamento, el 20 de junio de 1968, dio la Ley 17044, con un solo Artículo disponiéndose en su primer y tercer párrafo lo siguiente: “Artículo Unico.– Autorizase al Poder Ejecutivo para que en el plazo improrrogable de sesenta días contados a partir de la fecha de la presente ley, y de conformidad con las normas constitucionales, dicte las medidas de carácter extraordinario para dar solución al desequilibrio estructural de las finanzas públicas, para fortalecer la balanza de pagos internacionales del país y para fomentar el desarrollo integral de nuestra economía”. “Las medidas que se dicten en uso de las autorizaciones contenidas en esta ley, se expedirán por Decreto Supremo con el voto aprobatorio del Consejo de Ministros, con cargo de dar cuenta en cada caso al Congreso Nacional”. En esos sesenta días se dictaron en el Perú más de doscientos Decretos Supremos incluyendo desde una profunda reforma de la legislación tribu- DIEZ, Manuel Maria: op. cit. pág. 451. 23 taria hasta modificaciones a los Códigos Civil y de Procedimientos Civiles. Se interpretó que las facultades dadas fueron muy amplias. No sólo se modificaron, derogaron y sustituyeron muchas leyes formales dadas por el Parlamento, sino que también se legisló sobre aspectos nuevos. El campo de las finanzas públicas, es decir el referente a los ingresos y gastos del Estado, fue materia de un gran número de esos decretos y la razón fundamental de la delegación. Históricamente no hay duda que muchas de las medidas tomadas fueron fundamentales para superar la emergencia económica y financiera de ese entonces y rigieron muchos años, pudiendo señalarse, a título de ejemplo, el Impuesto a la Renta aprobado por Decreto Supremo N° 287-68-HC. En el año de funcionamiento de la Asamblea Constituyente (julio de 1978 a julio de 1979) el país pasaba por una crisis económica y financiera más severa aún que la del año 1968. También fue necesario tomar muchas medidas de emergencia. Sin embargo el Poder Ejecutivo, por tratarse de un gobierno de facto, no tenía realmente ninguna valía formal para legislar. Las medidas de emergencia fueron tomadas y la crisis de ese entonces también fue superada. Es con el antecedente mencionado y lo que se vivía en el país, que el poder constituyente decide dar armas efectivas al Poder Ejecutivo e incorpora en la Constitución dos nuevas instituciones: La delegación y los decretos de emergencia. Con lo dicho y las razones que posteriormente se exponen, considero que 24 se puede responder a las tres interrogantes formuladas: 1ª Que el campo económico-financiero comprende la materia tributaria parece irrebatible no sólo por el concepto de lo que son las finanzas públicas sino también por los antecedentes legales nacionales y el examen de las propias normas constitucionales. En efecto, el inciso 20 empieza atribuyendo al Presidente de la República la Administración de la Hacienda Pública y el Art. 138°, el primero del Capítulo V, que trata “De la Hacienda Pública”, dispone que: “La Administración económica y financiera del Gobierno Central se rige por el presupuesto que anualmente aprueba el Congreso”. El Artículo siguiente, el 139°, trata de la tributación. En otras palabras, para que la tributación no esté incluida dentro de la materia económica y financiera la Constitución habría tenido que decirlo expresamente. En conclusión, la respuesta a la primera interrogante planteada es afirmativa. Dentro de la materia económica y financiera debemos considerar comprendida a la tributación. 2ª Respecto del principio de legalidad, en cuanto a la reserva de la ley, ya se ha manifestado que, en este aspecto, está respetado el principio en tanto se use el instrumento legal pertinente por su respectivo titular, dentro del campo de su potestad o poder tributario. El principio de legalidad es un límite formal al ejercicio de la potestad tributaria. Como bien dice Héctor Villegas, “es sólo una garantía formal de competencia en cuanto al órgano productor de la norma, pero no constituye, en sí mismo, garantía de justicia y razonabilidad en la imposición”. 19 La evolución de las instituciones hace que hoy, a fines del siglo XX, el principio de legalidad tenga un sentido, contenido y fines distintos de los que fueron su partida de nacimiento en el Siglo XIII con la Carta Magna. Durante siglos se consideró que el poder del Rey provenía de Dios y el Monarca lo ejercitaba sin participación de los súbditos. En tal situación, el que los representantes del pueblo aprobaran las contribuciones era una conquista frente al poder absoluto y una garantía. El poder no representaba al pueblo ni tenía en él su origen. En los Estados Modernos esto no es así. Actualmente: “El poder emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen en su representación y con las limitaciones y responsabilidades señaladas por la Constitución y la ley”. (Art. 81° de la Constitución, primer párrafo). Son representantes del pueblo en el Gobierno nacional: El Presidente de la República, y los senadores y diputados. En el gobierno local: los alcaldes con sus regidores. Hoy, son estos representantes del pueblo, los que pueden ejercitar el poder tributario, dentro del ámbito de competencia que el poder constituyente les ha asignado y con las limitaciones que la Constitución y la ley señalan. Es importante insistir, tal como lo afirma Giuliani Fonrouge que el po19 20 der tributario consiste en la facultad de aplicar contribuciones, o sea, el poder de sancionar “normas jurídicas de las cuales derive o pueda derivar, a cargo de determinados individuos o de determinadas categorías de individuos, la obligación de pagar un impuesto o de respetar un límite tributario”. Es, en suma, la potestad de gravar. 20 La norma jurídica, como ya se ha visto, es la pertinente (ley, decreto, edicto) que puede producir su respectivo titular (Poder Legislativo, Poder Ejecutivo, Concejo Municipal). Por tanto, si al Presidente de la República el inciso 20, en examen, le da la atribución de dictar medidas en materia económica y financiera, que como se ha visto son normas jurídicas de carácter general, con fuerza de ley; y si la materia económica y financiera comprende a la tributación, es forzoso concluir, estando a lo antes expuesto, que se respeta el principio de legalidad, como límite formal, en tanto tal medida conste de un decreto, que es la norma jurídica que el Presidente de la República puede producir. Sin embargo considero que hay dos puntos importantes más, vinculados con el tema que se trata, que es necesario precisar. El primero formal, sobre el instrumento legal que se utiliza: Decreto Supremo; y, el segundo de fondo, que es intentar precisar los alcances de la atribución en materia tributaria. Esto es, qué se puede hacer y qué no, como medida extraordinaria. Este último aspecto se tratará al responder a la última interrogante. VILLEGAS, Héctor: “Curso de Finanzas, Derecho Financiero y Tributario”, pág. 179, Tomo I, Ediciones Depalma, Bs. Aires, 1979 (3ra. edición). GIULIANI FONROUGE, Carlos M.: “Derecho Financiero”, pág. 278 del volumen I, Ediciones Depalma, Bs. Aires, 1976 (1ra. edición). 25 En lo que respecta al instrumento legal que debe utilizarse, la Constitución no lo precisa. Sólo lo hace expresamente para el caso de la legislación delegada (Decreto Legislativo) y, genéricamente, en la última parte del inciso 11 del Art. 211°, faculta al Presidente a dictar “decretos y resoluciones”. En la Ley del Poder Ejecutivo (Decreto Legislativo N° 217, de 12 de junio de 1981) tampoco hay norma específica, pues se limita a señalar que el “Presidente de la República expide decretos legislativos, decretos supremos y resoluciones supremas”; y, al tratar de estos últimos parece que sólo se tuvo en mente los reglamentos subordinados. 21 Al respecto, Francisco Eguiguren manifiesta: “La exigencia de que se trate de medidas extraordinarias y de la obligación de dar cuenta ulterior al Congreso, indicaría claramente que se trata de normas excepcionales (decretos de emergencia); distintas, en cuanto a su contenido temático y alcances, a los decretos supremos ordinarios del Ejecutivo, que no requieren de ninguna de estas exigencias y formalidades”. 22 La falta de precisión de la Constitución y la omisión anotada en la Ley del Poder Ejecutivo han determinado que, hasta la fecha, se haya hecho uso del único instrumento posible: el decreto supremo. Si tenemos en consideración que estos decretos de emergencia son distintos a los que podríamos llamar ordinarios previstos en el inciso 11, que comprende tanto a los subordinados como a los autónomos, como antes se ha visto, el utilizar el mismo instrumento legal para unos y otros no parece procedente. Por tanto, nos encontramos frente a disposiciones que teniendo fuerza de ley son las únicas que no están específicamente reglamentadas. Lo están las leyes y resoluciones legislativas en el Capítulo III del Título IV de la Constitución y los decretos legislativos por el Art. 188° e inciso 10 del Art. 211° de la Constitución y numeral 1 del Art. 3° de la Ley del Ejecutivo. En efecto, los decretos ordinarios no tienen fuerza de ley ni es preciso dar cuenta al Congreso de los mismos. Por el contrario, los de emergencia o extraordinarios, tienen fuerza de ley y es necesario dar cuenta de ellos al Congreso. Desde la vigencia de la Constitución se han dictado más de 500 dispositivos en los que se menciona el inciso 20 del Art. 211°, frente a 378 Decretos Legislativos (al 30 de mayo de 1986) y 1296 entre Leyes y Resoluciones Legislativas. 21 22 26 El texto es el siguiente: “Artículo 3°.– El Presidente de la República expide decretos legislativos, decretos supremos y resoluciones supremas. 2. Los decretos supremos pueden requerir o no de aprobación del Consejo de Ministros, según disponga la Ley. En uno y otro caso, son firmados por el Presidente de la República y refrendados por uno o más Ministros, según su naturaleza”. En el último párrafo se trata de la vigencia. EGUIGUREN, Francisco: “Normas contrarias a la Constitución o la Ley”, pág. 98, Revista del Foro, Colegio de Abogados de Lima, N° 1. Año LXXI, 1984. Lima. Como se puede apreciar, los decretos mencionados superan largamente en número a los dispositivos dictados con delegación y llegan al 40% de las leyes formales. 23 En conclusión: Actualmente el único instrumento legal utilizable es el decreto supremo, pero resulta evidente la necesidad que la Ley del Poder Ejecutivo legisle sobre los “decretos supremos extraordinarios”, disponiendo no sólo una denominación y numeración distintas, que podría ser, en cuanto a la denominación, la señalada, sino también reglar el aspecto referente a lo que implica dar cuenta al Congreso. Respecto de este último punto no bastaría la simple remisión, como lo señala la Ley del Poder Ejecutivo (Decreto Legislativo N° 217) para los decretos legislativos. En efecto, al reglar el “dar cuenta al Congreso” dispone: “Deben ser publicados obligatoriamente en el Diario Oficial “El Peruano” y remitidos al Congreso de la República 23 para dar cuenta de su dación”. (Segúndo párrafo del numeral 1 del Art. 3°). La obligación de dar cuenta al Congreso, cuando la norma se dicta al amparo del inc. 20, no puede limitarse a remitir al Congreso el texto del dispositivo dictado. Requiere necesariamente la justificación y explicación de la medida adoptada desde que es necesario demostrar que la medida extraordinaria dictada se enmarca dentro del ámbito de competencia constitucional del Poder Ejecutivo, sin haber invadido el campo de competencia del Poder Legislativo. Esto es, tiene que justificarse que la materia, contemplada en el “decreto extraordinario”, requería de una normatividad inmediata. Una rápida respuesta, que debió tomarse en un plazo más breve que el requerido por la vía normal o por el procedimiento de preferencia para la tramitación parlamentaria de los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo con el carácter de urgentes. De un examen de los decretos supremos publicados en el diario oficial “El Peruano” durante el mes de mayo de 1986, respecto de tres Ministerios: Economía y Finanzas, Industria y Transportes, se tiene lo siguiente: Ministerio N° de DD.SS. inc. 20 inc. 11 Sin refer. Economía Industria Transportes 27 3 10 11 2 2* 3 1 2 13 6 Total: 40 15 (37.5%) 6 (15%) 19 (47.5%) * Los dos invocan, adicionalmente, el inc. 11, lo que no es admisible. - En el mismo período sólo se promulgaron 8 leyes. - De los 19 sin referencia constitucional, ocho (8) han sido dictados al amparo de disposiciones de la Ley de Presupuesto 22422, por lo que debe entenderse expedidos al amparo del inc. 26 del Art. 211° (“Ejercer las demás funciones de gobierno y administración que la Constitución y las leyes le encomiendan”). - De los once (11) restantes, sin referencia legal, unos debieron señalar el inc. 11 y otros el inc. 26. Con lo dicho quiero mostrar la importancia que cada vez más van tomando los “decretos extraordinarios”, así como la poca claridad que existe en el propio Poder Ejecutivo para determinar el sustento constitucional con el que se legisla, reglamenta o se dictan actos de gobierno o de administración. 27 De otro lado, estando a que el “decreto extraordinario” sólo puede dictarse sobre “materia económica y financiera” es necesario demostrar que su temática está enmarcada dentro de tal materia y que la medida sea de interés nacional. 3ª Para dar respuesta a la tercera interrogante es preciso tener en cuenta que constitucionalmente no puede producirse una duplicidad de funciones y competencia entre los Poderes Legislativo y Ejecutivo. Para que el Poder Ejecutivo pueda válidamente legislar en materia tributaria mediante decretos extraordinarios tiene que darse un título habilitante y ese no es otro que la urgencia y el interés nacional. La extraordinaria y urgente necesidad no puede entenderse como referida únicamente a los casos o situaciones de excepcional amenaza para la comunidad o el orden constitucional. La justificación del decreto extraordinario puede también darse, como lo entiende el Tribunal Constitucional de España “en aquellos casos en que por circunstancias o factores, o por su compleja concurrencia, no pueda recurrirse a la medida legislativa ordinaria, sin hacer quebrar la efectividad de la acción requerida, bien por el tiempo a invertir en el procedimiento legislativo o por la necesidad de la inmediatividad de la medida”. 24 En el Perú existe un antecedente histórico y es el Decreto Supremo de 1° de enero de 1948 mediante el cual el Presidente de la República, Dr. José Luis Bustamante y Rivero, con la re24 28 frendación ministerial del Dr. Luis Echecopar García, aprueba el Presupuesto de la República para el año 1948. Como el Congreso no sancionó el Presupuesto, entre otras varias consideraciones el Decreto Supremo expresa que “el Poder Ejecutivo se encuentra ante una situación de hecho que no puede dejar de afrontar sin incurrir en seria responsabilidad”. Se consideró a la situación de emergencia como título habilitante para dictar una medida extraordinaria, sobre materia que, conforme a la Constitución entonces vigente, estaba reservada a la ley. Cumpliéndose el presupuesto habilitante, la facultad en el campo tributario, puede afirmarse que es amplia; que no tiene límites, pero, necesariamente, provisional o temporal, desde que se permite la dación de decretos extraordinarios, como instrumento de sustitución legislativa, a condición que exista un caso de extraordinaria y urgente necesidad y de interés nacional. En tal sentido, por esta vía no pueden modificarse en forma permanente normas de carácter permanente, pero sí dejarlas en suspenso o modificarlas temporalmente. Se puede legislar provisionalmente sobre materias coyunturales y gravar o exonerar hechos tributarios de realización inmediata. En otras palabras, no parece que la institución permita modificar las leyes que regulan cada tributo y, en la legislación comparada, se trata de medidas sujetas a convalidación. El primer Decreto que se dictó en materia tributaria al amparo del inc. Boletín de Jurisprudencia Constitucional, N° 32, diciembre de 1983. 20 fue el N° 227-81-EF, de 9 de octubre de 1981, que difirió por dos meses la entrada en vigencia del Impuesto General a las Ventas y modificó las tasas del Impuesto a los Bienes y Servicios, que el Impuesto General a las Ventas sustituía, también por dos meses. En este Decreto expresamente se hace mención a las “razones temporales” que lo motivan. Sin embargo, en nuestra realidad legislativa posterior no ha sido esa la regla seguida. Un examen de las medidas dictadas por el actual gobierno, nos muestra numerosos casos de modificación de normas permanentes, en especial con relación al impuesto General a las Ventas; y, en la gran mayoría de los casos la utilización del inc. 20 del Art. 211° ha sido para conceder exoneraciones o beneficios tributarios. 25 En conclusión, la medida extraordinaria puede comprender cualquier campo en materia tributaria, de competencia del Poder Legislativo, cuando se dé el título habilitante y la disposición tenga una vigencia temporal. De lo dicho y de la experiencia tenida en el país desde la vigencia de la Constitución puede sostenerse que la facultad otorgada al Presidente de la República por el inc. 20 del Art. 211°, en examen, es una innovación positiva para un gobierno moderno y eficiente; pero, su aplicación requiere necesariamente que se regle adecuadamente sobre su utilización. 25 La ley del Poder Ejecutivo, el Reglamento de las Cámaras y el Código Tributario, según corresponda, deben contener normas referidas a: 1° La denominación de “decretos supremos extraordinarios” para las normas que se dicten al amparo del inc. 20 del Art. 211°, con numeración independiente; 2° La definición del concepto “interés nacional”; 3° Los alcances de la obligación de dar cuenta al Congreso; y, 4° En el campo tributario, disponer la caducidad del Decreto extraordinario si no es convalidado por el Congreso. Ello podría hacerse en la Ley de Financiamiento que se dicta anualmente. De no convalidarse la medida dejaría de tener vigencia al 1° de enero del año siguiente. La falta de normatividad respecto de los puntos antes señalados ha permitido, tal vez, que durante los seis años, de la vigencia de la Constitución se haya hecho un uso indebido, en muchos casos sin título habilitante, para legislar indiscriminadamente, prostituyendo la institución. Ello se ve agravado por la pasividad del Congreso y la falta de control constitucional sobre las medidas. De otro lado, no sólo se han dado casos de exceso sino también de uso innecesario, lo que me ha hecho recordar la cita del Paracelso, la cual creo, en derecho, también hay que tener presente. Entre el 28 de julio de 1985 y el 31 de mayo de 1986 se han dictado no menos de 38 Decretos Supremos concediendo exoneraciones o beneficios tributarios, muchos de los cuales son normas de carácter permanente. 29